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Licencia Creative Commons Atribución-No-Comercial SinDerivadas 3.0 Costa Rica. Publicado: Enero 2014 11 Rev. Casa de la Mujer ISSN 2215-2725. N°20 (2): 11-28, julio-diciembre 2011 Resumen Mediante la siguiente investigación, busqué construir, a partir del discurso y la vivencia de las privadas de libertad del CASI de Liberia, Guanacaste, una propuesta metodológica para el abordaje de la violencia de género contra las mujeres, en el trabajo con población femenina que se encuentra en este contexto. Para lograr la construcción de esta propuesta, primero, traté de generar espacios para la facilitación de encuentros entre las participantes a fin de que pudieran expresar sus vivencias en rela- ción con la violencia que han experimentado o experimentan por el hecho de ser mujeres y, especialmente, mujeres privadas de libertad. En estos espacios, identifiqué que la violencia hacia ellas se ha expresado desde la estructu- ra social, mediante sus instituciones sociales, todos los mandatos que se instauran en la construcción del “ser femenino”; la forma en que se ha estructurado la sociedad con base en categorías sociales asociadas al género, la clase social, la procedencia, el grupo etario, la orien- tación sexual, la creencia religiosa, entre otras; la forma en que se han organizado los espacios de relacionamiento entre los grupos etarios y genéricos, mediante la invisibilización de su Abstract Through this investigation, I tried to develop a methodological approach -from the discourse and life experience of women prisoners of the Semi-Institutional Care Center (CASI ) in Liberia, Guanacaste - for the addressing of gender-based violence against women when working with female population within this context. To achieve this, first, I tried to create opportunities for these women to easily participate in meetings where they could share their life experiences regarding the violence that they either have undergone or experience by being a woman, and moreover by being a woman prisoner. I have identified that violence against women has been articulated from the social structure through the social institutions and all established commands that interfere in the construction of the “female being”, through the way society structures on social categories associated with gender, social class, origin, age group, sexual orientation and religious beliefs, among others; also from their homes -by the way they have organized the relational spaces between age groups and gender; and from the correctional institution, by the invisibility of their human Mujeres privadas de libertad del Centro de Atención Semi Institucional (CASI) de Liberia, Guanacaste: anulación de su sentir, vivir y dolor Verónica Quirós Rodríguez Académica Universidad de Costa Rica Guanacaste, Costa Rica Recibido en diciembre de 2010. Aceptado en abril de 2011. Sobre la autora Verónica Quirós Rodríguez. Tiene licenciatura en Psicología y de magíster en Violencia Intrafamiliar y de Género. Ha realizado consultorías para la Escuela de Psicología de la UCR, Visión Mundial, así como empresas privadas y ha trabajado con función docente en la Carrera de Psicología en la UCR, sede de Guanacaste. Actualmente es subcoordinadora de la Maestría en Violencia Intrafamiliar y de Género en la Sede de Liberia, Guanacaste.

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Rev. Casa de la Mujer ISSN 2215-2725. N°20 (2): 11-28, julio-diciembre 2011

ResumenMediante la siguiente investigación, busqué construir, a partir del discurso y la vivencia de las privadas de libertad del CASI de Liberia, Guanacaste, una propuesta metodológica para el abordaje de la violencia de género contra las mujeres, en el trabajo con población femenina que se encuentra en este contexto. Para lograr la construcción de esta propuesta, primero, traté de generar espacios para la facilitación de encuentros entre las participantes a fin de que pudieran expresar sus vivencias en rela-ción con la violencia que han experimentado o experimentan por el hecho de ser mujeres y, especialmente, mujeres privadas de libertad. En estos espacios, identifiqué que la violencia hacia ellas se ha expresado desde la estructu-ra social, mediante sus instituciones sociales, todos los mandatos que se instauran en la construcción del “ser femenino”; la forma en que se ha estructurado la sociedad con base en categorías sociales asociadas al género, la clase social, la procedencia, el grupo etario, la orien-tación sexual, la creencia religiosa, entre otras; la forma en que se han organizado los espacios de relacionamiento entre los grupos etarios y genéricos, mediante la invisibilización de su

Abstract Through this investigation, I tried to develop a methodological approach -from the discourse and life experience of women prisoners of the Semi-Institutional Care Center (CASI ) in Liberia, Guanacaste - for the addressing of gender-based violence against women when working with female population within this context. To achieve this, first, I tried to create opportunities for these women to easily participate in meetings where they could share their life experiences regarding the violence that they either have undergone or experience by being a woman, and moreover by being a woman prisoner. I have identified that violence against women has been articulated from the social structure through the social institutions and all established commands that interfere in the construction of the “female being”, through the way society structures on social categories associated with gender, social class, origin, age group, sexual orientation and religious beliefs, among others; also from their homes -by the way they have organized the relational spaces between age groups and gender; and from the correctional institution, by the invisibility of their human

Mujeres privadas de libertad del Centro de Atención Semi Institucional (CASI) de Liberia,

Guanacaste: anulación de su sentir, vivir y dolor

Verónica Quirós RodríguezAcadémica

Universidad de Costa RicaGuanacaste, Costa Rica

Recibido en diciembre de 2010. Aceptado en abril de 2011.

Sobre la autora Verónica Quirós Rodríguez. Tiene licenciatura en Psicología y de magíster en Violencia Intrafamiliar y de

Género. Ha realizado consultorías para la Escuela de Psicología de la UCR, Visión Mundial, así como empresas privadas y ha trabajado con función docente en la Carrera de Psicología en la UCR, sede de Guanacaste. Actualmente es subcoordinadora de la Maestría en Violencia Intrafamiliar y de Género en la Sede de Liberia, Guanacaste.

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condición de humana y la omisión de que sus derechos humanos deben ser visualizados como una integralidad, desde la institución carcelaria.

Descriptores: privadas de libertad, contexto semi institucional, sistema penitenciario, vio-lencia estructural, violencia de género, pro-puesta metodológica.

condition and the omission of their human rights. In such spaces, these manifestations of violence should be visualized integrally.

Keywords: women prisoners, semi institu-tional context, penitentiary system, structu-ral violence, gender violence, methodological approach.

IntroducciónEl siguiente artículo se desprende de la investigación titulada

Propuesta metodológica para el abordaje de la violencia de género contra las mujeres privadas de libertad del contexto semi-institucional, generada a partir del discurso y vivencia de las privadas de libertad del Centro de Atención Semi-Institucional (CASI) de Liberia, Guanacaste, la cual realicé en el 2009 (de marzo a abril) para optar por el grado de Magíster en Violencia Intrafamiliar y de Género, posgrado conjunto de la Universidad Nacional y la Universidad de Costa Rica, en las sedes de Liberia, Guanacaste. De esta manera, con este trabajo busco compartir los resultados que logré identificar en ese proceso.

La investigación, por sus objetivos y sus contenidos, se ubicó como un estudio exploratorio y descriptivo. Tuvo como objetivo general: “construir, a partir del discurso y vivencia de las privadas de libertad del CASI de Liberia, Guanacaste, una propuesta metodológica para el abordaje de la violencia de género contra las mujeres en el trabajo con población femenina que se encuentra en este contexto”.

La metodología consistió en seis sesiones realizadas una vez por semana (con una duración de dos horas, aproximadamente, cada una) en el edificio del CASI, en Liberia Guanacaste. El proceso inició con once mujeres; sin embargo, para la cuarta sesión el número se redujo a ocho, puesto que tres de ellas obtuvieron su libertad.

Las técnicas utilizadas fueron: la revisión bibliográfica, una entrevista individual estructurada (tomando como referencia el instrumento de la OMS sobre la violencia contra las mujeres [OMS-PATH, 2007]), entrevistas grupales y tres talleres participativos (legislaciones internacionales y nacionales que protegen los derechos de las mujeres, socialización genérica en la lógica patriarcal y violencia de género contra las mujeres).

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Aproximación teórica. Patriarcado y socialización genérica.La violencia de género contra las mujeres es el componente

central del sistema de opresión de género, pues es mediante esta que se manifiesta de múltiples formas, que se controla y oprime a todo un colectivo: las mujeres. Esta violencia, además, es perpetuada por una dominación estructural basada en la diferenciación de sexos (anatomías), clases sociales, preferencias sexuales, procedencias, grupos etarios, entre otras categorías sociales que son construidas por las diversas instituciones, para estructurar y mantener el “orden social”1.

Bajo esta mirada, la violencia de género contra las mujeres2 puede entenderse como aquella que es ejercida contra ellas por razones asociadas a su condición social y de género. En este sentido, Lagarde (1998:172) apunta que:

La violencia de género contra las mujeres es económica, jurídica, política, ideológica, moral, psicológica, sexual y corporal. Los hechos violentos contra las mujeres recorren una gama que va del grito, la mirada y el golpe, el acoso, el abandono, el olvido, la invisibilidad y la negación de los mínimos derechos, hasta el uso de armas mortales en su contra.

En este sistema de opresión, llámese patriarcado3, la socialización de género juega un rol determinante, pues la organización social se ha estructurado a partir de la diferenciación de dos modos de ser y existir: uno exclusivo de los hombres y otro exclusivo de las mujeres. Esta organización se ha basado en el género y este se ha construido, a la vez, basado en el sexo, es decir, en la característica particular de tener un pene o carecer de él (¡Freud aún viviría feliz!).

1 Nuez (1999, citado por Fernández-Pacheco, s. f: 21) apunta que: La arbitraria atribución de papeles mantenida por la legislación, la educación, la religión, la

estructura familiar y laboral y el sistema de costumbres y relaciones sociales ha permitido una construcción cultural de la dominación y apropiación de un sexo sobre otro y la asimilación de la violencia de género como parte consustancial o inevitable de esta relación desigual.

2 La IV Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre las Mujeres, Beijing 1995, define la violencia contra la mujer como “todo acto de violencia sexista que tiene como resultado posible o real un daño de naturaleza física, sexual, psicológica, incluyendo las amenazas, la coerción o la privación arbitraria de la libertad para las mujeres, ya se produzca en la vida pública o en la privada (Naciones Unidas, s.f.: Capítulo IV, párrafo 113)”.

3 Lagarde, citada por Treguear y Carro (1997: 34), afirma que “el patriarcado se instaura como un sistema de propiedad social y privada sobre las mujeres, a través de la apropiación, posesión, usufructo y desecho de sus cuerpos vividos, de su subjetividad, de sus obras”.

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Los modos de ser y existir asignan características específicas a cada género. Para los hombres, se ha designado el poder y el control de la sociedad, mientras que para nosotras, las mujeres, se han designado características que nos ubican en una posición de servicio y sumisión. Bajo esta lógica es que se ha construido, cultural e históricamente, la desigualdad, la inequidad y la violencia de un género (masculino) hacia el otro (femenino).

Producto de la asignación de roles específicos, las mujeres por-tamos un sinnúmero de mandatos asociados la obediencia, bondad, santidad, pureza, etc.; mandatos que son instaurados por la multipli-cidad de instituciones sociales que confabulan para asegurar que la lógica patriarcal se reproduzca en todos los espacios. Uno de estos espacios es el contexto semi institucional del sistema penitenciario. En este contexto (al igual que en otros contextos de cautiverio), la violencia de género contra las mujeres, desde mi perspectiva, tiene mayor impacto, ya que paralela a la violencia “cotidiana” que se ex-perimenta por el solo hecho de su anatomía, ser mujeres, hay una violencia estructural que es validada y reproducida por medio de sus instituciones, en este caso, la institución carcelaria y demás institu-ciones que existen en las comunidades donde estas mujeres están reinsertadas o reinsertándose.

El ser una mujer privada de libertad se asocia con el ser una delincuente. Este sello implica ser calificada como una mujer mala, contraria a la imagen del bien, de la docilidad y de la sumisión, características que nos han atribuido a lo largo de la historia a las mujeres. Así, el reinsertarse a la sociedad con estos estigmas, podría implicar un trato desigual y no equitativo en las diversas alternativas laborales, en su círculo social e inclusive en su círculo familiar. También, podría acentuarse la discriminación hacia ellas y, posiblemente, una historia vital marcada por episodios de distintas violencias.

Ordóñez (2006) apunta que la pena privativa de la libertad, la prisión, promovida y mal entendida como el reducto terminal de la violencia social y, en esa medida, como un beneficio para la sociedad, lejos de inhibir la agresión es un espacio multiplicador de violencia social. Para el caso de las mujeres, el estar en prisión les asigna una etiqueta permanente, pues, al salir de este espacio, la sociedad, mediante sus instituciones, las continúa reprimiendo.

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Además, según apunta la misma Ordónez, por el hecho de ser mujeres las autoras de los crímenes, se trata de personas sobre las cuales recae una doble transgresión. Las mujeres encarceladas no sólo transgredieron el orden social sino también el orden de la familia: son culpadas y deshonradas socialmente por abandonar su papel de madres y esposas. De forma contraria, para los hombres, el rótulo de criminales y presos, a pesar del estigma y de otras circunstancias dolorosas, se constituye en una reafirmación de su masculinidad. En este sentido, Lagarde (1999 citada por Rodríguez, s. f: 68) afirma que:

Ser delincuente y haber estado en prisión son también estigmas y culpas mayores para las mujeres. Las mujeres ex convictas quedan estigmatizadas como malas en un mundo que construye a las mujeres como entes del bien y cuya maldad es imperdonable e irreparable… las madres encarceladas en general sienten que son “malas madres” ya que creen haber abandonado a sus hijos, sintiendo que su ausencia dañará en forma irreversible su desarrollo. El castigo a la madre es siempre el castigo a los hijos porque la relación madre e hijo es social y culturalmente un binomio. Si el hijo permanece con la madre en la cárcel, se encuentra preso como ella, y si no, vive la pérdida de la madre en la vida diaria.

Así podría plantear que la dinámica que se entreteje entre la institución carcelaria, la mujer privada de libertad y la comunidad está marcada por una serie de controles, sanciones y limitaciones. Una mujer que “va saliendo” de un espacio de reclusión, la cárcel, y llega a un espacio de “mayores libertades”, la comunidad, lleva implícitamente una carga social sobre su imagen. Esta carga se acentúa al seguir bajo la lupa y la mirada del control judicial.

Algunos hallazgos… Vivencias en relación con la violenciaLas mujeres, por el simple hecho de nuestra anatomía, nos encontramos

en una situación de vulnerabilidad frente a una estructura socioeconómica, político-cultural e histórica que ha definido dos formas de ser y existir: una asociada a las mujeres, en la cual la autonomía del poder de decisión ha sido una cuestión que se coarta y anula, y otra forma para los hombres, con la cual se izan banderas de poder y se promueve e instaura, en el imaginario

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social, que ellos son quienes crean, regulan y organizan la sociedad. Así el panorama, podría aducir con total seguridad que estas formas de ser y existir atraviesan todos los espacios y las categorías sociales (etnia, religión, edad, condición social, orientación o preferencia sexual, entre otras). En el entramado y la organización social, los espacios, a su vez, delimitan formas de relacionamiento entre las personas.

En los espacios privados se trasladan las formas de relacionamiento que se construyen socialmente. Y la realidad es bastante clara: en la sociedad se valida y legitima el ejercicio de la violencia contra las mujeres y se visualiza como práctica culturalmente arraigada en la socialización masculina. Para muestra un botón, se dice popularmente; basta ver los cuadros con los resultados de la entrevista individual realizada a las participantes. Allí se identifica las diversas situaciones que han experimentado las mujeres del CASI.

Cuadro 1Violencia física. Mujeres del CASI, Liberia, Guanacaste. 2009

Alguna vez él u otra pareja: Sí No

1. ¿Le pegó o le tiró algo que podía lastimarla? 10 1

2. ¿La empujó o aventó o le jaló el pelo? 11 0

3. ¿La intentó asfixiar o quemar a propósito?* 2 8

4. ¿La amenazó con algún arma como pistola, cuchillo o cualquier otra arma?*

9 1

* Una participante no contestó.Fuente: elaboración propia (2009)

Estas cifras revelan una realidad alarmante: todas las mujeres han sentido un empujón, una aventada o jalón de pelo por parte de alguna de las parejas que ha tenido y casi todas (10 de las 11 mujeres) han recibido un golpe. Esta realidad que no es más que un reflejo de una situación que puede ubicarse en el colectivo social y de la dinámica social construida a partir de relaciones ancestralmente desiguales entre los géneros. También, podría indicarnos que, independientemente de nuestra actual situación con el sistema jurídico costarricense, vivimos en una sociedad en la que se legitima la violencia física hacia nosotras por parte de nuestras parejas.

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Pensando en su pareja actual o más reciente, usted diría que por lo general él:

Sí No

¿Trata de impedirle que vea a sus amistades? 5 6

¿Intenta restringir los contactos con su familia biológica? 2 9

¿Insiste en saber dónde se encuentra en todo momento? 5 6

¿Se enoja si habla con otro hombre? 5 6

¿Acostumbra pensar que Ud. le es infiel? 4 7

¿Espera que le pida permiso antes de buscar atención médica para Ud. misma?

2 9

¿Espera que le pida permiso antes de maquillarse o vestirse de alguna manera?

1 10

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Su esposo, pareja actual o cualquier otra persona alguna vez la ha: Sí No

¿Insultado o hecho sentir mal sobre sí misma? 9 2

¿Denigrado o humillado frente a otras personas? 7 4

¿Cometido actos para atemorizarla a propósito (mirándola de cierta manera, gritando, rompiendo algo, insinuando algo)?

8 3

¿Amenazado con hacerle daño a Ud. o a alguien importante para Ud.? 8 3

Cuadro 2Violencia psicológica. Mujeres del CASI, Liberia, Guanacaste. 2009

Fuente: Elaboración propia (2009).

Ahora, no solamente la violencia física es parte de las formas de relacionamiento social. En los siguientes dos cuadros, se identifica otra forma de violencia que se calla y oculta, me refiero a la violencia psicológica4

4 Por violencia psicológica podría definir la realización de cualquier acto, la emisión de cualquier conducta o expresión de cualquier criterio que dañe la integridad emocional y la identidad de la persona.

Cuadro 3Violencia psicológica. Mujeres del CASI, Liberia, Guanacaste. 2009

Fuente: Elaboración propia (2009).

En los cuadros 2 y 3, es posible identificar diversas situaciones en las cuales las participantes han experimentado violencia psicológica. Me llama la atención que casi todas las mujeres han vivido situaciones

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muy violentas que no necesariamente implican golpes o algún contacto físico. Los insultos, humillaciones, amenazas u actos para atemorizarlas conllevan, igualmente, grandes cuotas de dolor en las mujeres. Tales cuotas, que por no tener una impronta visible, es decir, una marca física en su cuerpo, son invisibilizadas y omitidas, hasta en nuestro sistema jurídico. 5

Sin embargo, un aspecto que considero importante es que según el cuadro 3 pareciera que producto de sus múltiples historias de violencia, estas mujeres han logrado vivir sus relaciones actuales en situaciones con las cuales están experimentando la violencia psicológica en una menor escala (aunque sea muy difícil medir la violencia en escalas). No obstante, esto no indica que todas hayan podido negociar o renegociar sus relaciones actuales en términos de equidad e igualdad, sino supongo que, producto de su vivencia estas mujeres han desarrollado “nuevas o diversas” estrategias de sobrevivencia que les han ayudado en su proceso de fortalecimiento personal.

En relación con la violencia institucional, es decir, la vivencia dentro de la mirada y los controles del sistema penitenciario, tres de estas mujeres expresaron historias de abuso y violencia institucional. Karina, Alejandra y Magaly (nombres ficticios) narraron las siguientes experiencias.

-Karina: Yo trabajaba en la panadería del centro de Zurquí y mi jefe me explotaba mucho, me hacía trabajar montones y no me daba chance de descansar nada. Entonces un día me obstiné y lo confronté y le dije que lo iba a acusar, ahí se calmó un toque.

-Alejandra: Yo creo que en prisión hay mucha limitación para que a nosotras nos vean los doctores. A mí lo que me pasó en el Buen Pastor fue que después de pedir un montón que me llevaran donde una dermatóloga para que me viera algo que tenía en el brazo, me llevaron y la doctora me medio tocó y me mando una pomada ahí, entonces yo aproveché para decirle que me viera una alergia que tenía en el cuello y en la espalda y ella me dijo que yo no había venido por eso, que sacara otra cita para otro día, entonces yo le dije que qué era la vara, que qué le costaba a ella verme eso y empecé a decirle que

5 Manifiestoestecomentarioporladerogaciónalosartículos 22y25delaLeydePenalizacióndelaViolencia Contra las Mujeres, realizada en el 2008 por la Sala Constitucional.

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si ella supiera lo que a nosotras nos costaba que nos llevaran al doctor no me decía eso, entonces la vieja esa le dijo al guarda que me llevara que ya me había visto…

-Magaly: A mí no me pasó nada de eso pero si a una señora que estaba conmigo, ella lo que tenía era deficiencia de potasio y era renca… un día se enfermó bien feo y yo le dije a la seño y ella me dijo que… se estaba haciendo, que no tenía nada, que siempre era el mismo cuento. Y viera que la remedaba, se ponía a hacer renco también. Yo le dije que de verdad estaba enferma y le insistí un montón hasta que vino otra seño y esa si me hizo caso entonces se llevaron a la señora donde un doctor.

Estas tres historias, en diversos espacios de lo que implica ser una privada de libertad, muestran la violencia institucional y, podría decir estructural, que han experimentado estas mujeres. La explotación laboral y la anulación a su sentir y dolor son un claro ejemplo de lo que ellas representan para el sistema: objetos de desecho social.

El ser mujer y estar privada de libertad las ubica, inmediatamente, en una posición de “desecho social”, pues esto no representa un beneficio para la sociedad, al contrario, representa una carga que es más fácil desechar. De esta manera, se desarrolla un círculo entre la sociedad y el sistema penitenciario, en el cual este último aprovecha cada oportunidad en que la sociedad desecha, simbólica y muy deshumanizadamente, a cada una de sus miembras.

La anulación deshumanizante se complementa con una cultura misógina en la cual, además, ni siquiera se cuestionan las historias de violencia que experimentan las mujeres dentro y fuera del sistema penitenciario. Este no cuestionamiento genera una inercia e inacción estatal, lo que produce un ciclo de violencia. Asimismo, la situación genera una “tríada violenta” que, desde mi perspectiva, se desarrolla en el sistema penitenciario: a) violencia ejercida, b) no cuestionamiento e invisibilización e c) inercia e inacción estatal. Esta tríada remite a una violencia estructural; al respecto, Arroyo (s. f.: 12-13) apunta que:

La discriminación y la violencia de género no se da en el vacío, sino en el contexto de la cultura patriarcal, pero a su vez se sustenta en una ideología sexista: que resulta clasista, adultocéntrica, racista, etc.

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Es así como en la punta de la pirámide se coloca el paradigma de lo humano representado androcéntricamente. Esta forma de orden social implica de por sí una violencia estructural (el resaltado es mío), porque niega, relativiza, naturaliza, lo que significa la violencia y la discriminación en la vida de las mujeres y las consecuencias que esto tiene en sus entornos geográficos, políticos, sociales y económicos resultando en violaciones a sus derechos humanos.

Nuestro cuerpo: ¿es realmente propio?Inicio este apartado con esa pregunta justo porque, en el contexto en

que nos desarrollamos y somos socializadas las mujeres, nuestro cuerpo es el locus de grandes discusiones. Primero, considero necesario identificar desde cuáles discursos e ideologías somos socializadas las mujeres. Aquí, basta con remitirnos a una formación social dada desde las estructuras e instituciones patriarcales que esgrimen toda clase de dispositivos de poder, para adiestrar dócilmente el cuerpo de la mujer a conveniencia de un sistema, en el caso actual y por ponerle un nombre: el neoliberalismo patriarcal. Este sistema, acompañado de todo un discurso religioso, normativiza y controla el cuerpo de las mujeres negándoles su condición de sujetas sociales, históricas y con derechos, lo que las convierte en la otredad o ser para los otros, expropiándolas de su cuerpo, su subjetividad y su identidad.

Así como se administran los capitales o las mercancías, también se administra el uso del cuerpo de la mujer por parte del varón y de todo un sistema que ha sido organizado en función de las necesidades masculinas. Véase el siguiente cuadro.

Cuadro 4Violencia sexual. Mujeres del CASI, Liberia, Guanacaste. 2009

Alguna vez él u otra pareja: Sí No

1. ¿La obligó a sostener relaciones sexuales cuando ud. no quería? 9 2

2. ¿Sostuvo relaciones sexuales no deseadas porque tenía miedo de lo que podía hacer su pareja o cualquier otra pareja?

9 2

3. ¿La obligó a realizar actos sexuales que Ud. sintió degradantes o humillantes

4 7

Fuente: Elaboración propia (2009).

En este aspecto, se evidencia, una vez más, como el cuerpo de estas mujeres fue o es visto como un objeto erotizado que cumple la función

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de satisfacer al otro, su pareja, a pesar de que ella niegue el interés por tener un contacto sexual.

Esto me recuerda a lo que apunta Lagarde, citada por Treguear y Carro (1997), en relación con que el patriarcado se apropia del cuerpo de las mujeres y de su subjetividad, puesto que acá es más que claro el hecho de que estas mujeres han sido despojadas de la toma de decisiones sobre su “propio cuerpo” y sobre su “propio placer”. Tal despojo, automáticamente, las anula e invisibiliza como sujetas y las marca, desde la perspectiva de su pareja, como “aquella cosa” que se puede poseer en el momento que se desee.

Hay que recordar que la violencia sexual es producto de un sistema en el que se legitima y valida que unos, hombres, tengan y ejerzan poder sobre otras, mujeres. En este sistema, se conjugan dos categorías que permiten lo anterior: la masculinidad y el poder, dos grandes constructos, lo que da como resultado que el poder esté estrechamente ligado a la hegemonía dominante de la masculinidad.

Aparte de lo expresado en la entrevista individual, tres de ellas relataron directamente la forma en que sus parejas respectivas abusaron sexualmente de ellas. En los tres casos, el abuso sexual estuvo acompañado de golpes y amenazas (incluso con un arma en uno de los casos). De esta manera, es posible identificar tres manifestaciones de violencia en un mismo momento: violencia sexual, violencia física y violencia psicológica. Este “combo de violencia” generalmente es el que se experimenta cuando existe violación dentro o fuera del matrimonio. El deseo de perpetrar la violación conlleva, paralelamente, la consumación de otros actos violentos: golpes, patadas, amenazas, torturas, lo que da como resultado que las consecuencias en la vida de las mujeres que lo experimentan sean aún más nefastas.

Sí, soy mujer… ¿cómo decías que debo ser?La presencia constante de mandatos sobre cómo comportarnos,

vestirnos, nombrarnos, qué pensamos, qué y dónde debemos jugar, coarta la expresión de nuestra autenticidad y limita la realización de aquellos actos que, en algunos momentos, podríamos desear concretar. En este sentido, considero que la presencia de estos mandatos, por el contrario, podría generar la creación de una “identidad disfrazada”, por así llamarla, puesto que nos exige la

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realización de muchos actos que podrían no ser congruentes con nuestras ideas, sentimientos, deseos y sueños.

Véase algunos relatos de las participantes sobre este aspecto.

-“Nosotros vivíamos en un lugar que era como una finca… a mí nunca me gustó ayudarle a mi mamá con las cosas de la casa, a mí lo que me gustaba era andar con los hombres en el campo. Una vez que me puse a chapiar me hice una herida bien fea en la pierna, cuando fui a enseñársela a mi mamá me dijo que estaba bueno por andar de marimacha… También recuerdo que me ponían a recoger frijoles y a cortar caña y después tenía que ir a hacer las cosas de la casa… a mis hermanos no los ponían a cocinar o a limpiar porque mi papá decía que para eso estaban las mujeres”.

-“Mi hermano tiene un bebé de un año, un día se enojó conmigo porque le enseñé al bebé a hacer tortillitas… se peleó bien feo conmigo y me dijo de dejara de hacer eso porque se lo iba a hacer playo”.

-“Mi mamá me ha dicho muchas cosas sobre eso… Un día de estos eran como las once (de la mañana) y yo estaba hablando con una vecina y me llama bravísima diciéndome que qué hago yo ahí a esa hora, que me apure, que tengo que ir a hacer el almuerzo… Otro día de estos me dijo que dejara a mi marido en paz que lo iba a aburrir con tanta besuqueadera… me dijo eso porque yo me le acuesto a la par cuando el llega del trabajo y le agarro el bigote y lo empiezo a joder dándole besos, entonces ella me dijo eso, que él estaba cansado, que lo dejara en paz…”

De estos tres relatos se pueden deducir diversos planteamientos.Sobre el primer relato identifico dos aspectos. Primero, el ciclo

intergeneracional en el que se apoya la sociedad para instaurar mandatos. La madre, quien durante su vivencia, posiblemente, experimentó una única forma de ser (trabajos domésticos), omite la herida de su hija y la visualiza como su castigo por no comportarse como debería hacerlo (una hija sumida en la limpieza, la cocina y el cuido de otros –padre, hermanos-). Su comentario: “por andar de marimacha”, da un mensaje muy claro a su hija: eso lo hacen aquellas mujeres que no son las deseadas por los hombres o aquellas “cuasi-mujeres” que no se comportan y son como deberían ser. ¡Por esto tienes tu castigo! Ahora, el segundo aspecto refiere al mensaje que

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da el padre: “los hombres no cocinan ni limpian, para eso están las mujeres”. Creo que está de más desarrollar de manera extensa el rol doméstico que se ordena a las mujeres. Para eso están las mujeres… deja claro lo eficiente que ha sido el sistema en la delimitación de espacios genéricos. Son las mujeres las que cocinan, limpian y atienden a los hombres. Es más, son las incansables… y en este caso lo vemos, porque además de recoger frijoles y cortar caña, tenía que llegar a hacer labores domésticas, mientras que los hombres llegaban a descansar. Así es: explotada y luego inferiorizada. ¿Doble jornada dicen? ¡Múltiples jornadas diría yo!

En relación con el segundo relato, se “pone en el tapete” otro gran tema: ¡la virilidad está en peligro! El miedo universalizado a la pérdida de uno de los roles más fuertemente exigidos, el ser viril, es una constante en el colectivo de hombres. La tambaleada virilidad se cuestiona diariamente y esto hace que se promuevan constantemente aquellas actividades y actitudes no-femeninas; es más, lo que esto desemboca es que, desde la lógica de la masculinidad, se repudie todo aquello que se enmarca como femenino. Este repudio implica la emisión de comportamientos y actitudes violentas hacia el colectivo de mujeres y hacia aquellos hombres que deciden no ser parte de esa masa ignorante y programada.

Sobre el último relato, también puedo extraer dos aspectos. En primer lugar, la consolidación del rol doméstico y la programación autómata de acciones que se enmarcan dentro del performance de lo femenino: once de la mañana ya indica el momento en que la mujer tiene que irse acercando a la cocina para preparar los alimentos, esto se consolida como un ritual inquebrantable. Por otro lado, lo vas a aburrir… expresa el temor de esta madre de que el hombre que está “al lado” de su hija la abandone por invadirle “su espacio personal” y no darle la posibilidad de que descanse tranquilamente. Desde mi perspectiva, el mensaje simbólico de esta madre es “él trabaja mucho, dale la posibilidad de que descanse… si se va es culpa tuya por no darle el espacio que merece”.

Los relatos expresados evidencian que la socialización genérica tiene resultados bastante impactantes, puesto que queda claro qué pueden hacer las mujeres y qué pueden hacer los hombres. Yo me atrevería a generalizar estas experiencias al colectivo social y a apuntar que esta socialización, injusta y desigual, genera la consolidación constante de mensajes bastante concretos, indicadores de que la diferencia es símil a la desigualdad. Es decir, que aquello que se aleje del prototipo hegemónico de la masculinidad debe ser tratado con desigualdad.

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A manera de conclusión... ¿Qué pienso de lo vivido?Conforme pasaron las sesiones pude conocer algunas historias que

me apuntaban a una misma realidad: ahí no se encuentran mujeres a las que hay que temer y aislar, no, ahí están mujeres que han tenido “una crónica anunciada del delito”, por decirlo así; mujeres que han experimentado múltiples situaciones de violencia, principalmente en sus hogares, situaciones que han sido omitidas e invisibilizadas por la estructura social y todos los actores que intervienen en esta.

Me encontré con mujeres de poco hablar… Esto me confundió en muchos momentos, ya que no sabía cómo actuar cuando les instaba a hablar de algo y con lo que me encontraba era con el silencio. Sin embargo, paralelo a esa confusión y angustia, fui comprendiendo que el tiempo y ritmo lo llevaban ellas, no yo. Por eso, me acomodé a sus silencios y respeté cuando no deseaban emitir ninguna palabra. A pesar de esto, siempre existió una participante (no necesariamente la misma mujer) que llegaba con deseos de hablar. De esta manera, fui comprendiendo que cada una de ellas, al llegar cada jueves por la noche, después de jornadas de arduo trabajo dentro o fuera del hogar, traía consigo el peso del cansancio, las preocupaciones (principalmente vinculadas al bienestar de sus hijas o hijos) y la rutina diaria. Cada historia es diferente, eso siempre lo he sabido y confirmado. Cada historia se escribe con papeles y lápices diferentes.

Aparte de lo anterior, considero que el proceso estuvo influenciado por dos factores: a) la presencia constante de un oficial y de la “Seño” (nombre dado a la oficial) pudo haber influido en lo expresado o no expresado por las participantes y b) el espacio físico donde se desarrolló, ya que al no contar con un espacio cerrado, se imposibilitó crear una atmósfera de privacidad e intimidad sobre lo discutido y comentado.

En los relatos, pude identificar serias violaciones a los derechos humanos de estas mujeres tanto en el seno de su hogar (con su familia de origen, con su pareja o ambas) como en la estructura del sistema penitenciario (especialmente en la cárcel). En su hogar, las violaciones se dieron en el plano de lo físico, sexual, psicológico y patrimonial y en la estructura formal, se les violentó con otra de las formas más simbólicas: la invisibilización y anulación de su sentir y vivir. No obstante, las violaciones en su hogar se dieron desde edades tempranas; por lo tanto, no se puede aducir que esto suceda por su condición legal actual, no, esto es algo que se encuentra ligado

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específicamente a su condición genérica y a la forma en que se han estructurado los espacios relacionales entre los géneros y entre los grupos etarios. Uno de estos espacios es el privado, donde se dan serias violaciones a los derechos humanos de las personas menores de edad, mujeres y personas adultas mayores.

Ahora, cuando me acerqué a las participantes, llevaba conmigo la idea de que por el hecho de ser mujeres privadas de libertad, las diversas instituciones sociales iban a ejercer variados grados de violencia hacia ellas. Sin embargo, lo que aquí comprobé es que independientemente de su condición legal actual, estas mujeres han sufrido diversas manifestaciones de violencia estructural asociadas a su condición genérica y a su condición económica. Por decirlo de otra manera, ser una mujer pobre ya es un factor de vulnerabilidad para experimentar múltiples violencias por parte de la estructura formal. ¡Tampoco estoy descubriendo el agua tibia!

No obstante, asociada, a su particularidad legal, ellas argumentaron no sentirse violentadas por instituciones fuera de las dimensiones del sistema penitenciario. Contrario a lo que sienten en las paredes de este sistema… MacKinnnon (1995) escribió que “el Estado es masculino en el sentido feminista: la ley ve y trata a las mujeres como los hombres ven y tratan a las mujeres” (p. 288). Comparto esta posición a partir de lo que escuché de estas mujeres, puesto que se comprueba una vez más que nuestro sistema legal está organizado tomando como referencia las necesidades de un único sector.

Sí, el Estado es masculino, eso es cierto y sí, el sistema penitenciario y sus instituciones son patriarcales, eso también es cierto. Por ende, las normas internas de estas instituciones anulan e invisibilizan la realidad de las mujeres dentro de sus paredes y cotidianeidades. Los actores y las actoras (personal administrativo y de custodia) de estas instituciones adoptan estas normas de forma dogmática y las reproducen en su contacto directo con las “trasgresoras del sistema”. Así es como se les violenta constantemente, casi en un ciclo interminable.

En cada historia, que cada una de ellas narraba, identifiqué ese ciclo interminable: explotación, abuso, violencia, indiferencia, miedo, enojo, dolor… fueron palabras que se repitieron en sus relatos, palabras que en realidad están presentes en la historia de cada mujer de nuestro contexto. Ellas, usted y yo “somos de las mismas”, lo único que nos diferencia es que a ellas la estructura patriarcal también las golpeó con otra fuerza masculinizada, la del sistema legal y penitenciario.

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Algunas pautas para el abordaje de la violenciaA partir de esta investigación, construí diversas pautas generales

dirigidas a aquellas y aquellos profesionales que deseen abordar el tema de la violencia de género contra las mujeres con mujeres privadas de libertad, en un contexto semi institucional del sistema penitenciario. En términos generales, esas pautas son:

1. Objetivo de la intervención: facilitar un espacio de apoyo y orientación para aquellas mujeres del contexto semi institucional del sistema penitenciario, que posibilite la construcción de un proceso de fortalecimiento personal frente a alguna situación de violencia que ellas estén experimentando o puedan experimentar.

2. Metas generales de la intervención: proporcionar a las mujeres diversas herramientas, informativas y prácticas, que les permitan a) identificar situaciones (propias o de su círculo relacional más cercano) en las cuales se esté presentando violencia contra la mujer; b) conocer los recursos (legales, institucionales) de los que disponen las mujeres cuando se encuentran en alguna situación de violencia de género y c) desarrollar o fomentar su proceso de empoderamiento personal en relación con la toma de sus propias decisiones.

3. Es ineludible que la persona facilitadora esté capacitada y tenga con-vicción en el enfoque de derechos humanos y de género para que sus planteamientos sean congruentes con sus acciones, expresiones y gestos.

4. En el primer acercamiento que se tenga con las mujeres, deben plantearse los siguientes objetivos: establecer empatía con las participantes realizar un diagnóstico de la población y de sus temas de interés por trabajar en las sesiones, y definir el espacio y la hora.

5. Para cada sesión, considero que se debe buscar la propuesta de alternativas que busque transformar su experiencia personal y su contexto relacional más cercano. Con este fin, cada sesión debe tener los siguientes aspectos: exposición de diversos conceptos que faciliten espacios de discusión y reflexión; espacios para compartir experiencias, conocimientos o percepciones; actividades que complementen los conceptos revisados, discutidos y reflexionados; elaboración de

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alternativas por parte de las participantes para cambiar la realidad actual; las sesiones no deben sobrepasar la hora y media y se debe abarcar un único tema por sesión.

6. Sugerencias para temáticas y técnicas de trabajo: sobre las temáticas sugiero autoestima, socialización de género, legislaciones que protegen los derechos humanos de las mujeres, violencia intrafamiliar, violencia sexual dentro del matrimonio y violencia institucional. Sobre las técnicas sugiero reflexiones audiovisuales y trabajos en grupo. Estas sugerencias las realizo con base en lo apuntado por las participantes; sin embargo, no puede, ni debe, obviarse el trabajo de otros temas u otras técnicas, ya que cada grupo es diferente y, por ende, quien facilita un proceso debe adaptarse a los intereses de la población a la que se está acercando.

BibliografíaArroyo, Roxana (s.f.). La violencia contra la mujer como producto de

una violencia estructural. En: Módulo de Violencia. ILANUD: Costa Rica.

Lagarde, Marcela (1998). Identidad de género y derechos humanos. La construcción de las humanas. En: Género y Derechos Humanos. Cidhal: México.

MacKinnon, Catherine (1995). Primera parte: Feminismo y Marxismo. Cátedra. Madrid.

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Treguear, Tatiana y Carro, Carmen (1997) Niñas y adolescentes prostituidas: Silencio social y violación de derechos. Costa Rica: UNICEF.