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NIÑOS EN LA BIBLIA PROFETAS DE LA EDUCACIÓN 01 III Congreso Internacional Educación Católica para el siglo XXI. La infancia, profecía de la vida. PONENTES NIÑOS EN LA BIBLIA Profetas de la educación Rafael Belda Serra 1 Universidad Católica de Valencia “San Vicente Mártir” INTRODUCCIÓN En el I Congreso Internacional de Educa- ción Católica para el siglo XXI, celebrado en Valencia del 28 al 30 de 2008, tuve una comunicación titulada: Educadores cristia- nos, algunos rasgos bíblicos, publicada en la edición de las Actas correspondientes. Entonces me ocupé sucintamente de abordar un primer acercamiento a lo que podríamos llamar la pedagogía de Dios en la Biblia, por medio de algunos niños del Antiguo Testamento y contemplando el modo como Dios se relaciona con ellos y ellos con el Misterio de Dios. Algo muy sin- tético al respecto señalaremos en la pre- sente Ponencia, pero en esta ocasión nos centraremos en algunos niños del Nuevo Testamento, que si bien no están todos los que son, sí son todos los que están. La exposición tendrá tres partes: 1 Sacerdote en las Escuelas Pías, Rafael Belda es maestro de educación primaria y secundaria; ha ejercido el ministerio educativo entre niños y adolescentes en colegios de Valencia. Formador de jóvenes religiosos en la Orden escolapia, ha coordinado en distintos colegios la fecunda experiencia espiritual y pedagógica del Oratorio de Niños Pequeños (ONP), extendida por todo el mundo. Licenciado en Teología Espiritual desarrolla en la actualidad su actividad docente como profesor en la Facultad de Teología “San Dámaso” de Madrid. Es director del Departamento de Formación y Publicaciones del Secretariado de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada (CEE) y Jefe de Redacción de la Revista “TABOR”. Ha publicado diversos artículos de Teología Espiritual, así como un estudio académico y pastoral sobre Niños en la Biblia, titulado “Al paso de los niños” (Valencia, EDICEP – 2008), que ha conocido ya varias ediciones. 1. “El niño en el antiguo Israel”, como un intento de contextualizar el texto de las Sagradas Escrituras 2. “Niños en la revelación veterotesta- mentaria”, un comentario muy super- ficial y breve, pues el tema lo podemos encontrar tratado con mayor profusión en las Actas del I Congreso, y a ellas nos remitimos 3. “Jesús de Nazaret y su relación con los niños”; nos acercaremos a algunos pasajes del Nuevo Testamento buscando niños y procurando iluminar nuestra misión educativa y evangelizadora, pues la Pala- bra es la lámpara de nuestros pasos y luz para nuestro camino (Sal 118). También señalamos en esta Introduc- ción que todo cuanto exponemos en la presente ponencia se puede encontrar ampliamente desarrollado y profusamen- te documentado en: RAFAEL BELDA SERRA, “Al paso de los niños”. Niños en la Biblia. Una aproximación desde la Teología Espiritual, EDICEP, Valencia 2008 (1ª ed.), 2009 (2ª ed.). De manera que en el presente texto evitaremos al máximo las notas a pie de página, para dar así mayor agilidad al discurso y favorecer la facilidad de su lectura. 1. EL NIÑO EN EL ANTIGUO ISRAEL Al acercarnos a la comprensión judía respecto de los niños, constatamos concepciones no del todo unánimes. Por una parte Israel reconoce en los niños un don de Dios, pero en muchas ocasiones no los trata como benditos propiamente

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NIÑOS EN LA BIBLIA PROFETAS DE LA EDUCACIÓN 01

III Congreso Internacional Educación Católica para el siglo XXI.

La infancia, profecía de la vida.PONENTESNIÑOS EN LA BIBLIAProfetas de la educaciónRafael Belda Serra1

Universidad Católica de Valencia “San Vicente Mártir”

INTRODUCCIÓN

En el I Congreso Internacional de Educa-ción Católica para el siglo XXI, celebrado en Valencia del 28 al 30 de 2008, tuve una comunicación titulada: Educadores cristia-nos, algunos rasgos bíblicos, publicada en la edición de las Actas correspondientes. Entonces me ocupé sucintamente de abordar un primer acercamiento a lo que podríamos llamar la pedagogía de Dios en la Biblia, por medio de algunos niños del Antiguo Testamento y contemplando el modo como Dios se relaciona con ellos y ellos con el Misterio de Dios. Algo muy sin-tético al respecto señalaremos en la pre-sente Ponencia, pero en esta ocasión nos centraremos en algunos niños del Nuevo Testamento, que si bien no están todos los que son, sí son todos los que están.

La exposición tendrá tres partes:

1 Sacerdote en las Escuelas Pías, Rafael Belda es

maestro de educación primaria y secundaria; ha ejercido

el ministerio educativo entre niños y adolescentes en

colegios de Valencia. Formador de jóvenes religiosos

en la Orden escolapia, ha coordinado en distintos

colegios la fecunda experiencia espiritual y pedagógica

del Oratorio de Niños Pequeños (ONP), extendida

por todo el mundo. Licenciado en Teología Espiritual

desarrolla en la actualidad su actividad docente como

profesor en la Facultad de Teología “San Dámaso” de

Madrid. Es director del Departamento de Formación y

Publicaciones del Secretariado de la Comisión Episcopal

para la Vida Consagrada (CEE) y Jefe de Redacción de

la Revista “TABOR”. Ha publicado diversos artículos de

Teología Espiritual, así como un estudio académico y

pastoral sobre Niños en la Biblia, titulado “Al paso de

los niños” (Valencia, EDICEP – 2008), que ha conocido

ya varias ediciones.

1. “El niño en el antiguo Israel”, como un intento de contextualizar el texto de las Sagradas Escrituras

2. “Niños en la revelación veterotesta-mentaria”, un comentario muy super-ficial y breve, pues el tema lo podemos encontrar tratado con mayor profusión en las Actas del I Congreso, y a ellas nos remitimos

3. “Jesús de Nazaret y su relación con los niños”; nos acercaremos a algunos pasajes del Nuevo Testamento buscando niños y procurando iluminar nuestra misión educativa y evangelizadora, pues la Pala-bra es la lámpara de nuestros pasos y luz para nuestro camino (Sal 118).

También señalamos en esta Introduc-ción que todo cuanto exponemos en la presente ponencia se puede encontrar ampliamente desarrollado y profusamen-te documentado en: RAFAEL BELDA SERRA, “Al paso de los niños”. Niños en la Biblia. Una aproximación desde la Teología Espiritual, EDICEP, Valencia 2008 (1ª ed.), 2009 (2ª ed.). De manera que en el presente texto evitaremos al máximo las notas a pie de página, para dar así mayor agilidad al discurso y favorecer la facilidad de su lectura.

1. EL NIÑO EN EL ANTIGUO ISRAEL

Al acercarnos a la comprensión judía respecto de los niños, constatamos concepciones no del todo unánimes. Por una parte Israel reconoce en los niños un don de Dios, pero en muchas ocasiones no los trata como benditos propiamente

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02NIÑOS EN LA BIBLIA PROFETAS DE LA EDUCACIÓN

III Congreso Internacional Educación Católica para el siglo XXI.

La infancia, profecía de la vida.PONENTESsino que los menosprecia debido a las influencias culturales del entorno. Tanto en los escritos bíblicos como en la literatura extrabíblica contemporánea a las mismas Escrituras, encontramos textos en uno o en otro sentido.

Es cierto que Israel veía en la fecundidad un signo inequívoco de la bendición divina (cf. Sal 128, 3; Prov 17, 6), un premio de Dios (cf. Ex 1, 21) y una recompensa del Cielo (cf. Sal 127, 3-4), pero también lo es que el niño era considerado como un ser inacabado, en crecimiento, imperfecto, necesitado de una sólida formación, sin autoridad, sin credibilidad, y susceptible de ser, si no del todo despreciado, sí bas-tante menospreciado.

El libro de los Proverbios afirma que la locura está arraigada en el corazón de los niños (cf. 22, 15); y san Pablo, desde su mentalidad judía, dice que los niños son fácilmente manipulables (cf. Ef 4, 14) por lo que insta a sus catecúmenos a salir cuanto antes de la infancia, entendida ésta como etapa inmadura.

En una cierta tradición rabínica sabemos que los niños –como ocurría en los pue-blos paganos– no eran suficientemente valorados, más bien eran considerados como demasiado insignificantes. Algunos autores aseguran que para muchos rabi-nos el niño era considerado poca cosa; en un texto “extremo” del Talmud leemos: La uña de los padres es más importante que el estómago de los hijos (Ber.r. 45,9).

El niño, en cuanto hijo, debía una es-crupulosa y religiosa obediencia a sus progenitores, especialmente al padre, como si del mismo Dios se tratara (cf. Dt 21, 18-21 / Eclo 30, 1.12) y sin posibilidad de diálogo... En los pueblos circundantes y a veces en el primitivo Israel siempre por influencia de estos mismos pueblos, si la obediencia paterna era violada o quebra-da podía pagarse con una especie de “repudio” por el que el padre “apostataba” de su paternidad respecto al niño indócil, quedando éste abandonado a su suerte…

En los libros del Levítico (18, 21), 2º de Reyes (16,3; 21,6; 23,10), 2º de Cróni-cas (28,3; 33,6), e incluso en el libro del profeta Jeremías (7, 31ss; 19,2ss; 32,35), encontramos reminiscencias de holocaus-tos de niños ofrecidos por habitantes de Jerusalén, quienes conociendo que ésta

era una práctica condenada explícitamen-te por la Torah y los Profetas, no acababan de despojarse de las costumbres paganas de los pueblos vecinos que sacrificaban a sus hijos ante el dios Molok. También una práctica frecuente consistía en arrojar niños casi recién nacidos –el propio hijo, normalmente– en las fosas que servían de cimientos para la construcción de una nueva casa (cf. 1 Re 16, 34), con un senti-do claramente supersticioso…2

No es muy conocido, pero en el 2º libro de los Reyes encontramos un pasaje realmente sorprendente: el profeta Eliseo, entristecido por la “desaparición” de su padre y maestro el profeta Elías, recibe las burlas provocativas de unos niños que saliendo de la ciudad se mofaban de su calvicie y de su estado de abatimiento; entonces –dice el texto bíblico– Eliseo se dio la vuelta, se les quedó mirando y los maldijo en el nombre de Yahvé. Una mal-dición que costó la vida a esos chiquillos porque –continúa diciendo el pasaje– dos osos salieron entonces del bosque y des-pedazaron a cuarenta y dos de aquellos niños… (cf. 2 Re 2, 23). El relato es duro y la escena, si la imaginamos, es dramática y trágica… pero pone muy en evidencia que ni el profeta de Dios, –por lo menos en estos primeros momentos de su mi-nisterio– pudo escapar a la infravaloración respecto a la vida de los niños que se vivía en el contexto de las culturas que circun-daban a Israel.3 Más adelante el mismo Eli-

2 “País impregnado de lo divino y lo sagrado, desde

la más alta antigüedad, Palestina lleva todavía los

estigmas de las adoraciones desvanecidas, de los

sacrificios abolidos (...). Existen jarras, en gran número,

conteniendo esqueletos de recién nacidos, en su mayor

parte mayores de ocho días. Introducidos vivos en

estos recipientes cubiertos rápidamente de tierra fina,

sus osamentas, todavía tiernas,...”. Cf. R. ARON, Los

años oscuros de Jesús, Taurus, Madrid, 1963, 41-42.

3 Sabemos que el profeta Elías, en cambio, hizo todo

lo contrario: en el episodio de la viuda de Sarepta (cf.

I Re 17, 17-24), el profeta suplicó a Dios lo imposible:

resucitar al hijo único de esta mujer –que no pertenecía

al pueblo elegido–, un niño que había enfermado hasta

la muerte. Elías oró insistentemente al Señor, se acostó

sobre el niño tres veces y logró sacarlo de la muerte. La

reacción, pues, de Eliseo que se siente ofendido por la

burla de aquellos niños llegando a desearles la muerte,

contrasta con la actitud de Elías que saca de la muerte

al hijo de una extranjera… Ciertamente Eliseo acaba de

empezar su ministerio y tendrá que aprender todavía

mucho de su maestro… Y aprenderá al tiempo que

vaya creciendo en él la experiencia de Dios, hasta llegar

seo resucitará al niño de la sunamita… (cf. II Re 4, 8-37), pero eso será más adelante, cuando haya conocido más a Dios.

En el primer Israel –especialmente–, los niños no tenían ningún derecho, sólo de-beres. Igual que las mujeres, no formaban parte de las categorías de personas para las que se impartía la bendición, y en las listas de habitantes siempre se presenta-ban junto a los esclavos y a los tontos. La Misnah prescribe que (cita literal): “Todos están obligados a presentarse ante Dios a excepción de: el sordo, el idiota, el hombre que tiene los órganos escondidos, el an-drógino, la mujer, el niño, los esclavos, los cojos, los ciegos, los enfermos…” Y en otra lista se niega a los niños incluso la igualdad con los esclavos y los bas-tardos: “Todos –dice la Misnah– están obligados a leer la Meguillah: sacerdotes, levitas, israelitas, esclavos liberados, pro-sélitos, bastardos, eunucos. Las mujeres y los niños, así como las esclavas no son dignos de esta obligación…”.

También en el mundo greco-romano se rechazaba a los niños demasiado débiles, enfermos o deficientes (todavía quedan hoy en Roma restos de la famosa roca Tarpeya, desde donde se arrojaba a los niños tarados o no queridos).

Conviene recalcar que para los judíos (en sus primeras décadas de configuración como pueblo elegido), para los griegos y los romanos, la infancia era considerada únicamente como el peldaño previo hacia la edad adulta, y nadie tenía en cuenta el valor propio de su peculiar y diferente conciencia infantil, de forma que la niñez estaba conceptuada como un simple “todavía no”4. De hecho hay quienes afir-man que el pensamiento del tiempo de Je-sús valoraba sólo al niño por el adulto que un día llegaría a ser, de manera que lo que realmente se valoraba era la ancianidad.

a hacer lo mismo que su predecesor, pues encontramos

en el capítulo 4º del II libro de los Reyes que el profeta

Eliseo sacó de la muerte a otro pequeño, el hijo de la

sunamita (cf. II Re 4, 8-37). Con estos pasajes podemos

adelantar algo: Israel aprende a valorar a los niños en la

medida que va conociendo progresivamente a Dios. A

más experiencia de Dios, más valoración de los niños

y de la vida.

4 Cf. H. U. v. BALTHASAR, Si no os hacéis como este

niño, Herder, Barcelona, 1989, 13-14.

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03NIÑOS EN LA BIBLIA PROFETAS DE LA EDUCACIÓN

III Congreso Internacional Educación Católica para el siglo XXI.

La infancia, profecía de la vida.PONENTES(cf. Ex 1, 22)6. Ya lo dirá el libro del Deute-ronomio cuando describa la crueldad de las naciones que no han conocido a Dios; leemos en su capítulo 28: ... nación de rostro fiero, que no respetará al anciano ni tendrá compasión del niño (Dt 28, 50). (¿Tiene vigencia esta frase en nuestra so-ciedad actual?). Para Israel, pues, un niño es posibilidad de vida en libertad, mientras que para Egipto constituye una amenaza para la seguridad del estado.7

Israel, cuanto más conoce a Dios más va considerando a sus hijos como el gran tesoro que el Cielo regala, tal y como testifica el salmo 27 (cf. Sal 127, 3-5); y va aprendiendo que los hijos son lo más valioso para unos padres; por ello, cuando el pueblo quiere expresar todo el odio que siente en su corazón por el destierro de Babilonia, hacia quienes se mofan de su desgracia, llega a proclamar feliz y dichoso a quien pudiera agarrar y estrellar a los niños pequeños del pueblo opresor contra las rocas, reza el salmo 137 (cf. Sal 137, 9). Israel sabe que el sufrimiento de un hijo es sufrimiento doblado para los padres.

6 Un midrash, narra la queja de los israelitas al faraón

sobre el trato injusto respecto del trabajo con los

ladrillos (cf. Ex 5, 15-23), y sirve al pueblo hebreo para

dejar constancia de cómo para Egipto, la vida de un

niño no era valiosa. Moisés y Aarón se entrevistan

con el faraón; piden libertad para su pueblo, pero la

respuesta es una carga mayor de trabajo; ahora no

sólo tendrán que hacer la misma cantidad de ladrillos

sino que deberán ellos mismos proporcionarse la paja

necesaria (cf. Ex 5, 1-14): “La esclavitud de Egipto era

dura y cruel como todas las esclavitudes de la historia

de los hombres. Si por la tarde faltaba un ladrillo, los

vigilantes egipcios arrebataban un niño a una madre de

Israel. Los padres de Israel, que construían los muros

de las nuevas ciudades, debían untar de cal al niño que

gritaba y tapiarlo vivo en la pared, en el lugar de los

ladrillos que faltaban. Se le llenó a Moisés el corazón

de horror y dijo al Señor: ¿Por qué maltratas así a este

pueblo? Mira, desde que he vuelto y he hablado al

faraón, ha hecho a este pueblo un mal terrible y ahora

estamos peor que antes. El Señor tuvo paciencia con

Moisés, porque se rebelaba por amor a su pueblo. Dijo

a Moisés: ¡Ahora verás lo que voy a hacer al faraón, con

mano poderosa! ¡Ahora vete! Te mando al faraón para

abrirle tu corazón. El no os escuchará y endurecerá su

corazón. Pero tú respétalo, porque es el rey. No saldréis

hasta que él mismo no os deje salir”. (M. COSTA,

Cuando tu hijo te pregunte, Desclée de Brouwer,

Bilbao, 1991, 69-70).

7 Cf. JUAN PABLO II, Carta del Papa a los niños en el

año de la Familia, en L’Osservatore romano, 16-dic-

1994, nº 50, 5.

En el libro del Éxodo observamos al pueblo de Dios configurándose como tal a partir del entramado familiar; leemos en el capítulo primero: estos son los nombres de los israelitas que llegaron con Jacob a Egipto, cada uno con su familia (Ex 1, 1). Observemos que no se habla de indivi-duos, sino de familias, y familias en las que los niños son, no sólo el fruto de las entrañas y signo de la bendición del Altí-simo, sino que además ellos significan la esperanza del porvenir de pueblo entero.

El faraón egipcio, en cambio, no lo ve así. Encerrado en su “poder absoluto” en la necedad de creerse dios del universo, los niños hebreos se le presentan como una amenaza, y lanza sobre ellos una de las primeras maldiciones sobre la infancia que encontramos en las Escrituras: manda matar a los hijos varones a penas nacen lanzándolos al Nilo… Es la maldición del prepotente que ve en grave peligro su poder y decreta leyes asesinas cebándose en los más vulnerables (cf. Ex 1).

Israel sabe que los niños que hoy están en Egipto son los adultos que mañana entra-rán en la Tierra Prometida. Por ello, cuan-do Moisés pide al Faraón les deje salir a dar culto al Señor, incluye a los niños entre los adoradores: saldremos con nuestros niños, dice Moisés (Ex 10, 9). El faraón no lo permite sino al final, presionado por los devastadores efectos de las plagas. Él mismo se pregunta: ...cómo voy a dejaros salir a vosotros con vuestros pequeños... No será así (Ex 2, 10-11). Faraón es cons-ciente de la importancia crucial de estos niños, y movido por el miedo a perder el poder, actúa persiguiendo y asesinando

padre como cabeza de la familia. En una sociedad

eminentemente patriarcal como Israel la autoridad

del padre era casi absoluta y ésta crecía en su linaje

o tribu en relación proporcional al número de hijos

(cf. Sal 128, 4s); pero era durante la adolescencia de

éstos cuando más disfrutaba el padre, especialmente

si eran varones, porque a ellos les iba transmitiendo su

bendición y por ellos se sentía especialmente realizado.

La familia judía tenía dos sentimientos opuestos ante

los hijos. Por un lado, consideraba al niño como uno

de los principales signos de la bendición divina; por

otro, lo utilizaba para sus propios intereses, buscando

un beneficio frecuentemente egoísta. Cuanto más

y más profundizamos en la fuente bíblica, también

encontramos textos que nos muestran una significativa

consideración por los niños.

Visto así, da la sensación que el niño en Israel no tenía valor en sí mismo y como tal, sino que se le apreciaba en tanto y cuanto era beneficioso y útil para sus padres, bien para sacarles del oprobio de la esterilidad, bien para realizarles como personas adultas por la fecundidad, bien para emplearlos como siervos en los trabajos del campo y como servidores en la ancianidad...

No obstante, y pese a todo lo señalado, encontramos también en algunos textos ra-bínicos, una curiosa valoración de la infan-cia, que nos hace entender cómo el Espíritu de Dios aleteaba sobre este caos y esta oscuridad respecto a los pequeños… A medida que Israel va conociendo a Dios en verdad, va valorando a los niños de un modo sorprendente… y es aquí cuan-do Israel va apareciendo como un pueblo distinto a todas las naciones… (según dice el libro de los Números 23, 9), y el pueblo que caminaba entre tinieblas (las tinieblas son los pueblos paganos) comienza a ver una gran luz, (la gran luz es la revelación) dice el profeta Isaías (cf. Is 9, 1).

Así podemos afirmar que una cosa es lo que Israel (en su forja como pueblo elegido) arrastra como lastre por las cos-tumbres de los pueblos paganos, y otra muy distinta es la revelación que comienza a recibir de su adhesión al Dios vivo y verdadero. Hay una sensible progresión in crescendo en su relación positiva respecto a los niños y a la infancia como tal.

El Israel iluminado por Dios tiene textos rabínicos con frases como la siguiente: el mundo se mantiene por el aliento de los niños, o también los garantes de la Alianza son nuestros pequeños… Frases que muchos interpretaban con un significado claramente salvífico, es decir, Dios tiene misericordia del pueblo gracias a los ni-ños y, de alguna manera también por los niños, Dios permanece fiel a su Alianza.5

5 El niño, en Israel, dependía muy estrechamente de

su familia y los mayores debían proporcionarle una

educación firme (cf. Eclo 22, 3; 30, 1-3; Prov 13, 24) y

lo más rica posible respecto a su religión y su moral (cf.

Prov 1, 8; 6, 20; 22, 6). El valor del niño se encontraba

en cuanto hijo, pues eran los hijos quienes aseguraban

la prolongación del clan familiar y el linaje de la tribu (cf.

1 Sam 4, 20; 2 Sam 18, 18; Rut 4, 13-15; Sal 127,

3), por eso fundamentalmente eran deseados; además

podían hacer crecer la consideración y la autoestima

de la mujer (cf. 1 Sam 1, 1-7) y la valoración del

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04NIÑOS EN LA BIBLIA PROFETAS DE LA EDUCACIÓN

III Congreso Internacional Educación Católica para el siglo XXI.

La infancia, profecía de la vida.PONENTEStravesía por el desierto, dice el profeta Oseas (cf. Os 11, 1-4). El estado infantil es lo que conlleva en los niños la inocen-cia que agrada a Dios, hasta el punto de suscitar en ellos una alabanza tal que se considera más potente que las asechan-zas de los enemigos, leemos en el salmo 8 (cf. Sal 8, 2). El profeta Isaías anuncia que en la nueva Jerusalén, Dios tratará a sus hijos con todo el amor de una madre, que da de mamar a sus pequeños, conso-lándolos junto a su pecho, llevándolos en sus brazos y acariciándolos sobre sus ro-dillas (cf. Is 66, 10-13). Y en el salmo 130 leemos que la relación de amor y confian-za para con Dios se expresa a través de la figura de un niño que descansa totalmente en los brazos de su madre. Israel es este niño satisfecho y colmado de cariño (cf. Sal 130).

Cuando Israel va conociendo a Dios des-cubre que sus niños son hijos del Altísimo, que son los niños de la promesa y los niños de la alianza, decide alimentarlos con la Torah. Generaciones de judíos han mirado a sus hijos con fe, con gozo y con esperanza, porque a ellos podían entregar-le sus Escrituras Sagradas. Los niños son así considerados como flechas en manos de un guerrero, dice un salmo, porque al estar con ellos la Palabra del Altísimo, ellos mismos constituyen la garantía del Amor de Dios.

Resumiendo, pues, afirmamos que en Israel, como pueblo, hay una “evolución”, una conversión progresiva que va desde el desprecio a los niños –por influencia de las culturas paganas–, hasta el aprecio de los pequeños porque en ellos Dios mismo se revela. Por un lado el judío era deudor de una cultura idólatra y pagana que no había conocido al Dios verdadero, y por otro, el corazón de un hebreo va siendo modelado progresivamente por la verdad de la Revelación. Podemos, afirmar por lo tanto, que hay una relación directamente proporcional entre la experiencia de Dios y el aprecio de la infancia, la experiencia de la fe y el valor que se da a los niños. A más experiencia de Dios, más valoración de los niños y de la vida10.

10 De hecho sabemos que entre los hebreos los hijos

eran mucho más queridos que entre los pueblos y

culturas próximas. “Israel multiplicaba las atenciones

con cada niño desde su nacimiento: se le frotaba

con sal y se le fajaba al nacer (Ez 16,4; Lc 2,27); era

circuncidado al octavo día, si era varón (Gn 17, 12; Lc 1,

hijos se convierten en los primeros recep-tores de la fe de los adultos y los padres9.

La pequeñez y la infancia, realidades humanas que en otros podrían provocar el menosprecio (cf. 1Sam 16, 4-12) y hasta el desprecio (cf. 1 Sam 17, 32-33), en el Señor en cambio lo que provoca es una predilección privilegiada. Así, Él gusta de ser el protector del huérfano y defensor de sus derechos, dice el libro del Éxodo (cf. Ex 22, 21ss; Sal 68, 6); sabe manifes-tar su ternura paterno-materna con Israel, precisamente durante su infancia como pueblo, durante la salida de Egipto y su

6-8). Moisés, aquél día, no se contentó con la respuesta

del pueblo. Ya había dudado de Dios demasiadas

veces y, puestos a prueba, habían fallado. Por eso

preguntó de nuevo: ¿Quién será garante de vuestra

promesa frente al Señor? ¡Nuestros ancianos serán los

garantes, respondieron. Los ancianos morirán, ¿cómo

permanecerá su garantía?, replicó Moisés. ¡Sean los

profetas que surjan en el futuro!, gritó alguno. ¡Vuestros

profetas no han nacido todavía!, ¿cómo podrán

garantizar por vosotros?, respondió Moisés. Entonces

se adelantaron las mujeres de Israel. En brazos llevaban

a los lactantes, agarrados a sus faldas los niños que

ya caminaban. Dijeron a Moisés: ¡Nuestros hijos serán

nuestros garantes! El Señor te dé a ti la Torá, tú la

enseñarás a los padres y éstos a los hijos y a los hijos

de sus hijos, de generación en generación. ¡Así la Torá

será siempre nueva! Agradó a Moisés la propuesta

de las Madres de Israel y se dirigió a los niños: ¿Seréis

vosotros los garantes de vuestros padres frente al

Altísimo?, ¡Sí, lo seremos!, respondieron los hijos. Así,

con la garantía de los hijos - niños el Señor vino para dar

la Torá a Israel.” (M. COSTA, Hazme oír tu voz, Desclée

de Brouwer, Bilbao, 1991, 73 ss). Podemos encontrar

otra versión más amplia del mismo midrash, en: M.

MCKENNA, Sin contar mujeres y niños, PPC, Madrid,

1997, 85-89.

9 “Ahora estas dos cosas, la Torah y nuestros hijos,

están relacionadas entre sí para siempre. Juntas

son la garantía de nuestro pacto con Dios y nuestras

posesiones más queridas. Y así es como, hasta hoy, a

los niños de Israel se les enseña desde muy pequeños

a escuchar la palabra del Señor, la Torah. Siempre

que oyen la palabra, son alimentados con algo dulce,

porque la palabra de Dios es dulce al paladar y dulce en

la vida de todo judío. Todas las generaciones ofrecen

a Dios la seguridad de su aceptación y custodia del

regalo, ofreciendo sus hijos a Dios como garantía de

que guardarán la Torah y de que vivirán de acuerdo con

ella, en recuerdo de la primera aceptación por parte de

sus antepasados del regalo de Dios, incluso cuando ni

siquiera sabían qué es lo que Dios quería regalarles. Y

así es y seguirá siendo, siempre que la Torah viva y el

pueblo de Dios viva.” (Midrash Rabbá, Cantar de los

Cantares 1, 4).

En el libro de los Números encontra-mos una considerable valoración de los pequeños. Cuando los israelitas tienen que marchar al combate por el asedio del enemigo, construyen ciudades-refugio donde poner a salvo a sus niños (cf. Nm 32, 16-26); no podrán guerrear pero sí podrán orar; los niños estarán incluidos en el culto a Yahvé, dice el libro del Éxodo (cf. Ex 10,24); y lo estarán hasta el punto de participar incluso en las súplicas peniten-ciales como eficaces intercesores para mover el corazón de Dios a la compasión y obtener el perdón para todo el pueblo (así lo afirma el libro del profeta Joel - cf. Jl 2, 16). El libro de Judith atestigua que a Dios no le pasa desapercibido ni el grito de los niños ni su angustia vital (cf. Jdt 4, 9-13); antes al contrario: es precisamente la debilidad de los pequeños lo que mueve el corazón de Dios para favorecerlos, dice el libro de los Salmos.

A medida que Israel va conociendo a Dios, va descubriendo que los niños son los depositarios del mayor tesoro que tiene un hebreo: la fe. Los niños constituyen el objeto de la transmisión de la fe, y esta es la primera e ineludible misión para todo judío con descendencia.

¿Cómo transmitían la fe?: confesándola. ¡Cuéntalo a tus hijos, Israel! (cf. Dt 4, 9), es el primera mandato de ineludible cumpli-miento que tiene todo padre de familia res-pecto a sus niños. Los hebreos narraban a los hijos la fidelidad de Dios para con el pueblo (cf. Dt 6, 4-9); los hijos rodeaban a la familia como retoños de olivo alrededor de la mesa, dice el orante del salmo 128 (cf. Sal 128, 3). Retoños que crecían con la bendita Palabra de Yahvé, fecunda y vivificante. Hay una fuerte conexión de los niños con el pueblo, la alianza, la Torah y Dios en Israel.8 En Israel, los niños y los

8 Un nuevo midrash nos sirve para mostrar cómo Israel

ve en los niños a los mejores garantes de su alianza

con Dios: “Cuando atardeció y llegaba ya el tercer día,

Moisés pasó por el campamento de Israel y reunió la

asamblea. Dijo: Vuestros ojos han visto lo que el Señor

ha hecho por nosotros. Ahora está para llegar, para

darnos su Torá. ¡Pero estad atentos! Esta Torá es como

un collar precioso que da gloria a quien lo lleva con

fidelidad, pero se convierte en una cadena al cuello para

quien lo olvida. La Torá es una bendición para quien la

lleva en el corazón, pero una maldición para quien la

abandona. ¿Queréis, pues aceptar la Torá del Señor?

¡Queremos, gritó el pueblo, todos los mandamientos

que el Señor nos da los seguiremos! (cf. Sal 128; Dt 6,

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05NIÑOS EN LA BIBLIA PROFETAS DE LA EDUCACIÓN

III Congreso Internacional Educación Católica para el siglo XXI.

La infancia, profecía de la vida.PONENTESuna actitud de mistagogía comprendida como pedagogía espiritual. Cada día se vislumbra más y más importante la figura del sacerdote en la escuela13.

El Papa Benedicto XVI lo dijo espléndida-mente en EE.UU.: Deseo que mis herma-nos Obispos, los sacerdotes y diáconos, los religiosos y religiosas, los padres, maestros y catequistas... orienten a los jóvenes en medio de una cultura cada vez más secularizada y materialista, y trans-mitan el tesoro de nuestra fe católica. Los jóvenes necesitan orientadores y guías, necesitan ser ayudados para discernir el camino que conduce a la verdadera liber-tad: el camino que es Cristo...14

En el mismo libro de Samuel encontramos la historia de David, el muchacho ungido por Dios (cf. 1Sam 16-17), en quien nadie ha pensado: ni su padre, ni sus herma-nos, ni el mismo profeta… Pero Dios sí ha pensado en él y lo ha elegido… porque Dios ve el corazón y no las apariencias. De esta Palabra aprendemos a ir adquiriendo la misma mirada de Dios para ungir con nuestra tarea educativa a los que él ama.

En el libro de Daniel (cf. Dn 13) se nos cuenta la historia de un niño a quien Dios revela la verdad y lo hace vocero de la inocencia. Si Dios revela sus secretos a los pequeños (como atestigua la Escritura), somos urgidos como educadores a tener siempre una actitud de escucha perma-nente, sin despreciar nunca a ningún pequeño por insignificante que parezca; ellos tienen su particular percepción de la realidad… pero en ocasiones es más pura y veraz que la de los adultos. Con el niño Daniel aprendemos a vivir la caridad en la verdad…

En el libro del profeta Jeremías (cf. Jr 1) encontramos la historia de un joven sedu-cido por el Eterno. Un joven que se queda muchas veces atrapado en sus propios miedos y en la constatación de sus límites personales. Pero Dios no lo deja aban-donado a su suerte, sino que actúa en él como un magnífico pedagogo, dándole la certeza de su amor y de su compañía, librándolo del egocentrismo asfixiante para llevarlo al campo abierto de la confianza

13 Cf. CONCILIO VATICANO II, Decreto sobre la

formación sacerdotal, Optatam totius, nº 3.

14 Homilía pronuncia en el Nationals Stadium de

Washington, D.C. Jueves 17 de abril de 2008

En los primeros capítulos del libro del Éxodo encontramos la sorprendente historia de un niño que es rescatado de la muerte para ser un día él mismo rescata-dor de otros. Se trata de Moisés, cuya vida es amenazada desde su concepción y defendida por cinco mujeres en obe-diencia a la ley natural que Dios ha escrito en sus corazones. Su historia es Palabra de luz, pues todos estamos llamados a ser defensores de la vida y de todo lo que consideremos vital y vivificante para nues-tros alumnos en el colegio y en su casa, aunque tengamos a veces amenazas de muerte a nuestro alrededor. Necesitamos valentía, coraje, atrevimiento (parresía se dice en el griego bíblico) y una determina-da determinación para defender la vida allí donde ésta se vea amenazada. Educado-res dispuestos al riesgo, que obedezcan a Dios antes que a los hombres… especial-mente cuando los hombres dictan leyes de muerte…

En el libro de los Jueces encontramos la historia de Sansón, un niño consagrado desde el seno materno, y cuya madre se implica en esta consagración viviendo una comunión completa con el hijo de sus entrañas. Así los educadores estamos llamados a la solidaridad implicativa con nuestros alumnos, pues ellos necesitan ver en nosotros una coherencia de vida tal que sea un referente capaz de liderar su crecimiento.

En el primer libro de Samuel (1 Sam 1-3) encontramos a un niño que es llama-do a ser profeta del Señor y que a una tempranísima edad se ve inmerso en un proceso de discernimiento vocacional que requiere la mediación sabia, humilde y acertada. Nuestros alumnos necesitan educadores que orienten en la verdad y el bien, orientadores de la vida y la vocación, hombres y mujeres que sean expertos exploradores de la interioridad… familiari-zados con el lenguaje misterioso de Dios, capaces de ayudar a los niños y jóvenes a descifrarlo12. Es necesaria en la educación

12 “El cuidado de las vocaciones, exige por tanto una

constante «educación» para escuchar la voz de Dios,

como hizo Elí que ayudó a Samuel a captar lo que Dios

le pedía y a realizarlo con prontitud (cf 1 Sam 3, 9). La

escucha dócil y fiel sólo puede darse en un clima de

íntima comunión con Dios. Que se realiza ante todo en

la oración.” BENEDICTO XVI, Mensaje del Santo Padre

para la XLIV Jornada de oración por las vocaciones,

Vaticano, 10 de febrero 2007.

Hoy, dos mil años después, nos encontra-mos inmersos en una situación idéntica, diría yo: la sociedad que conoce a Dios y que acoge su Revelación y su amistad valora la vida de los pequeños y la defien-de, ama a los niños y los bendice. Por el contrario, las sociedades que rechazan a Dios, viven de espaldas a su revelación y su amistad, construyen su propia torre de Babel y desprecian la vida de los niños, incluso impidiendo que nazcan o matán-dolos antes de nacer.

2. EL NIÑO EN LA REVELACIÓN VETEROTESTAMENTARIA

NIÑOS EN EL ANTIGUO TESTAMENTO11

Señalamos algunos niños en el A.T. cuya relación de Dios con ellos arroja luz a nuestro ministerio educativo.

Encontramos en el libro del Génesis dos niños muy significativos: Isaac e Ismael (cf. Gn 16.21.22). Isaac es un niño con capacidad para el sacrificio en la ofrenda personal, formado en la fe de su padre Abrahám y curtido en la docilidad y la confianza. Por otra parte Ismael es el primer niño de la Biblia cuyo grito deses-perado escucha Dios. De uno y de otro aprendemos como educadores la gran trascendencia de educar en la fe llenan-do de confianza el corazón de los niños, dándoles la certeza de que Dios nunca nos abandona.

59s);“rescatado” del servicio del templo el día trigésimo,

si era primogénito (cf. Ex 13, 1-5); amamantado por

la madre hasta los tres años (2 Mac 7, 27), lo que

explica la expresión frecuente “niño de pecho” (cf. Jr

44, 7,etc); de tres a doce años “caminaba por su pie”,

expresión que se aplica también a la mujer y da lugar

a la fórmula “las mujeres y los niños” (cf. Jos 8, 35);

hacia los cuatro años se le ponía el hábito de franjas

adornado con borlas (cf. Nm 15, 39); un año después

se le confiaba a su padre para que le enseñara a leer en

los Libros Sagrados (Abot 5, 21); luego, a los maestros

adecuados, en grupos de veinticinco; a los doce-trece

años era “presentado”, es decir, introducido en la

comunidad religiosa (Lc 2, 42) y, revestido de filacterias,

era llamado el sábado siguiente para hacer la lectura

de la ley ante la asamblea.” (P. BONNARD, Evangelio

según san Mateo, Cristiandad, Madrid, 1983, 426).

11 Como hemos señalado al comienzo, en este

segundo apartado, me remito a la comunicación que

aporté en el primer Congreso, titulada: Educadores

cristianos: algunos rasgos bíblicos. Niños en el A.T.

Ahora sólo haremos una apretadísima síntesis que nos

sirva de enlace para el Nuevo Testamento.

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06NIÑOS EN LA BIBLIA PROFETAS DE LA EDUCACIÓN

III Congreso Internacional Educación Católica para el siglo XXI.

La infancia, profecía de la vida.PONENTESlo que sea. Además muchos de los niños y jóvenes son víctimas de los problemas de los mayores que recaen sobre ellos: rupturas familiares, separaciones matri-moniales, decisiones del Ministerio de educación, decisiones “arbitrarias” de la Administración pública, determinaciones injustas de los políticos tanto en el terreno ético, moral, social...

Tanto María como José salvan a Jesús Niño arriesgando sus vidas, llevándoselo, protegiéndolo... Nosotros, como educa-dores, somos llamados por el Evangelio a jugarnos la vida por los pequeños, defen-derlos, protegerlos y hacer todo lo posible para que el mal de los mayores no recaiga sobre los más débiles e indefensos. Nues-tra misión en esta generación es urgente: salvar a los niños y jóvenes del mal que les amenaza, sea éste de cualquier tipo. La escuela católica, unida siempre a la Parroquia y a la Familia, ha de salvar a los pequeños.¡No se puede sacrificar la vida de los niños en aras de nada! Son los más débiles, indefensos y vulnerables... ¡Son el tesoro más preciado de la Iglesia y de la humanidad!, ha afirmado SS. Benedicto XVI16. Y Dios los ha puesto en nuestras manos para cuidarlos como hijos Suyos.

2 Jesús-Niño: misterio de un crecimiento entre Nazaret y Jerusalén Lc 2, 39-52

EDUCAR

Nuestra atención se centra ahora en Jesús Niño, de quien los evangelios de la infancia dicen que crecía en estatura, gracia y sabiduría ante Dios y ante los hombres; es decir: la humanidad de Jesús crecía en todas las dimensiones de su ser. Subrayo tres aspectos que considero de gran rele-vancia para todos nosotros educadores:

1. Por una parte aprendemos del Evange-lio a relacionarnos con cada niño y cada joven como lo que es, un ser unificado, que integra en sí mismo estas dimensio-nes (cuerpo, inteligencia, sentimientos, espíritu...). Cuando el evangelista dice que el Niño Jesús crecía en estatura, gracia y sabiduría, no está hablando de tres realidades separadas sino de una

16 “Nuestro Señor Jesucristo ama entrañablemente a

los niños (cf. Mc 10, 14), y ellos son nuestro tesoro más

grande” (Homilía de SS. Benedicto XVI, Nationals Stadium

de Washington, D.C. Jueves, 17 de abril de 2008).

1. Los niños inocentes - PROTEGER - Mt 2, 13-18

Si bien es verdad que el primer niño que sale en el N.T. es Juan Bautista15, del que se puede decir perfectamente lo que reza el salmista, desde el vientre de mi madre ya Dios era mi Dios (cf. Sal 22, 11), los niños betlehemitas que Herodes mandó matar son los que llaman poderosamente nuestra atención. La escena es verdade-ramente dramática. La conocemos todos. Nace Jesús en Belén y Herodes, que simboliza el poder social y político, teme por su trono y hace cualquier cosa por no perder su poder. Es patético. Un Niño, un niño indefenso, pobre, recién nacido, hijo de la mansedumbre y la ternura, es visto como una amenaza capaz de hacer tambalear el trono real. Herodes es una especie de tirano paranoico obsesionado por mantener el poder a cualquier precio. Y el precio será caro, carísimo: la sangre de los más inocentes de la tierra. Herodes simboliza a todos los que habiendo dejado la infancia se vuelven complicados, retorci-dos, mentirosos. El riesgo de perder el po-der, el prestigio, el gobierno y su corrompi-do cetro, le hace convertirse en el más vil de los aduladores y dice querer también ir él a adorar, cuando en realidad sólo quiere asesinar. Puede que estemos ante una de las páginas más difíciles del Evangelio; cruel en su narración y espeluznante en su ejecución. La vida del Salvador comienza con un reguero de sangre inocente; los pequeños betlehemitas pierden la vida por Aquél que ha venido a darla para que el hombre no perezca...

¿Qué mensaje teológico encierra este terrible episodio?: que el Hijo de Dios se encarnó en un mundo de violencia y no en una fantasía. Un mundo violento que descarga su violencia sobre los seres más inocentes, más indefensos, los seres más pequeños y vulnerables de la tierra.

El educador cristiano a la luz de la Palabra

Todos nuestros niños y jóvenes están inmersos en una sociedad herodiana, es decir una sociedad de competitividad y rivalidad que busca el poder a costa de

15 ¡Un gestante!, que se llena del Espíritu Santo desde

el vientre de su madre, según atestigua el evangelista

san Lucas, 2, 40-41, en el pasaje de la Visitación:

saluda María, escucha Isabel y salta Juan.

y la misión. Asumir responsabilidades hace crecer y madurar inmensamente a las personas. Nadie puede quedar atrapado en la cárcel de sus miedos. La fe da la verdadera libertad, evita la frustración y nos posibilita vivir en plenitud.

Y así podríamos continuar, con el libro segundo de las Crónicas, hablando de Josías, un niño elegido rey de Israel con tan sólo 8 años, y que reinó durante tres décadas con la base firme de la fe de sus padres.

Y también hablaríamos de la infancia de Israel como pueblo, a partir del libro del profeta Oseas (cf. Os 11), y descubriría-mos la particular pedagogía de Dios en un amor que supone siempre también la corrección, junto con la fidelidad, la paciencia y humildad, que son –según san José de Calasanz, santo pedagogo del s. XVII– las virtudes más necesarias en nuestro ministerio educativo.

Finalmente en el libro del Profeta Isaías (caps. 7-11) podemos encontrar hasta cinco niños altamente significativos, cuyas historias encierran una luminosa revelación respecto a la experiencia de fe y de esperanza creyente que debe anidar en el corazón de todo educador cristiano.

También en el libro de los Salmos y en los libros Sapienciales encontramos palabras muy significativas sobre el valor de la infancia y el aprecio a los niños. Pero hemos de pasar ya al tercer y último punto de nuestra exposición, que será el apartado más extenso.

3. JESÚS DE NAZARET Y SU RELACIÓN CON LOS NIÑOS

NIÑOS EN EL NUEVO TESTAMENTO

El NT es la plenitud de la Revelación. Buscamos en él algunos niños que hayan tenido un encuentro con Jesucristo, para descubrir algunas actitudes educativas y pedagógicas de cara a la misión de evangelizar educando. Nuestro comen-tario es desde la Teología Espiritual, sirviéndonos de la ciencia exegética y en sintonía con la Tradición, buscamos una re-lectura de los pasajes evangélicos para iluminar la labor educativa en comunión con el Magisterio.

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07NIÑOS EN LA BIBLIA PROFETAS DE LA EDUCACIÓN

III Congreso Internacional Educación Católica para el siglo XXI.

La infancia, profecía de la vida.PONENTESeducativa auténtica. Vivía sujeto a sus padres, obedeciéndoles en todo... dice el evangelista. Obedecer supone fiarse. Los niños y jóvenes necesitan guías que les in-diquen, les orienten, les conduzcan... Los niños necesitan obedecer, porque les da seguridad. Los niños son felices al tener por delante alguien de quien fiarse. Mien-tras están creciendo nada les fortalece tanto como “tener límites” y vivir “sujeto”. No caigamos en la trampa “mortal” de dejarles a expensas de una “libertad” que no tienen; la irán adquiriendo en la medida que los educadores les vayan enseñando a “elegir el bien y rechazar el mal”. Elegir sólo lo que “gusta” no es elegir en libertad. La libertad no consiste en estar dominado por el apetito, sino en elegir y hacer lo bueno, lo verdadero, lo recto.

Aprender a elegir lo que conviene no es connatural… es un aprendizaje educativo. Quien se ejercita en él aprende la verda-dera sabiduría. Pero esto no se consigue sin la obediencia, que supone siempre la escucha, el discernimiento, la confianza. Y todo ello requiere de una cierta ascesis, en el sentido literal del término griego: el verbo “askeîn” y el sustantivo “askesis” significan ejercicio, ejercitación. La sabidu-ría se adquiere ejercitándose en ella.

Hay un sufrimiento inherente a la obedien-cia educativa y pedagógica que demanda por parte del educador madurez afectiva para dar a los chicos lo que les conviene, no lo que les va a reportar más afecto. El educador debe estar dispuesto a jugarse el afecto de sus alumnos, en la corrección, en la educación, en la formación.

Jesús aprendió la obediencia conforme al desarrollo normal de cualquier hombre, y el sufrimiento fue la escuela en la que, aun siendo Hijo la aprendió. Siendo hijo, apren-dió sufriendo a obedecer, dice la carta a los Hebreos.

El educador cristiano a la luz de la Palabra

Es muy importante hablarles hoy a los niños de esta obediencia a Dios en sus mediaciones (padres, educadores, catequistas...) y, sobre todo, obediencia a su Palabra, aunque muchas veces esta obediencia comporte y conlleve un sufri-miento... No es un sufrimiento inútil sino madurativo, fecundo, fructífero. ¡Cuántos bienes nos pueden venir si vivimos una

San Lucas, además, dice que el niño se fortalecía... Si se trabaja en todas las dimensiones, el crecimiento es fortaleza. No trabajar a toda la persona y no trabajar en comunión, fragiliza el crecimiento, no da seguridad a quien lo necesita y deja endeble y pusilánime al niño en cualquiera de sus potencialidades y etapas.

Si observamos el pasaje evangélico, Jesús Niño se nos presenta como modelo per-fecto de este crecimiento, y sabemos que para ello necesitó mediaciones, instrumen-tos humanos (sus padres, que hicieron de educadores). El hogar de Nazaret, junto con la Sinagoga (que era al mismo tiempo templo y escuela) fueron los tres ámbitos que perfectamente armonizados contribuyeron al crecimiento humano del Hijo de Dios. Hoy, cuanto más conexión y comunión haya entre el hogar, la escuela y la parroquia, más fortaleza se estará dando al desarrollo educativo de los niños. Y un dato importantísimo: somos todos instrumentos, no protagonistas egocéntri-cos de la educación; somos Cooperado-res de la Verdad, no la Verdad misma. El protagonista es cada niño y Dios con él. El protagonista es Dios con cada niño.

3. En tercer lugar observamos en el pasaje evangélico la importancia decisiva de la sujeción de Jesús Niño a sus educa-dores, en este caso a sus padres. Las actitudes que el niño forma durante los primeros años de su niñez son las que predominan en toda su vida, porque en la primera edad acontece la formación de una pre-disposición anímica que lo capacitará para opciones concretas en la vida, como persona y como creyente. Asegura santo Tomás de Aquino que lo que se adquiere desde la infancia como costumbre se asienta en el hombre como hábito permanente en su modo de vivir y de actuar.17 Estamos hablando de la obe-diencia, como actitud educativa ineludible en todo crecimiento seguro y maduro. La obediencia –como sujeción pedagógica– es “madre” y “puerta” de toda experiencia

17 Ya san Juan Crisóstomo habla del niño como de

una cera blanda en la que queda impresa toda marca

recibida. Y san José de Calasanz –pedagogo santo y

santo pedagogo– asegura en el siglo XVII lo que hoy

afirma con claridad la misma psicología evolutiva: que la

primera siembra es de vital importancia, y puede marcar

en profundidad y orientar con nitidez el modo de vivir, de

ser y de actuar. Sí, ciertamente, la infancia es profecía

de la vida.

misma realidad (el ser), con sus potencia-lidades intrínsecamente conexionadas. La antropología bíblica nos transmite una comprensión del hombre como ser unificado, como un todo unitario, y no con departamentos estancos. La educación en el pueblo hebreo acontecía así. La educación es verdadera cuando se orienta a un crecimiento integral e integrador, donde todas las dimensiones susceptibles de ser desarrolladas se trabajan cohe-sionadamente (estatura - cuerpo físico, sabiduría-inteligencia racional y conoci-miento experiencial, gracia - espíritu, alma, Piedad), evitando cualquier separación fragmentaria. Cada vez que trabajamos un aspecto en los niños (físico, intelectual, espiritual, moral, experiencial, psíquico…), todos los demás quedan implicados, y es necesario que lo sepamos y obremos en consecuencia. No podemos trabajar la inteligencia descuidando el espíritu, ni lo físico sin tener presente lo espiritual. Cada niño es un hijo de Dios hecho a su imagen y semejanza. Dios es Uno en Tres Personas Divinas. Cada niño tiene una unidad indisoluble, y su educación debe ser siempre integral e integradora. Una educación que se precie de serlo, jamás podrá obviar la dimensión espiritual de la persona, pues de ésta depende la cohe-sión y solidez de la misma personalidad, en consecuencia, una pedagogía espiritual y una espiritualidad pedagógica deberán confluir, de modo irrenunciable, en todo proyecto educativo auténtico.

2. Por otra parte, debemos estar muy atentos para que cada uno desde su res-ponsabilidad y competencia docente sepa ser instrumento (nunca obstáculo) para este desarrollo armónico,conscientes de que todo crecimiento es procesual, nunca puntual (en el sentido de aislado) aunque en ciertos momentos puedan darse ciertas eclosiones madurativas que pudiendo parecer repentinas en realidad no son sino el fruto de un itinerario. Por lo tanto es muy necesario que todos los instrumentos del proceso estén coordinados, trabajen juntos, en comunión, para colaborar, nun-ca obstaculizar el correcto desarrollo del mismo. De ahí la gran necesidad de edu-cadores en comunión que juntos busquen que cada muchacho alcance la madurez máxima en cada etapa de su vida. María y José, los primeros educadores de Jesús Niño, vivían una perfecta comunión, con funciones y papeles bien distintos.

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08NIÑOS EN LA BIBLIA PROFETAS DE LA EDUCACIÓN

III Congreso Internacional Educación Católica para el siglo XXI.

La infancia, profecía de la vida.PONENTEStramos concentrados en los niños. Para Jesús los niños son de su familia, son sus amigos, son sus hijos, son sus discípu-los… y él mismo les confiere el poder invencible de su Amor delante de todos. Jesús hace en el ámbito profano de la ca-lle lo que era propio de los sacerdotes en el ámbito sacral de las liturgias del Templo. Para el amor no hay lugares excluidos.

El educador cristiano a la luz de la Palabra

¿Qué podemos subrayar de este Evan-gelio referido a nuestra misión educativa? Ciertamente muchas cosas, pero me fijo principalmente en tres:

1. Nuestra misión educativa implica llevar a los niños hasta Jesús, y dejar que se acer-quen a Él en sus Presencias eclesiales. La escuela, que podría entenderse en nuestra sociedad como ámbito profano, también es lugar donde encontrarse con Jesús. En el pasaje evangélico los Apóstoles intentaban disuadir a los niños y a quienes los acercaban, para que se alejaran del Señor, pero Jesús defendió a los peque-ños. Somos cooperadores de la Verdad, por lo tanto es necesario que imitemos a Cristo defendiendo a los niños siempre, defendiendo su crecimiento, defendiendo las experiencias educativas más valiosas, sus personas, su fe, velando y custodian-do el rebaño que se nos ha confiado… dando la vida por ellos. Y hemos de hacerlo con libertad, no condicionados por los parámetros escépticos y paganos de la sociedad en la que estamos inmersos. Nuestros Obispos nos preceden: defien-den sin parar, a tiempo y a destiempo a los niños y a los jóvenes, y lo hacen con palabras contundentes y con gestos en-trañables. El Santo Padre, Benedicto XVI, al igual que su predecesor nuestro amado Juan Pablo II, son la imagen viva de Jesús, Buen Pastor, que ama con preferencia a los pequeños.18

18 Nuestro mismo Arzobispo, ya en su anterior diócesis

de Oviedo, mantenía una relación epistolar con los

niños, y desde que ha llegado a Valencia ha mostrado

constantemente su solicitud por los pequeños; todos

conocemos su celo por acompañar semanalmente a

los jóvenes de las distintas vicarías, en las vigilias de

oración, acercándolos a Jesús en su Palabra y en el

Sacramento de la Eucaristía. El mismo D. Carlos, en

su carta de Semana Santa, nos ha invitado a todos a

dejarnos abrazar por Jesucristo…

esto comporta un sufrimiento pedagógico (educativo-madurativo) que no debería-mos evitar entre los niños y los jóvenes… Evitárselo sería al precio de no crecer... Podría entonces ocurrir que por el miedo a la muerte -a sufrir- se vive sometido a la esclavitud de las propias inmadureces (cf. Hb 2, 15).

3. Los niños defendidos -DEFENDER- Mc 10, 13-16

El episodio también es conocido. Estamos justo a mitad del Evangelio de san Marcos. Jesús se dirige a Jerusalén, marchando hacia la Cruz para redimir al mundo. Se encuentra entonces “por el camino” a las personas más infravaloradas de la sociedad: los niños. No van solos. Son acercados por los mayores pidiendo ser tocados. Es muy importante ser tocado por Jesús. Es una misión de grandísima trascendencia que nosotros llevemos los niños hasta las Presencias eclesiales de Jesús (la oración, los sacramentos, la comunidad, la Palabra, los pobres, los sacerdotes…), para que Él los toque con su gracia. Un niño “tocado por Jesús” es un futuro santo. Pero los apóstoles (según el texto) intentan disuadir tanto a los niños como a quienes se los presentan. Actúan como judíos normales de la época, pues una de las escuelas rabínicas de mayor relevancia enseñaba que hablar con niños es como tirar las palabras, es decir, perder el tiempo. El evangelista nos indica que al ver esto Jesús se enfadó; y consciente de lo mucho que estaba riesgo –como en otras ocasiones– dice una Palabra contun-dente que confirma con un gesto llamativo y hasta escandaloso, provocando así que quedara impreso para siempre en la memoria y el recuerdo. La Palabra, todos la conocemos: Dejad que los niños se acerquen a Mí, y no se lo impidáis. No es un consejo; es un mandato con verbos en imperativo. El gesto que rubrica su Palabra es triple y nada común en plena calle para un Rabino con prestigio: los abraza, los bendice, y les impone las manos. Jesús se jugó su imagen... porque estos gestos no se hacían públicamente con los niños. Son gestos que los encontramos como diseminados a lo largo de la Escritura referidos a distintas personas. Se abraza a los familiares y a los amigos; se bendice a los hijos y a los discípulos; se impone las manos a quienes se les confiere un poder. Estos gestos repartidos en la Biblia sobre personas bien distintas, aquí los encon-

obediencia confiada! Quien no obede-ce no crece, y para crecer es necesario obedecer, fiarse, confiar en quienes nos forman. Porque la obediencia nos saca de nosotros mismos, nos libra de nuestras inercias y tendencias torcidas (egoísmo, pereza, avaricia, ambición...). Obviamente en Jesús Niño no existían estos pecados porque él no conoció pecado, pero sí en los niños. Etimológicamente, la palabra latina “obedientia” (obedio), así como el verbo “obedire”, son términos compues-tos que proceden de ob y audio = oír. Literalmente significa dar oídos a alguno, escucharle, seguir sus consejos; así, el significado más auténtico de la palabra “obediencia” no es el de un sometimiento servil sino el de una guía liberadora que da seguridad; es escuchar a otro y adecuar la voluntad y los actos a lo escuchado, como un acto de libertad de uno mismo, de las propias inercias y tendencia, para adecuarse al bien que otro propone, ac-tuando en consecuencia. Por ello hay que matizar inmediatamente que la obediencia de Jesús Niño a sus padres se dio porque María y José obedecieron siempre a Dios. María es la esclava del Señor, que hizo de su vida un fiat permanente (un hágase a la voluntad del Padre), y José es llamado el justo porque siempre se ajustaba a la voluntad de Dios.

Jesús aprendió la obediencia desde pe-queño (cf. Lc 2, 51) y de sus padres María y José. Aprendió a estar siempre ocupado en las cosas y en la casa del Padre, como lo estaban también María y José. Jesús aprende esta obediencia desde pequeño porque se siente amado por sus pa-dres. El motor más fuerte para obedecer siempre es el amor. De mayor obedeció a la Voluntad de su Padre porque siempre se supo profundamente amado por Él, aunque esta obediencia pasar muchas veces por el sufrimiento. Haz esto y vivirás (Lc 10, 28), habla de una obediencia que vivifica.

Puede que la obediencia tenga que se aprendida con sufrimiento, pero eso mis-mo es lo que posibilita el crecimiento ma-durativo en el niño. No se crece sin crisis. Las crisis se definen en Teología Espiritual como rupturas de niveles de existencia; si se resquebraja un nivel no es para que se hunda la persona, sino para dar un alto cualitativo en su maduración. Para pasar a un estadio superior es necesario que entre en crisis el estadio anterior, y

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09NIÑOS EN LA BIBLIA PROFETAS DE LA EDUCACIÓN

III Congreso Internacional Educación Católica para el siglo XXI.

La infancia, profecía de la vida.PONENTESnos enseña a decir a cada niño y a cada joven: Tú eres muy importante... todo lo que te ocurre me interesa... nada de ti me es ajeno.

Con la acogida de los niños puede Dios entrar en nuestras aulas… Además todos los educadores somos llamados a la con-versión: Si no cambiáis y os hacéis como los niños no podéis entrar en mi Reino. No es un consejo sin importancia. Es una advertencia muy seria. Convertirse y vivir la infancia espiritual será una conditio sine qua non, una condición ineludible e innegociable para entrar en el Reino de los Cielos.

Jesucristo quiere que sus discípulos -nosotros- nos hagamos servidores de los niños, y para ello necesitamos una conversión, un cambio de mentalidad. No podremos ser educadores cristianos si no somos cristianos. Si no estamos en contacto permanente con la Fuente Viva que es el Evangelio, ¿cómo podremos evangelizar? Nadie da lo que no tiene. Los educadores y evangelizadores necesita-mos todos ser también nosotros continua-mente evangelizados. ¿Nos dejamos no-sotros pastorear, catequizar, formar? ¿Nos dejamos guiar, conducir, orientar? Los que estamos inmersos en la misión educativa o los jóvenes que os preparáis a ella, ¿nos dejamos evangelizar? ¿O creemos que ya lo sabemos todo, que sabemos muy bien educar y formar a la infancia y juventud? No hay nada más creíble que un educador humilde, que sabe pedir ayuda, que no es prepotente, que tiene una sana duda sobre lo que hace... que necesita contras-tar con otros y contar con otros para hacer bien su labor. Los individualismos no son nada buenos en la escuela. La autosufi-ciencia orgullosa es nociva y sólo favorece que cada uno construya su propia torre de Babel…

5. Los niños de la revelación - ALE-GRARSE - Lc 10,21-22

“En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo y dijo:Yo te bendigo Padre... porque te has revela-do a los pequeños”

El episodio transcurre en un tiempo de oración; y es en ese momento de profun-da intimidad con Dios cuando Jesús se llena de gozo en el Espíritu Santo por los pequeños que le acogen. En ocasiones,

Habiendo, pues, llamado a un niño (que en ese contexto es también siervo), y habiéndose sentado como un rabino, hace algo todavía más asombroso si cabe: lo pone en medio. “Poner en medio” a al-guien, en una reunión de adultos, es darle toda la importancia, es conferirle estatuto de autoridad, es mostrarle un amor ab-solutamente preferencial21. ¿Está el niño, el pequeño, el más necesitado en medio de nuestros colegios? ¿Es realmente el más importante y cuanto se decide en las reuniones está en función de ellos? ¿Está el niño en medio de nuestras parroquias?

Cuando Jesús ya tiene a este pequeño en medio de la reunión de adultos, lo estrecha entre sus brazos (según confiesa el evan-gelista Marcos: 9, 36) y hace una llamada a la conversión: Si no cambiáis y os hacéis como los niños no podéis entrar en mi Reino (cf. Mt 18, 3), y añade: el que recibe a un niño como éste en mi nombre, me recibe a Mí y a quien me ha enviado (cf. Mc 9, 37 / Lc 9, 48), es decir, recibe a Dios.

El educador cristiano a la luz de la Palabra

¿Qué aprendemos nosotros del Evan-gelio? Ya lo hemos dicho: Jesús enseña actuando y actúa enseñando. Somos convocados a hacer lo mismo que hizo él: defender a los niños siempre, acogiéndo-les siempre, amándolos tal y como son. Quiere Jesús que realmente pongamos a los niños en el centro de la preocupación escolar. Que nuestro trabajo, nuestra ocu-pación y preocupación sea por ellos. Quie-re Jesús que demos protagonismo a cada muchacho: llamarle, recibirle, acogerle… ¡Qué importancia tiene en la adolescencia la acción tutorial! (un adolescente no se acerca a hablar contigo –aunque lo necesite– si tú no le llamas…). El Evangelio

21 ¿Dónde estaba Jesús cuando sus padres lo

encontraron en el Templo después de tres días de

intensa búsqueda?: sentado en medio de los maestros

(cf. Lc 2, 46) ¿Dónde colocan los amigos del paralítico

al paralítico cuando destechan la casa de Pedro?: en

medio de todos, delante de Jesús (cf. Lc 5, 19). ¿Dónde

pide Jesús mismo que se coloque el hombre de la

mano paralizada según el evangelio de san Marcos?:

ahí, en medio de todos (cf. Mc 5, 3). ¿Dónde ha de

colocarse la mujer hemorroisa para quedar libre de

todos sus miedos?: en medio del gentío (cf. Mc 5, 33).

¿Dónde asegura Jesús que Él mismo se hará presente

si dos o tres se reúnen en su nombre: en medio de ellos

(cf. Mt 18, 20).

2. Jesús enseña actuando y actúa ense-ñando. Defender a los niños se hace con palabras y con gestos concretos aunque puedan resultar molestos para familiares, para el mismo colegio o para la socie-dad pagana en la que vivimos. Enseñar actuando es mostrar la coherencia entre el decir y el hacer que confiere la verdadera autoridad moral y espiritual. Enseñar con autoridad supone vivir según lo que se predica y actuar en consecuencia.

3. Aprendemos del Evangelio a relacio-narnos con los niños y con los jóvenes prodigando entre ellos el triple gesto de predilección: abrazando, que signifi-ca ayudar, darse, entregarse, proteger, compartir lo que son y sus más nobles aspiraciones –tanto en los niños como en los jóvenes–, hacer que nunca un niño o un joven se sienta solo, que sepa que puede contar contigo... que no eres un mero asalariado... sino que sabes llevarle en brazos cuando lo necesite; bendicien-do, que significa diciendo siempre bien de ellos, subrayando más sus dones que sus faltas19; e imponiéndoles las manos, que significa darles autoridad, protagonis-mo, amistad, afecto, confianza, delegar en ellos responsabilidades...20

4. El niño llamado - VALORAR - Mt 18, 1-5

El episodio de Mateo es prolongación del anterior. Ante la pregunta de los discípulos acerca de la preeminencia, de quién es el mayor en el Reino que trae Jesús, el Maestro, una vez más, responde con una Palabra y con un gesto inolvidable por lo extraño e inesperado. Jesús llama a un niño (que en ese contexto es un siervo), el niño obedece de inmediato y secunda la llamada; en la versión de Marcos (que es más original) se nos da un dato muy inte-resante: Jesús entonces se sentó (9, 35). Los rabinos, ofrecían sus mejores leccio-nes sentados, como sentando cátedra… Cuando Jesús se sienta, quienes le ob-servan agudizan su atención: lo que va a decir el Maestro es de suma importancia; no es cuestionable; es una “revelación”.

19 La pedagogía de la bendición es la más evangélica,

la más sanadora y la más eficaz. (Cfr. JOSÉ IGNACIO

PRATS, Pedagogía y Realidad. Un bello paisaje.

Valencia 2009, EDICEP 83-101).

20 Todo esto lo hemos visto hacer constantemente

y abiertamente en su prolífico pontificado a nuestro

amado Juan Pablo II, en cada audiencia, en cada viaje,

en cada Jornada Mundial de la Juventud.

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010NIÑOS EN LA BIBLIA PROFETAS DE LA EDUCACIÓN

III Congreso Internacional Educación Católica para el siglo XXI.

La infancia, profecía de la vida.PONENTESprueban a cambiar, a jugar a otra cosa; comienzan a entonar endechas, lamentos fúnebres propios de un entierro... pero tampoco reaccionan los espectadores. Parece que los niños que hacen de “públi-co” están aguando el espectáculo, porque no responden a ninguna incitación; dan a entender que no quieren alegría ni tristeza; unos han querido jugar a entierros, otros a bodas... pero los que observan neutralizan la iniciativa de quienes actúan, y el lamen-table resultado es que ni lloran ni bailan. No se mueven. ¿Es mera pasividad? ¿Es indiferencia? ¿O es obstinación?

Esta parábola evangélica nos invita a pre-guntarnos: ¿Qué podemos hacer con la carcoma de la desidia, la tibieza, la indife-rencia cuando hacen acto de presencia en las aulas? ¿Qué podemos hacer cuando la droga de la mediocridad y el cianuro de la pasividad, es consumido dosificadamente por nuestros jóvenes, que ni vibran con nada, ni se entusiasman por nada? ¿Qué hacer con una generación que parece haber perdido la capacidad de ilusionar-se con proyectos o entusiasmarse con ideales? ¿Cómo curar una juventud que parece tener adormecida y amodorrada la propia conciencia, de manera que ni se abaten con lamentos ante las injusticias sociales, ni vibran ante el anuncio del Evangelio? Ciertamente no son todos, porque hemos visto miles de jóvenes mo-vilizarse kilómetros y kilómetros y danzar de fiesta en las Jornadas Mundiales de la Juventud convocadas por los Papas… Pero también es cierto que hay otros mu-chos jóvenes inmersos en una pasividad altamente preocupante… Jóvenes desen-cantados, difíciles de estimular.... Jóvenes que están quemados sin haber ardido nunca… Jóvenes que se dejan deslizar por la pendiente de la mediocridad y de una vida sin sentido…

El educador cristiano a la luz de la Palabra

Si los educadores cristianos no somos capaces de dar a estos jóvenes razo-nes para vivir, para la esperanza, para la alegría, para el riesgo, en definitiva razones para amar... si no sabemos ilusionarles, estimularles al cambio, a la conversión, si no les ayudamos a crecer y a salir de sí mismos... los dejaremos presos de sus inercias que terminarán por precipitarles a un vacío existencial que les llevará al suicidio social (la inhibición de todos los

3. Quien vive la misión educativa unido al Señor Jesús experimenta la alegría de es-tar con los niños y con los jóvenes. No es una molestia; es una gracia. Jesús se llena de gozo por estar entre los pequeños a los que su Padre le ha enviado. Él mismo se siente un pequeño; él mismo se sabe Niño de Dios. Cambia muchísimo cuando hace-mos nuestra misión con pesar, con quejas y con lamentos de cuando la hacemos con gozo, entusiasmo y alegría. La alegría verdadera, la que nadie nos puede quitar (cf. Jn 16, 22.24) es la que da el Espíritu de Jesús Resucitado y nos constituye en hombres y mujeres transmisores de la corriente de proximidad del mismo Dios. Esto es un don, que debemos pedir... por-que cuando se tiene, todo fluye en el gozo de la Pascua, haciendo fácil cualquier esfuerzo, renuncia o sacrificio.

6. Los niños del juego - ESTIMULAR - Mt 11, 16-19

Cuando Jesús quiere hablar de la ter-quedad y cerrazón de quienes no están abiertos al Evangelio del que Juan Bautista ha sido su precursor y Jesús de Nazaret su presencia viva, cuenta una parábola con unos niños como protagonistas. Una parábola es como un relato inacabado que pretende abrir en quien lo escucha un ca-mino a recorrer. Jesús inicia una narración e invita a continuarla implicándose en ella. Su lenguaje figurado permite llevar al adversa-rio a admitir ciertos puntos que no acepta-ría fácilmente expuestos con entera nitidez.

El contexto más inmediato es el rechazo a Jesús. Ha venido Juan Bautista que era un hombre asceta, sobrio, exigente, llamaba a conversión... ayunaba... y dicen de él que tenía un demonio y hacía cosas ra-ras... Viene Jesús que come y bebe, entra en las casas de los pecadores y habla con las prostitutas… y dicen de él que es un comilón y un borracho, amigo de publica-nos y pecadores. ¿Qué está ocurriendo? ¡No quieren convertirse!

Entonces el Maestro de Nazaret cuenta esta parábola: hay unos niños en la plaza; juegan un juego de mímica; se imita una fiesta de bodas y un entierro. En realidad hay dos grupos de niños; se supone que unos actúan y otros observan. Pronto aparece la queja. Los actores tocan la flauta, interpretan a los músicos de la fiesta, pero los otros, no han respondido a su música, no han bailado. Entonces

los momentos de oración son mucho más reveladores que los momentos de reflexión o de estudio de la Palabra. Esta experien-cia oracional y esta bendición acontece cuando Jesús constata que su Padre revela secretos a los más insignificantes. Su propia tierra (Cafarnaúm), y la mayoría de los Sacerdotes del Templo, los Fariseos y los Escribas (las clases dirigentes de Israel que se sientan en el Sanedrín) no acogen a Jesús, en cambio los más pe-queños (pobres, niños, mujeres, enfermos, marginados...) sí lo hacen.

Cuando Jesús constata esta acogida, lleno del gozo que da el Espíritu Santo, exclama: “Yo te bendigo Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado a los sabios y a revelado a los pequeños”. Dios revela y Dios oculta. ¿Quiénes son los sabios y entendidos?: los prepotentes, au-tosuficientes, orgullosos, soberbios... los que creen no necesitar de nadie. Y ¿quié-nes son los pequeños a los que el Padre revela sus secretos?: todos los aludidos en las Bienaventuranzas (cf. Mt 5, 1-12: los que lloran, los tristes, los mansos, los pobres, los sufridos, los misericordiosos... ¿Hay niños y jóvenes así en nuestros centros educativos, en nuestras escuelas, en nuestras parroquias?: ¡acerquémonos a ellos con predilección!). Los niños de la revelación son los que no se bastan a sí mismos y claramente nos necesitan (por-que no tienen, porque no saben, porque no pueden...).

El educador cristiano a la luz de la Palabra

Del Evangelio en este pasaje recibimos tres palabras para nuestro ministerio educativo:

1. El educador cristiano es una persona de oración, con capacidad para intimar con Dios y recibir en la oración diaria las luces necesarias para llenarse de gozo en el Espíritu y bendecir a sus alumnos.

2. Si el Padre revela secretos de amor a los pequeños, habrá que mirarles, escucharles, abajarse a ellos... ¡Nunca despreciar o me-nospreciar a un pequeño! Todos tenemos pequeños en nuestras aulas, aunque sean grandes... jóvenes empequeñecidos por sus complejos, problemas, sufrimientos... Todos los educadores necesitamos tener un contacto real con los más pequeños de nuestros lugares de misión.

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011NIÑOS EN LA BIBLIA PROFETAS DE LA EDUCACIÓN

III Congreso Internacional Educación Católica para el siglo XXI.

La infancia, profecía de la vida.PONENTESrealmente multiplicarse y dispararse hasta lo insospechado.

Muchas “pobrezas” de recursos humanos son por la falta de fe y de experiencia de Dios. Conocer a Jesús, su amor, su mise-ricordia, su Espíritu, su fuerza... hace que todas nuestras capacidades se desarrollen al máximo... Muchos jóvenes no empiezan a rendir en los estudios hasta que no co-mienzan a tener una significativa experien-cia de fe. Y muchos niños rinden mejor si se saben y se sienten amados por Dios.

No es buen educador quien tiene la acti-tud escéptica de Felipe, quien con mente pragmática y calculadora sólo se le ocurre despedir a la gente para que cada uno se las arregle como pueda. Ni tampoco es buen educador quien se desanima por la desproporción inmensa entre las propias capacidades y las ajenas necesidades…

El Apóstol Andrés puede ser hoy un buen modelo para el educador cristiano: cree en lo imposible. Nuestra misión consiste en llevar a cada niño y a cada joven hasta Jesús, sin despreciar a nadie, por muy pobre que nos parezca. Y llevarlo con Fe y Esperanza... Mi pobreza con Jesús da como resultado una sorprendente sobrea-bundancia para todos. Sin esta fe y sin esta esperanza transida de caridad hacia lo que parece “no valer”, ¿cómo educar? Las virtudes teologales son absolutamente trascendentes en la tarea educativa. Si perdemos la Fe, la Esperanza y la Caridad estaremos realmente perdidos.

8. El niño enfermo - CURAR - Mc 9, 14-29

El pasaje que nos ocupa habla de un niño enfermo: el endemoniado epiléptico. Es-tamos ante un caso de autismo violento, manifestado como epilepsia autodestruc-tora; la revelación bíblica llama demonios a una realidad en la que se ve implicada tanto la enfermedad psíquica como el pecado del desamor junto al engaño del maligno y su maldad, cebándose todo ello en un pequeño y, por él, en toda su familia.

Jesús y algunos de sus apóstoles más íntimos han descendido de la montaña de la transfiguración. Allí han tenido todos una fuerte e intensa experiencia de Dios y de la oración. Jesús se ha transfigurado mostrando su divinidad, y tres discípulos han sido testigos. El resto están abajo

un muchacho que ha seguido al Maestro toda la jornada. Y ha visto que lleva un poco de comida. Se lo presenta a Jesús, plenamente consciente de la absoluta desproporción entre lo que el niño tiene y lo que realmente se necesita, pero también sabiendo que para Jesús todo es posible. Jesús acoge la pobreza ofrecida de un niño, ora a su Padre bendiciendo la ofrenda, y acontece el milagro de la multiplicación. Para distribuir el pan Jesús cuenta con sus apóstoles y los institu-ye diáconos-servidores de su Reino. El milagro de saciar a la multitud hambrien-ta fue posible gracias a que el apóstol Andrés descubrió a un niño “portador de pobreza”, y pese a la mirada escép-tica del pragmatismo materialista (¿qué es esto para tanta gente?) y la evidente desproporción entre la envergadura de la necesidad (5000 hombres sin contar muje-res y niños) y la nimia capacidad personal (cinco panes de cebada y dos peces), se lanza a llevarlo hasta Jesús. ¿Y qué hace Jesús?: acoge al niño con lo que tiene y es (un pobre pequeño con pocos dones), y le bendice. Y esta bendición sobre sus pobrezas, lo multiplica todo hasta saciar el hambre de la multitud.

El educador cristiano a la luz de la Palabra

El educador cristiano es aquél que ben-dice a los alumnos en medio de sus po-brezas y limitaciones, ¡sin despreciarlos o menospreciarlos nunca! Y esta bendición multiplica los mismos dones. Todo niño, todo joven es portador de una riqueza que está por trabajar y por cultivar. Todos tienen en sí mismos un gran potencial que hay que descubrir y trabajar... Es necesa-rio “creer en ellos”. No es buen educador quien tiene la actitud escéptica de Felipe, quien con mente pragmática y calculadora sólo se le ocurre despedir a la gente para que cada uno se las arregle como pueda.

El Evangelio nos enseña a estar siempre atentos al bagaje de cada muchacho, conociendo de cerca a cada niño, sus cualidades, sus capacidades, sus posibi-lidades... que todos las tienen, en mayor o menor medida, y aunque parezcan muy escasas o pobres frente a lo que se necesitaría para ser provechoso, eficaz y fructífero en esta vida y en esta sociedad, ¡nunca despreciar a nadie!, porque lo poco de cada uno, mirado con fe y esperanza y ofrecido al Señor con generosidad, puede

problemas, la no asunción de responsabili-dades), o a buscar sensaciones peligrosas (drogas, alcohol, sexo desordenado...). Que yo sepa, sólo la Iglesia de Cristo sabe entusiasmar a los jóvenes sin engaños, y ha sabido movilizarlos como nadie en esta generación. Una sociedad sin Dios sólo puede ofrecer sucedáneos de felicidad… provocando a la larga más frustración que otra cosa. La Iglesia de Jesucristo, en cambio, ofrece a Cristo mismo, única y verdadera felicidad para todo hombre y para todo el hombre. Nuestros centros educativos deben ser los nuevos areópagos donde la proclamación del Evangelio logre encender el fuego del Amor de Dios en el corazón de esta gene-ración hasta provocar una fiesta sin fin.

7. El niño discípulo - CONOCER - Jn 6, 1-13

Estamos ante el pasaje llamado la primera multiplicación de los panes. El texto pertenece a la gran perícopa del llamado “Discurso del Pan de vida” que encon-tramos en el cuarto evangelio. Jesús va a hablar de la segunda Pascua, una Pascua liberadora que llevará al pueblo a una nue-va tierra prometida, y para ello él mismo abrirá el camino de este nuevo éxodo.

Tras la curación de un paralítico (cf. Jn 5, 1-18) y cruzando el mar, una enorme cantidad de gente marcha tras el Señor. Impresionados y admirados por todo lo que realiza, le han seguido. Jesús ha hecho crecer sus esperanzas; el ver y oír cuanto Jesús dice y hace, les ha movido al seguimiento. Se han sentido atraídos por él. Entonces, como si de un nue-vo Moisés y un nuevo Sinaí se tratara, sube al monte, contempla el gentío que le ha seguido, y al constatar lo desértico que era el lugar, se dirige a Felipe y le incomoda con una pregunta que pone a prueba su confianza y la de los discípulos: ¿Dónde vamos a comprar panes para que coman éstos? No hay comida y el gentío necesita ser alimentado. Jesús se compadece de la muchedumbre que le ha seguido, y actúa pese a la falta de fe y el reproche de los suyos. La compasión del Maestro, la pobreza inmensa de un niño, y la ingenuidad casi infantil de un apóstol discreto y humilde (Andrés), hacen posible el milagro.

¿Qué ha ocurrido? Andrés, uno de los apóstoles, se ha dado cuenta de que hay

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012NIÑOS EN LA BIBLIA PROFETAS DE LA EDUCACIÓN

III Congreso Internacional Educación Católica para el siglo XXI.

La infancia, profecía de la vida.PONENTESencontrado nunca con Jesús, que es el Amor. No han aprendido a controlar su cuerpo, ni a dominarlo, ni a encauzar sus fuerzas para el bien. En muchos, su naturaleza humana queda rebajada a lo puramente animal, sin capacidad de deci-sión libre, sin voluntad propia, esclavos de sus apetencias instintivas e incapaces de esperar un bien a largo plazo dado que el placer inmediato es a lo que se han acostumbrado. Algunos niños han crecido como plantas salvajes; muchos viven una personalidad fragmentada, sin cohesión interna, con gran debilidad afectiva y fragilidad psicológica. Muchos están sumidos en la tristeza de la ruptura matrimonial de sus padres, y se encuen-tran heridos en el más profundo centro… Muchos niños de hoy viven, malviven o sobreviven sin Evangelio. Nadie les ha proporcionado una auténtica educación cristiana hecha de encuentro con Jesús. Nadie los ha evangelizado.

Todo esto y mucho más hace decir a algunos padres: No sé qué hacer con mi hijo... ¡si usted puede ayudarnos en algo! En situaciones así, los padres constatan su extrema pobreza. Hay una grandísima impotencia en el hombre frente al mal (en el texto de Mc 9, bajo el término enfer-medad - posesión); pero Jesús, en este relato desenmascara una miseria todavía mucho más grave: la incredulidad, o mejor, la obstinación y/o incapacidad para creer. No conocer a Jesucristo –no conocer todo lo que es Él: la Paz, la Alegría, el Perdón, el Amor incondicional, la Misericordia entrañable, la Compren-sión, la Generosidad, la Libertad, la Luz, la Vida– pone en riesgo la felicidad del hombre (la Vida está en conocerle a Él, cf. Jn 17,3). ¿Qué esperanza queda?: sólo un encuentro con Jesús, progresivo y permanente, podrá suplir aquella caren-cia humana, y mucho más, podrá salvar la vida del muchacho que puede estar abocada al fracaso como hombre, en su dignidad de Hijo de Dios. Y salvando al muchacho, es salvada la familia. Para Jesús, en este evangelio, el drama del mundo es la increencia, la falta de Fe. Y puede que los dramas de muchos niños se inicien en la increencia de sus padres. Sólo la vía del amor puede curar el cora-zón humano, que desfallece por tantas heridas. La fe, la oración, y el amor, constituyen así una tríada irrenunciable para enseñar con autoridad… y salvar a esta generación.

discuten y discuten... trabajan y trabajan pero no pueden ayudar al hijo y a su padre.

Para ayudar a algunos niños y jóvenes a resolver sus conflictos y problemas, primero debemos ayudar a sus padres, porque muchos de estos problemas tienen origen en la familia, en la falta de aceptación mutua, de relación sincera, de comunicación fluida... en la falta de experiencia creyente. Los educadores en la escuela católica estamos llamados a ser instrumentos de Dios para recuperar el diálogo familiar desde el encuentro con Jesús.

En nuestra sociedad actual muchos niños sobreviven y se forman en medio de realidades familiares deterioradas; son muchos los que no conocen a Jesús, y muchos los que desde pequeños sufren las consecuencias de esta ignorancia. La permanente y subliminal cateque-sis de un mundo pagano, donde reina la confusión de Babel y la idolatría de Babilonia, sólo ha generado en muchos niños un desenfrenado ritmo de vida, lleno de ruido y estridencia, donde no se conoce ni la belleza ni la armonía, donde se ha erigido como valor lo que destruye y como belleza lo que hiere a la vista y al oído. Son hijos de una sociedad materialista y de consumo, donde se han relegado los valores espirituales en pro de una productividad desenfrenada y un relativismo atroz sin normativa moral…Sometidos a la catequesis del mundo, se encuentran a veces como poseídos por el mal, la violencia, la agresividad, la “depresión infantil”, incluso la angustia vital, hasta llegar a derivar en suicidio, y no solamente físico, también espiritual y moral.

Como en el episodio evangélico los padres constatan con angustia el descontrol de algunos hijos ya desde pequeños; hay hijos que se muestran tiránicos con sus progenitores, irascibles en todo momento, coléricos y de alguna manera, indomables. Son niños que apenas conocen la paz, la serenidad, la dulzura y la ternura del afecto; y no lo conocen porque no lo tuvieron en su momento. No han conocido una comuni-cación amorosa en el ámbito familiar. Lo que no se sembró en la primera infancia no se puede pretender cosechar des-pués. Muchos de estos niños no se han

intentando curar a un niño que ha traído su padre. Jesús en el monte ha escucha-do Este es mi Hijo, el amado (Mc 9, 7). En el monte hay una profunda comunicación trinitaria que se pone en relación con la Ley (Moisés) y los Profetas (Elías); en el monte hay una declaración de amor del Padre hacia el Hijo, un amor único, de pre-dilección absoluta… Abajo hay en cambio una ruptura de comunicación familiar; un hijo enfermo que nunca ha escuchado una declaración de amor por parte de su padre; cuanto menos amado se siente el hijo, más enferma, y cuanto más enfermo está menos amado es. Se genera así un círculo infernal donde padre e hijo están cada vez más sumergidos en la cárcel de la incomunicación, generando violencia y abatimiento... El pasaje es estremece-dor. Los escribas, fariseos y los mismos discípulos discuten y discuten sin poder curarlo. Jesús llega y pregunta, escruta el corazón angustiado del padre para poder salvar al niño. Para curar al hijo habrá pri-mero que curar al padre. Y es como si le dijera: ¿ves a tu hijo? Necesita amor. Está pidiendo a gritos que lo ames. Tu rechazo sólo le provoca más y más violencia. Yo he recibido en el monte la Palabra de mi Padre que me ha dicho: Tú eres mi Hijo Amado… ¡Díselo a tu hijo! ¡Dile que le amas! Si conoces el amor de mi Padre podrás amar a tu hijo. ¡Dile que es tu hijo y que le amas!... y se te curará.

Jesús cura al niño y a su padre ponién-doles en comunicación de amor, en relación de aceptación mutua... Y termina el pasaje en la intimidad de la comunidad apostólica, cuando preguntado Jesús sobre por qué ellos no pudieron curar, el Maestro responde que esos demonios –de incomunicación, de autismo familiar... tan abundantes– sólo se expulsan con la oración (Mc 9, 29).

El educador cristiano a la luz de la Palabra

Como educadores cristianos aprende-mos de este pasaje la urgencia de ser hombres y mujeres creyentes. Sólo con la experiencia de Jesús (subir con él al Tabor, es decir ser personas de oración) nuestra labor educativa será eficaz, será curativa para tantos niños y jóvenes con problemas familiares, relacionales y de comunicación. Hay demonios que no se pueden expulsar sin una experiencia de oración, experiencia de Dios. Abajo,

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013NIÑOS EN LA BIBLIA PROFETAS DE LA EDUCACIÓN

III Congreso Internacional Educación Católica para el siglo XXI.

La infancia, profecía de la vida.PONENTESle han engendrado para la muerte porque en la adolescencia, su hijita ha enfermado gravemente y no saben qué deben hacer. Conocen muy poco a Jesús, pero no du-dan en marchar a buscarlo para interceder por ella. Mientras la madre queda a su lado, el padre busca al Maestro, le habla de su hija, de la muerte en la que ha en-trado, y le sirve de guía para llevarle hasta su casa, hasta su cadáver. Jesús accede a toda petición cuyo móvil sea el amor. Je-sús atiende la súplica angustiada de quien intercede por la infancia; y atiende sin de-mora, con presteza; está dispuesto a ser despreciado, incluso objeto de burla, no importa; los niños son sus predilectos y ha hecho una clara opción preferencial por los que son como ellos. Jesús sostiene la fe de Jairo cuando ésta es probada por el pesimismo de quienes comunicando la muerte de la hija hacen del sufrimiento un motivo para alejarse del Señor (ahora ya, para qué molestar al Maestro... Mc 5, 35).

Llegados al lugar (a la casa), constatan que han comenzado las ceremonias fúnebres, estridentes, llenas de ruido y con bastante dosis de hipocresía. La liturgia de la muerte se expande a base de alborotos y gritos. Al llegar, Jesús asegura –para burla e irrisión de todos– que la niña no está muerta, sino dormida (v.39); desea ahora silencio y soledad, necesita intimi-dad con ella y los suyos (v.40).

La imagen nos muestra a Jesús haciéndo-se presente, íntimo y cercano a una familia (el padre, la madre, la niña) marcada por el sufrimiento más amargo: la muerte. Juntos en la intimidad de un hogar ennegrecido por un acontecimiento sin aparente salida. Contemplamos a una hija muerta (aunque no abandonada) y unos padres impoten-tes, pero no desesperados, porque miran a Jesús, contemplan a Jesús; sus ojos están fijos en él; ¿qué hará?

Jesús se acerca a la niña y acerca los padres a ella (v.40); le toma de la mano, le dirige la Palabra. No se tumba como Eliseo sobre ella (cf. 1Re 17, 17-24) ni se prolonga en largas oraciones; le habla en su lengua; se abaja hasta ella. Jesús se ha hecho lo más cercano posible a su realidad necesitada: ha ido hasta su casa, ha entrado en su cuarto, se acerca a su lecho, le toma de la mano, le habla en su lengua, se abaja hasta su oído... le mira, le toca, le habla. Todo es sumamente senci-llo, íntimo y cercano. Hay una experiencia

el amor por su hija le hace superar sus posibles diferencias con Él, y frente a la inminente cercanía de la muerte, relativiza la distancia y se le aproxima con una fe de auténtico asombro. Postrado a sus pies (cf. v.22), a la vista de todos, intercede por su pequeña (cf. v.23).

Es esta actitud conmovedora de humil-dad y angustia la que toca las entrañas compasivas del Maestro. No dialoga con el padre de la criatura, como en los casos anteriores. Lo que ha visto -todo un jefe de sinagoga echado a sus pies- le basta. Sin dudarlo se pone en camino hacia la casa, arrastrando tras de sí un gran gentío. Jairo es un hombre que lo tiene casi todo; tiene poder religioso, prestigio social, está con-siderado en su entorno, es rico, tiene fami-lia y una hija en la flor de la vida. El proble-ma es que cuando llega la niña a los doce años, se le muere. Jairo no puede dar vida a su hija. La ha educado con cariño hasta un momento determinado; cuando la hija se le hace mujer, ya no puede vivir. ¿Por qué? Podemos hacer ciertas conjeturas plausibles al contexto del episodio. Esta niña ha sido feliz desde pequeña; no le ha faltado nada; ha jugado, se ha divertido, no tenía responsabilidades que le agobia-ran ni prohibiciones que le asfixian. Con la primera menstruación (tiene 12 años) se le ha abierto un mundo de límites humano-religiosos, difícil de superar (no toques, no mires, no te acerques, eres impura...). Llegar a los doce años, hacerse mujer en Israel, implicaba dejar de ser niña-libre para convertirse en objeto de intercambio familiar, al servicio del esposo. A la hija de Jairo pronto la utilizarán en contratos esponsales y pasará de ser la hija feliz de un líder religioso a la sierva sumisa de un marido prácticamente impuesto. El miedo hace presa en su corazón adolescente. Seguir viviendo significa someterse; la vida le aboca a la muerte. Se le termina la libertad, la alegría... comienza la angustia al pensar qué harán conmigo, con quién me casarán; se niega a comer... no puede soportarlo; enferma gravemente y muere. El padre, urgido por el amor y la experien-cia de frustración en la solidez de sus pro-pias creencias, marcha a buscar a Jesús, el controvertido y poco ortodoxo Rabino de Nazaret… Nazaret, un lugar de donde nada bueno puede salir…(cf. Jn 1, 46).

El padre y la madre han sido instrumentos, canales de vida para la niña, le han cuida-do, la han amado como han sabido... pero

9. El niño moribundo - ATENDER - Jn 4, 46-54

El episodio lo conocemos: un funcionario real tiene un hijo gravemente enfermo; l a muerte está a punto de arrebatárselo; ha oído que Jesús ha llegado a la región, y parte veloz en su busca para rogarle marche con él a curar a su pequeño. Jesús, tras unas duras palabras de corrección frente a petición tan interesada, cura al niño sin más dilación, incluso sin haber sido necesaria su presencia física. El funcionario cree, y con él toda su familia.

Lo más importante de todo el episodio es ver cómo el funcionario, urgido por la enfermedad de su hijo, se pone en camino buscando a Jesús. Su status social, su “poder” no puede curar a su hijo; pero su hijo tampoco puede ser curado si el padre no se moviliza. Estamos viendo la importancia de la mediación familiar. Es complemento del anterior y preparación del siguiente.

El educador cristiano a la luz de la Palabra

Como educadores cristianos aprendemos una vez más que es necesario acoger a los padres para ayudar a los hijos. La entrevista familiar es absolutamente necesaria en la labor educativa escolar. Sin la mediación familiar es dificilísima la solución de muchos conflictos. A veces, incluso, son los mismos problemas de los hijos los que dinamizan la fe de los padres; debemos pues estar atentos porque el colegio debería ofrecer una conveniente y adecuada escuela de padres.

10. La niña muerta y resucitada - ACOMPAÑAR - Mc 5, 21-43

El relato acontece en Cafarnaúm; la protagonista es una niña. Jesús acaba de regresar de la otra orilla del lago donde ha curado a un endemoniado, y su fama se ha extendido considerablemente. En Cafarnaúm le espera mucha gente (cf. Mc 5,21), pero más que nadie un padre angustiado, jefe de una de las sinagogas de la ciudad: su hijita, de doce años (v.25) agoniza de muerte.

Por su status social y religioso, no es des-cabellado suponer que Jairo podía tener prejuicios y divergencias con Jesús y su mensaje; fuera como fuere lo cierto es que

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014NIÑOS EN LA BIBLIA PROFETAS DE LA EDUCACIÓN

III Congreso Internacional Educación Católica para el siglo XXI.

La infancia, profecía de la vida.PONENTESlos niños, que han llegado al colmo con la ovación dentro del mismo templo de Jerusalén, son quienes por su ingenuidad natural y por gracia, llegan a la audacia de creer que aquel hombre es el Hijo de Dios. Es Dios mismo quien arranca de sus labios la alabanza. Y Jesús, no sólo no los interrumpe sino que interpreta sus vítores como la más pura bendición. ¿Será que la alabanza mesiánica, propia de los sacerdotes de Israel, Dios mismo la ha pa-sado a los niños? ¿Estará aquí el secreto revelado a los pequeños y ocultado a los sabios? (cf. Mt 11, 25-27)23.

El educador cristiano a la luz de la Palabra

¿Qué podemos aprender los educadores cristianos de este pasaje? Nunca debe-mos ahogar la fiesta, el entusiasmo, el canto, la alabanza que llevan los niños, especialmente cuando ésta va ligada a la experiencia de la fe, experiencia del amor de Dios, (se ha dado el caso de profesores que menosprecian o incluso desprecian la fe de los pequeños, sus cantos, su ala-banza... su adhesión a Jesús... ¡es terrible hacer esto!). Un educador nunca puede acallar o sofocar la pequeña llama de fe que hay en cada uno, tanto en los niños como en los jóvenes. ¡Jamás se debe ridiculizar sus experiencias creyentes! Haríamos un daño enorme. No seamos fariseos, sino más bien hagámonos niños con los niños.

Por otra parte aprendemos de este epi-sodio que los niños y jóvenes necesitan encontrar en sus educadores a verdade-ros líderes humanos, cristianos auténticos, discípulos del Maestro de Nazaret que les enfervoricen, que les entusiasmen... que les “disparen” interiormente, que les hagan crecer, que sean estímulo, ejem-plo... Éstos debemos ser nosotros, sus educadores; personas que por su vida, su palabra, su testimonio y coherencia entre lo que enseñan, lo que dicen y lo que hacen, les ilusionen, les muevan a la imitación, les sigan... les dinamicen y les dinamiten, les “incendien” en definitiva… porque Cristo ha venido a arrojar un fuego

23 “Los niños rinden homenaje a Jesús como Hijo de

Dios y exclaman “¡Hosanna!”… Así, en los niños que

con ese corazón libre y abierto lo reconocen a él, la

Iglesia ha visto la imagen de los creyentes de todos

los tiempos, su propia imagen” (cf. BENEDICTO XVI,

Homilía Domingo de Ramos, 16 marzo 2008).

escuelas es necesario ofrecer siempre el verdadero Pan que es Jesucristo (su Palabra y los Sacramentos, en especial la Eucaristía); y con Jesucristo el alimento humano, la amistad, la cercanía, el afecto, la confianza... Alimento sólido. Alimento de salvación.

11. Los niños que alaban al Señor - LIDERAR - Mt 21,15-16

El pasaje es de una gran importancia para los que nos dedicamos a la evangelización de los niños. El acontecimiento prece-dente: la entrada mesiánica en la Ciudad Santa. Tras la unción en Betania Jesús se dispone a entrar en Jerusalén. La muche-dumbre lo vitorea y aclama; decenas de hombres y mujeres extienden sus mantos, cortan ramas de árboles para agitarlas como saludo y le reconocen como el profeta de Galilea. Todos gritan ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Se-ñor! ¡Bendito el reino que viene de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas! La multitud aclama entusiasmada a Jesús, viendo en él un líder a la vez político y religioso.

Los fariseos saben que el grito que oyen son proclamaciones mesiánicas, y que el título davídico al que aluden tiene connota-ciones de filiación divina; están escanda-lizados. Le preguntan: ¿Oyes lo que dicen éstos?; es como si dijeran: ¿entiendes el significado de la aclamación y estás de acuerdo? Si aceptas, incurres en here-jía: !Maestro, reprende a tus discípulos! Y frente a su pregunta, la respuesta de Jesús es tajante: Sí. Es como si les dijera: Sí, les oigo y les entiendo; pero parece que vosotros oís y no queréis entender, o porque entendéis precisamente, por eso no queréis oír...

He aquí el contraste: los niños (los pe-queños), sin entender, alaban, aclaman, vitorean y confiesan a Dios en el hombre Jesús; los “sabios y entendidos” (los grandes), en cambio, no confiesan, no cantan, no aclaman, sino que acusan, protestan y manifiestan su indignación; no quieren oír, es más, piden que se callen. Sólo los niños, los pequeños, le escuchan, le acogen, le aclaman sin ningún prejuicio, con limpieza de corazón, con sinceridad. Es más, Jesús acepta ser reconocido por éstos como el Mesías esperado de Israel, aunque ello suponga prácticamente firmar su propia sentencia de muerte. Sólo

sensible. De pronto una enérgica palabra: ¡levántate! Y la muerte obedece al que es la Vida (cf. v.41). La muchacha se levantó al instante y se puso a andar (v.42). ¡Dadle de comer! (v.43), manda seguidamente quien es el Pan de la Vida.

El educador cristiano a la luz de la Palabra

Los educadores cristianos debemos inter-ceder por los niños y jóvenes ante Jesús.

De Él aprendemos que es necesario siem-pre escuchar la angustia de los padres y la impotencia frente a los problemas de sus hijos. Los educadores debemos darles motivos de esperanza e implicarnos, de alguna manera, en esos problemas; no podemos dejarlos nunca abandonados a sus “desgracias”; si es necesario debemos ir a la misma casa... Nuestra labor edu-cativa no queda circunscrita a los límites colegiales, escolares... ni de espacio ni de tiempo. Deberían ir más allá.

Hemos de estar muy atentos como edu-cadores a las experiencias de vacío que viven muchos jóvenes al llegar a ciertas edades, cuando ya dejan la infancia y son lanzados a la vida adulta... Necesitan una gran confianza porque se llenan de miedos. Hacerse mayor les da miedo (los psicólogos le llaman a esto el síndrome de Peter Pan…).22

Atención a todos los miedos que provocan en algunos jóvenes no desear vivir, incluso les lleva a tener depresiones infantiles y o juveniles.

La escuela católica ha de ser escuela con entrañas entrañables; escuela también de vida, donde se favorezca la intimidad y la delicadeza en el trato… Es necesario que la escuela sepa ofrecer ambientes de intimidad, propiciando cercanía sensible, con un lenguaje cercano y entendible… Los educadores hemos de saber poner a los jóvenes en relación con sus padres... Ayudarles a que ¡no tengan miedo a vivir! Y del mismo modo que Jesús manda dadle de comer, así también en nuestras

22 Algo así pudo ocurrir con esta hija de Jairo que al

cumplir los doce años dejaba de ser la niña feliz de su

padre para adentrarse en el complejo mundo de ser

una mujer judía a quien pronto le buscarán marido y

tendrá que regirse por una serie de leyes de pureza

religiosa que tenían a las mujeres sometidas…

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III Congreso Internacional Educación Católica para el siglo XXI.

La infancia, profecía de la vida.PONENTESdon gratuito de su Amor inefable. Por ello, los mejores receptores son los que más conciencia tienen de su pequeñez e incapacidad para adquirir y merecer.

Cuando el espíritu es derramado y acogido, engendra la profecía. Y surgen en la Iglesia los niños profetas, niños que verbalizan verdades sobre Dios (aunque no sean muy conscientes de la densidad del contenido de lo que expresan, o mejor, siendo conscientes al nivel propio de su edad) y le sirven como instrumentos dóciles de revelación para los adultos; niños que prestan sus labios a Dios para la perfecta alabanza, para el testimonio, para el canto, para la invocación del Nombre (cf. Hch 2,17-21; Joel 3,1-5).

El libro de los Hechos, aunque no nos dé testimonio explícito, sí menciona las casas en que predicaban los Apóstoles (cf. Hch 5,42), las casas o familias enteras que buscaban al Señor (cf. Hch,10); sobre ellas se derrama el Espíritu sobre toda carne, concediendo el don de profecía a los hijos e hijas (niños-jóvenes), recibiendo de parte del Señor, dones especiales (cf. Hch 2,17).

El educador cristiano a la luz de la Palabra

El educador cristiano debe ESCUCHAR siempre a cada niño. Muchas veces, Dios nos habla por su medio… y la infancia puede ser también profecía educativa.

14. El niño de las Escrituras - EVANGELIZAR - 2 Tim 3, 14-16

Terminamos este amplio recorrido por las páginas de la Biblia buscando niños, con un niño que encierra en sí mismo el miste-rio de la radical influencia que tiene para la fe el entramado familiar en la infancia. Timoteo es un niño que parece haber sido especialmente bendecido por el Señor; poco o nada sabemos de su infancia, pero lo que Pablo nos recuerda en la IIª carta dirigida a su nombre, nos puede servir.

Timoteo significa literalmente Temeroso de Dios; nació en Listra, hijo de padre gentil y de una mujer judía creyente (Eunice), que se convirtió pronto al cristianismo. Parece ser que el buen testimonio de los cristia-nos de Listra fue el motivo por el que Pa-blo lo tomara por compañero y confidente en sus viajes apostólicos. Y es el mismo apóstol de los gentiles quien nos ofrece un

el Padre las conozca de antemano; le habla, confía y espera, seguro de haber sido escuchado, y seguro además de que la respuesta de Dios no está condicio-nada a la bondad o maldad –la calidad moral– de quien ora, pide y suplica, porque si pues vosotros, siendo malos, sabéis dar... mi Padre que es bueno dará el Espíritu Santo a quien se lo pida”. Dios ya conoce al hombre, sabe de su maldad, y pese a ello, le ama, le escucha, le asiste; lo importante es la confianza filial, la audacia y sinceridad para pedir aquello que se cree necesitar... lo cual no legitima en ningún momento que el hombre siga en su maldad; pretender impetrar de Dios lo Bueno permaneciendo en el mal sería, sencillamente, cinismo espiritual, perversa manipulación del amor incondicional de Dios. Antes al contrario: contemplar el amor incondicional de Dios transforma nuestro duro corazón y lo convierte al amor más noble y más auténtico.

El educador cristiano a la luz de la Palabra

El educador cristiano debe llevar siempre a los niños y jóvenes a la Oración, a la ex-periencia de oración, porque es la actitud ineludible del creyente, absolutamente necesaria para vivir la filiación divina, que es la principal misión de nuestro ministerio educativo: que cada niño y cada joven descubra que Dios es su Padre, y aprenda así a vivir como hijo.

San José de Calasanz –santo pedagogo y pedagogo santo– consideraba la Oración como columna vertebral de toda la obra educativa y de la fecundidad de la misma, piedra angular de la escuela y de la misión. Todo lo confiaba a la oración de los niños.

13. Los niños profetas - ESCUCHAR - Hch 2, 17-21

Tras la Ascensión del Señor y el aconte-cimiento transformador de Pentecostés, nace la Iglesia. El Espíritu Santo viene como don del Padre para fortalecer a los discípulos y hacer testigos de Jesús en todo el mundo (cf. Hch 1,5-8). Este Espíritu que se derrama sobre toda carne no es una recompensa a los hombres por méritos acumulados; no es un premio obtenido, es un don concedido; no se adquiere por esfuerzos, ni se puede com-prar con sacrificios (cf. Hch 8,925); es, antes que nada, una gracia del Padre, un

a la tierra y desea que esté ardiendo (cf. Lc 12, 49). Pero hemos de hacerlo como Jesús, montados en una burrita... es decir con humildad, nunca con soberbia, ni con violencia, ni generando dependencias que esclavicen o imposiciones que aplasten. Los jóvenes hoy en día están más nece-sitados que nunca de líderes, personas maduras a todo nivel que les provoquen, les evoquen, les convoquen a vivir con la máxima plenitud humana y cristiana. ¿Acaso no hemos tenido un testimonio incuestionable en la persona del Venerable Juan Pablo II, el Grande, capaz de arras-trar en su misma ancianidad y “decrepi-tud” a millones de jóvenes en las Jorna-das Mundiales de la Juventud? Nuestro amado Karol –como me decía hace poco un joven sacerdote– ha sido un auténtico líder mundial, un altísimo referente moral y espiritual, a quien Dios concedió una capacidad de convocatoria inigualable; su coherencia de vida le otorgó una credi-bilidad accesible incluso a los paganos... Juan Pablo II siempre creyó en los jóvenes y abrazó a los niños, amándolos como al mejor tesoro de la Iglesia, entregándose a ellos y buscándolos hasta en el lecho de muerte. Ahora, Su Santidad Benedicto XVI ha cogido el relevo.

12. El niño que ora - ORAR - Mt 7, 7-11

Jesús, al hablar de la confianza en la oración, de la fe en Dios, no pone como ejemplo a los adultos, a los inteligentes, a los rabinos, a los maestros de la ley; no. Pone como modelo de confianza absoluta a un niño, que por ser hijo confía en su Padre. La relación entre niñez y filiación es tan estrecha que pueden llegar a identifi-carse en el camino espiritual. Ser hijo es ser niño, y ser niño es ser hijo. Por ello se puede afirmar que, volver a ser como ni-ños consistirá principalmente en recuperar la filiación divina que se pierde con y por el pecado.

Este texto nos recuerda que es necesario cambiar y hacerse como los niños, para orar con confianza y experimentar así la gratuidad y la eficacia de la oración. La oración no sería pues cosa de adultos, sino de niños precisamente, y de aquellos adultos que hayan sabido hacerse niños.

La oración que propone Jesús poniendo como modelo a un niño-hijo que pide y recibe, es la de aquel que con sencillez expone al Padre sus necesidades, aunque

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III Congreso Internacional Educación Católica para el siglo XXI.

La infancia, profecía de la vida.PONENTESa decir como profeta cosas que en este mundo no son políticamente correctas. Le dijo al rey que por muy rey que fuera no podía robarle la mujer a su hermano. El rey le metió en la cárcel, pues Herodías se sentía diariamente ultrajada por las va-lientes denuncias del profeta judío que no dejaba de gritar la verdad de un adulterio repugnante ante los ojos de Dios. Y no sólo adulterio; según atestigua la historia, Herodías era sobrina del tetrarca Herodes, por lo tanto, en la mentalidad judía, lo de Antipas y Herodías era un incesto en toda regla. Semejante cúmulo de inmoralidad (adulterio más incesto) no pudo escapar a los reproches constantes de un predicador de fuego que denunciaba ante su pueblo el vergonzoso matrimonio de la pareja gobernante.

El rey era casi amigo de Juan; sabemos que le gustaba hablar con él, que le tenía respeto y hasta veneración, pues lo consideraba un hombre santo. Juan era un hombre coherente, libre, veraz, justo, profeta de Dios y precursor del Mesías... Herodes Antipas le tenía casi por conse-jero y le escuchaba con gusto… Pero la mujer que había robado a su hermano Filipo no era ninguna santa; se dejó robar y prefirió ser la mujer de un reyezuelo mediocre antes que la de su hermano sin títulos ni cargos honoríficos… Herodías se muestra como una mujer sin ningún tipo de escrúpulos. No le importa lo más míni-mo ir contra la Ley de Dios (cf. Lv 20, 21).

Y ya tenemos presentado en el Evangelio el mal y la dureza absoluta de este mundo, donde la rivalidad y la ambición pervierten el corazón humano hasta sumar sin cuen-ta pecado tras pecado.

El rey hace, el día de su cumpleaños, un banquete, al que invita a los gobernado-res, a los importantes de la ciudad y a los militares ricos, magnates y tribunos… gente principal, fuerzas vivas del pueblo que serán cómplices hipócritas de una muerte injusta.

Están en el banquete. La mujer aprovecha la ocasión para matar el profeta, porque mientras el profeta esté allá, en la cárcel, es una acusación y un recordatorio cons-tante de cosas que no se pueden hacer. El día de la fiesta, la mujer va a meter a bailar en medio del banquete a su hija. Que una princesa dance y se exhiba como espectáculo público es un hecho abso-

y ésta, cuanto más temprana sea, mejor porque las raíces serán más fuertes25.

Hay un versículo que anima e impulsa a todos los niños a una activa tarea de evan-gelización en la Iglesia y para el mundo: “que nadie menosprecie tus años” (1 Tim 4,12), el mensaje de que eres portador no es tuyo -no es una niñería-, sino de Dios, inspirado por Él (2 Tim 3,16). Dios ha elegido a los niños -y a los que son como ellos- para anunciar al mundo Su Miseri-cordia. Los niños han conocido el Amor de Dios manifestado en Jesús; y este es el Evangelio que están llamados a anunciar. Los niños pueden ser misioneros en la Iglesia, portadores de la Buena Noticia. Ojalá sean siempre acogidos, porque con ellos viene el Reino.

El educador cristiano a la luz de la Palabra

El educador cristiano evangeliza edu-cando. Y lo hace con una evangelización explícita. Además, desde la primera infan-cia, de modo que los niños nunca puedan recordar desde cuándo empezaron a creer… porque creen desde siempre, desde que tienen uso de razón…

15. La niña que danza para la muerte - TEMER - Mc 6, 17-29

Se trata del espeluznante episodio de la muerte de Juan Bautista. Es un pasaje en el que sale una niña como “protagonista” e instrumento de un brutal homicidio. La tra-dición, la literatura y el arte nos han trans-mitido una Salomé joven y frívola… pero la realidad que arroja la luz de la exégesis es que la muchacha que danzó aquella tarde una danza de muerte era una niña, ¡una niña pequeña! La hemos dejado para el final, porque no aparece Jesús en ningún momento. Pero precisamente por eso, no podemos terminar nuestra exposición sin mostrar un poco qué ocurre cuando no se acoge a Jesús o se le intenta silenciar rechazando a sus profetas…

Rehacemos el episodio. Juan Bautista andaba por buen camino, pero se atrevió

25 Cf. BENEDICTO XVI, Timoteo y Tito, los más íntimos

colaboradores de san Pablo, en CONFERENCIA

EPISCOPAL ESPAÑOLA, Sobre el fundamento de los

Apóstoles, Catequesis del papa Benedicto XVI sobre la

experiencia y misión de los Apóstoles, Madrid, EDICE

2007, 185-188.

dato importante sobre la niñez de Timo-teo, de quien dice que desde pequeño se familiarizó con las Sagradas Escrituras (cf. 2 Tim 3,14-17)24.

La Palabra de Dios es Palabra de amor; y el amor no es necesario comprenderlo, lo necesario es vivirlo, conocerlo expe-riencialmente. Si además de escuchar la Palabra divina, el niño la ve cumpliéndose en su entorno familiar, especialmente en sus padres, su fe crece segura, y los vendavales del mundo difícilmente podrán derrumbarla. Por eso, la figura de Timoteo sirve para constatar que lo sembrado en la niñez, en la infancia, un día crece y produ-ce frutos. Y en este sentido, ciertamente, todo lo sembrado a teneris annis –desde los primeros años– es de crucial trascen-dencia para el desarrollo de la persona-lidad. Si la Piedad –junto con el saber humano– se siembra desde la primerísima infancia es de prever un feliz transcurso de la vida, afirmó ya san José de Calasanz en el s. XVII.

Hay muchos niños que, como Timoteo, reciben la Palabra desde pequeños y van creciendo con ella. Y este crecer con la Palabra de Dios, hace que Timoteo sea, de mayor, un fiel discípulo de Pablo (cf. Hch 16,1 y 2ª Cor 2,13), un discípulo querido, hijo en la fe (cf.1ª Tim 1,2), hijo de Dios (cf.1ª Tim 6,11), militante de la Palabra recibida y defensor de la fe (cf.1ª Tim 1, 18; 6,12), combatiendo al enemigo con el propio testimonio de su experiencia (cf.2ª Tim 1,8). Un combate y un testimo-nio para el que se ha preparado, que ha requerido una formación desde niño, en la sana doctrina, por medio de la escucha y la lectura (cf.1ª Tim 4,13), lo que le ha convertido de discípulo a maestro, porque ahora es él el que proclama a toda hora (cf.2ª Tim 4,2) para que todos los hom-bres se salven (cf. 1ª Tim 2,4). Timoteo será el distribuidor de la Palabra (cf.2ª Tim 2,1, el evangelizador (cf. 2ª Tim 4,5), el buen ministro (cf.1ª Tim 4,6) que nadie despreciará a pesar de su juventud (cf. 1ª Tim 4,12), porque el mensaje que lleva es el mensaje que aprendió y que viene de Dios (cf. 2ª tim 3,14-16). Nada de esto sería posible, ninguno de estos frutos se podrían cosechar sin una siembra previa...

24 Un buen exponente también de cómo la Palabra

de Dios sembrada en la infancia afloran después y son

profecía de la vida, lo encontramos en la reina Esther.

(Cfr. JOSÉ IGNACIO PRATS, op.cit., 35-43.

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017NIÑOS EN LA BIBLIA PROFETAS DE LA EDUCACIÓN

III Congreso Internacional Educación Católica para el siglo XXI.

La infancia, profecía de la vida.PONENTEScon todas sus consecuencias, pueden llegar a precipitarse indiscriminadamente sobre los pequeños cuando el mundo de los adultos que los rodea está cerrado a la voz de Dios.

Con tantos otros pasajes bíblicos hemos sido confirmados en la importancia de “llevar los niños al encuentro con Dios, en la Persona de Jesús” constatando lo salvífica que resulta esta experiencia. Aquí, por contraste, somos confirmados en la misma urgencia a partir de las devastado-ras consecuencias que puede producir, en cambio, la falta de este mismo encuentro.

Sin Dios, sin Jesús, sin la fe, la próxima generación está abocada a un abismo de vaciedad y absurdo, un patético sin-senti-do del que sólo cabe esperar destrucción y una cruel manipulación de los inocen-tes26.

Iniciábamos nuestro comentario alu-diendo al contexto literario precedente, la ubicación del texto en el conjunto del evangelio de Marcos. Ahora nos pregun-tamos por el contexto consecuente; ¿qué episodio sigue a la narración de la muerte del Bautista?: la primera multiplicación de los panes (cf. Mc 6, 30-42). La intención no puede ser más clara: mientras que una comida, llena de las riquezas de este mun-do pero sin Jesús y sin el amigo del novio, sólo produce muerte, otra comida, hecha de pobreza y hambre de Dios, con Jesús y sus amigos (cf. Jn 15, 14-15), produce la eclosión de la vida, la sobreabundancia de dones y un alimento que sacia hermanan-do a todos en el servicio del amor. Según la versión del IV evangelio, fue un niño quien ofreció al Señor sus cinco panes y dos peces para alimentar a la multitud hambrienta en una tarde de pobres (cf. Jn 6, 1-15); era un niño con Jesús. En Mc 6, 17-29, en cambio, una niña sin Jesús, en el banquete de riquezas de este mundo, sólo puede aportar locura y muerte.

26 “Niños comprados, vendidos, alquilados, secuestra-

dos por sectas, sobreutilizados en el cine o la publicidad,

envueltos en las guerras de la posguerra (...) Niños-

bomba, niños-correo, niños-esclavos, niños-camellos,

niños-soldados (...) En los burdeles, en la guerrilla urba-

na y el terrorismo, en las plantaciones de los modernos

esclavos, en las minas y en los campos de refugiados,

estos “ángeles perdidos” son el acta de acusación contra

un mundo cada vez más feroz.”(M. LEGUINECHE, Los

Ángeles Perdidos, Espasa, Madrid, 1996).

La niña, por ser niña precisamente, está desconcertada frente a semejante oferta. ¿Qué pide?, ¿un juguete?; no sabe qué pedir porque es una niña y depende de su mamá. La busca y le dice: -Mamá, ¿qué pido? Una Salomé mayor no se habría mostrado tan vacilante e indecisa... antes al contrario, hubiera sacado un buen partido del generoso ofrecimiento de Antipas. Y ahora llega lo más escabroso y espeluznante de la historia: le dice su madre: -Pídele la cabeza de Juan Bautista. ¡Qué horror! La escena es absolutamen-te dura. ¿Qué hace una niña pidiendo públicamente la decapitación injusta de un justo? Estamos ante el absurdo elevado al ámbito de lo demoníaco: una niña que danza para recibir por premio una muerte. Herodes es una nulidad de persona que por no desairar a sus comensales cede ante la macabra petición de una mujer sin corazón. El día en que debía haber dado gracias a Dios por el don de la vida (¡era la fiesta de su cumpleaños!), él la quita y la ofrece como comida en un banquete donde los muertos vivientes se alimentan de terror y siembran la conciencia de ob-sesiones y fantasmas... pues recordemos que Herodes, oyendo hablar de Jesús, llega a creer que se trata de aquél Juan a quien yo decapité (cf. Mc 6, 14-16).

El educador cristiano a la luz de la Palabra

El educador cristiano ha de saber que su misión evangelizadora y su ministerio educativo se desarrolla en medio de una sociedad que vive de espaldas a Dios y que por no escuchar a sus profetas (al Papa, a los Obispos sucesores de los Apóstoles, a los presbíteros colaboradores de los Obispos…) está precipitándose en caída libre hacia un abismo de inmorali-dad. Esta niña no conoció personalmente a Jesús; pero también en ella hay una revelación. Por medio de este pasaje des-cubrimos algo que ha marcado la historia del ser humano desde sus orígenes: el mysterium iniquitatis. El misterio del Mal que acontece también entre los pequeños, entre los niños, entre los inocentes... Un mal que puede acampar a sus anchas si rechazamos a Dios, ignorando su Palabra e intentando silenciar a quienes hablan en su nombre.

La historia de la niña Salomé y el cumplea-ños del rey Herodes tiene una gran ense-ñanza que aportarnos: el mal y el pecado,

lutamente inaudito en una corte oriental; pero además éste es profundamente escandaloso porque quien realmente se pone en el centro de la sala para danzar una danza de muerte es ¡una niña!

¡El evangelio de Marcos, en su original griego, dice que es una niña! (korásion -Mc 6, 22). Por eso seduce... porque es ¡lo nunca visto! Y aquí radica toda la fuerza de este escándalo. No es un baile oriental de señoritas de cuerpo guapísimo de 18 años que bailan el baile del vientre… De eso es-tán cansados el rey y todos sus magnates aduladores. El problema realmente es que, de pronto, una niña es expuesta como público espectáculo. Asistimos así al para-digma de un mundo loco, con los valores totalmente invertidos, un mundo totalmen-te al revés: un profeta justo en la cárcel, un rey que le roba la mujer a su hermano, un tío que se casa con su sobrina, una mujer que expone a su pequeña ante los ojos libidinosos de unos poderosos corrom-pidos por sus bajas pasiones…. ¿Qué hace una niña bailando en medio de esa comida de riqueza del mundo, banquete de injusticia y de pecado?

El hecho de que sea una niña no hace que el “pecado” sea más pequeño, sino mucho más grande… Porque es intro-ducir la manipulación de la infancia para conseguir intereses llenos de maldad; es el escándalo de los pequeños que son arrastrados por la locura de los mayores… pecado monstruoso ante el que hubiera sido preferible no haber nacido jamás (cf. Mt 18, 6-7.10). ¿Acaso no hacen esto mismo algunos de los medios de comuni-cación social, especialmente la prensa y la televisión? ¿No manipulan la infancia?

Cuando la niña ha terminado de bailar, He-rodes está satisfecho porque ha ofrecido a sus invitados un espectáculo impensable, absolutamente inesperado... digno de la gran Roma (mejor, digno de la depravación romana). Todos aquellos hombres duros están admirados: ¡qué niña, qué niña… qué bonito esto de la niña! El reyezuelo de provincia se crece con los aplausos de sus comensales. Y en el estúpido colmo de su satisfacción, dice a la pequeña: ¿Qué quieres? Te doy lo que quieras…aun-que sea la mitad de mi reino. Así son los necios: engreídos y fanfarrones, se creen amos y señores de todo.

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018NIÑOS EN LA BIBLIA PROFETAS DE LA EDUCACIÓN

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CARBÓ BOLTA, G.Mª Los santos niños ofrecían la Pascua en secreto, Teología y

El ONP lo fundó el Espíritu Santo allá por el s. XVII; y lo hizo sirviéndose de un sacer-dote español que amaba a los niños más que a su vida: san José de Calasanz. Allí, en la Roma postridentina y como fruto del Concilio de su tiempo, para renovar la Igle-sia y la sociedad, Dios suscitó las Escuelas Pías y, con ellas, el Oratorio de los Niños por medio de lo que entonces se llamó la Oración Continua. Cuatro siglos después, otro escolapio (P. Gonzalo María Carbó Bolta), fiel hijo del santo Calasanz, dócil a la voz del Espíritu y en obediencia filial a la Iglesia renovada del Concilio Vaticano II, que pidió a todos los religiosos la vuelta al don fundacional, se ha entregado y se entrega a diario en cuerpo y alma a esta misión, junto con otros escolapios en co-munión. La misión: reproducir en esta ge-neración la belleza pastoral de Jesús-Buen Pastor, sirviendo –con solicitud paternal y ternura maternal– de instrumento para que los niños se encuentren con Jesús y Jesús con los niños.

Esta experiencia del Oratorio de Niños Pequeños está arraigada ya en nuestra muy querida archidiócesis de Valencia gracias a la confirmación de sus Pastores, sucesores de los Apóstoles: S.E. el Card. García Gasco, primero, y actualmente Mons. D. Carlos Osoro Sierra, Arzobispo de Valencia, que tanto ama a los niños, así como sus Obispos auxiliares, siempre han valorado y han apoyado con su presencia y cercanía esta labor evangelizadora entre los más pequeños.

En este Año Sacerdotal damos gracias a Dios que ha suscitado una Orden como las Escuelas Pías dedicada de lleno a los niños y jóvenes. La Virgen María, Madre de la Iglesia y Madre de las Escuelas Pías, nos dé Sacerdotes según el corazón de Dios… ¡Sacerdotes para los niños!

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Una niña que danza para la muerte..., eso puede ser una infancia sin Jesús.

CONCLUSIÓN

Lo importante es descubrir que en la reve-lación bíblica Dios nos muestra constante-mente su amor preferencial por los niños, al tiempo que nos enseña a ser coopera-dores de la Verdad. Una escuela católica no podrá prescindir jamás de la luz que emana de la Palabra de Dios, y deberá tener ésta como la principal fuente de su ideario propio y de su proyecto educativo. En Cristo está el Camino de la Salvación, la Verdad que nos hace libres y la Vida verdadera. A Él la gloria por siempre.

A modo de EPÍLOGO

La infancia, profecía de la vida, ha sido el sugerente y acertadísimo título de este III Congreso Internacional de Educación Católica para el siglo XXI, ofrecido por la Universidad Católica de Valencia “San Vicente Mártir” y celebrado en la misma ciudad durante los días del 26 al 28 de abril de 2010.

Así como el Profeta en la Biblia es aquel que habla no por cuenta propia sino enviado por Dios, y no habla una palabra suya sino Palabra de Dios, afirmar que la infancia es profecía de la vida, es algo más que ver en ella un anuncio o preanuncio de lo que está por venir; significa que cada niño es una palabra de Dios para la Iglesia y para el mundo, para toda la sociedad, para cada familia y cada escuela… una palabra de Dios para todos. Con los niños, en los niños y por los niños, Dios mismo nos dirige su Palabra.

En la Iglesia actual del III milenio, hay una experiencia concreta y fecunda acerca de la Infancia como Profecía y de la Profecía hecha niño. Me estoy refiriendo al Oratorio de Niños Pequeños (ONP) de las Escuelas Pías; una realidad donde los niños crecen en edad, gracia y sabiduría al ritmo de la Palabra de Dios y experimentando paula-tina y progresivamente una identificación tal con ella que ésta llega a formar parte de sus pensamientos, sus deseos y sus actitu-des. La iniciación a la vida espiritual en los niños por la Palabra y los Sacramentos, es el núcleo de esta experiencia realizada con la pedagogía de la bendición, conducida por el camino del amor y orientada desde la espiritualidad de Cristo Buen Pastor.

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