Mujeres novohispanas, de seglares a monjas. Ritos de paso...
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Mujeres novohispanas, de seglares a monjas. Ritos de paso entre monjas
capuchinas.
Las fundaciones monacales femeninas sirvieron para dar respuesta a las
necesidades devocionales y religiosas de los pobladores de la Nueva España,
especialmente de los sectores españoles radicados en este territorio, ello a la vez
permitió darles como grupo étnico, un sentimiento de unicidad frente a la inmensa
población indígena americana.
Asimismo, la vida religiosa formó parte de la cultura novohispana y llegó a
convertirse en un ideal de vida, debido en gran medida a que desde muy temprana
su momento, algunas decidieran convertirse en monjas. La literatura hagiográfica
que circuló en Nueva España, fue un aliciente a este respecto, pues su carácter
pedagógico motivó a más de una, a seguir el ejemplo de sus protagonistas. Con
su contenido, las “vidas de santos” pautaban el comportamiento social sino es que
también individual, de sus lectores o escuchas, ya que las vivencias ahí
mencionadas lograron insertarse en el imaginario de la población al grado de
forjarse como un ideal de vida.1
El presente trabajo abordara la orden franciscana femenina de las pobres monjas
capuchinas en la Nueva España. Dicha orden vino a territorio americano
proveniente de Europa, concretamente de Toledo, España, en los siglos XVII y
XVIII.2
Fundaron el primer convento en la capital del virreinato en 1665, edificando otros
más en el siguiente siglo.3 Salvo el primer monasterio, todos los que le precedieron
se realizaron bajo el dominio de los Borbones.
1 Recordemos que en tiempos coloniales el índice analfabeta era elevado, por tanto, sermones y demás
lecturas edificantes, eran leídos en voz alta y en grupos preferentemente, para que su contenido llegara a un número mayor de personas. 2 Mendoza Muñoz, Jesús. El convento de San José de Gracia de pobres monjas Capuchinas de la ciudad de
Querétaro, un espacio para la pobreza y la contemplación femenina durante el virreinato. México, Fomento Histórico y Cultural de Cadereyta, serie de historia, volumen III, 2005. p. 13. 3 A continuación pondré el año de fundación, nombre y sitio de los monasterios: 1665- San Felipe de Jesús,
México; 1703- Santa Ana, Puebla; 1721- Señor de San José de Gracia, Querétaro; 1744- San José (capuchinas españolas), Oaxaca; 1756- San José, Jalisco; 1761- La Purísima y San Ignacio, Guadalajara; 1782- Nuestra Señora de los Ángeles (capuchinas indias), Oaxaca; 1787-Nuestra Señora de Guadalupe, La Villa y en 1798- La Purísima y San Francisco, Salvatierra.
2
El objetivo central de este estudio es ejemplificar el período de transición que
tuvieron algunas mujeres novohispanas al ingresar a la vida contemplativa de las
monjas capuchinas y separarse de la vida mundana. Para realizar el ejercicio me
baso en el esquema antropológico propuesto por Víctor Turner denominado “ritos
de paso”.4 En palabras del propio autor, éste modelo “puede servir para marcar la
admisión de una persona en un determinado grupo religioso que no abarca al
conjunto de la sociedad”,5 pero que forma parte de la estructura social, eso es
justo lo que me propongo hacer, pues las órdenes femeninas implementaron sus
propias restricciones en cuanto al ingreso de las mujeres a la vida monacal
aunque al mismo tiempo fueron integrantes de la estructura social virreinal.6
Ahora bien, cuando hablo de “ritos de paso”, me refiero al proceso transitorio en
el cual, el estado social de una persona, dicho sea de paso, es estable y fijo, va a
modificarse mediante diferentes etapas, de tal manera que la condición social de
la interesada cambiara para poder acceder y obtener un rol distinto, contrayendo
simultáneamente reconocimiento social y culturalmente.7 Por tanto, durante cada
etapa de los ritos de paso, el estado social de las interesadas va mutando
obteniendo diferentes derechos y obligaciones para con el grupo. Al mismo
tiempo, las relaciones sociales que la comunidad religiosa establece se ven
condicionadas.
El término “rito” lo tomo como “formas de la conducta religiosa que se hallan
asociadas a transiciones sociales”,8 siendo el ritual en sí mismo “una conducta
formal […] que está relacionada con la creencia en seres o fuerzas místicas.”9 En
4 Debo mencionar que tanto las categorías como el modelo mismo de los ritos de paso están tomados de
Arnold van Gennep, pero he decido basarme únicamente en el trabajo realizado por Turner. 5 Turner, Víctor. La selva de los símbolos: aspectos del ritual Ndembu. México, Siglo XXI Editores, 1997.p.
105. 6 Dichas restricciones se pueden ver en la Regla de la Gloriosa Santa Clara con las Constituciones de las
monjas del Santísimo Crucifijo de Roma. Reconocidas y reformadas por el Padre General de los Capuchinos y con las adiciones a los estatutos de dicha regla. México, Imprenta Del Sagrado Corazón de Jesús, Calle de Meleros, antigua Plaza del Volador, 1897. pp. 16, 46-51. 7 Estado, entendiéndose como la situación social de las personas. Dicha situación muchas de las veces es
estable y fija, Turner ofrece ejemplos tales como oficios, rangos, puestos, inclusive situaciones físicas, mentales o emocionales forman parte de ello, pero a final de cuentas, éstas son reconocidas culturalmente por los miembros de la sociedad a la que pertenece la persona. Turner, op. cit. pp. 103-104. 8 Turner, op. cit. p. 105.
9 Ibidem. p. 21.
3
este sentido la vida monacal desarrolló una estrecha relación entre la esfera
sobrenatural y el plano terrestre, siendo las monjas un vínculo entre estos dos
planos. A la par, el convento fue considerado un sitio propicio para las
manifestaciones místicas así como para las fechorías del Demonio, bajo este
imaginario, el espacio monacal se sacralizó.
Ahora expondré cómo es el modelo de los ritos de paso. Dicho paradigma se
caracteriza por ser tripartita siendo sus fases las siguientes:
de separación: aquí es cuando las interesadas muestran su deseo de querer
ingresar a otro estado social. Y por ello, las aspirantes son separadas del
grupo al que estaban inscritas dentro de la estructura social. Ellas son
aisladas precisamente para poder transitar a otro estado y que su situación
se modifique.
de margen o limen: en esta etapa, a las neófitas se les enseñaban todos los
pormenores, conocimientos, deberes y obligaciones que adquirirían en su
nueva vida. Se les daba un nombre para diferenciarlas de las otras
enclaustradas, según este caso, se les denominaba novicias. Durante esta
fase, su situación social era ambigua, puesto que había sido separada de
su antigua condición social y todavía no había trascendido a la fase
concluyente del rito de paso. De igual forma, tenían un carácter de
invisibilidad social, pues ellas no podían ser vistas por las demás personas
que habitaban el claustro o por la sociedad exclaustrada. También esta
etapa del rito se considera como un tiempo de reflexión e interiorización
acerca de la gnosis que les inculca su guía espiritual.
de agregación: esta es la parte culminante del rito. Una vez que ha llegado a
este punto, la persona se compromete socialmente a regirse bajo los
preceptos que le indican tanto su condición social como las normas
vigentes de la sociedad que la ha aceptado. Es ahora cuando la persona
deja su estado liminar y se inserta a otro grupo dentro de la estructura
social. Adquiriendo con ello un nuevo rol que está asociado a nuevas
formas de comportamiento acordes a los derechos y obligaciones que tiene
debido a la posición estructural que ahora ostenta.
4
I
Ya que he hablado de la estructura social me corresponde definir dicho constructo,
la estructura social la entiendo como una organización de posiciones que crea la
sociedad, en donde los miembros de la misma deben cooperar asumiendo cada
quién un papel que tiene que desarrollar dentro de ésta organización posicional.
Asimismo, la sociedad crea una estructura fuerte para que ésta no se derrumbe y
permanezca estable. A este respecto, la sociedad virreinal no fue la excepción,
ella estuvo estratificada social e institucionalmente, ello le permitía, como era
deseo de la Corona española, vigilar todos los aspectos de la vida cotidiana de los
habitantes de sus colonias americanas.
Partiendo entonces desde esta idea, es decir, que la sociedad novohispana
estuvo constituida por una estructura de posiciones, la vida y el ideal monacal
formaron parte de este mosaico cultural, las monjas tenían la función social de
velar por el bienestar espiritual de todos los habitantes de este territorio, pues
fungían como un puente de comunicación entre el plano sagrado y el profano.
Además debemos recordar que en este escenario, las mujeres novohispanas no
tenían grandes posibilidades de desarrollo personal, si bien hubo quienes fueron la
cabeza de su familia, este modelo no fue el más común. La mayoría de las
mujeres aprendían labores concernientes a su condición genérica con la finalidad
de contraer matrimonio.
Por otro lado, una opción que se les presentó, fue hacer vida conventual. Ello
pudo significar una oportunidad para desarrollarse tanto individual como
socialmente y ser simbólicamente un nexo entre el Cielo, el Infierno, el Purgatorio
y la comunidad enclaustrada y la seglar. Algunas, incluso, ganaron prestigio social
con la labor social que hacían, aunque sus directores espirituales vigilaban muy de
cerca que ellas no tuvieran visos de soberbia, conducta condenada dentro de los
siete pecados capitales.
La sociedad novohispana veía con muy buenos ojos el que sus hijas o familiares
ingresaran a los monasterios, en sí, que se inclinaran hacia la vida religiosa, pues
5
dicha sociedad se caracterizó por ser fervientemente creyente. De hecho, muchas
personas movidas bajo este deseo se convirtieron en fundadores de conventos.10
Algunos de ellos otorgaron parte de su riqueza a realizar este tipo de obras, otros
más reunieron dinero, otros tantos donaron terrenos, bienes inmuebles, productos,
etc., con la finalidad de que el remanente económico, material o de productos
sirviera para la manutención de las monjas o del monasterio en sí mismo.
En este sentido, Nuria Salazar comenta que los conventos femeninos podían
edificarse siempre y cuando se tuviera garantizado el modo de supervivencia de
las internas.11 El Concilio tridentino estipuló que éstos no podían cimentarse en
zonas rurales, pues de lo contrario, no había manera de lograr el sustento de las
monjas y del edificio, además debemos señalar que la monjas capuchinas no
tenían permitido poseer tierras propias o medios de producción alguno, lo cual las
hacía vulnerables a la total dependencia de los habitantes de la región y por
consiguiente, a las fluctuaciones económicas de la misma. Al mismo tiempo, el
ámbito rural podía parecer hostil a las monjas pues estando alejadas de las
ciudades podían ser blanco fácil de fechorías.12
II
Ahora bien, se pueden identificar dos tipos de vida monacal, el de calzadas y
descalzas. Las capuchinas son un ejemplo de las segundas, ellas llevaban una
vida muy áspera a comparación de las monjas calzadas. El número de las
integrantes era reducido, alrededor de 30 en cada convento. Su vida se
desarrollaba con la finalidad de lograr el sustento material y espiritual de la orden
mediante el trabajo y la convivencia en comunidad. La Regla y las Constituciones
normaban la existencia interna y cotidiana de las religiosas, pues en ellas se
establecían los deberes que cada monja tenía que realizar cotidianamente. El
ideal franciscano de la vida en pobreza era vigilado estrictamente,
10
Hernández Díaz, Gilberto. El convento de San José de Oaxaca. México, Mecanografiado, 1987. p. 2. 11
Nuria Salazar Simarro. “Los monasterios femeninos” en Rubial García, Antonio. (coord.)Historia de la vida cotidiana. La ciudad barroca. Tomo II, obra dirigida por Pilar Gonzalbo Aizpuru, México, COLMEX, FCE. 2005. p. 223. 12
Concilio de Trento. En Biblioteca Electrónica Cristiana. sesión XXV, capítulo V.
6
prohibiéndoseles cualquier objeto o bien material que denotara soberbia o
exaltación de riqueza.
Muchas órdenes femeninas exigían el pago de una dote para ingresar a su
comunidad. Las capuchinas, al parecer, fueron una excepción al respecto, pues
las interesadas no tenían que dar nada para entrar.13 Las dotes servían para
ayudar a la propia manutención de las religiosas. El mayordomo encargado de
llevar las cuentas de los conventos (aunque las monjas tenían también a su
interior contadoras) ponía a réditos las dotes y de esta manera obtenían un
sobrante para que la interna costeara los productos necesarios para su uso
personal.14 Dicha dispensa provocó que las capuchinas estuvieran expuestas a la
total dependencia de personas generosas que les proveyeran de todo lo necesario
para su sostén,15 las cuales enviaban víveres u otras cosas necesarias al interior
de los monasterios en calidad de limosnas, creando con ello, una mutua
dependencia, pues por un lado las monjas velaban por el bienestar espiritual de
sus bienhechores y la sociedad seglar cuidaba de ellas materialmente.
III
Ahora ejemplificaré el esquema de los ritos de paso, basándome en el interés de
las mujeres al querer ingresar a la vida monacal y así “huir del siglo”.
Los ritos de paso están constituidos por símbolos, éstos son códigos que emiten
mensajes a aquel que comprende esta vía de comunicación. Ello se puede lograr
contextualizando los símbolos en su conjunto, o sea dentro de un contexto ritual,
pues sólo así toman un significado, de lo contrario nos enfrentamos a un problema
de comunicación, pues un elemento simbólico extraído de su entorno puede variar
en su significado (cordón franciscano). Los elementos simbólicos pueden ser muy
13
Hernández, op. cit. p. 13; Amerlinck de Corsi, María Concepción y Ramos Medina, Manuel. Conventos de monjas. Fundaciones en el México virreinal. México, Centro de Estudios de Historia de México, CONDUMEX, 1995. p. 278; Loreto López, Rosalva. Los conventos femeninos y el mundo urbano de la Puebla de los Ángeles del siglo XVIII. México, El Colegio de México, Centro de Estudios Históricos, 2000. p. 194 y Mendoza, op. cit. p. 15. 14
Loreto, op. cit. pp. 155, 157 y 204; Salazar, op. cit. p. 251, ver nota 6. 15
La orden de las capuchinas por lo regular estaba sujeta al ordinario y no así a la orden franciscana, aunque según lo dice Gilberto Hernández los gastos se podían compartir entre diferentes donantes. pp. 13-14.
7
disímiles por ejemplo gestos, vocablos, movimientos corpóreos, objetos,
vestimentas, etc., ellos pueden formar parte de este código y analizándolos
podemos interpretar el mensaje.
La fase de separación se da en el momento cuando la aspirante externa su
deseo de querer ingresar a la orden monástica acatando los lineamientos que
pedía la comunidad capuchina. De tal manera ellas debían ser alejadas de la
estructura social para poder acceder a otro estado social. Por consiguiente, la
Regla demandaba que aquella mujer que tenía el firme deseo de pertenecer a la
misma, en un primer momento debía ser despojada de su vestimenta seglar
otorgándosele en sustitución, el hábito de las capuchinas (el velo se les entregaba
al final del año de noviciado y probación).
Con ello se ejemplificaba la separación del mundo exterior con el nuevo espacio
divinizado dentro del claustro. Al momento de quitarles las ropas mundanas, se
decía: “Desnúdete el Señor” hecho esto, le entregaban las nuevas prendas
bendecidas por el sacerdote que oficiaba la ceremonia diciendo a la vez “El Señor
te vista de nueva criatura, la cual, según Dios, sea criada en justicia, verdad y
santidad.”16
Asimismo, las aspirantes renunciaban a todos los bienes materiales que
poseyeron durante su “vida de siglo”, para ello hacían testamentos designando
herederos de tales bienes.17 A este respecto la orden recomendaba fueran cedidos
a los pobres, asumiendo con ello un carácter simbólico-ritual que rememoraba la
ocasión cuando San Francisco (padre de la orden capuchina) se despojó de todo
cuanto tenía, para vivir en absoluta pobreza por el resto de sus días.
Además a las novicias se les asignaba un nombre diferente al que uso en el
siglo, de esta manera, simbólicamente se dejaba atrás todo nexo con el mundo
profano. Ello creaba una nueva identidad entre las neófitas acorde con su nueva
situación social. También se les fijaba una tutora para que las instruyera en todo lo
relacionado con la vida monjil y los deberes que realizarían durante su estancia en
el monasterio, ésta guía se designaba como maestra de novicias.18
16
Regla… p. 56. 17
Concilio de Trento, sesión XXV, capítulo XVI; Loreto, op. cit. p. 157. 18
Regla… p. 58.
8
Con ello se cumplía la primera fase de los ritos de paso y a continuación
describiré el periodo liminar. Considero que este período llega cuando las mujeres
eran aceptadas (previo consenso con todas las monjas) para formar parte de la
orden capuchina, concediéndoseles la oportunidad de conocer a fondo la vida
intramuros. A las aspirantes se les denominaba con el nombre ritual de novicias,
estableciendo diferencias sociales jerarquizadas entre la demás población
monacal.
En esta etapa las novicias obtenían la gnosis. Turner señala que es en este
momento cuando “se considera que cambia la más íntima naturaleza [de la
novicia] imprimiendo en él [en este caso ella] […] las características de su nuevo
estado.”19 La maestra de novicias se encargaba de enseñarles tanto lo
concerniente a los ejercicios espirituales como a los trabajos físicos, basándose
claro está en la Regla y Constituciones, pues allí estaban claramente definidos los
derechos y obligaciones de las religiosas. Bajo dicha reglamentación se
dictaminaba el comportamiento de las novicias. Este periodo duraba
aproximadamente un año, aunque existía la prerrogativa de extenderlo por otros
más, siempre y cuando lo solicitase justificando su petición ante la abadesa y que
ella finalmente la aceptase.20
Como ya se hizo mención anteriormente, ésta etapa del proceso ritual se
caracterizaba por la situación de ambigüedad en que vivía la novicia, ya que su
posición social no se encontraba del todo definida, había sido segregada del rol
que ocupaba anteriormente dentro de la estructura social, a tal grado que su
antigua condición había sido olvidada pero por otro lado, todavía no era integrante
de la comunidad religiosa y por consiguiente, continuaba aún su estado liminar.
En este período se tenían dos tipos de relaciones sociales muy simples. Por un
lado, de completa sumisión frente a su mentora y por el otro, de igualdad para con
las mismas novicias. Otra de las particularidades de la fase liminar es la
invisibilidad social que ostentaban las neófitas, puesto que no podían ser vistas
por la sociedad exclaustrada ni por las monjas que ya habían profesado sus votos
19
Turner, op. cit. p.113. 20
Regla… p. 50.
9
perpetuos, así lo estipulaba la Regla de la orden. Muestra de ello se puede ver en
el trabajo de Rosalva Loreto, ahí comenta la autora que algunos conventos
estaban diseñados arquitectónicamente para evitar el contacto visual entre las
monjas profesas y las novicias, aunque sabían de la existencia de ellas como
grupo, se les estaba negada la comunicación.21
El periodo liminar también se consideraba como una fase de interiorización
individual, por ello en esta etapa ritual se llevaba a cabo la decisión definitiva de si
querían pasar el resto de su vida entre la comunidad religiosa o si por el contrario
preferían regresar al mundo profano.22
Finalmente llegamos a la fase concluyente de los ritos de paso. Éste periodo
llamado de agregación se daba cuando las interesadas habían completado su
enseñanza en la vida conventual por parte de su tutora. Era de suma importancia
dejar bien establecida la instrucción en las formas de vida monacal, pues de esta
manera, las novicias ya no podían alegar desconocimiento en las pautas de
comportamiento permisibles dentro del monasterio, más aún cuando la orden
capuchina se caracterizó por su gran mortificación, dominio del cuerpo y
austerísima vida, factores que bien pudieron languidecer a algunas mujeres en su
intento por consagrarse a la contemplación.
Si las aspirantes decidían pertenecer a la comunidad conventual, externaban su
decisión realizando una ceremonia para darles la bienvenida.23 Dicha ceremonia
confirmaba su ingreso al grupo de manera formal, además de hacer patente a toda
la sociedad que las novicias, a partir de ese momento, se comprometían a
respetar y obedecer la vida religiosa de las capuchinas, según lo demandaba la
cultura monacal. En este momento de agregación culturalmente reconocido
formulaban sus votos perpetuos, los cuales dicho sea de paso, eran cuatro:
21
Ibidem. p. 99; Loreto, op. cit. p. 118. 22
Una vez tomados los votos perpetuos, las religiosas no podían salir del convento, solamente bajo estrictas necesidades como en caso de incendio del monasterio, derrumbe del mismo o para fundar otros conventos. El salir del inmueble sin otra razón, se consideraría una infracción al voto de clausura. 23
Turner considera que las conductas que existen dentro de la ceremonia están asociadas a estados sociales donde las instituciones, en este caso religiosas, tienen un carácter más importante que en el rito, pues este otorga mayor énfasis a las transiciones sociales que al peso de las instituciones. De tal manera, el rito adquiere un carácter de índole transformatorio, mientras que la ceremonia es mayormente confirmatoria. Turner, op. cit. p. 105.
10
pobreza, obediencia, clausura y castidad. Este episodio se conoce como el día de
profesión.24
En el momento en que las solicitantes aceptaban pertenecer a la comunidad que
les había dado cobijo, allí finalizaba la etapa liminar, para dar seguimiento a la
tercera fase de los ritos de paso. Durante el estado liminar, las novicias
interiorizaban la gnosis que les habían inculcado y con pleno conocimiento de
causa decidían pertenecer a la orden. Las monjas serían sus hermanas
espirituales, de tal manera, la persona liminar se integraba nuevamente a la
estructura virreinal, pero ahora bajo diferentes derechos y obligaciones y por
consiguiente su nueva condición o estado se reconocía social y culturalmente por
los demás miembros de la sociedad.
La ceremonia de agregación era de gran solemnidad, pues por medio de ella, la
comunidad interna recibía a la aspirante y tanto familiares como algunas
autoridades eclesiásticas, por cierto masculinas, se daban cita en ese día para
celebrar dicha eventualidad, además, simbólicamente se daba cuenta de su
renacimiento. También en esta ocasión las novicias eran desposadas por Cristo,
con lo cual quedaba consumado el matrimonio místico.25 Asimismo, y como
confirmación de este nuevo estatus, les era proporcionado otro nombre con el cual
serían reconocidas socialmente de ahí en adelante. Con esta acción se rompía,
simbólicamente, su anterior “vida de siglo” para centrarse en lo que llegaría a ser
su vida espiritual, pues constantemente buscarían el camino de la perfección por
medio de vías purgativas las cuales tenían la finalidad de elevar y fortalecer su
espíritu, a más de salvar el ánima de la religiosa con la constante rememoración
de la Pasión de Cristo, ya que a final de cuentas, el ideal de vida que debían imitar
era el de su amantísimo esposo.26
Una vez que las novicias daban ese salto, se les denominaba como monjas
profesas, múltiples eran sus deberes tanto de ayuda material como de alivio
24
Para que las monjas pudieran profesar era necesario tener la confesión general, hacer los votos, tener aptitud para llevar la religión (como buena salud, debido a la rigidez de la orden así se demandaba) y guardar la Regla. Para leer acerca de lo que se decía en esta ceremonia remito a, Regla… p. 59. o bien Salazar, op. cit. p. 223. 25
Regla… p. 64. 26
Ibidem. pp. 77 y 144.
11
espiritual, pues en ellas recaía una de las mayores preocupaciones del hombre
cristiano, dar consuelo a las almas de toda la gente y lograr mediante sus
plegarias la tan anhelada salvación. Muchas religiosas tuvieron visiones a este
respecto, otras tantas se presentaron en viajes espirituales al Purgatorio salvando
ánimas en su travesía o yendo a lugares de idólatras para erradicar este mal entre
los habitantes, pues solamente podían difundir el Evangelio por esta vía, pues
siempre estuvieron vetadas al sacerdocio.
Volviendo a la fase de agregación de los ritos de paso, la ceremonia confirmaba
el nuevo estado social de estas mujeres puesto que asumían al mismo tiempo, la
responsabilidad de mantener el bienestar de la comunidad monacal y de lograr por
medio de su comportamiento y funciones, la permanencia de la estructura interna
de las capuchinas. Las monjas tenían pleno conocimiento de que debían cumplir
con los derechos y obligaciones que adquirían al ser admitidas dentro de la
comunidad, pues de lo contrario, romperían el orden estructural de dicha
colectividad poniendo en riesgo la permanencia de la misma.
Dentro del claustro existieron relaciones sociales estratificadas que estaban
relacionadas conforme al trabajo que desarrollaban y que les estipulaba la
abadesa, puesto que todas le debían obediencia al ser la cabeza dirigente de la
congregación y conforme al voto de obediencia que tenían hecho. Debo enfatizar
que la labor de la abadesa era cuidar de sus hijas espirituales, pues al momento
en que éstas profesaban, el sacerdote le decía a la abadesa “yo le encomiendo
esta esposa de Cristo, para que sea conservada hasta el día del Juicio, sin
mancha en la presencia del Altísimo Rey. Y si por culpa o negligencia de V. R. no
la enseñare, como maestra y madre, en el día del Juicio ha de dar estrecha cuenta
delante la presencia de Jesucristo […]”27 lo que denota, el gran compromiso que
adquiría la abadesa al ser elegida para desempeñar dicho cargo.
Concluyendo, hemos podido observar a lo largo de este escrito, que el modelo
tripartito de los ritos de paso propuesto por Víctor Turner se puede aplicar a
diferentes aspectos de la vida cotidiana en distintas épocas, siempre y cuando la
realidad se ajuste al esquema teórico y no al revés, toda vez, sea posible observar
27
Ibidem. p. 64.
12
en estos procesos transformatorios, particularidades rituales manifiestas, en
conjunto con los símbolos rituales. Asimismo, se debe observar que la conducta
de los neófitos cambia según vayan avanzando en el paradigma de los ritos de
paso y con ello los derechos y obligaciones adquiridos ante el grupo, además de
verificar que la sociedad reconoce culturalmente tales cambios de estado.
Ahora bien, intenté hacer este ejercicio utilizando dicho modelo enfocándome en
la inserción de las mujeres novohispanas a la vida monacal, esperando llevarlo a
buen término. Pero queda una cosa por descubrir, y es que este modelo sólo sirve
cuando la novicia acepta entrar a la vida religiosa, por tanto, ello me lleva a
formular la siguiente interrogante, ¿Qué sucedía si acaso la novicia, pasado el año
o años de noviciado, optaba por no ingresar a este tipo de vida? ¿Cuáles pudieron
ser las consecuencias?
Si bien la sociedad virreinal aceptaba gustosa tener familiares que estuvieran
ligados a la vida religiosa, quizá con una mirada simbólica de sentirse más
cercanos al mundo celestial, considerarse privilegiados por ello, y al mismo
tiempo, creerse salvos y por añadidura más confiados y seguros en esta vida
terrenal, no sé hasta qué punto, las consecuencias se hacían sentir sobre las
mujeres que negaban, dado su momento, permanecer dentro del ámbito monacal.
Sería acaso que fueran acogidas por sus familiares sin ningún reproche o
rechazadas por su círculo de convivencia a consecuencia de su negativa. Podrían
conjeturarse muchas cosas pero quizá ninguna nos acercaría demasiado a la
realidad que vivieron estas mujeres, pues al parecer no dejaron testimonio gráfico
a este respecto. Lo que debemos considerar para cualquiera de éstas hipótesis,
es que la sociedad novohispana, sobre todo la de origen español, se caracterizó
por ser muy creyente y que la esfera sacra y la profana no estaban del todo
separadas, uno y otro plano estaban conectados y en buena medida, las monjas
fueron un vínculo entre estos dos mundos, de ahí la gran estima que ganaron
entre la sociedad virreinal, en base a ello, se puede admitir que la función social
de las religiosas era importante para la comunidad entera, pues en última
instancia, merecer el Infierno era algo aterrador.
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BIBLIOGRAFÍA
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