“No sé pedir”

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Privada de los pinos No.2 San Buenaventura Atempan, Tlaxcala. Tel. (246) 462 6495 / 466 8294 [email protected] www.cuhm.com.mx Dr. Alejandro Di Grazia Rao Director del Colegio Humanista de México [email protected] “No sé pedir” Algunos ni siquiera se plantean la posibilidad de abrir la boca para transmitirle al otro lo que les hace falta. Sufren en silencio, o se enojan, porque el marido, la esposa, los hijos, el socio, los amigos… no adivinan sus necesidades.

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Dr. Alejandro Di Grazia RaoDirector del Colegio Humanista de

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“No sé pedir”

Algunos ni siquiera se plantean la posibilidad de abrir la boca para transmitirle al otro lo que les hace falta. Sufren en silencio, o se enojan, porque el marido, la esposa, los hijos, el socio, los amigos… no adivinan sus necesidades.

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Cada vez que llega del trabajo, agotada y con deseos de un baño reparador, Sandra (44) se encuentra con la misma escena, calcada. Pilas de platos sin lavar, ropa tirada, y mucho por hacer. La situación se completa cuando, minutos más tarde, irrumpen sus hijos adolescentes, que llegan de la escuela o de alguna de sus actividades, y comienzan a reclamar la cena. Ella, cabeza gacha, hace todo lo que puede, en el menor tiempo posible. En una de esas, y con un poco de suerte, le quedará tiempo para el tan deseado baño antes de caer rendida. Su marido, caso como por instinto, llega justo cuando la cena está servida. Esta historia no cuenta nada diferente: habla de una familia como cualquier otra, en la que la mujer de la casa, como cual-quier otra tiene que lidiar con las múltiples responsabilidades que implica ser madre y profe-sional.

Pero, ¿por qué no pide ayuda? Es la pregunta que surge, casi como un grito liberador. Porque no puede. Y este punto conecta su anécdota con la de muchos otros, que en distintas ocasiones y por diferentes circunstancias, no saben pedir lo que necesitan: ayuda, un favor, un aumento de sueldo, una caricia, compañía, amor…

El perfil de quien sufre –porque, aunque pretenda esconderlo, le provoca displacer- por no saber pedir puede ser muy diverso. Puede mostrarse sufriente y sacrificado, o creerse omnipo-tente y reflejar esto en una actitud fuerte y enérgica. De fondo, no existen grandes diferencias entre uno y otro, porque la causa suele ser la misma: “Generalmente, aquellas personas a las que les cuesta pedir tiene poco contacto con su interior, con su esencia más profunda. Enton-ces, lejos están de poder pedir a otros lo que aún ellos no pueden detectar”.

“Antes de pensar en pedir que los demás se encarguen de alguna tarea, me resulta más sencillo seguir ocupándome de todo sola”, reflexiona Sandra. Claro, total ella puede con todo. Como seguramente lo debe haber hecho su madre, unas cuantas décadas antes. “Apren-demos por modelos. La familia en nuestro principal referente. Si hemos crecido en el seno de un hogar donde no hemos visto a nuestros padres expresar abiertamente sus necesidades afectivas, y junto a ello tener reacciones de desagrado frente a nuestras propias necesidades emocionales, es bastante probable que desarrollemos un sentido de inadecuación con nosotros mismos”.

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Esa sensación de que mostrar los sentimientos de vulnerabilidad no es adecuado puede ser una de las causas de esta dificultad para expresar libre y abiertamente las propias necesidades. “Suele activarse una “voz interna juzgadora” que bloquea y libera excusas para no manifestar lo que uno precisa a nivel emocional. Lo que sucede detrás es que la persona suele esconder un profundo sentimiento de temor y vergüenza ante sus propias necesidades. Es como si sintiese que no merece pedir ni recibir afecto”.

UNA MIRADA INTERIOR

Antes de proponerse “pedir”, conviene aprender a identificar qué necesitamos. Así, el pedido será apropiado y adecuado. Entonces, conviene seguir estos consejos:

Calificar nuestras necesidades. Si antes desestimábamos lo que sentíamos, es tiempo de prestar un oído a lo que nos pasa.

Aceptar que todos necesitamos de los demás. Vivimos interconectados, relacionados y en gran parte nos alimentamos de nuestras relaciones.

Derribar mitos: “Yo puedo solo”. “Si me quiere, va a saber lo que necesito”. Son fantasías construidas, que se convierten en excusas.

Conectarnos con nuestro interior. Para poder pedir, debemos conectarnos con nuestra energía inte-rior, y darnos cuenta de que si no nos expresamos, no satisfaremos esa necesidad.

Hacernos responsables. Aunque lo que necesitamos pueda venir de la mano de un “otro”, expresar la necesidad es hacerse cargo de lo que nos pasa.

Pequeños favores, grandes significados.

“Están los que se muestran al mundo omnipotentes, como que tienen todo y no necesitan nada y, en el otro extremo, están los que se quejan permanentemente de sus desdichas y sus faltas, auto declarándose fracasados o limitados para lograr lo que quieran tener o ser. Entre estos dos extremos, hay una amplia gama de estados intermedios”.

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No resulta difícil identificarse con alguno de los puntos imaginarios dentro de esta línea de modelos posibles. Está quien pide, y asume la falta. Está aquel al que le piden, y le reconocen tener eso que al otro le falta. Y en el imaginario se construye la idea de que si pido, estoy en inferioridad con respecto al otro.

Al igual que en el caso de Sandra, la imposibilidad de pedir encierra una historia más compleja, más larga y, a veces, mucho más densa. Los pequeños actos sobre los que no podemos verbalizar nuestras necesidades, ejemplifican, también, los afectos y sentimientos que no encuentran correspondencia. La dificultad, el no saber pedir, se manifiesta en todos los casos: tanto en las cosas pequeñas como en las más grandes. Y este es sólo un primer eslabón de una cadena de posibles actitudes equivocadas con respecto a la comunicación, las relaciones y los sentimientos. “Hay quienes se mantienen callados, en forma pasiva y sufriendo, hasta que “explotan” con enojos desproporcionados. También pueden terminar padeciendo algún síntoma psicosomático debido al estrés de estar aguantando y callando lo que necesitan”.

Así sucedió con Roberto (32), al ver que sus compañeros de trabajo ascendían, tomaban mayores responsabilidades, y él permanecía estancado. Un día, de repente, irrumpió en la oficina de su jefe con un planteo que, seguramente, tuvo que haber presentado mucho antes y con más calma.

Desear que “el otro” –sea nuestra pareja, amigo, hijo o jefe- adivine lo que estamos necesitando es un signo típico de quien no puede pedir. Claro, el otro no es adivino, y rara vez acertará a darnos lo que esperamos, pero no solicitamos. Esto genera conflictos y frustraciones. “Sucede mucho más frecuent-emente cuando hay afecto de por medio, porque se suele mantener muchas creencias erróneas acerca del libre intercambio de afecto. Por ejemplo, hay quienes creen que si piden afecto directamente ya no es lo mismo, no es sincero, no es espontáneo. Pero cada uno lo expresa, también, de maneras muy distintas”.

Otra reacción muy frecuente es la de aquellos que, como sienten que no merecen ser atendidos en sus necesidades, tapan esos sentimientos con actitudes muy demandantes para con su entorno, y se tornan extremadamente exigentes. “En todos los casos, el cuerpo tiene múltiples maneras de manifes-tarse. Aquello que callamos, lejos de evaporarse, termina saliendo a la luz de alguna forma. En el caso de las personas con bloqueos para pedir ayuda o expresar sus necesidades, cuando callan lo que precisan, se origina un estrés que puede propiciar toda clase de síntomas tales como insomnio, jaque-cas, depresión, ataques de pánico, problemas gastrointestinales, cardiopatías y articulares”.

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Aprende a decir

El momento de la comunicación verbal de la necesidad, junto con el pedido, es sólo parte de un proceso que se inicia en la identificación de esa necesidad. Reconocer que la manera presente trae conflictos es un paso previo y necesario. “Una vez que ese patrón disfuncional es reconocido, se puede modificar a través de distintas técnicas, como parte de un proceso terapéutico que posibilite a la persona expresar sus emociones auténticas”. La Gestalt, bioenergética, terapia cognitiva conduc-tual, entre otras, suele ser muy utilizadas en este tipo de situaciones. Claro que mucho depende de la personalidad, las inclinaciones y la afinidad de cada uno con el terapeuta.

“Un concepto valioso, tomado de la terapia bioenergética, es enraizamiento: muchas personas con bloqueos internos para expresar sus necesidades, suelen tener profundos temores a mostrar su vulnerabilidad. Al trabajar sobre ellos, es posible aprender progresivamente a pararse de otra forma en su realidad y aceptar que sus sentimientos de afecto, dolor y tristeza son reales, genuinos y valiosos”, agrega. Comprender de otro modo los sentimientos hace que se dejen de lado los juicios internos que no permiten compartir con los demás lo que sucede en nuestro interior.

“El pedido es sólo la punta de un iceberg complejo, que a veces requiere de una profunda compren-sión para poder ejercitarlo”. Pedir, entonces, es más que un acto: puede convertirse en una herra-mienta de la evolución y el crecimiento. Vale la pena intentarlo: no enojarse con uno mismo ni con el otro, sino reconocer el origen y buscar, desde allí, un camino nuevo de comunicación afectuosa.

EJERCICIOS PRÁCTICOS

- Si uno tiene dificultades para expresar verbalmente, puede comenzar a pedir a través de la escritura. No es necesario dárselo al destinatario, sólo plasmarlo genera un impacto muy fuerte y posibilita exteriorizarlo.- A veces, y según el grado de confianza y cercanía con la otra persona, sirve mucho “blanquear” la dificultad. Sincerarnos es importante, si se realiza desde un lugar adulto. Compartir los temores tam-bién es una manera de pedir ayuda.- Como toda actitud nueva, necesita de un entrenamiento que permita soltar los bloqueos para incor-porar una nueva forma de comunicación. No hay que alarmarse si no se logra hacerlo rápidamente.- A medida que se gana confianza, es bueno reflexionar acerca de los nuevos sentimientos que esta actitud te despierta. Y evaluar qué se podría expresar más o mejor.

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