No juzguéis y no seréis juzgados

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NO JUZGUÉIS Y NO SERÉIS JUZGADOS” (MT 7,1) (Extraído del libro “Una llamada al amor de Anthony de Mello) “Es tranquilizador pensar que el más excelso acto de amor que puedes realizar no es un acto de servicios, sino un acto de contemplación, de visión. Cuando sirves a las personas, lo que haces ayudar, apoyar, consolar, aliviar su dolor… Cuando las ves en su belleza y bondad interiores, lo que haces es transformar y crear.

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NO JUZGUÉIS Y NO SERÉIS JUZGADOS”(MT 7,1)

(Extraído del libro “Una llamada al amor de Anthony de Mello)

“Es tranquilizador pensar que el más excelso acto de amor que puedes realizar no es un acto de servicios, sino un acto de contemplación, de visión. Cuando sirves a las personas, lo que haces ayudar, apoyar, consolar, aliviar su dolor… Cuando las ves en su belleza y bondad interiores, lo que haces es transformar y crear.

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Piensa en algunas de las personas a las que aprecias y que te atraigan. Intentar ver a cada una de ellas como si fuera la primera vez, sin dejarte influenciar por el conocimiento o la experiencia, buena o mala, que tengas de ellas. Intenta descubrir en ellas algo que, debido a la familiaridad, se te haya pasado por alto, porque la familiaridad produce rutina, ceguera y aburrimiento.

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No puedes amar lo que no eres capaz de ver de un modo nuevo No puedes amar lo que no eres capaz de ver de un modo nuevo. No puedes amar lo que no eres capaz de estar constantemente descubriendo.Piensa ahora en personas que te desagraden. Observa, en primer lugar, qué es lo que te desagrada de ellas; estudia sus defectos con imparcialidad y objetividad. Para ello, naturalmente, no puedes hacer uso de “clichés” referidos a ellas: orgulloso, holgazán, egoísta, arrogante…El “cliché” es producto de la pereza mental, porque resulta muy fácil aplicarle a alguien un estereotipo o una “etiqueta”. En cambio, es difícil y arriesgado ver en las personas en su singularidad y unicidad.

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Debes examinar esos defectos “clínicamente”, es decir, debes cerciorarte de tu objetividad. Ten en cuenta la posibilidad de lo que ves en esas personas como un defecto tal vez no lo sea en absoluto, sino que en esa realidad puede ser algo hacia lo que tu educación y las circunstancias te han hecho sentir aversión.

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Si a pesar de todo, todavía sigues viendo en ello un defecto, trata de comprender que el origen del mismo reside en sus experiencias de la infancia, en sus condicionamientos del pasado, en una defectuosa forma de pensar y de percibir y, sobre todo, en su inconsciencia, no en su malicia. A medida que hagas esto, tu actitud se trocará en amor y en perdón, porque examinar, observar y comprender es perdonar.

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Después de estudiar los defectos, intenta descubrir las virtudes que atesora esa persona y que el desagrado que sientes hacia ella te ha impedido ver hasta ahora. Y, mientras lo haces, observa cualesquiera cambios de actitud o de sentimientos que te sobrevengan, porque la aversión hacia ella ha enturbiado tu visión y te ha impedido ver.

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A continuación, piensa en cada una de las personas con las que vives y trabajas, observando cómo cada una de ellas se transforma a tus ojos cuando las miras de esta manera. Al verlas así, les estás ofreciendo un don infinitamente valioso que cualquier acto de servicio que puedas prestarles, porque, al hacerlo, las has transformado, las has “creado” en tu corazón; y, supuesto un cierto grado de contacto entre tú y ellas, también ellas experimentarán realmente una auténtica transformación.

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Y ahora ofrécete a ti mismo idéntico don. Si haz sido capaz de hacerlo por otros, no te resultará muy difícil. Sigue el mismo procedimiento: No juzgues o condenes ninguno de tus defectos o neurosis. Si no has juzgado a los demás, tampoco tú debes ser juzgado. Indaga, estudia y analiza tus defectos para lograr una mejor comprensión que te lleve al amor y al perdón, y descubrirás con gozo cómo resultas transformado por esa actitud extrañamente tierna y comprensiva que brota en ti para contigo mismo. Una actitud que nace en tu interior y se extiende a toda criatura viviente.

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