Poesía

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Una palabra piadosa para mí (v. 1) Llena está la luna, que alumbra a mujer alguna, capaz de tomar mi corazón sin que lo haga con razón. Mi temor ahora logra ganar, ha detenido mis huesos y mis pasos pero el alba se habrá de acomodar en mi mundo de sobriedad. Sobre aquella montaña me asomaré, frío viento habré de sentir, mi espíritu usaré como un calor, y mis ojos no se han de rendir. Ya habré mirado el lugar real, ahí bajaré en mi vehículo carnal, donde transportaré mi luz mental, y prepararé mi ser para la faena dial.

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Poesía personal.

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Una palabra piadosa para mí (v. 1)

Llena está la luna,

que alumbra a mujer alguna,

capaz de tomar mi corazón

sin que lo haga con razón.

Mi temor ahora logra ganar,

ha detenido mis huesos y mis pasos

pero el alba se habrá de acomodar

en mi mundo de sobriedad.

Sobre aquella montaña me asomaré,

frío viento habré de sentir,

mi espíritu usaré como un calor,

y mis ojos no se han de rendir.

Ya habré mirado el lugar real,

ahí bajaré en mi vehículo carnal,

donde transportaré mi luz mental,

y prepararé mi ser para la faena dial.

Enrique Noriega Trejo

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Una palabra piadosa para mí (v. 2)

Llena está la luna,

que alumbra a mujer alguna,

capaz de tomar mi corazón

sin que lo haga con razón.

Mi temor ahora logra ganar,

ha detenido mis huesos y mis pasos

pero el alba se habrá de acomodar

en mi mundo de sobriedad.

Sobre aquella montaña me asomaré,

frío viento habré de sentir,

mi espíritu usaré como un calor,

y mis ojos no se han de rendir.

Ya habré mirado el lugar real,

y ahí bajaré encarnado en mi cuerpo,

en donde transportaré mi luz,

y prepararé mi ser para la faena dial.

Enrique Noriega Trejo

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Una palabra piadosa para mí (v. 3)

Llena está la luna,

que alumbra a alguna mujer,

capaz de tomar mi corazón

sin que lo haga con razón.

Mi temor ahora logra vencer,

ha detenido mis huesos y mis pasos

pero el alba se habrá de acomodar

en un mundo sobrio y tranquilo.

Sobre aquella montaña me asomaré,

frío viento habré sentido,

pero mi espíritu me dará calor,

y mis ojos no se han de rendir.

Ya habré mirado el lugar real,

y ahí bajaré encarnado en mi cuerpo,

en donde transportaré mi luz,

y prepararé mi ser para la faena dial.

Enrique Noriega Trejo

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Moscas

Ese zumbido vibrante de las moscas es molesto. Tal parece que las moscas se acercan cuando menos las quieres ver, ni escuchar. Es como si vinieran a buscarte cuando ya estás fastidiado y cansado, como para acabar haciendo las incomodidades todavía mayores.

Una mosca no mira a qué, a dónde ó a quién, pero parece que justo están cuando no las necesitamos, sobrevuelan nuestras cabezas y picotean la piel.

Si yo fuera mosca sabría el porqué de molestar a los humanos, pero también, tendría que esquivar los periodicazos. Quisiera ser mosca para saber cómo se ve el mundo con mil ojos, y saber qué es el mundo microscópico. Conviviría con seres que me parecerían extraterrestres y viajaría de aquí para allá con la bandada de moscas, buscando comida hasta en los basureros pero también disfrutaría del polen de las flores.

Enrique Noriega Trejo

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El viejo

Los jóvenes escuchan su consejo,

ellos inquietos en su búsqueda,

la importancia y aprecio de su ayuda,

una sonrisa del viejo solitario,

él dice que el tiempo es sabio,

con seguridad y respeto

están con paz y tranquilidad,

su protección y cuidado…

La debilidad de su cuerpo cansado,

la enfermedad, sus errores y miedos,

que en el olvido y en el pasado están,

pero conocidos por su experiencia.

Las alegrías al fin como su bastón,

con vitalidad de especial naturaleza

van a su mente y a la luz.

Enrique Noriega Trejo

Page 6: Poesía

El centro

Gira alrededor con candor,

con dulzura y sabor a vainilla,

una bola de piedra preciosa,

gira una y otra vez, y no para.

Es el centro lo que mantiene su giro,

su vuelo es perfecto y gozoso,

huele a metal pero es piedra,

y es mineral precioso y preciado,

pero no es oro ni plata.

Tampoco es cobre o plomo,

yo no sé de qué parte lo trajeron,

una mina es su procedencia,

con seguridad lo digo y repito.

El objeto de redondez casi perfecta,

que es de mineral y tiene color,

extraido de la tierra en un lugar lejano,

es una esfera en mis sueños.

Se quiebra y se hace frágil,

cada vez que despierto ya no está,

se quiebra y se hace polvo,

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al despertar, de mis manos desaparece.

Si vuelvo a soñar ahí revive,

es un hilo de plata lo que lo sujeta,

una mano de oro la sostiene,

gira, es sólido, precioso y perfecto.

Si sueño, lo observo hacer su trayectoria,

si despierto desaparece, sólo polvo es,

aún está vivo en mis sueños, mi reposo,

en el centro están mis manos.

Si escojo la derecha, es de oro la mano,

si se hace de plata la bola desaparece,

sólo el oro mantiene su girar,

en el centro, firme, está la mano.

La derecha es la elegida,

la izquierda será evitada siempre,

la mano dorada, la sostiene, con hilo,

hilo de plata que va del centro a la bola.

Está en el centro la dorada,

es imposible detener su vuelo, su trayectoria,

no hay otro sueño que lo haga caer,

en el centro la mano, la bola en el exterior.

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Gira, no se detiene, pero la miro,

es la bola mineral, preciosa, cansada,

pero no se detiene, la derecha mantiene,

la izquierda oculta su presencia, desaparece.

Mano de oro, hilo de plata, y piedra;

mineral preciado por el ser de mi sueño,

giro prefecto, eterno, acelerado,

la bola es el color de mi sueño.

Enrique Noriega Trejo

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Para no ser feliz

Es amor triste que se respira,

en el aire infestado se siente la mezcla,

particularmente se han unido en sentimiento

¡amor has invitado a la tristeza a unirse!

Es comunión, estos dos, dan un color,

el matiz y singularidad de la mezcla,

es algo ajeno a las dos fuentes,

sin embargo, no se perpetúa esta unión.

Ajeno es en vida y muerte,

¿por qué desdichadamente son uno amor y tristeza?

Pero la fuerza y él poder que son hermanos,

se han conciliado una vez más.

Será menester separar lo que se juntó,

quizo unírsele el amor a la tristeza,

y así la soledad se han atravesado de paso,

por que la tristeza decidió fundirse con el amor.

La alianza incontrovertible está presente,

¡que curioso es saborear tan distintas uniones,

si en una misma alma se dan cita ocasional,

dos pares que esperan la continuidad de su unión! (Enrique Noriega Trejo)

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La comunidad del ejido

La tierra, propiedad de agricultores,

polvo de huesos de los seres ancestrales,

quieta, cuna de semillas imprescindibles,

espera a la luna llena y a los creyentes,

canta un pájaro al alba, y es gracioso,

brilla la luna mientras un hombre la mira,

una mujer sueña con ella después de observarla.

Es magia lo que los mantiene juntos,

y sus hijos trabajan la tierra, el ejido;

quienes saben de su existencia esperan la primavera,

el verano y el invierno, pero jamás el otoño;

la caída de las hojas secas, los entristece,

su alma no aguanta, y no quieren morir,

viven permanentemente de la tierra, la aman.

Pareja de campesinos, fuente de valores morales,

son padres, casados por la iglesia, el origen de todo;

sus hijos, obedientes, trabajan el maizal, su riqueza,

las faenas diarias son su existencia y porvenir;

luego son los nietos quienes amarán labrar el suelo.

Ahora son abuelos, plenos de la sabiduría de la vida,

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comparten su memoria a la familia mientras la paloma canta.

Las generaciones pasan en la comunidad de agricultores,

y como vuela el viento el pasado se olvida, perenne,

pero incesantemente lo antecedente se evoca en el lugar;

los escasos objetos que les recuerdan su pasado,

serán suficientes y de valía para su mínima cultura,

un pueblo que muestra la existencia y supervivencia humana,

y la iglesia, para los pobladores es lugar de fe esperanzadora y fiel.

Los surcos del labriego, huellas pasajeras,

esperan las semillas, que dan vida a la comunidad.

Sol y agua impregnan con su espíritu la planta,

próxima cosecha, nutrimento, vitalidad, vigor temporal.

Sus creencias conducen durante el diurno su conciencia,

mientras la estrellada y tranquila noche renueva sus ánimos,

pero el tiempo orienta la humana ilusión en el ejido.

Enrique Noriega Trejo

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Aristegui

Eres como la flor más bella,

¡oh Aristegui, tus haz sometido mi persona a tu amor!

pero dulce es probar que tu encanto fue,

el motivo por el cuál me enamoré de ti.

Eres noble y piadosa, tu persona impone admiración,

algo indispensable para ser amada por los hombres,

sin duda eres la más hermosa, bella, y de buen corazón,

te espera la dicha por tu alma buena.

Oh, Aristegui, Aristegui, Aristegui…

Cien veces Aristegui, eres para mi la más delicada.

La esperanza en el amor que late en el aire,

da pie a lo mejor de las delicias, al calor del amor.

Mi voluntad queda atada a ti, a la ligereza,

a la suavidad, al acto del amor, a la poesía,

a no esperar más del mundo,

sólo la esperanza en ti, a tu persona, Aristegui.

Enrique Noriega Trejo