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POEMAS DE EXTRARRADIO

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POEMAS

DE EXTRARRADIO

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POEMAS

DE EXTRARRADIO

José Ganivet Zarcos

{COLECCIÓN DIÁSTOLE}

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Primera edición, noviembre 2017

© José Ganivet Zarcos, 2017© Miguel Rodríguez Martos por el prólogo

© Esdrújula Ediciones, 2017

ESDRÚJULA EDICIONESCalle Martín Bohórquez 23. Local 5, 18005 Granada

[email protected]

Edición a cargo de Víctor Miguel Gallardo Barragán y Mariana Lozano Ortiz

Ilustración de cubierta: Virginia Toro CuestaImpresión: Ulzama

«Reservados todos los derechos. De conformidad con lo dispuesto en elCódigo Penal vigente del Estado Español, podrán ser castigados con

penas de multa y privación de libertad quienes reprodujeren oplagiaren, en todo o en parte, una obra literaria, artística, o científica,

fijada en cualquier tipo de soporte sin la preceptiva autorización.»

Depósito legal: GR 1376-2017ISBN: 978-84-17042-41-7

Impreso en España· Printed in Spain

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A mis hermanos Manuel, †Sergio, Merchi y Encarnita que llenaron de alegría, de juegos y de canciones mi niñez.

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N o s t a l g i a s e r e n apor Miguel González Martos

De cuando en cuando, miramos atrás desde la claraconciencia del tiempo fugaz, y con la certeza del final quenos aguarda. Lo hacemos a solas o en compañía, volunta-riamente o bajo la fuerza irresistible de una especie deresorte inconsciente.

Somos seres de nostalgia.Para buscar o no olvidar la propia identidad, cada cual

regresa a los paisajes que vivió, a los rostros que fuerontan cercanos como la propia sangre que habita. Se regresahasta los ecos de aquellos besos, voces, palabras, alegrías,dolores y sombras que ya no existen. O se recuperan trozosde travesías, puertos, naufragios, caminos, pasos, nom-bres, abrazos, desiertos y oleajes ya idos.

El tiempo y el mundo que transitamos hoy no estánpara nostalgias. Ni son propicios para viajes hacia dentro.El vértigo, la superficialidad, el ruido y la anestesia quenos envuelven, ahogan el sosiego imprescindible para cual-quier mirada hacia el interior de cuanto vivimos y nos

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rodea, o hacia la hondura propia. Y es tan difícil penetraren quiénes somos y qué hacemos, como llegar hasta quié-nes fuimos, qué hicimos o con quién recorrimos el camino.Pero la capacidad de nostalgia es una seña de la identidadhumana. Y pese a todo, cada cual vuelve atrás como puede,hasta lo más escondido en su memoria.

En este viaje a ítacas perdidas, unas veces nos muevela alegría, y otras, la tristeza o el dolor. También se miraatrás con ira. O con remordimiento. O con desazón arre-pentida. O con la desolación amarga de la ausenciairreversible. O con el brillo de una cálida luz que ilumina.O con el frío absoluto de quien llega al vacío. Sin embargo,José Ganivet camina en la nostalgia de otro modo, singulary propio.

En estos poemas que tienes a mano, el poeta recorre suviaje vital. Y lo ofrece en varias etapas, a modo de breveautobiografía. Revive aquí las travesías claves en sucamino. Y lo hace en un movimiento circular que enlaza elprimer poema —Propósito— con el último de todos —Paraseguir viviendo—. Entre ambos, José Ganivet nos invita aacompañarle desde su infancia hasta el presente, a travésde una obra en cuatro movimientos, Raíces, Tiempo debodas, La pobre gente del barrio, y Respiro. Catorce poe-mas componen cada uno de los tramos del recorrido. Ytodos ellos están hilados con una elegante sencillez, tanhabitual en la poesía de José Ganivet.

Raíces es la infancia. Un salto hasta las primeras lucesde la memoria. Con una mirada inundada de paisajesabiertos y fértiles, es la vuelta a la cotidianidad del hogar

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agrícola, a la madre, al padre y a los hermanos, a los sue-ños, las canciones, los cuentos, el trabajo y los juegos en elseno de una familia sencilla, arraigada en la tierra.

En Tiempo de bodas, viajamos al amor en su hondura.José Ganivet viste su nostalgia de belleza, ternura, cer-teza, pasión, tristeza, miedo, dudas, alegría, fortaleza yvida. Los mismos hilos y colores que suelen tejer todas lashistorias de amor, que él hilvana aquí con su particularsubjetividad intimista.

Vuelve entonces el poeta, y nos invita, hasta ese tiempoen que sembró su vida buscando el fruto de una existenciadigna para los más desamparados de la tierra. La pobregente del barrio traza un recorrido que teje con retratos decarne y hueso. Personas singulares que entonces habitaronlos sueños del poeta, y alimentaron su difícil paso coti-diano. Todavía hoy perviven en sus ojos. Son aquellos aquienes nadie mira ni quiere ver. Pobre gente de extrarra-dio, de los extramuros de nuestra sociedad, tan pobrescomo abandonados, desconocidos, ignorados y rechazadossiempre.

En ese punto, José Ganivet regresa de su viaje por lamemoria y se detiene en el presente. Respiro es unaparada en la sencilla cotidianeidad del aquí y ahora, en susdeseos de vida apacible, sencilla, sosegada, arraigada alcampo y a la naturaleza, casi bucólica. Una búsqueda deaire que respirar, lejos del desasosiego y la agitación de lavida en la ciudad, en la sociedad frenética de hoy.

Este viaje autobiográfico se cierra con dos poemas degran lirismo, recogidos en el último apartado, Epílogo. En

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ellos reafirma el poeta su firme voluntad de pálpito vivo,anudado a la raíz de la tierra, al vuelo de las aves, a la luzy al viento del camino, mientras llega la muerte que paranuestro poeta es solo un último paso, sin vacío ni amar-gura. El punto final al que mira de frente con serenidad,sin estridencias. La natural consecuencia de que hay vida.

El vínculo de José Ganivet con la naturaleza no se tra-duce en una mirada sobre la Vega de Granada limitada asu aprovechamiento económico o a la exaltación puramenteesteticista del paisaje, propia de las familias propietariasde las tierras. Tampoco su arraigo entre la pobre gente delos barrios de extrarradio de la ciudad cuaja en una miradapuramente compasiva y paternalista. A diferencia de losamos y de los instalados, la tierra del campo y la pobrezade quienes sufren todos los padecimientos sociales, hansido regados por el poeta con el sudor y la esperanza, hastael punto de debilitar y hacer flaquear peligrosamente supropia salud.

Podría parecer que en este recorrido José Ganivet selimita a ofrecernos una especie de memoria autobiográfica,tan evidente en su intención expresa como en el contenidode sus versos y en el tinte subjetivo e intimista que loinunda. Pero hay algo mucho más hondo en el entramadode todos estos poemas y en la propia mirada de su autor.José Ganivet nos muestra aquí una forma distinta demirar la vida, el pasado, el presente y el porvenir. Unanostalgia serena, muy cercana a la que inspiró el «Beatus{ 12 }

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ille» de Horacio o la «Oda a la descansada vida» de FrayLuis de León. Una mirada con paz interior, tan preciadacomo difícil de alcanzar.

En un ejercicio de escritura impecable, el poeta nos ofreceuna amplia muestra de su maestría en la escritura poética,ya sea utilizando esquemas de la métrica tradicional comocuando se decide por el verso libre. Quien se adentre por estepoemario a pequeños tragos, sin prisas, podrá deleitarse conla aparente sencillez de la impecable belleza expresiva deJosé Ganivet, que él entreteje mediante una amplia gama derecursos literarios, en un ejercicio de técnica segura, eficaz,estéticamente sobresaliente.

Finalmente conviene reiterar que, por debajo del viajeautobiográfico que ofrece, este poemario nos invita a apar-tar las vanidades, el fragor hueco, el mundanal ruido quenos envuelve, para adentrarnos en la escondida senda, enese camino estrecho tan personal como intransferible,hacia la serenidad, la paz, y la armonía de cierta soledad.

En definitiva, propone un vivir que ahonde en lo vivido.Por esto, la suya es una nostalgia serena, una mirada dife-rente y propia, como su voz poética, desde la que JoséGanivet busca respuesta a los interrogantes más hondos,vitales y decisivos, que a todos nos asaltan de cuando encuando.

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P r o p ó s i t o

Regresar a la humilde geografíadel solar fecundado por la manoabundosa del sol, del hortelano.Al paisaje inicial de mi alegría.

Recogido en su tierra labrantía,en su vientre profundo ser el granoque se pudre en otoño y en veranose desgrana maduro al mediodía.

Aguardar otra nueva primavera que replete por dentro este vacíoque desguaza los cauces de la vida.

Y en silencio crecer. Como la higuera.Como el álamo blanco junto al río.Como el agua pequeña en su manida.

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R A Í C E S

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S i n o p s i s

La vida —¡tuve suerte!— se topóconmigo en el hogar modesto de un obreroy una madre dispuestos a lograrde sus hijos mujeres y hombres buenos.

Siendo niño también me regaló:un zaguán con palomas y vencejos,con un pozo; un huerto con manzanas, un balcón con geranios, un colegio,un pan blanco de harina candeal,un cajón con montañas de tebeos,un perrillo de lana, una pelota,y en las tardes de invierno la bonanzade unos leños ardiendo junto al fuego.

Ya mediada, la vida me obsequiócon el sueño incumplido, y el consuelo,de una esposa, de un hijo, de un jardín,de unos versos nacidos del silencio.

Y sin grandes heridas se llevó:una fe de censuras y de miedos,una escasa esperanza en el poder

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y en los dioses del templo y del dinero,una ingenua confianza en los demásy una salud que nunca fue de hierro.

Eso es todo. Apenas añadirque a pesar de los años no me quejoaunque, a veces, me falla el corazóny emborrona las cosas que más quiero:sus palabras,sus labios,su mirada,la presencia del hijo…los recuerdos.

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José Ganivet Zarcos

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P a i s a j e

Yo recuerdo unos campos divididospor brazales,por lindes,por perímetrosde olivares sucintos y de videsretorcidas, resecas y escarchadas.

Un paisaje de hoces, de almocafres,de tormentas solares y de labiosagrietados soñando con el agua.

Una tierra profunda donde hundirse.Donde, mudas la risa y la palabra,ignorar el trasiego de las nubesde plata que veníana morir desde Cádiz a Granadaen las cumbres azules de una sierraque luego descubrimostan solemne, tan límpida, tan blanca.

¡Y el rojo fogaril, sin tregua, devorando—vertical, obsesivo en la solana—desnudos nuestros hombros,

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nuestras frentes de niños campesinos,doblegadas, rozando con la grama!

Recuerdo un ruiseñor valiente que anidabaoculto entre las hojasde tabaco afligidas y ensartadasdel viejo secadero.Y la paz de la siesta, con su canto,se hacía libertad de pájaro salvaje;y los cuerpos vencidos, estragados,ingrávido latir,rebeldía de carne iluminada.

Qué tristes pueden ser,a veces, los arroyosexactos, rectilíneos,los membrillos maduros, la gorduradorada de los trigos,la belleza que labras sin amarlay emboza el paraísolejano donde aguardan,impacientes, los sueños que has soñado.

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José Ganivet Zarcos