Movimiento Familiar Cristiano - Ser y Mistica Del Promotor

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MOVIMIENTO FAMILIAR CRISTIANO SER Y MÍSTICA DEL PROMOTOR Y EL SACERDOTE ASISTENTE RESPONSABLE DEL CICLO BÁSICO DE FORMACIÓN DEL M.F.C. EQUIPO COORDINADOR NACIONAL 1984

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MOVIMIENTO FAMILIAR CRISTIANO

SER Y MÍSTICA DEL PROMOTOR Y EL SACERDOTE ASISTENTE

RESPONSABLE DEL CICLO BÁSICO DE FORMACIÓN DEL M.F.C.

EQUIPO COORDINADOR NACIONAL

1984

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Contenido Página

Presentación del curso I

I.QUÉ ES EL M.F.C. 1. Somos un movimiento 8 2. Somos un movimiento familiar 9 3. Somos un movimiento familiar cristiano 9

II.OBJETIVO DEL M.F.C. 1. Objetivo 12 2. ¿Qué significa promover? 13 3. ¿Qué es lo que promovemos? 13 4. ¿Por qué nos habla el objetivo de valores

humano-cristianos familiares? 18 5. Cómo se cumple el objetivo del MFC 21

III. CONCEPTO DE FORMACIÓN EN UN CICLO BÁSICO

1. Objetivo del Ciclo Básico de Formación 26 2. Elementos que componen este objetivo 27 3. Una formación para adultos 34 4. Qué es un promotor del Ciclo Básico 37 5. "La primera dimensión de la fidelidad

es la búsqueda" 46 6. En un mundo en constante cambio, familias

que se forman para el cambio cristiano: la conversión 47

7. Formación personal, conyugal, familiar y comunitaria 48

8. Una formación personalizante . 49 9. La Palabra de Dios, núcleo central de la

formación del Ciclo Básico 50 10. La Actitud Sugerida, termómetro del cambio

cristiano 52 11. Ciclo Básico y Ciclo Litúrgico 52

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Contenido Página

XIV.TRANSCURSO DEL CICLO BÁSICO 1. Entrada al MFC. Ciclo de Preinscripción 56 2. La experiencia del Ciclo Básico 59 3. Término del Ciclo Básico: opciones de

salida 61

IXV.ESTRUCTURA PARA LA FORMACIÓN EN EL CICLO BÁSICO 1. Razón de ser de la Zona y el Equipo Zonal 67 2. El matrimonio promotor-coordinador de zona 71 3. El matrimonio financiero de zona 72 4. La Asistencia Sacerdotal en la zona 74 5. La reunión de preparación 77 6. La reunión de revisión 79 7. La reunión general 81 8. Medios e instrumentos de formación 84

VI. ESTRUCTURA PEDAGÓGICA DEL CICLO BÁSICO 1. El Ciclo de Preinscripción "Nuestro Equipo" 98 2. Los tres Niveles de formación 102

a) Ver, juzgar y actuar 102 b) El juicio crítico 104 c) Cuatro pasos de reflexión, juicio y

compromiso 105 d) Una pedagogía evangelizadora 106 e) Temas libres 107 f ) Evaluación 107 g) Reuniones generales 107 h) Encuesta sobre la formación del Ciclo

Básico 108 i ) Formar agentes de su propia promoción 108

VIL BASES CONSTITUTIVAS DEL MOVIMIENTO FAMILIAR CRISTIANO EN MÉXICO 109

Queridos amigos:

¡ Bienvenidos 'a esta reunión de promotores y sacerdotes asistentes del MFC! El Equipo Coordinador Nacional los recibe con un saludo cariñoso y hace votos porque el Señor los bendiga junto con sus familias.

Todos ' estamos aquí reunidos porque tenemos un con­vencimiento común: lo más importante en el MFC son las parejas que forman los equipos básicos en los tres niveles de nuestro Ciclo de Formación. El Movimiento sabe que su principal riqueza son las personas —las que llegan buscando un camino de formación y las que, como ustedes y nosotros, las esperamos para poner a su disposición el tesoro de formación del Movimiento.

El qué estén ustedes aquí hoy es manifestación clara de que se sienten responsables de esta hermosa tarea y desean ser capaces de cumplirla.

Hemos venido aquí para ser más capaces. Sentimos la necesidad de capacitarnos. Preguntémonos, antes de ini­ciar esta reunión: ¿capaces de qué? En otras palabras, ¿qué esperan de nosotros las parejas de nuestro equipo, de nuestra zona?

Ellas vinieron al Movimiento buscando la felicidad, la integración, la fe, la esperanza y el amor. No vinieron a buscar conocimientos intelectuales elevados, sino respues­tas enraizadas en la fe y en la vida. Así .pues, no espe­ran de nosotros que les demos lecciones intelectuales. Esperan encontrar personas que les ayuden a recorrer el camino hacia su objetivo; es más, personas que lo reco­rran junto a ellas.

Para no defraudarlas debemos crecer en nuestra capaci­dad de servirles fraternalmente. De eso es de lo que debernos ser capaces. Y a eso se orienta fundamental­mente nuestro trabajo en esta reunión. Este ideal es la mística, el "qué" de nuestro apostolado en el MFC.

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Ahora bien, para ser capaces y eficaces en nuestro servi­cio debemos conocer a fondo, comprender, aceptar, saber usar y adaptar los diversos medios, instrumentos y oportunidades que caracterizan la formación del Movi­miento. Estos son los "cornos" que nos ayudarán a lograr que el Ciclo Básico se viva a fondo en cada equi­po, cada zona, cada persona, pareja y' familia.

El Señor espera, que cada pareja que entra al Movimien­to dé una respuesta convencida y plena a la pregunta que él hace a cada uno de sus hijos: TU ¿qué quieres saber? , ¿qué quieres hacer? , ¿quién quieres ser? A nosotros, promotores y sacerdotes asistentes responsables de la operación del Ciclo Básico, nos pide que seamos los primeros en dar una respuesta generosa a esta pre­gunta; que le digamos que tenemos un deseo inmenso de ser promotores de valores. Queremos actuar inspira­dos por el mismo Espíritu; vivir una mística que nos lleva a ser Iglesia, a ser discípulos del Señor que lo quieren manifestar a los demás. Ahí está la eficacia. Y de esto debemos ser capaces, con esa capacidad que sólo da el Señor a quienes se ponen dócilmente en sus manos. El Señor dará eficacia a nuestro trabajo si nosotros preparamos todo para que Jesucristo reine en el equipo, en la zona, en el MFC.

El promotor del MFC busca afanosamente la sed de Dios, la sed de amor de los matrimonios de su equipo y busca con ellos cómo saciarla. No bebe él por ellos el agua, no los anula sino los promueve. No paternaliza, pues él no es padre ni maestro: les sirve, porque es un hermano cuya ilusión es llegar a no ser indispensable como promotor, porque las parejas de su equipo ya cre­cieron, ya son capaces de hacer por su propia iniciativa lo que aprendieron en su formación en el MFC.

El objetivo que hoy nos reúne aquí es ambicioso y nos pide lo mejor de nuestra riqueza humana, de nuestra fe y capacidad de entrega. El Equipo Coordinador Nacional les ofrece humilde y cariñosamente este instrumento

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para que lo vivan como una experiencia hermosa de ma­duración, de encuentro con el Señor y con los herma­nos.

El instrumento que hoy les entregamos (que es específi­co para operar el Ciclo Básico) forma parte de un plan global de capacitación para promotores, dirigentes y sacerdotes asistentes del MFC. Es, por decirlo así, el primer escalón que han de subir quienes desean servir a sus hermanos en el Movimiento Familiar Cristiano y, por tanto, está destinado a todos ellos -desde los Presiden­tes Nacionales hasta los Promotores de Equipo. Otros instrumentos —escalones sucesivos— les ofrecerán elemen­tos complementarios y progresivos de capacitación.

Tenemos un objetivo muy exigente y una responsabi­lidad muy grande. Pongamos, pues, nuestro mejor empe­ño en dejar que el Señor nos haga capaces de ser promotores de valores.

El Equipo Coordinador Nacional, el MFC todo, las fami­lias de Panamá esperan mucho de ustedes, de todos nosotros. El Señor, que es el que mejor sabe cuántas riquezas llevan ustedes dentro y cómo pueden ponerlas al servicio de sus hermanos, sin duda les dará la luz y la energía para llevar esa capacidad a su labor apostó­lica.

De antemano agradecemos su entusiasmo en el aprove­chamiento de esta reunión.

Con un abrazo cariñoso,

EQUIPO COORDINADOR NACIONAL

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El objetivo de este curso es:

Conocer el ser y la mística del M.F.C. y su Ciclo Básico, para que los promotores y los sacerdotes asisten­tes puedan ofrecerlo a las familias y que éstas lo aprovechen íntegramente para su crecimiento como personas, parejas y familias comprometidas con su comu­nidad.

Asimismo, que este conocimiento nos lleve a convencer­nos de la riqueza del objetivo y de los medios e instrumentos del Movimiento Familiar Cristiano.

Y así, conociéndolo y apreciándolo, nos entreguemos amorosamente a operarlo y difundirlo.

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I. QUÉ ES EL M.F.C.

Si estamos en un curso de capacitación para promotores y otros responsables de operar 'el Ciclo Básico ¿es nece­sario definir qué es el Movimiento Familiar Cristiano? ¿No se supone que ya todos conocemos la respuesta?

Sí, todos tenemos nuestra «respuesta, fruto de una expe­riencia personal. Sabemos qué es y qué ha hecho el Movimiento por nosotros. Pero eso no agota la gran riqueza del MFC. Habrá muchas otras experiencias, mu­chas personas a las que el Movimiento les ha significado una ayuda diferente, en circunstancias distintas a las nuestras.

Cuando alguien trata de definir una cosa o una persona, se da cuenta de que en realidad no la conocía profun­damente. Al tratar de transmitir sus ideas a otros, aprende muchísimo sobre aquello que se esfuerza en definir. Hagamos una prueba: expresemos en unas pocas palabras quién es nuestro cónyuge, en qué consiste su riqueza humana, por qué nos hemos enamorado de él. Hagamos una pausa. Comencemos a explicar. Digámonos a nosotros mismos quién es, en su esencia profunda, esa persona con la que nos hemos casado.

¿Verdad que no resulta sencillo? ¿Verdad que nos fal­tan palabras para expresar lo mucho que sentimos? Y ¿no es verdad también que, a medida que encontramos las ideas y las' palabras, vamos descubriendo cosas nuevas de nuestra pareja, la conocemos mejor, por el solo hecho de buscar conscientemente cómo transmitir a otros quién es nuestro cónyuge?

Esto mismo nos sucederá al reflexionar a fondo qué es el Movimiento Familiar Cristiano. Iremos más allá de "lo que es para mí, para nosotros dos, para nuestro equipo" para conocer y poder expresar qué es el Movimiento para las familias mexicanas y para muchísimas otras que,

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en diferentes partes del mundo, también reciben sus beneficios.

Un promotor no sólo debe sentir profundamente lo que es el MFC; debe comprenderlo muy claramente con su inteligencia y saber expresarlo en forma tal que todas las personas bajo su responsabilidad lleguen a tener ese mismo conocimiento sólido y amplio de lo que es nues­tro Movimiento.

1. Somos un movimiento

Lo primero que descubrimos, aunque parezca demasia­do sencillo, es que no estamos definiendo, una "insti­tución" o una "organización" sino un movimiento. Y movimiento significa vida; vida significa personas que respiran, sienten, piensan, aman, esperan, se esfuerzan, buscan y avanzan. El Movimiento es, como primera definición, un conjunto de seres vivos, de personas que no están conformes con seguir igual porque saben que pueden —y deben- crecer constantemente para hacer realidad todas sus posibilidades.

El Movimiento está formado por todos nosotros. Es un edificio vivo, hecho de personas. Crece si nosotros lo hacemos, sirve en la medida en que vivimos el ideal de servicio, se debilita si no nos sentimos parte viva y responsable de él. Esto nos lo dice San Pablo en forma muy bella al hablarnos de que somos miembros vivos de la Iglesia:

Ustedes fueron edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, con el Mesías Jesús como piedra angular. Por obra suya la construc­ción se va levantando compacta, para formar un templo consagrado al Señor; y también por obra suya van entrando ustedes con los demás en esa construcción, para formar por el £spíritu una morada para Dios.

Efesios 2,20-22

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Sigamos pensando en este ejemplo del edificio vivo. ¿Qué es lo que nos hace reunimos, apoyarnos unos en otros para levantar juntos una obra tan bella y ambicio­sa?

2. Somos un movimiento familiar

Tenemos una vocación común. Compartimos ideales e inquietudes. No podríamos levantar el edificio del MFC si nos reuniéramos con personas elegidas al azar —por ejemplo, con las que se encuentran en un cine o en un autobús. Nosotros nos hemos reunido por­que el Señor nos llamó a santificarnos por el mismo camino: a crecer como personas, a desarrollar nues­tros valores humano-cristianos a través de la experien­cia de la vida de matrimonio y familia. Esta es nuestra primera característica común. Es lo que hace que empecemos a "movernos" juntos para formar un "movimiento".

3. Somos un movimiento familiar cristiano

La familia es una realidad humana de inmensa rique­za. Para nosotros, que compartimos un mismo Señor, una sola, fe, un solo bautismo, un Dios y Padre de todos (*), la familia es una realidad humano-cristiana plena, un camino para crecer como personas y como hijos de Dios. Para nosotros lo humano y lo cristiano no son dos cosas separadas: somos personas cristianas, somos familias formadas por hijos de Dios que quie­ren hacer de su hogar una iglesia doméstica y de su vida familiar un camino de maduración y santifica­ción.

Estos son los ideales que nos son comunes y que nos reúnen en el Movimiento Familiar Cristiano.

(*) Efesios 4,5

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Más adelante reflexionaremos en el objetivo, los medios y los instrumentos de que se sirve el MFC para operar. Pero nuestra base fundamental es ésta que acabamos de exponer.

De aquí se derivan muchas cosas: por ser movimiento, por ser familiar y por ser cristiano, el MFC es un lugar donde encontramos una experiencia de fraternidad: sabe­mos que somos hermanos y nos tratamos como tales, con cariño, con paciencia, con admiración por las cuali­dades del otro. Aquí hallamos también una experiencia de Dios, que se manifiesta entre nosotros, llenándonos de su Espíritu, congregándonos en Cristo. Y, al ser experiencia de Dios y de Iglesia, es un lugar de conver­sión, pues en el MFC sentimos el deseo y la fuerza para convertirnos, tal como nos lo promete el Señor:

Les daré un corazón íntegro e infundiré en ellos un espíritu nuevo: les arrancaré el corazón de piedra y les daré un corazón de carne, para que sigan mis leyes y pongan por obra mis mandatos; serán mi pueblo y yo seré su Dios.

Ezequiel 11, 19-20

En el MFC, descubriendo y viviendo los valores persona­les, conyugales y familiares en su dimensión humano-cris­tiana, nuestro corazón se abre al Espíritu nuevo y - se convierte en corazón de carne, capaz de amar, servir y entregarse a sus hermanos, no sólo a la propia familia sino a toda la comunidad.

Por esto el Movimiento Familiar Cristiano es instrumento de pastoral familiar. ¿Qué queremos decir con esto? El Señor Jesús es nuestro Pastor. El nos conoce por 'nues­tro nombre, como el pastor conoce a sus ovejas. El nos guía hacia donde nos conviene: hacia el amor, la frater­nidad, la justicia; hacia el reino de Dios. Y la Iglesia, cuerpo de Cristo, tiene esa misión pastoral, que presiden nuestros Obispos. Cada uno de nosotros, como bautizado

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y corresponsable de la misión de la Iglesia, también tiene una misión de pastor; esto es, tiene que ayudar y orientar a sus hermanos, caminando con ellos hacia el Padre. El MFC, al promover los valores familiares y ayu­dar a la integración de las familias, hace una labor de pastoral familiar. Y cada uno de nosotros la hace tam­bién, en su ambiente y sus relaciones diarias. A esto, bien lo sabemos, se le llama "dar testimonio de vida cristiana". Es responsabilidad y privilegio de todo hijo de Dios. Cuando,- como nosotros, un grupo de cristianos se reúne en torno a un objetivo común, se multiplican sus oportunidades de servir a los demás, de ofrecerles un testimonio sincero de conversión. Pensemos un mo­mento: ¿Qué fue lo que más nos gustó del MFC cuan­do lo conocimos un poco más de cerca? ¿No es verdad que el testimonio de los demás nos atrajo y nos ilusio­nó? ¿No quisimos "ponernos en movimiento" hacia un ideal tan hermoso como el del MFC? Pues así nos llegó la acción pastoral del Movimiento; así nos encaminó Dios a lo que más nos conviene: a través de un grupo de hermanos cuya vida nos pareció útil y atractiva. Cris­to nos habló a través de ellos. Y así habla el MFC a toda la comunidad, con el testimonio de sus miembros comprometidos en un camino hermoso de conversión, de servicio, de santificación en familia y en comunidad. El MFC habla a la comunidad a través de los corazones nuevos de quienes lo formamos. Por esto decimos que somos piedras vivas que se alzan formando una edifica­ción de Dios.

El MFC tiene una característica peculiar, que es muy de Dios: la alegría. En nuestras reuniones bebemos optimis­mo, adquirimos nuevas fuerzas, encontramos los verdade­ros motivos para sentir paz y gozo aun en medio de pruebas y dificultades. ¿Por qué es así? Porque venimos al Movimiento a escuchar una buena noticia, la nueva más estupenda que ha oído la humanidad: la buena no­ticia del Evangelio, del amor de Dios a la humanidad. Y en el MFC esta buena noticia arranca de la experiencia familiar y nos dice cómo el amor de Dios nos espera

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en la familia, nos da un hogar para vivirlo y transmitir­lo. En el Movimiento escuchamos y vivimos el Evangelio

. del amor conyugal y familiar. Sabemos —porque lo vivi­mos diariamente— que nuestro cónyuge y nuestros hijos son manifestaciones del amor de Dios para nosotros; que al amarlos y servirlos estamos amando y sirviendo a Dios; que al apoyarnos para responder a nuestra voca­ción estamos siendo' uno para el otro anuncio e intér­prete del amor y la voluntad de Dios para con nosotros.

Todo esto, sin duda, despierta en cada uno de nosotros el recuerdo de experiencias muy hermosas vividas en el MFC. Resulta muy difícil describir el Movimiento a quien nunca lo ha vivido, porque es ante todo una experiencia personal de amor y fraternidad. Pero para cada uno de nosotros, promotores y responsables del MFC, esta descripción hace eco en el corazón y la men­te, porque nosotros sabemos por experiencia propia qué significa ser Movimiento, reunirse con un grupo de her­manos para avanzar juntos hacia un ideal común; qué significa ser un grupo que desarrolla sus valores familia­res; y qué significa reunimos en comunidad cristiana.

II. OBJETIVO DELM.F.C.

Sin duda todos nosotros ya conocemos el objetivo del MFC. Sin embargo, como el quehacer del promotor siempre debe orientarse a conseguir el objetivo que todo el Movimiento busca, es necesario profundizar en su conocimiento, desglosar su significado, meditar en su propósito, que es expresión de nuestra esencia como movimiento de apostolado laico.

Si alguien nos preguntara ¿qué hace ese Movimiento al que ustedes pertenecen? la respuesta lógica sería expli­carle nuestro objetivo.

1. El objetivo oficial del MFC, tal como está expresado

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en sus Bases Constitutivas, es:

Promover los valores humanos y cristianos de la familia en la comunidad, para que la familia sea formadora de personas, educadora en la fe, y comprometida activamente en el desarrollo inte­gral a través de sus miembros.

Para propósitos de esta' capacitación, buscando más claridad en la comprensión de nuestro objetivo, lo expresaremos en la siguiente forma, que conserva íntegro el significado y al mismo tiempo nos facilita asimilarlo de una manera más concreta y encamada:

Promover los valores humano-cristianos de las familias para que éstas cumplan su misión de ser formadoras de personas, educadoras en la fe y, por tanto, sus miembros se comprometan en el desarrollo integral de su comunidad.

2. Comencemos por preguntarnos ¿que significa promo­ver? La respuesta es importante, puesto que nosotros estamos aquí como promotores y nuestro objetivo nos indica que lo que hace el Movimiento es promover. Este es el verbo del MFC.

La palabra promover viene del latín (pro, adelante y moveré, mover). Evidentemente significa lograr el avance de alguien, hacer progresar, adelantar, alcanzar un grado superior o más elevado.

Promover, entonces, significa (y especialmente en la labor del MFC) esforzamos por lograr un avance, una elevación, una maduración.

3. Y ¿en qué vamos a lograr todo esto?

En los valores humano-cristianos familiares. Esto es, vamos a ayudar a que cada persona, pareja y familia

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descubran lo que en su, vida personal, en su matrimo­nio y en su hogar es valioso, los humaniza y los convierte en mejores personas, en discípulos más fie­les del Señor Jesús.

Nuestra primera labor consistirá en ayudar a cada uno a descubrir lo que para él es valioso. Muchas veces estamos tan acostumbrados a las bendiciones que el Señor nos ha otorgado, que las damos por sentadas y no nos detenemos a apreciarlas, agradecer­las y mucho menos merecerlas. Un ejemplo: es natu­ral que los esposos se quieran. El amor —supremo valor del hogar— llega a ser algo olvidado de puro sabido. Si no nos detenemos a pensar qué sería de nosotros sin el amor, si no buscamos cómo agradecer­lo, aumentarlo y corresponderlo, podrá llegar el momento en que ese amor disminuya o cese. Y así sucede con los demás valores de la familia.

Pensemos en nuestra propia experiencia. Desde que estamos en el MFC ¿cuántos valores maravillosos hemos descubierto, apreciado y amado? ¿Cuánto hemos crecido gracias a esta constante reflexión, a este continuo esfuerzo por vivir los valores que son el cimiento de nuestra vocación de esposos y padres? Pensemos hasta qué punto ha cambiado nuestra vida personal, nuestra relación conyugal y - la vida dej hogar, gracias a que nos hemos decidido a ponernos en movimiento y madurar a partir de la experiencia de los valores de nuestra familia.

Estamos aquí como promotores, para capacitarnos de manera que podamos ayudar a otros a lograr el obje­tivo del MFC. Esto significa, antes que nada, que nosotros mismos tenemos que estar en movimiento, promovernos, vivir cada vez más los valores que des­cubrimos, apreciamos y amamos. De poco serviría un promotor que pretendiera ayudar a que otros avancen mientras él mismo se queda atrás, sin superarse, sin vivir más profundamente los valores que exalta y pro-

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pone. San Pablo tuvo esta misma experiencia, que nos explica así:

¿No saben que en el estadio todos los corredores* cubren la carrera, pero uno solo se lleva el pre­mio? Corran asi, para ganar. Además, cada atleta se impone en todo una disciplina; ellos para ganar una corona que se marchita, nosotros una que no ser marchita. Pues yo corro de esa mane­ra, no sin rumbo fijo; peleo de esa manera, no dando golpes al aire; nada de eso, mis golpes van a mi cuerpo y lo obligo a que me sirva, no sea que después de predicar a otros me descalifiquen a mí.

1 Corintios 9, 24-27

Una vez más recordemos nuestra propia experiencia: ¿Qué nos decidió a entrar al MFC? ¿Qué nos hizo apreciarlo y quererlo? ¿No fue el ejemplo de quienes nos invitaron a él; no fue el testimonio de una pare­ja amiga, de un grupo de hermanos, que viven de una manera diferente y atractiva, lo que hizo que deseáramos ser así? Ellos viven en "movimiento", ellos se promueven. Y eso fue lo que nos llamó la atención y nos decidió a ponernos también nosotros en movimiento.

El promotor del MFC es ante todo una persona —y una pareja— en proceso constante y consciente de conversión, de superación, de maduración personal, conyugal, familiar y comunitaria. Es una pareja que avanza, que crece, que sabe que el crecimiento humano-cristiano no tiene más límite que nuestra propia miseria e indiferencia. El promotor no es un maestro que da la lección o toma la tarea: él mismo és una lección; viva, un mensaje encarnado. Con sus acciones dice, como San Pablo: Creo, por eso hablo. Oigamos lo que nos dice la Palabra de Dios cuando San Pablo nos habla de la vida de todo apóstol:

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iiiVo nos predicamos a nosotros? predicamos que Jesús es el Mesías es el Señor y nosotros siervos de ustedes por Jesús; pues el Dios que dijo "Brille la luz del seno de las tinieblas", la ha encendido en nuestros corazones...

Pero este tesoro lo llevamos en vasijas de barro, para que se vea que esa fuerza tan extraordinaria es de Dios y no viene de nosotros. Nos aprietan por todos lados, pero no nos aplastan; estamos apurados, pero no desesperados; acosados, pero no abandonados; nos derriban, pero no nos rema­tan; pasamos continuamente en nuestro cuerpo el suplicio dé Jesús, para que también la vida de, Jesús se transparente en nuestra carne mortal...

Sin embargo, poseyendo el mismo espíritu de fe que se expresa en aquel texto de la escritura: "Creo, por eso hablo", también creemos nosotros y por eso hablamos, sabiendo que aquel que resucitó a Jesús nos resucitará también a nosotros con Jesús y nos colocará con ustedes a su lado...

Por esa razón no nos acobardamos; no, aunque nuestro exterior va decayendo, lo interior se renueva de día en día; porque nuestras penalida­des momentáneas y ligeras nos producen una riqueza eterna, una gloria que las sobrepasa sin medida; y nosotros no ponemos la mira en lo que se ve, sino en lo que no se ve, porque lo que se ve es transitorio y lo que no se ve es eterno...

Por consiguiente, nosotros ya no apreciamos a nadie por la apariencia. Donde hay un cristiano, hay una humanidad nueva; lo viejo ha pasado; miren, existe algo nuevo".

2 Corintios 4, 5-17

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Las personas que buscan la ayuda del MFC sienten, como lo describe San Pablo, que las aprietan por todos lados; se ven apuradas y perseguidas, se sienten derribadas. Igual que nosotros, tienen problemas, decepciones, ilusiones que no saben cómo hacer reali­dad. Buscan una respuesta que les satisfaga, una ayuda que les permita no sólo salir de esos apuros y tristezas, sino que les permita avanzar y les llene de esperanza y paz.

Y, al llegar al MFC, esas personas, igual que nosotros cuando entramos a nuestro primer equipo, encuentran a sus promotores —a sus coordinadores de equipo y de zona, su sacerdote asistente y las demás personas responsables de servirlas- y descubren en la vida de ellos, en su testimonio, que ellos tampoco son perfec­tos, que también se sienten derribados y perseguidos, pero que nunca se quedan derrotados, sino que vuel­ven a ponerse en pie y a avanzar hacia donde Dios los llama. En el testimonio de sus promotores, los nuevos miembros del MFC encuentran el sentido pro­fundo de la vida cristiana: superar la debilidad y el pecado con la gracia de Cristo, fortalecerse en la fe y vivir la esperanza para no acobardarse, sino crecer cada día en los valores eternos que no se ven, pero que hacen de nosotros personas nuevas. En una pala­bra, encuentran el seguimiento de Jesús. Resulta totalmente cierto lo que dice San Pablo: cuando vivi­mos un proceso de conversión, quienes nos miran ven que la vida „de Jesús se transparente en nuestra carne.

Un promotor del MFC es una persona y una pareja que quiere tener y desarrollar las actitudes que la identifican como discípulo de Cristo.

Esto es indispensable; es el motor que hará posible promover el avance de otros. Las otras cualidades -organización, saber, etc.— son necesarias siempre, pero de poco o nada servirán si no tienen como fundamento la actitud de discípulo de Cristo.

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Porque, amigos, vamos a promover aquéllo en lo que creemos con todo nuestro ser, con nuestro corazón, inteligencia y voluntad. Vamos a llevar a los demás la buena noticia del amor de Dios a cada uno de nosotros, a cada pareja, a cada hogar. Y mal podríamos creer en el amor de Dios si no dejamos que nos vaya transformando —convirtiendo- diariamente, haciéndonos un poco mejo­res a pesar de nuestras miserias, volviéndonos más trans­parentes a pesar de nuestras limitaciones. El que la vida de Jesús se transparente en nosotros es puro regalo, puro amor de Dios. Ño es algo que debamos presumir, pues no lo hemos hecho nosotros. Nuestro mérito —sí es que tenemos alguno- es habernos dejado trabajar por Dios, habernos hecho dóciles a su inspiración. Y aun eso es obra del Espíritu Santo en nosotros.

Ahora ya sabemos que "promover valores" en el MFC significa ante todo vivirlos cada vez más nosotros mis­mos, y ayudar a que otros también lo hagan, sirviéndo­los con nuestro testimonio y con los medios e instrumentos del Movimiento.

4. Y ¿por qué nos habla el objetivo de valores humano--cristianos familiares?

Porque el carisma del Movimiento, su lugar dentro del plan de salvación de Dios, es el trabajo en, por y con las familias. A nosotros, al MFC, nos ha enco­mendado el Señor descubrir y recorrer el camino de santificación a partir de la experiencia plenamente humano-cristiana de las realidades del matrimonio y la vida familiar.

El Concilio Vaticano II nos dice que todos los fíeles, de cualquier condición y estado, son llamados por el Señor, cada uno por su camino, a la perfección de aquella santidad con que es perfecto el mismo Padre (*). El Movimiento Familiar Cristiano es instrumento

(*) Constitución Dogmática sobre la Iglesia Lumen Gentium, 11.

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de la providencia de Dios, que lo ha puesto entre nosotros para que, apoyados en nuestros hermanos que comparten nuestra misma vocación, vayamos por el camino de la vida conyugal y familiar, peregrinan­do hacia el Padre y esforzándonos humilde y perseve-rantemente en imitar su santidad perfecta.

Nuestro objetivo nos hace* ver que no podemos hacer separaciones entre lo que es cristiano en nuestra vida y lo que es solamente humano. Nuestra fe impregna toda nuestra persona y nuestra vida, corazón e inteli­gencia. No podemos hacer separaciones artificiales para decir: esto es sólo humano, esto es también cristiano.

Recordemos: estamos hablando de valores y de perso­nas que, como los miembros del MFC, buscamos vivir más a fondo nuestra fe cristiana. No pretendemos que quien no ^ tiene fe en Cristo carezca de valores; tampoco afirmamos que todo lo creado y lo que el hombre y la sociedad hacen tenga que estar vincu­lado a la religión. Esto lo explica muy claramente el Concilio Vaticano II (*).

Lo que decimos aquí es que nuestra fe no es como un sombrero que podemos ponernos o quitarnos a voluntad. El cristiano tiene la fe en lo profundo de su ser, en la médula de sus huesos, en el centro de su voluntad y de su amor. Todo lo que lo hace crecer como,persona lo hace también ser mejor discí­pulo de Cristo. Un ejemplo: para el cristiano ser padre o madre no es solamente dar la vida a un nuevo ser, sino imitar a Dios, Padre de todos, que nos engendró para la vida eterna. El valor de la paternidad, como el del amor, del diálogo, del servi­cio, etc., tienen simultáneamente un pleno sentido

(*) Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el Mundo Actual Gaudium et Spes, Núm. 36.

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humano y una dimensión cristiana profunda. Por eso en el MFC promovemos los valores que son, al mismo tiempo, humanos y cristianos. Sabemos que al aprender a ser mejores ciudadanos estaremos ayudando a construir el reino de justicia y solidaridad en el que pueda vivirse el amor fraterno. Que cuando dialogamos con los hijos no sólo hablamos de realidades materiales o temporales, sino los educamos en la fe, los abrimos al amor de Dios y a su responsabilidad como apóstoles cristianos. Y así sucesivamente, cuando quienes formamos una familia queremos ser discípulos del Señor Jesús, todos nuestros valores de vida son al mismo tiempo humanos y cristia­nos.

Hasta aquí llega la acción directa del MFC. Siendo tan profunda y con tantas consecuencias, puede expresarse muy simplemente en sólo una línea: Promover los valores humano-cristianos de las familias. Este es el qué del Movimiento. La segunda parte de su objetivo es el para qué, y en ella la acción del MFC es indirecta. Este es, no la realiza el Movimiento sino las propias familias Ellas son las que, en su hogar y en su comunidad, dan los frutos de la labor del MFC. A ellas les corresponde, pues es su misión: ser formadoras de personas y educa­doras en la fe, y que por tanto sus miembros se comprometan en el desarrollo de su comunidad.

Esto debe quedarnos muy claro: el MFC no cumple la misión de las familias. Ni debe ni podría hacerlo. Lo que hace es ayudarlas a capacitarse para ser ellas las que cumplan esa misión.

Al hablarnos de que la misión de las familias es ser formadoras de personas y educadoras en la fe, el objeti­vo del Movimiento nos presenta íntimamente Ugados los aspectos humano-cristianos. Cuando una familia verdade­ramente forma personas y las educa en la fe, todos sus miembros, habiendo desarrollado sus valores, son perso­nas conscientes, responsables, capaces de comprometerse en el desarrollo de su comunidad. Así, como consecuen-

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cia de la acción de las familias, la comunidad se fortalece con miembros útiles, que buscan la justicia y la solidaridad y se comprometen en la solución de los problemas a su alrededor. De esta forma indirecta -porque son las familias las que la realizan- el Movi­miento hace una contribución importantísima al bienestar de la comunidad. No interviene directamente en problemas sociales, pojíticos, económicos, etc., pero es una especie de fermento, al proporcionar a la comuni­dad civif y a lá Iglesia personas formadas, libres, respon­sables, capaces de actuar ante la problemática que les rodea.

5. Ahora conocemos mejor el objetivo del Movimiento. Veamos en seguida cómo se cumple.

El objetivo se refiere a las familias, a todas las familias dePanamáy no sólo a las que pertenecen al Movimien­to. Ya sabemos cómo* servir a los miembros del MFC. Pero surge la pregunta: ¿cómo servir a los que no están en él, a los que nunca pertenecerán al Movimiento?

Esta es una pregunta muy importante, que significa que nos hemos dado cuenta de que el objetivo del Movimien­to tiene muchos campos, igual que una persona tiene un solo corazón que, para bombear sangre a todo el cuerpo, se sirve de muchas arterias, venas y pequeños vasos.

Por eso veremos en seguida cómo se aplica el objetivo del MFC en acciones directas e indirectas.

El Movimiento Familiar Cristiano se propone:

a) Respecto a sus miembros

Ser una organización abierta a todos los responsa­bles de familia de buena voluntad (*) que acepten

(*) Pueden pertenecer al MFC tanto parejas como ma­dres solas. En el caso de las parejas, pueden ingresar al MFC aunque no estén unidas por el vínculo sacramental, con tal que no tengan impedimento canónico para hacerlo.

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los fines y los medios del MFC y, sirviéndose de ellos, promuevan sus valores humano-cristianos familiares y así puedan cumplir la misión familiar que Dios y la sociedad esperan de ellos.

b) Respecto a sus ex-miembros

Queremos que quienes dejan el MFC al terminar su formación puedan continuar viviendo la frater­nidad y el compromiso cristiano en pequeñas comunidades cristianas, surgidas del MFC, que ali­menten su fe y fortalezcan su acción apostólica.

Estas pequeñas comunidades buscan prolongar, insertas en muy diversos ambientes, los ideales y la vivencia de valores que descubrieron durante su formación en el Movimiento.

c) Respecto a las familias que no pertenecen al MFC

Queremos que nuestra acción promotora de valores humano-cristianos familiares llegue a toda la comu­nidad, para ayudar a todas las familias mexicanas a cumplir su misión y así contribuir al desarrollo de la comunidad (sociedad civil e Iglesia) en nues­tro país.

d) Respecto a los dirigentes del MFC

Queremos ser los primeros servidores de todas las familias de la comunidad, ofreciéndoles el testimo­nio de búsqueda auténtica de una vida familiar y social exigente, en la que pondremos lo mejor de nosotros mismos. Nos ponemos al servicio fraternal de los equipos del MFC. Queremos prepararnos a fondo para que el Movimiento sirva bien a sus miembros y, a través de ellos, a la comunidad.

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e) Respecto a las parejas de novios

Queremos que las futuras familias se funden, crez­can y den fruto en el amor. Brindamos a las parejas que contraerán matrimonio la riqueza de pensamiento, experiencia y vivencia de valores familiares que el MFC ha adquirido a través de su vida. Buscamos que « los novios sepan situar su vocación y su experiencia de amor en el contexto del ambiente pluralista contemporáneo; que sepan discernir cuál es el verdadero amor y sepan vivirlo en el mundo actual. Les ofrecemos elementos para que puedan llegar al matrimonio con plena con­ciencia de la riqueza de ese estado de vida, de las responsabilidades que tendrán como esposos y padres, y de la oportunidad de compartir su felici­dad y su experiencia cristiana con quienes, como ellos, han de realizarse en el amor y la entrega mutua vividos en la familia.

f ) Respecto a la Iglesia

Somos un movimiento de Iglesia. Queremos vivir conscientemente nuestra vocación de ser y recons­truir la Iglesia en Panamá y testificar nuestra fe como movimiento eclesial mediante nuestro servi­cio evangelizador. Participamos en la acción pasto­ral de la Iglesia anunciando la buena nueva del amor de Dios a las familias.

g) Respecto" al Episcopado

Nos corresponsabilizamos con nuestros pastores en la misión de la Iglesia. Pedimos y aceptamos la guía de nuestros pastores en el quehacer apostó­lico del MFC, instrumento de pastoral familiar.. Les ofrecemos nuestra visión de cristianos laicos para que ellos puedan cumplir más eficazmente su misión de maestros y pastores. Nos compromete­mos a contribuir a la creación y promoción de

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buenas relaciones internas en la Iglesia, en el diá­logo y el espíritu de comunión y participación.

h) Respecto a los laicos y los movimientos laicales

Como movimiento laico, aceptamos la responsabi­lidad de contribuir a la formación de un laicado adulto, correspoiisable en la misión de la Iglesia. Queremos que la formación recibida en el MFC rinda frutos para toda la Iglesia en Panamá Busca­mos ser un Movimiento abierto, capaz de poner a sus miembros a disposición de quienes más los necesitan. Con otros movimientos y organizaciones laicales nos corresponsabilizamos de realizar la parte de la misión de la Iglesia que corresponde al apostolado laico organizado.

i ) Respecto al poder civil

Al tomar conciencia de nuestros derechos y res­ponsabilidades ciudadanos, queremos tener una actitud dinámica, informada y responsable ante la actuación del poder civil e n p a n a m á y colaborar de diversas maneras, incluso como órgano de análi­sis crítico y formación de opinión pública, para que Panamacuente con un gobierno e institucio­nes eficaces y dignos.

¿No es verdad que el objetivo del Movimiento nos lleva a todos los ámbitos de la comunidad? Es indispensable que nos demos cuenta de que nuestro objetivo no se agota sirviendo a nuestros equipos, ni tampoco se acaba en el campo específicamente familiar. Como una piedra que cae en el agua y provoca círculos concéntricos en toda su superficie, así la acción del MFC va directamen­te a las familias, pero a través de ellas sirve a toda la comunidad.

Un equipo, una zona, una diócesis y todo el Movimien­to nacional, sabrán si el MFC está cumpliendo su objeti-

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vo si sus miembros influyen en la comunidad, sin cerrar­se en sí mismos sino actuando como fermento de valores en todos los ambientes.

¿Qué tan grande es nuestro objetivo? Así, escrito en un papel, es muy grande, muy importante, de enorme res­ponsabilidad. Es aún más grande y generoso cuando está escrito en nuestros corazoaes y realizado en nuestras vidas. El Movimiento, como ya hemos visto antes, está hecho de todos nosotros. Somos sus manos, sus pies, su cerebro y su corazón. El Movimiento tendrá el tamaño y la influencia que nosotros queramos. Crecerá si nos­otros lo hacemos; servirá si nos convertimos al servicio a los hermanos. Un objetivo, o un buen propósito, escrito en un papel es sólo el punto de arranque. Si se queda allí será letra muerta. Pero si nosotros lo hacemos reali­dad, entonces será un motor en la comunidad que logra­rá realizaciones muy hermosas. Nuestro Panamá s e rá diferente y mejor si hoy nosotros encarnamos el obje­tivo del MFC. Entonces, como dice San Pablo, existirá algo nuevo, una humanidad nueva. De nosotros, promo­tores del MFC, depende que esa novedad no sea sólo una meta, un ideal, sino una hermosa realidad vivida diariamente en nuestra comunidad.

III. CONCEPTO DE FORMACIÓN EN UN CICLO BÁSICO

El Ciclo Básico de Formación contiene la riqueza y la experiencia del MFC a lo largo de toda su vida. El Movimiento ha ido cambiando y ajustando el método y la forma de hacer llegar a sus miembros el mensaje familiar cristiano. El Ciclo Básico actual es una escuela de formación en la acción. No pretende ofrecer una formación completa, sino los elementos básicos de integración y maduración personal, conyugal, familiar y comunitaria. Su duración y su metodología son las que han demostrado ser más adecuadas a las necesidades de personas y equipos.

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El MFC tiene la ilusión de que, al terminar los tres Niveles del Ciclo Básico, una pareja y una familia no sientan que ya están formadas sino que, por lo contra­rio, hayan descubierto un amplio horizonte de formación y compromiso apostólico que les lleve a continuar su formación más allá de los años pasados en equipos del Movimiento. Por tanto, el Ciclo Básico es la plataforma de despegue hacia un futuro que no tiene más límite que nuestra voluntad de madurar, amaír y comprometer­nos.

1. Objetivo del Ciclo Básico de Formación

El objetivo de nuestro Ciclo Básico, l:al como aparece en la contraportada de los temarios, es el siguiente:

(1) En forma progresiva, sistemática e integral

(2) proporcionar a los miembros de los equipos básicos

(3) y, a través de ellos, a sus familias,

(4) elementos que promuevan el conocimiento, juicio y vivencia de los valores humano-cristianos familiares,

(5) de modo que realicen un proceso de crecimiento integral

personal, conyugal, familiar y comunitario

que los lleve a ser, cada vez más,

(6) personas cristianas, realizadas, responsables, libres y capaces de amar;

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. (7) parejas integradas, responsables, útiles y felices; y

(8) guiadas por la problemática total.de la comuni­dad donde viven,

(9) familias formadoras de personas y educadoras en la fe

(10) cuyos miembros sean factores de cambio en su comunidad, capaces de promover los cambios sociales hacia formas de convivencia más justas.

2. Veamos, uno por uno, los elementos que componen este objetivo y su significación:

(1) En forma progresiva, sistemática e integral

El Ciclo Básico pretende tomar a personas, pare­jas y familias en su realidad existencial y pro­ponerles un programa de progreso ascendente siempre accesible a ellos, de modo que a todos les sea posible conseguir su realización personal, su integración conyugal y el cumplimiento de la misión de su familia.

El Ciclo Básico es un sistema (*) de formación integral, que cubre todos los aspectos de promo­ción humano-cristiana personal, conyugal, familiar y comunitaria, dosificada de menos a más, si­guiendo el crecimiento progresivo de los miem­bros de los equipos, de modo que todos los valores sean convenientemente realzados, com­prendidos, juzgados y vividos.

(*) Sistema: conjunto de elementos que trabajan agrupa­da y coordinadamente para lograr el objetivo general del todo, en este caso el Ciclo Básico.

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(2) proporcionar a los miembros de los equipos básicos

La formación del Ciclo Básico sólo puede recibirse en forma eficaz perteneciendo activa y responsablemente a un equipo básico del MFC.

(3) y, a través de ellos, a sus familias

La acción del Ciclo Básico llega en forma direc­ta a los miembros de los equipos. Estos, a su vez, sobre todo mediante el diálogo con sus hijos sobre los temas de que trata el Ciclo Bási­co, les hacen participar en la promoción de valores, y de este modo la familia toda se bene­ficia de la acción del MFC, siempre en la medida en que sepan aprovechar las oportu­nidades que les ofrece.

Así, aunque los hijos no sean miembros del MFC ni asistan a los equipos, el diálogo y la convivencia familiar con padres que sí cursan el Ciclo Básico les hacen beneficiarios plenos de la formación del MFC,

(4) elementos que promuevan el conocimiento, juicio y vivencia de los valores humano-cristianos fami­liares

El contenido del Ciclo Básico tiene la siguiente dinámica:

—dar a conocer realidades y problemáticas, exa­minando los procesos que las originan,

—promover la inquietud, la reflexión, el estudio y el diálogo en relación con ellas,

—descubrir los valores humano-cristianos familia­res y fortalecer progresivamente las actitudes

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más constructivas ante las situaciones concretas de la vida diaria,

—ayudar a la toma de conciencia de cuál debe ser la opción fundamental y la actitud de cada uno en el contexto de una realidad o un pro­blema determinado;

—este ver, conocer, afirmar y comprometerse diariamente con estos valores hasta preferirlos absolutamente, constituye la vivencia o modo consciente de vivir las actitudes humanizadoras y evangelizadoras, cuya suma es la virtud cris­tiana.

Los elementos de que se vale el Ciclo Básico son muy diversos:

—humanos. Son las personas que, en una u otra labor específica, sirven a los miembros de los equipos. Son el elemento más rico e importante del MFC. No son un "instrumento", sino un mensaje encar­nado, un testimonio vivo para sus hermanos.

-intelectuales. Es el material de estudio y refle­xión que ayuda a conocer realidades y problemas y sirve de guía para encon­trar soluciones.

—relaciónales. Dinámica de diálogo conyugal, familiar, en equipo, en comunidad MFC y con la comunidad humana en que se vive.

—de encuesta. Es el material que ayuda a cono­cer la opinión y la situación de otras personas en el entorno, a propósito de un tema determinado.

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—espirituales. Son los elementos que nos ayudan a conocer mejor a Dios y a discernir su voluntad para con nosotros; esto es, elementos evangelizadores y de educa­ción en la fe. Específicamente, estos elementos contribuyen al descubrimiento y a la vivencia de la vocación y la espiritualidad conyugal y familiar cristia­na, marcando siempre su dimensión comunitaria.

—de vida y servicio. Son elementos que ayudan a comprometerse a tener actitudes más congruentes con los valores que se de­sea vivir, y a que la persona, la pareja o el equipo se comprometan a realizar labores de servicio a sus semejantes.

El Ciclo Básico pretende dar su realce justo a los valores humanos, los que, al estar encarnados en una persona cristiana, se empapan de sentido evangélico y forman así una síntesis humano-cristiana plena.

En una perspectiva centrada en la persona de Cristo, el Ciclo Básico resalta estos valores humano-cristianos personales, conyugales, familia­res y comunitarios y promueve su conocimiento, aceptación, amor y vivencia para ayudar al creci­miento cristiano de personas, parejas, familias y comunidades.

(5) de modo que realicen un proceso de crecimiento integral

personal, conyugal, familiar y comunitario

que los lleve a ser cada vez más.

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El objetivo del Ciclo Básico es ayudar a qut suceda un cambio, en la línea de conversión, er la manera de ser, pensar, sentir y actuar, de modo qué cada persona, pareja y familia vaya siendo progresivamente más capaz de hacei opciones fundamentales más humanas y evangéli­cas. Al dirigirse primero a la persona, en seguida a la pareja y después a la familia, para desem­bocar finalmente en la comunidad, promueve la complementación de las personas, la armonía entre las diversas personalidades y modos de pensar. No trata de uniformar en un mismo cri­terio a la pareja, la familia o el equipo, sino busca la unidad en la diversidad enriquecedora.

El proceso que nos lleva a "ser, cada vez más" es la médula del Ciclo Básico. Es un camino de maduración. Al ayudarnos a dar un paso cada día, nos hace accesible el desarrollo integral de toda nuestra persona y la integración profunda de nuestro matrimonio y familia.

(6) personas cristianas, realizadas, responsables, libres y capaces de amar;

Mediante este proceso de crecimiento personali­zante el individuo llega a preferir y lograr "ser más" por encima de "tener o poder más". Y, al poner ese "yo acrecentado" al servicio de los otros, es capaz de realizar opciones libres y responsables, se convierte en agente de humani­zación y cristianización de quienes le rodean, y en esta vida útil y comprometida encuentra una fuente de realización y felicidad.

(7) parejas integradas, responsables, útiles y felices;

En el Ciclo Básico las parejas aprenden a traba­jar juntas tanto en la construcción de su matri­monio y su familia como en el desarrollo de

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valores humano-cristianos en la comunidad. Así, los esposos viven progresivamente más a fondo su respuesta a la vocación de cristianos casados, y esta respuesta es su espiritualidad conyugal. La edificación de ese "nosotros" conyugal es para ellos ocasión de realización y felicidad.

(8) y, guiadas por la problemática total de la comu­nidad donde viven,

Las familias no realizan su misión independiente­mente del contexto comunitario en que están inmersas. Las circunstancias, carencias, riquezas y características propias de su comunidad deter­minan en gran parte cómo ha de realizar res­ponsable y eficazmente su misión. De aquí la importancia de que toda familia conozca a fon­do las realidades y problemas de su comunidad cercana, el país y el mundo.

(9) familias formadoras de personas y educadoras en la fe,

La misión peculiar e intransferible de las fami­lias es formar personas y educar en la fe. Esto se logra mediante el crecimiento y la personali­zación humano-cristiana de cada miembro de la familia y la promoción de relaciones interperso­nales familiares basadas en el amor, el respeto, la libertad y el espíritu de servicio. El Ciclo Básico da elementos para que, en la familia, cada "yo" se revele al "tú" (el cónyuge, el hijo, el hermano, el padre) y se desate una dinámica de comprensión y ayuda mutua, de convivencia y compromiso común. En esta diná­mica la acción amorosa de la familia propicia el

"desarrollo humano-cristiano del individuo y lo hace crecer y formarse como persona que conscientemente prefiere ser discípulo de Cristo.

3?

El Ciclo Básico da elementos para que las fami­lias sean evangelizad oras, iglesias domésticas, donde todos se ayuden a encontrar un mayor conocimiento y relación con Dios, a adorarle y darle gracias, a responderle como Él espera, y todos los miembros de la familia se apoyan mutuamente en el compromiso cristiano común. El Ciclo Básico también proporciona elementos para que las familias se integren a su comunidad eclesial (parroquia, diócesis).

(10) cuyos miembros sean factores de cambio en su comunidad, capaces de promover los cambios sociales hacia formas de convivencia más justas.

El compromiso de cada miembro de la familia en la promoción de cambios que logren una ma­yor justicia en la convivencia humana es un resultado lógico de su verdadera formación como persona y su auténtica educación en la fe. Sin embargo, constituye una característica peculiar de la misión de las familias. El Ciclo Básico proporciona elementos para que los miembros de los equipos conozcan la realidad de su comuni­dad, y al mismo tiempo propicia en ellos la inquietud y la concientización sobre su responsa­bilidad ante esas realidades. Así, a lo largo del Ciclo Básico, los miembros de los equipos y sus familias' van comprometiéndose, según su voca­ción y sus posibilidades, en acciones concretas tendientes a disminuir las injusticias que caracte­rizan a la convivencia humana en su entorno. A este compromiso adquirido durante el Ciclo Bási­co se debe que el MFC haya contado siempre con parejas dispuestas a servir a sus hermanos en toda una gama de servicios específicos del MFC y en la pastoral familiar en su sentido amplio.

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3. Una formación para adultos

Los miembros de los equipos del MFC son adultos, responsables de familia, que diariamente se enfrentan a responsabilidades y decisiones importantes.

La formación del Ciclo Básico se propone ayudarles a que sus decisiones y actitudes sean verdaderamente acertadas, adultas en el sentido de ser libres y res­ponsables.

Por eso el Ciclo Básico se ha diseñado alrededor del discernimiento, palabra que tiene su origen en el ver­bo latino discernere, que significa distinguir, especial­mente con el pensamiento y la razón, entre varias cosas diferentes, conociendo las características, cuali­dades, defectos y consecuencias de cada una. Discer­nir —actividad de la inteligencia— proviene del verbo cernir. Cuando en la cocina, con un cernidor, separa­mos la harina molida de los granos y de otros mate­riales extraños, estamos haciendo físicamente lo que nuestra conciencia hace al discernir: separar lo que no nos conviene y dejar pasar sólo lo que sirve. Para que una persona pueda tomar decisiones libres y res­ponsables es indispensable que sepa discernir. Un ejemplo: cuando nuestros hijos nos piden algo que sabemos que les dañará, suelen alegar que "todo el mundo lo hace; ¿por qué yo no? " Esto nos indica que no están usando su discernimiento, sino deján­dose llevar por la corriente, la moda o el capricho. Al explicarles nosotros por qué eso que quieren hacer no les beneficia en nada y en cambio puede perjudi­carlos, y que ellos no deben limitarse a actuar como borregos, los estamos enseñando a discernir.

Especialmente en nuestro mundo actual, en el que se nos presenta toda una variedad de valores y seudo-valores y en el que diariamente encontramos cambios y cosas nuevas que nos desconciertan, es indispensa­ble que los responsables de familia seamos capaces de

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discernir, comp un ejercicio constante, las realidades que vivimos y sus significados, para poder elegir nues­tro camino, decidir lo que más nos conviene y prefe­rir los valores que nos harán crecer y ser discípulos del Señor Jesús.

Pensemos en algunas de las decisiones a que se enfren­tan los responsables de familia: ¿Cómo distribuiremos nuestro dinero? ¿Cuántos hijos podemos y debemos tener? ¿Qué ayuda necesita cada uno de nuestros hijos? ¿Cómo evitar que una mala influencia dañe a nuestra familia? ¿Cómo combinar la autoridad y la libertad? Sin duda cada uno de nosotros podemos añadir muchas otras preguntas importantísimas a las que debemos dar respuesta como esposos y padres.

Cuántas veces nos sentimos incapaces de encontrar una respuesta que nos satisfaga, que nos dé paz interior. Entonces nos angustiamos, dejamos las deci­siones para más tarde o, simplemente, nos dejamos llevar por la solución más fácil, el camino más cómo­do, "lo que todo el mundo hace". Así se pierde la brújula y, como el marino que va a la deriva, nues­tra familia va dando tumbos hacia donde la lleva la moda, la casualidad, la inercia o - lo que es más grave- las corrientes de materialismo, el ansia de pla­cer, el deseo de poder, etc. Todo esto nos lleva a dedicar nuestra vida a servir a ídolos que buscan ocupar en nuestro corazón el lugar que sólo le co­rresponde al amor a Dios y a los hermanos.

El Ciclo Básico, al formarnos en y para el discerni­miento, nos da los elementos necesarios para que tomemos el timón de nuestra vida y la llevemos a donde Dios nos llama, al cumplimiento de nuestra vocación. Quien aprovecha a fondo esta formación ya no se dejará engañar por cosas aparentemente atracti­vas o inocentes: ante cualquier decisión no sólo se preguntará, como los niños que no saben discernir: "¿Qué tiene de malo? " Irá mucho más allá y se

T.1

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preguntará: "¿Qué tiene de bueno? " "¿En qué nos sirve para nuestro crecimiento humano-cristiano? " y la pregunta más importante: "¿Qué es lo mejor? " (*)

El discípulo de Cristo siempre busca lo mejor. No se puede engañar buscando al mismo tiempo la santidad con la que es perfecto el Padre celestial y los falsos valores del placer, el poder, el tener. Ño se puede permitir ser una medianía ni irse por el camino más fácil. Y para esto Dios le ha dotado de una inteli­gencia que le permite discernir y de una voluntad que lo hace capaz de exigirse lo mejor que esté a su alcance. Estos son los dos pasos del discernimiento.

Por esto el Ciclo Básico, recordemos, tiene como título una pregunta: Tú ¿qué quieres saber? ¿qué quieres hacer? ¿quién quieres ser? , y ofrece multitud de preguntas, reflexiones y cuestionamientos a la per­sona, la pareja y la familia. No ofrece respuestas ni recetas. El MFC. sabe que cada persona tiene una vocación única y que sólo ella, mediante el discerni­miento cristiano, podrá tomar las decisiones que le permitan responder a lo que Dios le pide.

Cada pareja, al aprender en el Ciclo Básico a discer­nir las realidades de su vida con criterios evangélicos, podrá después transmitir esta capacidad a sus hijos. Por eso es tan importante que los padres no se que­den con lo que les da el MFC, sino que lo lleven a su familia, de forma que todos puedan participar en la reflexión y la toma de decisiones importantes en el hogar. Esto es educar en y para la libertad respon­sable. El MFC lo hace directamente con los padres, y son ellos quienes deben hacerlo con los hijos. Así, el MFC tiene una acción indirecta hacia los hijos y, como consecuencia, es elemento de formación para

(*) Ver Epístola a los Romanos 12,2.

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toda la familia. Pero jamás el MFC tomará el lugar de los padres para actuar directamente sobre los hi­jos. Esta responsabilidad paterna no puede delegarse ni encomendarse al MFC. Esta es la razón de que sean los padres los que pertenecen al Movimiento; si los hijos también fueran miembros, el Movimiento estaría tomando indebidamente la responsabilidad paterna.

4. Que" es un promotor del Ciclo Básico

Cuando una pareja acepta coordinar un equipo básico o una zona, o ser financiero de equipo o zona, ¿cómo se define a sí misma? ¿Dice "somos coordi­nadores", "somos promotores" o, tal vez "somos dirigentes"?

Para que su formación sea eficaz, el MFC necesita estas tres funciones: la del promotor, la del coordina­dor y la del dirigente. Por eso es importante que quienes, como nosotros, somos responsables de que el Ciclo Básico de Formación cumpla sus objetivos, ten­gamos una idea muy clara de qué es lo que somos y cuál es nuestra función.

Ya vimos, al analizar el objetivo, que el verbo princi­pal del MFC es promover. Sabemos, pues, que promover significa lograr el avance de alguien, ayudar­le a progresar.

Coordinar (del latín cum, con y ordinare, ordenar) significa disponer las cosas según un método; ordenar junto con otros, planear conjuntamente, avanzar con­juntamente hacia una meta bajo la guía de un miem­bro del grupo.

Dirigir (del latín dirigere) significa enderezar, llevar rectamente una cosa hacia un término o lugar señala­do; quiere decir guiar, mostrando un camino; encami­nar la intención y las acciones hacia determinado fin.

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También significa gobernar, dar las reglas para el manejo de una organización o un esfuerzo realizado por diversas personas.

Por tanto,

un promotor es el que trabaja para ayudar a que el grupo avance, vaya logrando objetivos, madure y crezca.

Pero este promotor, para poder realizar su misión, debe ser también

un coordinador, esto es, la persona que dis­pone las cosas en forma metódica, que hace posible un orden. El coordinador en un equi­po del MFC es el que sirve a los demás organizando sus esfuerzos para que, al combi­narlos, se logre un resultado grande que apro­veche a todos. Es el que evita que cada quien jale por su lado; es el que logra que cada contribución se aprecie y aproveche. La función de coordinar es indispensable para que pueda existir la promoción. Un promotor de muy buena voluntad que no conozca el plan total de formación del Ciclo Básico y cómo debe hacerse llegar al equipo: que no sea capaz de lograr que las reuniones se desarrollen ordenadamente para llegar a su objetivo; que no logra la participación de todos, descubrirá que su buena voluntad es casi inútil sin un conocimiento profundo de lo que el grupo se propone, y sin un orden y un método. Si realiza puntualmente las reuniones pero no las preparó antes en el equipo zonal, o si no revisa posteriormente si la reunión alcanzó su objetivo, no tendrá elementos para saber si los miembros del equipo están promoviéndose con buen éxito. Su equipo no tendrá brújula. La buena vo­luntad no cuajará en acciones eficaces.

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Por tanto, el buen promotor debe saber que su fun­ción principal es promover, pero que para hacerlo debe saber coordinar. Esto vale también para los financieros, que no sólo deben promover los valores de justicia y solidaridad, sino coordinar las aportacio­nes económicas, informar sobre su administración, etc.

¿El promotor-coordinador1 del Ciclo Básico es también dirigente?

El MFC tiene equipos dirigentes o de gobierno, que son los que encaminan todo lo que hace el Movi­miento hacia el logro de su objetivo. Estos son, bási­camente, el Equipo Coordinador Nacional y los Equipos Coordinadores Diocesanos, así como los equi­pos que organizan los apostolados específicos y las comisiones que son responsables de diversos aspectos de la acción del Movimiento, tanto internamente como hacia la comunidad.

En el Equipo Zonal hay una función dirigente, pues en él se debe planear, programar y adaptar el mate­rial formativo, organizar diversos eventos (reuniones generales, encuentros conyugales, etc.) que son parte de la formación integral del Ciclo Básico; allí tam­bién se debe planear cómo se fomentará la acción apostólica de personas, parejas y equipos. El Equipo Zonal no es un equipo de gobierno, pero un aspecto de su acción sí es directora. Sin embargo, su princi­pal acción sigue siendo promotora; la función de diri­gir siempre estará subordinada a la promoción de valores.

Por tanto, una pareja promotora de equipo tiene, en y junto con su Equipo Zonal, una función de diri­gente. En su equipo básico sólo debe actuar como promotor-coordinador.

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Características de un promotor del Ciclo Básico:

a. El promotor - y al hablar del promotor nos esta­mos refiriendo siempre a la pareja promotora— en un equipo básico del MFC debe dar su propio ejemplo a los miembros del equipo. Es responsable de ayudar a que su equipo busque y encuentre el tesoro de los vaTores humano-cristianos familiares: por tanto, a él mismo debe interesarle encontrar ese tesoro y hacerlo suyo. Sería absurdo que actua­ra como un guía que lleva a los demás a donde está el tesoro, pero al encontrarlo se hace a un lado para que los demás lo tomen, quedándose él sin nada. El promotor debe ser el principal enamo­rado del tesoro que ofrece la formación del MFC. Este testimonio será uno de los principales elemen­tos formativos y de conversión para su equipo.

b. El promotor —y el sacerdote asistente— no podrán dar este testimonio si no viven el amor. Sin amor serán un signo vacío. Amor por el cónyuge y los hijos, por el equipo, por todos los prójimos. Lo que hace que el promotor y el asistente convenzan y arrastren, que enamoren a los demás de los valo­res evangélicos, es su vida dedicada al amor que San Pablo nos describe:

El amor es paciente, es afable; el amor no tiene envidia, no se jacta ni se engríe, no es grosero ni busca lo suyo, no se exaspera ni lleva cuentas del mal, no simpatiza con la injusticia sino con la verdad. Disculpa siempre, confía siempre, espera siempre, aguanta siempre. El amor no falla nunca.

. Ya puedo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles que, si no tengo amor, no paso de ser una campana ruidosa o unos platillos estridentes. Ya puedo hablar inspirado y pene­trar todo secreto y todo el saber; ya puedo

áf)

tener toda la fe, hasta mover montañas, que, si no tengo amor, no soy nada. Ya puedo dar en limosnas todo lo que tengo, ya puedo dejarme quemar vivo que, sí no tengo amor, de nada me sin>e (1 Corintios 13,1-8).

c. Así como el promotor es exigente en su vida con­yugal y familiar, lo es. también en su actuación en el MFC. Busca darle lo mejor de sí mismo. Es el primero en hacer de las seis oportunidades básicas del MFC seis exigencias de vida para él. No se conforma con ser promotor mediocre; sabe que el Señor le llamó a ser fermento en un equipo y da a su labor todo su talento, su estudio, su dedica­ción y cariño.

d. No sólo busca "hacer bien las cosas", sino busca "cuáles son las cosas que deben hacerse". Hay muchas cosas buenas que un equipo puede hacer, pero no todas le hacen avanzar hacia su objetivo común. Además, de toda la formación que el MFC ofrece a sus miembros, hay elementos que su equi­po necesitará más, y habrá otros que requerirán adaptación, explicación o modificación para respon­der a las necesidades de ese equipo concreto. Por eso el promotor no sólo "repite" o "transmite" el Ciclo Básico, como si fuera un disco grabado. No, su labor es mucho más importante y exigente. Debe tomar la formación y hacer con ella el ins­trumento que su equipo necesita. Esto, evidente­mente, nó es una labor de ratos perdidos: requiere de toda su dedicación.

e. El promotor del MFC sabe que él va mucho más allá de cualquier instrumento. Los instrumentos del Movimiento -estructuras, temarios, reuniones, etc.— son sólo medios y herramientas para construir nuestro ideal, nuestro objetivo. El promotor ni es medio ni es herramienta: es una persona, un matri­monio, y por tanto es un fin en sí mismo. El

A 1

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objetivo debe cumplirse en él igual que en los otros miembros del equipo. Es una persona y una pareja evangelizadora, que cumple una misión pas­toral. Es compañero de camino de sus hermanos en el equipo.

f . Y ¿cómo utilizan el promotor y el padre asistente los instrumentos' del Ciclo Básico? (1)

El poeta Antonio Machado nos lo dice de una manera muy hermosa:

Bueno es saber que los vasos sirven para beber; lo malo es que no sabemos para qué sirve la sed.

El verdadero promotor del Ciclo Básico no pierde de vista que su objetivo es que se sacie la sed de amor, de integración conyugal y familiar, la sed de felicidad, la sed de Dios, con que las parejas llegan al MFC. La sed que él mismo siente, y la que sienten sus hermanos, es el Espíritu Santo mismo que los llama a crecer en el amor, la integración y el servicio. La sed sirve para que nos enamoremos de nuestra vocación y maduremos para responder a ella; Los vasos... esos son los instrumentos que. el MFC nos ofrece. Sirven para beber, para calmar la sed de amor al ir siendo cada vez más capaces de abrirnos a los demás, dialogar, entendernos, entre­garnos y servirnos fraternalmente.

(1) Todo lo que diremos aquí se aplica tanto al pro­motor como al sacerdote asistente. Cada uno lo pondrá en práctica dentro del contexto de su vocación —laical o sacerdotal— cumpliendo la misión que a cada uno le corresponde dentro del Ciclo Básico.

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g. El promotor del Ciclo Básico es un adulto que trabaja con adultos. Por tanto no paternaliza, no da respuestas hechas, no hace lo que el equipo debe hacer por sí mismo. Ayuda, alienta, inspira, da ejemplo. Pero su finalidad es ser cada vez menos necesario como promotor, porque el equipo ha crecido y ha aprendido a hacer las cosas por sí mismo. Busca, al mismo tiempo, ser cada vez más necesario como hermano, amigo, miembro de la comunidad cristiana reunida en un equipo del MFC.

Por eso los instrumentos de formación —los vasos-no pueden ser textos únicos ni recetas que unifor­men a todos los miembros del equipo. Si el MFC pretendiera formar dando recetas y respuestas pre­fabricadas, no formaría, sino uniformaría. Y no necesitaría para nada de su elemento más valioso, que es el promotor. Le bastaría enviar por correo textos e instrucciones sobre qué hacer y cómo hacerlo. Pero como su labor es evangelizadora, necesita imprescindiblemente del encuentro y el diálogo entre personas, del testimonio, del amor en el equipo. Necesita del Equipo Zonal, para que allí la formación se personalice, se adapte, incluso se "invente" para ser un buen vaso que ayude a calmar la sed de los equipos.

El verdadero promotor no busca que, al terminar su formación, el equipo diga: "Todo esto se lo debemos 'a nuestros coordinadores". Por el contra­rio, su mayor ilusión es que, al. término del Ciclo Básico, sus hermanos digan: "Esto lo hemos hecho nosotros mismos, todos juntos".

h. Un elemento importante en la vida del MFC es la formación por la acción. El equipo no es como una escuela en la que los alumnos se sientan a aprender y sólo después de haberse graduado em­piezan a trabajar. El compromiso apostólico de

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todo cristiano debe cumplirse diariamente. Por tan­to, el promotor debe animar a su equipo para que se comprometa en acciones apostólicas para respon­der a necesidades concretas que observa a su alre­dedor. La acción es un elemento formativo de gran eficacia. Al comprometerse en algún apostola­do —tal vez en el MFC. quizás fuera de é l - las parejas crecen, aprenden, se fortalecen. Y, lo que es más importante, responden desde ahora a su vocación apostólica.

Un promotor paternalista que no señala a su equi­po la responsabilidad apostólica que tiene cada uno está dañando seriamente la formación. Y no podrá quejarse después si. al terminar el Ciclo Básico, nadie quiere comprometerse en algún apostolado. Los ha acostumbrado a ser pasivos y tal vez ya sea demasiado tarde para lograr que cambien. Mu­chas de las crisis de promotores y dirigentes que sufre el MFC se deben a que las nuevas generacio­nes de emefecistas se acostumbraron en el Ciclo Básico a recibir sin sentir la responsabilidad de dar.

i . Ser promotor del MFC no es un favor que se hace a otros, dándoles algo de tiempo, conocimien­tos o interés. Tampoco es privilegio de los más listos o ilustrados. No es una distracción que nos permite hacer buenos amigos. Ni es una aureola con la que nos paseamos sintiéndonos apóstoles. Asimismo, no es una forma de conducir o tripular a otras personas para que adopten nuestras propias ideas o modos de vivir.

El promotor es el que responde a una vocación de servicio a sus hermanos. Es el que sabe que, aun­que está entre ellos como el que sirve (1) no ha

(1) Lucas 22,26-27

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venido solamente a dar, sino tamoien a recibir lo que él msmo necesita vitalmente. Cualquier promo­tor del MFC que se haya tomado en serio su labor nos dirá que ha recibido mucho más de lo que ha dado; que su mejor recompensa es un inmenso enriquecimiento humano-cristiano y la ale­gría incomparable de ser cristiano en comunidad fraterna.

El promotor del MFC es el trabajador de la prime­ra hora de que nos habla el Evangelio (2). A él lo llamó el Señor a una hora más temprana: tal vez tuvo que soportar el calor del mediodía y el can­sancio de una jornada prolongada. Cuando el Señor llamó a sus compañeros de equipo, ellos lo encon­traron ya trabajando en el campo. El promotor sabe que, a la hora de pagar el trabajo de todos, el Señor comenzará recompensando a los últimos, a los que llegaron más tarde. Esto es para el promotor motivo de alegría, pues no ve con malos ojos la generosidad del Señor. Espera con gratitud humilde una paga que él jamás llegaría a merecer por sí mismo. No sólo recibirá la paga infinita de la vida y la felicidad eternas, sino que desde ahora disfruta una recompensa hermosa: trabajar con sus hermanos en la viña del Señor, cuidando la cose­cha más preciosa y deseable: la de los valores humano-cristianos que germinan calladamente en el corazón de cada uno. crecen, se fortalecen y llegan a dar un-fruto de ciento por uno (3).

Sabiendo que en el reino de Dios los últimos serán los primeros, ellos se tienen como los últi­mos, siempre al servicio de los demás. Es una actitud bella y evangélica, y también es ambiciosa

(2) Mateo 20,1-16

(3) Lucas 8,4-15

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porque busca imitar al Señor que vino a este mundo a servir, a curar, a iluminar, a llenar de esperanza y alegría a la humanidad.

Como promotores del MFC sabemos que aquellos que vivan de verdad el espíritu de las Bienaventu­ranzas serán los primeros en el reino de los cielos. Por eso nuestra tarea es para nosotros oportunidad, bendición y muestra palpable del amor que Dios nos tiene, ya que nos confía una misión tan deli­cada y tan cercana a su corazón: caminar con nuestros hermanos ayudándoles a abrir su mente, su voluntad y su corazón a los valores que brotan de la persona de Cristo y que harán de ellos - y de nosotros también, como miembros de la comu­nidad— discípulos fieles, trabajadores incansables en la construcción del reino de Dios en nuestro hogar, en el MFC y en toda la comunidad.

5. "La primera dimensión de la Fidelidad es la búsqueda"

El Papa Juan Pablo II pronunció estas palabras en su visita a P a n a r n a Expresan con gran claridad el que­hacer del cristiano. ¿Cómo responder a nuestra voca­ción de casados, padres, miembros de la comunidad? No podremos saberlo si no buscamos. El Ciclo Básico es una búsqueda constante. Por eso necesitamos aprender a discernir. Y, al buscar, descubriremos que es indispensable revisar periódicamente nuestras deci­siones, porque las circunstancias de nuestra vida cam­bian y nos exigen adaptaciones constantes. Tal vez la respuesta que fue buena hace unos años no lo sea tanto ahora. De aquí la importancia de dialogar cons­tantemente, como un hábito de vida, para revisar nuestras decisiones y evitar quedarnos atrás en nues­tra búsqueda de las formas concretas en que Dios nos pide ser fieles hoy.

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6. En un mundo en constante cambio, familias que se forman para el cambio cristiano: la conversión

Si recordamos cómo vivíamos en la familia de nues­tros padres y lo comparamos con nuestra vida de hoy, comprobaremos que ha habido muchos cambios. El mundo es distinto actualmente y las familias tam­bién han tenido que evolucionar. Mencionaremos de pasada algunos ejemplos: la forma de vivir, la autori­dad y la obediencia, el uso del tiempo, el papel de la mujer, etc.

Las familias de generaciones anteriores, hasta las de siglos atrás, nos han dejado una rica tradición fami­liar cristiana. Ellas vivieron su fe y su compromiso bautismal en sus propias circunstancias. Nosotros podemos beneficiarnos de su testimonio, pero no podemos imitar sus formas concretas de vida. Nues­tras realidades son diferentes. A nuevos datos, nuevos planteamientos. De aquí la necesidad de buscar; una búsqueda sincera y profunda desemboca en la conver­sión.

Por eso el Ciclo Básico nos ayuda a hacer nuevas tradiciones cristianas para las familias de hoy y del futuro. Tenemos que encontrar respuestas nuevas a problemas también nuevos. De nada nos servirá copiar. Hemos de innovar la vivencia de los valores trascendentes. Los valores no cambian, pero sí la forma de vivirlos. En el Ciclo Básico cada familia encuentra el camino para dar su respuesta original y única.

La formación del MFC nos centra en el cambio cristiano: la conversión. Nos hace ver que el cambio no es una amenaza, sino una estupenda oportunidad de que Dios transforme nuestro corazón de piedra en un corazón de carne.

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7. Formación personal, conyugal, familiar y comunitaria

Las familias están compuestas de personas y cada persona es única, con características, personalidad, problemas y cualidades propios. El Ciclo Básico toma en cuenta esto de .manera muy especial. Busca que las personas se complementen y pongan su riqueza humana al servicio amoroso de su familia y su comu­nidad. No busca la unanimidad, sino la unidad en la diversidad de personalidades y cualidades. En el Ciclo Básico aprendemos que las diferencias de opiniones son fuente de riqueza humana; en el diálogo encon­tramos las diversas inspiraciones que el Espíritu Santo da a cada miembro de la familia. Al descubrir todo esto comprendemos que no se trata de que en el hogar unos manden y otros obedezcan, sino de que todos sigamos la inspiración de Dios y la busquemos con el mayor afán. Esto da lugar a que las familias sean participativas, corresponsables y profundamente libres, con la libertad de los hijos de Dios. ¿No es éste un precioso elemento de tradición cristiana que los miembros del MFC estamos viviendo ahora para legarlo a futuras generaciones?

Nunca se subrayará demasiado la importancia de la reunión para reflexionar y comentar en familia los temas de formación del Ciclo Básico. Sin ellas el Ciclo Básico pierde su dimensión: se convierte en conyuga] y se queda muy lejos de lograr su objetivo de propiciar la integración de la familia. Bien sabe­mos que el diálogo con los hijos es una experiencia exigente, a veces dura, que no nos permite quedarnos en palabras sino que nos urge a cambios verdaderos de actitudes. Pero es también una experiencia her­mosa, la única que da un cimiento legítimo al hogar, la única que hace un "nosotros" auténtico, una comunidad de amor entre padres, hijos y hermanos.

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8. Una formación personalizante

Los instrumentos del MFC son los mismos en todo el país. ¿Cómo podremos, entonces, ofrecer una for­mación personalizante?

La respuesta es sencilla, pero exigente en la práctica. Los instrumentos son sólo eso: herramientas, medios para construir cosas muy diversas. Pero lo importante en el MFC no son los instrumentos sino las personas que los usan y los promotores que los ponen a su disposición.

Todo promotor cuenta para su trabajo con el elemen­to más valioso, que son las personas, sus capacidades humanas y sü ilusión por crecer. Los instrumentos del MFC sirven en la medida en que despiertan estas capacidades y hacen posible lograr esta ilusión.

De aquí la necesidad imprescindible de que el promo­tor del MFC sepa adaptar los instrumentos a las necesidades y circunstancias concretas de las personas a las que sirve.

Un promotor no es un mero repetidor o tomador de lecciones. Es un creador que se sirve de un instru­mento para hacer de él la herramienta que necesitan las personas de su equipo o de su zona. Tiene que adaptar, añadir, adecuar el material formativo del MFC. Y no podrá hacerlo si no conoce las circuns­tancias, los problemas y las posibilidades de su equi­po o zona. Tendrá que añadir lo que falta, explicar lo que no es claro, buscar ejemplos concretos toma­dos de la vida de los equiperas y las realidades de su comunidad. Si no lo hace así, la formación del Ciclo Básico no será personalizante; será una especie de "texto único" para todo el país, y esto la empo­brecerá muchísimo. Si los miembros del MFC no encuentran en los temarios y otros instrumentos del MFC un reflejo de su propia vida y una ayuda para

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crecer en sus circunstancias concretas, no lograrán el objetivo del Ciclo Básico. Por eso insistimos tanto en que la labor de los promotores no es de ratos perdi­dos, sino de toda la vida. En los instrumentos del MFC tiene un gran trozo de tela para que cada per­sona bajo su responsabilidad corte un traje a su medida, y que vaya cortando trajes cada vez más grandes a medida que vaya creciendo, a medida que sea más consciente de quién es, cuál es su vocación y cómo ha de vivir su compromiso con Dios y sus hermanos.

En un capítulo posterior, al hablar del equipo zonal, veremos cómo se organizan los promotores para reali­zar esta labor personalizante de adaptación de los instrumentos a las necesidades concretas de cada per­sona, pareja, familia y equipo.

9. La Palabra de Dios, núcleo central de la formación del Ciclo Básico

Quienes entran al MFC vienen sedientos de Dios. Esto lo hemos comprobado todos los que tenemos contacto directo con equipos y zonas. ¡ Qué respon­sabilidad tan inmensa nos corresponde como promo­tores! ¿Cómo cumplirla?

El Ciclo Básico está centrado en la Palabra de Dios. Cada reflexión personal, conyugal y familiar, cada reunión de equipo, sugiere uno o varios textos bíbli­cos para que se discierna y ore a partir de ellos, y nos pregunta después: ¿Qué nos dice la Palabra de Dios a propósito del tema que hoy consideramos?

La Palabra de Dios ilumina nuestro discernimiento. Vamos buscando a tientas cómo ser fieles, y ella es la luz que nos muestra el camino. Esto es lo más personalizante que existe, porque Dios dice una Palabra original a cada uno de nosotros, en cada

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momento de nuestra vida.

Así, la formación del Ciclo Básico acude a la escu­cha de Dios como a una fuente de agua viva. En esta reflexión y diálogo con Dios nos personaliza­mos, discernimos y encontramos nuestra vocación única. Esto hace que cada tema y cada reunión sean diferentes de una familia a otra, de un equipo a otro.

El promotor del Ciclo Básico ha de ser el primero en acudir a la Palabra de Dios para dar su propia respuesta. Sólo así podrá ayudar a los demás a que den la suya. La oración es el convencimiento de nuestra fe que acude a la Verdad de la Palabra de Dios. No es "una actividad más"; tiene una catego­ría especial, de revelación de Dios a nosotros. Al escuchar los textos bíblicos no nos enteramos de algo que pasó hace mucho tiempo, en otro lugar y a otras personas. La Palabra de Dios acontece hoy entre nosotros, es pronunciada cada día por Dios para salvarnos. El profeta Isaías nos lo dice con términos definitivos:

Mis planes no son sus planes sus caminos no son mis caminos -oráculo del Señor-. Como el cielo está por encima de la tierra, mis caminos están por encima de los suyos y mis planes de sus planes. Como baja la lluvia y la nieve del cielo y no vuelven allá, sino que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar, para que dé semilla al sembrador y pan para comer, así será mi palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo.

Isaías 55, 8-11

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10. La Actitud Sugerida, termómetro del cambio cris­tiano

No hay un verdadero cambio -una conversión- que no se manifieste en actitudes nuevas. Cuando nues­tra inteligencia y nuestro corazón han descubierto un valor hermoso que nos enamora, ese cambio interior debe manifestarse en formas concretas en nuestra vida. Nos lleva gozosamente a tener actitu­des nuevas; a preferir, viviéndolos, los valores que en el discernimiento nos han parecido los mejores.

"Obras son amores y no buenas razones". Si yo hablo muy hermosamente de los valores humano-cristianos familiares, pero todo esto no se traduce en obras nuevas, no se habrá dado en mí una ver­dadera conversión. Sabemos que la conversión es un proceso que dura toda la vida, pero cuando ha comenzado se nota ya porque hemos dado un paso, aunque sea pequeño, hacia nuestro ideal. Nosotros somos un Movimiento, y el movimiento se demues­tra andando.

Cada reunión de equipo comienza con el comentario de cómo se ha vivido la Actitud Sugerida de la reunión anterior. Es el momento de leer el termó­metro de nuestro equipo. Si todo se quedó en bue­nas razones y el equipo no pasó a las obras, es que no se llegó a la experiencia de conversión. El pro­motor deberá hacérselo ver al equipo. Él, por su parte, debe ser el primero en vivir las Actitudes Sugeridas y compartir sus experiencias con el equi­po.

11. Ciclo Básico y Ciclo Litúrgico

El Ciclo Básico de Formación ha sido diseñado para que en él se vivan las festividades principales del Ciclo Litúrgico, que son la espera de la venida del Señor y su nacimiento (Adviento y Navidad); su

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pasión, muerte y resurrección (Semana Santa y Pas­cua); y la venida del Espíritu Santo (Pentecostés).

La humanidad siempre ha sentido la necesidad de recordar y celebrar los principales acontecimientos de su historia. Cada nación celebra año con año los sucesos básicos que le dieron vida e identidad. En la familia hacemos lo 'mismo: celebramos los cum­pleaños y los aniversarios de bodas, oramos por nuestros familiares muertos recordándolos de una manera especial en el aniversario de su muerte. Sen­timos la necesidad de recordar y volver a vivir en esas fechas los acontecimientos principales de nuestra vida familiar, porque para nosotros son muy impor­tantes: son los sucesos centrales de nuestra historia.

La Iglesia hace esto mismo y lo hace reunida, como pueblo de Dios, para celebrar y volver a vivir año con año los acontecimientos centrales de la historia de nuestra salvación. Lo ha hecho desde sus princi­pios; desde que los apóstoles comenzaron a recorrer el mundo anunciando la vida del Señor, su enseñan­za y sus obras, su muerte y su resurrección. Para los primeros cristianos, igual que para nosotros, este anuncio de salvación encarnado en la persona del Señor Jesús es el acontecimiento más importante de la vida y la historia. Por eso los cristianos pronto organizaron su tiempo anual recordando y volviendo a vivir en la fe los sucesos principales de la vida del Señor>

Espera de su venida

Venida

Ayuno en el desierto, pasión y muerte

Resurrección y vuelta al

Envío del Espíritu Santo a sus fieles

Padre

(Adviento)

(Navidad)

(Cuaresma)

(Pascua)

(Pentecostés)

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Así como la celebración de las fiestas nacionales crean la conciencia y la memoria de un pueblo; así como los aniversarios y acontecimientos familiares nos dan identidad y nos recuerdan de dónde veni­mos y quiénes somos, la vivencia del Ciclo Litúrgico nos educa en los principales misterios de nuestra sal­vación, nos identifica con toda la Iglesia y con Cris­to, su fundador y cabeza.

Pero a diferencia de las fiestas familiares y naciona­les, las celebraciones del Ciclo Litúrgico no son meros recuerdos de algo que pasó. Al celebrar el nacimiento del Señor, su pasión, muerte y resurrec­ción y la venida del Espíritu Santo a la Iglesia, no estamos sólo recordando algo que sucedió en el siglo I, en tierras de Israel, siendo emperadores romanos Augusto y Tiberio... Celebramos, llenos de alegría y gratitud, que Dios nace hoy en nuestros corazones, que hoy nos redime con los méritos de su pasión y muerte, que resucita hoy entre nos­otros, que hoy el Espíritu nos llena de fe, esperan­za y amor. La historia de la salvación acontece hoy, en y en medio de nosotros. Por eso es necesario que año con año nos preparemos a recibir al Señor, vivamos con Él su sacrificio, lo alabemos glorioso y resucitado entre nosotros y nos congreguemos como Iglesia misionera, inspirada por el Espíritu. Así la Iglesia nos enseña constantemente a conocer y vivir con más profundidad cada año, al repetir esta expe­riencia salvadora, los misterios centrales de nuestra fe.

Al vivir el Ciclo Básico nuestra reflexión se centra en la persona del Señor Jesús. Buscamos su volun­tad, abrimos el corazón a sus, enseñanzas, nos esfor­zamos por convertirnos a El. La reflexión y el diálogo, la oración, el esfuerzo por integrarnos y comprometernos, hacen que la vida de Jesús vaya marcando profundamente nuestra vida personal, con­yugal, familiar y comunitaria. El Señor nos brinda

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su Vida divina para que en ella vivamos nuestra pequeña existencia humana.

Las tres Reuniones Generales en cada uno de los tres niveles del Ciclo Básico coinciden con la conmemoración de la Navidad, la Resurrección y la venida del Espíritu Santo a la comunidad cristiana.

Esto ofrece- un campo muy rico de acción a los promotores y sacerdotes asistentes. Al invitar a pare­jas y familias a conmemorar los misterios de la redención les enseñan cómo, en palabras del Conci­lio Vaticano II, la Iglesia abre las riquezas del poder santificador y de los méritos de su Señor, de tal manera que, en cierto modo, se hacen presentes en todo tiempo para que puedan los fíeles ponerse en contacto con ellos y llenarse de la gracia de la salvación (1).

Ahora comprendemos bien la razón de que las reu­niones generales se celebren precisamente en los tiempos litúrgicos correspondientes. Si los equipos de una zona no han acabado de estudiar los temas anteriores a la reunión general antes de la fecha litúrgica a que corresponde ésta, deberán celebrar la reunión general en la fecha litúrgica y después regre­sar a los temas que aparecen antes de ella. No tendría ningún sentido reunirse a celebrar la Navidad cuando esta festividad ya pasó. Aquí la necesidad de adaptar el calendario se manifiesta como una simple conclusión lógica. No se trata de seguir los libros de temarios paso a paso, sin atender al momento litúr­gico que vive la Iglesia, sino de vivir cada reunión general en el tiempo adecuado.

El MFC, al dar esta formación litúrgica, se propone que cada familia se integre más a su comunidad

(1) Constitución sobre la Sagrada Liturgia, No. 102

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parroquial y participe activa y fervorosamente en sus celebraciones litúrgicas. En las reuniones generales aprendemos a ser Iglesia y a integrarnos a nuestra comunidad. La formación del Ciclo Básico no pre­tende substituir a la que recibimos en nuestra parro­quia y en la comunidad diocesana.

IV. TRANSCURSO DEL CICLO BÁSICO

1. Entrada al MFC. Ciclo de Preinscripción

Para todo promotor, la entrada de una nueva pareja al MFC es un momento sumamente importante. ¿Por qué? Sencillamente porque este primer paso'debe ser bien dado, o todos los pasos siguientes estarán hasta cierto punto viciados por errores cometidos en su entrada al Movimiento.

Cada año el MFC en todo el país hace una promo­ción en la comunidad para invitar a nuevos miem­bros. Para esto es necesario que dé a conocer con toda claridad qué es el MFC, qué objetivo tiene, cómo opera y cuáles son sus oportunidades de forma­ción. La pareja que decide entrar ha de estar, además de bien informada, dispuesta a aprovechar esos me­dios y oportunidades. El Movimiento no le exigirá', sino que le ofrecerá su formación; la pareja debe sa­ber que ella misma deberá exigirse el esfuerzo para ir alcanzando progresivamente el objetivo del Ciclo Bási­co. Por el hecho de entrar libre y conscientemente al MFC, este objetivo se convierte en objetivo propio de esa pareja.

Promover, como ya hemos visto antes, significa invi­tar a una superación. El primer paso de la promo­ción del MFC es presentarse ante la comunidad e invitar a quienes quieran pertenecer a él. Esto se hace de formas muy diversas: por invitación personal directa (que tal vez es el medio de promoción más

s¿.

importante), mediante folletos, pláticas, presentaciones de varios tipos, promociones en parroquias, escuelas, etc.

¿Cuándo se da mal este primer paso? Cuando no se presenta al MFC tal como es, con sus características y medios propios; cuando no se hace ver que es un camino de formación qu,e no puede lograrse con un esfuerzo pequeño, a ratos perdidos, con un poquito de lo que nos sobra —tiempo, interés, amor, compro­miso—. Si el MFC no se presenta así, se abarata desde un principio y no podrá quejarse después de que sus miembros no responden a los pasos progresivos que les pide el Ciclo Básico.

En muchas ocasiones, con un mal entendido deseo de lograr nuevos miembros para el Movimiento, se invita a parejas que no manifiestan un deseo de superarse; se les presenta el MFC como un grupo de amigos muy agradables, como unas reuniones que no les pedirán gran cosa y les servirán para resolver algunos problemas. "Anímate, verás que la pasas bien. Sólo tienes que echarle una mirada al tema... Tus coordi­nadores serán muy estudiosos y te darán buenas ideas. Encontrarás amigos muy simpáticos".

Esto es entrar al MFC con él pie izquierdo. Cuando alguien logra que una pareja entre gracias a estos argumentos baratos, les deja a los promotores de equipo y zona una responsabilidad casi imposible de cumplir. Le's pide que arrastren piedras, que promue­van a quienes están muy a gusto tal como son. Les entrega unas personas de mentalidad "instalada" para que emprendan un camino difícil junto a otros que sí desean avanzar. Todos conocemos los resultados de este error en la promoción. La pasividad de unos retrasa el progreso del resto del equipo; su indiferen­cia se puede contagiar; sus quejas pueden encontrar eco en los demás. ("Los temas son muy largos... No nos da tiempo de dialogar... ¿Cuál actitud sugerida?

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Ah, sí... Bueno, no me acordé de ponerla en prácti­ca...")

Al hacer la promoción de nuevos miembros se debe buscar la calidad antes que la cantidad. Por "calidad" no queremos decir personas formadas, puesto que precisamente vienen al Movimiento a formarse. Nos referimos al deseo' de ponerse en camino de forma­ción, de esforzarse, de exigirse un avance.

Cuando en la promoción se busca más cantidad que calidad, el Movimiento acaba defraudando a todos los miembros de sus equipos. Defrauda a quienes sí quie­ren esforzarse, porque los lastra con un peso muerto que los. desanima. Y defrauda también a los que entraron por pasar un buen rato, o por no dejar, pues les hace pensar que un objetivo tan exigente como el del Ciclo Básico puede lograrse sin un es­fuerzo serio.

Cuando los equipos dirigentes del MFC descuidan la capacitación de nuevos promotores, los nuevos equi­pos básicos también entran con el pie izquierdo al Movimiento. Se encuentran con unos coordinadores "al vapor", seguramente con muy buena voluntad pero sin la preparación suficiente para servir a su equipo. En ocasiones la falta de coordinadores hace

.que no se haga promoción de nuevos miembros. Cuando esto sucede el MFC está fallando seriamente a su responsabilidad ante la comunidad.

Así pues, la promoción de nuevos miembros debe hacerse con cuidado, mostrando el verdadero rostro del MFC y preparándose para recibir a todos los que acepten la responsabilidad de entrar al Movimiento. Más vale tener una membresía un poco más reducida, pero consciente y dispuesta, que reclutar muchos miembros que a poco desertarán o, lo que es peor, se quedarán en los equipos disminuyendo la eficacia de la acción del MFC.

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A quien manifiesta interés por entrar al Movimiento se le invita a vivir el Ciclo de Preinscripción. El ins­trumento de este ciclo es el folleto Nuestro Equipo, que ustedes sin , duda conocen. De él se hablará extensamente más adelante.

Al invitar a nuevos miembros el promotor debe cui­dar de no caer en dos actitudes anti-promotoras: el paternaíismo, -que le hace invitar a parejas que no están en actitud de superación, -pensando que el Movimiento actuará en ellos aunque no estén muy interesados en mejorar—, ni de dialogo, ni de estudio, etc.; y el "emefecismo", que le hace abaratar el MFC para tener muchos equipos, muchas zonas, sin refle­xionar que no debe sacrificar la calidad en bien de la cantidad.

2. La experiencia del Ciclo Básico

Una vez que los nuevos miembros han aceptado el objetivo, los medios y los instrumentos del MFC y han vivido a fondo su Ciclo de Preinscripción, libre­mente deciden si formarán parte de él. Al hacerlo pasan a integrarse a un equipo básico de Primer Nivel. Allí comienza a funcionar todo el conjunto de elementos formativos, que han sido descritos anterior­mente o que se detallarán más adelante.

Al ir avanzando en el Ciclo Básico, deben saber que no se trata de pasar año o de obtener un diploma, sino de alcanzar objetivos. El MFC considera que, en términos generales, puede cubrirse un nivel en un lapso equivalente a un año escolar. Pero habrá equi­pos que no puedan avanzar a este paso, sino que necesiten más tiempo. Entonces deben adaptarse —como lo hemos repetido tan to- las líneas generales que el Movimiento propone, y dar a cada reunión el tiempo necesario para que todos en el equipo alcan­cen su objetivo. Esta adaptación de calendarios debe hacerse en el Equipo Zonal, de acuerdo con los

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demás equipos, para que la zona mantenga su organi­zación y programe las reuniones generales y otros eventos en su momento oportuno.

¿Qué pasa cuando una reunión se termina sin haber alcanzado el objetivo? Aquí entra en juego el crite­rio de la pareja promotora. Puede proponer una reu­nión extra, si el problema consiste sólo en falta de tiempo para profundizar debidamente el tema. Si el equipo necesita ayuda externa, puede invitarse a esta reunión extra a una persona que lo oriente y resuel­va sus dudas; generalmente la visita de los coordi­nadores de zona y el padre asistente resulta de gran ayuda. Para no perder la unidad de avance en el calendario de reuniones, esta junta extra tendrá que hacerse antes de la fecha programada para el tema siguiente. Pero, si pasan a otro tema dejando pendiente el objetivo de la reunión anterior, no avanzarán integralmente en su formación y esto, a la larga, les impedirá alcanzar el objetivo total del Ciclo Básico.

Una característica formativa importante en el Ciclo Básico es la rotación. No siempre resulta popular, pri­mero porque los equipos suelen resistirse a ella, y segundo, porque a veces se le presenta en forma nega­tiva, como una exigencia arbitraria del MFC.

El propósito de la rotación es evitar que los equipos básicos se cierren en sí mismos, vean a otros emefe-cianos como extraños, y no desarrollen su capacidad de aceptar a otras personas y dialogar con ellas, igual que lo hacen con sus compañeros de equipo. Cuando un equipo está muy bien integrado "hacia dentro" pero se resiste a aceptar a otras personas y, sobre todo, cuando todos sus miembros se sienten muy contentos en el equipo como en un nido y no se comprometen apostólicamente en su comunidad, será necesario proponerles la rotación como un medio for-mativo que les ayudará a abrirse y a comprometerse.

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Asimismo, la rotación es útil en los casos en que los equipos han sufrido deserciones y están incompletos. Ya conociendo a las parejas que quedan, el equipo zonal podrá agruparlos con mucho más conocimiento de causa, logrando grupos más equilibrados.

En los libros de sugerencias para el equipo zonal de los tres niveles se detallan más ampliamente los crite­rios que deben seguirse para lograr una rotación verdaderamente formativa.

Otros aspectos del trabajo en equipos y zonas duran­te el Ciclo Básico se tratarán más adelante.

Término del Ciclo Básico: opciones de salida

Ya hemos* visto que el Movimiento tiene una respon­sabilidad hacia la comunidad, y que una forma muy importante de cumplirla es formar familias cuyos miembros se comprometan en la solución de diversos problemas en los ambientes donde viven. Por tanto, el MFC no-conserva indefinidamente a sus miembros en equipos de formación. En ellos, como su nombre lo indica, reciben sólo la formación básica, que les da elementos para hacer por ellos mismos muchas cosas aprendidas en el MFC. Por tanto, el Movimien­to no conserva indefinidamente a sus miembros en los equipos básicos. Al terminar el Tercer Nivel cada pareja decide si quiere quedarse en el MFC como promotor o, dirigente, o si quiere trabajar fuera del MFC.

El Movimiento sabe que el cristianismo se vive en comunidad, y que para quienes no cuentan con un grupo 4e hermanos que compartan su misma fe y su compromiso apostólico es muy difícil continuar en una actitud exigente de maduración cristiana. Por eso propone a quienes terminan el Ciclo Básico que for­men pequeñas comunidades cristianas surgidas del MFC, en las que puedan continuar su vivencia de

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vida cristiana comunitaria.

Estas pequeñas comunidades se integran a la gran comunidad humana y a la Iglesia parroquial y dioce­sana, y allí buscan formación más profunda en lo familiar, lo religioso, lo social, político, económico, etc. El resultado de • esta formación siempre debe ser el compromiso apostólico, que cada uno tomará como resultado de su análisis de las realidades de su comunidad.

Opciones concretas:

Quienes terminan el Tercer Nivel pueden encontrarse en una de estas circunstancias:

a) Sentir vocación por el trabajo apostólico con fami­lias, como el que realiza el MFC. Son quienes renovarán sus cuadros de dirigentes y promotores. Tal vez ya estén coordinando su propio equipo, u otro de nivel inferior, o colaborando en otro aspecto de la formación interna del Movimiento Evidentemente ellos no saldrán del MFC, sino que se integrarán a su estructura como dirigentes o promotores.

Pueden limitarse a formar parte de un equipo de trabajo. Pueden, también, integrarse con otras per­sonas, fuera de la estructura del MFC, para for­mar una pequeña comunidad. En este caso deberán atender a ambos grupos, lo que presentará dificultades.

b) Sentir inclinación apostólica por alguno de los apostolados diversos que el MFC realiza institucio-nalmente -aparte de la operación del Ciclo Bási­co— como pláticas o círculos prematrimoniales, encuentros conyugales, orientación vocacional, etc. Ellos también quedarán en la estructura del MFC, integrados a los equipos de apostolados diversos.

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Igual que en el caso anterior, pueden pertenecer a su equipo de trabajo y participar también en una pequeña comunidad surgida del MFC.

Estas dos opciones encierran la renovación del MFC, los promotores y dirigentes del futuro. Los equipos zonales y diocesanos deben haberlos descubierto a tiempo, motivado y capacitado, de forma que al ter­minar su formación se integren de manera natural al trabajo apostólico dentro del Movimiento.

c) Encontrar su vocación apostólica en campos diver­sos, ajenos al objetivo del MFC. Su apostolado puede ser organizado o individual; pueden realizar­lo conyugalmente o por separado. Aceptarán con gusto la idea de integrarse en pequeñas comunida­des surgidas del MFC y, una vez integrados en ella, comenzarán —o continuarán— sirviendo a la comunidad en el campo apostólico a que Dios los ha llamado.

Seguramente formarán comunidad con personas que realizarán apostolados diferentes. Esto es, no se unirán en el "hacer", que puede ser muy diver­so, sino en el "ser" que todos compartirán.

d) Habrá quienes al terminar el Ciclo Básico no deseen o no puedan comprometerse en apostolados específicos, ni formar parte de una pequeña comu­nidad. Estas personas saldrán del MFC, y ya.

e) Por último, deben considerarse los ex-miembros del Movimiento, salidos en años anteriores, que al enterarse de esta nueva oportunidad deseen recibir el servicio del Movimiento para formar pequeñas comunidades.

A estas pequeñas comunidades el Movimiento les ofrece, desde el Tercer Nivel, una serie de orienta­ciones para integrarse. Una vez salidos del Ciclo Bási-

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co, pone a su disposición una serie de temas de estu­dio, integración y profundización, para que logren la unidad de su pequeña comunidad, encuentren sus objetivos y profundicen en su compromiso apostólico, apoyándose mutuamente para cumpirlo.

Para una mejor comprensión de la trayectoria de una pareja a través de la formación del Movimiento, se presenta en seguida un esquema que detalla todos sus pasos.

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¿Qué responsabilidad tiene el promotor del Ciclo Básico respecto a las opciones de salida?

La salida del MFC no debe ser una sorpresa desagrada­ble ni un "caer en el vacío" fuera del Movimiento. Pero con frecuencia lo es, debido a fallas de los promotores. Veamos por qué.

El Ciclo Básico nos va preparando poco a poco, desde las primeras reuniones, para que seamos capaces de se­guir viviendo fuera del MFC, y por nuestra propia ini­ciativa, la experiencia comunitaria cristiana que encontramos en nuestro equipo. Además, nos va dando noticia de las opciones de salida. Pero muchos promoto­res no dan la debida atención a esta preparación gra­dual, y al terminar el Tercer Nivel presentan de golpe y porrazo a su equipo el hecho consumado de que, si no se quedan trabajando en algún apostolado institucional, deberán abandonar el Movimiento. Esto ha causado mu­chos resentimientos e incomprensiones.

¿Cuál es la solución? Trabajar desde el Primer Nivel para que esta salida sea comprendida, aceptada y aprove­chada como oportunidad de integrarse apostólicamente a la comunidad. Muchos de los temas tratados a lo largo de los tres niveles se prestan especialmente para ir pre­parando la salida del Ciclo Básico.

Veamos aquí una vez más que el patemalismo de los promotores suele desviar la formación. Al sobreproteger a su equipo lo aislan de la realidad, lo infantilizan. El "emefecismo", o sea el deseo de conservar en el MFC a todos, también contribuye a esta situación.

Superando estas actitudes, el promotor debe preparar des­de la primera reunión a los miembros de su equipo para que consideren que la permanencia en el Ciclo Básico y aun en el Movimiento estará determinada por su aprove­chamiento y trabajo. Ingresamos y "estamos" en el MFC tanto tiempo cuanto podamos aprender, aprovechar y

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servir.

En los casos en que una pareja coordina otro equipo al mismo tiempo que cursa su Ciclo Básico, debe cuidarse que no lo haga a costa de su propia formación. Si, por ejemplo, está en un equipo básico de Segundo Nivel y coordina otro de Primer Nivel, podría dedicar casi todo su esfuerzo a su labor de promotor, lo que interrumpi­ría su formación. El MFC no puede abusar así de la generosidad de sus miembros. Los coordinadores de zona deben cuidar de que el apostolado no dañe la formación de estas parejas.

Igual que un estudiante que ingresa a la universidad per­manece en ella hasta aprender todo lo que ésta le pue­de enseñar y luego sale a poner en práctica lo aprendido, así un miembro del MFC estará en la estruc­tura mientras esté cursando su Ciclo Básico y, posterior­mente, mientras sirva a los demás como promotor o dirigente. Cuando su vocación apostólica lo lleve a otro campo ajeno al objetivo del MFC, seguirá perteneciendo al espíritu emefeciano, pero no a su estructura.

Las pequeñas comunidades surgidas del MFC están en este caso: están unidas al objetivo y a la mística del Movimiento; son parte de él porque durante años lo han edificado ellas mismas, como "piedras vivas". Pero ya no tendrán promotores, sino que ellas mismas determinarán cómo seguirse formando, con la ayuda inicial del Movi­miento.

V. ESTRUCTURA PARA LA FORMACIÓN EN EL CICLO BÁSICO

1. Razón de ser de la Zona y el Equipo Zonal

El MFC, desde su fundación, se estructuró en grupos cada vez más amplios de iglesia. El equipo básico, pe­queña comunidad entrañable, es su núcleo fundamen­tal. Pero es en sí limitado. Tiene una riqueza

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inmensa, pero consta sólo de unos cuantos matrimo­nios. Le faltan muchas otras dimensiones de comuni­dad, de Iglesia. El equipo por sí mismo corre el peligro de encerrarse en la amistad de sus miembros y olvidarse de que es parte de una comunidad y una Iglesia, muy amplias ambas.

Un equipo básico puede creer que ya discutió todos los aspectos de un tema, y al llegar a la Reunión General descubre que otros equipos lo enfocaron des­de otros ángulos, descubrieron otros horizontes, plan­tearon problemas distintos y encontraron soluciones muy interesantes. Cuando este equipo básico vive una experiencia así, descubre por sí mismo y sin necesi­dad de que se lo expliquen la razón de que en el MFC existan las zonas.

Ya hemos dicho que lo más importante para que el Movimiento dé un buen servicio no son los temarios ni otros instrumentos, sino las personas, los promoto­res. Específicamente, lo más importante para que el MFC sea eficaz es el equipo zonal.

Una zona es el conjunto de equipos que cursan un mismo nivel. Esto es, es el grupo de hermanos que van juntos a la misma altura del camino hacia su objetivo. Y cada zona tiene un motor imprescindible y precioso que es responsable de que a cada persona, pareja, familia y equipo le llegue adecuadamente toda la formación del Ciclo Básico, tal como la necesita, adecuada a sus circunstancias.

Este motor que es la parte más vital de Movimiento es el equipo zonal. Está formado por los promoto­res-coordinadores de equipos básicos, por el matrimo-n i o f i n a n c i e r o d e z o n a , l a p a r e j a promotora-coordinadora de zona y el sacerdote asis­tente. Agrupa a todos aquellos que de una u otra forma están comprometidos con los equipos básicos en su tarea de formación.

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El cemento que une al Equipo Zonal es el amor y el espíritu de servicio a sus hermanos en los equipos básicos. Recordemos que la formación del Movimiento no está contenida fundamentalmente en instrumentos sino en personas comprometidas; personas a quienes sus hermanos les parecen tan importantes y tan dig­nos de amor y atención que ponen toda su ilusión en entregarles lo mejor ile su vida. Y lo mejor jue puede entrega? el Equipo Zonal es su testimonio de amor fraternal, de integración familiar, de volui.tad de crecer, de esfuerzo por convertirse al Señor de modo que la vida de Jesús se transparente en eUos.

El equipo zonal es una unidad de servicio. Todc lo que hace está encaminado a lograr que la formación del Ciclo Básico dé frutos abundantes en todos los miembros de la zona. También es una unidad de organización y estructura, pero esto es secundario y siempre estará en función del servicio formativo a las personas y equipos.

Un promotor de equipo básico no podría por sí mis­mo dar el servicio eficaz que se espera de él si no fuera al mismo tiempo miembro del Equipo Zonal. Allí encuentra elementos importantísimos para su la­bor. Las reuniones de preparación y revisión hacen posible que el promotor adapte la formación del MFC a las necesidades de su equipo. El Equipo Zonal le ofrece ayuda cuando su equipo no ha alcan­zado el objetivo de alguna reunión. Los financieros de zona le dan elementos valiosísimos para promover los valores de justicia y solidaridad. La asistencia Sacerdotal llega al equipo básico a través del contac­to del promotor con el sacerdote, en el equipo zonal.

Ya hemos dicho antes que el equipo zonal tiene una función dirigente. Podemos preguntarnos ¿hacia qué se dirigen las actividades de la zona? y ¿quién man­da en ella?

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Lo que manda en una zona es el servicio a las personas en los equipos básicos; sus necesidades de formación son la autoridad que los promotores deben obedecer. Y para obedecerlas deben primero conocer­las y comprenderlas. "Dirigir" en el Equipo Zonal es orar, reflexionar, dialogar, preparar, adaptar, revisar, para que los instrumentos del MFC -los mismos en todo el país— lleguen a ser instrumentos personalizan­tes, dirigidos especialmente a las necesidades y aspira­ciones de cada persona en cada equipo básico.

El Equipo Zonal, en sus reuniones de preparación y revisión, vive cada tema, busca alcanzar cada objetivo. Es una comunidad de formación, donde los promotores reciben lo que van a dar en los equipos básicos. Así, un equipo zonal es "fermento del fermento".

Cuando, dentro de una zona, los miembros del equi­po zonal son los únicos que trabajan apostólicamente y los equipos básicos se limitan a recibir, sin buscar y poner en práctica su vocación apostólica, la forma­ción no les está llegando bien. Se les está aislando de la realidad. El Equipo Zonal debe ser el motor que impulse el apostolado de todos los miembros de la zona. Se trata de aprender sirviendo y servir aprendiendo. Esta es la formación en la acción, carac­terística fundamental del Ciclo Básico.

Uno de los errores que puede dañar la eficacia del Equipo Zonal es que éste se entienda a sí mismo como una unidad de administración, no de forma­ción. Cuando las reuniones del equipo zonal se dedi­can a planear eventos, hacer listas, ordenar elementos, no le queda tiempo para formarse él mismo y por tanto no puede convertir a sus miembros en fermen­to del fermento. Es importante que todo esté funcio­nando sin tropiezos, pero si el orden y la administra­ción le quitan el tiempo que debe dedicar a crecer y vivir valores, estará fallando a su misión principal, y el objetivo del Ciclo Básico no se cumplirá en los

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equipos, no importa cuánto trabaje el equipo zonal. Se trata de trabajar para ser más, no para hacer más.

Los promotores de equipo corren el peligro de hacer comunidad con su equipo básico y acudir al equipo zonal sólo para cumplir un requisito o para recibir el material que necesitan. Hay que evitar que esto ocu­rra. El equipo zonal es la fuente de la que brota el agua que beberá toda la zona. Sin un equipo zonal que funcione bien no se puede tener verdadera asis­tencia sacerdotal, pues el sacerdote no puede ni debe estar en todas las reuniones de los equipos básicos. Su presencia y su acción sacerdotal les llegan a través de los promotores de equipo.

2. El matrimonio promotor-coordinador de zona

Su labor es principalmente formativa y de animación. Es responsable de que la formación llegue correcta e integralmente a los equipos, y para esto trabaja con el sacerdote asistente y el financiero de zona, actuan­do después los tres, en las reuniones de equipo zonal, en servicio de los promotores de equipo.

Tiene también una labor administrativa que cumplir: asegurarse de que la zona cuenta oportunamente con todo el material que necesita para operar; que los avisos se den a su debido tiempo; que las opiniones de los equipos básicos se recojan en el equipo zonal y, cuando sea pertinente, se hagan del conocimiento del Equipo Coordinador Diocesano o de sus comisiones.

Es importante que el promotor de zona visite los equipos básicos, conozca de primera mano sus comen­tarios y necesidades y en estas visitas apoye la labor del promotor de equipo. Para programar estas visitas (así como las del matrimonio financiero de zona y el sacerdote asistente) cuenta con un calendario en el libro de sugerencias y material auxiliar de los tema­rios.

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La comunicación entre el promotor-coordinador de zona y el Equipo Diocesano es muy importante, ya que los equipos de gobierno sólo pueden enterarse de la marcha del MFC a través de ellos.

El matrimonio promotor de zona debe poner un especial cuidado en- contribuir a la formación de los integrantes de su equipo zonal. Para ello debe traba­jar muy estrechamente con el sacerdote asistente de zona, elaborando un plan que cubra las principales necesidades de formación del equipo zonal.

3. El matrimonio financiero de zona (1)

La principal labor de este matrimonio es de forma­ción: es el principal animador y orientador que enfo­cará el estudio, la reflexión y las actividades de los equipos —y de la zona en su conjunto— hacia la vivencia progresiva de los valores de justicia y solida­ridad. En todos los temas de estudio hay un aspecto en el que se analiza cómo usar cristianamente nues­tros bienes temporales. Esta es el área de formación que el financiero de zona debe subrayar, ilustrar con ejemplos, etc.

En sus visitas a los equipos básicos debe llevar un mensaje que promueva la vivencia de estos valores.

(1) En algunas diócesis el matrimonio promotor-coordina­dor de zona realiza las funciones del financiero de zona, por lo que en el equipo zonal no cuenta con una pareja financiera. Si el coordinador de zona puede efectivamente llevar a cabo esta labor forma-tiva y administrativa, no habrá problema en eliminar al financiero de zona de la estructura. Pero si la falta de financieros de zona ocasiona que se descui­de la formación en el buen uso de los bienes temporales, será importante que el equipo zonal cuente con financieros de zona.

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Además, y siempre como resultado de la formación, el financiero de zona recauda las aportaciones econó­micas de los miembros de los equipos básicos. Debe aclarar siempre que estas aportaciones han de ser li­bres y anónimas. Es importante que organice la recaudación de forma que las aportaciones lleguen siempre a tiempo. Posteriormente, tanto en sus visitas a los equipos como en Jas reuniones generales, debe informar respecto al uso que se da al dinero aporta­do por los miembros del MFC. Para esto deberá coordinarse con su Equipo Diocesano, y especialmente con los responsables de finanzas a nivel diocesano.

El Equipo Coordinador Nacional y los Equipos Coor­dinadores Diocesanos envían periódicamente a las zonas mensajes formativos sobre el buen uso de los bienes temporales. Los financieros de zona deben dar difusión a estos mensajes, sugerir ideas para que las parejas los comenten con sus hijos, etc.

El matrimonio financiero de zona debe ser el primer convencido de que en el MFC las aportaciones econó­micas no significan un pago de la formación recibida, pues esta se ofrece gratuitamente, sino que son mani­festación de solidaridad en la difusión del mensaje familiar y una forma concreta de cubrir los gastos en que incurre el MFC para dar atención adecuada a cada uno de sus miembros. Los informes periódicos de cómo se ha gastado el dinero aportado por las parejas son una forma muy útil de hacer resaltar el carácter gratuito de la formación y, al mismo tiempo, la importancia de contribuir para que el vehículo de esa formación (por ejemplo, papel, gastos de impre­sión y envío, viajes para atender a las diócesis, etc.) pueda ser pagado por el MFC. Asimismo es importan­te subrayar la necesidad de que el Movimiento lleve un mensaje a todas las familias de la comunidad. Esto ocasiona gastos que el MFC cubre gracias a la generosidad de sus miembros.

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4. La asistencia sacerdotal en la zona

El sacerdote asistente pertenece al equipo zonal. Se compromete con ellos en su labor formativa, en un dar y recibir fraternal en el que se aprovechan los carismas ministeriales del sacerdote asistente y los carismas laicales de las parejas promotoras.

El sacerdote asistente debe ser un profundo conven­cido de la bondad del objetivo del Movimiento y del Ciclo Básico. Debe conocerlos, buscar maneras de aprovecharlos al máximo como instrumentos evangeli-zadores y educadores en la fe. Para esto es indispen­sable que asista y tome parte activa en las reuniones del equipo zonal, que visite los equipos básicos y que contribuya con su mayor empeño al éxito y logro de objetivos de las reuniones generales.

En las reuniones de preparación, revisión y generales es donde el sacerdote asistente mejor realiza su mi­sión pastoral, que forma y santifica personas, ayuda a la madurez de los matrimonios y favorece la forma­ción de comunidades vivas.

En las reuniones del Equipo Zonal (preparación y revisión) el sacerdote asistente, junto con el matrimo­nio promotor-coordinador de zona, debe mantener vivo el interés de la reunión. Que sus intervenciones oportunas y breves estimulen el diálogo de los promotores de equipo.

Guárdese de hacer largas exposiciones, de acaparar todas las respuestas, etc., es decir, de todo aquello que deje a los promotores en un papel pasivo o meramente receptivo. El enriquecimiento mutuo se obtendrá de la experiencia, reflexión e intercambio entre todos los participantes.

En resumen, el sacerdote asistente debe ser un maes­tro de la fe y la caridad, que vierta en el equipo zonal sus conocimientos, experiencia y entusiasmo, de tal suerte que, manejando estos instrumentos, genere vida y acción.

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Es claro que el sacerdote asistente puede caer en la cuenta de que los promotores no van a poder trans­mitir suficientemente a sus equipos básicos todo lo recibido en la junta de preparación. Pero en la medi­da en que el sacerdote ponga su empeño en formar personas cristianas, los promotores desempeñarán mejor su propio papel.

No debe olvidar el padre asistente que no es posible ni conveniente que él esté presente en todas las reu­niones de los equipos básicos. Pero su mensaje, su espíritu, su dedicación sacerdotal, siempre deberán estar presentes a través de los promotores de equipo. Y esto significa que deberá dedicarles una atención muy especial. Con ellos, y en el equipo zonal, sí tiene una labor directa y constante, que realizará con mucha más eficacia si establece con ellos una relación cordial, amistosa y fraternal, interesándose por ellos y sus familias, frecuentando sus hogares, etc.

Sin duda el sacerdote asistente advertirá en los miem­bros del equipo zonal aspectos en cierto modo defi­cientes en cuanto a formación. Esto será para él una invitación a:

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—dedicarles una atención más personal

—aplicarse de manera más directa a contribuir a su formación

—orientarlos como padre, sacerdote, amigo y herma­no, en todo aquello que pueda reflejar actitudes inmaduras o poco cristianas.

Las fallas de los promotores son la mejor oportuni­dad para que el padre asistente se dedique a ellos en forma personal, ya que trata con un grupo de herma­nos que están profundamente dispuestos y agradecidos de recibir esa formación más personal y directa.

Pero el sacerdote asistente no sólo acude al equipo zonal a dar, por más que su aportación sea indispen­sable y riquísima. Él es también un cristiano que busca la plenitud de la verdad, que necesita apoyo y estímulo, que con la misma ilusión que ofrece su acción ministerial a sus hermanos en la zona espera de recibir de ellos un testimonio evangelizador. El compromiso profundo de los seglares con el sacerdote asistente en el equipo zonal es ser una comunidad de creyentes, comunidad de esperanza vivida y comunica­da, comunidad de amor fraterno que tiene necesidad de escuchar sin cesar lo que debe creer, las razones para esperar, el mandamiento nuevo del amor (1). En este espíritu, tanto el sacerdote asistente como los promotores del equipo zonal evangelizan y son evan­gelizados.

La actitud fraternal y abierta del sacerdote asistente ha de invitar a sus hermanos laicos a ofrecerle la riqueza de su testimonio, su inspiración cristiana, su apoyo y comprensión.

(1) Exhortación Apostólica Para Anunciar él Evangelio Evangelii Nuntiandi), de S.S. Paulo VI. Núm. 15.

(1) Exhortación Apostólica Para Anunciar el Evangelio Evangelii Nuntiandi), de S.S. Paulo VI. Núm. 15.

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5. La reunión de preparación

A la reunión de preparación acuden todos los miem­bros del equipo zonal habiendo estudiado, reflexiona­do y dialogado sobre el tema. No llegan a prepararlo para ellos mismos, sino para su equipo. Y en esa reunión deben vivirlo, enriqueciéndose con las viven­cias e ideas de los demás.

En esta reunión se pone en común la riqueza de reflexión de todos, se aclaran dudas, se adaptan los temas a las necesidades de los equipos y se proponen elementos que no aparecen en el material de forma­ción, cuando se ve la necesidad de complementar el tema con algunos elementos de apoyo, que no vienen a sustituir los temarios y otros elementos formativos sino a darles mayor claridad y fuerza.

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Page 42: Movimiento Familiar Cristiano - Ser y Mistica Del Promotor

El sacerdote asistente y los coordinadores y finan­cieros de zona tienen un papel importantísimo en la reunión de preparación, ya que cada uno, según su carisma y su función dentro del equipo, colaborará para:

—ayudar a que los • objetivos de la reunión siguiente se entiendan claramente y se acepten con entusiasmo

—profundizar en su contenido, haciendo ver nuevos aspectos o enriqueciéndolos con nuevas ideas

—aclarar dudas

—sugerir lecturas que guíen para una comprensión más honda de los temas

—hacer ver aplicaciones prácticas

—entusiasmar para la acción apostólica

—formar en la oración y en el espíritu de amistad sincera

—como punto básico de su actuación, profundizar en lo que Dios nos revela en los textos bíblicos que sugiere el tema y proponer otros textos según se considere necesario

—determinar las adaptaciones que los equipos necesita­rán para que sus reuniones alcancen su objetivo. No debemos olvidar que el material formativo del MFC está elaborado según la realidad nacional, pero no puede tener en cuenta las peculiaridades y caracte­rísticas diversas de cada zona. Por eso el equipo zonal, bajo la dirección de los promotores y finan­cieros de zona y el sacerdote asistente deberá deter­minar qué adaptaciones deben hacerse al tema. (Por ejemplo: preguntas que no se aplican a la realidad concreta de los equipos, otras preguntas que hará

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falta añadir, ejemplos prácticos tomados de la vida de la comunidad cercana, problemas que afectan especialmente a los miembros de la zona, etc.).

¿Cómo adaptar para otros lo que no se conoce, lo que no se ha experimentado en la propia vida? Lle­gar a la reunión de preparación sin conocer y haber vivido el tema en familia anula toda posibilidad de servir eficazmente a los equipos básicos.

En el libro de sugerencias y material auxiliar de cada nivel aparecen unas recomendaciones para que el equipo zonal realice su reunión de preparación. De­ben seguirse sólo en la medida en que sirvan para ese equipo zonal en concreto y añadir lo que haga falta para que la reunión de preparación cumpla su objetivo.

Como resultado de esta preparación, el equipo zonal llega a una Actitud Sugerida, que expresa el compro­miso de cada uno de crecer apoyado en el cariño y el testimonio de los demás miembros del equipo zonal.

6. La reunión de revisión

No asistir a la reunión de revisión —o dejar la revi­sión para unos pocos momentos apresurados después de haber preparado el siguiente tema— es ignorar la vida y el avance de la zona. Es quedarse sin conocer su realidad. Si no se revisa no se pueden apreciar los avances ni las dificultades y tampoco se pueden pla­near las soluciones a los problemas que se vayan presentando. Cuando el sacerdote asistente no acude a las reuniones de revisión, lo que sucede es que improvisa en las reuniones generales y, por tanto, su acción formativa se ve grandemente empobrecida. Lo mismo podemos decir de los promotores que no asis­ten a la reunión de revisión o no llevan a ella todos los elementos necesarios para juzgar el avance de su equipo.

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Veamos un ejemplo de lo que puede presentarse en la reunión de revisión:

—no se entienden claramente los textos de la biblio­grafía, tomados de las enseñanzas de la Iglesia

—las parejas tuvieron dificultad para dialogar con sus hijos respecto al tema

—hay interés por conocer los apostolados del MFC

—un equipo no ha comprendido el sentido formativo de la aportación económica al MFC

—falta en las reuniones amistad y apertura,

A partir de esta realidad, que se conoce porque se revisa, los promotores y el padre asistente planean las diversas intervenciones que tendrán en la reunión general. El Asistente, además de orientar a la zona sobre los aspectos del Ciclo Básico que cursan en ese momento, deberá dedicar tiempo a explicar las ense­ñanzas de la Iglesia contenidas en la bibliografía, poniéndolas en términos sencillos; profundizar en la riqueza de la amistad y el diálogo, motivando a los equipos para que vivan estos valores; y ofreciendo su testimonio de amistad y fraternidad con los miembros del equipo zonal.

Al matrimonio promotor-coordinador de zona corres­ponderá orientar a los equipos sobre formas concretas de realizar sus reuniones familiares, provocando un intercambio de ideas y experiencias entre los equipos. Asimismo, presentará un panorama de los apostolados institucionales del MFC.

El matrimonio promotor-financiero de zona explicará el sentido formativo de la aportación económica al MFC, resaltará los valores de justicia y solidaridad, y en términos generales presentará un amplio horizonte

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para la administración cristiana de los bienes materia­les.

De esta manera, el sacerdote asistente y los promoto­res y financieros de zona realizarán la labor que les corresponde específicamente dentro del equipo zonal.

Como una nota práctica* mencionaremos que muchos equipos zonales se organizan de modo que se prepare el siguiente tema y se revisen los resultados de la reunión anterior en una sola junta. Si el equipo es capaz de realizar a conciencia ambas cosas, esta será una solución muy adecuada. Pero si encuentra que le falta tiempo será mejor que programe una reunión de preparación y otra de revisión, pues de otra forma fallará a su delicada responsabilidad con los equipos básicos.

7. La Teunión general

Cada nivel del Ciclo Básico tiene tres reuniones gene­rales que, como ya vimos antes, deben coincidir con los tiempos litúrgicos de Adviento, Pascua y Pentecos­tés.

Los objetivos de una reunión general son todos comunitarios. Los principales son:

—que los equipos se conozcan entre sí y convivan; que comenten las conclusiones a que llegaron en el ciclo de reuniones que acaban de vivir

—aclarar dudas de interés general (las de interés para un solo equipo se aclararán en una visita del sacer­dote o tos promotores de zona a ese equipo)

—que los equipos tengan una vivencia comunitaria de preparación para el tiempo litúrgico a que corres­ponde esa reunión general

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—hacer participar a todos. En una reunión general no hay elementos pasivos; la reunión la hacen y la aprovechan todos

—aprovechar especialmente la ocasión de que el sacer­dote asistente y los coordinadores y financieros de zona complementen, mediante intervenciones previa­mente acordadas, la formación de los equipos bási­cos

—ir dando información sobre los apostolados del MFC, así como de otros servicios que necesita la comunidad y a los que pueden contribuir los miem­bros de la zona

—dar informaciones y avisos de interés general.

Las reuniones generales fallan cuando no están pro­fundamente relacionadas con la vida de los equipos básicos.

En la medida en que los matrimonios sientan que sus inquietudes se toman en cuenta y se les ayuda a resolver sus problemas; que sus intereses vitales se comentan y se orientan; que se mencionan sus conclusiones y progresos; que se estimula su participa­ción activa en la reunión general, tal vez mediante intervenciones cortas, en esa medida asistirán con entusiasmo a las reuniones generales, que son la mejor oportunidad de que el sacerdote asistente:

—se relacione personalmente con los miembros de los equipos

—oriente, estimule y enseñe a todos los matrimonios de la zona

—dé un testimonio de colaboración entre sacerdotes y laicos

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—les ayude a integrar en su vida cristiana los grandes acontecimientos de salvación contenidos en el Ciclo Litúrgico: Adviento y Navidad; Cuaresma, Semana Santa y Pascua; y Pentecostés.

—se enriquezca con lo que sus hermanos laicos le ofrecen: cariño y amistad, testimonio de vida cristia­na, esfuerzo por superarse, espíritu de iglesia.

Las reuniones generales son la oportunidad de que los matrimonios de la zona se conozcan, se traten y comuniquen, vayan conociendo a sus dirigentes dioce­sanos o nacionales, se informen de la actividad nacio­nal del' MFC, y puedan planear alguna acción apostólica conjunta de la zona.

De manera .especialísima, en las reuniones generales los equipos básicos tienen oportunidad de recibir la acción sacerdotal del padre asistente.

Los temarios de los tres niveles, así como las suge­rencias y material auxiliar para el equipo zonal (libro 2) presentan una serie de ideas para vivir los tiempos litúrgicos y para la celebración de las reuniones gene­rales. Evidentemente el sacerdote asistente tiene toda la libertad para servirse de estas sugerencias en la medida en que contribuyan a la formación y al creci­miento cristiano de las parejas de su zona. Es impor­tante que al planear adaptaciones a estas sugerencias lo haga en diálogo con el equipo zonal, especialmente con los coordinadores de zona.

Aunque la celebración eucarística es la forma más rica y completa de reunirse como comunidad cristia­na, la reunión general tiene también otros objetivos importantes que cumplir. Si se celebra la Eucaristía, el equipo zonal debe asegurarse de que se dedique un tiempo adecuado al logro de los otros objetivos de la reunión.

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8. Medios e instrumentos de formación

Para alcanzar el objetivo del Ciclo Básico de Forma* ción, el MFC se sirve de una serie de oportunidades, medios e instrumentos que permiten a parejas y fami­lias ir madurando y alcanzando progresiva y sistemáti­camente esta formación.

No se trata de elementos aislados, sin conexión entre sí. La formación del Ciclo Básico es integral, palabra que viene del verbo latino integrare, que significa componer un todo sirviéndose de diversas partes. Si no están presentes todas esas partes diversas no se logrará un resultado completo, acabado y armónico.

Veamos en forma gráfica los principales medios, ins­trumentos y oportunidades de formación contenidos en el Ciclo Básico:

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ESTUDIO Y REFLEXIÓN PER­SONAL de nuestra realidad a propósito de cada Tema. Es el primer paso que desencadena la dinámica de crecimiento. Si cada uno de nosotros en lo personal estudiamos y analizamos el tema, si lo* vemos a la luz de la Pala­bra de Dios y oramos para que nos haga comprender su voluntad respecto a esas realidades; si acu­dimos a las enseñanzas de la Iglesia para ir formando nuestra conciencia, el segundo paso...

ESTUDIO Y DIÁLOGO CONYU­GAL, será un enriquecimiento mutuo en el que marido y mu­jer se conocerán y comprenderán mejor y podrán complementarse con las cualidades y puntos de vista peculiares de cada uno. Si este diálogo conyugal no ha sido precedido por la reflexión perso­nal, puede ocurrir que sólo uno sea el que aporte mientras el otro recibe pasivamente, y no habrá diálogo ni complementa-ción, sino monólogo e imposi­ción de ideas. En este paso la p a r e j a examina su vocación común, las responsabilidades que comparten y las formas concretas de ayudarse a madurar y ser felices.

ESTUDIO Y DIÁLOGO FAMI­LIAR, indispensable para la inte­gración progresiva de la familia, pues los padres no se limitan a

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dirigir y ordenar sino a buscar la participación. Ambos, con su riqueza personal y conyuga!, ponen al servicio de sus hijos su experiencia, que a su vez se enriquece con las ideas y realida­des valiosísimas que aportan los hijos. En esta reflexión y este diálogo se pueden corregir y afianzar nuestras escalas de valo­res familiares. Los hijos se senti­rán tomados en cuenta y comprenderán que el MFC no les "roba" a sus padres, sino que hace a los hijos participar del MFC para que toda la fami­lia trabaje por su propia integra­ción y la de otras familias. La vida familiar consciente promo­vida por este diálogo llega a ser fructífera, floreciendo en vocacio­nes a la vida de familia y a la vida consagrada.

ENCUESTA EN LA COMUNI­DAD. Nuestra familia no es una isla; forma parte de una comuni­dad. Lo que sucede a nuestro alrededor nos afecta para bien o para mal, y muchas veces es e! resultado de nuestras propias acciones y omisiones. Para for­marse integralmente cada familia necesita interesarse en conocer lo que opinan otras personas y lo que sucede en su comunidad, y responsabilizarse por contribuir a su bienestar, no sólo para su propio beneficio sino para contri­buir al desarrollo comunitario.

¿Cómo puede una familia am­pliar su visión de la realidad, si desconoce la opinión de otras personas? ¿Y cómo puede pre­tender servir a sus prójimos si desconoce sus necesidades?

VIDA DE EQUIPO. Esta es una oportunidad riquísima que da al MFC su fisonomía única. En el Movimiento todo se hace en equipos y los resultados son mé­rito de todos. La vida de equipo es mucho más que la sola reu­nión de equipo: es el compromi­so de compartir la vida, lo mejor que cada uno es y tiene, apoyando a sus hermanos y complementándose con ellos para poder vivir los valores que todos aprecian y desean. Se crea una relación de amistad profunda y sincera. La riqueza del equipo es que todos son distintos, pero están convencidos de su igual dignidad y esto los lleva a abrir­se, respetarse y admirarse. Así alcanzan la verdadera unidad, que se nutre de la diversidad.

HOSPITALIDAD. niones de equipo las casas de las oportunidad de hogar y nuestro sencillez y buena MFC aprendemos hospitalidad como bemos que nadie tra casa a ver

Todas las reu-se . realizan en parejas. Es la abrir nuestro corazón con

voluntad. En el tanto a dar

a recibirla. Sa-vendrá a nues-qué tenemos;

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vendrán a convivir con nosotros porque nos quieren tal como somos. Esta hospitalidad, tal como se practica en el Movi­miento, nos enseña a dar más valor a las personas que a las cosas y a ella se debe en gran

'parte la amistad profunda y du­radera que se crea entre los compañeros de equipo. Al vivirla no sólo se abre la casa, o se entra a la del compañero; uno mismo se abre a los demás para escucharlos y aceptarlos, para comunicarles la propia riqueza y recibir la suya, y así ayudarse mutuamente.

VIDA DE ORACIÓN. Aquí tam­poco hablamos solamente de momentos de oración, sino de toda una vida abierta al diálogo amoroso con Dios, que nos va revelando su plan de salvación para nosotros, nuestra familia y la comunidad. La formación del MFC nos ayuda a comprender que Dios no es "algo" lejano sino "alguien", el Tú inmediato a nosotros, y aprendemos a en­contrarlo en el cónyuge, los hijos y el prójimo. La oración vivida en un clima de sencillez, confianza, apertura, amor y per­severancia, es una conversación que dura toda la vida. En ella tenemos la oportunidad de ir más allá de un cambio superfi­cial, pues sólo el Señor puede renovarnos de una manera pro­

funda;, sólo Él puede convertir­nos.

USO CRISTIANO DE LOS BIE­NES MATERIALES. El MFC nos da una formación constante en este aspecto y su intención pri­mera no es la, recaudación de dinero sino nuestro crecimiento humano-cristiano: la recaudación debe ser siempre el resultado de nuestra formación.

En el mundo materialista en que vivimos con frecuencia nos preo­cupamos mucho por los bienes materiales y los convertimos en el fin principal de nuestra vida, en lugar de emplearlos como me­dios para alcanzar los bienes eternos.

A veces no llegamos a apreciar cuántos bienes temporales hemos recibido del Señor. Estos no se reducen al dinero. Tenemos la inteligencia, el tiempo, la salud, el prestigio, la cultura, las rela­ciones humanas, nuestros cuerpos y sentidos, etc. Podemos desper­diciarlos, conservarlos, acrecentar­los o perderlos... los podemos utilizar para bien o para mal, o no utilizarlos. El Señor espera que los usemos como buenos administradores suyos, viviendo los valores de justicia y solidari­dad.

El Movimiento no quiere que sus

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miembros den dinero si no es porque están deseosos de vivir estos valores. En una palabra, el dinero con que el MFC opera es siempre la manifestación del amor de quienes, al aportarlo, se comprometen con sus hermanos. Es evidente que nuestro objetivo no es recaudar dinero sino llevar a la comunidad la Buena Nueva del amor conyugal y familiar.

COMPROMISO DE SERVICIO. El discípulo de Cristo es el que busca servir a sus hermanos por amor. Nuestro primer compromi­so de servicio cristiano está en nuestro ambiente: en la familia, la escuela, el trabajo, !a comuni­dad cercana, el MFC. A nuestro alrededor hay multitud de necesi­dades, injusticias y sufrimientos. Al estudiar la realidad que nos rodea las descubrimos y, si deve­ras queremos ser discípulos del Señor Jesús, nos sentimos obliga­dos a cooperar para remediarlos. Tal vez nuestra vocación sea tra­bajar dentro del MFC; quizá el Señor nos llama a servir en otros campos. Sólo nosotros sa­bemos cuál es . ese llamado. El Movimiento nos ayuda a respon­der a él. Por eso es tan necesa­rio que los equipos básicos no se cierren en sí mismos, sino se abran generosamente a las múlti­ples necesidades de la comuni­dad.

ENSEÑANZAS DE LA IGLESIA. Así como acudimos a la Palabra de Dios para encontrar su volun­tad en nuestra vida, recurrimos a lo que la Iglesia, Madre y Maes­tra, nos dice en boca de nues­tros pastores. A propósito de cada tema se nos sugieren diver­sas enseñanzas del Papa, del Concilio, del Episcopado mexica­no y latinoamericano, etc., que nos guían en nuestro camino de maduración cristiana y en la for­mación de nuestra conciencia moral.

ACTITUD SUGERIDA. Ya he­mos visto que éste es el termó­metro de la formación del Ciclo Básico. No hay un verdadero cambio, una conversión, si no se manifiesta en actitudes nuevas. La riqueza de la reunión de equipo nos señala cuáles actitu­des debemos cambiar o reorien­tar. Si de cada reunión de equipo obtenemos una actitud nueva y la llevamos a nuestra vida con perseverancia, al termi­nar nuestra formación habremos logrado un cambio increíble. La Palabra de Dios, que nos revela nuestra vocación a la santidad, inspira las Actitudes Sugeridas en el equipo y nos lleva paso a paso a vivir cada vez más nues­tros valores.

VIVENCIA DEL CICLO LITÚR­GICO. En las reuniones genera-

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les, contando con la presencia del sacerdote asistente, aprende­mos a aprovechar la riqueza que nos ofrece la Iglesia ai invitarnos cada año a rememorar los gran­des misterios de nuestra salva­ción. Al prepararnos para la venida del Señor en él tiempo de Adviento, al vivir la peniten­cia y el deseo de conversión en la Cuaresma, al regocijarnos en la fe ante la Resurrecciófi del Señor en la Pascua, y finalmente al abrirnos al Espíritu Santo vivi­ficador en Pentecostés, vivimos un proceso constante de conver­sión, pues dejamos que el Señor viva en nosotros y nos renueve desde dentro.

ASISTENCIA SACERDOTAL. Tal vez uno de los más grandes dones de Dios que encontramos en el MFC es contar con sacer­dotes que nos entregan parte de su tiempo para contribuir a nuestra formación y tener juntos una vivencia cristiana comunita­ria, en una relación amistosa, personal y fraternal. El sacerdote asistente se prepara especialmente para iluminar nuestra formación, prestarnos su ayuda en la forma­ción de nuestra conciencia moral y convocarnos a la celebración de la Palabra, la Reconciliación y la Eucaristía. Nosotros pode­mos agradecer al sacerdote asis­tente lo que hace por nosotros ofreciéndole nuestra amistad y

testimonio de voluntad de con­versión.

ENCUENTROS CONYUGALES. Son una experiencia muy enri-quecedora que se nos brinda en el Segundo Nivel. Nos dan la oportunidad de dialogar muy a fondo, conocernos como tal vez nunca lo habíamos hecho, mani­festarnos nuestro amor, crecer

# c o m o pareja y renovar nuestro compromiso de alianza en el Señor. El equipo zonal debe organizar oportunamente el En­cuentro Conyugal al que se nos invitará a acudir. Muchas parejas que, a pesar de las oportunida­des constantes de diálogo que ofrece el MFC, no han podido abrirse totalmente a la comunica­ción profunda, han encontrado en el Encuentro Conyugal ese momento precioso en el que finalmente se revelan uno al otro, se comprenden y se com­prometen de una manera nueva y única.

CONVIVENCIAS Y ENCUEN-— > ^ TROS DEL M.F.C. Estos pueden

¿\ / / \ ser de muy diversa índole. El ^$&\ / ^ \ MFC celebra encuentros diocesa-

^ ^ § \ ^ f v ^ ^ _ \ nos, regionales, nacionales y ~ ^ A J É É F ^ Z ^ ] latinoamericanos, así como en-

^^/j^y\*\ 7 cuentros de dirigentes y asisten-\ / / I \ \ 7 / tes- Todos tienen un tema de

\ V I \ \ / interés para los emefecianos y ^ — por tanto contribuyen a nuestra

formación. Además, en el MFC

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se organizan convivencias en las que tenemos la oportunidad de disfrutar con nuestra familia de la amistad, la alegría y el cariño entre los miembros del Movi­miento.

ROTACIÓN. En nuestro equipo básico aprendemos a aceptar de corazón a nuestros compañeros, a abrirnos al diálogo y a dar con humildad y recibir con grati­tud. Esta misma experiencia podemos repetirla con nuevas parejas, ampliando así nuestra capacidad de apertura y las posi­bilidades de enriquecernos con la aportación de otros hermanos, otras vivencias, nuevos enfoques. La rotación no es una imposi­ción arbitraria sino la posibilidad de desarrollar nuestra capacidad de aceptación y apertura. Cuan­do un equipo básico se cierra y sus miembros no viven su com­promiso de servicio, se hace más necesaria la rotación para ayudar­les a vivir en una dimensión apostólica, gracias a la influenci?.^ de nuevos miembros en el equi­po.

CAPACITACIÓN. En el Movi­miento la capacitación es una actividad constante, pues sus promotores y dirigentes se renue­van y siempre hay necesidad de elementos de capacitación. La experiencia que vivimos ahora, en esta reunión, es ejemplo de

ello. El MFC ofrece capacitacio­nes diversas: para promotores del Ciclo Básico, financieros, dirigen­tes y equipos de gobierno, asis­tentes sacerdotales, encargados de la preparación matrimonial, res-

/*&[ T^N. ponsables de encuentros conyuga-/ \ \'\ / / " > ' e s ' e t C - ^1 Movimiento siempre \ \ . \ I I / / ^ \ n o s necesita para dar un servicio __2^M¿^-— \ m a s amplio y eficaz a todas las ~^/9BF\~~—-J familias, estén o no en el MFC.

/ / J \ \ \ ] El ideal es que todos los emefe-\ / / I \ \ / cíanos estemos en proceso cons-

^ _ J _ _ y ^ ^ tan te de capacitación, en el campo para el que sintamos vocación de servicio. Esta es una forma importante de servicio del MFC a sus miembros, y es re­quisito indispensable para que pueda llevar su mensaje a toda la comunidad.

LA PALABRA DE DIOS. Envol­viendo toda la formación que nos ofrece el Movimiento está la Palabra de Dios, a la que el

^— MFC nos invita a acudir para //\—r~7\\ descubrir, a propósito del estudio » / \ \ I / \ \ ^ e cac^a tema> Ia inmensa riqueza i^^y^<A^\ \ del plan de salvación que Dios ~ ^ 3 ¡ ^ c r ~ j " n o s revela. Quien descubre este r ^ \ / V 7 T V \ W 0 / plan divino acude a la Biblia en * \ y / \ \/ / todas las circunstancias de su X ^ V - L i ^ t / vida, esté o no en el Movimien- "

^ - to, estudie un tema o simple­mente tome una de tantas decisiones en su vida. Dios siem­pre nos espera en las Sagradas Escrituras con una palabra nueva, eficaz, pronunciada hoy especial-

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mente para nosotros, que nos ayuda a responder como verda­deros discípulos a nuestra pre­gunta fundamental: ¿qué quiero saber, qué quiero hacer, quién quiero ser?

Al examinar uno por uno estos medios, instru­mentos y oportunidades de formación hemos formado una rueda. Es la rueda de una carreta, cuyo eje son las personas que forman el MFC. Esta carreta avanza a medida que las personas se promueven. Avanza hacia el objetivo del Ciclo Básico.

Del centro de esta rueda tienen que salir radios fuer­tes y resistentes. Una rueda no podría soportar el peso de toda la carreta si no contara con estos ra­dios que la sostienen en todas las posiciones.

Y ¿cuál es el peso de la carreta? Es la vida de nuestra familia; son nuestros problemas personales, conyugales y familiares; es la responsabilidad de dar un sí decidido y generoso a nuestra vocación. Y esa rueda no sólo debe llevar el peso de nuestra vida familiar, sino también el de nuestra ayuda generosa a muchos hermanos que nos necesitan. La rueda debe soportar nuestro servicio, nuestro compromiso de amor con el prójimo.

Ningún radio es más importante que otro. Ninguno puede pres­cindir de los demás. ¿Cómo rodaría una carreta que sólo tuviera unos cuantos radios y careciera de otros? ¿Qué pasa­ría cuando todo el peso de la carreta tuviera que caer sobre un radio que no está? ¿Qué pasa si no hay diálogo, si no

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hay vida de equipo, si no hay hospitalidad, para citar sólo unos cuantos ejemplos?

Y ¿qué sucede cuando se da demasiada importancia a un ra­dio, a un instrumento de forma­ción? Se afecta el equilibrio; ese radio es más grande que los demás y sobresale de la rueda. Por tanto, al girar hacia el suelo se clava e impide que la rueda siga girando. Este es el ejemplo más gráfico de la necesidad de dar a cada elemento de forma­ción su momento y su impor­tancia debida.

El resultado de la combinación equilibrada y armóni­ca de todos los medios, instrumentos y oportunidades de formación del Ciclo Básico es una rueda que gira fuerte y segura, que soporta el peso de quienes se han puesto en movimiento hacia un ideal que merece la pena.

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La carreta, al rodar, va dejando una huella profunda, una huella de valores: de conversión, de servicio, de justicia, de corresponsabilidad, de fraternidad. En resumen, una huella de amor.

Es responsabilidad de los promotores del Ciclo Básico y de los sacerdotes asistentes poner a disposición de parejas y equipos todos estos medios, instrumentos y oportunidades bien equilibrados y dispuestos, en su momento y en su medida. Así les prestan un servicio inestimable: el apoyo que les permite avanzar.

Aquí hemos citado los principales radios que sopor­tan la carreta de la formación en el MFC. Sin duda ustedes conocen otros más. ¿Cuáles son?

VI. ESTRUCTURA PEDAGÓGICA DEL CICLO BÁSICO

1. El Ciclo de Preinscripción "Nuestro Equipo"

¿Pueden ustedes describir a qué sabe un limón a una persona que nunca lo ha probado? Sin duda, después de intentarlo durante un rato, acabarán diciendo: "Ven, te voy a dar uno a probar para que sepas por ti mismo cuál es su sabor".

El Ciclo de Preinscripción del MFC es precisamente esa probada de limón. Cuando invitamos a una perso­na a pertenecer al Movimiento le contamos nuestras experiencias, le hablamos de lo que hemos aprendido y avanzado, de lo que hemos descubierto; le habla­mos de los nuevos amigos, de la convivencia y la hospitalidad... y después de todo éso acabamos di-ciéndole: "Ven, te invito a que pruebes la vida del MFC para que sepas por ti mismo cuál es toda esa riqueza que trato de describirte".

Y esa pareja amiga acude a tres reuniones de equipo: en las que se sirve del folleto "Nuestro Equipo" para

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tener una idea general de qué es el Movimiento, qué le ofrece y qué espera de ella. Al vivir esas reuniones ya conoce por experiencia propia la vida del MFC. Conoce su objetivo, sus oportunidades, sus medios e instrumentos. Y si posteriormente decide que le inte­resa entrar al MFC, sé inscribe sabiendo a qué va; al dar su nombre afirma su disposición de "ponerse en movimiento" y aprovechar el camino de formación que se le ofrece.

Un equipo de formación del MFC es algo muy valio­so y delicado; se ha formado con la mayor ilusión; recibe los esfuerzos de muchas personas dedicadas a servirlo; en él se trabaja nada menos que con y por las personas y las familias, por su felicidad, su inte­gración, su salvación. Para que todo esto se haga realidad es necesario que esté formado por personas convencidas del objetivo del Ciclo Básico y dispuestas a trabajar para alcanzarlo.

Cuando llega a un equipo del MFC una pareja que no conoce el Movimiento, que entró a él sin refle­xionar, tal vez presionada por un amigo, un familiar o un sacerdote, o que esperó encontrar un grupo de amigos en un plan meramente social, esa pareja no sólo se desilusiona al ver la realidad exigente de un equipo del MFC, sino que estorba el crecimiento de los demás y aun llega a desintegrar el equipo. Por eso es de la mayor importancia que todos los que ingresan a los equipos de formación hayan vivido antes e' Ciclo de Preinscripción —hayan probado el limón y decidido que les gusta, que quieren más que esa pequeña probada.

El Ciclo de Preinscripción evita que personas de buena intención, pero irreflexivas, abaraten el Movi­miento invitando a él a quienes no tienen verdadero interés en formarse y madurar. Al vivir tres reuniones de equipo y aprender qué es y cómo opera la forma­ción del MFC, unas parejas decidirán entrar y otras

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comprenderán que no es lo que ellos buscan o espe­ran.

La principal deserción del MFC debe suceder en el Ciclo de Preinscripción, y es una deserción sana y deseable. Es el tamiz que sólo deja pasar a quienes tienen verdaderos deseos de superación personal, con­yugal, familiar y comunitaria. Cuando no se vive correctamente este Ciclo de Preinscripción la deser­ción se presenta después, cuando ya se integraron los equipos de formación, y tiene consecuencias graví­simas en estos equipos.

¿Qué papel tiene el promotor responsable de las reu­niones del Ciclo de Preinscripción?

Su tarea principal es que la probadita de limón real­mente sepa a limón. Esto es, debe presentar al MFC tal como es, y debe hacerlo logrando que el equipo viva a fondo esas tres reuniones: que haya estudio previo y reflexión personal, conyugal, familiar y en equipo; que todos participen; que se conozcan y comprendan tanto el objetivo como los medios e instrumentos del Ciclo Básico; que se viva la hospita­lidad, la oración, la convivencia en el equipo; que se comprenda la responsabilidad de usar cristianamente los bienes materiales; y que se entienda en qué con­siste el compromiso de servicio.

En ocasiones, por presiones de tiempo, se intenta que un equipo viva en una sola reunión todo el Ciclo de Preinscripción. Este es un error grave que después tendrá muchas consecuencias —todas ellas negativas-tanto para el equipo como para los dirigentes del MFC. Los futuros miembros acabarán sin saber qué es el limón, a qué sabe, y si les gusta o les desagrada. Cuando una diócesis carece de promotores suficientes o está presionada por el tiempo, es prefe­rible que sacrifique la cantidad en bien de la calidad, pues de otro modo acabará sin ambas cosas: ni- ten-

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drá muchos miembros de nuevo ingreso, ni los que entren af Primer Nivel podrán aprovechar debidamente la formación del Movimiento. Además, hay que recor­dar que un equipo diocesano que planea bien tiene preparados oportunamente los promotores de] Ciclo de Preinscripción y de los nuevos equipos de Primer Nivel. Si desde un principio caemos en la improvisa­ción, no podremos quejarnos después de que los resultados son-mediocres.

El promotor del Ciclo de Preinscripción no debe tener como objetivo el que todas las parejas invitadas decidan entrar al Movimiento, sino que sólo se inscri­ban las que tienen verdadera voluntad de formarse en el Ciclo Básico. ¡ Cuántas veces un promotor, para que su grupo de preinscripción tenga éxito, le echa agua al limón para que no tenga un sabor tan fuerte, o lo azucara en exceso para no asustar a las parejas! Si ese promotor presenta al MFC tal como es. con su objetivo exigente y su camino ambicioso, y al ter­minar el Ciclo se queda con una o dos parejas, no debe sentirse fracasado. Debe recordar que el Evange­lio nos presenta repetidas veces la forma en que el Señor nos invita a seguirle. Y El siempre dice: "Si quieres..."

Así pues, del Ciclo de Preinscripción depende en gran parte el éxito de la formación del Ciclo Básico. Es un tamiz, un cernidor que nos permite tener una membresía activa, dispuesta, capaz de esforzarse, agen­te de su propia promoción. No lo tomemos como elemento de publicidad para atraer a todos los clien­tes posibles; es un elemento de discernimiento -el primero que nos ofrece el MFC- para que sólo in­gresen a los equipos quienes deben pertenecer a ellos; esto es, quienes están dispuestos a "ponerse en movi­miento".

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2. Los tres niveles de formación

Una vez que se han inscrito los nuevos miembros, se forman los equipos de Primer Nivel. Aquí, desde la primera reunión, se pone en práctica todo el conjun­to de elementos formativos del MFC. Sin duda todos ustedes conocen bien los temarios del Ciclo de For­mación, por lo qué no los enumeraremos aquí. Nos interesa en este momento comprender su sistema de

• enseñanza —su pedagogía-, lo que se proponen lograr y qué camino siguen para ello.

Ya vimos, al estudiar el objetivo del Ciclo Básico, que nuestro trabajo se propone promover el creci­miento humano-cristiano de personas, parejas y fami­lias. ¿Cómo se logra este crecimiento?

a) Ver, juzgar y actuar

El crecimiento humano-cristiano se logra desarro­llando las facultades características del ser huma­no, que lo diferencian de los animales: la capacidad de observar y comprender lo que se observa, de analizar, comparar, juzgar, encontrar causas y efectos, discernir, elegir lo que se juzga mejor y disciplinarse para alcanzarlo. Es, en suma, el método de ver, juzgar y actuar que pone en juego la sensibilidad y la capacidad de percibir las realidades, así como la inteligencia, los sentimien­tos y la voluntad del corazón.

Dice Santo Tomás de Aquino que Dios dio al ser humano la inteligencia para que le sirva de provi­dencia en su vida. La formación del Ciclo Básico nos ayuda a ejercitar esa inteligencia y a ponerla al servicio de nuestro amor, de la vocación que nos llama a vivirlo en el matrimonio y la familia. Dado que se trata de una formación para adultos, y que un adulto sólo cambiará sus valoraciones y actitudes si está convencido de que cambiar es lo

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mejor, lo que desea y prefiere, el Ciclo Básico jamás dice: tú debes hacer esto. Por el contrario, después de dar elementos de reflexión y oportuni­dades de dialogar, nos ayuda a preguntarnos: ¿Qué quiero hacer, quién quiero ser? Y. en pasos sucesivos, ¿qué queremos hacer nosotros dos, y todos juntos como familia? ¿Quiénes queremos ser?

El Ciclo Básico nos presenta en forma progresiva y sistemática una serie de aspectos de nuestra vida personal, conyugal, familiar y comunitaria, invitán­donos a analizar lo que está pasando, por qué está pasando, cómo estamos actuando ante esa realidad, qué valores encontramos en ella, qué influencias recibimos del exterior, qué problemas concretos se nos presentan a propósito de esa rea­lidad, y qué ventajas y oportunidades nos ofrece. Vemos qué sucede, juzgamos por qué sucede eso y no otra cosa, analizamos cómo nos afecta esa realidad y cuál es nuestra responsabilidad ante ella. El tercer paso, el actuar, consiste en hacer vida las conclusiones de lo que hemos visto y juzgado y nos lleva a cambiar poco a poco para responder cada vez más plenamente a nuestra vocación humano-cristiana. Es el paso de la auten­ticidad: quien ve una realidad y encuentra en ella un valor que le parece deseable, pero no hace nada para incorporarlo a su vida, está comportán­dose en un nivel exclusivamente intelectual, no de conversión ni de crecimiento humano. Un valor es algo que se busca y se vive cada vez más.

Este ejercicio de ver, juzgar y actuar pone en juego las mejores facultades humanas: la sensibi­lidad, la capacidad de observación, la inteligencia, el juicio crítico, la libertad y la voluntad del corazón.

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b) El juicio crítico

Hablemos aquí un poco más del juicio crítico como uno de los pilares de la formación en el MFC. Toda persona, toda familia, está rodeada de una serie de influencias que le llegan constante­mente al tratar .a otras personas, al acudir a la escuela o al trabajo, al leer, al ver la televisión, etc. Se le presentan situaciones nuevas, cambios, amenazas y oportunidades que antes no existían. Y pocas veces tiene el tiempo o la capacidad para juzgar todas esas influencias que la están bombar­deando y analizar si son benéficas o, perjudiciales, si debe aceptarlas, rechazarlas o modificarlas. Todos hemos sentido la angustia de vernos arrolla­dos por una serie de ideas y cambios que no acabamos de'comprender.

Cuando una persona, pareja o familia simplemente se deja llevar por las influencias que le llegan y cambia al ritmo que éstas le marcan, deja de ser libre y responsable. Hace "lo que todo el mundo hace", piensa "lo que todos los demás piensan", acepta como valor "lo que vale para quienes le rodean". Esto significa una terrible falta de forma­ción, una especie de enanismo humano, una atro­fia de la libertad y la responsabilidad.

Ya hemos visto que el verbo "discernir" deriva de "cernir". Si contamos con un cernidor intelectual y espiritual en nuestra vida personal, conyugal y familiar, seremos capaces de dirigir nuestra vida hacia los valores que preferimos y calificamos como más importantes. Podremos usar nuestra inteligencia como verdadero instrumento de la pro­videncia de Dios para nosotros. Dejaremos de esperar que Dios haga lo que debemos hacer nosotros con las capacidades de que El nos dotó. Sabremos separar lo bueno de lo malo, lo útil de lo superfluo, lo que nos hace madurar de lo que

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nos mantiene en la irresponsabilidad. Este es. tal vez, el elemento más importante de una verdadera formación para adultos.

c) Cuatro pasos de reflexión, juicio y compromiso

El Ciclo Básico comienza con cuatro temas que analizan a la persona, la pareja, la familia y la comunidad.: sus características, su dignidad, sus necesidades, deberes y derechos. En seguida proce­de a analizar las realidades que más las afectan e interesan. No analiza sólo problema, sino también recursos y oportunidades.

El Ciclo Básico sitúa el ver, juzgar y actuar a nivel personal, conyugal, familiar y comunitario. No pretende que marido y mujer piensen y sien­tan lo mismo, sino que cada uno se conozca y se acepte, y asimismo conozca y acepte a su pareja como persona distinta y complementaria, que pien­sa y siente en forma diferente pero quiere lo mismo que uno quiere. Sólo así se complemen­tarán y apoyarán para lograr aquello que ambos quieren. Por tanto, la reflexión se inicia en lo personal para después ponerse en común conyugal-mente, y en una reflexión familiar posterior se comparten con los hijos las reflexiones, inspiracio­nes y opiniones de todos, buscando que en la familia todos formen y eduquen a todos y así se logre la^ integración familiar basada en el diálogo, el respeta, la mutua ayuda y el desarrollo de la libertad responsable.

Pero la reflexión no acaba en la familia; se nos pide buscar las opiniones de otras personas ajenas a la familia y al MFC, para obtener una visión más rica y completa de la realidad. También debe­mos analizar qué está sucediendo en nuestra comunidad, el país y el mundo, a propósito del tema estudiado. De esta forma obtenemos una

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visión amplia' de la realidad —tenemos, por decirlo así, mucha harina que cernir. Esta visión de la realidad nos señala nuestro compromiso de servicio a la comunidad pues, al descubrir problemas, carencias y oportunidades, encontramos un amplio campo para nuestra vocación apostólica.

El promotor del Ciclo Básico debe tener presente que la formación sólo es integral, completa y rica cuando se reflexiona siguiendo todos los pasos que acabamos de mencionar. Las encuestas que el Equipo Coordinador Nacional ha recibido de la base del MFC nos dicen que generalmente se reflexiona personal y conyugalmente; la reflexión familiar falla un poco más, pues muchas parejas aún no encuentran caminos de diálogo con sus hijos. En cuanto a la opinión de otras personas y el análisis de lo que pasa en la comunidad, las encuestas revelan que se falla en la mayoría de los casos. Teniendo esto en cuenta, el promotor debe hacer énfasis en estos aspectos, señalar su importancia y ser el primero en llevar al equipo el resultado de su análisis de la realidad comunita­ria.

d) Una pedagogía evangelizadora

Ya se ha mencionado que la Palabra de Dios es foco central de la reflexión en el Ciclo Básico. Por tanto, la pedagogía de los temarios es evange­lizadora, pues no sólo nos pide un análisis humano basado en nuestra inteligencia, sino que nos invita a acudir a la Palabra de Dios para encontrar " en ella la dimensión trascendental de nuestro proceso de ver, juzgar y actuar. La Biblia tiene el lugar central en el Ciclo Básico y el MFC pretende que lo siga teniendo en la vida de todas las familias que han aprendido a buscar en ella la voluntad de Dios en sus circunstancias concretas de vida.

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e) Ternas .libres

Parte de la pedagogía del Ciclo Básico son los temas libres. Su propósito es entrenar a los equi­pos a encontrar por sí mismos los asuntos que les interesan y afectan más, y a analizarlos juntos. Los promotores deben respetar absolutamente la decisión del equipo en cuanto al tema que se elija, siempre que contribuya a su formación y a su compromiso de servicio. Recordemos que el Ciclo Básico tiene una duración limitada y que, al concluir, se pedirá a las parejas que formen pe­queñas comunidades donde harán por sí mismas lo que aprendieron a hacer en el MFC. Por tanto, los temas libres son elementos importantes de pre­paración para este paso final del Ciclo Básico.

f ) Evaluación

El Ciclo Básico pide a las parejas que evalúen por sí mismas el avance que han logrado. Se propone un trabajo de evaluación en cada uno de los tres niveles. Es otro elemento de formación de adultos. No se trata de que los promotores califiquen al equipo, sino de que éste se haga responsable de su avance y sepa corregir las lagunas o defectos de formación que encuentre. El promotor, al servi­cio del equipo, debe ayudar a hacer estas correc­ciones, pues no se trata de cubrir un nivel en el transcurso de un año, sino de alcanzar todos sus objetivos. En el Equipo Zonal se debe analizar la forma concreta de ayudar a los equipos a reme­dia? sus lagunas de formación. ,

g) Reuniones Generales

En las Reuniones Generales se obtiene una dimen­sión comunitaria que refuerza y enriquece el tra­bajo de los equipos, evitando que se cierren en sí mismos. Es importante que todos participen en

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ellas, que haya un verdadero intercambio de ideas y experiencias y que se tenga una auténtica viven­cia de iglesia, abierta a su comunidad.

h) Encuesta sobre la formación del Ciclo Básico

En cada uno de los tres libros de temarios apare­ce una encuesta para ser contestada por los miem­bros de los equipos básicos. El Equipo Coordinador Nacional necesita imprescindiblemente conocer de primera mano la opinión de los miem­bros de base respecto a la formación que están recibiendo. Sería imposible que los dirigentes nacionales conocieran todas las necesidades y las circunstancias en que viven los emefecianos disemi­nados por todo el país. El promotor debe señalar la importancia de que estas encuestas se contesten y se envíen directamente al Equipo Nacional. De esta forma somos todos los miembros del MFC los que estamos elaborando la formación, revisán­dola, adecuándola y enriqueciéndola.

i ) Formar agentes de su propia promoción

Señalamos aquí una característica importante del Ciclo Básico: no se da a los promotores ninguna responsabilidad que puedan cumplir los miembros del equipo. El promotor les sirve, facilita el desarrollo ordenado de las reuniones, les ofrece su testimonio y su apoyo. Pero son las personas y parejas del equipo quienes deben realizar el traba­jo que las formará. Nadie puede caminar por ellas. No son sujetos sino agentes de su propia promo­ción. El Ciclo Básico, por tanto, no podrá funcio­nar correctamente si el promotor es paternalista. Este debe preguntarse siempre: ¿Los miembros de mi equipo son cada vez más capaces de hacer las cosas por sí mismos? ¿Han crecido en su habili­dad de reflexionar, elegir, decidir, comprometerse? Y un punto básico: Todo esto ¿se manifiesta en

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un cambio gradual y constante? Si estamos en movimiento, a medida que avanzamos debemos estar más lejos- del punto de partida, y nuestro objetivo debe estar más cerca, más al alcance de todos nosotros.

Por tanto, un promotor de Primer Nivel tiene que actuar en forma diferente que uno de Tercer Nivel. A medida que se avanza en la formación tiene que disminuir la actuación del promotor y aumentar la del equipo. Si no es así, no se podrá dar correctamente el paso de salida del Ciclo Básico.

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VIII. ORGANIZACIÓN DEL M.F.C. Y SUS RELACIONES

1. Organización diocesana: El Equipo Coordinador Dioce­sano

Las Zonas y Sectores del MFC en una diócesis están agrupadas bajo el gobierno y la organización del Equipo Coordinador Diocesano.

El E.C.D. está en estrecho contacto con el Obispo y con diversos agentes de pastoral, para organizar la contribución del MFC a la pastoral diocesana, contri­buyendo en el campo de la pastoral familiar.

Las zonas y sectores están también en estrecho con­tacto con el E.C.D. para hacerle llegar lo que sucede en la base del MFC. Le presentan sugerencias y peti­ciones de servicios diversos. El E.C.D. contribuye a la adaptación de los medios formativos a las necesidades de los equipos de su diócesis. En lo posible, visita equipo zonales y aun equipos básicos para no perder contacto con la vida de formación del MFC.

El Sacerdote Asistente Diocesano presta a los*Asisten tes de Zona servicios encaminados a facilitar el cum­plimiento de su labor, tales como cursos de pastoral familiar, capacitaciones que les den a conocer el obje­tivo del MFC, sus medios e instrumentos, y la labor ministerial que deben realizar en las zonas.

El matrimonio Financiero Diocesano se coordina con los Financieros de Zona tanto para asegurarse de que se está impartiendo una formación profunda sobre el uso cristiano de los bienes materiales, que desarrolle los valores de justicia y solidaridad, como de que las aportaciones económicas de los miembros de los equi­pos sean recaudadas oportunamente. Juntos planean la administración de esas aportaciones para solventar las necesidades del MFC diocesano y contribuir al desarrollo del Movimiento Nacional.

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El Equipo Coordinador Diocesano organiza periódica­mente los Encuentros Diocesanos.

Dado que el MFC es un instrumento de pastoral familiar, el Equipo Coordinador Diocesano está en estrecho contacto con el Obispo y otros organismos de pastoral, para integrar su acción en la pastoral diocesana.

2 Organización nacional: El Equipo Coordinador Nacio­nal

Este es responsable de dar los elementos y orientacio­nes necesarias para que el objetivo del MFC pueda cumplirse en todas las diócesis. Para ello organiza capacitaciones de equipos diocesanos, presenta cursos —como el presente— para capacitar a promotores de equipos y zonas, para preparar a responsables de otros apostolados del MFC, etc. Asimismo organiza encuentros de dirigentes, tanto regionales como na­cionales, convenciones de coordinación nacional y Encuentros Nacionales.

Para todo esto se coordina en estrecha comunicación y colaboración con los Equipos Coordinadores Dioce­sanos, fomentando el espíritu de solidaridad y partici­pación.

El MFC está vinculado al Episcopado P a nemeño colaborando con él en el campo de la pastoral fami­liar. Como organismo de Iglesia, pone a disposición del pueblo de Dios su carisma y su acción apostólica. Principalmente a través de la Presidencia y la Asisten­cia Nacionales, trabaja con la comisión Episcopal para el Apostolado Seglar y con la Conferencia Episcopal

panameña atendiendo sus orientaciones respecto al apostolado del MFC y haciéndoles llegar el sentir y las necesidades pastorales de las familias, tal como las percibe el MFC en su trabajo directo con ellas.

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Page 59: Movimiento Familiar Cristiano - Ser y Mistica Del Promotor

3. Organización latinoamericana: La' Asamblea General Latinoamericana

El Movimiento Familiar Cristiano es uno en toda Latinoamérica. Tiene el mismo objetivo, y cada país adapta los medios e instrumentos a las necesidades y circunstancias propias.

El órgano supremo del gobierno del MFC latinoameri­cano es la Asamblea General Latinoamericana, que se reúne periódicamente para intercambiar experiencias, analizar problemas, reflexionar y fijar las líneas comu­nes de acción de todo el MFC en Latinoamérica, así como iniciativas regionales según las diversas realida­des y problemáticas de las regiones.

El órgano ejecutivo de la Asamblea General Latino­americana es el Secretariado para Latinoamérica del M.F.C. (S.P.L.A.), encabezado por un matrimonio Pre­sidente que trabaja con un equipo en el servicio a los diversos Movimientos nacionales, poniendo en eje­cución los acuerdos de la Asamblea.

Periódicamente —por lo general cada cuatro años- se organizan Encuentros Latinoamericanos, en los que se ponen en común riquísimas experiencias vividas por los miembros del MFC en todos los países.

El Movimiento nacional en Pánamácontribuye, igual que los demás países, al sostenimiento económico del Secretariado para Latinoamérica. Manifiesta así su solidaridad con las familias de todo él subcontinente.

4. Ámbito mundial: La Confederación Internacional de Movimientos Familiares Cristianos.

El MFC pertenece a esta Confederación, que agrupa multitud de movimientos esparcidos por los cinco continentes. Esta Confederación es un órgano de

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intercambio, enriquecimiento, comunicación, reflexión y servicio a todos los movimientos que, como el nuestro, tienen el carisma y la vocación de promover los valores humano-cristianos familiares.

Vemos aquí que la inquietud por promover la riqueza de la vida conyugal y familiar está extendida por todo el mundo. Compartimos los mismos ideales con multitud de personas, parejas y familias de culturas diversísimas. Para comunicarnos con todos ellos tal vez necesitaríamos un complicado servicio de intérpretes. Y, sin embargo, aunque hablamos multitud de idiomas tenemos uno común: el de nuestra ilusión por hacer de la vocación al amor vivido en el matrimonio y la familia un verda­dero camino de felicidad, servicio, solidaridad y santifica­ción.