Norte Profundo. Historias, presentes y luchas de Tucumán, Salta y Jujuy.

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Norte Profundo es un testimonio Foto – Gráfico sobre las condiciones socioculturales de quince pueblos de Tucumán, Salta y Jujuy. La reivindicación de la cultura ancestral, el trabajo de los pueblos que se levantan por sus derechos y el cotidiano de los que sobreviven en un contexto hostil, constituyen el motor de este trabajo sobre las historias presentes y luchas de un Norte que resiste.

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Obra Copyleft bajo licencia Creative Commons 3.0 (Reconocimiento-No Comercial-Compartida). Se alienta la copia, distribución y comunicación pública de la obra, con previo aviso y cita de los autores. No puede utilizarse para fines comerciales. Toda obra derivada de ésta debe llevar una licencia libre idéntica.

El viaje de 2011 fue realizado con el apoyo del Fondo Nacional de las Artes.Agradecemos a todas las personas que colaboraron con el financiamiento de la primera edición a través de Idea.me. Puede verse la lista completa en nuestra página web.Para tener acceso a todo el material en formato digital entrá en:

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Garzillo, Josefina Norte profundo : historias, presentes y luchas de Tucumán, Salta y Jujuy / Josefina Garzillo ; con prólogo de Raúl Zibechi. - 1a ed. - La Plata : Ediciones de La Caracola, 2014. 212 p. : il. ; 20x14 cm.

ISBN 978-987-33-5407-6

1. Narrativa Argentina. 2. Historia Regional. I. Zibechi, Raúl, prolog. II. Título CDD A863

Fecha de catalogación: 25/06/2014

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Nor te ProfundoHistorias, presentes y luchas de Tucumán, Salta y Jujuy

Crónicas - Josefina GarzilloImágenes - Danpeople

-ediciones-lacaracola

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Crónicas - Josefina Garzillo Imágenes y diseño - Danpeople Corrección - Daniel Badenes Prólogo - Raúl Zibechi

-ediciones- La Caracola

www.edicionesdelacaracola.wordpress.com.ar

Nor te ProfundoSegunda edición

Primera edición en La Caracola, mayo de 2014

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PrólogoLa vida en vueltas, por Raúl Zibechi / 9

Las causas/ 15

TucumánLa raíz de la historia/ 18 El impacto de las calles y los medios/ 21

ILules

Hacer pie/ 22Instrucción de la diferencia/ 25Materia prima/ 25

IIMercedes

El hombre del cañaveral/ 27

IIISanta Lucía

Más al sur/ 33La especulación actual/ 35

Nor te Profundo de sur a norte

IVLules - La resistencia cultural

Rescatar los cimientos/ 39Los otros olvidados/ 41Ser Revolución/ 42Los pasos fundantes/ 44La identidad socavada/ 45

VSimoca

300 años de lucha/ 51

VIMonteros

Pan de ayer/ 59Lecciones de idiosincrasia/ 61Ser de carne, hueso y oficio/ 64

VIIAmaicha del Valle

El pueblo libre/ 69Los años infames / 71La reestructuración cooperativa / 73La enfermedad que no vende/ 74

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Las voces del arte/ 76Pasionaria, la diosa tierra/ 77“Lo cierto es que nunca pude dejar de cantar”/ 79Contra la condescendencia del arte/ 81

SaltaLa voluntad política/ 86

VIIICafayate

La otra cara del boom turístico/ 89 “Golpeé puertas hasta mendigar”/ 90Comercio justo/ 91

IXAlemanía

El pueblo que recuerda/ 95La belleza oscurecida/ 97

XCoronel Moldes

Nostalgia aristocrática/ 103La lucha a diario/ 105Tabacalero/ 107

El monopolio de las ganancias/ 109

XISan Antonio de los Cobres

El delito hecho norma/ 115El caso de la puna salteña/ 116Cómo mantener las raíces en un ambiente hostil/ 119“Hemos perdido nuestro origen”/ 121

JujuyFeudo y resistencias / 126

XIILibertador - Ledesma /

El pueblo que carga con el nombre de su opresor/ 128Monocultivo(s): una amenaza que avanza/ 131AgroLedesma/ 132El origen de la riqueza/ 134Ledesma y los crímenes contemporáneos del azúcar/ 136 Los que gritan NO/ 141Feudalismo/ 143NO, después de haber vivido el ingenio/ 145 Trabajo insalubre/ 147

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Los que avanzan gritando NO/ 150Arédez, el barrio que nació de la lucha/ 152 La historia criminal como un eco/ 155

XIIIPurmamarca

¿Patrimonio para quién?/ 161Los medios del miedo/ 163

XIVMaimará

Jueves de compadres y comadres/ 167Las coplas que anteceden al carnaval/ 168Ser de afuera y de adentro/ 170Los compadres / 170El baile del solo/ 171La garganta comadre/ 172

XVHumahuaca

El museo de lo que está vivo/ 175Apuntes de carnaval/ 177El pueblo colapsa/ 179“Bendito sea este desentierro del diablo”/ 180Humahuaca adentro/ 181

El desentierro/ 183“No pudieron socavar el espíritu de nuestro pueblo”/ 184

XVILa Quiaca

Ser Frontera/ 189“Hasta las piedras gritarán”/ 190El trabajo hormiga/ 192Los ‘70/ 194La obra que camina/ 195

Causas, nombres y menciones/ 200

A los responsables/ 202

La Caracola / 210

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Soñaron que podían detener el tiempo. Como un juego macabro del destino. Convertir el tiem-po en lastre inerte, estático; incapaz de modificar-se con el paso del tiempo. Monotonía que gira, cerrada, sobre sí misma, sin principio ni final.

Nada podía cambiar en la visión del mundo de los de arriba. La vida era sólo y nada más que re-petición. Una y otra vez. Una eternidad viscosa, capaz de empalagar relojes y taponear las gár-golas por las que deberían vaciarse las injusticias. Como el no-tiempo en el que quisieron atrapar el tiempo-vida, en este Norte de abajos.

En aquel mundo inanimado, artificio de los ex-plotadores, sólo pueden reinar la injusticia y el do-

La vida en vueltas Raúl Zibechi1

lor, que se renuevan cada hora, cada minuto, cada día de un tiempo sin tiempo, detenido en algu-na comarca de la injusticia. Que se alimenta de la quietud inerte, forzada, de las almas y los cuerpos.

Quizá por eso las resistencias son movimiento; se hacen moviéndose, cambiando-se de lugar, desafiando el tiempo mutilado de la dominación. Movimientos que nacen de los adentros de cada quien, del interior recóndito que nos subleva con gestos mínimos, casi invisibles, y con ellos con-voca dolores y náuseas, aflicciones y penitencias, que confluyen en ríos y venas intangibles… que empiezan a cambiar el mundo, porque nos cam-bian desde adentro; como manantiales que nacen de aljibes insondables. O sea, en esas comunida-des de vida que pueblan las tierras yermas, ator-mentadas por sufrimientos de siglos.

Se mueven. Y al hacerlo, re-mueven modorras fraguadas de miedos y golpes. Nos movemos. Y

(1) Raúl Zibechi es periodista, docente, investigador y militante uruguayo. Aboca su trabajo a difundir y defender las causas de los movimientos sociales emancipatorios de América Latina. Síntesis entre pensamiento y praxis. Sus palabras son aliento cotidiano. Un educador en la práctica de poner nuestros oficios al servicio del cambio social. Sus notas se publican en La Jornada, Rebelión y Brecha, entre otros.

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al movernos dispersamos los miedos de afuera y los desasosiegos de adentro. Nos topamos con las desconfianzas, las aprensiones, los pavores que empedraron durante tanto tiempo la dócil inercia, alimento imprescindible de la sumisión.

Mover-se. En singular. Como el ocioso caballero y su escudero, recorriendo pueblos, descubrien-do molinos de viento que giran, como la injus-ticia y el dolor, sobre sí mismos. Como Antonio Conselheiro, el peregrino que recorría caseríos del sertón de Bahia predicando contra los poderosos, hasta formar la comunidad de Canudos. Moverse ha sido siempre el modo elemental de poner en cuestión el estado de cosas, sin saber nunca cuán-do ni cómo sucederán esos cambios.

Mover-nos es la repetición del acto singular que, en cierto momento, se vuelve acto colectivo, comunitario, pero que siempre empieza por un primer paso de alguien a quien las buenas con-ciencias señalarán como inoportuno, loca, trastor-nado. El movimiento empieza siempre con un ges-

to imperceptible, o, mejor, aleatorio, sin resultados premeditados, como el azar guiando la echada de dados. Un paso, y otro. Luego, nunca se sabe.

No un andar hacia sino un caminar por. Por el sen-cillo hecho de caminar, de rodar, como el romero de León Felipe que cruza siempre por caminos nuevos. Por eso, rodar, girar, en vueltas interminables, que en algún momento se cruzarán con otras, con una Olga, y con otra y otra más. Que nunca podrán ser una sola ronda sino rondas convergentes y divergentes, espirales que suben, bajan, se mesti-zan. Y así por siempre.

Quiero sentir este libro-ronda, estas imágenes y textos, como parte de las interminables y solitarias vueltas a la plaza de Olga. No se detiene dema-siado en preguntarse los porqués de la injusticia. Camina, sigue caminando, y en el caminar se van sumando, un caminar que en algún momento convocó a Josefina y a Dan.

Dar vueltas; una ronda interminable, un espiral convergente que busca horadar la tierra. Una ron-

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da capaz de mover el tiempo, de poner en movi-miento, de crear comunidad.

Este libro se escribió en un largo recorrido y está destinado a retornar y seguir siendo ronda y camino. Hijo de rondas, será paridor de nuevas rondas. Nació de adentro, compartiendo las mar-cas del sufrimiento en las arrugas de los viejitos, aprendiendo de la dignidad de las miradas sere-nas y desafiantes de las mujeres.

Una de las mayores virtudes de este libro es mos-trar situaciones que indignan. La indignación es la fuerza motriz del movimiento, del mover-se con otros y otras, para convertirse en fluir colectivo que desemboca en torrentes mayores y, quizá, en mares de rabias capaces de transformar-nos.

Aún así, no alcanza con movernos, en el senti-do de salir a la calle, de dar vueltas, de hacernos rondas con otras gentes. Cuando el mover-se es de verdad, cuando es repetición capaz de perforar inercias, se vuelve hacia nosotros y nos cambia, nos modifica, al punto que ya nunca volvemos a

ser los mismos. Olga se hizo Olga Arédez dando vueltas, íngrima, durante siglos-años, en torno a una plaza solitaria. Esa soledad inaudita, escanda-losa, mueve montañas.

Quiero, necesito, entender el mover-nos desde un lugar otro: desde la capacidad de mover-nos del lugar heredado, de los sueños trasmitidos verticalmente por padres, maestras, militares y gobernantes. Mover-nos es liberar la imagina-ción, construir-nos como otros con otros, volver a nacer, germinar sin la pretensión de ser fruto, brotar sin la ambición de volvernos manantial. Por el deseo de seguir naciendo en cada segundo de nuestras vidas.

Brindo por un libro-semilla, engendrado por muchos y germinador de senderos que no saben de atajos.

Montevideo, octubre de 2013

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13“Ellos son los extranjeros en su propia tierra, hombres sin patria que recorren el norte en busca de trabajo. Argentinos siempre forasteros, buscando el pan lejos del rancho, en este gran país del trigo y de las vacas”

Octavio Rivas Roney

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Pasaron 200 años de la declaración de la indepen-dencia argentina y el norte continúa abasteciendo al país, y principalmente a la zona metropolitana, de diversos cultivos y productos de primera necesi-dad. Tierra fértil, avasallada y silenciada tanto por los colonizadores como por los registros centralistas de la Patria libre.

Este trabajo, basado en un recorrido por Tu-cumán, Salta y Jujuy, tiene varios propulso-res: la inquietud por aprender de su gente y su cultura, la necesidad de visualizar las condiciones socio-laborales de sus pueblos y las marcas cotidia- nas de las matrices político-económicas que histórica-mente los han oprimido y que todavía se mantienen.

En los años ‘40, el escritor Octavio Rivas Roney recorrió estas tres provincias, además del Chaco y Corrientes. Su trabajo Extranjeros en su tierra drena y vertebra estas crónicas. Su obra reconstruye las vi-cisitudes experimentadas por esos pueblos que lu-charon por la independencia de un país que termi-naría sumiéndolos en la más honda pobreza. Roney describe el cotidiano de aquel entonces y lo entien-de a la luz de una estructura política-histórica: des-mantelando los mecanismos represivos ejercidos

“El Norte fue a la Revolución emancipadora y luchó brillan-temente en sus ciudades de Cochabamba, La Paz, Potosí,

Salta, Tucumán, Santiago... pero desgraciadamente el pro-blema colonial no fue resuelto para él. Dejó de ser colonia española para serlo de Buenos Aires. (...) El federalismo, la

autonomía y los derechos de Salta, Tucumán y Jujuy son rotos y violados una y mil veces al amparo de una constitu-

ción unitaria y centralista por sus formas, aunque federal por sus letras. (...) Efectuada al amparo de los gobiernos

esclavizantes y centralistas de la Capital, la distribución de tierras otorgó fundamento territorial a las oligarquías que

por (varios) siglos dominarían a estas provincias”2

Las causasCuentan los registros que, luego de la invasión

española, sus diligencias famélicas se volcaron a la búsqueda de metales por todo el actual territorio norte-ño y que, retomando expresiones nativas, los españoles maldijeron en quechua: “Tucui mana: en esta tierra no hay nada”. El concepto desdeñoso se mantendría a lo largo de los años hasta darle nombre a una de nues-tras provincias.

(2) Prólogo de J.L al libro Extranjeros en su tierra, de Octavio Rivas Roney. Buenos Aires, Editorial Americalee, 1941.

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reros en los ‘60- sobreviven por otros medios, y los habitantes de La Quebrada reivindican su cultura andina en la liberación del carnaval.

Hay un Norte que sufre, pero resiste, ampa-rando los matices de su identidad pluricultural, comunidades celosas de su libertad, como la be-lla Amaicha. Un Norte Profundo, como la tierra reseca que no calma el hambre de los cuerpos desnudos de San Antonio de los Cobres, e idén-tico a los cantos libertinos que brotan de las gargantas jóvenes.

Estas crónicas buscan dar testimonio de ese Norte Profundo, de los rostros y su histo-ria. De la memoria que se niega al destierro y de la fuerza inmensa de sus pueblos. Los tex-tos comprenden hechos y testimonios has-ta julio de 2011. Las comunidades siguieron en movimiento, transformando sus realidades y cosechando conquistas, como es el caso del pueblo de Libertador General San Martín y toda la provincia de Jujuy, que después de años de lucha, están viendo a los cómplices de la dictadu-ra teniendo que responder por sus crímenes fren-te a la justicia.

desde la enriquecida Buenos Aires en conjunto con las inversiones extranjeras y las oligarquías provin-ciales, denunciando el tendido desigual de las líneas férreas, la destrucción de las economías regionales y la falta de regulación en materia laboral como los prin-cipales crímenes políticos ejecutados sobre el norte.

Setenta años después, las palabras de Roney se mantienen imborrables en estas tierras donde la ex-plotación viró sus formas por el desempleo a causa de la mecanización, en estos aires donde la opresión mixturó las creencias originarias con el catolicismo doctrinario de la corona española. Hoy muchos de esos hombres que Roney veía desplomarse en los campos de cosecha, tejen su memoria apelando a aquellos tiempos de trabajo esclavo en los ingenios.

En medio de aquel contexto hostil también exis-ten organizaciones fortalecidas, voces que se ani-man a gritar NO, familias que en su cotidiano traba-jan por mantener viva la memoria de su comunidad, pueblos que se levantan contra su opresor, que sa-len a la calle por su derecho al territorio, y otros que -poseyéndolo- lo protegen con su unidad.

Al sur, los que aún sufren las secuelas del Opera-tivo Tucumán -que arrasó con los ingenios azuca-

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Tucumán

Pueblos y ciudades recorridos: Lules | Mercedes | Santa Lucía | Monteros | Simoca | Amaicha del Valle

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La raíz de la historia

“Ahora el ser humano que vive en contacto con tanta vida, está flaco y desnutrido”3

La producción del azúcar llegó a Tucumán junto a la evangelización jesuítica en el siglo XVII y su tecnificación, con la incorporación del trapiche para el proceso de la caña. Hasta 1767, año en que los jesuitas fueron expulsados por el Rey de España, el azúcar era utilizada sólo con fines medicinales, por lo que el mercado era abastecido con una pequeña producción. Tendrían que pasar 50 años para que el obispado, instalado en los templos jesuíticos, volviera a difundir la producción y el incremento de su consumo.

La expansión de la industria en el noroeste argentino comenzó con la fundación del actual Complejo Ledesma en 1826; llamado así recién a partir de 1911. Hasta esa nueva adquisición, el gobierno salteño estaba manejado por los dueños del azúcar4. La rentabilidad obtenida hizo que de los

13 ingenios existentes en Tucumán en 1850, pasara a haber 24 en 1859 y otros 6 en distintas localidades jujeñas.

Cuando llegó a la presidencia, el tucumano Nicolás Avellaneda potenció la actividad industrial inaugurando el primer ferrocarril para el traslado de la producción y las maquinarias. Las gentilezas político-empresariales generaron una rápida concentración fabril que reconfiguró por completo la escena; de 82 ingenios se pasó a 34 en propiedad de pocos apellidos. La estrecha relación político-empresarial fue un esquema que se repitió tanto en Argentina como en Brasil, Perú, México y Cuba, con la particularidad de que en este suelo las protecciones aduaneras otorgadas al industrial surgieron para disputarle el podio al azúcar esclava de Brasil y Cuba.

Aliado a capitales extranjeros y a la oligarquía norteña, el liberalismo económico de la Generación del ‘80 favoreció el tendido férreo en forma de abanico que serviría para chupar las riquezas norteñas y venderlas a través del puerto de Buenos Aires. El éxito empresarial contó además con la garantía estatal de la represión para doblegar el reclamo obrero.

(3) Prólogo de J.L al libro Extranjeros en su tierra, de Octavio Rivas Roney. Bue-nos Aires, Editorial Americalee, 1941.(4) http://www.contraledesma.org.ar

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Los años siguientes oscilaron entre la indiferencia, la persecución estatal y la explotación empresarial corporizada en los dueños y capataces regionales. El marco de regulación laboral incluido por el peronismo en los años ‘40 para proteger los minifundios no sería respetado por los ingenios, y la Federación Obrera Tucumana de la Industria Azucarera -FOTIA- fue perseguida por el Perón que tiempo antes había sentado las bases para su creación. A partir de 1966 el Onganiato avanzó sobre la organización trabajadora a través del Operativo Tucumán: un plan de desmantelamiento que cerró 7 ingenios, dejando a 17 mil personas en la pobreza.

La crudeza de estos años se agravó con el secuestro y la desaparición de los referentes más combativos del gremio azucarero durante la última dictadura.

Bajo este plan de desarme de los cuadros obreros organizados y la devastación a nivel social que generó la ausencia de miles de puestos de trabajo, los pueblos norteños entraron en los ‘80 marcados por el abandono. La oleada de privatizaciones iniciadas en 1990, con la desaparición definitiva

de muchos ramales y estaciones de ferrocarril, descuartizó las economías regionales, destruyendo emprendimientos y frenando el crecimiento de las comunas creadas a la luz de los ingenios. Producto de las incisiones históricas, el Tucumán actual experimenta una situación caracterizada por una capital superpoblada en relación al cordón de pueblos pequeños y aislados, sumado a las ciudades casi carentes de industrias más allá de las producciones primarias provenientes de la cosecha de caña, frutilla, cítricos, y la elaboración de hilados y artesanías.

Al sur de San Miguel de Tucumán se mantiene en funcionamiento el ingenio de San Pablo y el de Monteros. En Lules sus 30 mil habitantes han podido sobrellevar el cierre del suyo con el aliciente otorgado por la producción de frutillas, cítricos y papel. Mientras tanto, los pueblos de Mercedes y Santa Lucía perduran como una imagen congelada en el tiempo, donde sus calles -sitiadas por la pobreza- rememoran aquello que fueron cuando el ingenio los fundó.

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Crímenes, no mitosLos primeros desaparecidos de los campos de azúcar fueron asociados a una leyenda antigua que perdura hasta estos días y que, al mismo tiempo, intenta justificar las grandes riquezas del empresario. La historia del perro familiar es difundida por campesinos, familiares lejanos y hasta por ciertos voceros de los gobiernos municipales. El mito alerta que cada año los dueños hacen un pacto con el diablo para asegurarse una buena cosecha y a cambio deben entregarle el cuerpo de un cañero. Al final de cada zafra el hombre que no tiene familia es llevado a los galpones del ingenio y por la noche es atacado por un perro que corporiza el mal. La historia de que el oro blanco será garantizado siempre

que corra sangre humana fue tan difundida que los trabajadores provenientes de otras provincias trataban siempre de asegurarse la llegada con algún pariente para no ser las víctimas del sacrificio señorial.

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El impacto de las calles y los medios

Garúa en la estación de micros de la capital. La mayoría de las personas se resguardan sentadas en las largas hileras de asientos que están al pie de los andenes. Completan la configuración del lugar: mucho orden, mucha limpieza y un televisor cada cuatro ubicaciones.

Son las 10 de la mañana y una familia mira la lluvia torrencial en Buenos Aires desde TN. Con los ojos pegados al aparato el hombre le comenta a su mujer: “¡Cómo está lloviendo, cómo bajó la temperatura!”. Mientras acá en Tucumán la garúa no calma la sed ni el calor.

Separadas por un asiento dos mujeres introducen un peso y eligen la novela mexicana que se retransmite. Así pasan más de una hora.

En la línea provincial que va de San Miguel a Lules suena la radio de los oyentes. Los conductores, de histérica estridencia, anuncian un nuevo mensaje: “Julián nos dice que no puede ser que festejemos halloween y olvidemos el día de la tradición, que este es uno más de los grandes desastres que cometemos los argentinos, como permitir que a nuestra nación la sigan gobernando unos terroristas”.

Revuelo en la sala móvil, cada persona inicia una acalorada micro discusión con quien tiene en el asiento contiguo. -Que sí, que no, porque sí, porque no.

Mientras el clamor prosigue, Leandro Alem atraviesa y corta con la Avenida Julio Roca convirtiéndola en Presidente Néstor Kirchner.

La Ciudad, como la llaman los del interior, esos que están por fuera, va quedando atrás.

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ILules

Hacer pie

En Lules nadie se queda nunca porque está muy cerca de la Capital. No hay casi hoteles ni hosterías.

–Sólo uno por la ruta –dice la encargada de la Secretaría de Cultura– pero no te lo recomiendo porque ha habido varias denuncias. Resulta que muchas familias han llegado ahí en busca de un hospedaje y eso mostró ser otra cosa. Allí se hacen

cosas raras, es un hotel transitorio... yo te lo tengo que avisar. Cecilia habla como dirigiéndose a un público pro castidad, ni siquiera la relaja estar

hablando a solas con una persona. Cuenta que este lugar tiene costos accesibles y que si deseo

permanecer en Lules, es la única opción. Media hora después, con teléfono del telo

en mano, llego al motivo que me espanta del lugar: el precio.

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Entrando en Lules la lluvia no da reparos; poco tiempo antes una chica comentó por lo bajo que al venir de su casa vio un cartel que decía alquilo cerca de la comisaría del pueblo. Por la zona nadie más oyó hablar del lugar. En medio de la calle desierta cruzo a otra mujer que me indica dónde queda el hotel y comenta al pasar que su marido tiene un pequeño garage en alquiler. -Andá a hablarle, si él quiere, bienvenida.

El local, señalizado con un cartel de YPF, se convierte en hogar luego de una diplomática riña con el dueño de casa en la que surge el ansiado acuerdo: $20 por día, más permiso de utilizar la ducha familiar y guardar a uno de los perros. Mientras yo esté merodeando por ahí, Campeón puede estar suelto. El localcito es alquilado por la familia a $600 el mes, pero como nadie monta allí un comercio en enero, tengo techo.

El ambiente de 6 x 4, antes utilizado para la venta de gas, carbón y aceite -todos elementos abundantes en la provincia que pocos disfrutan-, está inundado con los hedores del combustible.

A María, la dueña de casa, le gusta contar cómo fue que se casó con Alfredo y terminó en Lules. Se conocieron cuando ella viajaba al pueblo a entregarle unos documentos a su tío, un sub contratista en la construcción de la ruta Lules-Famaillá. Después del segundo viaje se quedó sin preguntárselo dos veces y formó una familia. Hoy sus tres hijos, suegra y nuera no quieren moverse de allí. –Ya todos tienen su vida acá. Ella ni un sólo día deja de extrañar el aire serrano de su Córdoba natal.

Durante sus primeros años en el pueblo trabajó doble turno en una escuela cercana. La rutina que ambos llevaban les impedía compartir tiempo con sus hijos en el departamento que tenían, así que la suegra hacía de abuela tiempo completo. Un día Alfredo quiso comprar un lote para edificar una casa, pero a sus padres no les gustó el barrio y les ofrecieron que construyeran en su propio lote. María aceptó de inmediato la última opción y así fue como se empezó a levantar la casa propia en el patio trasero de los suegros. -De acá para atrás es de ustedes-, les dijo una tarde el abuelo. -Hagan lo que quieran que es suyo.

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Ahí comienza la historia sobre cómo con esfuerzo y años llegaron a tener la casa y un local en alquiler. –Lules es muy tranquilo, lo que se está poniendo feo es la salida, por la cantidad de asentamientos de Mercedes. Un día llegó un grupo, empezaron a dividir los terrenos con tiras de plástico y piedras y nunca más se fueron. Recuerdo el conflicto del Indoamericano y que a la problemática de la necesidad de vivienda suele llamársela con otros nombres. -Sí, la situación es igual, pasa que los de allá se fueron porque les dieron plata. ‘Los de allá’ no se fueron. Los desalojaron con la promesa de recibir un techo, hostigados por la represión y la muerte.

El suegro ya no está y la suegra tiene más de 80 años. -La casa va entrar en sucesión, Alfredo tiene cuatro hermanos, así que no sabemos qué va a pasar con esto. María tiene un hijo sordo y por él, toda la familia está inscripta en un plan de viviendas desde hace años. -Siempre estoy esperando que salga, dicen que este año puede ser, sería muy bueno para todos.

Mientras tanto siguen viviendo en su casa, nada los aprieta como para salir a buscar dónde vivir. La familia de adelante, la otra parte suya, siempre estuvo. Ellos tuvieron trabajos y pudieron construir atrás. Esa delgada línea, que sitúa de un lado a quienes tuvieron la oportunidad de conseguir un buen trabajo y a quienes jamás contaron con nada, es lo que separa a María de la gente que se inventó un techo dividiendo la tierra con cañas y piedras en Mercedes.

–Lules sigue siendo un pueblo tranquilo, aunque creció bastante. Tanto que con 30 mil habitantes ya tiene un lugar en la categoría de ciudad. Desde su plaza principal se divisan los cerros enmarañados de bosques tupidos, interrumpidos en dos zonas por un alisado artificial: Villa Nougues y San Javier, pueblos ricos hechos a base de estancias por los grupos adinerados de la región. Los luleños miran hacia arriba sabiendo que ahí hace siete grados menos.

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Instrucción de la diferencia

La mañana siguiente amanece igual de torrencial y la estación de servicio cercana a la ruta sirve de reparo a los que viajan. Un hombre de unos 50 años lleva su oficio de lustrabotas encima, mientras deambula entre las mesas siguiendo el chistar de los clientes.

De piel morocha y curtida, avanza con sus herramientas de lustre y dos banquitos, uno para que el don apoye su calzado y otro para él. En su asiento pegó una imagen de un chico meando hacia un costado, que es el que mira siempre al cliente. El guiño es casi imperceptible.

El cliente, en mangas de camisa, robusto y retacón, apoya su herradura de cuero para que el lustre lo lama.

El lustrabotas, cabeza gacha, atiende a su trabajo y el cliente, altivo, apoya su mentón en una mano y observa muy por encima de sus hombros. Desde un costado, su hijo observa cómo el banquito va siendo enchastrado por el zapato. Con cinco años, todo lo ve inmenso.

Materia prima

Siguiendo la ruta de los ingenios hacia el sur aparece Mercedes, separado de Lules apenas por una ruta angosta. El recelo ostentado por muchos luleños despunta preguntas por todas partes. ¿Qué fue de aquel lugar que supo ser el más importante de la zona? ¿Qué fue de sus trabajadores tras el cierre del ingenio?

Previenen de no ir: allí hay asentamientos que pueden ser foco de robos. Pese a que todos reconocen que la zona es tranquila, piensan que igual los pueden asaltar.

Las abuelas esperan a las nueve de la noche para sacar su silla a la vereda y ver pasar la noche; las casas duermen con las ventanas abiertas. Recuerdo esos televisores que por $1 proyectan los noticieros de Buenos Aires y la novela de las tres. “También nos pueden asaltar”.

Con el correr del tiempo y los diálogos, se puede comenzar a comprender qué quieren decir con “Mercedes es inseguro”. Ya no hay trabajo, el ingenio

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que cerró hace más de 40 años es hoy un depósito de maquinarias y las familias tienen que conformarse con ganarse la vida recogiendo limones o frutillas, que es el orgullo del Municipio de Lules.

Mercedes es inseguro para los que aún se empeñan en habitarlo. La inseguridad emana de las puertas ya oxidadas del ingenio, del olor a puchero y caldo estirado que brota de las casas después del mediodía. En Lules también cerró la fábrica, las chimeneas de la construcción fueron demolidas hace un año. Mi vecina de diez años no cena, tuvo la merienda a las cuatro y a la noche tomará mate para irse a acostar. Los separa una ruta angosta, los une el clamor de los más viejos por el cierre de los ingenios.

Cuando es interrogada sobre los efectos que aún generan los cierres de los ingenios, la secretaria de Cultura comenta que la citricultura, los arándonos y, por sobre todo, la frutilla representa un mercado floreciente para la zona que otorga muchos puestos

de trabajo. Hace un año el municipio organizó la primera gran exposición de la frutilla. “Nos fue muy bien, vinieron europeos, degustaron la producción y se la llevaron, vendimos todo”. El orgullo es la frutilla, no la mano de obra que la genera.

En el país se cultivan 1100 hectáreas de esta fruta: 300 pertenecen a Tucumán y 230 de ellas a Lules. Cada hectárea puede rendir hasta 50 mil kilos. La recolección es manual, por eso muchos previenen que aquí no pasará lo que en los ingenios que quedaron en pie, donde la máquina expulsó a los cañeros. En los galpones de empaque se desempeñan hasta 4 mil personas. En los ‘50 los santiagueños viajaban a la zafra, hoy sus hijos van a los depósitos de etiquetado. Changas, y cada tanto, para acondicionar y transportar la fruta que se vende a Europa y a las fábricas Arcor y Dulcior.

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IIMercedes

El hombre del cañaveral

Cruzando la ruta nacional 301 se levanta el rancherío que delimita el fin de Lules y el inicio de Mercedes. La hilera de casas, hechas a base de chapa y madera, está resguardada por un improvisado alambrado sostenido por cañas. Todo este primer barrio se extiende por algunas cuadras hasta que aparecen otras casas, las más viejas, esas construidas a base de concreto cuando Mercedes era la tierra de la abundancia y el trabajo. El pueblo se forjó ante la necesidad empresaria de tener a sus obreros alrededor del puesto, y así el ingenio que supo ser el más importante de Tucumán se ubicó en el corazón geográfico comunal.

Hace tiempo la cercanía dejó de ser un bien preciado. La falta de trabajo y la necesidad de una tierra donde levantar el techo hicieron que Mercedes se extienda hacia las afueras, dejando al ingenio en

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un extremo. Los que llegan no tienen la opción de sobrevivir ajándose en las cosechas, ni sus galpones tienen bajo llaves la historia de sus vidas.

A 40 años del cierre del ingenio son contadas las voces que perduran de aquella época. Bajo del micro y encuentro a una mujer que me lleva hasta la casa de Sabino Ledesma, la última memoria viva de los únicos 50 trabajadores estables de la empresa.

Sabino es del ‘30, año en que el golpe de estado de Uriburu puso fin a la primera experiencia democrática del país; limitada en sus bases, ya que sólo votaban los hombres. Bajo un contexto dictatorial afincado, donde la corrupción fue norma, cumplió ocho años y entró al ingenio San Pablo (diez kilómetros al sur de San Miguel) a ayudar a su padre en la recolección de caña.

El golpe festejó su primera década infame evidenciando las consecuencias del desguace estatal en los platos vacíos de las familias más pobres. En un punto pequeño del norte argentino, donde

los dueños de la economía azucarera brotaron aliados al poder político, Sabino también cumplió diez años.

A la caza de peones jóvenes que costaran monedas, un capataz del ingenio Mercedes lo llevó a la fábrica tentándolo con un puesto: “El dueño anda buscando peladores de caña”.

Con la promesa de prosperidad la familia se sumó a la colonia del azúcar: un montón de casitas construidas alrededor de la empresa, con escuela y sala médica para que los obreros no necesitaran alejarse de su puesto de trabajo. Así la necesidad empresaria se aseguró de mano de obra, fundando un pueblo por entero dependiente.

Por esas calles que nunca dejaron de ser de tierra todavía varios recuerdan que Mercedes era el lugar con más cantidad de caña propia en toda la provincia. Procesada por el trapiche de los jesuitas y las manos campesinas, el negocio cosechó riquezas siderales que jamás sacaron a sus productores de los

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ranchos en que nacieron. “El oro blanco” decían los empresarios de los ‘40, después de liquidar el sueldo quincenal obrero por tres pesos. Si bien a partir de 1944 la situación mejoró con respecto a los años anteriores, un cañero recibía un centavo por surco de caña levantada, pudiendo levantar hasta 25 por día; es decir que cobraba hasta $7 mensuales. De esta forma la subsistencia familiar sólo se lograba con el ingreso de todos los integrantes a la zafra.

–Era una vida triste y era linda también. Las sensaciones contrapuestas dan cuerpo al discurso de Sabino, que pasa del cansancio a la exaltación cuando recuerda a ese hermano suyo integrante de la FOTIA que hace años no ve. No quisiera hacerlo tampoco, algo de su tristeza inmensa tiene que ver con los dos; con esa necesidad de creer que si no hubiera sido por las huelgas que éste alentó, el ingenio no habría cerrado y él habría muerto un poco menos.

La casa de Sabino mira al ingenio y él pasa las tardes allí sentado, con los ojos perdidos en aquello que es parte de su pasado; la melancolía recrea el tiempo del viejo jefe y los platos menos vacíos. La película de su vida es una cinta que el dueño clausuró a fuerza de vallas, alambrados y guardias la misma madrugada que le dijeron que estaba fuera, que no había más trabajo.

Sabino se mece apenas en su desvencijada silla de madera, reconoce a un vecino, hace una inmensa media sonrisa y levanta la mano acalorado. -Él es el hijo de uno de mis compañeros allá en el ingenio. Hace tiempo le cuesta hablar, balbucea hasta esas alegrías de imprevisto.

Sus ojos cortan el aire caliente de las dos de la tarde de enero y lo atraviesan todo. Son círculos inmensos de unas pupilas dilatadas, rodeadas por una fina circunferencia celeste.

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Cualquier descripción se queda sólo en el intento.

–Él ya está muy enfermo, por ahí se equivoque en algunos datos que te dé. Me comenta por lo bajo su esposa, una mujer chiquita con la misma piel curtida y agrietada. Sus marcas son el producto de una vida de privaciones que les valieron el oro a políticos y empresarios. Es que si algo ocurrió en los campos de azúcar tucumanos es que los dueños -en su mayoría- salieron de entre los séquitos familiares que ya contaban con un integrante en algún puesto gubernamental de peso que liberó al pariente de la molesta legislación laboral. Por las calles tucumanas muchos recuerdan la relación “si no eran sobrinos del senador, eran cuñados del gobernador o hermanos del presidente”. La familia es lo primero.

Cuando deja de ser interpelado Sabino vuelve, como en un acto instintivo, a mirar en dirección a aquellos galpones oxidados. En sus ojos se manifiesta la oposición entre su tristeza inconmensurable y la furia hirviente de esta tierra que no lo parió para que lo oprimieran.

Sabino. Qué intensidad habrán tenido sus ojos en los tiempos de la zafra, todos esos mediodías cuando veían llegar a su mujer andando entre los surcos con la olla llena, qué plenos habrán muerto de fatiga todas esas noches de pan a raciones. ¡Cuántos hombres y mujeres habrán sido arrastrados a los campos de cosecha ajena para no morir de hambre!

La lucha que todavía no ganamos está en sus ojos.

Tucumán arde en los cerros paradisíacos a 2000 metros de altura y allá en los llanos donde ese ardor no es sol, es carne.

En este momento Sabino debe estar ahí sentado en la puerta de su casa con la vista obstinada, firme y perdida en ese ingenio. No, ni siquiera trago, escupo el discurso: este trabajo no dignifica. No, las leyes no existen si no se cumplen; acá no hubo revolución independentista, ni abolición de la esclavitud. El destino peor ya no fue la cadena del patrón sino el quedar libre, afuera.

Se impuso entonces una única libertad, la de no morir de hambre. Ese es el derecho que en nombre de muchos dictó el verdugo.

La sagrada bandera y la constitución no dieron amparo a quienes fueron obligados a memorizar los símbolos. La independencia y el derecho de 1853 velaron por el patrón, que dejó de ser el responsable de muchas hambres porque, dicen, un día a todos nos hicieron libres.

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IIISanta Lucía

Más al sur

El caso de Santa Lucía es similar al de Mercedes: ambos sufrieron el cierre de sus ingenios a fines de los años ‘60 y ninguna otra propuesta laboral estable se hizo eco en esas tierras más allá de la recolección de las plantaciones limoneras y las labores municipales que desempeñan la mayoría de los habitantes a cambio de un plan de subsistencia.

Pese a la similitud, su ambiente es aún más desolador que Mercedes. Ni siquiera al mediodía hay puertas abiertas que arrastren a la calle los aromas de las cocinas. En su entramado de calles de tierra de vez en cuando se ve algún grupo de niños y parejas de ancianos sentados en las veredas. Impacta la ausencia total de jóvenes; la cuarta parte de los habitantes está jubilada y la nula posibilidad de conseguir un trabajo expulsa a los adolescentes, que rara vez regresan a su pueblo.

Su impronta de tiempo detenido se desprende de la mole central y oxidada del ex ingenio. El predio que ocupa varias manzanas es hoy parada

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El terror legisladoSanta Lucía fue la base de la lucha obrera en los

años ‘60 y ‘70 y uno de los centros operativos del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) en el norte. En 1975 la provincia quedó bajo el toque de queda del Operativo Independencia. El plan, avalado bajo decreto por la entonces presidenta María Estela Martínez, ordenaba al ejército “ejecutar las operaciones militares que sean necesarias a efectos de neutralizar y/o aniquilar el accionar de elementos subversivos que actúan en Tucumán”. Según informes de la CONADEP, “entre febrero de 1975 y la Navidad del mismo año se produjeron 114 desapariciones”. La Escuelita de Famaillá y el Ingenio de Santa Lucía cargarían con el oscuro legado de convertirse en los primeros centros clandestinos de detención del país.

de camiones que entran y salen de los galpones. La única inscripción a la vista es la sigla PAMSA, referida a los productores de alcoholes de melaza.

La entrada está prohibida y los guardias miran con recelo la toma de fotografías.

El contrafrente está cubierto por murales y prosas que también recuerdan. Sobre los altos paredones la gente suma rezos en graffiti por la vuelta del trabajo y el fin de las brechas y el hambre.

Después de haber recorrido lo que queda de Santa Lucía, las calles polvorientas de Mercedes, las nuevas hileras de ranchos pobres a la entrada de Lules, pienso en las jornadas sin descanso del cañero, pero también en ese plato de comida asegurado y en la escuela para sus hijos a la vera del ingenio, en la procesión esperanzada del santiagueño cuando alguien le contó “en Tucumán hay pan y trabajo”. ¿Y cómo acercarme entonces a hablar con Sabino sobre las pestes de aquellas fábricas? ¿Cómo no comprender su enfado con aquel hermano militante de la FOTIA que le hacía paros al ingenio? ¿Cómo rebatirle que esa explotación era peor a este abandono generalizado?

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La especulación actual

Quienes recuerdan las épocas de trabajo abundante en los campos de caña dicen que lo peor sobrevino con las máquinas. Lugar del norte que se pise, alguien lleva consigo el pesar por la tecnificación.

Al igual que hoy, las cosechas marcaban su inicio con las primeras heladas, ahí se dirigían los zafreros en masa a hacer los sueldos que debían rendir todo el año si no surgía otra labor. Cortar la caña al ras durante unas 10 horas diarias y no desperdiciar un solo tallo, porque ahí está la mayor concentración de sacarosa. El tradicional trabajo manual se vio interrumpido con el surgimiento de las primeras cortadoras a gran escala que levantaban varios surcos en cuestión de minutos. La tecnología, que resultaba primordial en países como Nueva Zelanda, donde la mano de obra era escasa, fue importada para expulsar a la fuerza de trabajo nativa. Tiempo después los dueños de los ingenios se dieron cuenta que resultaba beneficioso prestarles una pequeña parcela de producción al campesino para después comprarle la caña a bajo

costo. Así comenzó una nueva etapa, la de reducción de empleados y tercerización.

En medio de todos estos cambios surgió una figura intermediaria, la del especulador, que prefigura el rol del capataz regulador en nuestros tiempos modernos. Estos personajes son utilizados por los empresarios para pactar el precio estándar del canchón, que es la medida fijada para vender la caña. El especulador compra al ingenio un talonario de remitos que lo facultan para cobrar por las entregas, lo único que debe hacer es encontrar espacios donde colocar su oferta “Compro caña en canchón” y algún número de teléfono, lo demás es tarea del zafrero si quiere obtener algo a cambio de su cosecha. Este debe encontrar al dueño de los remitos, aceptar el precio de venta impuesto por él, llevar los canchones hasta las fábricas y volver con el remito firmado. El productor no sabrá el precio real de su trabajo; una vez que devuelva el papel autorizado, el intermediario le pagará lo acordado y se dirigirá a cobrar la materia prima al ingenio que paga por peso y rendimiento.

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El intermediario ganará siempre y cuando el zafrero esté necesitado por vender su producción con urgencia. Si no puede esperar a la fecha en que algunos ingenios pagan la suma completa, el especulador aparece como la salvación.

La diferencia entre lo que cobre el zafrero y lo que paga la fábrica por los canchones representa el sueldo del especulador.

Muchos los tildan de contrabandistas con patente y dicen que su negocio es ilegal porque se basa en evadir el IVA y robarle al productor.

–Yo soy un mal necesario para el zafrero. Fueron las pocas palabras que respondió uno de ellos cuando pregunté sobre su rol en el negocio del azúcar. –Sin mí, no pueden vender nada, el ingenio no acepta ventas de otro tipo, si no soy yo, sería cualquier otro. El especulador tiene un techo apenas menos

modesto que el del zafrero, sus padres nacieron y murieron en la clase baja y él apenas puede darse el lujo de comer carne varios días seguidos a cambio de contar mucho menos de lo que sabe.

–¿Esto para qué es, de política? Yo los odio a todos, no quiero saber nada con ninguno, son unos ladrones, los detesto. Se queda en silencio mirando al suelo, es consciente de que está hablando más de lo que le conviene y dice que tiene cosas que hacer.

Me promete una entrevista más tarde, se sube a la moto y desaparece.

Lo busqué durante las cinco tardes y noches siguientes y jamás volvió a atenderme.

–No publiques mi nombre –fue lo último que me dijo.

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IVLules - La resistencia cultural

Rescatar los cimientos

Daniel vive en San Pablo y todas las tardes recorre 20 kilómetros con su mujer hacia las Ruinas Jesuíticas de Lules para esperar a algún visitante que curiosee por allí. En temporada pueden aparecer un par de personas cada tres días; ellos están ahí toda la tarde. Atrás de las ruinas vive Norma, que se encarga durante la mañana de contar la historia del apogeo jesuítico y su devenir.

Los amigos de las ruinas de Lules es impulsado por un grupo de vecinos de la ciudad cercana de San Pablo, que comenzaron a reunirse para levantar el espacio.

Las ruinas son eso, cáscaras de lo originario descubiertas recién en el año 2000. El templo es la cucha de tres perros que salen al encuentro de los visitantes. A un costado, la edificación más derruida se sostiene con barrales en el intento por mantener algunas de las paredes que hasta 1767 fueron las habitaciones donde se evangelizó a los indios Lules.

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Después de que las reformas borbónicas dictaminaran la expulsión de los jesuitas, fueron obispos y cardenales los que ocuparon estos sitios, reformándolo todo en 1880, mismo año en que Roca acababa con los intentos tímidos de Alsina y arremetía con una masacre sobre las tierras y la gente al sur de Buenos Aires.

Daniel espera en la puerta para contarme las leyendas que subyacen en el interior del templo. -Se fundó en 1670, pero lo que vemos no son las construcciones originales, porque en el siglo XIX levantaron los pisos y ampliaron todo. Los padres jesuitas dictaban oficios de carpintería donde construyeron las primeras carretas junto a los indios Lules, que eran de una raza muy fuerte y aguerrida, pero como tenían buena relación se acercaron. También han fabricado jabón, elementos de herrería, vasijas y el trapiche con el que producían el azúcar. Su legado más importante sería el cultivo y el procesamiento de la caña, bien explotado en creciente escala por los criollos terratenientes de la zona en las décadas posteriores a su expulsión. El ser pioneros en la producción de azúcar no los salvaría del destierro, pero a cambio, en 1944, sus cimientos y su obra serían declarados Monumento Histórico Nacional.

En 1781, con el visto bueno del rey, los padres domínicos pasaron a ser los propietarios de lo que pertenecía a los jesuitas. “Yo, el Rey” concluye la carta que concedió el dominio a los sacerdotes, escrita de puño y letra por Juan Carlos III. El documento cuelga de una de las paredes de la pieza contigua al templo, como evidencia de aquel intento por borrar la primera historia.

Ocupación y cambios fueron los pasos inmediatos; contexto que los nuevos dueños volverían a alterar años más tarde con el abandono de la iglesia y el traslado de todo lo que había a conventos de La Rioja y Santiago, incluyendo la imagen de Santo Domingo perteneciente a Tucumán.

El emblema que sobrevive de la época jesuítica es la imagen de San José, junto al niño Jesús. Detrás del altar hay un hueco apenas rellenado con piedras. -Se cree que aquí comienza un túnel que termina en la Quebrada de Lules y que era utilizado por los jesuitas para refugiarse ante un eventual enfrentamiento. Lamentablemente cuando los militares tomaron el gobierno vinieron acá a limpiar y todos los escombros que encontraron fueron tirándolos ahí, así que clausuraron la supuesta entrada. Recién ahora una

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arqueóloga se ha interesado en hacer excavaciones. Daniel mira los espacios vacíos que hay entre los escombros -Estamos esperando que arranquen.

A un costado del templo continúan en pie algunas de las paredes que conformaban las habitaciones de los sacerdotes; una construcción inmensa que hoy es sólo ladrillo y cal, verdín y naturaleza comiéndolo todo, como el aljibe florecido de yuyos silvestres.

Cuentan las historias del lugar que los transeúntes que quedaban varados en la entrada por la noche veían cómo las arcadas y ventanas de la construcción se iluminaban por completo y que al aproximarse no hallaban rastro alguno de aquella luz. Daniel rememora una en particular. -En el año ‘98 un médico viajaba por la ruta de las ruinas y vio a un sacerdote pidiendo ayuda que se subió al auto y lo guió hacia un pequeño rancho donde había un niño agonizando. Siguiendo las indicaciones el hombre llegó y perdió de vista a su acompañante; encontró ahí mismo a una familia, curó al hijo y una vez afuera la madre se le acercó: “¿Cómo se ha enterado de nuestra necesidad? Ninguno de nosotros pidió ayuda”. De vuelta al auto no volvió a ver al sacerdote.

Antes de irme Daniel me lleva a una habitación donde están exhibidos restos de objetos pertenecientes al 1700; en una vitrina, apenas sostenido con una cinta, se lee un folleto “Interpretación de la historia de las ruinas. Grupo de teatro La Red. Director: José Luis Alves”. Daniel sonríe cuando pregunto por el grupo: –Ellos traen una obra para que el pueblo se entere de su historia, vienen una vez por año, son de allá, de Lules.

Los otros olvidados

El micro de vuelta al pueblo no tarda en llegar. El desconocimiento de los caminos hace que en lugar de bajar en el centro de Lules lo haga en la salida, ahí por donde rara vez transitan los que no son del barrio. Los descampados brotan a la vera de la ruta, que no comparte el cemento con estas calles pobres. Entre la maleza de los lotes abandonados van apareciendo hileras de casas humildes avivadas por los colores de los tendales de ropa. Los perros se agolpan bajo la misma sombra de un árbol y son los gallos quienes cuidan las guaridas inflando el pecho y saliendo al encuentro de quien se acerque al enrejado de cañas.

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El paisaje se completa con los varios contenedores oxidados y repletos que aparecen de calle en calle. Bajo 38° el olor nauseabundo de los residuos del pueblo lo irrumpe todo.

Las casas de lata hierven y los pocos chiquitos que se resisten a la siesta salen a buscar a otros despabilados. Son pocos dando vueltas en toda esa extensión de tierra que por la tarde es suya. Inventan hamacas con tranqueras desvencijadas, carreras sobre montañas de escombros y juegos de sapo con el repiqueteo de las piedritas en las aguas de las orillas.

Esos minúsculos de ocho años desconocen el esfuerzo a destajo de sus abuelos y bisabuelos en las épocas de cosecha. Ellos son la tercera generación de desnutridos tucumanos, los nietos de los zafreros, descendientes también de chaqueños, santiagueños y catamarqueños que llegaron a los cañaverales con la promesa de la salvación.

Ser Revolución

José Luis Alves, José Luis Alves; ese único dato resuena en mi cabeza una vez de vuelta a la plaza central. Pregunto por la calle y las indicaciones me llevan a una de las pocas casas opulentas en Lules, toco timbre y me recibe un chico enfundado en equipo Nike. –Sí, lo conozco, pero no vive acá, es un tío, la casa queda en la calle Mitre, del otro lado.

Cruzo el pueblo en diagonal. José Luis Alves, grupo La Red y las ruinas desaparecidas.

“No, acá no”. “No es esta calle”. “No sé dónde queda. Seguí un poco más a ver si...” Una punta de la calle Mitre aparece justo donde terminan las cuadras de casas y arranca el camino que lleva al río.

Llego a la puerta, miro la hora y pienso otra vez que la una y media de la tarde es un horario poco acertado para llamar con este calor y caerle bien al dueño de casa. Toco igual.

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José Luis abre la puerta con uno de sus hijos colgado de la pierna derecha, mientras otro grita desde el fondo. Le cuento sobre mi interés por el grupo de teatro que él dirige y sobre su trabajo en las Ruinas, alza a su chico y de inmediato invita a entrar haciendo un ademán con la mano que le queda libre.

–Disculpá el lío, es que los chicos... y comienza un revoleo de juguetes que caen atrás del sillón. Las paredes de la casa son un mural de rayones y dibujos de sus cuatro hijos más chicos que van apareciendo avisados por el primero al grito de “¡hay visitas!”.

–Las ruinas son nuestro pasado, era un lugar que estaba abandonado y para nada integrado a la vida de los luleños y quisimos hacer una obra, contar esa historia y transformar al lugar en una gran kermesse, que fuera una gran fiesta del pueblo.

En los tiempos en que José planeaba la obra se conectó con un arquitecto que trabajaba en Cultura

del municipio, quien a su vez estaba relacionado con arquitectos de Nación interesados en las ruinas. -Esta gente quería trabajar sobre el espacio y me preguntaron si tenía algo para aportar al proyecto... Fue como si se hubieran alineado los planetas, era el momento. Ahí con Sole, también actriz y mi compañera, encaramos de lleno el desafío de generar el acercamiento desde lo humano.

En aquel entonces la gran fiesta del Patrono San Isidro Labrador ya contaba con la beatificación municipal, faltaba el reconocimiento de aquello socavado por las firmas del Rey. -El teatro en su función social busca conectar e integrar. Bajo aquel espíritu fue que el grupo se propuso tender la red con el otro lado del río Lules. -Al principio la respuesta del pueblo no fue muy buena, hubo mucha resistencia. Incluso el municipio, después de varios años vino a abrir justo otra sala de teatro cuando nosotros levantamos la primera.

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Los pasos fundantes

A partir de los ‘30 el teatro comenzó a cobrar importancia en la vida social de Lules, los padres de Soledad y José Luis fueron la primera generación que creció luchando por expandirlo. En los ‘60 el grupo que crearon experimentó su mayor esplendor, años intensos donde el Tucumán Arde hacía eclosión, aunando la fuerza artística con el compromiso sociopolítico.

La brutalidad militar de los años siguientes volvería a socavar todo lo conseguido hasta el momento. Nuevamente el trapiche en las manos del empresario, pero esta vez a sangre y fuego. El cierre de los ingenios ejecutado por la anterior dictadura de Onganía ya había arremetido contra los hombres y las tierras tucumanas. Acorralados, el hambre y la desesperación fueron la antesala del terrorismo de estado que silenciaría las voces de esa cultura floreciente.

25 años después los hijos de esa generación decidieron reanudar el camino. -Los primeros años,

allá por el 2000, fueron muy complicados; la gente se resistía mucho a aceptarnos, creían que éramos un grupo de locos. Una madre llegó a sacar a tirones a su hijo del proyecto y los jóvenes nos destruían a piedrazos el local que teníamos. El enfrentamiento hizo erupción cuando el grupo decidió pasar al ámbito público. Lo que había era terror, una marca profunda, pero sin rostros.

–Aún no hay muchos espacios artísticos de contención para los jóvenes, de a poco van surgiendo, pero todavía no son suficientes, es vital que ellos tengan canales de expresión.

La Red surgió para aquietar las conciencias de una sociedad que le era hostil y se encontraba en medio de la crisis. Y las piedras no importaron, la destrucción de su primera sala no fue un impedimento para continuar; por el contrario, levantaron otra con esfuerzo en plena avenida y golpearon hasta el cansancio las puertas del municipio.

Hace poco tiempo José Luis y Soledad consiguieron ayuda provincial para rodar por Tucumán con su

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obra “Yo también quiero actuar”; mientras ven crecer ese otro logro que quizá sea lo más gratificante de su lucha en Lules: la construcción de una sala y un anfiteatro municipal que inaugurarán con una obra, coincidiendo con el 11° aniversario de vida de La Red.

Desde hace dos años el grupo cosecha otro logro inmenso: trabajar en el Encuentro de Teatro Popular Latinoamericano, una actividad que viene forjándose gracias a los distintos grupos existentes en Tucumán y Jujuy, que propician la llegada de actores de Buenos Aires, Chile, Costa Rica y Brasil. Por sus características, el teatro popular busca manifestarse en lugares públicos y abiertos, interviniendo de una forma distinta los espacios sociales; por eso para el ENTEPOLA Salta es como un puente que no pisa. –Allí las obras son más de sala.

–Tengo sed de té –ruge Oliverio cada tanto, colando sus chillidos de cuatro años en el grabador. Atrás suyo aparece Simón con una seriedad que hace disrupción en aquel ambiente circense y familiar. Los más chicos, Manuel y Lola se disputan el amor de Yolanda, una perra diminuta, en un juego extraño

en el que gana quien más gruñidos obtenga de la mascota. Mamá despierta de su siesta y se suma a la ronda de mate dulce hecho a base de distintas clases de té. -Acá todos somos artistas, ironiza José, mientras Soledad rememora el trajín actoral con su primer hijo. -Simón dice que es actor desde que nació y es verdad. En esa época hacíamos una intervención callejera, interpretando a una pareja de mendigos. En un momento agarro de un cajón de verduras a un bebé envuelto en mantas y lo arrullo; la gente pensaba que era un muñeco, hasta que Simón movió los deditos y todos se horrorizaron. Las risas de ambos vuelan muy por encima de aquella escena.

–Nuestros hijos también actúan con nosotros.

La identidad socavada

Una abuela saca su silla a la vereda ante la brisa prematura que aparece después de las siete de la tarde. Al principio es hosca y responde con monosílabos, mientras su hijo cuenta sobre la fundación de Lules y cómo se fue poblando de hombres y mujeres de distintas nacionalidades; de a

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poco ella sonríe y comparte los datos que recuerda. Su padre, de origen portugués, llegó a los 20 años y se fue haciendo argentino y norteño en el traslado de la producción de cítricos.

Lules es un híbrido de razas. San Isidro de Lules, como se llama desde hace diez años, nombre mestizo, entre colonizadores y originarios.

José Luis lo repite como hablándole a un otro que no está en la habitación: –San Isidro de Lules, ¿¡San Isidro!? En el año 2000 por iniciativa de un sacerdote que llegó al pueblo “con una serie de papeles que él presentaba como investigaciones auténticas” y sin ningún tipo de consulta popular, los concejales del milenio levantaron las manos cambiando la identidad del pueblo. A partir de entonces, los habitantes serían reconocidos como sanisidrenses. –La verdad es que no hay uno que se referencie con ese nuevo bautismo, acá somos luleños, nombre que remite a nuestros orígenes, a los que habitaron originariamente estas tierras, a los indios Lules.

El nuevo nombre sería impuesto en honor a la voluntad del cura Zoilo Domínguez, que así había bautizado a su propiedad después de dividirla en manzanas5.

La de Lules es una historia contenida, una identidad recubierta por los que la invadieron después. El pueblo asoma entre aquellas ruinas que yacen por debajo de la edificación sacerdotal, es la impostación de un nombre que a nadie llama. Lules es el recuerdo de infancia de los que hoy son padres y no pueden criar a sus hijos por donde ellos anduvieron. El camino tranquilo de costa que lleva

(5) Declaración del 15 de octubre de 1926 por Eliseo Cantón. “Tuvo el gran mérito -el cura Zoilo- de haber fundado en terrenos de su propiedad, cedidos en buena parte al público, la aún floreciente villa de San Isidro, ubicada en los terrenos altos y planos que enfrentan por el oeste a la hermosa quebrada per-petuadora del nombre de los valerosos indios Lules. Obra suya fue el trazado y delineación del futuro pueblo que en nada se diferencia de los tradicionales modelos españoles para esta clase de construcciones: plaza central cuadrada, hoy orlada en sus costados por una doble y bella fila de palmeras con jardines interiores, y las clásicas manzanas del damero colonial”.

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a la Quebrada de Lules fue vendido y justo donde se corta el camino, un alambrado erige la propiedad privada. Los más chicos se inventan ese paisaje a través los relatos de los mayores, hasta que un día se aventuran a llegar por el camino que los jóvenes pueden transitar. Meterse en el cauce del río, avanzar saltando piedras, contracorriente -cada paso es el recuerdo de una indicación que resuena en la mente-. Recién ahí la Quebrada, la libertad del otro lado. Un túnel de barro que tapa las rodillas se abre paso y atraviesa el cerro, para llegar hay que viajar a pie durante 50 minutos con una linterna. Terminado el trayecto y de vuelta en la luz, los techos de un pueblo desaparecido bajo un alud de barro son el suelo por donde avanzar. Cerca sobrevive una usina, lugar que el ERP utilizó como base de operaciones en los años ‘70.

–Los brazos de la dominación van cambiando de matices según la circunstancia, tienen rostros y efectos disímiles. José Luis recuerda que la privatización tomó por sorpresa –un día estaba cercado– y que pocos reclamaron ante el cambio de nombre.

Los luleños cargan también en sus espaldas el peso de la explotación campesina en los ingenios y los días cruentos de hambre cuando ya no hubo trabajo. –Este ha sido siempre un pueblo muy castigado, supongo que por eso no habremos podido pedir por nuestra identidad.

El originario redimido. Las órdenes del rey. Los padres huyendo por ese túnel que nadie más conoció. Los domínicos apropiándose del templo. La independencia de la oligarquía criolla a costa de la sangre de las fronteras. Las huellas del oro blanco

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que los jesuitas olvidaron limpiar. El trapiche hallado por las manos del empresario. El ferrocarril en abanico tragándose aquel oro blanco para Buenos Aires. Los pueblos surgiendo y desplomándose al ritmo de los ingenios. El trabajo y el calor sofocantes transpirando las manos encallecidas.

A 20 kilómetros de la capital, Lules sigue llamando a campesinos de otras provincias con la perpetua promesa de la providencia; ayer la caña y hoy la frutilla acabarán con el hambre.

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VSimoca

“Feria donde se divierte mirando tanta riqueza junta en gallinas, chivitos, fruta y verdura. Todo eso que en dos vagones se va luego

a la capital tucumana, para venderse al doble porque la vida es cara...”

Octavio Rivas Roney

300 años de lucha

Los sábados Simoca amanece a las cinco de la mañana. Los que se acercan desde otros pueblos y provincias habrán pasado la noche viajando con sus cargamentos de productos para llegar temprano y armar las estructuras de los puestos.

Los primeros en llegar son los verduleros: a las seis ya están acomodando los alimentos,

mientras ven aparecer a los carniceros, los que venden especias y finalmente a los artesanos que se hacen presentes a eso de las diez.

Simoca nació con hambre, escapando del calor húmedo bajo la sombra de los pucarás que pasaron a ser el orgullo del pueblo por haber resguardado a las

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tropas de Belgrano. Hoy se sostiene prácticamente con la producción primaria que desarrolla gran parte de la comunidad. La feria surgió en 1710 en pleno contexto de las misiones jesuíticas; los grupos llegaban en carretas hasta la plaza cargados de provisiones para el viaje. Para alivianar la espera comenzaron a trocar sus productos al punto en que la actividad llegó a instaurarse como preludio de las misas. El productor de otros pagos se acercaba a la plaza de los sábados atraído por el comentario de que allí tendría un espacio donde volcar el excedente de su trabajo y obtener lo que necesitara. Satisfacer la carencia con lo que a otro le sobrara. Los jesuitas serían expulsados 17 años después pero en Simoca la semilla continuaría germinando por siglos.

La feria fue convirtiéndose desde aquel entonces en una gran fiesta del pueblo y de la provincia, donde los puesteros comenzaron a abastecer con su mano de obra a bajo costo a muchas localidades de Tucumán, rotando los productos por rubro durante la semana hacia otros pueblos y ciudades cercanos,

como las verduras en Monteros y Lules.

El Municipio es hoy el ente regulador al que las personas se acercan para incorporarse, pagando una cuota semanal que varía según la producción y la cantidad; poner un puesto de verduras cuesta $8, los de pimientos y especias pagan $12, los de ropa y carnicerías alrededor de $20 y los más pequeños, que venden golosinas o algunos juguetes, salen $5.

Devenida hace tiempo en postal turística y anecdótica por sus 300 años de existencia, continúa siendo el sostén principal de los simoqueños. Durante la semana todos los integrantes de la familia trabajan en el cultivo, cosecha y elaboración de los productos que serán vendidos en mayor medida en la feria tradicional de los sábados. En temporada -julio, enero y febrero- algunos logran mantenerse con el puesto, aunque la mayoría desempeña otras tareas, tomando a ese espacio como la changa extra de la semana.

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Ricardo es el director de Turismo desde hace tres años y pasa todos los sábados en la entrada del predio informando a los recién llegados sobre las cualidades del paseo; nació y se crió en Simoca, íntimamente relacionado a los feriantes gracias al emprendimiento familiar que se dedica a distribuir las bebidas en las parrillas del complejo. –El espacio comenzó a abrirse a los ojos del turismo hace unos 30 años a partir de la instauración de las festividades de julio en donde se homenajea a los trabajadores y a la continuidad de la tradición.

La feria es un medio vital para la subsistencia del pueblo ya que no posee fuentes estables de trabajo más allá de la agricultura familiar. Con 11 mil habitantes, Simoca pertenece al Departamento más empobrecido de la provincia. Se ubica en la zona este, desabastecida de industrias, mientras la oeste ostenta su amplio cordón fabril atravesado por la ruta 38. La Municipalidad funciona como aliciente brindando distintos planes de ayuda social, como el talonario de viajes destinado a jóvenes que estudian en la capital,

ya que para cualquier simoqueño la distancia es una barrera económica para llegar a la universidad o a un puesto de trabajo, y hacia el interior del pueblo se practica un sistema de jornalizados integrado por 25 jóvenes que realizan tareas de información turística y mantenimiento municipal durante 20 días al mes, cumpliendo un horario de cuatro horas por el que reciben $20 diarios.

Ricardo lamenta la emigración de la cantidad de chicos que se acercan a la Municipalidad para obtener pasajes a la provincia de Buenos Aires. –Muchos se van durante todo el verano a Villa Gesell a trabajar de mozos, lavacopas y cocineros para tener plata durante el año. Desde hace varios años el simoqueño es mano de obra barata que se importa a los puntos turísticos bonaerenses. Un día alguien probó suerte y volvió para correr el rumor; hoy se espera el verano como la lluvia en los campos para poder volver con algo de dinero a casa. –En Buenos Aires saben que el tucumano trabaja, Simoca es casi una fábrica de maestros y policías porque era lo único que

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los chicos podían hacer. Pese a que nuestro pueblo sufre privaciones el simoqueño está orgulloso de sus orígenes, cuando se va de la provincia no se dice tucumano; él afuera es simoqueño.

Ricardo habla mientras se dirige hasta el arco de entrada. –Me tiene disconforme esta entrada que hicieron en años anteriores, la construcción les saca protagonismo a los feriantes, los deja muy tapados. Soy bastante celoso de la feria, es nuestro lugar.

Por fuera, en un descampado enfrentado al predio, dos familias montan puestos y descargan sus camionetas. Traen chanchos y ovejas. La faena es en vivo para el comprador que elije al animal y se lo lleva muerto y pelado. En los años en que el mercado preexistía al estado argentino, los tendales de faena estaban incluidos en el circuito comercial pero hoy, por cuestiones de salubridad y falta de espacio, quienes crían también tienen que matar en sus casas y traer los cortes vendibles. Los que se resisten a esta adaptación montan su matadero del otro lado del arca de entrada y ahí pasan la tarde, aguantando con mates la llegada del cliente que ordene el degüelle.

En el tendal más paria de los sábados trabaja toda la familia; a la sombra las mujeres rellenan las tripas con carne, mientras los hombres sacan los animales de las chatas, los amarran entre sí y los tiran al alisado de tierra cercano al cordón de la vereda que funciona de exhibidor para los clientes, la abuela sigue la ronda del mate y charla con alguna otra mujer en voz alta para tapar los gritos del chancho que se amansa a palazos hasta que cae al suelo. En una mezcla de hazaña y juego, cuatro nenes se arrojan sobre el animal y lo agarran de las patas cuando al más fuerte del clan le toca degollar. El olor a sangre y cuero inunda el lugar que mira con recelo la llegada de cámaras. Si no hay trabajo que hacer, los más chicos piden el retrato al instante ofreciendo su mejor pose de luchador aguerrido.

Frena una camioneta, baja el cliente, saluda y examina al criadero, el puestero le informa con qué han sido alimentados, el tiempo y el peso de cada uno; el cliente escucha disperso con los ojos puestos en los chanchitos amarrados que se enciman buscando otro cuero donde resguardar las patas y el hocico. Elije y la familia toda sonríe. –Ramón,

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traé el agua. Un pibe corre y vuelve con un tacho listo para limpiar la presa. Los más chicos quieren su puesto heroico, pero con dos alcanza, no son lo suficientemente grandes como para ocupar el rol principal; el chancho grita y se retuerce, el hombre le estruja el cuello con las dos manos y le traza a cuchilla una línea perfecta por la garganta. El aire vuelve a pesar igual que antes, ya no hay gritos que opaquen el calor y la sangre que brota es pan comido. Con un poco de agua corta y limpia el cuero que empieza a pelar hasta dejarlo limpio; el cliente esperó toda la ceremonia, ahora pasa por caja, le deja unos billetes a la mujer, abre la puerta trasera de la chata para que le carguen la comida y desaparece por la calle que sale a la ruta.

Después de la ceremonia, me acerco a una de las mujeres que está contando la ganancia por la que pone el cuerpo toda la familia. –Nadie quiere estar matando animales pero alguien tiene que hacerlo. Son muchos los simoqueños que viven de los criaderos abasteciendo a los alrededores.

Nos horroriza la faena pero aplaudimos al asador después de masticar el primer pedazo jugoso y tierno.

Otra vez a los pies de la entrada un arco pinta la leyenda famosa: “Simoca: 300 años de historia”. Hacia el interior se distribuyen unos 400 puestos en hileras de cinco callecitas de largo por tres de ancho. En una de las alas de la feria se extienden las distintas parrillas comedores ubicadas bajo galerías de paja, madera y caña. Desde temprano se van entremezclando los olores de las humitas al plato y los tamales en chala, los puestos de carnes secadas al sol, con los embutidos rellenados en el momento. Por fuera de la zona de comidas, la feria no se divide por rubros, Ricardo comenta que si bien el cambio ordenaría la feria, sería bastante perjudicial para los puesteros ya que muchos tienen su lugar desde hace 50 años y el cliente se acerca a buscarlos al lugar de siempre. Caminando uno comprueba que efectivamente es así, son pocas las personas que llevan menos de 10 años trabajando en los sábados simoqueños.

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Simoca es un varieté de olores y colores; los especieros exhiben orgullosos su cosecha formando montañas de pimentón, azafrán, perejil y orégano sobre los tablones haciendo atemorizar al cerro de siete colores en Jujuy. Las moscas se amotinan en los cortes de carne colgados de los quinchos de paja y el dueño lucha disimuladamente con la peste que aleja a los clientes desacostumbrado a la falta de refrigeración. Entre el sol de las dos de la tarde y los centenares de personas que desfilan entre los pasillos formados por los puestos, se genera un microclima de unos 40° donde las hormas de queso se derriten y rebalsan de las mesitas plegables.

El camino da hambre y sed y lleva a los quinchos de comidas donde algún hombre siempre se interesa más en guitarrear que en comer; los cantos se sienten desde lejos, acomodándose al ritmo natural de la feria.

Para uno de los trovadores la feria es su descanso. Sobre la mesa deja caer el cansancio de toda una semana a fuerza de vino tinto mezclado con coca y coplas. Llega a media mañana y ahí se queda hasta

las seis de la tarde cuando casi no quedan puesteros. Ya entrando, el cuerpo se le va alivianando. Hay una mesa áspera esperándolo, un par de conocidos que van a rodearlo para pedirle una canción y el parrillero de siempre le acercará la primer jarra de vino que amase el estómago para recibir algún pedazo de carne o un tamal. Seguirán llegando las jarras casi sin pedirlas, entre el acompañamiento que cualquiera le hará a su guitarra dando golpes contra el tablón y el canto de alguna niña que le recuerde un tema de la semana anterior.

A media tarde se sentirá agotado, embriagado y alegre. No dejará de cantar, aunque los párpados empiecen a caer, si hay alguien cerca; el domingo ya no será esta única fiesta que apenas alcanza para darle placer y sueño al cuerpo, para que duerma enteras las horas próximas. El lunes todo esto habrá quedado lejos, el lunes es al alba, arriando bolsas mientras hilvana coplas para acompañar el vino del sábado siguiente.

Se vive por ese pedazo de placer que llega en algún momento y dura menos que el tiempo.

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VIMonteros

Pan de ayer

–Este pueblo se cree Hollywood. –Dilma habla desparramando gestualidad con la cara, las manos y los brazos, tiene además una estridencia magnética al hablar que impide la distracción. La casa de acá enfrente por ejemplo, con ese revoque a medio hacer y techo de chapa te la quieren cobrar como si estuvieras en Beverly Hills.

Dilma me encontró recién llegada a Monteros, merodeando por las calles dormidas de las tres de la tarde en busca de un hotel que preste refugio del calor por mucho menos de $100. Apoyada en la entrada de la agencia de Quiniela de su amiga Mirta, mira cómo los pocos que pasan lo hacen con los ojos perdidos en la pizarra de los números ganadores. Los que van en bicicleta no dejan de pedalear mientras revisan el tablero, salvo cuando la duda los ataca, como para frenar de un tirón para acercarse un poco más a la vereda.

–¡Mirá éste... Rubén, un día la suerte te va a matar,

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poné los ojos en la calle! ¡Qué desgraciados, cómo se obsesionan con este jueguito! –Dilma vuelve la vista para el interior del local–. Nos entretienen con esto viste, con las sobras... El judío ese se roba toda la plata.

“El judío ese”, le llaman al gobernador de Tucumán, candidato que Dilma no votó, porque no eligió a ninguno, nunca. Para cada elección se presenta en el complejo en que le toca votar, hace cola y saluda al presidente de mesa que es vecino suyo. –Ahí nomás miro los nombres de los candidatos y digo chau muchachos, en cuatro años volveré... Es que he visto a tanto miserable enriquecerse a costa de la pobreza de nuestro pueblo, pisoteando la esperanza de la gente que no voy a votar por ninguno. Mi voto es el más difícil, eso digo siempre en los comicios cuando me preguntan por qué no entro al cuarto oscuro. Tengo 52 años y no voté en mi vida, pero ¡ay! el día en que encuentre a uno honesto, te juro que me lo subo al hombro y lo llevo a recorrer todo el país.

En la ciudad corre el mito de que el gobierno provincial maneja la suerte de la lotería tucumana. -Por eso es que todos se vuelven locos. Uno viene

acá con sus ilusiones y dice “Mirta jugame $10 al 32, matutino y nocturno”. ¡Y al otro día vuelve a salir el mismo número que ayer!, así nunca le van a pegar y el juego se les viene como la novia que los dejó, ¡se obsesionan! –En épocas de elecciones se hace rodar otra historia, el fulano que se lleva el pozo grande es una especie de testaferro que financia la campaña del político con suficiente peso como para meter mano en los resultados del azar. –Los monterizos son muy cabuleros.

Habla y mira a Mirta en gesto acusador, que se sonríe huidiza por debajo del mostrador. Ella dice que no es adicta, que el local es de su hermana y ella la ayuda de dos a nueve de la noche, que se queda siempre a escuchar la nocturna porque corresponde, que con una amiga juega sus 50 centavitos diarios y las más de las veces lo recupera, así que casi que ni es juego lo suyo. -Y si apostamos $1 y ganamos $7, tengo esa mitad para jugarla toda sin culpa al otro día.

Y el cabulero tampoco surge por ósmosis. Hasta 1960 lo único oficializado eran el casino y la lotería,

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el resto del juego era clandestino. La explotación del rubro por parte del gobierno tucumano se inicia con Celestino Gelsi, quien después de llegar al gobierno en el ‘58, dio rienda suelta la quiniela dándole una difusión abrumadora.

Se considera que el juego inmediato es el que genera mayor adicción, dado que la persona se encuentra en constante estímulo adrenalínico por las apuestas seguidas.

Monteros tiene 20 sub agencias de quiniela reguladas por la cabecera, que es la única casa que recibe premios por número ganador. El que levanta una sucursal gana un pequeño porcentaje por jugada, para el cajero de turno no hay margen de error a la hora de marcar las jugadas, si se equivoca debe desembolsar la suma y no tienen ningún tipo de seguro contra robos. Clin-caja. Se calcula que son 1000 las apuestas que efectúa cada agencia por mes, lo que da un resultado de 20 mil jugadas en una ciudad que apenas pasa los 30 mil habitantes.

Lecciones de idiosincrasia

–Vos acá chiquita no pagués alojamiento, andá y hablá con el intendente, decile que sos periodista y que te dé un lugar en el albergue. ¡Si esa pieza está de gusto ahora! La usan cuando viene la feria, para darle dónde dormir a los artesanos que llegan de afuera. Mirta por favor, ayudá a esta chica a ver si le conseguimos la pieza. Hiperkinética y elocuente, saluda y se va por un rato.

La miro a Mirta, ella siente ahora que estoy a su cargo, así que me saca una silla a la vereda y dice que la aguante un rato. Paso las primeras dos horas estudiando el fileteado del cartel de la gomería de enfrente. “El ahijao”, dice. Imposible olvidarse. El piso arde, no hay un hueco de sombra, ni una sola nube. Toda la vereda es mía y del abuelo dueño de la forrajería, que desde hace un rato sacó su sillón de mimbre y se sentó a regar la vereda. Saluda levantando el brazo y siento que para hacerlo está librando la lucha de su vida contra la gravedad. Moverse cuesta, no quejarse, más. Desde el local

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suena intermitente el clin-clin de la caja, mientras Mirta suma y guarda la plata. Le digo que me voy a una pieza e insiste que no, que ahora me lleva a buscar la solución.

No quiero ser descortés y ese sentimiento me vale dos horas más de vereda en medio de esa caldera de cemento y fuego, sin saber exactamente qué es lo que estoy esperando. A las cinco de la tarde empiezan a asomar las cabezas y de un momento a otro se llena el boliche. Anclarse siete horas en la puerta de una agencia de quiniela es una experiencia que, observada con distancia, resulta interesante. En mi primera vez descubro cómo hasta los medios que cada uno tiene para jugar $1 pasan por una cuestión de clase. Los obreros, que llegan con las herramientas al hombro, los grupos de quinceañeras, los hombres descalzos en bicicleta, y hasta las chiquitas de no más de diez años hacen cola para apostar; mientras aparecen esas perlitas infaltables de un pueblo cuando muchos tienen poco y los pocos que tienen lo ostentan mucho: cada tanto un auto lujoso frena y alguien le chista a Mirta, ella sale disparada a la vereda con la jugada que ya tiene preparada para

el cliente que antes de salir la llamó por teléfono y ahora sólo baja el vidrio para pagar y arranca.

Recuerdo la publicidad poco feliz de la lotería de la provincia de Buenos Aires que intenta demostrar cómo el porcentaje de una jugada puede ayudar a quien más lo necesite. “Toda una provincia deseándole suerte” cantan los folletos que muestran a una verdulera abrazando a su nene de 6 años entre los ramos de acelga, las papas y varios cajones de tomates.

–Nos entretienen con esto viste, con las sobras, pan de ayer... Las palabras de Dilma zumban en el aire pesado de la tarde monteriza.

En medio del calor que el cemento escupe, el chico que me chista desde adentro se me aparece como un enviado celestial, tiene una botella de agua helada en la mano y es toda para mí. No probé mejor bálsamo que ese en toda la vida. Dentro de la agencia, entre las publicidades del pozo vacante del telekino, hay un cartel escrito a mano que desentona con el rubro: “Compro caña en canchón”. Le pregunto a Mirta por

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el aviso y ella dice que es el negocio de su hermano, que él se encarga de acercarle la materia prima a los ingenios para que produzcan el azúcar, pero que vayamos yendo que lo mío es más importante.

Montadas en la Zanella recorremos de punta a punta la ciudad buscando a alguien que tenga que ver con la Municipalidad. Primero a lo de Cecilia, la encargada de Cultura. Llegamos a la casa; nadie. Mirta zarandea la puerta y no afloja, pregunta en la despensa de al lado, el dueño le dice que no la vio. –¿Puedo entrar por tu patio de atrás, que da al de ella? Lo más seguro es que esté dormida ésta y no escucha el timbre. El fiambrero evade el pedido y nos dice que le va a decir a la chica que la andamos buscando. Vuelta a la moto rumbo a la casa de un concejal. El trotar del vehículo levanta el alisado de piedritas que pegan en los plásticos laterales. Diez cuadras, veinte, giro a la derecha, otras cinco, giro a la izquierda, ya no sé por dónde ando y olvido el motivo por el que estoy en la moto con mi recién conocida Mirta en la ciudad tucumana de Monteros. La piloto me habla pero el ruido del caño de escape tapa todo intento de diálogo hasta que frenamos

otra vez. –¿A la casa del intendente?... mejor a lo de éste que yo conozco. Ella siente que va a pedir un favor y no quiere, está acompañando la candidatura de la nueva cara del pueblo y no conviene que la vean necesitando algo del viejo.

La mujer del concejal abre la puerta con el cerrojo puesto. Mirta le habla al ojo y la media nariz que se asoma. –No, no está ni sé dónde, nos contesta la media cara y saluda con gesto de no querer volvernos a ver. –Esta se persigue conmigo, pasa que mi hermana anduvo 12 años con el marido y aunque se casó con ella viste... donde hubo fuego cenizas quedan. La frase es un refresco brutal del lado B de la idiosincrasia pueblerina.

Mirta da todo para el que llega de afuera, enumera la gente con la que se peleó porque hablaban de más, y se deshace en detalles cuando puede contarme lo cansada que la tiene su hermana con el temita de la limpieza del hogar, que a ella le gusta levantarse a las 12 porque se queda timbeando con quien encuentre toda la noche. –Trabajo todo el día después, me lo merezco. Me dice que igual le gusta

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la agencia, mira los números que salen, los compara con los anteriores y afirma la teoría de la zona. –Mirá acá, ¿quién se lo cree? ¡Primer, segundo y tercer puesto al 92! Le digo que ella es un caso particular donde su trabajo y su placer andan mezclados, se ríe, me agradece un cumplido que no hice y termina con que sí, que es linda su vida y tranquila y que siempre vivió de la lotería. –Antes estaba en otra agencia, trabajaba TO-DO el día y cuando salía, para desenchufarme, me iba a los flyper. ¿Sabés lo que son los flyper? Un día se los llevaron todos para los turistas de Tafí y no volvieron más... Cuando damos con la llave del albergue municipal Mirta saluda rápido y se pone el casco. Misión cumplida. Le da una patada al arranque de la moto y con la arritmia del caño de escape se aleja diciendo que a la noche va armar otra timba con la gente del barrio en su casa, que la joda dura hasta las cuatro de la mañana y que seguro la hermana va a hacerle algunas empanadas.

Ser de carne, hueso y oficio

Dar con Tulio es extraño. Ni bien uno entra en Monteros es recibido por un anuncio orgulloso pegadito a la oficina de turismo. “Bienvenido a nuestra ciudad: Cuna de poetas y tradición”. El que entre ahí atraído por el cartel se lleva una inesperada sorpresa. El cuarto está adornado con una cantidad inmensa de folletería y cuando se consulta a la encargada qué se puede conocer en la ciudad, no hay margen de duda. –Nada, hoy acá todos se están yendo para el Mollar, que es muy lindo, a pasar el fin de semana. Te puedo dar unos informativos de ahí y de todo el Valle Calchaquí. Así es como al mismo tiempo que la frase inmortalizada atrae a algún curioso, otro agente lo empaca rumbo al valle con los folletos de antemano.

Cuando en las calles se pregunta por los poetas todos sacan a relucir el nombre de Tulio Otonello. Su figura es el orgullo y la forma mito de la ciudad,

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todos saben de él y promocionan su reconocimiento como historiador de la zona, pero pocos hojearon sus trabajos. Cuando se le menciona su reputación automáticamente le brota un orgullo vergonzoso. –Lo mío es pura garra. Eso de ‘cuna de poetas’ habrá sido una época, y hoy ya es parte de la liturgia del pueblo, como decir que en tal lugar hay mujeres lindas o en tal otro hay tipos inteligentes. Monteros tuvo sus años de gloria a nivel educacional a partir de que fue elegido para fundar una de las primeras escuelas normales de Tucumán; de ahí la tradición literata, hecho que fue menguando con la instalación de otras instituciones similares en el resto de la provincia.

Tulio se dedicó a trabajar para poder recorrer una a una las provincias argentinas y toda Sudamérica. Entre sus experiencias rememora un día histórico, aquel 11 de marzo de 1990 que puso fin a la dictadura de Pinochet. Con su afición a la foto- grafía encima, se había acercado para verlo aunque sea una vez, robarle una imagen en el momento

mismo de su derrota para no olvidar jamás. En su memoria Tulio sigue viéndose en medio de ese clamor libertino. –Llegué el último día de Pinochet en el poder, estaba ahí en la Toma de Posesión, esperando el traspaso de mando que tenía que darse en público y nunca ocurrió. En la plaza del Palacio de la Moneda estaba toda la gente que apoyó el referéndum chileno del ‘88, y yo recordaba cómo había sido mi último viaje, cuando crucé por el norte, me detuvieron y sentí tanto miedo que no volví. El interrogatorio y el control eran tan duros que yo pensaba “si caigo acá ¿quién me va a sacar, quién?” Era imposible.

La pasión por la historia y la fotografía estuvieron presentes desde siempre aunque nunca pudo dedicarse íntegramente a estudiarlas en una academia. Pasó su juventud empleándose en los comercios que tuvo su familia. –Primero fue un mercado, después una estación de servicio y ahí siempre estaba yo, por supuesto no era lo que me gustaba, pero en ese momento no tenía otra opción.

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Entre el cotidiano laboral empezó a hacerse tiempo para leer historia, experimentó con la educación autodidacta y se hizo de una rutina; ni bien terminaba su horario a la noche, comía y se metía en algún libro nuevo durante tres horas antes de acostarse.

Su afición lo llevó a indagar sobre los orígenes de la ciudad, reconocida por llevar muy adentro una historia que involucra la identidad de toda la provincia. En el siglo XIX una peste invadió la capital ubicada en lo que hoy es Ibatín, la localidad pegada a Monteros, a 60 kilómetros de San Miguel. Las autoridades decidieron un traslado urgente hacia el actual centro tucumano que se prolongó durante cinco años. Fue tal el choque de intereses y controversias que despertó esta decisión que una vez que la comunidad se reinstaló la tesorería municipal continuó funcionando en Ibatín durante tres años más. Cuenta el folklore popular que los muchos que se negaron comenzaron a refugiarse en los montes para evitar la mudanza forzada. Las memorias recrean cómo una cantidad de familias enteras reinició su vida en medio de la nada, viviendo en una huida constante de la autoridad, hasta que se nuclearon dando origen a una ciudad cuyo nombre haría honor a su hazaña monteriza. Tulio se obstinó

en revisar esa historia afincada en las raíces de su pueblo hasta dar con los registros originarios.

Pasaron 15 años de búsqueda hasta que llegó a los papeles que darían sostén a sus certezas. Los documentos originales declaran que Monteros nació el 28 de agosto 1754, después de que sus calles fueran concluidas bajo la métrica establecida, dando origen a una ciudad forjada estrictamente bajo la norma de su época.

–Lo primero que llama la atención es que un pueblo nacido al azar no tiene un trazado regular y esta ciudad es muy cuadradita. Lo que me terminó por despertar todas las refutaciones es que la Iglesia está frente a la policía, esa esquina era el Cabildo y esas son ubicaciones que están determinadas por las leyes de Indias. Entonces no era una ciudad surgida al azar. –Si el azar fuera tan exacto ningún gobierno se arriesgaría a fomentar el juego que tanto desvela a los monterizos.

–Hubiera sido muy lindo que la cosa haya surgido así. Es una visión muy romántica, hermosa por supuesto, que presta a un montón de interpretaciones interesantes, pero nada de eso fue como lo cuenta el mito...

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VIIAmaicha del Valle

El pueblo libre

Amaicharse significa juntarse, encontrar a otros para compartir los pesares y los días, para crecer y crear, reivindicando el sentido de la vida en comunidad.

Amaicha del Valle es libre desde antes que la oligarquía criolla se lo planteara como posibilidad; la comunidad diaguita mantiene esa misma potestad que tuvieron todos los pueblos antes de las invasiones colonizadoras. Amaicha está de pie, recibiendo a quien llegue, con su orgullo más sagrado: las tierras le pertenecen. España lo dictaminó un día, confiriéndole una cédula real que

acredita independencia a un pueblo que lleva más de siete milenios en ese suelo.

A través del documento la corona devolvió a los diaguitas lo que siempre les perteneció.

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“Nos los Gobernadores Don Francisco de Nievar y Don Jerónimo Luis de Cabrera y los Jefes de su Majestad Real Don Pedro Díaz Doria y Don Francisco de Lamercado de Villacorta reunidos en este paraje de Encalilla para dar la posesión real al Cacique de los pueblos del Bañado de Quilmes, San Francisco, Tio-punco, Encalilla y Amaicha Don Francisco Chapurfe quien nos manifestó la Cédula Real que antes dimos, en la que se manifiesta que al ser bautizado su padre el cacique de la Ciudad de Quilmes y de todos estos Pueblos, Don Diego Utibaitina, se labró y selló con nuestros nombres un algarrobo grande, y estando reunida toda la gentilidad de Bacamaca y lagunas, se le hizo abrazar dicho algarrobo, coger agua en una timbe de asta, actos en señal de la posesión de tierras de dichos Pueblos; y que en ningún tiempo os han de quitar persona alguna (...)A los seis días del mes de Mayo de mil setecientos cincuenta y tres, ante mí el Escribano de Hacienda, Cabildo y Guerra, se presentó un Indio de edad como de setenta y cinco años con orden de su Excelencia el Señor Gobernador y Capitán General Don Antonio de Andonaegui, para que le diese testimonio de los títulos de las tierras de sus Indios conferidos en el año de mil setecientos

diez y seis y mes de Apriles. (...)Bajo cuyos límites damos la posesión real, temporal y corporal al susodicho Cacique, para él, su Indiada, sus herederos y sucesores (...)”6.

Pisar ese suelo es una satisfacción distinta a todas. Allí realmente se respira de otra forma, es tan único su ambiente que difícilmente podría compararse con otro espacio.

Para comenzar a descifrar la singularidad de Amaicha habrá que sumergirse en el espíritu de Celia -quien representa a la Pachamama en las últimas ceremonias de agosto-, en la lucha de la nueva generación de jóvenes que vuelven a su tierra para defenderla, haciendo valer el trabajo milenario de sus antepasados, en las coplas firmes que brotan de la garganta de Andrea, como ecos subversivos contra la deforestación de los bosques y la contaminación del agua.

Amaicha es la defensa y la autodeterminación de su comunidad por sobre todas las cosas. En

(6) Extractos de la Cédula Real conferida al pueblo Diaguita en 1716.

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sus fuertes simbólicos convive la mixtura entre su cultura y tradición con los factores externos. Leí una vez que “toda barrera ortopédica es suicida”, Amaicha sabe de ese riesgo y hace de su poder de adaptación otra herramienta para incorporar lo que considera beneficioso, sin dejar de resguardar, celosa, su identidad. Desde aquel momento en que les fue ratificada su libertad, debieron adentrarse en un sistema que no les era propio para defender lo que les pertenece.

Hoy mantienen sus instituciones de decisión que conviven con la comuna de representación estatal. Cuentan con un consejo de ancianos, asesorado por una comisión de jóvenes, que se encarga de arbitrar siempre que se presente una situación de peso, en diálogo conjunto con el cacique elegido cada cuatro años.

Amaicha es un caso excepcional entre la infinidad de comunidades originarias devastadas desde la instauración del sistema colonial hasta estos días, pero es cierto también que dentro de este contexto la lucha por su autodeterminación es un derecho que

deben hacer valer a diario, enfrentándose a diversas problemáticas como el desempleo, la codicia política de sus mismos gobernantes, la desmesurada penetración cultural y los efectos nocivos de un modelo extractivista que impulsa los monocultivos y la megaminería a cielo abierto, como es el caso de La Alumbrera, ubicada a pocos kilómetros en la provincia vecina de Catamarca. Todas estas industrias contaminantes vulneran la autonomía de los pueblos a decidir qué modelo de desarrollo quieren tener en sus territorios, atacando la idea indígena del Buen Vivir signada por el respeto y la preservación de la Madre Tierra. Este no es un dato menor. En los últimos años muchas comunidades del Noroeste Argentino despertaron a la lucha contra estas nuevas invasiones, enfrentándose directamente con la matriz productiva que impera a nivel nacional y latinoamericano.

Los años infames

Según las leyes diaguitas el poder de decisión está en manos del consejo de ancianos, integrado por siete miembros, pero es el cacique quien debe llevar

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las determinaciones a la práctica, salvo en casos particulares, como convenios con empresas u ONGs. Los organismos de representación se completan con una serie de secretarías llevadas adelante por jóvenes entendidos en materia de legislación, territorio, comercio e interculturalidad.

A mediados de los años ‘80 Miguel Pastrana asumió como cacique y “se perpetuó en el poder durante 18 años, en los que avanzó también sobre la gobernación de la comuna”. Los grupos de jóvenes que se encontraban fuera de Amaicha en los primeros años de su gobierno volvieron frente “al intento de la familia Pastrana por alterar la legislación diaguita y transformar a la comunidad en una monarquía de poder vitalicio”. La tensión constante entre los intereses de los comuneros y el estado impiden que una misma persona ocupe ambos cargos; Pastrana violó esta regla comunal y favoreció el proyecto estatal de instalar una mina a cielo abierto en el valle, que actualmente está parada por la lucha de los integrantes de la comunidad. Así recuerda esos años Alberto, uno de los comuneros jóvenes que intervino en la asamblea convocada por el entonces cacique

para cambiar la reglamentación, que establece que la elección puede efectuarse ante el fin de un mandato, la muerte del jefe o malversación de fondos.

–Él había hecho aquel llamado para reelegirse, cosa que es ilegal porque estaba ejerciendo en ese momento. Además el estatuto fija que deben seleccionarse un Presidente y Secretario de asamblea, que ésta debe difundirse con 15 días de anticipación a través de todos los medios existentes y la convocatoria fue de un día para el otro. Hace diez años pudimos dar vuelta esa situación, impidiendo que se perpetuara en el poder bajo un estatuto que el mismo había confeccionado. Durante esos años la comunidad fue utilizada como un bolichito para lavar dinero del estado y nuestro pueblo fue dividido. Decir que algo estaba mal, era motivo de amenazas, se vivió un ambiente muy pesado, por eso fuimos muchos los que regresamos para frenar esta avanzada. Hasta aquellos años la elección era pública y a mano alzada, mecanismo que se cambió en los últimos comicios por el cuarto oscuro.

Aquella asamblea significó una marca que perdura hasta hoy en la comunidad, ya que la elección del

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nuevo cacique no fue reconocida por Pastrana y sus seguidores por considerarla ilegal y la controversia continuó. En la actualidad el cargo está ocupado por Eduardo Nieva, que ya va por su segundo mandato.

El problema más acuciante reside en la tenencia de la cédula real. “Pastrana debe tenerla en una botellita enterrada en algún lado” es una de las versiones que circula entre la gente. –La realidad es que el traspaso oficial nunca ocurrió, detalla Alberto. –A nivel institucional la situación se complejiza. Muchas donaciones y ayudas que nuestra comunidad recibe tienen un receptáculo difuso, ya que hasta el momento su personería jurídica está acéfala.

La reestructuración cooperativa

Hoy los comuneros continúan desarrollando las producciones autóctonas de la zona, como la elaboración de mistela, vino patero, aguardiente, dulces e hilados destinados al autoabastecimiento, pero la falta de proyectos generadoras de puestos de trabajo es una preocupación entre sus cinco mil habitantes. Actualmente varios representantes

de la comunidad se encuentran trabajando con el estado nacional a través del Proyecto de Desarrollo Rural de las Provincias del Noroeste Argentino -PRODERNOA- para poner en marcha programas productivos destinados a satisfacer la demanda laboral de los jóvenes. Los micro emprendimientos que buscan reactivar la economía están focalizados en la elaboración de adobe, crianza de pollos, panadería, una bodega comunitaria, un jardín botánico con yerbas medicinales y la adquisición de 200 cabras para distintos productos.

–Estamos tratando de enfilarnos a entender esto de la globalización, para tomar lo que nos sirva, conscientes de que meternos de lleno atentaría contra nuestra identidad. Nuestra gente es muy hospitalaria, te van a atender bien, si te cruzamos diez veces te vamos a saludar. Este camino tiene que ver con eso, recuperar nuestro modo de vivir en comunidad que fue desmantelado. El mayor problema que tenemos hoy es que muchas familias han roto su relación en esos años y la unidad es nuestra piedra fundamental.

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Alberto recapitula todo el esfuerzo volcado en su pueblo y lamenta que aún no tengan la cantidad de pozos necesarios para que todos puedan satisfacer su necesidad de agua. La construcción de uno implica una inversión de 500 mil pesos y Amaicha precisa 18 pozos. –Ese dinero entró, pero tenemos sólo cuatro, a dónde fueron esos fondos pocos saben. Uno de los baluartes históricos de Amaicha reside en que si un integrante de la comunidad necesita una parcela de tierra para edificar su casa, es el consejo de ancianos quien se la otorga. El dictamen actual fija que la tierra es de todos y de ninguno al mismo tiempo. Esto quiere decir que la zona otorgada no puede ser revendida por la familia beneficiada. –Esta última cláusula tuvo que fijarse después de que se descubrieron varias operaciones de ventas de tierra por parte de Pastrana. Antes no había nada que lo impidiese aunque éticamente está prohibido.

La enfermedad que no vende

Habitada por casi 1.500.000 personas, la provincia de Tucumán padece una tasa de mortalidad infantil de un 20,5%, la más alta del país después de Catamarca, Chaco y Formosa.

Entre los males que la aquejan, preexiste la centenaria enfermedad del Chagas, pandemia que hasta hoy no tiene cura y para la que sólo existe un tratamiento paliativo. La plaga que lo trasmite es la vinchuca, que se cría y reproduce mayoritariamente en las construcciones precarias hechas a base de adobe y paja. La chinche de la tierra, como se la llamaba en las primeras investigaciones de fines del siglo XIX, es el mal que aqueja a las comunidades más pobres que se ven obligadas a construir sus viviendas con adobe -mezcla de barro, agua y pasto- y paja. En la actualidad no existe ninguna vacuna preventiva.

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En el año 2003 la Coordinadora Nacional de Control contra Vectores realizó un estudio sobre el estado del Mal de Chagas en Argentina y determinó “En el período analizado 2003 al 2006, sólo un pequeño porcentaje de los casos congénitos ocurridos en el país son detectados y tratados oportunamente. Por lo tanto más de 1.000 niños por año, hijos de madres infectadas, quedan sin la posibilidad de recibir tratamiento cuando se ha demostrado que la eficacia terapéutica es cercana al 100% en la etapa temprana de la vida”. Tucumán representó la quinta zona del país con mayor cantidad de niños infectados y el grado de cobertura de tratamiento fue evaluado como “inadecuado, es decir menor al 50%”7.

Enclavada en una de las provincias con mayor índice de Chagas del país, Amaicha del Valle presenta una

precariedad habitacional generalizada. En el pueblo la inserción del Estado está dada por una comuna, que es la unidad más pequeña de presentación. La ausencia de un Municipio hace que sus 5 mil habitantes reciban únicamente atención sanitaria por medio del CAP –centro de atención primaria– donde se realizan tareas de enfermería, vacunación y la atención de casos de baja complejidad.

Debido al alto riesgo de infección al que están expuestas las personas que habitan construcciones de adobe, en 2006 se puso en marcha un plan de refacción masiva para revocar sus paredes o reemplazarlas por ladrillos.

La realidad es que hoy, cinco años después de aquella campaña, la mayoría de las casas continúan en iguales condiciones o revocadas de forma parcial para tapar los focos de criadero. Las obras de recambio son inalcanzables para muchas familias que siguen hallando en la elaboración casera de los

(7) Evaluación sobre cobertura de tratamiento por infección de Chagas en niños menores de 15 años, en Argentina. Período 2003-2006. Coordinación Nacional de Control de Vectores (CNCV).

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ladrillos de adobe su resguardo y su techo.

Desde el Programa Federal de Lucha contra el Chagas, dependiente del Ministerio de Salud, se manifiesta que en la actualidad son más de 300 mil las casas del norte del país afectadas por la vinchuca. Los infectados ascienden a la suma de dos millones y son 7,3 millones las personas expuestas al riesgo de contagio. Ciertas voces de la salud, como la del médico e investigador Sergio Sosa Stani, son rotundas a la hora de explicar por qué no se han desarrollado hasta el momento soluciones efectivas para un mal tan antiguo: “La industria farmacéutica privada considera que no es una inversión que les va a dar ganancias porque aunque hubiera muchas personas para tratar, no serían buenos compradores de ese producto porque estamos hablando de enfermedades de sociedades pobres y el Chagas está dentro de ese conjunto”8.

Las voces del arte

–Nosotros somos el dúo KaKan, el nombre es el de nuestra lengua originaria que se perdió totalmente por la represión profunda que sufrió nuestra gente hace 500 años con la llegada del hombre blanco. Ambos músicos viven a ocho kilómetros de Amaicha, en el pueblo de Ampimpa, que en KaKan significa lugar donde se cura. Desde hace unos años comenzaron a rodar por la provincia y el país con su folklore límpido a garganta pelada, guitarra y bombo legüero. Sin amplificación, su música y su prosa que no olvidan se apoderan del espacio por completo. Ambas voces lo envuelven todo en el bar esquinero de Amaicha que invita a distintos grupos dentro de un ambiente cálido de no más de 30 personas.

Los músicos de Acullico se presentan ahí mismo durante varias noches de enero. Dicen haberse reunido hace poco en ese pueblo que no los quiere soltar. Acompañados por dos guitarras, bombo, charango y voces interpretan letras de la poesía norteña en un rescate constante de los nombres

(8) “Chagas: el mal olvidado”. Agencia de Noticias Central de Trabajadores Argentinos, 2009. http://www.agenciacta.org

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olvidados que plasmaron en palabras la identidad de sus pueblos. –No sé quién soy, el titiritero, mueve los alambres simulando ser un dios... Las letras del poeta salteño Matías Aguilera son de las primeras en ser homenajeadas “por su prosa valiente, enfrentada siempre a la dominación que unos pocos nos quieren imponer”.

Acullico viene de Salta y se cruza con el dúo tucumano de KaKan en el suelo libre de los diaguitas. La fusión de identidades generada en el encuentro contrae el pecho de quien los escuche.

Pasionaria, la diosa de la tierra

“El dios en que yo crea no será celoso de sus formas y me dejará verlo regando todo con su energía.

Será corpórea para enredarse entre mis manos, árida y húmeda.”

–De la plaza principal, a unas dos cuadras vas a ver una casa de la que nacen unos viñedos, ahí vive, es nuestra guía espiritual. Me hablaron de ella y

también de la tierra. Celia Andrade y La Pachamama, dos que se vuelven una ese primer día de agosto en que se amanece ofrendando a las entrañas de la tierra todo aquello que tenga que ver con nosotros.

Desde el frente de una casa de puertas abiertas veo acercarse a una mujer hermosa de unos 70 años, mientras trenza su pelo renegrido largo hasta la cadera. Llega hasta donde estoy, se queda mirándome sin decir palabra y vuelve sobre sus pasos hasta desaparecer dentro de una de las habitaciones.

A los minutos escucho por primera vez su voz suavísima. –Bienvenida, esto es para vos. Con el brazo apenas extendido me convida con un líquido espeso y se sienta a mi lado en la entrada. El néctar se esparce por mi boca cubriéndolo todo con un sabor dulce e intenso. –Es mistela, lo preparamos acá, con las mejores uvas de nuestro viñedito. Se sabe poseedora de una mirada fuerte, y con la apacibilidad de una abuela flanquea mis ojos para saber cuánto puede reflejarse en ellos. Me veo completa en los suyos durante un rato y sonríe.

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–Para mí Amaicha es todo, mis raíces son indígenas, pertenezco a los diaguitas y me enorgullece poder representar a mi pueblo a donde voy. –Junto a las uvas, la familia Andrade continúa cultivando costumbres alimenticias ancestrales como el charqui, armando tendales de carne para secarlas al sol– Nosotros somos los últimos que seguimos teniendo nuestras tierras y nuestras instituciones. Somos libres y sabemos que pese a nuestros males eso es lo que realmente importa. Lo que hoy nos amenaza es la falta de agua, están cambiando los tiempos y los climas y en esta época de verano escasea bastante.

En febrero comienzan los festejos de carnaval que se prolongan por varios días, el pueblo es una fiesta sin pausa donde todos los comuneros agradecen la abundancia, conscientes de que se acerca la ceremonia mayor, esa que se concretará al alba del 1° de agosto.

–Ahora estás acá porque lo necesitás, yo te recibo y

elijo dejar mis tareas porque la medida de mi tiempo en este momento está determinada por tu llegada. Estas son las cosas que determinan nuestro poder de vivir en paz. Ahora es tu tiempo.

Mientras hablamos, sus manos se pierden en el armado de un ramo de flores con una en particular. La Pasionaria devuelve la tranquilidad, es una especie blanca y pequeña que brota en el verano y se ingiere en infusiones. Tiene un aroma penetrante, como el sabor envolvente de la mistela, y la fortaleza de los ojos milenarios de Celia.

Me toma de la mano y me lleva por los laberintos de su casa, atravesando el patio interno donde descansan todas las hileras de viñedos, hasta llegar a su apacheta, el altar donde rinde homenaje a la Pachamama. Arrodillada a mi lado abre las puertas de aquel fuero sagrado, enseñándome a hablarle a esa diosa que se parece más a nuestra carne. –Cualquier momento es bueno para ofrendar, menos

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la noche porque la madre tierra también descansa como vos. Cuando el sol cae verticalmente sobre la tierra y el hombre queda sin sombra la tierra se abre para recibir la ofrenda sagrada que sella el cierre y principio de un ciclo. –De la madre tierra comemos, bebemos. Nos da todo, es una rueda. Es más que justo agradecerle. Cualquier materia prima brota de ella, hasta los elementos que el hombre usa para la destrucción, la pólvora, las balas y las minas. Si encontrás una apacheta en el camino significa que vas bien, los altares son señales que tienen que ver con lo que vas a hacer. Dale lo que tenga que ver con vos, una hoja de tu cuaderno. Pachamama kusiya, kusiya. Madre Tierra, ayúdame, ayúdame.

Las palabras de Celia quedan prendidas de esa tarde cálida de enero, en aquel patio que cada 1° de agosto se viste de ceremonia haciendo las mayores ofrendas de toda Amaicha.

Ese día la familia abre temprano las puertas de

su casa y da de comer a 300 personas con las que comparten su altar. –Ese día vas a estar acá, voy a pedir que aunque sea mentalmente ella te traiga a compartir el pan entre nosotros.

“Lo cierto es que nunca pude dejar de cantar”

“Será el hombre pensante el que exista todavía el que comprenda la dicha de vivir en armonía/

Pachamama mamá tierra por favor tráenos suerte que si nos sacan el agua seguro viene la muerte/ Voy a cantar una copla no para dar un concierto

sino para reclamar fuera mina a cielo abierto.” Copla compuesta por

Andrea Mamondes y compañeros

Una garganta joven canta desde las entrañas de los cerros de Amaicha. Ella aprieta la caja que marcó la vida de su abuela y que la generación de su madre dejó a un costado por la discriminación escolar. El grito se subvierte frente a la contaminación del agua,

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por todas esas mujeres privadas del canto. Ruge su sangre diaguita por aquella otra abuela de causa que fue asesinada por no callarse las verdades con que oprimen a su pueblo.

Andrea aprendió a cantar de su abuela, y aunque un halo de timidez la distinga, mamó también su espíritu de lengua eléctrica, como le dicen esos que se inquietan ante sus denuncias. –Cuando llegué a Tucumán Capital descubrí otro mundo, donde la gente cultiva una práctica vocal para cantar, una infinidad de técnicas para estudiar al instrumento y muchos cursos en Buenos Aires que se dedican a enseñar con caja. Eso es maravilloso, pero muy distinto a lo que aprendí, escuchar a mi abuela no tiene comparación. Si bien Andrea es considerada coplera, para ella esa figura original está representada en la fortaleza de la mujer que ha vivido toda la vida en el campo, con su caja y que sin saber leer ni escribir ha tenido su voz para hilvanar sentimientos en el momento mismo en que golpea los cueros de forma catártica. –Yo viajo

y tengo mi papel y lápiz para escribir, pero esa mujer es la que improvisa y arma una rima, una coherencia sin estas posibilidades que yo tengo. Eso es lo más fuerte del canto con caja.

Andrea es la conjunción de la fuerza joven con el espíritu libertario que late en la garganta coplera, la tranquilidad en los ojos llenos de certezas, porque así le han enseñado. Si lo pensás, lo decís. –Me he criado desde chica escuchando coplas, ahora estoy tomando más en serio esta responsabilidad de cantar y lo bueno es que están surgiendo otras chicas que están agarrando la caja para expresarse.

Su madre es artesana, cantó poco y sólo en círculo, con otra gente. –Hacerlo sola la emociona demasiado y por eso dejó de hacerlo, distinto pasa con mis tías que no lo hacen porque no saldrían a cantar en un escenario. Hoy se está difundiendo un poco más, pero en mi familia pasó algo extraño, soy la única de nueve nietos que agarró la caja.

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El Joy Joy es un canto de lamento hondo, mucho más sanguíneo que los demás ritmos folklóricos, que también sufre de una incomprensión generalizada. Las mujeres que lo practican se lucen sólo en los jueves de comadre, que se da en los días previos al inicio del carnaval. -Yo no puedo cantarlo todavía, me parece un género demasiado especial como para tomarlo ahora.

Contra la condescendencia del arte

La copla es un género de resistencia, surge de las gargantas fuertes que logran sobreponerse a la discriminación cuando niñas y adolescentes. –En mí ha sido todo un proceso por el que tuve que pasar hasta llegar hasta acá. De chica siempre subía a cantar con mi abuela y ella me presentaba. Eso es lo que siempre pasa. La abuela un día presenta a su nieta. Así ella se convierte en su compañera, que retoma y enarbola ese símbolo identitario salteado por una generación. En Andrea se resume la experiencia de muchas jóvenes que al entrar en la adolescencia dejaron la copla igual que sus madres frente al rechazo del contexto educacional formal. –Me han llegado a decir que mis cantos son cosas de viejos y que yo los hago sólo para hacerlos sentir bien a ellos. No se comparte, no se entiende y ni siquiera se respeta. Fueron muchas las chicas que en esa etapa se alejaron de la caja. Yo misma me dije en un momento que no iba a hacerlo más.

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Mientras por un lado la discriminación atenta contra el género, se presenta el lucro que posiciona a la coplera como un sujeto turístico, olvidando su matriz cultural. –Eso pasa mucho, se llama a los músicos para que se muestren ante el turista como algo exótico y al mismo tiempo hay una falta importante de espacios donde cantar.

Andrea sabe que éste no es un momento más, la necesidad por esclarecer la pérdida de una compañera aviva su lucha. –Este año hemos perdido dos referentes bien importantes, una de ellas fue asesinada. La familia la encontró muerta en su casa. Doña Esperanza Nieva era una mujer que cuando se subía al escenario no tenía problemas en decir las cosas. Hoy me resulta fundamental pararme en un escenario y proclamarme en contra de la explotación minera.

Andrea acompañó a Esperanza a la marcha de Pueblos Originarios a Buenos Aires en 2010. Dos días después de aquel encuentro sería asesinada en Amaicha y la Policía difundiría la infamia de una muerte natural, frente a la evidencia irrefutable de su familia que la encontró golpeada y semidesnuda. –Ella era una líder para nosotros, manejaba mucha información y luchaba activamente por nuestro derecho a las tierras.

Consciente de las causas urgentes, Andrea eligió el compromiso al olvido: –Lo cierto es que no he podido dejar de cantar nunca y hoy se me viene como una necesidad ante todo.

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Sal ta

Pueblos y ciudades recorridos: Cafayate | Alemanía | Coronel Moldes | San Antonio de los Cobres

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La voluntad política

Para el mochilero argentino, viajar al norte es, principalmente, llegar a Salta y a La Quebrada de Humahuaca, en Jujuy. Los extranjeros que se ven beneficiados por el cambio monetario reciben tentadores paquetes turísticos que hacen escala en la capital salteña, obviando Tucumán. Las aerolíneas promocionan el destino como el punto de entrada al país. Es por esta intención provincial que, desde el arribo, se advierte un contexto particularmente distinto a los de Tucumán y Jujuy.

La terminal de micros es ostentosamente amplia y se asemeja a un aeropuerto. El marco de esta recibida es la Salta pulcra y colonial en todo su radio céntrico. Calles abiertas y despejadas, plazas emperifolladas hasta en el más mínimo detalle y avenidas que parecen autopistas. Utilería símil primer mundo para el turista extranjero.

Declárase al Turismo, actividad socioeconómica de interés provincial y prioritaria para el Estado, su fomento, desarrollo sostenido y sustentable, promoción y protección, equiparándolo a los fines tributarios y promocionales a la actividad industrial. El ejercicio de la actividad turística en cualquiera de sus formas asegura la protección del patrimonio

cultural, histórico, arqueológico y del medio ambiente de la provincia de Salta9.

En Argentina el turismo representa el 7% del Producto Bruto Interno, concentrado en las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Misiones y Salta. En esta última el rubro reviste el 8% del ingreso total. Para Salta la promoción del turismo es una política de estado, a diferencia de Tucumán donde el gobierno no se muestra interesado. Esta última provincia cuenta con un tendido fabril en la zona oeste, donde se destacan el cultivo de soja, arándanos, frutillas, tomates, caña de azúcar y citricultura; además de la industria automotriz.

Omar Rodríguez, trabajador de Turismo Receptivo e integrante la Cámara de Turismo de Tucumán, reconoce que a nivel nacional la provincia es vista por el viajero “como algo que no tiene nada”. –Cuando llegan se dan cuenta que hay muchísimos lugares para visitar más allá de Tafí del Valle que es lo único que se difunde. Este desconocimiento es efecto de una política provincial que declara que directamente no le interesa el turismo. Nosotros no somos un pueblo rico y necesitamos ese fomento para generar

(9) Ley Nº 7045. Protección y fomento del turismo, actividad socioeconó-mica de interés provincial y prioritaria para el Estado. Fecha de sanción: 10/08/1999. Fecha de promulgación: 02/09/1999 (Obs. Parc. Decreto 3624)

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más puestos de trabajo.Mientras Salta potencia la cantidad de locales

donde ofrecer espectáculos, los tucumanos reconocen esa desventaja también generada por el ímpetu depositado en el turismo, pero discuten que su provincia tiene una mayor cantidad de artistas.

Desde el centro cultural Ingenio de las Artes -espacio recuperado en Tucumán luego del cierre de una fábrica azucarera- Juan da cuenta de la falta espacios para los artistas locales. –Los existentes en Salta están pensados para el turista y no para el artista, mientras en nuestra provincia se dificulta el intercambio con gente de otras regiones, por los costos altísimos que tenés que afrontar para mantener un espacio. El 24% de la entrada va en impuestos de AADI, CAPIF, otros $250 para poder vender bebidas y realmente todos esos obstáculos impositivos te van cerrando las posibilidades. Omar, por su parte, resalta la labor provincial en el desarrollo reciente de los meses del Tucumán Cultura, que incluyen ciclos variados, como el septiembre musical, el mayo de las letras y el julio cultural; aunque reconoce que estas tareas no pueden competir con el posicionamiento de Salta como punto central de inversión por parte de la Dirección de Turismo. La calle Balcarce de la capital salteña está posicionada como el mayor

abanico de espectáculos en todo el norte. –Cuando la gente llega acá a Tucumán quiere encontrar un espacio como ese y lamentablemente no tenemos nada parecido.

Omar explica que el presupuesto del turismo salteño creció de 10 millones a 40, mientras en Tucumán subió apenas 2 millones con respecto al período anterior, ascendiendo a la cifra de 20 millones. –No hay dinero para arreglar las rutas, el camino que va de Tafí del Valle a Amaicha es un desastre. La provincia dice que eso no es responsabilidad suya sino de vialidad, pero no es así, es parte de conectar los puntos que podrían atraer a los visitantes. La Cámara de Turismo experimentó un reciente recambio de integrantes, a partir del cual ingresaron muchos jóvenes que, conscientes de la imposibilidad de competir con Salta, están tratando de reactivar su provincia.

Tucumán posee conectividad con Córdoba, Rosario y Buenos Aires a través de la línea de trenes privatizada Ferrocentral; la promesa de la reactivación de los talleres ferroviarios ubicados en Tafí Viejo es una latente en la provincia, que teme la desviación a Salta. Ésta tiene convenios con aerolíneas desde Buenos Aires, San Pablo, Miami y Madrid a través de vuelos directos. “Salta, la puerta

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del norte” proclaman las empresas de aviones para tentar a turistas extranjeros a que pongan sus ojos en Argentina. Lan y Aerosur son dos de las firmas que llevan a los turistas a hacer base en Salta para conocer Jujuy y Tucumán. La última tiene una escala que ejemplifica esta situación: en Argentina sus focos son Salta y Santa Cruz y de ahí a las principales ciudades del resto mundo. -Todo esto es decisión política, porque si nuestro gobernador se interesara en tener esta conectividad, no habría más que levantar el tubo.

El recorrido salteño está concentrado a través de la ruta del vino que se inicia en Cafayate, siguiendo por la ruta 40 hasta Cachi y la Capital, el Tren de las Nubes cotizado en dólares hasta las Salinas Grandes que lindan con Jujuy y la parte sureste promocionada como la “tierra del gaucho” donde se libraron las luchas independentistas; mística que el turista es llevado a disfrutar en las grandes estancias donde podrán tener cabalgatas, revoleo de pañuelos y spa. Estos puntos suman una oferta hotelera de 30 mil plazas, sin contar el alojamiento en campings, mientras Tucumán y Jujuy desarrollaron unas 8 mil cada una. En la primera, el 30% de su capacidad está concentrada en Tafí del Valle -con 2700 camas-, y en la segunda, los hospedajes se aglutinan a lo largo de

la Quebrada de Humahuaca.Salta recibe los ingresos provenientes del convenio

con el ramal del Tren de las Nubes, asociado a la explotación del turismo, que son depositados directamente en la caja provincial sin dejar un peso en los municipios empobrecidos que recorre, como es el caso de San Antonio de los Cobres.

La provincia es además cuna del gas y pese a esto ciudades como Coronel Moldes, ubicada apenas a 30 km de la capital, siguen estando obligadas a consumirlo envasado, encareciendo el presupuesto familiar mensual. La cosecha de tabaco representa otro ingreso relevante, pese a estar sujeto a la cotización del mercado internacional y al monopolio de las tres empresas que manejan el mercado.

Los índices de su industria vitivinícola son únicos en el país: el 99% de la producción está destinada a vinos finos y en toda la provincia el rubro ocupa el 55% de la zona cultivable. Ascienden a 1.200.000 las botellas de máxima calidad que se exportan a 30 países. En los últimos años el país recibió en esta rama inversiones directas privadas por más de U$S 1.000 millones. De ese total, más del 10% se dirigió a Salta10.

(10) http://www.turismosalta.gov.ar

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VIIICafayate

La otra cara del boom turístico

Después de la capital salteña, Cafayate es el punto turístico más explotado de toda la provincia. La temporada rica se extiende de marzo a octubre, durante el aluvión de extranjeros beneficiados por el cambio monetario. Mientras el verano recibe, en mayor medida, a familias y jóvenes argentinos que, con más o menos dinero, ocupan la inmensa oferta hotelera que va de los $40 por cama hasta los hoteles boutique y los cascos de estancia. En los bares y restaurantes los visitantes hacen estallar la

demanda de las comidas típicas, mientras varios músicos montan sus espectáculos

como un agregado del banquete turístico. Quienes gozan de un mayor poder adquisitivo se

embarcan en la afamada ruta del vino, visitando las bodegas de las marcas más cotizadas con degustación incluida.

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Esta ciudad es una de las productoras más importantes de la industria vitivinícola; los viñedos se extienden a todo lo largo y profundo de ella, y continúa en las afueras, avanzando sobre el trazado que lleva a la capital.

“Golpeé puertas hasta mendigar”

Cafayate fue convirtiéndose en una ciudad a la vista beneficiada dentro de Salta, ya que se la ha hermoseado en relación a otras localidades. La otra cara de su contexto tiene varias aristas que la temporada en alta durante casi todo el año deja a oscuras. Hasta hace cuatro años, por ejemplo, no existía un hospital.

La Fundación Luz de Esperanza surgió como respuesta de un grupo de personas ante la necesidad y el abandono estatal, que no distribuyó en salud los ingresos obtenidos por el turismo. Para el año ‘97 se reunieron en una de sus casas particulares y crearon una sala de atención para minusválidos

visuales. Angélica, la mentora del proyecto, obtuvo la Personería Jurídica y pudo convocar a oftalmólogos con la misma pasión que ella por ayudar y acercar donaciones de marcos de anteojos para personas de bajos recursos. –Aunque no parezca cierto, no teníamos hospital y eso que ya éramos un lugar grande; con decirte que tenemos catedral y obispo, instituciones que se generan cuando se pasa a ser ciudad.

Angélica tiene el 98% de discapacidad visual irreversible –Sin los anteojos no veo, tengo una graduación altísima de miopía; hace unos años tuve que operarme de cáncer y mi familia hizo un gran esfuerzo para que pudiera pagar la cirugía en Salta. Cuando volví a Cafayate empecé a ver que eran muchas las personas que tenían graves necesidades médicas, pero que no contaban con el dinero ni siquiera como para viajar a la capital para atenderse. La Fundación fue la primera institución que de forma autogestiva llevó los primeros oculistas, contactólogos y abogados gratuitos. –Mi casa fue el

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primer consultorio, hasta que la mudamos a otro lado cuando me enfermé. Al hablar del trabajo destaca la obra de Miguel Horacio Pulido, el profesional que se volcó de lleno a la labor comunitaria solventándose los viajes semanales de Salta a Cafayate para atender a los pacientes, al mismo tiempo que ella viajaba a la capital con los niños que tenían casos especiales y debían ser atendidos allí. –Golpeé puertas hasta el punto de mendigar para que el gobierno traiga médicos. Sin encontrar solución a su discapacidad progresiva hizo de ella su obra más grande. La Fundación existe hasta estos días, pero Angélica advierte que con muchas limitaciones impuestas por el Municipio. –Desde que éste fundó el hospital y comenzó a llevar oftalmólogos prohibió que Luz de Esperanza continúe trayendo profesionales. Hoy todos los pacientes son revisados por la profesional del centro de salud y cuando la situación es muy compleja, ahí requieren de nosotros.

Comercio justo

Las cuadras que rodean la plaza principal están minadas de locales de artesanías que en su mayoría se dedican a revender productos elaborados por las manos nativas, que reciben un porcentaje del valor de su obra una vez que se haya vendido. Prácticamente todo se toma en concesión y en muchos casos la casa se queda con el 30% o 40% del precio fijado en el mostrador.

Este tipo de convenio obstaculiza que muchas personas reciban beneficios con la llegada del turismo y por eso desde hace tres años un grupo de artesanos se organizó para hacerse cargo de sus producciones gestando un comercio más justo. Una de las mujeres que participó en las primeras organizaciones de productores cuenta que aquella situación no era redituable para ellos. -De una prenda de $65 hecha toda en lana, el local se quedaba con $20. Si a eso también tenés que restarle la materia prima que utilizás, no te queda nada. Cafayate es tan

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difundido por el gobierno de Salta en todo el país como punto de paseo paradisíaco que sólo durante octubre y noviembre deja de recibir aluviones de gente. Salta, la linda, reza el famoso slogan que atrae a miles de personas anualmente.

El arribo del hospital fue una solución tardía que mejoró considerablemente la situación de los 15 mil habitantes, entre los cuales hay alrededor de mil artesanos que viven de la temporada. De esa cantidad, cuarenta fueron los que generaron la asociación para independizarse de los intermediarios. Hoy alquilan un predio y para solventarlo cada puestero paga una cuota mensual de $300 de diciembre a septiembre y $250 en octubre y noviembre. -Por ser integrantes de la feria estamos obligados a permanecer en el puesto de diez de la mañana hasta la medianoche en temporada alta. Comenta una de las artesanas mientras trabaja bajo el stand que nos protege de la garúa.

Sabe que pronto, en febrero, La Serenata a Cafayate avanzará con todo su despliegue, reafirmándose como el espectáculo más importante de la zona. Allí se congregarán grupos folklóricos de reco-nocimiento nacional que atraerán a miles de turistas. Sus manos artesanas tejen sin descanso pero nada le quita la paz, su tranquilidad descansa en las conquistas ganadas.

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IXAlemanía

“Porque si la nostalgia tiene patria, ésta no puede ser otra que los ojos de estas mujeres”

Octavio Rivas Roney

El pueblo que recuerda

Shh... entrar despacio, sigilosos. Cuidando no despertar aquello que nunca se ha dormido. A un lado de la ruta 68: el inmenso puente oxidado de la entrada. Debajo corre presuroso el río. Llegar al otro lado. Junto a dos galpones inmensos que anteceden a un puñado de construcciones pende un anuncio: “Territorio Indígena. Comunidad Suri diaguita”.

Del silencio humano brotan los sonidos de la tierra y el agua, y el resoplar de las cabras pastando tranquilas en ese suelo

que parece ser todo suyo.

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Más atrás, una biblioteca descansa sobre los cimientos de la soñolienta estación de ferrocarril que no para de recrear las imágenes de su gloria; esas viejas procesiones de viajeros que llegaban a Alemanía cuando no era sólo una postal para fotografiar.

Frente a los rieles se despliega la única cuadra de casas, pintadas cada una de un color distinto. Desde ese lugar parecen frentes de utilería, envueltos en la quietud que caracteriza a lo detenido en el tiempo.

Alemanía sobrevive desde 1972, año en que el tren dejó de pasar, sumiendo en el olvido a ese pueblo que se enorgullecía por ser la última parada de la máquina. Hasta aquel momento eran más de 300 las personas que habitaban esta comuna rodeada casi por completo por los cerros; altos que hoy parecen fuertes, donde se resguardan las pocas que nunca se fueron.

No hay otro lugar para quedarse más que un terreno enclavado a la vera del río, y unas cuantas personas se instalan allí con sus carpas y provisiones. Desde las profundidades de esa arboleda se eleva el carril gigante que atraviesa el vacío, lomadas y plantas tupidas hasta llegar a la estación.

Hoy esa arcada de rieles es el puente utilizado por los pocos jóvenes que trabajan en los campos de tabaco. Para llegar al otro lado hay que saltar la seguidilla de maderas separadas cada 50 centímetros sin mirar hacia abajo. El trecho tiene unas dos cuadras de largo con una profundidad de 100 metros. En dirección a las cosechas, un alisado verde y tupido se extiende por la derecha y la inmensidad del río cubre el lado izquierdo; mientras ese otro lado, el final de la hazaña, no deja de mostrarse distante.

Los recién llegados irrumpen en el mutismo de las casitas bajas y coloreadas con una pelota de cuero. Ya

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no es hora de trabajo en las fincas y los cinco locales aparecen corriendo desde distintas direcciones para sumarse a un equipo de 18 personas. Otros rostros se asoman de entre las puertas desvencijadas para observar el partido que dura lo que el sol permita y por un momento el aire cadencioso se revuelve ante los gritos de una goleada que quiebra el silencio.

La belleza oscurecida

La noche encenderá las velas de un pueblo encerrado en un siglo XXI que riega electricidad en otras calles. El sueño pronto lo cubrirá todo, después de preparar el caldo temprano de las ocho de la tarde.

Alemanía vive al ritmo de la luz que tiene, amanece al alba para ver su tierra, tan bella y extensa, tan despoblada y cercana a la capital salteña. Las pocas familias que la habitan vienen reclamando de hace años la puesta en marcha del tendido eléctrico, ya que la conexión necesaria para extender el servicio estuvo siempre a sólo seis kilómetros. Tras varios pedidos a los responsables municipales y provinciales, un día los alemanienses vieron cómo los postes de luz comenzaban a levantarse desde las fincas, atravesando los rieles dormidos, hasta llegar a sus casas. Pasó un año de aquella instalación y ellos continúan sumergidos en el mismo reclamo.

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Debido a desacuerdos entre los diferentes entes gubernamentales la obra está frenada. Desde el Municipio de Guachipas aluden que la empresa que concesionó la obra cometió errores en el establecimiento del tendido ya que lo hizo sobre las líneas férreas, es decir sobre territorio nacional y eso está prohibido. No son más de diez los postes colocados en aquella zona, pero desde aquel día nunca más volvió a realizarse una obra para resarcir la equivocación y dar el alta del servicio.

Mario está cansado de efectuar pedidos, al punto en que ya comienza a considerarla una causa perdida. –Es una burla hacia nosotros, hasta el más inocente sabe que los postes no podían colocarse así, pero bueno ahí está, semejante trabajo abandonado. Yo los veo y pienso “si lo conectaran ya tendríamos luz”. Por ahí escribiéndole a la Presidenta... dicen que ella lee todo y por ahí nos escucha... Aunque se apasiona al hablar, dice que el tema lo tiene casi sin cuidado y esboza una sonrisa que borra por completo su ceño fruncido. Hace pocas horas una amiga de la

adolescencia que había partido a Córdoba le tocó la puerta después de 40 años. Dina se acerca por detrás y me invita a pasar, en sus palabras no hay un sesgo de resignación, ella volvió para ver a su gente y con la convicción de poder agitar las aguas con respecto a la problemática. –Hay que mandarle una nota a ella para que se entere de cómo se está viviendo acá. Los visitantes también necesitan el servicio. El pueblito este no es tenido en cuenta para nada por el Municipio, vamos quedando pocos. Dina se incluirá siempre, sintiendo nunca haberse ido.

Allí viven alrededor de diez familias que se sustentan con el cultivo y la ganadería destinados al autoabastecimiento. Los hijos en edad escolar son cada vez menos, pero pese a la baja población Alemanía aún conserva una escuela albergue que brinda educación a todos los chicos de los parajes vecinos. La casa recibe luz a través de pantallas solares y durante el período de clases la habitan 45 alumnos, acompañados por la maestra, dos cocineras y un cuidador. La obra es el orgullo actual

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de los alemanienses, ellos saben de la importancia de la existencia de esa institución en su lugar y destacan la labor de la docente que trabaja en un aula integrada con estudiantes que van de los seis a los once años.

La escuela es sin duda un hecho sobresaliente, ya que no sólo cumple el rol educativo sino que oficia de comedor y hogar para todos aquellos niños a los que les sería imposible acercarse diariamente a una institución desde sus hogares que, en muchos casos, están ubicados en medio de caminos inhóspitos o a la vera de la ruta.

Dina recuerda cómo era su pueblo en aquellos años suyos de estudiante en que el tren marcaba el ritmo de los días. –Transportaba alimentos y pasajeros de Santa María, de Belén (Catamarca) y Cafayate. Mario la escucha y la acompaña en su relato: –Esto estaba lleno de camiones, era un desfile constante de gente que iba y venía, acá supieron llegar hasta mil personas con los viajes, era impresionante. El galpón

que está en la entrada estaba lleno de harinas, lanas, telas y carbón para trasladar. Teníamos un bar y un hotel para los recién llegados. Había correo y sala de primeros auxilios. Una vez que se levanta el ferrocarril todas esas industrias y comercios se fueron yendo.

En Alemanía se mantiene el espíritu virgen de los espacios naturales ricos en paisaje. Sus habitantes lo saben, incluso Dina rescata haber vuelto y encontrar a su pueblo tan bello como cuando se fue. –A veces pienso que con esos cambios, con el avance de la electricidad por ejemplo, sobrevendrían otros... pero es una de cal y otra de arena, la luz hoy es fundamental para reactivar la economía. El servicio no sólo es indispensable para el sustento actual de una industria, sino también para que se instale una sala médica, carencia que el lugar también viene arrastrando desde el cierre del ferrocarril.

Dina se fue de su pueblo apenas el tren desapareció, a principios de los ‘70. Sus padres decidieron llevarla a Córdoba para que continuara estudiando,

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sabiendo que Alemanía terminaría por estancarse en el tiempo sin la fuente de trabajo que brindaba el transporte –De todos los pobladores originales de acá, el único que quedó es él. Mientras habla, abraza a Mario y lo besa. La alegría y la nostalgia se funden en su rostro mientras observa todas esas callecitas de tierra y arbustos que hace cuatro décadas tuvo que abandonar. –Nunca quise irme. Después me casé y la vida me fue llevando a vivir en Tierra del Fuego. Pasaron los años, mis hijos ya son grandes y decidí que era mi momento para volver, estuve un año planeando este viaje. El deseo de regresar siempre estuvo presente. Sigue igual, todo, colgado en el tiempo, acá a Mario y a mí nos siento iguales que ese día en que nos vimos por última vez. Cuando me fui lloré todo el camino hasta perder de vista aquel cerro, el más alto. Dina señala la inmensidad de la serranía y queda prendida del paisaje. –Este mismo que tengo ahora conmigo, como si hubiera permanecido igual para que pueda volver a verlo.

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XCoronel Moldes“A carga de lanza o golpes de machete, habían sido des-

poseídos quienes realmente pelearon, contra el poder español en los campos de América. La independencia

traicionó las esperanzas de los que habían derramado su sangre. Los dueños de la tierra y los grandes

mercaderes aumentaron sus fortunas, mientras se ex-tendía la pobreza de las masas populares. (...)

La legión de parásitos recibieron los partes de la guerra de independencia bailando minué en los salones de las

ciudades brindando por la libertad de comercio en copas de cristalería británica”

Eduardo Galeano11

Nostalgia aristocrática

Nació siendo cuna de estancieros. Puerta de Díaz fue su nombre anterior, porque allí donde empezaba, terminaban los dominios que el propietario había cercado. Con el tiempo llegó el rebautismo y Moldes fue el apellido elegido entre los coroneles que participaron de las batallas por la independencia.

(11) Las venas abiertas de América Latina. Editorial Siglo XXI, México, 1971.

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–El tipo era jodido. Mucha altanería, pero aguerrido como pocos, le gustaba estar al frente. Terminó igual que Moreno, envenenado por sus enemigos. Fueron las palabras de la primera persona que conocí en suelo moldeño.

Durante los siglos XVIII y XIX el norte fue el receptáculo de las corrientes colonizadoras de España que ingresaron por el Alto Perú. Tiempo después el poder criollo -aliado al extranjero- terminó por afirmar una idea de nación a espaldas de las fuerzas populares que habían defendido la frontera. La mejor crónica que escuché sobre esta situación fue la de un salteño por las calles de Moldes. –Acá el terrateniente fue el que mandó, redimiendo históricamente a nuestra gente. Gui- llermo Villa fue uno en particular, que dominó más de la mitad de lo que hoy es el pueblo. Nosotros no tuvimos inmigración de la clase trabajadora, sino de la otra. De este suelo salieron grandes oligarcas, Uriburu por ejemplo era salteño. Por eso es que nosotros queremos tanto a Güemes.

Bajo este contexto general, la ciudad fue construyéndose en base a la imagen opulenta de las pocas familias que dirigían todos los organismos oficiales. Hasta 1970 el mismo núcleo pasó por el Municipio y la escuela, la dirección de la primera secundaria, que era privada, y el centro de jubilados. –Éramos como una gran familia, todos nos conocíamos. En esa época mi marido todavía era el intendente y todo era tan tranquilo aquí... Conozco a Rosa luego de que me recomendaran visitarla para interiorizarme en la historia de Moldes.

Entre sus relatos preponderan el broche de oro y el ramo de rosas rojas que la escuela le regaló cuando se jubiló, el enredo económico que desprestigió al centro de jubilados que dirigió y el desastre que sobrevino en los años posteriores con la llegada de los pobres del norte. –Las fincas en las que siempre vivimos estaban abandonadas en ese tiempo. Si vieras cómo se arrebataron con esas casas hermosas... cómo arrancaron los pisos de madera para hacer fuego. Días después nadie más en esas calles puede

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recordar una situación similar por más que pregunte. Los relatos de la ex directora hacen que las andanzas literatas de la dupla Borges-Bioy Casares parezcan chistes piadosos escritos de forma maravillosa. “No inventaron nada”, pienso. –Qué tiempos aquellos y qué distintos estos que se llenaron de villas miseria con tal de que los políticos tengan un voto.

Su casa, enclavada en medio del centro y frente a la escuela, se destaca entre las demás por su fachada hecha completamente en piedra. Salir desesperada en busca de un elixir es la mínima sensación que su nostalgia aristocrática inspira.

La lucha a diario

La ciudad es chica y las otras campanas se encuentran a la vuelta de la esquina. A pocas cuadras un establecimiento se presenta con un cartel que me recuerda al diálogo anterior: “Centro de Jubilados”. Este es el otro, el centro que surgió en el ‘89, años después de que el primero se viera envuelto en la

malversación de fondos que le valió la desconfianza del PAMI.

Su actual directora es esa catamarqueña colorada que me contó del Coronel Moldes. Sencilla, frontal y excéntrica, con una fortaleza que redime cualquier nobleza por herencia, Amira tomó la gerencia ad honorem hace cuatro años para hacer realidad aquello que los moldeños menos pudientes necesitaban. –La posibilidad de un comedor diario estuvo siempre presente, el otro centro lo tenía, pero el PAMI se los quitó y esa ayuda había quedado ahí, vacante. Dice que si deja de colaborar en el centro se muere y es imposible no creerle. Con 60 años cumplió su primer mandato y fue reelecta para continuar su obra. Amira lleva impresa una pasión y una convicción que no abundan, tiene una energía vívida en los ojos y fuego en las manos. -No permito que desde el PAMI critiquen a mi gente, acá todos hacemos un voluntariado y ellos tienen sus señores sueldos... Que me vengan a hablar cuando bajen de la oficina para acá. Desde el inicio de su gestión

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hasta hoy son más de 50 los abuelos que, además de un bolsón de alimentos, reciben un menú a diario.

En sus comienzos el establecimiento tenía una sola pieza, pero con la ayuda de varios afiliados y jóvenes que se acercaron, comenzó a crecer en extensión y servicios. Actualmente el centro cuenta con enfermería, pedicura, atención médica, ejercicios, colonia de vacaciones y un servicio de viandas para los afiliados que no pueden comer allí.

Correa se acercó apenas dejó de trabajar en su deseo por ayudar a concretar los objetivos de Amira. –Yo preferí este lugar porque es un centro de gente pobre, somos sencillos y de clase humilde y a ninguno nos avergüenza venir a un comedor; allá no podría sentirme cómodo. A medida que los servicios se fueron ampliando, empezaron a hacer falta más piezas; una para que los médicos atiendan y otra para guardar las herramientas y materiales. Correa se dedicó durante más de dos años a levantar, revocar y pintar las paredes de adobe. Cortó cañas hasta el cansancio con su machete y las fue acarreando de a tandas en su bicicleta para armar el techo de los cuartos. -Todo esto pasó en cuatro años,

tenemos una buena administración y eso nos permite ir haciendo obritas de a poco. Con los cinco pesos que cada afiliado paga a la cooperadora también se edificó un salón de eventos, que es utilizado diariamente para dar de comer a los abuelos.

Recuerdo el hambre según Rosa y a esa visión que hace escuela, sobre que “esos surgen y se crían... porque quieren, porque no les gusta trabajar, por vagos, trabajo no tiene el que no quiere, en este país nadie se muere de hambre”. Y la burla contemporánea mayor, esa operada desde el gobierno en los ‘90 que juzgó al hambre como responsabilidad divina: pobres hubo siempre; mientras el poder anunciaba orgulloso que todo lo que pertenecía al Estado dejaría de estar en manos del Estado.

Pobres hubo siempre... El colonialismo y la independencia contrarrevolucionaria de la oligarquía criolla, los primeros créditos ejecutados por Rivadavia desde su sillón, los próceres olvidados y el genocida del siglo XIX impreso en los billetes, el asesinato de los pueblos originarios al norte y al sur de Buenos Aires y el puerto centralizado.

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Pobres hubo siempre... Las esperanzas con que llegaron los inmigrantes, la lucha y la represión del derecho en los albores del siglo XX, las leyes de residencia y estado de sitio, las persecuciones, 100 periódicos anarquistas ardiendo en una oficina del estado, las 12 horas de trabajo diario de un niño de diez años, la miseria en las habitaciones trabajadoras de los conventillos, los años dorados de Alvear, y la manteca al techo, el azote colateral del crack de la bolsa.

Pobres hubo siempre... los campos de azúcar tucumanos, las minas salteñas y jujeñas enriqueciéndose a costa del sudor campesino. Las luchas ganadas aplanadas por el primer bombardeo en la Plaza de Mayo, la resistencia hambrienta y los santos de carne y tierra que protegen al pobrerío, el cierre de las fábricas y la pauperización educativa, la noche de los bastones largos y la ira obrero-estudiantil en Córdoba, Rosario y Corrientes.

Pobres hubo siempre… el desmantelamiento socio-político de los ‘70 y su deuda externa en ascenso sideral criando a la primera generación de desnutridos en Tucumán. La hiperinflación de los ‘80,

la democracia endeble y el Nunca Más. La AMIA, el desmadre económico, y la privatización de la tierra, los minerales y el aire.

Pobres hubo siempre... dicen los que escriben la historia para excusarse.

Tabacalero

Agosto. Amanece de noche, toma un mate y se cuelgan la campera al hombro, la chata del dueño de la finca lo pasará a buscar después de las seis para llevarlo al campo de tabaco.

Plantará uno a uno los almácigos y esperará ansioso los tiempos de la cosecha de las primeras hojas que le vuelvan a dar para comer. Los campos del tabaco Virginia son los más complicados de cosechar y por eso los más buscados; a más horas de trabajo, más monedas. Hay que aguantar hasta diciembre, cuando las hojas más cercanas a la raíz se empiezan a amarillentar y los campos se riegan de sudor campesino que levantan tallos hasta el anochecer.

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El Criollo viene después, en marzo, cuando se acaba con el Virginia; otra changa para estirar el invierno. Mientras tanto será cosechero del primero, estufero en los hornos de secado industriales y carguero en los camiones de una tonelada. También armará los atados de 25 kilos de hoja en los galpones para llevarlos a las estufas. Si logra, con dos compañeros, llenar cuatro hornos de 4000 kilos volverá a casa con $80 más. La cosecha, la carga, los días de horneado y la clasificación se extenderán por tres meses.

La hoja se seca al calor progresivo de las estufas que caldean dos hombres solos. Trabajará haciendo guardia durante un día y una noche completa, echando leña a la caldera humeante y dormirá al siguiente para volver al tercero. La hoja descansa siempre, mientras la temperatura se eleva de 30° a 45° hasta llegar a los 75°. El encargado del complejo de hornos de Coronel Moldes clava los ojos en la válvula de calor -Los estuferos hacen guardia por 24 horas, ese hombre queda hecho trizas, es un trabajo bien pago, pero muy peligroso, se deja el cuero acá. Pasará una semana hasta que la materia prima esté lista y haya una nueva changa. En galpones ciegos, y

acodado a un par de hombres y mujeres, clasificará durante diez horas la cosecha según su categoría. En el primer piloncito, las más amarillas y firmes, en otro, las amarronadas y quebradizas y en el último, las trizas oscuras que las tres empresas que monopolizan el mercado del tabaco utilizarán para rellenar los cigarrillos de las segundas marcas.

–Yo no viví esa época, pero dicen que antes del tabaco acá había hambre. La frase se hace eco en los cuerpos jóvenes que se gastan bajo el sol de los campos y la mirada imperturbable del patrón, en los nauseabundos complejos de hornos, entre el aire viciado de los galpones de clasificación y en medio del calor asfixiante de las estufas.

En la actualidad la mayor cantidad de tierras cosechadas son arrendadas en pequeñas porciones, lo que obstaculiza el incremento del ingreso para el productor y la falta de inversión en los equipos de producción.

Las manos que ordenan el tabaco secado ganarán $0,70 por kilo terminado y tendrán que llegar a

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los 80 para llevar unos cuantos pesos a la casa; los estuferos quemarán su carne y sus ojos cuatro veces a la semana por $90 diarios, los cargueros oscilarán entre los $60 y $80. –El trabajo empezó hace rato pero todavía no sabemos cuánto vamos a ganar este año. La mujer que ahora clasifica las hojas y changueó en los campos en la época de cosecha trabaja presurosa para acumular atados, ella también sabe que el precio de su trabajo lo fijarán otros.

El monopolio de las ganancias

La producción nacional del tabaco está sujeta a los caprichos del mercado internacional. El productor sabrá cuál es el precio de su trabajo después de entregar la materia prima a la empresa. Solventará el ingreso de todo el proceso de elaboración, además del alquiler de un horno a $2200 para secar 4 mil kilos de hoja que, una vez listas se habrán encogido a mil.

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En el mundo se cultivan cuatro grandes clases de tabaco: El Virginia se obtiene en Estados Unidos, Brasil y Zimbabwe, así como también en América Central, que también comparte la producción del Burley con Malawi y Uganda, el Negro, de origen cubano, y el Oriental, proveniente de los períodos de verano de los Balcanes, Turquía y Oriente Medio. A su vez el mercado está abastecido por la producción de los más de 100 países que se dedican al tabaco en todo el mundo, entre los que se cuentan a China, India, República Dominicana, Indonesia, Honduras, Brasil, Ecuador, México, Argentina, Nicaragua, Camerún, Filipinas, España (Canarias) y Jamaica.

A la hora de la transacción, la empresa -conociendo el stock mundial- fijará el precio por kilo: $15 por el de primera categoría, $10 por el de segunda mano y $7 por las trizas amarronadas. La Brithish American Tobacco, La Standard Tobacco Argentina y la Cooperativa de Tabaco sacarán 50 atados de cigarrillos con aquel kilo de materia prima pagado a $10. No hace falta continuar haciendo cuentas para calcular las ganancias de un negocio sólo redituable para los grandes estancieros y el puñado de marcas que imponen los términos.

En el rubro de la producción primaria existen dos grandes categorías, el cultivo extensivo y el intensivo. El primero es aquel que puede resolverse con poca mano de obra y mucha maquinaria, como es el caso de la soja; mientras que el intensivo requiere una gran cantidad de trabajadores. La destrucción de las economías regionales halla su responsable en la súper explotación de las siembras extensivas, que acota los puestos de empleo temporal con que subsisten gran parte de los pueblos de tierra fértil. Carlos Lewis, ingeniero agrónomo de Coronel Moldes, divide tajantemente estas dos clases. -Mal o bien pagos, los intensivos generan trabajo mientras que los otros son excluyentes sociales netos, donde se instalen generan pobreza.

El tabaco pertenece al rubro de los intensivos, ya que requiere una atención constante en cada una de sus etapas de producción. Luego del cultivo manual de los plantines se inicia una etapa de fertilización y desmalezado. Noventa días después se lleva adelante la cosecha, que va efectuándose por etapas según la maduración de las hojas que se extraen de a cuatro por planta. El caso del criollo es distinto, la planta se levanta entera y su secado es al natural. En promedio una hectárea puede rendir 2 mil kilos,

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es decir que se precisará levantar dos en proporción para llenar un horno de secado. -Como se pueden levantar pocas hojas por planta, el cosechero tiene que recorrer toda la zona para completar esa carga.

Lewis dedica su vida a la producción y al estudio del origen del tabaco.

–Milenariamente la hoja era utilizada para ser fumada en pipa, por placer y a raciones, el desastre se ocasionó una vez que el producto llegó a las tabacaleras; donde se lo mezcló con los ingredientes que generan la adicción y crearon el cigarrillo. Reconstruyendo la relación, reconoce que quiso escaparle al controversial rubro desde hace años pero que todo lo llevó hacia él y terminó por enamorarse.

Además de la finca que mantiene, constituyó un emprendimiento familiar abocado a la recepción de turistas en su casa, a la que le anexó una fábrica de quesos y el primer museo del tabaco en la Argentina. –El extranjero viene acá a interiorizarse sobre nuestra sobrevivencia a las crisis, es un tema que los desvela por el tipo de previsibilidad económica en que viven. Cualquier descalabre les produce una angustia enorme y entonces llegan acá y les desconcierta nuestra entereza en medio del caos.

El museo se fue haciendo con las donaciones de distintas personas que tenían información u objetos de valor relacionados. La sala está dividida en tres etapas de evolución, la precolombina, la colonial y la de producción nacional. La primera muestra los primeros hallazgos arqueológicos que afirman que en Perú, el Desierto de Atacama en Chile y al noroeste de la Argentina, las comunidades consumían el cebil desde hace 5.000 años. La semilla de la civilización, seca y fumada en pipa era utilizada milenariamente por los chamanes para trasladarse a otra realidad, considerándola como la puerta hacia la percepción del mundo visionario. Los incas mezclaban su jugo gota a gota en la cerveza que era bebida por el adivino para predecir el futuro y era también utilizada para fines medicinales.

–Cuando inicié el proyecto lo presenté a las autoridades municipales y provinciales, pero lo rechazaron de inmediato por considerarlo mala palabra. El conflicto surge porque la industria ha volcado su responsabilidad toxicológica en el tabaco convirtiéndolo en uno de los tabúes sociales más consumidos. Además de que pagan lo que se les ocurre cada año, el productor decide encarar el cultivo del mejor tabaco para ganar más y al final de la cosecha

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la empresa determina que este año, por el stock y los precios del mercado mundial, su producción no vale como antes. Es un círculo vicioso que empieza y termina en ellos.

Los tiempos del tabaco redituable erosionaron la costumbre histórica de las huertas familiares para el autoabastecimiento, que hoy se vuelcan al monocultivo. Las firmas preponderantes no sólo manejan el negocio sino que se oponen al retorno de la diversificación de cultivos, diagramando un mercado cautivo. –En los años en que fui Jefe del Departamento de Investigación de la Cooperativa del Tabaco de Salta iniciamos campañas de concientización para que la gente pluralice sus siembras para no morir de hambre cuando el tabaco caiga y terminé amenazado al punto en que tuve que irme.

En Zimbabue, África, el modo de comercialización está basado en un sistema de remates donde el productor acerca su materia prima y la vende al mejor postor. Desde la Cooperativa hubo varios intentos por difundir estas reformas en el rubro para cimentar un comercio más justo, donde el productor pueda gozar de un mayor poder de decisión sobre

su trabajo. –Cuando empezamos a agitar las aguas para proponer estas condiciones las empresas volvieron a hacer sentir su peso. Cuando la cosa se hace transparente herís los intereses de los tipos que la manejan. ¿Cómo podemos pretender entonces que acepten la regulación cuando históricamente son ellos los que someten y marcan el ritmo?

Las compañías que digitan el mercado en la actualidad son Philips Morris -Masalín Particulares-, la Brithish American Tobacco -Nobleza Piccardo-, Pascucci -más pequeña y de intereses locales- y la Cooperativa de Tabaco que sirve para convalidar las condiciones de las dos primeras, dado que está manejada por las mismas multinacionales y a su vez nuclea a los productores presos de las normas internacionales.

Mientras tanto, los últimos sometidos de la industria dedican su vida al tabaco durante los seis meses entre los que se inicia el cultivo y se terminan de alistar las hojas secas para que el patrón revenda. La otra mitad del año, se ampararán en lo sobrante de la temporada y en la posibilidad de conseguir alguna changa en la construcción que aminore el desempleo crónico de los meses de otoño e invierno.

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XISan Antonio de los Cobres

“Se les ensancha el cuerpo por eso, tienen hambre furiosa de eso. Como unos

puercos hambrientos ansían el oro”12

El delito hecho norma

Hoy son más de 600 los proyectos mineros volca-dos sobre toda la Cordillera. Bajo una regulación promulgada en los años ‘90 el estado pasó a inhibirse a sí mismo, confiriendo absolutas libertades a las multinacionales que explotan minerales de todo el país.

La explotación minera provoca pérdidas sociales, económicas y ambientales para el lugar en la que se instalan las empresas. En el año 2005 el Ministerio de Economía elaboró un informe abocado a captar capitales declarando el beneficio de invertir en el

país: La Argentina es un país sumamente rico en

(12) Cita tomada de un texto en lengua originaria mexicana Náhuatl por Eduardo Galeano, citado en Las venas abiertas de América Latina.

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minerales, y el 75% de las áreas con potencial minero se encuentran sin explorar (...) La minería cuenta con importantes incentivos fiscales y económicos que hacen muy atractiva a la Argentina como destino de inversiones13.

Hoy las empresas instaladas en el país gozan de la devolución del IVA en los períodos de exploración, la rebaja de otra suma importante de impuestos, una estabilidad fiscal y cambiaria por el término de 30 años desde la firma del contrato y la exención completa del pago de derechos por la importación de bienes de capital y equipos de servicios desti-nados al rubro.

El caso de la puna salteña

San Antonio de los Cobres, ciudad al noroeste de la provincia de Salta, es una zona rica en borato, perlitas y ónix, minerales explotados por distintas empresas privadas. El lugar, que surgió como base militar del destacamento de la Gendarmería Nacional, está preso de las disposiciones de estas firmas que representan la única fuente laboral de la

zona. Para llegar hay que embarcarse en una ruta de precipicio que bordea los cerros durante la última hora de viaje; el trayecto asciende a cuatro horas por vía terrestre desde la capital, por lo que resulta muy difícil trabajar allí si se vive en San Antonio. Los 200 kilómetros que la separan de la ciudad de Salta atraviesan distintos parajes rurales en donde las posibilidades laborales descienden casi hasta el punto de desaparecer.

En el año ‘96 las exportaciones argentinas en materia de minerales eran de US$300 millones; para el 2004 las cifras ascendieron a US$1.200 millones debido a la puesta en marcha de la mina La Alumbrera en Catamarca, el Salar del Hombre Muerto en Salta, la del Cerro La Vanguardia en Santa Cruz y Aguilar en Jujuy. “Sin duda las instituciones ayudaron a consolidar un escenario muy estable para el empresario privado”14.

(13 y 14) Invertir en Argentina. Minería. Agencia de Desarrollo de Inversiones. Secretaría de industria, Comercio y PYME. Ministerio de Economía y Produc-ción. Septiembre de 2005.

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Lamas trabajó 27 años en las cargas de borato de San Antonio de los Cobres. –Ahí no se paraba de sufrir, era cargar todo el día para mandar a Campo Quijano. Hoy casi nada es palo y pico, todo es máquinas y máquinas, ya no hay tanto empleo.

Vivió el traspaso del trabajo manual a la tecnifi-cación, y pasó los días junto a un compañero cargando camiones de 35 mil kilos diarios. –No había otra cosa así que hubo que aguantar y aguantar para ganar una miseria de sueldo... Debió alejarse de su familia para vivir en el “campamento”, una seguidilla de casas de adobe construidas por la empresa. Ganó monedas durante cada jornada de 10 horas y terminó jubilándose con $1000.

Después de entregar su vida a la industria volvió a donde nació, Santa Rosa de Tastil. Los años de trabajo duro no le dieron más que sobrevivencia. Hoy pasa los días en su casa de adobe a los pies de la ruta que lleva a San Antonio. Dice que allá es peor, que es más hostil, que acá es pintoresco y que se vive mejor.

Santa Rosa de Tastil es uno de los parajes de la ruta que recorre Salta-San Antonio de los Cobres; habitado por alrededor de 100 personas que se mantienen con el cultivo de habas, papas, maníes, arvejas y con la crianza de cabras dentro del ámbito familiar. Lamas sonríe y desea suerte con la mano en alto. –Con mucho abrigo hay que andar, que el viento no te corte la piel. La casita levantada tras años de sudor en las minas va quedando atrás.

Poco se sabe de la fundación de San Antonio. En el año 2010 un equipo de investigación trabajó para rastrear las primeras huellas contemporáneas que datan de los tiempos en que apareció el ferrocarril, luego de la obra del Ingeniero Maury. Según voceros del Municipio, las tareas de arqueología están momentáneamente interrumpidas por su propia decisión, ya que el gobierno provincial estaba dando en comodato a museos privados muchas de las piezas halladas. Si bien no se conoce una fecha exacta, existen pruebas de que fue la etnia atacameña la que habitó sus tierras desde hace 4 mil años, después de que fueran expulsados de lo que hoy son Chile y

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Bolivia. Milenariamente las comunidades vivieron de la siembra y la cría de animales hasta los tiempos de la conquista.

Hoy San Antonio es una de las localidades más pobres de la provincia, pese a las inmensas riquezas que subyacen en su territorio. Sumado a esto hace poco tiempo las autoridades se vieron en la obligación de declarar una verdad sabida de hace tiempo, el agua no es potable y las obras son deplorables.

Su pueblo sobrevive entre la crudeza del trabajo en las minas y el desamparo de la puna salteña a casi 4000 metros de altura. Las casas bajas de barro se confunden con la aridez polvorienta de sus calles. La mayoría de sus 5 mil habitantes vive en condiciones precarias, pero la postal que difunde a la zona es la del lujoso Tren de las Nubes.

El 5 de febrero un temporal arrasó con las casas de adobe llevándose paredes enteras, las pocas pertenencias y arruinando las cañerías. Al terror

de esa agua furiosa que arrastró barro y piedra hacia el interior de las viviendas sobrevino otro, la carencia total de alguna potable para subsistir y soportar el calor.

El municipio encaró una repartición de varios litros sin avisar a la comunidad y conseguirlos se convirtió en una odisea para las familias devasta-das por la lluvia. –Mis hijos hicieron guardia todo el día para conseguir unas botellas, cortaron la calle impidiéndole avanzar al camión para que nos llene los baldes. Después entre los vecinos nos fuimos avisando por dónde andaba para que salgan a pedir agua, comentaba una vecina a la tarde siguiente. Esta situación ocurrió en los hogares lindantes al barrio militar; único hecho a base de casas de concreto, revocadas y pintadas de un amarillo estridente que sobresalta entre el amarronado de toda la ciudad. El 7 de febrero, dos días después de la tormenta, eran varias las personas que continuaban a la espera de agua.

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Hacia el interior del pueblo se encuentra uno de los barrios más afectados, el que se fue haciendo a la vera de la desembocadura del río. Allí una familia recibió tres baldes el día anterior para saciar las necesidades de sus 24 integrantes y hace más de dos horas que se encuentran afuera esperando el reparto prometido. El camión estaba anunciado a las 14, pero el agua escasea desde hace mucho antes.

Desde el municipio ni siquiera se esbozan argumentos frente a la situación. El estado de alarma se imprime de igual forma en los rostros de los que están en sus casas a la espera del agua como en la de Enrique, el sanantoniense de 55 años que me recibe en el Municipio. Él está cumpliendo horas extras esperando también que arribe el agua:

–Justamente estamos acá hace horas, porque desde la capital nos dijeron que iban a llegar a las 14 con una ayuda. No sabemos qué van a traer, no nos han informado, cuando lleguen tenemos que indicarles cuáles son las familias afectadas y ellos van a repartir lo que traigan.

Cómo mantener las raíces en un ambiente hostil

Igual que en el caso de los ingenios de Tucumán y Jujuy, las empresas mineras obtienen cifras millonarias a cambio de una declaración parcial, que es maquillada con la “responsabilidad empresaria”; práctica que no ofrece más que magros actos de beneficencia como la donación de una ambulancia o el auspicio de un ciclo de cultura. Los saldos que los pueblos se ven obligados a pagar son criminales: pobreza extrema, empleos temporarios y mal pagos, falta de agua y enfermedades producidas por la contaminación ambiental.

Casi en la otra punta del país, un grupo de vecinos autoconvocados de Esquel que también padecen los efectos de la minería denuncian: “Esta es una actividad meramente extractiva con múltiples rami-ficaciones, tanto a escala económica, como ecológica, social y cultural. Es un hecho comprobado que las regiones mineras del mundo son publicitadas inicialmente como regiones ricas y llenas de

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oportunidades, pero terminan siendo las más pobres”15.

Mientras tanto las voces que resisten en la puna salto-jujeña exclaman “No queremos pasar a formar parte del basural de las orillas de las grandes ciudades y hacia ahí nos están impulsando con su modelo extractivo”. El cambio climático generado por las perforaciones mineras complejiza más aún las posibilidades de sobrevivencia trabajando la tierra. Cada expedición rompe las napas de agua y cuando éstas no se sellan bien, comienzan a secarse generando problemas hídricos.

Según voceros de la municipalidad de San Antonio, en la actualidad hay un proyecto de mega-minería a cielo abierto para la explotación de oro, que nuclea a varias firmas privadas que ya están asentadas extrayendo perlitas y litio. Las firmas están alerta, esperando el visto bueno del mercado internacional, para que les indique cuándo es el momento más propicio para empezar a excavar.

Un obrero de mina gana entre $1500 y $2000 por 21 días de trabajo y siete de descanso. Emprender la tarea implica abandonar la casa para vivir en los

“campamentos”, habitaciones con hileras de camas cuchetas que serán el único albergue durante las tres semanas de trabajo, hasta que cada uno pueda volver a visitar a su familia.

La legislación local no impone trabas y/o restriccio-nes para la contratación local de personal extranjero16. Enrique alerta sobre la nula contención social frente a la problemática laboral –Las grandes mineras traen su gente de afuera y es mínima la cantidad de lugareños que ocupan. Entonces tampoco es cierto que calmen la necesidad de trabajo. Nosotros tenemos un problema social muy grande que es el alcoholismo. Ellos trabajan durante semanas y cuando tienen que volver del descanso lo hacen tarde y esto es advertido por las empresas. Realmente es alarmante la situación, en carnaval se toma durante un mes entero, lo mismo pasa con el festejo de la Pachamama en agosto; no vas a ver gente que no esté alcoholizándose. Es una forma de evasión generalizada. Macharse, olvidar, exteriorizar al ‘diablo’ que yace oprimido durante el largo año del patrón, desde hace 500 años.

(15 y 16) Darío Aranda. Argentina Originaria. Genocidios, saqueos y resisten-cias. Buenos Aires, La Vaca Editora. 2010.

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Cuando la colonización clavó sus pies en América descubrió una forma efectiva de potenciar la actividad productiva de las masas de nativos apresados: mezclar hojas de coca y alcohol sería el método para mantener a los esclavos despiertos y trabajando por más horas.

En carnaval se le ofrecen a la Pachamama todos esos bienes sagrados reconvirtiendo el simbolismo de la opresión. Luego de darle de beber a la tierra, podremos tomar todos del mismo jarro.

En agosto vendrá la ofrenda principal, la del pan. El maíz y la quinua por sobre todo, alimentos desplazados por los implantados en tiempos de la colonia, serán utilizados para elaborar la comida; rebrotando los sabores ancestrales junto al mote, las habas y la carne de llama. -Hoy se cultiva muy poco el maíz por la falta de agua, hay parajes cercanos en donde todavía se mantiene.

“Hemos perdido nuestro origen”

Enrique dice que San Antonio nunca fue un pueblo rico, que tuvo riquezas y siempre se las han llevado. –Nadie ha peleado por defenderlas y así se fue empobreciendo. Ahora estamos peleando por la riqueza turística que tampoco es manejada por nosotros. Los que se hacen la América no son precisamente los sanantonienses, sino los que arman los paquetes turísticos desde la capital. A nivel provincial San Antonio de los Cobres es incluido dentro de un paquete completo hecho por las agencias desde la ciudad de Salta, que acompa-ñan a los visitantes y cuanto mucho los acercan a almorzar en algún comedor o adquirir artesanías. Esos representan los únicos ingresos que la ciudad percibe por el turismo, nada queda en su tierra más que flashes fotográficos.

El hotel Belgrano, sostenido por una familia del lugar es posada de choferes y conocidos de la zona; los turistas son dirigidos por los paquetes de paseo al Hotel de las Nubes, donde los $300 que cuesta una habitación son usufructuados por la provincia que tampoco deja regalía alguna al municipio. Idéntica situación es la que experimenta la ciudad

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con respecto al negocio del afamado Tren de las Nubes, que atraviesa su territorio sin dejar beneficio alguno.

Enrique advierte que el municipio tampoco cuenta con infraestructura en servicios y necesita que la política provincial centrada en el turismo se haga eco en estas tierras, colaborando con el sostenimiento de la ciudad. –Necesitamos que nos digan “su prioridad es el agua, bueno invirtamos en el agua”, pero esas redistribuciones no llegan.

La hostilidad climática dificulta la proliferación del cultivo y la cría de animales (ambas actividades que forman parte de la cultura ancestral de la comuni-dad) y, al mismo tiempo, el desmantelamiento de las riquezas en suelo puneño expulsa a sus habitantes a migrar a las ciudades en busca de algún sustento.

–Si llamamos evolución al acatamiento por parte de nuestra comunidad de nuevos patrones de vida, tendremos que decir tristemente que los hubo;

ahora si nos referimos a cómo impactaron estos cambios en la calidad de vida, se hace evidente la involución enorme que sufrimos. Ya no se puede decir “esta es nuestra identidad”, ese lema de “los kollas para los kollas” no es una realidad, hoy es sólo un slogan político. Lo cierto es que hemos perdido nuestro origen.

San Antonio continúa padeciendo los serios problemas que lo aquejaban a mediados del siglo XX: hoy los aludes e inundaciones no cuentan con respuestas y previsión, no existe una planificación urbana que vele por el futuro de la comunidad, y los habitantes rurales emigran ante la imposibi- lidad de mantenerse. -Evolución para nosotros sería poder contar con las herramientas para que las familias del campo puedan seguir viviendo de sus siembras, pero el clima actual nos dice lo contrario; entonces los que hablan de ese concepto están dirigiéndose hacia otros lados, porque acá no se ha visibilizada una mejora como producto de todos los cambios culturales que hemos padecido.

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Jujuy

Pueblos y ciudades recorridos: Libertador General San Martín | Purmamarca | Maimará | Humahuaca | La Quiaca

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Feudo y resistencias

“El primer problema es el de las tierras. Menester es dividir esos enormes latifundios

que hace siglos se perpetúan y aumentan en extensión. La tierra ha de ser del que la trabaja.

Las compañías no tienen ningún derecho a poseerlas mientras los agricultores son sólo arrendatarios”17

A mediados del siglo XVIII la explotación del azúcar se masificó en la provincia. La industria necesitó de manos, manos baratas que hicieran aún más redituable el negocio y las comunidades asentadas allí fueron saqueadas para alimentar el trapiche de los ingenios.

Los nuevos dueños de la tierra comenzarían a cobrar arrendamiento a los que originariamente la habitaban. Así, las familias que quisieran conservar sus suelos de vida y siembra, deberían soportar la explotación en los campos de azúcar para obtener el dinero necesario y saldar las deudas que de la noche a la mañana se cargarían sobre sus espaldas.

Regímenes de semi esclavitud, expulsión de sus territorios y opresión centenaria de su cultura serían los destinos que la independencia argentina tendría para ofrecerles. “Nada ha cambiado en esta tierra para nosotros”. Perpetuando un sistema centralista y discriminatorio, la nación avanzaría sobre cuerpo y espíritu de los pueblos ancestrales.

“En toda América Latina están próximas a desaparecer 248 lenguas indígenas”. En su investigación Argen- tina Originaria, el periodista Darío Aranda desen-traña los genocidios históricos impresos sobre las comunidades de todo el territorio argentino, a pesar de la existencia de un amplio marco legal que las ampara. “Educación bilingüe e interculturalidad, asistencia sanitaria y participación en todos los asuntos que los afectan -como consta en la Constitución Nacional- son algunos de los derechos y reclamos históricos de los 24 pueblos indígenas en Argentina. Pero en la lista de derechos básicos, el primero es siempre el mismo: ‘Territorio’. Entendido con la carga de costumbres, cultura e historia, y no como un bien económico. En plena Revolución de Mayo los gobiernos criollos violaron todos los pactos

(17) Prólogo de J.L al libro Extranjeros en su tierra, de Octavio Rivas Roney.

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preexistentes, desconociendo los tratados de los pueblos indígenas con la Corona Española. (...) 200 años después, el especialista en Historia del Derecho del CONICET identificó 74 tratados, en su mayoría incumplidos por las autoridades argentinas”18.

En Jujuy las comunidades deben enfrentarse al avance indiscriminado de la industria azucarera, que atenta contra sus prácticas de vida. Los pueblos pierden sus tierras, las familias ya no tiene dónde sembrar sus alimentos y medicinas, y pasan a ser esclavos de una única opción: ofrecer su fuerza de trabajo en los ingenios.

El desconocimiento, lo que podemos llamar como invisibilización del otro, es una estrategia para poder dominarlo. Si yo no reconozco que existe otro, no puedo darle un status de derecho. Se operó el borramiento de ese otro, para que desaparezca como sujeto de derecho y, por lo tanto, se puede arbitrar cualquier tipo de medidas. Y ese tipo de medidas son precisamente las que se describen en el derecho actual como prácticas genocidas19.

Cuando una comunidad dice basta y sale a tomar lo que le pertenece es perseguida, acusada de usurpadora y, en el mejor de los casos, relegada a tierras inundables e improductivas.

Libertador sufre el feudo centenario del ingenio que le dio nombre. Los habitantes de La Quebrada de Humahuaca ya no son dueños de su territorio, sino de quienes tengan el poder de arrebatárselos y el pueblo de La Quiaca lucha contra el olvido del Estado nacional a los pies de la frontera.

“En Argentina, según el último censo agropecuario, el diez por ciento de las denominadas ‘explotaciones agropecuarias’ más grandes concentran el 78 por ciento de las tierras, mientras que el 60 por ciento de las fincas más pequeñas se reparten apenas el cinco por ciento de la superficie cultivable del país”20.

(18) Darío Aranda. Argentina Originaria. Genocidios, saqueos y resistencias. La Vaca Editora, 2010.(19) Declaraciones del historiador Walter Delrío en Argentina Originaria.

(20) Darío Aranda. Argentina Originaria. Genocidios, saqueos y resistencias. La Vaca Editora, 2010.

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XIILibertador / Ledesma

“Lo único que cabe señalar es que cualquiera que gobierne lo hará con los ojos vueltos hacia el Buda

que tiene por vientre una bolsa de azúcar, el dueño del ingenio, verdadero director de las maniobras políticas”

Octavio Rivas Roney

El pueblo que carga con el nombre de su opresor

En el corazón del centro del pueblo se levanta el monumento al zafrero, como una especie de homenaje que los dueños del ingenio

mandaron a construir. La estatua de un hombre en posición erguida pela una caña,

que sujeta como una lanza. Es una figura estilizada, de rasgos marcadamente distintos a los del pueblo jujeño.

Me quedo mirándola por un instante y recuerdo el comentario que un habitante había hecho el día anterior. “Ese no es un zafrero, ese es Indiana Jones pelando caña”. El hombre había sujetado

su panza con una mano, mientras con la otra señalaba su rostro: “Nosotros somos

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gorditos, chaparritos y morenos”. A pocos metros de aquella figura, un graffiti repudia los crímenes impunes ejecutados por la empresa. La frase pintada en aerosol está grabada sobre un cartel con el logo de la firma y desde ahí alerta y no olvida: Ledesma Mata.

El 28 de diciembre de 1899 la provincia de Jujuy fundó el pueblo de Ledesma en tierras donadas por el ingenio. Siete años después el arribo del ferrocarril terminó por constituir el poder de la industria azucarera jujeña, hoy detentada por la familia Blaquier. En 1950 la localidad pasó a llamarse Libertador San Martín, pero el peso de la empresa en su gesta y su historia no arrancó jamás el nombre primero.

La genealogía del estado argentino está íntimamente arraigada a los intereses de grandes latifundistas. En la búsqueda por problematizar las bases que forjaron nuestra nación, el historiador Carlos Aramayo expone: “Fue un proceso de subordinación y relación de conveniencia de toda la oligarquía terrateniente del noroeste respecto de la oligarquía terrateniente de la pampa húmeda; donde en el intento por resolver

la ‘pacificación nacional’ les otorgó a la oligarquía azucarera primero y al capital imperialista después, la protección de la producción. Esta relación de poder de las clases dominantes es lo que abrió el camino para que algunos apellidos de Tucumán, Salta y Jujuy llegaran a la presiden-cia de la Nación, a la vice presidencia, a los ministerios y al Congreso Nacional. Están los Roca, Avellaneda, Uriburu, Cornejo, Sánchez de Bustamante, Bustamante Pérez y otros”21.

La eximición de impuestos, la puesta en marcha de infraestructura al servicio de los ingenios y la legislación fueron algunos de los beneplácitos que el Estado Nacional otorgó a los azucareros desde fines del siglo XIX. Política e industria serían potestad de los mismos apellidos durante décadas, con un ejército a su servicio que hostigaría a las comunidades indígenas para someterlas a la esclavitud en los campos de cosecha. Ya entrado

(21) Carlos Aramayo. “El pueblo jujeño en su lucha ancestral”, en: La Marea N° 32. Año 2010. http://lamareayelbicentenario.blogspot.com.ar/2010/03/el-pueblo-jujeno-en-su-lucha-ancestral.html

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el siglo XX, y no conformes con los efectos de la ampliación democrática, esos mismos nombres llevarían al país a la vuelta de la corrupción política del PAN, a través del golpe de 1930.

La Organización Contraledesma detalla: “Los dueños del azúcar fueron los ideólogos de la década infame en Argentina. El radical Villafañe, vinculado al ingenio Ledesma fue dos veces diputado provincial, diputado nacional, gobernador, y senador en 1932. El General salteño Uriburu encabezó el derrocamiento a Yrigoyen y el ingenio Ledesma puso un ministro en el nuevo gabinete. Herminio Arrieta, dueño de Ledesma y presidente del Partido Popular, fue diputado nacional y senador en 1938. Robustiano Patrón Costa, dueño del ingenio San Martín del Tabacal de Salta, y presidente del Partido Demócrata Nacional trepó a senador en 1932”.

A partir de 1970, con la dirección de la firma en manos de la familia Blaquier, Ledesma pasó a convertirse en un Complejo Agro Industrial, incorporando una fábrica de jugos concentrados, la

planta de molienda húmeda de maíz, el negocio de gas y petróleo, la planta de cuadernos y repuestos escolares y comerciales, la producción agropecuaria en las provincias de Buenos Aires y Entre Ríos y la incipiente producción de bioetanol22.

Preso del monopolio azucarero, el pueblo de Ledesma -y todo el Partido de Libertador San Martín- soporta la impunidad histórica de este feudo que continúa su avanzada en otros sectores industriales. No lo dicen organismos de derechos humanos, sino el propio Carlos Blaquier, director del Complejo: “El noroeste argentino y el azúcar son un poco la misma cosa. (...) La actividad azucarera emplea aproximadamente a 200.000 personas, que más su grupo familiar asciende a 800.000, es decir el 40% de la población de Tucumán, Salta y Jujuy, que tienen dos millones de habitantes. Si sumamos la actividad satélite, casi las ¾ partes de la población del NOA vive directa o indirectamente del azúcar”23.

(22) http://www.contraledesma.org.ar/spip.php?article6. (23) Conferencia de Carlos Pedro Blaquier, en la Bolsa de Comercio de Bs. As. El 14 de abril de 1981. http://www.contraledesma.org.ar/spip.php?article9

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Monocultivo(s): una amenaza que avanza

“Apruébase el Régimen de Promoción de la Producción de Bioetanol con el objeto de satisfacer las necesidades de abastecimiento del país y generar excedentes para exportación. A través de este régimen promocional se impulsará la conformación de cadenas de valor mediante la integración de productores de caña de azúcar e ingenios azucareros en los proce- sos de fabricación de bioetanol”24.

La Ley 26.093 de fomento a la producción de los biocombustibles estableció que a partir del 1° de enero de 2010 los combustibles minerales en el mercado interno argentino debían ser cortados por biodiesel y bioetanol al 5%, ascendiendo a un 7% promediando el año y con la proyección de que aumente a un 10%25.

La investigación sobre biocombustibles en Argen-

tina, de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales -FARN- determinó que para finales de 2010 fueron necesarios 886.152.700 litros de biodiesel y 330.804.750 litros de bioetanol para dar respuesta a las demandas.

En su libro Argentina Originaria, el periodista Darío Aranda desentraña los efectos nocivos que el modelo extractivo nacional vigente conlleva para las comunidades que habitan las zonas más afectadas, donde las industrias de soja y caña desterritorializan en su avanzada: “Desde el Movimiento Nacional Campesino Indígena se denuncia que las elites del agro promocionan el modelo vigente como muy desarrollado y eficiente, sin embargo la otra cara de esta forma de producir es la represión para desalojar campesinos e indígenas, alta dependencia externa por los insumos y una gran deuda social ya que la producción de alimentos para los argentinos queda relegada y se prioriza la exportación, logrando una escasa distribución de los ingresos”26.(24) Ley 26.334, de fomento a los Biocombustibles, sancionada en diciembre

de 2007 y promulgada en enero del siguiente año. (25) Datos recogidos de la investigación “El escenario de los Biocombustibles en la Argentina” de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales. 2010

(26) Darío Aranda. Argentina Originaria. Genocidios, saqueos y resistencias. La Vaca Editora, 2010.

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Basándose en la legislación vigente el informe del equipo de la FARN explica: “La intención de la política oficial del Gobierno Nacional es seguir aumentando el porcentaje de su uso, por lo que se incrementará la frontera agrícola de soja u otro cultivo con potencial energético. De acuerdo al análisis efectuado por el INTA10, para la producción de biodiesel, la superficie actualmente implantada de colza debería aumentar, ya que su ocupación actual sólo cubre el 1,4% de las necesidades previstas para el 2010. En el caso de la soja se necesitaría entre un 6,78% y un 13,8%. (...) Si se considera el corte del 7% la demanda se elevará a 1.240.613.780 litros de biodiesel y 463.126.650 litros de bioetanol. En el año 2007, investigadores de la Estación Experimental Obispo Colombres del INTA Tucumán, calcularon que sería necesario triplicar la superficie sembrada de caña de azúcar para lograr abastecer la demanda interna de combustibles líquidos. Las hectáreas sembradas son: 32600 y las necesarias alcanzarían las: 965.753”.

AgroLedesma

El 15 de octubre de 2010 el ingenio inauguró la planta deshidratadora con la que se sumó a la producción de bioetanol. Con una capacidad potencial para producir 100.000 metros cúbicos, la firma tomó el control del ingenio La Florida de Tucumán, que está elaborando 60.000 metros cúbicos. Ledesma pasó a ser el mayor productor de etanol derivado de la caña de azúcar del país27.

“La sanción de la ley para la promoción de la producción de bioetanol y sus normas reglamentarias abre verdaderamente una nueva etapa para la historia de la industria azucarera argentina”, declaró el Administrador del Ingenio Ledesma, Federico Nicholson al diario El Libertador Hoy, luego de la inauguración de la planta Bio Ledesma, de la que participaron el gobernador de Jujuy, Walter Barrionuevo, la ministra de Industria Débora Giorgi, el ministro de Planificación Federal de la Nación, Julio de Vido y los directores del Ingenio, Ignacio y Santiago Blaquier.(27) Diario El Libertario de Jujuy, 15 de octubre de 2010.

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Según Nicholson, la apuesta al desarrollo de los biocombustibles es altamente beneficiosa dadas las bondades de la caña de azúcar por representar “el cultivo más económico para producir bioetanol y la mejor alternativa desde el punto de vista ambiental”28.

Desde Ledesma, el Centro de Acción Popular Olga Márquez de Arédez (CAPOMA) denuncia el apoyo que el Estado nacional ofreció a la empresa para convertirse en líder de la elaboración de bioetanol –Del 80% de caña utilizada para la elaboración de azúcar, un 40% se empezará a destinar al combustible. Si los ingenios más pequeños no incrementan su producción el precio del azúcar va a subir abruptamente. No va a pasar mucho tiempo hasta que esta situación cambie. Y ¿quién sabe más allá de nosotros que investigamos a Ledesma que esa inversión fue subsidiada en un 30% impositivo por el Estado Nacional? “Esto es todo inversión propia”, dicen ellos. Le siguen mintiendo a la comunidad, no informan tampoco que reciben un subsidio estatal

de $60 mil anuales por posibles pérdidas, y estamos hablando sólo de posibles pérdidas, que nunca las tienen. A excepción de las pequeñas heladas del año pasado, en todos los períodos batieron récord de producción.

Julio, integrante de CAPOMA, manifiesta que estos hechos referencian la impunidad histórica sobre la que se basa Ledesma para acrecentar su poderío, como los crímenes efectuados hace 35 años en complicidad con la última dictadura.

Cuando terminaba de escribir este capítulo, Página/12 publicaba un informe sobre el freno impuesto por la empresa para llevar adelante las causas por La Noche del Apagón29, donde 55 personas de las 400 secuestradas en el Partido de Libertador San Martín aún continúan desaparecidas.

La nota de abril de 2011, realizada por Adriana Meyer, transcribe las presentaciones efectuadas por

(28) Diario El Libertario de Jujuy, 15 de octubre de 2010. (29) Adriana Meyer. “Un apagón a la justicia”, en: http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-165809-2011-04-08.html

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la Unidad Fiscal de Coordinación y Seguimiento de las causas por delitos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura, donde acusa “al juzgado a cargo de estos expedientes por la paralización de los mismos”, explicitando que “Jujuy es la provincia que mayores problemas presenta para el avance de los procesos por graves violaciones a los derechos humanos, por esto y con el objetivo de reactivarlos, el Centro Europeo para los Derechos Constitucionales presentó un escrito para fundamentar que la empresa azucarera y papelera de los Blaquier colaboró con el terrorismo de Estado”.

El origen de la riqueza

La monarquía azucarera no podría haberse constituido sin la fuerza de trabajo esclavizada de la que se abasteció. En su investigación, Viviana Conti y Ana y Marcelo Lagos abordan cómo se fue fortaleciendo dicho sistema: “La industria necesitaba mano de obra. En el caso de los indios del Chaco, fue fundamental el papel cumplido por el ejército como factor de coerción para lograr la proletarización

del aborigen. Entre 1880 y 1930 la mayor parte de los trabajadores eran indígenas chaqueños, tobas, chiriguanos y el grupo más importante estaba conformado por los matacos (...) Las campañas militares privaron al indio de sus medios tradiciones de existencia, los ríos donde pescaban fueron surcados y vigilados por cristianos y los campos cada vez más reducidos”30.

El trabajo comunitario y el sistema de trueque pasaron abruptamente a suplantarse por una jornalización laboral ajena a los pueblos. El encierro y la esclavitud generados por los ingenios destruyeron la organización comunal. En 1917 el Inspector del Departamento Nacional del Trabajo, José Niklison, presentó un informe al Ministerio del Interior bajo el nombre “Los indígenas del Norte Argentino”. Las conclusiones del recorrido personal de Niklison fueron abrumadoras: “Los indios van al trabajo como podrían ir a cualquier sacrificio, serenos, reservados, imperturbables. Los Matacos soportan los mayores

(30) Viviana Conti, Ana Lagos y Marcelo Lagos “Mano de obra indígena en los ingenios de Jujuy a principios de siglo”.

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(31) Niklison, José Elías. “Los indígenas del Norte en la Argentina – apuntes de actualidad”. La Revista del Mundo, Buenos Aires.

dolores y fatiga sin exteriorizarlo con lamento o gestos. Van, pues, al trabajo, obligados por la miseria, quedando librados a la soberana voluntad de los administradores y capataces. La permanencia del indio en el ingenio significa la anulación completa de su ‘yo’, la abdicación total de su libertad. Allí hará lo que se le mande sin reclamos ni protestas. Y de no hacerlo, en la desobediencia, estaría el castigo, pues los que no ejecuten los órdenes no tendrán qué comer. Ante las necesidades apremiantes, y muy lejos de su tierra nativa, el indio no tiene más remedio que doblegarse y obedecer”31.

El período de trabajo en los campos, extendido entre los seis y nueve meses, obligaba a quien partía a descuidar su tierra; al regreso poco de lo construido permanecía en pie. Pasado un primer período el ingenio se terminó erigiendo como la única opción de supervivencia para los campesinos. Según datos de archivo relevados por el trabajo de Lagos y Conti,

en 1914 el Departamento de Trabajo explicitó haber encontrado a “500 criollos y 2318 indios incluidos ‘chinas’ -mujeres- y ‘osacos’ -niños menores de 13 años- en el ingenio Ledesma”.

Las empresas levantaron barrios aledaños a la zona de zafra para que los obreros no debieran alejarse de su trabajo e implementaron un sistema de pago por medio de vales que sólo podían cambiarse en la proveeduría de cada ingenio.

No más comunidad, no más tierras, no más autoabastecimiento. Trabajo individual y explotación fue lo que el negocio del azúcar impuso a las comunidades como destino. La sangre indígena y la aniquilación de su modo de vida fueron los sacrificios ejecutados por el empresariado para elevar su reinado azucarero.

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Ledesma y los crímenes contemporáneos del azúcar

En la madrugada del 24 de marzo de 1976 Olga Arédez se despertó por un timbre insistente y Luis se dirigió a atender con la idea de que podía ser un paciente. “Se demoró un momento y llegó muy asustado a decirme que lo venían a buscar”. Su hijo Ricardo se acercó a una ventana en el momento en que “era cargado a un vehículo de Ledesma” y Olga pudo ver las rostros de quienes estaban secuestrando a su marido, “la camioneta era conducida por un empleado de la propia empresa”32.

El 20 de julio de ese año, en complicidad con el plan sistemático de la dictadura para sembrar el terror, el ingenio Ledesma prestó decenas de móviles a un escuadrón integrado por la Policía Provincial y Gendarmería Nacional, y desde la usina del Partido de Libertador San Martín cortó el servicio eléctrico

del todo el Departamento. El operativo secuestró a más de 400 personas entre profesionales, estudiantes y obreros, de las cuales 55 continúan desaparecidas.

Arédez permanecería secuestrado durante siete meses en la cárcel de Villa Gorriti y otros cinco en la unidad N°9 de La Plata, hasta ser liberado el 5 de marzo de 1977.

La pareja, oriunda de Tucumán, había decidido radicarse en Ledesma debido a las grandes necesidades con que se encontraron en la población. Hasta el día del golpe Luis Arédez era el intendente; cargo desde el que instaba a la empresa al pago de impuestos que evadía. En simultáneo se desempeñaba como médico de los empleados del ingenio y, advirtiendo las afecciones de los pacientes, evidenció que los medicamentos avalados por la empresa no satisfacían sus necesidades. Consciente de esta ineficacia sanitaria empezó a emitir órdenes con otros fármacos, corroborando que las principales enfermedades estaban asociadas a los espacios (32) Archivo CONADEP. Declaraciones de Olga Arédez en la Causa Arédez

Sagues, Luis Ramón, Legajo N° 3376, en www.contraledesma.org.org.ar

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de trabajo. El deterioro de las vías respiratorias a causa de la labor en las plantas de celulosa de la empresa y la inhalación constante de bagazo, polvo emanante de la quema de la caña, eran evidencias generalizadas.

Las medidas que Luis adoptó desde ambos cargos afectaban severamente a los intereses del feudo, acostumbrado a obrar en la provincia sin ningún tipo de regulación. Pocas figuras se habían animado a generar cambios con implicancias en las farmacéuticas; diez años antes el proyecto presentado por el presidente Arturo Illia al Parlamento para frenar las mega-ganancias de los laboratorios a costa de los consumidores, sería una de las iniciativas que alentarían el golpe de estado a su gobierno.

A los pocos días de ser liberado Arédez volvió a trabajar en el Hospital de Fraile Pintado, ya que por orden militar su puesto había quedado vacante. Dos meses después volvería a ser secuestrado.

Hasta hoy continúa desaparecido.

Olga comenzó una búsqueda que trascendió a su vida. En los primeros años estrechó lazos con los incipientes organismos de derechos humanos, denunció a lo largo de todo el Partido la dominación empresarial, se acercó a las Madres y continuó trabajando arduamente para sembrar inquietudes en las generaciones más jóvenes vedadas de su historia por el silenciamiento impuesto por el ingenio.

Falleció 28 años después del primer secuestro de su marido sin hallar rastros de él, pero su lucha seguiría ramificándose. En el año 2005 y en memoria de su militancia, un grupo de cinco jóvenes fundó el Centro de Acción Popular Olga Márquez de Arédez (CAPOMA). Los propulsores fueron criados al calor de su trabajo y dos de ellos recuerdan que fue esa mujer incansable la que les abrió otras perspectivas.

CAPOMA nació para encarnar la lucha y la memoria sobre los crímenes militares del siglo XX, el destierro indígena causado por el modelo agro-

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minero vigente, la falta de tierras y la persistencia del trabajo insalubre en la fábrica.

Sumido en un contexto opresivo el Centro comprendió la urgencia por construir un medio de comunicación popular. Retomando las ideas de Olga, sus integrantes comenzaron a instruirse para montar una radio.

Darle fuerza a la palabra, como otro espacio que ayude a desterrar el temor de los grandes e incentive la inquietud de los jóvenes.

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Los que gritan NO

Llego a Libertador en la noche del 17 de febrero sin saber que días antes, por esa misma avenida que piso al salir de la estación, 1500 personas habían marchado en repudio al monopolio territorial y laboral del ingenio hasta las puertas mismas del complejo.

Me habían advertido que el olor dulce del bagazo se respira en todo el pueblo en verano, aunque no sea época de zafra. Julio, uno de los fundadores de CAPOMA, me espera en la terminal. Tardamos en encontrarnos entre los pasillos colmados por puestos de comida. Nuestros contactos se habían cruzado en 2010 en Plaza de Mayo y desde ahí había aceptado recibirme en la casa donde funciona el Centro.

A las once de la noche el calor hace aminorar el paso. –Estamos esperando el agua para que calme la temperatura, pero también queremos ver salir a nuestras comparsas, ese día todo el pueblo se sienta en la avenida hasta las tres de la mañana que nos desaloja la policía. Los banderines colgados a todo

lo largo de la calle principal hacen disrupción con el homogéneo gris que caracteriza al pueblo. Las casas bajas y algunos edificios a medio construir conforman la postal de la zona céntrica. A unas 20 cuadras de donde estamos y detrás del paredón del ingenio, se extienden los barrios de los obreros del azúcar en una hilera de casa idénticas. Pegado a estas construcciones, en terrenos al descubierto, las montañas de bagazo superan los 50 metros de altura; estamos en verano y esa cantidad es poco.

Pisar Libertador es chocarse con la impunidad. Todos los vecinos se acostumbraron al olor penetrante del bagazo, saben que es nocivo, que causa afecciones respiratorias, pero la mayoría desconoce los otros crímenes ejercidos por el ingenio. Ninguno dirá bondades de la empresa, pero pocos hablarán mal. Quien no trabaja allí, tiene uno o dos familiares cercanos en el Complejo Agro industrial.

–La represión de la dictadura militar hoy la ejerce Ledesma. Casi el 70% de la población de Libertador

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está empleada o trabaja temporalmente para el ingenio, de ahí la presión psicológica que ejerce so-bre el pueblo. El hijo de un trabajador no se puede acercar a CAPOMA porque se queda sin trabajo el padre. La gente misma nos dice “yo no me acerco porque mi marido o mi viejo trabaja en el ingenio”. Son muchos los jóvenes que sienten la inquietud pero no tienen las posibilidades económicas ni sociales como para escapar de este círculo. En la región somos la única organización que le hace frente a la empresa, y la represión que ejerce es tan fuerte que la gente vive atemorizada; el contexto no cambió, el flagelo ya no es físico, pero sigue intacto. Julio hoy tiene más de 30 años y es uno de los que se crió escuchando a Olga, mientras su padre dejaba su vida en el ingenio para mantener a la familia. –Por haberlo visto a él, me juré que no iba a ser esclavo de ellos, conmigo se cortaba. Hoy lo sigo viendo laburar 12 horas diarias, desde hace tres décadas y jamás nadie ahí dentro ha sido capaz de decirle “su antigüedad vale”; sigue siendo el mismo peón.

CAPOMA constituye hoy uno de los pocos focos

de resistencia a la empresa Ledesma en la zona. Activamente está sostenido por tres personas. Oscar, Martina y Julio llevan adelante la casa y la agrupación, mientras tienden lazos con organizaciones en lucha por tierras en el Partido de Libertador y con otras de la provincia de Buenos Aires. Su trabajo es retransmitido por distintos medios alternativos, año a año organizan la marcha en memoria de La Noche de Apagón, y están formándose en encuentros de comunicación popular para montar su propia antena de radio.

Julio conoció la historia de Olga y la de su pueblo cuando tenía 17 años. Los encuentros comenzaron a frecuentarse acompañándola a algunas marchas hasta volcarse por completo a la causa por los derechos humanos. Junto a su compañera Martina, continuaron interiorizándose en las problemáticas barriales y denunciando expresamente a Ledesma. “Usted se va a quedar sin trabajo si su hijo sigue hablando”, le amenazaron en el ingenio a su padre, cuando su militancia se fue haciendo más fuerte. –Olga me enseñó que nuestro trabajo es el de estar

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al lado de la gente más desprotegida y ese fue el camino que elegí.

Oscar nació en el norte de Salta; muy cercano a la realidad de las comunidades indígenas comprendió desde temprano la compleja situación sociopolítica y económica que une a las provincias del norte: abundantes riquezas naturales y pueblos completamente empobrecidos. –Tengo un familiar desaparecido, eso en mi casa era un tema que no se hablaba y el silencio me llevó a preguntarme ¿por qué? Frente a ese olvido, empecé a cruzarme con mucha gente que me enseñó a no callarme, a no conformarme con el destino que se nos impone desde afuera y después de vivir muchas experiencias decidí quedarme acá.

Nuestra primera charla se extiende hasta las tres de la madrugada, a esa hora la lluvia de febrero llega como un bálsamo levantando la polvareda de las calles, y el viento revuelve en todo el aire el olor dulzón del bagazo que llega desde los terrenos cercanos del ingenio.

Las partículas se respirarán todo el día siguiente, mientras el pueblo se prepara para los festejos de carnaval. –Todos los días y todos los años para nosotros son lo mismo. Lo peor es que esta lluvia nos aleja del carnaval, comenta Julio mientras el frente de la casa comienza a inundarse.

Cuatro días después, las comparsas impacientes saldrían con todo el pueblo a la calle principal desafiando las últimas gotas del diluvio.

Feudalismo

El contexto habitacional del pueblo jujeño está determinado por la masiva acumulación de tierras por parte del ingenio. Este proceso en constante avanzada hace que cada vez sean menos los espacios disponibles para construir viviendas. Julio detalla que en la actualidad “un promedio de tres a cuatro familias viven en una casa de tres habitaciones”, mientras se suceden los desmontes a gran escala para el cultivo de caña, “como sucedió con 12 mil hectáreas en la zona del salar”. A este fenómeno se le suma la compra que la firma efectúa sobre

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los pequeños ingenios, como los de La Florida y La Trinidad. –El microemprendedor queda comple-tamente desamparado frente a este monstruo. La empresa sigue siendo el monopolio de capitali- zación de tierras. Es un feudo total, acá son el Estado. Los gobiernos provinciales y municipales son meros empleados a su servicio.

Al Complejo Agro Industrial se llega caminando desde el centro en pocos minutos. A un lado de la ancha avenida que marca la cercanía con la puerta de ingreso, una hilera de árboles enredados al alambrado de cinco metros de alto se prolonga por varias cuadras. Así intentan tapar las montañas de bagazo. –Parece una broma, la cantidad quintuplica en alto a este disfraz. Oscar me acompaña a paso tranquilo, mientras vemos ir y venir a decenas de camiones que entran al complejo por la mano de enfrente, donde se extienden las plantas empaquetadoras de frutas.

Al ingenio no le gusta que lo miren, por eso su seguridad chista, cruza y se acerca cuando una cámara a 50 metros de distancia dispara sobre la

entrada. Más adentro de aquella avenida continúan los campos de bagazo y aparece un primer paredón. Detrás, los barrios obreros. Casas antiguas de tejas, construidas una al lado de la otra se prolongan en semicírculo, abriendo calles arterias que se cruzan y bifurcan. En el corazón de esta zona y pasando una rotonda aparece imponente la “rosadita”, como le dicen a la casona de los Blaquier, por su clara similitud con casa rosada. La diferencia con la estatal es que esta otra tiene unos altos paredones que sólo permiten visualizar el piso superior. Desde la vereda de enfrente, si uno se para en dirección al portón central –y no tarda mucho, porque otros guardas están expectantes ante las miradas de intrusos– podrá ver la fastuosidad de la construcción y comprender el motivo del apodo.

El de seguridad agita los brazos a uno y otro lado, con clara intención de alentar nuestra retirada. Pensamos que las fotos que tomamos sirven poco, que nada evocan si no están acompañadas de la historia que arrastran. La postal de la casa quizá sirva sólo de metáfora, las bases de esa edificación son el padecimiento de un pueblo entero.

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NO, después de haber vivido el ingenio

Eduardo llegó a Ledesma con 20 años para trabajar en el departamento de celulosa del ingenio. Hoy tiene 65. -El área en que trabajé fue siempre muy insalubre. Con el tiempo empecé a ver que mis compañeros se enfermaban de los intestinos y morían de paros cardíacos, pero nosotros seguíamos trabajando y nadie investigaba qué había pasado con esa gente.

Los años de trabajo pasaban y la empresa no les ofrecía cursos de capacitación ni elementos de seguridad, para saber cómo protegerse del cloro, el ácido sulfúrico, la soda caústica y el mercurio. –La desconfianza hacia la empresa surgió ahí, viendo que no había ninguna intención por cuidarnos y la corroboración definitiva de esto vino cuando nos dejaron en la calle en los ‘90.

Las políticas de flexibilización laboral de la década menemista fueron aplicadas por la empresa con un despido masivo, reduciendo los puestos de 15 a 3 mil empleados.

–Porque Ledesma no es sólo esto que vemos, es dueña de plantas de papel en San Luis, estancias agro ganaderas, en Las Heras tiene un frigorífico de última generación con 10 mil dientes de porcinos, campos de soja, inversiones en exploración y explo-tación de gas. Están en sociedad con Cargill, así que el poder que tienen para doblegar cualquier gobierno es peligroso. Y este año se metieron con el bioetanol, subsidiados por el estado, es decir, por todo lo que aportamos los argentinos. Dicen “esta empresa invierte, se arriesga por Argentina”, nos mienten, nos mienten.

Eduardo pasa las tardes en los pasillos de la terminal donde tiene una perfumería. Transcurrieron 15 años desde que el ingenio lo despidió con una magra indemnización pagada en cuotas, pero el sentimiento de injusticia está intacto –Al ver a tantos compañeros estafados, surgió espontáneamente ese odio a la empresa. Realmente creíamos que está-bamos trabajando para el país y nuestras familias.

La oleada de despidos se cobró a los hombres en edad adulta. Luis lo sufrió en el ‘96, con 50 años.

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–Viví acostumbrado a no tener un día fijo de descanso, a contramano de la comunidad y ya grande me encontré despedido. Nuestros sindicatos eran burócratas, acá hacíamos huelga y el gerente acordaba en Buenos Aires. Los trabajadores papeleros fueron de los pocos que formaron un sindicato combativo y encararon una huelga de 48 días, por el ‘84; pero los terminaron doblegando, el abogado los traicionó y hoy sus hijos viven muy bien.

El primer despido en masa fue al año siguiente de la primera elección de Menem y Eduardo fue de los que quedó sin trabajo después de la reelección. Trabajó diariamente durante 30 años, sin contrato ni agremiación que lo ampare; si marchaba era automáticamente despedido. Cobraba mensualmente, tenía aportes pero no obra social. El ingenio lo desechó con 25 años de antigüedad y tuvo que esperar casi dos décadas para poder recibir su jubilación.

Desesperado ante el abandono de los sindicatos y la falta de regulación estatal, un día se organizó junto a un grupo de compañeros para adentrarse en

los campos del ingenio con una cámara filmadora. El objetivo era llegar hasta la zona de desechos tóxicos y registrarlos para llevarlo a la justicia. Los custodios fueron alertándose sobre la presencia de extraños mientras el grupo escapaba –Todos nos salvamos por varias casualidades. Uno era trabajador, conocía todos los recovecos y nos fue guiando, escondiéndonos de los patrulleros entre los cañaverales. Otra de las mujeres era médica y se acercó a la entrada diciendo que estaba ahí por una urgencia y que necesitaba un vehículo para irse. Los demás llegamos hasta un tendal donde una familia evangélica estaba festejando una ceremonia, nos refugiamos ahí y llegamos a la puerta casi desnudos: yo me saqué los anteojos, tiramos la mitad de la ropa y terminamos saliendo haciéndonos los borrachos. Los registros se borraron aparente-mente por error cuando uno de los integrantes los bajó a una computadora.

Fueron reiteradas las veces que se acercaron al Ministerio de Trabajo para exigir que se enviara una inspección a las distintas áreas del Complejo. –Esos fueron nuestros últimos intentos, después nos

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vimos debilitados con la aprobación de la jubila-ción anticipada, porque muchos estaban luchando por eso, los compañeros tenían hambre y era lógico, se conformaron con eso aunque nuestra jubilación debiera ser muchísimo más alta. Si hicimos labores insanas durante toda la vida. Recién cuando me despidieron empecé a tomar conciencia del ambiente en el que estaba, del desprecio de la empresa hacia todos nosotros. Hoy puedo decir que nunca más quiero volver a estar ahí adentro. Tengo que agradecerle una sola cosa a Ledesma: que me haya echado; si no, no tendría esta salud para hacerle frente.

Trabajo insalubre

“Lo mejor que tiene Ledesma es su gente. Mi mayor mérito fue haber elegido a la gente adecuada. Además,

en Ledesma, hay una gran permanencia de los que mandan; otra de las claves para nuestro éxito”33

Corría el año 2006 y después de golpear puertas, presentar denuncias y testimonios Luis y un grupo de compañeros lograron que en septiembre un

equipo de inspección de la Subgerencia de Estudios, Formación y Desarrollo, dependiente de la Dirección Provincial de Trabajo de Jujuy investigara al ingenio.

El informe sobre el Complejo Agro Industrial puso en relieve la insalubridad a la que los obreros se ven sometidos en sus áreas de trabajo, la falta de una previsión médica integral y la presencia de menores de edad en los campos de zafra de la empresa.

Eduardo se quedó con una copia del trabajo y comenzó a difundirlo, en el intento porque algo saliera a la luz. Pasaron cinco años y Julio, desde CAPOMA, continúa denunciando que “todo el mate-rial sigue cajoneado”.

Las más de 70 hojas de las que consta la inspección evalúan las condiciones de trabajo en el sector médico, el servicio de higiene y seguridad, la zafra semimecanizada y mecanizada, los espacios de mantenimiento, depósito y procesamiento de la caña, las plantas de jugos y de papel.

La cantidad de irregularidades presentes en las áreas arrojaron denuncias desde la primera visita. (33) Declaración de Carlos Pedro Blaquier en el 100° aniversario de la empresa

Ledesma.

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Después de revisar el sector médico el equipo dictaminó: “No se cumple con la obligación de contar con personal de salud en cada turno, no hay enfermeros de noche. Los legajos médicos no analizan al paciente en función del puesto de trabajo que ocupa. No se observa en ellos información sobre la tarea que realiza y mucho menos sobre los agentes de riesgo a los que está expuesto”.

Omitir dicho análisis le permite al ingenio evadir toda responsabilidad sobre las afecciones que un trabajador adquiere como consecuencia de su labor. Además se comprobó que el servicio médico directamente “no interviene en la elaboración del Relevamiento de los Agentes de Riesgo, en la selección del tipo de elementos de protección personal, ni en la implementación del Plan de Capacitación ni su realización”.

En cuanto a las condiciones en que los zafreros desarrollan el corte de caña, la inspección constató: “Como consecuencia de la quema de caña, el trabajador sufre la impregnación de la carbonilla, incluyendo el rostro, y por ende, respira las partículas carbonosas”.

Una de las denuncias más fuertes radica en este mismo apartado, donde el trabajo infantil es argumentado como colaboracionismo familiar: “Se nos informa que es usual que las familias, mujeres e hijos pequeños participen del despunte, observán- dose en esta visita que en algunas áreas las tareas estaban a cargo de niños, como ayudantes, que aparentan no tener más de 10 o 12 años. Cabe destacar que por no pertenecer a la firma, estas personas (supuestamente trabajadores zafreros ilegales) no contaban con ningún equipo de pro- tección, recibiendo como explicación que se debía a que ‘no pertenecían a la firma’. Sin embargo, se los deja entrar al campo y al predio de la empresa, cuando al iniciar la inspección fuimos informados que no podíamos circular libremente por los predios, por estar totalmente prohibido que ingresen extraños o vehículos no pertenecientes a la empresa”.

No se entregaron comprobantes de los fungicidas utilizados. En varios sectores se comprobó gran acumulación de polvo y fibras de bagazo, altamente perjudiciales por la polución ambiental que generan. Estos espacios no se limpian porque se “prioriza

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la producción”, siendo que la cantidad hallada supera los límites de la ley. La planta de alcohol no posee sistema de rociadores contra incendios. Se detectaron varias zonas de riesgo de atrapamiento, como trapiches, transportadores de cintas, vehículos en el campo. Las tareas de corte de caña fueron identificadas como riesgosas, así como las que se desarrollan en las calderas, de una altísima agresión a la salud de los trabajadores.

Muchas de las actividades revisadas fueron catalogadas por la inspección como potenciales “Laboral indemnizable”, que remite a aquellas enfermedades relacionadas con el trabajo. El equipo dictaminó que era meritorio encarar una investigación que evaluara la gravedad de las mismas. Estos resultados no pudieron ser comprobados en aquella inspección debido al dato fundamental que Liberty ART no cumplimentó en las fichas de sus pacientes, relacionando la afección diagnosticada con el puesto que cada uno ocupa.

En inspecciones realizadas en 2004, se identi-ficaron varios accidentes mortales, entre los que

se mencionan la caída al vacío de un operario afectado a tareas en el sector filtros, en el mes de febrero y la muerte de otro que, recolectando cañas, fue aplastado por una máquina cosechadora que retrocedió, aparentemente por causas desconocidas.

Se diagnosticó que más de 4 mil trabajadores están expuestos a agentes de riesgo, pudiendo ser afectados por más de uno en determinados espacios; además de la falta de matafuegos, cinturones de seguridad y equipos de protección. En visitas anteriores se ordenó a la empresa constatar las mediciones de mercurio, esto tampoco fue realizado, ni se hicieron evaluaciones respecto a los accidentes sufridos por un trabajador en el año 2003 y otro, mortal, en 2004.

Con todos estos datos, más otra cantidad impor-tante que también han sido registrados por el equipo de inspección, Eduardo advierte que poco se avanzó en términos de seguridad laboral, mien-tras Oscar detalla que a raíz de esto “la empresa sólo se está cuidando de que ya no haya menores en los campos”.

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Una inspección anterior a la de 2006 determinó que la empresa debía investigar sobre la muerte del operario aplastado por una maquinaria. Cuando el equipo relevó este pedido se encontró con una argumentación irrisoria. Ledesma declaró que esto se debió a “un exceso de confianza del hombre como una de las causas que originó el accidente”.

Los que avanzan gritando NO

La alarma habitacional padecida por más de 400 grupos familiares decantó en una manifestación histórica del pueblo; llegar hasta las puertas del ingenio demandando por su derecho a la tierra.

Concretar la primera marcha implicó un proceso de organización cuidadoso; la gente sabía que se estaba manifestando por su derecho a la vivienda, pero no mucho más. La información indispensable corrió sigilosa entre los vecinos; el plan no debía llegar a gendarmería ni a la policía. El 16 de febrero pasaron por la municipalidad y ya encolumnados en la ruta N° 34 muchos se miraron, algunos sabían más, otros menos, pero continuaron avanzando. En dos terrenos aledaños, unas 40 familias montaron un campamento simbólico. Sabían que no iban a construir casas ahí, sino que era una forma de evidenciar su necesidad.

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Organizadas por la Corriente Clasista y Combativa (CCC), habían logrado obtener el baldío del ex camping municipal, bajo la presión de Gendarmería que tenía orden de reprimir y estaba dispuesta por las calles y dentro de los cañaverales. El espacio cedido estaba abandonado y los vecinos encararon el trabajo de desmontar y rellenar el terreno.

Desde la vereda del local de la CCC, el sol del mediodía jujeño pega sobre nuestras cabezas, mientras Matías relata radiante. Se crió escuchando que en 1880 Ledesma había comprado cada hectárea a $1 y hoy el plan de recuperación de tierras que integra va por su tercera etapa.

Cuando nos encontramos ese 20 de febrero habían pasado apenas cuatro días de la marcha histórica, donde 1500 personas llegaron hasta las puertas del ingenio, exigiendo que se cumplan sus derechos. –Presentamos un petitorio que demanda la entrega de diez hectáreas de las 150 mil que la empresa tiene en todo el Departamento.

La primera y segunda fase consiguió la zona del ex camping municipal y un terreno aledaño, allí pudieron instalarse 150 grupos familiares. La marcha del 16 se impulsó para dar respuesta a los cientos que hasta ese momento carecían de un terreno.

“Les pedimos encontrarnos hoy acá para saber qué les pareció la marcha. Este paso es muy importante para nosotros, el ingenio sabe que le estamos haciendo frente y que lo nuestro es una verdadera necesidad, así que no vamos a parar”. Ni micrófono, ni altopar-lante, la garganta carraspea. José Ibáñez, referente de la CCC en Ledesma, se sube a los escalones de la entrada al local y habla a grito pelado para que las más de 300 personas presentes puedan escucharlo. Antes de terminar la asamblea les informa a los vecinos que la próxima semana una asistente social de provincia deberá dar inicio al censo familiar que ayude a presionar al ingenio por la entrega de las diez hectáreas demandadas.

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Arédez, el barrio que nació de la lucha

Siguiendo por la circunvalación se llega a las afueras del pueblo. Cruzando la ruta, por esa misma calle, el asfalto desaparece y unas cuadras más adentro se levantan los paredones del Polideportivo. Ahí mismo empieza el barrio. A las diez de la mañana José me espera para acompañarme a visitar a una de las vecinas.

De camino pasamos frente al campo de deportes. –Fue una lucha que esté en pie, habíamos consen-suado que ese espacio verde iba a mantenerse para todos los vecinos, pero la desesperación hizo que muchas familias lo tomaran para armar sus casas. Era imposible que se establezcan ahí, porque además es una zona inundable, se la está comiendo el río.

El terreno cedido se entregó a la organización en total estado de abandono. Familias enteras se volcaron a desmalezar y una vez que terminaron se encontraron con que no había luz, cloacas ni agua corriente. Organizaron una colecta comunitaria para comprar mangueras con las que se pudiera acercar el agua de canillas cercanas y el sistema

precario se transformó en la fuente de ingreso de agua a todo el barrio.

Cada familia fue separando sus metros cuadrados con alambre y tiras de plástico y edificó con lo que tenía al alcance: algunos ladrillos, chapas, maderas irregulares y lonas. El ingenio no quiere asentamientos, ese es su argumento para no entregar las tierras. –Ahora tenemos que conseguir una bloquera para que cada uno pueda empezar a hacer sus paredes, porque no se puede seguir viviendo así. La gente entró al terreno e hizo lo que pudo, ya no podían esperar.

Frente a una de las viviendas, los ladridos de los perros que se lanzan contra la tranquera de entrada dan aviso a la dueña de casa. Cintia se asoma desde el fondo y hace un ademán.

–Entrá, ladran pero no muerden.

A esa hora el sol del mediodía de a poco iba secando las lagunas que separaban las filas de casillas enfrentadas, mientras el río ondeaba casi al filo de los terrenos.

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La habitación donde vive Cintia está hecha a base del apilado de bloques de portland. -Todavía no pude comprar el cemento, ni las puertas, fui levantando esto con lo que tenía y todos estamos más o menos igual. Sabemos que hay unos planes que se llaman Vivir Mejor, que tendría que estar dando el estado para la construcción de viviendas, pero no han llegado. Más allá de la edificación precaria lo que realmente preocupa al barrio es la elevación del río, en la noche anterior había subido varios centímetros y muchas de las endebles cons-trucciones se cayeron por la

tormenta.

-Este terreno donde tengo mi casa es parte de la segunda fase. El camino fue muy difícil, desde hace tres años venimos asentándonos en distintos lugares, de donde fuimos desalojados y reprimidos, pero insistimos presionando a Ledesma hasta poder llegar hasta acá, pero la lucha continúa, sabemos que hay muchas familias que todavía no tienen nada. Cintia se acercó a la CCC cuando seguir alquilando se le hizo imposible. La falta de terrenos donde

construir ocasionó que el precio del alquiler de viviendas

se sobrevaluara hasta el punto en que una pequeña cueste

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$1500. Hoy invierte la plata de sus changas en seguir levantando su techo y planea volver a estudiar, sabe que el pueblo no tiene mucho más para ofrecerle que un bajo sueldo de empleada doméstica. -Toda esta movilización va haciendo que de a poco la gente pierda el miedo, que se anime a salir a la calle, porque todos, acompañándonos, vemos que luchando y luchando se consiguen las cosas. Ahora nos sentimos fuertes, sabemos que el que lucha, gana.

El barrio que nació al calor de esa tarea incansable se llama Arédez: –Todavía se están presentando los papeles, pero para nosotros se llama así desde siem-pre. Algunas calles tienen nombres de otras causas y luchadores como el Che Guevara, René Salamanca y Malvinas Argentinas. Nombrar así a nuestros espa-cios hizo que muchos vecinos empecemos a conocer la historia de todos ellos.

La elección del nombre surgió como una forma de homenaje y agradecimiento a esa pareja que tanto peleó por la gente del pueblo. –Muchos conocimos el trabajo de Olga, ella nos formó para que llegue- mos hasta acá. Era una madre para nosotros, siempre nos decía “peleen, no bajen los brazos”. José recuerda que sus primeras movilizaciones fueron a la par de ella, en las marchas por el 24 de marzo y en las de La Noche del Apagón en julio; también en reclamos a la Municipalidad en pedido de tierras, o denun-ciando la contaminación provocada por el bagazo. –”Ustedes son los que quedan”, nos decía. “Son los encargados de vencer al miedo, de pelear frente a ese monstruo que es Ledesma” y bueno acá estamos haciendo nuestro camino y tratando de retomar su lucha. Hoy estas tierras en donde vivimos se las ganamos al monstruo, son de Olga y de Luis también. Nuestra lucha lleva su nombre, no podría haber sido de otra forma.

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La historia criminal como un eco

A 35 años de La Noche del Apagón, como si se tratara de una conmemoración perversa de la complicidad del ingenio con la dictadura del ‘76, el pueblo de Ledesma volvió padecer la muerte y la persecución. Las armas sucias. El sacrificio señorial para la buena cosecha.

Esta vez el ataque fue contra cientos de familias que estaban reclamando desde hacía meses por su derecho a una parcela; sólo diez hectáreas de las 150 mil monopolizadas por la empresa. Por medio de la orden de la jueza Pérez Rojas y en incumplimiento con el compromiso asumido por la Municipalidad sobre la entrega de las tierras, se inició el desalojo a sangre y fuego.

El 28 de julio de 2011, día de la represión, los titulares bombardearon con información de último momento. De forma crónica, cada nota me trasladó a una de las tardes de febrero en Ledesma; a los

brazos de todas esas mujeres sosteniendo hijos sin techo con las que compartí una asamblea. Ya no estaba en esas calles, ni en Jujuy. Desde mi casa, sentada cálidamente y conectada a internet escribía los últimos capítulos de este trabajo, mientras las noticias se agolpaban en los correos, portales y redes sociales. Pensé que no era cierto, que todo debía ser obra de una horrenda confusión, de un mal chequeo de datos.

Con el correr de las horas los diarios comenzaron a dar parte de los cuerpos muertos, de los hospitalizados, de los detenidos y de las voces de los obsecuentes de panza llena: “Fue una jugada política, previa a las elecciones”.

“La tierra es nuestra, ya nos la prometieron”, las palabras de aquella tarde de verano, cuando la recuperación pacífica se sentía casi en las manos, hoy resuenan lastimosas. La marcha había envalentonado, había llenado de fuerza a la organización, logrando que progresivamente todos se sintieran más fuertes,

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aunados en esa lucha colectiva que había comenzado a devolver terrenos meses antes.

A un día de la brutal represión, eran muchos los manifestantes que continuaban detenidos en varias comisarías de la zona, entre ellas la de Fraile Pintado. Los manifestantes permanecieron en esa misma localidad que vio por última vez a Luis Arédez.

La mañana del desalojo Julio evidenció cómo Carlos Enrique Ferro y Julio Castellano, Jefe y Sub Jefe de Seguridad del ingenio, participaban del operativo. Vio caer a dos de los manifestantes a su lado, mientras algunos medios difundían la versión de que los muertos estaban armados. Horas más tarde el integrante de CAPOMA denunciaba que los dos empleados jerárquicos de Ledesma “estaban apoyados sobre una camioneta blanca mirando una de sus máquinas que hacía una zanja. Ellos intentaron desligarse con un comunicado donde desmintieron

haber participado, y la policía, que acostumbra plantar pruebas, va a decir lo contrario, pero la gente no estaba armada más que con piedras”34.

Las tierras donde se encontraban los manifestantes son conocidas como el Triángulo y pertenecen a la empresa. “Se entra por el río, cruzando por un barrio de emergencia afectado por inundaciones, hasta llegar a un portón amarillo de Ledesma, vigilado por una garita de seguridad y un rottweiler gigante”35.

El día posterior al desalojo el Ingenio emitió un comunicado a los medios, negando la complicidad con la represión ejercida por la Policía de la Provincia de Jujuy: “Son totalmente falsos los rumores que buscan asociar a la firma como partícipe del opera-tivo de desalojo de las personas que ocuparon de manera ilegal el predio. Ledesma, ni el personal

(34 y 35) Diario Página/12. Sección El País. Domingo 7 de agosto de 2011

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que cumple funciones de vigilancia, ni sus vehículos participaron del desalojo. Ledesma realizó el pasado 20 de julio la denuncia policial por la toma ilegal del predio, como ordena la ley. Siempre se acompañó el crecimiento de la ciudad y su comunidad”36.

“El operativo tuvo acceso a las 15 hectáreas por ese portón, el permiso lo dio la empresa, y la mayoría de los vehículos entraron por ahí”, expresaba Julio en su intento por desmentir, una vez más, las versiones del ingenio.

La presión ineludible de las muertes obligó al gobierno de Jujuy a dar respuesta a las demandas, iniciando el censo familiar del que José Ibáñez hablaba en la asamblea de febrero. “Queremos hacer las cosas bien, por eso estamos demandán-dole al Inmueble de la Provincia y de Libertador

que vengan, o que envíen a una asistenta social para que evalúen ellos mismos todos los casos que ya tenemos detallados por carpetas”.

En sus inicios el plan “Un lote para cada familia que lo necesite” llegó a contabilizar, en todo Jujuy, a 20 mil inscriptos. A partir de ese primer recuento el gobernador Walter Barrionuevo anunció el “período de depuración del censo, ya que se anotaron personas que tienen propiedades y terrenos” y aseguró que “luego de las enmiendas se coordinará la urbanización con el gobierno nacional, que será el que aporte los fondos para la construcción de las viviendas”37.

Hasta el día 9 de septiembre, desde CAPOMA, Julio expresaba: “Las tierras aún no fueron entregadas y los casos de las cuatro muertes siguen sin investigarse”.

(36) http://www.ledesma.com.ar/index.php?pagina=122 (37) Página/12. Sección El País. Viernes 26 de agosto de 2011

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XIIIPurmamarca

¿Patrimonio para quién?

En el año 2003 la Quebrada de Humahuaca fue declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO. Los argumentos de la postulación

hablaban en favor de una protección integral de la riqueza cultural y natural de la zona.

A partir de ese momento las Naciones Unidas se comprometían a velar por la preservación de los más de 170 kilómetros que atraviesan la Quebrada; de sur a norte, desde el pueblo de Volcán hasta Tilcara.

Los efectos de la determinación fueron inmediatos: el turismo nacional e internacional se incrementó de manera notable y con él, todo un circuito hotelero. Si bien estos hechos pasaron a constituir una importante fuente de ingresos, carecieron de la previsión necesaria para el cuidado de la zona que pasó a contener aluviones de visitantes.

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Pasada la declaratoria, ni el gobierno nacional ni el provincial ofrecieron una política de contención habitacional para los habitantes de la Quebrada. El precio de la tierra subió abruptamente y sus propios habitantes se vieron privados de acceder a ella.

Los abusos, el desalojo y la represión empezaron a cobrarse los derechos de un patrimonio que claramente estaba empezando a socavar la perma-nencia de sus comunidades.

Respecto a los perjuicios ocasionados, el arqueó-logo Axel Nielsen expresaba: “A mediados de la década del ‘90, el Estado y en particular la provincia de Jujuy empezaron a tener más interés por el patrimonio arqueológico debido a la creciente importancia que tenía el turismo con fines culturales en la región. Estas iniciativas llevaron a que se empiece a trabajar por que la Quebrada sea declarada como Patrimonio por la Unesco. Esto de algún modo reavivó la llaga sobre a quién pertenece este patrimonio. Paradójicamente lo que supuestamente se efectuó para proteger la cultura, empezó a quebrantar las bases mismas del acceso a la tierra. No sé si los bienes están siendo

mejor contenidos o preservados como dice el discurso que justifica la declaratoria, pero el resultado concreto es que el valor de la tierra en la Quebrada subió 50 veces y esto incide directamente en la vida de todas las personas que viven en ella”38.

Hace dos años, alarmadas por la situación territorial que comenzaron a padecer, 55 familias de Purmamarca escribieron una carta dirigida a todo el país pidiendo ayuda.

El texto fechado en abril de 2009 denuncia la política represiva ejecutada tras la declaratoria: “Somos hombres y mujeres que trabajamos y luchamos por no ser expulsados de nuestra región y criar a nuestros hijos aquí. (...) El valor de la tierra ha aumentado abruptamente, haciendo imposible para una familia originaria el acceso a la misma. El negocio inmobiliario aprovechado por empresarios, funcionarios del Estado Provincial y terratenientes de la provincia ha profundizado el histórico conflicto por la tierra, que hoy es utilizada para construir

(38) Declaración extraída del documental “Kollas: la tierra que camina” pro-ducido por La Choza, Asociación Civil El Zócalo y Canal Encuentro.

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hoteles donde nuestro rol es limpiar y servir a turistas adinerados. El 27 de marzo -de 2009- nos asenta- mos a la vera del arrollo Coquena, en tierras que figuran en los planos como fiscales (expropiadas por el gobierno nacional en la década del ‘50 con la promesa aún incumplida de ser entregadas a las comunidades). Al día siguiente, ‘supuestos dueños’ cortaron los accesos a nuestro asentamiento, y la policía nos reprimió y secuestró pertenencias, excusándose en una orden de desalojo SIN PREVIO AVISO firmada por el Juez de instrucción Jorge Álvarez Prado. Dos mujeres embarazadas tuvieron que ser trasladadas al hospital de Maimará a causa del ataque que sufrimos con palos, balas de goma y gases lacrimógenos”.

Hernán y Ricardo, integrantes de las familias de Purmamarca, firmaron la carta con sus respectivos contactos y comenzaron a elaborar una cadena de mails que recorrió el país.

Los medios del miedo

Purmamarca es un pueblo de no más de 800 habitantes; pisarlo llena de sentido las intenciones conocidas de la declaratoria; refugiado entre los cerros de la Quebrada, es bello por donde se lo mire.

Sobre su plaza se despliega una feria diaria de productos regionales e importados de Bolivia, al igual que en la mayoría de los locales que la rodean. El centro es un abanico para el turista: ventas, hostels, mercados y pequeñas oficinas con paquetes turísticos.

La zona está repleta de grupos de jóvenes con mochilas y tours de extranjeros que llegan en micros, pasean y continúan hacia Tilcara.

Dos años después de la fecha de aquella carta, encuentro a Hernán en el local de ropa que tiene delante de su casa, a pocos metros de la plaza. Dice que el turismo le da de comer a él y a su gente, y que en ese sentido han mejorado considerablemente desde la declaratoria.

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Le nombro la carta. Mira con desconfianza mi grabador. No quiere hablar. Pregunta de dónde vengo, para quién trabajo y por qué me interesa el tema. Pese a las explicaciones el no es rotundo. –Ya hablé mucho sobre esto y de nada sirvió.

En los meses más activos de denuncia se acercó a cuanto medio conoció y recibió allí en su casa a interesados de distintas provincias. –Creí que eso era bueno para nosotros, que nos iba a ayudar que se difunda nuestra situación, pero me equivoqué. Los periodistas del sur, como vos, vinieron a pregun-tarnos, a querer saberlo todo y en los diarios y las radios después aparecía cualquier cosa. Un amigo me llamó en una oportunidad y me dijo “Hernán, están diciendo que hablaron con vos en una radio y recomiendan no ir a Jujuy porque la situación está muy agitada por los indígenas”.

Hoy dice estar arrepentido de haber luchado, que la manipulación de los testimonios ofrecidos perjudicó seriamente a su comunidad, ya que fue cierto que llegaron menos turistas y se pasaron épocas difíciles.

–Fue todo una pantalla, muchos se acercaron diciendo solidarizarse con nuestra causa y en realidad

utilizaron la problemática para que la gente sienta desprecio y desconfianza hacia nuestra comunidad.

Hoy las familias unidas por Purmamarca se desdicen de esa lucha inmensamente digna que llevaban adelante por su derecho a permanecer en sus tierras. –Yo sé que perjudiqué a mi pueblo, mientras pensaba que lo estaba ayudando. Dice que prefiere dejarlo así, que ya no va a hablar del tema, que ahora sólo debe encargarse de su trabajo, porque ya afectó demasiado.

Había llegado en busca de una voz de Purmamarca que me hablara de ella misma y me encontré con los efectos de la desinformación.

¿Quién paga por el delito de las voces silenciadas de un pueblo? Hay pocos nombres, casi todos alterados, quedan en el aire y se hacen agua después de la mentira, porque sólo queda eso.

El Patrimonio expulsa a una comunidad, mientras otros medios colaboran en su menoscabo.

¿Cuántos muertos en nuestra historia se viene cobrando la infamia?

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XIVMaimará

Jueves de compadres y comadres

Días antes del desentierro del diablo, celebración que da por iniciado el carnaval, los pueblos de la Quebrada encaran dos grandes encuentros signados por el baile, la música y cientos de litros de alcohol. Primero es el jueves de compadres y a la semana

siguiente el de comadres. Las tardes de fiesta encuentran a muchos paseando soñolientos. Macharse, como le llaman a emborracharse,

constituye una tradición en cada festejo, pero con un trasfondo oscuro.

En su informe de 1904 sobre el estado de la clase trabajadora, Bialet Massé abordó la

problemática del alcoholismo denunciando la sistemática imposición efectuada por dueños y estancieros, para que soporten las jornadas extenuantes de trabajo y la pésima paga.

“Cuando un obrero es buscado para una elección le dan caña hasta que pueda tenerse en pie, y para

animarlo a un trabajo extraordinario no le ofrecen un churrasco bien asado, sino caña a discreción. El

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gran remedio del alcoholismo está en la alimentación y en el jornal decente del que es privado el obrero. Buscar en el alcohol puro el descanso para su fatiga y el suplemento de su ración es lo menos que puede hacer el peón, obligado a trabajar forzosamente de seis a seis”39.

En las primeras horas del día Ramón entra a saludar a los encargados del camping de Maimará. Llega hasta una mesa y se sienta con dificultad. Dice estar cansado, que anoche no durmió bien porque la bebida no lo dejó, mientras un gesto de encogimiento le quiebra la voz. –Yo le pido a mi patrón que si me ofrece un trabajo por tres días, no me pague el primero, porque seguro no le vuelvo y me gasto la paga en bebida.

Pero no sólo el alcohol fue transformado en un elemento de explotación. En tiempos de coloniaje la hoja sagrada de la coca fue propagada por los españoles para que los indios soportaran el cansancio y rindieran más en los socavones.

“En tiempos de los incas, la coca se distribuía con

mesura y sólo se permitía con fines rituales o para el trabajo duro en las minas. Los españoles estimularon agudamente el consumo de coca. Era un espléndido negocio. En el siglo XVI se gastaba tanto, en Potosí, en ropa europea para los opresores como en coca para los oprimidos. (...) La mayor parte de la renta del obispo y los canónigos y demás ministros de la Iglesia del Cuzco provenían del diezmo sobre la coca. Con las escasas monedas que obtenían a cambio de su trabajo, los indios compraban hojas y aguardiente en lugar de comida: masticándolas, podían soportar mejor al precio de abreviar la propia vida. A esta altura del siglo XX, los indígenas de Potosí continúan masticando coca para matar el hambre y matarse y siguen quemándose las tripas con alcohol puro. Son las estériles revanchas de los condenados”40.

Las coplas que anteceden al carnaval

Al mediodía el olor a albahaca, símbolo máximo del carnaval jujeño, se apodera de las callecitas, se cuelga de las puertas, en los ojales de las camisas y los sombreros. Es jueves de compadres y los grupos de hombres se reúnen a coplear, organizando

(39) Bialet Massé. Informe sobre el Estado de las Clases Obreras Argentinas. Volumen I. Editado por el Ministerio de Trabajo de la Provincia de Buenos Aires. 2010.

(40) Eduardo Galeano. Las venas abiertas de América Latina. Siglo XXI, México 1971.

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un festejo multitudinario abierto a todo el que se acerque.

En Maimará son varios los que están preparándose para su jornada de anfitriones. Cada comparsa tiene su mojón; un altar de piedras donde el diablo descansa desde el año anterior, hasta el reinicio del carnaval. Durante la semana los compadres publicitan la invitación a los suyos; y Los Ácidos se plantan como los más festivos de todo el pueblo.

A ese escenario se llega calle arriba, pasando la plaza principal y siguiendo el sonar de los primeros tambores del mediodía. Sobre largas mesas de madera, las parejas anfitrionas sirven a los recién llegados un plato de guiso picante con papas y vasos de saratoga.

Sin comida ni bebida, no hay festejo. Desde el escenario montado en la calle, Los Ácidos se presentan dando inicio a la primera banda y al baile. –Hemos preparado 1000 litros de chicha y saratoga, para que nadie se quede sin repetir.

La gente festeja desatando los cuerpos, mientras levantan sus vasos hacia el escenario. Después de haber servido la comida, unas ocho personas acercan a la calle dos tambores llenos de chicha para

que cada uno sumerja el vaso y vuelva a la ronda.

Hernán trabaja en Tilcara y vive en Maimará, cerró el local temprano porque “hoy nadie hace otra cosa” y volvió a su pueblo. –Siempre hay algún festejo por esta época. El domingo estuvo el carnaval chico, después viene el jueves de comadre, lunes y martes han vuelto a decretar el feriado, pero acá es feriado desde que yo nací.

El sol pega directo sobre la frente y calienta los cientos de litros de bebida de los tambores. La comida se asienta en los estómagos, pero el cuerpo no parece pesar. Se baila como sea y con quien sea, sin importar si quiere o no. Un hombre agarra por la cintura a una mujer y la hace danzar mientras otros grupos les llenan la cara de espuma, papel picado y talco.

Un micro frena en medio de la calle colmada de parejas, el chofer saluda por la ventanilla sacando ambos brazos y chifla, los pasajeros tocan los vidrios, sonríen y sacan fotos. La barrera humana se abre hacia ambos costados y el vehículo sigue su ruta. La escena se repetirá muchísimas veces a lo largo del día; en carnaval la calle es de los que andan a pie.

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Ser de afuera y de adentro

Diego nació y vivió toda su vida en San Salvador de Jujuy, apenas a 150 kilómetros de donde estamos, y es la primera vez que pisa Maimará. –Toda esta belleza es gratis, la amabilidad de la gente, el baile, esta diversidad es incomparable. La calidez del ambiente festivo no deja de asombrarlo y esa extrañeza ante su propia provincia le pesa hasta el punto de compararse con el porteño. Su propio chiste lo deja retumbando y esquiva la sincronía trazada –Me voy a buscar un vasito, no sea cosa que me quede seco.

No hace falta aclarar, para él yo también soy porteña, aunque viva en La Plata y haya nacido en el interior. –Pasando Santa Fe, son todos iguales. Yo consumo muchas noticias de allá, aunque acá no llegan Tiempo Argentino ni Miradas al Sur, ¿sabés por qué? Por los monopolios de Clarín, La Razón y La Nación que no los dejan, te quieren manejar todo. Agradezco al cielo tener una presidenta como la Cristina, una mujer de mente amplia, no como la Chiche Duhalde, el marido, Macri, Cobos ¡el gran traidor! ¿Cómo puede ser? ¡Vicepresidente y opositor! Este país sí que es generoso. Gracias a ella ahora

muchos saben que el país continúa después de la General Paz, mientras siguen dando vueltas todos esos que son unos gorilas...... Porque esos están en contra mío, en contra tuyo, en contra de nuestros vecinos, ahí ni de afuera ni de adentro, somos todos iguales frente a esos garcas. Diego se acoda sobre un árbol y cierra los ojos mirando al cielo para que lo arrulle el sol y lo que pareciera ser una posición de largo rato es rápidamente interrumpida por otra inquietud -¿Vos sos periodista?, ¿y te pusiste a estudiar por vocación? Mirá que esa es una responsabilidad enorme... A ver vamos a hacer una cosa. ¿Qué hora es Don Salas? El abuelo que dormita al costado del caminito de tie-rra se despabila al instante y busca su reloj pulsera –Las 15 menos cuarto. –¿Escuchaste? Las 15 menos cuarto del 24 de febrero de 2011. Vos te vas a acordar de este momento cuando tengas 40 años y venga algún empresario editorial a querer comprarte tus ideas, son dos cosas entre las que tenés que elegir: la verdad o la mentira, es fácil... ¿Sabés cuántos periodistas de Buenos Aires se han vendido y nos vienen mintiendo?... ¿Qué le pasó a Lanata?

Los compadres

Entre baile y canto, los 13 compadres que integran

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el grupo de Los Ácidos se pasan la tarde haciendo homenaje a su apodo, atendiendo a la gente que disfruta, bebe y come. Sirven al que se acerca y salen a hacer rondas de ofrecimiento por las calles desbordadas de parejas bailando. –Disfrutamos mucho de hacer esta fiesta, y hace bastantes años ya que empezamos, imaginate que venimos desde el ‘81, hasta pelo tenía en esa época... ¡No te queda más chicha! Mario va hasta uno de los tambores y sumerge el brazo casi hasta el codo para llenar mi vaso. –Va bajando la bebida, es que sin chicha no hay festejo... Nuestra primera comparsa era La Unión Obrera y con esa nos dábamos unas panzadas de baile, domingos, lunes, martes y el miércoles queríamos seguir bailando entonces nos juntábamos con los muchachos músicos y la ronda se armaba otra vez. De esa época viene el nombre... un amigo tenía la topa con nuestra bebida y nos decía “ustedes tanto chupar, ácido parecen, ácido, ácido, donde caen van a quemar” y esa noche se eternizó la frase.

Desde el escenario la banda agradece y grita a uno de los compadres para que tome el micrófono. El animador aparece en escena con toda la picardía que dice haberle dado la chicha. –Se viene la segunda banda de Los Ácidos, pero antes vamos a

pronunciar los mandamientos... Primero: Respetar y hacer respetar el nombre de Los Ácidos, ¿por qué Los Ácidos?, a ver si me acompaña la gente... ¡Los Ácidos, dónde caen, queman! Mandamiento 2: No salirse de la tropa de Los Ácidos, nada de engañarnos con otros grupos. Tercero, y este es importante, ¡Ahorrar para el trago y amarlo por sobre todas las cosas! Hay que entonarse, no quiero ver a nadie sobrio. Mandamiento 4: Honrar el vaso y toda bebida que contenga alcohol, y no desear la mesa ajena. Podés desear la mujer ajena, en carnaval vale todo, menos desear el vaso ajeno. ¡Ahora sí compañeros a bailar hasta mañana que hay saratoga y chicha para rato!”.

El baile del solo

Un compadre se acerca con un vaso de medio litro de chicha, decir no significa una ofensa; para demostrar cortesía nadie puede estar sobrio pasadas las cinco de la tarde. A un costado tres mujeres charlan sentadas en el piso hasta que un hombre se les acerca, calza en su cabeza una corona de albahaca y saca a bailar a una de ellas. La mujer dice “no, gracias, estoy cansada”, pero esa no es respuesta para el humor entonado del bailarín que la sujeta de ambas muñecas y la arrastra a la pista

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“no podés decir que no, es un desprecio, acá se baila o se baila”. A esa altura menearse con una mujer o un palo le da igual, poco importa la gestualidad o el ánimo del compañero de baile, mientras baile. Él está ensimismado en su deseo, bambolea el cuerpo a ambos lados y sólo vuelve la mirada para dar la vueltita correctamente y no terminar enroscado en el suelo.

Desde la vereda de enfrente una señora de unos 50 años descansa mientras toma su saratoga. En un manotazo desprevenido le saca el frasco de espuma a uno de sus chicos y ahora es ella la que empapa a los demás.

La garganta comadre “Cuando oigo sonar la caja

me dan ganas de llorar”

A la semana siguiente se lucen las copleras, ese jueves es su día, toda una jornada en la que las comadres se desquitarán a canto puro con su caja y su lamento hondo. Son muchas y ya grandes las que ven crecer a las pocas nietas que de a poco van dando los primeros pasos. Algunas suben al escenario con sus chiquitas, así la abuela presenta en sociedad a la nueva coplera, su orgullo y la

prolongación de su aliento.

–Yo copleaba de joven, ahora ya no, desde que me casé ya no más. Mi marido me conoció en un baile, me conoció cantando... nos casamos y mi garganta no volvió a coplear. Él siente celos de que otro me lleve si me escucha cantar. Conocí a Élida mientras esperaba ansiosa su turno con el sanador. Va porque está enferma hace algunos años, dice que se quiere ir de la casa, para que sus hijos vivan mejor, pero que primero se tiene que curar.

Hace poco tiempo el hijo menor agarró su caja y se va de coplas por ahí. -Yo me alegraba haciéndole el traje, era como revivirlo todo, tan lindo cantaba yo... Cuando se emborracha mi marido tiene la mano floja, yo nunca le pegué a él, pero él tiene la mano fácil. Élida fantaseó durante años con escaparse a algún jueves de comadre y sumarse a esa rueda de cantos sanadores, la sola idea le daba culpa, culpa por el marido, que la conoció copleando y le secuestró el canto.

–Yo no me he olvidado de nada... Oír la copla es como practicarla, cuando la escucho ya siento que vuelvo a entonar y se me vienen a la cabeza los golpecitos de la caja. Cuando me cure vuelvo a cantar.

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XVHumahuaca“Los indios de las Américas viven exiliados en su propia

tierra. El lenguaje no es una señal de identidad, sino una marca de maldición. No los distingue,

los delata. Cuando un indio renuncia a su lengua, empieza a civilizarse. ¿Empieza a civilizarse

o empieza a suicidarse?”Eduardo Galeano41

El museo de lo que está vivo

Fundado por su padre, Sixto Vázquez Zuleta, Kenti lleva adelante un museo sobre los festejos, usos y costumbres de

su comunidad andina. La iniciativa está dedicada al turista, que llega principalmente en épocas de carnaval, con el fin de interiorizarlo en la cultura

ancestral kolla, haciendo hincapié en las prácticas que se mantienen vigentes tras 500 años de opresión.

(41) En Ser como ellos y otros artículos. Extraído de Darío Aranda, Argentina Originaria.

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Hablar de las medias y el calzado típico dentro de este contexto cobra una significancia distinta a la proyectada por las clásicas salas de exposición, que despliegan un informe sobre aquello que pareciera estar congelado en el tiempo, que ya es pasado o no existe.

No por esto la controversia deja de asomar cuando los visitantes se enfrentan a las vitrinas donde dos muñecos que simbolizan a una pareja indígena calzan las polleras y pantalones que afuera muchos habitantes usan a diario.

Definí al pasaje como el museo de lo que está vivo. ¿Qué habrá llevado a sus gestores a concretar este proyecto? Después de hablar durante varias horas con Kenti la respuesta está más que clara, al tiempo que el proyecto se direcciona a los turistas, busca reivindicar y sostener a través de la difusión la propia cultura.

Uno de los espacios está destinado al relato de la hoja de coca, un elemento sagrado. El guía se de- tiene frente unos cuantos ramilletes y dirige la mirada de los diez visitantes –La hoja de coca no es una droga, es un estimulante que sirve para la circulación sanguínea, para el estómago y en espe- cial nuestros abuelos lo usan para distintas cura-ciones. Lo que es muy raro es que su venta está permitida sólo en Catamarca, Tucumán, Salta, Jujuy y parte de Santiago del Estero; en el resto del país es considerada droga.

Los guías y los maestros tienen también un lugar en el museo. Para exhibir ciertas cosas, sus gestores debieron pedirles permiso. –Ellos nos sanan mente y cuerpo. Utilizan un manto negro, porque al ser un color neutro, chupa las malas energías. Hacen sus lecturas en base a la coca, de acuerdo a cómo caiga el puñado de hojas que arroja al aire será el destino de la persona que interroga. Ellos están para

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hacer el bien, pero es cierto que algunos realizan trabajos oscuros, que para desanudarlos hay que recurrir a otro y eso implica una fuente de ingresos para el curandero.

Kenti advierte que si bien son varios los que viven en Humahuaca es muy difícil acceder a ellos, ya que hay que llegar a formar parte del círculo de confianza. –Recién a los 40 años yo me enteré que mi abuelo era uno y pude ir en su búsqueda.

Dentro de las prácticas religiosas y espirituales, la comunidad se rige por lo que se conoce como el matrimonio a prueba; antes de casarse si una pareja quiere vivir junta, hacen una fiesta, donde se intercambian anillos, las familias se conocen y conviven durante dos, tres o cinco años. –Si en ese lapso de tiempo la relación no funcionó, cada uno para su lado, si nacieron hijos en ese tiempo, no importa, se quedan con la madre. Yo ya voy por el tercer intento.

Apuntes de carnaval

La última sala está íntegramente dedicada a ese festejo ancestral que dura ocho noches y nueve días y se celebra en la Quebrada como en ninguna otra parte del país. Ya en los días previos Humahuaca desborda de visitantes, los hoteles tienen reservas desde septiembre y es prácticamente imposible hallar una cama en una casa de familia o una parcela en un camping cercano.

El carnaval se inicia con el desentierro del diablo, cada comparsa se dirige a su altar, a su mojón y desde ahí brinda un tributo a la Pachamama ofreciéndole vino, hojas de coca, cigarrillos y maíz en agradecimiento por el año anterior y pidiendo que proteja el curso del inminente festejo. El muñeco enterrado al cierre del carnaval pasado vuelve a salir a la luz y las comparsas reanudan su baile hasta el alba, pasando por su pueblo, mientras centenares de personas los acompañan por las calles.

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El espíritu se prolongará durante todo el festejo hasta que los grupos vuelvan a bajar de los cerros a enterrar nuevamente a su diablo hasta el año próximo. A medida que avanzamos por la sala, Kenti detalla los trajes y los símbolos de la ceremonia –Bajamos llorando, porque estamos despidiendo al carnaval, tenemos que sacarnos el talco y nuestros disfraces para volver a nuestra vida diaria. La ceremonia acá es muy grande ya que se fusionan dos fiestas muy importantes, la occidental con su rito religioso y el carnaval con esa tradición grecorromana con sus festejos dionisíacos y orgiásticos, a los que vienen después esos 40 días de arrepentimiento previos a la cuaresma. Cuando el diablo está suelto en occidente se celebra el carnaval, y en nuestro territorio andino se festejaba la cosecha. Nosotros los kollas todo el año trabajamos, somos tímidos, callados y en carnaval el diablo, el zupay como lo llamamos, nos anima a hacer ciertas cosas que no hacemos en la vida cotidiana.

En esos días pocos saben quién está dentro de cada disfraz, los personajes alteran el color de sus

voces por estridentes alaridos que acompañan al ritmo y al baile de las comparsas. La liberación del cuerpo y la mente se fusionan en un espíritu único que lo envuelve todo en esa semana extendida.

“Con la intención de salvaguardar el orden y las buenas costumbres nadie podrá disfrazarse de sacerdote, militar o policía”. Todos los años este edicto policial se antecede a las posibles quejas que puedan recibirse, explicitando a las comparsas la rigurosa prohibición de llevar “trajes indecorosos o que dañen la moral”.

–La fiesta de carnaval es también una ceremonia de seducción. Kenti habla de la rameada, una forma típica de demostrarle a la mujer con la que se está bailando que se gusta de ella. Para que note el entusiasmo el hombre debe ramearla, que no es otra cosa que agarrarla por la fuerza hasta sacarla a bailar. –Se dice que mientras más resistencia ponga la chica, más te quiere.

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El pueblo colapsa

El 4 de marzo Humahuaca amanece con sus calles colmadas de grupos de jóvenes que deambulan en busca de un lugar dónde quedarse, la terminal de cuatro plataformas es un atasco de micros de doble piso repletos de turistas y la plaza principal, un hervido de puestos de artesanías, gorros, comida y espuma.

El festejo ancestral está atravesado por un ir y venir de autos que estacionan sobre las veredas, la gente se abalanza en vano sobre los hostels que alertan desde las entradas: “Todo lleno”. Llegar horas antes de carnaval a la Quebrada es casi como asegurarse el sueño a la intemperie. Esa tarde, un mismo cartel cuelga en varias casas céntricas: “Hay espacio para bolsa de dormir”. El metro cuadrado de baldosa para tirar la lona llega a costar $50, las habitaciones dobles que hasta hace pocos días rondaban los $60 duplicaron su valor y hasta los patios de escuela son escenario para que las empresas cerveceras monten sus gigantografías.

El pueblo tranquilo se convierte en un caldo de cuerpos, autos, bolsos y carpas. Para aminorar la espera, varios grupos se instalan en la plaza y destapan el primer cajón de cerveza. Se pasarán toda la tarde entre el consumo ambulante de alfajores, empanadas y las bebidas que el kiosquero ofrezca. En un lapso de dos horas prácticamente todo el que pasea calza un sombrero de pana con forma de cono. Desde lejos la imagen es surrealista, muchas cabezas coloreadas revolviéndose en ese tránsito lento de excitación y júbilo.

El dueño del kiosco frente a la plaza refunfuña. En lo que va del día ya le rompieron más de diez envases y debió sumar a dos empleados para evitar robos huidizos de todo lo pequeño que esté al alcance de la mano. Lidia con los borrachos de las cuatro de la tarde que piden más aunque las botellas estén calientes. –Estos son de la capital (por San Salvador), los más irrespetuosos. Los conozco a todos, vienen siempre acá a la Quebrada y como son hijos de abogados y gente de dinero, llegan acá y piensan que pueden hacer lo que quieren, porque

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efectivamente es así. Mientras, las cuadras aledañas son un banquete de espuma y talco. El rito se repite, el que emboca en la cara se siente satisfecho y va en busca de otro desprevenido.

“Bendito sea este desentierro del diablo”

En medio de la euforia y tal como si fuera un llamado al arrepentimiento de la risa, las campanas de la iglesia redoblan a las doce del mediodía del 5 de marzo. Pero aquel sonar convoca a algo distinto; fieles, curiosos y párrocos lo saben, esta vez entrarán todos porque la iglesia llama a la bendición de las banderas de las comparsas.

El templo pierde en un segundo la fría sobriedad de eco hondo, para convertirse casi en un salón de fiestas. Los colores de las banderas que se agitan desde la entrada van acercándose hasta el altar católico para recibir la buenaventura y partir al otro, a su mojón de tierra y piedra, de coca y maíz.

Las damas que acompañan al cura se irritan con el flash de las cámaras. Arbitrariamente se acercan

a un chico y le impiden violentamente tomar una foto, mientras a su alrededor unos 50 disparos entre cámaras profesionales, hogareñas y de celulares las burlan congelando aquel instante. En medio de la algarabía comparsera, ellas sienten que deben salvaguardar la imagen del templo sagrado, el párroco no dio orden alguna de censurar la fotografía, pero ellas igual se atrincheran a un azaroso elegido con su moral. “Respetá a la institución, no se puede tomar fotos”. La mirada descalificatoria de una de las feligresas desentona con la iluminación frenética y repetida de los flashes que la circundan. “Quiere ser más cura que el cura”, sopla por lo bajo el integrante de una comparsa. Una vecina humahuaqueña llega al altar: –Queridos todos yo represento a la comparsa Pancho Villa y quiero hacer un pequeño homenaje a uno de nuestros compañeros que ya no está entre nosotros. Desde aquí lo recordamos y levantamos la copa para brindar con él. El silencio reaparece por unos segundos hasta que la garganta de una comadre vuelve a quebrarlo con una copla de carnaval.

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Que vivan los humahuacas con todos sus carnavales /Hoy ya salí de mi casa y pienso

volver mañana / Volveré un poquito alegre / Volveré en una semana

La ceremonia termina con el cura agitando aplausos para la comadre mientras bendice las banderas desplegadas sobre el altar. “Vamos a irnos felices a dar comienzo al carnaval, estemos alegres pero para compartir, con disfrute y a cuidar el exceso”.

A los pies de la iglesia las comparsas inician una rueda de baile hasta sus respectivos mojones, acompañados por toda la gente que los espera en la plaza. Ya recibida la bendición, es la hora del desentierro del diablo.

Humahuaca adentro

“(...) El arte de nuestros enemigos es desmoralizar, entristecer a los pueblos. Los pueblos deprimidos no

vencen. Por eso venimos a combatir por el país alegremente. Nada grande

se puede hacer con la tristeza.” Arturo Jauretche

Los mojones de los barrios yacen tranquilos, casi ajenos a la revolución céntrica. Pueblo adentro, cruzando la ruta y siguiendo el zigzagueo de un camino irregular puneño, se divisa a lo alto el altar de piedras de la comparsa Rosas y Claveles. A las cinco de la tarde comienza el desentierro, las plantas de chala flamean sobre el monte por el que de a poco van trepando quienes se dan cita.

La ceremonia aguarda una jornada de pura ofrenda. Las familias anfitrionas del mojón acercan cajones de cerveza, vino tinto, hojas de coca y cigarrillos. –A la Pacha, ahora en febrero, se le comparte lo que vayamos a tomar en carnaval; a diferencia del ritual de agosto que es una ceremonia muy distinta, donde se la convida con los alimentos que preparamos.

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Rubén es uno de los integrantes de la comparsa y se encargará de que a nadie le falte para ofrendarle a la tierra. –Primero el brindis es con ella, para que ampare nuestro festejo.

El viento sopla fuerte en las alturas y el silencio lo envuelve todo. Las familias hacedoras del altar comienzan con la chaya a la Pachamama. De rodillas frente al mojón, un hombre cava un pozo, mientras sus familiares y amigos escogen varias botellas que son regadas sobre todo el altar. El suelo se humedece, se vuelve fértil. La ceremonia genera un ámbito de paz y encuentro entre los presentes.

Una persona se persigna frente a su altar de tierra, trazando una cruz en su cuerpo. Aún hoy las huellas de la invasión hispánica y católica lo atraviesan todo.

Abierta la boca de la madre tierra las familias fundadoras invitan a todos a chayar y una larga cola se arma al instante bajo idéntico silencio. Mientras sucede la espera del propio turno, algo muy fuerte nos reúne. Resulta tan complejo describir la

mirada cálida con que todos contienen al que está ofrendando a la Pachamama... El acompañamiento recíproco nos acerca en un alivio espiritual que se comparte y se extiende. Al costado de la fila, una mujer toma las botellas y va pasándolas. Las manos me tiemblan. Sostengo la ofrenda y dejo caer suavemente el líquido sobre la tierra humedecida. Al otro lado, alguien me acerca un puñado de hojas de coca.

El sentido del tacto prevalece ante los ojos y es mejor cerrarlos para sentir profundamente lo que se está viviendo. Primero el frío de las bebidas cayendo como un hilo frente a mi cuerpo, y el espesor de la tierra mojada rosando mis rodillas. Tomo las rugosas hojas de coca, y otra vez mis manos sobre la tierra, sintiendo su cálida humedad. La ofrenda termina, mientras el viento frío vuelve a desnudarnos a ambas. Llevo en las manos la memoria de esas fracciones de segundo en que me sentí parte suya.

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El desentierro

A un costado de este mojón hay otro rodeado por su comparsa. El inicio del carnaval también se da allí, en simultáneo a la chaya, y es más íntimo. Entre plumas de colores, trajes y máscaras, decenas de personas traen de la tierra cavada en el año anterior al símbolo que indica otro período de festividad. Una vez que esa otra ceremonia se realiza, músicos y bailarines se acercan a ofrendar y desanudan sus cuerpos en un movimiento continuo que no cesará hasta altas horas de la madrugada.

Desde las alturas, los integrantes de las comparsas van bajando acompañados por su banda. Ya es de noche y la cantidad de presentes en el mojón se acrecienta. Siguiendo los últimos colores de los trajes que se vislumbran en plena oscuridad de la puna, una caravana de personas danza sobre la ruta que pasa por Humahuaca frenando por completo el tránsito. Durante más de una hora el recorrido se

extiende sobre el asfalto y el zigzagueo entre autos, micros y camiones que agitan el desfile con bocinas y señas de luces.

El grupo llega hasta el centro del pueblo para cruzarse con los demás y de pronto somos multitud los que nos encontramos sobre esta misma tierra y bajo idéntica actitud.

Un distraído se cruza entre el baile de la comparsa y el diablo que la escolta le da un golpe en los hombros con su cola de cascabeles. El afectado se queja, duele realmente; admite que le cayó mal in situ y que a los minutos ya lo recordaba riendo. El golpe se efectúa con la clara intención de adiestrar al pasmado. Sobre su efectividad tampoco quedan dudas.

El carnaval es participativo, integrando a todo aquel que esté cerca; no es un corso, donde sólo bailan los de las comparsas. La creencia es que cuanto más se comparta, más va a devolver la Pachamama. –Cuando

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sos invitada no debés decir ‘no, gracias’, porque es una ofensa para nosotros. El problema es que son ocho días, donde se recibe comida y bebida en exceso y el cuerpo tiene que aguantar. Más allá de estos aspectos picarescos, la ceremonia es muy importante para nosotros y nos colma de disfrute integrar a quienes llegan; como decimos acá: Ayni, ayuda recíproca –explicaba Kenti en nuestra charla. Ya en el centro de la plaza recuerdo sus palabras; es en vano buscarlo, somos cientos y cientos y él debe andar danzando con sus máscaras sin que nadie pueda descifrarlo.

“No pudieron socavar el espíritu de nuestro pueblo”

El carnaval es la catarsis completa de un pueblo, un quita penas a fuego y en la tierra, un exorcismo de las ataduras colonizadoras. La sangre originaria toma entre sus manos su identidad y se disfraza para poder burlarse de su opresor; de la vida devenida en rutina de trabajo. Sólo una vez en el año, sólo durante nueve días el pueblo se libera bajo la bendición de la Pachamama.

La ceremonia es tan fuerte en el norte que ni la represión de la dictadura y su anulación de los feriados lograron aminorarla. Los efectos de este silenciamiento se sentirían fuertemente en otros puntos del país, pero no en la Quebrada.

Kenti rememora: –La fortaleza de esta tradición viene de la invasión española, donde nos impusieron toda una vida cultural ajena a la nuestra. Ahí se nos empezó a acallar a través de la fuerza y la religión.

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Fueron cinco siglos de vaciamiento y hubo una resistencia tan grande que a pesar del dominio po-lítico y armamentista, no pudieron socavar el espíritu de nuestro pueblo.

En este momento estamos entrando en un nuevo Pachakuti, que es una era de aproximadamente 500 años. La creencia andina es cíclica, como en cada nueva cosecha, todo muere y renace en los albores de un nuevo ciclo. –Tenemos bien en claro que este Pachakuti que está pasando fue negativo y estamos entrando en uno positivo. Siempre hay uno de oscuridad y otro de claridad, una de tristeza y otro de alegría. Este está marcado por el florecimiento del Abya Yala.

El Abya Yala, es el lugar de todos, nombre por el que se llamó originariamente al continente americano. –En nuestro país están habiendo cambios con la organización de las comunidades indígenas, como acá en Jujuy, donde llegamos a formar nuestro partido político, el Movimiento de Participación Comunitaria

Indígena, que hoy cuenta con dos concejales y estamos luchando por tener representación en Diputados.

La comunidad Kolla, al igual que otras del país, so- porta la represión y sumisión de su lengua y tradiciones. –Ahora estamos empezando a manifes-tarnos, a volver a hablar, y desde esta perspectiva para nosotros el carnaval representa el espacio de liberación. Nuestro pueblo indígena no tiene permitido rebelarse contra los jefes y el símbolo de la burla que caracteriza al festejo, tiene que ver con esta posibilidad de decir no.

En sus apuntes de viaje, hace 70 años, Octavio Rivas Roney escribía sobre esos silencios hirientes tras años de dominación: “Las mujeres kollas andan lentamente por las callejuelas de Humahuaca, con rostro de no haber tenido jamás infancia. Con sus hijos a la espalda, bajan de su montaña y se internan en el pueblo, ajenas a todo lo que no sea su tristeza que la quena recoge y devuelve en las noches de La Quebrada. (...) Humahuaca es una isla de recuerdos

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heroicos, a la que uno llega alegre y despreocupado y se siente tocado de pronto por una extraña solemnidad que torna trascendental cada piedra que se pisa, el aire que se respira, el silencio que se rompe al respirar. (...) Y nosotros no llegaremos nunca a penetrar de verdad en los restos de ese pasado, en lo que ha quedado de su alma alentando en carne popular. Los indígenas prefieren morir encerrados en su silenciosa desconfianza que los patrones blan- cos han aguijoneado con la explotación, han revolcado en la miseria. No fue para esto, no, que los gauchos tomaron por asalto la colina hace más de un siglo. Entonces se les habló de ‘su tierra’ y de su dignidad. Hoy los gauchos son los peones de los descendientes simbólicos de Álsaga, y no están mejor que los indios”.

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XVILa Quiaca“Población sin árboles, tierra sin vegetación, las casas y

el suelo tienen el mismo tono gris descolorido, salpicado por los colores violentos de las mantas y los pañuelos

que cuelgan de las puertas de los comercios”

Octavio Rivas Roney

Ser Frontera

Luego de atravesar la Quebrada de Humahuaca y tras kilómetros desérticos de

tierra árida se levanta La Quiaca, aquella ciudad que representa el principio de

nuestra identidad multicultural.

Comprender la lucha del pueblo de La Quiaca implica poner en

discusión el desdén histórico que tanto lo ha afectado. ¿Cómo

es ser frontera y quiaqueño?, ¿qué experimenta hoy

esa sangre kolla que sufrió la imposición de

una nacionalidad que la despreció?, ¿cómo resiste

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aquella identidad originaria separada en tajadas por los trazados de un par de estados modernos?

“Cuando Argentina estaba lejos de ser Argentina, siglo XVI, la habitaban unas 700.000 personas. Durante la Revolución de Mayo la población indígena era de sólo 200.000. Según el INDEC, a través de la Encuesta Complementaria de Pueblos Indígenas 2004-2005, hoy habitan 600. 329 personas que se reconocen pertenecientes y/o descendientes de pueblos indígenas. El mismo INDEC reconoce que es el piso de población aborigen, mientras las organizaciones indígenas aseguran que alcanza al 1,5 millón, es decir, el 3,9% de la población total, ya que muchos lentamente comienzan a asumir su identidad”42 relata Darío Aranda en su investigación sobre los genocidios históricos sufridos por las comunidades de todo el país.

Por más olvido que se intente la comunidad kolla enarbola su nombre a lo largo de todo el altiplano y La Quiaca. “Fue un largo proceso hasta

que muchos de nuestros hermanos se animaron a retomar su identidad. Nos enseñaron que nosotros somos mestizos, a sentirnos avergonzados de nuestros orígenes y nuestras tradiciones”, expresa el docente, investigador y escritor Sixto Vázquez Zuleta en sus trabajos ensayísticos sobre el ser originario43.

“Hasta las piedras gritarán”

“Señor Presidente: nos dirigimos a usted, para decirle que el pueblo de La Quiaca está en agonía, condenados a una muerte lenta (...) Nos negamos a desapare-cer como personas y a ser los más indigentes entre los pobres, no nos callarán porque lo que pedimos es dignidad, este grito de silencio será escuchado y cuando quieran callarnos no podrán, porque hasta las piedras gritarán”.

Corría el año 2003 y el cura misionero Jesús Olmedo escribía esas palabras desde La Quiaca al entonces jefe de Estado Néstor Kirchner, como antes había hecho con otros dirigentes.

(42) Darío Aranda, Argentina Originaria. Genocidios, saqueos y resistencias. La Vaca Editora, 2010.

(43) Nacido en Humahuaca en 1969. Fundó allí el Museo del Patrimonio Intangible; un espacio en donde se narran varios aspectos de la cultura origi-naria andina. http://www.toqo.com.ar/

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Olmedo es una voz fuerte de su pueblo desde que regresó al país en el ´91, luego de haberse exi- liado durante la última dictadura. –La desocupación estaba haciendo estragos y la gente se estaba muriendo de hambre, recuerda el panorama a su vuelta.

Decidido a no quedarse de brazos cruzados fundó la Comisión de Desocupados, con la que encabezaría los primeros cortes de ruta por pan y trabajo. Evocando parte de las reivindicaciones encarnadas por el Malón de la Paz que peregrinó por sus tierras en 1946, la Comisión organizó marchas hasta Jujuy y Capital Federal, cortando rutas provinciales e incluso el paso fronterizo.

A principios de los ‘90 instalaron una carpa verde con un doble objetivo: reclamar puestos de trabajo y pronunciarse en contra del pago de la deuda externa. La manifestación se mantuvo durante un año, sostenida por muchas familias decididas a vivir ahí hasta que alguien las oyera. Sin embargo, la crucifixión de trabajadores fue el reclamo más efectivo que llevaron adelante. –Había que generar

algo en los otros, mostrar hasta que duela –recuerda Olmedo–. Montaron cruces por toda la ciudad y 50 desempleados se crucificaron con las familias a sus pies.

–Una vez que atrajimos a la prensa nacional e internacional y nuestra realidad comenzó a ser difundida, nos empezaron a tener un poco más en cuenta. Antes de todo esto la ciudad no se conocía, muchos hasta decían que era parte de Bolivia. Jesús rememora aquellos episodios mientras camina por la vereda de la parroquia; el viento constante arrastra la aridez de la puna hasta nuestros pies. Ya en los primeros días de marzo el frío se mete en los huesos, “el clima es difícil, el aire es crudo hasta en verano”.

La Quiaca es para muchos un lugar de paso, sólo para los que están cercados de un lado y del otro por la frontera con Villazón, ese lugar representa el suyo; hostil, pero suyo. Considerada una de las ciudades más importantes de su provincia, pertenece al Departamento de Yavi que alberga apenas a 18 mil habitantes -el 0,04% del país-, pero sus valores de desempleo y desnutrición infantil afectan al 50% y

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la mitad de la población está desempleada. En suelo quiaqueño, la palabra industria resuena como el deseo postergado de familias enteras que se vuelcan al trabajo informal para sobrevivir.

En la Provincia de Jujuy, el ferrocarril pasó por última vez en 1994. Todas las estaciones quedaron abandonadas y cientos de familias, sin sustento. Hoy las antiguas construcciones fueron reconfiguradas en mercados de frutos y otros alimentos, lo que provee de una fuente de ingresos a más de un centenar de personas.

–No sólo nos enfrentamos al desafío de autogestionar puestos de empleo, que la gente tenga para comer, sino el ir tratando de desterrar la discriminación. Fueron y siguen siendo muchos años de olvido y opresión, por eso el silencio de la gente, la introversión y el temor a lo extraño, a lo ajeno, dice Olmedo, que casi nunca usa el hábito. Su ritmo hiperkinético tiene mucho más que ver con el equipo de gimnasia y la boina a cuadros que lleva puestos mientras recorre la parroquia. Allí va presentando a los distintos

integrantes de la Comisión que están trabajando en las aulas cercanas a la iglesia, que “se encargan de coordinar talleres de capacitación”. Además de estas tareas el grupo mantiene un pequeño local de artesanías donde se ofrece información turística.

Olmedo advierte que la estigmatización racial sigue muy arraigada en ciertos ámbitos eclesiásticos. Recuerda que más de una vez debió cruzarse con religiosos que se horrorizaban al ver a su padrecito rodeado de kollas. –En una oportunidad yendo a Tucumán me crucé con una mujer, se decía muy creyente ella; cuando se acercó y me saludó, me preguntó: “¿A dónde va padre con esos chicos?”. “A Tucumán, para que ellos conozcan su tierra”, le dije y le salió del alma: “no vaya con esos kollas que nos van a dejar mal parados”.

El trabajo hormiga

A las nueve de la mañana se levantan las barreras del Puente Internacional. En La Quiaca y Villazón, de un lado y el otro, cientos esperan que eso suceda. Sólo hasta las 12 permanecen abiertas. En ese

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lapso de tres horas, los trabajadores hormiga harán carreras incansables para acarrear la mayor cantidad de cajas con alimentos hacia suelo boliviano.

Por cada traslado obtendrán entre $0,50 y $2, mientras Gendarmería vigila los tiempos de esa frontera que representa la única fuente de ingreso de muchos.

Hombres y mujeres quiebran hacia adelante sus columnas para cargar hasta tres cajas en un sólo tramo. El puente, una calle angosta de poco más de un metro de ancho alambrada de ambos lados, llega a tener hasta tres hileras de almas que van y vienen. Un chiquito zigzaguea a los más lentos para depositar los kilos de harina que le entregaron del otro lado, mientras varias mujeres despliegan sus gastadas telas de aguayo para amarrarse el peso a la espalda. Son sólo tres horas y se corre incansablemente en una procesión desesperada.

–Una mañana hice 20 viajes… Creí que me moría. Junté 50 pesos y no me alcanzó para quitarme las dos cosas: el hambre y el dolor de los días que vinieron.

Olga ahora mira el tránsito frenético desde el otro lado del alambrado, no quita la vista casi en ningún momento. –A la gente no le gusta que la miren; yo estuve del otro lado; nada más lejano del placer. No entiendo y sí por qué tantos lo hacen. Cuando quisieron cambiar la forma de traslado, poner carros, todos se opusieron, interponiéndose en el camino.

Años atrás la tarea de los cargueros era mucho más riesgosa. Luego de los acuerdos firmados entre ambos países se permitió el traslado libre de alimentos de primera necesidad a Bolivia. Un hecho se mantiene: el quiaqueño que traiga productos a suelo argentino sigue siendo acusado de contrabandista. –Nosotros no podemos traer nuestros alimentos de allá; si lo intentamos los gendarmes nos quitan todo. Hoy estamos sin trabajo, recibiendo un plan social de 150 pesos e inevitablemente tenemos que adquirir nuestra comida en otro lado. Tenemos que pilotearlo, como decimos acá, correr mucho más que los que están sobre el Puente Internacional para lograr pasar algo –argumenta Esteban desde la Comisión de Desocupados que reclama que se corrija la situación.

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A unos metros, al costado del Puente, se abre la amplia calle que divide Argentina de Bolivia, que es el pasaje utilizado por todos los que no trasladen provisiones. Si es por unas horas los turistas pasan sin siquiera mostrar un DNI; del lado boliviano hay largas colas para iniciar los trámites de migraciones y poder pasar a otro país.

Los ‘70

La obra de Olmedo se remonta a cuatro décadas atrás, cuando en 1971 pisó por primera vez el país. Eligió La Quiaca como destino y educado bajo la línea claretiana, hizo carne la causa de pregonar por los más oprimidos. -Esta es una zona históricamente marginada por el Estado e incluso por la iglesia: cuando yo vine sólo había tres sacerdotes en toda la Prelatura de Humahuaca. Los primeros años fueron de puro conocimiento para mí, ya que desconocía por completo la zona. Todo este universo cultural me llamaba la atención y más aún el hecho de que se escondían de mí cuando celebraban sus costumbres, como si eso estuviera mal o fuera vergonzoso, hasta que comencé a acercarme a sus tradiciones y a ejercitarlas con ellos, como por ejemplo con el bello tributo a la Pachamama. ¡Tanto que se habla ahora

de los ecologistas, pero si estas personas son ecolo-gistas de siempre! En toda la Prelatura se extiende esta forma de entender y pregonar la religión, signada por el respeto hacia la cultura y las tradiciones originarias, como es el caso de Humahuaca en tiempos de Carnaval. El día del desentierro del diablo, que simboliza la liberación del pueblo, las comparsas se acercan a la iglesia y sus banderas y el festejo reciben una bendición.

Los primeros tiempos de Olmedo en suelo norteño coincidieron con el recrudecimiento de la represión militar y con ella, su necesidad por denunciar los atropellos a la comunidad. Recuerda que los primeros reclamos fueron por “el tremendo abuso que los militares cometían con las personas que atravesaban la frontera”. A eso siguió la denuncia de la represión a la huelga minera conocida como el “Aguilarazo” de 1973, donde un trabajador fue asesinado y otro desaparecido.

En esa ocasión y pese a las intimaciones recibidas, proyectó unos videos sobre estos hechos en un curso que estaba dictando en Tilcara. Lo delató la sobrina de uno de los jefes de la mina, que se encontraba en la sala, y la Federal apareció con tres vehículos

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militares. El episodio marcó el fin de su vida en Argentina.

La obra que camina

Con más de 27 años ininterrumpidos de trabajo, los integrantes de la Comisión están orgullosos de que muchas banderas por las que tanto lucharon hoy sean una realidad.

Detrás de la iglesia, donde en el año 2000 montaron la carpa verde contra la deuda externa, se construyó una guardería gracias a fondos obtenidos por entidades de España y a las donaciones que una familia otorgó luego de recibir una indemnización por sus hijas, secuestradas y desaparecidas por la dictadura del ‘76. Ese espacio alberga a los hijos de desocupados que colaboran con los proyectos en curso.

También se levantaron barrios para las familias más necesitadas, un comedor escolar y una panadería comunitaria que hoy produce el pan para más de 50 hogares. Semanalmente las familias que más lo necesitan se inscriben en la lista del emprendimiento y reciben la vianda para todos sus hijos. Unas cinco personas, beneficiarias de un plan social, se encargan

bien temprano de elaborar el pan y cuando esa tarea termina, la misma habitación se transforma en el comedor, donde otros cinco voluntarios cocinan para los casi 150 chicos que asisten de lunes a viernes.

Los fondos son también utilizados para el mantenimiento de un plan de mujeres tejedoras y la ampliación del plan de hogares.

Esteban Cruz, integrante de la Comisión desde su nacimiento, recuerda cómo fue su acercamiento a las iniciativas de Olmedo. –Para ir a la primera marcha a Buenos Aires a pedir trabajo me escapé de mi casa. Antes de sumarme le dije “no soy católico, yo tengo mis creencias” y lo aceptó sin problemas; por eso la gente lo quiere, ayuda sin pedir nada a cambio. Cuando se terminaron de construir las casas, las entregaba a las familias más necesitadas sin preguntarles si creían o no en Dios, eso no es lo importante para él.

María, la presidenta del grupo, es una de las personas que se dedica a distribuir los planes sociales y a emplear temporalmente a quienes los reciben en distintas tareas comunitarias. –Todos los subsidios que conseguimos son gracias a Jesús y a su hermano Pedro, que es el obispo de Humahuaca

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y la concreción de las obras no hubiera sido posible sin la entrega de la Comisión, que surgió entre 20 jóvenes cercanos a la parroquia y se fortaleció con los años.

–Muchas veces han resonado quejas desde la institución, pedían que me saquen. Jesús sonríe sentado a los pies de la parroquia y desestima esas voces, mientras hace un ademán satírico al cielo cuando se le nombran a los bloques más retrógrados de la Iglesia. -Son muchas las visiones que se pueden interpretar de un mismo evangelio, yo las respeto, pero a mi entender está clarito que Jesucristo tuvo sus opciones muy marcadas. En los tiempos en que vivió en Palestina se abocó a trabajar por los más marginados, las mujeres, los enfermos y los niños, enfrentándose a todos los poderes, el económico, el político y el militar.

“Los planes sociales no son efectivos”Muchas de las personas que no se abocan al trabajo

hormiga en la frontera o en el mercado central, se ven obligados a convertirse en obreros golondrina en los meses de zafra o el cultivo y la cosecha de tabaco. Eso provoca altas cifras de madres solas que carecen de una fuente de ingreso para mantener al núcleo familiar. Desde la Comisión de Desocupados, María declara que muchas veces los planes no se aplican de acuerdo a las necesidades reales del lugar ya que “las mujeres quedan desamparadas cuando el hombre se va por meses a trabajar a los campos, ni siquiera reciben la asignación universal, ya que el poder lo tiene el varón. El año pasado tuvimos muchos casos en los que necesitamos traspasarle ese poder a la mamá a través de abogados” y agrega que los nuevos planes “tampoco son efectivos” dado que no le demandan a la persona una contraprestación en ningún lado, le inhabilitan el acceso a los planes anteriores y si consiguen un trabajo lo pierden. -Ahora cobrás por cada hijo, y la realidad es que con $144 no alcanza. La mamá tiene que quedarse en casa y comer también con lo que recibe por ese chico.

Esteban coincide con María, “los planes debilitaron la fuerza social de los distintos movimientos porque alejaron a muchas personas que hoy se quedan en sus casas”.

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Causas, nombres y menciones

Este libro es la crónica de los tres meses que vivimos en el camino. Mezcla de ensayo, pasquín, crónica histórica y poesía, Norte Profundo es la consecuencia de un largo proceso de búsqueda, cruzado por rutas, contextos e historias disímiles.

Lo único que quizá tenga mucho que ver con nosotros es el modo en que elegimos relatar estas vivencias (a través de la crónica y la fotografía), lo demás es producto de la infinidad de personas que nos abrigaron antes, durante y después del recorrido. Este trabajo es de y para ellos.

En Lules, Tucumán, de la familia Álves, por sus sueños y sus luchas. De Sabino Ledesma, desde su casa en Mercedes. De Pablo y Los Amigos de las ruinas de Lules, que con su entereza abre las puertas de esa historia cada mañana para que nadie la olvide. De la amabilidad de María y Alfredo, por darnos un techo en los primeros días de viaje. De la feria de Simoca y Ricardo por el amor con que nos interiorizaron en su pueblo. En Amaicha de Celia Andrade y toda la familia Mamondes

Balderrama. De Andrea, Ernestina, Felisa y Karina, por sus coplas y sus luchas. Mujeres faro: llevamos con nosotros todas sus enseñanzas. De Dina en Alemanía, este libro va también por su reencuentro con su pueblo y esos cerros que nunca olvidó y volvió a ver cuando nos conocimos. De Amira, muy especialmente, que se convirtió en amiga y abuela en Coronel Moldes; Norte Profundo es para ella, la contestataria incansable. De Carlos Lewis, por su audacia y para aquel amigo suyo, de quien hoy sin recordar su nombre, seguimos escuchando sus verdades. De todos los trabajadores y trabajadoras del tabaco que prestaron sus testimonio, de todas esas manos que siembran. De Lamas, en Santa Rosa de Tastil, por sus historias. De las familias de San Antonio de los Cobres y de Enrique, por sus palabras sin tapujos.

De Hernán, en Purmamarca. Norte Profundo es la reivindicación de su lucha. Este trabajo le debe mucho a bocas como la suya, que no se callan. En Maimará de los compadres de Los Ácidos, a los hombres y mujeres que compartieron su alegría. De la pareja de abuelos que nos abrieron sus vidas en plena cosecha. De Kenti y nuestras

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horas de charlas en Humahuaca; a ese hogar suyo que transformó en resistencia viva de su cultura andina. De la familia que nos dio casa en las afueras de Humahuaca en tiempos en que no cabía un alfiler. De la comparsa Rosas y Claveles por el carnaval, la imborrable chaya y el baile. De Luis por el aliento que desde Tarija, Bolivia, le dio a este trabajo mientras cruzábamos la frontera.

De la resistencia de CAPOMA desde Libertador. Para Oscar, Julio y Martina por el ejemplo y el abrigo que nos dieron, abriendo las puertas del Centro de Derechos Humanos para que lo convirtiéramos en hogar. De la denuncia incansable de Eduardo. De las familias que dicen NO. Para todas las que levantaron sus casas en las tierras recuperadas, y aquellas que continúan resistiendo al monopolio del ingenio. Y de la lucha que llevan adelante Jesús Olmedo y la Comisión de Desocupados en La Quiaca. (Dan y Josefina)

A lo que pasó, a lo que fue pasando y a lo que vino después: a Rubén por construirme desde los cimientos, a María Elena por su incondicionalidad y las sonrisas regadas, a Angélica por ser mi traduc-

tora desde que ni siquiera tengo memoria, a Mica y su paz extrema, a Graciela por sus charlas, a Hernán por su firmeza, a Laura por conmoverme y conmover- me y redundar y conmoverme, a mis ADN metafí- sicos (Juanjo, Rolando, Keko, Jeremías, Juan Pedro, Claudio, Santi Goicoechea, Emilia Benitez, a La Joda teatro, a La Seca Música Nómade), a Naty por su enérgica sinestesia, a Jose por los puentes cruzados, a mi abuelo Justino por las charlas circulares de toda hora y a mi abuela -Diosmira- por ser el norte de todo. (Dan)

A Pau y mi mamá, por enseñarme que cambiar la historia es posible, por su amor y su fuerza. A Dan, compañero de nortes, por los retratos profundos de nuestro recorrido y a su familia. A los amigos que fueron llenando mi cabeza de inquietudes: Ger, Lucila, Flor y Juan. A Dani, por el compromiso con el que abrazó la construcción estos relatos y por zambullirse al desafío de reinventarnos. A las causas y nombres de Tinta Verde y En Eso Estamos. Día a día con ustedes me voy llenando de gente. A Vito, Ju, la Negra, Li y Jere, por la complicidad, el aliento cotidiano. (Josefina)

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Hay que verlos parándose a lo largo de los siglossobre los cadáveres por ellos generados,oprimiendo con los pies impunes la tierra robada.

Hay que verlos con los ojos bien abiertos,con todo el cuerpo insomne por la falta de airey llorarles a furias vivasy gritarles con todo el caudal.

Hay que verlos a lo largo de la historiaesclavizando pueblos,asesinando próceres de carne y tierra,reprimiendo trabajadores;avanzando feroces sobre el siglo XIX.

Hay que verlos doblegando a todo lo largo del 1900,desmantelando vida con sus topadoras,desapareciendo pueblos enteros.

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Hay que verlos festejando en cada pasopor las guerras mundiales y las otras,esas que no gozan de la publicidadpor ser las más impunes,las que atacaron sin que haya un enemigo al frente.

Hay que verlos escribiendo la memoriaen nuestros libros oficiales;diciendo “ni vencedores ni vencidos”mientras en la lastimada Plaza de Mayocontinúan ardiendo los cuerpos niñosen ese micro escolar.

Hay que verlos con los ojos llenos,lúcidos e impávidos,excusando muertes,hablando de crecimiento productivo sostenidomientras se crían generaciones de desnutridos.

Hay que verlos hundiendo los dientesen el único plato de comidade una familia campesina en el cañaveral.

No hay que olvidarlos nuncaimprimiendo su firmaen cada cuerpo de 10 años que se desmoronaen sus minas y sus campos.

Hay que verlos con sus babas surcándoles los labiosimponiendo créditos a los países más pobres,pactando con las fauces criollas; mediocres, ineptas.

Hay que verlos envolviéndolo todocon la Doctrina de Perversidad Nacional.No hay que olvidarlos nuncalargando a todos sus cóndores adoctrinadospara ennegrecernos el cielo latinoamericano.

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No hay que olvidarnos, nuncade los hombres que con la mano en altoles abrieron nuestras fronteras.

No hay que olvidar nuncaque las corporaciones “prestan servicios”a costa del azote de los que menos tienen;esos que están por fuera de los cálculos de producciónporque jamás podrán comprar los productosde la industria que los cercenó.

Hay que verlos,dando vuelta la página de nuestra historia.

Hay que verlos con todo el odio en los ojos,discriminando por raza, color,por enfermedad, credo y nacionalidad.

Hay que verlos condenando a la marginalidada los que se animan a decir NO,a los que eligen otra opción,otra forma de amor y de vivir.

Hay que verlos como imponen normadisfrazándola de normalidad;imponiendo intolerancia e insensibilidad sociala través de la tv.

Hay que verlosmanipulando generaciones de futuros padressobre cómo educar, dictaminando lo malo y lo sano.

No hay que dejarlos nunca de mirarse esconden en el ‘sentido común’,en la falacia de que todo lo distintoes un enemigo a erradicar.

Hay que verlos brindando por las ganancias millonarias cada fin de año,contando esa plata sucia robada a los milesque en los rincones y hospitales del mundono paran de morir de hambre y frío,aquejados de HIV, fiebre y chagas,sed y sarampión.

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Escrito en Libertador General San Martín, el 21 de febrero del 2011, en memoria de la lucha viva de su pueblo.

No hay que olvidarlos nuncatapándonos los nombres de los mártires de barroDebemos verloscon los ojos inyectados en justicia y reivindicación.

No hay que olvidarlos nuncaengolosinándonos los días,corriéndonos de eje,dispersándonos en góndolas de cotillón.Su adoctrinamiento no es sectario,no respeta formas ni fronteras.

No hay que olvidarlos nuncallenándonos de olvido, de prisión;encapsulándonos en nuestra comodidadde sillón, pop-corn y LCD.

A los que el hambre no nos corre,es nuestro deber, más aún.Perder el tiempo a lo bobono es ocio, es criminal.

Dedicar nuestro oficio a los caminos floreadosno es ocio, es criminal.

No hay que olvidarlos,ni dejarlos de ver.

A los responsables, nunca,ni olvido ni perdón.

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La Caracola es un Proyecto Ronda.Una editorial comunitaria que parimos

entre amigos para que nuestros relatos sean hermanos y hermanas bajo el mismo techo.

La Caracola es un refugio móvil, abierto.Un lugar donde compartir las causas que

nos movilizan:Medio Ambiente – Historias y Memorias –

Géneros – Derechos Humanos – Economía Social – Educación – Proyectos autogestivos y desde abajo.

Relatos y experiencias de nuestros pueblos, que tejen la historia, el presente y la potencia de lo que está por venir.

Somos comunicadores y comunicadoras en sus más variados lenguajes (escrito, fotográfico, audiovisual y sonoro).

Hablamos desde la crónica y la poesía, el ensayo, la imagen, el documental.

Nos define ante todo la creencia en la alquimia de las palabras como puentes.

En esa energía suya que nos acerca y encuentra para transformar y transformarnos.

Abrazamos el trabajo colectivo y horizontal.Nuestra fortaleza es el vínculo humano.Por eso apostamos a los cambios en chiquito,

a las revoluciones del hacer cotidiano, como semillas de otros horizontes posibles.

En nuestra página vas a encontrar trabajos que publicamos de manera digital, impresa y avances de los que están por salir.

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Desde La Caracola entendemos que las obras son de carácter libre, nadie puede estar privado de acceder a ellas por motivos económicos o de licencias privadas como el copyright. Toda producción es, siempre, social y nunca solitaria. Nuestro proceso creador se alimenta de una suma de estímulos y experiencias compartidas. Por esto nos manejamos con Licencias Libres. Eso quiere decir que podés descargar y compartir nuestras obras, citando a sus autores y autoras. Además podés contactarte con nosotros para encargar libros y proponer puntos de ventas e ideas.

Otros títulos publicados:-Descolonizando la palabra. Los medios de comunicación del Pueblo Mapuche en Puelmapu. Florencia Yanniello

-Somos Tierra. Análisis de las prácticas y estrategias comunicacionales del Movimiento Campesino de Santiago del Estero –MOCASE-VC-. María Paz Rodríguez Striebeck

Próximos:-Los pibes fusilados de Carcova. Matías Ortega-Semillas de Viento. Rocío Gariglio-Traidoras. Crónicas de vida sobre mujeres privadas de su libertad. Juliana Inés Arens-Apócrifo. Danpeople

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