PARA QUÉ SIRVE UNA HERMANA

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PARA QUÉ SIRVE UNA HERMANA

2 diciembre, 2013

Una hermana sirve para que escuches lo que nadie se atreve a decirte. Para que

aprendas a debatir entrenándote, por ejemplo, en discusiones por usar el coche

paterno. Para acompañarte de compras el día más frío del año y hacer colas enormes

para que tú sigas probándote vestidos de Fin de Año. Para compararte en lo bueno y

también en lo malo. Para que ejercites tu paciencia cuando vuelve a desordenar

el armario . Para recordarte cómo fuiste a su edad o para hacerte una idea de cómo

quieres ser a la suya. Para dejarte ropa. Para pedirte pitis. Para echarte en cara cosas

tontas y criticarte donde más duele cuando menos te lo esperas. Para animarte un

domingo pocho compartiendo Solo en Casa con palomitas.

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Una hermana sirve para

enseñarte novedades

que no conocías en el

ordenador y hacerte

sentir vieja. Para

vacilarte por Whats

app. Para hacer que un

plan de hospital sea más

llevadero. Para

presentarte a los amigos

de su novio. Para pedirte

dinero. Para dejarte

dinero. Para quedarse los

regalos que a ti no te

gustan. Para

acompañarte a Ikea

cuando nadie quiere.

Para inventaros juntas

canciones sobre el resto

de familiares (si estás

alterada tomate una

valeriana). Para robarte

un trozo de tarta que

habías cocinado toda la

tarde para llevar a un

cumpleaños. Para que te de pena irte de casa. Para que te regale algo porque te pega

todo. Para llamarte pringada y que te lo creas. Para guiñarte un ojo en los eventos

familiares embarazosos. Para decirte que vas vestida como una golfa y días después

copiarte el look. Para cantar en el coche sin que te de vergüenza. Para que tus amigos

se den cuenta de lo mayores que son “¿Tu hermana se ha ido de Erasmus? pero si

hace dos días iba a preescolar”. Para hacer bromas de la familia común donde os ha

tocado nacer. Para criticar a los novios que tengas y luego acabar queriéndolos más

que tú. Para ponerte motes. Para que vuelvas a leerte un libro de Celia si es más

pequeña. Para entrenarte para cuando tengas hijos.

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Para tomarle el pelo diciéndole que es

adoptada y la encontraron en el cubo

de basura. Para aprender que se puede

estudiar toda una noche y aprobar.

Para ver a tus padres hacer de padres

como un espectador. Para descubrir

que hay gente que cura heridas

repugnantes de los demás porque le

gusta. Para defenderte delante de tus

padres. Para acusarte delante de tus

padres. Para quemar nubes con un

mechero a escondidas. Para tener

conversaciones extrañas en la cocina a

medianoche. Para que pierdas la

vergüenza contando cosas patéticas

que te han pasado, hablando de litera a

litera. Para que te cuente anécdotas de

los profesores del colegio y ver que

ninguno ha cambiado. Para sacarte de

quicio y volver a sentir esa rabia tipica

de hermanas: “Te mataría”. Para

conducir con alguien la primera semana de carné cuando tu madre aún te teme y tu

padre se pone nervioso. Para consolarte sin hacer muchas preguntas sobre lo que ha

pasado. Para que te reafirmes en tu idea de que Pablo Alborán es una pesadilla. Para

que ejercites tu creatividad ideando mil formas de derribar una puerta cuando se cuela

en el baño con este susodicho a todo volumen. Para darte cuenta de que la vida no

hubiera sido igual de divertida si no hubiera nacido. Para todo.