ORGES VISTO POR L . C E Mllera, aliviando las afugias que pasaba en la pensión de la gallega...

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febrero de 2007 | página m-ii propósitos: nadie puede saber los secretos de otro, no son secretos, son habilidades adquiridas a partir de prolongadas prácticas y meditaciones que son irre- petibles. Por eso todos sus intentos borgianos lo han delatado y hoy es apreciado como un farsante, un es- critorzuelo que se complace en mortificar a sus con- temporáneos con la pretensión de ser uno de los más eficientes imitadores del genio. Una de sus primeras aventuras fue proponer un prólogo de Borges para su libro inicial, Pensamien- tos de un hombre llegado el invierno, título inconce- bible y que Umberto Cobo, el mejor crítico de la Ge- neración Desencantada, considera un equivoco. ¿Cuál invierno en un país donde hace tanto sol y en el cual si llueve no escampa? Pero Alvarado llevó su osadía hasta crear en el propio Borges una cadena de confusiones borgianas: Norman Thomas di Gio- vanni le hizo, con una obsoleta cámara Bilora Boy, una foto con él en la capital de Islandia; luego dijo que Borges le había enviado el prólogo y, por último, el maestro ciego y entrado en años decidió indagar por sí propio si Alvarado Tenorio existía o era otra invención de Morel, es decir de Bioy Casares. Hoy sabemos que Alvarado Tenorio confeccionó esos materiales a partir de las revistas Sur que le ha- bía regalado doña Amira de la Rosa en Madrid, mien- tras almorzaba en casa de la diplomática barranqui- llera, aliviando las afugias que pasaba en la pensión de la gallega Conchi, en la madrileña calle del Pez. Y que Borges, que ya había practicado abundantemente la misma doctrina, en la posdata que puso a El in- mortal en 1950 había sostenido que: «Entre los co- mentarios que ha despertado la publicación anterior, el más curioso, ya que no el más urbano, bíblicamente se titula A coat of many colours (Manchester, 1948) y es obra de la tenacísima pluma del doctor Nahum Cordovero. Abarca unas cien páginas. Habla de los centones griegos, de los centones de la baja latinidad, de Ben Johnson, que definió a sus contemporáneos con retazos de Séneca, del Virgilius evangelizans, de Alexander Ross, de los artificios de George Moore y de Eliot y, finalmente, de «la narración atribuida al anticuario Joseph Cartaphilus. Denuncia, en el pri- mer capitulo, breves interpolaciones de Plinio (His- toria naturalis, V 8), en el segundo, de Thomas de Quincey (Writings, III, 439); en el tercero, de una epístola de Descartes al embajador Pierre Chanut; en el cuarto, de Bernard Shaw (Back to Methuselah, V). Infiere de esas intrusiones o hurtos, que todo el do- cumento es apócrifo.» Recordando que el mismo Borges le habría dicho: Usted, Alvarado, debería leer aquel artículo de Juan Valera sobre la originalidad y el plagio, que publicó en la Revista contemporánea, en 1876. Ahora, un novelista de éxito ha cuestionado otra de las contribuciones de Alvarado Tenorio a la bibliogra- fía borgiana. Se trata de cinco sonetos que Borges ha- bría dictado a una hermosa argentina, en presencia de aquel, durante la tarde que pasaron juntos en New York en 1984, el mismo día que Alvarado Tenorio sufrió un ataque de delirium tremens causado por la ingesta de antihistamínicos con licor de malta, durante la recep- ción que Rosario Santos ofrecía al maestro en el Cen- ter for Interamerican Relations, antes de la última pre- sentación que Borges hiciera en la Gran Manzana. Sostiene desde Berlín el novelista que su padre lle- vaba uno de esos sonetos en su camisa cuando fue asesinado por las fuerzas colombianas del mal. Y que, siendo el mismo soneto que Alvarado Tenorio había rescatado del olvido, no es el mismo, según el neo gramático antioqueño, «pues el poema repite de un modo francamente burdo la palabra “seremos” en una rima del primer cuarteto, cosa que Borges no habría hecho jamás.» Según me informa Alvarado Tenorio, el novelista se equivoca de cabo a rabo y sostiene que, sólo con leer las dos versiones cualesquiera con dos dedos de frente da la razón a la versión del poetastro bugueño. Transcribo entonces las versiones: [Según Alvarado Tenorio] Ya somos el olvido que seremos. El polvo elemental que nos ignora y que fue el rojo Adán y que es ahora todos los hombres y los que seremos. Ya somos en la tumba las dos fechas del principio y el fin, la caja, la obscena corrupción y la mortaja, los ritos de la muerte y las endechas. No soy el insensato que se aferra al mágico sonido de su nombre; pienso con esperanza en aquel hombre que no sabrá quién fui sobre la tierra. Bajo el indiferente azul del cielo, esta meditación es un consuelo. [Según Abad Faciolince] Ya somos el olvido que seremos. El polvo elemental que nos ignora y que fue el rojo Adán, y que es ahora, todos los hombres, y que no veremos. Ya somos en la tumba las dos fechas del principio y del término. La caja, la obscena corrupción y la mortaja, los triunfos de la muerte, y las endechas. No soy el insensato que se aferra Al mágico sonido de su nombre. Pienso con esperanza en aquel hombre que no sabrá que fui sobre la tierra. Bajo el indiferente azul del Cielo Esta meditación es un consuelo. Es verdad, por último, que Alvarado Tenorio no pa- sará a la historia como poeta, pues dilapidó su escasa fortuna lírica en la impostura, falsificación y burla de sus contemporáneos, cosa que nunca practicaron genios como Cervantes, Borges, Dante, Joyce o Con- rado Nalé Roxlo. Bien sabemos ya que su obra que- dará sepultada por la del gran poeta de la metáfora y pupilo del Borges de los años veintes, el sobrino del vanguardista de Calarcá, gran amigo y paradigma de la templanza, Juan Manuel Roca Vidales, o por ese otro magno entre sus contemporáneos, que cono- ciera casi desde el vientre de su madre a García Már- quez, según recientes revelaciones, José Luis Díaz Granados, y sin duda por el más colosal de todos, J. G. Cobo Borda, que ya pesa lo que inquietaba Alva- rado Tenorio cuando vivía en Guaduas, burlándose de todo el mundo desde las execrables páginas de un pasquín llamado La Prensa. BORGES VISTO POR LOREDANO, CARICATURISTA BRASILEÑO. CORTESÍA DE EL MALPENSANTE. HAROLD ALVARADO TENORIO CON LA VIUDA DE BORGES, MARÍA KODAMA

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propósitos: nadie puede saber los secretos de otro,no son secretos, son habilidades adquiridas a partirde prolongadas prácticas y meditaciones que son irre-petibles. Por eso todos sus intentos borgianos lo handelatado y hoy es apreciado como un farsante, un es-critorzuelo que se complace en mortificar a sus con-temporáneos con la pretensión de ser uno de los máseficientes imitadores del genio.

Una de sus primeras aventuras fue proponer unprólogo de Borges para su libro inicial, Pensamien-tos de un hombre llegado el invierno, título inconce-bible y que Umberto Cobo, el mejor crítico de la Ge-neración Desencantada, considera un equivoco.¿Cuál invierno en un país donde hace tanto sol y en elcual si llueve no escampa? Pero Alvarado llevó suosadía hasta crear en el propio Borges una cadenade confusiones borgianas: Norman Thomas di Gio-vanni le hizo, con una obsoleta cámara Bilora Boy,una foto con él en la capital de Islandia; luego dijoque Borges le había enviado el prólogo y, por último,el maestro ciego y entrado en años decidió indagarpor sí propio si Alvarado Tenorio existía o era otrainvención de Morel, es decir de Bioy Casares.

Hoy sabemos que Alvarado Tenorio confeccionóesos materiales a partir de las revistas Sur que le ha-bía regalado doña Amira de la Rosa en Madrid, mien-tras almorzaba en casa de la diplomática barranqui-llera, aliviando las afugias que pasaba en la pensiónde la gallega Conchi, en la madrileña calle del Pez. Yque Borges, que ya había practicado abundantementela misma doctrina, en la posdata que puso a El in-mortal en 1950 había sostenido que: «Entre los co-mentarios que ha despertado la publicación anterior,el más curioso, ya que no el más urbano, bíblicamentese titula A coat of many colours (Manchester, 1948) yes obra de la tenacísima pluma del doctor NahumCordovero. Abarca unas cien páginas. Habla de loscentones griegos, de los centones de la baja latinidad,de Ben Johnson, que definió a sus contemporáneoscon retazos de Séneca, del Virgilius evangelizans, deAlexander Ross, de los artificios de George Moore yde Eliot y, finalmente, de «la narración atribuida alanticuario Joseph Cartaphilus. Denuncia, en el pri-mer capitulo, breves interpolaciones de Plinio (His-toria naturalis, V 8), en el segundo, de Thomas deQuincey (Writings, III, 439); en el tercero, de unaepístola de Descartes al embajador Pierre Chanut; enel cuarto, de Bernard Shaw (Back to Methuselah, V).Infiere de esas intrusiones o hurtos, que todo el do-cumento es apócrifo.» Recordando que el mismo

Borges le habría dicho: Usted, Alvarado, debería leeraquel artículo de Juan Valera sobre la originalidad y elplagio, que publicó en la Revista contemporánea, en1876.

Ahora, un novelista de éxito ha cuestionado otra delas contribuciones de Alvarado Tenorio a la bibliogra-fía borgiana. Se trata de cinco sonetos que Borges ha-bría dictado a una hermosa argentina, en presencia deaquel, durante la tarde que pasaron juntos en New Yorken 1984, el mismo día que Alvarado Tenorio sufrió unataque de delirium tremens causado por la ingesta deantihistamínicos con licor de malta, durante la recep-ción que Rosario Santos ofrecía al maestro en el Cen-ter for Interamerican Relations, antes de la última pre-sentación que Borges hiciera en la Gran Manzana.

Sostiene desde Berlín el novelista que su padre lle-vaba uno de esos sonetos en su camisa cuando fueasesinado por las fuerzas colombianas del mal. Y que,siendo el mismo soneto que Alvarado Tenorio habíarescatado del olvido, no es el mismo, según el neogramático antioqueño, «pues el poema repite de unmodo francamente burdo la palabra “seremos” en unarima del primer cuarteto, cosa que Borges no habríahecho jamás.»

Según me informa Alvarado Tenorio, el novelistase equivoca de cabo a rabo y sostiene que, sólo conleer las dos versiones cualesquiera con dos dedos defrente da la razón a la versión del poetastro bugueño.Transcribo entonces las versiones:

[Según Alvarado Tenorio]

Ya somos el olvido que seremos.El polvo elemental que nos ignoray que fue el rojo Adán y que es ahoratodos los hombres y los que seremos.

Ya somos en la tumba las dos fechasdel principio y el fin, la caja,la obscena corrupción y la mortaja,los ritos de la muerte y las endechas.

No soy el insensato que se aferraal mágico sonido de su nombre;pienso con esperanza en aquel hombre

que no sabrá quién fui sobre la tierra.Bajo el indiferente azul del cielo,esta meditación es un consuelo.

[Según Abad Faciolince]

Ya somos el olvido que seremos.El polvo elemental que nos ignoray que fue el rojo Adán, y que es ahora,todos los hombres, y que no veremos.

Ya somos en la tumba las dos fechasdel principio y del término. La caja,la obscena corrupción y la mortaja,los triunfos de la muerte, y las endechas.

No soy el insensato que se aferraAl mágico sonido de su nombre.Pienso con esperanza en aquel hombre

que no sabrá que fui sobre la tierra.Bajo el indiferente azul del CieloEsta meditación es un consuelo.

Es verdad, por último, que Alvarado Tenorio no pa-sará a la historia como poeta, pues dilapidó su escasafortuna lírica en la impostura, falsificación y burla desus contemporáneos, cosa que nunca practicarongenios como Cervantes, Borges, Dante, Joyce o Con-rado Nalé Roxlo. Bien sabemos ya que su obra que-dará sepultada por la del gran poeta de la metáfora ypupilo del Borges de los años veintes, el sobrino delvanguardista de Calarcá, gran amigo y paradigma dela templanza, Juan Manuel Roca Vidales, o por eseotro magno entre sus contemporáneos, que cono-ciera casi desde el vientre de su madre a García Már-quez, según recientes revelaciones, José Luis DíazGranados, y sin duda por el más colosal de todos, J.G. Cobo Borda, que ya pesa lo que inquietaba Alva-rado Tenorio cuando vivía en Guaduas, burlándosede todo el mundo desde las execrables páginas de unpasquín llamado La Prensa.

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Por Germán Izquierdo Manrique

De manera ejemplar, el BBVA ha venidocoleccionando obras de arte, de todos losestilos y escuelas, desde hace 150 años.Esta política de convertirse enpatrocinadores e inversores en arte podríaser adoptada por los banqueros y losindustriales colombianos. Aunque ya hayalgunas empresas privadas, como elGrupo empresarial Bolívar, Suramericanade Seguros o Cartón de Colombia, que lohan venido haciendo. Así mismo, el Bancode la República, con su biblioteca LuisÁngel Arango, sus distintas salas deexposición y el Museo del Oro —único enel mundo— ha contribuido enormementea la divulgación del arte. No obstante, esnecesario más apoyo, y la conciencia deque el cuadro cobra más valor cuando sele saca de un recinto cerrado y se cuelgaen una sala de exposiciones, donde milesde ojos pueden apreciarlo.

A través del arte se pueden dilucidar muchas cosas. Las creencias, las posturas políticas, las emociones, la vida cotidiana de una épo- ca en particular. Así como un poema de

John Keats nos expresa la indefensión del hombrefrente a su destino, un cuadro de costumbres de unacampesina frente a unas cebollas desbaratadas enci-ma de una mesa desvencijada nos revela una canti-dad de detalles sobre el modo de vida de esa perso-na, retratada muchos años atrás. Un cuadro y susexpresiones, la luz, una camino, un instante, se ha-cen perdurables.

Una significativa muestra del arte en el Siglo de Oroholandés; la expresividad de los retratos de JoshuaReynolds; las pinturas de los monarcas franceses, ela-boradas por Louis Michel van Loo, profesor del re-conocido artista Jean–Honoré Fragonard; la destre-za técnica de Jan van Scorel, uno de los pintoresflamencos que copió con gran habilidad la técnica demaestros, como Rafael y Miguel Ángel; grandes ex-ponentes del arte italiano y francés y muchas cosasmás se pueden observar en la exposición, realizadapor el Ministerio de Cultura, a través del Museo Na-cional de Colombia y el Banco Bilbao Vizcaya Argen-taria, BBVA, que estará abierta hasta el 4 de marzo. enel Museo Nacional.

La exposición la conforman un total de 48 pintu-ras, escogidas por el curador Alfonso E. Pérez Sán-chez, académico y director honorario del Museo delPrado de Madrid. Según Pérez, «El propósito es mos-trar obras de escuelas ‘europeas’, desde finales delgótico hasta la ilustración, dejando aparte las obrasespañolas que ya fueron objeto de la exposiciónObras Maestras de la BBVA, pintura española de lossiglos XV al XX.»

La pintura religiosa y el concilio de TrentoEl arte, durante el siglo XV y la primera mitad del si-glo XVI, tuvo un gran contenido religioso. Esta parti-cularidad se expresa en varias de las obras flamencase italianas de la muestra. La primera pintura, que abrela exposición, es una tabla flamenca pintada por Janvan Scorel en el siglo XV, titulada la Virgen con el Niñoy Santa Ana. Scorel fue uno de los pintores flamen-cos que viajó a Italia y que, como se dijo anteriormen-te, copió el estilo de los grandes maestros. Las pintu-ras italianas Cabeza del Salvador y Virgen con el Niño,muestran claramente el predominio de los temasreligiosos en esta época.

Para la segunda mitad del siglo XVI, y como conse-cuencia de los cambios que supuso el concilio deTrento, el arte cambió sus temáticas. A raíz de la re-forma, los países protestantes tomaron fuerza y lospaisajes, los eventos cotidianos, la naturaleza en ge-neral reemplazaron en gran medida las escenas bí-blicas y los retratos religiosos.

El siglo de oro holandésDurante el siglo XVII, y con Amsterdam como cabe-za, el centro de comercio del mundo eran los PaísesBajos. Contrariamente a lo que sucedía en otros paí-ses de Europa, la poca influencia del clero y la mo-narquía en esta región contribuyó a que la élite bur-guesa —que patrocinó considerablemente la cienciay el arte, en especial la pintura— manejara el poder.Por eso, durante este siglo, en Delft pintaba Veermery en Duldrecht, un puerto enclavado entre los ríosMaas y el Merwerde, se formaron varios de los gran-des discípulos de Rembrandt.

Gran parte de la exposición está centrada en elSiglo de Oro Holandés. Obras del especialista en es-cenas de guerra, Sebastian Vrancx; de su discípulo,Pieter Snayer, David Teniers II; de Jan Wildens, maes-tro y amigo de Rubens. Pocas veces se ha podido ob-servar en Bogotá el arte flamenco y holandés tan biencomo en esta muestra.

La exposición es un recorrido por la historia delarte, en un periodo de 400 años. El visitante podráver la fastuosidad de la Francia del siglo XVIII; lashermosas copias de cuadros de Brueghel, la simili-tud del arte portugués con el español. De las más de3.000 obras que componen la colección del BBVA sehan escogido estas 48. Son 48 momentos detenidosen distintos puntos del tiempo y, desde luego, unamuestra que ninguno de los habitantes de Bogotádebería dejar de ver.

Colección de BBVA: 4 siglos en 48 obras

EL ANTIGUO PANÓPTICO, HOY MUSEO NACIONAL, FOTOGRAFIADO DESDE EL AIRE POR CARLOS HOYOS.

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Es bello lo que procede de una necesidad interior de

MICHIEL J. VAN MIEREVELT. DETALLE, RETRATO DE

CABALLERO, HACIA1610, 1620. ÓLEO SOBRE TABLA

MICHIEL J. VAN MIEREVELT, DETALLE, RETRATO DE

DAMA, HACIA 1610, 1615, ÓLEO SOBRE TABLA.

JACOPO DE FABRIS. VISTA DEL PUENTE RIALTO EN VENECIA. SOGLO XVII. ÓLEO SOBRE LIENZO.

ANÓNIMO FLAMENCO. EDUCACIÓN DE LA VIRGEN. FINA

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del alma. Es bello lo que es bello interiormente Vassily Kandinsky

FOTOGRAFÍAS CORTESÍA DEL

MUSEO NACIONAL Y DEL BBVA

GEN. FINALES DEL SIGLO XV. ÓLEO SOBRE TABLA.

MARTÍN ARCHER SHEE (?), RETRATO DE CABALLERO,DETALLE. ÓLEO SOBRE LIENZO, SIGLO XVII.

JAN PHILIP VAN THIELEN. FLORERO, DETALLE. SIGLO XVII. ÓLEO SOBRE COBRE.

CAREL VAN HULLEGARDEN, BODEGÓN DE COCINA CON LIEBRE Y HORTALIZAS, 1647.ÓLEO SOBRE TELA.

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Los escogidos en creación e investigación cultural : Beatriz G

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Otto Morales Benítez es el colombianoque, probablemente, ha escrito (ypublicado) más libros —93 en total—“y la noche que llega.” Además deescritor, Otto es uno de los políticosmás importantes de Colombia, ene-migo de sectarismos desde joven cuan-do, en compañía de un muchachollamado Belisario Betancur hicieron, enel conservador diario El Colombiano,de Medellín, un suplemento de avanza-da que se llamó Generación, que con-gregó —y ayudó a formar— a lasinteligencias de la época.En su carrera política hacia la Presi-dencia de la República hubo un saltogeneracional —que se puede llamartraspié— y el país se privó de que Ottollegara a la primer magistratura, parala que estaba de sobra calificado, luegode subir —escalón por escalón, y sinningún resbalón— toda la pendientepolítica.Su inteligencia, el buen humor —y surisa estentórea— son su distintivamarca de fábrica. El mismo Otto, quesuele burlarse de sí mismo, le dijo a unamigo:«–Yo soy de malas. A Misael Pastrana lecayó encima un avión y quedó con unasonrisa permanente que lo llevó a laPresidencia. En cambio, mi risa sólo haservido para asustar a los niños.»Pero Otto no sólo escribe libros.También publican libros sobre él.Acaba de aparecer uno, de AugustoEscobar Mesa (AEM), titulado Interro-gantes sobre la identidad cultural deColombia.

De él citamos este trozo:

AEM. ¿Qué representa, para lologrado en el campo educativo y lacultura, el neoliberalismo actual ylas políticas de privatización delFondo Monetario Internacional?[…]

OMB. Hoy deploramos elneoliberalismo contra la cultura y elpueblo. Hoy vemos amenazada laeducación y, desde luego, lasbibliotecas, la cultura, por ese grandisparate universal que es elneoliberalismo. Este es unmovimiento muy bien orquestado anivel internacional. Lo primero quehan repartido son dos enunciados:no hay ideologías y se acabó lahistoria, Las consecuencias son muysimples y trágicas. Si se acabaronaquéllas, no se necesitan lospartidos. Y como éstos, entre susfunciones, la principal es la deorientar la opinión pública, ya notienen misión. La gente ignara nonecesita información. No hay, por lotanto, defensa de lo nacional yandan al desgaire los países, y así sepueden organizar transnacionalessin oposición, pueden dominar einutilizar las economías nacionales.Si se acabó la historia, no tenemosnada para defender del pasado. Loprimero que desaparece es laidentidad cultural. Muerta ésta, nospueden invadir con productos ymodalidades ideológicas que sirvena la religión del mercado. Como noexiste la historia, no tenemos ningúnvalor para oponernos alarrasamiento que producen lospoderes económicos foráneos

Decir que Maruja Vieira pertenece a unaaristocracia del talento y la inteligencia (ella,su hermano, su sobrina) parece una ligereza,a menos que se sepa en profundidad dequiénes se está hablando y se conozca laindeleble huella que esta extraordinariafamilia ha ido dejando a su paso.Maruja acaba de publicar un bello libro,titulado Los nombres de la ausencia. Unlibro de elegías, del que dice el críticoDavid Mejía Velilla:

En la poesía colombiana ya no sonfrecuentes tanta pureza ni tantapalabra verdadera, ni tantas brevespalabras duraderas, referidas almisterio del amor humano, ni tantahondura, ni tanta precisión. Desdelos tiempos de Campanarios de lluviahemos advertido en Maruja Vieira eldon de la elegía, expresión mayor dela sabiduría poética. Canto que sedirige a Dios, a los hombres y a todosaquellos seres y cosas que, por algúnextraño prodigio de la vida, sirvieronpara encarnar nuestro trasiego,nuestra alma.Agradezcamos cada día ese don aDios que se lo dio y a Maruja Vieira,que lo ha hecho fecundo.

Eduardo Cote Lamus

«Más que magistral, la poesía de Cote espertinente; es una voz viva que siguehablando desde el presente y para elpresente, sin que en nada se hayaatenuado su urgente contemporaneidad.La obra poética de Cote Lamus ha perduradoy perdurará porque expresa una ambiciónarrogante, un ánimo de perfección que nollegó a desfallecer en ningún momentode su breve recorrido.»

Hernando Valencia Goelkel

Acabo de sabercómo fue aquel caminode tu entierro.

Te llevaban, Eduardo,por los riscos,por los ásperos montesque llaman Santander.

De todas las pequeñasaldeas silenciosasvenía gente a caballo.

Lloraban unos, otrossacaron sus guitarrasy te cantaron coplasque se mezclabancon las lágrimas.

Llevaron a los niños—tus ahijados—para que te miraran,para que vierancómo la muertese convierte en árbol.

Fueron veintiocho entierrosen los veintiocho puebloscon campanas.

Ahora quedan tus hijosbajo el cielo de plomo azulde Cúcuta,sobre la tierra dura y dulcede la frontera de la patria.

Tus hijos y tus versosen las manos del tiempo.

Una mujer levanta su frentesobre el llanto,camino hacia el futurocon ellos, con nosotros,para siempre.

A Alicia Baraibar

Magritte(1897–1967)

Magrittevivió en esta calle.

Aquí vuelanpájaros de piedray las nubesdescansan en la hierba.

Llamas de músicaincendian los techos.

Magritte vivió aquíen Bruselascon su amorsu caballetey su perro.

Como era tan felizno quería cumplir setenta años.

Y decidió pintarla imagen surrealistade su muerte.

A Juan Manuel Roca

Maruja Vieira: Los nombres de la ausenciaOtto Morales Benítez:un escritor que, de verdad, escribe

A MORALES BENÍTEZ

LE GUSTA QUE LO LLAMEN

SIMPLEMENTE OTTO,EL DE RÍOSUCIO. Y EL

INGRUMÁ ES EL CERRO

TUTELAR DE SU

POBLACIÓN NATIVA.FOTO AÉREA CORTESÍA

DE CARLOS HOYOS

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González, Germán Téllez, Santiago García, Germán Espinosa

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Por Santiago Mutis

Flaubert llegó a la conclusión de que lamediocridad era profundamente

representativa de lo humano...que lo pequeño y lo opaco son

más propios del hombreque lo grande y lo radiante... Lo vulgar...

representa la experiencia humana.Myrta Sessarego

Su aura, aunque ya extinguida,me hacía el lugar extraordinario.¡En este salón estuvo GarcíaLorca!

—Mira qué hermoso comedor. To-dos deben ser filósofos, profesores uni-versitarios...

Don José interrumpió bruscamen-te mi entusiasmada bobería:

—Sí, son profesores, pero tambiéngente mezquina, pirañas de acuario.Llevan treinta años esperando una pen-sión, por la que han cometido cientosde pequeños crímenes, de tristes mez-quindades. Mira aquél que almuerzasolo; mírale la luz apagada de su alma,su mal disimulada calva brillando sobreese bigotito de peluquero, de boleristaque se tiñe el pelo; mírale esas uñas tancuidadas y esa reprimida tiranía: labiosfinos, contenidos, sensuales, marchitos.Si fuera gordo y gocetas sería un nota-

rio pederasta y feliz en la vieja Habana,pero es un sociólogo que lucha por nodesactualizarse, porque no le pasenpor encima sus colegas jóvenes. Debehaber destruido la carrera de más deuno; es un pequeño tiranuelo ejercien-do en los rincones; un hombre medio-cre, y ya comienza a saberlo. Su almase ha quemado a fuego lento en los la-berintos de la academia. Nunca ha re-suelto un problema real; y ha tenidoque «matar» por ello. Es un cazador depasillo. Esta gente petulante y sin ale-gría cree saberlo todo, y son en verdadunos infelices. Míralo sorber su sopa.

—Pero aquí también debe haberartistas; aquél parece ser un músico...—protesté.

—No; si entrara aquí algún artista,estos burócratas aduladores lo envene-narían; tal vez el arte sea lo que másodian. Y eso que ves ahí, no es un músi-co; quiso serlo, ser concertista, com-positor, brillante, admirado, famoso:un artista; y es tan sólo un violín de ter-cera que tiene que morder para sobre-vivir, y soportar en silencio las vanida-des, los caprichos y el éxito de quienes

todos los días lo pisan como a una cu-caracha. Mejor vámonos de aquí. Estosdéspotas solapados acaban hasta conlas ganas de comer.

Y sacándome de aquel comedoruniversitario, entre becarios, doctoresy lumbreras, don José terminó su dis-curso:

—No se puede confiar en esta gen-te; sin que los demás lo hayan notado,han dejado que se les seque el alma... ytoda esperanza. Imagínate, treinta, ¡cua-renta años a la sombra! Tienen unaenorme joroba espiritual, que preten-den ocultar con la toga. Mira otra vezal del bigotito, profesor Perencejo odon Nadie: tiene cara de enterrador. Lapalabra clave de su profesión es con-trol, y la de la poesía AUTONOMÍA; poreso, sin conocerte, te odia. La cienciaque enseña le quebró el espíritu, y aho-ra lo hace con los demás; se ha desarrai-gado de la vida y eso es lo que pretendeenseñar; y claro, lo hace con jóvenes,que no pueden defenderse.

Ha pasado mucho tiempo desdeeste incidente, y he visto con el

paso de los años lamentables compro-baciones del discurso de don José, quefue profesor toda su vida, y he tenidoque recordarlo ahora que he estadoleyendo las ofensas del sabio Caldascontra la raza negra y a un importantí-simo sociólogo, ya fallecido: el doctorNorbert Elias; pues, a pesar de tantasapiencia, me ha impresionado que la“palabra clave” de su discurso científi-co sea precisamente la palabra que tan-to disgustaba a don José: control. Pocosentienden el discurso anarquista sobreel Estado, porque lo han ligado al terro-rismo y al caos, y no a una indispensa-ble libertad, que en ellos significa res-ponsabilidad. Han querido sepultartoda manifestación de rebeldía solita-ria, pero es la única utopía que no pre-tende el control, sino la autonomía quemadura sólo en la cultura. Hace unosaños, cuando el novelista Mempo Giar-dinelli vino a Bogotá, le contestó al pe-riodista que le preguntó la simpleza deMaestro, ¿qué es la cultura?, con la másllana verdad: Cultura es todo lo que vacontra el Estado. Y no es un anarquista,pero sí un escritor.

Aparato síquico – aparato digestivo– aparato teórico:Tanscribo, como coda de humor ne-

gro, la definición de AZAR dada por elprofesor Nobert Elias, sin duda unhombre decente y flor de la sabiduría,acaparada por la academia, “única fuen-te de conocimiento”:

“Procesos sociales no planeados yapenas controlados de un modo en elcual conceptos como racional o irracio-nal no pueden aplicarse: son procesosmultipersonales de las acciones de mu-chos hombres...”. Sólo le faltó añadir YMUJERES, para ser políticamente co-rrecto.

En una de sus últimas entrevistas, yde la cual se arrepintió, Octavio Paz

—y lo nombro por ser tan querido porla universidad— dijo que la misión deeste siglo era rescatar el sentido de lapalabra ALMA.

Sabemos muy poco sobre nuestra ignorancia

FOTOGRAFÍA DE JULIÁN ARANGO OSORIO

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Por Juan Gustavo Cobo Borda

En 1993, en la misma Barranquilla donde loshabía descubierto desperdigados, cuarentay cinco años antes, Gabriel García Márquezrelee los cuentos de José Felix Fuenmayor

(1885–1966) y escribe un prologo para el libro que losreúne: La muerte en la calle (Bogotá, Alfaguara, 1994).

No es un brindis de ocasión. Es, por supuesto, unaremembranza y una poética a partir de esos relatoshumildes, terruñeros, donde la aparente opacidadmonótona de la vida es rota por revelaciones secas.Por marginales personajes que crecen en un instantede crisis y auto descubrimiento. Son, además de ello,historias de astutos narradores que juegan con sumateria, la moldean a su antojo y la muestran al de-recho y al revés, como en un acto de prestidigitación.El coco (la cabeza) es un saco donde va cayendo todolo que uno ve, oye, siente, dice el narrador de Con eldoctor afuera y luego él y sus amigos sacan a toda lagente que allí se halla apelmazada, pegados unas aotros, como un hilo interminable. Son la mayoría

cuentos de campo o de monte, de camino de tierraque llega a los suburbios de la ciudad, y donde el len-guaje se mira a sí mismo, en juegos de palabras, endiscusiones gramaticales, en sentencias y refranes.«Mi letanía, dije yo, no es más que esta: Que de díapuede uno ponerse a buscar a Dios, pero de nochepuede uno hasta encontrarlo.» (P. 34).

Algunos de los cuentos son terribles, como cuan-do una mujer neutra, que cumple sus deberes conpasividad animal, envuelve y cose al compañero quecada sábado de borrachera la humilla y golpea, den-tro de su hamaca. Allí, inmóvil, le arrojara una in-mensa olla de agua hirviente. Ya están allí palabrasque García Márquez usara, como la aguja de enfar-delar, pero está sobre todo un trasfondo de sabidu-ría popular, de cultura Caribe que escucha el «habladel tambor», de carnaval y poesía, como en El últi-mo canto de Juan, con sus versos de ocho sílabassobre Barranquilla. Cultura que asciende desde es-tos seres supersticiosos, pobres, con una fuerza irre-

Colombia antes de Macondo: El patio de atrás

versible: la de la ficción. Humillados, despedidos deltrabajo, burlados por charlatanes o prepotentes, elcuento los redime con el fuerte encanto de su resis-tencia para perdurar, y a la vez también hace justiciaa dichos opresores. Además, como lo dice GarcíaMárquez en el prólogo, refiriendose a La muerte enla calle:

Desde el título fue evidente que tenía una falla es-tructural insalvable: el narrador no pudo tener bas-tante tiempo para escribir el cuento que estaba con-tando. Se lo hice notar a José Félix, con la pedanteríapropia de un principiante intoxicado por la teoría, yél se encogió de hombros y me dio una lección feliz:«Lo escribió después de muerto.» (P.13).

En la misma línea de Julio Garmendia, Pablo Pa-lacios o Felisberto Hernández, un narrador comoJosé Félix Fuenmayor, discreto, perdido en su pro-vincia, sonriente y en tono menor, bien puede ser unbuen punto de partida para fundar una tradición. Así,del mismo modo que Borges rescataría a EvaristoCarriego o Macedonia Fernández, para inventarse supropio árbol genealógico, García Márquez ha esta-blecido los contornos de su continente imaginario yreconocido lo que será su patio de atrás, las hondasraíces de su ficción, nutridas de tierra colombiana.En taumaturgia de un cochecito, de 1954, dirá Fuen-mayor:

Salen las gentes a los mullidos patios que miran lacalle por entre los dedos de sus cercas de estacas y,hundiéndose la totuma en la tina que entrevelanlos plátanos, se echan golpes de agua lunada sobreel cuerpo desnudo. Apresuro el paso. Yo tambiénquiero llegar pronto a mi tina y empuñar mi totu-ma. (P. 66).

A ese patio de atrás quería referirme en estas pági-nas, al aludir ya a la enumeración precisa de esos ri-tuales exasperantes, que García Márquez aprende enFuenmayor, como cuando un personaje consume,con parsimonia, las tres comidas pendientes, desdeun desayuno, con el café frío y obstruido de natas,hasta la cena y todo ello lo hace «en orden, calmosa-mente.» Esa frialdad controlada, de rostro impertur-bable, hará aun más explosivo el hirviente materialde sus libros y el desafuero irreprimible de sus per-sonajes excesivos en Cien años de soledad, capacesde todo, pero a la vez tan apegados a la rutina de susescuetos hábitos.

Desafuero y sobriedad. Estoicismo y delirio: aquíradica una de las claves de su sistema narrativo, con-formado a lo largo de un dilatado aprendizaje de laliteratura misma y que bien vale la pena repasar. Soloque este narrador infalible, que tanto se ha preocu-pado por saber cómo nacen los cuentos, comenzócomo aprendiz de poeta, como debe ser.

COLORIZACIÓN DE UNA FOTO DE GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ,HECHA EN PARÍS POR GUILLERMO ANGULO (1957).