Nieto Soria, JM - La Monarquía Como Conflicto (Cap. 9-10 Bibliografía)6

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    1. Introducción: representación y órdenes simbólicos

    Un aspecto del poder que interesa al medievalista en la actualidad es el planosimbólico que adopta y de qué manera interviene en las relaciones de poder que

    entablan los grupos sociopolíticos. Se trata de estudiar históricamente cuestionesque se han venido analizando desde un punto de vista antropológico, sociológico ofilosófico, sin olvidar las aportaciones de los teóricos de la comunicación política.Los métodos y las aportaciones de todas estas disciplinas nos proporcionan múlti-ples perspectivas a partir de las cuales se puede interpretar la realidad histórica medieval y, muy concretamente, la historia de la política bajomedieval castellana.En la última década, un concepto que ha resultado fundamental para adentrarse enel universo cultural del que se reviste el poder ha sido el concepto de representa-ción 1. La representación es un concepto relativamente fácil de entender, ya que, en

    síntesis, se puede definir como un mecanismo de substitución. La representación sehalla en la base misma del lenguaje, ya que las palabras sustituyen a la realidad,están en lugar de la realidad que nombran. La realidad es interpretada, expresada,presentada, incluso manipulada, a partir de palabras, pero también a partir de com-binaciones de sonidos, objetos, imágenes, acciones..., formas y mecanismos derepresentación que, en el análisis político, permiten observar fenómenos tales comoel uso del discurso, de la imagen, del simbolismo, del ritual, de la ideología, de la propaganda. Las relaciones y las experiencias humanas, desde las más cotidianas eindividuales, hasta las relaciones entre comunidades y grupos sociales, ya seandichas relaciones de armonía o de conflicto, están indisolublemente unidas a ununiverso de representaciones. El ser humano, además de un “animal político”, es un“animal symbolicum” 2. Así pues, en un estudio histórico sobre una institución entorno a la cual se han articulado las sociedades políticas, hasta configurar estados,tal y como ha sido la monarquía en Occidente, resulta, no sólo sugerente, sino

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    1 José Manuel Nieto Soria, “Cultura y poder real a fines del Medievo: la política como representación”,en  Aragón en la Edad Media: Sociedad, culturas e ideologías en la España Bajomedieval , Zaragoza,Universidad de Zaragoza, 2000, pp. 7-31; W. Blockmans y A. Janse, (eds.), Showing Status. Represent- ation of Social Position in the Late Middle Ages , 1999.

    2

    Tal y como constató Cassirer (véase, entre otras obras, E. Cassirer, An Essay on Man: an Introduction to a Philosophy of Human Culture , Nueva York, 1944.

    Capítulo IX Símbolos y ritos: el conflicto como representación

     Ana Isabel Carrasco Manchado

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    incluso necesario, realizar un acercamiento desde la perspectiva de la representa-ción. No obstante, resulta fácil perderse en el inmenso bosque de las representacio-nes medievales, habida cuenta de que la Edad Media, como todas las épocas ante-

    riores a la Ilustración, es todavía una época dependiente de formas de pensamientomítico, sagrado, plagado de supersticiones propias de un pensamiento pre-racio-nal 3. Lo trascendente da sentido a las relaciones personales y colectivas. En elmundo cristiano, el cristianismo actúa como instancia ordenadora, de tal manera que los actores políticos buscan sus justificaciones últimas en la ideología cristiana y en su percepción de la realidad. En los reinos cristianos que se rigen por monar-quías prima sobre otras posibles una visión única de la realidad que puede resumir-se en estos versos escritos en el siglo xv :

    “Un Dios en el cielo, un rey en la tierra se deve por todas las gentes temer” 4.

    Es ésta la visión predominante de la realidad, la que ha conseguido triunfarsobre las visiones de otras articulaciones sociales alternativas que quedan como mar-ginales, no legitimadas fuera del orden de la monarquía. Se configuran dos ejes quemarcan los límites de lo comúnmente aceptado y son la fuente de la que manan lasrepresentaciones predominantes: el eje monoteísta en lo religioso y el eje monárqui-co en lo político, íntimamente interconectados. Pero, una visión del mundo como

    la de la monarquía cristiana medieval, basada en la jerarquía, en la desigualdad, enel privilegio, y en la posesión única del poder (sólo compartido por delegación y para facilitar su ejecución), entraña necesariamente el conflicto, conflicto que gene-ra una violencia prácticamente persistente: tensiones y violencia entre los gruposdominantes, entre aquéllos que comparten o disputan el poder a la monarquía, y también tensiones y violencia de los grupos sometidos a la obediencia. A todo ellohay que sumar los conflictos entre los distintos reinos, como consecuencia de la fluctuación de las fronteras y de la expansión de los límites territoriales. En la Península Ibérica además, la coexistencia con otras religiones entraña sus particula-res conflictos en el eje de la visión monoteísta cristiana, conflictos que influyen y determinan también lo político, tal y como se manifiesta en la constante lucha dela monarquía castellana contra el Islam. Todas estas tensiones y conflictos subyaceno se expresan de forma más o menos abierta en el devenir histórico medieval. Lasformas de expresión o de manifestación que adquieren son, en buena medida, sim-bólicas, aunque no hay que entender por “simbólico” algo carente de vigor, mera-mente testimonial o superficial, muy al contrario, detrás de los símbolos –o por

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     Ana Isabel Carrasco Manchado

    3 Véase las puntualizaciones de Michel Pastoureau, “Símbolo”, en Jacques Le Goff y Jean Claude Schmitt(eds.), Diccionario razonado del Occidente medieval , Madrid, 2003, pp. 741-750.

    4 Poema de bienvenida a Fernando el Católico a su llegada a Barcelona (en 1472 ó 1473, según distintoseditores), Eulàlia Duran y Joan Requesens (eds.), Profecia i poder al Renaixement , Valencia, 1997, p. 318.

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    medio de ellos- se transmite también la violencia, las posiciones de fuerza, la coac-ción. Las señales distintivas que debían portar los mudéjares o los judíos en las ciu-dades castellanas, y las otras medidas de exclusión, las imágenes que de estos gru-

    pos nos transmite el arte de la época, tenían un componente simbólico, pero almismo tiempo transmitían una violencia concreta que legitimaba la asunción deotras medidas más radicales, finalmente adoptadas 5. El concepto de “violencia sim-bólica” puede, por tanto, ser abordado desde los análisis históricos 6. La representa-ción del conflicto es una versión de esta violencia simbólica.

    Las representaciones de la realidad que los seres humanos elaboran pueden limi-tarse a una mera función de identificación, o encaminarse hacia la simbolización, esdecir, pueden traducirse en signos distintivos que identifican a personas, grupos oconceptos abstractos, o convertirse en símbolos con los que se pretende impulsar una 

    acción eficaz. Son, obviamente, estos últimos, los que nos interesa resaltar. Partiendode una “constelación de signos”, en algunos casos exclusivos pero en otros casoscomunes a los diferentes grupos, las distintas instancias de poder elaboran sus meca-nismos de representación, procedimientos que deben ser descritos, identificados y observados en la medida de lo posible siempre en relación con el contexto histórico,siempre en relación con sus objetivos políticos específicos. Estas “constelaciones designos” que elaboran los grupos sociales han sido denominados por Harry Pross,órdenes 7. El concepto de “orden”, tan preñado de significado en la Edad Media,resulta muy apropiado como marco teórico para el estudio histórico de lo simbólico

    en las relaciones de poder. Puede decirse, por tanto, que la monarquía configura supropio “orden”, entendiendo “orden” como una “constelación de signos” que deri-van en símbolos, un orden propio que, en virtud de la posición de poder que ha con-seguido a la altura del siglo xiii, tiende a generalizar frente a otros órdenes que coe-xisten (el orden de la Iglesia, el orden de la aristocracia, el orden de las ciudadesemergentes como entidades políticamente activas...) y tiende, asimismo, a consoli-darse, pretendiéndose universal y natural. Para ello, los signos del orden monárqui-co se orientan hacia unos valores supremos con el objetivo de lograr una eficacia,referida fundamentalmente a obtener la obediencia. Son signos que, en consecuen-cia, se transforman en símbolos, cuya validez y eficacia es apoyada por el uso de la 

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    Símbolos y ritos: el conflicto como representación

    5 Véase a este respecto el libro de Debra Higgs Strickland, Saracens, Demons and Jews. Making Monster in Medieval Art , Princeton and Oxford, 2003.

    6 El concepto de “violencia simbólica” se ha empleado en sociología fundamentalmente a partir de losanálisis de Pierre Bourdieu, (véase, entre otras, Meditaciones pascalianas , Barcelona, 1999). Véase tam-bién Philippe Buc, The dangers of ritual: between early medieval texts and Social Scientific Theory ,Princeton and Oxford, 2001. En la historiografía medievalista castellana hay antecedentes de este tipode análisis: Angus Mackay y Geraldine Mackendrick, “La semiología y los ritos de violencia: sociedady poder en la Corona de Castilla”, En la España Medieval , 11 (1988), pp. 153-165; M. J. Izquierdo García,“Elementos para una nueva lectura de la dominación social: las manifestaciones socioculturales enValladolid y Palencia durante la Baja Edad Media”, En La Península Ibérica en la era de los Descubrimientos (1391-1492). Actas de las III Jornadas Hispano-Portuguesa de Historia Medieval (Sevilla,1991), Sevilla, Junta de Andalucía, 1997, vol. 2, pp. 1.165-1.178.

    7 Harry Pross, La violencia de los símbolos sociales , Barcelona, 1983, p. 37.

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    Difícilmente podría quedar mejor ejemplificada la teoría de la representaciónque acabamos de exponer. Las expresiones resaltadas en letra cursiva marcan el trán-sito del signo al símbolo: el rey se reviste con determinados objetos materiales (ves-

    tidos, joyas, arreos, corona...) como distintivo personal por el que ser identificadoy conocido, pero tales objetos materiales (que son signos) adquieren un valor supre-mo al otorgársele una significación alegórica (representar la claridad divina, esto es,el origen divino del poder real), procedimiento por el cual los objetos que funcio-naban como signos se transforman en símbolos, símbolos que adquieren, en conse-cuencia, una eficacia política (servicio al rey, reverencia de la persona real, obedien-cia), apoyándose en premios y sanciones distribuidos por el rey (merced regia, sirespeta el orden simbólico, pena regia para aquel que suplanta o se apropia de dichoorden exclusivo del rey: “perder el cuerpo e lo que oviere”).

    Este texto de Alfonso X ejemplifica, además, otros planteamientos expuestos porHarry Pross: lo que él denomina “regulación política de la comunicación” se pre-senta como un número infinito de combinaciones de símbolos de abajo y arriba,dentro y fuera, claro y oscuro, combinaciones que se efectúan mediante una comu-nicación ritualizada, mediante portadores de símbolos y mediante la coacción o elmero placer por simbolizar 9. El trío de contrarios abajo/arriba, dentro/fuera y claro/oscuro son los parámetros básicos en torno a los cuales gira la simbología polí-tica en prácticamente todas las épocas históricas. La monarquía configura su ordensimbólico en torno a estos parámetros, y, como fácilmente se comprueba en todas

    las fuentes, todos los símbolos empleados se incardinan en cualquiera de los trespares de opuestos. Evidentemente, el orden monárquico, concebido como el únicode carácter superior en el reino, ya que se sitúa en el eje vertical supremo que conec-ta con la trascendencia, en tanto en cuanto el rey es el lugarteniente de Dios, dequien ha recibido el poder para gobernar la tierra y a sus pobladores, se comunica por medio de referencias que remiten una y otra vez a lo alto, lo interior, lo lumi-noso. El atavío regio y sus insignias significan, para Alfonso X, la claridad de nues-tro sennor Dios. Desde el punto de vista ideológico, infinitas combinaciones dis-cursivas han ido construyendo la imagen y la idea de rey a partir de estas tresnociones básicas. Algunos ejemplos clásicos los expresan: el rey como cabeza delreino remite a la idea de altura, y la imagen alegórica del rey como regla tambiénsugiere la verticalidad (al igual que los títulos con los que se le nombra, “alteza”,“majestad”); el rey como corazón o alma remite a la idea de interioridad, mientrasque la equiparación de los reyes con la “luz del mundo”, a la de claridad 10.

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    Símbolos y ritos: el conflicto como representación

    9 Harry Pross, La violencia de los símbolos..., p. 55.10 Son metáforas que se encuentran, por ejemplo, en la Partida Segunda, Título I, Ley V (ed. cit., p. 45).

    Véase la obra clásica de José Manuel Nieto Soria, Fundamentos ideológicos del poder real en Castilla. Siglos  XIII  al  XVI , Madrid, 1988. Amplia bibliografía sobre los aspectos ideológicos del poder en José ManuelNieto (coord.),

    Orígenes de la Monarquía Hispánica: propaganda y legitimación (ca. 1400-1520) ,

    Madrid, Dykinson,1999.

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    2.1. Condiciones espacio-temporales: la corte como paradigma simbólico

    La combinación de estos significados se efectúa en un espacio y en un tiempo

    controlados por el rey: los espacios simbólicos y el tiempo ritualizado que en dichoslugares se despliegan. El texto anteriormente trascrito lo refleja: Alfonso X se refie-re al empleo de las insignias reales en las grandes fiestas, cuando los reyes hacen suscortes, y en los momentos convenientes, esto es, en los rituales y ceremoniales quepermiten la puesta en escena simbólica y su repetición a lo largo del tiempo. La coacción, en este caso, procede de la obligación de todo súbdito de venir a ellos(“entrar” en el espacio delimitado por el rey) para onrrarlos (o, lo que es lo mismo,otorgarles servicios simbólicos). Los súbditos deben participar en el tiempo conme-morativo que define la monarquía. Un exponente de ello, es la obligación de todo

    rico hombre, prelado, maestre de orden militar y hombres buenos de las ciudadesde acudir a la muerte del rey ante su sucesor en un plazo de cuarenta días, para rea-lizar los ritos de duelo y reconocimiento del nuevo monarca. El que no cumpliera con el plazo “a sabiendas faríen aleve conosçida” 11. Este tiempo conmemorativo,ceremonial, festivo, es un tiempo también regulado por la monarquía y lo compo-nen los numerosos rituales que jalonan el ciclo de un reinado. Estos rituales se cele-bran en cualquiera de los espacios que ocupa la monarquía, ya sea asintiendo el rey personalmente, físicamente, o asistiendo sus delegados o sus imágenes figuradas,como una representación. La finalidad de estos rituales y su lugar de celebración se

    vincula con el sentido político que en cada momento adquiere. Alfonso X impulsó la delimitación del espacio regio: la corte. La corte es el lugarsimbólico por excelencia del orden monárquico, lugar central, y por tanto interior,que acogerá a todo aquel que desee ver premiado su servicio al rey, lugar del cualserá expulsado todo aquel que defraude o demuestre deslealtad al rey. La “cortefinca quita de todo mal, e abondada e conplida de todo bien”, se dice en la Partida Segunda, en un texto que aporta, nuevamente, un espléndido testimonio de la defi-nición simbólica de corte. La corte es el lugar en el que se halla la “espada de la jus-tiçia”, el lugar al que acuden todos los “hombres honrados” y a donde envían a sushijos para aprender la cortesía, pues las “bondades e los otros buenos ensennamien-tos, a que llaman cortesía, syenpre los fallaron e los preçiaron en las cortes” 12. Setrata, pues, de un espacio plagado de referencias que también apuntan a valoressupremos de bondad, de justicia, incluso de belleza, puesto que las palabras apues-tas y las maneras corteses “fermosean” el entorno regio. No vamos a entrar en la dis-cusión sobre las diversas funciones de la corte en la formación del estado, pero sívamos a resaltar su carácter como delimitador espacial del orden simbólico de la 

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    11 Partida Segunda, Título XIII, Ley XIX, ed. cit., p. 125.

    12 Todas estas referencias sobre la corte en ibídem, Título IX, Ley XXVII, pp. 99-100.

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    monarquía, carácter simbólico que algunos autores han criticado por su escaso valorhistórico13, crítica que no compartimos. En el caso hispánico y, concretamente, cas-tellano, es evidente que el simbolismo de la corte varía a lo largo de los siglos, en

    buena medida avivado por su paulatino engrandecimiento y su progresiva sedenta-rización. Dejando a un lado el aspecto administrativo y gubernativo de la corte,parece que en tiempos de Alfonso X y en los turbulentos reinados siguientes la cortesimboliza el carácter justiciero del monarca, identificado con la espada, que simbo-liza la justicia, justicia que regula el acercamiento o expulsión del círculo de proxi-midad regia; se conforma, por tanto, como un espacio de atracción y de expulsión,un espacio en el que prevalece el valor dentro, con el rey en su corazón. La corte seirá así delimitando en la legislación posterior en las cinco leguas territoriales entorno a la residencia regia, también llamado significativamente el “rastro del rey”.

    Los límites espaciales de la corte han de ser un campo sustraído a la violencia exte-rior, pues en su entorno debe quedar preservada la paz y la seguridad. Cualquiermuestra de agresividad cometida en ese entorno regio será castigada con penasimplacables, como corresponde a los crímenes más atroces, aquéllos que quedanexcluidos del perdón real. Alfonso XI y Enrique II legislaron en este sentido14. Sinembargo, durante la minoría de Alfonso XI, la regente María de Molina no había podido evitar que en Valladolid, en el interior del palacio, junto a su cámara, seorganizase un tumulto durante la reunión de las cortes. Los hidalgos sacaron lasarmas y a punto estuvieron de iniciar una masacre. La reina se sintió deshonrada y 

    abandonó la ciudad, pues no contaba con los mecanismos para reprimir la violacióndel orden de la corte 15, mecanismos que fue asegurando la legislación posterior. Esa 

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    Símbolos y ritos: el conflicto como representación

    13 La bibliografía sobre la corte y sus funciones es muy nutrida. Véase la crítica de diferentes perspectivasde estudio en: Trevor Dean, “The courts”,  Journal of Modern History , 67, supll. 1995, 136-151 y John Adamson (ed.), The Princely Courts of Europe: Ritual, Politics and Culture under the Ancien Régime 1500- 1750 , London, 1999.

    14 Alfonso XI en el año 1312, en las cortes de Valladolid: “Otrossí tengo por bien e mando que ningunonon sea osado de matar nin de ferir nin desonrar a otro en la mi corte nin a çinco leguas onde yo fuerpor omeziello nin otra enemistad ninguna que aya con él nin por otra razón ninguna; e qualquier quelo fizier que muera por ello e pierda lo que ouier, e otorgo de non perdonar la mi justiçia en ninguna 

    manera a ninguno que en tal culpa cayer”, Cortes de los antiguos reinos de León y Castilla , Madrid, Real Academia de la Historia, 1861, I, p. 215. Enrique II en las Cortes de Toro, en 1371: “Otrosí ordenamoset tenemos por bien que qualquier omme de qualquier condeçión que sea, quier sea fijodalgo o quiernon, que matare o feriere en la nuestra corte o en el nuestro rastro, que lo maten por justiçia por ello,saluo si lo feziere en defendiéndose en aquellos casos quel derecho manda; et si sacare espada o cuchie-llo para pelear, que le corten la mano: et sy furtare robare o forçare en la nuestra corte o en el nuestrorastro, que lo maten por ello, segunt que está ordenado por el Rey don Alfonso nuestro padre, que Diosperdone, en las Cortes que fizo en Madrit”, ibídem, II, p. 196.

    15 “E sobre la partición de los dineros, que se non avenían por la mengua que avía, començóse vna pelea entre los fijosdalgo todos en los palaçios del rey a do posaua la reyna en su cámara que era muy gran-de, e posaua aý el ynfante don Joan con ella, que salió e lo partió; e si atán ayna no saliera él, todos semataran vnos a otros; e fue muy gran maravilla a do tantas armas ovo sacadas, estando todos tan çerca vnos de otros, cómo non fue ninguno muerto nin ferido; e demás desto, que la gente que estaua en la 

    villa del ynfante don Joan recudieron todos a los palaçios armados, diziendo que matauan al ynfantedon Joan; e quiso Dios guardallo, así que non ouo aý muerto nin ferido ninguno. E la reyna, viendo

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    validez de la imagen de la corte como un espacio de paz y seguridad se demuestra también en un testimonio propagandístico de Pedro López de Ayala. La configura-ción de la imagen de anti-rey o rey tirano que traza en su crónica se corresponde

    con una imagen de la corte en la que la violencia desatada no respeta ni tan siquie-ra a la reina madre. El episodio cuenta cómo, saliendo de su residencia, María dePortugal presenció una cruel pelea que acabó con la vida de varios caballeros. La reina se desmayó y maldijo a su hijo por la afrenta; la impresión fue tal que pidió a su hijo el rey que le permitiera abandonar el reino 16.

    El rastro del rey se considera, por tanto, un espacio sacralizado. Este caráctersagrado, como hemos comprobado, no será respetado en los momentos de mayordebilidad de la monarquía, pero la intención última es proyectar la imagen a todoel reino de un enclave de seguridad y de orden en medio del caos: allá donde se diri-

    ge el rey, con su corte itinerante, se establece la paz 17, paz que no es difícil equipa-rar con la paz divina. El espacio sagrado que rodea al monarca se extiende, incluso,al lugar que ocupa una vez muerto, su lugar de enterramiento, y no sólo al pante-ón que ocupa, sino también a la villa que lo acoge 18.

    La alegoría de la corte como un mar apacible y seguro para los buenos que acu-den allí con sus agravios, y un mar tempestuoso para los torticeros sugiere tambiénla idea de orden y seguridad 19. La significación de atracción y de expulsión se apoya 

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    que le non guardauan su honra y que le perdieron verguença e que pelearon en su palaçio, partióse otrodía dende e vínose para Palençia”, Gran Crónica de Alfonso XI , ed. Diego Catalán, Madrid, Gredos, 1976,t. I, p. 301.

    16 “E salliendo la reyna doña María del castillo e con ella la condesa doña Iohana muger del conde donEnrrique e aquellos caualleros que auemos dicho, llegándose a una puente pequeña que está delante delalcáçar, llegó un escudero, que aguardaua a don Diego Garçía de Padilla, maestre de Calatraua, que dizí-an Iohán Sánchez de Oteo, e dio con vna maça en la cabeça a don Pero Estéuañez Carpentero, que sellamaua maestre de Calatraua, en guisa que lo derribó en tierra çerca de la reyna, e matólo luego. E otroescudero que dizían Alfonso Ferrández de Castrillo llegó a Ruy Gonçález de Castañeda e dióle con uncuchillo por la garganta e derribólo e matólo. Otro escudero llegó e mató a Martín Alfonso Tello e otrosmataron a Alfonso Téllez. E la reyna doña María, madre del rey, quando vio matar así estos caualleros,cayó en tierra sin ningúnd sentido commo muerta e con ella la condesa doña Iohana, muger del condedon Enrique. E desque la reyna cayó, estudo en tierra grand pieça e después leuantáronla e vio los caua-lleros muertos enderredor de sý e desnudos, e començó a dar grandes bozes maldiziendo al rey su fijo ediziendo que la desonrrara e la lastimara para sienpre, e que más quería morir que biuir. Pero el rey fízo-

    la leuantar e leuar a su palaçio do la reyna solía estar, e dende a pocos días pidió la reyna doña María alrey su fijo que la enbiasse a Portogal al rey don Alfonso su padre. E anssý lo fizo el rey e allá finó”, PedroLópez de Ayala, Crónicas , ed. José Luis Martín, Salamanca, 1991, p. 166. La reina madre había ampara-do a los nobles revelados contra el rey en Toro, el episodio tiene lugar una vez tomada la ciudad y elalcázar por Pedro I.

    17 El carácter itinerante de la corte fue utilizado en momentos especialmente tensos y conflictivos comomecanismo pacificador y las ceremonias y rituales que en el entorno regio se celebraban sirvieron, igual-mente, como estrategia pacificadora. Véase a este respecto, los viajes que realizó Enrique IV e Isabel Ipor Andalucía, en momentos críticos de sus respectivos reinados (M.C. Quintanilla Raso, Nobleza y señoríos en el Reino de Córdoba. La Casa de Aguilar (siglos  XIV  y  XV  ) , Córdoba, 1979, pp. 131-134 y Miguel

     Ángel Ladero,  Andalucía en el siglo  XV . Estudios de historia política , Madrid, 1973, pp. 143-148).18 “E no tan solamente deven onrrar el cuerpo del rey finado, asý commo dicho es, mas aun el lugar o la 

    villa en quel yoguiere, asý que qualquier que lo quebrantase synon por razón de justiçia, deve aver pena 

    según el fecho fuese”, Partida Segunda, Título XIII, Ley XIX, p.126

    .19 Ibídem, Título IX, Ley XXVIII, p. 100.

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    en el desarrollo del aparato de justicia, gracias a la extensión de oficiales reales porel territorio, tras el control de los concejos por parte de la monarquía, y de los alcal-des de corte en el interior de las cinco leguas. Emplazar a alguien a la corte o ale-

     jarlo de la corte, separar de la merced regia, son alusiones corrientes en la documen-tación, sanciones a un plazo limitado cuyo incumplimiento puede acarrear caer encaso de traición. Expulsar a alguien del límite de las cinco leguas basta para segre-garlo políticamente, hasta el punto de considerarse ésta una pena más grave que eldestierro a un lugar mucho más alejado, como podría ser la frontera, según se com-prueba en este testimonio cronístico:

    “Que los corregidores quel Rey enbiase a las tales çibdades e villas e lugares

    fuesen thenudos de fazer relaçión a su merçed quién e quáles personas eran los que

    reboluían los tales vandos; e auida por el Rey esta ynformaçión, que les mandaseluego venir a su corte. E presentados antel Rey, o a las puertas de su cámara, que les

    mandase que andouiesen a çinco leguas de la corte; e dáuales juezes que los oyesen,

    e el fiscal suyo que los acusase. Lo qual así se fizo, que allí a Medina vinieron algu-

    nos de las çibdades e villas del reyno, e fizose justiçia dellos. E a otros que non meres-

    çían tanta pena, desterráuanlos que estouiesen çierto tienpo en Antequera, e en

     Ximena, o en Lorca, o en Teba, o en Alcalá la Real, o en Tarifa, o en otros lugares de

    la frontera de los moros. E con este temor fueron tirados muchos vandos e escánda-

    los e rroydos que en muchas çibdades e villas e lugares del reyno auía” 20.

    En tiempos de Alfonso X se define también simbólicamente otro espacio dentrode la corte, el palacio, lugar que traza una instancia de mayor cercanía hacia el cora-zón del poder real. La Partida Segunda definió palacio como “el lugar do el rey seayunta paladinamente para fablar con los omnes” 21, y delimitaba los tiempos decomunicación en tres situaciones: para librar pleitos, durante los banquetes y durante el tiempo del deleite (“fablar en gasaiado”). Lo que define al palacio, portanto, es su capacidad de propiciar la comunicación con el rey, una comunicaciónregulada por el monarca, ya que por ley ofrece las pautas de lo que se debe y no sedebe decir y de cómo se debe decir. De su exposición se deriva que los momentosde sociabilidad priman sobre el momento para impartir justicia, hasta el punto deque toda una ley se ocupa de la forma de comunicarse en el “retraer”, que equival-dría a “fablar en gasaiado”. Interesa resaltar el hecho de que el rey Alfonso X otor-ga aquí carta de naturaleza al comportamiento cortesano, el único que ha de preva-lecer en el palacio y en la comunicación con el rey, un comportamiento basado enlas buenas costumbres y en las maneras afables, apartando cualquier manifestación

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    Símbolos y ritos: el conflicto como representación

    20 Lope de Barrientos, Refundición de la Crónica del Halconero , ed. Juan de Mata Carriazo, Madrid, 1946,pp. 154-155.

    21 Partida Segunda, Título IX, Ley XXIX, p. 101.

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    desagradable en los signos corporales y en las palabras y que, en consecuencia, aleja la posibilidad de injuriar al rey o de injuriar a los que acompañan al rey. Téngase encuenta que la injuria es una forma de violencia verbal, con un fuerte componente

    simbólico. De hecho, los reyes y demás autoridades se aplicarán en regular las“malas palabras”, las injurias que estaban en el origen de no pocas riñas, peleas,incluso de tumultos. Esta regulación continua se observa a lo largo de toda la Baja Edad Media 22.

    De este modo se consigue de nuevo crear otro ámbito especial en torno al rey,acorde con la idea de orden en las costumbres, mesurado, muy distinto al mundodesordenado que prevalece fuera de su radio de influencia. En consecuencia, la corte,y el palacio en particular, se irán transformando en paradigma simbólico: el palacioha de ser el lugar donde todos los hombres honrados deben ser criados y educados23.

    Gracias a esa función educativa de la corte y del palacio, el rey consigue que sus valo-res y su orden simbólico sea aceptado, en especial entre los grupos que actúan polí-ticamente. Por otra parte, al instaurar el palacio como un ámbito habilitado para la comunicación política (y valorado en un alto grado, no lo olvidemos) se fija, final-mente, un espacio de encuentro y de atracción para otros órdenes simbólicos exis-tentes, órdenes que podrían plantear resistencia o competir con el orden simbólicode la monarquía, tal y como podía ser el orden simbólico de la aristocracia.

    En los reinados posteriores no parece que el eficaz aparato ideológico estableci-do por el rey Sabio para el entorno regio funcione en la medida deseada. La crisis

    de la monarquía supone también una crisis de la aceptación de su orden simbólico.La relación de Alfonso XI con el infante Juan Manuel y la negación continuada deéste a acudir a la corte ejemplifica la dificultad de practicar la comunicación corte-sana. A pesar de ello, la literatura de la época ejercerá como eficaz propaganda delos valores cortesanos 24. Será bajo la dinastía trastámara cuando vuelva a retomarsecon más fuerza el ideal alfonsí de corte y de palacio. En el siglo xv se observa, ade-más, un paso más en la separación de la figura regia, con la mayor importancia queva cobrando la cámara regia. Aunque aún no se haya producido la segregación entrecorte y territorio, corte y residencia regia, con el paulatino ocultamiento del rey, quese produce desde el reinado de Felipe II, sí parece observarse un cambio significati-

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     Ana Isabel Carrasco Manchado

    22 La legislación debía ser, en este sentido, minuciosa y especificar el tipo de insulto, hasta niveles increí-bles: el concejo de Burgos envía una consulta al rey puesto que, si bien en el fuero se indicaba la pena que debía aplicarse al que llamase a otro “fududincul”, nada decía de aquellos que empleasen comoinsulto la expresión “fi de fududincul”. El rey responde lo obvio: “Et porque estos denuestos son malose feos e muy vedados, tengo por bien e mando que esa pena que es puesta contra aquellos que llamana otro fududincul, que esa misma pechen aquellos que dixieron a otro “fi de fududincul”, Carta fecha-da en Toledo el 8 de abril de 1279, publicada en Emiliano González Díez, Colección diplomática del Concejo de Burgos (884-1369) , Burgos, 1984, doc. 83. Indica hasta qué punto el rey es fuente de autori-dad para fijar las cuestiones más minuciosas relativas al lenguaje.

    23 Partida Segunda, Título IX, Ley XXVII, ed. cit., p. 100.24 Fernando Gómez Redondo, Historia de la prosa medieval castellana. I. La creación del discurso prosísti- 

    co: el entramado cortesano , Madrid, 1998.

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    vo. En esta evolución se comprueba que la corte va perdiendo su simbolismo rela-tivo a la justicia (lo cual es comprensible, ya que de la corte se han independizadootras instancias que ejercen justicia autónomamente, Chancillerías, Audiencia 

    Real...) y va evolucionando hacia la expresión del favor regio. Frente a la imagenespacial de corte o rastro del rey, parece que en los siglos posteriores será el palacioy, en su interior, la cámara, los ámbitos que asuman el papel de representar las coor-denadas espaciales del rey 25. Esto es así debido al cambio que se irá produciendo enla actitud de la nobleza frente a la monarquía. Los grandes, durante el siglo  xv , sehacen en la cercanía del rey, en el oficio de sus oficios de casa y corte. Uno de losmayores honores que un noble puede obtener es ser admitido privadamente a la conversación del rey en su cámara (honor que suele traducirse en mercedes), y másaún conseguir dormir en su cámara. Indudablemente, esta transformación conver-

    tirá al palacio en un espacio para la lucha política 26, lucha por conseguir el favorregio y hasta la privanza. Los reinados de Juan II y Enrique IV son el mejor ejem-plo de ello y Álvaro de Luna el mejor exponente de engrandecimiento a costa de“privatizar” la persona del rey 27. Fernán Pérez de Guzmán dice de él en su retratoque, aunque no tuvo ocasión de mostrarse esforzado en las armas, “en las porfías edebates del palaçio, que es otra segunda manera de esfuerço, mostróse muy onbre” 28. En su crónica particular se cuenta, entre otras de estas hazañas, cómo con-siguió dormir en la cámara del rey, a los pies de su cama, ante el pasmo de sus riva-les, que pugnaban por apoderarse de tan preciado don real 29.

    Con la consolidación monárquica lograda por los Reyes Católicos tras la guerra de sucesión, la tensión se rebaja. La cortesía, el comportamiento cortesano impul-sado por Alfonso X, triunfa en la corte de Isabel I y de Fernando de Aragón. La 

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    Símbolos y ritos: el conflicto como representación

    25 En muchas de las ciudades y villas que suelen albergar la corte esto se traduce en la preferencia por el pala-cio como residencia regia, frente al alcázar o fortaleza. Sobre la sociabilidad cortesana que propicia el palacio:Rafael Domínguez Casas, “El ceremonial en la corte de los Reyes Católicos (1474-1516) y su relación con la tipología del palacio medieval español”, Archives et Bibliothèques de Belgique , 1995, vol. 66: ?, 185-234.

    26 El palacio más que la corte. Véanse las consideraciones y bibliografía citada sobre la corte real comoinstrumento de lucha política en José Manuel Nieto, “Más que palabras. Los instrumentos de la lucha política en la Castilla Bajomedieval”, en J. Ignacio de la Iglesia (coord.), Conflictos sociales, políticos e 

    intelectuales en la España de los siglos  XIV  y  XV ,  XVI  S.EE.MM. Nájera 2003 , Nájera 2004, pp. 197-198.27 Véase la investigación de François Foronda, “La privanza dans la Castille du bas Moyen Âge. Cadres con-ceptuels et straégies de légitimation d’un lien de proximité”, en Isabel Alfonso, Julio Escalona y GeorgesMartin (coords), Lucha política. Condena y legitimación en la España Medieval, [Annexes des CLCHM, 16] ,Lyon, 2004, pp. 153-197, y sus aportaciones en el capítulo correspondiente del presente volumen.

    28 Fernán Pérez de Guzmán, Generaciones y semblanzas , ed. J. Domínguez Bordona, Madrid, 1979, p. 132.29 “E fabló don Álvaro con el Rey, quando vido que todos estaban así repartidos, diziéndole: “Señor, pues yo

    solo quedo, e todos estos caballeros tienen fechas sus compañías ante vuestra cámara, mandad a mí anteellos que me acueste a los pies de vuestra cama. El Rey le dixo que lo faría. E estando el condestable donRuy López Dáualos, e el adelantado Pedro Manrrique, e el almirante, e los que eran de su parte, en la cáma-ra, vna noche, en queriéndose acostar el Rey, llamó a don Álvaro, e mandóle que se acostase a los pies de sucama. Como el Rey ge lo mandase, don Álvaro lo fizo luego. Como quiera que el escándalo fue grande entretodos, grandes fueron las amenaças que ficieron a don Álvaro estos grandes que con el Rey estaban. Ca eladelantado Pero Manrrique e otros grandes omes avían procurado mucho acostarse a los pies del Rey, masnon les avía seído dado lugar”, Crónica de don Álvaro de Luna , ed. J. de M. Carriazo, Madrid, 1940, p. 33.

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    corte es ya plenamente una escuela de prestigio, el núcleo desde el que se irradia elcomportamiento ejemplar de la clase dominante. En los retratos de los principalesnobles y caballeros de la época de los Reyes Católicos que nos ha dejado Gonzalo

    Fernández de Oviedo, los calificativos más elogiosos se refieren siempre a las mane-ras cortesanas 30. En esta obra encontramos el máximo desarrollo de un lenguajeexclusivo propio de la cultura cortesana, lenguaje que combina los códigos lingüís-ticos con los icónicos, plasmados en las invenciones, motes, lemas, y otras manifes-taciones, crípticas para el común de la población pero elocuentes para la aristocra-cia y para la monarquía, quienes, de este modo, han logrado llegar a puntos deconexión en sus órdenes simbólicos.

    2.2. Condiciones mentales: cortesía, honor, honra y fama 

     Acabamos de ver cómo del espacio ocupado por la persona sacralizada del rey nace una forma de comportamiento (que deriva en una forma de cultura), que es la cortesía. La cortesía, un modelo regulado por la monarquía, al ser aceptada comola norma para los movimientos corporales y para la forma de hablar que rige las rela-ciones entre los grupos dominantes, posibilita la aceptación del orden simbólicosuperior de la monarquía. Pero también abre la posibilidad de legitimación de otrosórdenes simbólicos, fundamentalmente el de los nobles, pues son éstos los que hanconseguido llegar más cerca del rey, quien, a fin de cuentas, es uno de ellos 31. Ambos

    órdenes se necesitan para reconocerse mutuamente. Y en este compromiso tácito dereconocimiento se interioriza una jerarquía de rangos que se extiende al resto de la población, jerarquía de límites borrosos, lo cual favorece el roce ideológico entre lasinstancias contiguas, como, por ejemplo, entre la nobleza y la caballería 32. Pero, esta configuración de la cortesía como modelo de virtud posibilita también el que otrosgrupos alejados de la corte se incorporen a la aceptación del orden simbólico de la monarquía. Son grupos que van cobrando importancia política a lo largo de la Baja Edad Media. Nos referimos, en concreto, a las oligarquías urbanas. Las oligarquíasurbanas se inclinan por adoptar en su modo de vida formas de representación queemulan las del orden aristocrático, para lo cual pugnan por penetrar en los ambien-tes de sociabilidad de la realeza. Esta emulación se extiende al espacio político que

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     Ana Isabel Carrasco Manchado

    30 Son expresiones frecuentes en su obra ser “muy del palacio”, ser “tan del palaçio”, ser “espejo de cortesía”.De Fernando de Ayala, dice que “fue muy estimado. E se aventajaua e señalaua en las cosas del palaçio comogentil cortesano, porque en todo se daua gentil manera, e como era liberal e graçioso e muy cortés e biencriado era muy quisto de los cortesanos e de quantos tenjan notiçia dél”, Gonzalo Fernández de Oviedo,Batallas y Quinquagenas , ed. Juan Bautista de Avalle Arce, Salamanca, 1989, p. 170.

    31 Alfonso X incluye una ley sobre los ricos hombres, a los que atribuye, entre otras, la función significa-tiva de fermosear su corte, ennoblecerla con su apostura, sus buenas costumbres y sus buenas manerasy de este modo dar ejemplo a todo el reino (Partida Segunda, Título IX, Ley VI, ed. cit., p. 87). El rey se vale de la nobleza para propagar el modelo cortesano.

    32

    Véase al respecto, Jesús D. Rodríguez Velasco, El debate sobre la caballería en el siglo XV 

    , Junta de Castilla y León, 1996.

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    dominan, las ciudades y villas, y de ahí, entre otras, las pretensiones de muchos con-cejos de alcanzar para sus ciudades títulos de reconocimiento y de prestigio, talescomo “muy noble ciudad”, “muy noble y leal”, etc. Durante la época trastámara, en

    momentos de división política, la concesión de estos títulos se empleó para atraerla adhesión de las ciudades, siempre ávidas de acumular prestigio 33. Al mismo tiem-po, los rituales urbanos en los que participan los reyes se irán poblando de manifes-taciones que tienden a resaltar el papel de las oligarquías, frente a la comunidad.Ejemplo de ello es la evolución que se observa en las entradas reales, en las que la oligarquía ciudadana y las autoridades concejiles, encargadas de recibir al monarca a las puertas de la ciudad, se adelantan en el tiempo y en el espacio, acudiendo a recibir a la persona real uno o varios días antes y varias leguas fuera de la ciudad,para otorgar, privadamente, las primeras manifestaciones de acatamiento34. La cele-

    bración de recepciones privadas por parte de los oficiales del concejo en honor delos reyes, durante la estancia de la corte, es también una muestra de esta actitud. A la postre, el lenguaje críptico de la emblemática cortesana se terminará introducien-do en los rituales ciudadanos desplazando otras formas con las que se identificaba la comunidad. Pero esto ocurrirá franqueando ya la Edad Media 35.

    Si la cortesía termina extendiéndose fuera del espacio de la corte a otros grupos,esto es debido a que sus normas contribuyen a alimentar la necesidad que tienen losdistintos grupos de aumentar su prestigio y el reconocimiento de dicho prestigioentre los demás, consiguiendo así la alabanza pública. En el plano de la mentalidad

    medieval, la búsqueda de prestigio y de reconocimiento público se traduce en deseode acumular honor y honra. Esta necesidad es común a todos los grupos y más queninguna otra necesidad se nutre de transacciones e intercambios de beneficios sim-bólicos. Los símbolos movilizan valores superiores del lado de la honra y valoresnegativos del lado de su opuesto, la deshonra. Teniendo en cuenta que los órdenessimbólicos se encuentran en constante pugna entre sí, y, tal y como dijimos al prin-cipio, se imponen gracias a formas de coacción, la posesión de honra se distribuirá entre los individuos y grupos en función del grado de poder que ostentan. La rique-za, como medio para alcanzar poder, y como medio necesario para sufragar los gas-tos de una política de representación, también proporciona honra, y por ello, en lasciudades, los “ciudadanos honrados” se distinguen simbólicamente del resto devecinos por su capital honorífico. El término “honor” tuvo, de hecho, en su origen,

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    Símbolos y ritos: el conflicto como representación

    33  Así, el usurpador del trono de Enrique IV, su hermano el infante Alfonso “XII”, concedió en 1467 a Carmona el título de “muy noble villa”. Dos años después, una vez recuperado el trono, el rey Enrique sereconcilió con la villa otorgando ese mismo título, Colección diplomática de Carmona , Sevilla, 1941, p. 70.

    34 Véase, María de Los Llanos, Martínez Carrillo, “Elitismo y participación popular en las fiestas medie-vales”, Miscelánea Medieval Murciana. Historia Medieval, 1993-1994 , vol. 18, pp. 95-107.

    35 El lenguaje culto del humanismo y sus imágenes penetran en la imaginería de las ceremonias de recep-ción real: Méthodo para hacer un carro triunphal, y explicación del modo en que se han de colocar las pie- zas de que se compone, conforme a el gusto del siglo decimo VI , BNM, Ms. 18.190, f. 252.

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    un componente material, al nombrar tenencias de tierras y oficios públicos, circuns-tancia que elevó a los reyes en la consideración de dispensadores de honores y dehonras, en garantes de la distribución de tales honores.

    Los reyes se beneficiaron eficazmente de esta necesidad de prestigio propia de losgrupos sociales y se situaron a la cabeza de la jerarquía de honores, después de Dios,de tal manera que la necesidad de honra actuó como medio de validación superiordel orden simbólico monárquico y como forma de regulación de las relaciones conlos otros órdenes. En la obra de Alfonso X puede seguirse esta teoría sobre la honra.En las Partidas define el rey el concepto de honra como una pretensión común a todos los hombres de alcanzar la alabanza, pero graduada, jerarquizada:

    “Onrra quier tanto dezir commo adelantamiento sennalado con loor que

    gana el omne por razón del lugar que tienen, o por fecho conosçido que faze, o porbondat que en él a; e aquellos que Dios quiere que la an conplida, llegan al mejor

    estado a que llegar pueden en este mundo, quel es todavía tanbién en muerte commo

    en vida. E esta es quando la ganen derechamente e con razón, subiendo de grado en

    grado por ella, asý como de un bien a otro mayor, e afirmándose e raygando en ellas,

    teniendo los omes que la meresçen e an derecho de la aver, e por ende tal onrra 

    commo esta conviene mucho a los pueblos que la fagan señaladamente a su rey” 36.

    Se establece, pues, la obligación de todos los hombres de ir a la corte y honrar

    al rey, con palabras y con hechos, una obligación de todo súbdito que se sitúa en la cadena de la obediencia:

    “E por ende tal onrra commo esta conviene mucho a los pueblos que la fagan

    sennaladamente a su rey, e esto por muchas razones, segúnt desuso deximos: lo uno

    por la conosçençia quel deven aver, lo otro por el amor, lo al por el temor, otrosý

    porque son tenudos del envergonçar e de lo obedesçer. E faziendo esto onrrarlo yen

    conplidamente, onrrando al rey onrran a sý mismos e a la tierra onde son” 37.

     Y, como el deber de obediencia, el deber de honra se expresa como una circuns-tancia consustancial a la existencia de reyes en la tierra, por decreto divino:

    “Mas agora queremos dezir en qué manera los de la fe de nuestro Sennor

     Jhesu Christo se acordaron con ellos en esta razón, e mostraron por derecho que el

    pueblo deve fazer al rey señaladamente çinco cosas: la primera conosçerle, la segun-

    da amarle, la terçera temerle, la quarta onrrarle, la quinta guardarle” 38.

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    36 Partida Segunda,Título XIII, Ley XVII, ed. cit., p. 123.37 Ibídem, Título XIII, Ley XVII, p. 123-124.38 Ibídem,Título XIII, Ley XII, pp. 120-121.

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    Para asegurarse las señales de reconocimiento y las formas de tratamiento quehonran la persona real (de palabra y de hecho, de palabra, fundamentalmentemediante las formas de comunicación regulada por el rey y definida como corte-

    sía 39), recurre Alfonso X al sistema de penas y sanciones 40, pero también a la acep-tación de que el propio rey debe honrar a sus súbditos, incluso a toda la tierra queestá puesta bajo su dominio.

    “E onrrarles deven en tres maneras: la primera poniendo a cada uno en el

    lugar qual conviene por su linage, o por su bondat o por su serviçio; e otrosy man-

    tenerle en él non faziendo por qual deviese perder (...) e la segunda onrrarlos de su

    palabra loando los buenos fechos que fezieron en manera que ganen ende buena 

    fama e buena prez; la terçera queriendo que los otros los razonen asý, e onrrándolos

    será él onrrado por las onrras dellos. (...) Onrra deve el rey fazer a su tierra, e seña-ladamente en mandar çercar las çibdades, e las villas e los castiellos de buenos muros

    e de buenas torres, ca esto la faze seer más noble e más onrrada e más apuesta (...),

    otrosý la deven onrrar de su palabra, alabando las bondades de ella”41.

    De este modo Alfonso X, auto-imponiéndose, e imponiendo a sus sucesores, la obligación de honrar a sus súbditos y al reino, consigue legitimar su posición comomáximo dispensador de honores, creando así un marco dinamizador de las relacio-nes sociales y políticas. Hay aquí una relación de reciprocidad entre el rey y sus súb-

    ditos en cuanto al reconocimiento de los respectivos órdenes simbólicos, un pactotácito que el rey establece porque de ese modo garantiza su propia posición de supe-rioridad y de preeminencia. Las estrategias de representación de los diferentes gru-pos sólo serán posibles en la realidad si éstos están dispuestos a colaborar entre sí enlas demandas de reconocimiento y de prestigio que mutuamente se soliciten.

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    Símbolos y ritos: el conflicto como representación

    39 La relación entre cortesía y honra, penetró en el lenguaje convencional. Los denuestos e insultos queatentan contra la honra se definen como palabras descorteses; por ejemplo, en el diccionario de Alfonsode Palencia leemos: “Cacefatón es palabra descortés o diçtión mal compuesta que significa cosa mala”, Alfonso de Palencia, Universal Vocabulario , ed. Gracia Lozano López, Madison: Hispanic Seminary of 

    Medieval Studies, 1992, voz “cacefatón”). Covarrubias definía “honra” a comienzos del  xvii como“Reverencia, cortesía que se haze a la virtud, a la potestad, algunas vezes se haze al dinero”, Sebastián deCovarrubias, Tesoro de la lengua castellana o española , ed. Martín de Riquer, Barcelona, 1993, p. 697.

    40 Hay un texto esclarecedor del siglo  xv que revela la conciencia de que la honra “política” no es algonatural, como quiere definir Alfonso X, sino impuesto: “El Mandamiento de Dios que nos manda onrar; ca el que onbre no ama, no le puede onrrar. E a quien desonra, señal es que non le ama, aunquealgunas honrras e reuerençias se hazen en este mundo, por las quales dezimos: “Manos besa el onbre,etç.” Mas estas tales, fuera e bien lexos las veo del diuinal Mandamiento, ca de vna manera honrramoso fazemos reuerençia a nuestros padres y de otra a los señores con quien debdo no auemos; ca onrramosa nuestros padres con filial amor e voluntaria obidençia, [e a los señores] con çerimonia mundana, mássubjecta por çierto a abto de cortesýa o de justiçia sy tal fuere, que no a cordial amor. E bien se decla-ra asý en el mesmo Mandamiento que dize: “Honrrarás al padre”. E non dize: “Honrrarás a los adelan-tados, condes e duques”, Teresa de Cartagena,  Arboleda de los enfermos , ed. Lewis Joseph Hutton,Madrid, Real Academia Española, 1967, p. 45.

    41 Partida Segunda, Título X, Ley II, p. 103 y Título XI, Ley II, pp. 106-107.

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    Una expresión de dicho compromiso, relacionada con los conceptos de honor y de honra, es el fenómeno de la fama. La fama asegura la duración en el tiempo delprestigio adquirido por un individuo, una familia o un grupo social. Se proyecta en

    el pasado y hacia el futuro y, en este sentido hay que relacionarla con la propagan-da política, ya que en torno a la fama se elabora una variada literatura encargada deextender y perpetuar la memoria de los hechos y virtudes que configuran la buena fama de los actores políticos, desde las crónicas reales hasta las historias particula-res de nobles y linajes, pasando por panegíricos de todo tipo. La buena fama dis-tingue a los hombres que tienen crédito en la sociedad de los que no lo tienen, y por ello en todos los fueros a los hombres de “buena fama” se les concede en los

     juicios autoridad para actuar como testigos. En caso de delito, esa misma buena fama se convierte en una circunstancia atenuante, ya que “buena fama” se equipa-

    ra con la virtud. Los reyes, por su parte, siempre eligen entre sus oficiales a perso-nas “de buena fama”, o al menos así queda declarado en la legislación sobre elec-ción de oficiales. Los oficios desprestigiados socialmente son, por el contrario,oficios infamantes. Así pues, la fama es otro indicativo de reconocimiento social y una marca de prestigio.

    En el siglo xv crece la preocupación por que las crónicas sean lo más verdaderasposibles para preservar la fama del rey, garantía de que son reyes virtuosísimos.Igualmente, las crónicas deben identificar a todos los que le sirvieron lealmente,puesto que la fama es un sello de reconocimiento del leal servicio al rey 42, lo que

    asegura, por tanto, el derecho a obtener gratificación por tales servicios. No hay duda de que esta preocupación creciente entre la clase dominante por la conserva-ción de la fama revela la vulnerabilidad de los grupos dominantes, pues se ha abier-to la posibilidad de falsificar la opinión y confeccionarse una fama a la medida,“ningunear” actos virtuosos o, en el peor de los casos, derribar directamente esa imagen cuidadosamente elaborada y proyectada mediante sus respectivas políticasde representación 43. Ya Alfonso X decretaba pena de traición para los súbditos que

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     Ana Isabel Carrasco Manchado

    42 Así por ejemplo, Fernán Pérez de Guzmán: “Ca si por falsar un contrato de pequeña contía de moneda 

    meresçe el escrivano grant pena, cuanto más el coronista que falsifica los notables e memorables fechos,dando fama e renombre a los que non lo meresçieron, e tirándola a los que, con grandes peligros de suspresonas e espensas de sus faziendas, en defensión de su ley e serviçio de su rey e utilidat de su república e onor de su linaje fizieron notables abtos”, Fernán Pérez de Guzmán, Generaciones..., p. 4.

    43 Las dudas que despierta dar crédito a la fama se reflejan en este texto de Alfonso de la Torre, escritobajo el reinado de Juan II: “La fama es muy engañosa, ca muchas vezes dize bien de los malos e mal delos buenos. ¡Quántos ypócritas symulados, engañadores del mundo, pregonan e divulgan las gentes porsantos! Yten, ¡quántos bestiales e groseros e ydiotas son entre los omnes tenidos por sabios! Yten, ¡quán-tos omnes ay de buenas condiçiones que son divulgados por malos e quántos omnes ay elevados deentendimiento como ángeles e las gentes se traen dellos escarnios e los divulgan por ygnorantes! E sy enaquello non pueden travan en otras cosas senblantes disfamándolos e diziendo que son ereges; e aques-to syenpre fue. E por esto sýguese que la bien aventurança no sea en en la fama, ca la fama mas aýna divulga la mentira que la verdad, e syenpre el pueblo fue ynclinado a creer locuras e afirmarlas e morirpor ellas más que no a las verdades” (Alfonso de la Torre, Visión deleytable, ed. Jorge García López,Salamanca: Universidad, 1991, pp. 269-270).

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    atacaran la fama del rey (sobre todo mediante el empleo de malas palabras) 44, aun-que también reconocía que los reyes debían procurar no vulnerar la fama de sussúbditos 45. En el Libro del caballero Cifar, escrito durante los convulsos años que

    marcaron los reinados de Sancho IV y Fernando IV, se dibuja un retrato terrible deltraidor a partir del desprecio por la fama de su señor y por la suya propia, actitudque provoca consecuencias determinantes para su propio linaje:

    “Assí es el traidor: quando quiere fazer la traición, no fabla con los honbres en

    los fechos de su señor de derecho en derecho, mas por maneras de engaño, disfaman-

    do a su señor e diziendo mal dél encubiertamente e con falsedad, que delante no dize

    sino lisonjas, eassí lo muerde de través como perro ravioso, disfamando su buena fama 

    e su honrra. Otrosí dexa la carrera del bien e toma la carrera del mal e assí anda tuer-

    to, como la culebra, porque haze traición a su señor, no le guardando verdad ni leal-tad como deve. Otrosí dexa de ganar buena fama, que es tan clara como espejo, e gana 

    fama de traición, que es aborrido de Dios e de los hombres; e assí es semejante al puer-

    co, que dexa el agua clara y se baña en el cieno. E sin todo esto, dexa el buen galar-

    dón por pena e dexa honra por desonrra, assí como la mosca, que dexa la carne fres-

    ca e va a la podrida. Assí que si los hombres quisieren parar mientes e saber qué cosa 

    es traición, fuirían della assí como de la lepra, que assí como la lepra encona e inficio-

    na fasta la quarta generación decendiendo por linaje derecho, assí la traición de aquel

    que la faze infama a los que descienden dél hasta en el quarto grado, que los llamarán

    fijos e nietos e bisnietos del traidor, e pierden honrra entre los hombres e no los res-ciben en los oficios, salvo si el señor los diere por quitos de aquella infamia a los que

    descienden del traidor por que puedan haver los oficios de su tierra”46.

    La fama y su dependencia de la violencia simbólica que se transmite a través dela comunicación lingüística, violencia que debe ser evitada a toda costa 47, nos revela la influencia de la opinión en las relaciones sociales y políticas medievales. La mala 

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    Símbolos y ritos: el conflicto como representación

    44 “Otrosý lo deven mucho guardar de mala fama, ca maguer se faze por palabra e va por el ayre, muchofaze más extraño golpe que el arma, porque ésta mata al omne non le tolliendo la vida, lo quel arma 

    non puede fazer; e faze aun mucho peor golpe, ca el arma non llaga a otro sino a aquel a quien fiere,mas esta llaga a aquel a quien la ponen e a su linage, e aun a las orejas de aquellos que la quieren creer”,Partida Segunda, Título XIII, Ley XXVI, ed. cit., p. 130.

    45 “Onde de todas estas palabras que dicho avemos se deve el rey mucho guardar, ca syn la malentança que faríe en dezirlas, podría ende venir muy grant daño a su gente (...) en guysa que fincaríen enfama-dos aquellos contra quien las dixiese”, ibídem, Título XIII, Ley XXVI, p. 130.

    46 Libro del cavallero Cifar , ed. Juan Manuel Cacho Blecua, Zaragoza, Universidad, 2003, f. 42r (trascrip-ción realizada para el CORDE).

    47 De ahí que los murmuradores deban ser perseguidos en todos los órdenes, el civil y el religioso: “Los mal-dizientes cofonden quanto ellos pueden el buen prez e la buena fama; que es en los omnes que es la máspreciada cosa que pueda seer. E por ende los que enfaman a los omnes por palabra o por carta; o los que lasfallan las cartas e no las rompen luego, o no las queman ante que las muestren a otro ninguno; tanto tieneSancta Eglesia esta cosa por crua e por mala, que magar ella sea muy piadosa, manda que los que lo fizie-ren sean açotados por ende fuertemientre”, Alfonso X, Primera Partida. British Library Ms. Add. 20.787 ,transc. Lloyd A. Kasten y John J. Nitti, Madison: Hispanic Seminary of Medieval Studies, 1995, f. 34r.

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    fama publicada, fomentada por la propaganda política, puede llegar a ser una de lascausas del descrédito y desprestigio de algunos reyes: el caso del rey Enrique IV es elmayor exponente de ello. Se comprueba así la acción de otra variable que hay que

    tener en cuenta y que condiciona el esquema de órdenes simbólicos de los distintosgrupos, poniendo en peligro el difícil equilibrio que se establece entre ellos: nos refe-rimos a la opinión pública.

    2.3. Condiciones relativas a la comunicación política:

    el control de la opinión pública 

    La existencia de formas de opinión pública en la sociedad castellana bajomedie-val, y la conciencia del peligro que suponían para la monarquía, impulsó, por una 

    parte, toda una legislación tendente a sofocar cualquier conato de crítica negativa ode violencia verbal que rebajase la posición preeminente de los reyes. La justicia realtrataba de actuar ante la constatación de tales manifestaciones injuriosas o decomentarios críticos contra los reyes. Hemos hecho referencia a la preocupación de

     Alfonso X en este sentido (denostar al rey conlleva pena de traición), pero ante la dificultad de controlar los movimientos de opinión, la legislación se refuerza a lolargo de los reinados posteriores, como por ejemplo, en las cortes de Segovia de1386 48, en tiempos de Juan I, quien, ante el cambio dinástico, tenía una necesidadacuciante de controlar los restos de opinión petrista.

    Las formas de expresión de estas corrientes de opinión se revelan en momentosespecialmente críticos, canalizándose a través de múltiples manifestaciones y repre-sentaciones. En algunos casos pueden relacionarse estas expresiones con episodios deanti-propaganda, sobre todo cuando podemos identificar a los agentes con gruposaristocráticos o en conflicto. Ejemplo de ello son los escritos amenazantes y denigra-torios contra el rey Enrique IV lanzados por las escaleras y la sala de la residencia delrey en Lerín, por los contrarios a su entrada en el reino de Navarra, a donde había acudido llevado por el conflicto de navarros y catalanes con Juan II de Aragón49. En

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     Ana Isabel Carrasco Manchado

    48 “Otrosý, porque avemos entendido que algunos ommes malos, non temiendo a Dios e oluidando la leal-tança a que son tenudos a su Rey e a su señor e al regno donde son naturales, con malas voluntades e otrosýcon atreuimiento e con maliçia dizen algunas palabras o rrazones muy malas e feas, asý contra nos commocontra los del nuestro consejo e ofiçiales, e contra otros grandes de los nuestros regnos, e otrosý dizen cosasalgunas que son muy dapnosas a nos e a los nuestros regnos, infigiendo e leuantando nueuas non verdade-ras sobre algunas cosas que son nuestro deseruiçio e dapno de nuestros regnos, e commo estos atales losderechos e las leyes e ordenamientos de los nuestros regnos les ponen departidas penas las quales non songuardadas nin se guardaron commo deuían fasta agora contra los tales, por lo qual han avido e han osadía e atreuimiento para lo fazer; e nos agora queriendo de contrastar esta osadía, ordenamos e mandamos quequalquier o qualesquier que las tales cosas dixieren o leuantaren, sy fueren contra nos o contra nuestro esta-do real o de la Reyna mi muger o delos infantes mis fijos, que sy fuere omme de mayor guisa, que nos losenbien presos do quier que seamos”, Cortes de los antiguos reinos..., II, p. 349.

    49 “Para temorisar al rey de la estada en aquella villa, echavan algunos escritos de ellos en las escaleras y otrosen la sala, diziendo que se guardase y pusiese grand guarda sobre su persona real, por quanto estava en peli-gro su vida”, D. Enríquez del Castillo, Crónica de Enrique IV , ed. A. Sánchez, Valladolid, 1994, p. 205.

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    esta ocasión, la opinión se reviste de una fuerte carga de violencia verbal. Otro claroejemplo de movimientos de opinión identificados con la propaganda y la anti pro-paganda es el proceso por la sucesión de Castilla en tiempos del mismo rey Enrique

    IV, al poco de ser nombrada heredera su hermana Isabel, en 1468, por el pacto de losToros de Guisando. El conde de Tendilla, en nombre de los partidarios de la deshe-redada princesa Juana empleó la escritura expuesta como método para hacer públi-cas las razones en defensa de su protegida. El 24 de octubre de 1468 fijó la apelaciónenviada al papa a las puertas de la iglesia de Colmenar de Oreja, lugar de residencia de la corte, y en las puertas de las iglesias de lugares adyacentes, Chinchón y Ocaña.No lo hizo a las puertas del palacio por temor, pero, qué duda cabe, que las puertasde la iglesia añadían un componente religioso a su reclamación 50. Por su parte, la infanta Isabel envió a todas las ciudades del reino una carta en defensa de sus dere-

    chos, tras la nueva jura como heredera de la princesa Juana efectuada en Valdelozoya.La larga carta fue igualmente expuesta por algunos de sus partidarios a las puertas delugares sagrados, como es el caso del concejo de Burgos, que ordenó su exposición a las puertas de la catedral, como método para orientar la opinión ciudadana 51.

    Por su parte, la caballería hace uso de la escritura expuesta o difundida para mover la opinión por medio de carteles de desafío que contienen argumentos decontienda política. Tales argumentos vienen apoyados por los rituales caballerescosque componen los rieptos o desafíos. Estos procedimientos son corrientes en con-flictos sucesorios, cuando hay división de partidos en los reinos 52. Como puede

    observarse, los diferentes grupos e instancias de poder se movilizan haciendo uso delas formas de comunicación propias de sus órdenes de representación. El clero, entales conflictos sucesorios, interviene también como instigador o agente de opiniónhaciendo uso de la predicación como arma movilizadora. En el conflicto sucesorio

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    Símbolos y ritos: el conflicto como representación

    50 “Y segúnd el odio y enemiganza con que han tratado y tratan a la dicha señora princesa mi parte e a la dicha señora reina su madre, nin a mi en su nombre non es tuto nin seguro el acceso a la presencia per-sonal de los dichos señores rey nuestro señor y doña Isabel su hermana y de los otros caballeros para faser en su presencia esta dicha intimación, o a las puertas de su morada, por el grand temor de peligrode muerte e grand injuria y daño que de la tal notificación se seguiría, segúnd es notorio, fago la dicha 

    intimación en la forma que mejor puedo en la iglesia de santa María desta villa del Colmenar de Oreja,donde por el presente reside la corte del dicho señor rey e la dicha señora infante doña Isabel e los dichoscaballeros e perlados, a lo menos en los logares de su comarca cercanos que son Chinchón e Ocaña eOreja (...) e la puso fija e puesta en las puertas de la iglesia de Santa María de la dicha villa de Colmenara veinte e quatro días del dicho mes de octubre, porque allí era logar común e asás manifiesto e públi-co”, publicado en Memorias de don Enrique IV de Castilla , Madrid, Real Academia de la Historia, 1835-1913, pp. 573-578.

    51 Fue expuesta el 30 de marzo de 1471, citado por L. Serrano, Los Reyes Católicos y la ciudad de Burgos ,Madrid, 1943, p. 113.

    52 Un ejemplo que puede citarse, a propósito de la guerra entre Isabel y Fernando de Aragón y Juana y  Alfonso de Portugal, el desafío que presentó un caballero castellano a otro portugués, por las “palabrasen deshonor del rey e reyna de Castilla” que profirió, por lo cual “pasaron entre ellos algunos carteles”.El caballero victorioso partió “con las çeremonias acustunbradas en tal caso, e llevólo a la cibdad, e pre-

    sentólo ante el rey en su palaçio, faziendo la relaçión verdadera del caso pasado”, Diego de Valera,Crónica de los Reyes Católicos , ed. J. de M. Carriazo, Madrid, 1927, p. 75-77.

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    a que nos estamos refiriendo, la predicación tuvo un papel muy destacado 53. Lospredicadores no eran ajenos a los intereses políticos de las ciudades y villas, tenien-do en cuenta que cobraban un sueldo fijo de los propios concejos, con lo cual, su

    intervención en la vida política estaba asegurada 54.En otros contextos, los reyes preferían perdonar las expresiones injuriosas que

    atentaban contra su preeminencia regia, como hicieron los Reyes Católicos al tér-mino de la guerra por la sucesión, en un momento tan significativo como su estan-cia en Toledo, en 1480, época de las cortes, de la culminación de la paz con Portugal,y de la jura del heredero, época por tanto en la que predominaba el afán por con-solidar la legitimidad lograda y proyectar una imagen de concordia hacia todos sussúbditos. En este entorno perdonaron algunos casos de injurias, como “ciertas pala-bras en deservicio de los reyes, en favor del rey de Portugal, cuando entró en

    Castilla”, que habían proferido Pedro Martínez Calvete, arcipreste de Zorita y García Fernández Calvete, su hermano, vecinos ambos de Pastrana. El indulto fuesolicitado por un confesor de la reina, Juan de Tolosa 55. Da la impresión de que, elhecho de que el peticionario fuera confesor real y de que, al menos uno de los cul-pables fuera clérigo, rebaja la gravedad de la agresión contra el orden simbólico delos reyes. Por el contrario, críticas vertidas contra su política religiosa por quienesno fueran clérigos, sí merecían penas severas, y así lo hicieron publicar en un pre-gón leído en la misma Toledo, aunque en fecha posterior, en donde se informaba de “cómo algunas personas livianas an andado e andan por esta çibdad disiendo

    algunas rasones e palabras escandalosas sobre el caso açerca de lo que toca a la  Ynquisiçión que por el santo padre e por el rey e reyna nuestros sennores es man-dado faser en esta çibdad tocante a nuestra santa fee católica”. Las penas que pro-metían para los que incurrieran en este delito se distribuían señaladamente siguien-do la jerarquía social y considerando la variable honor, que hemos tratado en elanterior apartado: “sy fuere de vaxo estado, que le cortaren la lengua por ello, sy fuere persona de onor o destado de çibdadanos o dende arryba, que le mandarandesterrar desta çibdad e de su juridiçión e más que abrá perdido todos sus bienes” 56.

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     Ana Isabel Carrasco Manchado

    53 En la misma crónica que acabamos de citar se dice cómo el marqués de Astorga y el conde de Luna movi-lizaron a gente de armas de Asturias con ayuda de las predicaciones de notables religiosos, ibídem, p. 26.

    54 En Zamora, por ejemplo, los predicadores recibían del concejo un sueldo superior al de los maestrosde gramática, justamente el doble: 4.000 mrs., en el caso de los frailes encargados de la predicación, y 2.000, para los maestros de gramática. Datos tomados de las actas del concejo de 1484-1485 en M.F.Ladero Quesada, La ciudad de Zamora en la época de los Reyes Católicos. Economía y Gobierno ,Diputación de Zamora, 1991, pp. 331 y 334.

    55 AGS, Registro General del Sello , 28-IV-1480, f. 47.56 Según testimonio del Libro de pregones , ff. 65r-v, del A M de Toledo, alacena 2ª, legajo 6º, nº 2. Es de

    finales del xv , principios del xvi. Lo cita R. Izquierdo, “Datos sobre conversos toledanos en el siglo xv ”,en Rafael Villena Espinosa (coord), Ensayos humanísticos. Homenaje al profesor Luis Lorente Toledo ,Cuenca, 1997, pp. 233-247, cita en pp. 241-242. Las quejas contra la Inquisición rara vez se expusieronpor escrito, M. del P. Rábade Obradó, “Judeoconversos e Inquisición”, en J.M. Nieto Soria(coord.),Orígenes de la monarquía..., p. 270.

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    Momentos difíciles para el reino, como los que podían sobrevenir a la muerte delrey y con el advenimiento del nuevo monarca, daban salida a la expresión verbal delodio o de la animadversión que había suscitado el rey recientemente fallecido, o el

    rechazo por el nuevo. Los casos que mencionamos corresponden a la muerte deIsabel la Católica y a la muerte de Fernando el Católico. El primero es conocido: setrata de los improperios que lanzó contra la reina Pero García Sarmiento, corregidorde Medina del Campo, quien se atrevió a decir, entre otras cosas, que la reina “esta-ba en el Infierno por tener opresos a los omes”, criticando igualmente el papel delrey Fernando, al que acusó de venir a “robar a este reino”. El hecho no deja de tenersu importancia por ser el acusado corregidor, y además de Medina del Campo, villa a la que la reina ofreció su último estertor. Hasta 1507 no se decidió a actuar elConsejo Real (“lo cual no se vio con la turbaçión del tiempo”) 57. También la muer-

    te de Fernando el Católico levantó maldiciones entre los que habían sido sus súbdi-tos, como las proferidas por el mercader Juan Sáez de Bilbao, vecino de Vitoria, quese encontraba en la cárcel de esta ciudad en 1519, acusado de blasfemar e injuriar alrey Fernando (por lo cual fue también excomulgado) 58. Blasfemias e injurias al rey se escucharon igualmente contra el recién entronizado Carlos V, de quien un veci-no de Oñate dijo que “el rey y todos los que allí estaban (en Flandes) eran borrachosy que no entendían en otra cosa sino en beber” 59.

    La prohibición de cualquier forma de asociacionismo entre la población fuera delas permitidas por la ley es otra de las políticas adoptadas por la monarquía con

    objeto de controlar los espacios que pudieran servir de cauce a la formación decorrientes de opinión. Ya de por sí las corporaciones legitimadas por la monarquía podían ser potencialmente peligrosas y generar fenómenos de protesta o de resisten-cia razonada a las políticas monárquicas. En el seno de los concejos, juntas, o en lasmismas reuniones de cortes se observan fenómenos de este tipo. En las reunionesde los concejos, los ritos de acatamiento de los mandamientos regios pueden cana-lizar conatos de resistencia que generalmente se encauzan recurriendo a la fórmula “obedézcase pero no se cumpla”, y/o dilatando la respuesta. Las pretensiones recau-datorias podían hacer estallar alborotos y escándalos y otras muestra de resistencia.El 6 de julio de 1475 pedía la reina Isabel un empréstito de un cuento de maravedí-es a la ciudad de Ávila para hacer frente a la guerra con Portugal. La carta de la reina fue repetidamente acatada con los ritos de obediencia acostumbrados 60, pero, su

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    Símbolos y ritos: el conflicto como representación

    57 Esta pesquisa contra algunos que hablaron mal de la Reina Católica y su marido, se encuentra en el Archivo de Simancas (Estado , leg. 1, 2º, f. 192) y fue publicado en Colección de Documentos Inéditos,vol. 81, pp. 22-28.

    58 Expediente con fecha de 27 de enero de 1519 a 29 de marzo de 1519, en AChV, Pleitos Civiles , Escribanía Masas, Pleitos Olvidados, caj. 463/4, leg. 284.

    59 AChV, Registro de Reales Ejecutorias , caj. 333/34.60 “Juan Chacón, lugarteniente de corregidor, tomó la dicha carta de la dicha señora reina en sus manos e

    besóla e púsola sobre su cabeça e dixo que la obedesçía e obedesçió por ser cosa razonable”, publicado B.Casado Quintanilla, Documentación real del Archivo del Concejo Abulense (1475-1499) , Ávila, 1994, p. 31.

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    cumplimiento y ejecución fue resistido, primero con argumentos que aludían a laspenurias de la tierra 61 y, al cabo de unos días y tras un nuevo rito de acatamiento deotra carta conminatoria enviada por la reina Isabel, con razones de mayor firmeza 

    política, aduciendo la defensa de los privilegios recientemente jurados personal-mente por la propia reina en su primera entrada real en la ciudad 62. En las mismasfechas, Diego de Valera habla de “turbación y murmuraciones” en Andalucía a causa del repartimiento ordenado por los reyes, murmuraciones que, a buen seguro, pro-cederían de las reuniones y debates concejiles 63. Un alboroto que sí estalló se deri-vó de las protestas que se alzaron en la Junta de las Encartaciones a causa de otrorepartimiento solicitado por los reyes en 1496 64.

    Cuando un alboroto estalla no siempre hay que pensar en violencia desatada.Los concejos contaban con formas ritualizadas de oposición. Algunas de ella nos las

    proporcionan dos testimonios coincidentes de la época de los Reyes Católicos. Losdos tienen origen en el desgajamiento de parte del territorio de ciudades y villas derealengo y su correspondiente señorialización, circunstancia que repetidamente era objeto de queja en las cortes. El primero de ellos tuvo lugar en el mes de junio de1480, en Segovia, a propósito de la señorialización de los sexmos de Valdemoro y Casarrubios, entregados a los recién nombrados marqueses de Moya, Andrés deCabrera y Beatriz de Bobadilla, en premio de los valiosos servicios prestados a Isabelen su combate sucesorio. Tras enviar diversos memoriales a los reyes, defendiendosus posiciones, el concejo de Segovia movilizó a toda la comunidad y expresó una 

    solemne protesta ritual, manifestándose por toda la ciudad, y realizando en lugares

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     Ana Isabel Carrasco Manchado

    61 “Los dichos regidores estando juntos dixeron que por quanto esta çibdad está muy fatigada e perdida eallende de esto agora, por nuestros pecados, los más de la tierra de esta çibdad se a apedreado los panese vinos e otras cosas por ende que suplicavan e suplicaron de la dicha carta e mandaron a mi dicho escri-bano que diese peticiones para la reina nuestra señora, e las otras personas a quien menester fuese lasmás fuertes y firmes que ser pudiesen”, ibídem, p. 32.

    62 “Las quales dichas personas se quexaron mucho al dicho conçejo del dicho repartimiento deziendo quebien sabía la dicha señora reyna e los del su alto consejo que su alteza non podía nin tenía aver echadonin demandado a la dicha çibdad nin a las personas particulares de ella el dicho préstido del dicho uncuento de maravedís que asý avía mandado echar, nin parte de ellos nin otro préstido alguno, segúndlas cartas e previllejos que la dicha çibdad e los vezinos e moradores de ella tienen del señor rey don

     Alfonso, su hermano de gloriosa memoria que santa gloria aya, e confirmados e jurados por su alteza altienpo que aquí vino e entró después que reynó, sobre lo qual se albolotavan diziendo que lo non paga-rían nin podían suplir en pagar aunque quisiesen”, ibídem, pp. 34-35.

    63 “Soy certificado se a seguido alguna turbación e murmuración entre vuestros súbditos, mayormente enesta Andaluzía, e soy no poco maravillado quién tal consejo le dio. Según las cosas destos reinos están, ela desordenada cobdicia de los tres estados dellos, todo remedio se debiera buscar porque los pueblos dellosen todo conscieran la mejoría que ay de vuestra governación a la de los tiempos pasados”, Diego de Valera,“Epístola suya al rey don Fernando nuestro señor, sobre el pedido e moneda que su alteza mandó repartirel año de LXXVI”, en Prosistas castellanos del siglo XV , ed. Mario Penna, Madrid, 1959, p. 11-12.

    64 Véase la ejecutoria del pleito, fechada el 15 de septiembre de 1496, “sobre los escándalos y alborotos ocu-rridos en las juntas de las Encartaciones cuando los reyes pidieron ciertas cuantías de maravedís a Burgos, Vizcaya y Guipúzcoa para hacer cierta armada para la mar”. AChV, Registro de Reales Ejecutorias ,leg. 104/13. Por las fechas, sin duda se trata de la armada que llevaría a la infanta Juana a Flandes para culminar su matrimonio (los gastos de esta armada en: Miguel Ángel Ladero Quesada, La armada de Flandes. Un episodio en la política naval de los Reyes Católicos (1496-1497) , Madrid, 2003).

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    señalados del trazado urbano (puertas, plazas...), los mismos lugares que solían ser-vir de escenario a los rituales monárquicos (proclamaciones, entradas y recibimien-tos reales), una serie calculada de gestos simbólicos inspirados en las ceremonias de

    duelo, al tiempo que se leían a altas voces proclamas mostrando el desacuerdo conel decreto real y su voluntad de defenderse 65. Pero, no parece ser ésta una invenciónde la ciudad de Segovia, ya que, en circunstancias equivalentes, otras ciudades reac-cionaron de forma similar. Vamos a detenernos en el caso de la ciudad deValladolid, que sucedió antes de 1484, cuando la ciudad supo que los reyes habíanconcedido los lugares de Simancas y Cabezón al Almirante y a Juan de Vivero, res-pectivamente. Se conserva una especie de relación de sucesos que narra la protesta que escenificó el municipio y la comunidad de Valladolid 66. La protesta se efectuóde manera calculada, poniendo en movimiento toda una serie de símbolos que

    representaban expresamente el dolor y la pena que toda la ciudad sentía ante la pér-dida de sus territorios y también una serie de discursos mediante los que se hacíanpúblicos los argumentos en los que apoyaban su revuelta. La conexión del aconte-cimiento con fenómenos de opinión pública se observa también claramente en elrelato. Se pueden trazar varias fases diferenciadas en todo el proceso y un plan deacción para próximas movilizaciones. Esquematizado, el desarrollo ritual de esta protesta sería el siguiente:

    Primer día de protesta, martes, octava de Navidad:

    1.- La ciudad conoció la toma de posesión de los nuevos señores en los territo-rios enajenados: “se sopo e sonó” (es decir, se tuvo constancia escrita y se conociópor efecto de la propaganda).

    2.- Se producen las primeras muestras de sentimiento: “Ovieron muy grandsentymiento, e mostraron grand dolor y tristura en público y en secreto todos losvecinos de la dicha villa”.

    3.- Movilización de la opinión pública: “E cada uno decía e fablava lo que sepagava, platicando sobresto con su vecino, e dicían que tenía merced el almirantede otros quinientos vasallos de la tierra de la dicha villa”.

    Segundo día de protesta, martes, 5 de enero. En día de mercado. Plaza Mayor dela puerta de San Francisco.

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    Símbolos y ritos: el conflicto como representación

    65 El cronista segoviano Diego de Colmenares ofreció una versión narrada de los hechos. Mariano Graudio a conocer los textos originales de la protesta, a partir del legajo del A M de Segovia, en dos artícu-los: “Historia de una protesta”, Polvo de Archivos. Primera Serie , segunda edición (primera en 1951), Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Segovia, 1973, pp. 145-153; y “Un pleito secular de la Comunidad y Tierra de Segovia”, Estudios Segovianos , VI (1954), pp. 242-276. Posteriormente hizo alusión a él M. Asenjo, La Extremadura castellano-oriental en el tiempo de los Reyes Católicos. Segovia, 1450-1516 ,Madrid, 1984, II, p. 1.165. El análisis ritual en A.I. Carrasco Manchado, Discurso político y propaganda en la corte de los Reyes Católicos (1474-1482) , Madrid, 2003, pp. 965-971.

    66

    Publicada en duquesa de Berwick y de Alba, Documentos escogidos del archivo de la Casa de Alba ,Madrid, 1891, pp. 12-16.

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    Primer acto. Manifestación ciudadana antes de medio día:1.- Expresiones de luto: exposición del pendón de la ciudad, cubierto de luto,

    en el centro de la plaza, una “lança de armas, negra, con un pendón negro, y allí

    pintadas las armas de la villa”. Acompaña una música fúnebre: “y dos trompetas y dos atambores tocando sonidos muy tristes”.

    2.- Concentración de “gente de todos los estados”. Salen del monasterio de SanFrancisco los alcaldes, regidores y oficiales del municipio. Visten ropas de luto: “ves-tidos de lobas largas de luto, con sus sombreros en las cabeças, mostrando muy grand sintymiento e tristeza”. Se inicia una marcha procesional por las calles, detrásdel pendón enlutado. La marcha se dirige hacia el lugar en el que se ejecuta la jus-ticia: el rollo. La música fúnebre da paso al silencio: “Cavalgaron en sus mulas, econ todos los procuradores de las quadrillas y con mucha gente, ombres y mugeres

    de la dicha villa, guiando el pendón delante que llevava el Alférez de la villa, vesti-do de luto. Salieron a la Puerta del Campo, a par del rollo en que se haze justicia,y allí se fizo una grand muela toda aquella gente, en manera que se o ýan y veýanbien los actos que allí pasaron y luego que allí llegaron, se fizo un grand silencio y estovieron todos callando”.

    3.- El sonido de trompetas anuncia el pregón que contiene la reclamación de la ciudad: “E estando asý todos juntos, tocaron las trompetas y començaron a prego-nar” 67. Afirmación solemne de la protesta: “reclamavan y reclamaron de todo ello,y protestavan que su derecho les quedase a salvo”, con la consiguiente petición de

    acta notarial.4.- Expresión unánime de conformidad con lo sucedido y expuesto. Todos loscongregados gritan: “dieron una grita grande, diciendo que as ý lo dicíen y pidían y lo entendían de proseguir”.

    5.- Jura de una parte de los congregados: “e juraron la dicha reclamación muy grand parte de la dicha gente”.

    6.- Nuevas expresiones rituales de duelo: rotura de cántaros en el rollo de la jus-ticia, quema de matojos: “Y luego fueron quebrantados en el dicho rollo muchoscántaros y quemáronse manojos y escobas, faziendo sus ahumadas y señales para perpetua memoria de la cosa” 68.

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     Ana Isabel Carrasco Manchado

    67 Los argumentos son los habituales en estos casos: se centran en resaltar la injusticia del hecho, por nohaber sido oída la villa, por ser la medida contraria a las leyes del reino que prohíben enajenar ciudadesy villas de realengo, por ser contraria también a los privilegios de la ciudad, jurados por los reyes.

    68 El rito de protesta de la ciudad de Segovia siguió una simbología equivalente: lectura de la proclama,exposición del pendón de la ciudad cubierto de luto y manifestaciones de duelo. Según la versión resu-mida de Colmenares: “Lastimado nuestro pueblo del disfavor se llenó de alboroto, levantando tres cada-halsos, uno en la plaza de San Miguel, otro en el Azoguejo, y otro en la de Santa Olalla, cubiertos deluto. Concurrió el pueblo a la plaza, en cuyo cadahalso un escribano dijo en voz alta: “Sepan todos losde esta Ciudad y tierra y toda Castilla, cómo se dan mil y docientos vasallos de esta jurisdicción almayordomo Cabrera, contra el juramento de no enajenar cosa alguna de la corona real. Y la ciudad nitierra no consienten tal enajenación; antes la injusticia y nulida