NAREDO, J. M. La Economía en evolución. Historia y perspectivas de las categorías básicas del...

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I s ls l- r/ tf l- L ¿¿s--Jv )- l- lis- no- nal )en mí¡s rro- ion- I ac- más nen- Par- ómico, un oD- 25. LA CRISIS DE LA CIENCIA ECONOMICA ESTABLECIDA I. ALGUNOS SÍNTOMAS DE CRISIS En los últimos tiemposlos economistas hablancon frecuencia de ucrisis de la cien- cia económicau. Aunque atribuyan a Ia palabra crisis sentidos difer'entesr ello es in- dicativo de que de algunamanera, la ciencia económica estáatravesando una situa- ción crítica cuyo sign.ificado trataremos de aclarar en el presente capítulo. El tratamiento que ha recibido recientemente la crisisde la ciencia económica en los medios de difusión ha estado rnediatizado por los mecanismos típicosde la lla- mada usociedad de consumor, A la anorexia intelectual propia de estepaís se res- ponde vendiendo alimentospredigeridos, de poco peso y coste y presentándolos con envolturas artificialmente llamativas y novedosas. Se apela así a lo insólito, a lo sorprendentemente nuevo. Hacen falta, por ejemplo, (nuevos filósofoso para resu- citar viejas ideas y vendercocktails más o menosfuertesde egoísmo stirneriano, de pesimismo spengleriano o de los rasgos de otros autores escasamente leídos e inclu- so tiempo atrásestigmatizados de forma global e inapelable como <reaccionariosu. Lo mismo que se requicren (nuevos economistasD para actualizar los viefos cantos de sirena del liberalismo o para redescubrir a estas alturas, una vez más,lasvirtudes del marxismo o de la económía política clásica, a la vez que se hablaprofusamente de la ruptura de "paradigmasn y se elevan a la categoría de urevoluciones, las infle- xionesdiversas que han tenido lugar en la historia de la ciencia económica, escamo- teando así bajo la imagende un cambio permanente, el hecho cieno de que la idea delsistema económico sobre la que se levanta esta ciencia, o el obieto de estudio que hace su unidad, han permaneciio en lo fundamental invariables desde Adam Srnith, llevándola a la situación crítica que nos ocupa. Entre el clamor de estos falsos portavoces de cambio,se acusa, sin pregones, un desplazamiento sordo en layavíeja idea del sistema económico, que está originando problemas al edificio científicoque se asentaba sobre ella. La presente obra respon- de a estos problemas. Siendo ella misma un exponente de esa situación crítica,pue- de parecer redundante que se destine a la crisisde la ciencia económica un capítulo específico cu¿ndo el tema aflora a lo largo de todo el texto. Pero seha estimado per- tinente incluir en el plan de la obra un capítulo que recoja con ánimo de síntesis, ¡ Véase, por ejemplo, entre los autoresespañoles, José María FernándezPi¡la, uLa crisis de las con- cepciones económjcasn, en Reaista de Hacienda Pública, ¡."74,1982; Enrique Lozano, "L¡ crisis de la teoría económica, cEcA & UNED, Económicas y Empresariales, cuaderno n." 19 (sin fecha), o Luis Angel Roio, "Sobre el estado actual de l¡ macroeconomíe", en Pensdmiento Iberoamericano, n." l, 1982.

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25. LA CRISIS DE LA CIENCIA ECONOMICA ESTABLECIDA

I. ALGUNOS SÍNTOMAS DE CRISIS

En los últimos tiempos los economistas hablan con frecuencia de ucrisis de la cien-cia económicau. Aunque atribuyan a Ia palabra crisis sentidos difer'entesr ello es in-dicativo de que de alguna manera, la ciencia económica está atravesando una situa-ción crítica cuyo sign.ificado trataremos de aclarar en el presente capítulo.

El tratamiento que ha recibido recientemente la crisis de la ciencia económica enlos medios de difusión ha estado rnediatizado por los mecanismos típicos de la lla-mada usociedad de consumor, A la anorexia intelectual propia de este país se res-ponde vendiendo alimentos predigeridos, de poco peso y coste y presentándoloscon envolturas artificialmente llamativas y novedosas. Se apela así a lo insólito, a losorprendentemente nuevo. Hacen falta, por ejemplo, (nuevos filósofoso para resu-citar viejas ideas y vender cocktails más o menos fuertes de egoísmo stirneriano, depesimismo spengleriano o de los rasgos de otros autores escasamente leídos e inclu-so tiempo atrás estigmatizados de forma global e inapelable como <reaccionariosu.Lo mismo que se requicren (nuevos economistasD para actualizar los viefos cantosde sirena del liberalismo o para redescubrir a estas alturas, una vez más, las virtudesdel marxismo o de la económía política clásica, a la vez que se habla profusamentede la ruptura de "paradigmasn y se elevan a la categoría de urevoluciones, las infle-xiones diversas que han tenido lugar en la historia de la ciencia económica, escamo-teando así bajo la imagen de un cambio permanente, el hecho cieno de que la ideadel sistema económico sobre la que se levanta esta ciencia, o el obieto de estudio que

hace su unidad, han permaneci io en lo fundamental invariables desde Adam Srnith,llevándola a la situación crítica que nos ocupa.

Entre el clamor de estos falsos portavoces de cambio, se acusa, sin pregones, undesplazamiento sordo en layavíeja idea del sistema económico, que está originandoproblemas al edificio científico que se asentaba sobre ella. La presente obra respon-de a estos problemas. Siendo ella misma un exponente de esa situación crítica, pue-de parecer redundante que se destine a la crisis de la ciencia económica un capítuloespecífico cu¿ndo el tema aflora a lo largo de todo el texto. Pero se ha estimado per-tinente incluir en el plan de la obra un capítulo que recoja con ánimo de síntesis,

¡ Véase, por ejemplo, entre los autores españoles, José María Fernández Pi¡la, uLa crisis de las con-cepciones económjcasn, en Reaista de Hacienda Pública, ¡."74,1982; Enrique Lozano, "L¡ crisis de lateoría económica, cEcA & UNED, Económicas y Empresariales, cuaderno n." 19 (sin fecha), o LuisAngel Roio, "Sobre el estado actual de l¡ macroeconomíe", en Pensdmiento Iberoamericano, n." l, 1982.

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442 Untficación 1 decliue

amplíe o punrualice los hilos que.han ido quedando suelros en los capítulos prece-dentes, para ofrecer una perspectiva g.n.r.l de esta crisis. En este aonr.*ro h.,no,evitado dispersarnos en discurir temas que aun siendo de actualidad los considera-To: poco relevanres y en reseñar novedades, máxime cuando algunas de las oorasbásicas a las que hemos hecho cumplida referencia, no se han táducido todavra oduermen el sueño de los ,iustos entei.adas, en parte, por (noveclacles, que ni siqure_ra las citan2.

. Lo expuesto en capítulos precedentes denota que la hoy llamada ciencia econó-mica ha estado vinculada desde sus orígenes r p.otl.,na, dL indole manifiestamenrefilosófica y que los axiomas y..on..ptó, que le permiten delimirar, clasificar y ela-borar su objeto de esrudio -lo ecoiómici- son clarrmente rributarios de laideo-logía y las insriruciones dominantes en la civilización industrial. De ahí que la cien_cia económica haya sido rearro no sólo de discusiones inlernas, sino amÉién de fre-cuentes ataques exrernos de aulores que partían de enfpques distintos de lo econó-mico..La noved¿d que permire hablar en los últimos tiempos de crisis de la cienciaeconómica estriba en.que esros ataques externos no sólo han ganado en número, am-ptrrucl y protund¡dad, srno que.están empezando a enconrrar eco enrre los propioseconomisras que hasta ahora habían permanecido, por lo común, insensibles'a eilos,exacerbando además las conrradicciones y polémic"s internas a esra ciencia.

La literatura crítica sobre la.economía y los economistas se hizo más prolíficaen los úhimos tiempos al calor de la crisis económica y de la inoperancia de'las vre-jas recetas para resolverla,,Aunque esta c¡isis haya coátribuido en cierta dirección aextender y a profundizar la orra, la reórica, que sólo recientemenre ha trascendidoal mundo académico para saltar.hasta las páginas de la prensar, hay que

"duerti, qu"

la cosa venía de antes en un doble sentido.

II. CRÍTICAS EXTERNAS A LoS ENFOQUES USUALES DE Los ECoNoIvfISTAS

Por una parte, hay que hacer notar la existencia de una larga cadena de pensadoresque.se han ocupado. de la economicidad de la gestión de los"recursos y d..l .ompu.-tamienro humano al respecto, desde presupueitos ajenos a los que inipiran el eáifi-cio conceptual que se af ianzó a part ir de las elaboraciones de los econtmistas clási-cos y neoclásicos de principios y f inales de siglo pasado y que han señalado las l i -

z Por ejemplo, la ob¡a de Mari_o Bunge, Ec.ono¡hía y fi losot'ía, Madríd, Tecnos, r9g2, reproduce suponencia cuya prcsentación en la Universidad de Oviedo levantó aira{ar prorestas por parte'de rlgunoseconomistas, recogidas, en su día, por la prensa. sin embargo, la violenci¡ formal de la polémic" no-d.beocultar el hecho de que este autor. acepta sin.discusión los aspectos esenciales del aperaro conceptual dela ciencia económica y que entre el centen¿¡ de obras que p..ienta como biblio6ralí. no upare.e ningunode los textos básicos de Georgercu-Roegen ni de_la mayoría de los autores qü hrn ,o*ndo posicronescríticas sobre ella, a los que nos.hemos venido refiriendo.

.'.Un artículo que denota la pérdida de respeto que está sufriendo la profesión dc economista es el

¡ublicado en el Heruld Tribrne con el tí¡ulo di .An overdose of econo.irtr, de George',Jr'. Ball el lóde abril de 1980 (reproducido después en E! País, el 29 de abril de 1980).

La crisis Je la ciencit económic¿ enablecida 443

mitaciones de ese edificio, sin que sus análisis y críticas tuvieran apenas influencia

entre los economistas. Por otra, cabe advertir que la situación crítica de la cienci¡

económica se planteó ya por economistas de reconocido Prestigio académico ances

de que se "-p1i.t"t

ciertas líneas de debate a raíz de la crisis energética'

i*r.d. a ias posibilidades de este capírulo hacer una enumeración mínimamente

completa de los autores que ParticiParon en uno y otro de los procesos apuntados.

Valea esquemadzar, respicto al primero de ellos, que cuando la ciencia económica

,. iirnró y cobró unidad cchando por la borda las preocupaciones sobre los as-

p."to, fí.iá, de la gestión de recursos, que culminaron en el siglo X'/III con. le es-'cuela fisiocrárica, esie género de preocupaciones siguió siendo cultivado, ya al mar-

een de la ciencia eqonómica establecida, po. o,t. serie de autores que iueron perfi-

í.ndo un aparato obnceptual más adecuado para ello. El tratamiento de este tem¡

corrió paraielo "

la c.eaciótr, en el siglo XIX de esa economía de la.física gue es Ia

ier-od'inámica y de esa economía de la naturaleza que es.la ecología{ enéontrándose

rextos que recaen inequívocamente sobre temas económicos de físicos' químicos o

Ui]tono't como S' F."*o,, R. Clausius' S' Podolinsk¡ P' Geddes' \W' Oswald' F'

¡;JJ; .,.., y q,rt adoptan comúnmente un sentido crítico respecto. a los en[o-

ques propios de la economía política5. Los economistas más nombrados hoy per-

i.,.n.ii.rl" generalnrenre rl margrn de estas elaboraciones, con la excepción de

ó;;;;;;, quZ .o-o hemos visro lupo .pr..i., su interés para trascen.ler los enfó'

ques conv;cionales que se circunscribí¿n ¿l campo de lo que él denominó (crema-

ülogír" (siendo él mismo comp€ten¡€ <crematólogo>, como mostró en su análisis

á.i-iro"opori.) y, en cierta m.áidr, d. Jevons, cuya honda preo,cu.pación por la es-

casez objétiva de rccursos naturaies le llevó a escribir sobre las dttlcullades tlslcas a

las que se enfrental¡a el crecimiento económtco'

É, d. rodo, cenocido que esros enfo.¡ues han l legado hasta,nuestros dias y que

,, ,ni", de la llamada crisii energérica, piro sobre rcdo a raíz de ella, se há produ-

:.1; ;"r rv¡lanch¿ de literatura Jobr. lós aspectos energético-ecológicos relaciona-

.10, .on la actuación de los hombres en la sociedad industrial. obras como las de

Fred cottrell, los hermanos odum, commoner, Slesser, etc,, q_tle. opinabrh sobre

i"econorni. i iad dc la gestión de recursos narurales desde fuera de la crcncia econó-

-i.", "" h.n podido ia ser ignoradas por los economistas, que finalm.ente se han

visto obl igados , ru-r, . ."rroi .n el asunto, tratando ahora de reintroducir dentro

d.l ob;.,o" de su ciencia los problemas físicos y biológ,ic.os que ,originariarnente se

habían desrerrado, lo cual ha influido en la crisis actual de esta dtsctpltna.

n Nótese que el tér r¡rino ecologn se construyó sobre Ia misma r.aiz gtiegz <rho- +e \

e¡|\yu'

divergiendo en los principios que €n uno y otro senlido inspiran el 'gobterno de lr casa' y ell l¡s carac-

te¡ísricas de la casa misma..

Juro lr{rrrinrz Alicr, en su l ibLo 1 'n'oloLisnte i. l aco.tonti¡, Hi¡totin d tt¡ts rlacions auagdlu,.

ts"r.. inn., Ed. 62, 19S4, ha rcaliza,lo una férri l labor de dcshrocc de cstc cantPo inexplondo, ofrccicntlo

"bundrn,., referenci¿s y bibliografía sobre csra corricnre de auro¡es, El lcctor intercsado puede enconrrar

i. ir. l".. io" de los priícipalcs"rextos de GeJdes, Podolinsky y Soddy en J' MartínczAlier.(td'\ ' Los.prin-'i¡iiiJ,

i, r,')"rii iiitls;rr. Textos d¿ Geddat, Podolinhyy'Soddy,'Madrid, Visor Distrib. y Fundación

Areentarla, 1995

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ilt fI I11 . 'l r ll , l .lrli l 'l i r

444 Unificación t decLiae

El movimiento romántico constituyó otra fuente de críricas a la ciencia econó-mica establecida en el siglo xlx, que fue estrechando sus vlnculos con la corrienteque'acabamos de indicar. Pues no sólo los padres de la terrnodinámica y de la eco-logía tuvieron que ver con este movimiento (Carnot, Humboldt, ...) sino que, pon-

Bamos por caso, las censuras éticas y estéticas que en su dla hizo John Ruskin a laeconomía política y alx rea.lizaciones de la sociedad industrial, adquirieron un ma-yor respaldo científico con Ia ayuda de estas disciplinas en su discípulo Patrick Ged-des y ganaron más solvencia todavía en Lewis Mumford, discípulo de este úlrimo.Estas críticas estuvieron relacionadas con orras de pensadores como Owen, Morrrs,Kropo*in y Gandhi, que recaen, con radicalidad diversa, sobre la tecnología y laorganización social centralizada que trajo consigo la revolución industrial,

Otra línea crítica de origen más reciente que acabó convergiendo también conestas tendencias fue la que se operó desde el campo de la antropología y de la his-roria antigua, despojando a las categorías de la ciencia económica de su presunta ge-neralidad. Los análisis de Malinowski sobre los intercambios en comunidades ori-mitivas /, sobre todo, el Ensayo sobre el don publicado por Marcel Mauss en 1925,mostraron que la circulación de objetos podía regirse en las sociedades humanas pormotivaciones radicalmente disrinras de aquellas direcramente utilitarias que la eco-nomía standard tomaba como las únicas dignas de ser estudiadas. Una vez abiertoeste camino, los análisis de lo primitivo llevaron a la antropología a ejercer una re-visión radical que culminaría con obras como las de Pierre.Clastres y Marshall Sah-lins. En un sentido más limitado y específico de relarivización de las categorías tJela ciencia económica, cabe señalar las críticas a su aplicación indiscriminada en el es-pacio y en el tiempo ejercidas por un amplio grupo de historiadores cuya figura másrepresentativa es Karl Polanyi. Y, en parte como consecuencia de estas críticas, seha desarrol lado una l ínea de investigación histórico-antropológica que uti l iza el ins-trumental de la termodinímica, y la ecología para e;ne.lizar las relaciones de las so-ciedades humanas en su entorno físico y enjuiciar su ef iciencia y su estabi l idad, jun-to con el marco ideológico e instituciónal en el que se desenuuelven. Este tipá deestudios tlcanzan desde los de Leslie White hasta los más recienres de Roy Rappa-port y Richard Lee y entroncan con los numerosos trabajos que enjuician la gestiónde recursos que t iene lugar en las sociedades actuales a parr ir de la ecología y la ter-modinámica, a los que nos hemos referido anteriormente. Esta confluencia es par-t icularmente clara en los anál isis sobre los sistemas agrarios practicados desde talesenfoques por autores como G. Leach, D. y M. Pimentel, P. Campos y yo mismo.

Un claro exponente de la convergencia e interrelación qtre se fue operando entrelas corrientes críricas apuntadas lo constiruyen los trabajos de Bataille La noción degasto (1933), La parte maldita (1949)6 que enmarcan las elaboraciones críticas de laeconomía convencional procedentes del campo de la antropología, con un capítulosobre la odependencia de la economía del recorrido de la energía en el globo terres-tre". Esta obra, en Ia que el autor trabajó durante dieciocho años, resultó tan igno-rada por los economistas como lo fueron, hasta hace poco, las corrientes de pensa-

o George Baraille, La part maudite (précédé de La notion de dépense), París, Ed. de Minuir, 1967

La oiis de la cienci¿ econóthica estabLecida 445

miento a las que nos estamos refiriendo, Recienremente un número monográfico dela revista francesa L'ARC recae sobre este tema e incluye un artículo de un econo-mista tan consagrado como Pérroux sobre "rl silenciou que siguió a los citados tra-bajos de Batai l le.

A la vez que se ehtrelazan las corrientes críticas indicadas, en los úldmos tiem-pos empiezan a observarse esfuerzos puntuales de análisis de la ciencia económicadesde un ángulo epistemológico que sientan las primeras piedras para hacer una his-toria de las doctrinas económicas desde fuera del "paradigma, dominante en esa cien-cia. En este sentido apunta la presente obra, siguiendo el camino abierto por esa .<ar-queología de las cienbias sociales, iniciada por Foucault y por el estudio sobre "gé-nesis y expansión de la ideología económican realizado por Dumont. Análisis queentroncan con trabajos como los de Baudrillard, en los que se une la revisión de lascategorías de base de la ciencia económica al empeño de desvelar los rasgos esencja-les del funcionamiento del capitalismo industrial y en especial de le llamada usocie-dad de consumeo, normalmente ignorados en los círculos académicos de los econo-mistasT.

III. CRÍTICAS INTERNAS A LA PRoFESIÓN: CIRCULARIDAD yEnsus

INSATISFACCIÓN Y RUPTURA

Paralelamente a esas críticas exrernas, en los últimos tiempos iambién ,. h. d.rr-rrollado un volumen importante de críticas en el seno de la profesión, con.grados deintegrabilidad e interés muy variables, que buscan adecuar el aparato conceprual dela ciencia económica a la resolución de nuevos problemas o discutir ciertas conrra-dicciones internas. Algunas de estas críticas tratin de acercar la noción absrracta demercado a la realidad de los intercambios en las sociedades modernas, incluyendosus manifiestas nimperfecciones, o haciendo intervenir explícitamente las relacionesde poder en el intercambio o en el manejo del apararo est¿tal. Otras discuten la reo-ría neoclásica de la distribución al advertir que la distribución del ingreso, en vezde ser una consecuencia del proceso de formación de los precios, es anterior a él des-de un punto de vista lógico. O bien, detectan graves insuficiencias en ese keynesia-nismo hasta hace poco dominante en la macroeconomía y buscan alternativas másajustadas. Por no hablar de aquellas otras a las que nos referimos en capítulos an-teriores, relacionadas con la preocupación de .corregiro los agregados económicosy de extender valoraciones y criterios meximizadores a los campos más diversos.

7 Por ejemplo, ni en la biblioteca de Ia Facultad de Ciencias Económicas de le Universidad Complu-tense de Madrid, ni en la propia biblioteca del Ministc¡io de Economía y Hecicnda se encuentra ningunaobra de Baudrillard.

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4+6 Unificación y declrue

El irrealismo de los supuestos del intercambio sobre los que se formula el equilibriogeneral

Un artículo de Sraffa publicado en 19268 abrió el primer grupo de críticas mencio-nado: el que señala ia escasa representarividad de las dos formas exrremas de me¡-cado -competencia perfecta y monopolio- que permitieron a los aurores neoclá-sicos consrruir sus reorías del equilibrio. Según la teoría rradicional, para la empresacorñpetitiva el precio es un dato y, suponiendo que los costes medios y marginalescrecen a partir de un cierto nivel con el número de unidades producidas, para cadaprecio se obtiene una oferta de eguilibrio que iguala el cosro marginal de la empresaa su ingreso marginal (que en el supuesto de libre competenciais igual al ingresomedio) maximizando, por tanro, el beneficio. En el caso en el que, por exisrir unmayor grado de monopolio, la empresa pueda influir sobre el precio variando lascahtidades ofrecidas, se sigue suponiendo que toma la dem¡nda como un dato parabuscar la oferta de equilibrio que maximice su beneficio, Tanto en el caso de librecompetencia como de monopolio se razon¡ exclusivamenre sobre precios y canrida-des de productos que se mantienen homogéneos para consumidores y empresas. Eltrabajo de Sraffa obfeta que, no sólo lo normal es que no puedan considerarse nilos precios ni la demanda como independientes de la acruación de las empresas, sinoque tampoco se cumple la condición de homogeneidad de los productos, operándo-se la competencia medi¿nre la diferenciación de éstos.

La crítica de Sraffa afectó a los supuesto sobre los ouc se levant¡ba la consrruc-ción del equilibrio general wairasiano, empu.jando al raionamiento económico haciael tratamiento específico de una relación innumerable de casos particulares. Desdeentonces el anáiisis económico del intercambio se ha ¡¡¡ovido en el conflicto de, obien razonar sobre formas de mercado que no se estiman represenrarivas de la rea-lidad capitalista pero que permiten -medianre un razonamiento iógicamente cohe-rente basado en el isomorf ismo del eoui l ibr io estárico de la palanca (véasecap.20. tv¡- definir una configuración de equil ibr io gencral, o bien sacri f icar esr¿posibilidad en aras de un mayor realismo en las hipóresis de parti.la.

A raíz de la crítica de Sraffa surgieron varios inten¡os orientados a reconslruirla teoría del equilibrio general sobre bases más realistas, siendo los más conocidoslos de Robinson y Chamberlaine. En el primero de el los se razona sobre la . imper-feccióno que inrroduce en el mercado el hecho de que los compradores at ienden atoda una serie de peculiaridades de cada oferenre -localización, confianza que ins-pira iespecto a la calidad, trato y servicigs a los clientesr erc...- distinras del preciode vente de los productos. En el segundo se considera como hecho determin¡nre lafalm de homogeneidad real o imaginada de los productos de los distintos oferentes,

8 Piero Sraffa, .The laws of returns under competit ive condition¡r', en Economic Jown¿l, diciembrede 1926.

e J. Robinson, Ercnomics of ntperfect competit ion, Londres, 19J) y E. H. Chamberlain,The theory

of monopolutic competit ion, Cambridge Mass., 1933. IHay traducción {e ambos respectivamenre en Agui-lar, Madrid, 1947 y en el nce, México, 1953, bajo los títulos La econpmía d,e la competencia ímpert'ectay Teoría de la competenci¿ monopólical.

'1

La oüis tle la ciencia económica estdblecida 447

cuya diferenciación fracciona el mercado e impide, al igual que el suPuesto antertor'

que la competencia recaiga exclusivamente sobre los precios. Tanto la nimperfección

del mercado' como la ndiferenciación monopolística del producto, influyen de

modo similar rompiendo la unidad de los mercados y, con ello, la posibilidad de

alcanz* la configuración de equilibrio de libre comPetencie. En ese mercado de

clientelas o en esa competencia monopolista la configuración de equilibrio reclatila-

ba un cúmulo de hipótesis tanto o más irreales que las que se h¿bían rech¿zado ab

initio. En consecuencia, los nuevos supuestos conducen más ve;osímilmente a situa-

ciones de permanente inestabilidad que a configur¿ciones de equilibrio.Vista la imposibilidad de reconstruir la teoría del equilibrio general sobre bases

más realistas, las elaboraciones de los teóricos se orient¿ron más bien a justificar des-

de el mayor pragmatismo que emanaba de la moderna economía positiva, la valid,ez

de las viejas cons[ruccioncs neoclásicas de la libre competencia y del monopolio. Au-

tores como Demsetz y Stigler hicieron hincapié en gue al no existir en la realidad

una frontera clara entre la libre competencia y la competencia monoPolística, en el

límite se disolvía la diferenci¡ empírica entre ambos tipos de mercados' resultando

perfectamente lícita la aplicación de los modelos extremos del monopolio.y de Ia

competencia perfccta. Modelos que ponderaban no sólo por ser más manejables, sino

también más eficaces en la predicción, apelando par¡ ello a la evidencia emPírica. Enfavor de esta defensa prxgmática de stdtut quo neoclesíco apunta el alegato que hizo

Friedman de la conveniencia de utilizar supuestos irreales a la que nos referinros con

anterioridad (cap, 23) dando la razóna la sospecha de Nagel de que la peculiar "aPor-tación" de Friedman traslucía más bien (tensiones ne resueltasD en el 'seno'de la pro-

pia ciencia econórnica, que preocupaciones generales sobre la metodología cienrífita.

Probl¿ntas de 4regación

'

,

Al t ipo de crít icas indicado sobre el real ismo de los supuestos propios dcl equi l ibdowalrasiano, se añadcn aquellas otras de orden lógico que muestran que sus formu-Iaciones en términos de agregados no puede evitar que la arbitr¿riedad estadíst icaecl ipsc el contenido teórico de los plantcamientos microeconómicos originarios (véa-

se supra c; ip.21, ref. O. Arkhipoff). Cri t icr esta que entron(a con lo seúalado cn elcrpítulo 24 sobre 14 natur¡ leza de los agregados econónricos usualcs que, al incum-plir los requisitos nratemá¡icos de las magnitudes físicas, dan lugar a seudomedidassobre las que no cabe levantar una ciencia cuantitatiya en el estricto sentido gue seconfiere a este término en las ciencias de la naturaleza.

Recordemos, por otra parte, l¿ larga serie de obieciones que han ido dcsin{landolas desmesuradas $r.t.nsiónes originarias de conseguir medidas independientes. de

la ut i l idad que perfr i t ieran acometer agrcgaciones (véanse suPra cxps. la, l5 y 20) y

obtene¡ máximos r iolect iuos. Como colofón de estas crít icas e[ teorema de Arrow'",

I'ü! ,hoie and indnidual aalres, Viley E¿ Sons, Cowles Commision for Researchro K. J. Arrow, Sockl choice and indnidual aalres, Viley Ec Sons, Cowles

in Economics, monografír , n." 12, 1951.

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448 Unificación y decliue

'al señalar las condiciones tan restrictivas que exigiría la agregación de preferenciaspara conseguir una elección colectiva que no acarreara contradicciones internas, mos-tró de hecho su inviabilidad. Las consecuencias de este teorema no han sido todavíadebidamente acusadas por los teóricos de la economía, aunqt¡e poco a poco se vanabriendo camino. Como ha advertido Arkhioofftt resulta ilustrativo al respecto unartículo deJames Buchanan, en el que tras disiut ir estas cuestiones concluye que "im-poner a los modelos un esquema de maximización como ayuda a la decisión políticaes garantizar la esterilidad de los resultados ¿Cómo ha podido extraviarse así la Eco-nomía?nr2. Esta especie de teorema de Gódel de las ciencias sociales viene a eviden-ciar que las técnicas de agregación (y maximización) de preferencias o de opinrones

,':..¡lffjf;"Iltar el carácter normativo que comporta la toma de decisiones políticas

Críticas a los fundamentos de la construcción neoclásica del equilibrio

' Existen otras críticas a la formulación neoclásica del intercantbio que, quizá por sermás pi'ofuñdas que las que discuten el realismo de los supuestos, han tenido menoseco dentro.de la profesión, Son aquellas que recaen sobre los fundamentos mismosde la construcción neoclásica del equilibrio y no sólo sobre las características de losmercados a los que pueda aplicarse. Es el equilibrio estático del intercambio, cons-truido -como vimos en el cap. 2O.tv- a partir de un isomorfismo con el equilibriode la palanca, lo que se ponen en cuestión en estas críticas. Para que el precio deeouilibrio de una mercancía se determine ineouívocamente como resultado del en-frintamiento de las funciones contrapuestas de la oferta y la demanda hay que su-

.poner, no sólo que ambas son independientes entre sí, sino que también lo son delas ofertas y demandas de las otras mercancías y que permanecen invariables todoslos factores que podrían alterar su estabilidad. En ausencia de estas hipótesis

'l¡s curvas de oferta y demanda no determinan equilibrio alguno; dado como magnirud exó-gena un equilibrio, puede construirse siempre un par de cunas que se crucen en ese punto;pero así las cosas, parece legítima mi curiosidad -señala un economista teórico cuyas críticasyan más al lá de lo habitual en la profesiónrr- por saber la ut i l idad de esas ncurvaso de ofertay demanda que necesitan para su construcción el punto de equil ibr io, y que, por ranto, nopueden uti l izarse para su f inal idad tradicional que es, precisamente, la de determinar el preciode equilibrio. Que no exista -concluye este autor- una curva de oferta de buenos modos,no quiere en absoluto decir que la relación entre precio y cantidad de una mercancía sea con-traria a la que dicen los manuales de economía, sino pura y simpletttente que no existe unarelación bien definida entre ambas variables [...] Dentro del saber eéonómico no puede, al me-nos por el momento, establecerse una relación unívóca y estable entre canridad y precio de

" oSur quelques paradigmes..., o$. 6i1.t2

J. M. Buchanan, "Microeconomic theory: confl ict and contracr; a contractarian paradigm for appl-ying economic theory,, en American Economic Reoieu, vol. Lxv, n." 2, 1975, p.225.

¡3 E. Lozano, *La crisis de la teoría económica, ob. cit., p.5

La rtsis de La cienci¿ económica establecida

una mercancía. Por tanto, no postular estas dependencias no puede sino ayudar a replantearlas dimensiones políticas (ue la economía tuvo en los clásicos. Si las cantidades dependen delos precios de forma no deductible "a Priori,, romper esa dependencia funcional no sólo nocierra la posibilidad de discutir sobre la determinación de las cantidades, sino que reenvíe elproblema de la determinación de las cántidedes al centro de las ciencias socialós; no se dice-insiste- los precios no influyen en las cantidades, son independientes de las cantidades,sino que su influencia no es tan definida como gusta ¿ l¿ teoría económica vigente. Según lodicho, la responsabilidad ch alguna medida del fracaso de la necesidad de "integraro los aná-lisis sociológicos, políticos y de cualquier otro tipo con la economía, habría que buscarla enel carácter omnicomprensivo que la ciencia económica ha adquirido dentro de lo que consi-dera su terr i tor io [ . . . ]ra.

La idea de que las funciones de demanda y de oferta constituyen los elementosdeterminantes del orecio a través del isomorfismo mecánico antes enunciado h¿ lle-gado a constituir uno de esos planteamientos que se aplica con generalidad sin re-cordar en cada caso si se cumplen las condiciones bastante restrictivas que haríanlíci ta su apl icación, pues tal idea "ha arraigado en la mente del economista de nues-tros días tan profundamente que se considera como un reflejo inmediato de los he-chos y no como lo que es en realidad el resultado de una elaboración teórica bas-tante sofisticada'l5. Valgan las anteriores referencias para señalar que este presu-puesto está siendo actuálmente objeto de reflexión. Lo cual revaloriza las adverten-cias sobre sus limitaciones que hicieron algunos de los propios autores neoclásicosy las críticas más o menós implícitas de otros autores, que como Sraffa, evitaron re-curr ir a él en sus elaboráciones16 o que, como SchumpeterlT, Perrouxl8, u O'Con-norle estimaron que los factores a su juicio más relevantes y característicos del pro-

ta Ib id. , pp.5-e.

'5 Ib id. , p.4.t6 Ct'r. P. Sraffa, Producción de mercancías por medio de mercancías, Barcelona, Oikos-Tau, 1965.

.Cualquier persona acostumbtada a pensar en términos del equil ibrio de demanda y de oferta, puede in-

clinarse a suponer, al leer estas páginas -senala Sraffa en el prefacro de esta obra- que la argumentacióndesc¡nsa sobre el supuesto tátito de rendimientos constantes en todas las industri¡s [...] De hecho, sinembargo, no se hace tal supuestoo.

t ' Cfr.J.Schumperer, Teoría del desenaolvimiento económico, ób. cit. Este auror señala que el es-

tricto cumplimiento de las hipótesis de constancia de los gustos, de la tecnología, etc, que haiían la es-

tabil idad de las funciones de ófena v de demanda. la uniformidad de las mercancías v definirían la com-

petencia sobre las bases estática¡ propias del equil ibrio walrasiano, cerrarían las puerras deI progreso eco-nómico. Por el contrario, lo ciiacte¡ístico de éste son los cambios tecnológicos producidos por (empre-

sarios innovadores" para reducir costes o introducir nuevos productos haciendo o.bsoletos los antiguos.

En este proceso de ndestrucción creadora, reside, según Shumpeter, la verdadera competencia fuente del

progreso económico y no en aquella que se ejerce entre empresas que producen las mismas mercancías.¡8 Ya hemos visto cómo Perroux (cap. 20.1v) retomr la idea de Pareto de integrar el equil ibrio eco-

nómico denro de un equil ibrio social mucho más amplio, introduciendo en su elaboración aspectos talescomo el poder o la información que pueden ser mucho más definitorios de una situación de intercambioque las consideradas en el equil ibrio walraso-paretiano en sentido esrricro.

re Cr&. J. O'Conn or, La oisis fiscal del Estado, Barcelona, Península, 1979. En vez de razonar, comovenía haciendo la l iteratura hacendística corriente, sobre la idea de un Estado neutral, cuya gestión bus-

caba el interés colectivo por encima de Ios intereses de personas, grupos o clases sociales, O'Connor toma

449

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Unificación 7 decliae

ceso económico, -la innovación, e.l poder en el intercambio y en el manejo del Es-iado, respectivamente- rranscurrían al margen del mismo. De rodos modos hayque advertir. que tal presupuesro ocupa un lugar importanre en lo que se refiere alinstrumental analítico de la ciencia económica, pero no a la ¿xiomitica que definesu.ob¡'eto de estudio y su forma habitu¡l de coniemplar el proceso económico (tra-tadas en el cap.24).

Este généro de críticas, lejos de ser el fruto aislado de los excesos de un purismoteórico que condenaría a los economistas a la inacción, constiruyen el relón de fon-do que enmarca un cúmulo de fracasos e inoperancias de lop viejos esquemas expli-cativos empleados por los economistas. cúmulo que se ha manifestaáo bien a-lasclaras en el rerreno de lo empírico a la hora de ofrecer soluciones a la actual crisiseconómica.:.el hecho de que toda una serie de relaciones de dependencia hasta hacepoco consideradas de modo mecánico y causal, se mostraran bastante más borrosasde lo previsto, alimentó dudas más generales sobre la pertinencia de tratar las pro-pias nociones de oferta y demanda, con todos sus deiivadps analíticos .omo iun-ciones independientes y, por lo ranro, manipulables separadamente, En este senridoencajan tanto la quiebra de la reoría neoclásica de la diitribución, como aquella otrade la macroeconomía de corre keynesiano con su epílogo de.sínresis neoclásicau,sin que en.ninguno de los dos casos haya aflorado un suititutivo capaz de restable-cer la confianza generalizada de los economistas.

Críticas a La teoría neoclásica de la disñbución

En lo--que concierne a fa teoría de la distribución, podemos resumir co¡r ]vlartínezAlier2o oue a

los estudianres de economía se les ha venido enseñendo que la distribución del ingreso (esdecir, que haya ricos y pobres, tanto dentro de cada país como intern¡cionalnrente) podía ex-piic.rrse por la Iógica del mercado t¿l como es analiiada por la teoria económica. 'i 'odos loslil¡ros de texro, al llegar al capítulo sobre la distribución iel ingreso, afirman, más o menos,lo que sigue: "Los precios de los factores de la producción y.n.onrecuencia la disrr ibucióndel ingreso son una mere consecuencia del sistema de asignación de recursos a través de los

. rrercatloso (Lipsey y Sreiner, Economicr (rercerir edición), Harper & Row, 1972, p.3g6).Ltcrítica moderna demuestra que esto no es así, reivindicando la superioridad reórica, como eco-nomistas, de la tradición clásica de Ricardo y Marx (junto con la aporuacion recienre de Sraffa

estos intereses como elemento condicionante de dicha gestrón. La polít ica fiscrl aparece así definida másbien por el peso que ejercen unos u orros inrereses en el manejo del aparato.rr","l, qu. atendiendo a losPresupuestos teóricos de la neutralidad y la flexibil idad o a los objetivo¡ abstractoi de la equirlad y laesrabil idad económica.

20 J. lvlrrt irez Alie¡, "El t in de la or¡odoxi¡ en la ¡eoría econó¡¡rica y sus implicaciones políricas,, en

Cuadernos de Rudo Ibénco, n.'4r-42, rg7}. El lecror interesado pu.á. rn.onir., una exiosición, mrsarnpiia que la recogida en esre artículo, de la c¡ít ica moderna a la teoría ncoclásica de la disribución enel libro de M. Dobb, Theories of talue ¿nd ditribution since Adam szirá, cambridge,1973 [Hay ca-ducción en castellano en Sielo XXI'I.

L¿ crisis de L¿ ciencia ecorómic¿ estableci¡Ja 451.

v otros) frente e la tradición neoclásica o contraclásica que se remonta a la década de 1870con Jevons, iVfenger y Ifalras. El que haya ricos y pobres es cuestión sociopolítica, cuestiónde fuerza y de hegemonía ideológica. Este hecho quedaba oculto (para los economistas) alestudiar la distribución del ingreso como formación de prccios de los factores o servicios pro-'ductivos. Sin embargo, entre oüas cosas la nueva tesis explica que los lucros de los capitalis-tas no pueden lógicamente ser considerados una remuneración del .capital,, puesto que elvalor del "capitalD depende precisamente del nivel de beneficios -es decir, de la distribución

del ingreso, determinada extrínsecamente al sistema económico- [...] En los círculos de eco-

nomistas se reconoce ahora cada vez mís la v¡lidez científice de la crític¿ moderna, que atacael meollo mismo de la teoría económica ortodoxa: la teoría de la formación de precios y dela distribución del ingreso. La crítiEa moderna es pues mucho más incisiva que críticas como

las de Galbraith o Myrdal que los propios economistas consideran más bien como spcioló-

gos, y que criticaban la incapacidad de la teoría económica onodoxa par;. analizar fenómenosno orevistos en una economía de mercado que funcionera

"bien,.., La ortodoxi¿ de los libros .d" i.*ro esú siendo derrotada: ningún economista va e poder ya recomendar niveles de sa-Iarios adecuados, porque en vez de pensar que los salarios se de¡erminan (o deben determi-narse) en virtud de principios de teoría económica, los economistas están reconociendo queRicardo y M¿rx tenían nzón, y que la teoría económica (por razones de coherencia interna)debe incorporar el hecho de que los s¿larios son determin¡dos por factores extraeconómicosy que la distribución del'ingreso es lógicamente anterior a la form¡ción de precios. A medida'que esta crírica moderr¡g se difunda y ante el descrédito científico (y por tanto tecnocrático)de las políticas de salarios y precios, tanto puede esperarse una reacción socialista como unareacción corporativista.

En lo poiírico fue, ciertamenre, la reacción corporativista y no la socialista, la que

predominó en el Occidente europeo en los años de crisis económica que siguieron

a estos vat ic in ios e incluso se exoer imentó una reacción neol iberal de exal tación del

[uncionamiento de la econonr ia áe mercado. Y en lo académico, me temo que la cr i -

tica interna a la que nos estamos refiriendo resultó menos revolucionaria de lo que

inicialmente se suponí;r. La calificación de incoherente a la pretensión de que el "mo-delo neoclásicoo determinara por sí mismo la distr ibución del ingreso, obl igó, por

una parte a mar.iz^r la presentación de tal modelo a los estudiantes, advirtiendo que

el s istema de precios resul tante correspondía a una cierta distr ibución or ig inar ia del

ingreso, y, por otra, 4 introducir e l nmodelo marxistaD en la enseñanza universi lar¡a,cosa que no planteó mayores problemas al responder a la misma idea general de sr i -

tcma econórnico oue dominaba en el mundo de la econonría académica. Pero lo rm-

ponante no es considcrar el impacto de esta u otra crítica aislada, sino apreciar que

la crítica a la teoría neoclásica de la distribución contribuyó, junto con aquellas otras

a las que estamos haciendo referencia, a fomentar entre los economistas un clima de

insatisfacción y de pérdida de confianza en el aparato analítico de su propia discipli-

L¿s crític,ts t las politicas Je corte kc¡'nesiano y la "nueaa fftdcro?conornía'

El ataque a las políticas anticíclicas de corte keynesiano que se desarrolló desde fi-

nales de la década del sesenta a medida que tales políticas cosechaban decepciones

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452 Unificación 1 decliae

y fracasos, constituyó un factor importante en la referida pérdida de confianza. Puesesta crítica destruyó representaciones, como la curva de Phillips y las curvas Is-LM2i,tenidas hasta hace poco por representativas de los equilibrios del sistema económicoy de las posibilidades de actuación de la política económica. Hasta las propias po-líticas discrecionales de estabilización fueron blanco de la crítica no ya Dor inefica-ces, sino por considerarlas una fuente importante de inestabilidad económica. La crí-tica á las políticas discrecionales de estabilización se han reforzado ual articular elsupuesto de equilibrio continuo en los mercados y la hipótesis de expectativas ra-cionales; porque, en último término, el resultado de tal articulación es la negaciónde que políticas económicas sistemáticas, esperadas y entendidas, puedan generarefectos reales, ya que los aBentes (económicos) racionales, al anticiparlas, reaccionande modo que las compesarán y neutralizaráno22. Igualmente se critica el empleo demodelos economéricos en la evaluación de oolíticas económicas advirtiendo "la im-probabilidad de que los parámetros que refleian la formación dc expectativas no cam-bien cuando se alteran las normas de política económica"23. Como resultado de es-tas y otras críticas a lo que hasta hace poco se tenía por base sólida del guehacer delos macroeconomistas, uno es de extrañar -concluye el autor citado- que haya ten-dido a crearse, en consecuencia, durante los últimos años, una zona de insensibili-dad o de indecisión respecto de la utilización de las políticas de esrabilización: unazona de perplejidad qui refleja la actual crisis de la ll4acroeconomíao2o.' Aunque este cúmulo de críticas ha inducido a hablar de la afarición de una onue-

'va macroecon6¡¡i¿', tal cal i f icación parece engañosa en un doble sentido. En prrmerlugar porque estas críticas no forman un cuerpo reórico capaz de ofrecer una alter-nativa acabada a la n¿¡¡ig¡¡ macroeconomían de origen keynesiano, ni en lo refe-rente a la interpretación ni a las propuestas de regulación del sistema económico. Y

" L¿ cun¿ de Phil l ips establecía una relación inversa enrre la tasa de inf\ación y la tasa de paro re-gistradu en un sistema económico, relación que los aumcntos simulráneos del paro y de I¡ rnfl¡i ión re-gistrados en la'úit ima década en el mundo occidental se encargaron de destnrir irremisiblemente, dandola razón a quienes, como Friedman, la habían crit icado con anterioridad. Las cun.as Is-LM represenranlos lugares geométricos de los puntos dc equil ibrio que igu:lan, respectivamenie, ei ahorro 1,la inversióny h oferta y Ia demanda de dinero en función del t ipo dc interés y del nivel de renta nacional. Jrl ienrrasque se supone que la curva ls establece una ¡elación inversa entre el t ipo de interés y Ia rentá nacionel,sc considcra guc la curva Ltvt descril¡e una relación directa entre ellas, corrándose ambas curr.as en un pu¡r^to de equil ibrio del sistema cconóntico. Sin embargo ho¡'se sabe que estas curvas no existen de formaestable e independiente y que la manipulación de una de ellas entraña modificáciones y desplazamienrosen la otra que arojan un ¡esultado final tan incierro como jnváiido para la polít ica económica. Apareccisí desinflada la ingenua creencia en quc la estabil idid e independencia de esras curvas hacían de tat re-presentación un instrumento analít ico muy didáctico y úti l para la polít ica económica.

" L. A. Rojo, *Sobre el estado actual de la Macroecono mía,, en Pensamiento I beroamcricano, n.o | ,1982, p. ó3.

, '3 lbid. Véase R. E. Lucas, "E¡e¡¡¡stric policy evaluation: a crit ique", en Jownal of Monetdry Eco-nomics, suplemento 2, Carnegie-Rochester Conference Serics, vol. t, I926.

to Ib id. ,p.6g..Thedeathofmacroeconomics,rezaunart ículodelFinancialTímes(19-rx-1984)enel momento de corregir estas páginas. Este título hubie¡a sido insólito hace pocos años. El artículo quelo emplea reseña crit icamente la obra de Robert Barro, Maooeconomics, lohn Viley & Sons, 1984, re-presentativa de las nuevas corientes neoliberales.

La aisi de la ciencia económica establecida 453

en segundo lugar, porqrté la calificación de unuevoo viene a designar en este caso loque es, en buena medida; un retorno a los más rancios supuestos de la tradición neo-

clásica, ejemplificando la tendencia apuntada al principio de este capítulo de reven-der las viejas ideas con envolturas arti{icialmente novedosas y de ocuitar bajo las apa-

riencias de cambios y revoluciones, la invariabilidad de los supuestos, Ya hemos in-

dicado que la.nueva mácroeconomía> se levante con renovado ahínco sobre los vie- 'jos supuestos de comportamiento racional de los agentes económicos y de continuoequilibrio de los mercados, eclipsando las diferencias entre el corto y el largo plazointroducidas por Keynes precisamente para salir al paso del incumplimiento de tales

supuestos y revalorizando, en suma, el enfoque microeconómico cuyas insuficien-cias para razona;r y actuer sobre el sistema económico en su coniunto habían origi-nado en su día el nacimiento de la "macroeconomía'.

En lo que concierne a las propuestas de política económica, podemos resumir

con Roio que "las nuevás orientaciones macroeconómicas acaban proponiendo nor-mas frente a discrecion¿lidad; la renuncia a políticas sistemáticas anticíclicas [...]; elabandono de políticas sorpresivas, por perturbadoras, y un esfuerzo por difundir lomás posible la información en la economía. La principal are de la política mone-taria y la política fiscal habrá de consistir en proporcionar el sector privado un en-torno esrable y predecible"2

Es un triste sino para los economistas habituados a empuñar, aunque sólo fueraen el pensamiento, lo qüe se ienían por firmes timones keynesianos, tener ehora quedesecharlos, por ine{icaces e incluso contraindicados, sin que hayan aparecido otrosnuevos. Es lógico que con ia quiebra del intervencionismo keynesiano haya ganadoterreno la idea de que rhás vale abstenerse de intervenir y confiar en que las cosasse resuelvan por sí mismas. En este sentido va la idea de que la política económicadebe sobre 16do "proporcionar al sector privado un entorno estable y predecibleo.Pero dif íci lmente pueden aceptarse con entusiasmo <<normas> tales como el equi l i -brio presupuestario, el crecimiento a un ritmo estable de la cantidad de dinero y la

l ibre f luctuación del dpo de cambio propuestas por Friedman, como susti tut ivo e{i-caz de las recetas keynesianas. Sólo una fe renovada en los beneficios de la "manoinvisible" puede provocar tal entusiasmo y devolver a los economistas el confort in-telectual que en su día les ofreció la fe en los instrumentos analít icos v las ¡ecetasde un keynesianismo ingenuo

Resulta, pues, comprensible que los economistas busquen de nuevo un refugiotranquilizador en ese universo autosuficiente e irrefutable de la utopía liberal, drndolugai al auge del neoliberalismo doctrinario que impregna a la .nueva macroecono-mía". Aunque a la luz de la lógica más elemental no deje de resultar chocante que,habiendo nacido el intervencionismo keynesiano para corregir las insuficiencias del'laissez-faire, pretenda ahora invocars e il kissez-t'aire para paliar los fracasos del key-nesianismo; como lo es también el que se invoque a la contrastación empírica conel f in de resucirar de nuevo interpretaciones que se enterraron hace t iempo en aras

'zs Ibíd. ,pp.65-66

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454 Unificación 1 decliue

de un mayor realismo2ó. Esta circularidad en los razonamienlos, ya apunrada ante-riormente, dice muy poco en favor de la economía como cienci¿ positiva y lleva lapolémica entre liberales e intervencionistas a posiciones irreductibles que contribu-yen, más que a resolver, a perpetuar la crisis de la macroeconomía y el descréditode los economistas en su imposibilidad de dar respuestas unánimes pa:a el trata-miento de la acrual crisis económica, El tono en el que se expresaron economistascon prestigio y larga vida profesional en el VI Congreso lt{undial gue ruvo lugar enMéxico en 1980, recoge la gravedad de la situación:

nos estamos reuniendo acá, en México, como hicimos en los treinta en Harvard, para ver nues-tras armas frente a la crisis; pero ahora le s¡tuación es bien diferente. En los rreinre reunimosa las gentes de todas partes -incluso los socialistas- y teníamos un par de ideas pues reciénhabí¡ habido una hipótesis de revolución keynesiana o, al menos, tcníamos algunas ideas so-bre hacia a dónde podría ir la reforma del mundo, teníamos algunas hipótesis sobre qué re-formas h¡bía que hacer en las instituciones, de cómo tener una banca central que actuara de

. una forma o de otra y que pudiera funcionar, de cómo hacer una política de empleo y deingreso que pudiera funcionar, etcétera. Esas eren las hipótesis que teníamos en los tre.inra:si se hiciera una política de empleo, de ingresos y una política moneraria en tal dirección ob-tendríamos tales resultados [...] Y de ahí la gran síntesis. Pero ¿hora resulta que no renemoshipótesis ninguna [...]27.

Las críricas internas a las que nos hemos venido refiriendo pueden fomentar en-rre los economistas esa pérdida de fe y esa insatisfacción sobre sus quehaceres pro-

. fesionáles que suelen preceder a las "revoluciones científicas,. Pero para que raiesrevoluciones se produzcan hace laha someter a reflexión los presupuesros básicosque definen y estructuran el objeto de estudio de la ciencia en cuestión, cosa queno ocurre con las críticas a las que nos estamos refiriendo, iimindas en lo funda-

. menral al aparato analítico empleado y a las interpretaciones de la disrribución y delfuncionamiento de las "macromagnitudeso de un sistema económico previa e implíci-tamenre definido. En efecto, estas críticas hacen referencia a la gestión y al funcio-namiento del sistema econórnico, pero no a la axiomática que lo define (véase cap. 24)y tampoco ofrecen, menos aún, opciones sobre las que pueda tomar cuerpo una <rc-volución cienríf ica, que, para ser digna de tal nombre, rendría que enrrañar modi-f icacioncs en el objeto de estudio y en los enlbques que lo sistematizan. La perme-ne¡rcia de éstos es lo que propicia esa reiteración de ideas y razonlnricntos que enr-puja a ofrecer como nuevo lo antiguo, dando a las d. iscusiones entre economistas elcarácfer a la vez escolástico y esotérico al que nos referimos con anrerioridad en estey otros capítulos.

2o Vetnos una iez más que la discusión ¡uscitad¿ por F-ricdman sobre cl rc¡l ismo dc los supuesros(véasa supra, cap. 23) no es una cuestión baladí en cl devenir recienre de la cienei¿ econornic¿.

2' Reseña de M. C. Trvares, Coloquio de la Granda sobre .El retorno de la ortodoxiro, en Penst-miento lberoamericano, n.o 1,1982, p.95.

{55L¿ oisis de Ia ciencia económic¿ estabL¿cida

Críticas internas a la profesión pero externas a los enfoques usuales de Jos '

economrstas

Sin embargo, existe otro conjunto de críticas internas a la profesión -en tanto queson realizadas por economistas- pero no a los presupuesros de la ciencia económi-ca establecida. Críticas que, de forma más o menos directa y explícita afectan a laaxiomática que define y sistematiza el objeto de estudio de la ciencia económica ac-ual y llevan a propuesias no asimilables dentro de ésra. El conservadurismo propiáde las comunidades científicas hace que aquella de los economistas sea poco per-nreable a este conjrlnto de críticas, que permanece así ranto más difuso y poco di-vulgado, como incómodo e irreductible resuka pera la ciencia económica esubleci-da. Dado que el presente libro forma parte de taies críticas, que a su vez rrara desintetizar y divulgar, no vamos a insistir ahora sobre el rema, Sería redundante vol-ver a citar ahora a economistas como Georgescu-Roe6en, Kapp, Daly, Mishan... oPasset, a los que ya hemos hecho referencia. Esros autores reroman, desde dentro,ias críticas tradicionalmente externas antes indicadas, para proceder a una revisióna fondo de las cargncias del aparato analítico de la ciencia económica establecida,que modifica las fronteras d,e lo económico y los conceptos que lo informan. La nn-yoría de estas críticas hacen referencia a la gestión de los recursos naturales, con susderivados energéticp y medioambientrles, y conrrasran con la lireratura que se orien-ra infructuosamente (véase cap.19) a resolver estos problemas en el terreno de losvalores de cambio. La diversid¿d de posiciones que abunda en esros remas2s permiredetectar en ellos uno de los aspectos más críticos de la ciencia económica actual, don-de las críticas tradipionalmente externas están empezando a penetrar en la ciudadelateórica de los economistas abriéndole nucvas brechas. Así, por ejemplo, e! problernaque con vistas a la gestión de recursos plantea la segunda ley de la termodinámic¡al afirmar que la creación de orden en un sistema implica la creación de un desordensuperior en el medio ambiente que lo erlvuelve, llevó a Kapp a señalar pioneramentela necesidad de una unueva ciencia económicao que considerara no sólo los ncosresinternos" a la noción usual de sist( 'ma económico, sino también aquellos que porscr exteriores al mismo quedan fuera del cónrputo económico corr iente. Lo mismoque ha correspondido a un economista nlatemático ran prestigioso como Georgcs-'cu-Roegen, la tare¡ de enjuiciar el proceso eco¡rómico a l l luz de Ia ley d. ' la e¡rtro-pía y t le señalar las graves l inr i trciones qr¡e comportí¡ una ciencia económica que scha desarrol lado de espaldas r ei la, poniendo, entre otras cosas, en cuarentcna€l con-tenido y la forma analírica de la función de produccióa que venía represenrando has-ta el momento, al resguardo de toda crítica, la relación entre el sistema eionómicoy el mundo físico circundante (véase supra, cap.20.ttl). Y que Passet supo advertirlas inconveniencias de la actual noción de sistema económico de corte mecanicisr:¡y la necesidad de razonar sobre otros sistemas más aptos para caprar los fenómenos.1e la vida v enjuiciar la relación de las sociedades humanas con su entorno hal¡ i table.

28 Vérse H. E,Daly y A. F. Umañ¡, Energy, economics and tbe enaironment. ConJlictingztiews ofan essenti¿l intenelationthip, Boulder (Colorado), Vestview Prcss, 1981.

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456' Unificación y declioe

Pero no sólo es la noción de producción, de coste o de iistema, lo que está em-pezmdo a ponerse en cuestión por los economistas, sino también su presunta fina-lidad inequívocamente utilitaria, que conslituía la razón de ser del sístema económi-co. Afguien con una posición tan sólida dentro de la profesión como Joan Robinsonseñalaba ya en 1972 que, frente ¿ l¿ "primera crisisu de la teoría económica origi-n d,^

^ raíz de la Gran Depresión de 1929 por <el fracaso del laissez-faire ante el pro-

blema de la demanda efectiva", la "segunda crisisu, la actuelr <surge de una reoríaque no puede explicar el contenido del empleou2e. Y al poner en un primer plano

. la cuestión de "para que debía ser el empleo", se arrastran obligadamente las pre-guntas de para qué la producción y para qué el consumo y la inversión en los queaquell¿ se desdobla, dando la mano *posiblemente sin saberlo- a críticas como lasde Baudrillard que señalában desde fuera de la profesión esa crisis de la finalidadutilitaria de la producción. La crisis económica de los setenta, con el consiguienteaumento simuliáneo del paro y de la inflación, vino a eclipsar esras reflexionis fun-damentales tendentes a desmontar la axiomá¡ica que iiga mecánicamenre en la cien-cia económica establecida Ia producción ala satisfacción (de necesidades) y, poi ende,al bienestar y a la felicidad de los hombres. De ahí que la crisis económica, al dis-traei la atención sobre este problema fundamental haya sido en este sentido, al decirde Baudrillard, <una verdadera bendición para un sisrema que se veía arrasrrado porel espejismo de la producción hacia un vacío enloquecedor,,

IV. LA CRISIS DE LA CIENCIA ECONÓMICA Y LAs REvoLUc.IoNES CIENTÍFICAS

¿Er,.rno, en los inicios de una revolución científica en economía? Contesrar a est¿pregunta exige evitar el empleo ambiguo que se ha hecho de este rérmino en eco-nomía, bien para resaltar la invariabilidad del pensamiento económico, o bien paraensalzar su carácter cambiante, presentándolo como una sucesión de revoluciones(rnarginal ista, keynesiana, etcétera). Retomando las precisionés avanzadas al respec-to (véase suprd, c p.1) entendemos que una urevolución científ ica" en economía pre-

. supone un cambio de enfoques que l legue a afec¡ar a ese núqleo reórico f irrne que. consti tuye la actual noción de sistema económico, bien modif icándola o bien apar-

tándola del lugar central que ocupa en esta discipl ina. En los capítulos precedenteshemós visto cómo ha surgido esta noción de sistema, la estructura conceptual queIe es propia y su dominio de aplicación corriente. El hecho de que la idea usual de iü-tema económico se haya plasmado en la versión cuantirativa r:orriente que nos ofre-

. cen del mismo las contabi l idades nacionales faci l i ta esta tare¡ definitoi ia. Pues unavez expres¡da en el campo de los números reales positivos, esta versión generalmen-te acqptada. del sistema económico hemos visto que debe encontrar definición, no yaen el rerreno de las palabras sino en aquel otro más estr icto de la lógica matemática.

2e J. Robinson, .The second crisis of economic rheoryu, en American Economic Review, mayo de

1972. [Hay traducción en Infonación Comercial Española, n! 498].

La crisis cle la ciencia económica establecida 457

En el capítulo 24 hemos ofrecido la axiomática que informa el núcleo teórico de estarepresentación y. 'acotadb las intuiciones que la hacen derivar hacia su modelo de apl i- ,cación corriente. Es sobre la base de estas reflexiones orevias v atendiendo a la no-ción esrr icta de "revolución científ ica, antes apuntada, que cabe apreciar por vez pri-mera síntomas de una tal revolución en economía. La confluencia indicada de críti-cas internas y externas está provocando el sentimiento, con el que al decir de Kuhnse inician las revoluciones científicas, de que los enfoques establecidos resuhan ina-decuados para explorar ciertos aspectos de la re¿lidad que ahora se hacen preocu-pantes. La insatisfacción hacia la forma de ver el mundo económico desde el prismade ese sistema que había permanecido en lo esencial invariable desde Adam Smirh,ha encarnado ya en und subdivisión de la comunidad científica de los economisras,cuyas elaboraciones estád empezando a trascender de la fase crítica inicial hacia otramás constructiva. Así, codo a codo con científicos de otros campos, algunos econo-mistas se preocupan de establecer otros sistemas más económicos que el anriguo pararesolver los problemas de gestión de recursos que hoy parecen relevantes, ¡la vezque se dificulta su comünicación con sus colegas que conservan la fe en las capaci-dades de los antiguos erlfoques. Pues --como ha señalado Kuhn- cu¿ndo un nuevo ,sistema se levanta al margen del antiguo ya no sirven para enjuiciarlo el lengüaje ylos procedimientos de eveluación que emplea normalmente la ciencia establecida. Ra-zonar desde lógicas y lenguajes diferentes a los habituales de la comunidad científicano es tarea fácilpara sus miembros. Ello exige una reconversión mental ranro másardua como importante sea lo que se está poniendo en cuesrión.

Como su propio título indica, el gráfico adjuntoro trara de seguir el divorcio exis-tente entre c-rematologí¿ y economía de la naturaleza que, tras la frustrada sín¡esisfisiocrática, se soslaya al eliminarse esta última del campo de la ciencia económicaestablecida, aflorando de nuevo con fuerza en el marco de la crisis acrual. Despuésde verse ecl ipsada por el dominio del dogma mecanicista, la economía de la iatu-raleza renace lentamente durante el siglo pasado al margen de la ciencia económica,para irse consolidando teóricamente en la segunda mitad del actual en el seno de dis-cipl inas tales como la f ísica, la biología, la edafología,.. . e incluso la antropología.El hecho de que estos conocimientos todavía dispersos recurran a nociones y slste-mas que dif ieren en lo esencial de aquellos comúnmente ut i l izados en la ciencia eco-nómica, ocasiona una de las rupturas más importantes que se obsen'an en su edif i-cio teórico y, con el lo, el distanciamiento de aquellos economistas que han decididotrabajar en este campo, con relación a la mayoría de sus colegas que circunscribensus razonamientos a la noción establecida de sistema económico.

Este libro, además de esclarecer la situación crítica de la ciencia económica, es-pera contribuir a la consolidación del grupo de economistas que, habiendo perdidola fe en la capacidad de l6s antiguos planteamientos para resolver algunos de los pro-blemas más importantes que plantea hoy la gestión de recursos, buscan abordarlos

r0 He construido este gráfico sobre un borrador de Jacques Grinev¡ld, con la ayuda de Juan Martinez Alier. Pese a las groseras simplif icaciones que comporta representar el pensamiento económico en

un espacio euclídeo bidimensional, Io hemos esrimado úti l para promovcr la discusión.

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La crtsis de lu cierci¿ econó¡nict est¿blecid¿

a partir de otros enfoques y sistemas más apropiadosrl. Grupo que puede servir deaglutinante para que se consolide esa economía crítica en la que trabajan, con mayoro menor conciencia de ello, científicos procedentes de los campos más diversos, cuyarepresentación aparece recogida en la parte supcrior izquierda del esguema, Pues, nolo olvidemos, cl desplazamiento del objeto de estudio hace que, entre orras cosas,.la construcción de una nueva economía de la naturalez¿ trascienda de la escasa.in-formación que tienen los economisras sobre las ciencias de la naruraleza y del co-nocimiento especializado que caracteriza a los pracricantes de estas últimas, recla.mando la colaboración de ambos. Ello por no hablar de la necesidad de superar tarn-bién las barreras académicas que separan hoy a los economistas incluso de los camposde las disciplinas aparenremente más próximas, como la geogr^Íía y la antropología.

Tras la escisión representada en el esquema entre (economía crí¡ica, y (econo-mía standard", cabe preguntarse por las posibles rel¿ciones futuras entre ambas. Eldesarrollo de este punto se sale del plan del presente capítulo. Nos limiraiemos,p\res, a avanzar que mientras la mayor generalidad de los enfoques y versatilidad delos sistemas utilizados en el campo de la ueconomía cririca" permitiría acoger en suseno las preocupaciones crematísticas propias de la ueconomía standardr, lo contra-rio no parece posible. Aquella no lrata de susriruir el reduccionismo pecuniario pro-pio del enfoque económico corriente por otro cualquiera que se estime más eficien-te, sino de dar paso a la multidimensionalidad que impregna los planteamienros mo-dernos de otras disciplinas. La <economía crítica, hace suya esra mulddimensiona-l idad, negando la presunta general idad de los .óptimoso que el enfoque económicqcorriente construye dentro de aquel reduccionismo. '

En suma, la escisión que se ha producido en el rraramiento de los recursos na-turales está ronrpieqdo, por primera vez desde Adam Smith, el monopolio que ve-nía ejerciendo entrg los economistas la noción usual de sistema económlco y modi-f icando su campo de apl icación en cl sentido que i lustra el gráf ico adjunto. 'Esroscambios en el objeto de estudio, en el sistema que lo informa y en el modo de orien-tar la investigación, ejemplificarían los primeros pasos de una revolución científica,en el scntido que antes precisamos, siempre y cuando el conrexro social perinita sudesarrol lo. Pues en el caso de la ciencia económica hay que hacer especial hincapiécn que el desencadenanr,entn de una revolución científ ica exige, no sólo la apariciónde slstenras que responc{an t le forma contincenre a los probl imas que moriv;ron lacrisis , lcl ¡nt iquo sino tanrbién que se reúnan condiciones psicológicas favorrbles ala rceptación general izada de los mismos.

Dada la estrech¡ vinculación de los axiomas y conceptos en que se basa la cien-cia económica actual con determinados presupuesros éticos, ideológicos o institu-

' ' El conjunto de trabajos editado por H. Drly y R. Constanza (actualmente en prensa) bajo el títuloEcoLogical cconomr al que ya hicimos referencia, es un buen exponente de la existencia de economisraspreocupados por establecer puentes entre ecologia y economía, ó entre las ciencias de la naturaleza y la'gestión cconrinricr. Logritr cste ¡cer.rmien¡o constitule p¡rJ estos uu¡s¡s5 nlr principal tarea de nuestrageneración, después de evitar la guerra nuclear,, convcrgiendo con la esperanza de Margalef -a la quenos refcrimos en el Prólogo- en que la ecología evolucione h¡cia una disciplina rnás amplia que estudieIa interacción del homb¡e con la biosfera.

t459

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460 , Llnifcaciónldecliuc

cionales, Ia revisión de aquéllos ha de ir de la mano d. la modificación de éstos, encua-' drándose la crisis de esta ciencia en la crisis más amplia de la civilización que nos ha roca-'

do vivir. Lo cual añade un interrogante sobre las perspecriu"s de tal revisión cuya discns' ' nabordaremos en el capículo 27. Podríamos decir con Kapp32 que (servit como una forma deaPologética sólo puede a la larga socavar el esratuto de uni dlsciplini' (que se prerende cren-tífica) no sin matizar que la velocidad de ral socavamienro depende en gran pame de la saludque gocen las instituciones a las que sirve. En el caso que nos ocupa bien pudiera ocurrirque el juego de tales instituciones llevara anres a la exrinción de la especie humana que ala quiebra general izada de las elaboraciones que las sosrienen. Precisamenre la rer ' isión delos pldnteamientos de la ciencia económica busca, en parre, evirar que tal cosa ocur¡a.

Pues hay que advertir que tal revisión no sólo se ve auspiciada hoy por argumenra-ciones racionales o consideraciones morales, sino por acontecimieqtos gue plintean undivorcib cada vez más claro entre las categorías de la ciencia econtii¡ica v aóuellas otrasdel lenguaje corr iente o enrre sus formulaciones reóricas v el senrit lo.oÁún'. si .n o,roriempo fue la estrecha relación entre esras categorías y las del lengtraje corriente la quefavo¡eció su aceptación generalizada, asegurando el éxito de una ciencia económica queacogió benévolamente Ia consideración vulgarmente pecuniaria de la riqueza q,,., .oÁoseñalaba Quesna¡ es nasilo de sofismas,, hoy resulta cada vez más osteniible que bajo la

, divisa de la produccióny la satisfacción de necesidades mediante el consumo s. oiuir"n una' dcstuccióny una ansiedad (o insatisfacción) c¡ecienres. Lo mismo que se instiruve la pala-

bra bien para designar indiscriminadamenre a rodos los obietos consümidos, cuando pro-l i fera el consumo lorzado de aquellos con rrn valor viral más dudoso, ya sea en ,r.ón d.la carre¡a de armamen¡os, de Ia conraminación ambiental, o de h propia deqr.rdación dela dieta alimenticia que dan lugar a los envenenamientos y enfernredades modernas. \',como colofón, se generaliza la denominación de sbtema eclnómict paLa designar el sis-tema más antieconómico que jamás haya existido en la historia de la humaniáad que rrisiquiera apunra a lograr el primer ob.jerivo que debiera orientar una eesrión de recuisosmínimamente razonable: el de asegurar Ia supe n,ivenci¿ de l .¿- especie humana.Diver¡ iencias ésras que no sólo se planrean en los países del l lamádo uTercer lr4u¡do,,sino también en las merrópolis indusrr iales, haciendo rambalearse cl axioma erc hasrahace poco identi f- icaba l l expansión del nrodelo de socied.rd ofr.ecido Po, c,.r¡. . .rn . jL¡ ie nesrar y la fel icidad de le especie lruma¡ra.

En consecuencia, no será tanto la global idad y coherencia de uha crít icr r.¡cio¡¡ l l ¡qúe provoque la revisión de los ¡rresupuestos en los que hov se ins¡r irrr la cienci,r cc¡nó-rnic;r, conrr¡ l¡ l i ¡elze de cierros hechos qrre lc prep;rrcrr, ,n .n,, , .r , , , f ;rvor;rblc No ol,q-rante, la.discusión explícira v razonada de rales presupuestos puede contr i [¡uit e irrcre-mentar la tensión mental que precede y mo¡iva los cambios en las creencias v valoresestablecidos. Pues rambién está claro que si no someremos a reflexió¡l los pres¡p,.,.srosque orientan implíci tamenre el quehacer de los economistas y las consrruicionis de laciencia económica, diffcilmente podrán modificarse.

' Ver nota actualizadora (incluida al fnal la ute uolunten).

' t ' R. I f i Kapp, Social costs . . . , ob. cir. , p.2g2.

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'

" Los si.!e ¡úos ranscuridos dcsd. h pnmen edición dc est€ libro h¡n sido p¡5digose. iconrecimi.ntos históricos r.lú¿nt.s que r.v¡lorize húch6 dc las r.fldion.scónt€nidas cr ci miíno. Aúrquc ¡o 6 .l p.opósito dc.sÉ nu.u edición h¡cc. unrep¡so cihlustivo ¿l t¡lcs ¿cortdimi.¡¡os desd. lis p.rspectivs d.l libro, Gndr.-no! ncccs.rhmcntc qu¿ rcfcrknos ¡ dlos. El drr¡mbaniñto dcl ¡ndgúo .bloquesei.tista' y l¡ €xtcnsión ya g.ncnlizada y sin apujos dc una ú¡icá;de¡ de.sistñ.económico'; el fncrso continuado dc las políticar de d*erollo en bucna panc delos prises pobres, agravado por ias gucrras, y h consiguicnre ¡mpliación dcl fosqque los scpar¡ dc ló! ricosi l¿ qricbra cn éstos del .Estado de Bicnesrar cuandos. hací¡n más .gudo! que nunca los fcnóncnos del paro c¡ónico y l.

'n¿rginrció.social;... unidos r la nayor anpllud d€l deterioro .aúbintrl' y de la concienciaqu. de ést. sc t;er€. son aco.r€cimi.¡rós qu. ¡ó pod¿úos ig¡ór,', porque co¡üi-buven a d¡r nuevas vueL¡s dc tuerca ¡ la disvu¡tiva enrre 4econfrucció¡ intelec-tual" y "congeLción conccpturl" en la guc, scgún VTillhm Kapgi, cstán llrtnados¡ dcbatir¡c los economnt¡¡, den¡nd¡ndo I¿ Anion . ¡¿l¡ri'izeción dc los cnfoquetcconónicoq ordin¡¡ios que sc propone cn ste libro. Sin cmbargo, runque lbs nue-

. ::il'J::".'#:il:":::::i11i;i.ff:ff::L1t?,,fiil1:fr,Í:,:i::.'iff::sión quc prcmia el lofipsisho conapru¡l d. s.tuir fira¡do s! ;¡s$ument¿l has¡L saciedrd y cxrcndiendo sus áplicaciores h:ista los campos más inusitados, p¡raSenedr ian inv{ori bruna de redundmter y sohtic¡dis r.fo¡nul¡cion.s de losentiguos principios que, al pre¡cüt rs. como ¡ored¡des. llcga ¡ eclips¡r los ñárconhdos inlenios d¿ \'crd.d.h reco¡rrucció. ;ntelectúál. Lo cu¡ld..e a prorectrr

f*l:ff ".'"I',:'Hi'i:i:::"::$l't i: 3J::l''tiT::iili;'iill"'i,iitl*pukú ¡ Ls prodkros d. c¡l¡did cn h .soocdad de corsumo,, los ñe¡sj.sb¡n¡les v sens¡ciorálisras ocuh¡n ¡ ¡oudlos otros más:ehqrtcs.n h {oci.dad del. infomriór' y..., en d copo dc hs cl¡bohcioús cconómicas, la.iu€va' cincesmte enc¡.ció¡ ciern cl paso r h renovrción concepturl.

PROLOGO A LA SEGUNDA EDICION

EVOLUCIÓN RECIENTE DEL PENSAMIENTo ECoNÓMIco:ENTRE LA RECoNsrRUccróN lNtrLrcruAl y LA cot'lc¡LRclóN coNcEPTUAL

' K. V. Kapp,. lntc l lectual reconstruct ion or "conceptual f reeze' ' ; Economics n the Future", euC. K. Dopfer (comp.), Economics in thc futurc, Londres, MacMiilan, 1971, (Hr¡ ¡mducció¡r en crs¡ellanodel ¡ct, Mérico, 1978, bajo el título l¿ economia del t 'utnr-o; el trabrjo de Kapp rprrece con el títulonrenos erpresivo de .El carácter de sistema abierto de Ia economía I 'sus inpl icaciones") .

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Resumiendo, podríamos sinret izar en cuarro grupos relacionados enrre sí losacontecimienros que han dado un vuelco en el panorama mundial de los últ imos

. t iempos, revalorizando el interés de ..desenredar -tal y como proponílmos en hprimera edición de esre l ibro- I¡ inmensa maraña de valores 1, creencias que sos-t ienen la idea acrual de lo económico". uno es la crisis disoluriv¡ de los regímenespolít ico-económicos propios de los lhmados países social isras del Este .uroj.o, qu.tuvo la virtud dc mostrar que la idea de sisrem¡ econónlico que ofrecí,r como aher-nativa el marxismo era esencialmente la misma euela economía pol i ica, tai v comohabíamos argumenrado \¡a en esre l ibro (clpítulo 12): de hecho el nrrrxisnro, alapovar con vehemencia la misma noción de producción que suscribía la "economiapolít ica", al perseguir objet ivos ranto o más productivisras que aquélla, con mediosque se revelaron menos eficaces, contr ibuyó a faci l i tar la hegemonía planeraria deesa idea de sisrema económico que somereremos a ref lexión en los capÍrulos quesiguen. Otro es el confl icro que supone e.l general izado ¡fán dc incluir el nre. l ioambiente y los recursos naturales en un razonamienro económico que se había ale-iado de estas cuestiones para consolidarse como cuerpo autónon-ro de con,,cimienro.El tercero viene dado porque la evolución de la economía mundial en los ochenraha dado al traste con las dulces promesas del desarrol lo y ias teorías que las sus-tentaban. Y el lo no sólo porque la crisis ambiental muesrra la inviabi l iciad de ex-tender a escal,r planetaria los patrones de vida propios de los países r icos del "Nor-te' , tan exigentes en recursos v pródigos en residuos, sino también porque en losúlt imos t iempos se han manifestado con part icular crudeza las relaciones de dorni-nlción económica v dererioro ecológico v social sobre los que tales prrroues seasientan. Por últ inlo, el cuarto, es el papel ran deternrinante que ha alc,r 'za. lo l .resfera de. lo f inanciero en el reparto del poder nrundiel, soslavido por trna nocio'de sistemr econónrico que, :r l perm.rnecer rncl¿dr :r la vieja icle:r di pr-orlrcción clcr iqueza, ignora que las ¡ct i ' idades que isegr.rra' la hegemoni.r Je l .rs lnr igu¡s.r. .-trópol is industr iales esrán cada vez nrás orientadas a h ,tdrTuisiciól de h mrsnr.rrnediante el nianejo clel sist. ' ¡n:r f in;rnciero r. las ern:rresrs rnuir inrcion.r les.

I I

Antes de referirnos a algunos aspecros rel:rcionados con las: ireas indicadls (q.eserán retomadas en los capítulos correspoúdienres del texto y. cn ocasiones, conl-pletadas con breves epílogos o noras actual izadoras) \ . l l ros:r. letenernos en cieltosrasgos de l¿ evolución reciente de l l economía académica, qntre los que coni luvenl¡ fobi¡ ¡ l ¡ rr¿nsdiscipI inaridad, el poco ;rfán de re' islr sus [unJrrn.nros ., , j , . ,creciente distanciarniento de los problernas clel rnundo rerl . Rasgos que expl ic;rn t¡ucni este l ibro, ni l¿ nlr lor parrc de l :rs obras . le nris ¿utor cs dc c,rbec.,¡.r . iucr.rrrrecibidos con los brrzos abiertos en el mundo acadénrico, El caso quizri de nasfl .rgrante iniusrici .r se.¡ el de Nichol¡s Georgescu-Roege., quc f.r l lecio en el ororir-rde 1994 sin que tal evenro p¿rsara por las uauropistrs de la infornución" y ni siquiera

Prologu t la stgu,"h edrlon XVII

ir título pósturno Ia comunidad de los econonristas rindiera el homenaje que.merece asus contr ibuciones más importantes sobre la relación entre economía y telnrodiná-mica v sobre la construcción de la por él denorninad¡.bioecononria"r: Crco queello se debe a que incurr ió en el doble pecado de Ia transdiscipl in.rr idad t ' l ¡ crí t icairresperuosa de los fundamentos de la eco¡lomía est¿blecida, transgrediendo J¡s fron-teras y los enfoques admit idos entre los practicantes normales de ésta, pam relat i-vizarlos y trascenderlos. Con el agravante de que esto no lo hizo desde fue-ra, desdeplanteamientos ét icos... , o ro. iopolít icos, cult i"ados por discipl inas consideradas se'cundarias por los economistas, sino part iendo de una posición bien consolid¡d¡como economista ma¡emárico y apoyándose en la f ísica.

La f igura de Georgescu-Roegen había sido bien valorada por sus contr ibucionesiniciales a Ia rcoría económica. Prueba de el lo es que fue a él a quien se le enco'mendó desarrollar la voz "utilidad" en el monumental proyecto de Enciclopedia de

las Ciencias Socialei. Además su biografía aparece normalnrente iecogida, cargando 'Ia mano en Io referente a la primera parre de su vida académica, en los diccionariós'econónricos al uso: el Palgrav-e, . . .o el \Ú'ho's Who, de Blaug' Por eiernplo; esteúlt imo apunta de modo telegráfico entre sus .principales con¡ribuciones,: usolucion

a la paradoja de la no integrabi l idad en teoría de la ut i l idad; prueba de la imposi-

bi i idad de derivar la función de ut i l idad solamente de Ias preferencias revéLid¡s.Elección estocástica, elección icrárquica ( lexicograiía).. . Aspectos terntori inánricos de

la economía. Bioeconomía,+. Estos últ imos aspectos habrí;rn pasrdo todaví¡ nruclro

nrás desapercibidos entre los economistas si no l legan a aparecer en esüena el prinrer

informe Meadows sobre Los límites del crecimiento en 1972 y la llamada "crisisenergética, de los se¡enta. El hecho de que estos dos aconteci¡niett tos cot: lr ibuver¡nrnt¡cho rnás a qgitar r ' :r ampliar el campo de estudio dc los economistas.l tr t l . rs

[undadas sugerincirs prer, ian:ente plarrteadas por Georgescu Roegen desdc dclrtro

de l¡ profesión, i i ice rnucho sobre l :r escasa disposición de esta conrunidtr. l científ i -

ce a alterar "desde dentro,, su sistenra de hacer cienci¡ r,a revisar en serict sr¡s lurrda-

mentoS.Sorprende que un l ibro tan tele\:ante el l el caltrpo de la nlet,-,dologíl v l ;r l r is.tol ' i . r

del pensarniento econónrico col 'no es el de Georgescu-Roegen. La |el da la cntropía

t 'el proceso económico, aparecidc en 1971i, no recibiera la l tención qt lc rrc l l lerece

en un rnundo académico en el que prol i fer:rn Ios eucuentt 'os v publ icaciones ol ien'

t¡clos a discutir cuestiones me¡lores. Ve¡uros uu ceso srgni i icir t ivo. i \ l icntr¡s ios

enáiisis desarrol lados por Georgescu-Roegen en la ob¡a nrcrrcionada sobre h epis-

r Cfr'. J. C,ine' rld, .¡1e¡¡*.*. i Nichol,rs Georgescu-Roegcn",5¡tl l ig¿cs otcrgc;ltqrcs, biosplirc tt

iocii. rbri l. 1995.) Encicloptdia r/c /.¡,, Cicrcj¡l Socar/cs, r elsión crsrcll¡n¡ de AguilaL. l\hdrid, sin [echr. I I tonros.

' El único diccionario que he l isto que otorga r l¡s contribuciones heterodox¡s dc Gcor¡¡escu-Ro<gcn

l.r inrpoLtancir que creo que se merccen, cs el incluido cn la obra dc I '1. Be¿ud r G. Dost¡leL, L,t pctt ',:c

e:ca¡tonticluc tlcprii Kct'ne: (Hitoriqtta <'t Dtctto,t,uirc dc, prinaptux ¡r¡¿rri), P¡rÍs. Seuil. 1991.i N, Georcescu-Rocger. f l;c auüopt' ltt tntl t l tr cco¡totttc procc.ts, Crnrbridgc, l\ l .tss. t Loudrcs.

Harrard Universiry Presi , 1971. Conto director del Progmnra Econonrí¡ r Nrturr lez¡ dc l ¡ Furr , l ¡c iorr

Argenr¡r i¿ he promovido la publ icación en cas¡el l ¡no de este l ibro eu la colección "Eco¡¡ont i ¡ r 'Nrtu-

,r1i..", qu. l¡ Fuid¿ción Aigencaria coedic¡ con Dis¡ribucioncs Vtsor de Madrid.

José lVanue/ Naredo

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XVIII losé Aldnuel Ndredo

remología mecanicista que impregnó las elaboraciones de los padres de la economíamatemática (matizados en la primera edición del presente l ibro. en el que del imitélo que eran isomorfismos de lo que eran simples analogías en este campo) fueronacogidos con desinterés en medios académicos, ahora un suplemento de la revistaHistory of Political Economy y un número de la revista Philosophl, of the SocialSciences6 recogen la documentación sobre encuentros promovidos para discutir ellibro de Mirowsky, More heat tban ligbtT, que retomó el tema posteriormente.

¿Por qué tras haber sometido a la obra de Georgescu-Roegen a un intenso si lencioen medios académicos, éstos discuten y divulgan ahora la obra de Mirowski quevuelve sobre los temas indicados, sin ahorrar reconocimientos a aquél ( le dedicrincluso el l ibro, junto con Veblen, como a los dos .más pro{undos f i lósofos eco-nómicos del siglo XXo)?8. No conozco bien los deral les para rcsponder con plenoconocimiento de causa a esta pregunta, pero me temo que la reconocida autoridadde Georgescu-Roegen como economista matemático, unida a su carácter irreducti-blemente crítico y, a veces, mordazmente irónico, sobre temas y personajes cenrralesde la profesión, contr ibuyeron bastante a el lo: al resultar incómodas sus elabora-ciones en medios académicos, éstos lo acabaron arr inconando v aislando de susantiguos colegas. Sin embargo, la crít ica de Mirowski es menos irrespetuosa para elstatu quo académico y sirve mejor para animar, en los confines de éste, discusioneslocal izadas entre metodólosos e historiadores sobre temas considerados tan esoré-r icos por el núcleo duro dJ la profesión, como el de las relaciones enrre el instru-mental apl icado en la f ísica y el ut i l izado en la economía. También ha jugado en

,favor de Mirowski el mayor interés que hov despierta la economía desde el punto. de vista de la f i losofía de la ciencia, cuando hace veinte años existía un claro vacíoen este campot

Estos y otros acontecimientos me hicieron ver con brural claridad que no son

" Annual Supplement to Volume 25, History of Poli ical Econonn,, Duke Unirersirv Press. 1991. \/e¡se,en este vofumen, N. de I ' larchi , .Non-natural social science: ref lect inq on rhe enterpr ise oi . l lore hc¿ttban light", pp.300-302, ¡si como )os trabajos publicados en ei núrn. 2.2 de Plti/osophr o.l ' r l:e Soat/Sciences,1992, sobre el I ibro de l l l i rowski : A. Cohen, " Introduct ion to the revieq slnrposiunr on Phi l ipMirows[ i 's more heat than i ight , , pp. 78-82; A. Cohen, "Sceinc rhe l ighr despi te on he¡r , Posr- ] \ l i ron.skihistor l , ' of ¿conomic thoueht, , pp.83-96; N. Wise, *Does rhe histot l o i ¡ rhrs ics help hinr i " ,pp. l22'130, t la propia respuesta de Nl i ro¡ 'ski ,

-Nlore bleat than bi te. Responses ro B.rrnes. Cohe¡,

H¡¡rds and Vise", pp. l3 l -1.11. El lo además dr ' las reser i ¡s r ar t ículos aprrecidos en otrrs publ ic:rcronessobrc hisor ia l f i losofí¡ de la c icncia cur ' ¡ re ierencir a largnrír excesrrrn)enre es(x nor¡ ,

7 P. Miron,ski, I ' !ore Lcdt than ligbt. Econontics as social pln,sics; Ph1'srcs ,ts n4turc'i c(onontc:,CambridgerUniversit l Press, 1989.

s Adi-más, Phil ip Miros'ski t iene publicados sendds ¡rtículos sobre la figura de Nichohs Georees-cu-Roegén enelJournalofEconomic lsrres(1988)) ,enunrHisro¡r delpcnsamiento econórzr icodir ig id:por Varren J. Samuels (1992): P. Mirowski , "Nichohs Georgescu-Roegen " , Jorrnal o l Ecotornics lsures,vol . 22, pp.820-828 y P. Mirowski , .Nicholas Georgescu-Roegcn", en \J/ . J. Samuels (dir . ) , Rcscarclin tb.e bütoq, of economic tbought and metbodolog1', a research annual, Greewich, Conn., v Londres,

¡At Press, 1992, pp. 86-105.' t Véasc sobre este punto la enrrevista con Alexantler Rosenberg publicada en el ¡p¡rr¡do "SeconLJ

voyager: f rom economics to biologv, back and forrh, , en W. Cal leb¡ur (org.) 1 'D, L. Hul l (ed.) , Ia, t ingthe nanralistic turn or hot real philosophy of science rs dozc, Chicrgo 1, Londres, The Universirv olChicago Press. 199J, pp. 8,t-93.

Prólogo a la segunda ediciórt xl:\

los puros afanes investigadores v docentes, respetuosos de las reglas del iuego..cien-'t í f iá, los que agitan a I i comunidad de los economistas, sino más bien los ionfl ictos

enrre rein;s de"¡aifa académicos y las baral las ideológicas más o menos sordas que

se desatan en su seno, en las que este l ibro se ha de ver envuelto y en las.que, Dor

lo tanto, debo ref lexionar. Batal las que' como no Podía ser menos, dependen de las

inquietudes del conjunto de la sociedad. Así, la receptividad de las ¡ropias c.omu-

nidades científ icas úacia textos crít icos en ciencias sociales se amplía con el xfán

generalmenre sentid6 de impugnar el statu quo social e ins¡i tucional ' Habida cuenta

iu. .n lo, últ imos t iempos ,. L, , . .nturdo el conformismo hacia el sistema polít ico

y económico dominanies en el mundo, las comunidades académicas se muestran

ooco ,ec.ot iuas hacia las crít icas frontales a ambos sistemas. Pero también la propie

iuere, de^ los aconrecimienros arr iba apuntados abre nuevas áreas de discusión y

reflexión sobre la n:tturaleza de tales sistemas, planteando nuevas contfadicciones

entre conservación y cambio, o entre ciencia normal y ciencia renovada' que aBitan

una vez más a los círculos académicos e interesan a todo el cuerpo sociel'

Iil

En los años que siguieron a la primera edición de este l ibro, la ciencia económica

dio a luz un ing.ni. volumen d. l i , .r . ,um que no cabe reseñar aquí con exhausti-

vidad, pero del que tendremos que acusar recibo exrrayendo sus enseianzas más

signif icat ivas relai ionadas con el propósiro de esta obra. Tarea ésta dif íci l ) ' com-

piometida, cuando la inf lación de textos publicados ha corr ido paralela.a su Parce-iación remática )¡ grupuscular, ( transformando el mundo de los economtstas en ut la

especie de torre d; Babel, en la que son raros aquellos que escucha¡ a los, orros y

doncle sólo una ínf ima parte del dlr.u.ro emit ido es entendido [ ' ] ' 'o 'A: i ' la "torrede Babel de las especial idades científ icas,, denuuciada en el prólogo a' la primera

edición, se extiende ahora entre los propios economisras. Esta renoi 'ada .opacidad

de los sabereso, apoyada en la formaiización matemática ) 'aderezada.con los rasgos

cambiantes de la"moda, está marcando el ranking de prestigio de la profesión I '

haciendo que la evolución de la ciencia económica rranscurra por camlnos a leces

tan exóticos como ajenos al mundo real, que inducen a pensar en l ;r inoperancir del

saber cienríf icol l dcsarrol lado en esre canlpo. Bien es cierto que esa lnoPerancla.Para

interpretar ), predecir la marcha de los acontecimienros económicos del mundo en

or. uiui*or, suele ir de la mano con Ia inocuidad crít ica hacia el statu quo de

ro M, Be:rrd y G. Dosraler, La pensée écononique deptis Ke1'nes (Historique et Dictionn¡i 'e ¿les

príncrpaux autcurs), PaÍís,Seui l , 1993, p. 189.

" lnoperrncia que Jean-Frungois Retel ha exrendido al coniunto de la inforn¡ción que prodigan los

modernos medios de comunicación de masas, plantea¡do la paradoja de unr sociedad inclprz de Lef le-

xion¡r sobre sí misma por el ruido que genera el volunren sin pre."dentes de información, ran rápida y

libremente .o*uni.ad" d. que dispone. ¡¡. F Rerel, La connaiss,tnce inuti le,París, Crasset, 1988')

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\ \ lJoié , l luuaL Ntr tdo

intereses establecidos. Inoperancia del saber que corre paralela a su r i tual izrciónr2,a la vez que su inutilidad para comprender, corregir y rransformar la realidad, vienea ser el reverso de su utilidad como apologérica de un mundo acorde con los deseosde los poderes establecidos, que puede así presentarse, con el aval de la ciencra,como el menos malo y, por lo tanro, desde un punro de vista real isra, el mejor delos mundos posibles.

En este contexto se produce una curiosa simbiosis entre dos aspectos apxrenre-mdnte ajenos e incluso contradictorios. Por una parte, la l i teratura sobre temaseconómicos acusa la aparición de términos de moda cuy*a ambigüeoad induce rut i l izarlos más como conjuros que como conceptos úri les para comprender 1' s6lu-cionar los problemas del mundo real; por orra, esra l i rera¡ura se ve cada vez másplagada de formalismos matemáricos.

Con relación al primero de los dos punros indicados, tanro en economía comoen otras ciencias sociales se aprecia que, en vez de acuñarse nuevos términos ref lejode nuevas ideas, se suelen adjerivar sus¡antivos antiguos, encubriendo así sus caren-cias y reforzando su pervivencia. Todo el lo ut i l izando la especial predisposición paraadjetivar sustan¡ivos que ofrece ese scientific rernacular of todal que es el ingiéslr.Por ejemplo, se emplea el término neconomía cuanritarivao para designar el quehacerde economis¡as que trabajan con los "agregados" al uso, que son seudomedidas deseudomagnirudes, confr.rndiéndolo con el proceder de la ciencia cuanrirariva, que seapoya en verdaderas medidas de verdaderas nragnitudes. A la vez que cuando erat:ox populi la insensibi l idad de los agregados de Producto o Renta Nacional hrci¿ei .medio ambiente" (un árbol sólo podía f igurar en el Producro cuando era cortrdo,etc., etc.), se empieza a hablar del Producto nverde>, como si esa insensibi l idad defondo se iuera a esfumar por cl mero hecho de practicarle algunos aieires. Lo rnismo

. que veinte años después de que el I Informe del Clt¡b de Roma sobre Los l ímitesdel creci¡niento (1912) pusiera (contr¡ las cuerdaso a las nociones de crecimiento r 'desarrol lo ut i l izadas e¡r economia, se impone el afán de hacerlas "sosrenibles" asu-miendo acrít icamenre esas nocrones. O que, curndo todos los manuales af in¡abanla existéncia de un medio ambiente inestudiado compuesro por bicnes. l ibLes' o(no ecor)ómicos', aparecieron corr ientes de economí¡ c;r l i f icad:rs de "anlbient¡r l ' o.medioambient¿[", que tratan de repescar los "bienes l ibres" que hlbían escapadoe su añejl red an¡lí t ica sin revislr la, ni conecr¡r la con orr¡s nrás ei icientes Lrxr ' .r el lo.

' ' Véase Rrfael Sinchcz Fer losio. "Acrrca dc h r i tu¿l iz.rc ión de los srbercs", . - { reórpr lLrgo, nún. 16,¡ 991.

rr Tan alegre rdjet ivación de susranci los, adenrás de or ig inrr cur iosrs cacofonías l otros problemrsde importación ¡ l c¿stel lano, es fér t i l en rmbigr iedrdes r dobles sent idos que en oirs ioncs r . rzrn c labsurdo: c¡ l i f icar de¡erminrdas cienci¡s de naru¡r les, hunrrnas o económicas, en vez de h¡bl¡r de c ienci¡¡de la natunleza, del hombre o de la econornía, podría en buena lógica sugerir que hrl orras cienci¡s¡r t i f ic ia les, inhumanrs o derrochador¡s. Si en otro t ienrpo se recurr í r ¡ l lat in v r l gr iego, es decir . rlengurs ntás el¿bor,td¡s que l,rs .r 'ulg.rrcs',, prra nreior expresrr el perlsrnriqnro rbstr.rcro, ¡ro cs tuesriirrbaladí que hov se tenga que uril izar una lengua conro el inglés, m¡is escuer4riaconrodaricir r ' , por lo ranro,equívoca que otras disponibles (alemán, francés, ruso, españo|...) como r:phículo del pensamienro cien-ríf ico. Como tampoco lo es que los científ icos con distinros orígenes l ingürsricos rcng¡n que es{orzarseen escr ib i r en inglés sus el¡bor¿ciones prra conseguir su J ivulgación v v j lor¡c ión en medios c ien¡r i icos.

Pñlogo a la stguncla cdi.ción

Concluyamos enunciando la regla que suele informar los mencionados empeñosadietivadores: solventar ciertas carencias o prob.lemas de fondo inherentcs a los'términos principales, sin modificar la esencia áe los mismos. A mi juicio, el principalinterés que ofrece el empleo de los nuevos adjetivos reside en su {unción implícitacomo detectores de zonas problemáticas, al señalar a la vez las más graves insufi-ciencias que se observan en la economía establecida y la pretensión de abordarlassin revisar los enfoques y concepros que les habían dado origen. Así, el objetivo delcrecimiento o el desarrollo "sostenible> supuso reconocer implícitamente que ambosresultaban insostenibles tal y como se venÍan dando. Pero el deseo de hacerlosososteniblesu no está induciendo hoy a revisar, sino a afianzar, las propias noúioriesde crecimiento o desarrollo que, como acabamos de indicar, habían sido puestas entela de iuicio a principios de la década de los setenta. Lo mismo pasa con la deno-minación de economía <cuantitativa>, que se aplica, en parte, para encubrir las di-ferenci¿s que la separan de las verdaderas ciencias cuantitarivas, que no necesi¡anutilizar este adjetivo para designarse. Pero rampoco el deseo de hacer de la economíauna ciencia cuanlirariva está induciendo a reflexionar sobre el modo de encarar lasdiferencias que, dcsde el punto de vista de la lógica rnatemática, separan los agre-gados económicos de las magnitudes físicas, ni sobre la nororia ausencia de ünametrología económica que vele por el r igor de las medidas, como lo hacen . lesdeantiguo la metrología básica y la merrología legal pn las ciencias verdaderamenrecuantitativas y en las ingenierías vinculadas a ellas. O con las denominaciones deeconomía .medioambientxl ' y de Producto (\ 'erdeD, que buscan también pal iarciertas carencias sin poner en cuesrión el aparato conceptual que las habíagenerado.

En lo que concierne a ia expl icación de cómo se puede conci l iar la ambigi iet l .rdconceptual de fondo que estamos comentando con el r igor que presume el crecicnteempeño matematizador de los economistas, hemos de remit ir a los apartados lc. l i l ,pp,289-290 y 2i.U, pp. J93-J94, de este mismo volurnen, en los que encuenrr¡ res-puesta. En el los sc ¿dvierte que el lenguaje malemárico puede resultar miís cóniorloque el habitual para soslalar los problemas conceprrlales relat ivos a la definición rclasif icación del 'objeto d. l , , .p..r.n,ación. Pues el fonnalisnro matemático ¿rludxa asegurar el r igor del razonamiento, pero también avuda a perder de vista ' l sig-nif icado de los conceptos correspondienres que lo vinculrn ¡ l mundu rel l . De ahíque cuando los fornlal ismos matenráricos se levan[arl sobre bases conceptuales am-biguas, suelen añadir más confusión de la que se origina en el lenguaje ordinario,Y de ahí que se haya dado pie a af irmar que . la economía es, a la vez, ola cienclasocial matemáticamente más avanzada, y la ciencia social y humanamenle más Te-trasrda, pues se absrrae de las condiciones sociales, históricas, polí t icas, psicológicasy ecológicas que son inseparables de las actividades econórnicas. Por ello sus exper-tos son cada vez más incapaces de interpretrr las causas I' las consecuencias de i¡sperturbaciones mpnetarias y bursáti les, de prever y predecir la evo.lución cconómrcaincluso a corto Dlazo>l{.

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XXII lost ; . l l tnucl Xtrcdo

. Así las cosas, la matematización actual de la economía consti tuye en buena me-dida una reacción de defensa para evitar las reflexiones de fondo sobre el obieto yel estatuto de la propia disciplina que pretendemos promover en este libro, Es más,como ha sabido apreciar René Passetl5, la teoría económica observa en los últ imos

' t iempos una especie de oderiva instrumental, , al desplazar su discurso desde elobjeto hacia el instrumento (los modelos) y desde éste hacia el instrumento delinstrumento (la matemática de los modelos). El autor citado presenta en tres etapas

'esta huida de los problemas del mundo real y de la propia discipl ina. En un primermomento, la abstracción aparece como instrumento indispensable para l levar a buenfin el análisis de la realidad objeto de estudio. En una segunde etapa, la abstraccióncob¡a vida propia y la reflexión económica se vuelca en la lógica de los modelos.sin apenas referencia ya a la realidad que los hizo nacer. En una tercera etapa, elaparato matemático requerido para la elaboración de los modelos se convierte en elobjeto principal y más valorado de reflexión'6. De esta mariera, el onúcleo duroode la profesión se ha ido desplazando a un universo cada vez rnás desconectado, noya de la economía real, sino incluso de la propia economía abstracta o teórica.

uEste es un l ibro sobre técnica; y la técnica es, sin ninguna duda, su razón deser, A menudo se han escogido temas y ejemplos sin otro propósito que el de sr,rvalor i lustrat ivo para algunos aspectos relacionados con las técnicas de diferencia-

. bi l idad. Pero el l ibro también ut i l iza la técnica como excusa plra [ . . . ] reexaminar lateoría del equi l ibr io económico general desde [a óptica de la diferenciabi l ided",precisa Mas-Colel l tT, nuestro economista teórico posiblemente más valorado en lacomunidad científ ica internacional, en una obra en la que sintet iza algunos de losdesarrol los recientes más signif icat ivos de la teoría económicb. La teoría de juegos

' t \ Pasct, nle "chainon manquant" du debat économigue?", Tr¿n¡vlsal¿¡ Science Culno'e, núnero

28,1994. [Hay traducción en cspañol cn Arcbipiélago, núm. 33, 1998, pp. 31t-39.]ru Creo que csta (der iva instrumental" puede detectarse también en otra! d iscrpl inrs, Por ejemplo.

Levont in la había detec¡ado ¡ 'cr i t icado en ese.núcleo duro' de la biología erolut i l r que es la genet icr

de poblaciones, subrarando el desequi l ibr io observado entre el impresionante aparr to teór ico desplec¡do

) ' la pobreza de los resul tados que se der ivaban de su apl icación, p¡r? col tc iu i r sobre I ¡ necesidrd de

reconsiderar la relación enrre el cuerpo teórico v los hechos a inlestigrr: "Dur¡nre nruchos rnos -señ¿l¡

es¡e acreditado auror- la genética de poblrciones fue una teoría inmens¡¡¡ente rica l poderosa pero sin

datos adecuados sobre los que trabajar. Era como una conrpleia v exquis i ta máquinr, d iseñrda parr

procesar uni mater ia pr i r r rn que nadie había podido extr¡er con ér i to f . . .1 (sr l ro rrrrs excepcionest. El

mantenimiento v desarrollo de la máquinr se dejabr r ingenieros que incesllnentente pcnsrbrn en ell.t r

la mejoraban con vistas al día en el que pudiera funcionar a plena producción. Un poco súbitanrente lr

situación cambió [...] ia materia prima acabó siendp localizada t.echad¡ ¡ los engranaies de h nraquinari.r

teórica. Pero por el otro extremo de la misma no salía nada. Y ello no fue debido a que la máquinr no

funcionara, pucsto que el gran estrucndo de los engranajes era claramente audible, si no ensordecedor,

Por lo que sea, se vio quc no podía rransformar cn productos terminados el gran volumen de materra

prima que sc le había aportado. La relación entre Ia teoría y los hechos necesita ser, así. reconsiderada

en su conjunto, (R. C. Lewontin, The genctíc basü of e',,olutionan' cbange, Nuera I 'ork v Londres,

Columbia Universi ty Press, 1974, p.189). Véase igualmenre NI. Rosenberg, "From reduct ionisrn to i ¡ l r -trumentalism?,, en M. Ruse (ed.), What the philosopht,o.f biologr is: essals detl icatc<l to D¡¿it! H"l!,

Dordrecht, Kluwer, 1989, pp.2a5-65. Agradezco esta información a Car los Castrodeza.

'r7 A. Mas-Coiell, La teoría tlel Equilibrio Económiro Generil. Un enfoque difarencínálr, Nfadrid.Fundación Argentar ia, 1992, p.23.

Prólogo a Ia segund.t edición

y del equi l ibr io de los mercados ocupan un lugar central en tales desarrol los de lateoría económica, peto apenas se habla ya del comportamiento de los agentes, sinodel t ipo de estrategias y de equil ibr ios que se configuran, Esta ref lexión cada.veznrás sofist icada sobte el instrumental malemárico suele rr acompañada de i lustracio-nes simples y apl icaciones concretas que ocupan buena parte de la l i teratura espe-cializada. Así, curiosamente, iunto a la más elevada ¡' compleja ¿bs¡racción mate-mática, aparecen ilüstraciones referidas e casos las más de las veces tan esquemáticosque resultan de escasa uti l idad práctica.

IV

La oderiva instrumentalo de la teoría económica no resolvió ninguno de.los proble-mas de fondo que . la economía tenía planteados cuando hicimos la primera ediciónde este libro, e incluso contribuyó a agravar alguno de ellos. Es el caso del vacíoque sigue separando las elaboraciones microeconómicas de los problemas económi-cos <macro>, que 14 <nueva) microeconomí¡ no ha conseguido acortar. Pues, si bienlos estudios de casos antes mencionados buscan enriquecer la casuíst ica del razona-miento omicrou para acercarlo a los niveles <macro)), siguen ignorando los cambiosreferenciales que suelen acompañar a los cambios de escala y de organizrción. De.esta manera, tal veZ se ha paliado algo la antigua discontinuidad entre micro )'macroeconomía, pero el lo ha sido a costa de distanciar esta últ ima del mundo delos negocios y de la polí t ica económica, haciéndola tr ibutaria de la "deriv¿ instru'mentalo antes mencionada. Con lo cual se acentuó la disrancia entre la exigencia de'orien¡aciones claras y apl icables para la gestión macroeconómica v las enseñanzasacadémicas: la pérdida de fe en Ia contundente claridad del recetario kevnesiano quese venía a la vez impart iendo en las universidades v apl icando a la polí t ica econó-mica, contr ibuyO sin duda a el lo. Así se extendió tambi¿n a ios estuáios macroeco-nómicos el papel de "sel lo en la educación de un caballero" que venía desempeñandotradicionalmente la tnicroeconomía en la formación académica de los economistas,.tal v como habíamos advert ido en la primera edición de este l ibro (zl. l t , p.401): lomismo que la bal lestería v la esgrima se mantuvieron en la formación de los caba-I leros (cuarrdo el uso de armas de fuego l :rs hacía poco prácticrrs) como medioseficaces de templar su carácter para afrontar los arr iesgados desafíos de la vida,podríamos decir que ocurre con una parte creciente del instrumental teórico eco-nómico que se imparte en las universidades de prestigio. Se trata de configurar lamente de los economistas para que reaccionen ante los problemas de la vida (eco-nómica) con la orientación y el arroio propios de la comunidad científ ica a la quepertenecen, aunque a la hora de la verdad su instrumenr¡l se acabe la mayoría delas veces l imitando al manejo diestro del cálculo contable informatizado, con sussimulaciones v prol 'ecciones, y del medio en el que se de-seni 'uel, 'e su área de tr¡-bajo, todo el lo con la esperanza de acceder a las más oaltas tareas de dirección',cuva general idad exime de ejercitar tareas de especial ista.

t

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XXiV

Varias son las consecuencias que se desprenden de este alejamiento entre el "nu-cleo duroo del mundo ac¡démico y el mundo económico real. Por una parte, favo-reció la prol i feración dg..gurúsnls de la empresa v las f inanzas, que otorga¡r agestores y políticos las predicciones y los consejos que los nuevos teóncos, cadavez más aislados de la realidad, se ven en dificultades de darles. Por otra, rebajó losinformes de empresas consultoras o de departamentos de estudios, ora a trabajosque buscan complacer a las entidades promotoras o solicitantes, ora ¡ simples avrlesexternos concertados para apoyar políticas en curso (de reconversión sectori,rl oempresarial, de apertura de nuevas áreas o diseño de nueuos organigr;rmrs, etc., etc.).Con lo que; por estos caminos que se extienden más al lá del mundo académico,acabó rebrotando con fuerza la consideración de las ciencias sociales como "la bru-

iería de los t iempos modernos" que Andreskire había subrayado hace algún t ienrpo,con el consiguiente escándalo de sus practicantes.

. Junto al núcleo así preservado, aparece una serie de áreas académicamente peri-féricas que se ocupan de los principales problemas económicos del mundo actualesbozados al principio de este texto: los problemas de la pobreza v el desarrol lo,del deterioro ecológico o ambiental, del paro y la crisis del Estado asistencial o "debienestar ' , de la inestabi l idad de los mercados f inancieros, etc., etc. En cada una deellas operan enfoques (ortodoxos> y.heterodoxos>, autores que se erigen en ga-rantes de ia "ortodoxia" y usan el área como campo de pruebas del " instrumenta-l ismo" arr iba mencionrdo, y aurores que abordan el ter¡a desde perspectivas mlsamplias y abiertas, buscando más la relación que la separación entre lo econórnico

1' el ' resto de la experiencia. Salvando las pecul iaridades propias del rraramiento decada una de estas áreas, se observa una situación paradqjica contútr:r todas el l¡s:por una parte se abren serias brechas en el edif icio de la oortodo:; i¡ ' , . r l el idenciersus insuficiencias y romper el monopolio dc.enfoques del que venia disfrut¡ndohasta ahc(a, pero, por otra, esta "ortodclxia" reacciona arlaptando su ins¡runlenc¿lpara abarcar los nuevos problernas, con io que s¡le en cierta nledida rcforz¡d¡.

Esta adhesión a unos modos de interpretar el nundo co¡rt l-r los vicntos v mare:rsde la real idad, esta obstinada apl icación de los nris¡ los enioques a ' :ualquier canrpoo problema en busca de evidencias en"rpír icas siempre tr iunf:rntes. rros recuerda nrtsel comportanriento de la alquinria que aquel otro :¡corde con los cánoncs tantas vecesi lescri¡os Je l¡ ciencir r ' \perinre¡rrxl. Permítasenr,: recor. i¿t 'con est¡ I ' rr ta cit ;r gue,en el petrsarniento alquírtr ico, la experirtrentación es simplerlentc el despl iegLre dc hteoria, su r¡anifestación. .Es irnposible que el trabajo dE laboratorio pueda poneren tela de juicio la teoría, y el lo no por razones ciognrátipas, sino porque las ¡are¡sdel pensamiento y aquellas otras que se dcsenvuelven en torno al horno, Ia retortao el matraz, se consideran como dos aspectos de una actividad úniu¡: l ¡ teuría r ' elexperirnento son, ambos, ref lejo de,la obra de la naturaleza, una en el pensanrientc

r$ P¡rr orienrarse en csre nuelo carnpo r'éase C, Kennedv, Gti, le to tl¡e Dtit.tgctnL'tt l glrtts. Centutl

Business, 1994. Tras una inrroducción ¡itul¡da .La edld de los gurús", e.rta obra prsr relistr l los pcrtt lts

biográficos, ideológicos v bibliográíicos de ios principales nnranagernen! gurus" de nuestro (iernpo.re S. Andreski, Les scienres sociales: sorcellerie tle tcmpsmotlentes, Prrís, l 'ul, 1979.

Prólogo a la segunda edición

del alquimista, que representa el principio originario del fuego que circula a trar'ésde todas las cosas, otro, en el proceso de laboratorio donde el principio del fuegoproduce sus efectos. En estas condiciones, jamás se constata en el pensamientoalquímico ninguna separación enrre la teoría y la experiencia. El alquimista no en-ct'entra fracasos, solamente negligencias o dejadeces que le impiden llevar a büenfin los experimentos. Que no se vea en todo esto la ceguer¿ o la obstinación de unpensamiento irracional, sino simplemente la convicción de que la teoría ofrece unmarco inagotable, desde el que siempre podrán inrentarse nuevas prácticas. Y si,insensiblemente, a lo largo de múltiples e interminables experiencias, la teoría acabamodificándose, ello ocurre sin que los actores de la investigaciól lleguen a tenersentimiento de c¡rl¡l o rt4ptura epistemo!ógka de ningún tipo: ésta sólo resr¡ltaráapreciable a los gjos de los his¡oriadores, mucho más tarden2o.

Así, lo misr4o que ocurrió en su dí¡ con la alquimia, los enfoques des¡legadosen las ciencias de la naturaleza y, con mucha mayor razón, en aquellas no experi-mentales que se ocupan de la economía y la sociedad, acostumbran a generar "sis-temas de positividades, capaces de renovarles el necesario respaldo empírico anteposibles eventos desfavorables (en el presente texto se aportan múltiples eiemplosde este proceder), Lo cual genera diálogos de sordos cuando parte de los practicantespierden la fe en la omnipotencia de un enfoque y proponen otros diferentes: apa-recen áreas de idcomunicación, y de crispación, entre los partidarios de uno v otroenfoque, mostrando que el fondo del debate no puede resolverse mediante la simpleaplicación de las reglas del juego cientí{ico, aun cuando éstas sean profusamenleinvocadas por los conrendientes.

I a crecien¡e compa"rimenración del pensamienro económico t letectad¡ por Beauo \ 'Dostaler (1993) a la que hicimos referencia creo que no es ajena a la progresrvaruptura del mánopolio de enfoques que venía ejeiciendo la ortodoxia'd.ü. .r iúnica idea , le sistema económico qu€ en esle l ibro ¡ra¡amos de relat ivizar poniét l , lolaen perspectiva histórica, Tarea ésr¡ que se revelr cada. 'ez más fundarnental, siqueremos trascender la mencionada fragmentación cult ivando maneras de peitsar Yperpectivas más amplias y capaces de posibilitar la convivencia v el in¡erc¡r¡bioconstructivo entre diferentes enfoques. Pongamos un ejemplo significativo. El de lacrisis ecológica o ambiental y su tratamiento económico. En la prinrera édición dees¡e libro se postulaba que el tratamien¡o de los problemas ecológicos de nues.t;'otiempo reclamaba una revisión a fondo de las categorías básicas del pensamigntoeconómico. Esta necesidad resulta para mí hoy mucho más evidente.

En los capítulos que siguen se expone cómo la ciencia económica se consolidó

:0 B..¡oly, La r¿tionalité de I'akhinie au xrtt si¿cle, París, Librairie Philosophique J. Vrin, 1992,pp. l l l -112.

José ,l lanucl N,rrtdo

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ii

l

i

*"1 losé )lattrrcl ltatcdo

haciendo abstracción de la realidad física y social en la que transcurría la vida delos hombres. Para lo cual desolazó la noción de sistema económico al universoaislado de los valores pecuniariás o de cambio, equiparó la noción de producción ala simple producción de valor "añadido" a base de revender con beneficio y reduiola riqueza obieto de estudio a una única cateqoría unificada e intercambiable de lamiima: el capital. Ahora que los problemas eiológicos de nuestro r iempo inducena estudiar y controlar la incidencia que sobre el los t iene la gestión económica, nosdamos cuenta de que la idea misma de sistema económico y el aparato conceptualen el que se apoya, que áparecen recogidos en los manuales v cifrados en las CuentasNacionales, no son un instrumento adecuado para ello.

Cuando una red analítica deja escapar el objeto de estudio propuesto, caben dosopciones: remendar y estirar esa red para arrojarla de nuevo sobre el objeto quepermanecía inestudiado o diseñar otras más apropiadas para capturarlo. En lo refe-rente a los problemas ecológicos, ambos caminos están siendo practicados. En losmanuales se incluyen ya apartados sobre el tratamiento del umedio ambienteo y sepropone hacer más <sostenibleo el desarrollo. Pero el umedio ambiente, no debetomarse como un asoecto más a analizar tras h¿ber abordado las otras secciones. Elumedio ambient. ' surg., como objeto de estudio, de la cortedad de miras del en-foque económico ordinario y se diluye si adoptamos un enfoque económico másamplio y abierto: lo que normalmente se entiende por (medio ambiente" es, precr-samente, el medio físico que permanece ines¡udiado al escapar al universo del valorpropio de la economía estándar y viene dado por los recurtos naturales que existianantes de haber sido valorados y ut i l izados en el proceso económico v por los ¡esi-duos artificiales que éste d.uueÍu. al medio físico cuando yr, por defiÁi.lión, carecende valor.

Los dos caminos antes mencionados se traducen en dos posibi l idades de ref le-xionar sobre ese medio ambiente inestudiado por el enfodue económico estándar:una, est irando la vara de medir del dinero paia valorar lal nexternal idades, ) 'so-mete¡las a la conceptual ización de este enfoque v, otra, apl icando sobre el las elaparato conceptual de las ciencias de la naturaleza que razonan desde la perpecrivade los propios recúrsos (y residuos). Es decir, una busca extender la idea usual desistema económico sobre determinados objetos nambientales' supuestamente errát i-cos y desordenados, otra aborda direcramente el estudio de esos objeros desde laidea de la biosfera y de Ios ecosistemas en los que se integran. Creo que amboscaminos no deben excluirse ya que, si bien sería pueri l pensor que el priniero puedecubrir satisfactoriamente el vacío analírico que su propia red reórica había generado,tampoco el segundo debe permanecer ajeno a las valoraciones monetarias relaciona-das con los procesos físicos que estudia, si se quiere faci l i tar la incidencia práctrcade 3us análisis. Así, más que sustiruir la vieja idea de sistema económico por orraque se est;me más acertada, se tra¡a de quebrar el monopolio que venía ejerciendoen el campo de lo económico, para conectarla con ios otros sistemas expl icat ivosdel mundo físico. Pero esta nueva conexión entre los análisis físicos y monetariosde los procesos supone un cambio de esraruto de la propia ciencia económica, alhacer de lo económico un Dunto de encuentro con orras disciol inas. abandonando

Prólogo a La seguntla edición xxvll

el razonamiento e¡t ciclo cerrado oue los economistas venían desarrollando en el

campo del valor. En otras palabras, se trata de abrir la puerta de lo económico hacia

la mult idimensional idad de enfoques y la transdiscipl inaridad de sus practicantes y

*r*rlrt:tt, el razonamiento desde el sistema económico hacia una economía de

El afán de integrar en la economía el tratamiento de los problemas ecológicos o

ambientales abre una de las áreas más vivas y polémicas del pensamiento económicoactual, que genera trna parte no despreciable del amplio volumen de literatura antesmencionado. La pdlémica arranca de que el tema se aborda a Part ir de perspectivasy sistemas diferentgs: mientras, en general, los practicantes de Ia llamada oeconomía

ecológica, parten del punto de vista de los propios recursos y ecosistemas a gestio-

nar, los economistas nambientales' lo suelen hacer desde el universo del valor v la

relación coste-bendficio oue lo envuelve. Lo razonable sería conectar ambos enfo-ques y esto es lo que própon.n, por ejemplo, Herman Daly y Robert Constanzaen el libro colectivo Ecological Economicszt (1991) y esto es lo que propuse en laprimera edición de La economía en eaolución (1987), aunque en este último óasoseñalé la extremada redundancia que suponía adjetivar el término economía con la

misma raíz eco(lógica) (como si la economía normal fuera ecoilógica) y preferi em-plear el término ecointegrador para designar este enfoque. No obstanre, las barrerasmentales e ins¡i tucionales ) ' el dogmatismo reinante dif icultan hoy por hoy esaintegración y crispen las polémicaicuando se cierran los oios a la posibi l idad de

r^zonaÍ desde presupuestos diferentes y de apreciar la multidimensionalidad de losproblemas.

En el fondo oculto del debate se encuentra la cuestión no resuelta del cambiode estatuto de la ciencia económica arriba mencionado y la escesa referencia al hechode que esta polémica ha abierto una profunda brecha en el edif icio de la cienciaeconómica (normAlD que se venía impart iendo. En vez de discuti¡ estós temas defondo, el grueso de la l i teratura antes mencionada se entret iene en af inar hasta Iasaciedad los instrumenlos derivados de la economía estándar v desgranar su apl ica-ción a casos concretos, acusándose tar¡bién en este campo el desplazamiento obser-vado en el interés y el ranking de prestigio de Ia profesión, desde el objeto v elsistema que lo define hacia los instrumentos y desde éstos hacia la matemática en

sí, como instrumento de instrumentos. Así, aunque esta polémica hava conseguidoescindir ampliamente las f i las de los econonristas, se corle el r iesgo de que las nuevas'ideas se vean ecl ipsadas por la masiva ) ' redundante extensión v reformulación de

las antiguas, que se presentan bajo envolturas novedosas, prolongando la ambiguasituación actual ,v retrasando el necesario cambio de estatuto de la discipl ina.

t'R. Constanza (cd.), Ecological rconomin. Thc scicnce ofmdnagcment ofuutainabiliry, Nueva York y

Oxford, Columbia Universiry Prcs, 199 l. Sobre la amplie l iterarura que rrata dc rclacionar de uno u otro

modo cconomla y naturaleza, véasc O. Carpintero, Entr¿ la ¿conomla y la naturalnd, M¡drid, La Cararara'

1999, o también M. Cue¡do y J. L, Ramos, Economla 1 naturdleu, Madrid, Sfntesis' 2000

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XXVI I I

VI

lost ,\ lattucl Ntretlo

Pero el universo cerrado del valor en el que han venido razonando los economtstas'deja.en la oscuridad otras muchas areas con las que este universo interacciona en el

mundo real, cuyo estudio en profundidad reclama también, desde ángulos diferen-tes, la revisión de las categorías básicas del pensamiento económico que se ProPugnaen este libro. Cosa que quiero deiar clara, habida cuenta de que incluso las recen-siones más serias y equi i ibradas de que fue obieto la primera edición de este l ibrolo presentan a mi juicio sesgadamente como <une excelente contr ibución a las cien-cias sociales desde postulados ecologistas" (A. Barceló, Recerques, núm. 22) o es-tablecen como punto de partida del mismo el hecho de que los enfoques económicos

.usuales uno sirven para explicar, ni para gestionar de manera racional los recursosnaruraies y el medio ambiente del planeta, (M. Santos, Reaist¿ de Historia Econo-

mica, rño 7, núm. 1). Aclaro que, al menos, mis pretensiones como autor eran

bastante más amplias de lo que sugieren estas lecturas. De ahí que evitara en sutítulo cualquier referencia a la ecología o el medio ambiente, pese a las sugerencrasbienintencionadas que se me hicieron en sentido contrario. Lo mismo que acabamosde decir para el mundo físico y biológico afecta de lleno al tralamiento del territoriohabitualmente desvinculado de la economía. Se ha mantenido así el tradicional di-vorcio entre el oplaneamiento" terr i tor ial y la .planif icación, económica, como stno incidieran ambos sobre una misma real idad, al igual que el maneio aislado de car-tografías temáticas y de cuadros con datos monetarios, dando pie a actuaciones con-tradictorias y ocasionando graves despropósi¡os desde e.l punto de vista de la gestión.

En otro orden de ideas se acusan serias disfuncional idades derivadas de la desco-nexión entre economía, sociología y antropología, entre las que destaca la des-atención de la literatura económica hacia la génesis de las necesidarles, que deset¡bocaen el fracaso de las ¡eorías del desarrol lo para el iminar la insatisfacción y la pobrezade la faz de la Tierra. La economía estándar aparece así como una discipl ina quedice ocuparse de Ia satist'acctón de las necesidades mediante el consumo, Pero queignora el origen de aquélhs, cuando de hecho está contr ibuyendo a expandir lasincontroladamente v Drovocando una mutación eeneral izad¡ del honto economicusen homo miserdbi l i i , qu. pon. crt cuestión l ;rs proniesas n¡islnas del , le s¿rrol lo, taly como argurnentx Itan l l l ¡ch:1. De ¡hi el i iasco de la pronresa del "desarrol lo" P¿rael iminar la. insatisfacción y la pob.reza en el mundo. Porque el desarrol lo económicomismo no interviene mejorando de entrada,las condiciones de vida de las sociedades

"periféricas, al capital ismo, sino provocando su crisis si¡ garantizar alternattvassolventes para la mavoría de h población implicada, inst i tqcional izando primero laescasez y escatimando después Ios medios para colmarla, Para desatar así el procesode miserabilización antes indicado. Y esta problemática no sólo afecta al "TercerMundoo o r los empobrecidos países del antiguo "bloque social ist¿", sino también

:' I. ill ich, .Needs', en W. Sachs (ed.),The detelopment dictionaryLondres y New Jersey, Zed Books, 1992.

Prólogo d la segunda edición

a los países de capital ismo (avanzado> o umadurou. Una vez separado en éstos elindividuo de sus antiguos medios de subsistencia y desaparecidas las institucionestradicionales que le daban cobijo, el Estado ruvo que crear las nuevas y más costosasredes asistenciales del llamado Estado de Bienestar, cuyo mantenimiento aparececada vez más reñido con el equilibrio presupuestario. En otras palabras, que unavez institucionaliz¿daIa escasez hasta límites insosoechados v cuando el capitalismoescatima a una parte creciente de la población los ingresos n...rrrio, para paliarta,se observan también crecienres dificulmdes oara instituciona,lizt el modo de hacerlefrente con el apoyo del Esudo. Llegamos así al conflicto fáustico que plantea'lacrisis del Estado de Bienestar visto desde la economía ordinaria. al enfrentar elrecorte del gasto que demanda el equilibrio presupuestario a las consecuencias so-ciales desastrosas que tal recorte ocasionaría. Ignorando que cualquier solución sol-vente exige llevar el razonamiento más allá de este callejón sin salida, para revisarlos propios mecanismos de creación de necesidades y de institucionalización de laescasez que nos han llevado a la presente situación, a fin de ofrecer de nuevo, a lqsindividuos y a la sociedad civil, armas capaces de invertir el proceso de miserabili-zación en curso.

Pero relativizar la noción usual de sistema económico no sólo es útil para f¿cili¡arla emergencia de dtros sistemas de representación más aptos para gestionar la rela-ción de los indivi{uos con su entorno físico y sociai, sino para mejorar la compren-sión de lo que ocurre dentro del propio campo de lo mone¡ario. Pues, en los úl¡ i-mos tiempos, se observan {enómenos que están recortando seriamente la capacidadexplicariva del sistsma insraurado por Adam Smith para "inves¡igar la naturalezay c¡usas que hacen la riqueza de las nacioneso. Desde mi punto de vista, este siste-ma no solo derivó hacia una crematístic¿ insensible a los problemas ecológicoslsino hacia vn crernüística incompleta que ignora también ciertas formas de hacerdinero que se han extendido últimamente. En efeco, la versión cifradi de estesistema que nos han venido ofreciendo las conrabilidades naciona.les, sobro la quese aPoy¡n los modelos .v las interpretaciones de los macroeconomistas' adolece deuna paradójica ambigüedad: por una parte, af irma su condición de crematíst ica',centrada en la generación, distr ibución v apl icación de valores nronetarios, pero, pórotra, deja fuera de su red analít ica los ingresos derivados del trasiego de activospreexistentes (acciones, inmuebles, terr.noi, patentes, obras de rrce...) l l . Lo cual 'esgrave cuando la actividad de las rnerrópol is del capi¡al ismo se concentra cada vezrás en la adquisición de riqueza ), no en la prodicción de la misma. La en otrostiempos tan ponderada "producción materialo aparece relegada a la nperiferia ter-cermundista,, mientras los países ricos se orientan preferentemente hacia la comPrade productos termin¡dos o de piezas sueltas a ensamblar. La tarea de estos últimos

2r El nuevo Sistema de Contabil idad Nacional lsc¡¡ 9l) elaborado en el marco de las Naciones Unidas(con el acuerdo de los principales orgrnismos inrern¡cionales con competcnci;ts económicas) rrarr'de

poner remedio a esta situación, incluyendo cuentas de patrimonio ), cuadlos de desatrollo que, cuando

se implanten, permidrán acomerert por vez primera, análisis sisremáticos del comportamiento de los

distintos ripos de activos patrimoniales en los países y relacionarlo con las informaciones habirualeq de

nulos.A guitle to hnotletlge at Poi;er,

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Josó )l ' lanueI Ntrado

' ye no se centra tanto en la producción y exportación de manufacturas' como en la

venra de oservicios' y en el comercio de activos patrimoniales. El equilibrio de las

balanzas de pagos de los países r icos se desplaza, no va desde la balanza comercial

hacia la b¿lanza de renta, sino desde esta última hacia la de capital a corto y el

funcionamiento del propio mercado de divisas. En suma, que el peso creciente de

la economía financiera en la explicación del reparto de poder mundial permaneceinestudiado a la somb¡a de la idea smithiana de sistema económico centrado en la

producción y comercio de mercancías. Si recordamos que el valor en dólares co-'rr ientes de los activos f inancieros mundiales ha crecido durante los dos últ imosdecenios a una tasa media anual que dobla la registrada por los agregados de Pro-

' ducto, podemos apreciar que el manejo de los activos fina¡cieros está llamado a' ofreceria [ave del poder y ia capacidad de compra sobre el Planeta en mucha mayor

medjda que la producciórt de mercancías. Pero esta llave {e h adqutsición de lariqueza planetaria, en la que culmina de hecho la carrera de la ocompetitividad,,presenta cada vez más a la economía mundial como un iuego de suma cero en elque la opulencir de unos se apoya en .la pobreza de otros y en el que la dominación

' económica corre paralela al deterioro ecológico, segregando cada vez más el terrt-torid en áreas de acumulación de capitales y recursos y zonas de apropiación vvert ido.2l.

vIi

Próloga t la sqtnda etl ición

nomistas acostumbrados a encerrar sus reflexiones en el campo de los valores pe-cuniarios o de cambio, Sin embargo, dentro del propio campo de los economistasse ha desarrol lado una corr iente neoinsti tucional ista'o que se encarga de recordarque, tras la nmano i¡tvisible" de Adam Smith, se encuentra la mano bien visible de .las instituciones2T que condiciona las transacciones del mercado. Y que por encimade éste transcurren hs negociaciones, presiones e influencias políticas para diseñarla estructura institucional y controlar su funcionamiento. En efecto, el mercado noes ninguna entelequia sino que ha de tomar cuerpo en algún marco institucional,con unos derechos de propiedad atribuidos v distribuidos de forma concreta, que

condicronan ,u .*t .nsión v sus resultados en pr.cios, costes, beneÍicios discribuidos, '

productos intercambiados y residuos emitidos. Las elaboraciones de la teoría eco-nómica no podían va permanecer insensibles a la creciente avalancha ile lite¡aturaque insistía en que las principales y más condicionantes decisiones, que establecenlas propias .reglas del juego, económico, se fraguan fuera del mercado y condicio.nan los resultados de éste. Las elaboraciones de la teoría económica fueron derivan-do insensiblemente, desde la identi f icación del mercado con las virtudes de la l ibrecompetencia y del equilibrio con el óptimo, hacia el estudio de las imperfecciones

r( 'El té¡mino nneoinstittrcionalismon fue acuñado por A. G. Gruchy (en su l ibro Contemporarleconomic thought: the conffibrtion of neo-institutional economics, Clifron, New Jersey, Augustus N{.Kelley, 1972) para design¡t un conjunto amplio de autores que llevaron el análisis económico más alládel mercrdo, conectándold con otros campos de la realid:d v áreas de conocimiento (instituciones,valores, tecnologías,...). Este corrienre se egrupá en ¡orno a la Association for Evolutionary Economics,creada en 1958, y a su revista,./oarnal of Economic Issnes, creada en 1967. Recientemente, la publicaciónde un diccionario de Economía Institucional (dedicado en honor de Veblen, Commons y [ ' lyrdal) rpuntaa consolidar dicha corrienter G. M. Hodgson, V. J. Samuels v M. R. Tool (eds.), 7áe ELgar Companionto institutíanal and evolutionan'economics, Hants (GB) l 'Vermont (EE UU), Edward Elgar, 1991. fn unsentido simila¡. pero desde una línea más radicel, réase V. Sacbs (ed,), The deL'i lopment dictionart,. A

gnide to hnorledge ds porer, Londres v New Jersev, Zed Books, 1992. Para mi gusto, el terito que se-ñal¡ de form¿ más clara 1'eicueta las diferencias enrre el enfoque institucional y el estándar, sigue siendo¿l de Vi l l iam Kapp, " ln defens¿ of inst i rur ional econonr ics, (Stet l isb Journal o/ fcororrrcs, LXx, ( l ) .l9ó8, pp.1-8) cura pr imera traducción en casrel lano se inch¡r 'e en la selección de textos de Kapp l de

Ciric¡'-Vantrup preparadl por Federico Aguilera. recienremente pubiicada con el título Economía de los'tecursos naturales. Un enfoque institucíonal, en Ie colección.Economía l Natur¡leza, que coedira lrFundación Argenrar ia con Distr ibuciones Vrsor, Madrid, 1995. En cualquier caso hal ,que subravar quelas nue,as co¡r icnres inst i tucional istas se ai i rnenran de economisr¡s dc izquierda t de derecba, interren,

cionistas l l iberales, . . . rompiendo con las c lasi f icaciones que se tenían barajando. lo cüal denota l rampl i tud de esta corr ienre relat iv izadora de la r , ie ja ortodoxia. Pero hav que adrert i r que, como ocurrecn otras áreas conflictivrs, la ortodoxia reacciona uti l izrndo también los aspectos institucionales comocampo de aplicación de sus propios enfoques e instrumen¡os. De ahí que North propusiera l lamarneo-institutionalists (de reo-clásicos) a los autores que buscan extende¡ o complementar en el área in3-

titucional el modclo z¿o-clásico, ¡ reo-institutionalisrs a los que recurren al análisis institucional porque

impugnan dicho modelo ¡'consideran que el comportamiento humano dis¡a mucho de la racionalidadÁel homo economicus, No obstante, esta distinción no ha cuajado sobre todo porque el prbpio campodel análisis institucional es poco propicio para establecer fronreras tajanres entre ambos enfoques: elloexigir ía enjuic iar en todo caso las inrenciones no expl ic i radas de sus prrct icanres.

tt Entcndemos -dc acuerdo con Bromley- por instirucioncs aquellos acuerdos y reglas colectivas que

cstablecen lo que es un comporramicnto socialmentc aceptable. (D. V. Bromle¡ Economic interuts and

irutitution¡: th nnceptualfoandationt ofpublir policl, Oxford, Blackwcll, 1989.)

El enfrentamiento antes indicado €ntre la consideración de la economía como srs-

tema cerrado y unidimensional o como sistema abierto y nrultidimensional, que

recorre l¿s f i las de los economistas, se solaPa con aquel otro que enfrenta a los que

ven el mercado como pdndcea con quienes lo toman como r1n simple instrumento.

Desde que Adam Smith nos habló de la omano invisible dsl ms¡6¡io' , como

Pandced cap^zde emular a la Divina Providencia en la tarea de llevar a la humanidadpor el buen camino siempre gue se respeten sus reglas, está idea providencial istaganó terreno hasta erigirse, al decir de Polanyi2t, en ola má3 violenta de las explo-

, siones de fervor rel igioso que haya conocido la historia" Pues ( lo que nació siendouna simple incl inación en favor de los métodos no burocráticos se convirt ió en unaverdadera fe que creía en la salvación del hombre aquí abaio gracias a un mercadoautorregulador". Es esta fe en las propi"edades benéficas del Inercado la que alientaesa especie de umonismo tránscendental, que induce al aislamiento de muchos eco-

r ' Sobrc la incidcncia de las finanzas mundiales como fuente adici<inal de desigualdad y deterioro ambien-

tal, véase J. M. Naredo, uLas rafces económico-financieras de la crisis embien¡al: un rema ¡abú de nuestro

tiempo,, cn J. Vidal Beneyto (ed.), Hdcia una sociedad ciuil global, Madrid, Taurus, 2003. Este trabajo

incluyc ¡efercncias a las principalcs publicaciones que desbrozan el panoranra de la "globalización' f inan-

cicra. Vcásc también J. M. Narcdo, olas claves de la globalización financierau, Docunentación Soci¿|,

nrlm. 125, octubre-diciembre 2001, pp. 99-l 14.

" K. Polanyi, Tbc grcat trduformdtion, Nucva York, 1944. lLd gran tansformatión, Mad¡id, La

Piqucta, 1989; véanse pp. 66 y 2D.l

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XXXII José ,lIanx¿l ¡n,r¿o frólogo a la segunda edición xxx'r

Por ello este libro no sólo ¿punra a facilitar la conexión enrre ciencias d; Iana¡ura.leza y del hombre para meior orienrar la gestión económica, sino tambiénentre la ciencia y las orras formas del conocimiento humano. Pues aunque la dis-cusión sobre la viabilidad y economicidac de los sisremas de vida de las iociedacieshumanas deba realizarse a ia luz de los conocimientos cientÍficos disponibles, hemosde subrayar que tanro la orientación de éstos, como la elección inherente a la romade decisiones políticas y económicas, serán siempre tributarias de consideracionesmetacientíficas. Lo cual otorga renovada vigenuia al propósito formulado por pen-sadores afines a los románricos (Schelling, Humboldt, Ruskin...) de buscar-solucro-nes que conciiien criterios éticos, estéticos y ucilitarios, para resolver las ambivalen-cias gue suele comportar la toma de decisiones y para diseñar marcos juridicos einstitucionales propicios para que tal cosa ocurra. Máxime viendo que la episremo-logía moderna asume explícitamente que la roma de decisiones en condiciones deincertidumbre y con diferencias cuali¡ar.ivas difÍcilmenre comparables, son monedacomún en la geqdón polícica y económica28.

Es más, la p¡opia forma de concebir la naturaleza, el hombre y su mutua rela-ción, está llamida a informar los dos enfocues ecorrómicos antes mencionados oueescinden la comunidad de los economist¡s ón un mismo conflicto ideológico y cien-tífico. Un enfogue que podríamos calificar de analítico-parcelario, en cuanto al mé-todo, e individual-comper.itivo, atendiendo a su filosofí¿, que confunde indivídua-Itsmo con egoísfno para manren€r la fe mandeviliana en el comporramienro indivi-dual insolidario como el mejor medio para conseguir, por obra y gracia de la récnicay el mercado, un enriquecimiento y bienestar generalizados. Otro, que podríamosidentificar como sistémico, en cuanro al método, y global-cooperarivo, cn su filo-sofía, que apunta a cumplir simulráneamente objet ivos ut i l i tar ios, ét ic.. ,s y estéricos.Ninguno de los dos enfoques puede ser 1'a aleno al dererioro de las condiciones {evida en la Tierra que origina la civilización industrial, pero abordán los. problemasde rnodo diferenre, ya gi¡e parren de dos ideas distintas de naarale¿a. para elprimero de el los la naturaieza no es orra cos¡ que un omedio ambiente" que rodeaal hombre, cui 'r cal idad se desea manrener trrtrndo de pal iar Ios impactos nrasnegativos que se derivan de su uso. Para el segundo,lanaturalez¿ esla "biosferao(;r la que se devuelr.e más o menos nrerafóricamente la condición de -orq¿nismo:recordcmos la hipótesis Gai i r : " ) en h que el hombre se ie integrado. ' r i .ndo.r , .inteqración la que se propone revisar. para iograr una simbiosis ¡nás acer¡¡da r.acorde con el geocenrrismo de este enioque. Para el primero, eu suma, lanatu¡alezasigue siendo un simple conglomerado de recursos r explotar, del que hav que ocu-parse de mala gana dado que ejercen un papel limitante sobre las acrividades hu-martas. Para el segundo, la naturalez¿ no sólo es limitante, sino rambién sfi&ereiltc,.

rs Vé¿se S. O. Funtorvicz y J. R. Raverz, Uncertaintl dtd qualitl ir science for poliry, Dordrecht, KlurverAcrdcnr ic Publ ishers, 1990.

r'' La obra ntás representariva y cxrrcmada de es¡a ¡rucvr visión organicista de la biosfer¿ eyla ,lc.l. E.Lovelock, G¿iq a new looh at lifc on Eartb, Oxford Universiry Press, 1979 [Gaia, una nuua ti,sión de lauída sobrc Ia tieru, Be¡celona, Orbis, 2.. ed., 1987). Véasc rambién L. lr,[argulis, Plmeta ¡imbiótico,Mad¡id, Debate, 2002.

de aquél y la ineficacia de su funcionamiento, que podían derivar a siruaciones nadaóptimas..Así, al. tener en cuenra la amplia casuís¡ica que hace que las transaccionesmercanti les desemboquen en los resultados más diversos, las eiaboraciones de l¿teoria económica acabaron desembocando rambién en el estudio de un rosario ranamplio de casos que incumplen las reglas de ese merc¿do, libre, rransprrenre )¡perfecto en el que concurren individuos iguales, que -al decir de prsser, en el rexroantes citado- recuerda a la larga lisra de p.cados que, debidamente clasificada,figura en los.antiguos manuales de confesores. cuandá, ei.identemenre, ni una lisra

.ni. la otra encierran la expl icación del comportamiento económico, o del comporra-miento humano.

Pudiendo el mercado arrojar rantbs soluciones, reales o simuladas, como marcos.institucionales y distribuciones del patrimonio y de la renta se le impongan, elins¡itucionaiismo aplicado a ¡emas ecológicos o ambien¡ales tra¡a de identificaiaque-llos ma¡cos. cuyas soluciones se adapren mejor ai enrorno físico y a l<¡s estándaresde calidad deseados. Y lo mismo que no hay omano invitibie, ,lgun, capaz de guiaral sistema hacia la esrabilidad ecológica, también se sa$e que no t. hrf prr. ,:.rr.-blecer auromáticamente la equidad, iuando las dotaciones iniciales de óeironrr. .n-ddades o países son desiguales en capitales y ¡ecursos. L¿ consecuencia lógica deeste modo de. razonar es que el mercado deja de ser considerado como le panaceaque.por sí sola garantiza el óptimo económico, para convert irse en un inst)untentoa utilizar sobre bases controladas para conseguir soluciones que se atiapren a deter-minadop objerivos, estándares o escena¡ios socialmenre acordados sobie el entornofisico, la equidad, etc. Lo cual empu,ja a abrir el universo hasta ahora aislado de loeconómico a la real idad física, a sus modelos predict ivos, a las opciones ¡ecnolósjcasy a los procesos de negociación social, rraslaáando el núcleo de' la discusión ecóno-mica desde el interior del mercado hacia informacioues e insriruciones exreriores almismo, para hrcer de esa discusión un punro de encue¡¡tro obl igadamente transdis-cipl inar. Esperemos que la segunda edición de esre l ibro conrribuya a el lo en algunamedida, ) 'a que enrre sus propósitos f iguraba el de sacar . l ,azonamiento econóñricode l¿ torre de n,arf i l de los economistas, a'udando a {emocratizar el pensarnientoen esre camPo.

VII I '

Por últ imo recordemos que rras los coñfl icros que en{renran a los rcono:nistas sobrela consideración del mercado, la equidad o el r iatamie¡rto del medio ambiente, sub-yacen posiciones ideológicas que los suelen hacer irreducribles a la discusión 1' elacuerdo razonados. De ahí que l:rs polémicas que originan los mencionados conflic-tos desemboquen con frecuencia en diálogos de sordos más propios de enfrenra-mientos rel igiosos que de intercambios científ icos. Si ' embarso, esro no es corr ienreapreciarlo, añadiéndose a la Torre de Babel entre especialisras, anres mencionada,otra incomunicación rodavía más grave entre el pens¡¡nienro científico y las otrasfo¡mas del conocimiento.

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XXXIV José Manuel Naredo

al proporcionar al hombre ifttercambios lúdicos y creativos. Ciertamente los morr-vos que nos inducen a incl inarnos hacia una u otra posición son irreductibles a ladiscui ión científ ica, pues dependen no tanto del conocimiento como de la sensibi-l idad de cada cual, que además suele embotarse en situaciones de penuria, sufr i-miento o desvarío. Por lo que difícilmente se podrá mejorar la relación hombre-na-turaleza sin mejorar la relación entre los seres humanos mismos, evitando las situa-ciones de frustración, de guerra y de pobreza que últimamente se han prodigadopor el munoo.

AGRADECIMIENTOS

Por contraposición a la soledad oue senú en el momento de redactar la nota dergradecimiántos de la primera edición de este libro, me congratulo ahora de sentirmemás acompañado. En efecto, en los últimos años he ido anudando lazos de amistad

] de intercambio intelectual con profesionales de diversos campos, con los que he'podido discutir y enriquecer las interpretaciones que se recogen en este prólogo v

en las notas a los caoítulos. Varios de estos contacros se han ido real imentando conmotivb de la preparación de trabajos apl icados, seminarios o cursos, en los que laref lexión económica servía de punto de encuentro transdiscipl inar, tal v como sepropuso en la primera edición de este l ibro. Así, he podido cambiar impresiones

'con Federico Aguilera sobre economía inst i tucional, con lvlanuel Santos sobre elpanordma académico y la historia de la economía, con Ramón Garrabou y ManuelGonzález d.e Molina sobre historia agraria, con Carlos Castrbdeza sobre filosofíade la ciencia, con Antonio Valero sobre termodinámica, con Fernando Parra sobreecología, con Verena Stolcke sobre antropología, conJosé López Gálvez sobre agro-nomía, con José María Gascó sobre edafología e hidrología, Lon Antonio Ort izsobre asuntos geológicos y mineros, con Salvador Rueda sobre las ciudades, conAntonio Estevan sobre cuestiones de transporte. ecologismo. modos de r, ida... r 'unlarguísimo etcétera que espero me disculpe de la imp"osibi l ia.d d. hacer r¡eneión

.explíci ta a tantas personas que me ayudaron a mantener viva la ref lexión que hizoposible este nuevo prólogo y las notas a, los capítulos que se incluyen al f inal dell ibro. En f in, que esa economía abierta y transdiscipl inar hacir 1a que apuntaba lrprimera edición de este l ibro, se va tej iendo junto con una nueva red de relaciones

.a la vez grati f icantes y enriquecedoras.

Madrid, diciembre de 1995