Monografía Wittgenstein
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Universidad de Chile
Facultad de Derecho
Departamento de Ciencias del Derecho
Filosofía de la Moral
Derecho, moral y lenguaje ¿Una ética en Wittgenstein?
Semestre otoño 2013
Wittgenstein aplicado:
La ética y las violaciones a los derechos humanos.
18.641.000-9
Ética en Wittgenstein
En el libro de ensayos Otras Inquisiciones de Jorge Luís Borges, se puede encontrar un
texto de evidente relación con el tema del lenguaje: El idioma analítico de John Wilkins. El
ensayo trata acerca de John Wilkins y su ingenioso intento por construir un lenguaje en el
que cada palabra se definiera por sí sola. Para esto, dividió el universo (mundo para
Wittgenstein) en 40 categorías, subdivisibles luego en diferencias, subdivisibles a su vez en
especies y asignó a cada género sin monosílabo de dos letras; a cada diferencia, una
consonante; a cada especie, una vocal. Dentro de su estructura, sus palabras no eran simple
ruidos, sino que cada letra que las componían era un rasgo que indicaba todos los
pormenores del destino, pasado y futuro de lo que perseguía significar. La distancia entre el
significante y el significado se estrechaba todo lo posible. Algo similar ocurre en el alemán,
idioma en el cual existe una asombrosa precisión en cuanto a palabras. Un aspecto que
indudablemente aportó en el desarrollo de la filosofía alemana.
Pero aun así, Borges destaca, luego de revisar otros geniales intentos de clasificar y
nombrar al mundo, que no hay posibilidad de encontrar un mecanismo que no sea
arbitrario. Y esgrime la siguiente razón: no sabemos qué cosa es el mundo1, no tenemos el
entendimiento necesario de aquello que nos rodea para ser capaces de nombrarlo sin
necesidad de mecanismos parciales. En términos de Wittgenstein, al encontrarnos dentro
del mundo, no podemos visualizar la totalidad de su existencia. Como quien está dentro de
un bosque, o vagando en medio del desierto. Nunca podrá apreciar las magnitudes de los
lugares en los que se encuentra si no es alejándose de allí y tomando un punto de vista de
cierta lejanía, como lo sería estando arriba de un avión o sobre una alta montaña.
Si seguimos reflexionando en torno a Wittgenstein y el texto Borges llegamos a la idea de
que aun cuando el lenguaje contenga las palabras más complejas y las formas de creación
más ingeniosas, que contemplen el mayor espectro del significado de las cosas, el lenguaje
no nos basta para comunicarlo todo. Si bien el lenguaje y las palabras cumplen su rol al
describir todo aquello que tiene significados y sentidos naturales2, vale decir, hechos del
mundo (estados de cosas), no puede abarcar elementos que no tienen tal naturaleza. Sería
1 BORGES, Jorge Luis. El idioma analítico de John Wilkins. [En línea] <http://www.ciudadseva.com/textos/ teoria /opin/borges3.htm>. [Consulta: 19 de agosto de 2013]2 WITTGENSTEIN (1989), pp. 37.
como el ejemplo de la Conferencia sobre ética de Wittgenstein: nuestras palabras solo
expresan hechos, del mismo modo que una taza de té solo podrá contener el volumen
propio de una taza de té por más que se vierta un litro en ella.3
Precisamente son aquellas cosas que no son hechos las que nos interesan. Y
específicamente la ética. La pregunta que provoca el desarrollo del presente trabajo versa
acerca la posibilidad (o no) de hablar sobre ética. Pero para responder a esa pregunta es
necesario hacer un camino que parcialmente ya comencé anteriormente. Preguntarnos por
“lo decible” de la ética es preguntarnos por su naturaleza, por su forma de existencia en el
mundo. Porque claro está, la ética existe, es innegablemente parte del mundo. Ahora bien,
¿acaso la ética mantiene una existencia similar a la que tiene la lluvia del invierno o el
movimiento de las hojas de los arboles con el viento? Es importante partir de aquel punto
porque las situaciones que describo son hechos del mundo, justamente por ser estados de
cosas y tener la competencia para ser descritas. Pero la ética, ¿es un hecho?
Para responder a la pregunta del párrafo anterior será necesario vincular estas reflexiones a
lo que nos dice Ludwig Wittgenstein en su Conferencia sobre Ética. El autor distingue en
su texto a los hechos de la ética y explica por qué ésta última no puede constituirse como un
estado de cosas. En un principio, cita la definición que hace Moore de la ética (“es la
investigación general acerca de lo bueno”4) y hace el ejercicio de señalar diversas
definiciones similares de lo que podría ser, para poder acercarse a una identificación de sus
rasgos característicos. Habla de la ética como la investigación de lo valioso, del significado
de la vida, de la manera correcta para vivir, etc. Luego, diferencia dos sentidos que pueden
tener las interpretaciones de la afirmación “X es bueno”: el sentido trivial, o sea, que X
sirve para un propósito predeterminado y el sentido de valor absoluto (o ético), aquel que
ninguna enunciación de hechos puede ser o implicar. Según lo anterior, el sentido ético no
podría ser de ninguna manera descrito, porque si así fuese pasaría a ser algo decible, ergo,
un estado de cosas.
Wittgenstein califica a los hechos como estados de cosas: una combinación de objetos
dispuestos en el espacio que pueden ser figurados (representados), tener su propia forma de
3 WITTGENSTEIN (1989), pp. 37.4 WITTGENSTEIN (1989), pp. 34.
figuración (posibilidad de que las cosas se relacionen unas con otras como los elementos
de la figura5) y junto con los demás hechos, de igual valor, forman el mundo. Si la ética
fuese un hecho tendría la misma lógica previamente descrita, o sea, la ética, y todo aquello
que la rodea, tendría el mismo valor que un semáforo en rojo o una bolsa de plástico
atrapada por un remolino. El propio Wittgenstein lo dice en la Conferencia: “El asesinato
(un acto que implica juicios de valor) estará en el mismo nivel que cualquier otro
acontecimiento como, por ejemplo, la caída de una piedra6”. No solo porque suene
verdaderamente ridículo es que aquella afirmación es errónea sino también porque
transgrede una de las principales cualidades que ve la ética en sí misma: su importancia por
sobre los demás hechos. La ética se sabe poseedora de una hegemonía que la autoriza a
entrometerse en una larga lista de aspectos del mundo y, por esa fundamental razón, no
puede ser vista como un hecho. Wittgenstein lo dice en el Tractatus: “La ética es
trascendental”7.
El autor entonces da a la ética caracteres de “algo sobrenatural”. Aquello a lo que sólo nos
podemos acercar, conectando el concepto a situaciones de nuestra experiencia. La ética
tiene, en este momento, un estatus similar a los fuese el “valor absoluto” o el “bien
absoluto”. Ideas que si se trataran de abarcar con el lenguaje, sólo habría como resultado un
sinsentido. La expresión “me asombro ante la existencia del mundo” es un ejemplo de ello,
ya que el hecho de que nos asombremos de algo significa que en un momento imaginé su
existencia de otra forma, y no tenemos la capacidad para figurar al mundo no siendo lo que
es. Wittgenstein también dice que es propio de las proposiciones religiosas y éticas el
utilizar como base el mecanismo de los símiles. De esta forma se pueden explicar
situaciones con los símiles o sin ellos. El problema llega cuando nos damos cuenta que al
tratar de abandonar el símil y describir el hecho directamente, nos encontramos con que
dichos hechos no están ahí. No existen.
La ética es un sinsentido, se constituye como un intento de arremeter contra los límites del
lenguaje. Creemos poder hablar sobre ella, pero realmente sólo ocupamos símiles que
5 WITTGENSTEIN (1921), pp. 119.6 WITTGENSTEIN (1989), pp. 37.7 WITTGENSTEIN (1921), pp. 269.
persiguen tapar lo que realmente hay: nada. Como una cebolla, donde los símiles serían sus
capas y si nos deshacemos de ellas, nos encontramos con un núcleo vacío.
Finalizando el Tractatus, Wittgenstein declara: “Si hay algún valor que tenga valor, tiene
que residir fuera de todo lo que sucede y de todo lo que es de esta y aquella manera. Pues
todo lo que sucede y todo lo que es de esta y aquella manera es accidental. Lo que lo hace
no ser accidental no puede residir en el mundo pues, en tal caso, eso sería, a su vez,
accidental. Tiene que residir fuera del mundo”8. Estas palabras concuerdan completamente
con lo expuesto en el desarrollo de este trabajo. La ética, si ha de existir, debe hacerlo fuera
del mundo ya sea en el límite o del otro lado que, para el caso, es indistinto.
Si hasta este punto, el verdadero mensaje que intenta comunicar el Tractatus no es evidente
para quien lo lea, entonces lo dejo explícitamente de manifiesto. Al contrario de lo que se
cree, Wittgenstein busca con este texto estructurar una teoría ética. ¿De qué forma? Cómo
no se puede hablar de algo que no está en nuestro mundo (ni puede pensarse), Wittgenstein
se hace cargo de todo el resto de las cosas que sí se pueden decir, clasificándolo y
aportando conceptos donde antes no habían. Desarrolla un discurso que sensatamente
termina con “De lo que no se puede hablar, hay que callar la boca”9, dejando rastros para
poder comprender después, que lo indecible era precisamente aquello a lo que apuntaba
desde un comienzo.
Un problema latente
Entre la gran cantidad de trabajos audiovisuales que están disponible para ver en Internet se
puede encontrar un documental breve de la chilena Carolina Astudillo titulado Lo indecible.
Narra la historia de la directora de un pequeño colegio santiaguino, quien, en noviembre de
1974, fue secuestrada y conducida a un centro de detención por agentes del Estado chileno,
quienes la acusaron de pertenecer al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Su
relato, más que recordar su paso por un recinto clandestino, se centra en la imposibilidad de
narrar una vivencia de este tipo. La experiencia de la tortura es inaccesible. No hay
imágenes ni palabras que puedan representarla10.
8 WITTGENSTEIN (1921), pp. 269.9 WITTGENSTEIN (1921), pp. 277.10 Texto parte de la sinopsis de Lo indecible.
Es increíble la coincidencia que existe entre este documental y el tema del que trata la
segunda parte del presente trabajo. La utilidad de este registro audiovisual es inmensa en
cuanto que su contenido se apega bastante a lo que quiero desarrollar aquí. Y es que en esta
parte del trabajo pretendo crear un vínculo entre la estructura propuesta por Wittgenstein,
tanto en su Tractatus como en la Conferencia, y el problema nacional que significan, hasta
ahora, las violaciones a los derechos humanos ocurridos durante la dictadura de Pinochet.
“Yo estaba en una posición incómoda, casi imposible de soportar. Les rogué que me dijeran
lo que querían de mí. Incluso me ofrecí a echarme la culpa de todo. Me tendí sobre una
mesa y sentí un dolor indescriptible. Por un momento sentí como ponían electrodos en mis
pechos, en la vagina, en los pies y en las sienes. Todo me causó tanto dolor y convulsiones
que perdí la conciencia.” Este es el testimonio de Gabriela Goycolea, protagonista del
documental Lo indecible (Carolina Astudillo Muñoz, 2012), quien se refiere a su vivencia
en el centro de detención, luego de ser tomada detenida por sospecha. Las siguientes son las
preguntas que en este preciso punto me surgen: ¿Son las palabras citadas anteriormente una
descripción fiel de lo que nuestra protagonista vivió en noviembre del 74? ¿Será posible
narrar con mayor precisión lo que fue el hecho traumático de su secuestro, o es acaso
imposible expresar una situación tan dolorosa?
Como una manera de explicar, y sin intentar responder apresuradamente la primera
pregunta, me gustaría hacer la distinción entre aquello que sucedió en Santiago de Chile, en
noviembre de 1974 y lo que vivió Gabriela Goycolea durante su secuestro. Porque
claramente no es lo mismo. Lo primero son los hechos, estados de cosas completamente
declarables: su arresto a tal hora del día, el viaje hasta el centro de tortura, el momento en
que la desnudaron, cuando comenzaron con las descargas eléctricas en su cuerpo. Hechos
cuantificables, clasificables y que pueblan los informes de las Comisiones Rettig y Valech.
Y otra cosa muy distinta es aquello por lo que pasó Gabriela. Algo infinitamente más
profundo y complejo que lo significa el mero hecho de la tortura. Es aquello que envuelve
al hecho y se aloja en el interior del sujeto, que cuenta con proporciones tan complejas que
no pueden ser dichas con el lenguaje.
El profesor Mañalich, en su libro Terror, Pena y Amnistía, desarrolla la idea de la
inconmensurabilidad del horror de la dictadura por parte del propio Derecho. En la reseña
que Renato Garín hace del libro de Mañalich señala: “Subyace a ello que el derecho es un
lenguaje y que, como todo lenguaje, tiene un símbolo que da unidad al sistema y sin el cual
el sistema mismo –el código- colapsa. Ese símbolo es lo que llamamos “validez jurídica”
en el sentido del positivismo analítico. Una especie de punto ciego que permite que el
lenguaje jurídico sirva para operar en el mundo. Y que -a su vez- impide ver fenómenos
como el terror pues los vuelve inconmensurables (…) El Derecho no era capaz de entender
lo que ocurría en los 70 y 80.”11
En las primeras clases del seminario, hablamos acerca del contingente caso de la niña
violada por su padre. Comentamos lo que salían en los diarios, en la televisión,
comentamos los hechos. Con el transcurso de la conversación, nos dimos cuenta que
aunque intentáramos abarcar todo lo sucedido a esta niña, siempre se nos quedarían cosas
afuera del lenguaje. Las conclusiones parecen indicar que hay elementos en estos casos
traumáticos que simplemente no se pueden decir con palabras. Pareciera ser una frase
reciclada, pero es cierto: hay heridas que simplemente nunca podrán cicatrizar.
Volviendo a Lo indecible, me llamó extremadamente la atención una situación ocurrida
durante su producción, y que tiene mucho que ver con la idea que he estado tratando de
desarrollar. Carolina Astudillo, la directora, estuvo a punto de quedarse sin película.
Precisamente por lo marcado que han quedado muchas de las víctimas de la dictadura.
Berta fue la primera persona que Carolina contactó para contar con su testimonio, pero su
participación nunca se concretó. Sufrió un ataque al corazón cuando tuvo que declarar en el
juicio al dictador, así que el médico le prohibió que volviera a revivir esos hechos. Así de
intenso puede llegar a ser el reencuentro con el recuerdo oscuro de la tortura.
Nos es claro ya, que los hechos de asesinatos y violaciones a derechos humanos, no es lo
único que existe en el lado más macabro de la dictadura de Pinochet. Comparten espacio
con innumerables vacíos, imposibles de relatar. Pero, ¿podemos hablar de estos vacíos
como si fuesen elementos místicos del mundo? Parece extraña la pregunta porque
precisamente de esos vacíos no se puede hablar, pero a lo que voy es ¿podemos considerar
como místico aquello inexpresable? Para responder a esta última pregunta es necesario ir a
la causa de los vacíos, a su origen.
11 GARÍN (2010), pp. 3.
Cierto es que a los detenidos y torturados se les llevó a situaciones límites. Situaciones
nunca antes vividas por ellos, en donde la fuerza rompió con la visión que cada uno tenía
del mundo. Situaciones donde sus juicios éticos fueron convocados por la mayor ferocidad
que el ser humano puede idear. Los traumas (y el dolor que los acompaña) provocados por
la exposición a aquellas horrorosas situaciones se esgrimen como los causantes del silencio.
Y tiene sentido, ya que nadie anda hablando por la vida de aquello que tanto le provoca
dolor. A mi parecer, lo que hace la exposición a tal horror es transportar al sujeto a un plano
del mundo carente totalmente de ética. Allí, se encuentra a solas con su torturador, y el
peligro constante del sufrimiento y la muerte. El contraste entre los juicios valorativos del
individuo y el panorama a su alrededor es abismante. Lo que provoca este sitio sin ética en
el torturado es lo que constituye el trauma y, a su vez, este causa el silencio.
Una vez identificado el problema, tanto lo que significa como su posible origen, nos resta
desarrollar una posible solución. En la reseña de Garín se presenta la alternativa que
propone el profesor penalista: “Mañalich propone una recomprensión de la idea del
“perdón” que no se traduzca en “olvido” sino en “experiencia colectiva”. Es decir:
solamente considerando que todos fuimos víctimas de la pérdida del convivir democrático
es que podemos comprender la irrupción del terror.”12 Propone una solución en la que
actuamos todos como agentes activos, todos pedimos perdón y todos lo recibimos, muy por
el contrario del modelo del chivo expiatorio. Concluye diciendo: “La única reconciliación
verdadera es aquella que pasa por un ejercicio de “autoafirmación soberana”, esto es, un
acto de gracia colectivo. En breve: una nueva ley de amnistía.”13
En el presente trabajo intenté dar respuesta a dos interrogantes que emergieron luego de mi
participación en el seminario de Wittgenstein. En el primer caso, vinculé el Tractatus
logico-philosophicus con la Conferencia sobre ética, buscando la posición de Wittgenstein
en cuanto a la ética. Mientras que en el segundo, intenté relacionar los concepto e ideas del
autor con el problema nacional que significa, hasta el día de hoy, los atropellos a los
derechos humanos cometidos durante la dictadura de Augusto Pinochet.
12 GARÍN (2010), pp. 3.13 GARÍN (2010), pp. 4.
Bibliografía
Wittgenstein, Ludwig (1921). Tractatus lógico-philosophicus (trad. Luis M. Valdés).
Madrid: Tecnos.
Wittgenstein, Ludwig (1989). Conferencia sobre ética
Garín, Renato (2012). Recensión a “Terror, Pena y Amnistía”. Santiago de Chile: Flandes
Indiano.
Lillo Cabezas, Mario (2013). Silencio, trauma y esperanza: Novelas chilenas de la
dictadura 1977-2010. Santiago de Chile: Universidad Católica de Chile
Linkografía
<http://www.ciudadseva.com/textos/teoria/opin/borges3.htm>
Filmografía
Astudillo, Carolina (2012). Lo indecible [Documental]