Morrison Toni - Volver

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Novela de premio nobel

Transcript of Morrison Toni - Volver

Volver

La vuelta de un soldado de la guerra de Corea y su intento por reconciliarse con las personas y el lugar de donde procede. El cuerpo de un amigo destrozado por la metralla, la voz de un hombre que pide clemencia, la mano de una nia que asoma escarbando entre la basura para encontrar algo de comer...Hay imgenes que vuelven una y otra vez a la mente de Frank Money, un veterano de la guerra de Corea que ahora vuelve a Estados Unidos en busca de olvido y afecto. Corren los aos cincuenta del siglo pasado y las heridas de Frank no son solo fsicas: su patria es racista, su familia ha acumulado mucho odio, y el regreso parece ms un camino hacia el infierno que una vuelta al hogar. Su destino es Georgia porque Frank quiere rescatar y devolver a casa a su hermana Cee, casada con un chulo que la abandon a los pocos das de la boda, y empleada en casa de un mdico sin escrpulos. Es la determinacin por salvar a esa mujer frgil lo que llevar a Frank a asumir sus culpas y saldar cuentas con lo que fue su vida. Ah, en ese ir y venir de emociones hondas , brilla el talento de Toni Morrison, una mujer que lleva el dolor en la punta de los dedos y lo gobierna con pocas y buenas palabras.

Toni Morrison

Volver

Ttulo original: Home

Toni Morrison, 2012

Traduccin: Amado Diguez Rodriguez

ePub base v2.1

Slade

Esta casa de quin es? De quin es la noche que impide que entre la luz? Di, a quin pertenece esta casa? Ma no es. Yo so otra, ms acogedora, ms luminosa, con vistas a lagos que surcan barcos pintados, a anchos campos abiertos ante m como brazos. Es extraa esta casa. Sus sombras mienten. Di, contesta, por qu entra mi llave en la cerradura?

1

Se alzaron como hombres. Los vimos. Como hombres se pusieron de pie. No tenamos que estar cerca de all. Como en la mayora de las granjas de los alrededores de Lotus, Georgia, aquella estaba llena de inquietantes letreros de advertencia. Las amenazas colgaban de la alambrada de estacas cada cinco pies ms o menos. Pero cuando vimos en la tierra el hueco escarbado por algn animal un coyote tal vez, o un perro de caza, no pudimos resistirlo. Solo ramos nios. A mi hermana la hierba le llegaba al hombro, y a m a la cintura, as que, tras comprobar que no haba culebras, nos tiramos al suelo y, reptando, atravesamos el hueco. Nos picaban los ojos por la sabia de las plantas y las nubes de mosquitos, pero mereci la pena. Justo enfrente, a unas cincuenta yardas, se alzaban como hombres. Sus cascos levantados golpeaban con estrpito, las crines hacia atrs dejaban al descubierto unos ojos blancos y furiosos. Se mordan como perros, pero cuando se alzaron, apoyndose solo en las patas traseras y las delanteras a la altura de la cruz del adversario, contuvimos la respiracin con asombro. Uno de ellos era colorado como la herrumbre, el otro negro azabache, los dos brillantes por el sudor. Los relinchos no nos asustaron tanto como el silencio que sigui a la coz que uno le peg al otro en los labios levantados con las patas traseras. A su alrededor, los potros y las yeguas, indiferentes, pastaban o miraban hacia otro lado. La pelea se detuvo. El colorado baj la cabeza y piaf mientras el vencedor trotaba formando un arco, empujando suavemente a las yeguas delante de l. Retrocedimos ayudndonos con los codos en busca del hueco de la alambrada, evitando la fila de camionetas aparcadas un poco ms all, pero nos perdimos. Aunque tardamos una eternidad en volver a ver la verja, no nos entr miedo hasta or unas voces, apremiantes pero flojas. Tir a mi hermana del brazo y me llev un dedo a los labios. Sin levantar la cabeza en ningn momento pero observando a travs de la hierba, vimos que tiraban de un cuerpo en una carretilla y lo echaban a un agujero ya excavado. Un pie sobresala del borde, y temblaba, como si pudiera salir de all, como si con un pequeo esfuerzo pudiera quitarse de encima la tierra con que lo estaban cubriendo. No vimos las caras de los hombres que lo enterraban, solo sus pantalones, pero s vimos el filo de una pala que empuj el pie tembloroso para que se uniera al resto del cuerpo. Cuando mi hermana vio que golpeaban aquel pie negro con su rosada planta surcada de regueros de barro para meterlo en la tumba, se estremeci de pies a cabeza. Le estrech los hombros con fuerza e intent atraer sus sacudidas a mis huesos, porque, como hermano cuatro aos mayor que ella, me crea capaz de dominarlas. Haca ya mucho rato que aquellos hombres se haban marchado y la luna era un meln cuando nos sentimos lo bastante seguros para tantear la hierba y nos arrastramos con la tripa pegada al suelo, buscando otra vez el hueco bajo el alambre. Llegamos a casa pensando que nos daran unos buenos azotes o que por lo menos nos regaaran por volver tan tarde, pero los mayores no repararon en nosotros. Algn problema los tena preocupados. Como se ha empeado en contar mi historia, piense lo que piense y escriba lo que escriba, tenga esto bien presente: olvid aquel entierro. Solo record los caballos. Eran tan hermosos. Tan brutales. Y se pusieron de pie como hombres.

2

Respirar. Cmo hacerlo para que nadie se diera cuenta de que estaba despierto. Fingir un ronquido profundo y regular, relajar el labio inferior. Y lo ms importante: no mover los prpados, que el corazn lata con regularidad y las manos se queden flojas. A las dos de la madrugada, cuando entraran a comprobar si necesitaba otra dosis inmovilizante, veran al paciente de la habitacin 17 de la segunda planta sumido en un sueo de morfina. Si quedaban convencidos, tal vez evitasen la inyeccin y le quitaran las correas, as sus manos podran disfrutar de la sangre. La clave para imitar un semicoma, lo mismo que para hacerse el muerto boca abajo en un campo de batalla embarrado, consista en concentrarse en un objeto neutro. En algo que asfixiara cualquier insinuacin casual de vida. Hielo, pens, un cubito, un carmbano, un estanque helado, un paisaje escarchado. No. Demasiada emocin en las lomas heladas. Fuego entonces? Nunca. Demasiado activo. Necesitaba algo que no despertara ninguna sensacin, que no alentara ningn recuerdo agradable o vergonzoso. Solo buscarlo ya le alteraba. Todo le recordaba hechos cargados de dolor. Imaginaba una hoja en blanco y se acordaba de la carta que haba recibido, la que le haba hecho un nudo en la garganta: Ven cuanto antes. Ella habr muerto si tardas mucho. Finalmente decidi que la silla del rincn sera su objeto neutro. Madera. Roble. Lacada o pintada. Cuntos barrotes tena el respaldo? El asiento era plano o curvado, para el trasero? Estaba hecha a mano o fabricada en serie? Si estaba hecha a mano, quin fue el carpintero y de dnde sac la madera? Intil. La silla suscitaba preguntas, no vaca indiferencia. Y el mar en un da soleado visto desde la cubierta de un transporte de tropas, sin horizonte ni esperanza de encontrarlo? No. Tampoco, porque entre los cuerpos que mantenan fros abajo, quiz estuvieran sus amigos del pueblo. Tendra que concentrarse en otra cosa: un cielo nocturno y sin estrellas, o, mejor, unas vas de ferrocarril. Sin paisaje, sin trenes, solo vas interminables, interminables. Le haban quitado la camisa y las botas de cordones, pero los pantalones y la chaqueta del ejrcito (nada eficaces para el suicidio) los haban dejado colgados en el armario. No tena ms que recorrer el pasillo y salir por la puerta de emergencia, que nunca estaba cerrada desde que se declar un incendio en aquella planta y una enfermera y dos pacientes murieron. Es lo que le haba contado Crane, ese viejo charlatn que mascaba chicle como un poseso mientras lavaba los sobacos al paciente, pero para l que solo era un cuento inventado por el personal para poder salir a fumar. Su primer plan de fuga consisti en golpear a Crane cuando fuera a limpiarle la suciedad. Pero para eso tena que soltarse las correas, y era demasiado arriesgado, as que opt por otra estrategia. Dos das antes, esposado en el asiento trasero del coche patrulla, volvi la cabeza violentamente para ver dnde estaba y adonde le llevaban. Nunca haba estado en aquel barrio. Su territorio era el centro de la ciudad. Nada destacaba en particular excepto el llamativo letrero de nen de un restaurante y un cartel enorme en el jardn de una iglesia diminuta: AME Sin. Si consegua llegar a la salida de incendios, ah se dirigira, a Sin. Pero, antes de escapar, tena que conseguir unos zapatos de algn modo, como fuera. Andar por la calle en pleno invierno sin zapatos era lo mejor que poda hacer para que lo arrestasen y le volvieran a encerrar en el pabelln y lo condenaran por vagancia. Interesante ley, vagancia, o sea, estar en la calle o caminar sin un propsito claro. Llevar un libro ayudara, pero ir descalzo desmentira su propsito, y quedarse quieto en algn sitio podra dar lugar a una denuncia por merodear. Saba mejor que la mayora que no haca falta estar en la calle para alterar el orden legal o ilegalmente. Podas estar bajo techo, llevar aos viviendo en tu casa, y aun as hombres con placa o sin ella, pero siempre con pistola, podan obligarte a ti y a tu familia y a los vecinos a hacer las maletas y a largarte, con o sin zapatos. Hace veinte aos, a los cuatro aos, tena zapatos, aunque la suela de uno de ellos se despegaba a cada paso. Los vecinos de quince casas recibieron la orden de abandonar su pequeo barrio de la periferia. Veinticuatro horas, les dijeron, o ateneos a las consecuencias. Las consecuencias eran la muerte. Por la maana temprano les entregaron los avisos, as que, haciendo balance, el da consisti en confusin, ira y un ir y venir de maletas. Al anochecer, la mayora se estaba marchando, en vehculos si los haba, si no, a pie. Y, sin embargo, a pesar de las amenazas de aquellos hombres que llevaban la cara tapada o no, y de las splicas de los vecinos, un viejo llamado Crawford se sent en las escaleras del porche de su casa y se neg a desocupar su casa. Los codos en las rodillas, las manos entrelazadas, mascando tabaco, esper toda la noche. Justo despus del amanecer, al cumplirse las veinticuatro horas, le pegaron con tubos y culatas de fusil hasta matarlo y lo ataron a la magnolia ms vieja del condado, la de su propio jardn. Quiz la querencia por aquel rbol que, sola presumir de ello, haba plantado su bisabuela, lo puso tan terco. Al amparo de la noche, algunos vecinos volvieron furtivamente, lo desataron y lo enterraron bajo su amada magnolia. Uno de los sepultureros cont a quien quiso escucharle que al seor Crawford le haban sacado los ojos. Aunque los zapatos eran vitales para la evasin, el paciente no tena. A las cuatro de la madrugada, antes de salir el sol, consigui aflojar las correas de lona, se desat e hizo jirones el camisn del hospital. Se puso los pantalones y la chaqueta del ejrcito y recorri el pasillo descalzo. Salvo por el llanto en la habitacin contigua a la salida de incendios, todo estaba tranquilo ni el chirrido de los zapatos de algn viejo, ni risitas sofocadas, ni olor a tabaco. Las bisagras grueron cuando abri la puerta y el fro le golpe como un martillo. El hierro helado de la escalera de incendios dola tanto que salt por encima de la barandilla para hundir los pies en la nieve del suelo, ms clida. La manaca luz de la luna, que haca el trabajo de las estrellas ausentes, armonizaba con su desesperado frenes e iluminaba su encorvada espalda y las huellas que dejaba en la nieve. Llevaba la medalla por los servicios prestados en el bolsillo pero ninguna moneda, as que no pens en buscar una cabina para llamar a Lily. De todas formas no lo habra hecho, y no solo por su fra despedida, sino porque le daba vergenza necesitarla en aquellos momentos: fugitivo del manicomio y descalzo. Cerrando con ahnco el cuello de la chaqueta, evitando la acera, de la que haban limpiado la nieve con palas, por los bordillos llenos de nieve recorri tan deprisa como le dejaron los residuos de medicacin las seis manzanas que separaban el hospital de AME Sin, la pequea parroquia de madera de dos plantas de altura. Haban limpiado la nieve de los escalones del porche, pero no haba luces encendidas. Llam con los nudillos; fuerte, pens, para lo ateridas que tena las manos, pero sin amenazar, no como cuando un grupo de ciudadanos aporrea una puerta, o la chusma, o la polica. La insistencia dio sus frutos. Se encendi una luz y la puerta se abri una rendija, y luego ms, mostrando a un hombre canoso en bata de franela, con las gafas en la mano y frunciendo el ceo ante la insolencia de un visitante que llegaba antes del amanecer. Quiso decir Buenos das o Perdone, pero su cuerpo tiritaba violentamente, como si fuera una vctima del baile de san Vito, y los dientes le castaeteaban tanto y tan fuer te que no pudo articular palabra. El hombre de la puerta se hizo cargo de la situacin de su tembloroso visitante y retrocedi para dejarle entrar. Jean! Jean! Se volvi hacia las escaleras y llam al piso de arriba antes de invitar al visitante a pasar. Dios mo mascull cerrando la puerta. Ests fatal. El visitante quiso sonrer, pero no pudo. Soy Locke, reverendo John Locke. Y t? Me llamo Frank, seor. Frank Money. Vienes de abajo, del hospital? Frank asinti mientras daba patadas al suelo para que los dedos de los pies volvieran a la vida. El reverendo gru. Sintate dijo. Luego, meneando la cabeza, aadi: Has tenido suerte, hermano Money. Venden muchos cuerpos en ese sitio. Venden cuerpos? repiti Frank dejndose caer en el sof. Solo vagamente le import o le preocup lo que aquel hombre estaba diciendo. Aj. A la facultad de medicina. Venden cadveres? Para qu? Pues, ya sabes, los mdicos necesitan trabajar con muertos pobres para ayudar a los ricos vivos. John, ya basta. Jean Locke bajaba las escaleras atndose el cinturn de la bata. No dices ms que tonteras. Mi mujer dijo Locke. Dulce como la miel, pero a veces se equivoca. Seora Siento Todava tiritando, Frank se levant. La seora Locke le interrumpi. No es necesario. Sigue sentado dijo, y se meti en la cocina. Frank obedeci. En la casa no haba viento, pero haca casi tanto fro como en la calle, y las fundas de plstico bien tirantes que cubran el sof no ayudaban. Disculpa si la casa est demasiado fra dijo Locke al ver los labios tiritantes de Frank. A la lluvia estamos habituados, a la nieve no. De dnde vienes? Del centro de la ciudad. Locke volvi a gruir. Eso lo explicaba todo. Y quieres volver? No, seor. Quiero ir al sur. Ya. Y cmo es que has terminado en el hospital y no en la crcel? All llevan a la mayora de los que encuentran descalzos y a medio vestir. Por la sangre, supongo. Tena mucha recorriendo mis mejillas. Y por qu tenas toda la cara manchada de sangre? No lo s. No te acuerdas? No. Solo recuerdo que hubo un ruido. Fuerte. Muy fuerte. Frank se frot la frente. Quiz me met en una pelea? dijo con tono de pregunta, como si el reverendo supiera por qu le haban tenido dos das atado y sedado. El reverendo Locke le mir con preocupacin. No con nerviosismo, solo con preocupacin. Tal vez creyeran que eras peligroso. Solo por estar enfermo no te habran ingresado. Adnde ibas exactamente, hermano? Segua de pie, con las manos a la espalda. A Georgia, seor. Si puedo. Eso nunca se sabe, queda mucho camino. Y bien, hermano Money, tienes dinero? Locke sonri. Le hizo gracia su propio ingenio. Algo llevaba cuando me cogieron respondi Frank. En esos momentos en los pantalones solo llevaba la medalla del ejrcito. Y no era capaz de recordar cunto le haba dado Lily. Solo sus labios curvados hacia abajo y su mirada implacable. Y ya no lo tienes, verdad? Locke entorn los ojos. Te busca la polica? No dijo Frank. No, seor. Solo me dieron unos cuantos empujones y me encerraron en el pabelln de los locos. Form un hueco con las manos y respir en su interior. No creo que me acusen de nada. Aunque lo hicieran, no llegaras a saberlo. Jean Locke volvi con un cuenco de agua fra. Mete aqu los pies, hijo. Est fra, pero no conviene que los calientes demasiado deprisa. Frank meti los pies en el agua y suspir. Gracias. Por qu lo han encerrado? La polica, me refiero. Jean dirigi la pregunta a su marido, que se encogi de hombros. Por qu, ciertamente. Aparte de aquel rugido del B-29, no recordaba qu haba hecho exactamente para llamar la atencin de la polica. Si l no se lo poda explicar, cmo lo iba a hacer a una amable pareja que le haba ofrecido ayuda. Si no se estaba peleando, estara meando en la acera? Insult a alguien que pasaba, a unos nios que volvan del colegio? Se estaba golpeando la cabeza contra una pared o estara escondido detrs de unas plantas en algn jardn trasero? Seguro que hice algo malo dijo. Eso tuvo que ser. Era cierto que no se acordaba. Se haba tirado al suelo al or de pronto una detonacin? Tal vez se hubiera enzarzado en alguna trifulca o quiz se haba echado a llorar delante de unos rboles para pedirles disculpas por algo que no haba hecho. Lo que s recordaba era que en cuanto Lily cerr la puerta tras l y a pesar de la importancia de su misin, su ansiedad se volvi inmanejable. Se tom unas cuantas copas para tranquilizarse antes del largo viaje. Cuando sali del bar, la ansiedad haba desaparecido, pero tambin la cordura. Volvieron la rabia que flotaba libre a su alrededor, el odio a s mismo disfrazado de culpa de los dems. Y los recuerdos que haban madurado en Fort Lawton, donde, tan pronto como le licenciaron, empez su vagabundeo. Nada ms desembarcar pens en mandar un telegrama a casa, porque en Lotus nadie tena telfono. Pero las operadoras estaban en huelga y con ellas los empleados de telgrafos. En una postal de dos centavos escribi: Fe vuelto sano y salvo. Nos vemos pronto. Pronto no lleg porque no quera regresar a casa sin sus compaeros. Estaba demasiado vivo para presentarse ante los padres de Mike y de Stuff. Su fcil respiracin y su ser ileso seran un insulto para ellos. Por mucho que inventara alguna mentira sobre su heroica muerte, no podra culparles por su rencor. Adems, odiaba Lotus. Sus vecinos crueles, su aislamiento y en especial su indiferencia con respecto al futuro solo resultaran tolerables si sus compaeros hubieran regresado con l. Cunto hace que has vuelto? El reverendo Locke segua all. Haba suavizado la expresin. Frank levant la cabeza. Un ao. Locke se rasc la barbilla, y estaba a punto de decir algo cuando apareci Jean con un tazn y un plato de galletas saladas. No es ms que agua caliente con mucha sal dijo. Bbetela, pero despacio. Voy a buscar una manta. Frank dio dos sorbos y apur el resto de un solo trago. Hijo dijo Jean despus de llevar ms, moja las galletas en el agua. Te entrarn mejor. Jean dijo Locke, mira a ver qu hay en la caja de los pobres. Tambin le hacen falta unos zapatos, John. No encontraron zapatos sobrantes, as que dejaron cuatro pares de calcetines y unos chanclos rajados junto al sof. Duerme un poco, hermano. Te queda un viaje tortuoso, y no me refiero solo a Georgia. Frank se qued dormido entre una manta de lana y las fundas de plstico y so un sueo moteado de partes del cuerpo. Le despert un sol de justicia y olor a tostadas. Tard un rato, ms del debido, en comprender dnde estaba. Los residuos de dos das de medicacin le estaban abandonando, pero despacio. Estuviera donde estuviese, agradeca que el resplandor del sol no le diera dolor de cabeza. Se sent y vio los calcetines, doblados pulcramente en la alfombra como pies rotos. A continuacin oy murmullos en otra habitacin. Al mirar los calcetines record su pasado inmediato: la fuga del hospital, la carrera en medio de un fro glacial y, finalmente, el reverendo Locke y su mujer. As que ya haba vuelto al mundo real cuando entr Locke y le pregunt qu tal le haban sentado tres horas de sueo. Bien, bastante bien respondi Frank. Locke le acompa al bao y coloc un peine y todo lo necesario para afeitarse en la repisa del lavabo. Lavado y calzado, Frank rebusc en los bolsillos de los pantalones para ver si el celador haba pasado algo por alto, una moneda de cuarto de dlar, diez centavos, pero no, la medalla al combate era lo nico que le haban dejado. Por supuesto, el dinero que le haba dado Lily tambin haba desaparecido. Frank se sent a la mesa de formica y desayun copos de avena y una tostada con mantequilla. En el centro de la mesa haba ocho billetes de un dlar y una bolsa con monedas. Podan ser las ganancias de una partida de pquer, pero reuniras sin duda haba costado mucho ms esfuerzo: monedas de diez centavos salidas de pequeos monederos, de cinco centavos entregadas de mala gana por nios con planes distintos (y ms dulces) para gastarlas; billetes de dlar que representaban la generosidad de toda una familia. Diecisiete dlares dijo Locke. Ms que suficiente para un billete de autobs a Portland y, de all, a algn lugar cerca de Chicago. Sin duda no te llevarn a Georgia pero, cuando ests en Portland, vas a hacer lo siguiente. Dio instrucciones a Frank para ponerse en contacto con un reverendo llamado Jessie Maynard, pastor de una iglesia baptista, y le dijo que lo llamara por telfono para decirle que llegaba otro. Otro? No eres el primero ni mucho menos. El ejrcito integrado es un desastre. Vais todos a combatir, volvis y os tratan como a perros. Perdn, como a perros no, a los perros los tratan mejor. Frank se lo qued mirando sin decir nada. El ejrcito no le haba tratado tan mal. El ejrcito no tena culpa de que de vez en cuando se pusiera hecho una fiera. En realidad, los mdicos que le haban atendido antes de licenciarse haban sido amables y atentos, y le haban dicho que su locura acabara pasando. Lo saban todo sobre ella, pero le aseguraron que pasara. Mantente alejado del alcohol, le dijeron. Cosa que no hizo. No poda. Hasta conocer a Lily. Locke le escribi la direccin de Maynard en la solapa de un sobre y le dijo que tena una congregacin numerosa y podra ofrecerle ms ayuda que su pequeo rebao. Jean haba metido seis sndwiches, un poco de queso, algo de fiambre y tres naranjas en una bolsa de papel. Le dio la bolsa y un gorro de lana como el de los marineros. Frank se puso el gorro y le dio las gracias. Cunto dura el viaje? pregunt tras mirar dentro de la bolsa. Qu ms da contest Locke. Agradecers cada Bocado, porque cuando el autobs pare, no podrs bajar al bar a tomar nada. Y ahora escchame. Eres de Georgia y has estado en un ejrcito no segregado y tal vez pienses que en el norte las cosas no son como en el sur. No lo creas ni por un momento y no cuentes con ello. Las costumbres son tan reales como las leyes y pueden ser igual de peligrosas. Y ahora ven conmigo. Te llevo. Frank se qued junto a la puerta mientras el reverendo coga su abrigo y las llaves del coche. Adis, seora Locke. Gracias, de verdad. Cudate, hijo respondi la seora Locke dndole unas palmaditas en el hombro. En las taquillas de la terminal, Locke cambi las monedas por billetes y pag el pasaje de Frank. Antes de ponerse a la cola en la puerta de Greyhound, Frank vio pasar un coche patrulla. Hinc una rodilla en el suelo simulando que se abrochaba los chanclos. Cuando pas el peligro, se levant. Luego se volvi hacia el reverendo Locke y le tendi la mano. Los dos hombres se estrecharon la mano y se miraron a los ojos unos segundos dicindose nada y todo, como si adis significara lo que siempre haba significado: ve con Dios. Haba pocos viajeros pero, sumiso y obediente, Frank se sent en el asiento de atrs, encogiendo cuanto pudo sus seis pies tres pulgadas de estatura y agarrando bien la bolsa de los sndwiches. A travs de la ventanilla, bajo la piel de nieve, el paisaje se volvi ms melanclico cuando el sol logr iluminar los rboles, mudos, incapaces de hablar sin hojas. Las casas, solitarias, daban forma a la nieve, y aqu y all carritos de juguete contenan montones de ella. Solo las camionetas atascadas en los caminos de entrada parecan estar vivas. Frank se pregunt cmo sera la vida en aquellas casas, pero no pudo imaginar nada, en absoluto. De modo que, como le suceda a menudo cuando estaba solo y sobrio no importaba dnde, vio a un nio devolviendo las tripas a su lugar, sostenindolas en la palma de la mano como si fueran una bola de cristal hecha aicos por una mala noticia, u oy a otro nio al que solo le haba quedado intacta la mitad inferior de la cara, cuyos labios llamaban a mam. El caminaba por encima de ellos, entre ellos, para seguir vivo, para evitar que su propia cara se disolviera, para conservar sus vistosas entraas bajo esa capa de piel, ay, tan fina. Sobre el blanco y negro del paisaje invernal, la sangre roja ocupaba el centro de la escena. Nunca desaparecan, aquellas imgenes. Excepto con Lily. Prefera no pensar en aquel viaje como una ruptura. Solo una pausa, esperaba. Pero era difcil olvidar en qu se haba convertido vivir con ella: una cansada crueldad asfixiaba la voz de Lily y el zumbido de la decepcin defina su silencio. A veces el rostro de Lily pareca metamorfosearse en la parte delantera de un jeep: ojos implacables como faros y una carrocera flamante sobre una sonrisa parecida a una rejilla. Extrao, cmo haba cambiado. Al recordar lo que le encantaba de ella, su leve barriga, sus corvas y su rostro, maravillosamente bello, era como si alguien la hubiera dibujado como una caricatura. No poda tener l la culpa de todo, o s? No sala a fumar a la calle? No dejaba ms de la mitad de su paga en el aparador para que ella la gastase en lo que quisiera? No levantaba por cortesa la tapa del inodoro, cosa que ella se tomaba como un insulto? Y aunque le asombraba y diverta toda aquella parafernalia femenina que colgaba de la puerta del cuarto de bao o atestaba los armarios, la repisa del lavabo y todo rincn disponible artilugios para baos vaginales, accesorios para enemas, frascos de Massingill, Lydia Pinkham, Kotex, crema de depilacin Neet, cremas faciales, mascarillas, rulos, lociones, desodorantes, jams toc nada ni se quej. S, a veces pasaba horas sentado en silencio, paralizado, sin ganas de hablar. S, perdi los escasos y peculiares trabajos que haba conseguido. A veces cuando ella estaba cerca le costaba respirar y no estaba seguro de poder vivir sin ella. No era solo hacer el amor, entrar en lo que l llamaba el reino entre sus piernas. Cuando se acostaban y ella le pona el brazo, ligero como el de una nia, encima del pecho, desaparecan las pesadillas y poda dormir. Cuando se despertaba a su lado, su primer pensamiento no era para el bienvenido aguijn del whisky. Y lo ms importante, las dems mujeres ya no le atraan, aunque quisieran ligar abiertamente o se exhibieran buscando placeres propios e ntimos. No las comparaba con Lily; sencillamente, para l eran personas. Solo con Lily se desvanecan aquellas imgenes, se ocultaban tras algn velo del cerebro, tenues pero a la espera, a la espera y acusadoras. Por qu no te diste ms prisa? Si hubieras llegado antes, habras podido ayudarle. Podras haberlo arrastrado hasta detrs de la loma, como hiciste con Mike. Y las personas a las que mataste despus? Mujeres corriendo, tirando de sus hijos. Y aquel viejo al que le faltaba una pierna, cojeando con la muleta por la cuneta para no entorpecer la marcha de los dems, que iban ms rpido? Le agujereaste la cabeza porque creas que as compensaras la orina congelada de los pantalones de Mike y vengaras los labios que llamaban a mam. Lo conseguiste? Te compens? Y la nia, qu haba hecho para merecer lo que le pas? Preguntas sin respuesta que se multiplicaban como setas entre las sombras de las fotografas que vea. Antes de Lily. Antes de verla subida a una silla, estirando el brazo para alcanzar la estantera superior de un armario y coger la lata de Calumet que necesitaba para la comida que le estaba preparando. La primera que compartan. Tendra que haber saltado a la silla y cogido la lata l. Pero no lo hizo. No poda apartar los ojos de sus corvas. Y al estirarse, su vestido de algodn, suave y floreado, fue subiendo y dej al descubierto esa piel apenas advertida, esa piel tan, tan, aaahhh, vulnerable. Y por alguna razn que an no comprenda, se puso a llorar. Amor puro, simple, y tan instantneo que le rompi en pedazos. No encontr amor en Jessie Maynard, de Portland. Ayuda s, pero su desprecio era glacial. El reverendo en apariencia dedicaba su vida a los necesitados, pero solo a los que iban correctamente vestidos, no a un veterano joven, corpulento y muy alto. Acomod a Frank en el porche trasero, junto al camino de entrada a la casa, donde dormitaba un Oldsmobile Rocket 98, y con una sonrisa cmplice le dijo a modo de disculpa: Mis hijas todava viven aqu. Era un tributo insultante cobrado a quien suplicaba un abrigo, un suter y dos billetes de diez dlares. Suficiente para llegar a Chicago y tal vez cubrir la mitad del camino hasta Georgia. Aun as, y aunque fuera tan hostil, el reverendo Maynard le dio datos muy valiosos para el viaje. De Green's, la gua de viajes, copi el nombre y la direccin de algunos hoteles y pensiones donde no le impediran la entrada. Frank guard la lista en el bolsillo del abrigo que le regal Maynard y cuando no lo estaba mirando se meti los billetes en los calcetines. De camino a la estacin, los nervios por sufrir un nuevo incidente incontrolable, sospechoso, destructivo e ilegal se le fueron pasando. Adems, a veces presenta las crisis. Le ocurri la primera vez, al subir a un autobs cerca de Fort Lawton con los papeles del licenciamiento intactos. Iba tranquilo, sentado junto a una mujer con ropa muy llamativa. Su falda floreada era iodo un mundo de color, su blusa de un rojo chilln. Frank vio que las flores del dobladillo del vestido ennegrecan y que la blusa iba soltando color hasta quedar blanca como la leche. Y luego todos los dems, todo lo dems. Al otro lado de la ventanilla: rboles, cielo, un chico en una moto, el csped, los setos. Desapareci el color y el mundo se convirti en una pantalla de cine en blanco y negro. No grit porque pens que a sus ojos les ocurra algo malo. Malo, pero reparable. Se pregunt si sera as como vean el mundo los perros, los gatos o los lobos. O se estaba volviendo insensible al color? Se baj en la siguiente parada y ech a andar hasta una estacin de servicio Chevron; sus negras llamas salan disparadas de la V. Quera ir al bao, mear y mirarse al espejo para ver si tena una infeccin en los ojos, pero el letrero de la puerta le detuvo. Se alivi en los arbustos que haba detrs de la gasolinera, molesto y un poco asustado por el paisaje incoloro. El autobs ya se haba puesto en marcha, pero se detuvo para que pudiera subir. Baj en la ltima parada: la estacin de autobuses de la misma ciudad donde al desembarcar vio a las alumnas de algn instituto cantar para dar la bienvenida a los fatigados veteranos de guerra. Ya en la calle, al salir de la estacin, el sol le hiri. Su maligna luz le oblig a buscar la sombra. Y all, debajo de un roble del norte, la hierba volvi a ser verde. Ya ms tranquilo, comprendi que no iba a gritar, a romper nada, ni a abordar a ningn desconocido. Eso sucedi despus, cuando, con independencia de la paleta de colores del mundo, estallaron su furia y su vergenza. Ahora, si volva a notar que el mundo perda color, tendra tiempo de correr a esconderse. As que, siempre que el mundo volva a palidecer, le complaca saber que no se estaba quedando insensible al color y que las horribles imgenes podran desvanecerse. Recobrada la confianza, podra aguantar da y medio de tren a Chicago sin incidentes. Siguiendo las indicaciones de un revisor subi a un vagn de pasajeros, corri la cortina verde de separacin y se sent junto a la ventanilla. Con el vaivn del tren y el traqueteo de las vas, se sumi en un raro sueo tan profundo que se perdi el principio de la bronca, pero no el final. Le despertaron los sollozos de una mujer joven a quien consolaban dos camareros con chaqueta blanca. Uno de ellos le coloc un cojn detrs de la cabeza, el otro le ofreci un montn de servilletas de hilo para las lgrimas y la sangre que le manaba de la nariz. Al lado de la joven, con la mirada perdida, estaba su mudo y furioso marido: su rostro un crneo de vergenza y el de su compaera, rgida ira. Cuando uno de los camareros pas a su lado, Frank le toc el brazo. Qu ha pasado? le pregunt, indicando a la pareja. No ha visto nada? No. Qu ha pasado? Pues estaba el marido. Se ha bajado en Elko a tomar un caf o lo que sea ah atrs. Seal el lugar apuntando con el pulgar por encima del hombro. El propietario o los clientes, o todos ellos, le han echado a patadas. Ms bien le pusieron los pies en el trasero y le dieron un empujn. Se cay, le dieron ms patadas y cuando la seora fue a ayudarlo, le tiraron una piedra y le dieron en la cara. Les hemos ayudado a subir al tren, pero la gente ha seguido gritando hasta que nos hemos puesto en marcha. Mire dijo, ha visto? Seal las yemas de huevo. No resbalaban, se haban quedado pegadas al cristal como si fueran flemas. Han avisado al maquinista? pregunt Frank. Se ha vuelto usted loco? A lo mejor. Y, dgame, conoce en Chicago algn sitio donde se coma bien y pueda dormir un poco? Tengo aqu unos apuntados. Le suena alguno? El camarero se quit las gafas, se puso otras y ley la lista del reverendo Maynard. Apret los labios. Para comer vaya a Booker's dijo. Est cerca de la estacin. Para dormir, el YMCA nunca es mala idea. Est en Wabash. Estos hoteles y lo que llaman pensiones para turistas le pueden costar un ojo de la cara y tal vez no le dejen entrar con esos chanclos medio rotos. Gracias dijo Frank. Me alegra saber que son de categora. El camarero sonri. Le apetece un trago? Llevo un poco de Johnnie Rojo en la maleta. En la chapa de la chaqueta llevaba impreso su nombre: C. TAYLOR. S, claro, cmo no. Las papilas gustativas de Frank, indiferentes a las naranjas y a los sndwiches de queso, volvieron a la vida ante la mencin del whisky. Solo un trago. Lo justo para tranquilizarse y endulzar el mundo. Nada ms. La espera se le hizo larga, y en el preciso momento en que Frank pensaba que el hombre se habra olvidado, Taylor volvi con una taza de caf, un platillo y una servilleta. En la gruesa taza blanca, dos dedos de whisky temblaban incitantes. Tome dijo Taylor, y se alej dando pequeos tumbos por el pasillo al ritmo del balanceo del tren. La pareja que haba recibido la paliza hablaba entre susurros, ella con suavidad y splica, l con urgencia. Le pegar en cuanto lleguen a casa, pens Frank. Y, quin no? Que te humillen en pblico es una cosa. Cualquier hombre lo puede superar. Lo intolerable era que una mujer, su mujer, hubiera sido testigo. No solo lo haba visto todo, sino que haba tenido el atrevimiento de intentar rescatarlo. Rescatarlo! a l! Ni era capaz de protegerse ni tampoco era capaz de protegerla a ella, como demostraba la pedrada en la cara. La mujer tena rota la nariz por atreverse a intervenir y tendra que pagar por ello. Una vez y otra. Volvi a apoyar la cabeza en la ventanilla y se qued dormido despus de apurar la taza de whisky. Se despert al notar que alguien se sentaba a su lado. Raro. El vagn estaba lleno de sitios libres. Volvi la cabeza y, con ms curiosidad que sorpresa, examin a su compaero de asiento: un hombre de corta estatura con sombrero de ala ancha. Su traje azul claro se compona de chaqueta larga y pantalones de pernera estrecha y cadera ancha. Sus zapatos eran blancos, de punta exagerada. Tena la mirada fija delante de l. Ignorado, Frank se apoy otra vez en la ventanilla para reanudar su siestecita. En cuanto lo hizo, el hombre del traje de moda se levant y desapareci por el pasillo. No haba dejado la menor huella en el asiento de piel. Al atravesar el paisaje helado, pobre y sucio, Frank intentaba redecorarlo, pintaba en su imaginacin los montes con gigantescos brochazos prpura y X doradas, salpicaba los yermos campos de trigo de gotas verdes y amarillas. Floras repintando el paisaje occidental sin conseguirlo lo haban agitado, pero cuando baj del tren estaba bastante tranquilo. El ruido de la estacin era, sin embargo, tan abrasivo que busc un brazo en que apoyarse. No lo haba, naturalmente, as que se apoy en un pilar de acero y dej que el pnico fuera desapareciendo. Una hora ms tarde estaba comiendo alubias a cucharadas y untando mantequilla en pan de maz. Taylor, el camarero, tena razn. Booker's no solo era un sitio donde se coma bien y barato, sino que la concurrencia los comensales, el personal de la barra, las camareras y una cocinera ruidosa y amiga de las broncas era afable y muy animada. Trabajadores y desempleados, madres y mujeres de la calle, todos coman y beban con la cordialidad de una familia en la cocina de su casa. Gracias a esta presta simpata casera, Frank se anim a hablar con toda libertad con un hombre que se sentaba a su lado en otro taburete y que se present sin que nadie le diera pie. Watson. Billy Watson. El hombre le tendi la mano. Frank Money. De dnde eres, Frank? Hombre, pues no sabra decirte: de Corea, de Kentucky, de San Diego, de Seattle, de Georgia. Dime cualquier sitio, de ah soy yo. Tambin quieres ser de aqu? No, estoy de paso. Me vuelvo a Georgia. Georgia? exclam la camarera. Yo tengo familia en Macn. No me trae muy buenos recuerdos. Pasamos medio ao escondidos en una casa abandonada. Escondidos de quin? De los Sbanas Blancas? No. Del hombre que nos alquilaba la casa. Y qu ms da. Por qu? Pero por favor! Era mil novecientos treinta y ocho. A un lado y al otro de la barra se oyeron sonoras carcajadas cmplices. Algunos comenzaron a competir contando su propia historia, vidas de privaciones en los aos treinta. Mi madre y yo pasamos un mes durmiendo en un tren de mercancas. Adnde iba? Lejos. No sabamos ms. Habis dormido alguna vez en una pocilga donde no entraran ni los cerdos? Vamos, hombre, no me hables. Yo viva en la casa de hielo. Y el hielo dnde estaba? Nos lo comamos. Venga ya! Yo dorm en tantos suelos, que la primera vez que vi una cama crea que era un atad. Habis comido alguna vez diente de len? En sopa. Est riqusima. Tripas de cerdo. Ahora son un lujo, pero antes los carniceros las tiraban a la basura o nos las regalaban. Y los pies. Y el pescuezo. Todos los despojos. Chist! Me vas a arruinar el negocio. Cuando cesaron las risas y las fanfarronadas, Frank volvi a sacar la lista de Maynard. Conoces algn sitio de estos? Me han dicho que el Y es el mejor. Billy examin las direcciones y frunci el ceo. Olvdalo concluy. Vente a casa. Qudate esta noche. Te presento a mi familia. De todas formas, hoy ya no puedes irte. Eso es verdad dijo Frank. Maana te llevo puntual a la estacin. Vas al sur en tren o en autobs? En autobs sale ms barato. En tren, Billy. Mientras haya mozos de cuerda, as es como me gusta viajar. Y seguro que sacan su buen dinerito. Cuatrocientos o quinientos al mes ms propinas. Fueron andando a casa de Billy. Maana te vamos a comprar un par de zapatos decentes dijo Billy. Y de paso hacemos una paradita en el Goodwill, te parece? Frank se ech a rer. Haba olvidado que pareca un mendigo. Chicago, barrida por el viento y con una pomposa puesta de sol, estaba llena de peatones presuntuosos y bien vestidos que caminaban con rapidez, como si llegaran tarde a una cita en algn punto de aquellas aceras, ms anchas que cualquier calle de Lotus. Cuando dejaron el centro y llegaron al barrio de Billy, anocheca. Aqu est mi esposa, Arlene. Y este es el hombrecito de la casa, Thomas. A Frank, Arlene le pareci lo bastante guapa para ser actriz. Su tup coronaba una frente amplia y tersa sobre ojos castaos y fieros. Os apetece cenar? pregunt Arlene. No respondi Billy. Ya hemos comido algo. Mejor. Arlene se estaba preparando para el turno de noche en la factora metalrgica. Dio un beso en la coronilla a Thomas, que estaba sentado en la mesa de la cocina leyendo un libro. Billy y Frank se acercaron a la mesita, apartaron los chismes que tena encima e hicieron sitio para jugar a las cartas, charlar y beber cerveza a morro. En qu trabajas? pregunt Frank. En una acera contest Billy. Pero estamos en huelga, as que voy a la oficina, me pongo a la cola y cojo el trabajo que me den. Antes, cuando Billy present su hijo a Frank, el chico le dio la mano izquierda. Frank se dio cuenta de que el brazo derecho le colgaba lacio a lo largo del costado. Ahora, mientras barajaba, le pregunt a Billy qu le haba ocurrido al brazo de su hijo. Billy hizo el gesto de apuntar con un fusil. Un poli desde su coche explic. Thomas estaba jugando con una pistola de pistones. Ocho aitos tena, iba por la acera arriba y abajo, apuntando con su pistola. Y un blanquito novato y paleto pens que sus hermanitos polis no valoraban bastante su polla. No se le puede disparar a un nio as como as dijo Frank. La poli puede dispararle a quien le d la gana. Esta es una ciudad sin ley. Arlene se puso como una loca en urgencias. La echaron dos veces. Pero al final todo ha salido bien. El brazo malo lo mantiene alejado de las calles y en la clase. Es un hacha en matemticas. Ha ganado un montn de concursos. Y le sobran las becas. Entonces el poli novato le hizo un favor. No. No, no, no. Jesucristo intervino y lo hizo todo. l dijo: Alto ah, seor Polica. No hagas dao al ltimo de los mos. El que hiere al menor de los mos perturba la paz de mi espritu. Precioso, pens Frank. Las frases bblicas funcionan siempre y en todo lugar salvo en el frente. Dios, Dios!, eso es lo que dijo Mike. Stuff tambin lo grit. Dios, Dios Todopoderoso, estoy jodido, Frank. Dios, aydame. El hacha en matemticas no puso objecin a dormir en el sof para que el nuevo amigo de su pap ocupara su cama. Frank entr en la habitacin y se le acerc. Gracias, compaero le dijo. Me llamo Thomas dijo el chico. Ah, bueno, Thomas. Me han dicho que se te dan bien las matemticas. Todo se me da bien. Por ejemplo qu. Educacin cvica, geografa, lengua Se le fue apagando la voz, como si hubiera podido citar otras muchas asignaturas. Llegars lejos, hijo. Llegar a donde yo quiera. Frank se ri ante el descaro de aquel chiquillo de once aos. Te gusta el deporte? A qu juegas? le pregunt, pensando que tal vez el chico necesitara un poquito de humildad. Pero Thomas le dirigi una mirada tan fra que se sinti violento. Quiero decir Ya s lo que quieres decir le interrumpi Thomas, que, como contrapunto o porque se le ocurri de pronto, lo mir de arriba abajo y dijo: No deberas beber. Tienes toda la razn. Se hizo un breve silencio mientras Thomas colocaba una manta doblada sobre una almohada y sujetaba ambas cosas con el brazo muerto. Al llegar a la puerta se volvi y mir a Frank. Has estado en la guerra? He estado en la guerra. Has matado a alguien? Tuve que hacerlo. Qu se siente? Te sientes mal. Muy mal. Eso es bueno. Que te sintieras mal. Me alegro. Y eso? Significa que no eres un mentiroso. Eres muy inteligente, Thomas. Frank sonri. Qu quieres ser de mayor? Thomas gir el picaporte con la mano izquierda y abri la puerta. Un hombre dijo, y sali. Mientras se acomodaba a una oscuridad perfilada por los bordes de las contraventanas iluminados por la luna, Frank dese que su frgil sobriedad, que hasta entonces haba logrado mantener sin Lily, le salvara de aquellos sueos. Pero la yegua siempre apareca de noche, nunca entrechocaba sus cascos a la luz del da. Probar el whisky en el tren, dos cervezas horas despus, no le costaba ponerse lmites. Pronto se qued dormido, y solo con una imagen de pies con dedos de mano, o eran manos con dedos de pie? Pero al cabo de unas horas sin sueos, le despert un clic, como al apretar el gatillo de una pistola descargada. Se sent en la cama. Completo silencio. Entonces vio la silueta de un hombre bajo, el del tren, su inconfundible sombrero de ala ancha contra el resplandor de la ventana. Encendi la lmpara de la mesilla. La luz descubri al mismo hombre de corta estatura con su traje de moda de color azul claro. Eh! Quin demonios eres? Y qu quieres? Se levant y se acerc a la figura. A los tres pasos, el hombre del traje de moda de color azul claro desapareci. Frank volvi a la cama pensando que ese sueo en particular no era tan malo comparado con otros. Ni pjaros ni perros devorando los despojos de sus compaeros, como la alucinacin que haba tenido en un banco de la rosaleda del pueblo. En cierto modo este ltimo sueo era cmico. Haba odo hablar de esos trajes, pero nunca haba visto ninguno. Si pretendan ser un signo de hombra, habra preferido un taparrabos y manchas de pintura blanca hbilmente distribuidas por la frente y las mejillas. Y una lanza, por supuesto. Pero los hombres del traje de moda preferan otro atavo: hombros holgados, sombreros de ala ancha, leontinas y pantalones estrechos por abajo y abombados por arriba y con la cintura casi en el pecho. Una moda lo bastante vistosa para despertar el inters de la polica antidisturbios de ambas costas. Maldita sea! No quera por compaa a otro fantasma onrico. A no ser que solo quisiera avisarle y darle algn mensaje. Querra contarle algo de su hermana? La carta deca: Morir. Significaba que estaba viva pero enferma, muy enferma, y que, evidentemente, no tena a nadie a quien pedir socorro. Si Sarah, la autora de la carta, no poda ayudarla ni su jefe tampoco, bueno, deba de estar marchitndose lejos de casa. Sus padres haban fallecido, una de una enfermedad pulmonar, el otro de un derrame cerebral. Haba que descartar a los abuelos, Salem y Lenore. Ninguno de los dos poda viajar, suponiendo que hubieran tenido intencin de hacerlo. Quiz por ese motivo ninguna bala rusa le haba reventado la cabeza y sus mejores amigos s haban muerto. Tal vez lo haban mantenido con vida por Cee. Y era justo, porque ella haba sido la primera persona de quien haba tenido que cuidar, con una generosidad que no aportaba ganancias ni beneficios emocionales. Se haba ocupado de ella antes incluso de que supiera andar. La primera palabra de Cee fue Fuank. En la cocina, en una caja de cerillas, haban guardado dos dientes de leche de Cee, junto con sus canicas de la suerte y el reloj roto que los dos haban encontrado a orillas del ro. Cee no haba sufrido corte o magulladura de que l no se hubiera ocupado. Lo nico que no pudo hacer por ella le limpiarle la pena de los ojos, o era pnico?, cuando se alist. Intent convencerla de que el ejrcito era la nica solucin. Lotus era asfixiante, lo estaba matando a l y a sus dos mejores amigos. Todos estaban de acuerdo. Frank se convenci de que a Cee no le pasara nada. Y no fue as. Arlene segua dormida, as que Billy prepar el desayuno para los tres. A qu hora sale de trabajar? Billy ech la masa de las tortitas en la sartn, ya caliente. Tiene el turno de once a siete. Se levanta dentro de un rato, pero no nos vemos hasta la tarde. Y eso? Frank senta curiosidad. Las normas y los pactos de las familias normales despertaban en l una fascinacin que no alcanzaba la categora de envidia. Tengo que llevar a Thomas al colegio y voy a llegar larde a la cola del paro porque t y yo nos vamos de compras. Cuando llegue, ya habrn repartido los mejores trabajos del da. Tendr que ver qu me dejan. Pero lo primero son las compras. Pareces un No lo digas. No haca falta. La dependienta del Goodwill tampoco dijo nada. Les condujo a una mesa llena de ropa doblada y seal con la cabeza un perchero lleno de chaquetas y abrigos. Eligieron con rapidez. Todos los artculos estaban limpios, planchados y organizados por tamaos. Ni siquiera el olor del propietario anterior era demasiado fuerte. El almacn tena un probador donde un vago o un respetable padre de familia podan cambiarse de ropa y tirar la vieja en un cubo de basura. Bien vestido, Frank se sinti lo bastante orgulloso para sacar su medalla del pantaln militar y colocarla con un alfiler sobre el bolsillo del pecho. Muy bien dijo Billy. Y ahora vamos a comprarte unos zapatos de hombre hecho y derecho. Thom McAn, o quieres unos Florsheim? Ni unos ni otros. No pienso bailar con ellos. Calzado de trabajo. De acuerdo. Tienes bastante dinero? S. La polica habra opinado lo mismo, pero en el cacheo aleatorio a las puertas de la zapatera les palparon los bolsillos, no el interior de las botas de trabajo. De los otros dos hombres de cara a la pared, a uno le confiscaron la navaja, al otro un billete de un dlar. Los cuatro apoyaron las manos en el cap del coche patrulla aparcado en la curva. El agente ms joven se fij en la medalla de Frank. Corea? S, seor. Eh, Dick. Son veteranos. Ah, s? S, mira. El agente seal la medalla por los servidos prestados de Frank. Moveos. Pirdete, amigo. No mereca la pena comentar el incidente con la polica, as que Frank y Billy prosiguieron en silencio. Se detuvieron en un puesto de la calle a comprar una cartera. Llevas traje. Ya no puedes meter la mano en el zapato como un nio cada vez que quieras comprarte un paquete de chicles. Billy apret el brazo de Frank. Cunto valen? pregunt mirando las carteras. Veinticinco centavos. Cmo? Una barra de pan de molde no cuesta ni quince. Y? El vendedor mir a los ojos a su cliente. Las carteras duran ms. Queris una o no? Compraron una y Billy acompa a Frank hasta Booker's, el restaurante; apoyados en el escaparate, se estrecharon la mano, se prometieron visitarse y se despidieron. Frank tom caf y flirte con la camarera de la barra de Macn hasta que lleg la hora de subir al tren del sur que lo llevara a Georgia, a Cee y quin sabe a qu ms.

3

Mam estaba embarazada cuando nos marchamos andando del condado de Bandera, Texas. Tres o quiz cuatro familias tenan coche o camioneta y los cargaron hasta los topes. Pero, recuerda, nadie pudo cargar con sus tierras, sus cultivos, sus animales. Dar alguien de comer a los gorrinos o dejarn que se asilvestren? Y el terreno que queda detrs del cobertizo? Hay que pasar el arado antes de que llueva. La mayora de las familias, la ma tambin, anduvieron muchas millas antes de que el seor Gardener volviera para buscar a algunos despus de dejar a los suyos en la frontera del estado. Tuvimos que llenar la carretilla para poder subir, amontonados, a su coche, mercadear objetos a cambio de velocidad. Mam llor, pero el nio que esperaba era ms importante que las teteras, los tarros de conserva y la ropa de cama. Se conform con la cesta de ropa que llevaba sobre las rodillas. Pap llevaba unas pocas herramientas en un saco y las riendas de Stella, nuestra yegua, a la que no volveramos a ver. El seor Gardener nos llev todo lo lejos que pudo y seguimos a pie un poco ms. Yo llevaba suelta la suela del zapato hasta que pap la at con el cordn de sus zapatos. Por dos veces, unos campesinos nos dejaron subir a sus carros. Qu cansancio! Qu hambre! Mira que he tragado bazofia en la crcel, en Corea, en los hospitales, en alguna mesa y, alguna que otra vez, de cubos de basura. Nada, sin embargo, puede compararse a las sobras de las despensas. Escriba sobre eso, por qu no lo hace? Recuerdo hacer cola en la iglesia del Redentor esperando un platillo de queso duro y reseco y ya enmohecido, pies de cerdo encurtidos unas galletitas rancias empapadas en vinagre. Fue all donde mam oy a la mujer que tena delante explicarle a la voluntaria cmo se escriba y pronunciaba su nombre. Mam dijo que era el ms bonito que haba odo nunca y que sonaba a msica entre tanta discusin y tanto calor humano. Semanas ms tarde, cuando el nio al que dio a luz en un colchn del stano de la iglesia del reverendo Bailey result ser una nia, mam la llam Ycidra, procurando pronunciar las tres slabas. Por supuesto, esper los nueve das antes de bautizarla, para que la muerte no notara vida fresca y quisiera comrsela. Todos menos mam la llamaban Cee. El nombre siempre me pareci bonito, cmo se le ocurri, cmo lo haba atesorado. En cuanto a m, no tengo los mismos recuerdos. Me llamo Frank por el hermano de mi padre. Mi padre se llamaba Luther, mi madre, Ida. Lo gracioso es nuestro apellido: Money. Pues, dinero, no tenemos. No sabes qu es el calor hasta que cruzas la frontera de Texas con Luisiana en verano. Es imposible encontrar palabras que lo expresen. Los rboles se doblan. Las tortugas se cuecen en su caparazn. Descrbalo si puede.

4

Una mala abuela es de lo peor que le puede ocurrir a una nia. Se supone que las mams mandan y dan azotes para que te hagas mayor sabiendo lo que est bien y lo que est mal. Las abuelas, incluso si han sido muy severas con sus hijos, son compasivas y generosas con los nietos. O no? Cee sali de la tina de cinc y dio unos pasos goteantes hasta el lavabo. Llen un cubo bajo el grifo, lo ech en el agua caliente de la tina y volvi a meterse. Quera quedarse en agua fresca mientras, alentados por la luz suave y mortecina de la tarde, sus pensamientos retozaban. Remordimientos, excusas, rectitud, falsos recuerdos y planes futuros se entremezclaban o formaban en fila como soldados. Bueno, as tenan que ser las abuelas, pensaba, pero para la pequea Ycidra Money no haba sido as ni mucho menos. Como pap y mam trabajaban de sol a sol, no saban que la seorita Lenore echaba agua en vez de leche al trigo triturado que Cee y su hermano tomaban para desayunar. Ni que cuando tenan verdugones y araazos en las piernas deban mentir, decir que se los haban hecho en el ro, donde haba zarzas y arndanos con espinas. Hasta su abuelo Salem se callaba. Frank deca que porque tema que la seorita Lenore le abandonara, como haban hecho sus dos primeras mujeres. Lenore, que haba cobrado un seguro de vida de quinientos dlares a la muerte de su primer marido, era un buen partido para un hombre mayor que ya no poda trabajar. Adems, tena un Ford y la casa en propiedad. Para Salem Money vala tanto, que no deca una palabra cuando se repartan el tocino entre los dos y para los nios no dejaban ms que el sabor. Eso s, los abuelos les haban hecho un gran favor al permitirles, a ellos que no eran ms que unos parientes desahuciados, vivir en su casa cuando les echaron de Texas. A Lenore le pareca de mal augurio que Cee hubiera nacido en una cuneta. Las mujeres decentes, deca, paran en casa, en una cama y atendidas por mujeres buenas y cristianas que saban lo que haba que hacer. Solo las mujeres de la calle, las prostitutas, iban al hospital cuando se quedaban embarazadas, pero al menos tenan un techo bajo el que cobijarse cuando daban a luz. Nacer en la calle o en una cuneta, como a veces deca era el preludio de una vida indigna y de pecado. La casa de Lenore era lo bastante grande para dos personas, quiz para tres, pero no para los abuelos y para pap, mam, el to Frank y dos nios uno de ellos un beb llorn. Con el paso de los aos, esa casa abarrotada se le haciendo ms incmoda y Lenore, que se crea superior a todos los habitantes de Lotus, opt por concentrar s u rencor en aquella nia nacida en la calle. Frunca el ceo cada vez que entraba, se le curvaban los labios hacia abajo cada vez que se le caa la cuchara, iba al retrete o se le aflojaba una trenza. Pero lo peor era el murmullo nia mal parida cuando Cee se alejaba tras or otra crtica de boca de su abuela, que siempre tena alguna a mano. En aquellos aos Cee dorma con sus padres en el suelo, sobre un delgado colchn apenas ms cmodo que las tablillas de pino de debajo. El to Frank dorma sobre dos sillas, el pequeo Frank en el porche trasero, en el descompensado columpio de madera, incluso cuando llova. Sus padres, Ida y Luther, tenan dos trabajos: Ida recoga algodn o trabajaba en otros cultivos durante el da y barra las cabaas de los madereros a ltima hora de la tarde; Luther y el to Frank trabajaban en el campo para dos plantadores de Jeffrey, un pueblo cercano, y contentos de tener trabajos que otros hombres haban rechazado. La mayora de los jvenes se haban alistado durante la guerra y cuando termin no volvieron a trabajar en el algodn, los cacahuetes ni la madera. El to Frank tambin se alist, ms tarde. Se enrol en la Marina como cocinero, y contento de serlo, porque no tena que manejar explosivos. Pero su barco se hundi de todas formas y la seorita Lenore colg la estrella de oro en la ventana, como si ella, y no una de las ex esposas de Salem, fuera la madre patritica y honorable que haba perdido a un hijo en la guerra. Ida padeca asma por trabajar en el almacn de madera, pero al final le sali a cuenta porque, despus de tres aos en casa Lenore, pudieron alquilar una vivienda al viejo Shepherd, que todos los sbados se acercaba en coche desde Jeffrey para cobrar la renta. Cee recordaba el alivio y orgullo de todos por contar con su huerta y sus gallinas ponedoras. Los Money tenan ya suficiente para sentirse como en casa en aquel lugar donde los vecinos podan por fin ofrecerse amistad en lugar de compasin. En el pueblo todos, excepto Lenore, eran estrictos pero predispuestos a la ddiva. Si a alguien le sobraban unos pimientos o unos repollos, insista en que Ida se los quedara. Le regalaban quingomb, peces frescos del arroyo, un quintal de maz, todo tipo de alimentos que no deban echarse a perder. Una mujer mand a su marido a reparar los escalones del porche, que estaban cados. Eran generosos con los desconocidos. Todas las personas que estaban de paso eran bien acogidas, incluso, o especialmente, los fugitivos de la ley. Como aquel hombre ensangrentado y muerto de miedo al que lavaron, dieron de comer y acompaaron lejos del pueblo en una mula. Era estupendo poseer casa propia y que el seor Haywood les incluyera en su lista mensual de personas que necesitaban provisiones del almacn grande de Jeffrey. A veces les llevaba gratis tebeos, chicles y caramelos de menta para los nios. En Jeffrey haba aceras, agua corriente, tiendas, una oficina de correos, un banco y una escuela. Lotus estaba apartado y 110 tena aceras ni caeras, solo cincuenta casas, ms o menos, y dos iglesias, y en una de ellas las religiosas enseaban a leer y aritmtica. Cee pensaba que habra sido mejor haber tenido ms libros para leer no solo las Fbulas de Esopo y un volumen con pasajes de la Biblia para jvenes y mucho mucho mejor que le hubieran permitido ir a la escuela de Jeffrey. Ese, crea, fue el motivo de su fuga con una rata. Si no hubiera sido tan ignorante por vivir en un lugar que no contaba nada para nadie, al que ni siquiera se poda llamar pueblo, donde solo haba tareas, obligaciones, una iglesia-escuela y nada que hacer, habra tenido ms sentido comn. Vigilada, vigilada, vigilada por todos y cada uno de los mayores desde la salida hasta la puesta del sol y recibiendo rdenes no solo de Lenore, sino de todos los adultos del pueblo. Nia, ven aqu; pero es que nadie te ha enseado a coser? S, seora. Digo no, seora. Qu es eso? No te habrs pintado los labios? No, seora. Entonces, eso qu es? He comido unas cerezas, seora, digo unas moras. Muy pocas. Cerezas? Y un cuerno. Lmpiate esa boca. Baja de ese rbol, me has odo? tate los cordones deja esa mueca y coge la escoba no cruces las piernas qutale los hierbajos a la huerta ponte recta no te atrevas a replicarme. Cuando Cee y algunas otras nias cumplieron catorce aos y empezaron a hablar con los chicos el hecho de que tuviera un hermano mayor fren los escarceos. Gracias a Frank, los chicos saban que era territorio vedado. Por eso cuando Frank se alist con sus dos mejores amigos y se fue, Cee se enamor de lo que Lenore llam la primera cosa que vio con pantalones y cinturn y que no llevara mono de trabajo. Su nombre era Principal, pero se haca llamar Prince. Viva en Atlanta, pero estaba de visita en casa de su ta. Era bien parecido y llevaba zapatos de charol de suela fina. Tena muy impresionadas a todas las chicas por su acento de gran ciudad y lo que tomaron por sabidura y amplia experiencia de la vida. Y a Cee ms que a ninguna. En ese momento, mientras se echaba agua sobre los hombros, se pregunt por ensima vez por qu ni siquiera le haba preguntado a la ta a quien visitaba la razn de que le hubieran mandado al campo en lugar de pasar el invierno en la gran ciudad, en la gran y mala ciudad. Pero se senta a la deriva en el hueco dejado por su hermano, y estaba sin defensa. Es la otra cara, se dijo, de tener al lado a un hermano fuerte e inteligente que te cuide y proteja, que tardas en desarrollar tu propio msculo cerebral. Adems, Prince se amaba a s mismo tan profunda y completamente que era imposible dudar de l. As que si deca que era guapa, le crea. Si deca que a los catorce ya era toda una mujer, tambin le crea. Aunque cuando dijo te quiero para m, Lenore respondi: No, a no ser que lo hagis legal. Con independencia del significado de legal. Ycidra ni siquiera tena partida de nacimiento y el juzgado estaba a cien millas. As que llamaron al reverendo Alsop y el reverendo los bendijo, escribi sus nombres en un libro enorme y volvieron andando a casa de los padres de Cee. Frank se haba ido a la guerra, as que se acostaron en su cama y en su cama sucedi ese gran acontecimiento del que la gente te adverta o se rea tontamente. No fue tan doloroso como aburrido. Con el tiempo ser mejor, pens Cee. Mejor result ser simplemente ms, y, a medida que aumentaba la cantidad, el placer se escabulla en la brevedad. No hubo trabajo en Lotus ni en los alrededores que Prince se permitiera aceptar, as que se llev a Cee a Atlanta. Ella deseaba una vida de esplendor en la ciudad y, al cabo de unas semanas de asombro por el agua que corra al girar una espita, por los retretes sin moscas, por farolas que lucan ms tiempo que el sol y eran encantadoras como lucirnagas, por mujeres de altos tacones y soberbios sombreros que iban trotando a la iglesia dos y hasta tres veces al da, y despus de la agradecida alegra y la pasmosa satisfaccin por el precioso vestido que le regal Prince, descubri que Principal se haba casado con ella por el coche. Lenore le compr la ranchera a Shepherd, el hombre que les alquilaba la casa, pero como Salem no saba conducir, les regal su viejo Ford a Luther y a Ida siempre y cuando se lo devolvieran si la ranchera se averiaba. Luther dej el Ford a Prince varias veces para hacer recados: ir a la oficina de correos de Jeffrey para mandarle o recibir una carta de donde estuviera destinado Frank, primero Kentucky, luego Corea. En cierta ocasin fue al pueblo a buscar una medicina para la garganta de Ida, cuando su asma se agrav. Que Prince pudiera disponer del Ford sin mayores dificultades resultaba conveniente para todos, ya que le quit el polvo eterno que lo cubra, le cambi el aceite y las bujas, y nunca llevaba nios, aunque le suplicaban que les diera un paseo. A Luther le pareci natural que la pareja se llevara el coche a Atlanta, porque prometieron devolverlo en pocas semanas. Pero eso nunca sucedi. Cee se haba quedado totalmente sola y en esos momentos estaba sentada en una tina. Era domingo y pretenda combatir con agua fra la calurosa versin de la primavera en Georgia mientras que Prince se paseaba en coche por California o Nueva York quin poda saberlo pisando el acelerador con sus zapatos de suela fina. Cuando la abandon, tuvo que arreglrselas sola. Alquil una habitacin ms barata en una calle tranquila, un cuarto con derecho a cocina y a baarse en una tina de cinc. Thelma, que viva en un amplio piso arriba, se hizo amiga suya y la ayud a conseguir un trabajo de lavaplatos en Bobby's, un restaurante especializado en costillas. La mujer acu su amistad con francos consejos. No hay tonto ms tonto que un paleto tonto. Por qu no vuelves con tus padres? Sin el coche? Seor, se dijo Cee. Lenore ya haba amenazado con mandarla arrestar. Al morir Ida, Cee fue en coche al entierro. Bobby dio permiso a uno de los cocineros y este la llev. Aunque el funeral fue penoso y lamentable atad casero de pino, ninguna flor salvo dos ramas de madreselva arrancadas por ella, nada result ms doloroso que los insultos de Lenore. Ladrona, tonta, fresca; le daban ganas de llamar al sheriff. Ya de regreso, Cee jur no volver nunca al pueblo. Promesa que mantuvo hasta cuando un mes despus pap muri de un derrame. Ycidra coincida con Thelma en que haba sido una estpida, pero por encima de todo deseaba desesperadamente hablar con su hermano. En sus cartas le hablaba del tiempo y de las habladuras de Lotus. Malvadas. Pero saba que, si pudiera verlo, contrselo, no se reira de ella, no la teira, no la condenara. La protegera, como siempre, en tina situacin complicada. Como aquella vez en que l, Mike, Stuff y otros chicos estaban jugando al bisbol en el campo. Ella se sent cerca de ellos, apoyando la espalda en un nogal. El partido la aburra. Miraba a los jugadores de vez en cuando, concentrada en el esmalte rojo cereza que se estaba quitando de las uas con la esperanza de limpiarlo todo antes de que Lenore la regaara por presumida y por fresca. Levant la vista y vio que Frank abandonaba el partido bate en mano y que los dems le gritaban. Eh! Adnde vas, to? Eh, eh! Ya no juegas? Se alej del campo despacio y desapareci entre los rboles. Para dar un rodeo, segn ella comprendi luego. De pronto apareci detrs del rbol donde ella estaba y dio dos batazos en las piernas a un hombre cuya presencia a su espalda ella ni siquiera haba advertido. Mike y los dems se acercaron corriendo y vieron lo que ella no haba visto. Luego echaron todos a correr. Frank la arrastraba tirando del brazo sin mirar atrs. A ella se le ocurrieron algunas preguntas: Qu pasa? Quin era ese?. Los chicos no decan nada. Se limitaban a mascullar maldiciones. Horas ms tarde, Frank se lo cont. Aquel hombre no viva en Lotus, le dijo, se haba escondido detrs del rbol para exhibirse. Cuando ella insisti en que definiera la palabra exhibirse y Frank lo hizo, se ech a temblar. Frank le puso una mano en la coronilla y la otra en la nuca. Sus dedos, como un blsamo, detuvieron los temblores y los escalofros. Cee siempre segua los consejos de Frank: se fijaba en las frutas silvestres venenosas, llamaba a gritos al entrar en los lugares donde poda haber serpientes, se aprendi las propiedades medicinales de las telaraas. Las instrucciones de Frank eran concretas, sus advertencias, claras. Pero nunca le advirti de que haba ratas. Cuatro golondrinas se posaron en el csped del patio. Manteniendo una educada distancia entre s, picoteaban entre briznas de hierba medio seca. Luego, como respondiendo a una seal, volaron las cuatro hasta el pacano. Envuelta en una toalla, Cee se acerc a la ventana y la levant sin llegar al desgarrn del estor. Fue como si el silencio se deslizara por el hueco y retumbara con un peso ms teatral que los ruidos. Pareca el silencio de la tarde en Lotus, cuando con su hermano se preguntaba qu hacer o de qu hablar. Sus padres tenan una jornada de diecisis horas y apenas pasaban tiempo en casa. Por eso ellos inventaban aventuras o salan a explorar los alrededores. A menudo se sentaban en la orilla del ro y se apoyaban en un laurel partido por un rayo cuya copa estaba calcinada y ms abajo extenda dos enormes ramas como brazos. Hasta cuando estaba con sus amigos Mike y Stuff, ella se pegaba a Frank, y l se lo permita. Los cuatro eran ua y carne, como deberan ser todas las familias. Recordaba lo mal recibidas que eran las visitas inesperadas en casa de sus abuelos, siempre y cuando Lenore no tuviera alguna tarea que encargarles. Salem era aburrido porque no hablaba de nada excepto de sus comidas. Lo nico que le entusiasmaba, aparte de la comida, era jugar a las cartas o al ajedrez con otros viejos. Sus padres volvan de trabajar tan cansados que sus muestras de afecto eran como navajas de afeitar: finas, cortas y afiladas. Lenore era la bruja malvada, Frank y Cee, unos olvidados Hansel y Gretel que entrelazaban las manos y surcaban el silencio intentando imaginar un futuro. Junto a la ventana, envuelta en su spera toalla, a Cee se le parti el corazn. Si Frank estuviera all, tocara de nuevo su cabeza con cuatro dedos y le acariciara la nuca con el pulgar. No llores, diran los dedos, los cardenales desaparecern. No llores, mam est cansada, no quera hacerlo. No llores, no llores, mi nia, que yo estoy aqu. Pero ahora no estaba all ni cerca de all. Haba mandado una fotografa, un guerrero sonriente vestido de uniforme, en la que sostena un fusil, y daba la impresin de que perteneca a un lugar muy alejado y distinto de Georgia. Meses despus de que lo licenciaran, mand una postal de dos centavos para decir dnde viva. Cee le respondi: Hola hermano qu tal ests yo estoy bien. Acabo de cogerme un buen trabajo en un restaurante pero estoy buscando otro mejor. Escribe cuando puedas Atentamente Tu hermana. Y all estaba, sola; su cuerpo, ya sin la sensacin placentera de haberse remojado en la tina, empezaba a sudar. Sec con la toalla la humedad de debajo de los senos y se limpi el sudor de la frente. Subi la ventana muy por encima de la rasgadura del estor. Las golondrinas haban vuelto y trado con ellas una leve brisa y el olor de la salvia que creca en los rincones del patio. Cee observ, pensativa. De manera que era aquella la sensacin a que se referan esas canciones tiernas y tristes. Perd a mi chica y estuve a punto de perder tambin la cabeza Solo que esas canciones hablaban de la prdida del amor. Y ella senta algo ms grande. Estaba rota. No, rota no, hundida y deshecha, escindida en sus distintas partes. Pero se haba refrescado, sin embargo, y descolg el vestido que Principal le regal su segundo da en Atlanta no, lo haba comprendido finalmente, por generosidad, sino porque le abochornaba su ropa de campo. No poda sacarla a cenar ni a una fiesta, ni presentarle a su familia, le dijo, con aquel vestido tan feo. Pero, despus de comprarle el nuevo, haba puesto excusa tras excusa para explicar por qu pasaban la mayor parte del tiempo dando paseos en el Ford, donde incluso coman, pero nunca visitaban ni a sus amigos ni a su familia. Dnde est tu ta? No tendramos que ir a verla? No. No le caigo bien y ella a m tampoco. Pero si no llega a ser por tu ta, nunca nos habramos conocido. S, eso es verdad. A pesar de todo, y aunque nadie pudiera verlo, el sedoso tacto del vestido de rayn le agradaba, y tambin su derroche de dalias azules sobre fondo blanco. Nunca haba visto un vestido estampado de flores. Ya vestida, arrastr la tina a travs de la cocina y la sac por la puerta de atrs. Despacio, con esmero, reparti el agua por toda la hierba, medio caldero aqu, un poco ms de medio caldero all, sin que le importara mojarse los pies pero con cuidado de no salpicar el vestido. Los mosquitos zumbaban sobre un bol de uvas negras encima de la mesa de la cocina. Los espant con la mano, lav las uvas y se sent a comerlas mientras meditaba sobre su situacin: al da siguiente era lunes, tena cuatro dlares, el alquiler ascenda al doble y deba pagarlo el sbado. El viernes recibira su salario semanal, dieciocho dlares, poco ms de tres al da. As que recibira dieciocho dlares y gastara ocho, y le quedaran unos catorce en total. Con eso tendra que comprar todo lo que una chica necesitaba para estar presentable, conservar su trabajo y ascender. Cifraba todas sus esperanzas en pasar de lavaplatos a ayudante de cocina y de ah, tal vez, a camarera con propinas. Haba salido de Lotus sin nada y, excepto por el vestido nuevo, sin nada la haba dejado Prince. Necesitaba jabn, ropa interior, un cepillo de dientes, pasta de dientes, desodorante, otro vestido, zapatos, medias, una chaqueta, compresas y quiz le quedaran quince centavos para gastarlos en una entrada de segundo piso en algn cine. Por suerte, en Bobby's dispona de dos comidas gratis. Solucin: ms trabajo; es decir, un segundo empleo u otro mejor. Por eso necesitaba ver a Thelma, la vecina del piso de arriba. Tras llamar con los nudillos tmidamente, abri la puerta y encontr a su amiga enjuagando los platos en la pila. Te he visto. T te crees que echndole agua sucia el verde se va a recuperar? pregunt Thelma. No le hago dao a nadie. Que te crees t eso dijo, secndose las manos con un trapo. En mi vida haba pasado ms calor en primavera. Los mosquitos se van a tirar toda la noche bailando la danza de la sangre. Solo les faltaba el olor del agua. Lo siento. No lo dudo. Thelma palp el bolsillo del delantal buscando una cajetilla de Camel. Prendi un cigarro y mir a su amiga. Bonito vestido. Dnde lo has comprado? Pasaron las dos al cuarto de estar y se sentaron pesadamente en el sof. Prince me lo regal cuando nos mudamos. Prncipe ese? replic Thelma con un resoplido. Querrs decir Sapo. He conocido a muchos intiles en mi vida, pero ninguno como l. Sabrs por lo menos por dnde anda. No. Y quieres saberlo? No. Pues da gracias a Dios. Necesito trabajo, Thelma. Ya tienes. No me digas que has dejado Bobby's No, pero necesito algo mejor. Mejor pagado. No cobro propinas y tengo que comer all me guste o no. En Bobby's cocinan como nadie. En ningn sitio vas a encontrar unos platos tan buenos. Lo s, pero necesito un trabajo de verdad para poder ahorrar algo. Y no, no pienso volver a Lotus. De eso no te culpo. Tu familia est como una regadera. Thelma ech la espalda hacia atrs, ahuec la lengua para formar una pequea chimenea por la que echar el humo. Cee odiaba ese gesto, pero no dej traslucir su asco. Mala puede ser. Como una regadera no. Ah, no? No te pusieron Ycidra? Thelma Cee apoy los codos en las rodillas y dirigi a su amiga una mirada de splica, por favor, aydame. Vale, vale. Por cierto, fjate que puede que vayas a tener suerte. Hace un par de semanas estuve en Reba's y da la casualidad de que me enter de algo. Si alguna vez quieres saber algo que merezca la pena, psate por ese saln de belleza. Sabas que la mujer del reverendo Smith est embarazada otra vez? Tienen once cros y otro en camino. Ya s que un pastor tambin es un hombre, pero Dios mo! Tendra que pasar las noches rezando y no Thelma, me refera a si habas odo algo de algn trabajo. Oh. Solo que una pareja de Buckhead, un barrio de las afueras Reba me dijo que necesitaban otra chica. Otra chica para qu? Tienen una criada que tambin cocina, pero quieren una especie de sirvienta para ayudar a su marido. Es mdico. Gente bien. Algo as como una enfermera quieres decir? No, solo una ayudante. No s. Con las vendas y el yodo, supongo. Pasa consulta en la casa, dijo la mujer. As que estaras interna. Dijo que no pagan muy bien, pero como no cobran por la habitacin, te compensa. Desde la parada del autobs haba una larga caminata, que sus zapatos de tacn blancos y recin comprados hacan ms larga todava. Sin medias, el calzado le produca rozaduras. Llevaba lo poco que posea en una bolsa de plstico a rebosar y esperaba ofrecer un aspecto respetable en aquel bonito y tranquilo barrio. El domicilio del doctor Scott y seora result ser una casona de dos plantas con un precioso jardn como el de las iglesias. Un cartel con un nombre, parte del cual no saba pronunciar, identificaba a su futuro patrn. No estaba segura tampoco de si deba llamar a la puerta principal o buscar la de atrs. Opt por esto ltimo. Una mujer alta y corpulenta le abri la puerta de la cocina. Extendi el brazo para coger la bolsa rebosante de Cee y sonri. T debes de ser la chica por la que llam Reba. Pasa. Me llamo Sarah. Sarah Williams. La mujer del mdico te recibir enseguida. Gracias, seora. Puedo quitarme los zapatos primero? Sarah sonri. No s quin habr inventado los tacones, pero hasta que no nos quedemos cojas, no se va a quedar contento. Sintate. Y deja que te d un refresco de zarzaparrilla. Cee se descalz. Le tena maravillada la cocina, mucho, mucho ms grande y mejor equipada que la de Bobby's. Ms limpia tambin. Podra decirme qu tendr que hacer? pregunt tras unos sorbos de refresco. La seora Scott te contar una parte, pero el doctor es el nico que de verdad lo sabe. Tras pasar al cuarto de bao a refrescarse, Cee volvi a ponerse los zapatos y sigui a Sarah hasta una sala de estar que le pareci ms bonita que un cine. Ambiente fresco, tapiceras de terciopelo de color ciruela, luz que se filtraba a travs de unos pesados visillos de encaje. La seora Scott, cuyas manos descansaban en una almohadita y las piernas cruzadas por los tobillos, asinti y, con un dedo, invit a Cee a tomar asiento. Cee, verdad? Su voz sonaba a msica. S, seora. Eres de aqu, de Atlanta? No, seora. Soy de un pueblecito que queda ms al oeste. Se llama Lotus. Tienes hijos? No, seora. Ests casada? No, seora. A qu iglesia perteneces? O no perteneces a ninguna iglesia? Hay una Congregacin de Dios en Lotus, pero no Dan muchos brincos? Perdn? Da igual. Has terminado los estudios? No, seora. Sabes leer? S, seora. Y contar? Oh, s. Hasta trabaj de cajera una vez. Cario, no es eso lo que te he preguntado. S contar, seora. Es posible que no te haga falta. No alcanzo a comprender el trabajo de mi marido, cosa que no me importa demasiado. Es ms que un mdico; es un cientfico y lleva a cabo experimentos muy importantes. Sus inventos ayudan a la gente. No es el doctor Frankenstein. El doctor qu? Da igual. T haz lo que l te diga y de la forma que l quiera y no te preocupes. Ahora, vete. Sarah te acompaar a tu cuarto. La seora Scott se levant. Su vestido era una especie de bata de seda blanca con mangas anchas que llegaba hasta el suelo. A Cee le pareci la reina de un lugar de pelcula. De vuelta en la cocina, Cee se fij en que se haban llevado su bolsa de plstico y Sarah la anim a comer algo antes de instalarse. Abri la nevera y eligi un bol de ensalada de patata y dos muslos de pollo frito. Quieres que te caliente el pollo? No, seora. Me gusta as. S que soy vieja, pero, por favor, llmame Sarah. De acuerdo, si usted quiere. A Cee le sorprendi tener hambre. Era de poco comer y al verse rodeada de carne roja frindose en la cocina de Bobby's, normalmente era indiferente a la comida. En esos momentos se preguntaba si con dos pedazos de pollo podra empezar siquiera a saciar su apetito. Qu tal ha ido la entrevista con la seora Scott? le pregunt Sarah. Bien dijo Cee. Es amable. Muy amable. Aj. Y es fcil trabajar para ella. Tiene un horario y ciertos gustos y necesidades, nunca cambia. El doctor Beau, as le llama todo el mundo, es todo un caballero. El doctor Beau? Su nombre completo es Beauregard Scott. Oh, pens Cee, as era como se pronunciaba el nombre del cartel. Tienen hijos? Dos hijas. No viven aqu. Te ha dicho en qu consistir tu trabajo? No. Dice que lo har el doctor. Adems de mdico es cientfico, me ha dicho. Y es verdad. El dinero es de ella, pero l inventa cosas. Procura que le den licencia para muchas de ellas. Que le den licencia? Cee tena la boca llena de ensalada de patata. Como la de los soldados? No, nia, no. Como la de fabricar cosas; la patente, se llama. Del gobierno. Ah. Hay ms pollo, por favor? Est muy rico. Claro, cario. Sarah sonri. Te cebar en un abrir y cerrar de ojos si te quedas lo suficiente. Han tenido ms ayudantes? Les dieron permiso para marcharse? Cee pareca preocupada. Bueno, algunos se marcharon sin ms. Solo recuerdo que despidieran a uno. Por qu? Nunca he sabido qu problema hubo. A m me pareca correcto, simptico. Era joven y ms sociable que la mayora. S que discutieron y el doctor Beau dijo que en esta casa no quera compaeros de viaje. Es que hay que viajar? No, nia, es una manera de hablar. Fue tremendo, creo. El doctor Beau es un peso pesado entre los confederados. Su abuelo fue un hroe muy reconocido y muri en una famosa batalla en el norte. Toma una servilleta. Gracias. Cee se limpi los dedos. Ay, ya me encuentro mucho mejor. Dgame, cunto tiempo lleva trabajando aqu? Desde los quince aos. Y ahora, si tienes la bondad, voy a ensearte la habitacin. Est en el stano y no es muy grande, pero para dormir es tan buena como otra cualquiera. El colchn es digno de una reina. El stano quedaba unos pocos pies por debajo del porche delantero, ms pareca un bajo que un stano propiamente dicho. En un pasillo y no muy lejos del despacho del doctor estaba la habitacin de Cee, impecable, estrecha y sin ventanas. Ms all haba una puerta con cerrojo que daba a lo que Sarah denomin refugio contra bombardeos, totalmente aprovisionado. Haba dejado la bolsa de Cee en el suelo. Dos uniformes pulcramente planchados la saludaron desde el colgador de la pared. Espera a maana para ponrtelos dijo Sarah, ajustando el inmaculado cuello de uno de ellos, confeccionado por ella. Oh, qu bonito. Mire qu mesita. Cee se fij en el cabecero de la cama y, con una sonrisa, lo toc. Arrastr los pies sobre la pequea alfombra extendida junto a la cama. Despus de asomarse a un biombo para ver el retrete y el lavabo, se dej caer sobre el colchn y apreci con placer su grosor. Cuando volvi a estirar las sbanas y comprob que la colcha era de seda, le dio la risa tonta. Fastdiate, Lenore, pens, qu tal duermes en tu viejo camastro? Al recordar el fino colchn lleno de bultos de la cama de Lenore, no lo pudo evitar y se ri con exultante alegra. Chist, nia. Me alegro de que te guste, pero no te ras tan alto. Aqu no est bien visto. Por qu? Ya te lo contar en otro momento. No, Sarah, por favor, cuntemelo ahora! Bueno. Te acuerdas de que te he dicho que tienen dos hijas? No viven aqu, estn en otra casa. Tienen las dos una cabeza enorme. Cefalitis, creo que se llama. Que una la tuviera ya sera una pena, pero las dos Bendito sea el Seor. Qu pena, Dios mo dijo Cee, y pens: Supongo que por eso inventa cosas, quiere ayudar a otros padres. A la maana siguiente, tras conocer a su patrn, a Cee le pareci serio pero amable. El doctor Beau, que era bajo y tena muchas canas, se sentaba muy estirado en una mesa de despacho grande y pulcra. Lo primero que le pregunt fue si tena hijos o se haba acostado con algn hombre. Cee le respondi que haba estado casada por poco tiempo, pero que no se haba quedado embarazada. Al doctor pareci complacerle la respuesta. El trabajo de Cee, le dijo, consistira principalmente en limpiar el instrumental y los equipos, mantener el orden y organizar las visitas de sus pacientes anotando nombre, fecha y hora de la cita, etctera. l llevaba su propia agenda en el despacho, que estaba separado del laboratorio/sala de investigacin. Presntate aqu maana a las diez en punto le dijo, y estate preparada para trabajar hasta tarde si las circunstancias lo requieren. Y estate tambin preparada para la realidad de la medicina: a veces hay sangre y a veces hay dolor. Tendrs que mantener la calma y no perder los nervios. En ningn momento. Si lo consigues, todo ir bien. Podrs? S, seor, podr. Seguro que s. Pudo. Su admiracin por el doctor aument ms si cabe al comprobar a cuntas personas pobres ayudaba, mujeres y chicas sobre todo. A muchas ms que a las adineradas dientas del barrio o de la mismsima Atlanta. Era extremadamente atento con sus pacientes, escrupuloso con su intimidad excepto cuando invitaba a otro mdico y colaboraban estrechamente. Cuando su entregada ayuda no serva de nada y alguna paciente se pona mucho peor, la mandaba a algn hospital de beneficencia de la ciudad. Una o dos murieron a pesar de sus cuidados, pero colabor en los gastos del funeral. A Cee le encantaba su trabajo: la hermosa mansin, el educado doctor y el salario siempre el da convenido y nunca menor de lo acordado, como a veces pasaba en Bobby's. A la seora Scott no la vea. Sarah, que se ocupaba de todas sus necesidades, deca que no sala nunca y que tena cierta aficin al ludano. La mujer del doctor pasaba la mayor parte del tiempo pintando flores a la acuarela o viendo series de televisin. Milton Berle y The Honeymooners eran sus favoritas. Haba coqueteado con I Love Lucy, pero no soportaba a Ricky Ricardo y no pudo seguir vindola. Un da, a las dos semanas de haber empezado a trabajar, Cee entr en el despacho del doctor media hora antes de que l llegara. Las abarrotadas estanteras siempre le haban inspirado admiracin y respeto. Examin los volmenes mdicos con atencin, pasando el dedo sobre algunos ttulos: Out of the Night. Una novela de misterio seguramente, pens. A continuacin The Passing of the Great Race, y, al lado, Herencia, raza y sociedad. Qu poco haba aprendido en el colegio y de qu poco serva, se dijo, y se prometi sacar tiempo para leer sobre la eugenesia y entenderla. Aquel era un lugar bueno y seguro, lo saba, y Sarah se convirti en su familia, su amiga y su confidente. Compartan todas las comidas y a veces cocinaban juntas. Cuando en la cocina haca mucho calor, coman en el jardn de atrs debajo de un toldo, olan las lilas recin florecidas y miraban las lagartijas que cruzaban el camino moviendo la cola. Vamos dentro dijo Sarah una tarde muy calurosa de la primera semana. Qu pesadas estn hoy las moscas. Adems, tengo unos melones que hay que comer antes de que maduren demasiado. En la cocina, Sarah sac tres melones amarillos de una cesta de fruta. Acarici uno con cuidado, luego otro. Machos dijo con un resoplido. Cee cogi el tercero y acarici su piel verde-amarilla antes de meter el ndice en la pequea hendidura que haba quedado al cortar el tallo. Hembra ri. Este es hembra. Pues aleluya. Sarah se uni a las risas de Cee con una risita sofocada. Siempre ser ms dulce. Y ms jugosa aadi Cee. Si es por sabor, no hay quien supere a la nia. No hay quien la supere en dulzura. Sarah sac un cuchillo largo y afilado de un cajn, y anticipando ese dulzor delicioso, cort a la nia en dos.

5

A las mujeres les entran ganas de hablar conmigo en cuanto oyen mi apellido. Money? Dinero? Disimulan la risa y siempre hacen las mismas preguntas: a quin se le ocurri llamarme as si es que se le ocurri a alguien. Si me lo invent yo para sentirme importante o fui un jugador o un ladrn o un granuja de otra clase y tenan que andarse con cuidado. Cuando les digo mi apodo, cmo me llaman mis amigos en el pueblo, Dinero Fcil, se parten de risa y dicen: claro, porque no hay dinero que sea fcil, lo nico fcil son los tos. Te queda algo? Te voy a dar el mo. La charla no decae despus de algo as y basta para seguir manteniendo cierta amistad tiempo despus de que se haya agotado porque siempre puedes hacer algn mal chiste: Eh, Dinero Fcil, dame un poco. Dinero, ven conmigo, he montado un negocio que te va a encantar. Sinceramente, aparte de que en Lotus fui un chico con suerte y de algunas chicas de la calle en Kentucky, solo he tenido dos novias. Me gustaba esa cosita pequea y frgil que tenan dentro. Da igual su personalidad, que sean listas o guapas, todas tienen dentro algo suave. Como el pecho de un pjaro, abultado y hecho para ser deseado. Una V pequea, ms fina que un hueso y con pequeas bisagras, de tal manera que podra romperla con un dedo si quisiera, pero no lo hice. Me dieron ganas, eso s. Saber que all estaba, escondindose de m, eso me bastaba. Fue la tercera mujer quien lo cambi todo. En su compaa, el pequeo hueso del deseo en forma de V se aloj en mi pecho y all se qued. Era su dedo ndice lo que me tena en vilo. La conoc en la lavandera. A finales de otoo, fue, pero en aquella ciudad baada por el ocano quin poda estar seguro. Sobrio como la luz del sol, le di mi uniforme y no pude apartar los ojos de ella. Deb de parecer un idiota, pero no era as como me senta. Senta que haba llegado a casa. Por fin. Despus de andar vagando. No lleg a faltarme un techo, pero casi. Beba y me mova por los bares de Jackson Street, dorma en el sof de algn compaero de farra o en la calle, me jugaba los cuarenta y tres dlares de la pensin del ejrcito en salas de billar y en partidas de mierda. Y cuando lo haba perdido todo, trabajaba en cualquier cosa hasta la paga siguiente. Saba que necesitaba ayuda, pero la ayuda no llegaba. Sin rdenes que acatar o de las que quejarme, termin en la calle y sin blanca. Recuerdo con precisin por qu no beb ni gota en cuatro das y necesitaba lavar en seco mi ropa. Fue por culpa de aquella maana que estuve paseando por el puente. Haba un montn de gente alrededor de una ambulancia. Me acerqu y vi a un mdico con una nia vomitando agua. Le sala sangre por la nariz. Me golpe la tristeza como un martillo. Me dieron nuseas y solo de pensar en el whisky tambin yo tuve ganas de vomitar. Me march a toda prisa, temblando, luego pas unas cuantas noches en los bancos del parque, hasta que me ech la polica. Al cuarto da vi mi reflejo en un escaparate y pens que se trataba de otra persona, sucia y con una pinta lamentable. Se pareca a m en un sueo que tuve varias veces en el que estaba yo solo en el campo de batalla. Nadie alrededor. Silencio alrededor. Andaba y andaba, pero no encontraba a nadie. En ese momento decid que tena que adecentarme. Al infierno con los sueos. Necesitaba que mis amigos del pueblo estuvieran orgullosos. Ser otra cosa que un condenado borracho medio loco. As que, cuando vi a aquella mujer en la lavandera, me abr de par en par. De no ser por aquella carta, an seguira colgado de su delantal. En mi cabeza no tena ms competencia que los caballos, el pie de un hombre e Ycidra temblando bajo mi brazo. Est muy equivocada si cree que solo buscaba un hogar con una buena racin de sexo dentro. Muy equivocada. Esa mujer tena algo que me dejaba sin habla, quera ser lo bastante bueno para ella. Tanto cuesta entenderlo? Antes ha escrito sobre lo seguro que estaba yo de que el hombre del tren de Chicago al que haban dado una paliza se revolvera al llegar a su casa y pegara a su mujer por intentar ayudarle. No es verdad. A m no se me ocurri pensar nada semejante. Lo que yo pensaba es que estaba orgulloso de ella pero no quera que los otros hombres que iban en el tren se dieran cuenta. No creo que sepa usted gran cosa del amor. Ni que yo sepa mucho tampoco.

6

Los actores eran mucho ms simpticos que las actrices. Al menos la llamaban por su nombre y no les importaba que el vestuario les quedara demasiado ceido o demasiado holgado o tuviera viejas manchas de maquillaje. Las mujeres la llamaban nia, y decan, por ejemplo: Dnde anda la nia?, Oye, nia, dnde has metido el tarro de Pond's?. Y se ponan furiosas cuando el pelo o las pelucas no se ajustaban. Lily no estaba muy resentida porque el paso de mujer de la limpieza a costurera supona un ascenso y le permiti poner en prctica las labores de aguja que su madre le haba enseado: hilvanes, festones, cadenetas, pespuntes, botones planos, botones con pie. Adems, Ray Stone, el director, era muy corts con ella. El seor Stone produca dos y hasta tres obras por temporada en el Skylight Studio y daba clases de interpretacin el resto del tiempo. As que, aunque era pobre y pequeo, el teatro bulla de actividad todo el ao. Entre una produccin y la siguiente y despus de las clases, se converta en un hervidero de encendidas discusiones y el sudor cubra la frente del seor Stone y de sus alumno