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Palabras de Mauricio para el lanzamiento online del libro “UN PASO AL FRENTE” desde la Cárcel de Alta Seguridad, Santiago de Chile, 1 de Agosto de 2020.

Este lanzamiento digital tiene por objeto ser una moderna contribución en el ejercicio de la memoria histórica del movimiento popular en general y del FPMR, en particular los episodios aquí relatados son una parte de la historia del frente desde una mirada militante, es decir, desde dentro de esta organización revolucionaria que luchó con convicción por sacudirnos de la tiranía de Pinochet y conquistar la justicia social junto al pueblo. Cuando este presente histórico convoca con urgencia al pueblo combatiente para producir los cambios necesarios e inaplazables, la experiencia de lucha rodriguista es un aporte que nutre la actual voluntad emancipadora. Soltar estos relatos históricos en las redes sociales va en esa dirección, la de dar a conocer una historia enterrada por la élite, aquella que ha impuesto durante décadas su hegemonía ideológica. Por último decir que estos pequeños actos de recuperación de fragmentos de la historia de la lucha popular, van produciendo pequeñas brechas en esa monolítica historia “oficial” que ha escrito esa élite que instauró y que defiende con ferocidad el modelo neoliberal en nuestro país. Saludos y abrazos a todos los participantes de este lanzamiento.

M.H.N (Ramiro) 1º Ag.2020

(Desde la prisión)

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UN PASO AL FRENTE Habla el comandante Ramiro del FPMR

Mauricio Hernández Norambuena

Edición a cargo de Laurence Maxwell y Jorge Pavez

Colección Crónica y Memorias

Ceibo Ediciones Octubre 2016

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© Mauricio Hernández Norambuena ©De esta edición en castellano: Ceibo Producciones S.A.

Editores: Laurence Maxwel y Jorge Pavez

Diseño interior y portada: Alejandro Chávez Producción: Italo Retamal

www.ceiboproducciones.cl Santiago de Chile, 2016

ISBN: 978-956-359-056-2

Impreso por Productora Gráfica ANDROS

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UN PASO AL FRENTE Habla el comandante Ramiro del FPMR

Mauricio Hernández Norambuena

Edición a cargo de Laurence Maxwell y Jorge Pavez

Colección Crónica y Memorias

Santiago de Chile, Diciembre 2016

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¿Qué capitán es este, qué soldado de la guerra del tiempo?

Lope de Vega

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Siglas empleadas

CAS: Cárcel de Alta Seguridad CEMA: Centros de Madres de Chile

CNI: Central Nacional de Informaciones

DICOMCAR: Dirección de Comunicaciones de Carabineros DINA: Dirección de Inteligencia Nacional

DINE: Dirección de Inteligencia del Ejército de Chile ELN: Ejército de Liberación Nacional (Colombia) ERP: Ejército Revolucionario del Pueblo (Argentina)

FACH: Fuerza Aérea de Chile

FAMAE: Fábricas y Maestranzas del Ejército de Chile FAR: Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba FF.AA.: Fuerzas Armadas de Chile

FISA: Feria Internacional de Santiago FPMR: Frente Patriótico Manuel Rodríguez

GOPE: Grupo de Operaciones Especiales de Carabineros de Chile GPN: Guerra Patriótica Nacional JJ.CC.: Juventudes Comunistas de Chile

JP: Juventud Patriótica MIR: Movimiento de Izquierda Revolucionaria MPI: Movimiento Pueblo Intransigente

PC: Partido Comunista de Chile PRP: Política de Rebelión Popular de Masas del Partido Comunista

RDD: Régimen Disciplinario Diferenciado UDI: Unión Demócrata Independiente UP: Unidad Popular

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Índice

Presentación 15

Del Frente Cero al Frente Patriótico Manuel Rodríguez 33

Las primeras acciones y el origen de la mística rodriguista 47

Una cuestión ética: el rescate de Fernando Larenas 55

Los enfrentamientos épicos de Patricio González y de Mauricio Arenas Bejas 61

La internación de armas en Carrizal Bajo, una operación del Partido 67

Operación Siglo XX: El atentado a Pinochet y la Sublevación Nacional 71

La ruptura con el PC y el principio de la autonomía 83

La Operación Albania, un golpe a la moral combativa 93

Operación Príncipe: el Frente sigue vivo 97

La GPN: nuestra declaración de Guerra 107

El asalto a Los Queñes: una pérdida inmensa 113

Campaña de Dignidad Nacional: “No a la impunidad” 121

La última operación: el secuestro de Cristián Edwards 139

Emboscada en Curanilahue 153

Operación Vuelo de Justicia: la fuga desde la Cárcel de Alta Seguridad 161

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Me fui a la montaña buscando mi unicornio 171

La muerte de Pinochet 175

Soy el chivo expiatorio 177

Ser rodriguista 181

Anexos

Proclama transmitida en la toma de Radio Minería, junio de 1984 185

Escritos de Mauricio Arenas Bejas, septiembre de 1987 187

“Vida del Frente: Entrevista a José Miguel (Raul Pellegrin)”, El Rodriguista No. 27, septiembre de 1987 193

“El imperativo histórico de reconocer y revertir errores y carencias en la implementación del proyecto rodriguista”. Documento interno conocido con el nombre El Manhattan. English Course, octubre de 1992 205

“Hablan Salvador y el Chele, dirigentes del FPMR”, El Rodriguista No. 68, 1996. 233

Una Mujer llamada “Tamara”

Glosario 251

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Presentación

Mauricio Hernández Norambuena, el comandante Ramiro del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, pieza clave en hechos de nuestra historia política reciente, como el atentado a Pinochet (1986) y la fuga en helicóptero desde la Cárcel de Alta Seguridad (1996), está preso en Brasil desde febrero del 2002, en un régimen de castigo que se ha extendido a lo largo de todos estos años. Con visitas restringidas, con la imposibilidad de comunicarse con el exterior, en un aislamiento injusto y cruel, no podemos dejar de preguntarnos: ¿Por qué tanta saña? ¿Por qué ese encono inhumano? ¿Qué representa este nombre? Y, tal como pregunta Lope de Vega: “¿Qué capitán es este, qué soldado de la guerra del tiempo?”.

Este libro es un intento por darle a Ramiro la posibilidad de contar su historia, o su versión de otra Historia, para que su relato nos ayude a entender con mayor profundidad el complejo proceso de lucha contra la dictadura y de la llamada “transición a la democracia”. Es también el producto de un esfuerzo colectivo de compañeras y compañeros que no aceptamos las condenas penales impuestas a Mauricio Hernández ni las condiciones de tortura carcelaria a las que está sometido. Esperamos que este texto, que fue revisado y aprobado por el mismo Mauricio, se convierta tanto en un instrumento de difusión de su caso y de apoyo a la causa de su liberación, como en una pieza importante de un rompecabezas histórico: el de la lucha armada contra la dictadura y la impunidad en Chile. Una de las expectativas puestas en este libro es que su lectura permita abordar el análisis del contexto de la lucha contra la dictadura y contra su perpetuación, desde la perspectiva de un actor que ha sido sistemáticamente acallado, negándosele la posibilidad de aportar los elementos de su juicio ético y político, que a nuestro entender es imprescindible para comprender a cabalidad ese período histórico.

Mauricio Hernández Norambuena, después de su fuga desde la Cárcel de Alta Seguridad y de haber pasado por la experiencia de la guerrilla en Colombia, fue capturado en Brasil y condenado como co-autor intelectual y material del secuestro del empresario Washington Olivetto. Un Tribunal Penal lo sentenció en primera

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instancia a 16 años de reclusión, condenándolo por “extorsión mediante secuestro” y reconociendo en la sentencia la motivación política de la operación; sin embargo, el Tribunal de Justicia del Estado de São Paulo aumentó la penalidad al máximo permitido por la legislación de Brasil: 30 años de reclusión penitenciaria. Durante los 15 años que ha pasado cumpliendo esa condena, Mauricio Hernández ha sido sometido al régimen carcelario especial conocido como Régimen Disciplinario Diferenciado (RDD), siendo el único condenado en la historia penitenciaria del Brasil en ser sometido a ese trato durante un período tan extenso de tiempo.

El RDD se puede considerar como una forma de tortura moderna, pues implica el aislamiento total del preso en una celda individual de 3 x 2 metros, con baño incluido, y la restricción de una hora diaria de “baño de sol” en un patio pequeño. El sistema de visitas contempla únicamente tres horas semanales, sólo para parientes directos (en el caso de Mauricio las visitas son mucho más espaciadas en el tiempo –cada dos a tres meses–, debido a que su familia reside en Chile y le es difícil el traslado). El preso no tiene derecho a acceder a ningún medio de comunicación (diarios, TV, radios), está limitado a recibir sólo un libro por semana, y tiene prohibición absoluta de contactarse con otros reclusos. Además, el interno recluido bajo este régimen tiene prohibida la comunicación con los gendarmes, incluso mirarlos a los ojos es motivo de un castigo extra (Mauricio ya ha sido castigado por este motivo, perdiendo su derecho a “baño de sol”). Las cartas y libros que le son permitidos recibir son censurados y seleccionados previamente por la penitenciaría, reteniéndolos por 40 ó 50 días antes de ser entregados. Además, cada cierto tiempo, Mauricio ha sido cambiado de penal y de Estado, lo que conlleva que su caso quede bajo una jurisdicción diferente, por lo que la evaluación judicial de posibles “beneficios” carcelarios debe ser reiniciada cada vez por su abogado en los tribunales del Estado donde haya sido relocalizado.

Todas las medidas del RDD, debido al tratamiento inhumano y degradante, apuntan a la aniquilación física y síquica del reo, configurando una forma de tortura basada en la aplicación de métodos tendientes a anular su personalidad.(1) Estas medidas

1 Convención internacional contra la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanas o degradantes (1984).

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son administradas por el personal de gendarmería sin mayor injerencia de los Tribunales de Justicia. Paralelamente, se le ofrece al preso un tratamiento farmacológico que allana su aniquilamiento mental, pues produce pérdida de memoria e incapacidad para evaluar conscientemente su situación. Mauricio no ha querido aceptar dicho tratamiento, y se le ha negado el acceso a un médico y oftalmólogo de confianza, de manera que su salud y su vista han empeorado ostensiblemente en los últimos años.

Si bien el RDD no se aplica legalmente como castigo, sino como medida de seguridad en función de la peligrosidad que el reo represente para el penal y para la sociedad, la legislación brasilera no permite que un preso esté por más de un año en este régimen (o por más de un sexto del tiempo de la pena aplicada). La ley brasilera también prevé la progresión de toda pena hacia un régimen carcelario semiabierto, a partir del cumplimiento de un sexto de la pena; sin embargo, Mauricio lleva 15 años en RDD, sin que los tribunales o el gobierno brasilero hagan algo respecto de la violación flagrante de sus derechos.(2)

Ningún torturador, ni militar, ni dictador de las tiranías latinoamericanas, ni criminales de lesa humanidad ha sido sometido a estas condiciones carcelarias ¿Cuáles son las circunstancias que llevan al Estado brasilero a eternizar este régimen, trasgrediendo la propia Constitución Política del Estado? Creemos que las razones son eminentemente políticas. Desde su captura en Chile en el año 1993, Mauricio Hernández fue condenado por tribunales chilenos, en juicios sumarios, a dos penas de cadena perpetua, acusado de ser “autor intelectual del magnicidio del senador Jaime Guzmán” (en 1991) y del secuestro del hijo del dueño de la Empresa El Mercurio S.A. Cristián Edwards (el año 1992).(3)

Mauricio alcanzó a cumplir 4 años de condena, antes de su fuga en helicóptero (en la operación llamada “Vuelo de Justicia”), junto a otros tres presos del FPMR, dos de ellos también condenados por el atentado a Guzmán. Por el convenio bilateral de extradición de presos condenados, que busca promover la “rehabilitación” de los

2 Ver “Reglas mínimas para el tratamiento de los reclusos”, Primer Congreso de Naciones Unidas para la prevención del crimen y tratamiento de los reclusos (1960). 3 No está de más recordar que estos juicios se realizaron en forma sumaria, a una velocidad que no cumple con ninguna de las garantías procesales que otorga el derecho actual, y por un juez conocido por su pinochetismo.

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reos en sus países de origen, en el año 2004 el Estado de Chile solicitó la extradición de Mauricio Hernández desde Brasil, pero el Supremo Tribunal Federal de Brasil denegó esa posibilidad, basado en la Constitución Federal de ese país (Art. 5, XLVII), que veta la cadena perpetua y establece una pena máxima de 30 años de prisión para los delitos más graves. De esta manera, la Corte Suprema brasilera condicionó la extradición a una conmutación de pena acorde con las garantías constitucionales de Brasil. Con esa decisión se condenó a Mauricio a un régimen penitenciario destructivo, difícil de soportar por mucho tiempo.(4)

¿Por qué estos dos Estados no han buscado iniciar los procesos que permitan un trato humanitario a Mauricio y generar las condiciones de su reintegración a la sociedad? La respuesta a esta pregunta ha sido uno de los motivos más poderosos para la publicación de este libro, en la medida que se trata de una respuesta de criterio ético y político, que pone en cuestión todo lo que los gobiernos de la transición de post-dictadura han construido como versión oficial de la historia de acuerdos, consensos y “reconciliación” en busca de la “paz social” y el “crecimiento económico”, como la moral política nacional de un período, que es en realidad la moral suscrita por la clase gobernante, que intenta hacerla pasar como universal.

Para los gobiernos de la Concertación y también para el Partido Comunista (hoy todos reunidos en la Nueva Mayoría), Mauricio Hernández parece representar un aspecto de nuestra historia reciente que no quieren ver aparecer en el relato oficial de la transición y menos como un problema legislativo que signifique

4 Es importante mencionar que la República Federal del Brasil ya dispuso en 2007 la expulsión de Mauricio de Brasil, en función de la “conveniencia para el interés nacional”, estando la ejecución de esta medida supeditada al cumplimiento completo de la pena o a su suspensión por parte del Poder Judicial. Adicionalmente, en 2012, Chile promulgó el Decreto 35 o “Acuerdo de Extradición entre los Estados parte del Mercosur”, donde se acepta que no se efectuarán extradiciones cuando el recluso esté condenado a cadena perpetua. En Chile, la Ley Antiterrorista heredada de la dictadura impide el indulto presidencial para este tipo de casos, de manera que un acto de este tipo depende de la voluntad del Parlamento chileno para cambiar esta Ley Orgánica. Esta propuesta legislativa, al igual que una propuesta orientada a la amnistía, implicaría negociar con la derecha, que buscará sin duda beneficiar con ésta a los perpetradores de violaciones a los Derechos Humanos, aduciendo la tesis de los “dos demonios” para equivaler el terrorismo de Estado con la lucha contra la dictadura y su perpetuación.

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volver a debatir leyes donde se enfrentan los imaginarios de la memorias históricas nacionales, como la Constitución del 80, la Ley Antiterrorista, la Ley de Indultos y Amnistías. En estos debates, Ramiro representa la posición de aquellos que no aceptaron el pacto con Pinochet, y la consecuencia que no tuvieron los líderes políticos de la Concertación; representa también la constatación de las consecuencias a las que llevó la propia lógica de la democracia “protegida” y “tutelada”, diseñada por quien fuera el ideólogo golpista de la Constitución del 80, principal líder político de la derecha neoconservadora y neoliberal chilena, fundador del partido pinochetista UDI, y Senador elegido gracias al sistema electoral binominal contra-mayoritario creado por él mismo.

Pero además, para los gobiernos de Chile y Brasil, Mauricio Hernández representa la insubordinación ante los poderes fácticos que se esconden tras la institucionalidad republicana, y la osadía de quien se atreve a desafiar a la clase empresarial que gobierna desde las sombras de la democracia tutelada. Independientemente que Mauricio haya o no participado como autor material y/o intelectual de todo lo que se le acusa, a los gobiernos les interesa que la amenaza al status quo de sus acuerdos políticos tenga un cuerpo, un rostro y un nombre sobre el cual proyectar la imagen del “terrorista” castigado, permanentemente condenado y encerrado. En este caso, el rostro y el cuerpo elegido para simbolizar, y a la vez invisibilizar la insubordinación, convirtiéndolo en el enemigo de la sociedad y una amenaza para el orden, ha sido el de Mauricio Hernández.

La Concertación y sus nuevos aliados, los comunistas, han promovido un relato oficial de la historia en que la lucha activa e insurreccional del pueblo chileno organizado casi no tiene relevancia. Elmismo Partido Comunistaqueimpulsólainsurrección popular y la sublevación nacional entre los años 83 y 86, abandonó a su suerte a los combatientes que se movilizaron en masa en ese esfuerzo. Desde la social-democracia neoliberal primó la versión popularizada por la película NO, que nos quiere convencer que la dictadura fue derrotada por un experto en marketing, asesor del equipo de la campaña mediática que realizó la franja televisiva que impulsaba la oposición a la continuidad del dictador en el plebiscito de 1988.(5) En esa versión de la historia, se engrandece

5 No, drama, 118 mns., dirigida por Pablo Larraín, estrenada en 2012, basada en la obra de Antonio Skármeta, El Plebiscito.

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a los políticos opositores que pactaron con Pinochet el fuero senatorial que conservó hasta su muerte en 2006, que negociaron la impunidad con los militares y los empresarios, y acordaron con la derecha golpista la continuidad de la Constitución fascista de 1980. Con ocasión de la muerte del ex Presidente Patricio Aylwin, pudimos volver a escuchar las voces de esos mismos políticos enarbolando la historia oficial de la transición: “A la dictadura se le ganó con un lápiz y un papel”. Este enunciado es sin duda muy cómodo para legitimar la pequeñez, el oportunismo y las ambiciones de cierta élite política que tempranamente (pensemos en 1986, “el año decisivo”) empezó a hacer sus cálculos para volver al poder con la venia del dictador, manteniendo el modelo económico avalado por los Estados Unidos.

La versión de la historia del período de dictadura que nos cuenta Mauricio Hernández es diametralmente opuesta, por eso ha querido ser borrada, obliterada de los libros y los medios masivos. Tal como reflexiona explícitamente Ramiro en este libro, a esa élite política, ávida de poder, no le convenía una insurrección popular apoyada por las “vanguardias armadas” (léase FPMR, MIR, MAPU-Lautaro, e incluso los Destacamentos del PS). La fábula masoquista de la dictadura derrotada con un lápiz y un papel es la continuidad de la fábula de Pinochet en la que “no se mueve una hoja en Chile sin que yo lo sepa”. Sin embargo, la dictadura no comenzó su repliegue por las amenazas de los lápices, sino por una insurrección que estaba en gestación, que se asomaba indesmentiblemente por el horizonte, y que el imperio norteamericano quería evitar a toda costa, al ver amenazados sus intereses estratégicos por el alzamiento popular. Estos elementos finalmente se conjugan en el pacto de clase que las dirigencias de los partidos del orden decimonónico firman secretamente con los militares, pacto que marcará hasta hoy la transición chilena, y que moldeará la fisonomía que de ahí en adelante adoptaría nuestra sociedad.

Una condición para esa transición pactada fue que el Frente Patriótico Manuel Rodríguez y sus miembros debían ser eliminados, junto a lo que ellos representaban. De eso se encargó el primer gobierno de la Concertación. Es de lo que pueden enorgullecerse Aylwin y sus secuaces de la DC y el PS, y como no podían aniquilar tan obscenamente a quienes habían sido

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combatientes heroicos en la lucha contra el tirano, optaron por el extrañamiento(6) y la cárcel (para aquellos que se mantuvieron firmes en sus posturas y que no pudieron “reciclar”).

En ese proceso, a Mauricio Hernández le tocó pagar por no haber querido negociar y pactar, por no haber creído en la democracia tutelada, por no haber comprado un modelo de país en que todo se vende. Ramiro supo en carne propia de esa traición, por ese motivo muchos quisieran acallarlo, para no recordarles los compromisos éticos que se establecieron en la lucha contra la dictadura, para no tener que referirse a la forma en que algunos chilenos decidieron oponerse valientemente a la “moral del esclavo” y haber estado dispuestos a arriesgar su vida en una lucha a muerte contra la tiranía. Muchos quisieran que esa voz no se escuche, porque es la prueba fehaciente de su indignidad, de su obsecuencia, de su entreguismo, de su traición y de su ambición. La aniquilación de Ramiro en las mazmorras del RDD brasilero parece ser la mejor opción para esa falsa conciencia. La clase política no quiere hablar de ética, no desea escuchar esa palabra, porque pone en cuestión sus prácticas políticas, reñidas con el discurso que alguna vez sustentaron, porque les recuerda los valores que traicionaron, y devela que en esa traición se basa su poder actual.

Los “crímenes” de los que es acusado Ramiro no son hechos aislados, o de responsabilidad individual, son el resultado de una praxis que es consecuencia directa de un ethos, de una lógica política que se desplegó válidamente durante los años de la dictadura. Esto es patente en su relato, él es parte de un proceso que lo trasciende y que lo obliga a tomar una determinación (una determinación que lo hace libre y que lo dignifica): luchar contra la opresión. Y de ese ethos fue parte un pueblo, porque un “pueblo” solo existe como comunidad ética. El compromiso asumido con esa causa, considerada como justa porque no era una causa individual, ni en función del enriquecimiento, ni de la fama, ni de cargos de gobierno, iba a significar grandes costos. Tal como lo relata Mauricio, los combatientes del Frente que participaron en el atentado a Pinochet, por ejemplo, sabían que de esa acción

6 A través de las llamadas Leyes Cumplido, que mantienen hasta el día de hoy a compatriotas que lucharon contra la dictadura en un exilio vergonzoso para el país.

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era muy probable que no salieran con vida, y sin embargo lo hicieron. Eso se puede explicar únicamente por la creencia en valores comunes, superiores a los intereses individuales o de auto preservación personal. Esos valores parecían ser compartidos con una vasta comunidad, la que en su conjunto estaba dispuesta al enfrentamiento y, en muchos casos, al sacrificio. La lucha, en ese contexto, le daba sentido a la comunidad, y la comunidad le daba sentido al accionar individual. Algunos de los políticos hoy en el gobierno profesaron esos valores, fueron parte de ellos e incluso los alentaron con convicción, para luego traicionarlos; otros, haciendo gala de un cálculo más perverso, lejanos a esa ética combativa, utilizaron como moneda de cambio a quienes sí la profesaban, como avanzada a la que luego se podía desechar. De ambos tipos de políticos está compuesta la Concertación y la Nueva Mayoría, los que una vez instalados en el poder renegaron de su pasado, de aquel ethos y de las promesas de justicia.

Las cuestiones de la justicia y la injusticia rondan como fantasmas en estas memorias de Ramiro. La falta de debido proceso que vivió en Chile, con juicios sumarios que lo condenaron a dos cadenas perpetuas, y el régimen carcelario de aniquilamiento que vive en Brasil hace 14 años, muestran que ha sido sometido a una “justicia” que no es ciega, sino que cumple con satisfacer ciertos intereses políticos, económicos y sociales, solapados tras la retórica de las instituciones y del “estado de derecho”. Tanto en este caso como en muchos otros se demuestra que el derecho es una forma de violencia y una forma de ideología. Sin embargo, y paradójicamente, Ramiro también quiso hacer “justicia”, y junto al FPMR propusieron al país una forma de justicia popular que enfrentara la impunidad que el proceso de “transición a la democracia” le estaba otorgando a los responsables políticos y militares de los crímenes de la dictadura. A esa justicia le llamaron “Campaña por la dignidad nacional: No a la impunidad”, y se materializó en una serie de “ajusticiamientos”, es decir, atentados contra la vida de los objetivos definidos como culpables. Se trata sin duda de un gesto radical, que tensiona y obliga a replantear las preguntas relativas al derecho y su aplicación, a la legitimidad de las instituciones, a la relación entre fines y medios, a la definición ética y jurídica de la justicia, al aspecto procesal y penal de las condenas, especialmente cuando se declara y aplica la pena de

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muerte. Se trata de preguntas que requieren de reflexión profunda, reflexión que el Frente Patriótico no estaba en condiciones de desarrollar en toda su amplitud en el momento que se planteó luchar contra la impunidad. Mauricio Hernández reconoce la falta de esa reflexión, que quizás hubiera llevado a tomar otras decisiones, u obligado a analizar y argumentar mejor la legitimidad de las decisiones de “ajusticiamiento”. Porque incluso “la justicia por mano propia” realizada en nombre de las víctimas del pueblo, supone una instancia jurídica, decisional, que debe documentar y dar cuenta de sus condenas.

La paradoja, o quizás la trágica consecuencia de la decisión de hacer justicia en nombre del pueblo, en el caso de Mauricio Hernández, es que al haber tomado la justicia “en sus propias manos”, sin la mediación de los tribunales del “estado de derecho burgués”, fue condenado a cadena perpetua por los mismos tribunales a los que el Frente deslegitimó con la campaña de ajusticiamientos. Es, finalmente, contra ese cuestionamiento radical de su legitimidad ética que el poder judicial de Estado ha reaccionado, aplicando toda la fuerza del monopolio de la legitimidad jurídica, otorgado por su connivencia con los intereses políticos y económicos de la clase dominante. Aún más irónico es que efectivamente hubo impunidad para los ideólogos, los criminales y los torturadores de la dictadura, y si hubo algún castigo, estos han sido prontamente revisados por “razones humanitarias”, obteniendo estos condenados los beneficios carcelarios que nunca se le han dado a Ramiro. Es decir, el sistema judicial ha confirmado en la práctica los cuestionamientos que le hiciera el FPMR a comienzos de la “transición”: como poder de Estado ha sido una garantía de la impunidad, y su justicia ha sido sólo la justicia de una clase.

Y cuando la justicia humana está supeditada a los intereses de una clase social, el magnicidio puede convertirse en una acción ética, aunque casi siempre sea un “error político”, porque tiende fortalecer a las castas y los discursos que se levantan sobre el cuerpo de aquel a quien transforman en mártir. Puede que el problema que plantea el magnicidio de Jaime Guzmán sea precisamente aquel: el momento en que la ética y la política se divorcian, en el que la política renuncia a la ética, y la ética pierde todo horizonte político. Pero la muerte de Guzmán puede ser también vista de otra

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manera, de una manera bíblica como quizá a él mismo le hubiese gustado: “El que a hierro mata a hierro muere”. Porque si bien se ha tratado de presentar a Guzmán como un paladín de los Derechos Humanos en plena dictadura, eso es solo otra fábula. Se dice que Guzmán “ayudó” a muchos, “intercedió” por otros, “protegió” a unos cuantos, que actuó como persona “preocupada” por las violaciones a los Derechos Humanos (violaciones de las cuales estaba plenamente enterado). Pero le interesaban los Derechos Humanos de individuos específicos, provenientes de “buenas familias”, de militantes católicos o de estudiantes de la Universidad Católica. Con esta preocupación “personal”, que nunca se vuelve un cuestionamiento político o ético de la dictadura, fue creando también una red de lealtades entre las víctimas del régimen, y una fuerte enemistad con Manuel Contreras, que encarnó el papel más cruento en el trabajo sucio de la represión. Lo que prueba, por un lado, que no solo conocía perfectamente la violencia desatada por los militares, sino que además, como todo católico fundamentalista, era mucho más perverso que aquellos que jugaron el papel de los llamados “cómplices pasivos”, que actuaron en el gobierno militar y hasta hoy dicen no haberse enterado de nada. Guzmán previó la represión, la alentó, la encubrió, y luego jugó a denunciarla o a negarla según fuese necesario para su proyecto ideológico. Porque, como intelectual versado en la historia del nazismo, del fascismo, del franquismo, y de todas las dictaduras concebidas como estados de excepción, Jaime Guzmán sabía perfectamente que el modelo constitucional, político y económico que quería imponer al país iba a requerir la exterminación física de aquellos ciudadanos que se oponían a ese modelo, porque aquellos ciudadanos civiles eran mayoría, más organizados y más decididos. Eran los que tenían la razón, pero no tenían la fuerza. Al llamar al golpe y a la restauración neoconservadora, Guzmán sabía que apelaba a la soberanía de la fuerza y al asesinato de sus opositores para imponer sus ideas.

La cuestión de las responsabilidades ideológicas en los crímenes contra la humanidad ha sido ampliamente debatida durante el siglo XX, y la reflexión ética sobre la justicia de la pena de muerte lo ha sido desde al menos el siglo XVIII. Por ejemplo, en los juicios de Nuremberg contra los criminales de guerra del nazismo, el jurista, filósofo y teórico nazi Carl Schmitt es llamado a declarar ante el Consejo Norteamericano para Crímenes de

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Guerra dirigido por el juez Kempner (abril de 1947). En su descargo, el profesor Schmitt plantea que “no existe protección alguna contra la mala utilización de los resultados de una investigación científica”, y que “las repercusiones de la palabra hablada, escrita o impresa son múltiples e imprevisibles [...] muchos oyentes y lectores no interpretan las tesis y fórmulas que llegan a sus oídos con este espíritu científico, sino que las ponen automáticamente, sin reflexionar, en conexión con sus ideas prácticas habituales y sus fines e intereses del momento”.(7) Se trata de un argumento conservador basado en la distinción jerárquica entre seres humanos, donde algunos tienen la “inteligencia” para pensar, y otros simplemente actúan “sin reflexionar”. Pero, más adelante, el argumento muestra toda su falacia, al intentar Schmitt deslindar interesadamente lo que puede ser materia de análisis judicial y lo que debería ser una discusión “puramente” científica para pensadores abstraídos del mundo social. Por eso, ante la pregunta de Kempner sobre su responsabilidad ideológica en los crímenes del nazismo, Schmitt responde: “No cabe duda que todo autor tiene una gran responsabilidad, y todos tendremos que rendir cuentas por cada palabra ociosa salida de nuestras bocas. La cuestión es hasta qué punto debe tener validez dicha responsabilidad ideológica en la forma y curso de un proceso penal, y en qué medida se debe exigir al juez que se sumerja en mis libros y artículos, así como en las controversias que generaron, para formarse una imagen de mi personalidad científica, y decidir sobre la verdad y el error, el provecho y el perjuicio, la corrección y la falsedad de teorías y opiniones”.(8) Pero el juez Kempner ya le había manifestado a Schmitt la teoría sobre la que trabajaban los Tribunales de Nuremberg: “estamos convencidos de que los organismos ejecutivos de la administración, de la economía y del ejército no fueron más importantes que los hombres que idearon la teoría, el plan de toda esta historia”.(9)

En Chile, Jaime Guzmán fue el hombre de “la teoría y el plan de toda esta historia”, y la conciencia que tenía de su estrategia de sedición está demostrada por el simple hecho de haber escrito gran parte de sus textos programáticos previos al golpe de Estado,

7 Carl Schmitt, Respuestas en Núremberg. Edición y comentario de H. Quaritsch, Escolar y Mayo editores, Madrid, 2016, p. 90. 8 Ibid. p.101. 9 Ibid. p. 66.

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con seudónimos o en forma anónima, en los órganos de difusión de los movimientos de extrema derecha, como Fiducia.(10) Guzmán fue el principal ideólogo del golpe, de la dictadura, de la represión, de la democracia tutelada, y un impulsor del itinerario de la salida pactada. Es también responsable ideológico de los crímenes masivos y sistemáticos cometidos por los aparatos represivos de la dictadura, ya que promovió el odio anti-comunista y justificó el gobierno militar como Estado de Excepción necesario para la instauración del modelo constitucional de Estado Subsidiario.

En Ruanda, luego del genocidio de 1994 contra la minoritaria etnia tutsi, también se establecieron tribunales para juzgar los crímenes de lesa humanidad, donde fueron juzgados no solo los responsables “prácticos” sino también los ideólogos del odio que llevó a la matanza. Desde entonces, el gobierno ruandés ha desarrollado una estrategia permanente de vigilancia contra lo que se ha llamado la “ideología del genocidio”, por medio de la Comisión Nacional para el Combate Contra el Genocidio. Esta comisión ha impulsado leyes penales que castigan la ideología del genocidio, como la Ley del 2013 que incluye en su definición la “incitación a cometer genocidio”, el “negacionismo del genocidio”, la “minimización del genocidio” (es decir, minimizar su gravedad o sus métodos), y la “justificación del genocidio” (glorificarlo, sostenerlo o legitimarlo).(11) En Chile, muchos colaboradores civiles de la dictadura, además de los militares, podrían ser juzgados por su responsabilidad ideológica en la planificación, incitación, negacionismo, minimización y justificación de la masacre de miles de chilenos. Pero un pacto de clase parece impedirlo, ya que las élites de diferentes ideologías han preferido reconciliarse en el olvido y la impunidad de los crímenes, y seguir así gozando de un orden de clases que poco ha cambiado desde el siglo XIX.

Ya elegido Senador a principios de los años noventa, Guzmán estaba preocupado por el “terrorismo” de izquierda; se oponía a todo tipo de indulto, negociación o desmovilización pactada con estas organizaciones. Quería usar contra ellos todo el peso de la ley constitucional que él mismo había creado, amparado en el terrorismo de Estado. En la sesión de la Comisión de

10 Ver el libro de Renato Cristi, El pensamiento político de Jaime Guzmán. Una biografía intelectual, Lom Ediciones, Santiago de Chile, 2011. 11 CNLG, Etat de l’idéologie du génocide au Rwanda, 1995-2015, National Comission for the Figth Against Genocide, Kigali, 2016, p.45-46.

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Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento del Senado de la República, el 8 de enero de 1991, cuando se discutía el proyecto de ley sobre indulto, amnistía y libertad provisional, Guzmán señalaba un argumento que se podría haber aplicado principalmente a él como ideólogo del terrorismo anti-comunista: “La trágica eficacia del terrorismo depende y se nutre de una vasta red, en la cual los autores intelectuales, los ejecutores materiales y los que a sabiendas los ayudan o les facilitan sus acciones y coartadas, juegan un papel similarmente repudiable”. Paradójicamente, producto de su asesinato se impusieron sus ideas contra el indulto y contra el concepto de “preso político”, y la Concertación endureció la Ley Antiterrorista de 1984, que pende hasta el día de hoy sobre nuestras cabezas.

Sin querer justificar ni promover el magnicidio, el asesinato o la pena de muerte, uno puede legítimamente preguntarse: ¿Qué hacer ante este tipo de sujetos sádicos y perversos, cobijados en las instituciones y que pueden tomar la forma de un Manuel Contreras, un Augusto Pinochet, un Roberto Fuentes Morrison, un fiscal Fernando Torres o un Jaime Guzmán? La respuesta que algunos encontraron y llevaron a la práctica fue el ajusticiamiento. Otros, políticos formados en la escuela de Maquiavelo, pueden haber planeado manipular a aquellos que estaban dispuestos al ajusticiamiento, para convertirlos en peones de una política perversa, favorecida por el magnicidio como error político, para acrecentar su propio poder y justificar el Estado policíaco. De ahí surgen las tesis, doblemente conspirativas, sobre la posibilidad de que la muerte de Jaime Guzmán haya sido monitoreada o incluso digitada por quienes sacarían un gran provecho de ese atentado: los militares, con Pinochet a la cabeza, o la Concertación que podría así deshacerse de su principal adversario, justificando de paso el aniquilamiento del Frente y de los demás grupos armados. Jaime Guzmán tuvo el poder de invocar toda esta violencia, y una vez desatada, no tuvo, nadie tiene, el poder para detenerla. Es la paradoja del sadismo: la aniquilación del otro, de la que el sádico extrae su placer, implica su propia aniquilación, porque, llegado a ese extremo, ya no puede seguir gozando.

¿Quién decidió la muerte de Guzmán? Esta es una pregunta clave para los debates judiciales, políticos e históricos que están pendientes. La respuesta de Ramiro es clara y contundente: fue una

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decisión colectiva del FPMR. Porque su actuar siempre se inscribió en el marco del quehacer de una organización política; no se trató ni de un iluminado que actuaba solo, ni de un individualista sin participación orgánica, sino de un militante que actuaba en función de una voluntad colectiva. Lo que presenta valores y riesgos, pues ante la exigencia de determinar culpabilidades, es necesario tener en cuenta que pudo haber pesado más la manipulación, la infiltración, la desesperación política, la dificultad del colectivo para corregir errores o enmendar decisiones, y el contexto político desconcertante que se estaba viviendo, donde reinaba la traición, la frustración y la desesperanza. Por lo tanto, la responsabilidad sigue siendo colectiva y, por lo mismo, no puede recaer el peso de la justicia en un solo individuo, ni en dos, ni en tres. La evaluación de estos eventos requiere de respuestas y procesos sociales, ni siquiera pueden ser correctamente discernidos por tribunales de justicia, ya que se trata de procesos históricos y políticos. El que mató al gobernador fue Fuenteovejuna, señor.

A pesar que el ajusticiamiento de Guzmán ocurrió hace casi veinticinco años, estas reflexiones siguen siendo pertinentes en la actualidad, ya que Chile sigue viviendo bajo la Constitución que Jaime Guzmán elaborara, y en el modelo que él ideó para nuestra sociedad. Hoy, más que nunca, después de todos estos años de transición y «democracia tutelada», los chilenos exigimos explicaciones; las nuevas generaciones quieren saber de esta historia oscura, y todos como ciudadanos queremos ver a la política asumiendo compromisos éticos y rendiciones de cuentas, así como conocer la diversidad real de corrientes históricas. También queremos saber que no todos se rindieron en cómodo masoquismo ante el sadismo institucional de una justicia “en la medida de lo posible”, porque lo que es justo no debe ser decidido por unos pocos. Si hay una lección histórica que nos pudo legar el Frente Patriótico es que lo posible se construye entre todos, y esos combatientes también tienen su lugar en la historia, pues su coraje y valentía debería ser un ejemplo para las generaciones futuras de ciudadanos que no se esclavizarán más ante ningún tirano.

De todo esto puede hablarnos el comandante Ramiro. Este libro contiene algunos de sus relatos, reflexiones y conocimientos históricos, los que pudieron escapar de los muros de una cárcel

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de alta seguridad, para llegar hasta nosotros gracias al esfuerzo de algunos periodistas(12). Lo que puede ser una paradoja, ya que el Régimen Disciplinario al que Ramiro está sometido busca precisamente que el preso deje de hablar, o que hable solo con las paredes, para que el futuro le depare solo encierro y locura. Pero este libro nos recuerda que Mauricio Hernández está vivo y lúcido, extrañamente lúcido luego de 15 años de encierro solitario, y por eso es necesario que su voz sea escuchada. Al comandante tampoco lo dejan escribir, aunque esperamos que más pronto que tarde, pueda volver a hacerlo, para que este libro pierda el aura de una voz rescatada de entre los barrotes, y se vuelva solo un documento más de la barbarie a la que alguna vez estuvo sometido su autor.

Mientras Mauricio sigue pagando por el “error” colectivo de no creer en el pacto entre los asesinos, torturadores, militares y políticos golpistas, que condenaron a decenas de miles de chilenos a la muerte, la tortura, el exilio y el terror, y los políticos que negociaron la impunidad y la distribución de la riqueza nacional, todos ellos siguen gozando de libertad, siguen abusando del poder, robando los recursos de todos los chilenos, y siguen tratando de convencernos que aquello que hicieron fue justo y bueno, que los que de verdad arriesgaron su vida son los que están equivocados. Este orden de cosas tiene que cambiar, por el bien de una sociedad que acumula rabia, descontento, malestar, resentimiento y odio.

El Frente Patriótico Manuel Rodríguez desarrolló en los años ochenta toda una mística de la lucha, que se fundaba en un proyecto utópico que liberaría a nuestro país dándole una Segunda Independencia, haciendo posible la justicia en todos los ámbitos

12 El libro se construye a partir de las entrevistas que Mauricio ha otorgado a diversos medios y personas desde que se encuentra recluido en las cárceles de Brasil. Recogemos en esta compilación las entrevistas realizadas por Carolina Trejo Vidal en los años 2009, 2010, 2011 y 2014, y las realizadas por diferentes periodistas de Chilevisión TV, incluyendo las de Luis Narváez, Pedro Azócar y Rodrigo Casanova, en los años 2010, 2012 y 2014. Teniendo como base el material de la transcripción de dichas entrevistas (gran parte de ellas en formato audiovisual que se encuentra disponible en Internet, y que en parte fue trascrito por los peritos de la Policía de Investigaciones en el marco del juicio que lleva el juez Mario Carroza), nos abocamos a la tarea de dar una forma narrativa fluida y continua al relato que Mauricio hizo de su historia. Ordenamos el testimonio con un criterio cronológico y agregamos notas explicativas cuando nos pareció necesario.

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de la vida social. Ese proyecto se convirtió en una forma de vida concreta para muchos militantes, que asumieron los costos que se debían pagar, como la vida en la clandestinidad, el permanente riesgo de muerte y tortura, la imposibilidad de tener estabilidad o construir una familia. Gracias a esos militantes, guerrilleros y combatientes, Chile se pudo liberar del régimen dictatorial, y es tremendamente brutal que algunos de esos compañeros estén aun pagando, individualmente, los costos de esa apuesta histórica. Un paso al Frente, este libro que es un testimonio en primera persona, y a la vez un intento de reivindicación de aquella historia, como su título lo dice, es un paso más en la recuperación de una memoria que la amnesia neoliberal ha querido eliminar. Harán falta muchos más pasos en esa dirección, y uno de ellos, un paso importante, que puede iniciar el reencuentro con nuestra historia, es la liberación de Ramiro.

L. Maxwell & J. Pavez

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Del Frente Cero al Frente Patriótico Manuel Rodríguez

Yo entré a militar en las Juventudes Comunistas el año setenta y dos, en el período de la Unidad Popular, cuando tenía trece o catorce años. En el barrio donde vivía había unos diez muchachos de mi edad con mucho entusiasmo por el proceso que se estaba viviendo. A veces pasaba un camión, temprano en la mañana, en el que nos íbamos para el interior de Valparaíso, a Quillota o Limache, donde participábamos en trabajos voluntarios, recogiendo naranjas. En esas ocasiones nos encontrábamos con cientos de jóvenes, escolares, universitarios, con los que hacíamos trabajos voluntarios masivos, cantábamos, conversábamos, con mucha fraternidad. En ese período había mucho sentido comunitario. Fueron hermosos tiempos. La otra labor nuestra era hacer propaganda; yo participé en la Brigada Ramona Parra, rayando muros. Fue una experiencia única, donde pude impregnarme de un espíritu fraterno y solidario.

Milité hasta el Golpe Militar de 1973, luego hubo (por lo menos en la Quinta Región, de donde yo era) un lapso de aproximadamente cinco o seis años en que no se pudo articular el trabajo de las Juventudes Comunistas por la persecución hacia las orgánicas de izquierda. Recién el año setenta y ocho comenzaron a llegar algunos antiguos jotosos, y se reactivó la juventud comunista en la Región. Me reincorporé entonces a trabajar en la Jota, milité en la base Ángela Davis, una célula que existía desde la Unidad Popular y que se reactivó el año setenta y nueve, durante el período más oscuro de la dictadura. A los que estábamos menos quemados desde el tiempo de la UP (como yo, que tenía catorce años para el Golpe), nos hicieron asumir responsabilidades en el trabajo de propaganda. Ésta consistía en hacer rayados de noche, con consignas que bajaban del Partido: “No a la dictadura”, “Abajo Pinochet”, etc. Esa actividad de la Jota, que implicaba cierto riesgo, requería de planificación y de establecer sistemas de seguridad, porque si te agarraban los pacos, probablemente no te iban a matar, pero sí te iban a apalear, a fichar, a torturar, e incluso, si te encontrabas con ellos, ya tarde en la noche, podía pasar cualquier cosa, incluso te podían dar un tiro ahí mismo en la calle. Por eso,

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esas salidas eran planificadas en detalle. El jefe de propaganda de la base planificaba, pero participábamos todos, los siete u ocho militantes que la componíamos, y cada uno cumplía un papel distinto: había dos loros en una esquina, otros dos en la siguiente; la señal era un silbido; otro llevaba los materiales para pintar (con spray era más rápido, pero al principio era con brocha), el que era mejor para escribir o dibujar quedaba a cargo del trazado. Podíamos llegar a hacer cuarenta rayados en una noche. Al otro día aparecían muchas paredes del cerro rayadas con consignas. Otra base, después, rayaba el cerro del lado, y hacían sesenta rayados, porque se emulaba la acción que habíamos hecho nosotros.

A partir de esas acciones, que necesitaban un grado mínimo de preparación operativa, se desarrolló la inquietud por acceder a una formación en ese aspecto. Era, a nuestro entender, una necesidad política. Al menos así lo veíamos en nuestra base, y en esa otra base cercana, en la que militaba Mauricio Arenas, y también en aquella otra en la que militaba Fernando Larenas. Esa inquietud había surgido en las conversaciones que se producían cuando nos juntábamos en las actividades deportivas y culturales. Jugábamos fútbol, organizábamos peñas folklóricas, jugábamos ping-pong, hacíamos campeonatos de ajedrez, y aprovechábamos esos encuentros para intercambiar ideas(13). La Jota estaba detrás de la organización de esas instancias, donde se juntaban cuarenta o cincuenta jóvenes. En las conversaciones que ahí se daban siempre terminábamos haciendo una revisión para atrás, a la historia reciente de nuestro país, tratando de entender el porqué de la derrota del proyecto popular, haciendo una crítica y autocrítica del actuar del Partido(14) en ese proceso, preguntándonos porqué no se defendió al gobierno de la Unidad Popular. Nos acordábamos bien de cuando el año setenta y tres el Partido llamaba a no caer en la guerra civil, y nosotros, como jotosos disciplinados, marchamos en las calles en contra del enfrentamiento armado. Después nos daba vergüenza no haber defendido al gobierno de Allende (al

13 Mauricio Hernández, mientras estudiaba educación física, era también un destacado volante lateral en el tradicional club de fútbol Orompello, en el Cerro Esperanza. En ese mismo equipo participó también Fernando Larenas, que era arquero. Los jugadores de este club de ligas menores, a pesar que los dirigentes eran pinochetistas, lograron organizar un rama cultural. 14 Cada vez que Mauricio Hernández habla de “el Partido”, se refiere al Partido Comunista de Chile.

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menos a mí, pero en ese entonces yo sólo tenía trece años). Era una inquietud, una reflexión rudimentaria que se actualizaba en relación al modo de enfrentar a la dictadura. No era muy elaborada la reflexión, pero ya se percibía un vacío en la política del Partido. Los compañeros del MIR también nos ayudaron a ver de manera crítica al pacifismo del Partido Comunista. En esos años la lucha contra la dictadura ya iba mostrando que el camino tenía que ser el enfrentamiento, no había espacio para una vía pacífica.

Un factor importante en nuestro cambio de perspectiva política fue el triunfo de la Revolución Sandinista, que ocurrió el setenta y nueve. Enterarnos de aquel suceso fue un impulso grande. El año ochenta llegó hasta nosotros el video La ofensiva final.(15) Lo vimos en una reunión de base pues se había definido eso como una actividad importante, y a partir de esas imágenes nos impregnamos de toda una mística combativa. El documental trata de los últimos días de la dictadura de Somoza, se ve en las ciudades de Nicaragua a los pobladores dando tiros contra la Guardia, luchando, cayendo heridos, se registran combates callejeros, gritos. Era algo impactante, e inmediatamente nos imaginamos que en Chile podía pasar algo parecido, pues la situación era la misma. Nos enteramos que allá no hubo un ejército guerrillero preparado, se veían las mismas manifestaciones que acá, dos mil personas caminando, con la diferencia de que algunos de ellos iban con bultos en las manos, y que cuando comenzaba el tiroteo, porque los francotiradores atacaban la marcha, los tipos de los bultos se disponían a la defensa de las masas con sus fusiles. Aquí ya se estaban haciendo los primeros mítines, nosotros ya habíamos pasado por eso, las romerías al cementerio para el once de septiembre, a la tumba de Allende, que estaba enterrado en Playa Ancha, eran manifestaciones de trecientas o cuatrocientas personas, pero los pacos llegaban y nos apaleaban sin que hubiesen formas de autodefensa. Entonces, aprendimos. Se hizo la experiencia, y para la siguiente manifestación se colocó a gente de la Jota en la vanguardia de la marcha, por lo menos para dar aviso, para ayudar a los más viejos, a las mujeres y a los

15 El documental Ofensiva final, Revolución Sandinista en Nicaragua, realizado por un grupo de periodistas mexicanos en 1979, muestra los duros enfrentamientos que se produjeron durante los últimos días del gobierno dictatorial de Anastasio Somoza, y se distribuyó en Chile en copias artesanales hechas en formato Betacam y VHS.

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niños a salir de la zona conflictiva. Se implementó algún tipo de autodefensa, aunque aún no armada. Pero estaba claro que debían ir hacia allá los esfuerzos. Yo no sé si aquel acercamiento a la Revolución Sandinista fue orientado o no, o si fueron iniciativas intermedias, o individuales, de alguien que trajo el video por su cuenta; porque realmente no tenía mucho que ver con la cultura del Partido Comunista. De hecho, en la Revolución Sandinista, el Partido Comunista de Nicaragua no jugó ningún papel.

Otras influencias importantes en esa época fueron las lecturas del Che, Guerra de guerrillas, El diario del Che en Bolivia; el libro de Omar Cabezas, La montaña es algo más que una inmensa estepa verde, que cuenta la experiencia nicaragüense;(16)

y Allende, que se agigantaba para nosotros. Teníamos mucha admiración por Allende, el del 11 de septiembre, el de las últimas palabras, el Allende que se inmoló. Con el otro Allende, podíamos ser más críticos. Con esos íconos se identificó nuestra generación, nos formamos a la luz de esas figuras paradigmáticas. A nivel internacional, además de la revolución nicaragüense, los referentes fueron Cuba y, por supuesto, el Che. En el contexto en que vivíamos, el guevarismo se hizo fuerte.

Evidentemente, en la experiencia de nuestro grupo (no se puede generalizar), hay muchos elementos específicos, como el hecho de que nosotros teníamos varios compañeros que provenían del MIR. Ese era, por ejemplo, el caso de Joaquín (Mauricio Arenas), que se hizo jotoso porque vio que el Partido estaba mostrando cierta inclinación hacia la perspectiva insurreccional. El MIR no estaba organizado en Valparaíso, así que algunos de sus militantes vieron que podían hacer un aporte al interior del Partido Comunista, asumiéndolo como un instrumento para desarrollar una política de enfrentamiento directo contra la dictadura. El grupo al que yo pertenecía, un colectivo grande de bases comunistas, se inspiraba mucho en el MIR y en la figura de Miguel Enríquez, por el que teníamos una gran admiración; pensábamos que su consecuencia era un ejemplo a seguir. La Fuerza Central del MIR, que apareció el año ochenta y tres,

16 Omar Cabezas fue dirigente estudiantil y guerrillero del Frente Sandinista de Liberación Nacional. Su libro testimonio de la lucha contra Somoza y la guerrilla nicaragüense ganó en 1982 el Premio Casa de las Américas, y se convirtió en obra de referencia para las luchas revolucionarias en América Latina.

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hizo una operación bastante espectacular en nuestra región: detuvieron el automotor que iba de Valparaíso hacia el interior, a la altura de Quilpué, lo desalojaron y lo incendiaron, colocando propaganda contra la dictadura. Todos esos ejemplos a nosotros nos motivaban, nos daban fuerza, alimentando la mística, y nos ayudaban a entender que el camino a seguir era ese. Sin embargo, como las cosas no estaban muy claras, ni muy estructuradas, en ese momento simplemente era una idea loca, a pesar que sentíamos que la historia nos estaba empujando hacia allá. Hablábamos entre nosotros, nos prometíamos que cuando llegara el momento de dar el paso, tendríamos que ser consecuentes, porque sabíamos que ese momento iba a llegar tarde o temprano, que sólo era cuestión de tiempo. Pero no había una mayor elaboración desde el punto de vista teórico, ese sentimiento tenía más bien que ver con la vida cotidiana, con lo que pasaba a diario, con lo que nos tocaba vivir, nos sentíamos sofocados por la dictadura, sentíamos rabia y tristeza frente a tanta injusticia.

El año ochenta, aproximadamente, se formó el Frente Cero, cuyas primeras misiones fueron de propaganda de carácter audaz. Como decía, la gente que participaba en acciones de propaganda era la que estaba más cerca de conformar una estructura operativa. De hecho, en las células de la Jota el encargado de propaganda fue el que quedó, naturalmente, encargado del Frente Cero. Ese fue mi caso: yo era encargado de propaganda y pasé directamente a pertenecer al Frente Cero. Luego empezaron a bajar las orientaciones. Se nos pidió, por ejemplo, dejar de ir a actividades públicas, que bajáramos nuestro perfil social. Eran, en un principio, pequeñas normas de seguridad, adquiridas en el día a día, sin embargo, después, en la medida que se fueron incorporando otras, eso se convirtió en una forma de vida.

Algunos empezamos a dedicarnos más al deporte, al fútbol, retirándonos de las actividades culturales, que ya estaban muy quemadas como ambientes de la izquierda. Progresivamente nos fuimos apartando de ciertos círculos, lo que significó también irse marginando socialmente, alejándonos de nuestros amigos y de los lugares de convivencia diaria, de nuestros vecinos, de nuestro medio natural. Comenzamos a llevar una vida más seria, más “pacata”, asumiéndolo con toda la disciplina que era necesaria. Después aparecieron algunas cartillas básicas de conspiración,

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que nos ayudaron al aprendizaje de ciertas cuestiones técnicas, a pesar que ni siquiera teníamos armas. En el Frente Cero se hizo cargo de nosotros el compañero Claudio Molina, que venía del Regional de Valparaíso, donde se había concentrado un grupo que ya tenía cierta experiencia. Comenzamos a trabajar con él, que era un cuadro político, e incluso andaba armado. Con él tuvimos un par de reuniones en las que nos enseñó algo de teoría militar, cuestión que para nosotros, que estábamos en una fase más bien práctica, poco nos servía.

Las primeras acciones fueron pequeñas: cadenazos durante las protestas, derribar un poste, sabotear al Metro. Cosas que resultaron con errores, por la inexperiencia, pero que para nosotros eran acciones gigantes. Trabajábamos mucho con la emulación: en Santiago se hablaba de lo que se hacía en Valparaíso, y viceversa. Una vez quemamos un ómnibus, lo que fue una gran hazaña, porque estuvo muy bien organizado. Detuvimos la micro, bajamos a todas las personas, la quemamos y dejamos un lienzo. Fue una cosa simple, hecha en un cerro de Valparaíso, pero que llegó a tener cierto impacto. Más tarde, cuando yo ya había pasado al Frente,(17) estuve en Santiago con unos combatientes que contaron que cuando estaban en el Frente Cero escucharon sobre esa acción, y la consideraban como algo importante para ese tiempo.

En Santiago la experiencia del Frente Cero fue diferente, porque se incorporó gente más antigua, que tenía conocimientos técnicos básicos. Sabían, por ejemplo, hacer explosivos caseros, y el explosivo te da resonancia: botar un poste, colocar una carga en un local de CEMA Chile(18) (en Santiago sus sedes fueron bastante atacadas), hacía ruido; nosotros éramos una generación nueva, que no tenía ese conocimiento. Los militantes antiguos de los aparatos de autodefensa del PC incluso sabían de armas. Recuerdo que una vez el Rucio Molina nos prestó su pistola, una 7.65, de tipo personal, para una operación que iba a hacer nuestro grupo, en la que necesitábamos un poder de fuego mayor. Al entregárnosla nos dio dos o tres instrucciones sobre cómo usarla. Algo sabíamos de revólveres, pero nunca habíamos tenido en nuestras manos una

17 Cuando Mauricio Hernández habla de “el Frente”, se refiere al Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR). 18 Asociación de Centros de Madres, presidida por Lucía Hiriart de Pinochet, y administrada por esposas de militares y marinos.

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pistola automática, que tiene un mecanismo muy diferente. En pocos minutos nos enseñó a desarmarla, a armarla y a usarla; fue un “cursillo” relámpago. Así nos fueron traspasando los primeros conocimientos técnicos, lo que demuestra que el Frente Cero siempre tuvo un nivel muy rudimentario. Por suerte no tuvimos bajas que lamentar, ni muertos, ni heridos, ni presos; eso fue gracias a que fuimos muy minuciosos, porque nos sentíamos vulnerables, porque no sabíamos usar bien las armas, y estábamos conscientes de que si había un enfrentamiento, estábamos totalmente en desventaja, y que armados sólo con esos viejos revólveres íbamos a perder inmediatamente.

Gracias a ese extremo cuidado, no tuvimos que enfrentar situaciones difíciles. A pesar que hicimos al menos unas quince de esas pequeñas acciones, nunca tuvimos un enfrentamiento. Nos habría ido mal, porque prácticamente no disponíamos de armas. Me acuerdo de un revolver 38 con dos tiros que apareció una vez, y que nunca supimos si disparaba porque no llegamos a ocupar los dos tiros. ¡No podíamos probarlo! Si lo probábamos nos quedábamos con un tiro nada más. Después nos entregaron, por conducto regular, a través del Secretario Regional, que era el que nos “atendía” (era el Secretario el que atendía directamente al Frente Cero), un revólver 22 largo, que estaba casi nuevo. Eso fue el año ochenta y uno.

El Frente Cero no existía en todo Valparaíso; había un grupo en el Cerro Forestal, además de nosotros, que estábamos en el sector de Recreo y Esperanza (ahí llegamos a tener dos grupos). Después, nos fuimos todos para Santiago. En el caso de Concepción también fue así. Como eran ciudades pequeñas, si te quemabas te mandaban a buscar, y tenías que irte para Santiago. Fue el desarrollo natural de la orgánica. Julio Guerra perteneció a nuestro grupo, también Mauricio Arenas y su hermano, Arnaldo, al igual que Fernando Larenas y yo. Los cinco nos fuimos a Santiago y nos seguimos desarrollando allá, pero ya en las filas del Frente Patriótico Manuel Rodríguez. El Frente Cero no podía solventar una iniciativa como esa, no tenía los recursos para mantener una estructura. Pasar a la clandestinidad supone una actividad de tiempo completo, lo que exige recursos.

El año ochenta y dos salieron los primeros compañeros de la Región a cursos en el exterior, como parte de las medidas

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que implementó el Partido tendientes a fortalecer la Política de Rebelión Popular.(19) Había dos cupos para nuestro contingente. Conversó con nosotros el Secretario de Viña, intercambiamos ideas respecto de quiénes eran los más indicados para viajar, y fueron seleccionados los compañeros Julio Guerra y Fernando Larenas, que se fueron por un año. Los que quedamos en Chile tuvimos tan mala suerte que, a comienzos de ese año, hubo problemas de seguridad con el Secretario Regional, y quedamos descolgados. Recién a finales de año tuvimos algún contacto con militantes del MIR, e hicimos un par de acciones de propaganda callejera con ellos. No había sectarismos entre partidos, había un espíritu común de querer luchar contra la dictadura. No se trataba de ser comunista a ultranza, si a mí se me ofrecía la posibilidad de luchar, ahí iba a estar. A finales de ese año regresó Fernando Larenas, y

19 La Política de Rebelión Popular de Masas (PRP) fue enunciada públicamente por el secretario general del PC, Luis Corvalán, en un discurso pronunciado en Moscú en septiembre de 1980. Ahí se reconoció “el derecho del pueblo a la rebelión” como derecho indiscutible y como una estrategia política contra la dictadura, en que el Partido Comunista llevaría la conducción del proceso, incorporando “todas las formas de lucha”. El Pleno del Comité Central efectuado en Moscú en 1977, y la Comisión Política que lo convocó ya habían avanzado en la definición de esta nueva política. En los años siguientes, la PRP se irá definiendo por la combinación de una política de levantamiento y sublevación popular con elementos de violencia organizada, desarrollada a distintos niveles, incluyendo incipientes experiencias de autodefensa de masas y organizaciones milicianas locales. En 1983 se inicia la organización de un referente armado central o “brazo armado del Partido” (el FPMR), con capacidad operativa y de fuego suficiente como para desarrollar propaganda armada y sabotaje. Se consideró que todos estos factores sumados crearían las condiciones favorables para el “desmoronamiento de la dictadura”. En el Informe al Pleno del Comité Central de enero de 1985, la PRP es definida de esta manera: “Lo prevemos como un levantamiento o sublevación de masas que involucre a toda la población, a la mayor parte de las fuerzas políticas y sociales, y ojalá también parte de las FF.AA. que estén contra la dictadura. Se trata de llegar a un estado de rebelión generalizada, que logre la paralización real del país: alzamientos populares en los principales centros urbanos, con participación decidida del proletariado industrial, de los estudiantes, de las capas medias y del campesinado. Tales acciones se verían fortalecidas por golpes efectivos en apoyo a la paralización, que ayuden a acelerar el desmoronamiento político moral de las fuerzas represivas. La culminación de este proceso debiera ser el copamiento por las masas de los principales centros políticos del país”. En función de esos objetivos el Partido Comunista envió durante los años ochenta a varios de sus militantes a cursos de formación como cuadros político militares en el exterior.

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lo pusimos al tanto de lo que había pasado. Él venía llegando de la instrucción en el exterior, y nos transmitió algunas de las cosas

que aprendió, nos dio un curso, a Joaquín, a otros compañeros y a mí. Llegó del extranjero con contactos directos para Santiago, y así se pudo retomar el trabajo del Frente Cero en Viña.

Las acciones que hacíamos como Frente Cero primero se las proponíamos al Secretario Regional, eran acciones que nos

creíamos capaces de realizar. Para tomar la decisión se conjugaban varias cosas: la dimensión política de la acción y la posibilidad de ganar experiencia, de foguearnos. Hicimos varias expropiaciones pequeñas, donde el objetivo principal no era lo económico, sino más

bien la experiencia, el aprendizaje. Realizamos un par de acciones con Fernando, ya de otro nivel, porque él venía con preparación. Llegaron otro tipo de armas, de mayor potencia, más importantes, incluso unas subametralladoras. A partir de eso nos estructuramos un poco mejor. Fernando se fue finalmente a Santiago, y a través

de él y de otro compañero conocimos a Tamara (Cecilia Magni) a comienzos del ochenta y tres. Ella estaba trabajando como profesora en el Pedagógico de Valparaíso. Ese mismo año hubo otra vacante para ir a una instrucción en el extranjero, y fui yo el que viajó en esa ocasión, a un curso de preparación a Cuba.

Cuando a Rodrigo(20) le entregaron la responsabilidad de organizar y dar un perfil superior a lo que era el Frente Cero, en la perspectiva del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, uno de los hombres que jugó un papel importante fue Ignacio Valenzuela, en el que Rodrigo encontró un gran apoyo, por la experiencia que

ya tenía en Santiago. Muchos de nosotros, cuando comenzamos, teníamos un nivel de reflexión que tenía más que ver con la práctica, en cambio Ignacio, que era un hombre de mayor edad, tres o más años mayor que nosotros, ya había participado en importantes

debates políticos, es decir, era un hombre de ideas; él tenía un buen equilibrio entre las dos cosas. Además, su compromiso con los demás compañeros era admirable. No cualquiera da la pelea que él dio y arriesga así el pellejo. Su madre escribió un libro que

20 Rodrigo es la “chapa” interna de Raúl Pellegrin Friedman, Jefe nacional del FPMR, que fue más conocido hacia el exterior como José Miguel. Fue formado como militar en Cuba y fue combatiente internacionalista en Nicaragua.

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se llama Ignacio Valenzuela, fundador del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (21), pero respecto de eso no puedo opinar porque yo no tuve nada que ver con la fundación del Frente. Cuando se fundó yo estaba participando en el curso en Cuba. Lo que sí puedo decir es que de todo ese grupo, de los que nos desarrollamos en Chile, Ignacio, ya en el año ochenta y siete, era el único que participaba de la Dirección, pues era el que estaba más capacitado. También le tocó participar, como miembro de la Dirección del Frente, en todo lo que fue la ruptura con el Partido, en esas tensas discusiones. Nosotros, en ese entonces, éramos los jefes operativos principales; éramos un grupo grande, debíamos ser unos veinte jefes operativos, que teníamos un nivel similar, dónde estaba Julio Guerra y otros. Algunos de nosotros pasamos más tarde a la Dirección. Ignacio forjó y reforzó toda la consistencia ética que llegó a tener el Frente y fue uno de los modelos de esa mística, sin lugar a dudas.

Estando en Cuba, con los compañeros leíamos el diario Granma, y un día salió la noticia del apagón del 14 de diciembre,

que se lo había adjudicado un Comando Manuel Rodríguez. Nosotros pensamos que había sido un grupo que, al volar una torre,

se había dado ese nombre, porque era común que los grupos se dieran nombres de compañeros caídos al ejecutar una acción. Fue recién cuando regresé a Chile, en mayo de 1984, conversando con Mauricio Arenas (Joaquín), que supe de la existencia del Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Lo sorprendente fue que yo volví al mismo lugar, al mismo grupo, con los mismos compañeros, pero ya era otra cosa. Había cambiado el nombre, el vínculo orgánico y la orientación. La estructura se había separado organizacionalmente del Partido, y se veía que había un esfuerzo diferente. De hecho, el grupo ya había llevado a cabo acciones como Frente, y tenía otro armamento, más pesado, como subametralladoras, y había tomado exitosamente una radio, lanzando una buena proclama(22).

Al momento de reincorporarme, estaban planificando una operación que ya estaba prácticamente lista, faltaba sólo una semana para hacerla, y era bastante audaz para ser de los comienzos. Se

21 Cf. Adriana Pohorecky, Ignacio Valenzuela. Fundador del Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Testimonios. Santiago, sin editorial, 1995. 22 Se refiere a la toma de las instalaciones de Radio Minería en junio de 1984, donde el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, en una acción limpia y muy bien planificada, se presenta y emite una de sus primeras proclamas. Insertamos en Anexo el texto de esa primera proclama pública.

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trataba de hacer un corte en la Avenida España, que es una de las principales avenidas de Valparaíso, donde a la hora punta, las siete de la tarde, se produce un tremendo embotellamiento. Íbamos a atravesar dos buses, bloqueando las cuatro pistas de la avenida, uno a cada lado, de esos buses interprovinciales, grandes, para luego quemarlos, porque el fuego es poderoso simbólicamente. Junto a los buses íbamos a dejar un lienzo con consignas en contra de la dictadura. Un grupo de nosotros iba como pasajeros, otro grupo subía después, algunos paraderos más allá; en algún punto del trayecto le ordenábamos al chofer que se atravesara. En un primer momento él no quiso, y lo tuve que presionar. Venían autos en sentido contrario y él tenía que atravesarse contra el tránsito. Le dije que pusiera intermitentes y se lanzara nomás, finalmente lo hizo, los autos frenaron bruscamente (había mucho tráfico) y quedó atravesado. Hicimos bajar a la gente, colocamos una bomba simulada en el volante, para que no lo movieran; los otros compañeros se pararon de sus asientos, sacaron sus pistolas y se colocaron pasamontañas. Nos bajamos e instalamos el lienzo. Todo esto sucedió en no más de un minuto, mientras otros compañeros esperaban abajo con un bolso, sacaron sus subametralladoras y se ubicaron en dos grupos de contención, uno a un costado del bus y otro más arriba, por si llegaba por allá la represión.

Nos bajamos del bus, colocamos el lienzo y vimos que los autos se detenían con sus luces encendidas, la gente se agachaba en la calle detrás de los autos. Cuando la micro empezó a envolverse en llamas, se empezaron a escuchar bocinas y gritos. Era el momento de cruzar la calle y retirarnos del lugar. Joaquín estaba a cargo de la operación, y yo de uno de los grupos. Lo vi como a unos veinte metros, con una subametralladora en una mano, en su posición. En algún momento empezamos a escuchar tiros. Lo primero que pensé fue: “Puta, es mi debut y ya salen balazos”. Porque realmente ese era mi debut, no llevaba más de una semana en Chile y ya me tocaba participar de una acción importante. Mi viaje de regreso había sido muy rápido, por Europa, entonces yo venía con mucha disposición, diez días antes había estado en un campo de tiro en Cuba, preparándome, por eso me sentía con mucha confianza.

Yo andaba con una pistola, avancé y percibí que los tiros salían por donde estaban los autos, en una esquina, pero por las luces no conseguí ver nada. Me agaché, los compañeros salieron corriendo en esa dirección, los seguí y escuché más tiros, tenía

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la sensación de que las balas estaban pasando cerca, a un metro, cuando escucho que Joaquín comienza a disparar. La misión que yo tenía era que, llegado el caso, debía asumir la subametralladora de otro compañero, porque yo era el único en el grupo que tenía instrucción. Cuando estaba recibiendo la subametralladora escuché a Joaquín que gritó: “¡Le di, le di!”. Estaba disparando de a dos tiros, y tenía buena puntería. Yo hasta ese momento no veía nada, ni siquiera sabía a qué le estaba disparando él. Sólo sabía que estaba respondiendo a los balazos que venían del lado contrario. El compañero que me pasó la subametralladora se quedó con una pistola y un paquete de miguelitos. Su misión era esparcirlos si nos perseguían por la calle donde estaba nuestro auto, pero apenas yo tomé la subametralladora él salió corriendo. Joaquín estaba parapetado en la esquina, a cinco metros de donde yo estaba, más allá había un bus, y vi unos fogonazos. En un primer momento pensé que el disparo de Joaquín había dado en la micro y disparé en esa dirección, pero no me salió el tiro. ¡El seguro estaba puesto! Le saqué el seguro y disparé, pero de nuevo no salió el tiro: el arma no estaba ni siquiera amartillada. En ese momento Joaquín se dio media vuelta y me dijo: “Ya, vámonos”. Así que ni siquiera disparé un tiro. Nos fuimos trotando y conversando. No avanzamos ni veinte metros cuando vemos el paquete entero de miguelitos tirado en la mitad de calle; tuvimos que comenzar a esparcirlos con los pies, porque el compañero los dejó ahí, sin desparramarlos, y salió corriendo… así no servían de nada.

Lo otro que recuerdo de esa acción es que teníamos una segunda contención una cuadra más arriba, con una subametralladora. Con Joaquín corrimos esa cuadra, cada uno con su subametralladora, ya estábamos cansados, y cuando vamos llegando al auto (en esa acción estaba como chofer operativo el compañero Figueroa, el de la escuela de Varas Mena(23)), escuchamos nuevamente tiros, una ráfaga. Nos paramos, nos escondimos para mirar, y vimos a más de media cuadra al compañero de la contención, caminando y dando tiros al aire, vestido con un poncho grande. Fue muy loco verlo, era de noche, iluminado sólo con los faros de los autos, parecía un personaje sacado de una historia del tiempo de la independencia.

23 La Escuela de la calle Varas Mena 417, ubicada en la Comuna de San Joaquín, era un lugar de formación de cuadros político militares del FPMR que fue atacada por la CNI durante la Operación Albania.

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Después, y producto de esta primera acción como miembro del FPMR, Fernando me fue a buscar a la Quinta Región para que me fuera a trabajar a Santiago. Me lo dijo así: “Pepe –en ese tiempo yo me llamaba Pepe–, ya cayó Joaquín, y en Valparaíso tú eres conocido, así que te van a agarrar”. Joaquín (Mauricio Arenas) había caído tres días después de la acción, pero a mí no me habían agarrado, así que me fui a trabajar en el Frente a Santiago.(24)

Cuando llegué allá, me enteré que Fernando se llamaba Salomón, y que estaba a cargo del Destacamento, la estructura de Fuerzas Especiales del Frente, y que trabajaba en conexión directa con Rodrigo.

Ignacio Valenzuela Pohorecky

24 Mauricio Arenas Bejas (Joaquín), ex estudiante de filosofía en la Universidad de Playa Ancha, cae detenido después de esa acción. La CNI llegó a buscarlo a la pensión donde él y Mauricio Hernández vivían. Mauricio se libra de correr la misma suerte ya que había viajado a Santiago a reunirse con Fernando Larenas.

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Las primeras acciones y el origen de la mística rodriguista

Fernando Larenas, durante la Unidad Popular, había sido democratacristiano, es decir, tenía una postura contraria a la UP. Yo lo conocí jugando fútbol en el barrio, él jugaba de arquero. Era buen arquero, y era bien loco, de hecho le decían el Loco Fernando. En el año ochenta él tenía unos amigos que eran comunistas, y participaban con nosotros, así que un día le pregunté a uno de ellos: “¿Cómo está Fernando?”. “Ahí anda, criticando a Pinochet”, me contestó. Eso me alentó para acercarme a él. Cuando tuvimos partido de fútbol le dije: “Vamos a conversar”. Nos fuimos por ahí, a dar una vuelta, nos detuvimos en una plaza, y le conté que con un grupo de gente estábamos empezando a hacer cosas más serias, más complicadas, en función de luchar contra la dictadura, y le pregunté cuál era su disposición. Él me quedó mirando, con su cara de loco, y me dijo que si él se embarcaba en algo así iba a ir hasta el final. Quiso saber si la cosa era realmente seria. Le dije que yo tenía la misma inquietud, pero que no dependía exclusivamente de nosotros, pues había cosas que estaban por encima nuestro. De ese modo, Fernando se incorporó a trabajar en una base de la Jota (no en la que estaba yo, pero en el mismo barrio, muy cerca). Entre esa base y la nuestra se daba mucho la emulación: cuando nosotros hacíamos un rayado, ellos seguían nuestro ejemplo y hacían otros. Teníamos todo el cerro rayado con consignas, aunque ellos hacían unos rayados mucho más grandes y más difíciles, en muros altos a los que era complicado subirse. Esa era una característica de Fernando, era muy temerario, muy audaz. Las vueltas de la vida nos llevaron a encontrarnos otra vez en Santiago, él teniendo ya toda esa experiencia adquirida y ese desarrollo como combatiente. Yo creo que él sentía que estaba usurpando un terreno que no era el suyo, pues yo lo había invitado a incorporarse a la lucha y sabía que había sido siempre de izquierda, mientras que él no, así que cuando me llamó para ir a Santiago inmediatamente me habló de Rodrigo, me habló muy bien de él, y a Rodrigo también le había hablado de mí (esto lo comprobé después por el mismo Rodrigo).

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Me fui a Santiago, entonces, en mayo del ochenta y cuatro. En ese momento Joaquín estaba preso en la cárcel de Valparaíso. Julio Guerra, que había llegado con Fernando Larenas de su formación en Cuba, también estaba trabajando en la capital. A mí me asignaron la responsabilidad sobre tres grupos, algo así como Jefe de Zona en Cerrillos-Maipú. Unos ayudistas del Frente me facilitaron una pieza donde podía vivir. Yo no conocía bien Santiago, no había ido más de diez veces en mi vida, era un salto bastante grande irme de Valparaíso para allá. Eso tenía su lado positivo desde el punto de vista de la seguridad, porque no me conocía nadie.

Por esos días, en junio, había habido un ataque al Batallón de Inteligencia, en plena Alameda, donde participó Víctor Díaz. En esa operación hubo heridos. Víctor Díaz fue uno de ellos y también el jefe de grupo, Luis Belmar. La estructura del Frente estaba teniendo problemas para conseguir una clínica segura. Eso lo supe después. Yo recién estaba asumiendo mi cargo, y para ese entonces ya me había reunido con uno de los Jefes de Grupo, quería saber cómo eran los combatientes y su nivel de instrucción. En eso llega el compañero que se me había presentado como Jefe de Santiago. Él andaba en un Subaru, que era un vehículo pequeño, y llegó con el auto hasta mi casa, cosa que no era muy recomendable en términos de seguridad (y en el Frente éramos bastante estrictos en ese tipo de cosas). Yo era un subordinado, estaba como cinco escalones más abajo que él, y fue a decirme que tenía que preparar el secuestro de una ambulancia, que con los grupos de los que yo disponía, en una semana tenía que hacer un plan para conseguir una, porque había un “problema”, pero no me contó nada más. Sólo me pidió que cuando yo tuviese el plan listo me comunicara para que me dijera cuál iba a ser el día y por donde debía llevar la ambulancia para recoger a un compañero herido. ¡Quedé loco! ¡Ni siquiera conocía un hospital en Santiago y tenía que conseguir una ambulancia, tomándola a la fuerza!

Comencé a darme vueltas por una clínica en Maipú que tenía ambulancias, viendo los horarios. Pasaron unos cuatro días, yo estaba en la casa de los compañeros ayudistas viendo las noticias cuando veo el auto, el Subaru, por la televisión, lo habían interceptado y acribillado en la Rotonda Departamental, donde habían muerto dos personas. Yo pensé que el compañero había

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muerto. Pensé: “Murió mi jefe, quedé solo aquí, botado”. Antes me había visto con Fernando, y teníamos un encuentro que era irregular, porque él era de otra estructura, pero más o menos cada semana hacíamos un contacto. Rodrigo había autorizado ese cruce, porque yo estaba recién llegado a la capital y consideraba que era bueno que Fernando estuviese echándome una mano. Cuando vi la noticia, al día siguiente me fui a un punto de emergencia que tenía con Fernando, en la estación Rondizzoni del Metro. Fernando andaba en una moto, se acercó a mí con el casco puesto, yo lo miré desconfiado (no sabía que era él ni que anduviera en moto), se levantó el casco y lo pude reconocer, me indicó que me subiera. Nos fuimos a una fuente de soda a conversar y él estaba visiblemente impresionado, porque no se convencía que era yo la persona que tenía enfrente suyo. En ese tiempo me había dejado barba y andaba con un gamulán, y en la foto que apareció en el diario, en que estaba Patricio Sobarzo muerto, se veía a un hombre con barba y vistiendo un gamulán, motivo por el cual, cuando Fernando vio la noticia, creyó que yo era el muerto. De hecho, cuando se vio con Rodrigo a las ocho de la mañana, le dijo: “Pepe murió”. Claro, Rodrigo sabía que ese auto era de la estructura de Santiago, y sabía que yo estaba en la tarea de conseguir una ambulancia, entonces con Fernando miraban la foto del diario, y Rodrigo le decía: “¿Tienes seguridad de que es Pepe?”. Fernando siempre creyó que yo había muerto, por eso cuando nos encontramos, me abrazaba y me decía: “¡No estás muerto!”.

Después que cayó la estructura de la jefatura en Santiago, por el asunto del ataque en la rotonda donde murieron Patricio Sobarzo y Enzo Muñoz, en junio, conocí personalmente a Rodrigo. El día que me vi con Fernando, una de las cosas que me dijo fue que tenía una cita en tres días más con Rodrigo: “Lo vas a conocer”. Nos encontramos en Los Leones, y nos pusimos a caminar y a conversar. Me preguntó de dónde venía y otras cosas, la típica conversación para conocernos un poco, hasta que finalmente me preguntó hasta qué punto estaba dispuesto a asumir grandes responsabilidades; yo le contesté que hasta el punto en que confiaran en mí y que yo me sintiera capaz de asumirlas.

La situación que acababa de vivir el Frente había rebasado los límites en aspectos de seguridad, por eso Rodrigo quería cambiar toda la estructura de Santiago, ¡y me propuso a mí que me hiciera

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cargo! Yo había estado apenas dos semanas intentando hacerme cargo de tres grupos y me asignan esta tremenda responsabilidad. Santiago tenía en esa época como cuarenta grupos, Unidades de Combate, que correspondían básicamente a la anterior estructura del Frente Cero, que de un día para otro pasó a llamarse Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Lo primero que le dije fue que yo ni siquiera conocía las calles de Santiago, que esa responsabilidad me superaba. Rodrigo me explicó entonces que no había otra persona y que él me iba a ayudar directamente. Así comencé a trabajar con él, nos reuníamos todas las semanas y me ayudó bastante. A final de año terminó esa tarea y me entregaron el mando de grupos especiales. Yo conocía los cuarenta grupos que había en Santiago, por lo tanto tenía que escoger de ahí a quienes conformarían esos

grupos especiales, a los que yo considerara los mejores. Así que elegí un grupo de Puente Alto, donde estaba Patricio González, otro de Conchalí, donde estaba el Negro Oscar, y otro de Santiago Centro. A esos grupos comencé a darles instrucción y preparación.

El accionar durante el primer año del Frente fue esencialmente de propaganda armada, para mostrar que este nuevo referente

existía; el objetivo político era darse a conocer hacia fuera. Internamente se trataba de foguearse, ganar experiencia e ir

perdiendo el miedo. Ese período duró seis meses. Luego, en agosto, cuando se produjo el asalto a las armerías, las acciones

adquirieron una perspectiva más compleja. En esa ocasión actuaron tres grupos operativos juntos, por lo que desde el punto

de vista de la coordinación, había una serie de variables que manejar. En ese tipo de armerías no hay armas de guerra, tienen más bien escopetas y armas cortas, así que desde un punto de vista concreto, el tipo de armamento que recuperamos no era un gran

aporte, por lo que primaba más bien el aspecto propagandístico de la acción. Esa operación la hizo el Destacamento del Frente, que ya tenía un tramo recorrido, eran compañeros que llevaban

un tiempo realizando acciones. Porque la primera operación compleja del Frente fue la ocupación de Radio Minería(25), donde

actuó todo el Destacamento. En un sector que era muy peligroso, por tener mucha densidad enemiga, mucha fuerza represiva. Pero salió limpia, sin un disparo. Las mejores acciones son aquellas en que no se da un solo tiro.

25 Ver en Anexos la proclama transmitida en la toma de Radio Minería, junio de 1984.

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La recuperación de armas de la Armería Italiana adquirió también una significación especial porque hubo un enfrentamiento donde, por primera vez, cayeron en combate dos de nuestros compañeros. El 23 de agosto de 1984 cayeron Julio Oliva y Roberto González. Aunque, para ser exacto, el primer caído nuestro fue Moisés Marilao,(26) el compañero encargado del Frente en el sur, que es detenido y ejecutado al intentar escapar de una comisaría en Temuco, en abril de ese mismo año. Hay varias cosas confusas en ese incidente, por eso no se menciona mucho, pero lo que es claro es que fue asesinado. Hasta ese instante no habíamos realizado ataques a las fuerzas represivas de manera contundente. Hasta que se atacó en Valparaíso un bus de Fuerzas Especiales de Carabineros, con un sistema de cargas vietnamitas emboscadas que se activaron al paso del ómnibus, produciendo varias bajas de carabineros.

Nosotros teníamos la costumbre de realizar partes operativos, cada parte lo confeccionaba el Jefe del Grupo, quien lo hacía llegar a la Dirección, para que ésta, a su vez, lo entregara al equipo que hacía los contactos con la prensa. Otro elemento que jugó un papel importante en nuestro nacimiento y desarrollo fue el rol que cumplieron los ayudistas, a los que nunca se les ha dado el suficiente reconocimiento. Su labor fue decisiva para el quehacer del Frente. Se trataba de personas solidarias, que prestaban su casa, o prestaban un auto, o guardaban alguna cosa, o iban a observar un lugar que luego sería escenario de una acción, y nos informaban. Por mi experiencia, en un comienzo pasé por más de treinta o cuarenta casas, que ahora no podría decir dónde quedan. Casas en sectores populares, que usábamos para reunirnos, concentrarnos,

26 Moisés Marilao Pichún se formó militarmente en Cuba y participó en la Revolución Nicaragüense. Fue el primer oficial del contingente internacionalista en Nicaragua que ingresó a Chile como uno de los diez combatientes elegidos por Raúl Pellegrin para sentar las bases de la estructura del FPMR antes de su aparición pública. Fue designado jefe responsable del Frente Patriótico Manuel Rodríguez en la zona sur de Chile, cuya dirección tenía como centro a Temuco. Cayó detenido por sospecha a pocos meses de su ingreso al país; lo mataron el 19 de abril de 1984 y su muerte se presentó como resistencia a la autoridad. Tenía 33 años en ese momento. De acuerdo con los antecedentes obtenidos, fue ejecutado junto al cabo Alberto Neumann, perteneciente a la dotación de la misma unidad policial. Ambos crímenes fueron calificados por la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación como violaciones a los Derechos Humanos.

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o tomar un curso de uno o dos días. A veces llegaba un compañero de Santiago y nos juntábamos en una casa, llegaban enmascarados incluso, y nos daban una instrucción básica. Todo lo que comíamos en esos días era un té y un sándwich. Era todo bien austero, porque no había dinero, pero contábamos con la ayuda solidaria de los compañeros. Sin lugar a dudas, sin todo ese apoyo habría sido mucho más difícil dar la lucha que se dio. Pero eso siempre va a existir, es propio de la solidaridad de la gente, que abre sus puertas a los que luchan. Ahora, hay que reconocer que todo eso que sucedió en la primera fase de la historia del Frente, se daba sobre un piso concreto, que era la orgánica ya existente del PC, aunque también había gente que nos ayudaba pero que no eran militantes comunistas, eran simpatizantes.

Durante el primer año de existencia del Frente ya se había desarrollado una mística rodriguista, que no era la misma mística comunista; desde ese punto de vista, el Frente ya había empezado a desarrollar un perfil propio, que esencialmente tenía que ver con una ética. Lo que no es nada nuevo en el movimiento revolucionario: así pasó con el ERP en Argentina, con los sandinistas en Nicaragua, con el Movimiento 26 de Julio en Cuba, con el MIR en Chile, es la misma escuela, desde el punto de vista valórico, desde el punto de vista de la subjetividad. Para esa ética hay principios básicos que deben respetarse, por ejemplo, no se deja a un compañero herido en combate, se lleva; un jefe no puede entregar órdenes o dar una tarea que no esté dispuesto a cumplir por sí mismo, los jefes deben dar el ejemplo; no hay trabajo oficinesco o burocrático para un revolucionario; la mística rodriguista era, en definitiva, la moral guevarista, la moral del Che, que se expresaba a través de nuestra conducta ética, con el ejemplo personal.

Cuando alguien asumía una responsabilidad en el Frente, ese combatiente venía con una trayectoria, todos los que integramos el Frente teníamos experiencia en el quehacer armado. Porque no puede haber un jefe operativo, con responsabilidad sobre una zona, por ejemplo, que tenga que decidir una campaña operativa de veinte unidades, que nunca haya tenido experiencia ni siquiera en un grupo. Son los burócratas, sin experiencia de lucha, los que piensan que un grupo es sólo un número: veinte combatientes, cien combatientes, sólo números. Si murieron dos, entonces son dos menos, se restan, se borran. Eso no puede ser

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así, y Rodrigo hacía mucho hincapié en eso, quienes morían tenían nombre, sabíamos quienes eran, en qué condiciones quedaba su familia. Había una serie de preocupaciones desde el punto de vista humano. Esos énfasis construyeron nuestra mística. Son cuestiones subjetivas, detalles que se van forjando en el trabajo, pero que hacen una diferencia. La misma promesa que se hacía al ingresar a la organización, y luego en los acuartelamientos antes de las operaciones, cuando se ponía el himno del Frente y se cantaba, todo eso contribuía a las convicciones y a la decisión con la que se hacían las cosas.

Desde el punto de vista de la preparación técnica, hubo momentos en que todos los grupos del Frente habíamos pasado por cursos. En el grupo de cinco personas al que yo pertenecía, los cinco habíamos tenido preparación en Cuba. Eso nos daba una calidad operativa bastante superior a la de la policía, es decir, si ese grupo se enfrentaba a cinco policías, tenía una superioridad inmediata en la preparación. Sin contar que, además, nuestra moral combativa era a toda prueba, porque teníamos la convicción de estar luchando por una causa justa. Eso nos hacía superiores en el combate. La dificultad de las operaciones urbanas es que no se pueden prolongar demasiado, porque te cercan rápidamente. Tienen que ser acciones de irrupción breve, y salir en seguida. En ocasiones se pudo haber aniquilado algunas fuerzas, aunque algunos compañeros quedaran heridos, pero yo no recuerdo que se haya decidido hacer operaciones de aniquilamiento (que es un tipo de operación urbana), porque por esa vía no íbamos a ganar, debido a la desigualdad numérica, los enemigos se contaban por miles. Más que la destrucción material, teníamos que enfocarnos en otro tipo de acciones, que fueran afectando su moral y ganando la simpatía popular.

A los que sin duda teníamos la voluntad de aniquilar, era a los agentes de la CNI(27), pero era difícil encontrarlos. Eran

27 El 12 de agosto de 1977 la Junta Militar deroga el Decreto Ley que en 1974 había dado origen a la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) y dicta el decreto que crea la Central Nacional de Informaciones (CNI). La principal diferencia entre ambos aparatos represivos es que el primero dependía de la Junta de Gobierno, en cambio la CNI pasa a depender directamente de Pinochet. También se aprecia un cambio de táctica entre ambas instituciones: la CNI recurre poco a la desaparición forzada de personas, que sí utilizo la DINA, pero en cambio opta por los falsos enfrentamientos, los seguimientos, amedrentamientos, detenciones ilegales y la tortura.

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más bien encuentros fortuitos, enfrentamientos que se daban en la calle, pero encontrar un lugar donde hubiese dos o tres CNI era muy difícil. Ellos se cuidaban, conspiraban, andaban de civil, y cuando los fuimos a buscar a sus cuarteles, siempre resultaron tiroteos desde fuera, no fueron asaltos, eran ataques externos, de dar algunos tiros y retirarse, sin saber si algún CNI había quedado herido. Esos ataques consistían en pasar en una camioneta, dar unos tiros a los guardias y seguir. Los demás estaban bien protegidos.

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Fernando Larenas

Una cuestión ética: el rescate de Fernando Larenas

La primera operación en la que me tocó participar y que para mí fue realmente relevante, fue el rescate de Fernando Larenas,(28)

ocurrida a un año justo de estar en Santiago. Antes de eso sólo me había tocado colocar una carga con un par de compañeros a

28 Fernando Larenas ingresó al Frente el año 1983, y en poco tiempo llegó a ser su principal jefe operativo. Cursaba la carrera de construcción civil en la Universidad de Playa Ancha. Fue capturado por la CNI el 20 de octubre de 1984, tras una espectacular persecución automovilística. En calle Santa Rosa tuvo que detener su auto y fue acribillado a tiros por agentes de la CNI. Un tiro que recibió en la cabeza le provocó pérdida de masa encefálica, los agentes de seguridad lo dejaron desangrar en el pavimento. Los vecinos del lugar llamaron a Carabineros quienes lo llevaron al Hospital Barros Luco. Lo acusaron del secuestro de Gonzalo Cruzat y quedó recluido en una clínica privada bajo custodia de gendarmería. Desde ese lugar fue rescatado por sus compañeros, y hasta el día de hoy vive bajo una identidad falsa, prófugo de la justicia chilena desde 1985. El tiro que recibió en la cabeza lo dejó con secuelas de por vida.

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los que les habíamos enseñado cómo se hacía, y luego ir con ellos a encenderla, frente a un banco, de noche, solamente con armas cortas, sin necesidad de armamento pesado.

Una noche, a eso de las diez, en octubre de 1984, nos juntamos con Fernando Larenas y con Mauricio Arenas. Mauricio había llegado como un mes antes a Santiago. Por una cuestión jurídica se dio una brecha y fue liberado, pero cuando llegó a su casa en Valparaíso, lo estaba buscando la CNI, tuvo que arrancar por los techos, y luego irse a Santiago para encontrarse con nosotros. Tenía una pieza en una pensión en el sector viejo de la ciudad, por Avenida Matta. Fernando llegó en su moto, bien acelerado, y nos contó que habían detenido a su encargado logístico. Estuvimos conversando un rato sobre el tema de la seguridad, y luego dijo que tenía que ir a ver qué estaba pasando y se fue. Esa noche cayó, como a las doce. Al capturar a Fernando Larenas desarticularon al Destacamento Especial de Santiago, que ya había realizado varias operaciones. A él le dieron un tiro de fusil en la cabeza, a menos de medio metro, tuvo pérdida de masa encefálica y por un milagro no murió. No pudieron encerrarlo en la cárcel porque no podía valerse por sí mismo, así que quedó hospitalizado en una clínica privada de la Comuna de San Miguel, donde estaba permanentemente vigilado por dos gendarmes.

Entre tanto, yo seguía preparando los grupos especiales. Cuando los tuve bien alistados, en febrero, me reuní con Rodrigo, quien me entregó la misión de rescatar a Fernando Larenas. Para esa operación yo estaba totalmente motivado, además, sentía la confianza que me había dado Rodrigo, no podía fallar. La acción fue bien preparada, los compañeros de ese grupo ya llevaban un año de escuela, trabajando conmigo, entonces era el mismo sello, que venía de Rodrigo, desde el punto de vista del rigor en el trabajo, los chequeos que se hacían y la planificación. Todo muy minucioso, trabajamos tres meses en eso, y la operación salió exactamente como la habíamos diseñado.

Lo primero que hice fue contactarme con la mujer de Fernando, Mónica Álvarez, a la que yo conocía porque era de nuestro barrio. Hicimos un contacto bien riguroso y comenzamos a vernos todas las semanas. Ella veía a Fernando también periódicamente. Cada vez que salía de su visita se encontraba conmigo, hacíamos un caminamiento y me pasaba información. Con toda esa información hicimos el plan de rescate.

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La clínica quedaba justo en frente de una plaza, así que la podíamos chequear desde ahí con facilidad. La mayor dificultad era entrar, había que hacerlo disimuladamente, porque si los gendarmes se daban cuenta de la operación, se podían encerrar en la habitación, y si habían tiros podía ser peligroso para Fernando. Además, sabíamos que ellos tenían una subametralladora. Había que entrar con un engaño. Entonces, se nos ocurrió entrar enmascarados como agentes de la Policía de Investigaciones. Le mostramos el plan a Mónica y dijo que podía resultar. La reja del antejardín tenía un candado, así que teníamos que hacer coincidir nuestra entrada con el momento en que Mónica fuera saliendo. Ella salía cómo a las siete de la tarde; había que coordinar cronométricamente con ella para entrar justo en ese momento. No queríamos tener que dar explicaciones al personal de la clínica para que nos abrieran. Finalmente salió todo según lo previsto. Mónica iba saliendo y llegamos tres de nosotros, vestidos con chaquetas, y para darle más credibilidad a mi papel de inspector de la policía, lo primero que hice, yendo al frente del grupo, fue dirigirme a ella: “Buenas noches, señora Mónica”. “Cómo está inspector”, me dijo ella. “Vengo a interrogar a Fernando, su marido, necesito conversar con él”. Ella se da media vuelta y la enfermera, que la había ido a dejar a la puerta y que había escuchado nuestra conversación, también se da la vuelta y nos deja pasar. Pasé yo, Humberto, y otro compañero que traía una subametralladora en la mano. La enfermera cerró la puerta y seguimos a Mónica.

Los gendarmes estaban todo el día sentados haciendo guardia en una silla en la habitación de Fernando, que era un cuarto grande que daba hacia un balcón. A veces estaban afuera y jugaban naipes, pero por lo general estaban todo el día encima de él, cuidando ese espacio.

Primero subió Mónica, ella tenía que hablar fuerte y saludar a los gendarmes, para que nosotros supiéramos dónde estaban. Sabíamos que habían tres dormitorios y que al frente estaba el de Fernando. Yo estaba más abajo, en la escalera, y detrás mío estaba el Negro Oscar con una pistola. Otro compañero había entrado en la sala grande, donde habían dos enfermeras. Se presentó como miembro de la Policía de Investigaciones, y estaba hablando con ellas con una subametralladora en la mano: “Estamos haciendo un operativo especial”, dijo, mientras la gente miraba. Las enfermeras

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no nos veían a nosotros, yo iba subiendo los primeros escalones, escuchando lo que pasaba arriba. Mónica saludó inmediatamente: “Cómo está, señor”, le dijo a un gendarme. Entonces supe que uno de los gendarmes estaba en la primera habitación. Subí rápido, pues mi tarea era reducir al primero, el Negro Oscar debía reducir al segundo. Cuando llegué arriba vi que la habitación estaba abierta, entré con la pistola y le dije al gendarme: “Ya, quédate quieto”. Había dos camas, con dos viejitos enfermos, tapados hasta el cuello, y levantaron las manos ellos también. El gendarme estaba jugando cartas con los viejitos, y cuando me vio, se tiró al suelo, puso las manos atrás, le puse un pie encima y lo esposé. Miré hacia el pasillo y escuché un disparo. Se trataba del otro gendarme, que se fue encima de Oscar e intentó arrebatarle la pistola, hubo un forcejeo, y el compañero tuvo que disparar. Yo le quité el revolver al gendarme que había reducido y lo dejé ahí esposado. Me dirigí hacia la otra habitación, pasé por encima del cuerpo que estaba atravesado en el pasillo y llegué donde Fernando. Cuando me vio, se rió. Mónica ya estaba ahí, y le indicó que se vistiera rápido, mientras yo buscaba la subametralladora que sabíamos que los gendarmes tenían. No la encontré, me demoré como 30 segundos revisando toda la pieza, hasta qué Fernando se me queda mirando, mientras se vestía, y me indica el lugar donde había una ropa tirada, justo donde yo no había mirado. Levanté la ropa y ahí estaba el arma; él ya sabía dónde la guardaban. Cuando pasamos caminando por el pasillo, le dijimos: “Fernando, camina con cuidado, levanta el pié”, porque estaba el tipo tirado, con sangre, en el piso, y él se rió y dijo, burlándose de él: “Ah, ese era el que abusaba de mí”. Así supimos algo que Mónica nunca nos había contado, porque no quería que fuéramos con rabia a la operación. Fue Fernando el primero que lo comentó cuando pudimos conversar estando en la casa de seguridad. Nos contó que los gendarmes abusaban de él, que lo golpeaban, que le daban cachetadas (cuando estaba solo, no cuando estaba Mónica), diciéndole: “Así que tú eres del Frente”, y lo pellizcaban. Menos mal que no lo sabíamos, sino hubiésemos llegado disparando nomás. Porque fueron dos o tres meses durante los que abusaron de nuestro compañero.

Fernando Larenas cumplió un papel importante en los primeros años, desde que el Frente Patriótico irrumpió. Esos años fueron los más difíciles. El Frente se dio a conocer a nivel nacional

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por la toma de la Radio Minería, acción que fue sacada casi a pulso en gran medida por él. Digo casi a pulso porque en esos momentos siempre había dificultades, por lo general era más fácil cancelar las operaciones que llevarlas a cabo. Rodrigo estaba muy impresionado con Fernando (y Rodrigo era una persona muy rigurosa desde el punto de vista operativo). Un día le dijo a Salomón (Fernando): “Sería bueno tomarnos una radio para emitir una proclama, ¿cuál crees tú que es buena?”. Rodrigo había estado considerando la Radio Agricultura, que tenía un estudio pequeño. Fernando le dijo que iba a pensarlo, que se juntaran una semana después. En ese encuentro, Fernando le dijo a Rodrigo que había encontrado otra radio mejor, y fueron a verla. Esto lo contó Rodrigo después: “Fernando me llevó a Tobalaba con Providencia, donde estaba el edificio de Radio Minería, a una cuadra del Hospital Militar, lo que lo hacía un lugar complicado”. Pero Fernando le dijo: “Ésta tenemos que tomarnos”. Rodrigo le contestó que había que pensarlo bien. Diez días después, Fernando le llevó el plan operativo completo. Había hecho las exploraciones con su gente, y le dijo: “Dentro de tres días ya lo podemos hacer”. Así era Fernando. Incluso, poco tiempo antes de ejecutar la operación, cuando estaban acuartelados, falló uno de los combatientes, que no llegó, entonces Fernando se reunió con los tres jefes de grupo (porque participó todo el destacamento en la operación de la Radio Minería), y les contó cómo estaba la situación, y Recaredo (Ignacio Valenzuela), que era otro tipo muy impetuoso de esa misma estructura (era uno de los jefes de destacamento), planteó postergarla, lo que era bastante lógico porque no había llegado un chofer, y Salomón dijo: “No, no, estoy convencido, está todo listo ahora, tiene que ser ahora”. Hizo un cambio, sacó a un combatiente de una misión, que quedó con un elemento menos, y lo puso como chofer. Alguien dijo que no podían estar improvisando, pero él insistió en que se daban todas las condiciones, y que había que tener cierta flexibilidad. Tal vez yo hubiera actuado como Recaredo, pues tenía sentido su reticencia. En ese sentido Fernando era bastante audaz y hasta temerario, pero muchas veces las cosas resultan porque se actúa impetuosamente, a veces debe ser así. Porque si la operación se cancela, y se espera que estén otra vez todas las condiciones, puede que nunca se llegue a realizar. La acción fue absolutamente exitosa, sin necesidad de disparar un tiro.

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Por esos motivos Rodrigo sentía que el Frente le debía a Fernando una especial consideración, porque fue una persona fundamental en su construcción, en sus comienzos. Evidentemente no quería decir que fuese imprescindible, o irremplazable, pero aportó como pocos en esa coyuntura. De hecho, los grupos que quedaron constituidos por Salomón continuaron siendo una estructura especial, que Rodrigo atendía directamente, paralelamente a los grupos con los que yo trabajaba. Por eso, cuando me dieron la misión de rescatar a Fernando, pensé que deberían habérsela dado a ellos, pues se trataba de rescatar a su jefe, había ahí un factor de orgullo y de mística; ellos, además, ya le habían propuesto a Rodrigo ir a rescatarlo. Tanto así que, un día en que yo estaba entrenando (íbamos a un parque en Santiago para hacer preparación física), llegó Ignacio Valenzuela (Recaredo), que era jefe de la estructura de Fernando, y me contó que Rodrigo nos había dado la misión a nosotros, y me pidió que yo hiciera lo posible por darle una tarea a él. Fue una cosa bastante emotiva, porque me decía que sentía una gran admiración por Fernando: “Dame una tarea, para que por lo menos alguien del destacamento que dirigió Fernando esté ahí”. Vi a Recaredo emocionado hasta las lágrimas al hacerme esa petición. Le dije que le iba a preguntar a Rodrigo si acaso lo autorizaba, yo no podía tomar una decisión de ese tipo. Sabía que Rodrigo iba a decir que no, porque no se podían cruzar las estructuras. No sé por qué Rodrigo nos entregó a nosotros la misión, yo creo que sabía el nivel de compromiso y de hermandad que había entre Fernando y yo, y probablemente pensó: “Pepe se va a jugar lo que sea por sacarlo de ahí”. Me imagino que algo así fue. Aunque tengo la certeza de que la otra estructura también lo habría hecho bien, pues incluso tenían más experiencia combativa que nosotros. Las principales acciones operativas del año ochenta y cuatro las habían hecho ellos.

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Mauricio Arenas

Los enfrentamientos épicos de Patricio González y de Mauricio Arenas Bejas

Ver morir a un compañero es muy complejo, es un proceso psicológico que tiene que ver con la forma en que cada cual lo asume; sin embargo, en el Frente se canalizaban estos tristes hechos de acuerdo con los valores que guiaban nuestro quehacer. Cuando habían situaciones de esta naturaleza, se realzaba el coraje de los compañeros caídos, la audacia, la firmeza, el sacrificio, la valentía, se convertía el hecho en una cuestión ejemplar, lo que fue forjando una mística y fortaleciendo nuestra moral combativa. Sólo así podían revertirse esos sentimientos y esas emociones tan potentes, convirtiéndolos en un aliciente, que va a determinar que en un momento tú tampoco te rindas, o que consigas resistir a una situación extrema.

Hechos que tuvieron una trascendencia como esa fue, por ejemplo, el caso de Patricio González, que tuvo un tremendo efecto

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en el Frente. Los antecedentes de cómo fue la situación cuando él cayó se transmitían de boca en boca. Era un compañero nuestro, un hermano joven, jefe de un grupo operativo del Frente y, en un momento, se vio directamente enfrentado a la muerte, porque lo conminaron a entregarse. Pero él, con muy pocas posibilidades de salir de esa situación con vida, no vaciló en ningún momento e hizo el gesto de tomar un arma, para no entregarse, para luchar hasta el final. Así murió, sin un atisbo de vacilación, según el testimonio de los compañeros que estaban con él, y que consiguieron salir con vida. Yo tuve la oportunidad de escuchar de primera mano el relato de esos dos compañeros, y es realmente impactante, te hace reflexionar si uno en esas circunstancias habría tenido la firmeza de espíritu que él tuvo para reaccionar así, sabiendo que moriría. Los policías le dieron el alto a unos treinta metros, en una esquina, con un foco, de noche. Patricio González iba conduciendo un auto, le ordenaron que se bajara con las manos en alto, y él inmediatamente tomó una subametralladora y comenzó el tiroteo. Hay que tener mucha convicción para hacer algo así. Ejemplos como ese perduraban en el Frente como unidades de memoria; de hecho, la primera escuela del Frente, la Escuela Nacional, llevó el nombre de Patricio González, en homenaje a su consecuencia. Además, él era un compañero bastante querido en el Frente, por su modestia, por su humildad, era un compañero valioso.

Lo de Mauricio Arenas Bejas también fue épico, y se comentó entre las filas del Frente durante mucho tiempo, como una leyenda. Él iba en un colectivo por Vicuña Mackenna, hacia el sur; se dirigía al Paradero 19 a encontrarse conmigo. Yo estaba esperándolo en una casa, junto a otra persona del Frente. Cuando Mauricio llegó a la altura del Paradero 14, se dio cuenta que lo estaban siguiendo; era un vehículo sin patente, de esos siniestros autos que usaba la CNI. Decidió bajarse en la rotonda, para no llevar la cola adonde estábamos nosotros. Cuando comenzó a caminar vio que se bajaron dos tipos del auto; dio una vuelta y retrocedió por Vicuña Mackenna en dirección al centro de Santiago, aproximadamente una cuadra. Ahí hay una calle que une las dos vías de Vicuña Mackenna, que en ese tramo están separadas. Cuando Joaquín (Mauricio Arenas) vio que lo seguía un tipo, unos veinte metros más atrás, sacó su arma (usaba una pistola 45, que es bien particular, porque hace mucho ruido cuando se dispara y

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tiene poca munición, sólo siete tiros). Andaba con tres cargadores, es decir, con 21 tiros. Cubrió la pistola con un diario que andaba trayendo y siguió caminando. Un poco más atrás del primer tipo que lo seguía apareció otro. Joaquín comenzó a estudiar la forma de salir. Al doblar la esquina se dispuso a esperar, y cuando apareció la persona que lo seguía, le disparó. El CNI saltó hacia atrás y Joaquín corrió. A un lado de la calle había un muro de unos cincuenta metros de largo, intentó subirlo para ver qué había del otro lado. Cuando estaba en eso, escuchó los disparos, que comenzaron a dar en la pared. No consiguió trepar y se devolvió. Lo único que vio para parapetarse, a mitad de cuadra, era un viejo auto, estacionado al lado de una casa, un antiguo Chevrolet. En la otra esquina estaba el auto que lo había seguido, del que se bajaron otros tipos; también vio que habían empezado a llegar refuerzos, con fusiles y subametralladoras. La situación se estaba poniendo más pesada. Siguieron los disparos.

Hasta ese momento él no estaba herido y en lo único que pensaba era en la protección que le podía brindar el viejo auto estacionado. Así que se refugió detrás de él. No podía moverse más allá porque tenía fuego en las dos esquinas. El hombre al que él ya le había disparado le estaba dando tiros con pistola. Se zambulló debajo del vehículo y comenzó a disparar para uno y otro lado. Los tipos no avanzaban, pero comenzaron un nutrido tiroteo. Cuando los neumáticos fueron perforados, el auto bajó sobre él; apenas podía moverse, sin embargo, seguía disparando para ambos lados, pero todos los tiros de él eran bajos, no podían ser más altos. Era una persona sola con una pistola, contra siete u ocho tipos con armamento pesado, Debe haber sido un enfrentamiento prolongado, aunque es muy difícil saber con precisión cuanto tiempo pasó.

Joaquín cuenta que escuchaba hablar a los chanchos que se preguntaban entre ellos: “¿Con qué arma estará ese huevón?”. Escuchaban el atronador sonido de su pistola y estaban recelosos de acercarse. Pero en determinado momento Mauricio ya comienza a recibir balazos. Se da cuenta que las balas le rajan la piel, percibe las perforaciones, pero con la adrenalina no siente mayor dolor; él dice que su mayor dolor era la soledad, que no estaba con sus hermanos, que estaba solo enfrentándose con ese grupo de asesinos. En un momento comenzó a quedar inconsciente, le llegó

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un tiro en la cabeza, que le entró por un ojo. Sentía que estaba lleno de sangre, que estaba mojado, porque la sangre le caía por todo el cuerpo, mientras, seguía dosificando los tiros: uno para una esquina, el otro para la otra, para un lado, para el otro, poco a poco.

Era tanto el odio que sentía por los agentes de la CNI, que comenzó a destruir todo lo que andaba trayendo, sabiendo que se moría, para que no se quedaran con nada de él, con ninguna pertenencia personal. Rompió su reloj, unas notas escritas que tenía, cosas pequeñas, un saludo de Tamara, lo destruyó todo, una foto de su hijo; incluso destruyó el dinero, unas veinte lucas, para que ni siquiera se quedaran con eso. Es una muestra de la lucidez que mantuvo hasta el final. Después, cuando ya estaba quedando totalmente inconsciente, dice que escuchó pasos y que alguien decía: “Con cuidado, que puede estar aún vivo”, y cuando ya estaban a unos pocos metros, escuchó una ráfaga, que fue el remate final que le dieron. Una ráfaga que le dio en las piernas. De pronto, inesperadamente, llegó una ambulancia. Seguramente, en vistas de aquel tiroteo infernal, algún vecino debió llamar a emergencias; por ese motivo pienso que debe haber sido un largo enfrentamiento, pues dio tiempo a que llegara una ambulancia. Se bajó un médico y la CNI intentó echarlo del lugar, probablemente para poder matar a Joaquín sin que hubiese testigos, pero el médico les plantó cara y les dijo: “Hay una persona herida, tengo una llamada, me lo tengo que llevar, hice un juramento y es mi obligación”. Afortunadamente, ese médico peleó con los CNI para llevárselo. Finalmente, los tipos se subieron a sus autos sin placas y se fueron. Los enfermeros subieron a Joaquín a la ambulancia y lo llevaron al Hospital Sótero del Río. Tenía siete o nueve tiros en el cuerpo.

Cuando recuperó la conciencia, unos días después, pudo describir todo lo que sucedió, lo que sintió, todo lo que significó para él esa experiencia, hizo dos o tres escritos de media página sobre lo que recordaba.(29) Tenía talento para la escritura, y esas páginas llegaron a nuestras manos y se hicieron correr, se copiaron, eran bastante impactantes. En una parte dice que, durante el enfrentamiento, él pensaba: “Mi mayor dolor es no estar hoy con

29 Se pueden leer esos escritos de Mauricio Arenas en los anexos de este volumen.

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mis hermanos”. También cuenta que lo primero que se le cruzó por la mente fue: “Ya no tienes salida, no tienes para donde huir, tu única salida es la muerte”. El va relatando: “Lo primero que haces es sacar la pistola de la cintura, te colocas en la posición de tiro y disparas”. En fin, es bastante dramático como lo relata: “Te acuerdas de tu hijo”. Va hablando así, en tercera persona, de todas las cosas que sintió. Se convirtió en una leyenda en el Frente, por todas las circunstancias que ahí se dieron, y por la tremenda voluntad de Joaquín para resistir tanto, porque fue un caso único, una situación extraordinaria. Si no hubiese estado ahí ese auto, la encerrona no hubiese durado más de un minuto. Que se metiera ahí, que haya pasado todo ese tiempo de enfrentamiento, que llegara la ambulancia, todo fue extraordinario. Antes había habido otros enfrentamientos, pero siempre fueron breves, rápidos; sin embargo este duró quince minutos. Los vecinos comentaban que las paredes habían quedado llenas de tiros, pensaban que eran cinco contra cinco o algo así, nunca se imaginaron que era un solo hombre contra el mundo.

Mientras más tiempo pasa, para el que sabe que va a morir, peor es la agonía, por todos los pensamientos que alcanza a tener, millones de pensamientos en su cabeza, miles de preocupaciones, sabiendo que ya no hay salida. Pero Joaquín decía que en todo momento tuvo tranquilidad de espíritu, porque él tenía la experiencia nefasta de haber pasado 17 días en un cuartel de la CNI, en Viña del Mar, torturado hasta decir basta. Lo hicieron picadillo, y ahí adquirió la convicción de que era mejor morir que caer en las manos de esos torturadores. Por eso tenía esa tranquilidad de espíritu, porque se decía a sí mismo: “Mientras esté aquí, con el arma que calienta mi cintura, tengo posibilidades de escapar de ellos”, y una manera de escaparse era morir, para no estar otra vez en sus garras. Su ejemplo fue muy importante, incluso aquellos que no conocían a Joaquín hablaban de él con un gran respeto y admiración, porque hubo otros casos en que los compañeros no respondieron de ese modo y, por diferentes circunstancias, relativizaron el cumplimiento de su deber, a pesar de haber tenido las condiciones para hacerlo.

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La internación de armas en Carrizal Bajo, una operación del Partido

La operación de Carrizal fue íntegramente dirigida por el Partido Comunista; el Frente no participó directamente, ni de su organización, ni de su ejecución, solamente colaboró con algunos combatientesvinculadosalosaspectosdeseguridaddeldesembarco mismo. Todos los cuadros involucrados en la internación de armas fueron militantes del Partido, desde Pedro, que fue el jefe de la operación, hasta los navegantes de la embarcación. Así que no se puede, como se intentó hacer, adjudicarle ese fracaso al Frente. Sergio Buschmann, por ejemplo, uno de los hombres más nombrados en relación a Carrizal, nunca fue del Frente, siempre fue del Partido. Por otro lado, los pertrechos que se recibieron ahí no eran esencialmente para el Frente; había un Trabajo Militar de Masas implementado por el Partido, y se suponía que en el desarrollo de la Rebelión Popular de Masas se debía armar a esos grupos organizados para la autodefensa popular. A pesar de que con esa cantidad de fusiles no se iba a armar a un gran contingente, porque sólo eran un poco más de tres mil, pudieron contribuir significativamente a la lucha, sumándolo a lo que se podría haber recuperado de las Fuerzas Armadas.

No estaba previsto que ese armamento llegara a manos del Frente, además, hubiese sido armamento de sobra, porque el Frente no tenía tres mil militantes.(30) Iba a servir, sin duda, para cualificar nuestro accionar, pero los fusiles no nos fueron entregados.

El atentado a Pinochet fue la primera operación en que el Frente ocupó fusiles, y ya habían pasado tres o cuatro meses

30 Según un informe desclasificado del Partido Socialista Unificado de la ex RDA, en enero de 1985 el FPMR contaba con “una fuerza total de 1.500 combatientes, organizados en 46 unidades de combate”. Otro informe desclasificado, del Departamento de Estado norteamericano, fechado en mayo de 1988, señala que el Frente contaba entre 1.000 y 1.500 miembros. De manera que la separación del PC, que ocurre entre ambos informes, no habría mermado de forma significativa el contingente de la organización, confirmando la tesis de Ramiro en el sentido que la separación implicó una ruptura interna del PC y no del FPMR Cf. Historia no oficial del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, Cap. 2: “Nace el FPMR”, en http://historiafpmr.blogspot.com

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desde la internación de las armas por Carrizal; de hecho, el Frente casi no tenía fusiles. En el atentado a Pinochet, fue el Partido el que entregó la logística, porque el Frente no tenía el armamento adecuado. Nosotros, después, ya en nuestra vida independiente como organización, pudimos disponer de fusiles. Cuando se produjo la ruptura con el Partido, nos quedamos con varios barretines donde había armamento. Ocurría que algún compañero, que estaba a cargo de un barretín, se pasaba para el Frente y se venía con las armas. Antes de eso, tuvimos poco control del armamento. Eso influyó en el resultado de ciertas acciones, en el atentado a Pinochet, por ejemplo. La primera idea de atentado en la que se trabajó fue un tatú de veinte o veinticinco metros en el camino a las Vizcachas, donde se iba a colocar una tonelada de TNT, para hacerla estallar cuando pasara la comitiva del dictador. Pero el explosivo nunca llegó.

Cuando nos enteramos de la caída de Carrizal y fuimos conociendo más antecedentes, fue rabia y frustración lo que sentimos, al pensar que todo el riesgo que se corrió en esa gran operación logística, una operación estratégica, y de aporte solidario del gobierno cubano, fue en vano. Supimos, por ejemplo, que quien venía a cargo del barco era un personero importante de Cuba, y que entre los receptores que el Partido mandó, cuando van al encuentro del barco, no iba nadie de ese nivel, nadie de la Dirección. Si el Frente hubiese hecho esa operación, el mismo jefe de nuestra estructura habría estado encargado de recibirlos personalmente, o por lo menos un miembro de la Dirección, asumiendo esa responsabilidad en el terreno. Ahí debería haber estado el jefe de la Comisión Militar del Partido. Se dice que él andaba por la zona, pero si hubiese sido así, de todos modos no sabía bien lo que estaba pasando, porque todo estaba montado sobre bases muy frágiles.

El Partido no tenía la capacidad ni la dinámica para enfrentar una operación de esa naturaleza y magnitud, no se preocupaba por los detalles, por la disciplina y el rigor necesarios. La pregunta, entonces, es: ¿Por qué el Frente no asumió la conducción y planificación de esa operación tan delicada? La respuesta es simple: el Partido lo decidió de ese modo, a causa de una serie de resquemores que tenía con nosotros. El Partido definitivamente no estaba dispuesto a poner todo ese armamento

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en manos del Frente, por la desconfianza que nos tenía. Por otro lado, hay que tomar en cuenta que esa operación era producto de un acuerdo entre el Partido Comunista Chileno y el Partido Comunista Cubano, entonces, tal vez, el Partido consideró que eran ellos los que tenían que hacerse cargo. ¡Pero el Frente era parte del Partido!, y hubiese sido lógico mandar a su comisión más especializada, a quienes estaban entrenados para hacer ese tipo de trabajos. Yo no tengo la información de por qué se procedió así. Lo cierto es que, si esa tarea la hubiese asumido el Frente, el proyecto Carrizal no se habría construido de la manera en que se hizo. No era necesaria toda esa vulnerabilidad a la que quedaron expuestos, con la bohemia que tenían los compañeros que estaban a cargo, ni esa serie de situaciones en que van dejando pistas de su accionar, lo que va demostrando un cierto nivel de relajo. Los compañeros que participaron podrán hablar de cómo era la dinámica en los campamentos. Lo claro es que no fue sensata esa decisión del Partido, el Frente era la estructura más indicada para hacerlo. Los que tomaron esa decisión tendrán sus razones y tendrán que hacerse cargo.

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José Valenzuela Levi

Operación Siglo XX: el atentado a Pinochet y la Sublevación Nacional

La decisión de atentar contra Pinochet no la tomó exactamente el Frente, la tomó la Comisión Militar del Partido Comunista. A mí, que sólo era un jefe operativo, se me informó de la misión como a un participante más. Tampoco sé exactamente cuándo se tomó esa decisión, pero tengo la certeza que la idea de ajusticiar a Pinochet se empieza a trabajar desde el año ochenta y cuatro. Rodrigo le entrega la misión de planificar esa acción a Miguel (Rodrigo Rodríguez Otero, también conocido como Tarzán), que desde ese momento empezó a andar a la caza de Pinochet, haciendo diferentes planes. Yo participé en uno de esos intentos, el que se realizó en las cercanías de la FISA. Rodrigo me hizo un vínculo para encontrarme con ese compañero, y así tuve un nivel

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de participación en el intento de colocar explosivos que estallaran al paso de la comitiva de Pinochet. Por eso yo sabía que Pinochet era un objetivo.

En mayo o junio del ochenta y seis, mientras estaba a cargo de una estructura independiente que respondía sólo al jefe del Frente, Rodrigo me comunicó que debía colocar a punto al personal con el que yo contaba, a todos los compañeros de esa estructura, para una misión “de envergadura”. Eso es todo lo que me dijo en un principio. Pasaron unos quince días hasta que me comunicó de qué se trataba la operación, aunque no me dijo dónde se realizaría ni nada muy específico. Me explicó someramente que era una operación para ajusticiar al tirano mediante una emboscada, y que yo tenía que hacerme cargo de que el personal estuviese bien dispuesto, que si veía flaqueza en alguno debía apartarlo. Ya en agosto me informó que la fecha se aproximaba, que debía concentrar al personal y plantearles a los compañeros de qué se trataba la misión, sin decirles el objetivo, nada más que se trataba una operación de envergadura y de disposición voluntaria. Debía planteárseles que en esa operación había un cinco por ciento de probabilidades de salir con vida (eso no era tan exacto, aunque sí se corría un gran riesgo). Cuando les hice la pregunta a los compañeros rodriguistas que estaban en mi estructura, yo ya tenía una idea general de la operación, y en un comienzo estaba efectivamente concebida de modo que había pocas posibilidades de salir con vida, porque no había una retirada planificada. La emboscada estaba concebida sin los carros de retirada que se agregaron después. Una vez ejecutada la emboscada debíamos replegarnos hacia el cerro, lo que significaba que nos perseguirían con helicópteros, con perros y con todos sus recursos. Para llegar a Santiago a través de los cerros, por los faldeos de la pre-cordillera, nos hubiésemos demorado casi un día.

Cuando Rodrigo me comunicó cual era el objetivo, sentí una mezcla de alegría y orgullo, porque pensé inmediatamente en la dimensión del hecho, sentí el peso de la responsabilidad. Evidentemente, también sentí temor al analizar que, con mucha probabilidad, eso fuese lo último que hiciera. Pero sabía que valía la pena, o me auto convencía de ello. Era muy difuso pensar en los torturados, en los muertos, entonces, durante ese proceso, yo focalizaba mucho mi voluntad de participar en esa acción, y de su

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justeza, en la figura del Chicho(31). Como mencioné anteriormente, para el golpe militar de 1973 yo tenía 14 años, y recuerdo con claridad a mi papá escuchando las últimas palabras de Allende por la radio. Mi padre era un socialista de larga trayectoria, amigo de Allende, y escuchó muy solemnemente ese último discurso. Por eso para mí quedó una admiración y un respeto muy hondo por Allende, por esas últimas horas en que se comportó con gallardía, con coraje, con una fibra increíble. Él era un tipo que tenía más de sesenta años, médico, que se inclinaba por la vía pacífica, y sin embargo, mientras otros que eran más cabeza caliente arrancaron o se asilaron, él murió ahí, defendiendo el proyecto de la Unidad Popular. Entonces yo, en esos minutos de tensión que me tocaron vivir, me imaginaba qué pasaría por su mente cuando llegó la hora de cumplir con lo que había dicho, que de La Moneda lo iban a sacar muerto: “Yo aquí me muero, esto es lo último”. Para eso hay que tener coraje, para ser capaz de hablar como lo hizo por la radio; para dar ese último mensaje hay que tener templanza, tener la fibra de un hombre con convicciones, con dignidad. Eso me animaba mucho.

También pensaba en cuántos chilenos querrían estar en el lugar donde yo iba a estar, muchos chilenos que vivieron en carne propia la represión y sufrieron los atropellos a sus derechos, o que perdieron a sus personas queridas, los hijos de los desaparecidos, o los hijos de los torturados, que cargaban una tremenda rabia, un gran odio; entonces me decía a mí mismo que era un privilegiado, porque yo no fui tocado íntimamente desde ese modo, y sin embargo podía estar ahí, en esa posición. Sentía, entonces, que debía canalizar y transmitir a través de mi acción toda esa rabia, todo ese odio que había en muchos compatriotas. Finalmente, me sentí tranquilo y honrado de poder participar de esa tarea. Eran por lo general pensamientos muy concretos. Después, para vanagloriarse, uno puede decir, mentirosamente: “Yo pensé en la trascendencia histórica del hecho”, o que “íbamos a quedar inscritos en la historia de este país”. Pero no, no pensamos nada de eso.

En términos más particulares, pensé también en dos cuestiones: en primer lugar, en Mauricio Arenas, que no estaba

31 Modo familiar con que las personas cercanas a la Unidad Popular se referían a Salvador Allende.

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considerado en un comienzo para participar en la acción, porque había otro jefe, y él ya me había reprochado por no haber podido estar en el rescate de Fernando Larenas (porque finalmente no fue autorizado). Para esta misión, Rodrigo me dio una orientación para el reclutamiento de los combatientes, me dijo: “Yo no quiero que vayan todos los mejores jefes, porque hay pocas probabilidades de salir con vida, y si efectivamente sucede lo peor, vamos a quedar muy debilitados. Deberían ir sólo algunos jefes y buenos combatientes”. Finalmente conseguimos que fuera Joaquín y que también se incorporara Víctor Díaz, aunque por su nombre fue más difícil que él fuera, el Partido no quería que lo hiciera, pues su filiación, infelizmente, pesaba para él.(32) Rodrigo sabía que eso le traería problemas. Que haya decidido incorporar a Víctor Díaz tiene que ver con el modo en que Rodrigo se las jugaba. Cualquier otro, para no tener problemas con el Partido, no lo hubiese sumado. Pero él pensó en el hombre, en el combatiente, en el militante que tenía méritos de sobra para ir. Su nombre no podía seguir siendo un estigma para él, además, era uno de los que estaba desesperado por actuar, especialmente porque su padre era un desaparecido, razón suficiente para querer estar ahí. De hecho, cuando yo le comuniqué que participaría de la acción, él no me creía, llegó hasta a llorar, porque anhelaba participar.

Yo no estuve en la elaboración del plan, me incorporé cuando el diseño básico ya estaba hecho. Nos tocó ir a reconocer terreno con Ernesto (José Valenzuela Levi), que era el responsable; yo lo conocí ahí y me pareció un tipo extraordinario, realmente capaz, riguroso, y tuve plena confianza en él. También estaba Miguel, un jefe de grupo que llevaba un buen tiempo en eso. Eran cuatro los grupos, Tamara (Cecilia Magni) era jefa de uno, Miguel era jefe de otro, Mauricio Arenas (Joaquín) era jefe de un tercero y yo del último, mientras que el jefe de la operación era Ernesto.

No trabajamos todos en el plan, ya estaba estructurado. Lo que nos correspondía hacer a nosotros, llegando allá, era acuartelarnos. Solamente a partir de una conversación que tuvimos con Joaquín, en relación con la retirada, hicimos un aporte.

32 Víctor Díaz Caro era hijo de Víctor Díaz López, obrero gráfico, dirigente nacional de la Central Unitaria de Trabajadores, y Subsecretario General del Partido Comunista, quien fue detenido y desaparecido en 1976.

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Comenzó como una broma, porque nadie había puesto atención de manera rigurosa en ese aspecto del plan. Me imagino que eran tantas las cosas que tenían que asegurar, que los que estaban desde un comienzo (Ernesto, Tamara y Miguel), dejaron la retirada un poco descuidada, simplemente se pensó en salir por el cerro. Lo realmente importante, lo principal, era el ajusticiamiento de Pinochet, no salir indemnes de la operación. Pero yo no tuve ningún reparo o escrúpulo en planteármelo, aunque se pensara que estaba muy preocupado de cómo salir de ahí.

Empecé a imaginar cómo iba a ser esa retirada por los cerros, de noche: “Nos vamos a perder –pensé–. Si tenemos bajas, van a ser en la retirada”. Entonces traté de pensar en una modalidad que fuese del todo o nada, para que hubiera posibilidades de salir, porque esa solución a medias era un poco frustrante. Así que con Joaquín comenzamos a conversar y esbozamos una alternativa para la retirada final. Hablamos con Ernesto y le pareció fantástico: “No habíamos tenido tiempo de pensar en eso”, nos dijo. Se perfeccionó la idea, se arrendaron los autos adecuados para salir como comitiva, y así quedó estructurada la salida. Lo que es algo de lo que yo ni siquiera trato de vanagloriarme, porque era un detalle, nada más.

Nuestra jornada empezaba a las nueve de la mañana, a esa hora ya estábamos en disposición combativa completa. Teníamos que esperar una señal que nos mandarían las compañeras que vigilaban el camino, para informarnos del paso de la caravana del dictador. Todos debíamos estar preparados, sólo el armamento no estaba aún en las bolsas. Habíamos hecho prácticas de la salida, y calculamos que nos demorábamos un poco más de un minuto en estar arriba de los vehículos, con todo el armamento en los bolsos. El día que finalmente llegó la señal fue como los otros, cada grupo estaba en su habitación (había cuatro habitaciones en la casa, y sólo los jefes de grupo podíamos salir de ellas). En la espera, los jefes íbamos al living, donde muchas veces estaba Ernesto leyendo, andaba por ahí Tamara, nos juntábamos con Joaquín y con Miguel. Pero la mayor parte del tiempo la pasábamos en las habitaciones, algunos jugando ajedrez, otros haciendo prácticas de puntería con el fusil. Era una situación bastante tensa por lo demás, por el encierro, porque afuera andaba un jardinero que no sabía que había veinte personas adentro de la casa, el creía que había sólo

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cuatro. Él se dio cuenta de todo cuando vio que salíamos veinte personas y nos subíamos a los autos. Abrimos los portones y el tipo quedó preguntándose qué sería eso (en todo caso no vio las armas, sólo vio los bolsos), debe haber pensado que estábamos robando, llevándonos las cosas de la casa.

De los veinte compañeros que participaron en la operación, nuestra estructura, la estructura especial de la cual yo estaba a cargo, aportó 16 militantes, los otros cuatro eran los jefes de los grupos, que venían cada uno de distintos lados. En un momento, cuando Tamara salió de la operación, y faltó un jefe, llegó Julio Guerra. Una vez que salió Tamara sólo quedó una mujer en la composición del grupo. Tamara tuvo que salir, muy a su pesar, por consideraciones estratégicas, era un riesgo que participara porque tenía mucho conocimiento de la logística del Frente. Era demasiado riesgoso que pudiese ser capturada, sin embargo, ella defendió su participación hasta el final, incluso lloró cuando Rodrigo nos visitó en la casa de acuartelamiento para comunicarnos la decisión. Todos tratamos de persuadirlo, solidarizamos con ella, pero Rodrigo se mantuvo firme en su postura.

Fue muy tenso todo ese día domingo. Cuando sonaba el teléfono todos quedábamos congelados. Había sonado un día anteriormente, pero fue un falso aviso. El teléfono estaba en el fondo del pasillo, y ese día, cuando volvió a sonar los cuatro jefes asomamos la cabeza. Ernesto contestó de espaldas a nosotros, se dio vuelta y nos hizo una seña. Inmediatamente le comunicamos a los combatientes que había que preparar las cosas y salir. Todo empezó a suceder muy rápido, nadie alcanzó siquiera a ir al baño, armamos los bolsos y salimos. Los choferes ya estaban esperándonos. Nos encaminamos hasta el lugar y comenzamos a tomar posiciones. Recuerdo que había unas personas que nos vieron, yo creo que pensaron que éramos excursionistas, porque íbamos con bolsos subiendo el cerro. Llegamos al lugar indicado, desplegamos el armamento, bien pegados a la ladera para que no nos vieran desde la calle. Era la hora del crepúsculo. En ese momento llegó el relajo, la tensión se había disipado, estábamos con las armas en la mano, ya nada podía salir mal.

Una vez que estábamos instalados, se vio, como a doscientos metros, en una loma que teníamos en frente, a la comitiva. Venían muy lentamente, con las luces apagadas, hacia nosotros.

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Tomamos las armas y esperamos. Ya casi estaba oscuro. El grupo de contención, que era el primer grupo, debía parar a la comitiva abriendo fuego con un lanza-cohetes que Miguel debía disparar hacia el primer vehículo de la escolta. Estábamos esperando el estruendo de la explosión, pero lo que escuchamos fue una ráfaga de tiros, porque falló el LOW, no salió, y Miguel se tuvo que tirar dentro de una zanja, porque el primer auto de escolta, cuando vio a un tipo a quince metros atravesando una casa rodante, con una mini USI en la mano, dio unos tiros hacia donde él estaba. Un compañero de su grupo dio una ráfaga en el parabrisas del coche. Los demás autos se tiraron contra el cerro y quedaron parados, porque eran autos muy grandes, unos Mercedes Benz que pesaban varias toneladas y eran difíciles de maniobrar.

Sin la explosión esperada, comenzamos lo que cada uno debía hacer. Yo lo veía todo como en cámara lenta. Vimos a muchos de los escoltas aterrorizados, se notaba en sus actitudes, y no era para menos, porque si uno se pone en el lugar de ellos, debe haber sido impresionante. Cuando se bajaron de sus vehículos vieron quince fogonazos de fusiles disparándoles a veinte metros, la mayoría de ellos se bajaban y se quedaban pálidos, soltaban las armas, salían corriendo y saltaban al barranco. Varios de los que sobrevivieron se quebraron las piernas, por saltar desde veinte o treinta metros de altura, no les importó nada. Los que más resistieron fueron los carabineros, pero ellos sólo eran un auto escolta, el primero, que es el que disparó contra Miguel, pero eso fue todo. También sé que dispararon hacia el terraplén donde estábamos nosotros parapetados, porque alguien hizo un comentario: “Nos están disparando”. Hubo un momento en que habíamos tres que estábamos de pie. De esos carabineros creo que murieron dos, y otros se escondieron detrás o debajo del auto, detrás de las ruedas, y no dispararon más, se hicieron los muertos. El comando de Joaquín pasó con la camioneta despacio mirándolos a todos. No teníamos orden de aniquilamiento, así que no se les remató, la única preocupación era ajusticiar a Pinochet. Si el auto de Pinochet se hubiese quemado, la orden de Ernesto era tocar dos pitazos (andaba con un pito) para pasar al asalto de ese auto. En ese caso hubiésemos tenido que bajar los dos grupos a rematarlos a todos, para asegurarnos de que muriera Pinochet, pero como vimos que el auto de Pinochet ya se había ido, no fue necesario.

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No todos nos dimos cuenta inmediatamente de que Pinochet no había muerto. Yo no lo supe hasta después, sólo Joaquín se enteró, porque vio pasar los autos en retirada por la parte de atrás. Me da la impresión que Ernesto también se dio cuenta, porque en la retirada se le notaba una actitud de derrota. Yo ni siquiera me di cuenta que los Mercedes se habían ido, porque ya estaba casi oscuro, y entre el fuego y las explosiones no había forma de enterarse de todo lo que estaba pasando. Había muchas explosiones, porque no eran sólo los lanzacohetes, también teníamos tarros de conserva de dos kilos en los que se había colocado explosivo TNT con una mecha, que se tiraban como granadas, teníamos como quince de esos tarros. Uno de esos tarros cayó debajo de un auto y lo levantó como dos metros (dos kilos de ese explosivo es bastante potente). Entonces era un fuerte bombardeo, con mucho ruido, y nuestro ángulo de visión era estrecho, por eso varios no nos dimos cuenta cuando los autos se fueron. Yo me imaginé que podía ser que Pinochet se hubiese arrancado, porque Ernesto tocó sólo un pito, lo que significaba retirada, es decir, no iba a haber asalto. Pero nadie dijo nada. Y tampoco era el momento de preguntar, no era algo para hablarlo ahí.

Finalmente, nos subimos a los autos y emprendimos la retirada. En el retén de Las Vizcachas tenían la barrera puesta. Nosotros veíamos que nos íbamos aproximando a la barrera y que no la levantaban. Había como treinta carabineros alineados con fusiles, con cascos de guerra, con chalecos antibalas, bien preparados, pero al final se decidieron a levantar la barrera. Se creyeron el cuento que éramos los escombros de la comitiva, así que pasamos y llegamos a Vicuña Mackenna, nos bajamos, dejamos los autos, el armamento, y cada uno se fue según su plan de retirada. Yo me dirigí a un lugar donde me encontré con Joaquín, una casa por el Paradero 14 de Vicuña Mackenna. Llegué después que él, y vi que estaba herido en una pierna, por la esquirla de una granada, así que salimos, llamamos por teléfono y activamos el puesto médico. Fuimos a Carlos Antúnez, en Providencia, ahí nos estaban esperando Rodrigo y Tamara. Llamaron a Joaquín y le preguntaron cómo había salido todo. Fue entonces cuando Joaquín contó que Pinochet logró escapar, de hecho él lo vio y le dio varios tiros en el vidrio, los que hicieron una figura que después Pinochet decía que

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era una virgen. Esos tiros los hizo Joaquín. Pudo ver que Pinochet estaba tirado en el auto, colocando a su nieto casi encima de él para protegerse. Después que lo curaron, Joaquín se fue y yo me quedé solo en ese lugar, fui a comprar cigarros y pude ver en la televisión a Pinochet haciendo declaraciones. En ese momento, cuando lo vi, vendado, temblando, diciendo que la Virgen del Carmen lo había salvado, hablando las cosas incoherentes de siempre, me sentí más solo que nunca. Me quedé sin entender. Todo lo que había ocurrido en la operación, todo ese poder de fuego, ¡y el tipo estaba ahí, en la tele, hablando, no le había pasado nada! Yo había visto fuego, pedazos de piernas, de brazos, volar por los aires. A un escolta le llegó un cohete en el cuerpo, lo reventó, y quedaron pedazos por todos lados. Fue un cohete que debería haber reventado en el auto de Pinochet, pero reventó en una persona. En cierto modo ese fue un cohete desperdiciado, pero fueron los azares del momento. Si el vehículo no hubiese tenido cómo salir y se hubiese quedado en un lugar, enganchado por atrás, hubiésemos bajado del cerro, aunque no tuviéramos más lanzacohetes, con nuestras armas de mano y lo hubiésemos rematado a tiros. Lo que cuenta Joaquín es que ya se estaba rompiendo el vidrio blindado con tantos disparos que le había dado, pero se le acabaron las balas, y mientras cambiaba el cargador, el auto consiguió salir. Esas astillas de vidrio, de las balas de Joaquín, fueron las que hirieron a Pinochet en la muñeca. Si hubiésemos podido dar unos diez o quince tiros más en el mismo lugar, podríamos haber metido un cañón para disparar al interior del auto, es decir, fue prácticamente cosa de segundos. Si el auto hubiese quedado atrapado, lo habríamos abierto de una u otra forma. Ya no había nadie para defender a Pinochet, sólo cuatro o cinco escoltas vivos en la carretera, detrás de los autos; los otros habían saltado o estaban muertos, así que perfectamente habríamos podido bajar del cerro y aniquilarlo ahí mismo, rápidamente. No tenía ninguna chance. Habríamos tenido una hora antes de que llegaran refuerzos, tiempo suficiente como para estudiar cómo abrir las puertas, o que él pensara en la rendición. Hubiésemos estado nosotros con Pinochet a solas. Pero no fue así.

Nunca nos imaginamos que los lanzacohetes iban a fallar de la manera en que lo hicieron. El auto de Pinochet tenía un impacto de un cohete que rajó el chasis, y eso fue por el ángulo

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de tiro, lo que es algo muy fortuito, porque no estábamos en una superficie recta para tirar. El ángulo fue un poco inclinado, y el techo era algo cóncavo, entonces pasó lo que ocurre cuando uno tira una piedra a ras de una superficie de agua, hace sapitos, eso fue lo que hizo el cohete, y la fricción quemó el techo, abrió un surco. El otro cohete golpeó en un costado, pero no reventó, siendo que otros sí habían reventado, porque los dos autos de los escoltas explotaron. Entonces uno piensa que si el combatiente que tiró el lanzacohetes que explotó en el auto de escoltas hubiese estado en otro lugar de la formación, pudo haber acertado al auto de Pinochet, destrozándolo.

Ahora, con el tiempo, puedo decir que cometimos errores en la planificación. No sólo en relación con el armamento que se utilizó. Después de la acción todos decíamos: “Por qué, tal como se cerró el frente de la caravana, no se cerró del mismo modo atrás. Para dejarlos encerrados, así no hubiesen tenido por dónde salir”. Se confió en que el peso principal de la operación estaba en el centro, y que la comitiva iba a intentar salir por adelante. La retaguardia de la operación descansó en un único vehículo, la camioneta donde venía el grupo de Mauricio Arenas, que cerraba el paso. Pensamos que eso iba a ser suficiente, porque se apostó al aniquilamiento inmediato mediante lanzacohetes. Eso estaba bien concebido, porque los vehículos quedaban a no más de diez metros de la línea de fuego del grupo de asalto con lanzacohetes (habíamos seis lanzacoheteros), y el blanco era suficientemente grande, del tamaño de una mesa, viéndolo desde arriba; eran seis cohetes para tres autos, es decir, ¡dos lanzacohetes por auto! ¡No había cómo fallar!

El problema fue de tipo técnico, estaba en los mismos lanzacohetes, y nosotros lo sabíamos (eso es realmente un contrasentido nuestro). Sabíamos que de tres lanzacohetes de tipo LOW, uno falla, es decir, de seis sólo podíamos contar con cuatro. A eso hay que sumar las fallas que se pueden producir en la manipulación, algún error del combatiente, que puede reducir la cantidad a tres, con lo que ya quedamos justos, uno para cada auto. La solución a ese margen de error era usar los RPG7. Evidentemente, el problema de ese tipo de cohetes es que es menos operativo, porque mide como un metro y medio de largo, y la recarga es complicada, tienes que tener un ayudante. De hecho,

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había un RPG en la operación, pero quedó ubicado donde estaban los autos, como a cien metros de la emboscada. Tal vez uno no hubiese hecho la diferencia, habría que haber tenido uno para cada auto, porque es casi seguro que ese tipo de armas no falla. Los LOW tenían más fallas, porque venían de la guerra de Vietnam, es decir, tenían unos veinte años de antigüedad. Eran armas que los americanos dejaron abandonadas en Vietnam. Pero nosotros confiábamos en los criterios de los compañeros que estaban a cargo de la operación, de Ernesto y Miguel, que tenían un buen nivel de formación militar. Cuando llegamos, ese armamento ya estaba, los fusiles M16 y los lanzacohetes LOW, y nos imaginamos que todo iba a funcionar bien. He escuchado la teoría de que el Partido decidió usar en el atentado cohetes LOW y no los RPG7 soviéticos, que son de mayor poder, para no involucrar a la órbita socialista en el atentado ni provocar un conflicto mayor. Yo creo que la logística que se usó fue condicionada más bien por el punto de vista táctico, ya que por las dimensiones, por el enmascaramiento necesario para situarnos en la emboscada, eran mucho más prácticos los LOW, que son más pequeños. Los RPG7 eran más difíciles de enmascarar. Claro, son mucho más eficientes al explotar, y se sabía que los otros tenían fallas, pero pensamos que eso se podía suplir disponiendo de una mayor cantidad. Puede que algún asidero tenga la tesis de que era mejor usar el armamento americano, para no ofrecer a la dictadura la oportunidad de sostener que la operación había sido orquestada desde el exterior, con logística soviética.

Lo otro que debimos considerar fue poner atrás de la caravana un camión tolva, para que no hubiesen tenido posibilidad de escape de la emboscada. Pero, claro, por cosas operativas, era mucho más difícil poner un camión atrás que una camioneta. La camioneta comenzó a perseguir a la comitiva disimuladamente, porque podía llegar rápido, en cambio un camión se iba a demorar mucho más, además ¿dónde conseguir un camión tolva? y, ¿dónde lo escondes? Son complicaciones operativas, aunque pudieron haber sido resueltas.

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Raul Pellegrin y Cecilia Magni en conferencia de prensa

La ruptura con el PC y el principio de la autonomía

El Partido había definido que el año ochenta y seis sería “el año decisivo”, y esa apuesta política descansaba en dos grandes operaciones: el atentado a Pinochet y la internación de armas por Carrizal. El contexto político debía ser potenciado por esas operaciones, que debían gatillar una situación sublevacional, de levantamiento popular; sin embargo, como eso no sucedió, el Partido comenzó a revisar la Política de Rebelión Popular, en un momento en que en el país primaba el espíritu de negociación y “reconciliación”. Tomemos en cuenta que el año ochenta y siete el Papa hizo una visita a Chile promovida desde las alturas políticas, especialmente por los sectores dirigentes de la Democracia Cristiana y la izquierda tradicional, que no compartían la perspectiva de la rebelión, sino que más bien intentaban producir

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un gran acuerdo, buscando una salida que terminara con la polarización y el enfrentamiento.

Fue entonces, más o menos en mayo del ochenta y siete, cuando empezamos a escuchar acerca de un debate que se estaba produciendo entre el Frente y el PC, debate que podía tener consecuencias serias. Aunque eso era previsible. Ya para el año ochenta y seis, cuando el Partido había llegado a un punto de no retorno, quería renegar de la Política de Rebelión Popular, aunque no lo expresaba abiertamente; sin embargo, estaba tomando una serie de medidas de carácter orgánico mediante las cuales quería desmantelar al FPMR. Incluso al jefe del Frente, Raúl Pellegrin, querían removerlo de su responsabilidad y mandarlo a trabajar a un regional del Partido, como secretario.

En la dirección del Frente había dos miembros del Partido, lo que era una suerte de intervención directa; esos dos militantes eran incondicionales al Partido, el famoso comandante Huerta, y otro personaje. Por eso, cuando nos comunicaron de la ruptura, no fue una gran sorpresa, aunque nos sentimos mucho más en soledad y más vulnerables, porque perdimos bases de apoyo, ya que el Frente descansaba bastante en la estructura del Partido. Hay que entender que esa división fue una fractura del Partido, no del Frente, como quisieron presentarlo, pues es la estructura militar completa, el “brazo armado”, la que se escinde del Partido. Sólo algunos cuadros, que estaban en el Frente cumpliendo una misión que el propio Partido les había encomendado, se quedaron en él.

La división se oficializó a fines de junio de ese año, y la versión que el Partido le entregó a su militancia, para fortalecer la cohesión interna, ya que en su mayoría la militancia comunista le tenía una gran simpatía al Frente, fue que se había tomado una decisión orgánica y disciplinaria contra la comandancia del Frente, porque no estaban acatando las decisiones políticas del Partido, y porque el Frente no estaba respetando el centralismo democrático y estaba actuando en rebeldía.

Recuerdo que en varias oportunidades José Miguel (Rodrigo), antes del quiebre, me dijo que nosotros íbamos a continuar la lucha a pesar del PC. Eso quería decir que estábamos conscientes, desde un comienzo, que el PC en algún momento iba a ser un obstáculo. Él lo tenía muy claro, pero no quería una ruptura,

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porque apostaba a las bases comunistas, sabía que la dirigencia era el problema, y quería que la mayor cantidad de militantes se incorporara a la política que nosotros considerábamos justa. Es importante aclarar que cuando digo que el PC podía constituirse en un obstáculo para la lucha popular, me refiero específicamente a su dirigencia, o, más particularmente aún, a la dirigencia en el exterior, y a algunos de la dirigencia interior. Porque varios otros sí intentaron impulsar una política confrontacional contra la dictadura, como en el caso de Gladys Marín, que fue una de las principales promotoras de la Política de Rebelión Popular.

Pero el Partido en su conjunto no tenía una verdadera voluntad revolucionaria. Un ejemplo concreto fue la gran protesta que hubo en julio de 1986, una protesta fuerte, violenta, que tuvo atisbos de explosión insurreccional. Especialmente en algunas poblaciones se vio la posibilidad que ese levantamiento se desbordara, que avanzara hacia el centro, pero faltó poder de fuego. Esos episodios eran realmente potenciales sublevaciones, bolsones de vacío de poder, donde se reclamaba a gritos que el Partido entregara los fusiles. Pero el PC no entregó las armas, a pesar que había un compromiso político con la lucha popular. Ya había sido Carrizal, tenían más de mil o dos mil fusiles, sin embargo, no le habían entregado nada al Frente, no disponíamos de fusiles. Los que había estaban en las manos del Partido, ellos los controlaban. Los entregaban de a gotas, porque sabían que esas sublevaciones se podían desbordar, y el Partido no quería perder el control. Estaban conscientes que si se entraba en una disputa más abierta no podrían darle una dirección al proceso. La dirigencia del Partido iba a quedar de lado. ¿Qué podía hacer ahí un Jorge Insunza?(33) Si había un levantamiento, naturalmente iba a tomar más relevancia el Frente en la conducción, y el Partido Comunista desconfiaba de eso, porque siempre ha querido tener el control.

De hecho, creo que ellos no querían realmente una rebelión, sino que querían volver al gobierno democrático burgués, en términos clásicos. Querían volver a la situación anterior al golpe de 1973. Anhelaban ser diputados, senadores, y tener cargos políticos. Pero, lamentablemente, el tiempo no retrocede, por eso es que de parte del Frente había una apuesta por un proceso

33 Jorge Inzunza Becker era diputado del Partido Comunista en 1973, y sale al exilio luego del golpe militar.

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insurreccional ininterrumpido, para que hubiera una democracia más participativa, una democracia avanzada y popular, en la que los dirigentes sociales pudiesen participar de manera directa, en una asamblea general, representativa, que dirigiera el país. Estábamos pensando en otro tipo de situación. El pueblo en sí gobernando. Esa era la perspectiva que teníamos nosotros, y que el PC no quiso seguir. Por el contrario, intentaba obstaculizarla.

El Frente se nutría de las Unidades de Combate y de las Milicias(34) que pasaban desde el PC a formar parte de nuestros grupos operativos; de hecho, estaba establecido que mensualmente debía pasar una cantidad determinada de Unidades, pero el Partido no cumplía con esos acuerdos. Tuvimos que contornar, saltar el muro, haciendo contactos por canales no regulares para establecer el vínculo orgánico, cuestión que luego el Partido reclamaba, alegando que nos estábamos robando a sus militantes. Pero eran casos puntuales, en que un combatiente se había pasado al Frente saltándose los conductos regulares, porque en las poblaciones todos estaban esperando el pase, la mayoría quería ingresar al Frente, pero el pase no llegaba, porque el Secretario del Partido, que era el que tenía el poder de dar esa autorización, no cumplía. Y no lo hacía por negligencia, sino porque no quería que esos militantes se fueran, porque iban a perder el control sobre ellos. Insisto en que no eran todos los secretarios del Partido los que entrababan nuestro funcionamiento, sino algunos que tenían una fuerte reticencia hacia nosotros, por la influencia que ciertos miembros de la Dirección del Partido ejercían sobre ellos, en función de ir frenando, de ir controlando, de ir retrasando un desarrollo más acelerado del aparato militar.

En instancias intermedias, por ejemplo, un secretario regional, que estaba en la línea de los que frenaban este desarrollo, tenía que traspasar cinco Unidades de Combate al Frente, pero dilataba la entrega del vínculo, después pasaba una, no las cinco, y así iban obstaculizando nuestro desempeño. Eso lo alimentaban desde arriba, llegaba un tipo de la Dirección Interior, por ejemplo, que estaba por el freno y alentaba esas prácticas diciendo: “Los rodriguistas se están mandando solos, están haciendo su propia

34 Las Milicias eran unidades que constituían el resultado del Trabajo Militar de Masas del Partido Comunista (TMM).

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voluntad, quieren dividir al Partido”; les metían ese tipo de cosas en la cabeza, para ganarlos para su posición. Los partidos grandes son máquinas, y esa era una conspiración en contra de la política misma del Partido. Por otro lado, la Política de Rebelión Popular podía tener múltiples interpretaciones, cabía desde hacer un rayado hasta ir a dar unos tiros a los pacos. Dentro de eso cada uno estaba haciendo lo suyo. No hablaban en contra del Frente abiertamente, pero decían: “Los Manolos son jóvenes, son irresponsables, están siendo manipulados por esos oficiales cubanos, que vienen de afuera, que creen que esto es Nicaragua, que quieren calcar lo de Nicaragua”. Así pretendían invalidar lo que estaba haciendo el Frente.

Por ese entonces comencé a tomar conciencia que entre los compañeros del Frente había bastante molestia con la actitud del Partido, se dieron a conocer una serie de opiniones muy críticas, mientras la dirección del PC seguía reclamando que le estábamos robando a los militantes, que pasábamos por encima de la relación orgánica. Pero el Frente se cuidaba mucho de no avalar esas prácticas, e incluso se le llamaba la atención a los compañeros que lo hacían. Si habían llegado unidades de manera irregular, se les pedía a los encargados que regularizaran el pase. Algunas veces incluso se las devolvían al Partido, para no crear más conflictos por pequeñas cosas que significaban un mayor distanciamiento entre el Frente y el PC.

De todos modos las diferencias ya estaban marcadas, lo que fue evidente cuando el PC quiso frenar la protesta del 2 y 3 de julio del año ochenta y seis, la que, a pesar de ellos, fue una de las movilizaciones más intensas y radicales en contra del régimen militar. Sin embargo, aún era posible multiplicar esa radicalidad e intensidad, si hubiese existido la voluntad, si se hubiese entregado una cantidad importante de armamento. No se trataba, en todo caso, de una cosa exclusivamente técnica, existía un componente subjetivo indesmentible. Pero en ciertas poblaciones no se pudo salir porque estaban cercadas por las tanquetas, cerco que, con el armamento adecuado, se pudo haber contrarrestado y superado totalmente. No quiero decir que se trataba de armar a las masas, sino simplemente de entregar veinte fusiles por población, lo suficiente para pertrechar a los grupos territoriales del Frente y las milicias, que ya tenían preparación y que podían contribuir a la

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autodefensa de la movilización que se podía desbordar en el mundo popular, apropiándose de las calles. Al fin y al cabo, era a eso a lo que se le llamó Sublevación Nacional. Pero esos procesos son muy caóticos, nadie los puede controlar. Iba a ser una demostración feroz de soberanía popular. Podíamos imaginarnos a miles de personas avanzando desde las poblaciones hacia el centro; pero no iba a ser una marcha en columnas, disciplinadamente, iba a ser en desorden, iba a ser saqueando, tomándose Santiago. Lamentablemente, había quienes tenían otra concepción, más gradualista, y querían ir haciéndolo todo de manera controlada, para que no se les fuera de las manos. Sin embargo, la historia no se desarrolla así, la historia avanza a saltos, con irrupciones, con explosiones.

Teníamos antecedentes de que en la Dirección Interior del PC había un sector que creía en el camino de la rebelión, creía en la perspectiva sublevacional, y que se las estaban jugando por lograr una democracia lo más avanzada posible. Nadie podía predecir exactamente lo que eso iba a significar después, qué tipo de gobierno se crearía, ni qué iba a pasar con las Fuerzas Armadas, pero nosotros estábamos luchando por esa salida. Evidentemente, en algún momento, se iba a tener que negociar entre las fuerzas políticas y los sectores sociales. Y si el resultado era una democracia más avanzada o menos avanzada, iba a depender, en gran medida, de cuanto quedaran desmoronadas las FF.AA. y cuan organizado quedara el pueblo. Esa era la medida.

Ahora, los que no estaban muy convencidos de esa salida, seguramente temían que pudiera haber un reguero de sangre, y no confiaban en que se pudiera llegar a una situación en que se acorralara a las FF.AA, por eso estaban predispuestos a negociar en la primera oportunidad que se les presentara; con tal que pudiesen volver a la democracia que existía en el tiempo de la UP estaban dispuestos a negociarlo todo. Sabiendo que iba a prevalecer la impunidad, se negoció todo, se negociaron los muertos, se negoció la memoria, todo. Algunos en el Partido se conformaban con eso, y no querían que se produjese la Rebelión Popular. Porque, ¿quién puede acotar una rebelión, en su praxis desatada?

Evidentemente, había poblaciones más radicalizadas, y otras que iban más lento, pero en el fondo, en esos reventones son arrastrados todos, y en ese momento el espíritu de la revuelta tenía

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mucha fuerza. Por eso, y esta es la interpretación que yo hago, cuando el año ochenta y seis fracasa la Sublevación Nacional, el sector de la Dirección del PC que nunca estuvo convencido de la Política de Rebelión Popular, comienza a ganar espacios, cuestiona la política y acorrala a los otros miembros de la Dirección, que sí estaban ganados para ser consecuentes con lo que el mismo Partido se había planteado, y los hacen claudicar. A comienzos del año ochenta y siete elaboran lo que se llamó “precisiones tácticas”, donde le bajan el perfil al Frente, e incluso intentan cambiar a su jefe. Ese año, el Partido Comunista abandona la Política de Rebelión Popular, a cambio de una salida negociada con la dictadura; lo hacen conscientemente, aún teniendo la opción de persistir por el camino de la Rebelión Popular y profundizarla.

El Frente, en cambio, vio la necesidad de desarrollar una verdadera estrategia de poder, considerando que incluso la Rebelión Popular tenía un techo táctico. Queda así en evidencia que la separación que se produce entre el Partido Comunista y el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, que hasta ese momento era su brazo armado, ocurrió debido a diferencias políticas. Se ha especulado que las diferencias eran más bien de carácter orgánico, o por razones de desavenencias personales, pero en términos estrictos lo que subyace son las diferencias políticas. Un hecho importante que marca esta situación fue que el Partido Comunista tomó medidas orgánicas, entregó una orden para hacer cambios en el Frente, y Raúl Pellegrin (José Miguel) tuvo que salir de su cargo. Eso, evidentemente, era una maniobra para desarticular al Frente, para arrastrarlo hacia la salida negociada que el Partido había elegido. El Frente se resistió a implementar esas medidas orgánicas, y llamó a realizar un debate con el Partido Comunista. Sin embargo, el Partido adoptó entonces medidas más punitivas, y se negó a ese debate, sosteniendo que las decisiones de la directiva del Partido debían ser acatadas por todas sus estructuras. Estaban en su derecho, ya que esas son sus normas de funcionamiento y es la forma en que las instancias pertinentes toman sus decisiones.

El Comité Central del Partido había tomado la decisión de apostar por la salida negociada, y el Frente, como una estructura más del partido, debía asumir esa decisión; el argumento para no discutirlo abiertamente era que las condiciones restrictivas de la clandestinidad impedían convocar a un debate más participativo.

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El Frente, a pesar de su corta historia, ya había adquirido un perfil propio y gozaba de cierta autonomía, y vio la necesidad de generar las condiciones para abrir un debate con el Partido, de discutir aquellas decisiones tan importantes que tenían que ver con el futuro de nuestro país, pero el Partido Comunista se negó rotundamente a ese debate. Es difícil hacer un juicio de valor, para entonces quedaba en evidencia que ya habían dos caminos trazados, y que, en cierto modo, esa ya era una situación sin retorno.

El Frente había madurado, no se trataba de militantes comunistas cumpliendo funciones en el Frente, sino que ya éramos rodriguistas. Se había producido en nosotros una transformación, y teníamos una diferencia específica respecto a los militantes comunistas. No se trataba de que nos sintiéramos superiores, ni nada de eso, simplemente existía una diferencia en nuestra forma de percibir la política; considerábamos que en el contexto histórico que nos tocaba vivir era necesario actuar, que había que producir cambios efectivos y profundos.

Por la autonomía que teníamos, éramos capaces de elaborar una crítica al Partido y a su historia, críticas que dentro del Partido siempre fueron muy sesgadas o acalladas, como si fuesen tabús. Para nosotros, que el Partido tuviese 60 años de existencia no era necesariamente una cuestión de orgullo, pues a pesar de su historia, de su experiencia política, nunca había optado por llegar hasta las últimas consecuencias, nunca había profundizado suficientemente las contradicciones como para pasar a la ofensiva revolucionaria. Creíamos, como el Che Guevara, que se triunfaba o se moría, no se vivía permanentemente en función de reformas moderadas. Esta visión crítica implicaba un distanciamiento político e ideológico respecto del partido que había dado origen al Frente.

El proceso de quiebre del Frente con el Partido Comunista duró dos o tres meses (de abril a junio de 1987). En ese momento yo tenía responsabilidades como jefe operativo intermedio, trabajaba directamente con José Miguel, por lo que tuve la oportunidad de conocer de primera mano la problemática que se estaba viviendo. A la militancia del Frente se le entregó bastante información acerca de cómo iban las discusiones con el PC, y es importante destacar que José Miguel siempre señaló enfáticamente que, a pesar de haber tenido diferencias, no podíamos desechar la posibilidad de volver a confluir con el Partido Comunista en el futuro, y de

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trabajar juntos, especialmente a nivel de la militancia de base. No había que transformar las diferencias con el Partido en una guerra, a pesar que hubo ciertas situaciones poco éticas en el momento del quiebre, pero siempre la actitud de nuestros dirigentes, orientada hacia la militancia del Frente, fue la de no buscar revanchismos. La dirección del Frente discutió la actitud que tendría respecto del Partido, y quien lideró la posición de no generar conflictos fue José Miguel, y no estaba solo en eso.

El año 1986, definido por el Partido como “el año decisivo”, el Frente interpretó la Política de Sublevación Nacional como una política de putch, en la que se trataba de dar un golpe y tomar el poder, pero entendíamos (probablemente por la experiencia que varios miembros de la Dirección tuvieron en la revolución sandinista) que este camino sería mucho más prolongado, por las características que tienen en Chile la derecha y las Fuerzas Armadas. Se necesitaba una estrategia de poder bien delineada, no sólo en relación con la dictadura, sino, de hecho, más allá de ella, que asegurara una salida avanzada desde un punto de vista democrático y popular. Comenzamos entonces a hacer esfuerzos para construir una estrategia en esa dirección, la que fue elaborada finalmente en el verano de 1988, en gran parte por José Miguel, que tenía una capacidad productiva extraordinaria, además de gran capacidad para escuchar. Él se alimentó de la información y de las opiniones de otros miembros de la Dirección, y el resultado de ese proceso fue la estrategia de Guerra Patriótica Nacional (GPN).

En el momento del quiebre, un 80 o 90% de los miembros de la Dirección se mantuvo fiel al Frente, lo que demuestra que no hubo una verdadera división, como intentaron presentarlo los adeptos al PC. Lo que realmente ocurrió fue que el Frente, casi en su totalidad, se fue del Partido Comunista. Los militantes que se quedaron en el Partido no fueron más del 10%, sin embargo, en ese proceso, se perdió retaguardia, se perdió influencia y la posibilidad de llegar a otros sectores. También se dieron casos en que resultaron afectados lazos familiares; había familias en que el hijo era del Frente y los padres eran comunistas. Se provocaron también, producto del quiebre, problemas de seguridad para nosotros, porque habíamos invertido mucha infraestructura y logística en función de las bases del PC, cosas que tuvimos que intentar recuperar rápidamente. Fue, de todos modos, un triste proceso.

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La Operación Albania, un golpe a la moral combativa

La Operación Albania(35), en junio de 1987, fue un golpe devastador para el Frente, sobre todo a la moral combativa de los rodriguistas. Si no hubiese habido un liderazgo fuerte, de una extraordinaria consistencia ética, como la que tenía José Miguel, habríamos quedado prácticamente knock out por el impacto que significó la muerte de tantos compañeros y por la crueldad con la que actuó la CNI.

En Albania, yo creo que fue Bigote(36) el que los entregó

35 La Operación Albania o Matanza de Corpus Christi se produjo entre los días 15 y 16 de junio de 1987. En ella doce miembros del FPMR murieron a manos de agentes de la CNI. Estos hechos fueron presentados por las autoridades como supuestos “enfrentamientos”, pero se entendió que se trataba de una represalia por el atentado a Pinochet. En junio de ese mismo año, la Dirección Nacional del Frente había fijado una importante reunión de sus máximos líderes. Era la oportunidad que esperaba la CNI para atrapar a la mayor cantidad de ellos de una sola vez. Gracias a su trabajo de inteligencia, la CNI tuvo claridad respecto de las personas que debían ser detenidas y, eventualmente, abatidas, iniciando a principios de 1987 una exhaustiva ronda de seguimientos y puntos fijos sobre importantes miembros del FPMR. Álvaro Corbalán, jefe operativo de la CNI obtuvo del entonces director de la institución, el general Hugo Salas Wenzel, la orden para que efectivos de todas las brigadas a su cargo procedieran, apoyados por la Unidad Antiterrorista del Ejército y por funcionarios de la Policía de Investigaciones. De acuerdo con la confesión posterior de Corbalán, la orden de Salas Wenzel implicaba acabar con la vida de todos los frentistas que fueran detenidos. Es decir, se trataba de “reventar” definitivamente al FPMR, según la jerga que los agentes ocupaban en esos días. Consta en el primer documento de los 30 tomos del expediente del caso, que el mismo 15 de junio el fiscal militar Luis Acevedo había autorizado todas las detenciones y allanamientos. En esta matanza son asesinados los rodriguistas José Joaquín Valenzuela Levi (Comandante Ernesto), Ignacio Recaredo Valenzuela Pohorecky (Comandante Benito), Julio Guerra Olivares, Patricio Acosta, Juan Waldemar Henríquez, Wilson Henríquez Gallegos, Ricardo Rivera Silva, Manuel Valencia Calderón, Ester Cabrera Hinojosa, Ricardo Silva Soto, Elizabeth Escobar Mondaca y Patricia Quiroz Nilo. 36 Luis Arriagada, conocido como Bigote o Aureliano, fue un jefe operativo del FPMR, que participó de varias acciones importantes, la última de ellas el asalto al cuartel de Los Queñes, donde murieron Tamara y Rodrigo. En la serie Guerrilleros. La historia tras el fusil (ChileVisión, 2015), varios rodriguistas dan cuenta de situaciones donde Bigote salió ileso mientras otros compañeros caían ante la represión. Esto fue acumulando sospechas sobre la lealtad de Bigote. En Los Queñes se repitió el escenario. Luis Arriagada desaparece en enero de

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a todos, esa es mi conclusión hoy día, porque él tenía llegada a todos los que cayeron. Y creo que también entregó al Huevo (Roberto Nordenflycht), porque a él también lo fueron a buscar para Albania, pero salió raspando.

Antes de Albania, el 23 de abril del ochenta y siete, día de mi cumpleaños, Bigote llegó a verme, y me extrañó, porque invitó al Huevo y también invitó a Ignacio (Recaredo Valenzuela). Me dijo: “Vamos a juntarnos con el Huevo y con Ignacio para celebrarte tu cumpleaños”. “¡¿Con el Huevo e Ignacio?!”, le dije. Eso era raro, porque él se llevaba muy mal con ellos dos. Nos mirábamos con Ignacio y mirábamos a Bigote, diciéndonos: «¿Qué onda este tipo?», extrañados. Esa fue la última vez que vi a Ignacio; al Huevo lo vi después. Yo creo que ahí nos colocó cola, ahí les colocó cola a los dos. Eso es lo que sospecho. Antes de eso, Bigote había ido conmigo al sur, y ahí me había presentado al que me iba a reemplazar. Un tipo como de 28 años, bien combativo. Me fui para Santiago, pasó un mes y a ese compañero lo agarró la CNI. Ese fue otro puntito que los que le seguían la vida a Bigote anotaron. Por otro lado, la casa de la Villa Olímpica, donde cayó Julio Guerra, Bigote la conocía, porque el año ochenta y cinco yo viví allí, él me iba a visitar, yo trabajaba con él en esa casa, y después Julio Guerra murió ahí. Son cosas que se van sumando.

La dictadura elaboró montajes en siete de los asesinatos cometidos por las fuerzas de seguridad en la Operación Albania; sin embargo, hubo compañeros que sí tuvieron la posibilidad de combatir, especialmente los de la Escuela de Varas Mena. Había varios cuadros en ese momento, tres miembros de la Dirección murieron en el lugar, junto a dos importantes jefes del Frente. Fue un golpe duro, desde todo punto de vista, especialmente en el plano de los sentimientos, en lo subjetivo. Esto ocurrió justo en el momento en que estábamos enfrentando el proceso de separación con el Partido Comunista. Es de imaginarse el sentimiento de

1989, sin dejar rastro; sin embargo, el 28 de enero de 1992, el diario La Tercera publica una carta firmada por el “Comandante Aureliano” donde se acusa una crisis y división interna del FPMR, acusando a la Dirección de “irracionalidad” y “manipulación” de los militantes. La carta firmada por Aureliano señala también: “Ha habido ajusticiamientos. Yo soy uno de los sentenciados y trataron de asesinarme”, y que el “comandante Eduardo (Enrique Villanueva) está desaparecido por haber sido acusado de traidor”. A diferencia de Aureliano, Eduardo volverá a aparecer.

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orfandad que se pudo experimentar en el Frente cuando se consumó aquella separación, especialmente en nuestra dirigencia, que tenía en sus hombros toda esa responsabilidad. Nunca nos repusimos del golpe que significó la Operación Albania.

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Operación Príncipe: el Frente sigue vivo

Cuando sobrevino el quiebre con el Partido Comunista, se convirtió en un imperativo mostrar que el Frente seguía existiendo, porque corrió el rumor de que el Frente se había extinguido. Era necesario, para levantar la moral de nuestras fuerzas y de su periferia, demostrar que el Frente estaba fuerte, y decirle a los sectores populares que podían tener confianza en nosotros. El Frente siempre se caracterizó por hablar mediante sus acciones, no hacía uso del discurso demagógico de la política tradicional, condicionado también por la situación de clandestinidad. Entonces, eran los hechos los que hablaban por nosotros. Habíamos hecho nuestra la frase de Martí que dice: “Más que decir hay que hacer”. La Operación Príncipe siguió ese precepto.(37)

Rodrigo me encargó la misión de hacer el estudio de situación operativa en un momento en que él estaba muy presionado por el contexto y por los debates internos, así que mi equipo y yo asumimos la misión con toda esa presión. Me explicó los objetivos y la importancia que tenía la operación desde el punto de vista interno del Frente y su futuro, considerando que todos estábamos muy afectados por lo que estaba pasando. Había que revitalizar la mística, elevar nuestra moral, recuperar la confianza de aquellos que estábamos en el mismo camino, y no debíamos perder de vista que el enfrentamiento principal era contra la dictadura. Debíamos ejecutar una acción de propaganda armada que permitiera volver a visibilizar al Frente y decir algunas cosas que creíamos importantes. Ese era el carácter que debía tener el secuestro del coronel Carlos Carreño (aunque el objetivo pudo haber sido cualquier otro con esas características); iba a permitir una cobertura para aclarar ciertas confusiones. Había muchas especulaciones: que el Frente se había dividido, que se habían extraviado dineros de la dirigencia, cosas que intentaban desprestigiarnos. Había que ponerle atajo a los rumores.

La orden no vino con nombre, sino con ciertas características: debía ser un uniformado, cuyo secuestro causara

37 La Operación Príncipe se enmarcó en la Campaña denominada “No a la perpetuación de Pinochet”.

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impacto, por lo que tenía que ser un oficial superior. No se especificaba tampoco si este uniformado debía ser del Ejército u otra rama de las FF.AA. Aunque no podía ser de Carabineros, porque tenían menos connotación. La estructura en la que yo participaba era la responsable de la operación, y comenzamos la búsqueda. Antes del coronel Carreño tuvimos otros objetivos, pero fueron desestimados por su bajo perfil. Con nuestro trabajo de información llegamos a obtener el antecedente de que la casa de Carreño se encontraba en La Reina, que era un coronel de Ejército y que trabajaba en FAMAE. Eso no nos gustó mucho, porque significaba que tenía un cargo medio, es decir, no estaba en la conformación directa del mando del Ejército, y la acción debía ser clara en ese sentido. Evidentemente, si aquel militar tenía una connotación o un rango mayor, valdría más para el Ejército, y sería mayor la posibilidad de que satisficieran nuestras demandas. No buscamos a Carreño en particular, buscamos a un militar, y apareció Carreño.

Desde que se nos entregó la misión, fuimos entregando diariamente los antecedentes a José Miguel, y llegó el momento en que estaba todo listo. Eso fue el primero de Septiembre de 1987. Era una urgencia, el plan estaba a punto, no había por qué postergarlo o esperar más, ni esperar una fecha más simbólica. Estábamos presionados por las circunstancias, y yo me sentía con la inmensa responsabilidad de hacer mi aporte para revitalizar al Frente. Aunque no dirigí la misión en su globalidad, ya que lo hizo la Dirección, participé en todo lo que fue el diseño operativo. Identificamos a Carreño como el objetivo, hicimos el plan y fue capturado, pero no participé en la negociación.

Cuando tuvimos listo el plan, se lo entregué a José Miguel (Rodrigo), quien decidió excluirme de la parte operativa; esa era una práctica bastante habitual en el Frente, un modo de preservar la estructura. Me preguntó si había alguien de mi equipo que fuera capaz de hacerse cargo de la operación, a lo que le contesté que efectivamente había dos o más compañeros muy capaces. Fue así que designó al compañero Rigoberto para que se hiciera cargo de la parte operativa, lo que significaba, básicamente, la captura de Carreño. Yo me acuartelé con ellos la noche anterior, con el grupo operativo; al día siguiente ellos saldrían a ejecutar la operación. Quedamos de acuerdo en un punto de encuentro

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donde me informarían acerca de cómo había salido todo. En ese encuentro me dieron el parte de que ya tenían al objetivo, cosa que inmediatamente le comuniqué a Rodrigo.

Al secuestro se le denominó “Operación Príncipe”, primero que nada porque todas las operaciones se codificaban, se les asignaba un nombre, y el jefe operativo de la misión, el compañero Rigoberto, propuso ese nombre: “Príncipe”, porque conocía muy bien la historia de Víctor Jara en el Estadio Chile, y sabía que el militar que lo ejecutó fue un oficial con ese apodo. El nombre no tiene una asociación específica con Carlos Carreño. Tampoco era un gran desafío intelectual buscar el código a utilizar, no existía exquisitez o sofisticación en esa práctica.

En ese momento no sabíamos que Carreño jugaba un papel importante en la organización militar que vendía bombas a Irán.(38) Siempre me he preguntado si la dictadura respondió de esa manera tan contundente por el cargo que tenía Carreño. No tengo certezas al respecto. Quizás habría sido más contundente

38 El secuestro del coronel Carreño afectó un negocio que los militares chilenos estaban realizando con la República Islámica de Irán. La dictadura estaba en una difícil situación, porque las bombas de racimo que vendió a Irán fallaron y provocaron la destrucción de un caza bombardero iraní. Irán, un país poderoso que en ese momento estaba en guerra con Irak, al ver que el negocio de las armas estaba fracasando, exigió una compensación al gobierno militar chileno. El papel de Carreño en ese momento era el de mediador que trataba de contener el malestar iraní y, de hecho, al día siguiente de su secuestro tenía programado un viaje al país de Medio Oriente. En algún minuto se pensó que su secuestro podía ser la excusa perfecta para que la dictadura definitivamente se desligara del tema (como efectivamente ocurrió), porque con ese hecho termina la historia de la venta de bombas a Irán, aunque la forma de salvar ese negocio ilícito fracasado con Irán fue el ofrecimiento de Pinochet de entregar diez aviones F-5 en compensación. Esa negociación Pinochet la hizo a espaldas de Matthei, Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea. Esta apropiación de recursos de la FACH habría terminado por provocar el quiebre entre Matthei y Pinochet. El secuestro de Carreño, según algunas tesis, dio en la columna vertebral de Pinochet, pues puso en tela de juicio los negocios ilícitos que venía realizando. En ese momento no se tenían muchos antecedentes de aquella situación, sin embargo, fue el golpe perfecto para terminar con aquel tráfico de armas iniciado por la dictadura, lo que ha dado pie a algunas teorías que especulan que el secuestro de Carreño pudo haber sido digitado por agentes externos al Frente, o que, desde dentro, desde alguna instancia de la estructura jerárquica del Frente, se hubiese inducido a que el objetivo fuese Carreño y no otro militar. Esa tesis es esgrimida por el mismo Carreño en su última declaración ante el juez (ver artículo del diario La Tercera del 13 de junio de 2010).

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aún si hubiese sido un Coronel con mando de tropa. Poco a poco fuimos dándonos cuenta de quién era Carreño realmente, porque inevitablemente, los que estábamos encargados de los asuntos prácticos, debíamos compartir bastante tiempo con él. La comunicación con los miembros de la Dirección que estaban encargados de la negociación era muy precaria. No sabíamos si todo estaba normal y tranquilo, no había un flujo permanente de información. Nosotros tomamos la iniciativa de hacerle algunas preguntas a Carreño, nada sofisticado, más bien relacionadas con armamento, mientras la Dirección no sabía que ese hombre poseía algunos secretos de una dimensión importante.

Frente a las versiones que circulan respecto al por qué de la elección de Carreño, lo que puedo decir es que yo no percibí ninguna evidencia ni señal de que su elección haya podido ser inducida con el propósito de frustrar el negocio con Irán. Especialmente porque la práctica nuestra, en relación con el modo de recabar información para secuestrar a Carreño, fue realizada como se realizaba siempre, no hubo cuestiones que llamen a sospechas en ese sentido.

Enrique Villanueva no jugó ningún papel en ese aspecto, tuvo una participación posterior a la captura, cuando íbamos a liberar al coronel, pero no en la definición del objetivo, pues él no era de la Dirección. Insisto en que es muy improbable que haya habido una manipulación del objetivo del secuestro, no lo descarto, aunque va contra toda lógica y es difícil de creer, pero resultó ser un objetivo mucho más importante de lo que nos imaginamos. Había muchas cuestiones sensibles en juego, como el tráfico de armas a una potencia extranjera. Yo creo difícil que la Dirección hubiese estado en conocimiento cabal de esa situación, porque el hecho habría tenido otra dimensión. Si hubiésemos llegado a saber que ese oficial tenía a su cargo negociaciones internacionales de tan alto nivel (estoy especulando, evidentemente), creo que no nos hubiese interesado entrar por ese camino y sacar partido de esa información. Nos interesábamos en lo básico para conseguir nuestro objetivo, que era un oficial militar del Ejército. De hecho, mucho más tarde, cuando sí tuvimos esa nueva información, no intentamos sacar provecho de ella, porque hubiese implicado empezar a improvisar.

El despliegue represivo y los esfuerzos que hizo la dictadura para encontrar a Carreño se inscribían, para nosotros,

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en una respuesta lógica del régimen militar, y no porque tuviesen conciencia de que esa persona, además de ser un uniformado con un cargo, tenía información que era muy delicada para el propio Pinochet.(39) Nosotros esperábamos una respuesta similar, no fue una gran sorpresa el despliegue operativo que hicieron, porque las peticiones y la negociación que llevó a cabo el Frente los debe haber llenado de indignación. La dictadura, en muchos momentos, tomó decisiones apresuradas, poco inteligentes. El Frente estaba desafiando a la dictadura, ese era nuestro objetivo, nuestro modo de ver la operación, era la lógica que había detrás, y se estaba cumpliendo.

En la planificación del secuestro se estimaba que tendríamos al objetivo durante quince días, máximo un mes, y en Chile, pero la operación cada vez fue creciendo más, por las necesidades del momento. Yo no sé si el Ejército dilató las negociaciones, pero tres meses para nosotros era bueno, era una buena cobertura, estábamos en las primeras planas, pudimos decir las cosas que necesitábamos decir. Por otro lado, Carreño, que tuvo que convivir con nosotros durante esos tres meses, comprendió que en ningún caso lo íbamos a ejecutar. Lo comprendió porque hubo una comunicación interesante con él, más allá de eso que llaman el “síndrome de Estocolmo”. Hubo una buena sintonía, en la relación humana, durante el tiempo de su cautiverio. Siempre se respetó su dignidad, y él colaboró en todas las cosas relacionadas con la seguridad, no generó problemas, y cada vez nos quedaba más claro que él era más un ingeniero que un militar. Se veía que era un tipo bastante honesto, padre de familia, bastante ingenuo, que se mostraba espantado cuando le entregábamos antecedentes de la dictadura que, supuestamente, él no conocía (tal vez aparentó ingenuidad para no hacerse cargo de esos hechos).

Nosotros estábamos preocupados por su integridad, temíamos que lo fueran a matar sus propios compañeros. Por eso, cuando fue liberado, insistimos bastante en que se comunicara con sus familiares y, por sobre todo, con la prensa, para resguardar su

39 El aparato de seguridad de la dictadura desplegó más de 5.000 efectivos (de Carabineros, Investigaciones, de la Dirección de Inteligencia del Ejército y del Batallón de Inteligencia del Ejército), dentro y fuera del país, para tratar de localizar al coronel Carreño, operación que estuvo a cargo del Director de Inteligencia del Ejército, Ricardo Ortega, que también participó en el secuestro y desaparición de cinco militantes rodriguistas.

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vida. Era evidente que para la dictadura lo mejor era que Carreño muriera en nuestras manos. Tenían que cumplirse las medidas de seguridad, él tenía que ir inmediatamente a la prensa en Brasil, en São Paulo(40), porque podía ser capturado por los militares y hecho desaparecer para culparnos a nosotros, y así revertir a favor de ellos la situación de ganancia política.

Cuando no tienes experiencia ni conocimiento en este tipo de operaciones, imaginas que cuando son exitosas también han sido perfectas; sin embargo, a pesar del resultado final, siempre hay imperfecciones, ineficiencias y deficiencias. Cuando la Dirección decidió sacarlo del país, yo partí junto al contingente que lo trasladaría, como responsable de su salida, y en comunicación directa con Rodrigo, pues él era el único que podía decirme qué hacer con el rehén, cuándo soltarlo y en qué momento. Las comunicaciones en ese tiempo eran vulnerables, no existía el desarrollo tecnológico de hoy, todo era más complicado. A partir de comunicaciones telefónicas yo esperaba poder disponer de una casa en Argentina, pero respecto a eso no tenía ninguna certeza.

En Argentina había gente que simpatizaba con el Frente, compañeros que vigilaban la retaguardia; pero estando allá tuvimos algunos problemas y, en determinado momento, quedamos prácticamente en la calle con Carreño. Intentamos que él no se diera cuenta, porque iba a perder la credibilidad en nosotros, y podía vulnerar las medidas de seguridad. En algún momento comenzamos a creer que estaba planeando huir, lo que nos generaría un tremendo problema. Pero Carreño siempre vio en nosotros mucho profesionalismo, se dio cuenta que hacíamos las cosas con rigor, que teníamos sumo cuidado en el trabajo, en los movimientos que involucraban a varias personas, muchos

40 Carlos Carreño fue liberado a las 16:00 horas del 3 de diciembre de 1987, en la ciudad brasileña de São Paulo, luego de 92 días de cautiverio. Fue sacado de Chile por un paso fronterizo clandestino, disfrazado y viajando como pasajero en el asiento trasero de una camioneta. Ante el riesgo de perder la vida, Carreño aceptó colaborar en su papel de pasajero durante el maratónico viaje que incluyó el sur de Chile, Argentina, y finalmente Brasil. Vestido con un traje de color marrón, que le compraron antes de liberarlo, el Coronel apareció en la entrada del periódico O Estado, de Sao Paulo. Su liberación se produjo luego de que la familia del militar pagara 13 camionadas de ropa y comida, que fueron distribuidas en poblaciones marginales de Santiago, y después que los frentistas se desistieran de su principal demanda: la liberación de algunos presos políticos.

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recursos, armas y vehículos. Eso influyó, probablemente, en que haya pensado: “No, no tengo ninguna posibilidad de escapar”.

Era una responsabilidad seria la que teníamos, y que tuvo sus cosas anecdóticas. Jamás se habrían imaginado en Chile que en ese momento yo estaba sentado con Carreño en una plaza de Buenos Aires, en la misma banca, rodeados de palomas, y al otro lado el compañero Rigoberto y una compañera, los tres responsables de su traslado. Tuvimos que salir de una casa, evacuar, porque hubo unas situaciones delicadas; salimos a las tres de la tarde, y el compañero Rigoberto con la compañera fueron a ver la posibilidad de otra casa, y yo me quedé dos horas solo con Carreño, con una pistola nada más, para defenderme ante cualquier eventualidad. Carreño es un hombre de un metro noventa, pero él no sabía que yo estaba solo, se imaginaba que había un operativo en el entorno; inventamos que íbamos a tomar aire, para luego pasar por la otra frontera, y que era bueno que se fuera acostumbrando a estar en la calle. Le colocamos lentes oscuros y una venda sobre los ojos, y así andaba por Buenos Aires, con un bastón, haciéndose pasar por ciego. Él aceptó ese papel. Nosotros pasábamos cerca y ni siquiera nos veía. Él pudo haber corrido en cualquier momento, yo tenía permanentemente ese temor. Le hacíamos creer que había un gran operativo en torno nuestro, que teníamos radios, pero ni siquiera las ocupábamos, eran radios de juguete, sólo hacíamos como que hablábamos con alguien: “¿Cómo está todo por allá?, cambio”. “Muy bien. Cambio”. Y él creía en toda la situación, porque antes había visto que era cierto, ya que mientras estuvimos en Chile todo funcionó a la perfección; pero en Argentina quedamos más desprovistos de recursos, porque no queríamos involucrar por completo a la estructura, era demasiado riesgoso, sólo se les pidió una ayuda específica, pero en un momento algo falló y quedamos botados; tuvimos que tomar un taxi con él. Fue un momento crítico. Yo pensaba: “En Chile está todo patas para arriba, lo andan buscando por cielo, mar y tierra, y aquí estoy con este tipo, disfrazado de ciego, que puede salir corriendo en cualquier momento”.

En el mismo periodo, el 9 y 10 de septiembre (Carreño había sido secuestrado ocho días antes) fueron detenidos en Chile José Peña Maltés, Gonzalo Fuenzalida Navarrete, Manuel Sepúlveda Sánchez, Julio Muñoz Otarola y Alejandro Pinochet

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Arenas. Estos cinco compañeros fueron hechos desaparecer. Todos eran rodriguistas, salvo José Peña, que no pertenecía al Frente sino que trabajaba en el Partido Comunista.(41)

El secuestro de Carreño fue el primero de septiembre, por eso se puede hacer el vínculo y establecer que intentaron utilizar a nuestros compañeros como moneda de cambio. Aunque también hicimos otra asociación, porque se cumplía un año del atentado a Pinochet, donde murieron cinco escoltas. También se cumplían tres meses de la Operación Albania, e imaginábamos que el Ejército, independientemente de Carreño, iba a desatar una ofensiva en esas fechas contra nosotros. No hubo, sin embargo, ninguna alerta especial, porque las medidas de seguridad eran parte de una actitud permanente en el Frente, tenían que ver con

41 Durante el secuestro, además de los cinco detenidos desaparecidos, los agentes de la dictadura arrestaron a los militantes rodriguistas Juan Carlos Cansino, Matías Trujillo y Karin Eitel. Esta última, una vez golpeada, torturada y drogada, fue obligada a responder a un interrogatorio infame en vivo frente a las cámaras de Televisión Nacional. Se ha establecido que después del secuestro de Carreño hubo una reunión de generales, quienes se encargaron de coordinar todas las acciones que tenían que ver con el secuestro, a nivel del Ejército. La tesis más clara es que en esa reunión, encabezada por el general Santiago Sinclair, se tomó la decisión de detener a cinco personas y, a la postre, también hacerlos desaparecer. Se sabe que fue una medida tomada en relación con el secuestro de Carreño, porque las personas que participaron en la detención y en los seguimientos fueron efectivos que también estuvieron participando en las operaciones encaminadas a dar con el paradero del coronel secuestrado. El general Ricardo Ortega, que trabajaba en lo que en ese tiempo se denominaba G4 del Batallón de Inteligencia del Ejército, se encargó con sus hombres del seguimiento y detención de Karin Eitel. Ella cae tratando de comunicarse con su familia desde una cabina telefónica, lo que indica que había una coordinación entre la DINE y la CNI. A los rodriguistas los detienen miembros de la CNI, quienes los llevan al Cuartel Borgoño; en ese lugar son interrogados también por efectivos de la DINE; son asesinados en esas dependencias y posteriormente arrojados al mar. Los agentes de la CNI, que fueron procesados, reconocieron que los detuvieron y los secuestraron, pero que la responsabilidad del asesinato de los cinco miembros del Frente es de la DINE, quienes además los hicieron desaparecer. Esa investigación, hasta el día de hoy, está abierta y tiene 23 procesados. Se está investigando como un delito de lesa humanidad y se sostiene que los mismos que participaron en la búsqueda de Carreño son quienes participaron en el seguimiento y posterior secuestro, pues son hechos que están vinculados. Esa es la tesis del Consejo de Defensa del Estado y del Programa de Derechos Humanos que trabaja en este caso, a cargo del Juez Mario Carroza.

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la práctica cotidiana, casi instintiva, en la militancia, eran parte de nuestra supervivencia diaria.

Finalmente, la comunicación que recibimos desde Chile fue que se había llegado al término de la operación y que había que pensar en liberar a Carreño. La pregunta entonces fue: “¿Dónde?”. Evaluamos, y nos pusimos ambiciosos, pensamos hacerlo en Europa, en España. Luego pensamos en México. Finalmente decidimos hacerlo más cerca, porque era más seguro. Así se inició la aventura de Brasil. Partimos por tierra, con el compañero Simón, una compañera, Carreño y yo, en dirección a São Paulo. Al llegar a las proximidades de la ciudad, dimos muchas vueltas en una rotonda y finalmente nos orientamos, gracias a la ayuda del propio Carlos Carreño. Fuimos a un punto que estaba preestablecido y el compañero que nos esperaba me dijo que no tenía un lugar para recibirnos. Regresé al vehículo e informé a los compañeros; no teníamos otra opción, así que decidimos ir a un hotel. Me despedí de Simón y de la compañera, porque ellos debían viajar esa misma noche para cruzar la frontera. Yo me quedé para cumplir con la tarea de liberar a Carreño. Le dejé bien claras las instrucciones: que fuera a un diario y se identificara. Al día siguiente nos despedimos y el coronel Carreño fue liberado.

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La GPN: nuestra declaración de guerra

A fines de los años ochenta, el Frente consiguió algo que le era vital: definir una estrategia de poder, para no quedar fuera de la historia. Esta fue la Guerra Patriótica Nacional (GPN). A diferencia de la PRP, que no era una estrategia de poder, la GPN apuntaba hacia el socialismo, lo que significaba un enfrentamiento ineludible. El PC siempre eludió el enfrentamiento, porque pensaba que a las FF.AA. chilenas no se las podía derrotar militarmente.

Mientras la Sublevación Nacional, según su definición, buscaba la derrota político moral de la dictadura, la GPN se

planteaba un enfrentamiento armado en todo el territorio nacional. Debido a los recursos que tenían las Fuerzas Armadas, se consideraba que para que los sectores populares alzados en armas derrotaran militarmente a las FF.AA, debía dispersarlas a partir de la acción de pequeños grupos, haciendo sabotajes y combatiendo en todas partes. Se preveía, además, que no iba a ser un enfrentamiento corto, sino que sería prolongado en el tiempo, y que se desarrollaría en todo el territorio, por eso se la denominó “nacional”. Lo de “patriótica” tenía que ver con una tesis política

que Rodrigo siempre sustentó, la que explicaba diciendo que Chile estaba siendo sometido por sus propias Fuerzas Armadas,

actuando como un ejército de ocupación. Chile estaba siendo ocupado por sus propias Fuerzas Armadas, nuestro país, nuestro pueblo, estaban siendo ocupados. Entonces él apelaba a la idea de una Segunda Independencia, vinculando así nuestra lucha con la figura de Manuel Rodríguez. Esa, grosso modo, era la definición de la estrategia, y a partir de ella se establecieron tareas políticas y tareas militares. En relación con las tareas políticas, era necesario

generar las condiciones que favorecieran los factores subjetivos para la confrontación; y desde el punto de vista militar, era

necesario basificar, con grupos de compañeros en el campo, en algunas regiones. La GPN era algo que iba a durar años en su

preparación, había que preparar fuerza rural, de carácter más estratégico, fortalecer más al Frente, e iba a tomar un buen tiempo hasta que se llegara a un nivel de enfrentamiento más generalizado.

La Guerra Patriótica Nacional colocaba en su centro el papel de la confrontación, la lucha por el poder. Cuando el

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Frente elaboró esa estrategia, no sólo estábamos apuntando a la derrota de la dictadura, porque eso hubiese sido lo mismo que negociar. Se trataba, más bien, de un plan estratégico. La hipótesis del Frente era que el terreno del enfrentamiento ya no iba a ser operativo, como lo había sido hasta ese momento, ya no se trataba de realizar acciones urbanas. La lucha debía transformarse en un enfrentamiento militar, por lo tanto se necesitaba desarrollar una fuerza militar contundente, y para la construcción de esa fuerza se requería de un espacio físico, un territorio, y eso debía darse en el ámbito rural.

La construcción estratégica fue orientada, entonces, hacia la cordillera; se decidió levantar una fuerza en esa ubicación geográfica. Por esa razón, en el año ochenta y ocho, varios grupos comenzaron a irse a localidades rurales; fue un momento de disrupción y proclamación abierta ante el país de la Guerra Patriótica Nacional. A eso se le denominó Irrupción del Frente, por los cuatro lados de Chile, dividiendo el territorio nacional en cuatro zonas: Zona Central (Las Moras, V Región), Zona Centro Sur (Los Queñes), Zona Sur (Pichipillahuén, Lumaco), y Zona Norte (Aguas Claras, cerca de Calera).

En esa estrategia, el fraude en el plebiscito era un elemento fundamental, era el momento en que la gente iba a manifestar su descontento, y en que se iba a demostrar que no había otra

alternativa, que no quedaba otro camino más que el de la confrontación, en la que el Frente estaba dispuesto a ejercer un papel decisivo, un rol importante en ese proceso, y que, de hecho, ya lo estaba haciendo, no con palabras sino con acciones. El Frente

estaba consciente de que el Partido estaba siendo arrastrado hacia la salida negociada. El principal argumento que teníamos para sustentar nuestra postura eran las experiencias históricas; la historia nos decía que un dictador como Pinochet no iba a perder en las urnas, y a partir de ese argumento se sustentó la Irrupción.

Fue una apuesta alta que hizo el Frente, porque no dejaba ninguna otra salida, se sustentaba en la idea de que la dictadura no abandonaría el poder, que se la jugaría por su continuidad. La lectura que se hacía del plebiscito era que sería un fraude, que

el dictador no iba a aceptar perder; el escenario de Pinochet perdiendo su propia consulta era difícil de concebir. Todo indicaba que iba a ganar el Sí mediante la manipulación del plebiscito, y

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que Pinochet, que era quien había impuesto las condiciones de la consulta, era, de antemano, el ganador, porque él tenía el control de todo, y sabíamos por experiencia cómo son los plebiscitos de los dictadores. Esa fue nuestra apuesta, y a un nivel más inconsciente, también era nuestro deseo, que se retroalimentaba con el hecho de que esa era la lectura política que el Frente hacía, no veíamos otras señales.

Se contaba con que habría fraude, nadie lo ponía en duda; el único que lo puso en duda fue Fidel Castro, que tenía una gran sabiduría política. Se lo dijo a Rodrigo en septiembre del ochenta y ocho, cuando hizo un viaje relámpago a Cuba. Rodrigo le explico a Fidel el plan de Irrupción que se estaba preparando, y Fidel le dijo que apoyaba la política del Frente y todo lo que se estaba haciendo, pero también preguntó: “¿Han considerado qué va a pasar si gana el No?”. Rodrigo le contestó: “Comandante, usted sabe que un dictador no hace un plebiscito para perderlo, menos aún cuando tiene todas las condiciones para manipular los resultados”. Fidel, probablemente, debe haber tenido más información de la injerencia de Estados Unidos sobre el gobierno de Pinochet, y de cómo lo estaba presionando para que reconociera el resultado del plebiscito, ya que era la mejor salida para el imperialismo, porque sabían que la otra salida, la de la perpetuación del régimen, llevaría a la radicalización, que favorecería a sectores como el nuestro. Estados Unidos sabía de la internación de armas, sabía que había un buen volumen de armamento y que eso nos ayudaría a desarrollar una política armada potente, más aún cuando ya había existido demostraciones, durante las protestas, que indicaban que había sectores populares dispuestos a sumarse masivamente a la lucha armada. Estaban preocupados, querían descomprimir la tensión social, por eso impulsaron los procesos de negociación; de hecho, está documentado el papel que cumplió por esos días el embajador de Estados Unidos en Chile.

Se sabe también por qué el general Matthei habló de manera tan dura el día del plebiscito, cuando Pinochet quiso hacer el fraude, diciendo que no lo iba a aceptar. Matthei estaba en conversaciones con los norteamericanos, tenía fuertes vínculos con ellos. El otro factor diplomático en juego fue la conexión que tenían sectores de la Democracia Cristiana con la socialdemocracia europea, había mucha influencia y presión desde Europa, de los gobiernos europeos, por una salida negociada.

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Cometimos también el error de no sopesar con mayor rigor, por ejemplo, las presiones de la Iglesia Católica, a partir de la visita del Papa. Eran muchas las influencias fuertes que ya estaban operando. Había antecedentes respecto de los esfuerzos que estaban haciendo algunos embajadores, en particular el de los Estados Unidos en Chile, y de todas las negociaciones políticas entre los sectores moderados y los militares. Desechamos esos indicios porque nos interesaba la otra apuesta, que tenía que ver también con nuestro protagonismo. Pensar en el triunfo del No era pensar en dejar las armas, y no me refiero a una apologética de las armas, sino más bien a la experiencia práctica del Frente, a lo que éramos, a lo que nos caracterizó y cómo llegamos a ser lo que fuimos, en un contexto de confrontación.

Yo no sé si el Frente hizo un análisis minucioso de todos esos factores; hubo, más bien, una tendencia a ver sólo lo que convenía a nuestra política, tendencia que arrastró hasta a los más capacitados y agudos en el pensamiento político, como es el caso de Rodrigo. A nosotros nos interesaba que ganara el Sí, estábamos esperando que eso ocurriera. Se decidió que el fraude iba a servir de catalizador para la irrupción.

Pero, sorpresivamente, triunfó el No. Sin embargo, seguimos adelante con la GPN, aún cuando el escenario había cambiado. Quizás es a eso a lo que habitualmente se le llama “voluntarismo”. Aunque hay que tener en consideración que cuando se apuesta todo, cuando se sueña con grandes proyectos, implementarlos demanda el empeño de mucha energía, lo que facilita traspasar esa tenue línea que nos separa del voluntarismo. ¿Cuál es el límite? La voluntad puede empezar a confundir lo que son los deseos de construir una realidad con la realidad misma, a pesar de la adversidad.

Pero el contexto cambió, y fue muy diferente al que nos habíamos imaginado. Si bien la democracia que se construyó, según ha demostrado la experiencia posterior, fue casi nula, el escenario inmediato era totalmente distinto. En todo caso, la lectura de que iba a haber fraude no fue sólo nuestra, había mucha gente con quienes teníamos conversaciones (sin que fueran militantes) que no creían que pudiera ganar el No. Había un clamor mayoritario por el No, eso era evidente, pero de ahí a que Pinochet dejara el poder por su propia voluntad había una gran distancia.

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Nosotros despertamos de ese error político el día que el No ganó el plebiscito. Hay que imaginar el contexto, ponerse en nuestro lugar en aquel momento: todos nuestros compañeros estaban acuartelados aquel cinco de octubre, esperando la señal. ¡Pero ganó el No! Fue desconcertante. “¿Y ahora qué hacemos? ¿Nos devolvemos?”. Los jefes se encontraron en algún lugar, debatieron, y se decidió seguir adelante, hacer lo planeado de todas maneras, aunque el escenario ya era otro. Se acomodaron un poco los objetivos: ya no se trataba del fraude sino de que no creíamos en ese tipo de salida negociada, porque iba a haber una serie de condiciones impuestas por los militares. No podíamos aceptar ese camino, había que continuar, persistir; sabíamos que iban a haber sectores populares que acogerían nuestro llamado más radical.

Son cosas que trabajan en la mente de los hombres sometidos a la obligación de tomar decisiones en situaciones históricas bastantes cruciales y hacer la apuesta de que es posible torcer el rumbo de la historia con las herramientas de las que se dispone. Hay ejemplos históricos en los que, no habiendo condiciones objetivas, por el puro voluntarismo de un grupo de personas, se pudo generar un cambio. La historia es muy compleja, nunca dejamos de aprender de ella, de las leyes que la gobiernan, del determinismo histórico y sus excepciones. En algunas experiencias, la confianza de un grupo humano significó producir situaciones en las que nadie creía; en nuestro caso, primó esa intelección, creímos que estaba todo el escenario puesto, las precauciones a punto, los recursos materiales, lo logístico y lo subjetivo, y la convicción de que el camino ya estaba trazado.

No podíamos dejar a todos los comandos en el campo, en la montaña. Los jefes de las cuatro zonas se reunieron rápidamente con los miembros de la Dirección, que estaban en la ciudad (porque en Santiago también estaban preparadas una serie de acciones). Yo no participé de eso, pero tuve antecedentes de cómo fue, y entiendo que fue difícil. Evidentemente, nadie quería sustentar la postura de “suspendamos el plan”, era difícil. Nadie quería regresar al lugar donde habían quince compañeros armados y decirles: “Se suspendió la ofensiva, hay que guardar las armas porque llegó la democracia”. Era un discurso imposible ante la lógica operativa formada en una práctica de años, no podíamos pedirle a los compañeros que estaban comprometidos en esas

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operaciones que dejaran las armas. Por otro lado, la comprensión política, la maduración de la nueva realidad, la conciencia de que no queríamos ser derrotados, no fue una cuestión inmediata, o automática, vinimos a comprender mucho después que el triunfo del No significó cabalmente la derrota estratégica del Frente.

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El asalto a Los Queñes: una pérdida inmensa

Una de las consecuencias de la Irrupción fue la caída de Rodrigo. El jefe del Frente cayó en Los Queñes y, para quienes lo conocimos bien, él era irremplazable. Esa pérdida fue inmensa. Cuando digo que Rodrigo era “irremplazable” lo digo tanto por su enorme calidad humana, como desde el punto de vista del desarrollo del pensamiento político. Él estaba muy por arriba de todos los demás. Tenía cualidades que se dan muy pocas veces en una sola persona. A veces hay quienes son teóricos deslumbrantes, pero son incapaces desde el punto de vista práctico. Lograr esa síntesis no es fácil. Pero en él había ese equilibrio. Era, entre todos los combatientes del Frente, una de las personas más íntegras éticamente, y el más capaz. Nunca dejó de sorprenderme.

Yo tenía una gran experiencia operativa; de hecho tenía más experiencia que él, pero cuando le presentaba planes, él siempre me encontraba fallas, y me ayudaba a mejorarlos, yo quedaba totalmente sorprendido, me quedaba pensando: “¿Cómo es posible que sea tan agudo, hasta en los detalles más mínimos?”. No se trataba únicamente del pensamiento profundo, de largo alcance, sino que también era agudo en el detalle. Se cuestionaba por ejemplo: por qué este combatiente está aquí si no puede ocultar bien su arma. Hasta en esos detalles era minucioso. Además, era una persona que se conmovía hasta el tuétano cuando teníamos detenidos o muertos. Era cosa de verlo: uno le entregaba el parte y él quería todos los detalles de cómo había sido, quién había sido el responsable.

El Frente pagó un alto precio por el asalto al cuartel de Los Queñes, tanto por la muerte de José Miguel como por la de Tamara, sumado a la captura de cinco compañeros más que participaron en la acción. Aquel fue un punto de inflexión en la historia del Frente. Quedamos bastante descolocados. En primer lugar, había cambiado el escenario político, y luego, perdimos un liderazgo que para nosotros era esencial. Yo diría que el rodriguismo (fraguado durante los años transcurridos entre 1983 y 1988), tiene que ver con un estilo, con una ética y con una mística, que fueron, fundamentalmente, desarrollados con el arquetipo de José Miguel.

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Después de su muerte, el Frente fue otro. Los que quedamos, formados en su escuela y su ejemplo, no fuimos capaces de mantener ese estilo de trabajo y ese rigor.

La Dirección asumió otras formas, porque eran compañeros que no vivieron la experiencia de la formación del rodriguismo. A la mayoría de ellos yo no los conocía, a pesar que llevaba militando en el Frente desde el año 1984, porque muchos habían ingresado al país en 1987, es decir, no se habían impregnado de aquella mística, ni habían hecho una praxis rodriguista que los transformara en militantes con el carácter que se formó en los años anteriores. Muchos de ellos eran comunistas cumpliendo una labor, y después, cuando vino la separación, sus lealtades estaban más bien orientadas hacia ese cuerpo de oficiales militares. Varios de esos oficiales se quedaron en el Partido.

¿Qué destino habría tenido el Frente si Rodrigo no hubiese muerto? Es una pregunta que me hago en ocasiones, a propósito de la capacidad que él tenía, un hombre de pensamiento profundo, crítico, con una serie de cualidades personales que lo hacían un ser singular, en cierto modo por encima de todos nosotros en cuanto a su valor específico, como sujeto pensante y como ser humano.

Yo creo que la reflexión y la reacción política ante las circunstancias que nos tocó vivir hubiese sido mucho más rápida, no hubiese tardado hasta el año noventa y dos, y se hubiese dado con la honestidad que lo caracterizaba. Quizá, su presencia hubiese posibilitado una rectificación de la lucha, para no seguir errando, para no continuar en la inercia del camino. El Frente, de hecho, tenía cierto prestigio y peso político, pudo haber levantado algunas banderas que nadie levantó, la reivindicación, por ejemplo, de aquellos temas sensibles en materia de Derechos Humanos, para evitar la impunidad. Haberse transformado en una fuerza política necesaria en función de la nueva realidad, sin atravesarse en lo que la mayoría había decidido, en lo que el pueblo chileno había decidido, y participar, presionando, para abrir mayores espacios democráticos, en la línea de lo que hoy plantea el bloque regional en América Latina, ese bloque que existe entre Bolivia, Ecuador y Venezuela, que sigue el camino de la lucha revolucionaria desde las instituciones gubernamentales.

Finalmente, es en la esfera política donde se resuelven las cuestiones, ganando espacios de autonomía ante la hegemonía

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neoliberal. Hoy, por primera vez en mucho tiempo se están ganando esos espacios, y fue por ese camino, por el camino de la democracia burguesa. Creo que sólo Rodrigo, por la autoridad moral que tenía, pudo haber planteado esta salida; no así la nueva Dirección, porque si hubiese señalado algo de esas características, el Frente se hubiese fragmentado, nadie era capaz de sustentar un argumento de esa índole, pues se hubiese considerado como una traición.

El Frente hizo un sumario, una investigación, en torno a la muerte de José Miguel y de Tamara, y surgieron algunas tesis que sostenían la posibilidad de una delación, porque hubo compañeros, que estaban con Rodrigo, que salieron ilesos de ahí. Había tres compañeros que estaban en el mismo grupo, a unos cinco minutos de donde estaba Rodrigo, pero pudieron salir. Si Rodrigo y Tamara hubiesen caminado hacia ese lugar, probablemente no estarían muertos.

Pero entrar por el camino de la especulación es muy complejo. Me refiero a algo que tiene que ver con la exigencia de transparencia ética de José Miguel. Es pensar que él, en los días que pasó en La Rufina, que fueron dos o tres, escuchando radio y viendo las repercusiones del asalto, pudo hacer una primera reflexión acerca del poco sentido que tenía hacer la Irrupción planificada. Es sólo una elucubración, que sólo pueden hacer quienes lo conocimos de cerca. Tal vez él pudo darse cuenta que para el Frente ya no había futuro, que habíamos sido derrotados estratégicamente.

Rodrigo ya sabía, porque lo había escuchado en la radio, que había cinco compañeros detenidos y encarcelados. Hay que considerar también que esa era la primera operación de su autoría, había luchado por ir a esa operación (mientras hubo otros que no quisieron exponerse), porque consideraba que en la primera Irrupción él tenía que estar ahí, dando el ejemplo, mostrando que efectivamente se creía en ese camino. José Miguel era muy sensible a la prisión y a la muerte de los militantes rodriguistas, así que, probablemente, se sentía responsable por esos cinco compañeros que en ese momento debían estar siendo torturados. Debe haber pensado en la necesidad de volver a Santiago, porque era a la vuelta, no allá, donde había que plantear que realmente no habían condiciones, que no había una preparación suficiente. Tendría que

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llegar a la capital y dar cuenta a los otros miembros de la Dirección de aquella evaluación, señalar que estábamos derrotados desde el punto de vista global, no sólo por la Operación Los Queñes. Reconocer que en esa operación, en que fue jefe directo, cinco compañeros fueron detenidos, y no conseguimos políticamente nada.

Yo pienso que en el desenlace pudo haber un factor de castigo autoimpuesto, un rigor consigo mismo, con ese sentimiento de haber errado, de que “no fuimos capaces”, que “nos equivocamos”, que “estamos insistiendo por un camino que fracasó”. Haciéndose la pregunta: “¿Para el Frente qué queda?, ¿qué oportunidad tenemos?”. Cualquier otra persona, una persona común, no se detendría demasiado en eso, pensando quizás de manera pragmática que el dilema se resuelve en el camino, pero con él pasaba algo muy singular, ante una crítica en relación a cosas tan sensibles, hubiese puesto en seguida su cargo a disposición. Porque era de verdad una persona muy transparente, con una ética a toda prueba, y rigurosísimo en cosas del trabajo. Por ejemplo, yo tuve más de cien contactos con él en tiempos de clandestinidad, como su subordinado, y sólo en dos ocasiones no llegó al encuentro, y en ambas mandó un mensajero para postergarlo, por respeto al compañero con el que estaba trabajando. Yo, en cambio, en cuatro oportunidades dejé de ir a la cita, y no mandé a nadie a dar aviso. Esto contrasta con experiencias que tuve después, con otros jefes, que de cinco contactos que teníamos, no llegaban a dos.

José Miguel se preocupaba por todos los compañeros, no sólo era así conmigo, sino con todos; él era siempre la persona que más trabajaba, no dormía más de tres o cuatro horas cada noche, y además de estar en los asuntos prácticos, estaba preocupado de la reflexión y de la elaboración teórica. No se trata de un culto a la personalidad, sino que él era así, sencillamente.

El Frente en poco tiempo tuvo un desenvolvimiento bastante grande, lo que tiene mucho que ver con su aporte, con su calidad personal, con la posibilidad de haber contado con un hombre como él en nuestras filas, con la estatura de pocos hombres en la historia de Chile, al nivel de un Miguel Enríquez. Hay personas que son muy buenas en las cosas prácticas, y otras que son muy buenas desde el punto de vista intelectual, en la

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elaboración. En José Miguel confluían esos dos aspectos, era una persona muy íntegra.

Cuando planteo que, tal vez, José Miguel comprendió la derrota, y que, tal vez, hubiese pensado en corregir la estrategia, estoy, evidentemente, especulando. Pero no lo he hecho yo solamente, otros compañeros también han opinado algo similar y coincidimos en ese aspecto, que conociéndolo a él, por lo riguroso que era, ¿por qué se quedó ahí y no rompió el cerco? ¿Por qué no evacuó la zona? ¿Por qué esperó dos días? Escuchó por radio las comunicaciones del GOPE, que estaba a 3 kilómetros de distancia y que en 15 minutos iban a llegar donde se encontraban. Con Tamara agarraron unos papeles, unas cosas que tenían, sus armas, y no salieron en dirección hacia donde estaban los compañeros. ¿Por qué? Puede que el GOPE estuviera emboscado y los vieran salir. La pregunta es, ¿por qué esa suerte de “relajo” de su parte? Estando a cargo de la operación, y sabiendo que el enemigo estaba cerca, creo que él, durante la reflexión en esos instantes, con la honestidad que lo caracterizaba, y porque era muy autocrítico, decidió pagar con su vida los errores cometidos, se entregó a la muerte, pues no iba a ser capaz de soportar esa nueva realidad en que todo lo que construyó, todo por lo que apostó, se estaba desmoronando… empezando por la apuesta de que iba a haber un fraude en el plebiscito.

Después, cuando tuve contactos con algunos de los compañeros que asumieron la Dirección tras la caída de Rodrigo, en función de mis responsabilidades y del trabajo que estaba haciendo, supe que lo primero que hicieron fue elaborar argumentos para justificar la estrategia del Frente (están en El Rodriguista, nuestro órgano oficial, de noviembre de ese año ‘88). Se habla de las columnas rodriguistas que están en la montaña, que ya se inició la guerra, ese tipo de cosas, con un discurso que quiere tapar la realidad, tapar la derrota, y levantar la moral. Pero era un discurso errado, porque no se levanta la moral con cosas que no son ciertas, insistiendo por el mismo camino que había demostrado ser el equivocado. De hecho, Los Queñes fue un martillazo en la cabeza para el Frente, todos podíamos ver que las cosas habían quedado complicadas. Aquella derrota se convirtió en una suerte de deriva, nos sentíamos totalmente extraviados. Faltó la necesaria reflexión, continuamos definiendo políticas a corto

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plazo, cuestiones de carácter operativo, pero sin que existiera una visión más estratégica. Cuando teníamos que hacer referencia a ese plano de la reflexión, esgrimíamos la GPN como respuesta, pero con una pérdida total de objetivos.

Después de Rodrigo, la Dirección del Frente cambió. El ochenta y ocho, antes que cayeran Rodrigo y Tamara, la Dirección del Frente estaba compuesta por cuatro o cinco miembros; después, producto del propio desarrollo del Frente, la Dirección se amplió. En la Dirección estaban Salvador (Galvarino Apablaza), Rodrigo, otro compañero que era oficial (del que nunca conocí su nombre, estuvo un año nada más y luego se fue), y Bigote. Cuando cae Rodrigo, el que debía ser su sustituto, por razones históricas, era Salvador. No fue elegido, simplemente asumió. No sé muy bien cómo fue ese proceso, porque yo estaba distante de todos esos hechos. Quien habría estado ahí queriendo asumir era el Huevo (Roberto Nordenflycht), con certeza, él habría querido. Se sentía con más propiedad que Salvador, conocía mucho más al Frente que Salvador.

Después de Los Queñes, se convoca a una reunión para aclarar los hechos, aunque no había condiciones para una reunión de esas características; nadie quería ir a una reunión con Bigote, en medio de las sospechas ya instaladas. Él llevó un montón de materiales, fotos de toda la operación de Los Queñes, y entregó una cuenta. Al poco tiempo de la muerte de Rodrigo, Villanueva, Salvador y el Huevo quedaron como responsables del Frente. Salvador conoció poco a Bigote, y los otros dos se llevaban pésimo con él. Bigote les decía las cosas a la cara, sobre todo al Huevo, por su arrogancia, y a Villanueva le decía que era un ganapán, un acomodado. Si fue ajusticiado o no, no lo sé, pero Bigote desapareció, y al que preguntara, el Frente le entregaba una versión: fue ajusticiado porque era un traidor.(42)

42 Luis Arriagada desaparece en enero de 1989 sin dejar rastro, sin embargo el 28 de enero de 1992, el diario La Tercera publica una carta firmada por el “Comandante Aureliano” (chapa externa de Bigote) donde acusa una crisis y división interna del FPMR, ventilando problemas internos y acusando a la Dirección Nacional de irracionalidad, manipulación de los militantes, sectarismo, y militarismo, en términos similares a los que se publicaran en el Manhattan algunos meses después. Señala también que “ha habido ajusticiamientos. Yo soy uno de los sentenciados y trataron de asesinarme”, y que el “Comandante Eduardo” (Enrique Villanueva) está desaparecido por haber sido “acusado de traidor”. A diferencia de Aureliano, Eduardo volverá a aparecer.

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Unos dos meses después, en diciembre, tuve un encuentro con Salvador. Fue ahí que lo conocí. Me citaron a una reunión con los jefes más destacados del Frente, con más recorrido y trayectoria, durante la que se hizo una votación. El grupo estaba separado en dos lugares; a mí me tocó en la casa donde estaban Salvador, el Chele (Juan Gutiérrez Fischmann)(43), y otros compañeros oficiales que yo no conocía. En la otra casa también se estaba haciendo la votación para elegir a la Dirección. Habíamos unas veinte personas en ambos lugares, se expusieron veinte nombres, de los cuales iban a quedar doce o catorce de los que sacaran más votos. Cada uno votaba de manera secreta, según la lista. Varios de los que estábamos ahí recibimos un montón de votos, pero Salvador recibió más, todos votaron por él. Mediante ese proceso, yo pasé a ser miembro de la Dirección, que quedó ampliada.

Puede que alguien diga que por primera vez se dio en el Frente un evento democrático, pero eso no es así, sería una falsedad, porque nos juntamos veinte personas a elegirnos entre nosotros mismos, ¿cuál era la representatividad que teníamos? Algunos teníamos trayectoria, pero había otros que habían llegado cinco meses antes al país y que en el Frente no los conocía nadie. No digo esto peyorativamente, sino en el sentido de que iban a asumir responsabilidades dentro de una estructura que no sabían cómo funcionaba. Los que llegaban del extranjero no contaban con una experiencia previa, debían adaptarse primero. Hay una serie de anécdotas de los problemas que ellos tuvieron, incluso situaciones bastante ridículas. Pero así fue. Era un momento difícil, estábamos todos muy golpeados por la muerte de Rodrigo, y es difícil juzgar a la distancia.

43 Hijo de guerrilleros del ELN boliviano que combatieron junto al Che Guevara, Juan Gutiérrez Fischmann, el Chele, se graduó como oficial de las FAR cubanas y participó en la Revolución Sandinista. En Cuba se casó y tuvo hijos con Mariela Castro Espín, hija de Raúl Castro, actual Presidente de Cuba. En 1983 ingresó clandestinamente a Chile, junto a Raúl Pellegrin, para fundar el FPMR.

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Raul Pellegrin

Cecilia Magni

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Campaña de Dignidad Nacional: “No a la impunidad”

El duro golpe que recibimos como organización nos obligó a readecuar ciertas cosas, no sólo establecer quiénes asumirían las principales responsabilidades y elegir un nuevo jefe, sino también pensar cómo iba a ser el funcionamiento que, en términos lógicos, debía apoyarse sobre todo en los que teníamos experiencia en Chile.

Ese año estuvo dedicado especialmente a cuestiones más operativas y prácticas. De modo que, el año siguiente, el noventa, el Frente ya tenía una reestructuración más sólida, aunque una política totalmente equivocada.

Hoy lo puedo decir, creo que desde ese momento se dan bandazos. Pero en ese tiempo mis pensamientos estaban poblados de fantasmas, llenos de fantasmas, y me estaba dejando llevar por la inercia operativa del Frente. No podía abandonar mi puesto, era una cuestión de compromiso moral con los compañeros que habían caído. No me preocupaban mucho las posibilidades reales de nuestra política, de nuestra estrategia, y de las decisiones que se tomaron ese año, con las que se profundizó la GPN. Y digo “se profundizó”, porque se dieron pasos concretos en la construcción militar, lo que se traducía en articular fuerza en el campo; se hicieron esfuerzos serios en esa dirección, se destinaron grandes cantidades de recursos y se levantaron embriones en tres zonas del país, había compañeros armados en la montaña. En esa nueva fase del Frente, se ordenaron las cosas, siguió existiendo lo esencial, no había más estrategia que la GPN, aún habiendo un escenario que estaba cada vez más distante de la guerra.

En ese contexto, cuando Patricio Aylwin habló de “justicia en la medida de lo posible”, a nosotros nos quedó muy claro que iba a haber impunidad. De hecho, ese eufemismo pavimentaba el camino de la impunidad. Después trataron de implementar algunas iniciativas, como el Informe Rettig, pero fueron muy insuficientes, pálidos intentos en comparación con las expectativas de justicia que nos habíamos hecho para nuestro pueblo. La dinámica del Frente, la forma en que se había construido nuestra organización y nuestros fundamentos éticos, exigía un proceso de justicia mucho más profundo.

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La Campaña de Dignidad Nacional y la política “No a la impunidad” tenían que ver con esa dinámica, con nuestra mentalidad operativa y con aquellas expectativas de justicia. Para entender la acción en contra de Jaime Guzmán y otros, hay que situarse en ese contexto, estábamos en un camino de derrota del que queríamos salir como fuese, y acabamos estrellándonos. Tal vez otros militantes no pensaban así, es más, sé que hay quienes todavía hoy no piensan así; pero nosotros, me refiero principalmente a los de la escuela de Rodrigo, pensábamos y sentíamos de esa forma.

El protagonismo principal lo tuvo entonces la Campaña de Dignidad Nacional porque éramos eminentemente urbanos, y no fue fácil estructurar destacamentos en el campo, aunque tuvimos incipientes fuerzas en la montaña, haciendo recorridos en territorios (algunas armadas, incluso). Mandamos jefes a ciertas zonas, pero pasaban más en la ciudad, no subían mucho a la montaña, y después volvían a Santiago a hacer visitas; la ciudad los atraía como la fuerza de gravedad. Y se entiende, pues en el monte se está mucho más en soledad, existen muchas carencias, es un terreno difícil para los luchadores urbanos. La misión de construir fuerza rural tiene que ser principalmente con campesinos, con personas de la zona, que toda la vida han estado en el campo, porque para el urbano es muy difícil adaptarse; se consigue, pero con mucho esfuerzo. Por eso siguió manteniendo fuerza el accionar urbano. Nuestra mentalidad operativa, impregnada por nuestros hábitos de muchos años, prevaleció, y ese esfuerzo por dar una cualidad militar al trabajo, decayó; continuamos con el perfil más operativo que militar, y la política la hicimos en base a la acción armada, no a acciones militares (lo que no es lo mismo, pues se trataba de acciones armadas con un perfil operativo básico).

La GPN fue entonces la estrategia del Frente, mientras “No a la impunidad” fue una política más coyuntural, inscrita dentro de esa estrategia, que buscaba generar un ambiente propicio para que maduraran las condiciones subjetivas. Con la política “No a la impunidad” pretendíamos que sectores populares dispuestos a luchar comenzaran a exigir castigo a los culpables de crímenes políticos, porque el gobierno de la Concertación ya había emprendido el camino de la “justicia en la medida de lo posible”. Nos imaginábamos que habría manifestaciones, que se iba a

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producir agitación en torno a ese tema, porque no se podía hacer la vista gorda ante los miles de desaparecidos, los muertos, la tortura, y pensábamos que nosotros podíamos estimular ese descontento, demostrando que se podía hacer justicia por la propia mano, en un contexto en que primaba la impunidad.

Sí bien la política “No a la impunidad” se refrenda el año noventa (de hecho yo participé en una reunión donde se oficializa esa política), se había comenzado su implementación el año ochenta y nueve, cuando se ajusticia a Roberto Fuentes Morrison y se atenta contra Gustavo Leigh. Por lo tanto, el año noventa ya había una práctica en esa dirección, pero sin una definición nítida o formal, porque el año ochenta y nueve, como ya he dicho, es un año de readecuación del Frente.

Esa era sólo una parte de nuestra política, porque también estábamos trabajando en levantar referentes públicos, que se articularan con el quehacer de las masas y de los diferentes sectores sociales, que en esa agitación iban a estar movilizándose. A través de nuestros referentes públicos nosotros podíamos nutrirnos. Nuestras estructuras públicas de esa época eran el MPI, el MDJ, y la JP, que se podían entender como un filtro, ya que los más destacados de esas filas podrían llegar a las estructuras operativas del Frente, al aparato clandestino y a la preparación en función de la guerra. Esos elementos prepararían las condiciones políticas para la guerra, mientras hacíamos un gran esfuerzo, un esfuerzo silencioso, en la construcción de las fuerzas militares.

Esta preparación significó también una reestructuración del Frente en términos orgánicos. El Frente cambió, por primera vez generó una Comandancia. Antes nunca tuvo una Comandancia como estructura de mando. Para dirigir la guerra no podía ser una Dirección. Se crea un Estado Mayor para dirigir la fuerza militar (que no es fuerza operativa, pues la fuerza operativa la puede dirigir un jefe).

El Frente va tomando otra dimensión, de un aparato político militar que era, se militariza, y eso es así porque la Dirección estaba compuesta principalmente por militares, por oficiales. No hubo mucho debate cuando se decidió el Plan de Guerra, que es lo que rige de ahí en adelante el quehacer del Frente, y se pasó toda la estructura a nivel nacional, incluyendo las direcciones político-militares, a una estructura que tenía que confeccionar un

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plan de guerra; es decir, en sus zonas debían implementar toda una metodología para ir completando el plan. Tenían que saber cuál era a nivel local la fuerza del enemigo, las características de las Fuerzas Armadas, establecer los objetivos, conocer las fuerzas políticas que existían; debían hacer un levantamiento informativo. Casi todo el año noventa la estructura se dedicó a eso, y los que continuaron haciendo algunas operaciones sólo fueron algunas estructuras especiales.

Contábamos entonces con una Dirección Nacional ampliada, mientras que la Comandancia pasa a ser lo que antes era el Secretariado, el Ejecutivo. También, por primera vez, se designa un segundo jefe, cosa que antes no existía. Previamente, si caía el jefe, la Dirección se debía reunir para elegir el sucesor. En este otro formato, se designa un sustituto, que al mismo tiempo es el jefe del Estado Mayor, que es a su vez el jefe militar. Ese fue mi cargo, pues Salvador me designó a mí, a dedo, para esa responsabilidad, y todos los demás estuvieron de acuerdo. Ahí comienza eso de llamarnos “comandantes”, aunque eso no existía en el trato cotidiano. Si alguien me decía “comandante”, yo le pedía que me dijeran Ramiro no más (mi primera chapa en el Frente fue Pepe, pero el año ochenta y cinco cambié de nombre y empecé a llamarme Ramiro).

En julio de 1989 fue ejecutado por el Frente Roberto Fuentes Morrison, “El Wally”,(44) agente vinculado a crímenes contra militantes de izquierda y violaciones a los Derechos Humanos. Esa acción marcó el inicio de una nueva fase, y asentó los fundamentos de lo que sería la Campaña por la Dignidad Nacional. El ajusticiamiento de Fuentes Morrison y el atentado contra el General Leigh ocurrieron cuando aún estábamos en

44 Roberto Fuentes Morrison fue oficial civil de la FACH y miembro del Comando Conjunto dedicado al exterminio de militantes de izquierda durante los años setenta. En los ochenta fue protegido por la FACH e incluso agregado a la Embajada de Chile en Sudáfrica. A pesar de juicios que lo inculpaban, no fue preso y dirigía una fábrica de armas de su propiedad cuando fue ajusticiado. En la edición de julio de 1989, la revista El Rodriguista titula en editorial: “La justicia del pueblo es legítima”, incorporando la separata “El ajusticiamiento del criminal”, donde la Dirección Nacional del FPMR publica la sentencia de muerte contra Fuentes Morrison: “El FPMR dicta sentencia en nombre del pueblo: Se condena a la pena de muerte por fusilamiento a Roberto Fuentes Morrison, culpable de numerosos y graves crímenes en contra de la humanidad y el pueblo de Chile”.

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dictadura. Hay, por lo tanto, una gran diferencia entre esos ajusticiamientos y los posteriores al año noventa, desde el punto de vista de los efectos, porque durante la dictadura había mucha más aceptación de estos hechos, la gente entendía que se trataba de personas que tenían responsabilidad en crímenes contra los Derechos Humanos.

Después del noventa también podían pensar de esa manera, pero pesaba la idea de que lo correcto, si se estaba en democracia, era que la justicia institucional se encargara de los criminales, se debía condenar la violencia (ya se había empezado con ese discurso). Yo no tuve nada que ver con la operación de Fuentes Morrison, tampoco con la acción en contra de Leigh, ambas las hicieron otras estructuras. Son los primeros pasos de lo que después se define como la política de “No a la impunidad”. De todos modos, esos siempre fueron objetivos para nosotros, incluso en el tiempo de Rodrigo. Lo difícil era encontrar alguna brecha para poder llegar a ellos y realizar una operación exitosa de castigo. El único esfuerzo concreto en ese sentido, porque en determinado momento se tuvo la información adecuada, fue la operación realizada contra el fiscal Fernando Torres Silva.(45)

Muchas veces se pensó en atentar contra ese personaje siniestro que fue Manuel Contreras, pero era de muy difícil acceso, significaba una operación a largo plazo, tendríamos que haber puesto una estructura completa trabajando durante un año en eso, era muy complicado. Lo único que se hizo en relación a misiones de ese tipo fue el atentado contra Pinochet, donde hubo un equipo trabajando sobre él durante varios años, en función de encontrar la oportunidad.

En el caso de Fuentes Morrison, lo que yo sé es que apareció una información de esas que de repente llegan: “El tipo va a un departamento en la Villa Frei”. Se confirmó la información, los que la habían recabado la subieron al jefe, el jefe lo discutió con la Dirección y se tomó la decisión de hacerlo. Y aunque yo no estuve presente, debo decir que de todas maneras habría aprobado totalmente esa operación, ya que era sumamente justa,

45 Esta operación fallida de ajusticiamiento fue realizada el 27 de mayo de 1988, dirigida por Rodrigo Rodríguez Otero, «Tarzán”, quien movilizándose en una moto colocó una carga explosiva que no estalló sobre el vehículo del fiscal militar Fernando Torres Silva cuando éste circulaba por una calle de la comuna de Providencia.

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especialmente con ese sujeto, que era un desgraciado. En relación con el atentado contra Leigh, los cuatro miembros de la Junta Militar estaban condenados de nuestra parte, eso no había ni siquiera que preguntarlo.

El ajusticiamiento del coronel Luis Fontaine se inscribió también dentro de la política “No a la Impunidad”, donde se barajaron varios nombres. El de Fontaine parecía bastante claro, por su responsabilidad en el caso de los degollados. Había otros que eran nombres fijos, de los que no quedaba duda respecto de su participación en crímenes contra el pueblo, como Sergio Arredondo, Sergio Arellano Stark, Miguel Krassnoff, etc. Habían varios militares, unos diez o quince, y varios civiles, entre los que no sólo estaba el nombre de Jaime Guzmán, sino que estaba también Sergio Fernández, Ambrosio Rodríguez, y creo que hasta Francisco Javier Cuadra figuraba en la lista. Todos ellos eran personajes que estuvieron vinculados a violaciones de los Derechos Humanos. Aunque esa es una definición bastante general, porque en la evaluación que se hace no se dice que ellos hayan actuado directamente; en ese caso los civiles hubiesen quedado fuera. Hay civiles que tienen otra forma de compromiso, que actuaron como ideólogos y avales del régimen, como cuando alguno de ellos expresó que “el buen comunista es el comunista muerto”; o como Jaime Guzmán, que aprobó, estimuló y estuvo de acuerdo, en la década del setenta, con las violaciones a los Derechos Humanos. De hecho, Guzmán era del sector que el año setenta y cinco le pedía al Ejército una mano más dura contra los comunistas, justo en el período en que hicieron desaparecer a dos direcciones completas del PC y luego a una de la Jota. En el caso de Cuadra, él tuvo labores en el gobierno en un momento en que hubo mucha represión, cuando hubo muertos durante las protestas.

Evidentemente, el caso de Fontaine y el caso de Guzmán son los más visibles, pero hay otros, más pequeños desde el punto de vista de su figuración, como el de Márquez Riquelme, un tipo que fue ajusticiado en Chillán dentro de la política “No a la impunidad”. Regionalmente, él era conocido por haber hecho desaparecer a unos compañeros del MIR y por su labor represiva.(46) También

46 El sargento de Carabineros Márquez Riquelme, destacado en Chillán, fue ajusticiado por su participación en el asesinato de dirigentes sindicales de la zona; en regiones, también lo fue el médico y torturador de la CNI y Mayor de Ejército, Carlos Pérez Castro y su esposa Ana Schlager, ambos ejecutados en Rancagua en marzo 1991.

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se ajustició a un escolta de Pinochet, Víctor Valenzuela, dentro de la misma política, pues había participado antes en la DINA.(47)

Evidentemente, si eran mandos, la acción iba a tener más impacto, pero nosotros partíamos de la base de que cualquier miembro operativo de la DINA merecía ser ajusticiado. Incluso más los de la DINA que los de la CNI, pues las desapariciones y ejecuciones ocurrieron sobre todo durante los primeros años de la dictadura. Ese tipo de acciones tienen un límite, no se trata simplemente de decir que tal persona, por ser un “enemigo ideológico”, o estratégico, o por ser una persona definida como de derecha, o un anticomunista furibundo, merece la muerte. Lo que habíamos definido estaba bien acotado, se trataba de violadores de los Derechos Humanos que estaban quedando impunes. Desde un principio nosotros supimos que la mayoría de ellos no iban a ser llevados a la justicia; ya se tenían antecedentes acerca de lo que se estaba negociando; se sabía que Pinochet quedaría totalmente impune, y era algo que no podíamos aceptar.

Se pudo haber cuestionado el hecho de que apareciera Jaime Guzmán en la lista, argumentando que no estábamos respetando las bases de la democracia, que fuimos autoritarios, porque él era Senador, lo que le daba una connotación diferente, pues por lo menos había unas 200.000 personas que habían votado por él como su representante. Puede ser. En una entrevista que di al diario El Mercurio, mencioné que su ajusticiamiento pudo ser un error político, apuntando sobre todo a ese aspecto.(48) No estoy diciendo con eso que no deberíamos haber llevado adelante lo que decidimos, sino que, tal vez, pudimos haberlo evaluado mejor; quizá era importante abrir un debate y hacer una reflexión para evaluar si Guzmán era un objetivo tan claro en función de ese criterio.

Pero en los años noventa y noventa y uno, esa reflexión no existía todavía. Quienes pudiesen haber pensado (tal vez hasta algún miembro de la Dirección): “Es necesaria una evaluación, las consecuencias de nuestra política no están resultando como esperábamos”, nunca expresaron un pensamiento de esa naturaleza. Tal vez alguien que estuviera más distantes del hecho de Guzmán

47 Se trata del sargento de Ejército Víctor Valenzuela Montecinos, ex agente de la DINA y la CNI, y escolta de Pinochet, ejecutado en octubre de 1990. 48 Ver El Mercurio, domingo 21 de julio 1996: “Los motivos de Ramiro. Desde el Penal de Seguridad responde el Jefe del FMR”.

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pudo haber tenido otro tipo de reflexión y pudo haber previsto que se nos vendría el mundo encima y que estábamos yendo por un camino equivocado, pero por los canales de comunicación que teníamos en nuestro trabajo cotidiano, nunca llegó una voz de alerta, o un comentario crítico, nunca llegó nada a la Comandancia, nadie planteó nunca que hubiese recogido de otros compañeros una preocupación, una inquietud; era compartida la impresión de que estábamos avanzando unánimemente con nuestro proyecto. Más aún, en esos años percibíamos una total cohesión del Frente en relación a la política que estábamos siguiendo.

Yo en ese momento estaba a cargo de todo lo concerniente al Estado Mayor, y tenía que informar cómo iba la construcción de la Fuerza Militar, que era mi trabajo; en ese entonces no tenía nada que ver con las operaciones urbanas, estaba lejos, viajaba para el sur, para el norte, entraba a la montaña, estaba dos o tres días con los combatientes que estaban basificando y volvía a moverme. Eso era lo mío. En las reuniones del Estado Mayor estábamos elaborando el Plan de Guerra. Como yo no soy militar por formación, y había otros miembros del Estado Mayor que eran militares, oficiales, subordinados a mí, ellos eran los que ponían los contenidos y redactaban. Yo estaba haciendo un aprendizaje con ellos. Ese era mi trabajo en aquel tiempo, esa era mi responsabilidad.

Los que teníamos que ver con el trabajo de la Comandancia estábamos más cerca de la operación en torno a Guzmán, porque a la Comandancia se le informaba semanalmente de los avances en esa dirección, hasta que se concretó. En la Comandancia todos sabían que se estaba gestando esa operación. Uno de sus miembros, Mauricio Arenas, como responsable de la Fuerza Especial, era el jefe de la operación, y nos entregaba un parte semanal, así como yo informaba lo que tenía que ver con el Estado Mayor y la Fuerza Militar. Sabíamos que se le estaba haciendo un seguimiento a Guzmán, que se le siguió hasta la iglesia a la que iba (no recuerdo si era la iglesia de El Bosque u otra); se vio que ese era un buen lugar, y se pensó en esa posibilidad, pero después se supo que estaba dando clases en la Universidad Católica y se comenzó a chequear esa alternativa. Todos escucharon esos partes, era la información que nos llegaba a las reuniones semanales de Comandancia, en las que también veíamos otros temas. Mauricio debía informar sobre la Fuerza Especial, y en ese contexto informaba respecto de

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los avances en esa misión, entre otras cosas que estaban viendo; cada uno informaba su parte y después discutíamos otros temas. La Comandancia estaba reunida cuando se realizó el atentado a Guzmán. Mauricio Arenas puso la Radio Cooperativa y nos informó del hecho. Hicimos una pausa para escuchar la radio y así supimos que había ido a dar al hospital. La ejecución pudo haber sido realizada antes de esa reunión, fue una coincidencia que ocurriera el mismo día.

Nos reuníamos todas las semanas. En esa ocasión, no nos reunimos para eso especialmente, estábamos revisando otras cosas, estábamos con la radio encendida porque Mauricio sabía que debía ocurrir a cierta hora (era lo único que él sabía). Al comenzar la reunión dijo: “Hoy es el día D”, y dejó puesta la Cooperativa. Continuamos la reunión hasta que comenzaron las informaciones. Ya era algo consumado, sin retorno, y hubo una aprobación tácita, incluso mía. Había muy poco espacio para que alguien tuviera la osadía de cuestionar aquella ejecución, porque era cuestionar la política que se había definido: la Campaña de Dignidad Nacional.

Sé que hay personas interesadas en sostener la tesis de que yo fui el ideólogo, la mente siniestra a la que se le ocurrió, poco menos que por iniciativa propia, matar a Jaime Guzmán, pero lo hacen para limpiar las responsabilidades colectivas, por un lado, y también para esconder situaciones impresentables, de abierta traición. Me refiero al caso de Enrique Villanueva, (49)

49 Enrique Villanueva Molina, comandante Eduardo, era sub-oficial de la FACH para el golpe de Estado, tras el cual salió al exilio. En los años ochenta, participó en la Revolución Sandinista en Nicaragua y luego se incorporó al FPMR, llegando a ser parte de la Dirección Nacional. Villanueva ha declarado que se alejó de la organización en 1989, sin embargo todos los testimonios rodriguistas reconocen que fue dirigente activo hasta el año 1991. Como vocero del FPMR, en abril de 1991 señala sobre el atentado a Jaime Guzmán: “No tenemos información precisa, pero por el ajusticiamiento mismo, el contenido político del mismo, nos hace pensar que son sectores del pueblo los que lo han hecho”, y en entrevista al semanario Hoy declara: “Guzmán bien ajusticiado está”. En agosto del 2015, la Corte de Apelaciones lo condenó a presidio perpetuo simple (por 20 años) como autor intelectual del homicidio de Jaime Guzmán. Como en el caso de todos los frentistas juzgados por los tribunales chilenos (incluidos Ricardo Palma Salamanca y Mauricio Hernández), ha sido procesado por la Ley Antiterrorista de 1984, que no permite indulto presidencial. Sin embargo, la Corte Suprema rechazó la primera condena, y la reemplazó por una pena de 5 años de presidio, remitida a arresto domiciliario, justificando la rebaja en la media prescripción del delito por los años que

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pues él también tiene responsabilidades, y ha intentado justificar su traición (desertó y se fue a trabajar con los organismos de seguridad del Estado en contra del Frente, acusando a sus compañeros). Sé que fue él quien articuló esa figura, esa imagen de mi papel en la ejecución de Guzmán. También difundió la idea de que yo radicalicé la lucha armada, que menosprecié la vida de otros compañeros, pero es una opinión interesada, por las razones que menciono.

Esa tesis nació de sus declaraciones, y después fue creciendo con la labor de la prensa, cada uno le agregó un poco más. Sus infelices declaraciones me obligan a hacer este desmentido, para ser consecuentes con la verdad, y digo infelices porque Villanueva asegura que no tiene nada que ver con el caso, que yo soy el único responsable, y eso no es así. Él argumenta que yo di un golpe interno, imponiendo lo de Jaime Guzmán para radicalizar las posturas al interior del Frente y que ya no hubiese posibilidades de dar marcha atrás en nuestra estrategia. Pero es una tesis débil y frágil, dado que era imposible que yo diera un “golpe interno” con esa operación, pues ésta estaba a cargo de Mauricio Arenas, quien decidía cuándo y cómo se iba a hacer (a menos que Villanueva sostenga que Mauricio era mi cómplice).

El objetivo de Enrique Villanueva es desconocer que la acción de ejecución de Guzmán fue una decisión de la Dirección, porque él en ese momento era miembro de ella. El año noventa, cuando era uno de los tres o cuatro miembros del Ejecutivo, Villanueva fue unánimemente sancionado en un encuentro de la Dirección Nacional por su responsabilidad en la muerte de Roberto Nordenflycht, el hijastro de Volodia Teitelboim, que murió en el Aeródromo Tobalaba.(50) Fue sancionado por la corresponsabilidad

han pasado. Llama la atención el contraste entre el trato jurídico que ha recibido Ramiro y el que goza Villanueva, aunque ambos son considerados autores intelectuales de la ejecución de Jaime Guzmán. En este sentido, se puede entender que el segundo goza de una protección político-judicial que ha beneficiado su causa jurídica, protección cuyas razones el mismo Ramiro explica aquí. 50 El 19 de agosto de 1990, Roberto Nordenflycht (comandante Aurelio o “El Huevo”) y Enrique Villanueva (Eduardo) dirigen en terreno una operación de destrucción de los helicópteros usados para lanzar al mar los cadáveres de los detenidos desaparecidos, estacionados en los hangares del Comando de Aviación del Ejército en el Aeródromo de Tobalaba. A pesar de generar daño a un helicóptero de escolta de Pinochet, la operación no sale del todo exitosa

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que tuvo en esa operación y por una serie de otras situaciones de las que no voy a hablar aquí. Como sanción, se le sacó del Ejecutivo. Sin duda, por sus características personales, él debe haber quedado resentido con la organización, fue un retroceso para él, debió sentir vergüenza. Cuando se le apartó del Ejecutivo (que después fue la Comandancia) quedó como miembro de la Dirección, y se le dio como responsabilidad una zona en el sur de Chile, pero no resultó, porque pasaba más tiempo en Santiago que en el sur, no se acostumbraba allá, es decir, no estaba asumiendo a cabalidad la responsabilidad que se le había encomendado.

Durante ese período, los primeros años del gobierno de la Concertación, en la dirección de ese Ejecutivo del Frente recibimos mensajes de los sectores socialistas del Gobierno, y algunas de esas comunicaciones llegaron a través de Villanueva, que hacía de puente. No era algo oficial, pero nos dábamos cuenta que él estaba involucrado en esa suerte de intermediación, que estaba más preocupado por eso que por su responsabilidad en el sur.

En los años noventa estábamos llenos de situaciones complejas, era una dinámica de mucha presión. En uno de mis viajes al sur me enteré que Villanueva no estaba cumpliendo bien sus tareas (yo no era responsable del trabajo que él hacía, había otro miembro de la Comandancia que tenía que ver con aquello), y también me enteré de esa suerte de enlace comunicacional que él tenía con sectores socialistas, lo que era algo bastante difuso. Sin embargo, en ese tiempo todo era un poco difuso, y nunca abordamos el tema de manera oficial, nadie se quería quemar con esa situación, veíamos que ciertas redes querían cooptarnos y llevar al Frente a la rendición. Esos eran los pasos en que andaba ese personaje.

A principios del año noventa y uno, Villanueva regresó a Santiago y asumió una responsabilidad en la sección política, que tenía que ver con el órgano comunicacional nuestro, El Rodriguista. En esa oportunidad me tocó trabajar un tiempo con

ya que no se activan los dispositivos temporizadores de los lanzacohetes LOW. Nordenflycht y Villanueva intentan completar la operación el día siguiente, volviendo de noche al lugar. En un enfrentamiento imprevisto con los militares, cae muerto un teniente de Ejército y Roberto Nordenflycht queda herido en el terreno. Villanueva escapa del lugar mientras que Nordenflycht es rematado en el suelo de un balazo en la cabeza.

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él, quedó subordinado a mí. Fue una relación normal, tranquila, aunque surgieron algunos problemas de irresponsabilidad de su parte en algunos encuentros y en las reuniones. Él se sentía con total autonomía, no aceptaba que El Rodriguista era el órgano ideológico del Frente, como estaba definido desde un principio, y que su elaboración tenía que ver con lo que era la política del Frente, y por lo tanto tenía que responder a la Comandancia, nuestra máxima instancia político-militar. Como él era el responsable desde el punto de vista administrativo, sentía que tenía independencia, y hacía sus artículos totalmente desmoralizantes, que no nos interesaban en el momento. En ese instante estábamos en desventaja estratégica, estábamos en una encrucijada y necesitábamos claridad. Para darle atajo a esas irregularidades conversamos en varias ocasiones con él, explicándole que no podía darse la libertad de escribir cualquier cosa, dándose ínfulas de ser un elaborador, cuando él era más bien un burócrata. Finalmente, el año noventa y uno, Villanueva desertó de nuestras filas, en un momento en que también desaparecieron otros miembros de la Dirección.

Lo curioso es que los vínculos de Enrique Villanueva con un sector del Partido Socialista se establecieron a partir del año noventa, antes del asesinato de Guzmán, que fue en abril del noventa y uno, por lo tanto, siguiendo una deducción lógica, hay una alta probabilidad de que él haya entregado antecedentes al Gobierno respecto de la lista que había generado la Dirección Nacional del Frente, y que contemplaba la ejecución de Jaime Guzmán. Él, objetivamente, sabía del plan relacionado con Guzmán. Ahora, si él tenía los vínculos, los canales y la confianza para traspasar esa información, no lo sé. Es factible que esos sectores de Gobierno hayan sabido lo que iba a ocurrir, y no hayan hecho nada para impedirlo. No puedo asegurarlo, serán otras personas las que deban corroborar esa información.

Desde un punto de vista político, esas relaciones del Gobierno con militantes del Frente tenían que ver con el interés de que nosotros tomáramos otro camino. No tenían que ver con un trabajo de inteligencia, de lo contrario no habríamos dejado pasar eso, habríamos tomado las medidas pertinentes. Eran cosas ambiguas, nunca directas, que llegaban por distintos lados, ciertos indicios, cierta información; era algo que flotaba en el ambiente,

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pero de lo que nadie quería hacerse cargo, así que continuamos con nuestro trabajo.

El resultado de esas negociaciones de algunos renegados del Frente con sectores socialistas, fue la estructuración de ese aorganismo deinteligencia que se conoció como La Oficina(51),

51 El primer gobierno de la Concertación, presidido por Patricio Aylwin, estaba prácticamente huérfano en materia de inteligencia, ya que la información que se tenía respecto del operar de grupos insurgentes en Chile estaba en manos del Ejército. Por ese motivo, La Moneda se plantea la necesidad de contar con una entidad civil de competencia en esta materia, para lo cual, siguiendo el modelo de España e Italia, Aylwin da, días después de la muerte de Jaime Guzmán, las instrucciones para la creación de un organismo de seguridad e inteligencia. Así surge, a partir del decreto Nº 363 del 23 de Octubre de 1991, el Consejo de Seguridad Pública (más conocido como “La Oficina”). Cabe mencionar que en ninguna parte del decreto se estableció que “La Oficina” tuviera facultades para realizar labores operativas propias de la policía en materia de búsqueda de antecedentes, ni mucho menos para ofrecerle a “los extremistas” protección o impunidad, siendo este último punto una de las acciones al margen de la ley que llevó a cabo esta unidad. El mandato recibido por este organismo fue desbaratar a los grupos de izquierda armada, y su principal responsable fue el militante del Partido Socialista, Marcelo Schilling, quien ya se había destacado en la arena política por ser un hábil negociador y un implacable hombre de los aparatos partidarios. Para Schilling no era fácil asumir la misión, no solo por los riesgos personales que significaba el cargo –de hecho fue amenazado de muerte por el MAPU-Lautaro–, sino demás por los reparos que generó entre algunos socialistas, que no veían con buenos ojos que uno de sus hombres asumiera tareas de inteligencia y la responsabilidad de desarticular a los grupos armados que habían luchado contra la dictadura. Las críticas de la izquierda del gobierno, representada por el Partido Socialista, apuntaron también al rol que había cumplido Schilling como miembro del Grupo de Amigos Personales de Salvador Allende (GAP), donde se había preocupado de coordinar las actividades del Presidente. El accionar de “La Oficina” también respondió a la presión mediática, que se hizo constante en revistas como Qué Pasa y el diario El Mercurio, medios que divulgaron el concepto de “Seguridad Ciudadana”. El PS puso a disposición del gobierno su amplio conocimiento en las estrategias y métodos operativos de los grupos armados y, sin duda, debe haber dado más de una pista clave para la identificación de los autores de los casos Guzmán y Edwards, y para el desmantelamiento del FPMR y del MAPU- Lautaro, tarea que al término del gobierno de Aylwin estaba muy avanzada. La primera tarea que realizo “La Oficina” fue difundir el rumor de que un grueso contingente de ex presos políticos eran informantes del gobierno. De inmediato, las organizaciones armadas separaron de sus filas a los “sospechosos”, lo que significó una merma en la operatividad de esos grupos. En una segunda fase, se implementó la llamada “Iniciativa para la Paz”, que consistió en reinsertar socialmente a “extremistas” a través del apoyo económico, becas de estudio o cursos de capacitación que, en el fondo, encubrían el objetivo de convertirlos en “informantes recompensados”. La estructura formal del Consejo consideraba un Comité de Asesoría Directa y uno Consultivo de Inteligencia. Sin embargo, Schilling fue más allá, pues por intermedio de uno de sus colaboradores (Óscar Carpenter) creo la llamada “Oficina de Huérfanos”, que, si bien se dedicaba a

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creado para combatirnos. Estaba claro que iban crear un organismo de esa naturaleza, no era algo extraordinario, tampoco nos íbamos a preparar más por eso, habíamos estado toda la vida lidiando con aparatos de seguridad. La diferencia consistía en que, en esta oportunidad, los personajes que antes fueron nuestros “aliados” se pusieron del lado contrario, para combatirnos.

Ya estábamos alertados de esa situación, algunos compañeros incluso sabían los nombres de las personas que estaban trabajando directamente con el Gobierno, se sabía que a poco andar los socialistas iban a asumir responsabilidades en seguridad. Eso era clave, porque se trataba de nuestros pares, de oficiales formados por el Partido Socialista,(52) que tuvieron luego que ver con el trabajo de inteligencia. procesar información –de hecho, quienes la conocieron, pudieron observar en sus murallas organigramas del FPMR y del Lautaro–, sirvió también como pantalla para conformar una red de informantes reclutados entre ex presos políticos y miembros activos de grupos “subversivos”. En su trabajo en “La Oficina” acompañaban a Schilling los demócrata cristianos Mario Fernández y Jorge Burgos, en el cargo de Directores. En el departamento de análisis se encontraba el militante del Partido Socialista, Antonio Ramos, quien ofició de “experto en guerra psicológica”, y Lenin Guardia, analista vinculado también a operaciones especiales en el campo los grupos rebeldes y los círculos donde éstos se movilizan (se puede ver un esquema de la estructura de “La Oficina” en un organigrama publicado por la revista Qué Pasa el 21 de diciembre de 1996). Desde su creación, el Consejo de Seguridad Publica e Informaciones recibió un cuestionamiento constante en relación con la forma en que operaba. Existían sospechas fundadas de que en varias operaciones “La Oficina” había actuado de forma ilegal, lo cual trajo como consecuencia directa el término del Consejo en 1993, cuando se crea, a través de la ley 19.212 la Dirección de Seguridad e Informaciones, bajo el mando de Isidro Solís, funcionario de Gendarmería y hombre de confianza del entonces Subsecretario del Interior, Belisario Velasco. En el año 1984 el FPMR colabora en la formación operativa del Destacamento Popular 5 de Abril, creado por la fracción Almeyda del Partido Socialista, con el fin de realizar acciones de lucha armada, como asaltos a locales comerciales e interferencia de canales de televisión. El ex diputado y ex senador concertacionista del PS, Camilo Escalona, habría estado a cargo de la coordinación de este Destacamento, donde también habría participado el futuro agente de “La Oficina”, Óscar Carpenter. En el año 1985, Clodomiro Almeyda asume la política de alianzas para la salida negociada de la dictadura y manda a desmantelar este “brazo armado” del PS (también se dice que estos militantes habrían sido expulsados, formando las fracciones PS-Salvador Allende y PS- Comandantes). 52 En el año 1984 el FPMR colabora en la formación operativa del Destacamento Popular 5 de Abril, creado por la fracción Almeyda del Partido Socialista, con el fin de realizar acciones de lucha armada, como asaltos a locales comerciales e interferencia de canales de televisión. El ex diputado y ex

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Pero, habiendo estado todos en la clandestinidad, ¿qué podían decir de nosotros? En mi caso particular, ninguno de ellos me conocía, porque yo no era de ese ambiente. Incluso puede que para entonces hayan estado más preocupados de su seguridad personal, ya que eran oficiales. Pero habían pasado cinco, seis o siete años, y habían cambiado. Nosotros quedamos bastante indiferentes frente a ese proceso. Ellos conocían los métodos del trabajo conspirativo, habían sido formados en esos temas y tenían experiencia. Conocían a algunas personas, sabían cuál era más relajada, cuál era más estricta, y cómo podían llegar con mayor facilidad a ellos, por una prima lejana, un pariente, un amigo. Iban, hacían vigilancia, y de pronto la persona llegaba y le hacían seguimiento. Esas eran las brechas en la seguridad que esperaban abrir.

Nosotros estábamos acosados desde el punto de vista de la seguridad por todos lados, así que no hubo una dedicación especial para contrarrestar la labor de La Oficina, que, sin duda, estaba interesada en tener miembros de nuestras filas en su aparato, gente que conociera al Frente por dentro. De seguro buscaron tener informantes como Villanueva, que era miembro de la Dirección. ¿Qué podía ser mejor que eso? Tuvieron de ese modo acceso a toda nuestra estructura, y cooptaron a militantes, como fue el caso de Agdalín Valenzuela; de hecho, tenemos antecedentes que indican que fue el propio Villanueva quien lo cooptó. Agdalín era un personaje importante en el Frente, un jefe intermedio, que participó durante un período en la Fuerza Especial, era un buen jefe operativo, que realizó varias operaciones, y que además tenía un alto nivel de confianza conmigo y con otros miembros de la Comandancia.

Lo curioso del hecho, como señalaba antes, es que yo soy el único que está condenado como autor o inductor del homicidio de Jaime Guzmán.(53) En el período en que fui condenado, la justicia

senador concertacionista del PS, Camilo Escalona, habría estado a cargo de la coordinación de este Destacamento, donde también habría participado el futuro agente de “La Oficina”, Óscar Carpenter. En el año 1985 Clodomiro Almeyda asume la política de alianzas para la salida negociada de la dictadura y manda a desmantelar este “brazo armado” del PS (también se dice que estos militantes habrían sido expulsados, formando las fracciones PS-Salvador Allende y PS- Comandantes). 53 Al momento de esta declaración, Villanueva no había sido aún condenado y sentenciado en Chile como coautor intelectual de la muerte de Jaime Guzmán.

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chilena solía realizar juicios sumarios, que duraban una semana. En siete días esa justicia me condenó a cadena perpetua. El que

llevó la causa fue el juez Pfeiffer, que ya se había manifestado públicamente contra nosotros, es decir, el magistrado ya tenía un prejuicio contra los militantes del Frente.(54) A eso no le podemos llamar justicia, nadie debería ser sometido a ese tipo de procesos injustos.

Dentro de nuestros parámetros valóricos y morales, la acción fue justa, de hecho, a ese tipo de acciones les llamamos “ajusticiamiento”, porque estábamos haciendo justicia por nuestra propia mano, de lo contrario habría impunidad. Por el contrario,

yo fui sometido a una justicia totalmente desigual y arbitraria. Ante esa “justicia”, antepusimos otra forma de justicia, en la que sí creíamos, la justicia del pueblo, con la conciencia de que íbamos

a ser eximidos penalmente, considerando que el objetivo de nuestros actos era sancionar la violación a los Derechos Humanos

que se efectuó contra los sectores populares. Considerábamos que esa forma de hacer justicia interpretaba un sentimiento colectivo y popular; esa fue siempre nuestra convicción, que se confirmaba de diferentes maneras, como por las felicitaciones que recibíamos de sectores populares cuando se realizaban aquellos ajusticiamientos.

En el caso del coronel Fontaine, por ejemplo, sus propias declaraciones hechas unos días antes de su ajusticiamiento

dejaron muy clara la justeza de la acción. Dijo, con una actitud desafiante, que andaba armado, que lo podían ir a buscar cuando quisieran. Fue una provocación que hería a la sensibilidad popular. Él estaba siendo procesado por la muerte de los profesores Natino,

La pena de 5 años que se le otorgó a Villanueva no tiene comparación con la cadena perpetua que afecta a Ramiro, además, la Corte Suprema aceptó la remisión de la pena a arresto domiciliario. 54 El juez Alfredo Pfeiffer es conocido por haber defendido la aplicación de la Ley de Amnistía de 1978 en los casos de detenidos desaparecidos. En abril de 1994, poco después de condenar a cadena perpetua a Mauricio Hernández, Pfeiffer declara en entrevista con El Mercurio que las películas sobre el Holocausto judío “siempre exageran” y “suponen demasiado malos a los alemanes”. También declara su admiración por jueces que negaron las violaciones a los Derechos Humanos en dictadura. En 2008 fue postulado por la presidenta Bachelet para integrar la Corte Suprema, sin embargo, su nombre no obtuvo en el Senado el quórum necesario para su nominación.

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Guerrero y Parada(55), ese crimen repugnante y despiadado, perpetrado con toda crueldad. Entonces, había un sentimiento popular que nosotros estábamos asumiendo e interpretando, no habían consideraciones personales de parte nuestra, no existían argumentos del tipo: “A aquel que me torturó voy y lo mato”. Eso no existió. Nos hacíamos parte del sentimiento popular, participábamos de su lucha, teníamos lazos con esos sectores. Por esa razón, no puedo esperar que algunos de los que tomamos esa decisión y que participamos en esos hechos seamos juzgados por ninguna justicia que no sea, como dije, la conciencia popular, el sentimiento popular, sólo ellos podrán decidir con justeza.

El asesinato de Jaime Guzmán tuvo como secuela inmediata, además de la creación de La Oficina, el rechazo mayoritario de la clase política de ese momento. En un primer momento no hubo en el Frente una toma de conciencia clara en relación con la dimensión del hecho, porque no hubo ni una reunión extraordinaria, ni la necesidad de analizar el caso, sino que continuamos con la misma rutina: los encuentros de Dirección y las responsabilidades que teníamos en nuestros trabajos específicos. Aunque sí se le fue dando seguimiento a las repercusiones de ciertas situaciones.

No puedo desconocer que en nosotros hubo una tendencia operativista, y que no veíamos la realidad tal como era, estábamos sumidos en una burbuja, estábamos totalmente obnubilados por la mentalidad operativa, atrapados en una suerte de inercia del quehacer operativo. Esto significó que no hubo un análisis fino antes de realizar ciertas operaciones. Por ejemplo, antes de hacer la operación de Fontaine, pudimos habernos detenido a considerar que días antes él había sido llamado a declarar por sus crímenes. Después que ha pasado el tiempo, y pensando de manera más fría, más tranquila, tal vez no era el momento de realizar ese ajusticiamiento, tal vez hubiese sido mejor que declarara, pues podría haber implicado a otros. De hecho, si declaraba y quedaba absuelto, como inocente, entonces habría tenido aún más sentido su posterior ajusticiamiento. Pero ese tipo de análisis no pesaba para

55 Santiago Nattino, Manuel Guerrero y José Manuel Parada fueron tres profesionales comunistas, secuestrados y asesinados por efectivos de Carabineros. Aparecieron degollados el 30 de marzo de 1985 camino a Quilicura. El caso obligó a la dimisión del General Director de Carabineros y miembro de la Junta de Gobierno, César Mendoza, y la disolución de la DICOMCAR, órgano represivo de la institución policial.

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nada, estábamos inmersos en una dinámica en que no veíamos la realidad política, continuábamos como si ésta no hubiese cambiado. Veíamos unas pinceladas diferentes, pero no lo suficientemente decisivas como para cambiar de estrategia. Incluso se acentuó nuestra particular visión de la realidad cuando avanzamos hacia el militarismo. Es decir, el país estaba por un lado, caminando con el objetivo de volver a la democracia (aunque se tratase de esa democracia burguesa, limitada y tutelada), y nosotros estábamos proponiendo avanzar hacia la guerra, distanciándonos aún más de la realidad, viendo que poco a poco, más allá de la situación política (que ya era adversa para nosotros), nos estábamos fragmentando.

Muchos militantes estaban yéndose para la casa, se estaba produciendo una dispersión y una atomización en nuestras filas.

Con nuestras estructuras públicas (MPI y JP), había un gran campo para desarrollar, del que no fuimos capaces de hacernos cargo como Dirección. Quizá debimos haber analizado la situación y haber dicho “por ahí podemos tomar una nueva fuerza”; frenado temporalmente lo de los ajusticiamientos, ya que estaba siendo

usado en nuestra contra, acusándonos de estar atentando contra la democracia y de “poner nerviosos a los milicos”.

Todo eso lo expresamos a finales del noventa y dos, cuando hicimos una reflexión y sacamos un documento(56) llamando al Frente a un proceso de discusión interna. A partir de ese proceso, decidimos guardar las armas y no realizar más operaciones, ese fue el viraje estratégico del Frente, cuando reconocimos que la GPN no era viable, y que la lucha armada ya no era posible. En ese proceso de autocrítica reconocimos un montón de errores, especialmente el hecho de que confundimos nuestros deseos con la realidad.

56 Se refiere al documento denominado Manhattan, que se anexa al final de este libro.

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La última operación: el secuestro de Cristián Edwards

Con la ejecución de Jaime Guzmán se cerró la Campaña de Dignidad Nacional. Aunque nadie le puso una fecha de término, acabó por sí sola, por nuestras limitaciones operativas. La acción que realizamos después provocó una gran conmoción pública: el secuestro de Cristián Edwards, que fue nuestra última operación, ya que con ella se termina nuestro accionar armado.

El Frente se estaba atomizando, dispersando; incluso llegamos a estar faltos de recursos. La persona que tenía que ver con esa responsabilidad avisó, prácticamente de un día para otro, que estábamos en bancarrota. Acosados por los aparatos de inteligencia, con una situación de seguridad sensible, y sin recursos, nos vimos en una situación realmente complicada, en que tuvimos que tomar una decisión a contrapelo de nuestros deseos. No queríamos realizar un secuestro en Chile, porque era un riesgo demasiado grande. Mantener una operación de esa envergadura, estando acosados, era muy difícil, pero no tuvimos salida. Si hubiésemos tenido otra alternativa, la hubiésemos tomado, con toda seguridad. Sin embargo, nos dimos cuenta que una operación centralizada era la única opción que teníamos. Los pocos recursos de los que disponíamos sólo daban para hacer eso, y en eso nos íbamos a enfocar. Ese fue el último periodo del Frente, pero los procedimientos fueron básicamente los mismos; mientras el Frente se estaba atomizando la Dirección siempre intentó unir. No había diferencias entre nosotros, se unificaban los criterios, sin debatir mucho las problemáticas ni las contradicciones que la realidad nos mostraba, tratando de asegurar lo poco que quedaba, sabiendo que, bien o mal, seguiríamos hasta el final.

El secuestro de Edwards no tuvo realmente un objetivo político. Lo hicimos, como dije, por falta de recursos. Lo que estaba en juego era la sobrevivencia. Además, en algún momento nos llega un dato, una información, en que se presentaba absolutamente asequible para nosotros su captura. Si no nos hubiese llegado esa información, probablemente nos hubiésemos decidido por otra persona, porque en ese tiempo estábamos buscando un objetivo. El Frente tenía sus canales por donde llegaba información, tenía acceso a datos que entregaban ciertas personas del barrio alto.

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El secuestro se prolongó por cinco meses, y fue una negociación ardua, debido a la terquedad de la familia.(57) Ahora queda mucho más claro por qué dejaron cinco meses a su hijo en esas condiciones tan difíciles. Estar encerrado en un cuarto pequeño las 24 horas del día durante cinco meses no es fácil, sabiendo, además, que tu familia tiene dinero de sobra para haber accedido mucho antes a las demandas: fue por una cuestión de orgullo. El Mercurio era nuestro enemigo ideológico, y Edwards no se conformaba con ceder. Suponían que, en la medida que pasara más tiempo, iríamos dejando más pistas; su finalidad, más allá de recuperar a su hijo, era que hubiesen más posibilidades de capturar a los responsables del plagio, y con mayor razón desde el momento en que Edwards tuvo la confirmación de que éramos nosotros, el Frente, los que teníamos a su hijo (esa certeza la tuvo a los diez o veinte días del secuestro). Eso lo dejó tranquilo, seguramente pensó: “Mi hijo no va a morir”, porque en todos los secuestros que había hecho el Frente (como el de Cruzat), siempre hubo mucho respeto por las personas capturadas, que no sufrieron vejaciones ni malos tratos, entonces, menos aún iba a perder la vida. Seguramente quedó con esa tranquilidad, y descansó en esa convicción, quedó aliviado: “Es el Frente, menos mal”. Esto le daba más tiempo para reunir antecedentes que permitieran capturar a los secuestradores. Aunque también debe haber jugado un papel importante la avaricia, a pesar que no creo que eso sea lo principal; las motivaciones ideológicas muchas veces son más importantes que los costos monetarios. Hay que tomar en cuenta que estos Edwards son personajes que han estado profundamente involucrados en la política chilena; todos sabemos que en el periodo de Allende tuvieron un vínculo directo con las fuerzas golpistas y que buscaron personalmente el apoyo de los

57 El Frente había pedido cuatro millones de dólares como rescate, ante lo cual la familia Edwards se negó. Las negociaciones se endurecieron y el Frente redujo esa exigencia a un millón y medio de dólares, para, más tarde, cerrar el monto del rescate en un millón de dólares, cifra que la familia accedió a cancelar. Un británico asesoró a los Edwards en la negociación, y hubo problemas internos entre el gobierno y la familia, porque ésta trabajó con la policía uniformada (Carabineros) y el gobierno trabajó con la policía civil (Policía de Investigaciones), generando un alto nivel de dispersión.

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norteamericanos. Es conocido el papel que jugó la familia Edwards en la conspiración contra el gobierno popular desde la trinchera del diario El Mercurio.

Pronto pudimos percibir a la policía en torno nuestro, incluso en torno a la casa donde estaba Edwards, en Macul. Los vimos arreglando el teléfono en una esquina. Una vez que fui a visitar la casa de seguridad, les dije a los compañeros: “Ya están aquí”. De hecho, evaluamos la posibilidad de evacuar, de salir; los planes para eso ya estaban elaborados.

Todo eso nos acosaba y nos presionaba para apurar un desenlace en las negociaciones. Especialmente porque ya había una buena cantidad de militantes sin dinero para la locomoción, con arriendos atrasados; toda la estructura tenía una serie de problemas económicos. Llevábamos dos meses sin nada, pidiendo préstamos a gente amiga: un millón de pesos por aquí, dos millones por allá. Cantidades bastante exiguas para solventar toda la estructura; era una situación realmente precaria. En esas condiciones, menos aún se podía hacer política, o tener la tranquilidad para generar algún tipo de reflexión sensata, estando apremiados por cuestiones cotidianas, prácticas. La escasez de recursos influyó inmediatamente en las medidas de seguridad, porque si tú no tienes dinero para tomar dos o tres micros para ir a un contacto, no puedes haces un contrachequeo eficiente, no haces ninguna verificación de seguridad, vas directo al punto, lo que disminuye notablemente los niveles de seguridad. Era una situación tan compleja que yo me involucré directamente en la operación, aun cuando era el segundo responsable del Frente, miembro del Estado Mayor (aunque era un Estado Mayor muy disminuido).

Finalmente se cumplió el objetivo, la familia hizo el pago del rescate. El dinero quedó bajo la responsabilidad de la Comandancia, y alivió la situación, sin ninguna duda. Se ocuparon los recursos para los gastos urgentes del Frente, y también nos dio la posibilidad de hacer una pausa, y se generaron ciertas condiciones materiales para la reflexión que vino después.

La crisis financiera del Frente, que originó la necesidad de desarrollar una acción como el secuestro de Edwards, se originó como producto de dineros que se esfumaron. El Frente se había comenzado a autofinanciar desde que se empezó a implementar la

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estrategia de GPN. José Miguel mencionó que había ofrecimientos para continuar con el financiamiento que venía desde el exterior, el mismo que recibía el Partido Comunista; sin embargo, después de la separación, y después de generar nuestra propia estrategia, José Miguel entendía que debíamos independizarnos también en ese plano. Lo expresó de la siguiente forma: “Nosotros hemos asumido una vida propia, y tenemos que ser consecuentes con eso, no podemos postular una estrategia de poder y estar estirando la mano para recibir un dinero externo, nosotros tenemos que ser capaces de autofinanciarnos, seamos serios, demostremos que no sólo somos autosuficientes en nuestra estrategia político-militar, sino también en lo financiero”. Se comunicó, en consecuencia, que no necesitábamos ya más financiamiento externo, y comenzamos nosotros a resolver ese aspecto.

Pero entre los años 1990 y 1991, una buena cantidad de esos recursos se esfumaron, debido a una situación de la que fue responsable el encargado de su administración. Pudo haber sido una mala gestión o puede que haya habido un aprovechamiento (estamos hablando de la desaparición de una cantidad de dinero del orden del medio millón de dólares). Esa situación fue debatida en su momento y fue resuelta, aunque no muy satisfactoriamente; simplemente se resolvió que esa persona nunca más quedaría a cargo de los recursos del Frente. Esa irresponsabilidad nos obligó a implementar la “Operación Edwards”, arriesgando a todo el equipo que participó, y comprometiendo a otras estructuras del Frente, con lo que se abrió una brecha de seguridad que derivó finalmente en la captura de Miguel Martínez y de la compañera Maritza Jara(58). Y como todo se encadena, si seguimos más allá, no alcanzó a pasar un año antes de que el compañero Miguel Martínez muriera al intentar fugarse de la cárcel.(59) Es decir, hasta una muerte hay de por medio como consecuencia de esa situación. También la muerte de Alex y Fabián(60), que fueron asesinados

58 Maritza Jara fue la encargada de la vigilancia del entorno de la casa donde mantuvieron a Cristián Edwards. Fue capturada cuando intentaba escapar a Argentina y se fugó de la cárcel en diciembre de 1992. 59 El frentista Miguel Martínez Alvarado fue capturado cuando intentaba salir del país junto a Maritza Jara luego del secuestro de Edwards, durante el que habría participado como celador. Fue abatido a tiros al intentar fugarse de la cárcel en octubre de 1992. 60 Alex Muñoz Hoffman y Fabián López Luque, de 23 y 22 años respectivamente, murieron asesinados en un operativo de 500 efectivos

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en enero del noventa y dos, tuvo que ver tangencialmente con esa falta. Esos dos compañeros, después de asaltar a un camión PROSEGUR, en la sede de la Universidad Católica de Diagonal Oriente, se tuvieron que refugiar en una casa del sector, en la calle Chile-España, tomando de rehén a una familia. Carabineros hizo un operativo, rodeó la casa, estuvieron todo el día ahí, hasta que nuestros compañeros decidieron liberar a la familia y luego salir. Ese asesinato lo pasaron en vivo por la televisión. Los dineros de ese asalto estaban destinados a solventar la parte final de la Fuerza Especial que iba a apoyar el secuestro de Edwards (ni siquiera teníamos dinero para autos).

En todo eso derivó la falta de recursos. Es una cadena, en que esas muertes están vinculadas a la fuga de ese dinero, y hay todavía una serie de otras consecuencias, que no voy a mencionar aquí, pero donde hay más muertos aún. Fue, por lo tanto, una irresponsabilidad grande, que ocurrió en un momento de mucha debilidad de parte nuestra. Una sanción mayor habría significado una ruptura en la instancia máxima del Frente. El castigo fue más que nada moral. Consistió en inhabilitar a una persona para relacionarse con los recursos de la organización. Lo que, de todos modos, fue prácticamente decir que ese militante era un ladrón. Pero no tuvimos la capacidad de aplicar una sanción más drástica, y quedó una sensación amarga al respecto. Lamentablemente, a veces hay que tomar algunos tragos amargos.

Después de la operación de Edwards vino una especie de repliegue, que tiene que ver, más allá de la situación interna que estábamos atravesando, con el trabajo que estaban realizando La Oficina y el comisario Barraza, con su equipo de la Policía de Investigaciones (él ha sostenido que en ese período nos tenía

policiales que rodearon la casa de Ñuñoa donde se refugiaron luego del asalto a un camión de transporte de valores. Pablo Muñoz, hermano de Alex, había caído herido en la huida y se negó a ser socorrido. Los jóvenes liberaron a la familia de la casa donde se refugiaron y al cabo de catorce horas de cerco policial, se entregaron con las manos en alto, momento en que fueron acribillados por la policía que, al parecer, cumplía órdenes del Ministerio del Interior. Los peritajes muestran que los dos jóvenes nunca dispararon sus armas. El asesinato de los rodriguistas fue cubierto en vivo y en tiempo real por todos los canales de televisión del país, alcanzando el Canal 7 (TVN) más de 25 puntos de rating, y Canal 13 más de 22 puntos, lo que significa que más de dos millones de espectadores siguieron en vivo los asesinatos.

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localizados).(61) Hay unas declaraciones en la investigación del secuestro de Edwards que se han filtrado, donde se señala que el secretario ejecutivo de La Oficina, Marcelo Schilling, tenía un informante denominado F1, y que ese informante tenía algún grado de acceso a la Dirección Nacional del Frente, y que tuvo un alto grado de responsabilidad en los seguimientos y en el acoso. Nosotros descubrimos, en esa época, con el asunto de Cristián Edwards (y ahora que ha pasado el tiempo queda mucho más claro), que ellos tenían prácticamente informes quincenales acerca de lo que estábamos planeando y de cómo caminaba la operación. A partir del espionaje de ese informante llamado F1, se enteraban de todas nuestras jugadas, sabían con anticipación todo lo que íbamos a hacer. La negociación, todo tipo de negociación, no exclusivamente la de un secuestro, tiene que ver con una disputa de poder, es como hacer un “gallito”, con mucho bluff en la apuesta, pero veíamos que no funcionaban los engaños, que no nos creían, y era porque de alguna manera sabían la verdad.

El informante era Agdalín Valenzuela, él era F1. Por las características de su trabajo, él se reunía conmigo y con otro miembro de la Comandancia, y como era un hombre de confianza, a veces preguntaba: “¿Cómo va caminando la negociación?”, o “¿Cómo está lo del secuestro?”. Porque a la vez él también estaba sufriendo las consecuencias de no tener recursos (su tarea era de tipo estratégico). Eran comentarios generales los que le hacía, sin embargo, tuvo información concreta durante dos meses. En ese período estábamos evaluando la posibilidad de que él asumiera una alta responsabilidad, pero, irónicamente, por circunstancias del azar, finalmente eso no ocurrió. Pienso, en todo caso, que eso hubiese sido un gran problema para él, se habría visto en un grave aprieto. Cuando se estudió esa posibilidad, yo le entregué

61 El comisario de la Policía de Investigaciones Jorge Barraza Riveros fue agente represor de la CNI durante la dictadura, y como tal asignado al Servicio de Inteligencia de la FACH y al Comando Conjunto, donde participó en el asesinato y tortura de varios opositores, crímenes por los cuales fue procesado, aunque hoy ejerce como investigador privado. Durante los años noventa, la Policía de Investigaciones le encargó la persecución de militantes del MAPU- Lautaro y del FPMR. Participó en las investigaciones del atentado a Jaime Guzmán y el secuestro de Cristián Edwards. Sobre estos dos casos escribió, junto a sus subordinados Roberto Ruiz y René Cocq, el libro: Tributo a nuestra patria. Porqué el gobierno cubano ordenó ejecutar el homicidio del Senador de la República de Chile, Don Jaime Guzmán Errázuriz, 1999.

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una visión detallada de cómo estaba la situación, le pregunté cuál era su disposición, pero él se mostró reacio, diciendo incluso que ese trabajo afectaría su comodidad. “Estamos en una situación complicada, entonces –le dije–, porque necesitamos más personal, y nos hace falta la experiencia que tú tienes”. Finalmente no se decidió, pero eso significó entregarle a este personaje más información, al fin y al cabo cabía la posibilidad de que asumiera como jefe. Se le entregó una visión más global y con más detalle, sin saber de su trabajo como informante, que fue descubierto después de que yo cayera preso en Chile, el año noventa y tres.

Creo que la policía no actuó antes porque Cristián Edwards todavía estaba en nuestras manos. La lógica indica que ellos no querían arriesgarse. De haber ejercido algún tipo de presión contra nosotros, ponían en riesgo la integridad del secuestrado; no podían, por ejemplo, llegar a la casa e irrumpir, porque se sabe que si hay un enfrentamiento puede pasar cualquier cosa, y la persona que intentan rescatar puede resultar herida. Puede ser, también, que haya habido algo de incompetencia de parte de la policía, o cierta premeditada indolencia respecto de nosotros, una voluntad de no querer capturarnos, de dejarnos hacer. ¿Por qué razones? Pueden ser muchas.

Desde ese momento nos empezamos a dar cuenta que había una sumatoria de indicios de actividad enemiga en nuestro entorno (aún no podíamos hablar de infiltrados), había seguimientos y, a finales de ese año, en diciembre, había un evidente control de la casa en que el Chele y yo estábamos viviendo. Nos estaban chequeando periódicamente; pude distinguir a personas en moto, que eran de la Brigada de Inteligencia de la Policía de Investigaciones; incluso a mí me hicieron un seguimiento ostensivo, de esos en que se muestran abiertamente, para ponerte nervioso. En todo caso, no siempre nos tuvieron localizados, en ciertos momentos nos desaparecíamos, y después nuevamente nos ubicaban. Varias veces hicimos rompimientos, pero después llegábamos por necesidad a una casa muy secundaria, y nos dábamos cuenta que nuevamente teníamos seguimiento. Ellos habían montado un operativo en la entrada de Santiago, donde está la Escuela de Investigaciones, porque esa ruta, la carretera 68, es la más directa para ir a la Quinta Región. En Peñuelas siempre tenían vigilancia. Entonces, si pasábamos por ahí, no había forma de escapar a su seguimiento.

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Yo hice varios viajes en un periodo corto de tiempo, en distintos vehículos, y me daba cuenta inmediatamente que había seguimientos; incluso, si yo paraba en algún lugar, notaba cuando me miraban. Una vez me detuve en Peñuelas, fumé un cigarro, pero cuando quise volver a la carretera un auto me estaba esperando, casi me encierran, pero rápidamente rompí el cerco. Era más que nada una forma de amedrentamiento, para que cundiera la desesperación entre nosotros. Después, una vez concluido el secuestro, tuvieron bastantes posibilidades de capturarme con éxito, limpiamente, cuando no estábamos en grupo, pero no lo hicieron. En Maitencillo, por ejemplo, pudieron actuar, pero como estábamos en grupo, tampoco actuaron, yo creo que querían evitar un enfrentamiento sangriento; pero también tuvieron posibilidades de hacer capturas de a uno, o de a dos, sin disparar un tiro, y tampoco lo hicieron. No era un problema operativo, porque, si está bien preparado, eso se consigue.

Lo mismo pasó en Colliguay. Estábamos en un lugar apartado, éramos un grupo relativamente numeroso, estaba la Policía de Investigaciones tras nuestros pasos (de hecho se hizo público un video donde por primera vez aparezco), y no nos capturaron. Tuvo que ver, probablemente, con las mismas razones, que haya habido una orden de los organismos superiores de la policía de mantener sólo la vigilancia sobre nosotros, sin realizar capturas, a pesar de contar con esa posibilidad concreta. Durante varios días, de hecho, vimos y sentimos la presencia de la policía. Frente a la posibilidad de una detención, teníamos la determinación de no entregarnos vivos. Era el final de un camino, y ese final tenía que ser coherente con el destino de nuestros compañeros que habían caído, no había otra salida. Había mucha mística en ese grupo, fuerza moral y disposición combativa. A pesar que ya teníamos conciencia de la derrota del proyecto.

Un día hicimos un partido de fútbol, y los contrincantes fueron miembros de Investigaciones. ¡Jugaron fútbol contra nosotros! Ellos vieron cuando dejamos los ocho bananos con las pistolas antes de ingresar a la cancha, teníamos también un estuche de guitarra con un fusil, y lo dejamos en nuestro arco. Sólo las compañeras se quedaron afuera, mirando el partido. Jugamos siete contra siete. ¡Un partido de futbol contra los ratis! Fue increíble. Después, uno de ellos hizo un campamento con su familia al lado

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del camping donde estábamos (él me vino a visitar hace un tiempo aquí, a la cárcel, y me contó esa historia, me la confirmó).

Se contaba en Investigaciones que él era una persona osada y que había arriesgado incluso a su familia por cumplir una misión. Yo le dije que en verdad su familia nunca corrió riesgo, porque nosotros no actuábamos indiscriminadamente y sabíamos que su familia no tenía nada qué ver en el conflicto. De todos modos, cuando jugamos fútbol ese día, ya sabíamos que algunos de ellos podían ser policías, aunque no sabíamos que todos lo eran, pero teníamos identificados al menos a dos, que eran de la Policía de Investigaciones. Siempre esperamos que ellos hicieran el primer movimiento, teniendo la convicción de que no nos entregaríamos fácilmente; también sabíamos que mientras estábamos ahí, jugando, no podían llegar de repente y aparecerse veinte o treinta hombres armados, porque íbamos a alcanzar a sacar nuestras armas.

Por ese motivo salimos de Colliguay, porque teníamos identificados a esos agentes de Investigaciones. En un principio no sabíamos exactamente quiénes eran los que estaban tras nuestra pista; todos los días hacíamos un recorrido, por grupos, teníamos una disciplina bien organizada, salíamos por el cerro a correr, nunca andaba nadie por esos rumbos, e íbamos acumulando informes. Entonces vimos a una persona sola, registramos cómo era, cómo andaba vestida. Parecía sospechosa. Además, desde que yo tenía doce años iba a Colliguay, y conozco bien el movimiento de la zona; eso fue clave para darme cuenta de que había algo que no era normal.

Luego, un día por la tarde, vimos gente camuflada frente al camping, incluso alguien hizo una broma: “Deben estar colocando una cámara”. Para nosotros fue nada más que un chiste, porque no tenía sentido. “¿Para qué van a colocar una cámara si ellos están aquí?”, pensamos. “No precisan instalar una cámara. Ya tienen el control de todo, lo único que les falta es hacer una redada”. La cámara estaba demás, porque era un riesgo, si caminábamos cinco minutos podíamos encontrarla. Sin embargo, la cámara efectivamente estaba ahí, pero no pusimos mayor atención.

Lo otro que vimos fue una camioneta blanca, de doble cabina, que llegó al camping. En ese momento éramos los únicos habitantes del lugar, que tenía ocho cabañas, de las cuales

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arrendamos tres o cuatro. Los dos tipos que llegaron preguntaron un par de cosas e inmediatamente resultaron sospechosos, por la actitud que tenían. Una compañera se acercó y escuchó a estas personas conversando con la dueña del camping, preguntaban por una dirección. Todo mal hecho, casi improvisando. Luego continuaron hacia arriba, hacia el pueblo y nosotros mandamos a dos compañeros a tomar un auto y seguirlos. Los tipos andaban medio perdidos, pidiendo direcciones en un lugar donde no hay direcciones, porque el pueblo consiste en cinco o seis casas, nada más. Y que llegue un tipo en una camioneta, con la vestimenta formal con la que andaba, donde hay sólo casas de madera, de una habitación, no tenían nada que ver. Si hubiesen dicho que eran ejecutivos de la mina, les habríamos creído, pero ni siquiera sabían que había una mina más arriba. Nuestros enviados preguntaron en el único almacén que hay, y las personas de los pueblos chicos hablan todo: “Estaban buscando una dirección que no existe”, dijeron, hasta ellos desconfiaron de esos tipos. Los compañeros volvieron con esos datos, y con la patente del vehículo. “Ya”, dijimos, “una vez más, están aquí”. Pero no teníamos para adonde ir, además, ese era un terreno que conocíamos bien, era mejor estar ahí a que nos parasen a todos en un auto y nos hicieran una barrera de fuego. Porque en un auto uno está en desventaja. Por lo menos en Colliguay estábamos en un espacio abierto.

Después se cumplió nuestro plazo de espera, llegó la documentación que estábamos esperando y fueron cubiertas ciertas necesidades para implementar la decisión que ya habíamos tomado, que consistía en que todo el contingente saliera del país, menos los miembros de la Dirección, que tendríamos que quedarnos a resolver los problemas del Frente. Lo más urgente era sacar del país a la gente de ese grupo, porque la policía estaba encima. Debíamos resolver la situación de seguridad, y para eso era necesaria la evacuación. Yo estaba abocado a resolver esa situación particular, aunque también debía viajar a Santiago, a ver otros asuntos. Cuando iba a Colliguay me quedaba una semana, no podía ir y volver en el día, son seis horas de viaje, hay que subir una cuesta, y andaba solo. En varios momentos pudieron haberme hecho una encerrona y haberme capturado. Lo de la evacuación me demandó bastante tiempo, pero finalmente sacamos a esa gente del país.

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¿Por qué no nos capturaran en Colliguay? Puede haber sido por varios factores, como señalé: por la inoperancia de ellos, o por no querer pagar el costo político, en un contexto en que estaban hablando de reconciliación. Sabían que en el caso de un intento de detención lo más probable es que hubiesen habido varios muertos. Pudo haber pesado también el caso particular del Chele, por los vínculos que él tenía con la Revolución Cubana. Había militantes socialistas y de otros sectores en La Oficina que habían sido formados como oficiales en Cuba, y que habían contribuido a la reanudación de las relaciones diplomáticas entre Chile y la isla. No creo que proteger al Chele haya sido algo desarrollado explícitamente, probablemente fue algo tácito, no declarado, porque eso entre revolucionarios no se hace. Si Cuba hubiese hecho ese esfuerzo, sabían que ponían en aprietos al propio Chele, pues él podría haber tenido problemas con nosotros si se llegaba a saber que estaba siendo privilegiado o protegido. Eso no hubiese sido un gran favor para él, pero sí pudo haber sido iniciativa de la propia Oficina, no por altruismo o porque les cayera bien el Chele, sino por un cálculo pragmático, porque ellos estaban apostando a tener una buena relación con Cuba, reanudar las relaciones diplomáticas y hacer buenos negocios. Si el Chele caía en un golpe de la represión gubernamental, podía complicar los vínculos que estaba estableciendo el Gobierno. A muchos de ellos les interesaba restablecer relaciones con Cuba, por las posibilidades comerciales que se abrían. Esos tipos crearon empresas, hicieron buenos negocios en la isla.

Tras la salida de los compañeros, los miembros de la Dirección que quedábamos hicimos un encuentro, donde tomamos la decisión de abrir un debate (primero en la instancia de Dirección) en relación con “la realidad”. Esa realidad que nos estaba golpeando la cara: la evidencia de que el Frente ya estaba prácticamente desarticulado. Teníamos que reflexionar en torno a eso, y decidimos que en el exterior teníamos mejores condiciones para realizar ese debate con tranquilidad. En Chile estábamos siendo perseguidos y estábamos contaminados desde el punto de vista de la seguridad. Finalmente, en mayo o junio del año 1992, salimos, y la Dirección del Frente hizo una pausa. Nos detuvimos hasta tener más clara una nueva orientación, y eso fue lo que se consolidó a finales del noventa y dos, o principios del noventa

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y tres. Se trataba de abrir ese proceso de discusión interna que habíamos hecho en la instancia de Dirección, involucrando a toda la militancia. Eso duró como seis meses. Hicimos un proceso autocrítico bastante duro, reconocimos el fracaso de la GPN, la derrota, y decidimos que el camino a seguir era uno dentro de la legalidad. Aunque, evidentemente, para aquellos que estábamos siendo procesados, no había otra alternativa más que contribuir indirectamente, con lo que pudiéramos. Los que no estaban siendo procesados, varios de ellos en la clandestinidad, tenían que buscar trabajo y comenzar a hacer sus vidas, buscando formas de inserción social, pues ya no había posibilidades de financiarlos.

Yo me sentía con la responsabilidad de venir a dar la cara, de venir a dar explicaciones. Porque no era fácil, esa autocrítica era una bomba. En el documento que se elaboró(62) había frases como: “La realidad iba para un lado y nosotros íbamos por el otro”. Claro, es fácil decirlo, pero ¿cuál es el contenido de eso? Íbamos por otro camino, donde realizamos acciones y murieron compañeros, creyendo en una orientación nuestra. Y ahora reconocíamos que estábamos equivocados. Bueno, entonces, si esos muertos pudieran hablar nos dirían: “Ustedes nos mandaron, y ahora nos dicen que morimos por una razón equivocada”.

Nunca evaluamos la posibilidad de negociar con el Gobierno, aunque conocíamos la experiencia de otros procesos, en otros países, en que sí hubo grupos insurgentes que se incorporaron a la vida civil.(63) Pero nunca hubo tampoco una invitación desde las autoridades gubernamentales; si la hubiesen hecho, quizá nos hubieran obligado a planteárnoslo. Entre nosotros nos daba vergüenza imaginarlo; seguramente más de alguno lo pensó, pero nadie lo planteó, porque se concebía como una especie de abdicación, de “rendición”. Pudo haberse apelado al pragmatismo en la política, pero nosotros éramos más idealistas que pragmáticos. Por ese motivo, nunca hubo un cambio estratégico, y quedamos totalmente marginados de la política, hasta el día de hoy, sin influencia ni peso político. Pero, al menos, nunca hubo una brecha en nuestras motivaciones, fuimos consecuentes, y creo que el año noventa y tres el Gobierno ya no estaba mayormente interesado

62 Ver documento El Manhattan, en anexo. 63 Se refiere al caso de El Salvador, Nicaragua y Guatemala, que tuvieron procesos de reintegración de fuerzas guerrilleras a la política civil.

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en el Frente, porque dejamos el accionar. Seguramente pensaron que ya habíamos sido desarticulados, además tenían información de inteligencia que aseguraba con certeza que habíamos salido del país, que los más buscados, los más peligrosos, ya no estábamos en Chile.

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Emboscada en Curanilahue

A mediados del año noventa y dos, salí de Chile para reunirme con los miembros de la Dirección e iniciar ese proceso de reflexión que derivó en el documento que ya he mencionado y que convocaba al Frente a una revisión de su política. El Chele, por su parte, se quedó en el sur del país hasta finales de ese año con Agdalín Valenzuela. De modo que cuando yo regresé, me dijo que esa zona estaba segura. Eso me daba garantías, incluso me recomendó: “Cuando vayas al sur, sigue sus orientaciones, porque él –se refería a Agdalín– conoce el terreno, vive ahí y está instalado con una familia en Curanilahue”. De todos modos, yo no consideré como infraestructura la casa de Agdalín, y me quedé más al sur, cerca de Concepción, no en la ciudad, sino que hacia el campo, con una infraestructura que yo mismo armé. Agdalín no sabía de eso, él se imaginaba que yo estaba en Santiago; ya me había visto con él dos veces en Chillán, y ahí decidimos que iba ir a su casa en Curanilahue. Él era una persona de confianza nuestra, de hecho el Chele había estado ahí en tiempos mucho más álgidos. De eso había pasado más de un año y todo estaba más tranquilo. Además, teníamos información de que el Gobierno estaba seguro de que nosotros estábamos fuera del país, pero yo había entrado clandestino.

En un comienzo, el Gobierno había mantenido una postura que nos daba tiempo para el repliegue y la desarticulación, pero luego cambió su actitud. A través de Enrique Villanueva comenzaron a construir una imagen de mi persona con la que intentaban probar que yo había tomado la decisión, de manera unipersonal, del ajusticiamiento de Guzmán. Creo que Villanueva fue uno de los principales informantes para La Oficina en relación con el Frente. Siendo miembro de la Dirección, era el más importante y valioso informante con que contaban, y a partir de su testimonio construyeron esa imagen mía, concluyendo que yo era un peligro potencial si me quedaba en el país, que podía tomar la decisión de crear un hecho desestabilizador mediante una operación.

Tuvieron acceso a una grabación del primer encuentro que tuve con Agdalín, en el que le entregué una cuenta general de lo que

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yo iba a hacer en el sur. En ese momento tenía la ingrata tarea de convencer a mis compañeros de armas de aquello que estábamos evaluando con la Dirección, lo que era una misión dura, porque ellos eran mucho más radicales que yo. Tenía que convencerlos de guardar las armas por un tiempo, pues íbamos a abrir un proceso de discusión. Yo sabía que iban a decir que no, que me estaba dando vuelta, que eso era una rendición. Aun así, tenía bastante autoridad moral frente a esos compañeros como para poder entablar con ellos un debate franco y fraterno, sin que nadie saliera lastimado, y hacerlo en términos constructivos. Le expliqué a Agdalín lo qué significaba esta nueva situación; él entregó su opinión, diciendo que eso se parecía un poco a la rendición (él era un cabeza dura que se mantuvo en esa línea). Le expresé que habían cuestiones que trascendían nuestras decisiones, que estaban más allá de la ética del Frente, y que no se trataba de una decisión absoluta, que seguíamos pensando en hacer justicia; mencioné, por ejemplo, el caso de Pinochet, porque rondaba el argumento de que era una vergüenza que el dictador estuviera activo todavía, gozando del cargo que él mismo se atribuyó, y que ese no era un capítulo cerrado. Quizás eso pudo interpretarse como que yo estaba planeando un segundo atentado y, por esa razón, preocupados por esa posibilidad, decidieron capturarme.

Pero antes, la primera voluntad del Gobierno fue dejarnos salir, para que no quedaran grandes heridas, para evitar posibles rearticulaciones revanchistas. Probablemente hubo influencia de sectores de la Concertación, que pudieron haber abogado por nosotros, o presiones de carácter internacional, pues incluso hubo miembros de la Dirección que fueron abiertamente protegidos. Yo nunca tuve muchos lazos con esos sectores que tenían contactos internacionales. Entonces, apoyados en la imagen generada por Enrique Villanueva, y necesitando un chivo expiatorio, decidieron capturarme, para no actuar con todo el peso de la represión contra el Frente. Esas son algunas de las hipótesis que manejo a la hora de buscar explicaciones para lo sucedido.

Aquello fue la comprobación, sin un ápice de duda, que Agdalín Valenzuela trabajaba para La Oficina; que él era el agente catalogado como F1, y que Pablo Andrés (otro de los informantes con nombre clave) era Enrique Villanueva. Son cosas comprobadas, por eso mi captura fue limpia. De hecho, cuando

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murió Agdalín Valenzuela, escuché a un personero de Gobierno que dijo: “Alguna vez se va a saber lo que él hizo por la democracia y se lo va a reivindicar como a un héroe”. Sin embargo, sería importante realizar ahí una observación, y preguntarse: ¿a qué democracia se refería?

Yo prácticamente no había estado en Santiago, había permanecido todo el tiempo fuera de la capital, por lo tanto consideraba que contaba con bastante seguridad. Por eso no fue difícil concluir que fue Agdalín el que me entregó. Cosa que después confirmamos. De hecho, empecé a pensar en esa posibilidad los primeros días de mi detención, porque habían varias cosas que no cuadraban, varios indicios. Uno empieza a hacer un análisis acerca de a quién vio, de cómo se desarrollaron los hechos, de cómo la policía montó el operativo. Además, ellos no tuvieron mucho interés en proteger a Agdalín, no tuvieron cuidado al respecto. Cualquiera habría llegado a la conclusión que yo llegué: ellos armaron una emboscada con la complicidad de Agdalín. Yo seguí todas las orientaciones que él me dio, y fui a caer en las redes del enemigo. Cualquiera con una mínima experiencia operativa se daría cuenta que mi captura estaba coordinada con alguien de nuestras fuerzas. El operativo de la policía fue montado en una bencinera, pero ¿por qué nosotros habríamos de parar en esa bencinera en particular?

Íbamos a una casa cercana, donde había dos combatientes nuestros con los que yo me tenía que reunir. La única manera de detenernos en esa bencinera era que Agdalín, que conducía el jeep, lo hiciera. De otra manera no hubiese sido posible, la policía no monta un operativo y luego cruza los dedos para que los sujetos que anda buscando se detengan en ese lugar. Evidentemente había complicidad de su parte. Si yo le hubiese dicho que no parara, que continuara, él tendría que haber continuado, y la policía hubiese quedado ahí, sin su objetivo. El vehículo tenía que parar exactamente ahí, y Agdalín lo hizo.

Más tarde me acordé de ciertas cosas, cosas intuitivas, que quedan dando vueltas en la cabeza, y a las que uno debería prestar más atención. Cuando salimos de la casa y nos subimos al jeep, al hacer andar el vehículo miró el marcador del estanque, le dio un golpe y dijo: “Vamos a necesitar pasar a una bencinera porque estoy falto de gasolina”. No era necesario que me dijera

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eso, por ese motivo me acordé más tarde de ese gesto, es decir, él ya estaba justificando la parada que iba a hacer más adelante en el camino. Para mí fue algo anti natural en su comportamiento, no tenía porque explicarme algo así; lo normal era que, si veía que faltaba gasolina, llegando allá dijera: “Le voy a echar bencina al auto”, y punto. Además, nosotros íbamos tan cerca de la bencinera donde me detuvieron, sólo a cinco cuadras estaba la casa de los compañeros, que pudo haberme dejado allá y de vuelta pasar a cargar gasolina, eso era lo lógico.

Luego, llegando a la esquina de su casa, tuve otra intuición, que si la hubiese seguido tendría que haberle dicho: “No paremos, lleguemos directamente a la casa de los compañeros”. Esa casa estaba donde comienza el cerro, adentrándose en la cordillera de Nahuelbuta, y tenía una salida por atrás muy buena. Los compañeros, además, eran dos experimentados combatientes del Frente, uno de ellos de mucha confianza mía; tenían fusiles, y habían estado explorando toda esa región, es decir, si yo hubiese llegado a esa casa, y si detrás de nosotros llagaba la policía, podríamos haber salido con toda seguridad por el cerro.

En esa esquina, Agdalín saludó a una persona, que estaba parada ahí (siendo las ocho de la mañana), tenía un gorro de lana y parecía un poblador de unos treinta años. Lo saludó de una manera un poco extraña, medio disimulada, lo que también me pareció un gesto anti natural, como cuando uno hace algo a escondidas. Al preguntarle a quién saludaba, me dijo que era un vecino. Me imagino que ese fue el aviso para los ratis: ese tipo, a través de una radio, debe haber advertido al equipo que estaba emboscado en la bencinera que estábamos en camino. Así, Agdalín les debe haber dado la señal de que estaba todo en orden; eso lo concluí después, cuando ya era tarde.

Después, sólo fue cosa de sumar varios elementos, porque la policía no tuvo ninguna preocupación, sólo querían garantizar que mi captura fuese limpia, sin importarles dejar en evidencia que Agdalín era su cómplice. De hecho, después de nuestra captura, me pude dar cuenta que el tratamiento que él estaba recibiendo era un tratamiento VIP. Una vez detenidos, y aun estando en el sur, pasamos un día en una dependencia de la Marina, unos galpones grandes, donde nos tenían prácticamente en calidad de desaparecidos, e hicieron un simulacro de que nos iban a

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matar, con total impunidad. Sin embargo, él seguía recibiendo un tratamiento VIP. Era evidente el papel que estaba jugando.

El Chele, por su parte, también fue grabado por La Oficina y estuvo todo el tiempo controlado, pero no fue capturado. En la prensa de ese año se dijo que al Chele lo estaban vigilando desde hacía cuatro meses. De hecho, La Oficina fue cuestionada porque tenían unas grabaciones del Chele conversando con Agdalín, e incluso le tomaron unas impresiones digitales. Ellos estaban esperando que saliéramos todos del país, pero salieron algunos, y luego también salió el Chele. Yo creo que la Concertación no quería complicar las relaciones con Cuba, por la figura del Chele. Para ellos lo más recomendable era que nosotros desapareciéramos silenciosamente de escena. La persecución del Frente fue muy a escondidas de la militancia y de los sectores populares. Ellos sabían que una ofensiva contra nosotros iba a tener una repercusión política; probablemente los sectores sociales más politizados lo habrían considerado totalmente inadmisible, no habrían encontrado ético que estuvieran persiguiendo a quienes lucharon contra la dictadura.

En otros países hubo guerra sucia, con el resultado de miles de muertos. En Chile, si bien se puede decir que también hubo una guerra sucia contra el Frente y el Movimiento Juvenil Lautaro, la dimensión fue mucho menor, no fue tan sangrienta ni tan sucia. Sin embargo, se usaron métodos oscuros, no les importó aliarse con quien fuera. Los organismos que se supone defienden la legalidad, que tienen límites en su función, definida por la ley existente, no dudaron en usar métodos ilegales. La Oficina utilizó a las personas luego de capturarlas, persiguiendo el objetivo de aniquilarnos como organización, sin darnos alternativas. Porque no hubo otras posibilidades ni se abrieron otras puertas. Claro, tal vez nosotros no las habríamos aceptado, pero no se nos plantearon otros caminos como para considerarlos. La Concertación optó conscientemente por la guerra sucia.

Una vez que me tomaron detenido me mandaron a la cárcel de San Miguel, donde había otros presos políticos. Apenas llegué allá, antes de ir a la celda incluso, todavía estando con mi bolso en la mano, se me presentó una mujer a quien no conocía, una francesa. Fue al patio donde estaban los presos, cosa que me pareció extraño, porque nunca una mujer anda sola en el patio

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de una cárcel donde están los internos (aunque eran todos presos políticos). Yo estaba solo, porque los otros presos recién venían bajando desde sus celdas para recibirme, y ella me dice: “¿Cómo está, Comandante Ramiro?, yo soy militante del Frente y estoy a su disposición”. Me dijo que se llamaba Emanuelle, y en seguida me dio dos nombres de militantes del Frente que yo conocía. Entonces, supuse que era cierto, que ella estaba vinculada a personas del Frente; además, a aquellos que nombró no eran cualquier persona, estaban siendo buscadas. “Yo lo voy a llamar después, porque estoy trabajando aquí como psicóloga”, me dijo. Evidentemente yo quedé extrañadísimo. Al cabo de dos días, me fue a buscar un gendarme y me llevó a la oficina donde ella trabajaba. Le ordenó al gendarme que se fuera y me dice: “Cuando supe de tu caída, pedí venir a trabajar aquí, porque sabía que vendrías a esta cárcel, para ayudarte a huir”. Me aseguró que esa era su misión, una misión que ella misma se había impuesto, lo que a mi me pareció una cosa de película.

Evidentemente, desconfié de ella. Luego, unos tres días más tarde, llegó un abogado que me traía información de la ex pareja de ella, que me advertía: “Yo sé que esa mujer está trabajando allá, y que seguramente hizo contacto contigo, es mi ex mujer y está metida con la policía, ojo con ella”. Pero la francesa me llamaba casi todos los días a su oficina, para conversar distintas cosas; yo trataba de ir dilatando esos encuentros. Incluso un día me dijo: “Podemos salir ahora, vámonos”. Eran como las ocho de la noche. Yo sabía que todos los gendarmes le hacían caso, que si un gendarme abría la puerta mientras estábamos conversando, ella le decía: “¿Por qué está aquí?, ¿qué está haciendo?, ¿está escuchando? Váyase”. Los gendarmes le obedecían: “Sí, señora”, respondían y se iban. Seguramente había una orden del director de la prisión que indicaba que ella tenía tránsito libre en la cárcel. Entonces me dijo: “En el portón de salida hay un gendarme, y en la guardia hay otro. Pero no importa, ellos me conocen, me van a saludar y les voy a decir que voy contigo, no te van a ver bien porque ya es de noche, y salimos caminando tranquilos. Es ahora o nunca, Comandante Ramiro”. En un principio me entusiasmé con la idea: “En unos minutos estoy en la calle”, pensé. Me aseguraba, además, que afuera estaban sus amigos en un auto, esperándonos. Lo que pienso es que querían llevarme para sacarme información,

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de Salvador y del Chele. Barraza andaba detrás de eso. Después me liquidarían, con toda seguridad. Así que rápidamente pensé en una justificación “honrosa” para declinar su invitación, porque me estaba presionando. Además, estábamos trabajando con los compañeros en otra fuga, algo totalmente distinto.

La idea de esa otra fuga surgió desde un principio, especialmente por la necesidad de volver a hacernos cargo de las responsabilidades que teníamos afuera, con el Frente. A la cárcel de San Miguel pudimos ingresar varias armas, e hicimos un diseño de fuga bien interesante, con apoyo externo, donde se incorporó gente del MAPU-Lautaro y del MIR. La idea era que saliera un grupo grande. Afuera, el apoyo era como de quince o veinte combatientes. Había buen armamento. Pero ese plan falló. Se montó todo el operativo, los que estaban afuera debían tomarse una casa que tenía un muro detrás de la cárcel, e iban a hacerlo explotar. Nosotros teníamos que pasar una reja y salir por ahí. Pero pocos días antes de que se realizara la fuga, nos trasladaron a la CAS (Cárcel de Alta Seguridad). Entonces, las armas que habíamos reunido para la fuga las usamos para resistirnos al traslado. En esa refriega fui herido. Nunca me había llegado un tiro, y fue en la cárcel donde por primera vez me dieron un balazo. Estuve tres años preso en Santiago y después participé de la fuga desde la Cárcel de Alta Seguridad, que hasta el día de hoy es considerada como la fuga más espectacular que haya habido en una cárcel chilena.

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Grupo de fuga en helicoptero

Operación “Vuelo de Justicia”: la fuga desde la Cárcel de Alta Seguridad

Al llegar a la CAS comenzamos a estudiar las vulnerabilidades de ese recinto. Fuimos conociendo su estructura y descartando posibilidades, de acuerdo con su modo de funcionamiento. La única alternativa de escape, con algún grado de probabilidad, era bastante compleja, era por aire, y fue lo que decidimos. La posibilidad de un túnel estaba descartada, porque las celdas se encontraban en un segundo piso. Además, la CAS está dentro de la Penitenciaría, es decir, para llegar al muro perimetral hay que pasar al menos dos muros más: no había posibilidades por esa vía. Sólo por el aire era posible. La complejidad de ese plan era que se necesitaba personal capacitado, al menos un piloto, si estábamos pensando en un helicóptero. Esa fue la primera comunicación que envié a los compañeros de afuera. Así se comenzó a trabajar en esa línea.

Había un solo canal hacia fuera, un contacto, y los otros compañeros que fueron rescatados conmigo supieron dos meses antes nada más lo que se estaba planeando. Yo les decía: “Paciencia, se está viendo la forma”. Sólo sabían que, a nivel general, había una disposición para rescatarlos. Los planos los realizó un compañero de otra organización, que era arquitecto, con la información que le mandamos desde la cárcel, así que tuvieron un buen nivel técnico. Lo otro que informamos con detalle, fue nuestra actividad diaria,

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para que supieran el momento exacto en que íbamos a estar en el patio, y establecieran cuáles eran los mejores horarios.

Ese canal de comunicación fue mi madre, quien me visitó todas las semanas durante los tres años que estuve preso. Todos los martes conversábamos una hora y ella, sin saber específicamente el detalle, porque no era verbal la información que le entregaba, sino que eran cosas que yo le pasaba, las guardaba y se las llevaba. Afuera de la cárcel, nuestros compañeros se contactaban con ella, de diferentes modos, y recuperaban esa información.

Mi madre a veces me comentaba que para ella, que era una persona de hogar, que no tenía experiencia conspirativa, era como una película de espionaje, porque los compañeros la hacían ir de un lugar a otro, bajarse de una micro, subirse a otra, y tomar todas las medidas de seguridad necesarias. Eso se prolongó durante más o menos un año. Mi madre, para entregar la información que sacaba de la cárcel, se veía con compañeros que ni siquiera estaban viviendo en Chile; ellos venían especialmente a reunirse con ella y montaban unos operativos bastante “estrambóticos” para esos encuentros. “¡Me dieron unas tremendas vueltas!”, me decía después. Ella sabía que llevaba información, de allá para acá y de acá para allá. Yo creo que se imaginaba que era algo destinado a, en algún momento, conseguir mi libertad, pero lo tomaba de una manera un poco escéptica, me imagino que pensaba que era imposible que yo saliera de esa cárcel. Incluso a veces, cuando me veía en la visita, me decía, bromeando: “¿Y todavía estás aquí?”, como queriendo decir: “Tanto que llevo para allá y para acá, y ha pasado un año y todavía estás aquí”. Yo le decía que tuviera confianza. Puso lo máximo de su parte para ayudar a su hijo. Cuando conversábamos de política, manifestaba que no estaba conforme con la impunidad que reinaba en Chile. Veía que la justicia estaba fallando totalmente en la necesidad de procesar a los que habían violado los Derechos Humanos, mientras que a los que luchamos contra la dictadura nos estaban dando unas penas infernales; entonces, más allá de mi caso particular, ella veía un contrasentido en lo que estaba pasando. Desde su punto de vista era una aberración que en unos pocos días me hubieran condenado a cadena perpetua, mediante un juicio sumario. Por esa razón, si podía transgredir esa injusticia e hipocresía, lo hacía con bastante determinación.

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Transcurrió todo un año de preparativos, hasta que un día nos llegó la información de que se iba a producir el rescate. Unos tres meses antes de la fuga me informaron que el combatiente que se estaba entrenando para piloto ya había terminado el curso, que ya se había recibido. Eso era vital. Desde ese momento no había marcha atrás, y conociendo al piloto, que además era el jefe de la operación, yo sabía que no iba a abandonar la misión, que iba a ir a buscarnos fuese como fuese.

El primer intento se llevó a cabo, creo, el 26 de diciembre de 1996. Nos quedamos todo el día en el patio esperando, pero no pasó nada. Estaba previsto que el rescate debía ser de día, con luz, por las necesidades de manejo del helicóptero, ya que el piloto no tenía la capacidad ni la experiencia para manejar los instrumentos de vuelo durante la noche, y por un asunto de visibilidad.

Aproximadamente a las siete de la tarde, al caer la noche, les comenté a los tres compañeros, a Pablo, al Negro y al Pato: “Bueno, ya se cerró por hoy. Mañana nos vamos a colocar de nuevo, por si acaso, y vamos a esperar que venga alguna comunicación”. Habíamos estado todo el día en el patio, a pesar que podíamos tener acceso a la celda. Era una situación incluso divertida, un poco extraña, porque siempre era más cómodo ir a la celda a leer, o a ver televisión. Después de informar a mis compañeros, me quedé sentado, pensando qué podía haber pasado. En eso vi que los tres compañeros comenzaron a caminar, dando vueltas por el patio. Pasó media hora, no habíamos comido, pero ellos seguían ahí, entonces recién caí en la cuenta que ninguno quería irse, pensando que el helicóptero todavía podía aparecer, y que si uno estaba en la celda no podría salir. Las puertas de las celdas estaban cerradas, luego había un portón que había que cruzar antes de subir las escaleras. Si cualquiera de nosotros se retiraba del patio, y el helicóptero aparecía, perdía el viaje, así que nadie se quería ir. Así estuvieron hasta las diez de la noche. Yo subí antes, como a las nueve, aunque también me fui pensando que quizás iba a ser el único que me quedaría encerrado. Ese día bajamos unos cuántos kilos durante la espera, de puro nerviosismo.

Tres días después yo tenía visita de mi madre, a través de la que nos comunicaron que el rescate se haría en otra fecha; no nos daban mayores explicaciones, simplemente que habían habido problemas y que se programaba para después.

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Esa nueva fecha llegó. Una vez más, estuvimos esperando, desde las diez de la mañana hasta las tres y tanto. Durante todo ese lapso de tiempo estuvimos ahí sentados, aparentando que era una reunión de un núcleo rodriguista. Había una sala que daba acceso al patio, y estaba la puerta abierta, porque ahí se podía almorzar, aunque todos se llevaban la bandeja para la celda. Tuvimos que inventar algo para mantenernos ahí sin levantar sospechas, porque no era común que los presos se quedaran tanto tiempo en el patio. De diez a once estuvimos caminando, a esa hora había más presos. Para nosotros lo ideal era que el operativo fuese como a las tres de la tarde, cuando estaban todos en sus celdas, durmiendo la siesta. Si había mucha gente, cuando comenzáramos a subirnos al cesto podían haber otros que quisieran hacerlo, y no se podía, porque si colgaban cinco, seis o más, el helicóptero ya no subiría, así que habíamos tomado medidas respecto de qué hacer en ese caso.

Fingimos que estábamos en una reunión, lo que era muy divertido porque era una actuación para una cámara que había al frente, que nos estaba monitoreando. Y ahí estábamos nosotros, sentados, papel en mano, pero de repente estábamos todos durante varios minutos en silencio, no sabíamos de qué hablar, no había voluntad de hablar. Después llegó el almuerzo, colocamos las bandejas en el mismo lugar donde habíamos tenido la reunión. “Ya –les decía yo–, tenemos que comer”. Pero a nadie le entraba la comida. Toda esa situación fue bastante engorrosa, y un poco absurda. Luego nos daban ganas de ir al baño, pero ninguno quería apartarse demasiado del patio, así que el que salía para el baño volvía corriendo. En un momento nos quedamos sin cigarros, alguien tenía que ir a la celda a buscar más, pero nadie quiso ir, así que nos quedamos sin fumar.

Luego hubo una situación un poco compleja, porque cuando todos los otros presos comenzaron a subir, nos quedamos nosotros solos con otro compañero. Un preso que era muy amigo de Patricio Ortiz y de Pablo Muñoz, con quien siempre se juntaban. Había sido militante en una orgánica muy cercana al rodriguismo. Carlos Espínola, a quien le decíamos “el Tío”, era una persona que merecía nuestro respeto. Pero teníamos el problema de que la cuota era de cuatro personas máximo para la fuga, por el peso, y una serie de otras consideraciones. Pero él estaba ahí, al lado mío, con ese típico olfato que desarrollan los

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presos; además nos conocía bien, se daba cuenta perfectamente que nosotros estábamos haciendo un show con eso de la reunión. Nos veía tensos, sospechaba que había algo raro y, probablemente, se quedaba para ver si había una posibilidad para él.

Lo mejor era que se fuera, porque si comenzaba la operación nos íbamos a ver forzados a decirle que no, y no iba a haber tiempo para hablar y explicarle nada. Iban a haber pistolas en el cesto, y no podíamos llegar a la situación, si se agarraba del canasto, de tener que pegarle un tiro al compañero, que era una persona estimada por nosotros. Era una situación complicada, así que decidimos conversar con él. Le pedimos a Pato que le dijera que debía irse, pero éste dijo: “Yo no puedo hacerlo, no puedo decirle a alguien a quien le tengo estima que nos vamos a ir y que no lo podemos llevar. Tú, Mauricio, como responsable, tienes que hacerlo”. Así que salí al patio a conversar con él. Le dije, concretamente, que estábamos esperando para ser rescatados y que era aconsejable, porque la situación iba a ser muy caótica en el patio, y porque iban a haber balazos, que por su seguridad, mejor se fuera. Le expliqué que, infelizmente, las condiciones del rescate no daban para que fuésemos cinco personas, que de no haber sido así él hubiese venido también. Se lo dije así, y no por engañarlo, sino porque realmente lo pensaba. De hecho, se estudió la posibilidad, cuando se estaba planificando el rescate, de considerar a una persona más. Mandé a preguntar qué posibilidad había, pero me dijeron que era imprescindible que sólo fueran cuatro, de lo contrario sería muy arriesgado. E n ese momento se me ocurrió proponerle que, si estaba dispuesto, nos podía ayudar. Como estaba en una celda del tercer piso, que era el último y daba al patio, del lado de la cordillera, precisamente desde donde, supuestamente, iba a venir el helicóptero, le dije: “Tú puedes verlo antes que nosotros, y nos das un grito, para que sepamos que está viniendo”. También, le dije: “Puedes tomar los libros que están en mi celda, porque después van a llegar a llevarse todo. Llévate la radio, llévate todo para tu celda”. Me dio mucha lástima porque, con lágrimas en los ojos, me dijo: “Bueno, si los puedo ayudar, lo haré, que les vaya bien”, y subió cabizbajo. Me imagino lo triste que se fue, aunque él sabía que esa no era una conversación sin argumentos, y que nosotros nunca le mentiríamos. Nos conocía bien y sabía que, resultara

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o no, iba en serio, así que se fue. Deben haber pasado unas tres horas hasta que lo escuchamos gritar, cumpliendo con su parte, aunque se demoró un poco porque el helicóptero llegó por el otro lado, así que primero se escuchó el motor y los tiros golpeando en las paredes. Él fue un espectador privilegiado, porque quedó casi a la altura del helicóptero, viendo al piloto y toda la operación.

Ahora puedo hablar muchas cosas bonitas de lo que significó para mí ese rescate, y hacer poesía, pero en el momento sentí miedo y la adrenalina que fluía a mil. Había que hacer lo que había que hacer, no daba tiempo de sentir nada más. Nuestras tareas estaban especificadas, se habían ensayado, aunque eran bien simples. El trabajo principal lo hacían los compañeros que venían a rescatarnos, los dos fusileros y el piloto. Sabíamos que venían dos pistolas pegadas con velcro en el canasto. Una la asumía el Negro y la otra yo, especialmente porque había una pasarela que quedaba a 30 metros, muy cerca, y por la que a veces transitaba un guardia con una UZI. Si justo coincidía la llegada del helicóptero con el momento en que pasaba por ahí el celador, quedaríamos totalmente expuestos. Las pistolas eran para protegernos en esas circunstancias.

La otra tarea la debía cumplir Pablo Muñoz, cuando se escuchara el ruido, cuando ya estuviesen por llegar: tenía que salir con un balde que estaba al lado de la mesa que teníamos adentro, y colocarlo en el centro del patio, porque desde el helicóptero, allá arriba, el piloto iba a ver seis patios iguales, ¿en cuál estábamos nosotros? Tenían que bajar donde estuviera el balde amarrillo, uno en el que lavábamos la ropa.

La orden era que el primero que tenía que llegar al cesto era yo, para que tomara la primera pistola y proteger la situación. El Negro tomaría la otra pistola, subiría el Pablo al canasto, subiría luego el Pato, después el Negro y yo lo haría en último lugar. En el exterior, la Dirección casi no me perdona esa parte del plan, pero esa era la lógica en que nos habíamos formado, que el jefe no es el primero, si hay una situación difícil el jefe es el último. Después, eso fue un tema, porque había un argumento que decía que el elemento “más valioso”, no por el valor humano, sino por el hecho de que tuviese más responsabilidades en la organización, debía ir primero. Pero para nosotros no era así, por una cuestión ética. Por eso yo fui el último.

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Habíamos ensayado los movimientos que nos correspondían, pero la verdad es que no teníamos idea de lo que iba a ocurrir realmente. El ruido de las turbinas era ensordecedor, luego comenzó a levantarse viento, y cuando tuvimos al helicóptero ahí, a 15 metros sobre nuestras cabezas, comenzaron a caer los casquillos, las cápsulas de los tiros de fusil. Miré hacia arriba y vi a uno de los fusileros que estaba con un arnés, para poder bajar al patín del helicóptero, donde había un bulto amarrado, y me di cuenta de que ya iban a bajar el cesto. Nos protegimos un poco, porque si te caía encima te mataba, por el peso y por la velocidad. Cuando lo soltaron, cayó boca abajo. Avancé hacia el canasto. Fui el primero que llegó, pero era mucho más pesado de lo que pensaba. Con la violencia de la caída, una de las armas que iban en su interior salió volando y se arrastró unos diez metros. Di vuelta el canasto, y partí a buscar el arma. Luego llegó el Negro a buscar la otra pistola. De reojo me di cuenta que ya estaban subiendo, primero uno y luego el otro. De repente no vi nada, y cuando pude volver a mirar, el cesto ya iba a un metro y medio de altura. También vi que el Pato estaba parado frente a mí, casi con el pie en el aire para subir al cesto. El Negro era el segundo, era más rápido y se tiró encima, de cabeza. Yo di dos pasos y salté, colgándome del borde del cesto. Solté el arma adentro y me quedé colgado. El helicóptero comenzó rápidamente a elevarse, moviéndose mucho, el cesto chocó contra una pared y me golpeó fuerte. Hacía remolinos. En 30 segundos habíamos subido 400 metros más o menos, yo veía las calles, los autos, pequeñitos, y ya se me estaban acabando las fuerzas. La adrenalina se estaba yendo, y estaba demasiado cansado. El Pato iba al lado mío, colgando también, mientras los otros dos se encontraban en el interior de la estructura, como tortugas con la cabeza dentro del caparazón. El Negro tenía vértigo, así que estaba claro que nunca se iba a asomar. El canasto continuaba moviéndose, y el ruido de las turbinas no dejaba que nos comunicásemos con el helicóptero, que estaba unos 15 metros más arriba.

El Pato en un momento comenzó a gritar: “¡Paren esta hueá!”, y yo pensé, “Este ya enloqueció”. Entonces, Pablo reaccionó, haciendo señas para arriba, y un fusilero le contestaba, pensando que los estábamos saludando; no escuchaban y tampoco se daban cuenta que dos de los rescatados íbamos colgando. El piloto dijo

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después que nunca supo, que si se hubiese dado cuenta a tiempo, bajaba en cualquier calle, para que nos subiésemos todos arriba del helicóptero. Pero no lo hicieron, y los pies de nosotros se movían mucho en el aire, entonces, en un momento, coloqué un pie para un lado, para que Pato se estabilizara. Le pregunté si estaba mejor, me respondió que sí. Pato es bien fuerte, pero ambos estábamos cansadísimos. Mi idea era colocar un pie arriba del canasto y darme un impulso con las últimas fuerzas. Estaba pensando en eso cuando el Pato, que estaba al lado mío, en cosa de segundos, colocó el pie y saltó, lo hizo antes. Ya con eso quedó salvado, mientras yo continuaba colgando, con los dos brazos. Entonces pensé: “Tengo que dejar de pensar, ya no tengo condiciones para colocar el pie”. Estaba en eso cuando una mano se me comenzó a soltar; había una red amarrada afuera del canasto, y me agarré de ella. Miré para abajo y supe que me iba a caer. De pronto veo a Pablo asomando su cabeza, iba sentado y podía verme de muy cerca, entonces le dije, casi como una despedida: “¡Me voy a soltar, Pablo, me voy a soltar!”. En ese momento se dio cuenta de mi situación; él pensaba que yo iba muy fresco. “¡No!”, me grita, se incorporó y me tomó de la ropa, casi se lleva mi camiseta, pero no consiguió levantarme casi nada, y además el canasto casi se vuelca. Era una situación en extremo complicada, y no teníamos idea cuánto iba a durar el trayecto, ni para dónde íbamos, no sabíamos nada, aunque tampoco necesitábamos saberlo.

En determinado momento, coloqué el brazo en el borde del cesto y le pedí a Pablo que me pisara fuerte. Me pisó y me tomó de la mano. Después estuve dos meses con el brazo morado, con un derrame, con hematomas, pero ya no importaba, no sentía nada de eso. Desde ese instante, cuando Pablo me agarró, me fui tranquilo, hasta que divisamos una área verde, donde el cesto comenzó a bajar. Nuevamente me preocupé, porque si el helicóptero bajaba de manera vertical, el cesto me aplastaría contra el suelo, así que le grité a Pablo que cuando le diera una señal, me soltara. Pero el helicóptero no bajó de esa forma, sino más bien del modo en que aterriza un avión. Para dejar el cesto cerca del lugar indicado era más rápido bajar así. Me solté a unos tres metros del suelo, a unos 60 km por hora de velocidad. Fue increíble, porque se levantó un montón de polvo, de tierra. Finalmente me fui poniendo de pie, un poco mareado, tratando de respirar, era como si estuviese

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renaciendo, pero adolorido y maltrecho. Entre la polvareda vi bajar a Pablo del canasto, después el Negro salió de adentro. ¡Se bajó intacto! El Pato también, saltó desde el borde y se tumbó por ahí. “¡Chuta –dije yo–, qué diferente fue el viaje de unos y de otros!”.

Con posterioridad, nos dimos cuenta que pudo haber sido algo mucho más simple. Incluso, después, les reclamé a los compañeros del exterior, porque no fue buena la comunicación previa; deberían habernos dado una mejor idea de cómo iba a ser la operación en concreto, explicarnos que iban a tirar el cesto, con tales características, y el tiempo del que disponíamos para subirnos, etc. Nosotros pensábamos que nos íbamos a subir de a poco, pero no era así, y eso significó que Pato y yo casi nos quedásemos abajo, o que sencillamente nos cayéramos.

El rescate no duró más de tres minutos, aunque se nos hizo eterno. Hoy se recuerda ese suceso como algo mítico, pero en ese momento uno está tan concentrado en lograr el objetivo, la fuga, la libertad, que esas cuestiones que tienen que ver con la trascendencia, no nos la planteamos. Esas cosas se escriben después, son materia para los historiadores, o los periodistas.

En todo caso, todas las operaciones que el Frente realizó tenían un carácter de propaganda armada, y esa no fue la excepción. Por ese motivo, lo que hacía el Frente se deslucía si habían víctimas, a menos que fuese una operación que considerara un ataque, un asalto a los militares, o una emboscada de aniquilamiento a la CNI u otras fuerzas represivas. La operación más exitosa era aquella en que no se daba un solo tiro. En la fuga hubo bastante disparos, pero fueron más que nada para neutralizar, y resultó, porque en contra nuestra sólo hubo cuatro tiros, yo los escuché. Cuando el helicóptero iba a unos 200 metros, ya alejándose de la cárcel, y yo iba de espaldas, colgando, pensaba: “Lo único que falta es que me llegue un tiro en la espalda; al menos, si caigo, voy a caer fuera de la cárcel, no voy a morir estando preso”. Eso me tranquilizaba. Los disparos que se hicieron desde el helicóptero fueron dirigidos a ciertos sectores, no fueron dirigidos a objetivos, o sea, no se hizo puntería desde arriba (se pudo haber hecho, pero no era la finalidad de la acción), se hizo un barrido para neutralizar a los gendarmes, no para liquidarlos, la idea era que no hubiese muertos.

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A pesar de todo, la operación fue un éxito y salió limpia. Una vez que aterrizamos en el parque Brasil, abordamos unos vehículos y llegamos a pasar algunas semanas, casi todo enero, en un lugar determinado de Chile, para luego salir del país.

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Me fui a la montaña buscando mi unicornio

Después de la fuga, más allá del lugar físico o geográfico en que nos encontrábamos, las actividades que emprendimos estaban orientadas a dar continuidad al rodriguismo en el exterior del país. Intentamos contribuir en los debates en torno a la realidad chilena que nos había tocado enfrentar, opinando sobre las políticas que se estaba buscando implementar, pero pronto nos dimos cuenta que era muy poco lo que se podía hacer desde lejos, y algunos comenzamos a darnos una orgánica propia, con las características de un grupo particular que intentaba vivir en la clandestinidad.

El año 1999, en una reunión de una instancia de Dirección, compartí la idea de trasladar todo el peso político hacia el interior, que era lo que correspondía; yo adherí a esa tesis, a esa decisión. Había compañeros que aún querían mantener algún nivel de influencia desde el exterior, dirigir el Frente desde un computador, lo que yo entendía que no era factible, y era también muy artificial, porque si tú no estás viendo el día a día no tienes las herramientas para tomar decisiones; sentir la cuestión política no es un asunto teórico o abstracto.

Fue entonces cuando un grupo de rodriguistas decidimos participar en la guerrilla colombiana. Recibimos una invitación del ELN colombiano a través de los compañeros del MIR que conocimos en la cárcel, que hicieron de puente para esa invitación. Veíamos que las posibilidades de volver a Chile eran complicadísimas, que ya poco podíamos aportar en ese momento al proceso chileno, y que ese otro era un escenario de lucha donde podíamos seguir creciendo como revolucionarios.

De esa forma, el rodriguismo se hizo presente en las montañas de Colombia. Participamos con ellos un tiempo. Yo, en particular, salí de allá el año 2001, y me vine a Brasil con los compañeros del MIR, para buscar el modo de obtener recursos. Nosotros no teníamos una gran necesidad, evidentemente necesitábamos sobrevivir, pero la contribución iba a ser para la guerrilla colombiana. Al pasar un tiempo allá y hacer la experiencia de esa realidad nos dimos cuenta de la escasez de recursos que tenían. Estamos hablando de la necesidad de mantener a

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8.000 o 9.000 hombres armados, que requieren equipamiento, alimentación, munición. Un tiro de un AK-47 vale un dólar, y si en un combate se gastan 3.000 tiros, se gastan 3.000 dólares en un solo combate. Vas sacando la cuenta y son millones y millones los que se gastan, es una necesidad imperiosa de recursos, sobre todo en organizaciones de esa envergadura; nuestro afán era hacer una contribución y regresar a Colombia.

Mientras estuvimos allá sentimos la fraternidad de los compañeros. Nos ofrecieron que nos quedáramos el tiempo que quisiéramos, vivir allá, participar con ellos. Fue el tiempo en que más tranquilidad tuvimos, aún estando en guerra, en plena guerrilla, porque en cualquier ciudad teníamos que someternos a las reglas de la vida clandestina, lo que es una experiencia muy solitaria, en la que en cualquier momento te pueden capturar, sin que siquiera te des cuenta. La diferencia con la guerrilla es que ahí no te van a capturar nunca, no hay ninguna posibilidad; puedes morir en los combates, eso sí, pero no hay posibilidades de una captura sorpresiva. Así, después de años de estar psicológicamente estresados, fue un gran descanso para nosotros esa temporada. Además, la naturaleza en esa zona es hermosa, son montañas con selva virgen. A veces pasábamos por lugares que el hombre escasamente había pisado, o por comunidades indígenas que ni siquiera están catastradas. Estábamos en una zona en que no había llegado aún la llamada civilización. La selva estaba poblada por fauna nativa, bandadas de pájaros de colores, comunidades indígenas que no tienen vínculos con la civilización, y que tenían una buena relación con la guerrilla. Las tribus se preocupaban y cuidaban el medioambiente, y la guerrilla también; la guerrilla no ensuciaba el agua, no tiraba plásticos, no cortaba árboles. Había una gran armonía en esa zona, había salud, había contacto con la naturaleza, con las noches estrelladas. Esas comunidades cuidan la naturaleza, tienen una tremenda conciencia ecológica. Fue una experiencia muy interesante desde el punto de vista humano, más allá de la cuestión ideológica y política de la guerrilla.

Por otro lado, estar con una familia revolucionaria como el ELN, que son campesinos, son pueblo pobre luchando por mejorar su vida, fue una experiencia única. Algo que te llega al alma. Es como para querer quedarte para siempre en ese lugar, yo pensaba,

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de hecho, que me iba a quedar ahí, por lo menos hasta que ya no me soportaran.

A Brasil llegué a participar de una operación tripartita. Los compañeros que estaban a cargo de ella me pidieron que me incorporara. El financiamiento de la operación fue realizado por nosotros y por los compañeros del MIR. Estábamos decididos a hacer una colaboración a Colombia. Así que lo coordinaríamos nosotros mismos, fue una relación entre revolucionarios, no necesitábamos un contrato firmado, son acuerdos de palabra con una ética común. Los compañeros del MIR también tenían sus necesidades, igual que nosotros, pero sumadas no iban a ser ni un 10% del monto que íbamos a sacar, lo demás iba a ser íntegramente una contribución para la guerrilla colombiana. No se trató tampoco de que Colombia nos pidiera, o que lo preparáramos con ellos. Ellos simplemente nos dieron todas las facilidades para salir.

La operación estaba bien armada; de hecho, nuestra caída no obedeció a un problema estructural de la operación, sino que a problemas puntuales, errores nuestros. Todas las operaciones tienen su grado de riesgo, en ese aspecto no tengo nada que decir. Yo hubiese preferido quedarme en Colombia, no para evitar los riesgos, sino porque la experiencia de estar allá estaba resultando muy provechosa, en todo sentido, desde el punto de vista reflexivo y además por la libertad que experimentamos.

Todas las opciones implican costos. Silvio dice en una canción (yo siempre recurro a Silvio y a sus metáforas): “Vivirle a la vida su talla tiene que doler. Nuestra vida es tan alta, tan alta, que para tocarla casi hay que morir”(64); esos son los costos, costos que implican también renuncias; no haber tenido hijos, por ejemplo, tiene que ver con mis opciones. Después de la fuga pude haber dicho: “Bueno, ya hice lo que debía hacer, ahora estoy cansado y me retiro”, como otros compañeros lo hicieron, pero yo no lo hice, porque andaba buscando mi unicornio (para seguir con las citas a Silvio), así que me fui a la montaña a buscar mi unicornio.

64 Silvio Rodríguez, “Oda a mi generación” (1970). 173

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La muerte de Pinochet

Estando preso aquí en Brasil, en una visita familiar, me enteré de la muerte de Pinochet, no sé si fue dos o tres meses después que muriera de viejo. Mi actitud al respecto se puede considerar como mística, quizá, animada por la sabiduría de la historia, porque en el atentado el dictador se salvó, pero eso permitió que recibiera una sanción moral a la altura de los crímenes que había cometido. Estuvo detenido y pasó los últimos años de su vida con toda esa vergüenza, cuando ya fueron evidentes sus crímenes, los que siempre intentó esconder. Con toda su arrogancia, terminó confinado a esa retención domiciliaria, en un cuartel, envejeciendo, olvidado totalmente, repudiado por su país. Creo que esa sanción está a la altura de los crímenes que cometió, más que haber muerto en un atentado. Así que su muerte me causa total indiferencia, para mí ya estaba cumpliendo la sanción que merecía. Yo creo que a veces es peor la vejez, el olvido y el repudio de una comunidad que morir de manera instantánea por un acto de violencia.

Si él hubiese muerto en el atentado, más allá del sentimiento que uno podía tener, lo importante era que esa acción operaría como un detonante político; era importante que muriera en función de lo que iba a acontecer en el país; iba a haber una sublevación, iba a haber combate, iba a haber una confrontación encarnizada, donde la dictadura podía ser aplastada (al menos era lo que se estaba preparando). Aunque también, iba a ser un momento bien difícil. Desde el punto de vista subjetivo iba a haber un alza, pero desde el punto de vista de la correlación de fuerzas eso iba a ser mucho más duro. Era una apuesta arriesgada, claro, pero si uno ve la experiencia de Nicaragua, aprende que la apuesta que hicieron allá fue alta cuando en determinado momento, de las tres vertientes sandinistas, la que lideraba Ortega decidió comenzar la insurrección, mientras las otras vertientes opinaban que no, y se lanzaron con veinte hombres a la primera acción militar, pero eso prendió, y en dos o tres meses ya tenían al país completo levantado.

Por lo general, a todas las irrupciones que dan comienzo a los cambios las tildan de irresponsables, de ultraizquierdistas, de

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que son locuras, pero ellos tuvieron el olfato y la capacidad de ser osados, teniendo además una base objetiva importante.

En el caso de Chile, ya había una base fuerte, y si Pinochet moría ¿quién no se iba a sumar a ese carnaval, que primero iba a ser de alegría y que luego iba a continuar con tiros? Probablemente, en un principio las Fuerzas Armadas iban a reaccionar a la defensiva, pues imagino que habría asaltos a los cuarteles. La gente iba a salir con el montón de armas que había. Eran 2.000 o 3.000 fusiles que estaban a disposición de la revuelta, y eso es voluminoso. Se iban a producir situaciones álgidas como las que siempre ocurren cuando el pueblo se organiza. Eso también se puede ver en la experiencia de Nicaragua, que es la más cercana. El pueblo insurrecto armado con un montón de armamento casero, que sirvió hasta para destruir tanques. Ante una insurrección popular el armamento pesado no sirve. Es un mito infundado militarmente el que señala que frente a un levantamiento las Fuerzas Armadas iban a bombardear poblaciones, como La Victoria. Evidentemente, iba a ser una lucha dura, el pueblo iba a resistir, pero tampoco se puede especular demasiado, porque no sucedió. Es posible que si hubiese muerto Pinochet en el atentado, habría comenzado esa sublevación, y había posibilidades de ganar; pero Pinochet no murió ahí y no existió la oportunidad de seguir ese camino, así que vamos a quedar siempre frustrados, con la duda de cómo hubiese podido ser.

Tuve el privilegio de estar presente en dos momentos que pudieron haber cambiado la historia de Chile, uno fue el atentado a Pinochet, que falló; y el otro, el día del plebiscito, que fue el punto culmine de la GPN, cuando no ocurrió lo que se suponía tenía que haber ocurrido. Estuve en esos dos momentos claves de la historia reciente de nuestro país, viviendo y sintiendo esos minutos cruciales con toda intensidad, pero podría decir que tal vez hubiese preferido estar en La Moneda con el Chicho, resistiendo el golpe militar. Ese hubiese sido un sueño para mí.

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Soy el chivo expiatorio

Después de haber sido detenido en Brasil he permanecido ya durante catorce años en prisión, bajo un régimen de castigo.(65)

Eso significa que estoy siendo doblemente castigado, por mi condena y por el régimen al que estoy sometido. Es conocido que en la Constitución de Brasil está establecido que no puede haber doble castigo (tampoco en la chilena), doble punición; entonces, esto ya es irregular. Soy el único preso en Brasil que está en esta situación; hay una total discriminación conmigo, no existe ningún preso en este país (y el nivel de criminalidad del Brasil es conocido mundialmente) que haya pasado siquiera tres años en estas condiciones, y yo ya he pasado catorce. Este tipo de regímenes, por lo general, son por un tiempo determinado, son castigos temporales, porque está comprobado que afectan la psiquis de las personas, son regímenes muy severos de aislamiento, que tienen como consecuencias perturbaciones mentales y físicas. ¿Por qué esa discriminación conmigo? Es injusto y totalmente arbitrario. Esa es la principal razón por la que yo quiero regresar a Chile, por mi sobrevivencia.

En este total aislamiento, me enteré, por ejemplo, cinco meses después, cuando vino mi hermana a visitarme, que había habido un terremoto en Chile, el de febrero de 2010. Es decir, estoy totalmente desfasado de la realidad, de lo que pasa en mi país y en el mundo, y se supone que todos tenemos el derecho constitucional a la rehabilitación, pero, ¿qué rehabilitación puede haber si estoy totalmente desfasado de la realidad?

La razón de este castigo, creo, es una persecución sobre mí por la operación que realizamos en Brasil. La persona que secuestramos(66) tiene mucha influencia aquí, y sus socios a nivel

65 Se trata del Régimen Disciplinario Diferenciado que comentamos en la presentación de este libro. 66 Mauricio Hernández está condenado como coautor del secuestro del empresario y publicista Washington Olivetto, fundador de la agencia de publicidad W/Brasil, con filiales en Estados Unidos, Portugal y España, y la más importante de Río de Janeiro. Olivetto ha desarrollado estrechos vínculos como financista y publicista de partidos políticos brasileros, incluyendo el Partido de los Trabajadores, que hasta hace poco fue el partido gobernante en Brasil.

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empresarial, de São Paulo, son muy poderosos, tienen influencias en todas las instancias del país, ya sean jurídicas o políticas. Esos empresarios comentaron que mientras yo estuviera en Brasil, harían todos los esfuerzos necesarios para que yo pagara mi condena en las peores condiciones.

Hay otras personas que participaron también en la operación, que se han acogido a algunos beneficios que otorga la ley. Y se supone que tenemos la misma condena.(67) En definitiva, yo soy alguien al que hay que castigar, soy el chivo expiatorio, con el que quieren dar un ejemplo, sobre todo por los antecedentes que tengo: fugado de Chile, con condena en Chile, etc. Esa es la explicación.

Ahora, mis reclamos tienen relación con la violación de mis derechos, aquí no estoy siendo tratado según lo que dicta la ley, si fuese así, si fuese tratado como lo ordena la ley brasilera, yo estaría callado, no reclamaría en el ámbito legal, tendría que usar otros métodos para defenderme. Pero lo que están haciendo aquí es una cuestión inhumana, se trata del aniquilamiento de un preso, en condiciones totalmente desiguales. Hay ejemplos de presos que permanecieron en este tipo de régimen dos años y es cosas de verlos, toman psicotrópicos todos los días, porque ya están perturbados.

No voy a decir cómo sobrevivo a esto, porque eso es entregar mis armas, no voy a contar cómo me he defendido, porque si digo, por ejemplo, que lo que me ha sustentado ha sido el ajedrez, van a venir y me van a quitar el ajedrez, entonces no puedo decir cuál ha sido mi mecanismo para mantenerme lúcido hasta ahora. Lo más complejo es mantener la lucidez, ese es el problema, a veces hay fallos de memoria, a veces hay ciertos lapsus, y el aislamiento va afectando el uso del lenguaje. He perdido vocabulario en español, porque sólo tengo cada dos meses una visita de tres horas, y ya converso en portuñol, porque me es difícil recordar la lengua, he olvidado palabras, mi lectura es en un noventa por ciento en portugués.

Por estos motivos, en la posibilidad de mi regreso a Chile hay una cuestión de carácter humanitario. Mi familia ha realizado

67 Es el caso de Alfredo Canales Moreno, del MIR-Ejército Guerrillero de los Pobres, quien participó en el secuestro de Olivetto y fue extraditado desde Brasil a finales del 2014, para terminar de cumplir su condena en Chile.

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gestiones, dadas las condiciones en las que he estado en la prisión brasilera durante catorce años, desde el 2002. También el senador Jaime Naranjo en su momento, impulsó y llevó a cabo gestiones serias. Con algunas de esas gestiones se pudo avanzar un poco en el objetivo de la extradición, pero hasta ahora no ha habido resultados concretos.

La UDI ha manifestado su disposición para mi regreso, me imagino que hay razones políticas, especialmente de sus personeros, que han dicho a la prensa que tienen interés en que yo cumpla mi condena en Chile, ya que fui juzgado en relación con la ejecución de Jaime Guzmán. Pero el gobierno y la Concertación(68)

no tienen, aparentemente, ningún interés en que yo vuelva a Chile. Quizá porque temen que declaraciones mías compliquen situaciones del pasado que ya dan por superadas. Para ellos no hay ningún beneficio político en mi extradición. Ni siquiera les interesa desde el punto de vista humanitario; creo que poco les importa (con excepción de la gestión que ya he mencionado del Senador Naranjo, y otras personas de la Concertación que apoyaron la petición), más allá de eso no ha habido ninguna gestión concreta de parte del Gobierno.

Yo no estoy pidiendo la libertad, exclusivamente pido que me lleven de regreso a Chile, por las razones que ya he señalado, reivindico ese derecho que tengo como ser humano. Las cosas peores uno nunca se las imagina, nunca pensé estar tanto tiempo en un régimen de castigo en una cárcel de alta seguridad. Las cosas van ocurriendo, un año se va sumando a otro y uno va sobreviviendo y resistiendo, con sus capacidades, para no desesperar, para no deprimirse, para no enfermarse. Yo pensé que había más posibilidades de que se concretara la extradición, me imaginé que en Chile habría mayor interés (sobre todo de la derecha) de que yo cumpliera condena allá. Pero parece que no, que no tienen real interés de que esté allá. Quizá les parece bien que yo esté castigado aquí, porque saben que en Chile estas condiciones extremas no existen.

68 Al momento de estas declaraciones la alianza de centro-izquierda (DC- PS-PPD-PR) se llamaba Concertación de Partidos por la Democracia, hoy se denomina Nueva Mayoría, y la principal diferencia es que se ha incorporado el Partido Comunista a esta alianza.

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Ser rodriguista

Respecto de la situación actual del rodriguismo (yo creo que es mejor hablar de “rodriguismo”, pues prácticamente no hay una continuidad histórica del Frente como referente), lo poco que

sé es que hay varias expresiones rodriguistas, varias orgánicas que existen en Chile, marginadas de la vida política formal. Disgregadas, ya que no hay una unidad. Quizá un primer paso sería un proceso de articulación entre esas expresiones, pero no estoy muy informado, producto del aislamiento al que estoy sometido.

No tengo oportunidad de comunicarme. Recibo cartas, saludos de una serie de rodriguistas, a modo individual, pero es poco lo que me pueden contar.(69)

En Chile se ha creado una figura un poco mítica de mi

participación en el Frente y de la mayoría de los acontecimientos políticos-militares que ocurrieron en la época de la dictadura, pero es posible encontrar, creo, diversos intereses detrás de quienes han creado esa figura. En particular, en el libro Los fusileros, puede

que hayan involucrados intereses personales, no políticos, sino de fama, de parte del periodista, para hacerse un camino.(70) No es un libro sobre mí, yo soy mencionado y tengo un papel bastante significativo en el relato, pero ni siquiera fui consultado. Su fuente principal es un militante rodriguista que delató a otros compañeros, el Sacha(71). Entonces, vale la pena preguntarse: ¿Cómo se puede

hacer una publicación donde la fuente del periodista es un delator? ¿Qué seriedad puede haber en eso? Más aún, el autor echa mano a algunos antecedentes que conoció de mi vida personal, producto de una tesis que hicieron dos muchachas que estudiaban

69 Las cartas que recibe Mauricio son censuradas por la gendarmería de las penitenciarías donde ha estado recluido, por lo que no puede sostener intercambios epistolares de carácter político o histórico. 70 Se refiere al libro de Cristóbal Peña, Los fusileros. Crónica secreta de una guerrilla en Chile. Editorial Debate (Random-House Mondadori), 2007. 71 En el libro citado, el Sacha es identificado como Juan Moreno Ávila, fusilero del comando que realizó el atentado a Pinochet, quien parece haber delatado a sus compañeros en extremas condiciones de tortura.

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periodismo en la Universidad ARCIS,(72) que indagaron en mi historia, y el tipo se basó en eso, insinuando cosas algo siniestras, con el afán de vender su libro. Yo no lo he leído, pero a partir de comentarios que algunos amigos me hicieron llegar, entiendo que se trata de un compendio de chismes.

Hay otro libro que salió, que tiene que ver con lo que yo dije de Rodrigo, de José Miguel, escrito por la familia, por la hermana de Raúl Pellegrin, o por la madre y otros compañeros del Frente que contribuyeron o hicieron su aporte. El libro trata sobre la vida de José Miguel, y muestra muy claramente esa consecuencia ética que mencioné, en la que he puesto especial énfasis.(73)

En algún momento vamos a tener que escribir la historia del Frente. Tiene que ser escrita, porque si no se deja la brecha, como en el caso de ese libro del periodista Juan Cristóbal Peña, para que cualquiera comience a escribir cualquier cosa, mientras no haya referentes más claros. No me refiero a versiones oficiales,

porque la historia siempre está sujeta a interpretaciones, pero por lo menos que sean las interpretaciones de quienes

fuimos protagonistas de esa historia. Debemos escribir nuestra interpretación. Yo la concibo como una obra colectiva, que incluya la visión de todos quienes participamos. Tenemos que plasmar esa historia, escribirla, para que en el futuro no se tergiverse, más allá de cuestiones de trascendencia histórica. Eso aún está pendiente.

Para mí, ser rodriguista y haber participado en el Frente, ha significado ser lo que ahora soy. Yo me considero un sobreviviente que no puede olvidar a todos los hermanos y las hermanas que lucharon, que cayeron, toda esa fraternidad que me une con los que murieron, y con los que están vivos, los que sobrevivieron y que son personas íntegras, que siempre se la jugaron. Nunca me voy a dar vuelta la camiseta. No voy a traicionar eso, ni toda la memoria del Frente.

Creo que haber participado en el Frente me hizo un poco mejor de lo que era, me dio la posibilidad de conocer a personas extraordinarias. Si no hubiese participado en el Frente no habría conocido nunca a Tamara, a Rodrigo, que son los más

72 Katia Alvarez y Macarena Osses, Sumario de un frentista. Historia del comandante Ramiro. Tesis para optar al título de Periodista, de la Escuela de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad ARCIS, Santiago, 2003. 73 Judith “Tita” Friedman, Mi hijo Raúl Pellegrin. Comandante José Miguel, Lom ediciones, 2008.

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visibles, pero hay otros combatientes que fueron o son personas humildes, totalmente desprendidas, gente extraordinaria. Tuve la oportunidad de pasar diez o quince años en un ambiente de total honestidad e integridad, cosa que en la sociedad actual es difícil de encontrar, e incluso de concebir. Hoy se ve mucha ambición, avidez, egoísmo, todos esos defectos que son parte de los seres humanos.

Ser rodriguista me posibilitó luchar por algo en lo que yo creía y sentirme pleno. Aunque llevo catorce años preso en esta cárcel, no cambiaría mi vida; la cárcel no me hace mella, porque la vida no se valora en años, sino por la intensidad con la que tú has vivido. Las cosas que viví no las habría experimentado si hubiese llevado una vida “normal”. Aunque no descarto que haber vivido una vida normal también pudo haber sido interesante, pero nunca tan intensa. Pude haber tenido hijos, tomar otros caminos; me hubiese gustado, por ejemplo, ser astrónomo, pues ese tema me fascina, pero no fue así, uno no puede hacerlo todo, opción significa renunciar a otras cosas.

Ser rodriguista ha sido mi vida, yo he sido eso, fui eso, soy eso y seré eso. En ese sentido, me interpreta mucho la canción El Necio, de Silvio, cuando dice: “Yo me muero como viví”, porque mi ideal, mi utopía, continúa viva. Sé que estos son otros tiempos, pero el horizonte utópico para mí permanece intacto.

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Anexos

Proclama transmitida en la toma de Radio Minería Junio de 1984

¡Atención Pueblo de Chile! ¡Atención Pueblo de Chile! La Dirección Nacional del FPMR se dirige al país; La Dirección Nacional del FPMR se dirige al país. ¡Hermanos!, la paciencia de los chilenos se está agotando: ¿Hasta cuándo vamos a seguir soportando esta miseria a la

cual se nos pretende condenar? ¿Hasta cuándo tanta hambre, tanta cesantía y tanta

pobreza? ¿Hasta cuándo tendremos que vivir así los más, mientras

unos pocos se apropian de los bienes nacionales, se compran propiedades y se construyen fastuosas mansiones en Lo Curro, en Melocotón, Limache, Bucalemu y quizás cuantas más?

¿Hasta cuándo habrá que soportar tanta injusticia, tanto atropello a nuestra dignidad, tanto crimen de la siniestra CNI, tanta persecución y tanto abuso?

¿Hasta cuándo, acaso hemos de vivir así eternamente? Chilenos, el FPMR y todo Chile estamos convencidos de

que la hora de terminar con este régimen de hambre, miseria y terror no puede esperar más.

¡Ha llegado la hora de decir basta! Y emprender unidos todos los chilenos sin distinciones el camino de la lucha frontal que esta agobiante situación requiere.

Pues cuando al pueblo se le cierran todos los caminos para alcanzar su libertad, cuando se pretende solo engañarlo con tramposas leyes y demagógicas medidas, y a sus justas demandas se le responde con detenciones, torturas, asesinatos y persecuciones, solo nos cabe luchar con renovada fuerza, empleando todos los medios que podamos, incluidas las armas.

No nos gusta la violencia, hubiéramos querido evitarla, pero no nos falta el valor para combatir, cuando nos han puesto en

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la disyuntiva de morir de hambre o luchar sin claudicar, hasta la victoria, por nosotros y nuestros hijos.

El Frente Patriótico Manuel Rodríguez asume responsablemente la decisión que ya ha tomado el pueblo de Chile, de luchar en abierta rebeldía contra Pinochet, tal como lo ha demostrado en las combativas jornadas de protesta nacional, y en los actuales preparativos del paro nacional.

El Frente Patriótico Manuel Rodríguez no es un partido político, no pretendemos convertirnos en alternativa ante ellos, somos hombres, mujeres, jóvenes, de los más variados pensamientos ideológicos, a quienes nos une el noble anhelo de alcanzar la libertad para Chile.

Al conmemorar nuestros primeros seis meses de lucha y de incesante combate, nos enorgullecen y estimulan las manifestaciones de cariño y respeto que hemos recibido en todo el país, a pesar de los intentos de la dictadura por engañar al pueblo, llegando al extremo de realizar criminales acciones que han pretendido adjudicarnos.

Hoy, reafirmamos una vez más nuestra decisión de seguir combatiendo sin claudicar jamás. Llamamos a todos los verdaderos patriotas a luchar más unidos que nunca y con renovada fuerza en todos los terrenos hasta alcanzar la libertad.

¡Fuera Pinochet! ¡Viva Chile! ¡Aún tenemos patria ciudadanos!

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Escritos de Mauricio Arenas Bejas, redactados durante su internación en el hospital

Junio 1986

Mi nombre es Mauricio Fabio Arenas Bejas, nací en Valparaíso el 29-V-58, actualmente estoy pronto a cumplir los 29 años.

Mis padres son Arnaldo Hernán y Etelvina Inés. Mi padre falleció durante el verano del año 1973 a raíz

de una meningitis. Lamentablemente no alcanzó a gozar de sus merecidos días de descanso, después de haber trabajado aproximadamente 36 años en la empresa “El Mercurio”. Mi madre acogió su jubilación en el Servicio Nacional de Salud debido a una enfermedad.

Mis estudios básicos los realicé en la Escuela Nº 1 Grecia de Valparaíso y posteriormente la enseñanza media en el Liceo Eduardo de la Barra. Termino mis humanidades con 19 años y postulo a la universidad, por primera vez a la carrera de Filosofía. Por la pérdida de la tarjeta de inscripción me veo impedido de matricularme. Finalmente opto por postular al Instituto Nacional de Capacitación (INACAP), siendo aceptado en la carrera de Técnico de Construcción, la cual apruebo con éxito. Ingreso a trabajar en la construcción de un conjunto casa-habitación de aproximadamente 150 casas. Finalizadas las obras quedo sin trabajo. Decido, entonces, estudiar en un instituto privado la carrera de Programador en Computación, culminándola con éxito. Sin perspectivas laborales, decido postular a la Universidad.

Durante todo este tiempo, y a la edad de 20 años, miro hacia atrás y compruebo cómo han afectado en mi vida dos hechos: la muerte de mi padre, la cual me produce una gran conmoción ya que sólo contaba con 15 años de edad, y un hecho que se produce en el mismo período, que me sitúa en circunstancias totalmente desconocidas e impredecibles para mí: ver militares armados, tanques, mi casa allanada en varias oportunidades, el golpe militar al gobierno democrático del Presidente Salvador Allende, la muerte de nuestro Presidente. En ese entonces se origina el individuo que soy, hoy sometido a juicio por la dictadura. Es en

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este período donde se incuban los pensamientos que emergen con fuerza durante mi permanencia en la Universidad. En ésta me comprometo en la lucha por las legítimas reivindicaciones y derechos del universitario. Tales acciones me significan dos sumarios internos y una decidida persecución académica que me obliga a hacer abandono de mis estudios y no continuarlos durante el año 1984.

Es justo en el mes de julio de 1984 cuando soy detenido y sometido a torturas durante 10 días en un lugar de la CNI ubicado en la calle Agua Santa de Viña del Mar. La Fiscalía del puerto y el Fiscal de ese entonces, Hernán Montero, me someten a dos procesos. Luego de dos meses y medio soy puesto en libertad por falta de méritos. Este suceso define en forma determinante mis próximos pasos y profundizo mis posiciones frente a la dictadura. Hoy permanezco hospitalizado a raíz de un enfrentamiento armado con los esbirros de la CNI el 19 de febrero de 1987 y procesado por el Fiscal Torres.

Santiago de Chile, Junio de 1987.(74)

Un accidente de trabajo.(75)

Te despiertas pensando en lo rápido que pasara el día, en todo lo que harás, revisarás tu arma y te devuelves a mirarte una vez más en el espejo. La noche anterior has dejado tu trabajo preparado, cae la noche y asoma el cansancio, he estado sentado todo el día y aun así, cansado.

Quieres llegar rápido a tu tranquila y burguesa paz de tu casa, ver TV, escuchar radio, empelotarte, sentirte animal, vas pensando en tu vida, cuando los ves aparecer, dudas pero son ellos, el auto te sigue, no actúan.

Dentro de ti vislumbras lo que vendrá, te palpas la cintura, la sientes dura y fría, pero te transmite seguridad y calor, es ella tu herramienta de trabajo.

Trato de evitar su uso, bajo del colectivo, de a pie, aún me siguen, troto, ellos trotan, corro, ellos corren y siento ¡alto! pienso no te preocupes, es un accidente de trabajo.

74 Este declaración manuscrita fue realizada sobre un formulario de ficha clínica del hospital. 75 Escrito después de su “fiesta de plomo”, como le llamaba a su enfrentamiento con las fuerzas represivas.

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Sin Salida. Suenan los primeros estampidos, ves los primeros fogonazos. Tocas y preparas tu arma, recuerdas las instrucciones de tiro. Sientes que estás acorralado, acosado y tienes miedo, van 10 minutos y recién descubres la salida.

Así entonces, alineas cada vez con mayor precisión y despreocupación, estás tranquilo y sereno cuando se empieza a rasgar tu piel recuerdas a tu hijo, tu convicción se aferra a la empuñadura la razón acaba por entender que la única salida es la muerte, esa es tu victoria.

El Dolor. Un rafagazo... dolor que no soporto, abro los ojos y mis piernas desarticuladas, mierda si esto sí que es dolor, coloco el tercer depósito y vuelvo a tirar...

Luego un tiro en el pecho no duele, ya no me muevo, aún tiro hacia las dos esquinas, veo en tercera dimensión y ya no veo nada, me han dado en la frente ¡Estás muerto! ¡Cuidado!

Se acercan y me descargan seis tiros, dos dan en mi cuerpo, uno en la mano, otro en la pierna, hay que dolor, mi mayor dolor no estar con mis Hermanos hoy.

Testimonio sobre el enfrentamiento, la hospitalización y los interrogatorios de la dictadura.

“... Allí se inició una balacera grande. El baleo duró más de 35

minutos y participó gente del CNI, Carabineros e Investigaciones. Ellos eran más de 15 y se dispararon cerca de quinientos tiros. Habían ametralladoras, fusiles-ametralladoras, algún revólver. Yo sólo tenía una pistola 45. El auto quedó lleno de balas, igual que mi cuerpo... me quebraron las piernas con ráfagas, una bala me atravesó la muñeca, una bala de revólver me impactó en la cara... estaba claro que me mataban, no tenía alternativa, no me dejaron alternativa, sólo la muerte. Resistí lo que pude, creí que me estaba muriendo... hasta que mucho después desperté dentro de un hospital... estaba vivo...”

“ ... No me recuerdo bien de los primeros días, tengo lagunas mentales, estaba a veces con fiebre, otras veces subfebril, estaba con sopor, las ideas no las coordinaba bien, sentía angustia. Tenía además un taponamiento nasal anterior y posterior y la cara con una hinchazón muy grande; no podía hablar, apenas respiraba,

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estaba inmóvil por la herida del cuello, las piernas hechas tiras, levantadas y traccionadas, dolores como puntadas en todo el cuerpo; me tenían puesto sondas, sueros y antibióticos muy fuertes; tenía un dolor intenso en el cuello por la bala...”

“... Un clavo me atraviesa el hueso inferior cercano a la rótula de ambas piernas. Ese clavo permite la tracción de los huesos de los fémures con pesas de 8 kilos en cada pierna que arrastran el hueso y lo tiran hacia atrás para que vuelva a la posición normal... Los primeros días era muy doloroso, no podía mover los brazos ni el tronco, los dolores eran muy agudos, punzantes, cualquier movimiento me hacía quejar, gritaba mucho en la noche. El dolor era tan intenso que prefería que no me tocara nadie, ni el médico ni las enfermeras. Sabía que eso traería dolor. Mi estado psicológico era de indefensión, de angustia, producto de no saber qué estaba pasando. No sabía qué tenía en las piernas, sólo apreciaba unas heridas gigantescas que veía cuando me curaban, las tenía abiertas y se veían los músculos y la grasita. Yo pensaba que eso era la herida, pero no imaginé que el problema era la fractura...Después comencé a dimensionar el daño real que tenía en las piernas; nunca pensé que el daño fuera tan grande, llegué a pensar en la invalidez...”.

“... Son muchas personas [en el interrogatorio](76), entre todas rodean la cama, cubren la entrada de la sala, tengo gente a mis espaldas, no puedo mover el cuello por el balazo que tengo allí, así es que todo mi campo visual está cubierto por personas encima de mí...”.

“... El tipo hablaba rápido, muy golpeado, se desplazaba constantemente alrededor de mi cama, me costaba seguir su discurso, gesticulaba, daba golpes amenazantes en el velador, hacía comentarios acerca del estado de invalidez en que yo me encontraba, me insultaba, me decía cuando no tenía las respuestas que quería: ‘Me estay metiendo el pico en el ojo, cabro... el pico en el ojo no te lo acepto.’ Siento repugnancia cuando lo recuerdo”.

“... Sentí una desesperación muy grande por el estado de indefensión en que me encontraba y que estaba a su disposición.

76 Ese primer interrogatorio lo inició un civil desconocido, ante la observación atenta de una heterogénea corte de espectadores: el Sr. Fiscal Militar, sus actuarios y secretarios, civiles no identificados, militares, el Sub-director Médico del hospital. Estos testimonios se encuentran en el archivo del Centro de Estudios Miguel Enríquez (CEME).

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Yo miraba al subdirector del hospital como suplicando que parara esta cosa porque se supone que él debería estar allí para equilibrar las cosas, él tiene los medios para ver qué pasa con el paciente, pero él no hacía nada, era muy servil al Fiscal. Yo estaba como un cordero, indefenso totalmente, una situación muy difícil de llevar, me sentía muy angustiado...”

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“Vida del Frente: Entrevista a José Miguel (Raul Pellegrin Friedmann)

El Rodriguista, septiembre 1987, No. 27, pp. 19-28.

En un día de la última semana de agosto, en un lugar de Santiago, la Dirección Nacional del FPMR celebró una mesa redonda. Allí fueron abordados importantes temas de la actualidad nacional y de la vida del FPMR.

El FPMR ocupa un lugar en la vida política del país, se ha constituido en una fuerza político-militar de significación y arraigo popular. Ninguna solución seria y profunda del quehacer nacional es posible sin tener en cuenta al FPMR, de ahí que sus planteamientos y propuestas sean esperados -por amigos y enemigos- con interés.

El surgimiento del FPMR, su desarrollo y las principales etapas por las que ha transitado la Organización, son expuestas por la Dirección Nacional de la siguiente manera:

¿Qué condiciones plantean la creación del FPMR como una necesidad? ¿Cuál es su origen?

El FPMR surge el 14 de diciembre de 1983 como resultado

de un complejo proceso político que se viene generando al interior de la sociedad chilena y que planteaba la necesidad de pasar a formas superiores de lucha para enfrentar la dictadura. A las formas tradicionales de lucha, el pueblo debía sumar formas superiores de combate - toda - concretamente paramilitares y militares - en contra de la tiranía, cuestión que se manifiesta inicialmente en la incorporación de nuevas formas de movilización, como las jornadas de protesta, y el empleo de métodos y medios de lucha distintos, que irán dando más efectividad a la lucha del pueblo.

El surgimiento del FPMR es producto de condiciones históricas específicas, cuando al pueblo le surge la necesidad de contar con un “instrumento” que fuera señalando y estimulando (a través de sus acciones) una senda que condujera a derrotar a una dictadura que jamás cedería voluntariamente ante los deseos del pueblo. Junto a ello, el surgimiento del FPMR deja planteada la

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necesidad de construir una organización político-militar capaz de dar conducción al pueblo en este terreno (el del enfrentamiento paramilitar y militar) en el que las organizaciones políticas históricas no se planteaban hacerlo.

El surgimiento del FPMR no es una cuestión automática. Es producto de un largo proceso de reflexión, de convergencia de opiniones de un gran número de compañeros que empiezan a entender que las organizaciones que existían en ese momento no interpretaban plenamente las formas concretas de hacer política, conducentes a alcanzar el fin del régimen y a reconquistar la libertad.

Si definimos el desarrollo del FPMR como un proceso ¿cuáles

son las etapas principales por las que ha transitado esta organización?

La primera etapa del FPMR se enmarca desde su fundación hasta septiembre de 1986, con la emboscada de aniquilamiento al tirano. Esta etapa pudiéramos llamarla como de construcción del Frente, de conformación de sus estructuras, de sentar las bases principales para el desarrollo ulterior de la organización, capaz de plantear una propuesta clara al pueblo de Chile.

Es sin lugar a dudas una etapa difícil y dura. Fueron los primeros pasos llenos de esfuerzo y entrega. Pero yo creo que son esos primeros años los que van “marcando” a nuestros jefes y combatientes y a nuestro Frente, en aquella decisión de avanzar aún a costa de los mayores sacrificios, para superar las adversidades y recuperarnos de los reveses y, en definitiva, en esa voluntad inmensa de vencer, que ya es parte de la opción de lucha y vida que representa el rodriguismo.

Esa es una inmensa adquisición del Frente en su primera etapa, y lo va logrando en dialéctica relación entre formación política y militar de sus jefes y estructuras y el accionar, pues recordaras que en esos 2 años y medio se realizan numerosas operaciones (destacándose las tomas de radios, el rescate de Fernando Larenas, el secuestro del periodista Bertolone, del cabo Obando y del coronel Haeberle, los apagones nacionales, las acciones de sabotaje a puentes y líneas férreas, los ataques a instalaciones como el aeródromo Tobalaba y por cierto las acciones de nuestras unidades en el marco de la lucha contra la represión en las poblaciones, etc., etc.).

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Es así como la actitud de enfrentamiento frontal a la dictadura, la rebeldía permanente del Frente, van dando paso a contar con la aceptación entre amplios sectores de opción rodriguista.

A partir de septiembre del 86 se entra en una etapa superior que está en íntima relación con el nivel alcanzado desde el punto de vista operativo y esencialmente por la proyección que tiene el FPMR en las masas. Se da a conocer al pueblo que ante la serie de proposiciones de los partidos de oposición, el FPMR le ofrece una propuesta distinta, y que es particularmente notoria a partir de esa fecha, del 7 de septiembre de 1986.

Es innegable que en un corto periodo histórico el FPMR ha obtenido avances significativos. ¿Cuál es la principal causa de esto?

El FPMR representa la rebeldía del pueblo que se niega a

seguir viviendo bajo el régimen de hambre, miseria y terror que representa Pinochet y, además, una forma de rebeldía ante las propuestas tradicionales de los partidos de oposición no populares que buscan salidas a espaldas del pueblo.

El FPMR plantea una alternativa diferente, donde el pueblo tiene un rol protagónico, principal, y confía en su fuerza, como única posibilidad de recuperar su libertad plenamente. En las condiciones históricas actuales, la única salida posible pasa por el empleo de la violencia en las formas superiores de enfrentamiento.

¿Qué raíces históricas entroncan la creación del FPMR con la realidad nacional actual y que tanto fundamentan su existencia y conducta política?

El empleo de la violencia revolucionaria no es nuevo

en la historia de nuestro pueblo. El pueblo mapuche y la labor transformadora desarrollada por nuestros padres de la Patria en contra del sistema colonial constituyen los antecedentes históricos que funden en un todo el pasado y el presente de la Patria. El FPMR se inspira en la gran obra revolucionaria de Manuel Rodríguez.

Manuel Rodríguez en su época, en el periodo de la Reconquista Española, juega un papel decisivo al mantener en alto el estado de ánimo combativo del pueblo chileno, en un momento

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histórico difícil, duro y peligroso para el país. Reinaba el desaliento. Aquellos que hasta hacía poco se autoproclamaban defensores de la Independencia, emprendían la retirada. Todo parecía perdido. Y allí resonó el grito de “¡¡Aún tenemos Patria, ciudadanos!!”, el desafío de rebeldía (del que hoy, junto a los sectores más decididos, nos hacemos cargo) también contra el derrotismo y el fatalismo de quienes no confiaban en las capacidades ni en la fuerza indetenible del pueblo, cuando éste ha decidido luchar para vivir en libertad. Pero Manuel Rodríguez no es sólo un símbolo, un héroe popular, sino también una forma de enfrentar a un enemigo superior más poderoso, con más medios, mediante el ingenio, la astucia y el valor, además de su capacidad de interpretar al pueblo y fundirse en él.

En nuestro accionar nos inspiramos en Manuel Rodríguez. Duros golpes le hemos propinado a la dictadura de Pinochet, con medios menos sofisticados y menos fuerzas, pero aprovechando la sorpresa, la audacia, el arrojo de nuestros combatientes. El FPMR emerge como estimulante de la combatividad del pueblo, para poner en movimiento el inmenso potencial combativo de las masas y que se ha expresado -y que se expresa- cada vez que tiene oportunidad. Ha quedado demostrado que a pesar de la rendición de la oposición el pueblo chileno está por luchar y exige un camino claro donde pueda expresar su combatividad creciente. El FPMR contribuye a señalar ese camino.

¿Se puede considerar al rodriguismo como opción de lucha y de vida como una forma nueva de ver y hacer política?

El rodriguismo representa una actitud de lucha decidida, y

con las armas si es necesario, en contra de la dictadura. Más que una ideología, el rodriguismo representa una actitud de lucha y de vida. Los más diversos pensamientos se aglutinan en torno a una idea central: terminar cuanto antes con esta situación a través de todos los medios posibles.

Otro aspecto del rodriguismo es su estrecha relación entre el pensamiento y la acción, entre sus planteamientos y las posibilidades reales de materializarlos, de llevarlos a la práctica. De esta manera, el rodriguismo rompe los moldes tradicionales de hacer política. No adopta una conducta política excluyente en

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cuanto a pensamiento ideológico se refiere y tiene como elemento aglutinador central la actitud resuelta y decidida en contra de la tiranía.

¿Cuál es la responsabilidad política de los partidos de

oposición, ante el desconcierto que originan sus propuestas en el pueblo?

Hoy nos enfrentamos al drama de que no existen fuerzas

políticas que planteen claramente cómo salir de la crisis actual. Los partidos de centro siguen ofreciendo fórmulas de recambio que lejos de proponer el fin de la dictadura, tratan de conservar los pilares esenciales del régimen, es decir, su sistema institucional, jurídico, económico y represivo.

La desconfianza y el desprecio por el pueblo lleva a estos opositores a tener una fe ciega en la capacidad negociadora del imperialismo norteamericano. No están interesados en que la situación cambie radicalmente, le temen más a una salida popular que a los intentos de Pinochet de perpetuarse en el poder. Hoy los sectores políticos cupulares de la oposición no representan intereses distintos -en alguna medida- con los intereses de quienes respaldan a la dictadura.

Nosotros decimos que en estos sectores de oposición, a diferencia de lo que dicen algunos, no existen vacilaciones. Ellos están completamente claros en cuanto a la necesidad de entrar al juego seudodemocrático de Pinochet para mantener el mismo esquema del capitalismo subdesarrollado y dependiente.

La forma específica que adoptará la caída del régimen, el FPMR la define como de SUBLEVACION POPULAR. ¿Qué aspectos comprenden su contenido?

Creemos que frente a una dictadura que ofrece una

resistencia tal a los intereses y necesidades del pueblo, se hace necesario generar estados de rebeldía y movilización social que, en un grado más alto de la lucha, conduzcan al país a un estado de Ingobernabilidad Generalizada. Así, con la lucha ascendente de los trabajadores, pobladores, estudiantes, campesinos mapuches, etc., de forma permanente y en todo el país, será posible dispersar

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las fuerzas del régimen, disminuyendo su capacidad represiva y creando las condiciones para emprender las jornadas de enfrentamiento decisivas, la Sublevación Popular.

Es en los momentos culminantes de este proceso ascendente que se expresan todas las capacidades y fuerzas político-militares que ha logrado desarrollar el pueblo, y que inciden en el desmoronamiento político-moral de las fuerzas principales de sustentación y apoyo del régimen, como son las FF.AA.

¿El FPMR al incorporar el elemento armado no aparece

disminuyendo el rol de la lucha de masas?

No existe contradicción alguna entre la concepción de Sublevación Popular y lucha de masas, pues la Sublevación Popular tiene como protagonista al pueblo alzado y combatiendo. Al contrario, tras el análisis del carácter de este régimen y su decisión de no ceder nada que no le sea arrebatado, no aparece consecuente plantear la lucha de masas solo con los elementos tradicionales, pues este representa un camino costoso a la vez que ineficaz. La experiencia de estos casi 14 años de dictadura es cruelmente clara en este sentido.

El FPMR, al igual que otros que plantean terminar con el régimen, está por una salida y derrota política de este régimen. Pero hemos subrayado que eso será posible solo en la medida que sus fuerzas principales sean afectadas considerablemente. No hablamos de la derrota militar de las FF.AA sino de la incapacidad de este régimen de seguir sosteniéndose. Y lo vamos a lograr si somos capaces de moviliza TODO el potencial combativo del pueblo hacia el objetivo común de derrocar a la dictadura.

¿Qué objetivos persigue el trabajo del FPMR hacia las FF.AA

y de Orden?

El trabajo hacia las FF.AA, como componente de la política militar del FPMR, está dirigido principalmente a hacer conciencia en las filas de los uniformados del papel eminentemente represivo y antipopular de la actividad militar.

El trabajo hacia las FF.AA tiene diferentes facetas. Una de ellas son los llamados militares honestos, que no desean seguir

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comprometidos con el régimen y su sistema represivo. Esto a través de acciones (como el secuestro del cabo Ovando) an dirigidas a todo el personal de uniformados.

Constituyen llamados de atención para hacerles ver que su labor es seguida atentamente por el pueblo, y exigirles que no abran más la brecha que los separa de la sociedad chilena. De la misma manera, estamos convencidos que para algunos sectores de las FF.AA y de Orden, no basta el trabajo de persuasión y convencimiento dirigido, a los cuales sólo se puede oponer una fuerza material, de choque.

¿Qué papel están llamadas a jugar las Milicias Rodriguistas, dentro del contexto de la lucha popular? ¿Cuál es su relación con las formas de lucha?

Una forma concreta de materializar las posibilidades

combativas de amplios sectores de la vida nacional son las Milicias Rodriguistas. A este movimiento deben incorporarse todos aquellos ciudadanos que estén por luchar y enfrentar en forma rebelde al régimen. Tienen cabida en las Milicias todos los hombres y mujeres, sin diferencia de edad o ideología, que adopten una actitud de lucha frontal contra la dictadura.

Las Milicias Rodriguistas representan una forma nueva, no cupular de hacer política. En ella se funden las formas tradicionales de lucha política con las formas nuevas de enfrentamiento.

Esto ha sido incorporado de forma creciente por el pueblo y sus organizaciones en las luchas diarias. Particularmente notorio se ha hecho esto, en las movilizaciones recientes en torno al rechazo del Sr. Federicci como rector de la U. de Chile.

Esta incorporación de expresiones paramilitares, a toda lucha que se libra en todo ámbito, se hace algo “natural” poco a poco. Pero para esto es necesario dar un nivel superior, en cuanto a preparación, apertrechamiento y a organización de modo tal de darle mayor efectividad. Es por ello que hemos llamado a integrarse a las Milicias Rodriguistas y a conformar un creciente movimiento Miliciano Nacional.

Es una realidad indesmentible que los niveles de movilización social son muy bajos hoy. ¿Cómo ve esto Usted?

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La inconsecuencia política de los partidos de oposición ha propiciado de hecho un inmovilismo político que ha favorecido significativamente los planes de perpetuación del régimen.

Respecto de los próximos meses, y en particular para el PARO DE OCTUBRE, se viene gestando un proceso de revitalización de la movilización social, a pesar de la actitud claudicante de los partidos de oposición. En el seno del pueblo es cada vez más evidente que ni por la vía del plebiscito fraudulento que se avecina, ni por la vía de los ruegos va a ser posible cambiar la situación. Durante todo un tiempo estuvieron ilusionando al pueblo con la venida del Papa, hoy pasa lo mismo con el tema de las elecciones libres. Pero el pueblo sabe que el único camino correcto es el de la lucha. Así lo demostró, aún en forma incipiente, la movilización del 19 de agosto, que se hizo incluso contra la voluntad de los políticos tradicionales, que están simplemente por el inmovilismo.

Este inmovilismo tiende a terminar. Este inmovilismo es absolutamente temporal, porque en la medida que señale un camino claro, una perspectiva, este pueblo va a poner en movimiento todos sus potenciales, todas sus reservas políticas y morales, que están latentes, y que se expresan cada vez que hay una oportunidad.

¿Sobre quienes recae esta suerte de inmovilismo que sufre el movimiento anti-dictatorial? ¿Qué salida propone el FPMR para superar esta situación?

Los grandes responsables de la actual situación son los

partidos políticos de la oposición que se asustaron ante una posible salida popular y estimularon una política conciliatoria con el régimen. Los resultados están a la vista. Pinochet ha sacado grandes dividendos políticos.

Cuando se habían alcanzado más altos niveles de unidad, principalmente los días 2 y 3 de julio del 86, abruptamente la oposición de centro cambia sus planteamientos, entrando de lleno a un proceso de componendas con el gobierno. Cuando el pueblo quería enfrentarse, los partidos políticos aparecen llamando a la conciliación. Cuando el pueblo quería protestar, movilizarse, los partidos llaman a la pasividad, en espera que el gobierno haga

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concesiones. Si los partidos no asumen esta realidad, las bases van a sobrepasar a las dirigencias de estos partidos.

Llamamos a los partidos de oposición a adoptar una actitud de confrontación con la dictadura. El FPMR está convencido que ni con la inserción en el sistema institucional de Pinochet, ni con la negociación con el régimen, ni con peticiones al imperialismo, se va a poner término a la profunda crisis política que desgarra a la sociedad chilena.

¿Qué espera el FPMR de los próximos meses?

Los próximos meses serán decisivos para derrotar las maniobras electoralistas de Pinochet. El FPMR considera un deber ineludible anteponerse a los planes de perpetuación del régimen, y esto sólo será posible si se logra un estado de ingobernabilidad, de desestabilización que cree condiciones para que irrumpan las masas y se atraviesen en el camino del tirano.

Pensamos que estos meses son meses de acumulación, de fortalecimiento, de construcción de la fuerza político-militar necesaria que debe terminar con la dictadura. ¿Cuándo se producirá la irrupción de las masas? No estamos en condiciones de decirlo, dependerá de las circunstancias concretas. Pero sí estamos seguros de una cosa: de lo que se haga en los próximos meses, del grado de combatividad que expresen las organizaciones populares y el pueblo en general, dependerá en gran medida la posibilidad de atravesarse en el camino trazado por Pinochet.

Uno de nuestros grandes objetivos es la conformación de un gran movimiento Miliciano, que dé cauce orgánico a todo el potencial combativo que existe y al aprendizaje del pueblo en el empleo de las formas paramilitares de lucha. Debe elevarse el nivel de conocimientos del pueblo en el empleo del armamento casero, de la táctica, de su organización para hacer cada vez más fuertes las Milicias y todas las formas de autodefensa que surgen a nivel poblacional, de trabajadores y estudiantes.

La suma de todos estos factores debe conducir a la creación de una gran oleada de rebeldía dirigida en contra del régimen y el fatalismo opositor que acepta la Constitución de 1980.

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Manual de Preparación Combativa. Revista El Rodriguista

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Manual de Preparación Combativa. Revista El Rodriguista

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“El imperativo histórico de reconocer y revertir errores y carencias en la implementación del proyecto

rodriguista”(77). Documento interno conocido con el nombre

El Manhattan.

English Course, octubre de 1992

Hermanos: Han transcurrido casi nueve años desde que el FPMR

irrumpió como la fuerza llamada a ocupar un papel destacado en la lucha de nuestro pueblo. De ellos, prácticamente cinco han sido de vida independiente. El camino no ha sido fácil. Se ha forjado con la sangre de numerosos cuadros, valiosos y ejemplares. El combate en la primera trinchera nos obliga a enfrentar directamente a un poderoso enemigo. Tanto ayer, en la lucha contra la dictadura; como hoy, contra un sistema que somete a millones a la extrema miseria.

Al abrir paso a la expresión de la idea revolucionaria, hemos enfrentado permanentemente problemas en todos los terrenos. A pesar de los esfuerzos realizados, traducidos en medidas, precisiones y definiciones de nuestra concepción política e ideológica, llegamos a estos casi nueve años con una organización seriamente afectada en todos los planos y limitada en sus posibilidades de llevar adelante un proyecto estratégico hacia la toma del poder.

Precisamente, para detectar estos elementos damos inicio al proceso de discusión actual, partiendo de la base que el actual estado de cosas tiene su raíz en el surgimiento y definición misma de nuestra organización.

77 Este documento, conocido internamente en el FPMR como “El Manhattan”, por haber circulado con la portada de un curso de inglés con ese nombre, llegó hasta nosotros de forma facsimilar, como copia del original, y en muy malas condiciones. Por esa razón decidimos transcribirlo, manteniendo el orden de las páginas tal como llegó a nuestras manos. A pesar que sabemos que faltan algunas líneas y, probablemente, algunas páginas (lo que explica ciertas incongruencias en la lectura lineal del texto), hemos decidido publicarlo dada la importancia del documento, insertando corchetes con puntos suspensivos [...] cuando se quiebra la continuidad del texto.

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La constatación de las causas y efectos de la crisis; el primer paso.

El estado actual del Frente constituye un impedimento para

el desarrollo de una organización que avance en la construcción del camino que conduzca a la victoria popular. Las dificultades enfrentadas a través del tiempo tienen múltiples y variadas formas de expresión e interpretación. Al margen de ello, lo concreto es que nos han llevado a la imposibilidad de expresar en la práctica el proyecto revolucionario.

La búsqueda de las causas que provocaron este cuadro comúnmente adquiría una dinámica en que la expresión del fenómeno asumió el carácter de principal, determinando un conjunto de apreciaciones y percepciones que están lejos de ser las causas reales de los problemas y que sólo han contribuido a: Un desprestigio importante de jefes, dirigentes y estructuras; Un clima permanente de dudas y aprehensiones a todo nivel, en medio de rumores, chismes e intrigas. Un resquebrajamiento en lo ideológico, que determina una baja moral combativa, alterando las normales relaciones de trabajo y la mística, contraponiendo a hombres y estructuras; a afectar y reducir sistemáticamente los niveles de capacidad y disposición combativa; a menoscabar la unidad interna del Frente. A minar los niveles de seguridad y compartimentación, y a la reducción sistemática del Frente y sus estructuras.

Al detectar este estado de cosas, es urgente ver que ha pasado; dónde ha estado la fuente de los errores; qué nos ha conducido a esta dramática situación y cuáles son nuestras responsabilidades. Sólo ello nos permitirá encontrar el camino para enfrentar con éxito el momento que atravesamos e impedir que la historia nos sobrepase.

El FPMR nació a partir del diseño por parte del Partido Comunista, de la Política de Rebelión Popular, que era una estrategia limitada, cuyos objetivos político estaban definidos por la caída de la dictadura y no por la toma del poder.

La naciente organización desarrolló toda su actividad con las características de un aparato. Es decir, como una típica estructura técnico-militar, regida por la verticalidad de un mando único y unipersonal, que tiene profundamente arraigadas

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las normas disciplinarias del orden y mando, donde los factores subjetivos (como la acentuación del mando) juegan un rol determinante para el éxito de la acción.

Una de sus características de organización y funcionamiento es que se requiere de un análisis de la realidad en función de la acción a realizar, es decir, para este tipo de construcción, ésta se reduce al estudio de la situación operativa. De aquí nacen los obstáculos que aún tenemos para avanzar y que se expresan en nuestro trabajo diario.

Los resultados de nuestro trabajo.

Constatamos que nuestro trabajo se ha realizado a través de un sistema que determina y establece métodos, formas y estilos de conducción, dirección y funcionamiento propios de la existencia de un aparato que se validó plenamente en la lucha contra la dictadura y nos permitió…

[---] Mantenemos muy arraigadas aún definiciones políticas,

ideológicas, militares –propias de este tipo de estructura orgánica– que siguen normando la vida interna del FPMR, y han generado una mentalidad que nos llevó a la crisis actual.

Estas definiciones se expresan en nuestra actividad diaria como Frente, ya que no hemos conseguido todavía darnos forma como organización revolucionaria. Esta primera constatación ya nos indica que hemos conducido al FPMR en términos operativos pero no políticos. Por eso, el ejercicio de la democracia interna y del trabajo colectivo se han hecho imposibles en la práctica.

Tampoco hemos aplicado el centralismo, sino que la centralización. De esta manera hemos generado una forma de paternalismo en que todo está dado desde arriba, frenando la iniciativa de las bases.

Así, llegamos a la aplicación mecánica de las políticas, impidiendo el análisis profundo y la creatividad. Cuando más

fomentamos análisis rígidos, esquemáticos y estrechos, que admiten variables y conducen al diseño de políticas unilaterales,

que parten por hacer generales conclusiones de carácter particular. Entramos a un espiral en que vamos realizando una política

contestataria y defensiva, tanto hacia adentro como hacia fuera,

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donde estimulamos el formalismo, sobredimensionando nuestra fuerza, capacidad y éxitos y subestimamos al enemigo.

Nuestras evaluaciones erradas, generalmente inducen a la realización de acciones sobre nuestras capacidades, en

las que somos superados por los hechos quedándonos sin una opinión política rápida y oportuna; ha sido una constante nuestra incapacidad para darle continuidad a las mismas, por lo que nos

quedamos sin explotar el éxito de un quehacer victorioso o bien sin respuesta frente a los reveses, cayendo en una gran improvisación.

Uno de los problemas centrales es que el desarrollo de nuestro proyecto político no ha ido acompañado de fórmulas

estructurales que viabilicen la concreción de lo nuevo. De aquí que nuestros principales planteamientos, definiciones y decisiones no hayan podido tener una expresión práctica.

Otra expresión de este sistema es que al enfrentar los problemas internos, casi siempre, tenemos las soluciones antes de hacer el análisis integral del asunto en cuestión. Así, las medidas quedan reducidas exclusiva e invariablemente al plano político- orgánico, lo que permitió tener un control de los problemas, pero no solucionarlos.

También este sistema nos ha llevado a la formación unilateral de los cuadros combatientes, dándoles a determinados conceptos –como audacia, valentía, voluntad y disposición– significados absolutos, sin tener en cuenta sus expresiones en una realidad que es variable.

En la práctica hemos obstaculizado el desarrollo y promoción de los cuadros. Incluso hemos llegado a la incorporación formal de cuadros a la Dirección, determinando una generación poco democrática de la misma. En el último tiempo, una de las manifestaciones más peligrosas de ésta forma de funcionamiento fue que la expresión de distintos pensamientos al interior de la organización condujo a una polarización y personalización de la discusión.

Hermanos: Enfrentados a esta realidad, nuestra obligación es ir a las

raíces que han determinado la configuración de este sistema, para no seguir construyendo sobre los errores.

Es por ello que convocamos a desarrollar el proceso de discusión Colectiva, tanto en la constatación de errores, insuficiencias

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ideológicas como también en la propuesta concreta para revertir esta situación.

Sólo así podremos contribuir a la transformación del Frente y ponerlo a la altura de exigencias de la situación presente y futura, para llevar adelante el rol histórico que, como revolucionarios, nos corresponde en la conquista de la plena y auténtica liberación de la patria. Conscientes que lo haremos en un momento particularmente adverso, tanto en el contexto político internacional como nacional, el cual es imposible de soslayar.

El marco internacional.

Hoy el mundo padece el intento de la aplicación del “nuevo orden mundial”, que se desarrolla a partir de una correlación de fuerzas favorables a los sectores más reaccionarios. Este proyecto se expresa como la más agresiva guerra ideológica, que persigue el aniquilamiento de todo lo que se oponga a sus intereses. La presente coyuntura internacional está determinada por una batalla permanente que, como proceso ideológico, político y militar, ha obtenido el desmoronamiento del sistema socialista del Este Europeo, del bloque soviético y ha causado en nuestro continente el viraje ideológico de los procesos revolucionarios en Nicaragua y El Salvador.

Esta dramática situación ha llevado a movimientos revolucionarios de diversas partes del mundo a la confusión y cancelación de sus proyectos de poder. Al mismo tiempo, ha generado el recrudecimiento de la agresión a aquellos bastiones revolucionarios como Cuba, Vietnam, Corea del Norte y China, que se resisten al sometimiento imperialista y luchan por su independencia y dignidad nacional.

En esta guerra, el enemigo desarrolla estrategias de represión concreta que adoptan formas de dominación hipócritas, para lo que utiliza categorías como la “integración” y el “consenso” y de desperfilamiento de los valores de la dignidad y la justicia, cambiándolos por los de “sumisión” y “orden”, que se concretan a través del nuevo rol de las Naciones Unidas y de los órganos creados por el imperio, como el FMI, el Banco Mundial, el Grupo de los Siete, etc.

La contradicción principal está dada, en el terreno económico, por la tripolaridad compuesta por la Comunidad

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Económica Europea, Japón y EE.UU. y también por la hegemonía militar del imperialismo norteamericano. Ellos enfrentan al resto del orbe; y lo hacen como proyectos no viables sólo necesarios en cuanto aporten a sus déficit, a través del pago de intereses de deuda externa y como potenciales mercados de consumo (es el caso de China, América Latina y Medio Oriente).

Este nuevo orden implica la profundización de una crisis estructural que abarca a todos los países del Tercer Mundo, a los que ahora se agregan los de Europa del Este e incluso llega a afectar sectores sociales del llamado Primer Mundo.

Este sistema posee recursos importantes para acentuar el proceso de dominación, generando al mismo tiempo una pauperización concreta y niega objetivamente la posibilidad de desarrollo económico y social para las grandes mayorías.

La expresión principal de este marco político y de guerra ideológica está dada por la acumulación creciente del poder y riqueza del imperialismo y por la violencia más aguda que jamás se haya ejercido sobre la mayoría de los pueblos.

Su expresión va mucho más allá de conflictos o formas tradicionales de represión, abarcando ahora las condiciones de vida de los seres humanos y del planeta. Es el sello del tiempo que vivimos y por tanto, el gran desafío de la humanidad es superar con un profundo sentido de dignidad y justicia la hora presente.

Como hombres y mujeres dignos, debemos levantar nuestra acción, voz y pensamiento revolucionario frente a las injusticias y atropellos que sufren los pueblos de América Latina, ante la explotación abierta y creciente, en que la hipocresía de sus gobiernos pretende disfrazarse de democracia.

Hay que redoblar la lucha antimperialista para minar las bases materiales de su poder, a través de alianzas internacionalistas con los movimientos revolucionarios de países hermanos, proyectando el combate a nivel continental; una de las expresiones más concretas de esta batalla debe ser la solidaridad activa con la Revolución Cubana, símbolo de dignidad y consecuencia, pues la defensa de su proceso es la defensa de nuestro propio proyecto.

Hermanos: El cambio en la correlación internacional ha incidido en

la aplicación de nuevas expresiones de dominación burguesa en Chile. Con el objetivo de generar el recambio en la expresión del poder dominante, negociándolo entre las cúpulas partidarias y las

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FF.AA, en 1986 recrudeció la participación directa de los EE.UU en el proceso chileno.

El surgimiento de una política de integración a la institucionalidad (a través de la Constitución del ‘80, de la concentración del orden político en la cúpula, de los acuerdos políticos para la transición) lo cual creó una nueva correlación de fuerzas políticas y sociales ante la adopción de políticas reformistas por los partidos de izquierda y el afianzamiento de un modelo en las relaciones de producción que acrecienta los mecanismos de explotación.

Más allá de las cifras macroeconómicas y de los beneficios (para sus dueños) de la modernización de las exportaciones y de otros sectores de la economía más competitivos en un mercado cerrado para las grandes mayorías, el modelo económico chileno está marcado por la dependencia. La relación del intercambio entre su producto y las tecnologías requeridas lo determinan profundamente, por lo que el destino de los ingresos por sus recursos no lo será jamás para las grandes mayorías.

Ello configura una crisis tan profunda en su dimensión como en su solución y que implica, por una parte, la aplicación de estrategias de explotación y de violencia cada vez más perfeccionadas y agresivas, y, por otra parte, valida y hace posible la expresión de un proyecto revolucionario que se le confronte con igual o superior fuerza.

Esto se ve acompañado por la existencia del poder paralelo entre el nuevo gobierno y las FF.AA., que aunque tienen objetivos similares, adquieren expresiones diferentes. A diferencia del régimen anterior, las nuevas autoridades se basarán en la “legalidad” para mantener controlada a la población.

La ley burguesa no es un estado de paz, sino una batalla permanente para consolidar sus estrategias de su dominación. En lo ideológico y político existe la aplicación de una estrategia que coloca el centro de gravedad del que hacer social y político donde a ellos conviene.

Tenemos dos estrategias de dominación, una reformista burguesa y otra fascista que se suman y enfrentan parcialmente, pero que en ningún caso permiten que el pueblo, con un proyecto revolucionario, tenga la iniciativa otra vez.

Las actuales FF.AA. tienen un proyecto propio de poder, basado en la teoría del Conflicto de Baja Intensidad –sucesora de

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la Doctrina de Seguridad Nacional– en que se asignan la tarea de mantener a la población bajo control, incluso a las autoridades del gobierno civil, y actuar ante cualquier amenaza al sistema institucional.

Los problemas y conflictos que hoy aquejan a las grandes mayorías nacionales son usados en función de una u otra estrategia de dominación. Ya sea para reformar contenidos o reformar estructuras institucionales, pero jamás para cambiarlas radicalmente.

Esto tiene que ver con las correlaciones que unos y otros requieren para que sus proyectos predominen y, a mediano plazo, apuntan a continuar la institucionalización del país, a través de nuevas elecciones, las del ‘93 en donde se requiere, de todos los patriotas, una voz y acción permanente, para denunciar la hipocresía oportunista y demagógica de unos y otros, y también para levantar una propuesta popular y patriótica.

En este contexto, un elemento que tiene gran importancia es la disputa ideológica, frente a la profundización de conceptos

y categorías altamente regresivos para el pueblo y que incluso gravitan en las conciencias de los propios sectores revolucionarios.

Estos conceptos y categorías tales como “la búsqueda del consenso’’, “la política de acuerdos”, “la integración a los grandes objetivos nocionales” (fijados evidentemente por los intereses de

la burguesía) pretenden desarrollar una imagen de un país “en otra”. Es decir, camino al desarrollo, un modelo para los países “sudacas”, tropicales.

En este esquema, Chile sería el país serio, “el del iceberg”; lo que estimula a que muchos sectores sociales se hayan comprometido a no hacer olitas y a colaborar con el proceso de dominación. Esto se da, por el carácter hipócrita de la estrategia de poder vigente, en que los actores políticos y sociales juegan un rol importante en arrastrar al pueblo tras las banderas ajenas de la conciliación de clases.

El problema es que las expresiones políticas rupturistas, revolucionarias, que asumen un rol confrontacional con el sistema, muestran falencias al expresarse sólo en algunos aspectos del quehacer político: (los derechos humanos, la lucha anti represiva, la propaganda armada) y no asumir todavía un proyecto revolucionario integral, involucrando a la mayoría del pueblo.

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Nuestro proyecto.

Entendemos, autocríticamente, que hoy debemos asumir la política con una profunda lucha ideológica que ponga en el tapete de la discusión los principales problemas que aquejan al país. Ninguna forma de injusticia, opresión y marginación nos debe ser ajena y frente a cada una de estas expresiones debemos jugar un rol activo.

En la lucha contra la explotación burguesa debe haber una voluntad y una expresión política unitaria sin temor a encontramos en el camino con otros actores. Lo que determina el carácter revolucionario no es quien nos acompaña, sino contra quien luchamos.

El rol de los sectores sociales no debe considerarse funcional sino integralmente y como nuevas expresiones para construir un proyecto revolucionario. Nuestros principales problemas a enfrentar hoy son la desmovilización del pueblo; la violencia del sistema en todos los planos, partiendo por lo ideológico, político y represivo; la hipocresía y el cinismo del quehacer político de la Cúpula gobernante y sus dirigentes; la institucionalidad y el legalismo de clase que nos agrede.

[---] ...una permanente lucha en todos los planos –de lo simple a lo complejo– que vaya generando perspectivas de triunfo, y marchar en con junto con los actores sociales en un quehacer constante, continuo y ascendente. Para ello debemos avanzar en una conciencia y un partido superior, porque difícilmente podremos dar batalla alguna bajo las actuales condiciones internas. Por lo tanto, nuestra más urgente tarea es tomar las medidas necesarias para garantizar la sanidad del FPMR, que posibiliten no sólo la sobrevivencia sino el crecimiento y desarrollo de la organización. Pues nuestra realidad actual lo hacen inviable.

Contexto histórico que dio origen al FPMR.

La situación por la que atraviesa el Frente es la suma de limitaciones, incapacidades y errores que en el contexto actual se han hecho mucho más evidentes y relevantes, pero que no son nuevas, sino que son inherentes a nuestro nacimiento y se han ido acumulando a lo

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largo de nuestro desarrollo. Por tanto, sólo al calor de revisar nuestra historia podremos ir descubriendo, entendiendo y reconociendo las verdaderas causas.

El FPMR nació en un contexto histórico concreto. 1983 significó para el pueblo chileno el término de un largo reflujo producto del trauma y la desarticulación producida en el movimiento popular, a partir del golpe de estado de 1973 y la implantación de una de las más brutales dictaduras militares de América Latina.

Comenzaron a sentirse los primeros efectos del modelo de dominación neoliberal, como su alto costo social, que llevó a miles de chilenos a un empobrecimiento y endeudamiento sistemático y acelerado. Mientras, un grupo minoritario – íntimamente vinculado a los intereses del gobierno y al capital foráneo– amasaban fortunas, este modelo só1o se pudo implantar sometiendo a la mayoría de la población, a través de un estado represivo y terrorista, sostenido por las FF.AA., los organismos de seguridad y policiales, en una labor de permanente persecución a sus principales dirigentes y organizaciones.

Esto agudizó las contradicciones y generó condiciones favorables al desarrollo de la movilización del pueblo, proceso que se había iniciado en 1981 con las primeras protestas populares que señalaron un camino de confrontación con el régimen y permitieron la unidad en la acción del movimiento popular.

En el plano internacional, se desarrollaba un amplio movimiento de solidaridad combatiente con la causa del pueblo chileno, que llevó al propio imperialismo norteamericano a tomar medidas de presión por los riesgos que le significaba una tendencia ascendente de la lucha a terminar en el derrocamiento de la dictadura. En este plano, el régimen se encontraba aislado en medio de una convulsión social creciente.

Por otro lado, el movimiento revolucionario demostraba al mundo que era posible una nueva revolución en el continente, mediante la lucha armada. En Nicaragua, el FSLN –a la cabeza de un pueblo insurrecto– logró llegar al poder después de décadas de feroz tiranía.

Este fenómeno repercutió significativamente en las organizaciones revolucionarias, renovando las esperanzas en la lucha del movimiento armado, al que en la década del ‘70 las dictaduras militares de América Latina prácticamente aniquilaron.

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Estos procesos obligaron a los partidos tradicionales, tanto de la izquierda como del centro, a contemplar una nueva forma de hacer política. Modificaron sus estrategias haciendo del rupturismo el elemento común y en las que la movilización combativa del pueblo constituyó su base principal, como instrumento de presión social o bien insurreccional.

Este proceso se venía incubando a partir de la dicada del ‘80 y asumió una expresión concreta cuando el PC irrumpió con la Política de Rebelión Popular, interpretando el sentir de quienes pensaban que los espacios de lucha tradicionales se habían agotado. La izquierda tomó un camino del cual antes había renegado: el empleo de la violencia y reivindicó el derecho del pueblo a usar todas las formas de lucha.

Este planteamiento comenzó a expresarse de inmediato al calor de la lucha. El PC, a través de distintas formas, le dio un cauce orgánico, con el objetivo de llevar adelante acciones audaces de un nivel superior a las tradicionales, fundamentalmente en el terreno de la propaganda y la autodefensa, y apuntando a estimular la desobediencia civil y posibilitar la incorporación de miles de chilenos al combate. Surgieron las primeras manifestaciones masivas contra la tiranía, que permitieron una participación real de las masas y van encausando el descontento.

El desarrollo creciente de estas nuevas formas de lucha, planteó la necesidad de elevar tanto el nivel de organización como el de acción. Para responder a los mayores requerimientos de una confrontación cada vez más directa con la tiranía y que ya empezaba a darse en su terreno.

El PC creó el instrumento necesario para implementar su política. Así nació su brazo armado, el FPMR, que salió a la luz pública con un accionar espectacular el 14 de diciembre de 1983.

Origen de los cuadros del FPMR.

Existieron una serie de condicionantes objetivas y subjetivas para el surgimiento del Frente. Dentro de estas últimas, jugó un rol de primera importancia la figura de quien con el tiempo se transformó en el principal jefe de nuestra organización, Rodrigo. Hábilmente, él fue capaz de traducir en la práctica la decisión política tomada, darle forma al instrumento e iniciar su desarrollo.

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La columna vertebral del Frente se formó con cuadros provenientes del PC, donde convergieron distintas vivencias personales que tenían como denominador común la formación partidista y experiencia política. Mientras algunos provenían de la lucha contra la dictadura, otros venían de misiones internacionalistas. Pues ya a partir del golpe de estado se comenzó a forjar un nuevo tipo de militante comunista.

Unos se formaron en la rigurosidad de la lucha anti fascista, y los otros bajo el alero de la revolución cubana, donde se prepararon para un futuro hasta ese momento incierto, pero que luego se puso a prueba en la lucha internacionalista –junto al pueblo nicaragüense– y más tarde en el interior de la patria.

La cantera fundamental de los cuadros combatientes del Frente fue el PCCh, que en sus planes contemplaba el paso de militantes al Frente. Además, hubo casos de incorporación orgánica de militantes del PC, de otras fuerzas o bien independientes que se sintieron más atraídos e identificados con la acción directa.

Etapa del inicio como aparato especial del PC (1983-1986).

Junto con crear este instrumento el Partido desarrolló como orgánica interna el trabajo militar de masas. La unidad de estos dos elementos constituyó el pilar fundamental sobre el cual descansaría la política militar.

La creación del Frente y el desarrollo de la política militar del Partido respondió a una concepción táctica y no estratégica y esto determinó su diseño. De ahí que su dirección y conducción política fuera de responsabilidad del Partido. En cambio, al principal órgano del Frente (Dirección Nacional) le asignó un rol técnico. El Frente se estructuró bajo la forma de un aparato especial, destinado a desarrollar un accionar operativo de un nivel y calidad superior, que contribuyera a pasar de una etapa de desobediencia civil a una de desestabilización. Apuntaba a afectar objetivos de carácter económico-financiero, buscando alterar y sobrepasar el orden establecido y romper con la legalidad del régimen.

Inicialmente y de acuerdo con el carácter insurreccional de la estrategia de la Rebelión Popular, así como por la forma de su construcción militar, el Frente centró su desarrollo en

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los principales centros urbanos, construyendo sus fuerzas centralizadamente y estructurándolas en grupos operativos. Con el tiempo se desarrollaron grupos en diferentes lugares del país, surgiendo orgánicas de carácter zonal dependientes del mando superior.

La ayuda internacional, en particular la cubana, jugó un rol de primera línea en el desarrollo del trabajo militar del PC y el surgimiento del Frente. En lo político, Cuba apoyó irrestricta y permanentemente la lucha de nuestro pueblo. Sirvió de aval para establecer un amplio arco de relaciones con el movimiento revolucionario y puso a disposición toda su infraestructura, lo que permitió la preparación de miles de cuadros y combatientes en sus principales centros de enseñanza y en las más diversas especialidades y niveles, así como el cumplimiento de misiones internacionalistas. Ofreció recursos materiales en el terreno logístico, documental y médico, asegurando operaciones de carácter estratégico.

De igual forma se fueron configurando los diferentes aseguramientos combativos. La estrategia del PC, al definir el carácter de la lucha, el enemigo a enfrentar imponía un límite definido y claro al desarrollo del trabajo militar reduciéndolo a una expresión exclusivamente operativa, esta concepción a medida que se profundizó la lucha se fue transformando en una permanente fuente de contradicción que culminó con la separación.

La sublevación nacional (1985).

El trabajo militar del Partido y, en particular del Frente, incidió significativamente en la situación política, involucrando al PC en una lucha cada vez más frontal con la dictadura, obligándolo a definiciones y concretas.

Teniendo en cuenta los altos niveles de lucha alcanzados por el pueblo y la tendencia a que el conflicto se resolvería por la fuerza, a fines de 1985 se delineó una estrategia político-militar que basada en la política de la rebelión popular, diseñaba el camino al derrocamiento del tirano y aseguraba una salida popular.

El peso de la elaboraci6n de esta política recayó en las estructuras del trabajo militar, surgiendo el plan de Sublevación Nacional, como elemento rector de la actividad

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política y militar. Este plan le dio un contenido preciso al desarrollo de la actividad militar, a partir de la definición del carácter del futuro enfrentamiento como insurreccional y en la perspectiva de contribuir al desmoronamiento político, moral y disciplinario de las FF.AA. Se logró una mayor autonomía en su implementación, creándose órganos de aseguramiento estratégico, fundamentalmente en el terreno logístico.

Empezaron los primeros intentos por extender la lucha a las áreas rurales, sin embargo, esto incidió sólo en cambios cuantitativos y no cualitativos.

En este período, se planteó la necesidad de una expresión territorial del Frente, a través de las fuerzas operativas territoriales y la creación de las Milicias Rodriguistas, para garantizar los levantamientos poblacionales en la perspectiva de liberar y controlar los territorios insurrectos. El accionar del Frente en este terreno era concebido como contribución a la lucha del pueblo, manteniendo un carácter especial.

En el plano internacional, se inició un trabajo con una calidad y una amplitud muy superior a la realizada en años anteriores, de forma independiente a a las estructuras regulares del Partido. Se organizaron comités de apoyo en los principales países de Europa y América Latina incorporándose organizaciones y ciudadanos locales. Se abrieron tribunas internacionales donde nuestro pensamiento fue conocido y apoyado.

El Frente ocupó espacios a los cuales el Partido no tenía acceso y asumió responsabilidades que iban más allá de las de un aparato. Las exigencias cada vez mayores obligaban a una ofensiva en la preparación combativa y política, organizando un proceso de instrucción a todos los niveles, en el plano interno y externo.

Se crearon las condiciones para el almacenamiento y distribución de medios industriales llegados a Carrizal y se organizó una estructura especial con compañeros sacados del FPMR y del PC, a cargo de la comisión militar del Partido.

Ruptura con el Partido Comunista.

En 1985-86 se alcanzaron los más altos niveles de lucha y de movilización combativa del pueblo. Las protestas tuvieron un alto grado de enfrentamiento, que superó las expectativas de

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quienes las concebían sólo como un medio de presión. Maduraba aceleradamente una situación revolucionaria y su conducción fue constantemente sobrepasada por las masas.

El descubrimiento de las armas en Carrizal dimensionó el carácter que iba adquiriendo el proceso. Constituyó un signo concreto de la decisión del PCCh y la voluntad de los cuadros del Frente de llevar la lucha a los niveles planteados en los documentos. Fue la primera y más evidente muestra de consecuencia con los discursos que reivindicaban la lucha armada como forma de enfrentar a la dictadura. Pero el revés final –que nos implicó una pérdida significativa de medios– estuvo determinado nuevamente porque una operación de carácter estratégico fue asumida operativa y tácticamente.

Es importante destacar el contexto represivo en que se dio una operación de esta envergadura, que no fue detectada pese a la gran cantidad de medios de inteligencia que ostentaba entonces el enemigo.

Así también ocurrió en el atentado al tirano, en septiembre de 1986, operación histórica, que demostró voluntad y legitimidad moral y que estuvo marcada por el desarrollo del FPMR y la combatividad ascendente de la movilización popular.

Alertado el imperialismo por estos elementos, se aceleró la salida de Pinochet del gobierno, lo que desgraciadamente fue capitalizado por el centro y la derecha. En efecto, en el momento más álgido de la lucha, las direcciones políticas vacilaron frente al empuje popular. Temiendo una salida que se les escapara de las manos, empezaron un rápido proceso de negociación que frenó al movimiento social.

En el plano internacional, se inició el desmoronamiento del sistema socialista. Esto también estimuló al PC a reformular su línea, asumiendo una readecuación táctica e iniciando el abandono de la política de la rebelión popular y de su expresión práctica, la Sublevación Nacional. En lo nacional, responsabilizó al trabajo militar de conducir los acontecimientos más allá de los marcos de su estrategia, comprometiendo su política de alianzas.

Recurrió a la vía orgánica para desarticular el trabajo militar y ya en 1986 relevó de sus funciones a los principales cuadros, reemplazándolos por otros de su más alta confianza. Las estructuras del trabajo militar defendieron su actividad y resistieron los cambios.

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Por primera vez, se confrontaron dos concepciones políticas que iban en distintas direcciones. Mientras el PC había asimilado la actividad militar como un elemento táctico, los cuadros del Frente la asumieron bajo una concepción estratégica. Y la práctica fue demostrando que la existencia de un aparato era insuficiente en el nuevo cuadro político en gestación, que requería de una organización de calidad superior.

Esto significó más tarde –en julio de 1987– el rompimiento con el PC y la fusión de distintas estructuras y cuadros nucleados alrededor del Frente.

Inicio como Organización Revolucionaria Independiente.

La situación política entraba a una nueva fase. El régimen consolidó un nuevo orden político, económico y social y se mostró dispuesto a hacer concesiones, incluso a costa de entregar el gobierno. Así dio paso al plebiscito. La oposición transformó la movilización combativa del pueblo en una batalla electoral, de la que salió exitosa. Allanaba el camino que meses después le permitió acceder al gobierno.

Esta era una de las consecuencias de las jomadas de lucha del año ‘86, que habían determinado el quiebre de la Asamblea de la Civilidad y con ello, de la unidad allí gestada. Las otras fuerzas opositoras abandonaron la movilización, responsabilizando al Partido Comunista de militarizar la política y de impulsar los acontecimientos más allá de los acuerdos.

Sin embargo, algunos esquemas negativos de entonces siguieron vigentes en la vida y actividad diaria del FPMR. Por ejemplo, el trabajo militar del Partido no formó parte indisoluble de su política, sino que constituyó un elemento más, regido y limitado por una estrategia parcial, vinculada al término de la dictadura. Al no ser una estrategia de poder, la construcción y desarrollo del trabajo militar tuvo sólo un contenido operativo, en función de la acción armada coyuntural y no de la guerra. Desde el punto de vista táctico y estratégico, el enemigo principal a enfrentar lo constituyeron sólo las fuerzas de seguridad y policiales y el carácter de los golpes iban orientados a desestabilizar y afectar pero no a derrotar.

Los primeros pasos en esta nueva calidad fueron difíciles y complejos. El Frente asumió la responsabilidad de continuar la

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política de Sublevación Nacional, entendiendo que las condiciones bajo las cuales ésta surgió estaban más vigentes que nunca. A partir de una conducción operativa intentamos entrar en la lucha política, pero antes tuvimos que validar al Frente como ente independiente. En ese contexto, se inscribió la exitosa Operación Príncipe que, entre otras cosas, permitió elevar la moral combativa y nuestro prestigio ante distintos sectores de la opinión pública nacional e internacional. Paralelamente, realizamos una reestructuración orgánica, incorporando nuevas direcciones de trabajo que compensaran en parte el papel del Partido. Se trataba de que el contenido y forma del trabajo de la Dirección Nacional permitieran ejercer una conducción política integral.

Se constituyó una nueva Dirección, formada por un secretariado y los jefes principales, quienes desarrollaron un amplio proceso de discusión, con miras a transformar al Frente de aparato en organización político-militar, concibiendo ahora a la Sublevación Nacional como estrategia de poder, proyectándola más allá del término de la dictadura. De ahí vino el cambio en nuestra concepción hacia las FF.AA., pues ya no se “desmoronarán política y moralmente”, sino que habrá que “derrotarlas política y militarmente”.

Esa nueva apreciación modificó la esencia misma de la estrategia de la sublevación, transformándola en una “guerra de todo el pueblo y en todo el territorio”.

Para implementarla, adoptamos cambios orgánicos, considerando que lo fundamental era hacer del Frente una fuerza material, ‘’un instrumento orgánico” capaz de expresar la alternativa patriótica en la senda de la revolución. Es decir, intentamos realizar un cambio político de fondo, mediante vías orgánicas.

La primera reunión de la nueva Dirección del Frente se llevó a cabo en medio de una situación política de declinación de la movilización. Hablamos de abril de 1988, cuando ya se configuraba un cuadro caracterizado por acelerar una salida negociada entre la dictadura, la DC, la derecha y el imperialismo norteamericano, bloqueando las posibilidades de un proceso popular y más avanzado. La izquierda, que había encabezado la lucha contra la dictadura, temía quedar aislada y comenzó un repliegue desorganizado.

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…’88, que pasó a ser el centro del quehacer político. Las masas también fueron arrastradas hacia la carrera electoral. El régimen comenzó a hacer concesiones, abrió espacios en el terreno de la libertad de prensa y de reunión. La represión se hizo selectiva. Preparando su salida del gobierno Pinochet hizo los últimos amarres y retoques al sistema con el fin de asegurar su continuidad preservación.

Ante esta realidad, en esa época nosotros llegábamos a la siguientes conclusiones: “Se ha generado en nuestro país en estos últimos años, una situación potencial de lucha, que permite afirmar que es posible lanzar a las masas a la calle a combatir y “levantarse en armas”, en el caso de amplios sectores más empobrecidos y golpeados por el actual sistema. “Las masas exigen de la(s) vanguardia(s) que muestre(n) una alternativa clara y viable. Exigen presencia y calidad militar superior para incorporarse a la lucha”. “La oposición tradicional no es claramente una alternativa para ello. Incluso se ve en las masas rechazo al “partidismo” que les ha decepcionado”. “El Frente, a pesar de los esfuerzos enemigos por destruirlo, y los intentos de sectores de la oposición (incluidos los partidos de izquierda) de descalificarlo ante el pueblo, ha sido la única expresión clara de lucha y puede llegar a constituirse en la alternativa que las masas reclaman”.

El Rediseño Político Interno.

Estas conclusiones constituyeron la base de la política del Frente en su desarrollo posterior y en lo inmediato se expresaron en el “Rediseño Político Interno’’, cuyo principal objetivo intentó ser “evolucionar de un esquema de sublevación a una estrategia de guerra patriótica en todo el país. A nuestro juicio, esto pasaba por la construcción de una fuerza político-militar de vanguardia en la perspectiva de ir creando la capacidad para conducir a una parte del pueblo, en movilizaciones y combates, tan adelante como sea posible, en el camino de la sublevación popular, capacidad que deberá expresarse con especial fuerza en los periodos cercanos (antes, durante, después) del plebiscito, previendo para entonces alcanzar expresiones de lucha insurreccional”.

A través del rediseño se pretendían transformar aquellos aspectos de la vida del Frente y de sus militantes que eran

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concebidos como la traba más importante para construir la organización político-militar de vanguardia y que creíamos en gran medida correspondían a “herencias” del partido, tales como: Excesivo centralismo, Ausencia de democracia, Ausencia de trabajo colectivo, Erosión de valores ideológicos y morales, Falta de transparencia, Inexistencia de órganos político-militares a diferentes niveles, Funcionamiento irregular de estructuras de base, Insuficiente trabajo político-ideológico. Se pensó que estos problemas se podían enfrentar mediante la sola toma de conciencia y voluntad de los militantes. Partíamos de la premisa que el cambio de una mentalidad, traducida en métodos, formas y estilos de funcionamiento –que por años fueron la base de la formación de los cuadros–, era posible sólo apelando a factores de carácter subjetivo. De ahí que una parte importante del Frente asumió y redujo el rediseño a un mero asunto de conducta individual.

Pero el error central estuvo en pretender transformar al aparato en una organización político-militar, con la mera incorporación mecánica de principios y normas de funcionamiento leninista. Es decir, sin tener en cuenta que para su plena expresión, dichas normas requieren de una base material, orgánica y humana específica que la vida interna de aparato no permite desarrollar.

La democracia interna, el centralismo democrático y la dirección colectiva son incompatibles con el carácter de una estructura vertical. A la vez, pretendíamos transformar nuestra estructura orgánica y forma de vida interna manteniendo intacta la esencia de las bases políticas e ideológicas que las generaron. Es decir, quisimos pasar a ser una organización de nuevo tipo manteniendo una estrategia cuyo centro no era el problema del poder y que por tanto su estructuración militar condiciona la existencia de un aparato.

Así como esta concepción fue plenamente valida en los marcos de la política de Rebelión Popular y de Sublevación Nacional, el plantearnos la necesidad de una nueva forma de organización nos obligaba en primer lugar a generar un nuevo proyecto revolucionario y no a seguir bajo la vieja concepción del Partido. Por lo tanto, pese a ser el rediseño justo en su contenido, circunscrito a esta realidad se hizo inaplicable. En ese sentido, su limitada aplicación sólo contribuyó a fortalecer al aparato.

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Nuestro análisis de la realidad.

A la elaboración del rediseño habíamos llegado tras analizar los acontecimientos de…

[---] …por la ausencia de los factores subjetivos, en un contexto

de maduración de condiciones objetivas. Este mismo cuadro lo trasladamos esquemáticamente a la realidad de 1988 y creyendo tener ya resueltos gran parte de los problemas subjetivos con el rediseño, concluíamos que la variante más probable del plebiscito sería “la imposición por la fuerza de la prolongación del régimen” (con fraude, autogolpe y suspensión o postergación del plebiscito, con intimidación a los votantes del “NO”, adelantando el plebiscito, etc.).

Esta conclusión nos llevó a decidir atravesarnos en la perpetuación del régimen mediante el inicio de una ofensiva que –por el salto de calidad que tenía implícita– fuera un paso decisivo en presentar la lucha armada como un camino irreversible, no sólo necesario sino también viable, y presentar al Frente además de una bandera, como fuerza material y orgánica de vanguardia.

Bajo este análisis, el plebiscito sería un verdadero detonante que crearía condiciones favorables para la expresión de la lucha del pueblo en un nivel muy superior a las conocidas y que guiados por su(s) vanguardia(s) avanzarían inevitable e irreversiblemente por el camino de la lucha armada hacia la toma del poder.

Como estas conclusiones nos permitían asumir el rol de organización político-militar de vanguardia decidimos “dar inicio a una ofensiva que proyecte a las masas a un nuevo escenario de lucha contra la dictadura”, a través de un conjunto de acciones que por su nivel nos permitiera capitalizar y encabezar el descontento popular producto del fraude plebiscitario. Paralelamente aspirábamos a dotar en la práctica a los principales cuadros y jefes de la experiencia en combates hasta ayer desconocidos.

Con este fin, planificamos las acciones en cuatro poblados rurales y en dos territorios urbanos para octubre de1988. La misión principal consistía en lograr la toma y control temporal de territorios, hacer propaganda y agitación a la población, así como neutralizar las fuerzas vivas del enemigo, destruir sus instalaciones y recuperar medios, mediante una incursión.

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La designación de las áreas rurales a operar se hizo bajo el criterio de ir a aquellas que estuvieran lejos de las zonas en que el Frente había iniciado un trabajo de basificación.

Pero los resultados del plebiscito fueron desconcertantes ya que dejaban sin fundamento a las acciones previstas.

En el plano urbano, la toma, control y defensa de territorios se convirtió en una suerte de marcha miliciana de saludo armado al triunfo del “No”. El odio, indignación y engaño que pensamos se produciría en las masas, se transformó en alegría, esperanza y festejos.

Se postergaron las acciones rurales en una semana, adecuando los objetivos al nuevo cuadro y apelando ahora sólo a factores de carácter subjetivos destinados a demostrar que el Frente no estaba dispuesto a permitir la perpetuación del sistema. Los resultados de estas acciones hablan por sí solos. Pagamos un alto costo en lo humano, político y militar.

Sin embargo, nuestra evaluación política posterior a estos hechos era que “la realidad de hoy nos demuestra cuán acertados fuimos en nuestras apreciaciones”. Esta conclusión absolutamente válida respecto a la continuidad y perpetuidad del régimen, no se puede hacer extensiva mecánicamente a la apreciación que frente al plebiscito tuvimos y que en definitiva determinó nuestra táctica.

Los hechos hoy nos evidencian que a pesar de partir de un diagnóstico acertado (continuidad), llegamos a conclusiones erróneas. En el fondo, hicimos política como si nada hubiera cambiado, lo que nos llevó a ver una realidad inexistente, a sobredimensionar y prolongar en el tiempo una “maduración de condiciones subjetivas” en franca declinación y a punto de extinguirse.

Partimos del principio que a la continuidad del régimen, correspondía la continuidad del Frente, con la particularidad que ahora no tendríamos las manos amarradas por el Partido. No nos dábamos cuenta, que aun seguíamos transitando bajo la misma concepción, salvo algunas modificaciones que estaban lejos de cambiar la esencia.

La mentalidad operativa.

Estos son los métodos de análisis que nos llevaron a tomar las principales decisiones políticas sobre las cuales se

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levantó, construyó y desarrolló un sistema que hasta hoy rige a la organización y genera las futuras políticas en todos los pianos, determinando una mentalidad operativa expresada en formas de pensamiento, análisis, conductas, apreciaciones y funcionamiento equivocado.

Esta mentalidad surgió producto de concebir la política militar en términos tácticos, donde al quehacer militar se le asigna un rol esencialmente técnico y no político. La mentalidad… [---] …desarrollo de los procesos, aplicando mecánicamente ciertos principios que, si bien es cierto son plenamente válidos y necesarios en el contexto de una acción armada, no lo son referidos a una situación política ni militar determinada.

Esta forma de ver las cosas tiene su expresión e incidencia en todos los planos y por su naturaleza es reduccionista.

Con estos problemas latentes, el Frente realizó su segunda reunión de Dirección Nacional en marzo del ‘89, donde participaron jefes y cuadros principales. En este evento, sólo se logró un reordenamiento orgánico, ratificando y precisando algunos elementos relativos al carácter de la implementación y continuidad de la Guerra Patriótica Nacional, que hasta ese momento sólo era un enunciado general, definido como “un proceso global e integral de lucha, que combina lo militar, lo político, la movilización social, toda expresión de lucha y en el que tienen lugar todos los patriotas que se proponen la derrota del enemigo, mediante la combinación de golpes en todos los frentes, siendo el accionar militar el factor principal para ganar la guerra pues este será decisivo en el desgaste físico y moral del enemigo.

“Hemos definido este proceso no como breve, que ira transitando por distintas etapas ascendentes, a lo largo de las cuales iremos construyendo el ejercito del pueblo y las fuerzas necesarias para derrotar al régimen y a las FF.AA.”.

Junto a estos enunciados afirmábamos que “no obstante ya hoy nuestras fuerzas guerrilleras, en el campo y la ciudad, así como las Milicias Rodriguistas y otras fuerzas revolucionarias, expresan la posibilidad de construir en la lucha (junto a todos quienes estén dispuestos a combatir frontalmente al régimen) la fuerza armada y de liberación que se proyecte por sobre la coyuntura y sea capaz de conducir al pueblo por un camino de victoria”.

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Esta concepción correspondía al análisis de la “realidad” y concluía que “el potencial y experiencia combativa acumulada por el pueblo está intacto y en forma latente, sintiéndose ya los primeros síntomas de la urgencia por resolver reivindicaciones inmediatas; existen en este momento en el país un gran número de huelgas y conflictos de tipo laboral”. “Los amarres y la continuidad económica del nuevo régimen permiten prever un estallido social que ya se está incubando y que es señalado objetivamente por la imposibilidad de resolver el aumento de los salarios y ampliar los derechos laborales, a la vez que mantener los equilibrios macroeconómicos que exige la política económica neoliberal, los dictados del FMI y el Banco Mundial”.

“Prevemos por tanto un rápido deterioro del prestigio del nuevo régimen y un paulatino y ascendente proceso de radicalización del pueblo; situación que estamos resueltos a conducir”.

Este tipo de análisis es el marco que determinó nuestra elaboración táctica, traducida en orientaciones, tareas, medidas y acciones que pocas veces llegan a implementarse y, de hacerlo, no siempre obtenemos los resultados esperados. Generalmente, esto lo atribuimos a problemas subjetivos, a la falta de voluntad y disposición de los cuadros que tienen la responsabilidad de expresarla en la práctica, a situaciones orgánicas, o bien a la falta de apoyo, control y exigencia por parte de la Dirección u órganos intermedios. Comúnmente, las medidas no se dejaron esperar. Se cambian direcciones completas, o simplemente se remueven y promueven cuadros. Así, llegamos a un Frente cada vez más reducido y con menos capacidad para llevar adelante el proyecto y con un saldo de cuadros resentidos y desconcertados.

¿A qué responde que mientras nuestros análisis van por un lado, la realidad camina por otro?

Sin duda, a que hemos establecido que los requerimientos que necesita nuestro proyecto para abrirse paso son operativos y no políticos, de ahí que a partir de ciertos elementos objetivos generamos artificialmente una realidad favorable a su desarrollo. Esto responde a la mentalidad voluntarista e idealista, a la que hacíamos referencia.

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El desarrollo del proyecto.

El año ‘89 fundamentalmente fue de reorganización, proceso que se vio seriamente afectado, entre otras cosas, por los hechos ocurridos en la acción de Tobalaba con un lamentable saldo en vidas y político.

En marzo del ‘90 se realizó nuestra tercera reunión de DN, con la participación de un amplio contingente de cuadros y jefes que, por primera vez, tenían la responsabilidad de informar del desarrollo del proyecto tanto en sus territorios como en las direcciones de trabajo. La evaluación permitió tener una visión general del trabajo del Frente, en realidad imposible de dimensionar por tratarse de una estrategia que tenía un insuficiente desarrollo. Al menos, nos permitió ver la necesidad de precisar el contenido y los alcances de la misma.

Las resoluciones de este evento se limitaron a la decisión de elaborar un plan de guerra (estrategia) como elemento rector único de la actividad de la organización en todos los planos.

Este plan de guerra constituyó una sólida base en nuestra concepción político-militar, permitiendo un conjunto de definiciones y criterios que posibilitaban una práctica única y concreta. Además de ser una herramienta fundamental para la elaboración táctica.

A partir del plan de guerra se inició un proceso de construcción y desarrollo de las fuerzas, en lo político, social y militar, con características distintas a períodos anteriores.

En su primera etapa, tenía como objetivo crear los acondicionamientos materiales básicos que permitieran llevar adelante nuestro proyecto, lo que se fue desarrollando independientemente de la situación política contingente. Esto permitió avances significativos en esta dirección.

El acontecer nacional estuvo marcado por la consolidación del gobierno, que dio por concluida la transición y, por tanto, superados los impases que enfrentaba en sus relacione con la institucionalidad vigente, en particular con el Poder Judicial y las FF.AA. en temas tan sensibles como los derechos humanos y las reformas constitucionales. Mediante la negociación, puso punto final a esta materia y ya con mayor libertad comenzó a desarrollar su plan político.

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Asimismo, va logrando, en breves plazos, lo que la dictadura en 17 años, a sangre y fuego, no obtuvo: neutralizar la movilización del movimiento popular, el rechazo al partidismo y la apatía. Todo en medio de un “floreciente crecimiento económico”.

El cambio en la correlación de fuerzas a nivel mundial, derivado del desmoronamiento del sistema socialista del Este Europeo, repercutió en nuestra realidad. La crisis empezó a consumir y afectar a los partidos de la izquierda y al movimiento revolucionario, incitándolos al camino de la “renovación”, que no es más que la renuncia a la causa popular.

Los que hasta ayer decían estar en el campo revolucionario, hoy no sólo lo han abandonado sino que están dispuestos a combatirlo, en cualquier terreno y de cualquier forma. La crisis aún no toca fondo y por tanto, nada hace esperar que a corto plazo pueda existir un proyecto de izquierda alternativo.

Al inicio de la caída del campo socialista, evaluamos que al FPMR, por sus “características particulares”, no le afectaría y que mientras otras orgánicas entraban en una crisis de carácter ideológico, la nuestra era orgánica. Por tanto, a partir de esta afirmación cualquier medida excluía el demento ideológico.

La consulta (1991).

Durante este período, se hizo cada vez más evidente el bajo perfil del Frente en todos los pianos y se abrió una brecha mayor entre la idea y la acción. Esto generó condiciones favorables para buscar internamente a los “culpables”, de arriba hacia abajo y viceversa.

Entramos en un clima en que todo está permitido, lo que empezó a hacer temblar la organización y la polarizaba, vislumbrándose en la práctica dos pensamientos. Por un lado están los que quieren avanzar y por otro, los que estancan. Responsabilizándose unos a otros.

Se va creando un cuadro de insatisfacción, que contribuyó a que varios compañeros se resten paulatinamente al trabajo, al no ver respuestas concretas que permitieran superar la situación creada.

Consciente de estos problemas, la Dirección trata de enfrentarlos haciendo un último esfuerzo al impulsar un proceso

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de discusión que involucraba a la mayoría del Frente y que concluyó en la Consulta Nacional de marzo del ‘91. La consulta tuvo como principal objetivo analizar aquellos aspectos que impedían la transformación del Frente en una organización revolucionaria. Si bien es cierto que este evento nos permitió “detectar” mejor los problemas existentes, estuvo lejos de superarlos.

Caracterizamos el momento que vivía el Frente como una “crisis de desarrollo”, por tanto nuestro análisis, sus conclusiones y medidas correspondieron a dar respuestas a ese carácter. Es decir, el evento, al igual que en otras oportunidades, no enfrentó los problemas de fondo, que por más que digamos que tienen una raíz política ideológica, los asumimos orgánicamente.

Los resultados en lo político nos permitieron dar un salto significativo en la precisión del proyecto, traducido en definiciones y criterios en el plano de la construcción de fuerza; estructura partidaria; trabajo político-ideológico e internacional; trabajo de masas; política de cuadros, etc.

Sin embargo, la justeza de estos planteamientos chocó con las conclusiones del análisis de una realidad sacado de un mundo “imaginario”. Nos referimos a la llamada “crisis de…

[---] La imposibilidad de implementar las decisiones tomadas

por la Dirección a partir de las resoluciones de la Consulta, no obedeció a problemas subjetivos, como la calidad de los cuadros, convencimiento, voluntad, insistencia, control y ayuda, etc. Sino que respondió a problemas objetivos derivados de su aplicación en una realidad distinta a aquella en la que se concibieron.

Las expectativas generadas en el conjunto del Frente fueron destrozadas abruptamente por una práctica que no evidenciaba ningún cambio. Se generó una reacción que profundizó los problemas y que llegó a afectar a la propia Dirección, minando seriamente su unidad y cohesión interna, lo que le significó perder capacidad para ejercer su rol de control y conducción.

Las distintas ópticas para enfrentar el problema se contrapusieron. Quienes estaban por recurrir a la conciliación y consensos cupulares –métodos de gran arraigo en el Frente– se desprendieron de la organizaci6n. Nuevamente, a través de medidas orgánicas, la DN pretendió encarar profundos problemas políticos e ideológicos.

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Se creó una comisión de análisis y estudio destinada a investigar las causas que generaron tal situación y, al mismo tiempo, proponer los mecanismos de su superación. Después de algunos meses de trabajo, esta comisión entregó su primer informe, que sólo llegó a profundizar, sintetizar y precisar la expresión de los problemas al interior del Frente y propuso una salida que no se apartaba de los cánones tradicionales.

La situación entró en una dinámica insostenible y en medio de problemas graves de seguridad.

Hermanos: Hemos tratado de presentar los principales acontecimientos

políticos que han regido la vida de la organización. No es fácil lograr un orden en ello y abarcar su totalidad. Lo hacemos con un profundo espíritu autocrítico, pero la rigurosidad de esta autocrítica no significa el desconocer el gran patrimonio histórico y de dignidad del FPMR, tampoco significa renegar de nuestros principios Marxistas Leninistas, ni mucho menos de la Guerra Patriótica y Nacional como nuestro proyecto revolucionario.

Sin embargo, nos atrevemos a asegurar que nuestro quehacer diario en el terreno de la actividad multifacética del Frente, su accionar, construcción de fuerzas, propaganda, trabajo político e ideológico, preparación y disposición combativa, sus aseguramientos, su trabajo internacional, sus relaciones políticas, política de cuadros, su moral, su orgánica y funcionamiento han respondido a una mentalidad esquemática, rígida, voluntarista, operativista e idealista, que nos ha llevado a hacer política de los errores y a ver una realidad distinta a la que es. Reemplazar la realidad por nuestros legítimos sueños sólo nos conduce a que éstos se desvanezcan. Así no se construye la historia.

Hermanos: Es tiempo de tomar conciencia de la gravedad de la

situación de nuestro FPMR, y de buscar un camino de solución colectiva, de arriba hacia abajo y viceversa.

Ha llegado la hora de reflexionar y descubrir las causas de nuestros errores y las formas más efectiva de revertirlas.

Nadie tiene derecho a destruir esta obra, construida con la sangre generosa de nuestros mejores hermanos y que constituye uno de los principales capitales con que cuenta nuestro pueblo en su camino de liberación.

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La validez y continuidad histórica del FPMR está por sobre los hombres y nuestro más sagrado deber es garantizarla.

POR LA MEMORIA Y RECUERDO DE NUESTROS HEROES ¡¡HASTA VENCER O MORIR!!

DIRECCIÓN NACIONAL FRENTE PATRIOTICO MANUEL RODRIGUEZ

Octubre, 1992 - Santiago - Chile.

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Portada de El Rodriguista 68

Hablan Salvador y El Chele, dirigentes del FPMR. El Rodriguista No. 68, 1996, pp. 12-17.

Presentación.

Después de muchos meses y acontecimientos, después de muchos conflictos y soluciones, después de muchos silencios, complicidades, divagaciones y reflexiones, después de mucho y muchos, la revista de los rodriguistas sale nuevamente a la luz pública. Si este número de El Rodriguista comienza nuevamente a circular por poblaciones, centros estudiantiles y laborales, aquellos nuestros lugares, es porque tiene una esencia indiscutible, cual es ser, aportadores a la reconstrucción del movimiento popular. Pretendemos caminar observando el camino y no haciendo vista ciega a los problemas que atentan contra la vida del hombre y su medio ambiente.

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Queremos hacer llegar un fraternal saludo a nuestros antiguos y nuevos lectores, especialmente a nuestros hermanos simpatizantes. Sin embargo, es necesario considerar que la forma más respetuosa, óptima y transparente de presentación es con la verdad de lo que somos, de lo que queremos hacer y ser, con una nueva práctica que supere los errores y las insuficiencias de nuestro pasado reciente. Pero al mismo tiempo, orgullosos de nuestra historia consecuente de lucha.

Hoy nuestras pretensiones quizás sean muy ambiciosas y abarcadoras, queremos que este espacio contribuya a la formación de los rodriguistas, también a sectores de nuestro pueblo. Aprender y avanzar con humildad revolucionaria: Que este espacio sea para todos aquellos ojos que quieran ver, para todas aquellas manos que quieran actuar, para todo aquel mundo que queremos cambiar. No pretendemos ofender más a quienes han ofendido con su violencia, represión, autoritarismo y cultura de la muerte. Pero a los jóvenes, pobladores, trabajadores, niños, hombres y mujeres de nuestra patria, queremos hablarles con nuestra palabra, con nuestros medios, con nuestros recursos, es decir, con nuestra revista, con El Rodriguista que el lector nuevamente tiene en sus manos.

Entrevista a Salvador y El Chele, dirigentes del FPMR.

Durante los últimos meses ha estado en forma permanente en el centro de la noticia el caso Guzmán. Todos han opinado al respecto, sintiéndose analistas y especialistas en el tema. Sin embargo, los principales aludidos no han estado presentes y, por tanto, ha llegado la hora de pronunciarse ante tanta especulación y mentira. Para este efecto hemos respondido a las preguntas realizadas por un medio informativo y por esta vía damos a conocer nuestra posición y las perspectivas de nuestra política.

El comandante “Ramiro”, en entrevista a El Mercurio, declaró

que el hecho de ajusticiar a Guzmán constituyó un error político. ¿Qué alcances tiene esta afirmación?

Esta afirmación no tiene el alcance que “El Mercurio”

intenta darle. Si bien es cierto en nuestro análisis interno hemos concebido errores, éstos no están referidos a un hecho puntual,

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sino a la concepción política que los sustentó. Es decir, no se puede trasladar mecánicamente los errores de ésta a todas y cada una de las acciones realizadas. En cuanto al caso Guzmán, hemos reconocido que nuestra mayor equivocación estuvo en no ser capaces de crear las condiciones que nos permitieran capitalizar dicha acción, y al final, desde todos los puntos de vista, la misma nos sobrepasó. Pero ello nada tiene que ver con su validez. El tiempo no nos puede llevar a olvidar que este siniestro personaje fue uno de los principales autores intelectuales e ideólogo del golpe de Estado y del genocidio posterior. Más allá de los esfuerzos que hagan por presentarlo como un santo, siempre estuvo detrás de los actos criminales en contra del pueblo.

¿Es efectivo que la decisión de ajusticiar a Guzmán fue tomada

sólo por una parte de la Dirección Nacional del FPMR?

La acción de Guzmán formó parte de una de las líneas políticas asumidas al término de la dictadura en la perspectiva de la campaña “No a la impunidad”, y esto apuntaba a demostrar que ante la imposibilidad de que la justicia castigara a los culpables de violaciones de los derechos humanos, éstos no quedarían impunes. Esa fue una línea decidida colectivamente por la DN, al igual que cada acción para implementarla. Esa operación en particular, estuvo a cargo de nuestro compañero Mauricio Arenas Bejas, el comandante Joaquín. Él, entre otras cosas, conoció en carne propia la obra de Guzmán, ya que fue salvajemente torturado en el año 84 y en febrero de 1987 fue detenido en medio de un desigual enfrentamiento donde quedó gravemente herido, con ocho impactos de bala en el cuerpo. Los servicios de seguridad y en particular el entonces fiscal y hoy general Fernando Torres Silva hicieron todo lo posible porque no viviera y sin embargo logró recuperarse. Joaquín, quien estuvo recluido por tres años y se fugó en enero de 1990, fue un fiel exponente de la juventud chilena, valiente y decidida a luchar hasta la muerte por la libertad y la justicia para nuestra patria.

Volviendo a lo que en más de una oportunidad se ha dicho, que esta acción correspondería a un intento de resolver los conflictos internos del Frente, sin desconocer los mismos, podemos asegurar que una operación cualquiera no surge de la noche a la mañana y por tanto, resulta imposible pensar que la

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misma correspondía a una vía para enfrentar los problemas. Es más, la naturaleza de los problemas existentes entonces era la falta de implementación política de la GPN y no su cuestionamiento. Las versiones de que supuestos miembros de la Dirección no estuvieron de acuerdo con la acción nada tiene que ver con la vedad. Al margen de esto, algunas voces se escucharon, pero en la periferia de nuestro trabajo.

¿Cómo estaba compuesta la Dirección en ese entonces?

La DN era un colectivo de trabajo compuesto por un grupo de compañeros con responsabilidades individuales, pero que debatían las políticas particulares de manera colectiva.

¿Cuál fue la participación de Salvador en dicha decisión, pues

se ha dicho que no estaba aquí en Chile?

Su participación fue en correspondencia con la responsabilidad que detenta dentro de la organización.

En la misma entrevista a El Mercurio, “Ramiro” dijo que “El

Chele” es un “mito que no existe”. ¿Hasta dónde eso es efectivo?

Lo planteado por Ramiro es real en la medida que “El Chele” que intentan pintar los organismos oficiales a través de los medios de comunicación no existe. Sin embargo, dentro de nuestras filas “El Chele” existe y representa los mejores valores del revolucionario y del rodriguismo. Ha participado activamente en las principales actividades de la organización tanto en la lucha en contra de la dictadura como en la lucha internacionalista junto a nicaragüenses y salvadoreños. En el último tiempo se ha transformado en uno de los principales impulsores del proceso de discusión interna.

El rol de Cuba.

¿Cuál fue y es la incidencia de Cuba en la existencia del Frente?

La incidencia de Cuba en el surgimiento de cualquier organización revolucionaria es innegable. La sola existencia de

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Cuba ha constituido en este siglo un faro, una luz y un ejemplo para millones y millones de personas. Ha sido el referente más claro y nítido de un camino de esperanza que supera la pobreza y la marginación. El reconocimiento a Cuba es tan grande que más allá de posiciones políticas, dirigentes y empresarios de todo el mundo –y del propio EE.UU.- en los últimos años han comenzado un acercamiento. Desde ese punto de vista, Cuba contribuyó al nacimiento del Frente y apoyó su lucha, de la misma forma que lo hizo con otras fuerzas políticas que combatieron la dictadura. Esta ayuda siempre se realizó sin condicionamientos políticos de ningún tipo y sin ninguna intromisión en nuestros asuntos internos. Es más, en la difícil situación actual que enfrenta el pueblo cubano, independientemente de algunos caminos tomados para darle solución, los rodriguistas sentimos gran admiración y respeto por su resistencia tan digna y soberana.

¿Es efectivo que con la llegada del gobierno de Aylwin,

personalmente Fidel les comunicó que se suspendía todo tipo de ayuda?

Es falso. La ayuda recibida por Cuba nunca fue determinante

para nuestra existencia. Fruto de nuestra iniciativa y decisión, al momento de constituirnos en una organización autónoma en julio de 1987, por una cuestión de principios renunciamos a todo tipo de ayuda que pudiera ser utilizada para comprometer a Cuba en los esfuerzos que se comenzaban a hacer en la perspectiva de su total integración en el contexto latinoamericano. Ello nos significó que al término de la dictadura prácticamente éramos autosuficientes. Las reflexiones y la evolución de nuestra política la hemos hecho democráticamente al interior del Frente y sin ninguna injerencia externa.

¿Cuál es actualmente el nivel de las relaciones entre el Frente

y Cuba?

En general las relaciones del Frente con el movimiento revolucionario de Latinoamérica son bastante puntuales y se limitan a un intercambio de experiencias en función de una búsqueda permanente que permitía abrir paso a nuestros proyectos y mantener vivo el ideario revolucionario. Con Cuba en particular,

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prácticamente no existen relaciones por una razón muy simple: no queremos ser el motivo o pretexto que incorpore un elemento disociador más a las complejas y sensibles relaciones de Cuba con otros países.

¿Hasta dónde el vínculo familiar entre “El Chele” y Raúl Castro ha influido en la relación del Frente con Cuba? ¿Es verdad que Fidel y Raúl Castro decidieron la muerte de Guzmán?

La relación que el Frente llegó a tener con Cuba se

sustentó en principios y valores, puestos a prueba en la lucha internacionalista y en la formación de revolucionarios, en la unidad de intereses por aspirar a una sociedad más justa y digna, y en la decisión irrenunciable a resistir y combatir la dictadura. Y esto no depende de una relación familiar. Es más, el sólo hecho de pensar en ello, constituye una falta de respeto a esa revolución cuyos dirigentes por más de 35 años han estado luchando en contra del enemigo más poderoso de la humanidad y resulta a lo menos ingenuo que alguien pueda creer que a la hora de establecer relaciones pesan los aspectos familiares. De igual forma, sólo en una mente estrecha se puede llegar a concebir que las acciones del Frente fueron orientadas o influidas desde La Habana. Dicha opinión, sin lugar a dudas, no es más que la proyección que las fuerzas políticas chilenas hacen de su propia experiencia. No nos olvidemos en dónde es que se fragua el golpe de Estado y a dónde recurrían a recibir instrucciones la misma fuerza que hoy es gobierno. Por lo demás, en la actualidad la posición de Chile en distintas tribunas a nivel internacional sigue estando definida por el Pentágono.

Los infiltrados del FPMR.

¿Hasta dónde los hechos de infiltración han afectado al Frente?

Estoshechosnohansidodeterminantesenlasituaciónactual del Frente. Sin embargo, han tenido gran incidencia, pues de una u otra forma nos han distraído de los esfuerzos principales. Hemos tenido que estar permanentemente en alerta y a pesar de todo nos

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han golpeado. Sin ir más lejos, en plena labor de reorganización y reflexión es detenido el segundo jefe de la organización y más de una decena de militantes tienen orden de detención. Si bien es cierto el fenómeno de la infiltración no es nuevo, no sólo afecta o dificulta una práctica, sino que resiente política e ideológicamente a una organización, puesto que la labor de infiltrados y colaboradores se orienta a debilitar el sustento ideológico de los militantes a través de rumores, descalificaciones y especulaciones, tendientes a dividir internamente a la organización, y con ello, hacer saltar las llaves de la compartimentación, exponiéndola a los golpes de los servicios de seguridad del sistema. En todo caso, la situación de crisis vivida por la organización nada tiene que ver con estos hechos, los cuales sólo han contribuido a hacer más difícil el camino de su superación.

Schilling ha declarado que a lo menos la labor de 2 ó 3 informantes logró desarticular al Frente. De igual forma en más de una oportunidad se ha afirmado que militantes socialistas “altamente” preparados en Cuba y en los países socialistas serían los principales colaboradores de Schilling en materia de seguridad. ¿Qué saben de ello?

Primero, el señor Schilling está obligado a creer y demostrar

que logró desarticular al Frente, pues ello constituye su certificado de buena conducta. Ahí está su sueldo. El Frente, efectivamente, tal cual se ha planteado en nuestras propias reflexiones, comenzó un proceso de reflujo a partir del término de la dictadura en el que se produjeron desprendimientos que fueron debilitando a la organización en todos los planos. Las causas de ello están claramente establecidas en nuestros documentos y ratificadas en nuestro último Encuentro por la Reorganización del Rodriguismo. Es decir, es cierto que ha existido una atomización del Frente pero no al grado de llegar a desarticularlo. El propio proceso de discusión interna así lo demuestra. Que nadie se llame a engaño, al Frente no lo desarticula la labor de un par de informantes. En cuanto a los informantes de Schilling, sabemos muy bien de quienes se trata. Algunos de ellos efectivamente en algún periodo estuvieron relacionados con el trabajo de dirección. Incluso más, en algún momento intentaron dividir la organización y levantar

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un nuevo referente y de pronto aparecieron como funcionarios de gobierno y casualmente, bajo las órdenes de Schilling. De igual forma conocemos muy bien a los colaboradores de origen socialista, pues en algún momento supuestamente compartimos los mismos ideales y hoy se venden al mejor postor. Siempre su mediocridad los llevó a usar cualquier recurso para alcanzar cierta notoriedad y poder. La pobre y periférica participación de ellos en la guerra nicaragüense son el mejor testimonio. Sin embargo, estos casos constituyen una excepción pues en la mayoría aún prevalecen las enseñanzas de Allende y mantenemos con ese genuino mundo socialista un constante intercambio.

Agdalín Valenzuela, de acuerdo con lo planteado por

funcionarios de gobierno, es reconocido como un héroe anónimo de la democracia. ¿Qué relación tienen Uds. con su muerte?

La causa de la muerte de este sujeto está relacionada con

su vida. Durante mucho tiempo contó con toda nuestra confianza y terminó traicionando. De manera vil entregó información que, sin ir más lejos, permitió a los organismos de seguridad lograr un conocimiento de nuestras estructuras y principales dirigentes. Fruto de nuestro análisis podemos afirmar que este tipo fue reclutado por los aparatos de información del Partido Socialista, probablemente a través de una relación familiar suya. Así llegó a ser informante de Schilling. Ello quedó demostrado en una información que recibimos en mayo del 91, la cual sólo llegamos a confirmar con posterioridad a la caída de Ramiro, cuando tuvimos acceso a un documento en el que el propio Schilling ante una reunión del Consejo de Seguridad en torno al caso Edwards, dio a conocer informaciones que le proporcionaba un informante, a quien identificó en ese momento como F1, quien dio cuenta de sus reuniones con algunos jefes del Frente y de la operación en curso. De igual forma, en ese contexto comenzaron a aparecer en forma insistente por distintas vías y medios, una serie de informaciones incluyendo en más de una oportunidad nombres y apellidos de supuestos informantes o bien entrevistas a anónimos personajes, tendientes a encubrir a los verdaderos colaboradores. También aparecieron algunos artículos periodísticos con antecedentes de orden interno de la organización, los cuales “casualmente” son firmados por una periodista socialista que vivió varios años en

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Cuba y que junto a su esposo Antonio Ramos trabajaron en el equipo de información del Comité Chileno de Solidaridad. De la noche a la mañana aparecieron los dos trabajando en La Moneda, ella en la Oficina de prensa y él en las oficinas del Ministerio del Interior como coordinador con la Oficina de seguridad. Todos estos elementos sumados a la detención de Ramiro nos llevaron a determinar dónde se encontraba el informante y ésa es nuestra única relación con su muerte, haber descubierto su traición. En relación a este tema, sin lugar a dudas quienes tienen que responder por este tipo de hechos son aquellos que andan reclutando y comprando “héroes anónimos”.

A diario podemos darnos cuenta de cómo la dictadura logró incorporar una serie de valores propios de una sociedad hipócrita y pacata, reflejando la peor crisis moral que conozca nuestro país, en que los traidores son tratados como héroes, a los asesinos y torturadores el día de su muerte se les rinde tributo, declarando duelo nacional, y en que las amenazas del asesino Pinochet de un nuevo golpe de Estado son celebradas por el mundo empresarial y asumidas en forma vergonzosa por la clase política. En todo caso no es casual la opinión del señor Schilling, pues él mismo, de ser un defensor de Allende, un miembro del Grupo de Amigos del Presidente, ha traicionado esos ideales para ponerse al servicio de la oligarquía. Nuestro pueblo conoce muy bien y desprecia terriblemente a los mercaderes del soplonaje, que construyen empresas destinadas a la delación y la traición, a los Agdalín, los Romo, los Fanta, los Guardia. Por más que quieran hacerlos aparecer como héroes, expertos en asuntos de inteligencia o grandes analistas al servicio de la democracia, no podrán superar la berrera de los sapos ni dejar de ser verdaderos mercenarios al servicio del capital.

Lenin Guardia, “analista de inteligencia”, ¿qué papel jugó en

los casos Edwards, Guzmán y en los golpes recibidos por el Frente en el último tiempo?

Este personaje recurrentemente ha estado presente cada

vez que se habla de un trabajo sucio. Sus vínculos con la CNI y con organismos de inteligencia del Ejército y sus relaciones personales con dirigentes políticos de derecha, así como su pasado supuestamente izquierdista, lo han hecho ocupar los primeros

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planos el último tiempo. Desde hace mucho tiempo sabemos de la existencia de este individuo. Si farsantería lo ha llevado en más de una oportunidad a vanagloriarse de ser un conocedor de nuestra historia, con importantes relaciones al interior de nuestra organización y con una serie de relaciones internacionales que supuestamente lo avalarían. Lo cierto es que nosotros tenemos noticias de él inmediatamente después de que asume el gobierno de Aylwin. Según los antecedentes con que contamos, ahí se empezaron a hacer los primeros intentos por configurar el trabajo de seguridad para enfrentar al movimiento popular y revolucionario. Una de las líneas es asumida directamente por Belisario Velasco, quien creó un equipo con gente que, de una u otra forma, hubiera estado vinculada a actividades de Izquierda. Este equipo dio paso más adelante a la “Oficina de Seguridad”. El primer equipo que se conformó estuvo integrado por Lenin Guardia, un tal Iván Carrillo y otro personaje que no mencionaremos, que al parecer no aceptó participar porque no estaba dispuesto a asumir sus condiciones. Incluso, en más de un momento supimos lo que tenía que ver con su funcionamiento. Naturalmente que una vez creada la Oficina de Seguridad, a lo menos Lenin Guardia no perdió su calidad de colaborador del gobierno en asuntos de soplonaje, pues nuevamente apareció en el contexto del caso Edwards haciéndose pasar un funcionario al servicio de Cuba que quería ayudar al Frente y descubrir supuestos infiltrados de la DINE a nuestro interior. Para ello, se valió con la actitud antiética de su esposa. Consuelo Maquiavelo, que siendo sicóloga del FASIC utilizó información de una paciente referida a Ricardo Palma tratando de ganar la confianza de ésta. Así Guardia logró enterarse de una serie de antecedentes y en particular del papel de Palma dentro de la organización. Con esos elementos y ese discurso intentaba llegar a la Dirección. Sin lugar a dudas que debió aportar a un mayor conocimiento de parte del gobierno hacia el Frente, puesto que sus análisis los basa en lo que logró conocer en sus relaciones con la CNI y posteriormente en sus actuales relaciones con la DINE.

¿Cuál ha sido la relación o vínculo entre la francesa Emmanuelle Verhoven y el Frente? ¿Es posible hablar de un nuevo caso de infiltración?

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Una vez más la prensa a través de sus reportajes se equivoca. En su afán sensacionalista pretende día a día encontrar supuestas nuevas claves y para ello se apoya en ciertos elementos reales que más de algún informador vinculado a los servicios de seguridad le entrega. ¿De dónde aparece este personaje “clave”? En primer lugar, ella jamás fue militante del Frente y su relación con la organización es absolutamente tangencial puesto que, ocasionalmente por el año 86-87 realizó tareas de ayudista y luego reapareció intentando vincularse con la organización a través de los presos políticos. Lo que dice el reportaje en cuanto a su relación con Barraza no nos merece duda, pues este “gran sabueso” llega a ella al conocer que es la compañera de un tal Juan Gutiérrez, militante del Frente, con preparación en Cuba. Con estos elementos el jefe de la BIOC asegura estar en presencia del “Chele”, pues tanta coincidencia no le cupo en la cabeza. Pero una vez más se equivocó, se trata de otro. De Juan Gutiérrez Moya, al cual el reportaje en cuestión intenta desconocer pues, de los antecedentes con los cuales contamos, dicho individuo al igual que su compañera fueron protegidos a cambio de información. Sin ir más lejos, conocemos que Emmanuelle, luego de salir de Chile, por vía terrestre en un bus a Buenos Aires, fue protegida por Barraza para luego desde ahí embarcarla en dirección a Francia, concretamente a la calle 31 Avenue de L’Angeunière, apart. 1006, 44800 St. Herblain, donde se domicilió por un largo periodo. Sabemos que actualmente por razones “laborales” se habría resguardado momentáneamente en Palestina. En el primer semestre del año 95 y en marzo de este año ha intentado relacionarse con organismos de los derechos humanos y sabemos también que a Juan Gutiérrez Moya le encargaron averiguar datos sobre nosotros, cuestión muy torpe, pues él se alejó del Frente por el año 88. Es más, por diversas vías esta mujer, en octubre/noviembre del 93, hizo llegar mensajes a la Dirección en la perspectiva de ofrecerse para una eventual fuga de los presos políticos, de acuerdo a las posibilidades de sus contactos laborales y por sus relaciones con el director de Gendarmería, Claudio Martínez, plan que al calor de los antecedentes actuales y por lo burdo del mismo, sin duda estaba orientado por Barraza, el cual, según la propia “francesa”, mantenía una relación íntima con ella.

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Barraza, un siniestro personaje.

De las declaraciones de Barraza se desprende que durante un tiempo las principales estructuras del Frente estuvieron bajo el control de Investigaciones. ¿Cuál puede ser el motivo por el cual no los detuvieron?

Lo primero es decir que es efectivo que las principales

estructuras del Frente estuvieron bajo control de los organismos represivos. La actividad enemiga en todo caso no era un fenómeno nuevo. Durante largos años la CNI acumuló una serie de antecedentes respecto al Frente.

Investigaciones no hizo otra cosa que darle continuidad a ese trabajo, incluso designando a hombres como Barraza, que más allá de los intentos que hoy haga por mostrarse como una “blanca paloma al servicio de la democracia”, nadie puede olvidar que su escuela en la CNI está marcada por pos métodos y formas que ese organismo tenía y que sólo habla de tortura, desapariciones y masacres. La razón por la cual en algún momento no actuaron tiene que ver, de acuerdo a nuestro análisis, con los intereses políticos que se jugaron al interior del gobierno y en particular entre los distintos servicios de seguridad. Es decir, el momento de golpear depende en gran medida de la coyuntura política. En este sentido, la detención no se realizó porque si bien es cierto se tenía un control, el mismo no era más que una pista, un hilo que podría haberlos llevado a la instancia que realmente les interesa, es decir a la Dirección del Frente, sus principales dirigentes y su base logística. En ese proceso, logramos tomar las medidas necesarias para cambiar el curso de los acontecimientos y con ello poner fin a las ilusiones de la derecha y de individuos como Barraza de pasar a la historia como el hombre que puso fin al FPMR. Como ese camino no tuvo éxito, intentó ocupar un lugar protagónico con historias truculentas que le permitieran satisfacer su manía de figuración bajo las órdenes de la DINE.

¿Tenían ustedes conocimiento de que eran seguidos?

Las señales e indicios eran evidentes. La manera de protegernos fue cambiar de lugar de ubicación y suprimir los

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contactos con los compañeros que pudieran estar chequeados y seguidos. Detectamos muchos indicios durante el año 91 y tenemos la certeza de que en ese entonces se trataba de la DINE, pues durante los años de dictadura logramos tener un sistema que nos permitía escuchar a los organismos policiales y en particular a la CNI. Con el gobierno de Aylwin formalmente se terminó la CNI, pero casualmente sus radios siguieron funcionando y más aún, en las mismas frecuencias y con un mismo plan y sistema de comunicaciones.

A mediados de febrero de 1992, el grupo que estaba en Maitencillo detectó la presencia de Schilling en una carnicería. A los pocos días, nuestra amiga Ingrid Flores salió a caminar por la playa y no regresó en todo el día. Después de una infructuosa búsqueda y espera, se decidió abandonar esa misma noche el balneario. Como hoy sabemos, Investigaciones realizaba un riguroso seguimiento de todos nuestros movimientos y tenemos la certeza de que son ellos los responsables de su muerte. Esta puede explicar el silencio oficial y la nula investigación que se ha hecho del caso. De igual modo no hay que olvidar que Investigaciones tenía los elementos suficientes como para descartar toda posibilidad de actuar por sorpresa y por tanto no podrían impedir un enfrentamiento de grandes proporciones. Percibimos que utilizaron en toda esa etapa camionetas, autos, motos “todo terreno” y hasta un helicóptero. De Maitencillo el grupo se trasladó a Colliguay. Allí comenzó su preparación para romper el seguimiento, pero se realizó una serie de movimientos que hicieron más evidentes las actividades policiales en las cercanías, en la ruta a Viña del Mar y en Viña mismo.

Seguramente, en Colliguay, no nos detuvieron porque hubo indecisión de los aparatos de seguridad, incluso del DINE, y porque querían tener a toda la Dirección bajo observación. Tomen en cuenta, que en ese momento, no tenían claro cuántos éramos, ni quienes eran sus miembros. También, creemos, que tenían en mente detenernos sin muertos y sin sangre. Para eso, necesitaban tenernos disgregados o en grupitos pequeños, cosa que no se dio. Ese era su nuevo modus operandi. Por otro lado, ellos, no esperaban que todo el grupo rompiera el cerco sorpresivamente, como lo hicimos, y pudiéramos perderle su pista. Otro factor determinante para que no nos apresaran, fue que todos estábamos armados y no

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nos despegamos jamás de los “bananos”. Además teníamos armas largas. Por otra parte, habíamos generado un plan de defensa y uno de evacuación. Esto último no era sólo teoría, teníamos hecho los ensayos y cada uno contaba con una pequeña mochila o bolso con comida en conserva para sobrevivir por varios días entremedio de cerros y montañas. Un dato anecdótico en Colliguay al ver un grupo de hombres acampando los retamos a un partido de fútbol para darle normalidad a nuestra estadía en el lugar. Sin saberlo jugamos entonces con nuestros “chequeadores”, ganamos 2x1. En este contexto, se produjo el escándalo de los “planes Halcón” que los obligó a demostrar algún éxito. Así decidieron acelerar acciones en contra nuestra a fin de demostrar que la dirección principal de su quehacer era el movimiento revolucionario. Como resultado de ello detuvieron a algunos compañeros.

¿Es posible pensar en un acuerdo o conversación con el gobierno en esa época? ¿Existió alguna relación o señal que indicara alguna intención por parte de éste en esa dirección?

La única señal que hemos visto durante estos años es la

amenaza constante, el requerimiento, la orden de detención y los esfuerzos por infiltrarnos. En cuanto a un posible acercamiento, nunca ha existido. Es más, jamás lo hemos tenido en nuestra agenda y si en algún momento fuera necesario, será de cara al pueblo y sin ningún tipo de condicionamientos.

¿El trabajo de la Oficina de Seguridad ha sido determinante en los golpes recibidos por el Frente?

Naturalmente que la Oficina en este terreno ha jugado su papel, pero que nadie se equivoque; si bien es cierto que por algunos momentos fuimos el objetivo central, sus labores son mucho más amplias que eso, pues ellos más bien han buscado generar condiciones para una persecución política. En concreto, en diciembre del año 95 tuvimos acceso a un listado confeccionado por la Oficina de Seguridad, en el cual se recogen más de un centenar de nombres de personas que vivieron exiliadas en Cuba y que en la actualidad, la mayoría ejerce profesionalmente en el país. Sin embargo, por el sólo hecho de haber vivido en Cuba está

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en una lista negra (la cual adjuntamos). ¿Ésa es la democracia, ésa es la libertad que protege y defiende el señor Schilling?

El FPMR actual.

¿Es efectiva la participación de los principales dirigentes del Frente en el último encuentro interno realizado?

Sin lugar a dudas. A esta altura resulta imposible pensar

que los principales gestores e impulsores del proceso de discusión y reflexión no participen de aquellas actividades en las cuales se evalúa el desarrollo del mismo y donde también se definen los pasos futuros.

¿Cuáles fueron las principales resoluciones de dicho evento?

Las conclusiones y resoluciones fueron muchas y están reflejadas en nuestros últimos documentos. De manera general, se puede decir que hemos reconocido la derrota y el fracaso de nuestro proyecto desde el punto de vista político y hemos analizado y sopesado el delicado estado a que llegó el Frente. Nuestras resoluciones hablan de la vigencia de nuestras ideas y de nuestra organización; hablan de democracia, de participación y de estudio; hablan de democracia; hablan de una nueva política y de una nueva relación con el pueblo. Y todo ello, sin renegar de nuestro pasado, ni de todas las ideas que dieron origen a nuestra lucha, sin alejarnos jamás de los principios revolucionarios.

¿Cómo es posible hablar de una expresión política pública,

cuando los principales dirigentes viven en la clandestinidad?

Es perfectamente posible, como lo estamos demostrando. Lógicamente tendrán que ser otros los que asuman por ahora las actividades políticas públicas, pero eso no es ninguna desventaja. A mediano plazo lo que se está logrando es que nuestra organización no dependa de 3 ó 4 personas sino que en cada compañero esté la idea, las herramientas y el motor para desarrollar al Frente e impulsar su nueva política. Así combatimos la tendencia a la imprescindibilidad de los hombres y garantizamos la continuidad de nuestra lucha.

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En todo caso, el carácter de una organización no depende del grado de legalidad de algunos de sus dirigentes. Más aún cuando esa situación de clandestinidad no forma parte de una opción y la misma no es más que la consecuencia de una lucha de años por la justicia y la libertad. Es decir, que un contingente minoritario de la organización, por diversas razones, esté obligado a mantener una situación de clandestinidad, no significa que la organización tenga que ser clandestina. Cuando hablamos de una expresión política pública nos estamos refiriendo a la forma de hacer política, para la cual estamos en nuestro pleno derecho. No le estamos solicitando a nadie que nos dé esa oportunidad. Nadie nos puede negar la posibilidad de estar donde está el pueblo organizado o bien contribuir a su organización. Tener una expresión política de carácter público no significa encaminar o centrar los esfuerzos en una perspectiva de carácter electoralista en que los objetivos se limiten a disputar espacios de poder a las fuerzas políticas tradicionales.

¿Quiénes representan actualmente la voz del Frente?

La representa un colectivo de trabajo que tiene la

responsabilidad de conducir el proceso de discusión interna, reivindicando nuestra historia, en la perspectiva de hacer el rodriguismo una alternativa viable.

¿Cuál es la esencia de la política actual del Frente? ¿Hay

renuncias? ¿Quedó atrás la lucha armada? ¿Qué pasará con las armas?

Los esfuerzos principales del Frente hoy están abocados a la construcción de una organización política pública que trabaje en el seno de las organizaciones populares y sociales existentes y en la creación de otras de carácter antisistema. Trabajar desde y con el pueblo enarbolando sus reivindicaciones locales y sectoriales, siendo parte de sus luchas. Estamos en etapa de recomposición de nuestra organización, de estudio, análisis y discusión democrática. No es un periodo marcado por las renuncias, sino por la consolidación y cohesión interna.

La lucha armada como camino político para abrir paso a un nuevo proyecto depende del grado de desarrollo de la lucha

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social y no de nuestra propia voluntad. Sin temor a equivocarnos pensamos que las formas de locha en el actual contexto, y de acuerdo a los objetivos que nos planteamos, no son armadas. Sin embargo concebirlos a la lucha armada como una fase superior de la lucha política y es algo que no inventamos ni deseamos nosotros, pero estamos convencidos de que históricamente y al calor de la lucha de clases ella es inevitable. Por tanto, es nuestro deber tenerla presente en nuestra formación y construcción. Será el único modo de evitar nuevos genocidios y mayores sufrimientos al pueblo.

¿Algunas palabras finales al pueblo de Chile?

Queremos decir que el FPMR no ha muerto, que la sangre

derramada no será en vano si existen herederos dispuestos a continuar la lucha. Que los errores reconocidos al calor del proceso de discusión interna apuntan a construir un nuevo proyecto político que tenga como base el rodriguismo, pues las ideas revolucionarias que sustentaron nuestra lucha siguen teniendo hoy plena vigencia.

Por estar en el mes de octubre, queremos recordar a los verdaderos héroes de este siglo: los que lucharon junto a los

pobres, a los oprimidos, a los humildes. Para nosotros y para las generaciones venideras, El Che, Miguel Henríquez, Raúl Pellegrin, seguirán siendo un ejemplo y un estímulo para continuar luchando.

El planeta en general y Chile en particular, atraviesan un periodo oscuro de la historia, pero nosotros confiamos en la humanidad. Tenemos la seguridad de que la especie humana puede vivir armónicamente en un orden donde no hayan ricos y pobres, donde prevalezca la justicia, la libertad y la verdadera democracia. Estamos convencidos de que con sacrificio, con valentía y con modestia el pueblo chileno logrará estos caros pero vitales objetivos.

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Una mujer llamada “Tamara”

“Estoy aquí [en el Frente] porque soy capaz de amar, precisamente puedo amar y amo absolutamente la vida, amo

vivir en condiciones de tranquilidad. Espero recuperar absolutamente ese derecho, el derecho de poder tener mi familia,

el derecho de tener hijos y vivir tranquila.”

Cecilia Magni, “Tamara” (Entrevista en documental Guerrilleros, Chilevisión, 2015)

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Entrevista a Cecilia Magni Camino, comandante “Tamara” del FPMR. 32 años. Estudiante de sociología en la Universidad de Chile; torturada y asesinada en Los Queñes. Versión recibida y publicada por revista Hoy el 13 de noviembre de 1988, realizada en agosto de 1987.

- ¿Hay diferencias en tu organización entre ser hombre y mujer?

Tienden a disminuir, a ser cada vez menores. Se dan los mismos elementos que hay en la sociedad en general y hay algunos elementos importantes de machismo, pero siempre son menores. Cuando uno empieza a trabajar, eso es real; pero luego tiende a ser secundario que una sea mujer. En el combate, en la vida diaria.

- Independiente de que seas mujer, ¿por qué te incorporaste al Frente?

Yo empecé como la mayoría, militando en una Juventud, porque creía en una sociedad mas diferente, mas justa. Y después de eso… bueno, creo que este es un camino mas realista. Creo en el uso de las armas y que hay que usar todos los medios para combatir esta sociedad. De ahí pasé aquí. Hay que ser consecuente con las ideas.

- ¿Y cuánto tiempo llevas ya?

Estoy desde el mismo día que se formó el Frente.

- ¿Pensaste en algún momento en la situación concreta que significaba esa decisión? ¿Pensaste en algún momento que eras mujer?

En ser mujer te aseguro que no. Si pensé en otras cosas. Comodidades, por ejemplo. Quizás se deba a mi extracción de clase. Hay comodidades y hay cosas que a una le gusta tener. Y una sabe que cuando comienza esto, nunca… Lo tengo claro. Pero eso fue en un principio, y ni siquiera muy claro. Fue todo tan rápido. Después una se metía en esto y venía la clandestinidad. Eso fue casi con la formación del Frente. Entonces una se habitúa.

- ¿Y tú no te viste nunca con desventajas?

Por ser mujer si. Cuando yo empecé estaba en grupo con Salomon (Fernando Larenas). No le gustaba mucho la participación de las mujeres. Ya no. (Se ríe).

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- ¿Y después, cuando has participado en una acción, en una operación

¿qué ha pasado con el trato?

Soy mejor (Se ríe largamente).

- ¿Y en el trato con los combatientes?

Yo soy jefe y se me subordinan hombres. He estado a cargo de tropas, masculinas, por supuesto. Nunca he tenido problemas. Te aseguro que mis subordinados difícilmente ven en mi a una mujer.

- Esto de estar en la clandestinidad ¿lo asumes como todos?

Igual.

- ¿Y qué pasa con tus expectativas personales?

Yo soy madre. Tengo una hija. La veo cada seis meses con un montón de precauciones. Tengo las mismas expectativas que cualquier persona. Aquí la mayoría somos padres. A mi hija la cuida mi marido; así como a los hombres, las mujeres les cuidan sus hijos.

- ¿Y cómo es la relación con tu marido?

Nada. Estamos separados. Yo tengo otro compañero que está clandestino.

- ¿Vives con él?

No.

- ¿Tú quieres volver a constituir una familia normal?

En ese sentido sí, absolutamente. Quiero tener una casa para llegar todos los días. Tener una hija y tener otra hija. Voy a tener más hijos, igual. Bueno, si una sobrevive, claro. Pero tendría más hijos si siguiera. Es linda la experiencia. Y mi hija es lo más lindo del mundo.

- Y cuando te encuentras con ella, ¿qué dice?

Para ella lo más importante es que la lleve al colegio. Es su mayor aspiración. En todo caso es una relación muy buena. Su padre la ha educado, enseñándole porque yo no estoy.

- ¿A pesar de estar separados?

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Si. Siempre hemos tenido buenas relaciones. Nos separamos sin gritos. Nos separamos antes de que yo pasara a esto.

- Entonces, ¿tú te olvidas completamente de que eres mujer cuando estás en el Frente?

Realmente. Y yo diría que es una constante. Una no usa mucho el elemento de ser mujer. Lo usa en la medida que le sirve para una operación, pero siempre como combatiente. Y los subordinados míos, te aseguro que no me ven como a una mujer en el trato diario, en las tareas, en las actividades. Los subordinados una vez me vieron con las armas encima. Me vieron con una granada, con revólver. Estaba con el quepís puesto, vestida. Y esa es la única vez que me han dicho ‘qué linda estás’. Ahí me vieron bonita.

- ¿Lo que pasa es que a los hombres se les ha formado con la idea machista, donde las mujeres son más emocionales que racionales?

Yo estoy de acuerdo contigo. Creo que las mujeres hemos sido educadas para asumir roles diferentes, pero esas trabas se superan dentro del combate.

- Parece que tú has estado sólo con hombres, pero ¿has estado con otras mujeres?

Soy una mujer muy feminista. Siempre prefiero trabajar con mujeres. Lo que pasa es que las mujeres somos muy pocas. Y cuando adquiere su compromiso, lo toma igual que un hombre. El proceso para lograr el compromiso puede ser diferente. Se demoran más, porque cuesta entender que hay que desapegarse, dejar algunas cosas. Cuando ingresa una mujer la tiran al trabajo de aseguramiento, y el proceso se desarrolla más lento. Pero eso no obedecería a las mujeres en sí, sino a que está establecido que así sea. Hay compañeros que me hablan tan de igual a igual, que cuando pasan mujeres las miran y me comentan sobre ellas, igual como si estuvieran con un hombre.

- Pero estar acuartelados con un hombre o con una mujer es muy diferente…

Cuando tú piensas que puedes morir, da lo mismo. Una está ahí por cosas que son mucho más importantes. Se está pensando en operaciones que están marcando de alguna forma un hito.

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- ¿Tú te pintas?

Estoy pintada ahora.

- ¿Y cuando estas en el combate?

Depende. Hay combates en que me pinto, porque necesito estar pintada. Y si no, no me pinto. Pero sí me arreglo otras cosas para una operación: llevo mis camisas verdes, otros elementos. La pintura no es esencial. Soy supersticiosa, llevo todos mis amuletos.

- Me he dado cuenta de que eres una persona con un carácter muy fuerte.

Cualquier jefe tiene que tener una actitud muy fuerte. Yo me considero una mujer que tiene más características para el trabajo militar. Además me gusta mucho.

- ¿Qué significa para ti el Che Guevara?

Para mí es un ejemplo. En su vida como revolucionario y en su vida personal. En todos los ámbitos. Es la máxima aspiración que uno puede alcanzar.

- ¿Y tienes modelos femeninos?

No conozco una mujer así, debe haberlas, pero yo soy medio inculta.

- ¿Y Tania?

Yo no sé si es tanto como el Che. Claro, murió en una revolución pero morir no basta.

- Murió en Bolivia a orillas de un río.

Morir no cuesta nada. Si lo difícil aquí es hacer todo el camino y ser capaz de ir salvando todos los escollos que se presentan.

- ¿Por qué te llamas Tamara?

Salomon me puso ese nombre.

- ¿Ser mujer ha sido importante para asumir tu compromiso?

El hecho de ser mujer me ha entorpecido enormemente. José Miguel no es una persona machista y eso favoreció mi “carrera” en un primer momento. Pero no es la regla general. Ser mujer crea una desconfianza de la jefatura para la dirección correcta de

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cualquier tarea. A lo mejor ser mujer me servía, pero me servía más para tener auto y departamento.

- De tus experiencias, ¿cuál es la que tú valoras más?

Siglo XX

- ¿Fue impresionante para ti eso?

Lo más impresionante no fue “Siglo” mismo, sino la parte previa, porque a mí me sacaron en el último momento y yo no llegué a operar.

- ¿Pero tú estuviste ahí cuando se puso la cassette con las palabras de Allende?

Yo puse la grabadora. Yo soy la ‘mujer’ de César Bunster.

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Glosario

Barretín: lugar acondicionado para ocultar armamento y

documentación clandestina. Basificar: Formar bases guerrilleras en zonas rurales.

Cadenazos: lanzar cadenas a los cables del tendido eléctrico de alta

tensión con el fin de generar explosiones y cortos circuitos que provoquen apagones de energía. Chanchos: agentes de la CNI. Cola: “tener cola”, “poner cola” o “llevar cola” significa ser objeto

de seguimiento y vigilancia. El Partido: Partido Comunista de Chile

Jota: en jerga política coloquial, Juventudes Comunistas de Chile

(JJ.CC. en sus siglas). Jotoso: militante de las Juventudes Comunistas de Chile

Loros: militantes que cumplían la función de vigilar y dar la alerta

ante la presencia policial durante una acción. Manolos: Combatientes del Frente Patriótico Manuel Rodríguez Miguelitos: Clavos doblados que se esparcen en la calle durante

las protestas para reventar los neumáticos de los vehículos de la fuerza represiva. Quemado: se refiere a los que tienen antecedentes políticos, tanto para su entorno inmediato como ante los servicios de inteligencia de la dictadura.

Pacos: efectivos policiales uniformados de Carabineros de Chile. Ratis: agentes policiales civiles de la Policía de Investigaciones

(PDI).

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