Capítulo 5 Concordancias ontológicas e hibridaciones técnicas
Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y ...
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Parte III
Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y resistencias
Jorge Arias de Greiff
SABERES LOCALES DIVERSOS
GLOBALIZADOS POR UNA NECESIDAD LOCAL
1. No nos queda duda de que estamos en Berlín, en 1927, para
más señas, treinta años después del Congreso sobre la Lepra que se
mencionó hace unos minutos1, dieciocho años antes de que este dis
trito industrial quedara arrasado por el cañoneo del mariscal Zuchow.
La locomotora está en el patio de la fábrica BMG (Wildau), lista para
tomarle las fotografías de rigor. Es la primera de un lote de cuatro que
sale de la sala de montaje. Alguien con buen conocimiento locomotivo,
que acompaña al fotógrafo, exclama: "Espectacular".
1 Se hace referencia a la ponencia: "Debate sobre la lepra: Médicos y pacientes interpre
tan lo universal y lo local", presentada por la profesora Diana Obregón y publicado en este
mismo libro.
248 / Jorge Arias de Greiff
2. La ve por el otro costado: "¡Qué máquina más extraña! Esa ca
silla tan aireada... no parece un saber local europeo. Tiene un solo
domo y los areneros en los pasillos... esto es un saber local inglés".
3. Se acerca más a la locomotora: nota
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barras: "Eso no suele
fabricarse en Europa;
ése es un saber local
norteamericano ".
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4. "¡Es una loco
motora de vía angos
ta con tres cilindros!
Nunca había visto
nada parecido".
Sabeies locales diversos globalizados por una necesidad local I 249
5. Pasa ahora a mirarla de frente: "La caja de humos no tiene nada de Europa... la tapa de la caja es saber local americano... ¡la chimenea es saber local inglés!".
6. "El compresor... Westing-
house... otra vez saber local de
los Estados Unidos de Norte
américa".
7. "¡Pero la suspensión pendular del vastago de la válvula que reemplaza las guías es un saber local alemán!".
250 I Jorge Arias de Greiff
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jg 8."Y este puente en acero fundido para soportar el sector y de
más piezas del mecanismo de reversa ¡es saber local alemán!". En
ese momento se le acerca un empleado de la fábrica que ha visto la
persistente perplejidad del acompañante del fotógrafo, y le dice:
"Ésta no es la primera locomotora de vía angosta y tres cilindros que
se fabrica: es la tercera... las dos primeras las fabricamos, una aquí
y la otra en Bélgica por Haine St. Pierre, hace como dos años, tam
bién para el Ferrocarril del Pacífico, también para Colombia: ésas sí
fueron en el mundo las primeras, y son también las primeras loco
motoras con cilindros externos e internos y bastidores exteriores,
para cualquier trocha. Y en cuanto a los bastidores externos, ellos
dan mayor estabilidad dinámica a la masa sobre resortes pudiéndo
se diseñar una máquina grande y poderosa en una vía angosta, con
centro de gravedad más alto. El material rodante colombiano que
resulta de esta optimización al máximo es de los más poderosos que
existen en vías angostas en el mundo. Y los tubos de fuego se solda
ban a la placa del lado del fuego, para evitar fugas de la caldera al
recorrer vías especialmente difíciles, entre las más difíciles del
mundo, como la Girardot, que someten a la locomotora a sobrees-
fuerzos". Esta práctica, que fue objetada por los colegas del
diseñador, en la "periferia" inglesa, a comienzos de 1930, acabó por
ser practicada por ellos hacia mediados del siglo.
Saberes locales diversos globalizados por una necesidad local I 251
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9. "Y mire cómo se toma el movimiento de la válvula del cilin
dro central, por una manivela excéntrica en el último eje motriz, ésa
es otra novedad tecnológica". Ese sistema, especificado... "He no
tado también su perplejidad ante la caja de humos: la caja es bási
camente un saber local americano, pero las proporciones son dife
rentes para albergar un tamiz para cenizas proporcionalmente mayor,
para adecuarlo a los carbones locales de Colombia. La chimenea
tiene un aro de bronce, saber local inglés, que el diseñador incluye
para dejar su marca personal. Eso le da a la locomotora el Colom
bian Look, que así se designa en la literatura el aire de familia de las
máquinas que se están diseñando en Colombia"2.
2 Para detalles sobre estos diseños de material rodante adecuado a la necesidades de la realidad concreta local, véase J. Arias-de Greiff, 1989, "Un momento estelar de la ingeniería mecánica en Colombia: los diseños de locomotoras de R C. Dewhuist". En Boletín Cultural y Bibliográfico N° 21 (Bogotá).
272 / Diana Obregón
Leprólogos que trabajaban en lugares tan disímiles como Colom
bia, Noruega, Hawai, India, Alemania y Sudáfrica habían intentado
durante dos decenios cultivar el bacilo de Hansen y así ofrecer la prue
ba de que este microrganismo era el agente causal de la lepra33. Todos
esos intentos se consideraban fallidos: los investigadores no conse
guían replicar los cultivos que otros anunciaban como exitosos. El
bacilo de Hansen se resistía a cumplir los famosos postulados de
Henle-Koch (aislamiento, cultivo, inoculación y producción en ani
males de experimentación de una enfermedad cuyos síntomas de
bían ser idénticos a aquellos de la enfermedad inicial). El congreso
de Berlín fue el escenario en el cual fueron examinados en conjunto
los experimentos de solitarios investigadores y de médicos de las po
sesiones coloniales europeas. Este fue un momento de acumulación
en cuanto al conocimiento de la lepra y Berlín se convirtió en un
centro científico en el cual se unificarían los diversos puntos de vis
ta sobre la etiología de la lepra34. Hasta allí trasladó Carrasquilla la
información acerca de sus cultivos y de sus experimentos de se-
roterapia33. Otros como él, también lo hicieron. Pero como la bacte
riología, en sentido estricto, no podía proporcionar la prueba de que
la lepra era una enfermedad microbiana, la epidemiología vino en
su ayuda. Médicos coloniales de India, Hawai y las Guayanas, entre
otros, habían acumulado durante años evidencia de la naturaleza con
tagiosa de la lepra. Pero sobre todo, el caso de las islas Sandwich (Ha
wai), cuyo descenso poblacional desde el arribo de los europeos en el
siglo XVIII por la introducción de microorganismos para los cuales la
población nativa no tenía defensas, fue considerado paradigmático.
La población hawaiana fue devastada por la lepra a mediados del si-
33 Sobre el tema del cultivo del bacilo de Hansen, véase McKinleyy Verder, 1933. 31 Véase el análisis de Bruno Latour (1987: 215-257) sobre los centros de cálculo, donde se concentra y se acumula el conocimiento para luego volver a las llamadas periferias. 35 Juan de Dios Carrasquilla, "Memoria sobre la Lepra Griega en Colombia", en.Mittheilungen und Verhandlungen der internationalen toissenschaftlichen Lepra-Conferenz zu Berlin im October 1897, vol. 1 (Berlin, Verlag von August Hirschwald, 1897), pp. 81-124.
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9. "Y mire cómo se toma el movimiento de la válvula del cilin
dro central, por una manivela excéntrica en el último eje motriz, ésa
es otra novedad tecnológica". Ese sistema, especificado... "He no
tado también su perplejidad ante la caja de humos: la caja es bási
camente un saber local americano, pero las proporciones son dife
rentes para albergar un tamiz para cenizas proporcionalmente mayor,
para adecuarlo a los carbones locales de Colombia. La chimenea
tiene un aro de bronce, saber local inglés, que el diseñador incluye
para dejar su marca personal. Eso le da a la locomotora el Colom
bian Look, que así se designa en la literatura el aire de familia de las
máquinas que se están diseñando en Colombia"2.
2 Para detalles sobre estos diseños de material rodante adecuado a la necesidades de la realidad concreta local, véase J. Arias-de Greiff, 1989, "Un momento estelar de la ingeniería mecánica en Colombia: los diseños de locomotoras de E C. Dewhuist". En Boletín Cultural y Bibliográfico N° 21 (Bogotá).
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10. La locomotora
estándar colombiana:
una doce ruedas clase
norte, fabricada por
BMG, de Berlín.
11. La locomoto
ra estándar colombia
na: una doce ruedas
de la clase Tolima, fa
bricada por Skoda, de
Pisen, Checoslovaquia.
12. La locomotora están
dar colombiana: una doce
ruedas de tipo Pacífico, fa
bricada por Leslie-Hawthor-
ne, de Newcastle, en Inglate
rra, para el ferrocarril de La
Dorada.
Saberes locales diversos globalizados por una necesidad loca! / 253
13. Una Kitson 260+062, fa
bricada por Kitson, de Leeds,
Inglaterra, para el ferrocarril de
Girardot.
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14. La locomotora estándar colombiana: una doce ruedas del tipo Tolima, fabricada por Baldwin de Filadelfia.
15. Locomotora de tren cilindros Pacific, fabricada por BMG
(Schwartzskopft) de Berlín, para el ferrocarril del Pacífico, servicio
de pasajeros.
254 I Jorge Arias de Greiff
16. "La cabina lo desconcertó... ciertamente no es un saber lo
cal europeo, ni muy americano... aquí en la frialdad de Berlín se ve
desapacible... nosotros somos sólo una desapacible periferia de fa
bricantes de locomotoras, que realizamos los diseños que nos im
ponen desde el centro, que me dicen que queda en un antiguo
convento dominico, en el Ministerio de Obras Públicas... allá un in
geniero inglés con vastísima experiencia en ferrocarriles surame-
ricanos y del Caribe, diseña el material rodante para ese país en una
escalada racional de los ferrocarriles de Colombia. Por ese antiguo
convento pasa hoy la frontera del conocimiento tecnológico ferro
viario de vía angosta. Pasa por ese lugar porque allá con esos dise
ños se resuelven los problemas tecnológicos que genera una reali
dad concreta: el saber local potencial que encierra una realidad
concreta se pone de manifiesto al trabajar esa realidad... quien la
trabaja es entonces la autoridad mundial en la materia, en este caso
en la tecnología de ferrocarriles de vía angosta. Ya en una ocasión le
hicimos aquí en Berlín trampa a esos diseños, con la complicidad
de nuestros representantes, la comercializadora Hugo Stinnes de
Cali, y desde luego de las directivas del Ferrocarril del Pacífico, pero
el presidente de ese momento en esa república nos amenazó con de
jarnos a un lado en las contrataciones. Amenos que respetemos esos
diseños. Aprendimos a respetar a P. C. Dewhurst como la autoridad
del momento en ferrocarriles de vía angosta. Por ello, y naturalmente
Saberes locales diversos globalizados por una necesidad local i 255
por la excelencia de nuestro trabajo local, aquí en Berlín, nos encar
garon de la construcción de estas Montañas de tres cilindros, las que
lo impresionaron tanto hace algunos minutos".
17. "Ahora vea la cabina en el cálido y colorido contexto de su
'centro': así la veían pasar desde los portales de las quintas veranie
gas, al pie de la carrilera, del otro lado de la estación de San Javier".
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18. Si por allá pasó la frontera del conocimiento ferroviario de
vía angosta, miremos ahora lo que alcanzó a irradiar. La 2-6-0 + 0-
6-2 Kitson de Girardot: Éste fue otro famoso diseño que incorporó
muchas de las características de los diseños colombianos3.
3Las especificaciones técnicas de las locomotoras de vapor utilizadas en Colombia, que desde
luego incluyen las que diseñó P. C. Dewhurst, se encuentran en Gustavo Arias-de Greiff,
1986, La muía de hierro. Bogotá.
256 / Jorge Arias de Greiff
19. La Kitson de la India. Unas locomotoras para el ferrocarril de Kulka, en la India, manifiestan la influencia del diseño de las Kitson para Girardot.
20. Un desarrollo monumental para el Southern Pacific de 1930.
Otra derivación del diseño para Girardot, que no pasó del papel por
la crisis mundial de 19294.
4 Diseño preparado por American Locomotive Company para Southern Pacific. Véase D. Binns, 1981. Kitson Meyer ArticulatedLocomotives, Blackpool, p. 127.
Saberes locales diversos globalizados por una necesidad local I 257
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21. Y durante la crisis del petróleo: Sudáfrica. Otro diseño, esta
vez propuesto para los ferrocarriles del África del Sur: una respues
ta al alza del petróleo que refleja de nuevo la escalada de las Kitson
colombianas5.
22. Paul C. Dewhurst, nuestro héroe, en comida de ingenieros,
1925. Sentados, de izquierda a derecha: Alvarez Lleras, Félix Salazar,
gerente del Banco de la República, Pedro Nel Ospina Vásquez, pre
sidente de la República, Laureano Gómez Castro, y Darío Botero Da
za. De pie: Dewhurst, primero a la izquierda; Jorge Triana, tercero.
5 Diseño presentado en 1981 por A. E. Durrand para los ferrocarriles sudafricanos durante la crisis del petróleo. D. Binns, op. cit., p. 128.
D i a n a Obregón
DEBATES SOBRE LA LEPRA:
médicos y pacientes interpretan lo un ive r sa l y lo local
Desde hace por lo menos una década, los historiadores de la ciencia
en países no europeos, en particular en los latinoamericanos, argu
mentan en contra de las teorías difusionistas sobre la ciencia, espe
cialmente en la versión del artículo "The Spread of Western Science"
publicado por George Basalla en 1967 (Basalla, 1967 y 1993). En
consecuencia, se cita a este autor en forma casi ritual para asumir
una postura teórica que parta de lo "local", definido con frecuencia
como lo "nacional". Esta literatura hace énfasis en los actores loca
les y examina los contextos sociales, culturales y políticos en los
cuales se desarrollaron las teorías y las prácticas científicas1. Sin
embargo, aunque estos trabajos suponen una posición crítica fren
te a la noción de la recepción pasiva del conocimiento científico, no
siempre adoptan una posición crítica frente a la ciencia misma. Se
asume que el nacionalismo ha sido favorable al desarrollo de la cien
cia, afirmación con frecuencia válida, pero se elude el análisis de los
grupos sociales impulsores tanto del nacionalismo como de la cien
cia2. Asimismo, se acepta sin mayor crítica la idea de la universali-
1 Existe una abundante literatura latinoamericana de crítica a la idea de la difusión del conocimiento científico desde el centro hacia la periferia. Quizás algunos de los trabajos más significativos son: Stepan, 1981 y 1992; Vessuri, 1987y 1993;LafuenteySala, 1989;Cueto, 1989 y 1994; Saldaña, 1992 y Chambers, 1993. 2 Ésta es, por ejemplo, la posición de Saldaña (1992).
Debates sobre la lepra I 259
dad de la ciencia3. Al hacer énfasis en los actores locales que hicie
ron posible la institucionalización de la práctica científica en Amé
rica Latina, sin examinar los contenidos de tales ciencias ni sus re
laciones con intereses sociales, se corre el riesgo de escamotear el
análisis de la ciencia como dominación. Por lo demás, la historia de
la ciencia nacional se convierte fácilmente en justificación de polí
ticas científicas contemporáneas y en validación de proyectos nacio
nales o nacionalistas. En éste como en otros casos, la descripción
corre el riesgo de tornarse en prescripción.
A través del examen de algunos debates sobre la lepra que pro
tagonizaron médicos y pacientes a finales del siglo XTXy comienzos
del siglo XX en Colombia, me propongo mostrar que el carácter "uni
versal" del conocimiento científico ha sido históricamente construi
do por comunidades científicas organizadas, y cómo se formó una
cultura científica con pretensiones de universalidad en torno a un
problema particular definido como médico. Asimismo, resulta per
tinente destacar que históricamente los actores mismos han inter
pretado los componentes universales y locales del conocimiento
científico, y que no siempre la ciencia "nacional" ha proporcionado
una respuesta positiva a demandas sentidas de la población.
La etiología de la lepra: ¿herencia o contagio?
La lepra apareció como problema para la sociedad neogranadina por
lo menos desde la época de los informes que sobre la población
enviaban funcionarios virreinales e ilustrados a la Corona española
a finales del siglo XVIII. Pero fue en las postrimerías del siglo XTX, al
organizarse los médicos colombianos como profesión, cuando la le
pra comenzó a concebirse como una seria amenaza para la integra-
3 Importantes excepciones son: Vessuri, 1987 y 1993; Stepan, 1992; Chambers, 1993 y
Cueto, 1994.
260 / Diana Obregón
ción de Colombia al mundo de la civilización y del progreso. Los mé
dicos, agrupados en la Sociedad de Medicina y Ciencias Naturales
de Bogotá, y posteriormente en la Academia Nacional de Medicina,
condujeron una serie de debates acerca del origen de la enferme
dad. En otra parte he mostrado cómo estos debates y la exageración
del número de leprosos en Colombia fueron motivados por la nece
sidad de medicalizar la enfermedad que había estado tradicional
mente en manos de instituciones filantrópicas (Obregón, 1996a,
1996b, 1996c y 1998). En este artículo me ocuparé, más bien, de
algunos aspectos del contenido de esos debates, que giraron sobre
todo en torno al problema de si la lepra era una enfermedad heredi
taria, como afirmaban desde 1847 las primeras autoridades en el
tema, los médicos noruegos Daniel Danielssen y Cari Boeck, o con
tagiosa, como sostenían desde 1873 el noruego Gerhard A. Hansen
y el alemán Albert Neisser.
Durante el siglo XIX en Colombia los estudios de medicina se
encontraban dispersos y el cuerpo médico desorganizado. El oficio
de médico no era una profesión en el sentido moderno. Una alusión
rápida a dos hechos permite mostrar algunas características de la
práctica médica antes de su etapa de profesionalización. El primer
acontecimiento es el siguiente: en 1847, el doctor Esteban Pardey
de Barranquilla exhibió frente al entonces presidente de la Repú
blica, general Tomás Cipriano de Mosquera (1845-1849), dos pa
cientes de lepra supuestamente curados por él. Quizás, este médi
co esperaba la sanción presidencial que legitimaría sus métodos
curativos frente a posibles clientes. El segundo hecho es la apari
ción en la Nueva Granada en 1858 de un manuscrito anónimo titu
lado Régimen que debe observar todo enfermo atacado de elefancía
o lepra, en cualquier estado de la enfermedad. Una nota al final del
texto anunciaba que el doctor Ricardo de la Parra, probablemente el
autor del manuscrito, preparaba y vendía los remedios descritos.
Aunque eran pocos, 174 médicos acreditados por la Facultad de
Medicina de Bogotá para atender 1'200.000 habitantes, la demanda
Debates sobre la lepra / 261
por servicios médicos profesionales también era escasa. Por lo tanto,
las carreras de los médicos, graduados o no, dependían de los pacien
tes y no de un grupo de colegas. Quizás por ello, la mayoría de trata
dos sobre la elefantiasis anunciaban el descubrimiento de curas in
falibles contra la enfermedad. Los médicos necesitaban asegurar una
clientela para sus remedios específicos y buscaban legitimidad para
sus acciones terapéuticas, no en un cuerpo científico-médico orga
nizado, sino en la autoridad política.
Al fundarse en 1867 la Universidad Nacional de los Estados
Unidos de Colombia, a la cual se incorporó la escuela privada de
medicina del doctor Antonio Vargas Reyes, se inició un proceso de
profesionalización de la medicina en Colombia. En ese mismo año
de 1867, el estudiante José María Ruiz presentó, para la revalida
ción de su grado en medicina de la Universidad Nacional, una te
sis sobre la elefantiasis de los griegos, nombre antiguo de la lepra.
Ruiz indicaba la razón por la cual decidió estudiar el problema de
la lepra:
La plena convicción que tenemos de que nuestra misión
como médicos es la de procurar la curación o el alivio de las do
lencias de nuestros semejantes, nos ha obligado a emprender el
estudio de una de las enfermedades más temibles que afligen a
la especie humana: la elefantiasis de los griegos [...] que desgra
ciadamente es una de las reinantes en nuestro país4.
Por razones comparativas con estudios posteriores, resulta in
teresante destacar los motivos que impulsaban a Ruiz a asumir el
estudio de la lepra: no solamente porque era una de las enfermeda
des que más afectaban a la población, como lo habían señalando
4 José María Ruiz, "De la elefantiasis de los griegos", Tesis para la revalidación del grado, 1867, Biblioteca Nacional, Fondo Pineda, Nfl 399.
262 / Diana Obregón
diversos autores, sino porque su deber como médico era curar los
padecimientos humanos.
Ruiz se ubicaba en el horizonte de la teoría miasmática sobre
las enfermedades y establecía un complejo cuadro de causas predis
ponentes y determinantes de la lepra. Entre las predisponentes dis
tinguía cósmicas como el clima, los alimentos, la atmósfera y la cons
titución del suelo, e individuales como la herencia, la constitución,
el sexo y la edad. Las causas determinantes se dividían en propia
mente dichas y ocasionales, entre las cuales estaban las emociones
vivas, las vigilias prolongadas y la ingestión excesiva de alimentos; a
su vez, las propiamente dichas se dividían en comunes y específi
cas, entre las cuales estaba el contagio. Entre las comunes estaban
la ingestión de bebidas frías estando el cuerpo en transpiración y la
transición brusca de temperatura. Como se ve, las causas de la le
pra podían ser de muy diversos tipos, casi cualquier actividad, pa
sión o alimento podía producir la enfermedad.
En cuanto al contagio, Ruiz indicaba que médicos antiguos como
Areteo y Galeno, y médicos posteriores como Darwin y Pinel creían
en el contagio de la lepra. En cambio, según él, los modernos creían
que la lepra no era contagiosa, o bien, que había dejado de serlo
después del siglo XVI. Al examinar el caso colombiano, concluía que
"la elefantiasis ha sido y es una enfermedad contagiosa, pero que no
se transmite de esa manera sino mediante ciertas condiciones de
naturaleza no conocida"5. Su trabajo incluye referencias a Danielssen
y a Boeck, autores de la primera descripción anatomopatológica de
la lepra y considerados por el patólogo alemán Rudolf Virchowcomo
los iniciadores del conocimiento científico de esta enfermedad6.
5 Ibidem. 6 Daniel C. Danielssen and Cari W Boeck, Traite de la Spedalsked ou Eléphantiasis des
Grecs, Monograph (Paris, J. B. Balliére, 1848); también:/irte de la LépreparD. C Danielssen et C W. Boeck, Bergen en Sorvéege, ¡847, Edition commemorative du centenaire. Ed. by Héraclídes-Cesar de Souza-Araujo (Rio de Janeiro, 1946).
Debates sobre la lepra / 263
Ruiz, además de presentar sus propias observaciones en pacientes de
lepra, también debatía con los autores colombianos que habían trata
do el tema, como Ricardo de la Parra e Ignacio Pereira, entre otros7.
Siete años más tarde, las ideas centrales sobre la enfermedad no
habían cambiado, pero en cambio se habían producido algunos vira
jes institucionales que serían significativos para el desarrollo de la vida
intelectual del país. En 1874, el periódico institucional de la Univer
sidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, los Anales de la
Universidad, publicó la tesis para el doctorado en medicina y cirugía
de Samuel Duran con el nombre de "Elefantiasis de los griegos".
Duran, al igual que Ruiz, indicaba las razones por las cuales había
escogido la lepra como tema de tesis. A diferencia de Ruiz, la cura
ción de la dolencia no aparece como primera motivación de su tra
bajo, pues no se trata de "preconizar un método curativo infalible".
Más bien su elección respondía al "deseo de contribuir en algo al
establecimiento del edificio científico en nuestra patria"8. Al no es
tar interesado en asegurarse las ganancias de un "específico", Duran
pretendía diferenciarse de los charlatanes. Mientras que para Ruiz
lo importante era ofrecer alguna esperanza de curación a los enfer
mos, para Duran una posible solución del problema pasaba por la
construcción del "edificio científico de la patria". De esta manera,
Duran reflejaba el clima cultural de la Universidad Nacional, bas
tión político-científico de los liberales radicales en la organización
de la nación y de la ciencia. Para entonces, la escuela de medicina
de la Universidad Nacional ya había graduado a por lo menos seis
promociones de médicos y la profesión comenzaba a organizarse en
' Ricardo de la Parra, Ensayo sobre el Zaarah de Moisés o espécimen de una obra seria sobre la elefantiasis de los griegos (París, Imprenta de Bonaventure I Ducessois, 1864) y del mismo autor, La elefantiasis de los griegos (Bogotá, Imprenta de Gaitán, 1868); Ignacio Pereira, Elefantiasis de los griegos (Bogotá, Imprenta de Poción Mantilla, 1866).
8 "Elefantiasis de los griegos", tesis para el doctorado en medicina y cirugía, presentada a la Universidad de los Estados Unidos de Colombia por Samuel Duran, enAnales de la Universidad, 1874, 8 (67-72), 455-501, p. 478.
264 / Diana Obregón
la Sociedad de Medicina y Ciencias Naturales fundada en Bogotá
en 1873. El público al cual se dirigían los trabajos científicos eran
los futuros colegas, profesores de la Universidad y miembros de la
Sociedad. A tono con las exigencias de construir una medicina na
cional, Duran subrayaba que había decidido "escribir lo que mi pro
pia observación me enseñara, prescindiendo de todo lo que han
podido escribir los sabios de más allá del mar", puesto que la ele
fantiasis existía en la mayor parte de las regiones del globo, pero en
cada una de ellas presentaba características particulares; el cuadro
de la elefantiasis india, afirmaba, no era aplicable en Turquía o en
Noruega. De esta manera, para Duran existía un imperativo:
[...] escribamos para nuestra patria, que la vida y el tiempo,
quiera Dios, nos permitan hacerlo para la humanidad en general
[...] pongamos enjuego nuestros sentidos y aprovechémonos del
resultado de nuestro criterio para deducir con verdad; describa
mos la elefancía de nuestra patria, establezcamos su diagnósti
co, su cuadro sintomático [...] su marcha, su terminación [...]9.
Es decir, Duran abogaba por el estudio de la situación local, con
vencido de que las enfermedades eran el producto de condiciones
particulares de tiempo y de lugar. Se trataba de construir saberes
locales para situaciones locales. En este caso, lo local respondía a lo
nacional.
Para Duran, la buena observación y el uso de los sentidos eran
garantía de cientificidad. De ahí que su tesis incluyera la observa
ción de varios casos clínicos. No obstante, Duran no podía olvidar del
todo lo que "los sabios de más allá del mar" habían escrito y por ello,
al realizar la descripción de la anatomía patológica de la enferme
dad, citaba a las autoridades en la materia: Danielssen, Boeck y otros.
Ibid., pp. 478-479.
Debates sobre la lepra I 265
En cuanto a la etiología, indicaba las causas que predisponían al
organismo a contraer la lepra, que dividía en causas orgánicas -que
dependían de la constitución del individuo-y causas cósmicas. En
tre éstas se encontraban el aire, el agua, los vientos, la humedad, la
temperatura, la topografía y la constitución geológica del terreno.
El aspecto físico de las comarcas, así como su clima, tiene con
las habitaciones de los hombres, con sus costumbres, su manera
de vestirse, con su régimen alimenticio, con la construcción de
sus hogares y con su régimen alimenticio en general, mil varia
das influencias sobre el desarrollo de la enfermedad10.
Así como en el caso anterior, Duran también postulaba la existen
cia de una multitud de causas como productoras de enfermedad.
Duran descartaba "el bárbaro principio del contagio, atroz inventi
va, hija de la brutal maledicencia y del terror con que miraban esta
enfermedad ..."n .
Por lo demás, la principal causa predisponente individual de la
lepra era, para Duran, la herencia. Argumentaba que en los casos
estudiados por él, en el lazareto de Agua de Dios, el contagio no
existía y que por el contrario la mayoría de los casos de elefancía
ocurrían por herencia. Según Duran, si el contagio fuese causa de
la elefancía, toda la población de Tocaima ya sería elefancíaca por
causa de los enfermos que desde hace más de 300 años se refugian
allí12. Añadía que el pueblo de Agua de Dios, en donde vivían desde
hacía cuatro años de 300 a 400 personas sanas "en roce íntimo" con
150 o 200 elefancíacos, constituía otro ejemplo de que el contagio
no era causa de la propagación de la elefancía13.
10 Ibid., p. 468. El subrayado es mío. 11 Ibid.,pA60. 12 / te/ . , p. 470-1. 13 Ibid., p. 472.
266 / Diana Obregón
Las ideas de Duran correspondían a una concepción neo-
hipocrática según la cual cada enfermedad correspondía a un tiem
po, lugar y paciente específico, y que consideraba el clima y en ge
neral los factores atmosféricos como causas de epidemias y de
enfermedades14. Ahora bien, el año de publicación de la tesis no
contagionista de Duran, 1874, fue justamente el año en que otro mé
dico noruego, Gerhard Armauer Hansen (1841-1912), en su infor
me anual a la Sociedad Médica de Christiania, mencionaba por pri
mera vez sus observaciones de un bacilo que sospechaba era la causa
específica de la lepra15. La idea de seres vivos microscópicos que pro
ducían enfermedades circulaba entre algunos médicos y veterina
rios, pero aún no se había iniciado la que con posterioridad sería con
siderada la "revolución bacteriológica"16. En Colombia, por ejemplo,
el médico homeópata Ignacio Pereira planteaba, por lo menos des
de 1866, la idea de que la lepra, así como la tuberculosis y la sífilis,
era una enfermedad transmisible, producida por parásitos. Para
Pereira, la homeopatía ofrecía tratamientos más eficaces para los
elefancíacos que las terapias alopáticas; sin embargo, sus ideas no
tuvieron mayor resonancia17. En ese momento en Colombia la me
dicina homeopática empezaba a ser convertida en marginal, debido
al empuje de la medicina alopática organizada18.
Mientras que las complicadas teorías neohipocráticas y miasmá
ticas postulaban una multitud de causas responsables de las enfer-
14 Sobre este tema ver DeLacy, 1993. 15 Gerhard Armauer Hansen, "Undersogelser angaaende Spedalskhedens Aarsager", en Sorsk Magazín for Laegevidenskaben, 1874, 9:1-88, reimpreso en 1955 como "Causes of Leprosy", en International Journal ofLeprosy 23 (3): 307-309. 16 Sobre este tema véase el estudio clásico de Bulloch, 1938/1979; véase también Cunningham y Williams, 1992. 17 Ignacio Pereira, Elefantiasis de los griegos: carta dirigida al señor Ricardo de la Parra (Bogotá: Imprenta de Foción Mantilla, 1866). 18 Sobre la medicina homeopática y sus conflictos con la medicina alopática, que ya se perfilaba como la medicina oficial, véase Guzmán Urrea, 1995.
Debates sobre la lepra / 267
medades infecciosas, la teoría bacteriológica resultaba relativamente
sencilla: un agente específico producía una enfermedad específica.
Gabriel J. Castañeda fue uno de los primeros adeptos a las teorías
"pastorianas" en Colombia. Su posición es un ejemplo de hibridación
de teorías científicas de las más variadas procedencias. A la par que
aseguraba, citando a Pasteur, que la lepra era una enfermedad "para
sitaria", creía resolver de una manera muy sencilla el problema de la
transmisión de lo que él llamaba "el parásito". Para Castañeda, los
cambios súbitos de temperatura del calor al frío daban lugar a que los
parásitos existentes en la atmósfera se introdujeran por los poros abier
tos y, en consecuencia, se produjera la infección19. Castañeda mez
claba teorías de origen miasmático con ideas de corte bacteriológico.
En cuanto al debate entre herencia o contagio, Castañeda afirmaba
con ligereza que la herencia no era "más que un modo o una forma
del contagio". Esta afirmación provocó una contundente arremetida
del médico Juan de Dios Carrasquilla, el representante más lúcido del
punto de vista microbiológico para explicar la etiología de la lepra.
Carrasquilla dejó sin argumentos a Castañeda y a cualquiera que es
tuviera dispuesto a creer que las enfermedades se transmitían por
herencia20.
En un trabajo que publicó en 1889 el órgano oficial de la Socie
dad de Medicina y Ciencias Naturales de Bogotá, la Revista Médica,
Carrasquilla argumentaba en contra de quienes habían afirmado en
reuniones anteriores de la Sociedad de Medicina que la herencia, así
como la inoculación o la infección, era un modo de transmisión de la
lepra21. Basándose en su propia experiencia como innovador científi
co de las técnicas agrícolas en Colombia, Carrasquilla afirmaba:
19 Gabriel J. Castañeda, Causa y tratamiento racional de la lepra de los giiegos hallados por inducción. (Bogotá, Imprenta de Echeverría Hnos., 1882), especialmente pp. 38-41. 20 Juan de Dios Carrasquilla, "Disertación sobre la etiología y el contagio de la lepra", en Revista Médica, 1889, 13 (137) pp. 441-484. 21 Ibid, p . m .
268 / Diana Obregón
Biológicamente es inconcebible la transmisibilidad de las en
fermedades por heredad, y los hechos experimentales han demos
trado que, ni las mutilaciones accidentales o intencionales ni nada
de lo que se agregue al individuo reproductor puede transmitirse
hereditariamente. [...] No hay pues, enfermedades hereditarias,
fisiológicamente hablando, por la razón de que no puede haberlas;
y no puede haberlas porque a ello se oponen las leyes de física,
de química y de biología [...]2Z.
Mostrando su conocimiento del estado de la cuestión, Carrasquilla
citaba al biólogo alemán August Weismann, cuyas ideas formuladas
por esta época desafiaban la teoría, relacionada con el biólogo francés
Lamarck, de la herencia de los caracteres adquiridos23. Así continua
ba Carrasquilla:
Con los recientes experimentos de morfología se demuestra [...]
que las enfermedades no pueden transmitirse hereditariamente y,
por tanto, lo que se ha dicho hasta ahora de influencias hereditarias
tiene tanto valor como lo que en la antigüedad se dijo del influjo pla-
En su comunicación, Carrasquilla continuaba analizando las
enfermedades para las cuales se había propuesto con mayor fuerza
la teoría hereditaria: la sífilis, la tisis pulmonar y el cáncer. Consi
deraba que "ya no se discute la existencia del bacilo de la tuberculo
sis, ni la naturaleza infecciosa de la sífilis" y que "todo tiende a con
firmar la naturaleza parasitaria o microbiana del cáncer". Carrasquilla
era un hombre de su tiempo: como muchos otros bacteriólogos de esta
22 / te/. , p. 448. 3 Sobre las teorías evolucionistas en Colombia, véase: Restrepo Forero y Becerra Ardila,
1995a y 1995b. 24 Carrasquilla, "Disertación", p. 451.
Debates sobre la lepra I 269
época creyó que el cáncer era producido por un microorganismo. La
heredad no era pues "más que una de tantas palabras inventadas para
ocultar la ignorancia de la verdadera causa de la lepra"25. Tomaba una
cita de la Revue Scientifique de diciembre de 1888 que, según
Carrasquilla, señalaba
[...] las vías de nuestra ciencia, la cual fue primero nosológica
y sólo anotaba los síntomas, después anatomopatológica y bus
caba lesiones, y hoy se ha vuelto resueltamente etiológica y halla
en la experimentación una serie de causas patógenas26.
La referencia a la experimentación no era casual, puesto que
Carrasquilla fue uno de los pocos, entre sus contemporáneos, que
asumió los riesgos de la experimentación científica27. La discusión
de Carrasquilla era no solamente contra los partidarios de la heren
cia, sino también contra teorías, como la de los influjos planetarios,
que él atribuía a la antigüedad, pero que en realidad habían tenido
vigencia en la cultura médica colombiana hasta hacía muy poco.
Saberes locales: el punto de vista de los pacientes
Más allá de la discusión sobre su origen, los médicos estaban de
acuerdo en que la lepra era un problema serio, puesto que se estaba
extendiendo rápidamente entre la población colombiana28. Fuese
contagiosa o hereditaria, para los médicos sólo había una respuesta
para el problema de la lepra: aislamiento. La expansión de la enfer-
25 /te/., p. 457. 26 Ibid.,p. 458 (nota). 27 En otro trabajo (Obregón, 1998) me he referido ampliamente a la seroterapia Carrasquilla, que él concibió como una terapia específica para la lepra, aplicando los principios de lo que entonces se llamaba la "inmunidad". 28 'Actas de las sesiones de los días 24y 31 de agosto de 1886"',Revista Médica, 1886,10 (107): 241-243; y Gabriel J. Castañeda, en "La lepra en el estado de Antioquia", Ibid., 258-259.
270 / Diana Obregón
medad se detendría por la segregación, que impediría el contagio, o
por la separación de sexos, que impediría la herencia.
Los pacientes de lepra aborrecían las medidas de aislamiento
obligatorio, por tanto, eran decididos adversarios de las teorías del
contagio y de la herencia. El escritor Adriano Páez, quien aparente
mente había descubierto que estaba enfermo de lepra siendo cón
sul de Colombia en Francia, escribió en 1878 una serie de cartas al
abogado Ramón Gómez, presidente de la Junta de Beneficencia,
institución encargada de los lazaretos. Gómez creía que la enferme
dad era heredada. En consecuencia, afirmaba que una absoluta se
paración de sexos debía ser impuesta entre leprosos y que el matri
monio entre ellos debía ser prohibido. Páez se oponía a estas teorías
en nombre de los derechos individuales que garantizaba la consti
tución liberal radical de 1863, pero, ante todo, Páez confiaba en la
ciencia29. En sus memorias, publicadas después de su muerte por
Carrasquilla, Páez clamaba por el estudio científico de la cuestión
de la lepra por médicos colombianos, puesto que las conclusiones
de investigaciones realizadas en otros países no eran adecuadas para
Colombia. Solamente a través de la experimentación científica se
ría posible decidir si la lepra en el país era o no contagiosa30.
Luis Carlos Pradilla, otro escritor enfermo de lepra, argumen
taba en 1878 contra la teoría del contagio. Pradilla explicaba que la
variedad de elefancía común en Colombia era endémica, puesto que
era producida por condiciones telúricas particulares. En otras pala
bras, la lepra era peculiar a ciertas regiones debido a circunstancias
geográficas y climáticas específicas. Para Pradilla, la política de se
gregación practicada en la Europa medieval había causado la extin
ción de la enfermedad en ese continente debido a que este tipo de
29 Véanse las cartas de Páez en Antonio Gutiérrez Pérez, Apuntamientos para la historia de Agua de Dios (Bogotá, Imprenta Nacional, 1925), pp. 161-165. 30 Adriano Páez, "Viaje al país del dolor" (fragmentos) en Gutiérrez, Ibid., pp. 270-295, pp.293-295.
Debates sobre la lepra I 271
lepra era "importada" de Asia; la lepra europea había sido contagio
sa antes que endémica. Pero la lepra colombiana era endémica; por
lo tanto, el aislamiento de enfermos de lepra, de acuerdo con Pradilla,
era completamente inútil31.
Estos ilustrados pacientes enfatizaban en la necesidad del es
tudio de las condiciones locales de la enfermedad. Sin embargo, la
mentablemente para ellos, argumentaban desde un punto de vista
que muy pronto se convertiría en anticuado. La teoría de la influen
cia de las numerosas condiciones climáticas, atmosféricas y geográ
ficas como causas de enfermedad se consideraba superada por par
te de la medicina científica. En su reemplazo, se erigía el modelo
simple de la bacteriología: a cada agente etiológico correspondía una
enfermedad específica. De esta manera, el saber de los pacientes,
por ilustrados que fuesen, se convirtió en "saber local".
De cómo se construye una cultura científica
Evidentemente, los enfermos perdieron la batalla contra el aisla
miento y contra la idea de que la lepra era una enfermedad conta
giosa. Hacia finales del siglo, la noción de que la lepra era produci
da por un microorganismo y se transmitía de individuos enfermos a
sanos se convirtió en lugar común entre la comunidad médica y entre
el público que tenía acceso a esta información. El Primer Congreso
Internacional de la Lepra que se celebró en Berlín en 1897, al cual
asistió Carrasquilla, aceptó oficialmente que la lepra era producida
por el bacilo de Hansen, aunque todavía faltaba la prueba experimen
tal del cultivo e inoculación del microorganismo, y determinó que
el aislamiento obligatorio de los enfermos era la única manera de
evitar la propagación del contagio32.
31 Montoya, Contribución, pp. 86-88. 32 Donald H. Currie, "Resolutions Adopted by the Berlin Conference of 1897", en Public Health Reports, 1909, 24 (38): 1361.
272 / Diana Obregón
Leprólogos que trabajaban en lugares tan disímiles como Colom
bia, Noruega, Hawai, India, Alemania y Sudáfrica habían intentado
durante dos decenios cultivar el bacilo de Hansen y así ofrecer la prue
ba de que este microrganismo era el agente causal de la lepra33. Todos
esos intentos se consideraban fallidos: los investigadores no conse
guían replicar los cultivos que otros anunciaban como exitosos. El
bacilo de Hansen se resistía a cumplir los famosos postulados de
Henle-Koch (aislamiento, cultivo, inoculación y producción en ani
males de experimentación de una enfermedad cuyos síntomas de
bían ser idénticos a aquellos de la enfermedad inicial). El congreso
de Berlín fue el escenario en el cual fueron examinados en conjunto
los experimentos de solitarios investigadores y de médicos de las po
sesiones coloniales europeas. Este fue un momento de acumulación
en cuanto al conocimiento de la lepra y Berlín se convirtió en un
centro científico en el cual se unificarían los diversos puntos de vis
ta sobre la etiología de la lepra34. Hasta allí trasladó Carrasquilla la
información acerca de sus cultivos y de sus experimentos de se-
roterapia35. Otros como él, también lo hicieron. Pero como la bacte
riología, en sentido estricto, no podía proporcionar la prueba de que
la lepra era una enfermedad microbiana, la epidemiología vino en
su ayuda. Médicos coloniales de India, Hawai y las Guayanas, entre
otros, habían acumulado durante años evidencia de la naturaleza con
tagiosa de la lepra. Pero sobre todo, el caso de las islas Sandwich (Ha
wai), cuyo descenso poblacional desde el arribo de los europeos en el
siglo XVIII por la introducción de microorganismos para los cuales la
población nativa no tenía defensas, fue considerado paradigmático.
La población hawaiana fue devastada por la lepra a mediados del si-
33 Sobre el tema del cultivo del bacilo de Hansen, véase McKinley y Verder, 1933. 34 Véase el análisis de Bruno Latour (1987: 215-257) sobre los centros de cálculo, donde se concentra y se acumula el conocimiento para luego volver a las llamadas periferias. 35 Juan de Dios Carrasquilla, "Memoria sobre la Lepra Griega en Colombia", enMittheilungen und Verhandlungen der internationalen wissenschaftlichen Lepra-Conferenz zu Berlin im October 1897, vol. 1 (Berlin, Verlag von August Hirschwald, 1897), pp. 81-124.
Debates sobre la lepra I 273
glo XIX y se convirtió así para los médicos coloniales en la prueba
epidemiológica viviente del carácter contagioso de la enfermedad. Los
médicos europeos, en cambio, creían, con Danielsen y Boeck, que la
lepra era una discrasia (alteración de la sangre) de origen heredita
rio. Los científicos reunidos en Berlín, encabezados por Hansen (y a
pesar de la oposición del patólogo e higienista alemán Rudolf Virchow,
que exigía la prueba experimental), acordaron que el bacilo era el
agente etiológico de la lepra. En las conclusiones de este congreso
se lee: "una parte considerable de la discusión ha estado relaciona
da con el Bacillus leprae, que la conferencia acepta como el virus de
la lepra". Y también: "la teoría de la herencia de la lepra ha mostrado
en mayor grado haber perdido fundamento en comparación con la
ahora generalmente aceptada teoría de su contagiosidad"36.
De esta manera se comenzó a construir un conocimiento cien
tífico "universal" sobre la lepra, unido a la conformación de una co
munidad científico-médica que se hacía cada vez más "internacio
nal". A la formación de esta comunidad contribuyeron de manera
importante las academias y sociedades científicas, las revistas cien
tíficas y los congresos científicos internacionales, una invención de
finales del siglo XK37. La profesión médica colombiana, con el res
paldo de esa comunidad internacional, propaga en Colombia los
saberes científicos oficiales y por definición excluye otros saberes.
Médicos y pacientes se rebelan
Ahora bien, tanto en Berlín como en otros foros nacionales e inter
nacionales, Carrasquilla se opuso a las medidas gubernamentales
que imponían el aislamiento obligatorio para los leprosos. En el
Tercer Congreso Científico Latinoamericano llevado a cabo en Rio
36 Donald H. Currie, "Resolutions Adopted by the Berlin Conference of 1897", en Public Health Reports, 1909, 24 (38); 1361. 37 Sobre este tema, véase Crawford, 1992 especialmente, pp. 14 y 38-43.
274 / Diana Obregón
de Janeiro en 1905, Carrasquilla dio un interesante giro respecto de
su posición de 1889 sobre la etiología de la lepra. En 1889 había afir
mado, citando a Robert Koch, que
[...] las enfermedades infecciosas no provienen, como se creía
antes, de cuerpos fluidos, es decir, gaseosos, de miasmas, sino
de cuerpos sólidos, de polvos [...] Las enfermedades infecciosas
no son jamás producidas por el desaseo, por la viciación del aire
que proviene de la aglomeración de hombres, por el hambre, la
pobreza, las privaciones, ni por la suma de todos estos factores,
que es lo que se ha llamado miseria social, ni por las influencias
climatéricas. Sus.gérmenes específicos son los únicos que pueden
producirlos (sic)38.
En 1905, en cambio, Carrasquilla afirmaba que la propagación
de la lepra se producía por circunstancias sociales, como la pobre
za, y no por condiciones climáticas o telúricas; y que la lepra era una
enfermedad de evolución lenta, apenas ligeramente contagiosa. En
más de dieciséis años de estudio continuo de la cuestión, este cien
tífico había hecho las asociaciones pertinentes. Carrasquilla se opo
nía a la segregación de los enfermos en colonias remotas como pro
ponía la mayoría de los médicos colombianos y abogaba por la
creación de hospitales que debían estar localizados en las ciudades
donde hubiese médicos, asistentes y medicamentos, y donde la le
pra fuese tratada como cualquier otra enfermedad. El propósito de
los hospitales para los pacientes de lepra era buscar su cura a través
de la higiene, estudiar la enfermedad e investigar sobre tratamientos
científicos, como se había hecho en Noruega39. Además, Carrasquilla
38 Juan de Dios Carrasquilla, "Disertación sobre la etiología y el contagio de la lepra", en Revista Médica, 1889, 13 (137): 441-484, en p. 465. 39 Juan de Dios Carrasquilla, "Los sanatorios y la lepra", en Revista Médica, 1905,26 (306): 65-71.
Debates sobre la lepra I 275
sugería adoptar el modelo de los sanatorios para la tuberculosis, cuyo
tratamiento higiénico y racional se puso de moda en Europa y en los
Estados Unidos a principios del siglo XX40.
Por esta misma época, el departamento del Cauca comisionó al
leprólogo francés, Dom Sauton, para que estudiara el problema.
Sauton, al igual que Carrasquilla, propuso el establecimiento de
hospitales municipales, de acuerdo con el ejemplo de Noruega. Sin
embargo, estas propuestas se encontraron con la formidable oposi
ción de la comunidad médica. Por ejemplo, Juan Bautista Montoya
y Flórez, médico graduado de la Facultad de Medicina de París y
quien sería uno de los más importantes leprólogos colombianos de
la primera mitad del siglo XX, consideraba que este sistema era de
masiado costoso para el presupuesto colombiano y manifestó su re
chazo a los expertos extranjeros y a la imitación de modelos impor
tados41. Teniendo en cuenta que la mayoría de los pacientes eran
campesinos, el gobierno decidió mantener los lazaretos ya existen
tes, adoptando lo que entonces se llamaba un sistema mixto de co
lonias agrícolas con hospitales42.
La lepra debía ser erradicada, pero debido a que el modo de
transmisión del bacilo de Hansen era desconocido, la mayoría de los
médicos justificaba casi cualquier medio para controlar la expansión
de la enfermedad. Éste era uno de los argumentos de Montoya, quien
invocaba la autoridad del Segundo Congreso Internacional sobre la
Lepra, celebrado en Bergen (Noruega) en 1909 y presidido por el
propio Hansen. De hecho, este congreso ratificó las decisiones to
madas en la reunión de Berlín de 1897: notificación obligatoria de
40 Sobre los sanatorios para la tuberculosis, ver el estudio clásico de Dubos, 1952. Véase también: Bryder, 1988, y Rothman, 1994. 41 Montoya, Contribución, pp. 356-357. 42 Pablo García Medina, "Profilaxia de la lepra en Colombia", Repertorio de Medicina y Cirugía, 1909, 1-1 (1): 52-59, pp. 55-56.
276 / Diana Obregón
la enfermedad y estricto aislamiento de los pacientes43. Otras dolen
cias "tropicales" habían sido controladas atacando a los agentes de
la enfermedad. Pero en el caso de la lepra, la aplicación de este mé
todo degeneró en ataque a los leprosos mismos, ya que éstos eran
los únicos vectores de infección conocidos.
Montoya, por lo demás, proclamaba que las masas colombianas
no estaban preparadas para una política de segregación moderada
como había sido practicada en Noruega. Justificando su oposición
al establecimiento de hospitales municipales para los pacientes de
lepra y explicando la razón por la cual el gobierno colombiano había
eliminado el aislamiento a domicilio en 1907, Montoya sostenía:
[...] se comprende que en Noruega se puedan vigilar por los
médicos oficiales unos pocos enfermos blancos y educados, pero
¿quién vigila a un indio en Fúquene o a una negra de Lloró?... y
aun suponiendo que nuestra raza fuera toda blanca, no hay que
hacerse ilusiones, pues en Bogotá mismo se vio que gentes dis
tinguidas, a quienes se les permitió aislarse en sus casas, por
negligencia y desidia no cumplían con lo ordenado, y seguían su
vida de siempre, infectando la población... Para europeizarnos,
como lo está haciendo Argentina, necesitaríamos una fuerte in
migración de razas del Norte, que contrarreste nuestros elemen
tos étnicos inferiores y los eduque, pues, como todos saben, aquí
predominan las gentes de color o los mestizos de las razas blan
ca, indígena y negra, y son precisamente estos mestizos los que
presentan más casos de elefancía'''''.
Es interesante notar que, según Montoya, los leprosos, aunque
fuesen de clases "distinguidas", de inmediato por el hecho de ser le-
43 Juan Bautista Montoya y Flórez, "Profilaxis de la lepra en Colombia (Segundo Congreso Médico Nacional)" en Revista Médica, 1913, 31 (375): 321-331, p. 327. 44 Montoya, Contribución, pp. 336-337.
Debates sobre la lepra I 277
prosos se igualaban a las "razas inferiores". Otros médicos también
compartían esta mirada racista hacia los enfermos de lepra que, por
lo demás, era usual en algunos países europeos y en los Estados
Unidos en esta época.
Todavía a comienzos del siglo XX, los pacientes insistían en que
la lepra no era contagiosa; sin embargo, sabían que las teorías conta-
gionistas estaban en boga. Los médicos, por otra parte, eran cons
cientes de estas creencias, y en sus cruzadas contra la propagación
de la enfermedad, consideraban estas opiniones como obstáculos
que debían ser removidos. Los enfermos seguían escribiendo so
bre la lepra. Poco antes de imponerse una estricta política de segre
gación en los lazaretos colombianos, el paciente José F. Correal es
cribió varias cartas al ministro de Gobierno argumentando contra
las teorías del contagio y de la herencia como causa de la lepra. Co
rreal protestaba en contra del aislamiento obligatorio de las víctimas
de lepra afirmando que la única razón para la discriminación de que
eran víctimas era su aspecto feo y repugnante43. Correal resumía las
opiniones de autores europeos que consideraban la lepra sólo lige
ramente contagiosa, incluidas citas de La Presse Medícale. Para
demostrar la escasa contagiosidad de la lepra, Correal expuso argu
mentos tomados de médicos leprosos que como pacientes habían
vivido en Agua de Dios y ejercido allí la medicina. Además, Correal
presentaba numerosos testimonios autenticados de pacientes de
Agua de Dios que narraban diversas circunstancias con el fin de
probar que el contagio o la herencia no habían desempeñado un pa
pel importante en su condición y que tampoco habían infectado a
nadie durante el curso de sus vidas. Correal, quien era miembro de
la sociedad homeopática Hahnemann de Colombia, también publi
có algunos folletos sobre este tema, pero la comunidad médica, desde
45 José F. Correal, "Carta al Ministro de Gobierno", Mayo 15, 1909, en Gutiérrez, Apuntamientos, pp. 325-326, p. 326.
278 / Diana Obregón
luego, los ignoró46. Correal no era sino un "leproso". Como una prue
ba de que los leprosos habían perdido no sólo sus derechos civiles,
sino también su libertad de sentir y de pensar, el paciente Antonio
Gutiérrez observó con cierta ironía:
[...] nuestro gran leprólogo colombiano, el doctor Juan B.
Montoya y Flórez, dice con franqueza, y quizá interpretando el
sentimiento unánime de nuestros compatriotas, que tales escri
tos no tienen ningún valor por ser procedentes de enfermos (!!)47.
No sólo los médicos, sino también los funcionarios gubernamen
tales menospreciaban las experiencias e ideas de los pacientes. Por
ejemplo, Adolfo León-Gómez, prestigioso periodista, abogado y ex
consejero del Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia, que
había llegado a Agua de Dios como paciente de lepra en 1919, pu
blicó numerosos artículos en la prensa colombiana sobre las condi
ciones del lazareto, incluidas sugerencias sobre cómo mejorar la
institución para el beneficio de los pacientes. Sin embargo, las au
toridades los ignoraron por completo. El ministro del ramo admitió
una vez haber leído uno de los artículos escritos por León-Gómez
por pura coincidencia mientras viajaba en un tren48.
La medicalización de la lepra significó represión para los pacien
tes sin la compensación de un tratamiento efectivo. Como una ins
tancia más de la afirmación de su autoridad cultural, los médicos
rechazaron el conocimiento y la experiencia de los pacientes. Los
pacientes de lepra y sus familiares sabían que la enfermedad no era
altamente contagiosa, como lo sabía también Carrasquilla, pero el
gobierno, actuando con base en la opinión dominante de la comu
nidad médica, convertida en conocimiento científico universal, im
José F. Correal, "El contagio de la lepra" en Ibid., pp. 325-348. Ibid., p. 54. Léon-Gómez, La ciudad del dolor, p. 284.
Debates sobre la lepra I 279
puso una política de aislamiento estricto, que significó abierta opre
sión y persecución para los leprosos.
Conclusión
En este artículo he mostrado el papel activo que desempeñaron cien
tíficos tanto europeos como no europeos en la producción de cono
cimiento científico universal sobre la lepra. La comunicación a tra
vés de revistas científicas y de foros internacionales hizo posible la
unificación de criterios en torno al problema de la etiología de esta
enfermedad. Desde el momento en que se adoptó el punto de vista
de Hansen en cuanto a que la lepra era transmitida por contagio y
no por herencia, cualquier idea contraria a ésta fue tenida como no
científica. En consecuencia, se despreciaron las posibles contribu
ciones de los más interesados en que se resolvieran las incógnitas
en torno a esta enfermedad: los pacientes mismos. Por definición,
la experiencia de los pacientes con su enfermedad fue convertida en
"saber local". De esta manera se formó una comunidad médica que
podría en adelante "opinar" en forma legítima sobre la lepra puesto
que poseía una cultura científica universal.
Ahora bien, en los debates tempranos sobre la lepra, antes de
imponerse la teoría contagionista, los médicos tenían en cuenta las
condiciones locales. Las enfermedades correspondían a lugares y a
condiciones climáticas y topográficas específicas. Una enfermedad
podría tener una causa en un lugar, y una diferente en otro lugar. El
paradigma bacteriológico, con su especificidad, borró las causas
predisponentes e inmediatas, con lo cual hizo desaparecer las con
diciones locales de la producción de enfermedades. La idea de que
cada enfermedad parasitaria es producida por un microorganismo y
cada microorganismo produce una enfermedad específica se con
virtió en un credo único en la comunidad médica. No solamente el
conocimiento bacteriológico pasó a ser universal, sino que las en
fermedades se convirtieron también en entes universales.
280 / Diana Obregón
En cuanto al problema de la relación entre ciencia y nacionalis
mo, es claro que los médicos colombianos de este período se encon
traban construyendo una ciencia nacional. Sin embargo, en el caso
de las investigaciones sobre la lepra, esta ciencia nacional no siem
pre estuvo atenta a los intereses de los pacientes. Los médicos en
frentaron el problema de la lepra desde el punto de vista de sus in
tereses sociales y profesionales. El discurso nacionalista, que fue
esgrimido en varias ocasiones en relación con la discusión sobre las
estrategias para combatir la expansión de la enfermedad, sirvió
mayoritariamente para justificar medidas represivas en contra de los
pacientes.
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Alvaro León Casas Orrego
LOS CIRCUITOS DEL AGUA Y LA HIGIENE URBANA EN LA
CIUDAD DE CARTAGENA A COMIENZOS DEL SIGLO XX
Introducción
La falta de un acueducto suficiente y de buena calidad para el abaste
cimiento doméstico e industrial de la ciudad de Cartagena, y la ca
rencia de un sistema de evacuación de aguas usadas, fueron dos de
los más importantes obstáculos para el progreso material de la ciu
dad en el penúltimo cambio de siglo. En pleno comienzo de la mo
dernización de las estructuras urbanas de las principales ciudades de
Colombia y en un momento en el que Cartagena enfrentaba retos como
el del aumento de población y el crecimiento de su perímetro urbano,
la ciudad tenía la enorme desventaja de no contar con agua suficiente
para ofrecer mínimas condiciones de salubridad para sus habitantes
y visitantes, y las aguas usadas contaminaban calles y espacios públi
cos, estancándose junto con las basuras en pestilentes muladares. Esta
situación, que se mantuvo durante casi cuarenta años (1890-1930),
provocó un sinnúmero de discursos, discusiones y proyectos formu
lados desde distintas instancias científicas, técnicas y políticas, que
traemos a consideración para ayudar a la comprensión de problemas
viejos que son aún hoy motivo de preocupación, como el de las condi
ciones medioambientales y su grave deterioro.
Antecedentes
Desde 1533, Pedro de Heredia lo había advertido al elegir el lugar
para la fundación de la ciudad y verificar que no había agua en la isla
284 / Alvaro León Casas Orrego
de Calamarí; en consecuencia, los habitantes de Cartagena debie
ron abastecerse todo el tiempo, hasta comienzos del siglo XX, de
aguas lluvias colectadas en aljibes y jagüeyes.
El almacenamiento de aguas lluvias en aljibes y un sistema de
evacuación "natural" que dependía de las épocas de lluvia eran los
dos componentes del "sistema de aguas" ideado por los primeros
pobladores. En las dos últimas décadas del siglo XK, se ve aparecer
una nueva conciencia entre las autoridades civiles y los médicos
higienistas de Cartagena; el sistema de aguas de Cartagena se ha
bía vuelto caduco y peligroso, ya no llenaba las necesidades de una
ciudad que día a día ampliaba sus términos por fuera de la ciudade-
la amurallada. Médicos y autoridades comenzarán diálogos y discu
siones en la búsqueda de soluciones al estado de constante insalubri
dad de la ciudad: aguas estancadas, permeabilidad de las conducciones
construidas en cal y ladrillo, filtrajes de suciedades desde las cañe
rías porosas que conducían aguas usadas hacia los depósitos subte
rráneos de agua potable son algunos de los problemas que empiezan
a ser denunciados por médicos y periodistas, en plena época del auge
de la higiene pasteriana.
Un primer intento de buscar una solución con recursos locales
se expresa en la comunicación del gobernador José Manuel Goenaga
G. al empresario Ramón B. Jimeno, en 18881. Según él, la solución
no podía ser individual y dejarse en manos de los particulares, "que
no tienen recursos suficientes para la construcción de cisternas
como las que abastecían las necesidades de los pocos pobladores en
1 Ramón B. Jimeno había establecido en 1886 una compañía privada de abastecimiento de agua para la ciudad de Bogotá y Chapinero, reemplazando el sistema de acequias por el de tubería de hierro. (Vargas, J. y Zambrano, F. 1988: 11-94). No se tiene evidencias de la participación del señor Jimeno en alguna propuesta para la construcción del acueducto en Cartagena, pero sí sabemos, por las memorias de Eusebio Grau, que este empresario natural de Ciénaga (Magdalena) había iniciado el primer acueducto moderno establecido en la ciudad de Barranquilla, aproximadamente en 1875 (Grau, 1896: 47); una pequeña nota biográfica sobre Jimeno, en Conde (1995: 92-93).
Los circuitos del agua y la higiene u r b a n a en Cartagena I 285
tiempos de la colonia". Además, reconocía que ese sistema de cister
nas presentaba dos serios inconvenientes: primero, su dependencia
de la estación de lluvias; y segundo -lo que el gobernador considera
ba más grave-, que podía constituirse en origen de algunas de las en
fermedades endémicas que azotaban la ciudad, toda vez que se trata
ba de aguas estancadas en depósitos subterráneos de cal y ladrillo2.
El propósito del gobernador Goenaga de interesar a Jimeno en
la solución del problema del agua en Cartagena no tuvo los resulta
dos esperados. En consecuencia, al no encontrar las autoridades ci
viles soluciones con recursos colombianos, la historia del sistema
de distribución de agua potable domiciliaria de la ciudad estuvo mar
cada por la intervención técnico-financiera de empresas extranje
ras. En general, en las primeras cuatro décadas del siglo XX, el pro
ceso de construcción, administración y usufructo del equipamiento
de servicios públicos de la ciudad fue responsabilidad de compa
ñías foráneas, al principio inglesas y luego norteamericanas.
E l acueducto de Russell: entre la modernidad y el fraude
En la ciudad de Cartagena, luego del acueducto de canal propuesto
por los primeros españoles y al que los comerciantes y encomenderos
llamaron irónicamente el canal fantasma (Gómez, 1996: 287), no
hubo otra propuesta de acueducto hasta 1892, cuando la goberna
ción de Bolívar contrató a una compañía inglesa, representada por
Arturo J. Russell, para la construcción de un acueducto que sumi
nistrara "agua potable a la ciudad", con una proyección futura para
30.000 habitantes3. A partir de esta fecha, se presenta en Cartagena
2 AHC, Registro de Bolívar, Cartagena, 12 de marzo de 1888, p. 78. 3 El texto completo del contrato con el señor Russell había sido aprobado en el Concejo
por el acuerdo número 8 de 12 de agosto de 1892, y se publicó en una compilación de Contratos, Ordenanzas y Resoluciones Expedidos por la Asamblea de Bolívar ¡892-1894, Cartagena, Tipografía Araújo, 1894, p. 78.
286 / Alvaro León Casas Orrego
una serie de compañías extranjeras interesadas en establecer y/o explotar en la ciudad, sus barrios y cercanías4 un acueducto moderno en tubería de hierro. La contratación de las firmas europeas o norteamericanas implicaba la incorporación de nuevas técnicas y la utilización de ingenieros extranjeros.
El acueducto Russell, de acuerdo con el contrato firmado en 1892 entre este empresario y el gobernador del departamento, debía suministrar agua potable a la ciudad de Cartagena, sus barrios y sus agregaciones5. La conducción del agua debía efectuarse a través de tubos de hierro fundido con un diámetro suficiente para proveer a toda la población con una cantidad de quince galones diarios por cabeza, y todo el sistema enterrado a una profundidad de uno y medio a dos pies. Una verdadera maquinaria hidráulica se instalaría debajo de la ciudad. En la superficie, la gobernación ponía a disposición del empresario, previo permiso del gobierno nacional, la parte necesaria del Fuerte de San Felipe, conocido entonces con el nombre de "El Cerro", para el establecimiento de un tanque con suficiente capacidad para mantener las reservas de agua que garantizaran la regulación del servicio. Como fuentes, señalaba los arroyos de Turbaco, Matute, Colón o Torrecilla.
Todo estaba aparentemente muy calculado para ofrecer una solución "moderna" a las carencias de agua de consumo doméstico e industrial de la ciudad. Sin embargo, en el contrato Russell de 1892 no se menciona la necesidad de construir simultáneamente un sistema de cañerías subterráneas para la evacuación de aguas usadas. ¿Se
4 En estos contratos, se ve aparecer una transformación del concepto tradicional de ciudad en la administración oficial: dado el crecimiento de finales del siglo XK, la ciudad de Cartagena ya comprende también sus barrios extramuros y los nuevos espacios urbanos llamados por los cronistas de la época "cercanías". Sobre la expansión de la ciudad de Cartagena, ver Casas, 1994: 39-68.
5 Contratos, Ordenanzas y Resoluciones expedidos por la Asamblea de Bolívar 1892-1894. Cartagena, Tipografía de Antonio Araújo, 1894, p. 288-296.
Los circuitos del agua y la higiene u r b a n a en Car tagena I 287
trataba acaso de una particular idea de la higiene urbana que com
partían las autoridades civiles de la ciudad, los médicos higienistas
y los contratistas extranjeros? ¿Era por falta de recursos? ¿Había ne
gligencia de las autoridades? o ¿hubo segundas intenciones por parte
de los contratistas ingleses?
El transporte y alejamiento de las inmundicias, según lo in
dica la "ciencia sanitaria", debe hacerse mediante el sistema de
alcantarillado o de cloacas, consistente en la construcción de al
cantarillas o tubos por donde pasan las aguas que llevan en solu
ción o suspensión las excretas (Chivas, 1905: 309).
A finales del siglo XK, estos sistemas de evacuación de las aguas
sucias que arrastran inmundicias se conocían y aplicaban bastante bien
en Europa y los Estados Unidos. Inglaterra había acumulado una ex
periencia de casi un siglo en la construcción de redes de acueducto y
alcantarillado, lo que la convertía para ese momento, junto con los Es
tados Unidos, en los países vanguardia de estas tecnologías6. En ese
momento, un empresario inglés como Arturo J. Russell debía saber
que para lograr el saneamiento de una urbe era necesario un circuito
de tuberías de hierro que abasteciera de agua las viviendas, estableci
mientos fabriles, comerciales y fuentes públicas, pero además debía
saber también que ese circuito de agua potable tenía que ser articu
lado con un sistema de evacuación rápida e invisible, para evitar acu
mulaciones que pusieran en peligro la salud de los habitantes7.
6 El sistema se utilizaba en Inglaterra en su forma combinada (aguas lluvias y aguas sucias) desde 1838, y en los Estados Unidos, en la ciudad de Memphis, se había propuesto, por primera vez, desde 1880, un sistema de evacuación que separaba las aguas lluvias de las cloacas, haciéndolas correr por otros conductos o por las cunetas de las calles (Chivas, 1905); (Vigarelo, 1991: 225).
7 Según el sistema de aguas inglés de comienzos del siglo XTX, éstas riegan las casas antes de volver a los circuitos subterráneos.
288 / Alvaro León Casas Orrego
En 1890 no existía en la ciudad de Cartagena un "sistema" sub
terráneo de evacuación de aguas residuales. Todavía a finales del si
glo XIX las evacuaciones en la parte amurallada de la ciudad se rea
lizaban mediante dos técnicas establecidas por los españoles durante
el periodo de la Colonia, aprovechando las aguas torrenciales que
corrían por las pendientes de las calles y salían por los "husillos" de
las murallas que servían como conductos de evacuación de los "de
sechos líquidos", arrastrándolos hacia el mar. Igualmente, el caño
de San Anastasio, que se consideraba desde el siglo XVII como la
"alcantarilla natural" de la ciudad, dependía también de las lluvias
para ser eficiente en su función. A finales del siglo XIX, este canal se
había convertido en uno de los peores "focos de infección" y en un
obstáculo para la expansión urbana de la ciudad.
Un sistema de evacuaciones que dependía de la temporada de llu
vias no garantizaba la higiene de la ciudad. En el verano, el polvo y la
escasez de agua afectaban considerablemente la salud de sus habi
tantes, pues el consumo de las pocas aguas de aljibe era causa de
disenterías, y las basuras que se acumulaban, verdaderos focos de
contaminación. En el invierno, por su parte, las primeras lluvias en
contraban casi siempre obstruidos los desagües y, en consecuencia,
los desechos líquidos se acumulaban en las cunetas de las calles y se
formaban charcas que se constituían en criaderos de mosquitos.
Con la reactivación de las actividades comerciales y el despegue
de los primeros ensayos industriales a finales del siglo XK8, las condi
ciones sanitarias de Cartagena se deterioraban día a día, en la medida
en que su población aumentaba y se incrementaban las demandas de
servicios utilizando las viejas estructuras del equipamiento urbano.
En estas condiciones, el acueducto de Russell, además de no solucio
nar el abastecimiento de agua, se había convertido en un atentado a la
higiene de la ciudad.
8 Sobre diferentes aspectos del desarrollo económico y empresarial de Cartagena, ver
Bossa, 1967, y Restrepo y Rodríguez, 1986.
Los circuitos del agua y la higiene u r b a n a en Cartagena I 289
Otros acueductos
En estas circunstancias, en 1905 el gobernador de Bolívar, Henrique
Luis Román, firmó otro contrato con el ingeniero y empresario
jamaiquino James T Ford9, para el establecimiento en la ciudad de
un acueducto, utilizando las mismas fuentes de agua que anterior
mente se habían indicado para el contrato Russell. El acueducto en
tró en funcionamiento a comienzos de 1907 y en menos de un mes
el señor Ford transfiere los derechos de explotación a la compañía
inglesa denominada Cartagena (Colombia) Water Works Ltda., que
ofreció 20% de sus acciones a empresarios cartageneros, asumien
do todas las responsabilidades y privilegios adquiridos por J. T Ford.
Pero esta vez, la falta de una alternativa diferente con respecto a
las fuentes de agua, que tuviese en cuenta las nuevas dimensiones
de la población a comienzos del siglo XX, trajo consigo problemas
de insuficiencia del líquido y generó situaciones conflictivas con los
hacendados de Matute y Turbaco, quienes se quejaban de perder
agua para sus ganados10.
9 James T. Ford (1864-1907) llegó a Cartagena como ingeniero y empresario para encargarse de la construcción del acueducto, en la que sería su última actividad empresarial. Este ingeniero caribeño, nacido en Jamaica, tenía a sus 43 años de edad una reconocida experiencia empresarial y profesional en varios países del Caribe: había participado en las obras de irrigación de Guantánamo en Cuba, fue ingeniero consultor del gobierno de Colombia en lo relacionado con la empresa del canal de Panamá, tuvo a su cargo las empresas de ferrocarriles de Cartagena, Girardot y Antioquia y fue socio de la empresa de vapores Cartagena-Magdalena Steamboat Company. El Porvenir, Cartagena, mayo 10 de 1907, citado en el inédito de Ripoll, M. T. (1992: 5). 10 Los propietarios de tierras en Turbaco: Toribio Marrugo, Juan Carrillo, Eliodoro Chico, Eloy Castellón y Antonio Araújo, beneficiarios de la fuente de Coloncito, promovieron un pleito ante el fiscal del Tribunal para obligar a la empresa del acueducto de Cartagena a proveer de agua a sus predios, el cual se resolvió favorablemente para los propietarios en 1912, gracias a la intervención de la gobernación, que contrató con el ingeniero Dickin la construcción de albercas en dichos predios. Memoria que presenta el Secretario de Gobierno al Señor Gobernador de Bolívar (1913: 101).
290 / Alvaro León Casas Orrego
Luego del litigio de las aguas de Turbaco entre la empresa del
acueducto y los dueños de las tierras, y con la intervención directa del
ministro de Obras Públicas, Aurelio Rueda, el ingeniero inglés William
Eduard Hughes Dickin adquiere en 1916 los derechos de propiedad
del Acueducto de Cartagena11. En esta ocasión, el propósito es pro
longar la tubería existente hasta un punto adecuado del río Magdale
na, con el fin de conducir al tanque de reserva de Matute, por medio
de bombas y filtros, una cantidad de agua suficiente para abastecer a
una población hasta de 80.000 habitantes, y suministrar además las
cantidades necesarias para riego de calles y fuentes públicas.
Crisis del acueducto
Sin embargo, la falta de agua potable seguía constituyendo uno de los
más grandes problemas que tenía la ciudad de Cartagena, y que dete
nía su crecimiento a principios del siglo XX. Desde finales de la déca
da de 1910, el acueducto que tomaba agua de Matute se había hecho
insuficiente e ineficiente. La población había aumentado considera
blemente y, lo más grave, la carencia de un tratamiento complemen
tario para eliminar el alto tenor de calcio que poseía, provocó grandes
incrustaciones en su tubería, con la consiguiente reducción del diá
metro de ésta, y de su capacidad de transporte (Lemaitre, 1983: 580).
En consecuencia, el agua no llegaba a las "cercanías" de Cartagena.
"Barrios excéntricos como el de Manga" -según ElPorvenir1 2-
"que en un principio tuvieron un desarrollo a saltos asombrosos, han
quedado paralizados desde que se hizo difícil, casi imposible, la con
secución del agua a los pobladores de escasos recursos". Los barrios
de los extramuros, agregaba el artículo, eran abandonados en un mo
vimiento de retorno a los barrios centrales de La Catedral y San
11 Mensajes e Informes del Gobierno Departamental de Bolívar, 1916 (1916:28-38). 12 AHC, El Porvenir, Cartagena, abril 18 de 1916, p. 2.
Los circuitos del agua y la higiene urbana en Cartagena / 291
Diego. Las aglomeraciones seguían constituyendo un serio peligro
para la higiene pública. El cálculo de una ciudad con 80.000 habi
tantes dependía directamente de las posibilidades de un crecimiento
urbano que garantizara un buen abastecimiento de agua.
Todavía en 1920, en el marco de la Sexta Conferencia Sanitaria
Internacional Panamericana celebrada en Montevideo en el mes de
diciembre, el director nacional de Higiene, delegado de la Repúbli
ca de Colombia, Pablo García Medina, insistía en señalar con mu
cha puntualidad que las dos más urgentes necesidades del puerto
de Cartagena eran la provisión de agua y la lucha contra el mosqui
to. Al identificarse con las memorias presentadas por otras delega
ciones panamericanas, García Medina reconoció que una vez aten
dido el problema del abasto de agua, "se resolverán fácilmente los
problemas de letrinas y alcantarillados que de ella dependen" (Gar
cía, 1922: 64-80).
El interés del director nacional de Higiene en el saneamiento de
la ciudad de Cartagena estaba ligado directamente con la preocupa
ción por la sanidad de los puertos. Desde 1914, cuando estaba próxi
mo el servicio de navegación interoceánica a través del canal de Pana
má, el mismo Pablo García Medina, entonces presidente del Consejo
Superior de Sanidad, advertía ante el Senado de la República que, en
cumplimiento de las convenciones sanitarias internacionales, a las
autoridades sanitarias de la Oficina Central de Washington no les
bastaba
[...] para considerar saneado un puerto... el que no haya en
él enfermedad alguna de las llamadas pestilenciales (peste, fie
bre amarilla y cólera) u otras infecciones, como tifo, fiebre tifoi
dea, etc. Ellas exigen, y con razón desde el punto de vista de la
higiene, que los puertos y las poblaciones que estén en rápida y
constante comunicación con éstos, tengan agua potable, debida
mente vigilada, acueducto bien construido, excusados higiénicos
y alcantarillas (García, 1914: 289-293).
292 / Alvaro León Casas Orrego
El 29 julio de 1916, el general norteamericano William Crawford
Gorgas, jefe de la oficina sanitaria del canal de Panamá, al mando
de una expedición sanitaria norteamericana, compuesta de 27 per
sonas, con destino a varios puertos de Suramérica, fondeo la bahía
de Cartagena en el vapor "Zapara". Según su itinerario, debía per
manecer varios días en esta ciudad, pero tuvo la precaución, antes
de saltar, de pedir datos sobre los hoteles y otras cosas. En respues
ta, fue informado de que "en los principales hoteles de la ciudad no
se conseguía agua suficiente para el aseo de inodoros, etc.". Con esta
información, el importante higienista resolvió no quedarse, siguien
do viaje en el mismo buque para Puerto Colombia. De inmediato,
E l Porvenir, principal exponente de la prensa local, muy interesado
en conservar la buena imagen de la ciudad y el puerto, máxime cuan
do se trataba de una persona de cuyos informes podía depender el
levantamiento de las cuarentenas, propuso que los jefes de sanidad
tomaran cartas en el asunto de los hoteles y casas de asistencia y se
cerciorasen si efectivamente tenían agua suficiente para la limpieza
y demás servicios de este tipo de establecimientos. Se encargó tam
bién este periódico de hacer aparecer el hecho como desinformación
malintencionada de "alguien empeñado en presentar nuestro puerto
y ciudad como inadaptados de la vida moderna y desprovistos de las
más elementales cosas necesarias13. La verdad era que el general
Gorgas había padecido la escasez de agua cuando en junio de 1904 se
organizaba el Hospital de Ancón como una de las medidas sanitarias
para el saneamiento de la zona del canal de Panamá (Gorgas, 1918:
229), y la realidad de Cartagena en aquella época era que no tenía ni
agua limpia suficiente ni un sistema de cloacas.
La posición del doctor García Medina se hallaba en abierta con
tradicción con la memoria sobre las condiciones higiénicas de Car
tagena que en 1918 había presentado el doctor Manuel Pájaro
13 AHC, El Porvenir, Cartagena, 31 de julio de 1916, p. 2.
Los circuitos del agua y la higiene urbana en Cartagena I 293
H.14ante los delegados al Tercer Congreso Médico Nacional. García
Medina insistía en que Cartagena sufría de manera creciente las con
secuencias de una deficiente provisión de aguas "siempre defectuosa
por su calidad". Denunciaba en la Conferencia Panamericana que
en Cartagena
Una parte del agua se obtiene de dos quebradas que distan
más o menos cinco millas de la población, y que, conducida por
tubería metálica, se distribuye a los habitantes acomodados de la
ciudad; la mayor parte de la población hace uso de agua llovediza
recogida en cisternas construidas en general dentro de las anti
guas murallas, sujeta por consiguiente a una segura contamina
ción; o bien recogida en aljibes que se encuentran en los solares
y en otros lugares de la ciudad, sujetos también a contaminacio
nes provenientes de las basuras o de las muy defectuosas letri
nas. La calidad del agua que suministra el acueducto deja mu
cho que desear: son aguas que tienen un sabor salado y dureza
marcada; por otra parte, se proveen en cantidad relativamente
escasa. Las aguas de aljibe y cisterna son escasas, porque las llu
vias han disminuido considerablemente en los últimos años. Si a
esto se agrega el aumento visible de la población y el desarrollo
de las industrias fabriles, se verá la urgencia de cambiar esta si
tuación, que coloca a Cartagena en la categoría de los puertos
peligrosos, porque es terreno favorable para las infecciones que
como la disentería, la fiebre tifoidea, el paludismo, nacen fácil
mente en semejantes condiciones (García, 1922:76).
De otro lado, si bien la idea del ingeniero W. E. Hughes Dickin
de utilizar como fuente del acueducto las aguas del río Magdalena
14 Manuel Pájaro (1855-1943). Médico de la ciudad de Cartagena, además de muy activo en política, fue miembro de las directivas locales del Partido Nacional, y concejal y diputado
5 oportunidades (Restrepo, 1989: 25-39). en varias i
294 / Alvaro León Casas Orrego
carecía de un estudio técnico preliminar, contó con el respaldo del mi
nistro de Obras Públicas Aurelio Rueda, muy interesado en la mejora
del acueducto para Cartagena, y quien al parecer había atendido a la
gestión de Pablo García Medina ante el gobierno nacional para que se
lograse la aprobación del nuevo contrato de acueducto15. El ministro
Aurelio Rueda consideró que los estudios necesarios para el estable
cimiento de un acueducto con agua del río Magdalena estaban ya con
tenidos en los trabajos que la empresa Pearson & Son16 había elabo
rado en 1915 para el saneamiento del puerto de Cartagena. Realmente,
esta firma londinense había limitado sus estudios al diseño de diver
sos planos urbanos -como lo había hecho para Bogotá-y a unas cuan
tas recomendaciones para el más ágil e higiénico funcionamiento de
la navegación en el puerto de la Bahía17. Sin embargo, la que parecía
ser la única alternativa confiable para una fuente de agua con la que
se pudiese abastecer las necesidades higiénicas de la ciudad no con
tó con el concepto favorable del doctor Pablo García Medina, quien
proponía para remediar la escasez de agua en la ciudad de Cartagena
que se prolongase el acueducto hasta el canal del Dique o hasta el río
Magdalena.
El primero de estos proyectos sería el menos costoso, pero ten
dría varios inconvenientes, entre los cuales resalta la inferioridad de
15 En 1915, el obstáculo más grave para mejorar las condiciones de salubridad de Cartagena seguía siendo la falta de agua potable. En este sentido, el 7 de junio de 1915, el Dr. Pablo García Medina, presidente de la junta central de Higiene, dirigió una comunicación a la dirección departamental de Higiene de Bolívar, en la que ofrecía su gestión ante el gobierno nacional para lograr la aprobación de un nuevo contrato de construcción de acueducto. AHC. El Porvenir, 9 de junio de 1915. 16 El Informe presentado por la Pearson & Son para la ciudad de Cartagena fue publicado en Memorias del ministro de Obras Públicas al Congreso de 1916, Bogotá, Imprenta Nacional, 1916. Sobre la Pearson & Son véase también \&Memoria del ministro de Obras Públicas al Congreso de 1915, Bogotá, Imprenta Nacional, 1915, p. 23. 17 Antes de ser contratada para Cartagena por el Ministerio de Obras Públicas, la casa Pearson & Son realizó estudios de saneamiento urbano para Bogotá en 1907 (Puyo, 1992: 214).
Los circuitos del agua y la higiene urbana en Cartagena I 295
la calidad de esta agua respecto a la del Magdalena y el temor fun
dado de que en épocas de gran sequía no pudiese suministrar el canal
del Dique la cantidad necesaria. El segundo proyecto no presentaba
estos inconvenientes, pero resultaba mucho más costoso. En este
sentido, en su calidad de representante de Colombia a la Conferen
cia Sanitaria Panamericana, García Medina hizo un llamado urgen
te al gobierno nacional y al gobierno departamental para que apoya
ran eficazmente al municipio de Cartagena en la solución de su
problema de agua, toda vez que se trataba del "puerto marítimo más
importante" del país (García, 1922: 76).
Médicos e ingenieros: ¿diálogo científico?
En Colombia, a finales del siglo XIX, se oficializó el papel regulador
de la medicina en materia de ordenamiento urbano, sobre todo en el
momento de la constitución de sociedades científico-médicas como
cuerpos consultivos de los gobiernos. A partir de esta alianza entre
medicina y autoridades, en las principales ciudades comienza un pro
ceso de medicalización de la función de distribución del agua y se la
convierte en un problema que involucra el saber de la higiene.
En las diversas sociedades médicas que se formaron en las prin
cipales ciudades colombianas a finales del siglo XK (Bogotá, Mede
llín, Cali, Cartagena, Bucaramanga, Barranquilla), es muy notoria
la preocupación por la higiene urbana, y en sus respectivas revistas
se publicaron artículos sobre el tema. Se trata de discursos en los
que la higiene ya no es un adjetivo (del griego hygeinos, lo que es
sano), sino un saber definido como el conjunto de los dispositivos y
de los conocimientos que favorecen el mantenimiento de la salud;
se trata también de un nuevo campo abierto como materia del saber
médico (Vigarello, 1991: 210). La aparición de la figura del médico-
higienista en Colombia tiene que ver con la de estas sociedades, pues
ellas serían los cuerpos consultivos del Estado para los asuntos de
higiene y salubridad. Ser médico higienista era desempeñar una fun-
296 / Alvaro León Casas Orrego
ción social nueva dentro de una institución que era el "cuerpo mé
dico de la ciudad" (Obregón, 1992: 6318). Es la higiene pública, como
rama de la medicina, el lugar en el que los médicos colombianos de
finales del siglo XIX y comienzos del XX van a reclamar su compe
tencia científica como autoridades reguladoras del orden urbano, y
lo harán ya con fuerte convencimiento y optimismo inéditos, pues
consideran que a partir de los descubrimientos pasterianos la me
dicina ha dejado de ser ciega y ha comenzado por primera vez a curar
y prevenir las enfermedades colectivas.
Este auge del higienismo médico en las dos últimas décadas del
siglo XK, contemporáneo del primer intento de organización de una
política sanitaria nacional19, no llegó a ser en esa época una solución
a los problemas de insalubridad que afectaron a las poblaciones co
lombianas y, por supuesto, tampoco a los que padecieron las ciuda
des de la costa atlántica. Todavía en 1913, en el marco de los traba
jos del Segundo Congreso Médico de Colombia, el ingeniero civil
Lucio Zuleta (1917: 7-22) señalaba que en materia de saneamiento
urbano "Colombia está apenas en sus principios"20.
La mala calidad de las aguas, y su denuncia como causa de en
fermedades frecuentes en la época del verano, era tema común en
los discursos de los médicos higienistas y de la prensa comercial de
18 También fueron tareas de estas sociedades científico-médicas la reglamentación legal del ejercicio profesional de la medicina, la vigilancia de la conducta de los médicos y su unificación en un gremio que defendiera sus intereses. 19 Ley 30 de 1886 (20 de octubre) que crea las juntas de higiene en la capital de la República y en las de los departamentos o ciudades principales, Repertorio oficial, Medellín, Año I, N°47, 10 Ene., 1887, p. 371. 20 "En Bogotá, con una Oficina de Higiene bien establecida, algunas alcantarillas, bastantes calles pavimentadas con asfalto y un servicio bastante bueno de aseo en las calles" el acueducto constituía un verdadero "foco de infección". "Cali hasta ahora se ha venido a preocupar por el asunto y actualmente hay ingenieros elaborando un proyecto de saneamiento de la población, que piensan llevar a efecto antes de la llegada del ferrocarril. En Cartagena, con ocasión del centenario, se hicieron algunas obras, y de resto en las demás ciudades nada se ha hecho".
Los circuitos del agua y la higiene u rbana en Car tagena I 297
Cartagena. La disentería y la fiebre disentérica eran asociadas en ellos
a la ausencia completa de las lluvias. En un interesante "trabajo ori
ginal" sobre el estado sanitario de Cartagena en 1897, el doctor Ra
fael Pérez C. (1897, 330-33821) admite como causa de la disentería la
mala calidad de las aguas, reconociendo también para las fiebres
disentéricas, además del problema del agua, al paludismo como
endemia constante de la ciudad22. Sobre el consumo de aguas, anota
en el mismo trabajo la manera como casi todos los habitantes de la
ciudad hacen uso del agua de aljibes, en los que
[...] en ocasiones nos ha sorprendido observar, por la prolon
gación del verano, cierta coloración anormal del agua y la presen
cia de vegetales en descomposición que le comunican aveces un
olor y un sabor más o menos desagradables.
De lo anterior concluye el doctor Pérez que "fácilmente se com
prende la participación considerable que esta agua así alterada podría
tomar en la génesis de ciertas perturbaciones de las vías digestivas".
Por otra parte, la creencia de que el agua obraba como causa efi
ciente en la producción de enfermedades como la elefantiasis árabe,
el hidrocele y los vermes intestinales mantenía divididas las opinio
nes de los médicos de Cartagena: mientras unos eran partidarios del
papel del agua en la producción de dichas enfermedades, otros pre-
21 El Dr. Rafael Pérez, miembro de la Academia de Medicina de Medellín, realizó estudios de medicina en la Universidad Nacional de Bogotá, para luego completarlos en París, donde obtuvo el título de doctor en medicina y cirugía. Allí conoció al Dr. Lascario Barboza, miembro activo de la Sociedad de Medicina y Ciencias Naturales de Bolívar, con quien sostuvo una corta pero fecunda amistad hasta el día en que murió Pérez. De esta relación científica quedaron varios escritos, de los cuales dos fueron publicados en la revista de la misma Sociedad (Barboza, 1897: 298-299). 22 Vieja noción de las fiebres palúdicas como condición climatérica de los lugares, Cartagena era considerada como lugar palúdico o malario (de malos aires).
298 / Alvaro León Casas Orrego
ferian asignar a estos estados patológicos causas diferentes. Como
miembro de la Academia de Medicina de Medellín, el Dr. Pérez pre
firió adoptar una posición prudente: "Nosotros, sin adherirnos a nin
guno de los dos bandos, aguardamos a que el tiempo y, sobre todo,
la experimentación, nos indiquen claramente de qué lado está la ver
dad" (Pérez, 1897:330-338).
Pero cualquiera que fuese la posición de los médicos con res
pecto a la incidencia del agua en aquellas enfermedades, lo que más
llama la atención en la postura del Dr. Pérez, así como en la de otros
higienistas de su tiempo, es la ausencia del tema de las evacuacio
nes de detritus. Al tratar del saneamiento de las poblaciones, su pre
ocupación no va más allá de garantizar el abastecimiento de agua,
con la convicción de que las evacuaciones se producen gracias a un
sistema "natural" determinado por el régimen de lluvias. Se eviden
cia aquí un discurso higienista que caracteriza la manera médica
como, a finales del siglo XK en Colombia, se enfrenta el tema del
agua para consumo humano, tratándolo sin tocar para nada el asun
to de la evacuación de aguas usadas. Es una insólita manera "mo
derna" de concebir la higiene de las ciudades, visible también en el
"trabajo original" del médico Manuel Prados (1894: 145-154) sobre
las condiciones higiénicas de Sincelejo.
Con la única diferencia de un punto en el que trata el tema del
Hospital de Cartagena, el artículo de Pérez (1897) parece seguir en
todo el esquema adoptado por Prados (1894). Los dos artículos des
criben la "ciudad" y la "población" "desde el punto de vista higiéni
co". El modelo usado en ambos llena los siguientes apartados: ubi
cación geográfica, clima, cementerio, abastecimiento de agua,
alimentación e "índole de sus habitantes", mercado público y ma
tadero, nosología de la región y su relación con los cambios atmosfé
ricos, demografía (nacimientos y defunciones) y condiciones de vida
de los pobladores. En los dos, el apartado del agua queda incomple
to; su preocupación por el agua limpia deja en el olvido el problema
de las aguas sucias que deben evacuarse como factor indispensable
Los circuitos del agua y la higiene u r b a n a en Car tagena / 299
para la conservación de la salubridad urbana23. Opuestos a una for
ma de limpieza que arroja las inmundicias a la calle, los discursos
higienistas de finales del siglo XKy comienzos del XXparecen acep
tar el sistema natural de las evacuaciones por medio de la lluvia, y
en todas las viviendas, la construcción de letrinas: esos depósitos se
cos en los que se pueden arrojar "las aguas sucias procedentes de la
limpieza de ropas, vajillas y el lavado corporal"24.
La necesidad de dar solución a los problemas de insalubridad, que
se agravaban con el crecimiento paulatino de la población —hacinada
dentro de la ciudad amurallada- y con la construcción de un acue
ducto moderno que no se complementaba con un adecuado siste
ma de alcantarillado, constituyó la circunstancia que definió la par
ticipación de la "ciencia sanitaria" como saber técnico-científico en
las instancias reguladoras del orden urbano. Al lado de médicos como
Rafael Calvo, Manuel Pájaro, Manuel R. Pareja, Rafael Pérez, Miguel
A. Lengua, Camilo S. Delgado, etc., la ciudad de Cartagena, en el
cambio de siglo, contó con la presencia e influencia de ingenieros
civiles y sanitarios como J. M. Tobías, Ricardo Arango, Eduardo
Chivas, Pearson, Geo Bunker y Umberto Bozzi, que en distintos
momentos y circunstancias propusieron nuevos puntos de vista,
diferentes a los de los médicos-higienistas.
23 Sólo en 1918 aparece una tímida alusión al asunto en el Tercer Congreso Médico Nacional, que se reunió en Cartagena y consignó en sus Resoluciones y votos la necesidad de organizar el estudio de las aguas minerales en Colombia, pedir al gobierno nacional el cumplimiento de las leyes referentes al saneamiento de los puertos marítimos y fluviales, especialmente la ejecución de las obras de sanidad en los puertos de Cartagena, Barranquilla y Buenaventura, como por ejemplo la construcción de una estación sanitaria en Cartagena, la pavimentación de calles, el establecimiento de alcantarillas y la fundación de laboratorios para los tres puertos; se solicitaba también hacer las gestiones diplomáticas necesarias para obtener la supresión de la cuarentena a que estaban sometidos los buques que atracaban en los puertos colombianos del Atlántico y del Pacífico (Buenaventura y Tumaco). (Tercer Congreso Médico Nacional de Colombia. 1918, pp. 42-43). 24 Un ejemplo de esta concepción sobre la higiene urbana se contiene en la reseña bibliográfica de Santero (1886: 67-73).
300 I Alvaro León Casas Orrego
El proceso de construcción del equipamiento urbano moderno
a comienzos del siglo XX requirió la presencia de otro saber, más téc
nico pero no por eso menos científico, que planteaba una solución
integral a la insalubridad urbana, garantizando circuitos de agua con
suficiente abastecimiento y eficiente evacuación. En el último cam
bio de siglo, el médico ya no es la única autoridad en los asuntos de
regulación de la vida urbana, y las obras que exigen al ingeniero y lo
involucran en la salubridad pública producen una clara distinción
entre la "higiene" y la "ciencia sanitaria". De esta manera, el médi
co halla nuevos interlocutores, pero al mismo tiempo su autoridad
científica, en materia del abastecimiento de agua potable, se ve des
plazada por la del ingeniero, quien se ocupará en adelante de la cons
trucción de los acueductos y particularmente de los alcantarillados.
La entrada en escena de este nuevo personaje sugiere la compren
sión de la necesidad de las evacuaciones, como complemento im
prescindible de los circuitos urbanos del agua. La gran novedad de
los circuitos del agua, en la Cartagena de comienzos del siglo XX, con
sistió pues en involucrar un nuevo saber que se agregaba a las re
flexiones médicas sobre el agua de finales del siglo XKy su relación
con la higiene de las ciudades: el saber del ingeniero.
El ingeniero y la ciencia sanitaria
En un texto del ingeniero civil Ricardo M. Arango (1903: 189-193),
redactado en Panamá en 1903, aparecen las medidas que deberían
adoptarse "para el mejoramiento del estado sanitario de la ciudad".
Su publicación oficial en Cartagena constituyó la difusión por pri
mera vez de un nuevo tipo de saber científico-técnico, aplicable al
saneamiento urbano. Dice el ingeniero Arango:
La higiene es la conservación de la salud individual confor
me a las indicaciones del médico. La ciencia sanitaria, más am
plia que aquélla, tiene por objeto primordial la preservación y
Los circuitos del agua y la higiene u r b a n a en Cartagena I 301
protección de la salud de la comunidad, mediante la acción com
binada del médico, del ingeniero y de las autoridades civiles [...].
Comprende además "todos los principios y todos los métodos
que tienden al mejoramiento de la salud de los asociados y a contra
rrestar el desarrollo de gérmenes genitores de enfermedades"25.
Desde el punto de vista del ingeniero sanitario, la higiene es domi
nio del médico y es sólo una parte de la ciencia sanitaria. En la com
petencia de saberes, es aquí el ingeniero quien reclama para sí la au
toridad científica en la higienización de la ciudad.
No hay gran dificultad en evidenciar los motivos de la publica
ción oficial del informe de Arango en la ciudad de Cartagena: sus
recomendaciones para Panamá podían aplicarse casi todas en esta
otra ciudad, pues ninguna de las dos poseía en ese momento "siste
ma de distribución de aguas"; además, en 1903, Cartagena sufría una
terrible escasez de agua, aumentada por la presencia de tropas na
cionales y por la especulación comercial con el costoso líquido. A raíz
de la grave situación, el gobernador del departamento de Bolívar
expidió un decreto26 en el que se restringía el uso del agua de "los
aljibes pertenecientes al Gobierno" o "aljibes públicos", para "con
sumo de las tropas acantonadas en esta ciudad y para las personas
enteramente pobres"; creaba el empleo de "celador de aljibes pú
blicos", entre cuyas funciones se contaban la de asearlos por dentro y
en sus canales, procurarles puertas y vigilar que se mantuvieran ce
rradas. El uso del agua limpia era un privilegio en la Cartagena de fi-
25 El informe del ingeniero Ricardo M. Arango, presentado en cumplimiento de un decreto gubernamental expedido por el jefe civil y militar del departamento de Panamá, comprende tres amplios capítulos: el primero, dedicado a los abastecimientos municipales de agua; el segundo, destinado a tratar el problema de la colección y disposición de los desperdicios, y el tercero, al tema de la protección de la salud (1903: 189). 26 Gobernación del departamento de Bolívar, Decreto N° 523 del 24 de julio de 1903, Registro de Bolívar, N° 2161, Cartagena, 30 de julio, 1903, p. 257.
302 / Alvaro León Casas Orrego
nales del siglo XKy comienzos del siglo XX, pues había que comprarla
y los aljibes públicos, por su mal estado, constituían un verdadero pe
ligro para la salud. La salud era, pues, otro privilegio de las gentes pu
dientes. Nada diferente de la situación del puerto colombiano en el
Pacífico, donde el dinamismo comercial y las obras de construcción
del canal interoceánico hacían aún más grave la falta de agua.
Otro rasgo común entre las ciudades de Cartagena y Panamá era
la carencia de los elementos más necesarios y sobre todo del con
trol de los mismos para garantizar la salud de la comunidad. "Agua
abundante y de buena calidad, factor indispensable para mejorar la
salubridad pública" constituía la divisa del ingeniero civil Ricardo
M. Arango (1903:189).
También llama la atención en Arango la clasificación de las aguas
aptas para consumo humano (aguas lluvias, aguas subterráneas, po
zos y fuentes) y los medios pasterianos de purificación, considerados
por el autor como el más importante objetivo de todo sistema de lim
pieza del agua, debido al peligro que las bacterias representan en la
transmisión de enfermedades infecciosas. Hay aquí un cambio res
pecto a la higiene del siglo XK que atacaba los depósitos de aguas
estancadas, sin tener en cuenta este nuevo peligro de lo invisible,
puesto en evidencia por el químico Louis Pasteur y sus seguidores
médicos.
Con Arango, estamos ante el caso de un ingeniero pasteriano por
la doctrina y por la técnica: entre los sistemas de filtros domésticos
que recomienda, se cuenta el inventado por Chamberland27, el exi
toso alumno de Pasteur que ideó filtros para el agua y para el labora
torio y aparatos de esterilización como el autoclave.
La importancia del informe del ingeniero Arango consiste en que
va más allá de las preocupaciones, que en cierto modo compartía con
27 Entre los diferentes filtros destinados al uso doméstico, Arango recomienda el conocido con el nombre de "Pasteur Chamberland y Berkefeld" para contribuir a la purificación de las aguas (Arango, 1903:190).
Los circuitos del agua y la higiene urbana en Cartagena I 303
los higienistas, sobre los abastecimientos municipales y la higiene del
agua. Para la ciencia sanitaria, la "colección y disposición de desper
dicios" constituyen también factores indispensables de la sanidad
urbana, que distingue entre desechos sólidos y líquidos, y la "protec
ción de la salud" en la vida colectiva de las ciudades, saber que se ocupa
de la "reglamentación de las construcciones de edificios, las desin
fecciones, las vacunas, los baños públicos, las lavanderías y los lava
deros" (Arango, 1903: 191).
Arango advierte que "los desperdicios humanos son perjudicia
les para la salud" y distingue dos clases entre los desperdicios lí
quidos: las llamadas "aguas de albañal", que son las "infectadas por
el jabón, por materias vegetales y animales, orines y materias feca
les", y los "residuos de cocina". Desde el punto de vista de la cien
cia sanitaria, el ingeniero deja establecido que
[...] cualquier sistema que se adopte para la remoción y dis
posición de estos desperdicios deberá obedecer a las reglas sani
tarias que exigen: Io) que las aguas de albañal sean conducidas
de la manera más rápida al punto escogido para su tratamiento
final, y 2°) que su disposición sea tal que queden incapacitadas
para hacer daño al hombre. Sin duda alguna el sistema que me
jor llena estas condiciones es el conocido con el nombre de cloa
cas. Es esencial al funcionamiento regular de éste, una red de
cañería y una abundante cantidad de agua que por gravedad con
duzcan con toda rapidez las aguas de albañal (y los residuos de
cocina) al lugar donde deben recibir el tratamiento final. Sin agua
no debe existir un sistema de cloacas, desde luego que la base
sobre que descansa es agua y agua en abundancia. Toda separa
ción de este principio es un error que trae graves consecuencias
para la comunidad, porque las cloacas quedan convertidas así en
focos inmundos de infección peligrosa para la salud pública, y las
autoridades municipales, sin dicho elemento, carecen de medios
de control indispensables sobre las aguas de los amáñales que en
306 I Alvaro León Casas Orrego
Nacional en Cartagena, el Dr. Manuel Pájaro28 sostuvo que Cartagena
podía ser considerada como una ciudad y un puerto higiénicos, pues
tenía desde la época colonial una distribución suficiente de aguas para
consumo y una evacuación eficiente de las aguas usadas, que se man
tuvo hasta la segunda mitad del siglo XK, época en que, debido al
aumento de la población y a la expansión urbana, se comenzó la des
trucción de parte de las murallas y de las obras de evacuación que
habían sido construidas por los españoles:
Construyeron los colonizadores grandes cisternas públicas en
las murallas y castillos de la histórica ciudad para el servicio espe
cial del ejército. En gran número de casas existen también aljibes
más o menos capaces, que recogen las aguas de lluvia que se con
servan más o menos bien aireadas y bajo la influencia depuradora
del calor solar directo o reflejo. Hay además en cada casa, grande o
pequeña, uno, dos o tres pozos de agua procedente de excavaciones
y filtraciones. Todo esto según un antiguo sistema español, que ha
prestado y presta a la población incalculables beneficios en el ramo
de aguas. Las de aljibe se han considerado potables, y en este con-
2S El doctor Manuel H. Pájaro (1855-1943) fue un afamado médico cartagenero. Cuando inició los estudios profesionales de medicina en 1875 tuvo como sus profesores a los médicos Rafael Calvo, José Manuel Vega y Manuel D. Montenegro. Luego de recibir su diploma en Medicina y Cirugía, es nombrado como profesor en ia Escuela de Medicina de Cartagena. Fue miembro fundador de la Sociedad de Medicina y Ciencias Naturales de Bolívar y de la Academia de Historia. Ocupó una curul en el Concejo de Cartagena y presidió el mismo desde 1888 hasta 1891. También fue diputado a la Asamblea del estado soberano de Bolívar desde 1884, y le correspondió presidir la misma corporación cuando ésta tenía carácter departamental en 1903. En 1904 fue elegido representante primer suplente del Congreso de la República. En 1910 el ejecutivo nacional lo nombró director general de Instrucción Pública del departamento de Bolívar, desde donde, entre otras iniciativas, ideó la de dar el nombre permanente de Universidad de Cartagena al antiguo Colegio del Estado. Ocupó la presidencia honoraria del Tercer Congreso Médico Nacional celebrado en Cartagena en 1918, evento en el que se destacó por su intervención en la defensa de las condiciones sanitarias del puerto, evidenciando una postura más política que científica. El Porvenir, N° 6.063, Cartagena, agosto 14 de 1918, p. 2.
Los circuitos del agua y la higiene urbana en Cartagena I 303
los higienistas, sobre los abastecimientos municipales y la higiene del
agua. Para la ciencia sanitaria, la "colección y disposición de desper
dicios" constituyen también factores indispensables de la sanidad
urbana, que distingue entre desechos sólidos y líquidos, y la "protec
ción de la salud" en la vida colectiva de las ciudades, saber que se ocupa
de la "reglamentación de las construcciones de edificios, las desin
fecciones, las vacunas, los baños públicos, las lavanderías y los lava
deros" (Arango, 1903: 191).
Arango advierte que "los desperdicios humanos son perjudicia
les para la salud" y distingue dos clases entre los desperdicios lí
quidos: las llamadas "aguas de albañal", que son las "infectadas por
el jabón, por materias vegetales y animales, orines y materias feca
les", y los "residuos de cocina". Desde el punto de vista de la cien
cia sanitaria, el ingeniero deja establecido que
[...] cualquier sistema que se adopte para la remoción y dis
posición de estos desperdicios deberá obedecer a las reglas sani
tarias que exigen: Io) que las aguas de albañal sean conducidas
de la manera más rápida al punto escogido para su tratamiento
final, y 2°) que su disposición sea tal que queden incapacitadas
para hacer daño al hombre. Sin duda alguna el sistema que me
jor llena estas condiciones es el conocido con el nombre de cloa
cas. Es esencial al funcionamiento regular de éste, una red de
cañería y una abundante cantidad de agua que por gravedad con
duzcan con toda rapidez las aguas de albañal (y los residuos de
cocina) al lugar donde deben recibir el tratamiento final. Sin agua
no debe existir un sistema de cloacas, desde luego que la base
sobre que descansa es agua y agua en abundancia. Toda separa
ción de este principio es un error que trae graves consecuencias
para la comunidad, porque las cloacas quedan convertidas así en
focos inmundos de infección peligrosa para la salud pública, y las
autoridades municipales, sin dicho elemento, carecen de medios
de control indispensables sobre las aguas de los albañales que en
304 / Alvaro León Casas Orrego
estado pútrido contaminan el suelo, las aguas subterráneas y el
aire (Arango, 1903: 192).
Sin embargo el ingeniero Arango, al reconocer las dificultades
que algunas ciudades tienen para lograr un abundante y constante
abastecimiento de agua, proponía un "sistema de disposición de des
perdicios domésticos" que consistía en "dotar a la población de
cubos de metal de convenientes dimensiones para la facilidad de su
remoción periódica". Los desperdicios se depositarían sobre una ba
se de arcilla pulverizada en el interior de los recipientes y una ca
rreta del municipio los recogería cada dos o tres días, "en atención
a nuestras condiciones climatológicas", remplazándolos por otros
limpios (Arango, 1903: 192). En 1903 éste era un sistema adaptable
a ciudades sin agua como Panamá y Cartagena.
Ésta era la primera vez que se daba a conocer en Cartagena un
discurso teórico coherente con exposición de los conceptos de la
"ciencia sanitaria" aplicables a ciudades puerto con graves proble
mas de insalubridad y falta de agua. Con la publicación del informe
del ingeniero Ricardo Arango en el Registro de Bolívar en 1903, el
conocimiento sobre la necesidad de las alcantarillas como comple
mento para cerrar los circuitos del agua quedaba constituido públi
camente en Cartagena.
Dos años más tarde, en mayo de 1905, la Revista Médica de Bo
gotá, bastante conocida por los médicos de Cartagena, publicó un
artículo del ingeniero civil cubano Eduardo J. Chivas, quien, recor
dando un precepto hipocrático -"la vida saludable exige al hombre
aire puro para respirar, agua pura para beber y suelo puro donde vi
vir"-, explicaba la necesidad de
[...] evitar que se vicie la atmósfera y establecer una buena
ventilación en las habitaciones;... impedir que se infecten los arro
yos o los depósitos de donde tomamos el agua, y... establecer un
buen sistema de drenaje en los lugares húmedos y evitar que se
Los circuitos del agua y la higiene urbana en Cartagena / 305
formen pozos de aguas estancadas donde las materias orgánicas
que contengan puedan entrar en estado de putrefacción e infec
tar la atmósfera y el suelo (Chivas, 1905: 307-308).
La ciencia sanitaria había hecho su presentación en sociedad, y
para ello utilizaba justamente los eventos y publicaciones médicas
o las publicaciones oficiales, y sin embargo, en una ciudad como
Cartagena, cuyo saneamiento interesaba a toda la nación, por tra
tarse de uno de sus más importantes puertos marítimos, el discur
so de los ingenieros apenas si tendrá algún eco a mediados de la dé
cada de 1920.
Se supone que, por lo menos desde esta fecha, las autoridades
civiles de Cartagena, el Ministerio de Obras Públicas y el cuerpo
médico de la ciudad debían comprender que era imposible el sanea
miento de las poblaciones sin tener en cuenta los tres factores ex
puestos por el ingeniero Arango: garantía de un abastecimiento con
tinuo de agua limpia, construcción de una red de cloacas para las
evacuaciones y reglamentación de la higiene pública para protección
de la salud de los habitantes o, en su defecto, obligarse a la utiliza
ción de ese "sistema de disposición de desperdicios domésticos".
Sin embargo, en Cartagena no existió un proyecto específico para
dotar a la ciudad de un sistema de cloacas o cualquiera otra alterna
tiva para la colección y disposición de las excretas. Durante todo el
periodo de nuestro estudio (1880-1930), observamos una ciudad con
estancamientos de agua, amontonamientos pútridos, basuras, pol
vo, lodo y mosquitos, factores insalubres todos éstos, causantes de
permanentes endemias que azotaban la ciudad.
E l médico, el político
En 1918, en una intervención tendiente a desvirtuar la imagen insa
lubre de Cartagena ante las naciones con las que Colombia sostenía
relaciones comerciales, en el marco del Tercer Congreso Médico
306 ¡Alvaro León Casas Orrego
Nacional en Cartagena, el Dr. Manuel Pájaro28 sostuvo que Cartagena
podía ser considerada como una ciudad y un puerto higiénicos, pues
tenía desde la época colonial una distribución suficiente de aguas para
consumo y una evacuación eficiente de las aguas usadas, que se man
tuvo hasta la segunda mitad del siglo XK, época en que, debido al
aumento de la población y a la expansión urbana, se comenzó la des
trucción de parte de las murallas y de las obras de evacuación que
habían sido construidas por los españoles:
Construyeron los colonizadores grandes cisternas públicas en
las murallas y castillos de la histórica ciudad para el servicio espe
cial del ejército. En gran número de casas existen también aljibes
más o menos capaces, que recogen las aguas de lluvia que se con
servan más o menos bien aireadas y bajo la influencia depuradora
del calor solar directo o reflejo. Hay además en cada casa, grande o
pequeña, uno, dos o tres pozos de agua procedente de excavaciones
y filtraciones. Todo esto según un antiguo sistema español, que ha
prestado y presta a la población incalculables beneficios en el ramo
de aguas. Las de aljibe se han considerado potables, y en este con-
28 El doctor Manuel H. Pájaro (1855-1943) fue un afamado médico cartagenero. Cuando inició los estudios profesionales de medicina en 1875 tuvo como sus profesores a los médicos Rafael Calvo, José Manuel Vega y Manuel D. Montenegro. Luego de recibir su diploma en Medicina y Cirugía, es nombrado como profesor en la Escuela de Medicina de Cartagena. Fue miembro fundador de la Sociedad de Medicina y Ciencias Naturales de Bolívar y de la Academia de Historia. Ocupó una curul en el Concejo de Cartagena y presidió el mismo desde 1888 hasta 1891. También fue diputado a la Asamblea del estado soberano de Bolívar desde 1884, y le correspondió presidir la misma corporación cuando ésta tenía carácter departamental en 1903. En 1904 fue elegido representante primer suplente del Congreso de la República. En 1910 el ejecutivo nacional lo nombró director general de Instrucción Pública del departamento de Bolívar, desde donde, entre otras iniciativas, ideó la de dar el nombre permanente de Universidad de Cartagena al antiguo Colegio del Estado. Ocupó la presidencia honoraria del Tercer Congreso Médico Nacional celebrado en Cartagena en 1918, evento en el que se destacó por su intervención en la defensa de las condiciones sanitarias del puerto, evidenciando una postura más política que científica. El Porvenir, N° 6.063, Cartagena, agosto 14 de 1918, p. 2.
Los circuitos del agua y la higiene u rbana en Car tagena I 307
n cepto se las ha venido usando sin graves reparos de la higiene y
n sin daño apreciable para la salubridad pública (Pájaro, 1919: 170).
a
c Era evidente que el doctor Pájaro no diferenciaba entre las solucio-
d nes que los países europeos daban a los problemas de higiene urba-
s na en sus colonias y los proyectos para sus propias ciudades. Gra-
c cias a un reciente estudio sobre el agua en el siglo XVIII (Calatrava,
li 1995: 193-196), conocemos una muy interesante reflexión sobre la
estrecha relación histórica de las ciudades con el agua como un "pro-
í blema urbanístico en su triple vertiente del abastecimiento, el sa-
lizad neamiento y el ornato", en el que se puede apreciar que la preocu-
las d pación en la España de Carlos III por el ordenamiento de las ciudades
la de produjo iniciativas para la construcción de acueductos y sistemas de
tagei evacuación que se copiaban de Francia29 y que superaban en tecno-
dad ( logia y eficiencia a los sistemas de aguas y evacuación construidos
COS.J en los puertos americanos en aquella centuria.
de Vi Para este año de 1918, no sería extraño encontrar un diálogo en-
ro el tre dos maneras diferentes de plantear soluciones a la higiene pú-
Cau blica, la del médico y la del ingeniero. Sin embargo, en el Tercer
aire Congreso Médico Nacional, Manuel Pájaro exalta las ventajas de las
25). ciudades construidas a la orilla del mar, afirmando que, por tanto,
pueden utilizar una abundante provisión de agua de mar, que es "an-
E l d tiséptica poderosa", como complementaria del agua lluvia recogida
en cisternas. Ni las cisternas ni esa expresión sobre el agua de mar
Si s<
forn
míe
pre<
tild;
civil 29 Uno de los más conocidos proyectos realizados en España durante el reinado de Carlos J i III fue la "nueva traída de aguas a Pamplona mediante la realización del acueducto de Noaín".
A esta obra se le dio tanta importancia que en ella intervinieron sucesivamente los dos ar-" ' quitectos más importantes del siglo XVIII en España, Juan de Villanueva en 1776 y Ventura el ir Rodríguez en 1782. En materia de evacuaciones, concretamente en Madrid, desde 1761 se
dictaron normas para el empedrado de las calles, y el arquitecto Francisco Sabatini "dictó una serie de instrucciones bastante detalladas que preveían la construcción de conductos para evacuar, separadamente, las aguas pluviales, las de cocina 'y otras menores de limpieza' y las fecales" (Calatrava, 1995: 194).
310 I Alvaro León Casas Orrego
donde no había acueducto ni sistema de purificación de aguas, pre
cisamente por falta de recursos. Según el ingeniero Arango, desde
el punto de vista pasteriano, las aguas lluvias, por su composición
de polvos, carbón y materias orgánicas acompañadas de bacterias,
no son "dignas de desconfianza". Esta advertencia la hace con el pro
pósito de que se tomen precauciones en los sistemas de abasteci
miento de la ciudad, para evitar los peligros de una contaminación
que sería vehículo de un sinnúmero de enfermedades. El predomi
nio de una opción política en un médico higienista como el doctor
Manuel Pájaro lo colocaba en 1918 en la posición de defender el
ineficaz y peligroso sistema de aguas de Cartagena, para mostrar,
ante las naciones del Caribe y los Estados Unidos, la imagen de un
puerto sano, ignorando así el detallado estudio del ingeniero Arango,
quien había denunciado en 1903 las condiciones de insalubridad de
las ciudades que debían abastecerse de las sospechosas aguas llu
vias y de pozo. El seguimiento del sistema de recolección de las aguas
lluvias hecho por Arango (1903: 189) describe con detalle los facto
res de la contaminación31.
Por otra parte, la débil presencia de los ingenieros en la toma de
decisiones de la administración de la ciudad se debía a que las au
toridades civiles (los gobiernos departamental y municipal), ante la
poderosa presencia de un cuerpo médico organizado en la Sociedad
de Medicina y Ciencias Naturales de Bolívar, no los tenían en cuen
ta como cuerpo consultivo en la búsqueda de una solución sanitaria
urbana. Por esta razón, todos los trabajos de construcción del acue-
31 "... los techos de las casas que forman el área de recolección de las aguas que van a estanques y aljibes... recogen gran cantidad de polvo que el viento levanta de las calles, y es bien sabido que el polvo es uno de los mejores conductores de infinidades de bacterias patogénicas; además... nuestros techos son rendez vous de los gallinazos, que el alimento principal de estos animales constituyen cuerpos en putrefacción; que los instintos glotones de estas aves los llevan a repletarse de modo tal que les provocan contracciones de regurgitación y entonces riegan los techos con ese alimento que no pueden contener en el estómago;... las aguas arrastran luego estas inmundicias lo mismo que los excrementos de
Los circuitos del agua y la higiene u rbana en Cartagena / 311
ducto para Cartagena se hicieron sin que las compañías de ingenie
ros extranjeros que tuvieron presencia en la ciudad se comprome
tieran a realizarlo con todas las especificaciones modernas.
Condiciones higiénicas de Cartagena: aguas estancadas y mosquitos
El sistema de aguas de Cartagena a comienzos del siglo XX conti
nuó siendo mayoritariamente el de aguas estancadas en aljibes o
pozos, que con el crecimiento de la población se hacía cada vez más
insuficiente, pero además constituía un verdadero peligro para la
salud pública por la gran cantidad de mosquitos que en ellos se de
sarrollaban.
La atención de las autoridades sanitarias se orientó, en este sen
tido, hacia la vigilancia del agua. Con este objetivo, la junta departa
mental de higiene ordenó en 1908 cerrar con tela de alambre los al
jibes, los tanques y demás depósitos de agua, porque estando al
descubierto se convertían en "criaderos de mosquitos". La policía
sanitaria fue encargada de recorrer todas las calles de la ciudad im
pidiendo que las personas derramaran agua, formando charcos que
favorecían la reproducción de dichos mosquitos. El gobierno nacio
nal comenzó a estudiar el problema de la pavimentación y alcantari
llado de la ciudad para evitar la gravedad de los males provenientes
de la multiplicación de los insectos. Esa vigilancia de las aguas es
tancadas es una nueva práctica de higiene que, aunada a la de la des
trucción de los reservorios de dichos animales, constituía la nueva
prescripción profiláctica predicada por los médicos especializados
en los estudios de patología tropical. La medicina tropical y la
entomología médica habían cambiado el panorama de la higiene
como práctica y como saber, pues las investigaciones y las medidas
aquellas aves y de otros animales, para depositarlos en los estanques donde el agua impropiamente aireada se convierte en caldo de cultivo para el microbio de un sinnúmero de enfermedades como la tifoidea, la malaria, etc.".
312 ¡Alvaro León Casas Orrego
sanitarias se habían enfocado desde 1899 en el mundo hacia la perse
cución de los llamados vectores de las enfermedades tropicales, tan
to las endémicas como las epidémicas. Y este movimiento revolucio
nario de la medicina a nivel mundial no era extraño en una ciudad
como Cartagena, donde desde 1911 el doctor Miguel Antonio Len
gua había propuesto la idea de anexar a la Escuela de Medicina una
de "Medicina Tropical"32, inspirada en modelos suramericanos, pro
bablemente el de la Escuela Tropicalista Bahiana de Medicina que
funcionó entre 1869 y 1890; y las demandas sanitarias de los países
colonialistas europeos (Peard, 1996: 31-52), alentadas desde el Insti
tuto de Medicina Colonial de París y la Escuela Londinense de Hi
giene y Medicina Tropical33.
Sin embargo, la lucha contra el mosquito aparece tímidamente
en la Cartagena de comienzos de siglo como iniciativa de las autori
dades locales y nacionales. Sanear la ciudad consistirá ahora tam
bién en evitar que los mosquitos tengan criaderos en las aguas es
tancadas. Esto convierte a los aljibes privados y públicos en los
lugares más sospechosos y, por ende, los más perseguidos. Esta per
secución creó conflictos entre los particulares y los agentes de la
policía sanitaria, que eran acusados de atacar la propiedad privada e
intentar, a la fuerza, dejar sin agua al pueblo.
Mientras eso sucedía entre las instancias encargadas de velar por
los intereses públicos -según las críticas publicadas en la prensa lo
cal-, la compañía del acueducto, la Cartagena Water Works, "sin re
comendarse a nadie, abre llaves de agua públicas y privadas". En
efecto, "de manera intempestiva, y cuando menos se espera, se lle-
32 AHC El Porvenir, N° 3.893, Cartagena 9 de marzo de 1911. Sobre la Escuela de Medicina Tropical, A. Casas y J. Márquez, "Medicina regional, medicina nacional y medicina tropical en Cartagena en el cambio de siglo". XCongreso de Historia de Colombia, Medellín, agosto de 1997. 33 Sobre médicos colombianos que se especializaron en Europa en patología tropical, cf. Abel, 1996: 39-40.
Los circuitos del agua y la higiene u r b a n a en Car tagena / 313
nan las calles de agua", actuando abiertamente en contra de las ele
mentales medidas profilácticas, mostrando un "menosprecio noto
rio por la salubridad, por la higiene, por las leyes y por las ciencias".
Como consecuencia de esto, los charcos y los mosquitos se convir
tieron en una constante causa de enfermedad, incluso en los meses
de verano. "La presión del agua del acueducto era tan fuerte", se
gún dice Daniel Lemaitre en sus "Corralitos de Piedra", "que las
tuberías se reventaban, y la compañía administradora del acueduc
to aconsejaba dejar las plumas abiertas por la noche donde fuera
posible, por cuyo servicio nada se cobraba..." (Lemaitre, 1983: 470).
En estas circunstancias, el saneamiento de la ciudad -decía un co-
lumnista de E l Porvenir- "resulta tela de Penélope en que el Go
bierno teje y la Compañía del Acueducto deshace el fruto de la la
bor". Los casos de fiebres palustres aumentaron considerablemente
por aquellos años, y crecieron los temores por la epidemia de fiebre
amarilla34.
En 1909, el director de sanidad municipal, doctor Antonio Mer-
lano, considerando que "es verdad científica indiscutible que los
mosquitos son agentes vectores de varias enfermedades, como el pa
ludismo, la fiebre amarilla, etc." y
[...] que en esta ciudad existen muchos pozos y depósitos de
agua estancada que son criaderos de mosquitos, que el agua de
pozos no es potable, y por lo tanto es a todas luces inconveniente
para la salud, pues están en directa comunicación con los excusa-
34 En 1908, en El Porvenir se ventilaba que uno de los problemas más sentidos de la ciudad de Cartagena era la extirpación de los mosquitos, que se identificaban como el medio con que la ciencia reconocía la transmisión de algunas enfermedades como "la malaria, la fiebre amarilla y quién sabe cuántas más". En el mismo año, un columnista de ese mismo periódico se pronuncia sobre la Compañía del Acueducto: " i Por qué se permite a la compañía [...] que encharque las calles? [...] ¿Qué ha hecho la policía a este respecto? [...] ¿Por qué no cumplen estas compañías los reglamentos de sanidad?", AHC, El Porvenir, Cartagena, junio 4, 1908.
314 I Alvaro León Casas Orrego
dos y reciben infiltraciones subterráneas, define como la tarea fun
damental de la salubridad pública, la lucha contra el mosquito33.
En este sentido, el Io de septiembre de ese mismo año, el go
bernador José María de la Vega expidió una resolución mediante la
cual se dispuso que la dirección de sanidad procediera al cierre de
los pozos públicos y privados, y a desecar por los métodos conoci
dos (rellenos, etc.) los lugares de la ciudad donde existieran aguas
estancadas. Se aprobaba el "petrolaje de las aguas", o la utilización
de cualquier otra sustancia que hiciese posible la asfixia de las ba
suras donde la medida del cierre no fuera aplicable. La medida obli
gaba a los individuos poseedores de aljibe o tanque a mantenerlo ce
rrado, cuando no se estuviera haciendo de ellos uso inmediato, por
una puerta de alambre de cobre, labor que sería inspeccionada di
rectamente por la dirección de sanidad, que quedaba autorizada para
imponer multas de $5 a $50 pesos oro, en caso de oposición o in
cumplimiento36.
Pero estos intentos de la dirección de sanidad para cegar los po
zos de la ciudad no pudieron ejecutarse, pues con las deficiencias
del acueducto de Matute, en 1909, los pozos y aljibes representaban
la única fuente para la mayoría de los pobladores de bajos recursos.
La resistencia justificada de la población no permitió clausurar po
zos, cisternas o aljibes y además la gente no tenía recursos para ga
rantizar rejillas antimosquitos en sus fuentes de agua. En este sen
tido, fueron notorias las gestiones hechas por el general D. Eloy Porto
para mantener el servicio de agua tradicional de la ciudad hasta que
se garantizara el eficiente funcionamiento del acueducto.
Sin embargo, la defensa de los pozos era apenas una parte del
saneamiento que debía realizarse en la ciudad. La dirección de sa
nidad procedió a la desinfección de las alcantarillas y a adoptar otras
AHC, El Porvenir, Cartagena, septiembre 4, 1909. Ibid.
Los circuitos de l agua y la higiene u r b a n a en Car tagena I 315
medidas que contribuyeran a erradicar aquellos "terribles focos de
infección"37.
Otras medidas complementarias de gran importancia se adopta
ron por parte de la dirección de sanidad. El doctor Merlano anunció a
través de la prensa que los expendedores de agua estaban bajo vigi
lancia de la sanidad y que se hallaban obligados a lavar semanalmente
los depósitos de agua, interior y exteriormente, en presencia de un
empleado de esa oficina. Se prohibió vender "agua impotable" como
la de los pozos, y sólo era permitido su uso para el lavado de ropa. Tam
bién fueron reglamentados los excusados: éstos debían construirse
por el sistema de pozos sépticos, de conformidad con el diseño, pla
no y dimensiones que determinara el ingeniero municipal38.
El agua urbana, entre la caridad y el privilegio
La precariedad del abastecimiento de agua en la ciudad de Cartagena
constituyó no sólo un factor de insalubridad urbana, sino que ade
más fue un elemento de diferenciación social. Entre finales del si
glo XKy las primeras décadas del XX, las tres empresas que se com
prometieron a suministrar agua potable a la creciente población
cumplieron sólo parcialmente con su deber, pues como se eviden
cia en toda la documentación científica y comercial revisada, ade
más de que no incluían en los contratos la construcción simultánea
de un sistema de alcantarillado, que garantizara cerrar los circuitos
del agua, no superaron las dificultades que presentaban las fuentes
y por consiguiente el acueducto llegaba solamente a los domicilios
de las familias que podían pagarlo. En este sentido, se entiende que
el sistema de aguas en Cartagena no constituyó en esa época un "servi
cio público", sino un privilegio de los ricos. Los pobres de la ciudad,
por su parte, dependían del agua de aljibe que se vendía en las calles o
37 AHC, El Porvenir, Cartagena, septiembre 11, 1909. 38 AHC, Acuerdos, Acuerdo 20 de 28 de marzo, 1919.
316 I Alvaro León Casas Orrego
de las fuentes públicas que se dejaban abiertas en ciertos lugares. En
las épocas de crisis, calmar su sed dependía de la caridad de los miem
bros de la élite y de los empresarios que regalaban el líquido a los po
bres de solemnidad.
El año 1915 presenta una particular preocupación de las autori
dades civiles, las autoridades sanitarias, médicos e ingenieros, por
solucionar los graves problemas que en materia de salubridad man
tenían azotada a la población con permanentes epidemias y fuertes
endemias. No en vano, la alarma sobre la epidemia de "peste bubónica"
que se había presentado durante los años anteriores de 1913 y 1914,
y que en el mejor de los casos se admitía como una fuerte afección
neumónica, o "peste neumónica", había servido de advertencia a
todos sobre los peligros y consecuencias de que se presentara real
mente una epidemia que impidiera la apertura del puerto y la libe
ración de las cuarentenas. Tal vez por eso, en 1915 se comienza a
reconocer como el problema fundamental en la higiene de la ciu
dad, además de la falta de agua potable, la falta de un sistema de
cloacas. Los acueductos que se habían contratado y construido en
1892 con la compañía de Russell y en 1905 con Ford -la misma que
en 1915 "administraba" la Cartagena (Colombia) Water Work-no
habían alcanzado a superar la falta de fuentes de agua para el acue
ducto de la ciudad. Ya en ese año se discutía la solución de traer agua
desde el río Magdalena o desde el canal del Dique, mediante unos
canales que empataran con las aguas de Turbaco. Es en este mo
mento cuando comienzan a tener presencia las observaciones de los
ingenieros que se contrataban para que emitieran conceptos sobre
la viabilidad de las propuestas. Sin embargo, el problema del abas
tecimiento de agua potable domiciliaria en Cartagena debió espe
rar hasta más allá de la década de 1930 para consolidar lo que serían
la empresas públicas de Cartagena.
Aunque en 1915 el acueducto que construyera James Ford fun
cionaba administrado por la compañía inglesa, éste no constituía un
servicio público, sino que se había convertido en un privilegio para
Los circuitos del agua y la higiene urbana en Cartagena / 317
las pocas personas adineradas que podían pagarlo, y en instrumen
to de poder con el que se ejercía la caridad pública organizada por
la comisión sanitaria municipal como un acto de beneficencia que
debía agradecerse públicamente.
La cadena de distribución de las fichas que daban derecho a los
pobres a tomar las cantidades de agua asignadas funcionaba de modo
paralelo a otras formas de asistencia alimentaria como la de la leche
y, desde luego, se hacía de ello un acto digno de toda la publicidad
que resaltara las virtudes cristianas de los miembros particulares de
la junta sanitaria municipal. El 28 de mayo de 1915, por ejemplo, la
dirección de sanidad anunciaba enElPorvenir que, en todos los lu
gares donde se repartía gratis la leche a los pobres, se habían depo
sitado las fichas que daban derecho a los necesitados a sacar gratui
tamente el agua del gran tanque de la Estación del Ferrocarril.
Para el 5 de junio, la campaña "filantrópica" había dado muy
buenos resultados. En las páginas de El Porvenir de ese día, se pre
sentaba el siguiente reporte:
Distinguidísimas damas de refinada cultura no han esquiva
do ir de puerta en puerta solicitando una limosna destinada al so
corro de los desvalidos; el comercio ha concurrido con su óbolo al
mismo caritativo fin, la Compañía del Ferrocarril se ofreció para
traer agua del Magdalena para regalar a los necesitados; la empresa
del acueducto regala a los mismos dos mil quinientos galones
diarios, los médicos contribuyen con sus conocimientos a hacer
menos dura la suerte de los infelices, y todas aquellas personas a
quienes de uno u otro modo se les ha pedido su concurso, lo han
prestado voluntaria y decididamente. Esto habla muy en alto de
los magnánimos sentimientos de la sociedad Cartagena y es un
timbre de orgullo más para esta ciudad por mil títulos notable.
En el proceso de transformación urbana, el acceso a un sistema
de agua y alcantarillado u otro sistema de evacuación de los detritus
318 I Alvaro León Casas Orrego
era limitado para la mayoría de la población, que vivía en medio de
la más absoluta falta de condiciones higiénicas. Las descripciones
de las viviendas de pobres son buen testimonio del acceso a la hi
giene como privilegio de las clases acomodadas. En la habitación de
la clase pobre,
[...] combatida por la miseria fisiológica [...], habitaciones que
apenas merecen el nombre de tales, [...] verdaderas zahúrdas en
donde a veces ni siquiera existen letrinas, ni hay desagües, ni pi
sos, ni ventilación, ni nada [...] lugares donde hasta las enferme
dades más benignas se agravan39.
Lo que los médicos e ingenieros recomendaban como "vivien
das higiénicas" con letrinas y desagües, en una ciudad carente de
sistema de alcantarillado, resultaba prácticamente imposible para
la clase pobre, tal como lo parece ahora.
La solución propuesta en las páginas de E l Porvenir consistía
en una intervención directa de las autoridades de la ciudad, para que
los propietarios de las viviendas las acondicionen, mejorando su hi
giene, aunque los costos de la inversión al final los paguen los in
quilinos. El aumento de los alquileres de vivienda se compensaría
con el mejoramiento de la salud de los habitantes.
La ciudad sin agua
La preocupación de las autoridades civiles por resolver con la ac
ción caritativa la sed de los pobres de la ciudad dejaba al descubier
to las deficiencias del sistema de aguas que desde la Colonia tenía
Cartagena y que no habían sido superadas por ninguna de las pro
puestas de acueducto contratadas con las compañías extranjeras.
AHC, El Porvenir, Cartagena, 22 de mayo, 1915, p. 2. "Transformación urbana"
Los circuitos del agua y la higiene u r b a n a en Cartagena / 319
Todavía en 1921, algunos miembros de la élite cartagenera -que pro
yectaban una ciudad nueva, sin la estrechez de sus calles coloniales y
el encierro de las murallas, tan "contrarias al progreso" y que se im
ponían como un rígido obstáculo, incómodo y perjudicial para la acti
vidad comercial de la ciudad y el puerto40- reclamaban la solución del
abastecimiento de agua como una necesidad imperiosa.
La Cartagena (Colombia) Water Works Ltd. continuaba, aún en
la década de 1920, intentando soluciones diferentes a la propuesta con
tenida en el contrato del ingeniero Dickin (conectar el área del reser-
vorio a un punto en el río Magdalena). La empresa buscaba aumen
tar la cantidad de agua, sin atender a su calidad, e insistía en utilizar
las aguas del arroyo de Aguas Vivas.
El agua de Aguas Vivas presentaba un serio peligro para la conta
minación del acueducto, y en esto hasta el doctor Pájaro, apologista
del servicio de agua de Cartagena, estaba de acuerdo en que el agua
del acueducto procedente del arroyo de Matute no sólo era insuficiente
para la población,
[...] sino que no es del todo potable, mayormente en la época
en que no llueve, y que por lo mismo se reduce su volumen y se
precipitan en mayor cantidad los elementos calcáreos insolubles
en que abundan dichas aguas (Pájaro, 1919: 172).
Con esta consideración, Pájaro propone la filtración41; aunque,
frente a la propuesta de cambio de fuente, insiste en señalar las bon
dades del agua lluvia recogida y conservada en tanques de hierro como
el agua ideal para el consumo doméstico en Cartagena y otros pue-
40 AHC, El Porvenir, Cartagena, enero 10, 1921. 41 Muy apegado a lo tradicional, el doctor Pájaro señala las desventajas del agua de Matute para resaltar las buenas cualidades del agua de cisterna: "Ua filtración de estas aguas [de Matute] se impone pues de un modo imperioso, si han de emplearse esas aguas para bebida, como la usa la clase pobre, pues la acomodada sigue usando sin inconveniente, antes
320 ¡Alvaro León Casas Orrego
blos del departamento de Bolívar. En este sentido, resulta pertinente
e interesante la siguiente observación de higiene pública:
[...] es de notar que la población vecina de Turbaco, en donde
quince años atrás se bebía exclusivamente agua de los arroyos próxi
mos, agua calcárea y casi impotable, esa risueña población era azo
tada sin intermisión por la disentería. Hoy se consume allí agua de
cisternas o de tanques de hierro, y es palpable que la enfermedad
disentérica que la diezmaba ha perdido desde entonces su anti
gua frecuencia y gravedad mortífera (Pájaro: 1918, 172).
Finalmente, el médico aceptará como acertado el proyecto de pro
longar el acueducto hasta el Dique o el Magdalena, siempre y cuando
esta agua "sea bien filtrada y se la someta a la purificación necesaria
para evitar futuros peligros a la población" (Pájaro: 1918, 173).
Años más tarde, el ingeniero sanitario norteamericano Geo C.
Bunker reportaba en el estudio que presentó ante la empresa -pu
blicado en El Porvenir en enero de 1924- que el problema no resi
día solamente en encontrar una fuente de agua abundante para la
ciudad, sino que era preciso procurar la buena calidad de la misma.
En este sentido, el análisis científico de las aguas de la corriente del
arroyo Aguas Vivas fue el primero de ese orden en la ciudad, y ponía
a disposición de las autoridades urbanas el conocimiento necesario
para adoptar las medidas más convenientes en materia de la higie
ne de las aguas (Casas, 1996: 87).
El resultado de los análisis del ingeniero Bunker (Cartagena,
1924) coincide con los del ingeniero Arango (Panamá, 1903) en el
sentido de que las aguas arrastran gran cantidad de inmundicias, las
cuales, depositadas en los estanques, se convertían en el principal
factor de contaminación. En la inspección del área de recolecta del
bien con placer, el agua de cisternas, por ser delgada y agradable y reunir muchas de las condiciones del agua verdaderamente potable" (Pájaro, 1919: 172)".
Los circuitos del agua y la higiene u rbana en Cartagena I 321
reservorio proyectado en el arroyo de Aguas Vivas y en los estudios
sobre varios datos relativos a ella, Bunker proscribió esta agua como
no conveniente para la Cartagena (Colombia) Water Works Ltd. y
por eso habría que represar las aguas lluvias en esta área por medio
de la construcción de una represa en el nombrado arroyo42.
La gran dificultad para la higienización del puerto y de la ciudad
de Cartagena, tal como lo había expresado Pablo García Medina en
su informe de Montevideo en 1920, consistía en la ausencia de una
fuente propicia para el abasto. Cartagena, ciudad sin agua, se con
vertía así en espacio de los análisis de médicos e ingenieros, que con
espíritu cívico o contratados procuraban una solución duradera.
Circuitos abiertos: la constante insalubridad
Mientras los funcionarios de la junta sanitaria se ocupaban de la ca
ridad pública, en Cartagena se seguían viviendo los rigores de la falta
de saneamiento.
Durante la década de 1920, los circuitos del agua seguían sien
do abiertos o, mejor, cerrándose en presencia de los habitantes, tal
y como se habían conocido desde la Colonia y en el siglo XK Tanto
en E l Porvenir, como en el Diario de la Costa, los dos más impor
tantes periódicos de la ciudad, se multiplicaron constantes y nume
rosas denuncias sobre focos de insalubridad. Las críticas y deman
das a las autoridades sanitarias fueron igualmente frecuentes.
El problema de los desagües de Cartagena constituyó en la pri
mera mitad del siglo XX un problema permanente y estructural. Aún
en 1925, E l Porvenir muestra en una nota publicada el 21 de enero
que este problema sigue sin solución:
En la época de invierno, es explicable y hasta tolerable que
en las calles se formen lodazales por la constante lluvia, pero que
AHC, El Porvenir, Cartagena, 2 de enero de 1924.
322 / Alvaro León Casas Orrego
en pleno verano existan en algunas calles aguas estancadas, no
hay motivo alguno que lo justifique y las autoridades encargadas
de la sanidad, deben proceder a impedirlo. En la Plaza de los
Mártires hay una corriente permanente que pasa por la Calle
Larga y desagua en el mar.
La topografía del espacio urbano, con depresiones por debajo del
nivel del mar, permitía, y permite aún, la acumulación de aguas que
permanecen incluso en épocas de prolongado verano. Hoy lo sufri
mos, y hasta nos acostumbramos a vivir con ello, pero se trata de un
problema estructural, crónico y de muy vieja data, origen de numero
sas endemias y epidemias. En las primeras décadas del siglo XX este
problema era denunciado por muchas voces interesadas en mostrar
le al mundo un puerto y una ciudad sanas; por otra parte, en ese mo
mento, el interés del Estado se centra como nunca antes en tener una
población apta para el trabajo, fuera nativa o inmigrante; esto explica
en parte el nuevo auge de la higiene urbana y la argumentación médi
ca oficial en favor de inversiones en saneamiento y salud.
La documentación y la realidad de los servicios públicos de
Cartagena de todo el siglo XX dejan ver una lentitud característica
en el proceso de saneamiento de la ciudad. El juego de circunstan
cias y procesos históricos paralelos se repite en el transcurso del
tiempo. Cuando se termina de ejecutar una obra proyectada para
cierto crecimiento de la ciudad y de la población, aparece insuficiente
y pareciera como si hubiera que comenzar de nuevo. Ha sido el eter
no retorno de los mismos problemas e insuficiencias que aparecen
en momentos distintos. En 1929 se autorizó al alcalde del distrito,
Enrique Grau, para que adelantara las gestiones necesarias para la
pavimentación general de las calles de Cartagena, Getsemaní y otras
avenidas extramuros43. Y, paradójicamente, las disposiciones ten-
AHC, Acuerdos, Acuerdo 6 de 23 de enero de 1929.
Los circuitos del agua y la higiene urbana en Cartagena I 323
dientes a la construcción del alcantarillado de toda la ciudad apare
cen sólo al año siguiente cuando, por acuerdo del Concejo, se esta
bleció una junta compuesta de tres ciudadanos y el personero mu
nicipal para realizar los estudios pertinentes en colaboración con el
ingeniero municipal u otro profesional especializado, teniendo en
cuenta "la topografía y necesidades de Cartagena".
Al cerrar el siglo XX-aunque Cartagena se perfila como una de
las ciudades más importantes, como sede de eventos internaciona
les y como "capital alterna de Colombia"-, la problemática urbana
de los circuitos del agua continúa. No solamente es insuficiente el
abasto, sino que las aguas sucias se derraman o simplemente bro
tan de las alcantarillas, formando charcos con malos olores y focos
de contaminación y de enfermedades endémicas que afectan a to
dos los barrios de la ciudad, incluso a los más elegantes o dedicados
al turismo. Esta visión histórica del problema debe llevar a una re
flexión más profunda sobre el futuro de la ciudad y el desarrollo de
una planificación urbana que, sin desconocer los intereses particu
lares, haga efectiva la interlocución entre médicos, ingenieros y au
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Cristina Barajas S.
HIBRIDACIÓN CONSTANTE:
manejo de la enfermedad en una comunidad rural colombiana
Cada vez que hay un encuentro entre la sabiduría tradicional local
de atención a la salud y los conocimientos científicos facultativos,
hay un encuentro cultural. Cada parte aporta a ese encuentro un uni
verso simbólico susceptible de cambio. Tal contacto es una ocasión
enriquecedora pues genera intercambios de los que resultan adop
ciones de creencias, técnicas e interpretaciones que en mayor o me
nor grado transforman las concepciones y acciones que se tengan
de los eventos de enfermedad.
Desde esta perspectiva, en este documento se analizan los pro
cesos de hibridación en el manejo de la enfermedad en la vereda El
Carreño del municipio de Sotaquirá, altiplano de Boyacá, en los An
des colombianos, a la luz de la interacción de las influencias autóc
tonas locales y del saber médico formal.
El análisis muestra la existencia de una hibridación constante
entre conocimientos transferidos de forma parcial desde la institu
ción médica, de una parte, y la adopción también parcial de algunos
términos clasificatorios, de estrategias curativas y de cuadros clíni
cos por parte de los campesinos. En última instancia, lo que se pre
senta es una mezcla, una hibridación.
Este trabajo forma parte de uno más amplio que indaga sobre la
significación social y cultural de enfermarse para los habitantes de
dicha localidad. Para su desarrollo se utilizó como metodología la et
nografía1.
1 El acercamiento etnográfico permite buscar la estructura de las relaciones detrás del hecho observable. Es un acercamiento en el que las estructuras no son cosas del mundo
Hibridación constante I T>7A
1. Algunos aportes de la antropología médica
En Colombia, la mayoría de los trabajos de antropología médica que
hablan de sociedades campesinas se pueden agrupar bajo dos es
quemas: los que manejan la dicotomía entre lo tradicional y lo mo
derno y los que buscan, con una perspectiva histórica, las raíces, los
legados étnicos o sus persistencias para explicar la formación de los
sistemas médicos vigentes en la actualidad.
Dentro del primer grupo se encuentran etnografías y estudios
dispersos en trabajos de grado de estudiantes del área de la salud y
de ciencias sociales (Herrera y Loboguerrero, 1982) y otros que re
copilan prácticas y conocimientos médicos y etnobotánicos popula
res de diversas zonas rurales del país (Zuluaga, 1994 y 1992).
Muchos de estos estudios están basados en la conceptualización
que Foster (1964) expone en Las culturas tradicionales y los cambios
técnicos, en donde la polaridad de lo campesino como tradicional o
popular, con lo urbano como lo moderno, es el eje del análisis, y don
de éstos se consideran como estadios consecutivos.
Para Foster los rasgos culturales y la tradición campesina cons
tituyen un obstáculo para el desarrollo en términos generales, es
pecialmente en medicina, y para que los campesinos adopten for
mas médicas más eficaces.
La posibilidad de la transformación de lo tradicional en moder
no radica en el proceso de desarrollo, "creando oportunidades eco
nómicas y de otro tipo que estimulen al campesino a abandonar su
tradicional y progresiva orientación cognoscitiva irreal, en favor de
una nueva que refleje las realidades del mundo moderno" (Foster,
1964).
Los trabajos con perspectiva histórica, como los de Virginia Gu
tiérrez de Pineda, manejan además de esa polaridad tradicional mo-
físico, sino productos sociales, cuyo conocimiento es el fruto de interacciones, del diálogo entre el conocedor y el objeto conocido.
330 / Cristina Bara ja s
derna, el esquema de sistemas médicos con base en el legado de las
tres etnias, india, negra y española, que se consideran generadoras
del patrimonio cultural colombiano, haciendo énfasis en los apor
tes de cada una de ellas en la formación de los sistemas médicos po
pulares que persisten en la actualidad (Gutiérrez de P, 1985).
Para otros autores, es la búsqueda de la continuidad de las raí
ces indígenas lo que le da cuerpo a los análisis del comportamiento
médico de algunos grupos campesinos. Faust, por ejemplo, afirma
la existencia de un sistema cognitivo que presenta continuidad en
tre lo indio y lo campesino y que puede ser entendido como una for
ma de pensamiento altamente estructurado (Faust, 1990).
Pinzón y Suárez, y Urrea, quienes reconocen las persistencias de
algunos rasgos en el manejo de la salud y la enfermedad, se pregun
tan por esa continuidad en el tiempo y la interpretan como una forma
de resistencia cultural ante el poder hegemónico que ejerce la medi
cina occidental institucionalizada sobre las formas médicas de otras
culturas (Pinzón y Suárez, 1992; Urrea, 1992; Taussig, 1987)2.
La preocupación de la descripción etnográfica se ha dirigido en
tonces, en términos generales, a dos frentes: las prácticas curativas
y la génesis histórica de las mismas, identificando sus fuentes o se
ñalando sus mezclas y permanencias culturales.
Considero que es necesario un enfoque nuevo para entender
ahora el papel que desempeña el manejo de la enfermedad y su cu
ración en las culturas campesinas. En este trabajo considero la po
sibilidad de hablar más bien de una adaptación dinámica. Haremos
un esbozo de sus principios teóricos más adelante en este mismo
capítulo.
2 Los análisis de Taussig, si bien se inscriben dentro de los estudios sobre chamanismo, permiten una visión mas amplia del fenómeno de la mezcla y la permanencia de formas médicas, bajo la óptica de! colonialismo y la resistencia que éste puede producir en los grupos colonizados y oprimidos (Taussig, 1987).
Hibridación constante / 331
Otro planteamiento frecuente en los trabajos sobre formas mé
dicas populares y/o campesinas ha sido el de sistema.
Se ha planteado el sistema médico de la sociedad campesina
como un sistema abierto, que permite la inclusión de elementos de
todo tipo. A diferencia de otros sistemas médicos, como el biofísico
o científico, el campesino entendido como popular o folclórico no
se basa en un solo paradigma y está abierto a otras posibilidades. Es
un sistema adaptativo, que responde a cambios (Press, 1978).
Este mismo esquema es utilizado para otros muchos estudios
(Gutiérrez de E, 1985; Foster y Anderson, 1978; Young, 1976), y aun
que ese modelo ha sido de gran utilidad como herramienta teórica,
parece insuficiente, pues se considera que ese sistema una vez es
tablecido se transmite a las generaciones siguientes, de manera que
se permite su permanencia.
De acuerdo con lo visto en el terreno, considero que, lejos de per
manecer, cambia de manera tan rápida y constante que no da tiem
po a que se sedimente como estructura consistente. Incluso cabe el
interrogante acerca de si hay un sistema como tal en las sociedades
campesinas. A continuación haremos el acercamiento conceptual a
esta temática.
2. Sistemas médicos o rasgos estructurantes
Por medio del conjunto de significaciones socialmente construidas,
el ser humano trata de explicarse lo que le rodea. Los elementos que
utiliza para ese fin son de muy diversa índole, de acuerdo con la di
námica constante que acompaña a su actividad en todos los frentes.
Entre otros, el concepto de sistema ha sido el utilizado por la
ciencia occidental en los últimos tiempos como una forma de darle
orden a su mundo objetivado. Ello no significa que sea el único, ni
que otras sociedades expliquen su mundo teniendo en cuenta ese
mismo esquema, ni que pueda ser universalmente aplicado a las
formas como ordenan el mundo otras culturas. Existen otras mu-
332 / Cristina Barajas
chas posibilidades. Sin embargo, aquí lo analizaremos por ser la
forma usual de análisis para los fenómenos de salud.
Se considera al sistema como un conjunto de elementos en
interrelación. Para que su interacción sea posible, es necesario que
cumpla con una serie de requisitos adicionales, como la existencia
de un orden en los elementos y en la forma de relacionarse, una fun
ción específica de cada uno de ellos, una finalidad común, casi que
entendida como un propósito, la posibilidad de un funcionamiento
armónico y, en últimas, que el conjunto forme una unidad (Bertalanffy,
1986).
Así esbozado, el sistema permite analizar tanto la estructura como
la función, que en últimas corresponden al orden en las partes y al
orden en los procesos, respectivamente.
Este ordenamiento del mundo se analiza según dos posibilida
des: el nexo con el entorno, a través del intercambio de materia y/o
energía, lo que se analiza como sistema abierto, o la inexistencia de
ese intercambio (en los sistemas cerrados).
En las ciencias sociales el concepto ha sido de gran utilidad para
el desarrollo de algunas temáticas, como las relacionadas con enfo
ques cognoscitivos y simbólicos. La aplicación de este modelo a las
formas de salud y enfermedad es lo que se ha denominado sistema
médico. Éste comprende entonces el conjunto de conceptos, conoci
mientos, habilidades y acciones para el manejo de la salud y la enfer
medad producidos por un grupo humano específico. Aunque el con
cepto ha sido introducido desde hace mucho tiempo, por Clark en
1959, ha tenido variaciones según diferentes autores, que han hecho
diferentes énfasis. Por ejemplo, para Foster y Andersen, ante todo es
una construcción intelectual, un cuerpo teórico, constitutivo de la
orientación cognoscitiva de los miembros del grupo (Gutiérrez de E,
1985). Para Kleiman, quien le da más importancia a sus componen
tes, el sistema médico está formado por un sistema de cultura local,
integrado por tres partes sobrepuestas: el popular, el profesional y los
sectores folclóricos (Gutiérrez de R, 1985).
Hibridación constante I 333
Para el caso colombiano, el mayor aporte al analizar los sistemas
médicos quizás sea el de Virginia Gutiérrez de Pineda, para quien
lo fundamental radica en el triple legado étnico, que se plasma pro
duciendo dos sistemas, el facultativo y el tradicional; este último pre
senta dos componentes, el mágico-religioso y el curanderismo (Gu
tiérrez de Pineda, 1985).
Bibeau y Pedersen, en un acercamiento más reciente al tema (Bi-
beau, 1993; Pedersen, 1993), entienden como componentes del sis
tema tres subsistemas: uno de signos, que identifica y clasifica el
evento de enfermedad; otro compuesto por significados, y un tercero
definido por las acciones.
Uno de los interrogantes que nos planteamos en el desarrollo
de esta investigación surge de la base misma de esta concepción de
sistema y de su aplicación al caso del manejo de la enfermedad en
sociedades campesinas. Por encontrar inconvenientes en su aplica
ción, utilizaremos más bien algunos de los elementos que caracte
rizan a los sistemas complejos.
El modelo de los sistemas complejos o caóticos es más pertinen
te para los fines de la presente investigación, puesto que tiene en
cuenta la dinámica y continua transformación de los elementos y de
sus relaciones. Algunas de sus características son (Hayles, 1993):
a. Los sistemas complejos no obedecen a una linealidad: la re
lación causa-efecto es incongruente; una causa pequeña, un cam
bio, por ejemplo, puede producir un efecto de diferente magnitud.
b. Son sensibles a las condiciones iniciales; son al mismo tiem
po deterministas e impredecibles.
c. Poseen mecanismos de realimentación que crean circuitos en
los que la salida revierte hacia el sistema como entrada.
d. Poseen alta diversidad en fuentes y flujos de información; cada
nueva información pone severos límites a la predictibilidad, pero ase
gura la constante variedad y riqueza de la estructura.
e. En los sistemas complejos el orden y el caos se relacionan de
dos formas: sea porque del caos emerjan estructuras organizadas o
334 / Cristina Barajas
porque exista un orden oculto dentro del sistema, que contiene es
tructuras profundamente codificadas. Éstas se caracterizan por com
binar azar y orden; se constituyen en tendencias organizadoras en
el interior del sistema.
Aquí denominaremos rasgos estructurantes a esas tendencias
organizadoras en el interior de un sistema y hablaremos de estruc
tura profundamente codificada sólo cuando esos rasgos son tan fuer
tes y tan arraigados que persisten a lo largo del tiempo con modifica
ciones pequeñas, hasta el punto de constituir una forma generalizada
de pensamiento.
3. Lo evidente: el manejo de la enfermedad y la curación
En los cuadros 1, 2, 3 y 4 se recogen los datos de lo que en primera
instancia se podría llamar el sistema médico. Aparecen enfermeda
des o dolencias padecidas por los diferentes miembros de las fami
lias con las que se trabajó en terreno, y además algunas referidas por
ellos, pero que fueron padecidas por otras personas de la región.
Para facilitar el análisis consideramos que el sistema está for
mado por tres subsistemas, a saber:
• Sistema de signos: formado por los síntomas que se manifies
tan en el cuerpo como cambios que producen el paso desde un esta
do de salud hacia el de enfermedad, como un continuum. General
mente, dentro de este sistema se agrupan descripciones del fenómeno
que da inicio a la enfermedad y su ubicación en el cuerpo.
• Sistema de significados: el cuadro recoge los caracteres bási
cos de interpretación de los síntomas. Generalmente, a lo que se hace
alusión es a las causas o motivaciones que permiten la presencia de
la discontinuidad en la salud.
• Sistema de acciones: aquí se reseñan tanto los agentes médi
cos a los que se acude, como el tratamiento utilizado. Algunas veces
también las formas de prevención, aunque éstas se analizarán en con
junto con los otros sistemas.
Hibridación constante I 335
Cuadro 1
Denominaciones locales: generalmente describen síntomas Algunas enfermedades y disfunciones percibidas por los
campesinos de la vereda El Carreño, Sotaquirá.
Denominación
Susto (en niños)
Embuche (en niños)
Dureza de estómago
Lastimadura o descuaje (en niños)
Enteco o tocado de difunto (en niños)
Fiebre (en niños)
Hemorragia por ¡a boca
Parto pasmado
Tos
Romaíís
Coger frío
Ceguera
Sacido o vejigón
Tercedura
Matriz caída
Signos (Síntomas)
Piel brotada, no engorda, se paraliza.
Dolor de estómago, vómito, diarrea, desaliento, inapetencia.
No poder defecar.
Dolor en el vientre.
Palidez, inapetencia, raquitismo.
Calor.
Cólicos fuertes.
Contracciones irregulares, no sale el niño.
Tos.
Dolor en articulaciones, gordura.
Picadas o dolores.
No ver.
Inflamación, dolor en el sitio.
Contracción muscular sostenida.
Desaliento y dolor de estómago, suspensión de menstruación.
Significados (Interpretaciones)
El miedo o susto que sentía la mamá cuando cl niño era pequeño.
Por comer en exceso.
Depende de los alimentos consumidos (guayaba, papayuela).
Se escurre el intestino por algún sacudón o caída.
Le entró frío de difunto por ir a un funeral o por estar en el sitio donde estuvo un muerto.
Diversas causas.
Por bañarse cuando le llegó la monarquía, la sangre salió por arriba y nn por abajo.
Por la presencia de alguien indeseado, generalmente un hombre; o por angustia, preocupación.
Por transición de cálido a frío; por acostarse en pasto ; por recibir frío.
Por tomar mucho licor, por comer mucho.
Entra el frío al cuerpo,
Por el humo, por transición de cálido a frío, por un "mal viento".
Algo entra bajo la piel; cuando sale en las nalgas se debe a sentarse en piedras calientes.
Por bañarse con agua fría estando acalorado, o por transición de cálido a frío.
Por hacer oficio cuando se levantó del parto. Por alzar al bebe después del parlo.
Acciones (Acción preventiva)
" Ir a un médico llanero. • Baños con hierbas.
• Masaje en el vientre. • Agua de hierbabuena.
* lomar agua de malva, jugo de calabaza.
• Ir al sobandero, éste soba y pone venda
• Ir a comadrona. • Baños con suero de leche. • Meterlo desnudo en vientre de vaca recién muerta
• Baños con aguas de hierbas aromáticas no cálidas.
• Ir a hospital (no sobar porque se detiene el flujo sanguíneo).
• Masajes. " Presión en vientre. " Tomar agua de manzanilla o agua de ramo santo.
* Tomar infusiones de hierbas cálidas y aromáticas.
• Bañarse con barro de los pozos termales de Paipa. • Agua de bretónica. " Ir a médico.
• Poner hojas de arbolnco en la zona, producir calor.
• Colocar panela rallada v cebolla larga, para que "llame" la materia (pus). • Amarrar lana roja, delimitando zona para (¡uc no se extienda.
• Aplicar compresas calientes en la zona afectada. • Evitar transiciones.
" Ir a sobandera, que soba y suministra un compuesto de hierbas y vitaminas.
336 / Cristina Barajas
Cuadro 2
Denominaciones locales que aluden al órgano enfermo Algunas enfermedades y disfunciones percibidas por los
campesinos de la vereda El Carreño, Sotaquirá.
Denominación
Mal del hígado (niños v adultos).
Mal de ojo (niños).
Mal del corazón
Mal del riñon
Signos (síntomas)
Rebote, mareos, ojos amarillos, palmas de manos quebradas y ajadas.
Fiebres altas, vómito, convulsiones.
Inflamación de cabeza y pies. "Vistas" afectadas.
Dificultad al orinar, dolor en la parte baja de la espalda, fiebre.
Significados (interpretaciones)
Por consumir grasas en exceso.
Envidia por belleza del niño, mirada fuerte de un adulto.
Exceso de calor.
Frío en los ríñones (por andar descalzo o sentarse en sitios fríos).
Acciones (acción preventiva)
* Tomar aguas de hierbas amargas.
• Ir a la comadrona.
• Ir al hospital • Infusión de upacón.
' Agua de parielaria. • Colocarse "cuero de fara" en ¡a zona del dolor.
Cuadro 3
Denominaciones tomadas de la medicina institucional Algunas enfermedades y disfunciones percibidas por los
campesinos de la vereda El Carreño, Sotaquirá.
Denominación
Hepatitis (niños y adultos).
Pielitis (mujer embarazada) .
Gangrena
Apenaicitis
Trombosis
Cáncer de boca
Cáncer (?)
Glicemia o leucemia
Fiebre reumática
Signos (síntomas)
Ojos amarillos.
Calor c inflamación en la pierna.
Inflamación en la pierna después del golpe.
Dolor al lado derecho.
Dolor de cabeza y "picada" en la coronilla.
Infección en la boca.
Tos y ahogadera al comer "de sal".
Fiebres altas, vómito, convulsiones, sangrado por e! oído y el ojo.
Significados (interpretaciones)
Por "aguantar hambre" o por comer muchos huevos.
Inicialmente, como "orines de araña".
Pensaron que era materia (pus) acumulada.
El dolor se despertó al "hacer una mala fuerza".
Se le subió la sangre a la cabeza.
Por sacarse una muela con alicates oxidados.
Enfermedad que "le seca la sangre a uno".
Inicialmente se pensó en "mal de ojo", excepto por el sangrado.
Acciones (acción preventiva)
• Ir al hospital o a la droguería.
• Ir al hospital.
• Poner cuajada. • Delimitar la zona amarrando lana roja. " Fue al hospital, murió por ampicilina.
• Por ser muy fuerte el dolor, fue al hospital. Allí ¡o operaron.
• Operado en el hospital, murió.
• Ir a hospital, le pusieron sonda. Murió.
' Ir al hospital, la sonda no le sirvió, murió "de pura hambre" en el hospital.
• Murió en el hospital en Bogotá.
• Ir al médico.
Hibridación constante / 337
Cuadro 4
Transformación de. algunas denominaciones locales Algunas enfermedades y disfunciones percibidas por los
campesinos de la vereda El Carreño, Sotaquirá.
Denominación
Rebote de bilis (niños y adultos).
Mal de hígado.
Hepatitis
Romatís
Artritis
Signos (síntomas)
Vómito amarillo y agrieras.
Rebote, mareos, ojos amarillos, palmas de las manos quebradas, ajadas.
Ojos amarillos.
Dolor en articulaciones, Gordura.
Dolor en articulaciones, Gordura.
Significados (interpretaciones)
Por tomar tres sorbos de guarapo.
Por consumir grasas en exceso.
Por "aguantar hambre" o por comer muchos huevos.
Por tomar mucho licor, por comer mucho.
Por tomar mucho licor, por comer mucho.
Acciones (acción preventiva)
• Alka-Seltzer, Sal de frutas, y si no sirven, aguas de hierbas amargas.
• Tomar aguas de hierbas amargas.
• Ir al hospital o a la droguería.
•Bañarse con barro de los pozos termales de Paipa. Agua de bretónica. Ir al médico.
• Bañarse con barro de los pozos termales de Paipa. Agua de bretónica. Ir al médico.
Inicialmente haremos un análisis vertical del cuadro, luego una lec
tura horizontal tratando de relacionar unos elementos con otros, y
buscando los puntos que le den coherencia. A éstos les denomina
remos núcleos de causalidad.
En cuanto a las denominaciones, se nota la presencia de nombres
autóctonos que describen directamente parte de la sintomatología que
les caracteriza (Ver cuadro 1). Por ejemplo, el embuche, la dureza de
estómago, coger frío, parto pasmado, etc.
Por otra parte, son frecuentes las denominaciones muy genera
les, como por ejemplo "mal de... (tal órgano)" (Ver cuadro 2). A dife
rencia de otras formas médicas que dividen el cuerpo en órganos y
éstos a su vez en otras unidades menores (biomédica), aquí se consi
dera la dolencia del órgano en general, sin considerar la posibilidad
de que esté integrado por otras subunidades. Así, también se actúa
para restablecer su función normal, sin mayores especificidades.
En el cuadro 3, si comparamos la columna del nombre de la en
fermedad con la del conjunto de acciones, es interesante ver cómo las
338 / Cristina Barajas
denominaciones menos autóctonas son las de las dolencias ante las
cuales el individuo ha asistido al centro hospitalario, como si esa de
nominación fuera utilizada a partir de la experiencia de ir al hospital.
Posiblemente, en él se adquiere el conocimiento de un nuevo nom
bre. Ejemplos de este fenómeno son trombosis, pielitis, apendicitis,
gangrena, cáncer.
En el caso de los problemas hepáticos recogidos en el cuadro 4
aparecen tres denominaciones diferentes con síntomas semejantes,
pero sólo se toma el nombre hepatitis cuando se ha dado el recono
cimiento de la enfermedad en el hospital.
La lectura vertical de los cuadros nos da una visión muy super
ficial. Es necesario cruzar esa lectura con la horizontal, a manera de
matriz, para tener un acercamiento más integral al sistema médico.
A pesar de que se haga, las relaciones entre uno y otro no aparecen
completamente claras, pues la dinámica, los procesos de cambio, son
difíciles de aprehender en este tipo de esquema.
A continuación analizaremos algunas conclusiones acerca de lo
evidente en ese manejo del enfermarse.
3.1 Opciones de atención en salud
Las opciones de atención en salud con que cuentan los habitantes
de la vereda son muy variadas.
• En las tiendas de la vereda se venden algunos fármacos que
son utilizados con las recomendaciones de quienes las expenden.
En esta modalidad es importante la labor e influencia de una de las
maestras de la escuela, que tiene su tienda cerca de la misma, y que
aconseja qué tomar en caso de enfermedad; además, siempre pre
gunta si la persona está en "tratamiento", es decir, si ya está toman
do alguna droga formulada por otra persona, y recomienda "no to
mar guarapo".
El tipo de fármacos que se venden son principalmente para con
trarrestar los síntomas de gripa (Dristan, Dristán caliente), los do-
Hibridación constante I 339
lores (Aspirina, Mejoral, Mejoralito, Novalgina, Neurosán, Conmel)
y las indigestiones (Alka-Seltzer, Sal de Frutas Lúa).
• En el mercado de Paipa se encuentra un vendedor reconocido
en la vereda por su sabiduría. Según Mireya,
[...] él sí sabe, porque por ejemplo para sacar lombrices es
muy bueno, aveces las muestra en un frasco.
Ante esa evidencia, la credibilidad en sus métodos parece au
mentar.
Este vendedor es llamado El Califa. Tiene su puesto en la plaza
los miércoles, día de mercado, y cada día de la semana está en un
mercado diferente, en pueblos cercanos: Samacá, Villa de Leiva,
Ramiriquí, Duitama, Sogamoso. Su toldo cubre muy diferentes artí
culos, además de los remedios: jarabes, linimentos (negro o Caribe,
que "es muy bueno para todo", y que es el único que lo trae), pildoras
del Dr. Witt's (para el sistema urinario), hojas de boldo y otras hier
bas secas, pomadas y cremas para diferentes dolencias, junto con ta
chuelas, condimentos, tijeras, cáñamo, repuestos para olla a presión.
Al mismo tiempo, y en el mismo toldo, vende venenos para ra
tas, cucarachas y otros animales. El Califa aconseja a las personas
acerca de la clase de remedio y su forma de aplicación.
• Hay otro recurso de reciente aparición en la vereda, consis
tente en un carro que con un altavoz va anunciando la clase de re
medios que puede vender. El vendedor es un personaje como el que
comúnmente se ha llamado "culebrero", y que hasta el momento se
ha encontrado en las plazas de mercado, pero que ahora se desplaza
a las veredas buscando la clientela.
La primera vez que se presentó fue en diciembre de 1994. Al in
dagar entre los habitantes, parece que no tuvo mucha acogida, por
lo menos en su primera incursión.
• También en Paipa, se encuentran varias droguerías, en las que
sin necesidad de poseer un título de farmaceuta se atiende y se
340 / Cristina Barajas
"aconseja" ante la enfermedad. No todas las drogas necesitan de fór
mula médica para ser vendidas, de manera que es posible adquirir
las fácilmente, obteniendo además instrucciones de su uso por parte
de quien las expende.
• Los agentes médicos, que se podrían llamar curanderos, es
tán presentes enveredas o pueblos cercanos, no en El Carreño espe
cíficamente.
El llamado Kamay viene desde Bogotá, a atender dos días a la
semana en Paipa. Inicialmente atendía en Duitama. Parece que puede
curar, pero también enfermar. Daniel y Carmen lo llaman El profe
sor, y una de ellas narra su forma de diagnosticar de la siguiente
manera:
Él le pone a uno a escoger un tabaco, lo prende, y sin que uno
le cuente qué le ha pasado, él le va diciendo a uno exactamente.
Ayo me dijo todo, y me dijo quién me había hecho el mal. El pro
fesor cobra $7.000 la consulta, y la droga es por aparte, uno pue
de negociar con él, por el tratamiento completo; él da plazo para
pagarle, no pone problema, pero si uno no le paga, le vuelve a
mandar la enfermedad.
El Cucho de Metalúrgica es otro personaje que vive en cerca
nías de la empresa siderúrgica de Boyacá. Es quien atendió el parto
de Esther inicialmente, pues luego, como se le "pasmó", hubo que
llevarla al Hospital de Duitama.
• Otro agente de la salud se relaciona con lo religioso. Se consi
dera que cuando un niño sin bautizo está enfermo, es el sacramen
to lo que lo sana. Lo mismo sucede con los santos óleos, pues mejo
ran al moribundo. El cura párroco reafirma en este sentido lo dicho
por sus feligreses; según él ha observado, es cierta tal mejoría.
Es posible también que objetos que han sido santificados cum
plan la función de mejorar la salud; por ejemplo, el "ramo" que se
bendice el Domingo de Ramos, en Semana Santa, "agiliza" el parto.
Hibridación constante I 341
• La última opción en caso de enfermedad es acudir al hospital.
Preferiblemente que no sea al de Paipa, porque es muy generalizada
la opinión de que es muy malo, y de que "dejan morir a la gente".
Para una de las familias analizadas, la mejor opción es la de acudir
al Seguro Social, pues les cubre el gasto de hospitalización y de dro
ga. En este caso, la institución más utilizada es "la clínica de Dui
tama, y ésa sí es buena".
La diferenciación que se ha establecido aquí no es hecha por la
gente de la vereda de igual manera. Para ellos cualquiera de los perso
najes enunciados es denominado médico, no exclusiva o necesaria
mente los del hospital. Alguno de ellos habla del médico cirujano, para
referirse a quien atiende en el hospital, y del médico para el de la dro
guería o el de metalúrgica, o para el profesor Kamay, indistintamente.
Esther dice:
[...] para cuando estoy enferma prefiero los médicos que no
son del hospital porque me dan más confianza [...].
Aveces también se refiere al "médico particular", queriendo re
ferirse a quien la atiende en metalúrgica, que no es graduado ni per
tenece a ninguna institución (curandero tradicional).
3.2 La institución en tela de juicio
Si analizamos los casos de decesos narrados por los campesinos de
la vereda y reseñados en el cuadro, vemos una relación muy directa
entre asistencia al centro hospitalario y muerte. Así perciben el fe
nómeno los campesinos. En el hospital se muere.
Una posibilidad para entender el fenómeno es saber cuándo y
por qué se va al hospital. Las respuestas ante tal interrogante son:
• "cuando ya no se aguanta más".
• "cuando se está bien malo".
• "cuando uno se ve enfermo de verdad".
342 / Cristina Barajas
Esto parece explicar por qué el ir al hospital es la última opción,
y se hace cuando ya no hay otra solución al problema. Seguramente,
cuando ya nada se puede hacer.
Pero además se cree que en ese sitio "lo dejan morir a uno" o
incluso "lo matan", como sucedió a la comadre Carmen; no es sólo
el descuido, hay intencionalidad en el hecho: "Los médicos la mata
ron aprovechando que fue a que le operaran una hernia, porque ella
era competencia para ellos. Ella sabía mucho".
Marta, al referirse al problema de su hija, comentó:
Los doctores dicen que hay que operarla, que abrirle la cabe
za, pero aquí la gente me dice que eso no la deje porque me la ma
tan o me la dejan loca; yo prefiero dejarla así, después de todo ahí
anda... lo malo es la plata que hay que pagar para los controles [...].
No sólo se habla mal del hospital, también se dice que las en
fermeras regañan e incluso "golpean" a los enfermos. Esther cuen
ta, con respecto al único parto que le han atendido en el hospital:
[...] ayo me habían dicho que allá a uno le pegaban si gritaba
o lloraba con los dolores del parto; pero a mí nadie me pegó, sólo
que la enfermera se me sentó encima para que el niño saliera li
gero.
En ese aspecto coincide con Mireya; según ella, el sentarse en
el vientre de la parturienta es una de las formas de acelerar el parto,
y es práctica frecuente en el hospital.
3.3 Algunas etiologías locales
Como vimos en el cuadro 1, dentro de las entidades que producen
enfermedades están algunas relacionadas con el entorno, básicamen
te relacionadas con el estado "frío" y/o su opuesto, lo "cálido". Es-
Hibridación constante I 343
tos términos no denotan un grado de temperatura, sino cualidades
inherentes a las cosas y a su efecto en los seres vivos.
Una de las entidades que pueden enfermar en asocio con esta
dos fríos o cálidos es la lluvia. Según Esther:
[...] al caer a la tierra y producir vapor que sube cuando hace
sol, produce enfermedades; ese vapor es muy malo.
Según otros, es la humedad la productora de la enfermedad o
aun el quedarse mojado después de la lluvia. En términos genera
les, eso es "lloviznarse", y en general se asimila a coger frío.
• El sereno, que comienza a caer desde las 7 p. m. y que es muy
fuerte en la madrugada, también es dañoso. Para algunos hay dife
rencia entre sereno, nocturno y la "aurora", que se siente a la ma
drugada y que enferma también. Sin embargo, hay un aire benéfico,
el que se puede respirar entre las 5 y las 6 de la mañana, "es puro y
saludable", por lo que se recomienda.
• El exceso de sol, que produce "picadura de sol", por ejemplo,
por no usar sombrero.
• El agua empozada: afecta la piel, produciendo brotes o erup
ciones.
• El barro: produce ulceraciones en los pies, cuando no se usan
zapatos.
• Cambios bruscos de temperatura, como el baño del cuerpo
después de haber comido, o pasar de un ambiente cálido a uno frío.
• Las piedras frías o húmedas, o las que han recogido calor so
lar, también pueden ser causa de enfermedad, si alguien se sienta
en ellas.
3.4 Herbología, terapia local
Es muy frecuente el uso de hierbas en El Carreño, y en general en
Sotaquirá. Existe una serie de conocimientos muy generalizados
344 / Cristina Barajas
dentro de la población, acerca de las propiedades de los vegetales.
Estos saberes son poseídos tanto por hombres como por mujeres.
Parece haber básicamente tres tipos de hierbas: las aromáticas,
las calientes y las amargas, según Mireya (esta recolección y clasifi
cación no es en ningún momento completa, y consideramos que es
sólo una aproximación que merecería más estudio y análisis):
• las hierbas aromáticas, como el poleo, el cidrón, la albahaca,
la verbena, el toronjil o la menta parecen estar asociadas a "lo frío".
Son utilizadas para estados febriles y, en general, estados cálidos de
las enfermedades, ya sea en infusiones o en baños del cuerpo.
• las hierbas calientes, como el eucalipto, el arrayán, el pino, son
utilizadas para las gripas o estados producidos por frío.
• las amargas: manzanilla amarga o matricaria, ajenjo, marrubio,
que poseen ese sabor amargo y que son específicas para problemas
hepáticos o digestivos en general.
3.5 E l uso humano de droga veterinaria
Dentro de las posibilidades de acción ante la enfermedad, además
de la asistencia de un agente de salud informal o institucional, los
campesinos de la vereda utilizan remedios que podrían considerar
se de uso veterinario. Ellos creen que:
[...] si son buenos para el animalito, ¿por qué no para los hu
manos? (Pablo).
El "linimento Caribe o linimento Negro", que es reconocido por
su eficacia entre las familias de la vereda, sirve para muchas dolen
cias: olerlo para desinfectar las narices en caso de gripas, aplicarlo
sobre la picadura de abejas u otros insectos, colocar una gota de él
en heridas de animales o contra los gusanos en ovejas y terneros.
[...] sirve para la peste de todos los animales (Pedro).
Hibridación constante I 345
En su etiqueta se advierte que el uso puede ser tanto para hu
manos como para animales.
Esto no sucede solamente con este producto; es frecuente que
se utilicen otros de igual manera. Es el caso del sulfato de magne
sia, que se usa para restablecer la digestión de las vacas después del
parto y que, en algunos casos, también se recomienda para proble
mas de estreñimiento en el postparto de las mujeres.
En el caso de problemas de dolor muscular, es posible aplicar
alguna "pomada caliente" que haya sido recetada a animales, como
la Mamitolina o el Bálsamo de terebene.
También existe la posibilidad de "comer pólvora, para volverse
más bravo", práctica frecuente con los perros para que cuiden me
jor la casa.
Pero el uso de este tipo de sustancias no se refiere solamente a
las ingeridas por animales como remedios; también existe la posi
bilidad de utilizar sustancias tóxicas, como insecticidas, para pre
servar por más tiempo el maíz seco en el granero. Eso hace don Pedro
con el Nuván, que es un garrapaticida para fumigar al ganado; él lo
diluye bien y lo aplica al maíz, para que no le caiga gorgojo. Al mes
de haberlo aplicado, se puede comer sin peligro, según él.
3.6 La prevención en salud
Las normas de prevención son numerosas y se repiten, sobre todo
con las enfermedades que se originan en la polaridad frío-cálido. Para
este caso, la norma básica es evitar las transiciones de lo cálido a lo
frío, o su equivalente, evitar los cambios bruscos de temperatura.
El agua, en su calidad de fría, es tratada con mayor cuidado y más
aún si se trata de la procedente de la lluvia.
Para el caso de algunos estados como gravidez, menstruación o
postparto en las mujeres, los cuidados se extreman, pues parecen
ser más susceptibles. En el caso de los hombres, el estado de em
briaguez es el que requiere de más cuidados.
Hibridación constante I 345
En su etiqueta se advierte que el uso puede ser tanto para hu
manos como para animales.
Esto no sucede solamente con este producto; es frecuente que
se utilicen otros de igual manera. Es el caso del sulfato de magne
sia, que se usa para restablecer la digestión de las vacas después del
parto y que, en algunos casos, también se recomienda para proble
mas de estreñimiento en el postparto de las mujeres.
En el caso de problemas de dolor muscular, es posible aplicar
alguna "pomada caliente" que haya sido recetada a animales, como
la Mamitolina o el Bálsamo de terebene.
También existe la posibilidad de "comer pólvora, para volverse
más bravo", práctica frecuente con los perros para que cuiden me
jor la casa.
Pero el uso de este tipo de sustancias no se refiere solamente a
las ingeridas por animales como remedios; también existe la posi
bilidad de utilizar sustancias tóxicas, como insecticidas, para pre
servar por más tiempo el maíz seco en el granero. Eso hace don Pedro
con el Nuván, que es un garrapaticida para fumigar al ganado; él lo
diluye bien y lo aplica al maíz, para que no le caiga gorgojo. Al mes
de haberlo aplicado, se puede comer sin peligro, según él.
3.6 La prevención en salud
Las normas de prevención son numerosas y se repiten, sobre todo
con las enfermedades que se originan en la polaridad frío-cálido. Para
este caso, la norma básica es evitar las transiciones de lo cálido a lo
frío, o su equivalente, evitar los cambios bruscos de temperatura.
El agua, en su calidad de fría, es tratada con mayor cuidado y más
aún si se trata de la procedente de la lluvia.
Para el caso de algunos estados como gravidez, menstruación o
postparto en las mujeres, los cuidados se extreman, pues parecen
ser más susceptibles. En el caso de los hombres, el estado de em
briaguez es el que requiere de más cuidados.
346 / Cristina Barajas
Para los problemas digestivos las prescripciones tienen que ver
con evitar algunos alimentos por sus características o por la hora de
consumo; por eso se habla de algunos alimentos como "pesados",
si su ingestión se hace a altas horas de la tarde o de la noche.
La otra forma de prevención corresponde a los contras o dijes
de diferentes materiales, que sirven para evitar algunas enfermeda
des como el mal de ojo. Por su parte, los escapularios con imágenes
religiosas también protegen.
3.7 La brujería
[...] es que hay brujas, dicen que no, pero que las hay las hay...
por la noche se convierten y vuelan y chillan. Son como quien ve
un pisco, así saraviadas; vuelan, y si uno las ve y les echa pepas de
mostaza, ahí las encuentra al día siguiente estiradas por comerse
las pepas, las muy sinvergüenzas... Hacen fiestas las tres o cuatro...
si uno las ve, no le hacen nada, pero uno no puede ni decir palabra
porque el miedo lo deja mudo, con la lengua paralizada [...].
Pero no se queda sólo en el susto, se asegura que además pue
den matar con sus hechizos, y se habla de alguien en la vereda
[...] que tiene más de un muerto a su cargo, entre otros los hi
jastros, a los que trataba como perros, los ponía a comer en platones
en el suelo... por eso está tan enfermo el esposo, por alcagüete [...].
Sin embargo, la brujería pasa de ser un concepto o una creencia
a tener una identidad propia. En efecto, se señala como bruja a una
mujer a quien le gusta conversar, y de cuya madre se decía que tam
bién lo era.
Las siguientes acusaciones vienen de hombres y fueron adver
tencias que ellos le hicieron a otra mujer, temerosa de tener esa ca
lidad de vecina:
Hibridación constante I 347
• X es una auténtica bruja, que ya ha pasado a más de uno a
mejor vida.
• Es bruja por pura raza, porque la mamá era así.
• X sabe mañas feas.
• Delante del marido se va con otros, seguramente le da algo a él.
• Un vecino tuvo problemas con ella, le gritó bruja y ella se
quedó callada.
Es tan generalizada la creencia en la brujería, que hasta una
enfermera del hospital de Sotaquirá habló de cómo fue afectada por
la brujería de una mujer celosa, y cómo la única forma de curarse
fue por la intervención de otra más poderosa, habiendo agotado cuan
to recurso de salud le fue posible por parte del hospital, sin efecto
positivo.
Otro testimonio recogido en la vereda alude a la enfermedad pro
ducida por una ex novia del entrevistado, la cual los embrujó a él y a
su esposa, a través de frutas que envió de regalo a su casa. Los efec
tos fueron tan amplios que no sólo les enfermó, sino que además
les produjo malestar en las relaciones intrafamiliares, hasta el pun
to de producir agresión física de uno de los hijos a su padre, de tal
gravedad, que casi le produce la muerte.
Veremos ahora lo que subyace tras estas prácticas y conocimientos.
4. E l orden oculto
Si es considerado el sistema como un conjunto de elementos que
interactúan y si esta interacción necesita un orden expreso, especí
fico y estable, no es eso lo que se da en la forma como un grupo con
creto -en este caso el de la vereda El Carreño- actúa frente a la en
fermedad.
En efecto, no hay una premisa única, básica y constante que le dé
coherencia a las prácticas de salud y que estructuren lo que se pudie-
348 / Cristina Bara ja s
ra llamar un sistema médico, con los caracteres de interrelación,
linealidad y unidad que caracterizan la visión clásica de sistema apli
cada en antropología médica. Aparentemente no existe tal coheren
cia, ni siquiera para actuar frente a una misma enfermedad.
Es como si la dinámica fuera tan fuerte, los cambios tan acelera
dos, las influencias de agentes institucionales tan eficaces, que no
se alcanza a estructurar un sistema como tal, cuando ya el cambio
llega. No se logra ni una homogeneidad en criterios y acciones, ni una
relación directa lineal entre síntomas, interpretaciones y acciones.
Los significados de los síntomas que pueda presentar el inicio
de una enfermedad son tan rápidamente cambiados, tan móviles,
que no se da tiempo a que se sedimenten formando un cuerpo com
pleto con todos los caracteres que implica esa noción de sistema
médico.
La estructura del manejo de la salud y la enfermedad que se da
entre los habitantes de El Carreño obedece a un orden de otra na
turaleza, a un sistema complejo. Veamos sus caracteres.
5. Diversidad en flujos y fuentes de información
Para los habitantes de la vereda de El Carreño son tantas y tan diver
sas las formas de información, atención y/o ayuda médica, que tienen
la posibilidad de jugar con todas a la vez o sucesivamente, según cir
cunstancias muy particulares, sin un esquema prefijado, más bien
casi que aleatorio, en donde juegan muchas otras formas decisorias.
Así, por ejemplo, dentro de lo que podemos llamar agentes de
salud institucionalizados, formal o informalmente3, existen los
farmaceutas y/o vendedores de las droguerías de las poblaciones cer-
3 Consideramos aquí lo institucional como lo aceptado socialmente y sometido a control social. Será formal si tiene la aceptación y control de manera explícita mediante un título legal, por ejemplo, médicos, enfermeros. Será informal cuando es aceptado socialmente, sin que necesariamente sea aprobado oficialmente por instancias diferentes de las de la comunidad inmediata.
Hibridación constante I 349
canas, los médicos y enfermeras que atienden las consultas exter
nas de los hospitales y centros de salud, los tenderos de la zona que
no sólo venden, sino que también aconsejan para qué usar las dro
gas, los vendedores ambulantes del mercado del pueblo, y los que
van a las veredas, la maestra de la escuela, el cura, los curanderos, la
partera, el "profesor" que adivina y cura.
Además, las mujeres y hombres adultos o jóvenes que tienen
conocimientos sobre salud, y que hablan de ella y aconsejan a fami
liares y amigos. Es este el caso de los que tienen un nexo mayor con
la ciudad, nexo que les permite conocer posibilidades diferentes para
manejar la salud y que, debido al contacto con el ámbito rural, pue
den transmitir esos conocimientos a sus moradores.
Se da el caso de que, al interior de un mismo grupo familiar, ante
enfermedades similares, cada individuo actúe de diversa forma, se
gún criterios particulares que no siempre son compartidos por los
demás miembros del grupo familiar. Estos comportamientos ocu
rren cuando el conocimiento personal, individual, es más tenido en
cuenta que el colectivo, porque se ha enriquecido de muy diferen
tes fuentes. La constante introducción de nueva información pone
fuertes límites a la predecibilidad, pero asegura la constante varie
dad y riqueza de las experiencias.
5.1 Rasgos estructurantes o estructuras profundamente codificadas
como núcleos de causalidad
Lo señalado en el anterior numeral no significa, sin embargo, que
no haya un sustrato que ordene o dé forma a la manera como se ha
de actuar ante la enfermedad. Significa que no es un ordenamiento
como el que exige la conceptualización tradicional de sistema, y que,
en cambio, se puede hablar de rasgos estructurantes que permiten
que en torno a ellos se organice el conjunto de significados que pue
dan regir la forma de interpretar y, por consiguiente, de actuar fren
te al evento de la enfermedad.
350 / Cristina Bara ja s
Estaremos hablando entonces de un sistema complejo, no lineal,
dinámico (en los términos usados por Hayles, 1993), que cuenta con
la existencia de unos criterios mínimos o básicos que permiten al
grupo estructurar su forma de entender y de conocer lo que sucede
en sus cuerpos cuando los órganos rompen el silencio que caracte
riza la salud, cuando aparece la no salud, la enfermedad.
Según lo visto en la vereda El Carreño, esos rasgos se eviden
cian en torno a las causas de la enfermedad, conformando lo que
denominamos "núcleos de causalidad" o estructuras profundamente
codificadas, que son básicamente tres:
• La disfunción del órgano: Obedece a criterios muy semejan
tes a los utilizados por la medicina biomédica o facultativa. El órga
no es el enfermo, y sobre él se actúa para aliviarlo.
En este tipo de disfunción es en donde más fácilmente se en
cuentran denominaciones semejantes o tomadas de la medicina
biomédica: hepatitis, pielitis, artritis, gangrena, cáncer, apendicitis,
trombosis, glicemia o leucemia.
• La polaridad frío-cálido: Estas "calidades" o entidades no son
observables directamente, pero se relacionan con el manejo del en
torno natural en gran medida, y cubren criterios más extensos que
los aplicados a la salud y la enfermedad.
Algunos ejemplos de enfermedades causadas por este tipo de agen
tes son la ceguera, la tos, el mal del riñon, terceduras, los nacidos.
• La alteración de las relaciones sociales y/o la acción o moviliza
ción de entidades no corpóreas o físicas: para este tipo de etiología
aparecen aún más inexactas las condiciones, pues tanto los móviles
como las formas de curación obedecen a conocimientos particulares
de las redes de poderes que se mueven en el orden de lo social.
4 Aquí nos referimos a estructura como un modelo cognitivo. Este acercamiento teórico se hace con base en los estudios de Faust, quien ha demostrado que tanto la polaridad frío-cálido, como la presencia de entidades no corpóreas en el pensamiento nativo americano, son elementos bien estructurados y profundamente codificados, hasta el punto de persistir arraigados colectivamente mucho tiempo (Faust, 1990a).
Hibridación constante I 351
La acusación de brujería, por ejemplo, pesa sobre alguien como
forma de control social y a la vez se relaciona con la envidia.
Otros ejemplos de este tipo pueden ser: el "pasmo de parto",
que se produce frente a algunas personas ante las que la parturien
ta es "recelosa" (la suegra o la presencia de un hombre, en el mo
mento del parto); el mal de ojo producido por algunas personas de
"mirada fuerte" o a quienes les da envidia la belleza o los atributos
físicos de los demás; la codicia que alguien sienta por cualquier ser
u objeto también es peligrosa, pues puede hacer daño a lo deseado,
en caso de no poderlo obtener.
Dada la especificidad de este tipo de alteraciones, se debe acu
dir a personas especializadas para manejar ese tipo de problemas.
6. La hibridación: un mestizaje conceptual
en constante construcción
Los cuadros 1, 2, 3 y 4 nos dan una visión sincrónica de los procesos
de manejo de la enfermedad; esto significa que sólo nos muestran un
momento de tal proceso, como si hiciéramos un corte en el tiempo.
En estos cuadros se evidencia que no siempre hay coherencia
entre los elementos de un subsistema y los de otros frente a una mis
ma enfermedad. De modo que el nexo entre signos, significados y
acciones no es constante, sino que, por el contrario, permite mezclas
entre los diversos rasgos estructurantes. Es posible entonces que las
denominaciones no siempre coincidan con las interpretaciones ni con
las acciones de una misma categoría. En ese sentido, hablamos de que
no hay linealidad. Por ejemplo, las denominaciones adquiridas por el
contacto con el sistema de salud formal (instituciones médicas) son
incorporadas sin que las acompañe necesariamente todo el conjunto
de conocimientos de origen que implican.
Es el caso del denominado "romatís" (cuadro 4) por las perso
nas de mayor edad, llamado ahora "artritis", por otros, a la cual se le
atribuye, además del dolor de articulaciones, la gordura, y se inter-
352 / Cristina Barajas
preta como asociada a tomar o comer en exceso. Ante ella se actúa
ingiriendo agua de bretónica (planta labiada), bañándose con barro
de los pozos termales de Paipa, e ingiriendo droga recetada por el
médico, indistintamente.
En este ejemplo se ve fácilmente cómo, desde la denominación
misma, se mezclan criterios de la medicina biomédica con los de la
que se ha llamado tradicional. La interpretación, que aún tiene mu
chos rasgos no biomédicos, también maneja un grado alto de mez
cla, lo mismo que las acciones. No se ha mantenido un solo criterio,
sino que se encuentran combinados los dos.
Pueden existir también varias denominaciones para lo que des
de la perspectiva biomédica puede ser un mismo problema, la he
patitis. Entre la mayoría de las familias de la vereda, es denominada
sencillamente "mal del hígado", haciendo alusión a la disfunción del
órgano como totalidad, y también "rebote de bilis".
El término hepatitis se encontró relacionado con la asistencia al
hospital, en donde fue denominada así la enfermedad e incorpora
da al léxico de la familia. Aparece, en este caso, claridad con respec
to al modo como se incorpora conocimiento en la familia campesi
na, a partir de su contacto con la institución hospitalaria, pero un
conocimiento parcial, pues en este caso se hablaba de hepatitis, cuya
causa era aguantar hambre, o comer muchos huevos, causas éstas
que no corresponden a las determinadas por la medicina biomédica.
Como se ve en los ejemplos anteriores, la transferencia de co
nocimientos y de técnicas para el cuidado de la salud no pasan sin
modificaciones al grupo receptor. Al contrario, éste los une a los co
nocimientos y prácticas que ya maneja, y produce una nueva forma,
que a su vez cambia rápidamente. Parece más pertinente entonces
el modelo de sistema complejo o no lineal para entender el manejo
de la enfermedad en esta sociedad campesina.
Con una apariencia caótica en la forma como se actúa ante la en
fermedad, existe de todas maneras un orden oculto, no evidente, en
torno a unos núcleos de causalidad muy generales, provenientes de
Hibridación constante I 353
muy diversos ámbitos a los que llamamos rasgos estructurantes. Es
un modelo que permite la entrada de mucha información de diver
sas fuentes, como lo hemos visto, ante cuya heterogeneidad no hay
posibilidad de predicción. El azar también juega en él. Esto lo hace
complejo, y de una gran riqueza y dinamismo.
7. A manera de conclusión
En el manejo que los habitantes de la vereda El Carreño hacen de
las enfermedades, se producen lo que podemos llamar cruces so
cioculturales, en los que lo tradicional y lo moderno se mezclan; en
ese proceso se dan tanto persistencias como cambios.
Localmente, se mezclan todas las posibilidades de acción tera
péutica, no se reemplazan completamente, se combinan. Por ejem
plo, se usan recursos de las institucionales formales (Instituto de
Seguros Sociales, clínicas, hospitales) y al mismo tiempo recursos
informales (redes de parentela, vecinaje, compadrazgo). En ese sen
tido, el enfermarse sirve socialmente para construir y reafirmar re
laciones solidarias y de reciprocidad.
En el encuentro cultural de la institución médica con el pacien
te campesino, se produce una transferencia parcial de conocimien
tos, y una adopción también parcial de ellos. En El Carreño se han
adoptado términos clasificatorios médicos, algunas estrategias cu
rativas, pero también nuevos cuadros clínicos, nuevas formas de in
terpretar las enfermedades.
Falta ahora analizar hasta qué punto la medicina instituciona
lizada ha aceptado la influencia de los conocimientos médicos loca
les (hierbas medicinales, formas médicas denominadas alternativas,
que tienen su raíz en conocimientos informales tradicionales).
¿Se habrá dado un diálogo de saberes?
354 / Cristina Barajas
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Colaboradores
José Antonio Amaya, sociólogo de la Universidad Nacional y Doctor
en Historia de la École des Hautes Études en Sciences Sociales. En
la actualidad se desempeña como profesor del Departamento de
Historia de la Universidad Nacional de Colombia, ocupando el car
go de director de Programas Curriculares. Tiene en prensa su tesis
doctoral "Mutis, Apotre de Linné en Nouvelle-Grenade. Histoire de
la Botanique dans la vice-royauté espagnole de la Nouvelle-Grenade
1760-1783", que será publicada por la Revista Fontqueria de Madrid.
Cristina Barajas es antropóloga de la Universidad Nacional, licen
ciada en Biología y MA en Desarrollo Rural de la Universidad Jave
riana. Se ha desempeñado como docente en la Universidad Nacio
nal y en la Universidad Javeriana, en donde trabaja en la actualidad.
Su campo de estudios abarca los procesos sociales y culturales de
las sociedades campesinas de los Andes colombianos.
Alvaro León Casas es magister en Historia de Colombia. Actualmen
te se desempeña como director del Programa de Historia de la Uni
versidad de Cartagena. El trabajo publicado en este libro es resulta
do de la investigación financiada por Colciencias "Prácticas y
discursos de medicalización e higiene en la formación de la salud
pública en las ciudades del Caribe colombiano, 1880-1930". El au
tor quiere agradecer a las estudiantes del Programa de Historia de
la Universidad de Cartagena Indita Vergara, Estela Simancas y Elsy
Sierra por su colaboración en la investigación y, muy especialmen
te, al historiador Jorge Márquez Valderrama por su valiosa ayuda en
la redacción definitiva del texto.
358 / Colaboradores
Jorge Arias de Greiff es profesor honorario en la Facultad de Cien
cias de la Universidad Nacional de Colombia. Entre otros textos, ha
publicado el libro La muía de hierro (1986).
Pablo Kreimer es doctor en Ciencia, Tecnología y Sociedad del CNAM
de París. Hoy en día trabaja como profesor e investigador del Insti
tuto de Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología de la Univer
sidad Nacional de Quilmes, Argentina.
Mauricio Nieto es profesor en el Departamento de Historia de la
Universidad de Los Andes. En la fecha prepara un amplio estudio
sobre historia de la malaria.
Diana Obregón es profesora asociada en el Departamento de His
toria de la Universidad Nacional de Colombia. En 1992 el Banco de
la República editó su libro Las sociedades científicas en Colombia.
Roberto Pineda Camacho es profesor asociado en los Departamen
tos de Antropología de la Universidad Nacional y la Universidad de
los Andes. El autor quiere expresar un especial reconocimiento a An
drés Barragán, cuyo interés y paciente labor contribuyó de forma os
tensible al mejoramiento del texto. De igual modo, extiende sus agra
decimientos a Germán Ferro, quien gentilmente le llamó la atención
sobre las observaciones del fraile Santa Gertrudis en relación con
la supuesta actividad del diablo entre algunos pueblos del altiplano
nariñense, a Cari Langebaek por sus sugerencias sobre textos per
tinentes al tema y a Carlos Uribe por sus comentarios al texto.
Olga Restrepo Forero, graduada como socióloga, con un Máster en
Historia, se desempeña como profesora del Departamento de So
ciología de la Universidad Nacional de Colombia. Investiga sobre la
historia del conocimiento científico y el desarrollo de la ciencia ins
titucional en Colombia, específicamente sobre la constitución del
Colaboradores I 359
campo de investigaciones de la Historia Natural, desde la Expedi
ción Botánica hasta su institucionalización en el presente siglo; el
surgimiento de un pensamiento geográfico y la elaboración de una
geografía y cartografía del país durante el siglo XTX; el desarrollo de
las ideas evolucionistas y del darwinismo en Colombia; las asocia
ciones científicas y la conformación de una comunidad científica
alrededor de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas
y Naturales.
Eduardo Zalamea es físico de la Universidad Nacional de Colombia
y Máster en Enseñanza de la Física de la Universidad Pedagógica
Nacional. Fue profesor de física en las universidades Javeriana,
Distrital y Nacional de Colombia. Su interés por los problemas re
lativos a la docencia de la física, a nivel universitario y de bachillera
to, lo ha motivado a participar en grupos de investigación, como el
Programa Re-Creo y el Proyecto Universitario de Investigación en
la Enseñanza de las Ciencias, que tienen por objetivo la capacita
ción de maestros. De allí sus numerosos libros escolares de física,
publicados por Educar Editores y Editorial McGraw-Hill.