Pepito y el tabaco

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PEPITO Y EL TABACO Había una vez, un chico llamado Pepito que fumaba mucho y siempre estaba malito: tosiendo, con los dientes amarillos, le dolía el pecho y no respiraba bien. Pepito tenía un amigo que odiaba el tabaco y por ello no fumaba. Él prefería ir a correr, ir en bici, jugar en el campo con los animales y muchos juegos más que Pepito no podía hacer porque siempre estaba malito y se cansaba muy rápido por fumar tanto. Un día el amigo de Pepito, Carlitos, fue hablar con él para decirle que si seguía fumando tanto, le tendrían que llevar al hospital y quedarse allí para siempre sin poder salir ni jugar con nadie. Pepito se dio cuenta de que su amigo tenía razón y además él tenía muchas ganas de salir a jugar con su amigo y poder correr tanto como él, por eso, pensó que había llegado el momento de dejar de fumar y tiró todos los paquetes de tabaco a la basura para no volver a fumarse un cigarrillo nunca más. Des de ese momento, Pepito ya pudo jugar con su amigo Carlitos, correr tanto como él, las manchas amarillas de las manos y los dientes desaparecieron, ¡y no le dolía nada! Y así, Pepito y Carlitos fueron dos chicos muy sanos que vivieron muchos, muchos años.

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PEPITO Y EL TABACO

Había una vez, un chico llamado Pepito que fumaba mucho y siempre estaba

malito: tosiendo, con los dientes amarillos, le dolía el pecho y no respiraba bien. Pepito

tenía un amigo que odiaba el tabaco y por ello no fumaba. Él prefería ir a correr, ir en

bici, jugar en el campo con los animales y muchos juegos más que Pepito no podía

hacer porque siempre estaba malito y se cansaba muy rápido por fumar tanto.

Un día el amigo de Pepito, Carlitos, fue hablar con él para decirle que si seguía

fumando tanto, le tendrían que llevar al hospital y quedarse allí para siempre sin poder

salir ni jugar con nadie. Pepito se dio cuenta de que su amigo tenía razón y además él

tenía muchas ganas de salir a jugar con su amigo y poder correr tanto como él, por eso,

pensó que había llegado el momento de dejar de fumar y tiró todos los paquetes de

tabaco a la basura para no volver a fumarse un cigarrillo nunca más.

Des de ese momento, Pepito ya pudo jugar con su amigo Carlitos, correr tanto

como él, las manchas amarillas de las manos y los dientes desaparecieron, ¡y no le dolía

nada!

Y así, Pepito y Carlitos fueron dos chicos muy sanos que vivieron muchos,

muchos años.