Never, el caballero de la luna

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Libro Ilustrado

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PRÓLOGO

La profecía místico céfiro arrullaba los alargados y nítidos pastos verdes de las inmensas praderas. Desde los sabios ojos de un viejo halcón, la llanura comenzó a ahogarse de magnos arboles de vastos troncos e impenetrables ramas entrelazadas. El crepúsculo llegaba a su fin agotando sus vivos y melancólicos colores que junto al soberano del cielo trataban de penetrar en lo más profundo del bosque.

El ave descendió permitiendo que la brisa enfriase sus plateadas plumas y lo levantase suavemente rozando las hojas verdes. Al adentrarse en el bosque los rayos iluminaron la penumbra advirtiendo de su intrusión. Aquellos arcaicos arboles poseían fuertes raíces y la altura digna de un titán. Eran los guardianes de los bosques prohibidos, los hermanos de las flores, padres de los seres vivos e hijos de la Tierra Inmortal.

Virando entre las ramas entrelazadas, planeó hasta poder alcanzar a ver una pequeña cabaña de madera construida sobre la tierra baldía de un cenagal. Erguida con férreos tablones de sauco y sauce, sobre un pórtico sostenido entre escalones agrietados. En este pequeño pórtico levantado, dos figuras de capas negras aterciopeladas, hablaban entre susurros.

La más alta de ellas dejaba entre ver unos enroscados cuernos sobre su cabeza. Parecía robusto, los rasgos de su cara estaban muy marcados. Las cuencas de los ojos parecían sobresalir hacia el exterior con cierta sutileza, la nariz había desaparecido, en su lugar, unos pequeños agujeros se habían abierto para respirar. Sobre su cadera tenia fijado un grueso cinto de piel marrón del que pendía una imponente hacha alargada.

La otra figura había tapado su rostro nacarado con la parte superior de la capa negra. Desde la penumbra de la tela aterciopelada que guardaba y protegía su piel, se vislumbraba una hermosa pero sutil sonrisa.

Desde el interior de la casita sonó un aterrador grito que obligó al hombre alto a retroceder nervioso. “A la tenue luz de la luna nacerá en oscura época el demonio, que consigo trae al alba muerte de roja sangre. Leitard observa con ojos de bestia sobre su paramo abismal, como las sombras acechan desde lo más profundo de su pedestal.

Ni fuego, Ni agua, ni tierra, sino sangre correrá y aquel que fue ya nombrado por sus labios habrá de pagar, pues un dios, dios es y no puede acabar.

Busca la luna llena sobre el cielo zarco muerto y solo entonces regresarás”

Sospecho que la luna que tanto vela por mí…se extingue – Susurró con una voz cálida y dulce destapando su bello rostro angelical.

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Aunque la luna se parta en dos y caiga desde el mismísimo reino celeste, yo velaré por ti – Habló el hombre de los cuernos enroscados mirándole a los níveos y azules ojos.

Con su suave sonrisa falsa calmó el malestar de aquella criatura. Una brisa le agitó levemente el cabello escarlata que caía por sus hombros desde sus laterales, y resbalaba hasta sus tobillos con la gracia y el brillo de los inmortales perfectos. No hay lugar en este mundo donde sienta libertad…Skull, siento que pronto volaré lejos sobre el cielo azul.

Never, no importa el devenir en el tiempo, jamás te abandonaré – Insistió el hombre corpulento acercándose con lentitud hacia el joven perfecto – Tempestad, furia o maldad, nada importa, déjame proseguir a tu lado, déjame seguir contemplándote.

Never sonrió de nuevo colocando su alargada mano sobre el hombro de la calavera – Hay caminos en los que no puedes seguirme.

Skull se entristeció sumergiendo la mirada en sus profundos ojos azules – ¿Por qué hoy?… ¿por qué no puedes quedarte? ¿Por qué no puedes esperar?

Porque las cosas suceden cuando deben suceder y no hay alma, hombre o poder capaz de eludir el caprichoso hado – Le respondió – He visto la muerte entre estos viejos arboles…pero también he visto la vida, una vida que cumplirá con los sueños de esta tierra y que algún día regresará a mí para devolverme aquello que se me arrebató.

No pienso quedarme quieto mientras te matas por cumplir un sueño…no permitiré que mi Señor caiga en la oscuridad… - Dijo frunciendo el cejo completamente en desacuerdo.

Ya he caído Skull – Dictaminó sereno – y he manchado esta tierra con ello, seré ajusticiado como solo el destino sabe hacerlo y solo entonces podré ver la verdad.

Maestro – Les interrumpió un muchacho que transportaba agua sucia en un cubilete claro de madera – Vuestra esposa os llama.

Te lo suplico…hazlo por Hierad, no la dejes ahora – Habló la calavera con su voz grave.

Never sonrió de nuevo y deslizó su mano por entre la capa aterciopelada para abrir la puerta de la casita de madera.

Las velas iluminaban tenuemente los rincones, las vigas sostenían entre chirridos los listones de madera que mantenían el techo firme. La energía se concentraba, densa y cálida. La imagen desde su espalda era el del inmenso bosque de viejos arboles, y en el frente, una joven tumbada sobre una gran mesa en el centro de la cálida y pequeña caseta gritaba desesperada.

Su suplicio solo era superado por el radiante deseo de sostener entre sus brazos a una pequeñísima criatura que parecía agitarse en el interior de su vientre. La mujer abría la boca para tragar bocanadas de aire y expulsar el sufrimiento. Su cuerpo de porcelana convertía el parto en un posible viaje al otro mundo y deseaba con todas sus fuerzas estar en la compañía de su joven amado.

Una bruja de cabellos anaranjados con una venda sobre los ojos y la nariz picuda, agarraba las delgadas piernas de la muchacha e intentaba calmarla con sus hechizantes palabras.

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Never miró con sus grandes ojos azules el cuerpo de su esposa. Tumbada sobre la mesa con los cabellos de color oro derramándose desde la mesa hasta el mismo suelo. Algo inquieta sintió su presencia y sonrió dolorida.

La sobreveste blanca estaba manchada con sangre, sus puños cerrados y sus ojos llenos de lágrimas. Su aura casi se había desvanecido, la energía de su cuerpo la abandonaba y el flujo de magia que habitaba a su alrededor comenzaba a quebrarse lentamente. El joven se aproximó hasta ella y sin dejar de mirarla se inclinó para besarle la frente. Hierad notó la presencia de su amado, su alrededor se enfrió y el flujo de magia se fortificó girando raudo junto a ella. El tormento desapareció y el aire se volvió ligero y fresco, el dolor se había perdido en el aire denso, el sonido, las personas y todo cuanto la rodeaba había oscurecido, todo menos su joven y adorado esposo – No me apartaré de ti, pequeño colirrojo tizón.

Un elfo de semblante terso y serio, con cabellos blancos atados con un fino lazo verde azulado, escurría parsimonioso los trapos llenos de sangre en un recipiente de madera. La expresión de su rostro era neutra, se concentraba en retorcer la vieja tela para que de ella resbalasen las gotas de sangre.

Hay un mal augurio en el cielo – Dijo con una voz seria y equilibrada mientras dirigía su mirada hacia Never.

Los Sombrenôum tardaron menos en conquistar la isla oscura – Le sobresaltó la bruja apartando su picudo y doblado sombrero naranja de su cabeza –…Esta ardiendo…

Debiste darle la hoja de Ladefhaes y no la hierba de Otunhas – Comentó el elfo arremangándose la larga túnica para llevar hasta la muchacha el agua fría con la tela limpia.

Never sonrió a su esposa acariciándole el cabello – Pregunté a la luna qué ocurre y porqué, y ella no me supo responder… - En los ojos del joven comenzaron a surgir pequeñas motas rojas que cubrieron como un manto de sangre cada centímetro de su ojos, dejando únicamente un abismo ovalado tan negro como el mismo infierno.

Posó la mano sobre la frente húmeda de Hierad y pronto pudo atravesar la densa capa de piel y carne para ver al pequeño en su seno. Se concentró sin esfuerzo y escuchó la fuerte respiración de Hierad, su corazón latir como los golpes de un martillo en el metal y la misma tensión de cada uno de sus músculos. Penetró en su mente y sobrepasando todo obstáculo y barrera abrió un vínculo para sellar el dolor y compartir su sentir y pensar.

“¿Me muero?” – Sonó atreves del vinculo la mujer- “No mientras yo viva” – Contestó Never.

Reuniendo el flujo de su alrededor consiguió agruparlo e introducirlo de manera extraordinaria en el cuerpo de Hierad, otorgándole una vez más, la prolongación de su existencia en aquel mundo.

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¡Maestro! – Volvió a llamarlo el mozo despeinado desde la puerta – Hay un hombre que os requiere – Comentó algo nervioso – Se encuentra armado y lleva un águila blanca en su hombro.

Sombras… - Susurró Never fragmentando lentamente el vínculo mental con Hierad.

La bruja resopló harta, y completamente enfurecida tiró al suelo de una patada uno de los cubos de agua sucia. El elfo se apresuró a levantarlo y a colocar su mano sobre el hombro de la mujer – Tu debes ayudar a Hierad - La bruja se levantó indignada - ¡No es justo!

Hierad gritó percibiendo cerca al pequeño, Never se le allegó raudo y le agarró la mano que con todas sus fuerzas, la joven la oprimió.

Santré – Le llamó la calavera que hasta ahora había permanecido al margen – Si no te quedas, perderemos al pequeño y a Hierad.

La bruja se resignó afirmando con la cabeza, se desabrochó la capa que llevaba encima y la dejó caer al mismo suelo - ¡Muy bien no necesito a nadie más aquí dentro, marchaos!

El elfo sonrió levemente pero pronto cambio a su natural aspecto neutro. La bruja siempre había sido muy testaruda y aunque pareciera una mujer frágil, estaba hecha para la guerra. Se separó de la bruja Santré y caminó, alcanzando su vara blanca, hacia el exterior.

Hace meses que no hay señales de esos malnacidos, no pueden ser muchos – Aclaró la calavera mirando a los refrescantes y silenciosos ojos de Never que ya habían tornado a su original azul nevado.

Lo ha encontrado… - Volvió a susurrar el joven - …A la tenue luz de la luna nacerá en oscura época el demonio que consigo trae al alba muerte de roja sangre. Leitard observa con ojos de bestia sobre su paramo abismal, como las sombras acechan desde lo más profundo de su pedestal… Ni fuego, Ni agua, ni tierra, sino sangre correrá y aquel que fue ya nombrado por sus labios habrá de pagar, pues un dios, dios es, y no puede acabar. Busca la luna llena sobre el cielo zarco muerto y solo entonces regresarás…

Never… - Gimió dolorida Hierad impidiendo que marchara.

El joven se giró para sonreírle con su falsa sonrisa, se agazapó en sus rodillas y la miró cariñoso – Mi corazón…regresaré – Never se incorporó, acarició el vientre de la muchacha y se despidió con un suave beso en los labios para partió fuera de la pequeña casita de madera de sauco y sauce.

Las estrellas brillan mucho esta noche Skull – Dijo mirando al cielo una vez hubo cerrado la puerta.

Brillan por que no quieren veros marchar – Interrumpió el elfo apostado con su vara blanca y su pequeño búho en la primera columna de pórtico.

Never abrió parte de la capa negra y aterciopelada dejando al descubierto un hermoso atuendo de caballero en el que destacaba su imponente espada protegida por un cinto doble, y atada a dos elegantes pañuelos de seda carmesí.

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Se alejó sonriente hacia un pequeño árbol desnudo que mantenía sus ramas completamente entrelazadas. La noche era fría y aunque era cierto que las estrellas brillaban más fuertes aquel día, la amenaza de un posible regreso debía de consumir toda su atención.

Skull se quedó agazapado con la tristeza solitaria que lo había invadido momentos antes. Mucho tiempo habían eludido a los Sombrenôum y tras todo aquel tiempo casi llegó a rozar la idea de una vida feliz junto a Never, Hierad, Santré y Yang.

Never hablaba con un hombre alto y tapado. Skull sabía quien era y aunque jamás había podido confiar en él, sabía que trataría, al igual que ellos, de disuadir a Never. El elfo lo sobresaltó por la espalda dándole un pequeño toque con el codo – Aquello que Never escoja, ha de ser respetado – Susurró el hombre joven de cabello blanco.

No puedo…no soy capaz de ver como destroza lo único que queda de su alma – Comentó la calavera mirando a los ojos del elfo – Podría huir, podríamos ir lejos y cuidar de los pequeños…

Skull, es su familia, es su decisión – Indico Yang severo.

Ambos observaron que el hombre encapuchado con el que Never hablaba ya había desaparecido en la inmensa oscuridad de la noche. El joven caballero, montado en un potente caballo negro carbón, se alejó despacio hacia un camino del pequeño bosque muerto de la ciénaga.

Los dos esperaron a hasta que no pudieron ver más que las hierbas altas y las zarzas. Yang suspiró, estaba seguro de que Never sabía lo que hacía y de que nunca dejaría a Hierad sola con aquellos dos niños.

Skull levantó el cuello y se quedó en silencio unos segundos. Olfateó llamando la atención de Yang, que rápido desenfundó la espada que llevaba guardada en su vara blanca - ¿Qué ocurre?

Skael… - Susurró Skull de manera agresiva.

La calavera apartó al elfo con una sola mano, se desató la túnica negra y desenfundó su enorme hacha del cinto de la cadera. ¿Skull?

El grandullón bajó las escaleras de la casa y se aproximó hacia el camino del bosque, pisando igual que un cazador la hierba húmeda de la madrugada. El olor del azufre y del fuego habían creado en él un fuerte deseo de lucha, apagado por la preocupación repentina al encontrar la procedencia del olor. Skull levantó el hacha con ambas manos y gritó aguerridamente - ¡¡¡Hermano!!! – Se precipitó hacia unos arbustos y clavó el filo cortante del hacha sobre una espalda robusta escondida entre las hojas.

El atacado agarró el hacha de su espalda y la agitó empujando a Skull – Llegas tarde hermano, yo cumpliré lo que debiste hacer hace muchos años – la criatura, similar a Skull pero con un tono de piel roja, agarró a su hermano y lo levantó para lanzarlo lejos, hacia un gran tronco partido.

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Skull se levantó de inmediato y corrió embistiendo a su hermano Skael. Los dos habían crecido en el mismo clan pero siempre habían tenido muchas diferencias, incluida la forma de luchar. Los hermanos giraron golpeándose entre ellos. Skull esquivó varios codazos para acarrear un prominente cabezazo. Skael gruñó zarandeando su cabeza para devolverle el cabezazo y dejarlo desequilibrado – Nunca podrás vencerme Skull…

La calavera vio aproximarse al elfo por detrás y agarró desde los pies a su hermano. Yang saltó del suelo y clavó su espada sobre el hombro de Skael. La sangre negra se evaporó en forma de humo de azufre. El demonio se giró dejando la espada en su hombro y agarró al elfo por el cuello. Skull se le lanzó encima tratando de agitar la espada del hombro para obligarlo a soltar a Yang.

Skael rugió haciendo temblar la tierra, despidió una potente honda y ambos volaron golpeándose cayendo sobre el suelo. Skael se rió precipitadamente y lanzando una bola de energía, arrancó varios árboles que cayeron sobre ambos.

Siempre habéis sido demasiado débiles – Se rió solo en la oscuridad mientras observaba a su hermano y al elfo tendidos bajos los enormes troncos del bosque.

Jamás aprenderás de tus errores – Habló Never, que montado en aquel precioso caballo negro, lo observaba desde la distancia. Never…

¿Skael, que retorcido plan te ha hecho regresar hasta mí? – Preguntó Never bajando del caballo.

Skael retrocedió algo indeciso – Tu fin Never, solo tu fin – Contestó investigando la manera de escabullirse.

Never desapareció del frente. Skael giró en si varias veces, observando raudo cada esquina oscura del cenagal. Vio algunas hojas caer desde los árboles secos y escuchó el bramido de un ciervo cercano. Retrocedió torpe y dobló su tobillo hasta caer de rodillas. Never apareció entonces tras él con la espada sobre su cuello – Para llegar al otro mundo hacen falta sacrificios, Skael, ¿Verdad?

El demonio titubeó tembloroso en la presencia de Never, observó que las piedras, las hojas y las bellotas de su alrededor levitaron. Era tal la fuerza de su aura que incluso las ramas de los arboles deseaban acercarse hacia ellos y las gotas der rocío desaparecían evaporándose tras subir en el aire algunos centímetros.

Ya deje que tu alma miserable se apoderara de mi piedad…pero no volverá a ocurrir – Dijo Never tiñendo de nuevo, sus ojos de rojo sangre.

Si el sacrificio que deseas es la vida de tu esposa e hijo, es eso mismo lo que te espera – Sonrió Skael tratando de disimular su terror.

Never frunció el entrecejo y vio salir humo y colores de la caseta de la ciénaga. Los objetos que se habían elevado en el aire cayeron de inmediato y sus ojos tornaron nuevamente al azul claro y nevado.

La vida tal y como la conoces está a punto de finalizar – Rio Skael.

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Never escuchó los gritos de la bruja y de su esposa, vio sombras entre los colores iluminados que salían por las ventanas y orificios de la casa. Cristales, portazos y un golpe seco hasta que finalmente todo se quedó en silencio. ¡Enfréntate a tu extinción caballero!

Never desapareció dejando a Skael reír en la noche. Entró raudo por la puerta de la caseta y antes de poner un pie sobre la madera del suelo sintió un escalofrió helado que recorrió todo su cuerpo.

Esta noche, Never daré por concluida nuestra lucha – Habló un hombre alto con el cabello blanco y las orejas muy largas. Sostenía en sus brazos a un pequeño recién nacido que Santré había tenido tiempo de envolverlo entre lana – Es precioso – Dijo dirigiendo la mirada hacia el pequeño que lloraba – Y tiene los mismo ojos de su madre.

¡Yurane! – Exclamó Never tirando la espada al suelo - ¡Soltad a mi hijo u os juro que no descansaré hasta veros a vos y vuestra familia en el infierno!

Yurane sonrió. Tenía la cara estirada y los ojos de un color lila claro, cercados por un negro potente que rodeaba el ojo entero. – Si os movéis aunque solo sea un paso, mataré a vuestro vástago y a la mujer – Señaló dejando al pequeño en su brazo derecho para levantar violentamente a Hierad desde el gaznate - ¡Mátalo Never! – Gritó Hierad agarrando el brazo de su captor para tratar de escapar. ¿Qué deseáis?

Lo que siempre he deseado Never… – Explicó soltando a Hierad contra la pata de la mesa para avanzar hacia Never – Ojala hubieras aceptado mi propuesta aquel día…de ser así hoy no os encontrarías en esta ridícula situación – Comentó acariciando el pecho del pequeño bebe – Sois único Never… ¡sois magnifico! Pero si jamás podré ser vuestro rey, jamás nadie lo será.

Haced lo que deseéis conmigo, pero dejad a mi hijo y a mi esposa con vida y en paz.

Todo lo que me habéis negado, puede dármelo vuestro hijo… si lo crio como mío jamás me negará sus poderes – Indico observando al pequeño lloroso en sus brazos. ¡Yurane! ¡Dejad a mi hijo y tomad mi vida!

El señor de la oscuridad suspiró meditando en silencio. Asintió con la cabeza y se aproximó hasta el joven para cedérselo – Despedíos.

Never agarró al pequeño entre sus brazos y el niño dejó de llorar – Eres tan hermoso como tu madre…y serás tan fuerte como tu padre – Susurró mirando al pequeño entrelazar los dedos entre sus cabellos rojos – 1Haist-neolas…Mi amor.

Yurane le arrancó al pequeño de los brazos y lo colocó en el suelo junto a su madre inconsciente – ¡Dame tu palabra Caballero!

Never asintió serio – 2Nié naghei e los hairem ue hasbraed… - Aseguró - juró dar mi vida por la de todos ellos…pero también juró regresar.

                                                            1 Sobrevive 2 No mentiras a tus enemigos (Cita de una de las directrices del Tas-Cun) 

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Yurane gritó abalanzándose hacia él para golpearlo en la cara. Never cayó al suelo sin haber sentido más que una suave caricia en su rostro – Puede que los viejos, los sabios y los monjes temas tus palabras, pero yo se que un mortal es solo…un mortal – El rey Yurane se arrodilló hacia Never. Sacó de una pequeña funda que llevaba en el cinto, un brillante frasco de cristal – Yo he pactado con dioses y demonios y heredaré toda Tierra Inmortal. Ahora que tu ya no eres amenaza alguna levantaré mi reino y tu hijo será mi arma – Rió rompiendo el frasco en la misma boca de Never, obligándolo con ambas manos a tragarse el liquido. Never sintió miles de punzadas en su interior y tan pronto como el veneno desapareció de su boca, su aura comenzó a disminuir obsequiando tranquilidad a aquel rey ruin – ¡Si, he cumplido mi promesa Dratiel! – Gritó Yurane mirando hacia el techo de la caseta – Y ahora…me quedaré con el premio.

Skull irrumpió atravesando la puerta de la caseta con su hacha. Tenía heridas graves en el cuerpo y había tenido que luchar contra su hermano nuevamente - ¡¡Maldito indeseado jamás conseguirás lo que buscas!! – Lleno de ira al ver a Never sobre el suelo yaciente, se abalanzó sobre Yurane y lo golpeó tan fuerte que incluso rompió su brillante armadura de plata, dejándole sobre el pecho una grave herida abierta. Aprovechando que el sombra estaba en el suelo desequilibrado y dolorido, cogió al pequeño en brazos y alzó a Hierad en su robusta espalda. La mujer estaba muy débil pero aquel beso que Never le había otorgado, prolongaría su vida unos años – Hierad, yo te protegeré – Le indicó a la muchacha que lo miraba concentrada en respirar.

Yurane se levantó del suelo golpeando con su bota algunos resquicios de sillas – No llegarás muy lejos calavera, no sin él – Dijo señalando a Never cerca de sus pies.

El muchacho luchó en sus últimos alientos y levantó el aura rompiendo todos y cada uno de los cristales de la casa. Agarró a Yurane por el pie y lo tiró al suelo – No dejes que la oscuridad que ha crecido en mi…crezca en él, Skull– Habló levantando la mano para efectuar un hechizo que los haría desaparecer lejos de aquel maldito lugar. Ni la bruja, ni el elfo, ni la calavera, ni su esposa, ni su hijo pudieron despedirse de él. Yurane maldijo desapareciendo entre cenizas, llevándose consigo la magnífica espada Kimera de Never. El joven permaneció en aquella vieja caseta, tumbado sobre las astillas y su propia sangre, sobre el suelo de madera. Notaba su cuerpo rendirse y sus parpados pesados. Arrastró la mano hacia el frente y atrapó entre sus manos la suave manta de lana que Santré le había colocado al bebé al nacer. La llevó junto a su pecho para aprisionarla con fuerza y dejar que una reluciente lagrima roja cayera por su mejilla hasta resbalar por su mentón y caer en la madera convirtiéndose en un iluminado fragmento de piedra roja. ¿Qué ocurre y por qué, luna mía…?  

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Never, el caballero de la lunaTexto e ilustraciones: Thays Lazcano LópezEditorial: Eride EdicionesAkedoNezumi_Pamplona 2012

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NEVER, EL CABALLERO DE LA LUNA

SINOPSISSobre la arcaica Tierra inmortal creció la leyenda del poderoso caballero oscuro, un temible guerrero que arrasó todo territorio existente, extinguiendo a humanos y demonios por igual. Tras más de mil años, vestigios de dicha leyenda llegan a manos de un joven muchacho, que ni vampiro ni demonio tratará de se-guir los misteriosos pasos de su padre que no solo le conduci-rán al prohibido pasado sino a la forja de un nuevo futuro.Gestado en tiempos tenebrosos, y educado en la hostilidad de la tierra de los inmortales, Foref descubrirá los secretos jamás revelados de los antiguos sabios. Gracias a su fuerte carácter y su voluntad de fuego hallará un destino no muy distante al que narran las antiguas leyendas de las épocas más pretéritas. En su épico viaje tropezará con dos compañeros inolvidables cuyos objetivos no distan de su propio hado. El gran lobo verde tam-bién llamado el arquero hechizado y el perturbado necromante.Tres historias paralelas que convergen en una misma, desen-trañando las profundidades de aquellos libros prohibidos en los que se relataban las hazañas de hombres invencibles, brujas y elfos, dragones, criaturas del abismo oceánico, tesoros de los olvidados y remotos tiempos, dioses y sombras del pasado

Thays Lazcano López

AkedoNezumi