Monte Tláloc - Secretaría de Investigación y Estudios ... · Sus vestigios nos ofrecen una idea...

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Monte TlálocAguas Míticas, Cumbre Sagrada

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1a. edición 2010

D.R. © Gobierno del Estado de MéxicoSebastián Lerdo de Tejada núm. 300 pte., Col. Centro

C.P. 50000, Toluca, Méxicohttp://www.edomex.gob.mx

D.R. © Universidad Autónoma del Estado de MéxicoInstituto Literario núm. 100 ote., Col. Centro

C.P. 50000, Toluca, Méxicohttp://www.uaemex.mx

ISBN: 978-607-422-145-9

Impreso y hecho en MéxicoPrinted and made in Mexico

Edición: Dirección de Difusión y Promoción de la Investigación y los Estudios Avanzados

Queda prohibida la reproducción parcial o total del contenido de la presente obra, sin contar previamente con la autorización por escrito del editor en términos de la Ley Federal del Derecho

de Autor y en su caso de los tratados internacionales aplicables.

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Universidad Autónoma del Estado de México

M. en C. Eduardo Gasca PliegoRector

Lic. Enrique Peña NietoGobernador Constitucional

Lic. Alfredo del Mazo G.Presidente del Consejo

de Infraestructura

GOBIERNO DEL ESTADO DE MÉXICO

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cÍNDICE4

I. Presentación6

II. Introducción8

III. La Montaña Sagrada11

IV. El Tlalocan 31

V. La Casa del Agua47

VI. El Ropaje de Tláloc65

VII. Los Guardianes del Bosque83

VIII. El Legado Cultural de Tláloc95

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Desde hace 4 mil años, en el territorio que actualmente comprende el Estado de México, se desarrollaron importantes culturas que formaron ciudades y complejas organizaciones en los órdenes social, religioso, educativo, político y económico. Sus vestigios nos ofrecen una idea muy clara de la veneración y el respeto que tenían por la naturaleza.

Las culturas tolteca, teotihuacana y mexica o azteca también son ejemplos del prodigioso desarrollo alcanzado en materia de astronomía, lo que permitió, entre otros avances, la creación de un calendario más preciso que el utilizado en Europa casi 500 años después.

En la zona oriente de nuestro estado se encuentra un sitio que confirma este progreso: el Monte Tláloc. Se trata de la zona arqueológica más alta del mundo (4 mil 150 metros sobre el nivel del mar), donde se construyó un gigantesco oráculo ceremonial en honor justamente de Tláloc, el dios de la lluvia. Las ceremonias que allí se celebraban son una muestra de su compleja cosmovisión. Es innegable que el dios Tláloc fue para los antiguos mexicanos una de las deidades más importantes y respetadas.

La principal celebración en su honor ocurría aproximadamente entre el 15 de abril y el 1° de mayo de nuestro actual calendario, fiesta anual que marcaba el inicio de la temporada de lluvias, cuando toda la élite gobernante acudía con ofrendas, a fin de invocar un año de abundantes lluvias para los cultivos.

Ahí mismo, a principios de febrero, cuando los cielos están despejados, los eruditos ascendían al templo para verificar sus cálculos, mediante la observación del paisaje y los efectos ópticos que produce el alineamiento del Pico de Orizaba y La Malinche.

Estas actividades demuestran que las culturas milenarias del centro del país lograron concebir la interrelación entre los eventos climáticos, los astros y la agricultura. Con gran capacidad de observación, fueron capaces de pronosticar y anunciar oportunamente la llegada de la lluvia generosa o las fatalidades de su escasez.

6 I. PRESENTACIÓN

Los mexiquenses somos herederos de esos conocimientos y valores; preservarlos con acciones concretas se convierte en un deber para ésta y las futuras generaciones. El objetivo es rescatar y valorar nuestro pasado, fomentar nuestra identidad y, sobre todo, promover una relación más íntima, respetuosa y cotidiana con la naturaleza.

El proyecto Tláloc conlleva la reconstrucción de esta zona arqueológica, así como la instalación de una Estación de Investigación y Monitoreo Ambiental, para significar el factor astronómico y climatológico, como la razón básica de la existencia de este paraje sagrado.

Hago votos por que la publicación que tiene en sus manos contribuya a la revaloración de esta zona arqueológica, pero sobre todo al impulso de una nueva cultura ambiental, tan fundamental para nuestro futuro como en el pasado lo fue para los antiguos mexicanos.

Enrique Peña NietoGobernador Constitucional del Estado de México

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cII. INTRODUCCIÓN8

EL PROYECTO MONTE TLÁLOC

Monte Tláloc es un lugar mágico pleno de significados.

Objeto de culto desde tiempos prehispánicos, el sitio arqueológico que corona su cima representaba la materialización del Tlalocan. Año con año los señores de Tenochtitlan, Texcoco y Tlacopan ascendían hasta el paraíso de Tláloc para presentar sus ofrendas.

Entre los factores determinantes para la conservación de los ecosistemas naturales y el desarrollo de las actividades humanas en aquella zona del oriente del Estado de México, el clima requiere un interés particular.

En las últimas décadas, el calentamiento global ha originado cambios en el clima que están modificando el comportamiento de los sistemas hidrológicos regionales y que perjudican los sistemas biológicos terrestres al alterar los patrones espacio-temporales para la reproducción y crecimiento de las especies. Desde el punto de vista forestal se aprecia un notable incremento de plagas y plantas parásitas que, en combinación con frecuentes incendios forestales, aceleran los procesos de fragmentación del bosque. Más aún, la agricultura de la región está padeciendo la alteración en los patrones de heladas y periodos lluviosos, así como la recurrencia de inundaciones, lo cual repercute en la producción de alimentos. De esta manera, la cada vez mayor frecuencia de lluvias extraordinariamente intensas incrementa la exposición a los riesgos asociados en una región densamente poblada.

Ante la compleja problemática relacionada con los impactos que está generando el cambio climático en la región, el Gobierno del Estado de México y la Universidad Autónoma del Estado de México se han propuesto una agenda de trabajo en colaboración sobre dos grandes vertientes que se complementan: desarrollar acciones en la región de Monte Tláloc para contribuir a mitigar los efectos del calentamiento global e implementar programas de investigación e innovación tecnológica que contribuyan a desarrollar estrategias de adaptación al cambio climático.

Desde el punto de vista de la mitigación, se están desarrollando estudios forestales con el objetivo de incrementar el almacenamiento de gases de efecto invernadero (GEI), particularmente mediante la captura de carbono. En ese sentido, se está trabajando en la definición de líneas base en los diversos reservorios de carbono que permitan desarrollar programas de reforestación y conservación forestal. Para cumplir con este objetivo se trabajará en la implementación de programas de conservación tipo REDD (reducción de emisiones de la deforestación y degradación de los bosques).

“Enderezábase esta fiesta para pedir buen año, a causa de que ya el maíz que habían sembrado estaba todo nacido”.Fray Diego Durán, Historia de las Indias de Nueva España e Islas

de la Tierra Firme, tomo I, capítulo VIII, 10.

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En lo concerniente a los mecanismos de adaptación, se trata de responder a los estímulos actuales o esperados del clima, a fin de reducir los posibles daños a la población y al ambiente. En este sentido, el objetivo central es instalar en la cima de Monte Tláloc una Estación de Investigación y Monitoreo Ambiental (EIMA) que, mediante el uso de tecnología avanzada para la observación meteorológica en tiempo real, permita determinar las tendencias regionales del clima y definir estrategias de intervención temprana ante posibles eventos extremos. A mediano plazo, la información generada por la EIMA permitirá definir medidas de adaptación relacionadas con la producción agrícola, la conservación de los ecosistemas forestales y la minimización de riesgos a inundaciones.

El proyecto Monte Tláloc parte de un hecho fundamental: es imprescindible mejorar las redes regionales de observación y las capacidades técnicas y científicas que contribuyan a mejorar la comprensión de los sistemas ante el cambio climático.

Este libro representa una primera aproximación al conocimiento de la “Casa del dios Tláloc”. A lo largo de sus diversas secciones se ilustran gráficamente aquellos aspectos naturales y antrópicos que hacen de Monte Tláloc una montaña única. La descripción general del ascenso a la montaña y de sus cambiantes paisajes da paso a un viaje de regreso hacia los pueblos y su gente. Este regreso al mundo actual de los vivos se inicia en el Tlalocan, sitio arqueológico a mayor altitud en el mundo. Desde esta fuente de fertilidad para los vivos el agua desciende, se reparte y comparte nutriendo al paisaje, a los bosques y los seres vivos. Al final, todo desemboca en su gente y su cultura, y así los ciclos de ascenso y descenso, de muerte y vida, se cierran. La gran montaña permanece como fuente de agua y vida.

Muchas mentes y corazones han participado en la construcción de esta obra colectiva. La información e imágenes que componen el libro se deben al esfuerzo de un gran número de especialistas, fotógrafos y estudiantes de la Universidad Autónoma del Estado de México, que no han dudado en adentrarse en la montaña para desentrañar sus secretos. Pero llevar a buen término este libro fue posible gracias al apoyo del Gobierno del Estado de México y la colaboración del Instituto Nacional de Antropología e Historia. De igual modo, es justo reconocer la participación de los verdaderos conocedores de la montaña, los habitantes de los pueblos, que nos entregaron su ciencia y nos compartieron saberes, costumbres y tradiciones. Los hombres que nos abrieron las puertas de la Casa de Tláloc.

M. en C. Eduardo Gasca PliegoRector

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“Llamaban el mesmo nombre de este ídolo a un cerro alto que está en términos de Coatlinchan y Coatepec y, por la otra banda, parte términos con Huexotzinco. Llaman hoy día a esta sierra Tlalocan, y no sabré afirmar cuál tomó la denominación de cuál: si tomó el ídolo de aquella sierra, o la sierra del ídolo. Y lo que más probablemente podemos creer es que la sierra tomó del ídolo, porque como en aquella sierra se congelan nubes y se fraguan algunas tempestades de truenos y relámpagos y rayos y granizos, llamáronla Tlalocan, que quiere decir “el lugar de Tláloc”.Fray Diego Durán, Historia de las Indias de Nueva España e Islas de Tierra Firme, tomo I, capítulo VIII, 6.

III. La Montaña Sagrada

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cIII. LA MONTAÑA SAGRADA12

Al oriente de Texcoco parte una angosta carretera que nos lleva a Monte Tláloc, casa del dios de los rayos y las tempestades. Este mismo camino debió seguir el señor Nezahualcóyotl cuando, en su niñez, fue guiado por los dioses a la cima del monte para hacer penitencia al dios de la lluvia.l

El camino se enfila hacia el oriente por terrenos que, en tiempos antiguos, estaban surcados por veredas polvorientas salpicadas de casas y sementeras que proveían del sustento a sus propietarios. a construcción de esta obra colectiva.

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El trayecto, flanqueado por cultivos, topa con un caserío conocido como Las Cruces y, poco más allá, comienza el ascenso por suaves laderas. Al costado izquierdo del camino se levanta el pequeño cerro de Texcutzingo, donde yacen los legendarios Baños de Nezahualcóyotl.

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Al internarse por estos caminos vecinales y observar las terrazas cultivadas y los canales que bajan serpenteando las laderas, se hace evidente la presencia del que “está hecho de tierra”.

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Una mirada retrospectiva permite admirar en el fondo del valle, el intenso resplandor de una región, otrora cubierta por el gran lago de Texcoco; aquel paraíso de vida acuática que nos remite a un paisaje milenario.

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Después de cruzar la barranca del río Tlacuatonco, se llega a San Dieguito Xochimanca con su pequeña capilla pintada de color azul. Un par de leguas adelante, entre las barrancas de los ríos Los Hornos y La Cantera, está San Pablo Ixayoc, “la lágrima” o “donde lagrimea”, con sus dos iglesias características. Aquí termina la carretera e inicia el sinuoso recorrido por el Parque Nacional Zoquiapan.

El camino de tierra, custodiado por viejos encinos, sube cruzando numerosos canales que abastecen del vital líquido a las poblaciones que rodean al Monte Tláloc. El heno que cuelga de los árboles en medio de la neblina matinal nos anuncia que estamos entrando en un lugar mágico donde se fraguan las tormentas.

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Entre matorrales y pequeños grupos de cedros se asoman algunas parcelas donde la avena, el maíz y el haba crecen al ritmo de las lluvias.

Así, los parajes se suceden y sirven de guía al visitante. El Xoxolar, la Joyita de Atlapulco, Xalatlauhco, Tepozo, Las Ardillas, Zacatal de la Poza, Loma Larga, Rancho Viejo, Canoas Altas, Tecorral, Piedra Parada, La Cañada, El Arenal y Las Trancas son puntos de referencia para el ir y venir de los lugareños que, en su sabiduría cotidiana, resguardan narraciones que se perpetúan a través de la tradición oral.

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Cuando se rondan los tres mil metros de altitud, el paisaje se transforma y aparecen tupidos bosques de oyamel. Las lluvias del verano han dejado el sotobosque con una capa de musgo de verdes intensos, salpicada por miles de hongos de vivos colores, muchos de ellos patrimonio gastronómico de los pobladores de la región.

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La brecha continúa su ascenso hasta encontrarse con el paraje de Canoas Altas a poco más de tres mil quinientos metros de altitud. Aquí el camino se bifurca. Por un lado desciende hacia el Llano de Tula y la zona de manantiales, sitio de nacimiento del río La Cantera que, en su discurrir, dará origen al río Aculco. Los llanos, cubiertos por extensos humedales, son el hogar de ajolotes, lagartijas y culebras, algunas de ellas, especies únicas en peligro de extinción.

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La otra brecha asciende hacia zonas más frías donde reinan los bosques de pino. El camino en difíciles condiciones nos conduce a un mirador natural donde se puede admirar la majestuosidad de la Sierra Nevada. Al frente el cerro el Telapón y más allá el Iztaccíhuatl y el Popocatépetl.

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El último trecho, que va más allá de los tres mil novecientos metros de altitud, se realiza a lo largo de una angosta vereda que asciende bordeando un enorme macizo rocoso. En este ambiente de alta montaña los pinos escasean y, poco a poco, dan paso a roquedos y lomeríos cubiertos de zacatonal alpino. A pesar de las condiciones agrestes del clima, la vida persiste y no es difícil encontrar rastros de linces y coyotes que merodean por la región.

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Finalmente, después de un agotador ascenso, se llega al Tlalocan, “el lugar de muerte”, donde los caballeros de la Triple Alianza subían en el mes de abril a presentar sus ofrendas y realizar sacrificios para garantizar las cosechas.

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A este edificio se entra por una larga calzada y se llega a la parte más alta donde está el tetzacualco. Este templo majestuoso, ubicado en un entorno rocoso y golpeado por vientos gélidos que estremecen la condición humana, servía de plataforma para escudriñar el horizonte en busca de señales que permitieran predecir el clima.

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Desde este punto privilegiado es posible observar al poniente una planicie casi interminable que alojara en el pasado a la gran Tenochtitlan, así como el imponente volcán Nevado de Toluca; al oriente la vista se extiende hacia el valle de Puebla y, más allá, el Pico de Orizaba; al sur destacan los grandes guardianes de la ciudad de México, Iztaccíhuatl y Popocatépetl y; finalmente, al norte la Sierra de Patlachique que desemboca en Teotihuacan “la ciudad de los dioses”.

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“En este cerro, en la cumbre de él, había un gran patio, cuadrado, cercado de una bien edificada cerca, de estadio y medio, muy almenada y encalada, la cual se divisaba de muchas leguas. A una parte de este patio estaba edificada una pieza mediana, cubierta de madera, con su azotea, toda encalada de dentro y de fuera. Tenía un pretil galano y vistoso. En medio de esta pieza, sentado en un estradillo, tenían al ídolo Tláloc, de piedra, a la manera que estaba en el templo de Huitzilopochtli. A la redonda de él había cantidad de idolillos pequeños que lo tenían en medio, como a principal señor suyo, y estos idolillos significaban todos los demás cerros y quebradas que este gran cerro tenía a la redonda de sí. Los cuales todos tenían sus nombres, conforme al cerro que representaba; los cuales nombres hoy en día les duran, porque no hay cerro ninguno que no tenga su nombre. Y así, lo mesmos nombres tenían aquellos idolillos que estaban a la redonda del gran ídolo Tláloc, acompañándole, como los demás cerros acompañaban a la sierra”.Fray Diego Durán, Historia de las Indias de Nueva España e Islas de la Tierra Firme, tomo I, capítulo VIII, 7-8.

IV. El Tlalocan

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cIV. EL TLALOCAN32

El Tlalocan es el lugar donde Tláloc tiene su espacio. Se concibe como un lugar de muerte pero también como una montaña que fructifica constantemente. Si bien ahí van a parar quienes mueren bajo la protección o por el ataque del dios de la lluvia, no es un paraíso terrenal sino, más bien, un “camino debajo de la tierra” o una “fuente de fertilidad para los vivos”. construcción de esta obra colectiva.

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El edificio, enmarcado por el imponente paisaje de la Sierra Nevada, ostenta una jerarquía como la construcción mesoamericana más grande a mayor altura. Se trata del Tlalocan o casa de Tláloc, dios de la lluvia, cuyo culto en la región es anterior al siglo IX, cuando arribaron las tribus chichimecas al territorio de Texcoco.

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El templo monumental se construyó en la época mexica y consta de una calzada de acceso de siete metros de ancho y ciento cincuenta metros de largo que asciende hacia el oriente de forma escalonada, siguiendo las variaciones del relieve. La calzada desemboca en un patio rectangular (llamado Tetzacualco) de tres mil metros cuadrados.

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Al interior de dicho patio se alcanza a apreciar un encierro de menores dimensiones que corresponde a una primera etapa constructiva. El muro norte de este cuadrángulo interior corresponde a las salidas del Sol en los equinoccios. El muro sur indica las salidas del Sol, veinte días antes o después del equinoccio de primavera u otoño.

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A pesar de su enorme relevancia durante todo el año, el templo cobraba especial protagonismo durante dos momentos particulares. A principios de febrero, cuando los cielos se encontraban despejados y existía poca probabilidad de lluvias, se hacía evidente un alineamiento de las estructuras hacia el oriente produciendo un fenómeno óptico donde las montañas Pico de Orizaba, La Malinche y el cerro Sierra Negra se visualizaban como una sola montaña: “la montaña negra”. Este era el momento en que los eruditos ascendían al templo para realizar rituales vinculados, por la verificación en el paisaje, a sus observaciones calendáricas.

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La principal celebración al dios Tláloc, sin embargo, ocurría entre el 15 de abril y el 4 de mayo. Se trataba de la fiesta anual llamada Huey Tozoztli que marcaba el inicio de la temporada de lluvias. Toda la élite gobernante de la región acudía a la montaña para realizar ofrendas al dios Tláloc y, con ello, garantizar un año abundante de agua para los cultivos.

“Celebraban la fiesta de este ídolo a veintinueve de abril, y era tan solemne y festejada que acudían de todas las partes de la tierra a solemnizarla, sin quedar rey, ni señor, ni grande ni chico que no saliese con sus ofrendas al efecto”.Fray Diego Durán, Historia de las Indias de Nueva España e Islas de la Tierra Firme,

tomo I, capítulo VIII, 9.

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Llegada la fecha señalada se construían, alrededor del templo, grandes y vistosas chozas para albergar a los señores de Tenochtitlan, Tlacopan, Texcoco, Xochimilco y demás reinos. A la llegada del día, los reyes y señores tomaban un niño de seis o siete años e iban en procesión al Tetzacualco en donde el infante era sacrificado frente al dios. Acto seguido, cada rey, con sus grandes y principales, colmaba de ofrendas al dios de la lluvia. Acabadas las ofrendas, los sacerdotes del templo rociaban al ídolo con la sangre del niño sacrificado.

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Es innegable que para los antiguos mexicanos Tláloc fue uno de sus dioses más importantes y reverenciados. A la par que a Huitzilopochtli, le adoraban como el dios de los aguaceros y los rayos, de los truenos y los relámpagos y de todo género de tempestades. Su iconografía se asocia con la serpiente, animal sagrado muy abundante en la montaña. Se trata de la unión de los hombres con la serpiente, a través de la estilización, es decir, es la representación humanizada del ofidio que termina por fundirse en uno solo.

Imagen tomada de El Códice Borgia. (editado por el Fondo de Cultura Económica, 1993).

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