Poemas Que Viajan Por Télefono

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DOMINGO, 18 DE OCTUBRE DE 2015 TENDENCIAS 35 20% 200BOLETASDISPONIBLESO HASTAAGOTAREXISTENCIAS NO INCLUYE SERVICIO DE BOLETERÍA La cabina literaria es un proyecto que le propone a las personas dedicar poemas y fragmentos literarios por voz. Una idea que quiere también invitar a leer y a acercarse a la literatura. EN DEFINITIVA 500 llamadas han hecho, más o menos, desde que empezó la Cabina literaria en abril. LA MICROHISTORIA UNA DEDICACIÓN DE AMOR El poema que más han elegido las personas es Sueña lo que quieras de Clarice Lispector, creen María Cecilia y Susana, porque es esperanzador y celebra la vida. Del catálogo, la sección Frenesí de amor es la más pedida. De todas maneras, algunos las cuestionan, que si en estos tiempos la gente todavía quiere enviar poemas. Ellas no dudan en decir que sí y tienen una prueba. La cabina literaria es parte de su trabajo, y por poema dedicado hay una cifra, cinco mil pesos en ferias y quince mil online. También, no obstante, han hecho convenios y las llamadas han sido gratuitas. Gratis sería muy fácil, les parece, y ahí está la prueba de la que hablan. “Si la gente paga, es porque realmente quiere dedicar el poema”. La propuesta incluye otros objetos como separadores de libros, todo alrededor de la literatura. luego a leer los versos de Ro- berto Fernández Retamar. Antes le preguntó si estaba seguro. El que llamó media hora después fue él, comen- tando que mejor y cambiaba el poema. Hubo alivio entre los dos lados de la línea. A María Cecilia le parecía muy bello, pero muy doloroso. “Si de pronto me olvidas no me busques, que ya te habré olvidado”. Pablo Neruda esta vez. Difícil igual, pero ella lo sin- tió menos. La mujer lloró al final, como otros han llora- do de alegría. *** No conmoverse es difícil, ex- presan, porque quedan en la mitad de un sentimiento, casi siempre muy fuerte. Por eso los silencios. La mayoría, no obs- tante, quieren dedicar poemas de amor, si bien también hay muchos entre padres e hijos. Ellas, antes de empezar, hicieron un catálogo donde hay varias propuestas de poe- mas y de fragmentos, de es- critores distintos, para que la gente elija. La división pasa por Frenesí de amor –para los enamorados–, Vino para to- dos celebración de la vida y la amistad, Amores negados –para el desamor y los amo- res imposibles– y Popurrí – están los de cumpleaños, via- jes y hasta nacimientos. De todo un poco–. Ahí es donde entra la otra idea de La cabina litera- ria, la que ellas ven en ese proyecto que va más allá de leer poemas por teléfono: es, en proporción, promo- ción de lectura. Hay una frase, comenta Susana, que ha estado desde el principio, literatura para todos. Porque su propuesta en el catálogo tiene escritores conocidos y otros no tanto, con textos que conmuevan, a leer un poema dedicado. Nunca, y explican que de las 500 llamadas que han he- cho hasta ahora, nadie se ha enojado, quizá, teorizan ellas, porque ese alguien es importante para el que en- vía y para el que recibe. No saben qué pasa des- pués de que cuelgan, porque ellas entregan el poema, se despiden y el proceso siguen en el otro, en digerir lo escu- chado. Aunque debe ser como le pasó a Susana, que una vez le pidió a María Ceci- lia que llamara a su mamá a hacerle una dedicatoria, ya que andaban enojadas. Al fi- nal la mamá, ya conmovida, le marcó a Susana y hasta ahí duró el enojo. Eso debe pasar, que al al- guien que envía le suena el ce- lular al rato, y la conversación sigue privada entre dos. Mientras tanto, las dos si- guen viajeras, marcando núme- ros y leyendo poemas, no de- clamando, como creerían mu- chos, sino con voz de poema. La actriz la nombra orgánica, con cadencia, ritmo, respetando los signos de puntuación. Por eso ensayan, para que no se les enrede la len- gua en la mitad de la llama- da, y entonces quitar la emoción, la fuerza de lo que viaja en las letras. Suena el teléfono. Que van a dedicar un poema, dicen. Viajar es marcharse de casa, es dejar a los amigos es intentar volar. Viene el silencio. Los poe- mas han viajado es la regla, que digan algo. Con pequeñas historias que enseñen de literatura, inclu- so, en ese corto tiempo entre escoger y dedicar. Muchos no saben que Fri- da Kahlo escribía poesía, sigue Susana, y aprenden aquí. Porque la intención no es que las personas envíen un poema por enviarlo, sino que se sienten a pensar cuál es el indicado, el que mejor les queda, el que se ajusta, y en esas pueden pasar entre 15 o más minutos. Quién sabe. Es un ejercicio de paciencia, co- menta la diseñadora gráfica. Hay que tomarse el tiempo de hacerlo bien. Entonces ellas también aprenden, cuando por ejem- plo les preguntan por el poe- ma de un escritor que no co- nocen y lo apuntan y lo bus- can y al final les funciona. La lectura, por supuesto, depende de dónde estén. Con esa cabina roja se van a ferias, centros comerciales y otros lugares que les parezcan ade- cuados, donde la gente hace lectura in situ, pero mientras esté guardada –como por es- tos días que la están mejo- rando en su estructura–, la propuesta es online. Ese al- guien no está al lado, pero las contacta por teléfono o les escribe por redes sociales, para que les envíen el catálo- go, hagan la lectura en casa y después la dedicatoria. Todo es posible, cuando de leer poemas por teléfono se trata. *** La pregunta de muchos es que si la gente no se enoja cuando les dicen que les van

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Este artículo se publicó el 18 de octubre de 2015 en el periódico El Colombiano. Su autor es Mónica Quintero Restrepo.

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DOMINGO, 18 DE OCTUBRE DE 2015 TENDENCIAS 35

20% 200 BOLETAS DISPONIBLES OHASTA AGOTAR EXISTENCIAS

NO INCLUYE SERVICIO DE BOLETERÍA

La cabina literaria es un proyecto que le propone a las personas dedicar poemas y fragmentos literarios por voz. Una idea que quiere también invitar a leer y a acercarse a la literatura.

EN DEFINITIVA

500 llamadas han hecho, más o menos, desde que empezó la Cabina literaria en abril.

LA MICROHISTORIA

UNA DEDICACIÓN DE AMOR

El poema que más han elegido las personas es Sueña lo que quieras de Clarice Lispector, creen María Cecilia y Susana, porque es esperanzador y celebra la vida. Del catálogo, la sección Frenesí de amor es la más pedida. De todas maneras, algunos las cuestionan, que si en estos tiempos la gente todavía quiere enviar poemas. Ellas no dudan en decir que sí y tienen una prueba. La cabina literaria es parte de su trabajo, y

por poema dedicado hay una cifra, cinco mil pesos en ferias y quince mil online. También, no obstante, han hecho convenios y las llamadas han sido gratuitas. Gratis sería muy fácil, les parece, y ahí está la prueba de la que hablan. “Si la gente paga, es porque realmente quiere dedicar el poema”. La propuesta incluye otros objetos como separadores de libros, todo alrededor de la literatura.

luego a leer los versos de Ro-berto Fernández Retamar. Antes le preguntó si estaba seguro. El que llamó media hora después fue él, comen-tando que mejor y cambiaba el poema. Hubo alivio entre los dos lados de la línea. A María Cecilia le parecía muy bello, pero muy doloroso.

“Si de pronto

me olvidas no me busques,

que ya te habré olvidado”.

Pablo Neruda esta vez. Difícil igual, pero ella lo sin-tió menos. La mujer lloró al final, como otros han llora-do de alegría.

***

No conmoverse es difícil, ex-presan, porque quedan en la mitad de un sentimiento, casi siempre muy fuerte. Por eso los silencios. La mayoría, no obs-tante, quieren dedicar poemas de amor, si bien también hay muchos entre padres e hijos.

Ellas, antes de empezar, hicieron un catálogo donde hay varias propuestas de poe-mas y de fragmentos, de es-critores distintos, para que la gente elija. La división pasa por Frenesí de amor –para los enamorados–, Vino para to-dos ––celebración de la vida y la amistad––, Amores negados –para el desamor y los amo-res imposibles– y Popurrí –están los de cumpleaños, via-jes y hasta nacimientos. De todo un poco–.

Ahí es donde entra la otra idea de La cabina litera-ria, la que ellas ven en ese proyecto que va más allá de leer poemas por teléfono: es, en proporción, promo-ción de lectura.

Hay una frase, comenta Susana, que ha estado desde el principio, literatura para todos. Porque su propuesta en el catálogo tiene escritores conocidos y otros no tanto, con textos que conmuevan,

a leer un poema dedicado. Nunca, y explican que de las 500 llamadas que han he-cho hasta ahora, nadie se ha enojado, quizá, teorizan ellas, porque ese alguien es importante para el que en-vía y para el que recibe.

No saben qué pasa des-pués de que cuelgan, porque ellas entregan el poema, se despiden y el proceso siguen en el otro, en digerir lo escu-chado. Aunque debe ser como le pasó a Susana, que una vez le pidió a María Ceci-lia que llamara a su mamá a hacerle una dedicatoria, ya que andaban enojadas. Al fi-nal la mamá, ya conmovida, le marcó a Susana y hasta ahí duró el enojo.

Eso debe pasar, que al al-guien que envía le suena el ce-lular al rato, y la conversación sigue privada entre dos.

Mientras tanto, las dos si-guen viajeras, marcando núme-ros y leyendo poemas, no de-clamando, como creerían mu-chos, sino con voz de poema. La actriz la nombra orgánica, con cadencia, ritmo, respetando los signos de puntuación.

Por eso ensayan, para que no se les enrede la len-gua en la mitad de la llama-da, y entonces quitar la emoción, la fuerza de lo que viaja en las letras.

Suena el teléfono. Que van a dedicar un poema, dicen.

Viajar es marcharse de

casa, es dejar a los amigos

es intentar volar. Viene el silencio. Los poe-

mas han viajado ■

es la regla, que digan algo. Con pequeñas historias que enseñen de literatura, inclu-so, en ese corto tiempo entre escoger y dedicar.

Muchos no saben que Fri-da Kahlo escribía poesía, sigue Susana, y aprenden aquí.

Porque la intención no es que las personas envíen un poema por enviarlo, sino que se sienten a pensar cuál es el indicado, el que mejor les queda, el que se ajusta, y en esas pueden pasar entre 15 o más minutos. Quién sabe. Es un ejercicio de paciencia, co-menta la diseñadora gráfica. Hay que tomarse el tiempo de hacerlo bien.

Entonces ellas también aprenden, cuando por ejem-plo les preguntan por el poe-ma de un escritor que no co-nocen y lo apuntan y lo bus-can y al final les funciona.

La lectura, por supuesto, depende de dónde estén. Con esa cabina roja se van a ferias, centros comerciales y otros lugares que les parezcan ade-cuados, donde la gente hace lectura in situ, pero mientras esté guardada –como por es-tos días que la están mejo-rando en su estructura–, la propuesta es online. Ese al-guien no está al lado, pero las contacta por teléfono o les escribe por redes sociales, para que les envíen el catálo-go, hagan la lectura en casa y después la dedicatoria. Todo es posible, cuando de leer poemas por teléfono se trata.

***

La pregunta de muchos es que si la gente no se enoja cuando les dicen que les van