Odio a los indiferentes Antonio Gramsci

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Antonio Gramsci, uno de los principales teóricos marxistas del siglo veinte y fundador del Partido Comunista Italiano. Sus contribuciones en el terreno de la teoría política, la sociología y el análisis de la cultura son al día de hoy de una extraordinaria relevancia. Su integridad personal y su inclaudicable militancia lo llevó a soportar once años en las cárceles del fascismo italiano, donde escribió sus célebres Cuadernos de la Cárcel, una cantera inagotable de sabiduría política. Gramsci sobrellevó ejemplarmente las penurias de esa situación, que le costaría la vida porque moriría a los pocos días de ser liberado de la prisión, el 27 de Abril de 1937. Hubiera bastado una simple carta dirigida al dictador Benito Mussolini solicitando un pedido de clemencia y declarando su intención de exiliarse en Francia para que el déspota hubiera dispuesto de inmediato su libertad. Es que Mussolini y Gramsci se conocieron de jóvenes y, por un corto tiempo, militaron en la facción más radical del socialismo italiano que se oponía a la entrada de Italia a la Primera Guerra Mundial. De ahí su mutuo conocimiento. Pero Gramsci, dando un ejemplo que -hay que reconocerlo, fue emulado por muchos en las más distintas latitudes- no transigió y prefirió morir lentamente en la cárcel antes que traicionar a sus ideas y a sus camaradas. El tenebroso fiscal que tuvo a su cargo la farsa jurídica que condenó a Gramsci a la cárcel había pronunciado unas palabras memorables, conciente de la potencia intelectual y política de su víctima: "¡Hay que lograr que ese cerebro deje de funcionar!". Fue por eso condenado a veinte años, cuatro meses y cinco días de prisión, y lo mataron de a poco en las mazmorras del fascismo. Pero ese cerebro jamás dejó de funcionar, y nos dejó una herencia maravillosa que primero fue rigurosamente ocultada y luego distorsionada, queriendo convertir a Gramsci en un inofensivo ícono socialdemócrata. En los últimos tiempos, el debate sobre el legado genuino de este gran intelectual italiano está posibilitando dejar atrás las deformaciones con que sus diversos intérpretes manosearon su pensamiento.

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El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos.

Antonio Gramsci (1891-1937) escritor poltico y filsofo

Instryanse, porque tendremos necesidad de toda vuestra inteligencia. Agtense, porque tendremos necesidad de todo vuestro entusiasmo. Organcense, porque tendremos necesidad de toda vuestra fuerza Antonio Gramsci. Odio a los indiferentes. [Antonio Gramsci] Odio a los indiferentes. Creo que vivir quiere decir tomar partido. Quien verdaderamente vive, no puede dejar de ser ciudadano y partisano. La indiferencia y la abulia son parasitismo, son bellaque ra, no vida. Por eso odio a los indiferentes. La indiferencia es el peso muerto de la historia. La indiferencia opera potentemente en la historia. Opera pasivamente, pero opera. Es la fatalidad; aquello con que no se puede contar. Tuerce programas, y arruina los planes mejor concebidos. Es la materia bruta desbaratadora de la inteligencia. Lo que sucede, el mal que se abate sobre todos, acontece porque la masa de los hombres abdica de su voluntad, permite la promulgacin de leyes, que slo la revuelta podr derogar; consiente el acceso al poder de hombres, que slo un amotinamiento conseguir luego derrocar. La masa ignora por despreocupacin; y entonces parece cosa de la fatalidad que todo y a todos atropella: al que consiente, lo mismo que al que disiente, al que saba, lo mismo que al que no saba, al activo, lo mismo que al indiferente. Algunos lloriquean piadosamente, otros blasfeman obscenamente, pero nadie o muy pocos se preguntan: si hubiera tratado de hacer valer mi voluntad, habra pasado lo que ha pasado? Odio a los indiferentes tambin por esto: porque me fastidia su

lloriqueo de eternos inocentes. Pido cuentas a cada uno de ellos: cmo han acometido la tarea que la vida les ha puesto y les pone diariamente, qu han hecho, y especialmente, qu no han hecho. Y me siento en el derecho de ser inexorable y en la obligacin de no derrochar mi piedad, de no compartir con ellos mis lgrimas. Soy partidista, estoy vivo, siento ya en la consciencia de los de mi parte el pulso de la actividad de la ciudad futura que los de mi parte estn construyendo. Y en ella, la cadena social no gravita sobre unos pocos; nada de cuanto en ella sucede es por acaso, ni producto de la fatalidad, sino obra inteligente de los ciudadanos. Nadie en ella est mirando desde la ventana el sacrificio y la sangra de los pocos. Vivo, soy partidista. Por eso odio a quien no toma partido, odio a los indiferentes. (publicado por vez primera el 11 de febrero de 1917 ) Instryanse, porque tendremos necesidad de toda vuestra inteligencia. Agtense, porque tendremos necesidad de todo vuestro entusiasmo. Organcense, porque tendremos necesidad de toda vuestra fuerza Antonio Gramsci.