El Sistema de Contabilidad de la CABA hace 15 Años Cr. Eduardo Daniel Prina.
Poemas - Zulma Prina · y he roto los poemas que te cantan para verte temblorosa y erguida con el...
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Zulma Esther Prina
Después del olvido
Poemas
Ilustraciones: Oscar Félix Orquiguil
y Alejandro Passerini
Editorial Plus Ultra
aquella noche que corría auroras o acaso improvisaba ciegos
para habitar inviernos
Del otro lado tu rostro
Aquí estás, frente a tu espejo.
Yo distante.
Por eso no percibo el hueco frío
de tus ojos,
esa sonrisa gastada
como gesto de sacrificio estéril.
¿A quién importa?
Si en el lenguaje inventado de renuncias
por nada,
sepultaste el miedo que se impone al jugar
la muerte por la vida.
Hermana extranjera,
tu voz de ayer es canto sin canto
y no huele a pájaros, a mañanas, a siembras.
Recuerdo tu rostro,
el golpe en la piedra,
tu rostro en la piedra,
lo opaco del canto que gime tu tiempo.
Pero hoy estás del otro lado
sobre esa otra luna del espejo,
la sonrisa gastada, las ropas viejas...
Extranjero
Imposible surgir
de la nada
dejar al ausente
abandonar las raíces que no fueron.
Soltar al viento
el recuerdo
el pecado
de ser uno mismo
en las puertas del caos.
Nuestro dolor
nuestra vejez.
Procrear un destino
en la tierra de nadie.
Desde entonces.
Ser los postergados
sin encuentros.
Y dormir el sueño de ser joven.
Casi todo.
Abismo
Ciudad
No me asusta tu figura
ritual perdido.
No me asustan tus vigilias
tus duelos y tu apuro.
Me cuesta sentir el pulso.
Y la espera de otras voces
es un eco que no encuentro
en el diálogo.
No me asusta tu destierro
sobre el imperio de sueños.
Ese afán cotidiano de tranvías.
Me duelen tus muros
el gris del ocaso
frustración y orgullo.
Me duele un nosotros
que no quiere conciliarse
y una fuerza a la deriva
como la imagen del que vuelve
y el tiempo desprendido
en las líneas del recuerdo.
Y el caos
y el ocaso
y lo que pude...
prolongado en un adios
desde el hueco de los ojos.
Antes del infierno (Segunda versión)
Descendió de los cipreses
Cuando los ríos dejaron
de rodar sobre su cauce.
Rompió el delirio de su imagen
en noches transformadas de nostalgia
y fue entonces que huyó el Levante
bajo los cielos sumergidos.
Recorrió las soledades
y tembló en la barca de Caronte.
….................................................
Será preciso andar
los caminos del Dante
soñar paisajes de cordura
ansiar la promesa
de dormir junto al fuego?
Volver a despertar
y ver.
…...................................................
Tan cierta es la angustia
frente a la Edad Perdida
que al percibir el horizonte
y tender los brazos
nos asimos a la muerte.
Y los campos se cubren de sed,
y las mentes se ciegan
de olvidos.
Tristeza
Me envolvió
como una estela desprendida del viento.
Se esparció sobre el corazón
de mi vientre.
Se deslizó por las instancias de la noche
para dejarme
siempre
extranjera…
con las manos huecas.
Elegía a quién
La tierra... érase tal vez.
Acaso el límite?
Lo propone el hombre
yo-vos
Caín
Nosotros
La rueda
que ha de seguir el juego establecido.
Transitante sin rumbo la tierra.
La tierra... érase alguna.
Si es vagido el cuerpo
simple soplo ajeno.
Las aguas cubrirán un día
y será la Atlántida.
Nadie dará cuenta de su paso.
La altivez, el límite, la espera?
Transitante sin rumbo la tierra.
La tierra... era.
Desterrar la nostalgia, el deseo,
perder el surco, obrar encuentros,
mirar la nada y decir el silencio,
abrigar amores y derramar el último vino.
Transitante sin rumbo la tierra.
La tierra...
pero no será el olvido.
Torrente
Mis sentidos esbozaron un presente
por el cauce de tus ojos, donde la sangre
lleva y trae sus rituales.
Bosques, selvas, grito. Tempestades.
Luces.
El agua se nutre de la tierra indecisa
y vuelve al cauce, renovado.
La tierra se hace roca, se hace semilla
se hace viento, luna y humus.
Vuelve a su mutismo, a su rutina, a su polvo
a la morada arisca de todos los inviernos
de todos los hielos, de todas las sombras,
para esperar esa etapa de auroras
- intermitentes haces que engendran la fuerza -
hasta esa otra paralela
con voces y con gestos
de sentencias funerales.
Sin redención
El último universo omnisciente
pálido de flores y racimos
nacido de las cosas que sucumben
desde la tristeza
contempla la luz senil,
la muerte inconstante
de fecundas tierras.
Y el rostro verde que se extiende.
Idéntico.
Cuando el mar innominado huye
y el agua sacude y el numen
halla como eterno cielo
azul melancolía.
Y el prado verde que despunta.
Idéntico.
En el instante en que la llama
alimenta el dorado fuego.
Pirámides: polvos anteriores
de otros continentes.
Y el agua siempre impía
erguida y solitaria
exterior, muda,
sucede al pueblo vestido
de crepúsculo
a la hora de la creación
cuando en círculos concéntricos
regresan las viejas muertes ocultas,
para quedar, esclavo
de la noche suprema.
Para qué Buenos Aires
Para qué quiero nombrarte
si lo dice el triste en sus pasos
el insomnio de las noches antiguas
envueltas en su traje de vigilia
y los rostros y las cosas
esos ojos hundidos en una casi locura
de luces, apetencias y olvidos.
Para qué quiero mirarte
si he visto urdir las voces del pasado
melancólica poeta de bolsillo
frustración y misterio ahogados en la fiebre
de un mito (que de tan contado
ya parece nuestra propia historia).
Hija adúltera que aprisionas las manos
de unas raíces extraviadas. Egregia geografía.
Me he quitado las estrellas
y he roto los poemas que te cantan
para verte temblorosa y erguida
con el silencio a tus espaldas.
Utopías devoradas en el último naufragio.
Ya no sos la nostalgia de la patria vieja
ni siquiera un sueño de pibe abandonado.
Perfil y voz de sombra
asida a la figura de lo que nunca fuera.
Por eso sos ahora lo que hoy.
Memoria y olvido.
Solo queda la poesía de tus calles
alumbradas con retazos de tango
una muchacha un farolito y el pañuelo al cuello
las ganas de haber nacido
en la tierra de los viejos
una queja, días rotos, un orgullo mal parido.
De tanto amasarte con el polvo de otros surcos
sos ahora lo que hoy
una grandeza inventada
una quimera que duele por debajo de la piel.
María Angola
La voz de la campana
anudó recuerdos
y mil toros de fuego
soltaron el llanto
por sus furias, vencidos.
Y los ecos
las voces
el cincel
derramaron su pena.
Como un río de lágrimas
se elevó la memoria
y la música
el rumor
los pájaros
las piedras...
Ombligo del mundo
Extendió sus manos derramando dioses,
surcó la tierra de espigas.
Contó los días
el nacer y la muerte.
Guardó la roca
la voz de los tiempos.
Selló la pena, el horror,
la miseria.
Ahora los muros esperan abrirse,
ir en busca de la bárbara escena,
celebrar el infierno.
Grabar la página para el último día.
Postergaciones
Sombras trazadas
sobre el trasero de este mundo,
que arrastran
resentidas
los ecos de lujuria
misteriosas
presuntas fortunas
de reyes.
Reyes de madera
con príncipes de palo
placer de idolatrías;
inesperada rebelión de realidades.
Con los ojos ebrios
de tanta lejanía
-rumor de incertidumbre-
se rinden las manos de Glauco.
Ante la altivez de la roca
que se aleja en cada presa
un milenio
de su alcance.
Pero Sombras.
Si es éste, el reino de los acosados
y el verde del fuego
los torrentes que emanan
del cielo
y fecundan los lares
y la savia para el hijo nuevo
el pan y el olivo
el brazo que extrae el tesoro que guardan
para otros
por los otros
desde el día en que los otros
asomaron su codicia.
Será para otros
y el desencanto velado de ironías
olvidará la lanza
el machete
el fusil
el caos
para ofrecerse siervos
en el límite de la locura;
para sellar el tiempo de orfandades,
en la desmesura del olvido.
Campos I
Y esta eterna costumbre
de transitar ausencias.
Y esta pobre rutina
de negarse a la vida.
Y este oscuro silencio
de caminar las sombras.
Y estas pampas
y este olvido.
Tan solo un plano verde,
como tierra yerma.
Campos II
Ocre.
Algún caballo a lo lejos
pastando su muerte.
Verás la rosa
y un niño nuevo
dormirá
a tus pies
Todo es ausencia
Los minutos viejos
que dejaron gérmenes vencidos
son instantes
que vuelven
en el péndulo distante.
No es lejanía
Ni aun ausencias.
La voluntad del alma
que se obstina
en habitar
milenios,
cuando guarda
en cada rostro
el dolor de sueños rotos,
alucinadas construcciones
de una raíz con brazos,
que persiste
en buscar su siembra.
Sin embargo
te vivo
y a pesar de todo
prefiero tus brazos
que me anuncian otro día.
Infinito
Si es cierto que surca
el rocío
en tus playas
si el ámbito del pueblo
no tiene
fronteras
y el sino y tus manos
un hálito
nuevo.
Llegue al centro de mi páramo,
deseos
agonías
siembras y adioses
amores
placeres
del tiempo transitado,
la mano
amiga
espigas maduras.
Llegue al centro de mi páramo
en este destierro
sin albas ni regresos,
el canto inventado
de nuevas voces que se instalan
para inaugurar
la libertad.
Cuando lleguen los motivos
Si percibes la lágrima
será porque la noche acompaña
mis dolores.
Cierto.
Tantos gestos compartidos
tanta hazaña y pergeñado sueño
devaneos, distancias, soliloquios
(es de dos pero no se perfilan
sus recortadas orillas)
desencuentros, tempestades
que preceden al canto
que anuncia los amaneceres
de una pastoral con sabor
a rocíos renovados.
Pero a veces
la soledad se empeña
en galopar a las puertas
porque nuestros gestos se ven
interrumpidos.
Siempre las montañas
se alzan anteriores al vuelo
y el águila se ufana en su vigilia
y la tierra se ciñe en sus costados.
Sólo nos queda la dimensión
del aire que esparce sus soles.
Pero nuestra terquedad
nos lleva a contemplar el vuelo
y a volver el rostro a las raíces
que de tan cotidianas se
adhirieron a nosotros
(por costumbre solemos mirar
el cielo cada noche).
¿Pero acaso vemos las zonas abismales
que cuenta a cuenta socavan los soles?
No sé si un día
esta aurora que de pronto
persiste para decirnos del silencio nuestro
de los gestos compartidos
del árbol que tiene ligazones eternas
del hijo que espera entre las gemas,
si este inaugural que a veces
retacea claridades
nos abandona a la tierra
y a las vigilias del águila...
Para entonces no quiero la lágrima
quiero caminar entre la gente
y tomada de tu mano
superar la muerte.
Merci
Toi; couvre mon front.
Toi; prends mon souci
mon ennui mon amour,
ma peur pour ta vie.
Cette image rampante
de forces perdues
mon ennui mon ennui.
Ce visage chargé
de l'esprit des ombres
des acres des hymnes
des arbres sans rien
mon ennui mon ennui.
Qui est-ce qui c'est toi
mon ami, mes parents,
mon frére, mon amant,
mes enfants, vous aussi.
Un réve partout;
la recherche de toi
de toi pour moi pour toi.
N'aies pas peur, mon ennui,
ca va... rien de tout.
Versos
Algo se han llevado tus vertientes.
Qué tan poco.
Solo el río lo guarda.
Pero permanecen
en agrios tallos para siempre.
Si el alma tiene un recodo.
Hay un cielo arriba de los hombres.
Un olvido para volver a comenzar.
Una hora.
Un día.
Amanecer
El sol se ahoga entre tus brazos
y la tarde abrasa tus orillas
en su ritual despedida.
El horizonte crece
mientras a tus pies
sueña la luna.
Con tu sombra, esclava
penetras en la noche.
Tu juventud oliendo
a savia nueva
esparce su vuelo
en la nostalgia de tu río.
Y un agua renovada
crece remontando el día
en su corriente.
De aquello que nos redime de ser nada
A veces quisiera
tan sólo guardar una carta.
Releer sus trazos
volver a ser sus secuencias.
Y asume la lágrima
la desazón de las estrellas
en esta soledad que no es tan cierta
en esta dimensión que no te exilia.
No sé por qué me urge
reemplazarte
por otras cosas
que te nombren
que sean materia de tu mente
que de vos me traigan
olores y sabores que me pueblen.
Tal vez para volver por ellos
a los melancólicos silencios
de una nueva entrega
y abrazada a tus líneas
como el Buda milenario sabedor
de esos silencios
habitar el éxtasis
de los deslumbramientos que preceden al sosiego.
Sentiré bajar entre las peñas
la caricia de un río
que apenas besará el cauce reseco.
Como las lluvias que espera
la tierra, al filo de su muerte.
-La ansiedad es el mendigo
que reclama en cada sol una limosna-
y proseguir el aleteo de sus párpados.
Entonces descubro el desamparo.
El edén es el trayecto que quisiera transitar contigo.
Lo demás es la dialéctica
que nos conjura
-migajas de un tiempo
que no compartimos-
estigmas de un odio de nosotros
heridas que se inventan
porque no recurre el río.
Siempre el río en su obsesión
de irse y de dejar
el resabio de la vida
y querer volver
para llevarse
el rostro transfigurado
y las manos fláccidas
y el cuerpo expuesto
y el sexo doblegado.
No hacen falta las alas
para ganar la altura.
Aprisiono el papel que te contiene
olores y sabores que vuelven
en un intento suicida
de respirar el aire que no alcanza.
De a sorbos.
Y que el mundo no sepa.
Una sonrisa
que estamos vivos
que tenemos todo
envidiables
la cámara de cajón
de cartón
de cañón
para los sueños viejos
para la costumbre.
Gran farsante.
No hay tierra inventada
que no te hable del exilio.
Es ese exilio mío que sin esfuerzos
Sabe recibir el tuyo.
Volverá el río
cabalgando las peñas
y la tierra esperará
su paso.
Ese emisario que llega a cualquier parte
atraviesa los años renovados
se instala desde el antes
y recorre hasta el después
promete todos los matices.
Sólo deja a los otros
la soledad y el olvido.
-Sabes. Todo será como entonces.
Un diálogo poblado de figuras
igual que la carta
el Buda
la tierra
el río.
Quisiera
Quisiera devorar los días
porque el Sol ha prometido
descorrer tinieblas.
Él me ha dicho
de palomas
de hermandades
de una misma voz
que puebla los confines.
Pero goza su fuerza
milenaria. Padre-hombre
de todas las cosas.
Y encuentro el ave herida
que expone sus dolores
para partir otra vez.
Aún le duelen sus alas.
Pero un día, entre las nubes
por sobre esas alas crecerá
la libertad.
Tal vez no sepa
Tal vez no sepa dónde encontrar ardiencias
porque el delirio infinito de tu sangre
y el viento de otros ecos, la memoria
…
La sed del hallazgo no tiene geografía.
Quizás en alas de tu nombre, atónito
de raíces sobre las aguas del tiempo.
Dejar el semen de tu sombra, para ser
en las líneas del recuerdo, la utopía
de tus ojos...
La voz y la piel de la tierra, el clima
de tus manos.
Silencio henchido de promesas y un después.
Libertad. Paz.
Simbiosis. Vos.
Eternidad.
Para él.
Coloquio
Vamos a hablar de las cosas simples que nos pueblan.
Hablemos de los ojos que despiertan cada día.
Del agua que baja en cascadas
se arremansa y forma cauce
contonea, se pierde y vuelve
se agita, se encrespa, crece
y se ahoga en los brazos
del gran dios el Océano.
De las cosas que existen para todos porque existe la vida.
Hablemos de las mieses y de su oro ondulante
sobre la tierra, como alas
que se mecen a sí mismas
y nos regalan el cuerpo crujiente
a la mesa. Donde el sol es pródigo.
Hablemos de los opuestos que existen de todas las cosas
el día y la noche
la acción y el descenso
la luz y las sombras
de un tal objeto
la paz y la guerra
que el hombre promueve.
El hombre y la bestia que acaso llevamos.
Vamos a hablar de las cosas ruines que nos pasan.
El hombre que siembra y la bestia que traga
el hambre y la gula
miseria, ignorancia
paredes vacías, el barro amasado,
la mano tendida, unos pies desnudos
barriga vacía
un rostro de piedra
instalado en el caos
para sangrar heridas
desde la memoria.
Mansiones, lacayos, jardines
el agua brotando entre las cuencas
de unas manos gentiles.
Hablemos desde el otro cosmos de la miseria.
Tan simple el puesto que semeja un juego
siniestro juego de la bestia y el hombre
en el que vamos
gastando el tiempo.
Hablemos del sol que no calienta nuestra sangre
ni corona las cabezas de sus hijos
del camino en declive y sobre el filo
el eco desgastado de la masa
en su prevista caída.
De las garras, genocidios y reemplazos
de fatiga resignada y de duelos prematuros
de estos hombres y de aquéllos.
Hablemos de la muerte que rodea nuestros cuerpos
como invisibles espirales
pero firmes, con sus círculos
agazapados entre sombras.
En virtud de conjuros instalada.
Hablemos de nosotros y este tiempo que he guardado
porque quiero dialogar contigo
reunir el calor de tu afecto
la mirada limpia, la lágrima
el hombro, la espera.
El silencio compartido.
I
Vanos huecos del silencio
híbridos ojos en espera,
pétreo rostro de acero
caminante del tiempo y sus estrellas.
Dónde tus brillos
tus espejos, tus metales
y tu fuego.
Dónde la rosa extraña de los valles
la estación innombrable de las lluvias
los canales y las siembras;
tus ciencias, tus templos,
tus oráculos.
II
El sol ardió
sobre sus hijos vencidos.
Desangró la tierra
su savia
y el ayllu esperó la muerte
para volver a la roca
enquistarse en las raíces
regresar al pasado;
renacer
el olvido.
Para nuestro día
Acercate a mí
obrero de la fragua
albañil de canto triste
empleado de papeles amarillos
vendedor de trapos viejos.
Acercate a mí
hombre de estas soledades
marginal de tantas cosas
lumpen de la nada
cobrador de bolsas rotas.
Acercate a mí
hacedor estrafalario
chantajista de bolsillo
comprador de tantas ruinas.
Juntaremos nuestra náusea
el pecado, los errores
levantaremos una hoguera
que nos queme hasta los huesos
que nos deje la sangre y la mirada seca.
Después de este nuevo olvido
creceremos de la mano, y entonces,
para ser nosotros.
Después del diluvio
correrá otro frío
que abrirá los surcos
mojará los huesos,
la sangre,
la mirada,
para beber el agua transparente
de todos nuestros días.
Qué más...
Qué más podríamos ser,
ser vos y ser yo.
Ser expresión de un deseo,
el después, lo que no se pierde, lo inesperado.
Una imagen, un sol, el amor, la siembra.
El despertar.
Morir en cada tiempo y nacer con el regreso.
Qué más podríamos ser.
Las ganas de hundir la cara
entre las manos y sentir
el cuerpo húmedo,
la vida que comienza.
Tal vez después...
Poema casi triste
La noche de tu sueño
desciende por las calles indecisas,
sin gestos ni bocas rendidas de palabras.
La tempestad de los caballos
de fuego, remueve los caminos resecos
y en tu cuerpo desnudo se duermen
las pupilas, espigas azules que humedecen
la piel encendida.
He sentido tantas veces la tristeza
de amar el dolor por las mañanas,
de amar la vida y regresar la muerte.
Y he sabido tu carne, tus labios,
el calor conmovido, y escuchado
tus promesas en el ruego y el temor
al olvido. Pero he cantado a los supremos
cielos, un ahora que tu empeño tiene
en sublimar lo amado.
En tanto el tiempo, resucita los años
en que solo tu verso hablaba de amores,
mientras un río incierto brotaba entre nosotros.
Sería preciso secarlo.
Entre manojos de piedras sepultar el canto.
Sería preciso entregar el alma.
Condenar al hijo. Segregar la sangre.
Retornar a la barca de donde se ha partido.
No entiendes todavía. No se puede sublimar
la aurora. Es como quien
transita en las tinieblas y solo
le queda el reflejo de lo que alguna vez
fuera la luz y el verbo pleno
y la esperanza palpada
en la humedad del rocío. Y el vibrar
entero, más allá de los sentidos.
Tal vez renunciar al milagro
de la vida. Por qué no volver
a los versos que te hicieron poeta.
Dibujar una sonrisa sobre el hueco
de una casa vacía. Tal vez dejar
para cegar del todo. Acaso luchar
para recuperar el día.
Para que el recuerdo no se pueble
de espejismos yo quisiera mirarte
y porque el recuerdo es la savia
de lo efímero prefiero tus manos
aunque ya no puedan escribir más versos.
Una luz
Sentado sobre el Olimpo de tus sueños
contemplas, vaguedad de esperas,
una ráfaga de luz sobre la sombra
que escala las murallas de tu infierno.
Recuerdas el día en que tu báculo trazara
la catedral viviente de éste, tu universo.
Células, amebas y medusas; musgos,
corales, dromedarios y gigantes con lenguas de fuego;
eriales, oasis y médanos,
cardones, olivares y naranjos
habitados por trinos de mil escalas trashumantes.
El remanso en la Tierra.
La armonía en el carro desnudo de tus alas.
Palidez de cabellos prolongados en la onda
de tu éxtasis.
Solo se escucha el murmullo de los vientos
enredados en los velos de la noche.
Silencioso brillo, fulgores de estrellas,
que sobre las aguas dormidas reposan su caudal.
Pensativa tu frente y ebrio de ideas
modelaste al hombre en tu escala suprema.
Lo hiciste a semejanza de dioses y demonios.
Coloso y Centauro exhiben el corcel.
Amanece feliz tu alma ante el milagro
y emana ternura tu mano paterna.
El hijo crece bajo la mirada serena
los ojos suaves, la voz modulada.
Y crece Centauro, a veces Coloso;
tiene en la cabeza mil voces dispersas,
mientras sus ancas, fuertes, se encrespan a impulsos.
Parece que a veces se cierran sus ojos,
se cierra su boca, se cierra su alma.
Cabeza sobre el anca
es un monstruo torturado que se quiebra.
Sentado sobre el Olimpo de tus sueños...
Miseria.
¿Dónde está la paz de sus días primeros?
¿Dónde su mano fraterna, sus ojos colmados de estrellas?
¿Dónde la ternura de su Padre?
¿O es que a Él le faltó la mitad para alumbrarlo?
---
En el cofre de sonidos y palabras
se perdió el Amor que le forjara
y ahora lleva el Odio a sus espaldas
bajo la triste cruz de los infiernos.
Prisionero, hombre, de sus furias,
vanidad de poderes y de engaños,
fetichismo, lujuria y desamparo, destrucción y sangre.
Es la burla de la Fe, la magnitud de las alturas.
Sentado sobre el Olimpo de tus sueños
ves pasar, insectos de tu mundo,
una ráfaga de luz sobre las sombras.
Recuerdas el día en que tu báculo trazara...
Sí, una luz...
Es el Amor, es la Paz, es la Fe que te colmare
cuando redimas a tu hijo del pecado de la vida.
Él deambula sin sentidos
a la espera de tus voces
para levantar al viento su frente
colmada de soles y noblezas
y ofrendar su alma a la paz eterna de los cielos
para devolver en Paz a los hombres de esta Tierra.
Índice
Del otro lado tu rostro
Extranjero
Ciudad
Antes del infierno (Segunda versión)
Tristeza
Elegía a quién
Torrente
Sin redención
Para qué Buenos Aires
María Angola
Ombligo del mundo
Postergaciones
Campos I Campos II
Todo es ausencia
Infinito
cuando lleguen los motivos
Merci
Versos
Amanecer
De aquello que nos redime de ser nada
Quisiera
Tal vez no sepa
Coloquio
I
II
Para nuestro día
Qué más
Poema casi triste
Una luz
Epílogo
Al amigo
Mi mensaje conlleva la necesidad de expresar
sentimientos tan contradictorios como la misma vida. No
importa si este mensaje quiere decir distintas cosas para
cada uno. Lo importante es que se establezca un vínculo,
y que el lector pueda completar o transformarlo. No
importa la palabra sino la emoción que acaso arranque
cada una de ellas, en este intento de ser.
En este afán desesperado por que el día no muera del todo.