Padre Carlos Alberto Mancuso

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Padre Carlos Alberto Mancuso

El Padre Carlos Mancuso nació en la ciudad de La Plata el 8 de febrero de 1934. Realizó sus

estudios primarios en la Escuela N° 83 de Los Hornos (La Plata). Ingresó en el Seminario Menor Nuestra Señora de Luján el 3 de enero de 1951. Cursó filosofía y teología en el

Seminario Mayor San José de la misma ciudad. Ordenado Presbítero el 8 de julio de 1962,

fue Vicario Cooperador en las parroquias Nuestra Señora de los Dolores (en la Catedral de

La Plata), Nuestra Señora de los Dolores (en la ciudad de Dolores) y Nuestra Señora de la Merced (en Chascomús). Se desempeñó como Cura Párroco de Nuestra Señora del Perpetuo

Socorro. Durante los últimos treinta y tres años prestó servicios como Párroco de la

Parroquia San José de La Plata y como Director Espiritual de Jornadas de Vida Cristiana.

Actualmente es Capellán del Colegio Corazón Eucarístico de Jesús y confesor del Seminario San José, del monasterio de las Madres Carmelitas de La Plata y de la casa del Padre Pío.

Canónigo de la Santa Iglesia Catedral de La Plata, atiende personalmente a los fieles que

desean consultarlo en el Hogar Sacerdotal de la misma iglesia. El Señor Arzobispo Monseñor

Héctor Aguer lo designó Exorcista de esta Archidiócesis. #¿Cómo ataca el diablo? Con voluntad de hacer daño y con garras terribles, que, de cierta manera, me recuerdan a la

electricidad: son invisibles pero tangibles y tienen la capacidad de mover al mundo. Una

entidad malévola que se permite tocarme el hombro, pero a la que sé de antemano que no

podré ver, aunque me dé vuelta a la velocidad máxima que mi cuerpo permita.# Padre

Carlos Mancuso

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Monseñor Carlos Alberto Mancuso.

El País.

Monseñor Carlos Alberto Mancuso es de los pocos seres humanos que se enfrentan al

demonio. Lo hace armado de los Evangelios y el agua bendita para expulsarlo del cuerpo

de la gente que ha sido víctima de hechizos, maleficios o, como dice él, “contaminada por

el mal en sectas satánicas”.

A esa tarea ha dedicado 29 de sus 51 años de sacerdocio. Ya en los infiernos al parecer le

temen, porque los conoce bien (a los demonios) y es uno de los ungidos por la Iglesia para

hacer exorcismos. El mismo Papa Francisco, cuando era arzobispo de Buenos Aires, le

mandaba feligreses poseídos para que les sacara el demonio de sus entrañas.

A Mancuso no le gusta el fútbol, como al Santo Padre, prefiere dedicar sus horas a la

lectura, cuando no está trabajando. Sabe que su oficio no es bien visto por la ciencia y por

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eso ha estudiado sicología, psiquiatría y parasicología a fin de poder reconocer los límites

en los que se mueve cada vez que tiene un paciente al frente.

El año pasado escribió el libro ‘Mano a mano con el demonio’, que ha sido un suceso

editorial, donde cuenta algunas de sus experiencias de exorcismo. Vino a Colombia

invitado por Teleamiga -dice- “a clarificar las ideas de mucha gente y a convencerla de que

el mal existe, que hay que protegerse y resguardarse”. Como un médico le advierte al

paciente que se cuide, por ejemplo, del sida, que es una enfermedad contagiosa que lo

puede llevar a la muerte y le dice cómo hacerlo.

El País habló con el célebre sacerdote.

¿Por qué decidió dedicarse a luchar contra el demonio?

Nunca tuve la intención de hacer exorcismos ni luchar de esta manera contra el diablo.

Pero, luego, meditando bien qué es lo que estamos haciendo nosotros como sacerdotes en

este mundo, leyendo los santos evangelios que son los libros en que se consignan los

hechos y los dichos de nuestro Señor Jesucristo, encontramos que Jesús le da importancia

a la lucha contra el demonio, porque dice Jesús a los apóstoles: “id por todo el mundo,

enseñad lo que os he enseñando, bautizad la gente y expulsad los demonios”. Quiere decir

que Jesús dejó en el plano del apostolado a su Iglesia naciente el expulsar demonios.

La Iglesia durante siglos ha cumplido las primeras dos funciones: ha enseñado a la

humanidad las palabras y hechos de Jesús, los ha bautizado, pero este tema de la

expulsión de demonios no ha sido permanentemente tenido en cuenta. Es un tema más

misterioso, no es tan simple como bautizar un niño o educar una persona en la fe católica.

¿Cómo sabe cuándo hay una persona endemoniada?

El sacerdote se las debe ingeniar para darse cuenta. En primer lugar, la persona que viene

a mi despacho es una persona que está afectada por algo, una dolencia, una angustia, una

ansiedad. Cuando esa persona llega yo hago, como dice el médico, la etiología del

paciente; averiguo sus antecedentes, dónde estuvo, con quién se vinculó, desde cuándo se

siente mal, si estuvo en alguna secta, qué tiempo y participación tuvo allí, qué secta es y,

de esa manera, voy desentrañando el pasado del paciente.

¿Usted practica la parapsicología en sus ritos?

No es que se practique, pero la tengo que tener en cuenta, porque hay gente que, por

ejemplo, dice que en la casa se oyen ruidos, se oyen pasos o la llaman y va a la puerta y

no hay nadie. Entonces la parapsicología a veces explica esos fenómenos, pero otras

veces también lo explica el hecho de que la casa ha sido contaminada por el mal.

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Pero, insisto, ¿cómo sabe usted que una persona está o no endemoniada?

Bueno, tuve que inventar mi propio sistema porque de esto no hay muchos precedentes. La

Iglesia durante tres siglos dejó en un cono de sombra un poco la práctica del exorcismo,

porque se había caído en muchas exageraciones y se puso todo esto debajo del tapete. Yo

encontré una oración en un libro de un exorcista, el padre Gabriel Amorth, de la Ciudad del

Vaticano, pongo al paciente sobre una silla y le rezo una oración. Si es una persona que

solo está afectada por un mal síquico o siquiátrico no va a reaccionar para nada.

Si está afectada por el demonio el paciente no resiste la oración. El paciente pega un

alarido y se cae. Ahí ya tengo el primer diagnóstico. No puedo hacer esto de otra manera.

Entonces lo que hago es citarlo para un día y una hora determinada, le pido que traiga una

manta, una almohada, lo acostamos en el suelo, cuatro hombres le oprimen los miembros

contra el suelo para que no se mueva, porque cuando hago propiamente el exorcismo el

paciente trata de liberarse porque el demonio no quiere que yo haga nada.

¿Allí se ve que sale el demonio cuando se libera la persona?

Se ve que la persona queda calmada, tranquila, pero no estoy seguro si se repetirá la

situación. Lo ven los familiares que conviven con el paciente. Lo importante es que no se

abandone al paciente porque puede caer en la desesperación y terminar suicidándose.

El Papa Francisco ha sido cercano a usted en estos temas. ¿Qué tipo de relación tenía el Papa con el exorcismo?

Monseñor Bergoglio, hoy en día el Papa Francisco, estando como arzobispo de Buenos

Aires me enviaba a La Plata a los pacientes y yo se los exorcizaba, razón por la cual con el

Papa hemos tenido y tenemos una especie de vinculación amistosa porque él está

agradecido de que yo le resolví un problema ya que él no tenía un exorcista a mano.

¿Qué opinión tiene el Papa Francisco de los exorcismos?

Naturalmente que él creía en los exorcismos porque de no ser así no habría enviado a los

endemoniados a mi casa.

¿Es una práctica autorizada por la Iglesia?

Autorizada y ordenada, porque si nosotros no ayudamos a estos pacientes, ellos no tienen

ningún tipo de liberación. No hay otra manera. Acá en Colombia veo que se usa mucho la

oración de liberación que es la misma que yo suelo hacer como test sicológico para saber

si están endemoniados o no. Eso puede producir una especie de alivio, pero el demonio no

se va a ir porque está esperando que uno le diga: vete al infierno en nombre de Jesucristo.

Ahí sí se retira y deja a la persona libre.

¿Habla usted con el Papa?

Yo no hablo con él, alguna vez le mandé una carta y él me la contestó de puño y letra a

vuelta de correo.

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Usted tiene cierto parecido físico con el Sumo Pontífice, ¿le han dicho?

Eso dice la gente, que nos parecemos, lo que me honra mucho.

Usted escribió el año pasado un libro que se llama 'Mano a mano con el diablo', en el que cuenta algunas de sus experiencias. ¿Se ha enfrentado usted mano a mano con el diablo?

Enfrentarse es estar hablando como lo hacemos ahora. Yo al demonio no lo veo en forma

carnal porque él no se manifiesta en forma corporal. Solamente sé que está ahí porque me

insulta, me dice palabras de grueso calibre y trata a veces de perturbar la ceremonia.

¿Cómo es el demonio?

No hay dos demonios iguales. Hay cosas que la gente común ignora. Todos los seres

humanos, así seamos de diferente raza, pertenecemos a una sola especie que es la

humana; pero en el mundo de los demonios cada demonio es una especie distinta. Los

demonios y los ángeles, porque los demonios son ángeles caídos. De manera que no hay

dos demonios iguales. Entre uno y otro puede haber la misma diferencia que hay entre un

elefante y una cucaracha.

¿Por qué eso?

Porque cada demonio llena su especie. Nosotros no llenamos la especie humana, somos

miles y millones de seres humanos y todos participamos de la especie humana sin

agotarla. Cada demonio agota su especie. Es un hecho teológico que la gente no conoce.

O sea que la lucha tampoco es igual con cada demonio...

No es igual. Hay demonios que hablan, otros que no hablan. Demonios que resisten, otros

que huyen espantados. El demonio se aterroriza con el sacerdote porque el sacerdote tiene

poder sobre él.

Alguna vez se informó que el Papa Juan Pablo II había dicho que el infierno no existía...

No, él no dijo eso.

¿Pero sí existe el infierno?

Claro que existe. Lo que se dijo en algún momento era que parecía que lo que no existía

era el ‘limbo de los niños’. Ese es el lugar donde van aquellas criaturas que no fueron

bautizadas y murieron antes de tener el uso de razón. No tienen ningún pecado más que el

original, entonces en lugar de ir al infierno van al ‘limbo de los niños’.

¿Quién va al infierno?

La gente que muere en pecado y con odio a Dios antes de confesarse; cae al infierno

porque es juzgada por Dios y no considerada apta para su reino. El que no es apto para el

reino de Dios queda en el reino de las tinieblas. Jesucristo habla muchas veces del reino

en el Evangelio.

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¿Cómo se es apto para entrar al reino de Dios?

Para el reino de Dios la aptitud se consigue como le dijo Jesús al joven rico: si quieres

entrar en la vida guarda los mandamientos. Y aquel le respondió: eso lo hice desde mi

juventud. Y Jesús le dijo, si quieres ser perfecto, ve y vende lo que tienes, dáselo a los

pobres y tendrás un tesoro en el cielo, luego ven y sígueme. Es nada más que eso, guardar

los diez mandamientos.

Es decir, muy poca gente entra porque no muchos guardan los diez mandamientos...

Bueno, eso no está revelado. Dios lo juzga.

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