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LA EPISTEMOLOGÍA DE BACHELARD: LA DIALÉCTICA DE UN
CONCEPTO Y LOS PERFILES EPISTEMOLÓGICOS Javier E. Viau, Lucrecia E. Moro y María Gabriela Lorenzo
Facultad de Ingeniería. IFIMAR. UNMdP
CIAEC. Facultad de Farmacia y Bioquímica, Universidad de Buenos Aires. CONICET
Introducción
Bachelard (2003) fundamenta que cualquier concepto científico posee una
perspectiva filosófica. Esta perspectiva filosófica a la que hace referencia, la construye
basándose en que es indiscutible el progreso científico a lo largo de la historia, juzgado
a través del progreso que muestra la jerarquía de los conocimientos. Así propone tomar
ese progreso científico como eje de un estudio filosófico en el cual las distintas
concepciones filosóficas se sitúen regularmente sobre dicho eje, partiendo del animismo
y llegando al superracionalismo. “.... El pensamiento científico provee un principio para
la clasificación de las filosofías y para el estudio del progreso de la razón....”,
(Bachelard, 2003).
Así, un concepto puede ser ordenado de acuerdo a distintos niveles sobre los
cuales descansan filosofías científicas diferentes, y sin duda progresivas en cuanto a la
jerarquía del conocimiento sobre el mismo.
Bachelard muestra cómo un concepto se dispersa sobre las distintas filosofías
en su explicación, planteando cada una de ellas un aspecto, aclarando una faz del
mismo, pero distribuyéndose progresiva y ordenadamente en la medida en que la
complejidad de su conocimiento lo exige. Se crea de esta manera una especie de escala,
que localiza los distintos debates filosóficos abiertos sobre el concepto, que es polémica
en la medida en que referencia a distintas filosofías pero que no impide confusión de sus
argumentos.
No obstante, esta propuesta que propone dispersar un concepto sobre una
perspectiva filosófica no priva que existan otras posibilidades de dispersión, sustentadas
sobre diferentes perspectivas del mismo que provengan de otros campos del
conocimiento que no sea el de la Filosofía.
Esto habla de una estructura Epistemológica que denota todo concepto, una
estructura que se pone en evidencia con la dispersión que nos brinda un Prisma
Filosófico Epistemológico (PFE) del mismo, estructura que es polémica, ya que está
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sustentada en distintas filosofías, pero que bajo el espíritu científico contemporáneo
convoca al pluralismo y lo dialectiza (Viau et al., 2008). Bachelard llama dialéctica al
movimiento inductivo que reorganiza el saber ampliando sus bases, en el cual la
negación de los conceptos y axiomas no es más que un aspecto de su generalización.
Solo podrá bosquejarse con claridad lo simple luego de un estudio profundo de lo
complejo. Existe así una especie de dialéctica entre lo preciso y lo confuso, mostrando
los problemas que surgen entre las relaciones de lo abstracto y lo concreto,
evidenciando un filosofismo latente detrás de una noción científica.
La filosofía pluralista de las nociones científicas es prueba de la fecundidad de
la enseñanza. Únicamente transitando los distintos planos filosóficos del pensamiento
de una noción se alcanzará la madurez filosófica que conduce a un racionalismo.
La Figura 1 (Viau y Moro, 2009) muestra cómo la estructura epistemológica
asociada a todo concepto es dispersada bajo el prisma filosófico epistemológico.
Representa una analogía que de alguna manera Bachelard pincela en su exposición
ilustrando la evolución del conocimiento científico acerca de un concepto (“masa”)
dando lugar a su perspectiva filosófica.
CONCEPTO
PFE
DISPERSIÓN ESTRUCTURA EPISTEMOLÓGICA
NIVELES FILOSÓFICOS EPISTEMOLÓGICOS
PROGRESO CIENTÍFICO
ANIMISMO REALISMO EMPIRISMO RACIONALISMO
P
F
E
RISMA
ILOSÓFICO
PISTEMOLÓGICO
Historia
Figura 1.- Perspectiva filosófica de un concepto.
Cada nivel filosófico epistemológico plantea un aspecto o una faz del mismo.
Así, Bachelard propone una escala, que es polémica por cierto, pues engloba a las
distintas filosofías, pero que resulta interesante pues permite mostrar un debate, un
pluralismo y una dialéctica de una perspectiva filosófica.
Siguiendo sus razonamientos ¿qué ocurre ahora si en lugar de analizar la
estructura de un concepto bajo el PFE de la ciencia, se piensa en el concepto dispersado
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según un espíritu científico particular, es decir individual, como si cada sujeto se
examinara a sí mismo dentro de su propio estadio de cultura? Es así como se introduce
una nueva idea, que es la de perfil epistemológico, que de alguna manera resulta de la
perspectiva filosófica de la ciencia, pero que tiene una connotación propia, individual,
de cada persona, y que permite mostrar la estructura epistemológica cultural de la
misma.
La Figura 2, muestra la representación que hemos propuesto para la idea de
perfil epistemológico (Viau et al., 2008). En esta representación hemos intentado
completar la analogía que Bachelard boceta a lo largo de su discurso en el libro
“Filosofía del no”.
Es importante destacar que la perspectiva filosófica que surge del Prisma
Filosófico Epistemológico Individual (PFEI), si bien manifiesta una dispersión, no
brinda una ponderación de la formación científica del individuo.
CONCEPTO
PFEI
ANIMISMO REALISMO EMPIRISMO RACIONALISMO
P
F
E
INDIVIDUAL
RISMA
ILOSÓFICO
PISTEMOLÓGICO
ANIMISMO REALISMO EMPIRISMO RACIONALISMO
ANALISIS FILOSÓFICO ESPECTRAL
Figura 2: Perfil epistemológico de un concepto
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Es por ello que sugiere realizar un análisis filosófico espectral de esta
perspectiva filosófica. Este análisis espectral, que él mismo lo ubica en el eje de las
abscisas muestra las diferentes componentes o bandas espectrales correspondientes a las
filosofías contenidas en la perspectiva filosófica, mientras que el eje de las ordenadas,
pondera dichas componentes espectrales en función de la formación científica del
individuo. Así, por ejemplo, una cultura racionalista mostrará bandas de mayor peso o
altura en este nivel filosófico.
De la dialéctica de sustancia al perfil epistemológico
Toda asignación de un fenómeno conocido a través de un nombre científico
aporta una satisfacción a un pensamiento perezoso. Uno de los síntomas más claros de
la seducción sustancialista es la acumulación de adjetivos para un mismo sustantivo: las
cualidades se ligan a las sustancias tan directamente que pueden yuxtaponerse sin mayor
preocupación por sus relaciones mutuas. El progreso del pensamiento consiste en
disminuir adjetivos que se convienen a un sustantivo. Se piensa científicamente en los
atributos jerarquizándolos, no yuxtaponiéndolos (Bachelard, 2004).
En “La filosofía del no”, Bachelard muestra como la noción de sustancia se
dialectiza, evidenciando una evolución epistemológica. Del análisis de dicha dialéctica,
hemos encontrado la posibilidad de sustentar dicha evolución racionalista en los
siguientes componentes del perfil epistemológico.
Realismo ingenuo
En este estadio, la noción de sustancia es un concepto-obstáculo. Este concepto
bloquea el conocimiento, no lo resume (Bachelard, 2003). La materia se concibe como
algo continuo, criterio que se refuerza con la observación directa. Toda asignación de un
fenómeno conocido a través de un nombre científico aporta una satisfacción a un
pensamiento perezoso. El modelo teorético no se relaciona con la percepción del
mundo.
No se puede acceder a una cultura científica aceptando las explicaciones dentro
de este estadio, así podemos plantear la siguiente paradoja pedagógica: lo referente a un
conocimiento teórico de lo real, o sea un conocimiento que vaya más allá de una simple
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descripción, incluso dejando de lado la aritmética y al geometría, todo lo que es fácil de
enseñar es inexacto.
La filosofía química abrazó, sin debate el realismo. La Química se convirtió así
en el dominio predilecto de los realistas, de los materialistas, de los antimetafísicos. En
este dominio, químicos y filósofos, trabajando bajo el mismo signo, han acumulado tal
masa de referencias, que es hasta temerario hablar de una interpretación racional de la
Química moderna. La Química es sin duda sustancialista, designa a las sustancias
mediante una frase predicativa como lo hace el realismo ingenuo (Bachelard, 2003).
Del sustancialismo (realismo) ingenuo a un realismo cultivado (atomismo ingenuo)
Bachelard advierte que un realismo cultivado no puede basarse en la premisa,
todo es real, el electrón, el núcleo, el átomo, la molécula, el planeta, el astro, etc. La
noción de sustancia no tiene idéntica coherencia en todos los niveles, no todo es real de
la misma manera, la existencia no es una función monótona, no puede afirmarse donde
quiera y siempre con el mismo tono.
En la escuela milesia, el conocimiento teórico se forma como conocimiento de la
sustancia o de la base de todos los cambios del mundo visible. Surge, el problema de la génesis
de las cosas procedentes de la sustancia primera, que incluye ya sin dudas un aspecto químico,
aunque es difícil separar lo puramente químico del planteo de los milesios. Se forma en este
ámbito también el concepto de elemento, utilizado por primera vez por Platón.
Dentro de este marco, surge en la historia de la Química, la doctrina de
Empédocles de los cuatro elementos. Empédocles caracterizó en el elemento químico la
idea de inmutabilidad y de la limitada pluralidad en cuanto al número, imaginando una
combinación química de los mismos para explicar las transformaciones.
El enfoque mecánico estructural de la sustancia y sus cambios cobra un
poderoso desarrollo en el atomismo. Inspirado en Anaxímines con su idea de
mecanismo junto a la concreción que de él hicieron los pitagóricos, surge el modelo de
Demócrito. Es evidente en esta descripción del modelo de Demócrito, la idea de simple
y complejo que es característica del concepto de sustancia química. Sin embargo, el
acoplamiento de los átomos seguirá siendo para los atomistas una mezcla mecánica y no
una combinación química.
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Del realismo cultivado al empirismo. Química clásica (analítica)
En este segundo nivel, el concepto de sustancia se corresponde con una
determinación objetiva precisa, está ligado al uso de la balanza y recibe inmediatamente
el beneficio de la objetividad instrumental. Se representa aquí, un período científico en
el cual el instrumento precede a su teoría. Esta conducta de la balanza, atraviesa edades
y se transmite en su simplicidad como algo fundamental. Es un concepto simple y
positivo, y tal uso simple y positivo de un instrumento (aunque sea teóricamente
complejo), corresponde un pensamiento empírico, sólido, positivo e inmóvil.
Fácilmente se cree que la medida es una referencia necesaria y suficiente para legitimar
toda teoría. Pesar es pensar. Pensar es pesar, tal es el aforismo de Kelvin (Bachelard,
2003).
La ciencia de Lavoisier, que funda el positivismo de la balanza, está en relación
directa con los aspectos inmediatos de la experiencia usual. Dalton que establece que en
las combinaciones químicas los pesos relativos de los elementos contenidos en ella son
siempre constantes. Nada más simplemente totalizador que esta clasificación que pone
en marcha las dos nociones de peso atómico y de valencia química que dominan la
química clásica.
Así, el análisis se convierte en la preocupación dominante de cualquier
químico, multiplicando los esfuerzos de descomposición. La simplicidad aparece como
un límite a cualquier esfuerzo de descomposición. Sólo en el siglo XX se establece una
especie de coherencia de las sustancias simples, coherencia que confiere a los elementos
un estatuto bien definido de sustancia elemental.
Del empirismo al racionalismo ingenuo: Mendeleieff. El atomismo cultivado.
Las investigaciones que surgen de la organización de las sustancias elementales por
Mendeleieff, muestran que paulatinamente la ley domina al hecho, y el orden de las
sustancias se impone como racionalidad. Un carácter racional de una ciencia de las
sustancias que llega a predecir, antes del descubrimiento efectivo, propiedades de una
sustancia desconocida. El químico comienza a concebir a las sustancia en su aspecto
formal, antes de captarla bajo su especie material. El género gobierna a la especie
(Bachelard, 2003).
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Al uso simple y absoluto de la noción sucede la necesidad de un uso de
nociones: la noción de sustancia se define dentro de un cuerpo de nociones, ya no es un
elemento primitivo producto de una experiencia inmediata y directa. La razón no es de
ningún modo una facultad de simplificación, sino que se desarrolla en el sentido de una
complejidad. Es decir, sobre una noción particular, el racionalismo se multiplica, se
pluraliza. No hay una razón absoluta, el racionalismo es funcional, diverso y viviente
(Bachelard, 2003).
Cualquier sustancia química solo se define realmente en el momento de su
reconstrucción. La síntesis es la que puede volver comprensible la jerarquía de las
funciones. La realización sintética permite determinar una especie de jerarquía de las
funciones sustanciales, injertar las funciones químicas unas en otras. De esta forma el
espíritu científico ha suplantado completamente al espíritu precientífico. La descripción
de las sustancias obtenidas por síntesis es en adelante una descripción normativa,
metodológica, claramente crítica, donde se funda el racionalismo químico. El
racionalismo aparece entonces como una filosofía de síntesis (Bachelard, 2003).
Del racionalismo ingenuo al racionalismo cultivado: química teórica
Desde entonces lo desconocido se formula. La química orgánica ha trabajado
bajo esta inspiración: conoció también la cadena antes que los eslabones, la serie antes
que los cuerpos, el orden antes que los objetos. Aparece así un poderoso a priori que
guía la experiencia, lo real se convierte en realización. Así la Química colocó bajo la
sustancia esquemas y fórmulas geométricas, las cuales se convirtieron en un vasto
conjunto doctrinal y racional. Verdaderas funciones noumenales aparecieron en la
Química. Se dio tránsito de la sustancia a un sustituto. Se razona sobra una sustancia
química desde que se ha establecido su fórmula desarrollada. Se ve pues, que una
sustancia química se asocia en adelante a un verdadero noúmeno (Bachelard, 2003).
De esta forma, la investigación de las sustancias queda bajo una ciencia de
principios, de una doctrina de normas metódicas, un plan coordinado donde lo
desconocido deja un vacío tan claro que un conocimiento surge antes de su verificación
empírica.
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Del racionalismo cultivado al racionalismo aritmético de la materia
Hay una diferencia filosófica esencial entre los períodos de la primitiva tabla
de Mendeleieff, basada en las cualidades químicas, y el de la tabla moderna basada en
las estructuras electrónicas. Los períodos primitivos, tal como aparecieron en las
evaluaciones empíricas, son hechos sin explicación. Cuando la valencia química se
explica como organizaciones electrónicas, el empirismo de partida aparece como un
conocimiento en primera posición, conocimiento que se constata pero no explica. La
teoría electrónica toma entonces la función de un orden de razones que explican lo
hechos.
El principio ordenador no es el peso atómico sino el número atómico. Y este
número permite ordenar las casillas de la tabla de Mendeleieff. Si los filósofos
meditaran este paso del ordinal al cardinal, serían menos escépticos acerca de los
progresos filosóficos del pensamiento científico. Así, las familias químicas son
explicadas electrónicamente. La sistemática Química se basa en esta noción. La
organización electrónica, tomada como un nuevo campo de racionalidad que aclara
indirecta, pero profundamente nuestro saber empírico. La tabla de Mendeleieff,
reorganizada accede a un racionalismo aritmético de la materia, se convierte en un
verdadero ábaco que nos enseña la aritmética de las sustancias, la cual ayuda a
aritmetizar a la Química.
Hay que valorizar bien esta diferencia filosófica esencial: la materia no es
eléctrica sustancialmente, es electrónica aritméticamente. Las cualidades sustanciales
están por encima de la organización estructural, no por debajo. Las cualidades
materiales son hechos de composición, no hechos en una sustancia íntima de los
componentes.
Del racionalismo cultivado al racionalismo energético de la materia: fotoquímica
La última tesis que contradice el axioma fundamental del atomismo filosófico
es que la física contemporánea admite que el corpúsculo pueda anularse. De este modo
el átomo, cuya primera función era resistir a cualquier cambio íntimo, y con mayor
razón a la destrucción ya no ocupa en la ciencia contemporánea su función de absoluta
permanencia. El antiguo refrán: nada se pierde, nada se crea, debe meditarse de nuevo.
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De esta manera la anulación del corpúsculo consagra la derrota del cosismo (Bachelard,
1975).
En otro tiempo se decía: la materia tiene energía. Esto limitaba la noción de
materia, a su carácter inerte. Este materialismo exteriorista, este materialismo de la
materia reducida a su inercia, de la materia que se toma como desprovista de energía ya
no basta cuando se aborda la ciencia química contemporánea.
Un materialismo ensanchado, separado de la primitiva abstracción geométrica,
lleva así, a asociar la materia y la radiación.
En la macrofísica del siglo XIX, se examinaba ya con interés las
transformaciones de energía pero se trataba siempre de grandes balances en los que no
se detallaba la evolución. De ahí la creencia en las transformaciones continuas en un
tiempo sin estructura: la continuidad de una cuenta bancaria impedía la comprensión del
carácter discontinuo del trueque. Se tomaba a la materia sólo como un soporte plácido y
a la energía como una cualidad, de algún modo externo e indiferente al soporte
(Bachelard, 1981).
La raíz esencialmente energética de los fenómenos químicos se impone a la
investigación. El fenómeno no es una simple apariencia que podamos describir, es la
manifestación de una energía. Si no se conocen las relaciones de energía, no se pueden
explorar todas las posibilidades de acción que se abren para crear nuevas sustancias. En
adelante, un filósofo que siga el pensamiento científico del químico contemporáneo,
deberá pensar que la energía representa la cosa en si. Se concreta esta vieja noción, de
un carácter de monstruosa abstracción. La energía es el soporte fundamental de los
fenómenos. Los fenómenos de la materia se conocen por las leyes de la energía
(Bachelard, 1976).
Del racionalismo energético de la materia al dualismo del campo y materia.
No hay duda de que en la actualidad no se puede concebir toda la física
edificada sobre el concepto de materia como lo creían los físicos del siglo XIX. Hay que
aceptar los conceptos de materia y campo, y pensar que no son realidades
completamente diferentes. Una imagen mecanicista de una partícula sería suponer que
existe una superficie bien definida donde la partícula deja de existir y donde aparece el
campo gravitacional. En esta imagen, la región donde son válidas las leyes del campo es
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separada abruptamente de la región donde está presente la materia (Einstein, Infeld,
2002).
De la teoría de la relatividad sabemos que la materia representa enormes
depósitos de energía y que la energía representa materia, no pudiéndose distinguir
cualitativamente entre materia y campo, ya que la diferencia entre masa y energía
tampoco es cualitativa. La materia es así, el mayor depósito de energía, pero el campo
que envuelve la partícula representa también energía, aunque en una cantidad
incomparablemente menor. Por esto se podría decir: la materia es el lugar donde la
concentración de energía es muy grande y el campo es donde la concentración es
pequeña. Pero si este fuera el caso, la diferencia entre materia y campo sería sólo
cuantitativa. No hay razón entonces para considerar la materia y campo como
cualidades esencialmente diferentes entre sí. No se puede así imaginar una superficie
nítida que separe el campo de la materia. La misma dificultad se presenta para la carga
eléctrica y su campo (Einstein, Infeld, 2002).
No podemos edificar la Física sobre la base del concepto de materia
únicamente. Pero la división entre materia y campo es, desde el descubrimiento de la
equivalencia entre masa y energía, algo artificial y no claramente definido.
Consideraciones finales
Al tratar temas científicos, los propios especialistas operan en distintos niveles
de explicación. Se debería considerar qué nivel podrán utilizar mejor los alumnos en un
momento determinado y cuál es el nivel que deseamos que alcancen a largo plazo.
Johnstone (1982) se refiere a tres niveles usados por los químicos:
1.- Descriptivo funcional. Este es el nivel el que los químicos pueden ver y
manejar materiales, y describir sus propiedades en términos de color,
dureza, etc. A este nivel los químicos también abordan la posibilidad de
conversión de un material en otro, con el consiguiente cambio de sus
propiedades.
2.- De representación. Este es el nivel en el cual los químicos tratan de
representar sustancias químicas mediante fórmulas y sus cambios por
ecuaciones.
3.- Explicativo. Este nivel es “atómico y molecular, un nivel en el cual los
químicos tratan de explicar por qué las sustancias químicas se comportan
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de determinada manera”. Recurren a los átomos, moléculas, iones,
isómeros, polímeros, etc., para tener una representación mental que les
permita dirigir su pensamiento y racionalizar el nivel.
Así pues, tanto el realismo tradicional como la fenomenología moderna
resultan inadecuados para abordar la microfísica. La revolución epistemológica que
conlleva la microfísica conduce, además, al reemplazo de la fenomenología por una
noumenología, es decir, por una organización de objetos del pensamiento. En diversas
circunstancias, la microfísica plantea, como un verdadero principio, la pérdida de
individualidad del corpúsculo.
Referencias bibliográficas
Bachelard, G. (1975). La actividad racionalista de la física contemporánea. Buenos Aires: Siglo
XXI.
Bachelard, G. (1976). El materialismo racional. Buenos Aires: Paidós.Bachelard, G. (1981). El
nuevo espíritu científico. México: Nueva Imagen.
Bachelard, G. (2003). La filosofía del no. Buenos Aires: Amorrortu Editores.
Bachelard, G. (2004). La formación del espíritu científico. Buenos Aires: Siglo XXI.
Einstein, A. y Infeld, L. (2002). La física, aventura del pensamiento. Buenos Aires: Losada.
Johnstone, A. (1982). Macro and micro-chemistry. The School Science Review. 64 (227), 377-
379.
Viau, J., Moro, L., Zamorano, R. y Gibbs, H. (2008). “La perspectiva filosófica de un concepto:
una analogía de Bachelard”, en Horacio Faas y Hernán Severgnini (Eds.),
Epistemología e Historia de la ciencia.: selección de trabajos de las XVIII Jornadas
Volumen 14 (2008), N 14, Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad
Nacional de Córdoba, Córdoba, pp. 557-562.
Viau J. y Moro L. (2009). “Una apertura hacia la noción de “modelo” siguiendo a Bachelard”,
en Diego Letzen y Penélope Lodeyro (Eds.), Epistemología e Historia de la ciencia:
selección de trabajos de las XIX Jornadas Volumen 15 (2009), N 15, Facultad de
Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba, pp. 527-
535.