Newman, Edward. (Traduccion). BIBLIOTECA DEL CONGRESO DE LA NACION-CUERPO DE TRADUCTORES
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Transcript of Newman, Edward. (Traduccion). BIBLIOTECA DEL CONGRESO DE LA NACION-CUERPO DE TRADUCTORES
BIBLIOTECA DEL CONGRESO DE LA NACION
CUERPO DE TRADUCTORES
TRADUCTOR: Testa – Izetta
TRADUCCION Nº: 7827
FECHA: 29 – 05 – 06
VISIÓN DE ESTUDIOS INTERNACIONALES
Seguridad Humana y Constructivismo
EDWARD NEWMAN
Universidad de las Naciones Unidas
Este artículo explora el concepto de “seguridad humana” como un
movimiento político académico que trata de colocar al individuo- o al
pueblo en forma colectiva- como el referente de la seguridad. Lo
contrapone a un antecedente de normas transnacionales en evolución
sobre seguridad y gobierno, y al desarrollo de un pensamiento científico
que desafía los conceptos ortodoxos en materia de seguridad. Sugiere
que la seguridad humana no representa una escuela de pensamiento
coherente u objetiva. Por el contrario, existen conceptos diferentes y a
veces opuestos de la seguridad humana que pueden reflejar distintas
orientaciones sociológico/culturales y geoestratégicas. El artículo
sostiene que el surgimiento del concepto de seguridad humana –como
un concepto de seguridad amplio, multifacético y en evolución – refleja
el impacto de valores y normas sobre las relaciones internacionales.
También incluye una serie de alianzas, actores y programas que han ido
más allá del alcance tradicional de la política internacional y la
diplomacia. Como una demostración del cambio en las relaciones
internacionales, de las identidades e intereses en constante evolución,
queda mejor explicado en referencia al pensamiento “constructivista
social”, en oposición a la corriente realista estructural de las relaciones
internacionales. En un sentido constructivista, el artículo sugiere que la
investigación empírica ya está respaldando al concepto de seguridad
humana, en oposición a la lógica del determinismo realista.
Dentro de la teoría y práctica de las relaciones internacionales, el
concepto de “seguridad” es un discurso en evolución. Si bien nuestras
necesidades humanas básicas, al menos en términos biológicos, no han
cambiado demasiado, sí se han modificado nuestra conceptualización
de la seguridad y nuestros enfoques sobre el logro y mantenimiento de
la misma. La seguridad constituye la base de nuestra existencia
individual y comunal. Constituye el bien público que permite el
surgimiento de todos los demás valores y bienes individuales y sociales.
En su sentido más amplio, el concepto de “seguridad humana” intenta
ubicar al individuo –o al pueblo colectivamente- como el referente de la
seguridad y no (si bien no los contrapone necesariamente) a las
instituciones como la soberanía territorial y estadual. En este sentido,
ha atraído la atención de instituciones nacionales y multilaterales y es
merecedora de estudio académico. ¿De qué formas logra el modelo de
“seguridad humana” apartarse de los conceptos “tradicionales”? ¿Es un
desafío conceptual y político genuino y no simplemente retórico?
¿Cuáles son los diferentes modelos de seguridad humana y cuáles son
los orígenes de estas diferencias? ¿El concepto de seguridad humana se
encuentra necesariamente enfrentado al de “seguridad nacional” y en
este caso, podrían reconciliarse?
Desde el concepto tradicional de seguridad al concepto de
Seguridad Humana
La seguridad internacional ha sido tradicionalmente definida como una
defensa militar del territorio. El contexto es un sistema estadual
anárquico cuya principal característica es una competencia perenne por
la seguridad en base al poder (esencialmente militar). En la teoría de las
relaciones internacionales, se trata de un realismo estructural: Si bien
dentro de los estados pueden producirse cambios a nivel unitario, el
sistema sigue siendo una arena anárquica, jerárquica y de auto-ayuda
que condiciona y hasta determina la conducta y actitudes de las
unidades (Waltz, 2000). Por lo tanto, la seguridad nacional representa
el imperativo de defender el territorio de amenazas militares “externas”
y de aplicar la disuasión. Sin embargo, para la mayoría de las personas,
las amenazas más graves a la seguridad provienen de la enfermedad, el
hambre, la contaminación ambiental, la delincuencia callejera y hasta
la violencia familiar. Y para otros, la mayor amenaza podría provenir del
propio estado, más que de un adversario “externo”. Las actitudes e
instituciones que privilegian a la “alta política” por encima de la
enfermedad, el hambre o el analfabetismo instalados en el área de las
relaciones internacionales y del proceso de toma de decisiones de la
política exterior. Esto no equivale a asumir que la seguridad humana se
encuentra necesariamente en conflicto con la soberanía del estado; el
estado, como una sumatoria de capacidad y recursos, sigue siendo el
proveedor principal de seguridad dentro de circunstancias ideales. Lo
que sugiere es que la seguridad internacional según la definición
tradicional -integridad territorial- no se correlaciona necesariamente
con la seguridad humana y que un excesivo énfasis en la seguridad del
estado puede ir en detrimento de las necesidades en materia de
bienestar humano. Los conceptos tradicionales de seguridad del estado
son condiciones necesarias pero no suficientes del bienestar humano.
Los ciudadanos de estados que son “seguros” de acuerdo con el
concepto tradicional de seguridad pueden ser peligrosamente inseguros
hasta un nivel que demande una nueva apreciación del concepto. La
seguridad humana es una reorientación para remediar esta asimetría
de atención.
Libertad frente a la miseria y al miedo: El Desarrollo del
Pensamiento de Seguridad Humana
La seguridad humana es “la libertad frente a la miseria y al miedo”:
libertades y derechos positivos y negativos. La seguridad humana es un
movimiento normativo, ético y también descansa en un razonamiento
empírico de auto-interés. En primer término, es normativo en el sentido
de que sostiene la existencia de una responsabilidad ética en la
reorientación de la seguridad: alrededor del individuo en un sentido
redistributivo, en el contexto de cambios en la comunidad política y del
surgimiento de normas transnacionales sobre derechos humanos.
Quienes tienen la capacidad de proporcionar seguridad a las personas
que se encuentren en riesgo de inseguridad tienen la obligación de
hacerlo. En segundo lugar se trata de un razonamiento empírico sobre
las bases de la estabilidad inter e intraestadual. Hay una mayor
comprensión de que la privación de seguridad humana –como la
privación y exclusión socioeconómica, los abusos en materia de
derechos humanos y las amenazas epidemiológicas de gran difusión
como el SIDA- produce un impacto directo sobre la paz y la estabilidad
inter e intraestadual. En este sentido, es de interés general dar
respuesta a las necesidades en materia de seguridad humana –y de la
construcción de una capacidad para que los otros resuelvan las suyas-
en armonía con la naturaleza interconectada de la paz y la seguridad.
De esta forma, en los últimos años, el concepto de individuo ha tenido
más preeminencia en el gobierno internacional y en los códigos de
conducta. Las nuevas actitudes -y, en forma más paulatina, las nuevas
políticas - están poniendo mayor énfasis en los temas de derechos y
necesidades humanas dentro de un modelo de seguridad humana que
va más allá de los conceptos tradicionales de seguridad. Esto se refleja
en el surgimiento de normas e instituciones tanto a nivel regional y
global, que abarcan áreas que van desde el desarrollo, el derecho penal
y humanitario y los derechos humanos a la economía y la democracia.
Sin perjuicio de la presencia de mucha retórica política, estas normas
están produciendo un impacto importante en las relaciones
internacionales que no queda explicado por el principal realismo
estructural.
Cabe mencionar el antecedente de estos avances a través de algunas
observaciones necesariamente simplificadas. En primer lugar, el fin de
la Guerra Fría erosionó el modelo bipolar de las relaciones
internacionales y el sentido de “dilema de la seguridad” que había
proporcionado un pretexto para los extremos del estrecho paradigma de
la seguridad nacional. Durante la Guerra Fría, prevaleció el modelo
realista de las relaciones internacionales y de acuerdo con este enfoque
la política internacional estaba basada en la necesidad que tienen los
estados de sobrevivir y de incrementar su poder dentro de un sistema
anárquico de disuasión y contrapesos. Todas las prioridades y
necesidades dentro de los estados en realidad dependían de este
enfoque (Morgenthau, 1948: Schwarzenherger, 1951). El fin de la
Guerra Fría le dio impulso a aquéllos que en los círculos académicos y
de política exterior progresista habían desafiado y objetado
regularmente el modelo de política internacional basado en el poder y
centrado en el estado que privilegiaba por sobre todo la “alta política”.
Este desafío era empírico y normativo. El concepto de seguridad
humana debería ser considerado como una extensión de esta tradición
y dentro del contexto de un discurso más amplio sobre seguridad (Falk
y Kim. 1983; Mendlovitz y Walker, 1987; Buzan, 1991; Buzan, Wilde y
Waever 1997; Krause y Williams, 1997).
El contexto cambiante parecía haber proporcionado una mejor
oportunidad para resolver los problemas “globales” –entre ellos, la lucha
étnica, el manejo de armas de destrucción masiva, los problemas
ambientales y de población, las drogas ilegales y el HIV/SIDA – a nivel
internacional, dentro de un concepto más amplio de paz y seguridad.
Simultáneamente, ha habido una apertura de las actitudes relativas a
la unidad de análisis dentro de la política internacional.
En segundo lugar, la globalización es fundamental dentro de este
contexto de cambio. Este se refiere por lo general a la desregulación y
comercialización de las economías nacionales en el contexto de redes de
normas internacionales que están codificadas y respaldadas –y aún
aplicadas- por organizaciones y regímenes globales y regionales. El
proceso de “interdependencia compleja” (Keohane y Nye, 1977) se ha
profundizado y junto con él la administración de bienes públicos como
el comercio. La importancia del multilateralismo dentro de la política
exterior también está poniendo de relieve el genio y la lógica del manejo
colectivo de temas comunes. La mayoría de los gobiernos aceptaría –
aunque en diversos grados- que el medio ambiente, la economía
internacional, la paz y seguridad, la población, la propagación de
enfermedades, las drogas, el terrorismo, el desarrollo y el conflicto civil
constituyen temas que demandan un tratamiento colectivo. Esta
agenda entra en conflicto con el concepto de seguridad humana y el
discurso más amplio de la seguridad alternativa.
En tercer lugar, los cambios normativos han derivado de estos avances
y han transformado la naturaleza de la comunidad política. La creciente
preeminencia de las normas transnacionales está llevando al discurso
político –y a sus causas y efectos- más allá del alcance territorial del
estado. Ha habido una internacionalización de las normas éticas que ha
crecido en base a las leyes y normas “nacionales”. En el contexto de
diversos procesos políticos, sociales y tecnológicos, el límite entre lo
“nacional” y lo “internacional” se está desdibujando en muchas áreas
relacionadas con el gobierno y la organización socioeconómica. Las
formas de gobierno, los derechos humanos y la igualdad de géneros así
como el derecho al desarrollo y la educación se han convertido en temas
internacionales. La democracia ya no es –si alguna vez lo fue- un tema
confinado a comunidades territorialmente cerradas, en términos de sus
insumos, consecuencias, perspectivas y limitaciones. El efecto
acumulativo es que las necesidades y derechos humanos que forman la
matriz de la seguridad humana se están incorporando lentamente al
proceso de toma de decisiones en materia de seguridad. A todo nivel, la
conciencia y las expectativas de los pueblos en materia de derechos –en
el contexto de vecindario, comunidades nacionales y regímenes
globales- están produciendo un impacto demostrable. En forma similar,
puede decirse que las expectativas y actitudes de las personas hacia el
gobierno y la autoridad- expresadas en muchas formas diferentes – han
ido evolucionando.
Algunas personas han anunciado el mundo post-Westfaliano, post-
hegemónico, post-industrial y aún post-moderno. Evidentemente, este
contexto cambiante contiene implicancias sobre el poder del estado, el
arte de gobernar y el interés nacional. En términos de “interés
nacional”, el énfasis realista sobre la disuasión territorial y militar ha
sido complementado mediante un reconocimiento de que los temas y
fuerzas dentro de los estados son decisivos para la seguridad de todos
los estados. El contexto cambiante que ha reorientado el pensamiento
en materia de seguridad es un impulso tanto positivo como negativo. En
el sentido positivo, refleja una política de otorgamiento de facultades. El
discurso internacional de la democracia, la tecnología de la información,
el reconocimiento de los aportes de la sociedad civil a la política
nacional e internacional sugieren una dinámica internacional en
evolución. Si uno considera el movimiento del “Jubileo 2000” que ha
trabajado a favor del perdón de la deuda, el movimiento que culminó en
la convención que prohibió las minas de tierra, la oposición que vio el
desbaratamiento del Acuerdo Multilateral de Inversiones y las
manifestaciones que objetaron el foro de la WTO en 1999 en Seattle,
podemos observar un amplio espectro de alianzas, actores y agendas en
funcionamiento que nos ha llevado más allá del alcance tradicional de
la política internacional y la diplomacia.
En el sentido negativo, ciertas instituciones o valores –como el mercado
neoliberal- aparecen cada vez más en tensión con la seguridad humana.
El interés en la seguridad humana es una respuesta a las amenazas a
la seguridad humana. Principalmente, la globalización tiene una serie
de opositores que sostienen que aquélla deja sin poderes a las
comunidades más débiles, amenaza a las prácticas económicas
nacionales, perpetúa la dominación patriarcal y lleva a la desigualdad
social. Así, “la emancipación de estructuras de poder opresivas –ya sea
globales, nacionales o locales en su origen y alcance- es necesaria para
la seguridad humana” (Thomas y Wilkin, 1999). Independientemente de
la opinión partidaria, hay datos confiables que demuestran que los
beneficios –o aún las oportunidades- de la “globalización” no han sido
compartidos en forma equitativa. Esto ha dado lugar a un desafío
“revisionista”. A un nivel menos científico pero igualmente notable, las
manifestaciones callejeras han dejado en claro que este desafío no ha
pasado inadvertido.
Diferentes Conceptos de Seguridad Humana
“La liberación de la miseria y del miedo” puede incluir a la seguridad
humana pero apenas representa un tema de investigación y aún menos
de formulación de políticas. El
concepto básico de la seguridad humana –que orienta a todas las
facetas de la seguridad y el interés de las personas- ha planteado una
variedad de temas. En realidad, la variedad de temas amenaza con
debilitar el significado del concepto, especialmente en términos de
política. Las siguientes cuatro tipologías agrupan a los temas
relacionados con la seguridad humana. Las diferencias son más de
énfasis/centralización que de naturaleza. No se excluyen
recíprocamente. En realidad, son diferentes corrientes de pensamiento.
Además, algunos conceptos de seguridad humana deberían ser mejor
definidos como “seguridad no tradicional”, el referente sigue siendo el
estado, mientras que el desafío pasa por lo no estatal o no militar.
Hecha esta advertencia, es posible observar claras tensiones entre
algunas interpretaciones de la seguridad humana.
Necesidades Humanas Básicas
El enfoque de las necesidades humanas básicas es principalmente el
presentado por el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas:
Económicas básicas/críticas, alimentarias, sanitarias, personales,
ambientales, comunitarias y culturales y de seguridad política. El
Informe sobre Desarrollo Humano de 1994 del Programa de Desarrollo
de las Naciones Unidas popularizó el concepto: “Para la mayoría de la
gente, el sentimiento de inseguridad surge más de las preocupaciones
de la vida cotidiana que del temor a un cataclismo mundial. La
seguridad laboral, la seguridad del ingreso, la salud, la seguridad
ambiental, la seguridad frente a la delincuencia –son intereses en
materia de seguridad humana que surgen en todas partes del mundo.
Podríamos plantear algunos interrogantes en respuesta a esta
afirmación. De todas maneras, el mensaje es claro: El bienestar
humano es el mejor indicador de la seguridad. “Significa, en primer
lugar, la seguridad frente a las amenazas crónicas como el hambre, la
enfermedad y la represión. Y, en segundo lugar, significa protección
frente a crisis repentinas y perjudiciales que se puedan producir en la
vida diaria, ya sea en el hogar, el trabajo o la comunidad". El modelo
UNDP se basa en muchas propuestas: La seguridad humana se basa en
las personas y es un interés universal. Si bien varía la intensidad de
algunas amenazas, como el desempleo, las drogas, el delito, la
contaminación y las violaciones a los derechos humanos, todos estos
factores representan una amenaza para todos. Los componentes de la
seguridad humana son interdependientes, las amenazas graves a la
seguridad humana no se limitan a las comunidades y la seguridad
humana se puede garantizar más fácilmente a través de la prevención.
El énfasis en el modelo de las necesidades humanas se basa más en la
seguridad y la libertad, especialmente en situaciones críticas, que en el
amplio concepto de desarrollo humano, que se refiere a una ampliación
de las opciones de las personas. En términos de agenda política, las
recomendaciones de las UNDPs son bien conocidas: Vincular la ayuda
exterior a la reducción de la pobreza y al bienestar (más que a los lazos
comerciales o a la lealtad política) y asignar una cierta proporción de
ayuda externa a las naciones más pobres como una red de seguridad
social para las necesidades sociales básicas; establecer una Carta
Social Mundial; Concretar compromisos basados en el "dividendo de la
paz" y Crear un fondo de seguridad humana global para resolver las
amenazas a la seguridad humana con fuentes internacionales de
financiación. John Burton aplicó el concepto a la prevención y
resolución de conflictos, sosteniendo que la satisfacción de necesidades
humanas básicas es esencial para manejar la causa del conflicto
(Burton, 1990). Este argumento sigue siendo relevante: Muchos de los
conflictos actuales se producen dentro de los estados y tienen raíces
sociales y económicas, asociadas al resurgimiento de formas extremas
de política de identidad en épocas de penurias económicas.
Criterio asertivo/intervencionista
La seguridad humana se basa en el nivel humano individual- aún
cuando esté en conflicto con la soberanía del estado. El criterio
asertivo/intervencionista de la seguridad humana sostiene que la
seguridad del estado –según el concepto tradicional- no garantiza
necesariamente la seguridad de sus ciudadanos. Las tendencias dentro
del conflicto moderno, que reflejan un alto nivel de guerra civil y colapso
del estado, han llevado a un índice proporcionalmente alto de
victimización y desplazamiento de los civiles, especialmente de mujeres
y niños. Esto se produce mediante el quebrantamiento de instrumentos
legales y normas consuetudinarias de amplio apoyo internacional y
algunas de ellas –como la Convención sobre Genocidio- requieren de
acciones para evitar las violaciones. De acuerdo con este razonamiento,
la conclusión ineludible es que deben tomarse acciones para aliviar el
gran sufrimiento humano, aún cuando en el proceso se vean
involucradas algunas prerrogativas soberanas. De esta manera, la
“intervención humanitaria” y otras formas de coerción cohabitan en el
terreno de la seguridad humana. De acuerdo con Lloyd Axworthy, el ex
ministro de relaciones exteriores de Canadá, “la crisis en Kosovo y la
respuesta a ella por parte de la Alianza, es una expresión concreta de
esta dinámica de seguridad humana en funcionamiento….. El concepto
de seguridad humana establece una nueva medida para juzgar el éxito
o el fracaso de la política de seguridad nacional e internacional, es
decir: ¿puede decirse que estas políticas mejoran el nivel de protección
de los civiles con respecto a la agresión proveniente del estado y los
conflictos civiles, especialmente étnicos? (Axworthy. 1999).
En su discurso ante la Asamblea General en septiembre de 1999 el
Secretario General de las Naciones Unidas Kofi Annann se refirió a una
“norma internacional en desarrollo en favor de la intervención para
proteger a los civiles de las matanzas, el sufrimiento y la violencia”
(Annan, 1999). Por supuesto, esto tiene una historia. El hecho de
considerar que la “soberanía” del estado no representa un obstáculo
insalvable ante las situaciones de grave sufrimiento humano queda
reflejado en las decisiones del Consejo de Seguridad de las Naciones
Unidas sobre Somalia y Bosnia en el establecimiento de tribunales
penales, creando así una conexión decisiva entre los derechos humanos
y el mantenimiento de la paz y seguridad internacional. En 1992, el
Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas observó cambios en las
estructuras del estado y en la naturaleza de la Guerra y que la
“ausencia de guerra y conflictos militares” entre los estados no
garantiza en sí misma la paz y seguridad internacional” (Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas, 1992/93). La intervención
humanitaria sigue siendo en gran medida ad hoc y basada en intereses
y depende de las percepciones populares/mediáticas de lo bueno y lo
malo. La cuestión de qué actor debería intervenir en qué circunstancias
desafía al consenso político, más allá de cualquier forma de base legal o
institucional. Por el contrario, desafía claramente las bases centrales
del sistema internacional y del derecho internacional: La integridad
soberana del estado y la no interferencia en la jurisdicción nacional. Sin
embargo, ante graves abusos de los derechos humanos básicos y aún
sobre una base inconsistente e influenciada por intereses, la
intervención humanitaria representa una opción. La norma, aunque
objetada, sigue existiendo. Si se adopta una visión de seguridad
humana, el desafío consiste en desarrollar un mecanismo consistente,
basado en el consenso que determine dónde, cuándo y cómo intervenir
en situaciones de grave sufrimiento humano.
Bienestar Social/Enfoque Desarrollista
El modelo desarrollista de seguridad humana considera al
desarrollo como un valor fundacional desde el cual pueden
construirse otros bienes y libertades públicas, que resultan
fundamentales para el cumplimiento de la representatividad y
seguridad individuales. Si bien esto se acerca a las “necesidades
humanas” básicas, vale la pena hacer la distinción. El pensamiento
desarrollista/de bienestar social va más allá de las necesidades
humanas críticas y no se limita a la supervivencia o seguridad
mínima básica. En consecuencia, el desarrollo debería considerarse
como un medio para un fin, no un fin en sí mismo; un medio a ser
juzgado en términos de su promoción sobre el desarrollo del
bienestar humano: “justo” en el sentido de ser distributivo y
participativo. El crecimiento traería una cierta cantidad de equidad
y un amplio desarrollo de todos los seres humanos: material,
cultural e intelectualmente. Existe un firme ángulo “sostenible”: los
individuos y las comunidades tienen el derecho al trabajo y a la
vida pero sin privar a las generaciones futuras de hacer lo mismo.
Finalmente, el respeto por la diversidad cultural: para asegurar que
las políticas nacionales e internacionales de desarrollo –y,
obviamente la liberalización y la desregulación- sin eliminar la
organización política, económica y social autóctona.
El desarrollismo/bienestar social sostiene que es importante tener
conocimiento del capitalismo comparativo, teniendo en cuenta la
extrema diversidad de condiciones en el mundo. Generalmente
respalda la “propiedad” local del desarrollo. Es esencial el correcto
equilibrio entre los enfoques subsidiario –en el cual los problemas y
soluciones están orientados hacia las personas afectadas a nivel
local- e intersocial –ya sea internacional o mundial. El principio
organizador de la asociación entre las diferentes clases de actores
(el gobierno, las ONG, y el sector privado) es también fundamental
para los debates sobre el desarrollo. En consecuencia, un enfoque
importante para asistir al desarrollo internacional es ampliar la
capacidad de los actores fundamentales –como las ONG locales- que
se dedican a actividades de educación y desarrollo. La paz, el
desarrollo y la democracia están interrelacionadas, y así las
estrategias para la seguridad humana deberían ser amplias e
integradas. En términos de direcciones políticas estratégicas, los
efectos de la globalización no deberían dejarse solamente a las
fuerzas del mercado: debe existir un cierto grado de regulación e
institucionalización para asegurar que los beneficios del crecimiento
económico se distribuyan más equitativamente, y que las
consecuencias adversas y la volatilidad de la globalización se
minimicen. De acuerdo con este pensamiento, la ética de la
globalización debe ser examinada nuevamente: en especial, los
efectos sobre la industria y la cultura locales/autóctonas, y la
prestación de servicios públicos. Además, para ser fundacional,
este enfoque debe ser orientado hacia la representatividad: las
libertades no son solamente los fines primarios del desarrollo,
también se encuentran entre sus principales medios (Sen. 1999).
Nueva Seguridad
La cuarta interpretación se centra en una seguridad “no tradicional”
y en una “sociedad no civil”: temas tales como epidemiología
(especialmente el SIDA), drogas, terrorismo, armas pequeñas,
instrumentos inhumanos como las minas terrestres, la ciber guerra,
y el tráfico de seres humanos. Mientras siguen las discusiones, los
cambios políticos, económicos y tecnológicos que permiten el
crecimiento de los procesos de globalización, también dejan que
fuerzas malignas exploten las mismas oportunidades y que
impongan graves desafíos a la democracia, al desarrollo y a la
seguridad. Un cierto número de ejemplos indican la proporción de
estos temas. El comercio mundial de drogas ilegales rivaliza con los
ingresos de las mayores empresas multinacionales y cuenta con un
mercado de 200 millones de personas por un valor de 400 mil
millones de dólares, generando entidades que amenazan a los
estados y comandan ejércitos privados. El tráfico de mujeres y niñas
tiene un valor de aproximadamente 7 mil millones de dólares por
año (Calvani, 2000:3).
Los mismos procesos que permiten el crecimiento y la
respuesta de los mercados y el libre movimiento de bienes,
personas y capital, también permiten en forma indistinta las
formas negativas de interconexión. Las amenazas epidemiológicas
constituyen un desafío real para la seguridad. Aproximadamente
18,8 millones de personas de todo el mundo han muerto de SIDA,
3,8 millones de los cuales fueron niños. Casi el doble de personas -
34,3 millones- viven actualmente con el virus del HIV. Los cálculos
más recientes de la OMS demuestran que, solamente en 1999, 5,4
millones de personas fueron infectadas con el virus del HIV. En su
primera reunión del año 2000, el Consejo de Seguridad se centró en
“El impacto del SIDA sobre la paz y la seguridad en África”, y el
gobierno de Estados Unidos designó al SIDA como una amenaza a la
seguridad. Otras enfermedades contagiosas también muestran
signos de aumento. Ocuparse de esas amenazas, mientras se
mantienen las libertades económicas e individuales esenciales para
las sociedades democráticas modernas, constituye un desafío
fundamental (Ullman 1983, Handelman, 1994; -Williams y Black,
1994; Williams, 1995; Matthew y Shambangh, 1998).
Con la nueva seguridad, el referente sigue siendo, de muchas
maneras, el estado al igual que el individuo, aunque el desafío –y la
respuesta- pueden haber cambiado. Como el contexto son casi
siempre las instituciones estaduales débiles -debido al subdesarrollo
o a la corrupción, por ejemplo- la solución recae, en parte, en el
fortalecimiento de la capacidad estadual y en el fortalecimiento de la
capacidad estadual de los otros, para contener, de esta manera, el
derrame adverso de estas fuerzas. En contraste, las “necesidades
básicas” y los “modelos de bienestar” de la seguridad humana
destacan al individuo –o a la gente- como referente,
independientemente de la soberanía o seguridad del estado. Ellos
siguen reconociendo que la privación de la seguridad humana puede
desarrollarse en desafíos para el estado –como disturbios civiles, por
ejemplo. De esta manera, las interrelaciones entre la seguridad
humana, la seguridad no tradicional, y los conceptos más
convencionales de seguridad, son complejas y requieren más
investigación.
Estos enfoques diferentes con respecto a la seguridad humana
reflejan preocupaciones y perspectivas diferentes sobre la seguridad,
quizás también diferentes contextos sociales. Las tipologías difieren
en el enfoque –los temas que se consideran dentro del marco de la
seguridad humana- y la metodología, en términos de instituciones,
actores, y políticas que se proponen para promover la seguridad
humana. No hay consenso sobre ningún enfoque o metodología. Por
el contrario, una tipología posterior es el grado de revisionismo
teórico: algunos están esencialmente orientados al status quo,
mientras que otros representan un desafío fundamental para las
instituciones y valores de la organización política y económica en
todos los niveles. Estos no son nuevos debates. En términos de
economía y desarrollo internacionales, las antiguas preguntas son
reformuladas: ¿qué ajustes en la estructura del sistema económico
internacional –que rige el comercio, la inversión y los términos del
comercio de productos básicos- pueden ser necesarios para
compensar las desigualdades estructurales de la infraestructura
económica internacional y proporcionar un campo de juego
genuinamente nivelado? ¿Cómo podemos encontrar un enfoque
más equilibrado para el desarrollo que se divida en
consideraciones ambientales y sociales con respecto a los
mecanismos del mercado, y que considere la calidad de vida en
una era de producción masiva y de costos y ganancias económicas?
En términos de conflicto e intervención, ¿cómo podemos equilibrar
el principio de la soberanía con el derecho de las personas a
mantener los derechos humanos básicos en tiempos de crisis o de
guerra?
Toda investigación sobre seguridad humana, si pretende ser sincera,
inevitablemente se implicará en debates altamente controvertidos
sobre la organización política y económica y la soberanía estatal. El
modelo asertivo/intervencionista de la seguridad humana, con su
asociación a la intervención humanitaria, se encuentra más
obviamente en tensión con la norma de la soberanía estatal y las
nociones comunitarias de la construcción nacional y los derechos
humanos. La idea de la intervención de la OTAN en Yugoslavia en
1999 como la “dinámica de la seguridad humana en
funcionamiento” (Axworthy, 1999) no es probable que encuentre
apoyo fuera de Norte América o Europa Occidental, y está
claramente en tensión con el énfasis socioeconómico de los enfoques
desarrollistas que tienden a ser escépticos en cuanto a la
intervención –tanto en sus motivaciones como en su efectividad. A la
vez, existe un argumento de que no podemos considerar
significativamente la seguridad humana sin discutir primero la
desigualdad de géneros: “la inclusión de la mujer es una condición
previa para la seguridad humana” (Haq, 1999:95; Tickner, 1999).
En muchas formas, la seguridad humana es revisionista. Llevada a
su conclusión, la inseguridad humana puede entenderse “no como
un suceso inevitable sino como un resultado directo de las
estructuras de poder que determinan quién goza del derecho a la
seguridad y quien no” (Thomas y Wilkin, 1999:3). Toda agenda de
recomendaciones basada en una investigación sobre la seguridad
humana, será interpretada como política, siempre que se cuestionen
las estructuras y las instituciones de poder, la autoridad, y la
distribución (ul-Haq, 1999).
Constructivismo
El tema de la seguridad humana incluye valores profundamente
atacados relativos a la economía política, a la soberanía estadual, y a la
comunidad política. Los “grandes debates” que sirven de base para la
exploración de la seguridad humana son inherentes a las comunidades
políticas nacionales: democracia y desarrollo; el rol del estado en el
bienestar y en el mercado; los derechos y responsabilidades humanas;
El equilibrio entre la libertad y el bien público; y entre los valores
universales y particulares. El enfoque sobre la seguridad humana ha
proyectado éste y otros debates –como la legitimidad de la intervención
humanitaria- en el área internacional: constructivismo en acción.
El principal pensamiento realista estructural considera a las relaciones
internaciones como centradas en el estado y orientados hacia la
estructura: un sistema internacional anárquico que se caracteriza por
una competencia para la seguridad basada en el poder. No es una
teoría; está respaldado por teorías e inferencias que demuestran los
fenómenos y patrones causales en las relaciones entre los estados –
como la teoría de disuasión y el equilibrio de la teoría del poder. Es,
entonces, una escuela sistémica, de estructura dominante, en oposición
a la escuela de los realistas clásicos, como la de Hans Morgenthau, que
considera a la naturaleza humana. Así, desarrollos tales como la
democratización entre los estados, la creciente multiplicidad de los
actores transnacionales, la interdependencia económica, y el
crecimiento y complicación de la institucionalización internacional, son
considerados como que no cambian la naturaleza básica del sistema: “la
estructura de la política internacional no se transforma por los cambios
internos de los estados, sin importar cuán difundidos se encuentren”
(Waltz, Los intereses, las identidades, y la necesidad de ganancias
relativas –y, en consecuencia, la representatividad- se determinan
mediante la estructura.
Evidentemente, el realismo estructural no sería benévolo con el
concepto de seguridad humana, que confía en el significado de los
procesos orientados hacia la representatividad, el surgimiento de
fuerzas no estatales, y el impacto de ideas y valores. El constructivismo,
sin embargo, ayuda a explicar estos fenómenos. La teoría de las
relaciones internacionales constructivistas no es un movimiento
unificado y, desafortunadamente, no es posible implicarse en una
extensa exploración de sus diferentes enfoques. El argumento esencial
es que el comportamiento, los intereses, y las relaciones, se construyen
socialmente y, por ende, pueden cambiar. Los valores y las ideas
pueden tener un impacto en las relaciones internacionales; las normas,
los sistemas, y las relaciones pueden cambiar como un agregado de los
procesos orientados a la representatividad (Wendt, 1987, 1992;
Kratochwil, 1989; Onuf, Lapid y Kratochwil, 1996; Friedman y Starr, El
sistema no constituye un hecho determinista –se construye
socialmente. De esta manera, “los componentes básicos de la realidad
internacional son tanto ideacionales como materiales” (Ruggie,
1998:879). Existen confusiones metodológicas en cuanto al
constructivismo, especialmente cuando se asocia con una gama de
desafíos reflectivistas metateóricos con respecto al realismo
estructural y a las Relaciones Internacionales neoliberales –como el
postmodernismo y el feminismo (Ruggie, 1998; Dessler, 1999). Existe
un cierto número de enfoques constructivistas y al juntarlos aquí no
estoy sugiriendo que éste sea un simple enfoque metodológico; todo lo
contrario. Pero las características resaltadas aquí son comunes para la
mayoría, y el movimiento amplio constituye un marco útil para
representar el surgimiento de la seguridad humana como fuerza
ideacional. El constructivismo abarca una visión del cambio, y los
desafíos las únicas teorías materialistas de las Relaciones
Internacionales. Por ejemplo, el principal pilar estructural del realismo,
la anarquía (ya sea en sentido permisivo o causal) que resulta en auto-
ayuda y en política de poder, puede interpretarse como socialmente
construido y, por consiguiente, maleable. Alexander Wendt (1992:399)
ha sostenido que la “auto-ayuda es una institución, una de las varias
estructuras de identidad e intereses que puede existir en la anarquía.”
Las amenazas se construyen, en lugar de ser naturales o inevitables: la
formación de identidad e interés deriva de los procesos sociales de
interacción que conducen a expectativas de costos y beneficios unidos a
diferentes tipos de comportamiento dentro de un sistema.
Como un conjunto de ideas, la seguridad humana está experimentando
un impacto en una forma similarmente constructivista. Los Estados
están reconociendo que, sobre la base de un nuevo entendimiento,
ciertas formas de organización política y económica nos acercan más
que otras a la paz y a la estabilidad dentro de las comunidades; que el
conflicto entre los estados tiene un impacto sobre el sistema
internacional que interrumpe la regularidad de la interacción económica
y política y amenaza la seguridad; y que ciertas normas y valores
pueden compartirse en forma productiva como nivel mínimo de
cooperación. Esto no es difícil de demostrar (al menos de manera
superficial, debido a los límites de espacio).
En primer lugar, tenemos a la fe en la “paz democrática”. El argumento
básico es que existen pocas probabilidades de que las sociedades
participantes entren en guerra con otros países democráticos liberales,
porque los ciudadanos -que generalmente soportan el peso de la guerra-
no la apoyarían, y que las sociedades democráticas orientadas a los
mercados, que integran redes internacionales de comercio y
cooperación, probablemente no obtengan ningún beneficio al
enfrentarse con otros estados democráticos. La teoría está respaldada
por datos empíricos y razonamiento intuitivo, pero fervientemente
atacada (Doyle, 1983; Russett, 1993; Ray, 1995; Brown, Lynn-Jones, y
Miller, 1996). Imitando a Kant y a Woodrow Wilson, la implicancia es
que existen vínculos entre la seguridad nacional e internacional. Los
gobiernos pobres, abusivos o intolerantes tienen repercusiones a nivel
internacional y, por lo tanto, la promoción de la democracia y del buen
gobierno, como corolario, es una preocupación internacional legítima.
La promoción de la democracia puede considerarse como una forma
extendida de la seguridad nacional, basada en la creencia de que la
seguridad de uno mismo está relacionada con la seguridad de los
demás, aún a través de las fronteras. Esta creencia –si bien aún
encuentra oposición en círculos académicos- ha sido absorbida por el
pensamiento político internacional de un cierto número de gobiernos,
incluyendo los de Norte América y Europa Occidental. Aún cuando los
cambios en el tipo de régimen no constituyen un cambio en la
estructura del mundo, la promoción de la democracia y las normas de
la democracia, están teniendo impacto en las relaciones
internacionales. Uno puede estar de acuerdo o no con la teoría, pero el
hecho es que muchos formuladores de políticas sí están de acuerdo, y
están invirtiendo recursos en las mismas (Cox, Ikenberry, e Inoguchi,
2000).
En segundo lugar, existe una creciente comprensión de que los factores
socioeconómicos y los derechos humanos tienen una relación directa
con la paz y la seguridad dentro de y entre las comunidades (Comisión
de Carnegie, 1997; Klugman, 1999). De esta manera, ciertos gobiernos
están reconociendo que las inversiones en el desarrollo socioeconómico
son un medio para construir la estabilidad dentro de y entre los estados
–es decir, la estabilidad internacional sistémica. Además, está surgiendo
una lógica de enfrentar los desafíos ni bien aparecen. Se ha aceptado
ampliamente que la prevención de los conflictos es más económica y
prácticamente más coherente que ocuparse de las consecuencias. Esta
aceptación ha conducido, bastante lentamente, a una agenda o norma
de prevención internacional de conflictos que es bastante diferente de
aquélla que se basa en la disuasión y en el equilibrio del poder. La
prevención de los conflictos requiere políticas a largo plazo de
“prevención estructural” dentro de y entre las comunidades. Esto
reconoce que las bases fundamentales de la estabilidad incluyen
seguridad socioeconómica, seguridad de los recursos, gobiernos
representativos e inclusivos, seguridad cultural, y la ausencia de
desigualdad, especialmente en diversas sociedades (Comisión de
Carnegie, 1997; Klugman, 1999). Por lo tanto, la prevención estructural
de conflictos significa la construcción de las bases para sociedades
pacíficas y estables. La regulación de las transferencias de armamentos,
la sensibilidad ante la diversidad socio-cultural en la economía
internacional, la promoción de una norma sobre el arreglo pacífico de
las disputas, y el fortalecimiento de las instituciones internacionales y
del derecho internacional son, en su totalidad, una parte de esta amplia
concepción de la prevención “fundacional” de conflictos. Algunos países
–como los de Europa Occidental, Japón y Canadá- han optado por estas
medidas en las políticas concretas.
En tercer lugar, existe un creciente consenso de que el derecho
humanitario y penal individual desempeña un papel importante en la
reconciliación y construcción de la paz con posterioridad a los
conflictos. Existe claramente un fuerte elemento político en los
tribunales que juzgan crímenes de guerra en Yugoslavia y Ruanda. Sin
embargo, las Disposiciones de la Corte Penal Internacional han recibido
120 firmas y 23 ratificaciones dentro del derecho estatal. Además, el
fortalecimiento de las normas transnacionales sobre la responsabilidad
penal individual, está siendo demostrado en varios contextos regionales.
Estas normas y leyes están teniendo impacto en las relaciones entre los
estados y en las formas en que las comunidades se organizan a sí
mismas.
Agenda de Investigación: “Venta” de Seguridad Humana a los
Gobiernos
La seguridad humana no es una teoría; está respaldada por teorías –
sociales y científicas. Esto trata de demostrar que una (re)orientación de
la seguridad hacia las necesidades humanas puede ser más efectiva,
más eficiente en materia de costos, más estable en términos sistémicos,
y éticamente más coherente que una concepción de seguridad que
reside solamente en la defensa militar del territorio. Por lo tanto, la
investigación debería dirigirse a profundizar la comprensión sobre la
evolución de la agenda de seguridad y a demostrar de qué manera esta
comprensión puede traducirse en opciones políticas viables. La
investigación conduce a propuestas (demostrando las inferencias
sociales), y esto conduce a la recomendación política. Algunas de éstas,
sobre la base del beneficio auto-evidente, son aceptadas, influyen sobre
la política y contribuyen al surgimiento de normas transnacionales que
tienen un impacto significativo en la vida de la gente.
Ejemplos de una agenda de investigación desarrollista, y las brechas en
la investigación incluyen el vínculo entre la desigualdad
socioeconómica, las sociedades divididas, y los conflictos
civiles/violencia; el vínculo entre el SIDA, el subdesarrollo, y el conflicto
violento; en vínculo entre el abuso a los derechos humanos, la pobreza
y la migración; en vínculo entre las fluctuaciones económicas
internacionales, las interrupciones en las economías nacionales, los
trastornos sociales, y el conflicto violento; el vínculo entre los mercados
internacionales de productos básicos y la guerra civil; el vínculo entre
los mercados internacionales de drogas, la corrupción en el gobierno, y
la pobreza; el vínculo entre los índices de alfabetización y las tasas de
natalidad; y el vínculo entre la educación de las mujeres/niñas y el
desarrollo. Las áreas de temas que podrían beneficiarse con una nuevo
análisis proveniente de una perspectiva basada en la seguridad humana
son casi infinitas y controvertidas. Al comienzo está la ampliación de la
seguridad “nacional” más allá del estado: la integración/reconciliación
de la seguridad “nacional” y “humana”. Las ventas y transferencias de
armas; la globalización; la política en materia de población; el comercio
y los derechos humanos; la pobreza y el hambre; el género; los niños en
conflicto; la transferencia de tecnología y las patentes médicas; la
bioingeniería; los temas ambientales; y la expatriación de
refugiados/seres humanos son algunas de las áreas que ya no pueden
enfocarse en forma aislada debido a los vínculos con los estratos más
amplios de la seguridad.
CONCLUSIÓN
El impacto de las ideas con respecto a las relaciones internacionales
está más allá de cualquier duda. Los temas de gobierno y seguridad que
se centran en el individuo son un factor en la interacción entre los
estados, y en los escenarios multilaterales. La interconexión de temas –
y por ende de soluciones- relacionada con la seguridad humana y la
estabilidad transnacional ha llegado más allá del reino académico y está
siendo gradualmente, lentamente, reconocida por los gobiernos. En
forma similar, la creciente multiplicidad de actores –incluyendo a la
sociedad civil y a las organizaciones comerciales privadas- se están
reuniendo en asociaciones sinergéticas para tratar estos temas y
apuntar a un escenario internacional en desarrollo. Las soluciones
progresivas a los desafíos en materia de seguridad pueden informarse
mediante resultados y tener un impacto real. La obligación de los
científicos sociales es orientar sus actividades de investigación teniendo
en cuenta todo esto y cumplir con la promesa de los valores y las ideas.