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2 3 REPORTAJE LA DANZA DE LA MUERTE “La Danza de la Muerte” de Javier, una pedagogía muy actual en tiempos de pandemia En marzo de 2021, un año después del comienzo de la pandemia de coronavirus en nuestro país, un aniversa- rio en el castillo de Javier venía a recordarnos esa otra epidemia que a mediados del siglo XIV asoló Europa, la de la peste negra. Se cumplía en ese mes los 50 años del descubrimiento de las pinturas de “La Danza de la muerte” que acompañan al Cristo sonriente del castillo. Esta iconografía surgió en Europa después de la pes- te negra con el sentido moralizante de recordarnos la fugacidad de la vida, frente a los placeres mundanos y el poder igualitario de la muerte*. *este texto tiene como fuentes: el santuario de Javier, un reportaje del Diario de Navarra (de Aser Vidondo y fotos de José Carlos Cordobilla, de 4 de marzo 2021) y otro de la revista “Conocer Navarra” (Texto: Mª Pilar Martínez Arce. Fotos varios autores, Marzo 2021) Pie de foto: A la izquierda la nueva capilla de Javier con las réplicas de los esqueletos de la Danza de La Muerte. Las originales encima de estas líneas.

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REPORTAJE LA DANZA DE LA MUERTE

“La Danza de la Muerte” de Javier, una pedagogía muy actual en tiempos de pandemia

En marzo de 2021, un año después del comienzo de la pandemia de coronavirus en nuestro país, un aniversa-rio en el castillo de Javier venía a recordarnos esa otra epidemia que a mediados del siglo XIV asoló Europa, la de la peste negra. Se cumplía en ese mes los 50 años del descubrimiento de las pinturas de “La Danza de la muerte” que acompañan al Cristo sonriente del castillo. Esta iconografía surgió en Europa después de la pes-te negra con el sentido moralizante de recordarnos la fugacidad de la vida, frente a los placeres mundanos y el poder igualitario de la muerte*.

*este texto tiene como fuentes: el santuario de Javier, un reportaje del Diario de Navarra (de Aser Vidondo y fotos de José Carlos Cordobilla, de 4 de marzo 2021) y otro de la revista “Conocer Navarra” (Texto: Mª Pilar Martínez Arce. Fotos varios autores, Marzo 2021)

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acompañaban unas pinturas barrocas de decoraciones vege-tales, hojas de acanto, flora y follaje con una densa implan-tación que debieron añadirse cuando la capilla se redecoró en torno a las fechas de la beatificación o canonización de San Francisco Javier (1619 y 1622). En el descubrimiento de las pinturas originales tuvieron un papel clave los jesuitas José María Recondo y José Luis Alberdi. La existencia de la decoración de las danzas era conocida por el propio Recon-do desde 1957 cuando publicó en la revista “Príncipe de Viana” un estudio sobre el castillo en el que mencionaba la existencia de otra pintura bajo la decoración barroca. Fueron ellos dos quienes empezaron a picar paredes para compro-barlo. Y fue con la reforma y restauración de la capilla que empezó en diciembre de 1970 y se terminó en marzo de 1971 cuando se descubrieron. El restaurador de las mismas y de la capilla fue José Mª Rodríguez Azcárate. Este exper-to y su equipo dataron esta danza entre 1430 y 1510.

No deja de llamar la atención que el aniversario de este descubrimiento haya coincidido en el tiem-po con esta gran pandemia mundial de la covid-19 que nos sigue enseñando mucho, como los danzan-tes, de la fugacidad de la vida, de las vanalidades del mundo y lo democrática que resulta la muerte.

sonriente junto a varios símbolos de la Pasión. La talla del Cristo de tres clavos datada entre 1480-1500, tiene influencia francesa. Coincidiría en cronología y estilo con las pinturas de “La Danza de la muerte”. Estas ocupan los 140 metros de decoración mural de estilo gótico avanzado, con algunos elementos renacentistas como las columnas.

Representan a cuatro parejas de esqueletos, tétricos y divertidos, bailando y esbozando una sonrisa del que se sabe triunfante sobre la vanidad de la vida. Danzan de puntillas sobre un tablado, bajo el cual parece yacer una dama difunta y varios sepulcros. Una pareja de danzantes enarbola cintas con leyendas en latín cuya traducción dice: “Fácilmente conmueve al mundo quien piensa que ha de morir”. Todos los esqueletos llaman la atención a los ojos del visitante por sus tonos amarillos y ocres rojizos que contrastan con el fondo negro y las losas blancas. Algunos se representan en distin-tos grados de descomposición. Dos flanquean la puerta de acceso a la capilla, mientras que los restantes se distribuyen en los muros laterales. A pesar del primer aspecto tétrico de la visión de estos danzantes, se cree que la distribución de los mismos genera esperanza, porque al morir al hom-bre le esperan los brazos abiertos del Cristo sonriente. Antes de conocer esta representación, al Cristo de Javier le

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Las fotografías de este nuevo montaje son obra de María Cantero y el montaje expositivo es de Juan Roldán Marzo.

Las reproducciones también fueron realizadas con un fin didáctico. Quieren acercar la cultura a los más jó-venes, en un momento en que los desplazamientos escolares eran muy complicados por el coronavirus. Los alumnos de primero y tercero de la ESO del co-legio concertado navarro San Cernin fueron los pri-meros en recibir y trabajar directamente con ellas.

Tipología de estas danzas

Las epidemias muestran la muerte como algo habitual, cercano y como elemento unificador de toda la humani-dad. Lo mismo que las representaciones que denomina-mos “Danzas de la muerte”, donde los esqueletos inte-ractúan con los vivos, interpelándonos y recordándoles la fugacidad de la vida y la caducidad de lo mundano. Se tiene constancia de representaciones murales simila-res a la de Javier en varios países europeos destacando su presencia en Francia y Alemania. Uno de los ejemplos más importantes es la “Danse de la Mort” que fue pinta-da en uno de los muros del Cementerio de los Inocentes de París en 1424 y que posteriormente fue destruida en 1786 y conocida después solo a través de copias. En España, junto a las de Javier solo se conservan otras pinturas murales de esta tipología en el con-vento de San Francisco de Morella (Castellón). Si bien se sabe que existió otro ejemplo en el despa-recido Convento de Santa Eulalia de Pamplona.Estas pinturas murales artísticamente fueron crea-das siguiendo el estilo gótico tardío pero incluyen-do algunas señas de identidad del Renacimiento. Es un tema debatido, aunque no confirmado, el que este tipo de danzas pudieran haber sido re-presentadas teatralmente en el siglo XIV.

Nos explica Txema Vicente SJ, superior de Javier una ini-ciativa surgida al hilo de esta efeméride: “Con motivo de este aniversario y también para promocionar una expe-riencia sobre Europa y juventud, liderada por una aso-ciación que desarrolla algunos programas culturales con financiación europea, hicimos unas réplicas de “La Danza de la muerte”. Propiamente las hizo el Ayuntamiento de Javier, pero colaboramos también nosotros, la comunidad y la citada asociación.” Para ello crearon 8 paneles en pa-pel pluma que representan las pinturas de los esqueletos a tamaño real y que se ubicaron en el nuevo oratorio de Javier que se encuentra justo encima de la capilla.

Así lo explicaTxema Vicente: “Ocupando la antigua Sala de Capellanes del Castillo, en la restauración del año 2005, se construyó un nuevo oratorio para acoger, con el debido recogimiento, a las personas que vienen a hacer oración ante el Cristo de Javier y también tener la posibilidad de celebraciones religiosas. El oratorio cuenta con una reproducción del rostro del Cristo de Javier y alrededor del mismo se han colocado los paneles con la representación de las pinturas de la Danza de la Muerte en la misma disposición que tienen en la propia Capilla”.

El P. General en la capilla del Cristo sonriente durante su visita a Javier del pasado mes de marzo, en el marco de Ignatius500.

Los danzantes de Javier

Aunque en las danzas de la muerte es habitual que los vivos bailen junto a los muertos, no ocurre así en la representa-ción de Javier. En ella, somos nosotros, los espectadores, los orantes de la capilla, los que observamos las pinturas y somos invitados a interactuar con los danzantes.

Las pinturas se ubican en la capilla ubicada bajo la to-rre oeste, que funcionó como oratorio del castillo y fue mandada construir por los padres de san Fran-cisco Javier, Don Juan de Jaso y Doña María de Azpi-licueta (se cree que entre 1485 y 1500). La capilla acoge en la cabecera la escultura del cristo gótico