Nubes y claros

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Cuento escrito para el Primer concurso de AFA VALDEPEÑAS, escrito por un alumno de 5º de E. Primaria

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Eran las 11:30, había mirado el reloj un montón de veces, se movía muy

despacio. Estaba en la consulta de traumatología, debía de pasar a esa hora,

pero la enfermera había salido ya a nombrar varias veces y nada, a esperar.

Hoy tenía examen de matemáticas y tuve que llevar un justificante para venir a

la consulta, pues de vez en cuando me dolían las rodillas.

Pasaron diez minutos y la enfermera salió de nuevo a nombrar, tenía una voz

un poco masculina y no era muy agradable que dijéramos.

Le pregunté:

-¿Falta mucho para que pase Marta López?

-Espera un momento que mire…, lo siento no hay ninguna Marta.

-¡Pero no puede ser!-dijimos mi abuela y yo a la vez.

-Mirar bien los papeles, para ver cuando tenéis la cita.-contestó la enfermera.

Mi abuela sacó del bolso el volante, ponía para el día 23 de Marzo a las 11:30

y estábamos a 23 de Abril. Me puse con mi abuela muy enfadada, en ese

momento no me di cuenta de mi comportamiento.

Mi hermana y yo queremos mucho a mi abuela, pues cuando éramos pequeñas

viniendo de unas vacaciones tuvimos un accidente de tráfico, mi madre y mi

abuelo fallecieron. Desde entonces mi abuela lleva viviendo en casa con mi

padre y nosotras 5 años.

Mi abuela es muy agradable con todo el mundo, risueña y está un poco gordita,

pero me encanta cogerle los michelines de la cintura, usa gafas para leer.

Porque aunque tiene 70 años le gusta mucho la lectura.

El examen me lo hicieron luego, que por cierto lo aprobé por los pelos.

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Mi hermana Paula y yo nos llevamos muy bien, yo soy cuatro años mayor que

ella, tengo 14 y ella 10.

Paula es cariñosa pero se enfada con facilidad. Es delgada pero sin en cambio

es más alta que yo cuando tenía su edad. También tiene unas gafas rojas muy

monas y siempre lleva puesta una pulsera que le regaló mi madre para el día

de su cumpleaños.

Era Jueves, mi hermana iba de excursión a Lagunas de Ruidera. Este año

como ha llovido mucho dicen que llevan mucha agua. Se lo van a pasar muy

bien, aunque es un poco gandula para andar.

Mi abuela le había preparado la gorra, el agua, la merienda y ropa cómoda.

Esa tarde mi amiga y yo fuimos a la academia, íbamos martes y jueves, nos

gustan mucho los ordenadores. A mi amiga Silvia le sonó el móvil, que por

cierto nos regañan si llevamos móvil a clase. Silvia lo cogió por si era algo

importante, era su madre, la llamaba para decirle que si recogía a Paula de la

excursión, porque Paula iba a clase de la hermana de Silvia y fueron juntas.

Silvia me preguntó:

-¿Marta, recoge mi madre a tu hermana?, dice mi madre que no ha ido tu

abuela a recoger a Paula.

- Vale dile que sí, que voy a llamar a mi abuela a ver que pasa-contestó Marta.

Salí un momento de la clase y llamé a casa:

-Abuela, ¿Por qué no has ido a recoger a Paula?

-¡Ay, Dios mío!, Paula.

-No pasa nada, ya la recoge la madre de Silvia.

Mi hermana vino loca de contenta y más colorada que un tomate. Se lo había

pasado muy bien.

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Mi abuela no paraba de darle besos como se le había olvidado ir a recogerla:

-¡Ay, abuela!, no me des más besos, que me vas a desgastar el carrillo.

Esa noche mi hermana se puso con fiebre, le había dado mucho el sol.

Llevaba unos cuantos días con la tripa y la garganta y había comido helados,

también yo creo que por eso se le puso la fiebre.

Mi abuela la pobre estuvo toda la noche pendiente de ella y buscando el

termómetro que no lo encontraba por toda la casa.

Tuve que ir a pedírselo a la vecina de al lado, que parece un supermercado,

porque siempre tiene de todo cuando lo necesitamos.

La vecina era un poco chismosa, si querías saber algo solo tenías que

preguntárselo a ella. Pero era una persona que siempre se ofrecía para todo.

Al día siguiente mi abuela iba a llevar a mi hermana al pediatra, no se

acordaba del número y tuve yo que llamar.

Marta dijo:

-Dame que llamo yo, que lo tengo apuntado…, ay abuela, estás peor que la

vecina cuando no tienes chismes que contar.

Pasaron los días, notaba que la abuela estaba un poquito rara y una tarde que

se fue a la casa de una amiga estábamos mi padre, mi hermana y yo en la

cocina, le comenté a mi padre:

-¿Papá, no encuentras un poco rara a la abuela?, lleva una temporada que se

le olvidan muchas cosas y me cuenta cosas de cuando era pequeña. Me

cuenta cosas de hace muchos años, ¿Cómo se acuerda de las cosas de hace

tanto tiempo, y algunas de ahora se le olvidan?

-Ya conoces a tu abuela, siempre está pensando en lo que va a hacer de

comida o en comprar y en que no le da tiempo a limpiar todo lo que ella quiere.-

contestó el padre.

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Mi padre trabajaba en Madrid, pasaba mucho tiempo fuera de casa. Como

nosotros vivimos en Ciudad Real, algunas veces no venía a comer, otras a

cenar o incluso a dormir si se le complicaba su trabajo, y tenía que quedarse de

turno de noche. Trabaja en una empresa de ordenadores.

Yo pensé que mi padre tenía razón, que siempre no se puede estar tan

pendiente de todo como nos tenía acostumbrada mi abuela.

Era Miércoles, nos levantamos con la hora justa del colegio, teníamos el

desayuno preparado en la mesa. Nos encantaba las tostadas tan crujientes y

que oliera la casa a pan tostado. Nos las comimos, le dimos un beso a la

abuela y nos fuimos al colegio.

Eran las14:15, Paula me estaba esperando debajo de un árbol, porque hacía

mucho calor. Cuando yo salí de clase a las 14:.30 nos fuimos para casa.

Llegamos a casa, Paula llamó muchas veces al timbre, pues se venía

haciendo pis. Nadie abrió:

-¡Menos mal que yo siempre llevo una llave, en la cartera!-dijo Marta.

-¿Dónde estará la abuela, estará en casa de la vecina?

Entramos en casa y no había nadie, llamamos a casa de la vecina pero nos dijo

que ella no sabía nada.

Era raro porque no estaba ni siquiera la comida preparada. Corriendo llamamos

a papá y el vino cuando pudo.

Esperamos unas horas y al ver que no venía, mi padre y nosotras fuimos a la

policía. Pero nos dijeron que como era mayor de edad nos teníamos que

esperar hasta el día siguiente.

Esa noche lloré mucho, porque me acordaba cuando perdí a mi madre, y no

quería perder a mi abuela también. Dormimos mi hermana y yo abrazadas y mi

padre estuvo toda la noche pendiente del teléfono.

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Al día siguiente mi padre no fue a trabajar, al amanecer sonó el teléfono:

-¿Es casa de la señora Maria?-preguntó una voz desconocida

Mi abuela se llama Maria como se llamaba mi madre.

-Si, si es- contestó el padre nervioso.

-Me llamo Paco, soy el barrendero del parque y he encontrado una mujer, que

no sabe donde vive, que si la podía llevar a casa. Le he pedido el bolso, para

ver si llevaba documentación, que si llega a ser un ladrón, se lo había robado.

En su bolso he encontrado este número de teléfono, y por eso llamo.

Aquí os espero para que vengáis a recogerla, ¡ah! Y además no hace más que

repetir que estaba esperando a su hija Maria.

-Vale, enseguida vamos-contestaron todos a la vez.

Cuando llegamos estaba sentado el barrendero junto a la abuela en un banco,

mi padre le preguntó a mi abuela:

-¿María, está bien?,¿Por qué estás aquí en el parque?

Ella contestó:

-Es que he ido a casa a prepararle a mi hija Maria el desayuno y me ha abierto

otra persona desconocida. Me he venido aquí, porque no sabía que hacer, en

aquella casa no está mi hija, ¿entonces…?¿Donde vivo?

- Venga no pasa nada nos vamos para casa-contestó el padre.

Le dimos las gracias al barrendero y nos fuimos para casa.

En ese momento mi hermana y yo comprendimos que a mi abuela le sucedía

algo raro. Al día siguiente la llevamos al médico. La mandaron a un especialista

y le dijeron que tenía alzheimer.

En este tiempo he aprendido que hay que ser comprensivos y tener paciencia,

ayudar a nuestros mayores y aún más si están enfermos. Siempre que podáis

darles un abrazo fuerte a vuestros abuelos.