Michel de Certeau - La Escritura Introducción

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  • Michel de Certeau: La escritura de la historia. Universidad Iberoamericana, Mxico, 1993 (2 ed)

    Escrituras e historiasEstudioso y benvolo, tierno como soy con todos los muertos, sigo mi

    camino, de edad en edad, siempre joven, nunca cansado, durante miles deaos.... El camino "mi camino" me recuerda esta expresin decaminante: "Caminaba, erraba... corra por mi camino... caminaba como unviajero atrevido".

    Caminar y/o escribir, tal es el trabajo sin tregua "impuesto por la fuerzadel deseo, por el aguijn de una curiosidad ardiente a la que nada puededetener".

    Michelet, con "indulgencia" y "temor filial" multiplica las visitas a losmuertos, beneficiarios de un "dilogo extrao", con la seguridad de que "nose puede reavivar lo abandonado por la vida". En el sepulcro en que habitael historiador slo se encuentra "el vaco".1 As pues, esta "intimidad con elotro mundo" no representa ningn peligro.2 "Esta seguridad me vuelve msbenvolo con los que no me pueden perjudicar". El trato con el mundomuerto, definitivamente distinto del nuestro, se convierte cada da en algoms "joven" y atractivo.

    Despus de haber atravesado una por una la Historia de Francia, lassombras "regresaron menos tristes a sus tumbas",3 all las lleva el discurso,las sepulta y las separa, las honra con los ritos fnebres que faltaban. Las"llora", cumpliendo con un deber de piedad filial, tal como peda un sueofreudiano, escrito en la pared de una estacin: "Se suplica cerrar los ojos".4La ternura de Michelet va de un lado para otro introduciendo las sombras enel tiempo, "el todopoderoso hermoseador de las ruinas: O Time beautifyingof things!".5 Nuestros queridos muertos entran en el texto porque no puedenni daamos ni hablamos. Los fantasmas se meten en la escritura, slocuando callan para siempre.

    Otro duelo, ms grave, se aade al primero: Tambin el pueblo es elseparado. "Nac pueblo, tena al pueblo en el corazn, pero su lengua.. ., sulengua me fue siempre inaccesible, nunca pude hacerlo hablar".6 El pueblotambin es silencioso, como para ser el objeto de un poema que habla deeste silencio. Es cierto que slo el pueblo "autoriza" la manera de escribirdel historiador, pero por esta misma razn se halla ausente. Es una voz queno habla, in-fans, slo existe fuera de ella misma, en el discurso de Michelet,pero le permite ser un escritor "popular a rechazar el orgullo; y al volverlo"grosero y brbaro" le hace perder todo lo que le quedaba de sutileza

    1 Jules Michelet. "El herosmo del Espritu" (1869, proyecto indito de Prefacio a la Histoire deFrance), en L 'Arc , nm. 52,1973, pp. 7,5 y 8.2 J. Michelet, Proface lHistoire de France, ed. Moraz, A. Coln. 1962, p. 175.3 J. Michelet, "El Herosmo del Espritu", op. cit4 Cf p. 8. Cfr.pp. 306-307.5 Michelet, "El Herosmo del Espritu", op. cit., p. 8.6 Citado por Roland Barthes, "Michelet hoy", en L 'Arc, op. cit., p. 26.

  • literaria.7"El otro" es el fantasma de la historiografa, el objeto que busca, honra y

    entierra. Un trabajo de separacin se efecta en esta proximidadinquietante y fascinadora. Michelet se coloca en la frontera, donde desdeVirgilio hasta Dante se han construido todas las ficciones que todava noeran historia. Este lugar seala una cuestin ordenada desde entonces porprcticas cientficas, y de la que se encarga ahora toda una disciplina. "Labsqueda histrica del 'sentido', no es sino la bsqueda del Otro",8 pero estaaccin contradictoria trata de envolver y ocultar en el "sentido" la alteridadde este extrao, o, lo que es lo mismo, trata de calmar a los muertos quetodava se aparecen y ofrecerles tumbas escritursticas.

    El discurso de la separacin: la escrituraLa historia moderna occidental comienza efectivamente con la diferencia

    entre presente y el pasado. Por esta diferencia se distingue tambin de latradicin (religiosa), de la cual nunca llega a separarse completamente, yconserva con esta arqueologa una relacin de deuda y de rechazo.

    Finalmente, hay un tercer corte que organiza el contenido en lo que vadel trabajo a la naturaleza y que supone una separacin entre el discurso yel cuerpo (social).-La historia hace hablar al cuerpo que calla. Supone undesfasamiento entre la opacidad silenciosa de la "realidad" que deseaexpresar y el lugar donde produce su discurso, protegida por la distanciaque la separa de su objeto (Gegen-stand), La violencia del cuerpo llegahasta la pgina escrita por medio de la ausencia, por medio de losdocumentos que el historiador pudo ver en una playa donde ya no est lapresencia que los dej all, y a travs de un murmullo que nos permite or,como venido de muy lejos, el sonido de la inmensidad desconocida queseduce y amenaza al saber.

    Una estructura propia de la cultura occidental moderna se indica sin dudaen este tipo de historiografa: La inteligibilidad se establece en relacin al"otro", se desplaza (o "progresa") al modificar lo que constituye su "otro"elsalvaje, el pasado, el pueblo, el loco, el nio, el tercer mundo. A travs devariantes, heternomas entre ellas etnologa, historia, psiquiatra,pedagoga, etctera, se desarrolla una problemtica que elabora un"saber decir" todo lo que el otro calla, y que garantiza el trabajointerpretativo de una ciencia ("humana") al establecer una frontera que lasepara de la regin donde la espera para darse a conocer. La medicinamoderna nos presenta un modelo de todo esto, a partir del momento en queel cuerpo se convierte en un cuadro legible, y por tanto traducible en algoque puede escribirse en un espacio de lenguaje. Gracias al despliegue delcuerpo ante la mirada, lo que se ve y lo que se sabe pueden superponerse ocambiarse (traducirse). El cuerpo es una clave que espera ser descifrada. Loque en los siglos XVII y XVIII hace posible la convertibilidad del cuerpo vistoen cuerpo sabido, o de la organizacin espacial del cuerpo en organizacinsemntica de un vocabulario o lo contrario, es la transformacin delcuerpo en extensin, en interioridad abierta como un libro, en un cadver

    7 J. Michelet, "El Herosmo del Espritu", op. cit., pp. 12-13.8 J. Michelet, "El Herosmo del Espritu", op. cit., pp. 12-13.

  • mudo que se ofrece a las miradas.9 Se produce una mutacin anlogacuando la tradicin, cuerpo vivido, se despliega ante la curiosidad eruditaen un grupo de textos. Una medicina y una historiografa modernas nacencasi simultneamente de la separacin entre un sujeto que se supone sabeleer y un objeto que se supone escrito en una lengua que no se conoce,pero que debe ser descifrada. Estas dos "heterologas" (discursos sobre el"otro") se construyen en funcin de una separacin entre el saber queprovoca el discurso y el cuerpo mudo que lo supone.

    La historiografa separa en primer lugar su propio presente de un pasado,pero repite siempre el gesto de dividir. La cronologa se compone de"perodos" (por ejemplo: edad media, historia moderna, historiacontempornea), entre los cuales se traza cada vez la decisin de ser otro ode no ser ms lo que se ha sido hasta entonces (Renacimiento, Revolucin).Por turno, cada tiempo "nuevo" ha dado lugar a un discurso que trata como"muerto" a todo lo que le preceda, pero que reciba un "pasado" yamarcado por rupturas anteriores.

    El corte es pues el postulado de la interpretacin (que se construye apartir de un presente) y su objeto (las divisiones organizan lasrepresentaciones que deben ser re-interpretadas). El trabajo determinadopor este corte es voluntarista. Opera en el pasado, del cual se distingue,una seleccin entre lo que puede ser "comprendido" y lo que debe serolvidado para obtener la representacin de una inteligibilidad presente. Perotodo 'lo que esta nueva comprensin del pasado tiene por inadecuado desperdicio abandonado al seleccionar el material, resto olvidado en unaexplicacinvuelve, a pesar de todo, a insinuarse en las orillas y en lasfallas del discurso. "Resistencias", "supervivencias" o retardos perturbandiscretamente la hermosa ordenacin de un "progreso" o de un sistema deinterpretacin. Son lapsus en la sintaxis construida por la ley de un lugar;prefiguran el regreso de lo rechazado, de todo aquello que en un momentodado se ha convertido en impensable para que una nueva identidad puedaser pensable.

    Muy lejos de ser algo evidente, esta construccin es una singularidadoccidental. En la India, por ejemplo, "las formas nuevas no expulsan a lasantiguas", ms bien se da un "amontonamiento estratificado". La marchadel tiempo no tiene necesidad de afirmarse distancindose de "pasados",como tampoco un lugar no tiene por que definirse distinguindose de"herejas". Un proceso de coexistencia y de reabsorcin, es, por el contrario,el "hecho cardinal de la historia india.10 De la misma manera entre losmerina de Madagascar, los tetiarana (antiguas listas genealgicas) y lostantara (historia del pasado) constituyen una "herencia del Qdon(lovantsofina) o una "memoria de la boca" (tadidivavd); lejos de ser unobjeto lanzado hacia atrs para que un presente autnomo llegue a serposible, es un tesoro que se coloca en medio de la sociedad para que lesirva de memorial, un alimento para ser rumiado y memorizado. La historiaes el "privilegio" (tantara) que es preciso recordar para no olvidarse uno des mismo. Sita en medio de l mismo al pueblo que se extiende de unpasado a un porvenir.11

    9 Cfr. en particular Michel Foucault, Naissance de la clinique PUF, 1963, pp. V-XV.10 Louis Dumont, "El problema de la historia" en La Civilisation indienne et nous. A. Colin, Cahiers des Annales, 1964. pp. 31-54.

  • Entre los fo de Dahomey, la historia es remuho, "la palabra de los tiempospasados" palabra (ho), es decir presencia que viene de arriba y lleva haciaabajo.

    No tiene nada en comn con la concepcin (aparentemente cercana, perode origen etnogrfico y museogrfico) que al separar la actualidad de latradicin, al imponer, pues, la ruptura entre un presente y un pasado, y alconservar la relacin occidental cuyos trminos invierte, define la identidadcomo el regreso a una "negrura" pasada o marginada.12

    Es intil multiplicar ejemplos que dan testimonio, fuera de nuestrahistoriografa, de una relacin distinta con el tiempo, o lo que es lo mismo,de una relacin distinta con la muerte. En Occidente, el grupo (o elindividuo) se da autoridad con lo que excluye (en esto consiste la creacinde un lugar propio) y encuentra su seguridad en las confesiones que obtienede los dominados (constituyendo as el saber de otro o sobre otro, o sea laciencia humana). Sabe que toda victoria sobre la muerte es efmera;fatalmente, la segadora vuelve y corta. La muerte obsesiona a Occidente.Desde este punto de vista el discurso de las ciencias humanas espatolgico: discurso del pathoscalamidad y accin apasionadaen unaconfrontacin con esa muerte a la que nuestra sociedad ya no consideracomo un modo de participacin en la vida. Por su cuenta la historiografasupone que es imposible creer en este tipo de presencia de los muertos queha organizado (u organiza) la experiencia de civilizaciones enteras, y por lotanto ya es imposible "tenerlos en cuenta", debemos, pues, aceptar laprdida de una solidaridad viva con los desaparecidos, trazar un lmiteirreductible. Lo perecedero es su base; el progreso, su afirmacin. En unoest la experiencia que compensa y combate el otro.

    La historiografa trata de probar que el lugar donde se produce es capazde comprender el pasado, por medio de un extrao procedimiento queimpone la muerte y que se repite muchas veces en el discurso,procedimiento que niega la prdida, concediendo al presente el privilegio derecapitular el pasado en un saber. Trabajo de la muerte y trabajo contra lamuerte.

    Este procedimiento paradjico se simboliza y se efecta con un gesto quetiene valor de mito y de rito a la vez: la escritura. En efecto, la escriturasustituye a las representaciones tradicionales que autorizaban al presentecon un trabajo representativo que articula en un mismo espacio la ausenciay la produccin. En su forma ms elemental, escribir es construir una fraserecorriendo un lugar que se supone en blanco: la pgina. Pero la actividadque re-comienza, a partir de un tiempo nuevo separado de los antiguos yque se encarga de construir una razn en el presente, no es acaso lahistoriografa?Me parece que en Occidente, desde hace cuatro siglos, "hacer historia" noslleva siempre a la escritura. Poco a poco todos los mitos de antao han sidoreemplazados por una practica significativa. En cuanto prctica (y no comodiscurso, que es su resultado), es el smbolo de una sociedad capaz decontrolar el espacio que ella misma se ha dado, de sustituir la oscuridad del

    11 Cfr. Alain Delivr, Interprtation dune tradition orale. Histoire des rols d'Imerina, Pars, tesis de la Sorbona, mimeografiada, 1967, sobre todo la 2a. parte, pp. 143-227: "Estructura del pensamiento antiguo y sentido de la historia".12 Sobre este ltimo punto, cfr. Stanislas Adotevi, Ngritude et ngrologues, coleccin 10/18,1972, Pp.148-153

  • cuerpo vivido con el enunciado de un "querer saber" o de un "quererdominar" al cuerpo, de transformar la tradicin recibida en un textoproducido; en resumen, de convertirse en pgina en blanco, que ella mismapueda llenar. Practica ambiciosa, activa, incluso utpica, ligada alestablecimiento continuo de campos "propios", donde se inscribe unavoluntad en trminos de razn. Esta prctica tiene el valor de un modelocientfico, no le interesa una "verdad" oculta que sea preciso encontrar, seconstituye en un smbolo por la relacin que existe entre un nuevo espacioentresacado del tiempo y un modus operandi que fabrica "guiones" capacesde organizar prcticamente un discurso que sea hoy comprensible a todoesto se le llama propiamente "hacer historia". Hasta ahora inseparable deldestino de la escritura en el Occidente moderno y contemporneo, lahistoriografa conserva, sin embargo, la particularidad de captar la creacinescriturstica en su relacin con los elementos que recibe, de operar en elsitio donde lo dado debe ser transformado en construido; de construirrepresentaciones con material del pasado, de situarse finalmente en lafrontera del presente donde es necesario convertir simultneamente latradicin en un pasado (excluirla), y no perder nada de ella (explotarla conmtodos nuevos).

    Historia y poltica: un lugarSupuesto su distanciamiento de la tradicin y del cuerpo social, lahistoriografa se apoya como ltimo recurso en un poder que se distingueefectivamente del pasado y de la totalidad de la sociedad. El "hacerhistoria" se apoya en un poder poltico que crea un lugar propio (ciudad,nacin, etctera) donde un querer puede y debe escribir (construir) unsistema (una razn que organiza prcticas). Al constituirse espacialmente yal distinguirse con el ttulo de un querer autnomo, el poder poltico da lugartambin a exigencias del pensamiento en los siglos XVI y XVII. Dos tareas seimponen, particularmente importantes desde el punto de vista de lahistoriografa, a la cual van a transformar por medio de juristas y"politlogos". Por una parte, el poder debe legitimarse, otorgar a la fuerzaque lo vuelve efectivo una autoridad que lo haga creble. Por otra parte, larelacin entre un "querer hacer historia" (sujeto de una operacin poltica) yel "medio ambiente" en el que se divide el poder de decisin y de accin,exige un anlisis de todas las variables que actan por las intervencionesque modifican esta relacin de fuerzas; exige tambin un arte de manipularla complejidad en funcin de objetivos, y por consiguiente, un "clculo" delas relaciones posibles entre un querer (el del prncipe) y un cuadro (losdatos de una situacin).

    Es posible reconocer en todo esto dos rasgos de la "ciencia" queconstruyen los "historigrafos" del siglo XVI al XVII. Son stos, por logeneral, magistrados y juristas al servicio del prncipe, que ocupan cargosprivilegiados en la corte y que deben poner de acuerdo para "utilidad" delEstado y del "bien pblico", la verdad de la letra y la eficacia del poder __"laprimera dignidad de la literatura" y la capacidad del "hombre de gobierno".13Por una parte este tipo de discurso "autoriza" a la fuerza que ejerce elpoder; la provee de una genealoga familiar, poltica o moral; acredita la"utilidad" presente del prncipe transformndola en "valores" que organizanla representacin del pasado. Por otra parte, el cuadro constituido por ese

    13 Cfr., para no citar sino este caso, Dieter Gemhicki, Jacob-Nicolas Moreau y su Mmoire sur les fonctions d'un historiographe de France" (1778-1779), en Dix-huitime sicle. nm. 4, 1972, pp. 191-215. La re!acin entre una literatura y un "servicio del Estado seguir siendo un punto central en la historiografa del siglo XIX y de la primera mitad del XX.

  • tipo de pasado, y que es el equivalente de los "argumentos" actuales de lafuturologfa, formula modelos praxeolgicos, y crea, a travs de una serie desituaciones, una tipologa de las relaciones posibles entre un quererconcreto y las variantes coyunturales. Al analizar los fracasos y los xitosesboza una ciencia de las prcticas del poder. No se contenta con justificarhistricamente al prncipe ofrecindole un blasn genealgico. Se trata msbien de un tcnico de la administracin poltica que nos da una "leccin".

    Desde el siglo XVI o, para tomar puntos de referencia ms exactos,desde Maquiavelo y Guicciardini,14 la historiografa deja de ser larepresentacin de un tiempo providencial, es decir, de una historia decididapor un sujeto inaccesible al cual slo podemos descifrar a travs de lossignos de su voluntad. Esta nueva historiografa toma la posicin del sujetode la accin la posicin del prncipe, y desde all trata de "hacer historia".Otorga a la inteligencia la funcin de encontrar las modalidades posibles dedistincin entre un querer y otras realidades. Una razn de estado le estdando su propia definicin: la construccin de un discurso coherente queenuncie con detalle las "acciones" que un poder es capaz de realizar enfuncin de datos concretos, gracias a un arte de tratar los elementos que leimpone un "ambiente". Esta ciencia es estratgica por su objeto: la historiapoltica. Lo es tambin, en otro terreno, por su metodologa en el manejo dedatos, archivos o documentos.

    Sin embargo, por una especie de ficcin el historiador se ha colocado eneste lugar. De hecho no es el sujeto de la operacin de la que es el tcnico.No hace la historia, lo nico que puede hacer es una historia. El indefinidoindica la parte que toma en una posicin que no es la suya y sin la cual unnuevo tipo de anlisis historiogrfico no le sera posible. l nicamente est"al lado" del poder, del cual recibe, bajo formas ms o menos explcitas, lasdirectivas que en todos los pases modernos influyen en la historia desdelas tesis hasta los manuales y constituyen la tarea de educar y movilizar.Su discurso ser magisterial sin ser el del maestro, tambin dar leccionesde gobierno sin conocer las responsabilidades ni los riesgos. Piensa en unpoder que no tiene. Su anlisis se desarrolla, pues, "al lado" del presente,con una escenificacin del pasado, parecida a la que, desfasada en lo quese refiere al presente, produce el futurlogo en trminos de futuro.

    Por encontrarse cercano a los problemas polticos, pero no en el lugardonde se ejerce el poder poltico, el historigrafo se halla en una condicinambivalente que se manifiesta, ms visible, en su arqueologa moderna.Esta extraa situacin, crtica y ficticia a la vez, se indica con una nitidezparticular en los Discorsi y en las Istorie Florentino de Maquiavelo. Cuandoel historiador trata de establecer, desde el sitio donde se ejerce el poder, lasreglas de la conducta poltica y de las mejores instituciones polticas, estjugando al prncipe que no es; analiza lo que debera hacer el prncipe. Estaes ^ficcin, que proporciona un espacio donde se escribe el discurso.Curiosa ficcin, que es a la vez el discurso del amo y del servidor! Permitidapor el poder y separada de l, crea una posicin donde el tcnico puede,constituyndose en amo del pensamiento, representar todos los problemas

    14 De hecho, es preciso remontamos ms arriba, hasta Commynes (1447-1511), hasta los cronistas tlorentinos, y finalmente hasta la transformacin lenta de la historia que produjeron, hacia el fin de la Edad Media, la emancipacin de las ciudades, sujetos de poder, y la autonoma de los juristas, tecnlcos, pensadores y servidores de dicho poder.

  • del prncipe.15 Depende del "prncipe de hecho" y produce al "prncipeposible".16 Debe actuar como si el poder efectivo fuera dcil a sus lecciones,siendo as que, contra toda verosimilitud, las lecciones esperan que elprncipe las introduzca en una organizacin democrtica. As pues, estaficcin pone en tela de juicio y vuelve quimrica, a la idea de que elanlisis poltico puede encontrar su prolongacin en prctica efectiva delpoder. El "prncipe posible", construido por el discurso, nunca ser el"prncipe de hecho". Nunca ser llenado el espacio que separa al discursode la realidad, y que condena al discurso, en la misma medida en que esms riguroso, a la futilidad.17

    Frustracin de origen que volver fascinante para el historiador laefectividad de la vida poltica. Por el contrario, el hombre poltico se vertentado de tomar la posicin del historiador y a contemplar lo que ha hechopara acreditarlo al "pensarlo". Esta "ficcin" se expresa tambin en elanlisis que hace el historiador de situaciones que eran slo objetivos poralcanzar para los poderes del pasado. El historiador recibe como hecho porotro, lo que el poltico debe hacer. El pasado es aqu la consecuencia de unafalta de articulacin sobre el hecho de "hacer la historia". Lo irreal se insinaen esta ciencia de la accin juntamente con la ficcin que consiste enproceder como si uno mismo fuera el sujeto de la operacin. Tambin seinsina con la actividad que rehace la poltica en un laboratorio y sustituyeel sujeto de una operacin historiogrfica por el sujeto de una accinhistrica. Los archivos forman el "mundo" de este juego tcnico, un mundodonde se encuentra la complejidad, pero clasificada y miniaturizada, y por lotanto, capaz de ser formalizada. Espacio precioso, en todos los sentidos deltrmino; yo vera en l, el equivalente profesionalizado y escriturstico de loque representan los juegos en la experiencia comn de todos los pueblos;es decir, prcticas por medio de las cuales cada sociedad explcita,miniaturiza, formaliza sus estrategias ms fundamentales, y se juega ellamisma sin los riesgos ni las responsabilidades que trae consigo lacomposicin de una historia.

    En el caso de la historiografa, la ficcin se encuentra al final en elproducto de la manipulacin y del anlisis.

    La narracin se presenta como una dramatizacin del pasado, y no comoel campo restringido donde se efectan operaciones desfasadas,relacionadas con el poder. Tal es el caso de los Discorsi: Maquiavelo lospresenta como un comentario de Tito Livio. De hecho, esto es slo una"apariencia". El autor sabe que los principios en cuyo nombre presenta lasinstituciones romanas como modelo, "hacen pedazos" a la tradicin y que suempresa "no tiene precedentes".18

    La historia romana, referencia comn y materia agradable en lasdiscusiones florentinas, le proporciona un terreno pblico donde puedetratar de poltica en lugar del prncipe. El pasado es el lugar de inters y de15. Cfr. Claude Lefort, Le Travall de loeuvre Machiavel, Gallimard, 1972, pp. 447-449.16 Cfr. p.456.17 Esta futilidad toma sentido, en ltimo lugar, de la relacin del historiador-filsofo con la Fortuna: el nmero infinito de relaciones y de interdependencias impide al hombre la hiptesis de controlar o aun de influenciar los acontecimientos. Cfr. Flix Gilbert, "Entre la Historia y la Poltica" en Machiavelli and Guicciardini, Princeton, Princeton University Press. 1973. pp. 236-270.18 Cfr. Claude Lefort, op. cit., pp. 453-466.

  • placer que coloca, fuera de los problemas actuales del prncipe, y del ladode la "opinin" y la "curiosidad" pblicas, la escena donde el historiadorrepresenta su papel de tcnico-sustituto del prncipe. La distancia que losepara del presente marca el lugar donde se produce la historiografa: allado del prncipe y cerca del pblico, representando lo que hace uno y loque agrada al otro, pero sin identificarse ni con uno ni con otro. As elpasado nos resulta ficcin del presente; lo mismo pasa en todo trabajohistoriogrfico verdadero. La explicacin del pasado nunca deja de marcar ladistincin entre el aparato explicativo, que es presente, y el materialexplicado: los documentos que se refieren a curiosidades de los muertos.

    Una racionalizacin de las prcticas, el gusto de contar leyendas deantao ("el encanto de la historia", dira Marbeau),19 las tcnicas quepermiten manipular la complejidad del presente, y la curiosidad tierna querodea a los muertos de la familia, se combinan en el mismo texto pararealizar simultneamente la "reduccin" cientfica y la metaforizacinnarrativa de las estrategias de poder caractersticas de una actualidad.

    Lo real que se inscribe en el discurso historiogrfico, proviene dedeterminaciones de un lugar. Las relaciones efectivas que parecencaracterizar a este lugar de escritura son las siguientes: dependencia de unpoder establecido por otros, dominio de las tcnicas que se refieren a lasestrategias sociales, juego con los smbolos y las referencias que tienenautoridad ante el pblico. La historiografa moderna francesa, colocada dellado del poder y apoyada en l, pero a una distancia crtica, tiene en lamano, copiados por la misma escritura, los instrumentos racionales deoperaciones que modifican equilibrios de fuerzas en el nombre de unavoluntad conquistadora. Esta historiografa se une a las masas de lejos(detrs de la separacin poltica y social que las "distingue"), al reinterpretarlas referencias tradicionales que las vivifican, y es casi totalmente burguesay cmo no admirarnos? racionalista.20

    Esta situacin de hecho, se escribe en el texto. La dedicacin, ms omenos discreta (hay que mantener la ficcin del pasado para que "serealice" el juego erudito de la historia), confiere al discurso una condicin dedeuda con respecto al poder, que ayer era el del prncipe, y hoy, pordelegacin, el de una institucin cientfica del Estado, o de su epnimo: elpatrn. Esta "referencia a otra cosa" nos indica el lugar que autoriza, eldetector de una fuerza organizada, en cuyo interior y en funcin de la cualse realiza el anlisis. Pero el mismo relato, cuerpo de la ficcin, marcatambin, por los mtodos empleados y por el contenido tratado, por unaparte una distancia que lo separa de la deuda, y por otra parte los dospuntos de apoyo que permiten esta separacin: un trabajo tcnico y uninters pblico. El historiador recibe de la misma actualidad los medios pararealizar su trabajo y los elementos de determinacin de su inters.

    Partiendo de esta estructuracin triangular, la historiografa no puedepensarse en los trminos de una oposicin o de una adecuacin entre unsujeto y un objeto; eso slo sera el juego de la ficcin que ha construido.Tampoco se podra suponer, como la historiografa a veces trata dehacrnoslo creer, que un "comienzo" ms antiguo en el tiempo explicara el

    19 Eugne Marbeau, Le Charme de l'histoire, Picard, 1902.20 Cfr. p. ej.: observaciones de Jean-Yves Guiomar, L'idologie nationale, Champ libre, 1974, pp. 17 y 45.65.

  • presente. Por lo dems, cada historiador coloca su fecha inaugural en ellugar donde detiene su investigacin, es decir, en las fronteras que le fija laespecialidad a la que pertenece. De hecho, su punto de partida loconstituyen determinaciones presentes. La actualidad es su verdaderocomienzo.

    Ya nos lo deca Lucien Febvre en su estilo tan caracterstico: "El pasado escriba es una reconstruccin de las sociedades y de los seres humanosde antao, hecha por hombres y para hombres comprometidos en lacomplicada red de las realidades humanas de hoy en da".21 Que estaposicin niegue al historiador la pretensin de hablar en nombre de lahumanidad, Febvre no lo habra admitido porque crea que la obra histricaestaba exenta de la ley que la somete a la lgica de un lugar de produccin,y no solamente a la "mentalidad" de una poca en un "progreso" deltiempo.22 Febvre saba, como todo historiador, que escribir es salir alencuentro de la muerte que habita un lugar determinado, manifestara pormedio de una representacin de las relaciones del presente con su "otro", ycombatira con un trabajo que consiste en dominar intelectualmente laarticulacin de un querer particular con las fuerzas presentes. Por todosestos aspectos, la historiografa echa a andar las condiciones de posibilidadde una produccin, y es al mismo tiempo el sujeto de su propio discurso.

    La produccin y/o la arqueologaLa produccin es, efectivamente, su principio de explicacin cuasi

    universal, puesto que la investigacin histrica toma todo documento comosntoma de lo que la ha producido. A decir verdad, no es tan fcil "aprenderdel mismo producto que tenemos que descifrar y leer, el encadenamientode los actos productores".23 En un primer nivel de anlisis, podemos decirque la produccin da nombre a una cuestin aparecida en Occidente con laprctica mtica de la escritura. Hasta entonces, la historia se desarrollabaintroduciendo en todas partes una separacin entre la materia (los hechos,la simplex historia) y el ornamentum (la presentacin, la escenografa, elcomentario).24 Trata de encontrar una verdad de los hechos bajo laproliferacin de las "leyendas", instaurando as un discurso conforme al"orden natural" de las cosas, en el mismo sitio donde proliferaban lasmezclas de ilusin y de verdad.25 El problema ya no se presenta de la mismamanera a partir del momento en que el "hecho" deja de funcionar como"signow de una verdad; en el momento en que la "verdad" cambia decondicin, deja poco a poco de ser lo que se manifiesta para convertirse enlo que se produce y adquiere, por lo tanto, una forma "escriturstica". La

    21 Lucien Febvre, "Prlogo" a Charles Moraz, Trois essais sur Historie et culture, A. Colin, Cahiers des Annales, 1948, p. VIII22 Cfr. infra, pp. 78-79.23 Sean T. Desanti, F. Les idalits mathmatiques, Seuil, 1968, p. 824 Cfr. p. ej., Flix Thrlemann. Der historische Diskurs bei Gregor von Tours. Topoi und Wiricilckeit, Frankfurt/M. Peter Lang, 1974, pp. 36-72.25 En et siglo XV, Rod. Agrcola escribe: "Historiae, cujus prima laus est ventas, naturalis tantum ordo convenio ne si figmentis istis aurium graliam captit, fider perdat" (De inventionedialctica libritres cum scholiis loannis Malthaei Phrisseni Phrisemli, Parisiis, apud Simonem Colinaeum. 1529, in, VII, p. 387). El subrayado es mo. Debemos notar tambin el fundamento de ese sistema historiogrfico: el texto supone que la verdad es creble y que, por consiguiente, presentar lo verdadero es hacer creer, producir una fides en el lector.

  • idea de "produccin" trasciende la concepcin antigua de una "causalidad"y distingue dos tipos de problemas: por una parte la remisin del "hecho" alo que lo ha hecho posible; por otra, una coherencia o un "encadenamiento"entre los fenmenos comprobados. La primera cuestin se traduce entrminos de gnesis y otorga grandes privilegios a lo que est "antes"; lasegunda se expresa en forma de series, cuya formacin exige al historiadorel cuidado cuasi obsesivo de llenar las lagunas, y hace las veces, ms omenos metafricamente, de una estructura. Los dos elementos, reducidos amenudo a una filiacin y a un orden, se conjugan en el "cuasi concepto" detemporalidad. Desde este punto de vista es verdad que "slo en el momentoen que se dispusiera de un concepto especfico y plenamente elaborado dela temporalidad se podra abordar el problema de la Historia".26 Mientrasllega ese momento, la temporalidad sirve para designar la conjugacinnecesaria de los dos problemas y para exponer o representar en un mismotexto los modos con los que el historiador satisface a la doble demanda dedecir lo que est antes y de colocar los hechos en las lagunas. Latemporalidad proporciona el cuadro vaco de una sucesin linear queresponde formalmente a la pregunta sobre el comienzo y a la exigencia deun orden. No es tanto el resultado de la investigacin, sino ms bien sucondicin; es la trama que trazan apriori los dos hilos sobre los que avanzael tejido histrico por el solo hecho de tapar los agujeros. Al no poderconvertir en objeto de su estudio a lo que es su postulado, el historiador"sustituye el conocimiento del tiempo por , el conocimiento de lo que esten el tiempo".27

    Desde este punto de vista, la historiografa sera solamente un discursofilosfico que se ignora a s mismo; ocultara las terribles interrogantes quelleva consigo al reemplazarlas por el trabajo indefinido de hacer "como si"respondiera. De hecho, estos rechazados reaparecen continuamente en eltrabajo del historiador, y l los reconoce, entre otras seales, por lareferencia a una "produccin" y/o al cuestionamiento que se pone bajo elsigno de una "arqueologa".

    A fin de evitar que en produccin nos contentemos con sealar unarelacin necesaria aunque desconocida, entre trminos conocidos, es decir,indicar lo que forma la base del discurso histrico pero que no constituye elobjeto del anlisis, es preciso reconsiderar lo que Marx indicaba en sus Tesissobre Feuerbach, a saber: "el objeto, la realidad, el mundo sensible", debenser captados "como actividad humana concretan, "como prctica".28 Unregreso a lo fundamental: "Para vivir, es necesario ante todo beber, comer,tener un alojamiento, vestirse y algunas cosas ms. El primer hechohistrico (die erste geschichtiiche Tai) es pues la produccin (die Erzeugung)de medios que permitan satisfacer esas necesidades, la produccin (dieProduktion) de la misma vida material, y all nos encontramos con un hechohistrico (geschichtiiche Tai), una condicin fundamental (Grundbedingung)de toda la historia, que debemos cumplir da tras da hoy como hace miles

    26 Jean Desanti, Les idalits mathmaliques, op. cit., p. 29.27 Grard Malret, LeDiscours et t 'historique. Essai sur la representation historienne du temps, Mame, 1974,p. 168.28 Karl Marx, Thses sur Feuerbach, Tesis l; cfr. tambin, a este respecto, las glosas marginales al Programa del Partido obrero alemn ( 1), en K. Marx y F. Engels. Critique des programmes de Gotha et d'Erfurl, ed. Sociales. 1972, pp. 22 ss

  • de aos".29 Partiendo de esta base, la produccin se diversifica segn queestas necesidades sean o no satisfechas fcilmente y segn las condicionesen que sean satisfechas. Hay produccin por todos lados, pero "laproduccin en general es una abstraccin". "As pues, cuando hablamos deproduccin, se trata siempre de la produccin en un estadio determinado dela evolucin social de la produccin de individuos que viven en sociedad...Por ejemplo, ninguna produccin es posible sin un instrumento deproduccin..., ninguna, sin trabajo pasado, acumulado... La produccin essiempre una rama particular de la produccin". Finalmente "el que ejerce suactividad en un conjunto ms o menos grande, ms o menos rico de esferasde la produccin, es siempre un cuerpo social determinado, un sujetosocial".30 As, el anlisis vuelve a necesidades, a organizaciones tcnicas, alugares y a instituciones sociales donde, como dice Marx a propsito delfabricante de pianos "slo es productivo el trabajo que produce capital.31

    Me he detenido en estos textos clsicos y los he repetido, porque danms precisin al interrogante que me he encontrado al hablar de la historiallamada de las "ideas" o de las "mentalidades": la relacin que puedeestablecerse entre lugares determinados y los discursos que all mismo seproducen. Me ha parecido que era posible transportar ac lo que Marx llama"el trabajo productivo en el sentido econmico del trmino": "el trabajo sloes productivo si produce su contrario", es decir, el capital.32 Sin duda, eldiscurso es una forma de "capital", invertido en smbolos, transmisible,susceptible de ser desplazado, acrecentado o perdido. Es claro que estaperspectiva vale tambin para el "trabajo" del historiador que la utilizacomo instrumento, y que la historiografa, desde este punto de vista,depende todava de lo que debe tratar: la relacin entre un lugar, un trabajoy este "aumento de capital", que puede ser el discurso.

    Que el discurso entra ms bien, segn Marx, en la categora de lo quegenera el "trabajo improductivo", no nos impide considerar la posibilidad detratar en estos trminos las cuestiones presentadas a la historiografa y laque ella misma nos presenta.

    Tal vez, todo esto sea dar ya un contenido particular a esta "arqueologa"a la que Michel Foucault ha rodeado de nuevos prestigios. Por una parte,habiendo yo mismo comenzado mi carrera de historiador en la historiareligiosa y estando determinado por el dialecto de esa especialidad, mepregunto sobre el papel que han podido desempear en la organizacin dela sociedad "escriturstica" moderna las producciones e institucionesreligiosas cuyo lugar ha tomado la arqueologa al transformarlas. Laarqueologa me pareca ser el modo con que buscaba dar precisin alregreso de un "rechazado", un sistema de Escrituras cuya modernidad haconstruido a un ausente, pero sin poder eliminarlo. Este "anlisis" permitaal mismo tiempo reconocer en el trabajo presente un "trabajo pasado

    29 K. Marx y F. Engels.L 'Idologie altemande, Ed. Sociales, 1968, p. 57, y K. Marx, Die Frhschriften, Ed. Landshut, Stuttgart, A. Krner, 1853, p. 354.30 K. Marx, "Introduccin general a la crtica de la economa poltica" (1857), en Oeuvres, Economie, Gallimard, Pliade, 1965, p. 237. Se encuentra all (pp. 237-254) la exposicin msdesarrollada de Marx acerca de la produccin junto con las que le dedica en Le Capital, l, 3a. seccin (ibid., 1.1, pp. 730-732) y en los Matriaux pour l'Economie (ibid t. II. p. 399-401).31 K. Marx, "Principios de una crtica de la Economa Poltica", en Oeuvres Pliade. op. cit., 1.11, p. 242.32 ibid.

  • acumulado" y todava determinante. Usando este modo, que hacaaparecer, en el sistema de prcticas, continuidades y distorsiones, haca yomismo mi propio anlisis. Este anlisis no tiene inters autobiogrfico, peroal restaurar en otra forma la relacin de produccin que un lugar mantienecon un producto, me llev a un examen de la historiografa en s misma.Entrada del sujeto en el texto: no con la maravillosa libertad que permite aMartn Duberman convertirse, durante su discurso, en el interlocutor de suspersonajes ausentes y de explicarse a s mismo al contar sus historias,33sino ms bien a la manera de una infranqueable laguna, que en el textomuestra siempre una carencia y obliga sin cesar a caminar, a escribirtodava ms.

    Esta laguna, marca del lugar en el texto y cuestionamiento del lugar porel texto, nos lleva finalmente a lo que la arqueologa designa sin poderdecirlo: la relacin entre el logos y una arch, "principio" o "comienzo" queconstituye su otro. La historiografa se apoya en este "otro" que la vuelveposible y puede colocarlo siempre "antes", remontarlo siempre ms atrs, obien designarlo como lo que autoriza la representacin de "lo real" sin serlejams idntico. La arch no es nada que se pueda decir, slo se insina enel texto por el trabajo de divisin o con la evocacin de la muerte

    As el historiador slo puede escribir uniendo en la prctica al "otro", quelo impulsa a andar, con lo "real", al que slo representa en ficciones. Es,pues, historigrafo.

    Endeudado con la experiencia que he adquirido, yo quisiera rendirhomenaje a la escritura de la historia.

    33 Cfr. Martn Duberman, Black Mountain, An exploration in community, New York: Dutton, 1973