Notas sobre la noción de mecanismos psíquicos en Judith Butler - Osvaldo Blanco

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Nos proponemos exponer muy brevemente la introducción del libro de Judith Butler (1997), texto en el cual la autora intenta profundizar en los alcances políticos de la relación entre el poder y el sujeto mediante lo que ella denomina como “mecanismos psíquicos” del poder. La tesis fundamental es la doble dimensionalidad del poder inscrita en el concepto de “sujeción”: como constitución y subordinación del sujeto. Es esta aparente paradoja la que se debe resolver a través de la indagación de los procesos psíquicos implicados para así esbozar una teoría política del sujeto y del poder.

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Notas sobre la noción de mecanismos psíquicos en Judith Butler.

OSVALDO BLANCO1

1.- Resumen

Nos proponemos exponer muy brevemente la introducción del libro de Judith Butler (1997), texto en el cual la autora intenta profundizar en los alcances políticos de la relación entre el poder y el sujeto mediante lo que ella denomina como “mecanismos psíquicos” del poder. La tesis fundamental es la doble dimensionalidad del poder inscrita en el concepto de “sujeción”: como constitución y subordinación del sujeto. Es esta aparente paradoja la que se debe resolver a través de la indagación de los procesos psíquicos implicados para así esbozar una teoría política del sujeto y del poder.

2.- La doble dimensión del poder

En un principio, el sentido común nos indica que por “poder” debemos entender un fenómeno externo al sujeto. Butler nos dirá que a ello habría que agregar una visión del poder como algo que, al mismo tiempo que subordinar al sujeto, lo constituye desde dentro, entregando la condición de su existencia y dibujando la trayectoria de su deseo. En ese sentido, la noción de “sujeción” implica el devenir del sujeto en su relación con el poder instalando el problema respecto de cómo el sujeto se forma en la subordinación. Ello habría sido abordado por autores tales como Althusser (interpelación) y Foucault (productividad discursiva). Si bien Foucault estaría consciente de la ambivalencia de la noción de sujeción, no explora en profundidad esta doble valencia entre subordinación y producción.

Ante el flanco abierto por la pregunta sobre la relación entre poder y sujeto, Butler se interrogará acerca de cuáles son las formas psíquicas que adopta el poder. Con ello, se insertará en una problematización ya delineada por Hegel en la “Fenomenología del Espíritu”, donde describe la libertad por parte del esclavo y su caída en la “conciencia desventurada”. El amo al principio parece ser externo al esclavo, sin embargo, reemerge como la propia conciencia de éste. La conciencia desventurada es la desventura del esclavo, el efecto de la trasmutación del amo en realidad psíquica.

Con este ejemplo, Butler comienza a desarrollar el fenómeno mediante el cual el poder genera un proceso de subjetivación basado en la forma en que la conciencia ejerce una especie de “vuelta sobre sí misma”, transformándose en objeto para sí. En términos más esquemáticos, podríamos decir que la compleja relación entre poder y sujeto será desarrollada por Butler a partir de un doble momento: 1) poder como principio y elemento externo de presión y subordinación sobre el sujeto; 2) poder como forma psíquica que constituye la identidad del sujeto.

Este doble momento de subordinación y constitución subjetiva constituye una aparente paradoja que indica la forma en que el poder remite a un proceso de “darse la vuelta”, esto es, una vuelta sobre uno/a mismo/a o incluso contra uno/a mismo/a. La paradoja resulta de lo impensable para el sentido común que es la idea de que un sujeto se dé vuelta sobre sí mismo. Butler intentará demostrar la necesidad de pensar este dilema tropológico2 como un momento fundacional del sujeto, cuyo estatuto ontológico es siempre incierto.

1 Sociólogo por la universidad Arcis. Magíster en Ciencias Sociales, mención en Sociología de la Modernización, Universidad de Chile. Becario Conicyt, 2012-2015, Doctorado en Sociología, Universidad Alberto Hurtado. 2 Tal y como aclara Butler, en griego, Tropo = vuelta.

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En efecto, ¿de quién o de qué se dice que “se da la vuelta” y cuál es el objeto de la misma? En un primer momento, pareciera ser que nada tiene que ver aquí la idea de una inauguración soberana del sujeto: es el poder el que da la vuelta. Primero, como fenómeno externo al sujeto el poder le viene desde afuera y lo atraviesa para luego, en un segundo momento, dar la vuelta desde dentro del sujeto bajo la forma de tejidos psíquicos internos. El sujeto es sólo una especie de vía para este ir y venir del poder desde afuera y desde dentro. Es en este giro del poder, en este viraje ambivalente entre lo externo y lo psíquico-interno, donde el sujeto surge. Por tanto, habría que asumir la premisa tropológica necesaria del poder en tanto proceso de producción de sujetos. Para Butler, esta suerte de paradoja temporal del sujeto implica que debemos abandonar la perspectiva de un sujeto ya formado para poder dar cuenta del devenir, entendido esto último no como algo continuo, sino como una práctica incómoda de repetición llena de riesgos, de placer y muerte, de neurosis y melancolía, impuesta e incompleta, que una y otra vez redibuja el horizonte del ser social3.

En este punto de su argumento, Butler demuestra cómo es que la relación entre poder y sujeto lleva inevitablemente a los aspectos y consecuencias psíquicas de la subordinación y constitución del sujeto. La autora nos habla de “vínculos apasionados”, donde el sujeto desenfrenadamente se encuentra apegado a su subordinación. Con ello, Butler ya nos introduce al ámbito del deseo y el inconsciente.

La idea de una subordinación respecto del poder donde el sujeto siente un vínculo apasionado ha sido esgrimida como argumento para ciertas tesis que deslegitiman las reivindicaciones de los subordinados. Para alejarse de esta perspectiva, Butler argumenta un razonamiento que entrelaza los aspectos de la subordinación, el apasionamiento propio del deseo y la formación del sujeto, donde el sujeto es, al mismo tiempo, formado y subordinado por el poder. Ello implica no sólo la subordinación, sino también una posibilidad emancipadora.

Para Butler, la noción de autonomía –en tanto supuesta atribución del sujeto moderno– se encuentra condicionada por la subordinación. Ahora bien, el argumento de Butler se basa en el proceso psicoanalítico donde esta dependencia fundacional es fuertemente reprimida y mediante lo cual el sujeto emerge al mismo tiempo que el inconsciente. En eso consisten los mecanismos psíquicos del poder, en el proceso de represión desde donde surge el sujeto.

3 Nietzsche y Althusser son dos autores que indican estas desviaciones del poder en las cuales surgen los sujetos. Butler define a los tropos como “desviaciones” del lenguaje que generan figuras retóricas o de pensamiento que conectan palabras alejadas de las convenciones pero que permiten la generación de nuevos significados y conexiones. Luego de ello, señala que en Nietzsche el tropo es condición fundamental en la circulación y sedimentación del lenguaje y el establecimiento de la verdad por parte del poder. Por su parte, en Althusser, el proceso de interpelación ideológica reduce al tropo del poder a una teoría donde no se explica por qué el sujeto se siente interpelado ante la ley. Vale decir, el llamado de la ley ante el cual la interpelación funciona performativamente supone la conciencia misma, cuestión que debería explicar. Precisamente cuando Althusser señala que el individuo es “siempre ya” sujeto, el tropo ideológico del poder consiste en constituir y subordinar al sujeto mediante el vacío, el sinsentido mismo, la tautología del “¡eh, Ud., oiga!”. Desde Butler, podemos decir que la interpelación althusseriana del sujeto por medio del llamado de la autoridad supone al menos tres cosas: 1) que ya se ha producido la inculcación de la conciencia; 2) que la conciencia no es otra cosa que el funcionamiento psíquico de la norma; 3) que la conciencia constituye una operación psíquica y social del poder de la cual depende la interpelación ideológica, pero de la cual no puede dar cuenta. Esta teoría de la interpelación, aparte de los supuestos sobre la conciencia recién mencionados, tiene otro supuesto, a saber: el predominio de la voz o, lo que es lo mismo, de la interpelación remitida sólo al aspecto hablado. Este segundo supuesto no permite entender el poder de la burocracia en tanto poder que circula sin expresión oral. Por último, Althusser se centra en el aparato y la ideología, mientras que Foucault desarrolla su noción de discurso para, precisamente, no centrarlo ni en un aparato, ni en la expresión oral, vale decir, Foucault haría una teoría del poder como red de elementos discursivos y de prácticas en torno a un sujeto. Esta línea foucaultiana es la tomada por Butler, profundizando en los aspectos psíquicos del poder, cuestión que Foucault no hace.

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En otras palabras, a la línea de trabajo de Foucault y Althusser sobre el poder como subordinación, Butler le añade el componente psíquico del deseo inconsciente. De ahí que su noción de subjetivación tenga una doble lectura simultánea: subordinación y formación del sujeto.

Es decir, todo sujeto emerge con algún vínculo apasionado, esto es, con alguien de quien depende de manera esencial. Políticamente hablando, la cuestión central está en cómo se maneja esta subordinación apasionada, es decir, en determinar los mecanismos de aprovechamiento (biopolítico) del “ser” en base a la simple tendencia a la superviviencia. Nótese que este último –el deseo por sobrevivir– es sumamente explotable por el poder. En ese sentido, Butler enuncia una definición de los vínculos apasionados como algo más allá del simple amor ciego, ya que más bien argumenta una definición de los vínculos apasionados que contiene la posibilidad de discernimiento e intuición por parte del sujeto.

3.- La influencia edípica

La tesis fundamental de Butler es edípica en el sentido de que para poder resistir psíquica y socialmente debe existir dependencia y formación de vínculos, siendo estos vínculos apasionados algo inconsciente y, por tanto, invisible, reprimido. Es decir, para que el sujeto pueda emerger, las formas primarias de este vínculo deben surgir y, al mismo tiempo, deben ser negadas. Con ello, el surgimiento del sujeto consiste en su negación parcial, en otras palabras, a la represión de la violencia que lo constituye. El “yo” surge de la negación del vínculo, por tanto, constantemente está siendo amenazado por la aparición del fantasma del amor imposible y condenado a re-escenificarlo en el inconsciente, reviviéndolo y desplazándolo.

De esta forma, la noción de vínculos apasionados se complejiza porque va más allá del deseo reducido a simple placer. En este deseo también hay pulsión de muerte, de autoflagelación hacia sí mismo y hacia objetos odiados. Con todo, en la repetición neurótica de la represión del deseo el sujeto persigue su propia disolución ya que se trata del deseo en su afán de desplegar su potencia a costa del sujeto, en la medida en que el segundo es un obstáculo para el primero.

De ahí que la contrariedad y frustración del deseo por parte del sujeto sea la condición fundamental para el sometimiento de éste al poder social. Butler sigue la línea trazada por el psicoanálisis para explicarnos que el proceso trópico del poder implica que “estar vuelto contra sí mismo” (contra el propio deseo) es la condición para la persistencia del sujeto. Por tanto, uno existe como sujeto a costa de desear las condiciones para la propia subordinación. La dimensión psíquica del poder implica hábitos iterativos de autocensura que se consolidan como conciencia, por lo que ésta sería el medio en el cual el sujeto se convierte en objeto para sí mismo, estableciendo un espacio de reflexión sobre sí y mediante el cual el sujeto se define.

De ahí que Butler niegue la intercambiabilidad del sujeto con otros conceptos, tales como los de “persona” o “individuo”. El sujeto es una estructura siempre en formación. Los individuos y las personas llegan a ocupar el lugar del sujeto (el sujeto emerge como un lugar) y adquieren inteligibilidad sólo en tanto que están previamente establecidos por el lenguaje. El sujeto es el proceso trópico del poder coactivo interiorizado traumáticamente a partir de mecanismos represivos. Es el resultado de este proceso, este lugar dejado por los mecanismos psíquicos del poder, lo que es ocupado por personas e individuos. Por tanto, la inteligibilidad de los individuos aparece sólo cuando antes se ha producido el proceso de subordinación/constitución del sujeto.

En sus planteamientos, Butler señala el necesario distanciamiento del sujeto respecto de sí mismo para verse como objeto de su propio análisis. Esta reflexividad consigo mismo hace

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posible la aparición de la narración como elemento propio del proceso subjetivo que ha sido resultado del problema tropológico del poder. Esta idea de narratividad de un sujeto que se desdobla y reflexiona sobre sí mismo está influida por Freud. Para éste, la fantasía no se puede asimilar como un error, un mero sueño, una falsa conciencia, sino que como una ilusión4. Ese relato se realiza únicamente a partir de una especie de alejamiento del sujeto respecto de sí, convirtiéndose en la forma de justificación y trama simbólica tejida a partir del propio sometimiento hacia el mundo social y la represión invisible hacia el objeto perdido. De este modo, Butler explica la doble dimensión del poder vista como algo anterior al sujeto y como efecto instrumental y narrativo que explica al mundo y a sí mismo.

4.- La entrada de lo político

El punto determinante es si el sujeto es la condición o el punto muerto de la potencia del deseo y el poder. Deudora de Foucault y Nietzsche en su énfasis del poder como algo productivo, Butler aspira profundizar la problematización del poder y el sujeto hasta lo político. Todo el problema del poder y su doble dimensión como subordinación y constitución del sujeto tiene que ver con un intento por abrir un flanco político que explique cómo adoptar una posición de oposición ante el poder aún cuando se deba reconocer que toda oposición está comprometida con el mismo poder al cual nos oponemos. El aspecto psíquico del poder implica entonces seguir la peculiar forma de “volverse” del sujeto contra sí mismo, esto es, contra el individuo que ya está enredado en la realidad social del poder. En términos más simples, la lucha política contra el poder parte por la lucha respecto de cómo éste nos ha convertido en los sujetos que somos.

En este punto, Butler nos da cuenta de cómo las categorías sociales ofrecen existencias reconocibles y perdurables. La aceptación de estas categorías, aún cuando sepamos que operan para el sometimiento, suele ser preferible a la ausencia total de existencia social. Esta vulnerabilidad del sujeto no sólo implica la subordinación de ésta respecto del poder, sino también la condición de su propia narratividad. El sujeto está obligado por la vulnerabilidad a la búsqueda del reconocimiento de su existencia a partir de categoría sociales (términos y nombres) que él no ha creado. Por tanto, el sujeto busca los signos de su existencia fuera de sí, en un discurso que es al mismo tiempo dominante e indiferente. En este proceso, las categorías sociales conllevan simultáneamente subordinación y existencia o, dicho en otras palabras, el precio de existir es la subordinación del sujeto y su identificación con estas categorías sociales.

Ahora bien, lejos de ser una teoría estructural catastrofista o bien ingenuamente optimista, Butler indica que una teoría sobre el funcionamiento psíquico del poder implica que la norma social se vuelve a la vez formativa y vulnerable. Las categorizaciones sociales determinan la vulnerabilidad del sujeto ante el lenguaje, siendo ellas mismas vulnerables al cambio psíquico e histórico. Es así como en el hecho de que uno se “vuelve a sí mismo” con el fin de refrenar el deseo hay una conjugación de resistencia y subordinación. Butler está a la búsqueda de una evaluación crítica de la formación del sujeto que nos ayude a entender los callejones sin salida a los que a veces nos conducen los esfuerzos de emancipación, pero sin por ello invalidar lo político, puesto que lo político es algo que en gran medida estaría dado por el propio sujeto.

4 Como comentario aparte, podríamos decir que Lacan amplía esta idea para decirnos que la ideología es una construcción de la realidad desde el deseo, es decir, la fantasía no es una forma de “escapar de la realidad” sino que, por el contrario, es una forma de posibilitarla. Sólo podemos acceder a la realidad desde el lenguaje, donde la función de la fantasía es que nos permite elaborar un relato de ficción (la ficción simbólica) que nos permite simbolizarla a partir de nuestros deseos. Es a partir entonces de que la realidad se sostiene desde la fantasía que a partir de ello nos construimos como sujetos.

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Butler introduce la noción de mecanismos psíquicos del poder para elaborar una teoría del sujeto a partir de una doble dimensión de subordinación y constitución del mismo por parte del poder. Este proceso conlleva a lo menos tres cuestiones íntimamente entrelazadas: 1) una descripción del modo en que el poder regulador mantiene a los sujetos en la subordinación, produciendo y explotando sus requerimientos de continuidad, visibilidad y localización; 2) el reconocimiento de un sujeto producido como algo continuo, visible y localizado y que, no obstante, genera un residuo inasimilable y melancólico respecto del objeto perdido y que marca los límites de la subjetivación; 3) una descripción de la iterabilidad del sujeto que muestre que la potencia bien podría consistir en oponerse a las condiciones sociales que lo engendran y transformarlas.

5.- Bibliografía citada

Butler, Judith (1997) The Psychic Life of Power. Theories in Subjectivation, Standford,

California: Standford University Press, “Introduction”, pp. 1-30.