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goya 336 · año 2011 254 Afortunadamente son ya abundantes los estudios que han ana- lizado la diversidad de los aspectos urbanos y arquitectónicos desarrollados por el Instituto Nacional de Colonización. En la década de los ochenta se llevaron a cabo las primeras investiga- ciones que han servido de base para los estudios que vinieron después. Nos referimos fundamentalmente a las publicaciones que Francisco Javier Monclús y José Luis Oyón elaboraron so- bre el tema, creando una base importantísima para el estudio de la obra del INC. Posteriormente, la labor de Fernando de Te- rán o de Víctor Pérez Escolano, junto a la aparición de varias tesis doctorales, ha enriquecido notablemente el conocimiento que hoy día tenemos del proceso 1 . Sin embargo, a pesar de cons- tatarse en todos estos estudios el hecho de que estamos ante una de las experiencias más enriquecedoras para la historia de la arquitectura y el urbanismo en la España contemporánea, este episodio sigue siendo un gran olvidado en las publicacio- nes que tratan el tema de nuestra arquitectura contemporánea de una forma global 2 . En ese sentido, una valoración y puesta al día del tema en aque- llos textos que hacen referencia a la evolución de la arquitec- tura española en la segunda mitad del siglo XX, ayudaría no solo a conocer mejor la obra realizada por los arquitectos que trabajaron para el INC, sino a una mejor comprensión de la his- toria de la arquitectura española durante los años de la dicta- dura, enriqueciéndola con una serie de matices que facilitarían contrastar la potencialidad creativa de un entorno que se volvió muy complejo para la mayoría de los arquitectos del momento. Uno de esos puntos básicos para acercarnos al conocimiento de ese proceso es el estudio de las conexiones con otras expe- riencias arquitectónicas que se desarrollaban fuera de nuestras fronteras. Este último punto fue recurrente en los debates y planteamientos llevados a cabo por los arquitectos y técnicos del INC, y aunque fuera de este contexto resulta complejo esta- blecer los cauces abiertos para que otras experiencias de cons- trucción de nuevas poblaciones llegaran no sólo a un rincón de la biblioteca de la Escuela de Madrid mediante alguna revista italiana, sino a formar parte de los debates formativos y pro- fesionales, fue necesario abrirse a conocer ejemplos foráneos. En el empeño, una generación de profesionales que tuvo la po- sibilidad de realizar en mejores condiciones el sueño de todo arquitecto: el diseño íntegro de una ciudad. la formación Entendemos que para medir el peso de las influencias recibidas por los arquitectos del INC resulta preciso establecer hasta qué punto pudieron llegar esas influencias y en qué condiciones consiguieron aplicarse. Partimos de una situación implantada tras la Guerra Civil que afectó duramente al colectivo de arquitectos. El nuevo régimen depuró de forma inmediata a aquellos profesionales que simpa- tizaron o defendieron el bando republicano durante la guerra, consiguiendo así extinguir buena parte de las aspiraciones crea- tivas de toda una generación 3 . Se registraron inhabilitaciones, suspensiones y sanciones. La Orden de 18 de enero de 1941 impu- so este tipo de penas a un total de ochenta y tres arquitectos. Con el tiempo algunos de ellos fueron de nuevo aceptados para llevar a cabo su profesión 4 , pero la mayoría vio finalizada su carrera profesional en España. Se había fragmentado radicalmente la evolución de la historia de la arquitectura española del siglo XX. La forma de recepción de nuevas propuestas arquitectónicas ya no podía ser la misma, pues son éstos los arquitectos que de al- guna manera se habían comprometido con los planteamientos del movimiento moderno. La evidente situación de crisis se vio agudizada aún más con el giro de carácter academicista que tomaron las escuelas de arqui- tectura. El sistema de aprendizaje fue únicamente controlado desde las Escuelas Técnicas; la trama de control se extendió con una orientación vertical desde la mencionada depuración polí- tica a la conexión y control de los Colegios Oficiales de Arqui- tectos por parte de la Dirección General. Ante esta perspectiva –un sistema de control a través de la enseñanza de la profesión que duraría hasta bien entrados los años sesenta 5 – no queda sino rastrear en las escasas posibilidades presentadas para ob- tener las líneas de ruptura que poco a poco se fueron creando. La realidad es que nos encontramos ante un paisaje desolador. La tarea fundamental para los arquitectos que quedaron en Es- Universidad de Córdoba · pablo rabasco pozuelo · Las influencias extranjeras en la arquitectura y urbanismo del Instituto Nacional de Colonización

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Artículo aparecido en la revista "Goya" nº 336, 2011, pp. 254-269

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Afortunadamente son ya abundantes los estudios que han ana-lizado la diversidad de los aspectos urbanos y arquitectónicos desarrollados por el Instituto Nacional de Colonización. En la década de los ochenta se llevaron a cabo las primeras investiga-ciones que han servido de base para los estudios que vinieron después. Nos referimos fundamentalmente a las publicaciones que Francisco Javier Monclús y José Luis Oyón elaboraron so-bre el tema, creando una base importantísima para el estudio de la obra del INC. Posteriormente, la labor de Fernando de Te-rán o de Víctor Pérez Escolano, junto a la aparición de varias tesis doctorales, ha enriquecido notablemente el conocimiento que hoy día tenemos del proceso1. Sin embargo, a pesar de cons-tatarse en todos estos estudios el hecho de que estamos ante una de las experiencias más enriquecedoras para la historia de la arquitectura y el urbanismo en la España contemporánea, este episodio sigue siendo un gran olvidado en las publicacio-nes que tratan el tema de nuestra arquitectura contemporánea de una forma global2.

En ese sentido, una valoración y puesta al día del tema en aque-llos textos que hacen referencia a la evolución de la arquitec-tura española en la segunda mitad del siglo XX, ayudaría no solo a conocer mejor la obra realizada por los arquitectos que trabajaron para el INC, sino a una mejor comprensión de la his-toria de la arquitectura española durante los años de la dicta-dura, enriqueciéndola con una serie de matices que facilitarían contrastar la potencialidad creativa de un entorno que se volvió muy complejo para la mayoría de los arquitectos del momento.

Uno de esos puntos básicos para acercarnos al conocimiento de ese proceso es el estudio de las conexiones con otras expe-riencias arquitectónicas que se desarrollaban fuera de nuestras fronteras. Este último punto fue recurrente en los debates y planteamientos llevados a cabo por los arquitectos y técnicos del INC, y aunque fuera de este contexto resulta complejo esta-blecer los cauces abiertos para que otras experiencias de cons-trucción de nuevas poblaciones llegaran no sólo a un rincón de la biblioteca de la Escuela de Madrid mediante alguna revista italiana, sino a formar parte de los debates formativos y pro-fesionales, fue necesario abrirse a conocer ejemplos foráneos. En el empeño, una generación de profesionales que tuvo la po-

sibilidad de realizar en mejores condiciones el sueño de todo arquitecto: el diseño íntegro de una ciudad.

la formaciónEntendemos que para medir el peso de las influencias recibidas por los arquitectos del INC resulta preciso establecer hasta qué punto pudieron llegar esas influencias y en qué condiciones consiguieron aplicarse.

Partimos de una situación implantada tras la Guerra Civil que afectó duramente al colectivo de arquitectos. El nuevo régimen depuró de forma inmediata a aquellos profesionales que simpa-tizaron o defendieron el bando republicano durante la guerra, consiguiendo así extinguir buena parte de las aspiraciones crea-tivas de toda una generación3. Se registraron inhabilitaciones, suspensiones y sanciones. La Orden de 18 de enero de 1941 impu-so este tipo de penas a un total de ochenta y tres arquitectos. Con el tiempo algunos de ellos fueron de nuevo aceptados para llevar a cabo su profesión4, pero la mayoría vio finalizada su carrera profesional en España. Se había fragmentado radicalmente la evolución de la historia de la arquitectura española del siglo XX.

La forma de recepción de nuevas propuestas arquitectónicas ya no podía ser la misma, pues son éstos los arquitectos que de al-guna manera se habían comprometido con los planteamientos del movimiento moderno.

La evidente situación de crisis se vio agudizada aún más con el giro de carácter academicista que tomaron las escuelas de arqui-tectura. El sistema de aprendizaje fue únicamente controlado desde las Escuelas Técnicas; la trama de control se extendió con una orientación vertical desde la mencionada depuración polí-tica a la conexión y control de los Colegios Oficiales de Arqui-tectos por parte de la Dirección General. Ante esta perspectiva –un sistema de control a través de la enseñanza de la profesión que duraría hasta bien entrados los años sesenta5– no queda sino rastrear en las escasas posibilidades presentadas para ob-tener las líneas de ruptura que poco a poco se fueron creando.

La realidad es que nos encontramos ante un paisaje desolador. La tarea fundamental para los arquitectos que quedaron en Es-

Universidad de Córdoba

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paña fue la de reconstrucción de las zonas más castigadas por la guerra, y la participación de instituciones que nacieron al amparo de los nuevos proyectos del régimen, como la Direc-ción General de Regiones Devastadas o el Instituto Nacional de Colonización. Esta última institución llegó a construir más de doscientas nuevas poblaciones, abriendo toda una serie de cauces que permitieron estudiar y difundir experiencias que, desde el urbanismo y la arquitectura, hasta el desarrollo rural y social, se estaban dando ya en otros países.

De todos modos, los jóvenes arquitectos que trabajaron para el INC no tuvieron posibilidad por sí mismos de establecer unos ca-nales prácticos para conocer esas experiencias de una arquitec-tura de colonización del medio rural. Esta labor de difusión fue claramente vertical, efectiva a través de viajes, intercambio de do-cumentación, creación de revistas especializadas y organización de seminarios que repercutieron en la formación de un círculo de técnicos y políticos muy concreto, siempre dentro del propio Instituto. De este modo, se buscaron los ejemplos foráneos más afines al caso español, no sólo en la arquitectura y el urbanismo, sino especialmente en el programa técnico, político y social.

Como señala Eduardo Delgado en referencia a una entrevis-ta mantenida con José Tamés, arquitecto jefe de los servicios técnicos del INC entre los años 1943 y 1970, éste último señaló como influencias para el caso español a las colonizaciones lle-vadas a cabo por el gobierno de Mussolini en el Agro Pontino y el latifundio siciliano entre 1931 y 1938, y a la colonización de las tierras palestinas por parte de Israel6. Será en el ámbito de las revistas especializadas donde además de estos ejemplos desta-cados se publicarán diferentes informaciones sobre procesos de colonización en otros países. Estas referencias son también importantes para entender el caso español. Así, los ejemplos que tuvieron una mayor repercusión, aparte de los italianos e israelitas, fueron los de Estados Unidos, Dinamarca, los Balca-nes, Venezuela, Brasil y Portugal.

israelEl proceso de colonización planteado por la comunidad judía en tierras palestinas se inició en los últimos años del siglo XIX. Los principios de este movimiento sionista los esbozó Theo-

dor Herzl (1860-1904)7, quien consideró que las posibilidades de llevar a buen término la idea de crear un Estado propio pa-saban por el regreso de su pueblo a la tierra prometida8. Así, en los primeros años del siglo XX nacieron nuevas organiza-ciones como el KKL (Fondo Nacional Judío), el KH (Llamada Unida) o la JAP (Agencia Judía para Palestina), encargadas de la compra de terrenos para comenzar la colonización9. Se prio-rizó la labor de la Agencia Judía y en especial la del Histadrut (sindicato unitario con empresas, colonias y escuelas propias). Gracias al apoyo económico por parte de la comunidad hebrea y al fuerte movimiento migratorio, en 1939 Palestina llegó a tener un tercio de la población de origen judío y un 12% del territorio bajo su control.

Los primeros colonizadores llegaron en 188210 y sus colonias –moshavót11– se entendían dentro del movimiento revolucio-nario socialista. En la moshavá12 se impuso una forma de colo-nización donde predominó la iniciativa individual en la forma de trabajo. Los primeros poblados agrícolas se construyeron en Judea, Samaria y en la Alta Galilea13. Pero no fue hasta la década de los veinte0 cuando el proyecto cobró mayor entidad con la construcción de diferentes colonias en el valle alto del río Jor-dán, en el norte del país, en torno del lago Tiberiades, oeste de Haifa, cercanías de Cesarea y entre Jerusalén y Tel-Aviv14.

Las agrupaciones de mayor entidad fueron el kibutz, el kvuzah y el moshav-ovdim15. El kibutz se fundamenta en la propiedad colectiva de la tierra16, el kvuzah es una estructura pensada para la vida comunitaria de una población con un elevado nivel cul-tural y económico, con un trabajo común y una vida familiar separada, mientras que el moshav trata de unificar los concep-tos de propiedad privada y comunidad a través de las socieda-des cooperativas. Entre estas nuevas ciudades destacaron Kffar Hittin, Beth Alpha, Migdal, Hagevah, Mishamar Hayan Ainha-rod, Tel Joseph, Afuleh o Beith Hanan.

La primera referencia importante que encontramos en Espa-ña de este proceso fue la reproducción de una fotografía aérea de un poblado moshav en la revista Informes de la Construc-ción en el año 1950. En la revista no se cita el nombre del po-blado pero se trata del moshav-ovdim de Nahalal, proyectado

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1 Moshav en Nahalal, Israel. Richard Kauffmann, 1921.

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por el arquitecto alemán de origen judío Richard Kauffmann en 192117 (fig. 1). Kauffmann había diseñado un gran número de poblados a partir de una tipología basada en una serie de cír-culos concéntricos, conexiones radiales y zonificación de usos, al menos hasta finales de la década de los 4018 (fig. 2). A partir de esa fecha, los proyectos dejan de basarse en un urbanismo fundamentado en la calle como elemento regulador para pa-sar a un sistema de zonificación. Un buen ejemplo de ello es la continuidad mostrada por algunos de los proyectos de Samuel Bickels que, partiendo de los esquemas radiales de Kauffmann, permite un desarrollo más libre de las edificaciones19.

En el pie de la fotografía de Informes de la Construcción se in-dicaba lo siguiente: “Colonia agrícola de Israel. Las viviendas están situadas alrededor de un núcleo central, donde se en-cuentran los servicios comunes, centros sociales y culturales”20. La misma imagen también fue publicada en la revista francesa L’architecture d’aujourd’hui, que en el número 22 de 1949 de-dicó un monográfico a las construcciones agrícolas y al desa-

rrollo de esquemas urbanos rurales21. En España, el modelo presentado por Kauffmann no se entenderá como una tipología aplicable de forma generalizada, pero en el caso particular del poblado Miraelrío (Vilches, Jaén, 1964), el arquitecto, José Luis Fernández del Amo, que conocía con toda seguridad el proyec-to de Nahalal de Richard Kauffmann, pone en práctica el mis-mo sistema urbano (fig. 3). Los dos diseños constituyen un mo-delo de hábitat del territorio donde se busca un equilibrio entre la comunidad, su sentido de socialización y la vida en unión con un paisaje rural. Fueron pocos los poblados que mostraron este tipo de planteamientos en el INC y casi siempre de una forma parcial. Los casos de La Vereda (Sevilla, 1964), también de Fer-nández del Amo22, o el de Fernando de Terán en Setefilla (Sevi-lla, 1965) (fig. 4), sirven para visibilizar propuestas que si bien no son referencias directas como en el caso de Miraelrío, si pre-sentan semejanzas en el planteamiento teórico.

En Miraelrío23 se alcanza un grado de similitud con Nahalal al que Fernández del Amo parece llegar más como una con-secuente forma de proyectar –que tendría su inmediata re-ferencia en el proyecto de La Vereda (Peñaflor, Sevilla)– que como una copia directa de la tipología urbana de Kauffmann. Lo cierto es que en La Vereda se propone una nueva forma de agrupación urbana que desdeña el sistema de calles para con-formarse en espacios centrales, grandes plazas en torno a las cuales se disponen las viviendas, los espacios de uso común y representativo. En este caso, el debate sobre la aportación de nuevos conceptos urbanos desde lo extranjero se enriquece no-tablemente ante una reflexión teórica que, en La Vereda, pare-ce arrancar desde las tradiciones de la arquitectura vernácula de hábitat disperso de la provincia de Córdoba y Sevilla. En La Vereda observamos a un Fernández del Amo que no ve nece-sario crear un planteamiento nuevo, pues existe un modelo de pequeña agrupación rural que durante siglos había venido fun-cionado en estas mismas localizaciones: la cortijada.

Por otro lado, los proyectos de Kauffmann para los kibutz Ein Harod y Tel Yosef24, proyectados en 1926 y construidos en las proximidades de Jerusalén, mostraron un esquema circular si-milar al desarrollado años después por Alejandro de la Sota en Esquivel (Sevilla, 1952-1963) (fig. 5) o por Carlos Arniches en Al-

2 Kibutz Tel Yosef, Jerusalén. Richard Kauffmann, 1926.

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gallarín (Córdoba, 1953-56)25. En el caso de Esquivel las relacio-nes no son sólo formales como ocurre con Algallarín, sino que el esquema responde a un perfil similar en los aspectos urbanos ge-neradores de la forma en los proyectos de Kauffmann. El sentido de las manzanas de viviendas, la articulación de calles, espacios públicos y fundamentalmente la externalización de los edificios de carácter representativo hacen del proyecto de Alejandro de la Sota una interpretación muy similar a los modelos citados.

Otro artículo interesante para calibrar la influencia de la coloni-zación israelita en el INC se publicó en la revista Agricultura en 1953, y aunque fundamentalmente se centró en cuestiones de índole económica y agropecuaria, se atienden algunos aspectos que nos son útiles para entender la visión que los técnicos es-pañoles tenían en aquellos años del proceso israelí. En cuanto a las referencias más cercanas al urbanismo y a la problemática social en los nuevos poblados, señalamos el siguiente párrafo:

La Agencia Judía ha llevado ya colonos, emigrantes de los países de la

Europa oriental y de los países árabes y otros moradores de las viejas ciudades de Palestina que se han adherido al movimiento de la ciudad

al campo. Algunos han sido instalados en grupos de pueblos que aún no tienen nombres, y que son designados por Shuval 1, Shuval

2, etc., hasta 11. Estos pueblos están situados a lo largo de la tubería de conducción de las aguas. En todos ellos se está en plena fiebre de

construcción de casas y preparación de tierras, y cada uno constituye una pequeña torre de Babel, con la mezcla de idiomas de los distintos

grupos escogidos a la nueva patria, por cuyo fomento y esplendor se afanan, viniendo desde luengas tierras26.

En definitiva, la experiencia israelí no encontró excesiva di-fusión a través de los medios españoles, y la influencia directa que tuvo la colonización de Israel en el proceso español fue dis-creta, salvo en algún ejemplo como el señalado de Miraelrío de Fernández del Amo, donde el arquitecto madrileño retoma el esquema de Kauffmann.

Sin embargo, habría que señalar que con el paso de los años este proceso se consideró importante para comprender el caso español. Un hecho significativo fue la publicación de Rodolfo García-Pablos en la que relata el viaje de estudios de la XII pro-

moción de los técnicos urbanistas diplomados por el Instituto de Administración Local (1964)27, a la que tituló Planteamiento urbanístico en Israel. En el artículo se sintetizaba la evolución y el momento de la planificación urbanística de Israel, detenién-dose no sólo en las aportaciones más interesantes dentro del panorama general del territorio, sino en aquellas que pudieran afectar al caso español como ocurre en los poblados del INC28.

italia. el agro pontinoCuando José Tamés citaba el ejemplo de la colonización italia-na lo hacía desde una serie de propuestas complejas y bien di-ferentes entre sí que habría que matizar, pero partiendo de un proceso que fue un referente importante para el INC.

En primer lugar, habría que señalar que la colonización fue llevada a cabo en la Italia del fascismo a través de un contexto derivado de la Primera Guerra Mundial. Anteriormente, y en-tendida como base del proceso, tuvo una importancia destaca-da la ley Baccarini sobre bonifica de 1882 donde se priorizaron

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3 Poblado de Miraelrío, Vilches (Jaén). José Luis Fernández del Amo, 1964.

4 Poblado de Setefilla (Sevilla). Fernando de Terán, 1965.

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proyectos de desarrollo hidráulico que consiguieron poner un mayor número de tierras en labor29. Tras la llegada al poder de los fascistas en 1922 se sucedieron toda una serie de leyes y de-cretos que trataron de modificar la situación heredada, hasta que en 1928, aprobada la ley Mussolini o legge della Bonifica In-tegrale, se estableció el plan financiero sobre el que se apoyó la ley de 1933, redactada por Arrigo Sarpieri. Con esta ley se llegó a un texto único y coherente, fundamental para comprender el proceso de colonización en Italia30. En definitiva, se trató de un nuevo concepto de bonifica que pasó a bonifica integrale. Si el primer término se refiere a la transformación hídrica de las tierras convirtiéndolas en óptimas para el cultivo en regadío, la bonifica integrale amplía este significado añadiendo concep-tos de transformación de la tierra como ente económico, como espacio de poder, del mismo modo que atiende también a la recuperación de tierras baldías, a la repoblación forestal y a la colonización humana del territorio. Para este fin, ya en 1926 se creó un Comité Permanente para las Migraciones Interiores que dependió en 1928 del Ministerio de Obras Públicas y a par-tir de 1930 del Jefe de Gobierno.

La labor más influyente de transformación a través de la boni-ficación y colonización fue la llevada a cabo en el Agro Ponti-no. La ONC –Opera Nazionale dei Combattenti– fue la principal responsable de un proyecto complejo que trató de recuperar para la agricultura una amplia franja de terrenos baldíos situa-da en la línea imaginaria que va desde Roma hasta Terracina, es decir, el litoral que afecta a la capital –marismas del Lacio. Mussolini estableció un complejo entramado de significados para aprovechar al máximo este gran esfuerzo de transforma-ción del territorio. Si por un lado el fascismo italiano, como el español, mostró en un principio una tendencia antiurbana comprensible desde sus intereses políticos, por otro, presentó a la propia naturaleza como un enemigo a batir, como un ente de-monizado de caos, enfermedad y degeneración heredado de la situación política y social anterior. Situación que tan sólo podía ser superada por el nuevo hombre fascista, el agricultor-héroe capaz de llevar el orden, la producción y el control a aquellos terrenos pantanosos insalubres:

Mussolini buscó crear un nuevo y heroico hombre fascista en

lugar del individuo liberal, laissez-fair, y burgués producido por las finanzas y el capital, e infectado por los valores urbanos y

aspiraciones consumistas31.

Tan solo hemos de repasar los nombres de algunos pantanos –que curiosamente comienzan a usarse a partir de la llegada al poder de los fascistas– para comprender la naturaleza de es-tos planteamientos: Pantano d’Inferno, Pantano della Morte, la Femmina Morta, Caronte o Piscina della Tomba.

La situación de esta comarca, con un alto grado de desocupa-ción y con tierras concentradas en pocos propietarios, fue be-neficiosa a la hora de tomar una posición de fuerza ante los pro-blemas heredados con los latifundistas. Además se posibilitaba

una fuerte repercusión publicitaria por la cercanía a la capital romana. Este mecanismo fue luego utilizado sin tanto éxito por el gobierno de Franco en la recuperación de la zona de las ma-rismas del río Guadalquivir.

La forma de ocupación elegida en el Agro Pontino se basó en delimitar el territorio en parcelas, con las casas de los colonos construidas cerca de una vía de comunicación. Por cada cien familias de colonos se construía un borgo o centro de servicios para atender sus necesidades. Se trataba de dotar a la comu-nidad de espacios funcionales indispensables para el trabajo agrícola, como almacenes de secado o talleres mecánicos. Del mismo modo, albergaba normalmente algún edificio adminis-trativo, la casa del fascio y algún almacén de distribución y ven-ta de alimentos. La iglesia o capilla se convertía en el verdade-ro eje de ordenación de estos conjuntos. A su vez, estos centros se articularon con una serie de ciudades que formaban el en-tramado organizativo del territorio. Estas ciudades vendrán a representar el ideal de la nueva ciudad fascista, surgido del nuevo hombre capaz de transformar la naturaleza indómita en fértiles campos de labor. Esa nueva ciudad se proyecta como símbolo y referente, no sólo ante la nación, sino también ante cada familia de campesinos-colonos que viven diseminados por la redes de caminos agrícolas y que verán aquí la fuerza del gobierno que los ampara.

Los requisitos elaborados por la ONC para la redacción de los proyectos de estas nuevas ciudades fueron:

…estructuras administrativas, como la Casa consistorial (con torre

littoria); estructuras políticas y sindicales, como la Casa del Fascio,

las sedes de las ONC, etc.; estructuras representativas (las plazas

y las explanadas para asambleas y reuniones), religiosas (iglesia,

campanario, baptisterio, casa del párroco y guardería infantil), militares (cuarteles de carabineros y de la milicia), escolares (escuelas

elementales y de formación profesional, ONB), asistenciales (hospital, ONMI), comerciales (matadero, mercado cubierto, tiendas con

pórticos, bancos, etc.), de servicios (Correos y Telégrafos, teléfonos), para el tiempo libre (círculos de empleados y dependientes, bar,

café, restaurantes, un hotel, un cine-teatro), deportivas (campos de juego para chicos y adultos), etc. Tales estructuras aparecían

con dimensiones proporcionadas a la población de cada municipio, rigurosamente establecida a priori por el plan territorial32.

Se construyeron en la zona cinco nuevas ciudades, de las cuales Pontinia fue proyectada por los técnicos del ONC33. El diseño de las demás se encargó a arquitectos externos a la organización34. Estas nuevas poblaciones fueron: Aprilia, Pomezia, Littoria y Sa-baudia35. En general presentan esquemas urbanos muy diferentes entre sí, que se sitúan entre la fuerte carga simbólica requerida por el régimen y la función de articulación de un territorio muy jerarquizado por los borghi y la red de caminos rurales (fig. 6).

En referencia al proyecto español, uno de los documentos para establecer las vías de penetración de la labor llevada a cabo en

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Italia es un artículo del ingeniero de caminos José Luis Esca-rio publicado en 1940 en la Revista de Obras Públicas, en el que se analiza un viaje por la zona del Agro Pontino36. Este tipo de viaje fue muy común en las décadas de los 40 y 50, y dejaron en los técnicos españoles una serie de impresiones que debemos tener muy en cuenta. Las reflexiones de Escario presentan una triple perspectiva, y muestran en definitiva las preocupaciones que existían en aquellas fechas. En primer lugar se enaltece la labor realizada por la ONC, analizando su estructura inter-na y destacando cómo el hombre, la técnica, pero sobre todo una buena organización basada en los principios fascistas de renuncia y honestidad podían superar los problemas más com-plejos que nos ofrecía la propia naturaleza:

La complejidad del problema y la magnitud de dificultades que ha sido preciso vencer hacen de esta obra del Fascismo italiano una de

las principales del régimen37.

En segundo lugar, se profundiza en la experiencia directa y el contacto con los campesinos en su medio, resultando especial-mente significativo todo lo referente a la relación con la casa:

La necesidad de que el colono esté unido a la tierra que cultiva ha llevado al establecimiento de su casa en la parcela; para ello se ha

cuadriculado el campo con una amplia red de carreteras y caminos de

servicio, de unos 600 kilómetros, que asegura la fácil comunicación

de todas las casas con el resto de la zona. (…) Las casas de los colonos,

de tipo muy simple, pero perfectamente construidas y dotadas de todos los servicios, tienen como anejos los graneros, establos

para el ganado vacuno, de cerda, gallinero y conejera; el interior

de estas casas es un verdadero modelo; las hemos visitado al azar y

hemos podido comprobar cómo puede y debe vivir el trabajador del

campo; cómo es posible cambiar el viejo criterio de las dificultades

insuperables, con ambición y voluntad…”38.

En el resto del artículo el autor hace referencia a diferentes datos estadísticos sobre la evolución económica derivada del proceso de transformación de la tierra, y a la construcción de los princi-pales poblados y de las viviendas dispersas por el territorio:

El número de tipos de casa de colonos construidas han sido 20, con una capacidad que varía de 6 a 12 personas por casa (…). La

urbanización de las ciudades del Agro es un verdadero modelo: proyectadas y construidas de nueva planta, en terreno fácil por la

igualdad de sus niveles, son un alarde de urbanismo moderno. Con una concepción conjunta de una ciudad, trazado y edificaciones

están perfectamente armonizados; las ciudades del Agro tienen todos los servicios montados con lujo, y la población y edificios van

aumentando con insospechada rapidez. (…) Puede el lector deducir de las notas rapidísimas que anteceden el esfuerzo realizado y el

éxito obtenido. (…) El Agro Pontino es un ejemplo; las dificultades que nosotros hemos de vencer son mucho menores, y no nos ha de

faltar la voluntad precisa en la tarea de la mano que guíe el timón39.

En este contexto, la visita a Madrid de los profesores Mario Bandini y Nallo Mazzocchi en verano de 1951, nos sirve para hacernos una idea precisa de la información que manejaban los técnicos y arquitectos españoles que trabajaban para el INC. Las conferencias impartidas por ambos no hicieron práctica-mente referencia a las tipologías arquitectónicas ni a proyectos concretos, pero sí constantemente a las formas de colonización a escala territorial40.

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5 Poblado de Esquivel, (Sevilla). Alejandro de la Sota, 1952.

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la colonización interior de italia:cerdeña y el latifundio sicilianoJosé Tamés, arquitecto jefe de los Servicios Técnicos del INC en-tre los años 1943 y 1970, señaló en su día esa dualidad existente en cuanto a los modos de hábitat del territorio en el proceso ita-liano. Respecto a la posibilidad de dispersión o agrupación de las viviendas, puso como ejemplos los modelos del Agro Pontino y del latifundio siciliano que se organizaban a partir de un núcleo social que daba respuesta a las necesidades comunes. Alrededor del mismo se distribuían las parcelaciones con las viviendas ais-ladas entre sí41. Igualmente, Tamés citó erróneamente en 1948 las zonas de los regadíos de Cerdeña y de la Bonifica del Tavoliere como ejemplos de concentración de viviendas, cuando realmen-te en la transformación de estas regiones predominó un sistema disperso. Estas afirmaciones de José Tamés en la Revista Nacio-nal de Arquitectura las entendemos en un contexto teórico y so-cial donde se apuesta por un sistema urbano de concentración en unas fechas donde aún no estaba resuelta esta cuestión en el seno interno del instituto. Hasta bien avanzada la década de los cin-cuenta nos encontramos planes generales de colonización que presentan propuestas mixtas a través de núcleos de servicios y poblados mayores, tal y como aparecía en la zona del Agro Ponti-no y, en parte, como se desarrolla en Sicilia y en Cerdeña. El mo-delo de agrupación es el que triunfa finalmente, pero el debate estuvo abierto durante más de una década42.

Pero además de las intervenciones en el Agro Pontino, y según avanzaba la década de los 30, en Italia se llevaron a cabo otras propuestas que supusieron también un verdadero esfuerzo de transformación y modernización sobre una amplia zona panta-nosa, ente los ríos Mogoro y Santa Ana, en las cercanías de Ca-gliari, comarca de Oristano. La distribución del colonato será a través de un sistema disperso, por lo que los planteamientos sostenidos por Tamés no se ajustarán a la evolución del proceso español. Además, la gran ciudad que articula el desarrollo de la zona fue Mussolinia. Inaugurada en 1928 y construida a par-tir de una absoluta falta de unidad estilística, no sería el mejor ejemplo para relacionarlo con el caso español43.

Sin embargo, en esas mismas fechas se construyeron un gran número de borghi distribuidos por las zonas en bonifica que de-

ben tenerse en cuenta a la hora de estudiar algunos proyectos realizados en España (figs. 7 y 8).

En este sentido, las propuestas del INC surgidas en la década de los 40 se basan en un sistema territorial similar, y en alguno de los casos de pequeñas poblaciones podemos seguir plantea-mientos próximos a los italianos. Por ejemplo, en Nurra (Cer-deña), se construyó el poblado de Uccari, centro de servicios de toda esta zona agrícola, donde además aparecieron otros once pequeños núcleos de articulación. En Uccari vemos un intere-sante planteamiento urbano donde se concentran dos grandes agrupaciones de viviendas –destinadas a ciento diez familias– con el centro colectivo, destinado también a dar servicio a los 34.000 colonos de la zona. El planteamiento es abierto, casi sin urbanizar, buscando adecuarse a un terreno accidentado44.

Algunos centros de servicios también presentan soluciones a tener en cuenta a la hora de estudiar los poblados más peque-ños del INC y las formas de composición de centros cívicos de poblaciones mayores45. Otros proyectos interesantes son los del arquitecto Plinio Marconi en la Borgata Taccone (1952) reali-zado para el Ente de Transformazione de la Puglie, los de la Lu-cania y del Bajo Molise, y especialmente el de la Borgata de San Cataldo (1953), en el Agro di Belle (Potenza), que es un buen ejemplo para entender la evolución de una de las obras más sig-nificativas en España como fue el poblado de La Vereda (Peña-flor, Sevilla, 1964), obra de Fernández del Amo (figs. 9 y 10).

la colonización italiana en áfricaOtro referente importante también relacionado con el caso es-pañol es el que se desarrolla en tierras africanas bajo control italiano. El proceso comenzó en la denominada Italia Giolittia-na, momento en que se produjo un brusco cambio en la política exterior mantenida por el estado italiano. La presencia del pro-tectorado sobre Etiopía y la creación de la colonia de Eritrea no fue sino un acercamiento a una ansiada situación de con-trol sobre la cercana Trípoli, dominada en esos momentos por Turquía. En el año 1911, y aprovechando la ocupación francesa de Fez, Italia entendió que tanto Francia como Alemania no pondrían impedimentos, como así sucedió finalmente, para la ocupación de Tripolitania y Cyrenaica, declarando la guerra a

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Turquía y ganando un nuevo territorio que desde ese momento pasaría a llamarse Libia46.

La aceptación de estos acontecimientos por parte de la socie-dad italiana fue complicada, especialmente por la cercanía en el tiempo de los hechos ocurridos en Etiopía. A causa de esto, el Estado creó toda una serie de alusiones referentes a la ferti-lidad de las tierras libias, la abundancia de manantiales de agua y, en general, a la excepcional situación para el desarrollo de un proyecto de colonización con un claro carácter agrícola47. Esta misma estrategia se había seguido anteriormente para la colo-nización humana de Cirenaica, donde de una tierra desértica se trataba de dar una imagen bien diferente48.

Desde ese momento se empezó a preparar una colonización del territorio que en realidad no fraguó hasta la década de los trein-ta, cuando tras superar una fase de “pacificación” de la pobla-ción naturalmente insurgente49 y conseguir el mejoramiento de las tierras, pudo establecerse un ambiente óptimo para la llega-da de nuevos italianos a las costas libias, ambiente que duraría hasta la entrada de Italia en la Segunda Guerra Mundial50.

Este proceso maduró de forma lenta, y se consolidó bajo el mandato de Giuseppe Volpi como tercer gobernador de la pro-vincia de Trípoli desde 1921. A partir de ese año cambiaron ra-dicalmente los conceptos de ocupación y explotación, y se co-menzó a reconquistar las zonas insurgentes. En 1925 Volpi fue nombrado gobernador de Trípoli y en 1928 consiguió la ocu-pación efectiva del territorio libio51. En este mismo periodo, en la zona Cirenaica se siguió un proceso similar que potenció la colonización y posibilitó la transferencia de concesiones a gru-pos empresariales italianos ligados al poder. La Unión Colonial italo-árabe construiría entre 1922 y 1926 el pequeño poblado de Guarscià, ajeno a las normativas que posteriormente veremos aplicadas en las nuevas poblaciones52.

A partir de 1928, en el contexto del gobierno de Badoglio que sustituyó a De Bono, hubo un empeño real por lograr una co-lonización efectiva, apostándose por una racionalización del proceso53. La construcción de poblados presentó dos fases bien diferentes. Una primera anterior a 1932 –se funda el Ente para

la Colonización de Cirenaica– en la que la explotación de los terrenos y el mejoramiento de los regadíos fueron atrayendo a un campesinado que de forma descontrolada construyó sus casas por el territorio. Lo hizo de forma autónoma, atendien-do únicamente a las complicadas condiciones del terreno. Las construcciones siguieron en gran medida rasgos de la arquitec-tura autóctona. Posteriormente, en una segunda fase iniciada desde finales de 1931, y teniendo en cuenta la llegada de más de setecientas familias para colonizar las zonas de Tripolitania y Cyrenaica, además de la creación de toda una serie de normati-vas aplicadas desde 1932, el proceso urbano y arquitectónico se volvió más racional y controlado:

A mediados de los años treinta se produjo un giro en el discurso colonial, mediante el cual la balanza se inclinaba hacia la atención de

las cuestiones de planteamiento y urbanismo. Este cambio hay que

entenderlo, entre otras razones, desde la notable influencia del cada

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6 Sabaudia, Agro Pontino (Roma). Cancelloti, Montuori, Piccinato y Scalpelli, 1934.

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vez más explícito discurso racional de la Alemania nazi. Según éste,

y aplicado en este caso al proceso colonizador, se hacía necesario distinguir morfológicamente la habitación del colonizado y del

colonizador”54.

En definitiva, el proceso se volvió excesivamente controlado. A partir de estos momentos, ese extraño simbolismo que otor-ga la arquitectura se hizo visible en las desérticas tierras libias para conjugar aspectos de modernidad y de un historicismo imperial. La población que llegó desde Italia se concentró en

la zona costera, mejor comunicada y más próspera por la abun-dancia de agua55. De este modo, se pusieron las bases de un sis-tema reglado de colonización que se desarrolló en torno a la Autoridad Colonial de Libia (ECL), que desde 1934 implantó una serie de parámetros racionales para la construcción de los nuevos poblados56.

Ignacio Bergera ha estudiado las relaciones entre el caso espa-ñol y el libio tratando de reflejar esos puntos de contacto:

La dimensión social y humana de la colonización tiene también acentos

significativos, llenos de retórica en ambas coyunturas. En el caso de

Libia, inicialmente, el colono era un extranjero que debía hacer suyo

un lugar ajeno. En España, los colonos y obreros agrícolas se asentaron

en su propio territorio nacional, colaborando así a la idea simbólica

de la reconstrucción y del resurgir patriótico. Mientras que a Italia le

movía un afán de conquista imperial, en España se trató de ensalzar

con esta colonización interior las trazas espirituales y románticas

–regeneracionistas– sobre las que se debía vertebrar aquel Nuevo

Estado. Condicionado por el aislamiento internacional y el conflicto

de la Segunda Guerra Mundial, este imperio debía necesariamente crecer hacia dentro, ensanchar raíces y configurar su nueva Arcadia,

la particular civilità que enmascaró el ímpetu colonizador. El páramo desierto del norte de África revivió de fertilidad gracias a la fuerza

ingenua pero eficaz que proporcionó la brega imperialista. De la misma manera, los poblados blancos y angelicales construidos en el erial de la

meseta ibérica son el mejor exponente del intento de materialización, real y quimérico al mismo tiempo, de la nueva nación edificada sobre la

pujanza primaria de sus individuos57.

En este sentido, no podemos dejar de mencionar los resultados obtenidos en las últimas investigaciones sobre el proceso libio, en los que se visibilizan algunos de los aspectos más negativos de la colonización58. La transformación del territorio, su colo-nización, se sostiene en una oscura historia de esclavitud y de campos de reclusión. El caso español también debe entenderse como esclavitud y tortura, a partir de la utilización de presos de guerra y represaliados políticos en trabajos forzados, pero en Libia la historia se tornó aún más dramática por las dimen-siones que toman los acontecimientos. En Libia, gran parte del trabajo lo realizaron los 42.000 prisioneros repartidos por los

7 Finca Marchiona, Cerdeña. Planta. Ingeniero P. L. Giordani, 1958.

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campos de concentración de Soluch, que contó con 20.000 pre-sos de la zona del Gebel al-Achdar y población seminómada de la zona de Bengasi (El Magrum), con 13.000 prisioneros tam-bién de Gebel al-Achdar y con 9.000 presos del campo de Age-dabia, que suponían la casi totalidad de la tribu nómada de los Morgaba. Estos campos de concentración funcionaron a pleno rendimiento entre 1930 y 1933, aportando mano de obra a tra-vés de trabajos forzados de los presos. Como bien señala Cresti:

La experiencia de los campos de concentración fue terrible para estas

poblaciones habituadas a los grandes espacios del Gebel: la muerte

de los más débiles durante las marchas forzadas para llegar a los

campos, las epidemias y la desnutrición provocaron el exterminio de

algunas decenas de miles de personas59.

Los prisioneros realizaron tareas de acondicionamiento agrí-cola de los terrenos, construcción de nuevos edificios, poblados y nuevas vías de comunicación –caminos, carreteras y ferroca-rril60. La relación con el caso español, más allá de los parámetros relacionados directamente con la arquitectura y el urbanismo, se ha señalado en función de los trabajos forzados ordenados por el Servicio de Colonias Penitenciarias Militarizadas, que desde su creación a finales de 1939 y hasta ya entrada la déca-da de los 60, también movilizó a prisioneros de guerra y presos políticos para la construcción de canales de riego y poblados, especialmente en la zona del Bajo Guadalquivir61. Del mismo modo, y en este contexto, también hay que tener en cuenta la experiencia de deportación de presos republicanos para llevar a cabo la colonización agrícola bajo la dictadura de Rafael Leó-nidas Trujillo en la República Dominicana62.

Todos estos hechos, aunque no atiendan estrictamente a los lenguajes formales urbanos o arquitectónicos, repercuten en el significado último del proyecto.

Florestano di Fausto fue el arquitecto más destacado de los que intervinieron en el proyecto. Su trabajo se centró en elaborar una serie de tipologías de vivienda para las nuevas colonias. En cuanto al diseño de los nuevos poblados, habría que matizar que aunque se construyeron centros cívicos compuestos por diferentes edificios –como la iglesia, la casa del fascio, la ofi-

cina de correos, las escuelas o el centro médico–, en general se optó por un hábitat disperso en base a una serie de granjas que se diseminaron por el territorio. En definitiva, se siguió la experiencia del Agro Pontino romano y, así, en las inmediacio-nes de los centros cívicos se fueron agrupando viviendas de colonos. Estos prefirieron asentarse de forma agrupada en lu-gares más protegidos en busca de seguridad y de una vida en comunidad. En el caso español, en los primeros momentos, el INC también barajó la posibilidad de establecer este tipo de relación de centro cívico y hábitat disperso. Se buscaba una solución mixta que salvo algún ejemplo concreto no llegó a ejecutarse, decantándose finalmente por el hábitat agrupado63 (figs. 11 y 12).

Sin embargo, en las colonias todas las premisas teóricas pasa-ban por adecuar los proyectos urbanos y arquitectónicos al fin principal para el que fueron creados: la colonización de carác-ter agrícola. Por tanto, lo moderno, justificado por una arquitec-tura mediterránea que compartía en ocasiones algunos plan-teamientos de los arquitectos racionalistas, sirvió como base para definir nuevos núcleos simbólicos. Así, en centros como el Villaggio Giovanni Berta, Beda Littoria, Primavera, Luigi Razza, Villaggio Breveglieri o el Michele Biancchi no se llega a la modernidad demostrada por arquitectos como Clemen-te Busiri-Vici (1887-1965) en la Regie Scuole Littorie di Sciatby (Alejandría, 1935), donde aparece ese carácter internacionalis-ta del movimiento moderno64. Más bien, lo que vemos en Libia es una adecuación a ese nuevo concepto de mediterraneidad que empieza a ser decisivo en el desarrollo de la arquitectura en países del sur de Europa y Norte de África:

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8 Finca Marchiona, Cerdeña. Centro Cívico. Ingeniero P. L. Giordani, 1958.

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… En los años treinta el mito de la arquitectura mediterránea no

fue el producto de la fascinación de los intelectuales del norte,

sino una categoría utilizada principalmente por los arquitectos

del sur para reivindicar una interpretación alternativa, centrada

en aspectos líricos más que en un funcionalismo estricto. El

hecho de que el Movimiento Moderno se pudiera presentar como

el desarrollo de la arquitectura surgida a orillas de este mar era

un factor determinante, a pesar de que dicha interpretación

implicase una evidente falta de perspectiva histórica y de rigor

analítico. Pero no eran estos los criterios con los cuales se medía

el mundo mediterráneo: los arquitectos modernos quedaron

fascinados por una realidad arcaica, donde el tiempo parecía

haberse detenido y los vestigios del pasado se confundían con el

presente ya no bajo las formas del academicismo, sino del poder

del paisaje y las ruinas o de la permanencia de formas y tipos de

arquitectura popular65.

Así, en los primeros poblados construidos en las cuatro circuns-cripciones iniciales, los volúmenes son claros, funcionales, sin más elementos decorativos que los estrictamente necesarios para el desarrollo simbólico adecuado a la tradición construc-tiva. Federico Cresti ha estudiado en profundidad el desarrollo urbano de estos primeros poblados, señalando que:

El plan urbanístico ideado por los proyectistas para estos primeros asentamientos se resumía al diseño de una plaza cuadrangular a lo

largo de cuyo perímetro se alineaban los edificios que constituían la población. En Primavera y Berta el esquema adoptado era el de

una plaza completamente cerrada que tenía en el edificio de la iglesia el principal punto focal de perspectiva de la composición.

(…) El esquema planimétrico de los otros dos asentamientos, Beda

Littoria y Luigi di Savoia (…) era, por el contrario, el de una plaza

cerrada en tres de sus lados, con una iglesia en el centro visual de la

composición, y uno de los lados abierto en correspondencia con la carretera66.

En Somalia, la colonización agrícola se llevó a cabo entre 1923 y 1928, bajo la responsabilidad del gobierno de Cesare Maria de Vecchi67. El proceso se inició con la construcción de casas de labor dispersas por el territorio y de algunos poblados, entre los que destaca Duca degli Abruzzi68.

En Etiopía se dio un proceso de más envergadura que en Soma-lia. Pero en este caso, todo el operativo de transformación ur-bana se centró en la capital, Addis Abeba, una ciudad pequeña y desestructurada que adoptó un plan de transformación pre-sentado por los arquitectos Ignacio Guido y Cesare Valle. Del mismo modo, en otras capitales de provincias se produjeron transformaciones de tipo urbano de cierta importancia. Esta experiencia de colonización es una consecuencia directa del proceso libio, donde también la ONC tendrá una serie de con-cesiones de tierras en las zonas de Oletta y Bicsciftù:

… Junto a la pequeña colonización –lotes de tierra de 10 a 15

hectáreas concedidos a licenciados del ejército y obreros que han

intervenido en la campaña de Etiopía–, se apunta esencialmente a los

que corresponde organizar el traslado de colonos desde Italia, por

grupos regionales contratándolos y prestándoles asistencia en las

fases iniciales de su asentamiento69.

otras aportaciones extranjerasOtros modelos citados en las revistas especializadas y que pu-dieron tener repercusión en el caso español son los de Estados Unidos, Dinamarca, Balcanes, Venezuela, Brasil y Portugal.

En 1947, el ingeniero agrónomo del INC Ángel Martínez Bor-que realizó un viaje por el oeste de los Estados Unidos con el fin de estudiar en profundidad el proceso de colonización interior70. A su regreso a España impartió una conferencia donde mostró un especial interés por la organización del te-rritorio, que en el caso norteamericano se basó en un sistema de asentamientos de tipo familiar con hábitat disperso, en la línea que ya se dio en el sur del país a través de los proyectos de la FSA (Farm Security Administration). Esta referencia re-sulta importante porque entre los técnicos del INC aún es-taba latente el debate sobre las formas de colonización del territorio. De todas formas, no es éste el momento de pro-fundizar sobre la influencia que en España pudieron tener algunos modelos urbanísticos desarrollados en los Estados Unidos, sino más bien mostrar experiencias que de una for-ma directa pudieron repercutir en los experimentos del INC. Los técnicos del instituto viajaron a los Estados Unidos tra-tando de buscar soluciones, calibrando experiencias que ya

9 Poblado de La Vereda, Peñaflor (Sevilla). José Luis Fernández del Amo, 1963.

10 Poblado de La Vereda, Peñaflor (Sevilla). Iglesia. José Luis Fernández del Amo, 1963.

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habían sido puestas en práctica. Así, los estudios publicados por Antonio Álvaro Tordesillas o Manuel Calzada señalan que la manzana tipo Radburn, elemento compositivo desa-rrollado en los Estados Unidos, se experimentó por primera vez en España en algunos poblados de colonización71. Este sistema propone un anillo externo de distribución de calles que diferencia y aísla los trazados internos en función de su uso. Los destinados a vehículos se articulan mediante calles anchas a fondo de saco. Los reservados a las personas pre-sentan una escala y una ordenación más orgánica. La manza-na Radburn aparece en poblados como Maribáñez de Daniel Carreras o en Puebla de la Parrilla (Córdoba, 1968) de José Antonio Gómez-Luengo, entre otros.

El proceso de colonización danés se dio a conocer en España gracias a un artículo publicado en la revista Colonización en enero de 1948, redactado por el ingeniero agrónomo Carlos Casado de la Fuente72. El artículo se centró especialmente en los aspectos legislativos, desde las primeras leyes de 1899 has-ta las redactadas en 1943. En Dinamarca, la colonización de terrenos para la agricultura y ganadería se basó en ofertar dis-tintos lotes de tierras a particulares. Éstos optaron por agru-par las viviendas en línea siguiendo los trazados de las vías de comunicación, facilitándose así el proceso de distribución y

comercialización de los productos agrícolas. Estas agrupacio-nes no adquirían el carácter de una población agrupada, pre-sentando en ocasiones una discontinuidad evidente entre las viviendas y, salvo casos puntuales, no compartiendo tampoco servicios comunitarios. Para cubrir sus necesidades de carác-ter religioso, social y de servicios los colonos acudían a las po-blaciones cercanas.

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Las construcciones fueron realizadas por los propios colonos siguiendo tipologías estandarizadas, mostrando un eviden-te carácter de arquitectura popular pero a través de nuevos materiales como el hierro, amianto, cemento o tejados de ruberoid. Como señala Casado: “No existe en el estilo actual ni romanticismo ni modernismo teórico”73. El colono estaba obligado a habitar en la casa, a no modificar sustancialmen-te los modelos estándar y a asegurar la vivienda contra el peligro de incendios. Estas casas se construyeron en lugares bien comunicados y con un fácil acceso al agua, no sólo por las necesidades propias de las explotaciones ganaderas, sino también para poder luchar fácilmente contra el peligro de los incendios. En definitiva, el caso danés fue un proceso menos complejo, donde la administración pública dejó en manos de los propios colonos la construcción de sus viviendas-granja a partir de unos modelos estándar y asumiendo una postura de control muy moderada.

Sobre la colonización de algunos territorios en los Balcanes se realizó un breve pero interesante estudio publicado en la revista Agricultura en 1953. La fecha es tardía para plantear alguna posible influencia en un proceso tan avanzado como el español, que además ya parecía tener claras sus formas de actuación. El estudio no se detiene en las formas de ocupación

del territorio sino más bien en los modos de intervención po-lítica del Estado y en las presiones de carácter internacional para que el proyecto avanzara. Es interesante tener en cuenta que esta colonización comenzó también en 1940, y que en ella se pueden observar con cierto grado de objetividad cuestiones como el coste político y social en la evolución de este tipo de intervenciones74.

El proceso de colonización interior venezolano tiene su reflejo en el extenso artículo publicado por Carlos Casado de la Fuente en el suplemento Colonización, en julio de 1951. El autor se cen-tró en un análisis de la evolución legislativa, teniendo en cuenta las posibilidades de producción y de mejora de la calidad. Sin embargo, hay algunos aspectos que pueden resultar interesan-tes, no sólo para estudiar las opciones urbanas y constructivas puestas en práctica, sino también para entender la lectura polí-tica que se hace de este caso75.

El ejemplo de Venezuela es de una naturaleza diferente al que se estaba ya planteando en España, fundamentalmente por las condiciones agroclimáticas y sociales del país76. Por tanto, las referencias del estudio de Casado se basaron en detalles pun-tuales, constatando la disposición y relación de unas viviendas con otras, la situación de las construcciones comunales o la vi-vienda y su ordenación interna.

En Venezuela se optó por una colonización basada en vivien-das agrupadas, donde los colonos convivían con un capataz que dirigía la explotación de las tierras y que se hacía cargo de la capacitación del grupo. Las viviendas se relacionaban con un patrón de construcción norteamericano, de rápido y fácil mon-taje, de una sola planta y cubierta a dos aguas. La distribución en planta era muy sencilla, sobre una superficie de 45 m2. Uno de los aspectos más interesantes de las viviendas fue la aporta-ción de un mobiliario fabricado especialmente para la ocasión, donde se pensó en muebles muy simples, funcionales, con un diseño moderno y original.

La primera fase de esta colonización se llevó a cabo en el estado de Miranda77, sede de la primera colonia Mendoza. Posterior-mente se construyeron otras en la zona como: Guayabita, Gua-

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11 Villaggio Luigi Razza, Libia.

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yebo, Charaguao, Yuma, Chirgua, Bárbula, La Emilia, La Pere-deña, Las Garcitas, El Loro, Guanare y Pedernales78.

El caso brasileño también fue seguido de cerca por los técni-cos del INC. Este sería un ejemplo más complejo y con un ca-rácter más ecléctico79. Se trató de una colonización con fines agrícolas y ganaderos, a través de un sistema que permitía la existencia de viviendas dispersas y a la vez dependientes, bien de un nuevo núcleo de servicios o bien de alguna otra pobla-ción preexistente que pudiera hacer las veces de centro de dis-tribución de los productos agrícolas y de abastecimiento de la población colona. También se dieron ejemplos de tipo mixto, con la construcción de poblados donde se daban ambos requi-sitos pero siempre a partir de una importante vía de comuni-cación, potenciando un esquema urbano muy simplificado de tipo lineal. La creación de estos nuevos poblados dependió de la iniciativa privada, salvo en casos muy puntuales gestionados por el Estado80.

En estas relaciones abiertas por los técnicos del INC con las ex-periencias americanas habría que señalar por último el caso ya apuntado de la República Domicana, donde entre 1939 y 1961, y a través de un acuerdo entre los gobiernos de Franco y Trujillo, un buen número de presos republicanos españoles inmigraron de forma forzada para llevar a cabo un proceso de colonización agrí-cola en colonias como Baoba del Piñal, Huanito o Constanza81.

Por último, el caso de Portugal fue especialmente seguido por la revista Colonización ya desde 1947. Respondía a una coloni-zación de carácter agrícola para la cual se creó la Junta de Co-lonización Interior en 1937. Un organismo dependiente del Es-tado cuya labor fundamental fue el estudio y preparación para iniciar un amplio proyecto de colonización en las zonas más afectadas por la despoblación82. Se optó por construir dos po-blados experimentales antes de proceder a una transformación más amplia. Este ensayo se realizó con las colonias agrícolas de Dos Milagros en Leira y Martim Rei en Sabugal. A partir de es-tas experiencias, que resultaron satisfactorias, se creó el instru-mento legal para llevar a cabo un plan más ambicioso83. Se cons-truyeron nuevos poblados y también viviendas diseminadas por el territorio84. Con los procesos de selección de los colonos

se quiso facilitar la sociabilidad del grupo así como experimen-tar nociones nuevas como la creación de ciudades productivas.

En definitiva, entendemos que las experiencias extranjeras que pudieron influir en el modelo español de poblado de colonización fueron conocidas por las instituciones responsables del proceso y que, en general, éstas cedieron ante el peso de la arquitectura tradicional y vernácula de las diferentes regiones españolas. Las experiencias coetáneas como las de la Dirección General de Re-giones Devastadas, las propuestas sobre la ciudad falangista o las heredadas de los años de la Segunda República parecen que, al menos en los primeros años, fueron suficientes para los inte-reses y posibilidades económicas del régimen. También es cierto que este cerramiento hacia el exterior posibilitó con el tiempo un margen más amplio para la experimentación teórica a partir de conceptos y problemas reales. En ocasiones, las influencias exte-riores no fueron ejemplos concretos de arquitectura y urbanismo de colonización, sino que los arquitectos también acudieron al análisis teórico de conceptos urbanos para crear sus propuestas. Es cierto que las experiencias italiana e israelí se tuvieron muy en cuenta, como un referente a seguir en muchos aspectos, pero tam-bién fueron observados otros procesos, atendiendo a diferentes matices que había que tener en cuenta a la hora de estructurar un modelo de actuación territorial, urbana y arquitectónica.

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12 Villaggio Giovanni Berta, Libia.

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1 El grupo de investigación Ciudad, Ar-quitectura y Patrimonio Contemporá-neos. Andalucía y América. HUM 666 de la ETSA de la Universidad de Sevilla, dirigido por Víctor Pérez Escolano y del que formo parte, presenta una línea de investigación para el estudio del patri-monio del INC. Ver AA.VV., Pueblos de colonización durante el franquismo: La arquitectura de la modernización en el territorio rural, Instituto Andaluz de Pa-trimonio Histórico, Sevilla, 2008.

2 La tesis doctoral de M. E. Almarcha Núñez-Herrador, Urbanismo y arquitec-tura rural en el período de la autarquía en Castilla-La Mancha: Dirección General de Regiones Devastadas y Reparaciones e Instituto Nacional de Colonización, es un estudio fundamental que no ha sido sino la primera de otras tesis doctora-les que se han ido realizando. Eduardo Delgado Orusco ha profundizado en el estudio de la arquitectura religiosa de los poblados. José Rivero Serrano se ha interesado especialmente por la interacción con las bellas artes. La tesis doctoral de Miguel Centellas Soler, Los pueblos de colonización de José Luis Fer-nández del Amo, es un excelente trabajo desde la perspectiva de un arquitecto, así como el trabajo elaborado junto a Alfonso Ruiz, Los pueblos de coloniza-ción en Almería, editado por el COA de Almería en 2009. Destacan igualmente las publicaciones y tesis de Manuel Cal-zada Pérez, basadas en un análisis patri-monial del proceso en Andalucía.

3 J. Aparicio Guisado, El exilio y el lugar, catálogo de la exposición, Fundación Pablo Iglesias, Madrid, 2002, pp. 135-137: “…Junto con sus vidas se llevaron en sus cabezas y en sus almas muchos espacios que en su mayoría construi-rían lejos de su tierra. Sin embargo, también se llevaron junto con sus espa-cios, la esencia del lugar en que nacie-ron y crecieron”.

4 Es el caso entre otros de Secundino Zua-zo. Ver C. Sambricio, Madrid y sus an-helos urbanísticos. Memorias inéditas de Secundino Zuazo, 1929-1940, Consejería de Obras Públicas, Urbanismo y Trans-portes, Madrid, 2003.

5 Ver R. Puig, “Reforma de los modos de enseñanza de la arquitectura”, Arqui-tectura, 170, 1964, pp. 63-70 y R. Puig,

“Otras ideas para una nueva planifica-ción de la enseñanza de la arquitectura en España”, Arquitectura, 170, 1964, pp. 41-50.

6 E. Delgado Orusco, “La experiencia del INC. Una colonización de la moderni-dad (1939-1973)”, en Arquitectura, ciu-dad e ideología antiurbana, T6 ediciones, Pamplona, 2002. En esa entrevista, Ta-més también hace referencia al Concur-so de anteproyectos para la construcción de poblados, convocado por el Servicio de Obras de Puesta en Riego de la II Re-pública (1933).

7 Para profundizar en el estudio de Herzl ver A. Chauraqui, Theodor Herzl, París, 1960. A. Roffe, Sionismo. Hechos y perso-nalidades, Aurora, Tel-Aviv, 1974.

8 En realidad, en un principio se trataba de establecer y reunificar un Estado judío para lo cual se funda una compa-ñía de accionariados cuya misión será

la creación de ese nuevo Estado. Ante unos primeros intentos fallidos de com-pra de tierras en Palestina, se llegó a plantear la posibilidad de buscar nuevas ubicaciones como Uganda, por cesión de territorios por parte de Inglaterra, e incluso se planteó la posibilidad de tras-ladar el proyecto a Argentina.

9 Ver R. Agmon, La agricultura cooperati-va en Israel, Hassadeh Hotza At Harme-kaz Hahaklai, 1981. A. Cano Denia, La colonización agraria en Israel, Instituto Valenciano de Economía, Valencia, 1958. M. A. Poblete y C. J. Pardo, “Los mode-los de colonización agrícola israelíes: el Kibutz y Moshav”, Ería, 19-20, 1989.

10 Se trató de un primer grupo formado por catorce estudiantes universitarios. En 1884 se les unirían treinta y cuatro nuevos colonos. En su mayoría eran jó-venes que provenían de Rusia y que for-maban una organización llamada BILL (Bet Iaakov Lejú Leneljá), siglas ex-traídas de una frase bíblica de Isaías 2, 5, “Casa de Jacob, andando, y vayamos, caminemos a la luz de Yahveh”). El sen-tido de este movimiento se entiende perfectamente haciendo referencia de nuevo a ese pasaje bíblico cuando dice:

“Sucederá en días futuros que el monte de la Casa de Yahveh será asentado en la cima de los montes y se alzará por encima de las colinas. Confluirán a él todas las naciones y acudirán pueblos numerosos”.

11 L. Rosenberg, El Kibutz. Historia, rea-lidad y cambio, Riopiedras, Barcelona, 1990.

12 Singular de moshavot.13 Ver Yuval Yasky, “Neither City, Nor Vil-

lage, a Kibbtuz”, en AA.VV., Kibbutz. Ar-chitecture without Precedents, catálogo de The Israeli Pavilion, 12th Internation-al Architecture Exhibition, The Venice Biennial, Venecia, 2010. Los nombres de estos primeros poblados o moshavót fueron: Richón Letzión, Ekrón, Guedeja, Petaj Tikva, Zijrón Iaakov, Rosh-Piná y Yesod Hamalaá.

14 P. De Sica, Historia del urbanismo. El siglo XX, Instituto de Estudios de la Administración Local, Madrid, 1981, pp. 650-659.

15 AA.VV., Kibbutz. Architecture without Precedents…, op. cit.

16 Realmente, antes de la denominación de kibbutz se les conoció como kvut-zá que en hebreo significa “grupo”. La primera kvutzá se llevó a cabo en 1909 y se llamó Degania. La palabra kibbutz significa lo mismo, y sólo se aplicó con el crecimiento de la población en los asentamientos. Posteriormente se pier-den estas diferencias terminológicas y en ambos casos se utilizará el término kibutz.

17 La misma fotografía en E. Mandolesi y A. Cau, Edilizia per l’agricoltura, UTET, Turín, 1965, Tavola CIII.

18 A partir de ese año las condiciones cam-bian y también el modo de planificar los asentamientos. Ver R. Kauffmann,

“Twenty years of Planning Agricultural Settlements”, en AA.VV., Twenty Years of Construction, Association of Engi-neers, Architects and Surveyors, Tel-Aviv, 1940.

19 Ver AA.VV., Kibbutz. Architecture without

precedents…, op. cit. “General diagram-matic plan for a kibbutz of 250 families, 1940s, architect Samuel Bickels”, p. 196.

20 Ver “Algunas ideas sobre arquitectura rural”, Informes de la Construcción, 18 de febrero de 1950.

21 La misma imagen también se publica años más tarde en el libro Edilizia per l’agricoltura, de Enrique Mandolesi y Antonio Cau (1965), op. cit.

22 P. Rabasco, Arquitectura social en la provincia de Córdoba: Los poblados de colonización: 1930-1975, tesis doctoral (inédita), tomo II, pp. 534-560. M. Cen-tellas Soler, “Proyectar lo trascendente. Las iglesias de colonización de Fernán-dez del Amo”, en AA.VV., Los pueblos de colonización de José Luis Fernández del Amo. Arte, arquitectura y urbanismo, Fundación Caja de Arquitectos, Barcelo-na, 2010. J. L. Fernández de Amo, “Mis pueblos de la Mancha”, Punto y Plano, 4, 1987. C. Flores, “Una aproximación a la arquitectura popular: los pueblos de Fernández del Amo”, Anales de la Arqui-tectura, 8, 2000.

23 R. Pico, “Poblado de Miraelrío”, en AA.VV., Arquitectura del Movimiento Moderno en Andalucía. 1925-65, Conse-jería de Cultura y Consejería de Obras Públicas y Transportes de la Junta de Andalucía, Sevilla, 1999, pp. 132-137.

24 Galia Bar Or, “The Initial Phases: A Test Case”, en AA.VV., Kibbutz. Architecture without precedents…, op. cit., pp. 17-50. Los planos de los proyectos de Kauff-mann vienen reseñados en las páginas 27-28.

25 V. Pérez Escolano y M. Calzada Pérez, Pueblo de Esquivel, Sevilla, 1952-1955. Alejandro de la Sota, COA Almería, 2009. P. Rabasco, “Renovación, iglesia y colonización: el ejemplo de Algalla-rín, de Carlos Arniches”, en AA.VV., Pueblos de Colonización durante el fran-quismo…, op. cit.

26 “Mirando al exterior. La evolución agra-ria en Israel”, Agricultura, 258, 1953.

27 R. García de Pablos, “Planteamiento urbanístico en Israel”, Arquitectura, 82, 1965, pp. 51-60.

28 García de Pablos afirma: “Incluyo final-mente, unos esquemas de las dos agru-paciones residenciales creadas para el medio rural: el kibutz y el moshav, por estimarlo de un especial interés para nosotros”, ibid., p. 51.

29 A partir de 1906 se avanza con una nue-va bonifica que busca un mayor nivel de transformación basada en el aumento de la producción y en una redistribu-ción de las tierras, facilitando el acceso a éstas por parte del campesinado. En 1910 y 1919 ya habían aparecido leyes que trataban de incentivar la cons-trucción de poblados rurales (borgate rurali), en las cercanías de Roma. La creación en 1917 de la ONC (Opera Na-zionale di Combattenti) que comienza su labor efectiva en 1918, trata de dar una ocupación, hogar y tierras a los ex-combatientes italianos a la finalización del conflicto. Esta organización no sólo tuvo la posibilidad de hacerse con terre-nos para llevar a cabo su transformación sino que pudo expropiar tierras que consideraron no correctamente explo-tadas. Para profundizar en este punto

ver G. Muratore, “Dalla ‘bonifica’ alla ‘riconstruzione’: nuovi insediamenti in Italia, 1935-1955”, en Arquitectura, ciu-dad e ideología…, op. cit., p. 39.

30 P. De Sica, Historia del urbanismo…, op. cit., pp. 359-376.

31 C. Ipsen, Dictating Demography: The problem of population in fascist Italy, Cambridge University Press, Cambridge, 1996.

32 A. Mioni, Le trasformazioni territoriali in Italia nella prima etá industriale, Pa-dua, 1976. Citado por P. De Sica, Historia del urbanismo…, op. cit., p. 364.

33 Ver “Pontinia”, La Conquista della Terra, diciembre de 1935. Citado por P. De Sica, Historia del urbanismo…, op. cit., p. 365.

34 La ciudad de Littoria se realiza por en-cargo directo (arquitecto A. Pappalar-do), y en los casos de Sabaudia, Pomezia y Aprilia se recurre a convocar concur-sos nacionales. Ver R. Mariani, Fascismo e città nuove, Milán, 1976.

35 Para Aprilia ver M. Piacentini, “Aprilia”, Architettura, mayo de 1936. A. Melis, “Il concorso per il piano regolatore di Apri-lia”, Urbanística, noviembre-diciembre de 1936. “Aprilia”, Architettura, junio de 1938. Para Pomezia ver A. Melis, “Il con-corso per il piano regolatore di Pomezia”, Urbanística, julio-agosto de 1938. “Il concorso per il piano regolatore di Po-mezia”, Archittetura, septiembre de 1938. Para Sabaudia ver G. Pensabene, “Sabau-dia”, Casabella, octubre de 1935. M. Pia-centini, “Sabaudia”, Architettura, junio de 1934. P. Vago, “Sabaudia”, L’architec-tura d’aujours’hui, julio de 1934.

36 J. L. Escario, “Enseñanzas de un viaje a Italia. El Agro Pontino”, Revista de Obras Públicas, 2707, 1 de noviembre de 1941, pp. 201-205.

37 Ibid., p. 205.38 Ibid., pp. 202-203.39 Ibid., p. 204.40 “Ciclo de conferencias sobre Bonifica y

reforma del agro en Italia por los profe-sores Dr. Mario Bandini y Dr. Nallo Ma-zzocchi”, Colonización, 51, julio de 1934.

41 J. Tamés, “Proceso urbanístico de nues-tra colonización interior”, Revista Nacio-nal de Arquitectura, 1948, 83, pp. 413-424.

42 Ibid., pp. 420-421. 43 P. de Sica, op. cit., p. 373. Ver S. Rattus,

“Mussolinia di Sardegna”, Urbanística, enero-febrero de 1939.

44 E. Mandolesi y A. Cau, Edilizia…, op. cit., tavola XXXIX.

45 Ibid., tavole XXXLX-LXXXI. Algunos ejemplos en la Cerdeña, como el del centro de servicio secundario Santa Ca-terina, para cincuenta familias, el Cen-tro de Tanca Ferrà, Centro de Uras, o en otras localizaciones como el Borgo Tre-santini, Cerignola (Foggia) realizado por el arquitecto Giuseppe Vacharo, el Bor-go Venusio del arquitecto L. Piccianato, el centro de servicios secundarios de Santa Giustina en el delta Pagano, obra del ingeniero P. L. Giordani, que hace también los centros de servicio residen-cial para la colonización de la finca Mar-chiona en la misma zona, el de Ca’Mello y el de San Romualdo.

46 Del mismo modo, Italia extiende en esos momentos su poder en el Mediterráneo oriental, con la anexión de las islas del Dodecaneso (Espóradas del Sur) y se

· notas ·

Page 16: PABLO RABASCO Las influencias extranjeras en la arquitectura y urbanismo del Instituto Nacional de Colonización

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potenciaron las intervenciones urbanas, políticas y económicas en Eritrea y es-pecialmente en Somalia y Etiopía. Fruto de ello fueron una serie de intervencio-nes de colonización agraria que definen no solo situaciones de carácter imperia-lista, sino que traducen algunas tenden-cias proteccionistas-paternalistas, racis-tas, en ocasiones, de empresas públicas y otras veces por concesión a la empresa privada. En definitiva, un campo de ex-perimentación que se vio reflejado en la construcción de poblados de carácter agrícola y en toda una serie de edificios que adecuaron las antiguas metrópolis a su nueva condición de colonia.

47 Ver F. Malgeri, La guerra libica, Edizio-ni di Storia e Letteratura, Roma, 1970. L. Teani, La cuestione libica nella diplo-mazia europea, Florencia, 1939. B. Bos-worth, “La politica delle amicizie: L’Ita-lia, la Triplice Intensa e la recerca di un nuovo acordo mediterraneo, 1911-1914”, AA.VV., La politica estera dell’Italia gio-littiana, Editori Riuniti, Roma, 1985, pp. 285-333. B. Vigezzi, “L’Imperialismo e il suo ruolo nella storia italiana del primo novecento”, Storia Contemporanea, fe-brero de 1980, pp. 29-56.

48 F. Cresti, “Los nómadas y las aldeas, los agricultores y las tiendas. Resistencia anticolonial, expropiación del territorio y colonización en la Cirenaica (1932-1942)”, en J. Calatrava y J. A. González Alcantud (eds.), La ciudad: Paraíso y conflicto, Junta de Andalucía, Sevilla, 2007, pp. 203-225.

49 Ibid., pp. 206-207. Cresti ha estudiado las consecuencias de la represión italia-na en las poblaciones autóctonas seña-lando que: “Para vencer la resistencia de la Cirenaica, que se beneficiaba de la ayuda de las tribus nómadas dispersas por el territorio, el gobierno colonial de-cidió reagrupar y concentrar a una gran parte de la población del altiplano a lo largo de la franja costera del Medite-rráneo y en las regiones semidesérticas de la Sírtica: surgieron allí una serie de campos de prisioneros adonde, a partir de mediados de la década de 1930, fue-ron deportados los Auaghuir, los Braasa, los Dorsa, los Abid, los Abeidat y otros grupos tribales menos numerosos”.

50 De todas formas, Trípoli conocía la lle-gada de europeos y especialmente de italianos desde muchos años atrás a partir de acuerdos entre Tripolitania e Italia. En 1800 contaba la ciudad con unos 500 europeos de los cuales la mi-tad eran italianos y en 1870 (Tripolitania contaba con una población total de unas 15.000 personas) la cifra de europeos se eleva a 2.000 siendo más de un millar de procedencia italiana. Ver M. J. Vilar, “El patrimonio del estado español en Trípo-li de Berbería en el siglo XIX”, Anaquel de Estudios Árabes, 12, 2001.

51 En referencia a los acondicionamientos económicos y al fortalecimiento de las empresas privadas, ver P. De Sica, op. cit., p. 508. “Esta es la fase en que tiene un neto predominio el latifundio capitalis-ta: Volpi mantiene estrechas relaciones con los grupos de las altas finanzas ita-lianas y, por otra parte, está convencido de que la presencia de grandes socie-dades especulativas resulta necesaria para dar un inicio seguro a la obra de re-valorización agraria. En efecto, la parte más importante de las asignaciones de tierras efectuadas desde el 14 al 25, con

un total aproximado de 33.400 ha. va a parar a manos de pocas empresas ex-plotadoras, y una sola sociedad, la SIBA, cuenta con concesiones en cuantía que gira en torno de las 10.000 ha.”

52 Como veremos más adelante, el poblado de Guarcià se convirtió, al menos entre 1930 y 1933, en un campo de concentra-ción donde estuvieron condenados a tra-bajos forzados 145 prisioneros nativos.

53 Ver G. Palloni, “L’avvaloramento in Ci-renaica”, en P. Ballico y G. Palloni, L’o-pera di avvaloramento agricolo e zootec-nico della Tripolitania e della Cirenaica, Comitato per la documentazione delle attivitá italiane in Africa, Ministerio de-gli Affari Esteri, Roma, 1971.

54 I. Bergera, “De Libia a Vegabiana. Una mirada a la colonización Italiana”, en AA.VV., Modelos alemanes e italianos para España en los años de posguerra, T6, Universidad de Navarra, Pamplona, 2004, p. 166.

55 Ibid., “Tripolitania y Cyrenaica fueron las principales regiones donde se llevó a cabo la colonización agraria. Habiendo arrancado bajo el impulso de la inicia-tiva privada, se pasó con el cambio de década a una mayor intervención esta-tal que reglamentaba el proceso oficial de los asentamientos: en 1930 había 250.000 ha. disponibles para unos 3.000 colonos agrupados en 700 familias y, gracias a la colaboración del gobierno, al final de 1931 vivían y trabajaban en Tripolitania 5.000 colonos, con una pro-porción de 40 ha. disponibles para cada familia; la intención era llegar a 20.000 nuevos colonos por año. No obstante, el procedimiento colonizador se vio repe-tidamente atirantado por la renovada presión de la iniciativa privada frente a los intereses del Estado. En cualquier caso, cuando en 1940 se vino abajo todo el proceso, los datos son suficientemen-te elocuentes de lo que éste pudo llegar a suponer: 232.000 ha. cultivadas, 3.675 fincas, otras tantas casas coloniales construidas y 24.000 colonos repartidos en 3.900 familias”.

56 R. Biasutti, “L’italianitè nell’africa me-diterranea”, en G. C. Sansoni (ed.), Italia e Africa Mediterranea, Centro di Studio Coloniali, Florencia, 1942.

57 I. Bergera, “De Libia a Vegabiana. Una mirada a la colonización…”, op. cit.

58 A través del convenio firmado entre el Museo de Historia Contemporánea de Milán y el Istituto Nazionale per la Storia del Movimiento di Liberazione in Italia, el Istituto per la Storia del Ri-sorgimento Italiano, el Dipartimento di Scienze Storiche dell’Universita Catto-lica di Milano y el Comune di Milano, en una serie de resultados hechos públicos en octubre de 2006, hemos podido obte-ner datos sobre las formas de construc-ción de los poblados y sobre la prepara-ción de los terrenos para su adecuación a la agricultura. Trabajos ejecutados bajo el control de Badoglio y continua-dos por Italo Balbo, su sucesor en el con-trol de las colonias desde 1933.

59 F. Cresti, “Los nómadas y las aldeas…”, op. cit., p. 206.

60 Algunas de las publicaciones que docu-mentan este proceso son A. Del Boca, Gli Italiani in Libia, Laterza Bari, 1988. G. Ottolenghi, Gli Italiani e il colonia-lismo. I campi di detenzione italiani in Africa, Sugarco Edizioni, Milán, 1997. R. Graziani, Cirenaica pacificata, Monda-

dori, Milán, 1932. R. Graziani, Il fronte sud, Mondadori, Milán, 1938. E. Saler-no, Genocidio in Libia le atrocità nascote dell’avventura coloniale (1911-1931), Su-garco Edizioni, Milán, 1979. El resto de campos de concentración fueron los de Apollonia, Barce, Ain Gazala, Driana, El Nufilia, Derna, Cesfia-Guarrscià, Sidi Chalifa y Suani el Terria.

61 AA.VV., El canal de los presos, (1940-1962). Trabajos forzados: de la represión política a la explotación económica, Crí-tica, Barcelona, 2004.

62 Francis Pou, “Inmigración de agricul-tores españoles a la República Domi-nicana en el período Franco-Trujillo (1939-1961)”, Revista de Indias, 198, vol. 53, 1993, pp. 563-582.

63 Ver P. Rabasco, “Los poblados que no existieron: proyectos fallidos del Insti-tuto Nacional de Colonización en Cór-doba”, Boletín de Arte, Universidad de Málaga, 31, 2010. P. Rabasco, Arquitectu-ra social en Palma del Río, Fundación El Monte, Sevilla, 2006.

64 R. Biasutti, “L’Italianità nell’africa…”, op. cit., tavola IV.

65 P. Sustersic, “Ed il naufragar m’è dolce in questo mare”, en AA.VV., Modelos ale-manes e italianos…, op. cit., pp. 235-246.

66 F. Cresti, “Los nómadas y las aldeas…”, op. cit., p. 212.

67 Anteriormente se pusieron las bases para la extensión del regadío en 1912, con la construcción de la Azienda Agrí-cola Sperimentale, o en 1924 con la construcción del pantano y el canal De Vecchi, en Genale, consiguiendo 30.000 ha. de terreno de regadío.

68 P. De Sica, Historia del urbanismo…, op. cit., pp. 520-521. Ver también M. Palieri, Contributo alla bibliografía e cartografía della Somalia italiana, Instituto Colo-niale Fascista, Roma, 1934. La promoto-ra de la construcción fue una empresa privada, la Sociedad Agrícola Ítalo-So-malí (SAIS), de origen milanés.

69 Ibid., p. 523. Los nombres de los pobla-dos hacen alusión a las diferentes regio-nes de Italia: Romagna d’Etiopia, Véneto d’Etiopia y Puglia d’Etiopia.

70 “La colonización en los Estados Uni-dos”, Agricultura, 187, noviembre de 1947, p. 524. La conferencia fue imparti-da el día 13 de noviembre de ese mismo año y presidida por Fernando Montero, Director General de Colonización. El viaje fue financiado por la Dirección General de Colonización del Ministe-rio de Agricultura a partir del interés que suscitó la similitud de condiciones agroclimáticas del oeste norteameri-cano con algunas zonas del proceso de transformación en suelo español. Al acto asistieron igualmente Ángel Torre-jón y Boneta, Presidente de Honor de la Asociación de Ingenieros Agrónomos, y Ramón Garrido Domingo, Presidente de facto de la misma asociación. Durante la conferencia se proyectaron imágenes de la transformación de terrenos para su puesta en riego así como una película, material recogido por Martínez Borque durante su viaje.

71 A. Tordesillas, “La unidad vecinal ru-ral: del Parque central a Vegaviana”, en AA.VV., La arquitectura norteamericana, motor y espejo de la arquitectura españo-la en el arranque de la modernidad (1940-65), T6, ETSA Universidad de Navarra, Pamplona, 2006, pp. 65-72. M. Calzada,

“Influencias norteamericanas en el urba-

nismo del Instituto Nacional de Coloni-zación”, ibid., pp. 87-96.

72 C. Casado de la Fuente, “La coloniza-ción en Dinamarca”, Colonización, 7, enero de 1948, pp. 18-24.

73 Ibid., p. 23. 74 “Mirando al exterior. La asimilación so-

viética en los Estados Bálquicos”, Agri-cultura, 258, 1953, pp. 579-580.

75 C. Casado de la Fuente, “La coloniza-ción en Venezuela”, Colonización, 12, 1951, p. 18. El texto señala: “Con el Esta-tuto Agrario se tiende a la mejora de las condiciones de vida en el campo, a una equitativa distribución de la tierra, com-plementada por una dirección técnico administrativa y la ayuda económica del estado que asegure al trabajador rural la vivienda higiénica y la organización de su empresa agrícola con resultados remuneradores. A través de esta organi-zación, el gobierno puede centralizar y resolver convenientemente los urgentes problemas sanitarios, sociales, cultura-les y económicos del campo”.

76 Ibid., p. 21. Resulta de interés la siguien-te referencia a los modos de selección de los colonos: “Antes de proceder a la adjudicación de las parcelas, el instituto puede realizar las mejoras que juzgue necesarias para el éxito de la coloniza-ción. En las parcelaciones es obligación dar preferencia a los arrendatarios, aparceros, colonos y ocupantes de las fincas que se parcelan y a los vecinos de la región, prefiriendo en igualdad de condiciones a los solicitantes casados y padres de familia”.

77 El estado de Miranda se encuentra próximo a los límites de la capital, Cara-cas, aunque por la especial orografía de la zona sufre un importante aislamiento del resto del país, presentando salida por el mar de Las Antillas y por la zona caribeña.

78 Para entender bien el proceso de colo-nización agrícola en el contexto latinoa-mericano ver M. Skoczek, “Procesos de urbanización en las áreas de coloniza-ción agrícola en América Latina”, Misce-llanea geographica, 3, 1998, pp. 297-302.

79 “Fundación de núcleos de colonización en el Brasil”, Colonización, 10, 1950, p. 44. “Mirando al exterior. Brasil prepara la colonización de su territorio”, Agri-cultura, 268, 1954, pp. 466-467.

80 En cualquier caso, se apoyaban median-te medidas fiscales como la supresión de aquellos impuestos que afectaran al proceso de transformación territorial, por el plazo de tres años después de la presentación y aprobación del plan de colonización de una determinada zona.

81 Francis Pou, “Inmigración de agriculto-res españoles a la República Dominica-na...”, op. cit.

82 “Transformación agrícola de Portugal. La colonización Interior”, Colonización, 6, 1947, pp. 43-45.

83 La Ley de 27 de mayo de 1946, nº 2014, dictaba las bases para la adjudicación de lotes o casais, y significó la base legal a partir de la cual se crearon numerosas colonias.

84 “Transformación agrícola…”, op. cit., p. 44. Las primeras fincas afectadas por la nueva legislación fueron Heredade de Pegoes, en el término de Montijo, don-de se planificó para 145 colonos, Mata Nacional de Gafanha, con 522 explota-ciones familiares, y Campina da Indaha para 243 colonos.

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