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Padres de la Iglesia.
Parte I.
La Edad de Oro de los Padres (Siglos IV-VI).
Para Usos Internos y Didcticos Solamente
Adaptacion Pedaggica: Dr. Carlos Etchevarne, Bach. Teol.
Contenido:
San Atanasio.
I. La Trinidad. Unidad de naturaleza en el Padre y el Hijo. La eterna generacin del Hijo. La
eternidad del Padre implica la filiacin eterna. Los errores de Arrio. En qu sentido es exaltado el
Verbo, y nosotros con l. Nuestras relaciones con Dios, el Hijo y el Espiritu. II. Cristo redentor.
III. Los sacramentos. Vida de San Antonio Abad . La unidad de la Santa Trinidad (Carta I a
Serapin, 28-30). La condescendencia divina (La Encarnacin del Verbo). Carta de Nuestro
Santo Padre Atanasio, Arzobispo, a Marcelino Sobre la Interpretacin de los Salmos.
San Hilario de Poitiers. Homila de San Hilario de Poitiers Sobre el Salmo 130. Las armas del apstol (Comentario al
Evangelio de San Mateo 10:1-5).
San Zenn de Verona.
Virtudes-teologales.
San Efrn de Siria.
Madre Admirable. La Anunciacion de la Virgen. Eva y Maria. La cancin de cuna de Mara.
Himno en Contra de Bar-Daisan. Epstola de San Efren de Siria a Un Discpulo.
San Basilio el Grande. La accin del Espritu Santo. Recogimiento-interior (Epstola 11:2-4). El deber de trabajar
(Reglas ms amplias 37:1-2). Ayuno. Breve Resea de la Vida y Escritos de San Basilio. Los
Iracundos. La Envidia. La Embriaguez. Atiende a Ti Mismo. En Honor de San Barlaam, Mrtir.
Homila a los Ricos. El Tesoro Espiritual de San Basilio el Grande.
San Cirilo de Jerusaln ( 386).
Catequesis de San Cirilo de Jerusaln.
San Gregorio Nacianceno.
Tres luces que son una Luz (Poemas dogmticos, 1, 2, 3). Dios y Hombre verdadero (Discurso
29, 19-20). Virtudes cristianas (Discurso 14, 2-5). Reconocer los dones de Dios (Discurso 14,
23-25). Homilas Sobre la Natividad (1).
San Gregorio de Nisa.
El hombre, seor de la creacin (La creacin del hombre, Il-IV). Qu significa ser cristiano?
(Epstola a Armonium, 4-11). La Meta Divina y la Vida Conforme a la Verdad (1).
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Con el nombre de Edad de Oro de los Padres se designa el largo perodo que se abre con el Concilio de Nicea (ao 325) y se concluye con el Concilio de Calcedonia (ao 451). Es la
poca de esplendor en el desarrollo de la liturgia, que cristalizar en los diversos ritos que cono-
cemos; la poca de las grandes controversias teolgicas, que obligan a un profundo estudio de la
Revelacin y permiten formular dogmticamente la fe; la poca, en fin, de un gigantesco esfuer-
zo por la completa evangelizacin del mundo antiguo. La fecha de clausura de este perodo, ca-
racterizado por una gran unidad entre los dos pulmones de la Iglesia, Oriente y Occidente, es
slo simblica, ya que el trnsito al siguiente perodo, con el progresivo alejamiento entre el cris-
tianismo oriental y el occidental, se lleva a cabo poco a poco. La cada del Imperio Romano de
Occidente (ao 476) a causa de las invasiones brbaras acenta an ms este divorcio.
Con la llegada del siglo IV, nuevos panoramas se abren a la vida de la Iglesia. Despus
de casi tres siglos de persecuciones (la ltima, la ms cruel, bajo el emperador Diocleciano, tuvo
lugar a caballo entre los siglos III y IV, comienza un largo perodo de paz que facilit extraordi-
nariamente la expansin y desarrollo del Cristianismo. La fecha clave de este cambio se sita en
el ao 313, cuando el emperador Constantino, agradecido al Dios de los cristianos por la victoria
militar alcanzada en el Puente Milvio, que le asegur el dominio del Imperio, promulg el Edic-
to de Miln, con el que quedaron revocadas las leyes contrarias a la Iglesia. A partir de entonces,
el Cristianismo quedaba reconocido como religin y se permita a sus adeptos trabajar en las es-
tructuras del Estado. Ms tarde, en tiempos del emperador Teodosio (ao 380), que prohibi el
culto pagano, el Cristianismo sera declarado religin oficial del Imperio.
Con la llegada de la paz religiosa, los cristianos pudieron edificar sus propias iglesias.
Con la munificencia de Constantino se levantaron grandes baslicas en Roma (San Juan de
Letrn, San Pedro, San Pablo) y en Palestina (Natividad en Beln, Santo Sepulcro y Monte de los
Olivos, en Jerusaln). Al mismo tiempo, se emprendi la evangelizacin progresiva de la gente
del campo. El nombre de paganos, con el que an hoy se designa a quienes no estn bautizados,
proviene precisamente de los habitantes de las zonas rurales (pagi, en latn), que seguan casi en
su totalidad la antigua religin. En esta obra de evangelizacin destacaron los monjes, que
viviendo como eremitas o en comunidad dieron un testimonio elocuente de los ideales cristia-
nos. Se distinguieron, en Oriente, San Antonio Abad considerado como el fundador del mona-
quismo, y San Basilio de Cesrea en Occidente, San Martn de Tours y San Benito.
Tambin fuera de los territorios sometidos al Imperio Romano se propag con fuerza el
Cristianismo. Pero la onda evangelizadora estuvo condicionada por las divergencias doctrinales
surgidas en este perodo en torno a los dos misterios centrales de la fe: el de la Santsima Trini-
dad y el de la Encarnacin. Gracias al trabajo de los Padres de la Iglesia, y a los Concilios
ecumnicos en los que los obispos se reunieron para dilucidar tan graves cuestiones teolgicas, la
fe sali indenne y robustecida; pero la expansin de la Iglesia sufri retrasos. En efecto, mientras
los francos (a finales del siglo IV) y los irlandeses (en la segunda mitad del siglo V) pasaron di-
rectamente del paganismo a la fe catlica, otros pueblos o bien llegaron al Cristianismo en su
forma arriana, o bien se separaron de la unidad catlica a consecuencia de algunas controversias.
En el primer caso se cuentan los diversos pueblos godos; en el segundo, los persas, los armenios
y los abisinios. Slo los visigodos se incorporaran ms tarde a la plena comunin catlica (con-
versin de Recaredo, ao 589); los dems permanecieron arrianos hasta su extincin (ostrogodos,
longobardos) o siguieron el camino del nestorianismo o del monofisismo.
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Como ya se ha dicho, el desarrollo teolgico de este perodo se centra en torno a los dos
grandes misterios de la fe. El siglo IV y la primera dcada del siguiente se hallan dominados por
las discusiones sobre el misterio de la Santsima Trinidad; a partir de la segunda dcada del siglo
V va en auge la controversia cristolgica. La primera etapa se halla idealmente delimitada por los
dos primeros Concilios ecumnicos: el de Nicea (ao 325) y el de Constantinopla I (ao 381); la
segunda, ms reducida en cuanto a su duracin, pero de consecuencias mayores para la posteri-
dad, tiene como fechas clave los Concilios de feso (ao 431) y Calcedonia (ao 451). En este
marco se produce una floracin impresionante de grandes Padres de la Iglesia, que, junto al cui-
dado pastoral de los fieles que tenan encomendados, asumen el papel de defensores y exposito-
res de la genuina fe de la Iglesia, recibida de generacin en generacin desde los tiempos apost-
licos.
El arrianismo (llamado as por el nombre de su fundador, Arrio) fue un intento equivoca-
do de armonizar la fe en la unidad y trinidad de Dios. La Iglesia confesaba universalmente la
existencia de un nico Dios, al tiempo que afirmaba que ese nico Dios subsiste en tres Perso-
nas: Padre, Hijo y Espritu Santo. Exista una difusa tendencia a subordinar el Hijo al Padre, y el
Espritu al Padre y al Hijo, aunque sin negar su divinidad. Las explicaciones eran confusas, por-
que en los siglos anteriores no se haba determinado con precisin y autoridad el modo en que se
compagina la trinidad con la unidad en Dios. Arrio, presbtero de Alejandra, llev esta situacin
al extremo, enseando pblicamente que la segunda Persona de la Trinidad, el Verbo o Hijo, era
inferior al Padre: no tendra una existencia eterna, sino que sera la primera criatura del Padre,
mucho ms perfecta que las dems, pero criatura al fin y al cabo. El mismo razonamiento lo apli-
cara otro hereje, llamado Macedonio, al Espritu Santo.
La doctrina de Arrio se difundi mucho en Oriente (donde se hallaban las comunidades
cristianas ms numerosas) por medio de homilas, cartas y canciones para uso del pueblo. El
Verbo divino quedaba as reducido a la categora de un hroe o un semidis. Quiz contribuy al
xito de esta doctrina el hecho de que, de este modo, el cristianismo todava minoritario ,
colocndose en la lnea de los mitos y creencias paganas, facilitaba de algn modo la entrada en
la Iglesia de grandes multitudes. Pero este posible xito llevaba consigo un gran peligro: desnatu-
ralizar la fe cristiana en su ms profunda y genuina raz.
La voz de alarma la dio el obispo Alejandro de Alejandra, pero el arrianismo no se detu-
vo. Por fin, a impulsos de Constantino, los obispos se reunieron en Nicea (ao 325), dando ori-
gen al primer Concilio ecumnico de la historia de la Iglesia, que sancion la eternidad del Ver-
bo y su igualdad de naturaleza respecto al Padre: el Verbo es Dios de Dios, Luz de Luz, engen-
drado, no hecho, de la misma naturaleza del Padre, como rezamos en el Credo de la Misa. Sin
embargo, no desapareci la hereja arriana, que perdur en formas ms matizadas (semiarrianis-
mo), pero siempre errneas, con la decisiva ayuda de algunos obispos y de algunos emperadores.
Gracias al mprobo trabajo de los Padres de la Iglesia, movidos por el Espritu Santo, fue madu-
rando una mayor comprensin del misterio de Dios, que encontr su expresin en el Concilio I
de Constantinopla (ao 381), donde se reafirm y se desarroll la fe de Nicea. El arrianismo y
sus derivados quedaron vencidos, aunque persisti en grupos reducidos y sobre todo en los pue-
blos germnicos. Un papel de primer plano en esta victoria la tuvieron, con su predicacin y sus
escritos, San Atanasio, San Basilio, San Gregorio Nacianceno y San Gregorio de Nisa, en Orien-
te; San Hilario y San Ambrosio, en Occidente.
La segunda gran controversia, ya en pleno siglo V, vers sobre el misterio de la Encarna-
cin. Al interrogarse sobre la humanidad y la divinidad de Cristo, confesada siempre por la Igle-
sia, hubo algunos que minusvaloraron la divinidad, de modo que hacan de Jesucristo un hombre
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perfectsimo, habitado por la divinidad, lleno de todas las cualidades, pero slo hombre. sta fue
la actitud de Nestorio, Patriarca de Constantinopla, que al negar a la Virgen Mara el ttulo de
Madre de Dios, provoc la reaccin de San Cirilo, Patriarca de Alejandra. El tercer Concilio
ecumnico, reunido en feso (ao 431), defini la verdadera divinidad de Jesucristo y la mater-
nidad divina de Mara. El nestorianismo sobrevivi fuera de las fronteras del Imperio Romano y
se propag por Oriente, hacia Persia, la India y China.
En el ardor de la polmica antinestoriana, algunos alejandrinos pusieron en duda la plena
humanidad del Seor. Surgi as, casi inmediatamente, la hereja monofisita, que afirmaba que
tras la unin del Verbo con la carne, la naturaleza humana de Cristo haba sido absorbida
por el Verbo o, al menos, disminuida. Este error, de talante espiritualista, se difundi mucho
por Oriente, sobre todo en crculos monsticos, y puso en gravsimo peligro la genuina fe catli-
ca. De nuevo los Padres de la Iglesia tomaron la antorcha de la fe y, con la ayuda del Espritu
Santo, reunidos en el Concilio de Calcedonia (ao 451), propusieron el dogma de la unin
hiposttica de las dos naturalezas de Cristo (divina y humana) en la nica Persona del Verbo:
sin confusin, sin mutacin, sin divisin, sin separacin. Particular importancia reviste en estos
momentos la figura del Papa San Len Magno. Sin embargo, la historia del monofisismo no ter-
min en Calcedonia. Bajo formas ms suaves sigui siendo objeto de debate y de cismas, y con-
tinu vivo en Armenia, Mesopotamia, Egipto y Abisinia, dando origen a diversas Iglesias nacio-
nales que permanecen en nuestros das.
Como se ve, casi todas las grandes controversias teolgicas se originaron en el Oriente
cristiano, y all en efecto se resolvieron por obra de los cuatro primeros Concilios ecumnicos.
No fue pequea, sin embargo, la aportacin de Occidente en la resolucin de las dificultades,
tanto por medio de los obispos como mediante la celebracin de Snodos provinciales y la doc-
trina de los grandes Padres de la Iglesia latina; adems de los ya recordados anteriormente, es
justo citar a San Jernimo y a San Agustn.
La nica gran discusin teolgica desarrollada en Occidente fue promovida por Pelagio,
un monje bretn que se gan fama en Roma por su rigorismo moral. En el ao 410, con ocasin
del saqueo de la ciudad por los brbaros, se refugi en el norte de frica, donde secundado
por su discpulo Celestio predic abiertamente que la libertad decide el ltimo destino del
hombre. El pecado original no sera otra cosa que un mal ejemplo de nuestros primeros padres,
no un verdadero estado de pecado que se transmite a todos con la generacin; los nios no ser-
an bautizados para la remisin de los pecados (que no existiran en ellos); cada hombre vendra
al mundo en las mismas condiciones en que fue creado Adn; la muerte sera consecuencia de la
naturaleza, no la pena del pecado... Con estas premisas, quedaba anulada la obra de la Redencin
realizada por Jesucristo.
En Africa, Pelagio fue condenado por un Concilio provincial y adems encontr un hom-
bre especialmente preparado para rebatirle: el obispo Agustn de Hipona, que con su humildad y
su ciencia sent las bases de la doctrina catlica sobre la salvacin, que armoniza la gracia divina
con las obras humanas. A consecuencia de la actividad de San Agustn, que escribi libros muy
importantes sobre esta cuestin, en el ao 418 se reuni un Concilio plenario en Cartago, que
desenmascar las doctrinas pelagianas. El Papa Zsimo, que en un primer momento haba sido
engaado por las falsas disculpas de Pelagio y Celestio, escribi entonces una carta circular
(Epistola tractoria), dirigida a las mayores sedes episcopales de Oriente y Occidente, exponiendo
la recta doctrina catlica.
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San Atanasio.
Atanasio representa, en muchos aspectos, como la consolidacin de las principales lneas del pensamiento teolgico, todava fluctuante durante los siglos anteriores. Atanasio no fue tal vez
un gran genio especulativo, que abriera nuevas perspectivas a la teologa: fue ms bien el hombre
que en un momento crtico crucial el de la marea arriana supo captar certeramente cules
eran las ms radicales exigencias de la revelacin cristiana y, sobre todo, supo luchar con un de-
nuedo increble para lograr que tales exigencias fuesen reconocidas y aceptadas en un encarecido
ambiente en el que la confusin ideolgica y las intrigas polticas parecan hacer imposible tal
reconocimiento.
Toda la teologa de Atanasio casi puede reducirse a un esfuerzo por defender la verdadera
divinidad del Verbo, no menos que su verdadera funcin salvadora. Por lo menos ya desde Justi-
no, el intento de explicar la revelacin en trminos del pensamiento helnico iba llevando a con-
cepciones de tipo subordinacionista, en las que, aunque se quera mantener la naturaleza divina
del Verbo, ste apareca con un carcter mediador que tenda a hacer de l ms bien un ser in-
termediario en alguna manera subordinado o inferior al Dios supremo. Arrio representa el desa-
rrollo extremo de esta linea de pensamiento cuando afirma claramente la inferioridad del Verbo
como criatura, aunque se ponga su creacin antes de los tiempos. Atanasio defender ardoro-
samente que la mediacin reveladora y salvadora del Verbo no implica distincin sustancial con
respecto al Padre, sino que el Verbo es de la misma esencia y sustancia del Padre y constituye
con l una misma y nica divinidad, aunque como Verbo engendrado se distinga de l verdade-
ramente. Esta doctrina es defendida por Atanasio por fidelidad a la revelacin, sin que intente
propiamente una explicacin o justificacin del cmo o el porqu del misterio trinitario. La teo-
loga del Espritu Santo, aunque todava poco desarrollada de una manera explcita, es concebi-
da por Atanasio de manera paralela a la teologa del Verbo.
La temtica trinitaria lleva a Atanasio a ocuparse tambin de la soteriologa: en este pun-
to, sin olvidar el aspecto de satisfaccin vicaria, Atanasio desarrolla sobre todo una sateriologa
de asuncin>>, por la que la eficacia salvfica de la encarnacin del Verbo est primordialmente
en el mismo hecho de que ste, al asumir la carne humana, la diviniza, liberndola as de la suje-
cin al pecado, a la muerte y a la corrupcin.
La vida de Atanasio es una verdadera odisea de sufrimientos en defensa de la fe trinitaria.
Nacido en Alejandra en 295, aparece como dicono del obispo alejandrino en el concilio de Ni-
cea, en 325. Poco despus pasa a ocupar la sede de Alejandra, por muerte de su obispo, de la
que haba de ser desterrado cinco veces, para volver otras tantas, segn soplaban los vientos del
poder de sus enemigos arrianizantes o del favor y desfavor de los emperadores en los que aque-
llos buscaban apoyo. Muri lleno de gloria y en plena posesin de su sede el ao 373.
Josep Vives
Los Padres Apostlicos
Herder. Barcelona 1981
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Es la gran figura de la Iglesia en el siglo IV, junto con San Basilio el Grande, San Gregorio Na-
cianceno y San Gregorio de Nisa, en Oriente, San Hilario y San Ambrosio en Occidente. Por su
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incansable defensa del smbolo de fe promulgado en el Concilio de Nicea, se le denomina
Padre de la ortodoxia y columna de la fe.
Nacido en Alejandra de Egipto, en el ao 295, en esa ciudad recibi su formacin filos-
fica y teolgica. Fue ordenado dicono a los 24 aos, y acompa al obispo Alejandro, Patriarca
de Alejandra, al Concilio de Nicea (ao 325) en calidad de secretario. En ese Concilio, el prime-
ro de los ecumnicos, la Iglesia conden la hereja de Arrio, que negaba la consustancialidad del
Padre y del Hijo, afirmando por el contrario que el Verbo aunque superior a las criaturas es
inferior al Padre. A pesar de esta condena, los secuaces de Arrio, amparados muchas veces por la
autoridad imperial, siguieron difundiendo sus doctrinas, sobre todo en Oriente.
Es entonces cuando cobra enorme importancia San Atanasio, que elegido para susti-
tuir a Alejandro en la sede de Alejandra es consagrado obispo en el ao 328. Desde ese mo-
mento, se convierte en el gran adalid del Credo de Nicea, el brillante escritor que expone teolgi-
camente y defiende contra las diversas herejas apoyado en el estudio de la Escritura y en la
Tradicin la fe verdadera en la Santsima Trinidad. Esta defensa le cost seis destierros, pero
de todos ellos regres invicto a Alejandra, donde el clero y el pueblo le acogan triunfalmente.
Sus ltimos aos transcurrieron en paz. Falleci en el 373, ocho aos antes de que el Concilio I
de Constantinopla, segundo ecumnico, reafirmara solemnemente la fe de Nicea y diera trmino
a la hereja arriana.
La produccin literaria de San Atanasio es amplsima. La mayor parte est relacionada
con la defensa de la divinidad del Verbo, proclamada en Nicea; es el caso de los escritos apo-
logticos y dogmticos contra los paganos y contra los arrianos, as como el libro La Encarna-
cin del Verbo. Tambin elabor escritos exegticos y ascticos (es famosa su Vida de San An-
tonio, el primer eremita), varias cartas dogmticas enviadas a diversos Obispos, y las Cartas Fes-
tales, dirigidas a sus fieles con ocasin de la fiesta de la Pascua. Una de ellas, la correspondiente
al ao 367, es particularmente interesante porque contiene la primera lista completa de los 27
libros del Nuevo Testamento considerados como cannicos (es decir, inspirados por el Espritu
Santo).
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I. La Trinidad.
Existe, pues, una Trinidad santa y completa, de la que se afirma que es Dios, en el Pa-
dre, el Hijo y el Espritu Santo. En ella no se encuentra ningn elemento extrao o externo; no
se compone de uno que crea y de otro que es creado, sino que toda ella es creadora, consistente e
indivisible por naturaleza, siendo su actividad nica. El Padre hace todas las cosas por el Verbo
en el Espritu Santo: de esta manera se salva la unidad de la santa Trinidad. As en la Iglesia se
predica un solo Dios que est sobre todos, por todos y en todos (cf. Ef 4:6): sobre todos, en
cuanto Padre, principio y fuente; por todos, por el Verbo; en todos, en el Espritu Santo. Es
una verdadera Trinidad no slo de nombre y por pura ficcin verbal, sino en verdad y realidad.
As como el Padre es el que es, as tambin su Verbo es el que es y Dios soberano. El Espritu
Santo no est privado de existencia real, sino que existe con verdadera realidad... 1
Unidad y distincin entre el Padre y el Hijo.
Yo en el Padre, y el Padre en m (Jn 14:10). El Hijo est en el Padre, en cuanto pode-
mos comprenderlo, porque todo el ser del Hijo es cosa propia de la naturaleza del Padre, como el
resplandor lo es de la luz, y el arroyo de la fuente. As el que ve al Hijo ve lo que es propio del
Padre, y entiende que el ser del Hijo, proviniendo del Padre, est en el Padre. Asimismo el Padre
est en el Hijo, porque el Hijo es lo que es propio del Padre, a la manera como el sol est en su
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resplandor, la mente est en la palabra, y la fuente en el arroyo. De esta suerte, el que contempla
al Hijo contempla lo que es propio de la naturaleza del Padre, y piensa que el Padre est en el
Hijo. Porque la forma y la divinidad del Padre es el ser del Hijo, y, por tanto, el Hijo est en el
Padre, y el Padre en el Hijo. Por esto con razn habiendo dicho primero Yo y el Padre somos
uno (Jn 10:30), aadi: Yo en el Padre y el Padre en m (Jn 14:10): as manifest la identidad
de la divinidad y la unidad de su naturaleza.
Sin embargo, son uno pero no a la manera con que una cosa se divide luego en dos, que
no son en realidad ms que una; ni tampoco como una cosa que tiene dos nombres, como si la
misma realidad en un momento fuera Padre y en otro momento Hijo. Esto es lo que pensaba Sa-
belio, y fue condenado como hereje. Se trata de dos realidades, de suerte que el Padre es Padre, y
no es Hijo; y el Hijo es Hijo, y no es Padre. Pero su naturaleza es una, pues el engendrado no es
desemejante con respecto al que engendra, ya que es su imagen, y todo lo que es del Padre es del
Hijo. Por esto el Hijo no es otro dios, pues no es pensado fuera (del Padre): de lo contrario, si la
divinidad se concibiera fuera del Padre, habra sin duda muchos dioses. El Hijo es otro en
cuanto es engendrado, pero es del mismo en cuanto es Dios. El Hijo y el Padre son una sola co-
sa en cuanto tienen una misma naturaleza propia y peculiar, por la identidad de la divinidad ni-
ca. Tambin el resplandor es luz, y no es algo posterior al so! ni una luz distinta, ni una partici-
pacin de l, sino simplemente algo engendrado de l: ahora bien, una realidad as engendrada es
necesariamente una nica luz con el sol, y nadie dir que se trata de dos luces, aunque el sol y su
resplandor sean dos realidades: una es la luz del sol, que brilla por todas partes en su propio res-
plandor. As tambin, la divinidad del Hijo es la del Padre, y por esto es indivisible de ella. Por
esto Dios es uno, y no hay otro fuera de l. Y siendo los dos uno, y nica su divinidad, se dice
del Hijo lo mismo que se dice del Padre, excepto el ser Padre 2.
El Verbo no fue hecho como medio para crear.
El Verbo de Dios no fue hecho a causa de nosotros, sino ms bien nosotros fuimos
hechos a causa de l, y en l fueron creadas todas las cosas (Col 1:16). No fue hecho a causa de
nuestra debilidad siendo l fuerte por el Padre, que exista hasta entonces solo, a fin de
servirse de l como de instrumento para crearnos. En manera alguna podra ser as. Porque aun-
que Dios se hubiese complacido en no hacer creatura alguna, sin embargo el Verbo no por ello
hubiera dejado de estar en Dios, y el Padre de estar en l. Con todo no era posible que las cosas
creadas se hicieran sin el Verbo, y as es obvio que se hicieran por l. Pues ya que el Hijo es el
Verbo propio de la naturaleza sustancial de Dios, y procede de l y est en l... era imposible que
la creacin se hiciera sin l. Es como la luz que ilumina con su resplandor todas las cosas, de
suerte que nada puede iluminarse si no es por el resplandor. De la misma manera el Padre cre
con su Verbo, como si fuera su mano, todas las cosas, y sin l nada hace. Como nos recuerda
Moiss, dijo Dios: Hgase la luz, Congrguense las aguas (Gn 1:3 y 9)..., y habl, no a la
manera humana, como si hubiera all un obrero para or, el cual enterndose de la voluntad del
que hablaba fuera a ejecutarla. Esto sera propio del orden creado, pero indigno de que se atribu-
ya al Verbo. Porque el Verbo de Dios es activo y creador, siendo l mismo la voluntad del Padre.
Por eso no dice la sagrada Escritura que hubiera quien oyera y contestara cmo y con qu pro-
piedades quera que se hiciera lo que se tena que hacer, sino que Dios dijo nicamente Hga-
se, y al punto se aade Y as fue hecho. Lo que quera con su voluntad, al punto fue hecho y
terminado por el Verbo... Basta el querer, y la cosa est hecha. As la palabra dijo es para no-
sotros el indicador de la divina voluntad, mientras que la palabra y as fue hecho indica la obra
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realizada por su Verbo y su sabidura, en la cual se halla tambin incluida la voluntad del Padre...
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Unidad de naturaleza en el Padre y el Hijo.
Ya que l es el Verbo de Dios y su propia sabidura, y, siendo su resplandor, est siempre
con el Padre, es imposible que si el Padre comunica gracia no se la comunique a su Hijo, puesto
que el Hijo es en el Padre como el resplandor de la luz. Porque no por necesidad, sino como un
Padre, en virtud de su propia sabidura fund Dios la tierra e hizo todas las cosas por medio del
Verbo que de l procede, y establece por el Hijo el santo lavatorio del bautismo. Porque donde
est el Padre est el Hijo, de la misma manera que donde est la luz all est su resplandor. Y as
como lo que obra el Padre lo realiza por el Hijo. y el mismo Seor dice: Lo que veo obrar al Pa-
dre lo hago tambin yo, as tambin cuando se confiere el bautismo, a aquel a quien bautiza el
Padre lo bautiza tambin el Hijo, y el que es bautizado por el Hijo es perfeccionado en el
Espritu Santo. Adems, as como cuando alumbra el sol se puede decir tambin que es su res-
plandor el que ilumina, ya que la luz es nica y no puede dividirse ni partirse, as tambin, donde
est o se nombra al Padre all est tambin indudablemente el Hijo; y puesto que en el bautismo
se nombra al Padre, hay que nombrar igualmente con l al Hijo 4.
La eterna generacin del Hijo.
Es exacto decir que el Hijo es vstago eterno del Padre. Porque la naturaleza del Padre no
fue en momento alguno imperfecta, de suerte que pudiera sobrevenirle luego lo que es propio de
ella. El Hijo no fue engendrado como se engendra un hombre de otro hombre, de forma que la
existencia del padre es anterior a la del hijo. El hijo es vstago de Dios, y siendo Hijo del Dios
que existe eternamente, l mismo es eterno. Es propio del hombre, a causa de la imperfeccin de
su naturaleza, engendrar en el tiempo: pero Dios engendra eternamente, porque su naturaleza
es perfecta desde siempre... Lo que es engendrado del Padre es su Verbo, su sabidura y su res-
plandor, y hay que decir que los que afirman que haba un tiempo en que no exista el Hijo son
como ladrones que roban a Dios su propio Verbo, y se declaran contrarios a l diciendo que du-
rante un tiempo no tuvo ni Verbo ni sabidura, y que la luz hubo tiempo en que no tuvo resplan-
dor, y la fuente hubo tiempo en que era estril y seca. En realidad simulan evitar la palabra
tiempo a causa de los que se lo reprochan, y dicen que el Verbo exista antes de los tiempos.
Sin embargo, determinan un cierto periodo en el cual imaginan que el Verbo no exista, con lo
cual introducen igualmente la nocin de tiempo: y as, al admitir un Dios sin Logos o Verbo,
muestran su extraordinaria impiedad 5.
La eternidad del Padre implica la filiacin eterna.
Dios existe desde la eternidad: y si el Padre existe desde la eternidad, tambin existe des-
de la eternidad lo que es su resplandor, es decir, su Verbo. Adems, Dios, el que es, tiene de s
mismo el que es su Verbo: el Verbo no es algo que antes no exista y luego vino a la existencia,
ni hubo un tiempo en que el Padre estuviera sin Logos (alogos). La audacia dirigida contra el
Hijo llega a tocar con su blasfemia al mismo Padre, ya que lo concibe sin Sabidura, sin Logos,
sin Hijo... Es como si uno, viendo el sol, preguntara acerca de su resplandor: Lo que existe pri-
mero hace lo que no existe o lo que ya existe? El que pensara as seria tenido por insensato, pues
sera locura pensar que lo que procede totalmente de la luz es algo extrnseco a ella, y pregunta
cundo, dnde y cmo fue dicho. Lo mismo ocurre con el que pregunta tales cosas acerca del
Hijo y del Padre. Al hacer tales preguntas muestra una locura todava mayor, pues supone que el
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Logos del Padre es algo externo a l, e imagina como en sombras que lo que es generacin de la
naturaleza divina es una cosa creada, afirmando que no exista antes de ser engendrado. Oigan,
pues, la respuesta a su pregunta: El Padre, que existe (eternamente), hizo al Hijo con la misma
existencia... Mas, decidnos vosotros, los arrianos...: El que es, tuvo necesidad del que no era
para crear todas las cosas, o necesit de l cuando ya era? Porque est en vuestros dichos que el
Padre se hizo para s al Hijo de la nada, como instrumento para crear con l todas las cosas. Aho-
ra bien, quien es superior, el que tiene necesidad de algo o el que viene a colmar esta necesidad?
O es que ambos satisfacen mutuamente sus respectivas necesidades? Si decs esto, mostris la
debilidad de aquel que hubo de buscarse un instrumento por no poder por si mismo hacer todas
las cosas... Este es el colmo de la impiedad... 6.
Los errores de Arrio.
Las lindezas aborrecibles y llenas de impiedad que resuenan en la Talia, de Arrio, son de
este jaez: Dios no fue Padre desde siempre, sino que hubo un tiempo en que Dios estaba solo y
todava no era Padre; ms adelante lleg a ser Padre. El Hijo no exista desde siempre, pues todas
las cosas han sido hechas de la nada, y todo ha sido creado y hecho: el mismo Verbo de Dios ha
sido hecho de la nada y haba un tiempo en que no exista. No exista antes de que fuera hecho, y
l mismo tuvo comienzo en su creacin. Porque, segn Arrio, slo exista Dios, y no existan to-
dava ni el Verbo ni la Sabidura. Luego, cuando quiso crearnos a nosotros, hizo entonces a al-
guien a quien llam Verbo, Sabidura e Hijo, a fin de crearnos a nosotros por medio de l. Y dice
que existen dos sabiduras: una la cualidad propia de Dios, y la otra el Hijo, que fue hecha por
aquella sabidura, y que slo en cuanto que participa de ella se llama Sabidura y Verbo. Segn
l, la Sabidura existe por la sabidura, por voluntad del Dios sabio. Asimismo dice que en Dios
se da otro Logos fuera del Hijo, y que por participar de l el Hijo se llama l mismo Verbo e
Hijo por gracia. Es opcin particular de esta hereja, manifestada en otros de sus escritos, que
existen muchas virtudes, de las cuales una es por naturaleza propia de Dios y eterna; pero Cristo
no es la verdadera virtud de Dios, sino que l es tambin una de las llamadas virtudes entre las
que se cuentan la langosta y la oruga , aunque no es una simple virtud, sino que se la llama
grande. Pero hay otras muchas semejantes al Hijo, y David se refiri a ellas en el salmo llamn-
dole Seor de las virtudes (Sal 23:10). El mismo Verbo es por naturaleza, como todas las co-
sas, mudable, y por su propia voluntad permanece bueno mientras quiere: pero cuando quiere,
puede mudar su eleccin. lo mismo que nosotros, pues es de naturaleza mudable. Precisamente
por eso, segn Arrio, previendo Dios que iba a permanecer en el bien, le dio de antemano aquella
gloria que luego haba de conseguir siendo hombre por su virtud. De esta suerte Dios hizo al
Verbo en un momento dado tal como corresponda a sus obras, que Dios haba previsto de ante-
mano. Asimismo se atrevi a decir que el Verbo no es Dios verdadero, pues aunque se le llame
Dios, no lo es en sentido propio, sino por participacin, como todos los dems... Todas las cosas
son extraas y desemejantes a Dios por naturaleza, y as tambin el Verbo es extrao y deseme-
jante en todo con respecto a la esencia y a las propiedades del Padre, pues pertenece a las cosas
engendradas, siendo una de ellas... 7.
En qu sentido es exaltado el Verbo, y nosotros con l.
El Apstol escribe a los filipenses: Sentid entre vosotros lo mismo que Jesucristo, el
cual siendo Dios por su propia condicin... y toda lengua proclame que Jesucristo es Seor, para
gloria de Dios Padre>> (Flp 2:5-11). Qu podia decirse ms claro y ms explcito? Cristo no
pas de ser menos a ser ms, sino al contrario, siendo Dios, tom la forma de esclavo, y al to-
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10
marla no mejor su condicin, sino que se abajo. Dnde se encuentra aqu la supuesta recom-
pensa de su virtud? Qu progreso o qu elevacin hay en este abajarse? Si siendo Dios se hizo
hombre, y si al bajar de la altura se dice que es exaltado, adnde ser exaltado siendo ya Dios?
Siendo Dios el Altsimo, es evidente que su Verbo es tambin necesariamente altsimo. Qu
mayor exaltacin pudo recibir el que ya est en el Padre y es en todo semejante al Padre? No tie-
ne necesidad de ningn incremento, ni es tal como lo imaginan los arrianos. Est escrito que el
Verbo tuvo antes que abajarse para poder ser exaltado. Qu necesidad tena de abajarse para
conseguir as lo que ya tena antes? Qu don tena que recibir el que es dador de todo don?.. Es-
to no es enigma, sino misterio de Dios: En el principio exista el Verbo, y el Verbo estaba en
Dios, y el Verbo era Dios (Jn 1:1). Pero luego, este Verbo se hizo carne por nuestra causa. Y
cuando all se dice fue exaltado, se indica no una exaltacin de la naturaleza del Verbo, puesto
que sta era y es eternamente idntica con Dios, sino una exaltacin de la humanidad. Estas pa-
labras se refieren al Verbo ya hecho carne, y con ello est claro que ambas expresiones se
humill y fue exaltado se refieren al Verbo humanado. En el aspecto bajo el que fue humilla-
do, en el mismo podr ser exaltado, Y si est escrito que se humill con referencia a la encar-
nacin, es evidente que fue exaltado tambin con referencia a la misma. Como hombre tena
necesidad de esta exaltacin, a causa de la bajeza de la carne y de la muerte. Siendo imagen del
Padre y su Verbo inmortal, tom la forma de esclavo, y como hombre soport en su propia carne
la muerte, para ofrecerse as a s mismo como ofrenda al Padre en favor nuestro. Y as tambin,
como hombre, est escrito que fue exaltado por nosotros en Cristo, as tambin todos nosotros en
Cristo somos exaltados, y resucitados de entre los muertos y elevados a los cielos en los que
penetr Jess como precursor nuestro (Heb 6:20) 8.
Nuestras relaciones con Dios, el Hijo y el Espritu.
Cmo podemos nosotros estar en Dios, y Dios en nosotros? Cmo nosotros formamos
una cosa con l? Cmo se distingue el Hijo en cuanto a su naturaleza de nosotros?.. Escribe,
pues, Juan lo siguiente: En esto conocemos que permanecemos en l, y l en nosotros, en que
nos ha dado de su Espritu (1 Jn 4:13). As pues, por el don del Espritu que se nos ha dado es-
tamos nosotros en l y l en nosotros. Puesto que el Espritu es de Dios, cuando l viene a noso-
tros con razn pensamos que al poseer el Espritu estamos en Dios. As est Dios en nosotros: no
a la manera como el Hijo est en el Padre estamos tambin nosotros en el Padre, porque el Hijo
no participa del Espritu ni est en el Padre, por medio del Espritu; ni recibe tampoco el Espritu:
al contrario, ms bien lo distribuye a todos. Ni tampoco el Espritu junta al Verbo con el Padre,
sino que al contrario, el Espritu es receptivo con respecto al Verbo. El Hijo est en el Padre co-
mo su propio Verbo y como su propio resplandor: nosotros, en cambio, si no fuera por el Espri-
tu, somos extraos y estamos alejados de Dios, mientras que por la participacin del Espritu
nos relegamos a la divinidad. As pues, el que nosotros estemos en el Padre no es cosa nuestra,
sino del Espritu que est en nosotros y permanece en nosotros todo el tiempo en que por la con-
fesin (de fe) lo guardamos en nosotros, como dice tambin Juan: Si uno confiesa que Jess es el
Hijo de Dios, Dios permanece en l, y l en Dios (I Jn 4:15). ,En qu, pues, nos asemejamos o
nos igualamos al Hijo?.. Una es la manera como el Hijo est en el Padre, y otra la manera como
nosotros estamos en el Padre. Nosotros no seremos jams como el Hijo, ni el Verbo ser como
nosotros, a no ser que se atrevan a decir... que el Hijo est en el Padre por participacin del Esp-
ritu y por merecimiento de sus obras, cosa cuyo solo pensamiento muestra impiedad extrema.
Como hemos dicho, es el Verbo el que se comunica al Espritu, y todo lo que el Espritu tiene, lo
tiene del Verbo... 9.
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II. Cristo redentor.
El Verbo se hizo hombre, no vino a un hombre.
(El Verbo) se hizo hombre, no vino a un hombre. Esto es preciso saberlo, no sea que los
herejes se agarren a esto y engaen a algunos, llegando a creer que as como en los tiempos ant i-
guos el Verbo venia a los diversos santos, as tambin ahora ha puesto su morada en un hombre y
lo ha santificado, aparecindose como en el caso de aquellos. Si as fuera, es decir si slo se ma-
nifestara en un puro hombre, no habra nada paradjico para que los que le vean se extraaran y
dijeran: De dnde es ste? (MC 4:41) y: Porque, siendo hombre, te haces Dios (Jn 10:33).
Porque ya estaban acostumbrados a or: El Verbo de Dios vino a tal o cual profeta. Pero ahora, el
Verbo de Dios, por el que hizo todas las cosas, consinti en hacerse Hijo del hombre, y se
humill, tomando forma de esclavo. Por esto la cruz de Cristo es escndalo para los judos, mien-
tras que para nosotros Cristo es la fuerza de Dios y la sabidura de Dios. Porque, como dijo Juan:
El Verbo se hizo carne... (Jn 1:14), y la Escritura acostumbra a llamar carne al hombre
...Antiguamente el Verbo vena a los diversos santos, y santificaba a los que le reciban como
convena. Sin embargo, no se deca al nacer aquellos que el Verbo se hiciera hombre, ni que pa-
deciera cuando ellos padecieron. Pero cuando al fin de los tiempos vino de manera singular, na-
cido de Mara, para la destruccin del pecado... entonces se dice que tomando carne se hizo
hombre, y que en su carne padeci por nosotros (cf. I Pe 4:1). As se manifestaba, de suerte que
todos lo creysemos, que el que era Dios desde toda la eternidad y santificaba a aquellos a quie-
nes visitaba, ordenando segn la voluntad del Padre todas las cosas, ms adelante se hizo hombre
por nosotros; y, como dice el Apstol, hizo que la divinidad habitase en la carne de manera
corporal (cf. Col 2:9); lo cual equivale a decir que, siendo Dios, tuvo un cuerpo propio que utili-
zaba como instrumento suyo, hacindose as hombre por nosotros. Por esto se dice de l lo que
es propio de la carne, puesto que exista en ella, como, por ejemplo, que padeca hambre, sed,
dolor, cansancio, etc., que son afecciones de la carne. Por otra parte, las obras propias del Verbo,
como el resucitar a los muertos, dar vista a los ciegos, curar a la hemorragias, las hacia l mismo
por medio de su propio cuerpo. El Verbo soportaba las debilidades de la carne como propias,
puesto que suya era la carne; la carne, en cambio, cooperaba a las obras de la divinidad, pues se
hacan en la carne... De esta suerte, cuando padeca la carne, no estaba el Verbo fuera de ella, y
por eso se dice que el Verbo padeca. Y cuando hacia las obras del Padre a la manera de Dios, no
estaba la carne ausente, sino que el Seor hacia aquellas cosas asimismo en su propio cuerpo. Y
por esto, hecho hombre, decia: Si no hago las obras de mi Padre, no me creis, pero si las hago,
aunque no me creis a mi, creed a mis obras y reconoced que el Padre est en mi y yo en el Pa-
dre (Jn 10:37-8). Cuando fue necesario curar de su fiebre a la suegra de Pedro, extendi la mano
como hombre, pero cur la dolencia como Dios. De manera semejante, cuando cur al ciego de
nacimiento, ech la saliva humana de su carne, pero en cuanto Dios le abri los ojos con el lo-
do... As haca l las cosas, mostrando con ello que tena un cuerpo, no aparente, sino real. Con-
venia que el Seor, al revestirse de carne humana, se revistiese con ella tan totalmente que toma-
se todas las afecciones que le eran propias, de suerte que as como decimos que tenia su propio
cuerpo, as tambin se pudiera decir que eran suyas propias las afecciones de su cuerpo, aunque
no las alcanzase su divinidad. Si el cuerpo hubiese sido de otro, sus afecciones serien tambin de
aquel otro. Pero si la carne era del Verbo, pues el Verbo se hizo carne (Jn 1:14), necesariamen-
te hay que atribuirle tambin las afecciones de la carne, pues suya es la carne. Y al mismo a
quien se le atribuyen los padecimientos como el ser condenado, azotado, tener sed, ser cruci-
ficado y morir , a l se atribuye tambin la restauracin y la gracia. Por esto se afirma de una
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manera lgica y coherente que tales sufrimientos son del Seor y no de otro, para que tambin la
gracia sea de l, y no nos convirtamos en adoradores de otro, sino del verdadero Dios. No invo-
camos a creatura alguna, ni a hombre comn alguno, sino al hijo verdadero y natural de Dios
hecho hambre, el cual no por ello es menos Seor, Dios y Salvador 10.
La unin de la humanidad y la divinidad en Cristo.
Nosotros no adoramos a una criatura. Lejos de nosotros tal pensamiento, que es un error
ms bien propio de paganos y de arrianos. Lo que nosotros adoramos es el Seor de la creacin
hecho hombre, el Verbo de Dios. Porque aunque en si misma la carne sea una parte de la crea-
cin, se ha convertido en el cuerpo de Dios. Nosotros no separamos el cuerpo como tal del Ver-
bo, adorndolo por separado, ni tampoco al adorar al Verbo lo separamos de la carne, sino que
sabiendo que el Verbo se hizo carne, le reconocemos como Dios aun cuando est en la carne
11.
El Verbo, al tomar nuestra carne, se constituye en pontifico de nuestra fe.
Hermanos santos, partcipes de una vocacin celestial, considerad el apstol y pontfice
de vuestra religin, Jess, que fue fiel al que le haba hecho (Heb 3:1-2). Cundo fue enviado
como apstol, sino es cuando se visti de nuestra carne? Cundo fue constituido pontific de
nuestra religin, si no es cuando habindose ofrecido por nosotros resucit de entre los muertos
en su cuerpo, y ahora a los que se le acercan con la fe los lleva y los presenta al Padre, redimin-
dolos a todos y haciendo propiciacin por todos delante de Dios? No se refera el Apstol a la
naturaleza del Verbo ni a su nacimiento del Padre por naturaleza cuando deca que fue fiel al
que le haba hecho. De ninguna manera. El Verbo es el que hace, no el que es hecho. Se refera
a su venida entre los hombres y al pontificado que fue entonces creado. Esto se puede ver clara-
mente a partir de la historia de Aarn en la ley. Aarn no haba nacido pontfice, sino simple
hombre. Con el tiempo, cuando quiso Dios, se hizo pontfice... ponindose sobre sus vestidos
comunes el efod, el pectoral y la tnica, que las mujeres haban elaborado por mandato de Dios.
Con estos ornamentos entraba en el lugar sagrado y ofreca el sacrificio en favor del pueblo... De
la misma manera, el Seor en el principio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios y el Verbo
era Dios (Jn 1:1). Pero cuando quiso el Padre que se ofreciera rescate por todos y que se hiciera
gracia a todos, entonces, de la misma manera que Aarn tom la tnica, tom el Verbo la carne
de la tierra, y tuvo a Mara como madre a la manera de tierra virgen, a fin de que como pontfice
se ofreciera a s mismo al Padre, purificndonos a todos con su sangre de nuestros pecados y re-
sucitndonos de entre los muertos. Lo antiguo era una sombra de esto. De lo que hizo el Salvador
en su venida, Aarn haba ya trazado una sombra en la ley. Y as como Aarn permaneci el
mismo y no cambi cuando se puso los vestidos sacerdotales... as tambin el Seor... no cambi
al tomar carne, sino que sigui siendo el mismo, aunque oculto bajo la carne. Cuando se dice,
pues. que fue hecho, no hay que entenderlo del Verbo en cuanto tal... El Verbo es creador, pe-
ro luego es hecho pontfice al revestirse de un cuerpo hecho y creado, que pudiera ofrecer por
nosotros: en este sentido se dice que fue hecho... 12
El designio de Dios creador sobre el hombre.
...Dice el utilsimo libro del Pastor (de Hermas): Ante todo has de creer que uno es Dios, el que
cre y dispuso todas las cosas, y las hizo del no ser para que fueran (Mand. 1). Dios es bueno:
mejor dicho, es la misma fuente de la bondad. Ahora bien, siendo bueno, no puede escatimar na-
da a nadie. Por esto no escatim la existencia de nada, sino que a todas las cosas las hizo de la
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13
nada por medio de su propia Palabra, nuestro Seor Jesucristo. Y entre todas ellas tuvo en primer
lugar particular benevolencia para con el linaje humano, y viendo que segn su propia condicin
natural los hombres no podan permanecer indefinidamente, les dio adems un don particular: no
los cre simplemente como a los dems animales irracionales de la tierra, sino que los hizo segn
su propia imagen, hacindoles participar de la fuerza de su propia Palabra (Logos); y as, una
vez hechos participes de la Palabra (logikoi), podan tener una existencia duradera y feliz,
viviendo la vida verdadera y real de los santos en el paraso.
Pero Dios sabia tambin que el hombre tena una voluntad de eleccin en un sentido o en
otro, y tuvo providencia de que se asegurara el don que les haba dado ponindoles bajo determi-
nadas condiciones en determinado lugar. Efectivamente, los introdujo en su propio paraso, y les
puso la condicin de que si guardaban el don que tenan y permanecan buenos tendran aquella
vida propia del paraso, sin penas, dolores ni cuidados, y adems la promesa de la inmortalidad
en el cielo. Por el contrario, si transgreda la condicin y se pervertan hacindose malvados, co-
noceran que por naturaleza estaban sujetos a la corrupcin de la muerte, y ya no podran vivir en
el paraso, sino que expulsados de l acabaran muriendo y permaneceran en la muerte y en la
corrupcin... 13.
El pecado original, transmitido por la generacin sexual.
He aqu que he sido concebido en la iniquidad, y mi madre me concibi entre pecados
(Sal 50:7). El primer plan de Dios no era que nosotros viniramos a la existencia a travs del ma-
trimonio y de la corrupcin. Fue la transgresin del precepto lo que introdujo el matrimonio, a
causa de la iniquidad de Adn, es decir, de su repudio de la ley que Dios le haba dado. As pues,
los que nacen de Adn son concebidos en la iniquidad e incurren en la condena del primer padre.
La expresin: Mi madre me concibi entre pecados significa que Eva, madre de todos noso-
tros, fue la primera que concibi al pecado estando como llena de placer. Por eso nosotros, ca-
yendo en la misma condena de nuestra madre, decimos que somos concebidos entre pecados. As
se muestra cmo la naturaleza humana desde un principio, a causa de la transgresin de Eva,
cay bajo el pecado, y el nacimiento tiene lugar bajo una maldicin. La explicacin se remonta
hasta los comienzos, a fin de que quede patente la grandeza del don de Dios... 14.
El Verbo, hacindose hombre, diviniza a la humanidad.
Le dio un nombre que est sobre todo nombre (Flp 2:9). Esto no est escrito con refe-
rencia al Verbo en cuanto tal, pues aun antes de que se hiciera hombre, el Verbo era adorado de
los ngeles y de toda la creacin a causa de lo que tena corno herencia del Padre. En cambio s
est escrito por nosotros y en favor nuestro: Cristo, de la misma manera que en cuanto hom-
bre muri por nosotros, as tambin fue exaltado. De esta suerte est escrito que recibe en
cuanto hombre lo que tiene desde la eternidad en cuanto Dios, a fin de que nos alcance a noso-
tros este don que le es otorgado. Porque el Verbo no sufri disminucin alguna al tomar carne,
de suerte que tuviera que buscar cmo adquirir algn don sino que al contrario, diviniz la natu-
raleza en la cual se sumerga, haciendo con ello un mayor regalo al gnero humano. Y de la
misma manera que en cuanto Verbo y en cuanto que exista en la forma de Dios era adorado des-
de siempre, as tambin, al hacerse hombre permaneciendo el mismo y llamndose Jess, no tie-
ne en menor medida a toda la creacin debajo de sus pies. A este nombre se doblan para l todas
las rodillas y confiesan que el hecho de que el Verbo se haya hecho carne y est sometido a la
muerte de la carne no implica nada indigno de su divinidad, sino que todo es para gloria del Pa-
dre. Porque gloria del Padre es que pueda ser recobrado el hombre que l haba hecho y haba
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14
perdido, y que el que estaba muerto resucite y se convierta en templo de Dios. Las mismas potes-
tades de los cielos, los ngeles y los arcngeles, que le rendan adoracin desde siempre, le ado-
ran ahora en el nombre de Jess, el Seor: y esto es para nosotros una gracia y una exaltacin,
porque el Hijo de Dios es ahora adorado en cuanto que se ha hecho hombre, y las potestades de
los cielos no se extraan de que todos nosotros penetremos en lo que es su regin propia, viendo
que tenemos un cuerpo semejante al de aqul. Esto no hubiera sucedido si aquel que exista en
forma de Dios no hubiera tomado la forma de esclavo y se hubiera humillado hasta permitir que
la muerte se apoderara de su cuerpo. He aqu como lo que humanamente era tenido como una
locura de Dios en la cruz, se convirti en realidad en una cosa ms gloriosa para todos: porque en
esto est nuestra resurreccin... 15.
La redencin del hombre.
Nuestra culpa fue la causa de que bajara el Verbo y nuestra transgresin daba voces lla-
mando a su bondad, hasta que logr hacerlo venir a nosotros y que el Seor se manifestara entre
los hombres.
Nosotros fuimos la ocasin de su encarnacin y por nuestra salvacin am a los hombres
hasta tal punto que naci y se manifest en un cuerpo humano.
As pues, de esta forma hizo Dios al hombre y quiso que perseverara en la inmortalidad.
Pero los hombres, despreciando y apartndose de la contemplacin de Dios, discurrieron y pla-
nearon para s mismo el mal... y recibieron la condenacin de muerte con que haban sido ame-
nazados de antemano. En adelante ya no tenan una existencia duradera tal como haban sido
hechos, sino que, de acuerdo con lo que haban planeado, quedaron sujetos a corrupcin, y la
muerte reinaba y tena poder sobre ellos. Porque la transgresin del precepto los volvi a colocar
en su situacin natural, de suerte que as como fueron hechos del no ser, de la misma manera
quedaran sujetos a la corrupcin y al no ser con el decurso del tiempo.
Porque, si su naturaleza originaria era el no ser y fueron llamados al ser por la presencia y
la benignidad del Verbo, se sigue que as que los hombres perdieron el conocimiento de Dios y
se volvieron hacia el no ser porque el mal es el no ser, y el bien es el ser que procede del ser
de Dios , perdieron la capacidad de ser para siempre, es decir, que se disuelven en la muerte y
la corrupcin permaneciendo en ellas. Porque, por naturaleza, el hombre es mortal, ya que ha
sido hecho del no ser. Mas a causa de su semejanza con el que es, que el hombre poda conser-
var mediante la contemplacin de l, quedaba desvirtuada su tendencia natural a la corrupcin y
permaneca incorruptible, como dice la Sabidura: La observancia de la ley es vigor de inco-
rrupcin (Sab 6:18). Y puesto que era incorruptible, poda vivir en adelante a la manera de
Dios, como lo insina en cierto lugar la Escritura: Yo dije: sois dioses, y todos sois hijos del
Altsimo. Pero vosotros, todos mors como hombres, y cais como un jefe cualquiera (Sal 81:6-
7).
Porque Dios no slo nos hizo de la nada, sino que con el don de su Palabra nos dio el poder vivir
como Dios. Pero los hombres se apartaron de las cosas eternas, y por insinuacin del diablo se
volvieron hacia las cosas corruptibles: y as, por su culpa le vino la corrupcin de la muerte,
pues, como dijimos, por naturaleza eran corruptibles, y slo por la participacin del Verbo pod-
an escapar a su condicin natural, si permanecan en el bien. Porque, en efecto, la corrupcin no
poda acercarse a los hombres a causa de que tenan con ellos al Verbo, como dice la Sabidura:
Dios cre al hombre para la incorrupcin y para ser imagen de su propia eternidad: pero por la
envidia del diablo entr la muerte en el mundo (Sab 2:23-24). Entonces fue cuando los hombres
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15
empezaron a morir, y desde entonces la corrupcin los domin y tuvo un poder contra todo el
linaje humano superior al que le corresponda por naturaleza, puesto que por la transgresin del
precepto tena en favor suyo la amenaza de Dios al hombre. Ms an, en sus pecados los hom-
bres no se mantuvieron dentro de lmites determinados, sino que avanzando poco a poco llegaron
a rebasar toda medida. Primero descubrieron el mal y se atrajeron sobre s la muerte y la corrup-
cin. Luego se entregaron a la injusticia y sobrepasaron toda iniquidad, y no pararon en una es-
pecie de mal, sino que discurrieron nuevas maneras de perpetrar toda suerte de nuevos males, de
suerte que se hicieron insaciables en sus pecados. Por todas partes haba adulterios, y robos, y
toda la tierra estaba llena de homicidios y de rapacidades. No haba ley capaz de cohibir la co-
rrupcin y la iniquidad. Todos cometan toda suerte de maldades en privado y en comn: las ciu-
dades hacan la guerra a las ciudades, y los pueblos se levantaban contra los pueblos; todo el
mundo estaba dividido en luchas y disensiones y todos se emulaban en el mal...
Todo esto no hacia sino aumentar el poder de la muerte, y la corrupcin segua amena-
zando al hombre, y el gnero humano iba pereciendo. El hombre hecho segn el Verbo y a ima-
gen (de Dios) estaba para desaparecer, y la obra de Dios iba a quedar destruida. La muerte... te-
nia poder contra nosotros en virtud de una ley, y no era posible escapar a esta ley, habiendo sido
puesta por Dios a causa de la transgresin. La situacin era absurda y verdaderamente inacepta-
ble. Era absurdo que Dios, una vez que haba hablado, nos hubiera engaado, y que habiendo
establecido la ley de que si el hombre traspasaba su precepto morira, en realidad no muriese
despus de la transgresin, desvirtundose as su palabra... Por otra parte era inaceptable que lo
que una vez haba sido hecho segn el Verbo y lo que participaba del Verbo quedara destruido y
volviera a la nada a travs de la corrupcin. Porque era indigno de la bondad de Dios que lo que
era obra suya pereciera a causa del engao del diablo en que el hombre haba cado. Sobre todo,
era particularmente inaceptable que la obra de Dios en el hombre desapareciera, ya por negligen-
cia de ellos ya por el engao del diablo... Qu necesidad haba de crear ya desde el principio
tales seres? Mejor era no crearlos, que abandonarlos y dejarlos perecer una vez creados... Si no
los hubiese creado, nadie habra pensado en atribuirlo a impotencia. Pero una vez que los hizo y
los cre para que existieran, era de lo ms absurdo que tales obras perecieran a la vista misma del
que las haba hecho... 16.
Por el Verbo se restaura en el hombre la imagen de Dios.
Si ha llegado a desaparecer la figura de un retrato sobre tabla a causa de la suciedad que
se le ha acumulado, ser necesario que se presente de nuevo la persona de quien es el retrato, a
fin de que se pueda restaurar su misma imagen en la misma madera. La madera no se arroja, pues
tena pintada en ella aquella imagen: lo que se hace es restaurarla. De manera semejante, el Hijo
santsimo del Padre, que es imagen del Padre, vino a nuestra tierra a fin de restaurar al hombre
que haba sido hecho a su imagen. Por esto dijo a los judos: Si uno no renaciere... (Jn 3:5): no
se refera al nacimiento de mujer, como imaginaban aquellos, sino al alma que haba de renacer y
ser restaurada en su imagen. Una vez que la locura idoltrica y la impiedad haban ocupado toda
la tierra, y una vez que haba desaparecido el conocimiento de Dios, quin poda ensear al
mundo el conocimiento del Padre?.. Para ello se necesitaba el mismo Verbo de Dios, que ve la
mente y el corazn del hombre, que mueve todas las cosas de la creacin y que por medio de
ellas da a conocer al Padre. Y cmo poda hacerse esto? Dir tal vez alguno que ello poda
hacerse por medio de las mismas cosas creadas, mostrando de nuevo a partir de las obras de la
creacin la realidad del Padre. Pero esto no era seguro, pues los hombres ya lo haban descuidado
una vez, y ya no tenan los ojos levantados hacia arriba, sino dirigidos hacia abajo. Consiguien-
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16
temente, cuando quiso ayudar a los hombres, se present como hombre y tom para s un cuerpo
semejante al de ellos. As les ensea a partir de las cosas de abajo, es decir, de las obras del cuer-
po, de suerte que los que no queran conocerle a partir de su providencia del universo y de su so-
berana, por las obras de su cuerpo conocern al Verbo de Dios encarnado, y por medio de
l al Padre. As, como un buen maestro que se cuida de sus discpulos, a los que no podan
aprovecharse de las cosas mayores, les ensea con cosas ms sencillas ponindose a su nivel...
17.
Cristo ofrece su cuerpo en sacrificio vicario por todos.
Vio el Verbo que no poda ser destruida la corrupcin del hombre sino pasando absolu-
tamente por la muerte; por otra parte, era imposible que el Verbo muriera, siendo inmortal e Hijo
del Padre. Por esto tom un cuerpo que fuera capaz de morir, a fin de que ste, hecho partcipe
del Verbo que est sobre todas las cosas, fuera capaz de morir en lugar de todos y al mismo
tiempo permaneciera inmortal a causa del Verbo que en l moraba. As se impona fin para ade-
lante a la corrupcin por la gracia de la resurreccin. As, l mismo tom para si un cuerpo y lo
ofreci a la muerte como hostia y vctima libre de toda mancha, y al punto, con esta ofrenda
ofrecida por los otros, hizo desaparecer la muerte de todos aquellos que eran semejantes a l.
Porque el Verbo de Dios estaba sobre todos, y era natural que al ofrecer su propio templo y el
instrumento de su cuerpo por la vida de todos, pag plenamente la deuda de la muerte. Y as, el
Hijo incorruptible de Dios, al compartir la suerte comn mediante un cuerpo semejante al de to-
dos, les impuso a todos la inmortalidad con la promesa de la resurreccin. La corrupcin de la
muerte ya no tiene lugar en los hombres, pues el Verbo habita en ellos a travs del cuerpo de
uno. Es como si el emperador fuera a una gran ciudad y se hospedara en una de sus casas: abso-
lutamente toda la ciudad se sentira grandemente honrada, y no habra enemigo o ladrn que la
asaltara para vejarla, sino que se tendra toda ella como digna de particular proteccin por el
hecho de que el emperador habitaba en una de sus casas. Algo as sucede con respecto al que es
emperador de todo el universo. Al venir a nuestra tierra y morar en un cuerpo semejante al nues-
tro, hizo que en adelante cesaran todos los ataques de los enemigos contra los hombres, y que
desapareciera la corrupcin de la muerte que antes tena gran fuerza contra ellos... 18.
Estando todos nosotros bajo el castigo de la corrupcin y de la muerte, l tom un cuerpo
de igual naturaleza que los nuestros, y lo entreg a la muerte en lugar de todos, ofrecindolo en
sacrificio al Padre. Esto lo hizo por pura benignidad, en primer lugar a fin de que muriendo todos
en l quedara abrogada la ley que condenaba a los hombres a la corrupcin, ya que su fuerza
quedaba totalmente agotada en el cuerpo del Seor y no le quedaba ya asidero en los hombres; y
en segundo lugar para que, al haberse los hombres entregado a la corrupcin, pudiera l restable-
cerlos en la incorrupcin y resucitarlos de la muerte por la apropiacin de su cuerpo y por la gra-
cia de la resurreccin, desterrando de ellos la muerte, como del fuego la paja 19.
La encarnacin, principio de divinizacin del hambre.
Si las obras del Verbo divino no se hubieran hecho por medio del cuerpo, el hombre no
hubiera sido divinizado; y, por el contrario, si las obras propias del cuerpo no se atribuyesen al
Verbo, no se hubiera librado perfectamente de ellas el hombre. Pero una vez que el Verbo se
hizo hombre y se apropi todo lo de la carne, las cosas de la carne ya no se adhieren al cuerpo
pues ste ha recibido al Verbo y ste ha consumido lo carnal. En adelante, ya no permanecen en
los hombres sus propias afecciones de muertos y de pecadores, sino que resucitan por la fuerza
del Verbo y permanecen inmortales e incorruptibles. Por esto aunque lo que naci de Mara, la
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17
Madre de Dios, es la carne, se dice que es l quien naci de ella, pues l es quien da a los dems
el nacimiento para que sigan en la existencia. As nuestro nacimiento queda transformado en el
suyo, y ya no somos solamente tierra que ha de volver a la tierra, sino que habindonos adherido
al Verbo que viene del cielo podremos ser elevados a los cielos con l. As pues, no sin razn se
impuso sobre si las afecciones todas propias del cuerpo, pues as nosotros podamos participar de
la vida divina, no siendo ya hombres, sino cosa propia del mismo Verbo. Porque ya no morimos
por la ley de nuestro primer nacimiento en Adn, sino que en adelante transferimos al Verbo
nuestro nacimiento y toda nuestra debilidad corporal, y somos levantados de la tierra, quedando
destruida la maldicin del pecado que haba en nosotros, pues l se ha hecho maldicin por noso-
tros. Esto est muy en su punto: porque as como en nuestra condicin terrena morimos todos en
Adn, as cuando nacemos de nuevo a partir del agua y del Espritu, todos somos vivificados en
Cristo, y ya no tenemos una carne terrena, sino una carne que se ha hecho Verbo, por el hecho de
que el Verbo de Dios se hizo carne por nosotros 20.
El Verbo encarnado, vivificador de todo el universo.
El Verbo no estaba encerrado en su propio cuerpo. No estaba presente en su cuerpo y au-
sente de todo lo dems. No mova su cuerpo de suerte que hubiera dejado privado de su energa y
de su providencia al resto del universo. Lo ms admirable es que, siendo Verbo, no poda ser
contenido por nada, sino que ms bien l contiene todas las cosas. Y estando presente en toda la
creacin, l est por su naturaleza fuera de todas las cosas, ordenndolas todas y extendiendo a
todas y sobre todas su providencia, y vivificando a la vez todas y cada una de las cosas, conte-
nindolas a todas sin ser contenido de ellas. Slo en su propio Padre est l enteramente y bajo
todos respectos. De esta suerte, aunque estaba en un cuerpo humano y le daba vida, igualmente
daba vida al universo. Estaba en todas las cosas, y sin embargo estaba fuera de todas las cosas. Y
aunque era conocido por las obras que hacia en su cuerpo, no era desconocido por la energa que
comunicaba al universo... esto era lo admirable que en l haba: que como hombre viva una vida
ordinaria; como Verbo daba la vida al universo; como Hijo estaba en la compaa del Padre... 21.
III. Los sacramentos.
El bautismo.
Los arrianos corren el peligro de perder la plenitud del sacramento del bautismo. En efec-
to, la iniciacin se confiere en nombre del Padre y del Hijo; pero ellos no expresan al verdadero
Padre, ya que niegan al que procede de l y es semejante a l en sustancia; y niegan tambin al
verdadero Hijo, pues mencionan a otro creado de la nada, que ellos se han inventado. El rito que
ellos administran ha de ser totalmente vacio y estril, y aunque mantenga la apariencia es en rea-
lidad intil desde el punto de vista religioso. Porque ellos no bautizan realmente en el Padre y en
el Hijo, sino en el Creador y en la criatura, en el Hacedor y en su obra. Pero, siendo la criatura
otra cosa distinta del Hijo, el bautismo que ellos pretenden administrar es distinto del bautismo
verdadero, por ms que profesen nombrar al Padre y al Hijo de acuerdo con la Escritura. No bas-
ta para conferir el bautismo decir: Oh Seor! sino que hay que tener al mismo tiempo la recta
fe. Y sta fue la razn por la que nuestro Salvador no mand simplemente bautizar, sino que dijo
primero: Ensead. y slo luego: Bautizad en el nombre del Padre y del Hijo y del Espiritu
Santo. Porque de la instruccin nace la recta fe, y una vez se da la fe puede realizarse la inicia-
cin del bautismo... 22.
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18
La celebracin pascual de la eucarista.
Hermanos, despus que el enemigo que tena tiranizado al universo ha sido destruido, ya
no celebramos una fiesta temporal, sino eterna y celestial; ya no anunciamos aquel hecho con
figuras, sino que en realidad lo vivimos. Antes celebraban los judos esta fiesta comiendo la car-
ne de un cordero sin mancha y untando con su sangre sus jambas para ahuyentar al exterminador.
Pero ahora comemos la Palabra del Padre y sealamos los labios de nuestro corazn con la san-
gre del Nuevo Testamento, reconociendo la gracia que nos ha hecho el Salvador diciendo: Os
he dado poder de andar sobre las serpientes y las vboras y sobre todo poder de enemigo (Lc
10:19)... Por lo dems, amadisimos mios, es sabido que los que celebramos esta fiesta no hemos
de llevar vestidos sucios sobre nuestras conciencias, sino que nos hemos de adornar con vestidos
abolutamente limpios para este da de nuestro Seor Jess, a fin de poder realmente estar en la
fiesta con l. Nos vestimos as cuando amamos la virtud y aborrecemos el vicio; cuando guarda-
mos la castidad y evitamos la lujuria; cuando preferimos la justicia a la iniquidad; cuando nos
contentamos con las cosas necesarias y nos entregamos ms bien a fortalecer nuestra alma; cuan-
do no nos olvidamos de los pobres, sino que estamos determinados a que nuestras puertas estn
abiertas para cualquiera; cuando nos esforzamos por humillar nuestro nimo y detestar la sober-
bia...23.
La eucarista, alimento espiritual.
En el Evangelio de Juan he observado lo que sigue. Cuando habla de que su cuerpo ser
comido, y ve que a causa de esto muchos se escandalizan, dice el Seor: Esto os escandaliza?
Qu sera si vieseis al Hijo del hombre bajando de all donde estaba al principio? El Espritu es
lo que vivifica: la carne no aprovecha para nada. Las palabras que yo os he hablado son espritu
y vida>> (Jn 6:62-64). En esta ocasin dice acerca de s mismo ambas cosas: que es espritu y
que es carne; y distingue al espritu de lo que es segn la carne, para que creyendo no slo lo vi-
sible, sino lo invisible que haba en l, aprendan que lo que l dice no es carnal, sino espiritual.
Para alimentar a cuntos hombres seria su cuerpo suficiente? Pero tena que ser alimento para
todo este mundo. Por esto les menciona la ascensin al cielo del Hijo del hombre, a fin de sacar-
los de su mentalidad corporal y hacerles aprender en adelante que la carne que l llama comida
viene de arriba, del cielo, y que el alimento que les va a dar es espiritual. Les dice: Lo que os he
hablado es espiritu y vida (Jn 6:64), que es lo mismo que decir: lo que aparece y lo que es en-
tregado para salvacin del mundo es la carne que yo tengo, pero esta misma carne con su sangre,
yo os la dar a vosotros como alimento de una manera espiritual. O sea que es de una manera
espiritual como esta carne se da a cada uno, y se hace as para cada uno prenda de la resurreccin
de la vida eterna... 24.
El misterio de la eucarista.
Vers a los ministros que llevan pan y una copa de vino, y lo ponen sobre la mesa; y
mientras no se han hecho las invocaciones y splicas, no hay ms que puro pan y bebida. Pero
cuando se han acabado aquellas extraordinarias y maravillosas oraciones, entonces el pan se
convierte en el cuerpo y el cliz en la sangre de nuestro Seor Jesucristo... Consideremos el mo-
mento culminante de estos misterios: este pan y este cliz, mientras no se han hecho las oracio-
nes y splicas, son puro pan y bebida; pero as que se han proferido aquellas extraordinarias ple-
garias y aquellas santas splicas, el mismo Verbo baja hasta el pan y el cliz, que se convierten
en su cuerpo 25.
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19
La prctica de la penitencia.
De la misma manera que un hombre al ser bautizado por un sacerdote es iluminado con la
gracia del Espritu Santo, as tambin el que hace confesin arrepentido recibe mediante el sa-
cerdote el perdn por gracia de Cristo 26.
Los que han blasfemado contra el Espiritu Santo o contra la divinidad de Cristo diciendo:
Por Beelzebub, prncipe de los demonios, expulsa los demonios (Lc 11:15) no alcanzan perdn
ni en este mundo ni en el futuro. Pero hay que hacer notar que no dijo Cristo que el que hubiera
blasfemado y se hubiese arrepentido no habra de alcanzar perdn, sino el que estuviera en blas-
femia, es decir, permaneciera en la blasfemia. Porque la condigna penitencia borra todos los pe-
cados... La blasfemia contra el Espiritu es la falta de fe (apista), y no hay otra manera para
perdonarla si no es la vuelta a la fe: el pecado de atesmo y de falta de fe no alcanzar perdn
ni en este mundo ni en el futuro 27.
1. ATANASIO, Ad Serapionem, I, 28. 2. ATANASIO, Orationes contra Ar. III, 3-4. 3. Ibid. II, 31. 4. Ibid. II, 41-45. 5. Ibid, I, 14.
6. Ibid. I, 25-26. 7. Ibid. I, 5-6. 8. Ibid. I, 41. 9. Ibid. III, 24. 10. Ibid. III, 30-32 11. ATANASIO, Epistula ad Adelphium, 3. 12. Contra Ar. Il, 7-8. 13. ATANASIO, De lncarnatione, 3.
14. ATANASIO, In Ps. 50. 15. Contra `Ar. I, 42. 16. De Incarn. 4-6. 17. Ibid. 14-15. 18. Ibid. 9 19. Ibid. 8. 20. Contra Ar. III, 33. 21. De Incarn. 17. 22. Contra Ar. II, 42-43.
23. ATANASIO, Epistula festalis, IV, 3. 24. Ad Serap. IV, 19. 25. Fragm. de un sermn a los bautizados. 26. Fragm. contra Novat, 27. Fragm. in Mt.
Abad.
Por San Atanasio de Alejandra
Atanasio, Obispo, a los Hermanos en el Extranjero.
Excelente es la rivalidad en la que ustedes han entrado con los monjes de Egipto, decidi-
dos como estn a igualarlos o incluso a sobrepasarlo en su prctica de la vida asctica. De hecho
ya hay celdas monacales en su tierra y el nombre de monje se ha establecido por s mismo. Este
propsito de ustedes es, en verdad, digno de alabanza, y logren sus oraciones que Dios lo cum-
pla!
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20
Ustedes me pidieron un relato sobre la vida de san Antonio: quisieran saber como lleg a
la vida asctica, que fue antes de ello, como fue su muerte, y si lo que se dice de l es verdad.
Piensan modelar su vida segn el celo de su vida. Me alegro mucho de aceptar su peticin, pues
tambin saco yo provecho y ayuda del solo del solo recuerdo de Antonio, y presiento que tam-
bin ustedes, despus de haber odo su historia, no slo van a admirar al hombre, sino que
querrn emular su resolucin en cuanto les sea posible. Realmente, para los monjes la vida de
Antonio es modelo ideal de vida asctica.
As, no desconfen de los relatos que han recibido de otros de l, sino que estn seguros
de que, al contrario, han odo muy poco todava. En verdad, poco les han contado, cuando hay
tanto que decir. Incluso yo mismo, con todo lo que les cuente por carta, les voy a transmitir slo
algunos de los recuerdos que tengo de l. Ustedes, por su parte, no dejen de preguntar a todos los
viajeros que lleguen desde ac. As, tal vez, con lo que cada uno cuente de lo que sepa, se tendr
un relato que aproximadamente le haga justicia.
Bien, cuando recib su carta quise mandar a buscar a algunos monjes, en especial los que
estuvieron unidos con l ms estrechamente. As yo habra aprendido detalles adicionales y podr-
a haber enviado un relato completo. Por el tiempo de navegacin ya pas y el hombre del correo
se est poniendo impaciente. Por eso me apresuro a escribir lo que yo mismo ya s porque lo vi
con frecuencia, y lo que pude aprender del que fue su compaero por un largo perodo y verta
agua de sus manos. Del comienzo al fin he considerado escrupulosamente la verdad: no quiero
que nadie rehuse creer porque lo que haya odo le parezca excesivo, ni que mire en menos a
hombre tan santo porque lo que haya sabido no le parezca suficiente.
Nacimiento y Juventud de Antonio.
Antonio fue egipcio de nacimiento. Sus padres eran de buen linaje y acomodados. Como
eran cristianos, tambin el mismo creci. Como nio vivi con sus padres, no conociendo sino su
familia y su casa; cuando creci y se hizo muchacho y avanz en edad, no quiso ir a la escuela,
deseando evitar la compaa de otros nios, su nico deseo era, como dice la Escritura acerca de
Jacob (Gn 25:27), llevar una simple vida de hogar. Por su puesto iba a la iglesia con sus padres, y
ah no mostraba el desinters de un nio ni el desprecio de los jvenes por tales cosas. Al contra-
rio, obedeciendo a sus padres, pona atencin a las lecturas y guardaba cuidadosamente en su co-
razn el provecho que extraa de ellas. Adems, sin abusar de las fciles condiciones en que viva
como nio, nunca importun a sus padres pidiendo una comida rica o caprichosa, ni tena placer
alguno en cosas semejantes. Estaba satisfecho con lo que se le pona delante y no peda ms.
La Vocacin de Antonio y Sus Primeros Pasos en la Vida Monstica.
Despus de la muerte de sus padres qued solo con una nica hermana, mucho mas jo-
ven. Tena entonces unos dieciocho o veinte aos, y tom cuidado de la casa y de su hermana.
Menos de seis meses despus de la muerte de sus padres, iba, como de costumbre, de camino
hacia la iglesia. Mientras caminaba, iba meditando y reflexionaba como los apstoles lo dejaron
todo y siguieron al Salvador (Mt 4:20; 19:27); cmo, segn se refiere en los Hechos (4:35-37), la
gente venda lo que tena y lo pona a los pies de los apstoles para su distribucin entre los ne-
cesitados; y que grande es la esperanza prometida en los cielos a los que obran as (Ef 1:18; Col
1:5). Pensando estas cosas, entr a la iglesia. Sucedi que en ese momento se estaba leyendo el
pasaje, y se escuch el pasaje en el que el Seor dice al joven rico: Si quieres ser perfecto, vende
lo que tienes y d selo a los pobres; luego ven, sgueme, y tendrs un tesoro en el cielo (Mt
19:21). Como si Dios le hubiese puesto el recuerdo de los santos y como si la lectura hubiera si-
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do dirigida especialmente a l, Antonio sali inmediatamente de la iglesia y dio la propiedad que
tena de sus antepasados: 80 hectreas, tierra muy frtil y muy hermosa. No quiso que ni l ni su
hermana tuvieran ya nada que ver con ella. Vendi todo lo dems, los bienes muebles que pose-
a, y entreg a los pobres la considerable suma recibida, dejando slo un poco para su hermana.
Pero de nuevo, entr en la iglesia, escuch aquella palabra del Seor en el Evangelio: No
se preocupen por el maana (Mt 6:34). No pudo soportar mayor espera, sino que fue y distribuy
a los pobres tambin esto ltimo. Coloc a su hermana donde vrgenes conocidas y de confianza,
entregndosela para que fuese educada. Entonces l mismo dedico todo su tiempo a la vida asc-
tica, atento a s mismo, cerca de su propia casa. No existan an tantas celdas monacales en Egip-
to, y ningn monje conoca siquiera el lejano desierto. Todo el que quera enfrentarse consigo
mismo sirviendo a Cristo, practicaba la vida asctica solo, no lejos de su aldea. Por aquel tiempo
haba en la aldea vecina un anciano que desde su juventud llevaba la vida asctica en la soledad.
Cuando Antonio lo vio, tuvo celo por el bien (Gl 4:18), y se estableci inmediatamente en la
vecindad de la ciudad. Desde entonces, cuando oa que en alguna parte haba un alma que se es-
forzaba, se iba, como sabia abeja, a buscarla y no volva sin haberla visto; slo despus de haber-
la recibido, por decirlo as, provisiones para su jornada de virtud, regresaba.
Ah, pues, pas el tiempo de su iniciacin y afirm su determinacin de no volver mas a
la casa de sus padres ni de pensar en sus parientes, sino de dedicar todas sus inclinaciones y
energas a la prctica continua de la vida asctica. Haca trabajo manual, pues haba odo que el
que no quiera trabajar, que tampoco tiene derecho a comer (2 Ts 3:10). De sus entradas guarda-
ba algo para su manutencin y el resto lo daba a los pobres. Oraba constantemente, habiendo
aprendido que debemos orar en privado (Mt 6:6) sin cesar (Lc 18:1; 21:36; 1 Ts 5:17). Adems
estaba tan atento a la lectura de la Escritura, que nada se le escapaba: retena todo, y as su me-
moria le serv en lugar de libros.
As viva Antonio y era amado por todos. El, a su vez, se someta con toda sinceridad a
los hombres piadosos que visitaba, y se esforzaba en aprender aquello en que cada uno lo aventa-
jaba en celo y prctica asctica. Observaba la bondad de uno, la seriedad de otro en la oracin;
estudiaba la apacible quietud de uno y la afabilidad de otro; fijaba su atencin en las vigilias ob-
servadas por uno y en los estudios de otros; admiraba a uno por su paciencia, y a otro por ayunar
y dormir en el suelo; miraba la humildad de uno y la abstinencia paciente de otro; y en unos y
otros notaba especialmente la devocin a Cristo y el amor que se tenan mutuamente.
Habindose as saciado, volva a su propio lugar de vida asctica. Entonces haca suyo lo
obtenido de cada uno y dedicaba todas sus energas a realizar en s mismo las virtudes de todos.
No tena disputas con nadie de su edad, pero tampoco quera ser inferior a ellos en lo mejor; y
an esto lo haca de tal modo que nadie se senta ofendido, sino que todos se alegraban por l. Y
as todos los aldeanos y los monjes con quienes estaba unido, vieron que clase de hombre era y
lo llamaban el amigo de Dios amndolo como hijo o hermano.
Primeros Combates con los Demonios.
Pero el demonio que odia y envidia lo bueno, no poda ver tal resolucin en un hombre
joven, sino que se puso a emplear sus viejas tcticas contra l. Primero trat de hacerlo desertar
de la vida asctica recordndole su propiedad, el cuidado de su hermana, los apegos de su paren-
tela, el amor al dinero, el amor a la gloria, los innumerables placeres de la mesa y de todas las
cosas agradables de la vida. Finalmente le hizo presente la austeridad de todo lo que va junto con
esta virtud, despert en su mente toda una nube de argumentos, tratando de hacerlo abandonar su
firme propsito.
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El enemigo vio, sin embargo, que era impotente ante la determinacin de Antonio, y que
ms bien era l que estaba siendo vencido por la firmeza del hombre, derrotado por su slida fe y
su constante oracin. Puso entonces toda su confianza en las armas que estn en los msculos
de su vientre (Job 40:16). Jactndose de ellas, pues son su artimaa preferida contra los jvenes,
atac al joven molestndolo de noche y hostigndolo de da, de tal modo que hasta los que lo ve-
an a Antonio podan darse cuenta de la lucha que se libraba entre los dos. El enemigo quera su-
gerirle pensamientos sucios, pero el los disipaba con sus oraciones; trataba de incitarlo al placer,
pero Antonio, sintiendo vergenza, cea su cuerpo con su fe, con sus oraciones y su ayuno. El
perverso demonio entonces se atrevi a disfrazarse de mujer y hacerse pasar por ella en todas sus
formas posibles durante la noche, slo para engaar a Antonio. Pero l llen sus pensamientos de
Cristo, reflexion sobre la nobleza del alma creada por El, y sobre la espiritualidad, y as apag
el carbn ardiente de la tentacin. Y cuando de nuevo el enemigo le sugiri el encanto seductor
del placer, Antonio, enfadado, con razn, y apesadumbrado, mantuvo sus propsitos con la ame-
naza del fuego y del tormento de los gusanos (Js 16:21; Sir 7:19; Is 66:24; Mc 9:48). Sosteniendo
esto en alto como escudo, pas a travs de todo sin ser doblegado.
Toda esa experiencia hizo avergonzarse al enemigo. En verdad, l, que haba pensado ser
como Dios, hizo el loco ante la resistencia de un hombre. El, que en su engreimiento desdeaba
carne y sangre, fue ahora derrotado por un hombre de carne en su carne. Verdaderamente el Se-
or trabajaba con este hombre, El que por nosotros tom carne y dio a su cuerpo la victoria sobre
el demonio. As, todos los que combaten seriamente pueden decir: No yo, sino la gracia de Dios
conmigo (1 Co 15:10).
Finalmente, cuando el dragn no pudo conquistar a Antonio tampoco por estos ltimos
medios sino que se vio arrojado de su corazn, rechinando sus dientes, como dice la Escritura
(Mc 9:17), cambio su persona, por decirlo as. Tal como es en su corazn, as se le apreci: como
un muchacho negro; y como inclinndose ante l, ya no lo acos ms con pensamientos pues el
impostor haba sido echado fuera, sino que usando voz humana dijo: A muchos he engaado y
a muchos he vencido; pero ahora que te he atacado a ti y a tus esfuerzos como lo hice con tantos
otros, me he demostrado demasiado dbil.
Quin eres t que me hablas as? pregunt Antonio.
El otro se apresur a replicar con voz gimiente: Soy el amante de la fornicacin. Mi mi-
sin es acechar a la juventud y seducirla; me llaman el espritu de la fornicacin. A cuantos no
he engaado, que estaban decididos a cuidar de sus sentidos! A cuntas personas castas no he
seducido con mis lisonjas! Yo soy aquel por cuya causa el profeta reprocha a los cados: Ustedes
fueron engaados por el espritu de la fornicacin (Os 4:12). S, yo fui quien los hice caer. Yo
soy el que tanto te molest y que tan a menudo fui vencido por C,],LD. Antonio dio gracias al
Seor y armndose de valor contra l, dijo: Entonces eres enteramente despreciable; eres negro
en tu alma y tan dbil como un nio. En adelante ya no me causas ninguna preocupacin, porque
el seor esta conmigo y me auxilia, ver la derrota de mis adversarios (Sal 117:7).
Oyendo esto, el negro desapareci inmediatamente, inclinndose a tales palabras y te-
miendo acercarse al hombre.
Antonio Aumenta Su Austeridad.
Esta fue la primera victoria de Antonio sobre el demonio; ms bien, digamos que este
singular xito de Antonio fue el del Salvador, que conden el pecado en la carne, a fin de que la
justificacin de la ley se cumpliera en nosotros, que vivimos no segn la carne sino segn el
espritu (Rm 8:3-4). Pero Antonio no se descuid ni se crey garantido por s mismo por el hecho
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de que el demonio hubiera sido echado a sus pies; tampoco el enemigo, aunque vencido en el
combate, dej de estar al acecho de l. Andaba dando vueltas alrededor, como un len (1 P 5:8),
buscando una ocasin en su contra. Pero Antonio habiendo aprendido en las Escrituras que los
engaos del maligno son diversos (Ef 6:11), practic seriamente la vida asctica, teniendo en
cuenta que aun si no se poda seducir su corazn con el placer del cuerpo, tratara ciertamente de
engaarlo por algn otro mtodo, porque el amor del demonio es el pecado. Resolvi por eso,
acostumbrarse a un modo mas austero de vida. Mortific su cuerpo ms y ms, y lo puso bajo la
sujecin, no fuera que habiendo vencido en una ocasin, perdiera en otra (1 Co 9:27). Muchos se
maravillaron de sus austeridades, pero l mismo las soportaba con facilidad. El celo que haba
penetrado en su alma por tanto tiempo, se transform por la costumbre segunda naturaleza, de
modo que aun la menor inspiracin recibida de otros lo haca responder con gran entusiasmo. Por
ejemplo, observaba las vigilias nocturnas con tal determinacin que a menudo pasaba toda la no-
che sin dormir, y eso no slo una sino muchas veces, para admiracin de todos. As tambin co-
ma una sola vez al da, despus de la cada del sol; a veces cada dos das, y con frecuencia to-
maba su alimento cada dos das. Su alimentacin consista en pan y sal; como bebida tomaba so-
lo agua. No necesitamos mencionar carne o vino, porque tales cosas tampoco se encuentran entre
los dems ascetas. Se contentaba con dormir sobre una estera, aunque lo haca regularmente so-
bre el suelo desnudo.
Despreciaba el uso de ungentos para el cutis, diciendo que los jvenes deban practicar
la vida asctica con seriedad y no andar buscando cosas que ablandan el cuerpo; deban mas bien
acostumbrarse a trabajar duro, tomando en cuenta las palabras del apstol: Cuando mas dbil
soy, mas fuerte me siento (2 Co 12:10). Deca que las energas del alma aumentan cuanto ms
dbiles son