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pequeña oracion con el evangelio del jueves 1 de octubre 2015

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  • Jueves, 1 Octubre, 2015 1) Oracin inicial Oh Dios!, que manifiestas especialmente tu poder con el perdn y la misericordia; derrama incesantemente sobre nosotros tu gracia, para que, deseando lo que nos prometes, consi-gamos los bienes del cielo. Por nuestro Seor. 2) Lectura

    Del santo Evangelio segn Lucas 10,1-12

    1El Seor design a otros setenta y dos, adems de los Doce, y los envi de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde l deba ir. 2Y les dijo: La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueo de los sembrados que enve trabajadores para la cosecha. 3Vayan! Yo los envo como a ovejas en medio de lobos. 4No lleven dinero, ni provisiones, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el cami-no. 5Al entrar en una casa, digan primero: Que descienda la paz sobre esta casa!. 6Y si hay all alguien digno de recibirla, esa paz reposar sobre l; de lo contrario, volver a ustedes. 7Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que tra-baja merece su salario. No vayan de casa en casa. 8En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; 9sanen a sus en-fermos y digan a la gente: El Reino de Dios est cerca de ustedes. 10Pero en todas las ciu-dades donde entren y no los reciban, salgan a las plazas y digan: 11Hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido a nuestros pies, lo sacudimos sobre ustedes! Sepan, sin embargo, que el Reino de Dios est cerca. 12Les aseguro que en aquel Da, Sodoma ser tratada me-nos rigurosamente que esa ciudad. Palabra del Seor. 3) Reflexin. El contexto. El cap. 10, que empieza con nuestro pasaje, presenta un carcter de revelacin. En 9, 51 se dice que Jess se afirm en su voluntad de ir a Jerusaln. Este camino, expresin de su ser filial, se caracteriza por una accin doble: estn estrechamente unidos el ser quitado de Jess (v.51) y su venida mediante la invitacin de sus discpulos (v.52); hay una ligazn en el doble movimiento: ser quitado del mundo para ir al Padre, y ser enviado a los hom-bres. De hecho sucede a veces que el enviado no es atendido (v.52) y por tanto debe aprender a entregarse sin por desistir ante el rechazo de los hombres (9,54-55). Tres bre-ves escenas ayudan al lector a comprender el significado del seguimiento de Jess, que va a Jerusaln para ser quitado del mundo. En la primera, se presenta un hombre que desea seguir a Jess a dondequiera que vaya; Jess lo invita a abandonar todo lo que le propor-ciona bienestar y riqueza. Los que quieran seguirlo deben compartir con l su condicin de nmada. En la segunda, es Jess el que toma la iniciativa y llama a un hombre cuyo padre acaba de morir. El hombre pide una dilacin de la llamada para atender a su deber de sepul-tar a su padre. La urgencia del anuncio del reino supera a este deber: la preocupacin por sepultar a los muertos resulta intil porque Jess va ms all de las puertas de la muerte y esto lo realiza incluso en los que lo siguen. Finalmente, en la tercera escena, se presenta a un hombre que se ofrece espontneamente a seguir a Jess, pero pone una condicin: sa-

  • ludar antes a sus padres. Entrar en el reino no admite demoras. Despus de esta renuncia, la expresin de Lc 9,62, Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrs es apto para el

    reino de Dios, introduce el tema del cap. 10. Dinmica del relato. El pasaje objeto de nuestra meditacin empieza con expresiones muy densas. La primera, Despus de esto, remite a la oracin de Jess y a su firme decisin de ir a Jerusaln. La segunda, respecta al verbo designar: design a otros setenta y dos y los envi (10.1), precisando que los enva delante de s, es decir, con la misma resolucin con la que l se encamina a Jerusaln. Las recomendaciones que Jess les da antes de enviarlos son una invitacin a ser conscientes de la misin a la que se les enva: la cosecha abundante en con-traste con el nmero exiguo de obreros. El Seor de los sembrados llega con toda su fuerza, pero la alegra de su llegada se ve impedida por el reducido nmero de obreros. De aqu, la invitacin categrica a la oracin: Rogad al Dueo de los sembrados que enve obreros a su mies (v.2). La iniciativa de enviar a la misin es competencia del Padre, pero Jess da la

    orden: Id, indicando despus el modo de seguir (vv.4-11). Empieza con el equipamiento. Ni bolsa, ni alforja, ni sandalias. Estos elementos manifiestan la fragilidad del que es enviado y su dependencia de la ayuda que viene del Seor y de los habitantes de la ciudad. Las pres-cripciones positivas se resumen, en primer lugar, en la llegada a la casa (vv.5-7) y despus en el xito en la ciudad (v.8-11). En ambos casos no se excluye el rechazo. La casa es el lugar en el que los misioneros tienen los primeros intercambios, las primeras relaciones, valoran-do los gestos humanos del comer, del beber y del descanso, como mediaciones sencillas y normales para comunicar el evangelio. La paz es el don que precede a la misin, es decir, la plenitud de vida y de relaciones; la alegra verdadera es el signo que caracteriza la llegada del Reino. No hay que buscar la comodidad, es indispensable ser acogidos. La ciudad, sin embargo, es el campo ms extenso de la misin en el que se desenvuelve la vida, la activi-dad poltica, las posibilidades de conversin, de acogida o de rechazo. A este ltimo aspecto se une el gesto de sacudirse el polvo (vv.10-11), como si los discpulos, al abandonar la ciu-dad que los ha rechazado, dijesen a sus habitantes que no se han apoderado de nada, o tambin podra indicar el cese de las relaciones. Al final, Jess recuerda la culpabilidad de la ciudad que se cierre a la proclamacin del evangelio (v.12). 4) Para la reflexin personal Cada da el Seor te invita a anunciar el Evangelio a tus ntimos (la casa) y a los hombres (la ciudad). Adoptas un estilo pobre, esencial, al testimoniar tu identidad cristiana? Eres consciente de que el xito de tu testimonio no depende de tus capacidades perso-nales, sino slo del Seor que enva y de tu disponibilidad?

    5) Oracin final

    El corazn me dice: Busca su rostro!

    Y yo, Seor, tu rostro busco.

    No te escondas de m;

    no rechaces, en tu enojo, a este siervo tuyo,

    porque t has sido mi ayuda.

    No me desampares ni me abandones,

    Dios de mi salvacin. (Sal 27,8-9)