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Introducción: De español americano a patriota cubano: el itinerario . . . . . . . . .

político e ideológico de Félix Varela . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 00

La formación de un reformista ilustrado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 00

La cátedra de la libertad, las garantías nacionales y la regene- . .

ración de España . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 00

La experiencia dirimente del liberalismo y la representación . . . . . . . .

en Cortes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 00

El liberalismo prudente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 00

El espíritu independiente de El Habanero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 00

La felicidad de la patria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 00

¿Es Félix Varela un revolucionario? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 00

Primera parte: El criollo constitucional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 00

I. Discurso de apertura de la Cátedra de Constitución pronunciadopor el presbítero Félix Varela (1820) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 00

II. Patriotismo .................................................................................................................................................... 00

III. Proyecto de instrucción para el gobierno económico políticopresbítero Félix Varela (1820) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 00

IV. Dictamen de la Comisión de Ultramar de las Cortes españolas de 1823sobre el reconocimiento de la independencia de Las Américas . . . . . . . 00

V. Discurso sobre la independencia de las Américas ...................................... 00

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Segunda parte: Por una Cuba independiente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 00

VI. Consideraciones sobre el estado actual de la isla de Cuba ........ 00

VII. Patriotismo .............................................................................................................................................. 0 0

VIII. Sociedades secretas en la isla de Cuba ................................................................ 0 0

IX. Tranquilidad de la isla de Cuba .................................................................................... 0 0

X. Amor de los americanos a la independencia .................................................. 00

XI. Paralelo entre la revolución que puede formarse en la islade Cuba por sus mismos habitantes, y la que se formara por lainvasión de tropas extranjeras ........................................................................................ 00

XII. Diálogo que han tenido en esta ciudad un español partidariode la independencia de la isla de Cuba y un paisano suyoanti independiente ........................................................................................................................ 00

XIII. Carta del editor de este papel a un amigo ...................................................... 0 0

IVX. ¿Necesita la isla de Cuba unirse a alguno de los gobiernos delcontinente americano para emanciparse de España? ...................... 00

VX. ¿Hay unión en la isla de Cuba? .................................................................................... 0 0

VIX. Reflexiones sobre los motivos que suelen alegarse para nointentar un cambio político en la isla de Cuba .......................................... 00

VIIX. Carta al S. D. P. I. de A. .......................................................................................................... 0 0

VIIIX.Cartas a Joel R. Poinsett (1825) .................................................................................... 0 0

Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 00

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El empeño por conciliar mito e historia es tan antiguo en las culturasconocidas como la condición humana de referir la procedencia de lassociedades mediante relatos sobre el pasado. El esfuerzo ha sido a menu-do tan eficaz en términos de construcción simbólica como imposible deconciliar desde la perspectiva científica. La historia de los próceres nacio-nales americanos, específicamente de los fundadores de la nación des-pués de haber protagonizado la gesta heroica de la independencia, pro-moviéndola, liderando la lucha u organizando las bases jurídicas delnuevo Estado, ha servido a la perfección al propósito de establecer unagenealogía heroica destinada a proporcionar modelos patrióticos deentrega a unos ideales superiores y de sacrificio por el bien común. Desdeel primer momento los próceres formaron parte de la simbología nacio-nal y sus idealizadas versiones iconográficas, en lienzos y monumentos,fueron a unirse a la bandera, el himno y la representación cartográfica delterritorio como identificación emocional de la patria, ocuparon panteo-nes, dieron nombre a espacios públicos y se introdujeron para quedarseen los manuales escolares.

La coincidencia de la época en que tiene lugar el proceso de inde-pendencia con la difusión de los valores individuales, de la mística de larevolución purificadora que anuncia un tiempo nuevo y el espíritu delromanticismo en boga contribuyó a elevar estos seres humanos a la con-dición de auténticos héroes modernos. Bolívar, San Martín, O’Higgins,Sucre, Artigas, Belgrano, Guerrero…, creadores de naciones, junto conaquellos que no llegaron a ver el fruto de su sacrificio: Miranda, Hidalgo

De español americano a patriota cubano:El itinerario político e ideológico de Félix Varela (*)

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18 y Morelos, a los que al final del siglo fue unirse por derecho propio JoséMartí.

El mito del prócer actualiza en los tiempos históricos modernos elcarácter legendario, excepcional, de los tipos alegóricos que fueron fabu-lados en los tiempos heroicos, de los que pueden extraerse ejemploscanónicos de comportamiento y convertirlos en motivo de admiración.

La pretensión de llevar a cabo la historia de un mito es un imposibleaunque del análisis del proceso por el cuál se crea ese arquetipo podemosaprender sobre la sociedad que lo demanda, erige y adopta. También nosenseña aspectos menos evidentes de los grupos que llevan a cabo eseesfuerzo.

Así, el cubano Félix Valera fue primero respetado desde la distanciafísica y política por sus amigos habaneros que consideraban inadecuadala opción de la independencia y rechazaban su actitud abolicionista en eltema de la esclavitud. Después se le acercaron los reformistas y los ane-xionistas, buscando ganarlo sin éxito para su causa. Una vez desapareci-do, reclamaron su memoria y la consagraron los autonomistas, conside-rándolo el primero y más esclarecido de los cubanos, le rindieron variasbiografías y en 1891 iniciaron los trámites para repatriar sus restos. Nofueron a la zaga los republicanos, que en 1911 llevaron a cabo el anteriorpropósito y con solemnidad le dieron sepultura en el Aula Magna de laUniversidad1. José Martí le dedicó unas pocas palabras altamente enco-miables («aquel patriota entero», dijo de Varela, que «vio incompatibleel gobierno de España con el carácter y las necesidades criollas»), sufi-cientes para que unas décadas después se trazara una suerte de genealo-gía: «El pensamiento separatista cubano tiene una raíz: Varela; y unacopa, Martí. Pero de la raíz a la copa frondosa del árbol martiano está cir-culando la misma savia», afirma Bisbé en 1942, quien lamentaba que suobra fuera casi desconocida y no se hubiera reeditado2. En las décadas de1930 y 1940 comienza su «recuperación», se proclama su sentido revolu-cionario y pasa a ser materia de estudio. El batistato lo incorporó a sufachada de exaltación patriótica y esculpió su nombre destacado en elfrontón de la Biblioteca Nacional.

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El nacionalismo vehemente de Emilio Roig de Leuchsenring situó enVarela al primer cubano que mantuvo sin vacilación la necesidad impres-cindible de la independencia para que Cuba lograra la libertad, la pros-peridad y la justicia, lo que le convertía en «maestro de revolucionarios yprecursor de la revolución cubana»3. El dominicano Max HenríquezUreña consideró a Varela «el punto de partida de una lucha ideológica»4.La revolución socialista instauró en 1981 la «Orden Félix Varela» paradistinguir los aportes realizados a favor de los valores imperecederos dela cultura nacional y universal, aunque hasta los años noventa prestó unaatención relativa al personaje, comenzando entonces una intensa labor dereivindicación, de edición de sus obras y glosa de su lección ética y depatriotismo indeclinable, hasta situarlo inmediatamente detrás de JoséMartí en el panteón de padres de la patria.

La Iglesia Católica cubana, que en el pasado había mostrado escasointerés por Varela —el obispo de La Habana, por ejemplo, evitó asistir ala ceremonia de exhumación de sus restos después de que en 1911 fueranrepatriados—, comenzó a volcarse en él a partir de 1986, cuando elEncuentro Nacional Eclesial solicitó su beatificación, pero no sería hastauna década más tarde cuando se inició la causa. En 1984 se había consti-tuido en Nueva York The Félix Varela Foundation Inc. con el objetivo dedifundir sus enseñanzas morales y religiosas. La emigración comenzó areivindicarlo. Hasta el Servicio Postal de los Estados Unidos le dedicó en1997 un sello calificándolo de «reformador social». El Papa Juan Pablo IIle rindió tributo con motivo de su visita a La Habana en 1998. En 2001 ungrupo de disidentes internos —los más conocidos, de significación cris-tiana— denominó «Proyecto Varela» a su movimiento. A nadie se leoculta el interés de la Iglesia Católica, escasamente arraigada en el pasa-do en la realidad nacional, por hacer de esta figura un estandarte de iden-tificación cubana pensando en un futuro movimiento demócrata-cristia-no.

Varela es de todos y cada cuál lo interpreta un poco, o demasiado, asu modo. «Sacerdote sin tacha, eximio filósofo, egregio educador de lajuventud, progenitor y defensor de la libertad cubana», reza en latín elepitafio escrito en la lápida que cubre sus restos. Partidario de la inde-

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pendencia y de la «insularidad política», como había escrito en 1824 alabogar por una conquista de la libertad nacional sin renuncia a la digni-dad y dependiendo de sí misma, desde una perspectiva nacional Varelaanunciaría a Céspedes y a Martí, pero también su legado germinaría en larevolución de 1959 en su afán patriótico irreductible, el rechazo a la inje-rencia externa y la fundamentación de la praxis política en el principio dela justicia sin la cual no era posible la libertad ni la convivencia en paz.«Piedra fundacional de la nacionalidad cubana» y padre de su cultura,dijo el Papa Woytila de él al visitar Cuba. Casi tantas lecturas como lec-tores con agenda propia…

En casos como el de Varela, ¿hasta dónde es factible discernir el per-sonaje histórico del mito? A favor de la confusión están las propias cir-cunstancias en las que se desenvuelve, incontaminado por el ejercicio delpoder y tan siquiera comprometido en conspiraciones y luchas. PorqueVarela pertenece a una segunda categoría de prócer distinta de la del«libertador», por más que participa de muchos de sus atributos: la delprecursor de la nación y su independencia, el ser clarividente que se ade-lanta a su sociedad y a las condiciones de la emancipación y anticipa elcuadro de un futuro inevitable, contribuyendo a hacer visible un destinoque de manera ineluctable, tarde o temprano, será compartido por suscompatriotas. A ella, lo hemos adelantado, pertenece el cubano FélixVarela.

Varela, iniciador, maestro, forjador de la conciencia cubana, funda-dor, precursor —por supuesto—, agota los calificativos destinados a des-tacar una labor iniciática. Al igual que sus contemporáneos del conti-nente, ensalzados preferentemente por sus hechos de armas y suejecutoria política, Varela ilumina una época desde las ideas, pensando lanación en términos definidos, diferenciados respecto a España y a otrasnaciones, viables y necesarios, y al igual que muchos de sus pares, cono-ció dificultades por ello. Pero a diferencia de los libertadores —o deotros antillanos ilustres, «peregrinos» de la causa nacional, los puertorri-queños Eugenio María de Hostos y Ramón Emeterio Betances— jamásparticipó en actos insurreccionales contra la metrópoli ni se implicó enorganizaciones civiles o armadas comprometidas en la lucha. De hecho,al excluir de sus postulados la insurrección armada y la organización para

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la revolución, la acción que media entre el ideal y su realización consti-tuirá en su pensamiento una contradicción nunca resuelta que acabaparalizándole y le llevará a abandonar la empresa de la independencia.

Una segunda circunstancia singulariza al personaje e invita a buscarnuevas explicaciones a su celebridad. Y es que, a diferencia de los res-tantes precursores, su labor intelectual sobre la nación y la sociedadcubanas se circunscribió en términos políticos a un reducido número deaños: su vida política en sentido estricto se extiende de 1821 a 1827 y ensus últimos quince años de existencia, a partir de 1838, no se le conocennuevos escritos sobre su país natal, por el que sin embargo mantuvointactos sus sentimientos y aspiraciones.

Clérigo, filósofo, pedagogo, moralista, parlamentario en las Cortesespañolas, hubiera quedado como un ilustre antecesor del reformismo yel autonomismo de no haberse convertido en el editor y redactor únicode un periódico que, impreso en Filadelfia y Nueva York, llevó el títulode El Habanero. En él, durante casi tres años, explicó por qué Cubadebía ser una nación independiente y analizó las alternativas que se ofre-cían a propósito de la liberación de la isla y sobre la actitud de quienes,pudiendo promoverla desde el interior, renunciaban a ello para salva-guardar sus intereses particulares.

En la trayectoria de Félix Varela hay cuatro etapas. En la primera senos muestra como un epígono de la Ilustración, continuador de tradicio-nes y reformador de los hábitos educativos. En la segunda, después de1820, va revelando una dimensión política que le lleva del reformismoconstitucional al independentismo, del que se convence definitivamentedespués de la travesía que le conduce en 1823 al exilio en los Estados Uni-dos, donde vive un corto e intenso periodo de activismo ideológico y pro-pagandístico, la tercera y más comprometida en términos políticos. Apartir de 1827, por último, se entrega en Nueva York durante más de dosdécadas al ejercicio del sacerdocio y la moralización entre inmigrantesirlandeses, para retirarse sus últimos años a Florida, en donde fallece en1853.

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EL CRIOLLO CONSTITUCIONAL

Documentos

IDiscurso de apertura de la Cátedra de Constitución pro-nunciado por el presbítero Félix Varela (1820)

IIPatriotismo

IIIProyecto de instrucción para el gobierno económico políti-co de las Provincias de Ultramar (1823)

IVDictamen de la Comisión de Ultramar de las Cortes españo-las de 1823 sobre el reconocimiento de la independencia deLas Américas

VDiscurso sobre la independencia de las Américas

POR UNA CUBA INDEPENDIENTE

Documentos

VIConsideraciones sobre el estado actual de la isla de Cuba

* Se ha modernizado la ortografía y puntación original. La trascripción realizada apartir de las ediciones y documentos originales y cotejada con la última y más completaedición conocida de Félix Varela: Eduardo TORRES-CUEVAS; Jorge IBARRA; MercedesGARCÍA RODRÍGUEZ. «Félix Varela y Morales. Obras». En: Eduardo Torres-Cuevas; LuisMiguel García Mora (eds.). Orígenes del pensamiento Cubano I. Madrid: FundaciónMapfre Tavera, Casa de Altos Estudios Don Fernando Ortiz, 2002, 3 v. (Edición en CD).

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VIIConsideraciones en la isla de Cuba

VIIISociedades secretas en la isla de Cuba

IXTranquilidad de la isla de Cuba

XAmor de los americanos a la independencia

XIParalelo entre la revolución que puede formarse en la isla deCuba por sus mismos habitantes, y la que se formara por lainvasión de tropas extranjeras

XIIDiálogo que han tenido en esta ciudad un español partida-rio de la independencia de la isla de Cuba y un paisano suyoanti independiente

XIIICarta del editor de este papel a un amigo

XIV¿Necesita la isla de Cuba unirse a alguno de los gobiernosdel continente americano para emanciparse de España?

XV¿Hay unión en la isla de Cuba?

XVIReflexiones sobre los motivos que suelen alegarse para nointentar un cambio político en la isla de Cuba

XVIICarta al S. D. P. I. de A.

XVIIICartas a Joel R. Poinsett

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Si al empezar mis lecciones en esta nueva cátedra de Constituciónpretendiera manifestar la dignidad del objeto, exigiendo vuestrosesfuerzos y empeños en su estudio, haría sin duda un agravio a lasluces, y una injuria al patriotismo; pues, hablando a españoles en elsiglo XIX, debe suponerse que no sólo aman su patria, su libertad ysus derechos, sino que por un instinto, fruto de los tiempos, saben dis-tinguir estos bienes, y que un código político que los representa contanta armonía y fijeza merecerá siempre su consideración y aprecio.

Fácil me sería prodigar justos elogios a este nuevo establecimien-to debido al patriotismo de una corporación ilustrada, y al celo de unprelado, a quien distinguen más que los honores, las virtudes: y yo lla-maría a esta cátedra, la cátedra de la libertad, de los derechos delhombre, de las garantías nacionales, de la regeneración de la ilustreEspaña, la fuente de las virtudes cívicas, la base del gran edificio denuestra felicidad, la que por primera vez ha conciliado entre nosotroslas leyes con la filosofía, que es decir, las ha hecho leyes; la que con-tiene al fanático y déspota, estableciendo y conservando la religiónsanta y el sabio gobierno; la que se opone a los atentados de las nacio-nes extranjeras, presentando al pueblo español no como una tribu desalvajes con visos de civilización, sino como es en sí, generoso, mag-nánimo, justo e ilustrado.

IDiscurso de apertura de la cátedra de Cons-titución pronunciado por el presbítero FélixVarela (*)

(*) El Observador Habanero (La Habana). I/11 (1820), p. 1-6.

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Mas éstos y otros muchos elogios me alejarían demasiado de miobjeto que es dar una corta idea del plan que me propongo seguir enla explicación de nuestras leyes fundamentales, para manifestar elarmonioso sistema político que contiene una constitución, que, paravalerme de las expresiones del heroico y sensato Agar, si no es la obramás perfecta del entendimiento humano, al menos es la mejor queconocemos en su clase, y el fruto más sazonado que podía prometersela España, en las angustiadas circunstancias del año de 1812. Elmundo entero vio con asombro salir casi de entre las filas un códigoen que se proclamaba y establecía casi de un modo permanente lalibertad del más noble pero más desgraciado de los pueblos. Sus opre-sores temblaron ante este nuevo esfuerzo de la antigua madre de loshéroes. Viéronla, viéronla, sí, conmoverse a la tremenda voz de liber-tad lanzada por el patriotismo, y temieron pisar su suelo que de cadapunto brotaba miles de Alfonsos y Pelayos, que la hacían no menosinsigne y admirable en la política, que gloriosa y formidable en lasbatallas. El teatro de la guerra fue el centro de las luces; y la virtudpensó tranquila, discurrió sensata, mientras la perfidia cometía tur-bada, proyectaba vacilante. La patria dictaba leyes justas, mientras eldéspota maquinaba inicuas opresiones.

La patria hacía felices, mientras el tirano inmolaba víctimas. Losinmortales de nuestra sabia Constitución clasificaron con tanto acier-to las materias, que ahorran todo trabajo en su enseñanza; y juiciosa-mente se ha establecido en el reglamento de esta cátedra que se expli-quen los artículos por su orden, pues ellos mismos van conduciendopor pasos analíticos exactísimos al conocimiento de todo el sistemapolítico que forma la base de toda la monarquía española, sistema queconsiste en un conjunto de normas sencillas, bien enlazadas, y dedu-cidas, no de vanas teorías y delirios políticos, sino de la experiencia yobservación exacta sobre la naturaleza y relaciones de España, sobresus leyes, religión y costumbres, sobre el estado actual de las poten-cias de Europa, y últimamente sobre el progreso de los conocimientos

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humanos y el distinto aspecto que el tiempo ha dado a la política comoa todas las cosas.

Sin embargo, un código jamás puede ser una obra elemental, pueslos legisladores establecen reglas sin exponer razones y sin explicarlas doctrinas en que estriba, y que deben ser como los preliminares elestudio de las mismas leyes. Para explicar, pues, con alguna propie-dad la Constitución política de la monarquía española, creo que deboempezar fijando algunas ideas, y el sentido de algunos términos, quesuelen tener diversa acepción aun entre los sabios, y de otros que vul-garmente se confunden, produciendo el mayor trastorno en el plan delos conocimientos.

Expondremos con exactitud lo que se entiende por Constituciónpolítica, y su diferencia del Código Civil y de la política general, susfundamentos, lo que propiamente le pertenece, y lo que es extraño asu naturaleza, el origen y constitutivo de la soberanía, sus diversasformas en el pacto social, la división y el equilibrio de los poderes, lanaturaleza del gobierno representativo, y los diversos sistemas deelecciones, la iniciativa y sanción de las leyes, la diferencia entre elveto absoluto y temporal, y los efectos de ambos, la verdadera natura-leza de la libertad nacional e individual, y cuales son los límites decada una de ellas, la distinción entre derechos y garantías, así comoentre derechos políticos y civiles, la armonía entre la fuerza física pro-tectora de la ley, y la fuerza moral.

Con estos preliminares, fácilmente se podrán entender y aplicar losartículos de nuestra Constitución política, que no son más que unextracto de las mejores ideas adquiridas sobre dichas materias, queexpondré verbalmente, según lo exijan los artículos que deben expli-carse, y dentro de poco tiempo espero presentar a Uds. una obrapequeña en que procuraré tratarlas con toda la brevedad y claridadque me sea posible. Respondo de mis esfuerzos, no de mi acierto. Perosea cual fuere el resultado, yo tendré una gran complacencia en darun ligero testimonio de mi deseo de contribuir a facilitar el estudio delas leyes fundamentales de la nación española a una juventud que

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acaso un día será su más firme apoyo. Anticipo una promesa que pare-cerá intempestiva, y que algunos graduarán de imprudente; mas lapráctica en la enseñanza me ha hecho conocer lo que desalienta, atodo el que empieza, la carencia de algún texto para dirigirse en elestudio privado, y verse en la necesidad de conservar en la memorialo que se explica en las lecciones públicas, mayormente cuando éstasno son diarias. He querido, pues, prevenir un inconveniente que haríavano todo mi empeño, manifestando que en lo sucesivo no será lamemoria, que es la más débil de las operaciones del alma, sino lossentidos con repetidas impresiones, el órgano de nuestra inteligencia.

He manifestado mi método que espero produzca los mejores efec-tos, pues tiene por base la razón, y por auxilio el entusiasmo patrióti-co de una juventud cuyas luces me son tan conocidas. La clase secompone de 193 individuos, y de ellos sólo 41 han sido mis discípulosen filosofía.

Concluyo, pues, esta lección preliminar, congratulándome con laslisonjeras esperanzas de los abundantes frutos que conseguirá lanación del establecimiento de esta nueva cátedra, que será la gloriade la sabia e ilustrada Sociedad Patriótica que la ha dotado, el elogiode su digno fundador, el Excmo. e Ilmo. Obispo diocesano don JuanJosé Díaz de Espada y Landa, no menos conocido por su acendradopatriotismo, ilustración y virtudes, que por su alta dignidad, y el orna-mento del Seminario de San Carlos de la Habana.

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Notas

1 Creo poder decirlo así, sin embargo de que hice la proclama de la Repúbli-ca de Naturales de esta ciudad, que se dirigió sólo a los indios de la jurisdicción,no obstante de que S. E. ofreció que se imprimiría; aunque no ha llegado a aquí,acaso porque el rebelde Villagrán interceptaría la valija en que debió conducirse.

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