Monsívais, Carlos - De los intelectuales en América Latina

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    DE LOS INTELECTUALES EN AMRICA LATINALatin American intellectuals

    Carlos MONSIVIS [email protected]

    BIBLID [1130-2887 (2007) 47, 15-38]Fecha de recepcin: agosto del 2007Fecha de aceptacin y versin final: octubre del 2007

    RESUMEN: El artculo rastrea minuciosamente la historia intelectual de Amrica Latinadesde el siglo XIX, con el proceso de secularizacin de la cultura, hasta nuestros das, cuandola ciudad letrada ha sido sustituida por la ciudad ciberntica. A travs del anlisis de las mlti-ples definiciones, polmicas, conductas, mscaras e imposturas del gremio intelectual, el artcu-lo dibuja un retrato fiable que sirve como marco conceptual y que analiza los grandes nombresy las escuelas ms significativas.

    Palabras clave: intelectual, Amrica Latina, revistas literarias, ensayo, Revolucin Cubana,izquierda, industria acadmica.

    ABSTRACT: The article carefully reviews the intellectual history of Latin America since the19th Century, when the process of cultural secularization took place, until current times whenthe literary city has been replaced by its cybernetic version. Employing analyses of the multipledefinitions, polemics, conducts, masks and pretenses of the intellectual class, the article draws areliable portrait that serves as a conceptual frame that looks deeply into the most significant namesand schools of the period.

    Key words: intellectual, Latin America, literary journals, essay, Cuban revolution, the left, the

    academic industry.

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    I. INTRODUCCIN

    El tema de los intelectuales en Amrica Latina, tan extenso, ha merecido ensayos,historias, polmicas incontables, crticas despiadadas, autoelogios, sectarismos opues-tos y, a veces, complementarios. Desde luego, la conducta de los intelectuales (el gre-mio) y los intelectuales pblicos (los seres representativos) es inabarcable; desde luego,tambin, son drsticas las limitaciones de una crnica como la presente, la primera deellas la imposibilidad de revisar la historia intelectual de cada uno de los pases, Cen-troamrica casi ausente de estas notas con la excepcin de una mencin de los poetasnicaragenses y, falta examinar, por ejemplo, la complejsima historia intelectual deColombia y Venezuela, los procesos tan arduos de Panam y Puerto Rico y las devas-taciones del racismo en Ecuador, Bolivia, Guatemala, Per y Mxico.

    Tambin merecen acercamientos precisos fenmenos tan variados y opuestos comolas resonancias en el medio intelectual del Che Guevara (el revolucionario y la mito-grafa), su papel predominante en la guerrilla continental y su empeo en crear dos,tres, muchos Vietnams; el autoritarismo criminal en Guatemala, El Salvador y Per; lacada del Muro de Berln en 1989 y, ya en la poca contempornea, el crecimiento dela derecha en Amrica Latina, los efectos de la Guerra Sucia en el Cono Sur, la fuerzainesperada de variantes del nacionalismo revolucionario en Venezuela y Bolivia, las derro-tas culturales sucesivas de la derecha alentada y dirigida por el clero catlico y, sobretodo, la combinacin todava irrebatible: la globalizacin y el neoliberalismo.

    De la segunda mitad del siglo XIX a las postrimeras del siglo XX, los intelectua-les pblicamente reconocidos como tales apoyan o censuran a los gobiernos, son los

    intrpretes reconocidos de sus comunidades, gozan en una medida significativa del pri-vilegio social, encabezan la protesta social, censuran a los subversivos, son vctimas,son victimarios en la medida de lo posible, contribuyen a la memoria histrica, le infun-den creatividad al lenguaje, dictaminan, disculpan a los represores, fomentan el sen-tido del humor y de la irona, protegen a la Repblica con gruesas capas de solemnidady textos abstrusos, son conservadores o anticlericales o radicales de tendencia anarquista,o nacionalistas o antinacionalistas o liberales o conservadores o marxistas o antimar-xistas o de vanguardia o de retaguardia. Son, en sntesis, el cuerpo mvil o inmvil quenulifica casi todas las generalizaciones. Y son, tambin, una especie en extincin 1.

    II. LA ENTRADA EN MATERIA: LA SECULARIZACIN

    En la segunda mitad del siglo XIX el gran debate de los escritores y pensadoreslatinoamericanos se da entre liberales y conservadores, que suelen tener en comnuna slida formacin clsica y, hasta determinado momento, el mismo origen social.La gran diferencia aparece con el debate sobre las Constituciones de la Repblica y

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    1. Aviso innecesario: por razones de la vastedad del tema, esta crnica apenas alude a los aosrecientes.

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    Construir la nacin es, en medios habituados a las reprimendas y exhortacionesclericales, dar consejos, lo que lleva a un buen nmero de escritores a predicar la bue-na nueva de la superacin personal (hoy seran gures de la autoayuda). Un ejemplo,el argentino Jos Ingenieros (1877-1930), autor de El hombre mediocre, un libro comoespejo de multitudes, la crtica de la moralidad que evoca su discpulo Sergio Bag:lucha aguda y sin cuartel contra ese mundo inferior que impide la victoria de los msaptos... pginas que los jvenes se aprendieron de memoria durante varios lustros. Inge-nieros, presidente de la Sociedad Mdica y de la Sociedad de Psicologa Argentina, estambin experto en sistemas penitenciarios y escritor de preceptos de un anacronismodesconcertante. Ejemplos:

    La hora es palingensica y un nimbo de amanecer nimba la cabeza de la juventud. Un brazo vale cien brazos cuando lo mueve un cerebro ilustrado, un cerebro vale

    cien cerebros cuando lo sostiene un brazo firme. La belleza de vivir hay que descubrirla pronto o no se descubre nunca. Slo el

    que ha poblado de ideales su juventud y ha sabido servirlos con fe entusiasta, puedeesperar una madurez serena y sonriente... (Ingenieros, 1921).

    II.1 Los maestros de la juventud

    El trmino intelectual se propaga durante el Caso Dreyfuss para reconocer a losimpugnadores del antisemitismo y, de fines del siglo XIX a 1930, se esparce en Amri-ca Latina. Sin embargo, slo se difunde masivamente en la dcada de 1930, luego del

    auge de algunos escritores, cuya autoridad moral hace que se les conceda el rol de Maes-tros de la Juventud, augures y guas exaltados por las multitudes. Durante una etapadesempean notablemente ese papel Jos Vasconcelos y Antonio Caso en Mxico,Baldomero Sann Cano (1871-1957) en Colombia, Rufino Blanco Fombona (1874-1944)en Venezuela, Enrique Jos Verona (1849-1933) y Jos Enrique Rod (1871-1917) enUruguay. Rod intenta conciliar el humanismo clsico con el positivismo de Comte ySpencer y ansioso de crear lo ya indispensable invoca los poderes gensicos:

    [] Entre tanto, hay en nuestro corazn y en nuestro pensamiento muchas ansas, alas que nadie les ha dado forma... Todas las torturas que se han ensayado sobre el ver-bo, todos los refinamientos desesperados del espritu, no han bastado a apaciguar lainfinita sed de expansin del alma humana... Tambin en la libacin de lo extravagan-te y de lo raro han llegado a las heces, y hoy se abrasan sus labios en la ansiedad de

    algo ms grande, ms humano, ms puro... Pero lo esperamos en vano. Slo la espe-ranza mesinica, la fe en el que ha de venir, flor que tiene por cliz el alma de todoslos tiempos en que recrudecen al dolor y la duda, hace vibrar misteriosamente nuestroespritu (Rod, 1900).

    Las profecas auspician la fe en el Mundo Nuevo. Rod publicaArielen 1900, y fo-menta la divisin del trabajo. Shakespeare entrega los personajes, y Rod reclasifica

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    los smbolos: Ariel es el Espritu y Calibn es la falta de refinamiento y la sensualidadsin control ni matices (Calibn es tambin la religin de la tecnologa de Estados Uni-dos y Ariel es Iberoamrica). Rod cree en la aristocracia de los mejores, en la bellezatal y como los griegos la definen y en la caridad en el sentido cristiano.

    III. LA DESTRUCCIN DE LA MARGINALIDAD

    EnLas corrientes literarias de la Amrica Hispnica, un intelectual de primer orden,el dominicano Pedro Henrquez Urea, al hablar del perodo 1890-1920, describe losinicios de la profesionalizacin de los intelectuales:

    [] Los hombres de profesiones intelectuales trataron ahora de ceirse a la tarea quehaban elegido y abandonaron la poltica; los abogados, como de costumbre, menos y des-pus que los dems. El Timn de Estado pas a manos de quienes no eran sino polti-cos; nada se gan con ellos, antes al contrario. Y como lo literario no era en realidad unaprofesin, sino una vocacin, los hombres de letras se convirtieron en periodistas o enmaestros, cuando no en ambas cosas (Henrquez Urea, 1949).

    EnLa crtica de la cultura en Amrica Latina, ngel Rama considera slo parcial-mente cierta esta tesis de Henrquez Urea: Si efectivamente se intensific la espe-cializacin de los polticos, ajenos a las letras, junto a ellos siguieron actuando losintelectuales, cuya participacin en los gobiernos sigui siendo obligada a consecuen-

    cia de la creciente complejidad de las funciones pblicas (Rama, 1986). Y sobre estetema, el juicio de Rod es tambin el opuesto: [] decir adis a la poltica. Esto equi-valdra casi a decir adis al pas, pues el pas nuestro y su poltica son trminos idn-ticos, no hay pas fuera de la poltica (Rod, 1900). Si se inicia pero muy selectivamentela profesionalizacin del escritor, y de hecho ninguno vive nada ms de escribir hastaantes del Mercado, sus bestsellers, sus agentes literarios y su circuito de conferenciasmuy bien pagadas.

    III.1. De la ciudad letrada y sus escenarios

    La vieja ciudad letrada. Hasta mitades del siglo XX es clsica la escenografa o ladecoracin surgida de la espontaneidad y del fervor imitativo: cuartos saturados de libros

    y cigarros, redacciones de diarios y revistas colmadas de intrigas y rumores, oficinas delos gobiernos donde los escritores cobran sueldos modestos por redactar o corregirdiscursos ilegibles, universidades como brevsimas estaciones de paso, o, para los menos,como nichos a perpetuidad. Sigue la lista de la ciudad letrada: ateneos, academias dela lengua, salas de conferencias, teatros donde se escenifica a Shakespeare, Molire, Ibsen,Chejov, o a los comedigrafos espaoles y franceses, salas de conciertos, cafs queson el segundo hogar o el primero, teatros de gnero chico, despachos de abogados,

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    sesiones de pera que son el otro rbol genealgico de las Buenas Familias (Esta-ban llenos todos los palcos, estbamos todos), sedes de los partidos polticos, pros-tbulos, archivos, bibliotecas, libreras con las novedades de Barcelona y Pars... todolo contenido en un espacio de no ms de veinte o treinta manzanas, la geografa cul-tural de ciudades que se urbanizan al alojar a los pobres en los ghettos que son plata-formas del voyeurismo social. sta es la ciudad letrada a la disposicin de gobernantesrequeridos de expertos en redaccin o de glorias nacionales de primero, segundo o ter-cer nivel; sta es la agenda temtica de narradores y cronistas y pblico aledao.

    Ya en 1960, como seala Jean Franco en su excelenteDecadencia y cada de la ciu-dad letrada, el panorama latinoamericano vara considerablemente. La expansin de lasciudades desbarata la mayora de las zonas reservadas a la minora ilustrada, la secu-larizacin ya no ubica al intelectual como el reemplazo del sacerdote, a los cafs lite-rarios los sustituyen las reuniones en departamentos y oficinas, y el culto a la palabrase diluye por la influencia del cine primero y luego, de modo interminable, por el ascen-diente de la televisin. Se lee poco o, ms precisamente, son muchos ms los que leenigual de poco que en la etapa anterior, y se impone por un tiempo largo el terrorismode los acadmicos: No se dice haiga... no se dice crioque.

    III.2. La causa del humanismo

    A travs del desarrollo de algunos grupos y revistas literarias es posible advertircorrientes intelectuales profundas de ndole humanista, de exigencias de rigor crtico.

    En Mxico un grupo fundacional es el del Ateneo de la Juventud (1907-1912, aproxi-madamente), con figuras excepcionales: Alfonso Reyes (1889-1959), Pedro HenrquezUrea (1885-1970), Martn Luis Guzmn (1887-1976), Jos Vasconcelos (1882-1959),

    Julio Torri (1889-1970) y Antonio Caso (1883-1976), entre otros. Guzmn es uno delos grandes narradores del gnero de la Revolucin Mexicana (El guila y la serpiente,La sombra del caudillo, Memorias de Pancho Villa). Reyes es el humanista por excelen-cia: divulgador de gran nivel de la cultura grecolatina, poeta, narrador, ensayista, trata-dista, traductor, diplomtico, creador de instituciones educativas. Henrquez Urea esuno de los primeros en advertir en su complejidad la cultura de la Amrica hispnicay es un maestro en el sentido formativo del trmino. Vasconcelos es un profeta, un graneducador latinoamericano, un autobigrafo excepcional (Ulises criollo es una obra maes-tra), un poltico que apasiona a los jvenes en su campaa presidencial de 1929, un ren-coroso que en sus aos finales alaba a Hitler, Franco, Somoza y Trujillo, abomina lo

    indgena, detesta a Benito Jurez y dirige una revista pronazi, Timn, subsidiada por laembajada de Alemania. Julio Torri es un prosista extraordinario. Caso, un filsofo delibros que envejecen con rapidez pero que en su momento entusiasman a los estudiantesy los llevan a la filosofa.

    Hay tres revistas indispensables en el impulso a lectores y escritores:Suren Argen-tina, Contemporneos (1926-1931) en Mxico y Orgenes en Cuba. La revaloracin deSurse debe en gran medida a la condicin legendaria de dos de sus integrantes que crean

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    y alientan una literatura notable: Victoria Ocampo y, sobre todo, Jorge Luis Borges.Tambin Adolfo Bioy Casares, Silvina Ocampo y Jos Bianco. De familia oligarca, Vic-toria Ocampo es un personaje nico: lectora y viajera incansable, en Sury en la edito-rial del mismo nombre promueve sus descubrimientos y predilecciones (los nueve tomosde sus notas y ensayos, Testimonios, certifican la vastedad de sus intereses: Virginia Woolf,Roger Caillois, Sergei Eisenstein, Stravinsky, Ortega y Gasset, Rabindranath Tagore,Aldous Huxley); Silvina Ocampo es poeta, narradora y traductora de primer orden; Bian-co tiene tres relatos notables: La prdida del reino, Las ratas ySombras; Bioy CasaresdesdeLa invencin de Morelproduce textos importantes.

    Borges es, en s mismo, un captulo de la vida intelectual de Amrica Latina y delmundo con su imaginacin sorprendente, su idioma flexible y riguroso, la calidad desu irona, el despliegue de su erudicin, las variedades de su inteligencia. Es, sin duda, elintelectual y escritor latinoamericano del siglo XX de mayor repercusin internacional.

    El grupo, con la excepcin de Bianco, se inclina en lo poltico hacia posiciones con-servadoras. Muy crticos de Pern y su justicialismo dbil y tramposo, tambin apoyanla invasin norteamericana de la Repblica Dominicana (1965) y las represiones del pre-sidente Daz Ordaz de Mxico (1968); Borges escribe un poema a los defensores de Ellamo en la guerra de Estados Unidos contra Mxico y recibe una condecoracin dePinochet. stos son hechos innegables pero tambin, y con fuerza infinitamente mayor,se impone la generosidad de su obra, la lucidez asombrosa, el genio expresivo.

    Orgenes, la revista publicada en La Habana con el mecenazgo de Jos RodrguezFeo, es una revista fundamentalmente de poetas; Jos Lezama Lima (1910-1976), Eli-seo Diego (1920-1994), Virgilio Piera (1912-1979), Cintio Vitier (1921), Fina Garca

    Marruz (1923). Algunos de ellos tambin son narradores y Piera, adems, es drama-turgo. En una nacin de tan breve historial independiente, los escritores de Orgenesconfan en la literatura, el coto de mayor realeza, segn Lezama, el autor de ese grantexto inslito, Paradiso.

    La revista Contemporneos (1926-1932) es un ensayo notable de literatura y pen-samiento modernos. Son poetas y la mayora son ensayistas, una vanguardia que no pre-sume de serlo, una voluntad obstinada de rigor literario. Sus figuras principales: CarlosPellicer (1897-1977), Bernardo Ortiz de Montellano (1899-1948), Jos Gorostiza (1901-1973), Jaime Torres Bidet (1902-1974), Jorge Cuesta (1903-1942), Xavier Villaurrutia(1903-1950). En ellos el ensayo, en la tradicin de Reyes, se vuelve una forma artsti-ca, y Novo practica una crnica ensaystica de primer orden. Aunque casi desconocidosfuera de Mxico, su poesa y su prosa se imponen sobre los males de la cultura pro-vinciana, su cursilera, su falsa elocuencia, su sincerismo patriotero y localista.

    Hay un grupo inesperado en Nicaragua, bajo la sombra creativa del extraordi-nario Jos Mart. En las atmsferas opresivas de la dictadura de los Somoza, con unespritu religioso muy acentuado, casi naturalmente cosmopolitas, escriben poesa (fun-damentalmente), y ensayo literario y poltico de oposicin cerrada a la dinasta Somo-za. Entre ellos Jos Coronel Urtecho (1906-1994), Ernesto Cardenal (1925), CarlosMartnez Rivas (1924-1998) y Pablo Antonio Cuadra (1912-2002). Este ltimo, abier-tamente antisandinista, dirige el peridicoLa Prensa.

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    Estos crculos pequeos y casi inadvertidos por sus sociedades al principio, termi-nan por ser referencias nacionales muy slidas. En su mayora pretenden mantenerseequidistantes de la izquierda (secuestrada por el estalinismo y liberada por sus luchasa favor de la justicia social y su resistencia al fascismo) y de la derecha, empeadaen ver en movilizaciones de tipo falangista la va del regreso a la fe en Amrica Latina.En medio de las limitaciones y la carencia de estmulos intelectuales, estos escritoresmanejan con la suficiente eficacia como para desatenderse de los sectarismos, profesaren su escritura el humanismo sin el cual no fructifica el proceso educativo. Dos ejem-plos: Gabriela Mistral y Alfonso Reyes.

    III.3. El nacionalismo y los prstamos tericos

    Hay tal cosa como los prstamos tericos? Seguramente no, la vida intelectuales un libre flujo librrimo de ideas, sistemas, contenidos doctrinarios, idealizaciones.Luego de la sucesin de doctrinas, del positivismo al existencialismo, y por un tiempolargo, los pensadores (categora ms bien abstracta) y los filsofos (profesin que impo-ne marginalmente el desarrollo acadmico), una vez rendido el saludo a la civilizacinhelnica, se ocupan de edificar la filosofa de Amrica Latina, con sus interrogantessobre el ser, el destino del hombre latinoamericano, la soledad de las naciones, etcte-ra, y reproduce a su manera sistemas de la filosofa tal y como algunos la practican enAlemania, Inglaterra y Francia. El peruano Augusto Salazar Bondy, en un libro msbien difuso, Existe una filosofa de Nuestra Amrica?, afirma:

    [] (La originalidad es) el aporte de ideas y planteos nuevos, con respecto a las civiliza-ciones anteriores, pero suficientemente discernibles como creaciones y no como repe-ticiones de contenidos doctrinarios. En este sentido, una filosofa original ser identificablepor construcciones conceptuales inditas de valor reconocido (Salazar Bondy, 1976).

    A su modo, sta es una revuelta contra las tendencias de adoracin de lo europeo,contra los hispanistas (los cultores de la Madre Patria, el estilo castizo, el catolicis-mo como marca de identidad del lenguaje); los galicistas (los del extranjerismo deli-cioso, fijados casi exclusivamente en la literatura); los cosmopolitas (una manera defrancofilia, que aceptan la frase de Balzac: Pars es la ciudad del cosmopolita, o seade los hombres que se han casado con el mundo, y la estrechan sin cesar con los bra-

    zos de la Ciencia, el Arte, y el Poder); los anglfilos (que examinan sobre todo loproducido en Londres, del utilitarismo a la filosofa analtica), y los germanfilos, queleen devotamente a Schlegel, Hegel y Marx, y de all desprenden investigaciones oideologas sin poder poltico que las avala. En especial, el marxismo es la gran influen-cia de la dcada de 1930 a la cada del muro en 1989. Esto, en medio de los cambiosterminolgicos, con su vocabulario a cuestas: sociedades atrasadas o perifricas o sub-desarrolladas o dependientes o coloniales o locales o pretecnolgicas.

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    En 1950, Octavio Paz termina su ensayo definitorio de la mexicanidad, con la con-signa que busca poner al da un pas, una sociedad, una sucesin de estados de nimo:Somos, por primera vez en nuestra historia, contemporneos de los dems hombres.Paz, ya entonces un poeta extraordinario, ampliar su gran carrera literaria con librosfundamentales (entre ellosLa estacin violenta, Piedra de sol, Sor Juan Ins de la Cruzo Las estampas de la fe, Pasado en claro), y debatir de modo fructfero con el sectaris-mo de izquierda y los defensores del socialismo real, pero El laberinto de la soledadseguir provocando lecturas y querellas igualmente apasionadas. Su tema innegable: lasrazones y las races del nacionalismo, de la identidad del ser nacional, de la psicologasocial que distingue a un mexicano de un boliviano.

    El nacionalismo es uno de los grandes temas de los intelectuales latinoamericanos,con las correspondientes aclaraciones y canonizaciones de la mexicanidad, la cubana, lavenozolanidad, la argentinidad, la chilenidad, la colombianidad, y as sucesivamente.A los dogmas los pone en crisis el mpetu de la americanizacin que, a partir de la dca-da de 1959, explica la metamorfosis orgnica de las sociedades latinoamericanas.

    IV. LA IZQUIERDA Y EL ESTALINISMO

    Es considerable el xito de la Guerra Fra del lado norteamericano: convence a lasclases populares de que son lo mismo el comunismo y la lucha contra la desigualdad;legitima el aplastamiento de la resistencia poltica y social; silencia las protestas por laexistencia de presos polticos; vuelve muy aceptable la depuracin sindical. Del lado

    de la izquierda, la Guerra Fra desata lo que, as sea dbilmente, an perdura: la opera-cin ideolgica que impone o auspicia la mentira en vastas proporciones: los intelec-tuales y escritores de izquierda niegan las grandes purgas en la URSS, los millones depersonas asesinadas por rdenes de Stalin, las evidencias de las matanzas y encarce-lamientos en el imperio sovitico... El propsito es descalificar toda crtica al estali-nismo: son calumnias imperialistas dirigidas por el oro de Washington. Tambin, yesto es lo ms genuino, alaban la realizacin de la utopa, tal y como la verifica un escri-tor excepcional, Luis Cardoza y Aragn, cuyo libro de crnicas sobre un viaje a la URSS,se titulaRetorno al futuro. A Cardoza y Aragn lo apasiona el milagro de lo que hoy secalificara de gentica espiritual:

    [] Lo fundamental del URSS nos atrae y nos ofrece explicaciones que no nos parecensatisfactorias. La flor de una civilizacin considera la revolucin sovitica como uno de

    los acontecimientos histricos ms importantes de la humanidad. Desviaciones y con-tradicciones, no menoscaban lo bsico de la revolucin. La obra perfecta es imposible:en la propia naturaleza humana, tan lentamente modificable, se asientan los orgenes deestas deficiencias. Pero la revolucin sovitica es trascendente porque se dirige a cam-biar, hacia un sentido magnnimo y fecundo, la propia naturaleza del hombre. De allsurge su valor y su larga lucha necesaria para que un nuevo humanismo oriente la vida,Cambiar el hombre! (Cardoza y Aragn, 1948).

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    V. DE LA DERECHA INTELECTUAL

    V.1. La fbrica de justificaciones de la represin

    A lo largo del siglo XX latinoamericano, los intelectuales (escritores y pensadores)de la derecha intelectual, nunca numerosos, los mejores de entre ellos inmersos en his-toria y teologa, suelen apoyar de modo directo o sin quejas y reproches a gobiernos demano dura y dictaduras, y difaman a quienes propician la separacin de la Iglesia y elEstado. Estos filsofos, historiadores, novelistas, identifican la mano dura con la defen-sa de la moral y las buenas costumbres y la supremaca de la censura. Si bien la mayo-

    ra de los poetas catlicos importantes no milita en la derecha integrista, hay sin embargoeruditos y poetas apreciables y traductores de excelente nivel, que alternan sus mri-tos con la apologa de Francisco Franco, las simpatas por el nazifascismo (slo algu-nos de ellos) y la exigencia de prohibiciones a nombre del moralismo (casi todos). Alfinalizar la Segunda Guerra Mundial, esta derecha intelectual se incorpora gozosa al anti-comunismo. El estalinismo y el socialismo real merecen crticas amplias y campaas deprotesta por sus crmenes, pero a la derecha slo le obsesiona realmente lo que juzgaabominacin: la demanda de justicia social.

    A quines apoyan los derechistas? A los que garantizan frreamente el orden (lasupresin de la crtica) que, en su lgica, es el prerrequisito de la civilizacin cristiana.En Venezuela, por ejemplo, secundan al golpista coronel Marcos Prez Jimnez, queen 1948 enva al exilio al presidente Rmulo Gallegos y al poeta Andrs Eloy Blanco(entre otros); en Per, a los generales que persiguen y diezman a los indgenas y los

    obligan a la rebelda, mientras sostienen el feudalismo agrario y conducen al exilio alos escritores marxistas (ejemplos: Gustavo Valcrcel y Genaro Carnero Checa); en Gua-temala (1954), al militar golpista Carlos Castillo Armas que, dirigido por la CIA, derri-ba el rgimen del presidente Jacobo Arbenz y hace que se exilien poetas, novelistas,ensayistas, teatristas (entre ellos Luis Cardoza y Aragn, Augusto Monterroso, MarioMonteforte Toledo, Manuel Galich, Carlos Illescas); en Mxico, donde no hay inte-lectuales o escritores presos en la primera etapa de la Guerra Fra, los derechistas sesuman con entusiasmo a la campaa de difamaciones contra la izquierda, y alaban alDepartamento de Estado cuando le niega las visas a comunistas de la ndole de laactriz Dolores del Ro y el msico Carlos Chvez. Su lema est a la vista: La defen-sa del Mundo Libre.

    Las causas y los factores de movilizacin de la derecha: integrismo (la Doctrina y

    el Dogma o la guerra santa); antisemitismo; odio a las herencias de la Revolucin Fran-cesa; reivindicacin incesante del patriarcado; rechazo del liberalismo; identificacindel nacionalismo cristiano con el corporativismo; supremaca espiritual del clero sobrela nacin: localizacin policaca del Anticristo (los adversarios de la Iglesia); educa-cin religiosa en las escuelas pblicas; impulso al primer deber de los gobiernos: cris-tianizar los pases; persecucin de la literatura hertica; ataques a protestantes ymasones y, sobre todo, la defensa de la tradicin.

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    El argentino Gustavo Martnez Zuvira con el seudnimo de Hugo Wast perpetranovelas infames (algunas de las cuales, por supuesto, se adaptan y filman en Mxico:Flor de durazno, la prueba del honor). En tanto Martnez Zuvira, ministro de Ins-truccin Pblica es muy represivo, y el novelista Hugo Wast, en El Kahel y en Oro, noti-fica del plan judo para el dominio del mundo por un rey de la sangre de David queser el Anticristo3. En Mxico, en 1947, Jos Vasconcelos prologa Derrota mundial,de Salvador Borrego, una lamentacin por la derrota de los nazis.

    Por un proceso de rechazo casi orgnico del trmino, la derecha latinoamerica-na ha carecido histricamente de un sector intelectual consistente y decidido a mani-festarse como tal. Si en materia religiosa los derechistas se asumen orgullosamentecomo tradicionalistas, en lo ideolgico los ms prefieren argumentar desde posicio-nes neutras.

    Los conservadores ven la oportunidad de rectificar los malos pasos de la socie-dad y proceden inquisitorialmente. En la mayora de los pases la derecha ideolgica oque eso dice ser, ocupa los puestos culturales, elogia y demanda la represin, divulgaversiones grotescas de las historias nacionales y niega el acceso a las universidades a losmaestros liberales, izquierdistas o catlicos no ortodoxos. En la Guerra Fra los con-servadores estn en su elemento y no necesitan incrustarse en los organismos creadospor la CIA como el Congreso por la Libertad de la Cultura. Eso les parece muy liberal,lo necesario es el control rgido de la prensa, la radio, el cine; que se garantice el domi-nio de la oligarqua a travs de los colegios y escuelas confesionales, que se promuevancampaas de odio contra los signos de liberalizacin de las costumbres.

    Los gobiernos de las lites (burgueses, segn la calificacin de los marxistas y de

    la realidad) oscilan entre el anti-intelectualismo ms abrupto y la estrategia de ador-narse con los prestigios del conocimiento y la creacin. En ningn momento se detienenambas tendencias y el anti-intelectualismo es, junto a la moral, el mtodo a la disposi-cin de los gobiernos conservadores o que pactan con la Iglesia Catlica, en su afn desuprimir la crtica, censurar lo inconveniente (en teatro, cine, radio, publicaciones,televisin), y propagar su saber bsico: la impotencia ante la represin (el no poder evi-tarlo) equivale a la confesin de actividades subversivas.

    As, en Mxico, por ejemplo, se encarcela, por mero delito de opinin, a DavidAlfaro Siqueiros (de 1959 a 1962), y al filsofo Eli de Gortari y al escritor Jos Revuel-tas (en el penal de Lecumberri, de 1968 a 1971). Disolucin social: el delito casiabstracto del Cdigo Penal califica a todo el que se oponga crtica y pacficamente alpresidente de la Repblica. En todos los pases la derecha se enfrenta a los brotes cr-ticos, al avance del marxismo en las universidades, a la industria del espectculo y su

    hedonismo, a las libertades femeninas, a las formas ms audaces del pensamiento. Yel tradicionalismo espera de sus escassimos intelectuales pblicos las adhesiones ritua-les y, cuando vale la pena, la presencia en actos solemnes. Y la paga del acatamientoson los homenajes, con la presencia en vivo del presidente de la Repblica. Esto es tam-bin la Guerra Fra.

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    3. Informacin en la excelente crnica de H. VERBITSKY (2007).

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    responde Poltica (1. de octubre de 1965) en sermn intitulado: Los intelectuales mexi-canos, la Dolce Vita y la oligarqua en el poder:

    [] Concomitantemente (a los atropellos de la oligarqua gubernamental) se ampla elcrculo de los intelectuales que dicindose progresistas... expresan por las vas del esca-pismo, de la falsa universalidad y del cosmopolitismo rampln y snob su inconformidadcon el patriotismo poltico de la oligarqua burocrtica. Espejo de sta, dan esos intelec-tuales una imagen divertida de la burguesa a la que critican por su falso nacionalismotricolor. Homepatas de la intelectualidad, dicen destruir a la burguesa y a los gustosburgueses apurando hasta la ltima gota de la cursilera de las fiestas y frivolidades bur-guesas. Y no contentos con ello, trasladan a sus plticas, a sus engendros novelsticos,pictricos o ensaysticos ese peculiar sentidogo-go del que se ufanan en sus reuniones yaun en las conferencias que para empatar dictan ante el delirante regocijo de sus cloquesde incondicionales seguidores... Conscientemente refugiados en un arte abstracto y eva-sivo, bandera de confusin y equvocos... esa destacada capa intelectual identifica el patrio-terismo oficial y la demagogia con los autnticos problemas del pueblo mexicano...Completan, de tal modo, con su afn snob de universalismo hincado en oscuros senti-mientos de inferioridad, frustracin y servil imitacin, una de las ramas de las tenazasoficiales de propaganda y publicidad que mantienen al pueblo en la confusin, inmersoen el quietismo y la inconformidad... Lo que defienden es el libertinaje en los niveles msbajos de la conducta personal y pblica; lo que defienden es la servil condicin palacie-ga y proimperialista que no logran ocultar en sus charlas, que no pueden esconder en laslneas caticas de sus lienzos o en las calcas al carbn de Joyce y Kafka. Falsos paladi-

    nes de la libertad creadora, confunden sta con la produccin pueblerina de copias delextranjero; su cosmopolitismo no va ms all de los salones en que, entre pasos epilp-ticos de surf entablan torneos de ingenio... Su bandera de colores y texturas amontona-dos al azar es tan daina como la demaggica patriotera [].

    A lo largo de dos dcadas, la influencia de Casa de las Amricas, el organismocultural cubano, y de la doctrina de contra la revolucin nada, tiene gran xitoentre otras cosas por las acciones criminales del imperialismo yanqui (que s que exis-te) y por la ansiedad de construir sociedades libres de la desigualdad. De manerasincera, un sector le concede la razn a la tesis que pospone para mejores das laslibertades creativas. Luego, al evidenciarse la burocratizacin del rgimen de Cas-tro y al surgir alternativas a la accin de los intelectuales, el pensamiento nico dela izquierda se fragmenta. Una parte, convencida de la omnipotencia del capitalis-

    mo, defiende ya abiertamente las tesis del mundo libre; otros adoptan el radica-lismo crtico que equilibra la lucha contra la desigualdad y la defensa de la libertadde expresin. Adems, la poltica imperialista no admite dudas: golpes de Estado ointervenciones cvicas en Centroamrica, Panam, Repblica Dominicana y Chile,el bloqueo o el embargo a Cuba que se acompaa de intentos reiterados de asesinar aFidel Castro y la ampliacin del trmino peligro para Amrica Latina para incluir alpopulismo.

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    VI.1. EL CASO PADILLA: LOS HROES NEGATIVOS

    En el Encuentro de Intelectuales en 1967 en La Habana, un discurso de Castro lossita en la vanguardia de la Revolucin por sobre los partidos comunistas as como tam-bin lanza campaas contra los intelectuales que traicionan. Luego, en 1971, el casoPadilla divide al sector intelectual de izquierda. En La Habana se detiene, se enjuiciay se obliga a la confesin al poeta Heberto Padilla, crtico estentreo del gobierno cas-trista y su poltica hacia los intelectuales. El arresto de Padilla moviliza a un grupo ampliode intelectuales europeos y norteamericanos. Al cabo de varias semanas de arresto, Padi-lla se presenta en la UNEAC (Unin Nacional de Escritores y Artistas de Cuba), y lee untexto muy autocrtico donde se acusa a s mismo de actividades contrarrevolucionarias,de vanidad, de escribir poemas insidiosos y provocativos que bajo la hbil aparien-cia de la historia, no expresaban otra cosa que el temperamento de un descredo, deun cnico, de un versificador atrapado por sus propias limitaciones morales e intelec-tuales, me refiero por supuesto a Fuera de juego que obtuvo el Premio Nacional de Poe-sa de la UNEAC en 1968.

    Padilla se escarnece (no sin la irona que se burla abiertamente de los inquisidores),se delata por haber entrado en contacto con enemigos de la Revolucin, por creerseun intocable y buscar publicitariamente su martirio. Y a propsito de una novela suya,alcanza niveles penitenciales:

    [] El hroe negativo del proyecto de novela apostrofaba todo el tiempo contra la obrarevolucionaria. Cuando he vuelto a repasar mentalmente fragmentos que escrib a saltos

    de esa novela, he sentido una vergenza extraordinaria. Me parece inconcebible que yohubiera podido pensar que ese mamotreto enfermizo, donde puse toda mi amargura,pudiera tener algn valor intelectual y humano.No slo eran polticamente negativos y sinuosos, no slo reflejaban mis vacilaciones ideo-lgicas y contra-revolucionarias, sino que tambin expresaban un desencanto profundoen la vida, en la esperanza y la poesa de la vida. El hombre que escribi esas pginas eraun hombre, que iba camino de su propia destruccin moral y fsica [] (Padilla, 1971).

    Padilla se autocritica por sus errores groseros: lo deslumbraron lo extranjero, lasgrandes capitales, las culturas forneas; lo anterior y concluye:

    [] Yo ruego al Gobierno Revolucionario me ofrezca la ocasin de explicarlo. Si pidodesesperadamente que me permitan esta oportunidad es por la conviccin profunda que

    yo tengo de que esta experiencia ma puede tener un valor no slo para m, sino que vams all de mi persona (Padilla, 1971).

    Hasta este momento se han sustentado ideas muy inciertas (sobre) las relacionesdel intelectual con el poder en un pas socialista. Por otra parte, la crtica se detienepor la evidencia de las acciones criminales del imperialismo yanqui y por la urgenciade sociedades libres de la desigualdad. El caso Padilla no desemboca en la tragedia,

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    como sucedi con gran frecuencia en los pases del Este, pero su patetismo impresio-na a los intelectuales preocupados por el tono de las palabras muy desdeosas de FidelCastro a propsito de este caso. Desde la crcel de Lecumberri, el 3 de mayo de 1971,el novelista Jos Revueltas (1914-1974) escribe:

    [] Nos afligen, pues, los dos hechos de Cuba que suscitan nuestra tristeza y angustia:la carta de Heberto Padilla y las palabras de Fidel el primero de mayo, pero no por lamateria subjetiva que presupone nuestro trabajo de escritores, los sentimientos, sino porel proceso racional que queremos esclarecer a travs de ellos, ya que se trata, ante todo,de tristeza y angustia polticas. No; la Carta del poeta Padilla no es un producto de latortura fsica. Heberto Padilla dice en su carta una verdad, por la cual renuncia a la ver-dad: se arrepiente de haber intentado esclarecerse, y se esclarece as, mistificadamente,en la otra verdad, en la Razn de Estado. Qu mayor tortura para el escritor que la deoponer su obra a la Razn de Estado y tanto ms si el Estado es socialista? Los here-jes de la Edad Media se sometan con mucho menos resistencia a las exigencias mora-les del dolo bueno que al plomo derretido en la cuenca de los ojos.

    Del lado del castrismo, Ral Roa, un marxista histrico de Cuba, poco despus deldiscurso de Fidel Castro, va an ms lejos:

    [] Todos los derechos de la imaginacin, de la forma y de la sustancia dentro de la revo-lucin. Ningn derecho de la imaginacin, de la forma y de la sustancia contra la revolu-cin... Es innegable igualmente deber y responsabilidad de los escritores y artistas

    revolucionarios desenmascarar y repeler la burda y corruptora campaa de propaganday proselitismo de los aparatos culturales propios o subvencionados del imperialismo, quetrata de disminuir, desacreditar o silenciar la obra verdadera de la revolucin y el socia-lismo en el campo de la literatura y el arte (Roa, 1964).

    Y el comandante Ernesto Che Guevara en El socialismo y el hombre en Cuba escontundente:

    []Resumiendo, la culpabilidad de muchos de nuestros intelectuales y artistas reside ensu pecado original; no son autnticamente revolucionarios. Podemos intentar injertar el olmopara que d peras, pero simultneamente hay que sembrar perales. Las nuevas genera-ciones vendrn libres de pecado original... Nuestra tarea consiste en impedir que la gene-racin actual, dislocada por sus conflictos, se pervierta y pervierta a las nuevas (Guevara,

    1965. Cursivas mas).

    La tesis del Hombre Nuevo que la Revolucin genera resulta muy persuasiva, aslas consecuencias nunca se concreten. Pero durante un tiempo son materia dogmtica.

    Julio Cortzar escribe: Tienes razn, Fidel, slo en la brega hay derecho al descon-tento (Cortzar, 1971) y Mario Benedetti explica por qu un escritor subversivo slopuede serlo en el capitalismo:

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    [] Quienes escriben literatura subversiva dentro del mundo capitalista, en mayora danpor sentado que, una vez subvertido ese orden y reemplazado por el revolucionario, sumisin de subversin estar cumplida. Continuar tratando de subvertir un orden queentonces sera socialista, significara sencillamente pasar a militar en la contrarrevolucin.

    Y Juan Marinello, por definicin el escritor comunista de Cuba, seala: Suponerque debe ser el escritor un inconforme de todos los tiempos es de una inmoralidad ram-pante, adems de ser la negacin violenta de las ms nobles tradiciones americanas(Casa de las Amricas, septiembre de 1971).

    El caso Padilla obliga a revisar el ideal socialista, lo que de l queda y lo que podraser. Luego de la monstruosa experiencia estalinista, lo ocurrido en Cuba vulnera la lgi-ca de la esperanza en ese horizonte socialista que ha entusiasmado a muchos de los mejo-res entre intelectuales y escritores. Si es inobjetable el tema de la extensin y la durezade la desigualdad, falta por verse lo que darn los aos siguientes: el fracaso trgico delas experiencias guerrilleras; los resultados del marxismo dogmtico (vulgar) en loscentros de enseanza; los gobiernos ultrarrepresivos de Vietnam, Camboya y Corea delNorte, el terror en China (la revolucin cultural y luego la cerrazn absoluta), los efec-tos de la burocratizacin en el bloque socialista, las fallas de la perestroika, el endure-cimiento del rgimen de Castro que apoya la invasin sovitica de Hungra y la represinen China, el fracaso del rgimen sandinista que se inicia con la persecucin de los indiosmixquitos y se agrava con los mltiples signos de corrupcin del primer gobierno deDaniel Ortega.

    En unos aos, parte considerable de la izquierda intelectual renuncia a la mayora

    de sus esquemas y prcticas dogmticas, desiste de las citas sagradas y elige el eclec-ticismo. Ante la pretensin talmdica de los manuales soviticos o las divulgacionesptreas de Marta Harnecker, surge (un tanto tarde) un proyecto de marxismo y anti-sectario, enfrentado a los conceptos totmicos: el partido, vanguardia del proletariado,el centralismo democrtico, el leninismo. Ya para qu?, a estas propuestas tericasse les adelanta la cada del socialismo real, que afantasma las consignas frenticas, comola de un acadmico mexicano en el centenario de la muerte de Marx (Dentro del mar-xismo todo; fuera del marxismo, nada), o el apotegma del comandante Fidel Castroel 2 de enero de 1989: Marxismo-leninismo o muerte!.

    VII. LA INDUSTRIA ACADMICA: EL CUBCULO SAGRADO

    A partir de la dcada de 1970, el crecimiento de las universidades pblicas y pri-vadas trae consigo la aparicin de la industria acadmica, en las humanidades y lasciencias sociales, a semejanza de la norteamericana, con frecuencia concentrada frrea-mente en s misma, que canjea la teora de la torre de marfil, propia de una larga eta-pa de jactancias de la lite universitaria, por la de las especialidades a ultranza. El procesoes complejo porque, adems, las universidades pblicas se hallan siempre en graves pro-blemas financieros, y porque el debate intelectual, por lo comn nada ms presente en

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    las universidades pblicas, slo excepcionalmente repercute en los mbitos nacionales.Lo publicado con el sello de las universidades alcanza un pblico mnimo, y pese a laprofusin de revistas, libros, conferencias, simposios, mesas redondas, lo que se dis-cute y comenta suele suceder en otro lado, en la prensa diaria, en las revistas, en losmedios electrnicos, incluso en los partidos polticos.

    Sin embargo, en lo bsico, en las universidades pblicas de cada pas latinoameri-cano an se conforman en la prctica, y todo indica que este proceso continuar, losproyectos dedicados a las mayoras para empezar la promesa de la movilidad social queun ttulo acadmico trae consigo o, ms exactamente, sola traer consigo. Y por razo-nes de presupuestos, de tradicin cultural, de mera infraestructura, las universidades

    pblicas an concentran en buen nmero de pases el peso de la formacin intelectualy cientfica. Hay problemas: la falta de salidas al exterior (que pueden ser las uni-versidades mismas), y, muy especialmente, la alta concentracin de intelectuales que,no obstante la importancia de su trabajo, no son interlocutores bsicos ni de las socie-dades ni de los gobiernos. Desde la inmovilidad curricular pocos juicios y opinionesrepercuten en lo poltico y lo social.

    A partir de la dcada de 1980, y an ms en los aos siguientes, se promueven comoproyecto poltico el mercado libre y una versin exclusivamente electoral de la demo-cracia (no se habla de la democracia econmica, por ejemplo). Tambin, de iniciarse laglobalizacin segn el modelo de Estados Unidos, la desigualdad se profundiza, las dis-tancias sociales se acrecientan, se concentra an ms la riqueza y no hay redistribucindel poder econmico y slo ocasionalmente del poder poltico.

    Surge, describe Jean Franco, una inteligencia diferente a la humanista o de avant-garde que trabaja en instituciones de gobierno y universidad, sobre todo en las priva-das. Esta nueva clase ya no es ni le interesa ser letrada, son expertos, economistas,abogados reducidos estrictamente a su especialidad, administradores de empresas rebo-santes de discursos en homenaje a la eficiencia, la transparencia, la desregulacin, conun olvido sistemtico de la pobreza y las represiones. A un buen nmero de casas edi-toriales, fundamentales en el desarrollo de los grupos de intelectuales y escritores, lasabsorben los holdings internacionales. De modo complementario, el mercado librenorma una porcin bsica de la vida literaria, y el crecimiento de la industria acad-mica masifica la ciudad letrada, un trmino cuya definicin ya para la dcada de 1990casi nada tiene que ver con la original.

    El principal centro de produccin intelectual de cada pas suele ser, en lo tocantea (numerosos) efectos del debate intelectual, una zona lejana y con frecuencia inaudi-

    ble en algunos aos. En otros, las universidades pblicas, al asumir la defensa de laslibertades, atraen el odio o la enemistad activa de los gobiernos, por ejemplo los deArgentina durante la guerra sucia, el de Chile durante la dictadura de Pinochet, elde Per en el perodo de Fujimori (adase la intolerancia criminal de Sendero Lumi-noso), en Venezuela ahora con las presiones de Hugo Chvez, en Guatemala y El Sal-vador en el perodo donde los ejrcitos toman las universidades y se secuestra y asesinaa rectores y profesores.

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    El manejo de la formacin profesional tiene que ver con la concentracin del empleoen la burocracia del Estado. Este trustde las oportunidades comparativamente privi-legiadas hace que sea cada vez ms frecuente el uso del estudio como simple medio deascenso, y se acomodan los estudios a los conocimientos tiles en la burocracia. Esto,en un plazo muy rpido, elimina el espejismo que converta a las universidades en claus-tros definitivos, y lo devuelve todo a la prctica tradicional: las universidades, estacio-nes de paso de los ambiciosos, los inteligentes, los llamados al poder. En las universidadespblicas o privadas, se concluye, slo se quedan los que no supieron irse.

    Luego de cinco o diez aos de estancia en las universidades, los de vocacin meri-tocrtica se van hacia el servicio pblico o el empresariado. Y se despliega la frustra-cin de los ms, de los pasantes o titulados enterados a diario de: a) el ttulo ya noes garanta de ascenso, y b) segn las clases gobernantes, el conocimiento sin ade-cuadas relaciones de clase es puro analfabetismo. Esto afecta por igual a las capita-les y las regiones.

    El traslado de los proyectos utpicos (en el mejor sentido del trmino) a la socie-dad elimina una de las actitudes preferidas de los radicales universitarios en este siglo,la vocacin mesinica. Al no contraponer el peso del conocimiento a la fuerza del Esta-do (algo que en un medio sin alternativas se asimila con rapidez) reaparece la eternaconclusin: no hay alternativas fuera del capitalismo porque las otorgadas por el siste-ma de universidades pblicas alcanzan a muy pocos.

    La carga opresiva del concepto y la realidad de la universidad de masas, que exis-te simplemente porque hay masas en la universidad, genera el prejuicio aplastante sobrela degradacin acadmica, y la desaparicin de los antiguos (se supone que muy eleva-

    dos) niveles de conocimiento. No es esto enteramente cierto; hoy, en trminos gene-rales, la vida acadmica es ms informada y productiva, y no slo por la proliferacinde centros e institutos de investigacin porque ahora los intelectuales han transitado ala Academia. Pero la leyenda pesa, y al no desmontarse el concepto universidad demasas, ste contina operando negativamente con resultados psicolgicos, polticos yculturales, similares a los detentados por los trminos subdesarrollo y tercermundista.A la penuria econmica de la mayora se aade la nocin fatalista: la universidad demasas siempre ser un lugar de tercer orden, de falta de recursos esenciales, de atrasotecnolgico. Esto, mientras la licenciatura ocupa el sitio cultural y de reconocimien-to antes asignado al bachillerato, y el posgrado o doctorado es, en trminos reales, elnuevo bachillerato.

    VII.1. Si viene de universidad pblica, lamentamos decirle que no hay empleo

    Los egresados de las universidades pblicas han vivido en estos aos la magna reduc-cin salarial, la disminucin de oportunidades, la burocratizacin y, desde hace unadcada, la creciente preferencia gubernamental por los egresados de universidadesprivadas, por razones ideolgicas (No pierden su tiempo con tonteras subversivas),por motivos tcnicos (Han tenido todo su tiempo para prepararse, sin problemas

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    econmicos), y por causas genealgicas (Son de buenas familias). A esto se agre-gan los criterios de eficiencia prestigiosa del neoliberalismo que a la letra dicen: las uni-versidades pblicas son inmensos estacionamientos del desamparo vocacional, estepasdel conocimiento anacrnico, sitios de retencin y entretenimiento de multitudes deadolescentes y jvenes, antes de que se propongan en vano la caza de oportunidadesque el determinismo de clase les veda.

    Sin embargo, y pese al desdn presupuestal y social del gobierno, las universida-des pblicas siguen cumpliendo funciones indispensables:

    habitan, a partir de la expansin de la enseanza media, a sectores amplios aprcticas culturales inusitadas (lectura, discusin de temas y autores, asistencia por lomenos ocasional a conciertos y recitales, obras de teatro, cine-clubes, etctera), lo que,entre otras cosas, y por as decirlo, normaliza el libro en medios avasallados tradicio-nalmente por los odios y las reverencias del anti-intelectualismo;

    aclimatan la pluralidad y la renovacin ideolgica y terica; preservan y enriquecen crticamente el inters por lo nacional, en materia de deba-

    tes, lecturas, ediciones crticas, tradiciones intelectuales, visiones de la historia, infor-macin mltiple sobre el desarrollo de las ciudades y el pas;

    forman, en un primer nivel, a los profesionistas encargados de satisfacer las nece-sidades de los estratos medios y bajos de la administracin pblica y la sociedad;

    representan el avance cientfico, tecnolgico y cultural posible en una nacin deescasos recursos;

    emblematizan y son efecto del espacio que el Estado le concede a la sociedad enmateria de crtica, libertad de expresin, disidencia poltica y moral. Junto con secto-

    res limitados de la prensa, las universidades pblicas usan su autonoma para discre-par, porque salvo en los regmenes muy autoritarios, se acepta que en las zonas formativasde la nacin, la crtica es indispensable. Con salvedades: la crtica an hoy es inconce-bible en las universidades dominadas frreamente por los gobiernos locales, y en casitodas las privadas;

    preparan a los cientficos y tcnicos para las zonas urgentes del desarrollo; forman a las decenas de miles de profesores que demanda la explosin

    demogrfica; garantizan la continuidad del conocimiento en materia de ciencias sociales y

    humanismo; forman, en el caso de las universidades pblicas, a los jvenes de clases popula-

    res y clases medias (que en muchos casos ya va siendo lo mismo) en un conocimientoms cercano y exacto del pas donde, tambin, en una medida muchsimo mayor de

    lo que se cree, interviene el tumulto, la discusin frentica, el ensayo de gobiernodesde la asamblea, el lenguaje librrimo. Esto por supuesto, no es funcin deliberada,pero no es por eso menos crucial;

    representan a los ojos de las clases populares y las clases medias, el privilegio posi-ble, la movilidad social al alcance. Por muy daado que se encuentre este sueo, siguesiendo esencial.

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