Mi Vida Cabe en Una Maleta (Cuento)ED

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Mi Vida Cabe En Una Maleta Por: Suszann Nomás. “A mi querido Sr. Palabras …Y a su amor que es, Como la llama de una vela …al viento.” Jamás pensé usarla. La compramos cuando anduvimos de vacaciones en el norte. La vez que se le ocurrió comprar todo y cuanto aguanto su tarjeta, y los pocos cheques del talonario – realmente eran 5 cheques, sin firma ni cantidad-. Me gustaron sus tonos grises y su chapa con llave, similar a mi portafolio de la oficina, pero en gigante. Ella solo quería un bolso, - “firme para que nada se rompa” - prometiéndome que una vez en casa, me devolvería el dinero… sí, le hacia el favor de pagar su compra. Así llego con nosotros junto a tres bolsos, cuatro cajas, dos mochilas, una bolsa de Ripley, que contenía su almohada para dormir, y ella: la maleta. Cuyo nuevo hogar estaría ubicado en el desván de nuestra casa, ocupando un reducido espacio, bajo la escalera, empolvándose y haciéndose vieja. Había sido comprada para esa única vez. Y ahí estaría esperando este día. El día que recordé que existía y; que era mía. 1

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cuento- novela, mi vida cabe en una maleta, relata la historia de un personaje cuando abandona su casa.

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Mi Vida Cabe En Una Maleta

Por: Suszann Nomás.

“A mi querido Sr. Palabras…Y a su amor que es,

Como la llama de una vela …al viento.”

Jamás pensé usarla.

La compramos cuando anduvimos de vacaciones en el norte. La vez que se le ocurrió comprar todo y cuanto aguanto su tarjeta, y los pocos cheques del talonario – realmente eran 5 cheques, sin firma ni cantidad-.

Me gustaron sus tonos grises y su chapa con llave, similar a mi portafolio de la oficina, pero en gigante. Ella solo quería un bolso, - “firme para que nada se rompa” - prometiéndome que una vez en casa, me devolvería el dinero… sí, le hacia el favor de pagar su compra.

Así llego con nosotros junto a tres bolsos, cuatro cajas, dos mochilas, una bolsa de Ripley, que contenía su almohada para dormir, y ella: la maleta. Cuyo nuevo hogar estaría ubicado en el desván de nuestra casa, ocupando un reducido espacio, bajo la escalera, empolvándose y haciéndose vieja. Había sido comprada para esa única vez. Y ahí estaría esperando este día. El día que recordé que existía y; que era mía.

El desván no tenía ampolleta. Desde cuando se quemó una del escritorio, que a regañadientes por no haber de repuesto, la saque sin intención de reponerla nuevamente. Ahora había tiempo para esa clase de detalles, ahora en muchos años, había tiempo para “esa-clase-de-detalles”.

Tranquilamente fui al negocio, compre un par de ampolletas y una cajetilla de cigarrillos que volví fumándome, como un día domingo por la tarde.

Pero era miércoles, y es de noche.

Agradable caminata nocturna en un día de semana – pensé- que sumido en la rutina y los que haceres cotidianos, marcho como un robot. Olvidando los sentimientos, las emociones, la sensación del viento, el brillo de las estrellas que siempre están ahí, de la luna que crece, que se llena de luz, que envejece para morir en la oscuridad y volver a nacer para convertirse en esa perfecta circunferencia de blanca luz… No había reparado en la existencia de un parquecito...será donde voy y vengo por los mismos caminos con la cabeza mirando al piso, pensando en lo que voy a hacer o en lo que debí haber hecho, en vez de pensar en lo que estoy haciendo.

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Sentándome en un columpio. Me pregunto ¿Por qué nadie juega de noche?. Y ¿quién dice que la gente buena camina de día? Será que cuando importa la vida propia es que aterra la idea de perderla. Muy distinto es, a cuando la vida a perdido su interés que comienzas a descubrir todos sus pequeños encantos ocultos, y los peligros que ellos conllevan, pierden su importancia; porque si en este instante viniera alguien con la intención de quitarme algo de valor para él…ahora, en este preciso momento; yo, le entregaría mi billetera, mi reloj, mis zapatos y todo el sencillo que llevo en los bolsillos y para su sorpresa, tal vez, le diga:… que le estaba esperando.

En casa de mis padres, había un columpio, en uno de los sauces, me gustaba balancearme ahí, solo para escuchar el sonido de las hojas cuando las atravesaba el viento, podría haberlas escuchado tendido en el pasto, pero era más fácil para mi madre, creer que me columpiaba. ¡Que añoranza tan imposible…Volver a ser niño...¡Tampoco sé cuándo deje de serlo! Pero aquí no hay hojas que cantan, hay autos que gritan, increpando a otros que se apresuren en su lenguaje automotriz.

Pero es miedo lo que siento, o una extraña forma de el. Esa inseguridad de las cosas mas seguras. Temo a que salga el sol, a que llegue la hora de salir de casa, en que tenga que abrir los ojos para recibir un nuevo día y ver como comienza a transformarse en tarde y en noche, ver como esta da origen a otro día y a otra semana, naciendo los meses… ¡meses… y años! Y años pensando en lo mismo, sintiendo miedo, miedo de dar un paso, y el tiempo empujándome a darlos, por que aunque no quiera, el mundo no se detendrá, sin importar que para mi se halle muerto todo, inclusive… yo mismo. Que mi puño contraído con tanta fuerza, sosteniendo todo y cuanto fue mío, un sinfín de cosas, ahora desvanecidas y peor aún, desvaneciéndose entre ellas y yo no me daba cuenta como una a una caían quedándose mis manos vacías, sin nada, sintiendo esa ausencia en cada espacio de mi universo, que antes fue pura dicha y jubilo. No hay caminos para mí, siento que me han robado el horizonte, el norte y el sur, pero como siempre, la vida sabe robarnos esa pequeña parte de belleza y de humildad, de amor y de dicha, y solo quedan sombras de mis mejores recuerdos, repitiéndose una y otra vez en mi cabeza, incapaz de realizarse, de tornarse…realidad. ¡Añorada realidad!

¡Cómo puede cambiar tanto la vida de un instante a otro!

Pero yo no quiero cambiar, espero ser siempre yo, aunque la tristeza me deje sin sonrisa, aunque mi amor dentro de él se vuelva cenizas de piedra, sonreiré, tratare que la alegría se cultive dentro de mi, así como una vez contagió a todo aquel que me rodea…creo que nada me había hecho sentir tan triste, pero yo sé: podré. Podré sonreír sin cambiar.

Volviendo a mí después de años siendo suyo. No hay orgullo por ser fuerte y de momento solo puedo llorar.

Al sentarme en la mesa buscaba algo. No el azúcar, no la leche, ni la miel al desayuno. No la sal, ni los aliños en el almuerzo, tal vez las servilletas. No los adornos de la mesita de centro, una vez sentado en el sillón, tampoco eran las arrugas en los pliegues de las cortinas, ni los ruidos del transito. Tal vez no era el sabor lo que buscaba, tal vez, no era un objeto lo que buscaba…no era la música en desarmonía… y, al encontrarme con sus ojos no encontré lo que buscaba, solo ahí supe

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realmente que es lo que mi alma ansiaba con tanto afán, lo que se había ido de cada lugar de nuestra casa y de nosotros mismos.

Todo se fue camuflando de tal manera que…ya era demasiado tarde. Ahora es alguien que desconozco. Pero su cara, sus ojos, sus manos, me recuerdan que la felicidad y los mejores momentos de mi vida lleven su rostro…ahora esa imagen es alguien a quien desconozco y que intentaré olvidar con el tiempo. Ninguno quiere arreglar lo que este mal, quedémonos con lo bueno, con lo mejor, aunque haga daño. Por primera vez decirle al corazón: Nunca más.

Irme será lo más sensato en esta larga y silenciosa discusión conyugal, por la que había trabajado años, y día a día jamás quise, que se convirtiera en lo que ahora es, en lo que terminó y cómo terminó.

Me espera una ciudad tan gris, oscura y fría como mi maleta. Uno de esos rincones al que pareces entrar para permanecer incógnito e invisible a la mirada de la gente, anónimos hasta para el alma propia.

Eso es precisamente lo que me llevare a esa ciudad gris, donde me convertiré en un trabajolico, y con lo poco de tiempo libre deambulare entre la gente para llegar al final del día solo queriendo descansar. Y a esas horas lo poco que quede de color, se torne gris y finalmente negro en mis noches sin sueño, para no soñar con lo que no volverá, para que no adivine mi memoria el ritmo de sus palabras, para no alimentar la esperanza del nosotros.

Al despertar, mi tiempo interior, sin apuro ni pausa, a veces efímero y fugitivo, como a veces tan denso que parece un daguerrotipo anclado en la mirada y el alma, otras simplemente huye estando casi ausente como un huésped silencioso y discreto. Constantemente estando ahí, susurrándome al oído que aunque ella ya no esté, yo sigo estando vivo.

Cubierta de cemento. Cubierta de ruido. Cubierta de sueños rotos, congelados por la falta de sol. Viviré en una caverna que jamás podre llamar hogar, prisionero de mi trabajo por no sentirme inútil, esclavo de mis días por no sentirme solo. Me siento cansado para pensar en rehacer mi vida. Cuesta entregar amor ¡valioso sentimiento!, y duele darse por enterado que no es más quien decía ser. Se extraña ese día a día decirnos ese te quiero…que ya no sonaba con dulzura, realmente no sonaba en nuestros labios, no recuerdo nuestro ultimo beso, últimamente eran esos besos cotidianos que das por que debes darlos, para saludar, para despedir, pero sin ningún sentimiento de por medio… de seguro ese fue nuestro ultimo beso, un pequeño rose de sus labios en los míos, sin entregar ni recibir, mas por la intención que por el deseo...Ese fue nuestro ultimo beso. Se que era mi esposa, por que la sortija que llevo tiene su nombre, se que era mi esposa, por que mas tarde que temprano dormía a mi lado. Se que era mi esposa…Mas no recuerdo cuando dejo de serlo, tal vez nunca fue mi esposa, y solo yo la vi como tal. Más de alguna vez creí que la tendría a mi lado para toda la vida, no pensé que otra persona le podría devolver la vida que de a poco le fui apagando y quitando. Pero no me puedo arrepentir, no me arrepiento que haya sido mi esposa. De nuestra relación nacieron nuestras hijas, adornando nuestra casa día a día, a ellas le doy lo que tengo y lo que me quede por dar.

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Aquí podría permanecer toda la noche, tan tranquilo, tan solo…tan vacio. Pero debo terminar mi maleta, y el delincuente no paso por el parque, no esta noche.

Coloco una ampolleta en el desván, entre lo que hay ahí dentro, saco la maleta, empolvada aun más gris que su color original. ¡Esta nueva! –pensé-. La ocupamos una única vez, hace años atrás. Ahora soy yo quien la necesita. Es mía, por que yo la elegí, porque yo la pague y por que ella no me devolvió el dinero de su compra. ¿Por qué ahora, vale el “es mío”?

El amor unió un lindo y hermoso pololeo de adolecentes, un multitudinario, maravilloso y romántico casamiento, donde prometimos ante nuestras familias y nuestros amigos que la muerte nos separe, dos hijas del amor en un constituido matrimonio… y después de quince años, reclamamos lo que compramos juntos, decidiendo lo que es tuyo y lo que es mío por un divorcio. ¿La vida nos unió para que la muerte nos separe? O, ¿Sí es el amor quien nos une, no es el quien nos separa?

De igual forma, estoy desempolvando esta maleta, para dejar nuestra casa y no volver a la que se convierta en su casa.

Siendo psicólogo de profesión, trabajaba de profesor diurno en una universidad a la salida de la ciudad. “Deberías cambiar de trabajo – solía decirme-, uno donde ganes más dinero haciendo lo mismo, o uno que ganes lo mismo y te desgaste menos. Quizás en otro lugar, quizás en otra ciudad…deberías hacer tu propia consulta y hacer clases en alguna universidad...Por poner un ejemplo…hay harta gente que estudia de noche...y…quizás, es una buena alternativa… ¿no te parece?”

Cada vez me hallaba menos en casa, deje de ir almorzar, prefería tomarme un café en el casino de la universidad, los días de semana se me consumían en el trabajo y solo llegaba a dormir para salir tempranísimo al día siguiente. Pasaba los fines de semana en casa. Ahí tenia tiempo, tiempo para dedicarle a nuestras hijas, tiempo para cocinar, para jugar, para compartir con ella. Pero últimamente ella trabajaba los sábados- debía haberme percatado de los cambios con anticipación - los días de semana; me sentía cansado, atareado, sobrepasado, sobre exigido de trabajo, sin querer comencé a llevar trabajo para la casa. Comencé a trabajar los sábados y los domingos en la mañana revisando exámenes, trabajos, programando disertaciones, clases, materiales, actualizando información respecto a algún tema en especial, nuevas investigaciones, el diario del día, para no perder la actualidad a eso del recreo de las nueve. El CEDA EL PASO lo pusieron las discusiones y el disco PARE nuestras hijas. Por respeto, nuestro matrimonio se acaba, esto no daba para más. No es forma de vivir, era lo que nunca quise ser. Me convertí en lo que jamás me quise convertir.

Encontré otro trabajo, con un generoso salario, lo tome por que quedaría lejos de ella. Necesitaba un cambio. Debía empezar de nuevo. Nuevo trabajo. Nueva casa. Nueva vida. Todo nuevo y me siento tan viejo para un cambio así. Empecé por buscar una maleta. Mi vida cabe en una maleta. No me quiero llevar más que una maleta. No hay mucho que llevarse consigo…cabe absolutamente todo en una maleta. En esta maleta. Mi maleta.

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Subí al cuarto matrimonial, ya no mas nuestro cuarto, sobre la cama mi maleta. Me senté a un lado y pensé: Ligero, preciso y necesario…todo debe caer en esta maleta.

Los hombres no lloran, decía mi padre. El orgullo es más grande al igual que la pena y ambos caben en mi maleta. Cabe el llanto, cabe la duda, cabe el amor, cabe la dicha, cabe el agrado, cabe el me gustas mucho, cabe el ¿quieres pololear conmigo?, cabe el jubilo, cabe el ¿te quieres casar conmigo?, y cabe cada uno de los recuerdos felices Cabe el despecho y cada uno de los recuerdos tristes, cabe el alivio, cabe la euforia, caben todos los besos y todas las noches de desvelo, cabe la flor y cabe la rosa marchita, caben los cumpleaños, caben los aniversarios, caben todos los bailes, caben todos los tragos, caben las estrellas con cada deseo, caben los amigos, caben sus manías, Caben las pedidas de perdón, cabe la fuerza, cabe la debilidad, cabe la flojera, cabe a fragilidad. Cabe la apatía, cabe el vigor, cabe el alma y cabe el espíritu. Cabe las palabras bonitas, cabe la compra de la casa, cabe la primera planta del jardín, caben las anécdotas, caben las vacaciones, caben los viajes, caben las charlas, cabe las preocupaciones, cabe los días de pesca, cabe los viajes en bote, cabe mi resentimiento, cabe el rencor, caben los cigarros, cabe los sollozo, cabe un suspiro, cabe el invierno, caben sus ilusiones, caben mis dudas, cabe la nostalgia, cabe el fastidio, cabe el pesimismo y caben mis esperanzas, cabe mi desesperanza, cabe la luna llena, cabe mi poca fe, cabe el egoísmo, cabe el afecto, caben los días sin sol, caben los cafés de madrugada, cabe la miel y cabe el manjar, cabe su risa, cabe un lamento, cabe la primavera, caben sus miradas, cabe la melancolía, caben sus gestos, cabe el te de la tarde, cabe la decepción, caben las glorias, cabe el desconcierto, cabe el otoño, cabe la obsesión, cabe la serenidad y cabe las ganas, cabe la voluntad, cabe su voz en todos los tonos, caben las preguntas, caben las cuentas, caben las respuestas, caben las visiones, caben las cosas que se contaron y las que se ocultaron, cabe la magia, caben los eclipses, cabe el verano, caben las heridas, cabe la pasión a su lado, cabe el silencio, cabe la briza y cabe el mar, cabe la ausencia, cabe el cansancio, caben los poemas, cabe el que dirán, cabe la indiferencia, cabe el cielo y cabe el infierno, cabe Jesús crucificado, cabe la amargura, cabe el disgusto, cabe la armonía, cabe la satisfacción, cabe la consideración, cabe el placer, cabe el desagravio, cabe la amistad, cabe el olvido, cabe la ofensa, cabe los gritos, cabe mi ego, cabe el miedo, cabe el aprecio, cabe la humillación, cabe un corazón destrozado, cabe la huellas, cabe luz y cabe sombra, caben las pretensiones, cabe las escusas, cabe los dilemas, cabe todos los te quiero, todos los te amo, todos los te extraño, cabe la vergüenza, cabe las madrugadas, cabe la rutina, cabe los te necesito, cabe los no te soporto, caben los estoy ocupado, caben las llamadas telefónicas, caben las cartas re leídas, cabe el nacimiento de nuestras hijas, caben sus primeros pasos, caben sus resfríos y sus fiebres, caen las caminatas por la ciudad, caben sus caídas en bicicleta, caben sus llantos y caben sus risas, caben las bromas, cabe el chiste, caben sus dudas y caben sus temores, caben las películas y los cuentos nocturnos, caben su aroma, caben sus vocecitas que cambian con los años, cabe su primer día de clases, cabe su primer siete, cabe la caída de su primer diente, cabe sus mañas y sus pataletas, cabe el rosado y cabe el celeste, cabe sus abrazos y sus besos, caben sus profundos sueños en el sofá, y caben los deseos en las tarjetas del día del papá.

Caben mis camisas, mis pantalones, caben mis sweaters, mis calcetines, cabe mis zapatos y mis zapatillas, caben mis poleras, cabe un libro, caben mis polerones, caben mis corbatas, caben mis blazer y mi abrigo. Caben mis cinturones, y por ultimo; cabe la fotografía de mis hijas.

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Listo.

Cierro la maleta ya repleta de toda mi vida y mis pocas cosas. Mientras cierro veo mi anillo. Saco el anillo con más facilidad de cuando lo puso en mi mano mi esposa, luego de mirar la dedicatoria interior – pienso- “Esto, NO cabe en mi maleta”.

COPIA III

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