Mente original y universal

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INTRODUCCION

Para profundizar debidamente en este tema, antes debemos revisar la naturaleza del universo físico. Es posible que lo conci bamos como “infinito, perfecto y eterno”; pero conceptos más equivocados que estos no es posible otorgarle, aunque nos cause sorpresa: El universo no es infinito: si bien es impresionantemente gran de, existe una cierta distancia entre las galaxias más lejanas; y esto le pone límite. No es perfecto: existen colisiones ocasionales y accidentales entre algunos astros; y en la superficie de algunos planetas, como el nuestro, se presentan desastres ecológicos y extinciones de especies —no necesariamente provocados por el hombre—; esto también le pone límite. No es eterno: están des tinados a desaparecer todos los planetas, soles y galaxias, ningún cuerpo celeste es perenne; este límite es más que evidente. En conclusión: el universo físico no posee la cualidad de Dios; porque es finito, imperfecto y temporal.Para comprender mejor y a fondo este tema, articulemos este antecedente con el planteamiento hermético que explica el prin cipio de mentalismo, y que se convirtió en un gran motor para el ejercicio filosófico: “Si partimos de que el universo se gestó en vinculación con un Ser de naturaleza absoluta, Dios —Hermes lo denomina “el Todo”—, entonces este universo tangible, cuyas cualidades son limitadas, no puede formar parte del Todo, en otras palabras: “no puede es tar adentro de la perfección de Dios”; si así sucediera, entonces Dios tendría dentro de sí una parte limitada e imperfecta y así dejaría de ser “el Todo”, ya no sería perfecto ni absoluto. Pero, por otro lado, nada verdadero puede existir afuera del Todo, si así ocurriera, el Todo estaría incompleto, le haría falta lo que está afuera de él; cualquier cosa, separada del Todo, anularía su cuali dad total y absoluta”.Se plantea de esta manera la gran interrogante: Si el univer so —por su carácter limitado— no puede estar adentro, ni afuera del Todo, ¿qué ubicación podríamos darle?, ¿qué relación tendría con ese Ser supremo? Agreguemos un cuestionamiento todavía de mayor trascendencia: ¿en dónde estamos nosotros? Hermes Tris megisto, para ofrecer una conciliación ante esta gran disyuntiva, plantea: “Todo el universo físico es sólo una proyección emanada de un pensamiento de Dios”, es una gran emanacion, es decir, manifestación; surgió como un mecanismo natural espontáneo. De allí la postura de que atribuirle a Dios la responsabilidad creativa de un universo restringido y constituido por entidades tan imper fectas como nosotros, sería tanto como juzgarlo de limitado. Por lo tanto, si el universo es una proyección de un pensamiento de Dios y nosotros como individuos somos una proyección del uni verso; esto significa que debemos asumirnos como una proyección de otra proyección. Al comprender este planteamiento adquirimos una mayor conciencia sobre nuestra insignificancia; entiéndase por el vocablo “nosotros” como la cualidad de nuestra personali dad corpórea, ya que nuestro verdadero Ser va más allá de todo lo planteado en este tema. Con el propósito de que se logre una mejor comprensión sobre el tema Mente Original y Universal, revise algunas citas —de mayor trascendencia histórica— extraídas de las fuentes filosóficas origi nales con la intención de que se genere una visión universal.

En esta frase, tan profunda como breve, Hermes establece de manera clara la vinculación del universo tangible con el Todo como una proyección mental.

Es evidente que el universo contiene en sí mismo la perfección de su propio origen, pero con un límite contundente: el tiempo. ¿Cómo negar la perfección que caracteriza el operar de los mecanismos de la naturaleza?; pero de la misma forma, cómo reusarnos al evidente límite temporal que marca a todos los procesos naturales, inclusive los más longevos como el nacimiento, desarrollo y muerte de una galaxia.

Importante precisar que el universo no surge como proyección del Todo, sino de uno de sus propios pensamientos.

La Verdad emanada de la Mente del Todo es absoluta; es la Conciencia del Ser, y para nuestra limitada mente humana resulta de difícil comprensión.

Sosán, maestro del Zen, nos lleva al planteamiento de Hermes que antecede esta cita. Realicemos una distinción: al referirse a “Mente” (con mayúscula) evoca la presencia del Todo y la “mente discriminatoria” (con minúscula) alude a la capacidad de pensamiento del hombre. Por lo tanto, sería complicado que a través de las capacidades humanas limitadas se quisiera alcanzar la comprensión del Todo.

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Efectivamente toda creación proviene de una causa, y las leyes universales —incluida la de causa y efecto— provienen de Dios, pero no operan en Él; ya que nada puede limitar al Todo, ni siquiera el operar de las leyes universales. Por tanto, darle a Dios una cualidad creadora es tanto como pretender hacerlo a nuestra imagen y semejanza —los humanos sí tenemos la capacidad de creación, ante una necesidad de crecimiento que surge al hacernos conscientes de nuestra limitada existencia—. Dios, como el “Todo”, no tiene necesidad alguna, ni siquiera la de crear, ¿qué necesidad tendría de expandirse si lo contiene todo? Resulta más creíble que el universo haya brotado espontáneamente como simple manifestación y no como acto de una necesidad creadora de Dios.Es conveniente aceptar la reiterada aparición de la palabra “creación” en los textos universales, incluidos los textos budistas. Esto hace evidente la intervención humana en las múltiples transcripciones y traducciones.

Hace 2,500 años Buddha nos habló del carácter ilusorio de la materia, a finales del siglo XX la ciencia moderna demostró que la materia no ocupa un lugar en el espacio. Esto es lo más maravilloso que nos ofrece la filosofía, con ella podemos ir más allá de los límites propios de la ciencia.

Ibn Arabi se suma a la idea “no creacionista” y refuerza el carácter ilusorio de todo cuanto nos rodea; deja como única realidad, en ambos mundos, la presencia del Todo.

Nuevamente se develan los grandes límites de la mente humana y un sabio nunca le concede el carácter de verdadero a pensamiento alguno; por muy elevado que éste sea.

El gran alquimista Jacob Boheme relaciona la cualidad creadora con la naturaleza, no así con Dios.

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Si entendemos a la Mente de Dios como la Conciencia absoluta, los detalles son todo lo que sucede en el Universo.

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Einstein deja de lado la palabra “creación” y habla de una sombra, que es hablar de una proyección, una manifestación.

Einstein redondea el tema diciendo que es ilusorio creer que la información que ofrecen los sentidos a la mente sea una percepción de la realidad, ya que ambos son limitados. Aquí coincide con Buddha, que se refiere a este mundo como ilusorio, y también entra en sintonía con Platón, que concibe al plano físico como simple sensación y no como la realidad.

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“Quien ve hacia afuera, sueña; quien ve hacia adentro, despierta.”

Carl Young

A los hijos del quinto sol. www.centrouniversalista.com