Palabras de bienvenida al Congreso de Estudiantes de Ingeniería y SNCyT 2012
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Palabras de BienvenidaCongreso de Estudiantes de Ingeniería
y Semana Nacional de Ciencia y Tecnología2012
Dr. José Enrique Alvarez Estrada
Estamos a escasos días de que se cumpla un hito histórico: el término de la actual cuenta
larga del calendario maya, y el inicio de una nueva. El 20 de diciembre será el último
día del 13º baktún, y el 21 de diciembre inicia el nuevo ciclo. Tal hito ha dado mucho de
qué hablar, con especulaciones tan variopintas como que se trata del fin del Mundo -para
los catastrofistas- o el inicio de una Era de Acuario -para los más positivos. Y es que a
muchas personas, acostumbradas a nuestro calendario lineal occidental, les cuesta
trabajo pensar en términos de un calendario cíclico.
No es el caso de los ingenieros. Para nosotros el tiempo es nuestro mejor aliado, y
nuestra variable de control más socorrida. Estamos acostumbrados a representarlo en las
abcisas, ese eje donde situamos las causas respecto a las cuáles medimos y damos
sentido a los efectos. Un proceso que, desde los tiempos de Descartes, Hooke y Newton,
nos ha ayudado no sólo a comprender racionalmente a la Naturaleza y a describir
matemáticamente sus leyes, sino además a dominarla y hacerla trabajar a nuestro favor.
Un logro sin parangón alguno, de la razón y la voluntad humanas.
Pero incluso antes de que estos Padres Fundadores de la ciencia moderna popularizaran
al tiempo como la causa última y la medida de todos los efectos, los ingenieros ya lo
empleábamos para permitir el desarrollo de las actividades básicas para el sostenimiento
humano: la agricultura, la navegación y el comercio. El mecanismo de Antiquitera,
hallado entre los restos de un naufragio en la isla griega del mismo nombre, es uno de
los primeros mecanismos de relojería conocidos, que en fechas tan tempranas como el
87 Antes de Cristo permitía a nuestros antepasados griegos predecir las posiciones del
Sol, la Luna, Mercurio y Venus en el firmamento, así como determinar las anomalías
solares y, no menos importante para ellos, la fecha de los Juegos Olímpicos.
Siglos después, mediante engranes, resortes helicoidales y mecanismos de escape, los
relojeros europeos sentaron las bases de la tecnología que, a inicios de la Revolución
Industrial, permitieron a John Harrison construir cronómetros marinos lo
suficientemente precisos como para calcular de forma sencilla la longitud de un barco en
alta mar, un problema que había resultado esquivo a los científicos más renombrados de
su época. Y así un simple relojero, un proto-ingeniero, resolvía el acertijo científico más
importante del siglo XVIII, para gran enojo de algunos miembros de la Royal Society
que le consideraban indigno de tal proeza, y que boicotearon la entrega del premio
estipulado por la Comisión Real de la Longitud. Sin estos cronómetros simplemente no
hubiera ocurrido la expansión del comercio a escala planetaria, de la que hoy somos
herederos y beneficiarios.
Y esos mismos engranes, levas, bielas y poleas, acomodados en infinitas combinaciones
distintas, dieron pie al nacimiento de los autómatas mecánicos que hicieron las delicias
de los aristócratas de la Edad Moderna, y que con el paso del tiempo los ingenieros
hemos transformado en los modernos robots, que permiten la fabricación rápida, precisa
y económica de los bienes de consumo que sostienen la extraordinaria calidad de vida de
la que actualmente gozamos.
Hoy, reunidos en esta sala, se encuentran los herederos directos de estas tradiciones
ingenieriles mayas y europeas: una nueva generación de ingenieros en quienes recae el
compromiso de tomar la estafeta y hacer de la ingeniería mexicana el pilar del
crecimiento económico de nuestra nación, durante la nueva cuenta larga del calendario
maya.
Sean todos bienvenidos a las celebraciones de la Semana Nacional de Ciencia y
Tecnología, y del Congreso de Estudiantes de Ingeniería 2012.