Monografía Encomiendas
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UNIVERSIDAD INTERAMERICANA DE PUERTO RICORECINTO METROPOLITANO
PROGRAMA GRADUADO DE HISTORIA
MONOGRAFÍA DEL TEMA:LAS ENCOMIENDAS EN PUERTO RICO Y SUS CONSECUENCIAS (1508-1542)
Presentado enCumplimiento parcial
De los requisitos del cursoHIST 797W: Historiografía de la Conquista
Profesor: Jalil Sued Badillo, Ph. D.
Por: Jesús M. Ramos Durán16 de febrero de 2014
R00-06-9116
Tabla de Contenido
pág.
Introducción……………………………………………………………………………….. i
Las Encomiendas en Puerto Rico, 1508-1542…………………………………………1
Concepto y Justificación Ideológica……………………………………………………. 1
Inicio y Desarrollo de las Encomiendas en Puerto Rico…………………………….. 6
Descenso de la Población Indígena, relación de causa y efecto……………………10
Conclusiones………………………………………………………………………………19
Bibliografía………………………………………………………………………………... 21
Introducción
El tema de los indios denominados taínos siempre ha sido del interés de
muchos. La mayoría de los cronistas españoles que relataron sus experiencias al igual
que muchos historiadores que interpretaron sus relatos, concluyen que con este
nombre se denomina a los habitantes que los europeos, a inicios del siglo XVI, se
encontraron en sus viajes y estadías en el área de lo que hoy conocemos como las
Antillas. La palabra taíno, supuestamente, es la interpretación que los españoles
hicieron de un vocablo que éstos indígenas hicieron al momento de encontrarse con
ellos. Ya para 1867, el etnólogo alemán Dr. Karl Friedrich Phil Von Martius, lo propuso
para agrupar a los pacíficos habitantes de las islas antillanas a la llegada de Cristóbal
Colón.
Cuando los españoles llegaron a América recién terminaban una lucha de
carácter político-religioso en contra de los musulmanes que había durado varios siglos.
Esta concepción, casi enraizada en sus venas, representó una paradoja al encontrarse
con los indígenas en las nuevas tierras. Por un lado, estaba el misticismo religioso
católico y por otro, la necesidad imperiosa de extraer las riquezas, especialmente el
oro. Al principio los conquistadores y colonizadores españoles no tuvieron muchos
problemas de conciencia para esclavizar a los indígenas con la excusa de sus
creencias “infieles”. Pero luego algunos religiosos, especialmente los monjes
dominicos, comenzaron a cuestionar el derecho de los cristianos a esclavizar a estos
seres. El resultado fue la intervención del Rey Fernando quien ordenó a una serie de
juristas y teólogos una investigación y opinión al respecto. Como consecuencia de las
i
críticas y de las opiniones de los expertos católicos se proclamó, en 1512, las famosas
Leyes de Burgos.
Sin embargo, las Leyes de Burgos de 1512 dieron origen a un sistema de
trabajos forzados bajo la supervisión de un encomendero que debía velar por la
protección de los indígenas. Según estas leyes, la Monarquía española tenía justos
títulos de dominio del Nuevo Mundo, pero sin derecho a explotar al indio; que era
hombre libre y podía tener propiedades, pero como súbdito debía trabajar a favor de la
Corona, a través de los españoles allí asentados. Se siguió la tradición medieval en el
sentido de que lo primero es la evangelización del indio y ese bien superior justifica
otros posibles males.
Las ordenanzas autorizaban y legalizaban la práctica de los repartimientos en
encomienda de indios por parte de los colonizadores a razón de un mínimo de 40 y un
máximo de 150 individuos, pero se esforzaron en establecer una minuciosa regulación
del régimen de trabajo, jornal, alimentación, vivienda, higiene y cuidado de los indios en
un sentido altamente protector y humanitario.
En este trabajo se examinará la implantación de las encomiendas en suelo
boricua y se auscultará la posibilidad de esta práctica como una de las razones más
poderosas para explicar el exterminio de la raza taína en un término relativamente
corto. Las fuentes consultadas y evidenciadas en este trabajo indican que la población
indígena fluctuaba entre unos 600,000 a unos 150,000; sin embargo en un informe que
Rodrigo de Bastidas presenta a las Autoridades monárquicas en 1543, apenas se
informa de la existencia de unas pocas decenas de indígenas existentes en Puerto
Rico. No hay duda que existen otras razones para explicar el exterminio indígenas,
ii
tales como las enfermedades, el mestizaje, el desgano vital, la emigración y otras, pero
no es el propósito de este trabajo desmentir esas causas, sino presentar y discutir el
tema de las encomiendas desde diferentes ópticas pero, prestando atención a su
contribución al exterminio del indígena.
iii
Las Encomiendas en Puerto Rico y sus Consecuencias (1508-1542)
Concepto y Justificación Ideológica
El sistema de encomiendas se constituyó en uno de los pilares sobre el que
descansó la economía española en los primeros tiempos de la conquista. El indígena
se convirtió en la alternativa del europeo para su instalación en el territorio americano;
en la mano de obra necesaria, para la realización de las tareas, que sólo le hubiera
resultado imposible llevar a cabo. El régimen surgió como respuesta a un concreto
requerimiento de las circunstancias: el proporcionar servicio a los colonos españoles,
ansiosos de participar activamente, a despecho de las pronto superadas previsiones
exclusivistas del proyecto colombino, en el aprovechamiento económico de los
territorios descubiertos y conquistados. Muy pronto la organización económica y social
de estas nuevas tierras se apoyó esencialmente en la fuerza del trabajo indígena.
La encomienda era una concesión otorgada por la Corona, supeditada a
confirmación real, a través de algunos de sus funcionarios: virreyes, presidentes de
audiencia, gobernadores, que implicaban a un grupo de nativos encabezados por algún
jefe étnico- tradicional o designado por los europeos quienes debían pagar un tributo al
beneficiario de tal merced. La encomienda se transformó en el bien más preciado al
que un conquistador podía aspirar, como recompensa de sus servicios militares. En sus
inicios la institución consistió en la adjudicación, como servicios forzados y no
remunerados, de grupos de indios a colonos. Tales adjudicaciones no fueron llamadas
en los primeros tiempos encomiendas, designación que se impondría más tarde sino
repartimientos. La palabra repartimiento, según algunos autores alude a un concepto
general que no supone más, como la propia palabra lo indica, que un reparto, en este
1
caso concreto de indios. No se refiere, pues, al régimen de relaciones entre el
poseedor del repartimiento y los indios incluidos en él, dado que las características de
estas relaciones a nivel personal debían ser legisladas paralelamente. En cambio la
expresión encomienda hacía referencia al régimen personal entre el español y sus
indios. Con la aparición de este vocablo en los documentos indianos no se hizo otra
cosa que reutilizar una palabra bajomedieval castellana para designar una relación
concreta entre indios de repartimiento y españoles.
Desde entonces ambos términos coexistieron unas veces para designar
genéricamente a los repartimientos y otras para establecer a nivel personal la relación
concreta de cada español hacia sus indios. Fue la misma Corona que impulsó la
utilización del término encomienda a nivel particular porque sólo de esta manera se
garantizaba que los poseedores de indios asumieran, al menos en teoría, una serie de
obligaciones tanto con los indígenas como con la Corona. Además, la encomienda
podía ser mucho más controlada por la Corona, pues sólo a ella correspondía otorgarla
y por tanto podía determinar su tiempo de duración.
Uno de los primeros temas que se planteó en las Antillas fue lo referente a la
duración de las encomiendas. Es importante tener en cuenta la enorme controversia y
lucha que existió desde los primeros tiempos de la colonización por parte de los
conquistadores que reivindicaron la sucesión a perpetuidad, hecho al que la Corona se
negó desde un principio. La reivindicación a perpetuidad es un fenómeno que apareció
en el mencionado territorio insular y se extendió también al continente. En las Antillas,
desde el primer momento no se otorgaron encomiendas ni siquiera por una vida, sino
por naborías o tapias, que era servicio de uno o dos años, y después por otros dos, y
2
así temporalmente. Las dos vidas, es decir, la encomienda por vida del encomendero y
de un heredero no se concedió en La Española hasta fines de 1513, cuando por
primera vez se ordenó a los repartidores Albuquerque e Ibarra que así lo hicieran. En
otras islas, como Cuba, esta concesión por dos vidas no se otorgó legalmente hasta
avanzada la década de los veinte. Los pareceres pidiendo la perpetuidad se repitieron
prácticamente desde 1515. Entre sus argumentos estaban que los españoles trataban
peor a los indios, si sabían que los perderían, que si tenían conciencia de que los
tendrían de por vida.
La encomienda en las Antillas no consistió más que en la entrega de cierto
número de aborígenes a la tutela de un español el cual se podía beneficiar de sus
servicios a cambio de proporcionarles la doctrina. En teoría la institución intentó aunar
diversos intereses de la Corona, como cumplir con su compromiso de evangelización
de los indígenas, saldar su deuda con los conquistadores, entregándoles indios en
remuneración por sus esfuerzos, y finalmente, satisfacer sus propios intereses
económicos.
La institución nacida y aplicada en el contexto americano fue puesta en práctica
con la intervención del estado y fue poco a poco sometida a intervención jurídica por
éste. El proceso se desarrolló en el marco de graves polémicas acerca de la
conveniencia y de la legitimidad del sistema, que fue atacado por algunos por ser un
régimen de explotación, causal de la destrucción de la población indígena e
incompatible con la calidad de vasallos libres de la Corona. A la vez el sistema fue
defendido por otros como un régimen imprescindible para la continuación de la
empresa colonizadora castellana y para el cumplimiento de la misión asumida por los
3
Reyes de cristianizar y civilizar a los indios. Alegaban los defensores del sistema que,
sin acceso a la fuerza laboral indígena, única mano de obra con la que podían contar
para sus emprendimientos, los colonos abandonarían los territorios ocupados y no
habría interés en ocupar otros nuevos. Los opositores al sistema ofrecían como
pruebas serias denuncias sobre malos tratos y abusos hacia los indígenas que desde
la implantación del régimen se venían cometiendo. Atendiendo a los argumentos de
ambos bandos, y naturalmente inclinada a sus propios intereses, la Corona siguió
respecto de la encomienda una política vacilante con soluciones parciales y de
compromiso.
La primera legislación orgánica sobre el régimen de encomiendas, fue la
contenida en las llamadas Leyes de Burgos, del 27 de diciembre 1512, que
mantuvieron las encomiendas, pero trataron de establecer con mayor rigor el control
del Estado en la relación de trabajo entre españoles e indios. Alegando el fin de la
conversión y el mejor cuidado temporal de los indios, las Leyes dispusieron que éstos
fueran trasladados a lugares cercanos a los pueblos de españoles. La Corona optó por
aplicar un régimen de trabajo compulsivo. Dispuso al propio tiempo que tal trabajo
fuese remunerado, disposición que en los hechos tuvo escaso efecto. Por otra parte,
procuró sujetar las prestaciones laborales de los indios a un orden que, según fue
estipulado parecía bastante benigno para la época, esto no quiere decir que en la
práctica se haya cumplido.
Las Leyes de Burgos dejaron establecidas diversas obligaciones de los
encomenderos para con sus encomendados, tocantes tanto a la administración
temporal de éstos como a su asistencia religiosa, por ejemplo; la reducción de pueblos
4
y construcción de lugares para el culto. Fue así perfilándose un modelo institucional en
el cual los poseedores de repartimientos de indios, a la vez que se servían de éstos, los
tenían a su cargo como una suerte de administradores, delegando la Corona en los
primeros la responsabilidad del cuidado, buen gobierno e instrucción religiosa de los
segundos.
Según se desprende de las leyes de Burgos de 1512, las encomiendas tenían
como propósito culturizar política y religiosamente a los indígenas. En este sentido, el
encomendero los protegería, educaría y los evangelizaría según la fe católica y las
“buenas” costumbres españolas. Sin embargo, fue evidente que el sistema de
encomiendas o repartimiento, como también se le conoce, tenía unas intenciones
ambiciosas donde el egoísmo, el oro, el reconocimiento y la obsesión por el control y el
poder era el resultado del descubrimiento de unas tierras que podrían ser la solución de
todos los problemas que España tenía en ese momento. No se debe confundir al
encomendamiento con la entrega de tierras solamente ya que bajo su autoridad
quedaban un grupo de indígenas de quiénes era responsable.
Independientemente de su justificación o de la lucha ideológica que los
españoles tuvieran lo cierto es que el sistema de las encomiendas sirvió a sus
propósitos mezquinos de enriquecimiento a través de la explotación de los indígenas,
los cuáles fueron sometidos al más brutal y abusivo sistema de esclavitud al que hayan
sido sometido raza o pueblo alguno. Las riquezas de América sirvieron para que
España se mantuviera como potencia mundial por un tiempo, sin embargo no supieron
administrar bien esos recursos ya que en apenas un siglo su poderío fue retado y
derrotado por una Gran Bretaña preindustrial que pudo hacer valer el fruto de sus
5
conquistas, pero utilizando el comercio como instrumento de explotación y no tanto las
actividades mineras. El poder español llegó a su fin con la independencia de sus
colonias a inicios del siglo XIX.
Inicio y Desarrollo de las Encomiendas en Puerto Rico
En 1508 llega a las costas de Puerto Rico, Don Juan Ponce de León junto con
un grupo de colonizadores, entre ellos: Luis de Añasco, Francisco de Barrionuevo,
Miguel del Toro, Gil Calderón, y el intérprete Juan González. Fue en esa playa donde
se produjo un pacto de hermandad entre el intrépido y audaz Ponce de León y el
cacique Agüeybaná, quien pensando que al hacerse “guaitiao” de Ponce de León se
aseguraría una relación de respeto y paz, lo cual resultó en todo lo contrario.
Agüeybaná, solo logró abrir las puertas a lo que llegaría, posteriormente, a ser el
sistema de encomendado. Agüeybaná el viejo, a fin de expandir su cacicato, llegó a un
acuerdo con Ponce de León para que le ayudara militarmente a conquistar los
cacicatos vecinos y así expandir el suyo. Por otro lado, Ponce de León también tenía
sus intereses y su plan de colonización no se vería afectado si no que favorecido. Por
el mencionado pacto, Ponce de León aseguró el reclutamiento indirecto de naborías
para la edificación de lo que llegaría a ser el primer poblado fundado en la isla;
Caparra1.
Ponce de León, no limitaría el uso de las naborías para la construcción sino que
vio que estos serían útiles para suplir otras necesidades e intereses de los españoles.
A todo momento, Ponce de León podía andar con las manos limpias de culpa ya que
era el mismo cacique quien les disponía la mano de obra para cualquiera de sus 1 Sobre el particular véase a Eugenio Fernández Méndez, Crónicas de Puerto Rico, 1493-1955, San Juan, Editorial U.P.
R., 1976, páginas 39-40.
6
ambiciosos proyectos. Claro está, por parte del cacique, sería la manera de garantizar
o mejor dicho, prolongar un ambiente de paz entre ambas culturas de las cuales la
española se encontraba más aventajada, Agüeybaná tenía esto bien claro.
Así que para construcción de poblados, labranza de yuca y otras hortalizas,
elaboración de casabe y más, los indios suplieron todo a los españoles. Pero, la
angustia y molestia taína se intensificó cuando los ojos de Ponce de León se volvieron
color oro. La explotación era demasiada para los taínos, la extracción de oro en exceso
no tenía sentido y no solo eso, los españoles comenzaron a controlar completamente la
cultura taína. Ahora había que vestirse, no bañarse tantas veces, no podían celebrar
sus areytos, ni adorar a sus dioses, ni disfrutar de su dieta tradicional. Esto condujo a
los taínos a una revuelta infructuosa que a su vez llevó a la caída de los cacicatos los
cuales unos se entregaban, mientras que otros preferían morir en el intento. Estas
entregas que se dieron a los gobiernos transitorios de Juan Ponce de León y Juan
Cerón llevaron a los indios a ser tratados de una manera atroz e inhumana. Ya aquí los
indios eran oficialmente esclavos2.
De las capitulaciones firmadas entre Juan Ponce de León y Nicolás de Ovando
para la conquista de Puerto Rico, en 1508, no se desprende indicio alguno sobre la
repartición de indios, sin embargo al año siguiente las órdenes llegaban desde España.
Según Manuel Fernández Méndez, “sin contar con lo capitulado por Ponce y Ovando,
por cédula real de 9 de enero de 1509, se instruye al teniente gobernador que fuera de
la isla de San Juan que dé y reparta vecindades y tierras e indios naborías como se
suele dar a los que van y avencidar (sic) en esas partes de Indias”3. Ponce de León
2 La Rebelión indígena de 1511 es descrita en sus consecuencias por Luis M Díaz Soler, Puerto Rico; desde sus orígenes hasta el cese de la dominación española, San Juan, Editorial de la U.P.R., páginas103-105.
3 Manuel Fernández Méndez, Las encomiendas y la esclavitud en Puerto Rico, 1508-1550, San Juan, Editorial de la U.P.
R., 1976, pág. 7.
7
aprovechó la orden real para solicitar a Ovando la facultad de repartir indios cuando
realizaran las segundas capitulaciones el 1ro de mayo de 1509. Por ende, los
repartimientos y/o encomiendas de indígenas comenzaron en Puerto Rico tan
temprano como al año siguiente de la llegada de los españoles a nuestro territorio. Esto
fue antes de que se decretaran las Leyes de Burgos de 1512.
La explotación por las riquezas del país, definitivamente cegó la visión
evangelizadora de muchos españoles. Ante el oscuro cuadro que le deparaba a los
indios hubo “una voz que clamó en el desierto”, en el 1511 Fray Antonio de Montesinos
se levantó a favor de los derechos taínos y en contra de los invasores pecaminosos.
Fue gracias a la osada aportación de este religioso que el Rey reunió a una Junta,
quienes llegaron a la conclusión de que los taínos deberían ser libres, aunque, por
causa de su penosa incivilización, estos deben ser encomendados a los españoles
para civilizaros y evangelizarlos. Así que después de este tratado de encomienda
firmado en 1512 estos indios (excepto los rebeldes) dejaran de ser esclavos para ser lo
mismo dicho de otra manera, encomendados. Pero, aun un encomendado seguía
sufriendo las mismas injusticias de parte de sus encomenderos.
Los problemas de la desigualdad y maltrato hacia el taíno no habían cambiado
tanto. Por otro lado, se levanta también el Fray Bartolomé de las Casas quien proclamó
que “todas las gentes son hombres” a fin de, por una parte, salvar a los indios y por
otra, satisfacer la preocupación española, ante el posible desfonde económico. Al hacer
comunes a los indios también estos debían de pagar tributos (aún mayores que los que
pagaban los españoles), para costear los gastos de la colonización y todo lo que
envuelve el proceso. Obviamente, este tratado de encomiendas establecido bajo un
8
código de ordenanzas en septiembre de 1512 no significó tanto para los encomenderos
y no salvó tanto a los encomendados quienes seguían sufriendo los mismos atropellos.
Es así que el pleito no quedaba fallado: los defensores de los indios debían continuar reclamando justicia, y no muy seguro el rey de haberla administrado con la resolución de Burgos, hizo convocar en Valladolid nueva Junta, que en 23 de enero de 1 5 1 3 sometía a Ia sanción soberana veinte y cinco capítulos de unas Ordenanzas aplicables a la población india de la Española y San Juan. Por estas Ordenanzas autorizábanse (sic) los repartimientos—no debiendo exceder de ciento cincuenta ni bajar de cuarenta los encomendados—pero instalándose los repartidos en estancias y alojándolos en grandes bohíos, por grupos de doce personas; adjudicándose a cada estancia -5.000 cepas o montones de yuca, 2.000 de ages o batatas, 250 matas de ajís, 50 de algodón, media fanega de maíz para sementeras, y doce gallinas y un gallo, todo para provecho de los agrupados4.
Mientras que las propuestas de Montesinos y de las Casas5 solo lograron
suavizar el estatus de los encomendados, no fue hasta que una serie de frailes de la
Orden de los Jerónimos encontraron una fórmula para eliminar el sistema de
encomienda que solo logró proveer unas maneras que hicieron más accesibles a los
taínos la libertad del sistema de encomienda. Una cédula conocida como la Real
Cédula del 1520 les proveería la libertad bajo estrictas limitaciones. Con todo los
intentos de los Jerónimos tampoco realmente impactaron el problema de la
encomienda por lo que años después Carlos I de España decidió abolirla en 1542. Las
Leyes Nuevas de Carlos I declaraban a los indios taínos oficialmente libres, sin sistema
de encomendados.
Sin embargo, entre los años de 1508 a 1542, los indios en Puerto Rico
padecieron de la más brutal explotación de trabajos forzosos en las minas y en los
campos agrícolas para satisfacer las demandas de sus encomendares que ahora
4 Salvador Brau, La colonización de Puerto Rico desde el descubrimiento de la isla hasta la reversión a la corona española de los privilegios de Colón, San Juan, Editorial Edil, 1966, página 208.
5 La defensa que los dominicos llevaron a favor de los indígenas es descrita por Fernando Picó en, Historia general de Puerto Rico, San Juan, Ediciones Huracán, 1988, páginas 50-55.
9
justificados por las leyes españolas los utilizaron como animales de carga y trabajo. La
injusticia estaba legalizada y sus convicciones morales no se vieron afectadas por su
trato hacia los indígenas.
Descenso de la Población Indígena; relación de causa y efecto
El demógrafo estadounidense, Amos H. Hawley, debate el tema de la población
indígena en Puerto Rico y plantea que de acuerdo a la organización económica y a los
restos elaborados de su cultura, la población indígena debió fluctuar cerca de los 100
mil indios6. Por otro lado, el historiador puertorriqueño, Salvador Brau indica que para
1511 cuando se llevó a cabo el primer repartimiento de indios, alrededor de 1,500
indios fueron esclavizados, sin embargo unos 20 años después, tan solo quedaban
1,1487. Aunque la creencia general es que lo indios desaparecieron, ese planteamiento
no es del todo cierto ya que el mismo Brau indica que en la región de la Indiera (una
comunidad montañosa del oeste central) para 1777 habían unos 1,756 indios; en 1787,
unos 2,302 y en 1797, unos 2,3128. La suerte de estos indígenas es algo que no se
conoce muy bien. Algunos científicos sociales alegan que el matrimonio interracial tuvo
mucho que ver con la extinción de los rasgos indígenas entre la población de la isla.
Contrario a lo que ocurría en otras colonias del Nuevo Mundo, en Puerto Rico muchos
españoles se casaron con las indias y muchos otros vivieron en concubinato
procreando tal vez muchos hijos mestizos. De acuerdo con algunos datos obtenidos en
el años de 1530 había en San Juan 71 mujeres casadas legalmente con españoles y
de estas 14 eran indias9. A medida que el número de indígenas mermaba estos iban
6 Véanse las ideas expuestas por Amos H. Hawley, en: Human Ecology a theory of community structure, New York, Ronald Press, 1950, página 151.
7 Salvador Brau, Op.Cit., página 243. 8 Ibid, página, 437.9 Ibid, página 70.
10
siendo substituidos por negros esclavos. En 1513 las autoridades españolas
autorizaron el tráfico de negros esclavos en sus colonias y en 1530 se introdujo en la
Isla 200 de ellos Entre esta fecha y 1553 alrededor de 1,500 negros africanos fueron
traídos a Puerto Rico10.
Por otro lado, la población indígena en Puerto Rico se repartió y se encomendó
varias veces entre 1509-1514. Los repartimientos y la explotación del trabajo indígena
asociados a la encomienda provocó la rápida destrucción de sus poblados, los
yacayeques, al mudarlos a los centros mineros; además produjo la separación y
desintegración de las familias indígenas. La situación se volvió intolerable
contribuyendo a generar la gran rebelión indígena de 1511. Fernández Méndez, indica
que “los maltratos de los indios y las constantes mudanzas y trasiegos de sus poblados
a la minas habían preparado el camino para una sublevación”11.
La sublevación indígena fue la que dio lugar al inicio de la fase militar de la
conquista española en Puerto Rico en 1511. La derrota de los indios sublevados
provocó que muchos de los capturados fueran sometidos a la esclavitud. En 1514,
cuando se practicó un nuevo repartimiento, sólo se repartieron unos 5 mil indios, lo que
es indicativo de la reducción que se estaba operando en la población indígena de la
Isla. Cuando se decretaron las Leyes Nuevas en 1542, la población indígena en Puerto
Rico y en general en las Antillas, se había reducido sustancialmente, aunque no había
desparecido totalmente. El hecho es que los efectos correctivos que algunos
historiadores atribuyen a este código, beneficiaron muy poco a los indígenas
10 US War Department, Report on the census in Puerto Rico, 1899, Washington 1900, página 30. 11 Manuel Fernández Méndez, Op. Cit., página 23.
11
puertorriqueños que habían visto decaer su número significativamente entre 1508-
154212.
La rápida decadencia de la población indígena dio lugar a la realización de
frecuentes expediciones de saqueo y apresamiento de los indios en las Antillas
Menores y en las Bahamas. Los indígenas capturados allí eran vendidos como
esclavos en Puerto Rico y en las demás Antillas. Los indios de las Antillas Menores
eran capturados con el pretexto de que eran indios caribes que le hacían la guerra a los
españoles y porque eran alegadamente antropófagos y caníbales. La tesis de la
existencia de los supuestos indios caribes ha sido debatida y refutada por el historiador
Jalil Sued Badillo en varias obras13. La trata esclavista indígena comenzó bajo el
reinado de Fernando el Católico y su hija Juana. La esclavitud indígena al igual que las
encomiendas son un reflejo de la rápida decadencia de la población indígena, lo que
provocó a su vez una escasez de mano de obra para las actividades económicas que
se trató de corregir importando indios capturados y esclavizados. Cuando era evidente
que los indígenas se iban extinguiendo, entonces se recurrió a la práctica, todavía más
reprochable, de la importación de esclavos negros africanos.
La dramática reducción de la población indígena fue uno de los factores
principales que contribuyó a la primera gran crisis que experimentó la colonización
española en Puerto Rico durante los años de los 1530 y 1540. Ésta amenazó la
existencia de la colonia y debió superarse para garantizar la continuación del proceso
colonizador en la Isla. La reducción de la población indígena contribuyó a la crisis
provocando una falta de trabajadores para las actividades mineras. Los colonos
12 Fernando Picó, Op. Cit. página 57.13 Véase a Jalil Sued Badillo, en: Los Caribes: Realidad o Fabula, Río Piedras, Editorial Antillana, 1978.
12
debieron superar la reducción en la mano de obra indígena mediante el saqueo y
esclavización de los indígenas de las demás islas y sobre todo, la importación de
esclavos africanos. Esto encareció los costos de producción, redujo los márgenes de
ganancia y propició el endeudamiento de los colonos14.
La crisis que experimentó la colonización española en Puerto Rico durante los
años de 1530 fue motivada no solo por la reducción de la población indígena, sino
también por otros factores que coadyuvaron a su generación. El oro no se agotó como
algunos historiadores sugirieron equivocadamente15, pero su extracción se hizo más
difícil y costosa en un momento cuando el capital de financiamiento provisto por los
comerciantes genoveses y españoles radicados en Sevilla se hizo cada vez menos
disponible para la empresa minera en la Isla. La extensión de la conquista española a
la América continental puso a los españoles en control de territorios mucho más ricos
en fuentes de metales preciosos que las Antillas. El capital de financiación se destinó a
esos lugares donde la empresa minera era mucho más lucrativa. En 1545, se descubrió
la rica mina de plata de Potosí en Bolivia y por lo menos, desde entonces el interés por
la producción de metales preciosos se concentró en los territorios continentales.
La minería de oro solo benefició a unos pocos, sobre todo a la Corona española
y a los acreedores externos que financiaron la empresa minera con la sangre de los
indígenas. La Corona española recibió cerca del 20 por ciento de todo el oro del tributo
conocido como el quinto real, que gravaba o pesaba sobre la producción de metales
preciosos y las piedras preciosas. Ya para 1540, la minería de oro cedió el paso a la
siembra de caña de azúcar y su elaboración en los ingenios. El cambio significó el
14 Fernando Picó, Op. Cit., páginas 59-60. 15 El Dr. Jalil Sued Badillo debate esas ideas en su obra: El Dorado Borincano, La economía de la conquista 1510-1550,
San Juan, Ediciones Puerto, 2001.
13
inicio del segundo ensayo de explotación económico en la Isla bajo la dominación
española: el primer ciclo azucarero. Éste se caracterizó por la producción de azúcar
para exportación al mercado europeo y se prolongó aproximadamente hasta mediados
del siglo XVII. Paradójicamente, la transición entre ambas actividades económicas
significó la decadencia de la población indígena y la llegada de los esclavos africanos a
nuestra Isla.
Las disposiciones prescritas por la Corona española de 1513, 1520 y 1544 para
liberar a los indígenas de la esclavitud de las encomiendas no tuvieron el resultado de
salvar las vidas de nuestros antepasados indígenas. Ya para 1530 el informe de
Manuel de Lando indica que tan solo unos 1,148 taínos quedaban en la Isla. Es obvio
que las Autoridades en España conocían de la disminución de la población aborigen y
que sus ordenanzas estaban dirigidas a atajar esta lamentable situación, pero la
realidad era que en América el dicho de que “la ley se acata, pero no se cumple” tuvo
sus resultados más nefastos en la casi y total exterminio de la raza indígena en Puerto
Rico y en el resto de las Antillas.
En una carta del Obispo Rodrigo de Bastidas enviada al Rey Carlos I de España
en 1544, indica que para esa fecha apenas quedaban unos 60 indios16, mientras que
otro documento en 1540 menciona unos 50 indios17. Aunque el número exacto de
indios es posible que ni los propios españoles estuvieran seguros de cuántos indios
realmente quedaban en la Isla, lo cierto es que todo apunta a que el número era
significativamente bajo al compararlo con los estimados de población al momento de
16 Carta del Obispo Rodrigo de Bastidas a Su Majestad, Puerto Rico, 20 de marzo de 1544, AGI, Santo Domingo 172, ff. 104-106.
17 Carta del Cabildo de Puerto Rico a Su Majestad, Puerto Rico 5 de junio de 1540, AGI, Santo Domingo 164, N.20.
14
comenzar el sistema de encomiendas en Puerto Rico. Es increíble que en apenas unas
decenas de años los indígenas estuvieran al borde la extinción.
Aunque las causas son diversas, debemos concluir de acuerdo a la evidencia
presentada en esta investigación, que el sistema de encomiendas en Puerto Rico
desarrollado bajo un sistemático y abusivo trato por parte de los españoles fue
determinante en este sentido. Es evidente que el espíritu de las Leyes de Burgos de
1512 no se cumplió en Puerto Rico. En su obra, Biblioteca Histórica de Puerto Rico,
Alejandro Tapia y Rivera, reconoce que algunos vecinos de la Isla solicitaron no cumplir
con algunos capítulos de las Leyes de Burgos18. Lo irónico del caso es que los propios
Jerónimos convencieron al cardenal Cisneros que emitiera una Real Cédula a los
Jerónimos en 1517, en la que específicamente se decía que no se les obligase a
cumplir lo referente a la alimentación, pues había muy poca carne en la isla, dado la
enorme carestía que había producido una tormenta ocurrida en 1515 y que dio como
resultado la destrucción de las labranzas y la pérdida de un número elevado de
cabezas de ganado. A esta situación hay que añadirle como agravante a la desgracia
de los indígenas, las epidemias de viruelas de 1519 y el hecho de que las cuotas de
extracción de oro en Puerto Rico se elevaron hasta superar los 8,500 pesos de oro
anual19. A pesar de la dificultad para conseguir datos empíricos de la población
indígena, podemos establecer inferencias y conclusiones de algunos datos provistos
por las haciendas en algunos períodos de tiempo. En su obra, Documentos de la Real
Hacienda de Puerto Rico, 1510-1519, Aurelio Tanodi nos brinda información con la cual
18 Véase lo que sobre el particular dice Alejandro Tapia y Rivera, en: Biblioteca histórica de Puerto Rico, Barcelona, Ediciones Rvmbos, 1970, páginas 236-249.
19 Elsa Gelpíz Baiz, Economía y sociedad: estudios de la economía azucarera en Puerto Rico en el siglo XVI (1504-1612), San Juan, Editorial de la U.P.R., 2000, páginas 137-138.
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podemos construir la siguiente tabla que nos ayuda a percibir el descenso de la
población indígena a medida que el tiempo pasaba.
DESCENSO INDIGENA EN LAS HACIENDAS REALES (1516-1519)20
LUGAR FECHA VARONES MUJERES MUCHACHOS TOTALValle de Otuao
20-11-151615-05-15181519
966659
674842
N/DN/DN/D
163114101
Hacienda de ToaCaciqueAramana
Cacique Caguas
26-06-151608-03-1519
08-03-151808-03-1519
5226
9357
7222
9877
N/DN/D
N/DN/D
12448
191134
Isla de Mona
20-11-1517151808-03-1519
736956
555344
N/DN/D26
128122126
Esto indica que ya tan temprano como para 1515 una cuarta parte de la
población indígena estaba desapareciendo del panorama boricua y en los años
siguientes continuó siendo notable su descenso. A nivel global encontramos un
descenso poblacional entre 1516 y 1519 de un 37%, tanto para el Valle de Otuao como
para las haciendas del Toa, con lo cual se confirma el notable descenso de la población
aborigen que suponíamos y que debió producirse a partir de 1515. Sin embargo en la
isla de Mona parece diferente ya que los adultos disminuyeron tan sólo un 26%. Esta
diferencia debemos explicarla en función al trabajo en las minas que desarrollaron los
indios de Toa y Otuao, mientras que los de la Mona se dedicaban exclusivamente al
trabajo agropecuario.
20 Aurelio Tanodi, Documentos de la Real Hacienda de Puerto Rico, 1510-1519, San Juan, Centro de Investigaciones Históricas, UPR, 2001, páginas 89-132.
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En particular, en el caso de la hacienda de Otuao podemos decir que estaba
cerca de unas minas de oro y pensada con el único fin de abastecerla de alimentos
aunque, a veces, hacía falta acarrear más cazabe de otras haciendas bastante
alejadas de la mina. Cuando los indios no eran necesarios en la hacienda se enviaban
a la mina para que acabasen allí su plazo. Las cifras citadas en la tabla anterior ponen
de manifiesto claramente el papel tan negativo que con mano de obra indígena
encomendada jugaron las minas en el descenso de la población aborigen.
Igualmente podemos afirmar que el descenso fue más acusado entre los
varones que entre las mujeres, con la única excepción del caso del cacique Aramana,
en el valle de Otuao, donde los primeros descendieron un 19.4% menos que las
segundas. Sin embargo, no encontramos explicación alguna al extraordinario descenso
de las mujeres adscritas a este cacique por lo que es posible que se deba a un caso
excepcional, o bien, a un simple error en el recuento. En el resto de los casos
presentados en la tabla anterior, la mortalidad masculina se muestra sensiblemente
mayor a la femenina, superándole en un 2%, en los casos del valle del Otuao y de la
isla de Mona, mientras que en la hacienda del cacique Caguas en Toa es notablemente
superior ya que supone prácticamente el doble de la mortalidad femenina.
De esta forma, salvo en caso excepcionales, los varones experimentaron un
descenso sensiblemente superior a las mujeres, debido a la mayor protección legal que
poseían las mujeres y los niños en relación a los varones que como es sabido debían
soportar largas jornadas de trabajo en las minas y en las haciendas de los españoles.
En los años sucesivos la población aborigen puertorriqueña continuó su declive hasta
1529, fecha en la que se le asestó el último golpe a su población con una gran
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epidemia de viruela. Parece ser además que se desató por julio de ese mismo año un
huracán que vino a acentuar la carestía que ya se padecía. El año fue terrible al
aunarse este fenómeno atmosférico con un mal año de cosecha y con la epidemia.
El descenso de la población aborigen continuó entonces como consecuencia de
causas naturales y del maltrato al que estaban siendo sometidos en las encomiendas.
En 1530 se contaban en toda la isla unos 977 indios esclavos encomendados, 790
indios libres y 498 naborías. En los años sucesivos los indios continuaron su descenso
demográfico hasta el punto de que en torno a 1542 apenas si quedaban un centenar de
indios libres21. Fue poco el efecto que las Leyes Nuevas de 1542 tuvieron para salvar
las vidas de los infortunados aborígenes habitantes de la isla de Puerto Rico durante la
primera mitad del siglo XVI.
Según, Emilio Rodríguez Demorizi, “La encomienda fue un derecho concedido
por merced real a los beneméritos de Indias para recibir y cobrar para sí los tributos de
los indios que se les encomendasen por su vida y la de un heredero, con rango de
cuidar de los indios en lo espiritual y temporal y defender las provincias donde fueren
encomendados”22. Con esta cita podemos concluir que las encomiendas fueron el
instrumento más efectivo de la colonización a través de la cual se colonizó y esclavizó
al indígena para que éste sirviera a los propósitos ideológicos y económicos de la
Corona y de los conquistadores. A medida que los europeos se expandían en territorio
americano se aseguraron el control de los indígenas y de cierta forma su exterminio.
Con intenciones o no, las encomiendas contribuyeron significativamente a disminuir la
21 Véase la Carta de Manuel de Lando a Su Majestad, Puerto Rico, 17 de marzo de 1531. AGI, Justicia 106, N. 3, Pieza 1ra. En 1582, el gobernador Melgarejo informó que quedaban 12 ó 15 indios pero que no eran naturales sino traídos de Tierra Firme y también a Eugenio Fernández Méndez, Las encomiendas y la esclavitud de los indios en Puerto Rico, 1508-1550, San Juan, Editorial U.P.R., 1976, página 65.
22 Emilio Rodríguez Demorizi, Los Dominicos y las encomiendas de Indios de la Isla Española, Santo Domingo, Academia Dominicana de la Historia, 1971, páginas 25-26.
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población indígena a través de los trabajos forzados y el maltrato que acabó con la vida
de miles de indígenas en Puerto Rico y en el resto de América.
Conclusiones
El sistema de encomiendas que las Autoridades españolas implantaron en
Puerto Rico y en otras de sus colonias en América sirvió bien para justificar sus
verdaderos propósitos de difundir una fe ciega y fanática a través del catolicismo y la
explotación económica capitalista de las tierras que invadieron y que a expensas de su
superioridad tecnológica pudieron arrebatarles el control a sus habitantes. Sin
embargo, la verdad es que las encomiendas no fueron otra cosa que un sistema de
esclavitud hacia los indígenas en Puerto Rico. Las Autoridades españolas trataron de
disfrazarlo y justificarlo, pero independientemente del ángulo o la perspectiva que se
pueda ver, fue un abuso que contribuyó al exterminio de la inmensa mayoría de los
indios taínos que vivían en suelo boricua. Existen otras causas para explicar el
exterminio indígena, tales como las enfermedades, los enfrentamientos militares,
fenómenos naturales, emigración y muchas otras que podemos citar, pero ninguna tan
odiosa y deplorable contra la dignidad del ser humano como la esclavitud de trabajos
forzados a los que fueron sometidos nuestros antepasados a través del sistema de las
encomiendas.
La historia de la humanidad está llena de luchas y de abusos en contra de otros
seres humanos. La codicia, el odio y las diferencias entre personas y grupos de
humanos han determinado que en nuestra historia el ser humano se haya enfrentado
con saña en contra de sus congéneres. En el triste caso que humilde reseñamos en
este estudio, significó el aparente extermino de una raza indígena habitante de las
19
tierras en las que hoy vivimos. No podemos menos que concluir que cualquier sistema
que esclavice a un ser humano por otro, es totalmente objetable y repudiable, pero un
sistema en donde se extermine a toda una raza por el simple fin de la codicia, la
avaricia y la vagancia de algunos, no tiene excusa. Y lo peor que podemos criticar es
que se haya hecho en nombre de la fe cristiana que predica el amor entre los seres
humanos. Reaccionando ante situaciones similares los indios del Perú dijeron a los
misioneros católicos que tomaran sus biblias y se las llevaran de vuelta ya que en más
de cien años a ellos solo les había traído sufrimiento y explotación de parte de los
cristianos. Otros en su lecho de muerte y ante quienes los sacerdotes les pedían que
se arrepintieran y aceptaran a Jesucristo como su salvador, contestaron que no querían
ir a ese “paraíso” en donde se encontraban los cristianos.
Las encomiendas en Puerto Rico y en otras partes de América no trajeron paz ni
beneficio alguno a la raza indígena. En las Antillas, los desaparecieron, no dejaron ni
muestras de esa cultura ancestral. Los reductos son producto del mestizaje o de la
inmigración forzada que los españoles ocasionaron en sus excursiones cazando indios,
supuestamente salvajes y antropófagos, para suplir la mano de obra de aquellos
oriundos que dejaron sus vidas en las minas y en otros centros de concentración de
trabajos forzados. Los indios sufrieron el abuso, el maltrato, el abandono de sus
necesidades más elementales para sobrevivir, tales como la buena alimentación,
cuidados médicos e higiene, y todo con la excusa de servir al “Dios verdadero”. Las
encomiendas en Puerto Rico contribuyeron a una disminución sustancial de la raza
aborigen y a su posible exterminio. Ni siquiera los nazis lograron con su odio en sus
campos de concentración de judíos y otras minorías, lo que los españoles lograron con
20
el “amor de su fe y de su dios”. Que la historia juzgue las acciones de estas personas y
de esos gobiernos que permitieron la peor barbarie que persona o grupo de personas
algunas jamás hayan cometido contra otros seres semejantes.
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