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175 . LX EDUCACION Y TIEMPO LIBRE [61] 61 INTEGRACION En esta última etapa de la adaptación cultural el individuo integra los valores positivos en su persona, enriqueciéndose y ensanchando el mun- do de sus perspectivas y la conciencia de sí mis- mo. Al mismo tiempo conserva una autonomia personal relativamente mayor frente a los deter- minismos culturales. Las reacciones negativas que aparecían en los primeros pasos de su adap- tación han desaparecido, las identificaciones apa- rentes que se manifestaban en el periodo de ob- servación adquieren un nuevo sentido. No es la simpatía, ni la euforia la que domina, sino la significación personal de las nuevas aportacio- nes. La nueva experiencia le ha servido no sola- mente para extender el nivel de conciencia indi- vidual, sino también para desarrollar eficazmen- te el sentido social que todos llevamos en la na- turaleza. Su vida afectiva ha dado un paso muy significativo hacia el altruismo sano, que prepara el camino a una caridad cristiana más profunda y efectiva en nuestras relaciones con el prójimo. Esta privilegiada experiencia es la base más se- gura para una comprensión de los otros, para conservar la autonomía personal, para sobrevi- vir sin inquietudes a las estimulaciones aparen- temente heterogéneas de un mundo con expan- siones interculturales cada vez más extensas. CONCLUSION En el presente trabajo se expone la necesidad de la adaptación cultural del individuo en un me- dio ambiente extranjero y las diversas etapas por las cuales atraviesa en su lucha por resolver los problemas planteados en los nuevos ambien- tes socio-culturales. Dichas etapas son: aisla- miento, negación, observación e integración. NOTA: Resumen de una conferencia dada por el autor para estudiantes extranjeras en la Residencia Uni- versitaria «Regina Pacis». Educación y tiempo libre JOSE ANTONIO PEREZ-RIOJA Doctor en Filosofia y Letras. Bibliotecario. Director de la Casa de Cultura de Soria 4 NUESTRO TIEMPO Si de cualquier tiempo pasado es difícil formu- lar un juicio objetivo y exacto, mucho más aún del propio tiempo en que vivimos, porque, in- mersos en el, faltos de perspectiva suficiente, somos antes sus protagonistas que sus jueces imparciales. Por el mero hecho de vivir en nuestra época, unos la verán —como su propia vida— grata o cómoda, y otros, amarga o desagradable. Pero en lo que sí es posible estar acordes unos y otros es en que, pasadas las dos grandes gue- rras mundiales de 1914 y 1939, ha sufrido la sociedad contemporánea una transformación ra- dical, mucho mayor de lo que hubiera corres- pondido a ese mismo lapso de tiempo en otras circunstancias normales. Las dos terribles con- flagraciones han producido cambios materiales y sociales de tal dimensión que, referida a épo- cas anteriores, hubiera si g nificado el paso de un siglo entero o quizá de más. La devastación, la muerte, la ruina material y moral, las alteraciones y privaciones de todo género provocadas por ambas contiendas han dejado luego, en la paz, un estado de alteración espiritual, un desasosiego que lleva a las gentes a un deseo de moverse y de vivir antes inusi- tado. Y no es que tal deseo no haya existido en otros tiempos. Ha existido siempre, pero no tan intenso, no tan generalizado, no tan obsesivo como ahora. Porque no han sido solamente sus causas las consecuencias de dos guerras sin pre- cedentes y próximas entre sí. Lo ha sido tam- bién el desarrollo del maquinismo y de la téc- nica que, espoleado por las mismas necesidades bélicas, se ha difundido luego, masivamente, en la paz. significando un impacto moral y social de gran trascendencia histórica. Inventos, con- quistas científicas y aplicaciones técnicas que han revolucionado la táctica militar, han trans- formado después la marcha —antes, más sose- gada y lenta— de la sociedad, imprimiendo en ella. con bien acusados rasgos, una fisonomía nueva y distinta. El recuerdo y el reflejo de las

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INTEGRACION

En esta última etapa de la adaptación culturalel individuo integra los valores positivos en supersona, enriqueciéndose y ensanchando el mun-do de sus perspectivas y la conciencia de sí mis-mo. Al mismo tiempo conserva una autonomiapersonal relativamente mayor frente a los deter-minismos culturales. Las reacciones negativasque aparecían en los primeros pasos de su adap-tación han desaparecido, las identificaciones apa-rentes que se manifestaban en el periodo de ob-servación adquieren un nuevo sentido. No es lasimpatía, ni la euforia la que domina, sino lasignificación personal de las nuevas aportacio-nes. La nueva experiencia le ha servido no sola-mente para extender el nivel de conciencia indi-vidual, sino también para desarrollar eficazmen-te el sentido social que todos llevamos en la na-turaleza. Su vida afectiva ha dado un paso muysignificativo hacia el altruismo sano, que preparael camino a una caridad cristiana más profunda

y efectiva en nuestras relaciones con el prójimo.Esta privilegiada experiencia es la base más se-gura para una comprensión de los otros, paraconservar la autonomía personal, para sobrevi-vir sin inquietudes a las estimulaciones aparen-temente heterogéneas de un mundo con expan-siones interculturales cada vez más extensas.

CONCLUSION

En el presente trabajo se expone la necesidadde la adaptación cultural del individuo en un me-dio ambiente extranjero y las diversas etapaspor las cuales atraviesa en su lucha por resolverlos problemas planteados en los nuevos ambien-tes socio-culturales. Dichas etapas son: aisla-miento, negación, observación e integración.

NOTA: Resumen de una conferencia dada por el autorpara estudiantes extranjeras en la Residencia Uni-versitaria «Regina Pacis».

Educación y tiempo libreJOSE ANTONIO PEREZ-RIOJA

Doctor en Filosofia y Letras. Bibliotecario.Director de la Casa de Cultura de Soria

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NUESTRO TIEMPO

Si de cualquier tiempo pasado es difícil formu-lar un juicio objetivo y exacto, mucho más aúndel propio tiempo en que vivimos, porque, in-mersos en el, faltos de perspectiva suficiente,somos antes sus protagonistas que sus juecesimparciales.

Por el mero hecho de vivir en nuestra época,unos la verán —como su propia vida— grata ocómoda, y otros, amarga o desagradable.

Pero en lo que sí es posible estar acordes unosy otros es en que, pasadas las dos grandes gue-rras mundiales de 1914 y 1939, ha sufrido lasociedad contemporánea una transformación ra-dical, mucho mayor de lo que hubiera corres-pondido a ese mismo lapso de tiempo en otrascircunstancias normales. Las dos terribles con-flagraciones han producido cambios materialesy sociales de tal dimensión que, referida a épo-cas anteriores, hubiera significado el paso deun siglo entero o quizá de más.

La devastación, la muerte, la ruina materialy moral, las alteraciones y privaciones de todogénero provocadas por ambas contiendas handejado luego, en la paz, un estado de alteraciónespiritual, un desasosiego que lleva a las gentesa un deseo de moverse y de vivir antes inusi-tado. Y no es que tal deseo no haya existido enotros tiempos. Ha existido siempre, pero no tanintenso, no tan generalizado, no tan obsesivocomo ahora. Porque no han sido solamente suscausas las consecuencias de dos guerras sin pre-cedentes y próximas entre sí. Lo ha sido tam-bién el desarrollo del maquinismo y de la téc-nica que, espoleado por las mismas necesidadesbélicas, se ha difundido luego, masivamente, enla paz. significando un impacto moral y socialde gran trascendencia histórica. Inventos, con-quistas científicas y aplicaciones técnicas quehan revolucionado la táctica militar, han trans-formado después la marcha —antes, más sose-gada y lenta— de la sociedad, imprimiendo enella. con bien acusados rasgos, una fisonomíanueva y distinta. El recuerdo y el reflejo de las

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angustias de una muerte o de una ruina inmi-nentes que aún quedaban en los hombres de 1919se desencadenó. como evasión o reacción lógica,en un inusitado deseo de vivir durante los «ale-gres arios veinte», propicios a los negocios y alas existencia fácil de algunas minorías enri-quecidas. mientras se publicaban en los perió-dicos del mundo occidental aquellas fotografíasespeluznantes de niños depauperados de la porentonces recién nacida Unión Soviética. Comootra reacción post-bélica, aunque en el fondotambién belicosa, mezcla de revolución y con-tra-revolución, surgió asimismo en Europa unnacionalismo totalitario, ya gesticulante y tea-tral en la Italia mussoliniana, ya pagano, ra-cista y lleno de frustracciones y resentimientosen la Alemania «nazi» de Hitler. Después, entre1939 y 1945, como. consecuencia de aquellos im-perialismos fanáticos, otra vez la calamidad deuna nueva guerra mundial aún más extensa eintensa que la primera. Si ésta puso fin a la«belle époque». la segunda daría principio a unanueva y vertiginosa etapa, de cuyo desarrollo so-mos protagonistas o espectadores, cada vez máscompleja en sus estructuras políticas y sociales,en sus planificaciones económicas, en la raciona-lización y mecanización del trabajo y. sobre todo,en la enorme crisis de valores humanos, mora-les y religiosos, e incluso estéticos, por la queahora atravesamos.

Toda la tensión producida por las dos gran-des guerras, por revoluciones y agitaciones so-ciales y políticas, por la reciente reacción denuevos Congos que estrenan y prostituyen suinmadura libertad; todo el afán de evasión deuna sociedad cansada de luchar en contiendasy agitaciones inútiles; toda una ya remota einjusta distribución de bienes materiales; todauna tremenda incomprensión, ya lejana y atá-vica, que ha venido cerrando las puertas de lapaz y de la convivencia, y otros muchos erroresmás se han juntado de golpe en esta época que,si desde un punto de vista positivo, parece pre-ocuparse, y de hecho se preocupa, por resolveringentes problemas, por otra parte —y éste essu lado negativo—, se despreocupa más que otrasépocas por los principios más fundamentales.

El ritmo actual del mundo ha llegado a exigiruna especie de «gigantismo» planificador, estruc-turador o racionalizador en la economía, en lapolítica. en la técnica y en la industria ante lanecesidad de resolver grandes problemas y deelevar en todas partes el nivel de vida. Ante talacuciamiento, estas palabras «nivel de vida» pa-rece que se entienden tan sólo como nivel ma-terial o económico, con grave olvido o con la-mentable desplazamiento a segundo término delos valores morales, espirituales, que la vida exi-ge, tanto más cuanto más elevada pretendamosque sea.

EL HOMBRE, GRAN DESCONOCIDO

Aunque parezca paradójico, según ha dicho unilustre filósofo (1), «ninguna época ha sabidotanto y tan diversamente como la nuestra», perotampoco «ninguna época ha sabido menos lo queel hombre sea que la actual, pues en ningunaépoca ha sido el hombre tan problemático comoen la nuestra».

El hombre se ha hecho más problemático ennuestro tiempo —creemos nosotros— porque está.sin duda, más desorientado que nunca, y no sabebien adónde va. En su vertiginoso afán por ir atodas partes y por divertirse —divertirse, etimoló-gicamente, es separarse—llega a encontrarse fue-ra de sí mismo. Es decir, está alterado. Y alteradovale tanto como estar en otra cosa distinta de unomismo. O, en otras palabras, en ese afán de ladiversión por la diversión, el hombre de hoy nose da tregua para seleccionar sus diversiones,conforme a sus gustos o preferencias. No tienetiempo para pensar adónde iría con agrado. por-que su preocupación es ir a cualquier parte.Y, como en general, va a tientas y a locas, mu-chas veces no siente placer alguno y no sabebien si aquello le gusta o no. Sin darse cuenta,se decepciona, se cansa, se aburre. Pero no sue-le reaccionar de una manera positiva. Cada nue-va sobrecarga de tedio diversivo le arrastra —conla complicidad del automóvil para acudir máspronto— a otra nueva diversión, en la que tansólo pretende pasar el rato o, mejor dicho, ma-tar el tiempo.

«MATAR EL TIEMPO»

Produce sonrojo pensar que con todo el ba-gaje de nuestra cultura occidental a cuestas,con todo el maravilloso acervo de la ciencia, latécnica y la sorprendente civilización actual, elhombre de 1965 no se conozca aún a sí mismo,no sepa expansionarse sin salirse de su propio«yo» y, como recurso heroico, no cuente con me-jor aliciente que el de «matar el tiempo». ¡Sutiempo libre! ¡El hombre de 1965 que, al cabode milenios y culturas, ha podido liberarse deser antropófago. no ha conseguido, en cambio.superar todavía esta infrahumana situación de«matador de su tiempo libre», o lo que es igual,de homicida espiritual de sí mismo. Porque elhombre actual viene a ser un inconsciente an-tropófago de su espíritu, ya que cada vez se vaalejando más de su «yo». del cultivo de su per-sonalidad, en esa alocada y tumultuosa separa-ción —tal es la diversión masiva o sin objeto—de cuanto constituye su verdadero ser.

Pero, ¿dónde hallar las motivaciones de estatendencia cada vez más extendida de «matar eltiempo»? Dejando a un lado las causas genera-les —a que hemos hecho referencia—, y, como

(1) Cfr. MAX SCHELER : El puesto del hombre en elcosmos. 2.' ed. Madrid, 1936.

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consecuencia de un estado de desarraigo de va-lores fundamentales, de descentramiento y des-ambientación, esas motivaciones tienen su pri-mer asiento en la familia, la cual ha perdido, engran parte, sus cualidades tradicionales de per-manencia, abnegación y atención hacia los hijos.Los padres de hoy son los primeros que se afa-nan por divertirse y no tienen o no encuentrantiempo para la vida familiar ni para educar asus hijos —lo cual no es sólo mandarlos a laescuela, a colegios, institutos o universidades—y así, inconscientemente, van sucediéndose ge-neraciones cada vez más descartadas, más des-arraigadas, más despersonalizadas, desilusiona-das, decepcionadas de sus propios progenitores,propicias al absurdo de un tedio prematuro ya las excentricidades de «nuevas olas» de exis-tencialistas y melenudos dentro de los más va-rios matices de una interminable fauna asf äl-tica: «teddy boys». «blousons-noir», «ye-yes»....Gamberrismo, en suma, con modas y con nom-bres más o menos internacionales. Oleadas deestupidez colectiva. Tendencias todas ellas ha-cia formas regresivas de vida, exteriorizadas engestos, bailes y canciones cuya aparente y elec-trizante modernidad es algo simplemente sel-vático, primitivo o elemental.

DIVERSION O ENAJENACION

En tales afanes, desmesurados por moverse ydivertirse en esta elementalidad que grita y ges-ticula en vez de cantar y dialogar, ¿qué clasede placer pueden hallar las nuevas generaciones?Rompen 9uizä, la monotonía de una existenciasosegada para caer en otra monotonía —peor,por agotadora y negativa— que sólo conduce alabsurdo, al tedio y al hastío. Observemos, porotra parte, el carácter masivo de estas tenden-cias diversivas, lo cual patentiza la carencia deindividualismo o personalidad en las más re-cientes generaciones. Sirva de ejemplo, en elbaile, que no danza la pareja en un plástico aco-plamiento de ritmo individual, sino que las pare-jas bailan sueltas y en grupos, un tanto grega-rios, con manifiesta impersonalidad.

En otro orden, como ha observado WrightMill (2), en la sociedad superdesarrollada actual sehace preciso un llamamiento a la responsabili-dad y a la conciencia adormecidas del hombre,ya que nuestra época se caracteriza por la ena-jenación de la responsabilidad y de la sensibili-dad moral. Dij érase que vivimos en plena pros-titución de valores: la ciencia, a veces, se iden-tifica con sus técnicas o productos mejor coti-zados comercialmente; el poder suele perder suauténtica significación de servicio; el dinero si-gue siendo —quizá más que nunca— el becerrode oro al que se rinde pleitesía, a la vez que elgran tirano del mundo; las máquinas —creadas

(2) Cfr. Las clases medias.

por el hombre para su servicio— se han conver-tido en las dominadoras de la vida moderna...El hombre, en efecto, ha sido enajenado en sulibertad y en su propia individualidad, avasa-llado por la máquina, que le transporta de unlado a otro, actúa e incluso piensa por él mismo;la máquina --esa gran suplantadora— que «levive su propia vida». Y en ese ahorrarle funcio-nes manuales, mecánicas e incluso intelectivas,la máquina va dejando vacíos en el alma huma-na. Así, por ejemplo, se ha perdido ya hoy latradición del artesano, del hombre que —comoaconsejaba Eugenio d'Ors (3)— debe complacer-se y esforzarse en la obra bien hecha. Ya nohay tampoco —como diría Ganivet— «escultoresde su alma», porque en medio de la prisa actual,el hombre apenas se ocupa en cultivarse a símismo.

EL TIEMPO LIBRE,CONQUISTA Y PROBLEMA

El hombre sigue inventando nuevos aparatosque le ahorren esfuerzo y le brinden nuevas co-modidades. A medida que multiplica las máqui-nas y suprimiendo la necesidad de sus brazos eincluso de su mente, porque también los «robots»piensan por y para él. Sueña, en fin, con la con-quista de reducir su jornada de trabajo. Y lo vaconsiguiendo. El aumento de las horas de ocioes la gran ilusión de la sociedad actual y lo será,en mayor escala, de la sociedad futura.

Pero he aquí el problema: no le ha dado tiem-po al hombre de prepararse bien para hacer unuso digno e inteligente de sus horas de asueto,cuyo empleo —como advertía Goethe— es una desus tareas más difíciles.

Se trata quizá del más delicado problema dela educación, el cual apenas si se ha planteadoseriamente, ni dentro de la familia, ni en la es-cuela, ni en los centros docentes de enseñanzamedia y superior, ni en los distintos órdenes dela vida. Ahora, si empezamos a ocuparnos —trasel olvido de muchas generaciones— es porque senos presenta de golpe, como un auténtico pro-blema.

Viene a ser una constante histórica: lo ma-terial va por delante de lo espiritual. El maqui-nismo reduce las horas de trabajo y, consiguien-temente, aumenta el tiempo libre. El hombreinventa y construye máquinas para conquistarel ocio, pero en su fiebre por conseguirlo nopiensa en cómo debe utilizarlo. La familia —comoseñalé antes— se despreocupa lamentablementey no educa a los hijos en este sentido. La es-cuela y los centros de enseñanza media y supe-rior informan de muchas materias, ciencias odisciplina s, memoristicamente, masivamen-te, pero no forman la personalidad del niño, nidel adolescente, ni del joven. La religión, inclu-so se entiende a menudo y se practica, por lo

(3) Cfr. Aprendizaje y heroismo. Madrid. 1915.

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general, antes que como tal religiosidad —víncu-lo, atadura a Dios y a unos sólidos principios mo-rales— como una herencia rutinaria o tradicio-nal de carácter externo, no exenta, en ocasiones,de hipocresías y convencionalismos.

EDUCACION DEL OCIO (4).

La enseñanza del buen uso del tiempo libreno ha sido ni es hasta ahora —aunque parezcaextraño— ni un elemento fundamental en la vidafamiliar, ni una asignatura escolar. ni un temadominante en la vida religiosa o cívica del hom-bre actual. En el mejor de los casos, empieza aser desde ahora tema de articulos, libros o ci-clos de conferencias y, por tanto, limitado asectores minoritarios.

Requiere el buen uso del tiempo libre una ade-cuada y constante educación inculcada ya en elseno de cada familia, enseriada en los distintosgrados de enseñanza y fomentada luego en losdiversos estratos de la vida profesional y cívica.Porque no puede haber educación completa sinsentido moral y religioso, sin educación indi-vidual, sin cultivo de la propia personalidad, sincivismo y sin vocación y capacitación profesio-nal. Y tampoco podemos hoy hablar de educaciónintegral de la personalidad humana si dentrode ella olvidamos o relegamos a un plano secun-dario la adecuada utilización del ocio que, endefinitiva, supone una esencial finalidad cultu-ral, moral y estética. No hemos de limitar, pues,la educación —que ha de ser, ante todo, huma-na, personal y social— a la enseñanza —elemen-tal, media o superior— de unas cuantas cienciaso disciplinas. sino como un progresivo refina-miento del espíritu, merced al cultivo del sen-tido moral, de la inteligencia y de la sensibili-dad estética. en un continuo contacto con lavida y en manejo frecuente de los libros y otrosmedios formativos hasta despertar plenamentesu curiosidad intelectual. La buena utilizacióndel ocio supone, en este aspecto, una gran am-bición cultural y educativa. porque significa laelevación del hombre a un ambiente espiritualsuperior, a la vez que su mejor preparación parala reflexión, la creación y la convivencia.

Por la misma configuración de la sociedad ac-tual —sociedad de masas— se hace mas comple-ja y difícil la convivencia, la cual tiene hoy ver-dadera importancia. ya que supone la sociedadde nuestro tiempo una yuxtaposición o ensam-blamiento de voluntades distintas y de interesesdispares e incluso contrapuestos. Porque convi-vir no es sólo vivir juntos o coexistir; implicabastante más que la mera simultaneidad de lu-gar o de tiempo; exige determinadas coinciden-cias espirituales capaces de unir a los hombresen los principios fundamentales , si bien con las

(4) Cfr. nuestro articulo «Hacia una educación delOCIO», en REVISTA DE EDUCACIÓN NACIONAL núm. 152, mar-zo 1963, págs. 99-102.

diferencias de criterios que permitan el diálogoy el matiz. En paises como el nuestro —dondetodavia es preciso superar ciertos problemas tem-peramentales de individualismo exagerado y deobstinada incomprensión—, la educación del ociorequiere aún mayores atenciones que en otros.Se ha querido ver, metafóricamente, cierta re-lación entre el sentido deportivo de la vida yla capacidad para la convivencia. Recordemos,a modo de ejemplo. que Inglaterra, el país demás solera deportiva —creador también del vo-cabulario deportivo internacional— es uno de losprimeros países del mundo que ha logrado re-solver, hace ya mucho tiempo, el problema dela convivencia. ¿No es, por otra parte, el puebloinglés uno de los que mejor ha sabido hacer usode sus ocios?

El buen empleo del tiempo libre tiende al me-joramiento de las facultades físicas, morales eintelectuales del hombre. Como oposición a loinstintivo, significa un cultivo de los impulsoshasta hacerlos libremente conscientes. La edu-cación del tiempo libre supone, por tanto, unaimportante finalidad que debe cumplir —dentrode nuestra actual sociedad de masas— una cultu-ra bien orientada (5). Asi se podrá llegar a unanivelación cultural. tan necesaria para acercar alos hombres al mismo tiempo de ir modelandoen cada uno de ellos su latente personalidadmás o menos adormecida, ya que el cultivo desí mismo en una adecuada utilización del tiem-po libre puede considerarse como el factor do-minante en la consecución de los módulos bási-cos y progresivos de la propia personalidad delas sociedades: nivelación social, libertad indi-vidual, ampliación del horizonte espiritual, au-mento de las posibilidades creadoras y de lafelicidad.

En una reciente conferencia internacional (6),René Maheu. director general de la Unesco, hadicho: «El tiempo libre no sirve tan sólo parael reposo, sino también, y quizá principalmente,como un medio a través del cual ejercer unafunción creadora, ya que debe contribuir a lo-grar la plenitud de la persona humana, a esti-mular y fortalecer el cuerpo social y a despertary animar el espíritu cívico. De ahí la necesidadde aprovechar el tiempo libre, organizando sushoras de manera que ofrezcan diversas posibi-lidades para apurar los gustos, aguzar el juicioy. asimismo, el sentido crítico, al par que sefavorecen las actividades positivas y se valori-zan y emplean las capacidades creadoras. Na-

(5) Preferimos cultura «orientada» a «dirigida», por-que en la cultura «orientada» el limite de tal influenciaestá determinado por el respeto a la personalidad hu-mana. La orientación supone encauzamiento, mientrasque la dirección puede implicar, a veces, un sentido ab-sorbente o unilateral.

(6) La celebrada en Praga, del 29 de marzo al 6 deabril de 1965, sobre el tema «Las relaciones de la edu-cación de adultos y el tiempo libre en la educación delas sociedades europeas». A esta conferencia —organizadapor el Gobierno checo— asistieron representantes de vein-ticuatro paises y, además, los de algunas organizacionesinternacionales como la Unesco, la OIT, etc.

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turalmente —añade Maheu—. esto plantea unaserie de problemas técnicos sumamente comple-jos: creación de una infraestructura adecuada(centros culturales, clubs deportivos. bibliotecas.

" museos, cinematecas, etc.) tanto más necesariacuanto que los paises industrializados están atra-vesando una fase rápida de urbanización: for-mación de educadores especializados y de ani-madores; utilización juiciosa de los medios mo-dernos de información popular: preparación demedidas para que ciertos grupos relativamentedesfavorecidos al respecto, como las mujeres, laspersonas de avanzada edad y los habitantes delas zonas rurales , puedan beneficiarse plenamen-te de los programas de educación de adultos yde la organización del tiempo libre»...

Por su parte, el relator general del Reino Uni-do, Brian Groombridge, señaló en esta mismaconferencia: «El tiempo libre no debe ser unproblema, sino una conquista del hombre. Has-ta ahora sólo unos pocos privilegiados podíandisfrutar de ocio digno, a expensas de la inmen-sa mayoría. En cambio, hoy casi todo el mundotiene su parte de tiempo libre y puede esperaraumentarle. Sin embargo, acontece que en to-dos los países se está aún muy lejos de aprove-char las posibilidades que se ofrecen al res-pecto».

TIEMPO LIBRE Y FELICIDAD

Se ha convertido en problema el tiempo libreporque no se ha planteado todavía el buen usodel ocio en toda su dimensión moral y educati-va, cívica y social. Es ya urgente abordarlo ensus exactas proporciones y con la atención de-bida para que deje de ser problema lo que, enverdad, supone una codiciada conquista del hom-bre: descansar. Pero descansar en su auténticoy antiguo sentido.

Para los griegos, el ocio (0-x04, en la lenguahelénica; schola, en latín, escuela, en castellano)tiene un alto valor intelectual y supone una ver-dadera selección social. «Estamos no ociosos paratener ocio» dice Aristóteles (7). La fiesta es elorigen del ocio. Ni una ni otro pueden prosperar.separados del culto. Dentro de éste, el ocio escultivo, cultura propiamente tal. porque supone

(7) Cfr. Etiea a Nicómaco, X; 7.

aquello que rebasa lo meramente utilitario; fueradel culto, el ocio se convierte en ociosidad. Enel ocio digno, contemplativo y creador se hallala más noble dedicación humana, alejada detodo interés utilitario. Y se encierra incluso lafelicidad. Nos lo dijo ya Cicerón (8): «Acostum-bran a ser tenidos por completamente felicesaquellos que después que han ganado gloria yfama son capaces de pasar su vida en una repú-blica perfectamente ordenada, de tal manera quepuedan entregarse tranquilamente a su trabajoy a su ocio con dignidad». Coinciden con Cice-rón otros pensadores antiguos e. incluso, gran-des teólogos cristianos, como Santo Tomás deAquino. Más tarde, nos dirá Paracelso que lafelicidad y la desdicha no son como la nieve oel viento, porque se pueden regular y compren-der según las leyes de la naturaleza.

Así también se hace preciso regular y educarel ocio, el cual —como observaba Seneca (9)—«si no va acompañado de la reflexión, es la muer-te y la sepultura del hombre». Y hoy, por excesoo por desorientación en el afán inmoderado dediversiones, el hombre se cava en vida su pro-pia sepultura, porque mata en el absurdo, eltedio y el hastío su espíritu. Lo que no podemospermitir, al cabo de veinte siglos largos de cris-tianismo, es que el hombre no quiera o no seacapaz de sentirse feliz, cristiana y reflexivamen-te; lo que no cabe admitir en nuestro tiempoes que por el afán desmesurado de felicidadmateril o epidérmica —siempre negativa— seconvierta la infelicidad —que tal es la diversiónalocada, la angustia absurda o el gamberrismoen todas sus formas— en una especie de mal cró-nico o de psicosis colectiva.

Si es el ocio la más codiciable de las conquis-tas humanas —como meta para la felicidad,no podrá gozar plenamente de su tiempo 3111i , .quien no sea capaz de encauzarlo haciativo de su espíritu. Porque la vida —tan a,tratti-va. por su propia multiplicidad— no vale la penade ser vivida sin entusiasmo, sin afán de sleiera-ción, sin un anhelo de sueños e ideales que en-ciende en cada uno de nosotros esa llamita delespiritu, soplo, aliento vital, que emana de Diosy al cual retorna.

(8) Cfr. De oratore, I; 1.(9) Cfr. Epístolas, 86.