Pimp Opera

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Prólogo La noche cae sobre la ciudad al tiempo que se levanta una ligera brisa de aire frío que hace olvidar por unos momentos el asfixiante calor que lleva instalado en la ciudad desde hace poco más de una semana. Los niños corren entre risas y gritos desde el agua hacia el resguardo de las toallas secas y mullidas que sostienen los padres, cansados tras un largo día de playa, cocktails baratos y arena. El ruido del choque de cristales y chapas se hace más presente al tiempo que el sonido de las voces de las familias se aleja mientras caminan por la arena en dirección a sus casas u hoteles, donde les espera el calor de la tranquilidad. -Va, la última, ¿no? -Qué bonita es, eh. -¿Cómo? -La playa. A estas horas. No entiendo como no viene más gente de noche aquí. La arena fría, las estrellas, poca gente. Y bañarse en el mar de noche. -Buf, que mal rollo tío. -A mí me relaja. Nunca sabes que pueda aparecer por debajo. Los muchachos dan un largo trago a sus cervezas de alta graduación, casi al mismo tiempo, como si fuera un ritual programado. Ya solo queda el sonido del viento azotando las hojas de las palmeras y alguna gaviota que pasa volando excesivamente cerca. Las risas de los niños ya apenas se distinguen en la lejanía, y aparte de algunas parejas que pasean por la orilla sólo se oye el murmullo de la

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Prólogo

La noche cae sobre la ciudad al tiempo que se levanta una ligera brisa de aire frío que hace olvidar por unos momentos el asfixiante calor que lleva instalado en la ciudad desde hace poco más de una semana.

Los niños corren entre risas y gritos desde el agua hacia el resguardo de las toallas secas y mullidas que sostienen los padres, cansados tras un largo día de playa, cocktails baratos y arena.

El ruido del choque de cristales y chapas se hace más presente al tiempo que el sonido de las voces de las familias se aleja mientras caminan por la arena en dirección a sus casas u hoteles, donde les espera el calor de la tranquilidad.

-Va, la última, ¿no?

-Qué bonita es, eh.

-¿Cómo?

-La playa. A estas horas. No entiendo como no viene más gente de noche aquí. La arena fría, las estrellas, poca gente. Y bañarse en el mar de noche.

-Buf, que mal rollo tío.

-A mí me relaja. Nunca sabes que pueda aparecer por debajo.

Los muchachos dan un largo trago a sus cervezas de alta graduación, casi al mismo tiempo, como si fuera un ritual programado.

Ya solo queda el sonido del viento azotando las hojas de las palmeras y alguna gaviota que pasa volando excesivamente cerca. Las risas de los niños ya apenas se distinguen en la lejanía, y aparte de algunas parejas que pasean por la orilla sólo se oye el murmullo de la conversación que mantienen los chicos y el romper de las olas.

De pronto el sonido de sirena de un coche de policía interrumpe el choque de las olas contra la arena.

-Yo tomaré el medio pollo al horno con puré de papas y salsa de castañas

-¿Y usted?

-La ensalada tropical, gracias.

-¿Algo para beber?

-Una botella de Chimay triple y dos copas, por favor.

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Carajo, no va a salir barato, pero valdrá la pena. Tenía ese presentimiento. No siempre se lo pasaba tan bien con alguien que conocía tan poco. Había conocido a Ratcheta casi sin querer, en un pub a las orillas del Tamesis. Él fue a escapar del calor en compañía de unas jarras y un buen amigo; ella les sirvió el antídoto entre sonrisas y alguna mirada cómplice de más. De ahí a un restaurante del centro, solos, solo había un par de chistes fáciles y el número escrito en la factura.

Un brownie empapado en ron y una porción de tarta de manzana después, Ratcheta y JoseFernando salen del restaurante a la bulliciosa calle capitalina. Es martes por la noche, pero el centro está lleno de gente. Los turistas, desorientados y con un par de copas de más, se entremezclan con los buscavidas de todo tipo, desde el turco que intenta pasar algo de verde demasiado seco o los chinos que prácticamente te obligan a entrar en sus locales, hasta los jóvenes que no dejan de ofrecerte un económico paseo en sus modernas carrozas fabricadas con una bicicleta barata, un sillón desfondado y un toldo amarrado de aquella manera.

-Conozco un buen bar por aquí cerca, ¿nos echamos algo?

Joder, si es que hasta le gusta beber.

-Claro, ¿porque no?

Tras un par de whiskeys y un par de cruces de palabras malsonantes con un borracho local, JoseFernando negocia con uno de los muchachos de las carrozas el precio del trayecto hasta el parque que queda a apenas cinco minutos caminando del piso donde se queda durante su estancia en la ciudad.

Hace uso de su galantería y ayuda a Ratcheta, que no deja de reir, gracias al combo de los whiskeys y la manera de negociar de JoseFernando con Khaled, a subir a la carroza que les ahorrará un paseo bajo la lluvia.

Mientras Khaled pedalea y se escurre entre el interminable atasco del centro, Ratcheta se acurruca entre la chaqueta de cuero de JoseFernando, que entre risas y bromas aprovecha para dejar que ella se acomode bien y no duda en regalarle alguna que otra caricia tan fugaz como las luces de los frenos y farolas que ven pasar.

Ella conoce el parque de sobra, pero le da igual. Y la lluvia no parece molestarle tampoco. Por su parte, si dependiera de JoseFernando, congelaría el tiempo en ese momento para saborearlo un poco más. Hace tanto frío como puede hacer en verano y llueve, pero ambos están disfrutando de la compañía del otro, sin más. Entre tanto ruido, alboroto y suciedad, entre las caras largas y el estrés de las grandes ciudades, entre el hambre, el bullicio y el paso rápido, un óasis.

Page 3: Pimp Opera

El efecto del whiskey llega a su punto álgido cuando se echan sobre el césped húmedo en un claro entre el pequeño bosque de árboles.

-No se ve ni una estrella

-Bienvenido a la gran ciudad. Bendita contaminación lumínica

-Bueno, en realidad creo que veo una…y está extrañamente cerca

-¿Ah si?

Las pasteladas, como los chistes, no se explican.

Un par de risas por la tontería, un par de golpes juguetones, un par de vueltas sobre el césped.

El beso.

Una leve sonrisa se dibuja sobre la cara de Ratcheta.

-Por fin.

Sus labios vuelven a encontrarse, sin dudar, como si hubieran estado esperando este momento desde que JoseFernando abriera la puerta del pub hace unos días.

El beso es lento, solo labios, pero profundo. Ella nota la pasión y el cariño con el que lo da, pero también cierta tristeza. Nostalgia de un pasado que no existió, anhelo.

Un par de besos más cortos, una caricia, una mirada perdida. Ratcheta agarra el cuello de la chupa de JoseFernando y le acerca hacia sí para hacer desparecer todo rastro de tristeza con otro beso. Este más largo, más húmedo y profundo. El nota como el pulso de ella se acelera y la acerca aún más mientras recorre su cuerpo con las manos entre los pliegues del vestido. Cuando agarra uno de sus pechos nota como se eriza el pezón y no duda en ir a buscarlo para regalarle algunas caricias con su lengua.

La respiración de ambos sigue el ritmo del pulso y se acelera con cada contacto entre sus labios. Mientras los pantalones de JoseFernando besan el barro a sus pies, no para de llover, pero el agua solo golpea la espalda de él, que está encima de Ratcheta y la protege de las gotas mientras va descubriendo cada rincón de su cuerpo.

Ella nota que está duro y aprovecha mientras él se divierte con su cuello y oreja para rodear su cintura con sus manos y empujarle suavemente hacia dentro. Con el contacto del calor desaparece la lluvia. Empieza suave, pero el ritmo crece en cuestión de minutos y no tardan en correrse, prácticamente al mismo tiempo.

Page 4: Pimp Opera

Las ruedas chirrían con fuerza mientras el coche de patrulla derrapa y desaparece en el tráfico de la ciudad.

-Joder, siempre tienen que ir con la sirena tan alta. Si seguro que es porque llegan tarde a cenar a casa…

-Ya ves tío, siempre jodiendo.

-Bueno, ¿entonces qué? ¿Salimos esta noche?

-Claro tron, es mi última noche en la ciudad. Mañana voy a casa del Polaco a recoger el paquete, así que vamos a despedirnos de esta puta ciudad como se merece.

PXXR GANG BITCHESSSSSSSSSSSSSSS