Mujeres, migración internacional y división sexual del trabajo

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Revista Inversa, Vol. 2, No.2 (2006): 4-21.

Mujeres, migracióninternacional y división

sexual del trabajo:Un relato biográfico

David Andrés Díez Gó[email protected]

AntropólogoEstudiante de la Maestría en Estudios de Género, Mujer y Desarrollo

Universidad Nacional de Colombia, Sede Bogotá

Palabras clavesMujeres, migración internacional,división sexual del trabajo, género,relato biográfico.

Key wordsWomen, gender, internationalmigration, sexual division ofwork, biographical narrative.

Recibido:13/12/2006En revisión desde:15/12/2006Aceptado para publicación:15/12/2006

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ResumenEl artículo aborda la migración internacional de mujeres mediante una entrevista a LuzHelena, una colombiana que a los 53 años viaja a los Estados Unidos para asumir elcuidado de su nieto, hijo de una pareja colombiana residente en Boston. Aunque estecaso responde a tendencias globales del fenómeno migratorio –como la «crisis delcuidado» en el Primer Mundo, que sumada a la crisis económica en el Tercer Mundoempuja a mujeres de éste último a buscar opciones laborales en el primero–, presentaventajas frente a la situación de miles de mujeres latinas que viven una «esclavitudcontemporánea» (Zarembka, 2004) en los Estados Unidos. Luz Helena cuenta concondiciones privilegiadas: vivienda propia en Colombia, seguridad social e ingresos porsu trabajo como docente y por el apoyo económico que recibe de su ex-esposo. Estosbeneficios los consiguió mediante un uso estratégico del papel tradicional de la mujercomo sujeto de protección por parte de un varón proveedor, sin dejar de lado la entregaa los/as otros/as y la asunción de labores feminizadas según el orden de género imperante,como elementos centrales en la elaboración del sentido de su vida en tanto mujer.

AbstractThis paper approaches the situation of international migration of women through aninterview with Luz Helena, a Colombian woman who, at age 53, travels to United Statesto take care of her grandchild, son of a Colombian couple living in Boston. Though thiscase answers to global tendencies of the migratory phenomena –such as the First World’s«Care crisis» which, added to the economical crisis of the Third World, forces womenliving here to look for jobs there-, it presents certain advantages, comparing with thesituation of thousands of Latin-American women who live a «contemporary slavery»(Zarembka, 2004) in the United States. Luz Helena portrays privileged conditions: has ahouse of her own in Colombia, social security and incomes from her job as a teacherand her husband’s economical support. She reached these benefits by strategically usingthe traditional role of women as subjects to be protected by a providing male, withoutmaking aside the devotion to others or the feminized tasks consistent with the prevailinggender arrangement, as central elements in the construction of her life sense as a woman.

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ntroducciónA comienzos del mes de junio de 2006 llegó a mi casa una visita desdeMedellín, ciudad donde creció la mayoría de mi familia. Se trataba deLuz Helena, una mujer paisa de 53 años, hermana de una cuñada de

mi madre. El motivo principal de su visita era tramitar la visa ante la embajadaestadounidense. Su hija Claudia, junto con su esposo, ambos nacidos enColombia pero con nacionalidad estadounidense, esperaban recibirla enBoston a finales de junio, fecha para la cual estaba previsto el nacimiento delprimer hijo de la pareja y segundo nieto de Luz Helena. Este acontecimientotranscurría mientras abordábamos el tema de la migración de mujeres del«Tercer Mundo» hacia el «Primer Mundo» en el seminario electivo Género,trabajo e identidades1. En ese contexto le propuse a Luz Helena que me concedierauna entrevista, orientada según lo que Guber (2001) llama la técnica de la «nodirectividad»2, con el fin de profundizar en el tema planteado.

Durante el seminario veíamos que los procesos de globalización e inserciónde las mujeres al mercado laboral han tenido efectos diversos según el contextogeopolítico del cual se esté hablando, sobre todo cuando se comparan lascondiciones de países del Primer Mundo con aquellas propias del TercerMundo. Así, en el primero se evidencia una alta participación femenina enactividades económicas remuneradas, en buena medida calificadas e inscritasen el sector formal. Esta situación, unida a otros factores demográficos3, hagenerado una «crisis del cuidado», es decir, una baja oferta de mano de obralocal disponible para asumir las labores domésticas de limpieza, preparaciónde alimentos y cuidado de niños/as y ancianos/as, entre otras actividadesadjudicadas a las mujeres según las prescripciones tradicionales de género4.En contraste, en los países del Tercer Mundo, como consecuencia de las crisiseconómicas, la informalización de la economía, el desempleo, el subempleo ylos efectos de estos fenómenos en la calidad de vida, se ha elevado masivamentela migración, en su mayoría femenina, hacia países del Primer Mundo, comouna manera de buscar opciones de supervivencia (Sassen, 2004). Laconvergencia de estas dos tendencias ha llevado a que buena parte de las mujeresinmigrantes encuentren trabajo en las economías domésticas de países comoEstados Unidos. Así, estas mujeres «reemplazan en el trabajo reproductivono remunerado en sus hogares a las mujeres del Norte que se integran almercado laboral» (Benería, 2006: 18). Una proporción considerable de esasmujeres es sometida a condiciones de explotación en el marco de contratosde trabajo injustos y de condiciones que en ocasiones permiten hablar de unnuevo tipo de «esclavitud» en la sociedad contemporánea (Zarembka, 2004).Sin embargo, el caso de Luz Helena presenta diferencias con respecto a lasituación de varias mujeres entrevistadas por Zarembka5. Al señalar esasdiferencias no pretendo desconocer la situación dramática que viven miles demujeres que migran hacia Estados Unidos, sino mostrar como la globalizaciónafecta de modo distinto a las mujeres según su condición de clase, las redessociales a las cuales tienen acceso en el país de origen y de llegada, y lastrayectorias de vida, entre otros aspectos. Por otro lado, a pesar de lasdiferencias, existen elementos comunes que configuran la identidad de génerode las mujeres, en particular la inclinación a considerar el sacrificio y la entregahacia las demás personas, sobre todo hacia los/as hijos/as, como eje centralen la construcción del sentido de sus vidas. Este elemento resulta clave en ladefinición de la división sexual del trabajo y en la subordinación de las mujeres,tema que ampliaré más adelante.

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1 Este artículo es una versión conajustes de un texto presentadocomo trabajo final para el seminarioelectivo Género, trabajo e identidades:perspectivas teóricas e investigativas,ofrecido por la Escuela de Estudiosde Género de la UniversidadNacional de Colombia durante elprimer semestre de 2006.Agradezco a la profesora LuzGabriela Arango, docente a cargodel seminario, por su orientaciónacadémica alrededor de lasprincipales referenciasbibliográficas utilizadas en estetexto.

2 Para realizar la entrevista no utilicéun formato guía, pues la posibilidadde llevarla a cabo se dio de manerabastante improvista. Luego deacompañar a Luz Helena a tomarseunos exámenes médicos que leexigía la embajada como requisitopara tramitar su visa, le comentésobre algunos de los temas quevenía abordando en la Maestría enEstudios de Género. Enseguida ledije que sería interesanteentrevistarla, ante lo cual accedióy ese mismo día realizamos laentrevista, en medio del afán de lostrámites de la visa. Aunque teníaen mente algunos puntos queconsideraba importantes (¿qué lamotivaba a viajar? ¿A qué sededicaría en Estados Unidos? ¿Quélugar ocupaba este viaje en sutrayectoria de vida y en laelaboración del sentido de su vidaen tanto mujer?, entre otras), laentrevista transcurrió a manera de

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Un viaje solidario: la parte olvidada del interés económicoEl viaje de Luz Helena no tiene como propósito buscar oportunidades de

trabajo frente a una condición de desempleo o inestabilidad financiera vividaen su país de origen. Sin embargo, ello no quiere decir que no exista unamotivación económica de fondo. Como lo muestra Benería (1999), desde laconfiguración de la economía de mercado en los siglos XVIII y XIX, haprevalecido una visión que reduce lo económico a aquellos intercambios debienes, servicios y fuerza de trabajo que permiten la generación de excedente.Esa visión desconoce otras dimensiones de la economía como la solidaridad,el amor y la reciprocidad. En el caso de Luz Helena, se evidencia un interéspor viajar a Boston con el fin de acompañar a su hija durante el nacimiento ylos primeros años de vida del primogénito de ésta, sin esperar una retribuciónmonetaria a cambio:

«Voy a ir es más que todo por cuidar al nieto. Ojalá y Dios quiera que yo pueda llegar antesdel parto, porque yo veo que ella tan solita por allá. Yo me imagino que uno en un momentode esos lo que más quiere en la vida es tener a la mamá al pie. […] Más que todo eso es loque me anima mucho a irme allá para donde ella. También por conocer a mi bebé yquedarme un tiempecito ayudándoles y colaborándoles allá» (Luz Helena).

En este caso la futura emigrante no aspira a desempeñar un trabajoreproductivo remunerado, en calidad de empleada doméstica, sino que demanera implícita manifiesta disposición para realizar ese trabajo sin recibirsalario; es decir, como una colaboración caracterizada por lo que –desde losesquemas de género tradicionales– constituye el desinterés propio de una madrehacia una hija. Aunque ésta y su yerno son profesionales y ejercen sus carrerasen Boston, Luz Helena señala que no cuentan con los recursos necesarios parapagar a una empleada doméstica. «Por allá no pueden conseguir, es muy costoso.Una empleada vale 100 dólares diarios. Mucha plata, no pueden» (Luz Helena).

En Occidente existe una tendencia cultural a vincular las dimensiones dela solidaridad, el amor y la reciprocidad expresadas en este caso por Luz Helena,con la feminidad, así como a asociar las dimensiones económicas de la ganancia,la racionalidad y la individualidad propias de la economía del mercado, con lamasculinidad (ambos polos basados en la diferencia sexual entre hombres ymujeres). Aunque no se puede negar que estas asociaciones legitiman lasubordinación de las mujeres en el ámbito de las relaciones sociales (Benería,1999), en este trabajo pretendo mostrar como Luz Helena usa talesprescripciones para obtener beneficios propios de la dimensión racional eindividualizada de la economía de mercado, sin dejar de lado la importanciade la solidaridad y de la entrega a los/as otros/as como elemento clave en laelaboración subjetiva del sentido de su vida en tanto mujer.

Con el fin de ilustrar los puntos anteriores, presentaré algunos de losprincipales hitos que configuran la trayectoria de vida –y en especial latrayectoria laboral6 de Luz Helena–, elaborados a partir de una entrevista semi-estructurada, grabada y trascrita por el autor, en junio 7 de 2006.

«Yo soy de las que me entrego del todo y por todo»: una mirada a lavida de Luz Helena

Luz Helena es la mayor de 6 hermanos. Sus padres se casaron en Medellína principios de 1960. Durante los primeros años, la familia migraba a distintasciudades del país según la región a la cual enviaran al padre, quien trabajaba

charla informal. De acuerdo con susrespuestas surgían nuevos interesesy preguntas de mi parte que pocoa poco fueron dando forma a lainteracción. El propósito deldiálogo era conocer el punto devista de Luz Helena en sus propiostérminos y desde sus marcos deinterpretación. Para ello procuréplantear preguntas «nodirectivitas» (Guber, 2001), es decir,interrogantes relativamenteabiertos que permitieran que LuzHelena se expresara de la maneramás libre posible. Uno de loscriterios que resultó importantepara desarrollar la conversación fueel establecimiento de un ordencronológico entre los hechos ysignificados relacionados con lavida de Luz Helena.

3 Principalmente bajas tasas denatalidad e incremento de laesperanza de vida, fenómenos quesobre todo en Europa hansignificado el envejecimiento de lapoblación.

4 Más adelante amplío la discusiónsobre las prescripcionestradicionales de género y la divisiónsexual del trabajo.

5 En la última sección del textodescribo con mayor detalle lasituación de «esclavitud» a la cualse refiere Zarembka (2004).

6 Las trayectorias de vida son «cursosde acción que toma la vida de losindividuos en el campo del trabajo, yque son el resultado de acciones yprácticas desplegadas por laspersonas en situaciones específicasa través del tiempo. […] Seconstituyen en el interjuego dediferentes ámbitos sociales einstitucionales donde los sujetossexuados ocupan una posiciónparticular, condicionada por factoresestructurales (la organización ydivisión social y sexual del trabajo),prescripciones sociales e imágenes yrepresentaciones de género quecirculan y regulan las relacionessociales» (Guzmán y Mauro, 2004:197).

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para el Ejército Nacional. La madre de Luz Helena permanecía en el hogarpendiente de las labores domésticas y del cuidado de los hijos, aunque elpadre pagaba una empleada de servicio que colaboraba con esas actividades.La madre también cosía ropa y en ocasiones vendía o regalaba las prendas quefabricaba. Cuando la hermana menor de los seis hijos tenía cuatro años, lospadres de Luz Helena se separaron y su madre quedó a cargo de los hijos. Lamensualidad aportada por el padre no era suficiente para cubrir los distintosgastos del hogar, ante lo cual la madre optó por intensificar sus labores decostura con el fin de generar ingresos. Al mismo tiempo, Luz Helena, comohija mayor que era, junto con los hermanos que le seguían, colaborabaneconómicamente mediante la venta de productos caseros de consumo en sucolegio.

«Nosotros nos defendíamos mucho porque yo en el colegio también vendía, le pedía permisoa las monjas para que me dejaran hacer ventas para ayudarme con mis estudios. Entoncesellas me permitían hacer eso, y yo hacía venticas de todo lo que vende uno como niño quees minisicui, cofio7, dulces, cocos, todo eso. Y con eso yo ayudaba mucho también a mimamá para los hermanitos míos, porque yo era la mayor» (Luz Helena).

Los padres de Luz Helena consideraban que dar estudio a las mujeres erauna pérdida de tiempo y dinero: «una de las cosas es que usted sabe queanteriormente no le daban a uno casi estudio que porque si la mujer iba era aatender una casa entonces que qué bobada» (Luz Helena). Sin embargo, graciasa su interés y al apoyo económico y moral que dos tíos maternos le prestaron,Luz Helena pudo estudiar. Al principio quería profesionalizarse como enfermera,sin embargo, resultó ser una carrera muy costosa. Además, en el único sitiodonde podía costearla, el SENA, existían restricciones de edad para las mujeres,y Luz Helena tenía apenas 15 años, mientras que la mayoría de edad se cumplíaa los 21 años.

En esta situación convergen discriminaciones frente a la condición femeninapor parte de los padres de Luz Helena así como de instituciones específicascomo el SENA. De este modo, la identidad de género es prescrita a nivel delámbito público y privado a la vez, de manera que en ella influye el «interjuegode diferentes ámbitos sociales» señalado más atrás por Guzmán y Mauro (2004).Sin embargo, en este caso llama la atención la restricción a las mujeres inclusopara realizar una profesión como la enfermería, frecuentemente asociada a lasupuesta predisposición de la condición femenina al servicio a los demás. Talpredisposición se evidencia en el relato de Luz Helena cuando señala la razónpor la cual quería entrar a estudiar enfermería, y hace parte de uno de losprincipales ejes de su experiencia vital como mujer y del sentido que ella leatribuye a la misma.

«-David: ¿y por qué te gustaba la enfermería?-Luz Helena: no sé, era algo como… a mí me gusta mucho la gente, como ayudar mucho ala gente, me doy mucho a la gente. Vea, yo digo a ratos que gracias a Dios que no pudeestudiar enfermería. Porque le digo, yo voy a cuidar un enfermo y yo sufro por esa persona yquisiera yo en el momento tener el dolor… ayyyy [suspira profundo]… y me da una cosa quedigo «ay no». Entonces no hubiera sido buena enfermera [sonríe]. Porque yo creo que en elfondo para ejercer una profesión de esas uno tiene que ser un poquito duro de corazón. Noduro, sino que no entregarse tanto a la gente. Y yo soy de las que me entrego del todo y portodo.

7 Productos hechos a base de arroztostado molido y mezclado conanilina y azúcar, típicos de la ciudadde Medellín.

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Tabla No. 1Cuadro de síntesis de la trayectoriade vida de Luz Elena

Actividades laborales Edad/AñosÁmbito personal y

familiar

Venta de productoscaseros en el colegio.

13Estudia bachillerato.Ayuda a costear susgastos de estudio

Secretaria de uncolegio.

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Estudia bachillerato enel m ismo colegio en elcual trabaja. Ayuda enel sostenim iento delhogar y la educaciónprimaria de hermanos

Cambian al rector delcolegio y el nuevo noacepta menores deedad. Se va a trabajarcomo secretaria enuna oficina de unamigo de su padre.

19Continúa ayudando ensu casa

Renuncia a su trabajoen la oficina.

27Se casa. Su esposo noacepta que trabaje enla oficina (celos).

28 Nace su prim era hija.

29 Nace su segunda hija.

Compra y venta demercancía

30

Docente demanualidades parapersonas de la terceraedad en la SociedadSan Vicente de Paúl ytam bién en Fabricato.Contrato deprestación de ser vicios.Remuneración "comoun auxilio para lospasajes" (Luz Helena).

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Renuncia a su trabajoen San Vicente dePaúl

53 años

Tramita su visa parairse a Estados Unidoscon el fin de cuidar asu nieto, quien está apunto de nacer. Lamamá del niño(primeriza) y su esposotrabajan. No tienentiempo ni dinero parapagar a una personaque se ocupe de laslabores de cuidado delniño.

Lleva materiales yproductos demanualidades paravender, pero sobretodo para no quedarse"sin hacer nada".

53 añosViaja a Estados Unidosdonde su hija.

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-David: ¿y tú por qué crees que sea esa entrega? ¿De dónde viene esa vocación?-Luz Helena: ay, no sé, pero es desde niña. Me encanta la gente, me encantan los niños, losancianos. Ayyyy [suspira profundo], yo amo a la vida, yo amo a la gente, yo todo, ay yo no sé,es que yo no sé. Formas de ser, pienso yo, porque en mi casa soy la única así. Pues en mi casa,toda la gente es muy querida, muy noble. Pero que sean así como tan apegadas a la gente…yo» (Entrevista a Luz Helena).

En los párrafos anteriores vemos como Luz Helena supera narrativamentelas restricciones impuestas a su gusto por la enfermería. Al hacerlo, presentaese impedimento como un hecho positivo. Para ella, su alta inclinación aentregarse a los demás, podría haber generado problemas para el ejercicio de laenfermería, una profesión que –paradójicamente– suele asociarse al altruismoy por tanto a la condición femenina según las prescripciones tradicionales.

Ante la imposibilidad de estudiar enfermería, Luz Helena inició un cursode secretariado. Después de eso, desarrolló una carrera técnica en gastronomíaen el SENA, así como cursos de manualidades ofrecidos por cajas deCompensación Familiar de Medellín (Comfenalco y Comfama). Mediante esaformación adquirió conocimientos y habilidades que más adelante le serviríanpara dictar clases a personas de la tercera edad pensionadas de Fabricato y aotras que recibían cursos ofrecidos por una fundación asociada al hospitalSan Vicente de Paúl. Ese ejercicio docente se constituiría en un camino paraejercer su vocación de entrega a la gente. Sin embargo, antes de llegar a estemomento de su vida, más cercano al presente, Luz Helena pasó por otrostrabajos y vivencias, los cuales resumo en la tabla número 18.

Luz Helena destaca como motivación para ingresar al trabajo formal, elanhelo de que sus hermanos también puedan estudiar. Al preguntarle por ellugar del trabajo en la definición de su identidad, de nuevo hace alusión a suinclinación «natural» por ayudar a la gente. «A mí no me importa a quien, sies mi familia, si es una persona extraña, ajena, lo que sea. Lo importante paramí es estar con la gente y ayudar a la gente» (Luz Helena).

Con respecto al establecimiento de relaciones de pareja, Luz Helenamanifiesta que a pesar de haber tenido muchos novios, no le gustaba pensaren matrimonio. Consideraba que casarse y tener hijos traía consigo muchasresponsabilidades, de lo cual había sido testigo a través de la historia de sumadre.

«El problema es el miedo, el miedo a coger como una obligación para mí sola, sin saber si ibaa ser capaz o no iba a ser capaz de ser responsable. Y más bien no pensaba mucho en elmatrimonio […]. Yo veía a mi mamá, que a toda hora alrededor de nosotros, que lacomidita, que el desayunito, que el estudio, que ya hicieron tareas, que lavar la ropa, quea planchar. Las mamás de ese entonces eran las de un todo y por todo. Ellas no, imagíneseusted, así tuvieran quién les colaborara ellas eran las que se metían en todo lo de uno.Entonces eso era lo que a mí me daba miedo […]. Y con este que fue mi esposo, con élempezamos así como amigos, nunca salíamos. Él me decía que le aterraba el matrimonioentonces le decía yo a mi mamá: «¡ay mami, llegó el novio pa’ toda la vida… por fin me llegóalguien, voy a poder ser novia!» [Sonríe]. Y no, vea, fue cuando más ligero nos enamoramosy nos casamos» (Luz Helena).

El testimonio de Luz Helena muestra una inclinación a considerar el trabajodoméstico y el cuidado de niños como actividades propias de las mujeres,aunque al mismo tiempo señala esta prescripción como una característica másmarcada en «las mamás de ese entonces». La imagen que tiene Luz Helena de

8 Este breve esquema es unaadaptación del formato utilizadopor Guzmán y Mauro (2004) parasintetizar las trayectorias laboralesde algunas mujeres chilenas.

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su madre le genera miedo frente al matrimonio. Esto quizás explique la edadrelativamente madura a la cual se casó (27 años), y también trae a la menteexpresiones que suelen presentarse sobre todo en hombres latinoamericanosde clase media, para los cuales el matrimonio representa una carga que se debeesquivar, pero que finalmente «atrapa» a los varones (Viveros, 2001; Olavarría,2001; Fuller, 2001). La influencia de la madre de Luz Helena en su relatobiográfico trae consigo imágenes de lo masculino y lo femenino que seentrecruzan, aunque finalmente estas últimas son las que más marcan su vida.Lo anterior se refleja, por ejemplo, en que haya decidido renunciar a su trabajocomo secretaria por dar gusto a Jorge, su esposo. Luego de casarse, él le prohibiócontinuar con ese trabajo.

«Me sacrifiqué porque fíjese que cuando nosotros nos íbamos a casar él me hizo salir de laempresa. Y el patrón mío lo llamó a él y le dijo: «déjela seguir trabajando, es muy buenaempleada y queremos tenerla aquí en la empresa»; y él «no, no, no, yo no quiero que ellatrabaje». Y no me dejó» (Luz Helena).

Para Luz Helena, la razón por la cual Jorge no quería que ella trabajararadicaba en los celos. No obstante, luego de tener a sus dos hijas –quienes sellevan un año de diferencia–, y ante el consecuente aumento de los gastos dela familia, Jorge aceptó que Luz Helena trabajara como independiente. Ellacomenzó a viajar y a comprar mercancía que vendía a distintos almacenes deMedellín. Este trabajo le permitía contar con el tiempo suficiente para cuidara las niñas. Viajaba máximo dos o tres días a la semana y el resto de la semanarealizaba visitas para vender la mercancía. A veces llevaba a sus hijas o lasdejaba al cuidado de su abuela, a quien le ayudaba una empleada domésticapagada por Jorge y Luz Helena. Ésta prefería que la empleada permanecieradonde su madre y no en la casa, pues al igual que su marido era muy celosa.

Luz Helena se sentía bastante cómoda con el trabajo independiente, pueséste le permitía generar ingresos y definir sus propios horarios de trabajo paravelar por sus hijas. Al mismo tiempo, Jorge, quien estudió una carrera técnicaen mecánica, había establecido una microempresa, y aunque Luz Helena notrabajaba formalmente en ella, manifiesta haber jugado un papel importanteen el «empuje» brindado a su marido para motivarlo a progresar.

«Juntos fuimos consiguiendo. Yo he sido muy… ¿cómo te dijera yo? Muy animada paratrabajar. Entonces yo lo animaba a él. Él me decía: «ay amor, que es que vea que me estánofreciendo una máquina –él trabaja en mecánica industrial–, pero ¿cómo nos vamos ameter en esa máquina, eso vale mucho?»; «ajj ajj –le decía yo– nada mi amor, cerremos losojos, métase que de alguna forma mi Dios nos ayuda a ver cómo salimos adelante. No digaque no, hágale, hágale que esa misma máquina se va a ayudar a pagarse». Y así se fuehaciendo él a una empresa hasta llegar a tener 35 trabajadores» (Luz Helena).

Además de este apoyo moral, Luz Helena también aportó capital para lacompra de maquinaria, gracias a sus ganancias en las ventas. Por su parte, Jorgetrabajaba de 8:00 a.m. a 6:00 p.m. Al llegar a casa, Luz Helena era quien lepreparaba la comida, luego de haber realizado los demás oficios domésticos,cuidado a las niñas y realizado las actividades propias de su trabajo comovendedora independiente.

«Porque así tuviéramos nosotros empleada, a mí nunca me gustaba como que nadie se memetiera en la cocina. Más que todo era como para tener una persona de compañía, queOscar Javier Reyes Chiriví

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arreglara la casa y de pronto la ropa, porque lo que era la cocina y todo lo desempeñabaera yo. Como por tener ahí quien me acompañara» (Luz Helena).

Como lo señala Javier Pineda (2000), en el trabajo independiente sesuperponen las esferas de lo público y lo privado. En el caso de Luz Helena,ello significaba la fusión de jornadas de trabajo productivo y reproductivo enel hogar, aunque buena parte de sus actividades remuneradas se desarrollabanen la esfera pública. Este hecho puede ser un elemento potencial en elempoderamiento* (Pineda, 2000) de la mujer. En el caso de Luz Helena, eltrabajo como independiente le permitió generar ingresos que superaban susgastos básicos y también fue una forma de fortalecer la microempresa a cargode su esposo. Sin embargo, valdría la pena conocer la posición de Jorge alrespecto. Algunas investigaciones en Colombia y Chile (Pineda, 2000; Guzmány Mauro, 2004, respectivamente) plantean que muchos hombres, sobre todode sectores populares, con trabajos inestables y con bajos niveles educativos,tienden a desconocer la importancia del trabajo de sus parejas, considerandoque son secundarios, incluso en los casos en los que ellas suelen ganar más queellos. También es común que los hombres se resistan a participar en los oficiosdomésticos y que se presten un poco más para el apoyo de labores de cuidadode los hijos.

«-Luz Helena: él siempre llegaba a las 6:00 p.m. como a ayudar a hacer las tareas[escolares de las niñas]. Él sí ha sido muy cariñoso con las niñas, con ellas fue muy querido,muy pendiente.-David: ¿y en cuanto a lo que llaman el trabajo sucio de las casas, los baños…?-Luz Helena: ¡ahhh, no, no, no, no, para nada, hhhmmm, ese es más machista!-David: ¿y para cocinar?-Luz Helena: ¡noooo! Él no sabe hacer un huevito, qué peca’o [Sonríe]» (Entrevista a LuzHelena).

En la respuesta de Luz Helena se evidencia que aunque la falta departicipación masculina en las tareas domésticas se ve como una actitud«machista», al tiempo es considerada con cierta indulgencia: «qué pe’cao». Talexpresión, junto con la sonrisa de Luz Helena, revela más condescendenciaque rechazo. No obstante, esa actitud sufre cambios generacionales. Luz Helenaseñala que el esposo de su hija Claudia «colabora» mucho más en la casa:

«Luz Helena: él es el que arregla la casa, los baños. Sí, en ese sentido él sí le colabora mucho.Es que allá son como así, yo creo que allá tienen que ser así.-David: ¿por qué crees eso?-Luz Helena: pues por lo que he visto que la gente se ha ido allá, yo siempre veo que comoque colaboran mucho los hombres. No sé los americanos en sí cómo serán, si sí son buenos…anfitriones. No sé. Pero los de aquí de Colombia que van para allá, sí. Todos» (Entrevistaa Luz Helena).

Aunque no podemos saber si en la práctica se da esta alta participaciónmasculina en los hogares de colombianos residentes en los Estados Unidos,vale la pena señalar el cambio en la representación de aquello que correspondea la condición de hombre. Como lo señala Matthew Gutmann (2000), esatransformación es un indicativo de la capacidad humana para recrear la culturaa través del tiempo, sin negar que del decir al hacer hay aún bastante tramo porrecorrer.

* Según Magdalena León, elempoderamiento implica latrasformación de las relaciones degénero y «una precondición paralograr la igualdad entre hombres ymujeres». El término, ha sidoutilizado con diversas acepciones«y no siempre en un sentidoemancipatorio» (León, 2000: 29)sin embargo, como la autora loindica, en la mayoría de las vecesha implicado el control que laspersonas tienen sobre su vida y susagendas personales. «Por lo generalse asocia con los intereses dequienes no poseen poder y sepresume como una expresión decambio deseado sin entrar endetalles sobre qué implica estecambio» (León, 2000: 30). Parasaber más sobre este tema puedeconsultarse el trabajo de la autorareferido en la bibliografía.N. de la E.

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Otro de los aspectos en los cuales se presentan cambios es en la educaciónde las mujeres. Luz Helena comenta que su esposo ha costeado las carreras desus dos hijas y que aunque ambas ya son profesionales y ejercen, una enColombia y otra en Estados Unidos, él constantemente les dice que puedencontar con su apoyo y financiación si desean estudiar más.

Luz Helena recalca bastante la amplia disposición de Jorge para ayudareconómicamente a sus hijas y de paso a ella, aunque se separaron hace 23años. La narración sobre esta ruptura constituyó un punto nodal en la entrevista.A pesar del tiempo transcurrido, para Luz Helena resulta doloroso recordaresos momentos. Sin embargo, me habló de lo acontecido: Jorge se fue conotra mujer, situación que se vio agravada por la repulsión que la familia deorigen de él presentaba frente a Luz Helena. Aunque no se trataba de unafamilia con mayores recursos que la suya –pues tanto ella como él provienende sectores populares–, el color de piel de Luz Helena fue un argumento paradiscriminarla. Ella es trigueña mientras que la familia de Jorge es en su mayoríade piel blanca. A pesar de lo sucedido, Luz Helena supera esta situación demanera discursiva, contándome que, a diferencia de sus hijas, quienes nacieronblancas, las hijas del segundo matrimonio de Jorge nacieron «negritas».

«Yo me pegaba por los laditos»: uso estratégico de las prescripcionestradicionales de género

Luego de su separación legal, Jorge y Luz Helena llegaron a un acuerdovoluntario. Él le compró un apartamento a ella y a sus dos hijas; siempre haaportado una mensualidad considerable y también ha pagado la seguridadsocial de Luz Helena, quien figura como empleada de la microempresaadministrada por Jorge. Este acuerdo ha sido fruto, desde mi punto de vista,de una estrategia de reciprocidad desarrollada en buena medida gracias a lainiciativa de Luz Helena, según lo deja entrever su relato:

«sí, él me compró el apartamento. Yo le decía a él que al menos dejara a las niñas en untecho seguro. Porque también muy horrible pues pagando arriendo toda la vida. Uno no ibaa saber cuánto vivía él o cuánto vivía yo, nadie tiene la vida comprada. Entonces nos dioel apartamento. De todas maneras él ha querido mucho a las niñas y les daba muchogusto. Les dio su buena carrera, su buen estudio, cada una tenía su carrito. Él les dabamucho gusto. [...] A pesar de todo, él ha sido muy querido, se ha manejado muy bien.Nosotros llevamos una relación muy bonita. Porque, a ver, ¿yo cómo le voy a quitar a él [surol de padre]?… cuando nos separamos las niñas estaban muy pequeñas y a mí me decíauna amiga: «ay Luz Helena, usted sí es boba, pa’qué le presta las niñas a él». Y yo le decía:«¿Por qué? ¿Cómo así? ¿Cómo no se las voy a prestar? Es que son las hijas de él. Y yo no levoy a negar a él el amor de sus hijas ni a ellas el amor de su papá». Entonces yo les decíaa ellas: «salgan con el papá, mímenlo, contémplenlo, háganlo sentir la persona másimportante, háganlo sentir bien», y así. Y vea, él les ha dado, él se encariñó tanto de ellas,él quiere a las otras hijas, pero no tanto como a las hijas de nuestro matrimonio. Él lasadora. Para mí eso fue una ventaja porque yo me pegaba por los laditos. Sí, él ha sido unapersona muy noble, en cierta forma es muy noble. Porque mire que nosotros llevamos 23años de separados y él todavía me colabora económicamente» (Luz Helena).

Al fortalecer el vínculo afectivo entre Jorge y sus hijas, Luz Helena no sóloprocuraba que éstas tuvieran un futuro seguro, sino que al mismo tiempomovilizaba intereses en aras de su supervivencia y estabilidad económicaindividual. Con esto no quiero juzgar a Luz Helena de utilitarista sino queOscar Javier Reyes Chiriví

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más bien, me interesa mostrar cómo en la trayectoria de vida de una personase sobreponen formas de actuar y de darle significado a la experiencia vital quecontienen rasgos propios tanto de la imagen de la feminidad ligada a las lógicaseconómicas de la solidaridad, como aquellos rasgos asociados a la masculinidaden tanto inclinación al interés económico y el beneficio individual. Estaconfluencia se configura de manera paralela al establecimiento de una relaciónparticular con el trabajo. Si bien Luz Helena desde un principio sacrificó suempleo en el sector formal por Jorge, todo el tiempo estuvo vinculada aactividades productivas, no sólo a aquellas propias de sus ventas, sino tambiénapoyando moral y económicamente a su esposo. El apoyo económico recibidopor Luz Helena de parte de su marido explica en buena medida que despuésde la separación haya podido dedicarse a trabajar de manera independientecomo docente de cursos ligados a lo que ella consideraba su vocación: servir alos demás. Con la estabilidad representada en una casa propia y en unamensualidad, Luz Helena podía realizar labores con horarios flexibles e inclusocon remuneraciones propias de un tipo de trabajadora bastante altruista:

«[Luego de la separación] empecé a trabajar con la Sociedad de San Vicente de Paúl, quees una sociedad sin ánimo de lucro. Pero pues a nosotros sí nos pagan, nos dan como unauxilio para los pasajes y así. Allá trabajé hasta la semana pasada. Llevaba 8 años ahí. Yya, lo que más me gusta a mí es estar entre la gente» (Entrevista a Luz Helena).

La mencionada mezcla entre imágenes de masculinidad y feminidad en latrayectoria de Luz Helena se manifiesta entonces en la alusión a la entrega y lasolidaridad –valores asociados a lo femenino– y no a la búsqueda de ganancia–más vinculada a lo masculino–9 como alicientes para dedicarse a la docencia;lo cual se sobrepone a la obtención de beneficios monetarios gracias a laestrategia de «pegarse por el ladito» de la relación entre sus hijas y Jorge, su(ex)esposo. En relación con este último, cabe señalar que varias investigacionessobre las masculinidades en América Latina destacan la figura del «varónproveedor» como un modelo que para muchos hombres significa adquirir elestatus de hombre adulto (Viveros, 2001; Olavarría, 2001; Fuller, 2001). Así,ser hombre aparece como algo que debe ser probado, y la posibilidad de proveereconómicamente a una mujer y a su progenie sería una de las formas privilegiadasde hacerlo. En el caso de Jorge, a pesar de estar separado de su esposa, el pesode tal modelo se presenta bajo la forma de una manutención a larga distancia,que en ningún momento se vio forzada por medios legales apelados por LuzHelena, pero aún así superó en mucho lo que difícilmente se conseguiría contales medios: mensualidad generosa, vivienda propia y pago de la seguridadsocial. La ausencia de estos beneficios seguramente significaría un menor rangode libertad para Luz Helena a la hora de decidir el rumbo de su destino, y enparticular para optar por viajar a Estados Unidos siguiendo una motivaciónaltruista.

Entre Medellín y Boston, dos destinos con un mismo propósito:las nietas de Luz Helena

Luz Helena renunció al trabajo en San Vicente de Paúl una semana antesde viajar a Bogotá para tramitar su visa, aún sin tener certeza sobre su viaje alos Estados Unidos. Cuando la entrevisté permanecía la incertidumbre, aunquefinalmente le fue aprobada la visa y se fue. Al preguntarle qué haría si le

9 Estas asociaciones bipolares(masculino-femenino), de las cualeshablan autoras como Benería(1999) para caracterizar lastendencias de la economía global,no se restringen a la definición delser hombre y ser mujerrespectivamente. Se trata más biende dos significantes (Scott, 1990)que describen comportamientos,actitudes, formas de interpretar larealidad, que bien puede desarrollarun hombre o una mujer. Es por esoque suele tildarse de «afeminados»a aquellos hombres quedesempeñan tareas consideradassocialmente como femeninas (porejemplo la enfermería, caso queestudia Hernández, 2000), o de«marimachas» a mujeres querealizan oficios asociados a lamasculinidad (como en el caso dela conducción de camiones, del cualse ocupa Do Santos, 2000).

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negaran la visa, respondió: «pues vea, si me sale muy bien por mi niña la deallá. Y si no, quedarme aquí [Sonríe]. O sea, para mí las dos cosas están bien.Si me voy muy rico y si me quedo… pues mejor». Sin embargo, más adelanteLuz Helena comentó que si se iba le afectaría emocionalmente dejar sola enMedellín a su otra nieta, a quien le están buscando niñera dada la posibilidadde su viaje. Es decir que sin importar si se quedaba o se iba, Luz Helenadedicaría buena parte de su tiempo y de su ser al cuidado de otros sereshumanos. Su motivo para viajar: su nieta, y su motivo para quedarse: su otranieta. Dos destinos con un mismo propósito.

El ascenso social a lo largo de la trayectoria de vida de Luz Helena, moderadopero evidente, le permitía contar con condiciones bastante distintas a las demuchas mujeres que viajan al Primer Mundo para buscar opciones de trabajo.En cualquier caso, tanto ellas como Luz Helena están marcadas por una de lasprincipales dimensiones de la subordinación de las mujeres: la división sexualdel trabajo, estructura que influye decisivamente en la definición de lasidentidades de género.

División sexual del trabajo, migración internacional y «esclavitudcontemporánea»

A partir de la diferencia sexual biológica, los individuos construyen unaidentidad de género masculina o femenina10. Cada una de estas identidadestiene distintas valoraciones culturales que, a lo largo de la historia y en lamayoría de las sociedades conocidas (si no en todas), han implicado lasubordinación de las mujeres, la cual se da en los distintos planos de la vidasocial. Sin embargo, para los propósitos de este trabajo resulta pertinenteretomar el plano de la división sexual del trabajo.

El significado de «trabajo» varía según la cultura y el contexto históricodesde el cual se esté hablando. No obstante, cada vez es más frecuente que sevincule exclusivamente con actividades inscritas en el mercado laboral. Y aunquedesde 1970 las mujeres han ampliado de manera masiva su participación enese mercado, éste sigue siendo un terreno en el cual impera la imagen de lamasculinidad. Por su parte, las labores de cuidado y reproducción circunscritasal ámbito privado o doméstico, casi siempre asignadas a las mujeres, tienden aser invisibilizadas y desprestigiadas, alejándose así del estatus de «trabajo» (Comas,1995).

La asociación entre la condición femenina y las actividades reproductivas ydomésticas resulta de considerar a las mujeres esencialmente como madres,tomando por sentado que la biología las ha destinado física, mental yemocionalmente a parir. Así, si los seres humanos pasan sus primeros nuevemeses de vida en el vientre femenino, habría de suponerse que tal predisposiciónbiológica debe extenderse mucho más allá de ese período, y no sólo en funciónde los hijos, sino de todas las personas que rodeen a las mujeres, sobre todo sison hombres. Tal supuesto –del cual me distancio radicalmente– encuentrasu efectividad en la naturalización de la desigualdad de género (Comas, 1995;Bourdieu, 2000). Ésta funciona gracias a que tanto los hombres como lasmujeres, interiorizan desde su infancia las prescripciones de género, co-construyendo así el orden predominante y la inequidad asociada al mismo.Uno de los mecanismos de la naturalización es la adhesión dóxica, la cual consisteen que «los dominados aplican a las relaciones de dominación unas categoríasconstruidas desde el punto de vista de los dominadores, haciéndolas parecer

10 La corriente queer cuestiona estadefinición bipolar del género ypropone una visión mucho más pluraldel mismo (véase Kosofsky, 2002).También es importante destacar queen un primer momento las teoríasfeministas plantearon que lasprescripciones de género seconstruían a partir de la diferenciasexual entre hombres y mujeres(Scott, 1990). De manera másreciente, algunos estudios queer hanseñalado que incluso la diferenciasexual biológica es antecedida por elgénero. Así, por ejemplo, en su artículo«Los sexos ¿son o se hacen?», Maffiay Cabral (2003) señalan los casosde personas que al nacer tienen unclítoris considerablemente másgrande que el de las mujerespromedio, o penes cuyo tamaño esmucho menor al usual, sin que ellorepresente una limitante a lasfunciones de sus organismos. Enestas situaciones, la intervenciónquirúrgica actúa como normatizantede los cuerpos, es decir, inscribe enellos las prescripciones de género quepredominan en la cultura, las cualesdictaminan cómo debe ser el cuerpo–y con él las formas de actuar, pensary hablar– de un hombre y de unamujer respectivamente.

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de ese modo como naturales» (Bourdieu, 2000: 50). Esto explica que existanmujeres que reivindiquen su papel de madres y amas de casa en detrimento desu autonomía individual.

La asignación de las tareas domésticas y reproductivas a las mujeres, y de laslabores productivas a los hombres –tendencia que prima en las sociedadesoccidentales–, no es una simple repartición horizontal de funciones. Se tratade una división jerárquica, toda vez que a lo masculino-productivo-público sele otorga prestigio y reconocimiento socioeconómico, mientras que a lofemenino-reproductivo-privado se le considera bajo, indignante, valoracionesque se condensan en palabras despectivas como «coima», «grasa» o «sirvienta»,con las cuales se suele nombrar a las personas –usualmente mujeres– dedicadasa los oficios domésticos y de cuidado de niños/as. Además de lo anterior, lastareas domésticas y de cuidado pocas veces son remuneradas, y cuando lo sonpriman condiciones de trabajo precarias e inciertas (Barreto, 2001).

Así pues, la noción de trabajo, de obra, tiende a equipararse a la condiciónde hombre, de manera que «la definición de la obra está androcentrada»(Molinier, 2003: 47). Frente a este fenómeno, desde 1970 las feministas hanreivindicado la importancia del trabajo doméstico asociado a la condición delas mujeres, «no sólo para el mantenimiento y reproducción de la fuerza detrabajo y de las familias, sino para el funcionamiento del sistema económico»(Benería, 2006: 9). A partir de 1980, esa reivindicación se enfocó en la búsquedade la contabilización estadística del trabajo doméstico en las cuentas nacionales,lo cual, poco a poco, ha dado lugar a que organismos como Naciones Unidastengan en cuenta este trabajo a la hora de establecer estadísticas económicasnacionales e internacionales. Como resultado de estas acciones, ha aumentadola información cuantitativa al respecto, hecho que permite evaluar con másprecisión el aporte del trabajo doméstico y reproductivo no remunerado a laseconomías de los países (Benería, 2006).

A pesar de lo anterior, la subvaloración del trabajo doméstico y de lasmujeres que lo realizan, ya sea de manera no remunerada en sus hogares oremunerada al servicio de terceros, aún persiste, y se reproduce a escalainternacional junto con el aumento de la circulación de mujeres del TercerMundo hacia el Primer Mundo en el marco de la globalización.Lamentablemente, la mayoría de esas mujeres no goza de las ventajas con lascuales contó nuestra Luz Helena. La posibilidad de elegir con base en la tenenciade un techo, educación, ingresos y seguridad social antes del viaje es unprivilegio de pocas. Más bien prima la urgencia de encontrar formas desupervivencia en otras latitudes, condicionadas por formas de trabajo precariase incluso denigrantes, pues en muchos casos la triple condición de mujer,inmigrante y trabajadora doméstica permite hablar de la ya mencionada«esclavitud contemporánea». Esta expresión la sugirió Zarembka (2004) luegode entrevistar a decenas de mujeres latinas y de Filipinas residentes en losEstados Unidos, tanto en condición de legalidad como de ilegalidad. Acontinuación trascribo algunos apartes del trabajo de Zarembka:

«Imagina que te encuentras lejos y encerrada bajo llave en un hogar ajeno. No hablas ellenguaje de tus captores. En las raras ocasiones en que sales a la calle, alguien te escolta ytienes prohibido hablarle a cualquier persona. Usualmente te alimentas de los sobrados quedejan los niños a quienes tienes que cuidar mientras cumples sobre el tiempo con los oficiosde la casa. Nunca te han pagado por las tareas que realizas y la dueña de la casa abusa deti físicamente. Oscar Javier Reyes Chiriví

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Aunque este escenario parece estar circunscrito a un tiempo lejano en la historia de losEstados Unidos, describe las recientes condiciones de trabajo de María José Pérez en el áreade Washington, D.C. Detrás de los ostentosos céspedes y de las puertas cerradas de nuestrosmás ricos residentes vive parte de la gente más vulnerable en los Estados Unidos: trabajadorasdomésticas inmigrantes abusadas, quienes algunas veces son víctimas de esclavitud y tráficohumano» (Zarembka, 2004)11.

La cruda situación narrada en esta cita se da incluso en el marco de contratosde trabajo tramitados con funcionarios del Banco Mundial (BM) y de laOrganización de Estados Americanos (OEA). Así, por ejemplo, Dora, una delas mujeres entrevistadas por Zarembka, firmó un contrato con un agente delBM en Ghana, en el cual se establecía un horario de trabajo de 40 horassemanales. Sin embargo, cuando arribó a Washington, debía cumplir con unaagenda diaria que comenzaba a las 5:45 a.m. y concluía a las 9:30 p.m. Luegode trabajar durante cuatro meses a cambio de 100 dólares al mes, Dora exigióque su contrato fuera respetado. La familia para la cual trabajaba decidiódespedirla y enviarla en el siguiente vuelo a Ghana. Mientras la llevaban alaeropuerto, Dora logró escaparse. Sin embargo, su empleador se habíaapropiado de su pasaporte para entregarlo al Servicio de Inmigración yNaturalización (INS), exigiendo su inmediata deportación.

El recurso a la amenaza ante las autoridades de inmigración es bastantefrecuente en varios casos estudiados por Zarembka. Incluso en el caso deinmigrantes legales, los programas de visas en los cuales se enmarcan suscontratos suelen prohibir explícitamente que presten sus servicios a personasdistintas a los primeros empleadores, quienes son definidos antes de que lasmujeres viajen hacia los Estados Unidos. Esta condición de dependencia da alos empleadores un alto grado de decisión sobre las vidas de sus empleadasdomésticas inmigrantes. Muchos de ellos (y de ellas) se aprovechan de lasituación, no sólo al pagar pocas –o nulas– sumas de dinero a las mujeres,sino también utilizando violencia simbólica mediante el uso de términosdiscriminatorios como «esclava», «india»12, «criatura»; apelando a la violenciafísica e incluso llegando a extremos inhumanos como la utilización de collaresde perros para amarrar (literalmente) a las mujeres, como lo evidenció Zarembka(2004) en algunos casos.

Acción colectiva e intervención estatal: caminos alternativosFrente a este tipo de situaciones, se hace necesario un nueva forma de

contrato social entre hombres y mujeres, que redunde en una valoración efectivade las labores domésticas y reproductivas, así como en una repartición justade éstas y las actividades productivas. Pero tal contrato no puede restringirse alplano de los individuos, sino que requiere de relaciones más equitativas entrelas naciones, especialmente entre los países ricos y los países pobres, de maneraque estos últimos no continúen siendo una bodega de materias primas y demano de obra barata –y hasta «esclavizable»– a disposición de las necesidadesdel llamado «Primer Mundo».

La situación podría cambiarse si el programa de visas al que acceden lasmujeres que llegan a los Estados Unidos desde el Tercer Mundo para trabajarcomo empleadas domésticas, contemplara lineamientos similares a losestablecidos en las visas para mujeres europeas que arriban a ese país paraocuparse temporalmente en esas mismas actividades. Muchas de estas mujeresse inscriben en un programa de visas marcadamente distinto al que cobija a

11 Traducción libre.

12 La palabra «india» por sí mismano es discriminatoria, pero lo es enel contexto de violencia simbólicadescrito.

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aquellas del Tercer Mundo. Así, por ejemplo, el programa patrocinado au pair–«un/a igual»– recluta bastantes mujeres jóvenes de clase media europea pararealizar un «intercambio educativo y cultural» en el marco de visas tipo J-1.

«Cuando Ava arribó en el marco del programa au pair a la ciudad de New York, fue llevadaa un hotel para una sesión de orientación de una semana. Allí fue presentada a otrasniñeras que estarían viviendo en la misma zona que ella, de manera que pudieran construiruna red de amistad. Una vez ella se unió a la familia empleadora, recibió otro programa deorientación, donde le fue brindada información sobre recursos comunitarios y oportunidadeseducativas. […]. Cada mes, ella y sus empleadores debían asistir a una asesoría con unconsejero, quien les ayudaría a resolver cualquier disputa o inquietud» (Zarembka, 2004:149)13.

En contraste con la situación anterior, el Departamento de Estado no guardareportes ni realiza seguimiento a las condiciones laborales de muchas de lasinmigrantes del Tercer Mundo que, a diferencia de las mujeres europeas inscritasal programa au pair, ostentan las visas denominadas B-1. Por tanto, la ubicacióny las condiciones de trabajo de estas mujeres permanecen particularmenteoscuras, lo cual potencia la posibilidad de que se presente explotación y tiendea generar situaciones como las descritas más atrás (Zarembka, 2004).

Para lograr el paso de las visas B-1 a las J-1, es necesario que los EstadosUnidos, así como los estados de origen de las mujeres inmigrantes considerenla situación de estas personas como un problema público. En ese tránsito, lamovilización de las propias mujeres constituye un papel fundamental. Sinembargo, una de las paradojas que se presenta en este caso es que la restriccióna la autonomía de las mujeres sobre sus propios cuerpos limita a su vez laposibilidad de generar redes sociales. Éstas son claves para adelantar lo queKate Young llama «acciones generativas», las cuales consisten en «acciones quetienen la capacidad de actuar como multiplicadores de otras acciones en unproceso dinámico y permanente en el cual la comunidad se ve involucradagradual y crecientemente» (Young, 1991: 32). Estas acciones son la base paraque las mujeres politicen sus intereses prácticos de género y movilicen en laesfera de lo público sus «asuntos», tratando de conectarlos con intereses másgenerales de la sociedad, de manera que cobren centralidad en las agendas degobierno. Tal movilización implica un proceso anterior de generación deconciencia entre las mujeres, para lo cual resulta fundamental la socializaciónde experiencias comunes, que las lleve a ver reflexivamente el contexto socialen el cual se inscriben.

Una vez dado este paso, también se hace necesario que los Estados jueguenun papel interventor, para lo cual deben trascender la visión idealizada delneoliberalismo, según la cual el mercado genera equilibrio social a partir de las«manos invisibles» representadas por el «libre» juego de la oferta y la demandade bienes, servicios y personas.

A pesar de las limitaciones impuestas a las trabajadoras domésticasinmigrantes, éstas han venido movilizándose por sus derechos, de la mano deactivistas y organizaciones de base. Grupos como Mujeres Unidas de Marylandestán formando cooperativas de trabajo desde las cuales reivindican elmejoramiento de las condiciones en las que realizan su trabajo (Zarembka,2004). Estos espacios constituyen un ambiente para buscar soluciones frentea necesidades prácticas del género femenino, entre ellas la supervivencia digna,la posibilidad de generar recursos para sí mismas y para enviar remesas a sus 13 Traducción libre

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familias de origen. Por otro lado, configuran un marco de reflexión que permitegenerar conciencia frente a condiciones estructurales de opresión de la mujer(la división sexual del trabajo, entre otras), como ha sucedido en el caso lasorganizaciones de inmigrantes latinas despedidas de empresas manufactureras.En esas organizaciones, la acción colectiva de las mujeres ha creado un ambientede apoyo, así como de toma de conciencia, no sólo frente al trasfondo socialy político que genera condiciones de sufrimiento personal ante la explotacióny la posterior pérdida del empleo, sino también frente a las condicionesdesiguales entre hombres y mujeres, legitimadas por un orden socialantidemocrático (Yoon Loui, 2003).

Consideraciones finalesLos casos y análisis que he presentado hasta aquí permiten señalar por lo

menos dos cuestiones epistemológicas y políticas que considero relevantes.En primer lugar, hablar de división sexual del trabajo desde una perspectiva degénero implica trascender la mirada coloquial que equipara «género» a «mujer».Como ya lo mencioné citando a Joan Scott, el género es una categoría relacional,de manera que no sólo permite comprender críticamente las relaciones entrehombres y mujeres, sino también la articulación y disyunción entre países enun sistema económico global. Podemos examinar una de las dimensiones delfuncionamiento de este sistema usando las nociones de masculino/femeninoentendidas relacionalmente. Tal bipolaridad toma forma en el vínculo entrePrimer Mundo y Tercer Mundo, el cual está tan curtido de desigualdad comosucede en el caso de lo masculino/femenino. En las situaciones de mujeresmigrantes analizadas, el Tercer Mundo opera como un cuerpo constituido demillares de mujeres que optan o se van obligadas a migrar hacia el PrimerMundo para buscar alternativas de supervivencia. Esta búsqueda no es ajena alestablecimiento de relaciones económicas inequitativas entre las naciones ricasy las naciones pobres, fruto de las cuales países como Colombia entran almercado global en condiciones de desventaja, toda vez que sus productos y sugente son menospreciadas ante mercancías inmateriales altamente valoradasen la sociedad del conocimiento. Esta desigualdad no es un fenómeno nuevo,sus antecedentes pueden rastrearse en eventos como los ocurridos en 1492,cuando el oro americano subsidió el despegue del capitalismo europeo dejandotras de sí millones de hombres asesinados, mujeres violadas e infanteshuérfanos/as (Tovar, 1997). Desde ese entonces hasta hoy, la desigualdad entrepaíses ha estado acompañada de imágenes que identifican a Europa (y a EstadosUnidos) con la civilización, el conocimiento y la tecnología, mientras queAmérica y las naciones llamadas tercermundistas son asociadas con la ignoranciay con la madre naturaleza (femenina), supuestamente necesitada de unaintervención humana (masculina) que la encauce hacia el progreso.

Lo anterior constituye entonces no sólo una cuestión epistemológica, todavez que evidencia la riqueza conceptual de la categoría de género para interpretardiversas realidades sociales, sino que a la vez es un asunto político pues invitaa reivindicar valores feminizados (el cuidado del ambiente y los intercambiosrecíprocos, por ejemplo) como fuentes de resistencia ante el sistema económicodesigual imperante.

En segundo lugar, los análisis planteados en este texto recalcan aquello quehan señalado con vehemencia feministas negras desde la década de 1980: laimportancia de desarrollar análisis de género que comprendan las múltiples eincluso desiguales relaciones entre mujeres y no sólo entre los sexos. No todasOscar Javier Reyes Chiriví

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las mujeres son iguales. No todas enfrentan el orden de género imperante delmismo modo. Su condición de clase, etnia, edad, origen regional, así como sucapital social y simbólico hacen que se inscriban de manera diversa en el ordenactual. Estas consideraciones permiten generar un conocimiento situado (véaseArango, 2005), que en los casos analizados aquí se traduce en comprenderque las motivaciones y condiciones de migración internacional de personascomo Luz Helena sean tan distintas a las de mujeres del Tercer Mundo conotro tipo de posición y capital económico y social. Eso también explica quelas condiciones en que viajan mujeres francesas a los Estados Unidos paradesarrollar tareas domésticas sean tan opuestas a aquellas que enfrentan mujeresque llegan al mismo destino pero desde otros países como Filipinas, motivadasno por la curiosidad y las ansias de vivir nuevas experiencias en un lugar distante,sino ante todo por la necesidad de garantizar su supervivencia y la de susparientes cercanos.

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