Monteleone - Saer Papeles de Trabajo Tomo 2

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    Jorge Monteleone, “ Semillas del paraíso: Saer, Papeles de trabajo II ” , en suplemento adnCultura, La Nación , 1 de marzo de 2013

    SEMILLAS DEL PARAÍSOPAPELES DE TRABAJO 2:

    por Juan José SaerEdición al cuidado de Julio PrematSeix Barral434 páginas

    En una de las carpetas con papeles sueltos escritos por Juan José Saer en París entre los años sesentay setenta, recopilados en este segundo volumen de sus Papeles de trabajo, hay un breve ensayotitulado “Literatura y felicidad”, acaso escrito alrededor de los treinta años del escritor. En él serecuerda una frase de W. H. Hudson en La tierra purpúrea, que Borges gustaba citar y que

    perfecciona un episod io de la vida del Dr. Johnson, narrada por Boswell: “Inicié muchas veces elestudio de la metafísica, pero siempre fui interrumpido por la felicidad”. Esa confesión le permite a

    Saer argumentar en contra: “Nada más errado que oponer filosofía a felicidad, porque la felicidad esuna meditación que relampaguea y se esfuma ”. No es el humor el síntoma de esa dicha, sino unadefensa premeditada contra las injurias de lo exterior o, en el mejor de los casos, un automatismo.En cambio la experiencia de la felicidad es imprevisible y , escribe Saer, “asalta” : en su irrupción,momentánea y sometida tanto a una convicción como a un abandono y a un hundimiento del sujeto,“se parece a una experiencia estética”. Hacia el final del ensayo, Saer agrega que el rasgo máscaracterístico de esa experiencia es la familiaridad, “lo contrario del „extrañamiento‟”, porque llevaimplícito “el reconocimiento del mundo como el único lugar real, la única morada del hombre”.

    Lo que subyace a ese aserto es que la experiencia estética supone una felicidad en suejercicio y recepción que no coincide con aquello que los formalistas, tributarios de las vanguardiasmodernas, llamaron, precisamente, “extrañamiento ”: el arte desfamiliariza lo visible, no mediante

    un mero reconocimiento de lo percibido, sino como una visión nueva del objeto en su devenirtemporal. La modernidad de Saer descree de esa premisa del arte moderno: para él, la familiaridades inducida por una percepción feliz, intempestiva, y en el arte provoca el canto de lo material comoherida del mundo, constatado y reinventado en su imaginario. Todos los lectores de Saer hancomprobado que esas epifanías de lo real aparecen en las imágenes de su literatura, cuando el“viento de lo visible” golpea en la cara del que mira, con ávid a atención o cuando, distraído en lainconsistencia, el contemplador se sumerge de súbito en la llamada consistente de las cosas. Añosdespués, en su novela póstuma La grande, Saer será aún más preciso, y escribirá que lo extraño delmundo radica en lo inm ediato y lo familiar y que “basta una mirada ajena, que a veces puede

    provenir de nosotros mismos, por fugaz que sea, para revelárnoslo”. Saer compone esas fábulas dela felicidad que irrumpe como experiencia estética en algunos textos breves incluidos en sus

    papeles, que bien pudieron formar parte de dos de sus libros más extraordinarios: en los“Argumentos” de La mayor o, años más tarde, en Lugar . Por ejemplo, “Laureles” o “El manzano”.En el primero, Pichón Garay, uno de sus personajes habituales, amigo de otro, Carlos Tomatis (“Mellamo Pichón Garay” se incluye en La mayor ), tiene una imagen fragmentada de sí mismo, peroluego parece unificado con la memoria de unos laureles, presencias radiosas en el centro del día. Enel segundo, el mismo Pichón Garay recibe de un manzano un llamado que lo invita a mirarlo y asítiene un atisbo de plenitud en el universo: “En ese estado, próximo a la felicidad, P. G. creyó

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    comprender o sentir, mejor, si la palabra, todavía es admisible, que el árbol estaba como sostenido por una fuerza que lo englobaba”.

    El lector de este segundo tomo de Papeles de trabajo: borradores inéditos, tan estimulantey excepcional como el volumen anterior, puede hallar diversas correspondencias como esta a lolargo del libro. Pero lo novedoso es que, en lugar de situarse ante el texto literario concluido como

    un resultado que preserva el sentido literario de una experiencia, también puede asistir a suesbozado inicio, a su incipiente huella. A diferencia de varios textos de los papeles anteriores, previos en parte a la radicación en Francia, y en los cuales el joven escritor se afirmaba en sutrabajo, incluso con beligerancias – aunque nunca faltarán en todos sus escritos las opinionescontundentes – , los cuantiosos documentos inéditos recopilados aquí corresponden al período de lallegada a Francia de Saer, hasta su muerte acaecida en 2005. Como advierte en el texto “Liminar” eleditor Julio Premat – director del equipo de investigación que trabajó con estos materiales durantecinco años – , en el centro de ese largo período 1968-2005 Saer publica su único, fundamental, librode poemas, El arte de narrar (la primera edición data de 1977) y muchas de sus novelas mayores: Nadie nada nunca (1980), El entenado (1983) y Glosa (1986). Entonces, apunta Prema t, “vemossurgir un escritor seguro de sí, que, si bien acumula notas, ideas y tanteos, cada vez duda menos y

    funciona de manera más eficaz”. No se trata, agregamos, que las tentativas no correspondan a un escritor autosuficiente: antes bien las prodiga, porque la sutileza del arte de Saer, como puede ser comprobado en estos textos, sedespliega en los inagotables comienzos registrados, los proyectos, inicios, reflexiones y notas querevelan una aguda, superlativa conciencia literaria (que majestuosamente se despliega en losmateriales genéticos y preparatorios de su novela póstuma La grande [2005], en el final del libro).Se trata, en cambio, de que Saer ya no parece hallarse tan atento a las políticas de la literatura comoa su constitución misma, a su infinitesimal emergencia textual. Y esta se vincula menos a la culturalibresca que al acontecimiento, en el cual el azar estalla hacia esas manifestaciones que,reconocidas por una conciencia que naufraga en el tiempo, buscará su forma: “En la ciudad: hacia el oeste, al anochecer, el gran sol circular cercano a la tierra; luz de un rosa químico, vivo yazulado, inhumano y distante, venido de otra parte”.

    Con un criterio que responde a una decisión del editor –“arbitraria y problemática” segúndeclara – y no a una imposición de materiales tan heterogéneos y numerosos, Premat indica laorganización básica del volumen en dos grandes períodos y en tres secciones: por un lado, “lostextos corresponden al período de la llegada a Francia (1968) hasta el final de la escritura de Glosa (1986) ( Papeles franceses) y desde entonces al fallecimiento del escritor ( Últimos papeles)”; porotro lado, las secciones son la de los papeles franceses, la de un segundo Cuaderno núcleo, queademás de los cuadernos de notas incluyen tres libretas de viaje y, en fin, la del “dossiergenético ” de la novela La grande.

    Como un pintor que toma sus esbozos, sus croquis, sus trazos laterales para que algún día,lejano o cercano, lo otro del mundo surja en sus cuadros, Juan José Saer registra, siquiera en una odos líneas minuciosas, las intermitencias de lo real. No sólo prepara a partir de ellas susnarraciones: son, también, una especie de diario, menos de sucesos vividos que de la puraobservación de la existencia, que es, también, autobservación. Lo biográfico estilizado en imagen,conjetura, apunte. A veces, una sola línea nombra lo que acontece: “Entre los autos y las motos, devez en cuando, precario y pobre, con dos o tres muchachos mal vestidos arriba, un carrito tirado porun ca ballo”. Otras, no hay imagen sino otro modo de articulación en la lengua : el aforismo, que yano es representativo, sino reflexivo. Si los aforismos no son presunciones o hallazgos estéticos (“Latensión narrativa nace del esfuerzo que despliega el estilo para atenuar toda hipérbole) o

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    confesiones francas (“Desde mi punto de vista, París es un suburbio de Santa Fe (o de Colastiné Norte) ”, pueden ser diatribas (“Periodismo, política, literatura: ejercida por Vargas Llosa, cualquier profesión parece desprecia ble”) o agudezas sociales (“En la expresión „guerra sucia‟, el vocabloatenuativo es guerra, contrariamente a lo que quisieron hacernos creer. Guerra mitiga suciedad; yno, como se pretende, „sucia‟ describe guerra”) . Hay también otro tipo de escritos: los elogios a los

    escritores venerados, como Faulkner o Dostoievski o una conmovedora carta dirigida a Nicolás(¿Rosa? ¿Sarquís?) para el homenaje a Antonio Di Benedetto en noviembre de 1986 (“De todos losinocentes que arrasó la violencia indiscriminada, él fue, por muchas razones, uno de los símbolos, ydurante los años que le quedaron de vida, la cifra viviente de ese horror injustificable, que nodebemos olvidar ni perdonar”) . Hay registros de citas tomadas de múltiples lecturas, refutaciones oacuerdos sobre opiniones ajenas, pero también registros de sueños. Hay intentos de dramaturgia, o

    bien un largo texto, “Del juego del hombre”, cuyo carácter ficcional tiene la fuerza de loautobiográfico, al remontarse analíticamente al juego de azar por dinero (una vieja obsesión delescritor de carne y hueso y también de su arte, como se lee en la novela Cicatrices, de 1969) y aloscuro sarcasmo de esperar, en el azar, un destino propicio bajo la redención del número.

    Como tales inscripciones tienen no poco de bitácora, por su carácter dinámico y pasajero y

    portátil, una de sus manifestaciones ideales y mejores se halla en la serie “Libretas de viaje”, que presenta Sergio Delgado. Esas páginas itinerantes propician en el discurso del decurso, lasimágenes repentinas de las visiones: “Viaje a Santa Fe. Primeras “epifanías” o “iluminaciones” – seriales, con el tema de la lluvia”, pero también la literal suspensión del tiempo en los aviones o losaeropuertos, donde se manifiestan la arbitrariedad de los protocolos sociales y los primitivosllamamientos de lo corporal. Como señaló Delgado, estas notas pueden considerarse en paralelocon fragmentos de la obra narrativa de Saer o con el notable “tratado imaginario” El río sin orillas(1991) . De hecho, otra vez, ese diario de una mirada itinerante es un pasaje anticipatorio de laficción.

    ¿Por qué, al margen de la grandeza del escritor, estos textos incesantemente fragmentarios einconclusos, brevísimos e indefinibles, causan tal fascinación? Una respuesta posible está allímismo : “El arte de la poesía – escribe Saer – consiste en mirar fijamente, sin parpadear, la realidad,hasta que algo, desde su espesor y su noche, muestre, súbitamente, una evidencia. Y el arte de lalectura no difiere del de la poesía más que en el hecho de que el objeto específico que escruta es unlibro”. Esa dimensión poética, en el inicio mismo de la literatura de Saer y en la recepción de suslectores, es lo que hace la diferencia. Así como el escritor apuntó en estas libretas, a lo largo de suvida, esos instantes verticales en los que fulgura la evidencia luminosa de un acontecimiento o deun objeto en la espesa noche de lo real, el lector de Saer se desliza en sus textos y de tanto en tantosurge, como una densidad que no se espera, un instante epifánico, donde el objeto imaginado poseeuna soberanía plena. Esta escansión del suceder es uno de los modos por los cuales Saer narra eltiempo en la forma literaria: en el reverso del transcurrir algo nuevo tiene lugar y allí lo exalta y loilumina poéticamente. Entonces, como él afirma, da lo mismo llamarlo percepción o visión.

    Lo sabíamos, pero ahora en los Papeles de trabajo conocemos el origen de la experienciaestética de la literatura de Juan José Saer, lo naciente laborioso de su escritura, las dispersassemillas de esos árboles del Paraíso.

    Jorge Monteleone