Paint It Black
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Paint it black
Fiel a sí mismo.
-AQUÍ YACE ALGUIEN CUYO NOMBRE FUE ESCRITO EN
EL AGUA. (EPITAFIO EN LA TUMBA DE JOHN KEATS)
(Dedicado a la memoria de A.C. y R.Ch. y al (maldito) lobo
emisario de la muerte)
Por más que lo desee, pido disculpas a los lectores (o
espectadores) del siguiente relato, explicación, texto
inclasificable. El problema no está en clasificar un texto, sino
en clasificar los asuntos de la vida. MIERDA, MIERDA EN
CAJITAS. }
Pido de antemano disculpas por no incluir todos aquellos
elementos relacionados directamente con la muerte, dado
que mi memoria no es tan fiable a la hora de procesar
recuerdos. Y que por tanto el criterio para juzgarlo sea a partir
de los hechos y sucesos aquí mencionados, así como la
postura personal (basada en la experiencia de vida) de quien
me escucha o de quien me lee.
Irónico que Gary Gilmour sea el tercero.
COMENZAR CON EL ALEPH.
Traté de razonar.-Pero, ¿no es muy oscuro el sótano?-La
verdad no penetra en un entendimiento rebelde. Si todos los
lugares de la tierra están en el Aleph, ahí estarán todas las
luminarias, todas las lámparas, todos los veneros de luz.he
leído otros de los cuentos...se leen muy rápido...aunque para
entenderlos, se necesitan varias lecturas...aunque vea que la
tristeza por Beatriz, que acompaña a Borges a lo largo del
relato, no lo sé, pero se apacigua un poco con el tiempo.
Entre su muerte y el descubrimiento del Aleph, pasan
más de diez años, y aunque él lo recuerda cada
instante, al igual que la luz, y el lo que ve él,
finalmente sucumben a algo netamente humano...el
olvido. Sentí infinita veneración, infinita lástima. Todos
quieren expresar esa sensación de infinita grandeza y
de infinita miniatura, la paradoja cósmica que a Borges
acoge al contemplar el universo
Qué cuento tan poderoso... el poder de hecho no es nada
comparado con todo esa energía, con todos esos eventos que
se escapan de la voluntad humana (Santiago) si...aunque
suena un poco platónico...pero precisamente solo
accedemos a ellos a través de reflejos...nosotros
mismos somos un efecto y un reflejo del universo De
hecho, no sé, se me ocurre que es antiplatónico.no es
un idealismo, no se trata de pensar el universo como
una materia inmóvil, una esencia que permea todo...
sino más bien como una experiencia desbordante,
como un gran abismo... pero entonces...cómo acceder
a él... partiendo de que también somos parte de él es
agnóstico es como sí, pero no, plantear la ambigüedad
como experimento. De alguna manera Borges es usted.
Borges está muerto, los gusanos y las moscas se lo han
llevado a todas partes
Y usted, un bicho K. lo lee e interpreta el mundo, usted
está vivo y se apropia de él.Para muchos es solo un
cuento, pero para usted es El Aleph! fue pensar en la
muerte de Casagemas lo que me hizo empezar a pintar
en azul". (Picasso)El mejor de los tres es el que se
conserva en el Museo Picasso de París. Casagemas
yace en su ataud, con la marca del disparo en la sien
derecha, iluminado por una enorme llama en la que
algunos han querido ver una representación de los
genitales femeninos (tendría cierto sentido). Tanto en
el colorido como en las pinceladas, Picasso está
imitando a Van Gogh, y lo hace a propósito. Es un
homenaje póstumo a dos pintores que, deprimidos, se
quitaron la vida de un disparo. (La muerte como un
catalizador. El caso de Picasso y la relación que tiene
con el período azul, desencadenado tras la muerte de
Casagemas, que lejanamente recuerda la relación
entre Marlowe y Shakespeare, entre Sartre y Nizan).
El Greco, El entierro del Conde Orgaz
Después de una larga espera tuve que parame de nuevo y
replantear todos los acontecimientos de los últimos dos años.
Y es que no se puede considerar una etnografía,sin un
tratamiento prolongado por los hechos, la diferencia entre
sincrónico y diacrónico, la dimensión temporal. O en otro
sentido, inevitable que el objeto de estudio se transformaea
medida que el investigador también cambie, lo que para este
caso aplica: mi relación con la muerte y con los muertos. En
principio, había pensado para el día de hoy, elaborar un
recuento acerca de cómo elaborar una etnografía a través de
dos días que fueron uno solo. Dos años más tarde, no me
importa más que una cosa: replantar esta misma relación,
conectando dos puntos como cortes, entre líneas formadas
sucesivamente de puntos, valiéndome de una posición
abierta hacia la etnografía, la muerte (y con esto digo, la
vida), la sociología, la literatura; y un abordaje heterodoxo a
lo que suelen ser los mismos hechos, mediados por la mayor
cantidad de asociaciones, recuerdos y coincidencias en las
que estamos sumidos. Al respecto, traer a colación la técnica
de Nabokov expuesta en su biografía, que le permite pasar de
una cosa a otra. Tras estar corroído por la depresión y la
soledad, se me dio por organizar mis recuerdos. Quería
seguirle la pista a los momentos felices. Ya no tengo familia, o
ya no lo somos como alguna vez lo fuimos. Encontrarme de
niño también fue hallar a mi idiota interior, momento en el
que no cabían las preocupaciones y los días eran tan anchos
como un río. Cada vez que las observo, algo nuevo llega a mi
mente. Un caso es que desde niño, la mayor parte de los
personajes que aparecen en sentido cronológico, vuelven una
y otra vez a mi vida. Son mis fantasmas que se mueven
en espiral, porque los recuerdos van de atrás hacia
adelante, para ser vividos otra vez. De eso se trata
recordar. En una de esas fotografías está mi abuelo, que ya
no existe, y en el que pienso de vez en cuando. La sensación
de observar todo el conjunto de fotos organizadas en una
vitrina, verse a sí mismo un poco cosificado, se parece un
poco a la sensación que tuve el año anterior, cuando falleció
mi abuelo, y su rostro pálido y amarillento –la faz cadavérica-
era un reflejo de mi propio rostro, a la vez tan cercano y tan
distante. Los personajes de mi vida aparecen y se repiten, y
con cada uno está una historia. Allí veo a mi primo, en unas
fotos de nuestra niñez, al lado de una piñata, en el campo
salimos con los viejos y unos perros. LETANÍAS.
pero descubrir la muerte es algo no sé si
necesario...para descubrirse uno mismo. No es muy
lúcido decirlo a través de la resaca. EL CARNAVAL DE
LA MUERTE. El primer contacto con la muerte
pienso...que es fundamental para entenderse, para
reconocer la contingencia, olvídelo...solo que cuando vi
mi primer muerto en la niñez tuve pensamientos
parecidos a los que acabo de describirme...
Ni el Sol ni la muerte se pueden mirar fijamente, La
Rochefauld.
La Muerte... Un compromiso de todos. El primer disco de la
Pestilencia.
¿No existe una posibilidad de pensar algo distinto?
¿Una relación con la muerte secular, o con elementos
más cercanos a las posibilidad del presente? Ya
creador no hay para volver a comenzar/Como dijo la
sagrada maldición/El universo en siete días lo creo/La
tercera guerra mundial será un estruendo
nuclear/donde historiadores no podrán narrarla/ Y los
humanos no podremos resistirla.
La cultura es una manera de darle sentido a nuestras
existencias, que de por sí son sociales. Es nuestra segunda
piel pero para sustentarla necesitamos establecer una
diferencia con el mundo de atrás, la naturaleza. Venimos de la
selva o del desierto, o como sea, pero es imperante decir que
algo sucedió, algún personaje la embarró o el mundo se acabó
y renació en forma medio humana. Por ello los rituales, para
reconocer nuestra propia existencia, dotada de conciencia de
puro y llano milagro. Claro que no todos los rituales alcanzan
el punto qué le digo, en muchas ocasiones, son una manera
de expresar un paso, un tránsito, de manera social. Es como
un guión ya escrito, sobre qué, cómo y porqué vivir. No es tan
evidente en nosotros, pero que otro rito más cercano que el
grado, para simbolizar la entrada al miserable mundo laboral,
o para simular que se es un adulto. Mire que hace unos días
divagaba con crudeza sobre las fiestas de quince. Las
relacioné con los ritos de paso en otras sociedades, en las que
una vez a la niña le llega su primera mestruación, es
encerrada, aleccionada por las mujeres que la rodean, y
cuando la experiencia concluye, la comunidad se encarga de
celebrarle, gritando a los cuatro vientos que ya no tenemos
una niña, sino una mujer. Es curioso pero las fiestas de quince
años son eso, y disculpará la frialdad, pero su función es
encubrir que la niña con vestido rosa y que baila el vals del
Danubio Azul con los edecanos, ya menstrúa (con el perdón
de todas las feministas que conozco).
¿Y qué es la vida? Sí, tiene toda la razón. Ya lo decía un tal
Céline hace ochenta años: Viajar es muy útil, hace trabajar la
imaginación. El resto no son sino decepciones y fatigas.
Nuestro viaje es por entero imaginario. A eso debe su fuerza.
Va de la vida a la muerte. Hombres, animales, ciudades y
cosas, todo es imaginado. Es una novela, una simple historia
ficticia. Lo dice Littré, que nunca se equivoca. Y, además, que
todo el mundo puede hacer igual. Basta con cerrar los ojos.
Está del otro lado de la vida.
Pero, sí, será mejor introducir una pausa antes del fin. Aunque
algo muy feo....recuerdo que vi un curso de antropología de la
muerte, con una señora en verdad moribunda...ella nos
hablaba de los moribundos, diciendo que antes de morir,
muchos parecen recobrar la vida por instantes, pero no, es
puro engaño, como una última patada antes de irse por
completo.
Para cuando se hable de México, la relación con los
muertos, García Márquez y su funeral. NADIE ES DE
NINGÚN LUGAR HASTA QUE NOTIENE UN
MUERTOTodavía no tenemos un muerto—dijo él—. Uno
no es de ninguna parte mientras no tenga un muerto
bajo la tierra. De José Arcadio a Úrsula.
Para mí la noche es día/ay que solo estoy. solo me
espera la muerte/ay que solo estoy/cuando cambiara
mi suerte?
¿La descripción del fallecimiento de A.?LOBO-LOBO-
LOBO. Y en cuanto a la muerte, sí, es mucho más
sincero vivir teniéndola como una sombra. Aunque
para el caso de nosotros no es algo tan evidente como
en otros. Está el caso de una enfermedad, en la cual no
se trata de curarla sino más bien de convivir. (La
enfermedad de vivir).
«Y esa muerte sólo existe en la imaginación; somos
nosotros los que tenemos esa idea.La Naturaleza no la
conoce.Hasta la más cruel de todas las muertes o
catástrofes se borra en la indiferencia absoluta de la
Naturaleza. Sólo nosotros damos a esta vida cierta
importancia. La Naturaleza podría asistir sin inmutarse
al exterminio de la raza humana. (…) Condenamos sin
ninguna pasión; ya no hay bellas muertes individuales
dadas en espectáculo; sólo queda una rutina mortal,
anónima, por la que pueden ser pasados pueblos
enteros con un cálculo frío hasta el día, por fin, en
que toda la vida sea liquidad.” (Marat Sade)
Una reflexión sucinta derivada de las caminatas sin
sentido a lo largo de la ciudad, pasear sin rumbo entre
las estaciones de bus, mordido por el polvo, dejando
que las brisas de aire se posen en mí, y que de ese
mismo modo, se diluyan las penas y la tristeza.
Después de que algunas cosas que me sucedieron que
replantearon mi relación con la muerte, o de la muerte
en relación con los vivos, fue que muchas cosas se
escapan de la vista, me ponía a pensar en la muerte
como un fenómeno mucho más cotidiano y presente de
lo que parece. Sorprende el hecho de que en medio de
la parafernalia montada por la Iglesia Católica y su
negación de la vida, la afirmación del dolor y los ritos
que impregnan las despedidas, se encuentra un mundo
que trata de dotar al mismo fenómeno de otro sentido,
como bien pasa al entrar en cualquier antro conocido
como la última lágrima. La muerte canta de alegría, es
algo que puede sonar extraño dentro del absurdo, pero
hay infinidad de canciones que así lo expresa. La
muerte se sale por los poros y se escucha en todos los
parlantes de la ciudad, en parte, para que no la
olvidemos, en parte, para que salga de nosotros. pero
jeje expresa una relación con la muerte propia de
nuestra cultura populares, algo no
domesticado..salvaje, irreverente,muy distinto al
réquiem de Mozart, a las ceremonias privadas con
música poco sincera, la muerte en hospitales...a la
racionalización de la muerte que la descontamina pero
irónicamente le quita "vida". ES LA VIDA LA QUE CANTA
A LA MUERTE.,
Yo no quiero que me hablen, de pena ni sufrimiento. Yo
quiero vivir mi vida, alegre, feliz, contento. /El dia que
yo me muera, no quiero llanto ni rezo. (A la memoria
del muerto-Fruko). Que traigan mucho aguardiente, y
todos bailen contentos. Y que bailen mis amigos, a la
memoria del muerto. Y que bailen las muchachas, a la
memoria del muerto. Yo no quiero que me hablen, de
pena ni sufrimiento. Yo quiero vivir mi vida, alegre,
feliz, contento. El dia que yo me muera, no quiero
llanto ni rezo. Que me lleven a mi Cali, a Barranquilla y
el Puerto. Que traigan mucho aguardiente, queden
todos bien contentos.
Cuando me muera levanten/ una cruz de marijuana, con
diez botellas de vino y cien barajas clavadas, al fin
¿qué fue mi destino? Andar en las sendas malas. Sobre
mi tumba levanten una cruz de marijuana. No quiero
llanto ni rezo, tampoco tierra sagrada, que me
entierren en la sierra con leones de mi manada. (LA
CRUZ DE MARIHUANA)
PARA MI LA NOCHE ES DÍA
cuando yo me muera no quiero que lloren/hagan una
fiesta con cohetes y flores y se sirva vino y que traigan
mariachis para que me canten mis propias canciones y
si muero lejos del amor que quiero mandelen una carta
y que venga enseguida para que me bese como
despedida cuando ya me dejen con la tierra encima.
cuando yo me muera que suelten palomas para que en
sus alas se valla mi alma que le den permiso en la
iglesia del pueblo para que repiquen por mi las
campanas
Si lloras por capricho o por melancolía olvida ya la
pena y vive del presente he vuelto lleno de cariño y
con ansias de amarte y quererte más. (EL AUSENTE-
FRUKO)
Cuando me muera y me tengan que enterrar/ Quiero
que sea con una de tus fotografías/ Para que no me de
miedo estar abajo/ Para que no se me olvide como es
tu cara/ Para imaginar que estoy contigo/ Y sentirme
un poquito vivo. (Mátenme porque me muero-caifanes)
Cuando al panteón ya me lleven no quiero llanto de
nadie.... Sólo que me estén cantando la canción que
más me agrade el luto llévenlo adentro teñido con
buena sangre... Y si al correr de los años/ mi tumba
está abandonada... y aquella cruz de madera ya la
encuentran destrozada remarquen las iniciales de
aquella cruz olvidada junten la tierra y no olviden que
el que muere ya no es nada!!! (Cruz de madera-Los
rayos)
(La cruz de madera). Nota, las muertes en los caminos,
las cruces en los caminos: las ánimas que tienen sed.
Como si diera a pie a una especie de equilibrio (en la
cultura), a juego pactado y en tablas entre la vida y la
muerte.
DARK WAS THE NIGHT, COLD WAS THE GROUND
En cierto modo quería hablar con usted para contarle
una serie de asuntos que me han dado vuelta en la
cabeza, por no decir un vuelco en la existencia, y que
por la naturaleza de esas circunstancias, hubiera
preferido hacerlo personalmente. Lo que me motiva a
hacerlo ahora es que de postergarlo, ya no podré hacer
nada, y se olvidará, o peor aún, empezará a mancharse
de recuerdos que harán de la situación diferente, un
recuerdo alterado por la memoria y la nostalgia. He
cometido la equivocación de narrar estas historias una
y otra vez, pero no me consuela esta forma, la
presiento como una descarga –aún peor que ésta-
porque será devorada por lo efímero. Me ha sucedido
que se cuenta algo y al día siguiente ya no se recuerda.
Le ocurre al otro, y eso da cuenta, de que tan
importante se puede ser para el otro. La comprensión
es incomprensión. También me ha sucedido, de que las
palabras entren por un oído y salgan por el otro. Lo
escribo, entonces, para que no se pierda tan pronto,
para que en una próxima vez pueda consultarlo, ya que
no lo haré para mí mismo.
uno los temas a incluir dentro de mis intereses es la
muerte. No sé de dónde exactamente proviene esa
fascinación, pero sucedió un hecho en tiempo reciente
–hace apenas una semana-, difícil de describir, revuelto
en emociones y sentimientos, impresiones y
percepciones, recuerdos y pensamientos, que en el
instante mismo en que duró, fueron como un sueño,
que al día siguiente, en cama, despertándome de una
pesadilla, preguntándome si aquello fue cierto, o no
más que un impase. Fue mucho más severo para que
fuese un detalle intrascendente, y aquel breve
pensamiento de que la realidad continuaba, que mis
días seguían ligados a una rutina, a un hábito de la
existencia, no dejaban de lado de que había ocurrido
algo lo suficientemente fuerte para haber causado un
cambio profundo en mi realidad.
La noticia fue la muerte de mi abuelo.
Un año atrás me enteré de la noticia de un cáncer.
Después del diagnóstico, mi abuelo estuvo encerrado
en el Hospital de Engativá, cirugía y exámenes, aún
con vida pero con el presentimiento de la muerte,
como una sombra que acosa, que no dicta el día pero
prepara su hora. Cuando me enteré, me sumergió en
una honda tristeza, que recuerdo ser incapaz de oír en
una clase los comentarios atildados y desatinados de
los demás, y que en la intensidad de los pensamientos,
me lanzó una tarde fría fuera del aula, luego de la
universidad, montando en un bus rumbo al hospital.
Esa fue una tarde muy triste, en el que repasaba
velozmente los acontecimientos de mi vida ligados a él,
pendiente de la impresión de una visita repentina. De
haberlo sabido, me lo habría tomado con más calma,
aprovechando que podía hablarme, y aún más, estaba
tan vivo como antes, pero esto no fue así, y en mi
inexperiencia, al subir las escaleras del centro médico
me derrumbaron los nervios. Entré al cuarto, no fueron
más que unos minutos, para observar el cuerpo
exhausto de un enfermo, que sin embargo, me saludó,
me preguntó por mi vida, y que a pesar de la serenidad
de las respuestas, la noticia del cáncer en lo hondo de
mí, me llenó los ojos con la amenaza de unas lágrimas.
No lo revelo a menudo, no suelo darle prelación a las
emociones, pero frente a esto, a la posibilidad de un
final, por más que esté dictado desde el comienzo, no
me gustan las despedidas, ni la de un amigo en un
funeral ni la de la pareja que pronto dejará de serlo.
Esta impresión se acrecienta cuando quien se despide
es un cercano, y en parte, por algo de vanidad, pues
ese hombre que está ahí en buena parte también soy
yo, quizá un reflejo distante por el tiempo, pero carne
de tu carne, que sin eludir los acontecimientos de la
vida, funciona a modo de espejo, no lo sabemos pero
es un presentimiento de cómo puede ser el final. Salí
de ahí al caer la tarde, un poco rayado después,
porque me ofendía el hospital, desaseado,
desorganizado, con enfermos arrebujados en cuartos,
una atención pésima, que me llevaba a reflexionar,
como un hombre no tiene derecho a morir con
dignidad. No era para tanto, entonces, pero paseaba
por un lugar más de la ciudad, los alrededores de un
portal, una iglesia con ventanas de fuego, un lote
enorme con el pasto hasta en las rodillas, y mi pies,
caminando, ligado la historia de mi abuelo a la ciudad.
Esa noche, en el bus de regreso a ningún lugar, porque
sé que no fui a casa, se varó unos instantes, saliendo
humo de una de sus llantas.
Meses después no hice ninguna otra visita, y por
meses, en medio de otras experiencias, el recuerdo de
mi abuelo fue insistente, pero para que inventar, por
más que las imágenes pasearan de vez en cuando, en
especial, a solas en el cuarto, en la oscuridad y poco
antes de dormir, no es que cambiara mi situación, el
impulso de vivir siempre ha sido más fuerte, una carga
encima, un cruel recordatorio.
La última vez que lo vi fue hace algo más de un mes. El
día anterior había sido largo, una fiesta y las sábanas
de una amiga, el regreso a casa la mañana del sábado,
de nuevo caminando. Tomé la decisión de cortarme el
pelo, dejar algo atrás, ser un poco más decente con mi
vida, pero no por eso, sino por decirle a mi mamá que
finalmente la acompañaría. Fue un trayecto largo, la
vida de él y de parte de mi familia, ha estado en Suba.
No tengo nada con respecto a la localidad, salvo que
queda en la mierda, pero como me asombra el paso del
tiempo, recuerdo que no hace mucho, quince años
atrás aún pastaban vacas y el terreno eran pantanos,
ahora ya no, moles de concreto y parques con
columpios, una nube de polvo que respiran los
pulmones de hierro.
Era el cumpleaños de él, el número 82, al que llegaba
la familia, no la propia de un patriarca, sino la de un
hombre envejecido y modesto, rodeado por sus hijas,
su esposa, dos nietos y una perra que batía la cola. Lo
saludé, me dio incluso dinero para cigarrillos, y
pasamos una tarde cada vez más fría, entre
conversaciones rotas, fotografías estragadas por la luz,
pedazos de pastel y vasos de gaseosa. A mi abuelo lo
vi bien, lo convencían de lo que seguía, una cirugía a
realizar en dos o tres días. En su rostro no recuerdo
haber observado una cuestión que me intriga: ¿Puede
reconocer en los ojos de alguien el rostro de la muerte?
Me ha sucedido antes, y es algo que se relaciona con
aquello que hablábamos acerca de las fotografías,
como si en la mirada se escondiera la esencia que hace
reconocible a un individuo, lo que revela su carácter
ante la vida, los períodos de felicidad y los estragos del
tiempo y las circunstancias. La mirada de la muerte es
la de los ojos apagados, la de aquellos cuyo brillo se
hace más tenue hasta ser inexistente. Es el camino sin
retorno.
Lo que siguió no fue para nada positivo. En un tiempo
bastante corto, mi abuelo pasó de una expectativa de
una cirugía breve que lo dejara descansar en casa, a
una súbita complicación, a una infección que lo postró
en cuidados intensivos, a una repentina perotonitis, y a
constantes lavados y cosas que desconozco, y de las
que preferí aislarme por un rechazo respecto a ciertos
tratamientos, que el destino sea morir en un hospital,
despedazado por los médicos. En verdad, mi abuelo no
tenía escapatoria, su edad era avanzada y su
enfermedad incurable: de un cáncer de colón nadie se
salva. Lo que no me gusta en esta situación, y que
podrían excusar por la juventud y desconocimiento, es
que en nuestra sociedad no se aprende a morir, como
tampoco lo sabe usted, muchas veces, ni siquiera se
aprende a vivir. ¿Por qué terminar los días entre
paredes blancas? El solo pensarlo me eriza y solo
deseo que no ocurra nunca, que ese reflejo no sea el
propio, y que ojalá pueda hacer de mi vida una cosa
diferente.
Fue un período bastante terrible, que se prologó por
cerca de veinte días. No pude volver a visitar a mi
abuelo, y la única vez que decidí ir a donde estaba, en
el Cancerológico, mi visita se frustró por una cirugía.
Era una mañana horrible, fría y gris, insufrible ante la
vista de los cerros. Al no entrar, me llevaron a un
último piso, donde contemplé desde un amplio
ventanal las cúpulas de las Iglesias del Centro y las
casas que devoran los cerros. Y no solo eso, sino que
de vez en cuando, vi niños pasar, todos enfermos de
cáncer, incluso uno sin un ojo, su cuenca vacía, su
pequeña cabeza envuelta en una bufanda. Fue triste y
me prometí volver aunque era mentira. A la próxima
sería demasiado tarde.
No me lo pregunté mucho, pero no era buena idea
haberlo contemplado en la etapa final. Las
descripciones eran fatales: un hombre sin poder
hablar, respira lentamente mientras se apagan sus
signos vitales, atado y conectado a máquinas, en una
cama en una habitación compartida, paredes blancas y
olor a formol.
Lo que pensé después fue en el inevitable camino hacia
la muerte. Hoy día con el hecho ya resuelto, con el final
ya a cuestas, es posible develar la causalidad detrás de
cada día y cada detalle. Mi abuelo antes, más allá de
los mejores recuerdos, en tanto los últimos tiempos, el
andar cada vez más lento, el ocio en horas de
televisión, la renuencia a comer. Las cosas que se
pagan y que no se previenen: un cigarrillo, una copa,
un problema de salud. Los otros sucesos, ya propios de
la enfermedad, el diagnóstico, las medidas, el examen,
una primera operación, la extirpación de una parte, el
volver, cada vez peor, otra cirugía, otro tratamiento, la
cercanía del fin.
Hace una semana, el lunes, la noticia de su deceso me
llegó en un mensaje. Y luego la llamada telefónica de
mi madre: mi papi se nos fue. Sentí algo que no pude
expresar en ese momento, quería hacerlo, pero no ahí.
De repente la tarde se hizo de color azul, poco después
llovió, y no hubo lágrimas, pero afloraron la cantidad
de recuerdos. Era lo menos que podía hacer: recordar
su vida y pensar que más allá del descanso, de que
llegó la hora de la despedida, eso no detenía el curso
de los acontecimientos, de las otras cosas que estaba
viviendo, y que le contaré en el siguiente mensaje,
pero que justo ahora las omitiré, para decir que se
enredaban con esto otro, alegría y dolor.
Esa noche no fui el más cumplido, pero él ya no podía
sentirlo, estaba algo absorto y preso de mis
pensamientos. Me despedí de alguien con un beso bajo
la lluvia, sin decirle mi próximo destino, caminando
cuadras y cuadras mientras llovía y llovía, y mis
zapatos se mojaban cada vez más, las gotas hechas
charcos, y la imagen de que en Bogotá no me gustaría
morir. Tardé más de una hora en llegar al lugar
destinado: Cristo Rey, en la 69 con Caracas. Di unas
vueltas por Flores, la visión de los arreglos, cosa que
no me gustaba, y no por la disposición de las tiendas y
los colores, sino por ese olor tan desagradable, a flor
de cementerio y agua estancada. Contrasta bastante,
con algo que sucedió en ese mismo lugar, una
madrugada caminando con una chica, con vallenatos y
merengues en las radios, y los tenderos que
preparaban sus flores para la mañana próxima, el
domingo día de las madres. El caso es que di unas
vueltas más, apagué más de un cigarro antes de llegar,
hasta hallar la dirección.
El resto fue muy rápido y mis impresiones de esa noche
hasta la noche siguiente, me han parecido un sueño
negro del que intento reponerme. Lo que presentí
como un hondo dolor, se mezcló curiosamente, con la
experiencia del presente, y no sé si me entienda, pero
me refiero, que a pesar de lo que implicaba esta
circunstancia para mí y mi familia, no por ello, podía
dejar de sentir una fascinación ante un suceso inédito
en mi vida, o hasta entonces no en un cercano, y no de
esa manera, y que no puede ser otra cosa que la
muerte. Atrás quedó recorrer cementerios por gusto y
curiosidad, el juego del sociólogo y antropólogo,
buscando las tumbas de escritores. Mi relación con la
muerte siempre fue un asunto aparte, algo tangencial,
y que cuando la experimenté, fue algo que en
principio, me acechó de temores. La primera vez que vi
un muerto fue en el colegio, el fallecimiento de un viejo
profesor, que fue velado en la capilla del colegio, y al
que me acerque al ataúd por curiosidad, sin poderme
librar de la impresión del rostro impávido y el color
ceroso del muerto por cerca de dos noches. Desde
entonces la rehuí y solo en ocasiones excepcionales,
me vi en frente de ella.
Este año han sido tres funerales. Uno de ellos fue el de
García Márquez. También muy emotivo, en el que la
embriaguez por el viaje en el extranjero se juntó con el
homenaje; las personas con flores amarillas en sus
manos o solapas, lentamente avanzando en filas, se
postraban ante la urna, con respeto a pesar de la
invasión de los flashes, mientras la música colombiana
sonaba en el fondo. La muerte a miles de kilómetros de
casa.
Cuando arribé a la sala de velación, con la ropa
empapada y las ojeras marcadas, saludé a las personas
presentes en la estancia. Con tristeza saludar a mamá,
a la esposa de mi abuela, a mis tías. Disimulaban la
tristeza con distracciones; con distracciones fungían
tristeza. Me preguntaron que si quería acercarme y
despedirme. Eso hice, dando unos pasos hasta el
ataúd, y tocar la madera con mis manos. Luego miré
hacia dentro, en el que bajo un vidrio me reencontraba
con el abuelo. Algo extraño sentí, y era que verlo, por
más desolación que me causaba, se chocaba con una
curiosidad: por así decirlo, pensé que la muerte le
había devuelto la dignidad al abuelo, después de verlo
mal los últimos meses. La rigidez de su cuerpo no
opacaba la elegancia de un vestido azul a rayas y el
pelo entrecano peinado hacia atrás. El gesto
inamovible de sus labios, una sonrisa silenciosa. Si,
esto era distinto a lo de antes. Tal vez alcanzó la paz.
El hecho es que ya no podía escucharme ni sentirme, y
que esta última visita era para que nosotros le
diéramos un adiós.
Todo fue muy rápido. Mi abuelo falleció a la 1 de la
tarde de un lunes, y para las 4 de la tarde del día
siguiente, ya había dejado por completo de existir.
Falleció de un paro cardiorrespiratorio, poco después
de la visita de mi madre y de su esposa. Había pasado
cerca de 21 días en cuidados intensivos. Cuando los
médicos informaron la noticia, procedieron mi madre y
tías a preparar el funeral. No me contaron mucho,
suelo estar fuera de muchos asuntos familiares, sea
por omisión o exclusión. Me dijeron algo de un vestido,
de cómo alguien había ido a casa a traerlo. Esa noche,
un empleado trajo unos arreglos florales, y hacia las 10
de las noche nos expulsó del lugar, las luces eléctricas
se apagaron y la invitación quedó para la tarde
siguiente.
El martes pasado fue el funeral. Esa mañana, me vi
obligado a vestirme de paño, a ir a la universidad de
esa manera, paseando una incómoda situación. El
impulso de vivir me ganó, quedándome hasta tarde a
almorzar a la universidad, que cuando arribé a la
funeraria, me informaron que el féretro ya había
salido. Por fortuna, más vale tarde que nunca y alcancé
a pasar los minutos de la misa. No fue algo muy
concurrido, pues mi familia es pequeña y mi abuelo fue
un hombre que falleció viejo y era modesto, lo que
impidió que llegaran más personas. Adelante mi mamá
y tías, vestidas de negro, sentadas en la primera fila.
Mi primo, un par de bancas atrás, lloraba sin
contenerse, mientras que su mujer trataba de
consolarlo, pasando la mano por su espalda. El
sacerdote soltaba su prédica de mierda, las palabras
de la fe para el final, el ritual de despedida de los vivos
a los muertos. Lo más doloroso venía al final, cuando
concluye la ceremonia, el ataúd es bañado en agua
bendita, suena música lúgubre, mientras que seis
hombres, cada uno agarrado a una manija, llevaban el
féretro fuera de la Iglesia, hasta el auto que lo llevará
al cementerio. La procesión de estos seis hombres,
vestidos de negro, la tristeza inconfundible y el andar
lento, y seguido, los otros familiares y cercanos, mi
madre llorando, con la sombra rosácea de las lágrimas
en los párpados, con el brazo aferrado al de una prima
de ella, lentamente, el adiós para siempre. Me levanté
de mi puesto, salí del estupor de la circunstancia, y me
uní a mi madre en su dolor.
Una camioneta de color azul llevaba en el vidrio trasero
la cinta con el nombre completo de mi abuelo:
RIGOBERTO VILLANUEVA LOZANO. Detrás de él, en un
bus, estaban los que quisieron permanecer, y
continuar hasta el cementerio. Sentado en la última
silla, miraba por la ventana, el camino fuera de la
ciudad, el de la última parada. A mi lado fue una de mis
tías, Rocío, que por coincidencia, cumplimos el mismo
día y que también estudió en la Nacional.
Al llegar, unos dos kilómetros fuera de Bogotá, intenté
fumar un cigarrillo apresuradamente. Esperamos un
rato a que llegaran a todos, a que todo estuviera listo.
Finalmente, sin pensarlo, me vi junto al carro,
cargando junto a otro de los primos, el pesado ataúd
hacia el lugar de la cremación. Allí, los veinte que
quedábamos, nos preparamos para oír a un señor
cualquiera, otro sacerdote al servicio de las lucas y la
muerte, que tomó un libro y leyó lo que parecían ser
unas fotocopias, aquellas palabras que hablan del
descanso eterno. Al concluir, levantó la tapa del ataúd,
y nos instó a que juntos, dedicáramos los últimos
minutos para un último adiós. Fue así como los veinte
que estábamos, nos pegamos los unos a los otros,
todas las hijas de mi abuelo juntas después de mucho
tiempo, contemplando el cuerpo sin vida, que no sentía
ya, que no escuchaba, que dudo nos haya visto desde
arriba, con las lágrimas brotando con profusión. Yo me
acerqué, toqué el ataúd, y en silencio le regalé mis
últimas palabras. Inevitable compartir el dolor, que
salía espontáneamente, y al que dentro de mí, lo
entendía necesario y parte de la vida, de así como
existe la alegría, también era necesario el dolor, que
saliera y sentirlo, ser integrante del adiós. Fue como si
todos nosotros, hubiéramos levantado manos y
pañuelos para agitar, despedirnos, prometiendo que el
olvido es la verdadera muerte, y que cada uno de
nosotros, se llevaba el recuerdo, de lo que
compartimos con él estando en vida. Sin pensarlo, me
pidieron el favor para que tomara una manija y
ajustara el ataúd, nuevamente bañado en agua
bendita, para que por medio de unas ruedas, ingresara
en la puerta abierta de un horno, al cual entra, luego
se cierra, y ya no hay más. Ocurre esto, y una de mis
tías se derrumba, y llora para que todos escuchemos
sus lágrimas.
El regreso a casa fue con mis padres, y sentado en la
parte de adelante del bus, soy incapaz de tocar el libro
que llevo en mis manos. Los recuerdos emergen tanto
como las lágrimas. Pero es necesario. Al entrar de
nuevo a Bogotá por la Calle 80, se me viene a la cabeza
la último vez que pase por este lugar. En esa ocasión,
dos de enero, un largo sendero de tierra me llevaba al
Parque de la Florida, me acuerdo de esa tarde, el soplo
del viento en la piel, y la vista de un ave, una lechuza
blanca que agita sus alas en el cielo gris.
NUNCA ME HABÍA VISTO TAN DESNUDO EN LA VIDA,
RAZÓN POR LA QUE LA MUERTE ES UN
ACONTECIMIENTO SOCIAL POR EXCELENCIA: LA CLASE
SOCIAL, EL GÉNERO, SUS CREENCIAS, SU FAMILIA, SUS
COMPAÑÍAS. HASTA EL COLOR DE LA ROPA EN UN
LUTO.
Conversación entre Allen Ginsberg y Bob Dylan ante la
tumba del escritor beat Jack Kerouac. Si señor, la vida
finalmente te atrapa cansado de vivir. Em ambas
ocasiones fui yo un salvaje con el rostro mirando las
luces de las calles donde los fantasmas se apresuraban
a desprenderse de sus signos en un memorable solo de
chelo.¿ Sabes lo que está escrito enla tumba de Keats?
No-AQUÍ YACE ALGUIEN CUYO NOMBRE FUE ESCRITO
EN EL AGUA. Entonces Sebastian se fue a la guerra y
fue asesinado en la playa de Anzio durante la Segunda
Guerra Mundial. Y justo antes de morir, le envío a Jack
una pequeña fotografía grabada con la Adonais de
Shelley diciendo “Lloro por Adonais-Está muerto!”
(Epitafio completo de Keats“Esta Sepultura/ contiene
todo lo que fue Mortal/ de un/ Joven Poeta Inglés/
Quien/ en su Lecho de Muerte,/ ante el Malicioso Poder
de sus Enemigos,/ Deseó estas palabras/ para ser
enterrado en su tumba: AQUÍ YACE UNO/ CUYO
NOMBRE FUE ESCRITO EN AGUA.”). (MI PROPIA
FASCINACIÓN ANTE LAS TUMBAS DE LOS ESCRITORES)
¿Estuviste alguna vez en la tumba de Chejov?No, pero
estuve en la de Maicovski en Moscú.¿Qué tumbas has
visto?-La tumba de Víctor Hugo-Solía perseguir
cementerios en París-Fui a ver la tumba de Polonia.-
¿Así que esto es lo que te va a suceder a ti?-No, quiero
estar en una tumba sin nombre.
Un dialogo a solas con la muerte. De H. para H.
La muerte de Abel Antonio en mi tierra la sintieron los
muchachos. Fueron cinco noches que me hicieron de
velorio, para mis nueve noches todavía me deben
cuatro, Pobrecita madre mía,por mi muerte lo mucho
que sufriste, Abel Antonio no muere todavía, Abel
Antonio muere cuando Dios lo necesite, Abel Antonio
no llores que eso le pasa a los hombres,Abel Antonio
no te pongas a llorarque eso le pasa al que sale a
caminar. Que caso lastimoso el que me ha pasado a mi,
para que no le pase a otro esto le vengo a decir. Oiga
lo que es esto se acaba entre los dos, me gana la
muerte o me la gano yo,Esta muerte que me
atibulapara que este negro muera,que no me claven
sepultura,que yo vivo adentro y estoy afuera.Toda la
familia míami muerte la lloraba con duda, Abel Antonio
volvió a los cinco días,ha regresado vivo para levantar
su tumba,Abel Antonio no lloresque eso le pasa a los
hombres,Abel Antonio no te pongas a llorarque eso le
pasa al que sale a caminar.Que caso lastimosoel que
me ha pasado a mi,para que no le pase a otro esto le
vengo a decir.Oiga lo que es esto se acaba entre los
dos,me gana la muerte o me la gano yo. (La muerte de
Abel Antonio de Alfredo Gutiérrez). Interesante, en la
medida de que es el muerto quien habla, sobre su
muerte y su despedida, la relación con su familia, y la
aceptación de esta.
Montada en un caballo negro se anda paseando la
muerte/ Voy a ver si me la encuentro para que la anca
me lleve/ Montada en un caballo negro se anda
paseando la muerte/ Voy a ver si me la encuentro para
que la anca me lleve/ Para que quiero la vida si ya me
dejo la negra/ Desde el dia tu partida mi corazon me
deleita queja/ La muerte viene a caballo alla se oye
galapando/ Quiero que llegE a mi rancho alli la estoy
esperando/La muerte viene a caballo alla se oye
galapando/ Quiero que llege a mi rancho alli la estoy
esperando/ Ay negra porque te fuiste dejandome a mi
solito/ sabiendo que yo te quiero y no volvistes a
ranchito/ Llevo en el alma una herida la negra cambio
mi suerte/ Para que quiero la vida me voy a ir con la
muerte/ La muerte viene a caballo alla se oye
galopando/ Quieroque llege a mi rancho ahí la estoy
esperando/La muerte viene a caballo alla se oye
galopando/ Quiero que llege a mi rancho ahí la estoy
esperando (LA MUERTE A CABALLO- ENRIQUE DIAZ
Relación entre Colombia y la muerte.
Pensar en una cosa hipótetica: ¿Qué sucede con P.T. o
K.M.?
Siento una voz que me dice agúzate/ Que te están
velando/ Siento una voz que me dice agáchate/ Que te
están tirando. (Agúzate-Richie Ray)
No puedo verte triste porque me mata / tu carita de
pena; mi dulce amor,/ me duele tanto el llanto que tu
derramas / que se llena de angustia mi corazón. /Yo
sufro lo indecible si tu entristeces, no quiero que la
duda te haga llorar, hemos jurado amarnos hasta la
muerte y si los muertos aman, después de muertos
amarnos mas. Si yo muero primero, es tu promesa,
sobre de mi cadáver dejar caer todo el llanto que brote
de tu tristeza y que todos se enteren de tu querer. Si
tu mueres primero, yo te prometo, escribiré la historia
de nuestro amor con toda el alma llena de sentimiento;
la escribiré con sangre, con tinta sangre del corazon.
(Nuestro Juramento- Julio Jaramillo)
Tu eres la tristeza de mis ojos/que lloran en silencio
por tu amor /me miro en el espejo y veo en mi rostro /el
tiempo que he sufrido por tu adios Obligo a que te
olvide el pensamiento /pues siempre estoy pensando
en el ayer /prefiero estar dormida que despierta /de
tanto que me duele que no estes .Como quisiera ahhh
que tu vivieras /que tus ojitos jamas se hubieran
/cerrado nunca y estar mirandolos /Amor eterno e
inolvidable /tarde o temprano estare contigo /para
seguir amandonos /Yo he sufrido tanto por tu
ausencia /que desde ese dia hasta hoy no soy feliz /y
aunque tengo tranquila mi conciencia /se que pude
haber yo hecho mas por ti /Oscura soledad estoy
viviendo /la misma soledad de tu sepulcro tu eres el
amor del cual yo tengo el mas triste recuerdo de
Acapulco /Como quisiera ahhh que tu vivieras /que tus
ojitos jamas se hubieran cerrado nunca y estar
mirandolos /amor eterno e inolvidable tarde o
temprano estare contigo para seguir amandonos
(AMOR ETERNO-JUAN GABRIEL)
Si no me querés, te corto la cara/ con una cuchilla de
esas de afeitar, el día de la boda/ te doy puñaladas, te
arranco el ombligo/ y mato tu mamá. (La Cuchilla- de
las Hermanitas Calle) La música da hasta para la
muerte y el crimen pasional.
"hijo de mi corazon / por lo que acabas/ de hablar antes
/ de que salga el sol /la vida le han de quitar" / lo que le
encargo a mi padre /que no me entierre en sagrado
/que me entierre en tierra bruta /en donde me trille el
ganado /con una mano de fuera /y un papel sobre
dorado /con un letrero que diga /felipe fue
desgraciado.,
Armero y Luis Alberto Suárez Guava: Lugar donde lo
enterrado está desenterrado y lo desenterrado
enterrado, y la relación que tienen los entierros, la
polisemia aplicada al análisis del fenómeno, donde
entierro es a la vez muerto en tierra, brujería o magia y
guaca. Claro está, teniendo en cuenta, que en Armero
lo único que se mantuvo en pie ante las cenizas que lo
cubrieron todo, pues el polvo borró el pueblo de la faz
de la tierra, fue el cementerio y la zona de tolerancia.
Pedro Páramo y Juan Rulfo
Es curioso que de sociología, hayan emergido
personajes dedicados a otros oficios que a la largan
continúan la misma sociología. Un caso a señalar es el
de Luis Fayad, salido de las primeras generaciones de
la disciplina y cuya primera novela, un clásico de la
novela urbana en Colombia, Los Parientes de Ester,
comience justamente con una muerte: “Por eso cuando
Ester murió Gregorio Camero sintió su ausencia por
todos los costados, pero no la falta de orden en el
hogar.” La descripción al comienzo de la novela es
impecable: “Se encontraban en la sala, junto a las
mujeres que hablaban en voz baja y a los hombres que
fumaban sin descanso. El humo subía a través de la
nube que ya se había arremolinado a la altura de las
cabezas y que las velaba en su vaivén gris. (…) Se va a
enfermar –repitió. Él dio unos sorbos, pensativo.
Pensaba en que quizá no fuera tanta la tragedia si los
demás no contribuyeran a agrandarla, y pensaba
también en que quizá no existiera tal tragedia. Por
primera vez había pensado en la muerte, o al menos
tenía conciencia de que existía verdaderamente.
Alcanzó a pensar en que la vida es una estafa. Terminó
el café levantando el pocillo de manera que pudiera
beber hasta la última gota, y se incorporó. En la puerta
se detuvo y Doris creyó oírlo sollozar. Y tal vez fuera
sólo eso porque era ella la que no siempre podía
reprimir un gemido de desahogo, pero en ese momento
debía preparar el café para las visitas y algo de comer
para los parientes. Ellos habían estado entrando y
saliendo de la casa, dando la impresión de que no la
habían abandonado desde la noche del velorio. Aquella
noche y las siguientes algunas tías se acomodaron en
los sofás para acompañar al hombre y a sus hijos,
levantándose a veces a beber un poco de agua o a
inspeccionar las ollas de la cocina o a consolar el llanto
de los muchachos, que de todas maneras siempre
estaban amparados por Doris. Gregorio Camero se
dirigió a la sala. Antes de entrar lo detuvo en el patio
un amigo que llegaba en ese momento y que lo abrazó
fuerte como si no quisiera soltarlo. Le parecía
inconcebible que él ni siquiera supiera que Ester había
estado enferma, y otro que se encontraba un poco más
atrás no podía creer que hubiera muerto ya que hacía
sólo ocho días había pasado por la casa para que le
prestaran una herramienta.
Nadie es eterno en el mundo. (D.G.)
Todo tiene su final, nada dura para siempre, tenemos
que recordar que no existe eternidad, Como el lindo
clavel solo quiso florecer, y enseñarnos su belleza y
marchito perecer, todo tiene su final nada dura para
siempre tenemos que recordar que no existe
eternidad. Como el campeón mundial dio su vida por
llegar y perder lo mas querido en la masa otro mas,
todo tiene su final (todo tiene su final) si no me quieres
dímelo ahora a mi velorio no venga a llorar no no (todo
tiene su final) hay mamita rica (todo tiene su final) yo
sabia que un día tenia que acabar (todo tiene su final)
punto final todo se acabo (todo tiene su final) y va a
llegar un demonio automico y te va a limpiarecha (todo
tiene su final) te lo juro ke todo tiene su final (todo
tiene su final) echa pa lante mama. Yo perdí lo mas
querido cuando perdí a mi mama, (todo tiene su final)
pero seguí pa lante y pa lante (todo tiene su final) has
como yo nunca eche pa tras (todo tiene su final) ni pa
coger impulso que va (todo tiene su final) cuidao que
de espalda te pueden atacar (todo tiene su final) echa
palante cobarde (todo tiene su final) anda rebuscate el
pan (todo tiene su final) oigo una vos que me dice
(todo tiene su final) cuidao tierra va a temblar, tierra
va a temblar. (TODO TIENE SU FINAL- HÉCTOR LAVOE)
De las Tumbas quier irme /no sé cuando pasará /las
tumbas son pa' los muertos /y de muerto no tengo na.
Cuando yo saldré, de ésta prision que me tortura, me
tortura mi corazón si sigo aqui, enloqueceré. Suelta! Ya
las tumbas son crucificción monotonía, monotonía,
cruel dolor si sigo aqui, enloqueceré. Cuando yo saldré,
de ésta prision que me tortura, me tortura mi corazón
si sigo aqui, enloqueceré. Ya que mira pero ya las
tumbas soncrucificción monotonía, monotonía, mira
cruel dolor si sigo aqui, enloqueceré. Suelta! (Las
tumbas-Ismael Rivera)
bienvenida a Tijuana/ bienvenida mi suerte/bienvenida
la muerte/por la panamericana (Welcome to Tijuana-
Manu Chao)
Esta ciudad es la propriedad /Del Senor Matanza!! /El
de la rebaja baja del taxi /Los tiros, la tira, el basuco y
la mentira! Esta ciudad es la propiedad Del Senor
Matanza Esa olla, esa mina, y esa finca y ese mar Ese
paramilitar, son propriedad Del Senor Matanza Ese
federal, ese chivato y ese sapo, el sindicato Y el
obispo, el general son propriedad Del Senor Matanza
Buenas jiniteras y alcool, estan bajo control, La escuela
y el monte de piedad son propriedad Del Senor
Matanza El decide lo que va, dice lo que no sera Decide
quien la paga dice quien vivira Esa y esa tierra y ese
bar son propriedad Del Senor Matanza Y a mi niero
llevan pal monte Y a mi niero llevan pal monte Y mi
niero que lo llevan y se van, Los que matan, pam pam,
son propriedad Del Senor Matanza!! El decide lo que
va, dice lo que no sera Decide quien la paga, dice quien
vivira No se pueda caminar sin colaborar con su
santidad, El Senor Matanza Y a mi niero llevan pal
monte Y a mi niero pal monte Cuando no manda, lo
compra Si no lo compra lo elimina!! ... Esa linea de
autocar, el Hotel y el Billar, Esa chica que se da, por el
Bulevar, son propriedad Del Senor Matanza (SEÑOR
MATANZA-MANU CHAO)
Guayabo negro nunca me digas adiós, digas adiós que
es una palabra triste, guayabo negro nunca me digas
adiós, digas adiós que es una palabra triste, corazones
que se quieren, corazones que se quieren, nunca
deben despedirse. Como se mecen las palmeras con la
brisa, como se secan las espigas con el sol, como se
mecen las palmeras con la brisa, como se secan las
espigas con el sol, así se acaba mi vida, como triste
mariposa, que vuela de flor en flor. así se acaba mi
vida, como errante mariposa, que vuela de flor en
flor.Las golondrinas con sus últimas palabras,se me
han quedado enredadas en el pecho.Las golondrinas
con sus últimas palabras,se me han quedado
enredadas en el pecho.Pero no pueden cantar,pero no
pueden cantar,ni pueden alzar el vuelo. (Guayabo
negro-Luis Ariel Rey)
La muerte como un acontecimiento individual y
colectivo. Para lo primero, la reflexión individual ante
un hecho es importante; para lo segundo, lo social es
inherente a nuestra existencia, la compañía que nos
sigue como sombra del nacimiento a la muerte, en
todos los ritos sociales.
Artaud: Tenemos sobre todo necesidad de vivir y de
creer en lo que nos hace vivir, y que algo nos hace
vivir; y lo que brota de nuestro propio interior
misteriosamente no debe aparecérsenos siempre como
preocupación groseramente digestiva.
Todas nuestras ideas acerca de la vida deben
reformarse en una época en que nada adhiere ya a la
vida. Y de esta penosa escisión nace la venganza de las
cosas; la poesía que no se encuentra ya en nosotros y
que no logramos descubrir otra vez en las cosas
resurge, de improviso, por el lado malo de las cosas:
nunca se habrán visto tantos crímenes, cuya
extravagancia gratuita se explica sólo por nuestra
impotencia de poseer la vida.
Si el teatro ha sido creado para permitir que nuestras
represiones cobren vida, esa especie de atroz poesía
expresada en actos extraños que alteran los hechos de
la vida demuestra que la intensidad de la vida sigue
intacta, y que bastaría con dirigirla mejor.
Pero por mucho que necesitemos la magia, en el fondo
tememos a una vida que pudiera desarrollarse por entero bajo
el signo de la verdadera magia.
Protesta contra la idea de una cultura separada de la
vida, como si la cultura se diera por un lado y la vida
por otro; y como si la verdadera cultura no fuera un
medio refinado de comprender y ejercer la vida.
Cuando todo nos impulsa a dormir, y miramos con los
ojos fijos y conscientes, es difícil despertar y mirar
como en sueños, con ojos que no saben ya para qué
sirven, con una mirada que se ha vuelto hacia adentro.
Mi intención era recuperar mis recuerdos para darle un
orden y proyectarlos hacia el futuro. Me encanta
pensar que la ciudad es tanto mi hogar como mi cárcel.
No sabe el modo en que todos los días pido al cielo que me
saqué de aquí, pero eso no es posible. Santiago me lo repitió
con insistencia: usted es la ciudad. Y de eso me doy cuenta.
Aunque ese mismo tipo de ejercicio lo podría hacer con
cualquier citadino e incluso con usted. Por más que reniegue
de ello, no soy más que 20 de Julio, San Cristóbal, Venecia y el
7 de agosto, Las Cruces, El voto nacional, la Estación de la
Sabana y el Instituto Técnico Central, la Universidad Nacional
de Colombia y la Plaza Che, el Freud, Ciencias Humanas y
Sociología, la Luis Angel Arango, el Claustro de San Agustín, el
barrio Rincón de Suba, la L y la fonda en la 59 con Caracas, la
vecindad y todos los bares donde se me ha ido la vida y el
hígado, Troya y los lupanares del Santa Fe y la 42, el
cementerio central y Silva, el cementerio de la Inmaculada y
Chaparro, y el cementerio del Sur y mi nombre, la décima e
irse en luca, el parque Simón Bolívar, el Tunal y el de la
Florida con Bienvenidos a Bogotá, Monserrate, el señor Caído
y todas las iglesias del centro de Bogotá, el Sena de
Paloquemao y toda la avenida Primero de Mayo, los barrios de
las personas que he amado y cuyos recuerdos se han borrado,
como un campo de rosas que se marchitaron y un excusado y
un sofá a la intemperie por dos meses. Me inquieta saber que
soy un preso, y que desde la caverna persigo la sombras del
mundo, tarde o temprano, mi vida conectará esta tradición,
que también me encadena a Colombia, mis abuelos exiliados
en Bogotá, San Gil, Belencito, Purificación, Tarqui; el río
Magdalena que siempre ha unido a la familia entre sus aguas,
desde las fotos de mi abuela en los cincuenta hasta la muerte
de un abuelo en Honda, el Huila todo el Huila, el Valle del
Cauca y el Señor de los Milagros, la Costa y García Márquez,
el Amazonas y los Llanos que no conozco, mis familiares
lejanos que son raspachines, y los que no lo son y recogen los
granos en inmensos cafetales, los perros que ladran en la
oscuridad, la coca y la yerba, los libros de páginas rotas y
deshechas desde el primero, librería La Enseñanza en la plaza
de la Iglesia del 20 de Julio, Soacha, Cundinamarca, los
muiscas y el exilio. Mi casa, Bogotá, Colombia, se conecta al
resto de tradiciones del mundo para ser una sola, desde
Ushuaia hasta Siberia. Levanten las velas, el barco parte.