¡Oh! la caridad

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¡Oh! La caridad Guillermo Gabriel Zapien Gómez He me aquí, a día y medio supongo, de la entrega de mi ponencia sin poder decidirme por algún tema, ya no se diga de la tesis, he preguntado a muchos por un tema apropiado sin resultados, pero tuve una charla con un amigo al que considero bastante, lamentablemente descarté la mayoría de sus propuestas porque para el caso no manejo esos temas, ahora tengo una disyuntiva, he reducido mis opciones a sólo dos, decisiones, decisiones… Finalmente un día después descartaré esas dos y me quedaré con un tema alterno. Se me atraviesan cosas que me distraen, la sed, unos mensajes de texto a las dos de la mañana, el contestarlos, mis vecinos que acaban de llegar, en fin todo parece ir en mi contra, que emo suena, ¿no? Uso emo, pudiéndose intercambiar por “pesimista” y únicamente por fines lúdicos de la exposición, sin pretender molestar a nadie y ofreciendo disculpas de ante mano si a alguien ofendo. Que perdí mucho tiempo justificando absurdideses, claro, son 15 minutos, ¿en serio pensaron que los llenaría sin algo de divagación franca y cínica? Además, entre más tiempo consuma menos tendrán ustedes de lanzarme sus preguntas. Antes de entrar de lleno a la exposición quiero aclarar que trato, en lo posible de no involucrar términos filosóficos y también incluiré lo que entiendo por algunos términos de vital importancia para la comprensión del trabajo. Inicio con un episodio que sucedió justo un día antes de la entrega del presente: En la mañana tomé un autobús e intenté pagar con un billete de doscientos pesos, me era urgente y el chofer me dijo que no tenía cambio sin arrancar el camión, sólo me faltaba un peso en cambio para pagarle el boleto completo pero lo que hice fue preguntar a los usuarios si alguno de ellos podía cambiarme el billete. Una señora me llamó, estaba sentada casi hasta delante, sacó unas monedas y medió el dinero exacto para pagar el pasaje, volví con el chofer y le pagué, me dio el boleto y me senté justo detrás de la señora en cuestión, como ya dije, sólo me faltaba un peso para completar el precio del pasaje, lo saqué, conté y se lo ofrecí a la señora, pero lo rechazó. ¿A qué le atribuyo tan filantrópica acción? a la bondad humana inherente en el hombre como especie, al temor y servicio de Dios, a la conciencia de buen

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Por: Guillero Z.

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¡Oh! La caridad

Guillermo Gabriel Zapien Gómez

He me aquí, a día y medio supongo, de la entrega de mi ponencia sin poder

decidirme por algún tema, ya no se diga de la tesis, he preguntado a muchos por

un tema apropiado sin resultados, pero tuve una charla con un amigo al que

considero bastante, lamentablemente descarté la mayoría de sus propuestas

porque para el caso no manejo esos temas, ahora tengo una disyuntiva, he

reducido mis opciones a sólo dos, decisiones, decisiones…

Finalmente un día después descartaré esas dos y me quedaré con un tema

alterno.

Se me atraviesan cosas que me distraen, la sed, unos mensajes de texto a las dos

de la mañana, el contestarlos, mis vecinos que acaban de llegar, en fin todo

parece ir en mi contra, que emo suena, ¿no? Uso emo, pudiéndose intercambiar

por “pesimista” y únicamente por fines lúdicos de la exposición, sin pretender

molestar a nadie y ofreciendo disculpas de ante mano si a alguien ofendo.

Que perdí mucho tiempo justificando absurdideses, claro, son 15 minutos, ¿en

serio pensaron que los llenaría sin algo de divagación franca y cínica? Además,

entre más tiempo consuma menos tendrán ustedes de lanzarme sus preguntas.

Antes de entrar de lleno a la exposición quiero aclarar que trato, en lo posible de

no involucrar términos filosóficos y también incluiré lo que entiendo por algunos

términos de vital importancia para la comprensión del trabajo.

Inicio con un episodio que sucedió justo un día antes de la entrega del presente:

En la mañana tomé un autobús e intenté pagar con un billete de doscientos pesos,

me era urgente y el chofer me dijo que no tenía cambio sin arrancar el camión,

sólo me faltaba un peso en cambio para pagarle el boleto completo pero lo que

hice fue preguntar a los usuarios si alguno de ellos podía cambiarme el billete.

Una señora me llamó, estaba sentada casi hasta delante, sacó unas monedas y

medió el dinero exacto para pagar el pasaje, volví con el chofer y le pagué, me dio

el boleto y me senté justo detrás de la señora en cuestión, como ya dije, sólo me

faltaba un peso para completar el precio del pasaje, lo saqué, conté y se lo ofrecí a

la señora, pero lo rechazó.

¿A qué le atribuyo tan filantrópica acción? a la bondad humana inherente en el

hombre como especie, al temor y servicio de Dios, a la conciencia de buen

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ciudadano esquematizada y razonada con justificación o a la abundancia

económica que existe en el país, claro que no, ¿entonces qué? ¿A que le puedo

atribuir aquella acción tan desprendida? Acaso buscaba conquistarme, espero que

no; me atrevo a juzgar que psicológicamente la relación del sistema religioso

influencia ampliamente o casi de manera total la visión y comportamiento moral de

las personas menos conscientes de los sistemas de control. Esto, sin dejar de lado

a los que somos relativamente más consientes porque a pesar del cierto cuidado

racional que podamos tener frente al sistema de creencias nos vemos envueltos

en ellos.

El concepto que funge dentro de este problema es el de caridad, lo que se

entiende por caridad se relaciona íntimamente con el amor, la resignación, el

temor a dios y la bondad. Debo añadir que la caridad es genuinamente un valor

cristiano y que sin embargo da lugar al humanismo en el que vivimos y

respiramos, culturalmente estamos dentro y rodeados de muchos valores que a lo

largo de los siglos tomamos como propios y propios del individuo, aunque no se

sea consciente de ello. Dejare de lado el “amor”, para concentrarme en la

resignación, el temor a dios y principalmente con la bondad; para resumir por

resignación la tomaré como una actitud estoica; el temor a dios tiene que ver con

las consecuencias que sobrepasan el respeto que se le pueda tener a un tercero;

y, la bondad la entiendo como actitud hacia el bien o la capacidad de llevarlo a

cabo, todo esto de forma empática.

Sigo tomando el mismo ejemplo, cuando la mujer me rechazó el dinero, insistí un

poco y su acompañante (otra mujer, de mayor edad, probablemente su madre) se

dirigió hacia mi diciendo: “quédatelo y cuando alguien más lo necesite lo ayudas”,

me dejó sin palabras… Hay veces que la necedad de las personas impide un buen

dialogo, además parecía que querían evitar la charla, supongo que para

regodearse en su bondad, cual estrellas de cine en una escena dramática; poco

después bajaron del autobús en la parada de una clínica del Seguro, cosa que ya

esperaba, eran las seis de la mañana, su vestimenta, actitud física y demás me lo

mostraron; para mí ya no hay duda que ella al tener ese gesto de clara caridad,

se enorgulleció de su buena voluntad y muy probablemente pensó que sería

retribuida divinamente en su salud.

La caridad es también una justificación para retroalimentar los egos, sin duda

cumple la función de control ejercida sobre la población como medio regulatorio de

conducta, y aunado a las leyes de facto (constitucionales), hacen que la

convivencia entre los ciudadanos sea más o menos y en cierta medida tolerable.

Sostengo pues, que la tanto la caridad así como muchos otros valores puramente

cristianos nos determinan como sociedad sin siquiera concebirlo.