Miedo a la propia muerte
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Por: Carlos Morales Hernández
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¿MIEDO A LA PROPIA MUERTE?
El presente escrito está elaborado desde un trasfondo lógico-existencial, en el cual
se expone cómo en ocasiones algunas personas tienden a fundamentar el miedo
a su propia muerte desde una forma errónea así mismo el de identificar en qué
reside su error.
Para dar inicio al trabajo y con el objetivo de centrar mi tema, hago una
clasificación, en la cual se pretende establecer la relación que hay entre persona
y el concepto de la propia muerte (la cual defino como un fenómeno natural que
implica el fin - total e - irreversible -de uno mismo- a partir del cese del
funcionamiento de los órganos vitales), a saber:
-existen personas que le temen a su propia muerte,
-existen personas quienes no le temen a su propia muerte y
-personas a quienes les es indiferente su propia muerte
Aclaro que esta división que hago puede ser susceptible de cambio, a la
mejor podría caber otro grupo o quizás haya una división que esté de sobra, pero
en este momento la hago de esta forma puesto que en el tema que abordo me es
conveniente hacerla de esta manera, así mismo, esta clasificación la fundamento
en el hecho de que la visión del individuo de su propia muerte, depende
normalmente de las ideas que le son inculcadas consciente o inconscientemente
en el contexto en que se desarrolla. A partir de esta división tomo al primer grupo,
de los que sí le temen a su muerte, al cual le hago otra subdivisión a saber: de los
que le temen a su propia muerte fundamentados de manera racional y de los que
le temen a su muerte fundamentados de manera irracional (al decir irracional me
refiero que no cuentan con un argumento sólido en el que fundamenten el temor
que le tienen a su propia muerte), de estas dos subdivisiones me quedo con la
segunda; ahora bien con respecto a la propia muerte es preciso mencionar que
hay quienes creen que esta puede llegar de diversos modos, los cuales divido de
manera general en dos grupos:
-de manera sorpresiva y rápida
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- de manera prevista y no muy rápida, cuando se está consciente de que en
un momento no muy lejano llegará.
En los dos casos anteriores puede ser dolorosa, ya sea un dolor psíquico o
físico o psíquico-físico, aunque también puede ser no dolorosa. Es así que, mi
trabajo se enfoca en aquellas personas que le temen a su propia muerte
fundamentándolo de manera irracional y que además, tienen una concepción de
ella como algo que ocurre con mucho dolor físico-psíquico (entiendo por dolor
físico, a aquel estímulo nervioso que dependiendo del grado de alteración anormal
que provoca se hace algo insoportable para el cuerpo y que puede llevar a la
propia muerte y por dolor mental aquel "que surge de la invalidación, la angustia ante
el futuro<...> o dolor pesadumbre por pensar que al morir se deja- a los seres queridos- o
aun por tener que renunciar a la vida" p.394 el cerebro del rey, N. Acarín Tusell, ed.).
Es en esta forma como a continuación me doy a la tarea de tratar de
demostrar el por qué este tipo de temor a la propia muerte no está fundamentado
racionalmente tomando en consideración solamente el dolor físico.
En primer lugar, es evidente que el hombre como todo ser viviente por
naturaleza instintiva, normalmente recurre a mantenerse vivo por medio de la
satisfacción de sus necesidades básicas vitales, tales como: el alimentarse y el
dormir; pero no bastándole con esto busca una manera de tener una vida lo más
decorosa y confortable posible. A diferencia de los demás seres vivos, el hombre
busca una vivencia subjetiva de un estado de bienestar y dicha físico-psíquico lo
más duradero, de donde se puede ver que siempre ha tratado de llevar una vida lo
menos dolorosa posible, es precisamente a partir del tratar de evitar el dolor como
llegan alguna personas( en este caso a las que trato de refutar su temor a la
muerte) a la idea de contraponer el sufrimiento como un impedimento para que
puedan realizar una vida digna e incluso como algo que constantemente atenta
contra su vida, es decir lo identifican con la muerte fundamentándose en el hecho
de ver a su alrededor que normalmente cuando muere alguien hay dolor, por
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ejemplo, al ver morir a otra persona en un accidente trágico como un incendio o
ahogado.
Es cierto que así como la muerte es inherente a la vida, así mismo el dolor
es inherente a todo ser vivo, en este caso al hombre, quien constantemente a lo
largo de su vida sufre inmensidad de dolores físicos, que van desde el más
minúsculo como el ser pinchado por una aguja hasta el más doloroso como el
sufrir un grave accidente, el cual no necesariamente puede llevar a la muerte de
quien lo haya sufrido, es en esta forma como hay una separación tajante entre el
dolor físico y la muerte propia.
Es aceptable por experiencia indirecta, que donde hay una muerte haya
dolor, pero no necesariamente tiene que ser así, además en dado caso que
siempre se presente cierto dolor físico este se percibe mientras se está vivo y éste
desaparece cuando la propia muerte llega; por consiguiente se puede decir que a
lo que realmente le temen aquellas personas que identifican de manera
equivocada el dolor físico con la propia muerte, no es a esta última sino al dolor
que se siente previo a ella, ya lo mencionaba Epicuro:
"…el más espantoso de todos los males, la muerte, no es nada para nosotros
porque, mientras vivimos, no existe la muerte, y cuando la muerte existe, nosotros
ya no somos. Por tanto la muerte no existe ni para los vivos ni para los muertos
porque para los unos no existe, y los otros ya no son. La mayoría de los hombres,
unas veces teme la muerte como el peor de los males, y otras veces la desea
como el término de los males de la vida, de esto se deduce que dolor físico y la
propia muerte son algo totalmente distintos" (Carta a Menecio, de R. Verneaux,
Textos de los grandes filósofos. Edad Antigua, Herder, Barcelona 1982, p.93-97.
En diccionario de filosofía CD-Room, Herder).
Por: Carlos Morales Hernández
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Bibliografía
Acarín Tusell, N. (2005). EL CEREBRO DEL REY. RBA Libros.
Campirán Salazar, A. F. (2001). FILOSOFÍA DE LA EXISTENCIA. Xalapa:
Universidad Veracruzana.
Morató, J. C. (1996). DICCIONARIO DE FILOSOFÍA EN CD-ROM. Barcelona:
Herder.
Walke, R. (2003). EL CEREBRO. México: Planeta mexicana.