Movimientos Indígenas y ONGs en México

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Palabras clave: movimientos indígenas, ONGs, sociedad civil, México. Gunther Dietz Aportes Desde los años 80 en México se fue articulando una conflictiva relación entre nuevos actores indígenas regionales y ONGs impulsadas por actores urbanos que realizan proyectos de desarrollo en zonas indígenas. Los conflictos se remontan al desigual trasfondo biográfico de los protagonistas y a la dependencia de actores externos antagónicos que asumen funciones mediadoras entre la población rural indígena y las agencias de desarrollo nacionales e internacionales. La actual confluencia de ONGs y organizaciones indígenas debe ser vista en el contexto de la creciente«ciudadanización» de los movimientos sociales tanto urbanos como rurales. La observación electoral y la lucha por los derechos constitucionales de la población indígena generan un modelo de «aprendizaje ciudadano» que logra superar el tradicional aislamiento de los pueblos indios del resto de la sociedad civil. E l año 1994, decisivo, «maldito» e «interminable» (Castañeda 1994), ha sido declarado por el periódico mexicano La Jornada como «el año de las ONGs», de las organizaciones no-gubernamentales activas en México. A pesar de la aparición, mediáticamente cronometrada, del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y de su impacto en los movimientos indí- genas, por lo menos la prensa capitalina independiente consideraba que lo novedoso de aquel año de cambios y transformaciones no residía en el resur- gimiento de movimientos indígenas, sino en la consolidación definitiva de formas de organización independientes en el seno de la sociedad civil mexi- cana. Inmediatamente después del enfrentamiento armado entre el EZLN y el Ejército, diversas ONGs arraigadas tanto en Chiapas como en Ciudad de México crean un Espacio Civil por la Paz (Espaz), dedicado a canalizar ayu- GUNTHER DIETZ: antropólogo alemán; profesor e investigador del Departamento de Antropo- logía y Trabajo Social de la Facultad de Ciencias de la Educación, Universidad de Granada (España). Movimientos indígenas y ONGs en México Desarrollo, autonomía y ciudadanización en México

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    Palabras clave: movimientos indgenas, ONGs, sociedad civil, Mxico.

    Gunther Dietz

    Aportes

    Desde los aos 80 en Mxico se fuearticulando una conflictiva relacin entre nuevos

    actores indgenas regionales y ONGs impulsadas poractores urbanos que realizan proyectos de desarrollo enzonas indgenas. Los conflictos se remontan al desigual

    trasfondo biogrfico de los protagonistas y a la dependencia deactores externos antagnicos que asumen funciones mediadoras

    entre la poblacin rural indgena y las agencias de desarrollonacionales e internacionales. La actual confluencia de ONGs y

    organizaciones indgenas debe ser vista en el contexto de lacrecienteciudadanizacin de los movimientos sociales tanto

    urbanos como rurales. La observacin electoral y la luchapor los derechos constitucionales de la poblacin indgena

    generan un modelo de aprendizaje ciudadano quelogra superar el tradicional aislamiento de los

    pueblos indios del resto de la sociedad civil.

    El ao 1994, decisivo, maldito e interminable (Castaeda 1994), hasido declarado por el peridico mexicano La Jornada como el ao delas ONGs, de las organizaciones no-gubernamentales activas en Mxico. Apesar de la aparicin, mediticamente cronometrada, del Ejrcito Zapatistade Liberacin Nacional (EZLN) y de su impacto en los movimientos ind-genas, por lo menos la prensa capitalina independiente consideraba que lonovedoso de aquel ao de cambios y transformaciones no resida en el resur-gimiento de movimientos indgenas, sino en la consolidacin definitiva deformas de organizacin independientes en el seno de la sociedad civil mexi-cana. Inmediatamente despus del enfrentamiento armado entre el EZLN yel Ejrcito, diversas ONGs arraigadas tanto en Chiapas como en Ciudad deMxico crean un Espacio Civil por la Paz (Espaz), dedicado a canalizar ayu-

    GUNTHER DIETZ: antroplogo alemn; profesor e investigador del Departamento de Antropo-loga y Trabajo Social de la Facultad de Ciencias de la Educacin, Universidad de Granada(Espaa).

    Movimientos indgenas y ONGs en MxicoDesarrollo, autonoma y ciudadanizacin en Mxico

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    das humanitarias as como campamentos de observadores nacionales e in-ternacionales hacia el interior de la cercada regin de conflicto. Su principalactividad en estos primeros meses, sin embargo, consista en crear y aprove-char cordones humanos como espacios desarmados de proteccin que per-mitieran establecer las primeras negociaciones entre representanteszapatistas y gobierno mexicano. A estas negociaciones, que en 1995 desem-bocaran en el denominado Dilogo de Sacam Chen, el EZLN tambin lograintegrar a mltiples representantes de los nuevos movimientos indgenascomo sus asesores. As, en el contexto de los dilogos, por primera vez sur-ge una red de organizaciones de la sociedad civil que abarca tanto a los mo-vimientos indgenas como a las ONGs urbanas. No obstante, frente al apa-rente estancamiento en el que se encuentran las negociaciones desde que elgobierno de Ernesto Zedillo se negara a reconocer los resultados de SacamChen, cabe preguntarse por el tipo de relacin establecida antes y despusde 1994-1995 entre ambos actores, entre las ONGs mexicanas de origen ur-bano, por un lado, y las nuevas organizaciones indgenas, por otro.

    Orgenes opuestos

    Tanto el boom de las ONGs como la reaparicin de los movimientos indge-nas pueden retrotraerse a la segunda mitad de los aos 70 y la primeramitad de los 80. Ambas pautas organizativas no solo aparecen de forma pa-ralela y simultnea, sino que a menudo surgen delimitndose mutuamente.El potencial emergente conflictivo que se ir acumulando entre ambos acto-res queda ilustrado por la antagnica evolucin que toman las biografas delos protagonistas de cada uno de estos movimientos:

    El movimiento indgena resurgido desde comienzos de los aos 90 en elmbito tanto nacional como internacional, paradjicamente se remonta engran parte a iniciativas gubernamentales. Para limitar la creciente influen-cia que los actores no gubernamentales y particularmente en Chiapas ecle-sisticos estaban ganando en las formas de organizacin locales y regiona-les, aun bajo el gobierno de Echeverra (1970-1976), y con el apoyo decisivodel partido-Estado y de las instituciones indigenistas del Estado, se creanlos denominados consejos supremos para cada una de las etnias indgenasde Mxico (Barre; Meja Pieros/Sarmiento Silva). Una vez centralizados en1975 mediante la tutela institucional del Consejo Nacional de Pueblos Ind-genas y despus de haber sido sometidos en 1979-1980 al estricto control gu-bernamental y partidista, estos gremios indgenas exgenos subsisten sinimpacto local alguno. Por ello, solo son redescubiertos y movilizados en po-cas de campaa electoral, para canalizar espordicamente las reivindicacio-nes locales hacia arriba. Sin embargo, se tiende a subestimar la importan-cia crucial de estos primerizos consejos locales y regionales, que reside en surol indirecto de escuela y trampoln para los protagonistas del actualmovimiento indgena independiente. As, desde finales de los aos 70, en elentorno de las instituciones indigenistas y de sus organizaciones interme-diarias se viene fermentando el nacimiento de una novedosa intelligentzia

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    indgena, una especie de elite de maestros bilinges y promotores culturaleslocalmente arraigados, pero fuertemente orientados hacia el Estado-nacin1.

    Simultneamente y en conciente oposicin a este nuevo actor, inducidodesde el Estado y orientado hacia el mismo, en las regiones indgenas de M-xico surge asimismo desde finales de los 70 una segunda pauta organizati-va, de origen igualmente exgeno. Las hoy clsicas organizaciones tanto demovimientos de campesinos-comuneros como de los jornaleros y campesinossin tierra2 nacen al amparo y con el fuerte apoyo personal de determinadosasesores externos, que sin excepcin alguna provienen de la intelligentziaurbana y estudiantil del Distrito Federal, Monterrey y otras ciudades delpas (Cazs; Monsivis). Esta generacin de los literal o simblicamentesobrevivientes de la masacre de Tlatelolco, que desde la represin militarde 1968 rehsa toda cercana gubernamental, aspira a hallar en la poblacinrural marginada un nuevo sujeto revolucionario. Siempre dependiendo desu idiosincrasia programtica y su especfica orientacin ideolgica, los nue-vos movimientos campesinos buscan establecer alianzas con partidos maostaso trotzkistas as como con comunidades cristianas de base3. Desde comienzosde los aos 80, sin embargo, el xito de este tipo de movimiento, expresado enun sinfn de tomas o redistribuciones de tierras jurdicamente conquistadas,obliga a sus asesores externos a pasar de una estrategia de polarizacinmediante conflictos de tierras a medidas concretas de desarrollo rural; de locontrario, correran el riesgo de perder el apoyo de su base, pacificada porhaber obtenido las anheladas tierras (Fox/Hernndez). En este contexto, almargen del persistente movimiento jornalero, pero en el seno de las clsi-cas regiones campesinas se constituye tanto en el nivel local como regionaluna amplia gama de organizaciones de productores (Martnez Borrego). Es-ta pauta organizativa recluta sobre todo al campesinado medio (Garca),una emergente capa que dispone de tierras suficientes como para desarro-llar una agricultura, ganadera o silvicultura potencialmente comercializables;sus problemas por tanto ya no estn centrados en conflictos jurdicos portierras, sino que giran en torno de enfrentamientos comerciales con coyotes ydems monopolistas. Este nuevo tipo de campesinado descubre en los anti-guos asesores externos del movimiento campesino clsico un aliado experi-mentado. Nace as una red altamente heterognea de formas de organiza-cin rural, conformada, por un lado, por los gremios locales de productores y,por otro lado, por ONGs de asesores externos de origen urbano (Alatorre/Aguilar). Dichas ONGs comienzan a consolidarse cuando la primera genera-cin de los emigrantes urbanos de 1968 se ve reforzada por una segundageneracin, formada por aquellos que tras el temblor ssmico y social de 1985descubren en el desarrollo rural un nuevo mbito de accin (Beck).

    1. El surgimiento y la consolidacin de esta intelligentzia indgena son analizados para elcaso purhpecha en Dietz 1999.2. Para detalles sobre estos movimientos campesinos, cfr. Bartra 1985; Harvey 1990; y Ote-ro.3. Las lneas evolutivas generales de las diferentes tendencias de la izquierda mexicana sonanalizadas por Carr; Castaeda 1993; y Zermeo 1993.

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    A lo largo de los aos 80, los contactos entre los protagonistas de ambas for-mas de organizacin permanecen espordicos y localmente limitados. Ello sedebe al abismo biogrfico existente entre una intelligentzia urbana, por unlado, emigrada hacia las regiones indgenas para buscar de modo deliberadola lejana del omnipresente Estado, y una nueva intelligentzia indgena, porel otro, necesariamente cercana a las instituciones gubernamentales que lageneraron y cuyos protagonistas por definicin solo pueden desarrollar suscarreras profesionales dentro del indigenismo oficial. Otro factor que ha con-tribuido decisivamente a separar a ambos actores reside en su respectiva ac-titud ante la Iglesia Catlica:

    Una gran parte de las organizaciones de productores y de las ONGs, deforma directa por ejemplo, a travs de Accin Catlica o de iniciativas dio-cesanas influidas por la Teologa de la Liberacin o indirecta gracias alimpulso de las comunidades cristianas de base o al amparo del movimientocatequista se remonta al mbito de la Iglesia Catlica (Nez). Bajo el im-pacto del Concilio Vaticano Segundo de 1965 y de la Conferencia Episcopalde Medelln de 1968, y segn la especfica tendencia poltica y teolgica de ladicesis en cuestin, los grupos cristianos trabajan abierta o encubiertamen-te dentro del espectro de las ONGs y de las organizaciones campesinas (Can-to Chac; Muro).

    Aquellos indgenas que primero como maestros bilinges en sus regionesde origen y luego como funcionarios desempean su labor profesional en laSecretara de Educacin Pblica y/o en las instituciones indigenistas, siem-pre mantienen distancia hacia los grupos cristianos4. Como intermediariosan leales del Estado-nacin surgido de la Revolucin de 1910, los nuevosactores indgenas reproducen fielmente la actitud laicista y anticlerical con-vertida en programtica gubernamental desde la Guerra de los Cristeros de1929. Adems, para desarrollar una poltica de educacin bilinge, el Estadomexicano en su fase indigenista inicial haba recurrido abiertamente al apo-yo del Instituto Lingstico de Verano, de cuo evangelista y conservador, cu-yo recurso a las traducciones de la Biblia a lenguas indgenas como eficazmtodo misionero fue adoptado por las misiones culturales del primer in-digenismo posrevolucionario. La consecuente simpata que desde entoncesexpresan varios representantes de la elite intelectual indgena hacia los gru-pos evangelistas refuerza an ms su actitud anticatlica.

    Intermediarios enfrentados

    Estas diferencias contextuales en las cuales surgen como nuevos actores so-ciales rurales, por una parte, los activistas y veteranos de las ONGs y, por laotra, los futuros protagonistas de los actuales movimientos indgenas, estruc-turarn, a la vez, los primeros conflictos que desde mediados de los aos 80enfrentan a ambos en diversas regiones indgenas de Mxico. Para evitar

    4. Para detalles sobre las cambiantes polticas y programas del indigenismo, cf. Dietz 1995a.

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    dichos conflictos, ambas pautas organizativas se establecen en mbitos opues-tos: Mientras que la intelligentzia indgena se autolimita a actividades y rei-vindicaciones educativas y culturales, luchando por una biculturalizacinreal del currculum escolar, solo nominalmente bilinge y bicultural desdelos aos 70, las nacientes ONGs se dedican a ampliar los canales de comer-cializacin de los productos de sus beneficiarios campesinos, a experimentarcon tecnologas agropecuarias y forestales adaptadas a lo local y a (re)intro-ducir formas de cultivo ecolgicamente sustentables.

    Dado que las instituciones gubernamentales solo fomentan a aquellos ejidosy gremios de productores que se encuentran integrados en el partido-Estado,ya desde un principio se genera una divisin laboral entre la Secretara deAgricultura y Recursos Hidrulicos y las ONGs: las organizaciones leales alrgimen se dirigen a las instituciones pblicas as como a la confederacincampesina del partido-Estado, mientras que aquellos productores que hanadquirido su tierra gracias a su lucha dentro del movimiento campesino in-dependiente solo sern apoyados por las ONGs a travs de sus grupos debase. Sin embargo, desencadenada la crisis del petrleo y atrapado por lasexigencias de las instituciones crediticias multilaterales, el gobierno de Mi-guel de la Madrid (1982-1988) comienza un decisivo giro ideolgico y pro-gramtico: el hasta entonces omnipresente Estado-nacin, que haba logra-do integrar a la amplia mayora de la poblacin rural en sus institucionesgubernamentales y/o partidistas, va convirtindose en un cada vez ms ale-jado, ausente y tecnocrtico Estado neoliberal. Tanto en el mbito del desa-rrollo rural como en su poltica indigenista de integracin, la nueva elite enel poder declara al Estado como exento de responsabilidades. Los primerosprogramas integrales de desarrollo rural regional, aun iniciados bajo la pre-sidencia de Echeverra, son sustituidos en esencia por medidas asistencialis-tas, destinadas a aplacar puntualmente situaciones de explosividad social,sin jams poder generar un capital reinvertible por la propia unidad doms-tica campesina. Por ello, ya a finales de los 80 la poltica de desarrollo se con-vierte en asunto casi exclusivo de las ONGs y de las organizaciones de pro-ductores, fuertemente apoyadas por la poltica de concertacin implementadapor el gobierno de Salinas de Gortari (1988-1994) para poder desmantelar yretirar las instituciones pblicas de fomento de aquellas regiones considera-das no productivas5.

    El subsecuente boom de las ONGs coincide con el inicio de un cautelosoproceso de emancipacin protagonizado por la elite intelectual indgena paradesprenderse de la tutela oficial. La definitiva emancipacin es posible gra-cias a la contradictoria coincidencia entre su institucionalizacin en el apa-rato gubernamental, por un lado, y la disolucin del mismo aparato, por otro.Desde comienzos de los 80, la elite indgena haba logrado conquistar cadavez ms espacios dentro de las instituciones indigenistas y educativas hasta

    5. La controvertida poltica de concertacin es discutida por Canabal Cristiani; Harvey 1993;y Par.

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    llegar a controlar direcciones generales y departamentos enteros. Los cono-cimientos y habilidades tcnicas, burocrticas y polticas adquiridas dentrode las instituciones evidencian su carcter de arma de doble filo cuando elEstado neoliberal disuelve y/o margina por completo las dependencias guber-namentales en las que se desenvolvan los maestros, funcionarios y polticosindgenas. Cuando el Gobierno neutraliza definitivamente a la poltica indi-genista, desdibujada al ser integrada en el Programa Nacional de Solidari-dad (Pronasol), de cuo asistencialista, y ante la persistente discriminaciny marginacin sufrida por la elite indgena, sta en su mayora abandona sututela institucional y su lealtad al Estado-nacin, refuncionalizando sus co-nocimientos estratgicos hacia formas de organizacin independientes.

    El redescubrimiento de la regin y comunidad de origen que as se inicia, y laconciente reintegracin en las estructuras consuetudinarias y en la jerar-qua de cargos comunales, por otra parte, desencadena conflictos directos ya menudo personales entre ambos actores experimentados en la vida urba-na. Tanto los activistas de las ONGs como los integrantes de la intelligentziaindgena luchan por obtener y mantener el apoyo de la base campesina de lapoblacin local. Mientras que las ONGs dependen fuertemente de esta basecomo destinatarios y beneficiarios de sus proyectos de desarrollo para asegu-rarse el beneplcito y el apoyo financiero de sus agencias financiadoras na-cionales y a menudo internacionales, los maestros bilinges reintegrados ylos antiguos funcionarios indigenistas movilizan a sus vecinos campesinospara que participen en las actividades polticas de la comunidad indgena.Esta lucha por la base se polariza no solo por el mero choque entre intere-ses opuestos de intermediacin (Alvarez Gndara). En el conflicto subyacenutopas sociales a menudo antagnicas. La vieja guardia compuesta de losactivistas de las ONGs suele dirigirse a la unidad domstica campesina comodestinatario privilegiado de su poltica de proyectos, con el objetivo casisiempre explcito de convertir las empresas familiares minifundistas quese supone improductivas y atomizadas en cooperativas econmicamenterentables. Tanto para las organizaciones de inspiracin maosta como paralas ONGs originadas en comunidades cristianas de base, el ideal subyacentelo constituye la comunidad igualitaria de individuos que poseen y producende forma colectiva. Aun cuando este ideal de establecer cooperativas de pro-duccin, comercializacin y consumo en la prctica es abandonado por casitodas las ONGs debido a la persistente resistencia de la misma unidad do-mstica campesina, el discurso cooperativista sigue predominando en ungran nmero de ONGs y en sus organizaciones de productores.

    Este discurso es tajantemente rechazado por la elite intelectual indgena,ahora reincorporada a sus comunidades, precisamente porque para las co-munidades indgenas, en la prctica el cooperativismo igualitarista ha idogenerando las mismas consecuencias que la tradicional poltica integracio-nista del Estado-nacin. Tanto en poltica agropecuaria y forestal como en elfomento a las artesanas, ya desde los aos 30 los proyectos indigenistas sevienen implementando bajo la forma organizativa de cooperativas de pro-

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    duccin o comercializacin. Su objetivo explcito consiste desde entonces enre-educar al campesino testarudo e individualista, convirtindolo en par-te de un proletariado rural de masas jornaleras o asalariadas homogneas,dciles y solo as asimilables a la economa de mercado. La cercana de estediscurso seudo-socialista, que caracteriza al Estado-nacin posrevolucionarioy al cooperativismo de las ONGs, ocasiona desde finales de los aos 80 unenfrentamiento cada vez ms abierto entre dos modelos ambos disidentesde desarrollo rural:

    Por una parte, muchas ONGs as como los asesores del campesinadomedio promueven un modelo de apropiacin colectiva del proceso de pro-duccin, una apropiacin que ha de ser protagonizada por representacionesgremiales supralocales de las unidades domsticas partcipes (Moguel). Estemodelo en su origen haba sido concebido como una estrategia potencialmen-te revolucionaria en la lucha contra las cadenas privadas y pblicas deintermediacin capitalista, que servira para concientizar a las masas cam-pesinas de Mxico (Rosa). Sin embargo, es precisa y paradjicamente estaestrategia la que bajo la poltica de concertacin del gobierno de Salinas deGortari y de su Pronasol, se convierte en el elemento crucial de la lucha in-terna desplegada por los tecncratas neoliberales contra los dinosauriosmonopolistas del partido-Estado. A lo largo de dicha lucha contra el Estadocomo enemigo de clase, acaban confluyendo perfectamente la programticamaosta con la neoliberal.

    Por otra parte, aquellos representantes de la intelligentzia indgena que sehan ido autoemancipando de su anterior tutela gubernamental favorecen unmodelo alternativo, que en el nivel discursivo y sobre todo en el contextomeditico de los debates continentales sobre el carcter del Quinto Centena-rio reivindica la persistencia y necesaria descolonizacin de los pueblos in-dgenas, lo cual obligara a redefinir al Estado-nacin mexicano como unaentidad plurinacional. En la praxis, sin embargo, no es la etnia como tal,sino la comunidad local la que constituye el principal y a menudo nico hori-zonte identitario. Por consiguiente, mecanismos consuetudinarios de la po-ltica local tales como la rotacin de los cargos comunales, la reciprocidad yla voluntaria participacin de las unidades domsticas campesinas con-cebidas como autnomas en las actividades de inters comn intralocal sonrevitalizados y combinados con nuevos elementos de origen urbano6: el de-recho de voz y voto no solo para los cabezas de familia, sino igualmentepara las mujeres y los jvenes solteros as como la complementariedad en-tre asamblesmo plenario y comisiones temticamente especializadas, unrasgo organizativo adoptado de experiencias obtenidas durante la participa-cin en el movimiento magisterial disidente7. En vez de reivindicar la inte-gracin ms o menos igualitaria de la poblacin rural en los existentesmercados nacionales e internacionales, este modelo comunalista insiste en

    6. Para ejemplos etnogrficos de esta transformacin de la comunidad, cf. Dietz 1999.7. Los movimientos magisteriales son analizados por Cook y Foweraker.

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    el reconocimiento de la soberana de la comunidad como tal y en su necesi-dad de renegociar las relaciones entre un Estado cada vez ms distante yuna poblacin local cada vez ms emancipada.

    De destinatarios a ciudadanos

    Es finalmente la disidencia partidista del llamado neocardenismo, indepen-dizada en 1987-1988 del partido-Estado, la que logra por lo menos acercar anivel nacional a los activistas de las ONGs y a la elite indgena recomunali-zada. Dado que dicha disidencia, por lo menos en sus inicios, se autodefinecomo un nuevo tipo de partido en movimiento que como plataforma se abrea movimientos sociales tanto rurales como urbanos de composicin altamen-te heterognea (Cornelius; Tamayo), su abanico organizativo se convierte enun primer marco de referencia comn que propicia alianzas personales y po-lticas ms all de las trincheras que sigue separando a los distintos movi-mientos. Aun cuando la polarizacin intralocal persiste e incluso se profundi-za a raz de la colaboracin de varias organizaciones de productores en lasmedidas del Pronasol, el evidente fraude electoral conjuntamente sufrido en1988 abre una nueva arena de actividades de comn inters. Son sobre todolas ONGs dedicadas hasta entonces a proyectos de desarrollo rural as comolos candidatos indgenas de la plataforma neocardenista directamente afec-tados por el fraude, los que de forma coordinada crean una red de organiza-ciones de la sociedad civil dedicada a la observacin electoral (Bartra 1992;Durand Ponte). Desde su primera aparicin en las elecciones municipales de1989, esta novedosa Convergencia de Organismos Civiles por la Democracialogra superar los lmites estructurales que hasta entonces padecan ambaspautas organizativas:

    Por un lado, la gran mayora de las ONGs desplegaba una marcada proyectitis,sufriendo un evidente contraste entre su retrica transformacionista e in-cluso revolucionaria, y su autolimitacin a proyectos mnimos con escaso im-pacto multiplicador ms all de su clientela directamente beneficiaria (Ala-torre/Aguilar). Por otro lado, el aislamiento regional del nuevo movimientoindgena, que lograba movilizar a comunidades enteras, por ejemplo para laresistencia frente a la contrarreforma agraria de Salinas, pero que pasabadesapercibido a nivel nacional, sobre todo por los importantes movimientossociales urbanos (Dietz 1995).

    No obstante, dado que Convergencia, como plataforma de observacin elec-toral y su ampliacin en el frente de organizaciones agrupadas desde 1993como Alianza Cvica, permanecen dominadas por los activistas de las ONGsde desarrollo, la colaboracin con organizaciones indgenas sigue siendo al-tamente espordica y limitada a meros contactos personales. La decepcin yel sentimiento de impotencia ante la persistente prctica del omnipoderosofraude de la ingeniera electoral oficialista (Caldern Alzati/Cazs), contri-buye a concientizar a gran parte de la poblacin local acerca de sus derechoscomo ciudadanos mexicanos. Sin embargo, como el panorama de los partidos

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    polticos apenas ofrece alternativas cualitativas a la corrupcin, al caciquis-mo y al clientelismo rural, tanto los comuneros campesinos como la elite in-telectual se autolimitar a fortalecer a su respectiva comunidad indgena y asus coaliciones regionales con comunidades vecinas8. Esta limitante estruc-tural solo ser cuestionada cuando en 1994 aparece con el EZLN un nuevoactor de composicin bsicamente indgena, pero que se caracteriza por undiscurso dirigido antes que nada a la sociedad civil nacional (Nash). Mien-tras muchas ONGs se involucran en intermediar de forma tanto poltica comohumanitaria entre los zapatistas y el Ejrcito, paulatina y paralelamentesurge una red informal de contactos que se van generando entre el ComitClandestino Revolucionario Indgena del EZLN y las diversas coalicionesregionales de comunidades indgenas, vigorosas sobre todo en los estados delsur, sureste y occidente de Mxico. Por ello, y a pesar de su escasa continui-dad, las distintas plataformas sectoriales, estatales y nacionales de foros,asambleas y convenciones democrticas, directa o indirectamente impulsa-das por el EZLN, constituyen un giro decisivo en la relacin existente entrelas ONGs y los movimientos indgenas contemporneos. No es solo la coinci-dencia de estrategias compartidas a lo largo de las negociaciones chiapanecas(Reygadas), sino sobre todo la colaboracin concreta y cotidiana, desplegadadesde entonces a nivel intracomunal en varias regiones indgenas del pas,la que simboliza una incipiente y a veces an reticente confluencia entre am-bos actores:

    Las autoridades locales as como los protagonistas de las coaliciones decomunidades, por un lado, reconocen la necesidad y urgencia de trascenderla mera poltica de movilizacin para complementarla con una poltica deproyectos. Para iniciar este tipo de proyectos endgenos de desarrollo local,deliberadamente recurrirn a los conocimientos tcnicos y a los contactoscon agencias financiadoras que ya han sido establecidos por los represen-tantes de las ONGs9.

    Los propios activistas de las ONGs, por su lado, se vern paulatinamentesensibilizados sobre todo gracias al discurso del EZLN dirigido con frecuen-cia a estas organizaciones hacia el concepto de autonoma. Este concepto,proveniente del zapatismo histrico (Warman), promovido por las organiza-ciones indgenas, pero rechazado hasta entonces por las ONGs, prev la re-estructuracin de la sociedad mexicana en funcin del reconocimiento de lamencionada soberana de las comunidades y de sus representaciones regio-nales frente a todo tipo de actor exgeno, gubernamental o no-gubernamen-tal (CNI). La declaracin y el subsecuente establecimiento de facto de lasprimeras autonomas regionales obliga a las ONGs a someter su poltica deproyectos a las nuevas instancias locales y regionales de toma de decisiones.

    8. Para el conjunto de la sociedad civil mexicana, este proceso de autoaislamiento, a menudoacompaado por una tendencia hacia la desmovilizacin, es analizado por Zermeo (1995 y1996).9. Para el caso purhpecha, ejemplos de este nuevo tipo de proyecto endgeno de desarrollocomunal son aportados y analizados en Dietz 1997.

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    Ambas pautas organizativas se benefician de esta colaboracin, ya que ensus quehaceres cotidianos la comunidad indgena y su representacin regio-nal sern profesionalizadas gracias al decisivo apoyo obtenido por las ONGs.Estas, por su parte, adquieren una mayor legitimacin y aceptacin intra-locales por el mero hecho de que sus programas y proyectos especficos sonsometidos a menudo de forma obligada a los mecanismos de toma de deci-siones comunalmente vigentes.

    Perspectivas para el futuro

    Una vez que la intelectualidad indgena recomunalizada haya logrado eman-ciparse del paternalismo ejercido por el Estado-nacin, la creciente implica-cin de las ONGs en la poltica local y regional obligar a stas a iniciar unproceso semejante de emancipacin de la persistente tutela desplegada porsus contrapartes internacionales. El marco comn de este acercamiento re-cproco entre ONGs y movimientos indgenas lo ofrece la conviccin compar-tida por ambos de propiciar desde posiciones originalmente antagnicas unademocratizacin y ciudadanizacin no solo del Estado, sino de la sociedadcivil hasta ahora monopolizada por dicho Estado. Las inminentes eleccionespresidenciales del ao 2000 y el transcurso del proceso electoral pondrn aprueba la capacidad democratizadora de esta novedosa coalicin de descon-tentos (Esteva), urdida entre actores tan desiguales. La observacin electo-ral ser una vez ms el punto de confluencia visible entre las ONGs y losmovimientos indgenas. A pesar de los importantes logros obtenidos en lalucha comn por la apertura y ciudadanizacin sobre todo del InstitutoFederal Electoral (IFE), la dinmica nacional de la contienda partidista co-rre el riesgo de relegar nuevamente a las comunidades indgenas as como asus organizaciones a meros espectadores del proceso electoral.

    Para muchas ONGs y/o partidos de oposicin urbanos, los movimientos ind-genas gracias a su arraigo local constituyen aliados sumamente tiles parala observacin y el registro de irregularidades y fraudes cometidos por lapersistente ingeniera electoral en lejanas regiones rurales. Sin embargo,hasta la fecha se carece de un modelo de organizacin poltica que integre alas organizaciones indgenas y a sus delegados en los mecanismos de partici-pacin poltica y de cogestin ciudadana, sin que dicha integracin los obli-gue a desarraigarse definitivamente de sus comunidades de origen y con ellode su fuente de legitimidad. Las sucesivas consultas populares convocadasdesde 1995 por el EZLN para debatir la cuestin del modelo ms adecuadode organizacin poltica, de participacin ciudadana y de autonoma territo-rial revelan la lejana que an persiste entre los movimientos indgenas ru-rales y sus aliados urbanos.

    Bibliografa citada

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