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  • LA POLITIZACIN DE LA SOCIEDAD Y DE LA VIDA

    Antonio Medrano

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    1.- Qu significa la politizacin. Para entender esta grave dolencia que afecta al mundo actual hay que considerar dos conceptos estrechamente relacionados: el politicismo y la politizacin. El politicismo es aquella postura o tendencia que conduce a la absolutizacin de lo poltico. Se da cuando la poltica se convierte en algo absoluto y supremo, haciendo de ella la mxima categora de la existencia. Dicho con otras palabras: otorgar un papel preponderante a lo poltico sobre el resto de las actividades humanas. Es decir, la idolatra de lo poltico, como el capitalismo es la idolatra y tirana del capital, del dinero, o como el materialismo significa la absolutizacin o veneracin idoltrica de la materia y las cosas materiales. La politizacin, que es ligeramente diferente, supone la injerencia, intromisin e invasin de la poltica en reas que le son ajenas y no le competen (desnaturalizndolas y corrompindolas). Se trata de una enfermedad de la poltica: su hipertrofia que la convierte en un cncer, con nefastas metstasis en el cuerpo social. Enfermedad, sta, sumamente contagiosa y que se propaga con gran facilidad, infectando todo cuanto toca o cae en su radio de accin. La politizacin puede entenderse tambin, desde una perspectiva ms bien individual, como una inclinacin desorbitada y compulsiva hacia la accin poltica (mana politiquera, politicante o politicista); el vivir obsesivamente pendiente de lo poltico y de los polticos; el inters desmedido y casi exclusivo por las cuestiones polticas (ya sea el desear con ansia enterarse de lo que pasa en el mundo de la poltica, o el estar a todas horas discutiendo de poltica y buscando intervenir en ella); el amor desordenado a la poltica y a todo lo con ella relacionado (desordenado = excesivo, obsesivo, manitico, anormal, anrquico); el preocuparse por las ideas, las teoras y los acontecimientos polticos antes que por otras cosas de mayor enjundia, como pueden ser la propia vida personal y el propio desarrollo o crecimiento interior.[1] La sana poltica, la poltica normal y legtima no tiene nada que ver con esto. Est en los antpodas del politicismo y la politizacin, al igual que el economicismo, con su inevitable secuela, que es la economicizacin de la vida social, constituye la anttesis de una economa sana. La poltica est al servicio de la vida, y no la vida al servicio de la poltica, la cual puede y suele convertirse en un terrible e insaciable Moloch que exige continuos sacrificios humanos, al igual que hace el Moloch o Mammn econmico. Sacrificios muchas veces sangrientos, atroces, salvajes y de una brutalidad aterradora.Una cosa es la poltica, y otra muy distinta la politizacin o el politicismo. De la misma forma, una cosa es el ejrcito, la milicia y lo militar, una dimensin de la vida social que atesora grandes valores y valiosas virtudes (las virtudes castrenses) y otra muy distinta el militarismo, la militarizacin de la sociedad y de la vida. Una cosa es, siguiendo en la misma lnea, la justicia (con el aparato o poder judicial, encargado de administrarla), indispensable en una sociedad (y que, en definitiva, en cuanto institucin, como tal cuerpo especializado de la administracin, viene a formar parte de la maquinaria poltica), y otra completamente diferente la judicializacin de la poltica o, peor an, la judicializacin de la vida: que los jueces y los

  • tribunales nos digan cmo tenemos que vivir, cules deben ser nuestros ideales, nuestras convicciones y nuestro comportamiento moral, y nos persigan y nos condenen si no les obedecemos; que tengamos que dar cuenta ante los jueces de lo que pensamos y por qu lo pensamos. La politizacin de la justicia es, por cierto, uno de los males que padecemos, y que trae como secuela inevitable la judicializacin de la poltica. Es ste un alarmante proceso patolgico del que brotan, y no pueden sino brotar, monstruosidades jurdicas; monstruosidades a las cuales, por desgracia, nos hemos ido acostumbrando, pues algunas de ellas son ensalzadas como grandes conquistas de la Humanidad. [ QUITAR As, por ejemplo, juzgar y condenar como criminales de guerra, ahorcndolos como vulgares delincuentes, a los vencidos en un conflicto blico.]La politizacin (junto con el politicismo) es uno de los peores males que sufre la civilizacin occidental. Nos hallamos ante una autntica epidemia de esta sociedad decadente, desintegrada y desestructurada, en proceso de descomposicin, corrompida y envilecida en que vivimos. Quienes tengan vocacin poltica debern cuidarse muy mucho de caer en alguna de tales aberraciones, pues, de lo contrario, poco van a arreglar. No harn sino contribuir a agravar el desorden general. 2.- Por qu es un mal la politizacin? El problema es que en nuestra civilizacin occidental, y especialmente en los ltimos tiempos, la poltica y lo poltico han experimentado un desarrollo completamente anmalo , un crecimiento desorbitado en detrimento de otras dimensiones de la vida, como consecuencia de la crisis espiritual que sufrimos (y que viene de lejos). La poltica se ha separado, adems, de los principios que deberan guiarla: se ha desprincipiado, carece de verdaderos principios (espirituales, trascendentes, metafsicos). Este es un problema que se inserta en el complejo y preocupante proceso de la crisis de Occidente, que tiene como notas principales el eclipse de la Sabidura y el olvido de la dimensin espiritual de la vida, la ruina de los valores (incluso su inversin total), la materializacin y degradacin de la existencia, la desintegracin y adulteracin de la cultura en todas sus manifestaciones. La politizacin, como parte de este proceso de crisis, entraa una grave cada de nivel, un desmoronamiento de la convivencia, una prdida de la salud y de la vitalidad del cuerpo social. A ello se aade otro aspecto, que contribuye a hacer que el fenmeno en cuestin sea an ms problemtico, con consecuencias imprevisibles y siempre funestas: el importante componente de apasionamiento que conlleva la poltica. En ella domina el factor pasional, y ms en una poltica como la actual, en la que tienen un protagonismo especial la propaganda (oscurecedora de la mente, excitadora de las peores pasiones) y los movimientos de masas (la masa es pura pasionalidad, visceral irracionalidad, vehemencia insensata). La poltica, por ser terreno de lucha entre facciones, opiniones, intereses, partidos y tendencias contrarias, es campo abonado para los excesos emotivos y sentimentales, para las bajas pasiones y los peores instintos. En el mundo poltico se dan asimismo infinidad de conductas, actitudes y hbitos anmalos, que constituyen excrecencias negativas y censurables sumamente dainas, pudiendo tener graves efectos txicos en el ambiente y en los sujetos que se vean afectados. He aqu algunas de las manifestaciones de tal negatividad: partidismo, sectarismo, fanatismo, tendenciosidad, oportunismo, chaqueterismo, clientelismo, enchufismo, despotismo y servilismo, posturas y maniobras maquiavlicas, violencia, agresividad, mentira sistemtica, extremismo, charlatanera, necedad, ignorancia osada, impertinencia, odio, rencor y resentimiento, envidias, rencillas, camarillas, discusiones interminables, escisiones, mediocridad,

  • vulgaridad, grosera, corrupcin, juego sucio, trampas, malas artes, zancadillas, insidias, calumnias, insultos, improperios y exabruptos, demagogia, conspiraciones, traiciones e infamias, venganzas y represalias, egolatra de los dirigentes, etc., etc. La poltica moderna es partidista y sectaria por naturaleza. Hay en ella mucho pathos (pasin, acaloramiento, visceralidad, patetismo) y poco logos (razn, racionalidad, inteligencia, buen juicio, sentido comn). Es caldo de cultivo de la hybris, la desmesura, la soberbia, el desorden anmico, la vileza y el vicio desbocado. La poltica est, por otra parte, sujeta a vaivenes muy violentos . Es muy semejante a un mar tempestuoso, pudiendo tambin compararse unas aguas cenagosas o arenas movedizas. Es el campo del activismo: la accin como fin en s misma, actividad desenfrenada, hacer por hacer, movimiento incesante, agitacin, inestabilidad, puro devenir (sin el ser que le dara estabilidad y orientacin). No en vano en el mundo de lo poltico resulta dominante la tendencia rajsica, que significa pasin, fogosidad, ambicin, dinamismo, movilidad, pulsin activa y violenta, expansin conquistadora o invasora (tendencia irrefrenable a expandirse), afn de poder y dominio, instinto combativo y agresivo, mpetu fustico, voluntad innovadora y realizadora, anhelo de novedades (incluso novelera), proclividad a la exageracin y la demasa (el exceso, la exuberancia y la arrogancia), vanidad y manas de grandeza, prurito de destacar sobre los dems, ajetreo, afanarse (aunque sea sin objeto ni sentido), necesidad de moverse de un lado para otro, apresuramiento y frenes, impaciencia, desazn, desasosiego, inquietud (incapacidad de estarse quieto), expresin descontrolada y caprichosa (a menudo vehemente, alocada, exaltada), cambio incesante, dispersin y disipacin, inclinacin al ruido y al bullicio, propensin a hablar y pensar de manera embarullada (tambin a gesticular, hacer o actuar sin orden ni concierto), ansia exteriorizante, descentramiento, desequilibrio, impulsividad, perturbacin alienante, excitacin sentimental y emotiva, tensin centrfuga, huida del Centro y del Ser. Son todas estas, en su mayora, notas que estn muy presentes, y a menudo de forma lgida y preocupante, en el campo poltico. (N)Hay que tener en cuenta, por otra parte, que aunque la tendencia tpica de la poltica, la dominante y ms caracterstica, sea la rajsica, en ella puede y suele cobrar un protagonismo relevante la tamsica, que irrumpe a menudo de forma violenta y arrolladora. Tendencia sta, la tamsica, cataggica o descendente, cuyo significado es oscuridad, ignorancia, pesantez, inercia, crueldad, brutalidad, materialismo y destruccin. De hecho, la poltica, cuando incurre en lo que podramos llamar la insubordinacin de lo rajsico contra lo stvico, cuando en ella deja de estar presente la influencia iluminante, benefactora y ordenadora de lo stvico, no hace sino abrir las puertas a la irrupcin de lo tamsico, que se asocia entonces de manera aciaga con el desequilibrio y activismo rajsicos para causar an mayor caos e inestabilidad. Se trata, por tanto, de un mbito de enorme relatividad, muy lbil y cambiante, peligroso y poco fiable. Por la misma lgica que lo anima, el mundo de la poltica zarandea, violenta, cambia y corrompe con gran facilidad a los seres humanos. De ah que sea tan frecuente ver en el mundo poltico cambios de ideas y de bando tan repentinos como sorprendentes: el que era un fantico comunista se convierte en liberal de la noche a la maana, para volver a reciclarse como socialista o ecologista, si las circunstancias lo requieren; el que fuera fascista entusiasta aparece de repente como demcrata de toda la vida. La politizacin hace que este ambiente tan negativo y problemtico se contagie al cuerpo social. Con lo cual la sociedad se ve afectada por una serie de males que la van a daar seriamente y contra los cuales no podr reaccionar si no posee los resortes y las reservas morales para ello. Dado que el mbito de la poltica como tal adolece de una componente negativa tan fuerte, resulta evidente que quienes pretendan intervenir en la poltica tendrn que prepararse muy a fondo en el plano personal, interno, mental y anmico. Para poder moverse con dignidad en un

  • mar tan proceloso y contaminante, han de tener una preparacin superior, muy especial y exigente, tanto en el terreno espiritual y moral como en el intelectual y emocional. De lo contrario zozobrarn. Pero este nivel de formacin integral es hoy da rarsimo, especialmente en quienes se dedican a la poltica. No digamos en quienes se han propuesto vivir de ella.En la aguda politizacin de las naciones y sociedades de nuestra poca est, en gran parte, la causa de las dos guerras mundiales (as como de la burda interpretacin que se hace de las mismas) y de tantas guerras locales (revolucionarias, anticoloniales, nacionalistas, etc.) que se han multiplicado durante el siglo XX, originando tremendo sufrimiento por doquier. Los aciagos efectos de la politizacin se observan asimismo en la vida interna de las naciones, pues vemos cmo la mayora de ellas se ven desgarradas por enfrentamientos partidistas, por las luchas de facciones irreconciliables, por las pasiones atizadas por las diversas organizaciones polticas (partidos, sindicatos y otras agrupaciones de muy variada naturaleza), por los odios y rencores que los demagogos, agitadores y polticos profesionales se ocupan en mantener bien vivos. El exagerado protagonismo que cobran los polticos contribuye a generar toda clase de conmociones, tensiones, conflictos y problemas sociales rompiendo la cohesin que debera reinar en la vida nacional. Menndez Pelayo, el gran intelectual y erudito espaol del siglo XIX, afirmaba que cuando Dios quiere castigar a un pas le enva una plaga de polticos, el peor de los flagelos que puede caer sobre cualquier nacin. Esta caterva de politicastros se multiplica como las langostas y lo invade todo devorando cuanto halla a su paso. El desarrollo hipertrofiado de la poltica genera, en efecto, un parasitismo que, cual daina plaga bblica, acaba esquilmando la riqueza de un pas y destruyendo su tejido moral. 3.- Cmo surge la politizacin? El problema, grave problema, de nuestra civilizacin es que se ha quebrado el orden legtimo, y por ende no se respetan la jerarqua y la realidad de las cosas. Al igual que ocurre con otros mbitos de la vida (la economa, la ciencia, la filosofa, el arte, etc.), la poltica se ha independizado por completo de las instancias que le podran dar orden y sentido. Se ha desmadrado, va a su aire, y pretende imponerse (se ha impuesto de hecho) como instancia suprema, dado su enorme poder, en competencia o maridaje con la economa. Por eso hoy da todos somos esclavos de la poltica y la economa: estamos a merced de estos dos monstruos, que dirigen y controlan por completo nuestras vidas. Es, sin ir ms lejos, el moderno fenmeno del totalitarismo. La tirana totalitaria: todo es poltica; la poltica tiene que estar en todo y nada se le puede escapar; nada debe quedar al margen de la poltica (o, lo que viene a ser lo mismo, de la ideologa); todo tiene en el fondo una significacin poltica o es polticamente relevante; todo tiene que estar sometido a la poltica y los planteamientos ideolgicos. No hay margen ms que para lo polticamente correcto o aceptable. La poltica deviene algo total, que lo abarca todo y no admite excepciones. De ah la represin y persecucin desencadenadas contra cualquiera que se atreva a sostener ideas que se apartan de la lnea poltico-idelogica dominante, que contravienen o ponen en duda los dogmas oficiales, aunque sea en cuestiones nimias o aparentemente insignificantes. As llegamos al imperio del pensamiento nico, un signo de los tiempos: los discrepantes o disidentes no son slo perseguidos, purgados o depurados, colocados bajo sospecha y sometidos a permanente vigilancia, sino que adems quedan demonizados, ridiculizados, sometidos al escarnio pblico, malditos, puestos en la picota y condenados a las tinieblas exteriores cual si fueran funestos herejes, peligrosos dementes, delincuentes o criminales, recalcitrantes enemigos de la Humanidad, para que as nadie se interese por su obra y su mensaje.

  • El politicismo, con la consiguiente politizacin de la vida, es un tpico fenmeno de insubordinacin; esto es, de rebelda contra el justo orden. Lo que est en su raz es, en definitiva, un insubordinarse, un negarse a ocupar el puesto que a uno le corresponde (ya sea ese uno un individuo o grupo, una cosa, una idea, un tipo de actividad o funcin), pretendiendo ser ms de lo que se es y colocarse en un nivel superior de forma ilegtima. Dicho de otro modo: el rechazar situarse por debajo (sub-ordenarse) de aquello que es jerrquicamente superior. Como tal fenmeno de insubordinacin constituye un sntoma caracterstico del ambiente catico y oscuro propio del Kali-Yuga, la Era negra en la que se inserta la grave crisis del mundo moderno. En este contexto de crisis, de desintegracin y de prdida del centro, que lo ha trastocado todo, se origina la politizacin, que, como hecho anmalo, negativo, aberrante y vicioso, puede afectar tanto a los individuos como a las sociedades. Tiene una doble faceta: personal y social. Si puede haber una sociedad politizada, es porque los individuos que la componen se han politizado: se han dejado politizar o se han entregado con fruicin a esa demencia tan daina. La actitud politizada o politicista puede camuflarse con muchos disfraces: idealismo, generosidad, voluntad de regeneracin, anhelo de una mayor justicia social, etc. El individuo politizado se engaa a s mismo: en la mayora de los casos no es consciente de su aberrante politizacin, o no se percata bien de hasta qu punto llega tal politizacin y de la anomala que la misma entraa. 4.- Rasgos tpicos de la sociedad y el individuo politizados: Si observamos el funcionamiento y comportamiento de una sociedad, un grupo o un individuo politizados, comprobaremos que cualquiera de ellos presenta los siguientes rasgos: - Concede demasiada importancia a la poltica. Le da prioridad absoluta, haciendo de ella el centro, la base y la cspide de la existencia. La poltica tiene total primaca en su mente y en su vivir cotidiano, como si en ella le fuera la vida y quiz hasta la salvacin eterna. - Considera que la poltica es la parcela o el rea de actividad ms decisiva de la vida (postura que se da de hecho, aunque no se diga de manera expresa, no se reconozca o incluso se niegue que uno est instalado en tal conviccin). No se concibe que pueda haber algo por encima de la poltica. - En su alma no hay sitio ms que para la poltica. Todo lo dems pasa a un segundo plano (si es que no es suprimido o reprimido violentamente). Lo que carece de significacin, repercusin o incidencia poltica no interesa (es como si no existiera). Slo vibra realmente por cuestiones polticas, aun cuando sean nimias; lo dems le deja fro o no le atrae demasiado. La poltica acaba desplazando a esferas o campos de actividad que son mucho ms importantes. Se trata de una especie de deformacin profesional: aquella distorsin mental que lleva al profesional especializado a verlo e interpretarlo todo bajo el prisma de su especializacin. - Cree que en la poltica estn los resortes ms poderosos para actuar sobre la vida, para cambiarla, para poner orden en ella y darle sentido. Mantiene una arraigada creencia en el poder taumatrgico de la poltica: est firmemente convencido de que un cambio poltico ms o menos profundo, ms o menos violento, como la democratizacin o la revolucin (sea sta del signo que sea), puede obrar milagros. - Piensa que sus males tienen un origen poltico: la explotacin capitalista, la dictadura a la

  • que ha sido sometido durante aos, los malos dirigentes, un mal sistema electoral, la falta de democracia, etc.. Confa en que los remedios a sus problemas, y los del mundo en el que vive, van a venir de la accin poltica: prodigiosas recetas polticas o ideolgicas. - Espera de la accin poltica (del gobierno, de esta o aquella ideologa poltica de la lucha poltica o de la participacin de la gente en ella, de un levantamiento revolucionario) cosas que la poltica no puede dar: la libertad, la felicidad, la realizacin personal, quiz incluso la inmortalidad, el vencer a la muerte, como pregona absurdamente la ideologa comunista. - Ve la vida desde un punto de vista predominantemente o exclusivamente poltico (ya sea ste burdo o sofisticado, malo o bueno, repulsivo o aceptable). Todo lo interpreta y juzga desde la perspectiva poltica (a menudo grosera, obtusa en extremo, carente de finura y de agudeza). Lo politiza todo. Tiende a proyectar, de forma abusiva, invasora y opresiva, la sombra luz que proyecta el reflector poltico al resto de las parcelas de la vida. - Adolece de una mente manipuladora que deforma, distorsiona y tergiversa la realidad para ajustarla a sus esquemas y prejuicios. La politizacin elimina cualquier rastro de objetividad, imparcialidad y ecuanimidad. - La religin y la espiritualidad quedan instrumentalizadas, subordinadas a lo poltico, puestas al servicio de una visin poltica o politizada, cuando no se las ataca abiertamente y con saa. En muchos casos la religin se ve sustituida por la poltica, convertida en una especie de religin laicista y atea. - La deformacin politicista llega en muchas ocasiones a tal punto que, incluso en el caso de individuos interesados por las cuestiones religiosas (espirituales, msticas o esotricas), ya ni siquiera se comprende lo que significan la espiritualidad y el mundo de lo espiritual. En una palabra: la poltica ocupa el puesto de la Vida. La vida real, la vida cotidiana, tanto la vida social como la vida personal, queda invadida, parasitada y fagocitada por lo poltico. En la existencia de ese sujeto (o, en su caso, de ese grupo social) lo poltico, con toda su superficialidad, precariedad y banalidad, sustituye a lo vital, a lo esencial, a lo personal profundo, a lo ntimo y genuino de su propio ser. Los dogmas ideolgicos, las ideas polticas (engaosas, falsas y triviales en la mayora de los casos) acaban nublando la visin, con lo cual se asfixia y destruye la experiencia viva de la realidad. Lo real queda desplazado por las quimeras de lo poltico (ya sea lo polticamente correcto o lo polticamente incorrecto). 5.- Consecuencias de la politizacin La politizacin de la vida tiene consecuencias funestas tanto para el orden social como para la existencia personal de los individuos. Lo peor de todo, lo ms grave, es la politizacin de la mente (del alma, de la psique). El sujeto que sufre tal proceso acaba siendo guiado y manipulado por su mente politizada, que le impedir ver la realidad tal como es (y verse a s mismo como es y como debera ser). Como consecuencia de ello: - Se descuida la propia formacin personal, que suele ser muy deficiente, que presenta numerosas y grandes lagunas. El individuo no se cultiva, con lo cual se embrutece, idiotiza y anquilosa cada vez ms, acentundose como consecuencia sus fijaciones, inercias, manas, fobias, obsesiones y prejuicios.- La poltica impone sus leyes y sus mtodos en todo lo que el individuo hace o deja de hacer, a lo que piensa y lo que dice, a lo que siente y lo que quiere o desea; imprime en el propio vivir su lgica, su mentalidad, sus parmetros, sus esquemas y sus formas de actuacin. - No hay manera de tratar a fondo otros asuntos que no sean los polticos. Se hable de lo que se hable, se analice lo que se analice, todo acaba derivando hacia el terreno poltico: se

  • empieza a hablar de la Divinidad o del arte romnico, y se acaba hablando del sistema autonmico, de la cleptocracia, de la reforma de la Constitucin o de los inconvenientes del bipartidismo. Si se le ocurre a uno explicar la importancia de la accin para la vida humana, ms de uno pensar automticamente que quien habla se est refiriendo a la accin poltica, por mucho que se aclare que no es as. - En el asunto de la grave crisis que sufre la civilizacin occidental: se la interpretar en clave poltica, proponiendo soluciones polticas y mtodos de actuacin propios de la poltica, como si esto fuera a solucionar algo. No se ven aspectos fundamentales de la crisis que tienen muy poco o nada que ver con lo poltico. - Se politiza la espiritualidad, en vez de espiritualizar la poltica. Hasta el mismo clero (sacerdotes y obispos) parece pensar a veces que, si no se habla de poltica, hay poco interesante y sugestivo de que hablar, apenas hay mensaje que trasmitir. - La poltica copa de forma abusiva los espacios informativos, los anlisis de la actualidad y los debates pblicos (tertulias, desayunos, entrevistas, mesas redondas, conferencias, etc.). No se habla ms que de poltica (excepcin: los deportes junto a los programas de cotilleos y los reality shows). Tambin se habla, por supuesto, de economa, al adquirir sta una relevancia lgida en momentos de grave crisis econmica como la que actualmente sufrimos; pero con un enfoque siempre clara y decididamente poltico, pues la economa se presenta hoy como una derivacin de la poltica, o viceversa (dada la importancia que lo econmico adquiere en la actual sociedad materialista, capitalista y economicista). - Los politicantes y politiqueros proliferan como las setas. Se discute de poltica acaloradamente y a todas horas, manejando tpicos y lugares comunes y tocando la mayora de las veces asuntos banales o grotescos. El primer imberbe con el que te topes por la calle te sermonear para instruirte sobre los altos principios de la accin poltica y de la labor de gobernar tal y como l las entiende, as como sobre lo que debes y no debes hacer para ajustar tu existencia a tan excelsas normas por l captadas de forma intuitiva y genial. - Todo el mundo se considera capacitado para opinar sobre poltica, sobre cualquier cuestin relacionada con la poltica nacional o internacional (aunque no tengan idea de nada). Hasta el ltimo mono cree ser un especialista y consumado experto en ciencia poltica, por el mero hecho de leer el peridico o de tragarse los debates y tertulias de radio y televisin. - La poltica se degrada y trivializa hasta tal punto que resulta imposible enfocar los problemas de manera seria y responsable. Menos an plantear cuestiones de gran calado o de alto porte, tocar temas de autntica trascendencia, abordar asuntos de capital importancia para la vida humana, los cuales suelen estar ms all del campo poltico. - La deformacin de la mente politizada puede incurrir en aberraciones tan monstruosas como justificar y aplaudir el terrorismo, si es que no llega incluso a propugnar su prctica o entregarse de lleno a semejante estrategia asesina. Y no slo la actividad terrorista, sino tambin otros crmenes de una crueldad e inhumanidad inauditas como el genocidio, el exterminio de poblaciones enteras, la limpieza tnica y las deportaciones masivas pueden encontrar aprobacin, beneplcito y hasta bendicin en la mentalidad politizada, para la cual todo est justificado cuando se trata de alcanzar determinados fines polticos (el fin justifica los medios). - La mente politizada o politicista suele ser proclive a realizar incursiones en el campo espiritual, para el cual no posee la debida cualificacin (o, peor an, le es totalmente ajeno). Lo cual le lleva a emitir juicios y opiniones carentes por completo de fundamento que no hacen sino enmaraar las cosas y aumentar an ms la enorme confusin ya existente (ocasionando un grave dao cuando se trata de escritores o intelectuales con cierto prestigio). - Con harta frecuencia vemos individuos y grupos que, llevados de su preocupacin poltica y su interpretacin excesivamente politizada de la realidad, ponen su fe en el mundo

  • islmico, esperando que venga de l una accin salvadora y restauradora. Y ello por ser el Islam precisamente una religin poltica, con una fuerte implicacin en los asuntos sociales y polticos, como lo demuestran los acontecimientos de la actualidad (terrorismo islmico, movimientos salafistas o yihadistas, revoluciones y guerra abierta en numerosos pases, reclamacin de imposicin de la Sharia, etc.). En tales crculos, con un excesivo simplismo --y siguiendo las directrices de la intensa y poderosa propaganda islmica, hoy da extendida por doquier--, se tiende a interpretar la compleja y conflictiva situacin que presenta el mundo actual bajo el prisma de una supuesta conspiracin occidental contra el Islam, la nica religin que lucha abiertamente y de forma activa contra el mundo moderno (segn se suele afirmar en dichos ambientes, como si la misin de las religiones y tradiciones espirituales fuera el combatir contra sistemas, movimientos o fenmenos sociales y civilizatorios surgidos en un determinado momento histrico). No puede pasarse por alto, por cierto, que en esa misma obsesin por verlo todo desde la perspectiva del luchar contra (contra lo que sea: el capitalismo, el fascismo, el comunismo, el liberalismo, la democracia, el sionismo, el imperialismo yanqui, el papismo o el oscurantismo clerical, la conspiracin judeomasnica, el sistema o la civilizacin imperantes) se trasluce la acentuada raigambre poltica de los planteamientos y las actitudes que dan lugar a tal postura. Ni que decir tiene que tal lucha se entiende y concibe, consciente o inconscientemente, en trminos de lucha poltico-ideolgica. - La obsesin politicista o politicante crea mecanismos mentales muy nocivos que son difciles de corregir o desmontar, entre otras cosas, porque el individuo politizado emplea mltiples argucias para justificar su postura y para disfrazar o camuflar su comportamiento, su mentalidad, sus motivaciones profundas y su forma de ver las cosas. Hay que tener en cuenta que la mentalidad politizada se mueve en un ambiente de cerrazn mental que, adems de ser impermeable a cualquier razonamiento, reflexin o consideracin que provenga de fuentes enemigas o ajenas (es decir, de otros partidos, ideologas o mentalidades), conduce a creerse con pasmosa facilidad la propia propaganda, aceptando de forma acrtica y a pies juntillas hasta las mayores enormidades, siempre y cuando estn de acuerdo con el enfoque de la parte o faccin en la que uno se halla instalado. Nunca se insistir bastante en lo funesta que resulta esta accin politizadora, que deforma la mente de quien se haya entregado a ella. Con lo cual no hace sino crearse serios problemas personales y vitales. He conocido individuos a los que su tremenda politizacin mental les ha conducido de forma irremediable al suicidio. Un trgico destino sobre el que, en algn caso, yo mismo advert con antelacin: haba anunciado que tal cosa acabara ocurriendo si el individuo concernido no cambiaba su actitud y mentalidad. A otros muchos, su mente politizada les ha arruinado la vida: sus vidas han quedado convertidas en ridos desiertos politicistas, con una triste secuela de insensatez, amargura, fracaso familiar y/o profesional, resentimiento, odio contra todo el mundo, misantropa y soledad enfermiza, cansancio de vivir, posturas maniticas, actitudes locoides o demenciales. A los individuos y grupos politizados les suele salir el tiro por la culata , al confundir las leyes de la realidad y de la vida con las leyes de la poltica (tal y como ellos la entienden). Por su torpe deformacin mental, consiguen muchas veces justo lo contrario de lo que se proponen. Ej.: dirigentes franquistas, cuyos hijos acaban militando en el bando enemigo; caso del lder nazi Martin Bormann, individuo sectario y fantico en extremo, que ver cmo uno de sus hijos acaba convertido en sacerdote catlico; el furibundo Robespierre que, con su poltica de Terror, fracasa en su intento de crear una religin inventada por l, con el culto al Ser supremo y con la sauda persecucin de los ateos, acabando l mismo en la guillotina.

  • En esta cuestin conviene tener claras las ideas, pues con harta frecuencia solemos caer en errores de apreciacin que nos llevarn a malinterpretar la realidad. No debemos dejarnos engaar por la apariencia de las cosas, lo que nos llevara a enfocar mal el diagnstico y no detectar aspectos sutiles y aparentemente contradictorios de la mente politizada. As, por ejemplo, en un mismo individuo pueden convivir perfectamente, como ocurre en la sociedad actual y como se ve a diario, la politizacin con la despolitizacin. Gente que slo habla de poltica, que discute apasionadamente de cuestiones polticas, que se traga todas las tertulias y discusiones politiqueras, que vive pendiente de los debates polticos (as como de los chismorreos y cotilleos polticos), que se hace eco de todos los rumores que le llegan sobre el mundo poltico, que no hace ms que contar chistes y chismes polticos, y que conoce a la perfeccin los nombres y las vidas de los personajillos de la vida poltica, pero que luego no participa en ninguna iniciativa interesante, no se implica en la menor tarea social o que rebase la esfera de la propia individualidad ni asume ningn tipo de responsabilidad activa frente a la colectividad. Semejante individuo, sumido en una vulgar apata poltica pero de mente burdamente politizada, no trabajar ni luchar por sus ideales (inexistentes), no mover un dedo ni se comprometer con nada: se limitar a depositar su voto cuando le toque, creyendo que con eso ya ha hecho algo importantsimo y es dueo de la situacin. Se trata de un fenmeno mucho ms frecuente de lo que se pudiera pensar a primera vista. Dicha postura, resultante de una mezcla en la que se combinan el egosmo y la mediocridad, se ha extendido hoy de tal modo que va camino de convertirse casi en norma para la enferma sociedad de nuestros das. Esta actitud apoltica pero politiquera constituye una de las ms tpicas formas de expresin del hombre-masa, amo y seor de este mundo desprincipiado en el que vivimos y al cual imprime su sello desde su gregario anonimato. 6.- Algunos ejemplos de politizacin: He aqu cinco ejemplos significativos de politizacin de diversas reas de la vida social, que nos ayudarn a comprender cmo funciona este anormal fenmeno y cules son sus funestas consecuencias: La politizacin del deporte. El deporte no tiene nada que ver con la poltica, pero los regmenes comunistas convirtieron el deporte en un arma de propaganda, con secuelas trgicas para los deportistas, polticamente explotados como si fueran cosas o animales de exhibicin (dopaje, enfermedades graves, anormales desarrollos hormonales, sobre-entrenamiento, etc.). En Espaa, los nacionalismos separatistas han hecho del deporte un arma poltica, provocando situaciones absurdas para subrayar su afn de independencia y de ruptura de la nacin de la que forman parte (alteracin del recorrido de una vuelta ciclista, convertir un partido de futbol en una airada manifestacin poltica antiespaola, esgrimir un equipo deportivo como si fuera una especie de embajada nacional, prohibir o torpedear determinadas actividades y expresiones pblicas multitudinarias de aficionados no nacionalistas). La politizacin de la economa. En Espaa hemos tenido una muestra deplorable de tal fenmeno con la politizacin de las Cajas de Ahorro, instituciones de ahorro popular, que las ha llevado a la quiebra, generando una gravsima crisis financiera. Sus puestos directivos, en vez de estar ocupados por profesionales de la Banca y de las Finanzas, fueron copados por polticos profesionales de los diversos partidos, as como por dirigentes sindicales igualmente politizados, todos ellos sin la menor preparacin tcnica ni profesional en el campo financiero, pero que se asignaron sueldos millonarios y pusieron las entidades que dirigen al servicio de

  • intereses partidistas, financiando proyectos insensatos y las redes clientelares de sus partidos o grupos polticos. Al frente del Banco de Espaa, que debera vigilar todo el sistema financiero del pas, el gobierno socialista puso igualmente a un poltico advenedizo e inepto, el cual, al no haber sabido o querido realizar las funciones que le competen, ha originado una autntica catstrofe nacional.[2]

    La politizacin de la ciencia. Valga como ejemplo la condena de las Leyes de Mendel por el Soviet Supremo, al no estar de acuerdo el concepto de herencia biolgica con la ideologa marxista-leninista. Como respuesta se creara la biologa mitchuriana (forjada por el bilogo ruso Mitchurin). En la misma lnea va el anatema lanzado en las democracias occidentales contra la raciologa, la ciencia que estudia las razas humanas, la cual se consolid y experiment grandes avances en el siglo XX y cuyas aportaciones resultan de gran inters para el conocimiento de la realidad humana, pero considerada nociva por atentar contra de los postulados ideolgicos del sistema. En la misma lnea van las pomposas declaraciones de la UNESCO sosteniendo que las razas no existen y echando por tierra las investigaciones de los ms eminentes racilogos, a los que se denigra y desprestigia sin piedad. Tambin habra que incluir aqu la imposicin forzada de una corriente pseudocientfica como el evolucionismo. La politizacin de la enseanza. Todos los anlisis llevados a cabo por expertos en la materia coinciden en que la politizacin e ideologizacin del sistema educativo constituye una de las principales causas, si no la principal, del declive, realmente desastroso, que la educacin ha experimentado en los ltimos aos en diversos pases europeos. La entrada arrolladora de la poltica en las aulas, en todos los niveles de la actividad docente, tanto en la enseanza primaria y secundaria como en la universitaria, ha tenido unos efectos demoledores, provocando un descenso alarmante en la formacin de las nuevas generaciones, lo que no augura nada bueno para el futuro. Puede consultarse, a este respecto, el libro Lenseignement en dtresse (La enseanza en peligro) de la pedagoga francesa Jacqueline de Romilly.

    La politizacin de la religin. Vase el caso de la Iglesia anglicana: surgida por decisin del rey Enrique VIII, en un nefasto proceso de politizacin y nacionalizacin que no habra sido posible si la Iglesia de Inglaterra no hubiera estado ya muy politizada. Tambin con procesos similares, en algunos aspectos: la Iglesia galicana en Francia, las Iglesias nacionales de los pases protestantes, la Iglesia nacional filipina, la Iglesia patritica en la China roja; o tambin los intentos de renovacin religiosa en el Tercer Reich (neo-paganismo, cristianismo depurado de influencias judas, religin naturalista sin trascendencia, con su idea de la inmortalidad terrena o perpetuacin biolgica en la raza).

    Se podra hablar tambin de la politizacin de la cultura, del arte, de la literatura, de la filosofa y el pensamiento, de la justicia, de la medicina, de la educacin, de la familia, de la empresa, de la lengua y del folclore, del sexo o de cualquier otro mbito de la vida humana. En nuestros das, y en la mayora de los casos, se une a ello la manipulacin ideolgica de tales esferas o actividades vitales. As vemos con frecuencia exaltadas cmo geniales obras literarias, cuyo valor puede ser bastante dudoso, por ser sus autores de determinada adscripcin poltica o ideolgica, mientras otras obras de mayor vala son silenciadas por completo, siendo sus autores sepultados en un total ostracismo. Captulo aparte merece la politizacin de la Historia (o, si se prefiere, de la historiografa), la cual suele quedar falsificada y deformada hasta lo irreconocible mediantes enfoques sesgados que suelen ser no slo infames sino tambin ridculos y pueriles.

  • Un caso especialmente llamativo de politizacin es el cambio en los nombres de ciudades importantes para sustituirlos por nombres de lderes polticos o alusivos a determinados acontecimientos ligados a la poltica. Vase, por ejemplo: Ho-Chi-Min (el antiguo Saign) en el Vietnam, Karl-Marx-Stadt (antes Chemnitz) en la DDR (la Alemania oriental), Leningrado y Stalingrado en la Unin Sovitica. Tambin la alteracin de los smbolos nacionales, como la bandera y el escudo del pas, muchas veces con una larga tradicin, para reemplazarlos por otra ensea que recoja los colores y los emblemas del partido o el movimiento que ha conquistado el poder. As vemos cmo en Rusia la bandera roja con la hoz y el martillo sustituy a la bandera zarista; en Alemania la antigua bandera del Reich se vio suplantada por la bandera con la cruz gamada del NSDAP tras el ascenso de Hitler al poder. Algo similar ha ocurrido, en un momento u otro, en China, Afganistn, Egipto, Siria, Irak, Sudn, el Yemen, Hungra, Rumana, el Zaire, el Congo (Brazzaville), Burkina Faso, Birmania, Camboya, Laos, Mongolia, Libia, Benn, Espaa (con la Segunda Repblica),Yugoslavia, Albania, Bulgaria, Etiopa (donde, al instaurarse la repblica, fue eliminado el emblema milenario del Len de Jud) e Irn (de cuya bandera, tras la revolucin islmica, se suprimi la vieja insignia del Len persa con el sol y la espada). La politizacin acarrea siempre la desnaturalizacin, con la consiguiente degradacin y descomposicin, de aquel mbito de la vida o campo de actividad sobre el cual la esfera poltica hipertrofiada proyecta su funesta accin. Al verse politizado, el arte deja de ser arte, de la misma forma que, al politizarse, la Justicia y el Derecho dejan de ser justos y rectos (convirtindose en lo contrario, aparatos injustos y torcidos), y al igual que la filosofa politizada o ideologizada deja de ser lo que debera ser: amor a la Sabidura y bsqueda de la Verdad (o, mejor an, actitud de servicio a la Verdad). 7.- Factores que contribuyen a acentuar la politizacin El peligro de la politizacin de la sociedad y de la vida de las personas se acenta, y sus consecuencias se agravan, por la conjuncin de otros muchos factores, entre los cuales hay que destacar dos principales, especialmente relevantes en el ambiente actual:

    1) La incultura: la insuficiente o deficiente formacin cultural (en sentido integral: formacin personal, ntima, fsica, anmica y espiritual). La ignorancia, el desconocimiento de cosas que se deberan saber (indispensables para vivir). La falta de un cultivo adecuado de la persona, del necesario cultivo de los valores (verdad, bien y belleza). 2) El activismo: el frenes de la accin, el hacer por hacer, el movimiento incesante; la accin sin el ser, sin estar enraizada en la contemplacin. El obrar torpe, incorrecto, desmedido, violento, necio e ignorante, que violenta la realidad.

    Cuanto ms deficiente y pobre sea la cultura de un individuo (su formacin espiritual, intelectual, emocional y moral; la calidad y altura de sus conocimientos, sus gustos y aficiones, sus actitudes, sus hbitos, sus sentimientos y sus instintos), ms expuesto estar a caer en los vicios de la existencia politizada. Y lo mismo vale para una sociedad. Cuando ms se vean absorbidos un individuo y una sociedad por el furor activista, ms proclives sern a entregarse a esa peculiar forma del activismo que es el de carcter poltico, esto es, la exacerbacin de la accin poltica. Cuanto ms desnortada y desquiciada est la vida activa de un sujeto o un grupo humano, menos posibilidades tendrn de escapar al cncer que suponen el politicismo y la politizacin.

  • A todo ello se aaden dos fenmenos de extraordinaria gravedad y de gran impacto en el mundo actual, dos de los ms terribles flagelos de la civilizacin moderna, los cuales propician el crecimiento exponencial de la politizacin de las masas:

    a) La propaganda: el lavado de cerebro, y tambin del carcter, a que somos sometidos de manera incesante, sin posibilidad de escapar a la poderosa trituradora mental; esto es, los llamados medios de comunicacin, los cuales son en realidad medios de adoctrinamiento de masas, instrumentos de manipulacin de las mentes y de las conciencias, que buscan su formacin (o ms bien deformacin) con arreglo a las directrices del sistema poltico imperante. La propaganda no tiene otra finalidad que presentar la mentira como verdad y la verdad como mentira (o como cosa olvidada, inexistente, balad, digna de borrarse, a la que no merece la pena dirigir la mirada), acariciando al mismo tiempo los bajos instintos y pasiones de la poblacin, para as domesticarla, amaestrarla y convertirla en masa sin mente ni voluntad propias, o sea, en un conglomerado informe, fanatizado y cretinizado, que sea fcil de conducir hacia donde se desea y hacer con l lo que se estime oportuno. b) Las ideologas: la presin de los sistemas ideolgicos que usan precisamente el aparato propagandstico para convencernos de las excelencias de su mensaje redentor. Por ideologa ha de entenderse un sistema de ideas que, con un enfoque simplista y reduccionista, afirma haber encontrado la clave para entender, interpretar y transformar la realidad, exigiendo por ello una adhesin total de los individuos y de la sociedad, as como el sometimiento a sus directrices de todas las facetas y mbitos de la vida. Por su misma naturaleza, las ideologas (todas ellas, ya sea la marxista, la nacionalista, la racista, la evolucionista, la democratista, la feminista o de gnero) no hacen sino enturbiar el panorama mental y anmico de la Humanidad, dificultando as el conocimiento y la comprensin de la realidad.

    Aqu nos vemos obligados a tocar una cuestin que es de la mayor relevancia hoy da, como es el de la ideologizacin de la vida social y de las mentes. La ideologizacin es un fenmeno mucho ms grave que la politizacin , a la cual va inevitablemente unida. Acta de forma ms implacable e incide en zonas ms profundas del ser humano; pues la ideologa viene a ser un sucedneo laicista y secularizado de la religin, que, por otra parte, violenta la realidad. La realidad tiene que ajustarse a sus postulados que son tenidos poco menos que como una verdad revelada. Las ideologas pretenden dar respuesta a todas las cuestiones de la existencia y no admiten ningn tipo de disensin o discrepancia: quien ose discrepar del dogma ideolgico ser declarado anatema, siendo excomulgado y perseguido de forma inmisericorde como hereje que es. En nuestros das la ideologizacin que va introduciendo en todos los niveles de la sociedad el continuo funcionamiento de la todopoderosa maquinaria propagandstica, al operar sobre niveles anmicos ms sutiles y subconscientes, produce accesos de fanatismo y de sectarismo que resultan sumamente perniciosos y peligrosos. Accesos que se observan incluso en sujetos de considerable preparacin y alto nivel intelectual, que ocupan puestos eminentes y de innegable influencia social (intelectuales, escritores, periodistas, hombres de ciencia, grandes empresarios, clrigos y telogos). La politizacin alcanza as sus formas ms extremas y lamentables. La enseanza que nos brinda la realidad cotidiana, los hechos que observamos a todas horas y que la experiencia vivida nos ha hecho comprender de forma difana, es la siguiente: un individuo que no se cultive, que no se trabaje a fondo, de manera rigurosa y sistemtica, y que no viva con una actitud a la vez crtica y ecunime, no ser capaz de resistir la ofensiva a que su mente se ve sometida y estar condenado a tener una mentalidad ideologizada, alimentada por

  • la ideologa que le haya inculcado la propaganda, con lo que esto supone de alienacin y prdida de su libertad interior. Y a este respecto, cabra aadir que lo peor que puede suceder a un pas es caer en manos de un lder politizado e ideologizado, inculto e inepto, demagogo, irresponsable, fanatizado y sectario, que piensa en trminos propagandsticos y se cree su propia propaganda. O, para ser ms exactos, el quedar sometido a un grupo poltico ideologizado, que adems de tener al frente un dirigente de esas caractersticas, se halla integrado por necios e ignorantes que, en su banal superficialidad, creen poseer la clave para crear el mundo idlico y perfecto que responda a sus quimricos ideales.

    En nuestros das la propaganda ha forjado una serie de dolos poltico-ideolgicos a los que todo el mundo rinde pleitesa. dolos a los cuales no queda otro remedio, para no quedar anatematizado o excomulgado, que ofrendar incienso en los altares lacios de esta era descreda. En la propaganda est una de las principales claves no slo de la actual epidemia politizadora, sino del avance arrollador de las diversas formas de idolatra moderna, con todas sus secuelas de subversin, de podredumbre, de destruccin e inversin de valores. Nada ni nadie escapa a su influjo omnipresente y omnipotente, que opera sobre todo en los niveles inconsciente y subconsciente de la psique humana. El aparato propagandstico es el gran responsable del ambiente de incultura, subcultura y anticultura en que actualmente vivimos. Sus tentculos se han encargado de expandir, promover y afianzar ese clima caliginoso que corroe y carcome la sustancia del alma. La confluencia de ideologa y propaganda, ambas dotadas de un inmenso poder, desconocido e inimaginable para otras pocas, hace del mundo actual un erial de mediocridad y borreguil conformismo, un triste pramo intelectual, emocional y moral en el que difcilmente puede florecer, cultivarse ni respetarse nada valioso. Esas dos potencias demonacas han instaurado una religin mundialista, cuyos falsos dioses traen a la Humanidad por la calle de la amargura. Este es el panorama con que nos encontramos hoy en da: un desierto espiritual en el que lo poltico y lo econmico imponen su tirnica supremaca y, enarbolando engaosos seuelos y atractivos lemas como el progreso, la libertad y la igualdad, han creado en este mundo globalizado una irrespirable atmsfera de inhumanidad, miseria, barbarie, oprobio, envilecimiento, estupidez, servidumbre y esclavitud. Y van camino de hacerla cada vez ms asfixiante, ms frrea y opresiva, ms difcil de ser modificada o desmontada.

    8.- El camino de sanacin Tengo muy claro que el camino para salir de situacin tan deplorable y para sanar tan funesta dolencia pasa por una saludable e intensa despolitizacin.Despolitizarse significa desfanatizarse, desapasionarse, desintoxicarse, desinfectarse, desparasitarse, despiojarse. A veces tambin desasnarse; es decir, eliminar la asnal costra de incultura que, por nuestra incuria y desidia, hemos ido dejando vaya recubriendo nuestra persona, nuestro propio mundo mental y anmico. Para superar el degradado nivel que supone la politizacin, hay que empezar por una sistemtica y planificada labor de formacin personal, que corrija nuestras lagunas y deficiencias. Y, una vez iniciada esta labor formativa, hay que asumir una sabia y noble postura apoltica, con firmes races espirituales, guiada por una alta y amplia visin de las cosas, as como por una profunda y sincera ecuanimidad. Esta virtud, la ecuanimidad, es una de las virtudes o cualidades que ms necesitamos hoy da y de las que ms escaso est el mundo actual.Pero, ante todo, hay que dejar bien claro que existen dos formas distintas, incluso opuestas, de

  • despolitizacin. Hay una despolitizacin sana, noble, superior, ascendente, trascendente: despolitizacin por arriba (desde arriba y hacia arriba). Para elevarse por encima de la poltica, mostrando el norte a la comunidad poltica y marcndole sus metas y la ruta a seguir. Mostrar los principios indeclinables que han de ser tenidos en cuenta en todo instante. Y hay una despolitizacin insana, vulgar, inferior, cataggica, decadente y descendente: despolitizacin por abajo (desde abajo y hacia abajo). Es la despolitizacin del pasotismo, de la irresponsabilidad, del idiotes (segn la terminologa griega). El individuo despolitizado comedor de percebes y espectador de la telebasura: nicamente le preocupa que le diviertan, que le pongan a su disposicin el panem et circenses (el pan y circo), es decir que pueda seguir comiendo en el bar sus percebes y sus gambas mientras ve en la televisin su partido de futbol o su programa favorito. Se desentiende de los problemas del prjimo, de su sociedad y de su mundo. Por todo lo dicho, se comprender que la despolitizacin es una pura cuestin de higiene mental. Es una labor que cada cual ha de realizar por s mismo y que afecta a su propio mundo interior. No hay que olvidar, por otra parte, que el despolitizarse es condicin sine qua non para poder actuar bien en la vida social y poltica. Se trata de devolver a la poltica su orden y su legitimidad. Hay que poner la poltica en el sitio que le corresponde, ni ms ni menos. Dicho de otro modo: destronar o desautorizar a la poltica, bajarle los humos (para que no produzca humareda, para que no contamine con sus molestos y negros humos que todo lo enturbian y ensucian). Y desautorizar a la poltica quiere decir privarla del desorbitado poder y de la desmedida autoridad --falsa y espuria autoridad-- que se ha arrogado, y someterla a una autoridad superior --autntica y verdadera autoridad--; hacer que vuelva a reconocer aquella autoridad a la que est legtima y naturalmente subordinada. Slo reconociendo la Auctoritas --que es siempre de naturaleza espiritual y sagrada-- all donde realmente est, ser posible salvar y rescatar a la poltica del negro abismo en que se encuentra hoy da hundida. Slo mediante la sumisin a la verdadera y legtima Auctoritas podr la poltica recobrar la potestas que realmente le corresponde, esto es, su verdadero poder o potestad. Y se habr liberado as de la hybris que actualmente la corroe y corrompe. Pero, para que todo esto se haga realidad, hace falta que intervenga un factor adicional que se suele olvidar o desconocer por completo. La curacin del mal politicista, la recuperacin de la salud y el retorno a la normalidad, slo ser posible mediante la firme y resuelta intervencin del elemento stvico. La tendencia rajsica, rebelde y desbocada, que est en la raz de la desviacin activista del mundo moderno, ha de quedar de nuevo sometida a la tendencia que le es jerrquicamente superior, la fuerza stvica; es decir, aquella que entraa espiritualidad, verticalidad, trascendencia, elevacin, impulso ascendente, apertura y tendencia hacia lo alto, esencialidad, centralidad (impulso hacia el Centro y hacia el Ser), ser y estar (el ser por encima del devenir; lo que uno es con preeminencia sobre lo que uno parece o aparenta; estar bien, estar en pie, estar centrado, saber estar), luz, claridad, inteligencia, comprensin y conocimiento, bien y bondad, verdad, autenticidad, belleza, virtud, felicidad, alegra, sabidura, amor, orden, unidad, armona, paz, libertad, serenidad, equilibrio, ecuanimidad, sosiego y mesura. nicamente restableciendo la subordinacin del impulso rajsico al criterio superior y ms noble de la instancia stvica, que es por naturaleza anaggica y trascendente, podr la Humanidad salir de su esclavitud y romper la tirana de lo poltico. Y tambin, por supuesto, la tirana de lo econmico, de los poderes financieros, de las mquinas y de los mecanismos productivos, de lo material y cuantitativo, concepto este ltimo en el que hay que incluir la tirana de la masa, as como la tirana de las fuerzas impersonales que dominan nuestra poca

  • crepuscular y que tan vinculadas aparecen con los ncleos del poder poltico-ideolgico. Mientras lo rajsico siga siendo dominante en la existencia de los seres humanos, todas esas potencias informes, despticas, caticas e inhumanas, seguirn oprimindonos de forma irremisible. En relacin con esta restauracin de la influencia stvica, se impone, por cierto, una constatacin un tanto lamentable. He comprobado cmo algunas mentes tal vez bienintencionadas pero fuertemente politizadas --y precisamente por el sesgo que imprime a su manera de pensar y de sentir su agudo politicismo--, rechazan estas ideas con cualquier ftil pretexto, repudiando a tal efecto la terminologa misma aqu empleada, tan indispensable y certera, tcnicamente tan rigurosa. No la ven con buenos ojos, les desagrada, la critican o se niegan a aceptarla sin ms. Arguyen, entre otras cosas --poniendo en accin una tpica maquinaria propagandstica mental-- que se trata de una terminologa extraa, extravagante, no europea ni occidental, demasiado oriental, con cierto tufillo esotrico, compuesta por vocablos que la gente no va a entender o que no pertenecen a tal o cual acerbo poltico-ideolgico tenido por fundamental y cuasi-sacro (aquel en el que tenga puesta su fe el sujeto en cuestin; da igual que se trate del democrtico o del fascista, del progresista o del derechista, del liberal o del leninista). Pero ante tales objeciones hay que responder con rotundidad que el camino de sanacin, de salvacin y liberacin, es bsicamente un camino stvico. No hay ni puede haber otro. Tendencia stvica (N) Muchas de las notas apuntadas no tienen por qu interpretarse en un sentido peyorativo. De hecho, la tendencia rajsica puede manifestarse bien de forma noble, bien de forma innoble. Todo depende de la relacin que el elemento rajsico guarde con el elemento stvico. Cuando este ltimo proyecta su influencia iluminadora y ordenadora sobre el impulso rajsico, ste pierde su potencialidad negativa, se desarrolla en una clima de legitimidad y adquiere una innegable tonalidad de dignidad, belleza, nobleza y grandeza.

    [1] He aqu las definiciones que de estos trminos nos ofrece el Dizionario Garzanti: Politicismo: tendenza a far prevalere le esigenze poltiche su tutte le altre, cio sulle esigenz scientifiche, artistiche, morali, ecc. Politicizzare / politicizzazione: dare carattere poltico a cose che dovrebbero esserne prive. [2] Como premio por haber arruinado a las entidades que dirigan, estos polticos metidos a exitosos banqueros han recibido cuantiosas indemnizaciones al ser cesados, llegando en algunos casos a los 18 millones de euros.