Pank Wars

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Libro de Stephanie Fowers

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Sinopsis

ura guerra. Nada de amor. Madeleine ha sido lastimada demasiadas

veces en eso de las citas como para permitir que Byron la derrote en

una gigantesca guerra de bromas pesadas que ha tomado posesión de

sus vidas. Han tenido sus desertores, prisioneros de guerra, bajas,

pero nadie puede arriesgarse a perder la batalla de los sexos.

Excepto que ahora algo extraño está sucediendo en la Universidad… y no es

sólo con los estudiantes. Enterrado bien profundo bajos las bromas hay un

verdadero peligro, y la otra única persona que sospecha es Byron. ¿Debería

Mad aliarse a él o eso significaría entregar su corazón al enemigo?

P

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Índice o Sinopsis

Un extracto Del Diario de Guerra

de Madeleine:

Primer Diario de Guerra de

Madeleine

Capítulo Uno

Capítulo Dos

Capítulo Tres

Capítulo Cuatro

Capítulo Cinco

Capítulo Seis

Capítulo Siete

Capítulo Ocho

Capítulo Nueve

Capítulo Diez

Capítulo Once

Capítulo Doce

Capítulo trece

Capítulo Catorce

Capítulo Quince

Capítulo Dieciséis

Capítulo Diecisiete

Capítulo Dieciocho

Capítulo Diecinueve

Capítulo Veinte

Capítulo Veintiuno

Último Diario de Guerra de

Madeleine

Capítulo Uno

Capítulo Dos

Capítulo Tres

Capítulo Cuatro

Capítulo Cinco

Capítulo Seis

Capítulo Siete

Capítulo Ocho

Epílogo

Acerca de la autora

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Un extracto Del Diario de Guerra

de Madeleine:

Traducido por Morrigan

Corregido por Mona

Día 114

0134 hs

“Hay gente que está saliendo lastimada. No me refiero a corazones rotos ni a

paquetes de gelatina colocados en las regaderas de las duchas; estoy hablando de

cosas realmente espeluznantes. Cosas como éstas suceden en Nueva York, en

Chicago, incluso en Ogden, pero ¿aquí en Provo? Algo extraño está sucediendo

aquí… y no son solo los estudiantes.

Nadie es lo que parece. ¿El mujeriego? Un terrorista. ¿El rompecorazones? Un espía

inservible. ¿Mi vecina? Se la han llevado. ¿El imbécil? Un chico bastante decente.

¿Mi compañera de cuarto? Una completa fisgona, pero una vez más, eso siempre lo

supe.

¿Calificaciones? ¿Citas? ¿Bromas pesadas? No son nada frente al peligro que nos

acecha. Tienes que creerme. Si pudiera retroceder antes de todo esto —antes de que

el mundo se fuera al demonio—, ¿cambiaría lo que he hecho o es que estas bromas

sin sentido me han convertido en alguien más capaz para combatir esto?”.

—Entrada del Diario de Guerra de Madeleine (Miércoles, 6 de junio).

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3 Meses Antes…

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Primer Diario de Guerra de Madeleine

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Capítulo Uno

Traducido por Morrigan

Corregido por Mona

Día 47

1345 Hs

a guerra rige mi vida, aunque extrañamente, me encuentro atraída hacia

ella”.

—Entrada del Diario de Guerra de Madeleine (Viernes, 1 de abril)

—¡Oye, Madeleine! Tu nombre es Madeleine Doggett, ¿cierto?

Él sabía muy bien cuál era mi nombre.

Me giré sobre mi asiento y fruncí el ceño, ver a Byron… o a Lord Byron como

lo llamaba cuando realmente me estaba molestando. Lo enfurecía y ése era

mi objetivo. Usualmente, fingiría que no lo escuché, pero estaba mirando

directo hacia mí con esos endiablados ojos azules.

—¿Qué quieres? —le espeté. Nuestro profesor de Química estaba dando la

lección en el frente, completamente ajeno de las charlas y papeles que

volaban, algo común en una clase de cuatrocientos alumnos.

—Se te cayó esto.

—Se tiró hacia delante hasta que estuviésemos casi nariz con nariz y

extendió una nota. Mi mano se elevó, pero él sonrió, manteniendo la nota

fuera de mi alcance. —De tu admirador secreto. —me leyó—. No pude evitar

notar cuán hermosa eres. En verdad necesitamos salir algún día.

Alzó la vista y me miró con complicidad. —¿Me diste esto a mí?

Mi cara se puso colorada… hasta que recordé qué día era hoy. El Día De Los

Inocentes. Al parecer Byron en verdad se calzó del espíritu del día. Me

“L

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recompuse con unas risitas, ganándome algunas miradas furiosas en mi

dirección por perturbar la clase. —No, lo siento —susurré—. Tal vez la nota

no estaba hecha para ti. Dado el caso, probablemente fuera para mí.

—Oh, ¿en serio? Entonces la debo haber escrito yo.

Me puse todavía más colorada. Así que así es cómo Byron consigue a todas

las chicas. No que él quisiera que yo entre en su juego, simplemente le gusta

sabotear mis emociones y ver cómo me retuerzo. El tipo ha sido una

constante espina en mi trasero desde que se mudó a mi pabellón, y ahora

tiene el descaro de estar en mi clase de Química. Corrí mi oscuro cabello de

mis ojos y lo enfrenté de lleno. —¿Acaso también esparciste una foto tuya y

se la enviaste a todas las chicas de nuestro complejo de departamentos?

Sus ojos adquirieron un destello desafiante, y sonreí cautivadoramente. —

También vi que la autografiaste para nosotras, Lord Byron. ¡Qué dulce!

Ahora todas podemos tener una parte de ti.

Byron igualó mi sonrisa, su expresión relajada. Eso significaba que él ya

sabía que yo era la culpable detrás de esa pequeña broma. —Te das cuenta

que esto te sobrepasa, ¿no?

Ignoré la amenaza. Puede que tuviera el rostro de un ángel, pero tenía el

corazón de un demonio. Sabía cómo manejar a los de su clase. Tomando un

trozo de papel de mi carpeta, escribí en la forma más afeminada posible: ―A

mi admirador secreto, tal vez deberías prestar atención en clase y dejar de acosar a

las damas‖. La dejé caer tras de mí. Voló al piso.

—Ups.

Un minuto más tarde una nueva nota cayó en mi regazo. ―Nunca privaría a

las damas de mi atención, en especial cuando están en necesidad de mi asistencia

social”.

―Al menos no necesitan ayuda psiquiátrica‖. Tiré ésa otra atrás.

Un ligero golpecito en el hombro me indicó que echara mi mano hacia atrás

y Byron envolvió mis dedos en su última respuesta, dejando reposar su

mano demasiado tiempo sobre la mía. La quité de un tirón, negándome a su

guerra psicológica. La desdoblé, y decía: “Tal vez deberíamos dejar toda esta

pelea y ¿aprender a amarnos el uno al otro?”.

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Escribí: Día De Los Inocentes en ella y la regresé.

Gané una risa de su parte y mis labios se curvaron hacia arriba

involuntariamente. Si no era cuidadosa me terminaría gustando Lord Byron

tanto como su risa. Forcé mis labios a bajar. Era demasiado confiado y falso.

Necesitaba un chico más… no respires. Aún no me había recobrado de mi

última relación.

—Oye, ¿tú me enviaste esto?

Eché un vistazo atrás esperando ver a Byron otra vez. En lugar de ello, otro

chico a su lado me miró desconcertado. Era el chico de las uñas. ¡Dejaba una

pila de uñas del pie sobre el piso cada semana en clase! Y había sido la única

razón por la que la BYU —Universidad de Brigham Young— desaconsejaba

el uso de ojotas. Me entregó un trozo de papel doblado, incapaz de

confrontar mi mirada.

Abrí la nota y descubrí por qué. ―Eres muy lindo‖, decía. ―Aquí está mi

número‖. Y estaba mi número en vivo y en directo.

Mi vista se disparó hacia Byron mientras se escabullía rápida y

maléficamente lejos del civil atrapado en este fuego cruzado. Era tan

escurridizo como James Bond y dos veces más rudo. ―Agradécemelo luego‖,

articuló con sus labios. Era como si no supiera por lo que había tenido que

atravesar este semestre. Le entrecerré los ojos. Tenía los ojos oscuros de una

espía rusa, lo que imaginaba me hacía lo suficientemente siniestra como para

quebrar al enemigo con una sola mirada, pero Byron parecía inmutable a la

misma.

—Los finales son en dos semanas —recitó el profesor sin emoción alguna en

su voz. Se les está permitida una sola ficha de 3X5 en el centro de pruebas—.

Me quedé mirando a nuestro profesor. Se veía tan aburrido como nosotros.

¿Es que acaso no iba a dar jamás por terminada la clase? Esta vez tenía un

serio caso de tembleque de pierna. Luego de una docena de observaciones

de despedida, nos liberó y me levanté de mi asiento con sólo minutos para

ejecutar mi evacuación perfecta.

Tomando una gran bocanada de aire, me volteé hacia la última víctima de

Lord Byron, sin saber cómo explicarle el desastre de lo del número

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telefónico, pero el chico de las uñas se había marchado. No quedaba nadie

entre el diablo y yo. —¡Byron! —Intenté hallarlo entre la multitud de

estudiantes que se mezclaban.

—Tú no puedes simplemente… —Di un paso atrás. Byron ya estaba al otro

lado del aula. Presionó su palma contra la pared, inclinándose sobre una de

las muchas asistentes del profesor de nuestra clase de Química. No podía

decir si era bonita porque sólo podía verla de espaldas, pero definitivamente

Byron actuaba como si lo fuera. El cabello de ella era largo y dos tonos más

oscuro que el mío. Para colmo, ella parecía muchísimo más frágil y delicada

que yo. Byron desbordaba encanto, algo que jamás había experimentado

personalmente de parte suya, pero que había presenciado incontable

cantidad de veces con sus otras condenadas víctimas del pabellón. La chica

retorció tímidamente sus sandalias Gucci contra la alfombra gris y le anotó

su número. Típico. Simplemente típico.

Me aparté de ambos, sintiendo una extraña y repentina oleada de decepción

¿Cómo es que Byron siempre lograba dejarme expuesta? ¿Y sin siquiera

intentarlo? No quería que todos los hombres fueran así, una gigantesca y

engañosa ilusión. Acomodé mi mochila sobre el hombro y me retiré por la

puerta trasera de nuestro salón. Tenía mis propios motivos para retirarme de

Química por la puerta trasera y nada tenían que ver con Byron. No, mis

razones estaban registradas en la Entrada Número Uno del Diario. Día-V. Ese

fue el día que mi corazón se partió en dos. Desde entonces me he rehusado a

que me gobierne.

La clase de Cameron estaba al otro lado del corredor. Había sido nuestra

tradición desde el inicio del semestre el juntarnos después de clases para

almorzar. Tan pronto como mis manos abandonaron la puerta de Química,

encontraron las de Cameron. Pensé que era amor. Habíamos sido de esas

lindas y molestas parejas que nadie quería tener cerca. ¿Había sido tan sólo

la primavera pasada cuando lo conocí? Todas las chicas lo habían amado.

Debería haber supuesto que eventualmente me tocaría el turno a mí. En el

otoño, no sólo estábamos saliendo sino que teníamos nuestro lenguaje

propio. Él me sorprendía con besos, me susurraba palabras dulces. Cameron

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también debió haber quedado enredado en todo el romanticismo porque me

pidió casamiento durante las vacaciones de Navidad. Eso fue lo más lejos

que cualquiera de los otros llegó. Mi mamá me abrazó una y otra vez y me

decía que ya era hora, pero Cameron y yo jamás pasamos del Día-V. Tenía

que reconocérselo, fue una forma creativa de salirse de comprar flores. Sólo

deseé que me hubiera comprado un anillo para poder tirárselo en la cara.

Ahora simplemente lo evadía como si fuera un vendedor de productos de

Mary Kay.

Salí por la parte trasera del edificio Benson, dejando que la puerta se cerrara

de un golpazo tras de mí. Fue ahí cuando mi corazón hizo ese raro golpeteo

que hacía cada vez que veía a Cameron. Era extraño cómo siempre podía

distinguirlo dentro de una multitud de estudiantes. Descansaba contra un

árbol a unos metros de distancia, usando el chaleco que elegí para él hacía

cinco meses atrás. Estaba jugando con el anillo del dedo de una hermosa

rubia. Su clásico brazalete de cuero se deslizó hacia arriba, y él parecía

totalmente embobado.

Mis ojos corrieron hacia esta nueva chica. Ella no era Kim. Kim era una bella

castaña que había estado saliendo con Cameron los últimos meses. Una

linda chica, que había sido demasiado buena como para dejarlo engañarme.

Aun así, ellos estaban saliendo oficialmente, entonces, ¿Por qué estaba

Cameron coqueteando con alguien más? Regla número uno: él engaña

contigo, te engañará a ti. Cameron eligió ese preciso momento para mirar en

mi dirección. Casi simultáneamente, se volteó nuevamente y continuó con el

coqueteo. La rubia tomó total ventaja de ello. Sus risas hicieron eco más allá

de mí.

Nota para mi diario: Hoy no es mi día con los hombres.

Intenté recordar que es lo que todas estas chicas veían en Cameron. Quiero

decir, en verdad, su boca es demasiado grande, su pelo colorado demasiado

sedoso. Bien sus ojos no estaban tan mal. De hecho, eran fascinantes, pero

aparte de eso… bueno, él es realmente alto y definitivamente hacía sentir

femenina a toda chica que se parara a su lado. Era divertido, astuto y

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escuchaba todo lo que tenías para decir… y luego un día su interés de

desvaneció.

Intenté trazar mi camino más allá de territorio enemigo, por la colina hacia

mi departamento, excepto que esta vez la rubia acomodó su cabello y llevó a

Cameron en mi dirección. Fue ahí cuando hice lo que cualquier persona

cuerda haría; caminé en cámara lenta por la parte más copulada de la

multitud para evadirlo. Era una perfecta tarde de primavera para ello. Las

flores estaban floreciendo y el amor debía estar en el aire. Debería haber sido

así.

—¿Cameron? —Kim se materializó de entre la multitud y se aferró a sus

libros, mirando atentamente de su novio a la chica con la que estaba

coqueteando. Me sentí como si estuviera en una repetición, y fuera yo la que

estaba mirando fijamente a Cameron con Kim.

—Me tengo que ir —le masculló Cameron a la rubia. Apretó su mano y se

dirigió hasta su anonadada novia. Él era mucho más alto que Kim. Ella bufó,

intentando salir enfadada hacia la colina, con su larga cabellera marrón

golpeando en su espalda.

Él la siguió reticente. La voz de Kim se elevó y me encogí, sabiendo que

estaba a punto de presenciar muchísimas lágrimas y acusaciones. ¿Por qué

tenía que estar yo aquí para eso?, además de que el comedor estaba colina

abajo y yo estaba súper hambrienta. Me escondí detrás de un grupo de

chicas que se dirigían en la misma dirección.

—¿Dónde estuviste anoche? —preguntó Kim.

Cameron suspiró, su expresión tornándose seria. —Estuve en el Hospital. Mi

abuelo está enfermo. Tuvo un derrame cerebral, Kim.

—Oh. —Estuvo en silencio un momento, digiriendo su lastimosa historia.

Ahora ella parecía la insensible. Por supuesto, sabía que era una mentira. El

abuelo de Cameron siempre se enfermaba cuando él no podía salirse con

una mejor excusa—. Es sólo que… —Kim luchaba por hallar las palabras—.

¿Por qué no te he visto últimamente? Cada vez que quiero pasar un rato,

tienes tarea… o trabajo… o estás cansado.

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—Estoy realmente ocupado, Kim. Este es el semestre más difícil de mi vida.

Pensé que entendías eso.

—Sí… lo hago. —Se frotó sus llorosos ojos—. Pero aún así te juntas con tus

amigos. Es como si no quisieras estar conmigo.

Cameron miró a sus grandotas manos y resopló. —Es solo que… no estoy

listo para una relación seria en este momento.

Me contuve de responder. ¿Dónde había escuchado eso antes? Ah sí, en su

discurso de ruptura conmigo, casi palabra por palabra. Caminé aún más

lento. De ninguna manera quería quedar atrapada en medio de esto, pero si

huía ahora me mataría de hambre el resto del día.

Cameron tomó las manos de Kim en las suyas, cada movimiento con

delicadeza. —Odio esto. Sabes que quiero estar contigo.

Kim se volteó, mostrándome un asombrado perfil. —¿Entonces por qué

haces esto?

—No se siente correcto entre nosotros. Peleé por ello, pero no está

funcionando. Hay cosas que necesito hacer en mi vida en este momento y el

matrimonio no es una de ellas.

—¡Pero… pero… yo tampoco estoy lista para casarme! —Intentó asegurarle

ella, pero no le haría ningún bien. Ahora cualquier amenaza de matrimonio

—real o ficticia— lo haría salir corriendo.

—Eres el chico más alucinante que conozco, todo acerca de ti es lo que

quiero.

Él mojó sus labios. —Bien, ahora me estás haciendo sentir incómodo.

Soltó su mano y lo miró seriamente, él se las ingenió para lucir como un

cachorrito perdido.

—Lo siento. —Intentó respirar calmadamente—. ¿Te… te encuentras bien?

Él asintió con la cabeza, la inclinó con tristeza. Sentí la ira alzarse en mi

interior. La estaba trabajando como el inexperto violín que ella era.

—Simplemente no sé si pueda alguna vez casarme, pero si fuera a casarme

con alguien, sería contigo.

¡Mentiroso! A menos que en su realidad alternativa él quisiera ser un

polígamo, porque me dijo exactamente lo mismo a mí. Ni siquiera la chica

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perfecta podría retener a un tipo hoy en día. Me debería haber hecho sentir

mejor respecto de todas las veces que me han dejado, pero no fue así.

—¿Te gustaría que te acompañe a casa? —le preguntó.

Ella sollozó y limpió sus ojos con la mano. —No.

Cameron retrocedió torpemente y se refugió tras un grupo de chicas,

intentando mezclarse. Pasó junto a mí, retirándose de los jardines,

lentamente al principio, pero luego más rápido como si estuviera

asombrosamente aliviado. Mejor que se apure si quería alcanzar a esa rubia.

Kim se dirigió hacia nuestros departamentos. Consideré saltearme el

almuerzo, pero antes de que pudiera hacerlo, ella miró hacia atrás y me vio.

—¿Madeleine?

Me las ingenié para sonreírle, intentando fingir que no había escuchado todo

el intercambio, hasta que comenzó a llorar. —¡Pensé que yo le importaba!

¡Oh! Salté del grupo protector de chicas que me escondía y le di un abrazo,

dándole un par de palmaditas en la espalda. Me sentía poco natural porque

no tenía idea de cómo reconfortar a alguien, pero si alguien podía

identificarse con una ruptura de Cameron, era yo. —¿Qué sucede? —De

alguna forma logré hacer salir las palabras.

—Él no me quiere. Pero… yo… yo me interpuse entre ustedes dos. Me lo

merezco. Simplemente pensé… pensé que estábamos hechos el uno para el

otro. Siento haberte lastimado.

—No. —La tranquilicé. Él la había usado como lo había hecho conmigo y

ahora estaba buscando alguien más a quien usar. ¿Y yo me hubiera casado

con semejante tipo?

Kim sollozó un poco más y se alejó, abrazando sus libros más cerca de ella.

Mi mano se extendió hacia su brazo. Dudaba mucho que ella supiera hacia

dónde iba o con quién estaba hablando o lo que estaba diciendo, de modo

que la guié hacia nuestros departamentos. —Él está confundido —dijo

ella—. Está dolido en este momento. No está listo para una relación seria.

—¿Él está dolido? —Fruncí el ceño. Él no estaba dolido—. ¿Acaso él dijo que

no iba a salir nunca más con nadie?

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Kim asintió con tristeza, sin entender en absoluto lo que estaba tratando de

decirle. —No puede… porque… simplemente no está listo. Puede que jamás

esté listo. ¡Estará solo por el resto de su vida y no tendrá hijos ni nietos ni a

nadie!

Las lágrimas corrían libremente por su rostro. Ya no estaba llorando por ella,

sino por Cameron. Él la tenía justo donde quería.

Palmeé su espalda con más firmeza esta vez, tratando de pensar. —Sí, sí, ese

pobrecito. —Pero no lo sentía—. Aunque él nunca te dijo que no volvería a

salir jamás, ¿no?

Kim lucía confundida. —No… ¿No exactamente?

—Entonces, aun si no está listo para madurar y ser el hombre que él dice no

ser… cuando esté cansado de vivir la vida de un monje ¿Entonces irá a

romperle el corazón a otra chica? ¿Es eso lo que entiendo yo de todo esto? —

Intenté decirlo calmadamente.

—¡Oh no! —Los ojos de Kim resplandecían mientras defendía al hombre que

acababa de despedazarla en dos—. ¡Él jamás haría eso!

Logramos atravesar la calle y estábamos casi en las escalinatas de nuestro

complejo de departamentos cuando me giré hacia ella. Era hora de que

supiera la verdad acerca de Cameron. Era la única forma en la que podría

salir adelante, pero antes de que pudiera abrir la boca, una pelirroja nos saltó

entre medio desde el barandal.

—¡Madeleine! ¿Sabes una cosa? ¡Cameron rompió con Kim!

Kim saltó hacia atrás unos metros, pero lo tomé como algo natural. Era

Victoria. Ella tenía la cabellera colorada que resaltaba como una flama sobre

sus hombros y una complexión pequeña que la hacía fácil de esconder del

enemigo. La llamábamos Tory como diminutivo. La hacía sonar como el

soldado que era. A diferencia de las otras pobres chicas de nuestro pabellón,

no necesitábamos hacer el ridículo en lo de las citas. Ya no. Sin embargo, eso

no evitaba que hiciéramos el ridículo en cualquier otro lado…

Encogí los hombros ante Kim. —Las noticias viajan rápido por aquí,

supongo.

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Capítulo Dos

Traducido por Dani

Corregido por Melo

Día 47

1410 horas

a guerra de los Sexos. No es para niñitas lloronas. Hemos aprendido eso de

la forma difícil. No crean que no hemos tenido nuestros desertores,

nuestros PDG1, nuestras víctimas, pero nadie puede quebrarse o lo peor

podría suceder… los chicos podrían ganar”.

—Entrada del Diario de Guerra de Madeleine (Viernes, 1 de abril).

—Oh. —Tory puso su cabello detrás de la oreja cuando vio a Kim—. No te

vi. Lo siento.

Kim simplemente se encogió de hombros a través de las lágrimas y se

abrazó a sí misma otra vez. No estaba segura de cómo ayudarla,

especialmente cuando a mí misma me había costaba sentir algo.

—¿Vas a estar bien? —le pregunté.

Lloriqueando, asintió.

—Sí… sí Cameron… bueno, tal vez saldrá otra vez… cuando… cuando se

sienta preparado… lo hará. —Tomó otra estabilizante respiración y reconocí

esa noble mirada en sus ojos. La tuve casi dos días antes de que descubriera

la verdad—. Y quiero que él… siga adelante, y abra su corazón a nuevas

oportunidades.

1 PDG: Prisioneros de Guerra.

“L

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Negué con la cabeza. Sí, no podía soportarlo más. ¿Cómo llegué a ser la que

les dice a las chicas que las películas románticas no existen? Pero era para

mejor.

—Wow. No puedo creer que te atrapara con esa patética frase. Cuando, y no

estoy diciendo que puede suceder, estoy diciendo que cuando pruebe que es

un mentiroso, ¿todavía tendrá tu apoyo? Él es bueno.

—Oh, vamos, Madeleine.

—¿No crees que Madeleine tenga razón?

Las pecas de Tory resaltaban en su sonrojado rostro. En un mundo diferente,

más pacífico, sería una rompe-corazones. Ahora lucía como una punk con su

camiseta roja de los Power Rangers, largas botas negras Chuck Taylor y

vaqueros grises.

—Simplemente yo no era lo que él necesitaba. —La voz de Kim se quebró.

—Kim. —No estaba segura de cómo explicarle esto a la persona que pensaba

que todos eran tan buenos como ella era—. Él es un niño en una tienda de

dulces. Usa a las chicas cuando está de ánimo y luego las tira. —Me miró

fijamente con esos grandes ojos inocentes que no parpadeaban—. ¿Piensa en

todas esas exs y todas las cosas que dijo sobre ellas? —dije—. Va a decir las

mismas cosas sobre ti, sólo personalizadas. ¡Su nueva chica es un océano

mientras tú eres algún pequeño río insignificante! ¿Recuerdas esa dulce,

romántica canción country? Ahora estás en el otro lado. ¡Eres la ex que

simplemente no fue lo suficientemente buena porque él se terminó

aburriendo!

Tragó saliva, su rostro blanco. Estoy segura que recordaba todo lo que él

había dicho sobre mí.

Me encogí de hombros.

—Hey, podría ser peor. Al menos no eres un viejo charco mugriento como

yo. Le di a Cameron dos días de límite antes que tú siquiera cruzaras su

mente. Y si lo haces, eres ese pequeño bicho molesto que devora su

conciencia y le recuerda cuán asqueroso es. —Jadeó, y traté que su dolor no

me impidiera decirle la verdad: Sólo la realidad podría salvarla de las

infinitas noches llorando por un chico que no se merecía las lágrimas—. Está

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cansado de ti, no por algún trágico error o evento en su pasado que le

impide amarte de verdad. No, es debido a que es un perdedor.

—Pero… pero terminó conmigo. —La voz de Kim era desesperada y por un

momento me sentí mal. Sólo deseaba poder encontrarle a un buen chico y

rápido, pero ella tenía que aprender a ser fuerte por sí misma—. ¿Cómo

podría culparme? —dijo.

Levanté un hombro.

—Encontrará algo contra ti. Lo atrapaste. Hablabas demasiado. Usabas el

pelo de un modo gracioso. Eras demasiado amable, demasiado aburrida,

demasiado ruidosa. Eras demasiado ansiosa para complacerlo, tu frente era

sudorosa. Unas muy buenas razones, ¿no crees?

—No.

Me siguió al interior de mi apartamento. Tory tomó la retaguardia. Subimos

rápidamente las escaleras hasta que llegamos al último piso de mi

departamento.

—De acuerdo —dije—. Entonces, démosle una muy buena razón para que le

desagrades, ¿lo haremos? —Mi lado maquiavélico estaba tomando el

mando—. Quiero decir, un chico necesita una razón, algo para aligerar su

conciencia. Pobrecillo, hagámosle fácil esta ruptura.

Los labios de Kim se torcieron por la sugerencia completamente ridícula.

—¿Y qué razón podríamos darle, Madeleine?

Cerré con fuerza la puerta principal, haciendo que tanto Kim como Tory

saltaran.

—Dile que fue una apuesta.

—¿Una qué? —preguntó Kim.

Le di una traviesa sonrisa y me dirigí a mi habitación, pasando a través de

nuestros gastados sofás a rayas verdes. Kim y Tory me seguían como si

fuera el Flautista de Hamelin.

—Dile que nunca quisiste salir con él en primer lugar, pero que la única

razón por la que lo hiciste fue porque hicimos una apuesta de que se

enamoraría de ti como un idiota. Dile que nos reímos a su espalda todo el

tiempo. —Kim jadeó—. Será bueno para él —le aseguré con un golpecito en

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su hombro—. Como terapia de electroshock. Lo pensará dos veces antes de

involucrarse con nosotras otra vez.

Kim parecía confundida y Tory y yo rompimos en risas traviesas. Era

contagioso y pronto, Kim estaba riendo inseguramente con nosotras.

Todavía tenía una expresión desconcertada, pero al menos la animamos. —

Oh, vamos, eso es loco. —Se dejó caer pesadamente sobre mi cama,

poniendo una almohada sobre su estómago—. Sólo puedo imaginarlo.

Desearía… —Se volvió a reír tontamente—. Oh, son demasiado divertidas.

¡Chicas!

—¿Divertidas? —Dejé de reírme—. No, hablo realmente en serio. Hazlo.

Me senté en la mesa de confabulaciones —uh, explicaré eso más tarde— y

abrí mi computadora para conectarme a Facebook. Todas sabíamos que

Cameron recibía las notificaciones de Facebook religiosamente en su celular.

Me detuve en su cuenta y escribí en su muro.

“Siento tanto enterarme de lo de tu abuelo. Espero que pronto se sienta mejor”.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Kim. Tory sonrió cruelmente. Ella sabía

exactamente lo que estaba haciendo.

—Uno —conté—, dos… tres. —Kim me observaba como si estuviera loca,

pero tan pronto como conté treinta segundos actualicé la página de Cameron

y milagrosamente mi comentario había sido borrado—. ¿Hmm? ¿Por qué

Cameron no querría que sus amigos y familiares vieran que su abuelo estaba

enfermo? ¿Podría ser que…?

—¿… no lo esté? —Tory terminó por mí. Las lágrimas de Kim mágicamente

se habían secado. Miró hacia Tory, quien le levantó una ceja—. Dile que era

una apuesta.

Se dejó caer pesadamente al lado de Kim sobre la cama. Ahora había un

diablo en cada hombro de Kim, ningún ángel a la vista. Después de un

momento de medir nuestras expresiones para ver si eran serias, Kim decidió

que no lo éramos y tiró su cabeza hacia atrás. Extrañamente, se estaba

riendo. Su largo cabello castaño se movía con ella.

—¡Oh, chicas! Gracias por hacerme sentir mejor. Tienen razón. No puedo

creer que no lo vi, pero… pero que rompiera conmigo fue el mayor favor

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que Cameron alguna vez haya hecho por mí. Si… si… estaba jugando

conmigo desde el principio entonces lamento que me haya invitado a salir

en primer lugar. —Se deslizó fuera de la cama, luciendo fuerte—. No vale la

pena llorar por él. ¡No soy un río insignificante… ni un charco mugriento, en

tu caso Madeleine!

Dejó mi habitación con una ráfaga de chica poderosa a su paso. Obviamente

no nos tomaba tan en serio como nosotras lo hacíamos. Dudó en la puerta.

Su expresión cambió cuando me miró.

—Sabes, siempre pensé que eras la chica más mala en la guerra, pero solo es

una farsa, ¿no es así? Sí tienes un corazón.

¿Eso era un cumplido? No estaba segura, pero al menos las lágrimas de Kim

se habían ido.

Regresarían una vez que Kim comenzara a recordar las buenas cosas sobre

él. Teníamos que asegurarnos de que eso no ocurriera. Esperé a que la

puerta se cerrara detrás de ella.

—Esparciremos el rumor esta noche.

Tory asintió, sin esperar algo más.

—Muy bien, capitán. —Ella estaba disfrutando esto. No esperaba que

tomara nada de esto con seriedad. Nunca había experimentado a los de su

tipo. Nunca había salido con alguien, nunca. Yo suponía que eso era mejor

que un corazón roto—. Es un fin de semana con una doble ruptura —me dijo

en un tono sorprendido—. ¡El novio de AmyLee rompió con ella esta

mañana!

—¿Es una broma por el día de los inocentes?

—Nop.

Eso significaba la quinta ruptura en nuestro complejo de apartamentos esta

semana. Esta no era muy sorpresiva. El último novio de AmyLee era una

serpiente. Su mano estaba sobre la de AmyLee, pero no podía quitar sus ojos

de las otras chicas en la habitación. Cada vez que sus ojos descansaban en

mí, lo miraba mal, era mi última cicatriz en esta batalla de sexos.

—¿Por qué rompió con ella?

—Lo descubriremos, estoy segura —dijo Tory.

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AmyLee era la reina del drama. No descansaría hasta que supiéramos cada

sórdido detalle, especialmente dado que nuestro apartamento estaba

convirtiéndose rápidamente en un grupo de terapia para los corazones

rotos. Todos sabían dónde estaban puestas mis simpatías; nunca estarían con

el hombre.

—Probablemente él tampoco estaba listo para una relación —dije

arrastrando las palabras—. Está convirtiéndose en una epidemia. —Saqué el

bolígrafo de mi cabello oscuro. Cayó sobre mis hombros en un enredo

desordenado y lo ignoré, girando el bolígrafo entre mis dedos.

—Amiga, vivimos entre los hombres más asustadizos en el mundo.

No estaba segura de si era una cosa universitaria, una cosa de los

veintitantos o simplemente una cosa de chicos, pero ¿dónde estaban los

hombres varoniles? ¿Los caballeros? ¿Los hombres de honor? Por todos

lados, si le creía a mi mamá. El problema es que si eran varoniles, eran

jugadores. Si eran caballeros, eran asustadizos. Y si… ¿había hombres de

honor? No estaban interesados en mí. Y… ¿si eran las tres cosas? Estaban

tomados. En serio, ¿todas tendremos que pelear por el Capitán Moroni en la

otra vida? No conocía a una chica que no se lo hubiera pedido. Era una pelea

de gatas en construcción.

—¿Crees que esos chicos estaban asustados? —preguntó Tory—. ¿O sólo

jugando?

Me encogí de hombros, tratando de no pensar en él… y luego él… y oh sí,

especialmente en él. Sip, Cameron fue la gota que derramó el vaso. Era

humillante que hubiera llevado tantas rupturas saber que era estúpido creer

que alguna vez podría tener una relación sana.

La puerta se abrió y la cabeza de mi compañera de piso se asomó en la

habitación. Tory y yo saltamos culpablemente cuando vimos el rostro de

Lizzie. Ella siempre vestía de un blanco celestial. Hoy usaba perlas a juego

en sus orejas. Hacían un gran contraste contra su piel oscura. Traté de no

lucir como que estaba provocando problemas.

—Hey, Lizzie.

Page 22: Pank Wars

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Lizzie asintió con el aire digno de una princesa etíope. Bueno, no realmente

etíope —su papá era de Nigeria y su mamá de Washington—, pero lucía lo

suficientemente exótica.

—No estás celebrando otra de esas reuniones de guerra otra vez, ¿verdad?

—me reprochó. Intenté no lucir culpable, pero para ser honesta, no estaba

segura de cómo hacerlo. Sabía que Lizzie podía. Esa era la razón de que le

ofreciera la posición de mi segundo al mando en esta guerra, pero se rehusó

a tomar el honor—. ¿No tienes que ir a clases? —preguntó.

—Me la estoy saltando —decidí en el momento. Era una clase de negocios

de todos modos. Mi especialidad en los negocios era una de las muchas

consecuencias de mi ruptura con Cameron. No había forma que quisiera

escoger tortas de novias felices cuando no podía tener una propia. Dos

semanas atrás, rechacé ser coordinara de bodas y me cambié a Estudios

Generales, lo que quería decir que sólo me quedaba un año en la BYU2 antes

que estuviera fuera. Era demasiado vieja para estar aquí de todos modos.

Empecé tarde la universidad, cambié mi especialidad demasiadas veces. Y

ahora tenía veintiséis años. Ya me sentía como una solterona.

—Ya basta —dijo Lizzie—. ¡Tienes que terminar con ese Grupo de Ayuda de

Rupturas! Primero Johanna, luego Emily… y ahora ¿Kim? ¡No las estás

ayudando!

—¿De qué estás hablando…? —Era mejor alegar estúpidamente, pero antes

que pudiera, una AmyLee en leggings ajustados y botas irrumpió en la

habitación. Estaba feliz de que su ira no estuviera dirigida a mí, sino a un

hombre supuestamente más fuerte. Ella era otra chica en nuestro complejo

de apartamentos en necesidad de un plan de batalla contra su ex. Ignoré la

acusadora mirada de Lizzie y le indiqué una silla—. Siéntate, AmyLee.

—Preferiría estar de pie.

Lizzie se apoyó contra el marco de la puerta.

—Tus métodos son poco sanos, Madeleine.

2 BYU: Brigham Young University.

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23

—Mira, Lizzie —susurré con fuerza—. Sólo hay una forma de superar a un

hombre: verlo por lo que realmente es. Simplemente considera esto mi

pequeño proyecto de servicio para la Sociedad de Ayuda.

—¿Pueden creerle a ese idiota? —interrumpió AmyLee con un grito. Me di

la vuelta hacia nuestra última chica abandonada—. Sólo quiere que seamos

amigos.

—¿Y qué hay de malo con eso? —dijo una voz alegre desde el pasillo.

Gemimos. Era otra de mis compañeras de piso, una compañera que nunca

parecía verse afectada por los hombres. Alguien que puede alterar las cosas,

esas es Kali. Ella bailaba, sí, bailaba en la habitación.

—¿Qué hay de malo con eso? —repitió AmyLee en un gruñido, dirigiendo

toda su rabia contra la desafortunada Kali—. ¿Acaba de preguntarme qué

hay de malo con eso?

Todas nos encogimos un poco, pero Kali se mantuvo firme orgullosamente

en sus sandalias estilo gladiador. Piensen en una incorregible muñeca China

con hoyuelos, un montón de cabello rubio rizado, elegantes ojos de gato, un

poco brusca, pero con las mejores intenciones en el mundo. Cuando un chico

quiere ser amiga de Kali, quiere decir que quiere salir con ella. Pero cuando

un chico quiere ser solamente amigos con una chica como decimos nosotras,

bueno, sabemos que nos están evadiendo. Me paré protectoramente en

frente de la rubia y sonreí con calma hacia AmyLee, redirigiendo su rabia a

la fiesta correcta.

—Dime que te hizo.

AmyLee se echó a reír sin humor.

—¿Podemos olvidar por un momento que ni siquiera sabía que Brad existía

hasta hace dos meses? Entonces empezó a acosarme, a pedirme citas, a

hacerme cumplidos, y a hacerme sentir, oh, sé que es loco, como si fuera la

chica más especial en el mundo para él. Y ahora, justo cuando me encariñé,

muy encariñada, ¿quiere irse corriendo?

Me reí disimuladamente: esto se estaba volviendo demasiado predecible. El

rostro de AmyLee se volvió incluso más rojo por mi reacción poco natural, y

me encogí de hombros.

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24

—Quiere jugar, ¿es así? Vamos a jugar entonces. Se llama presentarse

dulcemente ante él y romper con él en su cara. Chicas, quiero galletas

caseras. Notitas tiernas. Filete.

Se enderezaron, viendo que hablaba en serio.

La nariz de Tory se arrugó.

—Pero ¿quién puede ser eso?

—No lo sé. ¡Ustedes son la Sociedad de Ayuda, resuélvanlo! —Me saqué de

un tirón mis zapatillas a cuadros blancos y negros y pasé mis pies desnudos

sobre mi alfombra verde peluda. La guerra de bromas era mi elemento, sin

pretender tener todo en común con un chico sólo para conseguir uno—.

Primero, nos aseguraremos de que cada chica que conozca lo trate fríamente

hasta que esté rogando por una cita. Entonces le tiraremos nuestras más

coquetas, más hermosas amigas sobre él, las sin una pizca de decencia

humana. —Miré detrás de mí hacia Kali. Estaba sacándose el esmalte rojo de

sus uñas—. ¿Cocinas? —le pregunté.

Hizo una mueca, todavía logrando lucir hermosa a través de la desagradable

mirada.

—¿Estás bromeando?

—Puedo cocinar. —Se las arregló AmyLee para decir a través de su rabia.

—Bien. Cuando acabemos con él, querrá con tanta fuerza a una chica normal

que tomará otra oportunidad contigo… y cuando lo haga, simplemente

recuérdale que sólo quieres que sean amigos.

Hizo un puchero.

—Pero ¿qué pasa si no quiero?

—No te preocupes. Él lo hará, pero esta vez tú serás la que romperá con él.

Hazte un favor y dale donde más le duela esta vez, ¿podrás?

—¿Su corazón?

—No, AmyLee, su ego. —Crucé mis brazos, lleno de todo tipo de buenas

obras esta mañana. Estaba ansiosa de más. Tal vez Kim tenía razón. Tal vez

no era la chica más mala en la guerra. Aunque no me sintiera así—.

Asegúrate que ocurra —le dije a Tory.

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AmyLee suspiró, pero se fue mucho más calmada de lo que había entrado.

Normalmente las chicas furiosas superaban mejor a sus hombres que las de

corazones rotos. Tan pronto como se había ido, Lizzie me responsabilizó con

sus ojos marrones.

—¡Madeleine! —Su voz era más severa que de costumbre, y no la tomaba

tan en serio como debería, también algo que ocurría con frecuencia—. Sabes,

realmente esta no es la mejor forma de manejar esto.

Aparté el cabello de mi rostro y me las arreglé para darle una sonrisa

inocente.

—Lo sé.

—Entonces, ¿por qué estás haciendo esto?

¿Atormentar hombres me distraía? ¿Me hacía sentir menos como una víctima?

¿Nadie da una guerra como una mujer despreciada? ¿Hábito? Realmente no

estaba segura.

—Hey, ¿dónde está mi gelatina? —Oí el sonido entrecortado de tacones

chocando contra el piso de la cocina y todas nos encorvamos culpablemente.

Sólo una persona hacía que mi corazón se acelerara por el miedo. Sandra

debía de estar en casa—. ¿Quién la tomó? —La puerta del gabinete se cerró

de golpe—. Saben que no deberían molestarme. ¡Voy a tener sus cabezas!

Uh oh. La gelatina debe haber terminado en los inodoros de los chicos o tal

vez en sus duchas. De hecho no estaba segura. Oímos a los tacones de

Sandra pasar por la asquerosa alfombra peluda en el pasillo de afuera

mientras venía por nosotras. No tenía idea del porqué una dama con clase

como ella incluso se rebajaba a caminar sobre tal piso, sin mencionar

rentarlo. Todas queríamos adivinar la razón por la que había firmado el

contrato de arrendamiento este último semestre de invierno.

—¡Lizzie! —Antes de que Sandra pudiera decir ―muévete‖ Lizzie se apartó,

permitiéndole a Sandra mirar el interior de mi concurrida habitación.

Nuestra compañera de piso era una morena de mirada penetrante, fría y

hermosa. Era demasiado elegante para una estudiante universitaria y lucía

como si debiera estar envuelta en un visón, no en unos jeans ajustados. Todo

lo que Sandra usaba era de diseñador, desde sus tacones de piel de serpiente

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hasta su camiseta estilo baby doll y su bolso Chanel. Su mirada pasó de una

sonriente Kali, a una desafiante Tory, y luego directamente a mí—. ¿Qué

está pasando aquí?

—Terapia. —Me armé de valor para igualar su mirada—. ¿Querrías un

poco?

Bufó.

—Supongo que tiene sentido. Los siquiatras normalmente están más jodidos

que sus pacientes.

—¿Lo son los tuyos?

—Mira —siseó—. No estoy de humor para esto. Quiero mi gelatina de

regreso. Entera. Y si la escondiste en algún lugar asqueroso, mejor que la

reemplaces, ¡rápido! —Me apuntó con su dedo—. Y no vuelvas a tocar mis

cosas. ¿Entiendes? —Miró mi rostro imperturbable y se fue antes de que

pudiera negar sus acusaciones. Lizzie se apartó de su camino para darle la

gran salida que merecía.

—Sabes, podrías recuperarlo —le dije a la elegante espalda de Sandra. Se

puso tiesa, justo como sabía que pasaría. Sí, Sandra con toda su frialdad era

sólo otra víctima que se enamoraba de la actitud melosa de un chico. O

debemos decir, la actitud melosa de Lord Byron. Y dado que Lord Byron

recientemente me había dado un golpe bajo, suponía que le debía otro.

Sandra se dio la vuelta para encararme y encontré sus ojos uniformemente.

—Y no estoy hablando de recuperarlo para que puedas salir con él otra vez.

—Ignoré la mirada de advertencia de Lizzie—. No, recuperarlo para que

nadie nunca más quiera salir con él otra vez.

El mentón de Sandra se elevó, pero sólo ligeramente.

—¿A qué te estás refiriendo?

—Al que te hizo la mujer amargada que eres.

Sandra jadeó por eso.

—No soy amargada debido a él.

—¿En serio? Entonces, ¿quién fue?

—Eso, querida, ¡no es de tu incumbencia!

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—Vivimos con tu amargura. Eso lo hace de nuestra incumbencia… a menos,

desde luego, que quieras empezar a actuar como un ser humano normal otra

vez.

—Y ¿qué consideras un ser humano normal? —Sacudió su cabeza de un

lado a otro—. ¿Alguien quién mantiene reuniones de intervención contra

chicos para las locas que acaban de perder a sus novios? Juro que la mayoría

de las chicas que conozco les hacen bromas a los chicos para conseguir una

cita, pero ¿tú? Tú lo haces porque odias a los chicos. ¿No es así?

—¿No lo haces tú?

—Te lo estaba preguntando a ti.

Sonreí. Al final si teníamos cosas en común. Byron recientemente cometió el

error de poner en su mira a mi hermosa compañera de piso. La única cosa

que podía posiblemente ver en Sandra era su hermoso rostro. Y a pesar de

que no veíamos mucho de ella, nosotras veíamos definitivamente más que

eso, era una aguafiestas. Byron la había dejado casi tan pronto como

empezaron a salir, lo que ciertamente no ayudaba en los asuntos de la casa.

Ahora era mi deber tenderle una mano.

—Sé por lo que estás pasando —dije—. Cuando pasé por mi última ruptura,

lloré cada día y noche: en clases, en la iglesia, en el trabajo, en el coche,

cuando veía bebés, cuando él miraba a otras chicas de la forma en que solía

mirarme, cuando oía las cosas que decía de mí. Me culpé a mí misma. Pensé

que de algún modo no era lo suficientemente buena. Demasiado odiosa,

demasiado difícil de tratar, demasiado estúpida. —Los ojos de Sandra se

ponían vidriosos y fui al grano—. ¿Quieres saber la peor parte? Cuando

pretendió que yo no existía. Podíamos estar solos en la misma habitación y

ni siquiera se molestaba en hablar conmigo.

—¿Por qué me estás diciendo esto?

Paseé por la habitación como lo hacía usualmente.

—Porque una mañana, me desperté y pensé ―¡Madeleine! ¿Qué estás

haciendo? Mírate. Tus ojos están rojos. Eres miserable, y estás llorando tanto

que estás deshidratada, y ¡todo eso por nada! Él no está llorando por ti. Ni

siquiera te extraña. Perdió el interés. No se está preguntando qué falló en la

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relación. No le importa y nunca le importará. Tus lágrimas no traerán de

regreso al hombre que solía ser porque nunca fue ese hombre, así que deja

de ser un bebé‖, y lo hice. Así que ahora soy feliz.

—Suenas realmente feliz.

—Soy libre.

Sandra simplemente me miraba sin comprender y tomé una profunda

inhalación. No esperaba que entendiera. Algunas chicas vivían de la

adoración a los chicos y no sabían que la vida podía ser habitable sin ellos.

—Está bien. —Mientras más casual hiciera esto, más oportunidades tenía de

que hablara—. Cuéntame tu historia, Sandra.

Sandra dudó, sus ojos estaban en los míos. Como siempre, ella era un

poquito intimidante, pero para ser justos, he sido acusada de eso también.

Sacó su iPhone y lanzó un suspiro, imitado por todas nosotras en la

habitación. No conseguiríamos información de ella ahora.

Sandra bajó la vista hacia su último mensaje.

—Aléjate de mi caso, Madeleine. —Sus dedos volaban sobre la pantalla táctil

mientras me regañaba. De mala gana, admiraba sus habilidades para

mandar mensajes. Era la reina de las tareas múltiples—. No tengo una

historia, Mad, así que déjalo estar.

Me incliné sobre la mesa para observarla con ojos firmes.

—Todavía te gusta, ¿no es así?

Sandra se congeló furiosamente por la acusación. Antes que pudiera

callarme otra vez, su iPhone vibró impacientemente. Estaba siendo

bombardeada con mensajes. Sandra puso el teléfono en su oído y me disparó

una mirada de despedida.

—Métete en tus propios asuntos, mocosa.

Mis cejas se levantaron. ¿Mocosa? Eso era inesperado. Sandra no podía ser

mucho mayor que yo. Incluso podría ser menor. No tenía idea.

—No podrás creer lo que mi compañera… —Oímos la voz de Sandra

desvanecerse por el pasillo.

Tan pronto como estaba fuera del rango de audición, le disparé a Kali.

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—Rápido. Dame el directorio de guerra. —Los labios de Kali se curvaron

ansiosamente y corrió para traerlo del codiciado puesto del microondas en la

cocina.

—Pobre Byron. —Tory sonrió traviesamente—. Ayudaremos a Sandra le

guste o no.

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Capítulo Tres

Traducido por Lola_20

Corregido por Nanis

Día 47

1452 horas

uerra. Empieza de forma tan simple: sólo un poco de traición, un poco

de dolor, un poco de venganza. Y ahí es cuando me encuentro

haciendo cosas que nunca pensé que haría”.

—Entrada en el diario de Guerra de Madeline. (Viernes 1 de abril,

momentos después).

Kali giró por la esquina de mi habitación y me tiró la guía telefónica en las

manos. Sus brazaletes tintinearon. Busqué la página de Lord Byron.

Quien sea que hubiera trabajado en el directorio del distrito universitario

claramente había tenido un enamoramiento con Byron, pero bueno, ¿qué

chica en el distrito 73 no lo tenía? Su foto era más grande que la de

cualquiera de sus compañeros, y tenía como tres citas textuales diferentes

bajo su nombre en oposición a la única cita que la mayoría teníamos

permitida.

Posaba como una clase de modelo de revista, con pelo oscuro y ojos azules.

Sí, la chica del directorio puso su foto en color, también… normalmente no

sería un problema, excepto porque las de todos los demás estaban en blanco

y negro. El tratamiento especial estaba justificado en el nombre de las

“G

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bromas. Pretendía estar agobiado por la atención, pero sabía que se deleitaba

con ella.

—¡Sólo míralo! —susurró Kali intimidada en su baby doll—. Es hermoso.

Byron es la razón por la que se inventó la poligamia.

—Qué lindo —dije con mi voz más sarcástica. Kali suspiró dramáticamente,

a pesar de que le disparé una mirada desaprobadora.

Tory se apartó su cabello rojo para mirar.

—Sí, es sexy —admitió.

—No, no. —Lizzie sacudió su cabeza vigorosamente—. Es malvado. Hay

una diferencia.

Le sonreí. A pesar de nuestros desacuerdos aún estábamos en el mismo

equipo.

—Los chicos bellos generalmente lo son —dije. Lizzie asintió en acuerdo—.

Creo que es hora de hacer una pequeña broma por el día de los inocentes. —

La cabeza de Lizzie se irguió rápidamente, dándose cuenta de repente que

nuestra tarde de intervención no había terminado—. No te preocupes —le

aseguré—. Valdrá la pena. ¿Dónde está mi celular?

—¿Estás loca? —Lizzie me bloqueó antes de llegar a mi teléfono. Estaba en

mi cama—. ¡Vamos, Mad! —Mantuvo sus manos frente a ella—. ¿Podrías

sólo por un segundo pensar bien en lo que vas a hacer?

Ladeé mi cabeza, pretendiendo pensar y luego asentí, mirando a Tory.

—Celular.

Tory caminó hacia la cama, deslizándose sin dificultad al lado de Lizzie.

Estaba acostumbrada a pasar por lugares angostos cuando las cosas se

ponían peligrosas.

—No te preocupes. —Trató de tranquilizar a Lizzie—. No sabrá que somos

nosotras. Bloquearemos la llamada.

—¡Eso no es lo que me preocupa!

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Tory ubicó el celular en mi mano. La cubierta era camuflada y rosa. Lo miré

fijamente. El teléfono había arruinado mi vida más de una vez, pero había

un tiempo para el amor, y un tiempo para no amar, y un tiempo para usar el

teléfono cuando el amor no estaba en juego. Me relajé en el piso. Con la

excepción de Lizzie, nos sentamos en un apretado círculo alrededor de la

guía telefónica.

—Hazlo, Madeleine. —Kali incitó con mejillas sonrosadas—. Es realmente

lindo.

Mi mandíbula se abrió por su usual falla para ver todo el panorama.

—Lo lindo no tiene nada que ver con esto. —Era probablemente la vez

número cuatrocientos cincuenta que le explicaba ese asunto.

—¿No lo tiene? —Tory me miró fijamente. Era calma frente al peligro y

siempre me enviaba indeseadas preguntas retóricas—. Confía en mí. Puedes

colgar en el momento que quieras.

Deslicé la cubierta rosada camuflada de mi celular. Byron merecía lo que se

le avecinaba. Era soberbio, arrogante, y ahora estaba detrás de cada chica

que queríamos y por la que nos preocupábamos. Sin contar que consideraba

que era un deber insultarme en cada turno. La broma de hoy del día de los

inocentes no fue lo peor de todo.

—¿O no lo recuerdas? —preguntó Tory—. Te dijo desesperada el domingo

pasado.

Tory estaba poniendo su media sonrisa. Completaba su apariencia malévola

con su cabello pelirrojo. Cualquiera que fuera amigo de ella sabía qué quería

decir. Byron me había insultado y ella iba a recordármelo a cada paso del

camino.

—Dame su número —dije.

—¡Madeleine! —Lizzie trató de convencerme con una mirada lastimosa en

sus ojos marrón chocolate—. ¡Mad! ¡Mad! —Para entonces ya no oía razones.

Traté de concentrarme en su calmada voz—. No necesitas hacer esto.

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Oh, sí. Sí lo necesitaba. Incluso ahora, Byron llevaba la delantera y

necesitaba ser destruido. Marqué su número y presioné llamar antes de

tener segundos pensamientos. Esperé mientras oía los tonos del teléfono. Era

un sonido que asustaba más que el silencio después de una batalla.

—¿Hola?

Tragué, reconociendo la voz arrogante, aunque no sonaba tan arrogante en

ese momento, casi humana. Me puse firme contra su tono encantador.

—Adivina quién habla… —me forcé a sonar dulce y feliz. No era difícil si

imaginaba las voces de las chicas clamando por su atención en los partidos

de los distritos.

Lizzie tomó una profunda respiración.

—Um, no tengo ni idea de quién habla. —Byron soltó una brillante risa que la

mayoría de las chicas encontraría sumamente atractiva—. ¿Por qué no sólo

me lo dices?

—¿Qué tal si te doy una pista? —le dije dulcemente. Tory asintió hacia mí en

aprobación.

Byron dudó por un momento y yo me puse de pie. Era absolutamente

imposible quedarme sentada mientras mi archi-némesis estaba sólo a

respiraciones de mí en la otra línea.

—De acuerdo, juguemos —concedió—. Dame una pista.

Mi corazón dio una vuelta con la primera victoria. Otro pequeño error como

este y él sería nuestro. Caminé por la habitación, sin importarme a quién

pisé, que fue Kali. Me tropecé sobre ella y me soltó un pequeño chillido. Le

hice señas desesperadamente.

—De acuerdo, de acuerdo, primera pista. —Maniobré cuidadosamente

alrededor de Kali. Se enrolló como un cachorro abandonado—. Soy la que se

sienta detrás de ti en Química. —Algo cierto, aunque no totalmente.

Usualmente se sentaba en la parte de atrás, no es que estuviera prestando

atención, por supuesto.

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—¿Sí?

—Y tarareo detrás de tu cabeza.

—¿Qué? —Parecía sorprendido—. ¿Cuándo?

Forcé una estúpida risita.

—Sólo cuando estoy feliz. Cuando el profesor entrega nuestros trabajos.

¡Amo química! Quiero decir, no química, sino la palabra, ¡química! —chillé

alegremente. Sabía que eso perforaría sus oídos. Los labios de Lizzie se

apretaron aún más—. ¿Qué? —modulé hacia ella. Su desaprobación siempre

me hacía sentir incómoda.

—Um, nop, no lo estoy consiguiendo. —Byron comenzaba a sonar un poco

irritable. Justo como lo planeamos.

—De acuerdo, siguiente pista. Me sonreíste. ¿Recuerdas eso? —Miré

fijamente al espejo, forzando a mi cara a verse soñadora, así mi voz la

seguía. La mirada no coincidía con mi aspecto oscuro en absoluto y torcí mis

labios. A pesar de los insultos de Byron, no estaba completamente falta de

encantos femeninos. Vestía mucho negro, seguro, pero me han dicho que

mis labios son muy besables, no es que haya estado haciendo eso mucho

últimamente—. Y, uh… en clase, cuando nuestros ojos se encontraron… —

Traté de hacer que las palabras se armaran en mi lengua, pero sólo me las

arreglé para que mi voz sonara pegajosa, como la bruja buena de Oz—, hizo

a mi corazón latir fuerte, fuerte. —Le di otra risita femenina.

—¿En serio? —ahora su voz sonaba tensa. Bien—. No tengo idea de quién eres

—Llegó al tope.

—¡Es Suzy Q! —anuncié con una risa—. ¡Suzy Q Miller! —Le di otro

segundo como para que pudiera sonar encantado con el anuncio—. Bueno,

es sólo Suzy. Por eso es que no lo descubriste. Todos me llaman Suzy Q para

abreviar. Mi mejor amiga Sandra lo hace. Conoces a Sandra, ¿no? —Él no

estaba diciendo nada, así que fácilmente llené el silencio con más charla

estúpida de niña—. Bueno, supongo que la debes conocer, es tu novia

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después de todo. Bueno, no ahora, supongo. —Reí—. Extraño. Pero, uh,

nosotros nunca salimos antes… así que, podrías salir conmigo, ¿no?

—¿Podría?

Solté un resoplido, tratando de evitar explotar de risa. Tory escondió su cara

en una almohada. Vi su cuerpo contorsionándose de la risa. Kali sólo se veía

soñadora. Ella saltaba feliz en mi cama. Noté que la digna Lizzie me había

abandonado. La había decepcionado. Mi corazón se paró un segundo con el

pensamiento, pero no había vuelta atrás.

—Sí, um, puedes llevarme a cenar y luego al cine. Realmente no me importa

que hagamos mientras tú pagues por ello.

Ese era el gancho. Él podía limpiar el piso conmigo de seguro, pero luego

me reiría en su cara por comprar mi estúpida historia. Todo era tan perfecto.

—Wow, eso suena como una noche para recordar —dijo—. No había notado lo

simple que podía ser complacer a una chica como tú.

—Sí, pienso que mientras más citas tenga, más rápido me podré casar, ¿no?

Él rompió a reír.

—Seguro.

Fruncí el ceño. ¿Byron se rió de mi broma? ¿Cómo supo que era una broma?

Tomé aire para calmarme. Esta era una misión más engañosa de lo que había

pensado. Siempre caía fácil a los pies de un hombre con sentido del humor.

No podía dejar que las cosas se me salieran de las manos.

—Así que, uh, ¿qué te parece, guapo?

Se pausó por un segundo y me preparé para pelear.

—De acuerdo —dijo.

¿De acuerdo? Mi frente se arrugó. ¿Acaba de decir que está de acuerdo?

¿Saldría con este monstruo que había creado yo misma? ¿Qué estaba mal

con él? A ningún chico le gustan las chicas molestas. A ningún chico le

gustan las chicas que requieren mucho mantenimiento. A ningún chico le

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gustan las chicas que tarareaban detrás de ellos en clases, especialmente a un

jugador como este. No podía en absoluto estar hablando en serio. Puse en

mudo mi celular.

—Dijo ―de acuerdo‖.

—¿Qué? —Kali se cayó de mi cama y se deslizó en el piso de la sorpresa. Su

rubio cabello alborotado detrás de ella. La miré fijo justo mientras Tory se

alejaba de la almohada en asombrado silencio.

Lizzie asomó su cabeza por la puerta, claramente había espiado todo el

tiempo.

—Eso es porque él es agradable —me informó—. No como cierta gente.

¿Agradable? ¿Podría en realidad ser agradable? ¡No! Este hombre no era

bueno, no sin ganar algo con ello. Era el mayor jugador anti compromiso. Lo

sabía, y no podía creer que se estaba llevando lo mejor de mí. Lo forzaría a

mostrarme sus verdaderos colores.

Esa noche era el gran campeonato entre departamentos de Quemados entre

nosotros y el complejo de departamentos de la 104. Había muchos insultos y

mal temperamento involucrados.

No había forma de que se lo perdiera.

—¿Qué tal esta noche a las 5:00? —pregunté.

—Oh, lo siento. No puedo. Tengo un juego de Quemados.

Sonreí. Ahora estábamos en buen camino.

—¿5:15?

—No…

Ni siquiera le di tiempo de explicar.

—¿5:30? ¿5:45?

Él rompió a reír.

—No, no puedo.

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—Oh, qué lástima —suspiré, esperando el rechazo—. ¿Estás seguro?

Estuvo en silencio por un momento. Todos mis instintos me dijeron que no

confiara en esta supuesta derrota suya.

—¿Por qué no vienes y eres mi porrista? —disparó de nuevo. ¿Qué? Los

hombres superficiales no invitaban a chicas desconocidas a sus preciosos

juegos. ¿Y si yo era fea? No podría saberlo—. ¿Tal vez podemos hacer algo luego

del juego? —dijo—. Sí, podemos caminar por el campus. Luego podemos conocernos

un poco… mejor.

Mis ojos se agrandaron. ¿Realmente era un jugador tan grande o estaba

bromeando conmigo? ¿Sabía lo que estaba pasando? ¿Pensaba que era

alguien más?

—Uh… —Estaba pensando profundamente.

—Lo tengo —sugirió—. ¿Qué tal si hacemos algo ahora mismo?

—¿Ahora? —traté de quitar el pánico de mi voz y me recordé que no podría

salir del teléfono para atraparme.

—Claro. ¿Dónde estás?

Esto se estaba poniendo serio.

—Yo… yo sólo… estoy ocupada con… —Traté de pensar en lo más horrible

que decir a un chico con fobia al compromiso como él—. Mi tarea de

Preparación para el Matrimonio. Debo sacar una A. ¡Whooo!

—¿Quieres poner en práctica tu clase de preparación ahora mismo, Suzy Q?

—¿Qué? ¿De qué estás hablando?

—¿Por qué no vienes y lo estudiamos juntos? ¿Quizás un poco de química

también? Estás en mi clase, ¿no? Sí, te recuerdo. Cabello oscuro, ¿no?

Sí… ¡no! Esto no estaba saliendo como lo esperaba. Se suponía que se

asustaría porque una chica rara estaba llamándolo para salir y luego lo

dejaría estar molesto por el resto del día hasta que yo lo llamara y me riera

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de cómo cayó por mi broma del día de los inocentes. ¿Por qué estaba

aceptando hacerlo? ¿Y cómo sabía que tengo cabello oscuro?

¿Tal vez hubo un escape de información? No había manera de que mi

número apareciera en su teléfono. ¿Tenía espías en los pasillos? Miré a

nuestra pequeña y rubia Kali. Su celular no estaba a la vista. Tory estaba

asombrada, sus pecas se veían un poco más pronunciadas de lo usual. Las

manos de Lizzie estaban en su cadera, una sonrisita en su oscuro rostro. Pero

ella era la última persona que se volvería en mi contra. ¿Cómo lo supo

Byron? ¿Reconoció mi voz? Imposible. No significo nada para él. Tragué.

—Claro, claro, de acuerdo. Sandra está conmigo. No le importará ir con

nosotros. Estoy segura de que le encantará oír sobre tu repentino interés en

química.

—¿Qué tal si vienes sola? —Su voz sonaba perezosa y sólo un poco

peligrosa—. Creo que necesitamos un tiempo a solas juntos.

Estaba alardeando. Ahora sabía que no estaba siendo amable. Sonreí

malvadamente y entré de nuevo al juego.

—Sería descortés dejar a mi mejor amiga sola.

—Entonces te encontraré yo a ti. ¿Qué tal en cinco minutos?

—No tienes mi dirección —disparé, tratando de pensar en todas las

direcciones de las chicas molestas que conocía, o quizás de un manicomio.

Me rendí—. ¿O quizás simplemente no sabes qué día es hoy?

—Lunes.

—Día de los inocentes.

Estaba callado al otro lado de la línea. Fue lo suficiente para hacerme sudar.

—Oh, ¿así que quieres decir que me llamaste para hacerme creer que una chica

estaría realmente interesada lo suficiente como para invitarme a salir, para que

pudieras decirme que todo era una broma cruel?

Eso sonaba terrible.

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—No, no en realidad. Yo… —Explicarlo lo hacía sonar tan lastimoso, porque

de repente, cuando él me repitió todo, sí sonó lastimero, además todas me

estaban mirando. Se suponía que debía verme fuerte y astuta.

—Qué encantador de tu parte —agregó.

Solté una risa débil. No podía permitir que me volteara esto.

—¡Como si tuvieras algún problema con chicas invitándote a salir!

Tory se enderezó nerviosamente. No se suponía que alabara al enemigo,

incluso si eso tenía algún fin oculto. Sentí mi cara ponerse roja por muchos

motivos. Tal vez Byron pensaría que esto era gracioso y todo estaría bien.

Quiero decir, sólo queríamos que sudara, no… no… —no lo sé— que tuviera

sentimientos. Forcé a mi voz a salir con tonos más punzantes.

—Sólo admite que te engañé, Lord Byron.

—Sólo una persona me llama Lord Byron, Suzy Q. —Antes de que pudiera

colgar, presa del pánico, sonó el timbre—. Hey, no peleemos —dijo

suavemente—. De hecho, dejé un pequeño regalo en tu puerta sólo para ti… para

festejar la ocasión, por supuesto. —Mi corazón saltó fuera de mi pecho—.

Espero que te guste, prim.

¿Prim? ¿Era el diminutivo de prima o algo?

Colgó, dejándome en un asombrado silencio. Me giré a las otras chicas y

escuchamos los tacones de Sandra en la alfombra de camino a la puerta.

Nada la detendría de encontrar esta última humillación. La puerta del frente

se abrió de golpe. Fue seguida de un chillido agudo. Pensé que había

ejecutado el plan sin fallas, pero aparentemente Lord Byron había sabido de

él desde el principio pero, ¿cuándo? Él había armado la perfecta distracción

actuando como un chico bueno. Usualmente así es como los chicos sacan lo

mejor de mí.

Sandra entró como una tormenta a la habitación, sus largas uñas hundidas

en un ramo de marchitas flores.

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—¿Porqué alguien elegiría mis tulipanes, huh? ¡Acabo de comprarlos! —Los

tiró al suelo frente a mí—. ¡Sólo puedo asumir que tiene que ver con tus

estúpidas bromas, Madeleine!

Los levanté del suelo.

—Estoy segura de que no —lo dije por costumbre.

—Hay una nota —señaló Lizzie.

Sandra me arrojó la nota y cerró de un golpe la puerta de mi dormitorio

antes de salir. Di vuelta a la nota. Estaba escrita detrás de unas notas de la

clase de química del día anterior. Debajo, Lord Byron había coloreado un

punto negro como si fuéramos piratas en la isla del tesoro. Había declarado la

guerra. ¡Había declarado oficialmente la guerra!

No estaba segura si estaba lista para esa clase de compromiso hasta que leí la

nota.

“En tus sueños, Mad Dog”.

Kali fue la primera en encontrar su voz.

—¿Mad Dog? ¿Perro enojado? —Se giró para verme. Casi podía ver las

gastadas baterías funcionando en su cabeza—. ¡Madeline Doggett! ¡Esa eres

tú! —Rió estúpidamente—. Es tan inteligente, ¿no? —Me revolví ante el

cumplido—. Mad Dog. Voy a llamarte Mad Dog a partir de hoy. ¡Es

perfecto!

Tory murmuró una excusa y se fue a su propio departamento en el piso de

abajo. Su rojo cabello volaba tras ella como una flama. Detestaba perder una

batalla tanto como yo.

Lizzie suspiró.

—Espero que no estés planeando ninguna clase de contra ataque, Mad Dog.

Me molestaba como mi nuevo sobrenombre sonaba tan fácilmente en su

boca.

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—¿Estás bromeando? —Arrugué el papel en mi mano—. Lord Byron no es

rival para mí. No durará ni un día.

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Capítulo Cuatro

Traducido por sooi.luuli

Corregido por Nanis

Día 203

2232 horas

a noche era fresca, aparentemente pacífica. Mi escuadrón se hallaba en la

alfombra verde de peluche en sus posiciones cautelosas al lado de una

ventana abierta. Escuchamos a la lluvia caer suavemente en el frío suelo

mientras esperábamos un contraataque de los hombres del Señor Byron. Esos

garabatos podrían ser mis últimos. Pero debo contar mi historia aunque el bolígrafo

no pueda describir los horrores de este último semestre”.

—La Entrada del Diario de la Guerra de Madeleine (Sábado, 26 de mayo).

Se suponía que sería una normal estudiante de universidad, ya sabes, de la

clase que come sándwiches de mantequilla de maní y fideos Ramen, ¿y

ocasionalmente va a una cita? Ahora me preocupo por una sola cosa:

sobrevivir. Está bien, tal vez sólo mantener la calma, pero aun así esta guerra

ahora era más grande que yo. ¡Habían sólo pasado dos meses desde la

desafortunada llamada de broma de Byron? El colorante rojo congelaba

nuestros dedos por las bromas acabadas mal. Nunca salimos de nuestros

lugares de estacionamiento porque los chicos a propósito nos cerraban el

paso. Nada remotamente valioso se había perdido, pero ahora nada podía

detenerme.

Si podía mantener a Byron ocupado con bromas sin sentido, significaría un

menor número de corazones rotos. El único problema era que Byron era un

“L

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maestro en delegar. Nunca tenía que levantar un dedo, sólo fríamente

ejecutar órdenes a sus hombres, dejándolo más libre de lo que estábamos

nosotras ahora. Incluso peor, estaba enterrada en tarea. Tanto como odiaba

admitirlo, Byron se las arregló para volver a cada hombre en el salón

número 73 en mi contra. Bueno, podría haber hecho algo de eso por mí

misma desde que di un consejo de citas a la mayoría de sus ex novias, pero

aún Byron era la mente maestra.

Un golpe sonó en las primeras líneas, y miré nuestra puerta principal con

ojos que habían visto demasiado: langostas en la bañera, polvo de ajo en

nuestra pasta de dientes, ojos de vaca servidos en platos. Y ahora me

encontraba en mi pantalón de piyama Lucille Bell. Dejé mi tarea de física y

tomé un firme respiro.

—¿Alguien abriría eso?

Lizzie estaba repantigada sobre nuestros feos sofás de rayas verdes. Levantó

la vista de su tarea. Su pelo rozó las páginas de su libro de Shakespeare.

Codiciaba su pelo de una mala manera. Estaba largo y ondulado y

enroscado en un millón de trenzas. Se veía aburrida.

—¿Estás segura de que quieres hacer eso, Mad Dog?

Hice una mueca ante el sobrenombre.

—¿Qué? Podría ser un visitante. ¿Vamos sólo a dejarlo parado fuera en el

frío? Bien. Si eso es lo que tú quieres. Eres la Presidenta de la Sociedad de

Auxilio. Sabes lo mejor.

Lizzie me miró fijamente. ¿Era posible para ella hacer que alguien esperara?

Los grillos piaban dentro de la casa. Ellos se quedaron por la gran picadura

de grillo de la semana pasada. Con un suspiro exasperado, Lizzie se levantó

del sofá.

—¿Y quién rompió tus piernas? —Caminó hasta la puerta principal en su

piyama azul brillante.

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—La mirilla no funciona —le advertí. Me dio una mirada rara, y yo me

encogí de hombros—. Los chicos la pusieron al revés. Pueden ver a través de

ella desde afuera y vernos, así que nosotras…

Lizzie dio un suspiro exasperado y abrió la puerta de un tirón. Un feo

muñeco de peluche se hallaba en nuestro porche. Me esforcé por ver más de

cerca. Era un patito feo, de hecho, el patito más feo que alguna vez había

visto. No, no era un triste comentario según nosotras. Ninguna de las

bromas de Byron eran así de inteligentes. Lizzie no se veía sorprendida.

—¿Huh? Hemos sido el blanco de nuevo.

—¿Qué hacemos, Capitana? —Kali salió corriendo del fondo usando una

camiseta con un símbolo de paz. Su pelo rubio estaba en trenzas. Le di una

exasperada mirada. Había aprendido la cosa de capitana de Tory.

Saqué los restos de papel de mi regazo y me precipité al porche. El enemigo

no estaba en ningún lugar a la vista, pero estaba definitivamente allí. Le di al

más feo patito un amplio rodeo. Quién sabía dónde lo tuvieron.

Posiblemente D.I. Estoy segura de que estaba cubierto de pulgas, sólo otra

manera para vengarse de nosotras.

Lizzie forcejeó con una de sus ballerinas blancas y se la puso, cojeando hacia

delante, un veterano de guerra con su parte de las heridas de batalla. Sus

zapatos del pie izquierdo habían sido robados por los espías del Lord Byron

justo ayer.

—Hay un mensaje con esa cosa de peluche. —La arrojó en mis manos.

—¿Qué tienen en común tú y las sobras del puré de papas de Acción de Gracias? —

Leí—. Lo mismo que tienes en común con un ciervo jugando en la carretera. —Eso

no tenía siquiera sentido, lo cual hizo al golpe del enemigo incluso más

triunfante. Me pasé las manos por mi pelo negro. Tenía un reflejo de blanco

precoz, cumplidos del Lord Byron… y posiblemente genético, pero como

sea. El teléfono sonó y nosotras saltamos. Lo busqué a tientas—. ¿Sí?

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—Tenemos una emergencia en la Tercera División de Infantería, solicitando

respaldo de inmediato. Estamos atrapadas en nuestro apartamento. —

Reconocí la voz ronca de Tory. Parecía frenética—. Cambio y fuera.

—Tenemos un código rojo en la planta baja —le dije a Kali—. ¡Muévete!

Lizzie puso los ojos en blanco, pero nos siguió de todas maneras. Kali

tropezó con un plato olvidado de puré de papas dejado en nuestro porche, el

cual estaba donde toda la comida podrida de los chicos usualmente

terminaba. Ella jadeó, pero esta vez con puro odio.

—Ooh, asqueroso —chilló, dándole un puntapié a las papas con sus

Sketchers—. ¡Acabo de comprar estas!

Demasiado tarde, entendí la nota. ¿Qué teníamos en común con el puré de papas

de Acción de Gracias? ¡Ya lo creo! Era pegajoso y mohoso y tenía que ser de

hace meses, pero nada podía impedirnos esta operación de rescate.

Corrimos escaleras abajo para forzar a abrir la puerta principal de Tory,

excepto que ella ya no tenía una puerta. Dimos un paso atrás en shock

cuando vimos a la pared de bloques de cemento cubriéndola.

—¡Limpia todo! —gritó Tory detrás de la pared.

Hice una mueca cuando vi el flash por detrás. Kali era nuestra pequeña y

rubia paparazi. Sacó otra foto. Estoy segura de que me veía genial con mi

raído cabello. Además de la pérdida de sus Sketchers, Kali nunca se tomaba

nada en serio.

—Me veo como Medusa —le advertí—. Toma otra fotografía y romperé tu

cámara con mi cara.

Se rió tontamente y otro flash estalló desde su cámara.

—¡Apúrate! —gritó Tory desde el otro lado de la pared de bloques de

cemento. Sin duda ella estaba ansiosa por vengarse de quien sea que hizo

esto. Al menos aún le había quedado algún espíritu de lucha. Era más de lo

que yo tenía. Después de las fotografías obligatorias, nos pusimos a trabajar,

tirando lejos los bloques de cemento.

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Corrección, algunas de nosotras nos pusimos a trabajar. Lizzie sólo se apoyó

contra los bloques, dándome una de esas miradas exasperadas de nuevo. Se

ató todas sus trenzas en una larga trenza de costado.

—¿Cuándo se va a detener esto? —preguntó.

Lancé un bloque de cemento al suelo e incansablemente tiré del otro.

—¿Por qué no le preguntas a los chicos?

—¿Vas a dejarlo en manos de ellos? —preguntó. Trabajé incluso más rápido,

esperando evitar la habitual conversación—. Sabes que podrías ser la

persona más grande y terminar esto primero —sugirió.

—¿Y dejarlos ganar? Por favor.

—¿Siquiera tienes alguna de las tareas listas?

La congelé con una mirada. Bueno, intenté congelarla con una mirada. Ella

sólo me enarcó una ceja.

—No duermo mucho —admití—. Y no necesito dormir mucho, así que…

—Están ganando.

Hice una mueca, desesperada por liberar a Tory de su apartamento así podía

tener a alguien con algún espíritu de lucha de mi lado. Ya podía ver el

cabello rojo agitado de Tory balanceándose por encima de la pared de

bloques de cemento; estaba en un moño entrelazado en la parte superior de

su cabeza como ―Cindy Lu Who‖ del Grinch. Después de bajar otro bloque

de cemento, vi sus ojos avellana estrechados a través de las grietas. Me

sobresalté y retrocedí. Kali golpeó con sus dedos un bloque de cemento y

gritó de dolor.

—¡Apúrate! —ordenó Tory tras la pared—. Sólo espera a que ponga mis

manos en ellos. ¡Ooh!

Kali se chupó los dedos. Lizzie dejó salir otro suspiro.

—Se fueron hace muchísimo ya —dijo Lizzie—. No los atraparás.

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—¿Entonces por qué no nos ayudas? Tú eres la única, que… —Con mis ojos

en Kali, bajé mi voz—. Lizzie, tú eres más capaz que cualquiera de mis…

ur… —Los firmes ojos de Lizzie estaban en mí, así que modifiqué mi charla

de soldado a chica que habla—. No puedo hacer esto sola. Si quieres que

esto termine entonces ayúdame. Quiero decir, en verdad ayúdame.

Se ató su montón de pelo, y supe que significaba que lo estaba pensando.

—Sólo si prometes terminar esto, y me refiero a realmente, realmente terminar

esto.

—¿Qué piensas que estoy intentando hacer? —Me sonrió con sorna, y yo

dejé de transportar los bloques de cemento para disgusto de Tory—. ¿En

verdad piensas que disfruto esto?

—Bueno, sabes que estás flirteando, ¿cierto?

Mi boca cayó abierta. Decía eso para molestarme, ¿o no?

—Retira eso —dije—. Todo esto… no es… no tengas la idea

equivocada. No soy de flirtear.

Ella sonrió incluso más ampliamente, sólo que ahora no sabía si estaba

tomándome el pelo.

—Está bien flirtear... especialmente si quieres algo por ello.

¿Cómo podía ella? ¿Mi más querida y prudente amiga me acusa de en

verdad gustarme alguien como Byron? Veía cómo los jugadores como Lord

Byron iban de una mujer a otra, con una diferente cada fin de semana en el

nombre de ―pasar el rato‖. Y esas mismas mujeres pretendían que no les

importaba, incluso aunque en verdad sí. Y los chicos se escapaban con eso.

Bueno, yo no los dejaría… ya no. No es que estuviera haciendo mucha

diferencia ahora. Sólo se sentía mejor que no hacer nada.

—Mira. —Mis manos aterrizaron sobre otro bloque de cemento—. Si quiero

flirtear, flirtearé… tan pronto como encuentre a un hombre digno de eso,

pero esto, dulce Lizzie —deje el bloque de cemento pesadamente—, no se

incluye en la misma categoría que el flirteo.

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Ella asintió con severidad fingida.

—Sí, las cosas no podían ser más serias.

—Te daré una lección de flirtear en momentos más pacíficos, pero por

ahora…

—Dejemos a los chicos malos, ¿cierto? —De nuevo, detecté el sarcasmo de

Lizzie, pero decidí ignorarlo tanto como venía con su cooperación.

Estábamos en la mitad de la pared de bloques de cemento cuando Tory se

trepó sobre el costado como un murciélago, desde toda su pecaminosa

forma... bueno, ella lucía una camiseta de Batichica de todas formas. Bueno,

ella ostentaba una camiseta de Batgirl de todas maneras.

—¿Qué estás esperando? —gritó. El resto de los bloques de cemento se

cayeron bajo sus piernas activas. Su rostro estaba rojo de furia y voló por las

escaleras, tomando dos pasos a la vez. Por el aspecto de las cosas, ella se veía

lo suficientemente loca como para llenar la bañera de los chicos con una

escuela entera de peces de colores, tal vez sus lavabos también.

Kali se rió tontamente y corrió felizmente tras ella. Sacudí mi pulgar tras

Kali.

—Ahora, esa chica está flirteando. —Ya Tory y Kali habían llegado al césped

y estaban corriendo tan rápido como sus cortas piernas las podían llevar

hasta los apartamentos de los chicos. No tenía idea de qué estaban

planeando hacer una vez que llegaran allí—. Ahora Tory, si notas el

conjunto rígido en sus hombros, no es flirtear. Ella está en esto en busca de

sangre. También está clasificada como clínicamente demente, así que…

Lizzie se partió de risa ante eso.

—¿Y tú? —preguntó—. ¿Por qué estás haciendo esto?

Noté el rastro del puré de papas que Kali había dejado en las escaleras.

—Estoy en ello por la comida. —Me incliné sobre el balcón, ahuecando mis

manos en mi boca como un megáfono—. ¡Hey chicas, esperen! Una pequeña

estrategia se está poniendo en orden aquí, ¿o no? ¿Chicas? ¡Hey!

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Pero Tory no escuchaba. Se había vuelto un pequeño punto en la distancia.

Kali era un punto más grande en la distancia, ya que no podía mantener el

ritmo de la furia de Tory. Los pantalones del piyama de Kali eran un borrón

de naranja oscuro. Ella se estaba riendo de algo. Podía escuchar su voz

estridente desde aquí. Ambas estaban en las últimas

Suspiré. Lizzie y yo tomamos las escaleras a un ritmo más lento. Lizzie

estaba en lo correcto. La marea de esta guerra estaba tomando un giro

ridículo. Tenía que haber una mejor manera de transmitir nuestro mensaje.

—Necesitamos una nueva estrategia —dije.

Lizzie pensó por un momento.

—¿Conoces a alguien con una máquina de humo?

—Redundante —dije. Los chicos pusieron uno afuera de nuestra ventana

para hacernos pensar que nuestra comida se estaba quemando. Funcionó,

pero con la persona equivocada. Sandra perdió el control. Aún no podía

entender por qué no se había mudado ya, y a un apartamento que costaba el

doble del nuestro. Al menos ella sería feliz.

—Bueno, ¿si tal vez usamos la máquina de humo para representar un

fantasma?

Me reí abiertamente. Los chicos no eran tan estúpidos.

—Lo que necesitamos Lizzie, es algo de ellos sin lo que no puedan soportar

vivir, algo con lo que podamos negociar.

—¿Qué? ¿Cómo sus corazones?

Me reí.

—No, como un oso frágil. Tal vez ese oso Tenderheart que tienen como su

mascota de apartamento. Y entonces tomaremos fotografías con él por todo

el campus…

Pero Lizzie no estaba escuchando. Se había detenido en el último escalón

que conducía a nuestro apartamento en la parte superior al complejo. Casi la

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derribé cuando dos chicos salieron de nuestra puerta principal. Eran

extraños. El más cercano a mí usaba una camiseta roja con botones y

vaqueros como si estuviera listo para una noche en la ciudad. Mis ojos se

estrecharon con sospecha. Habían estado en nuestro apartamento. Di un

paso frente a los chicos, bloqueando su escape.

—¿Qué creen que están haciendo? —dije en una voz peligrosa.

Estaba parada demasiado cerca del chico de camiseta roja, tan cerca que

podía oler su colonia. ¿Era Hollister? Mi nariz se arrugó. No podía dejarle

saber que me gustaba como olía o que pensaba que en verdad era atractivo.

Di un cuidadoso paso hacia atrás. Tenía el cabello rubio y encrespado y me

dio una mirada considerada con ojos avellana y pesadamente entrecerrados.

Precisamente parecía que Byron enviaría a este chico. Cualquier chica en su

sano juicio le dejaría a este chico causar todo tipo de travesuras en su

apartamento, pero yo no era cualquier chica, o estaba en mi sano juicio.

Además de la colonia, el chico olía a la suavidad de chico malo mezclada

con el encanto del chico de al lado, y sí, soy consciente de que en verdad no

puedo oler eso. Me dio una sonrisa encantadora, su mirada recorriendo mis

pantalones de piyama Lucille Ball.

—Hey.

Crucé mis brazos.

—Pobrecitos. ¿Están perdidos? Podemos mostrarles la salida.

El otro chico a su lado se echó a reír, aunque sus ojos se lanzaron

incómodamente alrededor. Este chico estaba más grasiento, y por suerte

tenía menos carisma. Mucho menos. Y era un gigante. Su camiseta Dune

estaba metida en unos vaqueros de cintura alta que eran un poco más cortos

como para encontrarse con sus calcetines. Él nos miró a Lizzie y a mí con un

poco más de dureza, asimilando nuestros rostros sonrojados.

—Uh, estábamos sólo de visita —dijo en una voz que era demasiado aguda.

—Seguro, sí. —¿De visita? Eso no ocurría. El chico grasiento me observó con

una mirada de complicidad como si estuviera flirteando con él.

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Aparentemente todos pensaban eso. Me volví hacia Lizzie, sin molestarme

en mantener mi voz baja—. Son espías.

El hermoso y rubio chico se rió con aprensión.

—Lo siento —dijo—. ¿Me repites tu nombre? —Esa era la última cosa que

quería… que él supiera que yo era Mad Dog, el blanco al que fue enviado

aterrorizar.

—No lo he dicho. —Mantuve mi tono amable y normal—. Ahora dime

¿quién te envió?

Él sonrió ampliamente, lo más probable para distraerme.

—Dime tu nombre y te diré quién me envió. —Puso sus manos en los

bolsillos de sus vaqueros desgastados y se inclinó hacia atrás para esperar.

Me mordí el labio.

—Madeleine. Ahora habla.

Vaciló por un segundo.

—Eric.

—Sí, claro —murmuré. Él se mordió el labio para evitar reírse y en su lugar

optó por asentir. Él no se iba a romper, así que en su lugar me volteé hacia el

grasiento—. ¿Hey chico Dune? ¿Tienes un nombre?

El chico con la camiseta Dune un poco incómodo echó un vistazo en el rubio,

quien sólo se encogió de hombros. Él se volteó de vuelta hacia nosotras y

nos dio una sonrisa morbosa, la cual quería decir que estaba intentando ser

encantador.

—¿Qué me darás si te digo?

La cosa de flirteo no estaba funcionando para mí. Nunca lo hizo.

—Interrumpe la caza. ¿Trabajas para Lord Byron o no?

—¿Lord Byron? —Los dos probaron el nombre como si estuvieran

intentando envolver sus cerebros alrededor de él. O ellos eran actores

increíbles… o… o…

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—Mad Do… Madeleine —corrigió Lizzie, intentando conseguir mi

atención—. Creo que ellos podrían no ser… uh… espías —terminó en un

susurro. Ellos claramente estaban escuchando, y se veían divertidos de una

manera insensible. El chico sin un nombre incluso parecía un poco

peligroso—. Nunca antes los he visto realmente, —susurró ella.

—El cual es exactamente el porqué de que Byron los enviara —expliqué—.

Probablemente son de una de sus clases. —Ante su mirada dubitativa,

decidí probarlo—. Está bien, Eric y el chico Dune, ¿qué robaron de nuestro

apartamento, huh? Sincérense. Es más fácil de esta manera.

Ambos se echaron a reír.

—¿Su apartamento? —Señalaron a nuestro lugar—. ¿Viven allí? —Asentí,

esperando la confesión. Eric se aclaró la garganta, intentando verse serio—.

Nosotros no hicimos nada. No soñaríamos con ello.

—¿Seguro de eso?

Eric levantó sus manos en rendición. La correa de cuero de su reloj se deslizó

de su muñeca y dio un paso más cerca de mí.

—¿Te gustaría registrarme?

—Por supuesto que no. —Di un paso hacia atrás y casi me caigo por las

escaleras. Eric arrojó sus brazos a mi alrededor y me arrastró hacia atrás,

salvándome de la muerte segura. Mi cabeza aterrizó en su hombro

musculoso. Sip. Hollister.

Me colocó de vuelta sobre mis pies, empujándome contra la barandilla.

—Cuidado allí, cosa dura.

Estaba segura de que mi cara estaba de un rojo vivo. Ningún chico había

tenido sus brazos a mi alrededor desde Cameron. Evité mirar a Lizzie.

—Gracias. —Me mató decirlo. Eric asintió, sosteniendo mi mirada. Había

algo en esos ojos avellana, bueno, además de las motas de oro en las que una

chica podía perderse… um, lo que sea que fuera, jugaba completamente con

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mi cabeza—. Mira, tú… Eric… lo que sea… que estés haciendo —me las

arreglé para decir—, no vamos a permitir que se salgan con la suya.

—¿Cómo qué? —preguntó el chico grasoso con una risa por lo bajo—. ¿Una

bomba?

Era el tipo de broma morbosa que había esperado de uno de los hombres de

Lord Byron. Me enderecé.

—No sé, ¿tal vez como un pez abandonado en las rejillas de ventilación para

que se pudra? —Sus cejas se levantaron, y Eric sonrió ampliamente—. Lo

que sea que es, nos lo imaginaremos. —Mi amenaza carecía de su empuje

habitual, probablemente porque Eric aún tenía mis manos.

—Estoy esperando por ello. —Las apretó y me dejó ir con un guiño. De

alguna manera el movimiento funcionó para él. Hacía que yo quisiera correr

de una mala manera. Me arraigué contra la barandilla, intentando no

imaginarme lo que Lizzie estaba pensando. Mis manos aún mantenían su

calidez. Eric debió de haber sentido que yo estaba nerviosa porque me

sonrió de manera tranquilizadora—. Somos de fiar. Trabajo en el laboratorio

de química en la escuela. Deberías acercarte alguna vez y probaré tus ondas

de frecuencia o algo así.

¿Mis qué? ¿Qué era eso? ¿Alguna clase de frase "cliché" para salir o su

última venganza por pedirle a Byron salir en una cita falsa? Era

divertidísimo en un sentido, ya que a pesar de la amenaza, yo quería ir.

—¿Le pides a todas las chicas ir a tu laboratorio?

—Nop, sólo a quienes me acusan de ser un espía. —Él se rió y Lizzie

también.

Le disparé a ella una mirada de traición. Había algo extraño ocurriendo. Lo

sentía en mis entrañas. Sólo tenía que asegurarme.

—Entonces, Eric, ¿cómo conoces al Señor… ur… Byron?

—¿No lo conoce todo el mundo? —Ajá, él se acaba de implicar… excepto

que no, su voz era burlona. El chico grasiento sin un nombre le dio un

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codazo a Eric en el costado. Eric le dio un veloz golpe de vuelta en las

costillas que lo detuvo de… ¿hacer qué? Estaban tramando algo. Era hora de

salir de aquí.

—Sólo dile a Byron ―lindo intento‖ por mí, ¿sí? —Mi mano aterrizó en

nuestro pomo.

Eric se dirigió por las escaleras con una risa.

—Y tú puedes decirle a tu amigo que no hago el trabajo sucio de nadie. —

Las escaleras de metal chirriaron tras él y echó un vistazo de vuelta hacia mí

para encontrar mis ojos—. He tenido suficiente por mi cuenta.

Ooh, inteligente, él casi tuvo mi respeto con eso… casi. Eso fue hasta que

abrí de un tirón la puerta para ver lo que quedaba de mi sala de estar. Los

cojines del sofá se habían ido. ¡Ido! Un momento estaba en mi apartamento,

al siguiente mis ojos estaban escaneando afuera la oscuridad en busca de

esos soplones traicioneros. ¿A dónde fue Eric? Sólo podía escuchar grillos.

¿Cómo desaparecieron esos chicos tan rápido?

—¡Sé que están allí fuera! —Mi voz hizo eco en la oscuridad—. ¡Salgan! No

están asustados de un grupo de chicas, ¿o sí?

Escuché en busca de una pisada, una hoja partida, cualquier cosa que

revelara su ubicación, pero eran demasiado astutos para eso. Me esforcé por

ver en la negra noche, y vi dos siluetas. Salían de la oscuridad y volaron

hacia mí. Di un traspié hacia atrás cuando se presentaron en color. Tory

corrió hacia mí. Kali se rió tontamente detrás de ella. Envolvió sus brazos

alrededor de nosotras en un gran y fuerte abrazo. Tory y yo tuvimos que

luchar para alejarnos de tal manera que no nos cayéramos.

—Entonces chicos, ellos estaban, como, corriendo —gritó fuerte Kali en mi

oído. Entorné los ojos ante el sonido. Tory aún estaba conteniendo el aliento

tras ella, y podía verla poner los ojos en blanco ante cada palabra de Kali—.

Y nosotras estábamos, como, no podemos atraparlos… porque son chicos y

todo eso y son rápidos, ¡ya sabes! Y entonces Tory estaba, como, yendo

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realmente rápido y casi atrapa a uno. ¡Y tenían nuestros cojines! ¿Puedes

creerlo?

—Lo sé —gruñí.

Tory se enderezó. Su rodete de ―Who3‖ se desarmó sobre su cabeza. Echó un

vistazo hacia el apartamento de al lado del nuestro. Había alguna especie de

aviso pegado en la jamba de la puerta que me había perdido por la visita de

Eric.

—Hey, ¿qué es esto? —pregunté. Antes que Lizzie pudiera detenerme,

arranqué el papel de la puerta de nuestro vecino—. ¿Es un aviso de

desalojo?

—¿En Provo? —Lizzie se instaló en la silla de camping en el balcón,

escondida en el jardín de macetas de flores de Sandra—. No lo creo.

—Tal vez fue con la intención de desalojar a los fantasmas —dijo Tory—,

¡porque nadie vive allí! —Intentó robarme la nota, pero yo era más alta. La

protegí fácilmente de ella.

Kali dio un chillido de placer.

—¡Hey chicas, no! ¡No hablen de fantasmas! Me están volviendo loca.

¡Deténganse!

Desdoblé el aviso. Pensé haber visto una vez a una chica entrar en el

apartamento de al lado. ¿Cuándo se fue? Lizzie sacudió su cabeza

lentamente.

—Solía haber un tiempo cuando conocíamos a nuestros vecinos. —Aplastó a

los mosquitos que se reunían cerca de la luz de nuestro porche—.

¿Recuerdan eso? ¿Cuándo hacíamos cosas como personas normales?

Sostuve el papel en alto a la luz de nuestro porche.

3 Who: Personajes del Grinch que tenían moños altos en la cabeza.

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—Sabemos dónde vives —leí, entonces reí—. Aparentemente no. ¡Amateurs!

Los chicos pusieron esto en la puerta equivocada. ¡Se están volviendo

descuidados! —Antes de que pudiera leer el resto, eché un vistazo a la

expresión de reproche de Lizzie—. Byron envía a sus peores hombres y

pierde la guerra. Tú eres sólo tan fuerte como el hombre más débil, recuerda

eso. —Kali me sonrió con ligereza. Intenté ignorar eso mientras repasaba

rápidamente a través de la nota amenazadora—: Queremos lo que nos

pertenece. No te cruces con nosotros o vendremos detrás de ti.

¿Qué le habíamos robado a Byron últimamente que generaría semejante

nota? ¿Spray para el cabello? ¿Bombillas? ¿Un control remoto? Realmente

podía ser cualquier cosa. Bueno, los chicos podían darle el beso de

despedida hasta que devolvieran nuestros cojines de sofá, e incluso entonces

era dudoso. Se estaba haciendo tarde y yo estaba demasiado cansada para

negociaciones. Lizzie empujó la puerta. Kali la siguió dentro. Arrugué la

carta amenazante en mi mano, intentando distraerme de la colonia de Eric.

Olía como él ahora.

Sandra me encontró de frente a la puerta. Sus magníficos ojos se estrecharon

peligrosamente hacia mí. Dio golpecitos con los tacones de punta de bronce

contra el linóleo en la entrada.

—Hemos perdido algo esencial de nuestra sala de estar.

Pasé lentamente por su lado a través de la puerta, lo cual fue difícil, ya que

sólo me había dado una pulgada entre ella y el marco de la puerta. Tory

serpenteó a través de su otro costado.

—Conseguiré los cojines de vuelta —prometí.

—¿Cuándo? —gruñó Sandra—. Tuve visitas y no podían siquiera sentarse.

—Espera un segundo, rebobina. —Me encontré con los ojos de Lizzie.

Bailaron con la súbita comprensión—. ¿Acabas de decir que tuviste visitas?

Sandra se veía cautelosa. Ella era una de esas chicas que pensaban que

estábamos fuera para conseguir a sus hombres, pero yo no era una de esas

chicas. Al menos pensaba que no lo era.

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—Sí —dijo lentamente—. Al menos una de ustedes no es una reclusa social.

Ouch, excepto que realmente no dolió.

—¿Fue una de tus visitas rubio con ojos avellana? —¿E increíblemente

atractivo?

—Oh no. ¿Qué hiciste con ellos?

Me estremecí y Lizzie se rió tontamente.

—Psicópata —moduló hacia mí. Me volteé lejos de ella para tomar un

respiro firme. ¿Así que nuestros pequeños espías eran inocentes por una

vez? Pero eso no tenía sentido. Eric había flirteado conmigo, ¿o no? Tal vez

sólo pensé que lo había hecho.

Sandra interrumpió mi diálogo interno.

—¡Dime quién se llevó los cojines!

—Pregúntale a tu loco ex novio —murmuré. Era un golpe bajo, pero estaba

cansada.

Las manos de Sandra fueron a las caderas de sus skinny vaqueros de cintura

alta; sólo otra señal de que los diseñadores no tienen consciencia.

—¿Qué tiene que ver él con esto?

—Todos saben que le faltan unos crayones en la caja de crayones.

Los brazaletes de Sandra chocaron cuando lanzó sus manos en alto.

—Voy a conseguir esos cojines por mí misma.

—Si supiéramos dónde están, ya estarían de vuelta. —Ante su mirada

beligerante, intenté defenderme—. Hey, no nos ves quejándonos de esto.

—¡Eso es porque no te importa! —Acentuó cada sílaba con una voz enojada

y seca—. No voy a hacerme comprender por ninguna de ustedes, ¿o sí? —

Suspiró audiblemente y chasqueó sus uñas rojas—. Necesitamos convocar a

otra reunión de compañeras de cuarto. —Todas nos congelamos. La

terrorífica reunión de compañeras de cuarto. Sin importar a qué hora de la

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noche fuera, era una excusa para que Sandra nos sentara y nos dijera que

estábamos locas.

Tory me golpeó en el brazo e inclinó su cabeza.

—Permiso para tomar mi retirada, Capitana. —Sin esperar mi respuesta, se

dio media vuelta y nos abandonó. Era un truco con el que deseaba que yo

pudiera alejarme.

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Capítulo Cinco

Traducido por Dai

Corregido por Nanis

Día 104

1401 horas

uánto tiempo de nuestras vidas consiste en pretender que somos

gente normal en un mundo normal? Nosotros éramos dos grandes

comandantes. Byron era frío, duro, calculador, esperando que yo

me quebrara. Y yo sabía que no había manera de que eso pasara”.

—Entrada de Madeleine en el diario de guerra (Domingo, 27 de mayo).

—Eh, ¡mírate! Eres tan grande viniendo a la guardería. Eh, no bebé, no

llores.

Caminé en la guardería mirando a Byron torpemente consolando a la

sollozante niña de dos años. Su cabello oscuro estaba cortado al estilo de

James Bond —bueno, actualmente James Bond— el pelo enredado que

parece como el chico que sólo sale de la cama. Byron lanzó su saco rayado al

lado y enrolló sus mangas.

—Hey, Carrie, vamos, eres una chica grande ahora. ¡No es tan malo!

—Ah, tranquilo. —Me encaminó hacia el gabinete de guardería—. ¿Qué es

eso: una especie de línea de desintegración?

Él me miró con sus ojos azules, ellos eran aparentemente inocentes y

viajaban hacia mis botas en la mitad de mi pantorrilla. No me importaba si

tenía más sentido de la moda que yo.

“¿C

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Eran perfectos para perseguir a los niños. Me alejé pisando fuerte.

—Que encantador. Es mi chica de guardería —dijo Byron sin aliento. Atrapó

una lágrima de la mejilla de Carrie pero ellas siguieron viniendo. Ella

necesitaba un Kleenex desesperadamente. Se dio por satisfecha con la parte

delantera de la camisa color crema de Byron.

Hice una mueca, sin desearle eso a mi peor enemigo, que irónicamente era

él. Saqué la muñeca favorita de los chicos de la guardería del gabinete de

juguetes y se la di a ella mientras hice clic en el mini reproductor de Cd para

la ahora inolvidable y familiar canción del hombre de nieve. Como magia, ella

dejó de sollozar. Sacando pañuelos como un doctor haciendo una cirugía, se

los di a Byron. A diferencia de algunos hombres, él sabía qué hacer con ellos.

Él le limpió la nariz.

—Mejor que te limpies tú también —dije—, ustedes dos son gemelos ahora.

—Inútilmente él se limpió la parte delantera de su camisa.

Los domingos siempre eran interesantes. Habíamos estado en esto por

semanas. Nuevas llamadas hacían extraños amigos de cama, aunque yo

juraría que el Obispo nos lo hacía a propósito.

No, él no tenía al niño sólo para molestarnos, pero sabía sobre nuestra

enemistad. Todos en la sala lo sabían. O pensó que esta llamada de unión

resolvería los males del mundo o sólo era para su diversión. De cualquier

manera, él ganó. Carrie me dio una sonrisa acuosa y cambié mi expresión de

furia a una de agrado. Había una sola niña en la guardería. Era peor que el

aislamiento y nos puso fuera de comisión, tanto a Byron como a mí, pero

ninguno escapó de nada. Carrie dibujó pinos en las paredes y empezó a

golpear su muñeca contra ellas.

Con cuidado Byron puso los pañuelos manchados en el cesto de basura y

después sacó su protector de labios. Nos miramos el uno al otro.

Inconscientemente yo había sacado el mío al mismo tiempo y como espadas

desenfundadas, aplicamos el protector en nuestros labios mirando al otro

con los ojos entrecerrados.

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—¿Y cómo está mi pequeña señorita modales? —dijo Byron arrastrando las

palabras.

Como respuesta le di una sonrisa maliciosa.

—Me gusta tu camisa. Es un color interesante. ¿La vomitaste y luego

decidiste usarla?

—Sí, creo que fue lo que cocinaste.

—Eso es gracioso. —Torcí mis labios—. No recuerdo cocinar para ti, sin

hablar de cualquier hombre.

—Por supuesto que no. Ningún hombre se acercaría a medio metro de ti a

menos que sea un asesino a sueldo, por supuesto.

Carrie dejó de golpear su muñeca de trapo contra la pared para mirarnos, su

mandíbula floja. Los ojos de Byron estaban en los míos, no en el pobre

ciudadano atrapado en el tiroteo. Sus labios se curvaron. Me atrapó bien. Me

pregunté por cuánto tiempo había estado practicándola.

—Está bien, prim —dijo él—, tenemos que llevarnos bien... por el bien de los

niños.

Seguro, él quería detenerse ahora que me había atrapado. Llené la pequeña

taza de Carrie con agua.

—Está bien —dije—. Yo di la lección la semana pasada. Es tu turno.

Él se relajó contra una de las pequeñas sillas rosas de plástico.

—Tiene dos años —discutió.

—Y ella necesita aprender sobre el sol y los arcoíris. Sólo estoy muriendo por

saber cómo te encargas de eso, profesor. —Después de un momento, él

suspiró y se estiró sobre sus pies. Carrie volvió corriendo y se paró entre

nosotros—. Ah, y si puedes, trata de mantener su atención —le recordé.

—Ahí es donde entras tú —ante mi mirada rebelde, agregó—, a menos que

quieras que te use como un ejemplo práctico, por supuesto.

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Después de una lucha interior, encontré la muñeca de Carrie en el piso y con

alguna dificultad reajusté mi falda estrecha y me senté, fingiendo jugar con

la muñeca. Ella vino rápido a reclamarla y se la di. La senté en la silla de

plástico y se retorció hacia abajo al piso. La volví a poner y ella se derrumbó

al piso a mi lado, su vientre subiendo y bajando en su mullido vestido

blanco.

—Esto es lo mejor que vamos a conseguir —dije.

—Suficientemente bueno. —Él se puso de rodillas enfrente de nosotras—.

Está bien, abran sus escrituras para... uh... —sonrió juguetonamente—

Isaiah.

Las dos miramos hacia arriba a él.

—La lección es sobre ELC —dije—, elige lo correcto. Supongo que no sabes

nada sobre eso.

Con dificultad, él mantuvo su diversión.

—Más de lo que lo hace el otro profesor de Carrie. —Antes de que pudiera

contestar, saltó al siguiente punto—. Bien, tú debes escoger lo correcto, no lo

incorrecto, la clase, a veces es difícil y a veces no. Piensa sobre ello. ¿Cuántas

veces quieres asesinar a alguien?, por supuesto excepto cuando estás

jugando basquetbol en la iglesia.

Miré hacia arriba a él. Oh, el asesinato siempre fue una tentación. Me empecé a

preguntar para quién era esta lección de todos modos. Carrie todavía estaba

recostada allí, mirando al techo.

—Pero tú traes a una chica a ello y de repente... está bien, mira esto, David

era un chico agradable. Parece un Segundo Rey. Toca la batería de modo que

lo hace bastante cool, ¿cierto? —Carrie realmente no notó la falsa moral y en

realidad tampoco lo hizo Byron. Tenía un extraño sentimiento de que él

estaba tratando de conseguir una reacción mía. Traté de no darle ninguna—.

Pero esas chicas vienen y no son otra cosa más que problemas. Tienes a

Bathsheba, Jezebel y la esposa de Potiphar. Esas mujeres son como cuchillos.

Nunca sabes cuándo se volverán contra ti.

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Le di una mirada severa.

—Ten cuidado de los falsos profesores.

—Ten cuidado de los lobos disfrazados de corderos —dijo sin perder el

ritmo.

Respiré hondo, pensando seriamente.

—Ten cuidado del falso orgullo.

—Ten cuidado de la codicia.

¿Qué? Traté de recuperar el control de la situación. Sus ojos bailaron,

sabiendo que yo sacaría el peor significado de ello. ¿Realmente pensaba que

estaba celosa de él, o peor, que quería una cita con él? ¡Nunca! Era un

mujeriego. Me moví, sintiéndome más inquieta que Carrie.

Byron se giró hacia ella.

—Lo principal es no cometer ningún error ¿de acuerdo? Nunca sabrás

cuando alguien los usará contra ti y te llamará pretendiendo ser alguien más

para invitarte a salir.

Gemí.

La cosa favorita de Byron últimamente era repetir esa terrible llamada

telefónica que empezó esta guerra hace tempo.

—Es como esto, Carrie —dijo. Ella se paró—. Esta mujer que conozco

deliberadamente trata de volverme... —se detuvo, mirando su zapato

apartándolo de una patada.

—... loco —terminé con impaciencia.

Byron me miró.

—Sigues haciendo eso.

—¿Qué?

—Sigues terminando mis... —miró hacia abajo a sus uñas.

—... oraciones —dije—, y no las terminaría si no hablaras tan lento.

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—Esta chica que conozco es tan orgullosa —le dijo a la de dos años—. Podría

llenar un gran y espacioso edificio con ello.

Carrie inclinó su cabeza, sus rizos rojos rebotando, sin saber realmente con

qué estaba de acuerdo.

—Y ella me preguntó de salir primero. Fue la que despertó mis esperanzas.

—No le creas —inserté.

—¿Por qué? ¿Una chica que suena atractiva me llama y quiere salir? ¿Y

luego destruye mis esperanzas diciendo "sólo bromeaba"?

—¿Disculpa? —Respiré hondo, comprendiendo que lo estaba dejando que

me molestara de nuevo. La verdad es que era la peor cosa que había hecho

por una broma, pero ahora no había manera de que me echara atrás.

—Sólo deberías olvidar a esa chica que te llamó, Byron. Suena mandona y

extraña. Estaba haciendo sonidos de "la, la, la" detrás de ti en química.

Totalmente material de asechadora. ¿Cómo eso es remotamente atractivo?

—Al menos su corazón no estaba cerrado para los hombres, como otras

chicas que conozco.

Mi sangre corrió ante la acusación.

—Sip, pero esa chica sólo estaba atrás del dinero. ¡Quería que la llevaras a

una cita cara! ¿Cómo de cara podría ponerse? Y aparte, tú has hecho cosas

peores. ¡Mira mi cabello!

Él se inclinó hacia atrás, estudiándome y sólo pude imaginar lo que él estaba

viendo, alguna chica loca con blanco en su cabello. Traté de no

estremecerme ante su mirada penetrante.

—Es lindo, pero no puedes culparme por eso. Se le llama hacerse mayor.

Mis ojos se estrecharon.

—Robaste mi teléfono y pusiste mal los nombres en los números. Envié un

texto sobre Sandra a Sandra.

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—Sip ¿pero alguna vez te he hecho creer que en realidad tienes una

oportunidad conmigo y luego romper tus esperanzas cruelmente?

Dudé. Si decía que sí estaría confesando un enamoramiento, si no él luciría

como una mejor persona. Tiré mi falda gris sobre mis rodillas y miré atrás

hacia Carrie.

—Ni siquiera trates de hacerme sentir culpable.

Levantó una ceja hacia mí.

—Se llama elegir lo correcto. Nuestra lección para hoy.

—¿Eso también significa no robar? —repliqué. Carrie trató de escapar de la

lección pero sostuve su muñeca firmemente. Los labios de Byron se

curvaron ante eso y me dio un solo y peligroso asentimiento—. Entonces

¿sólo puedo asumir que tomaste los cojines para limpiarlos? —pregunté.

—¿Qué cojines?

Ah, entonces él estaba jugando ese juego, ¿no?

—Devuélvelos y luego hablaremos de devolver el artículo que te pertenece.

—¿Y qué sería eso exactamente? —Encontró las delicias de Carrie y abrió la

bolsa de galletas Graham. Tenía la sospecha de que eran para él.

—¿Por qué no me dices y de esa manera los dos sabremos —dije.

—Tú eres la que lo tomó, así que dime. —Sacó una galleta Graham.

Se la robé con una sonrisa irónica y se la di a Carrie, quien babeó con

gratitud sobre ella.

—Tú eres el que nos dio la carta amenazante —le recordé—, entonces dime.

—¿Qué carta?

—La que pusiste en la puerta equivocada. ¿A quién mandaste en esa

operación de todas maneras, un completo aficionado. Elegiste al equivocado.

EAE.

Su voz se tornó seria.

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—¿La puerta de quién?

—La puerta donde nadie vive. —Todavía se veía en blanco—. ¿El

apartamento al lado del mío? —Ente su expresión de perplejidad, señalé a

mi lado como si estuviéramos parados afuera de mi casa—. A nuestra

derecha ¿cierto? Pensé que alguien vivía ahí pero Lizzie dijo que no. Y no

tengo idea de qué tenemos de ustedes de todos modos. Para ser honestos,

podría ser cualquier cosa.

—Ah, entonces tienes más de una cosa de nosotros ¿no?

Me reí. ¿Quería todo lo que tomamos de él? Se estaba volviendo egoísta.

—Ten cuidado con la avaricia, Byron. Considera esto nuestra negociación.

Puedes tomarlo o dejarlo.

—Ten cuidado de las combinaciones secretas. —Pero Byron lo dijo sin su

usual energía. Parecía estar perdido en sus pensamientos—. Gracias por ser

el ejemplo de nuestra lección esta semana, Loca. ¿Puedo ver esa carta? —Lo

dijo demasiado rápido.

—No. Queremos esos cojines de regreso. Tengo una compañera de cuarto

que suele estar realmente loca porque no nos podemos sentar en nuestra

sala. Y yo creo que sabes que ella es del tipo de hacer algo al respecto.

Cabeceó distraídamente.

—Encontraré tus almohadones si... si me das esa carta. —No estaba teniendo

sentido—. Sip, entonces... puedo enmarcarla. —Distraídamente Byron robó

una galleta Graham de la mesa de plástico.

—Eso es de Carrie.

—No lo está comiendo.

Esperé a que se la pusiera en la boca y tan pronto como lo hizo, sonreí.

—Bueno, ella ha estado chupándolas por un rato. Espero que ahora estén

agradables y suaves para ti.

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Carrie olisqueó y se limpió su nariz congestionada. Byron tragó la galleta

con un poco de dificultad.

—Tenemos un trato ¿cierto?

Lo miré con desconfianza. ¿Quería la carta con la amenaza?

—¿Qué hay de la otra cosa que querías?

Antes de que él pudiera contestar, la puerta se abrió y AmyLee marchó con

brío en el cuarto de los niños, balanceando un estuche de escrituras

marrones en sus manos. Estaba armada. Tanto Byron como yo

inconscientemente nos alejamos de ella. La pequeña AmyLee enojada. Sus

puños apretados en la hoja del contrato que sostenía. Me miró. La chica

todavía me odiaba por ayudarla. Ella debía recuperar a su ex novio, y lo

hizo... con mi interferencia. Sin problema. Pero después en vez de dejar al

chico como se suponía, ella alargó el asunto y él la dejó por segunda vez. Y

adivina a quién culpó: no al hombre que la puso en ridículo por segunda

vez, no a sí misma por desobedecer órdenes, no a su mamá por traerla a este

mundo frío e indiferente. No, ella me culpó a mí. Supongo que tiene sentido.

AmyLee se apartó de mí y lanzó una amplia sonrisa a Byron. Se proponía

ponerme celosa... excepto que ¿por qué debería importarme si ella salía con

mi peor enemigo? Sería un final apropiado para ambos.

—¡Vaya! Hola, Byron. —Agitó la mano hacia la comatosa Carrie.

La chica estaba acostada con la espalda en el piso, mirando el techo con ojos

soñadores.

—¡Eres un dulce de leche! ¿Cuánto años tienes ahora, cariño, eh?

Carrie sacó los dedos mojados de su boca para levantarlos. De acuerdo con

ella, tenía cinco... y aún después de que le habíamos enseñado sobre ELC.

—Em, cinco dedos significa dos en los números de niños —le informé a

AmyLee.

AmyLee levantó su nariz como si yo no hubiese dicho nada.

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Byron me dirigió una mirada diabólica.

—¿Y cuántos años tienes tú, calabaza? —me preguntó.

Sacudí mi cabeza. No conseguiría esa información sin antes torturarme.

—¿Tienes tantos dedos? —preguntó.

Le lancé la muñeca de trapo y rebotó en su hombro. Eso trajo la ira de

AmyLee sobre mí.

—¿Realmente? —Sin esperar por mi respuesta se giró a Byron. Él frotaba su

brazo—. ¿Así es como normalmente funciona la guardería?

Él suspiró profundamente. Era completamente para beneficio mío. Mis

labios se curvaron y traté de no sonreír ya que eso es lo que él esperaba.

—Esto también pasará —dijo él.

Se torció de preocupación la cara de AmyLee.

—Bueno, espero que esto ayude. —Le entregó las escrituras, haciendo de

ello un espectáculo, como si quisiera que yo pusiera atención—. Las dejaste

en mi auto, Byron.

¿Su coche, eh? Mi ceja se elevó. Su falda turquesa fluía con gracia. Era

demasiado corta por lo que la compensaba con polainas negras. El conjunto

no funcionaba, entonces ¿por qué conscientemente el fashion Byron la

perseguiría? Él ni siquiera miraba mis botas. Byron dio vuelta a las escrituras

en una mano como si estuviera sosteniendo una pelota de basquetbol con la

palma de su mano.

—Gracias por ser tan honesta, AmyLee. No muchas personas devolverían tal

artículo.

Ella rió demasiado fuerte.

—Cómo voy a robar tus escrituras, gracioso.

Miré el estuche con las escrituras marrones.

—Bueno, lucen como una fea cartera.

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La cara de AmyLee se tornó en lo que se suponía era odio. Los ojos de Byron

se lanzaron de mí a ella, luego aclaró su garganta.

—¿Quieres robarlos, Mad? Adelante. Necesitas un poco de religión en tu

vida.

AmyLee dejó escapar una risa.

—Eres demasiado gracioso.

Golpeó a Byron en el brazo, arrugando la hoja de papel que estaba

sosteniendo entre ellos. Ya sea que las mujeres lo amaban o lo odiaban, el

pobre chico siempre era golpeado.

—Ah, casi lo olvido. —Le tiró la hoja del contrato. Casi lo golpea en la cara.

Él se estremeció—. Es para ti. Es algo gracioso el juego que propuso... un

novio para un programa de una semana. ¿No es genial?

¡No! Lo arranqué de las manos de Byron.

—¿Qué profano...

Byron deliberadamente malinterpretó mis acciones como impaciencia. Me

dio una palmada en la espalda, su mano quedándose allí.

—Aquí está tu oportunidad. Puedes conseguirte un novio temporal, Mad

Dog. ¡Felicidades!

Lo empujé.

—¿En qué estaban pensando?

—Lo que sea. —La cara de AmyLee era mala por el calor. Era una regla no

escrita, si a mí no me gustó a ella sí lo haría.

—De todas maneras es tu culpa, Mad Dog. El juego cree que necesitamos

más interacción social. De alguna manera creen que algunos de nosotros

somos subdesarrollados socialmente. No sé de dónde sacaron esa idea ¿tú

sí? —Su voz tenía demasiada condescendencia para mi gusto.

Byron me robo de regreso la hoja de papel.

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—Hmmmm, ¿entonces nosotros tenemos que elegir a la víctima... er, la...

chica afortunada que será nuestra pelota y cadena por una semana?

AmyLee prácticamente sonrió como tonta imaginando que Byron hablaba

de ella, pero él sólo trataba de amenazarme. Golpeé mi dedo con un

movimiento cortante bajo mi barbilla como advertencia, pero lo cambié por

un rasquido cuando AmyLee miró. No quería que ella supiera cómo podría

recuperarme.

—No, es completamente al azar —dijo—, sacaremos nombres de un

sombrero. Va a ser tan divertido.

Byron sacó una pluma de su bolsillo. Tenía una cuchara pegada a ella. Una

de esas cosas que sólo tienes en tus posesiones si la robabas de un banco.

¿Realmente iba a hacerlo? Traté de relajarme. Mientras no me inscribiera, no

era un asunto mío. Él lo firmó y me lo pasó.

—Quédate boquiabierta.

—No me interesa. —Antes de que pudiera pasarlo, noté que en vez de su

nombre, Byron había escrito el mío. Extendí mi mano por la lapicera robada.

Byron se negó a dármela para que tachara mi nombre... y escribiera el suyo

para asegurarme.

—AmyLee —Traté de esconder el pánico de mi voz—, necesito tu pluma,

por favor.

La ocultó detrás de su espalda.

—No tengo.

—Tomaré la que está detrás de tu espalda, AmyLee. ¿AmyLee? Vamos, sólo

dámela.

Ella rió, balanceando su hermoso cabello.

—No funciona. Lo siento.

¿Qué se supone que debía hacer... enfrentar a uno de ellos? AmyLee era más

débil pero probablemente no fuera muy aceptado socialmente.

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—Ah, bueno, en ese caso. —Rasgué mi nombre del papel. De todas maneras

estaba al final. AmyLee gritó de la ira. Le regresé el contrato a ella.

—Aquí tienes.

Inflo los labios con ira.

—Muchas gracias.

—No, gracias a ti por el uso de tu pluma.

AmyLee echó un vistazo a Byron buscando compasión. Ella no debería

haber perdido su tiempo. Él era incapaz de eso.

—¿Puedes creerlo? —lloriqueó ella.

—No —finalmente dejó salir él.

—Si necesitas alguien con quien hablar, Byron... si esto es demasiado duro,

tú y ella solos con esa niña, sabes que puedes venir a mí. Sé a través de lo

que estás pasando. De verdad.

—Eh —interrumpí—, ya que rasgué el nombre de Byron de esa hoja, puedes

escribirlo de nuevo ahí. Tú sabes, si realmente quieres echarle una mano y...

AmyLee cerró de golpe la puerta antes de que pudiera terminar. Podía

escuchar las plataformas de sus botas golpear las baldosas hacia la Sociedad

del Socorro. Por una vez me alegraba de estar en la guardería.

—Supongo que estaba equivocado —le dijo Byron a Carrie—. Las chicas no

son para nada como cuchillos. Ellas son dulces, pequeñas criaturas

recatadas.

Arrugué el pedazo de papel con mi nombre en él y lo tiré al cubo de basura

con una sola mano.

—Sabes Madeleine, he estado pensando. —Mis ojos se estrecharon. Él nunca

usa mi verdadero nombre. Consiguió mi atención, mi sospechosa atención—

¿Por qué sólo no podemos llevarnos bien?

Escuché el pasillo llenarse de gente. Los ecos de charlas y risas en nuestro

pequeño salón. Las clases debían haber terminado. Esta era una cosa acerca

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de las nuevas llamadas. El tiempo se apresura más que lo que nunca lo hizo

la iglesia.

—Ah, no te preocupes —dijo él—, sólo por dos semanas. Lo llamaremos

nuestro mes civil. Y al final tendremos una gran celebración. Invitaremos a

todos nuestros... eh... soldados. Les daremos un descanso de la gran guerra.

Considerando como todo lo que hacía era un truco, probablemente

terminaría siendo una guerra civil. Lo que sea que estaba planeando, me

atacaría a mí. Sonreí.

—Suena como los que hacen la perfecta película para mujeres.

Byron se apoyó hacia atrás contra una silla rosada.

—Supongo que me consideras el villano.

Me paré, guardando los juguetes de Carrie.

—No a ti. Eso te haría demasiado interesante. Probablemente serías el

jugador molesto que odia la heroína y luego empieza a gustarle porque es

caliente. Estoy segura de que rompen una vez que lo créditos terminan de

rodar.

Byron apenas sonrió.

—¿Piensas que soy caliente? —Me ahogué. ¿Por qué la mamá de Carrie

todavía no había vuelto de clases. No lo estaba haciendo muy bien esta

semana en la guerra de palabras.

—¿Sabes lo que está mal aquí? —Ahora Byron estaba hablando con la

pequeña niña como si ella entendiera lo que él estaba diciendo. Esperé que

no tuviera que ver conmigo, pero era una esperanza vana—. Madeleine es

hermosa. Sólo que ella no sabe cómo manejarlo.

Mi boca se abrió.

—¿Perdón?

Me miró de nuevo como si estuviera impresionado de que hubiera

escuchado disimuladamente su conversación.

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—Yo... —pero no estaba segura cómo responder—. Yo también. —Mis

mejillas enrojecieron ante la risa repentina de Byron. Genial. Ahora yo era

vanidosa.

Carrie se cansó de mirarnos y empezó a manosear los juguetes. Los tiró por

el aire como si fueran fuegos artificiales en el cuatro de julio. Se suponía que

los dos la vigilábamos, pero en cambio sentí los ojos de Byron en mí.

Finalmente me di vuelta hacia él y deseé no haberlo hecho. Tenía una

expresión seria en su cara.

—Entonces ¿por qué no lo trabajas? —Inclinó su cabeza hacia mi— ¿Duele

sentir, loca? Vamos, puedes decirme. ¿Qué te pasó?

¿Cómo se atrevía a lanzarme esta guerra psicológica?

—¡Qué te paso a ti! —escupí.

—Yo pregunté primero. ¿Quién te dejo en el altar?

Me puse rígida. Él pensó que estaba siendo sarcástico, pero puso el dedo en

la llaga. El próximo mes era la fecha que Cameron y yo habíamos puesto

para el templo, para ser exacta el seis de junio, en dos semanas.

—Nadie por quien necesites preocuparte. —Estuve orgullosa de lo tranquila

que soné.

—Está bien, no te pasó nada pero hablando hipotéticamente, digamos que te

pasó. Vamos a discutir esta burbuja que tienes. —Hizo un enorme y amplio

movimiento alrededor de un metro enfrente de mí. Byron estaba

obsesionado con mi espacio personal.

—Preferiría que no.

—Está bien, sólo lo probaremos.

Byron dio un paso dentro de mi burbuja. Me hice de acero pero me obligué a

quedarme quieta. No iba a dejar que Byron demostrara su punto. Tocó mi

brazo experimentalmente como si fuera una especie de doctor evaluando

mis reflejos.

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—¿Entonces? —preguntó.

—Bastante molesto, pero no estás reventando mi burbuja o alg... —Me tocó

la parte de arriba de mi cabeza y me reí. Traté de pararlo arrugando mi

nariz. Esto era ridículo—. Nop. Mi burbuja no es tan mala como crees.

Sus ojos brillaron traviesos y miró a Carrie.

—Hey, Carrie, mira esto. Tengo la fuerza. —Byron lamió su mano y la llevo

hacia mi cara.

Retrocedí sin que él me tocara.

—No es lindo ni gracioso —grité.

—¿Qué? No iba a hacer nada. ¿Dónde está tu confianza? ¿Realmente odias

tanto a los hombres?

—¿Qué te dio esa impresión? Sólo te odio. —Salió antes de que pudiera

detenerlo. Y por supuesto él se inclinó más cerca de mí, destellando una

sonrisa contagiosa. Me pregunté sobre cuántas mujeres funcionó.

—No me estás lastimando, lo sabes. Sólo estás lastimando a la unidad Beta.

—Me reí disimuladamente—. Eres tan nerd y estás tan muerto. Tu lugar está

tan muerto.

—¿Qué se supone que significa eso?

Miré a Carrie.

—¿A alguien le gustaría ofrecerse a su vecino para rezar? Tal vez puedan

pedir perdón... tal vez alguna protección. Van a necesitarla cuando alguien

destroce su lugar esta semana.

Byron tenía esa mirada diabólica. Abrió su boca pero la puerta se abrió,

salvándonos. Carrie brilló cuando vio a su madre. Yo también brillé. Su

madre tenía cabello rubio rizado y un instinto maternal sobre ella. Sostuvo

sus brazos abiertos y Carrie corrió entre la profunda cachemira rosada. Me

detuve de seguir el ejemplo de Carrie. ¿Dónde está mi madre cuando la

necesitaba?

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—¿Cómo estuvo? —preguntó la esposa del Obispo.

—Ella realmente fue... —Byron se detuvo, mirando algo detrás de la cabeza

de ella.

—...buena —terminé sin pensar. Evité los ojos de Byron.

La mamá de Carrie empezó a recoger sus cosas.

—¿Te divertiste, Carrie? —Chasqueó la lengua, alisando el cabello de la

niña—. Estoy contenta de que tengas geniales profesores. Apuesto que los

amas ¿verdad?

Por orden de su madre, Carrie dijo adiós con su mano. Nosotros dos

agitamos las manos como si fuéramos los más felices, la pareja más tranquila

en el mundo.

—¿Sabes por qué terminaste mi oración? —Me preguntó Byron sin aliento.

Traté de ignorarlo. Realmente no me conocía, entonces ¿cómo se supone que

iba a darle una respuesta satisfactoria? La puerta se cerró detrás de la madre

y la hija y nos dejaron juntos solos. Byron todavía me miraba. Miré a todos

lados pero no a él. Finalmente respiré hondo.

—¿Por qué? ¿Cuál es tu fascinante teoría?

—Porque tal vez —Byron se detuvo por un efecto dramático—, nos

conocemos tan bien que realmente somos amigos.

Me giré de nuevo hacia él, impresionada. Un hoyuelo apareció levemente en

su mejilla antes de recoger su chaqueta a rayas y caminó fuera del cuarto.

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76

Capítulo Seis

Traducido por rihano

Corregido por Nanis

Día 104

1604 horas

n caso de que lea esto, todo vale en el amor y la guerra. La única

manera de combatir el fuego con el fuego es jugar con fuego. Sería el

final perfecto para esta cosa”.

—Anotación en el Diario de Guerra de Madeleine (Domingo, 27 de mayo).

¿Qué era lo que Byron pensaba de todos modos, lanzándome palabras como

amistad? Él llevó el jugar sucio a un nuevo nivel. Después de salir de la

guardería, sin siquiera una mirada hacia atrás, me abrí camino a través de

las hordas de fieles estudiantes. La sala 73a se dirigía al templo en el centro

de pruebas. Muchos lo habían hecho antes que yo y muchos lo harían

después de mí. Era la menor de mis preocupaciones. No, yo estaba tratando

de escapar antes de verlo. Y esta vez, no estoy hablando de Lord Byron.

La multitud se apartó justo a tiempo para verlo coquetear hasta por los

codos, con nada menos que AmyLee, y por supuesto, Erika, Johanna y

Mickaela. ¡Incluso Kali! Antes de que pudiera salir corriendo, dudé. Mi

pequeña compañera de cuarto echó hacia atrás su cabello rubio en una

alegre carcajada.

Todo lo que él decía era absolutamente hilarante... eh, que es él mi ex novio.

Cameron incluso parecía divertido con una camisa de color menta. Y sí,

“E

Page 77: Pank Wars

77

estoy siendo mala, pero él empezó. ¿Qué hizo que Cameron creyera que

sería una gran idea mudarse a mi sala después de la ruptura? Tenemos el

alojamiento más barato en Provo, pero ¿quién hace eso? Esto sólo

demostraba que él estaba a medio desacuerdo.

Kali golpeó a Cameron, y él juguetonamente golpeó su espalda. Entonces

ella le golpeó, y luego él la golpeó. Su falda campesina ondeaba por

momentos. Suspiré, excusándola. Hay una regla no escrita de que las

compañeras de cuarto no coqueteen con el importante ex de su compañera

de cuarto, sobre todo cuando esa compañera de cuarto estaba en la misma

habitación, pero Kali estaba demasiado en negación para saber que se refería

a ella. Ella no estaba coqueteando, estaba siendo su amiga.

Cameron, por el contrario, era una historia totalmente diferente. Él sabía

exactamente lo que me estaba haciendo. Sus ojos se inclinaron en mi

dirección y rápidamente se alejaron cuando se dio cuenta que yo estaba en la

habitación. Su coqueteo burlón se hizo más fuerte. Desde que rompió

conmigo, había estado adicionando nuevas chicas a su Facebook todos los

días. Y estas eran de la clase que ponen algo de encanto en sus perfiles.

AmyLee tiró de Cameron hacia delante por su gruesa corbata de color

naranja quemado, charlando como una ardilla.

Di la vuelta sobre los talones de mis botas, tratando de escapar, y fui

atrapada por el presidente Wilkes. Él siempre trataba de asegurarse de que

yo supiera lo maravillosa que era. Probablemente porque él vio lo exitoso

que era Cameron en el juego del coqueteo y cómo de infructuosa era yo.

Agarró mi mano para saludarme sacudiéndola.

—¿Cómo está mi chica favorita? Eres grande. ¿Sabes eso? —Sí, sí, ya lo había

escuchado, pero yo sabía la verdad y sólo quería escapar de la habitación.

Asentí con la cabeza, así él no sabría que me estaba desmoronando. Kali giró

el gran anillo de color turquesa en su mano mientras escuchaba atentamente

a Cameron. Traté de bloquearlos, pero cuando no pude verlo, él sólo se hizo

más ruidoso. Lo mismo hicieron las chicas a su alrededor.

Page 78: Pank Wars

78

Pensé que había sido una buena novia. De hecho, yo había sido más

agradable de lo que había sido en toda mi vida. Hablo acerca de agotar. ¿Y

así es como el tipo me recompensa? Él terminó conmigo, así que ya estaba

terminado conmigo. Las puertas de cristal estaban tan cerca, a una corta

distancia, pero estaba atrapada aquí por mi mano. El Presidente se detuvo

sacudiéndola de manera significativa, mirando a mis ojos. Yo esperaba que

no fuera a encontrar nada demasiado preocupante allí.

—Es tan bueno verte. Pareces estar aguantando bien.

Sí, después del incidente. Hice una mueca. El Presidente Wilkes me

respaldaba, lo cual normalmente yo podría apreciar si no me hubiera

quedado atrapada en el medio de este festival de coqueteo. Si Tory estuviera

alrededor, crearía una distracción para ayudarme a pasar desapercibida,

pero no vi su agitada cabeza roja en ningún lugar. Tuve una fugaz visión de

Lizzie. Se había quitado sus Mary-Janes y estaba diligentemente limpiando

detrás de la Sociedad de Socorro en el cuarto de al lado.

—¿Ahora supongo que escuchaste acerca de nuestro programa para

ayudarte a que los chicos empiecen a conocer gente nueva? —preguntó el

Presidente Wilkes.

Asentí con la cabeza.

—Sí, novio durante una semana. Suena un poco... eh... interesante.

—Ahora, no te preocupes. No es nada demasiado serio. Sólo queremos que

los chicos saquen a las chicas, les muestren a las chicas los alrededores de la

ciudad, sean caballeros. Y si las chicas pudieran demostrarles que ellas no

son... todo eso que da miedo —se rió—, podríamos establecer algunos

buenos hábitos de citas en esta participación. Realmente agradecería tu

apoyo en esto.

Tragué saliva. Si le preguntara, "de qué manera,‖ estaría firmando para el

novio-de-una semana antes de que pudiéramos soltar las manos. Así que

sólo asentí con la cabeza y dije: ―Sí, por supuesto," lo que era mi plan,

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79

entonces él nunca sabría exactamente cómo planeaba apoyar esto y estaría a

salvo.

—Sí, por supuesto —dije.

El Presidente Wilkes me dejó ir. Me dio una palmadita en la espalda por si

acaso.

—Claro que te aprecio. Ya sea que lo sepas o no, eres una líder en esta sala.

Los otros realmente te admiran. Tú eres un buen ejemplo.

—Gracias. —Me volví, sintiéndome un poco culpable, y decidí inscribirme

para el siguiente proyecto de servicio... simplemente que no en este. A

juzgar por los sonidos de la risa, Cameron estaba a mi izquierda. Tomé el

camino más seguro hacia la puerta por la multitud de chicos que no sabían

que yo existía, pasando a las chicas parloteando. Me despedí de Lizzie, que

no me vio y me detuve de pronto, sin poder creer quién estaba de pie

delante de la puerta. No. Eric. El bello rubio de la noche anterior.

Yo estaba en un montón de los libros negros de los chicos últimamente, pero

realmente había hecho el ridículo delante de éste. ¿Cómo no me di cuenta de

que Eric estaba en mi sala? Él era hermoso. Llevaba un chaleco tejido,

viéndose como un caliente Sr. Rogers. Parecía más alto que la noche anterior,

pero eso era probablemente debido a que el chico de tenebrosa mirada

huidiza Dune no estaba cerca. Una mirada rápida de barrido me aseguró

que el chico Dune no estaba en nuestra sala también.

Intenté retroceder, pero demasiado tarde, Eric me vio. Cambié de dirección

casi como una danza, dirigiéndome hacia él de nuevo para que no se

imaginara que era un bebé. La cara de Eric adoptó una expresión cautelosa.

Yo no había sido la persona más cuerda anoche. Encarando una sonrisa,

traté de arrastrarme pasándolo a través de la puerta.

—Hola Eric. —Yo estaba orgullosa de la manera informal en que soné—. Ah,

lo siento por acusarte de robar. —Él no contestó de vuelta y me miró a los

ojos—. Es sólo que no sería la primera vez que nuestro amigo… eh, Byron

envía a otros a hacer su trabajo sucio. Una vez estas chicas nos dijeron que

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80

vieron fuera algo espeluznante. —Ahora yo sabía que estaba balbuceando—.

Ellas sólo estaban tratando de hacernos salir de nuestro apartamento, así

que…

—Espera. —Él estaba sonriendo débilmente—. ¿Así que me estás diciendo

que a estas chicas les gusta este idiota de Byron, por lo que lo ayudan a

coquetear contigo?

Mi frente se arrugó hacia Eric. Fascinante. De hecho, él era muy perceptivo.

Más o menos.

—Um, no. Él no está coqueteando —le corregí. No, eso era lo único que me

gustaba de Byron. Nos entendíamos el uno al otro. Salí hacia el mundo

nublado, y Eric me siguió—. Yo no estoy coqueteando tampoco —le dije—.

Tú puedes atrapar a un hombre de esa manera, ya sabes.

Eric me sorprendió por reírse.

—Te ves tan oscura y misteriosa, y luego abres la boca y se ha ido.

¿Eso fue un insulto o...? Decidí darle el beneficio de la duda, ya que lo acusé

de ser un espía ayer por la noche.

—Gracias.

Sus ojos bailaban.

—No, es sólo que eres muy inesperada. —Fruncí el ceño y me agarró del

brazo para tranquilizarme. Su calor produjo escalofríos felices a través de

mí—. En realidad, creo que eres perfecta. Es como ver una película.

Yo no estaba segura de cómo tomar eso, pero sentía que le debía una

segunda oportunidad, un millón de posibilidades en realidad, ya que lo

había juzgado mal, o tal vez porque sentía alguna extraña atracción hacia él.

Esto significaba que probablemente debería poner fin a esta conversación

antes de que pareciera aún más estúpida.

—Bueno, hasta la siguiente emocionante aventura. —Me alejé y salté por las

escaleras.

Page 81: Pank Wars

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—¿Cuándo será eso?

—Nunca se sabe. —Me di cuenta que estaba haciendo la caminata de la luna

en mi intento de no parecer como si estuviera huyendo—. Las cosas más

locas suceden por aquí.

Él sonrió, una verdadera sonrisa de buen chico, y me desubicó.

—Voy a recordar eso la próxima vez que venga de visita.

—A Sandra le gustaría eso —le grité a él. Era importante poner cierta

distancia entre nosotros. Nombrar a la competencia siempre lo hacía. Sus

ojos no dejaron los míos, y yo me alejé para romper el contacto.

—¿Y a ti? —preguntó de repente.

Mi boca cayó abierta. Tratar a un hombre como si él tuviera la peste y... y...

¿que él en realidad estuviera siendo amable conmigo? La puerta de cristal

junto a Eric se abrió y Cameron se apiñó saliendo con unas pocas mujeres en

cada brazo. Sin exageración. Cameron me esquivó como si yo fuera una

piedra en el suelo, ni siquiera dignificando mi presencia con una inclinación

de cabeza. Yo no podía dejar de ver la diferencia. Tratar a alguien como toda

una estrella y que él te pateara en el estómago.

Eric siguió mi mirada hacia Cameron. Tal vez él era un espía. Sin duda era

observador. La boca de Eric se torció como si adivinara mi dilema. Si lo

dejaba ahora, estaría detrás de Cameron en la colina. Di un paso hacia Eric,

sin estar segura de si era la decisión correcta.

Tory salió de la nada, un punto brillante en un colorido vestido retro.

—Pensé que nunca te alcanzaría. —Ella empujó la carta amenazante de la

noche anterior hacia mi mano. Su cara estaba enrojecida de correr—. No

hubo suerte, Capitán. Hice un análisis completo de la escritura. Revisé la

firma de cada chico de la sala. Nadie concordó.

—¿Todos los chicos?

Tory levantó la mirada por la pregunta de Eric y entrecerró los ojos. Me

sonrojé. Una cosa era actuar como un psicópata trastornado, y otra muy

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distinta ser atrapado. Tory se balanceó sobre los dedos de sus sandalias de

color naranja.

—No, no la escritura de todos los chicos.

—Este es Eric —le dije. Tory asintió con la cabeza. La sospecha en su

expresión no cambió. Antes de que ella exigiera una muestra de escritura... o

sus huellas digitales, intervine—. No te preocupes, Tory, él no es nuestro

hombre.

Eric sonrió ampliamente ahora y me maldije por haber regresado hacia él

para que pudiera ser testigo de mi comportamiento de película. Mi teléfono

celular se apagó, en lugar de que se encendiera el tono familiar, Soy

demasiado sexy. Tenía que ser obra de Byron. Una sonrisa genuina curva mis

labios. Byron estaba en la otra línea. Bueno, era el teléfono de su compañero

de habitación. Él sabía que era mejor que llamarnos con el suyo. Todo el

mundo sabía que yo tenía Desenmascarar en mi celular. Era como una

llamada trampa, pero un millón de veces mejor. Era esencial para las guerras

de broma y desbloqueaba algunas de las llamadas bloqueadas o número

privado. Byron estaba sobre mí, sin embargo. Incluso desde que actualizó un

iPhone, meticulosamente se negó a dejar caer su número en manos del

enemigo. Mi única esperanza era robar su número de la lista de contactos de

alguna chica. Abrí mi celular con camuflaje rosado, y respondí a su llamada.

—¿Qué? —Él sabía exactamente qué.

—Mueve tu estúpido auto.

Yo sonreí.

—¿Qué te pasa? ¿No puedes salir? Es una lástima, Byron. Aprende cómo

estacionar en paralelo.

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Capítulo Siete

Traducido por kathesweet

Corregido por kuami

Día 105

21:02 horas

os debates se desencadenan a mí alrededor mientras estamos de pie cerca a las

superficies de trazados, listos para lanzar otro ataque. No estoy hablando de

Anbesol4 en los cepillos de dientes para adormecer tu boca y azul de metileno5.

Estábamos más allá de eso. Lejos estaban los días de despertar con serpientes falsas,

estallidos de latas frías, y azúcar en polvo escondida en nuestras camas, excepto que

ahora estábamos sin ideas.

—Entrada en el Diario de Guerra de Madeleine (Lunes, 28 de mayo).

—¿Por qué no los llenamos de papel higiénico? ―sugirió Kali.

—¿De verdad? ¿Acabas de decir que los llenemos de papel higiénico? —

Paseé, mis manos apoyándolas sobre mis pantalones de yoga negros. Esta no

era la actividad habitual de un lunes por la noche después de FHE, pero

desde el asalto de los chicos sobre nosotras durante el fin de semana;

estábamos en estado de emergencia—. Eso es tan… normal.

4 Anbesol: Son pastillas de benzocaína que se utilizan para aliviar el dolor y la irritación causada

por el dolor de garganta, dolor en la boca o aftas. 5 Azul de metileno: una sustancia cristalina de color verde azulado utilizado como una mancha

histológica y como un indicador de laboratorio. También se utiliza en el tratamiento de

envenenamiento por cianuro y metahemoglobinemia.

L

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Kali mascaba una enorme barra de chocolate, descansando en un sofá verde

a rayas. Era la réplica exacta del nuestro que estaba al lado, excepto que más

limpio.

Después de que Lizzie declaró que el apartamento de al lado estaba vacío, lo

reclamamos como nuestra sede. Sandra nos quería fuera de su cabello, y yo

quería estar fuera de su cabello. La única que tenía un problema con la

nueva sede era… sip, Lizzie. Ella tomó una respiración profunda, mirando

afuera de la ventana simplemente esperando que fuéramos atrapadas. Los

chicos nunca sospecharían en dónde estábamos escondiéndonos si ella no

siguiera jugando con la cortina.

—No debería haberte dicho que no vive nadie aquí —dijo—. Podríamos

meternos en problemas por esto.

No la miré.

—De ninguna manera. Mike nos dio las llaves por una razón. No importa.

—Si nuestro casero nos dio el manojo de llaves para el complejo de

apartamentos completo en caso de emergencia, pero hay beneficios de tener

un casero al que no le importaba lo que hacíamos—. Se llama cuidar de una

casa vacía. Sé que a las personas les pagan por esto.

Kali engulló su chocolate. Por qué no iba directamente a sus caderas era un

misterio. Ella levantó una mano.

—Oh, oh, ¡lo sé! Vamos a escarchar pastelillos con tierra, así ellos creen que

están cubiertos con Oreos.

No. Bolas de algodón sumergidas en chocolate, cebollas caramelizadas, y

gusanos en gelatina eran nuestra firma habitual; ellos lo adivinarían.

—¿Crees que esto es la Sociedad del Socorro6, Kali? —Moví las pilas del

control remoto de los chicos entre mis dedos, pensando. Necesitábamos una

visión desde adentro, y me giré hacia Tory.

6 Sociedad del Socorro: es una organización filantrópica y educacional de las mujeres y un

funcionario auxiliar de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

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85

—De acuerdo. —Ella sacó sus manos de los bolsillos de su pantalón—.

Podría sonar desesperado, pero qué hay de… ¡lanzar bolas de nieve! He

estado guardándolas en el congelador durante meses. Es una locura, pero

podría funcionar.

Me reí. —¿Qué? ¿Quieres que los policías se nos echen encima? —Todos

sabían que lanzar bolas de nieve era ilegal en Provo. Mordí mi lengua,

tratando de pensar en algo que no nos llevara a la cárcel, incluso por unas

pocas horas—. A él no le gusta la moda mala —dije—. ¿Y si llenamos su

armario con ropa de los noventas de DI? Es su talón de Aquiles.

—¿En serio? —Las sandalias de Lizzie golpearon contra sus talones cuando

ella se alejó de la ventana—. Creí que tú eras su talón de Aquiles.

—Si eso fuera verdad, ya lo habría usado. —Suspiré. Podríamos evitar todo

esto y darle a Byron la carta, pero la petición no tenía sentido. No, él tenía

que tener algo listo bajo la manga. ¿Por qué iba a cambiar los cojines por su

propia carta con amenazas? La releí: Sabemos dónde vives. Queremos lo que nos

pertenece. No te cruces con nosotros o vamos a ir tras de ti.

¿Pero qué quería Byron? Ya teníamos a nuestros decodificadores en eso,

bueno, a Tory. Traté de descifrar el mensaje sola, pero me rendí puse mi

mano entre mi cabello.

—No entiendo. —No era como si a menudo las hostilidades me dejaran

perpleja—. ¿Quizás deberíamos instalar algunos monitores de bebé?

Extendí el mapa del complejo de apartamento de los chicos sobre la mesa

vacía de la sala. Nuestra nueva sede era una imagen exacta de nuestra sala

en el apartamento de al lado, solo que todo estaba vacío. Era como estar en

otra dimensión.

—¿Conseguiste un mapa de la casa de los chicos? ―preguntó Kali. Para

ahora estaba enviando mensajes de texto locamente, sus joyas descomunales

eran un borrón mientras sus dedos volaban sobre las teclas.

—Barracón —corregí.

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86

—Yo no la llamaría así.

—No, no lo harías. —Mi mente siguió vagando de vuelta a Byron. Él dijo

que quería que fuéramos amigos. ¿Qué quería decir verdaderamente con

eso? Mencionó tener una fiesta durante nuestra semana civil. ¿Por qué? Miré

el mapa—. ¿Kali? ¿Tienes un calendario?

—Nop. —Ella desenvolvió otra barrita de dulce.

—¿Tory? ¿Tory? —Ella se había alejado. Yo estaba empezando a

resquebrajarme.

—Espera —dijo Lizzie—. Tengo uno. —Hurgó en su enorme monstruo de

bolso y sacó un mini calendario. Revisé finales de mayo. No había nada.

Traté con principios de junio. Además de ser el mes de las aves, abejas y el

amor, y el día de mi ex-boda, y todo eso, ¿por qué no quería que lo

arruináramos para él con nuestras guerras de bromas? Se estaba acercando

el novio-por-una-semana, lo que a él no le importaba. Y entonces… La

Batalla de Bandas. Era la siguiente semana. Su banda iba a presentarse. Sin

embargo, nunca nos inclinaríamos en destruirlo públicamente. ¿Sólo quería

tiempo extra para practicar? Parecía tan trivial. ¿Y entonces esta carta? ¿Por

qué la quería a cambio de los cojines?

—Lizzie —susurré—. ¿Hay algo extraño en esta carta?

Ella se estiró cansadamente.

—El papel es normal. La letra es extraña. El mensaje es completamente

críptico.

—Nos dan un mensaje críptico… ¿y no quieren que lo averigüemos? —Creo

que estoy avanzando con esto—. Bueno, vamos a darle un mensaje que sea

tan confuso como el suyo. —Kali levantó su mano con un tintineo de

brazaletes. La miramos. Ella no habló, así que dije―: ¿Si?

—¿Qué hay de entregar el árbol del amor?

Lizzie suspiró.

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87

—Bueno, eso haría feliz a Sandra. —El árbol del amor era feo, una planta

marchita rondando en nuestra cocina. Acertadamente lo llamamos el árbol

del amor, ya que estaba muriendo… al igual que todas nuestras vidas

amorosas.

—Eso es perfecto, Kali —dije—. Les enviaremos un mensaje que nunca

olvidarán. Mañana en la noche durante la reunión de oración. En vez de

destrozar el lugar, hacemos que su apartamento sea lo más bonito que

alguna vez hayan visto.

Kali rió.

—¿Qué? ¿Cómo una casa de chicas?

—Ellos ya tienen nuestros pequeños cojines. Vamos a completar la

apariencia. Simplemente actuemos casual en la reunión de oración mañana

como si estuviéramos más allá de esta guerra de bromas. El obispo había

movido la reunión de oración a los martes, lo que era una brillante manera

de asegurar que manteníamos el Sabbat. La reunión de oración era buena

por muchas cosas, la distracción era una de ellas. Y entonces nos

escabulliríamos después de los anuncios y volveríamos irreconocible la casa

de Byron. Arrugué el papel entre mis manos únicamente por el drama de

esto, además eso hizo que los ojos de Lizzie se ampliaran, lo que era

divertido. Luego lo metí en mi bolsillo.

—Vamos a hacer una lista de demandas, ¿de acuerdo? La firmaremos como

hipócrita, insensible, afortunadamente, no suyas, el agujero negro. ―Reí ante sus

miradas de confusión―. Oh, ¿no sabían? Así es como ellos llaman a nuestro

complejo de apartamentos. Nadie entra. Nadie sale.

—¿Y entonces esto termina? —preguntó Lizzie esperanzadamente.

Vacilé. El árbol del amor era una campaña terriblemente estúpida, que era la

razón por la que me gustaba, ¿pero detendría realmente a Byron? Lizzie

estaba esperando, así que asentí hacia ella.

—Sí, él se detiene. Nos detenemos.

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Kali se levantó de un salto, interrumpiendo las propuestas de Lizzie.

—Sé con qué cosas decorar su lugar. Necesitamos cortinas, cortinas

hermosas… y, lámparas con volantes. Odio mi lámpara. Es perfecta. Oh, ¡y

cualquier cosa rosa! ¡Y tapetes! ¡Sí!

La boca de Lizzie se curvó a regañadientes.

—Oye, espera. —Extendí mis manos—. ¿Dónde se supone que vamos a

conseguir todas esas cosas a estas alturas del juego? ¿Tapetes? ¿Alguna tiene

alguno?

—Espera. —Lizzie rebuscó en su bolso y todas la miramos con la boca

abierta. Ella sacó curitas, pinzas, libros, pedazos de cuerda, un guante, y…

un ¿tapete? Antes de darme cuenta, las chicas habían dejado el apartamento

para recolectar la mayor cantidad de hermosas cosas femeninas que

pudieron encontrar, riendo y charlando en su camino.

—¡No olviden cualquier peluche feo que pudieran tener! —grité detrás de

ellas.

Mi voz hizo eco a través de la habitación vacía. Dejaron la puerta abierta

detrás de ellas y pude ver el crepúsculo asentarse en el cielo suave.

Necesitábamos algunas de las potentes lluvias de mayo.. Las nubes colgaban

oscuramente sobrecargadas y por una vez, me di cuenta de lo oscura que

podría volverse esta habitación. Normalmente, encendería las luces, pero

tenía miedo de que eso alertara a los desconocidos de nuestra presencia en el

apartamento abandonado.

Reuní mis cosas de la mesa. Un viento suave empujó la puerta y las bisagras

chirriaron. Observé la puerta abierta balancearse perezosamente adelante y

atrás. El sonido llevó mis nervios al borde y trabajé más rápido, utilizando la

luz del porche exterior para ver mis cosas. Ésta iluminaba la habitación con

un brillo misterioso. Estaba empezando a preguntarme si usar el

apartamento vacío como nuestra sede era tan buena idea cuando noté un

suave rasguño en la parte trasera del apartamento. Me tensé. Los vellos de la

parte posterior de mi cuello hormiguearon incómodamente. No estaba sola

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aquí. Una persona normal correría. Una persona sensata correría. Quiero

decir, los que no corrían generalmente eran asesinados en todas las películas

que había visto. Tragué saliva y escuché como el rasguño se volvía más

ruidoso. Di un paso hacia el pasillo oscuro.

—¿Hola?

El rasguño se detuvo.

Respiré intentando calmarme. Esto era ridículo. Tenía que ser un animal,

posiblemente, ¿una rata? Me estremecí y me alejé del sonido. No había

manera de que quisiera que una rata arremetiera contra mí desde la

oscuridad.

—Ayúdame. —Fue un susurro, tan bajo que casi pensé que lo había

imaginado.

¿Este lugar no estaba vacío? Tory y Lizzie juraron que habían ahuyentado a

nuestros vecinos, pero eso no me detuvo de recordar a una pequeña niña de

cabello negro entrando tarde una noche. ¿Fue durante mi vigilancia? Yo

había pasado la noche en vela estudiando para un examen cuando escuché

el sonido de una llave entrando en la cerradura de al lado. El tiempo pareció

suspendido durante esta guerra de bromas, ¿pero realmente estaba tan fuera

de eso? No podría haber sido hace mucho tiempo. Mi vecina era sólo un

recuerdo ahora. Si no se había mudado de aquí, ¿qué le había sucedido?

Pensé en la nota amenazadora que habíamos encontrado atascada en su

puerta. Quizás no era para nosotras. Incluso, ¿era para Byron?

—Ayúdame. —Esta vez fue más fuerte. Definitivamente era humana, y al

mismo tiempo no, como si estuviera escuchando alguna clase de eco del

pasado.

Acaba con eso. Qué opinión tan completamente idiota.

—¿Quién es? —grazné.

El rasguño empezó otra vez y tomé una respiración profunda, poniéndome

rígida. Fuera lo que fuera, no podía correr como alguna niñita asustada. De

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ninguna manera, no cuando Lord Byron podría escuchar algo de eso.

Siempre me había preguntado qué pasaba por las mentes de las potenciales

víctimas de películas de terror. ¿Qué era lo que los obligaba a ir a investigar?

Bueno, ahora sabía el porqué. Orgullo. Llana y simplemente.

El sonido estaba saliendo de una de las habitaciones. Si fuera de nuestro

apartamento al otro lado, la habitación habría sido la mía. Qué irónico.

Respirando profundamente, me dije severamente que abriera la puerta. El

pomo giró fácilmente bajo mis dedos y la abrí de un tirón. Estaba oscuro

adentro. Rápidamente encendí las luces para mirar alrededor. Había dos

camas diferentes. Una consistía en un colchón de flores azules apilado sobre

bloques de cemento. El otro estaba extendido sobre la alfombra marrón. No

había ningún motivo por el que se suponía que debía estar aquí, pero aun así

entré en la habitación.

El rasguño se había detenido. Sin embargo, había llegado hasta aquí. Me giré

dando un círculo completo, buscando alguna cosa. Un reloj olvidado que

marcara la hora, un reproductor de CD dejado en una emisora AM

crepitando, un aire acondicionado funcionando, pero no había nada aquí

que hubiera hecho esa clase de sonido. En este momento, estaba

completamente oscuro afuera. Podía ver las amenazadoras nubes a través de

la pantalla de metal en la ventana. Todo en mi interior me decía que corriera.

Y por una vez decidí escuchar. Me giré para escuchar y corrí hacia la puerta

del armario.

—¡Ay! —siseé de dolor. Me encogí en el suelo sosteniendo mi pierna,

tratando de no mirar directamente a ese desagradable armario. No estoy

muy segura de cómo describir la horrible cosa, pero simplemente diré que

los armarios en nuestro complejo tienen las puertas cada vez más

espeluznantes. Me recordaban a los armarios que están en cada remake de

películas de terror japonesas. La endeble madera podría haber sido hecha de

papel, era tan frágil. ¿Qué había dejado la niñita con cabello negro allí para

que la encontrara? Nadie la había visto. ¿Durante cuánto tiempo había

estado perdida? ¿Qué si lo abría… y estaba allí?

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Me puse de pie. Es suficiente. No me importaba si alguien me veía ahora.

Me moví hacia la puerta y me paralicé cuando lo escuché. Un largo rasguño.

Iba desde la parte superior a la inferior del armario, lentamente, como una

uña larga arrastrándose dolorosamente al otro lado de la puerta, sonando

mucho peor que contra una pizarra. Mi corazón latía rápidamente, pero en

lugar de correr como me dije, envolví mi mano contra el pomo de la puerta

del armario. Sabía que no debería. Sabía que de verdad de verdad no

debería, especialmente cuando abrí la puerta de golpe y vi dos ojos

mirándome fijamente.

Grité.

Tory gritó.

Grité y la golpeé.

Ella se dobló riendo.

—¡Cómo pudiste! —grité, pero estaba demasiado ocupada riéndome de mí

misma. Por alguna razón, Tory sintió que era su deber mantenerme en

forma con ejercicios para asustar como estos—. ¡Oh! —Tomé un respiro

tembloroso—. ¡Guárdalo para el enemigo, Tory! ¿Qué estabas pensando?

Tory no contestó. Ella se sostuvo el estómago, con su cabello rojo escapando

de la capucha negra. No era de extrañar que yo tuviera una raya de cabello

blanco. Era del estrés de combate de todo el tiempo pasado con estas

locuras. Una cosa era segura: Tory mantenía mis reflejos como de gato en

tiempo de guerra. Simplemente no estaba segura cómo iba a sobreviviría.

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Capítulo Ocho

Traducido por Aylinachan

Corregido por kuami

Día 106

1856 horas

o era una auténtica revolucionaria. No podía vivir en un lugar donde

el mal vencía a la justicia y la oscuridad derrotaba a la luz. Nada se

sentía como debía ser. Y sin embargo, los vientos del cambio colgaban

en el precipicio de mi vida. Podía sentirlo”.

—Entrada de diario de guerra de Madeleine (Martes, 29 de mayo).

Cameron estaba abrazado con su última aventura en el sofá cerca de la

entrada. Otra hermosa rubia con piel de naranja y ojos de color

indeterminado. Le dio un rápido apretón antes de dejarla ir. Su pulsera de

cuero grueso se deslizó por su mejilla.

—Gracias —le dijo en voz baja—, por permitirme utilizarte.

Ella se rió. Fruncí el ceño. Estaba atrapada entre la entrada y el pasillo en mi

camino para la sala de plegaria. No sólo había cambiado el obispo de la

reunión del martes por la noche, sino que había decidido también

mantenerla en Dog House y realmente es humillante. Ese era el lugar donde

residía mi ex. Normalmente, nunca habría traspasado esas inmundas salas,

excepto por una dulce razón, venganza.

El frío invierno estaba haciéndonos pasar un momento difícil impidiendo la

llegada de la primavera. La lluvia mezclada con aguanieve nublaba el aire

“Y

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93

exterior por la noche. Miré la hora en mi teléfono celular. Oración de Ward

comenzaría en menos de cinco minutos. Tal vez si daba a Cameron y a esta

chica un momento, ellos tendrían claro que… pero ¿por qué hacía eso en la

puerta de la sala antes de que la oración empezara? Si no lo conociera bien,

pensaría que Cameron quería que fuera testigo de su última conquista.

—Hola, prima, ¿qué estás mirando? —Demasiado tarde, Byron miraba por

encima de mi hombro, echándose su húmedo cabello hacia atrás.

Me encogí de hombros antes de que pudiera ver finalmente ver mi

vergüenza por un ex novio.

—Nada.

Para entonces, la habitual bandada de admiradoras rodeaba a Cameron. Por

lo que sería más fácil para mí pasar desapercibida. Melanie, una chica de

mirada huidiza y cuyo nombre realmente nadie debería recodar, se sentó

junto a él en el grueso sofá marrón y maliciosamente le ató los cordones de

sus zapatos de cuero. Él estaba encantado.

Mis entrañas se retorcieron y giré de inmediato. Byron me pilló firmemente

con las manos. Todavía estaba mojado por la lluvia.

—¿Estás loca? No querrás perderte eso. Melanie revuelve el pelo de Cam.

No te preocupes. Aunque él la está utilizando de nuevo. —Él narró la

escena—. ¡Oh, qué asco! Ahora están… —Golpeé a Byron en la espalda—.

¡Guau Mad! ¿Cómo tuvo ese chico alguna vez agallas para romper contigo?

Mis manos volaron a mis caderas. ¿Con quién había estado hablando Byron?

—¿Qué te hace pensar que rompió conmigo?

—Porque estás enfadada con él. —Byron presionó la palma de su mano en la

puerta de entrada, examinando la habitación con una mirada aburrida. A

pesar del remojón, él parecía como si pudiera encajar en una época más

romántica, en lugar de la sala de oración.

Traté de mirar tan distraídamente como él hacía.

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—Bueno, todo es parte de mi estrategia en realidad. Conseguir que el chico

rompa contigo y así no te tienes que preocuparte por él. Si terminas tú con

él, siempre está llamándote y lloriqueando, y… —Me estremecí. Cameron

estaba ahora lidiando con la mitad de las chicas en el sofá—. De todos

modos, estoy contenta de que me dejara en paz.

—No, no lo estás. —Byron comprobó la hora en su reloj de plata Fossil…

como… como su no acabara de decir eso.

Mi boca se abrió. Esa era la peor tortura inimaginable. Me veía obligada a

ver a mi ex coqueteando con todas las chicas de la sala y ahora mi peor

enemigo me lo restregaba por la cara.

—Byron —encontré finalmente mi voz, pero esta era demasiado

temblorosa—. ¿Aún tienes corazón? Quiero decir, ¿sabes cómo se siente a…

a…? —Por una vez no pude hacer un buen argumento para mí misma.

Estaba desconcertada—.No soy estúpida, ¿vale? Era estúpida… antes.

Pero… ahora soy fuerte. Nadie podrá hacerme daño nunca más…

Lo estaba haciendo no tenía sentido. Para colmo desde fuera, escuché mi voz

enganchada. ¿Por qué estaba profundizando con Byron de todos modos?

Sus ojos no dejaban de mirarme, casi como si me estuviera tomando en serio.

—Entonces, ¿Cómo vas a devolvérsela? —preguntó—. ¿Una chica como tú

tomaría su adecuada venganza?

—No. —Me dolió admitirlo—. Me preocupaba por él ¿vale? —No es fácil de

explicar. Nos íbamos a casar el 6 de junio, faltan menos de dos semanas

desde ahora. Aunque cediera a mi ira y mi dolor, cualquier movimiento en

su contra me marcaría como la ex amargada y desesperada que no podía

seguir adelante con su vida, aunque estaba muy claro que Cameron se había

movido con venganza. Por lo que él gana. Al menos me queda algo de mi

orgullo. Apenas.

Byron estudió mi rostro durante un momento y luego sus fuertes dedos se

deslizaron hacia mí; fue agradable que todavía estuvieran húmedos por la

tormenta de fuera.

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—Sólo tienes que ir con él —dijo.

Antes de que pudiera objetar nada, me lanzó entre la multitud de chicas

sorprendidas.

¡Madeline! —gritó en voz alta—. Hola preciosa, he estado buscándote por

todas partes.

Vi girar la cabeza de Cameron por esa sorprendente declaración, pero eso

fue lo único que pude ver, porque Byron se inclinó sobre mi oído.

—Vamos a recordarle al chico lo que se ha perdido, ¿de acuerdo?

¿Era mi imaginación o había un ligero acento en sus palabras? ¿Sonaba un

poco británico? ¿Tal vez?

—Byron —susurré una advertencia—. A él no le importa lo que se ha

perdido de mí.

Traté de apartarle de mi camino y él me quitó la estola de mi mano también.

Ahora Byron me estaba empapando. Era todo lo que podía hacer para no

descubrir nuestra loca tapadera hasta que vi la cara de Cameron. Estaba

llena de inexplicable rabia. ¿Estaba realmente celoso?

AmyLee estaba junto a la puerta con su sobredimensionada chaqueta corta.

Sus ojos se agrandaron al vernos y vi la escena a través de sus ojos. Allí

estaba yo cogida de la mano con el mayor ligón conocido y sólo esperaba,

que no se notara que eso me gustaba porque entonces toda mi causa contra

los hombres se desvelaría. Tory entró en la perrera, vestida toda de negro.

Sus labios formaron una O. Por supuesto, mi vergüenza no sería completa

sin ver a Lizzie también. Ella la seguía y se tapó la sonrisa con una mano.

Kali era todo lo contrario. Honestamente, yo no era la suficientemente

vanidosa como para pensar que era el completo centro de atención en el

mundo de las solteras.

Byron alzó mi mano hasta sus labios y rozó mis nudillos con un ligero beso.

Eso no significaba absolutamente nada para él, me di cuenta de esa mirada

diabólica, pero nadie más lo vería así, sobretodo el Presidente Wilkes. Él se

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sentó junto a la chica del anuncio, tenía su mirada fija en nosotros con una

leve sonrisa. No podía quitar la falsa esperanza en sus ojos. De todos

nuestros líderes, él se preocupaba por la recuperación de mí no tan brillante

fututo.

Byron echó un vistazo hacia él y me soltó más rápido de lo que me había

agarrado. Di un paso atrás, sintiéndome un poco húmeda, y un poco

abandonada. La noche no estaba yendo por el camino que había planeado.

—¡Byron! —le lancé una peligrosa sonrisa, pero con ciertos ojos sobre mí,

eso era todo lo que podía hacer. Él no parecía sentirlo en absoluto. Agarré su

camisa mojada y tiré de él más cerca, lo cual estoy segura, sólo añadía una

ilusión de intimidad—. ¿Cuál es el problema? ¿Estás loco? ¿Es eso?

Los ojos de Byron brillaban.

—¿Por qué no puede tu ex parar de mirarte? ¿Quieres hablar con él?

Mi mirada siguió la suya hasta donde estaba Cameron sentado. Por un

momento las chicas de su alrededor fueron olvidadas. Tan pronto como vio

mis ojos, sin embargo, se volvió hacia sus mujeres, solo que ya no parecía el

mismo. Byron se encogió de hombros

—Tal vez admira tu camiseta. ¿Qué significa MAD de todos modos?

—Yo contra los maniquíes7.

—¿En serio? Pensaba que era por el apodo que te di.

Las chanclas de cuero de Byron chocaron cuando se sentó en la alfombra

azul claro. Tiró de las cadenas que colgaba de mis pantalones cortos negros.

—Siéntate —gritó en voz alta. Los anuncios estaban empezando y yo era la

única de pie en un mar de cabezas.

Me dejé caer junto a Byron, justo a tiempo para escuchar la lectura de

AmyLee.

7 MAD: Me against dummies.

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—¡Está bien, escuchen! —AmyLee parecía irritada. Sacudió las

desparramadas hojas de inscripción hacia nosotros—. Algunos de vosotros

piensan que un novio de fin de semana es sólo una presencia que nos obliga

a casarnos o algo así. Pero seamos honestos. En vuestro interior estáis

desesperados por salir de vuestros apartamentos. Chicos, los videojuegos

son estúpidos ¿de acuerdo? Y chicas, Edward y Jacob no son realmente

hombres. —Estallaron murmullos—. Moveos perezosos…

El presidente Wilkes puso una mano cariñosa en su espalda.

—Gracias, AmyLee. Yo seguiré a partir de aquí. Primero de todo, hermanos

y hermanas, nos gustaría hacer hincapié en lo orgullosos que estamos de

todos vosotros. La Hermana Wilkes y yo estamos encantados con sus logros.

Al mismo tiempo, nos sentimos inspirados para animarles a adaptar este

programa a sus horarios. Es una gran oportunidad para conocer a otros

solteros en su juego.

Me mordí el labio, tratando de ignorar el remordimiento de consciencia, al

hablar de lo que el programa significa para nosotros, como si se supusiera

que debíamos hacer algo con nuestras vidas... A Byron no parecía

importarle.

—¿Qué dices de mis condiciones? —susurró en voz baja—. ¿La carta por los

cojines?

—Lo primero es lo primero —le dije—. ¿Robaste tú nuestros cojines?

—¿Qué te hace pensar que yo haría el esfuerzo?

Me mordí el labio abajo, y le sonreí con familiaridad.

—Muy bien, entonces en segundo lugar, ¿todavía niegas que sabes nada de

esa carta?

—Eso no es importante. ¿Quieres que te devuelva los cojines o no?

—No, estamos bien —le sonreí estúpidamente. Nosotras mismas los

obtendríamos de nuevo.

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Los ojos de Byron se estrecharon mirándome. Cualquiera pensaría que nos

habíamos perdido uno en los ojos del otro, pero reconocí ese brillo bélico en

Byron. No estaba contento con mi respuesta. Por alguna razón quería esa

carta, pero por ahora se encontraba custodiada por Kali.

—La próxima semana, Battle of the Bands tocará en la escuela.

Escuché a una chica anunciar en la parte de delante. —Nuestros propios

chicos Bunk House competirán en ella. ¡Byron! ¡Byron! —La chica

desconocida trató de llamar su atención. ¡El nombre de tu banda! ¿Nos dices

el nombre de tu banda?

—26Down —respondió una voz masculina a nuestra espalda. Uno de los

compañeros de cuarto de Byron. Creo que era el batería, otro chico que

teníamos que distraer para nuestra misión de esa noche.

—¿26Down? —le pregunté a Byron, con la esperanza de distraerlo—. ¿Es esa

la exigencia mínima de edad de tu banda?

—Supongo que eso significa que podrás unirte, hace unos cinco años

¿verdad?

De ninguna manera iba a revelar nada hoy, especialmente mi edad.

Nosotros automáticamente cerramos los ojos cuando alguien le dio una

bendición sobre los refrescos. No había suficientes bendiciones para

mantener a Byron a salvo de mí… o hacer el pastel de chocolate bueno para

nosotros. Me puse de pie después del coro de amén, viendo a Sandra

abriéndose paso a través de la multitud. No había nada como rodearme de

antiguos ex novios para mantener a Byron adecuadamente ocupado.

—Sandra —le dije—. ¡Byron quiere decirte algo!

—¿En serio? —Hubo una leve sonrisa en los labios de Byron—. ¿Estás

segura de que quieres hacer eso?

Hizo un gesto con la mano. Entraron en escena los gemelos. Encontré mi

camino bloqueado por dos pequeños Brad Pitt. Salieron a cada lado de

Byron, cruzando sus brazos y rompiendo en idénticas sonrisas, maliciosas.

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Uno de ellos tenía un hoyuelo más profundo que el otro, pero nadie podría

haberlos distinguido por separado. Por extraño que parezca, los gemelos

nunca parecían preocuparse.

—¿Qué es esto? —le pregunté a Byron—. ¿Tus defensores?

—Mis guardaespaldas. —Eran casi la mitad de su tamaño. ¿Qué iban a

hacer?

Sandra paseó lentamente acercándose. Estaba furiosa.

—Byron. —Su dedo se agitaba hacia él a una velocidad imposible.

—Sandra.

Uno de los gemelos, Adam, creo que era, excesivamente confiado, se paseó

con sus bonitas Vans8 blancas para hablar con ella. Fue fascinante de ver…

de una manera enfermiza.

—Quería preguntarte algo.

—¡Ah sí! —dijo ella. No estaba segura de cómo se las arregló, pero el gemelo

cambió por completo su rumbo, dirigiéndola a la mesa de los postres. ¡Ella

ni siquiera comía postres!

—Él es mi wing man —explicó Byron.

—¿Qu…? ¿Qué es un wing man?

—En lugares sociales, el wing man es el chico designado para ser enviado a

ligar alejando a la chica indeseable, por lo que su amigo puede ligar con la

chica de su elección, o en este caso, vamos a terminar nuestras

negociaciones.

—Que estupidez.

—Es un sacrificio que todos los hombres hacen por sus compañeros.

¿Compañeros? Él habló con un acento australiano. ¿Por qué no me había

dado cuenta antes de ese acento? No importaba que el concepto de wing

8 Vans: Marca de una zapatillas/calzado.

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man me hiciera reconsiderar todas las experiencias sociales de mi vida, pero

por lo menos yo tenía unos wing men por mi cuenta para tirárselos. Le hice

un gesto a Lizzie y ella se acercó.

—Hola Byron. ¿Cómo te va?

El otro gemelo sonrió de una manera dulce y de inmediato me la

arrebataron, aunque en su caso, no pareció que le importara en absoluto. Él

la llevó lejos. Byron se encogió de hombros por mi mirada furiosa y me

volví, escaneando la habitación buscando a Kali. Si hubiera estado prestando

atención, como se suponía que debía estar, ella sería un señuelo mejor que

todos sus monos juntos. Byron se puso más cerca de mí.

—No hemos terminado. ¿Has pensado en mi bandera blanca?

Ah sí, eso. Tenía que ser un truco.

—¿Qué es esto, Byron? ¿El obispo me invita para ser mi amigo?

Él inclinó la cabeza burlonamente.

—¿Cómo has adivinado que tú eras nuestro proyecto especial, mi pobre

señorita Havisham?

—¿Qué acabas de llamarme? —Yo no era una vieja mujer amargada sin

Grandes Expectativas, abandonada en el altar, que enseña a sus seguidoras

femeninas a odiar a los hombres. A pesar de eso, sonreí. Eso fue muy

inteligente. De repente supe donde Byron quería llegar con esas

conversaciones pacíficas—. Está bien Byron, fuera con eso ¿Cuál de mis

amigas estás tratando de citar?

Trató de ocultar la mirada de incredulidad en su rostro.

—Oh, eso es información de alto secreto.

—Bueno, no puedes salir con cualquiera de ellas, muchachote, así que

olvídate de adularme.

Su diversión aumentó. —¿Entonces me quieres para ti?

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Yo igualé su sarcasmo. —Si eso es lo que necesitas. Sólo te advierto. Te

aceptaré por todo tu patrimonio.

—No espetaría nada menos.

—Tal vez de un hombre.

—De un chico —me corrigió suavemente—. Vamos a dejar una cosa clara,

prima. Soy un hombre y los hombres son diferentes a los chicos. Los chicos

te harán daño, no los hombres.

Lo miré fijamente confundida.

—¡Hola!

Para mi alivio, Kali se metió en medio de nuestra conversación. La chica

tenía una misión. Nos eclipsó con todo su maquillaje y sus joyas, y no

paraba de reír. Puso una nota en mi mano. La abrí. Tory está dispuesta a

estrangularte. ¡Muévete! Tomé una respiración profunda. Con una cuidadosa

mirada hacia Byron, metí la mano en el bolsillo y saqué un trozo de papel

arrugado.

—Dale esto —dije con una voz excesivamente dramática—. Es secreto.

Asegúrate de que nadie lo entiende. Nadie, Kali.

Kali trató de mantener la cara imperturbable, pero después rompió en otro

gorgoteo de risas. Le eché una mirada de advertencia y le pasé el papel

arrugado. Ella se ahogó con otra carcajada. El papel revoloteó en el

desgastado suelo de madera, descansando junto a las chanclas de Byron. Las

risas de Kali terminaron abruptamente y nos miramos mutuamente a los

ojos. Los míos eran acusadores. Byron leía el comunicado de la chica

perfectamente. Nos lanzamos hacia el papel, al mismo tiempo, pero Byron

me empujó fácilmente fuera del camino. Tomó la nota, cogiéndola con dos

dedos. Estaba segura de que pensaba que era la carta amenazante que tanto

deseaba.

—¿Qué es esto? —preguntó en voz baja—. ¿Una nota de amor?

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En realidad era eso y me gustaría ver su reacción cuando la leyera porque

me había asegurado de que estaba llena de toda clase de sensibleros

sentimientos sobre él de una admiradora secreta. Pero ahora tenía un trabajo

que hacer. Me escabullí para reunirme con Tory y Lizzie en nuestro lugar de

reunión designado en esa noche de tormenta. Todo lo que necesitaba eran

cinco minutos de ventaja sobre estos chicos y por suerte Kali lo tenía bajo

control.

Coquetear era su no—tan—secreta arma.

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Capítulo Nueve

Traducido por Johana^^

Corregido por kuami

Día 106

1952 horas

a fría brisa después de la tormenta contrastaba fuertemente con el peligro. Me

arrodillé en el porche, el cielo seguía intensamente nublado. Habíamos

reclamado por la luz del porche de los chicos en operaciones pasadas, lo que

nos forzaba ahora a trabajar con la luz de nuestros celulares. No importaba.

Conocíamos bien este lugar. Nos arrodillamos, los gorros y guantes negros de lana

se fundían con las sombras. Guerra. Destruyendo todo en su camino, reclamando

todo aquello que tocaba. Y todavía, encontrábamos este embriagador peligro más

adictivo que ninguna otra cosa.

—Entrada del Diario de Guerra de Madeleine (Martes, 29 de mayo)

Sostuve mi celular cerca de mis labios. —Tory, ¿estás en posición?

—Es seguro para proceder.

Levante mis binoculares, observando a Tory para orientarme. Todos estaban

en posición. Kali estaba vigilando tanto Dog House como la sala de oración.

Lizzie estaba conmigo. Sostenía el viejo perfume de mujer en la mano como

nuestra única defensa. Tory tenía la misión más difícil de todas —Llamando

y corriendo— pero para ser honestos; ella estaba mejor capacitada que el

resto de nosotras.

L

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Con un solemne plop, lanzamos el muerto árbol del amor en su lugar.

Estaba marchito y moribundo como nuestras vidas amorosas. Pero dejar

sólo la putrefacta cosa no era suficiente como mensaje. No, estos chicos sin-

compromiso necesitaban algunas invitaciones de boda, y con un poquito de

ayuda de la magia digital, Byron se encontraría a si mismo casado con Kim

Kardashian, y los gemelos habían encontrado el amor con las hermanas

Olson. Atamos las invitaciones al árbol del amor.

Mis ojos no se apartaron de la puerta. De acuerdo con Kali, había un

compañero de piso en paradero desconocido en la sala de oración. Rock. Él

era el loco baterista de la banda. Si quedaba atapado en fuego cruzado, se

pondría completamente furioso. El problema con Rock era que se tomaba

todo lo que nosotras hacíamos como un ataque personal. Así que si nos

encontraba, nos encontraríamos a nosotras mismas hablando con su

terrateniente. Eso era un asunto terriblemente serio. Después de muchas

discusiones, decidimos que Rock debería estar comprometido con Lindsey

Lohan. Eso tenía que hacerse, pero mi mano temblaba con la última

invitación, y esta cayó al suelo. Lizzie resopló, tratando de reprimir la risa.

Mis labios se torcieron en respuesta, y le hice mi mejor imitación de un

sargento enojado. —Consiga dominarse, soldado —susurré. Lentamente

retrocedimos de la escena y nos escondimos detrás de un arbusto. Tomé mi

celular—. Fuego —le dije a Tory, y salió, con su cabello rojo fluyéndole

detrás de ella. Ella golpeó con fuerza la puerta y se giró, encontrando otro

arbusto para esconderse detrás. Esperamos un interminable largo tiempo,

pero no hubo ningún sonido—. Tenemos luz verde —le dije a Lizzie—. ¡Ve!

Ella asintió y ambas nos tiramos hacia adelante, en dirección a la puerta.

Intentamos con el picaporte de la puerta y lo encontramos con el seguro. Me

dirigí a la ventana de al lado. El panel se deslizó fácilmente bajo las yemas

de mis dedos. Estaba sin seguro y la abrí del todo.

—Mira si hay trampas —advirtió Lizzie en voz baja.

Mis manos estaban en el alféizar, y me alce a mi misma y puse encima de él,

casi pateando a Lizzie en el rostro. Ella se escondió ágilmente. Semanas de

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experiencia le enseñaron el procedimiento habitual. Balanceé mi pierna por

encima y mire fijamente dentro del lugar. Afortunadamente estaba vacío,

incluso las paredes estaban vacías. Los chicos nunca decoraban lo suficiente,

nosotras íbamos a cambiar eso esta noche. Pobrecitos. El oscilante

amueblado de solteros necesitaba ser transformado en una acogedora suite

para recién casados, como lo sugerían sus invitaciones de boda. Aterrice en

la alfombra marrón a gatas. El suelo crujió bajo mi peso. Esa no era la forma

de ser una espía apropiada y sigilosa para nadie aquí. Me acerque de

puntillas a la puerta de enfrente, con el suelo gruñendo a cada paso del

camino.

Deje entrar a Tory, y Lizzie pasó junto a ella, llevando una inmensa bolsa de

lavandería sobre su hombro. Ella se sentó a nuestros pies y la bolsa golpeteó

fuertemente. Ella silenciosamente sacó nuestra munición: una colcha de

punto rosa, algunos horrorosos trabajos de arte enmarcados de macarrones,

flores secas sorprendentemente resistentes en un jarrón olvidado,

ambientador de aire. Lizzie era nuestro bombardero furtivo, pero gracias a

su estilo cuidadoso, seríamos capturadas y torturadas antes de que ella

sacara todo lo de la bolsa. La empujé a un lado y vertí el resto en el suelo.

Lizzie dio un jadeo consternado por el desorden.

—Tory —ordené—; busca los cojines.

Tory se puso a trabajar, prácticamente olfateándolos como un galgo.

Arrastre la cortina a cuadros de color lavanda y blanco a través del piso y la

organice encima de la ventana del vestíbulo, amarrándolas con lindos lazos.

Coloqué un mantelito encima del elaborado set de batería de Rock. Lizzie ya

había fijado las lámparas y dispuesto lindos mullidos cojines. Ella colocó las

muñecas y los animales de peluche en lugares estratégicos hasta que la

habitación se asemejo a algo apto para la Barbie Malibu. Sip, considéralo

oficialmente destrozado.

—¿Hubo suerte? —le pregunté a Tory. Ella sacudió la cabeza. Suspiré—,

entonces vamos a tener que tomar sus cojines hasta que podamos llegar a un

acuerdo por los nuestros —le dije.

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—¿Qué pasa con los cuartos de atrás? —preguntó. Estaba prohibido volver

allí, Línea de Castidad y todo eso. Me encontré con la mirada preocupada de

Lizzie y sacudí la cabeza a Tory. No había tiempo para pelear. No sabíamos

qué o quién estaba en las habitaciones traseras de todas formas.

Mi celular zumbo y miré abajo hacia el texto. Los objetivos están intentando

salir de DogHouse, leí. Lo imposible estaba sucediendo. Kali estaba

perdiéndolos.

Le arrojé mi celular a Tory, sabiendo que mi destreza enviando mensajes era

muy lenta. —Rápido. Dile a Kali que les ofrezca comida, buena compañía,

cualquier casa, sólo que nos compre unos pocos minutos más. —Los dedos

de Tory volaron sobre el teclado. Corrí entrando en la cocina, tirando

ridículamente lindas pequeñas toallas de mano encima de las asas. Tory me

siguió, enviando mensajes de texto con una sola mano.

Lizzie vaciló en los armarios, mirando el cartel que colgaba sobre él. “Trata a

los demás como quieres que los demás...” Me apresuré a abrir el armario para

distraerla, pero lo que había dentro era aún peor. Un pequeño corazón en

forma de post-it decía: ―Sean benignos” (Efesios 4: 32).

—Tal vez deberíamos... —comenzó Lizzie.

—¿De qué estás hablando? Eso es lo que ellos quieren... o de lo contrario no

hubieran comenzado esta guerra. Sólo recuerda, ellos robaron los cojines de

nuestro sofá primero.

Lizzie miró fijamente las pegatinas de carita feliz pegados por todo el

interior del armario. —Estoy comenzando a sentir...

—¡No sientas! —Esto era un montaje, como si los chicos no estuvieran

tomándose la molestia de detenernos físicamente—. ¡Esto es completamente

perezoso! Ellos pensaron que estas pequeñas notas de Haz el Bien podrían

aplastar nuestro espíritu sin que ellos tengan que mover un dedo.

Lizzie tiró de otra señal. Lo leyó en voz alta: —“Por favor no tomen las galletas

(si te estás sintiendo culpable, por favor da la vuelta, Allí hay una nota agradable)”

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—Ella dio vuelta a la señal—. Sírvete de nuestras galletas, gordito. —Dejó caer

la nota como si picara—. ¿Qué es esto, una trampa? —preguntó.

—Ellos están jugando con nosotras.

—¿O… —resolvió Lizzie— ellos tienen un problema con los compañeros de

cuarto que roban comida?

Tory pasó junto a ella, ignorando fácilmente el mensaje... eso o ella no lo

pudo leer. Balanceándose en las puntas de sus largos Converse negros, ella

alcanzó a través de los armarios y comenzó a arrancar las etiquetas fuera de

las latas de atún. —¡Tory, no! —Le quité las latas de las manos—. No te

metes con la comida. Es la regla número uno. —Antes de que pudiera entrar

en ella aún más, mi celular de camuflaje rosa vibró en la encimera donde

Tory lo había dejado. Era Kali. Contesté—: ¿Qué está pasando?

—Byron parece realmente aburrido —susurró con ansiedad en el teléfono—,

creó que está a punto de salir corriendo hacia allá.

—Ponle el seguro a la puerta. Haz algo. No hemos terminado aquí.

Saqué otra lata de las manos de Tory y la puse encima del viejo microondas

de los chicos. Sin previo aviso, el microondas sonó. Grité y tiré la lata en la

parte superior. El microondas dejó de funcionar, casi como si yo fuera un

conductor entre éste y el celular.

—¡Guau! ¿Qué tipo de microondas es este? ¡Se supone que no empiezan a

funcionar así sin más!

—¿Qué? —esa era Kali en la otra línea. Trate de mantenerme centrada. El

microondas había sonado sin ninguna razón en lo absoluto... a menos que

tuviera algo que ver con mi celular... excepto, traté de recordar sobre lo que

habíamos acabado de hablar en mi clase 121 de física. Los microondas y los

celulares funcionan completamente en diferentes frecuencias, ¿no? No había

forma de que mi celular debiera afectar un horno microondas. Sin embargo,

otro estudiante de la clase alegó que su coche de control remoto se movió

cuando su madre enchufó la licuadora. El profesor había dicho que eso eran

problemas de interferencia de frecuencia, pero esto era de locos. Tengo que

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estar sosteniendo algún dispositivo para freír el cerebro hecho por

terroristas. Eso no me detuvo de ponerme el celular de vuelta en el oído.

Arrojé la lata de vuelta en la parte superior del microondas para ver si podía

hacerlo encender de nuevo. No paso nada. El microondas no se movió.

Estaba loca, ¿no es cierto?

— ¿Mad? —era Kali. Había olvidado que ella estaba en la otra línea.

Me lamí los labios secos. —Uh, ¿Kali? ¿Está funcionando? ¿Lo detuviste?

Confirma.

—No, él está atravesando la puerta.

Olvide inmediatamente el incidente con el microondas.

—¿Atravesándola? ¡Porque esa es la única forma en la que él debió haber

conseguido atravesar la puerta! —Ella estaba en silencio—. Olvídalo. Agarra

su pie o algo. Atrápalo.

—¿Hablas en serio? —reconocí ese tono de rebeldía.

—¡Hazlo!

Escuché los gritos posteriores en el fondo, la mayoría de ellos provenientes

de Kali. Su celular golpeó el suelo de DogHouse. Después de unos tensos

minutos, Kali volvió. Ella estaba jadeante.

—Él sabe que algo está pasando. Aborten la misión. Aborten. Él está en

camino.

—Tenemos 3.24 minutos, hasta la colisión —grité a las otras, cerrando mi

celular. Aproximadamente. Habíamos medido el tiempo que tomaba

nuestro soldado más rápido en llegar desde Dog House hasta las barracas—.

¿Dónde está nuestro mensaje?

Tory levantó la vista hacia nosotros. —¿Qué mensaje?

—¿Enserio? —lloré—. ¿Enserio olvidamos el mensaje? —Ese era el punto

central, transmitir un mensaje que fuera tan confuso como las inútiles

tonterías que nos suministraban de manera constante. Encontré el portátil de

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Byron y me senté, poniéndolo en mi regazo—. ¿Cuál es la contraseña? —

Traté de pensar en las más probables— ¡Tory! Llama a los chicos que viven

abajo. Diles que permanezcan afuera de sus puertas traseras. Les daremos

un lote de brownies recién orneados si hacen lo que les decimos.

—¿Qué? —gritó Lizzie, pero Tory lo hizo sin vacilar. Los tenía en marcación

rápida. A nadie le importaba si los chicos del piso de abajo estaban cansados

de nosotras por ahora. El soborno debería ser suficiente para mantenerlos

trabajando para nosotras. Lizzie miró la agotadora batalla de Tory que se

sentó tranquilamente en el sofá con el portátil de Byron. Lizzie se asustó—.

¿Qué estás haciendo? Tenemos que salir de la c...

—Sólo un segundo. —Empecé a escribir palabras. Primero intente con Lord

Byron. Cuando eso falló, use su ex novia: Sandra. Nada. Aparentemente él

no era tan sentimental. Estaba desesperada: No sé, escribí. Los trucos

usuales no estaban funcionando—. Esto es ridículo —grité.

—¡Sí! —Lizzie estaba intentando sacarme de mi asiento—. ¡Escribe la

estúpida nota en una servilleta o algo así!

Tory llevaba su celular como un walkie talkie, ladrando nuestras órdenes a

los chicos del piso de abajo. Dejó caer el ambientador de lilas-primavera y

este rodo por el suelo. Ella estornudó y reajustó su teléfono en la barbilla,

todavía trabajando con las negociaciones. Lizzie era más un naufragio.

—¡Date prisa! ¡Date prisa! ¿Cómo se supone que debemos salir de aquí sin

que ellos nos vean.

—¿Cuál es la palabra mágica? —le pregunte al computador de Byron—.

¿Por favor? —Escribí un par de números al azar y esperé. Para mi sorpresa,

una serie de números aparecieron en la pantalla como algún tipo de extraño

código. Mi cabeza se inclinó sobre ella.

—¿Cual es su asignatura principal, computadores? —preguntó Tory por

encima de mi hombro. Ella enchufó el ambientador a la pared como si

estuviese terminando casualmente los quehaceres matinales.

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—No, es... es... uh, algo con geología... creó. —Rápidamente cambie su

salvapantallas por lindos pequeños conejitos.

Lizzie miró por la ventana al estacionamiento. —Ellos están aquí. Ahora,

¿qué se supone que vamos hacer?

Treinta segundos hasta la colisión. —Bloquea la puerta —le dije a Tory.

Ella corrió mientras yo escribía un completamente estúpido y sin sentido

mensaje en la computadora de Byron. Cerró la puerta justo cuando los

chicos cayeron contra ella. Se estrellaron fuertemente. Ellos buscaron a

tientas la manija de la puerta. Tory dio un respingo arrojando al suelo una

alfombra de bienvenida cubierta con un arco iris. Se acercó a ver a través de

la mirilla.

—Están buscando las llaves —informó.

Lizzie se congeló a mi lado. Nunca había detallado las cosas tan cerca antes.

Estaba a punto de terminar con mi mensaje: “¿Qué tienen los conejos y tú en

común”, tecleé. “Nada, tú no eres lindo. No eres suave y esponjoso, y nadie te

quiere alrededor en pascua… ni a ti ni a tu gente”. Bueno, bonito y confuso.

—-¿Qué les está tomando tanto tiempo para entrar? —preguntó Lizzie.

—Kali buscó en sus bolsillos —murmuré—. Ellos no tienes sus llaves. —

Después de todo ella era la reina del flirteo.

Oí dedos corriendo por el panel de la ventana, la misma que había utilizado

para irrumpir en el interior. Lizzie dejó escapar un pequeño chillido.

Tirando de mi hombro.

—¡Nos tienen!

—Como si permitiera que nos atraparan —agarré un cojín mientras salía de

la sala de estar—. Coge el otro. Retrocede.

Los ojos de Lizzie se abrieron desorbitados.

—¿Qué? ¿Cómo?

—A través de la ventana trasera de la cocina —dijo Tory, cojín en mano.

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Corrimos pasando el refrigerador y Lizzie siguió sin hacer nada. Tory luchó

por abrir la ventana, sin dejar de hablar a través de su celular a los chicos del

piso de abajo —Manos arriba. —Ella empujó el cojín a través de la ventana.

Lizzie jadeó justo cuando metí el otro a través de la ventana. Asomé la

cabeza después de eso, viendo que los chicos y los cojines estaban a la vista.

Perfecto. Los chicos del piso de abajo se habían ubicado cómodamente en el

interior, con sus juegos de video con la ventaja adicional de unos cojines de

sofá de más para reposar bajo sus pies. Tomé nota mentalmente para

sobornarlos con algo más que los brownies esta vez. ¿Quizás los rollos de

canela de Lizzie?

—Está bien, es nuestro turno —le dije a Lizzie—. Pasa atreves de la ventana.

Ella se planto en sus pies, mirándome como si yo estuviera absolutamente

loca.

—De ninguna manera. ¡Yo no voy a hacer esto!

—Esta es la otra cara del techo. Es seguro. Siempre salimos de esta manera.

—A veces entramos —le informó Tory, con las mejillas encendidas.

Lizzie sacudió la cabeza, con su largo cabello negro balanceándose. —Lo

lamento. No me gustan las alturas. Sólo vayan sin mí. Sólo voy a quedar

atrapada, ¿de acuerdo?

Encontré los ojos Tory y fruncimos nuestras cejas. Era imposible saber lo que

ellos harían con ella, especialmente una vez que vieran cómo de hermoso se

veía su lugar.

—Ve Tory —instruí. Tory ya había salido por la ventana. Aterrizó a salvo en

el techo del vecino de al lado nuestro. Lizzie y yo escuchamos el chirrido de

una ventana abierta en las habitaciones traseras de los chicos. Ellos habían

encontrado la manera de entrar. Tiré a Lizzie dentro de la sala de estar. Sus

sandalias de gladiador sonaban como palmadas en la parte posterior de los

talones. La manija de la puerta delantera giró. Me congelé. ¿Kali no había

robado todas sus llaves? Por supuesto que no. Tenía otras conquistas para

hacer. Las reales. Byron tiró a través de la puerta momentos antes de que nos

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escondiéramos detrás del set de batería de Rock. Byron Plegó una tarjeta de

crédito bajo sus dedos, mirando fijamente a la transformada sala de estar.

¿Él sabía cómo abrir una cerradura? No era una de esas simples ideas

tampoco. Impresionante... pero a la vez, inquietante.

Uno de los gemelos se precipitó detrás de Byron dentro de la concina. Era el

dulce, Blake. El otro gemelo vino desde las habitaciones traseras, sacudiendo

la cabeza.

—¿Qué hicieron aquí? —No sonaba alegre. Eso significaba que habíamos

conseguido lo mejor de ellos esta vez. No era el hecho de que destrozáramos

el lugar, era el hecho de que hubiéramos conseguido entrar y salir, sin ser

detectadas.

—Tienen nuestros cojines —gritó el otro gemelo, mirando por la ventana—.

¡Oigan, ahí está la malvada pelirroja!

Tory nunca se permitiría a si misma ser vista. Ella se estaba usando como

cebo para darnos una oportunidad para escapar. Los gemelos cargaron fuera

tras ella, con sus brazos inflándose simultáneamente.

Byron estaba mirando en su computadora. —¿Cómo ella...? —susurró tan

suavemente que tuve que forzar mi oído. Pero en lugar de leer mi mensaje,

él tiró de su iPhone. Vi un protector de pantalla brillante en la parte frontal.

Era un Ski Utah—. Oye, Holly.

Holly debía haber tomado la mitad del anillo. Espera un segundo, ¿Holly?

No reconocía ese nombre. Byron se apoyó contra el marco de la puerta junto

a la cocina recién decorada, a centímetros de donde estábamos escondidas.

Encontré los ojos de Lizzie, dispuesta a que ella no hiciera ningún

movimiento rápido.

—No, nada está mal. —Se rió bajito en su garganta. Sonaba siniestro, bueno,

está bien, si estuviera siendo objetiva, en realidad sonaba ligeramente

atractivo... de una manera siniestra—. Perdona por reportarme tan tarde —

dijo. ¿Por qué estaba él reportándose a Holly de todas formas? ¿A menos

qué...? ¿Byron tiene novia? Antes de que pudiera digerir esto, él rió—. Si, lo

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habitual. Esto se está poniendo peligroso por aquí. —Se pasó una

temblorosa mano por su oscuro cabello ya desaliñado—. No, ese es el

problema. No la vi a ella esta noche. Algo está mal.

Ahí estaba ese acento de nuevo.

Él escuchó a quien estaba en la línea. —¿Entonces tienes mi mensaje? Si,

bien, cayó en las manos equivocadas.

Sacó un papel del bolsillo y lo estudió; lo reconocí inmediatamente. La nota

amenazadora. La que se suponía que Kali había escondido. ¿Cómo la

consiguió él?

—Necesito que verifiques algo por mí, ¿lo harías? Sí. Esta noche si puedes.

—Él se masajeo la frente con los dedos—. Seguro. ¿Qué quieres que haga yo?

Sonaba sometido, pero no exactamente acaramelado. ¿Quizás estaba

conversando con su mamá? Esperen. Él la había llamado Holly. No era su

mamá.

Byron arrojó su teléfono cerrándolo y miró por encima de él a los conejos

saltarines sobre la pantalla de su computador. —Increíble!

Se desperezó como un peligroso gato y se dirigió al pasillo para ir a las

habitaciones traseras. En cuanto dobló la esquina, Lizzie y yo estábamos en

la puerta. El paso frontal crujió ruidosamente bajo nuestros zapatos. Lizzie

cerró la puerta detrás de nosotras y yo le lancé una mirada de incredulidad.

—¡Lo lamento! —gritó— ¡Su aire acondicionado esta encendido! ¡Su factura

va a ser enorme!

La confiable Lizzie era cuidadosa sobre este tipo de cosas.

Caminamos alrededor del árbol de amor muerto y corrimos hacia el

estacionamiento. La puerta abierta chirrió detrás de nosotros, y me pregunté

la velocidad a la que Byron podía ir cuando nos topamos directamente con

Eric. Tropezando hacia atrás por el impacto.

—¡Vaya! —Eric me impidió caer de nuevo. Sus manos se apretaron

firmemente sobre mis brazos—. Te tengo.

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Él me sonrió y me dio un rápido abrazo, sorprendiéndome desde la punta

de los dedos de mis pies a los extremos de mi pelo. Sus brazos estaban tan

cálidos y fuertes como yo los recordaba. Olía muy bien también, tenía suerte

porque mi nariz se había estrellado contra él.

—¿Estás bien? —me preguntó. Tal vez un poco avergonzado.

—¡Sálvanos! —Lizzie se aferró a él—, ¡esta tras nosotras!

Liberé a Eric, tratando de ignorar su expresión divertida. Eric miró por

encima de nuestras cabezas. —¿Te refieres a ese tipo?

Lizzie y yo nos giramos. Byron apoyó una palma contra la puerta de su casa.

Su silueta delgada parecía oscura y amenazante. Trató a Eric con una mirada

feroz, casi como si se hubiera olvidado completamente de nosotras, pero no

pasó mucho tiempo antes de que la mirada de Byron me encontrara. Alzó

una ceja, sin moverse de la puerta. Ahora que había alguien cuerdo en el

cuadro, no había nada que pudiera hacernos. Esas eran las reglas.

Eric le entrecerró los ojos. —Así que, ¿ese es el famoso Lord Byron?

Asentí. —Debes ser nuevo en el pabellón, Eric.

—Se podría decir.

—¿Enserio? ¿Lo eres? —Lizzie ya se estaba recuperándose de su miedo y su

cortesía había regresado—. ¿Dónde estás viviendo?

Eric vaciló, hundiendo sus manos en los bolsillos y ladeándose de nuevo en

sus sandalias. Era la expresión de un hombre que no estaba preparado para

comprometerse con las visitas de cierta chica. ¿Por qué? ¿A quién temía él

que nos encontráramos, a otras chicas? Él tenía algo que esconder y yo tenía

un lugar a donde ir. Además, ¿quién sabía en qué tipo de problemas se

había metido Tory? Me volví a Eric y vi una sombra deslizándose por el

callejón detrás de los apartamentos de los chicos. Retrocedí hacia Eric y él

dejó escapar un uuf de dolor.

—Hay alguien ahí —le susurré con voz ronca.

Trató de parecer preocupado. —¿Crees que es uno de tus amigos?

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—Oh sí. —Me sentí estúpida. La sombra se deslizó más lejos dentro del

callejón. Sólo una persona yo sabía que volvería allí—. Supongo que es sólo

Tory

—¿Quién?

—A ella le gusta saltar sobre nosotros y asustarnos, pero es inofensiva.

Agarré el brazo de Lizzie. Teníamos que alcanzar a Tory antes de que

causara más daño.

—Bueno, fue agradable volver a verte, Eric. Esperamos no volver a hacerlo.

Quiero decir... espero que no nos choquemos contigo otra vez... eh... duro.

Lo dejé y corrí hacia el callejón, pero me detuve con una sacudida. Lizzie

retrocedió también.

Los dedos de Eric estaban enredados alrededor de mi mano. —Oye.

¿Adónde vas?

¿Por qué le importaba? Él fue quien no quiso decirme donde vivía.

—A casa —dije—, ya sabes, un lugar donde actualmente la gente puede

llegar y presentar sus respetos, —vacilé, dándome cuenta de cómo había

sonado eso—. ¡Eso no era una invitación!

A juzgar por su expresión de placer, no me estaba tomando en serio en lo

absoluto.

—¿Por qué? ¿Qué debo hacer?

Me aparté de él. —No lo sé. Puedes probar diciéndonos donde vives para

empezar.

—Estoy buscando un lugar en este momento, así que...

Lizzie le dirigió su enorme sonrisa. Su rostro estaba inundado con

adrenalina, lo que la hacía lucir aún más hermosa, sobre todo porque de

ninguna manera estaba vestida con el atuendo apropiado para la guerra de

bromas como yo lo estaba. Intenté no estar celosa.

—¿Y no te hemos espantado aún? —preguntó ella con una risita.

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Eric le dio una carcajada apreciativa. Sus ojos se encontraron con los míos.

—No, no, algo así como esto. —Había un brillo perverso en su expresión, y

si él lo hubiera dicho de manera diferente, tendría que llamarlo una de-

formación.

—Bien, no te mudes dentro de las barracas —le advertí—, son un

problema—. Y la última cosa que necesitaba era a Eric uniéndose a la tropa.

Era demasiado encantador. Incluso ahora, no estaba segura de por qué

seguía hablando con nosotras, a menos qué...—, Eric, no eres un wingman

¿verdad? Uh, ahora mismo, ¿quiero decir?

Se quedó en silencio, tratando de averiguar lo que estaba diciendo.

—No, soy más como un hombre drumstick.

—Yo también. —Estaba alegre de que él no estuviera metido en esto.

Entonces me di cuenta de lo que le había dicho—. Quiero decir, soy una

chica de drumstick... eh, no un hombre.

—Lo entiendo.

Mire detrás de mí. Byron aún estaba mirando desde la puerta. No podía

verlo claramente desde aquí, pero sabía que él no estaba complacido.

Extrañamente, el pensamiento hizo que mi estomago se revolcara. Los

gemelos pisotearon por las escaleras para detenerse a su lado. Tory los había

evadido una vez más, excepto que-tenían los cojines debajo de sus brazos.

Giré sobre mis talones para mirarlos con incredulidad. ¿Eran mágicos o

habían vendido su alma al diablo?

Tory salió corriendo del arbusto a nuestro lado, con el rostro rojo de ira.

¿Cómo había escapado del callejón a nuestras espaldas tan rápido? Esa chica

tenía alas en sus zapatos. Dando vistazo a ella supe que los chicos del piso

de abajo iban a contraer una infección y no sería por los rollos de canela de

Lizzie... o tal vez sí, pero con ellos untados en todos sus rostros de

jugadores. ¡Esos traidores!

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Capítulo Diez

Traducido por Ellie y Dai

Corregido por kuami

Día 106

2156 horas

abíamos sido vencidas por esos diablos otra vez. Intenté pensar a través

de las voces en discusión y gritos acusadores. Había tantas preguntas

sin contestar. Tantas respuestas sin preguntar”.

—Entrada de diario de guerra de Madeleine (Martes, 29 de mayo).

—Hay una filtración de información —gritó Tory. Se paseaba por los

perímetros del apartamento vacío junto al nuestro—. No me sorprendería si

hubieran puesto micrófonos ocultos. Los gemelos caminaron directamente

con esos jugadores como si supieran exactamente dónde escondimos los

cojines. ¡Tenemos un espía en nuestras filas!

¿Sandra? ¿Kali? Ella pensaba que los gemelos eran lindos, además que sólo

estaba metida por las citas, pero Kali parecía demasiado perturbada después

de su embrollo con los chicos en el pabellón de oración. Su boca no estaba

llena de chocolate… y tampoco estaba tomando ninguna fotografía. Movió

sus manos desenfrenadamente.

—¡Byron sabía lo que hacíamos! —gritó—. No sé cómo lo supo. Sus

compañeros de apartamento no lo sabían. Él simplemente se sentó en el sofá,

mirándome como si fuera una idiota.

—¿Estaba sentado en el sofá? —pregunté rápidamente—. ¿Haciendo qué?

“H

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Kali se encogió de hombros. —Él me dejó hablar de la escuela como si fuera

mi consejero guía. Yo me mantuve parloteando lo primero que se me venía a

la cabeza. Tan pronto como los gemelos notaron que algo pasaba, mis

amigas y yo los tomamos. Byron simplemente nos dejó hacer lo que

quisiéramos con ellos… y…

—Así es como consiguió esa carta —dije—. Probablemente mientras te

encargabas de los gemelos.

—¡No, no lo hizo! —Kali parecía en shock… o era una muy buena actriz—.

¿Por qué la querría, de todos modos? —Buscó en los bolsillos de su

pantalón. Cuando no pudo encontrar el artículo referido, sostuvo sus manos

arriba en señal de defensa—. He trabajado demasiado duro para abandonar

algo. ¿Saben lo difícil que fue conseguir esas llaves?

—¿Sí? ¿Dónde están las llaves, entonces?

Kali buscó más profundo en sus bolsillos y gritó consternada. —No lo sé.

—¡Las devolviste! —La acusó Tory.

Kali lo negó. Ambas discutieron fuertemente a nuestro alrededor. Lizzie se

sentó en el sofá vacío silenciosamente indignada, lo que significaba que yo

tendría que devolvernos al mundo real.

—Bien —grité—. ¡Ya basta! —Todas dejaron de hablar, y el ruido se

desvaneció como un viento agonizante—. No sé cómo hacen esto, ¿de

acuerdo? ¿Quizá consiguen su información de otra forma…?

—O quizá nos volvimos demasiado predecibles.

Todas nos giramos al mismo tiempo, mirando fijamente a Sandra. Había

entrado al apartamento vacío tan silenciosamente como un ninja, y ahora se

sentaba en el borde del sofá, sus piernas vestidas con botas cruzadas

despreocupadamente. Una suave bufanda india estaba atada alrededor de

su fino cuello. Miraba desagradablemente nuestra nueva sede.

—¿Qué hacen aquí?

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—Está bien. El lugar está vacío —explicó Lizzie apresuradamente. Lo último

que quería era meterse en problemas—. Nadie lo utiliza.

Sandra nos miró a todas a la vez; algo de lo que no estoy segura cómo logró

hacer. —Yo sólo quiero saber una cosa. ¿Consiguieron los cojines o no?

—No —contesté—. Lo siento.

—¿Por qué no le envías un mensaje de texto y le dices que yo los quiero de

regreso? —Todas nos congelamos. No era tan sencillo—. ¿O acaso no sabes

cómo enviar mensajes?

Me puse derecha. Sandra me estaba provocando. Lizzie se puso de pie de un

salto, deteniéndose entre nosotras. —Vamos, guárdenselo para los chicos.

—¿O el verdadero problema… —continuó Sandra como si Lizzie no hubiera

dicho nada— …es que Byron no te ha dado su número aún? —Sandra estaba

haciendo eso de la pronunciación otra vez, logrando que cada palabra

sonara de forma molesta—. Ahora díganme. ¿De qué carta perdida estaban

hablando?

—No importa —dije con frialdad—. Ya no la tenemos.

—Eso es raro. ¿Por qué era tan importante para él?

Me encogí de hombros. Me fastidiaba no saberlo tampoco. —Quería borrar

sus huellas. No lo sé.

Sandra tomó su bolso y sacó un lápiz de labios rojo brillante. Todas la

miramos mientras lo aplicaba en sus labios. Era hipnotizante. La chica ni

siquiera necesitaba un espejo.

—Mira, sólo digo esto porque me preocupa su bienestar social. —Limpió de

los rincones de su boca el exceso de lápiz de labios—. Quizá me preocupa el

mío más. Pero sólo mantente alejada, ¿bien?

Respiré hondo. Esta no era la primera vez que ella nos decía que estábamos

locas, pero ahora había algo diferente en ello. Era casi una advertencia.

—¿O qué? —pregunté—. ¿Alguien saldrá herido?

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Sandra rió entre dientes. Se levantó, sus dedos revoloteaban sobre nuestra

reserva de armas en la mesa: Kool-Aid , lápiz de labios, latas de atún,

gelatina. Su mano descansó sobre el perfume de anciana.

—Cuando era pequeña, jugaba con muñecas.

—¿De veras? —Kali parecía lista para matarla. Debería haber sabido que

Sandra sería una amenaza para la chica más femenina en la habitación—.

Habría pensado que jugabas con cuchillos.

Sandra hizo pucheros hacia ella con sus labios excesivamente rojos.

—Cariño, la diferencia entre tú y yo es que yo no soy una idiota… ah, y que

yo no llevo estúpidas joyas falsas como anillos.

Los dedos de Kali se cerraron en puños, revelando un gran anillo turquesa.

Sandra dejó salir una risita cruel y se giró hacia mí.

—Y no dependo de juegos estúpidos para conseguir un hombre. ¿Qué tal si

les doy algunos consejos, pequeñas? Como este perfume… —Sostuvo el

perfume de anciana, sin darse cuenta cuán desagradable era la cosa—.

¿Saben siquiera para qué sirve esto realmente? —Todas retrocedimos ante la

amenaza. El perfume de anciana olía peor que un repelente de mosquitos—.

Prometo que es mucho más efectivo que lo que ustedes hacen con ello.

Kali no pudo soportarlo más. Dio un paso directamente en la línea de tiro y

le arrebató el perfume de la mano de Sandra. Sus anillos falsos rasparon

contra la botella.

—¿Qué tal si tú usas un poco entonces?

Sandra retrocedió, dándose cuenta de pronto que no era ningún perfume de

Jennifer López.

—¿Por qué? ¿Qué es eso?

—Piensa en ello como un pequeño experimento. —Kali movió la cabeza

malvadamente—. Veamos cuántos tipos puedes atrapar con ello.

Sandra trató de darle una mirada amenazadora. —Aleja eso de mí.

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—Kali. Detente. —Lizzie trataba de hacer las paces. Sostenía arriba las

manos—. No lo hagas.

Tory disfrutaba del show con una gran sonrisa.

—¿Qué sucede, Sandra? —preguntó Kali—. ¿Estropearía tu Odori Iris?

Esta era una pelea puramente femenina. Yo ni siquiera había reconocido el

aroma.

Sandra trató de encogerse de hombros mientras se alejaba.

—Mira, me cansé de discutir. Eres una niña.

—Oh, vamos, nena. Lo prometo. Un chorrito no dolerá.

Tanto como yo disfrutaba de esto, sabía que debía hacer algo antes que

Lizzie me culpara para siempre.

—Bueno, ya déjalo, Kali. No queremos ningún problema.

La mano de Kali quitó la tapa del perfume, con sus perfectos rizos rubios

sacudiéndose. —Ella se lo buscó.

—Sí, pero no lo hagas.

—No querrás malgastar el perfume de tu abuela, cariño —le dijo Sandra.

Y eso fue suficiente. Kali se lanzó hacia Sandra, quien gritó y corrió. Kali fue

tras ella con una rapidez inusitada. Ambas corrían alrededor del cuarto,

gritando y arrojando cosas en su camino. Me interpuse entre ellas sólo para

conseguir ser rociada de perfume de anciana justo en mis ojos.

Retrocedí con un gruñido. —¡Ay! —No podía ver nada. Mis ojos quemaban.

—¿Estás loca? —Podía oír la fuerte voz de Sandra—. ¡Esa cosa apesta! ¡Casi

me lo echas encima!

—Sí, ¿y qué? —Me puse de pie, pero no sabría decir dónde estaba. Lágrimas

corrían por mis mejillas—. ¡Kali me lo metió en los ojos! —Mis manos

chocaron contra algo duro. La pared.

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—No los frotes. Lava tus ojos con agua. —Creo que era Lizzie. Su mano

estaba en mi espalda y me ayudaba a encontrar el vestíbulo.

—¡Mocosa estúpida! —le gritó Sandra a Kali—. ¿Dónde conseguiste esa cosa

apestosa, de todos modos? ¿De tu mamá?

Escuché los gritos resultantes de Sandra. Ella se lo había buscado. La mano

de Lizzie me abandonó para detener la pelea, y tropecé hacia el final, donde

creía que estaba el cuarto de baño. Si era como nuestro apartamento, debería

estar a la izquierda, al final del pasillo, frente a los dormitorios. Aún

escuchaba voces asustadas a lo lejos, pero no podía concentrarme en ellas.

Mis ojos ardían. Tan pronto como encontré el cuarto de baño, tanteé

alrededor, sin molestarme siquiera con las luces. Después de tocar todo lo

que posiblemente podría tocar en un baño, encontré el grifo y metí la cara

bajo el chorro de agua. La parte más difícil fue abrir los ojos bajo el agua.

Nada se sentiría peor… bueno, tal vez dar a luz a un bebé, pero no sabría

decirlo. Los ojos me estaban matando.

Los gritos afuera se fundieron en insultos. ¿Cuánto tiempo podrían estar

peleando esas dos? Luego lucharían por el lápiz de labios rojo de Sandra.

Saqué la cabeza del agua y forcé mis ojos a que se abrieran, sólo para

encontrar total oscuridad. Era el fin. Estaba completamente ciega. Tan

pronto como recordé encender las luces, jadeé ante el doloroso brillo, aún

incapaz de ver bien.

Los sonidos de lucha se amplificaron. Lizzie trataba de meter algo de sentido

común en Kali y Sandra, pero ellas hicieron lo que yo hacía mejor y la

ignoraron. Me preparé para volver por el pasillo oscuro, pero algo me hizo

girar.

La puerta del dormitorio de atrás estaba ligeramente entreabierta. Había una

luz encendida dentro. El problema era que nadie vivía aquí. Sentí un

hormigueo de advertencia detrás de mis orejas y bajando por mi espina

dorsal. Tory no podría estar ocultándose ahí adentro otra vez, ¿verdad? Yo

estaba herida. ¿Acaso no tenía decencia?

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—Tory. Esto no es gracioso. —Empujé la puerta para abrirla y vi una cama

recién hecha. Pude distinguir una manta de algún tipo de estampado

floral… y alguien estaba sentada en ella. Retrocedí, incapaz de ver quién

era… una chica, sí; tenía que ser una chica. Era diminuta—. Oh, no —

murmuré. Alguien vivía aquí. Estábamos equivocadas. Sostuve arriba mis

manos—. Lo siento.

La chica me miró en silencio y sin expresión. No podía saber si estaba

enojada o asustada, pero su fija mirada me espeluznaba. Sólo podía verla a

través de la niebla inducida por el horroroso perfume, pero sentí que algo

estaba terriblemente mal. Tenía que explicarle antes de que llamara a la

policía. No estaba en condiciones de defenderme.

—No sabíamos. —Me equilibré contra la pared—. Lo siento mucho.

Sus ojos no pestañeaban. Mi corazón comenzó a latir a un ritmo incómodo.

—Pensamos que este lugar estaba vacío, o jamás habríamos…

—¿Con quién hablas?

Me giré. Era Tory, o por lo menos eso pensaba. Era pelirroja. Hice gestos

impotentemente hacia el dormitorio.

—Con nuestra vecina.

Ella estuvo en silencio durante un momento.

—No hay nadie ahí.

Mi estómago se sacudió de nuevo.

—¿De verdad?

Tory caminó audazmente en la habitación y seguí inútilmente después de

ella. Odié no ser capaz de ver.

—Te diriges a un manojo de globos —farfulló con una pequeña risa.

Dando un paso más cerca, vi los grandes globos de corazones flotando sobre

una cama, un poco desinflados, tan vez viejos de una semana. Alguien vivía

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aquí. La habitación estaba amueblada y decorada. Tory recogió algunas

fotos enmarcadas.

—Esta tiene que ser la chica que vivió aquí. —Empujó uno de los cuadros

frente a mi cara para que pudiera inspeccionarlo—. Está en todas las fotos.

En la proximidad, podía ver que era la misma chica que había visto durante

mi vigilancia, una chica hermosa oriental con largo cabello negro. Tenía un

pirlí en su boca.

—¿Cuándo crees que ella estará de vuelta en la casa? —preguntó

suavemente Tory.

Nos tomó a los dos un momento procesar el problema en el que estaríamos.

—¡Corre!

Ya estábamos afuera en la puerta. Me caí contra la pared y tropecé con Tory.

Ella tenía mi brazo y nos sumergimos en la sala de estar. Apenas distinguí

las caras asustadas de Sandra y Kali. Recogí nuestras cosas, esperando

contra la esperanza no dejar nada de evidencia de que habíamos estado ahí.

—¡Tenemos que irnos! —grité.

—¿Qué pasa? —preguntó Lizzie.

—¡Alguien vive aquí!

—¿Qué?

—¡Eso es de locos! —gritó Kali—. No hay nada aquí. —Abrió un cajón del

aparador debajo del espejo en el salón y jadeó ante los lápices y papeles

dentro.

Lizzie abrió las puertas del gabinete debajo de la mesa de café.

—Hay juegos aquí... y libros.

—Hay cosas en el refrigerador —Kali gritó desde la cocina. No tenía idea de

cómo llegó allí tan rápido. Entrecerré los ojos en su dirección—. ¡Quien sea

que vive acá es un obsesivo de la limpieza.

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Era como una película de terror donde las pruebas revelaban rápidamente

quién era el asesino después de que fuera demasiado tarde. Bueno, yo no iba

a ser dejada de lado para encontrar mi destino esta vez. Salí

precipitadamente por la puerta y las otras chicas me siguieron con una

manada de pies corriendo. Pasamos junto una pareja en el porche,

interrumpiendo lo que probablemente habría sido un momento

conmovedor. Era como correr para una dura prueba. Me detuve en seco.

Lizzie me empujó, seguida por Kali y luego Tory... como un montón de

payasos saliendo de un coche de juguetes.

Sandra fue la primera en golpear la reja fuera de la puerta de nuestro

apartamento, mirando a Byron. De cerca, podía ver que él era la otra mitad

de la pareja.

—¿Qué estás haciendo aquí? —siseó ella.

—Holgazaneando —dijo con una estrecha sonrisa. Tory, Kali y Lizzie

entraron corriendo en nuestro apartamento. Cerraron la puerta de golpe

como si eso no dejara pasar a lo que sea que los perseguía.

Antes de que pudiera hacer una magnífica salida similar, Byron se giró hacia

mí.

—¿Qué pasa? ¿Vieron un fantasma?

—Sí... sí... seguramente. —Traté de corregir mi respiración. Realmente no

podía decir con quién estaba... ella tenía el cabello rubio. Mi estómago se

hundió. Entonces ¿ese era su tipo?

—¿Qué sucede? —preguntó.

Sandra levantó sus manos y taconeó lejos con sus lindas y pequeñas botas de

taco alto. La puerta de nuestro apartamento también se cerró de golpe detrás

de ella. Supongo que era demasiado duro ver a su ex-novio con otra chica.

Probablemente ella pensó que yo también estaba coqueteando con él. Sí ella

había tratado de hacer lo mismo con Cameron que yo traté con Byron...

bueno, Sandra y Cam se merecerían el uno al otro, pero al mismo tiempo...

ver a Byron con otra chica ahora mismo de alguna manera dolía, lo cual era

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realmente estúpido porque entre Byron y yo no había nada. Espera. ¿Esto

era sobre los sentimientos de Sandra o los míos?

Empujé contra la reja para seguir a Sandra dentro del apartamento. Antes de

que pudiera, Byron enganchó su brazo con el mío y me tiró hacia atrás con

él. Mirando mis ojos inyectados de sangre.

—¿Estás bien?

Cuidadosamente. Pondría a esta chica celosa. Me di vuelta a esta nueva

chica, poniendo mi cara amable. Podía distinguir que llevaba puesto un

vestido de color frambuesa con muchos volantes. A Byron le debían gustar

las chicas caras de mantener. En un instante, supe quien era. Extendí mi

mano.

—Tú debes ser Holly.

Ella me miró asustada lo cual significaba que temía razón. Odiaba conocer a

las novias de Byron, pero traté de superarlo dándole a Byron una mirada

diabólica, la misma que él me dio antes a conciencia avergonzándome.

—Es agradable finalmente conocerte —dije—, he oído hablar tanto de ti.

La chica enrojeció. —¿De verdad?

Asentí y me aparté de ellos con mi dignidad intacta.

Byron me llamó—: ¡Eh!

Mi mano vaciló sobre la manija de la puerta.

—Gracias por predecir mi caída, hija de militares.

Sacó una invitación, sosteniéndola con dos dedos pulcros. Eran sus

próximas nupcias con Kim Kardashian.

—Pero siempre estoy buscando problemas.

Miré significativamente a Holly.

—El matrimonio es tu destino.

—¿Dirías que mi destino apesta a algún perfume extraño?

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Me congelé. Buena táctica. Coquetear. Y él me tenía completamente

nerviosa. ¿Por qué últimamente todos me acusaban de movimientos

ocultos?

—No tienes que preocuparte, Byron. No hay amor en esta relación de odio.

—Mordí mi labio e hice lo impensable—. Además, no practico poligamia.

Byron se apartó de su última novia y le pegó una patada a mi puerta antes

de que pudiera escapar.

—¿Qué pasa contigo? —me preguntó sin respiración—, ¿crees que todos los

chicos son como tu ex? ¿Es ese tu problema?

Asentí y lo miré, lo miré de verdad y detecté un poco de dolor en sus ojos

azules. No tenía esa clase de poder ¿o sí? Siempre trabajé tanto en ser fuerte

y eso significaba arremeter contra todo lo que consideraba una amenaza,

pero ¿y si Byron nunca fue una amenaza? ¿Y si estaba equivocada? Miré a

Holly para confirmarla pero parecía distraída por su teléfono celular.

—Vamos a hablar como gente civilizada de vez en cuando —dijo—, ¿está

bien? Eso es lo que hacen los amigos. Piensa en ello. —Miró a su novia

escribiendo—. ¿Y de todas maneras por qué la llamaste Holly?

¿Esa no era Holly? ¿Con cuántas chicas estaba saliendo? Después de una

última mirada breve a su atípicamente expresión abierta, empujé la puerta

abierta y escapé a mi apartamento antes de que él pudiera sacar lo mejor de

mí de nuevo... porque lo hacía. Mis ojos todavía estaban ardiendo, yo

apestaba y lo mejor era que Byron había hecho lo imposible: había

remordido mi consciencia. Me apoyé contra la puerta, viendo que Kali y

Sandra habían seguido peleando en nuestra nueva posición. Ahora ellas

estaban peleando en la sala informativa. Tori estaba de pie en el centro del

cuarto, mirando la pelea. Lizzie me dio un codazo.

—Déjame aclarar esto. Tú sabes todo lo que ocurre por aquí y no notaste que

había alguien viviendo junto a nosotras.

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—Bueno, ya sabes lo que dice el refrán —dijo Sandra con su voz más

sarcástica—, estás tan ocupada con el enemigo fuera de tu casa, que no notas

al enemigo viviendo bajo tu propio techo.

—¡Eso no es un viejo refrán! —discutió Kali.

Me derrumbé en nuestro sofá, tratando de contener mi respiración. Nuestra

vecina era cautelosa. Si alguna vez la atrapábamos le pediríamos que esté en

nuestro equipo... si yo no estaba considerando abandonar esta guerra de

travesuras. Tal vez Byron tenía razón. Estaba llevando todo demasiado lejos.

Seguro, tenía diversión mientras duraba, pero yo me había transformado en

un caso socialmente perdido que asumí que cada chico era como mi ex, tal

vez era tiempo de examinar mi cabeza.

—¡Ella no está aquí! —Kali tiró el directorio a un lado—. Inútil.

Lizzie tenía a nuestro casero en el teléfono.

—¡Uh hola, Mike! —Ella siempre empezaba las conversaciones telefónicas

como si estuviera asustada de la persona al otro lado de la línea—. Hey, sólo

nos preguntábamos sobre la vecina de al lado. ¿Qué? ¿Su nombre es Thing?

De verdad. ¿Thing?

—Oh, genial —Kali parecía asustada—. Su nombre es Thing. Ella no sólo

está al acecho en el ático sobre su armario, ¡su nombre es Thing! —¿Qué?

¿Asechando sobre los armarios? ¿De qué estuvieron hablando cuando me

fui?—. ¡Quién llamaría a su hijo Thing, de todas maneras!

Kali chilló.

—Than —rápidamente nos corrigió Lizzie—, su nombre es Thanh.

Pero era demasiado tarde. Kali oficialmente estaba asustada.

—Entonces ¿dónde está ella? —explotó.

—Piensa en ello. No la hemos visto desde que se mudó. No está en el

directorio de la sala. Nadie sabe que ella existe. ¡Por todo lo que sabemos

puede ser un fantasma!

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Sandra suspiró fuerte y se fue al santuario de su cuarto... el cual compartía

con Kali. Sería una larga noche.

—Nosotras sólo estábamos en su apartamento —dijo Kali—, tú sólo no

entras en el apartamento. ¡Nadie sale! Ahora tendremos la maldición sobre

nosotras. ¡Vamos a morir como ella lo hizo! —Kali claramente era una

víctima de las películas de terror. Lizzie puso sus ojos en blanco.

—No hay ningún muerto —la tranquilicé—, nadie en todo el mundo... lo

prometo. —Le sonreí a Kali, fingiendo que nada de esto me molestaba, aun

cuando pensar sobre ello me producía escalofríos. Seguro, que ahora era una

especulación, pero espera hasta que las luces se apaguen en unos minutos.

Entonces todas nos asustaremos. Arrastramos los pies hacia nuestros

cuartos, cepillaremos nuestros dientes, lavaremos nuestras caras, nos

pondremos nuestros ridículos pijamas. Todo es borroso para mí,

literalmente. Mi consciencia ardía por las palabras de Byron. Sandra nos

estaba dando el trato del silencio, e incluso peor, Kali no pararía de hablar

sobre nuestro roce con la muerte. La saqué de mis propios pensamientos.

No podía dejar de pensar en lo que Byron había dicho. ¿Tanto me había

lastimado Cameron que era seriamente incapaz de tener sentimientos

positivos? Si era así, estaba en problemas. La chica que era ahora nunca sería

lo suficiente saludable para una relación, dejando de lado la amistad. Había

arruinado todo con mi obsesión, pero ¿podría cuidarme? Byron podría estar

manchando mis sentimientos como lo hizo Cameron. ¿Y si Byron estaba

siendo genuino? Bueno, eso no importaba. Cualquier cosa que podría haber

habido entre nosotros ahora estaba lejos de todos modos. Él ya estaba

saliendo con una chica desconocida. Tal vez no estaba jugando con ella esta

vez. ¿Por qué no podía Byron llevar a esa chica fuera de su puerta, en vez de

hacerme sentir culpable y llena de lamentos? ¿Y por qué últimamente

actuaba tan extraño?

Lizzi cepilló su oscuro cabello y lo ató en una cola de caballo en la parte de

atrás de su cabeza. Había tenido bastante de mi pero, desafortunadamente

para ella, era la única con quien podía hablar.

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—¡Eh! —Estiré mi pullover de BYU hasta mis rodillas y me tiré a la cama,

mirándola con ojos rojos de un pequeño perro.

Ella suspiró.

—¿Qué quieres?

Había tanto por preguntar.

—Si Thanh vive al lado, ¿tal vez la carta que encontramos realmente era

para ella?

El pijama de Lizzie se agitó sobre sus piernas oscuras cuando fue hacia la

cama. Sacudió su cabeza.

—Thanh no está lo suficiente cerca para estar involucrada en nuestra tonta

guerra de travesuras.

Ignoré el insulto para dañarme.

—No digo que ella lo esté. ¿Y si aquella carta en su puerta no tenía nada que

ver con nosotros?

Ella se quedó quieta un momento.

—Oh, vamos, Mad, eres tan mala como Kali. Mira, estoy cansada. Tengo que

levantarme realmente temprano para la escuela mañana, ¿está bien?

La dejé apagar la luz y ella saltó a su cama. Su colchón chirrión cuando

reajustó sus sábanas.

—Porque —continué como si no me hubiera abatido—, no tiene sentido sino

para que quería Byron que le regresara una carta que escribió el mismo.

¿Recuerdas lo que dijo por teléfono cuando estábamos escondidas detrás de

la batería?

—Buenas noches —dijo firmemente Lizzie.

Rodé en mi cama, golpeando un par de veces a mi almohada. Cerré mis

pobres ojos doloridos. Realmente era un alivio. Tal vez Lizzie tenía razón.

Sólo era como Kali con una imaginación demasiado activa. Bostecé,

esperando no ten extraños sueños sobre todo esto.

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—Buenas noches, Lizzie.

—Buenas noches.

Mis ojos se agitaron y se abrieron. Lizzie no sonó como Lizzie.

—¿Lizzie? —pregunté.

—No soy Lizzie.

Me sacudí hacia arriba cuando Lizzie gritó. Se estiró y conectó la lámpara.

La luz inundó el cuarto sobre una sonriente Tori. Ella estaba sentada entre

nuestras dos camas, riendo, su cabello rojo trenzado. ¿Cuánto tiempo había

estado escondida bajo una de nuestras camas? Aguanté mi corazón. Mis

reflejos estarían tan afilados como un corte de papel cuando hubiera

pasado... si sobrevivía al shock, desde luego.

Lizzie señaló la puerta.

—¡Fuera!

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Capítulo Once

Traducido por Areli97 y SOS por Lola_20

Corregido por La BoHeMiK

Día 107

0800 horas

ra momentos antes de despertarme. El único distintivo entre dormir y la

muerte… eran los suaves ronquidos procedentes del cuartel mientras

ignorantemente esperábamos que la crueldades de la mañana se nos

vinieran encima‖.

—Entrada de Madeleine en el Diario de Guerra (Miércoles 30 de mayo).

Me caí de la cama y aterricé en cuatro patas. El sonido de una docena o más

de alarmas estallaron a mí alrededor.

—¡Madeleine! —gritó Lizzie—. ¡Apaga tu alarma!

—¡Eso trato!

Me lancé debajo de la cama, encontrando uno y luego dos. Los apagué, pero

aún había más. No podía encontrarlos todos. Lizzie saltó de su cama a mi

lado, pero no había nada que pudiera hacer para detener el incesante

chillido. Era literalmente el sonido que acompañaba a nuestras peores

pesadillas.

Tenía la firma de los gemelos malvados por todos lados. Sólo ellos tendrían

el valor necesario para confrontar —debo decirlo— a las chicas, el descaro,

para colarse tras las líneas enemigas y llenar de trampas nuestros

dormitorios con horribles despertadores. Ahora sabía por qué Byron

―E

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montaba guardia afuera de nuestra puerta principal la noche anterior. El

acto se llevo a cabo, probablemente mientras estábamos peleando con el olor

de nuestro antiguo cuartel general. ¿Y él tuvo la audacia de hacerme sentir

culpable? Todo fue parte de su actuación y yo caí. Me podía patear.

Fuera en el pasillo, nuestras compañeras de cuarto gritaron. La cabeza de

Lizzie se levantó con los más recientes sonidos de guerra. Intenté ignorar el

pánico subiendo por mi garganta.

—Encontraré el resto de estos —gritó Lizzie por encima del estruendo. Sus

largas piernas patalearon fuera de la cama—. ¡Ve a averiguar por qué están

gritando!

Empujé la puerta sólo para que Sandra me gritara de nuevo.

—¡No te muevas! ¡Tienen todo el lugar lleno de trampas!

Parece que tuvimos visitas anoche. Pequeños vasos Dixie llenos de agua

estaban puestos por todo el piso del vestíbulo fuera de nuestros dormitorios.

Era un verdadero campo minado. No había donde pisar sin derramarlos

todos en la alfombra. Sandra no estaba contenta. Las mangas de su pijama

de seda roja ondeaban en sus manos.

—¡Esto es ridículo!

—¡Tengo que ir a la escuela! —se quejó Kali. Yo también. Kali tiró de sus

pantalones capri de color naranja a cuadros, mirando con tristeza desde el

baño. Pasé una mano por mi cabello y retrocedí a mi cuarto, pensando en

nuestras opciones de escape. ¿Las ventanas traseras? No, demasiado altas.

Hubo un silencio repentino. El último despertador había sido desmantelado.

Lizzie se sentó en el tocador.

—¿Qué está pasando allá afuera?

Gritamos una advertencia, pero era demasiado tarde. Lizzie dio un pasó

hacía el pasillo y tropezó con todos los vasos Dixie. Cayó de frente al

primero, aplastándolos completamente.

—Problema resuelto —murmuró Kali.

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Corrí hacia Lizzie. Normalmente Lizzie era extremadamente calmada en las

situaciones tensas, pero ahora estaba totalmente furiosa. Se paró. Agua

goteando por su cara y por su camiseta lavanda.

—¡Madeleine! —Su dedo hurgó dolorosamente en mi hombro—. Vas a hacer

pagar a esos chicos por esto. ¡Y eso significa ahora!

Antes de que pudiera calmarla, olfateé. El olor a humo permanecía

espantosamente en el aire. Al parecer, los chicos aún no habían terminado

con nosotras. Salté sobre los vasos Dixie caídos y corrí hacia la sala, tirando

de la puerta frontal para ver el daño de afuera. La niebla que la tormenta de

anoche dejó obstruía mi vista. Apenas podía distinguir alguna silueta en el

césped. Con una pierna envuelta en sudor. Tropecé hacia afuera en mis pies

descalzos para ver lo que habían hecho. ¡No, no lo hicieron!

—¡El árbol del amor!

Estaba en nuestro césped achicharrado. Un asalto directo. Habían dejado

una nota en nuestro porche, escritas irónicamente en la parte de atrás de las

invitaciones de boda de los gemelos: Ahí van sus sueños… en llamas. Mis ojos

se estrecharon. ¿Estaba Byron en algo? ¿Qué fue toda esa platica de amigos?

Todo lo que hizo es demente: exigir el regreso de su carta amenazante,

actuando preocupado, jugando con mis emociones. Y… y no puedo creer

que él me haya hecho sentir culpable. Fui tan estúpida.

El reloj decía quince para las ocho. Si me iba ahora, sólo estaría

elegantemente tarde para física. Busqué entre mi ropa sucia, encontré unos

pantalones de salón café y me los puse, enrollándolos hasta la rodilla.

Reciclé mi camisa del día anterior.

—¡¿Quién va a limpiar esto?! —La voz enojada de Sandra hizo que me

apurara. Deslicé la mochila en mi hombro.

—Es agua —replicó Kali—. Se secará.

—Yo la limpiaré cuando vuelva a casa. —En algún lugar de mi closet

encontré mis Converse de camuflaje café y las deslicé en mis pies. Corrí

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hacia la fría y sombría niebla. Cogiendo una chamarra en mi camino a la

puerta—. ¡No te preocupes!

Todo estaba bajo control. Todo estaba bajo… ¿a quién estaba engañando?

Me detuve en seco cuando vi mi coche en el estacionamiento abandonado en

la oscuridad. Estaba cubierto por completo en murales de diamantes. Eso no

era obra de los chicos. En verdad, era un problema subirme en mi carro

porque me hizo un anuncio al conducir. No, el verdadero problema era que

mi coche estaba apoyado sobre bloques de hormigón. Principiante. La nota

estaba escondida debajo de un limpiaparabrisas solitario, la tiré antes de que

alguien pudiera ver lo mal que me hizo Byron en este momento. La rompí.

¿Cómo lo pude dejar ir haciéndome sentir tan culpable? ¡No sólo culpable

sino también rota! ¿Cómo se atreve a traer a colación a mi ex sólo para

usarlo como una estúpida distracción?

¿Qué podía ir peor? Normalmente amo correr. No había nada más liberador

o una mejor manera de dejar salir mi agresividad, ahora las cosas estaban en

que estaría perdiendo por lo menos media clase si no corría. Me puse la otra

correa de la mochila y corrí a toda velocidad por la mañana brumosa,

golpeando a algunos estudiantes en mi camino.

Si no estuviera teniendo problemas con Física, sólo me tomaría el día,

permanecería en casa y vería películas románticas con mis compañeras de

piso para recuperarme. Aunque ver películas románticas era un retroceso

mayor. Nadie tiene un dulce primer encuentro seguido de un final feliz. El

romance era algo que tenía que ser trabajado con personas realmente

saludables. Y para variar en mi última preocupación, no estaba segura si

estaba lo suficientemente sana o preparada emocionalmente para el amor.

Solía estarlo… cuando era como todos los demás. Tenía metas, sueños y

aspiraciones. Eso fue hasta que las tirara todas y volviera a clases de

Estudios Generales. La única cosa irónica era que mi director me había

obligado a tomar todas mis materias difíciles con el hombre que desprecio y

peor, mis clases más difíciles para el semestre de primavera eran las fáciles

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de Byron y de Cameron. Así que sí, yo podría decir que estaba un poco

amargada.

Corrí colina arriba al edificio Benson. Se levantó de la niebla como una bestia

monstruosa. Mi clase estaba justo detrás de la puerta. Subiendo dos

escalones a la vez, me caí contra las puertas dobles y me escurrí en el salón.

Todos los ojos de la clase se centraron en mí. Estaba buscando un par en

específico. Tan pronto como encontré al dueño de esos diabólicos ojos

azules, caminé decididamente hacia él, sin molestarme en mirar hacia donde

se sentaba Cameron como normalmente lo hacía.

Byron parecía elegante en sus pantalones vaqueros clásicos como si tuviera

mucho tiempo para prepararse para la escuela—lo fulminé con la mirada—

un lujo que él me quitó. Normalmente me siento algunos espacios detrás de

Byron. Eso era en las semanas de la guerra fría donde pretendíamos que el

otro no existía, pero esta vez, tomé el asiento vacío a su lado y lo miré

fijamente con mi mejor mirada desafiadora. Él me sonrió muy seguro de sí

mismo. Tomé un cuaderno y una pluma de mi mochila.

—Voy a encerrar tu carro en Saran Wrap9 —siseé.

Byron pasó sus dedos por los labios, mirando significativamente al profesor,

pero estos estaban curvados y lo delataban. No le importaba que

estuviéramos en medio de una lectura.

—¿Tuviste problemas despertándote?

—No, ningún problema que no pudiera manejar. ¿Qué hay de ti? ¿Tuviste

problemas en conciliar el sueño anoche?

Él negó.

—No. Dormí con la conciencia limpia.

—Oh, ¿tienes una de esas?

9 Saran Wrap: papel plástico transparente de cocina.

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—¿Tú no? Oh espera, dijimos la noche anterior que no la tenías —dijo con

una sonrisa cursi.

—Nunca dejaré que juegues con mi mente otra vez.

—¿Por qué? ¿Te sientes culpable? —Lord Byron se arremangó su camisa de

cuello en V hasta el codo, con el aspecto de estar listo para la batalla sin

tener que sudar—. ¿No me digas que te vas a disculpar?

Nunca admitiría eso ahora. Le di la espalda, mirando a nuestro profesor de

Física. Su moño amenazaba con estrangularlo mientras nos decía nuestra

tarea. Abaniqué mi cara sudorosa. Estaba demasiado caliente aquí dentro.

Mi espontánea pequeña corrida hasta aquí me estaba pasando factura y

luché con mi chamarra para quitármela. Era una operación más difícil de lo

que había esperado. No tenía nada de espacio y mis mangas no saldrían.

—Aquí, déjame ayudarte —ofreció Byron. Su mano tocó mi espalda y sentí

el calor emanando de él.

Hice lo que cualquier chica hubiera hecho. Me empujé fuertemente contra el

respaldo, dejando su mano atrapada entre el asiento y mi espalda.

—No te atrevas a ayudarme. ¡Yo puedo!

Dejó salir una risa involuntaria, pero no trató de liberar su mano.

—Pero, Madeleine, ¿lo olvidaste? Se supone que esta es nuestra semana

civilizada. —Gracias a Dios, mantuvo su voz en un discreto susurro.

Torcí mis labios ante el sarcasmo y miré hacia adelante.

—No creo en hacer tratos con busca pleitos.

—¿En serio? —Byron vaciló un momento, estudiando mi rostro, como

ponderando lo que estaba en su mente por si era demasiado peligroso, pero

luego se inclinó hacia adelante—. ¿Pensé que encontrabas los problemas tan

atractivos como yo? —Me dio una sonrisa enloquecedora que aterrizó a

escasos centímetros de mi boca—. Tú eras problemas desde el momento en

que te conocí.

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Sentí como me sonrojaba, probablemente de un rojo brillante. Sonaba como

un malvado villano de una película de espías. De todas formas, ¿qué estaba

mal con él? ¿Qué estaba mal conmigo? Su brazo atrapado todavía estaba atrás

de mí y dándome cuenta demasiado tarde que parecía como si fuéramos una

pareja cursi. Esto era ridículo. Byron no me encontraba linda o atractiva o

cualquier arsenal de palabras que el usaba a su disposición. Simplemente

todavía no podía adivinar cuál era su objetivo… hasta que vi los ojos de

Cameron sobre nosotros. Tan pronto como me di cuenta, Cameron desvió la

mirada. Después de nuestro pequeño intercambio en la Perrera, no era

posible que Byron pudiera pensar que me estaba ayudando al poner celoso a

Cameron, ¿o sí?

Era peor que estar atrapada en el medio de un campo de batalla. Aquí

estábamos sentados —mi archienemigo y mi ex-prometido— todos en la

misma clase de Principios de la Física. Había un montón de clases de física a

las que podía ir, pero una vez que descubrí que compartiría otra clase con

Byron, no podía huir como una cobarde, aunque era una tentación después

de nuestra clase de Química del semestre pasado.

Las cosas simplemente fueron empeorando. Cameron había elegido nuestra

clase en el último segundo para cumplir con los requisitos en biología, y juré

ignorarlos a todos. Peleé con mi chamarra. Byron no se molestó en ocultar lo

divertido que pensaba que era mi situación desesperada. Ambos brazos

estaban atorados y ahora tenía un pequeño público. Di un tirón lejos de

Byron, soltando su mano. Me liberó de mi sudadera al mismo tiempo.

Me negaba a ver cualquier analogía con la vida en eso.

El profesor Green todavía estaba hablando sobre el espectro

electromagnético. No pude prestarle nada de atención, algo acerca de ondas

de radio y microondas. ¿Y microondas? Espera, yo tengo una pregunta sobre

eso. Levanté sin pensar mi mano recientemente liberada.

—Sí, acerca de eso… —empecé. El profesor Green paró de explicar y se me

quedó viendo.

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Mi mirada se extendió alrededor de toda la clase de casi doscientos,

incluyendo a un desdeñoso Cameron, y de repente deseé haberle

preguntado al maestro después de la clase. Byron me miró expectantemente

así que no tuve remedio más que continuar.

—Está bien. —Mi voz hizo eco en la silenciosa habitación—. Esto es raro,

pero estaba sosteniendo una lata y estaba hablando por celular al mismo

tiempo, después puse la lata en el microondas y el microondas se apagó.

Hubo una gran agitación en la clase, mayormente del tipo de revuelo esta-

chica-es-una-idiota.

—Estoy hablando completamente en serio —dije un poco más alto—. Esto

me pasó ayer. Entonces moví la lata del microondas y el microondas paró.

¿Están los celulares y los microondas conectados? ¿Como, con sus ondas o

algo así?

—Tal vez algo estaba mal con el cable del horno microondas. —El profesor

se movió para descartar mi pregunta.

—¡No! —grité. El profesor me miró sorprendido y tomé una respiración

profunda—. Es un horno realmente viejo, seguro… pero ¿tal vez no estaba

correctamente protegido o algo así? Y… parece que este tipo de interferencia

pasa todo el tiempo con mi celular y las computadoras.

—Contaminación eléctrica —dijo el chico sabelotodo del frente de la clase—.

El aire está contaminado con todo tipo de frecuencias. Tiene microondas

cancerígenas alterando tu ADN.

Resonaron unas pocas risas. Byron se recostó con una sonrisa apreciativa.

—Su celular le va a freír el cerebro —alguien murmuró detrás de mí.

La chica a mi lado se apartó con exageración cómica.

—¡Parece que ya lo hizo! —Hubo algunas risas a esto.

—No, no, no. —El profesor Green negó—. No están conectados para nada. Y

no hay pruebas sólidas de que los celulares causen can…

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—¿Por qué apagas tu celular cuando despega un avión? —interrumpí

obstinadamente. Quería mi respuesta y quería una de verdad. Usaría su

cerebro para mis propios propósitos incluso si me hacía parecer una idiota.

—Eso es diferente. —Su voz sonaba aburrida—. Un celular interfiere con

señales en la misma banda, como las señales de radio necesitan para salir. —

Intentó poner fin al tema.

—Bueno, mi celular afecta a mi computadora también. Justo antes de que

suene, los altavoces hacen ruidos extraños. —Sabía que algo había

interferido con ese microondas y quería saber qué.

Al menos Byron estaba disfrutando esto.

—No vas a retroceder, ¿cierto? —preguntó en voz baja.

El Profesor Green me dio una breve sonrisa condescendiente.

Aparentemente era la nueva chica loca en la clase, incluso más loca que el

chico sentado en el frente, que hacía de todo, una teoría de conspiración.

—Tu celular posiblemente puede interferir con otras señales de radio, estás

en lo correcto, aunque es extremadamente raro, pero no con un microondas.

Están en diferentes frecuencias. —Miró a mi lado—. Sí —llamó a Byron, que

había levantado la mano.

Gruñí interiormente. Ahora tenía que esperar.

—Los microondas a veces también pueden interferir con marcapasos —dijo

Byron. No era realmente una pregunta.

—Es extremadamente raro, casi no he oído de eso.

—Así que, si los celulares interfieren con marcapasos, y también los hornos

microondas, entonces debe haber alguna conexión entre ellos, aún si es

extremadamente raro y casi no se escucha sobre eso. —Sonaba casi

sarcástico—. ¿Digamos que ambos estén en una frecuencia de 2.45 GHz?

Me endurecí por la sorpresa. ¿Estaba Byron poniéndose de mi parte? ¿Y

cómo sabía hablar de ese modo? Iba a ser un geólogo.

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El profesor hizo una pausa para considerarlo.

—Nunca he oído que eso suceda —contestó linealmente.

Byron cruzó los brazos.

—Hasta ahora, por supuesto.

—Sí, por supuesto, ella cree que lo vio, pero hay más que interferencia con las

señales, todo el microondas se enciende. Debería haber una fuente de poder.

El profesor rápidamente continuó antes de que lo interrumpiéramos de

nuevo.

Byron se giró hacia mí, sacudiendo su cabeza.

—Loca como Tesla —susurró.

—¿Tesla?

—Un científico loco. —Genial. Ahora Byron estaba comparándome con

científicos locos. Levanté mi ceja hacia él y tomó eso como una señal para

llenar mi mente de más cosas sin sentido—. Quería canalizar la energía del

aire y transmitirla de una fuente a otra a través de ondas. Sin baterías ni

cuerdas. No más llenar tu tanque de gasolina. Sólo tendrías que pagar una

boleta de servicios por mes.

—¿Qué le sucedió?

Byron se encogió de hombros.

—Murió loco y quebrado, pero era un genio. Si alguien hubiera financiado

sus esfuerzos, hubiéramos tenido comunicación inalámbrica casi un siglo

atrás… junto con energía inalámbrica. —Y todos estaríamos muertos de

alguna clase de efecto secundario cancerígeno, supuse—. ¿Qué había en la

lata que pusiste en el microondas? —preguntó Byron casualmente.

—No lo sé, no tenía una etiqueta. —Tory se la había sacado.

Byron tenía una enorme sonrisa en su cara.

—¿Esto sucedió en tu departamento, no?

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Antes de poder detenerme, sonreí en respuesta.

—¿Qué le sucedió a las notas de Tesla cuando murió?

Pareció sorprendido de que aún siguiera en esto.

—Tenía memoria fotográfica, así que la mayor parte murió con él.

Miré a Byron, con ojos nuevos.

—Eres un nerd —dije con algo de asombro.

Rompió a reír, y el profesor nos dio una mirada de advertencia, pero al

menos no estábamos preguntándole más cosas.

—Tesla tenía algunas notas que nuestro gobierno y algunos otros

combatieron, la mayoría de lo que escribió fue robado, nunca se vio de

nuevo.

Me incliné hacia atrás, pensando en lo que Byron había dicho. Si tan sólo un

hombre pudiera hablar desde la muerte. ¿Qué mensaje nos enviaría? ¿Y si

Tesla tenía razón y pudiéramos transmitir un rayo de luz o cambiar

frecuencias en el aire? ¿Qué pasaría si bastara con señalar con eso un

microondas para prenderlo?

—El mundo es un lugar asombroso —susurró Byron—. Si puedes

imaginarlo… puede suceder.

Pero sólo si tienes el cerebro y la voluntad, decidí. Había dos clases de

científicos diferentes, razoné mientras miraba al profesor, unos que dicen

que no se podía hacer, y otros que se preguntaban qué sucedería si se pudiera.

Ambos sabían las reglas, pero sólo unos pocos sabían cómo romperlas… o

trataron de romperlas.

Se suponía que debería estar tomando notas, pero me encontré escribiendo

algo totalmente distinto en mi diario de guerra: Cualquier cosa es posible. Sólo

tenemos que encontrar una manera de hacerlo. Mira nuestros cuerpos. Si

pudiéramos conseguir una máquina de funcionamiento similar… podríamos ser

como dioses. Al menos crear como uno. Si no estuviéramos atados por reglas,

¡excepto que no! Las reglas nos liberan. Como la analogía de la cometa, la cuerda lo

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ataba para hacerlo volar. Así que, si sólo pudiéramos descubrir cómo usar las reglas,

podríamos volar. Escribí esto como si fueran mis últimas palabras. Mi

estómago rugió y saqué un Twinkie de mi mochila para mantener mi fuerza.

—¿Qué estás escribiendo? —Salté. Byron miraba sobre mi hombro al diario

de guerra—. ¿Está en código? —Había risa tras sus palabras cuando trató de

estudiar mis garabatos de pollo.

Traté de avergonzarlo de nuevo.

—Sabes, no deberías sentarte tan cerca. Podría llegar a pensar que te gusto.

Aparentemente Byron no sentía vergüenza, porque no retrocedió.

—¿Qué? ¿Te asusta que descubra el código? No te preocupes, ya sé que estás

pensando. Eres fácil de leer. —Lo miré ante eso, y sonrió en respuesta—. No

lo tomes así. Eres difícil de pronunciar.

Estaba impresionada. En realidad tenía sentido.

—Touché —mascullé a regañadientes.

Las luces se bajaron y uno de los muchos ayudantes del profesor en la clase

encendió la presentación de Power Point sobre el espectro electromagnético.

Desde esta distancia, pude ver que era una chica pequeña con cabello

oscuro.

Byron se inclinó hacia mí.

—Oye, ¿trajiste tu libro?

—¿Estás bromeando? —Me giré al ayudante del profesor—. Esa cosa pesa

como un millón y dos toneladas, tuve que correr todo el camino hacia aquí.

Suspiró y miró al frente. El profesor Green señaló la diferencia

electromagnética entre las frecuencias: rayos gamma, rayos x, rayos

ultravioletas todos hasta el microondas y ondas de radio.

—Pregunta. —Levanté mi mano, pensando en Tesla—. Volviendo a los

celulares, ¿podemos transmitir energía a través del aire usando frecuencias

similares a los celulares?

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Nuestro profesor se congeló en el pizarrón. Me pregunté si me había

excedido esta vez. Se tomó un momento para contestar.

—Eso es exactamente lo que los celulares hacen. —Era como si estuviera

explicándose a un niño—. Usan energía muy específica que nuestros

electrodomésticos pueden decodificar, pero sólo los militares pueden

transmitir señales tremendamente poderosas. La mayoría de las aplicaciones

de bajo poder son usadas solo con prepósitos comunicacionales. —Entonces

Tesla tenía razón, transmitir energía era posible. Sonreí—. Si enfocamos algo de

la energía que usamos en un área suficientemente pequeña —terminó—,

puede y hará un daño devastador.

Ahora lo había logrado. Mi mente se enloqueció sólo pensando acerca de

qué clase de daño podía hacer.

—Las compañías de celulares pueden encontrar a cualquiera con un celular

—pensé en voz alta—. Sólo marca un número y los militares pueden

encontrarnos. Incrementa la potencia de la señal y nos matan.

Byron parecía sorprendido. La clase comenzó a murmurar. Hubo algunas

risas. Unos pocos estudiantes molestos se fueron enojados, la puerta

cerrándose sólidamente tras ellos.

El profesor me miró. Se aclaró la garganta.

—Si quieres volverte paranoica, claro, los hombres malos pueden

atraparte… si tu celular está encendido. Tal vez, todos deberían entender la

indirecta y apagar sus teléfonos.

Parecía que el profesor al fin me había derrotado. Se veía arrogante al

respecto.

La mirada en el rostro de Byron casi me hace parar de hablar. Por una vez

no estaba riendo. No, se había puesto bastante serio. Traté de ignorarlo.

—¿Qué hay sobre las torres cerca de mi departamento? —Eran altas cosas

feas hechas de ladrillo blanco enmarcando el cielo oeste de nuestro

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departamento. Las señales podían enviarse desde allí—. ¿Esas son torres de

telefonía celular?

El profesor pareció confundido un momento.

—¿Estás hablando de las torres de utilidades? Sí, las compañías de celular

les pagan para poner sus antenas satelitales allí.

—¿Qué significa provocity? —preguntó una chica detrás de mí. Su voz era

aguda y nerviosa. El profesor Green la miró aún más en blanco que cuando

yo le preguntaba algo—. Ya saben —Desesperadamente trató de aclararse

antes de verse tan estúpida como yo—, ¿esa palabra escrita en las torres?

La clase se giró para mirarme, pero por una vez era inocente. Los ojos de

Cameron eran especialmente condescendientes. Antes de que pudiera

indicar la verdadera identidad de nuestra última escuela, el profesor Green

respondió la pregunta con una larga voz sufriente.

—Eso sería Provo City, no provocity. ¿Alguna otra pregunta, clase, o

podemos continuar?

El asiento de la chica se hundió mientras se aplastaba en él. No importaba

que se escondiera. Todos me estaban mirando a mí.

Byron me tocó el hombro.

—Es la ciudad en la que vivimos, ¿no has oído de ella, Mad? —preguntó

demasiado alto. Él sabía muy bien que yo no había preguntado eso—. Oye,

pero sigue molestando al profesor sobre eso. —Molestó más suavemente

esta vez—. Estoy seguro que admitirá que es provocity sólo para que dejes de

molestar.

Pronunció provocity como la chica atrás de nosotros lo había hecho,

completamente mal… y con un toque de ese acento de nuevo.

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—Bueno, suena aún peor con tu raro acento —dije. Pareció confundido, pero

no lo dejaría derrotarme esta vez—. ¿De dónde viene? No eres de la KGB10,

¿no?

Ignoró el sarcasmo.

—¿Qué clase de acento es? ¿Sureño?

No lo sé. Sonaba realmente caliente… como si perteneciera al Vuelo de los

Concordes o algo. Sí, así es como lo reconocí.

—¿Serviste en una misión en Nueva Zelanda?

—No.

Miró a la ayudante del profesor. La chica pequeña había dejado su lugar en

la computadora para pasar nuestros trabajos. Usaba brillantes tacones con

un bolso de Prada. Su largo cabello negro se mecía tras de ella. Era propio de

Byron mirar a otra chica mientras se sentaba a mi lado. Me hizo recordar la

existencia de Holly.

—Oye, ¿qué estabas haciendo fuera de mi departamento anoche? —

pregunté.

Se rio, probablemente recordando lo mucho que apestaba.

—¿Por qué estabas escapando de tu vecino tan rápido?

—Descubrimos que alguien vivió ahí.

Se giró como si quisiera decir algo, pero se quedó callado.

—¿Qué?

Su naturaleza juguetona tomó el mando.

—Sí, alguien vive ahí. Ella es… —dudó, mirándome.

10 KGB: fue el nombre de la agencia de inteligencia, así como de la agencia principal de policía

secreta de la Unión Soviética. El dominio del KGB fue aproximadamente el mismo que el de la CIA

o la división de contrainteligencia del FBI en Estados Unidos.

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—… sexy —terminé por él. Sonreí y me giré. Olvida el directorio,

deberíamos haberle preguntado al mujeriego quien era la chica misteriosa—.

Así que, ¿quién es?

La ayudante del profesor se inclinó hacia la chica a mi lado contando los

papeles para nuestra fila. Mi cabeza latió cuando llegó más cerca. Espera. Se

veía vagamente familiar. Antes de que pudiera averiguarlo, Byron se inclinó

pesadamente sobre mí, invadiendo mi línea de visión y pasando a mi

asombrada vecina. Tomó los papeles de la ayudante, su ancho hombro

chocando contra mi cara. La morena junto a mí podría haberlos alcanzado

con mucha más facilidad. ¿Por qué se molestaba en ser tan caballero? Era

totalmente innecesario. Los papeles volaron sobre mi pelo, arruinándolo aún

más. Golpeé a Byron y sonrió burlonamente en mi cara.

—Perdón. No quería tocarte.

—No te preocupes. Voy a lavarme las manos.

Byron me dio a mí y a la chica a mi lado nuestros papeles, quedándose con

uno. Mi pequeña vecina morena no se preocupó de que su espacio personal

fuera invadido en absoluto. Le sonrió brillantemente. Un pequeño hoyuelo

apareció en la mejilla de Byron mientras pasaba el resto de los papeles por la

fila. Finalmente adiviné sus motivos.

—Siempre es sobre las chicas, ¿no, Byron? ¿Cómo puedes vivir contigo

mismo? ¡Mujeriego!

—¿Gracias?

De ningún modo me sentaría de nuevo con él en física. Los papeles

alcanzaron el final de la fila y las manos se comenzaron a alzar. El profesor

Green se giró a su ayudante, dándole un asentimiento.

—Thanh. —Mi cabeza se irguió mientras indicaba el resto de papeles en su

escritorio—. Tengo más copias aquí.

¿Thanh? Me moví en mi asiento. ¿Podía esa ser nuestra bella vecina asiática,

menos caramelosa? Sí, la ayudante era definitivamente ella, bueno, la

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versión más clara de ella que el retrato de su perfume borroso de la noche

anterior.

—Byron. —Hundí mis dedos en su brazo y él se giró—. Es ella, ¡ella es mi

vecina!

Me estaba mirando vagamente y consideré golpearlo con mi codo en las

costillas para que me tomara en serio, pero me resistí. ¿Qué pensaba que iba

a hacer, atacarla por tener la audacia de vivir al lado? No era en gran parte

una amenaza… hasta que descubrí su problema.

—¡Oye! ¿Era una ayudante en nuestra clase de química en la ciento once

también?

Byron parecía resignado.

—No.

Estaba mintiendo. Era la misma chica con la que Byron había coqueteado el

día de los inocentes. Apuesto a que tenía un impresionante cerebro y era

hermosa, probablemente muy modesta también. Traté de no ponerme

celosa.

—¿La invitaste a salir?

Esta vez su sonrisa fue más genuina.

—No.

Levanté una ceja hacia él. Ahora sabía que estaba mintiendo.

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Capítulo Doce

Traducido por dark&rose

Corregido por La BoHeMiK

Día 107

08:54 horas

usto cuando crees que conoces al enemigo... él te muestra lo mucho que

no lo haces”.

—Entrada de Madeleine en el Diario de Guerra (Miércoles, 30

de mayo).

Me escapé por la puerta trasera del edificio Benson. Había llovido mientras

estábamos en clase. Una espesa niebla se asentaba sobre todo. Arriba de mi

cabeza las luces de la calle estaban encendidas. Era algo surrealista para una

mañana de primavera. La campana de la torre resonó a las nueve en punto,

justo cuando sonó mi teléfono móvil.

—Mad Dog. —Era Tory.

—¿Sí?

—¿Vas a venir a casa?

—Sí, ¿por qué? —Me colgó y me quedé mirando mi teléfono, tratando de

entenderla.

—¿Estás loca? —Byron me quitó el móvil con funda rosa. Su musculoso

antebrazo rozándose contra el mío—. Esa cosa es letal.

—Sí, y tienes el tuyo propio. Fríete tu cerebro con ello.

“J

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—No te preocupes. Lo he colocado de forma segura lejos de mi corazón y

órganos. Contrariamente a la creencia popular, quiero vivir una larga y

saludable vida... con niños y esas cosas.

Forcejeé por recuperar mi teléfono.

—La gente como tú no debe tener hijos.

—¿Con gente como tú? —preguntó.

Dejé de luchar con él.

—¿Qué?

Él sonrió.

—¿Qué?

Presioné mis labios en una línea firme. La vida de soltera era la única cultura

que conocía, uno se estaba inventando excusas para separarse antes de que

pudiera decir hola. Así es como normalmente mantenía las cosas con Lord

Byron, pero desde ese trabajo de cuidar niños, no podíamos dejar de cruzar

nuestros caminos. El obispo tenía mucho por lo que responder.

Le quité mi teléfono y ambos seguimos por el camino.

La valla estaba cubierta de enredaderas, pirotecnia, y altavoces; una bonita

línea de vid11 con nombres inquietantes. Estábamos muy aislados con la

niebla. Mi único temor era que Byron pudiera pensar que iba a casa con él

porque me gustaba, pero yo sabía que no debía enamorarme de él. La regla

era que no quería cualquier cosa, especialmente algo como esto. Los

enamoramientos hacían que uno actuara de forma estúpida, desesperada y

finalmente, te rompían el corazón. Yo no quería nada de eso. Miré por todas

partes, excepto a Byron. Él rompió el silencio.

—¿Estás satisfecha ahora que has encontrado a tu fantasma?

11 Vid: vid o vitis es un género con alrededor de 60 especies perteneciente a la familia Vitaceae. Se

distribuye predominantemente por el hemisferio norte. Su importancia económica se debe al fruto,

la uva, utilizada tanto para consumo directo como fermentada para producir vino.

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—Sabías quién era —le acusé.

Su mirada se disparó hacia la mía. Antes de que pudiera responder, un tipo

salió de la niebla y pasó junto a nosotros. Parecía como si estuviera hablando

consigo mismo, excepto que estaba con un Bluetooth. Era lo único que no lo

hacía parecer un loco de atar y él estaba hablando en un idioma diferente.

Todo el mundo aquí lo hacía. La BYU sería una verdadera bonanza de

reclutamiento para la CIA, excepto que estaban todos locos. Me volví hacia

Byron.

—¿Por qué no vamos algún día para ver a Thanh en casa? —pregunté.

Se encogió de hombros.

—Es probablemente una estudiante de posgrado.

—En física. Y deja de fingir que no lo sabes. ¿Cuál es el proyecto en el que

está trabajando? —Él no respondió y yo traté de dar rienda suelta a mi

mente—. Está llevando una doble vida de intriga, trabajando en las mejores

invenciones secretas.

—Sí, porque los estudiantes de postgrado hacen eso todo el tiempo.

Miré por encima de su hombro, decidiendo hacerlo aún más dramático para

su beneficio.

—¿Y esa nota que tú querías? Fue... fue por ella.

Por ahora, su calma exterior parecía un poco tensa. Se tomó algunos

segundos, su pelo negro volando hacia atrás.

—Eh, eh... —Habíamos llegado a una bifurcación en la vía. Estudió mi

rostro—. Tengo un grupo de estudio al que tengo que ir.

Entonces, ¿por qué estaba pidiendo mi permiso?

—Entonces tienes que ir. —Sacudí la mano de manera casual y lo dejé atrás

en el camino—. Estoy segura de que todas las chicas de tu grupo me lo

agradecerán.

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—¿En serio? —gritó detrás de mí—. ¿De verdad acabas de decir eso? —Me

puse rígida ante la familiar nota de incredulidad—. A veces tengo mejores

cosas que hacer que jugar en el campo y pasar el rato con chicas sexys. A

veces realmente me preocupo por la escuela. Es curioso, lo sé.

Me detuve en seco. Su intento de otro desliz de culpabilidad no me estaba

engañando.

—¿Se trata de Holly? ¿Te ha cambiado entonces?

El músculo de su mandíbula se tensó de sobremanera.

—Sí, sobre eso… ¿De dónde sacaste que Holl... —Su voz se fue apagando,

recordando algo—. Estuviste allí en mi apartamento. ¿Lo oíste todo?

—Por supuesto, y yo estaba pensando, ¿qué hay de la pobre azafata con la

que todos pensábamos que estabas saliendo?

Su cara se puso roja y chasqueó la mandíbula. En realidad, físicamente lo vi

desencajarla, y di un salto hacia atrás con sorpresa.

—Bueno, tengo dos manos —dijo con sarcasmo—. Qué mejor uso para ellas.

Simplemente sujetaré a una mujer en cada brazo.

—Oh, odio…

Él me interrumpió.

—Yo también lo hago. Los jugadores manchándose de barro en el campo —

Cerró la distancia entre nosotros, sus labios separándose para revelar una

sonrisa peligrosa. Podía oler su aliento de tic tacs12—. No eres celosa,

¿verdad?

—Sí, quiero salir con un asistente de vuelo.

—Deberías. Es genial. Y esa es la otra cosa. Deberías salir más. Hacer algo

más que conseguir tu venganza contra los hombres. Tal vez podrías trabajar

en tu provocity social, un poco.

12 Tic Tacs: caramelos.

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Jadeé, sin saber si reír o llorar. Me encantó que él estuviera usando provocity

como una palabra, pero, ¿Lord Byron en realidad me estaba dando consejos

sobre citas?

—Tienes razón. —Caminé hacia atrás, tratando de poner más distancia entre

nosotros. Era lo que más me gustaba hacer últimamente. Traté de imitar su

sarcasmo—. ¿Sabes qué es lo peor? Colgar el teléfono a mi mamá y que ella

este llorando siempre. A veces me hace pensar que estoy haciendo algo mal

con mi vida. Pobre de mí. ¡Creo que voy a ahogar mis penas en helados y el

chocolate!

Él se atragantó con sus tics tacs.

—Grandioso. Tu vida es una película para chicas en desarrollo.

—No creo en esas, pero gracias por la idea. Me llegaste justo aquí. —Me

puse una mano sobre mi corazón.

—Imposible. No hay nada allí. —Él se estaba alejando, pero eso no nos

impedía gritarnos el uno al otro entre la niebla. Casi no podía verlo.

—Vaya, eres brillante —grité—. Me tienes toda descubierta. Olvídate de la

geología. Deberías ir a psiquiatría, Byron. Te equivocaste de vocación.

—Búscate una vida.

—Está bien, psiquiatría está fuera de opción. ¿Has probado con la

diplomacia? —Le di una lenta palmada sarcástica—. Eres realmente

sorprendente. ¿No? Bueno, el espionaje. Te sienta mejor. Nunca me puedes

dar una respuesta directa —Estaba segura de que estaba fuera de alcance de

oírme y me encontré a mí misma sonriendo.

Luchar con Byron siempre me ponía de buen humor. No había nada más

divertido que imaginar a un Byron malhumorado en su camino a su grupo

de estudio. Tal vez, sólo tal vez se olvidaba de las chicas y se concentraba en

sus estudios sólo para fastidiarme.

Probablemente no. Al momento en que se alejaba, sabía que me olvidaba.

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Pasé bajo una farola y se apagó amenazadoramente. ¿Por qué estas cosas

siempre tienen detectores de movimiento que trabajaban en mi contra? La

suave suela de las zapatillas de deporte sonaba al golpear contra el cemento

detrás de mí, y la cabeza se me activo al oír el ruido. Quienquiera que fuese,

venía en mi dirección. Esperaba que no fuera un enfurecido Byron. La idea

me hizo reír.

Espera, ¿no había llamado Tory para ver si iba de camino a casa? Me

merecía otro susto, y este era el lugar para ello, oscuro y amenazante. Una

rama se quebró delante de mí y me detuve, mirando fijamente a la niebla

blanquecina. Estaba rodeada por ella. ¿Dónde estaba? ¿Detrás de mí, o en

frente de mí? Todos los sentidos se estremecieron con el peligro. No había

manera de saberlo realmente. Los pasos que sonaban detrás de mí se

hicieron más pronunciados y me preparé para lo inevitable. Pero ¿por qué

tengo que esperar a que ella me encuentre? ¡No! No esta vez. Si ella quería

asustarme, tendría que luchar para hacerlo. Esta vez, la esquivaría.

Me puse en marcha y crucé la calle hacia un estacionamiento. Algunos

conductores daban círculos en sus coches a mí alrededor, como tiburones,

pensando que iba para mi coche. Pobre gente. Yo no tenía plaza de

aparcamiento que ofrecer. Sus motores retumbaban melancólicamente en la

luz extraña. La niebla era tan espesa que apenas podía distinguir sus

parachoques brillantes. Hice gestos con mi mano mientras pasaba, y una vez

más me dejaron en el silencio sepulcral.

Perdí la dirección de los pasos de Tory. Por lo que sabía, podría estar a

centímetros de mí, escondiéndose detrás de un coche, en los arbustos.

Mirando en todas direcciones, vi un cartel sujeto con grapas a un poste

eléctrico: ¿Necesita ayuda en el control de la limpieza? Limpiaremos su

apartamento por 5$.

Guau, eso era un robo. A pesar del peligro, arranqué uno de los números... y

me di cuenta que me resultaba familiar: Llámanos. Tory, Madeleine, Kali,

Sandra, Lizzie. Di un grito ahogado y arranqué el falso anuncio del poste,

haciendo un control de daños importantes. Sólo esperaba que fuera la

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primera en ver esa cosa o nuestros teléfonos sonarían sin control. Algunos

de los números ya habían sido retirados. Estúpido Byron.

Demasiado tarde sentí las pisadas golpeando el pavimento detrás de mí. Me

tensé, justo cuando el corredor se apresuró hacia mí, la piel se me puso de

gallina. ¿Él? Apenas tuve tiempo para mirar cuando oí el grito. Tory saltó de

detrás de su árbol y el corredor se echó hacia atrás con un gruñido

sobresaltado. Su mano en un puño.

—¡No! —Me precipité hacia ellos—. ¡Es sólo Tory! ¡Está bien!

El corredor se volvió hacia mí y sentí una vergüenza total. ¿Eric? Él llevaba

unos pantalones cortos de la BYU y una camiseta arrugada de J Dawgs13.

¿Por qué siempre se quedaba en medio de nuestras desventuras? En ese

momento la boca de Tory estaba abierta, su pelo rojo cayendo sobre su

rostro. Ella se veía como una hermosa asaltante con sus pantalones cortos

playeros. Estaba sorprendida de que el corazón de Eric no se hubiera

derretido ante la mera visión de ella -quiero decir, después del susto- pero él

parecía irritado.

—¡Oh, tú otra vez!

—Vaya. —Tory, en realidad, parecía avergonzada de sí misma. Ella tiró

nerviosamente de su camiseta de: Correr es para criminales.

—Lo siento —me disculpé por Tory. Ella no sabía cómo hacerlo—. A veces

sale de la nada.

Eric tomó una respiración profunda, pareciendo ponerse a contar. Se apartó

de mí un poco, apoyándose sobre sus Nike, los músculos de sus pantorrillas

flexionándose. Las suelas de goma chirriaron contra el pavimento. Él estaba

pendiente de Tory como si fuera un animal peligroso… en cierto modo, lo

era.

—Entonces, ¿se supone qué tiene que saltar sobre corredores inocentes? ¿Eh?

13 J Dawgs: Restaurante.

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Me encogí de hombros.

—¿Pensábamos que eras otra persona? —Sonó poco convincente.

Eric se echó a reír, sorprendiéndome.

—Recuérdame nunca conseguir su lado malo.

Tory parecía incómoda, con los brazos rígidos en los costados.

—¿Y bien? —Eric se enderezó y volvió su atención hacia mí—. Vas a tener

que recompensarme en esta ocasión, Mad. ¿Tal vez con una cena? Me gusta

la comida mexicana.

—¿Qué? —A pesar de que él era guapo, no iba a ceder a su chantaje.

Sonreí―. ¿Vas a hacer que Tory salga contigo?

La sonrisa de Eric fácilmente alcanzó sus ojos color avellana. Era evidente

que pensaba que éramos una complicación.

—Guau, es como si hubieras salido justo de las páginas de un libro de

historietas. No eres real —Me ruboricé por la vergüenza y eso sólo provocó

que su sonrisa se volviera más amplia—. ¿Alguna vez te dejarás ir? Vamos,

puedes decírmelo. Eres el tipo de chica que canta muy fuerte en la ducha.

—¿Estás bromeando? —Logré provocar una sonrisa a Tory—. Tengo que ser

plenamente consciente de mi entorno —O sentiría un vaso de agua fría

arrojado sobre la cortina de la ducha.

—Bueno, si alguna vez quieres hacer algo realmente divertido, ya sabes

dónde encontrarme.

—¿Acaso tienes un lugar...?

Se echó a reír ante la comprensión.

—Sí, todavía estoy trabajando en eso. Haré una fiesta de inauguración de la

casa tan pronto como pueda… aunque tengo la sensación de que no eres del

tipo de fiestas. ¿Tal vez, tú y yo podríamos hacer algo más privad…?

—No, iremos —protesté—. Nos encantan las fiestas —Sus ojos adquirieron

un brillo frustrado, y me encontré tratando de hacer hincapié en nosotros. No

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sé por qué lo hice, pero no había vuelta atrás—. Estoy segura de que tu fiesta

me dará una oportunidad para trabajar en mi provocity social, un poco más

―Usé la palabra inventada de Byron.

Eric asintió con la cabeza, sin comprender la mayor parte de lo que dije, de

todos modos. Extendió la mano hacia mí.

—Hasta nuestra próxima aventura emocionante entonces —Tomé su mano.

Era fuerte, firme y la sentí muy bien sobre la mía. Me sorprendió tirando de

mí en un abrazo de oso enorme. Mi aliento salió con un silbido de sorpresa y

frotó mi espalda para añadir.

No traté de zafarme.

—Casi no puedo esperar —murmuré en su pecho, pero estaba mintiendo.

No porque no me gustara. Lo hacía. Normalmente, hacia la mayor parte de

todo, pero no donde los chicos estaban preocupados porque nuestro

próximo encuentro me haría parecer aún más estúpida. Él me dejó ir y con

un saludo informal, se alejó corriendo, desapareciendo en la niebla. Puse mi

brazo alrededor de la triste Tory.

—Vas a ser arrestada uno de estos días.

Ella se rio un poco.

—Creo que le gustas.

—Estoy hablando de esta guerra, no de él. —Sostuve el cartel que habían

arrancado del poste.

—Oh sí, eso es lo que estoy tratando de decir. He recibido el nuevo

procesador Intel. —Tory se limpió con su cinta del pelo su cara sudorosa—.

Tu madre no podía conseguir encontrarte, así que me llamó para

informarme. Puso sus fotos de compromiso en el correo.

Jadeé. ¿Imágenes falsas de compromiso? Justo lo que necesitaba mi mamá,

una falsa esperanza.

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—¡Byron! —Me apresuré a ciegas hacia la casa, con Tory tenazmente

manteniendo mi paso. Él estaba tratando de arruinar mi vida.

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Capítulo trece

Traducido por cookie3

Corregido por La BoHeMiK

Día 109

16:09 horas

unca subestimes a tu enemigo; nunca asumas que él tiene corazón

cuando tiene cuernos".

—Entrada de Madeleine en el Diario de Guerra (Viernes, 1 de

junio)

¿Cómo podía él? ¡Deja a las madres en paz! Esa era la regla número uno en

travesuras… bueno, yo tenía muchas reglas número uno, pero esta estaba

definitivamente al principio.

Tory y yo mantenemos la puerta abierta del apartamento de Byron con una

facilidad nacida de la experiencia. Todavía estaba en mis pantalones de yoga

negros de la clase, no había tenido tiempo para cambiarme. Era nuestra

única ventana de oportunidad. Tuvimos que esperar dos días para

vengarnos de él. Byron estaba en el gimnasio. Los gemelos se encontraban

en clase. ¿Rock? Bueno, él podría estar echándose una siesta, pero nada lo

conmovió. Cautelosamente levanté mis Converse de lona, me abrí camino a

través de la montaña de basura en el suelo, una carrera de obstáculos

mortales para cualquier visitante, por no hablar de los ladrones de gatos.

—No recuerdo haber saqueado este lugar —bromeé.

" N

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Tory se echó a reír, pavoneándose en su interior. Ella había cambiado su

ropa de la escuela por una camiseta desgarbada y unos pantalones capri.

Ella observó los daños. Todavía quedaban restos de nuestra última visita.

Los chicos no se habían molestado en quitar nuestras hermosas cortinas. Los

tapetes y muñecos de peluche estaban esparcidos por la habitación.

—¿Alguna vez limpiaron aquí? —preguntó.

—Es muy lindo.

Tory me dio una mirada extraña y dispuso nuestro espeluznante muñeco en

su sofá. Estaba hecho de la ropa que encontramos en las cajas de la

lavandería. Miraba fijamente hacia nosotros con ojos rojos y fríos. Los chicos

iban a tener un pequeño ataque al corazón cuando llegaran a casa y

encontraran el fantasma en espera de ellos. Consideré brevemente el sofá,

pero era demasiado pesado para tomarlo. Además, no había tiempo

suficiente. Nos lo dejamos para la próxima espina. Tory desenroscó el cable

de la computadora en un contra ataque feroz. Ella estaba jugando hasta el

final.

—¿Qué estás haciendo? —pregunté.

—Sólo pequeños detalles. —Tory desenroscó un par de bombillos también,

pero los dejó.

Los chicos comprarían otros nuevos antes de darse cuenta de que era

completamente innecesario. Básicamente le debían a su suministro anual.

Deambulé libremente a través de la estrecha cocina. Hubo una serie de

posibilidades para la travesura: un poco de Anbesol alrededor de la parte

superior de los envases de su leche, insectos y moscas falsos en su cereal,

periódicos aplastados tan altos como sus cinturas.

Pero era una operación encubierta, entrar, dejar el mensaje, salir. Me di

cuenta de la mochila negra dejada en una silla. Era una cosa fea y la reconocí

de inmediato. Era de Byron, pero ni modo. Ésa era otra regla no escrita. No

te metas con cosas de la escuela. Casi sin darme cuenta, me encontré

recogiéndola.

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—¡No! —Incluso Tory sabía que estábamos yendo muy lejos—. ¿Qué crees

que estás haciendo?

—Él declaró la guerra. —Me oí a mi misma decir—. Nos hizo llegar tarde a

clase. ¡Se metió con mi mamá! Se lo merece.

Ella se quedó atrás con incertidumbre. No era común que Tory quedara

atrapada en un dilema moral.

—No te preocupes. Es sólo una simple extracción —dije—. Vamos a

devolvérsela esta noche… llena de muchas cosas bonitas. De hecho, vamos a

dejar una nota de rescate.

Tomé un marcador de su pizarra blanca y un pedazo de inmaculado papel

blanco de su impresora. Empecé la nota con mi letra más elegante y

femenina: Queremos citas, un montón de citas…

Tory se echó a reír.

—¿Es en serio?

—No.

Y helado en esas citas. Un montón de chocolate. Y tal vez… si pudieras inscribirte

en el programa novio-por-una-semana, sería absolutamente encantador también.

—Van a pensar que es AmyLee. —Tory se apresuró a señalar.

—Sí. —Doblé el papel y saqué un lápiz de color blanco de mi bolsillo—.

Ahora, por la carta real.

La titulé: Lista de demandas. Acerqué el lápiz a mis labios, pensando. Tal vez

lo mejor era mantenerlo cerca de la carta que encontró en la puerta de

Thanh: En lo que respecta a la mochila: sabemos dónde vives, y queremos lo que es

nuestro: los cojines, nuestra tranquilidad, nuestro amor propio, nuestra dignidad.

Principalmente queremos nuestra vida devuelta. Hazlo o muere. Puse una cara

sonriente en el final, y levanté la vista hacia Tory.

—¿Ves? Podemos jugar bien.

Tory arrugó la frente.

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—Yo no creo que sean capaces de leer eso.

—No hasta que alguien pinte sobre el mensaje con un color diferente de

lápiz. Es ingenioso, ¿ves? —Puse un lápiz de color rojo sobre papel—. Sólo

Byron lo conseguirá.

—¿Cómo?

—Se lo diré.

Colgué la mochila sobre mi hombro. Se sentía un poco pesada… al igual que

el sentimiento de culpa que brotaba dentro de mí… pero en cuanto lo

reconocí, lo silencié. Byron estaba ganando esta guerra, porque el hombre no

tenía conciencia. Ya era hora de que siguiéramos su ejemplo, lo cual

significaba que no tendría problema grabando al Traidor y Desautorizando

signos en la planta baja de la puerta de los videos jugadores.

—Vámonos.

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Capítulo Catorce

Traducido por Vettina

Corregido por La BoHeMiK

Día 109

1632 horas.

erribar puertas es mucho más difícil que tentar a alguien para dejarte

entrar... especialmente si estás sosteniendo flores".

— Entrada de Madeleine en el Diario de Guerra (Viernes, 01

de junio).

Tory y yo nos colamos dentro de mi apartamento momentos después de

infiltrarnos en el apartamento de Byron. Su mochila pesada estaba arrojada

por encima de mi hombro. Antes de que pudiera esconderla de las miradas

indiscretas de Lizzie, vi la escena de la carnicería delante de mí. Ojos

llorosos. Las sonrisas felices. Mis compañeras de piso abrazaron palomitas

de maíz y M & M cerca de sus corazones. Se sentaron en el suelo en un nido

de mantas. El sofá sin almohadas era un poco incómodo.

—¿Qué están haciendo? —pregunté... aunque ya lo sabía.

—Viendo películas de chicas —informó Tory.

—Nadie aprende de mis errores, ¿no?

Era una cosa terrible que se pudieran hacer a sí mismas, en una hermosa

tarde, sobre todo con un solitario viernes por la noche cerniéndose a pocas

"D

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164

horas. Me dirigí a la computadora portátil, pero fue demasiado tarde. Ya

estaba el final cursi.

Mis compañeras de piso suspiraron ante la conmovedora historia en la

pantalla. El hombre estaba de pie sin poder hacer nada, mirando a esta

mujer que era el amor de su vida, un poco inseguro de cómo iba a reaccionar

a su declaración de amor, pero seguro de sus sentimientos por ella. Los dos

quedaron atrapados en la lluvia. La cámara hizo un primer plano de las

lágrimas de la chica. Ellos brillaron.

―Te he amado todo el tiempo‖.

Su voz se quebró y se apoderó de su perfecta mano. Sus ojos tristes se

volvieron alegres. Ella sonrió y él la abrazó. Recogiéndola y haciéndola girar

a su alrededor. La lluvia los roció y no les importó. La cámara se quedó en la

feliz pareja, luego se vio ampliada por arte de magia en el cielo.

Se hizo tan astutamente que hasta mi corazón dio un brinco. Cerré la portátil

con un decidido clic antes de que la hermosa música de los créditos pudiera

llenar la sala. El silencio me dejó sorda. Sus ojos se abrieron para mí. Me

encogí de hombros.

—¿Qué? Tuve que pararla antes de que el hombre se cansara de ella y se

fuera con otra.

Kali se desenrolló de la masa de mantas, dividiendo las capas de sus jeans

blancos. Ella lanzó una almohada hacia mí y la atrapé fácilmente con la

mano izquierda.

—¿Qué es lo que te pasa? —balbuceó ella.

Tomé la cubierta del DVD y lo sacudí a ellas.

—Esto es sólo propaganda de guerra diseñada para debilitar al enemigo de

las huelgas.

—¡Sí, y me encanta! —Suspiró ella, doblando sus rodillas en su estómago—.

Me gustaría poder encontrar un hombre así.

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Lizzie estuvo de acuerdo, y oí la cacofonía de suspiros. Eché un vistazo a

Tory para verla asintiendo con la cabeza al tiempo con ellas. No estaba

llegando a ninguna parte. Chico perfecto. Chica perfecta. Perfecto amor. No

existía. Creer que había algo más ahí fuera, algo mágico. Se convertía en una

decepción aún mayor cuando el mundo se volcaba sobre ti.

Tiré la portada del DVD de nuevo a la mesa.

—Estas películas se dedican a robar dinero y disminuir la existencia. ¡No

hay nada como esto afuera en ningún lugar!

Lizzie se mordió el labio. Parecía que la película la había atrapado en la

mitad de cambio de su ropa de la escuela a su ropa de ejercicios; era tan

poderosa. Ella había escondido su blusa de manga ya que revoloteaba en sus

pantalones deportivos.

—Eh, Mad Dog, ¿no te parece que es un poco… eh… duro?

—¿Qué prefieres? ¿Aprenderlo de la manera difícil o escucharlo de mí?

Traté de caminar fuera de la sala de estar, reajustando la mochila de Byron

por encima de mi hombro. La voz de Lizzie me detuvo.

—Asesina de sueños.

Me giré sobre mis talones. Lizzie me estaba gritando.

—¿Cómo me has llamado?

—¿Qué le pasó a tu fe, de todos modos?

—¿Fe? ¿En qué? —Lancé mis brazos, señalando el DVD—. Amor, romance,

lo que sea que quieras llamarlo… no es así. ¡No hay nada en que tener fe!

—¿Ah, sí? —Kali metió un par de M & M en su boca y se dejó caer de nuevo

en su nido de mantas—. Mi padre ama mucho a mi mamá.

Las cosas eran tan simples para Kali. Y para darme crédito —lo cual hice—

pensé en lo que ella dijo.

—Esa es la forma en que el amor solía ser —dije—, para algunas personas...

tal vez.

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Lizzie se puso de pie, limpiando las palomitas de maíz en el piso mientras lo

hacía.

—¿Crees que eres demasiado buena para el matrimonio? ¿Es eso?

—No —dije con cautela.

Es un mandamiento, ¿no? Sin embargo, el matrimonio era una cosa bastante

difícil de imaginar, especialmente porque no podía llévame bien con

cualquier chico por un día. También ellos tenían demasiados defectos.

—Bien entonces, si no crees en el amor, entonces, ¿qué te impide casarte

ahora? —preguntó Lizzie en voz lógica—. Incluso mejor. Ni siquiera tienes

que esperar a amar al hombre. ¿Por qué no solo fríamente eliges a un chico y

te casas con él? —Me quedé helada ante la idea—. No puedes decirme que

no hay buenos chicos por ahí... porque los hay. Adelante, Mad, eres una

chica temerosa de Dios, sabes que es tú deber. Ve a casarte.

—No hay un hombre con el cual quiera casarme —repliqué.

—¿Por qué?

Vacilé antes de responder. Kali me miraba expectante. Incluso Tory me

miraba curiosa. Lizzie estaba forzando mi mano.

—Está bien, tienes razón. —Me debería haber acordado que Lizzie siempre

tenía razón—. Es por eso que todo esto es una tragedia.

—¿Qué estoy en lo correcto?

—No. —Di una risa burlándome de mí misma—. No voy a casarme con un

hombre que no amo. Y puesto que nunca voy a encontrar el amor, nunca me

voy a casar.

Tal vez por eso me importaba tanto esta revolución. Perdería todo si las

cosas no cambiaban. Amor. Sueños. Todo. Aunque para ser honesta, creo

que los había perdido de todas formas.

Lizzie tomó su tazón de palomitas de maíz de la cocina.

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—Parece que tú eres una víctima más grande de películas románticas de lo

que nosotras somos.

—¿Perdón?

La mochila de Byron rebotó en mi hombro. La seguí a la cocina. Kali tomó

sus mantas gruesas tambaleándose tras nosotras. Tory rodó los ojos y se

apoyó contra la puerta.

—¿Por qué? —pregunté—. ¿Simplemente porque creo que un hombre no

tomará mi perfecta mano? ¿No me hará girar alrededor? ¿No va a decir

―siempre te he amado‖? Y si lo hiciera, ¿no lo sentiría un mes más tarde? —

Me detuve en seco, al ver las flores sobre la mesa. Tres rosas rojas delicadas.

Eran hermosas—. ¿De quién son las flores?

Lizzie lanzó su plato en el fregadero.

—Son de tu admirador más dedicado.

¿Byron? Mi corazón se agitó en sospecha. Me senté en el mostrador,

manteniendo la distancia de las cosas que mueren.

—¿Qué pasa con ellas?

—Y ese es tu problema. ¡Sospechas de cualquier cosa buena! —Lizzie estaba

harta de mí—. Tú dime, señorita Schadenfreude14. ¿Qué crees que es el amor

entonces? Y antes de que vayas a lo de respeto mutuo, dime lo que

realmente piensas.

—Es algo que… —Ella me hizo acobardar. Eché un vistazo furtivo a las

rosas, esperando que le crecieran espinas… bueno, más espinas. Los ojos

fijos de Lizzie estaban sobre mí. Bien, le diría lo que realmente pensaba—. Es

algo que ya no existe... no para mí de todos modos.

—Así que para ti, el amor está completamente fuera de alcance, ¿algo tan

grande y tan increíble que crees que nunca lo encontrarás porque nunca lo

14 Schadenfreude: es una palabra del alemán que designa el sentimiento de alegría creado por el

sufrimiento o la infelicidad del otro.

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has visto? —Después de un momento, asentí—. Tú eres una romántica peor

que Kali.

Jadeé. Esas eran palabras ofensivas. Lizzie recogió los platos de la alfombra

verde. Normalmente limpiaba cuando estaba molesta, por eso era una

tentación hacerla enojar. Esta vez fue un accidente.

—Nunca vas a ser satisfecha por un hombre de verdad —acusó Lizzie.

Sandra desfiló desde las habitaciones traseras. Sus jeans de corte bajo se

aferraban a sus tacones altos de cuero. Como de costumbre, estaba hablando

por su iPhone a su última aventura. Lizzie se alejó del fregadero.

—Espécimen uno —dijo en voz baja—. Ella encuentra el amor todos los días.

Explica eso. ¿Es real o es falso?

—No lo sé —Me volví hacia ella—. ¿Sandra?

Sandra levantó un dedo, silenciándonos. Sus mangas de pañuelo se le

cayeron de nuevo a los codos. Ella era una de esas personas que exigían la

cortesía hasta el punto de la grosería.

—¿No sé de dónde sacaste la idea de que estábamos contratando para

limpiar cheques? —Le oí decir en tonos recortados a través del teléfono.

Me mordí el labio, mirando a otra parte. Fue entonces cuando me di cuenta

del lío en la cocina. Salté del mostrador, cerré las puertas de los armarios

antes de que Sandra se diera cuenta y se fuera en una diatriba. No en un

momento más oportuno, Sandra apagó su celular y abrió la puerta de un

armario cerrado recientemente.

—¡Hay un olor desagradable en esta cocina! —se quejó.

—¿Viene de las rejillas de ventilación? —pregunté. Siempre había una

posibilidad de una mofeta muerta o jugo de pepinillo viejo escondido allí.

Me puse a investigar.

Sandra negó con la cabeza, tomando la mantequilla de maní de la alacena.

Ella estudió el contenido para asegurarse de que estaba tan llena como antes.

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—¿Quién ha estado comiendo mi comida? —Traté de no mirar a Kali.

Lo más probable es que ella sería la culpable, pero de ninguna manera iba a

confesarlo. Me quedé mirando las rejillas en su lugar. Afortunadamente, no

había nada allí.

—¡Dejen de comer mi comida o voy a poner laxantes en ella! —amenazó

Sandra. Tenía la esperanza de que Kali supiera que era en serio.

—¿Sandra? —pregunté de nuevo.

Le llegó un mensaje de texto.

—Sólo un segundo.

Estaba celosa de su destreza. Enviaba un mensaje con una mano mientras

esparcía mantequilla de maní sobre un pedazo de pan. Con un aire sin

sentido, ella dibujó otra marca en el frasco de mantequilla de maní con un

rotulador para señalar el nuevo nivel. Nadie se comería su comida sin ser

descubierto. La próxima vez, probablemente tomaría las huellas dactilares.

—Ves —susurró Lizzie—. Incluso ella puede encontrar amor.

—¿Amor de verdad? —pregunté.

—Eres una romántica.

Me estremecí y me aseguré de no mirar en la dirección de las flores. Lizzie

iba a probar algo. Sandra dejó de mandar mensajes de texto y volvió los ojos

exasperados sobre mí.

—¿Qué?

En ese momento Kali deslizó su iPod en los altavoces sobre el mostrador y

empezó a cantar fuera de tono, no sólo fuera de tono, pero lo más fuerte que

su voz podía gorjear, deformando la melodía. Traté de gritar más fuerte que

el sonido.

—Sí, bueno, ¿Sandra? ¿Cuál es tu definición de amor? —Fue una pregunta

tonta, y me sentí aún más tonta al preguntar.

Sandra se ahogó con su sándwich.

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—¿Me estás preguntando? Averígualo tú misma. —Ella intentó salir de

nosotras, pero luego dudó, su cara tratando de asumir una expresión

agradable. Me di cuenta de que era un proceso difícil—. ¿Tiene esto que ver

con mi oferta para ayudarte con tu vida amorosa?

—¡No! —Traté de no revelar mi horror ante la sugerencia. Sólo necesitaba

mostrarle a Lizzie cómo la definición de alguien del amor era más desigual

que la mía—. Quiero saber si el amor es… —Inventé algo—. Si en realidad

vale la pena el dolor.

Sandra miró especulativamente a las rosas sobre la mesa. No sé si sabía de

quién era.

—Siempre es divertido cuando tú crees que estás enamorada. —En lugar de

ser una grata sorpresa, en seguida estaba suspicaz de su respuesta honesta.

Sandra golpeó sus largas uñas en el mostrador—. Incluso si no te gusta el

chico, es mejor que estar en casa contigo —Extrañamente redujo el insulto—,

con nuestra, mi tarea.

Hubo un fuerte sonido sordo por encima de nosotras.

Parecía que alguien estaba en el techo.

—¿Qué es eso? —preguntó Sandra con aprensión.

—Mike está aquí —dijo Lizzie en voz baja—. Está fijando el ventilador de

techo.

Un escalofrío se me escapó. Nuestro propietario era el hombre más amable

del mundo, y le gustaba hablar de todo. Si encontraba a cualquiera de

nosotras a solas, podíamos quedar atrapadas con su parlotear durante horas.

Y no estoy bromeando. Era la peor tortura psicológica imaginable.

El canto de Kali cesó abruptamente.

—¿Dijo Mike algo sobre…?

—Shhh. —Sostuve mi dedo supersticiosamente a mis labios—. No digas su

nombre muy alto. Él te va a escuchar.

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Kali bajó la voz.

—¿Dijo algo más sobre... esa chica? —Abrazó su manta cerca. Ella estaría

chupando su pulgar después.

—Thanh no es un fantasma —le dije—. Me enteré de quien es ella. —Tory

me lanzó una mirada de traición—. Lo siento, he tenido la intención de

decirles.

—¿Cómo averiguaste quién era ella? —Sandra se giró hacia mí, parecía

inusualmente interesada. Me preguntaba si estaba atrapada como el resto de

nosotras en el misterio. Era terriblemente humano de ella.

—Ella es la Asistente del Profesor en mi clase de física.

—No —dijeron todas a la vez.

Inmediatamente era la estrella con más información.

—Ella es una estudiante de posgrado. Es por eso que ni siquiera la vemos.

Probablemente esté trabajando en un ensayo revolucionario o algo así.

Prácticamente vivimos cerca de una persona famosa… algún día.

Ahora lo estaba haciendo más grande de lo que era, pero a nadie le importó.

Lizzie estaba ocupada reuniendo los ingredientes para hacer espaguetis. Ella

no era una de las que se distraía por el chisme.

—Y Byron salió con ella —dije.

—¿Qué? —Incluso Lizzie fue sorprendida con eso.

Por alguna razón Sandra no se había alejado todavía.

—Tú no le dijiste que entramos en su apartamento, ¿verdad?

Me eché a reír. Sandra debía pensar que yo era un idiota.

—Por supuesto, sólo le dije buscamos a través de sus cosas y nos probamos

toda la ropa. No es gran cosa.

Sandra se puso rígida, luego apagó su ira. Vi con terrible fascinación. Estaba

controlando su ira. Era tan diferente a ella.

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—Eh, lo siento, no quise concluir que eras estúpida.

Estaba sorprendida. Incluso Lizzie parecía asombrada de la revisión

completa de su personalidad. ¿Sandra iba a de clases de control de ira o algo

así? Distraída por un momento, Lizzie abrió la puerta del armario debajo del

mostrador sin tomar las precauciones habituales. Ollas y tazones salieron

volando, haciendo un fuerte ruido por todo el piso. Kali gritó, tratando de

preservar sus vulnerables dedos de los pies.

—Bombas trampa otra vez. —Sospecharía que Tory lo hizo para asustarnos,

excepto que Kali vivía con nosotras también y nunca colocaba nada

correctamente. Escuchamos los golpes que respondían en contra de nuestro

piso.

Las chicas de abajo pensaron que estamos siendo demasiado ruidosas y

estaban golpeando la escoba en su techo de nuevo. Kali pisoteó de vuelta,

sus pies descalzos haciendo un ruido extraño contra el suelo de la cocina.

Era un sistema sofisticado de comunicación. Las rosas se sacudieron

peligrosamente sobre la mesa y las estabilicé, sabiendo que iban a apestar el

lugar si se estrellaban contra el suelo. Tan pronto como las rosas estaban a

salvo, arrastré la mochila de Byron a la computadora y la dejé en el suelo de

linóleo amarillo.

Demasiado tarde, oí jadear a Lizzie detrás de mí.

—Esa no es tu mochila.

Me encorvé culpable y miré a Sandra. Su iPhone estaba pegado a su oreja de

nuevo. No se suponía que debía jugar mucho, con su ex-novio, y realmente

intentaba no hacerlo, pero… él me estaba provocando. Me odiaba por ello.

—Lizzie, ¿no sé de lo que estás hablando? —Me volví hacia la

computadora—. ¿No puedo obtener una nueva mochila sin ti volviéndote

loca?

—No, si ya pertenece a otra persona.

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—No te preocupes. —Tory se dejó caer en la silla de madera dura a mi

lado—. Van a pensar que fue AmyLee quien la robó. Tenemos todo cubierto.

Lizzie miró sorprendida y le dio a Tory una mirada molesta.

—Hicimos a AmyLee un favor —me apresuré a explicar—. Si los chicos

conceden nuestras exigencias, ellos van a salir con ella… en una cita, quiero

decir. Eso es lo que quiere.

—Tú no hurtas cosas de la escuela. —Lizzie me recordó. Yo lo sabía, pero

Byron rompió las reglas primero.

Sandra recorrió el perímetro de la cocina, todavía unida a su teléfono.

—¿Qué? ¡Es viernes por la noche! No puedes solo… Él es… —Ella suspiró

profundamente—. ¿Cómo esperas que haga eso?

—Oh no —susurré con una mirada significativa a Sandra—. Alguien va a

estar en casa en un viernes por la noche. El horror. —Lizzie me dio una

mirada de advertencia.

Mi computadora se tomó un momento para reiniciar.

—Hola, Mad Dog. —Sonó una vocecita en su interior—. Bienvenida a tu

ordenador. ¿Qué puedo hacer por ti hoy?

Casi me caigo de la silla.

—¿Quién se metió en mi computadora? —Nadie sabía y me giré para mirar

a Tori. Ella siempre estaba tratando de perfeccionar mis habilidades, pero

ella parecía en blanco. Podría haber sido cualquiera realmente. Tomé una

respiración profunda, continuando mi debate con Lizzie—. Lord Byron

cruzo la línea también.

El rostro de Lizzie se endureció.

—Él me hizo llegar tarde a clase.

—También envió un anuncio de compromiso a mi mamá. Se infiltró en mi

territorio personal.

—¿Con quién te casas? —preguntó.

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—¡Ese no es el punto!

Aunque ahora tenía curiosidad. Entre en mi computadora y vi el protector

de pantalla. La cara de Cameron flotó a través de la pantalla junto con la mía

en un collage lindo de las típicas poses de pareja de comprometidos. Cursi.

¿Ellos me hicieron casarme con Cameron? Lizzie se quedó sin aliento. Estas

eran mis fotos de compromiso viejas. ¿Mi mamá obtuvo esto del correo?

—¿Qué pasa con él? —grité, ya no preocupándome por mantener mi voz

baja—. Uno no se mete con las madres de las personas.

No te metes con los ex novios de la gente tampoco. Sandra miró con

suavidad hacia mí, y traté de mantener el control, para que no oyera esto.

Estaba demasiado frustrada para pensar con claridad.

—Oh —susurré para mis adentros—, Byron acaba de pedir por ello… un

millón de veces.

Lizzie tenía razón. No había visto cómo era la vida realmente. Quería que mi

vida fuera de cierta manera y no lo era. Había estado empujando la misma

roca terca siempre, sólo para cambiar la manera en que las cosas eran… y

aunque nada se movía, no podía dejar esa roca y encontrar otra. Ya había

puesto demasiada energía y esfuerzo en ella. Lo que quería decir era… tenía

un punto por hacer; el amor había muerto, y aunque nadie me escuchaba,

tenía que conseguirlo a través de esto algún modo, incluso si eso significa

hacer frente a este tipo de escoria.

—No dejes que esto te afecte. —Escuché decir a Lizzie en voz baja—. Por

favor.

Apenas podía oír su voz y me puse de pie, paseándome por el piso de la

cocina alrededor del obstáculo de Kali.

—¿Crees que soy la única víctima de las películas para chicas aquí? ¿Y qué

hay de ti? No me puedes decir que nunca has sido herida por un hombre.

Por qué no has encontrado el amor, ¿eh?

—Lo he hecho. Simplemente no me quería de vuelta.

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No había palabras que pudieran ser más calculadas para impresionarme.

—¿Quién? —gruñí.

—En realidad, sucede todo el tiempo. Es sólo la forma en la galleta se

desmorona, ¿sabes? —Sonrió, con lo que ella pensaba que era una sonrisa

reconfortante.

—¡Quién no te querría! —Estaba enojada otra vez. Corrí a las flores.

Descubriría al enemigo con el que estábamos tratando y me aseguraría de

que mis amigos nunca estuvieran tristes por la pérdida de un hombre de

nuevo—. Déjame ver esto.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Kali con cierta alarma. Por algún

milagro, la había desviado de su golpeteo al suelo. Tan pronto como llegué a

la mesa donde descansaban las flores, las saqué del jarrón y las clavé junto a

Kali. Ella arrugó la nariz—. ¡Oh, esas apestan!

—¿Lo dije o no lo dije? —Tiré la nota de las flores—: Lo siento, no estabas aquí

cuando traje estos. Debido a tu desafortunada ausencia, me aproveché de tus

compañeras de cuarto en su lugar. Vamos a decir que estamos a mano, ¿de acuerdo?

Post Script: Por favor devuelve mi copia de “Los susurros del amor bajo la lluvia”

cuando hayas terminado de verla. Necesito una buena risa.

Byron no estaba en el gimnasio cuando robamos su mochila, ¿verdad? Él nos

dio la película para chicas. Se metió con mi mamá. Y estas rosas estaban

empapadas en jugo de atún. Las arrastré por la habitación, dejando que

gotearan descuidadamente por el suelo.

—Esto es cuan divertido es el amor.

Tiré las rosas a la basura.

La cara de Sandra se torció en horror. Colgó el teléfono, cortando al chico en

el otro extremo.

—¿Qué estás haciendo?

Kali sacó las rosas de la basura y las enjuagó.

—¿Qué? Son todavía hermosas. ¡Ay!

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La pinchó una espina. Odiaba decir que se lo dije, pero se lo dije. Un fuerte

ruido afuera de la cocina, por el pasillo, nos hizo girar. Dos piernas colgaban

de la trampilla por encima del pasillo. Las piernas estaban adjuntadas a un

par de zapatillas sucias. Las caras de mis compañeras se retorcieron en

diversas expresiones de horror mientras la cosa bajaba del techo y venía por

nosotras.

—Shh. —Kali nos advirtió—. Manténganlo bajo… es Mike.

Y si nos atrapaba, no pararía de hablar.

Miré con horrible anticipación como nuestro casero salió del entrepiso de

nuestro techo y cayó al suelo. Estaba cubierto en mugre y polvo blanco. El

miedo era casi palpable mientras todo el mundo se apartó de él en un solo

movimiento, ocupándose con cualquier cosa que pudieran encontrar.

Incluso Kali parecía sospechosamente preocupada con los platos. Ella no me

estaba engañando en lo más mínimo.

Era la única que no había podido apartarme. Por alguna extraña razón,

estaba irrevocable y profundamente atraída por ese agujero en el techo.

Incluso en la medida en que iba a sacrificarme, y a mi cordura, para saber

más sobre él. Caminé hacia el agujero y me sujeté con las manos para poder

tocar el borde de la cornisa.

—¿Qué pasa aquí? —Me encontré preguntando. No hice caso de las

exclamaciones sorprendidas detrás de mí. Había abierto la conversación con

Mike.

Se sacudió el polvo de la aspersión del material blanco de su pelo castaño y

sudadera gris.

—Puse velcro en los bordes de la trampa. —Él extendió la mano, rompiendo

la puerta en su lugar sobre el entrepiso—. Es más fácil de abrir, ves.

—Oh sí, supongo que si los nazis alguna vez vienen por nosotros.

Él me lanzó una mirada nerviosa mezclada con advertencia… como si

realmente iba a tratar de explorar el lugar.

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—Yo no iría ahí si fuera tú. Es caliente, sucio… y hay arañas.

Dudoso. No había telarañas sobre él. Miré hacia arriba en la trampilla y

asentí con la cabeza para calmarlo.

—Sí, suena peligroso —mentí—. Yo nunca iría allí.

—Es mejor que no. Voy a decirte una vez, había este…

Sus historias estaban empezando. Mi celular sonó y me di cuenta del tono de

llamada. Los gemelos del mal. Lo respondí, sabiendo que al menos me

mantendría a salvo de la lengua habladora de mi casero.

—Sí, ¿Byron?

—Me parece que me falta algo de vital importancia.

—En efecto. —Traté de mantener la voz baja con los ojos del casero en mí—.

¿Has conocido mis demandas sin embargo?

—Sí, novio-de-una semana, viniendo enseguida.

Casi dejo caer el teléfono.

—No noto amabilidad en tus amenazas.

—¿Lo gracioso es que yo no sabía que estabas interesada en mí? Pero luego, cuando

vimos lo que querías…

—Lo siento; vas a tener que mirar la letra pequeña… en la parte posterior.

Nunca estaría tan desesperada.

—¿En serio? Eso no es lo que el presidente dijo.

—Déjalo fuera de esto. No tiene nada que ver.

—No preocupes a tu pequeña cabeza, Mad. Podemos solo mantener este asunto

novio-para-una-semana en secreto, pero me debes. Quiero mi mochila entregada en

mi apartamento ilesa. Quiero que sea entregada bonita y limpia… esta noche. Sin

trucos.

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—¡Por qué tu sucio…! —Tomé una respiración profunda, recordando los

cojines del sofá—. Esta noche. Dame lo que quiero, Byron, y nadie saldrá

lastimado.

Antes de que Byron pudiera socavar mi determinación una vez más, colgué

el teléfono. Me encontré con los ojos asombrados de mi casero y me aclaré la

garganta.

—Lo siento. ¿Qué estaba diciendo?

—Uh… ¿permanecer fuera de la trampa?

Antes de que pudiera murmurar una respuesta, sentí la mirada de Sandra

sobre mí. Tan pronto como atrapé su mirada, sonrió graciosamente. Estaba

llena de sarcasmo.

—Oh —susurró ella—. Suena como que tienes una cita caliente.

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Capítulo Quince

Traducido por Lore_Mejia

Corregido por amiarivega

Día 109

2143 horas

ra viernes por la noche, una noche normalmente reservada para el

jolgorio… aunque yo no tuve tanta suerte. Tenía que lidiar con el

enemigo”.

—Entrada en el diario de guerra de Madeleine. (Viernes, 1 de junio)

Tiré la puerta de mi auto. Las palabras de Sandra aún ardían en mis oídos.

¿Una cita? Y luego tuvo el descaro de felicitarme. Conocía ese destello de

venganza en sus ojos. Ella sabía lo mucho que Byron me odiaba. Él

devolvería los cojines; yo le devolvería su maletín. Nadie más tenía que

haber estado envuelto. Y después de eso; yo tampoco. No estaba mandando

mensajes con su ex, ¿ok? Sin importar lo que ella pensara.

Le di la vuelta a mi carro en el parqueadero detrás de nuestros

apartamentos, abrí el baúl y saqué mis víveres. Un viaje de compras a

Macy’s era la única forma de matar tiempo antes de encontrarme con él por

la noche. El sonido de mis pasos era el único sonido de la noche. La luna

sólo era un contorno débil sobre mí, las nubes oscuras y de mal agüero con

la tormenta que venía.

Conseguiría lo que quería y luego dejaría que Byron se fuera. Sería limpio.

No era tan difícil. Sabía exactamente cómo evitar a Byron, no hablándole

nunca… porque no estaba bien meterme con el ex novio de mi compañera.

“E

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Ese es el porqué. Saqué todos mis víveres hasta que tuve la última bolsa.

Cualquier cosa para evitar volver a mi carro. Las agarraderas de plástico

cortaban mis dedos. Sandra quería esos cojines de vuelta tanto como el resto

de nosotras. Quiero decir, solo una vez más con Byron no me lastimaría y

luego renunciaría. Las arrugas del plástico se perdieron en mi lucha interna:

No me siento culpable, no me siento culpable, no me siento…

Una débil luz iluminaba la oscuridad. Venía de un apartamento de arriba

que estaba al lado del nuestro. Podía verla perfectamente desde la parte de

atrás del edificio. Thanh estaba en casa. Hasta ella estaba en casa un viernes

por la noche. Miré mi camioneta y me di cuenta que no tenía espacio en las

manos para cerrar el baúl. Intenté usar mi cabeza pero, pero me rendí y dejé

caer mis víveres en el pavimento negro. Tiré la cubierta del baúl y escuché

un eco sobre mí. Una sombra pasó por la ventana de Thanh y otra la siguió.

El viernes por la noche de Thanh no era tan solitario, tenía un visitante.

Me agaché y tomé todas las manillas de las bolsas con mis dedos otra vez. La

bulla en el apartamento de Thanh se volvió más fuerte. Escuché voces

discutiendo, una era femenina, la otra más rasposa y gruesa, era masculina.

Escuché algo romperse y me enderecé. Thanh estaba tirando sus cosas.

Coloqué las bolsas de los víveres en mis brazos preguntándome si debería

ver cómo estaba. Probablemente se vería raro viniendo de una completa

extraña. Escuché otro golpe. Sin pensarlo, grité hacia la ventana: —¡Hey!

Antes de saber qué pretendía con eso, la luz en su apartamento se apagó y

quedé sumida en la oscuridad, mi piel se erizó mientras me arrepentía de mi

usual imprudencia. ¿Qué me había hecho gritar así? La pobre Thanh podía

hacer un desastre si quería. Tenía una vida que vivir. Mis víveres se

volvieron más pesados. Mis dedos perdieron la sensibilidad rápidamente y

ahora temía encontrarme a Thanh en las escaleras. Después de voltearme los

ojos a mí misma, me adentré en la oscuridad.

Las hojas de un arbusto a mi derecha de repente se veían como si el viento

las hubiera alborotado. Me tropecé debido a la adrenalina. Aquí no había

brisa. La tormenta que venía se estaba conteniendo. Miré el arbusto a través

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de la oscuridad. Alguien que no notara la situación no se habría dado

cuenta, pero yo sabía que no estaba sola ahí afuera. Cualquier cosa podía

estar en las sombras. Cualquier persona. Todo lo que tenía para defenderme

eran huevos, tortillas y tal vez papel higiénico. Todo lo que una chica

necesitaba para una guerra de bromas y eso era completamente inútil ante el

verdadero peligro. ¿Pero por qué tendría que defenderme? Podría sólo

caminar y pretender no haber visto nada, excepto que sí vi. Algo dentro de

mí no me dejaba apartar la mirada del arbusto. Por el momento se había

quedado quieto como cualquier buen arbusto, pero había algo diferente en

él. Algo me miraba desde sus hojas. Saltó hacia mí con una delicadeza

alarmante.

—¡Capitán!

Salté cuando Tory salió de la oscuridad. Aparentemente había estado

vigilando las premisas. No era sorpresa, excepto que había salido de un

arbusto.

—Cepillé el área. —Se acercó—. Tus cojines están en el dormitorio de los

chicos al lado de…

Salté, viendo la brillante luz segundos antes de que nos envolviera como una

bomba. Dejé caer los víveres y caí al piso, momentáneamente cegada. El

sonido perforaba mis oídos.

—¡Guau! —La bulla cortó mi voz. Miré de soslayo la luz, pero tan pronto

como nos engulló se había extinguido—. Tory, ¿viste eso? —grité.

—¡Qué! ¡No puedo ver!

Yo tampoco podía. Para rematar, no podía oír bien. Tan pronto como mis

ojos se ajustaron nuevamente a la oscuridad vi a Kali tirar de su cosito de

Rosita Fresita. —¡No puede ser! —gritó con su adorable voz mientras se

acercaba—. ¡No sé qué hicieron los chicos! ¡Pero eso fue genial!

Lizzie siguió, agitando sus brazos como loca. —¡¿Puedes creerlo?!

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—No —grité—. ¡No, no puedo! Fue como una bomba rápida. Los chicos no

harían algo así. ¡Esto es cosa de equipos especiales!

Tory encajó la mandíbula. —¡¿Entonces qué es esto Liz?! —Lizzie gritó por

nuestra sordera. Empujó algo hacia mí y se arrugó en mis manos. Era otra

lista de exigencias.

Corrí hacia mi carro y abrí la puerta para leerlo bajo la luz del interior. “Para

el apartamento conocido como el hoyo negro: queremos una docena de rollitos de

canela, laven nuestros platos y queremos que el apartamento quede limpio de

cualquier rastro de chicas. Rápido… o agregaremos más exigencias”.

—¡Esto es chantaje! —gritó Lizzie rabiosa—. ¿Qué tipo de monstruo haría

una lista de exigencias?

Dirigí mi mirada hacia Tory, ignorando eso. —Deberíamos mostrarles la luz.

Sonrió. —¿Qué estás planeando?

Una gota de lluvia cayó en mi nariz como un ligero beso. Me la sequé,

buscando en la guantera. —Digo que los metamos en el viejo juego de las

estafas. ¿Qué dices?

—Espera, espera, espera —Lizzie sacudió mi hombro—. Byron está tratando

de sacarnos de nuestro apartamento, ¿no es eso obvio?

—¡Ya estamos afuera! —Salí de mi carro. La tormenta caía sobre nosotras, el

viento soplaba mi ropa mientras corría desatenta a través del parqueadero

para ver qué daño le había hecho Byron al apartamento.

Tory me hizo devolverme. —Tu apartamento es una trampa explosiva.

Estamos bien.

—¿Cómo? ¿Qué hiciste?

La luz de mi carro se reflejó en la cara de Tory haciendo que sus ojos se

vieran endemoniados. —Sandra está ahí. ¿Recuerdas?

Me burlé. —Excelente. Si pueden pasar sobre ella, tienen mi entero respeto.

—La lluvia cayó libremente sobre nosotras mientras yo me regresaba al

asiento de mi carro. Después de una profunda búsqueda encontré mi

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linterna. Era una miniatura. Tory frunció el ceño. Fue lo suficiente para

hacerme reír—. Es todo parte del plan. Vengan, las necesitaré a todas para

esto.

Después de que Lizzie tirara todos mis víveres de vuelta al carro, dejamos el

parqueadero a pie. Los pozos de agua de lluvia salpicaban bajo mis pies,

humedeciendo nuestro ataque sorpresa. —Esto sería mucho más fácil si

tuviéramos el número de celular de Byron —murmuró Lizzie. Metió su

camisa dentro de su pijama verde con blanco. Kali saltaba para mantener

nuestro ritmo. Nos escondimos detrás de un basurero, evitando a civiles

risueños que pasaban por nuestra guarida. Unos tortolitos compartían una

sombrilla roja con puntitos.

Respiré hondo, pero no muy hondo porque estábamos escondidas detrás de

un basurero y olía mal. —Ok, quiero que Lizzie y Tory vengan conmigo.

Kali toma esto. —Le di la linterna.

—Pon esto detrás del barracón… igual que como los chicos acomodaron su

luz. Queremos que vean que las grandes mentes piensan igual. —La linterna

cabía perfectamente en la pequeña mano de Kali. Se veía confundida—.

Tendremos nuestro pequeño show de luces desde su ventana trasera —

expliqué—. Aunque este no será un show, ¿me explico?

Kali sonrió, enfundando la linterna en el bolsillo canguro de su chamarra.

Me entregó un perfume de abuela. —Tal vez lo necesites. —Se fue con un

alegre saltito.

Llevé al resto de mi grupo al frente del complejo de apartamentos.

Estábamos de pie debajo del balcón de los chicos y al lado del apartamento

de los tramposos jugadores. Aparté el cabello de mi rostro.

—Tory tú quédate aquí de pie con los brazo arriba. Está lista. —Tory

respondió con aprobación. Sabía que iba a hacer esto. Subí las escaleras con

Lizzie. Nuestros pies rozaban la escalera metálica, haciendo eco en la muerta

noche. Mi corazón latía fuertemente en mi pecho. Teníamos que hacer esto

importante. Hacer o romper. Miré a mi dulce compañera. Si alguien podría

traspasar a esta malvada de malhechores sería nuestro sigiloso bombardeo.

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Llegamos al piso de los chicos y yo me recosté a la pared de ladrillos, viendo

vagamente las sombras en su ventana. Tendría que confiar en que los cojines

estuvieran por donde Tory había dicho, me di cuenta que no le había

preguntado por dónde estaban. Me mantuve concentrada—. Ok, Lizzie ve a

decirles a los chicos que tendrán un espectáculo de luces por su ventana

trasera. Asegúrate de llevarlos a todos a la cocina.

Lizzie tomó un respiro tranquilizante y se dirigió hacia las profundidades de

todo lo que es nefasto y oscuro sin siquiera tocar la puerta. Escuché el

murmullo de voces cuando entró. Mi corazón se negaba a latir más

suavemente. Lizzie les susurró algo suavemente. Los chicos saltaron de los

muebles, empujándolos contra la pared en su intento de llegar a la cocina

rápido. De hecho fue más rápido de lo que había anticipado.

Tan pronto como se fueron, entré a la sala, manteniéndome en las sombras.

Vi a los gemelos en la ventana de la cocina con Lizzie, su perfil ario se dirigía

a la oscuridad exterior. Di un cuidadoso paso adelante. El piso crujió bajo

mis pies y me detuve rápidamente, mirándolos. Sacaban la cabeza para ver

lo que les esperaba ahí afuera. Rebusqué la sala de rodillas, encontré los

cojines por la luz del televisor. Dos grandes cojines rayados. Ay, ¡como los

había extrañado! Los recogí bajo mis axilas, manteniendo mis ojos en los

gemelos. Uno de ellos estaba en el alfeizar. Por las apariencias de sus

peligrosos hoyuelos pude saber que era el gemelo A. Bueno, Adam. Su

hermano Blake se estaba riendo de algo. Le susurró una pregunta a Lizzie,

su voz era gentil. Lizzie respondió suavemente, quitándose y poniéndose

sus pantuflas con nervios. Adam sonrió y pateó una de ellas. Antes de poder

ver la reacción de Lindsay, respiré profundamente e intenté salir.

—¡Hey!

Ante el grito de descubrimiento corrí hacia la puerta. Los cojines eran

pesados y los gemelos corrían detrás de mí. Eran más rápidos, pero ya había

anticipado eso. Le tiré los cojines a Tory y ella desapareció con ellos. Los

gemelos trataron de pasarme, pero no la alcanzarían sin una pelea. —Agarra

a un gemelo —le grité a Lizzie. Puse mis manos en el cuello de Blake y me

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tiré como peso muerto. Ambos nos caímos. Blake trató de empujarme, pero

me sostuve con fuerza, sabía que era el más educado de los dos y no jugaría

sucio. Adam ya me hubiera empujado. Hablando de… mirando por el

entrecierre del ojo pude ver que Lizzie tenía menos éxito con él. Adam

fácilmente se zafó de ella y trató de pasar sobre su hermano y yo. Me retorcí

sobre la espalda de Blake e hice que Adam se tropezara cuando pasó. Cayó

sobre sus rodillas. Le quité su zapato blanco y negro del pie izquierdo,

empujándolo bajo la verja. Desapareció en los arbustos.

—¿Estás de broma? —Adam vio su pie—. Esos son Zoom Vomeros15. ¡Esos

son más caros que tu matrícula en la universidad! —Comenzó a

perseguirme. Me escondí detrás de su dulce hermano hasta que alguien me

jaló fuertemente alejándome de Blake y caí duramente sobre mis pies. ¡Rock!

Me había olvidado completamente de él. Su oscuro cabello estaba

despeinado y había marcas en su cara que indicaban que lo habíamos

levantado de un sueño profundo. Se veía irritado. Me enderecé. De todos los

chicos, él no soportaba las bromas… tal vez podría usarlo contra él.

—Rock. —Traté de sonar frágil—. Me alegra que estés aquí. Los gemelos se

robaron nuestros cojines. ¿Podrías ayudarnos a recuperarlos?

Estaba confundido momentáneamente. Sentí que sus manos aflojaron el

agarre que tenían sobre mí lo suficiente para poder soltarme. Me caí al piso.

—¡Corre! —le grité a Lizzie—. ¡Corre! —Blake se levantó. Su zapato estaba a

mi alcance y también se lo quité, tirándolo lo más lejos posible de la verja.

Rock gritó molesto. Ya no era la chica inocente. Todos estaban tras de mí.

¿Qué podían hacer? ¿Atraparme? ¿Y luego qué? Tan pronto como pude

levantarme, me dirigí en la dirección contraria, subiendo las escaleras de dos

en dos, alejando a mis perseguidores de Tory y los cojines. Rodeé la esquina

del barracón, escuchando a los gemelos tras de mí, estaban en desventaja

con sólo un zapato. Kali saltó entre nosotros. No era realmente un

sacrificio… sabía que ella quería ser capturada. Blake la levantó justo cuando

15 Zoom Vomeros: Es un tipo de gomas especiales para corredores de la marca Nike.

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agitaba sus piernas en un borrón de pijamas de Rosita Fresita. No había

manera de que Blake me alcanzara con ella en sus brazos. Ella se había

comido una docena de barras de chocolate hoy. Aplaudí su estrategia.

Rock había desaparecido, demasiado flojo como para unirse a la

persecución. Pero, ¿dónde estaba Lord Byron? ¿En un cita? ¿Destrozando

nuestro apartamento? Tragué más aire tomando respiros cortos y

superficiales. Adam seguía tras de mí. No se rendiría. Sus pantalones se

escuchaban en la oscuridad. Aun con un solo zapato no tardaría mucho en

alcanzarme. El punto era distraerlo de Tory, pero no deseaba el pensamiento

de ser atrapada, posiblemente torturada. ¿Me pregunto cómo detenerlo?

¿Una chica? ¿Una fiesta? Conocía el lugar.

Corrí a través de la calle hacia el parqueadero subterráneo de Liberty

Square, era el complejo residencial para la fiesta de segundo año y estaba

atestado de carros. Era viernes por la noche. Me moví a través de los carros y

caí sobre mi estómago al lado de un escarabajo Volkswagen. Mi respiración

era muy sonora. Si no era cuidadosa, me delataría.

—¡Mad! —Escuché el torcido modo de andar de Adam del otro lado del

Volkswagen, contuve la respiración. Estaba más cerca de lo que quería—.

Sabes que nosotros tomaremos tus cojines otra vez, ¿cierto? —Cerré los ojos

con fuerza, deseando que no fuera a responder. Exhalé lentamente—.

Debiste habernos hecho unos rollos de canela y nada de esto hubiera

pasado. —Esperaba que no me cortara la lengua con los dientes para evitar

no responder a eso. Mi mano tocó el perfume de la señora mayor. Lo tomé.

Adam no me llevaría sin una pelea.

—Tal vez vaya tras de Lizzie. De todas formas Byron dice que ella cocina

mejor que tú.

Me tapé la boca con las manos, escuchando la voz de Adam desvanecerse.

Significaba que iba en la dirección equivocada o estaba alterando su voz

para que sonara como que era así. El sonido de tacones se escuchaba por el

pavimento y vi a dos chicas de mantenimiento, de tan alto mantenimiento

que podían ser del rey Henry. Se dirigían a su auto.

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—Hey —dijo Adam con un asentimiento. Las chicas soltaron una risita en

respuesta. No tuvo otra elección sino fingir que iba a un lugar importante.

Miré por el neumático, viéndolo abandonar el parqueadero con solo un

zapato. Esperaba que no fuera para buscar a Tory… o a Lizzie… o a

cualquiera. Hice un rápido inventario de mis heridas. No se veía bien; me

había torcido un dedo y mis jeans estaban cubiertos de barro. Al menos

Sandra estaba vigilando la casa. Siempre era tan dedicada a sus capacidades

de quedarse-por-fuera-de-las-vidas-ajenas. Mi aliento se detuvo con un

pensamiento repentino. ¿Qué tal que Byron pudiera traspasar sus defensas?

No podía creer que hubiera sido tan idiota. Por supuesto que podría. Era su

exnovio. Él estaba allí ahora. Los había juntado sin desearlo. ¿Cómo pude no

haber visto eso? Cogí mi celular y marqué, esperando impacientemente

mientras sonaba. —Tory —susurré tan pronto como contestó—. ¿Cuál es tu

posición?

—¿Cuál es tu posición?

Mi voz quedó atrapada en mi garganta. Era Lord Byron. El celular de Tory

había caído en manos enemigas. Había usado la primera táctica de la guerra:

cerrar las líneas de comunicación. Significaba sólo una cosa: Tory era

prisionera de guerra. Posiblemente siendo torturada con sus métodos más

coquetos. —Sin importar lo que hagan, Tory no hablará.

—Kali habló.

Recliné mi cabeza contra el neumático. Por supuesto. Kali era nuestra espía.

Había infiltrado nuestros rangos con un pensamiento en mente, una cita.

Byron era cariñoso, fácil de hablar, elocuente, como el mismísimo demonio.

—Parece que sólo falta un miembro de tu equipo. —Esperó mi respuesta,

pero no respondí—. Tú.

—Jamás me uniré a ti. —Salió más dramático de lo que quería y me encontré

a mí misma mirando a las chicas de alto mantenimiento.

—Disculpa. —Una de ellas me señaló con sus uñas de manicura—. Ese es mi

auto y estás recostada en él. —Me levanté, dándome cuenta que me veía

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como una desamparada con mi ropa llena de barro. Me alejé de ellas,

acomodando mi camiseta negra en su lugar.

—¿De verdad quieres guerra, Mad? —preguntó Byron en la otra línea.

¿Era eso una pregunta trampa? Ignoré a las chicas risueñas tras de mí,

tratando de concentrarme. ¿Los chicos habían recuperado los cojines?

Forzaría a Byron a confesar. —Jamás vas a conseguir los cojines —le dije.

—Eso está bien, quiero algo más.

Mi corazón se enloqueció con la victoria. Al menos nuestra misión de

recuperar los cojines había sido exitosa. Me devolví hacia mi apartamento, el

celular seguía en mi oreja. No podía imaginar lo que le había hecho a Tory

para conseguir su teléfono. Ella no habría caído fácil. Música country sonaba

fuerte en la distancia. Estúpida y gangosa. Aunque a algunas personas les

gustaba esa música, no todo el mundo compartía ese pésimo gusto. Byron

estaba diciendo amenazas vagas en la línea, pero no podía prestarle

atención. Entre más me acercaba a mi apartamento más fuerte era la música

y me estaba dando dolor de cabeza.

Me congelé. Incapaz de esconder el terror de mi rostro. No podía creerlo.

Mis compañeras eran las que tenían mal gusto. La música country venía de

nuestro apartamento. Alta y clara.

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Capítulo Dieciséis

Traducido por Susanauribe

Corregido por amiarivega

Día 109

2235 horas

l problema con otro archienemigo es que él sabe todo sobre mí. Él sabe

cómo hacerme gritar. Él sabe cómo hacerme sonreír. Y él usará ambas

contra mí, al mismo tiempo”.

—Entrada del Diario de Guerra de Madeleine (Viernes, junio 1).

Rompí a correr y correr por los tres pares de escaleras, desesperada por

apagar el sonido. La música rockeando mi apartamento. Nuestros vecinos me

matarían si no hacía algo pronto. Alcancé la puerta y le di vuelta al pomo. Se

atoró. Saqué mis llaves y luché con ellas en el cerrojo. Tan pronto como el

pomo se soltó, empujé la puerta abriéndola. Se detuvo en seco con un clang

aterrador. La cadena estaba puesta. ¡No! No lo hicieron. ¿Cómo? Intenté con

las ventanas, pero nuestra casa estaba cerrada herméticamente.

—¡Byron! —grité en el teléfono.

—¿Sabes qué? —dijo él—. Lo genial sobre la tecnología moderna es que no tienes

que gritar en ella para que te escuchen.

—Escúchame. Uh… ¿está alguno de tus compañeros de cuarto contigo?

¡Necesito a uno en este instante!

—¿Qué está pasando? —Él me conocía muy bien. Estaba detrás de esto.

“E

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—Sólo necesito una cosa pequeña de ellos. —Como tal vez una escalera de

emergencia o un artilugio secreto para abrir una ventana.

—Creo que tengo lo que estás buscando —dijo él, en una voz muy calmada—. Si

te gustaría que apague ese sonido desdichado, eso es. —Él apagó el teléfono de

Tory, terminando nuestra comunicación.

Grité de la frustración, golpeando la puerta. ¿Cómo hace él esto? ¿Dónde

estaba Tory de todos modos? ¿Dónde estaban los amortiguadores? Nadie

estaba haciendo lo que se suponía que debía estar haciendo.

—¡Hey! ¡Apaga tu música!

Gruñí. Las quejas estaban comenzando. Nadie podría llamar a la policía… a

menos que no fueran estudiantes. Mis ojos se abrieron con horror cuando vi

la luz prendiéndose en la casa de al lado. Una familia vivía allí. No había

que decir lo que harían. Hurgando en mi celular, inicié el marcado rápido de

todos mis compañeros de habitación para una idea de cómo conseguir que

abrieran nuestro hogar o al menos detuvieran el sonido, pero nadie

respondió: Lizzie, Kali, Sandra. ¿Dónde estaban, especialmente Sandra?

¿Había salido en una cita en el último segundo? Sentí mi nariz arrugarse con

el pensamiento. ¿Estaba con Byron?

Le di una patada a la puerta. Bueno, ¡no me importaba! Tenía que haber

alguna forma de entrar. Pensé en nuestro casero. Además del peligro de ser

atrapada por un gran discurso, no lo tenía en el marcado rápido. Un vecino,

sin embargo, podría tener su número. Me apresuré a la puerta de al lado,

hacia Thanh. La puerta de ella ya estaba abierta. No tenía que saber que yo

era la que le gritó desde el aparcamiento más temprano. Golpeé la puerta y

se abrió. Jadeé y di un paso hacia atrás. El lugar era un desastre. Todo en la

casa de Thanh estaba cuidadosamente organizado. Las tazas habían sacadas.

Los rellenos sacados de sus cojines de su sofá. Papel y basura cubría el feo

tapete verde. Esto tenía que ser una consecuencia del sonido de golpe que

había escuchado, pero si Thanh vivía en nuestro mundo, habría dicho que

alguien más había saqueado su casa.

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—¿Hola? —Mi voz hizo eco en su apartamento. Nadie respondió. Después

de un momento de estúpida espera, di un paso dentro.

La música country amortiguando mis pasos en el interior. Al menos este no

era un horrible tema antiguo. Era Taylor Swift16 cantando sobre encontrar a

Romeo. El sonido parecía casi embrujado aquí. ¿Qué si Thanh estaba

escondiéndose… en el clóset tan delgado como el papel? Me recosté contra

la pared firmemente, consiguiendo apoyo. ¿Qué estaba mal conmigo? No

podía permitirme que varios recuerdos de película de horror japonesa me

detuvieran de ser la buena samaritana. Thanh podría estar en problemas.

Tomé una respiración estabilizadora y sentí una presencia detrás de mí. No

pude soportar mirar hacia atrás.

—¿Thanh? —pregunté.

—Nop. —La voz era masculina.

Grité, moviendo mi cabeza para defenderme. Mis puños se alzaron.

—Está bien. —Eric estaba en la puerta. Él tenía las mangas de su camisa de

botones azul subidas, con las venas sobresaliendo en sus antebrazos.

De nuevo, él me había atrapado en una posición comprometedora. No

debería estar aquí. Me di cuenta de cómo podría lucir. Sin embargo, él era

una visión bienvenida. Alzó su mano para mostrar que no era una amenaza,

usando una leve sonrisa.

—Tú sabes. Esto se llama allanamiento de morada en algunos lugares.

—No en Provo. —A pesar de mis atrevidas palabras, tuve que dejar de

aferrarme a mi corazón. No podía creer que él estaba dentro del

apartamento de Thanh. Si no hubiera pensando que ella estaba en algún

lugar herida no habría traspasado, la última vez no cuenta. No tenía idea de

que ella estaba viviendo aquí.

Eric miró alrededor, tomando el desastre con ojos serios.

16 Taylor Swift: es una actriz, cantante y compositora estadounidense de música country.

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—¿Así que qué estás haciendo esta vez? ¿Turismo?

Negué con mi cabeza. —Creo que algo está mal.

—Sí, yo también. ¿Quién vive aquí?

—Una chica que es tan meticulosa, tan meticulosa que ni siquiera sabía que

vivía aquí la últimas vez que… uh, visitamos. Y ahora mira este lugar.

Él, con cautela, levantó un trozo de papel con la punta de su Vans, sus ojos

se movieron hacia mí.

—¿Qué deberíamos hacer?

—¿Llamar a la policía? —Pero era muy tarde. Ya podía escuchar las sirenas

afuera. Incluso la música country no las pudo opacar. La casa con la familia

debió haberlos llamado. Pasé una mano por mi cabello ya desastroso. Era un

final típico para un día típico.

—Vienen por mí.

Él se rió, pero no me importó, aunque él se estaba riendo de mí.

—Escuché la música en cuanto parqueé mi auto —dijo él—. Sólo pude

asumir que tenía algo que ver con nuestra próxima aventura.

Las luces rojas y azules emitieron un brillo en su rostro. Era uno atractivo, a

pesar de la mirada siniestra. Espera. ¿Siniestra? Todo este lugar era siniestro.

Él me extendió su mano.

—¿Qué dices, Madeleine? ¿Deberíamos volvernos los policías?

Miré su mano. Había algo sobre Eric que me atraía hacia él. Era tan abierto y

afectivo, ¿o tal vez algo más? No pensé que fuera un atractivo de chico malo

porque entre más hablaba con él, menos chico malo parecía. Incluso en mi

peor momento, él en verdad fue muy amigable… en una manera peligrosa él

se estaba metiendo por mis defensas.

—Puedo ayudarte a apagar ese ruido también —dijo él—. ¿Quieres que

entre a tu apartamento por ti?

Eso era. Mi mano estaba en la suya.

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—¿Puedes descubrir cómo entrar por una ventana cerrada?

—Depende. —Él cerró la puerta de Thanh detrás de nosotros—. ¿Qué me

darás si lo hago?

Eso sonó sospechosamente como coqueteo. Sonreí.

—Dejaré de acusarte de ser un espía.

—Tentador. Tengo algo más en mente, sin embargo.

Antes de que pudiera preguntar, vi a dos oficiales viniendo por mí.

Marcharon por las escaleras. Su cabello estaba corto y ambos tenían sonrisas

iguales en sus mandíbulas. No había forma de sacarme de esta flirteando, no

que yo fuera la chica indicada para el trabajo, necesitaría a Kali para eso. Me

aparté de Eric para dirigirme hacia ellos.

—Oh, ¡estoy tan agradecida de que estén aquí! —Era mejor pretender que

estaba desesperada por verlos—. La casa de mi vecina ha sido saqueada.

Thanh está desaparecida.

Eric se congeló. Ok, admito que sonó bastante loco, pero la policía vería la

verdad por ellos mismos.

—¿Desaparecida? —preguntó uno de ellos. Era un chico macizo con un aire

de tontería. Su nombre decía Oliveira—. ¿Qué está desaparecido?

—Thanh. ¡Mi vecina! Vengan. Su casa es un desastre. —Me encontré

sólidamente con la puerta de Thanh.

—Ay. —Sostuve mi nariz. Aparentemente la puerta se bloqueaba con seguro

automáticamente cuando se cerraba.

—¿Estás segura? —preguntó uno de los oficiales. Sostuvo su cuaderno

tensamente. Sus ojos eran acusatorios.

Quité mi mano de mi nariz dolorosa. —Véalo usted mismo. —Traté de

dirigirlo hacia las ventanas, pero muy tarde me di cuenta que las cortinas

estaban abajo.

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—Van a tener que creerme en esta —dije—. Estuvimos dentro y es un

desastre. Thanh normalmente es muy aseada.

Uno de los oficiales se movió contra la reja. No tenía nada con qué

convencerlos, excepto mi intuición femenina.

—Escuché fuertes sonidos de rompimiento antes.

—¿Con toda esta música? —preguntó el oficial Oliveira.

—Antes de la música. Y luego… cuando vine aquí, vi a alguien destrozando

la casa. ¡Y Thanh no estaba!

—Se da cuenta de que tenemos que conseguir una orden judicial para

comprobar su denuncia.

¿Una orden judicial? Eso tomaría por siempre. ¿Qué hay sobre la pobre

Thanh?

—Yo no necesito una orden judicial. Sólo entraré rápidamente y me

aseguraré de que todo esté bien. Solamente quédense aquí afuera y

asegúrense de que nadie me mate.

Los ojos del oficial se volvieron enormes. Antes de que pudiera darme un

regaño o peor, que me esposaran, Byron salió de ninguna parte. No tenía

idea de dónde había venido. Lucía relajado, como un hombre británico que

salía por una caminata… en Nike17.

—Buenas tardes. Sargento. ¿Brady, verdad?

El oficial asintió y se enderezó con respeto. Qué asqueroso juez de

comportamiento, especialmente una vez que espié a Byron deslizando llaves

que lucían sospechosamente como las de nosotros en los bolsillos de sus

pantalones a rayas de color gris.

—No necesitan una orden, señor —Byron me sorprendió al cubrirme—.

Pueden revisar si tienen la sospecha razonable de que alguien está en peligro

dentro.

17 Nike: Marca de zapatos deportivos.

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Después de una larga mirada, el oficial bajó su cuaderno. Tomó una radio de

ambos lados de su cinturón y se lo llevó a sus labios.

—Tenemos un reporte de una persona desaparecida —gritó por encima del

ruido de mi apartamento. Me miró—. ¿Tiene una descripción?

—Um… ¿japonesa?

—Vietnamita —Byron corrigió sin vacilar.

—Vietnamita —el oficial dijo por el recibidor.

Aparentemente Byron era una fuente más confiable. Lo miró justo cuando vi

a la chica vietnamita en cuestión subiendo los escalones detrás de él. Su

rostro lucía anormalmente pálido.

—Thanh. —Aunque cuando lo dije sentí que me rostro se drenaba de color

para combinar con el de ella.

Ahí estaba mi resto de credibilidad. El largo cabello negro de Thanh parecía

un poco más desordenado esta mañana, pero más que eso ella estaba viva.

Bueno, en cuanto sabíamos, pero eso era sólo hablando de películas de

terror. Todos se voltearon hacia ella. Thanh dio un paso hacia atrás y recordé

demasiado tarde que ella no me conocía.

—Uh, estábamos preocupados por ti —dije—. Tu puerta estaba abierta y

parecía como si alguien hubiera desorganizado tu casa.

Ella se coloreó un poco. Era una mejora, ya que parecía tan carente de color.

—Sí, esa fui yo. Estaba buscando algo.

Oh. Ahora era mi turno de ruborizarme. Me sentí como una idiota.

—¿Estoy en problemas? —Thanh le preguntó a los dos oficiales reacios. Ella

sonaba cansada.

Los dos ya se estaban riendo.

—Sí, tu casero nos envió. —Con el atuendo sombrío de ella, el oficial

Oliveira dijo unas bromas—. En verdad lo sentimos, joven señorita, por la

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confusión. Hasta donde yo sé no puede ser arrestada por tener una casa

desordenada. ¿Qué dices, Brady?

—No, pero mi esposa puede pensar diferente. —Sucumbieron en risas de

nuevo.

Thanh se mordió su labio. A pesar de su estado despeinado, tenía un

increíble sentido de la moda. Byron apreciaría eso. Ella tenía botas hasta la

mitad de la pantorrilla y un vestido sencillo encima de sus leggins. Ella era

refinada y delicada, todo lo que yo constantemente probaba que no era.

Miró por encima hacia Eric y luego a Byron. Ninguno de los dos podía

quitarle los ojos de encima. Los de Byron eran evaluadores. Eric parecía

curioso. Hombres.

—Lo siento —dijo Thanh—. Las cosas están agitadas ahora. —Ella puso su

delgada mano en su puerta, una bolsa de libros y un morral negro colgaban

de su hombro. Llevaba más libros frente a ella—. Estoy calificando exámenes

y trabajando en una tesis. Limpiaré todo en cuanto pueda, ¿está bien?

Miró al grupo un poco nerviosa. Sus grandes ojos pasaron de mí, se

quedaron en Eric, pero se pusieron incluso más grandes cuando vio a Byron.

—¿Estás aquí también? —Él asintió.

Pretendí que no me importaba que él me hubiera mentido. Estos dos eran

muy unidos para ser de otra manera.

—¿Cómo estuvo tu grupo de estudio? —le preguntó.

Él se aclaró su garganta. —Bien. Gracias. Aprendí mucho.

Ella vaciló. —¿Has mirado los… uh…? —Nos miró como si le avergonzara

hablar sobre algo tan mundano como la escuela—. ¿Has estudiado tus

apuntes?

—Casi. —Byron me empujó significativamente con su codo.

Thanh parecía decepcionada. —Bueno, dime si tienes cualquier… pregunta.

—Ella le quitó el seguro a su puerta—. ¿Está bien si entro? —le preguntó a

los oficiales—. Tengo un montón de tarea que hacer.

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Ellos asintieron hacia ella, sus expresiones volviéndose amables, sabía que

nunca me dirigirían esa mirada. —Está bien —le aseguró relajadamente.

Eso quería decir que yo no lo estaba. Tan pronto como la puerta de Thanh se

cerró detrás de ella sabía que yo estaba en problemas. Los hombres se

voltearon hacia mí con varias miradas de largo sufrimiento. El oficial con el

cuaderno escribió furiosamente en él. La música country rechinó en el aire y

se alejó. Conocía la sensación. Mi cabeza latió con el ritmo. Los oficiales

señalaron hacia mi apartamento.

—¿Tus llaves están dentro?

Miré a Byron, pensando en qué decir. —Uh… no puedo encontrar mis

llaves.

—… ¿Por qué no son tus llaves? —murmuró en voz baja Byron.

Mis ojos se abrieron. No era el momento para molestar por usar las llaves de

nuestro casero. Miré a los oficiales, pero no había escuchado. Eric sí. Sonrió y

se tambaleó en sus tobillos, moviéndose hacia atrás. Miré a Byron, sabiendo

que no podría derribarlo frente a dos oficiales para recuperar mis llaves.

—No es la primera vez que tenemos quejas sobre las cosas poniéndose muy

ruidosas aquí —me dijo el sargento con una voz severa.

—Sí. Perdón por eso. —Byron me jaló junto a él, mostrando su fuerza—. Nos

dejaron afuera y tratamos de volver a entrar, pero terminamos golpeando la

radio y el volumen se subió. —Estudié el rostro inocente de Byron. Hacía

que mentir pareciera fácil.

—¿Cierto, Mad? —preguntó—. ¿Tú no tocas el volumen de tu radio?

—Sólo escucharía música country bajo tortura.

Con mis palabras, la música se detuvo abruptamente… como si estuviera

ofendida. El aire se quedó en silencio. Miré alrededor. Eric no estaba. Mi

corazón dio un salto emocionado. No estaba mintiendo cuando dijo que

podía entrar. Me gustaba ese chico, aunque sabía que no debería. Él se

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cansaría de este juego demasiado pronto. Los dos policías se volvieron

notablemente más tranquilos en el silencio. Byron apretó mi brazo.

—Tendrán que excusarnos por actuar… tan uh… loco. El sonido estaba

enloqueciendo un poco a Madeleine.

—¿Un poco? —El sargento suspiró y tachó lo que sea que estuviera

escribiendo. Me miró por sus cejas tensas—. No te vamos a dar una multa

esta vez, jovencita.

Me estremecí con la expresión de cariño, pero pelear contra ella no me

sacaría de esto.

—Considera esto una advertencia. La próxima vez, te costará.

Esa era la mayor amenaza contra cualquier estudiante universitario

hambriento y ellos lo sabían. Asentí sin palabras. Después de parecer

memorizar mi rostro, la severidad de ambos se fue. Su compañero lo siguió

bajando las escaleras. Tan pronto como estuvieron lo suficientemente lejos,

comenzaron a reírse y darse codazos. Sí, éramos una revuelta. Recosté la

parte posterior de mi cabeza contra los fríos ladrillos de mi apartamento y

cerré mis ojos.

—Perdón por esto —dijo Byron.

Se unió a mí en mi pared de ladrillo y sentí el calor de su hombro uniéndose

con el mío. ¿En verdad se estaba disculpando?

—¿Estás bien? —preguntó.

Abrí mis ojos para verlo mirándome de cerca. Él estaba siendo amable y

sentí como si difícilmente lo conociera de esta manera, una posición muy

peligrosa para estar cuando peleas una guerra con él. Agarró su bolsillo.

—Tengo algo para ti.

Me estremecí, pero en vez de lanzar un sapo o una araña, dejó caer el celular

de Tory en mi mano y cerró mis dedos. Sus seguras manos se quedaron en

las mías y no se fueron. Esperé que dijera algo inteligente, pero en cambio

estudió mi rostro.

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—¿No has visto mi iPhone desaparecido por casualidad?

Por casualidad sonó tan extranjero, especialmente cuando lo dijo con ese

pequeño acento gracioso. Negué con mi cabeza. Sus labios se curvaron

ligeramente, esperando nada más. Después de un momento, se alejó.

—Tú sabes, si no lo encuentro, mi mamá va a pensar que estoy muerto,

¿cierto?

Le sonreí tontamente. —Tus novias no. Les enviaré un mensaje a todas con

una declaración de tu amor.

—¿Seriamente?

No. Ni siquiera había revisado en su mochila por su teléfono todavía, pero

un celular era una complicación añadida. Sólo podía tener algo con tanto

tiempo de sensibilidad en mi poder. Después de que robara sus números y

tal vez cambiara su fondo de pantalla de ski en Utah por conejitos, le daría

todo su desastre de mochila esta noche.

—Si lo hiciste —me acosó con voz baja—, ninguna mujer me querría. Has

arruinado mi futura posteridad.

—Oh, esa no fui yo.

—Supongo que tendrás que quererme entonces… si nadie más me quiere.

Un fuerte estrépito interrumpió nuestra pelea sin sentido. Tory corrió

subiendo los escalones, tomando dos a la vez. Su cabello voló detrás de ella,

con sus pecas más pronunciadas. Había un brillo en sus ojos que no había

visto antes de que nos fuéramos a nuestra misión. Inmediatamente sospeché.

—¿No estás muerta? —pregunté.

—No. Estábamos haciendo caballitos en el estacionamiento. Fue demasiado

divertido.

Por supuesto que lo fue. Ella era una adicta a la adrenalina, ¿pero con quién

estaba haciendo caballitos? Era la pregunta. ¿Y por qué había dejado su

celular?

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—Tu celular se cayó. —Se lo devolví y casualmente se lo metió en el bolsillo

sin una explicación. No era característico de ella.

Byron miró de a mí a Tory. Ambos estábamos atónitos. —Adorable —dijo

secamente.

—Tienes razón, como de costumbre.

Cualquier buena voluntad lo disolvería. —¿Qué está mal contigo de todos

modos? —le pregunté señalándolo—. ¿Qué fue eso con el equipo de luz? ¿Y

la música country? ¿Estás loco? —Porque por él tuve que ser tratada por un

neurosis de guerra.

—¿Qué esperas que haga cuando tomas mis cosas? ¿Qué te dé una serenata?

Puse mis ojos en blanco y me alejé de la pared. Eric todavía estaba

desaparecido. Eso era extraño. Él debía seguir en mi apartamento. ¿Por qué?

Dejé a Byron para ir a revisar. Mis manos estaban un poco temblorosas por

mi encuentro con la policía y estaba empezando a preocuparme de que Eric

estuviera herido. La puerta delantera estaba abierta. Pensé que Eric había

entrado por la ventana, pero la cadena no estaba puesta. Empujé la puerta

para que se abriera un poco y miré en la oscuridad dentro. Estaba

inquietantemente callado.

—Hey, ¿adivina qué?

Salté. Mi cabeza casi choca con la mandíbula de Byron. Él estaba justo detrás

de mí. Sonrió un poco cuando me vio asustada.

—Puedes entrar. Vives aquí.

—Oh, ¿en verdad? —murmuré sarcásticamente.

Tory y Byron estaban detrás de mí. No podía mostrarle que era una cobarde.

Tomando una profunda respiración, di un paso audaz en mi propia sala.

—¿Eric?

Tory me rozó, haciendo imposible estar debidamente asustada. Ella se quitó

su sudadera negra con capucha y la lanzó al sofá… en los cojines a rayas

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verdes. Habían llegado hasta aquí después de todo. ¿Entonces cuándo la

operación había salido mal? Ella aterrizó junto a sus cosas, poniéndose

cómoda.

Me dirigí al pasillo, mis pies quedándose atrapados en la alfombra. ¿Dónde

estaba Eric? ¿Él acababa de quitarle el seguro a mi puerta, apagado la

música y después de sus buenas acciones había desparecido como un buen

fantasma haría? Porque como él desapareció furtivamente, no estaría

sorprendida de encontrar una rosa roja en nuestra mugrienta cocina como

símbolo de su presencia. Pero estábamos en el tercer piso. No había forma

de escapársenos. La luz del porche de afuera brilló por las cortinas de la

ventana de la cocina ahora abierta.

—Este lugar está helado. —Byron se me acercó, encendiendo la luz—.

Tenían razón cuando ellos dijeron que la mujer es el corazón del hogar.

Le hice una mueca. Algo estaba mal. No sabía qué era. Byron caminó hacia

nuestras plantas muertas y se quedó en las rosas muertas. A pesar de las

ayudas de Kali, ella no pudo salvarlas.

—Tienes un jardín aquí. —Cuando no respondí, me miró—. Entonces, ¿mis

cosas?

Me volteé hacia la ventana abierta. —Sí, tu DVD favorito. —A propósito lo

malinterpreté—. AmyLee lo pidió prestado. Escuché que ella tiene una fiesta

de chicas o algo así con todas sus adorables amigas. Va a haber una pelea de

almohadas, así que es mejor que vayas antes de que sea demasiado tarde.

Byron no se estaba moviendo, así que traté de llevarlo al pasillo. Estaba

demasiado cerca al lugar donde había escondido su mochila. Me pregunté si

podía sentirla con algún poder secreto oculto.

Con un paso, él me bloqueó.

—No me voy a ir hasta que recupere lo que es mío.

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Mi respiración se detuvo con la amenaza. Lizzie abrió la puerta desde afuera

y esta chirreó en queja. Ella estaba cubierta de lodo y lucía exhausta. Dio un

paso tembloroso dentro. Byron en verdad parecía feliz de verla.

—Hey, Lizzie.

Ella sonrió débilmente y colapsó de cabeza en el sofá. Afortunadamente,

había cojines en él.

—¿Ya le diste su mochila? —Las palabras de Lizzie estuvieron casi perdidas

en los cojines.

No todavía. Estaba escondida seguramente donde nadie podía encontrarla,

ni siquiera los Nazis. Byron estaba de pie justamente debajo de ella. Miró a

Lizzie con pesar y para mi alivio se movió lejos de mí, hundiéndose en los

cojines junto a ella. Tocó su rodilla.

—Si recibo postales de mi mochila en alguna vacación exótica, estarás

empacando tus propias maletas, Mad Dog.

Me retorcí con culpa, pero luché contra ella, recordando lo que Byron le

había hecho a mi mamá. En vez de hacer algo estúpido y revelar mi mejor

escondite, me dirigí hacia atrás para recoger mi cepillo de dientes. Su voz

hizo eco en donde yo estaba en el baño.

—¿Hola? ¡No tiene sentido esconderse detrás de las líneas del enemigo!

—¡Se suponía que nos debías dar nuestros cojines de vuelta! —le grité.

Saqué mi cepillo de su vaso contenedor y lo metí en mi boca. Lo apreté

contra mis dientes. Volví a la sala con el cepillo colgando de mis labios.

Byron lució sorprendido. Sin duda pensó que le traería su mochila. Después

de todo, había sido tan encantador. Si se fuera, podría (desde ahora)

serenarme. Levantó un hombro.

—¿Qué puedo decir? Mis hombres se revolucionaron contra mí.

Muy poco probable. Señalé a Lizzie con mi cepillo de diente.

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—Nos has hecho pasar por mucho en estos meses. ¡Mira lo que le hiciste a

Lizzie!

—Y a Thanh —dijo él en una voz demasiado casual. No estaba engañada por

ella. Byron quería información de ella—. ¿Por qué le dijiste que alguien

había irrumpido en su casa?

—Era un desastre.

Levantó una ceja en respuesta. Era mi movimiento favorito y estaba tan

irritada porque lo compartiéramos. Era como si nos estuviéramos volviendo

la misma persona.

—Entonces tu casa también —dijo él irónicamente—. ¿Los chicos malos

también entraron?

Con un movimiento de cabello marché hacia las habitaciones traseras. Se

paró del sofá, siguiéndome.

—Lo siento. Sólo quiero saber qué pasó ahí afuera. —Lo escuché caminar en

el pasillo que separaba a los hombres de la parte trasera—. ¿Quién era el

chico que estaba contigo de todos modos?

Moví mi cabeza de vuelta a la sala, asombrándolo cuando mis ojos

encontraron los suyos justo a centímetros de su cara. Sacó el cepillo de mi

boca.

—¿Celoso?

—Sí, quiero salir con alguien que pueda entrar a mi apartamento.

—¿Estás hablando sobre Mad Dog? —preguntó Lizzie.

Le hice una mueca. Lizzie no se pudo resistir, ¿verdad? La puerta delantera

se abrió y Sandra se deslizó en el apartamento detrás de Byron. Tomó un

momento registrarlo. ¡Sandra! Teníamos un problema de población. Ella se

quitó su bufanda de seda de su cuello, luciendo hermosa en una camisa tipo

baby doll y gigante joyería brillante. Se quedó quieta cuando vio a su ex, pero

su voz sonó suave y sensual como chocolate caliente.

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—Hey, ¿los chicos todavía no han salido?

Byron se recostó contra el pasillo que lo separaba de mí. Su codo bronceado

se hundió en el marco de la puerta.

—Nop. Tengo cinco segundos.

Miré al reloj. Tenía razón. Sandra le sonrió perversamente y contó como si

fuera la víspera de Año Nuevo.

—5, 4, 3, 2, 1. ¡Salen los chicos!

—Dame un segundo. —Sonó molesto—. Así que, ese chico, ¿quién era…?

—¿Chico? —preguntó Sandra—. ¿Madeleine tenía un chico aquí? No nos

está escondiendo un novio, ¿verdad?

Byron vaciló y luego se encogió de hombros, asumiendo una mirada

resignada como si estuviera listo para el ataque de charla de chicas. Pero no

estaba a punto de dejar saber a Sandra que estaba cazando en tu territorio…

de nuevo. Eric era su amigo. Tal vez ella quería algo más. Byron le dirigió

una mirada de reojo.

—Puede abrir cerraduras también —dijo él—. Se metió en su casa y

desapareció como David Copperfield18. ¿Grandioso, huh?

Ella frunció el ceño y él le asintió.

—¿Cómo era? —le preguntó.

No me gustó la nueva camaradería entre dos de mis peores enemigos. Juntos

podrían ser una fuerza imparable. Traté de detenerlo.

—Ardiente como el pecado —dije—. ¿Por qué preguntas?

Byron y Sandra intercambiaron miradas de complicado. No pude descifrar

qué estaba pasando entre ellos. No estaban saliendo en secreto, ¿verdad?

18 David Copperfield: es un ilusionista de renombre conocido por hacer desaparecer la Estatua de la Libertad, levitar sobre el Gran Cañón y atravesar la Gran Muralla China.

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Mejor que el sobrenombre de Sandra no fuera Holly. Él se retiró hacia la

puerta.

—Malas cosas pasarán si tratas de quedarte con lo que es mío, Mad Dog.

Sólo recuerda, un movimiento en falso y tu nombre y mi nombre terminan

en una lista para firmar… juntos.

—Oh, no te preocupes —dije—. Traeré lo que quieres… con estilo.

—Tienes hasta mañana en la mañana. Tengo que estudiar.

—Tienes práctica de la banda en la mañana —le recordé. Volví a meter el

cepillo de dientes en mi boca para enfatizar.

—Entonces no te demores. —Sus manos estaban en el pomo—. Oh, ¿y Mad?

—¿Sí?

—Probablemente no serás capaz de sentir tu boca por las próximas dos

horas.

Lentamente saqué mi cepillo de mis labios. ¿Orajel de Máxima Fuerza19?

¿Anbesol? Probablemente. Mi boca ya se estaba entumeciendo. Fue extraño

que no lo notara inmediatamente. Antes de que pudiera tirar a Byron al

suelo, él cerró la puerta.

—Los chicos han estado aquí —le advertí a los otros. Podría haber

almohadas robadas, sorpresa de cartón duro en vez de nuestros colchones,

Vaselina en las almohadas—. Revisen las habitaciones.

—Esto es tan estúpido.

Sandra escapó hacia atrás, pero no pude evitar notar que ella tomó mi

consejo, aunque muy casualmente. Una vez vi que había terminado de

revisar por cualquier travesura, regresó y sacó una toalla del lugar en el

baño.

Estiré mi mano en advertencia. —Cuidado. Podría haber Kool-Aid20 en eso.

19 Orajel de Máxima Fuerza: gel de larga que alivia el dolor de muelas. 20 Kool-Aid: mezcla en polvo saborizada para preparar bebidas.

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Ella bufó.

—Umb, tal vez quieras revisar las flores de la duchas. —Para mi

consternación, mi voz se estaba volviendo apagada. El Anbesol estaba

haciendo efecto, pero seguí intentado—. Puedeb haer ositusdegumitas… o

cubos de caldu.

Lizzie se sentó. —Ella quiere decir que puede haber osos de gomitas y cubos

de caldo en tu flor. Ten cuidado, ¿ok?

—¡No puefo fentir mi bofa!

Para hacer las cosas peor, estaba babeando. ¡Idiota! No había manera de que

cometiera actos heroicos para regresarle la mochila a Byron esta noche bajo

estas condiciones, especialmente no como una idiota babeadora.

Sandra dramáticamente pasó una toalla por su hombro. —No puedo creer

que esté viviendo con unos bebés. Estoy harta de todos ustedes. —Azotó la

puerta del baño.

Encontré los ojos marrones de Lizzie. Ella sólo los puso en blanco. ¿Tory

estaba enojada también? Con nuestro lavaplatos.

—¿Estos platos están sucios?

—Sí, pero sólo hay cuatro platos ahí. —Lizzie arrastró las palabras

cansadamente.

Tori azotó el lavaplatos para cerrarlo y lo encendió.

—¡Nnmphh! —Traté de detenerla. Se llevaría toda el agua caliente y le daría

a Sandra una ducha fría. Eso era tortura—. ¡La Convención de Ginebra21

unteuhastaciem! —No logré que saliera, pero la Convención de Ginebra

tenía ciertas reglas contra la tortura.

Era algo bueno que Tory estuviera en tan sintonía conmigo porque ella

entendió. Lo malo es que no hizo nada.

21 Convención de Ginebra: constituye una serie de normas internacionales para humanizar la

guerra.

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—Sólo aplica para prisioneros de guerra —replicó.

Escuchamos a Sandra empujar la cortina del baño a un lado, seguido por un

fuerte grito. No la culpaba. Incluso yo no podía quedarme en una ducha

helada. La puerta del baño se abrió.

—¡Por qué! ¿Por qué no pueden detenerse? —chilló Sandra. Ella no estaba

mojada en absoluto.

Lizzie se sentó con preocupación. —¿Estás bien?

Sandra lanzó nuestro muñequito de fantasma al suelo. El que dejamos en el

sofá de los chicos. Estaba un poco mojado.

—Un hombre. —Fue todo lo que le pudo salir—. ¡Un hombre estuvo en la

ducha!

—Es sólo un muñeco —murmuró Tory—. Y lo mataste.

Más como que arrancó su cabeza. Sandra tenía buenos movimientos de

defensa. Muy mal que ella no trabajara para nosotras.

—¿Sacaste tu agresión? —preguntó Tory en una voz seca.

Le dirigí una mirada de advertencia. Sandra azotó la puerta del baño y

esperé que fuera más largo esta vez.

—Eso fue para ti —dijo Tory, calmadamente poniéndole mantequilla a su

tostada.

Espera, ¿su tostada? Me di cuenta de quién estaba hurtando toda nuestra

comida.

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Capítulo Diecisiete

Traducido por Akanet

Corregido por amiarivega

Día 110

0942 horas

ubo un tiempo cuando las mañanas de los sábados eran perezosas,

cuando nos tomábamos el tiempo para sentir el sol en nuestras caras.

Ahora, el mundo era oscuro y triste, con excepción de lo que le hemos

proporcionado de nuestras propias manos ociosas”.

—Entrada en el Diario de Guerra de Madeleine (Sábado, 2 de junio)

—¡Hola, tú!

Un hombre que lucía más bien joven se detuvo para descansar de su trote

del sábado por la mañana para estudiar mi automóvil. No fue tampoco

porque fuera un anuncio de diamantes. Fue debido a que estaba escuchando

voces. Después de un momento de falta de sonido, volvió a empezar a

correr.

—¿Adónde vas? ¡Estoy aquí!

Se detuvo de nuevo y miró a su alrededor en busca de la voz incorpórea.

Kali y Tory se agacharon bajo nuestra ventana de la sala, riéndose de su

último éxito no autorizado. Los zapatos deportivos rosados de Tory se

hundieron en el sofá. Acercó de nuevo su walkie talkie a sus labios. —Sácame

de aquí. Estoy atascada. Sí, el de los pantalones cortos negros. ¿Te

importaría ayudarme?

“H

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Él gruñó y salió a un ritmo acelerado para terminar su trote. El rostro de Kali

se entristeció. Otro chico se escapó. El otro walkie talkie estaba escondido

debajo de mi automóvil estacionado, con el botón para activarlo encendido

con cinta. Desde que Tory obtuvo los walkie talkies no pudo resistirse a jugar

con las mentes de los pobres desventurados civiles que pasaban por nuestro

complejo de apartamentos.

Moví mi cuchara con indiferencia en torno a mi tazón de cereal en la mesa

de la cocina, mirando abatida hacia abajo a la lista de demandas de los

gemelos: Queremos una docena de rollos de canela... bla, bla, bla. Volteé la nota

y recogí una crayola de color rojo con la esperanza de encontrar algo más

interesante detrás de ella. Después de unos pocos garabatos, estaba feliz de

saber que Byron no me decepcionó. Las palabras se formaron bajo mi

crayola, revelando su mensaje oculto debajo: Madeleine Doggett. Ni siquiera

tus ojos, negros y hermosos como son, percibirán el daño que te espera. Reúnete

conmigo en tu casa sola y nadie saldrá lastimado. Trae el artículo.

Yo sonreí. Habría sido útil si hubiera recibido este mensaje anoche. Tracé las

palabras con mis dedos. Él pensaba que mis ojos eran hermosos. ¿Acaso lo

decía en serio? Estaba actuando raro últimamente. Parecía tan preocupado

por Thanh anoche que me había encontrado a mí misma despierta

atormentada por la sospecha. Si no lo conociera mejor, pensaría que Byron

había encontrado el amor. Así que, ¿por qué me debía importar?

—¿Alguien ha visto nuestro manojo de llaves? —Lizzie arrastró una bolsa de

basura de cinco galones de ropa dentro de la sala de estar, usando los

pantalones cortos de felpa azul que usualmente reservaba como pijama. Y

no, no estaba robando la ropa de nadie. Todo era parte de nuestro proyecto

de servicio de juego. Estábamos teniendo un intercambio de ropa y luego

daríamos el resto a la DI. Ella chasqueó sus dedos frente a mi cara—. ¡Mad!

¿Me estás escuchando? He buscado por todas partes. Rebekka no puede

entrar a su apartamento.

Sandra soltó un bufido detrás de mí. Ella estaba haciendo un sándwich para

un almuerzo temprano y cuidadosamente trataba de impedir que la

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mayonesa goteara sobre su vestido de diseñador. —Nuestro arrendador

probablemente se las llevó de vuelta cuando se enteró de que estaban

usándolas para el mal.

—No —dije en mi mano—. Creo que fue Byron.

Tanto Tory como Kali jadearon en la ventana delantera. Lizzie lucía

escandalizada, sentada en su bolsa llena de ropa de DI. —Mejor que no lo

haya hecho.

Me encogí de hombros. —Él tenía unas llaves en sus bolsillos que me

parecían bastante familiares.

Los ojos de Sandra se entrecerraron hacia mí. Ella había estado de mal

humor desde anoche. Yo no entendía por qué. Además de Thanh, podría

muy bien ser la otra mujer. ¿O era Holly? ¿O? ¿A quién trataba de engañar?

Había demasiadas chicas en la vida de Byron para adivinar cuál era la novia.

Sólo podía hacer tanto. Sin pensarlo demasiado, tomé un marcador negro y

escribí sobre la lista de demandas de Byron. —Devolver al remitente. —Fue

brutal y surtiría efecto—. Tory, ¿te importaría entregar algo por mí?

Ansiosamente se apartó de la ventana de la sala cuando un sonido desde

arriba de nosotras la detuvo en seco. Era un zumbido sordo que venía del

cielo, bueno, el techo para ser más precisos. Sandra ladeó su cabeza. Salió de

la cocina para seguir el ruido en el pasillo. Yo me ocupé en la mesa,

esperando que el tintineó se detuviera. Tal vez Sandra no era lo

suficientemente imaginativa como para resolverlo. Sus pasos se detuvieron

abruptamente bajo la trampilla en el techo. Miró hacia arriba, inclinando su

barbilla en un ángulo peligroso. —¿Qué tienes ahí arriba, Mad?

Me aparté de la mesa, sabiendo que el mejor lugar para esconderse en todo

el mundo acababa de ser comprometido. —Bueno, eso es extraño. ¿Cómo

subió algo allí? Me pregunto ¿qué es?

—Bájalo —ordenó.

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Con una sonrisa tirando de mis labios, tiró de la cuerda atada a la trampilla.

La cosa entera se despegó del velcro y casi me golpea en la cabeza. Lizzie

dejó escapar un grito nervioso. —¡Ya lo tengo! —grité—. Está bien.

Arrastré una silla debajo de la entrada y jalé rápidamente la mochila negra

de Byron desde la oscuridad del desván. Me encogí de hombros ante la

mirada de incredulidad de Sandra. —¿Qué? De ninguna manera alguien

pensaría en buscar aquí arriba, incluso Byron... a menos que él llamara a su

propio número... pero tengo su teléfono, así que....

Lizzie me miraba de forma desaprobadora. —¿Por qué no la has devuelto

aún?

—Oh, iba a hacerlo, una vez que llegara a ello. —Dado que la vibración

estaba activada, abrí la cremallera del bolsillo delantero del bolso negro en

busca de su iPhone. Mi mano rozó algunas llaves y un brillo de labios... no

Chapstick22. ¿Espera? Luego, encontré un espejo para maquillaje y algunos

lapiceros de color rosa. ¿Esto no podía ser de Byron? A menos que los

hubiera tomado para una colección de las chicas con las que salía. Saqué una

billetera púrpura y la abrí, examinando la licencia de conducir de una chica

vietnamita hermosa y ahora familiar: Thanh Phan.

—¿Esta es la mochila de Thanh? —dije torpemente.

Lizzie me apartó del camino con un empujón para verlo por sí misma. Kali

casi no lo podía creer. —¿Te robaste la mochila de Thanh?

—¡No! —Tory se levantó en mi defensa—. Byron robó la mochila de Thanh.

Mad nunca lo haría.

—¿Sí? ¿Por qué tendría Byron la mochila de Thanh? —preguntó Sandra.

—Probablemente están saliendo —le dije, sabiendo que tenía que

enfrentarlo—. ¿Cómo más podrían acercarse lo suficiente para cambiar de

mochilas? ¿Tal vez salieron a almorzar y así sucedió?

22 Chapstick: marca de protector labial.

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El misterio estaba resuelto. Fue un golpe importante, por no mencionar mis

habilidades de detective, que yo no había descubierto hasta ahora. Negué

con la cabeza. —¿Pensé que iba tras Holly?

—¿Holly? —preguntó Sandra con su voz entrecortada—. ¿Quién?

—Oh, sólo una chica con la que él estaba hablando —suspiré. Cualquiera sea

la razón, ahora tenía la mochila de Thanh. Ella era una estudiante de

posgrado. No había manera de que Thanh no se hubiera dado cuenta que la

había perdido. Eso era probablemente lo que había estado buscando anoche.

Había hecho trizas toda su casa y luego se dirigió a la escuela para

encontrarla. Esa fue la razón por la que se veía tan preocupada cuando

volvió y yo había sido completamente responsable de todo eso. Hurgando

en su mochila encontré un lindo teléfono rosado. Antes de darme cuenta, me

desplacé a través de los contactos de Thanh. Byron no estaba en ninguna

parte ahí. ¿Entonces tenía su número memorizado? Fui a través de sus

llamadas perdidas y vi que la mayoría de ellas estaban bloqueadas. La pobre

chica estaba inundada por agentes de telemercadeo. Necesitaba Unmask23.

Sin pensar realmente, escribí mi número de registro en su teléfono. Era lo

menos que podía hacer por tomar su mochila.

Sandra golpeó mi brazo. —¿Qué estás haciendo?

—Nada. —Lancé el celular de Thanh nuevamente dentro de su mochila

junto a sus llaves y cerré la cremallera, sin gustarme lo equivocada que se

había vuelto esta broma. Parecía que la pobre Thanh era objeto de todas

nuestras malas acciones últimamente. Tendría que hacer algo más que

instalar Unmask para compensarla por ello. Tal vez me desquitaría con su

novio. No, eso era peor, ¿no? —Tengo que devolver esto —dije.

Lizzie asintió con la cabeza firmemente. —¿Quieres que vaya contigo?

¿Y observar a la chica más dulce en el mundo ser arrastrada a la cárcel

conmigo? —No, gracias, haré esto sola. —Tiré la correa sobre mi hombro. 23 Unmask: Programa para poder ver los números telefónicos bloqueados cuando llaman a un

celular.

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—Espera. —La mano de Sandra estaba en mi brazo. Necesitaba cortarse las

uñas, se estaban clavando en mí—. ¿Qué pasa si Thanh quería que Byron

tuviera su mochila? Aquí.

Ella trató de liberarme de mi carga, asumiendo un raro aire maternal que

nunca había usado antes. —Se la llevaré a Byron y le preguntaré qué está

pasando. ¿Está bien?

Me aparté de ella retorciéndome, uñas y todo. —No te preocupes, estaré

bien. Yo me metí en esto y me sacaré yo misma. No hay problema. —Mis

valientes palabras no tenían absolutamente ningún efecto sobre ella. Los ojos

azules de Sandra se hicieron aún más fríos y se fijaron en la mochila de

Thanh. ¿Qué se le había metido, de todos modos? Parecía más preocupada

por esto que Lizzie—. Volveré, ¿está bien?

No estaba segura de por qué era necesario tranquilizar a Sandra de todos

modos. —Si Thanh no está allí se la llevaré de nuevo a Byron y no me

preocuparé más por eso. No es gran cosa.

Sandra alzó las manos en el aire. —Está bien, haz lo que quieras. —Recogió

su iPhone casi al mismo tiempo, refugiándose en su habitación al otro lado

del pasillo.

—Recógeme ya. —La oí decir. Dio un sonido de disgusto y tiró su teléfono

sobre su elegante edredón blanco y negro. Por el sonido de las cosas, su

último novio no iba a dejar que ella lo mandara. Me miró por la rendija de

su puerta cerrada a medias y la cerró de un golpe. Demasiado para su

repentina explosión de bondad.

Dejé a Sandra y los brazos consoladores de mis compañeras de habitación

más sinceras para hacer mi camino hacia el desordenado apartamento de

Thanh. Di un vistazo por la ventana mientras pasaba y me di cuenta que no

había tenido tiempo de limpiar. Probablemente debería atraer a Lizzie y

ayudarla a salir. Llamé a la puerta y esperé. Nadie vino. No era en realidad

una sorpresa. Clavé la punta de mis zapatos deportivos de tela en el borde

del tapete de bienvenida, pensando en una manera de salir de esta situación.

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¿Cómo es que Byron no quería admitir que sabía quién era ella, sobre todo

desde que eran novios? Mi estómago se hundió mientras imaginaba la mano

de ella en la de él, pero sabía que tenía que enterrar mis sentimientos

traidores, no me estaban llevando a ninguna parte.

Para este momento Thanh debería haber contactado a Byron para advertirle

del pequeño error con sus mochilas... a menos que ya no tuviera un teléfono.

Eso tenía sentido. Sin embargo, ¿por qué no le dijo nada a él anoche, a

menos que ella fuera demasiado tímida? Había parecido un poco

aterrorizada cuando la policía nos había rodeado. Añade a los vecinos

boquiabiertos y todo pudo haberse deslizado por su mente. Quizás Byron ya

le dijo que tenía todo bajo control. Era bastante arrogante de parte de él, ya

que estaba negociando conmigo. Al mismo tiempo, si él me hubiera

explicado que tenía la mochila de su novia, se la habría entregado de

inmediato. Traté de recordar lo que Thanh le había dicho anoche, pero todo

lo que obtengo son imágenes. Miedo. Decepción. Ojos cansados. Ella parecía

tan sola. Me moví bajo la culpa, la mochila quemando con un fuego de

vergüenza contra mis hombros. Tenía que devolvérsela a esta chica.

Volví a tocar, pero Thanh no iba a abrir la puerta. ¿Qué iba a hacer? No

podía prescindir de su mochila por otro día, era una estudiante de posgrado.

Las llaves de Thanh estaban en su mochila. ¿Qué tan grave sería

simplemente desbloquear su puerta, empujar su bolso dentro de su

apartamento, y olvidar todo acerca de ello? Dejaría que Byron se preocupara

acerca de conseguir sus propias cosas de vuelta y olvidaría que esto alguna

vez sucedió. Busqué las llaves, pero una vez que encontré el fuerte anillo

donde estaban sujetas, tuve otro problema. Thanh tenía más llaves en él de

las que la mayoría de las personas poseen en su vida. Todas eran de

diferentes tamaños y formas. Introduje unas cuantas llaves en el ojo de la

cerradura sin éxito e inmediatamente perdí la noción de dónde estaba. Tomé

una respiración profunda y marqué la primera llave en el anillo y lo intenté

de nuevo, rogando que nadie me atrapara, especialmente Lizzie. Bueno, tal

vez Thanh podría ser peor. Mis dedos tocaron nerviosamente la última llave

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y la giré, rezando para que funcionara. Nada pasó. Di un paso atrás. ¿En

serio? ¿Un millón de llaves y ninguna de ellas pertenecía a su apartamento?

Miré de nuevo rápidamente detrás de mí para probar que nadie me había

visto desde la sala. Unas pocas camionetas y un remolque lleno de ropa de

cama, artefactos electrónicos y ropa de invierno habían sido estacionados al

lado de la calle. Ellos estaban allí para el proyecto de servicio DI. Cameron

estaba al volante. Unas chicas coqueteaban a través de la ventana del asiento

delantero. Lizzie pisoteaba hacia el camión con su bolsa de ropa DI. Uno de

los gemelos se inclinó desde el camión y subió sus cosas, tirándolas sobre la

cama ya colmada. Ninguno de ellos me estaba prestando atención. Hasta

ahora, todo bien. La cortina de Thanh todavía estaba corrida. Me dirigí a la

ventana y traté de abrirla. Estaba cerrada con seguro.

El teléfono de Thanh empezó a sonar en su mochila. Guardé las llaves en mi

bolsillo, luchando a través de la basura en su mochila para encontrar su

pequeño y lindo teléfono. Esperaba que fuera alguien que la conociera lo

suficientemente bien como para ayudarme a devolverle sus cosas. Saqué a la

fuerza el celular rosado decorado con clavos y me quedé mirando el

identificador de llamadas. No se registraba un número o un nombre. Debía

ser un agente de telemercadeo. Después de un momento de estúpida espera,

el número cambió a visible y sonreí. Unmask desbloqueó la llamada. Ningún

nombre registrado, pero era lo suficientemente bueno para causar daño.

Thanh podría darme las gracias después. Abrí el teléfono. —¿Hola?

—Finalmente decidiste contestar, ¿verdad?

No sonaba como un agente de telemercadeo. Más bien como un hombre

enojado. —¿Sí? —respondí.

—Me hiciste esperar el tiempo suficiente. Teníamos un acuerdo, ahora dame las

llaves y me aseguraré de que nada malo pase. —Algún idiota estaba tratando de

disfrazar su voz, pero no era demasiado difícil juntar todo. ¿Quién sabía que

tenía la mochila de Thanh y también trataría de asustarme? Byron. La

práctica de banda del espectáculo de bichos raros debe haber terminado.

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Debería haber sido advertida cuando vi a los gemelos ayudando con el

proyecto de servicio.

Reacomodé el teléfono de Thanh contra mi oído, casi riendo con alivio. —

No —respondí—. Quiero mis llaves, ¡idiota! —Mi casero me iba a sermonear

por días si no las devolvíamos, por no hablar de Lizzie.

—No se trata de lo que quieres.

Bueno, ¿no sonaba Byron condescendiente? Sonreí. Ahora le esperaban

problemas. —¿Sí? Tú eres el que vino tras de mí por lo que eres el que

debería cuidarse.

—¿Qué es esto, un juego para ti?

Negué con la cabeza lentamente. —Oh, no, mi amigo, esto es la guerra. No

entras en una guerra conmigo, ¿entiendes? ¡Yo ganaré!

Se quedó en silencio por un momento. —¿Con quién hablo?

Sonreí. —Tu peor enemigo.

Él no respondió.

—Byron —pregunté. No hubo respuesta. Había colgado. Byron realmente lo

había arruinado esta vez. Había estado tratando de conseguir su número por

mucho tiempo. Claro, él no podría haber adivinado que ya había instalado

Unmask en el teléfono de Thanh, pero él tenía que saber que era un servicio

que les proporcionaba a todos mis amigos. Encontré el número de

identificador de llamadas y presioné marcar para devolverle la llamada.

—¿Hola?

—Sabes —continué como si él no acabara de colgarme el teléfono— ...si

quieres algo de mí, ¿por qué no vienes y lo tomas? Estaré esperando por ti,

cariño.

Colgó antes de que pudiera decirle que tenía algo más también para él, la

mochila negra de Thanh. Traté de llamarlo de nuevo, pero esta vez no

respondió. Tiré el teléfono celular en mi bolsillo. —Cobarde —murmuré.

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Lanzando la mochila sobre mi hombro, me metí en mi apartamento. Kali y

Tory levantaron la mirada desde sus walkie talkies con aire de culpabilidad.

—Sólo soy yo —les aseguré. Me dirigí a la trampilla y metí de nuevo la

mochila de Thanh en el ático. Tan pronto como obtuviera algunas

respuestas, la dejaría en las manos medio capaces de Byron para que se la

diera a Thanh—. ¿Oigan, alguien quiere ir en una visita a la barraca?

Kali se animó, pero me negué a mirarla. Ella acababa de destruir la

integridad de la misión. Ya tenía una cita con Blake por el fiasco de anoche.

—Tory —grité detrás de mi hombro—. Vamos.

Kali presionó el walkie talkie para superar su decepción. —Oye, linda

camisa —susurró ella a través de él—. Coincide con tus ojos, sexy.

Blake dio una vuelta completa en el exterior. Se puso de pie en la cama del

camión en un montón de tapetes y cortinas vagamente familiares de color

rosa. Por una vez pude diferenciar al gemelo sin esperar por el hoyuelo

indicador. Bajó de un salto de la cama del camión. Kali jadeó y se agachó

detrás de la ventana frontal, su cuerpo se convulsionaba por la risa.

Negando con mi cabeza, cogí unos bastones anaranjados y los coloqué

rápidamente en un plato. Había estado tratando de deshacerme de ellos

desde hace meses. Eran horribles, pequeñas cosas de mi tía para la Navidad

y perfectas para Byron. Le entregué a Tory el plato de golosinas. Lucíamos

como si estuviéramos en el negocio de la Sociedad del Socorro, nada más. —

Kali —dije—. Cuida esta mochila con tu vida. Quiero hacer un poco de

investigación antes de devolvérsela a ya sabes quién.

Ella asintió con la cabeza distraídamente.

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Capítulo Dieciocho

Traducido por Naty

Corregido por amiarivega

Día 110

1013 horas.

s un día terrible cuando no puedes confiar en el enemigo para hacer lo

que se supone que tiene que hacer”.

—Entrada del Diario de Guerra de Madeleine (Sábado por la

mañana, 2 de junio)

Las baterías de Rock asaltaron nuestros oídos. Tory y yo nos quedamos

incómodas en su porche, cambiando nuestro peso. El compañero de cuarto

de Byron se estaba volviendo loco con ellos y sonaba como si el ruido

estuviera viniendo del cuarto de atrás. No había forma alguna de que

alguien de adentro me oyera golpear. Equilibrando los palos naranja, lo

intenté de todos modos, junto con el timbre de la puerta. Las baterías no

pararon y traté de nuevo, otra y otra vez, poniendo mi dedo sobre la mirilla

por si acaso.

Después de no obtener respuestas, Tory sacó sus manos del bolsillo de

canguro de su sudadera con capucha rosa y trató de abrir la puerta por sí

misma. La puerta se abrió fácilmente y negué con mi cabeza. ¿Cuándo

aprendería Byron? Tory tapó con un papel de seda el hueco del picaporte en

la puerta del frente y luego pegó un poco de cinta sobre la misma. No había

manera de que los chicos pudieran nos bloquearan la puerta ahora, bueno, a

menos que usaran la cadena. Estaba segura que sólo funcionaría la primera

“E

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219

vez y luego estarían sobre nosotras después de que interrumpiéramos. Abrí

la puerta.

—Espera.

Tory y yo volvimos para ver una figura solitaria caminando detrás de

nosotras. Su capucha gris estaba sobre su cabeza. Entrecerré los ojos. Lucía

como uno de mis soldados en pantalones color verde oliva enrollados por

encima de los tobillos. Debía ser ciclista porque tenía las piernas musculosas

de uno. Tan pronto como sus labios se curvaron, supe quién era.

—¿Eric? —Traté de mantener la concentración, pero una pequeña parte de

mí se derritió—. ¿Qué estás haciendo aquí? —grité sobre el ruido. Incluso

después de todas mis advertencias, no podría estar buscando quedarse aquí,

¿cierto?

—Estoy esperando por… —Sus palabras se perdieron en la secuencia

asesina de la batería de Rock.

—No puedo oírte —dije.

—No puedo escucharte —dijo, ¡Rock está en primera!

—¿Rock?

—La batería.

—¡Sí, él es mi amigo! —gritó. Eso no era lo que le había preguntado, pero

había respondido mi pregunta de cualquier forma. Por lo menos Eric era

amigo del compañero de habitación más sano del pelotón. Lo que no decía

mucho. Pasé por encima del umbral, buscando por algún signo de Byron.

Eric me llamó y puso su mano sobre mi hombro. Podía oler la esencia

familiar de su colonia Hollister.

—¿Entonces qué estás haciendo aquí? —Una pequeña sonrisa jugaba en sus

labios como si esperara que dijera algo escandaloso. Miró mi plato de palitos

naranjas.

Byron dobló la esquina de la sala y casi chocó con nosotros.

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220

—¡Guau! —Se detuvo a tiempo, luciendo sorprendido. Aparentemente le

había agarrado por sorpresa. Byron todavía estaba con su camisa a rayas del

trabajo, el botón superior estaba desprendido y las mangas enrolladas.

Estaba salida sobre sus pantalones cortos de malla de básquet. El chico tenía

unas piernas peludas. Viendo mi desconcierto, Byron me miró con picardía a

los ojos.

—Bueno, ¿qué te parece? Casi consigo un abrazo.

Me puse roja, tratando de ignorar la mirada de complicidad de Eric. Lucía

como si los palitos naranjas fueran para Byron y traté de fingir que mi honor

no estaba en juego.

—En tus sueños —le dije a Byron, sobre todo para beneficio de Eric.

Byron estaba imperturbable.

—No, realmente casi ocurrió.

Para mi indignación, Tory concordó desde la cocina.

—Sí. —Ella lo dijo distraídamente, lo que sólo significaba que estaba

robando la plata.

—Ya basta, Tory —la llamé—. Estamos bajo bandera blanca. ¿Recuerdas?

Byron se apoyó contra la pared, cruzando sus brazos contra su pecho.

Parecía desestimar a Tory, manteniendo un ojo en Eric como si fuera el

criminal más peligroso.

—Siéntate. Nuestro lugar es tuyo.

—Estoy segura que algo de esto lo es. —Pasé nuestra planta de la amistad en

el camino hacia el sofá. Las hojas se estaban volviendo verdes y ya no se

inclinaban a su triste manera. La carne de cangrejo que pusimos como

fertilizante estaba ayudando, aunque ciertamente no estaba ayudando al

olor. Miré a Byron y sus ojos se encontraron con los míos.

—Estoy aquí bajo una bandera de tregua, Byron.

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—Es un placer verte también. —Arrastró las palabras de una forma

verdaderamente malvada.

—No seas sarcástico. Sé lo que estás haciendo. —Lo miré de cerca, pero

aparte de un leve parpadeo de sus ojos, no reveló nada. Él lo ocultaba bien,

sea lo que fuera. También sabes por qué estoy aquí —dije.

—¿Me hiciste comida?

—Sabes que no cocino… nunca.

Eso detuvo la conversación en seco.

—¿Qué d… dijiste? —tartamudeó Byron. Incluso Eric dejó de sonreír.

Podrías pensar que había cometido un pecado imperdonable.

—Yo… no soy una buena cocinera. —Y eso estaba completamente fuera de

tema. —Tengo algo más importante para discutir.

—Ah, sí, los palitos naranja. —Byron les escatimó una mirada.

Eric aceptó el plato para él, en lo que sólo podía asumir como cortesía.

Mientras se sentaba con las pequeñas cosas desagradables, Byron pasó junto

a él, robándole todo el plato. Arrancó el primer palillo naranja aparte,

seguido por el resto ante la atónita cara de Eric. Pronto yacían en un

sobrante de chocolate y frutos secos rasgados. Byron levantó el desastre

hacia su nariz y los olió delante de nuestros sorprendidos ojos, mis

imaginarios ojos sorprendidos, y los reales de Eric.

—Interesante —Byron dijo con algo de sorpresa—. Están limpios. Una

lástima. Me encantan estas cosas.

¿Estaba loco? Hice una mueca. A estas alturas Eric estaba tratando de ocultar

su risa. Por una vez no era la única que lucía estúpida.

—¿Qué? ¿No piensas que los envenenó, cierto? —preguntó.

Me incorporé.

—Te lo dije, Byron, estamos visitando bajo una bandera de tregua.

Byron parecía divertido por la afirmación.

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—Me parece recordar que durante la última bandera de tregua Rock comió

una hornada entera de brownies hechos con metileno azul y los gemelos

tenían su ración de galletas Oreos rellenas con sabor a pasta de dientes. Algo

como eso es duro de olvidar.

Eric miraba fascinado. Su amigo Rock estaba completamente olvidado

(típica cosa de chicos). Los tambores se habían detenido y la ducha estaba

encendida. Tomé una respiración tranquilizadora.

—¿Todavía está perdido tu iPhone, Byron?

—Unas pocas cosas más también.

—¿Tu libro de física? —De nuevo, asintió, pero lentamente—. Bien, ¿qué tal

si pides prestado el mío... o el de Thanh? Oh espera; no sabes quién es

Thanh. Nuestra TA. ¿Recuerdas? ¿Con la que estás saliendo? ¿Lo estás,

cierto?

—¿De qué estás hablando?

Por ahora, hemos tenido toda la atención de Eric. Esto era mejor que una

telenovela. Traté de olvidar eso.

—Oh, no lo sé —dije—. Quizás sólo me estoy preguntando cómo me

llamaste… ¿si yo tengo tu teléfono?

Lo tenía aquí, pero cubrió su culpabilidad bien.

—¿Cuándo te llamé?

—Hace dos minutos. ¡Cinco!

—No te llamé —me dijo rotundamente—. Pero si quieres, podemos fingir

que lo hice. Ahora, dame los artículos que hemos discutido e incluso vamos

a llamarnos.

—¿O qué? ¿Terminaré en la siguiente sección policial? ¿Cuál es tu juego,

Byron? Quiero decir, realmente es muy lindo que tú y tu novia tengan

mochilas a juego y todo, ¡pero podrías haberme dicho sobre eso y evitar todo

este lío!

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Por una vez, Byron lucía confundido.

—¿Q… qué?

—Tú y Thanh tenían mochilas a juego. Pobre Holly debe estar devastada. —

Él todavía lucía en blanco—. Tengo la mochila de Thanh, no la tuya, Byron.

—¿La tienes?

—A menos que seas dueño de un celular rosa, bien, ¡no lo eres! Y me

llamaste a su celular de todas formas, entonces… ya sabías que la tenía, ¡deja

de fingir!

Byron ya estaba en su camino hacia la puerta.

—¿Dónde está?

Bloquee su camino. No estaba segura de por qué, pero no acababa de confiar

en él con la mochila de Thanh por su reacción.

—Es demasiado tarde, Byron. Ya se la devolví. —Byron vaciló en la puerta,

mirando mi cara por más mentiras. —Así que —dije—. Si quieres tu

mochila, te sugiero que le preguntes a ella por eso en su próxima cita.

Eric se alejó del sofá, sacudiendo su teléfono y enviando mensajes de texto

de repente. Sus ojos estaban fríos.

—Chicos, ha sido divertido, pero tengo que ir a trabajar. —Mi estómago se

sacudió, sabiendo que era responsable por su repentina salida. Finalmente

había ocurrido. Lo había ahuyentado. Mi sangre subió a mi cara cuando me

di cuenta que había sonado como la celosa novia de Byron también.

Byron se negó a moverse del frente de la puerta para darle a Eric un escape

fácil. Eric se acercó a su hombro y se encontró con los ojos de Byron, para

que los dos pudieran hacer esa peligrosa cosa de chicos medición–uno–al–

otro. ¿Por qué estaban haciendo eso de todas formas? Me puse nerviosa y

tiré de Byron, agarrando un brazo musculoso para arrastrarlo hacia atrás. La

mirada de Eric pasó junto a mí como si no me hubiera visto y corrió por las

escaleras. Por una vez él no estaba sonriendo. Saqué mi pelo de mis ojos,

sintiéndome enferma.

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224

—Muchas gracias, Byron.

—Oh, lo siento. ¿Quieres que lo traiga de nuevo? —Byron parecía sólo

ligeramente molesto, pero lo conocía mejor—. Quizás deberías tratar de

atenuar el coqueteo un poco. Eres dolorosamente obvia.

Él sabía muy bien que era incapaz de flirtear. Obviamente. Había echado a

perder lo que sea que podría haber tenido que ocurrir con Eric. Suspiré.

—No es lo que piensas.

—Sí, lo es, así que sería mejor que estés celoso, Byron. —Paseó Tory desde la

cocina; su capucha con cierre rosa subida hasta el cuello. Era evidente que

estaba ocultando algo. Rodé mis ojos. Estábamos bajo bandera de tregua.

¿No podía tomar nada en serio?

—Vacía tus bolsillos —Byron le dice a Tory con voz resignada. Ella sonrió

inocentemente y sacó unos pocos utensilios, luego trató de empujar más allá

de él. Se colocó resueltamente frente a la puerta. Le dio a ella una mirada

dura—. Todo de él. —Ella se rió y abrió la cremallera de su chaqueta,

vertiendo el resto del contenido en la mano de Byron. Eran sólo cucharas.

No podía creer que ella arriesgara la misión con ésas. Byron se giró hacia

mí—. Tu turno.

Me aparté, insultada.

—Estoy bajo una bandera de tregua. La única cosa que tengo es información.

Él sonrió y arrancó la cinta adhesiva del agujero del pomo en su puerta del

frente y me lo entregó.

—Creo que esto es suyo, Capitán.

Tomé la pieza de cinta con toda la dignidad posible que pude reunir. La

puerta se cerró detrás de nosotras. La misión había sido comprometida. Ni

siquiera había pensado en preguntarle cómo contactar con Thanh, entonces

podría regresarle la mochila. ¿Y enserio Eric me odiaba ahora? Quizás era

para mejor. Mis manos se sentían temblorosas. Los había perdido a todos en

un día. Bueno, quizás en dos días. Tory y yo nos dirigimos por las escaleras

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hacia los camiones estacionados. El interés se había trasladado de la unidad

de caridad al complejo de apartamento de los chicos. Los chicos habían

agregado una bolsa de boxeo a la pila rebosante de ropa. Tan pronto como

llegamos al primer camión, dejé escapar un suspiro tembloroso, incapaz de

reprimir mi depresión repentina.

—¡Tory! —gimoteé—. ¿En qué me equivoqué?

—¿Estás bromeando? Eso fue impresionante. —Tory me dio una sonrisa

maliciosa y sacó un libro enorme de detrás de su espalda. Lo había metido

debajo de su capucha. No podía creer que no hubiera notado su repentina

espalda plana. La chica era mágica. Agitó el libro de física de Byron enfrente

de mi cara con ambas manos.

—¡Tory! No puedes robar… —Me callé la lección—. Espera, pero Thanh

tiene su libro.

—Nop, nosotras lo tenemos.

—¿Él me dijo que necesitaba su mochila para que pudiera estudiar física?

Actuó como si no supiera que tenía la mochila de Thanh.

—Mintió.

—¿Por qué? —Sujetando el libro de física en mi mano, me giré, lista para

enfrentar a Byron con éste justo cuando Kali me pasó corriendo descalza.

Ella rió con tono agudo. Tory y yo involuntariamente llevamos nuestras

manos a nuestros oídos.

—¡Corran! ¡Ellos nos van a agarrar! —gritó.

Lizzie se encontró con ella del otro lado del complejo de apartamentos, sin

respiración. Se apoyó contra los apartamentos, su camisa blanca

mezclándose con el blanco ladrillo. Tan pronto como me vio, pisoteó mi

camino, mirando indignada.

—Dile a los gemelos que no pueden dar nuestras cosas a la caridad.

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La cara de Kali estaba rosa por el esfuerzo. Su pelo rubio se enrollaba

alrededor de su cabeza como un halo. Corrió hacia uno de los camiones de

caridad y agarró la compuerta. Usándolo como su palanca, inició su camino

sobre la parte superior y hurgó profundamente en la ropa donada.

—¡Escóndeme!

Obedientemente apilé algunas prendas sobre ella. Lizzie se zambulló en la

parte superior, atacando la pila de ropa como a una pila de hojas. Las dos se

retorcieron alrededor del desorden luciendo como cachorros juguetones, sus

piernas y codos apareciendo por todas partes. Traté de no rodar mis ojos,

pero lo hice. ¿Qué pensarían los trabajadores de DI cuando les donáramos

dos de nuestras chicas? Tiré una última almohada sobre el pelo rubio de Kali

justo a tiempo. Vi a Blake inevitablemente en nuestro camino. Esperaba que

no estuviera aquí para transportar el remolque lejos.

—Hey chicas —susurré—. Quizás ésta no es una buena ide…

—Ahí están —dijo Blake. Giré hacia él. Lucía ligeramente molesto. —Les

importaría hablar con su compañera de piso que si no me devuelve el reloj

entonces me veré forzado a hacer algo que ella o yo podríamos lamentar.

Ahora sabía de lo que estaba hablando Lizzie. Esta guerra de bromas estaba

fuera de control.

—No soy tu chica mensajera, ¿está bien, Blake? Hazte hombre y pídele a Kali

como un verdadero hombre.

Sonrió sorprendido, resaltando sus hoyuelos.

—Acertaste mi nombre.

Adam se apresuró alrededor del camión para unirse a su gemelo. Noté que

tenía nuestro control remoto en sus manos. Mis ojos se desorbitaron.

—¿Qué estás haciendo con eso?

—¿Qué? Esto venía con su TV. Ustedes decoraron nuestro lugar. Nosotros

estamos a punto de terminar el trabajo. —Adam rió ante mi expresión y me

esquivó, su gemelo detrás de él.

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227

Lizzie asomó la cabeza fuera de la ropa, sorprendiéndome.

—¿Ves lo que estoy diciendo? —exclamó.

La cabeza de Kali se unió a ellas, dándoles el aspecto de gemelas unidas.

—Entonces, ¿Blake robó nuestro walkie talkie, cierto? Y corrimos detrás de él

probablemente cerca de cuatro cuadras y ellos se escondieron detrás del

contenedor de basura y los asustamos del otro lado. —Empezó a reír ante el

recuerdo. —Y luego tomamos algunas de sus cosas y ellos estaban como,

―¡atrápenlas!‖. Y luego vinimos aquí y nos encontramos contigo, y luego

tú…

Levanté mis manos.

—Sé lo que hice. —Espera. ¿Quiénes estaban custodiando la mochila?—.

¿Está alguien todavía en casa? —pregunté.

Kali se encogió de hombros, no sabiendo que todo dependía de su respuesta.

—Sandra, quizás.

Incliné mi cabeza hacia atrás. Inútil. Sandra probó que no podría guardar

nada nuestro si eso le costaba lo más mínimo de esfuerzo, menos aún su

vida o algo precioso como eso. Había filtrado el nuevo paradero del nuevo

escondite sólo para vengarse de mí. Eché a correr. Tory sabía lo que estaba

pasando. Ella estaba detrás de mí y rápidamente me alcanzó. Traté de

decirme que el pesado libro de física estaba ralentizándome. Tory pronto fue

un pequeño torpedo acelerando en la distancia.

—Encuentra la mochila —le grité.

Me mostró los pulgares arriba, con su cabello rojo volando detrás de ella.

Doblé la esquina, manteniéndome al lado del complejo de apartamentos,

viendo el BMW de Sandra delante de mí. El motor estaba encendido y

esperaba en la esquina. Sandra debía estar dirigiéndose a la biblioteca a

estudiar. Si sólo pudiera llegar a ella antes de que se fuera, podría decirme

qué pasó con la mochila de Thanh. Impulsé mis brazos aún más rápido.

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228

Encontré el lado del acompañante abierto, agradecida de que estuviera

abierto, y entré. Me giré hacia el conductor y dejé el libro de física de Byron

y a mi pie. Sandra no estaba al volante. Era Eric. Éste no era el auto de ella.

Eric me miró con total sorpresa. Lo hice de nuevo. Estaba maldita.

—Uh, hola Eric. —Estaba sonriendo hacia mí de nuevo—. Mira, esto no es lo

que parece. Es totalmente un caso de identidad equivocada de auto.

—¿Qué es eso?

Hice un gesto con mi nariz y traté de traducirlo por mí misma.

—Eric, no quería saltar a tu auto para asustarte. ¡No soy Tory! —Se rió en

voz alta. Llevé mis ojos al cielo, apoyando mi cabeza contra el asiento—. En

serio, las cosas no son siempre tan locas por aquí.

—¿Estás tratando de cambiar eso?

Encontré sus ojos, aliviada al ver que estaba de mejor humor que cuando

estábamos en lo de Byron. Sin embargo, estaba cansada de hacer el ridículo

de mí misma.

—Mi vida realmente no es como un libro de historietas. No sé. Quizás es

más una comedia de situación. Sólo deseo pensar que es divertida.

—Las sitcoms nunca lo son.

—Gracias, Eric. —Tomé una respiración profunda, mirando hacia el

estacionamiento. Estábamos por completo escondidos del mundo exterior.

Ésta era mi primera vez estando a solas con Eric y la cosa graciosa era que

me sentía completamente a gusto. Ahora sólo esperaba compensarlo por

ofenderlo hoy. Y por saltar dentro de su auto. Y por un montón de otras

cosas realmente.

—Perdón —dijimos ambos al mismo tiempo.

Eric sonrió y lo dejé terminar su disculpa primero.

—Mi auto es un desastre. —Puso sus brazos alrededor de mí para llegar

detrás de su asiento. Fue un poco incómodo, por lo que me moví lejos,

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presionándome contra la puerta del auto mientras reordenaba su abrigo

sobre cualquier desastre que no quería que viera detrás. No necesitaba

hacerlo. Su auto realmente no estaba tan mal.

—No te preocupes por eso —me encontré diciendo—. Lo siento mucho por...

casi todo. Mi capacidad social está realmente faltante últimamente.

Después de un momento, sus brazos me dejaron y me sonrió.

—Bien, ¿cómo podemos empezar de nuevo? —Sentí un gran alivio a sus

palabras… y luego un poco de pánico. ¿Qué quería decir? ¿Qué estaríamos

empezando? Empujó el freno de emergencia hacia abajo, observándome de

esa manera suya divertida—. Hey, necesito volver al trabajo en poco…

—Oh, perdón, sí. —Ni siquiera sabía lo que hacía en el trabajo. No sabía

nada de él. Era mala en esto—. Entonces uh… trabajas en el laboratorio de

la escuela —apunté—. ¿Qué haces ahí?

—Estamos trabajando en un experimento muy secreto justo ahora.

—¿Qué es eso?

Rió.

—Tú sólo vienes y preguntas. ¿No? No hay tortura involucrada.

—Eso sólo viene después. —Sonreí, acomodándome en el lado del pasajero.

Tenía mi completa atención—. Así que muy secreto, ¿eh?

Él se puso cómodo también. Podía decir que éste era un tema del que no le

importaba hablar.

—¿Cuántos años tienes? —preguntó. Me tensé. Era la muerte admitir que

estabas por arriba de cierta edad por aquí. Leyó mi mirada y sonrió—. No,

no me digas. Tengo formas de saber. ¿Sabes de esos tonos de llamadas que

los niños ponen en sus celulares en clases así sus profesores no pueden oír?

—¡No!

—Bien, nadie por arriba de los veintiséis años lo puede oír.

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No me gustaba el sonido de eso en absoluto. Parecía inconsciente de mi

malestar y sólo palmeó el volante.

—De todas formas, ¿quieres venir a mi laboratorio para hacer el análisis?

—¿Puedes oír la frecuencia?

—No ésa.

Me relajé aliviada.

—Bien, no voy ser capaz de oírlo tampoco. Estoy un poco sobre el borde de

ese número.

La mirada de apreciación que me dio me hizo creer que no le importaba.

—Estoy por conseguir algo para comer, ¿quieres…?

Tomé una profunda respiración, leyendo las vibraciones. Me estaba

preguntando para salir de nuevo, ¿entonces por qué estaba luchando de

todas formas? Me gustaba mucho Eric. ¿Por qué otra razón habría estado

preocupada de haberlo alejado de lo de Byron? Pero siempre nos cruzamos

cuando yo estaba huyendo de algo, y los malos hábitos son difíciles de

romper. Le eché una larga mirada. Eric era realmente muy lindo. Parecía

divertido, agradable y gracioso para estar a su alrededor… justo como

Cameron. ¿Estaba realmente arruinada, no? Byron estaba en lo cierto. Era

incapaz de gustarle a alguien, especialmente alguien que me gustaba, como

si me hubiera arrancado esa parte del corazón que podía sentir. Mordí mi

labio, pero antes de que pudiera tomar alguna decisión que alterara la vida

de este chico, oí un golpe en mi ventana.

Giré, viendo el rostro de Tory en el camino. Salté hacia atrás. Arañó la

puerta, forzándome a abrirla. Kali saltó al frente de ella, agitando las manos

frenéticamente. Lizzie estaba detrás de ella.

—¡Mañana… en las Batallas de las Bandas! —Kali gritó tan pronto como abrí

la puerta—. Él está preocupado por algo y está yendo a encontrarse con

alguien ahí. ¡Lo oí hablando!

Arrugué la nariz.

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—¿Quién? —Tory echó una mirada a Eric y puso una mano en el hombro de

Kali. Instantáneamente se calló. No era necesario—. Estaban justo diciendo

algo sobre la Batalla de la Bandas —exhorté.

—Um, sí. —La cara de Tory se retorció pensando—. ¿Sabes que hay bandas

tocando en la escuela a las 7:00 de la noche?

Kali no iba a decir eso. Miré a Eric. Tory no quería que él escuchara y esa era

justo la excusa que necesitaba.

—Quizás en otra ocasión —le dije a Eric—. Tengo que…

Inclinó la visera de su gorra de modo desenfadado. Mi sonrisa lo empató.

Era imposible que no te gustara él.

—Sí, la próxima vez seguro —dijo.

Me deslicé fuera de su auto, sintiendo un poco de vergüenza, sobre todo

desde que había saltado adentro tan descaradamente. Era casi como el

destino… o la mala suerte. En una inspección más cercana, su auto tenía el

tono incorrecto para ser el de Sandra. Eric se inclinó bajo el asiento del

acompañante y recogió el libro de física que había tirado. Sus ojos

encontraron los míos.

—¿Esto es tuyo?

—Pertenece a un amigo.

Tory parpadeó. Era la única cosa que la había traicionado. Lizzie sonrió, no

conociendo el significado de mi declaración. Eric me entregó el libro de

Byron.

—Entonces, ¿qué tan bien conoces a este amigo? —preguntó.

Le di una sonrisa evasiva.

—Lo suficiente para reconocer sus cosas.

—¿Suficiente para saber qué tipo de hombre es?

Asentí lentamente.

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—¿Y te gusta ese tipo?

Esta vez mi sonrisa era más genuina.

—No. —Cerré la puerta y eché a andar con Kali y Lizzie. Tory nos siguió a

un paso más tranquilo, quedando atrás. Miré el BMW de Eric irse lejos, su

motor ronroneando como un gato.

El chico las tenía consigo, ¿entonces qué podía ver en mí además de

entretenimiento? Era algo en lo que pensar en tiempos más tranquilos, pero

por ahora me giré hacia Lizzie.

—¿Entonces oíste a Byron?

Asintió.

—Estaba deshaciéndose de todas nuestras decoraciones femeninas en el

camión y estaba hablando con un chico. No reconocí su voz.

Kali siguió adelante con renovado entusiasmo.

—Estaba hablando sobre Thanh y cómo algo extraño estaba pasando con

ella.

—¿Cómo sabes que estaba hablando sobre Thanh? —pregunté.

Lizzie le dio a Kali una mirada penetrante, luego se encogió de hombros

hacia mí.

—La llamó su objetivo.

—Ése podría ser cualquiera. —Quizás incluso yo… si estaba hablando

plática de batalla, pero si estaba hablando de amor entonces posiblemente

podía estar hablando de Thanh… o Sandra. La misteriosa Holly estaba fuera

de juego parecía.

Kali tercamente se aferró a su reclamo.

—No, realmente era Thanh.

—¿Dijo su nombre?

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—Bueno, no tanto —dijo Lizzie después de conseguir un codazo en un lado

de Kali para secundar su reclamo, pero Byron dijo que ella tenía algo para él.

Probablemente la mochila. Ella estaba lista para hablar. Él parecía

esperanzado.

Crucé mis brazos. Bueno, definitivamente no era yo entonces. Nunca

hablaría.

—Están perdiendo algo y necesita ir antes que sea demasiado tarde —

terminó Kali con entusiasmo—. Ella está empezando a tener miedo, creo. Es

tan romántico.

Tomé una respiración profunda. Él estaba finalmente yendo a preguntarle a

alguien la verdad. Eché un vistazo a Tory. Había estado demasiado

tranquila. Su cara estaba pálida bajo su cabello rojo.

—Entonces, ¿cuál es el daño?

—La mochila ha desaparecido.

—¿De la trampilla? —Asintió lentamente. Reacomodé el libro de física de

Byron en mis brazos. Sandra le debe haber dicho a los gemelos malévolos

dónde estaba. Quizás hicieron un trato por el control remoto. Byron había

probado ser una buena distracción. Bueno, el caballero errante de Thanh

robó su mochila para ella. Debería estar feliz. Sin embargo, nada de eso tenía

sentido. Byron tenía todos los elementos de un jugador, pero además de su

breve relación con Sandra, nunca lo vi en acción antes. Había empezado a

pensar que Sandra lo había marcado. Algo más estaba pasando, pero no

podía poner mi dedo en ello.

—¿Dijo cuándo estaba yendo? —pregunté.

Después de una alentadora mirada de Kali, Lizzie apretó sus delicados

hombros para dar su reacio informe.

—En la Batalla de las Bandas, ¡pero no se metan con el concierto de esta

noche, chicos! Tengo que entregar las etiquetas con los nombres. Es para los

créditos escolares.

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234

Kali saltó de emoción.

—¡Definitivamente tenemos que ir! —anunció—. Blake ha estado hablando

de eso todo el fin de semana. Me dijo que si voy a verlos actuar, podemos

hacer algo divertido después. —Dio un pequeño alarido—. ¡Creo que me

gusta!

Algo me dijo que había más en esta invitación. Quizás eso es lo que Tory

sintió también. Ella conocía las maneras de los gemelos malévolos. Sus

brazos estaban envueltos rígidamente alrededor de su estómago. Sin

embargo, Thanh estaría allí y quería estar segura de que Byron le devolvería

su mochila. Después de todo, ella destrozó su propio lugar para encontrarla.

Pero si estaba siendo brutalmente honesta conmigo misma, sólo quería saber

si algo más estaba pasando entre ella y Byron. Nunca me dejaría si me viera,

lo que significaba que tendría que ser una operación encubierta. Asentí.

—Iremos. Sólo que no de la manera que ellos esperan.

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Capítulo Diecinueve

Traducido por carmen170796

Corregido por dark&rose

Día 110

2014 horas

ncubierto. El enemigo tiene diferentes facetas… algunas mucho más

atractivas”.

—Entrada de Madeline en el diario de guerra (Viernes por la

noche, 2 de junio)

—¿Cuáles son sus nombres?

Los gemelos estaban de pie frente a mí y los observaba cuidadosamente,

lapicero en mano. Ellos se sonreían el uno al otro traviesamente, demasiado

ansiosos por hacer estragos, como para ver a través de mi disfraz.

—Blake —dijo Adam

Blake mostrando su sonrisa con hoyuelos.

—Adam.

Le di a Blake una etiqueta que decía número uno, y a Adam otra que decía

número dos. Ellos parecían sorprendidos y me encogí de hombros hacia ellos.

Adam trató de intercambiar con Blake la etiqueta para conseguir el número

uno. Sonreí. Por supuesto que los números causarían rivalidad. Blake

finalmente cedió—usualmente lo hacía. Ellos se alejaron en sus

extrañamente atractivos pantalones a cuadros.

“E

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236

La morena junto a mí suspiró. La empujé con el codo.

—Contrólate, Kali

La Batalla de Bandas estaba marchando bien. Lizzie había gruñido cuando

anuncié mi intención de repartir etiquetas con nombres con ella en la

entrada, pero después de que prometiéramos comportarnos, ella

eventualmente había cedido. Mis ojos se movieron hacia Tory. Su melena

estaba corta y negra. Usaba un vestido a cuadros y una chaqueta corta roja.

No era, para nada, su look normal. Ella escribió Brad Pitt en una etiqueta y se

la entregó a un chico rubio.

Me giré hacia ella.

—¿Mi cabello está demasiado largo? —pregunté

—Estás en la tierra del cabello largo… así que no.

Esta noche era la rubia. Era raro lo que un diferente color de cabello le hacía

a mi identidad, eso y cambiar mi estilo para que fuera más como el de

Sandra. Horror de horrores, llevaba puestos tacones rojos y un coqueto

vestido negro. Nadie nos reconocía. Bueno, tal vez a Lizzie. Ella se veía sexy,

pero su piel oscura era muy obvia. La pusimos en la multitud con cabello

rojo y un teléfono móvil para mantener una vigía en la parte delantera del

salón. Sandra nos había llamado estúpidas y nos había abandonado por la

pista de baile, sus tacones negros y blancos, cerrados con cremallera, eran

especialmente ruidosos contra el suelo de madera

—Nombre —espeté—. Toma una etiqueta o no entres. —Un chico se quedó

de pie frente a mí. Sus cejas alzadas con sorpresa. Tipo fuerte y silencioso,

escribí. Pegué la etiqueta en su pecho. Él hizo espacio a una adorable pareja.

Romeo y Julieta, escribí para ellos. Les di sus etiquetas.

—Manteneos seguros esta noche.

Parecían tener prisa por llegar a las mesas.

Napoleón, escribí para algún chico con el pelo rizado a lo afro.

—Hey —se quejó.

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Otro chico colocó sus manos en la mesa frente a mí.

—¿Cómo te va? —preguntó de modo significativo.

Me lo quedé mirando fijamente. Aparentemente las rubias se divertían más.

Esta noche estaba logrando más conquistas que nunca. Garabateé lo que

pensaba del chico. Jugador. Le di su etiqueta y su boca se abrió formando una

O.

—Siguiente —grité.

Kali escribió Bathsheba y David para la siguiente pareja. Jezebel para alguna

chica cara de mantener, mi futuro acosador para un chico que coqueteaba con

ella. Ella tenía una pila de etiquetas que decían Soltera blanca busca. Los

chicos agarraron esas como panqueques. Kali rió tontamente, dando

golpecitos ligeros con sus bailarinas adornadas contra el suelo. Para una

morena, ella no lo estaba haciendo nada mal. El siguiente chico en la fila se

encontró con su mirada y le quitó su marcador para personalizar su propia

etiqueta. Él escribió sexy con un acento sobre la y. Ellos compartieron una

sonrisa.

Tory no iba a quedarse atrás. Ella evaluó al siguiente chico.

—¿Cuál es tu teléfono? —Él se veía sorprendido, pero se lo dio de todas

formas. Ella lo escribió en su etiqueta y se la pegó en el pecho—. Esto

debería surtir efecto. —Sus ojos se entrecerraron cuando vio la etiqueta, pero

tan pronto como se marchó, una chica se rió y se le acercó poniendo su

número en su teléfono móvil.

—Mi nombre es Anne. —Una chica estaba parada frente a Tory con un

aspecto sensato y serio.

Sorprendentemente, Tory escribió sin hacer alboroto. Ella se volteó hacia el

novio de Anne.

—¿Andy?

—¿Qué? ¡No!

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Tory le dio la etiqueta. Pronto una multitud de estudiantes nos rodeaba,

demandando más etiquetas. Ya nadie quería sus verdaderos nombres.

—¿No tienes más etiquetas de Soltera blanca busca? —me preguntó un chico.

—¿Qué estáis haciendo?—Lizzie se abrió paso hacia nuestra mesa. Su

etiqueta decía Cleo. Se suponía que era su disfraz, pero aparentemente esta

noche todo el mundo tenía un disfraz—. ¡Esto se está saliendo de control!

¡Nadie tiene su verdadero nombre!

—Ciertamente conveniente para ellos. —Entregué otra etiqueta.

—¡No lo entiendes! ¡Me dejaron a cargo de esto! —Un chico palmeó a su

amigo en la espalda. Tan pronto como su amigo se giró, vimos que en su

espalda decía Celestial. La magia se estaba esparciendo. Lizzie enterró su

cabeza en sus manos—. Me voy a meter en serios problemas.

—¿Por qué? No estás haciéndolo.

—Se supone que sí. —Ella trató de hacerme a un lado.

Un chico rubio usó a Lizzie como su distracción para pasar desapercibido.

Le hice señas con las manos amablemente.

—Coge tu etiqueta. —Me ignoró y se dirigió directo hacia la multitud. Me

puse de pie, mi silla chirriando ruidosamente detrás de mí. Kali y Tory se

pusieron de pie al lado mío como sirenas furiosas.

—¡Consigue tu etiqueta!—gritamos todas.

Lizzie parecía escandalizada. Kali corrió alrededor de la mesa y agarró el

brazo del chico, arrastrando hacia la mesa a su nuevo rehén. Tan pronto

como vi que era Eric, agaché mi cabeza. Él tenía el look de un músico de

rock alternativo con la camiseta de manga corta sobre las largas mangas. Se

veía demasiado bien como para que yo mantuviera mi apariencia relajada.

—¿Esto es absolutamente necesario? —preguntó riéndose.

—No puedes entrar sin una —le informó Tory discretamente

—¡Aquí está tu etiqueta, amigo! —Kali lo escribió en su etiqueta.

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—¿Amigo? —Leyó con repugnancia—. ¿Qué pasó con mi verdadero

nombre?

—Aburrido. —Tory me miró. Pretendí estar muy interesada en mi

marcador. —Cada uno a lo suyo, supongo.

Eric agarró mi marcador y escribió chico a lado de amigo24.

—Mucho mejor. —Él estaba de pie directamente frente a mí, encontrándose

con mi mirada antes de ponérsela—. Por cierto —me dijo—, te ves bien de

rubia. Si sales a la pista, guárdame un baile. —Me guiñó un ojo ante mi

perpleja cara y desapareció entre la multitud.

—Él me reconoció —le dije a Tory. No quería que él se fuera, pero no dije

esa parte.

Antes de que Tory pudiera responder, Cameron se abrió paso a través de la

multitud con un grupo de chicas. Usaba una camisa blanca de los Jonas

Brothers que decía Team Selena. En realidad era solo una camiseta de

American Rejects, pero una chica podía soñar. Oculté mi rostro con mi

peluca de cabello rubio.

Si Eric me reconoció, mi ex novio con seguridad lo haría.

—Cameron. —Él tamborileó impacientemente la mesa junto a mis dedos.

Los alejé lentamente y encontré el marcador que Eric acababa de dejar a un

lado. Cameron no me reconoció. Una de las chicas a su lado examinaba sus

perfectas uñas. Era perturbador que el tipo de chicas que Cameron elegía

después de mí. Definitivamente estaba maldita con su indiferencia.

Me volteé hacia ella.

—¿Y tu nombre?

Ella me miró de arriba abajo. Después de una apropiada espera,

ofensivamente larga, dijo:

—Chloe.

24 Boy + Friend: Término en inglés que significa novio, enamorado.

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Propiedad de Chloe. Escribí y con gran valentía, la pegué en el pecho de

Cameron.

—Ahí tienes, chico objeto.

Él se rió, tratando de mirarme más de cerca. Mantuve mi cara apartada. Él se

quitó su etiqueta.

—No, no somos pareja. —Se defendió como si salir con alguien fuera un

pecado—. No es así.

Chloe se giró hacia el galán y le puso de nuevo la etiqueta. Ella me echó una

mirada desafiante

—Claro que es así. —Sus dedos rozaron sus bíceps—. Él es mi hombre.

Eso era todo. Chloe se ganó el nombre de su etiqueta. Se la entregué. Fan del

club de Cameron. También le di su etiqueta a la chica al otro lado de Cameron,

Esposa número dos. A la tercera le di, Aventura de Cameron. Ellas bajaron la

mirada hacia sus etiquetas—. Diviértanse esta noche —canturreé.

Cameron se rehusaba a ser despedido. Él permaneció en mi mesa.

—¿Siempre eres así de mala? —Uh oh. Me moví ansiosamente. Se había

interesado en mi crueldad. Era completamente irónico, dado que él no

estuvo interesado cuando era agradable con él.

El maestro de ceremonias presentó a la siguiente banda, mientras se abrían

paso hacia el escenario. 26Down. Era la banda de Byron. Bueno, no era

exactamente su banda. Rock lo forzó a tocar el bajo una vez que Byron se

mudó a su apartamento. Tan pronto como escuché que Rock empezó a tocar

la batería, le dirigí a Cameron una mirada severa.

—Esta banda es asombrosa.

—¿Estás bromeando? Conozco a esos chicos. Son unos idiotas.

—Deberíais ir a bailar. —Le hice señas a su nueva novia—. Llévalo, Chloe.

Él no despego su mirada de mí.

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—Haría falta una chica realmente sexy para hacerme bailar —dijo. Antes de

que pudiera patearlo bajo la mesa, la mano de Chloe liberó el fuerte bíceps

de Cameron, y se lo quedó mirando en shock. Bien. La chica tenía

autoestima.

—Uh —tartamudeó él. Incluso él sabía que había dicho algo incorrecto—.

Quiero decir… tú también eres sexy —dijo—. Ella sólo tendría que probar

que realmente me gustaba. Eso es todo.

—Oh, quieres ataduras, ¿verdad? —pregunté—. Suena a compromiso. —

Cada vez que yo decía cosas así, Cameron usualmente me miraba como si

fuera estúpida, pero dado que no me reconocía, él parecía intrigado. Sabía

que una vez que se diera cuenta de quién era, le saldría humo por las orejas.

Traté de pensar en una manera de escapar antes de que eso pasara.

26Down ya estaba tocando en el escenario. Blake cogió el micrófono,

poniendo la correa de su guitarra sobre su hombro. Adam estaba de pie a un

lado con su guitarra, usando su etiqueta de numero uno.

—Lo siento —le dije a Cameron sin una pizca de remordimiento—. Estos

chicos son súper sexys. Tengo que verlos tocar. —Me levanté de mi asiento.

Lizzie estuvo más que feliz de tomar mi lugar. Ella le puso los ojos en blanco

a Cameron y él se petrificó cuando la reconoció.

—Pero nuestro turno todavía no termina. —Kali me pisaba los talones.

—Hemos hecho suficiente daño —dije, sin bajar la velocidad—. Tenemos

trabajo que hacer.

Tory asintió.

—Iré a decorar el coche de Cameron. —Ella sacó una mochila llena de papel

higiénico.

—Te refieres al de Byron, ¿verdad?

—No. —Tory nos dejó, pareciendo habérselo tomado muy en serio. Ella

simplemente no entendía. No estábamos ahí para cobrar venganza. Ya ni

siquiera sabíamos porque estábamos peleando.

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—¡Oh, hey, espera! —Kali sonrió y me dio una etiqueta, pegándola sobre mi

blusa. Bajé la mirada hacia ella. La chica más sexy que jamás has visto. Se rió—.

¡Quiero que te diviertas esta noche, missy!

Ella no estaba comprendiéndolo. Me abrí paso a través de la multitud. Las

etiquetas de incognito tenían un efecto rebelde sobre las personas. Todos

bailaban, haciendo el paso de la falsa arma y el paso lava-coches estilo

hippy. Un chico estaba haciendo el robot en el medio de la pista. El sonido

de exageradas rimas me perseguía. Byron estaba planeando la clausura esta

noche, ¿Pero a qué? ¿Una cita? ¿O algo más? Tenía que mantener mi mente

abierta a cada posibilidad, ¿Pero primero donde entraba Thanh en este lío?

26Down empezó su segunda canción. Kali miraba a Blake con admiración.

Ella cogió mi mano y la apretó hasta que me dolió.

—¡Kali! —me quejé.

—Lo siento. —Ella me dejó ir para abanicar su cara con gestos exagerados,

golpeándome un par de veces en el proceso—. Es realmente lindo

Él era un demente. Blake se puso la guitarra detrás de su cabeza y tocó una

melodía complicada. Él hacía que su bajista pareciese un gandul. Era Byron,

después de todo. Él parecía medio dormido en la parte trasera. Su camisa

estilo vaquera remangada sobre sus bíceps. Sus dedos se movían

automáticamente sobre el bajo, pero él estaba buscando algo en la

multitud… o tal vez a alguien. Traté de seguir su mirada y la sentí sobre mí.

Sus labios se curvaron. Imposible. Me reconoció. ¿Entonces por qué me

había molestado en usar este estúpido disfraz? Alguien me codeó en el

costado y me volteé irritada hasta que vi a Eric.

—¿Probando un nuevo look? —preguntó

Lo codeé de vuelta.

—¿Cómo supiste que era yo?

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—Lo siento. ¿Arruiné tu disfraz? ¿Qué conspiración estás encubriendo

ahora? —Él echó para atrás su cabeza, tomando un trago despreocupado de

su bebida.

Busqué entre la multitud a Thanh.

—Definitivamente algo está pasando.

—Sí. —Asintió, mirando al chico haciendo el robot—. Este lugar es de locos.

¿Qué te parece si nos vamos a algún lugar más cuerdo?

Esa era la última cosa que quería. Bueno, la parte de cuerdo. Necesitaba

encontrar la conexión de Byron con Thanh. Algo no tenía sentido. ¿Por qué

me importaba? Para empezar, Byron me había mentido.

—Tengo que revisar algo primero —dije.

Eric parecía aburrido.

—Déjame adivinar, ¿Byron está tratando de apoderarse de la escuela? ¿Qué

va a hacer, convertir la Y en una U? —Él tomó otro trago, lo hacía verse tan

bien, le robé su vaso.

El aburrimiento de Eric se evaporó tan pronto como me acabé su bebida.

Parecía intrigado.

—¿Siempre coges las cosas que no son tuyas? —gritó, para hacerse oír sobre

el ruido. Antes de que supiera lo que iba a hacer, cogió mi mano libre. Me

puse tensa por la sorpresa—. Ves, ¿cómo te gusta ahora? —me pregunto

Me gustaba un montón. Estudié su expresión ligeramente burlona. Era raro,

pero en todo en lo que podía pensar era en cómo de cerca estaba él del

enemigo. Tal vez él me podía ayudar.

—Hey, ¿pasas un montón de tiempo en casa de Rock?

Él no podía oírme sobre la música. Así que me incliné para gritar.

—¿El baterista?

—Sí, ¿qué pasa con él?

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—¿Viste una mochila negra en su casa?

La nariz de Eric se arrugó y su mano se deslizó fuera de la mía.

—¿Mochila? ¿Cómo es?

—Um.. Negra. Sólo me estaba preguntando si una amiga mía recuperó la

mochila correcta, eso es todo.

Él se rió, su mirada no me abandonó.

—¿Por qué no sólo le preguntas a tu amiga? —Eric era tan inocente. Antes

de que pudiera responder, una pequeña chica pasó a nuestro lado. Su

cabello negro se balanceaba contra su espalda. Era Thanh. Ella aun no

parecía feliz, lo que me hacía pensar que aún no recuperó su mochila

después de todo.

Le devolví a Eric su vaso vacío.

—Volveré pronto. —Me dirigí hacia Thanh, dejando a Eric atrás en la masiva

multitud de aplausos.

El Maestro de ceremonia caminó hacia el micrófono.

—Genial, chicos. —Su voz resonaba sobre nosotros—. Denle un gran

aplauso a 26Down. ¡Exacto! Son tan morbosos, que te sientes mareado—.

Lanzó su sombrero vaquero hacia nosotros. Sólo un estudiante de BYA sería

tan atrevido como para mezclar música country con rock alternativo—.

Mientras esperamos que la siguiente banda se prepare, tenemos unos dulces

premios. Hey, tal vez si sacamos algunos nombres, descubramos unos

cuantos nombres verdaderos ahí afuera, ¿Sí? —Sus ojos se movieron a una

chica por debajo suyo—. Sé que tu nombre no es Llámame. Pero en serio, no

me molestaría. —Unos cuantos murmullos de risas. Thanh continúo

alejándose de mí.

Vestida para matar con una falda de tubo hasta la cintura y una blusa de

seda, ella parecía lista para una cita secreta. Podía pensar en unos cuantos

candidatos. Arriba mío, el maestro de ceremonia sacó un nombre del

sombrero.

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—Cameron… uh… ¿Cameron Hoogendowzer?

—¡Hornberger! —Cameron gritó en respuestas desde la multitud.

—Como sea tu nombre no importa, felicidades, chico. Ven a recibir tu

perfume floral. —Él miro a la cara de decepción de Cameron—. Uh, lo siento

tío. Tal vez se lo puedas dar a tu novia. —Esposa número dos y amorío de

Cameron aplaudieron con emoción. Reí disimuladamente. Fan de club de

Cameron se había ido. Supongo que Chloe tenía mejor gusto del que pensé.

Thanh cruzaba el salón más rápido de lo que yo podía pasar a través de los

bailarines entre la multitud. Una vez que ella llegara al vestíbulo, no podría

saber en qué dirección iría—. Premio numero dos —gritó el Maestro de

Ceremonias—. Este es uno bueno. Un premio de cincuenta dólares para

broncearse en el Salón Sunny. —Él sacó un nombre—. Cameron…

Heizendine

Hubo un abucheo colectivo y perdí de vista momentáneamente a Thanh.

Alguien había llenado la caja con el nombre de Cameron. Mi primera

suposición fue Tory. Cameron se congeló en su camino de vuelta a sus

novias. Él Maestro de ceremonias se rió.

—Hey, te atraparon amigo. —Sacó otro nombre—. ¡Cameron de nuevo! —

Todos se rieron. Unos cuantos murmuraban furiosamente. Sip. Tory—. Está

bien, vamos a tener que sacar todos los papeles con el nombre de Cameron

antes de escoger otro ganador —dijo.

—Mientras tanto, ¿Por qué no tenemos una pequeña Batalla de Sexos?

Todos aclamaron y saltaron alrededor mío, bloqueando mi vista de las

salidas. No había forma de saber cuál había tomado Thanh. Ella era

demasiado pequeña. Necesitaba una base más alta.

—Ahora es tu oportunidad. Vamos chicos y chicas. Es noche de micrófono

abierto. Cualquier cosa puede pasar. ¿Está él coqueteando con tu mejor

amiga? ¿Está ella gastando todo tu dinero? Bueno, no lo soportes más. —

Aún cuando era imposible que el Maestro de Ceremonias me viera, le lancé

una mirada enojada. ¿Por qué algunos chicos pensaban que los mujeres solo

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querían su dinero? Todo el dinero del mundo no era suficiente para salir con

un chico que no nos gustase.

La multitud enloqueció, especialmente cuando el Maestro de Ceremonias le

pasó el micrófono a un chico esperando en los bastidores. Tenía una sonrisa

arrogante y un gorro. Tenía las señales de ser un idiota.

—¡Hey, amigos! —Nos calló a gritos—. Ustedes chicas lloriquean y se quejan

por no casarse, pero hablemos de por qué no lo han hecho dulzuritas ¿Lo

hacemos? —Más le valía no ir por allí—. Qué hay de la razón principal por

la cual las dejan botadas. ¡Quieren oírla! —Incluso las chicas estaban

gritando para oírla. Traidoras. De alguna manera ellas pensaban que estaban

eximidas de esos insultos.

—Están demasiado desesperadas, mujeres. Por qué dicen cosas como,

¿cuándo te veré de nuevo? ¿Hacia dónde están yendo las cosas? Tenemos que

hablar. Están demasiado concentradas en el compromiso. Relájense.

Métanselo en su dura cabeza: sólo estamos saliendo, bebé. Y ni siquiera

llegué a las hermanas misioneras…

Algunos de los chicos de mi alrededor gritaron con aprecio. Mi mirada

estaba completamente sobre ellos. Su atención estaba sobre la rata de más

arriba de nosotros. Unos cuantos chicos les dirigían a sus novias unas

extrañas sonrisillas.

—Pagamos en las citas. Pagamos el anillo. ¿Les damos nuestros nombres y

dinero y para qué? Sin esos tintes y falsos bronceados, sus apariencias se

desvanecerían como desagradables tatuajes.

En honor a la verdad, noté que algunos chicos se quedaron con la boca

abierta al escuchar eso.

—¡Whoa! —gritó un chico—. ¡Tu novia te va a matar, amigo!

La risa se esparció a través de la sala. El chico punk en el escenario llevó el

micrófono a sus labios.

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—Ahora piensas así. Yo sólo lo estoy comentando. En unos cuantos años,

serán iguales a sus mamás. ¿Por qué creen que escapamos como niñitas

cuando conocemos a nuestros futuros parientes políticos? No es que

tengamos miedo de comprometernos, sólo tenemos miedo de

comprometernos con eso. Así que, hazte un favor chica, y mantén a tu

familia escondida.

¡No, él no lo hizo! Me volví contra él furiosamente.

—¡Tu mamá! —grité de vuelta a través de la multitud. En ese momento, el

escenario era el lugar más alto desde donde podía localizar a Thanh. Subí los

escalones, dos a la vez.

—Oh —gritó el Maestro de Ceremonias—. Parece que tenemos un

contrincante.

Le quité el micrófono al Maestro de Ceremonias antes de que pudiera decir

algo más estúpido y señalé ferozmente al chico con el gorro.

—Felicidades. En menos de un minuto, te has asegurado de que ninguna de

las chicas en esta sala salga contigo jamás.

Las chicas aclamaron. El imbécil me devolvió la sonrisa. No me iría hasta

que llorase. —Así que, Señor regalo de Dios para las mujeres, ¿Qué te hace

pensar que tienes algo que ofrecer a las mujeres, huh, además de ese gorro

en el que has logrado meter tu cabezota? Hasta ahora, ¿has mencionado

tener aparentemente interminables bolsas de oro? Aun si tuvieras dinero, lo

cual dudo seriamente, nunca compensaría el tener que soportarte. Así que,

¿qué más tienes que ofrecer a las señoritas además tu oscura y vacía alma?

—Le levanté mi ceja al chico.

—¿Por qué no le preguntas a las chicas que no me dejan en paz? —

respondió suavemente.

—Eso se llama Síndrome de Estocolmo. Ellas necesitan que les examinen la

cabeza así sabrán que no te necesitan. Cualquier cosa que hagas, nosotras lo

podemos hacer mucho, mucho mejor. Enfréntalo, niño. Las chicas pueden

ganar su propio dinero. Podemos divertirnos por nuestra cuenta. Podemos

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hacer mucho más con nuestra vida, que amarrarnos a un demente como tú.

La única cosa que nos puede seducir es el amor. Oh, ¿Tal vez es por eso que

estás tan enojado? No eres así de encantador ¿verdad? —Hice un pequeño

puchero con mis labios—. ¿Alguna chica te desechó cómo merecías?

El chico no parecía molesto para nada. Por supuesto que no, aún tenía a esas

pobres y desorientadas chicas a las que manejaba a su antojo.

Y además de eso—yo era muy ingenua—este chico tenía que ser un

instigador para alborotar a la gente. Ni siquiera Cameron eran tan malo

como este. Por el rabillo del ojo, vi a Thanh desaparecer por la salida, en la

parte más alejada del salón. Tal vez nunca descubriría si su mochila le había

sido devuelta. Puse el micrófono de vuelta en el soporte. Las chicas gritaban

para que continuase, pero no podía.

—Háganse un favor chicas —dije, como alegato de despedida. El chico con

el gorro nunca cambiaria de opinión, pero al menos podía echarles una

mano—. No vayan tras un chico como este. Vayan tras un empollón. Te

amará, nunca te dará por sentada, y te tratará muy bien.

—¿Estás segura de eso? —Giré al escuchar esa voz familiar. Era Byron. Otro

idiota había tomado el lugar del chico del gorro. Byron aún tenía su bajo en

su hombro y parecía calmado, como si estuviera listo para pelear—. ¿O

solamente jugaran a video juegos y te ignoraran?

—Aún mejor —contesté—. No estarán alrededor. Suena como el hombre

perfecto para mí. —Estaba perdiendo a Thanh. Retrocedí.

—Al menos vas tras el empollón —dijo—. Así sabrás en que te estás

metiendo. Eso es lo que todos nosotros somos para ti al final, ¿Cierto?

¿Empollones? —Puse mis ojos en blanco, alejándome—. Este mundo nunca

te hará feliz, ¿cierto? ¿Mad Dog?

Eso me detuvo en seco.

—No mientras estés en el, Byron —respondí. La multitud hizo un fingido

sonido de sorpresa.

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De alguna manera el micrófono estaba de vuelta en mi mano.

—En caso de que no te hayas dado cuenta, hay diez centavos por docena de

jugadores en estos días. Estoy cansada de los jugadores. Estoy lista para un

cambio.

Las chicas gritaron entusiasmadamente.

—¿Y qué es exactamente un jugador? —preguntó Byron, todavía deteniendo

mi gran salida nuevamente. ¿Estaba bromeando? Podría bien preguntar a un

misionero de que se trataba la iglesia. Él sabía que conseguiría un monólogo

de mi parte con eso.

—¡Ohhh! —Ese era Cameron haciendo abucheos en la parte delantera.

Genial. Ahora mi honor estaba en juego.

Mi mano se cerró firmemente alrededor del micrófono. Byron lo pidió.

—Definición uno: un chico que no piensa que la chica con la que está

saliendo es humana. Miente, manipula y se libra de los problemas. ¿Te

suena familiar?

—Las chicas también hacen eso.

—Nunca he tratado a nadie de la forma en que los chicos me han tratado.

—Tampoco yo lo he hecho —dijo él con un estúpido acento que me estaba

empezando a gustar—. Aquí tienes un consejo, Mad. Supéralo. Y otra cosa:

si piensas que soy tan idiota déjame en paz entonces.

Me lo quedé mirando fijamente. ¿Qué? Las chicas nos observaban sin

respirar debajo de nosotros, como si esta fuera su novela favorita. Los chicos

sonreían inquietamente. Trataba de registrar lo que Byron estaba diciendo

con todas las miradas sobre mí. ¿Alguna vez pensé que él fuera aún más

idiota? Ahora mismo un poco, ¿Pero últimamente? No estaba segura. ¿Podía

gustarme un chico sin que se volviese en mi contra al final? Montones de

canciones en la radio hablaban de amor—toda una compañía dedicada a eso

y yo nunca sentí realmente de que estaban hablando. Y si lo hubiera hecho,

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nunca resultaba ser real. ¿Eso significaba que había algo mal conmigo? ¿O

era esta cosa del amor sólo un truco y había algo mal con todos nosotros?

—Tienes razón —le dije a Byron—. No debería abrir mi corazón nunca.

¿Contento?

Traté de marcharme, pero él no me dejaba.

—¿Quién lo dice? ¿Tú? —Me puse rígida. Con todos esos ojos sobre mí, no

iba a admitir que mi única experiencia con el amor fue ser usada y

desechada—. ¿Qué pasó con eso del amor es paciente, servicial, nunca

jactancioso, Madeleine? Si no puedes abrir tu corazón… estás arruinada.

Acababa de llamarme arruinada. Podía agregar eso a su larga lista de

insultos en mi contra. ¿Y en frente de la mayor parte de la escuela? Respiré

profundamente.

—Estás equivocado. Soy muy feliz. —Para mi horror, mi voz se quebró. Era

una terrible manera de probar mi punto.

—No suenas así.

Mis ojos se entrecerraron. Byron estaba loco… y lo probaría, con mucho

gusto, excepto… mis ojos fueron a la salida por donde Thanh había

desaparecido.

—Las relaciones son confusas —escuché a Byron decir—. Ninguno de

nosotros va a hacerlo bien.

—No, no lo vamos a hacer —acepté, deslizando el micrófono de nuevo en el

soporte—. Especialmente tú… y yo. ¿Quieres que te deje solo? Te dejaré

solo… —con una venganza. Bajé del escenario dos peldaños a la vez, así él

podía ver por sí mismo como de seria estaba—¡Nunca quería volver a verlo!

Me zambullí dentro de la multitud. Me hicieron un camino. Sentí unas

cuantas palmaditas en mi espalda y hombros. Algunos chicos solo me

sonreían, pero ninguno se metía en mi camino. Mi cara estaba ruborizada.

Había perdido… de mala manera. No estaba segura de a donde se habían

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ido mis usuales enfoques en el calor de la batalla. La siguiente banda llegó al

escenario y el Maestro de Ceremonia los presentó con una voz aliviada.

Respiré profundamente, sin creer lo que acababa de decirle a Byron. Se

sentía tan bien y tan mal al mismo tiempo, y traté de empujarlo de vuelta a

la parte de mí que no dolía. Las lágrimas brillaron en mis ojos cuando

recordé la cara de Byron cuando lo había llamado jugador. No parecía feliz.

¿Qué lo había poseído para ir al rescate de los hombres de todas formas?

Estaba cansada de estar en lados opuestos. Ya no quería pelear con él.

Salí del salón, mis pisadas resonando contra el vestíbulo vacío. Mi

subconsciente no me dejaría en paz—me sermoneaba como lo hacía Lizzie,

traté de luchar contra ello, así podría concentrarme en Thanh. Era inútil. No

podía obligarme a que preocuparme por si ella conseguía sus cosas de

nuevo o lo que ella podría significar para Byron. ¿Qué creía que podía hacer

por ella de todas formas? No podía controlarlo todo, ni como Byron se sentía

sobre ella… o sobre mí—bueno, podía hacer que él me odiara. Podía llamarlo

idiota frente a toda la escuela. Gemí. ¿Era demasiado tarde para

disculparme? Un poco. No había manera de que quisiese enfrentarme de

nuevo a todas esas personas en el salón de baile. Ni a Byron.

Me apoyé contra la pared del vestíbulo, encontrando la esquina más oscura

con las hojas más tupidas que pude encontrar; las palabras de Byron

llegándome desde todas partes. Obsesionada. Infeliz. Arruinada. No quería

que él tuviera razón, pero ¿la tenía?

Respiré profundamente, escuchando la música del salón. Sonaba distante.

Detrás del sonido, atrapé los débiles fragmentos de susurros que se

convertían en palabras. No estaba sola en el vestíbulo. Escuché las bajas

voces ―…no aquí‖ Miré a mi alrededor, desde la esquina del vestíbulo y me

puse tensa cuando vi que una de las voces pertenecía a Thanh. Medio

esperaba encontrar una zapatilla de cristal en su lugar, no a la verdadera

chica. Su pequeña figura se mezclaba bien con las sombras.

—¿Dónde están? ¿Donde los tienes? —preguntó alguien. Las luces eran

débiles, así que no podía identificar a quienquiera que le hablara.

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Quienquiera que fuera, llevaba un corpiño de palabra de honor y el pelo

largo. No podía descifrar el color exacto en la oscuridad. Los ojos de Thanh

se movieron cuidadosamente, y retrocedí dentro de las sombras. La última

cosa que quería era ser atrapada fisgoneando—. Puedes dármelos ahora —le

susurró la silueta a Thanh—. Me aseguraré de que estén en las manos

correctas.

Thanh sacudió su cabeza.

—No sé en quien confiar. —Esta era una conversación rara. El resto de sus

palabras estaban perdidas en un murmullo. Traté de acercarme sin ser vista.

Una rama me golpeó en la cara.

—Saldrás herida. Vuelve. Cuidaremos de ti.

—Necesito hablar con él —dijo Thanh con voz más fuerte.

—¿Hiciste contacto con él? ¿Él los tiene?

—Lo intenté… el martes en la noche, pero había varios estudiantes, y

bueno… por favor, ¿dónde está?

La chica que estaba hablando con Thanh se movió. Todavía no podía ver su

cara. Ella parecía ser parte de las sombras.

—Quédate aquí. Te protegeremos… él se está acercando.

—¿Quién? —Había verdadero miedo en la voz de Thanh.

Demasiado tarde escuché las pisadas viniendo de detrás mí, y reaccioné a

ese miedo. Mi corazón se cerró en mi pecho. No había donde esconderse…

excepto el armario de los abrigos al otro lado del corredor. Siendo Junio, no

había muchos abrigos. Unos cuantos impermeables. Corrí al otro lado del

vestíbulo y me zambullí dentro, justo cuando veía unas piernas pasar

rápidamente.

El dueño de ellas dudó cuando pasó por el armario y se giró… para mirarme

directamente. Mi estómago se hundió. Por supuesto que era Eric. Él me

había encontrado en otra posición comprometedora. De la manera en que las

cosas estaban yendo, me encontraría en un asilo la vez siguiente.

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—¿Qué estás haciendo? —preguntó.

El susurro de Thanh se apagó y escuché una carrera de pies, como ratones

escapando con queso de la trampa. Me las arreglé para darle a Eric un débil

encogimiento de hombros. Se apoyó contra el armario, observándome con

ojos somnolientos. Me tendió su mano, y me la quedé mirando.

—¿Te estás escondiendo de tu compañera de nuevo? —preguntó. La

compasión se mostraba en su voz—. Pensé que te vi venir de esta dirección.

Era una buena excusa y asentí.

—Tory ha sido realmente, um… —Salí a gatas del armario, quitando el

polvo de mi vestido negro—. Estoy tratando de descubrirlo, um… —

Realmente no tenía idea de lo que habría logrado de ser sincera y no podía

concentrarme en lo que estaba diciendo.

—Lo sé. Lo vi. —Eric señaló hacia el salón. Él había presenciado mi pequeña

Batalla de Sexos. —¿Estás bien?

Escuché más pisadas, y supe que pertenecían a la persona de la que Thanh

había tenido tanto miedo de que viniese. Me volví a meter en el armario,

pero no sin antes agarrar el brazo de Eric e introducirlo conmigo. Era más

fuerte de lo que pensé, pero sonrió y me dejó llevarlo.

—¿Qué estás haciendo? —Su voz sonaba amortiguada en el armario. Él se

acomodó y se puso más cerca de mí. Tenía una muy buena vista de sus ojos

color avellana; los cuales me observaban con más emoción de la podía leer.

La banda que estaba tocando en el salón cambió a una canción más lenta. Si

no estuviéramos atrapados en el armario, me perdería en ellos—. Bueno, no

todos los días estoy a solas con la chica más sexy que jamás he visto —dijo

suavemente. Mi boca se abrió, pero nada salió de ella—. Tu etiqueta —me

recordó.

Bajé la mirada hacia ella.

—Oh sí, Kylie me la dio. —El sonido de los pies corriendo se hizo más fuerte

y paré de hablar justo cuando Byron pasaba moviéndose de prisa. Me sentí

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como una idiota. Me puse de pie y golpeé mi cabeza contra los colgadores—.

Ow. —Ellos se balancearon ruidosamente sobre mí.

Byron dudó en el umbral del vestíbulo y se giró.

—¿Madeleine?

Eric entrelazó sus dedos con los míos en respuesta. Me puse tensa en

respuesta. Mi otra mano fue a mi cabeza adolorida. Encontré un montón de

cabello rubio en su lugar. Francamente no podía pensar. Byron volvió sobre

sus pasos, volviendo hacia mí.

—Byron —me las arreglé para decir—. Tú no eres… un idiota.

—Sí, lo soy. —Byron se detuvo cuando vio a Eric. Su Mirada se movió hacia

nuestras manos—. ¿Estoy interrumpiendo algo?

Inmediatamente, me sentí culpable y no supe porqué. Estaba avergonzada

por criticarlo tan públicamente en el escenario; tal vez era eso. ¿Había estado

esperándolo Thanh todo este tiempo? Después de ver a Byron, supe que ella

había estado hablando sobre como ellos confundieron sus mochilas, no de

algo más siniestro. Si ese era el caso, eso me hacia la villana de la historia.

Byron aún me estaba mirando y traté de no temblar. El toque de Eric

quemaba mi mano. No era sólo el sentimiento familiar de un hombre

cogiendo mi mano; era tener a Byron como audiencia. Todavía. Él, de todas

las personas, debería saber que nos tenía que dejar a solas. Asentí

rápidamente hacia Byron para enviarlo de vuelta a su camino.

Byron se apoyó contra el armario de los abrigos, sin entender la indirecta.

—Hay muy buena vista desde aquí, ¿verdad?

¿Estaba bromeando? Solo estaba el vestíbulo—si así se le podía llamar—con

sólo algunas escasas plantas. De nuevo asentí.

—Es realmente… realmente… uh…

—Romántica —dijo Eric por mí. Sus ojos se entrecerraron como almendras—

unas muy atractivas. Pensaba que esto era muy cómico.

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—Mira. —Byron respiró profundamente como si estuviera pensando

mucho—. Lo siento. Perdí el control. Algunas veces lo hago. Es solo que….

¿qué les estabas diciendo a esas chicas? ¿Realmente piensas que son mejores

que nosotros?

Eric se movió más cerca de mí y le sonrió sarcásticamente.

—¿Qué crees tú? —Él le dio a mi mano un apretón significativo y la levantó

innecesariamente para la inspección de Byron. Byron se tensó con enojo. Era

todo lo podía hacer para no soltarlo, pero ya no quería pelear.

—Tienes razón Byron —traté de disculparme—. Debería intentar…

—¿Qué le hiciste a tu pelo? —preguntó inesperadamente.

Me tensé. ¿No le gustaba mi pelo? ¿Cuál era su problema, de todas formas?

Cualquiera con un poco de decencia se alejaría. Obviamente Eric y yo

estábamos a punto de declararnos nuestro amor. Bueno, no lo estábamos,

pero todos sabíamos que eso es lo que parecía. Di un paso más cerca, con

gesto furioso.

—Las rubias se divierten más y me estoy divirtiendo mucho más.

—¿Qué dice tu etiqueta? —Los ojos de Byron no habían dejado los míos, lo

que significaba que se había dado cuenta en el momento en que me vio—.

¿La chica más sexy que jamás has visto?

—Mejor que lo digas como si te lo creyeras, Byron.

Sonrió.

—Bueno, eres rubia ahora, así que tal vez…

¿Qué? Mi mano dejó la de Eric y empujé a Byron con fuerza, mi cabello

rubio balanceándose alrededor de mi cara.

—Hey, no tan rápido —se quejó—. Todavía no estoy listo para una relación.

—Lo golpeé furiosamente—. Está bien. —Él me dirigió una sonrisa

malvada—. ¡Cedo bajo tortura! Eres más sexy que una morena, ¿Está bien?

—Eso no es lo que quise decir.

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—¿No? Pero soy un idiota, ¿recuerdas?

—¡Dije que no lo eras! ¿No me estabas escuchando? ¡Estoy tratando de

disculparme! —Mis manos estaban sobre Byron y me congelé por lo

satisfecho que parecía. Esto era lo que él quería. Por alguna razón cuando el

verme con Eric, le hizo querer confrontarme. Si yo tenía algo con Eric, lo cual

no tenía. Byron trataría de arruinarlo. Pero ahora no sabía qué hacer. Todo mi

instinto me decía que golpeara a Byron y todo mi instinto gritaba contra

tomar la mano de Eric. No es que no me gustase la sensación de su mano

sobre la mía. Me gustaba, sólo que no estaba segura de cuales eran mis

sentimientos por él. Era como si todo lo que tenía para dar era enojo. Te

daba que pensar.

Ahora la banda había terminado de tocar y el Maestro de Ceremonia gritaba

más nombres del sorteo. Al menos ya no estaba llamando a Cameron. Puse

mi recientemente liberada mano en mi cabeza adolorida y me giré hacia Eric,

sin tener idea de cómo explicarme. Tal vez Byron tenía razón. Estaba

arruinada y necesitaba concentrarme. Pero no sabía cómo.

Eric ya estaba sonriendo. Él pasó un brazo alrededor de mis hombros y traté

de no pelear con él frente a Byron. Tal vez era bueno dejar ir mis

inhibiciones. Tenía demasiadas.

—Vamos, salgamos de aquí —susurró en mi oído—. Quiero mostrarte mi

laboratorio. Amaría saber que está pasando dentro de esa cabecita tuya.

Byron le disparó una rápida mirada.

—Incluso podrías convertirte en un billete de diez pavos —me dijo Eric.

A los estudiantes a menudo se les daba incentivos por dejar que los

graduados experimentasen en ellos. Era verdaderamente tentador.

—¿En serio?

—¿Qué haces en tu laboratorio? —le preguntó Byron con una mirada

inquisitiva.

—Oh, sólo experimento con pobres mujeres confiadas. No es gran cosa.

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Byron no parecía enojado para nada en absoluto. Normalmente se hubiera

reído, pero los dos se quedaron mirando cautelosamente, haciéndome sentir

como la causante de la discordia. Estaba pasando algo más. Para mi alivio, el

Maestro de Ceremonias gritó el nombre de Eric por el sorteo. Era la

oportunidad perfecta.

—Dijeron tu nombre —le dije, sonriendo—. Ellos están esperándote.

—Creo que las felicitaciones están en orden —le dijo Byron, con una

expresión igual de directa—. Finalmente podrás arreglarte las uñas… Eric.

Eric repentinamente se veía peligroso.

—¿Por qué, Madeleine? —Sandra apareció detrás de nosotros. Ni siquiera

escuché el ruido de sus tacones. Como siempre, ella se veía como una

modelo con su vestido gris y sus leggins de cuero. Ella sonreía de la manera

más falsa y yo me retorcí, tratando de no imaginar lo que ella veía—. Veo

que estás saliendo con nuestro mejor amigo.

¿Eric o Byron? Sé lo que parecía. Estaba pescando furtivamente a su hombre

de nuevo. A todos ellos. Byron asintió en su dirección, a modo de saludo.

Eric apretó mi brazo y retrocedió, ya no pareciendo como si fuera a golpear

a Byron. Ahora que Sandra estaba aquí para protegerme del gran lobo malo,

él parecía relajarse ahora.

—Te dejaré en buenas manos entonces. —Me dio un fuerte abrazo,

presionándome contra su pecho—. Visítame mañana si puedes. La oferta

sigue en pie. —Bajó su barbilla para susurrar en mi oído—. Tal vez me digas

de qué se trata todo esto.

Le sonreí débilmente en respuesta; aunque no tenía nada de interés

periodístico para él. Después de un momento, Eric me liberó, no iba a volver

al salón de baile para cobrar su cupón de cincuenta dólares para hacerse la

uñas. El premio probablemente le sería dado a Cameron.

Sandra se lamió los labios como un gato.

—Parece amor —dijo, con una voz insinuadora.

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Byron hizo un sonido de exasperación.

—Ella no necesita tu sello de aprobación.

—¿Cuál es el problema, Byron? —dijo Sandra—. ¿También quieres abrazar a

Madeleine?

—Por supuesto… no sólo como un adiós.

No tuve tiempo de asegurarle a Sandra que Byron estaba molestándola a mis

expensas, porque ella simplemente lo miró encolerizadamente y se alejó.

Byron se rehusó a mirarla. En lugar de eso dio palmaditas a un banco para

que me sentara.

—No es tan cómodo como el armario, pero necesito decirte algo ¿Por favor?

—Él me cogió de los codos y gentilmente me atrajo para sentarme a su lado

en el banco. Al ver su suplicante expresión, me quedé quieta, acomodando

mi falda alrededor de mis rodillas—. Realmente siento lo que dije,

Madeleine. Lo siento mucho.

Él realmente estaba hablando en serio. Sentí mi estómago retorcerse ante la

idea. También me sentía horrible.

—Yo también. ¿Así que tú…? —Miré profundamente a sus ojos azules. Esta

vez, no estaban llenos de travesura. Eran sinceros. Él suprimió su habitual

mirada cínica y me permitió ver lo que estaba ahí: ternura. Tragué saliva—.

¿Realmente quieres que te deje en paz?

—No. —Él se burló de sí mismo—. No, para nada en absoluto.

—Oh. —Estaba haciendo un montón de sonidos de sorpresa y eso

repentinamente me hizo reír junto con él, los dos estábamos actuando de

manera tímida—. No puedo tenerte queriendo pasar tiempo conmigo, Byron.

Eso arruinará toda la diversión.

Su mano se apretó convulsivamente sobre la mía. Por un lado, era

reconfortante, ¿pero por qué estaba siendo tan agradable? Debería haber

sido más desconfiada, pero no quería serlo ahora. Se sentía tan bien estar

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sentada con él y ser una misma, como si nos hubiéramos conocido el uno al

otro durante años.

—¿Por qué es eso? —preguntó, después de un momento—. ¿Tienes miedo

de dejarlo atrás? —Él me miró profundamente a los ojos, y me preguntaba si

él podría leer mi mente como yo podía leer la suya—. Deberías parar de

pensar tanto las cosas, Madeleine. Abofetéame accidentalmente en la cara

cuando señales a algo. Patea mi preciada colección de trofeos. Eructa más.

Písame los pies cuando bailemos.

Me reí. No podía imaginarme bailar con Byron, pero creo que realmente me

gustaría. ¿Siquiera era un buen bailarín? Lo examiné. Luchadores como él

generalmente lo eran. Él me podía conducir sin esfuerzo alguno a través de

la pista de baile. Podría ser tan divertido… y nunca sería suficiente.

—¿Y luego qué? —Sonreí para suavizar la dureza de nuestra realidad—. Tú

pensarías que soy una idiota al poco tiempo y comenzarías a poner en

blanco tus ojos cada vez que hablara.

Pensé que era una broma, pero él ladeo su cabeza.

—¿Con que chicos has estado saliendo?

No podía filtrar ese tipo de estadísticas a Byron. Ellos eran terribles, pero

después pensé en Eric. Él no me había puesto los ojos en blanco ni una sola

vez. Era como si él verdaderamente pensase que era genial. No lo entendía

en absoluto. Había alguien más que tampoco lo entendía. Byron. Aquí

estábamos, enemigos a muerte, sentados juntos en un banco, discutiendo

cómodamente problemas sociales como si fuéramos amigos. Me encogí

hombros.

—Tengo que ser dura ahora. Mi papá no está aquí puliendo su rifle en el

porche, ¿Sabes? Es sólo… trata de ser fría y afectuosa al mismo tiempo. Es

imposible llegar a cualquier lado con un chico de esa manera. —Me observó

un momento antes de asentir. Respiré profundamente, decidiendo confiar en

él—. ¿Sabes qué día es el seis de Junio?

—¿Viernes?

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—Era el día en que me iba a convertir en la señora de Cameron Hornberger.

Se recostó y vi la compresión llenar sus ojos mientras se encontraban con los

míos.

—Eso es en sólo cuatro días. —Asentí, tratando de no revelar cuánto dolía—.

Ven aquí —dijo. Byron envolvió sus brazos a mi alrededor. El calor que

emergía de ellos, envió felicidad por todo mi cuerpo. Me apretó, pero no era

sofocante para nada en absoluto. Se sentía como si perteneciera ahí. Sentí

una lágrima escaparse por mi mejilla, pero no era porque hubiera perdido a

Cameron; creo que se sentía bien el que a Byron le importase—. Sabes que te

salvaste por un pelo, ¿verdad? —preguntó—. ¿Quieres que haga una fiesta

para ti? El seis de junio, ¿cierto?

Una sonrisa tiró de la esquina de mi boca.

—¿Lo harías?

—Si prometes dejar el rifle en casa, Tex. Te quiero. Sólo a ti ahí. —Asentí en

silencio—. Deja de preocuparte demasiado. Seré el malo. Me sentaré en el

porche y miraré furiosamente a cualquiera que se atreva a mirarte.

Realmente dijo eso. Tan pronto como estuve segura de que las lágrimas

estaban ocultas de sus sagaces ojos, me aparté de sus brazos, y le dirigí una

larga mirada.

—¿Entrevistaras a todos mis pretendientes?

Se tomó un momento antes de responder. En lugar de eso optó por jugar con

mis dedos. Después de robarse uno de mis anillos, asintió.

—Claro, pero no te puedo prometer que alguno de ellos llegue hasta el final

vivo.

Me reí. ¿En serio estaba ofreciendo su ayuda? Pero habíamos nacido para

hacer la vida del otro miserable. ¿Qué pasaría si pudiera confiar en Byron?

Ya lo sabía todo sobre él. Él había seducido a casi a todas las chicas de entre

nuestras conocidas, justo así como me estaba seduciendo ahora. Él no me

quería… no de esa manera. Realmente quería enamorarme de él ahora

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mismo, pero si permitía eso, solo sería otro número. Si tuviera suerte, tal vez

una ex. Pero nos entendíamos un poco mejor que eso. Él no se me estaba

ofreciendo como un nuevo novio. Sólo ofrecía su ayuda. Tenía que ver las

cosas como eran, verlo como era.

La pregunta era, ¿podía confiar en él como mi amigo? Era tentador. Aun

podría disfrutar de su compañía. Estar con él, dejarle que me ayudara.

Podría llevar una vida normal. Tal vez ver lo que estaba pasando con Eric.

La única razón por la que realmente no había ido a por él era porque no

sabía cómo confiar. ¿Esa tenía que ser la razón? Pero los chicos se conocían.

Byron podría ser un buen juez de sujetos. Si él iba a ser mi rifle, le daría al

amor una oportunidad al sin preocuparme por lo que me pasaría al final.

Byron me podría decir si un chico estaba jugando o no conmigo. Él conocería

sus intenciones.

Podía imaginarme lo bien que cambiar de enemigos a aliados funcionaría.

Me puse a reír. Me puse de pie, ofreciendo mi mano a Byron, y me dejó

ayudarlo a levantarse. El suave material de su camiseta rozó mi brazo

desnudo. Él era cálido y fuerte. Tal vez eso sería lo que le pediría prestado

en cambio. Me encontré sonriendo.

—Sabes cada vez que necesites a un chico, estaré ahí para ti. —Sonrió

tímidamente. Ambos nos dimos cuenta de cómo sonaba eso, pero ambos

sabíamos a que se refería—aun si yo lo sabía más que él—. Por supuesto

sería más fácil si tuviera mi teléfono —dijo.

Me quedé boquiabierta.

—¡No lo tengo y lo sabes! —Me sonrió, y pronto mi sonrisa coincidía con la

suya—. Gracias —susurré.

Era una tregua precaria, después de que nuestra conversación íntima

terminase y él finalmente liberase mi mano. Debí haber adivinado que no

duraría. De hecho debí haber cesado toda comunicación con él.

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Capítulo Veinte

Traducido por Lizzie

Corregido por dark&rose

Día 111

1931 horas

is manos estaban temblando y las metí en mis bolsillos. Estaba a

punto de hacer la cosa más estúpida, terrorífica y sensata que podía

hacer: ir detrás de un chico”.

—Entrada del Diario de Guerra de Madeleine (Noche del Sábado, 3 de

junio)

Por lo general había una regla para no entrar en el edificio Eyring. Claro que

los grandes dinosaurios y el billete de un dólar falso eran siempre

tentadores, pero eran para los cerebros y los futuros millonarios de América.

Yo no lo era. Como sea, Eric estaba aquí y su invitación para pasar una

tranquila tarde de domingo con él era un desafío, y nunca retrocedía ante un

desafío, especialmente con la incierta acusación de Byron corriendo por mi

mente. No podía olvidar la disculpa, como tampoco su ofrecimiento de

ayuda.

Alisé las rayas diagonales de mi vestido de verano, asegurándome de que la

cremallera no estuviera abierta, ni hubiera nada desatado ni roto, sólo

tratando de pedir prestado por la tarde un poco del sentido de la moda de

Sandra. Podría hacer esto, incluso si eso significaba enviar mensajes de texto

a Eric por direcciones y tomar un millón de escaleras abajo por un sinuoso

pasillo en el laboratorio subterráneo de Eric. Era extraño bajar aquí abajo y

"M

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no tenía ni idea de que el lugar existiera hasta ahora. Mi mano se alzó para

golpear la puerta del laboratorio de Eric, y mi boca se secó. Nada parecía tan

difícil.

Vamos, Mad. Quiero decir, eres Mad Dog, General de la Gran Guerra que lleva a

las chicas de la sala 73 a la victoria. Haces frente a la cabeza de los hombres, no

huyes de ellos como un perro apaleado. Pero esto era muy diferente. Respiré

hondo y levanté la mano.

Alguien me ganó la mano. Byron se deslizó a mi lado, golpeando

fuertemente la puerta. Se veía peligrosamente elegante con una camisa de

botones con rayas de color rosa bebé. ¿Rosa? Sólo un general feroz podría

salirse con la suya con tal color. Desde luego, hoy no había estado en el

vivero. Antes de que le pudiera pedir que se fuera, se volvió hacia mí con

una sonrisa diabólica.

—A propósito. Gracias por el nuevo trabajo de pintura.

No tenía nada que ver con eso. Tory había decorado el coche de Byron en su

totalidad como si se casara, con las latas de refresco, serpentinas, cheese

whiz25. Ella debía de haberlo conseguido después de estar con Cameron.

Sonreí.

—Sí, felicitaciones por la unión civil igualmente.

Byron se encogió de hombros, como algo más.

—¿Qué estás haciendo aquí? ¿Tratando de hacer unos fáciles diez dólares?

¿En domingo? Estoy sorprendido.

—No, estoy tomando tus consejos.

—¿Qué?

Sonreí, sabiendo que le había sorprendido. Me limpié las manos en mi

vestido. No estaban sudando, pero sólo en caso de que lo hicieran no quería

tomar ningún riesgo.

25 Cheese Whiz: Marca de queso líquido.

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—Estoy tratando de ser una persona normal. Ahora, déjame hacer lo mío,

¿de acuerdo?

Antes de que Byron pudiera desaparecer, se abrió la puerta y Eric me lanzó

una sonrisa que me derritió. No vaciló cuando se volvió hacia el chico a mi

lado. Me encogí de hombros—. Creo que Byron quiere ser torturado

también.

—Hombre valiente —dijo Eric con sequedad—. ¿Qué crees que lo llevó a

ello?

—¿Por qué no le preguntas tú mismo? —preguntó Byron gratamente—. Él

está de pie justo aquí.

Ahogué una risa con una tos. Eric parecía más formal que de costumbre con

su desvanecido polo azul y su bata de laboratorio. Quita el aire ofendido y,

realmente, tenía en frente al chico con apariencia de vecinito. Nos condujo

dentro del laboratorio, sus anchos hombros cubriendo la puerta. Pasamos

delante del ordenador en un escritorio y las pilas de papeles que estaba

clasificando. Libros gordos llenando los estantes. Había dos puertas

funcionando como salidas de emergencia si algo salía mal. Una cortina

dividiendo el cuarto en dos. Un área de espera con cómodos asientos

quedaba fuera de la cortina y un televisor monitoreando en el espacio

interior.

—Guau, ¿qué es este lugar? —pregunté.

—Lo usamos para los experimentos de nuestro departamento, no sólo los

míos. Aquí, me permiten hacer un archivo de la nueva persona. —Eric

disparó a Byron una mirada molesta.

Byron se estiró como si estuviera tratando de llenar la habitación. Era una

cosa de chico rudo. Era una lástima, porque necesitaba la opinión imparcial

de Byron sobre Eric. Tendría que darle una oportunidad en primer lugar. Me

aparté de los dos, estudiando todo el gabinete de archivos.

—¿Ya ha sido probada Sandra? —Al sonido de su nombre, Byron se apartó

de la estantería con repentino interés. Los hermosos ojos almendrados de

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Eric inclinados hacia él. Me di cuenta demasiado tarde de que debería haber

tratado más duro de empujar a Byron a distancia en la puerta. Me reí para

aliviar la tensión—. ¿No pudiste conseguir que Sandra se quedara quieta el

tiempo suficiente, antes de que ella te tirara algo, eh?

Ambos chicos me complacieron con una sonrisa de cortesía. Eric facilitó un

asiento junto a mí. Me recordó a una silla de dentista.

—Ponte cómoda. —Me dio una tablilla donde pude completar mi

información personal. Eric tiró la otra tablilla a Byron—. Aquí tienes, chico

malo. Aquí está tu oportunidad de ser parte de algo.

Byron lo atrapó con facilidad.

—¿Qué sería eso exactamente?

—Los misterios de Dios. Es lo que tiene que ver con la ciencia. Todo sobre tu

cuerpo es un milagro, más complejo que cualquier máquina.

Me enderecé en mi silla de dentista. Nunca había escuchado a Eric hablar

así. Me gustó. Byron le devolvió la tablilla a Eric después de llenar los

requisitos mínimos.

—¿Sí? ¿Entonces por qué le pediste a Madeleine que viniera?

Eric parecía estar en calma, pero sus nudillos se volvieron blancos por

encima de su tablilla. Ellos casi se apretaban en forma de puños.

—Estamos encontrando las llaves para abrir lo más profundo de nuestras

mentes. El primer paso es comenzar con las señales que ya sabemos que

existen. Por ejemplo, las frecuencias que tu oído recoge, son mucho más

sofisticadas que cualquier teléfono celular. —Eric instala cómodamente un

auricular en mi oreja, bajo la atenta mirada de Byron—. Sus oídos son sólo

uno de los recipientes que reciben las señales —explicó Eric—. No somos

conscientes de que la mayor parte de estas frecuencias existen. —Empujó un

botón—. ¿Puedes oír esto? —Negué con la cabeza—. ¿Qué te parece esto? —

Negué con la cabeza otra vez.

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Byron se alejó de nosotros, la curiosidad satisfecha; tal vez era porque Eric

no estaba en realidad torturándome. Vagó por la sala, recogiendo las cosas

para examinarlas. Se detuvo en una caja de seguridad negra, pero no lo tocó.

Estaba sellada a la pared.

—¿Y ahora? —me preguntó Eric—. ¿Escuchas esto? —Negué con la cabeza.

Se acercó un poco más—. Me gusta tu vestido —susurró—. Te ves hermosa.

—Sonreí reflexivamente. Sí, escuché eso. Eric sonrió para sí mismo e instaló

otra frecuencia—. ¿Qué te parece?

Seguí moviendo la cabeza hasta que oí un zumbido muy pequeño.

—Oye, atrapé eso.

—Bien. —Se inclinó hacia atrás—. Estaba empezando a pensar que eras

completamente sorda.

—¿Ah, sí? —preguntó Byron—. ¿Cuál es el diagnóstico, doc?

Eric se negó a mirarlo.

—Tienes la audición de un hombre de cincuenta años de edad, con pelo en

sus orejas. —Me quebró sin una pizca de remordimiento. Me eché a reír.

Tenía un buen número de pequeños puestos de trabajo como cortar el

césped cuando era niña y me encantaban mis audífonos... pero aún así—.

Digamos que si alguna vez enseñas, incluso a estudiantes de mediana edad,

serán capaces de recibir llamadas en clase sin que lo sepas. —Mi boca se

abrió. Qué deprimente.

—¿Qué estás haciendo con esta información? —preguntó Byron. Traté de

pensar en lo que podría suponer ser utilizada además de matar a alguien

que pudiera escuchar la frecuencia, pero yo estaba fuera de las ideas. Es

evidente que, como Eric acusó, me he quedado atrapada en el mundo del

cómic.

—Ahora eso es ultra secreto —dijo Eric—. Así que ¿vas a hacer esto o qué,

Lord Byron? —Eric, finalmente lo miró. Byron puso discretamente algo de

regreso sobre la mesa, ninguna expresión en su rostro. Meses de experiencia

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me dijeron que estaba ocultando algo. Eché la cabeza para ver lo que Byron

había abandonado allí. Era una foto de clase con Thanh.

Salté de la silla del dentista.

—¿Thanh trabaja aquí también? —Recogí la foto. Ella estaba de pie, con una

bata blanca de laboratorio, con su clase. Eric estaba de pie junto a ella—. Oh,

mira. Ahí estás Eric.

Eric sonrió con fuerza, pero cuando sus ojos se posaron en mí, eran

agradables. Dio a Byron un auricular.

—Sí, Thanh. Ella está en nuestro equipo, ¿verdad?

—Sí, Byron está saliendo con ella. —Puse la foto hacia abajo.

Eric se volvió rápidamente con esto. Byron también.

—¿Saliendo? —preguntó Byron—. ¿De dónde sacaste eso?

—Sus mochilas —le recordé—. No puedes ocultar eso de mí.

—¿Y cuándo eso significa que están saliendo?

Eric pulsó otro botón. Byron no estaba concentrado en él.

—Sí, puedo oír eso —dijo. Eric golpeó otro botón. Byron asintió con la

cabeza—. Sip.

¿Podía oír todo eso? Estaba empezando a sentir celos.

—¿Qué edad tienes, Byron, dieciséis años?

—Relájate —me dijo Eric—. Estoy yendo hacia atrás. —Pulsó otro botón—.

¿Lo has entendido? —Byron sacudió la cabeza—. A menos que tengamos

otro caso como el de Madeleine, tenemos unos 26 a 32 años de edad aquí.

¿Es eso cierto?

—Seguro.

Eric le dirigió una mirada dura, a continuación escribió en su archivo. Lo

llevó a la otra habitación, dejándome sola con Byron. Sólo tuvimos la mitad

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de un milisegundo de incómodo silencio antes de que Byron

previsiblemente lo rompiera.

—Me gusta tu cabello. No es… —vaciló.

—¿Rubio? —pregunté.

Esbozó una sonrisa. Yo había terminado su frase otra vez.

—Adelante, Mad.

—¿Con qué?

—Te acabo de dar dos cumplidos. Es tu turno.

—No, no lo hiciste. Me diste un cumplido y fue uno de revés.

—Está bien, estabas genial hoy en el vivero y te ves bien en negro y me

gustan tus botas. ¿Vas a montar? —Me quedé boquiabierta—. Ahora me

debes tres.

—¿Quién lo dice?

Su ceja se alzó.

—Y entonces podremos practicar nuestras palabras de amor el uno con el

otro. —Se inclinó más cerca de mí—. ¿Qué piensas sobre eso, prima?

Me reí, entonces me di cuenta de cómo sonaba.

—Hiciste el acento de nuevo.

—Es un impedimento del habla que tenía cuando era niño. ¿Te estás

burlando de mí? ¿Entonces? —preguntó con brusquedad—. ¿Qué tan bien

conoces a Eric?

Sabía que Byron me había untado con mantequilla para poder preguntarme

eso.

—Así como yo te conozco.

—¿Es amigo de Sandra?

Me eché a reír.

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—¿Por qué quieres saberlo, Byron?

—Sólo interesado. ¿Los has visto hablando?

¿Estaba celoso? No tenía ni idea de por qué me molestaba.

—Mira, —me instalé de nuevo en la silla del dentista—, no voy a cotillear, ni

siquiera bajo tu tortura.

—Eso se puede arreglar. Por lo tanto, te gusta ese chico, ¿eh?

Eché un vistazo a la puerta, pero Eric no estaba a la vista.

—¿Qué? ¿Tus sentidos arácnidos hormiguearon? Sí, me gusta. Es obvio, ¿no

te parece?

—Sí, bueno, eso tiene sentido porque es un total 6 de junio.

—¿Cómo dices?

—Un idiota.

¿Mi ex–cita para la boda era ahora un idiota? Traté de hacerlo callar antes de

que dijera algo estúpido, bueno, al menos, algo fuerte. Levantó un hombro

elegante.

—¿A quién le importa si escucha? El tipo no puede esperar para estar a solas

contigo, entonces te podrá enseñar un poco de lo social de Provocity. Está

muriendo por pasar sus dedos por tu lujoso cabello negro. —De repente

llegó a tocar mi cabello el mismo—. ...y blanco.

Di un tirón hacia atrás. ¿Qué era todo eso de hablar de ser amable? Byron

estaba detrás de mis greñas de cabello blanco en primer lugar.

—¡Tú eres el idiota! ¿Se trata de Sandra? ¿Tienes miedo de que le guste?

Bueno, ¿a quién le importa si lo hace? Eres un jugador. Ya conoces las reglas.

¡Tú jugaste con ella, ahora muévete!

Se echó hacia atrás, satisfecho.

—Mira, eso no fue tan difícil, ¿verdad? Ellos están saliendo. Así que la

pregunta es ¿qué estás haciendo aquí?

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Me sentía como un pez por la forma en que mi boca estaba boquiabierta.

—Yo... ellos sólo se conocen entre sí. Lo conocí después de regresar de una

broma que hiciste. Él salía de mi apartamento con algo gigante, enorme.

Mira, no están saliendo. No me gusta pisotear así.

—¿Qué noche fue eso?

Eric salió de la parte posterior, dándonos permiso para dejarlo. No podía

apartar mi mirada de Byron. ¿Cómo hizo eso? Él lo sabía todo de mí,

absolutamente todo lo que quería saber. Tuve que darle el crédito, era el

maestro interrogador. Todo lo que tenía que hacer era empujar el botón de

mi enojo y hablaríamos, pero ¿por qué quiere saber? Ahora era mi turno

para sonsacarle. Yo era una chica, después de todo, tenía mis maneras.

—Firma aquí —me dijo Eric. Él sostenía la pluma para mí y yo la acepté

antes de dejarlo ir.

Nuestras manos se rozaron. Eric sonrió. Tenía los ojos sobre él y no podía

apartar la mirada. No parecía como un 6 de junio para mí. Aún así, tomaría

en cuenta la acusación de Byron, incluso si no quería. Los sencillos modales

de Eric eran fascinantes, lo suficiente como para cegarme.

Byron me dio un codazo en el costado, arruinando por completo el

momento.

—¿Dónde están mis diez?

Eric suspiró profundamente y abandonó la pluma para excavar en el bolsillo

por su dinero en efectivo. Su mirada dejo la mía y se veía agotado. Pobre

Eric. Tal vez podría hacer las paces con él de alguna manera... podría ser

como una cita. Si Eric preguntaba, yo sabía que iba a decir que sí. Byron era

parcial de todos modos. Miré por encima de él, y con un sobresalto de

sorpresa, me di cuenta de lo mucho que Eric le disgustaba a Byron. Lo

estaba observando con una mirada estrecha. Byron estaba manteniendo su

promesa conmigo, ¿no? Él era mi perro guardián. No estaba segura de si

quería eso. Creo que confiaba en Eric. Que podía manejar las cosas ahora.

Todo eso era de lo que se trataba ser normal. Tomar las oportunidades.

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Cuidar de mí misma. Podía hacerlo. Sólo tenía que averiguar cómo dar por

terminada la caza de Byron.

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Capítulo Veintiuno

Traducido por Maru Belikov

Corregido por dark&rose

Día 112

2054 Horas

e sido llamada muchas cosas en mi vida, pero mentirosa no es una de

ellas. Aunque quizás eso cambie… porque lo que estoy por escribir no

lo creería si no lo escribo yo misma”.

—Entrada del Diario de Guerra de Madeleine (Lunes por la noche, 4 de

junio).

Era el usual lunes por la noche antes de FHE26. Kali y Lizzie estaban

desmayadas en el fuerte que ellas habían construido en la sala de estar. Kali

movió los dedos de sus pies dentro de sus calcetines teñidos, la única señal

de que estaba viva. Trozos de sándwich con mantequilla de maní seca y

libros escolares se hallaban esparcidos entre ellas. Era lo más tranquilas que

las había visto en mucho tiempo. Aun desde que Kali declaró su amor por

Blake, ella había redoblado sus esfuerzos en una batalla incluso más larga y

sucia con su apartamento. Extrañamente, encontré esta guerra de bromas

evadida de mí. El oscuro agujero—como éramos llamadas ahora—

embarcadas en unas misiones no autorizadas por mí, y los gemelos eran una

imparable fuerza de regreso. Parecía que ninguna de estas auto-llamadas

soldados me necesitaban… ni Byron nunca más.

26 FHE es un acrónimo de la Noche de Hogar.

“H

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273

Era hora de colgar mis botas de combate y tratar de probar hacia donde iba

con Eric, excepto que no podía sacar a Byron de mi mente. Miré el techo

estrellado; estaba cubierto de brillo. Los grillos chirriaban suavemente en

nuestro apartamento. ¿Qué le hizo a Byron decidir ser tan estricto en la

promesa que me había hecho? Era halagador de alguna manera, pero muy

estúpido. Él era peor que un perro guardián; nunca seguiría mis órdenes. ¿Y

aun así? Quizás tenía una razón para ser cauteloso. Tenía que ver las cosas

despejadas. Lógicas. Tragué saliva. ¿Cómo sería estar libre de sentir en su

lugar?

Descansé mi mentón en mi mano, mirando hacia el exterior de la ventana a

la tormenta. Estaba oscuro, soplando ocasionales ráfagas de lluvia en la

misteriosa noche. Cualquier cosa podría pasar ahí afuera. Una suave brisa

susurró en la ventana. Me quedé mirando a las hojas bailando bajo las luces

de la calle. Era una de esas noches inquietantes donde—a excepción de los

persistentes fantasmas en los recuerdos—me sentía muy sola. ¿Qué me

había pasado, de todos modos? Cuando era niña, nunca ambicioné escuchar

los ronquidos de exhaustos soldados ni esperar el próximo movimiento de mi

enemigo; un enemigo que no estaba segura de que lo fuera. Solo me quería

sentir real otra vez—no sólo tener amor, sino ser capaz de darlo. Ahora no

podía estar segura de que sentía… o por quién lo sentía. Significaba que

tenía que aclarar mi vida. Empezar de nuevo.

Mi suspiro se perdió en el aullido del viento. La tormenta se había levantado

a través de ello y escuché unos golpecitos en la puerta frontal. Mis sentidos

realzados durante estos últimos meses, se estremecieron con el peligro. La

puerta. Le eché un vistazo y retrocedí de un salto. estaba entreabierta. Me

senté en el sofá, viendo como lentamente se abría más, dejando una abertura

más grande entre la pared y el oscuro mundo de afuera. Fue o el viento o un

terrorista dramático—o—sostuve mi aliento. Estábamos en el medio de una

guerra de bromas. Nadie la había cerrado. ¿En qué estaban pensando Kali y

Lizzie? Di un tembloroso paso, obligándome a ir a la puerta, sabiendo que

tenía que usar fuerza para cerrarla o cualquier otra fuerza para abrirla. ¿Pero

entonces qué? ¿Y si abría la puerta y veía ojos mirándome de regreso? No,

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no miraría. Sólo la cerraría. No podía sacar de mi mente los pensamientos de

fantasmas e intrusos con máscaras. Forcé un pie a seguir al otro y coloqué mi

mano en la madera dura de la puerta. Debería golpearla y cerrarla, en lugar

de eso la abrí.

Tory me gritó, saltando de la oscuridad, yo grité con ella y mi mano fue a mi

cabeza y después a mi corazón.

—¿Qué estás haciendo? —grité—. ¡Eres una chica asustadiza! ¿Sabías eso?

Ella asintió.

—Sólo siguiendo tu entrenamiento, capitana. —Ella me pasó, para entrar al

apartamento, luciendo lista para irse la cama con sus pantalones cortos

deportivos. Leí su camiseta verde: Las personas malas son malas. Podías decir

eso otra vez. La lluvia de afuera me salpicó y empujé la puerta para cerrarla,

sacudiendo mi cabeza. Tory se acercó a la ventana y miró.

—Ahí está Thanh —dijo.

Me uní a Tory en la ventana, viendo la hermosa cabellera negra de la chica.

La lluvia cayendo sobre ella, empapándola. Sus pequeños pies, revestidos en

tacones de rayas de Prada, salpicando a través de los charcos que ya se

formaban. Su paraguas a juego, parecía solo decoración. Oh, pobre Thanh.

¿Ella venía de la escuela a esta hora de la noche? Era la triste historia de una

estudiante de postgrado. Tory se alejó de la ventana, arreglando su cabello,

mientras se miraba en el espejo al final del pasillo.

—Los chicos van a atacar esta noche —reportó ella.

—¿Sí? ¿Y qué?

Ella miró hacia atrás, luciendo confundida.

—¿Qué acabas de decir?

—Déjalos. Esta guerra no va exactamente… uh… —vi su expresión cambiar

a cuidadosa—. No va a ningún lado —terminé sin convicción.

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—¿Qué te hizo él? —pregunto Tory—. Byron esta metiéndose en tu cabeza,

¿No es cierto?

—Oh por favor, ¿Byron? No es Byron.

—¿Ah, sí? Él tomo tu espíritu de lucha. No puedes permitirle hacernos eso.

¿Cuándo se convirtió del primer enemigo público a persona de interés, uh?

—¡Tory! No quiero arruinar tu diversión. Es sólo que… no es Byron de todos

modos. Quizás Eric. No lo sé.

—¿Eric? Eso es aun peor. —Ella se paseó por la habitación. Me recordaba a

mí hace dos semanas y me estaba poniendo enferma—. ¿Estás loca? Él no es

tu tipo.

Ahora estaba sorprendida.

—Ni siquiera lo conoces.

—No necesito hacerlo. Ahí no hay nada. Necesitas a alguien de bajo perfil,

alguien que pegue más contigo como Byr… uh… —Ahora era su turno de

lucir avergonzada—. Él es totalmente equivocado para ti ¿Okey?

—Sí, porque todos son equivocados para mí, pero ese no es el punto. —Miré

de nuevo hacia la ventana, a la pobre Thanh luchando con su bolso y

tratando de balancear su paraguas. Ella estaba mojándose

desesperadamente—. Las relaciones saludables no se suponen que sean

amor/odio —argumenté—. Ellas no están desesperadamente simulando

acabar con final. No al menos aquellas en los que puedes confiar. El amor

sólo pasa entre dos personas normales. ¿Qué es atracción, de todos modos,

no más que un engaño del momento? Quiero decir, tienes que estar atraída

con seguridad, pero el amor toma tiempo y trabajo. La pura emoción no

puede ser algo de confianza.

—Bueno, eso es aburrido. —Tory se cruzó de brazos.

La energía de Tory para hablar no estaba ayudando en nada. Tenía un

problema. El primer paso era admitirlo. El segundo paso era hacer algo al

respecto. Tenía una cita. Tenía que dimitir como su líder—. Tory, creo que

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me he desviado… —miré a Thanh acercarse más al apartamento. Luces

brillantes vinieron de otra dirección, disminuyendo mientras se acercaban a

ella—. No podemos pasar completamente de los chicos. No nos ayudará. —

El coche se detuvo cerca de Thanh. Que era un sedán plateado era todo lo

que podía distinguir en la lluvia. Thanh siguió caminando, el coche continuó

andando cerca de ella. Eso era extraño.

—Bueno, podemos excluir a los estúpidos chicos —dijo Tory—. ¿No sé

porque tú…?

Dejé de escuchar. Alguien salió del coche y siguió a Thanh desde detrás. No

podía ver nada de esto claramente, ya que la lluvia se estaba volviendo peor,

pero pensé que a Thanh no le gustaría. Ella rompió a correr y yo me aplasté

a la ventana empañada, tratando de ver mejor. Quien quiera que estuviera

detrás de ella, la alcanzó y la agarró por el brazo. Ella gritó, tratando de

soltarse.

—¿Viste eso? —le grité a Tory; corrí hacia la puerta—. ¡Déjala ir!‖ —Llegué

hasta la terraza, destrozando al pasar las macetas de plantas de Sandra, a

través de la lluvia.

Enfrente de mis ojos, Thanh fue empujada hacia el coche; corrí bajando los

escalones, tratando de llegar a ella a tiempo. El coche aceleró, salpicando

agua detrás de las ruedas, dejándome atrás. La lluvia me mojó en cuestión

de segundos; corrí detrás del coche, antes de darme cuenta de que no había

manera de que pudiera alcanzarlo. Ni siquiera tenía un número de matrícula

¡Esto era una locura! ¿Acababa de ver un secuestro?

Corrí de vuelta al apartamento y recibí un balazo de pintura en mi pierna, y

di un grito frustrado. Tory tenía razón, los chicos habían planeado un

ataque. Sin embargo, este no fue Byron, no era su firma habitual; carecía de

imaginación. Zigzagueé alrededor del fuego hostil, reconociendo a unos

cuantos jugadores del apartamento de Byron. Todos iban de negro y estaban

armados. ¿Donde estaban ellos cuando se llevaron a Thanh?

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—¡Ustedes idiotas! —grité—. ¿Alguno tiene un teléfono? —Fui golpeada en

la espalda por mis esfuerzos. Corrí de regreso a las escaleras, gritando a

Tory.

Tory ya estaba afuera, Kali detrás de ella.

—¡No te preocupes! —me gritó Kali—. Estamos en ello. —Corrió junto a mí

con su pantalón de pijama con dibujos de margaritas, blandiendo un pela

patatas.

—¡No lo entendéis! —grité.

Uno de los gemelos agarró a Tory. Era difícil decir cual, ya que su cara

estaba cubierta con una capucha negra y contrastaba dramáticamente con su

cabello rubio saliendo por los lados. ¿Adam? Estuve segura, una vez que vi

de cerca sus zapatos Vomero. La lluvia se deslizaba por sus caras. Tory dio

un pequeño chillido, tratando de golpearlo para alejarlo. Kali agarró a uno

también, pero fue porque no quería ser tomada. Blake lucía más que

contento de hacer el trabajo. Lizzie salió del apartamento, frotándose los ojos

cansados. Su cabello estaba rizado y libre de su usual escondite. Se paró en

la terraza, con cuidado de no mojarse.

—¡Lizzie! —Estaba sin aliento cuando la alcancé—. Thanh fue secuestrada.

¡Quiero decir en serio! Ella fue secuestrada. ¿Dónde está tu móvil?

Lizzie lucía confundida y corrí hacia el interior del apartamento pasándola,

buscando mi móvil. Lo encontré en el desastre de mi habitación y marqué el

911 con dedos temblorosos. Por mucho que lo tuviera grabado en mi mente,

era posiblemente la única vez que lo había marcado. El operador contestó.

—¡Mi vecina ha sido secuestrada! —grite al teléfono.

El operador parecía increíblemente calmado después de semejante anuncio.

Le di nuestra dirección y traté de describirle lo que había pasado.

—No pude anotar la matrícula, pero el tipo se la acaba de llevar. —Estaba

balbuceando, tratando de averiguar cómo podríamos encontrarla.

—¿Qué dirección tomaron?

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Uh, intenté pensar en la dirección. Mis pensamientos no estaban claros.

Señalé y traté mentalmente de pensar donde estaba. Este. Las montañas

estaban al este.

—¡Este! —grité. La señora hizo un ruido angustiado. Creo que lastimé sus

oídos—. Este —dije, con una voz más suave—. Después giraron al sur. —

Escuché las sirenas antes de ver las luces rojas y azules brillar en las paredes

de las ventanas de la sala—. ¡Están aquí! —dije aliviada. No estaba segura

que podía hacer cualquiera de nosotros ahora, pero teníamos que intentarlo.

Su vida podría estar en peligro.

Tan pronto como la policía estuvo en la escena, la actividad se detuvo en

nuestro jardín delantero, los chicos desde el barracón, fueron dejando sus

armas. Algunas de las chicas fueron tras de ellos. Vi al Sargento Brady y al

Oficial Oliveira salir de su coche rodeado por lo que quedaba de la batalla:

tontas cuerdas, fragmentos de globos de agua, un enorme desastre de

pintura rápidamente lavada por la tormenta. Bajé corriendo los escalones,

mi pijama de cebra golpeado mis tobillos. El agua corría por mi cara y mi

cabello estaba mojado.

Los oficiales no tenían su habitual mirada condescendiente—hasta que me

vieron.

—¿Qué está pasando? —pregunto el Sargento. No tenía su libreta esta vez y

estaba casi tan mojado como yo.

—Recuerda a Thanh, ¿cierto? La chica cuyo lugar era un completo desorden.

Pues bien, alguien la metió en su coche.

—¿Ella entró en el coche?

—Ellos la obligaron —expliqué con frustración—. Ella no quería ir.

—¿Era esto parte de tu juego?

—¿Qué? —Reconocía las expresiones condescendientes muy bien—. No,

esto es totalmente diferente. Ella ni siquiera está involucrada en este... uh,

juego. Apenas la conozco ¡Tenemos que encontrarla!

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Uno de los oficiales se movió a las escaleras para encontrar refugio de la

lluvia; el viento nos empujaba; estaba congelada.

—¿Dónde estaba ella cuando se la llevaron?

—¡Por la acera de allá! —señalé a la calle.

—¿Dónde estabas tú cuando pasó esto?

—En mi apartamento.

—¿Del tercer piso? ¿Y tú viste cómo la secuestraban con esta tormenta?

—¡Sí! —No podía creer que ellos estuvieran haciendo esto. Ellos sólo me

miraban como la chica loca que se quedaba fuera del apartamento, con una

imaginación hiperactiva. Estábamos perdiendo un tiempo valioso y era por

mi culpa.

—¿Y ella no quiso entrar? —solicitó Oliveira.

—¡Está bien, quiere que la encuentre yo misma! —Me rodeé con mis brazos,

tratando de mantenerme caliente. Temblando incontrolablemente—. Pasó

justo como dije.

—¿Cómo lucía el coche?

—Estaba oscuro, no lo sé. Era un sedan… uno plateado. No sé que marca. —

Incluso yo estaba frustrada con mi respuesta.

—¿Así que, buscamos un sedan plateado?

—¡Sí! Lo siento, esa es toda la información que tengo. No lo vi claramente,

¿okey? Hipnotíceme para sacar más datos del coche. No lo sé. Pero se la

llevaron. ¡No lo entiende! Ella ha desaparecido.

Tory salió de las sombras, luciendo asustada.

—No, ¡Estoy de regreso!

Los oficiales se relajaron.

—¿Es ella?

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—¡No! —Quise gritar, pero forcé mi voz a estar calmada—. Esa es Tory.

Thanh es una chica de Vietnam con cabello largo y una mochila negra. ¿No

la recuerda?

—¿Qué está pasando?

Los policías levantaron la vista y visiblemente se relajaron cuando

reconocieron a Byron. Su oscuro cabello estaba mojado y estaba sin aliento.

Llevaba unos shorts negros de correr como si hubiera estado corriendo. Era

un clima terrible para eso. Él se quitó la capucha negra de su cara. El agua

estaba cayendo por su cara ahora.

—Estamos investigando un aviso de secuestro. ¿Es testigo?

—No.

—Espere —dije—. Byron está saliendo con ella. Tiene su número. ¡Llámela!

Vea si responde.

Byron se veía confuso.

—¿Quién?

—Thanh.

No era el momento para que Byron luciera molesto por la acusación de salir,

pero lo hizo de todas maneras.

—¿Qué pasó con Thanh? —preguntó.

—Esta chica la vio siendo secuestrada por un sedan plateado —le puso al

tanto el policía.

—¿Tienes su número, joven?

Byron asintió, luciendo ceñudo.

—Está en mi iPhone. —Él trato de encontrarlo, pero con una sacudida

recordó porque no podía. Su iPhone estaba perdido. Byron renunció tan

pronto como lo recordó también—. Tengo el número memorizado. —Recitó

su número al oficial. Así que, Byron no estaba saliendo con ella, ¿verdad?

Mentiroso. Ningún chico lo tendría memorizado si no lo estuviera haciendo.

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El Sargento Brady marcó el número. Espero, pero sin ningún resultado.

Quizás ahora me creería.

—Ella no contesta —reportó a su compañero.

Byron me miró y después a los oficiales. Él pareció tomar una decisión.

—Uh hey, creo que sé de un amigo que quizás esté con ella. ¿Puedo usar su

teléfono?

Sin dudar, el Sargento Brady le dio su teléfono. Byron me lanzó una sonrisa

tensa cuando vio mis ojos fijos en él. No solo sabía su número, ¿Sino que

sabía el número de alguien que quizás estuviera con ella? Su relación estaba

cambiando de casual a seria en cuestión de segundos—. Hey, soy Byron. —

Reajustó el teléfono contra su oído, una vez que tuvo una respuesta—. Um,

la policía está aquí y están muy preocupados sobre Thanh. —Esperó un

minuto—. Sí, ellos quieren hablar con ella y será mejor que lo hagan o… sí.

Está ella contigo, ¿cierto? Espera. Voy a darles el teléfono.

Byron le entregó el teléfono al Sargento Brady.

—¿Thanh? —preguntó Brady, después de un momento— . ¿Estoy hablando

con Thanh? Oh, bien.

Fruncí el ceño. Eso significaba que ella estaba bien. Todavía no podía negar

lo que había visto.

—¿Dónde está ella? —pregunté.

El oficial me ignoró.

—Soy el Sargento Brady. Tenemos un vecino preocupado que cree que

quizás estés en problemas. ¿Estás en un lugar donde puedas hablar? ¿Estás

bien? —Esperó por un momento—. Tu vecina dice que fuiste llevada a la

fuerza por un vehículo que pasaba.

Me mordí el labio. Parecía ridículo ahora, especialmente si ella estaba con un

amigo de confianza, pero Brady la presionó—. Puedes responder en

afirmación si esto es verdad—. Escuchó por un momento después se giró

hacia mí, su expresión ilegible—. Ella está bien —me dijo.

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¿Lo estaba? Pero alguien se la llevó—excepto que ella estaba a salvo ahora.

¿Pero qué pasaba si no lo estaba? ¿Qué pasaba si el amigo al que llamamos

se la llevó? Sabía que era ridículo, pero todavía estaban estas dudas

persistentes que se precipitaban a través de mi mente. Apreté mis manos en

puños y las soplé para mantenerlas caliente—. ¿Está seguro? —argumenté,

pero era más para mí; quería creer que ella estaba bien, pero mis ojos habían

visto algo más.

—¿Qué pasa si no era ella? —pregunté—. Esa podría ser cualquier chica al

azar pretendiendo ser ella. ¡Pregunte su número de seguridad social! ¡Vea si

coinciden!

Tory agachó la cabeza a mi lado con acuerdo; el agua goteaba de su cabello.

El Sargento Brady respiró profundamente para tranquilizarme. Sabía que le

estaba volviéndolo loco.

—Una vez más, Thanh, y me disculpo por el inconveniente; nos gustaría

confirmar que esta eres tú. Dame tu nombre completo.

—Número de la seguridad social —insistí.

Él sacudió su cabeza hacia mí, escuchando por la otra línea. Aparentemente

tenía un nombre largo, más largo que cualquier número de la seguridad

social que jamás había escuchado. Aun así, no era suficiente para mí. ¿Cómo

íbamos a saber que ésta era ella o que no estaba siendo forzada? Quizás

había visto muchas películas, pero quería verla y estar segura que un arma

no estaba siendo sostenida en su cabeza.

—¿Dónde está? —pregunté.

El sargento ya estaba irritado conmigo, pero aun así repitió mi pregunta. Él

paso el mensaje por mí.

—Ella está en la casa de su novio.

—Oh. —Miré hacia Byron. No lucía devastado. Lucía ansioso, como si en

cualquier segundo nos fuera a dejar. Quizás una chica estaba esperándole en

casa. Pero el incidente fue hace una hora, ¿no?—. Espere. —Me agarré a un

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clavo ardiendo—. Thanh no puede estar con su novio. Está rompiendo el

toque de queda. Dígale que regrese aquí. —Incluso Tory me miraba como si

estuviera loca, pero sería la perfecta prueba para asegurarme de que Thanh

estaba bien.

El sargento Brady puso sus ojos en blanco. Fue más expresivo de lo que

había esperado en un hombre de su edad.

—Bueno, llegas tarde al toque de queda, jovencita. Ven a casa. —El colgó su

teléfono con un golpe decisivo—. ¿Feliz? —preguntó.

Tenía que estarlo, sólo que no tenía sentido. Pensé que mis ojos habían visto

algo más. Thanh no quería entrar al coche, pero, ¿quizás el novio estaba

jugando con ella en la lluvia o algo? Byron no era más ese novio. Mi estado

de ánimo mejoró después fruncí el ceño. ¿Por qué eso me haría feliz en un

momento como este?

—¿No hay una manera de traerla, así puede hablar con ella? —No podía

creer lo que estaba pidiendo, pero lo estaba haciendo. Tory se apartó y debí

seguirla.

Los oficiales me miraron como si fuera una lunática desvariando. El

Sargento Brady forzó su voz a un tono más dulce:

—A parte de romper un toque de queda, no encontramos nada más con ella,

pero podemos encontrar algo para ti si eso es lo que estás buscando. —Él

miro a su alrededor, a lo que quedaba de la guerra en el jardín.

Afortunadamente, estaba empezando a desaparecer debajo de la lluvia—.

Los toques de quedas rotos es la menor de nuestras preocupaciones ahora.

—Pero no tenemos que estar en nuestros apartamentos. Podemos ir al

apartam… —mi voz se apagó ante sus caras sombrías, el Sargento Brady

hablaba en serio. Él levantaría cargos contra mí, si no era cuidadosa.

Ninguna cantidad de encanto me ayudaría a salir de esto—no es que tuviera

alguno—. Está bien, bueno, ¿Hemos terminado aquí? —Aplaudí—. ¿O tengo

que llenar algún reporte?

—Hemos terminado… por ahora.

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Asentí, y rápidamente hice mi escape, notando tarde que Tory ya lo había

hecho. La pequeña desertora. Antes de que pudiera moverme más lejos de

Byron, él apretó mi brazo y me acerqué más a él.

—Hey —susurró en mi oído—, hiciste lo correcto.

Solo podía imaginar la sección policiaca sobre esto. Brady y Oliveira

regresaron a su patrulla, sus cuerpos rígidos.

—Sí. —Estaba mojada, helada y amargada. Byron en realidad se sentía

bastante cálido. Temblé y él me atrajo más cerca.

Pasó sus manos por mis brazos mojados, salpicando lejos algo del agua de

lluvia. Me calentó instantáneamente. Esbozo una sonrisa.

—Solo porque alguien tenga una vida amorosa, no es razón para nosotros

estar celosos, ¿Cierto?

Casi me reí de eso.

—Sí. Gracias.

Después de un momento, me dejó ir, llevándose sus cálidos brazos con él. Se

fue corriendo bajo la lluvia; sus Nike chapoteando en la tierra mojada.

¿Byron no tenía una vida amorosa? Me di mentalmente una sacudida. Esa

era algo extraño para sacar de esta noche. Pasé por la ventana de Thanh. Sus

cortinas estaban abiertas un poco. El desorden en su apartamento en

sombras se asomaba a través del interior con cuadros pintados. Una mochila

negra descansaba en el suelo de la cocina. La cremallera cerrada. Thanh

tenía su mochila. Yo era una lunática delirante.

Abrí mi puerta y entré, goteando sobre las mantas que estaban en nuestra

sala y donde conformamos nuestra fortaleza. Kali y Lizzie parecían cómodas

con las toallas presionadas en sus cabezas, su piel color rosa y brillante

debido a la tormenta. Pararon de hablar tan pronto como entré. Significaba

que estaban hablando sobre mí. Muchos de los grandes líderes son

traicionados por sus más leales partidarios al final. Debería haberlo

esperado. Vacilé en la entrada.

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—¿Qué? —pregunté. Se veían en blanco—. ¿Por qué no sólo me sermoneas y

terminas con ello, Lizzie?

—¿Quieres que lo haga? —dijo Lizzie, con su predecible tono de voz para un

sermón—. Kali sólo estaba hablando sobre… —Kali le lanzó una mirada de

advertencia para detenerla.

—…Un chico —terminé por Lizzie. ¿Y ellas no podían decírmelo? ¿En que se

había convertido la vida? ¿Plagada con paranoia? Dolía no poder confiar

más en una charla de chicas. Eran ellos en los que no había que confiar. Vi

un secuestro cuando no había nadie. La desordenada casa de Thanh sufrió

un robo. Esa nota amenazante en la puerta de Thanh era un… era un…

¿aviso? ¿Era realmente para nosotras o para Thanh?

Escuché un teléfono sonar en mi habitación que no sonaba como mi tono.

Lizzie suspiró.

—Ha estado sonando toda la noche.

Abrí mi puerta y me arrastré dentro, dejando mi libro de física abierto en mi

escritorio. El sonido no venía de ese desorden. Me moví a la cesta de la ropa

sucia y seguí el sonido a través de mi ropa. Saqué mis pantalones de la parte

de abajo y encontré un teléfono en el bolsillo junto con unas llaves. El móvil

era lindo y rosado, con diamantes justo como lo recordaba. El móvil de

Thanh. Oh no. Con razón no respondía a su móvil.

Paró de sonar tan pronto como lo tuve en mi mano. Estos eran los

pantalones que llevaba cuando intenté devolver a Thanh su mochila, el

sábado. Las llaves no funcionaban en su puerta y me las metí al bolsillo. Su

teléfono siguió a las llaves después que oyera esa llamada amenazadora de

Byron ese día. Hice una mueca al recordarlo. Mi habitación era la guarida de

un ladrón. Miré el identificador de llamadas y vi el número otra vez. Tan

solo podía presionar el botón de remarcar como hice la última vez y confesar

el trabajo sucio. Lo presioné contra mi mejilla mojada, tomé una profunda

respiración, y llamé a la persona.

Un tipo respondió.

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—Así que ahí estás.

—Oh, no soy Thanh.

—Lo sé.

Reajusté el teléfono contra mi oído. Era tan pequeño que estaba tratando de

deslizarse. —Mira, ¿estás con ella? ¿Necesito hablarle?

—Quiero algo de ti primero.

Él no tenía ningún sentido, aunque estaba empezando a sonar como el

mismo tipo con el que hablé por este teléfono antes. Miré el número, era el

mismo.

—¿Byron? —acusé. ¿Qué estaba haciendo? El idiota estaba tratando de

llevarle el teléfono de regreso a ella. Él era un hombre de palabra que estaba

empezando a descubrir.

Un suave golpe sonó en mi puerta y Tory irrumpió en mi habitación con el

cabello mojado. Las campanas por encima de la puerta sonaron alegremente.

Las coloqué ahí para asegurarme de que Tory no entraría sin mi

conocimiento—aparentemente habían funcionado.

—Sólo un segundo —le dije a ella. Regresé a mi conversación con Byron—.

¿Qué quieres?

—Algo falta en esa mochila. Y creo que tú sabes lo que es.

Me reí.

—Sí, este móvil para empezar. —La otra línea se quedó en silencio y supe

que una disculpa era lo que seguía—. Mira, lo siento. Vi que le regresaste la

mochila a Thanh. Me alegra que la tenga de regreso.

—¿Qué?

—Sí, la vi en el suelo de su cocina esta noche. —Me reí con agudeza—. ¿A

menos que fuera tuya? Tienes la tuya de vuelta, ¿cierto Byron? Oh, tengo tu

libro de física también. Lo siento por eso.

—No me hagas ir a por ti. —Él estaba empezando a sonar molesto.

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—¿O qué vas a hacer? ¿Llamar a la policía para que venga a por mí?

Supongo que eso funcionará. Ellos ya me odian. —Me dejé caer en mi cama,

disfrutando de la conversación. Si había una cosa que me encantaba, era

hacerle bromas a Byron.

—Haré algo peor.

Me reí otra vez.

—Está bien, ven y atrápame, chico duro. Estaré esperándote. Si esa mochila

en el apartamento de tu novia es la tuya, quizás quieras recogerla también.

En serio hombre, ¿Nunca estudias?

Él cortó la llamada y solté una risita. Los ojos de Tory se abrieron como

platos y me tapé la boca ¿Ese sonido acababa de salir de mi boca? Como dije,

me estaba volviendo realmente loca.

—¿Con quién estabas hablando? —pregunto ella sospechosamente.

—Byron.

—¿Cómo? Pensé que habías robado su teléfono.

—¡Por última vez, no robé su telé…! —Mis ojos se abrieron y dejé caer el

teléfono rosa al suelo—. ¡Santo cielos! —Sí, esa fue una declaración. Byron

había perdido su iPhone. ¿Con quién acababa de hablar?

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Último Diario de Guerra de Madeleine

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Capítulo Uno

Traducido por Niii

Corregido por Melo

Día 112.

2217 horas.

uién es mi enemigo? Para ser honesta, no tengo idea. Ellos no saben

quién soy tampoco, así que de alguna forma eso me da la ventaja”.

—Entrada del Diario de Guerra de Madeleine (Noche del

lunes, 4 de junio)

—Algo raro está pasando. Envolví algunas ropas secas sobre mi cuerpo

mojado, y metí mi diario de guerra en el bolsillo trasero de mis sudaderas

rojas. La lluvia de afuera se había convertido en un torrente, furiosa contra

nuestro pequeño apartamento de ladrillo rojo. Recogí el móvil de Thanh del

suelo, mirándolo fijamente. Quien fuera que hubiera estado al teléfono

estaba enojado.

Me volví hacia Tory. Solo tenía una corazonada, una corazonada muy loca.

Volví a reproducir toda la conversación en mi mente. Había pedido hablar

con Thanh, pero el tipo había dicho que quería algo de mí antes. ¿Significaba

eso que quien sea que hubiera llamado realmente tenía a Thanh, asumiendo

que no fuera su novio? Había visto su secuestro, ¿no? La policía había

hablado con ella por teléfono, pero no había forma de saber si esa era Thanh.

Incluso si lo hubiera sido, ¿estaba en un lugar dónde pudiera hablar

abiertamente? ¡Había sido secuestrada! Lo sabía. Entonces de conseguir que

―¿Q

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la policía me escuchara, necesitaba evidencia sólida consistente… o al menos

alguien persiguiéndome. Podía arreglar eso.

El tipo dijo que le faltaba algo. No parecía interesado en el móvil de Thanh.

Miré las llaves que había tomado de su mochila. ¿Tal vez eso? No abrían la

puerta de Thanh; abrían algo más… obviamente; eran llaves. Mis

pensamientos siguieron girando alrededor de la mochila. Lo que fuera que

este tipo quería podría estar tirado en el desordenado suelo de la cocina de

Thanh. Pasé junto a una mojada Tory; su camisa malvada se pegaba a ella, su

cabello rojo rizándose.

—No dejes entrar a nadie. Cierra completamente el apartamento y lo digo en

serio.

Estas eran órdenes que Tory entendía. Asintió.

—¿Qué hay de Sandra? ¿Aún no está adentro?

Ladeé mi cabeza en su dirección.

—Por supuesto, ella es la excepción. Puedes dejarla entrar. —Pensé que eso

era obvio, pero tal vez para un soldado acostumbrado a las órdenes estrictas

no lo era—. Tanto como detesto pensarlo, Byron podría tener algo que ver

en esto.

—Justo cuando estaba comenzando a gustarte —dijo ella en voz baja.

—¿Qué?

Me dio una sonrisa juguetona. Peleé con la idea de decirle todo a Tory, pero

no había tiempo. El hombre misterioso estaba sobre mí. Bien pude haberle

rogado que volviera a entrar a la casa de Thanh a robar su mochila y buscara

él mismo lo que sea que quisiera. La única cosa que no solté fue el número

de su cuenta bancaria. Si había algo vital en esa mochila, no tendríamos

nada que intercambiar para recuperar a Thanh. Estaría perdida para

siempre.

Me apresuré por el pasillo, pensando concienzudamente. No había forma de

entrar en casa de Thanh a menos que rompiera una ventana. No sabía cómo

usar horquillas o tarjetas de crédito como Byron hacía para abrir cerraduras.

Nuestro anillo de llaves de los apartamentos faltaba. Era demasiado tarde

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para llamar a Eric —el mismísimo señor Dedos Mágicos— no había forma

de entrar donde Thanh… ¿y si…?

Levanté la mirada y vi nuestra trampilla en el espacio de ventilación. Si

nosotros teníamos una trampilla, también la tendría Thanh. El espacio de

acceso sobre el techo me llevaría a su casa. Tomé una respiración para

calmarme. Este tipo era prácticamente un Nazi de todas formas… si mi

casero se hubiera preocupado por interrogarme. Tiré de la cuerda. La

trampilla se soltó del velcro. Sentí al aire caliente precipitarse sobre mí.

—Consígueme una silla —le ordené a Tory.

Antes de saberlo, estaba de pie firmemente sobre el asiento floral, pero no

lograba estirarme hasta el techo. Tory puso algunos libros bajo mis pies

hasta que estuve lo suficientemente alto para asomar mi cabeza por la

trampilla. Miré la oscuridad. Si esta fuera una película de terror, este sería el

momento en que algo hubiera volado hacia mí desde las sombras. Incluso

Tory se mantuvo atrás. Afirmé mis codos a ambos lados del espacio de

ventilación.

—Tráeme una linterna.

—¿Qué estás haciendo?

Me estremecí. ¡Lizzie! Ella no me dejaría ir sin una pelea. Kali hizo algunos

sonidos chirriantes debajo de mí, su toalla cayendo de su cabeza.

—Tengo que llegar a casa de Thanh —expliqué—. Algo grande está

ocurriendo, algo más grande que nosotras.

—¡Vas a lastimarte! —Asentí y pateé con mis piernas para impulsarme hacia

arriba—. ¡Podría haber arañas! —advirtió. Dudé. Esto era más grande que

las arañas. Seguí avanzando—. ¿Qué pasa si el techo se convierte en una

cueva?

—¡Lizzie! Me mantendré pegada a la pared. He estado en un ático antes.

—¡Al menos protégete del aislador! —La oí correr a su habitación y de

regreso. Me lanzó una capucha de manga larga y unos guantes—. Ponte

esos.

¿Estaba loca? Me estaba quemando, pero ante su insistencia, luché con la

ropa extra. Lo valía si mantenía las arañas alejadas de mí. La capucha negra

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estaba ajustada sobre el bolsillo abultado que contenía mi diario de guerra.

Hice una mueca por ello. ¿Cuándo había empacado eso conmigo? Era

demasiado tarde para dejarlo ahora. Tory se encaramó a la silla y a los libros,

haciendo brillar la linterna a través del espacio de acceso. Hice una mueca en

dirección al haz de luz, esperando ver una capa metálica de telas de araña.

Todo dentro de este profundo agujero estaba cubierto de aislador, aunque

sorprendentemente libre de insectos.

Agradecida por los guantes, avancé en la oscuridad, manteniéndome

apegada a las paredes como había prometido, deslizando una mano y luego

otra y manteniéndome baja como una bailarina rusa. Pasé algo ruidoso y

que chirriaba como una hélice debajo de mí. Pensé que era el baño. Avancé

un poco más. La cocina estaba probablemente del otro lado. ¿Qué tan lejos

estaba el apartamento de Thanh? La linterna de Tory se atenuó, y apenas

capté, vi la depresión que se encontraba por delante. Estaba cubierta de

aislante roto. Lo saqué y encontré otra trampilla. No estaba segura de cómo

abrirla, así que empujé. Nada ocurrió. Extendí mi pierna frente a mí y pateé

con el talón de mis converse. Se abrió. La oscuridad se abría debajo de mí.

Me giré hacia Tory. Su cabeza era una silueta detrás del eje de luz.

—¡Lo tengo! —dije—. Cierra la trampilla de ese lado y deshazte de cualquier

evidencia de que estuve aquí arriba.

—¡No regreses por aquí! —Advirtió Lizzie—. ¡Sencillamente usa la puerta

como una persona normal, si!

Asentí. Después de un momento de mirar hacia el oscuro abismo del

apartamento de Thanh, me dejé caer al desordenado suelo, aterrizando

sobre mis manos y pies. Mis ojos se ajustaron al sombrío pasillo y las mesas

volcadas en la sala. Me quité los guantes, sintiendo las pilas de papel

arrugado bajo mis dedos y me puse de pie. Este era realmente un

allanamiento ilegal.

—¿Hola? —Esperaba que Thanh respondiera, pero no había nadie aquí.

Permaneciendo de puntillas, cerré la trampilla y avancé por encima de los

papeles. El sonido de ellos crujiendo bajo mis converse rompían el silencio

poco natural en mi camino hacia la cocina. Abrí la puerta del refrigerador de

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repente por capricho. Nada ahí, excepto un poco de comida mohosa. Lo

mantuve abierto, pero no había suficiente luz para evitar que mis piernas

colisionaran en ángulo recto contra la mesa, lo que encendió la

computadora. Le agregó un misterioso resplandor azul a la cocina. Avancé

hacia la luz azul, viendo que el correo electrónico de Thanh estaba abierto.

Una página completa de mensajes sin abrir esperaba en su bandeja de

entrada. Algunos en Vietnamita. Hice clic en uno de los mensajes más

recientes.

—Thanh, este es tu jefe. Lydia me dio tu correo electrónico. ¿Por qué no me has

llamado de vuelta? —Tal vez porque yo tenía el móvil de Thanh. Me sentí

terrible. Volví a su bandeja de entrada, marcando el mensaje como no leído.

En todo caso, esto hizo notar que me había perdido algunas pistas vitales.

Debería haber revisado el móvil de Thanh antes de esto. Creaba un bulto

cuadrado en mi bolsillo del costado. Lo saqué y fui a los mensajes,

configurándolo en voz alta. El primero era de su jefe otra vez. No había ido a

trabajar en días.

Dejé su móvil sobre la mesa y busqué la mochila. Todavía estaba en el suelo

junto a la mesa. Mi mano vagó sobre ella. Si la tomaba, el tipo con las

amenazas sabría que estaba sobre él y vendría por mí. ¿Estaba preparada

para eso? No. Aterricé sobre mis rodillas, escuchando al jefe de Thanh

hablar en el siguiente mensaje sobre cómo esto era tan inusual en ella.

Tenía que trabajar rápido. Manteniendo un oído concentrado en la puerta,

abrí la cremallera del bolsillo frontal y encontré la ID de Byron. Byron estaba

en esto. Ninguna billetera. Si hubiera sido así, hubiera intentado recuperar

esto con más ganas. La mochila era oficialmente suya, pero ya no estaba

segura de si el intercambio era un accidente. El siguiente mensaje estaba en

vietnamita. El tono era maternal, preocupado. La hija de alguien estaba

desaparecida. Eso solo me hizo trabajar más duro. Abrí el bolsillo del medio

y encontré algunas notas de física y un examen evaluado por Thanh. Leí los

comentarios escritos al final: Byron, realmente necesitamos hablar —Tu AT27.

27 AT: Ayudante Técnico.

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Había sacado una calificación perfecta, el idiota, entonces ¿por qué tendría

que hablar con el AT… a menos que Thanh pensara que había hecho

trampa? ¿O era algo más? ¿Una ruptura? En este momento me inclinaba

hacia algo más serio. Sin otro pensamiento, doblé el examen de física en un

pequeño cuadrado y lo metí en mi bolsillo trasero.

—Thanh. —Reconocí la voz en el siguiente mensaje y eso envió una sacudida

a través de mí. Pertenecía al mismo tipo con el que había hablado antes—.

Sabes quién es. Estoy cansado de esperar.

La misma voz cortada. Las mismas amenazas. El mismo estilo para colgar.

No, no sonaba como Byron. Luego de sufrir un par de mensajes más como

este, el buzón de voz de Thanh estaba vacío. Sin estar segura de cuánto

tiempo más tenía, busqué en los bolsillos laterales de la mochila. Mis dedos

rozaron el iPhone perdido de Byron. Reconocí el fondo de pantalla

inmediatamente. Cubría el fondo de su elegante pantalla táctil con una foto

de él esquiando. Se hubiera visto mejor si el salto no hubiera sido en una

pequeña pendiente. Lo metí en mi bolsillo, no queriendo que algo

importante cayera en manos de mi enemigo, ¿pero qué estaba buscando el

tipo realmente? Escuché una llave deslizarse en la puerta delantera.

—¿Tory? —Salió como un chillido y me impedí decir más. ¿Qué si no era

Thanh? Si no lo era, no podía arriesgarme. Cerré la puerta del refrigerador.

Corté la luz, quedándome con el escaso brillo de la computadora. Intenté no

imaginar la sorpresa de Thanh una vez que encendiera las luces y encontrara

a su extraña vecina en medio de su cocina… o peor, mi sorpresa cuando

viera que no era Thanh.

La puerta delantera se abrió con un chirrido y en posición militar me

arrastré hacia la puerta del armario bajo el fregadero. Todo el amoblado en

la cocina era igual al nuestro; lo supe por el tacto. Abrí el armario bajo el

fregadero, escuchando los pasos en el pasillo. Ellos venían por mí. Me apreté

en el interior, doblando mi cuerpo junto a un poco de basura apestosa. La

puerta no se cerraría detrás de mí. Estaba en el medio. No tenía tiempo de

luchar con ella. Las luces de la cocina se encendieron, enviando franjas de

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luz a través de las rendijas de la puerta del armario. Cerré mis ojos, bajando

mi cabeza.

—Sí, estoy dentro. —No reconocí la voz. Parecía apagada y sin aliento, pero

podía decir que era masculina. Abrí mis ojos para ver a quien sea que fuera,

viendo solo dos pies en un par de Nike y unas pantorrillas musculosas—. Sí,

descubre lo que ella sabe. —Su voz sacudió el silencio. El intruso estaba

hablándose a sí mismo o tenía un móvil. Opté por lo segundo—. Casi lo

tenía el jueves en la noche. Un motón de chicos se interpuso en el camino.

Una de ellos caminó directo hacia ello. La asusté completamente. —Dio un

gruñido de impaciencia—. Sí, funciona. Se metió con los móviles, ¿no? Hará

el trabajo. Solo tenemos que ponernos en ello.

Él se inclinó sobre la mochila y miré hacia adelante, intentando ver su rostro.

Mi puesto de observación improvisado era terrible. Solo podía ver sus

manos. Bajó un móvil Android para buscar a través de la mochila. Después

de un momento se enderezó, narrando:

—Todavía buscando. ¿Qué aspecto tiene? —Peleó con la mochila, cada vez

más agitado y menos comprensivo—. Eso creo… sí, sí. ¿Sabes qué? —Ahora

sonaba molesto—. Ella ha estado aquí. —Contuve mi aliento. ¿Tenía la

computadora la pantalla apagada? ¿Se asomaba mi rodilla fuera del

armario?—. ¡No! —gritó—. Lo conseguiré. ¡Dije que lo conseguiré! Lo tendrás

para mañana en la noche, ¿está bien? No la necesitaremos más después de

eso.

No me gustaba cómo sonaba eso. Me obligué a soltar el aliento,

manteniéndome perfectamente quieta. El intruso comenzó a pasear por la

cocina.

—Dame el lugar de reunión. Espera. ¡No todavía! Necesito algo en lo que

escribir. —Soltó una carcajada—. No puedo creer que el pequeño monstruo

del aseo no limpiara tras nosotros. —Levantó un cuaderno del suelo. ¡Mi

diario de guerra! Debí haberlo dejado caer cuando choqué con la

computadora. Lo abrió en una página en blanco y garabateó algo en él—.

Medianoche. Sí, lo tendré para entonces. —Escuchó por un momento—. O

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ella estará muerta —gruñó. Acaloradamente rompió el papel, lanzando mi

diario de guerra nuevamente a la horrible alfombra verde.

Mis ojos se estrecharon en el lugar donde cayó. El tipo vagó hacia el cuarto

de atrás, todavía buscando. Tal vez a mí. Intenté pretender que esto era

como los buenos viejos tiempos y solo estaba en otra misión contra los

chicos… excepto que ser atrapada no significaba la muerte. Me arrastré

fuera de mi escondite. Mi sangre bombeaba ruidosamente contra mis oídos,

ensordeciéndome. Recogí mi diario de guerra y me apresure hacia la puerta

delantera. Escuché algo chocar detrás de mí y me tropecé, girando mi

cabeza. Nadie estaba ahí. Maldiciones se hicieron eco a unos pasos de

distancia en el pasillo de Thanh —un sonido poco familiar en UBY— pero

no estaban dirigidas a mí. El intruso se había encontrado con algo; no tenía

idea de que yo estaba aquí. Podría cerrar la puerta discretamente detrás de

mí… y tal vez conseguir una cuerda y encerrarlo ahí. Los chicos nos lo

hacían todo el tiempo, solo atar la cuerda de la perilla a la barandilla del

balcón, y lo habríamos atrapado.

Trepé el balcón y me agaché al pasar la ventana de Thanh, intentando abrir

mi puerta, pero estaba cerrada. Golpeé furiosamente, ya sin intentar

mantenerme en silencio; mantuve mis ojos atentos en el apartamento de al

lado. Mis dedos batallaron con mis emociones por seguir trabajando. Todo

mi cuerpo amenazaba con congelarse. La cabeza de Tory se asomó por la

ventana de la cocina. Sonrío.

—Lo siento, nadie puede entrar.

—¿Estás loca? ¡Abre esta puerta!

Desapareció de la ventana y me giré otra vez hacia el apartamento. Era

demasiado tarde para encerrarlo, pero si pudiera ver quién salía, sabría con

quién estaba lidiando. Solo tenía que permanecer oculta. Busqué

furiosamente un punto de escondite. Las macetas de flores de Sandra no

eran lo suficientemente grandes. No había ningún lugar dónde esconderse.

Sentí mi nuca enfriarse. La puerta de Thanh se estaba abriendo. Estaba de

pie a plena vista. Mi estómago se sentía como si hubiera abandonado mi

cuerpo.

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—¡Abre! —grité susurrando a través de la puerta. La arañé, intentando

guardar silencio.

—Está abierta. —Escuché desde el interior.

La perilla, gracias a Dios, giró entre mis manos y me empujé hacia la sala de

estar. Tory saltó hacia mí y caí contra nuestra puerta, gritando de miedo.

—La ventana —ordené medio gritando—. Tenemos que ver quién es. —Me

arrastré hasta la ventana y vi la parte posterior de una cabeza, una capucha

cubriendo el rostro antes de desaparecer en la oscuridad. La mochila negra

de Thanh colgaba sobre su hombro, y cargaba un anillo de llaves. Era alto…

bueno, eso lo reducía todo, un hombre alto con mala disposición.

Pensé en llamar a la policía… ¿y decirles qué? ¿Irrumpí en casa de Thanh y

oí a un tipo hablando por el móvil, pero no estaba segura de a qué se refería?

Ellos ya pensaban que estaba loca.

—¿Viste a quién entró? —pregunté a Tory. Parecía estar en blanco. ¿Por qué

no le había dado órdenes de vigilar la puerta?—. ¡Él tenía las llaves del

apartamento! ¡Son nuestras llaves! —Me di cuenta—. ¡Nuestras llaves

faltantes! —Pensaba que Byron las había robado.

—¿Y? ¿Qué pasa si este chico está saliendo con Thanh? —Lizzie se inclinó

contra la pared, ahuecando su pelo mojado—. ¿Y si solamente estaba

recogiendo algunas cosas para ella?

Era como si ya nadie me creyera.

—Él tiene nuestro juego de llaves completo —expliqué—. Sin importar quién

sea, puede entrar en nuestro apartamento ahora.

—Creo que ya lo hizo —dijo Tory—, si es el mismo que tomó las llaves.

Verdad.

—¿Qué está pasando? —Kali apareció desde la parte de atrás con un cepillo

de dientes metido en su boca. Se veía cansada. Era más de medianoche, lo

que significaba que ya era martes. Teníamos clases en un par de horas.

Tome una profunda respiración.

—Estamos en un gran problema. Si ellos no consiguen lo que quieren, creo

que alguien será asesinado mañana a medianoche. En realidad, creo que seré

yo… ahora que pienso en ello. —Eso más o menos las sorprendió a todas.

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Tory se derrumbó lentamente en el sofá. Creo que fue la única queme creyó.

—¿Tienes algo de comer? —preguntó.

Bufé de indignación y fui hacia la parte de atrás, saliendo de mi habitación

con las llaves de Thanh. Las golpeé contra nuestra mesa.

—Ellos quieren estas… o al menos lo que pueden abrir. Ese es el motivo de

que secuestraran a Thanh.

—¿Qué? ¿Esa chica? —Los ojos de Kali se agrandaron y movió su cepillo de

dientes distraídamente en su boca. Todavía pensaba en Thanh como el

espíritu que había rondado el apartamento de al lado.

Lizzie juntó sus dedos, intentando parecer calmada.

—¿Estás segura de esto?

Me encogí de hombros, sabiendo que sería casi imposible tratar de

convencerlas.

—Ellos pensaban que Thanh tenía estas llaves… creo que por eso se la

llevaron, pero cuando robé la mochila de Byron, accidentalmente robé la

mochila de Thanh en realidad. No me pregunten por qué siquiera habían

intercambiado sus mochilas en primer lugar. Él puede estar involucrado en

todo esto. No lo sé.

—¿Pero cómo conseguiste tú las llaves? —preguntó Lizzie. Como siempre

estaba siendo sensata.

—Las puse en mi bolsillo. Su móvil también.

Lizzie parecía sorprendida, y solo la ignoré. Tenía otras cosas en las que

preocuparme como por ejemplo ser cazada, torturada y eventualmente

asesinada.

—Necesitamos descubrir quién es Thanh realmente —dije—. ¿Qué es lo que

tiene que alguien tan mal y grande quiere? Segundo, ¿dónde encajan estas

llaves? Tercero, ¿qué tiene que ver Byron con esto?

—Tal vez es un espía —dijo Tory. Se encogió de hombros ante mi mirada.

Kali se rio.

Lizzie levantó un dedo.

—¿Permíteme ver si entendí esto? Estas acusando a Byron de ser un espía…

¿un verdadero espía? ¿Cómo un agente de una agencia extranjera o algo así?

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—Uh, bueno, es fue Tory en realidad, pero él podría estar ocultando algo. No

sé eso.

Lizzie rio. Sonaba un poquito nerviosa, pero para mí eso estaba sonando

cada vez más y más plausible. Tal vez Byron no era un espía en todo el

sentido de la palabra, aunque era extraño lo bien que encajaba en el molde

de James Bond, lleno con un sobre—abundancia de mujeres. Se vestía

realmente bien, también. ¿Y qué ocurría con lo de nunca hace tareas y

obtener solo A’s? Suspiré. Nada de eso era una buena evidencia.

Sencillamente algo parecía no andar bien.

—Él es el ex de Sandra —argumentó Lizzie—. ¿No creen que eso sea

mezclar placer con trabajo?

—¿Es su coartada? —Solté una risa irregular, sin saber realmente lo que

estaba diciendo. Aun así, mi instinto me pinchaba como si estuviera

obviando algo. Odiaría que se viera envuelto en esta intriga con Thanh; sería

tan víctima como ella lo era—. Miren, no lo he descifrado aún. Él tiene

acento también. ¿No creen que eso sea sospechoso?

—Esto es la UBY. Un montón de personas tienen acento.

—Ellos no pretenden no tener acento… ¡todos los chicos saben que eso es un

imán de chicas! Además, todos tienen una conexión en el mundo mormón.

Alguien asistía a tu misma misión o alguien te conoce de casa o alguien

conoce a alguien que te conoce. ¿Dónde están las conexiones de Byron? No

tiene ninguna. Lo he investigado.

—¿Lo has investigado?

Tuve la decencia de sonrojarme.

—Sí… llevé las cosas un poco lejos antes así que…

—Podríamos acecharlo en Facebook —sugirió Kali.

—Lo hice —le dije rotundamente—. Esto es real ahora. ¿Van a ayudarme a

descubrir lo que está ocurriendo aquí o no? —Lizzie parecía nerviosa. Kali

solo rio un poco más. No tenía que mirar para saber la reacción de Tory.

Sabía que ella me cubriría la espalda. Su pudiera presentarlo como un juego,

tendría a Kali. ¿En cuanto a Lizzie? Podría apelar a su sentido común, pero

no estaba seguro de eso fuera a ocurrir con esta historia—. Muy bien,

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pretendamos que solo estaremos contra los chicos en una operación simple.

—Paseé por la habitación para calmarme—. Nuestra primera meta es

recuperar a Thanh, ¿verdad? —Ellas asintieron… algunas con más

entusiasmo que otras—. Echamos un vistazo a nuestros activos. La policía

no será de ayuda; Oliveira y Brady no nos escucharán.

Lizzie cruzó sus brazos.

—Entonces consigues algo de evidencia para respaldarte. —Dejé escapar un

suspiro de alivio. Una vez que Lizzie superaba su incredulidad, era

invaluable—. ¿Cuánta evidencia tienes? —preguntó con voz lógica.

—Un tipo irrumpió en casa de Thanh —sugirió Tory.

Negué con la cabeza.

—Los policías culparán a la guerra de bromas. —Busqué en mi bolsillo,

sacando la nota del AT para Byron. El móvil de Thanh. Gusanos de gomita.

¿Cómo llegaron esos allí? Llaves. El iPhone de Byron. Revisé sus mensajes

de texto; encontrando mensajes concisos de H: “¿Dónde estás?” “Llámame

cuando recibas esto”. “Contesta el teléfono”. “Reconocimiento”. “¿Está todo bien?”

Espera, ¿todos eran de H…? ¿Era esa Holly? Byron la había nombrado H…

en su móvil. Qué poco romántico.

—Pues bien —dijo Lizzie—. Si no podemos probar que algo está ocurriendo,

entonces solo hacemos que los chicos malos lo prueben por nosotros.

Asentí, sintiendo la misma energía de antes. Estábamos en modo de

planeación de nuevo, excepto que estaba vez tenía una carga diferente. Las

cosas eran temibles. La vida de Thanh estaba en peligro. No tenía idea de

quién era ella, pero era una vecina, una hija, una amiga. Era importante para

todas las personas que habías dejado esos mensajes preocupados detrás.

—Esos hombres quieren algo en esta pila. —Les mostré el desastre de lo que

había en mis bolsillos a mis compañeras… menos los gusanos de gomita.

Esos habían encontrado su camino hasta la boca de Tory—. Solo tenemos

que descubrir qué es lo que quieren.

—¿Cómo? —preguntó Lizzie.

—Ponemos una trampa —decidí. Recogí el móvil rosa de Thanh de la pila—.

Invitémoslos a jugar con nosotras.

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—¿Es eso prudente? —Los ojos de Lizzie estaban oscuros y asustados.

—No se preocupen. Sé lo que estoy haciendo.

—¿Y si estás lidiando con Byron?

Bufé.

—¿Estás bromeando? Dije que él estaba involucrado, no que fuera la mente

maestra detrás de ello. No, este otro tipo es un aficionado. Deja rastros

detrás de él en todos lados. —Abrí mi diario de guerra y encontré el lugar

donde el papel había sido rasgado—. Lápiz.

Extendí mi mano hacia Tory. Ella puso un lápiz en mi mano y coloreé sobre

la hoja blanca de mi diario de guerra. Descubrí la dirección que el tipo había

escrito en la hoja de encima de esta. La reunión tendría lugar fuera de la

Avenida Bulldog.

—Chicas, tenemos una dirección. —Tipié en mi móvil y Denny’s apareció en

mi GPS—. Se reunirán en Denny’s mañana a medianoche. Ese es el tiempo

que tenemos —… antes de que alguien fuera asesinado… o de que los tipos

malos obtuvieran lo que querían. Ambas opciones eran malas. Tomé una

respiración para calmarme y encontré las llamadas recientes en el móvil de

Thanh. Tan pronto como encontré el número detrás de las llamadas

amenazantes, el peligro hormigueó bajo mis dedos. Se sentía tan mal como

llamar a un chico. Cerré mis ojos con fuerza y presioné remarcar.

Lizzie saltó adelante para detenerme. Sus ojos completamente abiertos con

miedo. Nada mal para alguien que no me creía.

—¿Estás llamándolo?

Asentí. Una vez que escuché la familiar voz responder a la llamada, me

tranquilicé, armándome de mis años de experiencia en la guerra de las

bromas.

—Hola otra vez —dije—. ¿Adivina qué? Sé quién eres. —El tipo estaba en

silencio al otro lado de la línea, sin caer en mi truco para que se identificara a

sí mismo—. Parece que tengo algo que quieres.

—Aparentemente es así. —Sonaba divertido.

¿Divertido? Eso no era ningún tipo de pista, así que intenté otra vez.

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—Qué te parece si nos ayudamos el uno al otro. ¿Tú me das lo que quiero y

yo hago algunos arreglos?

—¿Realmente estás en esa posición?

Mi mirada cayó a la pila de evidencia sobre la mesa y me decidí por mi

apuesta.

—Tengo las llaves. —Él no discutió, sino que esperó a que continuara—.

¿Quieres las llaves?

—Estoy escuchando.

Le mostré a mi grupo de amigas un pulgar hacia arriba. Aparentemente

estábamos en la posición para negociar.

—¿Qué estás dispuesto a darme por ellas?

—Decidámoslo cuando nos encontremos.

Quería hacer el trato por Thanh, pero no estaba segura de querer renunciar a

mi cubierta aún, no antes de encontrarle sentido a todas las piezas. Y no

había forma de que me fuera a reunir con este tipo tampoco. Puse una nota

arrogante en mi voz.

—Nos reuniremos mañana en la noche para el intercambio… Byron. —

Escuché la pesada respiración del chico al otro extremo de la línea,

esperando confundirlo con el nombre incorrecto—. Nunca recuperarás las

llaves sin mí, así que es mejor que hagas lo que digo. Te diré dónde

reunirnos… y quiero que traigas a Thanh o no las tendrás de regreso. —Los

ojos de Lizzie nunca se vieron tan grandes antes y supe que tenía que hacer

esto bien—. Sí, quiero conocer a tu novia. Ya no puedes ocultar que estás

saliendo con ella. ¿Está contigo ahora?

—Sí.

—Bueno, felicitaciones por tu nueva relación. Quiero hablar con ella.

—No.

Suspiré. Estaba haciendo esto difícil.

—Mejor que la traigas mañana, Byron… o no hay trato.

—¿Cuándo?

—Espera una llamada. —Esta vez yo corté abruptamente. Tres pares de ojos

encontraron los míos. Me senté pesadamente sobre nuestro feo sofá, mis

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piernas sintiéndose débiles—. No conseguí demasiado. Él no estaba

hablando.

—Al menos pusiste el anzuelo —dijo Lizzie, siempre optimista.

Suspiré, pasando a través de las llaves e intentando adivinar por qué eran

tan importantes.

—¿Y cuál es el anzuelo?

—¿A quién le importa? No eres tú —murmuró Tory—, por ahora.

Asentí, sintiendo mis nervios estremecerse con el peligro. Estaría a salvo

hasta mi reunión falsa mañana. El tipo en la otra línea pensaría que bailaría

directo hacia sus manos y no tendría que hacer nada. Otro móvil sonó en mi

habitación. No se necesitaba ser un genio para adivinar que era el de Byron.

Me levanté del sofá y fui en su busca. Mis compañeras me siguieron. Lo cogí

con una mano.

—Retírate, Byron. Dimos con el blanco. Tenemos a la chica. —Era el mismo tipo

con el que había hablado por el móvil de Thanh. Mi corazón cayó ante la voz

familiar. Escuché por más información, pero no me estaba dando ninguna y

no había un punto en pretender ser Byron… no podría fingir su acento de

todas formas. Me sentí enferma. Mis peores miedos habían sido

confirmados—. ¿Hola? —preguntó el hombre.

Le colgué. El iPhone de Byron era la única cosa real en mi mundo. Me

concentré en él. Se sentía duro en mi palma. No lo había creído realmente

hasta ahora. Una llamada telefónica había robado mi confianza. Mi realidad.

Mi amigo. Él no estaba simplemente involucrado… estaba en medio de esto.

Eventualmente me hice consciente de los preocupados rostros de mis

compañeras de habitación.

—Oigan, ¿adivinen qué? —No podía controlar el dolor invadiendo mi voz—

. ¿Saben ese tipo que quería las llaves? Acaba de llamar a Byron para decirle

que tienen a la chica… a mí. Están trabajando juntos. —Los ojos de Kali se

volvieron enormes. La expresión del rostro de Lizzie cambió a incredulidad.

Yo quería estar así, pero la traición me llenaba de rabia. Había confiado en

él, le dije mis problemas de pareja, ¡le di permiso para eliminar los seis de

junio! ¡El idiota! Pasé una mano temblorosa por mi cabello, intentando

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respirar normalmente—. ¡Y Byron dijo que yo no tenía provocity social! ¿Yo?

—grité—. Bien, tiene razón. No lo vi venir para nada. Él no iba a ser mi

guardián. ¡Estaba vigilándome para asegurarse que no estuviera sobre él! —

Caminé a lo largo de la habitación, sin importarme a dónde iba— ¡Tory! —

Mis manos se agitaban. Todo encajaba—. ¡Él sabía el número del amigo con

que Thanh se estaba quedando!

Tory se encogió de hombros.

—Sí… y los policías hablaron con ella.

—¿Realmente lo hicieron? El tipo con el que hablé dijo que él la tenía. Byron

siempre sabe lo que está ocurriendo. Cada vez que algo sospechoso ocurre,

está a solo un paso de distancia. Y ahora ese tipo le dice que me tiene. Como

si yo fuera alguna clase de herramienta. Oh, Byron no se va a librar de esta.

—Me di cuenta que aún tenía el iPhone de Byron. Comencé a marcar.

Kali estaba fascinada.

—¿Qué estás haciendo ahora?

—Llamándome. Necesito su número. Mañana; temprano y de forma

agradable, le devolveré su iPhone… con estilo.

Lizzie se dejó caer en una silla de respaldo alto, su largo cabello danzando

alrededor de sus hombros. Cerró sus cansados ojos. Por una vez, estaba más

preocupada que ella. Al menos ella no tenía la carga de creer una sola cosa

de lo que había dicho.

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305

Capítulo Dos

Traducido por Mona

Corregido por Melo

Día 113

0612 horas

ada momento construido hasta este punto; cada habilidad que he

adquirido, cada memoria llena de dolor me conduce aquí. Finalmente, sé

para qué estoy hecha”.

—Entrada en el Diario de Guerra de Madeline (Domingo, 5 de junio).

Me encontré abriendo las puertas del gimnasio de un empujón temprano a

la mañana siguiente, tan temprano como era humanamente decente

llevando aún mi mejor cubierta. Yo era una chica de alto mantenimiento con

un top de entrenamiento color rosa y unas leggins a juego. Lizzie alteró mi

rostro con un maquillaje cargado. Y ya que los tipos nunca podían separar el

maquillaje de mi cara, Byron nunca sabría que era yo… al menos no a

primera vista. Solamente para asegurarme de eso, adopté la apariencia de

estrella de cine en la clandestinidad con gafas de sol Audrey Hepburn de

Sandra.

El olor a sudor y fatiga era insoportable. Para ser honesta, yo era una chica

más de Smith Fieldhouse, pero aparentemente este era el único lugar donde

Byron podía escaparse de mí. Su entrenamiento diario era a las siete de la

mañana. La información le costó caro a Kali. Ella había prometido todo su

fin de semana lejos por esto; no estaba tan afligida ya que era con Blake.

Saqué mi dinero para obtener un pase diario, me apoyé en el mostrador y

barrí la zona con una rápida mirada.

“C

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306

El gimnasio estaba lleno de personas serias concentrándose en sus

entrenamientos. Nadie miraba a nadie, lo que me hacía la excepción. ¿Pensé

que estos sitios eran un club de ligues? Traté de decidir dónde se torturaría

primero Byron, pesas, la trotadora, una clase de aeróbicos, tenían una hoja

de inscripción para aprender Zumba. Esbocé una amarga sonrisa, pero por

supuesto, era sólo un tonto sueño… a no ser que él tuviera un motivo

ulterior con una instructora caliente.

Sí, él estaba de regreso en la categoría de jugador en lo que a mí respecta.

Lanzando mi bolso de gimnasia sobre mi hombro, caminé entre hombres

musculosos. Los televisores resonaban por encima de mí. ¿Cuál era la

conexión de Byron con Thanh? ¿TA? ¿Compañero de Estudio? ¿Novio?

¿Secuestrador? Justo cuando estaba comenzando a pensar que Blake era un

mentiroso inútil y nos dio información falsa, divisé a Byron al lado de la

trotadora llevando su camiseta del ejército. Él no había comenzado a

ejercitarse todavía. Estaba parado enfrascado en una conversación con un

tipo de apariencia bastante joven, con un color de cabello indefinido y ropa

de entrenamiento habitual. Definitivamente alguien que podría perderse en

una multitud.

Traté de no sentir nada cuando miré a Byron, pero no podía tragarme mi ira.

¿Qué estaba haciendo él de todos modos? Quería que él fuera el chico con el

que peleé, no el sombrío personaje que secuestraba a pobres estudiantes de

posgrado. Viéndolo ahora, se veía cansado, pero no huyendo de la ley. O

bien era inocente de todos los cargos o él era bueno en lo que hacía.

Mentalmente me di una bofetada. ¿En serio? Byron nunca sería inocente. No

podía engañarme más, incluso si quería desesperadamente que él fuera lo

que sus mentiras lo hicieron ser. Todo parecía irónico ahora.

Extraje mis auriculares, fingiendo escuchar música mientras desenrollaba

una colchoneta en la esquina de la habitación. Me senté sobre ella y escuché

la charla de Byron con el chico anodino, realizando unos cuantos

abdominales mientras estaba en ello. Seguro, esta no era la cubierta más

cómoda, pero haría cualquier cosa para conseguir a mi hombre, sobre todo

uno que rompió mi corazón.

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307

Escuché con atención. Hasta el momento, Byron estaba pasando el rato

charlando, pero no acerca de chicas. Era sobre el clima. Esta fue la mayor

advertencia de que algo estaba mal. Después de lo que pareció un millón

abdominales, ellos comenzaron a hablar libremente justo como sabía que lo

harían.

—¿Has estado perdido estos últimos días? —dijo su amigo.

Byron dio un sonido frustrado

—Sí, sobre eso. Mi teléfono desapareció. Eso no es lo único. ¿Dónde está

ella?

—No te preocupes por eso. Todo está bajo control.

¿Lo estaba realmente? Sólo podía suponer que estaban hablando de Thanh,

pero ¿qué si estaban hablando sobre cosas reales como la universidad, sus

sentimientos? Con ningún nombre, era difícil de decir. Byron hundió sus

manos en los bolsillos de su sudadera, manteniendo una expresión fría.

—¿Supongo que tienes un plan?

El chico me dio la espalda y murmuró en voz baja:

—... encuéntralo para nosotros.

Logré descifrar la última parte. Byron parecía sorprendido. El otro chico

bebió grandes tragos de su agua.

—Después de eso, te doy permiso para que sigas como un pequeño cachorro

perdido. Sólo hazlo rápido.

—¿Esa es la cuestión?

—No te preocupes por eso. Estamos un paso adelante. —El hombre le

entregó a Byron algo pequeño y compacto.

—No pierdas esto. Te necesito para…

Alguien encendió la radio a mi lado. ¿Estás bromeando? Miré de reojo,

tratando de escuchar a Byron y su conversación con este hombre por encima

del ruido, pero fue inútil. El estrabismo no tenía nada que ver con la

audición.

Byron le dio una risa fácil que se abrió camino a través de la música a todo

volumen.

—Podría utilizar un flotador como ella. Ella tiene imaginación.

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308

—Mantenla ocupada.

—¿Cómo? —La radio zumbaba cada vez más. Estaba en el camino de la

recepción.

—Ella es tan increíblemente sexy.

Arrugué mi nariz. Byron había cambiado de tema a media frase.

—Sin embargo, no sé si podría atarme a una chica. Soy un jugador. No

puedo evitar lo que soy. —Mis ojos se estrecharon detrás de mis gafas de sol.

La conversación había tomado un giro ridículo. Byron no se había movido,

pero eso no significa que él no supiera que yo estaba aquí—. Sólo desearía

que Mad Dog se casara conmigo.

Ellos estaban hablando sobre mí. Rodé sobre mi estómago y me alejé de la

colchoneta, tratando de entender cómo completar la siguiente parte de mi

misión con mi cubierta arruinada. Yo todavía tenía un lanzamiento por

hacer.

Me demoré en la recepción, esperando a Byron en la salida. Él tenía que salir

en algún momento. Llené una pila de tarjetas de comentarios en el

mostrador antes de que me pusiera nerviosa. ¿No había una puerta trasera

en este lugar? Antes de que pudiera abandonar mi puesto de chequeo, vi a

mi objetivo. Byron lanzó una toalla sobre sus hombros, su cabello mojado

por la ducha. Dejé escapar un suspiro, pero antes de que yo pudiera intentar

algo, él pasó y me sonrió.

—Lindas gafas.

Le fruncí el ceño. Él me pasó, entonces vaciló en la salida, poniendo su

mano en la puerta. No me moví. Él miró hacia mí. Después de tratar de

rodar sus ojos de forma expresiva, regresó, caminando hacia atrás de regreso

en sus Nikes hasta que su hombro tocó el mío. Apoyó un codo en el

mostrador.

—¿Qué estás haciendo?

—¿No puede una chica tener una sesión de ejercicios sin ser acosada?

—¿Es una pregunta retórica? Esto es un gimnasio. —Byron arrancó la tarjeta

de comentarios de mi mano, deliberadamente invadiendo mi espacio

personal, pero no luché. En cambio estudié su rostro. Sus ojos traviesos

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sostuvieron los míos por un tiempo demasiado largo, pero aparte de eso, yo

no podía creer lo bueno que estaba en su cubierta. Después de mirar

confundido mi falta de ánimo, leyó la tarjeta que yo había llenado:

―Honestamente puedo decir que soy la persona que soy hoy, debido a estos

simples trabajadores, más bien, a estos asombrosos trabajadores‖.

Saqué su iPhone de mi bolsillo, mis ojos lanzándose sobre él para

asegurarme de que él no observara mi juego de manos. Siguió leyendo ―Si

este no es un servicio con una sonrisa entonces no sé qué es‖. Byron estalló

en una risa y me echó un vistazo. Oculté su iPhone detrás de mí.

—Tú escribiste un ensayo. —Su mano encontró la mía con el bolígrafo—.

Permíteme jugar. —En un santiamén, él tenía mi pluma.

Me aferré al iPhone apretándolo con la otra mano. Antes de que pudiera

escribir dos palabras sobre la tarjeta de comentarios, me di cuenta de su

bolso de lona y tuve una idea.

—Lindo bolso. ¿Qué tienes en el, un cuerpo? —Antes de que pudiera

discutir conmigo, deslicé mis dedos por debajo de las asas y levanté el bolso,

fingiendo que pesaba. En realidad, era un poco pesado.

—¿Byron, es realmente necesario traer todo lo que posees al gimnasio? —

Él ni siquiera parecía distraído. Mis dedos no eran lo suficientemente

rápidos mientras él no quitara los ojos de mí. ¿No podía parpadear o algo

así? Fingí tropezar con el peso y él se acercó a estabilizarme. Me vi

deslizando su iPhone en el bolsillo canguro de su sudadera. Mi otra mano

agarró su antebrazo más fuerte de lo que pretendía y sentí sus músculos

flexionándose bajo mi mano.

—No, lo tengo. —Byron recuperó su bolso de gimnasia. Él inclinó su cabeza

como si quisiera decir algo. Esperé. Su pecho se levantó arriba y abajo y por

un momento nuestros ojos se trabaron, sus ojos azules penetrando los míos

oscuros. Cubrió el momento con una sonrisa fácil.

—Debes dejar esto a los profesionales, cariño. —Y eso fue todo. Yo lo había

perdido para siempre. Parpadeé, mis lágrimas frustradas.

—Puedo manejarlo más de lo que tú piensas —repliqué. Byron asintió.

—Bien.

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Antes de que él pudiera hacer su salida, me echó un vistazo.

—Oye, Mad. Revisa tu bolsillo. Creo que dejé algo para ti ahí. —Busqué en

mis bolsillos para sacar una nota escrita al dorso de la tarjeta de comentarios:

Llámame.

Byron se llevó dos dedos a la boca y me sopló un beso antes de dejarme, mi

mandíbula colgando flojamente. Siempre dos pasos delante como algún

ajedrecista nerd. ¡Sí, yo estaba enfadada! ¿Cómo sabía él que le estaba

regresando su teléfono? Atravesé por la misma puerta que él y no me

sorprendí al ver lo rápido que había desaparecido. Mis brazos cayeron

lánguidos a mis lados. Él no podía saber lo que estaba haciendo. No había

manera. Encontré mi coche lleno de publicidad de diamantes y me

derrumbé en el asiento del conductor. Apoyé la cabeza contra el volante y

encendí mi automóvil.

La música country llenaba el interior.

Me arrojé en mi asiento. La estación estaba puesta en música country. Mis

dedos atropellaron la lista de estaciones y encontré toda la lista en canales al

azar. Nunca me torturaría voluntariamente con esta música.

—¡Byron! —El mensaje era claro. Él podía entrar en mi coche. Podía entrar

en mi casa. Podía entrar en mis bolsillos. Podía hacerme lo que quisiera.

Cualquier persona sana estaría muerta de miedo, pero yo estaba molesta.

Arranqué violentamente de la playa de estacionamiento. Él sólo me veía

como una plaga molesta con la que él podía jugar y tirar. Tal vez el hecho

que él me subestimara trabajaría a mi favor.

Siempre lo hacía.

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Capítulo Tres

Traducción SOS Susanauribe y Carmen170796

Corregido por Mona

Día 113

1842 horas

uedo sentir el olor del miedo, escuchar las miradas intercambiadas, ver

las palabras susurradas. Me ves observando mi ropa, pero seamos

honestos, te estoy viendo a ti”.

—Entrada del Diario de Guerra de Madeleine (Martes, 5 de junio).

—El ave ha volado del nido —me dijo Lizzie en la otra línea—. Soy la única en

Tweedledde y Tweedledummer.

—¿Estás bromeando? —Nuestro cambio de vigilancia había sido así todo el

día. Mis compañeros se supone que debían estar encerrados en el

apartamento con los gemelos. Kali no podía sólo abandonar a Lizzie con

ellos—. ¿Cuál es su 20?

—No lo sé.

Kali tenía la difícil tarea de detener a Byron de ir a cualquier lugar después

de su última clase. Todavía tenía algo más de investigación que hacer.

—¿Sabemos a dónde ha volado el ave?

—Nop. —Lizzie se rió en la otra línea, sin tener idea de lo serio que era.

Tory estaba ocupada tomando un examen. Era como si en realidad nadie

creyera que estábamos tratando con algo que les asuste más que asesinos,

secuestradores o terroristas.

—¿Ella sigue en contacto por radio?

“P

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312

—No responde su móvil. Pero no te preocupes. Los objetivos están en posición.

Estamos jugando ―¿cuál es mi debilidad?‖ Tendremos la ubicación de Byron en

poco tiempo.

Me congelé. —¡Por favor dime que estás en el baño y los gemelos no te

escucharon decir eso!

—Oops. Supongo que olvidé asegurar la línea.

Suspiré. —Envíame por mensajes de texto toda la información vital a las

1900 horas.

—¿Qué?

—A las 7 de la noche. Eso es en quince minutos. —Colgué el teléfono.

—Sabes que la escuela ofrece consejería gratis. —Sandra sacó su ropa de la

secadora.

Grandes gafas de sol cubriendo la mitad de su rostro. Las tiras de sus

tacones de cuero rojos estaban en espiral alrededor de sus tobillos,

coordinando perfectamente con sus jeans apretados. Parecía como si fueran

días desde que había posado mis ojos en ella. Desde la Batalla de Bandas, se

había vuelto DEA. Usualmente significaba que había alguien su vida.

Me senté en la lavadora, tratando de decidir cómo acercarme a esto. Enterré

mis zapatillas Converse de camuflaje en el metal.

—Hablemos de chicos. —Así, sólo lo dije.

Sandra pareció sorprendida.

—Cuéntame sobre cuando saliste con Byron.

Ella sacó su ropa de la secadora.

—¿Qué hay que saber?

Sabía que esto iba a ser difícil desde el principio. Sólo me encogí de

hombros, sabiendo que estaba a punto de hacer lo impensable, fingir interés

en Byron.

—Sólo me preguntaba, ¿dónde lo conociste?

—Es de nuestro barrio.

—Pero estaban saliendo antes de que alguno se mudara.

Sandra me dirigió una mirada de odio. —Ya no salimos. Se acabó. Si quieres

salir con él, adelante. Dudo que él esté interesado.

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—¿Perdón?

—Para usar tus propias palabras, mi querida, una no sale con alguien a

quien le hace bromas. Si un chico está interesado, él te invita a salir.

Supéralo.

Ella no me acaba de decir querida, ¿verdad? Tomé una profunda respiración

y traté de mantenerme concentrada. ¿Por qué debería importarme si ese

tonto estaba interesado en mí de todos modos? Era sobre saber de dónde él

venía. Ignoré de dolor y continué.

—Sólo estoy haciendo una rutina de revisar el pasado. Tengo una buena

amiga que está interesada en él.

—¿Una buena amiga? —Ella no parecía creerme.

Le respondí con una sonrisa engreída. Ella dejó de jugar con su ropa lo

suficiente para mirarme.

—Él es un chico bueno, ¿okay? Cuando rompimos, no fue como si él me

insultara o tratara de flirtear con cada chica que se movía para llamar mi

atención, no es como tu chico, lo lamento tanto, pero él está fuera de tu liga.

Mis ojos se estrecharon. —Bueno, entonces genial —espeté—. ¿Pero cuánto

te dijo sobre sí mismo? ¿Tiene familia? ¿Saliste con sus amigos?

Ella tomó una respiración exasperada. —No salí con él por años, cariño.

Me estremecí por la expresión de cariño. Nerviosamente subí mis pantalones

cafés hacia la pantorrilla.

—¿De dónde es él entonces?

—De ninguna parte malvada y siniestra si eso es lo que te preocupa.

Supuse que eso significaba que me iba a contar. —¿Por qué el acento

entonces?

—Wow, en verdad tienes esto de la entrevista exhaustiva.

Y en verdad ella tenía esto de la boca cerrada. ¿Cuál era su problema?

Tendría que comenzar a torturarla pronto. Me bajé de la lavadora.

—¿Cómo es que no puedes responder ninguna de mis preguntas?

—¿Cómo es que estás haciéndolas?

—No sabes nada sobre él, ¿verdad? Sólo saliste con él porque pensaste que

era lindo.

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—¿Qué hay de malo con eso?

Ahora ella me estaba haciendo enojar. Si este fuera el mundo real, Sandra lo

había hecho bien.

—¿No te importaba en absoluto?

Ella asintió, doblando una camisa con estilo militar y poniéndola con

cuidado en su canasta de lavandería.

—Él me gustaba.

Me puse tensa. Eso es todo. —¿Cuál es su comida favorita?

—La china.

—¿Qué le gusta hacer?

—Nada. ¿Terminamos con esto?

—¿En serio? Prácticamente me estás diciendo que no tienes idea de quién es.

¿Lo conociste por casualidad y sin saber nada de él, te volviste seria y luego

rompieron por absolutamente ninguna razón y ahora lo odias?

Ella se rehusó a dignificar cualquier cosa con una respuesta. Si Byron en

verdad era lo que sospechaba, ella sería la cubierta perfecta. Todo lo que

tuvo hacer fue prestarle atención a Sandra, acariciar su ego y luego bam; él

tenía una reputación y una historia. Nadie cuestionaría quién era él. Sandra

lanzó su última ropa limpia en la canasta y la arrastró en su cadera fuera de

la lavandería.

—¿Qué está pasando, Madeleine? Lizzie dijo que estabas en algo… como

muy lejos de tu cabeza.

Quería que fuera un golpe.

Sonreí. —Nunca estoy lejos de mi cabeza.

Después de un momento de esperar y no sacarme nada, Sandra se fue

enojada.

—Ya veremos sobre eso. —Ella salió de la lavandería, la puerta moviéndose

detrás de ella.

Saqué mi móvil de mi bolsillo. Era tiempo de llamar a mi mejor arma. Ella

tenía mejor contacto radial.

Kali respondió en una voz animada. —Hey, ¿adivina a quién seguí?

—Por favor di Lord Byron.

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—Sip, el mismísimo general. —Finalmente, un poco de suerte. La chica estaba

haciendo más progresos que ninguno de nosotros en su primer replanteo—.

Blake era como, está saliendo y yo era como, ¿adónde va? Y él era como, no lo sé,

somos chicos, no nos importa lo que hagan nuestros compañeros de habitación,

¿okay? Pero sabía que eso era mentira porque Adam le dio a Blake la mirada, como si

yo no pudiera leer una mirada. Y yo, era como, tengo que correr a la tienda y

conseguir cosas de chicas. Lizzie, quédate aquí. Ya volveré, y Blake quería venir

conmigo, tan genial, ¿huh?

Me tensé. —¿Blake está en el auto contigo?

—¿Crees que soy una idiota?

En este momento ella era la mejor aliada que tenía.

—¡No! —dije rápidamente

—Bueno —ella sonaba un poco calmada—. Bien. Así que ahora estoy siguiendo

el auto de Byron para saber a dónde va.

—¿Sabemos con quién se va a encontrar?

—Eso es negativo, Mad Dog.

Me estremecí con el nombre. —¿Ya tenemos un 20?

—Inglés Mad.

—Sabes a dónde se dirigen.

—Negativo, pero estoy en eso. Um, sí, sobre eso. Estoy conduciendo tu auto en este

momento.

Suprimí un gemido. Kali estaba tratando de ser la sombra del auto de Byron

en plena luz del día con el auto más notable de la existencia, especialmente

para él. Colgué y traté de calmarme. Era tiempo de usar una lógica de

guerra. Haría que Byron hablara. Créeme, haría que se arrepintiera de que

alguna posó sus ojos en mí, sólo tenía que recordarme que todo era parte del

plan. Encontré su número. Byron respondió en el primer timbre.

—Hola. ¿Mad está ahí?

—No juegues conmigo. ¿Por qué tienes mi número en tu móvil?

—Protocolo usual. —Escuché el viento detrás de él mientras habló. Estaba

afuera—. ¿Qué está pasando?

—¿Siempre necesito una excusa para llamar? Pero ahora que preguntas,

¿sabes que Mornon Ville es tu pequeño lugar, cierto?

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El sonido del viento se detuvo de repente y fue reemplazado por murmullos

y el tintineo de vasos y vajilla de plata al fondo. Él acababa de entrar al

edificio. Probablemente era un restaurante

¿Lo había interrumpido en una cita? No sentía absolutamente nada de

remordimiento

―¿Qué estás diciendo? ―preguntó después de un momento

―Nadie sabe quién eres. Ningún antiguo compañero de delegación, ni

compañeros de habitación. Nada de amigos. Nada de familia. Tu actual

compañero de cuarto y tu ex no parecen saber nada de ti

Él se quedó callado por un momento. Creo que lo sorprendí. ―Has estado

investigándome. Supongo que debería estar halagado.

―No lo estés. ¿Has visto últimamente a Thanh?

―No. ―Su voz sonó monótona

―Ella volvió anoche y hablamos. Y tenía bastantes cosas interesantes que

decir. ¿Por qué no me dijiste que estaba pasando?

―Nunca preguntaste ―contestó sin vacilar―. Así que dime, ¿cómo se está

recuperando del rompimiento de su toque de queda?

Sabía que él no creía nada de lo que dije por el tono de su voz

―¿Tienen reservaciones? ―Escuché una voz femenina preguntar al fondo.

Sonaba como una anfitriona

Él manejo torpemente su IPhone. ―Solo un segundo. ―nos dijo a ambas

Escuché cuidadosamente. ―¿Les gustaría sentarse? ―dijo la misma voz

―Síganme.

¿Era esto una cita o algo más? Si escuchaba lo suficiente, lo descubriría. Solo

tenía que mantenerlo al teléfono.

—Thanh preguntó por esa nota que encontramos en su puerta ―continúe—.

Tú la recuerdas. Creo que tú la escribiste… ¿Y después la quisiste de vuelta?

Thanh no está segura del por qué la querías tanto. ¿Te importaría decírmelo?

― Nunca te dije que yo escribí la nota.

—Sí, pero eso fue en frente de los chicos. Enfréntalo, Byron. Eres como una

pasada banana marrón, el único uso para ti ahora es cocinarte.

Eso lo hizo reír. —¿En serio? ¿Qué se supone que significa eso?

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Sonreí. Ni idea. Se sentía como los viejos tiempos, antes de que él fuera un

malvado abusador con tendencias secuestradoras. Se me cayó el alma o los

pies al pensar en eso.

―Aquí está. ―Escuché a la anfitriona decir. Espere que, con quien sea que

Byron estaba dijera algo.

Tal vez podría identificar la voz.

—Espera un segundo —me dijo―. Tengo una llamada.

Él tomo la otra línea y con un clic fui entretenida con una suave música de

ascensor. Si con eso pretendía deshacerse de mí, otra cosa se le venía encima.

Muy probablemente, él lo hizo así para poder hablar libremente con quien

quiera que estuviera ahí, ¿Entonces por qué no me colgaba del todo?

Él volvió unos segundos más tarde. ―Hey, ¿qué tal si nos vemos más tarde esta

noche?

Me congelé. ¿Era una cita… o? —Estoy ocupada. Tengo algo que pertenece a

Thanh y tengo que devolvérselo

―¿Qué es eso?

Tenía una llamada de Kali en la otra línea, y sonreí con crueldad. La

revancha era dulce. —Solo un segundo Byron. Tengo que atender esto. ―Le

di clic esperando que mi música fuese tan irritante como la suya.

—Me quedé atrapada ―dijo ella

—¿En serio? ¿Qué tan malo?

―Muy malo. Esta este chico y una especie de cita hace un par de meses atrás y

nunca rompimos oficialmente porque nunca salimos oficialmente, ¿Sabes? Le dije

que lo llamaría, pero no lo hice. Y él trato de llamarme pero no contesté y me envió

mensajes y ahora él está aquí, así que…

Eche hacia atrás mi cabeza en exasperación. ―¿Dónde está Byron?

―Brick Oven. Él salió de su carro y entro. No había nadie con él y no despego su

teléfono de su oído en todo el tiempo. Tal vez se va a encontrar con alguien adentro.

Miré, estoy estacionada afuera. No hay manera de que pueda salir del carro con ese

chico estando alrededor.

Suspire. Normalmente, un señuelo como este era obra de Lord Byron, pero

incluso esto era demasiado brillante para él. Esto era pura estúpida suerte.

—Solo entra al restaurante y si él te ve, hazte la tonta. No es muy difícil

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―No soy estúpida, Mad, ¿está bien? ¡Muchas gracias! —Ella me colgó. Ella

parecía bastante sensible acerca de eso últimamente

Con un clic apagué su línea y gradualmente me volví consciente de los

sonidos del restaurant en la otra línea de nuevo, pero nadie hablaba. O era

una cita realmente aburrida o Byron sabía que estaba de regreso. ―¿Estás

ahí? —le pregunté.

―Sí. Hey, creo que podría ver a Thanh más tarde esta noche. ¿Por qué no solo me

das lo que quieres darle?

—¿Darte qué? —pregunté

―Lo que sea que le pertenece.

—No, no te preocupes por eso. Estás en una cita. ―Él no lo negó ni tampoco

lo confirmo. No íbamos a ningún lado y aun así, tuve una idea—. ¿Tal vez

podría dejárselo en su laboratorio?

Parecía como si él estuviera conteniendo la respiración. —Podrías.

―Simplemente podría dejar lo que ella quiere bajo la alfombrilla. —Él se

calló. Era como tender una trampa para un oso particularmente estúpido y

torpe… un oso peligroso.

―Por cierto, ¿cuál es tu comida favorita? —pregunté.

—Pizza. —No la comida China, ¿huh? Sandra no sabía nada de él. —¿Por

qué?

―Ninguna razón en particular. ―Vi una sombra pasar como un rayo por la

ventanilla de vidrio de la secadora. Con cada onza de control que tenía, evité

saltar hacia atrás. Lo que sea que era el reflejo, la cosa estaba detrás de mí.

Sentí mi espalda arquearse ante el peligro. Tal vez era Tory, ¿qué tal si no lo

era? Quien sea que había estado en el departamento de Thanh sabía quién

era yo. Él había estado en mi departamento y había tomado la mochila y

ahora estaba enojado. ¿Qué tal si no podía esperar hasta la noche para

eliminarme? Observé la figura a través del vidrio. Se movió hacia mí. Grité y

me di la vuelta. Eric saltó hacia atrás dejando caer su ropa sucia.

—¡Eric! ―defendí―. Pensé que eras Tory. ¡Lo siento! ¡Lo siento mucho!

Él sonrió, dejando en el suelo su ropa sucia cerca de sus Nikes. Él parecía

uno de mis soldados en sus pantalones militares verdes.

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—Realmente no te agrada, ¿verdad?

—Por supuesto que sí.

—¡Mad! ¿Qué está pasando? —preguntó Byron. Recordé tardíamente que él

estaba en la línea

―Lo siento. Es solo Eric. Me tengo que ir.

―Madeleine, espera.

―Hey, dile a Thanh dónde voy a poner la cosa que ha perdido, ¿está bien?

Le colgué. Byron estaría oficialmente fuera del camino cuando buscara las

llaves debajo de la alfombrilla. Como si alguna vez fuera a dejar las llaves

afuera al descubierto. Él ya no estaba lidiando con preescolares

—Hey. —Eric empezó a tirar sus ropas dentro de la lavadora―. No estás

hablando de la misma Thanh con la que trabajo, ¿verdad?

Y es ahí cuando tuvo mi atención total. Ahora sabía la razón detrás de Eric y

mi encuentro furtivo. Era el destino. Él era el único que podía ayudarme con

Thanh. Me puse frente de él, bloqueándolo así no podía a ningún lugar.

―¿Tu laboratorio? Ustedes trabajan en el mismo laboratorio. Hacen

experimentos en su laboratorio. Todos ustedes.

―Uh, sí.

Tal vez es ahí donde las llaves pertenecían, a algo allí dentro. ―¿Guardan

bajo llave sus experimentos?

Él me miraba como si estuviera loca, pero su labio se curvo. Al menos estaba

disfrutando esto.

―Sí, no queremos que nadie se meta con nuestras cosas. Algunos de

nosotros estamos trabajando en cosas bastante intensas.

Las llaves de Thanh encajaban en algún lugar ahí dentro. Ella era una

graduada, ¿no? Ella estaba trabajando en experimentos. ¿Podría ser eso lo

que esas personas querían? Lo que sea que esas llaves abrieran podría ser lo

que esos chicos malos estaban buscando. Si pudiera llegar a eso antes que

ellos, tendría algo con que negociar para recuperar a Thanh.

―Llévame a tu laboratorio —dije.

―¿Por qué?

―Ultra secreto.

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―Oh no. —Eric retrocedió, pero le bailaban los ojos eso lo delato. Podía decir

que yo aún lo sorprendía, al menos eso. —No me involucres en esto

—¡Por favor! —Traté de pensar en una buena manera de conseguir que lo

hiciera. Las artimañas femeninas estaban más allá de mí.

Antes de empezar a rogar, mi teléfono vibro y recibí un texto de Kali. Podía

usar unos cuantos tips de flirteo de ella. Desafortunadamente no podía

escribir lo suficiente rápido para preguntar.

Examiné su mensaje: “Ya vi a Byron. Está en una cita con Sandra”.

Casi dejo caer el celular. Sandra había estado a la defensiva acerca de él. Aun

así nada de esto tenía sentido. No encajaba con su disfraz en lo absoluto… a

menos que fue el regular viejo Byron en una cita regular. Mi corazón se hizo

pedazos. No. Si eso era cierto, Byron el mujeriego era mejor que la alternativa.

Simplemente no se sentía mejor.

A Sandra no le gustaba de veras. A él realmente no le gustaba ella. ¿Por qué

estaba tan celosa? Quiero decir, no podría haberlo planeado mejor si yo

misma habría asignado la tarea a Sandra… si él siquiera necesitara ser

distraído.

Miré a Eric, sabiendo que tenía descifrar todo esto. ―Esto no es parte de la

Guerra de bromas. Mi bolso ha estado perdido desde que fui a tu

laboratorio. Creo que aún está ahí.

Él me sonrió. Por alguna razón, no parecía creerme, pero después de un

momento, asintió. ―Tan pronto como meta mi ropa sucia. ―Él rio

alegremente―. No intentes nada gracioso, Madeleine

¿Qué se suponía que significaba eso?

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321

Capítulo Cuatro

Traducido por kuami

Corregido por Mona

Día 113

1932 horas

o que yo veo no es lo que tú ves".

—Entrada en el Diario de Guerra de Madeleine (Martes, 5 de

junio).

Tory, de entre todas las personas que deberían creer que de alguna manera

esto ya no era una estúpida guerra de bromas, todavía estaba en el centro de

pruebas. Le envié un mensaje de texto diciéndole que consiguiera llegar

aquí. Probablemente no lo conseguiría hasta que fuera demasiado tarde.

¡Maldita Química! envié un mensaje de texto a Lizzie para que se diera prisa

con los gemelos, a Kali para que me devolviera mi automóvil, a Sandra para

que mantuviera a Byron ocupado. Ah sí, estoy sobre ti, Sandra. Prácticamente

estoy siguiendo sola esta misión, bueno, además de la compañía de Eric, y él

no tenía ni idea del peligro en el que estábamos. Tiré mi mochila sobre mi

hombro, preguntándome cómo mantenerla de esa manera. Los chirridos de

nuestros zapatos contra la escalera de mármol rompían el silencio en nuestro

camino a través del edificio Eyring, pasando los dinosaurios, el proyector y

las ondas de alta frecuencia.

La puesta de sol de este frustrante día llenó las ventanas de luz naranja y

rosada, pero fue extinguiéndose a medida que bajábamos hacia el

laboratorio de Eric en el subterráneo. Evité mirarle a los ojos cuando puse en

marcha mi ofensiva. Investigando el laboratorio como si estuviera buscando

"L

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322

mi bolso podría sólo tomarme un momento, sobre todo cuando empezara la

comprobación de las llaves en todo que pudiera encontrar. Antes de que me

diera cuenta, llegamos al laboratorio. En lugar de abrirlo, Eric se giró en

redondo hacia mí.

—¿Realmente has perdido tu bolso? —Su voz hizo eco de a través del

vestíbulo vacío.

Podría mentir o… —¿Por qué otra razón te obligaría a hacer todo este

camino?

—Esperaba que fuera una excusa para quedarte a solas conmigo.

Traté no agitar mi cabeza con mucha rapidez. En un mundo diferente dónde

me gustara jugar y mucho más coquetear eso podría ser posible. Eric era

muy atractivo. Su sonrisa era contagiosa y su fuerte mano estaba sobre la

mía. Espera. Estaba. Envolvió mi mano con las suyas. Sus ojos avellanas

sondearon los míos y yo no podía apartar la mirada. Él se inclinó más cerca

y pude oler su olor familiar; atrayéndome. Frotó su dedo pulgar sobre mis

dedos.

—¿Tienes algún problema con esto? —Yo no estaba segura—. Eres

fascinante —dijo—. ¿Lo sabes? ¿Qué haces esta noche?

Me estaba matando. Intenté apartarme sin herir sus sentimientos.

—No voy hacer nada si no puedo encontrar mi bolso.

—No te preocupes. —Él sonrió con sus dientes perfectos—. Te lo pagaré.

—¿Por qué? —Me reí nerviosamente—. Hablaremos de quién paga después

de que consigamos abrir esta puerta. —Estaba orgullosa de mi respuesta

evasiva, pero pienso que simplemente lo animó. Su brazo descansaba en la

puerta detrás de mí, su manga azul se apretó encima de sus bíceps. Él

parecía muy grande de repente. Retorcí el pomo de la puerta detrás de mí,

pero estaba cerrado con llave. Sentí claustrofobia.

—¿No tienes las llaves? —le pregunté—. Debemos entrar.

—Eso podría darnos un poco más de privacidad.

Espera. ¡No! Actuar como una femme fatale simplemente no me está

funcionando.

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—Mira, realmente no tengo tiempo ahora mismo. Si simplemente pudieras

conseguir abrir esta puerta...

—¡Ah, creo que he perdido mis llaves! —dijo entre dientes—. Por

casualidad no tendrás unas de ¿verdad? —Bueno, tenía las que pertenecían a

Thanh, pero eso no contaba. Estudié su cara divertida. ¿Él tenía ninguna

intención de dejarme entrar, ¿por qué lo hace? ¿Era esta su idea de ser

sagaz? Bueno, esto me estaba molestando.

—Ah encantador. Veo que estás en buenas manos.

Reconocí ese bajo tono sarcástico y el débil acento. Me asomé por encima del

brazo de Eric. Byron estaba respirando fuertemente como si hubiera

corriendo desde muy lejos para conseguir llegar aquí. Él no se parecía a un

espía, sólo un estudiante común de la universidad vestido con camiseta

blanca y pantalones vaqueros, así que, ¿por qué mi pulso estaba

reaccionando de esta manera? Se suponía que él estaba con Sandra. Él era

probablemente muy peligroso. No probablemente… lo era realmente, por lo

que necesitaba que él dejara de afectarme así.

—¿Tienes algún problema? —preguntó. Ahora que él nos tenía a la vista,

Byron se ralentizó, acercándose hacia nosotros como el tipo más relajado del

mundo.

Después de una breve mirada sombría de Eric, preferiría que Byron se diera

prisa.

—Sí, mi bolso está en el laboratorio. Eric iba a dejarme entrar, pero olvidó sus

llaves.

—Hmm. —Byron se inclinó entre nosotros dos, lo que hacía que la cosa

estuviera muy concurrida—. ¿Te importa?

Para mi gran alivio, Eric dio tirón apartándose de mí. Súper archivillano o

no, Byron era mi caballero de brillante armadura. Traté de no mostrarme

como si estuviera contenta de verlo. Probablemente él me mataría junto con

Eric una vez él consiguiera eso que quería, aunque mirando su cara familiar,

no me entraba en la cabeza creer eso.

Eric fulminó con la mirada a Byron, no muy feliz con la intervención de una

tercera persona. No podría explicarme, por qué evitaba hablar. Byron

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estudió la numeración de la cerradura al lado de nosotros. Antes de que

pudiera sugerir algunas posibles combinaciones de números para romper el

código, él rasgó la almohadilla el teclado numérico, abriéndolo y

encontrando una clave detrás de él. Mis ojos casi saltaron de sus cuencas.

—¿Cómo sabías que eso estaba ahí? —pregunté.

—Trabajo de conserjería. Estas cosas están en el mismo sitio.

¡Sí, claro! No lo cuestioné, sin embargo. Byron estaba consiguiéndome entrar

y apartar a Eric y por ahora eso era todo lo que me preocupaba. Él abrió la

puerta y nos dejó entrar. Aunque parezca extraño, Eric no estaba causando

un escándalo. Vi la confusión en su cara.

Él no era el único. Byron estaba ayudándome, entonces ¿que está tramando?

Vagamos dentro del laboratorio de Eric mientras intenté deducir por dónde

y cómo empezar. El calor en la habitación era sofocante. Eric plantó sus pies

firmemente en la puerta.

—¿Ves tu bolso, Madeleine?

Byron se volvió a mí con una mirada cómplice. —Esto es sobre Thanh, ¿no?

Me encogí de hombros. Claro que lo era. —¿Por qué el interés, Byron? ¿No

sabrás dónde está ella?

—Realmente, no. —Él no se molestó en cuestionar mis mentiras sobre

haberla visto antes—. Ella no se presentó a nuestro grupo de estudio hoy.

Eso no normal en ella.

—¿Cuándo tenías el grupo de estudio? —Lo había estado siguiendo todo el

día. No había tenido ningún momento para descansar en la escuela.

—Temprano.

—¿A qué hora? —Comprobé bajo una pila de documentos y abrí el

archivador. Byron dudó entonces sonriendo. Ahora él sabía que yo estaba

sobre él. Apoyé mi oreja al lado de la pared, escuchando—. Tienes una cita

con Sandra de nuevo, veo.

—Sí, sobre eso. —Él apoyó su puño contra el escritorio—. ¿Debo estar

preocupado? Kali está dentro de su coche ahora. No ha salido de él desde

hace tiempo.

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Los dedos de Eric se clavaron en el pomo de la puerta. —¿Qué está

pasando?

—Que Byron es un idiota —expliqué.

Byron no parecía ofendido. —Nunca escuches a Mad, es una mentirosa

consumada.

Pasé de largo rozándolo, mientras él intentaba encontrar lo que yo estaba

buscando. Me dejé caer en el suelo, registrando bajo el escritorio. Byron no

se molestó para ayudar. Él echó una ojeada a Eric. —¿Dónde está tu

investigación?

—Es información reservada —le recordó Eric levantando sus hombros

arrogantemente.

Byron sonrió afectadamente. Yo me aparte del escritorio, mientras intentaba

imaginar qué querían esos tipos malos. ¿Qué tenía Thanh que ellos no

tuvieran? Levanté a un Libro Mormón del estante. No, con un pensamiento

agradable sin embargo.

Byron me pasó y me tocó en la frente. —Date prisa. Tenemos una agenda

muy apretada.

Fruncí el ceño en respuesta.

—¿Estás segura de que está en aquí? —se quejó Eric.

Ondeé mi mano sobre mi cara enrojecida. —Hace mucho calor aquí —

murmuré.

Byron se rió. —¿Quieres que me vaya?

—¡Sí —dije—, y consigue a un ventilador mientras estás en ello! ¿Por qué no

me ayudas en lugar de simplemente estar de pie alrededor?

—¿Ayudarte a encontrar qué?

—Su bolso —contestó Eric duramente.

Me moví tras el escritorio.

—Quizá sus compañeros del laboratorio pensaron que el bolso pertenecía a

Thanh… —mascullé una excusa para hacer una búsqueda minuciosa—. Y

ellos lo pusieron aquí. —Abrí los cajones, pero no había nada que pareciera

necesitar abrirse con llave. Ningún falso fondo o cajones interiores.

—¿Estás segura de esto? —preguntó Eric.

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A pesar de que sentí miedo de él momentos antes, empezaba a sentir lástima

por él. Verme correr por su laboratorio como una rata, tenía que ponerle

nervioso.

—¡Oh, está aquí! —le dije—. Eso es lo que dijo Thanh.

—Antes de que ella fuera capturada. —Byron estaba disfrutando claramente

esto.

—¿Capturada? —Eric parecía sorprendido—. ¿Qué?

Fulminé con la mirada a Byron. Mis manos descansaron en la caja fuerte

sellada en la pared. Era la misma que Byron había descubierto la última vez

que estuvimos aquí. Ahora tenía un nuevo significado. Y busqué la

cerradura.

—Ese es un escondite asombroso para un bolso —dijo Byron con una

mordaz sonrisa.

—En realidad, Thanh me pidió que recogiera algo para ella mientras estaba

aquí, y estoy just… —Mis dedos se envolvieron alrededor de un cable

proveniente de la caja.

—¿Qué? ¡No! —Eric intentó detenerme—. Harás saltar la alarma.

—Eso es muy improbable.

Una alarma sonó sobre nosotros. Fuerte y quejumbrosa. Haciendo eco a

través de la sala. Eric dio un paso atrás, enfadado, moviendo

espasmódicamente los brazos.

—¡Guau! —murmuró Byron—, ¿qué probabilidades hay?

Forcejeé con mi mochila, mientras sacaba las llaves de Thanh. Esto tenía que

ser lo que nosotros estábamos buscando. Busqué a través de la anilla,

escogiendo una llave más elaborada. Era una de esas llaves

electromagnéticas, por lo que no había mucho dónde escoger para conseguir

abrirla. Encontré la cerradura y la metí dentro. La alarma se cortó y la puerta

de la caja fuerte giró abriéndose. Byron silbó.

Eric me miró con un nuevo respeto—: ¿Cómo supiste que eso funcionaría?

—Um, Thanh me dijo que usara las llaves para recoger sus cosas —volví a

explicar. Parecía que nadie estaba escuchando. Estaban estudiando lo que

había en la caja fuerte. Se parecía especie de panel de control, muchos

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botones, e indicadores que nunca podría descifrar. Sabía muy poco sobre

eso, y me sentí como un cavernícola, pero salvaría a Thanh. La entrega sería

esta noche y ahora tenía algo con lo que negociar con… a menos que Byron

tratara de quitarme la caja. No estaba segura cómo desviar su atención.

—¿Qué es eso? —preguntó Eric.

—No lo sé. No importa. —Me moví para alcanzarlo.

—No, no, no —advirtió Eric—. ¿Qué estás haciendo? ni siquiera sabes lo que

eso.

Byron lo miró cuidadosamente. —¿Es tuyo?

Eric no contestó. Eso significaba que él no lo hizo. Estaría seguro de Byron

por ahora. Tomé una respiración profunda. Cualquier cosa que fuera esta

cosa, tendría que arriesgarme para sacarlo de aquí.

—Thanh confía en mí para esto, por lo que…

Eric estrechó la mirada hacia mí. —¿Estás segura?

—¿Te he mentido alguna vez? —Un montón de veces. Es realmente sólo una

pregunta retórica. Cuidadosamente saqué la caja de control

cuidadosamente. Era bastante ligera, considerando su tamaño. Si podía con

mis libros de Shakespeare y física juntos en mi mochila, podría con esto

también. Envolví mi ropa de gimnasia alrededor como relleno y suavemente

la coloqué en mi mochila, cerrando la cremallera. Cerré la caja fuerte,

esperando que nadie descubriera lo que había hecho hasta Thanh estuviera

en su casa. Respiré profundamente, y me puse de pie. Byron no se apartó de

mi camino. Si quería jugar la carta del interesado, podría hacerlo jugar,

especialmente ya que Eric estaba aquí y podría detenerlo de robarme.

—Esto es una prueba —le susurré a él—. Ahora podemos llamar a la policía.

—No estoy seguro, pero te creo —dijo bajo su aliento—. Necesitas más

evidencia antes de recoger…

Lo miré fijamente. ¿Él me creía? Bueno, si estaba detrás de todo esto,

debería, pero ¿y si no fuera él? estaba emocionada.

Eric aclaró su garganta. —No puedes salir hasta que aclare esto. Lo siento,

Madeleine. —Eric deslizó la mochila de Thanh fuera de mi hombro.

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Era todo lo podía hacer para no darle una bofetada y escapar, pero la

presencia de Byron ponía las probabilidades en mi contra. Había estado tan

cerca. —¿Aclararlo? —le pregunté a Eric.

—Con Thanh.

Intercambié la mirada con Byron. Él no parecía preocupado. —Déjale hacer

la llamada. Es mejor así.

Abandoné a Byron para seguir a Eric al otro cuarto, pero no pude conseguir

estar entre él y la mochila. La agresividad emanó de él. Nunca había visto a

Eric de esta manera, hasta entonces; Nunca lo había presionado tan

duramente. Eric rasgó el número de Thanh fuera de la pared y puso la

mochila en una silla de respaldo duro un poco demasiado fuerte. No parecía

haber otro camino para salir de esta habitación además de la puerta por la

que nosotros pasaríamos. No podía dejar de pensar en cómo ser más lista

que Eric. Suplicarle no me serviría de nada. Los ojos fríos de Eric me dijeron

eso. En cuanto a la verdad, ¿quién podría creerlo? Eric marcó el número de

Thanh y me estremecí, al darme cuenta que su teléfono celular estaba en mi

mochila. El bolsillo estaba a punto de sonar ruidosamente. Esperé un

momento, pero no sonó. Finalmente había muerto. Fue mi última pizca de

suerte.

—¿Madeleine? —Byron me llamó desde el otro cuarto.

Pasé mi cabeza a través de la puerta. Byron se apoyó contra el escritorio, sin

parecer preocupado en absoluto. Esto era un juego para él. Él me hizo señas.

Abandoné a Eric en la parte de atrás, sintiéndome extrañamente aliviada

cuando me distancié de su justa indignación.

—¿Cuál es su problema? —susurró Byron—. Esto es igual que cualquier otra

broma. ¿Qué haces normalmente para conseguir lo que quieres?

—No estoy jugando a este juego, Byron.

—Estoy mirando tus opciones ahora mismo y no creo que tengas otra

opción. Ahora vamos a trabajar juntos y saquemos esta cosa de aquí.

Traté de hacerme a la idea sobre lo de trabajar juntos. Si Byron estaba detrás

de todo esto, él muy bien podría ser la clave para devolver a Thanh.

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—Yo lo interceptaré. Tú lo distraerás, Madeleine. —Él me miró fijamente a

los ojos—. Tienes que confiar en mí.

Si no cooperara, no volvería a ver a Thanh. Podría formar una alianza

temporal y podría buscar una manera de distraer a Byron después. Aguanté

la respiración, mientras examinaba la habitación. Él quería una distracción.

¿Pero cuál? Estudié el cuarto, mi mirada quedó enganchada en la caja fuerte.

Byron captó el movimiento de mis ojos, pareciendo leer a mi mente. Puso su

mano hasta detenerme, marcando a los segundos con sus dedos. Entonces él

asintió.

Arrastré del alambre que envolvía la caja fuerte y la alarma saltó de nuevo.

Eric salió disparado del cuarto y sostuve mis llaves.

—No te preocupes. ¡Estoy en ello! —Puse la llave en la cerradura y la alarma

se detuvo. Byron desapareció en la parte posterior del cuarto.

Inmediatamente, caminé delante de Eric, bloqueándolo—. ¿Conseguiste

contactar con Thanh?

Eric sacudió su cabeza justo cuando Byron surgió de la parte de atrás con mi

mochila sobre su ancho hombro. Él me abrió sus ojos e inclinó su barbilla

hacia Eric, y capté la indirecta, y tropecé en los brazos de Eric. Eric me

atrapó al igual que cualquier caballero haría, aunque sus brazos eran un

poco más ásperos. Tropecé con él haciéndonos caer de llano en el suelo.

—¡Madeleine! —Eric trató de escabullirse lejos de mí. .

Mientras Byron puso algo en la caja fuerte. —Madeleine, no puedes

llevártelo. Si Thanh la quiere, puede venir ella misma a buscarla.

Él cerró de golpe como si hubiera devuelto la caja de control. Lo sabía bien.

Era el típico truco del señuelo, cuando te dan gato por liebre.

Antes de que Eric pudiera reaccionar, dos guardias de seguridad asomaron

sus cabezas en la puerta. Ellos parecían demasiado jóvenes para estar

protegiendo al mundo de nosotros. Sus cabellos estaban alborotados y sus

uniformes eran demasiado holgados. Sus ojos se ensancharon cuando nos

vieron a Eric y a mí en el suelo enredados.

—¿Qué está pasando?

—¡Ay!

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Eric aún estaba intentando levantarse, pero mi pierna seguía sobre él

manteniéndole abajo. Byron me recogió en un momento. Me arrastró de mis

pies, mientras deslizaba mi mochila sobre mi hombro al mismo tiempo.

Incluso apenas lo noté, excepto por su mano cálida y el repentino peso. La

caja de control estaba segura dentro. Byron dejó que Eric se las arreglara

para levantarse sobre sus inestables pies. Tan pronto como Eric lo hizo, sus

ojos se apresuraron sospechosamente hacia nosotros. Los guardias de

seguridad miraban expectantes.

—Esperen —chasqueó Eric hacia ellos. Él entró entonces en parte de atrás

del cuarto y salió, esta vez con una sonrisita. No lo entendí. Sus ojos me

recorrieron con una mirada cómplice. Mi cara enrojeció. Esto no tenía nada

que ver con nuestro pequeño enredo. Cualquier cosa sobre esta nueva

actitud presumida, no quería hacer nada con él ya. Quizás yo no tenía

corazón… ¿o quizás? Tal vez sentía mi corazón robado. Mis ojos evitaron a

Byron.

Eric entregó a los guardias de seguridad la identificación que recogió desde

la parte de atrás. —Gracias oficiales, trabajo aquí. Lo siento por toda la

conmoción. Creo que lo tenemos resuelto ahora.

Los guardias de seguridad asintieron y se retiraron.

—Nosotros justamente estábamos saliendo también —dijo Byron. Antes de

que pudiera reaccionar, él me tenía por el codo y me llevaba fuera con los

hombres del negro.

Eric se estiró en el marco de la puerta, con sus ojos humeantes sobre Byron,

intentando detenernos. Estos quemaban como si estuvieran atrayéndome de

vuelta.

—¿Te vas ya?

Sin pensarlo, me empujé más cerca a mi peor enemigo. La mandíbula de

Byron se tensó severamente, y sentí que mi pulso se aceleraba ante el

peligro. No debería tratar de buscar consuelo en sus brazos, pero una

mirada al rostro pétreo de Eric me hizo confiar en Byron unos pocos

segundos más. Me di prisa en recorrer el pasillo con mi flamante protector,

sin saber si estaba caminando hacia un peligro mayor.

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Oí que Eric cerraba la puerta del laboratorio detrás de nosotros. Fue tan fácil

como ser engañado por uno de los gemelos, y debí de haber sabido que algo

estaba pasando.

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Capítulo Cinco

Traducido por Vettina

Corregido por Nanis

Día 113

2115 horas

lgo extraño está sucediendo en Provo, y la única otra persona que

sospecha es Lord Byron, mi peor enemigo. Y nunca me uniré a su

lado con él, incluso si todo el mundo piensa que estoy loca”.

—Entrada de Diario de Guerra de Madeleine (Martes, 5 de

junio).

—Gracias por darme mi teléfono de nuevo. Ahora mi mamá no va a pensar

que estoy muerto. —Byron lanzó su iPhone en el salpicadero de su

Suburban negro, todavía jugando al estudiante universitario normal—. Mira

todos esos mensajes.

Dudé afuera del auto de Byron en el estacionamiento de la escuela, que era

bastante incomodo, teniendo en cuenta que ya estaba dentro y me miraba

expectante para que entrara. Nuestras miradas se encontraron. Después de

un momento, palmeo el asiento junto a él. A través de mis sentidos

cosquilleando, me di cuenta de que la Suburban no tenía los asientos

habituales en la parte trasera. Era el móvil perfecto para las citas de un

jugador. ¿Y para Byron? No estaba segura, pero podía averiguar quién era él

exactamente... si tuviera las agallas. ¿Tenía otras opciones? No tenía nada

con que ir a la policía. Thanh estaba en peligro. Parecía más fácil hacer frente

a Byron y apelar a su buena naturaleza que negociar con las sorpresas

"A

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333

desagradables que trabajaban con él para recuperarla. Por ahora Byron

estaba jugando con la radio como si no tuviera pensamientos homicidas en

su mente. ¿Tal vez no los tenía? Tal vez los tenía.

Me quedé mirando firmemente a su iPhone, sabiendo que tenía un

movimiento para hacer.

—No creo que todos esos mensajes son de tus padres. —Obligó a mi voz a

que suene ligera—. Hay bastantes números de unas cuantas chicas en la

libreta de direcciones, sabes.

Él arqueó una ceja, pero siguió cambiando de estación.

—Son sólo amigas.

—Eso no es lo que sus textos, dicen. —Tomé una respiración profunda y

tome el extremo de la banca para meterme en el interior de su Suburban

negro. Me aferré a la manilla de la puerta y tiré de ella. La puerta se cerró

estrepitosamente. Estaba realmente haciendo esto. Byron encendió el auto,

como si me llevara a mi apartamento. Mis dedos se deslizaron a su iPhone.

Tan pronto como lo tuve, me obligué a leer la larga lista de nombres en voz

alta—. ¿Quién es Annabelle? ¿Y Angelina? ¿Y Bambie? ¿Y Trixie?

—¿Quién?

Soy horrible enviando mensajes de texto, sobre todo en una pantalla táctil,

así que vamos a decir que presionar esos nombres en su iPhone fue una gran

hazaña para mí. Todos tenían el número del teléfono celular de Tory.

Presioné sobre uno de los números y la llamé.

—¿Qué? —le pregunté para distraerlo de lo que estaba haciendo—. ¿No

reconoces esos nombres?

Él negó con la cabeza, manteniendo los ojos en el camino.

Tan pronto como Tory contesto, encendí el altavoz. Ella guardaría silencio

cuando viera que era desde el teléfono de Byron, quien —dicho sea de

paso— no se dio cuenta de mi juego de manos.

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—Jugador —le dije, fingiendo que no estaba dirigiendo su iPhone en la

dirección de nuestras voces.

Él sonrió.

—¿De dónde sacaste mi teléfono de todos modos?

Tomé otra respiración firme, tratando de verlo por lo que en realidad era por

enésima vez desde que me enteré de la verdad. ¿Era un hombre que

lastimaba a la gente para conseguir lo que quería?

—Lo encontré en el apartamento de Thanh —dije.

La sonrisa de Byron se convirtió en una mandíbula apretada.

—¿Cómo llegaste ahí?

—Hey. —Los asientos de cuero crujieron cuando me moví—. Deberías estar

agradecido. He arriesgado mi vida para conseguir tu teléfono de nuevo para

ti.

Sus ojos no dejan los míos. Nunca pensé que me gustaba el chico malo, pero

aquí estaba yo con el enemigo. Era dolorosamente consciente de todo lo

relacionado con él: que estábamos solos en su auto oscuro, que era más

grande que yo, que era posiblemente peligroso, pero no en la forma que Eric

era peligroso. No sentía eso en él. Suspiré cuando me di cuenta de lo que

estaba haciendo. Estaba ciega, ¿no es cierto? No quería admitirlo, pero,

Byron hizo mi aburrida vida interesante; era divertido molestarlo... y, me

gustaba. Me hizo hacer cosas estúpidas como entrar en su auto.

—Entonces, ¿qué está pasando? —preguntó.

Mi mano se agarró de las correas de mi mochila.

—No sé. —Y fue entonces cuando me decidí a poner imprudentemente

todas mis cartas sobre la mesa—. Sólo que eres un sucio espía.

—¿Me bajaste de rango? Pensé que era el general. —Él sabía que yo no

estaba hablando de la guerra de bromas. Me di cuenta por la manera

cuidadosa en que me miraba.

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—No finjamos más, Byron —dije.

Estaba lloviendo de nuevo y Byron puso sus limpiaparabrisas. Un par de

medias lo detuvieron de limpiar el parabrisas efectivamente. Era un truco

hermoso, pero no hacía un cristal muy limpio. Él me miró.

—Lo siento —dije—. Los viejos hábitos tardan en morir.

Desplegó su ventana y tiró de las medias de la los limpiaparabrisas.

—Así que, ¿qué pasa con este chico Eric? ¿Es el nuevo general en tu vida?

Sople con exasperación.

—Este no es el momento, ¿está bien? —Él me miró, obligándome a encoger

los hombros—. Lo siento, te hice mi perro guardián, no es como que tuvieras

la intención de ayudarme en primer lugar. ¡Admítelo!

Byron ignoro eso.

—Tú admítelo. Él es un fanático de June sixth.

¿En serio aún estábamos en esto? Tenía otras cosas de qué preocuparme —

como salvar el mundo.

—En serio Byron, nada de esto importa. Estoy harta de los chicos ahora.

Tenemos otras cosas de que hablar.

—Oh, lo entiendo. Vas a maldecir a Dios y morir. Me gusta. Linda y

dramática.

—¿Qué? No, no lo soy. —Cómo se atreve este espía a sermonearme... aunque

estaba empezando a confundirme. ¿Qué activo de corazón frío hablaba de

esta manera? Traté de traer de vuelta la interrogación—. Bueno, vamos a

hablar de lo que quieras.

—Suzy Q Miller —dijo con esa mirada tenaz—. La quiero. Ella era tan dulce

y burbujeante cuando me invitó a salir el día de los Inocentes.

Eso forzó una risa de mí.

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—Y pegajosa y mandona. ¿Por qué le dijiste que sí de todos modos? ¡Ella era

terrible! —Él no respondió, lo que me hizo sospechar—. ¿Cuándo te diste

cuenta que era yo?

—En el momento en que dijiste hola.

—Oh. —Descansé mi cabeza en mi mano—. Así que, sólo eres un poco loco.

—No hay nada loco en ir tras lo que quieres. Tú deberías saber.

Mis ojos se movieron hacia él. ¿Qué estaba diciendo? Condujimos dentro del

estacionamiento. ¡Él me había llevado de vuelta a nuestros apartamentos!

Byron detuvo su coche, volviendo su atención hacia mí. Fue uno de esos

momentos en los que normalmente me fugaba del auto. Tomé una

respiración profunda.

—¿Byron?

En la oscuridad afuera, una sombra se movía detrás de su cabeza. Tenía

manos. Se me hizo un nudo en el estómago y me metí debajo del asiento

antes de que me diera cuenta que era AmyLee. Su cola de caballo reboto al

pasar junto al parabrisas. Byron golpeó el codo contra el volante, riendo.

—¿Qué? ¿Tienes miedo de ser vista conmigo?

Mi corazón no volvía a la normalidad. Me sentí como una idiota.

—Lo siento... pensé... vi a alguien.

—Sí, buena idea. Vamos a fingir que somos amigos, si alguien pregunta.

Lo fulminé con la mirada. ¿Cómo podía bromear en un momento como este?

—¿Es eso lo que haces con Sandra? ¿Con que otras compañeras estas

saliendo sin que yo sepa?

Apretó los labios ante el insulto.

—Todas ellas.

—Oh, estoy segura de que eres tan inocente. Sólo estabas conspirando con

Sandra para tomar la sala... ¿o era el mundo?

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—¿Cómo tú y Eric?

—Sí, como Eric y yo. —Si él tenía algo sucediendo con Sandra, sin duda

pretendería tener algo que ver con Eric.

—Hey. —Él se mordió el labio para no reírse, lo que sólo me hizo enfadarme

más—. Sandra y yo no estamos saliendo. Ahora es tu turno para decirme la

verdad. —Él se inclinó sobre el asiento, mirando hacia mí se agachó debajo

del tablero—. No te preocupes. AmyLee es cosa del pasado y no voy a

decirle nada.

Volví a mi asiento, sintiendo mi cara ponerse roja. ¿Cómo llegaba a mí de

esa manera?

—Eric y yo no estamos saliendo.

—Ves, eso no fue tan difícil.

Mis cejas se levantaron. Si estábamos jugando al juego de la verdad, tenía

unos pocos movimientos más que hacer.

—Dime lo que está pasando, Byron. ¿Quién eres realmente?

Vaciló y se cruzó de brazos.

—Byron Schipaanboord. Estudiante de Geología. Extraordinario maestro de

guardería.

—Mentiroso. Cruzas los brazos sobre tu pecho cuando piensas que me has

burlado... como ahora. Lo que no has hecho por cierto. —Lucía

sorprendido—. Sé todo sobre ti, Byron, incluso cuando tiras un farol.

—Dudo eso.

—No puedes soportar las arañas. Escuchas música de chicas. Y... y cuando te

sientes fuera de lugar, te inclinas en contra de las cosas.

Se echó a reír como si pensara que era divertido, pero todavía era lo

suficientemente consciente para descruzar los brazos. Se inclinó hacia mí,

jugando con mi burbuja.

—¿Así?

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Además de tomar un respiro, me negué a reaccionar. Él sólo estaba tratando

de distraerme... al menos pensaba que lo hacía.

—E… es por eso que juegas al caballero errante —dije, moviendo su pecho

para dar énfasis, orgullosa de la cantidad de control que tenía sobre mis

dedos, bueno, eran mis dedos, después de todo. Levanté mi barbilla,

mirando directamente a sus ojos—. No sé lo que harías si sintieras que una

chica no te necesita. Me miras, cuando crees que no estoy viendo. La única

vez que realmente parece que te estás divirtiendo es... —Me detuve, cuando

estaba conmigo.

Sus ojos azules se oscurecieron y me di cuenta demasiado tarde de que

estaba tan en mi perorata que me había movido mucho más cerca de lo que

él pretendía... ¿o había previsto esto? Mi mano estaba todavía en su pecho.

Miró a mis labios. Sólo un suspiro de distancia de un beso.

—Bueno, entonces supongo que sabes quién soy —dijo en voz baja.

Contuve la respiración. Se suponía que debía averiguar si trabajaba para

algún terrorista, no acercarme a él. Pero, ¿qué se sentiría confiar en Lord

Byron sólo por esta vez? Él puso su mano sobre la mía y pude sentir su

corazón acelerarse debajo de nuestros dedos. Creo que me gustaría. ¿Qué?

¿Era esa la respuesta correcta?

—Por qué no me dices quién eres —dijo—. Yo hablo. Tú… —vaciló.

Habla. Me mordí el labio antes de que pudiera decirlo. Otra sombra pasó por

su Suburban y me detuve de chocar con Byron por protección. Era solo

AmyLee regresando a su auto por más alimentos. Mis ojos se movían

nerviosamente a través de la ventana, y me sentí murmurar una excusa.

—Lo siento, yo… yo soy un poco...

—… Seductora y misteriosa. —Sus labios se curvaron crípticamente arriba—

. Ahora es tu turno, Madeleine. ¿Quién eres realmente? ¿Suzy Q Miller? ¿La

extraordinaria general de la guerra de bromas? La chica más caliente que he

visto. Una combinación de todo, ¿ninguna de las anteriores? Se honesta

conmigo. Yo seré honesto contigo. Ese es el trato. —¡Eso era chantaje! Me

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339

quedé atrás y sus ojos se llenaron de arrepentimiento. Extendió la mano,

tocando la raya blanca en mi cabello—. Tú no tienes miedo, ¿verdad?

Me puse tensa.

—No tengo nada que ocultar.

Sus dedos dejaron mi cabello, dejando tras de sí una tristeza persistente,

donde mi corazón debería haber estado.

—Cuando mientes, no muestras tus encías. ¿Sabías eso?

Todo era tan equivocado, pero estar con él siempre se había sentido perfecto.

Estaba aquí mismo, y sin embargo ya le había perdido. Mis ojos se

humedecieron. Él me observaba con creciente preocupación.

—Y... ¿la forma en que estás sosteniendo tu cabeza en este momento? Estás

tratando de no llorar. Cada vez que veo eso... no estás tratando de romper

mi corazón, ¿lo estás Mad Dog?

Hice una mueca. ¿En serio? Él acababa de decir Mad Dog? Mi enojo luchó

con mi tristeza, y gracias a mi instinto de conservación, ganó mi ira.

Él sonrió en señal de aprobación.

—Eso está mejor. Voy a tomar la nariz arrugada sobre los ojos tristes

cualquier día. Mi favorito, Madeleine, es cuando intentas evitar que tus

labios se muevan nerviosamente. Eso significa que quieres reír. Te encanta

reír, pero nunca has tenido un hombre en quien pudieras confiar lo

suficiente para ser tu misma, así que los alejas. Eres una mayor fóbica al

compromiso que cualquier June sixth que conozca.

Mis labios se movieron antes de encontrar las palabras.

—Eres un idiota.

—Lo siento, estamos hablando de ti. —Byron llegó a mis manos, y

desenrolló mis dedos de su iPhone. Una vez que lo tenía en su poder, lo

apagó. Tory ya no era una parte de nuestra conversación. Dio una risa

baja—. Ahora que podemos hablar libremente, quiero que sepas que no

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importa de lo que te enteraste esta noche, lo que siento por ti no es falso.

Nunca lo fue.

—¿Qué? —Escuchándolo, medio sabía lo que sus palabras significaban. Creo

que estaba admitiendo que trabajaba con ese tipo de mal humor en el

teléfono de Thanh. ¿Quería decir eso que éramos oficialmente enemigos?

Busqué en su rostro y supe que no mentía; ¡era malo! Pero me gustaba... y si

no me equivocaba, sus dedos siguieron hasta mi cuello y me atrajo hacia él.

Sí, yo también le gustaba. Cerré mis ojos, muy consciente de que estaba a

punto de besar a Byron. ¿Y qué hay de Thanh? Mis ojos se abrieron. ¿Qué

pasa con Holly? Tiré hacia atrás y sus ojos me siguieron; por una vez iban en

serio. Un pensamiento de Sandra me sacudió a ser prudente. Si Byron no era

una amenaza a la nación libre, seguía siendo una amenaza para las mujeres

en todas partes, ¿y ahora pensaba que podía jugar conmigo también? Me

incorporé—. Tenemos cosas que discutir —le dije—. Tengo algo que quieres.

—No —dijo con firmeza—, no es cierto.

—¿En serio? En serio. No puedo creer esto. Así que, ¿sólo vas a dejar que me

lleve mi mochila?

Él inclinó la cabeza con seriedad, y sentí que mi corazón cayó aún más bajo.

Él iba a hacerme encontrarme con su compañero en lugar negociar conmigo.

Estaba acostumbrada a estar sola, pero se sentía peor. El hombre del que no

me cansaba me estaba dando de alimento a los lobos.

—Dile a los chicos malos hola de mi parte —dijo con una sonrisa seca.

Descargue con furia, mis dedos raspando sobre la manija de la puerta. Tal

vez algún día miraría atrás y me llamaría una tonta por involucrarme en este

lío. Pero no podía dejar de hacer lo que estaba haciendo ahora, y por ahora

eso significaba llegar lo más lejos posible de Byron. Tiré de la correa de la

mochila sobre mi hombro mientras aún podía. La puerta no se movió. Tiré

de ella inútilmente, pero debía tener algún estúpido bloqueo para niños.

Empecé a ponerme muy nerviosa.

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—¡Hey! —Mi voz se rompió. No me estaba tomando como rehén,

¿verdad?—. ¡Byron!

Metió la mano por encima de mí y abrió la puerta.

—Ten cuidado ahí fuera, cariño.

Empujé la puerta abierta.

—Haré lo que quiera.

—Lo sé. No me odies cuando recibas mi mensaje. —En el momento en que

mis Convers tocaron el pavimento, me volví sobre mis talones para mirarlo.

Podría estar hablando de cualquier cosa. Él asintió hacia mí, luciendo más en

control de sus emociones que yo, aunque él se recostó en su asiento. Supongo

que había vuelto a arrugar la nariz estaba tan enojada. Éramos todo un

par—. Hablamos pronto —dijo.

Mi respiración se corto ante el sarcasmo en su voz y por una vez, seguí mi

propia táctica de olvídate de un hombre.

—Tú no eres el único jugador por aquí, ya sabes. Todo este asunto...

nosotros —sea lo que sea— sólo era una apuesta.

Él tuvo el descaro de reírse abiertamente.

—Como si no hubiera escuchado eso antes.

Estaba bastante segura de que no, pero cerré la puerta como una buena

medida y me alejé.

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Capítulo Seis

Traducido por Lola_20

Corregido por Nanis

Día 113

2154 horas

lguna vez has cometido un error y te has dado cuenta unos segundos

más tarde? ¿Esos segundos hundidos en un profundo malentendido

que no podría nunca ser corregido, incluso si tuvieras un par de

millones de años? Esos son unos segundos bastante poderosos, diría yo”.

—Entrada en el Diario de Guerra de Madeleine. (Martes, 5 de junio).

El espeluznante silencio llenaba mi departamento.

—¿Hola? —Mi voz hizo eco en nuestra oscura sala. Todos me habían dejado.

Traté de accionar la luz en el pasillo y oí un vago clic. La luz se había

quemado. Escudriñé en mi camino por la oscuridad, tratando de mantener

la mente clara. Era bastante difícil, considerando que Byron casi me había

besado, y gracias a mis lamentables habilidades de interrogación, sabía

menos de él que antes. Aún peor, el tiempo se acababa. La voz aterradora

estaba esperando mi llamada para negociar. Debía haber un modo para

acorralarlo, olvidando el hecho de que prácticamente lo había retado a

atraparme si podía.

Traté de oír más allá del sonido de mis pies en la alfombra gastada. Ninguna

respiración pesada. Nada moviéndose en la oscuridad. Nadie me estaba

esperando. Dejé salir un tembloroso aliento, mi cabeza finalmente

“¿A

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ordenándose mientras armaba un plan. Iba a superar a este tipo. Me

encontraría en Denny’s en dos horas. Podía colarme a la fiesta, ¿pero podía

hacerlo sin que me mataran? Tenía la caja de control de Thanh como

evidencia ahora. ¿Y si le daba mi evidencia a la policía y…? Suspiré. Sólo lo

descartarían y me encerrarían. No se molestarían en investigar la escena en

Denny’s. Thanh estaría perdida para siempre. Y la caja de control era

probablemente más importante que todo lo demás junto, lo que significaba

que debía encontrar un plan para conservar la caja y a Thanh. En la vida

real, no parecía ser tan simple.

Traté la luz del recibidor y tampoco funcionó. Dudé bajo el arco. Dos luces

estropeadas. Eso era demasiada coincidencia. Mi pie se afirmó en la

alfombra en respuesta.

—¿Hola? —Mi corazón se sentía inquieto—. ¿Hay alguien ahí?

Los segundos se sentían agonizantes mientras oía intensamente por algún

sonido para descartar la presencia de un atacante. Si algún mal tipo esperaba

en la oscuridad, ya me habría atrapado… yo lo hubiera hecho. Mis dedos se

aferraron a la puerta de madera de mi dormitorio y la empujé hacia adentro,

sintiendo el camino hacia un nuevo interruptor. Hizo un clic sordo bajo mis

dedos. O era un apagón o al secuestrador de Thanh le gustaba el suspenso.

Usando la luz de la luna de la ventana para atravesar las sombras de los

muebles de mi habitación, caminé hacia el cajón de mi escritorio para

encontrar mi linterna. Una mano voló de debajo de mi cama y se envolvió

alrededor de mi tobillo.

Grité y Tory salió de la cama, su cabello rojo volando sobre su rostro.

—¿Cómo estuvo la cita?

—¿Qué? ¿Cita? —Traté de poner mis desordenados pensamientos de nuevo

claros—. ¿De qué estás hablando?

—¿Recuerdas? Oí toda tu conversación en el auto de Byron. Estaba en

funciones, así que escupe.

—¿Por qué apagaste todas las luces?

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—No lo hice. —Ella encendió una linterna y la puso bajo su cara,

iluminándola del modo menos favorecedor. Estaba usando su camiseta de

―Simón dice que soy sexy”—. Es un apagón.

—Suena conveniente. —Quité la mochila de mi hombro y la abrí. Más que

seguro los gemelos querían vengarse de nosotras por algo. No estaba segura

de por qué, dado que estaba tristemente desinformada de las últimas

bromas. No quería pensar en otras razones para un apagón. Intentando

buscar la caja de control de entre mis prendas de ropa de gimnasia, encontré

un libro de física en su lugar. No… lo… hizo. ¡La caja de control se había

ido! Byron la robó, quizás mientras usaba sus movimientos conmigo. Sabía

que los libros de física eran pesados pero… ¡ese sucio! ¿Era ese su mensaje?

—¡Me traicionó! —grité—. ¡Él es tan… malo! ¡Es el villano!

Tory miró el libro de física sin entender.

—¿Por qué? ¿Él secuestró a Thanh?

—¡No lo sé! —Giré por la habitación, tratando de ordenar mis pensamientos.

Debía ser verdad. ¿Por qué robó la caja de control? Iba a hacer un trato por

ella. ¿Él no quería devolverla?

—No lo creo. —Tory convirtió sus manos en puños. Era algo extraño

viniendo de ella—. Es demasiado bueno para eso.

¿Entonces que hacía con la caja de control? Necesitaba conseguirla antes de

que fuera demasiado tarde, pero me estaba quedando sin ayuda.

—¿Dónde están todas?

—Oh, es terrible. Los chicos se llevaron la manta del bebé de Kali y se la

quedaron como rehén. Y la están obligando a hacer toda clase de cosas

terribles para recuperarla, y AmyLee se unió a los varones, junto con un

montón de otras chicas del escuadrón. ¿No es patético? Así que Lizzie tuvo

una idea y se fueron a…

—Espera, ¿están afuera haciendo bromas? —Nunca me había sentido tan

traicionada. Mi vida corría peligro aquí.

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—Uh, sí.

Miré por la ventana, viendo todos nuestros productos para el cabello

colgando de la persiana justo fuera de alcance. Ese fue la gota que derramó

el vaso. Era sólo otra distracción puesta por Byron para mantener a mis

amigas fuera del camino. No tenía ni que levantar un dedo, sólo enardecer a

los gemelos y ellos se ocuparían de todo.

—Bromistas podridos. —Tomé el libro de física bajo mi brazo y tiré el celular

de Thanh en el bolsillo de mis Capris. Tory sonrió y me siguió por la puerta.

Aunque había perdido unas iniciales de su anillo de CTR, sabía que podía

confiar en ella. Teníamos verdaderos hombres malvados por los que

preocuparnos, no estúpidos niños pequeños.

Gritos y chillidos llenaban el estacionamiento de los chicos, pero la lluvia se

había detenido sólo para ser reemplazada por rollos voladores de papel

higiénico, hilo dental y queso enlatado. La Hunkhouse haciendo su último

intento frente al Agujero Negro.

Kali pasó rápido junto a mí, viéndose como si hubiera recién llegado de su

clase de ciclismo. Su cabello se veía pegajoso y no tenía zapatos. Aún más

extraño, su cara estaba completamente libre de maquillaje.

—¡Es culpa de los chicos! —gritó. Se escondió detrás de mí, cubriendo sus

oídos—. Deshazte de ese ruido, ¡me está matando!

Miré hacia Tory y ella se encogió de hombros. Blake salió de las sombras

vistiendo sólo negro. Kali tiró algunas bombas de agua sobre mi hombro.

Blake no intentó evitarlas. No le dio ni una vez. Kali lo miró

amenazadoramente.

—¡Si nos invitaran más a salir en vez de sólo pasar el rato todo el tiempo, no

estaríamos haciendo esto! —Lanzó el último balón de agua hacia él y

aterrizó lamentablemente cerca de sus pies.

—Inaceptable, Kali —no pude dejar de decir—. ¡Mantén tus ojos en el

objetivo!

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Kali corrió de detrás de mí y cayó en los brazos de Blake, tomando mi

consejo más que figurativamente. Las chicas caían en tandas, atrapando a los

hombres de sus sueños, siempre había asumido eso como pesadillas. El

atormentado compañero de Byron, Rock, salió a trompicones de su

apartamento, viéndose desvalido. ¿Cuándo había comenzado a vivir por su

cuenta? Su camiseta de rock pesado estaba arrugada más allá de

reconocimiento. Y estaba detrás de Lizzie. ¿Siquiera sabía que ella existía?

Ella estaba riendo y coqueteando. Las cuerdas de su delantal corrían detrás

de ella mientras escapaba. Sus zapatos estaban desaparecidos también. Me

sentía como una extraña en mi propia causa.

—¡Apaga ese ruido! —gritó Rock.

—¡Díselo a tus compañeros! —resopló Lizzie—. ¡Ellos son los que lo hacen!

Miré a Tory. ¿De qué ruido hablaban? No podía oír nada. Por la mirada de

confusión en su cara, ella tampoco podía. Parecía que la única de mi lado

estaba tan sorda como yo, pero al menos no le importaban los chicos.

Adam bloqueó nuestra salida, sus pantalones de correr balanceándose. Tory

se detuvo cerca y sus ojos se encontraron. ¿Qué? ¡No! ¿El gemelo? ¿El

arrogante? No podía. Ella no tenía sentimientos que conociera…

—Tory —dije con voz precavida—. Te necesito.

Asintió.

—Seguro, Capitán. —Trató de girarse, hasta que Adam alzó un póster de

Justin Bieber. Su boca se abrió.

—¿Esto te pertenece? —preguntó.

Ella me miró.

—Eso no es mío.

—Por supuesto que no. —Traté de salir rápidamente con mi única aliada

rápidamente. Adam abrió su gran boca.

—Entonces supongo que no te molestará si lo tiro…

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Escuchamos un sonido de rasgadura y Tory se giró. Su rojo cabello volaba

alrededor de sus hombros como una llama. Estaba tras él como un trueno

tras un relámpago.

—¡Tory, no!

Sólo era un truco. El sonido salió de su boca, pero Tory tacleó a Adam antes

de darse cuenta de que no le había hecho nada a su precioso póster. Adam

rió, sosteniéndolo fuera de alcance. Ella golpeó su espalda, las rayas grises

de sus jeans ajustados un borrón con cada patada. Se unieron al montón de

parejas luchando, dejándome atrás en un atontado silencio. No había visto

venir eso en absoluto.

El teléfono de Thanh sonó y lo atendí luego de revisar el identificador de

llamadas. Lo respondí con un movimiento fluido.

—¿Qué quiere Byron?

—¿Estás sola?

Por supuesto. Todas mis aliadas habían caído.

—Realmente te has superado a ti mismo esta vez, Byron. Imagíname

aplaudiéndome lenta y sarcásticamente.

—¿Recibiste mi mensaje entonces?

—Por supuesto. ¿Por qué lo hiciste?

—No podía dejar que te metieras en el camino, ¿no?

Mis ojos de entrecerraron.

—¿Dónde estás?

—Yendo a buscarte.

Me giré para ver a Byron atravesando el campo entre crema batida y harina

en el aire. Nada de eso lo tocó su inmaculada camiseta blanca. Todos los

demás estaban cubiertos de ella. La mayoría apretaban sus oídos. Entonces

lo entendí. Nadie mayor de 26 podía oírlo, pero enloquecía a los más jóvenes

y los enviaba a esta frenética guerra de bromas. Byron había robado una de

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las señales de frecuencia del laboratorio de Eric y la había amplificado.

Estaba atacando a mis soldados, ¡y a mi edad!

Byron colgó su teléfono y sonrió engreídamente.

—Te ves horneada, Dog.

Sólo pude asumir que eso significaba que estaba cubierta de harina.

—Bueno, si es el gran y listo Byron. ¡Eres como el día de la independencia!

—Una tortilla lo golpeó en el hombro e interrumpió la discusión.

Me reí hasta que algo grande y peludo saltó sobre mí. Me tomó de los

brazos. Me giré y vi un rostro de gárgola mirándome con ira a los ojos.

Quienquiera que fuese se veía vagamente familiar, pero estaba cubierto de

pintura negra, camuflándose con los otros bromistas allí. Me tomó un

momento encontrar mi grito, pero cuando lo hice, me sorprendió incluso a

mí.

—¡Suéltame!

Mi atacante me arrastró dolorosamente fuera del campo de batalla. No se

sentía como una broma. Sus dedos se hundieron en mis hombros y cuando

traté de soltarme me tomó con fuerza del costado. Lloré de dolor, una parte

de mí dándose cuenta de que intentaba lastimarme. Entré en pánico,

sabiendo que este tipo tenía algo que ver con Thanh, no un estúpido

coqueteo entre chicos y chicas. Lo pateé en la rodilla y dejó salir un gruñido.

Su puño voló a mi cara. Lo esquivé justo antes de que Byron lo alejara de mí.

Tropecé con mis pies y caí en el piso.

Mi atacante envió un puño atontado hacia Byron. Lo bloqueó fácilmente. El

chico gruñó bajo su aliento y me endurecí cuando lo vi sacar un arma de sus

pantalones desgastador. Antes de que pudiera lanzar un grito de

advertencia a Byron, Byron lo tenía por el brazo, luchando de vuelta, no

podría ver quién ganaba, Byron hundió un codo en la cara del grandullón.

El hombre gimió de dolor y embistió con su cabeza hacia Byron. Su cabeza

latigueó hacia atrás, pero Byron no lo soltó. En cambio le dio al tipo un golpe

en el riñón. Si el atacante recibía algún golpe más, estaríamos en serios

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problemas, especialmente si no hacia algo rápido. No podía encontrar un

arma real en un mar de falsas. Balones de agua, harina, papel higiénico,

crema batida, queso enlatado, crema de malvaviscos. ¡Perfume de vieja! Lo

tomé con dedos temblorosos.

—¡Mad! —gritó Byron—. ¡Vete de aquí! No tontees. —Ahí estaba el acento

de nuevo. El tipo arrojó a Byron atrás, su mano contra su barbilla. Byron era

un poco diabólico, pero este hombre era enorme. Byron no podría retenerlo

por mucho—. ¡Madeline!

Corrí hacia delante con el perfume y rocié al atacante en los ojos. Byron y el

tipo cayeron hacia atrás, sus ojos llorando. Byron tomó ventaja y golpeó al

tipo. El grandullón cayó gritando. Ahora que el atacante estaba algo

inhabilitado, traté de recordar de donde lo conocía. Incluso bajo toda la

pintura, nunca olvidaba una cara, bueno, no debería, especialmente alguien

bajo ropa tan extravagante. Estaba usando una camiseta de Wile E. Coyote,

por el amor de Dios.

—Estás muerto —le susurró a Byron, bastante valientemente para alguien

sin un arma—. No sobrevivirás la noche.

Los modos de Byron pasaron a ser peligrosamente calmos.

—¿Cuál es tu plan? ¿Matarme con el olor?

El hombre apestaba a perfume de vieja. El sudor se mezclaba con la pintura

goteando por su cara iracunda.

—Queremos a la chica.

Mi estómago se apretó cuando me di cuenta que se refería a mí y no a

Thanh, pero ¿por qué? No tenía el control. Byron le envió una mirada

amenazadora, pero no apretó el gatillo. Esperé que hiciera lo normal y

llamara a la policía. Creo que teníamos bastante evidencia para Brady y

Oliveira ahora.

—Dile a tu superior que se mantenga alejado de ella o no podrá

responsabilizarme de las cosas que haré. —El acento de Byron estaba por

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todos lados, como si ya no tratara de ocultarlo—. Tiene lo que quiere. Dile

que desaparezca.

Sosteniendo su cabeza, el grandullón se giró y se fue con el mensaje. Golpeé

con mi codo a Byron.

—¿Por qué lo dejaste escapar?

Me miró con su ojo bueno, el perfume lo había afectado.

—¿Qué es esa cosa horrible? Es desagradable como… —No lo comparó con

nada.

Identifiqué su acento.

—¡Tienes varias cosas que explicar, Nueva Zelanda!

—¡Dijiste que habías recibido mi mensaje! —acusó.

—Sí, tomaste la caja del control. ¿Se lo diste a quien sea que sea el jefe de ese

tipo? ¿Qué está mal contigo?

—No se lo di… Deje que lo tuviera. Y ese no era mi mensaje de cualquier

modo. —El libro de física estaba en el piso cerca del basurero donde el tipo

me había agarrado. Byron lo levantó, pintura negra embarrada en sus dedos.

—Aquí está mi mensaje. —Me lo pasó—. Detrás de la portada.

Abrí el libro.

—―No te preocupes, estoy con la CIA” —Lo miré. Ningún lápiz invisible, ni

agua con limón, ni sangre, nada—. Es realmente un mensaje estúpido.

—Sí, bueno, tu diario de guerra no fue una buena lectura tampoco.

Le pegué con el libro sin lastimarlo ni un poco.

—Nueva Zelanda no está con la CIA —le dije.

Byron sacó una venda y comenzó a envolver su mano. Sus nudillos estaban

cubiertos de sangre.

—Somos la SIS y somos tus aliados. La CIA necesitaba mis habilidades para

formar un equipo especial, sobre todo porque vine a esta escuela hace seis

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años y ya conocía la cultura, además soy un físico, hablo fluidamente

Vietnamita y Alemán, un bonus para mi misión.

Imposible. Eso lo pondría en lo último de sus veintes. Quizás en sus treinta y

pocos. Siempre pensé que era la mayor. Por una vez mi edad funcionaba.

—Si eres de la CIA, ¿por qué no estás detrás del tipo que tomó el control de

la caja, huh?

—Sí… ¿Porque la CIA opera con una sola persona? Pensé que habías visto

más películas que eso.

Tragué. Si no lo hubiera visto pelear, nunca le habría creído. No quería que

fuera nada más que Byron, aunque agente de la CIA era una imagen mejor

que un secuestrador despiadado.

—¿Quién más está en el equipo?

—Confidencial.

Miré hacia mis amigos con un ojo entrenado. Podría ser cualquiera. Tenían

la coartada perfecta, eran todos idiotas.

—¿Así que, qué? ¿Eres un agente jugando en el campo? ¿Por qué dejaste que

se llevaran a Thanh entonces?

—Justo como supusiste. —Ató su venda suavemente—. Thanh hizo una

pequeña cosita para el gobierno. Los estudiantes avanzados lo hacen todo el

tiempo, pero esto llamó la atención de unos indeseables. Me llamaron a mí y

al resto de mi equipo para tomar un detalle proactivo de ella y el objeto de

interés. Es demasiado poderoso. Lo destruiremos. No verá la luz del día.

—¡Pero lo tienen ahora!

Me guió detrás del basurero por mi codo, dándonos algo de privacidad.

—Piensan que lo tienen —dijo en voz baja—. Le dimos uno falso.

¿Entiendes?

¿Todo eso por nada?

—¿Pero tienen a Thanh?

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—No, la tenemos nosotros. Todo está bajo control. Está en nuestra custodia.

El alivio me llenó. No moriría esta noche. Al mismo tiempo me sentía

increíblemente estúpida.

—Así que, ¿quién es el tipo malo?

—Lo llamamos Halcón Blanco, nuestra agente de hecho. Piensa que es sexy.

—¡Sandra!

—¿Dónde? —Byron giró buscándola—. No la veo.

—Déjalo. Lo entiendo. Se mudo al mismo tiempo. Siguen hablando luego de

la separación. No puedo creer no haberlo visto antes. —Reí, parte en

shock—. Sandra es demasiado mala para ser real.

—Lamento decepcionarte, pero así es realmente como es, cariño.

Su acento de Nueva Zelanda tenía el mismo efecto que el chocolate y la

colonia tenían sobre otras chicas. Debería suprimirlo para dejarme pensar

con claridad.

—¿Por qué me ayudaste a robar la caja falsa, idiota? Demasiado trabajo para

nada.

—Debía verse real. —Tomó mi brazo, forzándome a seguirlo. Era más fuerte

de lo que pensaba—. Vamos a un lugar seguro.

¿Cómo saber si decía la verdad?

—Espera, ¿tú plantaste toda la evidencia? ¿La nota amenazante? ¿La

mochila? ¿Las llaves?

Él rió.

—No. —¿Qué hay de la reunión en el Denny´s?—. Sólo tienes una terrible mala

suerte —lo oí decir.

Mis ojos se agudizaron. Su pelo oscuro estaba desordenado por el ataque y

estaba manchado de pintura negra, pero ahora que lo había visto por lo que

era, podía ver que era tan misterioso como siempre.

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—¿Somos los malos ahora?

—Está cubierto —dijo. Clavé mis tacones al piso. Si no sabía sobre el

Denny´s, no estaba cubierto—. Mira. —Los ojos de Byron me pedían que

avanzara—. Puedo tirarte sobre mi hombro y arrastrarte de aquí. Ninguno

de nuestros amigos lo cuestionaría.

Tenía razón e intenté imaginar un camino fuera de esto.

—De acuerdo, suponiendo que voy contigo, Byron, tengo una última

petición. —Sonreí, asegurándome de mostrar mis agallas ahora—. Si

estamos seguros, estoy muriendo de hambre. ¿Qué dices de ir al Denny´s?

—Observé si eso significaba algo para él.

Byron miró a su iPhone.

—Tenemos algo de tiempo, pero… ¿cómo puedes querer comer en un

momento así? —Byron no sabía a dónde estaba la trampa.

Mi mente repasó los hechos. El hombre amenazó para que robara para él, y

luego llamó a Byron para decir que tenía a Thanh. Algo no estaba bien.

Thanh no quería ir con quien sea que la arrastró al auto. ¿Y si hubiera sido el

malhumorado? No sonaba como alguien en quien confiaría, ¿así que por qué

lo hacía Byron? Lo miré y de inmediato reconocí su mirada. Nunca lo podría

convencer de nada de esto. Sin duda estaba planeando cómo arrastrarme a

alguna casa segura y ya sería demasiado tarde.

—Sí —me encontré diciendo—. Y es noche de cuello rojo, así que, necesitas

integrarte, así que…

Él rió.

—Sólo en Provo habría una noche de cuellos rojos.

—¿Estás diciendo que nunca te has disfrazado en todos tus años de servicio?

—Sólo traje y corbata, como un pequeño lindo espía. —Estaba siendo

sarcástico—. Nunca. —Sólo teníamos una hora. Estaba segura de que su

trabajo era distraerme hasta la entrega. Tomo una decisión y asintió

bruscamente—. Vamos, entonces. No irás a ningún sitio sin mí.

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Cuadré mis hombros, sabiendo que no podía hacerme la lista. Aún no podía

probar nada, pero sentía que la vida de Thanh dependía de nosotros estando

allí. Byron ralentizó sus pasos para igualar los míos, siguiéndome a mi

anuncio de diamante de auto donde había tirado mis alas y lo que había

planeado usar como cubierta esa noche. La única diferencia es que había

pensado que sería Tory la que me acompañara.

Byron miró a mi auto.

—¿Y eso no es llamativo? Yo conduzco.

Demasiado rudo, pero mientras no sospechara nada, lo tomaría.

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Capítulo Siete

Traducido por Little Rose

Corregido por Nanis

Día 113

2334 horas.

a vida es un escenario, soy simplemente un actor. La cortina caerá y en

unos momentos, todo habrá acabado”.

—Entrada del diario de Guerra de Madeleine. (Martes, 5 de

junio).

La larga peluca rubia se veía aún más rara en Byron que en Tory, pero de

todas formas le quedaba bien, con una cola de caballo. No era muy BYU,

pero era la noche de los cuellos rojos, así que nadie lo notaría. Me até la

peluca roja en dos coletas para parecer Pippi Calzas Largas. Para completar

el atuendo, me dio Byron una chaqueta de jean desgastada y una gorra de

béisbol, luego me puse una camiseta grande sobre la que ya tenía que decía:

Estoy con un estúpido.

Entramos al restaurante, ignorando las miradas de los demás. Bueno, al

menos Byron lo hizo. La mayoría de los clientes de Denny tampoco eran de

los cuellos negros. Parecían un montón de estudiantes de BYU. Para mi

alivio, Byron no preguntó nada.

—Tengo que twitear esto. —Oí reírse a alguien en su mesa. Nos miraron y

alcé la barbilla, hacer el ridículo en público era uno de los sacrificios que

hacía por mi país.

“L

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Los labios de Byron se alzaron por mi incomodidad. ¿Realmente estaba

disfrutando esto?

—No mires —me dijo—, pero hay paparazzi aquí. Dales tu mejor cara,

pastelito. —Miré justo a tiempo para descubrir a alguien tomándonos una

foto desde una mesa lejana.

La mesera miró mi cabello. Seguro se veía genial por las luces fluorescentes.

Y sí, eso fue sarcasmo. Su cabello era casi tan rubio como la peluca de Byron

y tenía una cola de caballo muy alta y apretada. Se derritió al ver a mi

acompañante. Incluso cuando Byron parecía haber tenido algún accidente,

yo seguía teniendo competencia. Byron se reclinó contra la mesita de la

mesera con un aire familiar.

—Ella es mi chica, Ashley Q Miller May.

Eso era cruel. Se la devolví.

—Y este es el ex de mi hermana, Joe-Joe Rocky Joe Jr. —dije con mi mejor

acento sureño.

Byron me miró sorprendido, lo que quería decir que lo había tomado con la

guardia baja.

—¿Qué tal es la comida de este lugar? —le preguntó a la mesera, imitando

rápidamente mi acento. Al parecer el acento del Medio Oeste no era el único

que le salía.

—¿Comida? —preguntó ella confundida.

Él sonrió, y deseé que no tuviera dientes.

—Pon algo muerto en la parrilla. Estamos celebrando. Esta niñita de aquí

acaba… —Se volvió hacia mí con el ceño fruncido, pensando. Le sonreí

inocentemente, esperando que se comportara. No funcionó—. Acaba de

ganar la Competencia Pequeña Señorita Rodeo —dijo—. Deberías haberla

visto en la competencia de lazos. Parecía casi tan buena como mi mejor perro

de caza. Anda Suzy Q…uh…May. Cuéntale de la enlazada que te hizo

ganar.

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Entrecerré los ojos.

—¿Y si se lo muestro ahora?

La mesera hizo explotar una bomba con su goma de mascar, sin inmutarse

por mis honores.

—Consíguenos una mesa, ¿sí? —dijo Byron con otra sonrisa—. Danos tu

mejor lugar, y baja un poco las luces, ¿podrías? Esta es una noche especial.

—Estaba haciendo erizarse los vellos de mis brazos de alguna forma

retorcida, pero… el hoyuelo en su mejilla se veía, y me gustaba un poco. Eso

significaba que ambos estábamos jodidos. La mesera hizo un gesto para que

la siguiéramos. Byron tomó mi mano—. Vamos cariño.

—Hey. —Me alejé—. ¿Eso no será diminutivo de prima verdad?

—No te preocupes. Somos primos que se besan. —Eso es lo que me temía. La

mesera nos llevó a un lugar apartado. Nos alejó del resto del mundo, algo

bueno si querías esconderte, algo malo si buscabas a alguien. Golpeteé la

mesa con mis dedos mientras la mesera nos daba menús. Byron se reclinó en

su silla, mirándola—. ¿Qué vituallas tienen?

—No estoy segura. ¿Qué son vituallas? —preguntó. Me daba pena. Al

mismo tiempo, estaba en mi camino. Intenté ver detrás de ella quién más

estaba en el restaurante. No sabía cómo encontrar al grupo de

secuestradores, además de mirar sus zapatos a ver si coincidían con los que

encontré bajo el lavabo de Thanh.

—¿Sémola? —lo oí preguntar.

—¿Qué es…?

—¿Qué tal unas mollejas?

La mesera parecía aliviada porque finalmente había entendido algo.

—Sí. Eso sí tenemos. —Comenzó a anotar.

—Bueno, no queremos de eso. —Byron volvió a su menú.

Le di una mirada malvada.

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—Mientras no debamos matar a mi cerdito mascota, se me antoja cualquier

cosa.

Me miró.

—Qué tal unas galletitas y salsa. —Leyó su etiqueta—. ¿Hilary? —Se inclinó

hacia mí, tomando mi mano—. Le daré cualquier cosa a mi terroncito de

azúcar. Olvida a los mocosos por una noche, pequeña. —Miró a la mesera

como quejándose—. Tenemos como una docena en la granja.

Retiré mi mano.

—Está hablando de perros —traduje.

La camarera me miró fijamente.

—¿Está usando una peluca?

—Ella quiere un emparedado de queso —dijo Byron. Sacó mi menú de mi

mano y le arrojó los dos a la sorprendida mesera. Realmente se tomaba a

pecho lo de imbécil machista. Lo miré—. Que sea sabroso y con los bordes

tostados. —Me sonrió levemente—. Justo como la comida casera de tu

mamá, amor.

—¡Tu mamá! —le dije cuando ella se fue. Esperaba que eso lo insultara.

—¿Qué? esto fue tu idea. —Byron volvió a su voz aburrida normal, pero

seguía reclinado en su asiento como un Casanova. Sin embargo, tenía los

ojos alerta, y su mirada recorría el lugar—. Sólo lo hago más creíble.

—¿En serio? ¿Por qué pensé que serías mejor que esto?

Dudó un segundo.

—¿Eso es un insulto?

Puse los ojos en blanco. Al parecer no.

—Más te vale que me compartas algunas galletitas porque no comeré

emparedado de queso quemado. Yo soy quién tiene hambre, ¿recuerdas?

Me miró, sin escuchar.

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—Sin ofender —dijo cuando terminé—, pero me gusta más tu cabello

oscuro.

Lo miré.

—¿Acaso me has oído?

—Sí, pero no es como si fueras a comer de todas formas. —Desvié la mirada

indignada, lo que sólo lo hizo reír—. Admite que tramas algo. No estamos

aquí porque tienes hambre. Te conozco.

—Eres tan desconfiado Byron, pero no lo suficiente. De acuerdo, ¿qué te

hace pensar que Thanh está a salvo?

Entrecerró los ojos.

—Te dije que lo estaba.

—¿Y si yo sé que no?

—Increíble, Madeleine. ¿Por eso nos trajiste aquí?

¿Si lo admitía, me arrastraría afuera? Antes de poder responder, la mesera

dejó la comida en nuestra mesa. El emparedado estaba bien hecho, al menos

no estaba muy tostado. Antes de poder intercambiarlo por lo de Byron,

recordé que no había comido en todo el día, y tomé un gran bocado. La

mesera se fue y le di a Byron mi mirada más inocente.

—Ves, estoy comiendo. —Se me cayó algo de queso en mi camiseta de Estoy

con un estúpido.

—Lindo toque. En tu mejor camiseta.

Intenté limpiarlo, pero no salía. Miré a Byron, y vi que seguía mirándome.

Sabía que necesitaba más tiempo.

—Tosas esas bromas —le pregunté—. ¿Realmente hiciste alguna?

—Sólo las buenas. —Me dio una sonrisa misteriosa.

La puerta se abrió, y junto con el viento entró un grupo de estudiantes de la

BYU. Todas chicas y un chico. Sabía quién era sin siquiera mirar,

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especialmente al oír su risa. Cameron llenó la puerta en toda su gloria de

Abercrombie, con jeans ajustados y todo. Las chicas bailaban a su alrededor

con jeans rasgados y faldas. Intenté hundirme en mi asiento para ocultarme.

No éramos los únicos en Denny como cuellos rojos.

—No te preocupes. —Byron parecía divertido—. No creo que te reconozca,

Pippi. —Cameron no iba con mi onda rubia. Mientras más intentaba

esconderme, más peligro de ser descubierta corría. Byron me miró—. Lo

sacaré si intenta algo. ¿Quieres que pretenda ser tu novio?

Después de un momento, asentí. Byron parecía sorprendido y me encogí de

hombros.

—Es sólo una tapadera. Lo haces todo el tiempo, ¿cierto? —Su sonrisa se

ensanchó y se hizo un poco al costado para disfrutar el espectáculo. La

mesera limpió la mesa junto a la nuestra para Cameron y su grupo de

seguidoras. Una de sus chicas tenía una risita molesta. Complicaban el

revisar el lugar.

—Sí que puedes ver de todo aquí —murmuré.

Byron terminó sus galletitas y se limpió con la servilleta.

—¿Lista para irnos?

Comencé a comer mi emparedado lentamente. La puerta volvió a abrirse y

vi entrar una pareja feliz. Nop. Demasiado feliz. Era imposible poder verlos

a todos desde nuestra mesa.

—¿Qué hora es? —pregunté.

Byron miró su reloj.

—6 de Junio. El aniversario de tu nefasta fiesta, señora Havisham. Esta no

era exactamente la celebración que yo había planeado.

Sentí mi estómago retorcerse, pero no por lo que había pensado que lo haría

hace dos días. Se encontrarían aquí a medianoche. Saqué el celular de Thanh,

viendo que tenía razón. Era medianoche. El restaurante tenía muchos

sospechosos, y Byron no se lo tomaba en serio. Apoyé el teléfono en mi

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mejilla, intentando decidir qué hacer. El número de ese tipo estaba en el

celular de Thanh. Encontré una llamada de número bloqueado y apreté llamar.

Un teléfono comenzó a sonar en algún lugar detrás de nosotros. Me di

vuelta, viendo una cabeza rubia, un cuello bronceado, y hombros amplios.

El objetivo estaba en una mesa con otro tipo, cuya cara no podíamos ver.

Ambos hurgaron en sus bolsillos. La música alegre podría haber salido de

cualquiera de ellos, lo que significaba que trabajaban juntos.

—Los tengo. —Cerré el teléfono y dejó de sonar. Miré a Byron—. El

sospechoso está aquí.

—Disculpa, ¿qué?

—Uno de los tipos en esa mesa —le dije—. Acabo de llamarlo. —Me incliné

hacia Byron sobre la mesa. Después de parecer confundido, me miró—. Hice

un trato con ese tipo para recuperar a Thanh. Lo extraño es, ¿por qué habría

de hacerlo si trabajaba contigo? Dejó de molestarme cuando liberaste el

señuelo. No es un buen tipo. Le deja mensajes amenazadores… todo el

tiempo.

—Espera. —Byron seguía confundido—. ¿Hablaste con alguien más además

de conmigo?

—Sí. Dijo que tenía a Thanh. ¿Por qué mentiría sobre ello?

—Estoy seguro que…

—Es una trampa —terminé por él—. Tienes que creerme. Tus superiores te

están mintiendo. —Mi teléfono vibró. El imbécil intentaba llamarme, pero

fui lo suficientemente lista para ponerlo en vibrador. Le envié un mensaje—.

Estamos sobre ti… Halcón Blanco.

Sostuve el mensaje frente a Byron y apreté enviar. Byron estuvo un par de

segundos demasiado lento para quitármelo.

—¡No lo hagas!

—Tiene a Thanh —expliqué.

—Te dije que nosotros lo hacíamos.

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—¿La viste con tus propios ojos?

—Mira, así no trabajamos. Hago mi trabajo. Ellos el suyo. No me involucro

en cada parte de… —Inspiró hondo—. No deberíamos estar aquí. Si es una

trampa, comprometemos su misión. Tenemos que irnos.

El rubio estaba en su celular y se puso de pie, mirando hacia la oscuridad

desde la ventana. Tenía pantalones cargo y zapatillas Nike. Lo reconocí de

inmediato.

—Eric.

La mano de Byron cayó sobre la mía.

—¡Espera! No te muevas. Él está en esto, de acuerdo.

—¿Trabaja contigo?

Byron se pasó una mano por el cabello, sólo para tocarse la estúpida peluca.

No se la quitó, especialmente ahora.

—No. Y nunca averiguamos cómo terminaste con él en primer lugar.

—Es el amigo de Sandra…. ¿y tu compañero de cuarto, Rock?

Byron sacudió la cabeza.

—Él era el factor x. las fuentes nos dijeron que teníamos un espía, pero no

sabíamos quién. Fue entonces que nos enviaron a vigilar a Thanh. No

sabíamos su identidad hasta que apareció contigo.

—Sabías que era peligroso y lo dejaste seguirme. ¿Estás loco?

—Teníamos que asegurarnos que no estuvieras involucrada.

—¿Qué? ¿Yo?

—¡Oh vamos! ¿Eric hizo arreglos para hacer un experimento psicológico en

el edificio Eyring? ¿Es en serio Mad? Es pura ingeniería allí. El hecho que no

supieras te hizo sospechosa. —Hizo un gesto para que la mesera trajera la

cuenta.

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—… porque todos lo saben —dije sarcásticamente—. Soy una especialista en

Estudios Generales. Déjame en paz.

—Mira, cuando el blanco se trasladó de la U…

—¿Y por qué no lo dijiste al principio? Es un criminal.

Me miró molesto. La mesera dejó la cuenta y se fue. Byron sacó efectivo de

su billetera, manteniendo la voz baja.

—También nos sorprendió. Era quien dejó la nota de amenaza en la puerta

de Thanh. Sólo lo vi en las Batallas de las Bandas. Si significa algo, Mad,

siempre creí que estabas limpia. Por supuesto, te habría hecho más

interesante que no lo hubieras estado.

Entrecerré los ojos.

—¿Disculpa?

Sonrió.

—Mad, no, realmente me alegra que estés de nuestro lado.

—Porque de otra forma te habría eliminado.

Su expresión tomó un brillo de desafío.

—Eso habría sido divertido… pero honestamente, yo nunca —hizo silencio y

alcé una ceja para que terminara. Suspiró rindiéndose—. Nunca me había

divertido tanto con un aliado, por lo que realmente habría apestado que

fueras del otro bando, ¿de acuerdo? —Sonreí. ¿Me consideraba su aliada?

Apretó mi mano—. Vámonos.

La puerta se abrió y otras de mis personas favoritas hicieron su gran

entrada. Como siempre Sandra llevaba tacones, con cintas atadas en los

tobillos. Se quitó los grandes anteojos de sol de la cara, deteniéndose en la

puerta para mirar el lugar, apretando fuertemente su bolso de diseñador.

Exhalé, ahora realmente aterrorizada. Íbamos a arruinar su coartada.

—¿Ella va matarnos verdad?

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Byron no estaba escuchando. Estaba tenso.

—¿Qué hace ella aquí?

Tan pronto vio Sandra a Eric, le sonrió de una forma que nunca daba a sus

compañeros de cuarto, sólo a chicos lindos… y al parecer criminales. Eric

hizo lugar y ella fue elegantemente hacia él, sentándose frente a Eric con las

piernas cruzadas. El otro chico la saludó, dándome una gran vista de su

rostro. Tenía típica cara y cabello, fácil de perder en una multitud. Todo

encajaba en mi cabeza. Lo reconocí del gimnasio.

—¿Todos estos agentes trabajan juntos para atrapar a quien tiene a Thanh?

—Y yo me había metido en su camino una y otra vez. Era peor que una

tercera rueda.

Byron miró, pareciendo irritado, pero no conmigo.

—¿Qué está haciendo Hölle aquí?

Hice una mueca.

—¿Holly? —¿La Holly que Byron había estado llamando? Eso no era nombre

de un chico, lo que lo hacía aún mejor—. Buena coartada.

—No, ese es su nombre. Trabajo para él. Ian Hölle.

Oh no. Byron tenía razón. Ya se estaban encargando de todo.

—De acuerdo, salgamos de aquí —susurré.

—Siéntate…y déjate la estúpida peluca. Ninguna de estas personas debería

estar aquí. Eric ya tiene la caja del control.

—¿Así lo hiciste? ¿Tomaste el decodificador de mi mochila y lo dejaste en el

laboratorio para que Eric lo encontrara?

—Si no te hubiera atrapado con él esta noche, estarías muerta. Él no te

habría dejado irte con ello con vida.

Oh. Eso era perturbador.

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—¿Y ahora queremos ganar su confianza? ¿Descubrir a quiénes trabajan con

él?

—¡No! —Byron sacudió furiosamente la cabeza, pero mantuvo el tono

bajo—. No a esos dos. No es su trabajo. Se suponía que Sandra y Hölle

escoltaran a Thanh a una casa segura.

Hölle recorrió el lugar con una mirada dura. Byron tomó mi mano

tranquilamente, sonriéndome de manera intima.

—Mírame. —Sus dedos acariciaron los míos, pero fui lo suficientemente

sensata para seguirle el juego. Con las peores decepciones de la historia, esto

sería duro de fingir.

A pesar del peligro, mi piel reaccionó ante la suya. Inspiré hondo.

—Bueno, supongo que esto te mantiene distraída —dijo bajo su aliento

Byron—. Gracias a ti, este fue mi trabajo del día. —Sus ojos me miraban

dulcemente, y por una vez me pregunté si no era todo esto parte del acto.

—¿Salir con otra mujer? —susurré—. ¿Así mantienes a una chica distraída?

Me sonrió tensamente. Por supuesto que sí.

—La cita con Sandra también contaba como reuniones de información —

dijo—. Nos mantenían ocupados mientras hacían el trabajo sucio. —Suspiró

frustrado—. No. No mires. —Al parecer Hölle seguía vigilando. No podía

saber lo que pasaba y eso me mataba. Byron era lo suficientemente amable

para narrarlo para mí, probablemente para que no mirara—. Le está dando a

ella algo en un maletín.

—Está devolviendo la caja de control. Se siente culpable.

Bufó ante mi sarcasmo. Si se suponía que Sandra y Hölle escoltaran a Thanh

a un lugar seguro, entonces estaban en algún lugar cerca, ¿pero dónde? No

teníamos absolutamente nada para amenazarlos y que devolvieran a Thanh.

Si le habían mentido a Byron sobre por qué la tenían, también habían

mentido sobre la caja.

—Byron —dije—. ¿La caja era una trampa?

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Sacudió la cabeza lentamente. Sentí mi corazón hundiéndose. Ahora estaba

en las manos equivocadas. ¿Pero para qué era? ¿Morirían muchas personas

porque les dimos la caja? Los ojos de Byron no dejaban la mesa de Hölle.

—Necesito averiguar qué traman.

—¿Cómo?

Se encogió de hombros.

—Tendrás que irte y contarle a alguien qué ocurre. —Se quedo en silencio,

pensando—. No sé en quién confiar en el cuartel. Sólo llama a la policía, ¿sí?

—Intenté no asustarme. Ningún oficial de policía me tomaría en serio,

especialmente Brady y Oliveira. Byron apretó mi mano—. Por ley, tienen

que investigar tu denuncia. Diles que es algo de violencia doméstica…

La mesera vino hacia nosotros, llevando comida para otra mesa.

—Están usando una peluca. —Acusó. Llevaba una bandeja con una ensalada

sin aderezo. La orden de Sandra.

Busqué el celular de Thanh.

—¿Qué tienes para el postre? —le pregunté a la mesera. Fui a configuración

en el teléfono, y establecí la contestadora. La mesera acomodó la bandeja

para darme un menú del bolsillo de su delantal. Asentí hacia Byron—.

Sostenle eso, ¿podrías?

—No puedes —comenzó ella.

Miré a Byron y el fingió ser descuidado, yendo por la bandeja. Mis dedos se

unieron a los suyos en la bandeja y dejé el celular bajo la pila de servilletas

junto al plato de Sandra.

—En realidad —le dije—. Creo que no tengo tanta hambre para el postre.

La mesera explotó un globo de goma de mascar sorprendida. Después de

mirarnos a Byron y a mí, nos dejó para darle a Sandra su orden.

Byron suspiró.

—¿Qué acabas de hacer?

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—Molestarlos. Dame tu celular. —Con una mirada inquisitiva, sacó su

iPhone y me lo pasó. Lo inspeccioné. El fondo de pantalla normal del Cielo

de Utah ya no estaba. No era el que le había dado en el gimnasio—. ¿Dónde

está tu otro celular? —pregunté.

—La CIA me dio éste cuando perdí el otro. Un reemplazo.

Lo di vuelta en mi mano.

—¿Te lo dio Hölle?

—¡Madeleine!

—Perdón. ¿Cuál es el número de Thanh? —Mirándome incrédulamente, me

lo dio de todas formas. Tecleé—. Su teléfono nos responderá de inmediato

—expliqué—. Entonces puedes oírlos. Es nuestro protocolo de teléfonos

usual.

—¿Y no crees que Sandra encuentre el celular de Thanh en su comida?

—¿Estás bromeando? Ella no come. —Llamé y luego le pasé el celular a

Byron, guardando silencio.

Lo llevó a su oreja. Después de un momento, sonrió.

—Nos vendría bien gente como tú en el equipo.

—Por suerte para ti estoy libre esta noche.

Con su mano libre, sacó su otro iPhone, el del cielo de Utah, agregó su

nuevo número a los contactos, y me lo pasó.

—Estoy bajo tu nuevo novio —me dijo en voz baja. Eso me hizo reír. Me lo

metí en el bolsillo.

—Thanh aún está viva —reportó Byron en voz baja—. Hölle la ha ocultado

en algún lado. —Se inclinó contra la mesa, concentrado en la charla. La

longitud de sus pestañas escondió la mirada preocupada que tenía hasta que

levantó la vista al abrirse la puerta. Bufó resignado—. Un hostil a las seis en

punto. Bloquea la salida. —Esta vez me contuve de mirar. Byron exhaló

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suavemente—. Es el mismo tipo que te atrapó hace una hora. Necesitamos

una distracción para que puedas pasar.

Risas fuertes nos interrumpieron desde la mesa de Cameron. Los ojos de

Byron fueron hacia ellos.

—¡No! —Incluso yo tenía mis límites—. ¿Cómo se supone que yo…?

—Ponte melosa. Usa tus dotes femeninas.

—Sabes que no tengo nada de eso.

Parecía distraído, escuchando la conversación de Sandra.

—Vamos Mad. Es sólo una coartada operativa. ¿Tienes algo de papel

higiénico?

Esto comenzaba a sonar sospechosamente como un plan de los Muppets.

—¿Papel higiénico?

—Llama a tu ex y amenaza con ello a su auto. Lo que sea que lo saque de

aquí corriendo. Luego vete detrás de él y llama a la policía. —Byron seguía

atento a las hostiles negociaciones de la otra línea—. Thanh no está hablando

—reportó—. Aún les falta una pieza del artefacto, y ella no les dirá dónde

está.

Inspiré hondo, intentando controlarme. Si no actuaba con Cameron, Thanh

podría morir. Ni siquiera quería pensar en qué le ocurriría a Byron. ¿Cómo

lograría que Cameron cooperara? Lo conocía mejor que nadie. Era egoísta,

flojo, desconsiderado, y no dudaría en abandonar a una mujer en peligro.

Realmente no tenía mucho para trabajar. Usaba el dinero de otros, no tenía

ideas independientes, le gustaba comer… realmente le gustaba comer.

¿Cómo iba a sacarlo de aquí?

Byron seguía mirándome expectante.

—Dile que era una apuesta.

Me enderecé sorprendida, pero eso me dio una idea.

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—No puedo estar contigo —le dije en voz más alta—. Mi corazón le

pertenece a alguien más. Siempre será de Cameron. Cameron Hornberger. Lo

lamento… Jeremy.

Byron ajustó el teléfono en su oreja.

—Él no sabe que existes —recordó con un gruñido.

Oh sí. Seguía siendo Suzy Q Miller.

—Bueno, sigue siendo un gran tipo, genial, y… sexy, simplemente no puedo

dejar de pensar en… Cameron. Esto nunca funcionará entre nosotros

Jeremy. Lo lamento.

La mesa a nuestro lado se quedo en silencio. Byron se mordió el labio.

—Pero él no te quiere, y yo sí. —Me dio sus llaves. Qué mal que no

pudiéramos intercambiar pelucas. Cameron siempre había preferido las

rubias, pero yo tenía la ventaja de ser mujer, respirar y estar perdidamente

enamorada. Quizás como la última vez, no me reconocería.

—No es justo para ti —le dije a Byron—. Sólo… olvídame. —Me puse de pie.

Vi la sombra de Cameron en el biombo que nos separaba.

No se movió. La chica que reía volvió a soltar una de sus risitas. Después de

un momento de espera melodramática, Cameron se puso de pie. Intentó

ruidosamente que sus amigas se quedaran, pero lo siguieron, amables y

charlatanas como yo esperaba.

Byron me lanzó su beso personal con dos dedos cuando pasé. Me dio valor,

y me alejé de él, ocultándome en la pared detrás de Eric. Su monstruoso

asesino seguía esperando junto a la puerta. La pintura del rostro se había

corrido en su mayoría, especialmente alrededor de sus ojos rojos, donde le

había echado perfume. Acercándome, sabía de dónde lo conocía. Dune Guy.

Había salido de mi apartamento con Eric hacía unas semanas, antes de que

encontrara la nota amenazante en la puerta de Thanh. Debo haberlos

atrapado después de que confabularan con Sandra para robarle el control.

Era irónico que hubiera estado en lo cierto respecto a ellos desde el

principio. Eran espías, sólo que a otro nivel, pensé.

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Cameron se acercó, elevándose sobre mí. Posiblemente era igual de alto que

el asesino, sólo que no tan musculoso. Su brazalete de cuero colgaba

elegantemente de su muñeca. Se aclaró la garganta, pero antes de poder

hablar, me alejé de él. Se acercó otro paso. Me alejé otro, más cerca del

asesino y la salida. Mi piel cosquilleaba por el miedo. Hacía mucho que no

me acercaba tanto a Cameron. Siempre había sido alto y fuerte, aunque no lo

imaginaba peleando con nadie salvo que estuviera acorralado. Quizás

pudiera hacer eso.

—¿Vienes de una fiesta de disfraces?

Me giré hacia él moviendo mis dedos nerviosamente. Cameron siempre

había sido bueno en las presentaciones. Hacer que se quedara era lo difícil.

—Realmente no pude disfrutarla. —Intenté que mi voz no sonara como mía,

pero naturalmente. Fue más difícil de lo que imaginé. A él no le pareció

extraño, y fue lo suficientemente fácil guiarlo a la puerta conmigo. Me

preguntaba a qué chica dejaba atrás para pagar la cuenta.

—¿Quién se supone que seas? —preguntó.

Lo miré, preguntándome por qué no se daba cuenta que era yo, quizás

parecía muy feliz de verlo.

—¿Quién quieres que sea?

—Tú.

¿Me había reconocido? Sentí un escalofrío, y recé para que no me delatara.

Habíamos pasado el extraño grupo de Eric y estaba muy cerca de la puerta.

Cameron apoyó su hombro contra ella, para que no pudiera abrirla.

—He querido hablar contigo hace mucho tiempo.

La sangre abandonó mi rostro. Dune Guy me atraparía en cualquier

momento. Se sentía mucho olor a perfume de anciana.

—Afuera —me las arreglé para susurrar.

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El brazo musculoso de Cameron apretó el mío y me abrió la puerta, para que

pasara.

—Afuera será. —Sus ojos respaldaban sus palabras. Cameron parecía un

hombre atrapado en el momento. Byron iba a pagar por esto. Llegamos a la

libertad del estacionamiento, y metí mis manos en los bolsillos de mi

pantalón, respirando agitada. Una mirada detrás de Cameron me dijo que

Dune Guy no nos seguía.

—Yo hablaba de otro Cameron Hornberger —le dije apresuradamente.

Sonrió.

—Ajá. ¿Entonces eras tú la de la Batalla de las Bandas?

—Mira. —Moví las llaves de Byron en mis manos, insegura respecto a cómo

librarme de esta. A pesar de mis palabras, no era lo suficientemente cruel

para decirle lo de la apuesta. Algo dentro de mí seguía preocupándose por

Cameron. Quizás podría simplemente huir—. Eh —pude decir—. Realmente

no quiero volver a salir.

—Whoa, whoa. —Levantó sus grandes manos—. ¿Quién dijo algo respecto a

salir?

Reí avergonzada.

—Bueno, bien. Supongo que ya está arreglado.

Por un momento pareció sometido.

—¿Sabes qué día es hoy verdad?

Todo se movió incómodamente en mi estómago. Por supuesto que sí. 6 de

junio. Había temido este día cuando terminamos, aunque ahora el día

amenazaba con cambiar su significado en mi memoria.

—Sí, qué raro, ¿no? —murmuré casi para mí misma. Me alejé de él, camino a

la Suburban de Byron.

Las chicas se apiñaron en la puerta detrás de Cameron mientras me miraba

huir. Parecía confundido.

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—¿A dónde vas?

—A salvar el mundo. —Me saqué la peluca, inflando los cachetes para

aflojar la tensión—. Gracias Cameron, no podría haberlo hecho sin ti. —Abrí

la puerta de la Suburban, con los latidos fuera de control. Las chicas estaban

gritando ahora, mirándome divertidas, molestas, celosas. Una de ellas se

apoyó en un BMW y gritó.

Ella saltó a los brazos de Cameron. A pesar de lo extraño del momento, rió,

complacido por su rol de protector, especialmente frente a mí. Ella era una

rubia bonita y a juzgar por el sonido de su grito, era la de las risitas.

—Creí haber oído algo en ese auto —lloró—. Sonaba como un gato.

¿Un gato? En lugar de entrar, cerré la puerta de Byron y miré por las

ventanas del BMW. No había nada, excepto… volví a oírlo. Estaba en el

baúl. Este era el auto de Eric.

—¡Thanh! —susurré. El sonido ahogado sonó más fuerte. Tenía que ser ella.

Tomé una roca.

—¿Qué estás…? —Antes de que Cameron pudiera detenerme, rompí la

ventanilla del lado del conductor y me quité una de mis camisetas,

envolviendo mi brazo con ella—. ¡Detente! —gritó.

Lo ignoré, buscando en el auto el botón que abriera el baúl. Éste se abrió y

me apresuré a la parte trasera del BMW. Thanh estaba quieta adentro,

pareciendo dormida. Llevaba los mismos jeans ajustados y el top de la noche

que fue secuestrada. Tenía los ojos muy abiertos y la boca tapada con cinta.

Los bordes de la cinta habían sido retorcidos y ella gimió penosamente. Se la

saqué rápidamente, sabiendo que dolería. Boqueó por aire. Las lágrimas

caían por su rostro y la abracé con fuerza.

—¿Estás bien Thanh?

Cameron parecía más confundido que nunca. Las chicas nos rodearon, la

mayoría sin palabras.

—¿Llamamos a la policía? —preguntó una de ellas.

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Quité la cinta de las muñecas de Thanh. Contuvo el aire con miedo, mirando

algo detrás de mí. Me volví a tiempo de ver a Eric corriendo hacia nosotras.

Retrocedí, empujando a Thanh detrás de mí.

—Aléjate de ella —grité. Tendría que haber algo con qué luchar, ¿pero si

tenía un arma? No podría dejar que se la llevara de nuevo.

Me forcé a no cerrar los ojos ante el impacto inminente cuando Cameron se

paró frente a nosotras, haciendo de escudo.

—Retrocede —le dijo a Eric en un tono autoritario. Incluso me impresionó.

Oí un grito y luego una riña. Miré detrás del brazo extendido de Cameron,

viendo a Byron —el aldeano— haciéndole un tacle a Eric hacia el piso. Eric

se golpeó la cabeza. Saqué mi perfume del bolsillo.

—¡Espera! —Los dedos de Thanh estaban libres y me apretaron.

Palmeé su brazo, intentando soltar su agarre doloroso.

—No te preocupes. Lo tenemos.

Eric intentó liberarse, pero Byron lo tenía. Cameron y sus chicas miraron

sorprendidos. Byron sujetó a Eric en el suelo, y sacó unas esposas de sus

jeans. Salté junto a ambos con mi arma en una mano. Byron me lanzó una

mirada que intentaba hacerme retroceder.

—Oh no. No lo hiciste. ¡No el perfume de nuevo!

—¡Basta! —Thanh corrió hacia nosotros y se arrojó sobre Eric, casi tirándome en el proceso.

—No lo lastimen. —Byron la miró, confundido, con la peluca rubia torcida.

Ella sollozó cuando lo reconoció—. ¡Tienen al tipo equivocado Byron! ¡Es

Eric!

—Él… te secuestró. —Intenté explicar. Sonó tonto.

—¡No! ¡No! Él estaba ayudándome. —Abrazó a Eric desesperada.

Eric intentó calmarla apretando su mano. Era la única parte que tenía libre.

—Thanh. No te preocupes por mí.

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Byron se apoyó en sus rodillas, permitiéndole a Thanh liberar a Eric, pero

parecía capaz de volver a taclearlo.

—Es mi novio —explicó Thanh—. Salvó mi vida.

Nuestros ojos fueron a Eric quien se lamió los labios resecos.

—Dijeron que la matarían si no les daba la caja. Tenía que hacerlo. Lo

lamento. Hice todo lo posible, pero hice un trato… por ella.

Thanh no lo soltaba. Los ojos de Byron se posaron en mí.

—Eso explicaría por qué no te mató, Madeleine.

—Sí, pero… —¡Tramposo!28 ¿Por qué tenía que flirtear Eric conmigo para

conseguir lo que quería? ¿Acaso sus sentimientos por mí habían sacado lo

mejor de él? No. Probablemente no. Mis mejillas ardieron por la traición.

Quizás era mi natural desconfianza, pero no podía dejarlo ir—. De acuerdo

Eric, ¿por qué estaba ella en tu cajuela?

—Robaron mi auto. —Pasó sus dedos por el cabello de Thanh—. ¿Estás

bien?

—¡Parecías muy cercano al Dune Guy! —presioné.

—¿Quién?

Intenté señalar al asesino en potencia, pero se había ido. ¿Dónde estaban

todos nuestros amigos de Denny? Byron lo notó al mismo tiempo que yo. Se

puso de pie.

—Los perdimos.

—Tan pronto oyeron los gritos afuera, corrieron —nos informó

solemnemente Eric—. Tienen lo que querían. No nos necesitan.

Byron nos dejó y fue a su auto, quitándose la peluca al mismo tiempo.

—Dijeron que iban a probar las cosas. ¿A dónde fueron Eric?

28 Original en inglés: Two Timer, alguien que te hace creer algo que no es cierto.

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Esto posiblemente probaría de qué lado estaba Eric, al menos para mí. Los

ojos de Eric se veían cansados.

—Sólo puedo suponer algún lugar alto.

—Algún lugar donde puedan poner antenas —dijo Byron.

—¿Realmente crees que lo probarían aquí? —Thanh liberó a Eric, con el

rostro asustado—. ¡No pueden! ¡Nos matarán a todos!

—¿Qué? —Eso me distrajo de la culpabilidad de Eric—. ¿Qué nos matará a

todos?

Eric se puso de pie, levantando a Thanh con él.

—El dispositivo localiza objetivos y los asesina. Es letal.

—Pero no tienen la capacidad —discutió Byron—. No han puesto receptores

ni nada. Podría tomarles días.

—¿Y si ya los han puesto? —Thanh se cubrió el rostro con las manos. Sabía

de lo que hablaba—. Todo está en su lugar. La caja del control es la última

pieza del rompecabezas… casi, pero no del todo.

—Dijeron que les faltaba una pieza —dijo Byron—. ¿Puedes confirmar eso?

Ella asintió.

—Sí, al control de frecuencia. ¿Buscaste en tu mochila?

Sacudió la cabeza, pareciendo severo. Avancé, haciendo un gesto.

—La robaron antes de que pudiera salir de allí. —Dolía admitirlo,

especialmente al ver cuánto palidecía Thanh.

—Entonces lo tienen todo —dijo desesperada.

—No. —Byron sacudió la cabeza—. Quizás no. Quizás tengamos una

oportunidad.

Estaba tan desorientada como Cameron y sus amigas.

—No entiendo.

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—La pieza faltante les permitirá establecer una frecuencia —explicó Byron—

. Un blanco. Y entonces ese blanco será asesinado.

—Y todo lo que necesitan es unirla a un celular —dijo con la voz quebrada

Thanh—. Establecerán su frecuencia y matarán a quien quiera que lo posea.

La víctima ni siquiera tiene que responder el teléfono. Tan simple como

recibir una llamada y mueres.

Byron inspiró hondo.

—Van a tocar a alguien.

—¿En serio Byron? ¿Es realmente necesario? —grité—. ¡Thanh! ¿Por qué

inventaste algo así? ¿En qué estabas pensando?

—No fue mi intención. Quería inventar energía libre… como Tesla. Yo…

yo… —Me miró—. En términos simples, quería enviar energía a través de

frecuencias en el aire. Un botón y se desata un poder que puede volver a

encender un auto en la ruta. Otro botón y vuelves a abastecer a una ciudad.

Sin necesidad de generadores ni baterías ni gas.

—Pero ellos sólo lo usaran en nuestra contra. —Byron nos empujó para

caminar por el estacionamiento. Sabía que estaba pensando un plan. Era casi

imposible cuando no sabía hacia dónde se habían ido Sandra y Höllen—.

Tan pronto el gobierno reconoció el poder destructivo del proyecto como un

arma en potencia —dijo—. Nuestro equipo fue enviado en una misión para

mantener un ojo en Thanh y cancelarlo de ser necesario. Sólo que enviaron a

las personar equivocadas.

Thanh gimió.

—Tenemos que hacer algo antes de que sea demasiado tarde.

Eric la abrazó.

—No volveré a verte en peligro. Matarán a todo aquel que sea una amenaza.

Esos somos todos nosotros.

Los hombros de Thanh se hundieron.

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—Mucha gente morirá si no hacemos algo. El artefacto no sólo mata su

objetivo, sino a todo en su camino. Aún no está perfeccionado. La prueba

será una catástrofe.

—Tengo que advertir al cuartel general —dijo Byron. Era un desastre. La

pintura negra ensuciaba su una vez impecable tez. Sus jeans estaban

desgarrados en las rodillas, su cabello parecía haber sido lamido por un

gato. Se veía muy a alguien que no era Byron, especialmente porque nunca

lo había visto en actitud tan de soldado—. Los haré escuchar —gruñó,

poniéndose el iPhone en la oreja y empalideciendo—. El artefacto está

encendido.

Mi corazón se detuvo.

—¿Cómo lo sabes?

—Interfiere las comunicaciones. Están moviendo el aire. —Para probar la

teoría de Byron, tomé su otro iPhone. La pantalla brilló en mi mano. No

había señal. Estábamos atrapados en una pesadilla. Byron me miró—.

Interfiere las frecuencias.

Cameron y sus novias intentaron con sus celulares sin suerte. Eric apoyó la

cabeza de Thanh en su hombro para calmarla, pero me estaba mirando.

¿Cuál era su problema? Tienes a tu chica, déjame en paz. Bajé el teléfono

prestado. Byron se trepó al techo de su auto. La Suburban gruñó quejándose

por el peso.

—¿Cuál es el edificio más alto del lugar?

Por supuesto. Cubría la luna con su gran sombre.

—Las torres de Provocity. —Exhalé. Qué irónico.

Byron dejó caer los brazos.

—Necesitarán toda la energía para que el artefacto funcione. Un generador

les alcanzará. Una vez que averigüen cómo interferir el aire, lo probarán.

Tienen las antenas. Sólo necesitaban la última pieza para medir la

frecuencia.

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—Y gracias a nosotros, la tienen. —Me encontré con los ojos de Eric sobre la

cabeza de Thanh. Bajó la mirada.

Byron se bajó de la Suburban, tomando mi brazo.

—Ve al departamento de policía. Son la ayuda más cercana.

—Madeleine no —intervino Eric—. No le harán caso.

Lo miré furiosa. Byron también lo hizo y asintió.

—Tienes razón, Mad no. —Lo miré mientras se volvía a Cameron.

Cameron alzó las manos.

—¡Ni siquiera sé donde está la estación de policía!

¿Alguien lo hacía? Las chicas se miraron fascinadas los zapatos.

—Calle Central —dijo Byron lentamente—. Vas a encontrar una señal para

llamarlos cuando estés lo suficientemente lejos. —Seguía sujetando mi

brazo—. Tú no vendrás conmigo, Madeleine. —Me alejó de su auto. Byron

siempre había parecido tan tranquilo antes de volverse agente. Antes de que

pudiera replicar, intento llevarme hacia Cameron—. Llévate lejos a Mad y

Thanh.

—No. —Me liberé de Byron—. Necesitas mi ayuda.

—Deja de hacerte la mártir. —Eric tomó mi codo y me sentó en el asiento de

atrás de la Suburban de Byron. No sabía si agradecerle o no—. Necesitarás

nuestra ayuda —le dijo a Byron—. Yo también voy. Alguien tiene que

cubrirte.

—¡No! —Thanh no lo permitiría—. ¡Eric, por favor quédate conmigo!

Eric le quitó el cabello de los ojos.

—Soy el responsable de esto. Ahora que estás a salvo, tengo que ayudarlos.

Es lo mínimo que puedo hacer. Ve a la policía. Explícales todo. Por favor,

Thanh. No quiero que nada te ocurra, no después de lo que he hecho para

mantenerte a salvo.

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Los labios de Thanh temblaron cuando asintió. Sus ojos con lágrimas. Me

sentía conmovida… en una forma retorcida. Él aún había coqueteado

conmigo por el artefacto. Tramposo. Byron se subió al auto y me miró

exasperado al verme detrás.

—¿Qué haces aún aquí?

—No hagas preguntas estúpidas.

Por suerte no lo hizo. Simplemente gruñó.

—No te alegres por esto. No va a ser bonito. —Byron encendió el auto. La

radio comenzó a sonar distorsionada, otro efecto del artefacto robado. Era

demasiado ruidosa y la apagó, saliendo del estacionamiento de Denny’s.

Aceleramos en la Avenida Bulldog. La noche estaba oscura.

—Dime exactamente qué estamos haciendo —dije.

—Es como dijo Thanh —explicó Byron con los labios apretados—. Quería

ser como Tesla, recuerdas a ese loco, ¿verdad? Quería energía libre. Bueno,

no está tan loco. Tenía una teoría al respecto y si Thanh tiene razón, esos

terroristas deben haber armado todo como él sugería en la cima de las torres

Provocity. Transmitirá energía de los generadores a la atmósfera y

comprimirá el aire. Luego tomará esa energía del aire para causar una

reacción en cadena masiva en la atmósfera baja que eventualmente llegará a

la antena que hayan establecido. Allí puede concentrarse y reflejarse en

cualquier parte. Si se la enfoca en algo del tamaño de una cabeza humana,

está garantizada la muerte.

Era la explicación científica a la que había prestado más atención en mi vida.

—Esta es sólo una prueba, por lo que cualquier cosa puede pasar —dijo

Byron—. Seguramente lo apuntarán a alguien importante y famoso, y

después, todos los terroristas querrán tenerlo. Está en período de prueba

ahora. Pero una vez que lo perfeccionen, cambiará la idea de asesinato.

Encuentra la frecuencia de un objetivo y los enemigos desaparecen. Nadie

estará a salvo.

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—Con un celular.

—Más que eso. Trabajan para identificar personas de forma más sofisticada,

aunque por ahora cualquier cosa con señal puede servirles. Cámaras, GPS,

Internet, lo que sea.

—¿Y por qué el gobierno no cerró el proyecto?

—El potencial del experimento era abrumador. Según Tesla, la energía

puede ser extraída del aire y transmitida a cualquier lado. Habría significado

energía gratis para todos con un costo mínimo y los precios que no existen

en las gasolineras, pero… luego, cualquier cosa puede convertirse en un

arma. Se la venderán al mejor postor.

Eric estaba en silencio. Me moví hacía él.

—¿Cómo fue que te involucraste… chico amante? —Bueno, debería haber

omitido eso.

El asiento de cuero hizo ruido cuando se revolvió.

—Thanh y yo llevamos algunos años saliendo. Ella comenzó a recibir

amenazas y no sabía en quién confiar. Me transferí a la Universidad para

estar más cerca de ella. Y entonces todo empeoró.

Era una historia romántica; por eso me costaba tanto digerirla.

—¿Y qué hay de la primera vez que te vi? Estabas con el tipo que me atacó.

—¿Walter?

Ese no era el nombre que habría imaginado.

—¿Dune Guy?

Eric asintió con una mueca.

—Me dijeron que lastimarían a Thanh si no los ayudaba. Tenía que hacer lo

que dijeran.

—Pero Thanh cambió la mochila con Byron, y volviste a robarla. Espera. ¿La

tenías cuando salté a tu auto contigo?

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—Ella estaba muerta sin esa mochila. Ni siquiera debían saber que era suya,

pero la información se infiltró. No sé cómo.

Esa fue mi culpa. Dejé que Sandra lo supiera. Recuerdo la noche country

cuando Eric entró en el departamento. Poco después, nuestras llaves se

perdieron. Miré el camino que teníamos enfrente. Las líneas blancas pasaban

rápidamente.

—¿También robaste las llaves?

—Sólo quería que dejaran a Thanh en paz. —Sonaba irritado—. Creí que

quizás esas eran las llaves que todos buscaban.

Eso tenía sentido, pero aún había algunos hoyos. Decidí hacer hincapié en

ellos.

—¿Por qué dijiste que habías secuestrado a Thanh cuando hablamos por

teléfono?

—Yo nunca dije… ¿por qué habría de hacerlo? ¿Qué? ¿No me crees?

Me recliné en mi asiento, sin responder. Supongo que había sido Hölle quien

me amenazó en el teléfono. Eso tenía sentido, dado que inmediatamente

había llamado a Byron para interrogarlo sobre Thanh. Hölle también había

dejado la nota de amenaza. Eric era un estúpido novio que intentó proteger

a su novia… y coqueteó conmigo para eso.

Me volví hacia Byron para ver si se lo creía. Una mirada y dudé que hubiera

escuchado algo. Tenía el ceño fruncido en concentración, todo el cuerpo

tenso mientras nos acercábamos al peligro. Las luces se apagaron calle abajo.

Me volví, viendo las luces detrás de nosotros también apagándose.

—¿Vieron eso?

—Es como encender un secador de cabello —dijo Byron. Me sorprendió que

me escuchara—. Las luces van a parpadear.

La Suburban se detuvo. Esperamos un momento, en silencio. La única luz

venía de la luna llena sobre la torre Provocity. Cubría una gran parte del

cielo. Eric preguntó:

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—¿También afecta a los autos? —Golpeteando el tablero.

—Sus sistemas eléctricos. —Byron abrió su puerta, buscando su bolsa de

emergencia atrás. Sacó unas linternas—. El aire está contaminado con humo

eléctrico. Han comenzado la prueba. Vamos. No nos queda mucho tiempo.

—Bajo la luz de la luna, cerramos las puertas de la Suburban. Nuestros

zapatos rechinaban en el pavimento mientras corríamos a toda velocidad a

la torre Provocity… y lo que fuera que nos esperaba allí.

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Capítulo Ocho

Traducido por Little Rose

Corregido por dark&rose

Día 114

0134 horas.

ay gente que está saliendo lastimada. No hablo de corazones rotos o

envases de gelatina en los cabezales de la ducha; hablo de cosas

realmente tenebrosas. Cosas como estas pasan en Nueva York, Chicago,

incluso Ogden, ¿pero aquí en Provo? Algo extraño está ocurriendo… y no son sólo

los estudiantes.

Nadie es lo que parece. ¿El jugador? Un terrorista. ¿El rompe corazones? Un nada

bueno espía. ¿Mi vecina? Ha sido secuestrada. ¿El imbécil? Un tipo bastante

decente. ¿Mi compañera de cuarto? Una completa mentirosa―pero eso ya lo había

averiguado antes.

¿Notas? ¿Citas? ¿Bromas? No son nada ante el peligro que se nos viene encima.

Tienen que creerme. Si pudiera retroceder en el tiempo―antes de que el mundo

terriblemente se volviera del revés―¿cambiaría lo que he hecho o será que esas

bromas sin sentido me han hecho ser capaz de luchar esta batalla?

―Entrada del Diario de Guerra de Madeleine. (Miércoles, 6 de junio)

Bueno, eso es lo que habría escrito de tener mi diario de guerra a mano. Más

tarde lo haría… si sobrevivía. Por ahora mi diario de guerra estaba en mis

bolsillos esperando contar una historia que quizás jamás fuera narrada. Me

―H

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precipité tras Byron y Eric. Era obvio quién había sido entrenado por la CIA,

KGB, SIS, lo que fuera.

Apenas podía procesarlo todo. Eric era bueno, luego malo, luego bueno,

aunque en mi opinión, seguía siendo un mentiroso con dos caras, que le

temía al compromiso. ¿No había dicho que había estado años saliendo con

Thanh? Byron era un agente encubierto. Yo había tenido razón sobre Thanh

desde el principio. Cameron realmente era un tipo decente. Para rematar,

Sandra era incluso más malvada de lo que yo creía, lo que no creía que fuera

posible. Oh, y los terroristas habían invadido Provo. En resumen, había sido

una mañana llena de sucesos.

Una alta reja rodeaba por todas partes las torres Provocity. Tenían alambre

de púas en la parte de arriba. Mientras nos acercábamos parecía imposible

entrar, pero estaba equivocada. Byron escaló la reja hasta el otro lado, casi

rasgándose la camiseta con las puntas. Eric hizo lo mismo. Yo no iba a

quedarme atrás. Inspirando hondo, escalé. Las puntas se engancharon y

rasgaron mis pantalones capris. Luché por liberarme, intentando descifrar

cómo salir de aquí.

―¡Mad! ―gritó Byron―. Sólo date la vuelta.

Eso fue el colmo. Me apoyé en la baranda principal para usarla de palanca y

salté, ignorando el dolor que atravesó mi mano. Toqué el suelo y me puse de

pie, sosteniendo en alto mi mano herida para poder verla a la luz de la luna.

El metal la había atravesado profundamente. Me sequé la sangre en la

camiseta negra.

―Déjame ver. ―Byron estaba a mi lado. Se quitó la venda de su mano y

envolvió la mía.

Hice una mueca. Oficialmente éramos hermanos de sangre ahora.

―Las cámaras han sido desactivadas. ―Byron lanzó una mirada

amenazante―. El equipo de Sandra se encargó del sistema de seguridad.

Raro. ¿Sandra tenía un equipo?

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―¿Dónde está el artefacto? ―pregunté.

Él escaneó el área circundante. La torre Provocity era esencialmente un

edificio hecho de ladrillo de unos doce pisos. Sus tres techos eran planos y se

unían como un fuerte. Una torre oscura en el más alto, se parecía

sospechosamente a la de Rapunzel. La segunda torre era más alta y se alzaba

desde el suelo junto al edificio con sólo una pasarela entre ellos. Decía

Provocity en un lado con grandes letras doradas. Una escalera llegaba justo a

la cima de ellas. Tuve que cerrar los ojos; mirarlas mucho me daba vértigo.

―El artefacto está justo en la cima de las torres Provocity ―señaló Byron―.

Alguien las ha estado pintando. Vean el andamio. Los hostiles se camuflaron

bajo la tapadera de pintores para meter los cables.

Manteniendo mis ojos prudentemente alejados de la escalera alta, miré

fijamente el tablón donde los terroristas habían trabajado. Había sogas

atadas a un lado de una caja cerrada. Ahí es donde tendríamos que

desconectar el dispositivo. Intenté hacer mi camino hasta allí mentalmente

entre las pasarelas y escaleras. Sin importar qué, subir sería terrorífico. Un

movimiento en falso sería fatal.

Intenté buscar una entrada alternativa por el edificio. Mis ojos―entrenados

durante meses por guerras de bromas―vieron unas ventanas rotas en la

esquina de la base. No se suponía que nadie se metiera furtivamente en el

relativamente tranquilo pueblo de Provo… bueno, tranquilo en lo que

respectaba a criminales. También había una choza para el carbón que nos

llevaría al edificio a través del sótano, y una puerta de metal hacia un

almacén que parecía llevar al interior de un muelle de carga de todo tipo.

Entrar sería fácil, pero tenía miedo de lo que podríamos encontrarnos en el

interior.

Byron me empujó a un lado firmemente.

―Mad, no tienes el entrenamiento para hacer esto. Te necesito aquí afuera.

―Quería estar de acuerdo con él, pero no podía dejar a Byron solo en esto,

especialmente con el chico amoroso en sus talones.

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Eric dejó de escanear la altura de las torres para dirigirme una mirada

inquisitiva.

―No podemos dejarla sola, aquí afuera ―dijo, después de un momento.

―La necesitamos para que vigile ―replicó Byron impacientemente.

―¿Cómo? Nuestros móviles no funcionan.

Byron miró duramente a Eric.

―Entonces arreglemos eso entonces. Si uno de nosotros apaga un generador,

bajará la frecuencia de la interferencia y podremos usar los móviles. De

cualquier forma, los detendremos. ―Me miró―. Si no podemos pasar,

necesitaremos a alguien para que saque la caja de control de la cima de la

torre.

―¿Y ese quién sería? ¿Mad? ―Eric estaba furioso―. ¿Esperas que escale a la

cima de la torre en esa escalera? Eso es suicidio.

Byron se lamió los labios resecos, mirándome.

―¿No crees que pueda manejarlo?

―Puedo hacerlo ―intervine; segura de estar jugando el juego de Byron―pero

estábamos perdiendo un tiempo preciado. Teníamos que impedir que

probaran el artefacto. Ya podía oír los zumbidos y pitidos del generador

funcionando en el interior.

Byron puso su mano sobre la mía. Por una vez, su toque no parecía para

mantenerse encubierto. Mi mano cosquilleó por la emoción, pero la mirada

en sus ojos hizo mucho más. Había una dulzura en ellos que se me hacía

familiar; siempre me miraba así.

―Gracias ―dijo en voz baja―. Necesito que estés aquí.

Era un gran sacrificio. Yo estaría aquí afuera, temblando en la oscuridad,

preguntándome si Byron estaba bien. Seguro que nadie me enfurecía tanto;

y nadie me importaba tanto, tampoco. Me gustaba. Era algo muy

inconveniente el comprender ahora que podría perderlo, ahora que no sabía

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si algo de lo nuestro había sido real. Por primera vez en mucho tiempo, me

sentía como alguien que podía amar, aunque ese amor no fuera

correspondido, pero a juzgar por la mirada de Byron, creo que se sentía de la

misma manera que yo. Nos sorprendí a ambos envolviendo mis brazos a su

alrededor, en un firme abrazo.

Sonrió tensamente y suavemente levantó mi rostro hacia el suyo. Acercó sus

labios a mi oreja.

―Hay algo que deberías saber… ―susurró. Entonces me besó plenamente en

los labios, dejándome sin aliento―. Eric es un 6 de junio. ―Le oí decir

mientras se alejaba.

Retrocedí temblorosamente. Eric no parecía feliz; no era por lo que Byron

había dicho, ya que apenas pude oírlo. ¿Eric era un 6 de junio?

¿Completamente? Intenté no mirar a Eric. Me había metido en el Suburban

para que estuviera en el medio, un pensamiento ruin, pero terriblemente

cierto. Byron no estaba peleando con él ahora, por lo que tenía que ser eso.

¿Y cuándo lo había descubierto Byron? Ya que había traído a Eric, tenía que

haber sido durante el paseo en coche.

Byron me miró hasta que acepté sus palabras con un ligero asentimiento.

―Dividámonos ―dijo, inmediatamente después―. Eric, sigue el plan A, yo,

seguiré el plan B.

―¿Plan A? ―preguntó Eric.

Los ojos de Byron estaban fijos en los míos, y supe que esas eran mis

órdenes. Intenté prestar atención, pero me sentía enferma. Byron acababa de

besarme para darme información valiosa. ¿Era eso o las malas noticias eran

que estaba en más peligro de lo que creía que era lo que me hacía querer

llorar?

―Desconecta el artefacto desde abajo ―dijo Byron―. Ve por las ventanas del

sótano y encuentra las escaleras. Los generadores estarán en el primer piso.

Si los apagas a tiempo, yo cortaré la energía y detendré la reacción en

cadena. Entonces los hostiles no tendrán la suficiente energía para hacerlo

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funcionar. Si eso no funciona―el artefacto ya tiene asegurada la energía que

necesita.

Los labios de Eric estaban blancos por la tensión.

―¿Entonces pueden elegirnos como blancos?

―Sólo si tienen la pieza que falta. ―Byron se cuidó de no mostrar

expresiones que pudieran delataran sus sospechas.

―Bueno, a lo sumo, apagar los generadores nos devolverá nuestros móviles.

―Eric flexionó sus musculosos brazos, haciendo que su complexión atlética

diera algo de miedo. Me miró duramente―. Todavía tienes el iPhone de

Byron, ¿cierto?

¿Eric sabía que tenía el móvil de Byron? ¡Era totalmente un 6 de junio! Había

sido quien habló en el teléfono de Byron. Por eso sabía que yo lo tenía. Me

negué a delatar que lo sabía, por lo que me limité a asentir. ¿Creía que era

una completa imbécil para no caer en la cuenta? Eric estiró una mano hacia

Byron.

―Dame una de tus linternas.

Byron le dio una y me arrojó la otra. Me la enganché en la cintura de mis

pantalones, intentando no pensar en entrar al oscuro sótano con una luz

brillante haciéndome el blanco de todos los tipos malos del lugar. La mano

de Byron encontró mi espalda.

―Busca un buen lugar para esconderte, cariño. ―Me empujó ligeramente

para que me moviera.

Di una vuelta a la torre Provocity, casi cayéndome en un remolque que tenía

la cabeza de un horrible cerdo de metal que algún ingeniero retorcido había

diseñado.

―¿Qué vas a hacer? ―Oí a Eric preguntándole a Byron.

―La sala de control. ―Eso lo dijo para mí. Byron se dirigió a las escaleras que

zigzagueaban entre el edificio y la chimenea―. Intentarán controlarlo desde

allí con alguna computadora portátil. Me desharé de quien sea que lo

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controle. Sin importar quién llegue a su objetivo primero, bueno, ¿ambos

ganamos no?

Inspiré hondo, apoyando la cabeza en el cerdo de hierro. Quien fuera que

llegara primero ganaba. Eric no podía advertirle a su gente de ahí arriba con

esta interferencia de frecuencias, y Byron no podía dejar que Eric supiera

que sabía de él conmigo en el medio. No había tiempo que perder

resolviendo nuestras diferencias aquí abajo.

Eric dio un paso más cerca de la ventana del sótano.

―¿Y si fallamos, realmente enviarás a Mad a la torre como plan C?

―¿Por qué no? ―Byron ya tenía una mano en la escalera―. No hagas nada

estúpido Mad. Espera alguna comunicación por radio. ―Era una advertencia

de que no lo hiciera, ¿pero cuánto tendría que esperar para que Eric entrara

antes de poder ir y apagar el generador yo misma? Ocultándome en las

sombras, vigilé para asegurarme de que nos habíamos deshecho de Eric.

Eric quitó los restos de una ventana cercana y entró. Tan pronto como sus

pies tocaron el suelo, su cabeza salió y me miró intensamente, fantasmal por

la luz de la linterna. Byron no se movió del suelo, quieto en las sombras.

Después de un momento raro, Eric nos dejó, desapareciendo

apresuradamente en la oscuridad.

Esa fue la señal de Byron para comenzar a subir la escalera. Lo hizo muy

rápido, cada movimiento demostrando entrenamiento previo. ¿Sería

suficiente para detener a lo que fuera que estaba ahí adentro? Atravesó la

pasarela entre la chimenea y el edificio principal, ocultándose en las

sombras. Llegó a la cima, aterrizando en la grava del techo más bajo y luego

desapareció. Estaba adentro. Solté el aire. ¿Sería ya mi turno?

Ir detrás de Eric parecía imposible. ¿Y si mejor pasaba directamente al plan

C? Estudié la alta torre Provocity sobre mi cabeza. No me dejaba ver la luna

y me hizo sentir mareada. La escalerita se sacudía peligrosamente en la

cima. La caja de control estaba atada de alguna forma ahí arriba. Intenté

recrear un camino para subir mentalmente, sin tener que usar las escaleritas.

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Podría usar la escalera más corta que Byron usó para llegar a la chimenea,

luego atravesar esa pasarela para llegar al techo más alto del edificio

principal, pero incluso con todo eso, sólo estaría a medio camino. Aún había

un largo trecho donde tendría que usar esa maldita escalerita para llegar a la

cima de la torre Provocity―sin un arnés. Todo para quitar la caja de control.

Me obligué a pensar con claridad. Eric tenía una carrera que ganar. No

estaría esperándome en el sótano. Si Byron fallaba en detener a quien fuera

que manejaba la frecuencia en el piso más alto, yo tendría que apagar los

generadores. Miré el conveniente hueco que Eric había hecho para mí en la

ventana. Esperaba que viera la ironía después de que le mostrara cuánto

podía meterme en su camino.

La comadreja.

Me metí bajo las escaleras, y salté a través de la ventana. Balanceando las

piernas, llegué a una sala vacía con un suelo de cemento duro. Mis manos se

encontraron con un muro frío. Yo podía ver la silueta oscura de los estantes

en las paredes. La luz de la luna se filtraba a través de las ventanas rotas.

Cualquier cosa podría estar esperándome aquí. Escuché con atención en

busca de una respiración. Ningún susurro. Ninguna caída suave de pies.

Tory me entrenó bien.

Tenía todo el sótano para mí misma. ¿Quizás por eso Byron me habría

dejado venir por aquí? Él había sido la distracción; yo era quien actuaba por

una vez. Eric debe haber reunido a cualquier refuerzo que pudo mientras

subía a atrapar a Byron. Dejó el sótano sin guardia, dándome lugar para

pasar. Entonces, ¿dónde estaban los generadores? Byron dijo que tomara las

escaleras para encontrarlos. No sabía donde estarían tampoco. Encendí la

linterna, e iluminó todo el cuarto. Vi la puerta que llevaba al cuarto de

trabajo. Seguía cerrada. Intenté no pensar en lo que esperaba detrás. Sólo la

abrí.

El aire del pasillo me enfrió las orejas. Los generadores hacían un feo ruido

en algún lugar más arriba. Intenté seguirlo, guiándome por el oído. La

basura se apilaba a mí alrededor en un caos organizado, con todo tipo de

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cadenas y tubos y palancas. Moviendo la linterna para iluminar todo lo

posible, encontré unas escaleras metálicas plegables y miré la oscuridad en

espiral que se cernía sobre mí. Seguramente habría unos doce pisos hasta la

cúpula del techo.

Cualquiera podría verme subir las escaleras. Apreté la linterna amarilla para

que no se me cayera por el temblor, y la luz iluminó solo mis zapatillas.

Todo lo demás estaba a oscuras. Las escaleras gruñían bajo mis pies e intenté

averiguar cómo silenciar mis pasos mientras subía. Cuando terminé de subir

vi un leve globo de luz moverse. Flotó en la distancia extrañamente.

Bengalas. Los agentes las usaban como iluminación artificial, aunque por

suerte, me permitía ver que estaba sola aquí abajo. Cordones y cables

sobresalían de cajas abiertas por todas partes. Mantuve la distancia, sin saber

si estaban vivos y me atraparían al tocarlos.

El ruido de los generadores aumentaba a través del aire mientras me

acercaba. Llegué al primer piso, siguiendo el sonido a la parte más ruidosa

del edificio, y miré cuidadosamente detrás de mí. Nadie. De nuevo. Mi

corazón latía fuertemente en mi pecho, y luché con la urgencia de correr. El

pasillo de delante me pondría en el espacio abierto. Inspiré hondo y me

apresuré. Ninguna alarma sonó. La esperanza me inundó al ver los dos

generadores cerca de la entrada. Estaban uno junto al otro, separados por

una pasarela. No había guardias. Gemí, sintiéndome enferma y pesada.

Tampoco había manuales de instrucciones sobre cómo apagarlos.

Bajé los escalones de tres en tres, buscando botones o palancas. Una perilla

decía encendido/apagado. Sintiéndome avergonzada, afirmé mi postura y me

arrojé contra él con toda mi fuerza, perdiendo el equilibro. Tan fácil como

apagar un interruptor. El generador silbó suavemente y se apagó. Fui al otro

e hice lo mismo. Me sentí como si me hubieran puesto algodón en las orejas,

inundando el lugar de un hermoso silencio. El problema era que la energía

que atravesaba el aire seguía sintiéndose como miel espesa. Era palpable,

como estar atrapada en una tormenta. Supe que el artefacto ya tenía la

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energía necesaria, y que ahora el equipo de Sandra vendría a por mí. Me

apresuré a alejarme de lo que había hecho.

Tan pronto encontré las sombras, encendí el iPhone de Byron. La pantalla

cobró vida. Byron respondió al primer timbrazo, la recepción llena de

estática.

―Veo que recibiste mi mensaje ―dijo.

―¿Dónde estás? ―Estaba sin aliento―. ¿Encontraste la sala de control?

¿Estaba el controlador de frecuencia allí?

Rió amargamente.

―No tuve oportunidad. Ambos llegamos demasiado tarde. ―La estática

ocultó sus palabras y tuve miedo de estar perdiéndolo.

―¿Qué dijiste? ―pregunté.

―Están protegiendo la sala de control ahora mismo ―repitió―. Me superan

en número. No puedo entrar.

―¿Y si escalamos a la torre Provocity y probamos a quitar el artefacto? Tú

dijiste…

―Es suicida. ―La estática empeoró―. Necesitaré que seas mi distracción

primero.

―¿Qué? ¿Cómo?

―Corre. Ellos van a por ti.

Oí a alguien apresurarse al bajar las escaleras desde muy arriba y corrí el

resto del camino de vuelta al sótano, encogiéndome ante cada paso ruidoso

que hacía. Odiaba la oscuridad y odiaba los sótanos y odiaba a los tipos que

me perseguían con armas.

―¡Para! ―gritó Eric. Él estaba sobre mí―quizás con otros tipos, a juzgar por

el ruido―. ¡Madeleine! ¡Tenemos que hablar! ¡Sé que eres tú! ―Típico de Eric

creer que podría hablarme para que cayera en sus brazos otra vez. Podía

mentir y lograr cualquier cosa.

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―Byron ―susurré en el teléfono―. ¿Por qué vienen a por mí?

―No estoy seguro. ―La señal era muy pobre aquí abajo. Era peor que usar

walkie talkies―. Sólo mantenlos ocupados, de acuerdo.

―¿Cómo?

―Lo que sea que estás haciendo, está funcionando. Pediré refuerzos.

Asegúrate que no te encentren, Madeleine. ―Y entonces Byron colgó.

Metí el iPhone en mi bolsillo y me escurrí entre la maquinaria abandonada

por ingenieros. Esconderme aquí no era una opción. Estaría muerta una vez

encendieran las luces. Sus pies comenzaron a oírse en la escalera. ¿Cuánto

faltaría para que me encontraran? Quizás revisarían primero el primer piso

y me darían más tiempo para escapar. Usando el protector de pantalla de

Byron como única luz, dejé atrás la escalera, acelerando en el sótano,

sintiendo las paredes de piedra en mis dedos. Mi camino se abrió en tres

posibles pasillos, más como callejones. Era imposible decidir cual tomar.

El agua caía en algún lugar de la oscuridad de adelante y medio esperaba

que algo saliera de las sombras y me atrapara. Rezando en silencio, me fui

por la derecha, y me choqué con una silla de metal. Hizo eco en todo el

sótano. Quedándome quieta, escuché alguna respuesta. Por un momento,

sólo oí mi respiración. Tragué y volví a escuchar.

Oí pisadas. Había alguien conmigo aquí abajo. Lo suficientemente cerca para

que sólo pudiera esconderme. No podía imaginarme adónde. Volví a

encender el celular de Byron, usando su luz para ver. Seguí corriendo,

ignorando el dolor. La oscuridad sería mi mejor amiga si me pudiera quedar

en ella. La luz del teléfono se apagó y volví a presionarlo para encenderlo.

Eso era. El teléfono iluminó un gran tubo de metal que salía del cemento. El

tubo pasaba por la pared sobre la entrada, arriba de mi cabeza. Una vez

había estado unido a una chimenea, pero ahora estaba abierto y expuesto,

listo para que yo trepara y me ocultara en él. El escondite perfecto.

Me subí a una mesa y trepé por un armario de metal, pisando unas cajas

para alcanzarlo. Los oí acercándose. Encontré un punto de apoyo y me arrojé

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al tubo justo a tipo para ocultar la luz del celular de Byron en mi bolsillo. El

sonido de las pisadas sonaban como ratones bajo el umbral debajo de mí. Me

tensé, sintiendo una alarma en todo mi cuerpo. Tenían una luz con ellos que

iluminaba todo el cuarto. Cerré los ojos y me quedé tan en silencio como

pude en el tubo, apoyando mi mejilla en el hierro. Mi cabello era mi único

camuflaje.

―¡Madeleine! ―gritó Eric―. ¡Sé que estás aquí!

¿Sí? ¿Y qué? No iba a delatarme tan pronto para que ellos pudieran

encontrarme. Mientras más tardaba Eric, más posibilidades tenía Byron de

que los refuerzos llegaran a salvarme. Escuché cosas siendo arrojadas y

rompiéndose. Su búsqueda era brutal, destruyendo todo a nuestro

alrededor. Podrían ser igual de brutales conmigo. Mi cuerpo tembló de

miedo.

―¡Hey Mad Dog! ―me llamó Eric―. ¡Sal! ―Su voz evidenciaba una crueldad

que había escondido antes. Oí un clic y supe que era un arma―. No estoy

bromeando. ―Después de un momento de espera por si respondía, Eric

gruñó―. Muy bien, no te atrapamos, atrapamos a tus amigos. ¿Qué tal una

sorpresita a tu amiga pelirroja? ¿Si apuntamos a su teléfono? Una llamada

nuestra. Poof. Desaparecida. Ya nadie aterrorizará al vecindario.

Me mordí el labio para no gritar. Eric no sabía el nombre de Tory. No tenían

su número. Ni siquiera Sandra. Ambas se odiaban. No podía entregarme por

una minúscula apuesta―era como lidiar con los mellizos.

―De todas formas no vivirás para verlo ―su voz dijo, burlonamente―. El

lugar va a explotar. Si no sales rápidamente, lo harás tú también. ―Me quedé

en silencio. Podría tener razón, pero dudaba poder sobrevivir de intentar

pasar a su lado. Mi meta era sobrevivir tanto como pudiera―. Última

oportunidad, Mad Dog. Luego cerraremos las puertas y de ninguna forma

podrás salir. ―No había puertas por aquí. Me hundí más.

Estuve en silencio y oí los pies moviéndose. Pronto se desvanecieron,

tomando diferentes direcciones. El agua caía en algún lugar detrás de

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nosotros. ¿Realmente explotaría todo? El pánico me invadió por la idea de

quemarme viva aquí abajo. ¿Cuánto tiempo tendría? Los minutos pasaban.

Quizás era demasiado tarde para huir. Quizás era un truco para que saliera.

No sabía si era seguro salir. ¿Seguiría Eric abajo? No podía ver nada. Inspiré

hondo y busqué en mi bolsillo trasero con dedos temblorosos, forzándome a

hacerlo en silencio. Una vez sujeto el teléfono de Byron, oculté su luz en mi

mano vendada. Busqué una llamada de hace dos días y apreté llamar.

Un teléfono sonó y salté por el miedo. Eric estaba justo debajo de mí. Rió.

―Muy astuta, cariño. ―Apreté los dientes ante ese término. Nunca fallaba, la

chica podría estar golpeándolo en el suelo y aún así el sería condescendiente

llamándola cariño, o querida―. Siempre fuiste tan ingeniosa. Eso me gusta

de ti. Sí, me gustas. Hay algo en ti que es muy… interesante. Creo que

podríamos estar muy bien juntos. Realmente no quiero que mueras,

Madeleine.

El lugar no iba a desmoronarse o él no estaría aquí. ¿Por qué me quería tanto

Eric? Podría simplemente marcar mi teléfono y asesinarme. Sabía que no le

gustaba. Miré las vigas. Si tan sólo pudiera llegar a ellas, podría encontrar

una forma de bajar y salir de aquí. Mis ojos siguieron todos los lugares

posibles hasta el suelo. Si bajaba como una araña, tendría una oportunidad,

pero no sabía cómo hacerlo en silencio.

―No eres como las otras chicas, tan fáciles de manipular. Thanh creyó que

yo era un chico malo. Intentaba protegerme de mí mismo, siempre

queriendo cambiarme, ¿pero tú? Nunca creíste en mí. Te hastiada. ¿Aún así,

tuviste un pequeño enamoramiento de mí, verdad?

Mis ojos ardieron. Eric casi logró que me delatara con eso, pero en lugar de

gritarle le envié un mensaje a Byron. Era la persona más lenta del mundo

para eso y tenía que hacerlo en un teléfono táctil. Eric seguía con su

monólogo por debajo. Esperaba que no me llevara al límite. Le envié el

mensaje a Byron y me adelanté, luchando para que mi respiración agitada

no se oyera.

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―Nunca pudimos tener ese beso ―dijo Eric―. Qué pena que hayas sido

considerada objetivo. Podríamos haber sido perfectos el uno para el otro. Te

habría llevado a sitios para salir, pero no en el estilo de la BYU, por

supuesto. ―Se rió y puse los ojos en blanco. ¿En serio? ¿Un juego de

palabras? Antes de que siguiera presionando mi capacidad de contenerme,

mi teléfono sonó. Hizo eco fuertemente en el tubo. Eric no perdió el tiempo.

Alzó la mano y puso su linterna en el hueco superior con el brazo estirado y

asomó la cabeza por el otro lado, cubriendo ambas entradas.

―¡Hola!

Me oculté en las sombras, mirando la expresión confundida de Eric sobre

mí. Dejé salir un suspiro agitado, sabiendo que había llegado a las vigas con

el tiempo justo. Le había dado a Byron tres minutos para que me llamara

antes de llegar al suelo. Fue la distracción perfecta. Antes de poder irme en

la otra dirección, Eric tomó el móvil que yo había dejado en el tubo. Una leve

sonrisa curvó sus labios. Mi estómago se hundió. Eric no me quería a mí.

Quería el iPhone de Byron.

―¡Lo tengo! ―le dijo a los otros. Sus compinches abandonaron la búsqueda y

corrieron a unírsele. Me escondí detrás de unas estanterías caídas, no

queriendo ver el daño que había hecho―. Es donde Thanh dejó la última

pieza. ―Eric saltó de la mesa al suelo con el teléfono de Byron.

―¿Eso es lo que no permitía que la frecuencia funcionara?― preguntó uno de

los tipos.

―Te dije que ella sabía de ti. Thanh lo puso después de cambiar mochilas con

el operario. ―¿Era enserio? ahora la gente moriría por mi culpa. Me encogí

detrás de la estantería, preguntándome cómo recuperarlo.

―¿Ahora qué? ―reconocí la voz de Dune Guy―. Ese idiota del gobierno sigue

sin aparecer.

Eric rió.

―Habremos acabado con Nueva Zelanda una vez que pongamos esto en su

lugar. ―Sacudió la cabeza. El brillo de la linterna le hacía sombras extrañas

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en el rostro. ¿Cómo que acabado con Nueva Zelanda? ¿Lo harían el objetivo

ahora?―. Sandra. ―grito Eric en su Android. Quitó la batería del iPhone de

Byron, y de debajo sacó algo que parecía una tarjeta de memoria. Sonrió

ampliamente y se fue corriendo―. Estamos listos para empezar ―dijo. Sus

hombres lo siguieron por el pasillo. Me puse de pie e intenté mantenerme en

las sombras. No podía dejar que se escapara con la pieza faltante.

Eric tenía el teléfono en su oreja y rió.

―Esperemos que Nueva Zelanda haga que la llamada lo valga. Claro, quizás

al cuartel general. ―Otra risa malvada. ¿Y por qué sería la llamada de Byron

peligrosa? Eso no tenía sentido. En dos segundos, lo comprendí. Hölle le

había dado a Byron un teléfono nuevo. Por supuesto, lo había manipulado―.

Va a extender la mano y tocar a alguien. ―le dijo Eric a Sandra. Lo miré. Le

había robado esa frase a Byron, pero sus hombres rieron de todas formas. ¿Y

por qué no lo harían? Era un plan a prueba de tontos. Una vez la pieza

estuviera en su lugar, el teléfono de Byron sería el control que marcaría el

objetivo. Contuve el aliento ante lo que implicaba. El cuartel general

rastrearía la llamada a Byron y asumirían que era el traidor. Hölle, Eric y

Sandra quedarían limpios.

―De cualquier forma ―dijo Eric en su Android―. Tiene sólo cinco minutos

antes de convertirse en un hueco en el suelo. No estén cerca de él.

Demasiado poder va a liberarse. ―Volvió a reír. Eric sólo necesitaba un gran

gato gordo de mascota. Mi estómago dolía. Usara o no su móvil, Byron

moriría. ¿Cuánto le tomaría a Eric poner la pieza que faltaba? Sólo cinco

minutos después Byron moriría. Sandra tardaba mil veces más en

ducharse―. Sí, otro inconveniente ―dijo Eric―. Thanh es una herramienta.

Será fácil tomarla. La haremos el cerebro de todo. Que lo averigüe sola.

Tenía que haber una forma de advertir a Byron, o detener a Eric de poner la

pieza que faltaba en su lugar. Estaba rodeado por tres hombres y ―gemí― yo

no era un chico que defendía su casa de ladrones en Navidad. Los terroristas

me superaban fácilmente en la escalera ruidosa. Sólo podría correr tan

silenciosamente y tan rápido cuando estuviera dos pisos por debajo de ellos.

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―Encuentra a Mad Dog ―le dijo Eric a Sandra―. Voy de camino a la sala de

control. ―Cerró su Android, y se apresuró hacia las escaleras. ¿Dónde estaba

la sala de control? ¿El piso superior? Me estaba muriendo aquí abajo. Si estos

monos no podían encontrar a Byron, yo tampoco, pero quizás, ¿Byron

podría encontrarme?

―¡Hey Eric! ¡Tengo el nuevo teléfono de Byron! ―grité. Mi voz hizo eco en la

oscuridad―. ¡En cinco minutos, la próxima llamada que haré será a ti!

Eric dudó en las escaleras. Corrí al segundo piso. Los hombres fueron en

direcciones diferentes para encerrarme. Esperaba que el ruido de mi carrera

alertara a Byron de mi posición. Corrí entre sucios armarios y maquinaria,

sintiendo que estaba en una casa embrujada… pasillos por todas partes,

lugares para ocultarme, pero tenía que dejar que me encontraran para causar

conmoción. Hasta ahora, nada de Byron. Esperaba que Eric no hubiera

enviado a sus hombres mientras hacía su trabajo escaleras arriba.

El cielo oscuro de afuera se vio por una grieta en una puerta. ¿Adónde

podría llevar, sino a un borde fuera del edificio? Me arriesgué y la abrí,

viendo un techo debajo de mí y una pasarela unida a una chimenea por

detrás. Estaba en el techo más bajo, por donde Byron había entrado al

edificio.

Un ruido por detrás me hizo salir. Caí en la grava sobre mis manos y

rodillas. No podía detenerme. La pasarela tembló bajo mis pies y fui

ciegamente a las escaleras que llevaban al próximo techo. Mi mano vendada

aterrizó en el primer peldaño. Esperaba alertar a Byron antes de tener que

llegar a la cima de la torre. Llegué al segundo techo, viendo otra puerta que

llevaba al interior. Los hombres de Eric me seguían de cerca. Dune Guy iba

adelante. Su cara se veía furiosa. Sus primeras expresiones humanas. No se

veía a Eric en ninguna parte. Mi cuerpo se sacudió con el frío y el miedo.

Trepé la escalera, apoyada sobre la puerta.

―¡Byron! ―grité, abriendo la puerta. Me encontré en el techo del edificio de

utilidades, con letreros de advertencia de lo que sólo podría ser el cuarto de

control.

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Había un agujero en el suelo. Caían doce pisos al sótano. Mis rodillas

temblaron, y me aferré a la barandilla. Una cadena colgaba del techo y caía

por el hoyo a la oscuridad. No había un buen agarre para eso.

El sonido de lucha llegó a donde estaba. Un golpe y un grito. Ese era Byron.

¿Y Eric? Rodeé el hoyo, escuchando cuidadosamente por si oía a mis

perseguidores. Oí el clic clac de unos tacones y me volví para ver al hermoso

cuerpo de Sandra. Tenía una mano en la cadera de sus pantalones ajustados.

Iba tras de mí. Mis dedos se aferraron a la barandilla.

―Siempre supe que eras mala, Sandra, ¿pero realmente quieres ver a Byron

muerto? ―le pregunté.

Colocó su precioso cabello sobre su hombro cuando se encogió de hombros.

―Son puros negocios. Se metió en nuestro camino. ―Sacó un arma de su

bolsillo, manejándola expertamente con sus largas uñas rojas. La apuntó a

mi cabeza. Byron me tiró hacia atrás de la nada.

―¡Byron! ―El disparo pasó sobre nosotros cuando caímos sobre un armario

lleno de cables. Intenté tomar aire para hablar―. ¡Byron!

Antes de poder decir algo, Eric nos atacó desde atrás, presionando

fuertemente mi muñeca en mi espalda. Byron lo golpeó en el rostro haciendo

que se alejara de mí. Sandra aún tenía su arma. Me oculté detrás de otra

estantería antes de que disparara. Intenté adivinar cuántos disparos tendría.

La puerta se abrió y el equipo de matones de Eric entró. Dune Guy pasó entre

ellos, demasiado ansioso buscándome. Una sonrisa curvó los labios de

Sandra. Tenía tantos disparos como quería.

Gateé detrás de una caja de madera, sabiendo que no sería refugio suficiente,

salvo para ocultarme de la gente de Eric. Sombras oscuras detrás de mí iban

a un angosto pasillo. Había herramientas en la pared―martillos,

destornilladores―y eran mis opciones más lógicas, pero no quería herir a

nadie. Miré el extintor. Un grito hizo eco en la oscuridad y algo cayó a mi

lado. Mordí un grito, sin querer delatarme.

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―Pobre Mad Dog, tan retrasada socialmente ―dijo Sandra―. Ni siquiera

puedes enviar un mensaje. ―Inspiré hondo―. Pobrecilla. Yo ni siquiera era

una alumna real y conseguía más citas que tú.

Quité el seguro del extintor y disparé humo blanco hacia ella. Gritó y cayó

de espaldas. Su arma se deslizó por el suelo de madera y terminó en el

medio del cuarto. Nuestras miradas se encontraron. Hice una mueca con mis

labios.

―Oh, ya no tienes un arma, Sandra. ¿Qué vas a hacer ahora?

Se quitó uno de sus zapatos y me apuntó con él. Supongo que sí podía hacer

eso. Levanté el extintor para bloquearlo. El tacón hizo un sonido de poing

contra el metal y la empujé. Volvió a tropezar. Esta vez el tacón se clavó en

mi pierna. Me quedé sin aire por el dolor y la golpeé.

―¿Realmente quieres hacer esto? ―Sólo estaba intentando distraerla con una

pregunta estúpida y, por un momento, funcionó. Oí ruidos de pelea cerca de

la sala de control.

Otro golpe y después unos zumbidos. Más gritos. Me volvía loca que no

pudiera ir hacia Byron y avisarle de su móvil. Había estado tan cerca. Miré a

Sandra.

―¿Es que realmente él no te importa nada?

Ella movió la cabeza ante la pregunta.

―Lord Byron… como tú lo llamas… es un estúpido presumido. Son el uno

para el otro.

Bueno, algo cruel, pero…

―Gracias.

―¡Y qué tal si mueres con él! ―Eso me sonó a advertencia. Me escondí detrás

de una máquina. Ella me arrojó un martillo. Chocó contras las ventanas que

cubrían la pared a mis espaldas. Las ventanas cayeron sobre mí en una

lluvia de vidrios. Intenté cubrirme con mis brazos. Trastabillé hacia el otro

lado de la máquina para poder huir de ella.

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Byron y Eric luchaban cerca del borde del hoyo, con los músculos tensos.

Eric le golpeó el costado y Byron se retorció, golpeándolo en el rostro. Eric

tropezó hacia adelante sólo para que Byron le golpeara las piernas,

haciéndolo golpearse con un armario de metal. Salieron chispas, y Eric se

arqueó por el dolor, rodando hacia un lado. El armario cayó hacia Byron. Se

quitó del camino, pero le golpeó el hombro. Gritó de dolor y cayó al suelo.

No sabía que podía pelear así.

¿A dónde estaban los hombres de Eric? Dune Guy estaba extrañamente

ausente. Si Eric había puesto la última pieza en su lugar, bien podrían estar

corriendo para no ser los primeros agujeros. Avancé unos pasos.

―¡Byron! ¡Tu iPhone!

―¡Detrás de ti! ―Byron alejó a Eric y arrojó todo su peso contra otra

estantería de metal, tirándola sobre mí. Me quité de en medio mientras esa

también caía al suelo. Me volví y vi a Dune Guy. Sus dedos estaban

apresando mi brazo. Retrocedí, viendo que la estantería lo había atrapado a

él y a otros dos perseguidores perfectamente al cemento. Gritaron de dolor.

Retrocedí más, poniendo distancia entre mi cuerpo y la mirada asesina de

Dune Guy. Él ya se estaba liberando.

―¡Eric! ―Oí el grito incorpóreo de la voz de Sandra―. ¿Dime si está instalado

el dispositivo?

―Hölle está en ello. ―Su voz hizo eco de nuevo.

¿Dónde estaba el misterioso Hölle? Busqué en la oscuridad

desesperadamente, sin ver a nadie. Ni a Hölle, ni a Byron, ni a Sandra, ni a

Eric. Mi nuca comenzó a cosquillear incómodamente y hice camino entre los

escombros, mis converses crujiendo sobre los cristales rotos. Escuchaba

gritos y gemidos de dolor a lo lejos y sabía de quién provenían. Corrí,

esquivando la maquinaria, corriendo hacia la luz. Venía de la sala de control.

Mientras más me acercaba, más ruidosa era la lucha. Jadeé tan pronto como

se iluminó la lucha ante mí. Byron estaba sangrando y era feroz; se

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enfrentaba a Eric como si estuvieran en un cuadrilátero. Ninguno de los dos

se rendía, ya sin armas.

El ruido de las máquinas hizo que mis oídos dolieran. ¿Significaría eso que

Hölle había conectado el dispositivo? No lo parecía―el artefacto funcionaría

como una pieza de maquinaria pulcra. Aún así, algo andaba mal en el aire.

Inspiré hondo, sabía que tenía que intervenir.

―¡Byron! ―intenté gritar sobre el ruido.

Byron me hizo un gesto con la cabeza y sacudió sus brazos para que me

fuera. Si lo hacía, estaba muerto. Eric estaba sobre él como un pegamento.

Byron volvió a golpearlo con tanta fuerza que sentí que mis ojos se

humedecían. Eric retrocedió, con el cuerpo arqueado, golpeando el costado

ensangrentado de Byron. ¿Cómo pude haber creído alguna vez que eran

simples compañeros de universidad?

Intenté acercarme mientras Byron agarraba a Eric. Los músculos del cuello

de Eric resaltaban como raíces de árboles. Sus ojos rotaron hasta que

encontraron los míos… entonces se centraron en algo a mi lado. Sandra salió

de las sombras, con una sonrisa siniestra. Salté sorprendida. Llevaba una

llave inglesa en una mano. Byron aflojó su agarre en el cuello de Eric y

volvió a golpearlo hacia la sala de control. Seguía queriendo desactivar el

artefacto, pero no lo entendía. Una vez que Hölle uniera la pieza faltante a la

frecuencia remota, Byron sería el blanco. La sala de control no tenía nada

que ver con ello.

Avancé cuidadosamente hacia la sala de control, mientras Sandra se

interponía entre nosotros. Afianzó su agarre en el arma y la blandió.

Retrocedí, chocando mi espalda contra una escalera que se dirigía hacia la

bóveda del techo. Me volví para mirarla, sabiendo que me llevaría al techo

más alto y a la torre Provocity. ¿Y luego qué? ¿Arriesgaría mi vida escalando

a la cima? No iba a llegar a advertirle a Byron a tiempo. Realmente mi única

esperanza era el Plan C: ir al techo y desconectar la caja de control de la

cima.

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Mi estómago se rebeló ante la idea, mientras Sandra seguía avanzando.

Trepé a la escalera y ella se sacó el otro tacón. Trepé más alto, escuchando el

zapato caer al suelo. Su pie descalzo andaba debajo del mío. No había vuelta

atrás. Ella quería matarme. Llegué al techo y atravesé la puerta trampa con

todas mis fuerzas. Logré salir cuando Sandra atrapaba mi tobillo. La pateé y

sentí golpear su rostro, mientras seguía intentando liberarme. Una vez que

pasé, cerré la trampilla de una patada. Ella gritó furiosa. Sus dedos se

retiraron al interior.

No tenía mucho tiempo. Corrí por la grava del techo, pasé extraños

montones y formaciones. La torre Provocity cortaba el cielo nocturno. La

luna se erguía silenciosamente sobre todo. Mi cuerpo temblaba sin control,

sólo ahora comprendiendo la magnitud de lo que iba a hacer. La vida de

Byron dependía de mis luchas contra el destino. Una pasarela conectaba la

torre y la crucé como una posesa. La trampilla se abrió detrás de mí y Sandra

salió del hueco con una mueca.

―¡No avances ni un paso, Mad Dog!

No quería hacerlo. La pasarela se sacudió bajo mis pies. El suelo se

estrechaba mucho abajo. Yo ya estaba demasiado arriba, pero no podía

volver. La antena estaba unida a la torre Provocity junto al andamio de los

pintores, la caja de control estaba sujeta a la cima de todo, y todo ello me

parecía imposiblemente alto. Extendí mi mano al final de la pasarela y medí

la distancia entre esta y la escalera―era mayor de lo que había esperado.

Sandra se estaba acercando. No tenía tiempo para pensar en ello. Inspiré

hondo y salté a la escalera, y la golpeé fuerte con mi mano vendada. Mis

dedos se aferraron a ella compulsivamente y, temblando, me impulsé hacia

arriba. Volví a inspirar hondo, reuniendo coraje para seguir subiendo.

―¿Qué crees que haces?― gritó ella.

Trepar… desafortunadamente. Mi respiración no saldría naturalmente. Forcé a

mi mano a liberarse del primer escalón de la escalera. Estaba húmedo. Me

enrosqué a la soga con piernas temblorosas y encontré otro peldaño, y otro,

y otro, forzándome a llevar un ritmo constante. La gente de Sandra había

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puesto unos arneses al costado, probablemente para poder ayudarle a subir

el dispositivo sin problemas. Por favor déjame alcanzarlos. Mis dedos no me

obedecerían del todo, pero me las arreglé para llegar al primer arnés y

tomarlo con una mano. Tenía demasiadas hebillas, por lo que me rendí y lo

enredé en mi muñeca varias veces. Debería poder sujetarme si me resbalaba.

―Aléjate de allí. ―Sandra estaba unos peldaños más abajo. La advertencia

fue suficiente para enviarme a escalar más arriba mientras ella seguía

gritando más órdenes. Vi el primer grupo de antenas arriba. Una pasarela

iba entre ellas con el andamio de los pintores en el lateral. Estaba tan alto.

Mis ojos comenzaron a nublarse. Inspiré hondo de nuevo, y me dije que no

faltaba mucho para que alcanzara con la mano la antena.

Sentí algo en mi tobillo. Las uñas de Sandra se clavaban en mi carne. Atarme

el arnés me había detenido un poco, y ella era demasiado buena. Sandra

comenzó a sacudirme viciosamente y la pateé, lo suficiente para que aflojara

su dominio sobre mí. De ninguna manera quería enviar a mi antigua

compañera de cuarto a caer en picado hacia su muerte. Sandra se recuperó

fácilmente de la patada y volvió a aferrarse a mi tobillo, gritando

fuertemente. Envolví mis brazos alrededor de las cuerdas de la escalera, no

muy segura de que el arnés atado alrededor de mi estómago realmente me

sostuviera si caía. Desesperadamente, volví a patear a Sandra―esta vez más

fuerte. Ella se soltó, sólo lo suficiente para que yo pudiera subir más alto.

Me atrapó cuando estaba a medio subir y una sola mano. Desestabilizó mi

agarre. Perdí el equilibrio y me quedé sin aliento mientras caía en la

oscuridad. Grité, el aire alborotando mi cabello, hasta que me detuve de

golpe, quedándome en el mismo punto donde me había puesto el arnés. ¿Me

aguantaría? Volví a gritar cuando algo se deslizó desde mi bolsillo trasero

cayendo al vacío. Mi diario de guerra. Golpeó el suelo a lo lejos, debajo de mí.

Las páginas se desplegaron en la grava. Esa podría haber sido yo. Intenté

recuperar el aliento, pero no pude.

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―¡Mad Dog! ―Miré la oscuridad. El mundo se movía debajo de mí. Byron

corría por la grava, con la camiseta desgarrada. Estaba en el techo―. ¿Eres

tú?

La esperanza me inundó. No tendría que escalar después de todo. Ahuequé

mis manos sobre mi boca.

―¡Deshazte de tu teléfono!

―¡Descuélgate! ―Sus palabras se perdieron.

―¡Tu teléfono! ―repetí.

Eric le abordó desde atrás en ese momento; ambos estaban malheridos y

sangraban. Incliné mi cabeza hacia atrás y gemí, sintiendo el sudor de mi

frente. No había forma de que pudiera llegar a Byron a tiempo. ¿Y por

cuánto tiempo planeaba quedarse Eric con los fuegos artificiales?

Un tirón en mi arnés me hizo levantar la cabeza. Sandra estaba tocando las

cuerdas unidas al andamio. Me estremecí, haciéndome a un lado para

alejarme de ella. Me sentía extrañamente como un gusano enganchado a un

anzuelo, y me estiré buscando la escalera. Estaba demasiado lejos. Otra vez,

Sandra estaba entre yo y lo que quería, pareciendo tan feroz como cuando

vigilaba un paquete de galletitas de chocolate. Incluso desde abajo, vi su

sonrisa. Ella realmente estaba feliz de verme morir.

Cerré mis manos en puños. Contuve el aliento y me balanceé hacia la

escalera, poniendo las sogas del arnés a su alcance de nuevo. Ella las tomó…

predeciblemente, y tomé la escalera en un agarre mortal, desatándome

rápidamente yo antes de que ella pudiera tirarme a la muerte. De ninguna

manera iba a permitir que una chica de alta sociedad acabara conmigo.

―No seas estúpida ―advirtió.

¿Por qué no? Según ella, era lo que mejor sabía hacer. Volví a trepar la

escalera sin arnés esta vez, semi consciente de las sirenas que sonaban en las

calles, bajo nosotras. Llegaban demasiado tarde para evitar que algo

ocurriera. La estática llena de energía a mi alrededor me erizaba el vello del

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cuello y los brazos… y mis piernas. Era una sensación extraña, y sabía que el

dispositivo estaba funcionando completamente. Hölle había venido a por

Eric. Sandra me esperaba en la pasarela como una centinela enojada. Me

forcé a seguir. Ella no me estaba arrojando nada. Lo que quería decir que no

tenía municiones… o tenía un plan. No tenía nada que usar contra ella. No,

en realidad. Puede ser que tuviera algo.

Estudié el techo plano de la torre, sin ver a Byron ni a Eric. La antena sobre

mí estaba bajando. Sandra se agachó asustada de su camino y sentí como

mis manos temblaban en los peldaños. Era la mejor distracción de mí en el

peor momento posible. Tenía que estar apuntando a Byron. Luché para

llegar al borde de la pasarela, con mi estómago raspando contra el borde. Ya

no sabía cómo detener algo de esto a tiempo.

Sandra me lanzó algo y me agaché, viendo la llave inglesa a centímetros de

mi brazo. Caí de lleno en la pasarela, sintiendo el metal clavado en mi

espalda. Me alejé del camino de Sandra, sacando mi perfume de anciana.

Ella se rió y vino a por mí de nuevo. Se lo propulsé directamente a los ojos.

Ella tropezó, y cayó hacia atrás. El hedor era su punto débil. Le quité la llave

inglesa de las manos, corriendo hacia la antena. Ella me agarró. Le di un

codazo, nunca antes dándome cuenta de lo fuerte que era. La antena ya se

estaba moviendo hacia abajo, enfocándose en su objetivo. Intenté detener su

descenso con la llave. Seguía bajando. La golpeé un par de veces. ¿Por qué

no estaba funcionando?

Vi la caja de control y me lancé hacia ella un momento antes de sentir una

gran explosión en el aire. Un disparo de fuego hacia el techo de debajo de

nosotras. Jadeé, aferrándome a la barandilla de la pasarela. El humo llenó mi

cara, quemando mis pulmones. Tosí y caí de rodillas, mirando hacia abajo al

techo, buscando señales de vida.

―¡Byron! ―grité―. Por favor, no estés herido. ¡Byron!

Estaba tan sorprendida, que no podía ni siquiera llorar.

―No estés muerto.

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―¿Crees que puede oírte?

Levanté la cabeza ante la voz de Sandra, apenas capaz de asimilar el dolor,

la pérdida, la repentina furia. Su cara se veía presumida. El maquillaje negro

corría por sus mejillas, y sentí como explotaban todas mis emociones. Ya

nada importaba.

―¿Qué hiciste? ―susurré roncamente. Después de una mirada a mi rostro,

retrocedió. Me puse de pie y sentí todo quebrarse, todo mi auto control,

todas mis idioteces convertidas en ira. Sacudí la llave inglesa y Sandra se

encogió asustada. Golpeé la caja de control detrás de ella una y otra vez,

descargando en eso mi ira.

―¿Qué estás haciendo? ―gritó. Un último golpe y la caja de control salió de

sus bisagras. Dio vueltas en el aire hasta que desapareció en la oscuridad.

Un ruido metálico indicó su impacto en el suelo. Saltaron chispas. Sandra

gritó incluso más fuerte.

―¿Qué? ¿Por qué estás gritando? ―grité―. ¡No puede oírte! ―Las lágrimas

que antes no salían, ahora corrían libres por mis mejillas. Quería hacerme un

ovillo en el suelo y olvidar todo, pero estaba atrapada en una torre con una

bruja malvada y mi corazón estaba muerto. Byron estaba muerto, y no había

ninguna manera de traerlo de vuelta.

Me cubrí el rostro.

―Hey, está bien. ―Reconocí su voz y sentí sus cálidos brazos

envolviéndome. Mi rostro estaba en su pecho y mis manos estaban atoradas

entre nosotros, por lo que no podía ver, pero su corazón latía fuerte, y

acelerado. Liberando mis manos, levanté mi cara hacia la de Byron. Me

observaba dulcemente.

Lloré incluso más fuerte, aferrándome a él.

―Estás vivo. ―Apenas. Su cabello resaltado mucho peor que antes. Su

camiseta blanca estaba sucia y rota. Su rostro y sus nudillos estaban

hinchados y llenos de sangre.

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―Vamos. ―Me alisó mi cabello salvaje, poniendo una mano en mi codo―.

Este lugar va a explotar. ―Sandra ya estaba escapando por la escalera. Su

hermoso cabello castaño y rizado flotaba sobre su rostro, mientras se

deslizaba por todos los peldaños de la pasarela entre la torre y el techo más

alto. Se lanzó sobre el techo, sus pies descalzos aterrizando contra la grava.

―No saldrá lo suficientemente rápido ―dijo Byron en mi cabello. Me empujó

al límite de la pasarela, y miré hacia debajo de la torre hacia el suelo lejano

bajo nosotros. Podía sentir la energía chasqueando y chisporroteando a

través del aire. Algo estaba muy mal. Byron agarró el andamio de los

pintores que los agentes extranjeros habían colocado, y atrajo la estructura

más cerca. No tuve tiempo de replicar. Me empujó adentro y luego se arrojó

a si mismo junto a mí, su brazo encontrándome.

La estructura temblaba peligrosamente debajo de nosotros. Intenté no mirar

al suelo hasta que lo vi acercándose a toda velocidad. El viento agitaba mi

cabello. Byron había soltado las cuerdas, bajándonos lo más rápido posible

como si sus manos pudieran evitar la inminente catástrofe. Cada sentido de

mi cuerpo lo vio venir. El aire no estaba bien. Se sentía cargado y pesado.

Era un miedo inexplicable, parecido al que se sentiría como si estuviéramos

atravesando una pesadilla.

Nos habíamos escapado sólo hasta la mitad de la torre cuando el cielo

nocturno se iluminó con un brillante destello como de un relámpago.

Sacudió la torre desde un cielo sin nubes. Un trueno potente resonó dentro y

fuera de las torres. Me cubrí las orejas. Una pared de fuego ardía en la

atmósfera sobre nosotros. Una mirada hacia arriba me dijo que las antenas

estaban destruidas. Me hundí hasta el fondo del andamio, intentando

escapar del fuego. Una explosión envió una onda de energía final a través de

la torre junto a nosotros. Estremeciéndome hacia atrás con un grito, vi el

brazo que sostenía un lado del andamio desintegrarse. La soga caía

pesadamente sobre nosotros y nos derribaba hacia el aire con ella.

Mis zapatillas se agarraron a la barandilla del andamio. Me sostuve,

enroscando mis brazos en las barandas como si eso fuera a evitar mi caída.

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El andamio se estrelló ruidosamente unos metros después y todo mi cuerpo

se sacudió, saltando por los aires― mi brazo lo único que me mantenía

sujeta. Grité de dolor, y oí a Byron haciendo lo mismo a mi lado. Lanzó su

brazo para rodearme, manteniéndome entre él y el andamio. Sus brazos

chocaron contra el metal. No podía oír lo que estaba diciendo. Levanté la

cabeza, viendo sólo una partecita del andamio unida a la soga. Se inclinaba

en un ángulo extraño. No sabía cuánto aguantaría antes de romperse. El otro

brazo de la estructura estaba quebrado. La soga caía enmarañada a nuestros

pies. Le eché un vistazo al suelo abajo. Estaba demasiado lejos. Moriríamos

si caíamos. Toda la estructura gruñó. Mis manos se deslizaron por la soga.

Mi brazo no se agarraría muy bien.

―¡Sujétate! ―Sentí el brazo de Byron dejando mi espalda. Sus dedos largos

se acercaron a la soga. La sujetó―. Es lo suficientemente larga ―murmuró

con voz entrecortada―. Podemos hacerlo. ―Estaba manipulando un arnés

improvisado, pero no podía aguantar mi agarre. Grité algo incomprensible.

Su brazo libre me encontró y me sostuvo. Mi pecho golpeó la baranda y me

quedé sin aire―. ¡Vamos! ―gritó―. ¡Trabaja conmigo Mad Dog! ―Su extraño

grito de aliento provocó una renovada chispa de determinación a través de

mí―. ¡No te sueltes! ―dijo―. ¡No puedo hacer esto solo! ―Boqueé en busca

de aire y extendí una mano hacia él, envolviéndolo con mis brazos mientras

él medio me subía a su espalda―. ¡Sujétate de mí!

Lo intenté. Todo mi cuerpo se estremeció. Se aferró a la soga, atándonos al

andamio de los pintores. Jadeé de puro miedo. ¿Realmente iba a bajar en

caída libre por el lado de la torre Provocity conmigo en su espalda? Mi

agarré firmemente e involuntariamente a su cuello y hombros. Cualquier

cosa era mejor que esperar a morir. El dolor recorrió mi brazo derecho. Él se

tensó y se impulsó hacia arriba. Al menos iríamos juntos. Inspiré

hondamente y se empujó hacia un lado. El aire frío nos golpeó. Sentí sus

piernas chocar fuertemente contra el costado de la torre, y me obligué a abrir

los ojos.

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El suelo se acercaba rápidamente, pero no lo suficiente. El fuego comenzaba

a azotar la torre. Otra ensordecedora explosión sonó encima de nosotros. Me

volví para levantar la mirada al andamio de doscientos kilos. Se balanceó

sobre nosotros y cayó con un fuerte crack. Casi simultáneamente, golpeamos

el suelo y rodamos, intentando liberarnos del andamio antes de que nos

aplastara. Tropecé con la cuerda. Mis rodillas se rasparon contra el suelo.

Byron me atrapó, haciéndonos rodar por el suelo para escapar. Oí el impacto

detrás de nosotros. Los escombros comenzaron a golpearme. Me cubrí el

rostro, sintiendo los brazos de Byron y esperando a que todo terminara.

Tomé una respiración ronca, escuchando sus respiraciones alternarse con las

mías en el repentino silencio. ¿Seguíamos vivos? Levanté la cabeza para ver

el daño. El andamio y algo de la pasarela habían caído al suelo justo donde

nosotros lo hicimos unos segundos antes. Me volví para mirar a Byron. Me

sujetaba por la camiseta. Tenía la cabeza gacha y sus hombros se sacudían

mientras intentaba recuperar el aliento. Podía oír unas sirenas en algún

lugar frente a nosotros.

―¿Tu iPhone? ―pregunté. ¿Por qué Byron seguía con vida?

―Explotó ―tragó fuertemente―. Se lo coloqué a Eric en la cornisa. ―Sus ojos

se reunieron con los míos con una mirada inquisitiva―. De ninguna manera

me quedaría con un móvil. Lo lamento… te vi y… realmente no sé lo que le

ocurrió.

Tenía unas cuantas ideas. Antes de poder decir algo, oí pasos en la grava

detrás de nosotros y olfateé el olor nauseabundo del perfume de anciana.

―Te lo juro Mad, tienes nueve vidas. ¿Cómo es que eso no te mató? ―Me di

la vuelta para ver a Sandra acercarse cojeando. Cojeaba con los pies

descalzos. Tenía las mejillas coloradas de furia. El rímel negro se deslizaba

hacia abajo por ellas―. No te preocupes ―dijo―. Creo que podré terminar el

trabajo esta vez.

Byron intentó ponerse de pie, pero simplemente logró darse la vuelta con un

gemido. Me di cuenta que estaba sangrando, sus pantalones estaban

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irreconocibles. Intenté ponerme de pie, pero tampoco pude. Mi tobillo estaba

en una posición extraña y mi brazo no respondía. No podía creerlo.

¿Después de todo esto, moriríamos?

―Sandra ―dijo Byron con los ojos fijos en los de ella―. Matarla no servirá de

nada. Ya ha acabado.

―¡Cállate! ―Sandra se limpió su rímel corrido―. ¿Crees que fue un picnic

fingir que mi vida era tan patética como las de estas estudiantes

desesperadas? ¡Lo único que me mantenía cuerda era saber que los vería

estrellados en el suelo! Oh. ―Le hizo una mueca a Byron―. Te preocupas por

la mocosa, ¿verdad? ¡Bueno, tú no tuviste que vivir con ella! ¡Nunca lo

harás!

Mis ojos escanearon a Sandra en busca de un arma. Ella sostenía su iPhone

como si lo fuera, pero incluso si quería matarnos con eso, el arma masiva de

Thanh estaba fuera de encargo. Yacía hecha trizas junto a los restos del

andamio y mi diario de guerra. Un sonido de helicópteros retumbaba sobre

nuestras cabezas. Sandra sonrió al cielo. Sólo podía imaginar que era Hölle.

Nos mataría a todos. Su teléfono sonó, y ella atendió con dedos temblorosos.

―¿Hola?

Tory saltó de las sombras en su estilo habitual de Tory. Llevaba puesta una

chaqueta gris sobre su camiseta, el Monstruo de las Galletitas necesita ayuda

profesional, pareciendo tan normal como cualquier chica en medio de una

guerra de bromas, como si nada de esto estuviera pasando.

―Hola Sandra. ―Apagó su teléfono con una sonrisa. Gemí, pero antes de

poder advertirle que retrocediera, le dio una orden a Sandra en un tono no

muy Tory―. Ponga sus manos donde pueda verlas, agente Vincent.

Sandra se congeló, tan sorprendida como yo.

―¿Po… Por qué debería hacerlo?

Tory se encogió de hombros confianzudamente, su cabello rojo hecho una

furia detrás. Parecía poder respaldar sus palabras.

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―¿Preferirías hablarlo con el control o conmigo?

Sandra retrocedió. Ninguno de nosotros la había visto venir. Byron cerró los

ojos, riendo de dolor.

―Parece que encontramos a nuestra agente dormida. Deben haberla

activado para encontrar al delator.

Tory le confiscó el iPhone de regulación de la CIA de los dedos temblorosos

de Sandra. Sandra intentó luchar, pero Tory le bloqueó su brazo en la

espalda, sometiéndola fácilmente. La nariz de Tory se frunció.

―Oh. Alguien necesita un baño.

―Perfume de anciana ―expliqué, en un tono atontado. Tory asintió con una

sonrisa. Por supuesto que lo sabía. Recordé todas las veces que Tory había

aparecido en el momento justo―normalmente cuando Eric estaba

involucrado. Miré a Byron―. Creo que estaría muerta sin ella.

Byron apoyó su mejilla en la grava.

―Sí. Probablemente.

―Espera. ¿Tú lo sabías?

―No, probablemente creyeron que yo era el traidor.

Tory sonrió.

―Mis sospechas se inclinaron más hacia Sandra. Luego, cuando Eric

apareció en escena, lo supe con seguridad. Pero sabes cómo son las chicas.

Thanh no podía ver el imbécil que era. Afortunadamente aún tenía sus

dudas sobre él… hasta que alguien más la secuestró. ―Le lanzó a Sandra una

mirada dura―. Así fue como Byron terminó con las llaves del dispositivo y

no Eric―la mejor intuición femenina clásica. Al menos Thanh sabía que

podía confiar en ti, Byron.

Sandra bufó.

―Bueno Tory, felicidades ―dijo Byron. Sonrió, a pesar del dolor―. Nunca

había visto tremenda tapadera. No tenía ni idea.

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―¿Estás bromeando? ―murmuré―. Yo lo hice.

Ella se rió. La oscuridad cobró vida detrás de nosotros. Luces destellando de

coches patrullas iluminaron las sombras. Oficiales con diversos tipos de

uniformes entraron en la escena. Se llevaron a Sandra, seguido por el

aterrizaje de un helicóptero que traía a nuestros paramédicos. Un grupo de

ellos se encargó de nosotros. Todo mi cuerpo dolía, y había partes de mi

cuerpo que no podía mover sin dolor, pero estaba viva. Sería interesante ver

la expresión de Lizzie cuando supiera que yo había estado en lo correcto

todo el tiempo.

Me estaría engañando a mí misma al pensar que me dejarían marcharme sin

una orden de no hablar, no es que alguien me fuera a creer.

Por supuesto, no me dejarían ir sin un contrato de confidencialidad, aunque

de todas formas nadie me habría creído.

Tory se arrodilló a mi lado. La grava crujió bajo sus pies mientras

supervisaba el vendaje de mi tobillo. Suspiró y levanté la mirada hacia su

cara pecosa. Me miraba sombríamente.

―Bueno, ha sido divertido.

Me reí y después hice una mueca cuando los paramédicos encontraron otra

raspadura en mi brazo.

―¿No vas a dejarme, verdad?

―Nah, tenemos unas cuantas cosas que arreglar. Me imagino que volveré a

verla pronto, Capitán. ―Sus ojos bailaron―. Serías una adición invaluable al

campo. Sabes que nos perteneces, ¿verdad? ―Sonreí a pesar del dolor, las

lágrimas llenando mis ojos. Tory estaba en el personaje de nuevo. Había

sido―y siempre sería―mi mejor soldado―. Te reclutaremos te guste o no

―dijo.

Byron hizo una mueca y lo vi.

―Oh, no podría hacerle eso a Byron ―dije―. ¿Cómo podría tolerarme en otra

misión?

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―Fácilmente. ―Sus ojos se encontraron con los míos húmedos―. No es una

mala idea, cariño. Moveré unos cuantos contactos y te pondré en mi equipo.

Si Hölle sigue con vida, te pondremos sobre él.

Tory le lanzó una mirada severa.

―Creo que todos estaríamos mejor si fueras traidor, Nueva Zelanda. ―Me

entregó mi diario de guerra y se puso de pie, estirando sus brazos como alas.

―Cuida tu espalda, Mad Dog. Nunca se sabe cuándo podría saltar sobre ti.

―Reservó un guiño para mí, y yo le sonreí tristemente. Aún había un poco

de Tory allí, lo que me hizo sentir mejor. No podría perderla del todo. Se rió,

y observé cómo se marchaba con un paso decidido.

―Hey, Suzy Q… ―Byron me miró, usando mi más vergonzoso nombre. Los

paramédicos estaban trabajando con su pierna, haciéndole imposible el

moverse. No pasaría mucho antes de que se lo llevaran y él también me

dejara. Encontró mi mano y la apretó―. ¿Dónde lo dejamos?

Sentí como me ruborizaba. No podía digerir todo lo que le había hecho a un

oficial del gobierno.

―No me lo vas a echar en cara, ¿cierto?

―Por supuesto que no. Prometo ser un perfecto caballero de ahora en

adelante.

Eso no duraría mucho… a no ser que lo transfirieran. Me mordí el labio,

pero mayormente para contener el dolor de mí brazo.

―Byron ―dudé―. ¿Hablando de coartadas, cuál es tu verdadero non…

―Sí, lo pillo, de acuerdo. Lord Byron.

Me reí. Se lamió los labios, pero antes de poder decírmelo, lo detuve.

―¿Sabes qué? No me importa. ―Parecía sorprendido, pero para ser honestos,

no podría soportarlo si su nombre realmente fuera Joe-Joe Rocky Joe Jr.

―Nada más encaja. ―dije―. Me gusta Byron. Lord Byron.

Una peligrosa sonrisa curvó sus labios.

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―Me parece bien. ―Los paramédicos terminaron con su pierna y lo pusieron

en una camilla. Sus ojos azules nunca dejaron los míos. Y entonces fue

cuando noté que aún sostenía mi mano, la que no estaba vendada. Aún no

me dejaba ir.

―Entonces ―dijo―. Supongo que esto es…

―…una despedida. ―Sentí el dolor de ello profundamente. Dolía perder a

Tory, pero esto era incluso peor. No estaba segura de cuándo volvería a

verlo otra vez. Extrañaría atormentarlo. No. Extrañaría más que eso. Quizás

nunca volveríamos a vernos otra vez y tenía que ser honesta conmigo

misma. Me gustaba. Incluso más que eso. Amaba todo sobre él. Simplemente

había sido otra coartada para él, pero había sido real para mí. Estudié su

cara, intentando memorizar cada detalle antes de que se lo llevaran y

eliminaran su identidad. Entonces vi que estaba riéndose. Me indigné.

―No iba a decir eso ―dijo. Perdió su acento americano y se puso en plan

Nueva Zelanda conmigo―. Esto va a mejor, creo.

Me sentí derretir. Con ese acento, de ninguna manera los paramédicos

interferirían entre nosotros. Mi mano apretó la suya.

―No deberías hablar así. Es peligroso.

―Bien. Usaré todas las ventajas injustas que pueda.

Los paramédicos me pusieron en una camilla y nuestras manos se

separaron. Se sentían vacías sin las suyas. Qué 6 de junio. Hacía un año,

pensaba que estaría casándome con Cameron. Hace medio año, pensaba que

lo pasaría con una caja de pañuelos. Hace un mes, asumí que estaría

aterrorizada de los hombres en mi vida con bromas sin sentido. Ayer,

pensaba con seguridad que estaría muerta. ¿Y ahora? Bueno, ahora sólo me

preguntaba si volvería a ver a Byron otra vez… y si la forma en que me

miraba alguna vez había sido real. Levanté la mirada hacia el cielo, viendo

las torres ennegrecidas cubriéndolo ―sólo estaban un poco carbonizadas―

nada que no pudiera ser explicado. ¿Sería ese el destino de Byron? ¿Tendría

yo que explicar toda su existencia a todo el que conocíamos?

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Byron y yo nos reunimos en el helicóptero momentos después.

―Por cierto ―dijo, como si no hubiéramos sido interrumpidos―. Vi ese

adhesivo que pusiste en mi coche.

―¿No sé de qué estás hablando?

―Claro que no lo sabes. Ya sabes, aquella que dice: Hago lo que quiero hacer.

Es muy sospechoso, pero ahora dice: Hago lo que Mad Dog quiera que haga.

Contuve una risa, pero como dolió. Esperaba que me dieran sedantes

pronto, aunque nada podría detener esta repentina pérdida que ardía en mi

garganta. Sentía que me ahogaba. Me sequé los ojos.

―Piensa en ello como regalo de despedida, ¿vale?

Se sentó recto, para irritación de los paramédicos. Estaban intentando

introducirle el suero.

―Bueno, no te sorprendas si aparezco en tu apartamento con todos tus otros

regalos ―dijo, de forma un poco demasiado grosera para mi gusto.

Fruncí el ceño.

―¿Disculpa? ―Me encontré con sus ojos enojados y me enojé―. ¿No te

gustan mis regalos? ―pregunté. Sus ojos se entrecerraron, y sentí que mi

corazón se aceleraba por su mirada asesina―. ¿Qué tal esto? ―Le entregué

una jeringa esterilizada que le quité al técnico junto a mí―. Tómala. ¡Esta

viene con todo mi amor, jugador! ―El paramédico la recuperó con un

movimiento eficiente.

―No. ―La mirada que Byron me dirigió decía de todo―. No quiero eso.

―Deje de moverse ―dijo la paramédico con severidad―. O le ataré, señor.

Ahora tenía una meta. Lo ataría en nada de tiempo. Al menos le había dado

algo para recordarme. Comprendí que era un mal hábito. Siempre había

esperado darle tanto de mí que nunca me olvidara, aunque ahora, nada

parecía suficiente. Ahora quería algo real.

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―¿Qué hay de esto? ―Le entregué a Byron una venda enrollada―.

Significaría mucho que la tuvieras.

También me fue prontamente confiscada. Antes de que pudiera robar algo

más, Byron tomó mi mano buena con aire de propiedad.

―Dame esto, cariño. Es todo lo que quiero. ¿Te parece bien?

Mis dedos se envolvieron reflexivamente alrededor de los suyos.

―No estoy segura. ―Las lágrimas con las que había luchado, amenazaban

con volver. Ahora que podía decirle lo que estaba en mi mente, casi dolía

demasiado el decirlo. Inspiré hondo y lo intenté de todas formas―. Me

dijiste que lo que sentías por mí no era mentira. ―La vergüenza me llenó.

Estaba a punto de dejarlo salir. No había suficiente confianza en el mundo

que me protegiera de su posible rechazo, pero ya no importaba―. ¿Qué

sentías Byron? ¿Antes?, quiero decir. ―Miré sus ojos, intentando ver algo

que me dijera la verdad―. ¿Qué es real, Nueva Zelanda?

Byron sabía que tenía problemas para confiar, pero esto era una

preocupación legítima. ¿Pensaría él lo mismo? Si no lo hacía, entonces todo

había sido su tapadera. No podría protegerme de ello más.

―¿Qué es real? ―preguntó. Dejó mi mano, pasando sus ojos por la

ambulancia; encontraron mi brazo roto―. ¿Eso se siente real?

―¿Sí?

―Entonces lo es. Créeme, esto es real. No querrás que te lo demuestre, ¿no?

―Sonreí en respuesta. Byron lo debe haber tomado como una afirmación

porque se inclinó hacia mí como si fuera a besarme, luego se paró en seco.

Sonreí al comprender que no podía moverse más. El paramédico lo sostenía

abajo―. ¿Podría liberar mi mano, señora? ―le preguntó a la paramédica. Ella

frunció los labios con irritación, pero posiblemente era una romántica

porque vi la diversión detrás de su severo rostro.

Soltó a Byron y él sonrió antes de que sus labios encontraran los míos.

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Epílogo

Traducido por Dani y Niii

Corregido por Mona

Día 216

1025 horas

“La Guerra. Casi pudo conmigo. Aunque me parece que la guerra más grande es la

que se libra al interior de tu corazón. Quiero decir, esto podría ocupar un lugar

bastante importante junto a la guerra librándose en tu cabeza, ya sabes, esa en la que

quieres decirle a Lizzie que sucedió con tu loca idea de que los chicos malos te

querían muerta, y especialmente cuando se pregunta por qué tu compañera de piso,

Sandra, abandonó el apartamento furiosa en medio de la noche, o porqué llegaste a

casa el día siguiente con un brazo roto, una mano vendada, y con un esguince de

tobillo. Y luego cuando ella te ve intercambiando miradas secretas cada vez que

hablas con Tory, y por qué Lord Byron pasa tanto tiempo en el laboratorio de estudio

con Thanh o por qué realmente accediste a hacer el programa de "novio por una

semana" con él y está tomando un montón más de tiempo de lo que nadie esperaba.

E incluso más misterioso que todo, por qué estás tomando asuntos mundiales y

clases humanitarias ya que ahora lo que quieres ser cuando seas mayor no es lo que

siempre imaginaste que serías. Así que, sí, creo que esa sería una enorme batalla que

pelear... y ganar. Oh, y si estás leyendo esto justo hora, Lizzie, no te preocupes por

ello. Sólo culpa a mi activa imaginación".

—Entrada del Diario de Guerra de Madeleine (Lunes, 15 de septiembre).

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Acerca de la autora

Stephanie Fowers adora llevar historias a la

vida y dependiendo de sus últimas ideas

atolondradas lo hará a través de la palabra

escrita, de una canción y/o película. Ella

definitivamente adora Bollywood y las

películas románticas de época, es decir, la BBC

(que se supone incluye películas no románticas

de Sherlock y Dr. Who).

En este momento, ella reside en Salt Lake

donde vive la vida de una artista de poca

fortuna. Este verano, planifica un taller para el

musical “The Raven” con la talentosa

compositora, Hilary Hornberger. Stephanie

también está entusiasmada en filmar algún cortometraje (y posiblemente

alguna caracterización) en un futuro cercano con su prima y amiga Sandra

Barton y con su brillante hermana Jacqueline Fowers. No duda en consultar

las películas de Triad Film Productions en YouTube. Y por supuesto, desde

que descubrió el excitante mundo de los libros en línea. Stephanie planea

traer más de sus novelas a la luz.

Asegúrese de ver sus próximos libros, que incluyen fantasía para jóvenes

adultos, ciencia ficción, misterio, una compilación de breves y retorcidos

cuentos de hadas y más, mucho más comedias románticas.

Que la aventura comience.

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Staffs del Libro

Moderadora: Mona

Traductoras

Dani

Lola_20

Sooi.Luuli

Dai

Rihano

Kathesweet

Aylinachan

Johana^^

Areli97

dark&rose

cookie3

Vettina

Lore_Mejia

Susanauribe

Akanet

Naty

Lizzie

Maru Belikov

Niii

Mona

Kuami

Little Rose

Carmen170796

♥ Ellie ♥

Corrección

Moderadora

Mona

Melo

Nanis

Kuami

La BoHeMiK

Amiarivega

Mona

Dark&Rose

Recopilación

Mona

Diseño

July

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Para mas lecturas visita:

www.bookzinga.foroactivo.mx