Melancolía en la poesía de José María Heredia

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Agradecimientos La elaboración de este libro no hubiera sido posible sin el apoyo de un gran número de individuos e instituciones. Por el lado institucional, quiero expresar mi gratitud al Deutsche Akademische Austauschdienst, cuyo generoso apoyo econó- mico hizo posible la consulta directa de los fondos mexicanos y cubanos. A El Colegio de México, por la invitación en condición de investigador visitante. A la Universidad de La Habana, por auspiciar mi proyecto de investigación. En lo académico tanto como en lo personal estoy muy agradecido a Klaus Meyer-Minnemann (Hamburgo), por su interés en el asunto, su paciencia y disposición a encaminar mi argumentación en momentos críticos, y su confian- za en el buen término de la empresa; asimismo, a Alejandro González Acosta (Ciudad de México), por su infinita hospitalidad y generosidad en compartir hallazgos intelectuales y contactos personales. Agradezco, además, su inestimable diligencia y prontitud al personal de las siguientes bibliotecas: Biblioteca Nacional de México (Ciudad de México), Bibliote- ca Daniel Cosío Villegas (El Colegio de México, Ciudad de México), Instituto de Literatura y Lingüística y Biblioteca Nacional José Martí (La Habana), Benson Latin American Collection y Harry Ransom Humanities Research Center (University of Texas at Austin), Widener Library y Houghton Library (Harvard University, Cam- bridge, MA). Finalmente, quiero dejar constancia de lo inabarcable de la lista de colegas y amigos en Cuba, México y Estados Unidos cuya compañía en algún que otro momento a lo largo de los años de gestación del presente estudio ha favorecido el avance de mi investigación. Menciono aquí tan solo a Julia Porrata Muñoz (La Habana). Con su amistad desinteresada me ha hecho disfrutar de lo mejor que los seres humanos somos capaces de brindar.

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This study challenges the critical commonplace that ascribes the work of Cuban-Mexican poet José María Heredia’s (1803-1839) to Romanticism. It demonstates that Heredia’s poetic work and critical thinking are deeply rooted in late Enlightenment ideology and the aesthetics of Sensibility.

Transcript of Melancolía en la poesía de José María Heredia

  • Agradecimientos

    La elaboracin de este libro no hubiera sido posible sin el apoyo de un grannmero de individuos e instituciones. Por el lado institucional, quiero expresarmi gratitud al Deutsche Akademische Austauschdienst, cuyo generoso apoyo econ-mico hizo posible la consulta directa de los fondos mexicanos y cubanos. A ElColegio de Mxico, por la invitacin en condicin de investigador visitante. A laUniversidad de La Habana, por auspiciar mi proyecto de investigacin.

    En lo acadmico tanto como en lo personal estoy muy agradecido a KlausMeyer-Minnemann (Hamburgo), por su inters en el asunto, su paciencia ydisposicin a encaminar mi argumentacin en momentos crticos, y su confian-za en el buen trmino de la empresa; asimismo, a Alejandro Gonzlez Acosta(Ciudad de Mxico), por su infinita hospitalidad y generosidad en compartirhallazgos intelectuales y contactos personales.

    Agradezco, adems, su inestimable diligencia y prontitud al personal de lassiguientes bibliotecas: Biblioteca Nacional de Mxico (Ciudad de Mxico), Bibliote-ca Daniel Coso Villegas (El Colegio de Mxico, Ciudad de Mxico), Instituto deLiteratura y Lingstica y Biblioteca Nacional Jos Mart (La Habana), Benson LatinAmerican Collection y Harry Ransom Humanities Research Center (University ofTexas at Austin), Widener Library y Houghton Library (Harvard University, Cam-bridge, MA).

    Finalmente, quiero dejar constancia de lo inabarcable de la lista de colegas yamigos en Cuba, Mxico y Estados Unidos cuya compaa en algn que otromomento a lo largo de los aos de gestacin del presente estudio ha favorecidoel avance de mi investigacin. Menciono aqu tan solo a Julia Porrata Muoz(La Habana). Con su amistad desinteresada me ha hecho disfrutar de lo mejorque los seres humanos somos capaces de brindar.

  • mir para un lado del corredor,buscando al poeta mencionado.

    Pero Heredia todava no haba hecho su aparicin.

    (Reynaldo Arenas, El mundo alucinante)

  • ndice 9

    ndice

    1. Introduccin 13

    2. El texto potico: Reflexiones preliminares yconvenciones terminolgicas 21

    3. La melancola como estado precario: El Nuevo ensayosobre la posibilidad de fijar los sinnimos de la lenguacastellana de Jos Justo Gmez de la Cortina (1835) 25

    4. Reconstruccin del concepto de melancola en lapoesa de Heredia 37

    4.1. Poesa de melancola y poesa melanclica 37

    4.2. Los poemas heredianos de melancola 40

    4.2.1. Placeres de la melancola 414.2.2. A la Melancola 91

    4.3. Poemas con menciones de melancola remticas 96

    4.3.1. Melancola 96

    4.3.2. El mrito de las mujeres 1004.3.3. Las sombras 109

    4.3.4. Al sol 111

    4.3.5. El desamor 114

    4.3.6. Ausencia y recuerdos 117

    4.3.7. El consuelo 1214.3.8. En mi cumpleaos 122

    4.3.9. Los recelos 126

    4.3.10. Himno del desterrado 128

    4.3.11. A la noche 131

    4.3.12. Inmortalidad 1374.3.13. A la estrella de Venus 139

  • 10 Tilmann Altenberg

    4.4. Resumen del anlisis de los textos del corpus 142

    4.4.1. La melancola y Melancola: Dos perspectivasde un mismo fenmeno 142

    4.4.2. El hablante lrico ante la melancola 1454.4.3. El paisaje melanclico 148

    4.4.4. El deseo y el recuerdo como impulsosque llevan al sentimiento melanclico 151

    4.5. El alcance cuantitativo de la melancolaen la poesa de Heredia 152

    4.5.1. Los poemas del corpus 152

    4.5.2. Poemas melanclicos sin mencin de melancola 154

    5. La vida y obra de Heredia en el contexto de su poca 167

    5.1. Bosquejo bio-bibliogrfico de Heredia 167

    5.1.1. El trasfondo criollo y la primera formacin 168

    5.1.2. Adolescencia y madurez 170

    5.1.3. La obra potica 174

    5.2. La poca de Heredia 197

    5.2.1. Hispanoamrica hacia principios del siglo XIX 197

    5.2.2. Neoclasicismo y Sensibilidad ilustrada 203

    5.3. La potica herediana 207

    5.3.1. El fundamento: La construccin autobiogrficadel hablante lrico 210

    5.3.2. La autorrepresentacin de Heredia comohombre sensible 210

    5.3.3. La poesa como arte mimtica 223

    5.3.4. El poeta entre vate inspirado y genio 2255.3.5. Lo sublime 232

    5.4. La unidad de la obra potica herediana 249

  • ndice 11

    6. La melancola herediana en su contexto 259

    6.1. El origen de la melancola y su causa ltima:Un eco de la teora de los climas 263

    6.2. El paisaje 267

    6.3. Ruinas y tumbas 271

    6.4. Patria y amor 272

    7. Conclusin 279

    8. Bibliografa 285

    Apndice: Tabla sinptica de los poemas heredianos citados 307

    ndice de los poemas heredianos citados o mencionados 313

  • 1. Introduccin 13

    1. Introduccin

    En la amplia bibliografa acerca de Jos Mara Heredia, una de las cuestionesque ms se han debatido entre los crticos1 a lo largo del siglo XX es, sin duda, lafiliacin histrico-literaria del poeta cubano2. Mientras Menndez y Pelayo(1911) insiste en que el romanticismo, propiamente dicho, tiene poco quereclamar en los versos de Heredia (239), vinculndolo con aquella escuelasentimental, descriptiva y filantrpica que [] tena fines del siglo XVIIIinsignes afiliados en todas las literaturas de Europa (ib.), posteriormente variosestudiosos, casi todos de procedencia hispanoamericana, han desechado el jui-cio del espaol dedicndose a consagrar a Heredia como primer poeta romnti-co de lengua espaola, o al menos, de Hispanoamrica. Entre las contribucionesmonogrficas que tratan el asunto en este sentido cabe mencionar a Gonzlez(1955), Daz (1973) y Aparicio Laurencio (1988). Estos y otros autores tien-den a relacionar la aparente expresividad de la poesa herediana durante ciertafase con el temperamento romntico (Daz 1973: 153; cf. tambin Augier1996: 2205) del cubano, destacando adems la actitud supuestamente romnti-ca de Heredia ante la naturaleza (cf. p. ej. Gonzlez 1955: 69). La heterogenei-dad de su produccin potica, por otra parte, suele atribuirse a la variedad deinfluencias literarias absorbidas. As, para Bellini (1997), cuya posicin alrespecto representa a grandes rasgos el consenso de la crtica heredista de losltimos decenios, la poesa herediana se debate [e]ntre el Neoclasicismo y lastendencias romnticas (211) sobre la base de una formacin inicial [de]carcter netamente clsico (212), cctel que lleva, segn el crtico, a unafusin entre los ideales neoclsicos de la Ilustracin y los de un romanticismoapasionado (ib.)3. Aun para aquellos crticos que no afirman rotundamente la

    1 Las connotaciones avaloradoras del trmino crtica literaria constituyen una carga paraquienes se esfuerzan por analizar y explicar sistemticamente ms que criticarfenmenos del mbito literario. En la lengua alemana esta distincin ha conducido albinomio terminolgico de Literaturwissenschaft (ciencia de la literatura, o bien crticaacadmica) y Literaturkritik (crtica literaria periodstica) (cf. Mignolo 1978: 21s.). Eneste estudio los trminos crtica y crtico se utilizan en el primer sentido a menos que sehaga referencia explcita a la crtica literaria de Heredia y sus contemporneos, la cualse inclina ms hacia una valoracin esttica que hacia una consideracin sistemtica.

    2 Aparicio Laurencio (1988) y, en menor medida, Rivera Rodas (1988: 28ss.) docu-mentan ese debate, argumentando ambos a favor de una relacin estrecha de Herediacon el Romanticismo.

    3 Cf. en un sentido muy parecido tambin Lazo (1974). Bush (1996), por otra parte,

  • 14 Tilmann Altenberg

    filiacin romntica de Heredia, parece estar fuera de duda que la poesa delcubano se anticipa de alguna forma al Romanticismo, estableciendo as unarelacin de continuidad con ste. Conforme a semejante visin de Herediacomo precursor del Romanticismo, ms de una vez se le ha llegado a caracteri-zar como poeta prerromntico (cf. p. ej. Carilla 1975: I, 63ss.).

    Es solo consecuente que los intentos de determinar el lugar histrico-litera-rio de la obra herediana relativo al Romanticismo coinciden, por encima de susdiscrepancias, en prestar poca atencin a las caractersticas que vinculan aHeredia con la esttica dieciochesca. Con la mira puesta en una nocin ms omenos elaborada del Romanticismo, esos crticos tienden a registrar toda mani-festacin de un entusiasmo o una desesperacin extremos, toda representacinsinttica de la naturaleza americana y de sus efectos sobre el poeta como indi-cio de la supuesta inclinacin (pre-)romntica de Heredia4. Entre los factoresque parecen corroborar esta filiacin histrico-literaria del poeta cubano, lamelancola, observada en algn momento u otro por prcticamente todos losheredistas, ocupa un lugar prominente. As, por ejemplo, Vitier, para quienHeredia es el primognito del romanticismo hispano (1962: 8), reconoce enel cubano una ardiente y exhalada sensualidad melanclica (1958: 66); Daz(1973) habla de un sentimiento melanclico privativo en el carcter deHeredia (124); Dmaso Martnez (1979) observa en la poesa herediana unavisin melanclica, subjetiva y nostlgica ante el paisaje (III), atestndole alpoeta un romanticismo velado (ib.); Barnet (1984), en un texto no explcita-mente marcado como ficcional, hace proclamar a Heredia: Junto a una melan-cola que no lograba aliviar mi pena, mi destino de alma en vuelo se empinabacomo una lnea recta, despeada, sin zigzagueos, sin escalas venturosas (29)5;Serafin (1992) describe la poesa de Heredia como smorzata di tono, soffusa di

    en una visin ms agudizada pero no por ello mejor documentada, constata para elperodo entre 1820 y 1832 en Hispanoamrica a change of epoch from Neoclassi-cism to Romanticism (392), un cambio que el crtico estadounidense relacionadirectamente con las dos versiones impresas del poema herediano Fragmentosdescriptivos de un poema mexicano / En el teocalli de Cholula.

    4 Segn veremos en el momento debido, en la historiografa de las literaturas hispni-cas predomina todava el esquema maniquesta de un Neoclasicismo fro y racionalque precede un Romanticismo subjetivo y emocional, tal vez con un Prerromanticis-mo intermedio como fenmeno transitorio. Una de las consecuencias de este esque-ma es aquella prctica, que podemos tambin observar en la crtica heredista, de con-siderar todo alejamiento del supuesto racionalismo neoclsico como un indicio de unRomanticismo incipiente.

    5 Curiosamente, Serafin (1992) cita este testimonio de Barnet (alias Heredia) comoindicio del dolor de Heredia: La partenza pi amara, perch definitivo allontanamen-to dalla patria e da s stesso, come evidenzia Miguel Barnet, quella del 1839 da Cuba[] (33; cursivas mas).

  • 1. Introduccin 15

    pensose malinconie (21); y para Bush (1996) la poetic melancholia (392) esincluso la contribucin particular de Heredia a la poesa hispanoamericana6.

    Estos y otros comentarios crticos acerca de la melancola herediana tienenen comn que se limitan a mencionar el fenmeno sin explicitar los criterios enque se fundamentan. Antes bien, parece que los crticos basan sus juicios sobrelo melanclico de un poema, una disposicin de nimo o un escenario de lanaturaleza, sobre una nocin apriorstica, intuitiva de lo que significa melanco-la. Tampoco dejan muy claro en qu plano y de qu manera se manifiesta lapresunta melancola en la poesa de Heredia. Es obvio que esta manera de enfo-car la melancola mejor dicho, de no enfocarla presupone la evidencia delfenmeno, una suposicin que parece apoyarse, a su vez, en la presunta identi-dad de los conceptos de melancola actual y de la poca en cuestin. Sin embar-go, aunque en el plano denotativo pueda haber cierto parecido entre ambaspocas, esta aparente afinidad, ms que echar luz sobre el asunto, obstruye lacomprensin de la melancola en la poesa de Heredia a base de los supuestosde su propio contexto. A tal actitud deben escaprsele los rasgos especficos delconcepto herediano de la melancola y su alcance dentro de la obra potica delcubano. La desatencin por parte de los heredistas a una reconstruccin7 siste-mtica de la melancola sorprende an ms por el hecho de que Heredia no soloutiliza en sus poesas con cierta frecuencia el lexema melancola y el adjetivocorrespondiente, sino que dedica adems un poema extenso a la reflexin acercadel fenmeno (Placeres de la melancola).

    La falta de un estudio que se ocupe de la melancola en la poesa de Herediarefleja la situacin bibliogrfica general de la hispanstica, la cual carece prcti-camente de estudios sistemticos sobre el tema. Bien que Daz-Plaja (1975)presente en la parte histrica de su monografa sobre las melancolas espaolasun interesante cuadro global de la melancola y sus conceptos afines en la litera-tura espaola a partir del Medievo hasta entrado el siglo XX, dedicando tambinalgunas pginas a lo que llama la melancola neoclsica y prerromntica (235-243, aqu: 235), as como a la melancola romntica (245-254, aqu: 245),respectivamente, dada la ndole compilatoria del estudio del acadmico cataln,es natural que ste se limite a las referencias obligatorias prescindiendo de un

    6 Aunque tambin para Menndez y Pelayo (1911) Heredia es, ante todo, poeta desentimiento melanclico y de exaltacin imaginativa, combinada con un modo propioy peculiar suyo de ver y sentir la naturaleza (234; tambin 1927: XVIII), el crticocomprende estas caractersticas dentro de un marco dieciochesco (cf. supra). Porinsufribles (1911: 239) que le resulten a Menndez y Pelayo ciertos aspectos delsentimentalismo (ib.) de un Cienfuegos, con sus indicaciones seala una pista parala consideracin de la poesa herediana que la crtica ms reciente prcticamente haabandonado.

    7 Est claro que semejante reconstruccin es en rigor una construccin por parte del crtico.

  • 16 Tilmann Altenberg

    anlisis pormenorizado del concepto y de la funcin de la melancola en losautores por l alegados. Adems, conforme al propsito principal de su estudiode identificar y catalogar las melancolas espaolas, Daz-Plaja se interesamenos por el valor semitico de la melancola que por los motivos concretos deella. Las monografas de Soufas (1990) y Dolan (1990), por otra parte, queconsideran la melancola en la literatura espaola del Siglo de Oro y en laFbula de Polifemo y Galatea de Gngora, respectivamente, nada aportan a lacomprensin del fenmeno en un autor hispanoamericano de principios delsiglo XIX.

    A diferencia de los hispanistas, los crticos de la literatura alemana e inglesahan contribuido a la bibliografa acerca de la melancola con un nmero consi-derable de estudios monogrficos, que enfocan el fenmeno desde una variedadde ngulos. Dejando de lado los trabajos sobre la melancola en el Renacimien-to o el Barroco (cf. p. ej. Benjamin 1963, Lyons 1971, Watanabe-OKelly1978, y Schleiner 1991), es en particular la etapa a partir de mediados del sigloXVIII hasta entrado el siglo XIX, con su abundancia de referencias a la melan-cola, la que ms ha despertado el inters de los estudiosos de estas literaturas.Entre los autores que enfocan la melancola de ese momento histrico desde unpunto de vista (no siempre exclusivamente) literario cabe mencionar a Kahn(1932), que rastrea el motivo de la melancola en la poesa alemana del Sete-cientos, a Mattenklott (1968), que se ocupa de la melancola en el drama de lacorriente alemana llamada Tempestad e Impulso (Sturm und Drang), a Schings(1977), que reconstruye la melancola y sus funcion(alizacion)es en el contextode la Ilustracin en Alemania a base de una variedad de fuentes literarias y noliterarias de la poca, a Vlker (1978), que considera algunos poetas germano-hablantes de los siglos XVIII a XX bajo el aspecto del tratamiento potico en eldoble sentido de la melancola como terapia de ella misma, a Mohr (1990),que examina el papel de la melancola en el pensamiento y la literatura delSetecientos ingls, y a Wagner-Egelhaaf (1997), cuya lectura de la melancolacomo mega-tropo de la prdida (Mega-Trope des Verlusts, 530) hace de ellael principio constitutivo de cierto modo de narrar, observacin que la autorapretende ejemplificar con algunas novelas en lengua alemana de los siglos XVIIIy XIX.

    Tambin en la amplia bibliografa germanstica y anglstica acerca de latendencia dieciochesca llamada Empfindsamkeit o Sensibility un concepto quesolo en aos recientes ha venido adoptndose con cierta vacilacin en la histo-riografa literaria del contexto hispnico para referirse a una tendencia (entreotras cosas literaria) del ltimo tercio del Setecientos y principios delOchocientos, a veces denominada bajo el trmino sensibilidad8 (cf. p. ej. Carnero

    8 Aunque el uso de este trmino en la bibliografa acerca de la literatura de lengua espa-

  • 1. Introduccin 17

    1983 y 1995c: XXXVI-XL) abundan los comentarios sobre la melancola enla literatura de la poca y su relacin con el pensamiento esttico-poetolgicocoetneo (cf. p. ej. Sauder 1974, y Todd 1986). Como se ver en el transcursodel presente estudio, es sobre el trasfondo de esa fase de la cultura occidentaldonde la poesa de Heredia revela su coherencia, y la melancola herediana, susignificado y particular funcin.

    Aparte de los estudios que consideran la melancola desde el ngulo de lacrtica literaria, disponemos de una serie de monografas que reconstruyen lahistoria del concepto, o bien de los conceptos, de melancola bajo otrasperspectivas. Entre ellas debe mencionarse en primer lugar el estudio interdisci-plinario de Klibansky, Panofsky y Saxl, Saturn and Melancholy, que traza lahistoria conceptual con especial atencin a su iconografa hasta el Renacimien-to9. Jackson (1986), por otra parte, presenta una visin abarcadora de la histo-ria de la melancola como sndrome clnico, desde los primeros momentos hastael siglo XX.

    El propsito del presente estudio es, pues, reconstruir el concepto heredianode la melancola y determinar su alcance en la obra potica del cubano. Confor-me a ese enfoque crtico no interesa considerar en qu medida el autor concretoera o no melanclico. Antes bien, cabe preguntar cmo y por qu Herediarecurre en su poesa a la melancola, sirvindose del arsenal de la tradicin ico-nogrfica del discurso milenario en torno al fenmeno. Se ver que, no obstantela principal consistencia del concepto en la obra potica del cubano, no entodos los textos relacionados con la melancola sta desempea el mismo papel.En un momento especfico de la produccin potica de Heredia la melancolaexperimenta una revalorizacin que termina por convertirla en un conceptoclave para la comprensin tanto de cierta reorientacin de la prctica poticacomo de la coherencia de la poesa herediana por encima de sus tendenciasaparentemente dispares. Aunque las particularidades del concepto herediano dela melancola y su funcin especfica no puedan generalizarse ni para la pocani para un contexto ms limitado, con la descripcin del fenmeno dentro de

    ola sea mucho menos reciente (cf. p. ej. el estudio del crtico dominicano-cubanoNicols Heredia 1898), hasta la actualidad sensibilidad tiende a concebirse no comonombre de una tendencia especfica (Sensibilidad) que engloba una serie de fenmenosconcretos, sino como un elemento caracterstico pero no exclusivo de cierta tendenciadel pensamiento dieciochesco. Al igual que la nocin de un romanticismo universal,semejante idea ahistrica de la sensibilidad dista todava mucho del uso sostenido eneste estudio.

    9 En 1989 se public una traduccin francesa de este estudio, que se basa en unaversin revisada y ampliada por Raymond Klibansky del texto de la primera edicininglesa de 1964: Saturne et la mlancolie. tudes historiques et philosophiques: nature,religion, mdecine et art, Pars: Gallimard. Una traduccin al alemn de esa mismaversin revisada en ingls vio la luz en 1992 (cf. Klibansky / Panofsky / Saxl 1992).

  • 18 Tilmann Altenberg

    un marco esttico-poetolgico de origen dieciochesco se abre el horizonte haciauna revalorizacin de esta y otras caractersticas supuestamente (pre-)romnti-cas, no solo en la poesa herediana, a base de sus presupuestos genuinos.

    Un problema que todo heredista afronta es la falta de una edicin crtica dela obra potica del cubano. Si bien dos de las muchas ediciones que se declarancompletas contienen efectivamente casi todos los poemas conocidos deHeredia, as como algunos atribuidos a l, ninguna de ellas registra de manerasistemtica las variantes textuales entre las primeras ediciones de las poesasheredianas, preparadas por el propio poeta, ni mucho menos los diferentesestados de redaccin y revisin posterior documentados en una serie deborradores autgrafos, en su totalidad inditos10. La consulta directa de lascolecciones de manuscritos heredianos, que se guardan en La Habana yCambridge (EE. UU.), de prcticamente la totalidad de las edicionesdecimonnicas de las poesas heredianas, as como de una serie de peridicosmexicanos y cubanos de la poca en los que se hallan algunas contribucionesdel poeta cubano no documentadas en la crtica heredista hasta el momento,nos ha proporcionado una base slida para emprender el proyecto de unareconsideracin crtica de la poesa de Heredia partiendo de su concepto demelancola11.

    El argumento de este estudio se desarrolla en cuatro pasos. Primero (cap. 3)se presenta una fuente lexicogrfica del contexto inmediato de Heredia, de1835, que mediante un intento de definicin contrastiva del lexema melancli-co nos acerca tanto a un problema central de la discusin poetolgica de la

    10 La deficiencia fundamental de todas las ediciones de las poesas heredianas estriba enque reproducen los textos conforme a la ltima edicin del autor (Toluca, 1832), in-cluyendo solo en casos contados la respectiva versin anterior. Roig de Leuchsenring(1940) justifica ese procedimiento observando que las ltimas versiones constituyenla expresin definitiva de su pensamiento [i. e. el de Heredia, T. A.] (10). Conrazn Kraft (1990) critica este tipo de edicin sealando que en l se nivela el relievehistrico (das historische Relief, 20) de los textos.

    11 Conviene indicar que, con excepcin de los ttulos de poemas y artculos, cuyos acen-tos grficos por motivos estticos se cambian conforme a la norma actual, en lasdems citas textuales se mantiene la grafa original de las fuentes sealadas, con susnumerosas particularidades e inconsecuencias, afirmando solo en caso de un errorobvio explcitamente la fidelidad textual de la cita. Al trmino de una cita se seala elnmero del verso (de los versos) precedido de v. (vv.). Si una cita abarca ms detres versos, se da tambin el nmero del ltimo verso citado. De citarse ms de unverso seguido, se sealan adems omisiones al principio y al final de la cita.

    Dada la difcil accesibilidad de muchas de las fuentes de la poca para el lectorcontemporneo, en el apndice adjunto una tabla sinptica de todos los poemas cita-dos textualmente en el estudio. En l, adems de dar los nmeros de pgina en loscuales los poemas figuran en las primeras tres ediciones de las poesas de Heredia,indico tambin dnde se reproducen en la edicin ms autorizada hasta la fecha(Heredia 1940/41), as como en la refundicin casi idntica de ella (Heredia 1993).

  • 1. Introduccin 19

    poca como a una nocin de melancola semejante, en algunos aspectos, a la deHeredia. En un segundo paso (cap. 4) se reconstruye el concepto de la melanco-la en la poesa herediana. La reconstruccin se basa en las siguientes preguntas:(a) Qu significa melancola en la poesa herediana, o sea, cul es sucontenido conceptual?, y (b) Qu fenmenos comprende la melancola segnel concepto de Heredia (extensin conceptual)12? Para contestar a estaspreguntas se analizan una serie de poemas que remiten explcitamente a lamelancola y que permiten, por lo tanto, prescindir en lo mximo de una nocinapriorstica del trmino. Se ver que es posible hablar de manera diferenciadade la melancola en la poesa herediana, dejando atrs los juicios intuitivos yopacos que la crtica heredista ha formulado al respecto hasta el momento, yllegar a resultados comprobables a base de los textos. En el transcurso delanlisis del corpus se identificarn adems algunas caractersticas de laautoimagen herediana que sern de importancia para el desarrollo ulterior delargumento. Tercero (cap. 5) se considera a Heredia en relacin con su poca.Luego de un bosquejo bio-bibliogrfico y una reconstruccin sumaria delcontexto histrico y esttico-poetolgico en el cual se sita el cubano, seexponen las coordenadas principales de su potica, entendida sta como elconjunto de principios implcitos que rigen su actividad versificatoria. Es sobrela base de esas consideraciones que resaltar la unidad de la obra potica deHeredia por encima de su variedad. En un cuarto y ltimo paso (cap. 6) dirijola atencin nuevamente hacia la melancola para presentar una visin deconjunto tanto de su alcance en la poesa herediana como de su relacin conalgunos modelos literarios de Occidente. Esa visin acabar por confirmar ladeuda del poeta cubano con la literatura y el pensamiento europeos delSetecientos.

    12 Claro est que en el texto el contenido del concepto (alem. Begriffsintension) se revelamediante su extensin a no ser que el texto hable de manera definitoria del conceptoen juego. Por lo tanto, las preguntas estn ntimamente ligadas y, en el anlisistextual, no se pueden separar de forma consecuente.

  • 2. El texto potico: Reflexiones preliminares y convenciones terminolgicas 21

    2. El texto potico: Reflexiones preliminares yconvenciones terminolgicas

    Antes de abordar el propsito del presente estudio conviene explicitar los fun-damentos tericos subyacentes a las operaciones analticas e interpretativas yfijar la terminologa empleada a lo largo del trabajo. Parto de la consideracinde que existe una milenaria tradicin de cierta prctica literaria correspondientea una clase de textos que segn las convenciones terminolgicas actualespueden subsumirse bajo la denominacin poesa lrica o simplementepoesa13. Con excepcin de los casos en que me parece relevante la clasifica-cin de los textos estudiados en subgneros silva, oda, epstola etc., mereferir a los textos concretos indistintamente como poemas o poesas.

    En cuanto a las instancias involucradas en la comunicacin potica y suinterrelacin, me parece fundamental distinguir entre categoras y principiosterico-operativos, por un lado, y los reclamos y propuestas implcitos o expl-citos en torno a la prctica literaria en un momento histrico especfico, porotro. Aqullos son el producto del intento por parte de la teora y crtica litera-rias de proporcionar instrumentos que permitan deslindar rasgos significativosen el mbito de sus objetos de estudio14. Al plantear un esquema de la comuni-cacin potica no pretendo, por consiguiente, reclamar su vigencia universal.Adopto ms bien un modelo que me permitir ejecutar con eficacia las opera-ciones crticas necesarias para el propsito del presente estudio. Los menciona-dos reclamos y propuestas histricos, en cambio, no constituyen sino concrecio-

    13 Para los fines de mi investigacin no es necesario problematizar ms esa nocin niintentar dar una definicin o modelizacin de la especificidad del discurso potico-lrico frente a la de los discursos narrativo y dramtico. Casas (1994) pasa revista alas principales propuestas tericas del siglo XX con respecto a la poesa lrica y aportauna amplia bibliografa acerca del tema.

    Tampoco es ste el lugar para entrar en el debate sobre la gnesis de los conceptosde poesa y lrica y las dificultades que resultan del intento de plantear una concepcinclasificatoria supuestamente universal del gnero lrico-potico, con trminos quenacen y varan a lo largo de la historia de ste. Para una primera orientacin vase,por ejemplo, el resumen de las transformaciones diacrnicas de los trminos mencio-nados de Knrrich (1992: XII-XVIII). En fechas an ms recientes, son de inters losestudios recogidos en Cabo Aseguinolaza / Gulln (1998), as como en CaboAseguinolaza (1999).

    14 Claro est que dichos instrumentos delimitan hasta cierto punto el alcance del cono-cimiento cientfico puesto que se basan necesariamente sobre una percepcin inicialms o menos intuitiva del objeto estudiado.

  • 22 Tilmann Altenberg

    nes de los cdigos del sistema literario, que con Lotman (1978) puede llamarsesistema de modelizacin secundario (20).

    Es frecuente en la interpretacin de textos poticos lricos la identificacin,por parte del crtico, del sujeto de la enunciacin con el autor de ella. Estaprctica receptiva remite a un cdigo literario que concibe la expresin lricacomo emanacin directa del sentir o pensar del poeta15. Como es sabido, dichocdigo se impone como dominante en la historia literaria occidental con elRomanticismo y no ha dejado de influir fuertemente hasta el da de hoy aun enlecturas privilegiadas de parte de la crtica literaria (cf. !Cabo Aseguinolaza1998: 12s.)16. Al adaptar un esquema comunicativo parecido a aquel propuestopor la narratologa, quedar patente la falacia ontolgica inmanente a tal acti-tud frente al texto potico.

    Como han sugerido numerosos estudios narratolgicos de los ltimos dece-nios, en el anlisis de un texto literario narrativo resulta fundamental distinguir,en un primer paso, entre las entidades empricas extratextuales, por un lado, ylas instancias intratextuales de la comunicacin literaria, por otro17. Las instan-cias de comunicacin extratextuales del autor y lector concretos (o reales, oempricos) se refieren al productor y al receptor, respectivamente, de un texto encircunstancias histricas concretas. Desde el punto de vista intratextual, porotra parte, pueden distinguirse: primero, las instancias de autor y lector implcitoscomo entidades abstractas, construibles a partir de la totalidad de las caracte-rsticas textuales; y segundo, las instancias intraficcionales de narrador ynarratario.

    Enfocando las instancias productoras de un texto literario es obvio quecualquier enunciacin presupone un sujeto enunciador (cf. Benveniste 1970).Tal es el caso indistintamente en la narrativa y en la poesa lrica18. La vozlrica, que corresponde jerrquicamente a la instancia del narrador en textosnarrativos y que en adelante llamar hablante lrico o simplemente hablan-te19, no debe confundirse con la del autor concreto, sujeto extratextual. Al

    15 Ms adelante (cf. n. 23) aclarar en qu sentido me parece legtimo el uso del trminopoeta.

    16 Plenamente consciente del carcter simplificador de la expresin, en adelante mereferir a esta identificacin de la voz lrica con la del poeta como paradigma romntico.

    17 Entre los primeros crticos que llamaron la atencin sobre este aspecto de la narrativafigura Booth (1961), con su concepto del implied author.

    18 El acto de enunciacin no solo presupone un sujeto enunciador como acabo desealar sino tambin una situacin enunciativa intratextual, cuyo hic et nunc puedeo no estar explicitado en el texto. Para evitar confusiones terminolgicas, en ocasionesdonde parece pertinente me refiero a una situacin enunciativa explicitada intratex-tualmente como situacin enunciativa concreta.

    19 Doy la preferencia a este trmino frente al de yo lrico para evitar la posible confu-sin entre el concepto de la voz de la enunciacin, que claro est en trminos

  • 2. El texto potico: Reflexiones preliminares y convenciones terminolgicas 23

    realizar su enunciacin, el hablante lrico se constituye a s mismo como(id)entidad textual autosuficiente, por principio desligada de su enunciadoremprico (cf. Scarano / Romano / Ferrari 1994: 12ss.). En este sentido, CaboAseguinolaza (1990) propone una lectura de la poesa lrica como doble enun-ciacin o enunciacin enunciada, confirindole al hablante lrico la calidad demscara o persona20 (217).

    Es importante tener en cuenta que, al distinguir ontolgicamente entre elautor concreto como enunciador y el hablante lrico como enunciador enuncia-do, nada se ha dicho todava con respecto a la relacin ideolgica entre ste y elautor implcito (por ejemplo afinidad o diversidad; cf. Prez Bowie 1990: 248).Tal como en un texto narrativo el narrador puede desempear el papel deportavoz del autor implcito, puede transparentarse, de igual modo, el autorimplcito tras el hablante lrico. Seala Cabo Aseguinolaza (1990) apoyndoseen Rogers (1983: 78) que [p]odra hablarse [] de un continuum [] en estarelacin que ira de la mxima opacidad del [hablante] lrico a la mxima trans-parencia (220; cursivas en el original)21. La identificacin ontolgicamenteerrada de la voz del texto con la del autor concreto aparte de no reconocer lainstancia metodolgicamente til del autor implcito concreta de cierta formauno de los polos de ese continuum: en trminos del modelo esbozado puededescribirse como mximo acercamiento ideolgico de las dos instancias en juegoo enfocando al hablante lrico como mxima transparencia de ste22.

    Con respecto a la nocin de autor me parece inevitable transponer ladistincin establecida en la narratologa entre autor concreto y autor implcitoal mbito de la poesa lrica. Mientras con autor me refiero exclusivamente alautor emprico como ser histrico extratextual, utilizo el trmino autor implci-to para designar la instancia abstracta intratextual volitiva, responsable enun primer paso de la intencin de sentido de un poema aislado. Puesto queste puede considerarse como signo de un sistema semitico, que es la obra

    lgicos remite a una primera persona (no necesariamente explicitada), y su concrecintextual pronominal.

    20 Ntese el sugerente juego con la etimologa de persona.21 Dice Rogers (1983: 78) textualmente que the distance between the historical author

    and the speaker is not always equally wide. Poems fall on a spectrum.22 No son nada originales estas observaciones. Ya Martnez Bonati (1960) criticando

    la falsa ontologa del poema (172) en la actitud crtica de Vossler y de Croceinsiste en que el [h]ablante ficticio es necesario elemento de toda literatura (149) yseala que al hacer literatura no nos comunicamos lingsticamente[, sino que]comunicamos lenguaje (151; cursivas en el original). Consecuentemente reconocecomo necesaria y esencial posibilidad el distanciamiento entre el discurso del hablan-te ficticio y el poeta (158; cursivas en el original). Con la nocin de autor ideal comoespritu objetivado en la obra (169; cursivas en el original) delimita, finalmente, elmbito textual frente a la personalidad potica que es faceta real del hombre(168s.).

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    total del poeta23 (Lzaro Carreter 1984: 50), al analizar la obra potica deHeredia tratar en un segundo paso de comprender al autor implcito comoente unus atque idem responsable de la totalidad de la poesa herediana tal comoest escrita, llamando la atencin sobre la construccin autobiogrfica de la vozdel hablante lrico en la poesa del cubano. Para evitar en lo posible la acumula-cin de tecnicismos no distinguir constantemente de forma explcita entre lasinstancias mencionadas. As, al utilizar el nombre Heredia o de cualquier otroautor me refiero segn el contexto o a la persona concreta histrica o alautor implcito. Siempre que me parezca posible incurrir en confusiones ontol-gicas del tipo indicado anteriormente, aclarar el referente.

    23 A mi entender, la nocin de poeta que esboza Lzaro Carreter (1984) se acerca a loque acabo de llamar autor implcito. Por justificado que sea el intento por parte delacadmico espaol de rescatar las instancias productoras de la comunicacin literariacomo responsables de la intencin de sentido de un texto (cf. 43ss.), no me pareceadecuado, sin embargo, derivar la instancia del poeta por medio de una abstraccin delautor emprico. As, Lzaro Carreter llega al extremo de llamar al poeta alter ego yportavoz del autor (1990: 39). En la prctica del anlisis de un texto la crticaprocede de manera inversa construyendo a partir de la totalidad de las caractersticastextuales una instancia abstracta que puede llamarse poeta. Propongo, pues, consideraral poeta no en funcin del autor emprico, sino en funcin del texto. Con esto nodescarto en absoluto la posibilidad de que datos contextuales (entindase aqu: extra-textuales) en torno al autor lleguen a corroborar una hiptesis sobre la intencin desentido de un poema (cf. Lzaro Carreter 1984: 50). Debido a la poca precisin y albajo valor operativo del trmino poeta, prefiero dejarlo de lado en el momento deacercarme a los textos, restringiendo su uso a contextos menos sensibles, en su acep-cin ms comn y menos especfica como equivalente a autor de poemas.

  • 2. El texto potico: Reflexiones preliminares y convenciones terminolgicas 25

    3. La melancola como estado precario:El Nuevo ensayo sobre la posibilidad de

    fijar los sinnimos de la lengua castellanade Jos Justo Gmez de la Cortina (1835)

    Antes de dirigir la atencin hacia la obra potica de Heredia, cabe tomar notade una fuente lexicogrfica poco conocida que nos acerca al contexto inmediatode la poesa herediana tocando, adems, una serie de aspectos claves en ladiscusin coetnea alrededor de la melancola. En 1835, Jos Justo Gmez,conde de la Cortina24 inicia en la efmera Revista mexicana25 una serie de artcu-los en los cuales explora as el ttulo la posibilidad de fijar los sinnimosde la lengua castellana26. En esta serie, a continuacin abreviada como Nuevo

    24 Su amplia formacin literaria y cientfica, adquirida principalmente en Espaa entrelos quince y los treinta y tres aos de edad, y su incansable labor crtica hicieron deJos Justo Gmez de la Cortina (*Ciudad de Mxico 1799, ib. 1860) en su pocauna de las figuras ms influyentes en los campos cientfico y literario de su pas. Consus notas biogrficas, bibliogrficas, histricas y crticas el conde de la Cortina inter-vino en varios peridicos de la poca (cf. Ruiz Castaeda 1974: 8ss.). En palabras deRuiz Castaeda (1974), era la persona idnea para sistematizar en Mxico los estu-dios literarios y la crtica, si bien su aristocratismo y su ideologa conservadora lohacan insensible a las manifestaciones literarias de raigambre popular, y su formacinacadmica lo apartaba de la escuela romntica (12s.). Entre la amplia biografa delConde destaca su co-traduccin al espaol de la Geschichte der spanischen Poesie undBeredsamkeit, de Friedrich Bouterwek (Gotinga, 1804): Historia de la literatura espaola,escrita en alemn por F. Bouterwek, traducida al castellano y adicionada por D. Jos Gmez dela Cortina y D. Nicols Hugalde y Mollinedo. Madrid: Imp. de E. Aguado, 1829. De estatraduccin hay una edicin moderna facsimilar (Hildesheim / Nueva York, 1971).

    25 De la Revista mexicana. Peridico cientfico y literario, impresa por Ignacio Cumplido enMxico, llegaron a publicarse cinco nmeros entre abril de 1835 y enero de 1836 (cf.Ruiz Castaeda 1974: 8). El conde de la Cortina fue su editor y contribuidor princi-pal. En el prlogo del primer nmero define como fin de la publicacin bimestraldifundir hasta los confines mas remotos de la repblica [de Mxico] acentos de paz,de rden y de union, pues sin estos tres dones no puede haber artes, ni ciencias nirepblicas (Revista mexicana 1, 1835, p. 6). Heredia contribuy al segundo nmerode la Revista mexicana con una extensa crtica (pp. 147-171) de El moro expsito, dengel de Saavedra, que acababa de publicarse en Pars en 1834.

    26 El ttulo de la serie de artculos parece resultar de una combinacin de los ttulos delos primeros dos diccionarios de sinnimos de lengua espaola, anteponiendo elcalificativo nuevo: Jos Lpez de la Huerta (1707): Examen de la posibilidad de fixar lasignificacin de los sinnimos de la lengua castellana, Valencia, y Santiago Jonama (1806):

    3. La melancola como estado precario: El Nuevo ensayo de Gmez de la Cortina

  • 26 Tilmann Altenberg

    ensayo, que el Conde retoma en 1839 en su propia revista El Zurriago litera-rio27, el autor intenta delimitar el significado de algunos trminos afines delespaol, como por ejemplo de los grupos lxicos delicia-deleite-placer-voluptuosidad o raza-especie-casta. Una cita de lvarez de Cienfuegos, ante-puesta al primer artculo de esta serie en El Zurriago literario a modo de epgrafe,sugiere que el Nuevo ensayo se dirige a un pblico culto a fin de instruirloacerca de algunos matices semnticos que por lo comn no se observan:

    Al orador, al filsofo, al facultativo que tienen que dar su persuasion suesplicacion la mayor precision, energa y claridad, les conviene elegir aquellasvoces que desmenucen, por decirlo as, las mas pequeas modificaciones de lasideas generales que apenas se distinguen en el uso comun.(El Zurriago literario, nm. 12, 16 de noviembre de 1839, p. 93)

    De gran inters para este estudio resulta la parte final del tercero de estosartculos en El Zurriago literario, que est dedicada a la serie triste-melanclico-sombro. Reproduzco a continuacin el pasaje completo:

    TRISTE.MELANCOLICO.SOMBRIO.Una pena, una afliccion, una desgracia, cualquiera causa que oprime nuestro cora-zon, nos pone tristes. Pero tanto la tristeza como su contraria la alegria, indican unestado de duracion determinada, producido por causas esternas que conocemos ypodemos esplicar.

    El melanclico lo es muchas veces por carcter, porque cualquiera causa hizoen su corazon una impresion tan profunda, que siempre lo mantiene en un estadocontinuo de languidez, de tristeza silenciosa, y aun de abatimiento fsico y moral.El mismo ignorar muchas veces la causa de su melancola.

    Por esta razon nos valemos del adjetivo triste, para denotar lo que afecta solos los sentidos, y llamamos melanclico lo que profundiza mas en nuestraalma. Cuando decimos esta ciudad es muy triste esta nacion es melanclica,aplicamos el adjetivo triste lo esterior y los accidentes materiales de la ciudad,y el adjetivo melanclico, al carcter, por mejor decir, al estado del alma de aque-llos hombres. La tristeza que le caus la muerte de su amigo, degener en unaprofunda melancola. En este ejemplo se ve indicada la duracion de ambos efectos. Si decimos que un nio est triste, damos entender que esperimenta unasensacion pasagera, comun todos los nios; pero si decimos que est melanclico,

    Ensayo sobre la distinccin [sic] de los sinnimos de la lengua castellana, Madrid (cf.Martnez de Sousa 1995: s. v. Diccionario de sinnimos. 1. Historia; subrayadosmos).

    27 Como fundador y principal colaborador de El Zurriago literario (cf. Spell 1937: 335),publicado en tres pocas (1839-40; 1843, como seccin del diario El Siglo XIX; 1851;cf. Ruiz Castaeda 1974: 12), Gmez de la Cortina aprovechaba las pginas de superidico ante todo para formular los criterios de su crtica literaria y ponerlos enprctica, as como para presentar poesas todas de procedencia peninsular, salvoalgunas composiciones de su propia pluma que correspondan a su gusto esencial-mente neoclsico (cf. el ndice preparado por Ruiz Castaeda 1974: 25-43).

  • 3. La melancola como estado precario: El Nuevo ensayo de Gmez de la Cortina 27

    nuestra imaginacion nos presenta la idea del alma, y tratamos de buscar la causa,que en otras circunstancias hubiramos despreciado.

    La tristeza siempre es desagradable: la melancola, tiene sus atractivos y susgoces.

    El adjetivo sombro, aplicado las personas, es una de las palabras mas enrgi-cas y significativas de la lengua castellana. El hombre sombro ya no es triste, ya noes melanclico, ya no es susceptible como estos, de consuelo ni de sensaciones agra-dables, ni de pasiones suaves. Las suyas son violentas, tumultuosas, funestas; y siconsigue reconcentrarlas en su corazon, no puede impedir que su semblantemanifieste la violencia continua que le cuesta este esfuerzo. Huye de los hombres,porque le entristece el bien ageno, y busca la soledad y las sombras porque convie-nen al estado de su espritu.

    La tristeza lleva siempre consigo la idea de una causa pasagera.La melancola, indica un carcter apacible, lo menos un estado de resigna-

    cion adquirida por convencimiento, por necesidad.Nos causa placer proporcionar algun consuelo al triste y al melanclico, pero

    todos huimos del hombre sombro. Esta palabra trae nuestra imaginacion la ideadel crmen y de los remordimientos de una conciencia agitada.(El Zurriago literario, nm. 14, 30 de noviembre de 1839, p. 110s.)28

    Es obvio que el Nuevo ensayo no emprende una definicin lexicogrficamenterigurosa ni exhaustiva, sino que trata de delimitar de manera contrastiva elrespectivo significado de las voces, aportando una serie de ejemplos de uso. Elmero hecho de que triste, melanclico y sombro se consideren juntos,confirma la estrecha relacin semntica entre estos trminos. Por otra parte, lainclusin de los adjetivos mencionados entre los lexemas sometidos a un inten-to definitorio, que se dirige cabe recordarlo a un pblico hispanohablanteculto, hace suponer que su delimitacin semntica no se consideraba en absolu-to obvia.

    En primer lugar, el Nuevo ensayo trata de desenredar la casisinonimia detriste y melanclico. La diferencia entre ambos conceptos, tal como lapresenta Gmez de la Cortina, estriba, a grandes rasgos, en la oposicin entre locircunstancial, superficial y desagradable (siempre es desagradable, 111) de lasensacin pasajera de la tristeza, por un lado, y lo esencial, profundo (profundi-

    28 La cita de El Zurriago literario coincide textualmente con un pasaje del correspondien-te artculo del nm. 4 de la Revista mexicana, de 1835, donde se public por primeravez. Tomando como base los artculos del Nuevo ensayo, Gmez de la Cortinaprepar un Diccionario de sinnimos castellanos, que sali a luz en 1845 (Mxico:Imprenta de V. Garca Torres) y nuevamente, en una edicin notablemente aumen-tada por su autor as la portada, en 1853 (Mxico: Tip. de R. Rafael) (cf. RuizCastaeda 1974: 19, 22). Adems, entre los inditos perdidos del conde de la Cortinase encuentra, segn Ruiz Castaeda (1974), una [c]ontinuacin o [un] suplementode su antiguo diccionario de sinnimos (53). Todos estos datos ponen de manifiestola seriedad y constancia de la labor filolgica desempeada por Gmez de la Cortinaen su Nuevo ensayo y otros textos.

  • 28 Tilmann Altenberg

    za [] en nuestra alma, 111) y atractivo (tiene sus atractivos y goces, 111)de la disposicin de nimo duradera de la melancola, por otro29. Frente asombro, ambos coinciden con la suavidad de los sentimientos y su principalsusceptibilidad al consuelo. Las violentas sensaciones y pasiones del estado deespritu del hombre sombro, en cambio, hacen de ste un carcter insociableque busca la soledad y las sombras (111; cursivas en el original).

    Por otra parte, tanto melanclico como sombro aparecen en el Nuevoensayo como disposiciones anmicas permanentes. Pero mientras la apacible einofensiva condicin melanclica queda resguardada por el contorno socialcapaz, en principio, de sintonizar con el sujeto melanclico, el hombre sombroes colocado al margen de la sociedad. La comunidad (todos [nosotros], 111)responde al alejamiento del sujeto sombro (Huye de los hombres [] y buscala soledad [], 111) a su vez con un distanciamiento: [] todos huimos delhombre sombro (111; cursivas en el original). Al parecer, las sensaciones ypasiones del hombre sombro, calificadas como violentas, tumultuosas [y]funestas (111), implican el destierro social del sujeto en cuanto que ellas seoponen a la paz, el orden y la claridad, considerados condiciones imprescindi-bles para el desarrollo del bien comn (cf. supra, n. 25, e infra, p. 32). De ahque la palabra sombro, segn el Nuevo ensayo, trae nuestra imaginacionla idea del crmen y de los remordimientos de una conciencia agitada (111).

    En este sutil ensayo filolgico (Ruiz Castaeda 1974: 9) se perfilan dosacepciones de melanclico. Mientras el carcter melanclico, sobre cuya causa elartculo no ofrece ninguna informacin, parece encajar en el sistema tempera-mental de origen humoral (cf. infra, n. 32), la melancola como estado deresignacin adquirida por convencimiento, por necesidad (111), que obedecea causas externas, a menudo desconocidas por el propio afectado (cualquieracausa hizo en su corazon una impresion [] profunda, 110), se aparta de laconcepcin humoral30. Aunque estas melancolas corresponden a causas

    29 Ms exactamente, la distincin entre triste y melanclico se basa sobre cuatroaspectos: la causa, el plano afectado, el valor emotivo y la duracin. Mientras latristeza tiene causas externas conocidas y explicables que afectan a los sentimientosde manera desagradable pero pasajera, la melancola es provocada cuando no setrata de un rasgo de carcter por causas muchas veces desconocidas que afectan alalma de forma agradable y permanente.

    30 Al vincular la melancola causalmente con una profunda impresin en el sujetomelanclico, el Nuevo ensayo se anticipa en casi cincuenta aos a la 12. edicindel DRAE, de 1884, en la que los acadmicos admiten por primera vez causas morales,o sea, no humorales en la entrada sustantiva melancola causalidad hasta esemomento exclusiva del derivado verbal melancolizar(se). Respecto a la causa de lamelancola adquirida, ya en el Diccionario castellano de Terreros y Pando (1786-93) lodesconocido de la causa figura como diferencia especfica de la melancola frente a suhipernimo tristeza.

  • 3. La melancola como estado precario: El Nuevo ensayo de Gmez de la Cortina 29

    distintas, ambas se refieren a un mismo estado continuo de languidez, detristeza silenciosa, y [] de abatimiento fsico y moral (110). Con ello, elNuevo ensayo establece un concepto semejante a la melancola potica otrivial que se puede identificar ya en el Tesoro de Covarrubias (cf. s. v.). Esimportante tomar nota de que la impresin anmica profunda, que segn el condede la Cortina conduce a la melancola, parece implicar la sensibilidad por partedel sujeto melanclico. Como veremos ms adelante, tambin la melancola enla poesa de Heredia se basa esencialmente en esta idea.

    La aportacin original del artculo de Gmez de la Cortina frente a la lexi-cografa acadmica de la poca consiste en que en l, la condicin psquica delabatimiento melanclico se denota como atractiva y hasta gozosa (tiene susatractivos y sus goces, 111). Tomando en cuenta adems que, segn el Nuevoensayo, esta melancola positiva puede resultar de un acto volitivo efectuadopor convencimiento, por necesidad (111), se perfila una dimensin hastaese momento no explorada lexicogrficamente: Aparte de las causas y los snto-mas se perfila la funcin que la melancola desempea para el individuo afecta-do. Es obvio que tanto el convencimiento como la necesidad que pueden llevar almelanclico potencial a buscar el estado de resignacin, alias melancola, presu-ponen un estado anmico insoportable que los atractivos de la melancola pro-meten remediar. As, la melancola tendra la funcin de un refugio anmicopara quienes estn profundamente apenados31. A diferencia de la spera condi-cin sombra, la suavidad y apacibilidad de la condicin melanclica, tal comoaparece en el Nuevo ensayo, logra encauzar el incalculable potencial corrosivoinherente, en principio, a toda afliccin grave.

    En resumen, el concepto de la condicin psquica melancola trazada en elNuevo ensayo se sita semnticamente entre la tristeza y el estado sombro,ya que comparte caractersticas de ambos conceptos afines. El siguiente esque-ma visualiza de forma sistemtica parte de la informacin aportada por elNuevo ensayo:

    31 Mientras el trmino convencimiento evoca una situacin de sufrimiento que anpermite tomar una decisin racional a favor de los goces de la melancola, la necesidadde refugiarse en la melancola remite a un sujeto agobiado por la desesperanza cuyanica salida parece consistir en la resignacin melanclica.

  • 30 Tilmann Altenberg

    Mientras las relaciones causales, as como las caractersticas generales de losconceptos en juego, se han discutido en los prrafos anteriores, las flechas hori-zontales a nivel del efecto exigen una explicacin. En uno de los ejemplos de usodel Nuevo ensayo la tristeza queda implcitamente caracterizada como estadotransitorio anterior a la melancola: La tristeza que le caus la muerte de suamigo, degener en una profunda melancola (111; cursivas en el original). Laflecha que conecta tristeza con melancola corresponde a esta observacin.Aunque el texto no especifica el motivo de la conversin melanclica, caberelacionarla de acuerdo con el contenido de ambos conceptos con la pro-fundidad del sentimiento triste, la cual no permite que ste se esfume con eltiempo. No cabe duda de que esta melancola debe considerarse adquirida, loque lleva directamente a las alternativas fijadas hacia el final del Nuevoensayo: melancola adquirida por convencimiento, por necesidad (111). Laapacibilidad de la tristeza sugiere que, en el caso esbozado, el afectado opta por

    impresinprofunda en elalma (o rasgodel carcter)

    ?penaafliccindesgracia

    melancola

    apacible desagradable

    pasajera

    apacible tiene susatractivos

    y goces duradera

    pasiones violentas,tumultuosas,funestas duradera?

    se convierteen

    se convierteen

    porconvencimiento

    (?)

    pornecesidad

    (?)

    tristeza

    tr iste melanclico sombro

    condicinsombra

    causa:

    efecto:

    caractersticasgenerales:

    ?: el texto no ofrece informacin al respecto(?): relacion no explcita, inferida a base del texto

    Esquema 1 : Triste, melanclico y sombro segn el Nuevo ensayo de Gmez de laCortina

  • 3. La melancola como estado precario: El Nuevo ensayo de Gmez de la Cortina 31

    la melancola porque se ha convencido de su atractivo frente a la perspectiva deun desagrado continuo (cf. supra, n. 31).

    La segunda flecha horizontal se basa en dos consideraciones: una sincrnica-sistemtica, otra un tanto histrica-especulativa. Primero, el propio ttulo delartculo del Nuevo ensayo sugiere que la trada triste-melanclico-sombrorepresenta, en la percepcin de Gmez de la Cortina, un microsistema termino-lgico hasta cierto punto simtrico, con la melancola en el centro. La doble vade adquirir la melancola refuerza esta simetra. De entenderse el convencimientoy la necesidad como alternativas excluyentes, parece obvio relacionarlas consendos trminos afines de melanclico. Por lo dems, el carcter esttico de lamelancola como estado anmico agradable y ltimo frente a lo pasajero de latristeza y el dinamismo turbulento e inestable de la condicin sombra sugieresu colocacin al final de dos cadenas causales, representadas por las flechas.

    Segundo, al vincular la condicin del hombre sombro con la melancola amodo de salida para un estado de apasionamiento violento, como lo propone elesquema, se rescata indirectamente el furor de la concepcin platnica delhombre melanclico32. Si bien es cierto que la vertiente entusiasta de la tradi-

    32 Mientras en los escritos hipocrticos de los siglos V y IV a. C. la melancola se asociacon un grupo de sntomas patolgicos tan dispares y poco especficos como la falta deapetito, la desesperacin, la insomnia, la irritabilidad, el desasosiego, el temor y ladepresin prolongados (cf. Jackson 1986: 30), en el fragmento XXX,1 de los Problema-ta Physica pseudo-aristotlicos comnmente atribuidos a Teofrasto (372?-287a.C.) (cf. Klibansky / Panofsky / Saxl 1992: 17s., Flashar 1962: 356s.) la melancolaexperimenta un giro conceptual decisivo: se vuelve ambigua, dejando de ser exclusiva-mente condicin patolgica. La conocidsima pregunta inicial de ese Problema reza:Por qu todos los hombres extraordinarios, sean filsofos, polticos, poetas, oartistas, se han revelado como melanclicos? (Aristteles 1962: 250; traduccin delalemn, T. A.). Al contestar a esta pregunta el autor distingue sobre el trasfondo de lateora humoral entre un desequilibrio transitorio de los humores a causa de factoresexternos como la alimentacin, por un lado, y un exceso de bilis negra innato respon-sable de una general predisposicin melanclica, por otro (cf. Klibansky / Panofsky /Saxl 1992: 76s.) Sin embargo, solo bajo la condicin de que la cantidad y la tempera-tura de la bilis negra se muevan dentro de ciertos lmites, el exceso natural de bilisnegra permite al melanclico aprovechar su inclinacin, elevndose sobre el hombrecomn mediante obras extraordinarias. De otro modo, el melanclico corre el riesgode sufrir de forma crnica los mismos sntomas que el enfermo de una crisis melanc-lica aguda. Se trata pues de un equilibrio delicado. Klibansky / Panofsky / Saxl (1992:57) sealan que en la concepcin pseudo-aristotlica de la melancola se fusionan laoriginal nocin patolgica hipocrtica y la idea platnica de la mana o del furor divinus(poeticus). En el siglo XV los humanistas italianos en primer lugar Marsilio Ficinocon sus Libri de vita triplici (1489) (cf. Klibansky / Panofsky / Saxl 1992: 367-394)restablecen la ambivalencia de la concepcin pseudo-aristotlica, vinculando lamelancola explcitamente con el furor divinus de origen platnico. Solo a partir de laMelancholia Generosa renacentista, como condicin de la actividad intelectual yartstica, puede comprenderse plenamente la creciente popularidad de que el estado

  • 32 Tilmann Altenberg

    cin conceptual de melancola no se recoge en el Nuevo ensayo bajo la vozmelanclico, una de las caractersticas distintivas de la condicin sombrafrente a la melancola consiste precisamente en la violencia del apasionamiento.Visto as, la colocacin de sombro al lado de melanclico correspondera auna transposicin del sema +[violento] de la melancola a la condicin sombr-a, proceso que da como resultado una delimitacin precisa entre la melancola,libre de toda sospecha subversiva, por un lado, y las pasiones violentas, tumultuo-sas y funestas del hombre sombro, por otro.

    Al relacionar el Nuevo ensayo con la labor del conde de la Cortina comocrtico literario, esa fuente lexicogrfica adquiere aun otra dimensin. Hayclaros indicios de que Gmez de la Cortina era partidario de una poesaconfeccionada conforme a las reglas del arte33. En una reveladora crtica de laescuela romntica a propsito del poema La orga, del mexicano Jos MaraEsteva (1818-1904), el Conde reprocha a los romnticos su extravagancia yexcesividad:

    No solamente se ha convertido el estro potico en furor; no solamente se ha dadorienda suelta al entendimiento y a la imaginacin; no slo se procura que la fanta-sa, esto es, el capricho del humor domine y avasalle a la imaginacin y al enten-dimiento, sino que ni se sufren ya las trabas de las reglas del arte, ni se hacemenor aprecio de las reglas convencionales [].(El Siglo XIX, 3 de junio de 1843; cit. segn Ruiz Castaeda 1974: 15)

    Cabe sealar que el Conde no descarta en absoluto un tanto cuanto de locura(ib.; cursivas en el original) como fuente de la inspiracin potica. Antes bienllega a admitir que todo poeta, y aun [] todo hombre dotado de imaginacinardiente y de corazn tierno debe por necesidad ser romntico y vivir en continu-a lucha con su entusiasmo y con sus pasiones (ib.: 15s.; cursivas en el original).Lo que no puede tolerar, sin embargo, es la manifestacin de ideas extra-vagantes, ni [] acciones indecorosas, o propias de la locura (16) de algunosautores de la escuela romntica, cuyas pinturas de libertinaje y de atrocidad []contribuyen nicamente al trastorno de toda idea de orden social (ib.). Ladelimitacin establecida entre la pasin mesurada del hombre inspirado por unlado y la extravagancia subversiva de un romanticismo furibundo calificacindespectiva, hecha por el Conde en otro artculo crtico publicado en El Siglo XIX

    anmico melanclico difundido por el discurso potico goza durante el Siglo deOro, y que desemboca en la moda del melanclico por autodeclaracin (cf. Soufas1990: 9, y Jackson 1986: 101ss.). La melancola tan despreciada durante la EdadMedia bajo el nombre de acedia (cf. Lambrecht 1996: 44ss.) ha llegado a perci-birse como distincin.

    33 En lo que concierne a la postura crtica del Conde ante ciertos excesos del romanticis-mo, sigo a grandes rasgos la exposicin de Ruiz Castaeda (1974: 15ss.).

  • 3. La melancola como estado precario: El Nuevo ensayo de Gmez de la Cortina 33

    (28 de junio de 1843; cit. segn Ruiz Castaeda1974: 17; cursivas en el origi-nal), por otro, recuerda el deslinde de la melancola frente a la condicinsombra. Cuando Gmez de la Cortina concreta su nocin del verdaderoromanticismo con referencias literarias elogiando, por ejemplo, la melancolasublime34 de Corina, protagonista de la novela Corinne ou lItalie, de Mme. deStal (1807), (Ha pintado ningn romntico moderno una melancola mssublime que la de Corina?; en: El Siglo XIX, 3 de junio de 1843; cit. segn RuizCastaeda 1974: 16; cursivas en el original), ya no cabe duda de que la apaciblemelancola, tal como la plantea el Nuevo ensayo, est ntimamente vinculadacon la concepcin suave de lo romntico, que de ninguna forma se opone alejercicio de la razn por medio de la observacin de las reglas convencionales.

    Por otra parte, la filiacin entre la condicin sombra y aquel romanticismofuribundo, vislumbrada antes a base del potencial subversivo de ambos, se veconfirmada por otro paralelo. Entre los desatinos de los textos de la escuelaromntica cuentan, as Gmez de la Cortina, sus crmenes, sus atades, suscrpulas, sus prostitutas, sus maldiciones y su extravagante jerigonza (El Siglo XIX,28 de junio de 1843; cit. segn Ruiz Castaeda 1974: 17; cursivas en el origi-nal). La actitud desacreditadora hacia la condicin sombra en el Nuevoensayo se basa, en parte, sobre las mismas ideas: los crmenes retratados en lostextos romnticos y la idea del crimen asociada con el lexema sombro repre-sentan metonmicamente la ndole antisocial de ambos; los atades de losromnticos corresponden a la insociabilidad del hombre sombro, su apasiona-miento funesto as como su aficin a la soledad y las sombras; las maldiciones delos romnticos, por ltimo, reflejan la violencia de sus pasiones caracterstica,tambin, del hombre sombro.

    En resumen, hay bastantes indicios de que la delimitacin entre los adjeti-vos melanclico y sombro en el Nuevo ensayo corresponde a la oposicinentre dos concepciones de romanticismo. Primero, romanticismo como categorauniversal y atributo imprescindible para todo poeta; segundo, el romanticismoo bien Romanticismo como escuela literaria, cuyos productos el conde de laCortina tiene en muy poca estima35. Mientras melanclico se inscribe clara-mente en la primera concepcin de un Romanticismo light, por decirlo as,sombro evoca el romanticismo de escuela, tan abominado por el crtico36. En

    34 Para una consideracin de la teora de lo sublime y su relacin con la melancola, cf.infra, 5.3.5.

    35 Ms adelante se ver que la posicin poetolgico-ideolgica de Heredia en su crticaliteraria no dista mucho de la del conde de la Cortina.

    36 No obstante la intuitiva persuasividad de la sugerencia de una interferencia entre losdiscursos crtico-terico y lexicogrfico, cabe considerar ms sistemticamente larelacin entre ellos. Si bien ambos discursos tienen como punto de partida fenmenoslingsticos, no cabe duda de que el uso literario del lenguaje, con fines (al menos en

  • 34 Tilmann Altenberg

    esta lectura los conceptos de melanclico y sombro constituyen, pues,subconjuntos de los dos romanticismos diferenciados por el crtico37. En elplano de una tipologa humana hay puntos de interseccin entre el hombremelanclico y el autor de textos verdaderamente romnticos, por un lado, y elhombre sombro y los autores de textos subsumidos bajo el rtulo romanticis-mo furibundo, por otro.

    En conclusin, al partir de la forma adjetiva melanclico y aportar ejem-plos de uso, el Conde logra hasta cierto punto evitar el plano abstracto de unadefinicin esencialista. Debido a la presentacin contrastiva se perfila conbastante nitidez la diferencia especfica de melanclico frente a triste ysombro. Con las observaciones hechas sobre el Nuevo ensayo nos acerca-mos tanto geogrfica como cronolgicamente al contexto inmediato de JosMara Heredia. En lo que sigue veremos que para el uso potico que Herediahace de la melancola, el original trasfondo humoral del concepto, que desde el

    parte) estticos, se diferencia del uso comn del lenguaje, que sirve primordialmente afines comunicativos inmediatos. (No es ste el lugar para abordar el complejsimoproblema de la delimitacin de lo literario frente a lo no literario. Para el contexto deeste estudio es suficiente distinguir entre textos poticos inequvocamente literarios,por un lado, y un uso pragmtico-comunicativo del lenguaje sin pretensiones litera-rias, por otro. Para una discusin del problema de la literariedad cf. p. ej. Mignolo1978, en especial el primer captulo, y Reisz de Rivarola 1986: Cap. I, y 1989: 33-44). En otras palabras, los objetos de reflexin de los discursos considerados serelacionan con los fenmenos reales del mundo extratextual fctico de dos manerasdistintas. Mientras el Nuevo ensayo enfoca el sistema lxico del espaol, el quedada la principal imposibilidad de retroceder ms all del lenguaje estructura deuna manera especfica los fenmenos del mundo, la crtica literaria del Conde noatae, en un primer momento,"ese sistema de modelizacin primario, sino que sedirige a un cdigo literario, es decir, a un sistema de modelizacin secundario, que sebasa en el primario del lenguaje. El fenmeno literario tildado de romanticismo furibun-do no se plantea, pues, en trminos de precisin o adecuacin semntica sino de valoresttico. Sin embargo, puesto que segn Gmez de la Cortina las caractersticas textua-les criticadas traicionan el apasionamiento y la impulsividad desenfrenados de suautor reconocimiento implcito de una potica expresiva su crtica trasciende elmbito literario rozando, al fin y al cabo, el mismo plano que las reflexiones delNuevo ensayo, que plantea una especie de microtipologa humana. Del mismomodo, aquellos textos calificados como modelos del verdadero romanticismo (cf.supra) se relacionan con autores que, a pesar de vivir en continua lucha con suentusiasmo y con sus pasiones (El Siglo XIX, 3 de junio de 1843; cit. segn RuizCastaeda 1974: 16), han logrado dominar sus impulsos encauzndolos en unaescritura amena, libre de las extravagancias criticadas. Mientras la diferencia sistem-tica entre la crtica literaria de Gmez de la Cortina y su Nuevo ensayo estriba, porlo tanto, en el plano en el que se ubica el correspondiente objeto de reflexin, amboscoinciden respecto al alcance ltimo de sus reflexiones.

    37 Siendo tan solo parcial la inclusin conceptual, la conversin de la condicin sombraa la melancola propuesta en el esquema no tiene correspondencia en el plano de losconceptos englobantes.

  • 3. La melancola como estado precario: El Nuevo ensayo de Gmez de la Cortina 35

    punto de vista lexicogrfico predomina todava a principios del siglo XIX (cf. p.ej. DRAE 1817, no as el Diccionario castellano, s. v. Melancola), ha perdido sufuerza explicativa. Es ms bien el concepto planteado por Gmez de la Cortinaen el Nuevo ensayo, de una melancola apacible y placentera a causa de ciertotipo de impresin anmica o sea, de una melancola sensible, el que ms seacerca a la melancola en la poesa del cubano.

  • 4. Reconstruccin del concepto de melancola en la poesa de Heredia 37

    4. Reconstruccin del concepto de melancolaen la poesa de Heredia

    4.1. Poesa de melancola y poesa melanclica

    El presente estudio enfoca la melancola en cuanto fenmeno textual. Estaafirmacin aparentemente banal, que no obstante ni en un trabajo de crticaliteraria debe darse por sentada como testimonia la existencia de estudios queemprenden la busca de la melancola de un autor concreto, exige una explica-cin. La calificacin del objeto de estudio como fenmeno textual corresponde alas siguientes consideraciones. Segn la poca y el contexto discursivo, elconcepto de melancola que se encuentra tras la superficie lingstica varaconsiderablemente. Sea cual fuere el concepto en cuestin, la nica va deacceso al fenmeno la constituyen textos que de alguna manera hacen referenciaal trmino. Cabe recordar que no se trata, en este estudio, de identificar, a travsde los textos considerados, un fenmeno real del mundo extratextual fctico einvestigar el correspondiente campo semntico. Por lo contrario, he optado porun enfoque semasiolgico: parto del uso concreto del trmino melancola y desus derivados, tratando de reconstruir su intensin y extensin conceptuales enun autor especfico. Un presupuesto fundamental consiste en el carcterconstruido de la melancola potica. En otras palabras, la melancola de unnarrador / hablante lrico o un personaje, aunque se pueda reconstruir en trmi-nos psicolgicos, no trasciende en principio el mbito del texto en considera-cin y no es nunca la melancola de su autor, aun cuando ste se identifiquecon el producto de su imaginacin o lo construya conforme a la imagen quetiene de s mismo.

    Pero en qu sentido(s) puede hablarse de la melancola como fenmenotextual? En un poema dado, el nexo con la melancola puede manifestarse dedos maneras fundamentalmente distintas: Primero, si un autor hace uso dellexema melancola me refiero a semejante ocurrencia lingstica fcilmenteidentificable en la superficie del texto como mencin de melancola38 esteuso puede o fijar el tema (o bien, uno de los temas) del poema en consideracino servir de comentario acerca de otro tema. Retomando la distincin terminol-gica entre tema y rema forjada por la teora de la perspectiva funcional de lafrase, se llamar temtica toda mencin de melancola que establece el

    38 Doy por supuesto que la categora analtica de la mencin de melancola incluyetodos los derivados del sustantivo melancola.

  • 38 Tilmann Altenberg

    concepto de la melancola como objeto de reflexin (tema) de un poema (o deun pasaje del mismo). De constituir una mencin de melancola un comentario(o formar parte de l) acerca de otro tema, se considerar remtica39. Untexto potico cuyo tema es la melancola se llamar a continuacin poema demelancola, tipolgicamente la clase de poemas de melancola constituye lapoesa de melancola.

    La otra forma de manifestarse en un texto su nexo con la melancola sesustrae a una observacin directa. Si bien una mencin de melancola puedesugerir que de alguna manera el texto considerado se relacione con este concep-to, un texto puede traicionar su propia ndole melanclica independientementede una mencin de melancola. Esta afirmacin conlleva dos preguntas: Prime-ro, en qu sentido puede hablarse de la melancola de un texto? Segundo,cules son y cmo se establecen los criterios que permiten identificar lamelancola de un texto?

    Desde el punto de vista del lector concreto podra considerarse comomelanclico un texto cuya recepcin provoca un sentimiento melanclico.Aparte del inconveniente de que en el caso de Heredia y sus contemporneosno disponemos de documentos de recepcin suficientemente diferenciadoscomo para legitimar esta aproximacin, tales documentos revelaran ms acercade sus autores y sus respectivos conceptos de melancola que sobre los

    39 La mayora de los lingistas de la Escuela de Praga que promovieron la llamada teorade la perspectiva funcional de la frase cabe mencionar sobre todo a Firbas, Sgall yDanes & tocaron solo de paso el problema de la aplicabilidad de la dicotoma tema-rema a unidades lingsticas mayores a la frase. Una excepcin lo constituye el mode-lo de la progresin temtica (thematic progression) planteado por Danes & (cf. p. ej.1974). Sin embargo, Danes & tampoco lleva el anlisis de tema-rema a un macronivel,sino que se limita a enfocar la serie lineal de las enunciaciones (utterances) de un texto.Para un bosquejo de las principales nociones tericas de la perspectiva funcional de lafrase y de su relevancia para la lingstica del texto, cf. Glich / Raible (1977: 60-89,en particular 85-88), quienes proporcionan tambin algunas observaciones crticasfundamentales.

    La adaptacin del binomio tema-rema para este estudio obedece al intento derelacionar terminolgicamente el fenmeno superficial de la mencin de melancolacon su respectiva funcin. Puesto que la distincin entre las dos subcategoras de lamencin de melancola presupone una interpretacin del contenido del texto encuestin, la que depende, entre otras cosas, de la unidad formal enfocada frase,prrafo, captulo, libro, o bien: verso, estrofa, poema, poemario, la lnea diviso-ria entre tema y rema es, en principio, susceptible de volverse borrosa y hasta arbitra-ria, reflejando en cierta medida el enfoque analtico. Para los fines de este estudio, elpoema individual (en el caso de Placeres: el fragmento) constituye la unidad enfoca-da para el anlisis de la funcin de una mencin de melancola. La nocin de un temaen el plano de una unidad mayor a la frase aqu: un poema se aproxima a lo queDanes& llama hypertheme (1974: 120).

  • 4. Reconstruccin del concepto de melancola en la poesa de Heredia 39

    poemas. Alternativamente, podra conferirse la decisin sobre el carctermelanclico de un texto a la intuicin de los lectores actuales. Entonces, laafirmacin por parte de un lector concreto (privilegiado40 o no) de que un textodado es melanclico sera la ltima palabra al respecto. De hecho, es esto lo quegran parte de la crtica literaria ha hecho al calificar a Heredia y su poesa comomelanclicos. Frente a la arbitrariedad de esta ltima opcin y el alejamientodel texto de la primera, este trabajo plantea la melancola de un texto en trmi-nos de un sistema semitico connotativo que se constituye discursivamente.Conforme a ello se hablar de un poema melanclico cuando en un textodado el hablante lrico se revela como melanclico, es decir, cuando su percep-cin del mundo, tal como el texto la establece, traiciona un sentimiento melan-clico en la situacin de enunciacin, de acuerdo con criterios que an estnpor especificarse. Resulta que hablar de la melancola de un poema en estesentido constituye una imprecisin sinecdquica, ya que, si bien la melancolapenetra el texto desde el punto de vista estructural, no es, en rigor, sino el suje-to de enunciacin el punto de fuga de la melancola. La clase formada por lospoemas melanclicos se llamar poesa melanclica. No es, por cierto, elpropsito de este paso analtico introducir una taxonoma exhaustiva de lasposibles manifestaciones de la melancola en la estructura de un texto potico.Antes bien, me importa demostrar que es posible y tiene sentido establecer unacategora analtica de la poesa melanclica, a partir de la cual se abre una pers-pectiva nueva sobre el fenmeno de la melancola potica, ms all de una men-cin de melancola en un texto dado o de un ingrediente atmosfrico difcil-mente comprobable en el texto.

    En lo que respecta a los criterios para identificar un poema melanclico hay,en principio, dos puntos de partida. Tomando en cuenta la heterogeneidad delos conceptos comprendidos bajo el lexema melancola y sus derivados, tantodesde el punto de vista diacrnico como sincrnico, es obvio que una perspecti-va ahistrica del fenmeno no sera capaz de proporcionar criterios de valoroperativo dentro del marco de este estudio. Por el contrario, para una aprecia-cin adecuada de la melancola de un poema es necesario derivar esos criteriosdel contexto de la poca en juego. As, en el caso de la poesa de Heredia habraque preguntar por el concepto de melancola que se manejaba en la literaturadel primer tercio del siglo XIX, aproximadamente. Aunque el Nuevo ensayodel conde de la Cortina constituya una fuente lexicogrfica del contexto inme-diato del poeta cubano, cabe recordar que no se inscribe en el discurso potico-literario, sino que se empea en enfocar de manera distanciada e imparcial la

    40 Para una sucinta discusin del concepto de lector privilegiado y su relevancia parala comunicacin literaria desde el punto de vista de la esttica de la recepcin, cf. p.ej. Vital (1994: 27-32).

  • 40 Tilmann Altenberg

    condicin melanclica como fenmeno psquico de la realidad extratextual fc-tica (cf. supra).

    El otro punto de arranque y ser ste el que se escoja en el presente cap-tulo lo constituye la propia poesa herediana. Una de las peculiaridades de laobra potica de Heredia es que en ella se hallan no solo una serie de mencionesde melancola, sino tambin un extenso poema de melancola suficientementeexplcito como para permitir la reconstruccin de un concepto matizado demelancola. Por consiguiente, el corpus para el anlisis textual en este captulocomprende aquellos textos poticos de Heredia que registran al menos unamencin de melancola. De la intensin y la extensin del concepto de melan-cola, tal como se plantea en esos textos, se desprenden una serie de criteriosestructurales para la identificacin de poemas melanclicos. El giro heursticofundamental de este captulo consiste, pues, en aplicar los criterios inducidos abase de las menciones de melancola a la totalidad de los poemas de Herediapara as llegar a un balance cuantitativo de la melancola en la obra potica delcubano.

    4.2. Los poemas heredianos de melancola

    Entre los 163 poemas originales y las 74 traducciones e imitaciones recogidosen la ms reciente y hasta la fecha ms completa edicin de la obra potica deJos Mara Heredia, preparada por ngel Augier41, figuran dos poemas quesegn los criterios establecidos caen en la categora de la poesa de melancola.Son stos los poemas Placeres de la melancola y A la Melancola, este lti-mo comnmente considerado de dudoso status textual, pero que es en realidaduna traduccin de Pindemonte (cf. infra, 4.2.2.). Aunque ambos textos giren, enun sentido general, alrededor del mismo tema, los conceptos de melancola pre-

    41 Heredia, Jos Mara: Obra potica. Edicin crtica de ngel Augier, La Habana: LetrasCubanas, 1993; a continuacin abreviada como OP. El contenido de OP coincideprcticamente con el de las Poesas completas, edicin preparada por Raquel Catal y elpropio Augier (cf. OP: 511) bajo la direccin del entonces historiador de la ciudad deLa Habana Emilio Roig de Leuchsenring con motivo del centenario de la muerte deHeredia: Poesas completas. Homenaje de la ciudad de La Habana en el centenario de la muer-te de Heredia (1839-1939), 2 tomos. La Habana: Municipio, 1940/41, citado como PCI y PC II, respectivamente.

    No existe hasta el momento una edicin de las obras completas de Heredia queadems de la poesa recoja los textos dramticos, la prosa literaria, la crtica y la cor-respondencia del cubano. Segn me afirm el propio Augier en una conversacin in-formal llevada a cabo en la BNJM en agosto de 1996, el crtico espera sacar a luz enun futuro prximo una edicin de la correspondencia de Heredia, dispersa en variasbibliotecas y reproducida solo en parte, principalmente en revistas cubanas.

  • 4. Reconstruccin del concepto de melancola en la poesa de Heredia 41

    sentados en ellos, as como la posicin del hablante lrico frente al fenmenodesarrollado, resultan en cierta medida desparejos. En un tercer poema, tituladoMelancola, la nica mencin de melancola en el ttulo, a pesar del lugar pro-minente que ocupa, es como se ver en el lugar correspondiente (cf. infra,4.3.1.) remtica, por lo cual ese texto se analizar en el subcaptulo corres-pondiente. Por su extensin en ambas versiones comprende ms de 300 ver-sos, su ndole reflexiva y su carcter heterogneo Placeres de la melancolaconstituye el ncleo a partir del cual se llevar a cabo la reconstruccin de laconcepcin herediana de melancola.

    4.2.1. Placeres de la melancola

    Ediciones y variantes: Hacia una esttica de lo fragmentario

    En la primera edicin de sus poesas, publicada en Nueva York en 1825 (a con-tinuacin abreviada como P25), Heredia subsume una serie de fragmentos bajoel ttulo Placeres de la melancola (a continuacin abreviado como Place-res). En esta primera versin impresa, el poema consta de 319 versos sincontar el epgrafe divididos con asteriscos en seis apartados que el autor, enuna nota al final de la edicin, califica de fragmentos (P25: 159)42. En la se-gunda edicin de sus poesas, de dos tomos, considerablemente aumentada ysacada a luz en Toluca (Mxico) en 1832 (a continuacin abreviada comoP32), Placeres figura en una versin de 308 versos, como ltimo poema delprimer tomo43. Respecto a la presentacin formal del texto hay dos cambios

    42 Ya que esta nota respecto a Placeres, la ms extensa de las cinco en la edicin de1825, toca en asuntos de inters poetolgico, la transcribo completa, en la grafaoriginal:

    Publico estos fragmentos, por que el poema ya no ha de acabarse. Otros cui-dados, que deben ocuparme esclusivamente, no me dejan el ocio de esprituque exigen las Musas. Por eso imprimo mis versos tales como estn. Salgan,pues, y tengan su dia de vida, ya que no deben esperar de m ni revision, niaumento.

    Solo deseo que este cuaderno excite alguna emulacion saludable ennuestra juventud. Por que no tiene Cuba grandes poetas, cuando sus hijosestn dotados de rganos perfectos, de imaginacion viva, cubiertos por el cielomas puro, y cercados de la naturaleza mas bella?

    Mis amigos echarn menos [sic] en esta coleccion algunos poemaspublicados ya: pero estos y otros inditos, irn en una edicion separada.(P25: 159)

    43 A falta de datos precisos entre los manuscritos conocidos no se encuentra huella al-guna de Placeres es imposible fechar con exactitud la composicin de Placeres.Aunque en P32 el cuarto fragmento lleva una nota al pie de la pgina que afirma que

  • 42 Tilmann Altenberg

    importantes: Primero, los ahora siete apartados estn precedidos por la palabraFragmentos; segundo, esos fragmentos llevan nmeros romanos (I-VII). Da laimpresin que el reclamado carcter fragmentario se convierte de un intento deexplicar la gnesis textual y apelar a la indulgencia del lector ante la presuntafalta de perfeccin de los fragmentos, en un elemento significativo en el planode la composicin. Antes de someter esta impresin a una revisin crtica rela-cionando el poema con un dato contextual decisivo, cabe aadir algunas obser-vaciones ms respecto a las diferentes ediciones de Placeres.

    En vista del nmero considerable de variantes entre P25 y P32 no hay lugara dudas de que en contra de lo sostenido en la nota respecto a Placeres,donde Heredia afirma que [los versos] no deben esperar [] ni revision, niaumento (P25: 159) Heredia revis detenidamente este y otros poemas,como admite el propio autor en la Advertencia a la edicin de 183244. No se

    [e]sto se escribia en principios de 1825 [] (127), es posible que los dems frag-mentos no se hayan compuesto en ese momento. No obstante, la mayora de los edi-tores infiere de la nota que el poema entero se escribi alrededor de esa fecha. Puestoque la versin primitiva del texto se publica por primera vez en la edicin neoyor-quina de las poesas de Heredia, puede establecerse el mes de mayo de 1825 comoterminus ante quem de su composicin (cf. Gonzlez del Valle 1938: 164). En vista dela referenciabilidad de algunos datos del texto, pueden fijarse los siguientes terminipost quos. Es plausible suponer que el pasaje en que el hablante lamenta la muerte delpadre (fragmento quinto en P32) no se compusiera antes de la muerte del padre deHeredia, ocurrida en Mxico el 30 de octubre de 1820 (para este y otros detalles de laturbulenta vida de Jos Francisco Heredia, cf. Chacn y Calvo 1939a). Tambinalgunos versos del penltimo fragmento (sexto en P32) deben leerse como referenciasal destierro de Heredia en Estados Unidos, entre el 4 de diciembre de 1823 y el 22 deagosto de 1825 (Gonzlez del Valle 1938: 141, 171). De manera que ese fragmentono se habra compuesto antes de fines de 1823. Como se ver ms adelante, indepen-dientemente del momento de composicin de algunos de los fragmentos, es muy pro-bable que la organizacin de ellos bajo el ttulo Placeres de la melancola se deba ala fase indicada del exilio estadounidense (cf. infra).

    44 Heredia explica la aparente contradiccin de la siguiente forma:

    En 1825 publiqu la primera edicion de estas poesias, sin pretension algunaliteraria. Mis amigos la deseaban, y sus instancias me distraian de los vastosdesignios que me inspiraban la exltacion y el amor de la gloria. Por este mo-tivo, y como quien arroja de s una carga, lanz al mundo mis versos, para quetuviesen su dia de vida [].

    Olvid pronto aquel libro, y entr en la rdua carrera que me llamaba. Unconcurso raro de circunstancias frustr mis proyectos, reducindome ocupa-ciones sedentarias, que hicieron revivir mi gusto la literatura. Entretanto,mis poesias habian corrido con aceptacion en Amrica y Europa, y la reimpre-sion de vrias en Paris, Londres, Hamburgo y Filadelfia, el juicio favorable deliteratos distinguidos [nota al pie de la pgina: El clebre Lista se excedihasta calificarme de un gran poeta. (Cursivas en el original)], y la exltacionliteraria excitada en mi pais por la discusion de su mrito, prorogaron el diade vida que yo les habia sealado.

  • 4. Reconstruccin del concepto de melancola en la poesa de Heredia 43

    publicaron en vida de Heredia ms ediciones de sus poesas45. La primeraedicin pstuma, preparada an en vida del poeta a base de la edicin de 1832y publicada en Barcelona en 1840 (a continuacin abreviada como P40) (cf.Breve Noticia sobre D. Jos Mara de Heredia, en: P40: 5, 9), merecemencionarse porque en ella algunos de los 54 poemas recogidos, entre ellosPlaceres, testimonian intervenciones considerables por parte del editor46. Enesa edicin de un tomo, Placeres ocupa tambin un lugar estratgico al cierrede la seleccin. Si bien el poema mismo coincide textualmente con la edicin de1832, los entornos paratextuales se diferencian en los siguientes puntos.Primero, el ttulo, el epgrafe y el subttulo del poema se sustituyen por unafrase descriptiva poco especfica que reza: Fragmentos impresos de un poemasobre la melancola (P40: 185) (en el ndice se suprime la palabra impresos;P40: 201); segundo, al final de cada uno de los siete fragmentos numerados seaade una breve advertencia entre parntesis acerca de su carcterfragmentario, en una de estas variantes: (Falta lo demas de este primerfragmento.) (P40: 188), (Falta el resto) (P40: 189, 190, 192, 194, 197) o(Falta el resto del ltimo fragmento) (P40: 197); tercero, hay tres notas al piede la pgina que no figuran de esta forma en la edicin de 1832. La primera deellas parafrasea la nica nota de la edicin matriz, que relaciona un pasaje del

    Me veo, pues, en el caso de hacer esta nueva edicion, en que ademas dehaberse corregido con esmero las poesias ya publicadas, se incluyen lasfilosficas y patriticas que faltan en la de 1825. [](P32: 3s.)

    Llama la atencin, entre otras cosas, la actitud ambiciosa y orgullosa de Heredia antesu actividad literaria, que contrasta con la ndole defensiva y justificadora de las notasa la primera edicin de su poesa. En lo que concierne a una reimpresin de poesasheredianas en Hamburgo, hasta el momento no he podido encontrar otro indicio alrespecto.

    45 Para una lista de las ediciones de las obras de Heredia hasta 1972, cf. AparicioLaurencio (1976), la bibliografa general de y sobre Heredia ms reciente. Las consi-derables lagunas en Fernndez Robaina (1969) reflejan el hecho de que su confeccinse basa casi exclusivamente en los fondos de bibliotecas cubanas. De gran utilidad enla confeccin del presente estudio especialmente en lo que toca a la inclusin depoemas individuales en las diferentes ediciones ha sido una versin considerable-mente ampliada (indita) de esta ltima bibliografa (1988), a la cual pude accedergracias a la generosidad de Fernndez Robaina, quien me prest el original preparadopor l. Para la poca mexicana de Heredia es imprescindible la bibliografa deToussaint (1953).

    46 Aparicio Laurencio (1976) identifica a Francisco Muoz del Monte como responsablede esta edicin (179). Aunque la seleccin de las poesas heredianas est precedida deuna elega del amigo y condiscpulo de Heredia a propsito de la muerte de ste, nadasugiere que la edicin haya corrido bajo la responsabilidad de Muoz del Monte. Laactitud antiindependentista y distanciada del prologuista aparentemente peninsularhace ms bien implausible esa atribucin (cf. P40: 3-9).

  • 44 Tilmann Altenberg

    cuarto fragmento ex post con un viaje supuestamente proyectado (y definitiva-mente nunca realizado) por parte de Heredia: Esto se escribia en principios de1825, hallndose el autor prxmo emprender un viage largo por algunospaises de Europa y Asia (P32: 127). La nota correspondiente en la edicin de1840 reza: Tenia ideado el autor un largo viage que no verific (P40: 192). Esobvio que el editor de esta ltima edicin estima que la nota original no formaparte integral del texto, sino que constituye un atributo circunstancialsusceptible de modificaciones47. La segunda nota hace referencia a un pasajeoscuro del texto, decretando con presunta autoridad su sentido. El sintagmatres slabas funestas del verso 38 del quinto fragmento ocasiona el siguientecomentario: Son estas [slabas]: Heredia y era el apellido de su padre (P40:194). En la tercera nota, por ltimo, el editor recurre otra vez a un datoextratextual de la biografa de Heredia para supuestamente iluminar un pasajedel poema. As, la pregunta retrica en el sexto fragmento Cundo [sic]sopla del norte el viento triste, / Puede algun corazon no estar helado? (P40:196) conduce a la siguiente nota: Escribalo en Boston48 (ib.).

    Dejando de lado toda consideracin acerca de la exactitud de la informacinbiogrfica aportada en las notas primera y tercera, as como de la plausibilidadde la segunda nota, lo que tienen en comn las notas en P40 es que revelan unalectura biogrfica de Placeres que, junto con el cambio del ttulo, la supresindel e